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a.

portmann
Profesor de la Universidad de Basilea

anatomia de
la figura an¡mal
odgenes y mutaciones €lftemás en zoologi

Traducción de ENRIQIIE ORTEGA MASIA


Dibujos in.toxto rsalizados por Bousr¡r-B¡u¡, do P¡¡ís
Dopólho lssll: T - Iló-19ó{.
Núnero de Reslstro: B. - 71l6t.

Reservsdos lo3 derechos artísticos


y literarlos para torlG los p¡lse!
@ Copyrisht by EDICIONES ZEUS,
Barc€lona, lS64, pára h publlclcló¡
€¡ l€hgúa esp.ñola.

Tftulo de la obra orlet¡¡t:


DIE TIERGESTALT
O Copyrisht by VERLAG-FRIEDRICH
REINHARDT AG. BASEL. 2.'édtc-

IMPRESO E.¡V ESP¡iV.E


PRINTED IN SPAIN
t3

6l

99
125
145
1ó5
189
209
231
247
267

I¡dice -.. -.- 269


INTRODUCCION

En la inmensidad azul de los océanos nadan las esne_


cies.de los ratliolarios. El ojo humano n"t¡irá-liáíi"
"olos instrumenti:os
contemplar su belleza sin la invención de
ópticos, ya que sólo son yisibles baio los ir¡iiií", "áí
aumento d.e los. microscopios (figura í). Bt qil
sostiene, su delicado cuerpo está compu"rto,"rq""liti
,"
"i -áÁ)
parte, de dcido silícíco y ,o, ,""o"rio ¡"uoi""tiiioií"t|
a una obra de arte eiecutada por la mano d.t homiri.
ante muchos de tales seres marinos creeríamos nútiiii
il,
en presencia. del estilo propio de una época d"term¡rattá
en ta que drchas Íormas correspondían, precisamente.
a
una concepción ca.racterlstica del hombre. y, sin óm-
bargo, los rad.iolarios vivían ya mucho tiemji ;;;"r'1"
la aparición de cualquier obia humana.
La di¡¡ersídad de sus clases es tan asombrosa como Ia
enorme variedad que existe de pájaros o *orlporÁ.
rad.iolarios
l.,ii
.depend.en
para ru ribiirt á;i;;;;; ;;;
Dalo qutmtco de otros animales, alimentd.ndose
"n"io- de las
bacterias o de las células de tas aígis. p"iti"i"l
animal Io mismo que eI pequeño mono de Java de la li-
oll"¡lo
gura II, existienilo las mismas
funciones lundamentaíes
en el organismo de tos radiotarió,
monos ""t "t"tái"i üi.liá,
-cuyas facciones guardan una impresiunánte n¡ sip_
ntÍtcatiea semeianza con las del hombre.
ble conocet gran número de especies animales y recor'
dar cientos áe nombres, adquirir una ltasta experiencia
en la estructura interna de sus ótganos y teiidos, prco-
cuparse intensamente por sus fotmas ile ttida y,-sin em-
birgo, saber muy poco de su aparietrcía tisible. ¡Con
cuinta lrecuencia se valora sóIo a los animales según su
utilidail elemental o su lacilitlad de ailaptación, en tanto
que se presta escasa atención a las particularidades que
¡listinguen a sus figutas entre sí!
LÁ ptumas (póIípos) de las aguas abisales (fi'
^áñno"
gura IU) sienten, tespiran y se aliffientan; seglegan unos
Zl"*"rtot y ," ,"produc"n lo mismo que las,co.lonías ile
los molusc-os que letantan sobre las rocas de las costas
sus delicadas pero sóliilas construcciones. ¡Qué poco nos

F¡c. III. Pluma de uar (pteroides), Élipo del Mar Meüterró¡eo ile l¡ fa'
milia de -
loe comles. Arriba i en comPleto desarlollo, alajo: el misno animal
on estado de coút?acción. El cambio de lorma se verifica por la absorcirín
o erpulsión
_ de agu¡' Esto€ gíüpos brillan en la noche con luz fía y foafa
rescenre (aprorirnadamente en uú tercio do su tamsío natu¡al)'

8
aclara eI conocimiento de las lunciones titales generales
acerca de la aparicncia il¿ estas ilos especies tnn distin-
tas entre sí! Los organismos son las lormas natutales
que mayor complicación ¡nesentan al investigador. El
Iectot rro puede esperar, por tanto, que este libro sobre la
ligura de los animales Ie proporcione una rápida y con'
cluyente oñentación, ilando respuesta a toilas sus pto
guntas. Nuestra obra no pueile hacer más que ilespettar
su interés por los animales y aportar su grano de arena

Fro, IV. Colonia de lafaniü¡ de los retépons (cosras del Mar Meditcrní'
- rco) (rprodrlarlancntc eo ru ranraño utural).

para tm contacto más profundo con estas intetesantes


figuras. El conocimiento perfecto, en la meilida que nos
ei posible de manera científica, sólo pueile adquirirse
poi meitio de una labor consecuente e inlatigable. Poile'
mos mostrarle, sin embargo, eI camino y estimular en
usteil el gozo por dicha tatea. Este mismo libto tiene su
origen en el citailo gozo y es su intención el acrecenta o
de nuevo. Nuestta obrita ha de ser, pues, un libro ile texto
que empuje aI lector a ensanchar y profunilizat las divet'
sas perspecthtas que se abren ante é1, coadyuvando a que
Tesulten proltechosas las múltiples obserttaciones que es
posible electuar de la rida de íos animales no sólo en li-
bertal, sino también en parques zoológicos o museos, así
como en los grabailos que llegan a nosotros de manera to-
rrencial por conducto ile las repistas ílustradas y ile los
perióilicos. Como sea que en la actualidail eÍisten tantas
posibilidailes de efectuar dichas observaciones (lo que
ciertamente no se aprotecha del todo), ya que se encuefl-
tran por todas partes numerosas reproducciones tle anima-
les, nos deciilímos a no ilustrar este libro con fotografías.
Nuesttos grabailos son ex,plicathtos, constituyendo una
ampliación del tefrto, por lo que no ofrecen, en muchos
casos, más que un sencillo esquetna de lo que se trata
en aquel momento. Agrailezco a la casa editorial eI que
me brinilara la posibilidad de publicar estas numetosas
ilustraciones. Debo mencionar también a la excelente la-
bor d.e la señora Sabine Bousani-Baur, sin cuyo talento
y comorensión hubiera permaneciilo este libro totlavía
ilurante largo tiempo en su fase preparatoria. La señora
Bousani-Baur ha electuailo la mayor parte tle los ilibuios,
pero ha colabora¿lo también en esta tarea la señora Mit-
sou Siebenmannstehelín. A ambas mi corilial agrade-
cimiento.
Este líbro tiene también su pequeña historia que in-
cluso podemos adietiya a ile larga si tomamos como uni-
dad de medida la ¡tida del indit¡iiluo. Cuando lleeué a la
edail en que los nombres de ios animales cobran signiÍíca-
do para los niños, empecé a dibuiarlos con gran alición,
formando al poco tiempo una extensa y caótica colección
de grabados y tetctos. Nació entonces el primer esbozo de
un libro de zoologia. Pero al alcanzar la edail escolar m
que creemos alcanza o todo con la mano, ilestrul estos
ensayos iniciales al considera os como niñeñas. Mas es
posíble ilestruir algo y que permanezca siempre presente,
y así estos prímeros ilibuios han ¡tuelto a aparecer en mi
obra, enttemezclándose lurtivamente en todo, lo que me

l0
ha nrooorcionatlo, en los últiffios años, un prolundo co-
noi¡*í"rto cientllico de la vida de los animales'
'*-é;"4; iroloioto en la conlección d'e este libro.pola'
ban con frecueriia ffiis pensamientos hacia el gabinete
)i o"uoi¿ en mi inlanciá v donile pasé muchas tardes y
ii*n"í ¿i^ testitto's o\údado lelizmente de todo, copian-
do tas láminás del antiguo oBrehm" o de cualquiet otro
iilo a buscar
liii- t¡ir" il¿ Historia Natural que habíaMunicipal''
como un tesoro 4 la uBiblioteca Pública
que ayu'
Quizós habrd algo en las ptiginas ile este -libro
daró a despertar en eI lector el amor por los seres 91l,os
i-'ti odmiraci¿n por las desconcertantes liguras animales'
"ni tit oquáltot ínlantiles ensayos habrán cosechado.
"^o
ii"rot ¡rutoi. Conleccionaba entonces un libtoque para mi
iiá'"ii á¡ttr"t" v eri incuestionable para el niño todos
Lqieltos irabaáos formaban su propio lilro d9 zoologla
qi" tóIo á éI pertenecía y que a nadie iba dirigiilo' El paso
áe los años'borra este egocentrismo infantil' Se busca
a los semeiantes, aI lector amigo y se desea la continui'
dail ile la propía obta. ¿Habremos conseguido traspasar
aleo de la'letlciilad ile los ptimeros baibuceos o esta se-
ginda etapa, desonollanilo asl el getmen tle una apacible
alegrla?

