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Bolilla 4

a) Efectos de las relaciones de poder. Concepto.

Las relaciones de poder consisten en un estado de hecho al cual el Derecho le asigna profundas y serias
consecuencias jurídicas. Así, estar en posesión de la cosa o ser titular de un derecho real que se ejerce
por la posesión, genera la asignación de derechos y obligaciones que no son establecidos en relación con
un poseedor o titular de derecho real determinado, sino a cualquiera que ejerza su posesión o derecho real
sobre una cosa. De tal manera, el poseedor o el tenedor se libraran de esas obligaciones hacia el futuro y
perderán esos derechos en la medida en que dejen de serlo, adquiriéndolos quien ingrese o los reemplace
en la posesión o tenencia de la cosa.

b) Derechos y deberes inherentes a la posesión.

Derechos.

ARTICULO 1932.-Derechos inherentes a la posesión. El poseedor y el tenedor tienen derecho a ejercer


las servidumbres reales que corresponden a la cosa que constituye su objeto. También tienen derecho a
exigir el respeto de los límites impuestos en el Capítulo 4, Título III de este Libro.

Esta norma se refiere a los principales derechos inherentes a la posesión y a la tenencia de la cosa. Son
derechos que pueden ejercerse mientras se tengan relación con la cosa. La cosa puede ser mueble o
inmueble.
En este caso, el artículo se refiere a derechos propios de cosas inmuebles (servidumbres y límites al
dominio). Así, el poseedor o tenedor del predio dominante resultan titulares de ejercer los derechos
derivados de la servidumbre; estando obligado el titular, poseedor o tenedor del predio sirviente a tolerar el
ejercicio de los derechos que le incumben al poseedor del predio dominante.
Solo deben computarse dentro de los derechos inherentes a la posesión a las servidumbres activas reales,
que son las que benefician a cualquier persona.
Este artículo también aclara que son derechos inherentes a la posesión las obligaciones derivadas de las
relaciones de vecindad, reguladas en el Capítulo 4, Título III del Libro Cuarto, bajo el nombre de Límites al
dominio. Así por ejemplo, un vecino no debe producir ruido que exceda la normal tolerancia (art 1973); es
una obligación inherente a la posesión o a la tenencia. Si no la respeta, se estaría afectando el derecho
inherente a la posesión o tenencia de quien lo padece.

Deberes.

ARTICULO 1933.-Deberes inherentes a la posesión. El poseedor y el tenedor tienen el deber de restituir la


cosa a quien tenga el derecho de reclamarla, aunque no se haya contraído obligación al efecto.
Deben respetar las cargas reales, las medidas judiciales inherentes a la cosa, y los límites impuestos en el
Capítulo 4, Título III de este Libro.

Así como la posesión y la tenencia de una cosa genera derechos a quien ejerce la relación de poder, como
contrapartida también existen deberes que hay que respetar mientras se mantenga la relación con esa
cosa.
Tanto el poseedor como el tenedor pueden tener la obligación de restituir la cosa sobre la que ejerce poder
de hecho, por ejemplo el usufructuario tiene que devolverle la cosa al dueño acabado el usufructo (art
2150); hay que destacar que no siempre existirá el deber de restituir en la posesión, ello dependerá del
tipo de derecho que se ejerza y de la calidad del poseedor, pero en cambio, cuando se trata de la tenencia
siempre existirá esa obligación.

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La obligación de restituir existirá aun cuando “no se haya contraído obligación al efecto”, ya que este deber
es inherente a la posesión o a la tenencia, al margen de cualquier contratación, así por ejemplo quien
encuentra una cosa perdida está obligado a devolverla (art 1955).
La restitución debe ser hecha a “quien tenga el derecho de reclamarla”. Si el poseedor o el tenedor
obligados a restituir no saben quien tiene derecho a ella, cabe interpretar que pueden consignar
judicialmente la cosa para evitar problemas mayores.
Con respecto a las cargas reales, el hecho de que la cosa se encuentre gravada con un derecho real,
como servidumbre o hipoteca, impone que quien posea la cosa deba respetarlo. Es una consecuencia del
ius persequendi característico de los derechos reales, y de su oponibilidad erga omnes.
Lo mismo acurre con medidas judiciales impuestas a la cosa, que deben ser respetadas por los
poseedores o tenedores de ella.

