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UNIVERSIDAD REY JUAN CARLOS

LA IGNORANCIA DELIBERADA: ¿UNA FIGURA AUTÓNOMA


DE IMPUTACIÓN SUBJETIVA EN DERECHO PENAL?

MÁSTER DE DERECHO PENAL ECONÓMICO

Presentado por:
ESMERALDA CORRAL PANADERO

Tutor:
MARINA SANZ- DÍEZ DE ULZURRUN LLUCH

Profesora Titular de Derecho Penal

Curso 2012/2013

Junio de 2013
ÍNDICE

INTRODUCCIÓN ...................................................................................................................................

CAPITULO I. EL TIPO SUBJETIVO. CONSIDERACIONES GENERALES .....................................1

I. DISTINTAS TEORÍAS DEFINITORIAS DEL TIPO SUBJETIVO .................................................................1

II. ELEMENTOS SUBJETIVOS ESPECÍFICOS DEL INJUSTO ......................................................................4

III. EL DOLO .......................................................................................................................................5

1. Concepto y elementos del dolo......................................................................................................5


2. Elementos cognoscitivo y volitivo ................................................................................................9
3. Clasificación tripartita del dolo ...................................................................................................10
4. Ausencia de dolo. El error de tipo ...............................................................................................17
IV. LA IMPRUDENCIA........................................................................................................................19

V. LA PRETERINTENCIONALIDAD .....................................................................................................26

CAPITULO II. LA IGNORANCIA DELIBERADA ...........................................................................29

II. EL ORIGEN DE LA IGNORANCIA DELIBERADA: HUSAK Y CALLENDER ..........................................32

III. LA WILLFUL BLINDNESS ...............................................................................................................35

IV. LA RECKLESSNESS .......................................................................................................................37

1. La recklessness en derecho español.............................................................................................39


2. Equiparación entre willfull blindness y recklessness ...................................................................40
CAPÍTULO III. LA IGNORANCIA DELIBERADA EN DERECHO COMPARADO ......................43

I. EN DERECHO PENAL ANGLOAMERICANO ......................................................................................43

II. EN EL DERECHO CONTINENTAL ...................................................................................................45

1. Lagunas legales. Tratamiento continental. ............................................................................48


III. EN EL DERECHO PENAL INTERNACIONAL ..................................................................................53
CAPITULO IV. LA IGNORANCIA DELIBERADA EN LOS TRIBUNALES ESPAÑOLES ..........55

I. POSICIÓN DEL TRIBUNAL SUPREMO: ANÁLISIS JURISPRUDENCIAL ...............................................55

1. Primeros pronunciamientos. .................................................................................................56


2. Pronunciamientos más recientes: Desconocimiento provocado como título autónomo de
imputación subjetiva. .........................................................................................................................62
3.Valoración ....................................................................................................................................76
II. SU PRESENCIA EN LAS AUDIENCIAS .............................................................................................76
III. AUDIENCIA NACIONAL ...............................................................................................................80

CAPÍTULO V. LA IGNORNACIA DELIBERADA: MI PROPUESTA ............................................85

I. CASOS POR EXCELENCIA DE IGNORANCIA DELIBERADA ...............................................................86

II. EL DOLO COMO CONOCIMIENTO ...................................................................................................92

III. LOS MOTIVOS DEL DESCONOCIMIENTO PARA RAMÓN RAGUÉS ..................................................94

1. Delitos que contienen la expresión “a sabiendas” .................................................................98


2. Atenuación de la pena para el dolo eventual .........................................................................99
IV. PROPUESTA DE LEGE FERENDA .................................................................................................100

CONCLUSIONES .............................................................................................................................103

BIBLIOGRAFÍA................................................................................................................................105
INTRODUCCIÓN

El objeto del presente trabajo de fin de máster es el análisis en profundidad del


fenómeno de la ignorancia deliberada en el derecho penal.

Esta novedosa tendencia jurisprudencial ha sido recientemente implantada en nuestros


Tribunales, y desde el año 2000 está siendo aplicada por el Tribunal Supremo en numerosas
sentencias por ello suscita gran interés.

La ignorancia deliberada pretende ser la solución alternativa de imputación subjetiva


en casos dudosos, aquellos que no quedan abarcados por el dolo clásico que implica un
conocimiento de todos los elementos del tipo, pues el sujeto se posiciona en una ceguera
intencional no queriendo conocer aquello que debería conocer.

A diferencia del common law, en el derecho español esta problemática no ha sido muy
debatida por la existencia del dolo eventual, que ayuda a establecer imputaciones para los
supuestos en los que voluntariamente se renuncia al conocimiento esencial del tipo global de
injusto, planteándose como alta la probabilidad de resultado y aun así se actúa.

Para realizar un completo estudio de esta figura el presente trabajo se articula en una
serie de capítulos, que pretenden dar respuestas al interrogante planteado en su título; La
Ignorancia Deliberada: ¿una figura autónoma de imputación Subjetiva en el Derecho Penal?.
Para ello se hace especial hincapié en los problemas de encaje de esta figura en el modelo
continental de imputación subjetiva que tradicionalmente se ha caracterizado por la
bipartición entre dolo en sus diversas formas, o imprudencia.

El trabajo queda estructurado de la siguiente manera: en primer lugar, se expone de


manera resumida el tipo subjetivo intentando dar una visión general de este aspecto esencial
para poder fundamentar la responsabilidad del autor en los delitos (Capítulo I). A
continuación se ocupa de la figura de la Ignorancia deliberada con todos sus elementos
definitorios, haciendo especial mención a sus antecedentes y los principales autores que la
desarrollan (Capítulo II). El Capítulo III está centrado en la Ignorancia deliberada en derecho
comparado, para que tengamos una idea de cuál es su presencia en los distintos
ordenamientos; Derecho continental, derecho anglosajón y derecho internacional. En cuarto
lugar (Capítulo IV), se refleja la importancia de esta figura en los Tribunales Españoles,
haciendo además un recorrido por los distintos delitos en los que más veces se ha dictado esta
teoría para la configuración de los fallos. Finalmente se dedica el último capítulo (Capítulo V)
para el examen de las distintas alternativas que nos presenta nuestro actual sistema de
imputación subjetiva y se desarrollan cada uno de los distintos supuestos en los que el sujeto
alega este desconocimiento para fundamentar el sentido de esta doctrina y ver si tiene encaje
su equiparación al dolo, por ser la solución que adopta nuestro Tribunal Supremo. Para
terminar con una serie de conclusiones que pretenden dar una visión de futuro de la teoría de
la ignorancia deliberada.
CAPITULO I. EL TIPO SUBJETIVO. CONSIDERACIONES GENERALES

I. DISTINTAS TEORÍAS DEFINITORIAS DEL TIPO SUBJETIVO

Para poder atribuir responsabilidad penal a un sujeto no sólo deben darse todos los
elementos objetivos del tipo, también es imprescindible la concurrencia del aspecto subjetivo.
Desde la perspectiva de la antijuridicidad se denomina “desvalor subjetivo de la acción”.
Integrada por el dolo o por la imprudencia o en algunos tipos, por una combinación de dolo e
imprudencia. Además de los elementos subjetivos específicos del injusto.

Tanto el dolo como la imprudencia constituyen la razón de configurar la función


motivadora de la norma penal. Pues como apuntó Von Liszt la definición del delito parte de la
necesaria concurrencia de una acción o comportamiento que preexiste al Derecho. Es la
función de prevención que se le atribuye a las normas penales en el Estado Moderno la que
exige que se dirija a evitar en la sociedad comportamientos evitables mediante la motivación.
Sólo se tendrá éxito cuando las acciones sean dirigidas y controladas, al tratarse de
comportamientos voluntarios, por el propio hombre y así se alcanzará el fin de la motivación:
que se dejen de realizar estos comportamientos contrarios a derecho y por ello evitables1.

Así no cabe duda de que la estructura subjetiva del delito entra en relación con la
función motivadora del derecho pues permite que el delito se articule entorno a dos pilares
básicos; uno es la culpabilidad y otro la antijuridicidad. Y la concurrencia de un
comportamiento humano es el primer requisito de la antijuridicidad.

El principio de responsabilidad subjetiva de Derecho Penal es uno de los principales


límites que se han impuesto a la potestad punitiva del Estado, que guarda conexión con los
dos aspectos de la fundamentación del ius puniendi: todos los principios limitadores se

1
MIR PUIG, S., Función de la Pena y Teoría del delito en el Estado Social y Democrático de Derecho, Casa
Editorial S.A, Barcelona, 1982, pp. 42-58.

1
LA IGNORANCIA DELIBERADA…

pueden derivar tanto del fundamento político y constitucional como del fundamento
funcional, que surge de la necesidad de que el Derecho Penal proteja bienes jurídicos a través
de la prevención2. En concreto este principio nos dice que no puede haber pena sin dolo ni
imprudencia y que en caso de haber alguna de estas dos formas de desvalor de la acción la
pena ha de ser proporcional al grado de responsabilidad subjetiva, a la gravedad del desvalor
subjetivo de la acción, por lo que como regla general, y salvo alguna excepción justificada por
peculiaridades de algún tipo, la comisión imprudente de un hecho no se puede penar igual,
sino que lleva menor pena que la comisión dolosa3. Esto significa que únicamente podremos
considerar autor de un delito a aquel que actúe en cumplimiento de los requisitos objetivos del
tipo global de injusto (bien jurídico protegido, acción, resultado material, imputación objetiva,
relación de causalidad…) y reúne en sí la imputación subjetiva pues conoce los elementos
objetivos del tipo y quiere la producción del resultado lesivo. Se trata de una concepción de
responsabilidad penal opuesta a la “responsabilidad objetiva”, según la cual, con
independencia del desvalor de la intención, el sujeto va a ser responsable del resultado
producido en todo caso.

La doctrina tradicional4 engloba este principio bajo la amplia rúbrica del “principio de
culpabilidad”, dándole a este concepto un doble significado:

1. Exigencia de culpabilidad del sujeto por el hecho (imputabilidad, conciencia de la


antijuridicidad, exigibilidad individual, ausencia de causas de exculpación) con adecuación al
grado pleno o disminuido de culpabilidad.

2. Exigencia de responsabilidad subjetiva: desvalor de la acción dolo o imprudencia y


adecuación a su gravedad.

Esta concepción era lógica cuando se trataba de dolo o imprudencia como formas o
grados de culpabilidad. Para la doctrina mayoritaria en la que dolo e imprudencia no
pertenecen a la culpabilidad, sino a la parte subjetiva del tipo de injusto (como más delante se
detalla) y que constituyen grados diversos del desvalor subjetivo de la acción, entonces no es

2
LUZÓN PEÑA, D., Curso de derecho Penal. Parte general I, Editorial Universitas S.A, Madrid, 1996, p.80.
3
Ibídem, pp.86-87.
4
Ibídem, p.535.
2
ESMERALDA CORRAL PANADERO

coherente designar a la exigencia de dolo o imprudencia como “principio de culpabilidad”,


sino “principio de responsabilidad subjetiva”.

Este principio ha sido vulnerado con frecuencia en muchos códigos, y también ocurría
anteriormente en nuestro código Penal, por contener vestigios de la idea del versari in re
illicita5. Este principio fue formulado por juristas medievales, según el cual si la actuación
inicial es ilícita se responde de todas sus consecuencias aunque sean imprevisibles y se
responderá incluso del caso fortuito.

Encontramos esta afirmación, derivada del principio de responsabilidad subjetiva,


regulada en el artículo 5 del Código Penal de 1995 al afirmar que “No hay pena sin dolo o
imprudencia” y el artículo 10 considera que “Son delitos o faltas las acciones y omisiones
dolosas o imprudentes penadas por la Ley”. Sin que se definan estos conceptos por lo que
deberemos acudir a la doctrina para obtener una respuesta efectiva.

La doctrina tradicional entendía el dolo como forma o grado de la culpabilidad. Esta es


la doctrina causalista clásica en la que el dolo era conocimiento y voluntad de realizar el
delito, y para ello era necesario la concurrencia del conocimiento del hecho, de los elementos
fácticos del tipo y conciencia de la antijuridicidad (carácter prohibido de ese hecho). El dolo
se concebía como dolo subjetivamente malo (dolus malus). De esta manera, se ubicaba el dolo
en la culpabilidad como su grado superior o forma más grave. Para una plena culpabilidad el
sujeto tiene que tener conocimiento de la prohibición o antijuridicidad6.

Esta concepción cambió con el finalismo. Esta doctrina prefiere un concepto más
restringido de dolo, considera que el dolo pertenece a la parte subjetiva del tipo de injusto.
Esta concepción habla de “dolo natural” o “dolo neutro”. Según el finalismo ortodoxo el dolo
requiere conocimiento de los elementos objetivos del tipo (conocer y querer la realización de
la situación objetiva descrita en el tipo injusto) y es requisito para la antijuridicidad de la

5
LUZÓN PEÑA, D., Op.cit, pp.536-537.
6
Ibídem, pp.402-404.

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LA IGNORANCIA DELIBERADA…

conducta, pero no a la conciencia de antijuridicidad o prohibición, que es un requisito distinto


del dolo, y permanece en la culpabilidad. En España esta postura es mantenida por Rodríguez
Devesa, o Cobo Vives7.

Este trabajo tomará como punto de partida una concepción finalista de dolo, por lo que
debe quedar encuadrado como un elemento del tipo subjetivo.

Así desde la perspectiva del esquema general del delito doloso de acción, el tipo
global de injusto se construye en base al tipo positivo, que a su vez se configura por
elementos objetivos y elementos subjetivos, y por el tipo negativo, que requiere la ausencia de
causas de justificación.

El tipo subjetivo se integra por el dolo, como elemento esencial en los delitos dolosos,
o la imprudencia y elementos subjetivos específicos cuando sean requeridos por el concreto
delito.

II. ELEMENTOS SUBJETIVOS ESPECÍFICOS DEL INJUSTO

Los específicos elementos del injusto son ánimos o fines determinados distintos del
simple dolo y requeridos expresamente por la descripción legal, sin los cuales la conducta no
es típica y antijurídica8.

Desde Mezger9, se ha desarrollado una clasificación de los tipos que requieren ánimos
específicos:

1. Delitos de intención: también denominados de tendencia interna trascendente.


En ellos se requiere obrar con el ánimo, finalidad o intención adicional de lograr un resultado
distinto a la realización del tipo. Es una finalidad o ánimo diferente de la propia conducta

7
MIR PUIG, S., Derecho Penal. Parte General, Editorial Reppertor, Barcelona, 2007, p. 261.
8
LUZÓN PEÑA, D., Op. cit., pp.394-397.
9
MEZGER, E., Libro de Estudio. Parte general. Editorial Bibliográfica Argentina, Buenos Aires, 1958, pp.135-
141.
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ESMERALDA CORRAL PANADERO

descrita en el tipo. Ej. Ánimo de causar perjuicio a un tercero en el delito de alzamiento de


bienes del art. 257.1.1. (ánimo de perjuicio de acreedores)

2. Delitos de Tendencia: también denominados de “tendencia intensificada”. En


ellos el tipo requiere el ánimo de realizar la propia conducta típica (ánimus iniuriandi en las
injurias art.208)

3. Delitos con elementos de la actitud interna: se incluyen delitos mixtos en


formas de agresión que revelan una disposición de ánimo. Ej.: Alevosía o ensañamiento en el
delito de asesinato del art. 139 C.P).

III. EL DOLO

1. Concepto y elementos del dolo

La tipicidad del delito doloso depende no sólo de la realización del tipo objetivo sino,
además, de la realización del tipo subjetivo, es decir, fundamentalmente del dolo. El delito
doloso se caracteriza porque en él coinciden lo ocurrido (la realización del tipo objetivo) con
lo querido (la realización del tipo subjetivo). Precisamente esta coincidencia diferencia al
delito doloso del delito imprudente en el que esta coincidencia no existe.

El dolo caracteriza la forma más grave de ilicitud conocida por el derecho penal
precisamente porque en ella el autor ha querido la realización de la acción prohibida por la
norma10.

La realización del tipo objetivo es dolosa cuando el autor ha sabido de ella y la ha


querido. El dolo, por tanto, es el conocimiento y la voluntad de la realización del tipo11.

10
BACIGALUPO ZAPATER, E., Manual de Derecho Penal. Parte General. Exposición referida a los derechos
vigentes en Argentina, Colombia, México, España, y Venezuela, Editorial Temis S.A, Santa Fé de Bogotá
(Colombia), 1996, pp.103-104.
11
Autores que sostienen este concepto de dolo son Mezger, Mir Puig, Luzón Peña, entre otros.

5
LA IGNORANCIA DELIBERADA…

En otras palabras, el dolo es la actitud subjetiva de decidirse por la ejecución de una


acción lesiva de un bien jurídico, es decir, una acción que realiza un tipo penal.

El dolo supone el mayor grado de desvalor de la acción en comparación con la


imprudencia. La presencia de dolo o imprudencia determinan la concurrencia de tipos
distintos en función del aspecto subjetivo, lo que permite establecer un diferente marco penal,
del que hay que partir para la determinación de la pena. Tenemos que destacar el interés de
vincular al dolo o la imprudencia por la diferente penalidad que llevan asociada, ya que el
dolo conlleva consecuencias jurídicas más graves y como regla general para la imprudencia,
aunque esto no siempre es así, se establece un pena inferior12.

El actual código prevé que la pena de la modalidad imprudente de ciertos tipos penales
se determine reduciendo en un grado el marco penal asignado a la modalidad dolosa del
mismo tipo, es el ejemplo del delito de medio ambiente cuyo tipo base se encuentra regulado
en el art. 325 y en el art. 331 se reduce en un grado la pena asignada para el tipo base cuando
se haya cometido por imprudencia grave.

Una comprensión adecuada del dolo exige responder al porqué de su pena agravada
con respecto a la imprudencia. El fundamento de esta exigencia se vincula al principio de
proporcionalidad, el cual nos indica que la gravedad de la pena debe ser proporcional a la
gravedad del hecho antijurídico13. Proscribe el establecimiento de penas (proporcionalidad en
abstracto) y la imposición de penas (proporcionalidad en concreto) que no guarden relación
valorativa con el hecho cometido, contemplado en su significación global; es decir, requiere la

12
Consideración que fue puesta de relieve por Hassemer en función del grado de participación subjetiva al
afirmar que el autor doloso merece mayor pena que el imprudente porque es más responsable del hecho
delictivo. Entiende este autor que quien no puede responder a la pregunta sobre por qué razón se incrimina de un
modo más grave el comportamiento doloso que el imprudente no podrá fundamentar los límites del dolo en
criterios normativos aceptables. HASSEMER, W., Persona, Mundo y Responsabilidad. Bases para una teoría de
la imputación en Derecho Penal. Editorial Temis S.A, Santa Fe de Bogotá (Colombia), 1999, pp. 63-84.
13
LUZÓN PEÑA, D., Op. cit., pp.85-86.
6
ESMERALDA CORRAL PANADERO

previsión de consecuencias jurídicas de distinta intensidad, allí donde el supuesto de hecho es


también diferente14.

La dogmática penal ha realizado importantes esfuerzos dirigidos a buscar el


fundamento de la mayor gravedad del dolo con relación a la imprudencia.

El planteamiento más tradicional, ligado en principio a una concepción causalista del


delito, pretende justificar la diferencia de penalidad entre el delito doloso y el imprudente
desde la mayor culpabilidad del autor doloso en relación con el autor imprudente. Este
planteamiento supone la ubicación del dolo en la culpabilidad y la consiguiente sujeción de
este elemento a los principios y criterios que condicionan esta categoría.

En esta línea se puede encuadrar el pensamiento de Mezger que, desde una concepción
normativa, sostuvo que la culpabilidad “es el conjunto de aquellos presupuestos de la pena
que fundamentan, frente al sujeto, la reprochabilidad personal de la conducta antijurídica. La
acción aparece por ello, como expresión jurídicamente desaprobada de la personalidad del
agente 15”.

Desde otro punto de vista, y tratando de fundar la diferencia de gravedad entre lo


doloso y lo imprudente en atención al contenido de lo injusto de ambos hechos, se sostiene
que la mayor penalidad prevista para el delito doloso deriva de su mayor peligrosidad
objetiva. En esta línea puede situarse el planteamiento que, en España, sostiene Mir Puig. El
citado autor parte de dos premisas básicas que condicionan la esencia de la antijuridicidad
penal: la función preventiva del Derecho penal y la concepción de las normas penales como
directivas de conducta16. Desde estas premisas, el hecho antijurídico no puede ser más que la
realización voluntaria de aquellas conductas que, desde una perspectiva ex ante, aparecen

14
SANZ-DÍEZ DE ULZURRUN LLUCH, M., El dolo y la imprudencia en el Código Penal español. Análisis
legal y jurisprudencial, Editorial Tirant lo Blanch, Valencia, 2007, p. 40.
15
Ibídem, pp. 42 y ss.
16
MIR PUIG, S., Función de la pena y teoría del delito en el Estado social y democrático de Derecho, 2ª ed.,
Barcelona, 1982, p. 59.

7
LA IGNORANCIA DELIBERADA…

como peligrosas para un bien jurídico17. El fundamento de la antijuridicidad es, pues, objetivo
y radica en la peligrosidad de una conducta para el bien jurídico protegido 18., la mayor
gravedad del dolo respecto a la imprudencia, se hace descansar en la mayor probabilidad de
alcanzar el resultado en el primer caso, lo que determina una mayor peligrosidad «ex ante»
del hecho doloso. La fundamentación expuesta gravita sobre la intención y parece referirse al
dolo directo de primer grado19.

Es posible que se parta del sentimiento social para establecer que los hechos
cometidos de modo consciente e intencionado (dolo) conllevan sanciones más graves que para
los llevados a cabo de manera negligente (imprudente). Puede entenderse que la ley penal
asigna distintas consecuencias jurídicas a los sujetos en función de convicciones jurídicas
socialmente arraigadas20. De la misma manera la colectividad se ve más identificada con el
autor en relación con las acciones imprudentes, pues cualquier persona, puede sufrir algún día
un descuido, lo que permite no juzgar tan severamente estas conductas.

Esta consideración debe tenerse en cuenta pues es importante que el Derecho camine
acorde a las valoraciones sociales para generar el efecto preventivo que pretende. Sin
embargo, parecen ir orientadas más hacia la idea de la retribución y no es éste el fin del
derecho penal. Por lo que se hace necesario aportar una fundamentación preventiva para
explicar la diferencia de pena entre el delito doloso y el imprudente. Desde esta posición se
aporta una argumentación que se basa en la mayor motivación a través de la pena.

En este sentido, Gimbernat Ordeig propone dos argumentos para fundamentar la


diferencia de penalidad entre estas dos formas de delito. Por una parte, la pena se presenta
como un instrumento de encauzamiento de la vida social que debe ser administrado en
proporción a la gravedad de la conmoción o trastorno social que produce el hecho, mayor en

17
MIR PUIG, S., Ibídem, 58-65.
18
SANZ-DÍEZ DE ULZURRUN LLUCH, M., El dolo y la imprudencia en el Código Penal español. Análisis
legal y jurisprudencial, Op.cit, pp. 42y ss.
19
Ibídem, pp.42 y ss.
20
RAGUÉS I VALLÉS, R., La atribución del conocimiento en el ámbito de la imputación dolosa. Tesis doctoral
de la Universidad Pompeu Fabra, Barcelona, 1998, pp. 31-33.
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el delito doloso que en el imprudente, so pena de provocar el desconcierto en la sociedad,


debilitando las principales prohibiciones penales21.

Por otra parte, argumenta Gimbernat Ordeig que la pena, concebida como “una
amarga necesidad”, sólo se justifica porque es necesaria para alcanzar una soportable
convivencia social22. Pues bien, incrementar la pena del delito imprudente supondría generar
un sufrimiento inútil, dado que, por la estructura de este tipo de delito, en el que el sujeto
descarta la producción del resultado, tal incremento de pena no serviría para disminuir el
número de delitos imprudentes.

En opinión de Sanz Díez de Ulzurrun, la perspectiva preventiva y la consiguiente


función motivadora de la norma permiten conectar de forma natural el conocimiento del
riesgo con la eficacia de la sanción. Por ello, y en la medida en que fundamentan la mayor
gravedad del dolo en su elemento cognoscitivo, pueden aportar una buena razón para
justificar la mayor necesidad de pena del hecho doloso en todas sus distintas categorías 23.

2. Elementos cognoscitivo y volitivo

El dolo requiere el conocimiento de los elementos objetivos, positivos y negativos, del


tipo global de injusto. Ello implica conocer los presupuestos materiales de la prohibición
penal, esto es la materia de prohibición. Lo que hace preguntarse sobre el grado de
conocimiento que será exigible para el dolo.

La doctrina dominante da respuesta a esta cuestión con ayuda de una fórmula ideada
por Mezger24: es necesaria y suficiente la “valoración paralela en la esfera del profano”, lo

21
GIMBERNAT ORDEIG, E., “¿Tiene un futuro la Dogmática jurídico penal?”, en Estudios de Derecho penal,
Madrid, 3ª ed., 1990, p. 152.
22
GIMBERNAT ORDEIG, E., Ibídem, p. 155.
23
SANZ-DÍEZ DE ULZURRUN LLUCH, M., Op. cit., p. 51.
24
MIR PUIG, S., Derecho Penal. Parte General, Op.cit, p. 263.

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LA IGNORANCIA DELIBERADA…

que significa que basta que se conozca el significado que posee el elemento normativo al
nivel del profano, del no especialista. Y debe concretarse acudiendo al mismo nivel social en
que se halla el autor. No se exige que el sujeto efectúe una calificación jurídica de los hechos.

Los elementos del tipo que ha de abarcar el dolo pueden ser esenciales o accidentales;
son elementos esenciales aquellos de los que depende la presencia del delito, mientras que los
accidentales son exigidos a efectos de agravación o atenuación del delito base. Los elementos
accidentales pueden hallarse previstos de forma específica para el tipo de que se trate o bien
de forma genérica como “circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal”.

Además el dolo requiere un elemento volitivo, la voluntad. Es una voluntad de realizar


la conducta típica, el querer realizar todos los elementos objetivos del tipo de los que se tiene
conocimiento.

La intensidad de la voluntad de realizar el tipo objetivo da lugar a la principal


clasificación tradicional del dolo25, distinguiendo entre dolo directo de primer grado, con la
voluntad más intensa pasando por la forma intermedia de dolo directo de segundo grado,
hasta la forma de voluntad menos intensa propia del dolo eventual. No obstante conviene
aclarar que esta clásica concepción está siendo criticada por la doctrina más reciente y ha
ganado terreno la opinión que considera suficiente el conocimiento como es el caso de Silva
Sánchez26.

3. Clasificación tripartita del dolo

A) Dolo directo de primer grado: Es la forma de dolo en la que el elemento volitivo se


presenta de modo más intenso. Cuando concurre una realización delictiva intencionada.
También conocido como dolo de intención. Es el paradigma más perfecto del dolo pues en

25
RAGUÉS I VALLÉS, R., El dolo y su prueba en el proceso penal, José María Bosch Editor, Barcelona, 1999,
pp. 25-53.
26
SILVA SÁNCHEZ, J. M., Aproximación al Derecho Penal Contemporáneo, José María Bosch Editor,
Barcelona, 1992, pp. 400-405.
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ella concurren los dos elementos que según la mayoría de autores determinan lo que debe
entenderse por una realización delictiva dolosa que implican conocimiento y voluntad 27.