ll
t. EXTERIOR E INTERIOR

Las experiencias más remotas han llevado al hombre


a contemplar lo que está visible a su alrededor a través
de una apariencia engañosa que le oculta la verdadera
naturaleza de Ias cosas. Los mismos investigadores harr
establecido la teoría de que el núcleo esencial de Ia rea-
Iidad se halla encubierto por mrmerosas capas. Y como
los descubrimientos realizados en las partes invisibles,
en los lugares de difícil acceso, son consecuciones tan
gloriosas, no debe asombrarnos que todos los científicos
se hayan dedicado a la observación de los puntos ocul-
tos donde se consuman y se desvelan los grandes secretos.
Así, pues, el camino de la investigación biológica se
ha trazado también de afuera hacia dentro, de lo visible
y palpable a lo oculto más profundamente. En Ia actuali-
dad, intentamos conocer por medio de bomplicados expe-
rimentos la estructura de los óvulos e investigamos en
los nrlcleos de las células vegetales y animales las estruc-
turas que rebasan los límites visuales de los microscopios.
En el examen de las substancias vivas, del protoplasma,
esperamos hallar la clave que nos descubra Ia esencia
de la üda misma-
Esta ruta de la investigación biológica en lo invisible
no es más que la imprescindible ejecución de una tarea;

13
caAa \rcz es mayor la participación de dicha orientación
creadora en la obra común de las Ciencias Naturales. Pero
con tal investigación en lo oculto nos alejamos de la
nificativa apariencia exterior de los seres que nos rodean.
Por ello no nos hemos de dejar confundir por el conoci-
miento de esta necesidad de todos los métodos de inves-
tigación que han enajenado el interés general que se
experimentó en los tiempos primitivos por la variedad
de las figuras animales. Se limita cada vez más el trabajo
en los laboratorios a la hábil elección de un corto número
de especies animales, a los propios animales domésticos
de la ciencia. ¿Oué posibilidad queda, por tanto, de pres-
tar atención a las numerosas y varias formas de la vida
que son una de las riquezas de la tierra? Así se explica
que incluso las más bonitas colecciones y museos, la ani-
mada üda de los jardines botiinicos y zoológicos, sólo
son para muchas personas (entre las que se encuentran
también entusiastas de las Ciencias Naturales) objeto de
un superficial y vago interés. No hablemos ya de la vida
en la libre Naturaleza en la que el hornbre de las grandes
ciudades participa muy raramente. La inundación de li-
bros de Zoología, de grabados de flores, de fotograflas
aparecidas en revistas ilustradas, de películas sobre la
vida de los animales no puede engañarnos. ¡Con qué
rapid€z, con cuánta ligereza resbala la vista sobre tales
sugestiones ópticas ! Algunos consideran que la figura
animal debe hablar al espíritu por su simple apariencia
como ocurre con todo lo grande y bello, pero, excepción
hecha de que esta simple mirada no es asequible a muchos,
se concluye asl que la forma animal no llega al espíritu
receptor de igual modo que una obra de arte. La obra de
arte, a fin de cuentas, está creada por el hornbre y resulta
mucho más directamente accesible que Ia apariencia,
siempre extraña, de los animales. Intentaremos, pues. la
contemplación de los animales por medio de la investiga-
ción para llegar a una íntima compenetración con las
asombrosas figuras que viven a nuestro alrededor.

t4
Un sencillo y casual hallazgo nos enfrenta ya con lo
insólito de estas figuras. Se trata de una pequeña pluma
de pájaro que el viento ha arrastrado hasta nuestros pies
(figura número l). Es una corneja. La punta tiene un
tornasol negro azulado, en tanto que la sedosa parte infe-
rior presenta un color gris claro. Esto no es motivo de
maravilla, puesto que hemos visto con gran frecuencia
plumas parecidas. Pero tendríamos una enonne sorpre-

Ftc. l.-Plum¡ del pecho de u¡a corüeja reg¡a.

sa si pudiéramos pasar la m¿¡no por el tornasolado plu-


maje de un cuervo, y percatarnos de cuán superficial
resulta su color negro azulado. Bajo la oscura capa extc
rior presenta el plumaje del cuervo un deslucido y pálido
color gris. Parece como si el pincel de un pintor hubier¿f
tocado ligeramente las puntas de estas plumas, cenicien-
tas y poco vistosas, para proporcionarle un hermoso bri-
llo, una bonita apariencia, pues así están sus extremos
delicadarnente pintados, Esta diferencia ocasiona un li-
gero cambio en la fina estructura de la punta de las plu-
mas y con ello Ia presencia de algo más de colorante en
esta parte tan primorosa de la avecilla, Asl nace de un,
gris mate el brillante azul tornasolado de su ropaje. Estag

15
plumas que hemos de estimar, en primer lugar, por su
misión de protección y abrigo, están formadas de tal
manera que sólo presentan dicho color oscuro en sus
partes visibles, por lo que toda su belleza queda a la vista,
Como una prueba más del doble papel que desempeñan
las plumas no tenemos más que observar el haz y el envés
de cualquier pluma vulgar. En numerosos casos sólo
ofrecen un bonito dibujo en la parte externa y visible,
en tanto que la zona oculta posee un color apagado,
como algo que no pretende ser admirado. El brillante
plumaje de un colibrí nos demuestra las enormes dife-
rencias que pued€ presentar la parte oculta de la visible
de una simple pluma. Su tornasol se realiza siguiendo
las mismas leyes ópticas que rigen en las burbujas de
jabón, al producirse el fenómeno que los flsicos deno
minan "interferencias de imágenes'. Cómo se realiza tal
fenómeno físico de tornasol en las plumas del colibrl es
todavla hoy objeto de dis'cusión. La extendida opinión de
que se trata de una finísima capa exterior incolora de la
estructura de la pluma que provoca la interferencia de
las imágenes ha perdido terreno, en estos últimos tiem-
pos, frente a la teoría de que existen varios reflejos en el
interior del brillo de las plumas (figura nrlmero 2) o de
que los efectos de la luz sobre los gránulos de la materia
colorante oscura origina el espléndido resplandor del
plumaje de dicho animal. En cualquier caso, sólo se en-
cuentra esta singular estructura en la parte extrema y
üsible de la pluma, ya que los sectores ocultos del plu-
maie no ofrecen el mencionado tornasol. ¡ Pero esta dife-
ren'ciación, según su mayor o menor visibilidad, llega
todavla más Iejos !
Las rápidas y vibrantes alas del colibrí no muestran en
sus plumas tornasol alguno. Así, pues, se han diferenciado
las partes del cuerpo cuyos colores son perceotibles a Ia
vista de aquellas otras en que esto no es posible a conse-
cuencia de la velocidad de los aletazos (de ó() a 70 por
segundo).

