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ANDES al ATL ÁNTICO

ANDES al ATL ÁNTICO


NEUQUÉN • LIMAY • NEGRO
1a Edición

Edición de Contenidos
© Ana Rosberg
Diseño Cartográfico
© Gisela Millán
Diseño Editorial y Maquetación
© Olivia Schroeder Mac Leay

Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons


Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional

Para mayor información: andesalatlantico@gmail.com


Impreso en Argentina en Diciembre 2021
¿Quién dice que para viajar hace falta
tomarse un avión, que no se puede hacer
kayak desde un sofá, o recorrer un rincón
remoto a la luz de un velador? Con la ayuda
de un mapa y de veintiún entrañables
anécdotas y testimonios, Andes al Atlántico
propone un recorrido único por los ríos
Neuquén, Limay y Negro para conocer sus
aguas desde la perspectiva de quienes
se han sumergido en ellas.
Agradecemos por su generosa participación a
Alexis Chaca, Albi Stucchi, Alejandra, Bárbara y
Mariano, Brenda Ailin Segurel, Daniel, Esteban
Rosberg, Fabiana Giacomoli, Gabriela Nemiña,
Gloria Dodero, Héctor Kalamicoy, Isidro Belver
Rubira, José Pueyrredon, Jorge Schroeder, Jonatan
Sebastian Villanueva, Lisandro Millán, Lola,
Mariano, Martín Mottanauta, Marytte Soto,
Mirta Lidia Agostino, Nicolás Valenzuela, Patricia,
Sebastián, Silvia Mellado, Teresa Rodríguez,
Tomás Salamanca y a todos los intermediarios
que formaron parte de esta edición.
9 | prólogo
11 | agredecimientos
17 | río neuquén
origen . isidro
raudal . mariano
estruendo . alexis
puente nuevo . jorge
arqueología y flecha . jonatan
de un desierto a otro . martín
próxima estación . gloria
51 | río limay
nacimiento . josé
abrazo . brenda
lecciones de pesca . nicol ás
agua pesada . esteban
l a isl a de l a nutria . teresa
naufragio . fabiana
l a travesía del estigia . mirta
83 | río negro
puro río . albi
epifanía . héctor
con soda . lisandro
una simple pausa . sebastián
el barco del amor . tomás
canal . patricia
nenúfar . lol a
123 | colofón
río neuquén
origen
3 7 ° 16′02″ S 70 °62′4 0 ″ O
23 |

N euquén, río que nace, con reminiscencias míticas fun-


dacionales y de leyenda, de una pequeña vertiente de
filtración de la laguna Varvarco Campos en la cabecera del
Cajón de los Chenques, en el paraje Los Cerrillos. En el
recorrido dentro del Departamento, el Neuquén recibe
los principales aportes directos de los ríos Pichi Neuquén,
Varvarco, Nahueve, Guañacos y Reñi Leuvú, sin contar los
numerosos arroyos y cañadas de regular caudal hídrico de
la cordillera de los Andes y la del Viento. Geográficamente,
en esta región se lo describe como el Alto Neuquén o el
Neuquén superior para distinguirlo del Neuquén medio
(de Chos Malal al Covunco) y el Neuquén inferior en la con-
fluencia con el Limay dando forma al río Negro.

Ningún estudioso del idioma mapuche se define por las


varias acepciones y composiciones que le dan origen a la
palabra Neuquén:

El primer documento que lo nombra es el mapa del padre


Havestadt en su viaje misionero de 1752, que lo anotó en su
diario el 5 de febrero como Ñudquen, que podría traducirse
como Nudque/ñuque = madre, origen y Quen = ser o estar,
con lo que significaría ser la madre o el origen, o estar aquí
el origen (del río).

Campos Menchaca lo traduce de Nef = obstruido, dificul-


toso y Quen = ser o estar, significando ser dificultoso (su
cruce) o estar obstruido.

Félix San Martín lo hace provenir de Ñed = arrogante,


audaz, atrevido y Quen = ser, significando: ser arrogante,
audaz o poderoso.
Gregorio Álvarez lo hace provenir de Nehuen = tener fuerza
y Quen = ser o estar o reafirmar algo. Significa muy fuerte,
con mucha fuerza.

Aunque no existe una traducción oficial, generalmente se


acepta su significado como arrogante, audaz, atrevido, con
fuerza. El nombre Neuquén, tanto del río como de la pro-
vincia, tiene una fecha fundacional, que es el 5 de febrero
de 1752, cuando el padre Havestadt lo anota en su diario de
viaje al vadearlo frente al Cura-Mallín como Ñudquen, y es
importante rescatar ese acontecimiento histórico olvidado:

“El 5, después de haber recorrido dos leguas y baja-


do una difícil pendiente, vadeamos el Tucumán
(Trocomán, al pié del Pinin Mahuida) y pernoctamos
allende el bravo Ñudquen. Hay que hacer notar que
es esta, a lo que se sabe, la primera vez que un sacer-
dote, al menos en expedición espiritual, lo haya pa-
sado. Lo mismo entiéndase de los otros lugares, ríos
y torrentes.

El Ñudquen es un río bravo y solamente puede cru-


zarse en balsa, y por otra parte, como la Providencia
de Dios misericordioso nos proporcionara un ba-
queano, lo vadeamos. Sin embargo, poco faltó para
que el río arrastrara a los indios y toda la impedi-
menta juntamente con las bestias, por negligencia
de los mismos indios en atender suficientemente las
indicaciones del baqueano; pero avisados con gran-
des gritos, se sustrajeron del inminente peligro con
todos los equipajes... El vado del río era una línea
recta inclinada hacia la derecha así: I, al igual que
se baja por una vía áspera y larga en cuyas riberas
25 |

no existe ningún alimento; solamente hay piedras


y escollos. Tuvimos que pernoctar detrás del otro
monte no alto, pero de difícil ascenso y descenso
(Cura‑Mallín subiendo el arroyo Nuevo)”.