B) Dolo directo de segundo grado: En terminología del Tribunal Supremo es conocido


como “dolo de consecuencias necesarias”28. En estos supuestos el autor no quiere el resultado
en el sentido más auténtico de la palabra querer. Supone que la intención o propósito que
persigue el sujeto no es precisamente la realización del tipo, sino la consecución de otro
objetivo pero sabe que tal acción encaminada a otro fin va unida necesariamente y con
seguridad la realización de todos los elementos de un tipo delictivo cuya producción también
acepta.

C) Dolo eventual: Estamos ante el caso en el que sin concurrir propiamente voluntad
de realizar un tipo penal la conducta llevada a cabo parece merecedora de la pena asignada a
la infracción dolosa.

El dolo eventual se diferencia de las dos clases de dolo directo en que por una parte el
sujeto no persigue o pretende realizar el hecho típico y por otra parte sabe que no es seguro,
sólo posible que con su conducta realice el hecho.

27
LUZÓN PEÑA, D., Op.cit, pp. 413-415.
28
En Sentencia de 14 de diciembre de 2006. Ponente Diego Ramos Gancedo. El Tribunal Supremo resuelve
casación de sentencia de Audiencia Provincial de Madrid, donde se condenó al acusado por tráfico de drogas y
absolvió del delito del 556, resistencia a agente de la autoridad. El tribunal de instancia sustenta la absolución del
delito de resistencia en la consideración de que no concurre el requisito subjetivo o intencional por parte del
acusado de querer menospreciar el denominado principio de autoridad, pues lo que realmente quería el acusado
era huir del lugar de los hechos para no ser detenido, reaccionando de forma instintiva dando empujón a uno de
los Policías, a quien tiró al suelo sin causarle ningún tipo de lesión ni daño físico. Sin embargo el TS estima la
casación, al considerar la presencia del elemento subjetivo integrado por el dolo -directo o indirecto- de ofender
o desconocer el principio de autoridad, que "va ínsito en los actos desplegados cuando no constan
circunstancias concurrentes que permitan inferir otra motivación ajena a las funciones públicas del ofendido"
(STS de 7 de mayo de 1.988), entendiéndose que quien agrede conociendo la condición del sujeto pasivo "acepta
la ofensa de dicho principio como consecuencia necesaria cubierta por dolo directo de segundo grado" (STS de
31 de mayo de 1.988, con cita de otras) matizándose que "la presencia de un animus o dolo específico ... puede
manifestarse de forma directa, supuesto de perseguir el sujeto con su acción la ofensa o menoscabo del
principio de autoridad o de la función pública, o merced al dolo de segundo grado, también llamado de
consecuencias necesarias, cuando, aún persiguiendo aquél otras finalidades, le consta la condición de
autoridad o funcionario del sujeto pasivo y acepta que aquel principio quede vulnerado por causa de su
proceder".

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LA IGNORANCIA DELIBERADA…

También existe la imprudencia o culpa consciente en que se da esta misma situación


inicial (la del dolo eventual), y así el autor es consciente de que se da la posibilidad de realizar
el hecho típico. Para establecer una delimitación entre el dolo eventual, que es más grave que
la imprudencia consciente, se han formulado unas teorías que se exponen a continuación:

a) Teoría del consentimiento (o de la aceptación).Es la teoría mayoritaria en la


doctrina española29 como por ejemplo Antón, Jiménez de Asúa, Quintano, Luzón Domingo,
Del Rosal, Cobo/Vives, Muñoz Conde, y jurisprudencia. Considera que como cualquier forma
de dolo, además del conocimiento de la realización de los elementos objetivos del tipo,
también requiere un elemento volitivo y es esto lo que diferencia de la imprudencia
consciente, donde no se da esta voluntad. Lo que distingue al dolo eventual de la culpa
consciente es que el autor consienta en la posibilidad del resultado. Suele expresarse esta idea
acudiendo a un juicio hipotético: Si el autor hubiera podido anticiparse a los acontecimientos
y hubiera sabido que su conducta había de producir el resultado típico ¿la habría realizado
igual? Si la respuesta es afirmativa existe dolo eventual. Por el contrario, hay culpa consciente
si el autor sólo lleva a cabo su actividad abrazándose a la posibilidad de que no se produzca el
delito y diciéndose “si yo supiese que ha de tener lugar el resultado delictivo, dejaría
enseguida de actuar”30.

Se utilizan las fórmulas de Frank para la constatación del dolo eventual. Su creador
quiso que se entendieran como “medio de conocimiento para la constatación del dolo
eventual”. La primera fórmula parte de la pregunta cómo se hubiera comportado el autor en
caso de haber contado con la seguridad de la realización del resultado si se llegase a la
conclusión de que el mismo habría actuado también en caso de poseer conocimiento preciso,
entonces hay que afirmar el dolo. La segunda fórmula de Frank nos dice que si el sujeto dice
sea así o de otra manera, suceda esto o lo otro, en todo caso yo actúo, entonces su
culpabilidad es dolosa31. Esta fórmula se puede entender plenamente en el sentido de que el

29
LUZÓN PEÑA, D., Op. cit., pp.419-421.
30
MIR PUIG, S., Derecho Penal. Parte General, Op.cit, p. 266.
31
ROXIN, C., Derecho Penal Parte General. Tomo I. Fundamentos. La estructura de la teoría del delito.
Editorial Civitas S.A, Madrid, 1997, pp.438-439.
12
ESMERALDA CORRAL PANADERO

sujeto actúa dolosamente aun cuando sólo por necesidad se resigna a la producción del
resultado.

Para Roxin32, el inconveniente que trae aparejado esta teoría es que si el sujeto
aprueba directamente el resultado, en la mayoría de las veces concurre ya una intención, por
lo que al asemejar la intención con el dolo directo, no dejaría nada para el dolo eventual. Para
este autor que el sujeto apruebe o lamente el resultado será pauta importante para la medición
de la pena, pero no podrá influir en el carácter doloso del hecho. Esta teoría también es
conocida como “teoría hipotética del consentimiento”, por utilizar como medio de prueba, la
primera fórmula de Frank.

La teoría del consentimiento trata de afirmar la presencia de dolo eventual a través de


la afirmación del elemento volitivo típico del dolo. No obstante, ha sido sometida a crítica,
como por ejemplo Luzón Peña o Mir Puig, sobre todo en su formulación inicial, puesto que
juega con una hipótesis: enfrenta al sujeto con la hipótesis de que el sujeto se plantee algo que
nunca se planteó y, por tanto, dé una respuesta a una cuestión que a él nunca le surgió a la
hora de llevar a cabo la acción. Al contestar a esta pregunta, el juez no estaría valorando una
voluntad real del sujeto activo, sino una apreciación de la voluntad del sujeto en el caso de
que se le hubiera representado el resultado como cierto, cosa que no sucedió. Ejemplos como
el de la “caseta de tiro” de Lacmann, en este caso un muchacho apuesta a que puede acertar de
un disparo a una bola de cristal que sostiene en la mano una señorita de una barraca de tiro al
blanco, el mismo cree que en caso de fallar, podrá desaparecer sano y salvo entre el bullicio
de la feria. Y finalmente da en la mano a la muchacha. O el de “los mendigos rusos” en que
unos mendigos rusos mutilaban a sus niños, a efectos de generar mayor lástima y así obtener
más limosnas. Como consecuencia de ciertas mutilaciones, algunos niños fallecieron. Era
evidente que los mendigos no querían tal resultado, todo lo contrario, puesto que con el
mismo, no obtendrían las limosnas esperadas; su objetivo era mutilar, pero que los niños
queden vivos. Sin embargo, conocían que la muerte podía suceder, con mayor razón una vez
que algún niño ya había padecido ese destino. No obstante ello, las mutilaciones continuaron.
32
ROXIN, C. “La problemática de la imputación”, en Cuadernos de Política Criminal., nº 39, 1989, p.759.

13
LA IGNORANCIA DELIBERADA…

Estos ejemplos ponen de manifiesto que la primera fórmula de Frank no lleva a


resultados correctos, en el caso de la caseta de tiro si el joven creyera que seguro iba a
lesionar a la encargada, no le interesaría disparar porque perdería la apuesta, e igualmente en
el de los mendigos, si superan seguro que al mutilar a un niño éste iba a morir, no lo harían ya
que lo que les interesaba es poder utilizarlo vivo para la mendicidad. Por tanto en ambos
casos habría que negar el dolo eventual, lo que no es correcto, pues en ambos los sujetos son
conscientes de la posibilidad del resultado (lesiones o muerte), y aunque no les interese no
rechazan, sino que aceptan esa eventualidad33.

b) Teorías de la posibilidad y de la probabilidad (teorías de la representación). Son el


extremo opuesto a las teorías anteriores. Para estas teorías el dolo eventual no requiere
elemento volitivo, sino sólo intelectivo o cognitivo, el conocimiento o representación de la
probabilidad de producción del hecho típico34.

Lo decisivo para los partidarios de esta postura es el grado de probabilidad del


resultado advertido por el autor. Para ser más exactos según la teoría de la posibilidad (Von
Liszt, Schröder, Zielinski, Schmidhauser) ya se da el dolo eventual con la mera representación
de la posibilidad de producción del hecho, sin necesidad de elemento volitivo. Pero esto niega
la existencia de imprudencia consciente pues todas las demás teorías consideran que esa clase
de imprudencia se caracteriza precisamente por la conciencia de la posibilidad de realizar el
hecho típico. Así los partidarios de la teoría de la posibilidad consideran que sólo puede darse
la imprudencia inconsciente. Lo que ocurre es que luego parte de sus defensores sostiene que,
si el sujeto pese a la representación de la posibilidad confía en que no se produzca el resultado
y no tiene una verdadera o auténtica representación (Schröder) o tiene conciencia de una
posibilidad abstracta, pero no de la posibilidad concreta (Schmidhauser), y por ello niegan
que haya dolo eventual, y afirman que hay imprudencia inconsciente.

La teoría de la probabilidad (H.Mayer, Ross, Gimbernat, inicialmente Mir, Octavio de


Toledo, Silva) considera que para el dolo eventual no basta con conciencia de la mera
33
LUZÓN PEÑA, D., Op. cit., pp.419-421.
34
Ibídem, pp.421-424.
14
ESMERALDA CORRAL PANADERO

posibilidad, que será lo característico de la imprudencia consciente, pero sí basta con la


conciencia o representación de la probabilidad, es decir, un determinado grado elevado de
posibilidades de que se produzca el hecho típico35.

Según su formulación inicial, habrá dolo eventual cuando el autor considera probable
la producción del resultado y culpa consciente cuando sólo la cree posible. La crítica que se le
dirige a esta teoría es que se hace muy imprecisa en la práctica toda vez que si al propio juez
ex post, le es imposible determinar cuándo algo es posible o probable, para el autor, ex ante,
aún será, si cabe, más difícil conocer si un resultado se presenta como posible o como
probable. En especial puede reprochársele que resulta difícil decidir si concurre dolo eventual
o imprudencia consciente en los casos límite, que son aquellos en los que la probabilidad
advertida no es ni muy elevada ni muy pequeña. Es imposible cuantificar los porcentajes de
posibilidades y aunque fuese posible, no existe ninguna razón para elegir una cifra. Por otra
parte se objeta que para afirmar la presencia de dolo no basta con conocimiento de la
peligrosidad de una acción, sino que es preciso probar la concurrencia de una verdadera
voluntad36.

c) Teoría del sentimiento o de la indiferencia. Para esta doctrina destacan Mayer,


Engish o en nuestro país Muñoz Conde .Lo relevante de esta teoría es que atiende a la actitud
interna del sujeto frente a la previsible producción del resultado lesivo. Hay dolo eventual si
el sujeto muestra un sentimiento, actitud subjetiva o disposición de ánimo de no importarle,
de indiferencia hacia la posible realización típica que se ha representado, mientras que si ello
no le es indiferente, sino que le preocupa estaremos ante imprudencia consciente 37.

La crítica que se le hace a esta postura radica en que va más allá del “querer”, que
tiene una acepción más neutra respecto de la psique del autor ya que se puede querer un
resultado, aun cuando éste nos desagrade, del mismo modo que, se puede no querer el

35
Ibídem, pp.422-424.
36
MIR PUIG, S., Op. cit., p.268.
37
MUÑOZ CONDE, F., Introducción al Derecho Penal. Casa Editorial Bosch, Barcelona, 1975, p.192.

15
LA IGNORANCIA DELIBERADA…

resultado, pero sernos éste indiferente. El sentimiento de indiferencia o de que al sujeto no le


importa la posible producción del hecho, puede ser un indicio de su aceptación, pero nada
más. Como criterio único es inadmisible pues el sentimiento no puede sustituir a una decisión
de voluntad, que es lo que cuenta: Por una parte, el sentimiento de indiferencia no es
incompatible con una imprudencia, en que el sujeto confíe en no producir el hecho y a la
inversa puede haber dolo, eventual o incluso directo, en el que sujeto no sea indiferente, sino
sensible, preocupado o disgustado por la producción del hecho38.

En definitiva, la indiferencia respecto a la producción o no del resultado no nos dice


nada sobre el elemento volitivo del dolo, aunque como afirma Roxin hay que valorarle a esta
doctrina que la indiferencia actúa como un indicio seguro de que el sujeto se ha resignado al
resultado y actúa en consecuencia con dolo, pero no es acertada su apreciación en cuanto a
que la falta de indiferencia sea pauta excluyente del dolo.

d) Teorías mixtas o eclécticas. Un sector de la doctrina alemana actual (Bockelmann,


Eser, Jescheck, Mir, Bacigalupo, Zugaldía) se inclina por una postura en la que se busca la
unión de las dos primeras teorías, la del consentimiento y la de la probabilidad, mediante
fórmulas mixtas o eclécticas, como exigir que el sujeto cuente de verdad con la posibilidad, se
“tome en serio”, sea consciente de la probabilidad de realizar el tipo, y se conforme con ella,
la acepte, aunque sea a disgusto. Tomar en serio la posibilidad del delito equivaldría a no
descartar que se pueda producir. La mayoría de este sector no exige aceptación sino que el
sujeto considere realmente probable el hecho, y si se lo toma en serio y de verdad cuenta con
él, por eso lo acepta y se conforma con el mismo.

En opinión de Mir Puig39 el dolo exige conocimiento de la concreta capacidad de la


conducta para producir el resultado típico fuera del marco del riesgo permitido. Esta
peligrosidad es la base objetiva a la que debe referirse la representación intelectual necesaria
para el dolo. No importa la sola conciencia de la probabilidad estadística, sino el pronóstico
concreto de lo que puede ocurrir en el caso particular. Es correcto exigir para el dolo eventual
38
LUZÓN PEÑA, D., op. cit., p. 424.
39
MIR PUIG, S., Op. cit., p. 268-270.
16
ESMERALDA CORRAL PANADERO

que pueda hablarse de un verdadero “querer” como “aceptar”. También es acertado señalar
que para ese aceptar basta el “conformarse con”, pero dicha forma de querer concurre
necesariamente siempre se impulsa o mantiene voluntariamente la conducta que se advierte
como suficientemente peligrosa en el caso concreto. No se exige la aceptación del resultado
delictivo, sino sólo la conducta capaz de producirlo.

Pero no resulta sencillo hacer una conjugación entre ambas. En primer lugar el sujeto
puede ser consciente de que no hay probabilidad sino una mera posibilidad no elevada del
hecho y sin embargo aceptar. Y en segundo lugar el sujeto puede considerar probable e
incluso muy probable el hecho y sin embargo confiar en su no producción, lo que excluye el
dolo para la teoría pura del consentimiento.

e) Posición de la jurisprudencia española. Desde la primera reforma operada en el


Código Penal por la LO 8/1983 en la que con la modificación del art.1 se dio cabida formal a
las acciones u omisiones “culposas” y a la determinación de la pena hasta el sistema
culpabilístico plenamente asentado en el Código Penal de 1995 en vigor, la evolución seguida
por la jurisprudencia de los últimos veinte años en relación a la distinción de la culpa con
representación y el dolo eventual, ha venido trazada tanto desde la inicial aplicación de la
“teoría del consentimiento”, hasta la posterior admisión de la “doctrina de la probabilidad”,
pudiendo considerarse en realidad ambas teorías complementarias, pues si en definitiva el
resultado se representa como probable, y aun así se lleva a cabo la acción, se deduce cierta
aprobación o consentimiento del resultado40.

4. Ausencia de dolo. El error de tipo

Si el dolo típico requiere saber que se realiza la situación prevista en el tipo de injusto,
el error determinará su ausencia cuando suponga el desconocimiento de alguno o todos los

40
GALLEGO SÁNCHEZ, G. “Culpabilidad. Diferencia entre el dolo eventual y la culpa consciente. Respuesta
de los tribunales’’, en El Derecho Editores. Revista de Jurisprudencia, Ed. El Derecho, n.2 2005, p. 5.

17
LA IGNORANCIA DELIBERADA…

elementos del tipo de injusto. Tal es la esencia del error de tipo que se distingue del error de
prohibición en que éste último no supone el desconocimiento de un elemento de la situación
descrita en el tipo, sino sólo del hecho de estar prohibida su realización.41

El error de tipo afecta al dolo, por lo que su estudio se produce en la tipicidad, en


concreto, en el tipo subjetivo, por ello debemos incluir una mención al mismo, mientras que el
error de prohibición afecta a la conciencia de antijuridicidad y se estudia en la culpabilidad.

Pueden suceder dos cosas: que el error sea vencible o invencible. Error vencible Es
aquel que hubiese podido evitarse si se hubiera observado el debido cuidado, excluye al dolo
pero no a la imprudencia. Por lo que de ser punible, y se contemple su versión imprudente en
el tipo en concreto, procederá a la estimación de la modalidad de imprudencia que
corresponda. Error invencible es, por el contrario, el que no hubiera logrado evitarse ni aun
aplicando la diligencia debida (error no imprudente). Excluye tanto al dolo como a la
imprudencia, por lo que da lugar a la impunidad.

Este planteamiento fue introducido en el Código Penal en la reforma de 1983 y se


encuentra en el artículo 14. 1 del actual Código que dice “El error invencible sobre un hecho
constitutivo de la infracción penal excluye la responsabilidad criminal. Si el error, atendidas
las circunstancias del hecho y las personales del autor, fuera vencible, la infracción será
castigada, en su caso, como imprudente”. En su apartado segundo se recoge la punición
vencible “El error sobre un hecho que cualifique la infracción o sobre una circunstancia
agravante, impedirá su apreciación”. Finalmente en el apartado tercero se hace mención al
error de prohibición “El error invencible sobre la ilicitud del hecho constitutivo de la
infracción penal excluye la responsabilidad criminal. Si el error fuera vencible, se aplicará la
pena inferior en uno o dos grados”.

41
MIR PUIG, S., Op. cit., pp. 271-282.
18
ESMERALDA CORRAL PANADERO

Existen modalidades particulares de error:

1. Error sobre el objeto: El supuesto más importante lo constituye el error in


persona cuando se confunde a la víctima tomándola por otra. Deben distinguirse dos
supuestos:

 El error versa sobre la persona que goza de protección penal especial. Es


relevante a efectos de calificación pues el hecho equivocadamente realizado puede tener una
calificación distinta a la que hubiese correspondido al hecho que se quería realizar.

 El error versa sobre persona protegida de la misma forma. En este caso el error
es irrelevante ya que deberá apreciarse el mismo tipo en ambos casos.

2. Error sobre el proceso causal: Se quería causar el resultado pero por otro
conducto. Pueden darse dos situaciones:

 Que la desviación del proceso causal excluya la posibilidad de imputación


objetiva del resultado por ruptura de la necesaria relación de riesgo del mismo con la
conducta.

 Que a desviación no excluya la imputación objetiva del resultado causado. El


error será irrelevante si el riesgo concretamente realizado no constituye una clase de riesgo
distinta a la abarcada con dolo directo o eventual ni el modo de comisión equivocadamente
empleado no determina un cambio de delito ni de circunstancias que afecten a la gravedad del
hecho típico. Por el contrario será relevante el error cuando el modo de comisión influya en la
calificación del hecho o en sus circunstancias.

3. Aberratio ictus o desviación del golpe: No supone la confusión de un objeto


por otro sino sólo que se yerra en la dirección del ataque. Así el objeto lesionado es distinto
del que se quería lesionar.

IV. LA IMPRUDENCIA

En la configuración del tipo subjetivo no puede obviarse una mención a la


imprudencia. Aunque de forma resumida, podremos considerar el tipo imprudente, en contra

19
LA IGNORANCIA DELIBERADA…

del doloso, en aquellos supuestos en los que el sujeto no quiere cometer el hecho previsto en
el tipo, pero lo realiza por infracción de la norma de cuidado, pues se produce una
inobservancia del cuidado debido.

Es importante que tengamos claras unas nociones terminológicas y es que el término


“imprudencia” equivale al de “culpa” y el de “imprudente” al de “culposo”.

El Código Penal de 1995 ha dado un giro en el sistema de incriminación de la


imprudencia hasta ahora previsto. Nuestros Códigos penales anteriores han seguido el sistema
denominado de incriminación abierta (o de numerus apertus), según el cual todos los hechos
dolosos tipificados eran susceptibles, en principio, de comisión imprudente y de sanción, en
su caso, como tales. Ahora se ha incorporado un sistema de tipificación cerrada (o de numerus
clausus). Ya no se parte del principio de que los delitos pueden cometerse tanto por dolo
como por imprudencia, si no del contrario, según el cual sólo se castigan los hechos dolosos
salvo los casos en que expresamente se tipifique la comisión imprudente. Así lo establece el
artículo 12 del Código Penal “Las acciones u omisiones imprudentes sólo se castigarán
cuando expresamente lo disponga la Ley”. Nuestro código prescinde del término “culpa” y
“culposo” y con buen criterio se extiende la palabra “imprudencia”, que tiene ventajas como
la de resultar más fácilmente comprensible al profano y la de facilitar la distinción respecto al
término “culpabilidad”.

Es conveniente hacer una breve referencia a la estructura del delito imprudente en el


que el desvalor de la acción es la infracción de la norma de cuidado. El tipo de injusto
imprudente no está constituido sólo por la imprudencia, sino que al igual que en el delito
doloso se añade la parte objetiva del tipo positivo y también la parte negativa del tipo. Como
particularidades conviene aclarar que el tipo imprudente no admite participación, sólo autoría,
ni la imperfecta ejecución, sólo la consumación.

El Código Penal no define la imprudencia por lo que se entiende que la esencia de la


misma reside en la lesión del deber objetivo de cuidado, y se actúa con falta de la diligencia
20
ESMERALDA CORRAL PANADERO

debida, así el sujeto crea un riesgo típicamente relevante para el bien jurídico protegido. El
delito imprudente exige además desvalor de resultado, así los tipos imprudentes sólo se
sancionan cuando están consumados. La infracción de la norma de cuidado es el desvalor de
la acción. El desvalor de la acción viene constituido por la infracción del deber de cuidado.
Esto es, por el incumplimiento, consciente o inconsciente, de una norma de cuidado, tanto en
los delitos comisivos como, excepcionalmente, en los omisivos.

Dichas normas de cuidado, de las que surge el respectivo deber de diligencia o de


prudencia, pueden ser escritas (penales o extrapenales, por ejemplo del Código Civil o de
determinados reglamentos) o no escritas, derivadas de la experiencia común o habituales y
exigibles en determinados ámbitos; por ejemplo, la denominada lex artis en campos técnicos
o científicos como la medicina o la arquitectura.

Se emplea un baremo sobre la base del hombre medio ideal, prudente y cuidadoso,
bien desde el ámbito general, o bien, en su caso, circunscribiéndolo al ámbito profesional
cuando se trata de un hecho en el ejercicio de una profesión. Cuando el autor en concreto
actúa con el cuidado o diligencia con el que jurídicamente se espera que actúe el hombre
medio ideal, entonces el sujeto concreto no infringe el deber objetivo de cuidado, requerido
por el tipo imprudente.

Puede suceder, que el autor en concreto, debido a sus características personales, a sus
capacidades o facultades disminuidas en relación con ese hombre medio, no pueda cumplir el
deber objetivo de cuidado. En tal caso, hay que seguir afirmando la conducta antijurídica
imprudente, pero puede resultar atenuada o excluida respecto a ella la culpabilidad de dicho
autor en concreto42.

Respecto a las fuentes del deber de cuidado, a veces, las reglas de cuidado que deben
observarse al realizar una determinada actividad se recogen en normas escritas. Ej.: la Ley de

42
DE VICENTE REMESAL, J. “La regulación de la imprudencia en el Código Penal”, en Rexurga.es ( Revista
Xuridica Galega), Vigo, 1998, pp. 24-28.

21
LA IGNORANCIA DELIBERADA…

Seguridad Vial determina las reglas que han de respetarse cuando se participa en el tráfico
rodado; la normativa administrativa sobre utilización de atracciones de feria fija las pautas de
tal actividad, etc. Pero no siempre es así, en otras ocasiones el deber de cuidado deriva de
reglas de la experiencia o reglas técnicas vigentes en el ejercicio de determinadas actividades
(medicina, construcción, etc.). Estas reglas se conocen como lex artis. Por último, existe un
deber genérico de cuidado: la mayoría de las actividades de la vida cotidiana no están
reguladas (cocinar, planchar, colocar macetas en las ventanas, limpiar una escopeta, etc.).
Para decidir si lesionan o no la diligencia debida se atiende a la experiencia general. Ej., no
puedo irme de casa dejando la estufa encendida junto a unas cortinas inflamables. No hay
normas escritas que me digan cómo he de utilizar la estufa en la vida diaria, pero esto es algo
que se deduce del sentido común. Es el hombre medio, colocado en el momento de la acción,
el que determina el deber genérico de cuidado.

La observancia de una norma de cuidado escrita es un indicio del carácter diligente de


la conducta, pero a pesar de ello la conducta puede ser imprudente si la conducta vulnera un
deber genérico de cuidado.

Respecto a las clases de imprudencia, se establecen dos clasificaciones. La primera


atiende a su contenido psicológico y distingue entre imprudencia consciente e inconsciente.
La segunda atiende a la entidad de la imprudencia y distingue entre imprudencia grave y leve.