16
Detengiámonos un momento en Ia contemplación
de
.rtas oluñras. Son creaciones de un reino del que sabemos
-"u tio"o (fizura número 3). Recojamos del suelo una pe-
q.r"nu pl.t-" qrre lleva un dibujo a listas-' Aqui se lePile
d" tt,r"uo lo que ya conocíamos: sólo la parte vlslbre
simé-
ásteota dichu. i¡^.'las que se encuentran ordenadas

4
t,
un colibrí (en tama'
F¡c. 2.-Plüma del pecho brillantemente coloreado de
ño lnuy auúentado ). Et asquema úueslra clarament€ cómo lm finos radios
;;;;:-"-,á" io,-"do"'"o las partes ond'latlas v c'5mo lm elenenroe
;#"ft;;ñ;
*_---' -- * .xrienden superlicialncente por l¿ zona visüle' Estas
i.t'u¿io¡o¡¡eE ext€mas onginan el b¡illarte colorido'

tricamente a la forma de la pluma' El lector se


preguntará:
nuevamente sobre
.i-i"á. ¿por qu¿ insistimos
"ti¿
ir *it.""l "t*o
g"ft"-Ji uttu rnituda a las plumas del.ala de
,it-p"ü a" tq"el que hace allí <el espejo,"' El plumaje
. listas-del ház presenta un dibujo completamente dis-
t7
2.
- l¡ figura ad¡xal.
'G \t'd €
'€'€€€

HRR FF5

Frc, 3.-Corte¡ córneos do una serie de plumas dürante €l prirne¡ p€riodo


de c¡ccimiento. A la izquienla, desa¡mla cada pluma una ¡'xu€sba rcIativ¡.
De¡te independiente: a la de¡echa, por el conüario, fonan varias plumas
co¡j untamente una cinagcnl,

18
tinto. Un gran nirmero de plumas que siguen por sepa-
..áÁ f". leies de su propia simetría se reúnen para formar
;;; iig".; o.ou-"ttt"i basada en la repetición de.los
pato podría-
A la vista de las alas del
-ir-oi
mos imaginarnos llue un artista ha pasado su pincel
"1.-""tos,
ave, de forma
;;b;r;; diez pluinas de los costados delquedó pintada
á"" ril. la puri" externa de las mismas
(blanco. verde azulado, negro).
' El dibujo resulta de esta ordenación común de las
ol"-ut poi."parado, de manera que el adorno de cada
una de las plumas, considerado por sí mismo, no aparece
tamDoco simétrico' Nos percatamos de lo asombroso de
r.r.r áib,r¡o combinado de tal manera cuando pensamos
ot,. ," oiini.ru en varias o muchas plumas independientes
.i di.ti.rtui. suietas a un vigoroso período de desarrollo
íj;i;oar" u" antes de su posterior crecimiento forman enfuerza
con-
i; muestra en- cuestión. ¿Qué desconocida
áirige la (pintura), de tales plumas embrionarias?. -
Es mucho más fácil imaginarse el nacimiento del atran-
ia*iento rítmico de rrna p|..,m., lo que sólo por
podríamos
Ll"t"*i. á. rát a homog?nea v simétrica pluma
medio de
adornada
un piocedimiento regulador. Nuestra
i"r f.utj". y la dél ala del pato habrían sido objeto
á" ¿o. pto""."t totalmente distintos,
"Á.r pero que tendrían
uleo
"n
io-,i", el hecho de que ambas estuvieran forma-
das de cara a su visibilidad.
La detenida observación de tales plumas abre ante
.r,r"itro. ojos, con indecible alegría, las puertas de un
.,rr.oo *rrrido de formas. Quien haya empezado a con-
i"Áplu. realmente las plumas de una perdiz o de un pato
habia dado el primer pato ett utt mundo completamente
inédito. Pero tándrá que profundizar cuidadosamente e¡
ioáá. r". singularidaáes, io que significará que habrá de
det"nerr. en iada una de estas pequeñas formas en lugar
una a otra 'cosa, a lo que
á" la.trar una fugaz mirada de
p"."1"
-grabados obligut"oi la actual pasión por- las fotografías y
qi" tto. son echados en grandes cantidades co-
t9
F¡e,4,-Divers¿s plunas de cobe ura. Adba: fai¡án, gaüioa de Guinea.
Abajo: faisáa, lechüla, pato.
Tod¡s estss mü€str¡s E€ ori€nts¡ hacia el pmpio plano simétrico de c¡¿[,¡
u:ra de las plumas, como la del gaviLún de la figura 3,

20
mo forraje en r¡n comedero. ¡Cuántas posibilidades para
quien, lápiz en mano, quiera plasmar tales bellezas o re-
coger fotográficamente todas sus variedades i Quiás nues-
tro's apunies sobre algunas sencillas plumas abrirá tales
p.rrp"itiu".. Cualquier estudio intensivo de algún aspec-
io a. h vida nos ha de proporcionar deleite a la vista
y al entendimiento. ¡Cuántos hombres cuya vida actual
-parece
barecer de sentido notarían al acercarse a la Natu-

Flc. s.-Las largas cerdas tle los mamiferoe pueden estar colo¡ead¡¡ de
¡¡an€¡a D¡uy distinla ál espeso vellón de lanra' Corresponden vigo¡osamer¡te
al as¡,ecto *terior. La blancu¡a del pelo se origina por la ¡ellexión ¡le la
luz €n la atm&fera v no es pues úingún colo¡ante'

raleza que su existencia cobraba un insólito valor ! iCuán


po"o,
'"1
üb"r, el solaz que puede producir, por ejemplo,
ut"ttto estudio de hJ ho¡as en toda su gran riqueza de
formas o la investigación de las coloraciones de las plan-
tas, de la estructura del polen o de los frutos ! Lo mismo
es el aspecto del manto velloso
--u-li""odel pájaro,
quá el plumaje
á" ,rtt el risultado de la suave coloración de
las puntas de sus pelos (figura 5). Sólo dichos extremos
preientan en su part€ exterior el color definitivo, pues es
iosible que éste ialte en la parte oculta de los pelos,
que-
i^.tdo liiritada la coloración ala zona visible. Además, la
cara exteúor de la punta de los pelos se halla coloreada,
algunas veces, de forma más intensa que la cara i¡terior,
di"h. zona externa traza en los antllopes una larga lí-
".i
2t
nea oscura y los finos anillos de las puntas de los pelos son
más oscuros en su parte externa. Todo esto no son más
que insignificantes sutilezas de Ia estructura de los pelos,
inapreciables en la mayor parte de los casos, pero que se
hacen perceptibles al agruparse a millares causando la im-
presión de óolor, dibujo y delicada belleza del mamífero,
que es un deleite para los ojos sin posible parangón. r-o
propio ocurre con el brillo de los metales nobles o con la
fragante lumi¡osidad de las flores.
Hemos de recapacitar sobre cuiin precarios son estos
medios para conseguir el asombroso aspecto de un plu-
maje o di una piel. Llegaremos entonces a Ia conclusión de
lo que es, en realidad, este efecto de invisible causa: un
ropaje que hace de su portador algo insóIito.
Sólo podremos comprender lo que son las plumas y
las pieles en la delicada singularidad de su estructura
cuando aceptemos que esta parte externa del animal no
cumple únicamente una lógica y necesaria misión conser-
vadora ( p¡oteger contra el fúo, evitar la evaporación,
ejercer funciones sensoriales) sino que está creada -espe-
cialmente para su contemplación. Quizás parezca desca-
bellado en un principio, afirmar que las pieles y plumas
tengan tal sentido. Estamos demasiado acostumbrados a
las especies animales sólo según la utilidad
"otriid"ru.
de sus individuos. Desde ahora debemos habituarnos a
conceptuar a los animales superiores como "deleite para
los ojos", tal como nuestra sociedad lo ha hecho ya -a
partii de los tiempos más remotos: "como figuras de
exhibición."
Al observar que las partes üsibles de los animales se
forman de manera muy especial, nos encontramos con
una ley cuya atención ha originado un profundo conoc!
miento de aquellos s€res. Nos referimos a la ley de la
contradicción entre el interior y el exterior de los ani-
males. Estudiaremos ahora esta diferencia en sus con-
trastes más acusados.
El más sorprendente de todos nos lo brinda nuestro
7)
propio cuerpo, al que consideramos bilateral, doblemente
-simZtrico,
como una superficie partida en dos
"lto "r,Pero el título de "bilatería" con que
mitades iguales.
designamois la mayor parte de los grupos animales,^sólo
'rnáüdo p*" .,, totti y para las primeras fases
"" "*terior
de desarrollo de sus órganos internos. Unicamente puede
perdurar esta rigurosa simetría de todos los órganos ert
io. .r.,".pot maáu.o. de las especies más sencillas de
animales bilaterales ya que, en ningún caso, es capaz
de originar este regular desarrollo un organismo superior.
Las formas de vida superiores que se apoyan en cuerpos,
asimismo perfectos, nos ofrecen un cuadro totalmente
distinto. Ei cierto que, en un principio, sus órganos in-
ternos son casi siempre simétricos pero cuando se inicia

F¡o. 6, También €n los vertebndo€ más dite¡enciados (en este caso en la


cotor¡a)- ¡ace el intestino como ü¡¡ tubo alargado de simétdca disPosici&'
So formn m,ag r.arde una asimérrica s¡cesión de lazos que responde, sin em'
lnrgo, para cadla especie, a una determi¡aila regla. I = primitiva disposicióu
-""tór*g";
¿.t 2 = vesícul¡ blastodérmica; 3 = base de las alas; 4 = base
rle lar patal. a= es¡ófago; b : eEtómago; c : intesti¡o Éedio; il = t€cto'

