Está en la página 1de 3

Reseña:

La libertad de ser distinto


Óscar de la Borbolla

No juzgues un libro por su portada, probablemente es de las primeras cosas que aprendí

en la vida. Años después comprendo que esto es inevitable, juzgamos tan pronto está

frente a nuestros ojos, el reto es superar la primera impresión y adentrarse en algo que no

causa euforia en un inicio.

La libertad de ser distinto, de entrada, me llevo a la estantería de cualquier Sanborns

dónde se apilan los libros de autoayuda y superación personal; una portada de paraguas

negros dónde sobresale uno rojo. Esto estuvo a punto de lograr que nunca quisiera saber

de él. Por fortuna, un compañero de clase del cual no recuerdo su nombre, tomó dicho

libro, lo abrió y me leyó un fragmento intentando explicar lo que es un laberinto y cómo

podríamos llevar el concepto a escena. Nunca llevamos nada al escenario juntos, pero su

lectura resonó en mis oídos toda la tarde. Una lectura de escasos minutos, había llenado

mi día de nostalgia, de recuerdos, de preguntas. En pocas palabras me había dejado con

ganas de más.

Por la noche lo tenía entre mis manos y no lo solté hasta la mañana siguiente. Me dejé

llevar por una narrativa filosófica, dividida en diecinueve capítulos de ocho segmentos

cada uno, en torno a diversos temas: los olvidos, las mentiras, los infinitos, las dudas, los

jueves.

Un libro que explora las situaciones cotidianas y las convenciones sociales; defiende y

poetiza posturas indefendibles: la desconfianza, la mentira, las adiciones.

Pero, al pasar de las páginas, uno se va dando cuenta que la reflexión va mucho más allá.

Sin duda con este libro, se tiene experiencia de reflejarse en las palabras de otro y es ahí

donde surge la universalidad de la condición humana. Hay párrafos que sin duda tocan
una fibra sensible y se reconocen como propios. Acompáñanos siempre de una prosa ágil

y elegante.

Un libro que, muy a pesar de su título te conduce justamente al lado contrario. Ser distinto

no es posible, simplemente nos creemos distinto y el asumir esto puede dar un vuelco a

nuestras vidas.

Recordando mis clases de filosofía de la prepa, pensé en los existencialistas, los dicen

que el bien más alto para el individuo es encontrar su propia esencia y vocación; que es

importante la búsqueda del sentido del ser y su existencia; que hay aspectos del hombre

que no debemos de pasar por alto, como el cuerpo y la situación de cada persona y que

al contrario del aislamiento es mejor participar en una comunidad y que lo más importante

es la libertad, pues en ella radica la dignidad y gracias a ella el ser humano siempre

puede trascender situaciones, aspirar al futuro sin estar determinado por su pasado,

trazar metas y construir su ser.

Por todo esto yo diría que, de la Borbolla muestra en su obra un existencialismo explícito,

pues al exponer su vida, expone a un ser en libertad, que vive en sociedad y que rechaza

la existencia incierta, aún cuando, en ocasiones, es imposible caer en ella.

Cada una de sus historias, deja una reflexión nueva del tema que tenemos enfrente.

Comenzando por los olvidos, él los describe como: "La experiencia más común y

corriente para entender la nada”, ya sean voluntarios o involuntarios, cada uno de ellos

fue importante en su momento. En mi caso, el recordar mis olvidos, me hace consciente

de mi existencia, del paso del tiempo y lo más importante, del paso de los otros. Con esta

conciencia, puedo agradecer por cada uno de mis recuerdos. Y, a pesar de que no todos

son gratos, recordar jamás es poca cosa.


Él y yo coincidimos en que la vida es el más perverso de los laberintos, ese que no tiene

entrada ni salida, aquel que solamente dejaremos de ver el día que muramos. El

compromiso que elijo es sólo tomar este laberinto con la mejor actitud posible y con el

amor más grande a los que me rodean.

Este mundo es un laberinto lleno de silencios, más en la época que atraviesa México, una

época de tristeza, de crimen, de injusticia; donde los silencios de las personas que dicen:

no pasa nada, o de aquellas que ven y no gritan su indignación por miedo, esos silencios

están vociferando ser cómplices con los que hacen sufrir al país. El autor lo describe

como un silencio lleno de ruido y ese silencio cómplice para él y para mí, es de lo más

escandaloso.

Para concluir, todos hemos atravesado algunas muertes a lo largo de nuestra vida. Me

conmueve leer que una persona no debería medirse por el número de años que pasan y

que se van acumulando, sino por el número de muertes dolorosas a las que se ha

sobrevivido. Personalmente, tomando un poco al pie de la letra estas palabras, yo tendría

un poco más edad de la que tengo y ya es ganancia estar en este mundo escribiendo

estas palabras.

También podría gustarte