La jurisprudencia del Tribunal Supremo se ha pronunciado al respecto, así


encontramos la Sentencia de 21 de mayo de 2003 que afirma: “La sustancia de la culpa tiene
hoy un contenido esencialmente normativo por cuanto implica la infracción de un deber de
cuidado que se impone a las personas en su comportamiento o conducta social, infracción de
las normas que deben ser observadas por una persona media y que alcanza dos planos
fundamentales de referencia, la peligrosidad de la conducta en si misma considerada y la
valoración social del riesgo creado teniendo en cuenta las normas socio- culturales. Conforme
a este criterio normativo el vigente Código penal distingue entre la culpa grave, antigua culpa
temeraria, y la leve, que responde a la antes denominada simple. Desde otra perspectiva,

22
ESMERALDA CORRAL PANADERO

atendido su contenido psicológico, la culpa puede ser consciente o inconsciente, según que el
agente actúe con representación del peligro de su conducta, aunque confiando en que el
resultado lesivo no se va a producir, o bien cuando dicha actuación no conlleva dicha
representación aunque la misma debió ser tenida en cuenta por el sujeto activo de la
infracción, dando por supuesto que en ninguno de ambos casos existe intención de lesionar el
bien jurídico. Ambas clases de culpa no guardan ninguna interdependencia entre sí, pues la
culpa consciente puede ser normativamente leve mientras que la grave psicológicamente
puede responder a la categoría de inconsciente”:

A) Según el contenido psicológico de la acción imprudente se distingue entre


imprudencia consciente; cuando aun no queriéndose causar la lesión, se advierte su
posibilidad y sin embargo se actúa. Se reconoce el peligro de la situación pero se confía en
que no se dará el resultado lesivo. Y culpa inconsciente; supone que no sólo no se quiere el
resultado lesivo, sino que ni siquiera se prevé su posibilidad no advirtiéndose el peligro.

En palabras del Tribunal Supremo (SSTS de 22 de febrero de 2005) “La imprudencia


viene integrada por un elemento psicológico (que consiste en el poder y facultad humana de
previsión y que se traduce en la posibilidad de conocer y evitar el evento dañoso) y un
elemento normativo (representado por la infracción del deber de cuidado). El deber de
cuidado, que está en la base de toda imprudencia, puede provenir tanto de un precepto
jurídico, como de una norma de la común experiencia general, admitida en el
desenvolvimiento ordinario de la vida. La imprudencia temeraria (hoy grave), finalmente,
consiste en la omisión de elementales normas de cuidado que cualquier persona debe observar
en los actos de la vida ordinaria. Se caracteriza, en suma, la imprudencia grave por
imprevisiones que eran fácilmente asequibles y vulgarmente previsibles, así como por la
desatención grosera relevante, de la que es exigible a cualquier persona”.

El concepto psicológico de la imprudencia se encuadra en la concepción psicológica


de la culpabilidad propia del concepto clásico de delito; si la culpabilidad se entendía como

23
LA IGNORANCIA DELIBERADA…

una nexo psíquico de enlace entre el sujeto y el hecho, y la imprudencia se consideraba una
forma de la culpabilidad, la imprudencia también tenía que consistir en un nexo psicológico
de unión entre el sujeto y el hecho. La imprudencia se entendía como voluntad de realizar la
acción pero no el resultado, por lo que a diferencia del dolo sin voluntad de lesionar. También
se llevó a cabo otra fórmula en la imprudencia había una voluntad del peligro o de la acción
peligrosa.

Desde la posición de Luzón 43 estas fórmulas son inexactas. En primer lugar, en los
delitos de mera actividad, si hay voluntad de la acción típica o de la acción peligrosa existirá
no imprudencia sino dolo de realizar este tipo de pura actividad. Por otra parte tanto la
fórmula de la conciencia de la posibilidad del hecho típico, como las de la voluntad de la
acción o del peligro, sólo son aplicables a la imprudencia consciente, pero no a la
inconsciente por no darse el nexo anímico efectivo y sin embargo puede suponer una falta de
cuidado clara y reproblable. Por último las fórmulas psicológicas fallan porque puede haber
supuestos en que exista el nexo psicológico de conexión con el hecho y sin embargo no haya
imprudencia, ejemplo en el que un sujeto puede ser consciente de la acción y de la posibilidad
de realizar el tipo o incluso querer la acción peligrosa sin querer el resultado que causa; un
automovilista muy reflexivo y preocupado puede querer conducir su vehículo y atravesar un
cruce de carreteras siendo consciente de que siempre cabe la posibilidad de algún choque o
atropello y no obstante no cometer imprudencia de ningún tipo, ya que la producción del
resultado que incluso había previsto como posibilidad, no se debe a ninguna infracción suya
de normas de cuidado.

La distinción entre culpa consciente e inconsciente no tiene hoy la importancia que


durante el imperio de la teoría psicológica de la culpabilidad se le atribuyó. Sigue siendo
necesaria para la distinción de dolo eventual e imprudencia, porque permite centrar el
problema de la diferenciación en la comparación de dolo eventual e imprudencia consciente.

43
LUZÓN PEÑA, D., Op. cit., p.493.
24
ESMERALDA CORRAL PANADERO

B) Mayor importancia tiene la distinción de imprudencia grave e imprudencia leve,


pues es la que se sigue en el Código, a pesar de no darse una definición, y de ella depende el
rigor de la sanción penal. A partir de los años 1920-30, se impone un concepto normativo de
imprudencia como infracción o incumplimiento de las normas de cuidado. Atiende al grado
de la infracción del deber de cuidado objetivo, así la imprudencia punible puede ser, a tenor
del CP, grave o leve, con lo que se sustituye, pero no se modifica en su contenido, la
tradicional denominación de imprudencia temeraria (antiguo artículo 565) y simple (antiguos
artículos 586 bis y 600), respectivamente.

La imprudencia grave es la única que puede dar lugar a delitos, no a faltas. Lo que
actualmente se denomina imprudencia grave en el código responde a la antigua imprudencia
temeraria del código penal de 1973. Ésta acontece cuando se vulnera la diligencia exigible al
hombre menos cuidadoso, al menos diligente; cuando se vulnera un deber básico de cuidado.
Se suele valorar en función del grado de peligrosidad de la conducta y de la importancia del
bien jurídico amenazado.

En general, se entiende en la doctrina y jurisprudencia por imprudencia grave aquella


que omite las más elementales normas de cuidado, o, como pone de manifiesto la
jurisprudencia, la que no cometería el hombre menos cuidadoso o diligente. Encontramos en
sentencia de 10 de mayo de 2006 de Tribunal Supremo que “la diferenciación entre la
gravedad y la no gravedad de la imprudencia en la intensidad de la infracción del deber de
cuidado, ha de añadirse que tal intensidad debe quedar referida a que las normas de cuidado
infringidas sean o no tan elementales como para entender que las respetaría el menos diligente
de los ciudadanos (grave) o un ciudadano cuidadoso (leve)”.

La imprudencia profesional es una modalidad agravada de la imprudencia grave, sobre


la base de que el sujeto que incurre en ella es un profesional y lo hace precisamente en el
ámbito de su profesión, en el cual le es exigible un mayor conocimiento y cuidado y, en

25
LA IGNORANCIA DELIBERADA…

principio, dicho incumplimiento puede ocasionar normalmente daños de mayor entidad que
en la imprudencia no profesional. Ej.: en el campo de la medicina.

En la imprudencia leve se trata, por el contrario, de una falta de atención de poca


entidad a las normas de cuidado o de una desatención a normas de poca entidad. También
denominada imprudencia simple, supone la infracción de normas de cuidado no tan
elementales, de una norma que respetaría no el ciudadano menos diligente, sino un ciudadano
diligente. Los resultados típicos causados por imprudencia leve, de estar castigados, sólo son
constitutivos de falta.

V. LA PRETERINTENCIONALIDAD

Si el tipo doloso se caracteriza porque el autor quiere realizarlo y el tipo imprudente


presupone que no hay voluntad de ejecutar dicho tipo doloso, la preterintencionalidad se da
cuando el autor quiere realizar un tipo doloso, pero no persigue realizar un resultado tan grave
como el que produce44.

El problema de la preterintencionalidad se plantea en dos niveles distintos: a)


Preterintencionalidad en sentido estricto. Es el supuesto general y b) Preterintencionalidad en
relación a ciertos tipos legales previstos en la Parte Especial del Código Penal. Es el de los
llamados delitos cualificados por el resultado.

Desde el punto de vista de la relación entre los dos tipos objetivos se distingue entre
preterintencionalidad homogénea, cuando el mal pretendido y el más grave producido
pertenecen al mismo delito de magnitud o intensidad graduable ej. Se quieren directamente
lesiones leves y se causan graves. Por el contrario la preterintencionalidad será heterogénea
cuando el delito pretendido y el producido son tipos distintos, así será el binomio lesiones con
dolo directo y homicidio no querido.

44
MIR PUIG, S., Op.cit, pp. 302-304.
26
ESMERALDA CORRAL PANADERO

La preterintencionalidad fue objeto de reforma para erradicar del Código Penal los
vestigios del principio medieval versari in re illicita, o principio de responsabilidad objetiva,
en virtud del cual existían ciertos preceptos del código que según interpretación
jurisprudencial no exigían dolo ni imprudencia, y permitía castigar todo resultado lesivo.
Desde la reforma de 1983 hay primer acuerdo en doctrina y en jurisprudencia45 para que en
los supuestos de preterintencionalidad heterogénea, esto es, la realización de un tipo distinto y
el resultado más grave producido y no pretendido es objetivamente previsible, pero no ha sido
aceptado por el sujeto, por lo que hay imprudencia respecto del mismo, estaremos ante un
concurso de delitos entre el delito inicial doloso y el posterior delito imprudente en cuanto al
resultado más grave no pretendido.

En segundo lugar hay acuerdo en doctrina y en jurisprudencia (en la misma sentencia)


en que si el resultado más grave producido y no pretendido es objetivamente imprevisible o
incalculable ej. La muerte como consecuencia de un simple golpe o empujón que por mala
suerte provoca la fractura de cráneo del empujado, dicho resultado está amparado por caso
fortuito, aunque el acto inicial sea ilícito, por lo que sólo se responde del inicial delito doloso,
consumado o frustrado, según las circunstancias.

Para el supuesto en que el sujeto, sin pretender el ulterior resultado más grave, se haya
planteado y aceptado su eventual producción, es decir, que tenga dolo eventual, puede haber
concurso ideal entre los dos delitos dolosos, por ejemplo si el delito causado con dolo directo
es bastante grave y de tales características que no acompaña habitualmente al delito más
grave, producido con dolo eventual, así el homicidio no consume al otro v.g. Unas lesiones
previas permanentes hasta que semanas después de produce la muerte. También puede
suceder que haya concurso de leyes y se castigue sólo al delito más grave doloso eventual,
porque éste absorba el escaso desvalor de la otra infracción cometida, consumada o frustrada
intencionalmente v.g. el homicidio aceptado con dolo eventual consumirá los malos tratos o
las lesiones leves realizados intencionalmente46.

45
Sentencia del Tribunal Supremo de 28 de marzo de 1984.Ponente Fernando Díaz Palos.
46
LUZÓN PEÑA, D., Op.cit, pp.541-542.

27
28
CAPITULO II. LA IGNORANCIA DELIBERADA

I. EL CONCEPTO DE IGNORANCIA DELIBERADA

La ignorancia deliberada es el desconocimiento de los elementos del tipo provocado


por el mismo autor del delito. En palabras del Tribunal Supremo la ignorancia deliberada es
no querer saber aquello que puede y debe conocerse47.

Este estado de ausencia de representación de un determinado elemento del tipo exige


la concurrencia de unas características que se extraen de la propia jurisprudencia; La
capacidad del sujeto de abandonar dicha situación en caso de haber querido hacerlo. El deber
de procurarse dichos conocimientos. Y el beneficio del sujeto de la situación de ignorancia
generada por él mismo48.

En una enumeración de los elementos definitorios de la ignorancia deliberada


encontramos tres notas que permiten identificar las situaciones en las que el sujeto actúa de
manera que su conducta pueda equipararse con supuestos de conocimiento, frente a aquellas
otras en las que el sujeto actúa simplemente por la sospecha de que puedan concurrir los
elementos requeridos por algún delito49.

A) Debe existir en el sujeto una sospecha justificada (warranted suspicion) acerca de la


concurrencia en su conducta de los elementos exigidos por un determinado delito.

47
Sentencia del Tribunal Supremo de 10 de enero de 2000. Ponente Giménez García. Es el primer precedente
jurisprudencial donde se enuncia el tema de la ignorancia deliberada.
48
RAGUÉS I VALLÉS, R., La ignorancia deliberada en Derecho Penal. Atelier Libros Jurídicos, Barcelona,
2007, p. 25.
49
RAGUÉS I VALLÉS, R., Ibídem, pp.134-135.

29
LA IGNORANCIA DELIBERADA…

Se parte de la existencia de una primera base de conocimientos en consonancia con la


tradición jurídica estadounidense, que históricamente ha aplicado casi siempre esta doctrina a
sujetos que no han querido saber más de lo que ya sabían.

Es preferible reemplazar la exigencia de sospecha justificada por la denominación de


Ragués de falta de representación suficiente. Lo característico de estos casos es que el sujeto
haya dejado voluntariamente de adquirir determinados conocimientos o que aquellos con los
que cuenta resultan insuficientes para que le sea aplicado un tipo penal, ya sea porque el tipo
exija dolo o porque contiene exigencias cualificadas de conocimiento que en el caso concreto
no se cumplen por razones imputadas al propio sujeto.

B) Es necesario un requisito de disponibilidad. La información que el sujeto ha evitado


debería estar a su alcance y además haberse podido obtener por medios fiables,
rápidos y ordinarios.

Este requisito es apoyado por la jurisprudencia del Tribunal Supremo español que ya
desde la primera sentencia en la que aplicó esta doctrina (S.T.S de 10 de enero de 2000) viene
exigiendo que el sujeto pueda y deba conocer aquello que ignora.

Debemos tener en cuenta que desde el punto de vista de los fundamentos generales de
la imputación de capacidad de conocer los elementos del tipo objetivo no es, en sí misma, un
requisito ineludible para poder atribuir a alguien responsabilidad por la realización de dicho
tipo. La evitabilidad de la conducta, como exigencia derivada del principio de culpabilidad se
refiere al comportamiento típico y no a un eventual desconocimiento de sus circunstancias.

Para poder afirmar que alguien ha querido no saber es necesario que haya estado en
condiciones de obtener la información que ha renunciado a adquirir. En palabras de Ragués
quien no sabe porque no puede saber no es un ignorante deliberado.50

50
RAGUÉS I VALLÉS, R., Ibídem, p. 140.
30
ESMERALDA CORRAL PANADERO

La exigencia de poder conocer es un requisito mínimo irrenunciable si se pretende


responsabilizar a alguien por haberse situado en un estado de desconocimiento provocado.

C) Debe darse un elemento motivacional. Lo que supone que el ignorante deliberado es


aquel sujeto que pretende construirse una alegación que en caso de ser descubierto le
exonere de su responsabilidad quedando fuera de tal concepto aquellos casos en los
que el individuo renuncia a conocer por mera pereza, estupidez o ausencia de
curiosidad.

En este punto es importante que destaquemos la aportación del profesor David


Luban51, quien publicó en 1999 en EE. UU. un interesante trabajo sobre las distintas
posibilidades de ignorancia deliberada. Hace especial hincapié en el tratamiento complejo que
tienen las diversas situaciones de ignorancia deliberada porque no se puede dejar de pensar en
lo que habría hecho el sujeto en el caso de haber sabido aquello que, sin embargo, no quiso
conocer.

Así hace un símil con zorros y avestruces; el sujeto que obra en una situación de
ignorancia deliberada puede ser visto como un avestruz ya que es el débil moral que trata de
negarse a sí mismo el hecho de que se enfrenta a un dilema de naturaleza también moral, en
cuyo caso su actitud parece menos grave que la actitud con conocimiento cierto sobre los
datos relevantes de la propia conducta. En otros casos el sujeto parece un zorro, alguien que
ha optado decididamente por llevar a cabo una conducta ilícita y que ha buscado su propia
ignorancia sólo como una excusa para protegerse frente a posibles declaraciones de
culpabilidad. En este caso, sostiene Luban, la ignorancia es más grave que el mero
conocimiento, ya que su desconocimiento está calculado lo que lo hace más culpable.

51
RAGUÉS I VALLÉS, R., La ignorancia deliberada en Derecho Penal, Ibídem, pp. 145-146.

31
LA IGNORANCIA DELIBERADA…

La clave para resolver el problema que plantean estos casos radica en la concreta
motivación que haya llevado al sujeto a la situación de ignorancia. A juicio de este autor se
pueden diferenciar dos momentos distintos en la estructura de la ignorancia deliberada:

1. Un primer momento llamado acción de ocultación (screening action). Está


integrado por el conjunto de acciones u omisiones por medio de las cuales el autor
se protege frente a conocimientos indeseados.

2. Un segundo momento llamado por Luban la conducta involuntaria (unwritting


misdeed) es aquella conducta ilícita respecto de la cual el sujeto podría haber sido
considerado inocente de haber actuado en una situación de ignorancia legítima.
Dentro de este grupo se pueden dar distintos niveles, puede existir una ignorancia
provocada intencionadamente y una ignorancia provocada por desconsideración.

II. EL ORIGEN DE LA IGNORANCIA DELIBERADA: HUSAK Y CALLENDER

La ignorancia deliberada fue enunciada por primera vez en el artículo doctrinal que
lleva por título Willful ignorance, knowledge, and the "equal culpability" thesis: a study of the
deeper significance of the principle of legality, publicado en febrero de 1994 en la
Universidad de Winsconsin por los profesores Douglas N. Husak y Craig Callender.

Este artículo se centra fundamentalmente en el estudio del principio de legalidad y, al


hilo de su profundo análisis, se plantea la cuestión de la ignorancia deliberada (willfull
blindness), que es un término amparado por los tribunales pero cuya definición aún no estaba
muy clara. Así estos autores tratan de aportar una aclaración.

Se considera que la ignorancia deliberada es un concepto creado por los tribunales


para describir el estado mental de ciertos sujetos, en casos complicados de fundamentar como

32
ESMERALDA CORRAL PANADERO

el United Stated v. Jewell52. Esta resolución fue dictada en 1976 por el Tribunal de
Apelaciones del 9 Circuito Federal y con posterioridad ha sido citada con frecuencia en la
discusión académica, hasta el punto de que estos autores, entre otros, se refieren a ella como
el leading case en la materia53. El acusado Jewell había sido condenado en primera instancia
por cruzar la frontera de México con los E.E U.U. transportando, supuestamente por encargo,
110 libras de marihuana en el maletero de un coche. La alegación del sujeto afirmando que no
sabía lo que transportaba, pese a tener la sospecha de estar haciendo algo ilegal, fue
desestimada por el jurado que previamente había sido instruido de acuerdo con la doctrina de
la ignorancia deliberada en los siguientes términos: “La acusación puede satisfacer la carga de
la prueba demostrando, más allá de toda duda razonable, que si el acusado no era en realidad
consciente de que había marihuana en su vehículo cuando entró en los Estados Unidos fue
porque su desconocimiento acerca de esta circunstancia fue única y exclusivamente el
resultado de haberse hecho el propósito consciente de ignorar la naturaleza de lo que llevaba
en el coche, con una voluntad consciente de evitar conocer la verdad54”.

La condena del jurado fue recurrida por el acusado, cuya defensa cuestionó la
legalidad de esta instrucción. Sin embargo, en su posterior resolución el Tribunal de
Apelaciones confirmó la condena partiendo de la equiparación que contiene el Model Penal
Code entre conocimiento cierto y conciencia de la alta probabilidad. Según la sala quien es
consciente de la alta probabilidad de la existencia de un hecho y no hace lo necesario para
confirmar dicha existencia merece el mismo tratamiento que quien tiene plena certeza sobre
tal extremo. Para justificar su decisión el Tribunal invocó, entre otras, la idea de que “la
ignorancia deliberada y el conocimiento positivo presentan un mismo grado de culpabilidad”,
añadiendo que en caso de admitirse como eximente la existencia de un desconocimiento
provocado, quienes trafican con droga se beneficiarían casi siempre de ella. El objetivo de los
tribunales es condenar a aquellos sujetos que pueden carecer de los conocimientos que se

52
HUSAK, D. / CALLENDER, G., Willful ignorance, knowledge, and the "equal culpability" thesis: a study of
the deeper significance of the principle of legality, Wisconsin Law Review, Wisconsin, 1994, p. 4.
53
HUSAK, D. / CALLENDER, G., are probably the leading case in which the concept of willful ignorance was
invoked to uphold a conviction. Ibídem, p. 4.
54
RAGUÉS I VALLÉS, R., La ignorancia deliberada en Derecho Penal , Op. cit., p. 77.

33
LA IGNORANCIA DELIBERADA…

exigen (genuine knowledge)55, de lo contrario serían absueltos, siempre que sea posible
considerar que se han puesto en esta situación de desconocimiento provocado, teniendo en
cuenta que partiremos de los supuestos en los que hay un tipo de conocimiento, o sin tener el
mismo, es posible la construcción de un equivalente moral de conocimiento.

Husak y Callender van a cuestionar la equiparación que se hace en el Model Penal


Code entre conocimiento cierto y conciencia de la alta probabilidad. Ello lo explican con un
gráfico ejemplo: a dos turistas americanos que van a regresar a sus casas, se les acerca un
extranjero para que, a cambio de un millón de dólares, entreguen una maleta a un contacto en
América. Uno de los turistas pregunta sobre el contenido de la maleta y la respuesta es clara:
ellos no tienen la necesidad de saber su contenido. En un principio, los sujetos se niegan por
la sospecha de que el interior contenga alguna sustancia ilegal, sin embargo el extraño lleva a
cabo una nueva oferta, esta vez se basa en un millón de dólares para cada uno y el transporte
de dos maletas, una para cada sujeto, sin que sepan cuál de ellas contiene la droga. En este
caso aceptan. ¿Qué pasaría si fuesen detenidos por la policía de aduanas?, ¿responderían por
ignorancia deliberada? La respuesta a esta pregunta es afirmativa, pues desde esta posición, en
el momento en el que se les cambia la oferta aceptan aun no sabiendo el contenido, ni cuál de
las dos maletas contendría la sustancia ilegal, es una posibilidad que se les plantea, cuando
menos dudan de su legalidad, pero deciden actuar pues no era muy probable que fuese él
quien transportase la droga, siempre podría ser el compañero.

Para Husak y Callender la mera sospecha no puede confundirse con la ignorancia


deliberada, ya que ésta última requiere una sospecha justificada, que no concurre en los casos
de sospechas infundadas atribuibles a la paranoia o delirios del sujeto. Por otro lado, la
ignorancia deliberada presupone disponibilidad, lo que significa que el sujeto debe tener a su
alcance, sin especiales dificultades, la información necesaria para confirmar o desmentir sus
sospechas, y finalmente, se requiere según ambos autores 56 de una especial motivación,
concretada en la voluntad de obtener una excusa (defense), en caso de ser descubierto, para
que el sujeto pueda salir a su voluntad de la situación de ignorancia.

55
HUSAK, D. / CALLENDER, G., Op.cit., p. 5.
56
HUSAK, D. / CALLENDER, G., Ibídem., p. 40.
34
ESMERALDA CORRAL PANADERO

Estos autores señalan que existe una contradicción al intentar encuadrar la willfull
blindness en el Model Penal Code, sección 2.02.7, cuando en ésta se habla exclusivamente de
conocimiento de la alta probabilidad, sin importar las razones por las cuales el sujeto no tiene
conocimiento de su conducta. Si la citada sección se concibe como una definición de la
ignorancia deliberada resulta defectuosa, en especial porque deja fuera de su alcance aquellos
supuestos en los que el sujeto, siendo consciente de un riesgo de realización delictiva que no
pueden calificarse de alta probabilidad, evita deliberadamente confirmar su sospecha. 57A su
juicio, estos sujetos pueden ser considerados menos culpables que quien actúa con la
conciencia de una alta probabilidad, pero nunca podrán ser considerados inocentes. Aplicando
el ejemplo anterior en el que los dos turistas eran tentados con grandes sumas de dinero, se
trata de un caso paradigmático de desconocimiento provocado que, sin embargo, no tiene
cabida en la sección 2.02.7.

En relación con el principio de legalidad sostienen que resultan incompatibles y por


ello abogan por una reforma legal para poder dar un mismo tratamiento a ambas situaciones,
pues aunque se admita la tesis de la idéntica culpabilidad entre la ignorancia deliberada y el
conocimiento, el principio de legalidad impide trasladar tal equiparación al derecho vigente,
por ser un caso de analogía opuesta a este principio. Hablan de la llamada war on drugs, para
explicar los fraudes legales motivados por decisiones político criminales, que suponen
intentos de hacer compatible el principio de legalidad con el castigo de los acusados que
obran en ignorancia deliberada, especialmente para la represión del narcotráfico58.

III. LA WILLFUL BLINDNESS

Los criterios tradicionales para atribuir responsabilidad penal a un sujeto, dolo o


imprudencia, se han visto superados para poder dar una respuesta efectiva a formas de

57
HUSAK, D. / CALLENDER, G., Ibídem ., pp. 36-37.
58
RAGUÉS I VALLÉS, R., La ignorancia deliberada en Derecho Penal , Op.cit., p.92.

35
LA IGNORANCIA DELIBERADA…

criminalidad más complejas. Este es el caso de los crímenes cometidos al hilo de


organizaciones criminales, o la reciente criminalidad de empresa, en la que existe una
disociación entre el autor material que reúne los requisitos típicos, como el administrador o el
empleado, y quien por tener el conocimiento ha preparado la conducta, el jefe. Así se han
desarrollado fórmulas como la willful blindness.

La doctrina de la willful blindness (ceguera intencionada) sostiene un tratamiento


equivalente entre dolo y desconocimiento voluntario. Surge en el derecho angloamericano a
partir de una serie de pronunciamientos judiciales.

El primer precedente en el que se esbozan conceptos de los que puede extraerse la


equiparación del conocimiento y la ceguera intencionada se remonta a la sentencia inglesa de
1861 Regina v. Sleep, un caso sobre malversación de caudales públicos, en la que el Tribunal
absolvió al imputado, pues consideró que no se había acreditado que Mr. Sleep conociera que
los bienes eran de propiedad estatal ni tampoco que se abstuviera intencionadamente de
adquirir dicho conocimiento59. Mr. Sleep era un ferretero que entregó para ser embarcado en
un buque un barril que contenía tornillos de cobre, algunos están marcados con una flecha que
indicaban que eran propiedad del Estado. Por ello se le condenó por delito de malversación.
Ante la alegación del recurrente Sleep afirmando no haber sido consciente de tal
circunstancia, el juez Willes determinó que se revocase la condena porque el jurado no había
considerado acreditado que el individuo conociera que los bienes estaban marcados, ni
tampoco que se abstuviera intencionadamente de adquirir tal conocimiento.60

Siendo éste el precedente, a finales del siglo XIX en la doctrina inglesa estaba
plenamente asentada la equiparación entre willful blindness y el conocimiento. Y fue
tendencia el asentamiento de esta doctrina en sentencias propiciadas por casos de juego ilegal

59
HUERGO, M., “Reflexiones en torno a la doctrina de la willfull blindness y su posible recepción en
Argentina”, en Centro de Investigación Interdisciplinaria en Derecho Penal Económico
(http://www.ciidpe.com.ar/ ), Argentina, 2010, pp. 3-4.
60
Cita tomada de RAGUÉS I VALLÉS, R., La ignorancia deliberada en Derecho Penal Op. cit, p.65., a su vez
cita a ROBBINS, JCLC, 81 (1990), p.196.
36
ESMERALDA CORRAL PANADERO

en establecimientos de hostelería, quienes a menudo alegaban, en su defensa, no ser


conscientes de que tal actividad se llevaba a cabo en sus negocios.