La escritura del nombre, a lo largo del tiempo y en distin-


tos escritos, fue muy variable y numerosa como lo rescata
Alberto Vuletín de distintas fuentes documentales:
“Naghan (el Ferrocarril sud), Nagquén (Stieben), Nagnquén
(Tello), Nauquén (Barbará, Milanesio, Perón, Ferrocarril
sud), Neculn (Flury, Automóvil Club Argentino),
Nehuenquen (Rosas), Neuenquén (Alvarez), Neuguén (Ley
215 de 1867), Neukén (Groeber), Neuquém (Verne), Neuquén
(Nombre oficial de la Provincia), Ñudquen/Nudquén
(Havestadt), Nusquen (Rosas), Nuvcún/Nuvcú (Albarracín),
Ñedquén (San Martín, Vuletín), Neuquén o Coruve (Moreno),
Sanquel Leuvú (Latzina). Por último, tanto Justo Molina
Vasconcellos (1805) y Luis De La Cruz (1806) que se detu-
vieron en las juntas del Curi Leuvú frente a Chos Malal,
lo escriben Neuquén.

isidro. 76 años. habitante de huinganco


raudal
3 6 ° 8 7 ′ 16″ S 70 °6 7 ′6 7 ″ O
29 |

E l río Neuquén siempre fue parte del progreso de nues-


tra vida, principalmente el tramo comprendido entre la
confluencia con el Varvarco y el “Raudal de las Truchas”, el
lugar predilecto para la congregación de las “familias” de
amigos, dígase quizás de nuestros “hermanos” de apellidos
diversos, nuestro lugar de encuen­tro como se podría lla-
mar un bar-café en las grandes ciudades.

Durante la pandemia, en la que el encuentro entre amigos


se fue borrando poco a poco, sumado a que la mayoría de
quienes fueron parte de nuestra vida adolescente emigra-
ron a otras localidades o provincias en busca de estudios
universitarios y/o por una vida económica que sustente sus
necesidades, recordé aquellos momentos en los que nos
juntábamos en manada de hasta treinta “hermanos” en el
“Raudal de las Truchas” a disfrutar de un chapuzón durante
la tarde. Después, al anochecer, nos congregábamos alre-
dedor de la fogata para compartir un asadito de chivo y
alguna que otra cerveza al compás de la guitarra y los cuen-
tos. Momentos de charlas, risas y felicidad plena en este
recóndito lugar solitario y puro que nos brindaba el río
Neuquén luego de una caminata de unos 20 a 40 minutos.

Hoy solo me queda observar desde Varvarco aquella pie-


dra solitaria del Raudal, con unos 8 a 10 metros sobre el
nivel del río, que resalta por su grandeza en la lejanía.

mariano. 30 años. habitante de varvarco


estruendo
3 7 ° 17 ′69 ″ S 70 °6 6′ 14″ O
33 |

E n 1991, luego de muchos días de lluvia intensa, el viejo


puente se comenzó a debilitar por la gran cantidad
de árboles que traía el río Neuquén, lo que generó una es-
pecie de dique. Era inminente la ruptura.

Yo era chico y verlo fue impactante, un puente tan alto


que llegase a esa condición. La gente esperó durante horas
lo que ya se sabía iba a pasar. Se hizo la noche y todos, o la
gran mayoría, se fueron a sus casas.

Ya de madrugada se escuchó un gran estruendo, a los mi-


nutos vino un vecino a avisarnos (a la familia) que el puen-
te se había roto y fuimos en caravana a despedirlo.

Producto de eso, el norte neuquino quedó aislado durante


días hasta la llegada de un helicóptero, gendarmería, una
balsa y un cajón para pasar mercadería, gente y animales
que habían quedado del otro lado.

alexis. 37 años. habitante de andacollo


puente nuevo
3 7 ° 17 ′69 ″ S 70 °6 6′ 14″ O
37 |

L os ríos, fundamentalmente entre montañas, son serpe-


penteantes y casi siempre tienen muchos sectores más
torrentosos sin importar su caudal, por lo que los aprecio
como más “llamativos”, “variantes”, “impetuosos” que un
río de llanura.

El puente sobre el río Neuquén, en Andacollo, se construyó


en 2013 al costado del puente Bailey (de una sola mano y
con hasta 20 t. de peso permitido), que fué instalado en el
año 1995 en reemplazo del "viejo puente", destruído por
la acumulación de árboles y troncos que se trabaron en el
mismo en 1991. Cabe destacar las dificultades que debie-
ron experimentar durante los 4 años en los que no hubo
puente: los traslados de personas y mercadería de media-
no porte se hicieron en balsa, así como por tratarse de una
zona de cría de cabras, con manadas que superan el millar
y que se trasladan dos veces al año entre las zonas de "ve-
raneada" e "invernada" (no solo por las temperaturas, sino
fundamentalmente por el pastoreo).

Junto con la construcción del puente también se modificó


parcialmente la Ruta Provincial n° 43 que era de ripio y
se concluyó con cinta asfáltica y obras complementarias:
alcantarillas, terraplenes, banquinas, gaviones, etcétera.

jorge. 70 años. arquitecto en andacollo


arqueología y flecha
3 7 ° 17 ′ 39 ″ S 70 °6 6′ 7 5 ″ O
41 |

E n el 2002, después de una crecida del río en el invierno,


encontré restos óseos a las orillas del Neuquén. Yo te-
nía unos 14 años y siempre salía a caminar en busca de
puntas de flecha, pero en esa oportunidad encontré algo
inesperado, más precisamente un cráneo humano que el
río destapó con la crecida.

