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Hace unos años atrás una prestigiosa universidad medica estaba haciendo pruebas de
tolerancia del estrés.
Ellos querían investigar cuánto estrés los seres humanos podían manejar.
Ellos tomaron un cordero y lo pusieron en un corral para que ellos pudieran ver el cordero,
pero él no podía ver hacia afuera.
Estos investigadores colocaron catorce diferentes estaciones de alimentación dentro del
corral.
Entonces los investigadores colocaron electrodos en las estaciones de alimentación.
El cordero salto nerviosamente crispado y aturdido. Comenzó a correr alrededor del corral en
busca de un lugar seguro para comer.
El cordero estaba tan nervioso y ansioso; tenia tanto estrés que tambaleó al centro del corral,
empezó a temblar, le dio un ataque nervioso y murió.
¡Ellos le dieron otro corrientazo al pequeño cordero, de nuevo miró hacia arriba y dijo, “Bah!
¡Bah!” y la madre dijo, “Bah! ¡Bah!” Y el cordero continúo comiendo.
“El testigo fiel, el primogenitor de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra.”
Él entró dentro de la tumba, Él puede darle consuelo a hombres y mujeres cuyos corazones
están quebrantados por la muerte.
Él es rey sobre todos los reyes de la tierra.
Su poder y fuerza son supremos en el universo.
Cristo ascendió al Cielo y Él sigue viviendo para llevar nuestras cargas y ministrar a nuestras
necesidades.
En el capítulo 14,
Jesús vuelve para cosechar la siembra de la tierra:
Apocalipsis 14:14
“Miré y vi una nube blanca. Sentado sobre la nube, uno semejante al Hijo del Hombre,
Que llevaba en la cabeza una corona de oro y en la mano una hoz aguda.”
Él reúne a sus creyentes y se los lleva al cielo, pero Él se deshace del pecado y de los pecadores
para siempre.
Él es revelado en Apocalipsis 19 como aquel que monta un caballo blanco, símbolo de
conquista, victoria, y triunfo.
Un cordero ensangrentado es visto arriba en el cielo, como si hubiera sido muerto, pero aún
está parado en medio del trono.
En Apocalipsis 13:8 Cristo es…
En edades lejanas de la eternidad, Padre e Hijo se reunieron en consejo divino para venir y
salvar a los seres humanos caídos. En Su infinito amor, el cielo fue preparado para la
posibilidad del pecado.
En Apocalipsis capítulo 12 una bestia tipo-dragón ataca al cordero y les hace la guerra a sus
seguidores.
¿Por qué Dios, en el libro de Apocalipsis, escogió algo tan indefenso, débil, e inocente como un
cordero para representar a su Hijo?
Vamos a ir hacia atrás y trazar el simbolismo del cordero a través de la Biblia y como ese
simbolismo del cordero baja y toca tu vida hoy en día.
¿Cómo es que el entendimiento del Cordero de Dios te libra de la carga de culpa?
¿Cómo te libera esto del pecado?
¿Cómo te da esto la seguridad de la vida eterna?
Volvamos a los días de Adán y Eva.
Adán y Eva desobedecieron una orden directa de Dios de no comer la fruta del Árbol del
Entendimiento del Bien y el Mal.
El desobedecer un mandamiento de Dios se llama “pecado.”
Dios le dijo a Adán y Eva que si ellos desobedecían y comían de ese árbol ellos morirían.
La Biblia dice: Romanos 6:23
“La paga del pecado es la muerte”
Cuando Adán y Eva pecaron, Dios dijo,
“Deben traer un sacrificio, un sustituto, un cordero que muera en su lugar”
Hablando acerca de los sacrificios en el Antiguo Testamento, Moisés en el Libro Antiguo de
Levíticos dice
Leviticos 17:11
Así que el vaciar la sangre del cordero representa el pago de esas deudas.
Siguiendo las instrucciones de Dios, Adán trajo un cordero puro, sin mancha.
Adán miraba a el cordero inocente morir y su corazón fue quebrantado.
A través del Antiguo Testamento, Dios instruyó a Su pueblo a traer sacrificios de animales.
Dios le dijo a los Israelitas que construyeran un santuario-un tabernáculo. Todos los días
sacrificios de animales se llevaban a cabo en el santuario.
¿Qué significaba cuando un pecador llevaba su cordero al santuario? ¿Puede un animal expiar
la vida de un hombre? ¿O todo esto simbolizaba algo más?
Vamos a imaginarnos que en esos días había un Israelita llamado Josías. Josías pasa un coraje
con su vecino y se pelean.
Josías camina a través del campamento de Israel. Sus vecinos lo ven y saben que él ha pecado.
Él es culpable.
Josías llega al santuario.
Él se arrodilla, pone sus manos sobre la cabeza del animal, confiesa su pecado y le entierra el
cuchillo a través de su garganta.
Mientras lo hace, la sangre corre sobre su rodilla y el animal cae inerte. El cordero muere.
El sacerdote atrapa la sangre en una bacineta.