Derechos y deberes del poseedor de buena y mala fe respecto de: frutos, productos, mejoras.

Según el art 233, frutos son los objetos que un bien produce, de modo renovable, sin que se altere o
disminuya su sustancia. Se clasifican en naturales que son las producciones espontaneas de la
naturaleza; frutos industriales son los que se producen por la industria del hombre o la cultura de la tierra;
frutos civiles que son las rentas que la cosa produce.
Productos son los objetos no renovables que separados o sacados de la cosa alteran o disminuyen su
sustancia.
Tanto los frutos naturales e industriales y los productos forman un todo con la cosa si no son separados.
Estas definiciones se complementan con el art 1934:

ARTICULO 1934.-Frutos y mejoras. En este Código se entiende por:


a) fruto percibido: el que separado de la cosa es objeto de una nueva relación posesoria. Si es fruto civil,
se considera percibido el devengado y cobrado;
b) fruto pendiente: el todavía no percibido. Fruto civil pendiente es el devengado y no cobrado;
c) mejora de mero mantenimiento: la reparación de deterioros menores originados por el uso ordinario de
la cosa;
d) mejora necesaria: la reparación cuya realización es indispensable para la conservación de la cosa;
e) mejora útil: la beneficiosa para cualquier sujeto de la relación posesoria;
f) mejora suntuaria: la de mero lujo o recreo o provecho exclusivo para quien la hizo.

Con respecto a los derechos y deberes del poseedor de buena y mala fe respecto de la adquisición de
frutos y productos, el art 1935 establece:

ARTICULO 1935.-Adquisición de frutos o productos según la buena o mala fe. La buena fe del poseedor
debe existir en cada hecho de percepción de frutos; y la buena o mala fe del que sucede en la posesión de
la cosa se juzga sólo con relación al sucesor y no por la buena o mala fe de su antecesor, sea la
sucesión universal o particular.
El poseedor de buena fe hace suyos los frutos percibidos y los naturales devengados no percibidos. El de
mala fe debe restituir los percibidos y los que por su culpa deja de percibir. Sea de buena o mala fe, debe
restituir los productos que haya obtenido de la cosa.
Los frutos pendientes corresponden a quien tiene derecho a la restitución de la cosa.

Este artículo establece que en cuanto a la percepción de frutos, la buena o la mala fe se califica en cada
acto de percepción realizado por el poseedor, ya que en materia de percepción de frutos, cada acto de
percepción se considera un hecho aislado, independiente de las percepciones anteriores. Esta regla rige
aun en casos de sucesión universal y particular, en donde la buena o mala fe se determinara en los actos
de percepción realizados por el sucesor, sin tener en cuenta la buena o mala fe de su antecesor.

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El articulo expresa que el poseedor de buena fe tiene derecho a hacer suyos los frutos percibidos y los
naturales devengados no percibidos.
Los frutos pendientes, sean industriales o civiles, pertenecen al propietario reinvindicante, aquel que tiene
derecho a la restitución de la cosa, ya que estos siguen formando parte de la cosa y constituyen un todo.
La única excepción son los frutos naturales devengados, ya que el código los otorga al poseedor de buena
fe aun cuando no los hubiese percibido.
En todos los casos el poseedor de buena fe hace suyos los frutos ya percibidos, es decir aquellos
separados de la cosa y objetos de una nueva relación posesoria.
El poseedor de mala fe está obligado a restituir los percibidos, y tampoco tiene derecho a los naturales
devengados y no percibidos; y si los frutos no se encontraren en su poder, debe pagar su valor. Además
es responsable de los frutos que por su culpa se dejo de percibir.
Los productos obtenidos deben ser siempre restituidos por el poseedor, aun cuando este sea de buena fe,
y si los productos extraídos no se encuentran en su poder por haberlos enajenado, perdido o destruido,
estará obligado a pagar su valor.

Casos en que procede la indemnización en pago de mejoras.

ARTICULO 1938.- Indemnización y pago de mejoras. Ningún sujeto de relación de poder puede reclamar
indemnización por las mejoras de mero mantenimiento ni por las suntuarias. Estas últimas pueden ser
retiradas si al hacerlo no se daña la cosa. Todo sujeto de una relación de poder puede reclamar el costo
de las mejoras necesarias, excepto que se hayan originado por su culpa si es de mala fe. Puede asimismo
reclamar el pago de las mejoras útiles pero sólo hasta el mayor valor adquirido por la cosa. Los
acrecentamientos originados por hechos de la naturaleza en ningún caso son indemnizables.

