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Carta de Desiderio – Alabanza y Adoración

Estimado señor Director:

¡Qué bueno volver a escribirle una carta, mi apreciado Director y, en este caso, nada menos que para
abordar un tema tan importante!

Es oportuno tratar el tema de la alabanza y la adoración en su prestigiosa revista. Pareciera que se ha


“descubierto” la importancia que tiene su práctica en el culto y el impacto que produce en la vida de la
iglesia local.

Pero en realidad no es un “descubrimiento”, sino en todo caso un “re-descubrimiento”, ya que el


énfasis en la alabanza y la adoración ha estado siempre presente no sólo en la historia de la iglesia,
sino en la del pueblo judío. Hoy justamente leía en el devocional, en Nehemías 12: “Los levitas: Josué,
Binuy, Cadmiel, Serebías, Judá y Matanías, quien, con sus colegas, estaba encargado de los himnos
de alabanza” (v.8).

Por otra parte tampoco es un “descubrimiento”, en el sentido de que en realidad es el Espíritu Santo el
que da los diferentes énfasis en los vaivenes espirituales de la iglesia. En ese sentido no se trata tanto
de “descubrir” sino de consentir con lo que Dios nos quiere regalar en su bondadoso kairós.

La alabanza y adoración, querido director, nos permite echar raíces profundas en nuestra fe, y por el
mejor camino: el de la gratitud, la alegría de vivir y el reconocimiento de la condición de Dios y, en
consecuencia, el de la nuestra.

Por eso le quiero recomendar, mi nunca bien ponderado Director, que no deje de alabar y adorar en
cuanta oportunidad tenga. A veces con alegría compartida disfrutando de las bondades de Dios, a
veces en profundo silencio para reconocer Su soberanía y majestuosidad, dejando que Él le hable, y
poder escucharle decir que Él lo ama.

Y ya termino, no sin antes recomendarle que también sea agradecido a la vida. Usted por ejemplo
puede sentir gratitud por las cartas que fielmente le envío para cada edición de su original revista.
Su gratificado amigo,

Desiderio

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