23
el crecimiento queda pronto eliminada dicha regularidad
al procurar el organismo eI completo aprovechamiento del
estrecho recinto corporal. Asl la organización interior se
hace simétrica (figura ó). En algunas ocasiones se reduce
dicha asimetría a pequeñas modificaciones: un pulmón
es algo mayor que el otro o se desarrollan los órganos
sexuales de las hembras de los pájaros sólo en una parte
del cuerpo. También es corriente los simples desplaza-
mientos orgánicos, o sea que en algunas especies en que
los riñones o las glándulas germinales aparecían en un
principio emparejados acaban por'colocarse uno tras
otro (como en el caso típico de las serpientes). En las for-
mas de mayor intensidad vital corresponde a los órganos
de metabolismo el índice más elevado de aumento, de
manera que s€ apretujan dichos órganos, por completo
asimétricos, en el angosto perímetro corporal. Los intes-
tinos experimentan un sensible alargamiento para aumen-
tar su capacidad receptiva de alimentos; el hígado y el
estómago se hacen más voluminosos y se adaptan al
espacio disponible.
Nos resulta tan familiar el espectdculo del saco visce-
ral fuertemente comprimido en las aves y mamíferos que
lo consideramos como la cosa más natural del mundo.
Apenas paramos atención en que el plan de desarrollo
del exterior se ha basado por completo sobre esta estruc-
tura interna. Al imaginar el aplastado paquete de las
vlsceras como un hábil dispositivo para el ahorro de
espacio, su presencia parece (justificada" y no crea pro-
blema alguno al investigador. Sólo muy raramente nos
detenemos a reflexionar que los signos generales de sime-
tría bilateral no se dan en los cuerpos formados y madu-
ros de los animales superiores, sino únicamente en aque-
llos que están "vacíos" de entrañas. Tan sólo cuerpos
asl pueden dividirse en dos partes reflejas. Esta circuns-
tancia, tan significativa, pasa casi desapercibida.
El estudio del cuerpo de los animales debe comenzar,
sin embargo, por estas pequeñas particularidades que nos

24
las
F¡o. ?.-En la costa atüintica se encu€ntratr, bajo unas algas pardüsca3'
arnarillas esponjas balicond¡ias cuyo cuerpo es tot¡lm€nle asimétrico
En esta
¿u 4."j" ;ive también el caracol trompels
(abajo) v ta lapa (derecha)'
-".

prepararán para apreciar todo cuanto de insólito nos


-
ofrece su aspecto visible.
Puesto que hablamos ahora de la simetría exterior he-
mos de recordar también cuán raramente tropezamos con
uri-"ttiut p¡opiamente dichas en eI aspecto v!11bte d9
lo" *i-ut"i. Junto a los animales de estructura bilateral,
encontramos numerosas formas estrelladas que poseen
áot o -e. planos simétricos. Todas las medusas y póli-
pos, sin exiepción, las estrellas de mar y sus familias,
ilréstran al investigador simetrías bilaterales' Tan sólo
algunas clases de esponjas son absolutamente asimétri-
ca-s al recubrirse su parte inferior de un caparazón irre-
gular. Entre los unicelulares existen también algunas
forma. que presentan un eje, es decir, muestran una
oerfecta iinea divisoria de su cuerpo pero los planos que
iorma dicho eie son totalmente asimétricos (figura 8)'
25
Se conocen además algunos casos aislados de asimetría
en individuos pertenecientes a familias de rigurosa for-
mación simétrica, pero se trata de hechos inusitados. Algu-
nas de estas excelrciones se encuentran entre los cangre-
jos ermitaños con su irregular simetría adaptada a la

Frc. 8.-En estos animales unicelulares, invisil¡les sin el micmscopio, no


esüi diüdido su cuerpo po! uingún eje de ¡imet¡ía en do6 partes igüal€á.
Entodirium que vive en el estómago de 106 ¡umiantes; espirotúcoEinfa, un
flagela<io, parrísito de los intestinos de los insectos; pouquetia, flagelado ura.
iitlo p¡ovisto de un ojo de g¡an t¡¡raño.

concha del caracol en la que albergan sus delicados cuer-


pos, cuya causa, por lo demás, r€sulta un misterio indes-
cifrable.
Los calgrejos que se encuentran en las playas arenosas
de los mares c¡ilidos ofrecen también otras irregularidades
(figura 9). Pueden citarse además en el capltulo de excep.
ciones muchas sinuosas caracolas y valvas de moluscos. Y
menciona¡emos, por ultimo, el grupo especial de las plati-
jas, o peces planos, que en su primera edad son tan rigu-
rosamente simétricos como los otros peces, pero que, al
poco tiempo, se inclinan hacia un lado (empiezan con la
asimetría de las vejigas natatorias), de forma que el ojo


Ftc. g.-Esto€ ciustáceo6 cuyas desar¡olladas pinzas están colo¡eailas fre'
cu€ntener¡te de u¡a manera llamativa, habitan las playas arenosas de loo
ma¡es cáüdos. Su pinza principal sirve, ent¡e otras co€as' de seisl indicado¡a
de la posesión de un lugar determi¡ado; desempcña, pues, un papel parecirlo
al canto de muchoc Pájaroo.

de la parte inferior, por medio de un complicado proceso


de crecimiento, acaba por colocarse en la parte superior.
Todas estas asimet¡ías son todavía hoy preguntas sin
respuesta, ya que desconocemos las profundas causas
que las originan. Sin embargo, es para nosotros sólo im-
portante en este momento el hecho de que se trata de
casos especiales, de excepciones aisladas, frente a un in-
menso ejército de formas animales simétricas en las que
esta asimetria únicamente se da en el interior de sus
cuerpos.
Los colores y los dibujos visibles de los animales
guardan también simetría con su aspecto general, de la
misma forma que observan dicha regla los miembros en
relación con el cuerpo. Si intentá,ramos hallar en la Natu-
raleza animales superiores, cuyo colorido fuera irregular,
¡qué pobre colección conseguiríamos reunir ! Algunas es-
pecies de focas y ballenas presentan en sus pieles man-
chas irregulares asl como ciertos ejemplares de cangu-
ros (figura 10). El tronco de las hienas africanas ofrece
27
F¡c. I0,-Foca hembra del Atlántico; la piel del animal adülro ¡nü€stra
ciertas manchas; el animal joven (en algunas ocasiones no tieúe más que
uD¡ cría) presetrtq en las primeras colo¡ blanco absoluto (seglin
fotoc de Fraser Darling).

pare'cida irregularidad en su manchado. pero ¿qué valor


tiene tan corto número de casos frente a la abundante
colección de mamíferos cuyos dibujos son simétricos?
El manchado irregular se presenta en los pájaros sil-
vestres sólo como una anormalidad individual y, en nin-
grln caso, puede considerarse como signo distintivo de
su especie. La simetría, como ley de la apariencia exterior,
rige también para el ¿olorido. Esta regla parece contra-
decirse en los casos de los numerosos animales domés-
ticos- rnanchados, pero cuanto sabemos sobre el origen
de dichos animales nos demuestra que también eri el
estado salvaje pueden formarse, súbitamente, los factores
he¡editarios que conocemos en las formas domésticas co-
mo factores de manchado. ¡ Cuán sigrrificativo es el hecho
de que no aparece el manchado en los animales salvajes
de forma apreciable como distintivo de especie o de raia !
Los defectos de manchado entre las familias de nuestros