En EE. UU. la doctrina fue introducida en la resolución del Tribunal Supremo del
año1899 sobre el caso Spurr v. United States en un supuesto de certificación de cheques
emitidos contra una cuenta sin fondos. En esta sentencia se revisa la condena de Mr. Spurr,
presidente del Commercial National Bank of Nashville, condenado por haber certificado los
cheques emitidos por un cliente contra una cuenta que carecía de fondos. De acuerdo con la
ley aplicable, para sancionar penalmente tal conducta era necesaria una violación
intencionada de los preceptos que regulaban la emisión de dichos efectos mercantiles. El
Tribunal sostiene esta teoría al considerar que el mal propósito puede presumirse cuando el
oficial se mantiene deliberadamente en la ignorancia acerca de si el librador tiene o no
dinero en el banco o cuando muestra una indiferencia crasa (grossly indifferent) respecto de
su deber de asegurarse de tal circunstancia61.

IV. LA RECKLESSNESS

Nuestro sistema penal da opción a una imputación bien por dolo o por imprudencia.
Sin embargo en el derecho anglosajón existe la llamada recklessness (o desconsideración), es
una figura autónoma respecto de la intention, que equivaldría en nuestro derecho al dolo
directo y de la negligence que es nuestra imprudencia consciente. Por ello es una posición
intermedia entre ambas, lo que supone que tiene una pena menor que el dolo, pero mayor que
la imprudencia62.

El núcleo que defiende esta teoría reside en la puesta en peligro de un bien jurídico;
una persona que no tiene intención de causar un resultado lesivo, puede que acepte un riesgo
injustificado de causarlo63. Siempre desde la posición de que el riesgo de lesión es el que una

61
RAGUÉS I VALLÉS, R., La ignorancia deliberada en Derecho Penal ,Ibídem, p.68.
62
DIAZ PITA, M., Los límites del dolo eventual, Tesis doctoral facultad de Derecho de Sevilla, 1993, pp.295-
305.
63
Postura adoptada por los tribunales ingleses en los casos Elliott v C [1983] 1 WLR 939 o R v Coles [1994]
Crim LR 820. En Mens Rea Lecture, Criminal Law lectura Notes, http://www.lawteacher.net.

37
LA IGNORANCIA DELIBERADA…

persona prudente y razonable hubiera asumido. El riesgo de un resultado lesivo para el bien
jurídico implícito en la acción es la base de esta figura. Hay que tener en cuenta que en los
casos en los que está justificado asumir un riesgo, los cuales dependen de la valoración social
que merece la actividad de que se trate puesta en relación con la probabilidad y la gravedad
del daño que se pueda causar al emprender una acción peligrosa para la integridad del bien
jurídico, no habrá recklessness.

La peligrosidad de la acción, es decir, determinar si un sujeto ha emprendido una


acción que, considerada objetivamente, lleva aparejada un riesgo injustificable de causar un
daño a un bien jurídico no es suficiente para afirmar la concurrencia de recklessness. Es
también necesario investigar la actitud. Así el sujeto que actúa puede adoptar, respecto al
riesgo, tres actitudes64:

 Puede haber conocido el riesgo

 Puede que no haya considerado si había o no riesgo para un bien jurídico.

 Puede que haya considerado si había un riesgo y haber decidido que no lo había.

La primera modalidad de recklessness existe en derecho anglosajón y se denomina


Cunningham recklessness65, este tipo sólo puede imputarse en delitos que normalmente se
cometen de forma maliciosa. En este caso el sujeto, cuyo nombre es tomado para esta primera
forma, forzó un contador de gas de una casa abandonada para robar el dinero en él contenido.
El gas fue introducido en una casa vecina, al dejárselo abierto y fue inhalado por la víctima,
poniendo en peligro su vida 66.

La segunda variedad es conocida como Caldwell recklessness o Lawrence


recklessness, toma su nombre de sentencias dictadas por los tribunales ingleses 67. Se deberá
probar por un lado que el riesgo para el bien jurídico era obvio y serio y, por otro, que una

64
DIAZ PITA, M., El dolo eventual, Tirant Monografías, Valencia, 1994, p. 252.
65
R v Cunningham [1957] 2 QB 396.
66
DIAZ PITA, M., El dolo eventual, Tirant Monografías, Valencia, 1994, p. 252. En nota al pie.
67
R v Caldwell [1982] AC 341
38
ESMERALDA CORRAL PANADERO

persona razonable y prudente no lo habría asumido. Este tipo queda reservado para delitos de
daños, conducción temeraria y homicidio. En el caso Caldwell es el supuesto de riesgo serio y
obvio, se planteó a partir de él quién ha de valorar este riesgo. El caso Lawrence resuelve la
cuestión, propugnando el patrón de persona razonable y prudente como medida del riesgo
obvio, ya que la propuesta anterior podía suponer una oportunidad para escapar alegando que
el sujeto no consideró como serio el peligro para la integridad del bien jurídico 68.

1. La recklessness en derecho español

Esta figura fragmenta las posibilidades de imputación subjetiva y cabe plantearse si en


el sistema penal español es posible encajar una tercera posibilidad junto al dolo y la
imprudencia.

Cabe recordar que en nuestro sistema se plantean respecto del dolo eventual tres
problemas principales: en primer lugar, sólo se responde por dolo o por imprudencia,
excluyéndose ambas formas de imputación mutuamente; en segundo lugar, la clasificación de
una acción como dolosa o como imprudente tiene consecuencias diferentes en lo referente a la
respuesta penal, y podrían darse situaciones en las que la calificación fuese dudosa y se optase
por una u otra dando lugar a resultados desproporcionados; en tercer lugar, las fórmulas de
delimitación utilizadas hasta ahora que intentan dibujar una línea segura de división entre
dolo e imprudencia conllevan una sobreextensión del ámbito del dolo.

El planteamiento rector del derecho angloamericano no pregunta por el querer o no


querer de un hipotético resultado, sino por el conocimiento actual del agente sobre el riesgo
que conlleva su acción. Quien conoce la peligrosidad de su comportamiento y aun así actúa,
lo hace con recklessness, se comporta de forma conscientemente arriesgada. El dolo eventual
funciona de alguna manera así y recoge aquellos casos más difíciles de prueba igual que esta
figura, pero los casos de recklessness se ven amenazados con una sanción más leve que la

68
DIAZ PITA, M., Op. cit., p. 253.

39
LA IGNORANCIA DELIBERADA…

prevista para el dolo directo, pero más grave que la correspondiente a la imprudencia, y esto
no ocurre en el dolo eventual, que tiene asignada la misma pena que el dolo directo. Así la
inclusión de esta posición intermedia en derecho español presentaría una ventaja y permitiría
a los Tribunales una pena media que diera lugar a sanciones adecuadas a la participación
interna del sujeto en el hecho sin necesidad de compensar el merecimiento de la pena
acudiendo a instituciones como el principio in dubio pro reo.

Pero no podemos obviar el inconveniente principal que presentaría esta inclusión. Si


se sigue este modelo angloamericano sólo podría subsumirse en el ámbito de la imprudencia
la inconsciente lesión del deber de cuidado por parte del agente, ya que actuar por
recklessness implica que el sujeto es consciente del concreto peligro de la realización del
resultado. Desaparece así la imprudencia inconsciente.

En opinión de María del Mar Díaz Pita 69 la equiparación de esta figura al dolo
eventual es difícilmente factible, por la desaparición de la imprudencia consciente. Además en
lo que se refiere al aspecto punitivo no resultaría adecuada la aplicación de los casos de dolo
eventual de la pena más leve prevista para los delitos imprudentes. Y ello no podría paliarse
aumentando las penas de la imprudencia aun cuando no se alcanzara la gravedad de las
asignadas a los delitos dolosos. También resulta inviable en nuestro país por una cuestión de
lege data, dada la redacción actual del artículo primero del Código Penal, “No será castigada
ninguna acción ni omisión que no esté prevista como delito o falta por Ley anterior a su
perpetración”, sería necesaria una reforma y no parece que las cosas vayan a cambiar en un
futuro no muy lejano.

2. Equiparación entre willfull blindness y recklessness

Una de las propuestas más críticas respecto a la equiparación entre ignorancia


deliberada y conocimiento cierto es la que defiende la profesora Iva P. Robbins70. Desde su

69
DIAZ PITA, M., Op. cit., p. 259.
70
ROBBINS, I., JCLC, 81 (1991), passim, esp, p.223, citado por RAGUÉS I VALLÉS, R., Op. cit., p. 83.
40
ESMERALDA CORRAL PANADERO

punto de vista lo propio de las situaciones de ignorancia deliberada no es el conocimiento


cierto, sino la representación de la probabilidad o un riesgo que caracteriza a la figura de la
recklessness. Se trata de casos en los que el sujeto simplemente es consciente del riesgo de
concurrencia de los elementos del delito y pese a poder cerciorarse de ello, prefiere
mantenerse en un estado de incertidumbre.

La autora sostiene que las condenas que se basan en la doctrina de la ignorancia


deliberada contravienen la legalidad y propone, como única solución viable, que los
legisladores procedan, en aquellos casos en que no deseen que la conducta permanezca en la
impunidad, a tipificar expresamente las situaciones de mera desconsideración como
suficientes para la aplicación del correspondiente delito. Esto es de especial trascendencia en
los casos en que los delitos contra la salud pública, en los que la legislación (Model Penal
Code principalmente) exige expresamente que el sujeto actúe “a sabiendas”.

Esta posición no está exenta de críticas71. Podemos citar como ejemplo la de Jonathan
Marcus quien considera que se debe hacer una ponderación entre la utilidad social de la
conducta y el grado de representación del sujeto que no es necesaria en el caso del
conocimiento. Además para afirmar que alguien ha obrado con recklessness hace falta desde
el punto de vista subjetivo un grado de representación menor a la alta probabilidad exigida
por el Model Penal Code, en la sección 2.02.7.

71
MARCUS, J., YLJ, 102(1993), pp.2239-2240, citado por RAGUÉS I VALLÉS, R., Ibídem, p. 85.

41
CAPÍTULO III. LA IGNORANCIA DELIBERADA EN DERECHO COMPARADO

Desde su aparición, la figura de la Ignorancia deliberada tiene hoy en día cada vez más
presencia en los distintos ordenamientos, por ello este capítulo pretende hacer un recorrido
por distintas esferas jurídicas para conocer cuál es su visión en relación con esta incipiente
forma de imputación subjetiva.

I. EN DERECHO PENAL ANGLOAMERICANO

En Estados Unidos la doctrina fue incorporada en la resolución del Tribunal Supremo


del año 1899, sobre el caso Spurr v. United States, es el ejemplo de certificación de cheques
emitidos contra una cuenta corriente que carecía de fondos y que ya fue expuesto con detalle
en páginas anteriores.

En dicho país, alrededor del año 1962 se elaboró un cuerpo legal, el Model Penal
Code, el cual es utilizado como pauta válida para la jurisprudencia. El texto fue propuesto por
el American Law Institute72 como estándar para la legislación penal. Sin ser directamente ley
aplicable, esta propuesta ha influido sensiblemente en la legislación de bastantes estados de la
Unión, hasta el punto de que treinta y cuatro de ellos han adoptado códigos que, con más o
menos peculiaridades, se basan en ese modelo73.

La influencia de este modelo ha sido especialmente significativa en la imputación


subjetiva en ámbitos que tradicionalmente habían destacado por su caótica regulación en los
textos normativos estadounidenses.

72
AMERICAN LAW INSTITUTE, Model Penal Code. Official Draft and Explanatory Notes. Complete text of
Model Penal Code as Adopted at the 1962 Annual Meeting of The American Law Institute at Washington, D.C.,
May 24, 1962, Filadelfia, 1985.
73
RAGUÉS I VALLÉS, R., La ignorancia deliberada en Derecho Penal, Op. cit., p.70.

43
LA IGNORANCIA DELIBERADA…

La sección 2.02.7 lleva por título “Requisitos generales de la culpabilidad”, y


establece que un sujeto sólo puede ser declarado culpable si actúa a propósito (purposefully),
a sabiendas (knowingly), con desconsideración (recklessly) o negligentemente (negligently)
respecto de los elementos materiales que configuran la infracción penal74.

En el apartado 3 de dicho precepto se señala que, cuando la ley no indique lo contrario


será necesaria la concurrencia de una de las tres primeras modalidades de imputación
subjetiva para que una conducta pueda ser considerada delictiva y en los apartados siguientes
se establece también que cuando un delito concreto exija una modalidad de imputación
subjetiva en particular, deberá concurrir ésta u otra que pueda sustituirla por ser más intensa.

En los artículos que el Model Penal Code dedica a la vertiente subjetiva del delito no
se mencionan expresamente los casos de willful blindness, lo que ha creado una intensa
polémica doctrinal sobre cuál es la concreta forma de imputación subjetiva de las cuatro
previstas a las que deben reconducirse estas situaciones. Una buena parte de la doctrina 75 ha
considerado que la sección 2.02.7 del Model Code fue creada específicamente para dar
acogida a esta figura. Este precepto lleva por título “El conocimiento de la alta probabilidad
satisface la exigencia de conocimiento” y en su tenor literal se establece que, “cuando el
conocimiento de la existencia de un hecho particular sea elemento de una infracción, concurre
tal conocimiento si el sujeto es consciente de la alta probabilidad de la existencia del hecho, a
menos que realmente crea que dicho elemento no concurre”76.

Al entender que la sección 2.02.7 Model Penal Code es la respuesta legal que se
propone para los casos de ignorancia deliberada, se están dejando fuera del alcance de esta
figura todos aquellos supuestos, no infrecuentes, en los que un sujeto decide no continuar
investigando ante la sospecha, más o menos fundada, de que en su conducta pueden concurrir
los elementos objetivos de una infracción penal. Sólo cuando dicha sospecha previa pueda

74
HUERGO, M., Op. cit., pp.3-4.
75
Así lo constatan Husak y Callender.
76
RAGUÉS I VALLÉS, R., La ignorancia deliberada en Derecho Penal, Op. cit., p.72.
44
ESMERALDA CORRAL PANADERO

caracterizarse como “representación de la alta probabilidad” será posible aplicar el precepto


citado, lo que limita notablemente el radio de acción de la tradicional doctrina de la willfull
blindness.

Estas limitaciones, así como el hecho de que el Model Penal Code no sea Derecho
directamente aplicable, explican que con posterioridad a esta propuesta legislativa la
discusión acerca de la willfull blindness se haya agudizado y, simultáneamente, complicado.
A ello ha contribuido, sin duda, el que a partir de la década de los años setenta esta doctrina
haya empezado a aplicarse por los tribunales con mucha mayor frecuencia que en décadas
anteriores, sin que en los pronunciamientos acerca de su alcance se advierta siempre
coincidencia entre los órganos judiciales que recurren a ella77.

II. EN EL DERECHO CONTINENTAL

Los sistemas jurídicos continentales de influencia germánica han perfilado esta figura
de manera distinta a la tradición angloamericana. Se basan en una distinción mucho más
simple de dolo e imprudencia, que equivale a la separación entre realización voluntaria e
involuntaria de la conducta objetivamente típica (esta bipartición encuentra sus raíces en el
Derecho romano), frente a las cuatro posibles formas de mens rea de los segundos78.

Por su parte el sistema francés fue reformado en el año 2000, y desde entonces su base
para la distinción entre intención, puesta en peligro deliberada e imprudencia es el art. 121-3
del código penal vigente79, que establece lo siguiente:

“No hay crimen ni delito sin intención de cometerlo. Sin embargo, cuando la ley lo
prevea, habrá delito en caso de puesta en peligro deliberada de la persona ajena.
Asimismo habrá delito, cuando la ley lo prevea, en caso de imprudencia, de

77
Ibídem, p.74.
78
Ibídem, p.68.
79
Ibídem, p.68.

45
LA IGNORANCIA DELIBERADA…

negligencia o de incumplimiento de una obligación de prudencia o de seguridad


prevista por la ley o por el reglamento, si se prueba que el autor de los hechos no
observó la normal diligencia, a la vista, en su caso, de la naturaleza de su misión o de
sus funciones, de sus competencias, así como de las facultades y de los medios a su
alcance.

En el caso previsto en el párrafo anterior, las personas físicas que no hayan causado
directamente el daño, pero que hayan creado o contribuido a crear la situación que
haya permitido su realización, o que no hayan adoptado las medidas que hubieran
permitido evitarlo, serán responsables penalmente si se prueba que, o bien violaron de
forma manifiestamente deliberada una obligación especial de prudencia o de seguridad
prevista por la ley o por el reglamento, o bien incurrieron en culpa cualificada y que
expuso a otro a un riesgo de especial gravedad que no podían ignorar. No hay
infracción en caso de fuerza mayor.”

En sistemas como el español los problemas de desproporción que plantea una división
sólo de dos estructuras, dolo o imprudencia, se solucionan con construcciones intermedias
como el dolo directo de segundo grado o el eventual, que pueden suponer el equivalente, muy
próximo a figuras como el knowledge o la recklessness.

Sin embargo, es conveniente destacar las diferencias principales entre el sistema


continental y el angloamericano80; el dolo directo y el eventual son modalidades de dolo que
pueden apreciarse siempre que la ley se refiere al dolo en general, por ello merecen un mismo
tratamiento punitivo, las modalidades de imputación subjetiva del common law gozan de una
autonomía entre sí, pueden ser aplicables o no según lo que se prevea para cada delito y en
ocasiones pueden dar lugar a un tratamiento penológico diferenciado.

Si se comparan estos dos sistemas, cabe afirmar que el angloamericano tiene una
mayor capacidad para ajustar la entidad de sus consecuencias a los diversos estados subjetivos
que pueden darse en la práctica, a diferencia de los continentales, que admiten que casos de

80
Ibídem, p.97.
46
ESMERALDA CORRAL PANADERO

dolo eventual rayanos en la imprudencia reciban un mismo castigo que supuestos claros de
dolo directo de primer grado en los que el sujeto ha actuado con la intención de lesionar el
bien jurídico. Sin embargo, en el sistema del common law pueden en ocasiones propiciar
lagunas que, en cambio, no se dan en el derecho continental.

El ejemplo más claro se ha planteado en los delitos de tráfico de drogas (Model Penal
Code sección 2.2.3.2). Así mientras en Derecho español para apreciar este delito basta con
que el sujeto haya actuado con dolo (incluido el dolo eventual), en las leyes que en EE. UU.
castigan ciertas modalidades de transporte o tenencia es habitual que el acusado tenga que
obrar con conocimiento (Knowingly) de la naturaleza de la sustancia transportada. Mientras en
el primer sistema se castiga por lo general como conducta dolosa la actuación de quien
transporta drogas siendo consciente de tal posibilidad, pero sin estar seguro de ello, en los
segundos tal situación queda fuera del alcance del tipo legal, lo que supone una clara laguna,
si se entiende que tales casos no merecen permanecer en la impunidad. Esto es así porque en
el common law el conocimiento suele definirse como awarness, esto es, como consciencia
actual de la existencia de un hecho determinado81.

Para poder hablar de dolo eventual los sistemas continentales han exigido la
concurrencia adicional de un elemento volitivo, aunque en la práctica esta exigencia suele
estar ausente en los de mera actividad o delitos de resultado cuando se acredite que el sujeto
actuó con representación sobre las posibles consecuencias de su comportamiento82.

Más modernamente la exigencia de este déficit volitivo se ha visto desdibujada desde


que se incorporara al Model Penal Code en el elemento de conocimiento, los casos de
representación de la alta probabilidad sin exigir, por lo menos en apariencia, que la falta de
conocimiento cierto sea necesariamente imputable a la voluntad del sujeto. El radio de acción
de la ignorancia deliberada sigue siendo mucho más limitado que el del dolo eventual

81
Ibídem, p.97.
82
Ibídem, p.157.

47
LA IGNORANCIA DELIBERADA…

continental, pues éste incluye aquellos casos en los que el sujeto prevé un cierto riesgo o
probabilidad de que un determinado elemento típico pueda llegar a concurrir.

En opinión de Ramón Ragués83 cuesta entender que el Tribunal Supremo español


invoque la teoría de la willfull blindness con una pretensión ampliatoria del concepto de dolo
cuando, en realidad, si dicha figura se trasladara al sistema español en los mismos términos
que lo aplican los tribunales estadounidenses, podrían quedar impunes no pocos casos en que
desde siempre se han condenado como dolosos en España, especialmente los vinculados con
la posesión y el transporte de drogas o el blanqueo de capitales.

En muchos de los casos en los que se aplica por los EE. UU. la ignorancia deliberada
sirve para colmar la laguna punitiva en que aquel sistema parece surgir cuando un sujeto,
contando ya con un nivel básico de conocimientos acerca de las características de su
comportamiento, ha renunciado a conocer más de lo que ya sabía. Por ello este cierto grado de
conocimientos que tiene el sujeto basta a los sistemas continentales para apreciar dolo
eventual.

1. Lagunas legales. Tratamiento continental.

Jakobs es uno de los autores que en los últimos años se ha ocupado con mayor
detenimiento de la posible existencia de una laguna legal en el tratamiento de ciertas
situaciones de desconocimiento de los elementos del tipo. Toma como punto de partida lo que
considera un grave contrasentido de la legislación alemana y es el tratamiento dispar existente
entre el dolo y el conocimiento de la antijuridicidad.

En Alemania en materia de dolo rige lo dispuesto en los arts. 15 y 16 StGB:

§ 15. Acción dolosa y culposa

83
Ibídem, p.99.
48
ESMERALDA CORRAL PANADERO

Únicamente será punible la acción dolosa, salvo que la ley amenace


expresamente con una pena la acción imprudente.

§ 16. Error sobre las circunstancias del hecho

(1) Quien en la comisión de un hecho no conoce una circunstancia que


pertenece al tipo legal, no actúa dolosamente. La punibilidad por la comisión culposa
permanece intacta.

(2) Quien en la comisión de un hecho suponga circunstancias erradas, que


realizarían el tipo de una ley más benigna, solo podrá ser castigado por comisión
dolosa conforme a la ley más benigna.

Por su parte el art. 17 se ocupa del error de prohibición:

§ 17. Error de prohibición

Sí le falta al autor en la comisión de un hecho la comprensión de lo injusto de


su actuar, entonces actúa sin culpa si él no pudo evitar ese error. Si el autor pudo evitar
el error, entonces puede atenuarse la pena conforme al § 49, inciso 1.

Mientras en todos los casos de desconocimiento de los elementos del tipo la respuesta
ha de ser forzosamente la impunidad, o una importante atenuación, pueden existir situaciones
de desconocimiento de la antijuridicidad que, sin embargo, merezcan la misma pena que los
supuestos de auténtico conocimiento.

El Derecho alemán vigente distingue entre dolo del tipo y conciencia de la


antijuridicidad de tal manera que, en los supuestos de desconocimiento de la realización del
tipo que tiene su origen en un error inevitable, únicamente puede castigarse por imprudencia
(§ 16 párr. 1 StGB), y ello es así sólo respecto de algunos tipos penales y en la mayoría de
ellos las penas son considerablemente más benévolas, mientras que cuando, de manera

49
LA IGNORANCIA DELIBERADA…

evitable, falta la conciencia de estar realizando un injusto, la pena puede ser atenuada, pero no
ha de serlo necesariamente (§ 17 párr. 2 StGB) 84.

§ 16 párr. 1 StGB contemplaría un beneficio no justificado para este caso si, junto con
la doctrina unánime, esta norma se interpreta de tal modo que entre la comisión “con
conocimiento” y la “comisión imprudente” no hay una tercera forma de comisión, esto es, no
hay dolus indirectus. Por ejemplo, dos personas hacen caer una carpa bajo la cual se encuentra
un gran número de personas para evitar que prosiga el acontecimiento que tiene lugar en ella;
uno de los participantes ha pensado en la alta posibilidad de que se produzca una situación de
pánico con consecuencias mortales, el otro en cambio no, ya que se había concentrado por
completo en la perturbación perseguida. Homicidio doloso, o incluso asesinato, respecto del
primero y homicidio imprudente, como mucho, respecto del último, sería la propuesta de
solución del Derecho vigente según la interpretación habitual; esto, desde luego, no resulta
convincente. El problema se trata en ocasiones como un problema de la llamada ceguera ante
los hechos. Si, por tanto, no se habla aquí de enemistad hacia el Derecho, sino de indiferencia,
ello es para destacar que no se trata de un proceso psicológico (odio o algo parecido), sino de
la falta de cualquier tipo de fidelidad jurídica, incluida la latente (que puede surgir cuando
concurren determinados conocimientos). “El alma sólo es indiferente respecto de aquello en
lo que no piensa, sólo respecto de una cosa que para ella no tiene importancia 85”.

Para Jakobs este dispar tratamiento resulta difícilmente aceptable en lo que al dolo
respecta, ya que obliga a tratar de forma injustificadamente benigna determinados casos de
desconocimiento, concretamente los que él denomina “imprudencia dirigida a un fin” o “ceguera ante
los hechos86”.

Trata a la “ceguera ante los hechos” como un supuesto en el que el autor no adquiere
los conocimientos necesarios para la toma de decisiones porque los mismos le resultan
totalmente irrelevantes, habiendo decidido “a priori” llevar a cabo la conducta a pesar de

84
JAKOBS, G., “Dolus Malus”, en In Dret Revista para el análisis del derecho (www.indret.com), Barcelona
octubre de 2009, p.4.
85
Ibídem, p.5.
86
RAGUÉS I VALLÉS, R., La ignorancia deliberada en Derecho Penal, Op.cit., p.123.
50
ESMERALDA CORRAL PANADERO

carecer de los mismos. Se diferenciaría del desconocimiento deliberado en que el móvil de


éste se encuentra en la búsqueda de impunidad, mientras que en la ceguera es el desinterés por
las consecuencias lo que lleva al autor a actuar sin un mínimo de información87. Esta
expresión parece ser sinónimo de ignorancia deliberada, a diferencia de lo que sucede en la
doctrina angloamericana, Jakobs no dedica tanto su atención a los casos en los que el sujeto se
mantiene intencionadamente en el estado de desconocimiento, como aquellos otros supuestos
en los que dicho estado se debe a su desinterés, indiferencia o falta de escrúpulos.

Para este autor resulta inaceptable que estos desconocimientos obtengan un


tratamiento tan benigno, pues desde su punto de vista, ello “constituye un beneficio que no se
puede justificar axiológicamente” sino sólo “a partir del interés del legislador en establecer
una frontera clara y no complicada entre dolo e imprudencia”88.