Mejora (según el art 751), es el aumento del valor intrínseco de la cosa. Pueden ser naturales o artificiales,
estas últimas, provienen del hecho del hombre y se clasifican en: a) necesarias: aquellas sin las cuales la
cosa no podría ser conservada, aquellas sin cuya realización la cosa se hubiere deteriorado o perdido
(reparación de muros, techos, cañerías, etc.); b) útiles: aquellas que son de manifiesto provecho para
cualquier poseedor de la cosa, estas mejoras redundan por lo general, en un incremento del valor o renta
de la cosa (instalación de servicios, realización de cocheras, rellenados de terrenos, escurrimientos de
agua, etc.); c) suntuarias: son las de mero lujo o recreo, o de exclusiva utilidad para el que las hizo (cierto
tipo de decoración, pinturas, etc.); y d) de mero mantenimiento: que son la reparación de deterioros
menores (limpieza de un filtro)
Tal como prevé el art 1938, ningún sujeto de la relación de poder, ya sea poseedor o tenedor, puede
reclamar rembolso por las mejoras de mero mantenimiento, ni por las suntuarias, pero en este último caso,
el poseedor o tenedor puede llevárselas si no causa perjuicio a la cosa. Si el propietario prefiriera
mantenerlas, pudiendo el poseedor retirarlas, en principio ambos deberían ponerse de acuerdo acerca de
la indemnización pertinente. A falta de acuerdo, teniendo en cuenta que no son indemnizables, deberá el
propietario pagar lo invertido en ellas.
Las mejoras necesarias si son reembolsables, siempre que se traten de gastos realizados por el poseedor,
ya que si hubiesen sido efectuados por un tercero, aquel carecería de derecho a reclamar su reintegro. No
obstante si el poseedor es de mala fe y tales erogaciones fueron necesarias por su culpa, desaparece el
derecho de reintegro.
Las mejoras útiles son reembolsables siempre que aumenten el valor de la cosa, pero solo hasta el mayor
valor adquirido por la cosa.
Los acrecentamientos son mejoras provocadas por obra de la naturaleza y no generan derecho a
resarcimiento ya que el poseedor no invirtió en su realización.
Hay que destacar que en los supuestos en los que el sujeto de la relación de poder tenga derecho al pago
de una indemnización por mejoras realizadas en la cosa, puede ejercer el derecho de retención hasta ser
pagado.

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Responsabilidad por destrucción de la cosa.

ARTICULO 1936.- Responsabilidad por destrucción según la buena o mala fe. El poseedor de buena fe no
responde de la destrucción total o parcial de la cosa, sino hasta la concurrencia del provecho subsistente.
El de mala fe responde de la destrucción total o parcial de la cosa, excepto que se hubiera producido
igualmente de estar la cosa en poder de quien tiene derecho a su restitución.
Si la posesión es viciosa, responde de la destrucción total o parcial de la cosa, aunque se hubiera
producido igualmente de estar la cosa en poder de quien tiene derecho a su restitución.