Tapé todo y después de un tiempo me contactó la policía


local para que les diga adonde estaban los huesos huma-
nos, ya que otros chicos habían encontrado más y querían
saber si eran los mismos, o si se trataba de otros distintos.
Accedí y se trataba del mismo lugar, pero eran de un esque-
leto diferente.

Los chicos habían escuchado sobre mi hallazgo y así dieron


con el lugar. Ellos realizaron la denuncia y entonces llegó
un grupo liderado por la arqueóloga Claudia Della Negra.
Se rescataron varios objetos arqueológicos que después de
varios estudios regresaron al museo local. Al lugar se lo
nombró gubevi (por Guzmán, Besoky y Villanueva), apelli-
dos los que encontramos los restos óseos.

Tengo la tapa del diario dónde salió la noticia del hallazgo.


También encontré puntas de flecha y restos de cerámicas.
Las doné al museo, pero en una visita me percaté de que
se perdieron, o están guardadas, ya que no las ví exhibidas.

jonatan. 33 años. habitante de andacollo


de un desierto a otro
3 8 ° 9 4′ 8 1″ S 6 8 ° 02′ 10 ″ O
45 |

U no de mis lugares favoritos es un mirador que da al río


Neuquén desde la barda. La barda es donde termina
la meseta y abruptamente un desnivel se da hasta la super-
ficie del río, es verde esmeralda, a diferencia del Limay,
que es más turquesa.

Creo que los ríos, tan característicos de esta zona, son de


suma importancia, y al venir de una zona desértica como
Mendoza, a otra zona desértica como el Valle, siento afini-
dades, similitudes y diferencias con mi lugar de origen. Por
un lado, de donde vengo, el agua escasea desde que tengo
recuerdo; desde chico escuché hablar del cuidado del agua,
horarios para regar y para su uso. Con los años, la emergen-
cia hídrica ha ido en alza; a su vez, en la ciudad se ve una
distribución super organizada del agua y aprovechamiento
de pocos recursos a través de acequias y canales en todo el
tejido urbano.

En cambio, al mudarme a la Patagonia, esa condición se


modificó: acá no hay escasez de agua, al contrario, abunda.
También es un paisaje extraño, porque donde hay agua,
hay verde y zonas de chacras y plantaciones, pero en cuan-
to te alejás unos kilómetros, el paisaje cambia abrupta-
mente, se transforma en un desierto.

En cuanto a los ríos, los cruzo muy seguido, sobre todo al


Neuquén. Vivo en Cipolletti, pero gran parte de mi activi-
dad laboral está en Neuquén, también tengo amigos y una
banda de música. Es potente pensar esa división simbólica
y real, cruzar un puente sobre el río que divide dos ciuda-
des y provincias en suma comunicación.

martín. 38 años. habitante de cipoletti


próxima estación
3 8 ° 9 4′ 2 3 ″ S 6 7 ° 9 9 ′6 5 ″ O
49 |

E n la historia familiar se cuenta que en la inundación


de 1918 mis familiares se salvaron subiéndose al techo
de los vagones del tren. A pesar de que se movían por la
correntada, no se cayeron y, mientras tanto, veían pasar
sus cosas, los muebles, los animales.

Hace como 15 años, abrieron un museo del ferrocarril en


Cipolletti y las llevé a mi mamá y a su hermana más joven.
Había muchas fotos de la historia del ferrocarril, y en un
momento escuché un grito y luego el llanto de las dos.

Corrí pensando que les había pasado algo: ¡estaba la foto


de la familia arriba del techo de los vagones!

Lo que más me gusta del río es la posibilidad de caminar


por la orilla y encontrar desde huellas de dinosaurio a un
pueblo abandonado, fósiles, amatistas, puntas de flecha
mientras tomás mate, la historia haciéndose presente.
.
gloria. 67 años. habitante de cipoletti
río limay
nacimiento
4 0 ° 9 6′ 3 4″ S 7 1 ° 3 6′ 9 9 ″ O
57 |

A mediados de mayo, fuimos a caminar con uno de mis


mejores amigos, que se había mudado a Bariloche.
Había nacido su hijo y era la primera vez que nos veíamos
desde la pandemia. Fuimos al cerro Los Monjes, que queda
en el brazo Huemul del lago Nahuel Huapi, a unos 30 kiló-
metros de la naciente del Limay.

Era una mañana con heladas, una caminata relativamente


sencilla con algo de pendiente al principio y un sendero
mal señalado que nos llevó a perdernos. Después de cami-
nar un rato, paramos a descansar.

Nos detuvimos en una piedra a comer unas frutas y tomar


unos mates. Se veía el lago, no había viento y hacía un
poco de calor. Nos quedamos en silencio y enseguida se
escuchó un ruido que nunca había escuchado antes, muy
suave, y pasó una sombra. Cuando miramos hacia arriba,
había un cóndor enorme a dos metros y medio nuestro,
planeando, y el sonido era de las alas, que cortaban el aire
por encima de nuestras cabezas. Sin esfuerzo, sin aletear
una sola vez, enseguida siguió y se perdió en el horizonte
detrás de una montaña lejana.

Fue un suceso muy especial por lo raro, y porque justo


estábamos con Nico en un momento preciso de silencio.
Nos quedamos muy movilizados.