Expresa Jakobs “La indiferencia respecto al derecho, que de ordinario se traduce


“sólo” como ignorancia de la ilicitud, puede derivar también en indiferencia sobre los hechos
y, en consecuencia, conduce al desconocimiento de la realización del tipo” 89. Para el jurista
alemán esta formulación, como categoría del dolo, tendría su antecedente en el antiguo dolus
indirectus. La imputación a título de dolo indirecto era procedente cuando el resultado típico
tenía lugar sin haber sido directamente querido por su autor pero como consecuencia de una
acción que, conforme el orden normal de la causalidad, debía culminar en dicho resultado
disvalioso. En tales supuestos se consideraba comprendido dentro del dolo dicho resultado.
Actualmente existen desarrollos doctrinarios en materia de dolo que retoman las antiguas
nociones de dolo indirecto, estableciendo la necesidad de incorporar indicadores objetivos
para su determinación90.

87
HUERGO, M., Op. cit., p.6.
88
RAGUÉS I VALLÉS, R., La ignorancia deliberada en Derecho Penal , Op.cit., p.124.
89
JAKOBS, G., “Indiferencia como Dolo indirecto” en Dogmática y Ley Penal Libro Homenaje a Enrique
Bacigalupo, Ed. Marcial Pons, Ediciones Jurídicas y Sociales S.A., España, 2004, p.374.
90
RAGUÉS I VALLÉS, R., La ignorancia deliberada en Derecho Penal Op. cit., p.147.

51
LA IGNORANCIA DELIBERADA…

Jakobs afirma asimismo que el conocimiento del tipo o de la ilicitud es significativo


porque expresa una actitud de deslealtad hacia el derecho. Sin embargo, dichas formas de
manifestación no son las únicas posibles, una vez probada la ausencia grave de datos
fundamentales para la toma de decisiones, podría eventualmente corresponderse una condena
dolosa, puesto que dicha actuación expresaría indiferencia voluntaria hacia el derecho, sin que
ello represente un retorno a formas de responsabilidad objetiva como el versari in re ilícita91.

A su juicio resulta un contrasentido que el desconocimiento atribuible a la indiferencia


exonere y, en cambio, los conocimientos debidos a un exceso de escrúpulos por parte del
sujeto permitan fundamentar una condena por delito doloso. Consecuentemente la propuesta
de este autor pasa por abandonar la regulación vigente del error de tipo sustituyéndola por un
modelo parecido al del error de prohibición, que permita que ciertos desconocimientos se
traten a efectos punitivos como casos de conocimiento92.

El autor en una reciente publicación añade: “…en consecuencia, no se coloca un


fenómeno psicológico (conocimiento) al lado de otro (enemistad); se argumenta
normativamente, a partir de la exigencia de fidelidad jurídica, incluso el conocimiento
constituiría, desde esta perspectiva, únicamente el indicio de la existencia de un déficit,
precisamente de fidelidad jurídica”. Establece que entre las categorías de ceguera de los
hechos e imprudencia, existe un punto de partida común: el de tener el autor, al momento de
actuar, un contexto de conocimiento incompleto, pero en el primer caso, ceguera, ello no se
debe a un descuido sino a lo irrelevante que para su decisión resulta dicho conocimiento,
mientras que el autor imprudente, descuidado, define la situación en la que actúa de modo
incompleto; esto es, sin el riesgo existente que tendría de haber sido considerado según su
valoración, por lo cual esta toma en consideración se podría haber solventado también en una
decisión en favor del hecho: la decisión del autor imprudente se caracteriza por una base
reducida y no porque hubiera evitado la realización del tipo en caso de dolo93.

91
HUERGO, M., Op. cit., pp.7.
92
RAGUÉS I VALLÉS, R., Op. cit., p.125.
93
JAKOBS, Op. cit., p.5.
52
ESMERALDA CORRAL PANADERO

Con todo, Jakobs parece dejar para más adelante la labor de desarrollar con detalle las
consecuencias que derivan de estas premisas, afirmando que “una cierta vaguedad, cuando se
aborda por primera vez una materia, olvidada durante aproximadamente dos siglos, es
inevitable”, y deja sin responder de forma contundente a los interrogantes que plantea su
propuesta desde la perspectiva de la legalidad94.

III. EN EL DERECHO PENAL INTERNACIONAL

La ignorancia deliberada ha sido asumida como modalidad de imputación subjetiva


por el Estatuto de Roma y es el texto normativo clave en la jurisdicción de la Corte Penal
Internacional.

Esta figura aparece recogida en el art. 28, que regula la responsabilidad penal de los
jefes y superiores por los crímenes cometidos por sus subordinados. Así lo enuncia el
precepto normativo:

“El jefe militar o el que actúe efectivamente como jefe militar será penalmente
responsable por los crímenes de la competencia de la Corte que hubieren sido
cometidos por fuerzas bajo su mando y control efectivo, o su autoridad y control
efectivo, según sea el caso, en razón de no haber ejercido un control apropiado sobre
esas fuerzas, cuando: a) Hubiere sabido o, en razón de las circunstancias del momento,
hubiere debido saber que las fuerzas estaban cometiendo esos crímenes o se proponían
cometernos; y b) No hubiere adoptado todas las medidas necesarias y razonables a su
alcance para prevenir o reprimir su comisión o para poner el asunto en conocimiento
de las autoridades competentes a los efectos de su investigación y enjuiciamiento
(…)”.

A efectos de calibrar el grado de responsabilidad la omisión deliberada de atender la


información se equipara al conocimiento.

94
RAGUÉS I VALLÉS, R., La ignorancia deliberada en Derecho Penal ,Op. cit., p. 128.

53
LA IGNORANCIA DELIBERADA…

En opinión de Ragués i Vallés, no cabe descartar que en los próximos años cuando se
comiencen a dictar por este tribunal internacional las primeras resoluciones, ya que hasta la
fecha no hay pronunciamientos sobre este precepto, esta previsión pueda acabar siendo
asumida como pauta interpretativa en la aplicación del derecho interno de algunos Estados
tradicionalmente ajenos a la equiparación entre conocimiento e ignorancia provocada 95.

95
Ibídem, pp. 81-82.

54
CAPITULO IV. LA IGNORANCIA DELIBERADA EN LOS TRIBUNALES
ESPAÑOLES

En España las situaciones de desconocimiento provocado no han sido el objeto


principal de debate en la doctrina pues la existencia del dolo eventual permite dar una
respuesta satisfactoria a los casos en los que un sujeto actúa renunciando voluntariamente al
conocimiento de los elementos objetivos del tipo. Sin embargo, tras la primera sentencia del
Tribunal Supremo en la que se hace un pronunciamiento sobre esta cuestión, equiparando la
ignorancia deliberada y el dolo, ha ido aumentando el interés por esta figura. En este capítulo
se expondrá la evolución en la jurisprudencia del Tribunal Supremo y la doctrina de las
Audiencias.

I. POSICIÓN DEL TRIBUNAL SUPREMO: ANÁLISIS JURISPRUDENCIAL

El Tribunal Supremo se ha declarado partidario de incluir en el concepto de dolo las


situaciones de “ignorancia deliberada”. Así en los supuestos en los que el sujeto activo del
delito ha renunciado, voluntariamente, a adquirir los conocimientos que en caso de haber
tenido al tiempo de cometer el delito, habrían dado lugar a una imputación dolosa 96.

A grandes rasgo podemos considerar que esta doctrina en su mayoría para


fundamentar los fallos en casos de tráfico de drogas, y de blanqueo de capitales, y en algunos
supuestos, menores, de terrorismo y tenencia ilícita de armas o delitos patrimoniales como la
estafa o la apropiación indebida.

96
RAGUÉS I VALLÉS, R., La ignorancia deliberada en Derecho Penal ,Ibídem, p.23.

55
LA IGNORANCIA DELIBERADA…

1. Primeros pronunciamientos.

La primera resolución dictada por la Sala Segunda del Tribunal Supremo en la que se
enuncia a la figura de la ignorancia deliberada es la STS nº 1637/1999, de 10 de enero de
2000, Rec. 3968/1997, siendo el ponente Joaquín Giménez García. Conviene introducir que el
Juzgado Central de Instrucción nº 3, incoó Diligencias Previas 123/92, contra Rubén, Gaspar,
Antonio, José Carlos, Juan Ramón, Luis María y Eugenia, por delito de receptación y drogas,
y una vez concluso lo remitió a la Sección Primera de la Sala Penal de la Audiencia Nacional,
que con fecha 24 de septiembre de 1997 dictó sentencia. En su pronunciamiento el Tribunal
analiza la alegación de un sujeto condenado como autor de receptación por haber transportado
a Andorra importantes cantidades de dinero en efectivo, que afirmó en su descargo no haber
sido consciente de que tales cantidades tenían su origen en el tráfico de drogas. Los
argumentos de peso de la Sala son los siguientes:

“Dos son las denuncias casacionales, una se refiere a la inexistencia de prueba


de cargo acreditativa del origen ilícito del dinero como proveniente del tráfico de
drogas, no existiendo prueba que pueda acreditar tal conocimiento por parte del
recurrente, en tanto que en la segunda se estaría en presencia de hechos ya juzgados y
condenados en el Sumario 13/90 por lo que los beneficios obtenidos en aquellas
operaciones de droga no puedan ser valorados autónomamente para dar vida al delito
de blanqueo de capitales del art. 546 bis f.”

Nos interesa centrarnos en el segundo motivo de casación donde el tribunal entra a


valorar la ignorancia deliberada en los siguientes términos:

“La sentencia dedica el Fundamento Jurídico cuarto al recurrente y con base en


sus propias declaraciones se llega a la afirmación de que Gaspar, le había buscado para
transportar físicamente el dinero que Gaspar le entregaba, dinero que recibía en
diversos sitios de España y que trasladaba a Andorra. En la entrega del dinero a José
Carlos, Gaspar estuvo acompañado de Hebe, y José Carlos cobraba un 4% de
comisión. La Sala extrae la conclusión de que José Carlos tuvo conocimiento de que el
dinero procedía del negocio de drogas, cosa que él niega, de hechos tan obvios como
que la cantidad era muy importante y de la naturaleza claramente clandestina de las
56
ESMERALDA CORRAL PANADERO

operaciones, por lo que quien se pone en situación de ignorancia deliberada, es decir


no querer sabe aquello que puede y debe conocerse, y sin embargo se beneficia de esta
situación, cobraba un 4% de comisión, está asumiendo y aceptando todas las
posibilidades del origen del negocio en el que participa, y por tanto debe responder de
sus consecuencias.”

Debemos destacar dos argumentos esenciales de esta postura, se corresponden con el


elemento volitivo y cognitivo para poder sustentar que se ha actuado con dolo, en concreto
con dolo eventual97:

a) Se determina el elemento cognitivo del dolo afirmando que el acusado “tuvo


conocimiento de que el dinero procedía del negocio de las drogas”. Tal conclusión se sostiene
sobre la base de dos indicios: el hecho de que la cantidad de droga fuera muy importante y la
naturaleza “claramente clandestina” de las operaciones.

b) La Sala establece la concurrencia del elemento volitivo del dolo eventual partiendo
de dos indicios: por un lado del hecho de que el sujeto se hubiera colocado en una situación
de ignorancia deliberada acerca de la naturaleza del negocio en el que participaba, y por otro
lado, de la circunstancia de que se beneficiaría económicamente de tal situación.

Desde una interpretación apuntada por Ramón Ragués98, se debe entender que lo que
pretende decir la Sala es que el sujeto contaba con una considerable sospecha inicial y que su
aceptación se deduce del hecho de que no quisiera profundizar o confirmar sus dudas acerca
del origen de la cantidad transportada. Y además apunta que el interés de esta resolución
radica en que se dicta una definición de ignorancia deliberada como la situación en la que un
sujeto no quiere saber aquello que puede y debe conocer, esto es, un estado de ausencia de
representación con respecto a un determinado elemento del tipo en el que deben concurrir dos
características: la capacidad del sujeto de abandonar dicha situación en caso de haber querido
97
RAGUÉS I VALLÉS, R., La ignorancia deliberada en Derecho Penal , Op.cit., p. 24.
98
Ibídem, p.25.

57
LA IGNORANCIA DELIBERADA…

hacerlo y el deber de procurarse dichos conocimientos, a esto se debe añadir un tercer


requisito y es el hecho de que el sujeto se beneficie de la situación de ignorancia por él mismo
buscada.

En una segunda STS nº 1583/200, de 16 de octubre, Rec. 509/1999, en la que vuelve a


ser ponente Giménez García, se sigue la línea ya apuntada sobre la ignorancia deliberada. En
este caso el Tribunal tiene que resolver un recurso de casación, se trata de una acusación a un
sujeto por un asunto de tráfico de drogas, quien había aceptado el cargo de administrador
formal de una sociedad siendo conocedor de que a través de dicha empresa podría servir en
alguna ocasión para la introducción de drogas. Tras incautarse en el puerto de Santurce un
contenedor dirigido a esta empresa en cuyo interior se ocultaban más de cuatrocientos kilos de
cocaína, este sujeto alegó que había sido consciente de la existencia de transporte de droga
por medio de la sociedad, pero no podía imaginar que se tratara de cocaína. El Juzgado
Central de Instrucción nº 2, instruyó Sumario 25/97, contra Sergio, Luis Francisco, Millán y
Gaspar, por delito contra la salud pública y contrabando y, una vez concluso, lo remitió a la
Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, Sección Segunda, que con fecha 18 de febrero de
1999 dictó sentencia99, castigándole únicamente como responsable de un delito de tráfico de
drogas. Al respecto la Sala concluyó:

“La certeza del cabal conocimiento de que se trataba de cocaína como hecho
cierto, al menos como dolo eventual, entendido este como aceptación de la
colaboración que se le pide sea cual fuese el tipo de droga que se trata de introducir
pues le es indiferente en la medida que asiente en su colaboración y se mantiene en
ella haciendo lo que se le solicita, y lo hace a cambio de los beneficios económicos
que ello le reporta. En efecto, Millán reconoce haber viajado a Ecuador junto con
Braulio y que intuía que "....había algo más madera...." Fundamento Jurídico segundo,
percibiendo por ello un millón de pesetas, lo que le confirmaba en sus sospechas
porque como bien afirma en su declaración ante el Juez de instrucción, dada la
cantidad de dinero que iba a recibir y que no había realizado trabajo alguno en la
empresa "....pensó que había algo raro....", algo raro que se conectaba necesariamente

99
SAN de 18 de febrero de 1997, Rec. 40/1997.

58
ESMERALDA CORRAL PANADERO

con el tráfico de drogas porque es hecho probado que cuando Millán acepta ser
administrador de DIRECCION000 … sabía que en alguna ocasión podría servir para
alguna operación de drogas, y prácticamente puede afirmarse que la primera operación
"mercantil" que efectuó DIRECCION000 fue, precisamente, la recepción del
contenedor en cuyo interior iba la cocaína pues la empresa se constituyó en 1997 y fue
precisamente el 27 de junio de dicho año, cuando DIRECCION000 recibe el
contenedor, todo ello pone de manifiesto la explícita aceptación de Millán en el
protagonismo que se le había asignado con cabal conocimiento de que se trataba de
operaciones de droga, sin que pueda derivarse a droga que no causa grave daño su
responsabilidad penal porque de la actividad y declaraciones de Millán no se deduce
que excluyese el tráfico de drogas duras, o que lo pusiera como condición sine qua
non. Antes bien, lo que se patentiza es la total aceptación de integrarse en esa red de
distribución fuese cual fuese la naturaleza de la droga que se hiciera circular por ella,
estando en un claro supuesto de dolo eventual fundado en la doctrina del asentimiento
que viene a centrar la esencia del dolo eventual en que al agente si bien desconoce en
todos sus detalles el acto ilícito penal en el que se encuentra involucrado, lo asume en
la medida que acepta todas las consecuencias de su ilícito actuar. Por ello, y como ya
se afirmó en la sentencia de esta Sala nº 1637/99 de 10 de enero, quien se pone en
situación de ignorancia deliberada, sin querer sabe aquello que puede y debe saberse, y
sin embargo se beneficia de la situación, iba a cobrar un millón de Ptas., está
asumiendo y aceptando todas las consecuencias del ilícito negocio en el que
voluntariamente participa. La consecuencia de todo ello es considerar a Millán como
autor de un delito contra la salud pública en la modalidad de drogas que causa grave
daño a la salud, lo que no acepta en la sentencia recurrida, con aplicación de los
subtipos agravados de organización y notoria importancia”.

En este caso se aprecia la gran importancia que tuvo la Sentencia de 10 de enero de


2000, en la medida en que es citada para el fallo de esta sentencia y sienta un precedente
jurisprudencial.

59
LA IGNORANCIA DELIBERADA…

Podemos citar la STS nº 946/2002, de 22 de mayo, Rec. 366/2001, en la que vuelve a


ser ponente Giménez García, relativa a un caso de drogas en el que el acusado negó conocer
que transportase droga. En concreto, el Juzgado de Instrucción nº 8 de Zaragoza, instruyó
Sumario nº 1/2000, contra Germán, Dolores y Carlos Miguel, por delito de tráfico de drogas,
y, una vez concluso, lo remitió a la Audiencia Provincial de Zaragoza, Sección Tercera, que
con fecha 3 de Marzo de 2001, dictó sentencia. Los hechos en síntesis, se contraen a la
detención del matrimonio compuesto por Germán y Dolores en el peaje de Alagón, próximo a
Zaragoza, en la autopista A-68, ocupándoseles en el interior del vehículo, dentro de un cojín
996'44 gramos de cocaína con una riqueza media del 38%, así como 1006'71 gramos de
heroína con una riqueza media del 26'80%. La droga se la había entregado Carlos Miguel ese
mismo día para que la transportaran hasta Zaragoza, cobrando por ello 150.000 ptas. de las
que le fueron ocupadas 153.000 ptas. a Dolores. Germán es consumidor de cocaína y heroína
de forma importante, tiene una capacidad intelectual límite y padece un trastorno esquizoide
de la personalidad. Así la Sala se pronuncia:

“El propio recurrente reconoció el transporte de droga y el dinero que iba a


percibir por ello, en esta situación por propia decisión debe asumir las consecuencias
de su delictivo actuar porque lo sabido y querido al menos vía dolo eventual coincidió
con lo efectuado ya que fue libre de decidir el transporte de droga y las condiciones
del mismo, y el no querer saber los elementos del tipo objetivo que caracteriza el dolo,
equivale a querer y aceptar todos los elementos que vertebran el tipo delictivo
cometido.”

En este caso la ignorancia deliberada es empleada como dato para demostrar la


necesidad de obtener indicios de que el sujeto se representa la eventualidad de estar
transportando una cantidad de notoria importancia.

En estas primeras sentencias la ignorancia deliberada se emplea como un elemento


para justificar la presencia del aspecto volitivo del dolo eventual.

60
ESMERALDA CORRAL PANADERO

El Auto de 4 de julio de 2002 100 es novedoso por ser su ponente Martínez Arrieta,
diferente de los casos anteriores. En éste se sostiene que la Ignorancia deliberada es “doctrina
consolidada en esta Sala” en relación con acusaciones por tráfico de drogas. Para el Tribunal
este planteamiento está basado en la teoría del asentimiento, que como ya se apuntó en el
capítulo primero, viene a centrar la esencia del dolo eventual en que el sujeto desconoce en
todos sus detalles el acto ilícito penal, pero lo asume en la medida en que acepta todas las
consecuencias de su ilícito actuar101. Esta Sala mantiene una línea similar a la que ya seguía
para su jurisprudencia del dolo eventual, podemos citar como ejemplo Sentencia del Tribunal
Supremo de 1 de diciembre de 2004, entre otras muchas, donde se afirma que “el dolo radica
en el conocimiento del peligro concreto que la conducta desarrollada supone para el bien
jurídico. En el conocimiento del riesgo se encuentra implícito el conocimiento del resultado y
desde luego la decisión del autor está vinculada a dicho resultado”(…) “se estima que obra
con dolo quien, conociendo que genera un peligro concreto jurídicamente desaprobado, no
obstante actúa y continua realizando la conducta que somete a la víctima a riesgos que el
agente no tiene la seguridad de poder controlar y aunque no persiga directamente la causación
del resultado, del que no obstante ha de comprender que hay un elevado índice de
probabilidad de que se produzca”.

En coherencia con estos precedentes jurisprudenciales, el Tribunal Supremo, sobre


todo a partir de la STS de 23 de abril de 1992, Rec. 3654/1992102 (relativa al caso conocido
como del “aceite de colza”), ha venido aplicando en muchas resoluciones un criterio más bien
normativo del dolo eventual, en el que prima el elemento intelectivo o cognoscitivo sobre el
volitivo, al estimar que el autor obra con dolo cuando haya tenido conocimiento del peligro
concreto jurídicamente desaprobado para los bienes tutelados por la norma penal.

100
RAGUÉS I VALLÉS, R., La ignorancia deliberada en Derecho Penal , Op.cit ., p.29.
101
Ibídem, p. 30.
102
Ponente Enrique Bacigalupo Zapater.

61
LA IGNORANCIA DELIBERADA…

2. Pronunciamientos más recientes: Desconocimiento provocado como título


autónomo de imputación subjetiva.

Tras estas primeras sentencias, el Tribunal Supremo ha consolidado esta doctrina


como una figura autónoma en la imputación subjetiva, así la ignorancia deliberada se
configura como dolo a efectos punitivos. Para poder comprender más esta postura a
continuación se hará un breve recorrido por los casos más habituales en los que se aplica esta
figura para la fundamentación de la pena, sin intención de hacer un análisis exhaustivo ya que
es tal el volumen jurisprudencial que se extralimita del objeto del presente trabajo:

a) Drogas y delitos contra la salud pública.

Sin duda es el delito estrella en la ignorancia deliberada. Son múltiples las sentencias
dictadas por el Tribunal en las que se acude a esta figura para dar una respuesta penal a los
agentes que alegan desconocer el contenido ilícito del equipaje o efecto que transportaban,
pues aun teniendo todos los elementos cognoscitivos a su alcance y conociendo en parte el
riesgo, dicen no saber aquello que deben conocer, pero sin embargo se benefician del porte.
Citemos ejemplos:

En la STS nº 420/2003 de 20 de Marzo, Rec. 2403/2001, siendo ponente Giménez


García, para un caso por delito contra la salud pública. Una mujer por encargo de otro sujeto y
a cambio de setenta mil pesetas accede a depositar ante una tumba un ramo de flores
conteniendo un paquete de drogas, para ser recogido más tarde por un tercero. El Juzgado de
Instrucción nº 12 de Málaga, instruyó Sumario nº 2/96, por delito contra la salud pública,
contra María Luisa, Amelia, Jose Enrique, Penélope y Pedro Francisco, y una vez concluso lo
remitió a la Audiencia Provincial de Málaga, Sección Tercera, que con fecha 18 de Mayo de
2001, dictó Sentencia. La novedad de la sentencia del Supremo radica en que se proclama la
ignorancia deliberada como principio al que acudir:

“De acuerdo con el principio de ignorancia deliberada, según el cual quien no quiere
saber aquello que puede y debe conocer, y sin embargo trata de beneficiarse de dicha
62
ESMERALDA CORRAL PANADERO

situación, si es descubierta no puede alegar ignorancia alguna, y, por el contrario, debe


responder de las consecuencia de su ilícito actuar”.

En la STS nº 1505/2003, de 13 de noviembre, Rec. 1968/2002, siendo ponente José


Manuel Maza Martín. En esta sentencia se resuelve un recurso de casación contra Sentencia
que dicta la Audiencia Provincial de Madrid en fecha 18 de febrero de 2003, donde se
condena a José Augusto como autor de un delito contra la salud pública. Se aborda un
supuesto en el que el recurrente alega que desconocía el contenido de lo que transportaba en
la maleta en la que se ocupó la droga, porque ésta era distinta que aquella que llevó en su
viaje a Caracas, ya que le robaron ésta y tuvo que comprar otra, de la que ignoraba que
contenía droga. El tribunal resuelve en los siguientes términos:

“Es doctrina jurisprudencial consolidada de esta Sala (Sentencias de 16 de


octubre de 2000) la existencia de un claro supuesto de dolo eventual en aquellos casos
en los que el acusado argumenta desconocer el contenido de lo que transporta, fundado
en la doctrina del asentimiento que viene a centrar la esencia del dolo eventual en que
el agente si bien desconoce en todos sus detalles el acto ilícito penal en el que se
encuentra involucrado, lo asume en la medida que acepta todas las consecuencias de
su ilícito actuar. Señala la Sentencia de esta Sala de 10 de enero de 1.999 que, "quien
se pone en situación de ignorancia deliberada, sin querer saber aquello que puede y
debe saberse, y sin embargo se beneficia de la situación, está asumiendo y aceptando
todas las consecuencias del ilícito negocio en el que voluntariamente participa”.

En STS nº 10526/2007, de 20 de Julio, Rec. 1459/2007, ponente Martínez Arrieta, se


dice el hilo de un caso de tráfico de drogas que:

“En el delito de tráfico de drogas, actúa con dolo quien acepta la realización de
una conducta claramente ilícita sin mostrar ningún interés por averiguar sus
circunstancias y condiciones, poniendo así de relieve que no establece límites a su
aportación (STS nº 1.009/2006, de 18 de Octubre). De acuerdo con el principio de
ignorancia deliberada, quien no quiere saber aquello que puede y debe conocer y, sin

63
LA IGNORANCIA DELIBERADA…

embargo, trata de beneficiarse de dicha situación, si es descubierta no puede alegar


ignorancia alguna y, por el contrario, debe responder de las consecuencias de su ilícito
actuar”

En la STS nº 975/2007, de 15 de noviembre, Rec. 10307/2007, ponente Julián Artemio


Sánchez Melgar, para la alegación de desconocimiento del tipo de sustancia que transportaba,
se afirma:

“El desconocimiento de la cantidad carece de toda lógica argumental cuando


la portaba personalmente- tampoco merece amparo alguno, nos encontraríamos en el
supuesto de ignorancia deliberada del acusado, cuestión sobre la cual esta Sala de
forma reiterada ya se ha manifestado señalando que quien no quiere saber aquello que
puede y debe conocer y sin embargo trata de beneficiarse de dicha situación, si es
descubierto, no puede alegar ignorancia alguna, sino que por contra, deberá responder
de las consecuencias de su ilícito actuar”.

