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Desarrollo y desarroljistas Carlos Altamirano UNQ/ UBA/ CONICET 1. Después de Peron Qué camino debia tomar el capitalismo argentino después de Perdn? Fl asunto permane- ‘ci entre paréntesis mientras el heterogéneo frente antiperonista s6lo tavo en la mira ek de- rrocamiiento del justicialismo. Pero surgié como una cuestién insoslayable, entremezclada ccon fos diversos asuntos sin definicién dentro de la coalicién triunfante en septiembre de ien se instals el Gobierno Provisional, encabezado por el general Eduardo Lo- nardi. Podria decirse que se reanuds entonces 10 que Juan José Llach ha llamado el “gran debate” sobre el desarrollo econdmico nacional, comenzado en los afios treinta y claust- rado, al menos como discusién en la arena piblica, desde 1946.1 Un informe de Raul Prebisch, que contenfa un diagndstico sobre el estado de la eco- noma argentina con recomendaciones de medidas urgentes, fue el motivo y la ocasién pa- ra ta primera de las controversias politicas que se librarfan en los aflos de la Revolucién Libertadora.2 Prebisch, cuyo prestigio internacional como analista ¢ intérprete del desarro- lo econ6mico Latinoamericano no habfa hecho sino crecer desde 1949, cuando se le enco- riend6 la secretarfa de la recién creada Comisién Econémica para América Latina (CE- PAL), habfa sido invitado a colaborar con el nuevo gobierno como asesor econ6mico. Bl in- forme que presenté al presidente Lonardi a fines de octubre de 1955 fue el primer do- cumento de esa colaboracién y lo que habsfa de popularizarse como “Plan Prebisch” ~pe- +.a los repetidos esfuerzos del secretario de la CEPAL por aclarar que se trataba de un plan- teo previo, no de un plan, que s6lo vendrfa después- se convirtié en el eje de un amplio debate. "Juan José Llach, “El plan Pinedo de 1940, su significado histricoy los erigenes deta economia poltica del peronismo”, en Desarrot econémico, vol. 23, No. 92, enero-marzo de 1984, p. 5S 2Sobre las vicisitudes y elcontexto politico del documento de Prebisch, vee I serie de arteulos que, bajo et titulo general “Historia del Plan Pebisch”, eserbiéJulién Delgado entre octubre y noviembre de 1967 en Pri: mera Prana, Nos. 249 4254, y, sobre todo, el iuminador tabsjo de Kathryn Sikkink, “The influence of Raul Prcbisch on economic policy-making in Argentina, 1950-1962", en Latin American Research Review: No. 2, 1988, Rati Prebisch, Informe pretiminar acerca de lasituacion ecaudmica, Secretaria de Prensa y Actividades Cul- turales de la Presideneia de la Nacidn, 1955. Prismas, Reviate de historia intelectual, NP 098, pp. 75.84 Como si no quisiera dejar dudas sobre fa necesidad de “desperonizar” la economia, el balance que hizo el asesor de la herencia recibida fue compactamente negativo. “La Ar~ gentina atraviesa por la crisis mas aguda de su desarrollo econémico”, escribi6 en el co- ‘mienzo del informe, més aguda que la que debié conjurar Avellaneda y que Ia del aio 90 (p. 11). El documento sefialaba varios sectores en que la situaciGn era juzgada apremian- te y obligaba a adoptar medidas sin demora (como el sector energstico, cuya capacidad de produccién estaba muy por debajo de las necesidades de Ia industria, o el estado del siste- ‘ma ferroviario, envejecido y descapitalizado), pero ubicaba la rafz del problema central, la precaria situacién de divisas, en la postracién de la produccién agraria: se 1a habia desa- lentado, como consecuencia de la politica de precios seguida por el gobierno peronista res- pecto de los productos del campo, quitindole ademés todo estimulo a la modemnizacién técnica de la empresa rural Este cuadro debia ser cambiado inmediatamente, aconsejaba Prebisch, comenzando por mejorar fos precios rurales mediante una devaluacin que reajustara los tipos de cam bio, antificialmente distorsionados por el gobierno anterior. Era necesario, ademés, facili tar a los productores del campo la importacién sin trabas de los bienes productivos que re- ‘querfa su actividad, cuando esos bienes no eran abastecidos por la industria nacional ¢p. 48), Para Prebisch, que en esto retomaba una formula ya famitiar en el pensamiento eco- n6mico argentino, estimular la actividad agropecuatia era