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EL CREYENTE Y LA ADORACIÓN

(Mateo 6.1-18)

Mateo 6, trata con la verdadera justicia, practicada en la vida del evangélico. Este tema de la
justicia, continúa hasta Mateo 7.12 y contiene tres secciones:
1. El creyente y la adoración (Mat 6.1-18). Esta involucra, la relación con Jehová.
2. El creyente y la riqueza (Mat 6.19-34). Esta involucra, la relación con el mundo.
3. El creyente y su conducta (Mat 7.1-12). Esta involucra, la relación con la humanidad.

I. La adoración (Mat 6.1-18)


Cristo coloca la adoración primero, debido a que es una relación personal con Jehová; lo cual
va a determinar, nuestra relación con el mundo y con las demás personas. La enseñanza se
evidencia en el versículo 1. La lección de fe, es que nuestra relación con Jehová, debe ser
secreta; para que Jehová la reciba y no para que la gente la aplauda. Jehová no va a permitir
dos recompensas, una que proviene de los humanos y otra que desciende del cielo.

A. Dar (v.2-4).
A los fariseos les encantaba, hacer públicas sus ofrendas (Marcos 12.38-40). ¡Así le encanta a
la gente de la actualidad, decir a otros cuánto ha dado! Si este es el motivo de sus ofrendas, ya
tienen su recompensa: la alabanza de la gente. Pero no recibirán la recompensa del Padre.

B. Orar (v.5-15).
El Señor Jesús enseña: «Cuando ores» y no «Si es que oras»; Él espera que todos oremos. La
primera actitud que caracterizó a Pablo, después de su conversión, fue sus oraciones (Hch
22.17). El Señor Jesús enfatizó, que es un pecado orar, para ser visto y oído de otros. La
oración, es la comunión secreta con Jehová; aun cuando en la Biblia, ciertamente se autoriza la
oración. Sin embargo, nadie que no ora en privado; no debería orar en público; porque, eso
sería hipocresía. El Señor Jesús destaca tres errores comunes, con relación a la oración:
1) Orar para que otros nos oigan (v.5-6).
2) Orar solo palabras y hacer repetición sin entendimiento (v.7-8).
3) Orar con pecado en el corazón (v.14-15).

Jehová no nos perdona, debido a que nosotros perdonamos a otros; sino sobre la base, de la
sangre de Cristo (1 Juan 1.9). Sin embargo, un espíritu no perdonador; estorbará una vida de
oración y demuestra que esa persona, todavía no ha comprendido la gracia de Jehová. La
llamada «Oración del Señor», en los versículos 9-13; no fue dada, para que alguien la repita sin
ningún propósito. Más bien es un modelo, para que lo usemos y así aprendamos a orar. Es una
«oración familiar» (se repiten las palabras: «nosotros» y «nuestros»). Pone el nombre de
Jehová, su reino y voluntad, antes que las necesidades terrenales nuestras. Y nos advierte, de
que no podemos orar egoístamente.

C. Ayunar (v.16-18).
El verdadero ayuno, es del corazón y no simplemente del cuerpo (Joel 2.13; Isaías 58.5). Para
el evangélico, el ayuno es preparación para la oración y otros ejercicios espirituales. Quiere
decir, que debemos dejar a un lado cosas menores, para ganar algo mayor y esto podría incluir:
el alimento, el sueño o inclusive, las relaciones sexuales (1 Corintios 7.1-6).

CONCLUSIÓN:
Después que el Señor Jesús perfeccionó la ley, en cuanto a sus preceptos; empezó a
perfeccionar las promesas, a fin de que cumplamos los preceptos de Jehová, por el premio
celestial y no por las recompensas de la tierra, que la ley prometía. Todas las cosas terrenales,
se reducen principalmente a dos: a la gloria humana y a las riquezas. De igual manera, parece
que ambas cosas, están prometidas en la ley. En cuanto a la gloria humana, se enseña en Det
28.1: "Jehová tu Dios te pondrá en alto sobre todas las naciones de la tierra". De la abundancia
de los bienes temporales, enseña el mismo libro: "Y casas llenas de todo bien, que tu no
llenaste, y cisternas cavadas que tu no cavaste, viñas y olivares que no plantaste, y luego que
comas y te sacies" (Det 6.11) y por lo mismo, el Señor excluye estas dos clases de bienes, de
la intención de los fieles; las glorias y la abundancia de bienes terrenales.
Cuando se hace alguna cosa, que nos sirve de gloria; allí encuentra el hombre con más
facilidad, la ocasión de gloriarse. Y por ello el Señor, separa el pensamiento, de la gloria, en
primer lugar. Él comprendió, que entre todos los defectos humanos; el más peligroso para los
hombres, era éste: cuando todos los males mortifican a los hijos del diablo, el deseo de la
vanagloria, mortifica más bien a los hijos de Jehová, que a los hijos del demonio.

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