28
animales domésticos reafirma vigorosamente la teoría de
que en las formas de vida más salvajes y apartadas del
hombre colaboran causas poco conocidas que evitan Ia
aparición o conservación de colores irregulares y favore-
cen Ia simetría de sus dibujos. El manchado de los ani-
males domésticos resulta, por tanto, poco decisivo para
la interpretación de los dibujos y colores de los animales.
El interés que pueda presentar el estudio de las va-
riantes de manchado reside en la posibilidad de profun-
dizar, por esta anomalía, en el secreto mecanismo de los
f actores hereditarios,
A este contraste entre la predominante simetria del
exterior de los a¡imales frente a la simetría de su interior
corresponde un segundo contraste, no menos significa-
tivo, entre las formas de los órganos internos y externos
de su cuerpo.
Intentemos adivinar las distintas especies animales
que nos son más familiares por la simple contemplación
de sus vísceras, por ejemplo, por la forma del corazón o
por el lugar que ocupa el paquete intestinal. iQué dificil
nos resulta ! ¡Cuán semejantes son los órganos internos
de las diferentes especies de una misma familia ! ¡ Cuán-
tos conocimientos se precisan para poder distinguir las
entrañas de cada uno de los individuos !
En comparación 'con estas partes ocultas resultan claras
y sencillas las peculiaridades distintivas de las visibles.
León y tigre. El que en su niñez haya visto en los parques
zoológicos estas dos clases de felinos no los confundirá
nunca más. Sin embargo, se vería en grave apuro si hubiera
de distinguirlos por la simple contemplación de sus esto-
magos o de sus hígados, aI no ofrecer éstos ninguna carac-
terística diferenciadora. Tampoco el esqueleto presenta
marca pe'culiar alguna. Como es natural existen también
en el interior de los cuerpos de los animales signos dis-
tintivos de cada especie, pero son necesarios muchos
conocimientos y gran perseverancia para saber apreciar
Ias diferencias de forma y de proporciones, requiriendo

29
todavía mayor esfuerzo el grabar en la memoria tales
distintivos,
icrabar en la memoria ! Estas palabras nos llevan de
nuevo a las particularidades de las figuras visibles de Ios
animales. Las imágenes del colorido, del aspecto, de la
manera de volar de un pájaro penetra directa e impetuc.
samente en nuestro consciente arraigándose en él a la
primera mirada y convirtiéndose en un recuérdo imbo-
rrable. Son (m¿¡rcas',
"distintivos¡. ¡Con qué propiedad
destacan dichas palabras sus caracteristicas !
En el interior de los cuerpos de los animales sup€riores
sucede algo muy distinto. Las diferencias de cada especie
son tan imperceptibles que sólo pueden reconocerse con
gran esfuerzo, Por este motivo resulta difícil grabarlas en
la memoria. No existe, pues, en el interior de los ani-
males "señal> alguna en el propio sentido de la palabra,
La monotonía de la organización interna de una mis-
ma familia no es lógica. Los órganos internos tendrían
que presentar también características distintivas, tales
como las manchas de la pantera, las rayas de la cebra o
cualquier otra peculiaridad llamativa y de fácil recorda-
ción. El peritoneo que recubre la cavidad del cuerpo de
los vertebrados tapizando su estructura interna cuenta
en muchas especies con suficiente colorido para ello. En
los lagartos es de un negro aterciopelado y las ranas pre-
sentan unos pigmentos negros, en forma de manchas,
esparcidas al azar entre los órganos de la cavidad abdo-
minal. No hay, pues, carencia de colorantes. No es tam-
poco una cuestión de economía eI impedir que se fonnen
en el interior de los organismos los mismos dibujos por
Io que se reconocen exte¡iormente. La discordancia de
forma y color de los órganos internos con los externos
nos revela que los principios que han regido la formación
de los organismos nada tienen que ver con los meramente
económicos.
La apariencia interior y exterior de los cuerpos posee
distinta fuerza de impresión. En un comienzo puede pa-

30
recernos extraño la clasificación de una estructura según
se grabe ésta en nuestra memoria con menor o mayor
facilidad. Para apreciar las formas está pnecisamente
nu€stro ojo y poseemos los correspondientes órganos re-
ceptores y reproductores de los recuerdos que aquél ori-
gina. Si consider¿rmos que algunas formas se graban con
facilidad en los sentidos ópticos en tanto que otras sólo
mediante fatigosas repeticiones pueden originar una leve
huella, llegaremos a la conclusión de que los distintivos
exteriores de los animales superiores parecen corres-
ponder propiamente a los mencionados sentidos recepti-
vos y que, por el contrario, las formas de los órganos
interiores no guardan relación alguna con Ia vista y la
memoria. La unidad que constituyen los cuerpos de los
animales ofrece r¡¡a doble vertiente contradictoria: su
parte visible obedece a leyes distintas a las que rigen su
parte oculta.
Sólo cuando adquiramos plena conciencia de esta du-
plicidad comprenderemos las particularidades del cuer-
po visible de los animales. Así procuraremos conservar
en la memoria, por medio de una denominación adecua-
da, las contradicciones de dichas leyes.
Damos, pues, el nombre de "figura" a la parte visible
de los animales, a su total apariencia, prescindiendo de
la nforma, de cada uno de sus miembros por separado,
sean visibles u ocultos. El estudio de las características
expuestas en este libro nos hacen ver con claridad que
la explicación científica del cuerpo de los animales pre-
senta al investigador dos problemas sucesivos: por una
parte debe investigar las condiciones que regulan la crea-
ción de Ias formas individuales que se reúnen en una
figura; así por ejemplo, los pelos, las plumas o las ex-
tremidades. Este es el problema de la nformar. Mas por
otra parte debe aclarar también las condiciones especia-
les por las que dichas formas individuales se convierten
en miembro de una figura, es decir, cómo se forma de
una extremidad la pata izquierda delantera de un ave
3l
o de una pluma el plumaje del pecho. Aquí nos encontra-
mos con el problema de la Asl, pues, con el cono-
"figura).
cimiento de las condiciones de desarrollo de un plumaje
o de una pigmentación se resuelve tan sólo el problema
de la forma y se han de averiguar también las particula-
ridades que influyen sobre este germen de pluma en lo
que respecta a una determinada distribución del color,
en vistas al dibujo que presentará la "figura definitiva,.
Este aspecto concierne también al problema de la figura
del animal. La observación de las contradicciones entre
el desarrollo interno y el externo que tanta importancia
tiene en la estructura de los animales superiores, coad-
yuvará a evitar algunos errores que pueden cometerse
al comparar los organismos con las obras humanas,
En el intento de una renovación de nuestra propia
forma de vida se invoca con frecuencia a la misma Natu-
raleza como la mejor maestra, buscando la justificación
de los actos humanos con los argumentos de los fenóme-
nos naturales, Se exigen ..creaciones orgánicas>, se piden
oformaciones de dentro a fuera", "formas objetivas",
espectaculares metas que creen verse alcanzadas en las
criaturas de la Naturaleza. Nuestro espíritu lucha, hacien-
do uso de tales lemas, contra toda falsa ostentación. Re-
quiere <esencia" y no ufachada" y considera que precisa-
mente la contemplación de las cosas naturales le defenderá
de la apariencia engañosa y de la superficialidad.
Sin embargo, ¿qué nos muestran estos seres de la
Naturaleza conceptuados como modelos?
La pura y sencilla forma objetiva que tanto alaban
algunos como mesura de la Naturaleza no se da más que
en casos esporádicos y nos encontramos muy frecuente-
mente con figuras de animales en las que dicho concepto
resulta inconcebible. ¿Y la "formación de dentro a fuera,
que aspira a ser el supuesto enlace entre la Naturaleza y
el Arte? El interior de los animales nos recuerda a un
perfecto mecanismo humano, descubriéndonos un signi-
ficado mecánico en varias de sus funciones; la envoltura

32
de este (mecanismoD nos incita de nuevo a la comparación
con aquellas figuras humanas que más lejos s-e encuentran
ilel pÉnsamleÑo objetivo. Asl, ¡con cuánta frecuencia, al
observar un rasgo de fantasía en una obra pensamos antes
en la extravaga-ncia, en el capricho de un poder cread-or
oue en una iecesidad técnica ! La profunda contempla-
.ióo d" l"a formas de la Naturaleza nos orienta, con in-
sistencia, en una dirección que tiene de nuevo gran validez
en las piimitivas formas arquitectónicas y nos lleva a la
compreinsión de la multiplicidad de funciones que cumple
un organismo viviente.
Qu-ien desee concebir la estructura orgánica del cuer-
oo animal en toda su magnitud e intente conocer algunas
áe las leves de su creación, ha de considerar las diversas
reglas que rigen para el desarrollo del interior y del exte-
riJr deÍ menóionado cuerpo como uno de los hechos más
importantes del proceso evolutivo animal. Así encontrará
la mencionada contradiición tanto más acentuada cuanto
más perfecto sea la organización de la especie observ"da,'
Ló mismo si contemplamos a los animales en calidad
de artistas como si, en funciones de investigador, inten-
tamos descubrir las leyes de su creación, representará
esta divergencia entre la forma interior y Ia apariencia
externa uná efic az a7uda, un sensible avance para el cono'
cimiento de las peculiaridades de su figura visible. Debe-
mos considar, pues, la apariencia visible a nuestros
ojos como algo lleno de significado propio y-no como
una simple envoltura que nos oculta lo esencial, No imi-
temos a1 buscador de tesoros que cava siempre en las
oscuras profundidades tras riquezas escondidas.

