Después de estudiar varios años el español, un turista norteamericano decidió venir
a perfeccionarse en el idioma. Había oído hablar de este país y del buen español que se habla. Al llegar al Aeropuerto Juan Santamaría recogió su equipaje y se dispuso a buscar un taxi para ir a San José. Pasaron varios taxis llenos de gente que le gritaban: ´´tres tejas por jupa para chepe´´. El pobre turista, que creía dominar el español, sacó su diccionario de Inglés- Español sin lograr descifrar qué le decían. Tenía como cuarenta y cinco minutos de estar ahí, cuando un carro viejo, que estaba estacionado adelante, retrocedió y le dijo que era un pirata. El turista, que ya estaba cansado de esperar, le dijo que él no era pirata, pero que una vez había estado en un crucero. Aprovechó a su nuevo amigo y le pidió que si lo podía llevar a San José y le ayudaba con la gasolina. Se montó al carro y se dirigieron hacia el centro. Durante el camino,ésta fue la conversación que mantuvieron: - Maje, ¿para dónde la lleva? - ¿Cómo? No comprendo. - ¿Qué si va para la choza o va de parranda?
Se quedó callado y como cambiando de tema le dijo: Necesito ir a un hotel en San
José. El taxista le respondió: Bueno, si tiene todo el huevo, puede ir al que tiene piscina y sauna; si tiene poca harina, puede ir al que queda en el centro y si viene muy limpio, hay otro que cobran como un rojo por día. Lléveme por favor al que queda más cerca del centro, le contestó. De pronto una señora cruzó la autopista para ver un accidente que acababa de ocurrir; el taxista sonó el pito y le gritó: ¡Cuidado la arrugo! ¡Qué roca más pelotera! El turista le contestó: ¡Ah, sí, sí; sin saber de qué se hablaba! Siguió manejando, cuando se encontró con otro compañero taxista y le dijo: ¡Qué hubo Doctor! ¡Pura vida Licenciado!, le contestó el otro; ¿Tuanis o agüebado? Bien, bien, no ve que el Sapri le metió tres goles a la Liga. ¡Ah!, pero eso fue una guaba que se jaló, le respondió otra vez. El turista se asombró de ver profesionales manejando taxi. Al rato se sintió impaciente y le preguntó: Doctor, ¿Cuánto falta para llegar? El taxista le respondió: suave, suave, que es bolero, ahorita llegamos y le metió el acelerador. - ¿Ya llegamos? - No todavía no, pero ahorita.
Después de unos veinte minutos llegaron a su destino y el taxista le informó: son
cinco tejas. - Sí, muy bonita la estructura, pero ¿Cuánto es? - Le dije 500 cañas, ¡parece nuevo! - Le pago 700 colones y se deja el vuelto. Se bajó del taxi medio confundido y entró al hotel. - ¡Buenas noches! ¡Buenas noches!, le contestó él, contento de al fin de haber podido mantener una conversación. Pidió una habitación, subió a acomodarse y a alistarse para ir a comer y a dar un paseo por la capital. Bajó a la recepción y preguntó: ¿Dónde había un restaurant?; al hablar español sin acento, el del hotel creyó que se trataba de un tico y le dijo: En la esquina hay un lugar donde puede jamarse un casado y tomarse una birra. Pero, yo no soy casado, le interrumpió. De la pulpería que esta frente al bar de Pepe, camina 200 varas al norte. El botones que estaba oyendo quiso ayudar y le sugirió: Macho, si cruza la calle puede coger una chiva que, por 20 colones, lo deja al puro frente de la cafetería El Expreso y se puede tirar un yodo y unos gallos de carne bien ricos. Gracias, muchas gracias y con cara de no haber entendido nada se fue a caminar por la Avenida Central. Pasó por una pastelería donde le ofrecieron vender gatos, cachos, orejas, prestiños con tapa de dulce y cajetas de leche. Deme cinco de esos, dijo señalando un pastel de manzana y con el hambre que traía se fue para el parque a comérselos. Como ya se hacía muy noche decidió regresarse al hotel. Pasó la noche pensando a dónde podía recibir clases de español tico para no tener que pasar el resto de sus vacaciones comiendo pasteles de manzana. (Gregory Keamey).