esencial también para la indus- tria, dado que una fuerte producci¢n rural proveerfa a la actividad manufacturera local de las divisas necesarias para adquirir los equipos, las materias primas y los combustibles que su desarrollo requeria y el pais atin no generaba.. Si en el exterior la fama del secretario de la CEPAL remitia, ante todo, a la produccisn de un conjunto de tesis heterodoxas respecto del desarrollo de tos pafses periféricos y a los studios sobre la economia latinaamericana elaborados por esa comisién de las Naciones Unidas, en fa Argentina el nombre de Prebisch evocaba para un conglomerado numeroso, compuesto de radicales formados en la tradicién “forjsta”, nacionalistas y, obviamente, pe- ronistas, el ciclo de gobiernos conservadores que surgieron después del golpe de 1930 y se ‘mantuvieron en el poder hasta 1943. Prebisch haba sido un funcionario destacado de esos gobiermos a los que la mayorfa de la opinién identificaba con ef fraude electoral sisterndti- co y la subordinacién de la economfa argentina a los intereses del capitalismo extranjero (el pact Roca-Runciman era el epitome de una politica de sujecidn a la politica imperial de Inglaterra). En 1945, el periodista nacionalista José Luis Torres habja bautizado con el ti- tulo de uno de sus libros, Década infame, esos aflos de hegemonfa conservadora, una deno- minaci6n que habria de perdurar y con la cual podia ligarse el nombre de Prebisch. Las eriticas de su informe preliminat, que provinieron sobre todo de las filas de ese vas- 10 conjunto, no dejarfan de conectar ef pasado con el presente al dar cuenta del sentido po- Iitice y econémico del documento: lo que se pretends era retroceder, volver a la Argentina agraria, a la Argentina preperonista Esa fue la tesis del més popular de los escritos contra el informe, el folleto de Arturo Jauretche El plan Prebisch. Retorno al coloniaje.* La revolt- cidn politica, sostenfa Jauretche refiriéndose al movimiento que habfa derrocado @ Peron, 4 Aparte del fret de Sauretche, pueden mencionarse entre Ins reacciones eitcas que inspts inmediatamente informe de Prebisch los siguientes escritos: Walter Beverage! Allende, El dilema econdmico de la Revol cidn, Buenos Aires ed. del ator, 1956; José V. Liseaga, Apreciaciones sobre el Plan Prebisch, Buenos Aires. 76 [..1 s6lo tiene por objeto encubrir una contrarrevolucién econ6mica y social para replan- tear al pafs sobre su vieja base colonial cuya economia no admite 18 millones de argenti- ros présperos y felices (p. 14) En el “Informe preliminar” de Prebisch se encontraba un cuadro desolador de la situacién econémica heredada, pero no se trataba sino de un cuadro fraudulento que tenfa por fin el de justificar la liquidacién de la Argentina industrial y la vuelta a una “economia basada en la produccién y exportacién de materias primas a los costos reducidos de una mano de obra abaratada por la desocupacién y la miseria” (p. 119). Todo esto cuando, por el con- trario, lo imperioso era “reforzar el mercado interno y la integracién industrial que permi ta independizarnos atin més de nuestro intercambio con el exterior” (p. 116).5 Independientemente de cémo se juzgara el diagnéstico de Prebisch respecto del esta- do de la economfa argentina en 1955 y aun las medidas que prescribia, no se podfa extraer de su texto el sombrio programa antindustrialista que le atribufa Jauretche, El asesor eco- rnémico del gobierno, por otra parte, que no rehuy6 la discusién de sus ideas y mostr6 bue- nas dotes para el debate publico, replicé a la acusacién de que preconizaba una politica de perfil antindustrial.