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Duelo Al Sol en La Filología Goethiana
Duelo Al Sol en La Filología Goethiana
No lo sabe casi nadie, pero es la pura verdad: hay una variante de los famosos versos
iniciales del Fausto que, por desgracia, no está incluida en ninguna de las ediciones de
Goethe que aquí reseñamos: «Con ardiente afán, ¡ay! / estudié a fondo la Filosofía / la
Jurisprudencia y la Medicina / y también, por desgracia, la Filología».
¿Que cómo lo sabe el reseñador? Bueno, también él ha estudiado Filología con algún
afán, y ha dado con este hallazgo tras años de investigaciones en el legado de Goethe.
Por el momento, se le dispensará de dar la referencia exacta. Se podrá leer en el
tratado nº 1.001 de la Academia de Ciencias de N., en N. Baste con decir que, como su
colega el fámulo Wagner, ha «buscado tesoros con mano ansiosa» en el suelo fértil de
la filología goethiana y ha encontrado esta «lombriz de tierra».
En otras palabras: una cierta dosis de burla es propia de los filólogos goethianos. Ya el
secretario de Goethe, Friedrich Wilhelm Riemer, la sintió ocasionalmente, aunque
Goethe mismo se asomó repetidas veces a la Filología, y no sólo, como Fausto, en
calidad de fracasado traductor.
Pero hay que ser filólogo, mucho más que mero lector, para salir lleno de entusiasmo al
encuentro de las hazañas del año de Goethe. En algunos casos, el peso de los
comentarios ha arrollado el de los textos. En la filología goethiana, esto parece más
inevitable que de costumbre: las notas a pie de página alcanzan, contra lo que indica su
nombre, hasta el borde superior de la página. Las ciencias humanas son ciencias de la
nota a pie de página. «El filólogo entra / y os demuestra / que hubo de ser así».
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por todo el mundo, no han reparado en gastos en su Goethe, por lo menos en lo que a
ambas editoriales respecta. En verdad, ha trabajado con ardor en torno al mayor de sus
poetas, en realidad la mayor de sus figuras intelectuales. ¡Esto bastaría para dar
merecida fama a las dos ediciones, dejando aparte todas las demás cuestiones! El
espectáculo puede empezar: High Noon en la filología goethiana.
Ambas cosas tienen sus ventajas, igual que, naturalmente, sus desventajas. La EM
sigue, en la perspectiva histórico-evolutiva fundamental en Goethe, aquella «forma»
que «se desarrolla viviendo». ¿Por qué Goethe, tras la fosilizada fachada que cultivó de
oficio y por su papel público, está tan incomparablemente vivo, tan lleno de sorpresas?
Porque jamás degeneró en eco de sí mismo. La palabra mágica es «metamorfosis».
Pero sólo tirando del hilo de la cronología no se puede hacer una edición completa de
Goethe. Por eso, la EM ha tenido que hacer algunas reducciones inevitables de su
principio. Dentro de los volúmenes correspondientes a cada época, cuya denominación
y periodización no carece de cierta arbitrariedad, ha vuelto a agrupar los textos por
géneros.
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bagatela de 50.000 páginas, de las que 15.000 son comentarios.
Pero todo esto no sirve de nada: «Obras completas» son obras completas. Y ninguna de
las dos ediciones, ni en general ninguna edición de Goethe hasta la fecha, hace justicia
a esa pretensión. La edición que, en cuanto a pura masa de texto, sigue siendo la más
extensa es la edición de Sophie, de Weimar, reeditada para el año Goethe, con sus
delicados 143 volúmenes, y sobre todo la gigantesca edición de las cartas, que ocupan
ellas solas 50 tomos. Sigue manteniendo además la ventaja editorial de ser una edición
histórico-crítica. Pero también ella presenta notables lagunas, no sólo porque desde
que se publicó, entre 1887 y 1919, se han descubierto muchas cosas nuevas, sino
porque además le falta un comentario.
