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FECUNDACIÓN IN VITRO Y ANTICONCEPCIÓN

¿QUÉ DEBEMOS SABER?

En el documento, nos referiremos como “fecundación in vitro” a la técnica de reproducción


asistida que involucra fecundación extracorpórea (Zegers-Hochschild et al., 2010) y como
“contracepción” a los medios empleados para evitar la concepción, entre los que normalmente
se consideran también los métodos abortivos, cuyo mecanismo de acción impide el desarrollo
embrionario o fetal (CUN). De este modo focalizaremos, lo que el Magisterio de la Iglesia nos
enseña acerca de estos dos temas que, no siendo los únicos en los que los cristianos debemos
profundizar, pueden ser el punto de apoyo para iniciar futuros estudios.

La creación de embriones por fecundación in vitro no se aparta del hecho de su carácter


humano. Son seres vivos humanos en la etapa inicial de su existencia, pues la artificialidad de su
obtención no altera su verdadera naturaleza biológica (Jouve, 2012, p.74). Sin embargo, la
fecundación in vitro produce muy frecuentemente la eliminación voluntaria de embriones. Ello
ocurre debido a que todas estas técnicas se desarrollan bajo el supuesto que el embrión humano
consta de un simple cúmulo de células que se usan, se seleccionan y se descartan (DP 14). En
consecuencia, el número de embriones sacrificados es altísimo en relación a los que logran
nacer. Estas pérdidas constituyen el precio que estamos pagando para obtener ¿resultados
positivos? ¿para quién o para quiénes?

Para no repetir la extracción de óvulos de la mujer, el procedimiento empieza con una extracción
múltiple. Esto es seguido por la crioconservación de una parte importante de los embriones
producidos considerando, además, su congelamiento. Dicho esto, la crioconservación es
incompatible con el respeto debido a los embriones humanos (DP 18) ya que los expone a graves
riesgos de daño físico y muerte. Los coloca en una situación susceptible de constantes
manipulaciones y, como resultado, un alto porcentaje no sobrevive al procedimiento de
congelación y descongelación.

Hasta este punto se debe constatar que millares de embriones congelados en el mundo se
encuentran en estado de abandono, que ésta es una situación irreparable de injusticia humana
(DP 19). Y si bien la crioconservación de óvulos en orden al proceso de procreación artificial es
moralmente inaceptable (DP 20), lo es también nuestra indiferencia e inacción ante estos
hechos. El pecado de Caín se vuelve a repetir. Cuando Yavé le pregunta: “¿Dónde está tu
hermano?”, Caín responde “No lo sé, ¿Soy acaso guardián de mi hermano?” (Cfr. Gn 4, 9).

Entrando en mayor detalle, entre los embriones obtenidos, un cierto número es transferido al
seno materno, mientras los demás son congelados a muy bajas temperaturas para
intervenciones reproductivas futuras. La finalidad de esta transferencia múltiple es asegurar,
dentro de lo posible, la implantación de al menos un embrión. El medio empleado para lograr
este objetivo es la utilización de un número mayor de embriones con respecto al hijo deseado,
previendo que algunos se pierdan en el intento y que, en todo caso, se evite un embarazo
múltiple. De este modo el procedimiento implica un trato puramente instrumental de los
embriones (DP 15), aceptar la idea de que no merecen pleno respeto cuando se contraponen
con un deseo personal que hay que satisfacer. Otro de los procedimientos vinculados a las
técnicas de fecundación artificial es el diagnóstico preinplantatorio, el cual prevé el diagnóstico
genético de los embriones formados in vitro. Éste se realiza con el objeto de tener la seguridad
de trasladar a la madre únicamente embriones sin defectos, con un sexo determinado o con
características particulares. En resumen, nuevamente se considera al embrión como simple
material de laboratorio, se produce una alteración y una discriminación en lo que se refiere al
concepto mismo de la dignidad humana (DP 22). Ahora se aplica según los proyectos

Fuente: Información tomada de Raúl Huapaya y Nancy Padilla, del MNF-RCC Perú 2022.
particulares, los lentes ideológicos, la condición social o económica. Se deja de lado que la vida
de todo ser humano ha de ser respetada de modo absoluto (DV intr. 5), ya que toda vida es
sagrada y nadie puede atribuirse el derecho sobre ella. Atendiendo al segundo de los temas de
este escrito, la Iglesia ha denunciado siempre la malicia de la contracepción. Queda excluida
como vía lícita para la regulación del nacimiento de los hijos, además del aborto y la
esterilización, toda acción que, o en previsión del acto conyugal o en su realización, o en el
desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga como fin o como medio, hacer imposible
la procreación (HV 14). Estos métodos anticonceptivos no respetan la naturaleza y finalidad del
acto matrimonial en sus significados unitivo y procreador, por los cuales, el acto conyugal une a
los esposos y los hace aptos para la generación de nuevas vidas. La ruptura o separación de estos
dos significados traiciona el sentido de la unión conyugal y somete la fecundidad al arbitrio del
hombre y la mujer: la procreación se convierte entonces en el “enemigo” a evitar en la práctica
de la sexualidad (EV 23). Las relaciones interpersonales experimentan un sustancial y profundo
empobrecimiento.