El animal es puesto sobre el altar de bracero y la carne es consumida.
El sacerdote lleva alguna de la sangre adentro del santuario.
Cuando Josías confiesa su pecado, la culpa de ese pecado es transferido al animal sacrificado.
El animal se convierte entonces simbólicamente en culpable.
Ya que el pago del pecado es la muerte y debido a que el pecado de Josías es la causa por la
cual debe morir, es el mismo Josías el que debe tomar el cuchillo y matar el animal. El animal
cae muerto.
Su cadáver es colocado sobre el altar y su sangre llevada adentro del santuario y salpicada
sobre el velo entre la Ley de Dios en el Arca del Pacto.
Josías desobedeció y rompió la ley de los diez mandamientos. Él merecía morir. Pero el
sacrificio murió en su lugar y Josías ahora está libre de culpa y penalidad.
¿Por qué Dios requiere esos cientos de miles de sacrificios?
¿Esos animales le dieron vida eterna al pecador?
¿Limpiaron a las personas de sus pecados?
¿O representan simplemente algo más?
¿Señalaban hacia un mejor sacrificio?
En el libro de hebreos en el Nuevo Testamento, encontramos una clave para entender hacia
donde señalaban estos sacrificios:
Hebreos 9:11, 12
“Pero estando ya presente Cristo, Sumo Sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio
y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación.
Y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez
para siempre en El Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención.”
Y el verso 28:
Hebreos 9:28
“Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos…”
La sangre del animal sacrificial prefigura la sangre derramada de Cristo.
Los servicios del santuario en el Antiguo Testamento estaban diseñados para ensenarnos el
plan de salvación de Dios.
Un número de años atrás una mujer en sus cuarenta asistió a una serie de reuniones como
esta, y llego al predicador para recibir consejo.
Le dijo acerca de una relación que tuvo hacia 17 años atrás con un hombre casado que resultó
en un aborto.
“Pastor,” ella dijo, “por 17 años he llevado cargando esta carga de culpabilidad. Esta
culpabilidad está destrozando mi espíritu. Me ha sacado el gozo de mi vida. Yo sé que lo que
hice hace 17 años atrás fue un error trágico, pero yo no puedo traer esa pequeña vida de
vuelta. Está quebrantando mi corazón.”
El Pastor le respondió suavemente, “Sabes que si vivieras en el Antiguo Testamento traerías un
cordero y confesarías tu pecado sobre la cabeza del cordero.
“La culpa seria transferida al cordero y ese cordero moriría por tu pecado, simbólicamente.
“La sangre seria llevada adentro del santuario y tu podrías caminar libre sabiendo que la carga
ha sido levantada de tu espalda.”
Mirando hacia el Cordero de Dios, ella confesó su pecado en oración a Dios, y aceptó el
sacrificio hecho para ella y encontró arrepentimiento y perdón.
Para primero ser libres de culpa, primero tenemos que reconocerla.
Un pecador en el Antiguo Testamento nunca sería libre de culpa hasta que lo reconociera
llevando su cordero.
Decimos,
“Dios, entiendo que he pecado en contra de ti.
He perdido mi temperamento. Me ha dado coraje.
Me he llenado de lujuria. He sido deshonesto.”
Esto parece un concepto básico, pero frecuentemente pasado por alto. Antes de poder ser
libres de nuestras adicciones y el dolor que nos hace regresar a ellas, debemos estar
dispuestos a parar de esconderlas de Dios.
Cuando reconocemos que somos culpables, entonces tenemos que confesarle a Dios lo
especifico de lo que hemos hecho.
Habiendo hecho esas dos cosas, tenemos el privilegio de aceptar libremente a Jesús, el
Cordero de Dios, como nuestro sustituto.
“Porque la paga del pecado es muerte, pero la dadiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús,
Señor nuestro.”
El regalo de Dios puede ser aceptado libremente. No podemos pagar por él, no hay una serie
de buenas obras que nos califican para recibirlo.
Cuando un amigo nos ofrece un regalo, no decimos, ¿Qué tengo que hacer para merecerlo?”
Simplemente lo aceptamos.
Habiendo aceptado el regalo, nosotros creemos en las promesas de Dios. El creer no convence
a Dios a hacer algo, Él ya ha hecho todo.
El creer nos proporciona el vinculo que nos lleva a aferrarnos a lo que Dios ha provisto ya
voluntariamente.
Así como un Israelita siguió el plan de Dios en el Santuario hace tiempo atrás, la culpa de su
transgresión fue por fe removida de él. Su culpa fue removida de él. Tu y yo podemos tener
esa misma experiencia.
Si voy a Jesús y le confieso mi pecado, mi carga de culpa es removida. Es transferida de mí
hacia Jesús.
Cristo Jesús, el Cordero Divino fue muerto por ti y por mí. Lo que pasó en la cruz aquel día fue
mucho más que derramar sangre de animales.
Hebreos 9:14
¿“Cuanto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a si mismo sin
mancha a Dios,
limpiara vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?”