Un par de horas después, llegamos a la cumbre. Ahí tuvi-


mos la suerte de ver a la distancia la barranca, donde tie-
nen los nidos. Había un macho y una hembra, una pareja,
y dos o tres crías que volaban por los acantilados.

josé. 36 años. habitante de villa la angostura


abrazo
4 0 ° 89 ′ 3 7 ″ S 7 1 ° 0 4′ 2 3 ″ O
61 |

P ara mí, el lago siempre fue un lugar más en el patio de


casa. Adoro verlo en tormenta, con esas olas gigantes
tipo mar. O cuando se pone como espejo y la calma chicha
casi que da miedo. Del río, la fuerza, la potencia. Verlo tan
calmo y saber que tiene una correntada capaz de arrastrar-
te hasta el mar. Tengo muchos recuerdos en estas aguas,
pero dos del Limay que guardo fuerte.

El primero, la flotada del ‘96 como "Abrazo al Limay" con


la Comunidad de la Cuenca y vecinos de Bariloche, Villa La
Angostura y Dina Huapi. Había un proyecto para instalar
la represa Segunda Angostura en una parte del Limay que
iba a afectar la cuenca entera del lago y el río. Se autocon-
vocaron los vecinos y organizaron movidas para frenar
el proyecto. Una de ellas fue la flotada: muchas balsas
flotando desde la boca del Limay hasta Llanquin, a modo
de "abrazo".

Yo habré tenido 11 años y todavía me acuerdo, no solo del


frío, sino de esa sensación de que el río y el lago eran míos,
que no quería que los rompieran. La idea de que hubiera
una represa que modificara mi “patio”, me daba dolor de
panza. Cuando bajamos hasta Llanquín fue descubrir el río
con toda esa magnitud y fuerza que… me quedé pasmada.
Y ver ahí a los vecinos, de todas las edades, haciendo movi-
das de todo tipo, me marcó muchísimo. Fue el momento
en que tomé consciencia de que mi “patio” es super frágil.

El segundo recuerdo que tengo es de cada vez que volvía


de estudiar de Buenos Aires, ver el río era decir "estoy en
casa" y una sensación de paz y refugio.

brenda. 36 años. habitante de bariloche


lecciones de pesca
39 ° 9 7 ′05 ″ S 69 ° 9 6′ 7 2″ O
65 |

R ecuerdo ser muy chico y estar con mis primos jugando


en los brazos del Limay, el agua clara, mi tío que nos
tiraba hacia arriba para hacer clavados en esos pequeños
pozones, mi papá que me enseñaba a pescar con señuelos
sin anzuelo para no lastimarme, y yo festejando cuando él
sacaba alguno y después pidiéndole encarecidamente que
no lo mate. Tengo el recuerdo de estar volviendo al campa-
mento y de ver a mi abuelo haciendo el chivo al mediodía.
Me acuerdo de la cantidad de vegetación que había, mu-
chos árboles y mucho césped bien verde. Era muy distinto
a lo que es hoy, ahora ya muchos de esos árbo­les no están,
todo está más sucio, más invadido, ya hace rato no voy por-
que suele haber mucha gente amontonada y escuchando
música fuerte.

Por sobre todo me da lástima, porque tengo muchos re-


cuerdos de lo hermoso que era, muchos recuerdos con mi
abuelo y mi papá que ya no están, y ahora esos lugares pi-
den descanso, nadie los cuida. Esta temporada fui un rato
y mientras estaba pescando, me chocó en la pierna una bo-
tella de tres litros que la habían llenado para que no flota-
ra. Me tuve que volver con esa botella y con otra basura
que estaba tirada porque si no lo hacía yo, seguro iba a
quedar tirada ahí por mucho tiempo más.

Lo que guardo con más cariño es la caña con la que pesca-


ba mi papá, una Waterdog blanca y verde, que me lleva
directamente a estar de niño sentado con él en la orilla de
algún río esperando a que algún pez muerda la carnada.

nicolás. 25 años. habitante de neuquén


agua pesada
39 ° 10 ′ 10 ″ S 6 8 ° 59 ′ 7 7 ″ O
69 |

D e chico, viniendo al sur, el Limay era solo un río que se


veía desde la ruta como una tira de árboles en la leja-
nía, hasta que uno llegaba al Valle Encantado, donde parte
del recorrido se hacía en ese paisaje único muy cerca de su
costa. Eso seguía hasta llegar a cruzarlo cuando se pasa de
provincia de Neuquén a provincia de Río Negro.

Hoy, una buena parte del recorrido está inundado por los
embalses sobre el río, Pichi Picún Leufú (1999), Piedra del
Águila (1993), Alicurá (1984), Arroyito (1983) [donde yo
dirigía la empresa que hacía el catering, junto con el de la
Planta Industrial de Agua Pesada, hasta 1982], y El Chocón
(1973). Con El Chocón se creó el lago Ezequiel Ramos Mejía,
que parece la costa marítima patagónica, con sus acantila-
dos a pique al agua azul. Pero no existía antes.

Mencioné la Planta Industrial de Agua Pesada (piap). Esta


se construyó muy cerca de la represa Arroyito, en la misma
época. Un mamotreto enorme que se sigue viendo desde
la ruta. También ahí hacíamos el catering, eran unos 1000
obreros, y he dormido en la obra y amanecido en mañanas
frías y con neblina, que con las luces de la obra daban pai-
sajes dantescos. Creo que está en desuso. Se argumentaba
que su construcción era para el Plan Nuclear Argentino,
en esa época, Argentina tenía aspiraciones de desarrollar
la bomba nuclear (como así también Brasil, con quienes
había una carrera en ese sentido). Habían hecho un centro
de investigación en el medio de la nada, en Pilcaniyeu, que
luego fue desactivado por presiones internacionales.

esteban. 69 años. habitante de san martín de los andes


la isla de la nutria
3 8 ° 9 8 ′ 2 2″ S 6 8 ° 2 6′ 74″ O
73 |

M ás allá de lo hermoso que es, el Limay es un río con


mucho caudal, es muy engañoso con los remolinos
que tiene internamente. Un amigo de la familia falleció un
primero de enero ahí, hace muchos años cuando era chica,
fue tremendo superar eso.