El artículo sienta el principio de que el poseedor de buena fe no responde por la destrucción o deterioro de
la cosa, ya que al ser de buena fe, cabe entender que está convencido de ser el legítimo propietario de la
cosa y, como tal, que se encuentra expuesto al riesgo de la posible destrucción o deterioro del objeto.
Nada se le puede reprochar y si posteriormente es condenado judicialmente a restituir la cosa, cumple
entregándola en el estado en el que se halle.
La cosa se puede destruir total o parcialmente por un hecho de la naturaleza, de un tercero o del propio
poseedor que considera que ejerce un derecho real, pero en este último caso, el poseedor no debe ejercer
sus derechos en forma abusiva, ya que de hacerlo, tendrá que responder frente al dueño que reivindica;
no responderá por hechos que sean del ejercicio regular de sus derechos, ni los causados por su propia
negligencia.
Esta regla de irresponsabilidad del poseedor de buena fe no es absoluta, ya que si hubiese obtenido algún
provecho, deberá responder hasta la concurrencia del beneficio obtenido.
El poseedor de mala fe es responsable del daño causado al propietario. Responde en caso de destrucción
total o parcial causada por un hecho suyo, por culpa o dolo, o por el de un tercero, aunque no hubiese
obtenido ningún provecho de la cosa. El poseedor de mala fe no responde cuando media caso fortuito, ya
que el art 1936 establece un excepción que le permite liberarse de responsabilidad si el deterioro “se
hubiere producido igualmente de estar la cosa en poder de quien tenga derecho a restitución”, como por
ejemplo, si la cosa se destruyo por una inundación, un huracán o un terremoto, lo mismo le habría ocurrido
si hubiese estado en poder del propietario.
El poseedor de mala fe viciosa, al igual que el de mala fe simple, responde por la ruina o deterioro que
fueren causados por un hecho suyo o de un tercero. No obstante su situación es más gravosa ya que no
tiene la posibilidad de liberarse cuando la cosa igualmente hubiese perecido en poder del propietario. Esta
limitación se justifica en que la posesión viciosa tuvo su origen en un hecho ilícito, razón por la que debe
ser juzgado el poseedor con un criterio más severo (Salvat).

Transmisión de las obligaciones al sucesor.

ARTICULO 1937.- Transmisión de obligaciones al sucesor. El sucesor particular sucede a su antecesor en


las obligaciones inherentes a la posesión sobre la cosa; pero el sucesor particular responde sólo con la
cosa sobre la cual recae el derecho real. El antecesor queda liberado, excepto estipulación o disposición
legal.

Las obligaciones reales o propter rem, van adheridas a la cosa, ya que es la titularidad de la cosa la que
designa al sujeto pasivo de la deuda, y cuando aquella cambia por pasar la cosa a un nuevo titular, cambia
el deudor, que pasa a serlo el nuevo titular.
Estas obligaciones son verdaderas obligaciones inherentes al derecho real o a la posesión y con deudor
designado por una titularidad real o posesoria.
En estas obligaciones el deudor se libera con la enajenación y el abandono. La obligación deambula con la
cosa.
En estas obligaciones inherentes a la posesión, se establece que el sucesor no responde con todo su
patrimonio, sino únicamente “con la cosa sobre el cual recae el derecho real”.

c) Régimen de las cosas muebles. (este punto se encuentra en la bolilla 7)


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d) Efectos propios de la posesión.
ARTICULO 1939.- Efectos propios de la posesión. La posesión tiene los efectos previstos en los artículos
1895 y 1897 de este Código.
A menos que exista disposición legal en contrario, el poseedor debe satisfacer el pago total de los
impuestos, tasas y contribuciones que graven la cosa y cumplir la obligación de cerramiento.

La posesión, este acompañada o no del derecho real, por si sola produce importantes efectos. El art 1939
menciona dos: la adquisición legal de cosas muebles no hurtadas ni perdidas, y la posibilidad de adquirir el
derecho real por usucapión. Además de estos, existen otros como la posibilidad de hacer propios los frutos
percibidos, el derecho al reembolso de ciertas mejoras, etc. También cabe mencionar la posibilidad de
defenderse a través de la defensa extrajudicial y de las acciones posesorias.
El artículo también dispone que, salvo disposición legal en contrario, el poseedor debe atender los
impuestos, tasas y contribuciones, ya que es lógico que quien aprovecha de la cosa deba atender estas
obligaciones. Se trata de los impuestos territoriales y otras contribuciones que tienen su asiento,
generalmente, en una cosa inmueble.
El poseedor también debe cumplir con la obligación de cerramiento según lo expresa el artículo.

Efectos propios de la tenecia.

ARTICULO 1940.- Efectos propios de la tenencia. El tenedor debe:


a) conservar la cosa, pero puede reclamar al poseedor el reintegro de los gastos;
b) individualizar y comunicar al poseedor de quien es representante si se lo perturba en razón de la cosa, y
de no hacerlo, responde por los daños ocasionados al poseedor y pierde la garantía por evicción, si ésta
corresponde;
c) restituir la cosa a quien tenga derecho a reclamarla, previa citación fehaciente de los otros que la
pretenden.