En STS nº 145/2008, de 8 de abril, Rec. 772/2007, ponente José Manuel Maza Martín,
se sigue esta misma línea jurisprudencial para un caso de tráfico de drogas. En concreto
Enrique (alias "Antonio"), mayor de edad, ejecutoriamente condenado el 13 de febrero de
2002 por tenencia ilícita de armas, y Roberto, de nacionalidad colombiana, mayor de edad y
sin antecedentes penales, formaban parte de una organización de carácter internacional
dedicada al tráfico de drogas, con la misión en España de favorecer y procurar en los primeros
meses del año 2002, el envío desde Colombia con destino a Valencia por vía marítima (puerto
de Valencia/Sagunto), de cientos de kilos de cocaína para su distribución entre terceros, para
lo cual Enrique utilizaba sus negocios de importación en los que figuraba como administrador
único y sin actividad social alguna. Así concluye la Sala:

“Tan sólo plantean estos recurrentes una alegación verdaderamente original,


cuando afirman que ignoraban el origen ilícito de los bienes objeto de las operaciones
llevadas a cabo. Aspecto que, lógicamente, ha de ser acreditado mediante indicios, al
resultar imposible la prueba directa del conocimiento que se aloja en el interior de la
mente de los acusados y, por consiguiente, su consciencia acera del origen ilícito de

64
ESMERALDA CORRAL PANADERO

los bienes objeto de encubrimiento. Y resultando por ello suficiente, más aún si
pensamos que figuras como el dolo eventual e, incluso, la propia "ignorancia
deliberada" han sido declaradas por esta Sala como supuestos de comisión de ilícitos
de la clase del presente, el hecho de que tratándose los recurrentes tanto de la esposa
como del hijo del principal responsable de una organización delictiva, con
antecedentes relativos a la previa comisión de infracciones contra la salud pública y
que, a pesar de no realizar actividades económicas lícitas de importancia, gozaba de un
elevado nivel de vida, no puede considerarse, en modo alguno, irrazonable la
convicción de los Juzgadores respecto del conocimiento de ambos acerca de la
irregular procedencia de los bienes que, con las operaciones que personalmente
llevaron a cabo, encubrieron.”

En STS nº 1290/2009, Rec. 1455/2009, de 23 de diciembre de 2009, ponente Juan


Ramón Berdugo Gómez de la Torre. En la exposición de los hechos probados el acusado
Landelino, dominicano, mayor de edad y sin antecedentes penales, llegó al aeropuerto de
Madrid-Barajas en un vuelo procedente de Santo Domingo, en tránsito a Málaga. Dicho
acusado portaba en el interior de su maleta un ordenador portátil, que ocultaba cinco paquetes
envueltos en papel de celofán, y que resultaron contener 773 gr. netos de cocaína con una
riqueza del 69,6%, lo que se traduce en 538 gr. puros de cocaína. El valor en el mercado
ilícito de dicha sustancia se ha cuantificado en 24.902,40 euros, en la modalidad de venta al
por mayor. El mencionado estupefaciente se lo había entregado a Landelino un ciudadano de
la República Dominicana que actuaba de acuerdo con la también acusada Luz, dominicana
mayor de edad y sin antecedentes penales, y a quien Landelino le iba a entregar la cocaína una
vez en España. Los dos acusados tenían cumplido conocimiento de que el ordenador ocultaba
cocaína y cada uno de ellos asumió voluntariamente su cometido. El primero, transportarla
hasta nuestro país; la segunda, hacerse cargo de ella. La novedad en la resolución está en que
el Tribunal no se posiciona sobre la alegación del sujeto sino que habla de la indiferencia del
mismo en su predisposición para conocer, que no excluye el dolo:

“Nos encontramos con un participe en un episodio de tráfico de drogas en el


que el acusado no muestra un conocimiento equivocado, sino mera indiferencia, como

65
LA IGNORANCIA DELIBERADA…

mínimo, con consentimiento en la participación fuese cual fuese la droga objeto del
tráfico ilícito. Así pues, cuando el supuesto desconocimiento de la concreta cantidad
de droga es consecuencia de la indiferencia del autor, no se excluye el dolo pues en
estos casos el autor sólo tiene una duda pero no obra por error o ignorancia, ya que
sabe que los hechos pueden ser delictivos y, sin embargo, acepta realizar la acción y a
las situaciones de ignorancia deliberada”.

Y en una posición más reciente el Tribunal Supremo continúa con esta doctrina ya
asentada. Así en STS nº 255/2013, Rec. 383/2012, de 12 de marzo, ponente Joaquín Giménez
García, para un caso de tráfico de drogas en el que los acusados Mauricio, mayor de edad y
sin antecedentes penales, y Jacobo , mayor de edad y sin antecedentes penales, entre mayo y
octubre de 2009, mantuvieron reiterados contactos a través de los cuales se pusieron de
acuerdo en la importación de sustancias estupefacientes, concretamente cocaína, desde
Sudamérica, a través de correos humanos "mulas", para su posterior redistribución y venta,
encargándose Mauricio de localizar compradores y Jacobo del suministro de la mercancía:

“A mejor abundamiento, debe recordarse que no se exige un conocimiento cabal y


completo del contenido del envío vía dolo directo, bastando el dolo eventual , es decir, el
conocimiento de la anormalidad de la operación a la que el agente concernido presta su
colaboración con plena voluntad, porque le es indiferente, principio de indiferencia, o
porque debiendo y pudiendo conocer la verdadera naturaleza del transporte, continúa con
su acción como manifestación de una ignorancia deliberada que en definitiva patentiza su
colaboración a la actividad delictiva”.

Por lo que se mantiene la misma posición para la fundamentación del fallo justificando el
dolo y haciendo una equiparación entre desconocimiento provocado y dolo eventual, por lo
tanto responsabilidad subjetiva del hecho.

66
ESMERALDA CORRAL PANADERO

b) Blanqueo de capitales

El delito de blanqueo de capitales es otro de los tipos penales en los que en más
sentencias se aluden a esta doctrina. Sobre esta materia es fundamental citar la STS nº
797/2006, de 20 de julio, Rec. 572/2005, ponente Enrique Bacigalupo Zapater, en la que se
hace una crítica a la ignorancia deliberada y lejos de adoptar una posición acorde, se cuestiona
la corrección de la aplicación hasta la fecha de esta figura. Al hilo de la argumentación se
dice:

“Ignorancia deliberada o de ignorancia intencional son expresiones que no


resultan ni idiomática ni conceptualmente adecuadas, dado que si se tiene intención de
ignorar es porque, en realidad, se sabe lo que se ignora. Nadie puede tener intención de
lo que no sabe. La contradictio in terminis es evidente. Sin perjuicio de ello, la
estimación del dolo es, en el resultado, correcta, dado que como lo ha subrayado esta
Sala con frecuencia, el que ante hechos cuya sospecha delictiva es claramente
difundida entre personas sin ninguna formación especial, omite tomar medidas para no
realizar el tipo penal, obra con indiferencia y, por lo tanto, con dolo, porque ante la
posibilidad de realización del tipo, de todas maneras, ha obrado”.

A pesar de esta crítica semántica, se mantiene el acuerdo en su contenido y así lo


evidencia la reciente STS nº 165/2013, de 26 de marzo, Rec. 10572/2012, sobre blanqueo de
capitales procedente del tráfico de drogas. Ponente Joaquín Giménez García. El Juzgado
Central de Instrucción nº 1, incoó Procedimiento Abreviado nº 41/2005, seguido por delito de
blanqueo de capitales procedente del tráfico de drogas, contra Mauricio, Cecilia, Carlos
Antonio, Benito, Gabriel, Rogelio, Juan Pedro, Matías, José Daniel, Conrado y Baltasar, y
una vez concluso lo remitió a la Sección I de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional. La
citada resolución afirma:

“El delito de blanqueo descansa en un delito precedente del que procede el


afloramiento de los caudales que se quieren blanquear para hacerlos parecer de origen
lícito, y como elemento subjetivo supone que el autor debe conocer tal origen no

67
LA IGNORANCIA DELIBERADA…

exigiéndose un cumplido y cabal conocimiento del delito precedente, bastando la


conciencia de la anormalidad de las operaciones a las que presta su actividad y la
razonable inferencia de que dichos capitales proceden, en este caso del tráfico de drogas,
certeza que no exige un dolo directo, sino que basta el dolo eventual , y enlazado con ello
las manifestaciones de tal dolo eventual que esta Sala ha clasificado como ignorancia
deliberada o principio de indiferencia. En resumen, que el agente con conocimiento de la
anormalidad de las operaciones presta conscientemente su colaboración al común fin de
blanquear los caudales correspondientes.”

c) Delitos de terrorismo.

Las primeras sentencias de la Sala segunda en las que se resuelven casos de terrorismo y
tenencia de explosivos aplicando esta doctrina datan de 2003 en adelante. Podemos citar los
siguientes ejemplos:

La STS nº 785/2003, de 29 de mayo, Rec. 705/2002, ponente Giménez García, aplica


esto a una mujer acusada de colaborar con E.T.A custodiando armas:

“Que la recurrente conocía que se le estaba solicitando una colaboración para


E.T.A es algo que se muestra en su declaración (… ). Al respecto debemos recordar la
doctrina de la ignorancia deliberada que no exime de su responsabilidad a quien
pudiendo y debiendo conocer el sentido de su acción se niega a conocerlo, y trata de
obtener ventaja de tal situación”.

La STS nº 1387/2004, Rec. 307/200, de 27 de diciembre, ponente Giménez García, en


este caso resuelve el tribunal el asesinato de dos Guardias Civiles por miembros de la cúpula
de la Organización Terrorista E.T.A:

“La información que se le requirió y ofreció, se refería a un acontecimiento


concreto: la salida de la carrera ciclista el día 4 de Octubre de 1980 de la localidad de
Salvatierra, de la que el recurrente era el párroco. Tal información se recaba por

68
ESMERALDA CORRAL PANADERO

miembros de ETA y a ellos se ofrece. En la realidad social del año 1980 en el País
Vasco no solamente no es aventurado, sino que es totalmente plausible y lleno de
razonabilidad que la ayuda facilitada por una persona a miembros de ETA en relación
a un concreto acontecimiento supone el conocimiento y aceptación del resultado que
tenga la acción terrorista efectuado sobre ese acontecimiento, máxime si también
facilita el vehículo para la huida. Ciertamente la prueba del conocimiento o de la
intención, como hechos subjetivos que son sólo pueden ser acreditados, salvo
confesión, por prueba indirecta o indiciaria. En el caso de autos se contó con la propia
declaración del recurrente además de las otras pruebas y corroboraciones ya citadas, y
hay que recordar que según la STS 982/2003 de 27 de Julio, basta a los efectos de la
complicidad con el dolo eventual, es decir no se precisa que se conozca y se quiera
directamente el hecho delictivo a cuya realización coadyuve el cómplice, incluso es
suficiente que le sea indiferente el resultado, principio de la indiferencia, o no quiera
saber aquello que puede y debe saber y no obstante que presta su ayuda , principio de
la ignorancia deliberada, en cuyo caso debe ser responsable de las consecuencias
penales de su actuación”.

En este caso el sujeto facilitó ayuda a miembros de E.T.A sobre una carrera ciclista
que se celebraría en su localidad, siendo efectivamente información útil para los terroristas
quienes atentaron contra dos Guardias Civiles. Lo interesante de esta resolución es que no se
hace hincapié en la necesidad de lucro (obtención de un beneficio) del actor, que hasta ahora,
se consideraba necesario para la equiparación del dolo y la ignorancia deliberada.

d) Delitos contra la Hacienda Pública

Encontramos la STS nº 817/2010, de 30 de septiembre, Rec. 223/2010, en la que es


ponente Diego Antonio Ramos Gancedo, sobre un caso de defraudación de impuestos. A
principios del año 2004, la Unidad Central Operativa (Delincuencia Económica) de la Policía
Judicial, empezó a investigar junto a otros a los acusados Pio, Sergio y Landelino por la

69
LA IGNORANCIA DELIBERADA…

adquisición intracomunitaria de vehículos de gran cilindrada de países de la Unión Europea,


concretamente de Francia y Alemania. Esta actividad está sujeta a dos conceptos impositivos
de naturaleza indirecta y de carácter complementario; por un lado el Impuesto sobre el Valor
Añadido (IVA), que se exige en el momento de la adquisición intracomunitaria y por otro
lado el Impuesto Especial sobre Determinados Medios de Transporte (IEDMT) cuyo devengo
se produce en el momento de la matriculación en España, autoliquidándose éste con la
primera matriculación de los vehículos en España, sean nacionales o importados, nuevos o
usados, determinándose la base imponible con las técnicas de valoración del Impuesto sobre
el Valor Añadido y del Impuesto sobre Transmisiones Patrimoniales y Actos Jurídicos
Documentados y del Impuesto de Donaciones y Sucesiones, que estuviesen vigentes en la
fecha del devengo del impuesto. Los acusados, con el objeto de bajar el precio de adquisición
de los turismos, crearon un entramado de empresas con el único propósito de no ingresar las
cantidades por las cuotas correspondientes al impuesto sobre el Valor Añadido. El Tribunal
acude a la ignorancia deliberada para la fundamentación del fallo:

“La alegación exculpatoria del recurrente de que no sabía nada de las


verdaderas actividades que desarrollaba la empresa mediante su auténtico
administrador, viene contradicha por el Hecho Probado en cuanto al plan delictivo
convenido por los tres acusados y por la constitución de ONEM MOTOR a tal fin. Se
trata además, de una declaración del acusado a quien el Tribunal, en el ejercicio de su
soberana facultad de valorar las pruebas personales con exclusividad, no ha dado
crédito, reforzada por las propias manifestaciones del acusado al expresar en el juicio
oral los recelos que le asaltaban respecto a tales actividades, lo que abre la puerta a la
figura de la ignorancia deliberada sobre la probabilidad de que se estuviera
cometiendo una actividad delictiva que el acusado en ningún momento se esforzó en
comprobar.”

Lo que pone de manifiesto que esta figura está asentada en los pronunciamientos del
tribunal y permite servir para la justificación de sus fallos en cada vez más delitos de
novedosa presencia en nuestro país, como es el ejemplo de los delitos contra la Hacienda
Pública, de reciente incorporación en nuestro código.

70
ESMERALDA CORRAL PANADERO

e) Delitos patrimoniales

-Estafas: En STS nº 827/2010, de 14 de abril, Rec. 2711/2009, ponente Giménez García, se


sigue un recurso presentado ante un delito de estafa inmobiliaria contra un grupo de sujetos
que constituyen una empresa encargada de la promoción de una seria de viviendas, a través de
la adquisición se supuestos terrenos en zonas de Madrid y alrededores, por ejemplo: Las
tablas, y la firma de diversos contratas de compraventas, resultando finalmente imposible los
mismos. Así resuelve:

“Le es aplicable la teoría antes expuesta de la ignorancia deliberada. Obtuvo


beneficios de lo acontecido y consta que cobraba un sueldo como apoderado de la
empresa. No puede afirmar que no sabía nada cuando firmó buena parte de los
contratos y más cuando eso se prolonga después de que la situación se había hecho
evidente, tras su detención. Necesariamente tuvo que preguntarse e inquirir a Germán
sobre lo que estaba ocurriendo. Obligatoriamente tuvo que investigarlo. Como
apoderado tenía los instrumentos necesarios para eso. Si no los usó, se colocó
voluntariamente en situación de ignorancia y por ello ha de ser condenado. Sin olvidar
tampoco que fue otra de las personas que firmaron las cartas remitidas a las entidades
bancarias con el fin de desbloquear mediante engaño las cuentas especiales”.

Más recientemente encontramos otra STS nº 987/2012, de 3 de diciembre, Rec.


2429/2011, sobre un caso de estafa, siendo ponente Luciano Varela Castro, es un supuesto de
estafa informática, en el que el acusado D. Arcadio se conectó a internet desde su domicilio,
mediante la dirección IP NUM000, que le había sido asignada por su operador Ono. Así, y
teniendo en su poder las claves bancarias, obtenidas de forma fraudulenta, correspondientes a
la cuenta NUM001 de Banesto, titularidad de D. Fructuoso, ordenó una transferencia a
nombre de esta persona y sin su consentimiento”. El Tribunal afirma:

“Concretamente la proclamación de que el acusado actuó con la finalidad de


obtener un lucro, bien consciente de su ilicitud, bien con sospecha de la misma. Y con
esa finalidad procedió a la apertura de una cuenta para recibir en ella dinero,

71
LA IGNORANCIA DELIBERADA…

transferido por terceros para que el recurrente después lo reenviara a personas


desconocidas utilizando un servicio postal. Por tal disponibilidad y comportamiento
recibiría un porcentaje. Además de la probanza de los componentes objetivos del
delito, la sentencia da por cumplida la relativa al elemento subjetivo. Arguye la
recurrida que, al menos, actuó con dolo eventual porque pudiendo y debiendo conocer
la naturaleza del acto o colaboración que se le pide se mantiene en situación de no
querer saber". Actitud que la sentencia califica de “ignorancia deliberada”. Tal actitud
es inferida en la sentencia recurrida porque al no conocer a las personas que le
transferían dinero aumentaba el riesgo de que la transferencia se efectuara sin el
consentimiento del titular de los fondos transferidos”.

Vuelve a ponerse de manifiesto la necesaria relación entre el beneficio obtenido el


delito, para poder asemejar al figura al dolo. Lo que induce a pensar que el Tribunal no tiene
un criterio claro en cuanto a un riguroso sistema de aplicación de esta cuestión, pues
encontramos casos donde no lo exige y otros como el presente donde directamente se hace
alusión al mismo.

-Apropiaciones indebidas: Me parece interesante mencionar la STS nº 54/2010, de 8 de


febrero, Rec. 2028/2010, para un asunto de apropiación indebida, en la que fue ponente
Perfecto Agustín Andrés Ibañez. Aquí el Tribunal en vez de acudir a esta figura para imponer
una pena, al contrario la menciona para dar la razón al recurrente, en el mismo sentido que
anula la sentencia dictada por la Audiencia Provincial de Madrid, quién condenó como autor
de un delito de apropiación indebida. De los hechos probados extraemos que:

“ Los acusados César y Gregorio, mayor de edad, ostentaba hasta el 10 de abril


de 2001 la condición de administrador único de la mercantil Transunión Tours, S.A.
cuyo objeto social era la explotación de una agencia de viajes cuya actividad se
llevaba a cabo en esta Capital, tras recibir billetes de transporte aéreo común a todas
las compañías, denominados «billetes neutrales» y una placa identificativa de cada
compañía, para la validación de los billetes, se comprometía a custodiar los mismos y
emitirlos cobrando su importe; reconocía que la titularidad de ese dinero era de la

72
ESMERALDA CORRAL PANADERO

compañía aérea respectiva y se obligaba a la custodia de esa cantidad hasta su


liquidación de ventas denominado BSP (Plan de facturación y liquidación)”.

Y se les acusa precisamente de quedarse con cantidades importantes provenientes de la


venta de esos billetes que no ingresaron en la correspondiente cuenta dispuesta al efecto. El
Tribunal Supremo dice:

“El examen de la sentencia permite comprobar que lo que consta a propósito de


este recurrente en los hechos es que adquirió la sociedad del otro imputado por un
precio simbólico. A esta afirmación se une la de que ambos, «aprovechando la
tenencia de billetes no devueltos, consiguieron obtener entre los meses de marzo y
abril de 2001 por la venta de dichos billetes las cantidades que luego se detalla… se
discurre sobre el papel de Gregorio en las vicisitudes objeto de esta causa y acerca del
soporte probatorio de lo que se le imputa; y del que ahora recurre solo figura su
afirmación de que (tras la compraventa, se entiende) él no hacía nada en la empresa y
que le pagaban los gastos, habitación, comida y viajes. Es todo. En el cuarto de los
fundamentos de derecho vuelve a hablarse de Gregorio, para darle el tratamiento
jurídico de cooperador necesario, por haber comprado la empresa y entender que "le es
aplicable la figura de la ignorancia deliberada». Pues bien, a tenor de estas
consideraciones es forzoso dar la razón al que recurre, pues lo único que consta es que,
en efecto, se habría prestado a figurar como adquirente, a efectos meramente formales,
pero sólo eso. Y, además, de una empresa que en el momento de llevarse a cabo esta
operación estaría ya completamente descapitalizada, como consecuencia de la gestión
del otro inculpado. De otra parte, lo expuesto hace ver que la sala -existan o no datos
al respecto- en sus consideraciones sobre la prueba no aporta ninguna claridad sobre
los presupuestos de la atribución de responsabilidades de gestión de los fondos
ilegítimamente apropiados a Gregorio”.

f) Delitos de malversación: En reciente STS nº 228/2013, de 22 de marzo, Rec.


11045/2012, ponente Juan Ramón Berdugo Gómez de la Torre, nos encontramos con la figura

73
LA IGNORANCIA DELIBERADA…

de la ignorancia deliberada para resolver un recurso por un delito de malversación de caudales


públicos. Es muy interesante el pronunciamiento del Tribunal pues, a mi juicio, es de las
Sentencias en las que se hace un fundamentación completa y se exponen todas las posibles
alternativas de la ignorancia deliberada en relación a su equiparación al dolo o a la
imprudencia. En los antecedentes el Juzgado de Instrucción número 2 de Irún, incoó
Procedimiento Abreviado con el número 22 de 2010, contra Marcos Benjamín, y Tomasa
Elisa, y una vez concluso lo remitió a la Audiencia Provincial de Guipúzcoa, cuya Sección
Primera, con fecha 23 de julio de 2012, dictó sentencia. Al hilo de su argumentación el TS
considera que:

“No sería suficiente la mera sospecha, aunque bastaría con la conciencia de la


anormalidad de la operación a realizar y la razonable inferencia de que el dinero
procede de un delito grave, con plena admisión del dolo eventual como forma o
modalidad dentro del cual se pueden incardinar los supuestos de ignorancia deliberada
( S.T.S. 28/2010 de 28.1 ). No es necesario el conocimiento «actual e inmediato» del
origen de los bienes, basta el dolo eventual, es suficiente el conocimiento del ámbito
de que aquéllos procedían y haberle sido indiferente aquel origen (STS. 1286/2006 de
30.11). Por tanto, no se exige un dolo directo, bastando el eventual o incluso como se
hace referencia en la sentencia de instancia, es suficiente situarse en la posición de
ignorancia deliberada. Es decir quien pudiendo y debiendo conocer, la naturaleza del
acto o colaboración que se le pide, se mantiene en situación de no querer saber, pero
no obstante presta su colaboración, se hace acreedor a las consecuencias penales que
se deriven de su antijurídico actuar (SSTS 1372/2009 de 28.12; 1257/2009, de 2.12)
(…) Por tanto el único dolo exigible al autor es el derivado de la existencia de datos o
indicios bastantes para poder afirmar el conocimiento de la procedencia de los bienes
de un delito grave, incurriendo en responsabilidad incluso quien actúa con ignorancia
deliberada (willful blindness), respondiendo en unos casos a título de dolo eventual, y
en otros a título de culpa. Y ello, tanto si hay representación, considerando el sujeto
posible la procedencia delictiva de los bienes y, pese a ello, actúa confiando en que no
se producirá la actuación o encubrimiento de su origen, como cuando no la hay, no
previendo la posibilidad de que se produzca un delito de blanqueo, pero debiendo
haber apreciado la existencia de indicios reveladores del origen ilegal del dinero.
Existe un deber de conocer que impide cerrar los ojos ante las circunstancias
74
ESMERALDA CORRAL PANADERO

sospechosas (SSTS 1611/2005, de 26.12; 31/2006, de 13.1; 1012/2006, de 19.10;


1257/2009, de 2.12. En definitiva en el plano subjetivo, decíamos en STS 974/2012,
de 5.12, no se exige un conocimiento preciso o exacto del delito previo (que, de
ordinario, solo se dará cuando se integren organizaciones criminales amplias con
distribución de tareas delictivas) sino que basta con la conciencia de la anormalidad de
la operación a realizar y la razonable inferencia de que procede de un delito grave
(ahora ya de cualquiera, aunque no sea grave), por ejemplo, por su cuantía, medidas de
protección, contraprestación ofrecida, etc. Así, la STS 1637/2000, de 10.1, destaca que
el único dolo exigible al autor y que debe objetivar la Sala sentenciadora es
precisamente la existencia de datos o indicios bastantes para poder afirmar el
conocimiento de la procedencia de los bienes de un delito grave (STS. 2410/2001 de
18.12), habiéndose admitido el dolo eventual como forma de culpabilidad (SSTS
1070/2003, de 22.7; 2545/2001, de 4.1). Consecuentemente sabía que lo que ella
realizaba, adquirir conjuntamente bienes inmuebles, empresas y negocios mercantiles,
era una forma de sepultar el origen ilícito de los fondos en metálico utilizados en su
compra, la mayor parte de los cuales provenían de cuentas corrientes de las que ella
era cotitular. Y, conociendo el proscrito objetivo pretendido, ella optó por coadyuvar
voluntariamente a tal ocultación. De esta manera actuó con dolo eventual, colocándose
en lo que la jurisprudencia ha denominado situación de ignorancia deliberada: es decir,
la que de quien pudiendo y debiendo conocer la naturaleza del acto o colaboración que
se le pide, se mantiene en una situación de no querer saber (por todas, SSTS 236/2003,
de 17 de febrero; 628/2003, de 30 de abril ; 785/2003 de 29 de mayo; 1257/2009, de 2
de diciembre; y 476/2012, de 12 de junio ). En otras palabras, la Sra. Tomasa Elisa, no
obstante tener consistentes y claras razones de que el dinero que servía para la
adquisición del patrimonio del que devenía cotitular tenía un origen ilícito vinculado a
una irregular recaudación de los tributos por parte de su marido (conocimiento del
peligro concreto jurídicamente desaprobado, que integra el elemento cognitivo del
dolo), decide contribuir a la obtención del resultado pretendido (difuminar el origen
ilícito del dinero) con el desarrollo de una actividad eficaz para ello (aceptando, por lo
tanto, su producción, elemento volitivo del dolo).”

75
LA IGNORANCIA DELIBERADA…

3.Valoración

En mi opinión nuestro Tribunal Supremo ha acogido la fórmula de la ignorancia


deliberada para dar un respuesta a los casos de tráfico de drogas, esencialmente, en los que la
dinámica defensiva de los acusados es la de descargarse de la culpa y para ello dicen no saber
o no tener idea de lo que llevaban, pero en cambio obtienen un beneficio de su actuación, con
lo que su imputación tiene un claro fundamento. El tribunal en pocas líneas se refiere a la
ignorancia deliberada repitiendo su definición clave una sentencia tras otra y ventila las
alegaciones de desconocimiento siempre equiparando la misma al conocimiento. Así la
respuesta siempre es dolosa.

Resulta especialmente significativa la Sentencia de 20 de marzo de 2006, ponente


Bacigalupo, pues por primera vez se hace un crítica a la configuración que ha adoptado el
tribunal a esta figura, no sólo por su delimitación conceptual, sino también por lo
contradictorio de sus pronunciamientos.

II. SU PRESENCIA EN LAS AUDIENCIAS

Estos pronunciamientos del Tribunal Supremo han dado lugar a que se hayan dictado
resoluciones en las distintas Audiencias de España en las que se invoca a esta doctrina para
desestimar defensas en las que los sujetos alegaban desconocer el origen delictivo de sus
conductas, especialmente en casos de tráfico de drogas o blanqueo de capitales.