Realmente «Obras completas», todo Goethe, sigue sin haberlas... si es que llegará a
haberlas algún día. A pesar de todos los esfuerzos, hasta la fecha todas las ediciones
goethianas fracasan ante Goethe. Naturalmente, eso dice menos en contra de ellas que
en favor de Goethe. Porque, volvámoslo a decir: Goethe no es el nombre de un autor,
sino el de un mundo. El que no se pueda acabar con él lo engrandece...
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El comentario es la joya en ambas ediciones. Ambas han logrado reunir –con notables
diferencias de nivel en cuestiones concretas– a magníficos equipos de expertos. Con
ayuda de los comentarios, también el aficionado a Goethe deseoso de saber puede
transformarse en especialista en Goethe sin tener que parecerse a su colega el fámulo
Wagner. Los comentarios de la EF son en su conjunto –no siempre en el caso concreto–
más amplios y más detallados que los de la EM. Una coordinación aún mejor habría
podido evitar solapamientos y repeticiones. La edición crítica más utilizada hasta la
fecha, y probablemente también en el futuro, la «edición de Hamburgo» a cargo de
Erich Trunz, reeditada en el año de Goethe en una hermosa versión en tapa dura y otra
de bolsillo –ambas a un precio sin igual–, se podrá seguir recomendando como edición
de extensión media.
Ejemplo dos: la difícil filología del Diván de Oriente y Occidente. Ahora recibe nuevo
impulso con la edición y comentario, por vez primera íntegros, de todos los documentos
del legado a cargo de Anke Bosse: una tesis doctoral, que hace saltar por los aires toda
idea media de obra lograda.
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Y aún se pierde otra oportunidad. El libro «Hafis», del Diván contiene dos poemas
«Fetwa», una cuestión no carente de interés para los lectores que en algún momento
de la última década hayan oído hablar de un escritor de Oriente y Occidente llamado
Salman Rushdie y una «Fetwa» o «Fatwa» dictada contra él. Ambos comentarios
vuelven a informar maravillosamente sobre el significado legal de una «Fetwa», y
también sobre el trasfondo histórico de su escritura: Goethe echa mano a los dos
dictámenes jurídicos que ha encontrado en casa del orientalista Joseph von
Hammer-Purgstall y del abate italiano Giambattista Toderini.
Pero ambos comentarios renuncian a dar la información, que posiblemente sería útil
aquí, de que la «Fetwa» en Goethe, igual que en la tradición islámica, no significa una
«condena a muerte» o incluso una «llamada al asesinato», sino justamente un
«dictamen jurídico» clerical. Se deja pasar la ocasión de aprovechar los poemas de
Goethe, así como sus extensas manifestaciones en las «Notas y tratados para la mejor
comprensión del Diván de Oriente y Occidente», para llegar a una mejor comprensión,
antifundamentalista, de las difíciles relaciones entre Arte y Corán, Poesía y Religión.
Esto, por otra parte, no significaría dar entrada a una actualidad de cortas miras en un
comentario destinado al tercer milenio; sería demostrar cuán rico, cuán abierto es el
mundo de Goethe también aquí, precisamente aquí, y qué confrontaciones es capaz de
superar.
Pero a pesar de todas las –grandes– alabanzas y los –pequeños– reproches, aún no
hemos tocado la mayor diferencia entre las dos ediciones. No nos referimos a la
diferencia de precio, que a primera vista podría decidir sobre la compra si no hubiera
que calcular la relación calidad-precio con números de páginas y de letras, y menos a
que ambas ediciones se puedan adquirir salomónicamente, gracias a su inconfundible
perfil.
No, nos referimos a una especial oferta que ambas editoriales hacen. No podría ser
más distinta. Porque la EM ofrece los valiosos volúmenes, junto al entelado, también en
«suave piel de oveja de la altiplanicie escocesa en color natural», mientras la escuela
de Frankfurt, con un hálito de canto de sirena comercial, da su preferencia a las «pieles
escogidas –probablemente por los responsables de la edición– de cabra Radja de la
India oriental». Oveja o cabra, esta es la cuestión, aunque la piel promete en cualquier
caso un Goethe cuya fecha de caducidad se adentra en el tercer milenio.
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