Los medios anticonceptivos propiamente dichos impiden la concepción después de un acto


sexual. Entre los más comunes se encuentran el preservativo, el diafragma, el DIU, los
espermicidas, el coito interrumpido, entre otras. Todas ellas contradicen la naturaleza intrínseca
de la sexualidad, desvinculando el aspecto unitivo del procreador. Se exime el comportamiento
sexual de su responsabilidad inmediata de poder ser causa de una nueva vida (Tomás y
Garrido,2011, pp. 109-110). Se cuestiona entonces la dignidad del amor personal. Existen,
además, otras técnicas que actúan después de la fecundación: las “interceptivas”, que
interceptan al embrión antes de su anidación en el útero materno y las “contragestativas”, que
provocan la eliminación del embrión apenas implantado. Ambas terminologías esconden el
pecado del aborto y su carácter gravemente inmoral (DP 23). Y si bien es cierto la contracepción
y aborto son dos males específicamente distintos, muy a menudo están relacionados como
frutos de una misma planta (EV 13). Las raíces de esta mentalidad antivida se hunden en un
individualismo y un hedonismo desmesurados.

En sentido positivo, el Magisterio de la Iglesia juzga lícito recurrir a los períodos infecundos y así
regular la natalidad (HV 16). Llamamos así Planificación Familiar Natural (PFN) a los medios
naturales basados en los signos de la fase fértil y no fértil del ciclo menstrual femenino. Estos
métodos consisten en la abstinencia de relaciones sexuales durante la fase fértil del ciclo y
pueden ser de varias formas: método Ogino-Knaus, método de la temperatura basal, método
Billings o método sintotérmico. Sus ventajas son que no conllevan intervenciones químicas o
mecánicas en el organismo, no presentan efectos colaterales, son reversibles, no inciden en la
fertilidad posterior y no tienen costo económico. Además, los métodos de temperatura y
sintotérmico poseen una alta eficacia (Amor Pan, 2010, pp. 266-267). Más aún, podemos afirmar
que la mayor ventaja de la PFN es su concordancia con los principios fundamentales de la visión
humana y cristiana del matrimonio. Dos frases bíblicas pueden reforzar lo antes mencionado:
“Yo soy la resurrección y la vida” (Jn 11, 25), afirma Jesús. “Antes de plasmarte en el seno de tu
madre, ya te conocía; antes que tú nacieras, yo te consagré” (Jer 1, 5), es el mensaje de Dios al
profeta Jeremías. No podemos conjurar contra la vida, que es Dios mismo, ni contra la vida que
Dios otorga y consagra ¿Acaso un cristiano puede taparse los oídos ante el mensaje bíblico?
¿Acaso podemos caminar al lado de la muerte?

Finalmente, podemos concluir que tanto la fecundación in vitro como la anticoncepción son dos
de los rostros con los que aparece la cultura de la muerte, contrarios al Evangelio de la vida,
proclamado al principio con la creación del hombre a imagen de Dios para un destino de vida
plena y perfecta (EV 7). Así los hijos de Dios reconocemos el mal para rechazarlo y hacemos el
bien siguiendo los pasos de Cristo, nuestro Señor, a través de su Iglesia.

Fuente: Información tomada de Raúl Huapaya y Nancy Padilla, del MNF-RCC Perú 2022.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:

Amor Pan, J. R. (2010). Introducción a la bioética. PPC Editorial.

Clínica de la Universidad de Navarra. Diccionario médico.

https://www.cun.es/diccionario-medico

Congregación para la Doctrina de la Fe. (1988). Instrucción Donum Vitae. Sobre el respeto de la
vida humana naciente y la dignidad de la procreación Congregación para la Doctrina de la Fe.
(2008). Instrucción Dignitas Personae. Sobre algunas cuestiones de bioética.

Jouve, N. (2012). El manantial de la vida. Genes y bioética.

Ediciones Encuentro. Juan Pablo II. (1995). Carta Encíclica Evangelium Vitae.

Zegers-Hochschild, F., Adamson G.D., De Mouzon, J., Ishihara, O., Mansour, R., Nygren, K.,
Sullivan, E. y Van Der Poel, S. (2010). Glosario de terminología en Técnicas de Reproducción
Asistida (TRA) Versión revisada y preparada por el International Committee for Monitoring
Assisted Reproductive Technology (ICMART) y la Organización Mundial de la Salud (OMS).

https://www.who.int/reproductivehealth/ publications/infertility/art_terminology2/es/

Pablo VI. (1968). Carta Encíclica Humanae Vitae.

Tomás y Garrido, G. M. (2011). Cuestiones actuales de bioética. (2ª ed). EUNSA

Fuente: Información tomada de Raúl Huapaya y Nancy Padilla, del MNF-RCC Perú 2022.

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