Conmigo no funcionó ningún rito de iniciación, ni las tar-


des de flotar en las cámaras de camión, ni el paso fugaz
por la colonia de vacaciones. Todos se tiraban y aprendían.
Yo no. Siempre al costado bajo la sombra de un sauce,
siempre agarrada a la soga, siempre hasta donde no me
tape. Una mezcla de miedo y respeto ante su corriente.

Pero hace unos años me dije: no sé nadar, pero puedo re-


mar. Y así fue que busqué un kayak y con mi compañero,
nos adentramos en la aventura. Nuestros fines de semana
se convirtieron en el ritual de cargar bártulos e irnos al río:
la hamaca paraguaya, el libro, el mate, el ukelele, la caña
y los dados, todo eso y nuestro amor por el Limay, unidos
remando río arriba hasta llegar a nuestra isla, la isla de la
nutria, así la bautizamos.

No voy a darles la ubicación, no porque sea egoísta, sino


porque no quiero invadir el espacio de nuestra amiga. Ella
es tímida, reservada. En el margen izquierdo de la isla se
forma un remanso, una mini laguna. Allí sale al caer la tar-
de, ella sí sabe nadar. Aún no sé si tiene hijos, familia, her-
manos. Solo la veo a ella, nadando en medio de esa paz.

teresa. 32 años. habitante de plottier


naufragio
3 8 ° 9 6′6 4″ S 6 8 ° 2 1′ 2 1″ O
77 |

D urante muchos años realizamos bajadas en kayak,


algunas veces con acampe. Lo mejor es que lo hacía-
mos en familia, con mi esposo Andrés y mis dos hijos, co-
míamos asadito y los chicos nadaban.

Una vez encontramos un kayak hundido que días después


rescataron Andrés y unos amigos. Algunos años más tarde,
la gran aventura: Andrés bajó el río Amazonas en su kayak
(6000 km). Yo no pude acompañarlo porque nació mi hija.
El viaje duró seis meses y cuando regresó, fundó la Escuela
Municipal de Kayak en Plottier. Entonces el kayak rescata-
do fue a parar a esa escuela para que pudieran usarlo todos
los alumnos.

Mi lugar favorito del Limay se encuentra en el margen sur


del río, en un trayecto que está en Plottier en el que hay un
cañón de tierra rojiza, ¡muy bello!

fabiana. 56 años. habitante de plottier


la travesía del estigia
3 8 ° 9 8 ′ 30 ″ S 6 8 ° 13 ′ 5 6″ O
81 |

V ivo en Neuquén y mi relación con el río es un poco


esa relación de los que llegan de afuera y dicen que si
tomás agua del Limay ya te quedás. Yo era muy chiquita
cuando me trajeron mis padres a vivir a Neuquén y no sé
si habré tomado el agua, pero me quedé.

Fue hace poco más de treinta años cuando después de un


tiempo en desuso, se arregló la balsa que atravesaba el río
Limay para llegar a Las Perlas. Sus pobladores pensaban
que se iba a caer, que no resistiría el peso, y para probar lo
contrario, el intendente de Cipolletti decidió que en el
primer viaje iría él con su equipo de trabajo.

Allí también estaba yo, acodada en la baranda y mirando


fijamente al río que presentaba su mayor caudal en un
febrero fresco en lo temprano de la mañana. Al atravesar el
río, hacíamos olitas un poco turbias mientras yo pensaba
que era posible que estuviera embarazada. Era sólo una
intuición, pero sentía con todas mis fuerzas que la balsa no
se podía caer de ningún modo. Y así fue, estaba embara-
zada y la balsa no se cayó ese día. Un mes después, sí. No
soportó el peso de un camión que quedó colgando y fue
cubierto hasta la mitad por el río.

Hoy, es un puente el que une las dos orillas y me conduce


a Balsa las Perlas donde estoy arreglando una casita y es-
perando a mi hijo para que siembre la huerta de cara al río.

mirta. 56 años. poeta del limay


río negro
puro río
39 ° 10 ′41″ S 6 7 ° 59 ′ 19 ″ O
89 |

M i papá nos llevaba a mi hermana y a mí un fin de se-


mana a la chacra a jugar y otro fin de semana al río.
Tengo fotos y videos de esas salidas en las que llevo puesto
un ponchito y salgo tocando una guitarrita tirando piedras.
Es una imagen muy vívida de mi niñez. Siempre relaciono
el río con las infancias y la posibilidad de crecer en libertad,
en contacto con la naturaleza.

El motor del proyecto “Puro río” fue una pregunta que me


hicieron los nenes y las nenas del jardín donde trabajo.
Querían saber si el río estaba lo suficientemente limpio
para que vivan los peces en él. Ese interrogante fue el que
nos llevó a investigar. De hecho, el nombre original del
grupo fue “Peces de Colores”.

Tenemos muy cerca el río y hace dos años se empezó a no-


tar un cambio, sobre todo en el color del agua. Tengo re-
gistro de que cuando era chica, el agua era transparente, y
que siempre preferí el río a la pileta, pero ya no es lo mis-
mo. Hay muchas algas, lamas se llaman, es como una baba
verde que crece, que tiene que ver con el grado de conta-
minación del agua. Entonces se unieron las dos cosas, lo
que me había estado pasando internamente, y la posibili-
dad de trabajar con los chicos a partir de su pregunta.

En una de las salidas que hicimos, encontramos un conte-


nedor oxidado y sucio y lo llevamos y lo transformamos en
un tacho de basura. Después, pudimos cerrar esa actividad
yendo un día con las familias al mismo lugar a emplazar el
tacho ya transformado.