La figura de la ignorancia deliberada se ha utilizado por las Audiencias para imponer o


confirmar condenas por tráfico de drogas cuando el acusado alega que pese a ser consciente
de que estaba transportando droga, no se representó correctamente la naturaleza de dicha
sustancia o la cantidad poseída, tratando de evitar con esta alegación la respuesta jurídica
agravada que se dispensa tanto a los casos de posesión de “drogas duras” como de tenencia de

76
ESMERALDA CORRAL PANADERO

cantidad de notoria importancia. En tal sentido hay un precedente localizado en la SAP de


Valencia, nº 143/2001, de 21 de mayo, ponente Castellano Rusell103, en la que se indica:

“Es preciso recordar que la doctrina legal al respecto proclama desde bases
analíticas puramente lógicas la inclusión de tales supuestos dentro del dolo del agente,
pues este, si tiene alguna duda sobre la droga que transporta, no obra por error o
ignorancia, sino que aceptando la diversidad (droga que cause o no daño) con
indiferencia, sin procurar conocer la sustancia que lleva. Se trataría de ignorancia
deliberada, plenamente inmersa dentro de la modalidad de dolo eventual”.

Esta primera resolución parece alinearse en los pronunciamientos originarios de la


Sala Segunda, al utilizar la situación de ignorancia deliberada como indicio a partir del cual
puede sostenerse que el acusado obró aceptando o al menos siéndole indiferente la posible
concurrencia de un determinado elemento típico104.

Así ha seguido haciéndose por las Audiencias y encontramos la SAP de Madrid, nº


362/2012, de 14 de septiembre, ponente Luis Carlos Pelluz Robles, en la que se condena por
un delito de tráfico de drogas, estamos ante un supuesto en que se acusa a Adelina de un
delito de tráfico de drogas por ser interceptada en el aeropuerto de Madrid con un maleta en
cuyo interior había tres paquetes de café con contenido de grandes cantidades de cocaína. En
su argumentación el tribunal cita expresamente esta figura:

“Señala el Tribunal que la propia acusada ha reconocido que era suya la


maleta, y si bien ha negado tener conocimiento de su contenido, todo indica lo
contrario, pues el peso bruto de la droga era de quince kilogramos, con lo que era
fácilmente detectable que algo debía de contener para incrementar el peso de la
maleta. Es evidente que era conocedora de esta circunstancia, al menos por el
mecanismo del dolo eventual, pues la forma en que traía oculta la sustancia acredita un
conocimiento del contenido o al menos la ignorancia deliberada, y no existe la

103
RAGUÉS I VALLÉS, R., La ignorancia deliberada en Derecho Penal, Op.cit, p.50.
104
Ibídem, p.51.

77
LA IGNORANCIA DELIBERADA…

impunidad en los casos de ignorancia deliberada. Esta Sala ya ha declarado con


reiteración la teoría de la ignorancia deliberada sobre la naturaleza de la droga. En este
sentido, hemos declarado (entre otras en STS 97/2007, de 12 de febrero, EDJ
2007/7317), que respecto a ese desconocimiento, el Tribunal a quo no hace más que
seguir la doctrina jurisprudencial acerca del dolo eventual, y la teoría del asentimiento,
de modo que incumbe a quien lleva a cabo una acción el despejar las dudas que
puedan surgir acerca de la verdadera naturaleza y contornos de su misma estructura.
En otras palabras: quien se pone en situación de ignorancia deliberada , sin querer
saber aquello que puede y debe saber, está asumiendo y aceptando todas las
consecuencias del ilícito actuar en que voluntariamente participa”.

También encontramos esta argumentación para otros casos y merece destacar la SAP
nº 619/2011, de 31 de mayo, siendo el ponente Alberto Molinari López-Recuero, se acude a la
figura de la ignorancia deliberada curiosamente para un caso de robo con fuerza en las cosas
en casa habitada ( pocos precedentes hay donde se aplique esta doctrina para estos casos ). En
concreto, dos sujetos, Roque y Cristóbal, con ánimo de obtener un enriquecimiento
patrimonial y puesto de común acuerdo saltan la verja de una finca y después de romper la
ventana roban una serie de útiles como un televisor y otros elementos electrónicos.

En la sentencia se hace una exposición detallada de esta figura y me parece muy


oportuno incorporarla en este apartado, pues resume de manera exhaustiva toda la idea que se
ha venido expresando en páginas precedentes. Especialmente porque en su argumentación la
Audiencia explica qué es la ignorancia deliberada y hace un desarrollo del concepto
apuntando sus pros y contras:

“El recurrente declaró en sala que desconocía la ilícita procedencia del


televisor. No le resultó extraño que se lo vendieran por ese precio. Pensaba que lo
había sacado de su casa, porque se mudaban. Creía que costaba 120 Eur.. Era
consciente de que compraba algo más barato. Lo vendía por la urgencia de mudarse.

Pues bien, al respecto, la jurisprudencia de la S2ª TS (S 57/2009, 02-02 EDJ


2009/16834), desde la STS 1637/2000, 10 de enero EDJ 2000/441, ha venido
sosteniendo que quien se pone en situación de ignorancia deliberada, es decir no
78
ESMERALDA CORRAL PANADERO

querer saber aquello que puede y debe conocerse, y sin embargo se beneficia de esta
situación, está asumiendo y aceptando todas las posibilidades del origen del negocio
en el que participa, y por tanto debe responder de sus consecuencias. Esta idea ha
venido reiterándose en otros muchos pronunciamientos de los que las SSTS 446/2008,
9 de julio EDJ 2008/128086 ; 464/2008, 2 de julio EDJ 2008/128072; 359/2008, 19 de
junio EDJ 2008/97502; y 1583/2000, 16 de octubre EDJ 2000/39230 , no son sino
elocuentes ejemplos. Tampoco falta algún pronunciamiento que reacciona frente a lo
que considera una contradictio in terminis, pues tales expresiones -ignorancia
deliberada o de ignorancia intencional- no resultan ni idiomática ni conceptualmente
adecuadas, dado que si se tiene intención de ignorar es porque, en realidad, se sabe lo
que se ignora. Nadie puede tener intención de lo que no sabe (cfr. STS 797/2006, 20
de julio EDJ 2006/311712) la experiencia ofrece numerosos ejemplos en los que se
producen verdaderas situaciones de ignorancia deliberada. Son casos en los que el
autor, pese a colmar todas las exigencias del tipo objetivo, ha incorporado a su
estrategia criminal, de una u otra forma, rehuir aquellos conocimientos mínimos
indispensables para apreciar, fuera de toda duda, una actuación dolosa, si quiera por la
vía del dolo eventual. De esa manera, se logra evitar el tratamiento punitivo que el CP
reserva a los delincuentes dolosos, para beneficiarse de una pena inferior, prevista para
las infracciones imprudentes, o de la propia impunidad, si no existiera, como sucede
en no pocos casos, una modalidad culposa expresamente tipificada.

De lo que se trata, en fin, es de fijar los presupuestos que permitan la punición


de aquellos casos de ignorancia deliberada en los que se constate la existencia de un
acto de indiferencia hacia el bien jurídico que sugiera la misma necesidad de pena que
los casos de dolo eventual en su sentido más estricto.

Para ello sería necesaria la concurrencia de los siguientes requisitos:

1º.- Una falta de representación suficiente de todos los elementos que definen
el tipo delictivo de que se trate. Esa falta de representación, si es absoluta, nunca podrá
fundamentar la imputación subjetiva a título de dolo. Los supuestos abarcados estarán
relacionados, de ordinario, con la conciencia de que se va a realizar, con una u otra
aportación, un acto inequívocamente ilícito. La sospecha puede incluso no llegar a

79
LA IGNORANCIA DELIBERADA…

perfilar la representación de todos y cada uno de los elementos del tipo objetivo, al
menos, con la nitidez exigida de ordinario para afirmar la concurrencia del elemento
intelectual del dolo. Sin embargo, sí ha de ser reveladora de una grave indiferencia del
autor hacia los bienes jurídicos penalmente protegidos, pues, pese a representarse el
riesgo que su conducta puede aparejar, no desiste del plan concebido.

2º.- Una decisión del sujeto de permanecer en la ignorancia, aun hallándose en


condiciones de disponer, de forma directa o indirecta, de la información que se
pretende evitar. Además, esa determinación de desconocer aquello que puede ser
conocido, ha de prolongarse en el tiempo, reforzando así la conclusión acerca de la
indiferencia del autor acerca de los bienes jurídicos objeto de tutela penal.

3º.- Un componente motivacional, inspirado en el propósito de beneficiarse del


estado de ignorancia alentado por el propio interesado, eludiendo así la asunción de los
riesgos inherentes a una eventual exigencia de responsabilidad criminal.

Esto así, el Magistrado-Juez de instancia, para fundamentar una sentencia


condenatoria por el delito de receptación, ha tenido en cuenta, de un lado, el
reconocimiento del propio apelante de que estaba adquiriendo un televisor por un
precio más barato. De otro, el acusado Roque declaró que le habían contado cómo
obtuvieron tal electrodoméstico. Por último, por la desproporción existente entre el
precio de compra en la tienda por 399 Eur., y el de 80 Eur, pagado un año después”.

Finalmente fueron condenados por delito continuado de robo en casa habitada.

Encontramos que las Audiencias hacen un tratamiento de esta figura siguiendo la idea
doctrinal aportada por el Tribunal Supremo, así acuden a ella para argumentar los fallos con la
intención de aportar un pronunciamiento convincente al hilo de establecer una equiparación
con el dolo.

III. AUDIENCIA NACIONAL

La doctrina de la ignorancia deliberada también es una herramienta a la que acude la


Audiencia Nacional para dictar los pronunciamientos en aquellos delitos para los que resulta
80
ESMERALDA CORRAL PANADERO

competente. Se mantiene la tendencia para delitos de drogas y blanqueo de capitales,


siguiendo la dinámica de las Audiencias y el Supremo. Así encontramos:

Para casos de tráfico de drogas, por ejemplo la SAN 20/2010, de 8 de junio, ponente
Guillermo Ruiz Polanco, en la que se condena a unos sujetos, a Ildefonso, Ricardo, Sebastián
y Pedro Enrique, en calidad de coautores de un delito contra la salud pública por tráfico de
sustancia estupefaciente:

“ Ha de reputarse probado que todos los acusados conocían sobradamente o


debieron conocer que la cantidad de droga a transportar era notable, sin que quepa
hablar de ignorancia o de error de tipo y de prohibición en cuanto el criterio a utilizar
es el de la posibilidad del sujeto de informarse, de modo que cuando tal información se
presenta como de fácil acceso, no se trata ya propiamente de que la ignorancia o el
error sean vencibles o invencibles, sino de cuestionar su existencia, siendo así que no
se requiere que el agente tenga seguridad respecto de un proceder antijurídico,
bastando su conciencia de una alta probabilidad de antijuridicidad, lo que ha de
estimarse similar al dolo eventual, siendo irrelevante el error sobre la calificación
jurídica, de modo que, en fin, las acreditadas relaciones y comunicaciones entre los
acusados en actividades que hemos calificado de favorecedoras, conlleva la necesaria
conclusión ya expresada de que todos conocieron o debieron conocer, pues pudieron
hacerlo con extrema sencillez, la muy relevante cantidad de haschish destinada a
penetrar en España, pudiendo hablarse de ignorancia deliberada”.

Para casos de blanqueo de capitales, se pronuncia la Audiencia en SAN 8/2011, de 2


de marzo, ponente Ramón Sáez Valcárcel. En este caso se condena a Pedro Enrique como
autor de un delito de blanqueo de capitales:

“Sobre el elemento subjetivo del tipo, identificado por las expresiones «a


sabiendas» o «sabiendo», no basta la mera sospecha, sino que es precisa la certeza
sobre dicho origen. Como establecen las sentencias del TS de 15 de marzo de 2006
EDJ 2006/37288 y de 19 de enero de 2005 EDJ 2005/4963, la prueba de conocimiento
del delito de referencia es un dato subjetivo, lo que le convierte en un hecho que dada

81
LA IGNORANCIA DELIBERADA…

su estructura interna sólo podría verificarse, salvo improbable confesión, por prueba
indirecta o indiciaria. La jurisprudencia citada precisa que no se exige un dolo directo,
bastando el eventual, o incluso situarse en la situación de ignorancia deliberada. En
esta posición se encuentra quien pudiendo, y debiendo, conocer la naturaleza del acto
o colaboración que se le pide, sin embargo se mantiene en situación de no querer
saber, pero, no obstante, presta su colaboración, y por ello se hace acreedor a las
consecuencias penales que se deriven de su antijurídico actuar. D. Pedro Enrique
administró los fondos que recibía desde el extranjero, procedentes de graves delitos,
colocándolos en cuentas corrientes y productos financieros a nombre de sociedades
panameñas, distintas de las remitentes, y finalmente también en inversiones
inmobiliarias, en las que él mismo participaba, con todo ello contribuía a ocultar el
origen y propiedad de los fondos, al tiempo que facilitaba su uso a D. Gervasio,
miembro de una organización criminal, radicada en EEUU. Este comportamiento lo
llevó a cabo sabiendo que esos fondos no podían tener otro origen que actividades
delictivas, pero colocándose en la posición de ignorancia deliberada, sin querer saber
los delitos de que se podía tratar, y como podía y debía haberlo esclarecido antes de
prestar su consentimiento para realizar estos hechos, y haber exigido toda la
información sobre los negocios de su primo, en lugar de mantenerse “sin tener ni
remota idea”, es acreedor de las consecuencias jurídicas que se derivan”.

También es merecedora de destacar, para un caso de blanqueo de capitales, la SAN


19/2012, de 6 de marzo, ponente Manuela Fernández Prado. La Audiencia Nacional condena
a ocho de los once acusados como autores de un delito de blanqueo de capitales con la
atenuante de dilaciones indebidas:

“El blanqueo de dinero exige un elemento subjetivo que consiste en tener la


certeza del origen, no es necesaria la existencia de un dolo directo sino que basta uno
eventual o situarse en ignorancia deliberada. La participación de los acusados en los
hechos es diferente, puesto que va desde la jefatura de la organización, la de encargado
de la misma, la participación consistente en ser socio de las sociedades constituidas
para blanquear el dinero o bien facilitar el blanqueo en sociedades propias o asesorar a
las sociedades constituidas”.

82
ESMERALDA CORRAL PANADERO

Por lo expuesto se observa que la línea que mantiene la Audiencia Nacional sigue la
idea apuntada por el Tribunal Supremo. En la mayoría de sus resoluciones se inclina por
reconducir los casos de tráfico de drogas o blanqueo de capitales, al ser los delitos idóneos
para esta figura, a la imputación dolosa. Estos supuestos siempre tendrán una sanción,
conforme a lo establecido en el código penal, equiparable a la actuación de sujetos que
cumplían todos los elementos volitivos y cognoscitivos, fundamentalmente, del dolo.

83
ESMERALDA CORRAL PANADERO

CAPÍTULO V. LA IGNORNACIA DELIBERADA: MI PROPUESTA

Lo hasta ahora expuesto induce a pensar que en nuestro actual sistema penal hay un
problema de encaje de la figura de la ignorancia deliberada, o si se prefiere una laguna legal,
al encontrarse con lo que parece un escalón intermedio de imputación entre dolo e
imprudencia.

A lo largo de este capítulo se tratará de responder al interrogante que el presente


trabajo lleva por título; La ignorancia deliberada: ¿Una figura autónoma de imputación
subjetiva en derecho penal?, en la medida en que se abordarán las distintas alternativas de
imputación que presentan estos casos y se tratará de buscar el lugar que en nuestro actual
sistema de imputación puede tener esta figura, como forma autónoma de imputación, para
resolver las dudas que se plantean ante los casos de ignorancia deliberada stricto sensu, ya
que no tienen cabida en ninguna de las formas previstas.

Desde su precedente jurisprudencial del año 2000 ésta ha sido invocada


reiteradamente por los tribunales para casos dudosos en los que el sujeto no cumple todas las
exigencias penales. El Tribunal Supremo siguiendo la doctrina angloamericana de la willfull
blindness, entiende que ante los supuestos en los que el desconocimiento se debe a la voluntad
del actor la solución debe estar en el dolo. Pero es conveniente que recordemos que ni se está
actuando con conocimiento y voluntad absoluta (dolo), ni se está llevando a cabo una
conducta alejada del buen mandato del hombre medio ideal que actúa de forma prudente y
cuidadosa con la norma, social o profesional, que le orienta su actuar (imprudencia). Nos
encontramos ante supuestos en los que el sujeto se ha posicionado en un desconocimiento por
diversas razones, y es la motivación un elemento clave para orientar esta figura hacia el dolo o
la imprudencia.

85
LA IGNORANCIA DELIBERADA…

En las páginas siguientes se analizarán cada uno de los posibles casos de ignorancia
deliberada y se tratará de fundamentar si efectivamente la equiparación al dolo que sigue el
Supremo es la solución más correcta o por el contrario existirían otras posibilidades.

I. CASOS POR EXCELENCIA DE IGNORANCIA DELIBERADA

a) El administrador ignorante

Estamos ante el supuesto en el que un acusado llamado Fernando atraviesa


importantes dificultades económicas, casualmente coincide con un conocido en un bar quien
le propone un negocio: asumir el cargo de administrador de una sociedad y ante notario
efectuar la venta de una serie de inmuebles que eran activos de la sociedad, a cambio de una
cantidad de dinero importante. Aunque Fernando sospecha que esta mercantil puede estar
realizando actividades ilícitas, pero sin que su sospecha alcance a ningún delito en particular,
decide aceptar, sin hacer más preguntas ni averiguaciones, que le aclaren el sentido de la
operación que finalmente resulta ser un acto de insolvencia punible de la empresa 105.

Este es un supuesto que se resolvió por el Tribunal Supremo en STS de 10 de


noviembre de 2006 con variantes106.

El delito de insolvencia punible tipificado en los art 257 a 261 del CP, requiere un
ánimo de insolventar, es decir, que en el momento de acudir al notario el sujeto pretendiera
vender los bienes de forma fraudulenta con la clara intención de perjudicar a los acreedores, y
por ello se hiciese una representación clara de la contribución a insolventar, no bastando una
mera sospecha. Es importante que tengamos en cuenta que en derecho penal la culpabilidad
excluye cualquier móvil del sujeto, por lo que carece de relevancia si el sujeto realiza la
acción por hacer un favor o beneficiar a su amigo, lo relevante es si cuando realiza la acción
comprendía el alcance de la norma prohibitiva y si era capaz de actuar conforme a esa

105
Ejemplo tomado de RAGUÉS I VALLÉS, R., La ignorancia deliberada en Derecho Penal, Op.cit, p.110 con
variantes mías.
106
Sentencia en la que es ponente Martínez Arrieta. Obtenida de la base de datos del Tribunal Supremo
CENDOJ.
86
ESMERALDA CORRAL PANADERO

comprensión y a tal efecto, a esa conclusión se llega cuando se constata que el imputado guió
su conducta a la realización del tipo penal o si no quiso indagar, pudiendo hacerlo, sobre el
contenido de su conducta, asumiendo los resultados que pudieran producirse107.

De acuerdo con los planteamientos que mayoritariamente entienden que sin


conocimiento de los elementos del concreto tipo penal no cabe hablar de dolo, la conducta
debería ser considerada irrelevante penalmente al no ser punible la comisión imprudente de
este delito.

Así no me muestro a favor de la equiparación que en esta sentencia hace el TS al dolo


eventual, pues este sujeto no tenía los conocimientos necesarios para que su conducta pudiese
abarcar el dolo, sin embargo creo que no merece la impunidad, pues ciertamente la sospecha
de la ilicitud de su hecho no debe quedar sin una respuesta penal. Ya que esta situación es
diferente de aquella que supone un error de prohibición al creer que no se está cometiendo
irregularidad alguna, que en tal caso si cabe aplicar la impunidad. Aquí se está actuando con
ignorancia deliberada y por lo tanto el sujeto merece la sanción penal.

b) “’No querer saber los detalles ”

Estamos ante un supuesto en el que el director general de una gran compañía da


indicaciones a sus empleados para que alcancen grandes objetivos y sólo le informen del
resultado exitoso del mismo sin dar ningún tipo de información de cómo se ha conseguido.
Para ello crea una serie de puestos de trabajo de rango inferior cuya función sea la filtración
de esta información y evitar que los detalles de supuestas operaciones ilícitas lleguen al
superior. De esa manera ante la posible consecución de delitos, ejemplo de cohecho, por los
empleados para alcanzar estos fines propuestos el jefe no podrá hacer nada pues desconocerá

107
STS de 10 de noviembre 2006 argumento dado para desestimar la impugnación en el fundamento de derecho
noveno.

87
LA IGNORANCIA DELIBERADA…

su ilicitud por la creación de este entramado que le proporcione un claro desconocimiento de


irregularidades108.

En este caso resulta imposible considerar al jefe responsable de ilícito penal alguno,
porque nunca ha tenido conocimiento de que se estaba realizando, por lo que no se le puede
castigar ni por acción ni por omisión. Y de nuevo se vuelve a plantear la misma cuestión
anterior ya que si aplicamos los criterios de imputación subjetiva más estrictos la solución
más correcta sería la impunidad, pero teniendo en cuenta que este sujeto se ha puesto es esta
situación de desconocimiento para precisamente eludir toda responsabilidad penal, la solución
está en la ignorancia deliberada.

c) El alcalde firmante

En un municipio la competencia para imponer las sanciones por infracciones de tráfico


corresponde al alcalde. Sin embargo en la práctica, éste se dedicaba a estampar su firma
rutinariamente sin lectura previa, en las resoluciones que le van preparando sus subordinados,
quienes conocen los detalles de cada expediente. En una ocasión, el alcalde estampa su firma
en una resolución sancionando a un ciudadano que no había cometido ninguna infracción,
pero un funcionario había introducido estos impresos por querer jugarle una mala pasada 109.

Estamos ante un delito de prevaricación administrativa del art. 404 del CP, que dice
textualmente “a la autoridad o funcionario público que, a sabiendas de su injusticia, dictare
una resolución arbitraria en un asunto administrativo se le castigará con la pena de
inhabilitación especial para empleo o cargo público por tiempo de siete a diez años.” En este
caso se exige un elemento subjetivo específico con la expresión a sabiendas lo que plantea
aún mayores dificultades para poder condenar al alcalde pues no sólo no tiene dolo, al carecer
del conocimiento del tipo por desconocer que estaba dictando una resolución administrativa

108
Ejemplo tomado de RAGUÉS I VALLÉS, R., La ignorancia deliberada en Derecho Penal, Op.cit., p.111,
con variantes mías.
109
RAGUÉS I VALLÉS, R., La ignorancia deliberada en Derecho Penal, Op.cit., p.112.
88
ESMERALDA CORRAL PANADERO

arbitraria, sino que además no se cumple la exigencia de imputación subjetiva de ciertos


delitos como este en el que se exige un elemento específico de imputación. Se podría entender
que quien es responsable es el funcionario que manipuló la documentación, pero el sujeto
activo de este delito debe ser el funcionario público competente para dictar tal resolución en
tanto que es un acto administrativo cometido en el ejercicio de sus normales funciones, y el
subordinado carece de tal poder, por lo que no sería de aplicación este tipo en su figura. Así la
respuesta de nuevo sería la impunidad.

Con la expresión a sabiendas según la definición que nos proporciona el Diccionario


de la Real Academia entendemos “De modo cierto, a conciencia segura, / con conocimiento y
deliberación110”. Debe entenderse como una expresión referida al grado de conocimiento del
actor que algunos autores entienden como conocimiento pleno y seguro, relacionándolo con el
dolo. Y otros como Quintero Olivares que entienden que este elemento es algo más que un
dolo, consideran que supone una exigencia de especiales elementos subjetivos del injusto,
adicionales al dolo típico. En concreto este autor entiende que la representación del autor
sobre la ilegalidad de la resolución debe ir acompañada de “la conciencia de que se está
adoptando una decisión injusta, ya por serlo intrínsecamente, ya porque se adopta por motivos
ajenos a la función judicial (odio, resentimiento, venganza)111”. Lo que de nuevo vuelve a
recalcar la necesidad de un conocimiento ya sea especial, o con un alto grado de conocimiento
del hecho que se está cometiendo, que sin duda excluye al dolo eventual y la imprudencia
consciente al situarse en un grado mayor de conocimiento y representación de los elementos
objetivos del tipo.

No obstante tanto en la doctrina como en la jurisprudencia existen notables


discrepancias acerca de si estas previsiones legales excluyen la posibilidad de aplicar el dolo
eventual, entre otras razones porque la presencia o ausencia de estos elementos en el tenor de
dichos preceptos no parece explicarse por una decisión político criminal consciente sino por

110
Diccionario de la Real Academia Española, RAE, vigésimo segunda edición.
111
QUINTERO OLIVARES, Comentarios a la Parte Especial del Derecho Penal, Ed. Aranzadi, Pamplona,
1996, p. 1238.

89
LA IGNORANCIA DELIBERADA…

una serie de casualidades históricas o legislativas. Según como se interpreten, estos elementos
subjetivos provocan importantes lagunas de punibilidad, al preverse para unos tipos, pero no
para otros, cuando sin embargo entre todos ellos no existen diferencias valorativas que
justifiquen este dispar tratamiento. Precisamente por estas razones algunos autores entienden
que todas estas expresiones deben interpretarse como sinónimas de dolosas y por tanto
incluyen los casos de dolo eventual112.

Los casos en los que se exija estos elementos subjetivos específicos son los más
complejos de incluir en la ignorancia deliberada pues la propia expresión de cualificación
exige este conocimiento cierto de los elementos y no tanto un desconocimiento provocado, lo
que recalca la responsabilidad subjetiva del sujeto y el mayor encaje en la modalidad dolosa.

d) Prohibido abrir la puerta

Un individuo da instrucciones muy estrictas a sus empleados domésticos para que


nunca acepten ningún tipo de notificación oficial, una orden que se cumple siempre
escrupulosamente. Años después de recibir estas instrucciones una mañana se presenta en la
vivienda un funcionario de correos con un envío oficial y un empleado se niega a abrirle la
puerta. Se trata de una notificación en la que se informa de que el individuo ha sido designado
presidente de una mesa electoral113.

Se plantea en este caso la posible comisión de un delito electoral, la infracción prevista


en el art.143 de Ley Orgánica 5/1985 del Régimen Electoral General que castiga a: “El
Presidente y los Vocales de las Mesas Electorales así como sus respectivos suplentes que
dejen de concurrir o desempeñar sus funciones, las abandonen sin causa legítima o incumplan
sin causa justificada las obligaciones de excusa o aviso previo que les impone esta Ley,
incurrirán en la pena de prisión de tres meses a un año o multa de seis a veinticuatro meses”.

112
RAGUÉS I VALLÉS, R., La ignorancia deliberada en Derecho Penal, Op.cit., p.105.
113
Ibídem, p.113.
90
ESMERALDA CORRAL PANADERO

Cabe plantearse el interrogante que plantea Ramón Ragués 114 ¿merece ser acogida por
los tribunales la alegación de la defensa de este sujeto de que no puede ser condenado porque
actuó sin dolo?

