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No juzgues un libro por su portada, probablemente es de las primeras cosas que aprendí
en la vida. Años después comprendo que esto es inevitable, juzgamos tan pronto está
frente a nuestros ojos, el reto es superar la primera impresión y adentrarse en algo que no
dónde se apilan los libros de autoayuda y superación personal; una portada de paraguas
negros dónde sobresale uno rojo. Esto estuvo a punto de lograr que nunca quisiera saber
de él. Por fortuna, un compañero de clase del cual no recuerdo su nombre, tomó dicho
podríamos llevar el concepto a escena. Nunca llevamos nada al escenario juntos, pero su
lectura resonó en mis oídos toda la tarde. Una lectura de escasos minutos, había llenado
ganas de más.
Por la noche lo tenía entre mis manos y no lo solté hasta la mañana siguiente. Me dejé
llevar por una narrativa filosófica, dividida en diecinueve capítulos de ocho segmentos
cada uno, en torno a diversos temas: los olvidos, las mentiras, los infinitos, las dudas, los
jueves.
Un libro que explora las situaciones cotidianas y las convenciones sociales; defiende y
Pero, al pasar de las páginas, uno se va dando cuenta que la reflexión va mucho más allá.
Sin duda con este libro, se tiene experiencia de reflejarse en las palabras de otro y es ahí
donde surge la universalidad de la condición humana. Hay párrafos que sin duda tocan
una fibra sensible y se reconocen como propios. Acompáñanos siempre de una prosa ágil
y elegante.
Un libro que, muy a pesar de su título te conduce justamente al lado contrario. Ser distinto
no es posible, simplemente nos creemos distinto y el asumir esto puede dar un vuelco a
nuestras vidas.
Recordando mis clases de filosofía de la prepa, pensé en los existencialistas, los dicen
que el bien más alto para el individuo es encontrar su propia esencia y vocación; que es
importante la búsqueda del sentido del ser y su existencia; que hay aspectos del hombre
que no debemos de pasar por alto, como el cuerpo y la situación de cada persona y que
al contrario del aislamiento es mejor participar en una comunidad y que lo más importante
es la libertad, pues en ella radica la dignidad y gracias a ella el ser humano siempre
puede trascender situaciones, aspirar al futuro sin estar determinado por su pasado,
Por todo esto yo diría que, de la Borbolla muestra en su obra un existencialismo explícito,
pues al exponer su vida, expone a un ser en libertad, que vive en sociedad y que rechaza
Cada una de sus historias, deja una reflexión nueva del tema que tenemos enfrente.
Comenzando por los olvidos, él los describe como: "La experiencia más común y
corriente para entender la nada”, ya sean voluntarios o involuntarios, cada uno de ellos
de mi existencia, del paso del tiempo y lo más importante, del paso de los otros. Con esta
conciencia, puedo agradecer por cada uno de mis recuerdos. Y, a pesar de que no todos
entrada ni salida, aquel que solamente dejaremos de ver el día que muramos. El
compromiso que elijo es sólo tomar este laberinto con la mejor actitud posible y con el
Este mundo es un laberinto lleno de silencios, más en la época que atraviesa México, una
época de tristeza, de crimen, de injusticia; donde los silencios de las personas que dicen:
no pasa nada, o de aquellas que ven y no gritan su indignación por miedo, esos silencios
están vociferando ser cómplices con los que hacen sufrir al país. El autor lo describe
como un silencio lleno de ruido y ese silencio cómplice para él y para mí, es de lo más
escandaloso.
Para concluir, todos hemos atravesado algunas muertes a lo largo de nuestra vida. Me
conmueve leer que una persona no debería medirse por el número de años que pasan y
que se van acumulando, sino por el número de muertes dolorosas a las que se ha
un poco más edad de la que tengo y ya es ganancia estar en este mundo escribiendo
estas palabras.