Compartimos esa jornada con un picnic, nos bañamos en


el río, un día hermoso. Fue el corolario de un proyecto que
duró todo el año. Eso arrancó en 2018 y aún hoy sigo con-
vocando gente, o yendo por mi cuenta, a recolectar la ba-
sura del río.

Yo sé que hay muchas cosas más profundas que tienen


que ver con la limpieza del agua, que también tienen que
ver con los residuos duros, con las potabilizadoras que no
funcionan bien, es decir, hay otras cuestiones que son pro-
blemáticas que son un poco más densas con la realidad
de la contaminación del río. Pero, desde el lugar que cada
uno puede, creo que hay que poner el cuerpo.

Antes, armaba convocatorias con afiches acá en Roca para


juntarnos a limpiar el río con gente de la comunidad, pero
después con la pandemia eso no lo pude continuar. Sí voy
sola con mi perro, o con alguna amiga, y después compar-
to en redes. Cuando trabajaba en el jardín, lo hacía con los
chicos, ahora que tengo otro rol, sigo trabajando desde el
proyecto “Puro río” como puedo.

Generalmente voy a Paso Córdoba, que es donde está el


puente y donde hay mayor acceso de gente. Suelo caminar
entre 5 y 8 kilómetros por la costa y voy juntando la basura.
En mi casa ya se ríen de mí, pero a la vez me entienden.
Este año, una de las veces que fui a buscar basura ya hacía
frío. En verano no me importa si me mojo, pero en invierno
no da andar mojándose. Entonces, me compré un par de
botas de lluvia, que nunca tuve, y ahora me puedo meter
al río a sacar la basura, aún cuando hace frío. Son negras
con puntitos blancos y estoy chocha. A mí no me importa
si voy sola o no, yo agarro el auto, me pongo las botas y los
guantes y ahí soy feliz, me pongo a juntar basura.
91 |

Creo que así como el río te da la posibilidad de conectar


con la naturaleza, uno tiene que devolver con el mismo
amor a la Pacha. Si seguimos tratando así al río, no vamos
a poder ni llegar a él, entonces hay que agitar, de alguna
manera, como sea, poniendo el cuerpo desde el lugar de
cada uno.

albi. 52 años. habitante de general roca


epifanía
39 ° 0 9 ′6 1″ S 6 7 ° 2 8 ′0 0 ″ O
95 |

V iví durante mi niñez y adolescencia en la Isla n° 52 de


la localidad de Mainqué. Esa isla está ubicada entre
el curso principal del río Negro y un brazo del mismo que
corre paralelo. Mis abuelos vivieron en esos campos desde
1910, más o menos, y siempre hubo alguno de mi familia
viviendo en la zona. Yo viví entre el año 1983 y el año 1998.
Fue un período largo de tiempo atravesado por las sucesi-
vas crisis económicas que vivió el país.

Me llama mucho la atención cómo cambia el entorno de


acuerdo a las estaciones del año. Y la sensación de ampli-
tud que tienen los paisajes asociados al río. Siempre me
gustó el ruido que hace cuando crece en primavera y cómo
se modifica el curso. La cantidad de animales que hay y la
diferente y variada flora. Cada estación tiene sus recuerdos
y los arroyos congelados en invierno o los espárragos que
crecían en primavera valen lo mismo en intensidad. El olor
de los olivillos florecidos no se me va más.

En realidad asocio los lugares en los que pasé tiempo de


chico, principalmente tengo guardados en la memoria la
intensidad del sol, el olor de las algas y el poleo en la orillas
y el barro podrido fresco en los pies. Como vivíamos en
una isla alejada de los centros poblados, todos los lugares
nos pertenecían y no había nadie en ellos.

Pienso en muchas escenas o momentos memorables. Se


me ocurre hablar de la vez que, volviendo a la isla de noche
en verano (tendría 19 años), vi a los bomberos buscando
debajo del puente roto (un puente que construyeron y el
río desbordó dejando sólo los pedazos que estaban hechos
de hormigón y en los que la gente del pueblo venía en ve-
rano a tomar sol) y al llegar a mi casa me contaron que se
había ahogado una madre joven embarazada tratando
de salvar a su hijo de tres años que también se ahogó.

O de la vez en que era chico, tendría unos seis años, y


encontramos un ahogado de Allen y el tipo estaba tan hin-
chado que no entraba en la canoa canadiense de los bom-
beros voluntarios de Mainqué. Los bomberos se quejaban
del olor del muerto, una especie de olor a pollo podrido
muy denso y pegajoso, que no se me fue en días de la nariz.

O de cuando había recién llegado de Córdoba (tres años y


mi papá fue preso por los militares ya que se había vuelto
loco en plena dictadura y los milicos no tenían vocación de
psicólogos) y paramos en la casa de un tío y una vieja que
había en esa casa nos llevó a cazar pidenes, que son unos
pajaritos parecidos a los ibis egipcios con el pico bien ama-
rillo y que mueven la colita constantemente como afir-
mando y salen rajando cuando deciden que te acercaste
demasiado; o sea nunca agarras uno.

Pero prefiero hablar de un momento más cercano, hace


como seis años, justo cuando me había separado y estaba
sin trabajo. Vivía en Neuquén y no tenía cómo pagar el
alquiler y justo en esos días de enero llegó desde Buenos
Aires una chica con la que tengo un gran apego y conexión.
Fuimos a la orilla del río, frente a la isla en Mainqué donde
vivía, a pasar la tarde y justo al atardecer nos quedamos
mirando al sol como se ponía detrás del bosque de sauces
y álamos, los dos metidos en el agua hasta el cuello en una
tarde de calor.