® Pero Jauretche (y no s6lo él, en verdad, dentro de los eriticos del In- forme...) tocaba un punto politicamente sensible al referirse a las consecuencias inmedi tas de las medidas aconsejadas: las principales victimas del plan serfan los trabajadores, ‘Segin lo anticipaba el propio Prebisch, las soluciones de emergencia que preconizaba, co- ‘mo el reajuste en los tipos de cambios, provocarfan un alza en los precios internos y esto afectarfa a articulos de consumo popular.7 Si para hacer frente a esa suba, continuaba el razonamiento del asesor econémico, se hicieran ajustes masivos de sueldos y salarios, se alentarfa nuevamente la espiral de costos y precios y la inflacisn se levarfa el estimulo a la produceién rural.8 Era necesario pagar un precio, en resumen, por el reordenamiento econsmico. {Pero cémo escapar a la conclusién de que eran los asalariados y el conjunto de los consumidores urbanos los que pagarian ese precio? Y, en consecuencia, emo evitar que el movimiento triunfante el 16 de septiembre fuera percibido por los trabajadores tal co- mo Jauretche lo definia, como una revolucién politica que abrfa paso a una revancha de clase? Esta cuestin era materia de preocupacién para las nuevas autoridades. Porque pa- ra éstas se trataba de reactivar y reorientar el funcionamiento de una economfa en crisis y, al mismo tiempo, retornar al orden constitucional, sin ignorar a esas masas trabajadoras {que Pern habfa incorporado a la arena politica. Se queria emanciparlas del lider derroca- do, ;pero como sustraerlas de ese influjo si la politica econdmica y social del gobierno no era sensible a sus aspiraciones? El propio Prebisch habia sefalado en suv documento que no desconocfa la cuestiGn al referirse a los efectos que desencadenaria la modificaciGn en los tipos de cambio (“Al considerar este problema tengo presente aspectos sociales y po- ed, del autor, 1956; Osear E. Alende, Problemas fundamentales dela Revolucién det 16 de septiembre, Buenos Aites, Ediciones Signo, 1956 Todas la citas corresponden ala Sa. ed. de Bl Plan Prebisch (1988), Buenos Aires, Pefi Lillo, 1984. ‘© Véase la exposicién de Rad Prebiseh ant la Junta Consuliva Nacional en versién taquigrafica dela %a.reu- nig extraordinaria, Buenos Aires, 18 de noviembre de 1955, 7rebisch, Informe... cit p78 Pb. pp. 80-81, Iiticos que no podrian desconocerse”), y aunque sostenfa que su obligacién radicaba en informar con objetividad sobre el aspecto puramente econGmico del problema, admitfa que los hombres del gobierno pudieran hacer pesar otros criterios a la hora de tomar decisio- aes (p. 78). La preocupacién, obviamente, no era exclusiva del gobiemo. Estaba también, y aun cera mayor, en los partidos que confiaban en dirigir fa Argentina posperonista en el mar- co del orden constitucional préximo a restaurarse. En primer término en las filas, todavia sin fracturas, del radicalismo intransigente, predominante dentro de la Unién Civica Ra- dical. Como se hizo evidente en la reunién de la Junta Consultiva en que Prebisch expu- s0, a invitaciGn del organismo, las Iineas principales de su documento, El vocero de las Iinguietudes de la intransigencia fue en esa ocasién Oscar Alende, quien formaba parte de! grupo de dirigentes radicales integrados a la Junta creada por el Gobierno Provisional, ‘Tras seflalar sy satisfaccién porque las explicaciones del asesor econémico disipaban al- unas prevenciones (por ejemplo, la aclaracién de que la orientacién de la politica eco- ‘n6mica no perjudicaria a la industria), Alende, dando algunos rodeos, puso en el centro la preocupacidn por los efectos sociales y politicos de un plan econémico que imponfa austeridad y sacrificios a los asalariados. Si ese plan ers resistido, la revolucién no debia malograr sus principios originales recurriendo al establecimiento de un “estado gendar- me”. En consonancia con el sentido que los intransigentes pretendieron imprimirle a su oposicién a Per6n, Alende reclamard para el movimiento triunfante el cardcter de una re- volucién popular, (Jes decir, que ta Jucha que hemos librado contra el régimen depuesto tienda a demas- rar que la democracia es superior ala dictadura. Y un gobierno, ast sea provisional 0 de- facto, que 1o hace en nombre de “libertad” y de “democracia”, debe de inmediato demos- trar al pueblo que por ese sistema se hace més factible la felicidad del pueblo que por los sistemas dictatoriales 9 En resumen, tanto el informe de Prebisch como su discusién dejaron ver tempranamente varios de los temas en torno a los cuales se alincarian las posiciones en la escena piblica: las relaciones entre el pais agrario y el pais industrial, la funcién relativa del estado y de 1a iniciativa privada en direccién del desarrollo econémico, el papel del capital extranjero en Ia economia nacional, el abastecimiento energético (Ia cuestidn del petr6leo en primer término). Pero, mas importante atin es que el debate dejé ver. también muy répidamente, lo intrineadas que eran las relaciones enire la tarea de “desperonizat” la economfa y la de asimilar, como decia Mario Amadeo, “ese vasto sector de 1a poblacién argentina que pu- so sus esperanzas en la figura que dio su nombre al régimen cafdo y que, a pesar de sus errores y sus culpas, le sigue siendo fiel”. Porque esa masa, comtinuabe, “esté crispada y resentida”.!