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La concepción del tiempo y el espacio es algo muy relevante para nosotros como seres humanos.

Aproximadamente desde los 3 años de edad cuando el lenguaje está un poco más internalizado en
un niño, es cuando podemos comenzar a ejercitar más profundamente la ubicación espacial.

Este concepto no sólo es relevante para ubicarnos en un momento y lugar determinado, sino
también dará paso a relaciones matemáticas más complejas. En la ubicación espacial encontramos
más de una disciplina desarrollada, podemos ver matemáticas, lenguaje y geografía.

La siguiente etapa es la de operaciones concretas, que abarca entre los 8 y 12 años de edad. En
este momento, los menores logran efectuar operaciones lógicas, aunque requieren la presencia de
los objetos para razonar e interiorizar las acciones. Es en esta fase cuando el niño logra partir de
un elemento, observar su transformación y devolverlo a su estado inicial, lo que le posibilita la
seriación. En relación con el espacio, el logro es el manejo de la perspectiva.

Posteriormente podemos hacer operaciones más complejas en la adolescencia y adultez.

La ubicación espacial es una habilidad que se adquiere, profundiza y mejora a medida de diversos
logros cognocitivos en una persona. Por esto es que es de suma importancia que se comience a
reforzar desde la niñez temprana y haya una progresión de aprendizajes.

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