33
3.-lá figu¡a ani¡nal.
2. IJIS FORMAS ANIMAITS SIMPLES

En el estudio de la figura animal su'cede algo parecido


a lo que ocurre con el aprendizaje de un idioma extran-
jero. Se adquieren en seguida los conocimientos indispen-
sables para poder viajar por otros países, pero ¡cuánto
tiempo es preciso todavía para captar plenamente la
belleza y las sutilezas de un Ienguaje ! Con las figuras
animales acontece otro tanto; con gran rapidez asimila-
mos los conocimientos elementales sobre el desarrollo de
Ios distintos grupos y podemos determinar las familias
a que pertenecen, pero los múltiples significados de sus
caracterfsticas no llegan a desentrañarse más que por
medio de largo y paciente trabajo. Intentaremos recorrer,
aunque sea sólo un corto trecho, algunos de los numero-
sos caminos que nos puedan llevar a los extraños parajes
de la aparencia externa de los animales.
Nuestro primer esfuerzb se dirige hacia algunas carac-
terísticas muy generalizadas, hacia algunos procesos de
desarrollo que son propios de un amplio círculo de espe-
cies familiares. Un método formativo de este tipo lo cons-
tituye la sucesiva repetición de partes iguales. Los anillos
de una lombriz de tierra o de una oruga, la ordenación
muscular del tronco de un pez o de una salamandra, son
ejemplos adecuados. Denominamos tales secciones con el

35
apelativo de ..segrnentos, o (metameriosD y así-hablamos
á-" iá ."g-"ttt"áión del cuerpo de los animales, de su
---
"metameria>.
n"trrlt" muy sorprendente la sucesión de miembros
ieuales oue Dresentan en su primitivo estado de desarro-
ii. á"- lói vertebrados v articulados e, incluso, aquellas
especies cuyos cuerpos en la madurez no presentan exte-
riormente tales características,
La uniforme ordenación de los órganos parece ser'
pii-"t
-preparar lugar, un método de desarrollo, Ia posibilidad
"n
de Ios ..materiales de construcción" de la ma-
o"ar -át sencilla para la creación de formas de mayor
complicación. La segmentación de la materia se revela,
en principio, en eI tejido intersticial que aparece, entre
ál saco visceral, donde se forman a pares los -lla-
l" pi"l v-..r"g-"tttos
-"^do. primitivos". Las investigaciones - sobre
la evolució-n animal han hecho verosímil la teoría de que
los efectos que algo más tarde originarán la ramificación
de los sisteÁas nerviosos (en un principio unitarios) pro-
ceden de estos <segmentos primitivos', En estos iniciales
estadios de desa¡rollo se asemejan entre sí €n muchos ras-
gos generales los embriones de peces, aves y hombres;
tambi¿n los embriones de arañas, insectos y crustáceos
*
presentan un parecido sorprendente.
G.un núm6ro de órganos del cuerpo maduro de los

F¡c. ll. Sobre el enbrión de un namífero extendido superficialmente se


fofma €l- conduclo Dervioso en el eje longitudinal' a lravés de dos püegues'
A su lado aparecea las dos filaE de segnentos' llamadas segmentos oüginales
o sornita: (cuarto estadio). Medio: en los ve¡tebrados Ia posición del sisteD¿
n.*ioso "" muy distinta eu tanto que s€ asemejan loe segmentos oúginales:
gastenisteo, uu", ro.,lot, hombre. El ce¡ebro nace en el polo infeúor' abaj-o:
ie¡ lases rlel desarollo rlel germen de un ins€cto (úuv simpüficado)' La
nrime¡a fase corresponde a la parle abdoEinal en la que se eÁcuentra el
'"i"t"-u ne"uio"o ¡le ia lorma que en los ve¡tebrsdos aparece la espalda
m'rsma
como lugar de origen de las vías ne¡viosas. La disposición segrnental de las
pattes d"! cu""po es nuy clata. I = base de las rnten'r; 2 = Eégtn€ltc
L U co; bs elemeElos bucaler; 3 = segmeútos del pecho; 4 = aeg'
""¡"* ment6 del áHome¡.

36
F¡c. 12,-En las aletae de loe peces se corrserva' en glan maúera' la or¿le'
nación embrional de los elementos (nervios, músculos, esqueleto)' Pero ram-
bién aparecen srandes variatrtes. Arriba: base embr¡onaria. A = alelas Pec'
brales d€ un tibur,óo u.cal"o del tlamado periodo de Devoo (Cladodus l;
B = aletse pectolale3 de un tibur¡ín de la época actual (Sellyum); C = es-
queleto de las aleta€ pectorales de una raya.

vertebrados se forma por el trabajo en comtin de los men-


cionados elementos ordenados de manera sucesiva. Así,
son necesarios varios segmentos de nervios, músculos
y esqueleto para la formación de unas piernas o de unas
aletas (figura l2). La primitiva ordenación segmentaria

38
de la materia sufre una radical transformación en el curso
evolutivo, Sin embargo, los diversos órga:ros de un ani-
mal pueden mostrar también en su formación definitiva
numerosas huellas de su primera ordenación embrionaria.
Por ejemplo, la columna vertebral presenta en los cuerpos
maduros una inequívoca segmentación y de la misma
forma segmentaria parten los nervios de la médula espi-
nal. Los músculos de nuestro cuerpo, por el contrario, han
cambiado notablemente de posición y sólo puede reco-
nocerse la original ordenación sucesiva por medio de la
inervación,
El descubrimiento de este primitivo estadio de articu-
lación segmentada es con frecuencia el único medio seguro
para la clasificación de alguna insólita forma animal en
su propia familia.
En algunos animales el proceso de la forma embriona-
ria a cuerpo maduro es relativamente sencillo y directo
oonservando muchos órganos la primitiva ordenación de
sus miembros. En otros, por el contrario, resulta esta evo-
lución má-s complicada y la forma definitiva presenta nota-
bles diferencias con las diversas etapas de su desarrollo.
Los peces no se apartan mucho de su forma inicial en
tanto que las aves pierden rápidamente todo parecido
externo con la forma primitiva común a ambos animales'
Así desaparecen las incisiones regulares de su esqueleto,
la cabeza se destaca como parte independiente, las paletas
anteriores se convierten rápidamente en la base de las alas
en tanto que las paletas posteriores constituyen las patas,
y la piel se cubre en seguida de diminutas excrecencias
cónicas que son el origen de las plumas. El tiburón adul-
to presenta en su figura numerosas huellas del proceso
de desanollo, tales como la forma alargada de su cuerpo,
la regular ordenación de su musculatura, el emplaza-
miento de las aletas, la serie de fisuras branquiales, todas
ellas señales claras de su estado embrionario. En las aves,
sin embargo, el anatomista sólo puede reconocer estas
huellas mediante cuidadosas investigaciones (figura 13).

39
í-&É

7 ((c (-/
(,

Ftc. 13,-La base embrio¡al ¡le las extremida¡les tlo todos lo€ ve¡tcb¡edos
ter¡estres es rnuy parecida a la de las aleras de los peces. Nace de ella, en
ru mayor pa¡te, üna eatremidad coú ü¡ miembrc t€rmiúal de cinco raihos,
como nuesua pmpia mano (arriba iz4uierda). En el e¡nbrión rle loe prijaroo
a€ o¡cuedEaú todar¡ía claras huella¡ de esta mano (A); en l¿s aves ¡nrís
antiguas de la época jurásica es todavia tres dedoe (B); el esqueleto rlel
actual b¡azo de las aves se originó mediaate considerables t¡anslorm¡ciones
y es, en todos los aspectoe, csecun<la¡io¡ (C). iA todos esto€ cambios d€be
aiadi¡so la t¡sDsform¡clón de la piel en plunaje!

",1 r,,

F¡c. 14 d, Metamcria típica de loa pequeños aÉ¡ípodos, a loe que consirlc.


¡amo6 po¡ -ello
como o¡ga¡izacioaes ¡elativamente inferiores. De izquierda a
de¡echa: inseclo de la lamilia de los lepismas qu€ se encuent¡an en nü€3t¡a¡¡
casas; ac€¡€rtomona, iruectos d€ forma alín; la¡v¡ de escanbajo do €strue
tura singularmente sencilla; batinela, una clase de crustáceo.