A mi juicio es un claro supuesto de ignorancia deliberada en tanto en cuanto el sujeto


no tuvo el preciso conocimiento a tiempo porque previamente había decidido no tener tal
alcance cognoscitivo. Y por ello debe condenársele por ignorancia deliberada.

e) Responsabilidad de Albert Speer

Alber Speer fue el arquitecto de Hitler y durante la Segunda Guerra Mundial ocupó el
cargo de ministro de armamento en el momento histórico del Tercer Reich donde el régimen
de gobierno era el nacionalsocialista. En los juicios de Nuremberg fue el único de los jerarcas
nazis que mostró arrepentimiento, razón por la cual sólo se le impuso una pena de veinte años
de prisión. Siempre afirmó que no tuvo noticia de la existencia de campos de exterminio y
que pese haber podido indagar su existencia, prefirió no hacerlo. En sus memorias reconoció
haber seguido el consejo que le dio un amigo de que nunca visitara un campo de
concentración ni tampoco quiso preguntar a Hitler.

Este es el caso que resulta más complicado de resultar impune, en tanto que es muy
difícil creer esta versión por la consideración del sujeto y el alto rango administrativo del
régimen que ostentaba. De ahí que su equiparación dolosa sea más correcta.

Todos los casos expuestos presentan un denominador común: en todos el sujeto no ha


contado con los conocimientos que se le exigen en el momento de cometer el hecho, pero
existe una presencia de los elementos objetivos típicos. Esta falta de conocimiento es

114
Ibídem, p.113.

91
LA IGNORANCIA DELIBERADA…

resultado de una decisión previa del sujeto, no de su descuido. Estamos ante los casos
ejemplares de ignorancia deliberada, al no darse la representación suficiente de los elementos
del tipo objetivo ejecutado.

Se plantea un serio problema de encaje de estos casos en el dolo eventual ya que no es


posible constatar en el momento de la ejecución la presencia del grado mínimo de
conocimientos necesario para considerar concurrente esta modalidad de dolo. Pero tampoco
es admisible que estos comportamientos queden en la impunidad.

El planteamiento de la posibilidad de incluir los casos de ignorancia deliberada más


estrictos, como los precedentes, en el concepto de dolo topa con un problema básico. En la
doctrina y en la jurisprudencia española existe unanimidad en que para afirmar que alguien ha
actuado dolosamente, debe haber actuado, como condición indispensable, con cierto grado de
conocimiento acerca de la concurrencia en su conducta de los elementos que configuran el
tipo objetivo115.

II. EL DOLO COMO CONOCIMIENTO

A lo largo de estas páginas se ha recalcado la necesidad del elemento cognitivo para


poder hablar de dolo estableciéndose así una posición a favor de las teorías cognitivas, para
un mayor análisis conviene recordar qué implica esta postura.

Los partidarios de los planteamientos cognitivistas116 del dolo consideran que el


conocimiento es un elemento no sólo necesario, también suficiente para afirmar que alguien
ha actuado de forma dolosa117. Desde esta perspectiva, que en las últimas décadas cuenta con
un creciente número de partidarios, dolo y conocimiento son términos sinónimos, por lo que

115
RAGUÉS I VALLÉS, R., La ignorancia deliberada en Derecho Penal, Op.cit., p.115.
116
Jackobs ha sido el autor más desatacado en estos planteamientos.
117
RAGUÉS I VALLÉS, R., La ignorancia deliberada en Derecho Penal, Op.cit., p.120.
92
ESMERALDA CORRAL PANADERO

los casos de desconocimiento deberán remitirse a la imprudencia o en su defecto quedarán


impunes.

Sin embargo en los casos de ignorancia deliberada, pese a que el sujeto desconoce
ciertos aspectos de la dimensión típica de su conducta, su comportamiento parece merecer una
respuesta más severa que la prevista para la imprudencia y en todo caso no merece acabar en
la impunidad si se trata de una de esas infracciones en las que no se prevé expresamente el
castigo de la modalidad imprudente.

A pesar de lo expuesto el código penal español no exige expresamente este


conocimiento, al proclamar que para castigar una conducta como delito es necesaria, además
de su tipicidad objetiva, la concurrencia de dolo o imprudencia (arts 5 y 10 del CP), pero
ninguno de estos dos artículos contiene la definición de estas dos formas de imputación
subjetiva. El código penal español establece que no existe dolo cuando se produce una
situación de error de tipo (art.14CP), que según sea invencible o vencible, excluye la
responsabilidad penal o da lugar al castigo del hecho como imprudente, por lo que
hablaremos de dolo cuando el sujeto actúa con el conocimiento correcto de que en su
comportamiento concurren aquellos elementos que integran un determinado tipo legal y así se
ha pronunciado el Tribunal Supremo al afirmar que “cuando una persona obra sin error, es
claro que obra dolosamente, pues el dolo se excluye sólo cuando existe un error sobre los
elementos del tipo objetivo”118.

La doctrina y la jurisprudencia mayoritaria en España coindicen en la afirmación de


que la conducta sólo puede castigarse como dolosa si el sujeto ha obrado con determinados
conocimientos119, una base común que comparten tanto las teorías cognitivas como las
volitivas.

118
STS de 31 de diciembre de 1996 ponente Bacigalupo Zapater.
119
RAGUÉS I VALLÉS, R., La ignorancia deliberada en Derecho Penal, Op.cit., p.118.

93
LA IGNORANCIA DELIBERADA…

III. LOS MOTIVOS DEL DESCONOCIMIENTO PARA RAMÓN RAGUÉS

Los autores que en la discusión estadounidense se han ocupado del concepto de


ignorancia deliberada120 otorgan gran importancia a las razones que han impulsado al sujeto
ignorante a no querer saber más. Estableciendo como requisito determinante la motivación del
sujeto. Siguiendo esta línea de argumentación Ramón Ragués ha establecido una acertada
clasificación en relación a los distintos motivos que orientan el actuar de los sujetos que se
encuentran en situaciones de ignorancia deliberada. Así nos encontramos con los siguientes:

1. El sujeto que renuncia a conocer por pereza o para evitarse complicaciones:

El primer supuesto a analizar es la conducta de aquel sujeto que renuncia a conocer


por “mera pereza” o “para evitarse complicaciones”, tal es el caso de un conductor que nota
algo extraño en el sistema de freno de su vehículo y prefiere irse a su casa a descansar en vez
de ir al taller a revisarlo. Este supuesto también recuerda al del nazi Alber Speer 121, quien
prefirió no saber lo que estaba sucediendo porque según su propia versión, así evitaba tener
que abandonar sus responsabilidades al frente del régimen nacionalsocialista y oponerse a los
restantes dirigentes.

Lo más interesante a destacar de este tipo es que se observa cierta indiferencia del
sujeto hacia el interés lesionado, la advertencia del interés lesionado para dicho riesgo no es
motivo suficiente para que el conductor adquiera un conocimiento pleno que le lleve a
eliminar tales factores, en palabras de Ragués 122 se ha antepuesto el bienestar propio a la
integridad de importantes bienes ajenos. Y esta estructura recuerda a la de Alber Speer que
decidió renunciar a conocimientos mayores para evitarse complicaciones.

120
Husak y Callender, fundamentalmente.
121
Mencionado en relación a los casos de ignorancia deliberada stricto sensu. Se encuentra en la página 87 de
este trabajo.
122
RAGUÉS I VALLÉS, R., La ignorancia deliberada en Derecho Penal, Op.cit., p.188.

94
ESMERALDA CORRAL PANADERO

Ambos supuestos tienen en común que el sujeto activo se ha mantenido en la


ignorancia por su propia comodidad, para evitarse complicaciones.

En el supuesto del conductor faltarían algunos elementos para que se pueda valorar el
hecho como una indiferencia grave de la cual se pueda aplicar la pena del dolo. El sujeto
cuenta con una sospecha previa que debía haber resultado suficiente para procurarse mayores
conocimientos, sin embargo su decisión de mantenerse en la ignorancia se desarrolló en un
periodo de tiempo no prolongado, a diferencia del caso de Alber Speer, y no estaba guiada por
un beneficio propio relevante, sino que asumía serios riesgos personales. En cambio, en el
segundo caso, la decisión de no conocer se prolongó durante años, por lo que hay un mayor
grado de desinterés hacia los bienes lesionados. La pasividad mostrada ante los graves
crímenes cometidos merece ser equiparada a los casos de dolo eventual.

2. El sujeto que renuncia a conocer por razones de eficacia

Se trata del caso en el que el sujeto renuncia a conocer por “razones de eficacia”, es
decir, por razones de celeridad administrativa; tal es el ejemplo del alcalde que firma
numerosas resoluciones sin mirar los detalles contenidos en ellas. Si así lo hiciera tendría que
dedicar a este tema toda su jornada laboral, incumpliendo otras múltiples obligaciones.

Aquí tampoco se constata un grado de indiferencia equiparable a los supuestos de dolo


eventual ya que en general no habría ninguna razón para sospechar que exista una resolución
gravemente arbitraria o perjudicial. Tampoco la decisión de mantenerse en el
desconocimiento se prolonga mucho en el tiempo. Por otro lado el sujeto no tiene ningún tipo
de beneficio por su situación de desconocimiento que aconseje la imposición de un castigo
acentuado (doloso).

95
LA IGNORANCIA DELIBERADA…

3. El individuo que renuncia a conocer por no confiar en obtener la información que


precisa

En este supuesto, el sujeto renuncia a investigar por “no confiar en obtener la


información que precisa”. Por ejemplo, el testaferro que acepta el cargo de administrador de
una sociedad a cambio de un precio en dinero y que no realiza averiguaciones acerca de la
sociedad en la que participa y tampoco pregunta al sujeto contratante el objeto social de la
misma ya que está seguro de que no le dirán la verdad.

Aquí podemos decir que el sujeto “cuenta con conocimientos previos que, si bien, no
pueden equipararse al dolo por falta de concreción, habrían llevado a abstenerse de su
comportamiento a cualquier persona decidida a no cometer ninguna ilicitud123”. La decisión
se mantiene durante un periodo de tiempo más bien amplio. Y el sujeto se beneficia
económicamente de esta situación sin asumir ningún riesgo y puede alegar falta de
conocimiento en el caso en el que le exijan ciertas responsabilidades, por tanto parece que
este caso debe ser valorado como de ignorancia deliberada, con la atenuación de pena que
sostengo para estos supuestos, respecto al dolo y agravación respecto a la imprudencia.

4. El sujeto que renuncia a adquirir determinada información para así contar con una
alegación que, llegado el caso, le exonere si comete un ilícito del que deba responder

Un último supuesto sería el del sujeto que renuncia a adquirir determinada


información para así contar con una alegación que le exonere de responsabilidad si llega a
infringir alguna norma o lesionar algún interés valioso socialmente .Así por ejemplo
encontramos el caso del director de una sociedad que dispone de una estructura que impide
que le llegue la información que lo pueda perjudicar. Como en el caso del empleador
doméstico que da claras instrucciones a sus trabajadores para que no acepten ninguna
notificación oficial.

123
RAGUÉS I VALLÉS, R., La ignorancia deliberada en Derecho Penal, Op.cit., p.190.

96
ESMERALDA CORRAL PANADERO

Este es un ejemplo claro de indiferencia grave equiparable al dolo por existe una
sospecha o conocimientos iniciales que justifican la decisión de no querer informarse acerca
de determinadas cuestiones vinculadas con ciertos deberes legales o posibles actuaciones
ilícitas y además el tiempo en el que el sujeto se mantiene en esta situación de
desconocimiento es prolongado y asimismo obtiene ventajas de ello, dado que tiene la
alternativa de alegar dicha ignorancia en el caso de que le exijan responsabilidad por sus
actos.

Podemos concluir entonces que existen casos de ignorancia deliberada que deben ser
tratados, a efectos punitivos, como casos de dolo. Sólo cuando se cumpla la definición
apuntada por Ramón Ragués:

“El sujeto que realiza una conducta objetivamente típica sin representarse que
concurren en ella los concretos elementos de un tipo legal, pero sospechando que está
actuando de manera potencialmente lesiva para algún interés ajeno y que, pudiendo
desistir de tal conducta, prefiere realizarla manteniéndose deliberada o
conscientemente en una ignorancia prolongada en el tiempo como medio para obtener
algún beneficio, sin asumir riesgos propios ni responsabilidades, muestra un grado de
indiferencia hacia el interés lesionado no inferior al del delincuente doloso-eventual y,
en términos preventivos, merece la misma pena que éste”124.

No existe impedimento alguno en castigar como dolosas las realizaciones típicas


cometidas en este supuesto.

Por otro lado, no es necesario recurrir a la estructura de la actio libera in causa (con
este concepto se definen el conjunto de situaciones en las que un sujeto lesiona o intenta
lesionar un bien jurídico en un estado o situación que impide la imputación de responsabilidad
penal, pero habiendo provocado él mismo, dolosa o imprudentemente ese estado

124
RAGUÉS I VALLÉS, R., La ignorancia deliberada en Derecho Penal, Op cit., pp.192-193.

97
LA IGNORANCIA DELIBERADA…

defectuoso)125 para resolver los aparentes problemas de legalidad que plantean estas
situaciones, por la razón de que en estos supuestos el dolo se halla presente en el mismo
momento de la realización típica y por tanto no hay laguna que colmar por medio de esta
estructura. No son casos de dolus antecedens ni tampoco de dolus subsequens, pues el dolo
está presente en el mismo momento de realizar el tipo.

1. Delitos que contienen la expresión “a sabiendas”

En esta categoría se encuentran los delitos que exigen un elemento subjetivo


cualificado. Son los casos que más problemas plantean de imputación en relación con la
ignorancia deliberada.

Cuando el código exige que el sujeto tenga el conocimiento de circunstancias típicas


en particular no parece que esté sobrepasando el tenor literal de esta exigencia si dentro del
término conocimiento se incluye la mera representación.

Como se expuso en páginas anteriores, en relación con la actuación del alcalde y el


delito de prevaricación administrativa, debemos partir de la posición que entiende que “a
sabiendas” exige en el sujeto un conocimiento cierto y no meramente eventual de los
elementos objetivos del tipo, lo que supone que los casos en los que se dan desconocimientos
provocados por el sujeto, casos de ignorancia deliberada, deben equipararse al dolo, en lo
referente a la respuesta penal, sin embargo esta solución no está exenta de polémica, en tanto
en cuanto el concreto fenómeno psíquico viene exigido en el propio texto legal y no es tan
sencillo como los supuestos de ignorancia deliberada más estrictos. La única solución por el
momento es la equiparación a los supuestos de dolo, pero de nuevo se vuelve a plantear la
existencia de una laguna punitiva ante los casos de ignorancia deliberad en los que el tipo
requiera elementos subjetivos específicos.

125
ALCÁCER GUIRAO, R., Actio Libera in causa dolosa e imprudente. La estructura temporal de la
responsabilidad penal, Atelier Libros Jurídicos, Barcelona,2004, p.21.
98
ESMERALDA CORRAL PANADERO

2. Atenuación de la pena para el dolo eventual

La Sala segunda se refiere al concepto de ignorancia deliberada y al de dolo en un


plano de igualdad sin embargo sus requisitos conceptuales y su ámbito de aplicación no
coinciden. Esto es así porque el Tribunal Supremo toma el camino trazado por la
jurisprudencia angloamericana. Pero debemos distinguir que el dolo directo y el dolo eventual
son modalidades de dolo que pueden apreciarse siempre que la ley se refiera al dolo en
general, por eso tienen un mismo tratamiento punitivo, mientras que las modalidades de
imputación subjetiva del common law, recordemos que el dolo directo y el eventual vienen a
ser el knowledge y la recklessness gozan de autonomía entre sí126.

Es interesante mencionar la idea apuntada por ciertos autores para encajar una pena
atenuada al dolo eventual. Estos autores127 sostienen que el juez debe dispensar un tratamiento
más benigno a los casos de dolo eventual, en comparación a los casos de dolo directo de
primer o segundo grado que se justifica por la mayor proximidad del dolo eventual a la
imprudencia. Sin embargo esto plantea un problema de lege lata, es decir, de ley vigente,
pues hay una falta de coherencia del legislador en la fijación de los marcos penales del delito
doloso y del imprudente, estableciendo para unos casos saltos importantes entre los
respectivos marcos penales de ambas modalidades delictivas y en otros casos delictivos se
asignan marcos penales contiguos e incluso superpuestos. Tomaré como ejemplo el citado por
Ramón Ragués128 entre los respectivos marcos penales del homicidio doloso y el imprudente,
art. 138 y 142 respectivamente del CP, existe una diferencia de pena de 6 años, mientras que
en el delito contra el medio ambiente doloso o imprudente, art. 325 y 331 del CP), no hay
salto ya que la pena del segundo es la inferior en grado a la del primero, o delitos contra la
salud pública donde se contempla la modalidad imprudente en el art 367 y la dolosa en el 359,
donde se vuelve a seguir el último criterio (pena inferior en grado) Para el primer grupo donde
se busca la protección de bienes jurídicos eminentemente personales, el criterio que utiliza el
legislador es beneficiar a las comisiones imprudentes, sin embargo en los segundos al ser

126
RAGUÉS I VALLÉS, R., La ignorancia deliberada en Derecho Penal, Op.cit., p.96.
127
RAGUÉS I VALLÉS, R., El dolo y su prueba en el proceso penal, Op.cit., p.50-51.
128
En nota al pie RAGUÉS I VALLÉS, R., La ignorancia deliberada en Derecho Penal, Op.cit., p.108.

99
LA IGNORANCIA DELIBERADA…

tipos en los que la función de prevención y de política criminal tiene más sentido explican que
el delito imprudente se castigue más severamente. Sin embargo no hay un criterio claro que
permita adivinar la razón de tal diferencia de penalidad. Por lo que la actual regulación induce
a confusión129.

Me muestro a favor de la valoración sostenida por Ramón Ragués i Valles quien


considera que la Sala Segunda debería reconsiderar la doctrina que ha ido sentando en los
últimos años y eliminar de sus resoluciones la idea de la ignorancia deliberada como sustituto
automático del conocimiento a efectos de fundamentar una condena por delito doloso, pues
hay cierto riesgo de que los tribunales adapten esta doctrina a sus conveniencias y la acaben
utilizando como un subterfugio para eludir sus deberes de motivación en lo que respecta a la
prueba del conocimiento en la que se basa la aplicación de la figura del dolo eventual130.

IV. PROPUESTA DE LEGE FERENDA

Los textos legales sólo toman como atribución subjetiva el dolo o la imprudencia131.
La configuración actual del sistema de imputación resulta insuficiente por ello es necesario
que se tenga en cuenta la posibilidad de llevar a cabo una reformulación. La solución podría
estar en la equiparación de la ignorancia deliberada al tratamiento que se apunta en derecho
angloamericano para la recklessness, pero estableciendo diferencias pues la ignorancia
deliberada no es una actuación conscientemente arriesgada 132. Así incorporar una tercera
figura, sólo para los supuestos apuntados como casos por excelencia de Ignorancia
Deliberada, que no sea una mera extensión del dolo, que es lo que se ha venido haciendo para
intentar encajar figuras delimitadoras de dolo e imprudencia133. La ignorancia deliberada no
sería una nueva forma de dolo, sino una nueva escala en el tipo subjetivo con una pena más

129
Ver SANZ-DÍEZ DE ULZURRUN LLUCH, M., El dolo y la imprudencia en el Código Penal español.
Análisis legal y jurisprudencial, Op.cit., pp. 203 y ss.
130
RAGUÉS I VALLÉS, R., La ignorancia deliberada en Derecho Penal, Op.cit., pp.101-102.
131
En alguna sentencia el Tribunal Supremo español se ha mostrado partidario de crear un tercer título de
imputación, ejemplo STS de 25 de octubre de 1991, ponente Montero Fernández –Cid en la que se afirma: “sería
conveniente que en el futuro la figura del dolo eventual tuviera un tratamiento legislativo de carácter específico
intermedio entre el dolo directo y la culpa consciente”.
132
Definición aportada por DIAZ PITA, M, en EL dolo eventual, Op.cit., p.258.
133
DIAZ PITA, M., El dolo eventual, Ibídem, p. 257.
100
ESMERALDA CORRAL PANADERO

débil que el dolo pero más grave que la imprudencia. Si bien es cierto estas comisiones en las
que se actúa bajo la figura de la ignorancia deliberada son excepcionales, por lo que debe
considerarse esta propuesta desde la característica de la excepcionalidad.

Es necesario destacar la principal crítica apuntada por María del Mar Díaz Pita pues si
incorporamos la recklessness como tercera forma de imputación se estaría perdiendo la figura
de la imprudencia consciente134, ya que desde el punto de visto psicológico se entiende que
hay imprudencia consciente cuando aun no queriéndose causar la lesión, se advierte su
posibilidad y sin embargo se actúa, cuestión que es equiparable en definición a la recklessness
pues se está ante esta figura cuando el sujeto es consciente del concreto peligro de la
realización del resultado y no por ello abandona su comportamiento planeado. El
planteamiento apuntado para la ignorancia deliberada no encuentra este impedimento pues el
concepto es diferente, permitiría que se mantuviesen las distintas formas de imprudencia
atendiendo al criterio psicológico pues el sujeto actúa, especialmente para casos de drogas,
planteándose la posibilidad de transportar drogas pero con desconocimiento real del
contenido, por lo que no estamos ni ante imprudencia consciente ni inconsciente.

La principal ventaja de esta incorporación es que se permitiría a los Tribunales una


pena media y así se sancionarían las participaciones internas del sujeto en el hecho.

Desde luego que esta posición no quedará exenta de críticas pues hay pocos autores
dispuestos a poner en tela de juicio el actual sistema de imputación. Sin embargo creo que es
necesario aclarar que lo que se pretende con esta propuesta no es más que una idea de claridad
al actual sistema en el que las penas pueden dar lugar a resultados muy dispares y es necesario
delimitar el lugar que le corresponde a la ignorancia deliberada.

134
“La equiparación del tratamiento del dolo eventual al de la recklessness sería difícilmente factible. La
introducción de una tercera forma de imputación conllevaría, tanto desde el punto de vista teórico como desde el
práctico la desaparición de la imprudencia consciente”. DIAZ PITA, M, en EL dolo eventual, Op.cit., pp.259 y
260.

101
LA IGNORANCIA DELIBERADA…

La incorporación de un subgrupo de imputación específicamente configurado para los


supuestos de ignorancia deliberada puede encajarse en el actual sistema en el que para los
delitos contra la salud pública no existen saltos de penalidad muy altos entre casos de dolo e
imprudencia, sino que por el contrario al dolo y la imprudencia les dista una pena inferior en
grado de la segunda forma de imputación respecto de la primera. Esto es así pues obedece a
un criterio de prevención, en la medida en que queda justificada la mayor penalidad del dolo
como se apuntó en el capítulo I. Y es que esta figura debe establecerse sobre todo para este
tipo de delitos por ser los casos en los que con mayor frecuencia los autores se posicionan en
esta situación de desconocimiento provocado. Y da lugar a supuestos dudosos.

Además puede responder al principio de proporcionalidad en la medida en que deben


entenderse como formas de imputación graduables en distintos niveles dentro de una misma
escala , estableciéndose un escalón intermedio entre ellos que se la figura de la ignorancia
deliberada, pero diferenciando claramente el sistema punitivo para el dolo, la ignorancia
deliberada y la imprudencia. Sin que se establezcan saltos entre ellos, sino graduando estos
distintos niveles dentro de una misma escala es que la imputación subjetiva.

Sin embargo como se establece en el título de ese apartado esta es una posición de lege
ferenda que actualmente resulta inviable ante la regulación bipartidista entre dolo e
imprudencia sin bien respondiendo a la función de prevención de derecho es necesario que el
ordenamiento se adecúe a las nuevas formas de criminalidad y en ese punto se incluye la
ignorancia deliberada como argumento que es utilizado para la descarga de responsabilidad de
los infractores, en especial para delitos de tráfico de drogas.

102
CONCLUSIONES

El estudio en profundidad de la figura de la ignorancia deliberada nos lleva a


plantearnos la existencia de una laguna legal, especialmente si tomamos la perspectiva de que
el dolo exige conocimiento, como conditio sine qua non para afirmar que un comportamiento
ha sido doloso, ya que para los casos en los que el elemento cognoscitivo no está presente la
única respuesta que admite la ley es la impunidad o la condena imprudente, únicamente si el
tipo regula esta versión.

En nuestro actual sistema encontramos un problema para considerar que las


actuaciones en las que el sujeto es desconocedor de conocimiento de forma deliberada deben
equipararse, como establece nuestro Tribunal Supremo al dolo, sobre todo en los supuestos en
los que el sujeto consigue de forma intencionada no alcanzar el mínimo grado de
conocimiento requerido por el dolo al entender que el dolo eventual no resuelve
adecuadamente estas imputaciones (casos de ignorancia deliberada más estrictos). Sin olvidar
las dudas que plantean los tipos legales que exigen una actuación a sabiendas.

Este trabajo parte de la premisa de que estos casos merecen un castigo más grave que
el establecido para la imprudencia, pero no deben llegar al alcance punitivo del dolo. Sin
embargo este castigo no es posible por razones de legalidad, ya que el código exige un
conocimiento que no se da en estos supuestos. Por ello se considera la existencia de una
laguna punitiva. Siguiendo así el planteamiento de autores ya citados como Husak y Callender
quienes constatan este vacío legal en el sistema jurídico estadounidense y Gunther Jakobs
para el ordenamiento alemán.

La ignorancia deliberada debe entenderse como una figura intermedia de imputación


subjetiva en entre el dolo, con sus distintas modalidades, y la imprudencia.
LA IGNORANCIA DELIBERADA…

Si bien en el caso concreto en el que la ignorancia sea consecuencia de una estrategia


para eludir posibles responsabilidades sí se puede admitir esta equiparación al dolo. Sólo
cuando se den todos los requisitos que se exponen a continuación. Estos datos son claves,
deben siempre respetarse y estar presentes para entender que estamos ante un caso de
ignorancia deliberada en el que la pena pueda equiparase el dolo, y así la respuesta penal sea
la misma prevista para la modalidad dolosa:

- Sospecha previa: existencia de un conocimiento inicial que justifique la decisión


de no querer informarse sobre ciertas cuestiones vinculadas a deberes legales o
posibles actuaciones ilícitas.

- Elemento temporal: El tiempo durante el que se mantenga la decisión de no querer


saber debe ser amplio, meses o años.

- Beneficio obtenido: El sujeto obtiene claras ventajas de su desconocimiento. Y sea


precisamente la exoneración de responsabilidad, no tanto económica.

Especialmente debe mantenerse esta posición para los supuestos en los que los actores
se posicionan en estas situaciones para tener garantizada una defensa tan fuerte que les
exonere de toda responsabilidad. Si se admitiese que estos casos, por no reunir los requisitos
de imputación, deberían ser impunes estaríamos ante una injusticia manifiesta. Y además se
correría el riesgo de que todos los potenciales delincuentes viesen por esta vía facilidades para
eludir la pena y se acogiesen a esta modalidad para la comisión de los delitos.

Se pretende desde esta afirmación la salvaguarda de la confianza de los ciudadanos en


el Derecho Penal y en la potestad punitiva del Estado, en la medida en que la sanción penal
pretende el equilibrio social y una convivencia pacífica.

No se puede dar la espalda a las nuevas formas de imputación que nos brinda la
práctica jurídica por lo que se invita a una reflexión en relación con el actual sistema de
imputación subjetiva para la incorporación plena de la Ignorancia Deliberada.

104
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