° Ambas tareas aparecfan ligadas, pero en la forma de an nudo de exigencias contrapuestas cuya presién habrfan de experimentar no s6lo los gobiernos de la Revolu- cidn Libertadora, ° Vease Ia exposiciin de Oscar Alende en la Juott Consultiva Nacional, 3a. reunién, documento eitado. pp. 31-32, "© Mario Amadeo, Ayer, hoy, maiana, Buenos Aires, Ediciones Gure, 1986, p. 89. 78 “Todos éramos desarrollistas en alguna medids Fue dentro de este contexto que hicieron su ingress las ideas, las tesis y las recomendacio- nes de politica econdmica que se reunian bajo el nombre comén de econom/a del desarro- Uo. En la Argentina, el término desarrollismo cristaliz6 con un significado particular, as0- ciado al gobierno de Arturo Frondizi y al movimiento ideol6gico y politico que lo tuvo co- ‘mo orientador junto con Rogelio Frigerio. Pero lo cierto es que la idea del desarrollo fue, ‘como en el resto de los pafses latinoamericanos, el objeto de referencia comin para argu- mentos, andlisis y prescripciones distintas dentro del pensamiento social y econémico ar- gentino. Dicho de otro modo: después de 1955 y durante los quince afios siguientes, la pro- blemética del desarrollo atrajo e inspiré a una amplia franja intelectual, tavo més de una vez en funciones de gobierno a portavoces y expertos enrolados en algunas de sus tenden- cias, y sus temas hallaron adeptos entre los principales partidos polfticos. A este desarro- llismo genérico hace referencia ei economista argentino Alberto Petrecolla, cuando, mu~ ccho tiempo después, recuerda: “Todos éramos desarrollistas en alguna medida”.!! {A partir de los diltimos affos de la década del cincuenta et discurso relativo al desa- rrollo fue como un universo en expansidn. El gobierno de Frondizi, que se puso en fun- cciones en mayo dé 1958, fue, sin dudas, un activador fundamental de esa propagaciGn. aun cuando lo que se propagara no siempre estuviera en sintonia con el pensamiento gubernamental. Este desarrollismo que estaba en el aire y remitfa aun espiritu generalizado antes que ‘aun grupo ideoldgico particular, tuvo diversos focos de incitacién, tanto intelectuales Co- mo politicos, algunos de ellos de cardcter internacional. Entre estos focos hay que regis- trar el de {a CEPAL, aunque su influencia no fuera equiparable a la alcanzada en el Brasil ‘en Chile.!2 Mas alié de las reservas que rodeaban el nombre de Raiil Prebisch (la cam- paia contra el “Plan Prebisch” seguir‘a pesando sobre él como una Iépida durante varios afios) Ia literatura cepaliana fue un centro de inspiracién intelectual, como lo demostraria Ia difusi6n de algunos de sus esquemas conceptwales -por ejempto, el esquema centro/pe- riferia para describir e interpretar la configuraciOn desigual de la economia mundial~ y de algunas de sus tesis. Ya en la década del sesenta, nuevos hechos de la politica internacional reforzaron la atraccién por las cuestiones del desarrollo: Ia Revolucién Cubana, que a partir de 1960 se erigié en el paisaje latinoamericano como desafiante ejemplo de solucién radical de los problemas del atraso; el programa de cooperacién para el desarrollo con: “Alianza para el progreso”, propuesto por el gobierno del presidente Kennedy para est ‘ular un camino de reformas alternativo al cubano y, por siltimo, las encicticas de Juan XXIIl, Mater et Magistra (1962) y Pacem in Terris (1963). “El vocablo “desarrollo” esté hoy en boca de todo el mundo”, escribia en 1963 el di rigente de Ia Accién Catdlica Enrique B. Shaw en un articulo destinado a exponer lo que 11 Chiao en Kathryn Sikkink, “The influence of”, cit, p. 107 12 Veate K. Sikkink, art, cit. El curso de economia argentina dictado por Héctor L. Didguez en la Escuela de

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