El tenedor ejerce sobre la cosa un poder de hecho limitado por la voluntad de aquel por cuyo nombre
posee y por los términos y régimen del acto jurídico que dio origen a la tenencia; y además pesa sobre el
mismo el deber de restituir la cosa al poseedor.
A fin de dar cabal cumplimiento a tales obligaciones, debe conservar la cosa de acuerdo a la naturaleza de
la relación material y dentro de los límites trazados por el título en virtud del cual se constituyo tenedor, de
tal manera de evitar su deterioro o destrucción. En caso de no hacerlo será responsable por
incumplimiento. Como contracara de este deber, el tenedor tiene derecho a ser reembolsado por los
gastos y mejoras necesarias, indispensables para el buen mantenimiento de la cosa, que hubiese tenido
que afrontar; y ante la negativa del poseedor de pagar los gastos, tendrá derecho de retener la cosa hasta
ser indemnizado.
Dado que el tenedor representa la posesión de otro, cuando fuere demandado en razón de la cosa cuya
tenencia ejerce, deberá denunciar al verdadero poseedor. También debe comunicar al poseedor cualquier
perturbación. Si el tenedor no individualiza al poseedor, queda alcanzado por los efectos de la acción,
pudiendo ser condenado a entregar la cosa al demandante, sin perjuicio de los derechos del poseedor no
citado a juicio. Además, el artículo, sanciona la omisión cercenándole la posibilidad de reclamar por
evicción al poseedor.
Como ya se dijo, el tenedor tiene a su cargo el deber de restitución de la cosa al verdadero poseedor. Esta
obligación es característica de la tenencia. El retorno debe efectuarse conforme a la causa que origino la
tenencia, es decir en los términos y condiciones que resulten del hecho o acto jurídico que le sirven de
causa o titulo. Si terceros, invocando derechos sobre la cosa, la reclamaren o pretendieren, la obligación
de restituir al poseedor se mantiene, pero aquellos deberán ser citados fehacientemente, ya sea judicial o
extrajudicialmente.

e) Efectos de las relaciones de poder en el régimen anterior.


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Derechos.

Art. 2.420. Son derechos inherentes a la posesión, sean reales o personales, los que no competen a
una o más personas determinadas, sino indeterminadamente al poseedor de una cosa determinada.

Art. 2.421. Son derechos inherentes a la posesión de los inmuebles las servidumbres activas.

En el régimen anterior los derechos inherentes a la posesión se encontraban regulados en los artículos
2420 y 2421, y eran la contracara de las obligaciones respectivas referidas en los artículos 2416 a 2418.
Los derechos como lo aclara el art 2420, no competían a una o más personas determinadas, sino
indeterminadamente al poseedor de una cosa determinada. El art 2421, por su parte, aclara que las
servidumbres activas son derechos inherentes a la posesión de inmuebles, mas no aclaraba si se refería a
servidumbres reales o personales (como si lo hace el CCYCN).
Cabe destacar que el antiguo código civil solo se refería al poseedor, al contrario del CCYCN que también
se expande al tenedor.

Deberes.

Art. 2.416. Son obligaciones inherentes a la posesión, las concernientes a los bienes, y que no
gravan a una o más personas determinadas, sino indeterminadamente al poseedor de una cosa
determinada.

Art. 2.417. Es obligación inherente a la posesión de cosas muebles, la exhibición de ellas ante el
juez, en la forma que lo dispongan las leyes de los procedimientos judiciales, cuando fuese pedida
por otro que tenga un interés en la cosa fundado sobre un derecho. Los gastos de la exhibición
corresponden a quien la pidiere.

Art. 2.418. El que tuviere posesión de cosas inmuebles, tendrá para con sus vecinos o terceros, las
obligaciones impuestas en el Título VI de este Libro.

Art. 2.419. Son también obligaciones inherentes a la posesión de las cosas inmuebles, las
servidumbres pasivas, la hipoteca, y la restitución de la cosa, cuando el poseedor fuese acreedor
anticresista. También las cargas de dar, hacer o no hacer, impuestas por el poseedor precedente, al
nuevo poseedor.

Los artículos 2416 a 2417 se ocupaban de las obligaciones que le correspondían al poseedor, pero
no teniendo en cuenta su individualidad como persona, sino como derivadas de la relación real
mantenida con la cosa. Es en relación a esa ocupación que resultaban las obligaciones que esas
normas consagraban. El sistema se complementaba con la previsión del art 2419 que contemplaba
cargas o gravámenes reales. También preveía la obligación de restitución de la cosa que pesaba
sobre el acreedor anticresista.