Tu conciencia puede ser limpiada.
Tu culpa puede ser removida.
Psiquiatras nos dicen que la culpa impide a las personas de vivir el tipo de vida que les permite
ser personas felices, alegres y productivas.
La culpa crea miedo. La culpa crea ansiedad.
La culpa puede devorar el corazón de tu vida.
La culpa puede destruir tu interior.
Pero tú y yo podemos ir a Jesús y arrodillarnos delante de Él y decirle, “Dios, he fallado, sé que
he fallado,
Dios lava mi pecado y remueve esta culpa”
Podemos saber que la sangre de Cristo fue derramada para el perdón de nuestros pecados y
para limpiar nuestras conciencias y para reconciliarnos con Dios.
Creer que Dios verdaderamente hace estas cosas por nosotros, quita nuestras cargas de culpa.
Solamente hay Uno que nos puede quitar nuestra culpa.
Amigos, las personas necesitan perdón hoy.
Lo necesitan desesperadamente.
Porque la culpa nos hace cosas terribles, nos roba de paz y destruye nuestras vidas.
Hay Uno sólo que puede librarnos de nuestros pecados. Hay sólo Uno que nos puede redimir-
Aquel que murió.
2 Corintios 5:21
“Al que no conoció pecado (ese es Dios) lo hizo pecado (ese es Jesús) por nosotros lo hizo
pecado,
¿Porque hizo El esto?
para que nosotros seamos justicia de Dios en él.”
¿Peco Jesús alguna vez? No.
¿Se convirtió en pecado por nosotros?
El que nunca conoció pecado se convirtió en pecado por nosotros.
Cuando Jesús colgó en la cruz Él experimentó mucho más que el dolor de los clavos en sus
manos y pies-
Cuando Jesús colgó en la cruz, la oscuridad del pecado lo envolvió a Él. Lo ocultó de la cara de
su Padre. Es por eso que mientras Jesús colgaba ahí, solo, muriendo Él gritó:
Mateo 27:46
“¿Dios mío, ¿Dios mío, porque me has abandonado?”
Jesús estaba cargando con la culpa de la humanidad.
Todo lo que Jesús podía ver era la culpa del pecado y Él tomó la decisión, mientras él estaba
muriendo en la cruz, de que Él iría a la tumba y llevaría la culpa del pecado, aun si nunca
pudiera salir de ella.
Jeremías 31:3
“. . . Con amor eterno te he amado; por eso te prolongué mi misericordia.“
2. Reconoce que no te puedes salvar a ti mismo. (Romanos 3:23, 24)
Romanos 3:23, 24
“Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios, y son justificadas
gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús.”
3. Cree que Jesús puede y quiere salvarte. (Juan 3:16)
John 3:16
“De tal manera amo Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que
en el crea, no se pierda, sino que tenga vida eterna.”
“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y
limpiarnos de toda maldad.”
Ven ahora mismo. En tu corazón - dondequiera que estés sentado confiésale tus pecados a
Jesús.
Cree que estás perdonado.
5. Reclama su regalo de la vida eterna y decide servirle a Él para siempre. (Juan 3:16)
Ellos han dicho, “Dios, soy un pecador. Yo sé que no puedo salvarme a mí mismo. Yo no me
puedo redimirme a mí mismo.”
Es el patio de Pilato, una corona de espinas está incrustada en su cabeza. Mira como la sangre
le corre por Su cara.
Mira la agonía en sus ojos.
Oye el sonido del látigo mientras los soldados romanos le golpean Su espalda.
Este joven sintió el amor y el perdón de Adele y le rompió el corazón. Él nunca había
experimentado amor de esa manera. Cuando vamos a Jesús, nosotros también, no hemos
experimentado un amor como este antes, aquel que nos conoce mejor nos ama más.
Su gracia, misericordia y perdón están tratando de llegar a donde ti ahora mismo. La salvación
es tuya si la pides, Escucha estas palabras de las Escrituras:
Aocalipsis 22:17
“¡El Espíritu y la Esposa dicen, ‘Ven!’ ¡El que oye diga, ‘Ven!’
Y el que tenga sed, venga. El que quiera, tome gratuitamente del agua de la vida.”
¿Estás sediento de su amor?
¿Estás sediento por su perdón? - Su misericordia?
¿Estás tan sediento que deseas más y más de su gracia?
¿Has venido a los pies de la cruz donde ese problema de culpa está resuelto de una vez y por
todas?
¿Por qué no vienes a ella ahora mismo?
Ven a el héroe del libro del Apocalipsis.
Y llamalo tu Señor.
Si le has dedicado tu vida a Él, pero te has alejado, Él está buscando que regreses.
Si nunca lo has aceptado anteriormente - porque no hacerlo ahora mismo. Él te ofrece vida
eterna ahora mismo.
El nunca, nunca, nunca, te echara fuera. Por qué no decir, “Sí Senor, yo ire,” al levantarte
conmigo mientras oramos.