Me sentí como salvado de los variados e insalvables qui-


lombos en los que me había metido y tuve un momento
97 |

de epifanía. Me volví a sentir bien, como hacía mucho no


me pasaba. Me acuerdo del olor a poleo y después del
tabaco que se mezclaba con el olor a algas y barro que lle-
va el río. En ese momento, me acordé también de una vez
cuando éramos chicos y con mis hermanos y hermanas
nos quedamos en el agua hasta que se hizo de noche y vol-
vimos por el sendero a casa caminando descalzos.

héctor. 43 años. habitante de cinco saltos


con soda
39 ° 2 2′6 0 ″ S 6 6 ° 0 8 ′07 ″ O
101 |

C on los años, el río se convirtió en el punto de reencuen-


tro de todos los veranos. Los recuerdos se hacen pre-
sentes y para mí es inevitable nombrar a Ely, pensar en la
familia, los amigos de la infancia y de la adolescencia. El
amor por el río se puede expresar de muchas formas, para
mí es yendo y si lo disfrutás con alguien queda plasmado
en el alma.

A los 16 años, estudiando en el Colegio Técnico cem n°40


de Choele Choel, veníamos gestando una salida de pesca
con amigos. La idea era ir a Chimpay, ciudad de donde son
oriundos Ema y Coco, y desde ahí llegar a un lugar de la
costa donde supuestamente había mucho pique.

Salimos un sábado bien temprano desde Choele un día


que, por el frío, imagino que fue entre fines de julio y agos-
to, estábamos todos muy abrigados. Fuimos con Alejandro,
Bocha, Gille y Fabri, un compañero que venía de Luis
Beltrán y nos pasó a buscar en su camioneta. En Chimpay,
nos esperaban Ema y Coco. Además, se había sumado un
amigo de ellos, Juanchi, a quien ya conocíamos.

Planeabamos pescar en la costa y trasladarnos a los alrede-


dores, para lo cual contábamos con dos canoas y un kayak.
Una vez establecidos, intentamos pescar en un remanso
donde no tuvimos pique. Habremos estado dos horas más
o menos cuando Ema nos contó que había una isla aguas
arriba donde solían ir algunos de sus conocidos.

En camino, nos sorprendió el ancho del río Negro, a esa


altura no olvidemos que viene con su ancho máximo y se
divide en dos brazos recién a la altura de Coronel Belisle,
es decir, aguas abajo.
Una vez llegados, vimos que el pique era inmediato, des-
pués de sacar tres truchas arcoíris, volvimos con los demás.
No recuerdo quién las cocinó, pero sí que estuvieron muy
bien preparadas al disco. Ya satisfechos y con muchas ga-
nas de salir aguas arriba, no se nos olvidó nada, ¡subimos
hasta la damajuana de vino y una botella de soda!

A punto de salir, a Guille se le ocurrió preguntar si había


alguien que no supiera nadar. Coco respondió que él no sa-
bía. Guille le propuso que fuera con ellos en la canoa más
estable y a mí, que si sabía, que fuera en la otra para ade-
más repartir bien el peso.

Al salir desde el remanso, lo más paralelos posible a la co-


rrentada, todo pintaba bien, la tarde estaba nublada, no
había viento y ya estábamos comidos. Pero rápidamente la
situación cambió. La canoa se fue hundiendo desde atrás,
con Alejandro adelante elevándose en la punta, remando
a todo pulmón, sin ver que la canoa ya estaba práctica-
mente llena de agua. ¡Nos hundimos!

Perdimos todos los equipos de pesca, se borró todo en se-


gundos y teníamos que planear algo para sobrevivir, por-
que el agua estaba muy fría. Recuerdo que, en el momento
en que estuvimos seguros al flotar, hubo algunas miradas
de miedo y después empezamos a reír, de alguna manera
rompimos el dramatismo. Vimos una isla aguas abajo, a
la cual íbamos casi derecho, según Ema era la única que él
recordaba. La otra opción era nadar hasta la costa.

Fue todo muy rápido, vi que el Bocha y Alejandro iban ade-


lante e intentaron colgarse de una rama, pero no pudieron;
yo, que iba solo, pude hacerlo, pero lo vi a Ema que intentó
103 |

colgarse con una mano y con la otra iba sosteniendo la


canoa de un extremo, le resultó imposible y me solté para
ayudarlo. Me dijo que nos agarremos de donde sea porque
ya no quedaba más nada y me aferré con toda la fuerza a
una rama que salía del agua a dos metros de una barranca.
Ya no vi más a nadie.

Después de un rato, lo vi pasar a Juanchi en el kayak, volvía


rápido, seguramente advertido por nuestra demora. Se me
ocurrió intentar seguir por la rama sumergida y ver hasta
dónde llegaba. Cuando hice el intento, me acerqué y me
desprendió la correntada, traté de salir con fuerza e increí-
blemente pude subir a la isla. Pasó un buen tiempo hasta
que aparecieron en la canoa ya arreglada para emprender
el regreso. Lo único que se salvó, además de nosotros y la
canoa, ¡fue la damajuana de vino y la botella de soda!

Como se dice siempre en estos casos, fue una desgracia


con suerte. Pero no hubo uno solo de nosotros que no pen-
sara en qué hubiese pasado si Coco iba en mi lugar. Todo
quedó en una anécdota infaltable en las reuniones a lo
largo de los años, evocando risas y también silencios, cada
vez que la recordamos.

El río me enseñó a mantener la tranquilidad en situaciones


que no se pueden controlar.

lisandro. 35 años. habitante de dina huapi


una simple pausa
39 ° 30 ′ 7 3 ″ S 6 5 °6 4′ 8 7 ″ O
107 |

L legamos un mediodía de febrero y hacía bastante calor,


estacionamos la camioneta en la orilla y descansamos
luego de varias horas de ruta. Casi de inmediato, empeza-
mos una charla con otros viajeros que estaban en idéntica
situación y nació una amistad mágica.