La forma definitiva de las aves difiere notablemente de


su apariencia primitiva, en tanto que el estadio originario
segmentado de los peces se conserva también en su ma-
durez.
Estos distintos procesos de desarrollo nos brindan la
posibilidad de ordenar las figuras animales, constituyen-
do la base primordial para la clasificación de los tipos
zoológicos en animales superiores e inferiores.
Asl daremos el nombre de "inferior" al cuerpo animal
que presente en su aspecto exterior num€rosas trazas de
su proceso de desarrollo embrionario, o sea, cuando no

41
se aleje mucho de ser estadio inicial. Recibirá el nombre
de *superior" el tipo que difie¡a considerablemente de su
primitivo aspecto de embrión. La figura madura es, pues,
abstracción hecha del significado funcional de sus miem-
bros, portadora de determinadas señales del curso de su
evolución cuya traza perdura en diversa escala.

Frc. 14 ú. de los ve¡tebrados: anfio:ro, una especio marina muy


simple (do -Metartleria
tamaio un poco más pequeáo que el úaru¡al); salamandra de tierra'

Existen numerosos grupos de artrópodos en los que


puede observarse claramente, incluso en cuerpos madu-
ios, la ordenación sucesiva de segmentos embrionarios.
Designaremos, pues, con la denominación de nprimitivos'
a loi cuerpos que se encuentren próximos a su estadio
original, los cuales son titulados también con el nombre
de ..primariosn. En la figura 14 se representa a una de las
formas más sencillas de los crustáceos: la "batinella",
diminuto ser que se encuentra en las aguas subterráneas
y cuya Iongitud alcanza de 1,5 a 2 millmetros. Algunos
lnsectos muestran todavía una formación tan simple, aun
cuando los primitivos segmentos se hayan agrupado en
una unidad, el tó¡ax, y se destaque la parte anterior del
mismo como cabeza, Gran número de larvas presentan

42
con la mayor claridad dicha ordenación segmentaria. En
otros artrópodos pr€supone su madurez el agrupamiento
de muchos segmentos: así se constituye el tórax de los
crustáceos superiores y de las arañas, formando los seg-
mentos extremos el abdomen de estos últimos insectos.
Podemos considerar estas figuras como (derivadasr y
es posible clasificarlas cuando se encuentren más aleja-
das de la fase originaria como tipos usecundarios".
El estudio de los restos fósiles de animales de los
primitivos tiempos geológicos ha apuntado la posibilidad
de que en muchos casos las especies de segmentación
pronunciada han sido los precedentes históricos de las
formas animales más complicadas. Así se ha evolucio-
nado del pez al ave, de la salamandra a la rana, del tri-
lobites a los c'angrejos de mar (figura 15).
Las formas primarias son también las más arcaicas,
en tanto que las secundarias son las más modernas y
posteriores. Pero no hemos de olvidar que los distintivos
de "primario> y osecundarioo y su significado como me-
dio de clasificación, descansan sobre la observación del
proceso de desarrollo de cada uno de los ser€s y que
no debe aplicarse, en un principio, más que como una
norma general de valoración. Su extensión al campo de
la geología debe limitarse rigurosamente a los casos en
que un grupo animal aparezca de manera indiscutible en
las edades geológicas con formas notablemente segmen-
tadas y donde quede comprobada, con toda certeza, la
evolución por la acción del tiempo de dichas formas.
La dilulgada teorla de que las formas primarias
corresponden en muchos casos a las arcaicas y las for-
mas secundarias a las modernas tiene su base en el gene-
ral conocimiento de la conexión que existe entre las figu-
ras vivientes, en la opinión de que las antiguas formas
geológicas guardan parécido con las formas secundarias
y de que éstas proceden, pues, de las formas primarias a
consecuencia de un proceso gradual que nos es desco-
nocido todavía. Esta es la teoría general de la evolución

43
Ftc. 15. Annópodo con segaenl¡ción de sotPrcndetrte regulalida¿ It4¡ict'
- cñ¡süác€o de la época geológica, cüyo6 ¡esto6 nod so¡l conocidos.
rla: trilobita,
En su rnayoría trene 6ó10 üros centimetros de longirud. Derecha: euripteru:'
uno ¿e 106 actuales crtBt¡ceos, parient€s de la extinguida especie y origi'
D¿rios también de las antiguas épocas geológicas; tongitud, l0 cm.i algunag
cla.ses llegan, sin errbargo, h¿sta €l 1,8 m. Abajo: cangrejo del gupo de los
poüópodas. Aninal hemb¡a' con el ssco de las h¡evas.

que intenta explicar de manera cientlfica €l Parentesco


entre los seres vivientes. La exposición de dicha teorla
exigiria un minucioso estudio que no es pr€cisamente el
objetivo de este libro sobre la figura de los animales, exis-
tiendo además excelentes obras que la describen con
todo rigor.
M
Por otra parte, debemos utilizar la mencionada gene-
ralización con la mayor prudencia y no podemos afir-
mar a la ligera que los estados de clara segmentación sean
siempre con toda seguridad los precedentes geológicos,
los originarios. Contamos en algunos casos con pruebas
inequívocas de que las clases segmentadas son las más
modernas. Así conocemos peces anguiliformes y serpientes
de posterior formación y que presentan, en comparación
con sus familiares más antiguos, un aumento en el nú-
mero de segmentos. Tales segmentos secundarios se en-
cuentran localizados en determinadas regiones de los
vertebrados de aparición posterior, así, por ejemplo, en
el cuello de los reptiles, y de forma sorprendente, en las
aves cuyo número de vértebras cervicales puede ascender
a 25, contando sus especies inferiores sólo ll. La diver-
sidad de modos con los que se puede formar la figura
animal se hace patente al comparar entre sí a los animales
de cuello largo. El cisne presenta una extraordinaria dila-
tación de su cuello en comparación con las otras aves por
el aumento del número de vértebras cervicales. El cuello
de la jirafa se origina por €1 extraordinario alargamiento
de las siete típicas vértebras cervicales que existen en la
mayor parte de los mamíferos. Los vertebrados más an-
tiguos que se conocen en la actualidad están segmentados
de forma menos sorprendente y la parte correspondiente
a la cabeza es mucho mayor como si se hubiera pensado
en determinadas desviaciones de la antigua teoría de
l¿ evolución. ¿Quién puede saber qué teorías sustentarán
los investigadores dentro de un siglo acerca de la evolución
y origen de la figura animal? La sinceridad respecto al
futuro es la primera exigencia que ha de cumplir la Bio-
logía. Y a esta virtud corresponde la confesión de que la
oscuridad es inmensament€ grande, incluso en aquellos
terrenos en los que han podido introducirse nuestros in-
vestigadores, pero que todavía nos son desconocidos e
intransitables.

45
El cono'cimiento de las sucesivas fases de desarrollo y
de las leyes por las que éste se rige, puede resultar más
fructífero para el observador de una figura animal si
sabe interpretar correctamente las señales de su apa-
riencia exterior que son testimonios simples e inadverti-
dos de una secreta ordenación.
Cada una de las figuras animales guarda relación con
muchas otras, con determinados grupos, por medio de
estos distintivos que son en algunas ocasiones de difícil
reconocimiento. Esta ünculación a un amplio orden es
algo asl como una base general de la que destaca un
individuo, una especie animal, en virtud de sus peculia-
ridades. Los miembros por separado y la figura en con-
junto cobran dentro de dichos límites nuevo significado,
nuevos (valores de formación"' Así, por ejemplo, los ner-
vios que parten en su mayoría de la espina dorsal para
reunirse con los nervios de nuestros brazos o con los de
las alas de las aves, nos revelan el íntimo parentesco
existente entre dicho brazo y dicha ala con la aleta de
un pez, en la que intervienen asimismo varios segmentos
corporales. El uvalor de formacióno de la aleta'corres-
ponde sin embargo a un estadio evolutivo inferior al de
la ala de un pájaro. Con el "valor de formación" indica-
mos la valencia de los seres vivientes, de la misma forma
que el nriLrnero de núcleos de un átomo indica su coloca-
ción dentro de un orden. El nvalor de formación" no se
refiere en absoluto a la capacidad de los órganos sino al
lugar que ocupan en un orden de estas formas.
Cuanto más tiempo nos detengamos a contemplar las
huellas de los procesos de desarrollo tanta mayor agu-
deza cobrará nuestra vista para distinguir tales señales.
Así empezaremos a comprender la figura animal y co-
menzará ésta a hablar, paulatinamente, a nuestros sen-
tidos.
La repetición de miembros iguales alrededor de un
eje pueden mostrarnos, por sus diferencias, los cambios
experimentados en el ovalor de formación". Las alas de

46
Fre. 16,-La eSuiüb¡ada forma de las alag de las libelulas (aniba) es la
fase primaria; llamamos (securdaria¡ al desar¡ollo de las dos alas iguales en
iliveñas formas (abejorro) o ed colo¡€s distintoE (mariposas noctumas).

los insectos nos ofrecen numerosos ejemplos (figura 16).