Buena fe y Adquisición de frutos y productos.

Art. 2.358. La buena fe del poseedor debe existir en el origen de la posesión, y en cada hecho de la
percepción de los frutos, cuando se trata de frutos percibidos.

Art. 2.423. El poseedor de buena fe hace suyos los frutos percibidos que correspondiesen al tiempo
de su posesión; pero no basta que correspondan al tiempo de su posesión, si fueron recibidos por él,
cuando ya era poseedor de mala fe.

Art. 2.438. El poseedor de mala fe está obligado a entregar o pagar los frutos de la cosa que
hubiese percibido, y los que por su culpa hubiera dejado de percibir, sacando los gastos de cultivo,
cosecha o extracción de los frutos.

Art. 2.444. Tanto el poseedor de mala fe como el poseedor de buena fe, deben restituir los productos que
hubieren obtenido de la cosa, que no entran en la clase de frutos propiamente dichos.
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Según el art 2358, la buena fe de la posesión debía establecerse desde el momento en que se inicio la
relación real, y reconocía una excepción en materia de percepción de frutos, ya en tal supuesto se
requería buena fe en cada hecho de la percepción, de la misma forma que en el CCYCN.
El poseedor de buena fe hace suyos los frutos percibidos tal como señala el art 2423. El poseedor de
mala fe en cambio, debía restituir los frutos y aquellos que por su culpa se dejaron de percibir, tal como
enuncia el art 2438.
En materia de productos, la regla era que estos pertenecían al propietario, y que el poseedor de buena o
mala fe debía restituirlos al mismo, como surge del art 2444.

Responsabilidad por destrucción de la cosa.

Art. 2.431. El poseedor de buena fe no responde de la destrucción total o parcial de la cosa, ni por los
deterioros de ella, aunque fuesen causados por hecho suyo, sino hasta la concurrencia del provecho que
hubiese obtenido, y sólo está obligado a entregar la cosa en el estado en que se halle. En cuanto a los
objetos muebles de que hubiese dispuesto, sólo está obligado a la restitución del precio que hubiera
recibido

Art. 2.433. El poseedor de buena fe que ha sido condenado por sentencia a restituir la cosa, es
responsable de los frutos percibidos desde el día en que se le hizo saber la demanda, y de los que por su
negligencia hubiese dejado de percibir; pero no de los que el demandante hubiera podido percibir. El no
responde de la pérdida y deterioro de la cosa causados por caso fortuito.

Art. 2.435. El poseedor de mala fe responde de la ruina o deterioro de la cosa, aunque hubiese ocurrido
por caso fortuito, si la cosa no hubiese de haber perecido, o deteriorándose igualmente, estando en poder
del propietario.

Art. 2.436. Si la posesión fuese viciosa, pagará la destrucción o deterioro de la cosa, aunque estando en
poder del dueño no lo hubiese éste evitado. Tampoco tendrá derecho a retener la cosa por los gastos
necesarios en ella.

El poseedor de buena fe no respondía por la destrucción total o parcial de la cosa, aunque fuese causado
por un hecho suyo (art 2431), ni los causados por caso fortuito (art 2433). La regla de irresponsabilidad no
era absoluta, ya que si el poseedor con su obrar hubiera obtenido algún provecho, debía responder ante el
propietario hasta el límite de su beneficio (art 2431).
Si el poseedor fuese de mala fe, debe responder por la destrucción o deterioro total o parcial de la cosa,
aun cuando el hecho haya ocurrido por caso fortuito, salvo que también hubiese perecido o deteriorado en
manos del propietario (art 2435).
Si la posesión fuese viciosa, el poseedor será responsable aun por la destrucción o deterioro de la cosa
por caso fortuito, no pudiendo invocar que aquella igualmente hubiere perecido estando en poder del
dueño.
Cabe que aclarar que el CCYCN siguió estos lineamientos, con la salvedad del art 2431 que dice que el
poseedor de buena fe no responde por los daños o deterioros de la cosa, aun los causados por “un hecho
suyo”, expresión que omite el CCYCN.

Transmisión de obligaciones al sucesor.