Los cuatro pudimos disfrutar de las refrescantes aguas, ver


uno de los mejores atardeceres que vi en mi vida, y luego
compartimos una cena increíble. Siempre estamos agrade-
cidos de haber decidido hacer esa parada en Choele Choel
a orillas del río Negro. En esos lugares, aprendés a valorar
más la naturaleza y te das cuenta de que para disfrutar la
vida no necesitás tener demasiado.

El río me da paz, con el reflejo del sol y follaje en sus aguas


y el sonido que produce su correntada. Es el lugar perfecto
para descansar cuerpo y mente.

sebastián. 35 años. viajero nómade


el barco del amor
4 0 ° 0 8 ′ 3 4″ S 6 4° 5 1′ 13 ″ O
111 |

M i lugar favorito es una isla a la que siempre voy a ve-


ranear porque hay mucha tranquilidad, lejos del rui-
do del pueblo, donde la gente que tiene embarcación va a
juntarse y se practican diferentes actividades acuáticas.

Mi mejor recuerdo en el río es con una persona muy espe-


cial para mí. Fue una tarde de verano, estaba soleado y
hacía calor. Salimos a explorar el río con la corriente en con-
tra, conociendo en el trayecto muchos lugares escondidos.

Luego de tanto navegar, paramos a la sombra, donde nos


besamos, y de tanta intensidad decidimos hacerlo sobre la
lancha donde no importaba nada y el único testigo era el
río; un momento colmado de pasión, alejados del mundo.

Con el tiempo aprendí a cuidar el río, es una parte de mi


vida ya que crecí en él y le tengo mucho respeto.

tomás. 35 años. habitante de general conesa


canal
4 0 ° 8 0 ′ 2 7 ″ S 62 ° 9 9 ′4 0 ″ O
115 |

M e dedico a la producción de hortalizas variadas. Las


hortalizas que produzco son tomate cherry (de mu-
chos colores y formas), también tomates, morrón, beren-
jena, chauchas, lechugas, espinaca, acelgas (producción
bajo cubierta), y zapallos anco, kabuto, zapallitos y melón
(producción a campo). Para las dos formas de cultivo, el
agua que utilizamos es proveniente del río Negro, median-
te el sistema de canales que tenemos en el idevi. Al mis-
mo tiempo, usamos el agua para nuestro consumo porque
no tenemos agua potable. También la recibimos de los
canales de riego, en piletas de cemento cerradas y le apli-
camos lavandina.

Hace más de 10 años que me dedico a la agricultura, pero


mi compañero pertenece a una de las primeras familias
que se asentó en el idevi (Instituto de Desarrollo del Valle
Inferior). Años atrás, era una laguna enorme con islotes y
juncos, paralela al río Negro. Como siempre se inundaba,
la producción agropecuaria del valle inferior era escasa.
Entre 1927 y 1928, tras cerrarse los boquetes que alimenta-
ban a la laguna, ésta se secó, y en los años 60 's se constru-
yó un sistema de riego que permitió que la tierra se utilice
para la agricultura.

Lo que más me gusta del río es la enorme distancia que


recorre desde la naciente en las montañas hasta la desem-
bocadura en el océano. Gracias a ese recorrido, el valle es
fértil y productivo. Toda la verdura que se produce aquí va
destinada al consumo de Viedma. El río Negro es caudalo-
so. Es algo por lo que estamos agradecidos ya que es una
fuente de agua dulce que aprovechamos.

patricia. 46 años. habitante de viedma


nenúfar
4 0 ° 8 7 ′6 3 ″ S 62 ° 9 0 ′ 9 1″ O
119 |

S i bien crecí en una ciudad de río, siempre me sentí más


del océano, que también por suerte está muy cerca.
Un día que no habían olas, fuimos "las chicas del mar" con
nuestras tablas al río, queríamos conocer las islas. Ese día,
caímos en un paraíso de manzanas, que colgaban de los
árboles y cubrían el suelo. Las frutas y las verduras cuando
están en la planta, en estado natural, parecen joyas, algo
de otra dimensión.

En las islas de por acá, hay un montón de fruta natural sin


cultivar, bañada solo por los químicos que vienen en el
río, lo siento, hay que decirlo, como también que cambiar
agua por petróleo es un daño irreversible y permanente.
No se vuelve atrás.

El día que cruzamos a las islas, remamos un rato contra


marea, nos reímos en el agua sin parar, anfibias, del medio,
sintiéndonos el medio. Comimos muchas manzanas, dis-
tintas, grandes, chicas, marcadas, lisas, todas magníficas.
Y cuando decidimos regresar, llevamos algunas en nues-
tras mochilas para que otres puedan probar.

Antes de salir, de tocar la costa al otro lado, frenamos en la


boya, para ganarle al río y que nos deje quedarnos un rato
más. Nos agarramos una de la otra al ras del agua, nues-
tros ombligos en las tablas y armamos una red. Sentí que
éramos un nenúfar, flotando en el medio, siendo el medio.

Gracias río, gracias chicas, gracias mar.

lola. 35 años. habitante de viedma


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andes al atlántico ◆ neuquén • limay • negro


terminó de imprimirse y encuadernarse de manera
artesanal en un mágico y escondido taller en la localidad
de Villa La Angostura el 12 de diciembre de 2021 a las 5 am.
Para esta primera edición se realizaron cuatro ejemplares
impresos en papel bookcel de 80gs y una versión digital
con tipografías Alegreya y Alegreya Sans de Huerta
Tipográfica. Gracias a todas y cada una de las
personas que acompañaron este proyecto
y a quienes nos contaron su historia.
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