El antiguo código civil no regulaba las obligaciones reales expresamente y con respecto a este tema las
opiniones eran variadas; con el correr del tiempo fue ganando fuerza la tesis que sostenía que los art 2416
a 2421, que regulaba los derechos y obligaciones inherentes a la posesión, daba suficiente sustento a la
existencia de obligaciones reales. De todos modos, a falta de una norma específica en el código civil
dejaba un margen de duda que dejaba vivo el respectivo debate.
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Hoy el CCYCN las regula en el 1937.

Indemnización por mejoras.

Art. 2.427. Los gastos necesarios o útiles serán pagados al poseedor de buena fe. Son gastos necesarios
o útiles, los impuestos extraordinarios al inmueble, las hipotecas que lo gravaban cuando entró en la
posesión, los dineros y materiales invertidos en mejoras necesarias o útiles que existiesen al tiempo de la
restitución de la cosa.

Art. 2.440. El poseedor de mala fe tiene derecho a ser indemnizado de los gastos necesarios hechos en la
cosa, y puede retenerla hasta ser pagado de ellos. De este beneficio no goza el que hubiese hurtado la
cosa.

Art. 2.441. El poseedor de mala fe puede repetir las mejoras útiles que hayan aumentado el valor de la
cosa hasta la concurrencia del mayor valor existente. Estas mejoras son compensables con los frutos
percibidos o que hubiere podido percibir. Pierde las mejoras voluntarias, pero puede llevarlas, si al hacerlo
no causase perjuicio a la cosa.

El poseedor de buena fe solo podía obtener el reembolso de las mejoras necesarias y útiles, siempre que
existan al tiempo que debía restituirse la cosa (art 2427). El poseedor de buena y de mala fe, tienen
derecho a ser indemnizados de los gastos necesarios hechos en la cosa (art 2440), y pueden recuperar
del propietario de la cosa las mejoras útiles realizadas, pero tal derecho se encontraba limitado
únicamente a aquellas que hubieran aumentado el valor de la cosa, en cuyo caso solo se admitía hasta la
concurrencia del mayor valor existente (2441).

Efectos propios de la tenencia.

Art. 2.463. El simple tenedor de la cosa está obligado a conservarla, respondiendo de su culpa,
conforme fuere la causa que le dio la tenencia de la cosa.

Art. 2.464. Debe nombrar al poseedor a cuyo nombre posee, si fuere demandado por un tercero por
razón de la cosa, bajo pena de no poder hacer responsable por la evicción al poseedor a cuyo
nombre posee.

Art. 2.465. Debe restituir la cosa al poseedor a cuyo nombre posee, o a sus representante, luego
que la restitución le sea exigida conforme a la causa que lo hizo tenedor de la cosa.

Art. 2.466. Si para conservar la cosa hubiese hecho gastos o mejoras necesarias, tendrá derecho
para retenerla hasta ser indemnizado por el poseedor.

Art. 2.467. La restitución de la cosa debe ser hecha al poseedor de quien el simple tenedor la
recibió, aunque haya otros que la pretendan, pero con citación de éstos.

Los artículos enumeraban los efectos propios de la tenencia. En primer lugar se establecía que
debía conservar la cosa, lo cual era lógico, pues él es quien detenta materialmente la cosa y sobre
quien recae la obligación de devolverla al poseedor. Concordantemente con ello se establecía que
debía responder por los deterioros que haya sufrido la cosa y que por su culpa no se haya podido
evitar. También debía nombrar al poseedor en cuyo nombre poseía en los supuestos en que fuera
demandado por un tercero con causa en la cosa. Esta obligación era reforzada con la prevención de
que si no lo hacía podía ser responsabilizado de los daños que tal omisión pudo haber causado al
poseedor y al demandante. Por último se disponía que debía restituir la cosa al poseedor o su
representante cuando ello resultaba exigible conforme a la causa que lo hizo tenedor. El tenedor
también tiene, por otro lado, el derecho de repetir los gastos y mejoras necesarias, pudiendo ejercer
el derecho de retención hasta el pago de estas. Además, y sin perjuicio de la posibilidad de recurrir a

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la defensa extrajudicial de la relación real (art 2470), los tenedores interesados contaban con la
protección posesoria a través de las acciones policiales y los interdictos policiales. Cabe aclarar, que
los derechos y obligaciones del tenedor se establecían ante todo, a partir de lo que resultare del
contrato que erigió la tenencia y de su regulación específica.

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