Las libélulas presentan gran simetría en sus dos pares de
alas, en especial, Ias delicadas especies de las agriónidas.
¡ Cuií¡ta mayor diferencia ofrecen las alas de los coleóp.
teros, cuyo par delantero se mantiene erguido, como una
eficaz protección, en tanto que las alas traseras se plie-
gan al cuerpo ! ¡Y cuán distinta es la formación de las
mariposas que presentan en algunas ocasiones curiosas
divergencias en el dibujo de la superficie de sus alas ! Si
recapacitamos en que la libélula es el testimonio de una
fauna de insectos de antiguas eras geológicas, de una
época con otras plantas y animales, en tanto que las ma-
riposas y los coleópteros son de eras mucho más moder-
nas, llegaremos a vislumbrar el proceso de evolución geo-
Iógico que puede ocultarse tras la determinación de los
diversos (valores de formación",

47
El estudio de las extremidades de los vertebrados te-
rrestres nos ofrece numerosos y notables ejemplos del
(valor de formación" de los órganos. Dicha investigación
resulta además muy instructiva porque gran número de
testimonios geológicos nos brindan así una amplia visión
de las diversas fases de la creación. La pieza final del
miembro (mano o pie) nos muestra una constitución dis-
tinta a la ordenación sucesiva de elementos observada
hasta ahora, o sea, la subdivisión de una superficie en
dedos, Poseemos muchos documentos que nos atestiguan
que los miembros de los vertebrados terrestres primitivos
nacieron por la transformación de las aletas de los peces,
Los vertebrados terrestres más antiguos tenían extre-
midades con cinco dedos. Lo mismo ocurría en los ma-
míferos arcaicos. Este rasgo se ha mantenido en los hom-
bres con singular constancia desde los tiempos más
remotos hasta la actualidad. i Qué asombrosa transforma-
ción han tenido que experimentar dichas extremidades
para adquirir en un limitado período de tiempo, en la
llamada época terciaria, la forma redondeada de los
ungulados ! La serie de fósiles de animales bisulcos y
equinos se cuentan entre los documentos de mayor inte-
rés, sirviendo a los investigadores como punto de partida
de Ia teoría de la evolución. Por este motivo estudiaremos
algunos de los importantes cambios experimentados en
los pies de estos grupos animales (figura l7).
Los ungulados alcaicos tenían pies de cinco dedos
que se apoyaban, posiblemente en su origen, como los
'completo en el suelo, o
otros mamíferos inferiores, por
sea, de punta a talón. Aparecieron después en las sucesi-
vas eras geológicas, los animales de pezuña impar y
bisulcos en los que disminuyeron el número de dedos,
apoyando el pie, en un principio, sobre los dedos y más
tarde sólo sobre la punta del dedo medio. En esta trans-
formación pierden el miembro correspondiente a nuestro
dedo gordo. Prescindamos por el momento, de que con
dicho cambio se eleva la figura del suelo, de que se han

48
F¡e. l?. Tra¡sformación de las mauos primaúas de ci¡co dedos de los
- €n los
E¡amileroe dtr tipos de sulcos y de doble pezuia (colocáción disti¡tta
del eje). Del centro a l¡ üquieda: ¡inocerorte, caballo; a la de¡echa: já'
bali, camello'

4.-La figurd arimal


modificado las proporciones del muslo, pierna y pie y de
que ha experimentado la dentadura y todo el organismo
en general sensibles mutaciones. Encontramos entre los
equinos de los primeros tiempos de la época terciaria
especies de tres y cuatro dedos, a los que siguen los res
tos fosilizados de la actual forma en la que sólo se ha
desarrollado por completo el tercer dedo, convirtiéndose
los dedos segundo y cuarto en delgados huesos estilifor-
mes ocultos bajo la piel. En los ungulados bisulcos efec-
tuóse el cambio de manera distinta, por lo que el eje de
los pies se encuentra siempre entre los dedos tercero y
cuarto, de forma que la reducción de su nlmero se ha
detenido, como última posibilidad, en el par de dedos. La
u¡idad funcional de este par se ha acentuado frecuente-
ment€ en los bisulcos por la contracción del metatarso.
El pie de cinco dedos es la forma primaria, arcaica; el
pie con una sola radiación del caballo o con dos radia-
ciones del rumiante es la forma secundaria. Esta com-
probación nos indica en un principio sólo el "valor de
formación" de dichos animales pero nos anuncia, a la
vez, su segura evolución, permitiéndonos contemplar a
los ungulados en la amplia perspectiva del futuro. La
visión de los ungulados en el pasado es uno de los argt'
mentos de mayor contundencia a favor de la teoría de
la paulatina transformación de la figura de los maml-
feros. El estudio de este variado grupo reviste, pues, par-
ticular importancia, y tomaremos ejemplo de dichas fa-
milias para la formulación de algunas reglas sobre la
creación animal.
La agrupación de varias part€s simétricas alrededor
del eie de una figura estrellada nos ofrece una imagen
muy distinta a las contempladas hasta ahora. Pensamos
en seguida en las estrellas de mar, en los erizos, en las
anémonas, en las medusas, en los pólipos. Pero en muy
pocos de estos casos se realiza la ordenación en estrella
de manera tan perfecta como en los pólipos y medusas, ya
que la detenida observación de los otros seres nos mues-

50
Frc, I8.-Pla¡os de sinetria de una anómona nalitra (caliactitb), 6eeúD
T. A. Stephenson. EI eje f es el de la est¡uctü¡a bilaterat, 2 y 3 son ejee
secu¡rdaúo3. El düujo de las aútenas sigue estas reglas de simetría. El e*
tudio profuado de tales tentácr¡los demuest¡a una subordinación jerárquica
muy cornpücada.

tra, tras una primera impresión de construcción radial,


una secreta complicación : sólo un plano divide realmente
el cuerpo del animal en dos partes reflejas, en tanto
que para la auténtica simetría estrellada deben darse
varios de dichos planos. La monótona sucesión de superr
ficies alrededor del eje es el sistema más sencillo, forr
mando la construcbión simétrica doble figuras de mayor
complicación ya que acomoda los elementos de construc.
ción a un sistema superior.

51
En las anémonas, a cuya familia pertenecen también
{os pólipos del coral, muéstrase la forma simétrica supe'
rioien la fisura de la boca, así como en sus tentáculos.
(figura l8), Las estrellas de mar y los erizos revelan el
plan superior de construcción en un determinado plano,
1los zoélogos le llaman plano de la madrepora), en el
que deben trazarse las únicas superficies simétricas. De
vlz en cuando se muestra dicho secreto plan de cons'
trucción de manera ostensible en algunos erizos (figu-
ra 19).
Se encuentra a veces €n los animales el sistema de des'r

F¡c. l9.-Arri!a, el ll¿¡nado erizo marino <regulau con su caract€ristics


€€tructu¡a en estrella (a la izquierda el ano, a la derecha la boca). La gran
superlicie esquelética de la región del ano señala el lugar del plano püncipal
Lo3 ¡estanres elizoB marino3 son de tiPo tirregularr, es decir, se destaca
notablemente en su cüerpo el ptan de desarrollo bilateral. E¡l €stas fdmat
spa¡ece en el polo trss€rc, la del ano sob¡e la bucal. Izquierrla y derecha'
eapecies extinguidas; er¡ el cent¡o uno de los e¡iz¿e todavia vivie¡tes e¡ la
actualid¡d.

52
Frc. 20. C¡eci¡oie¡¡to ¿le apa¡ie¡cia vegetal
-
de las üversas coloniag de póüpos mari¡os
(bnozoas), d€ las que viven algunos parien.
t€6 en agua dulce (muy aurúentsdo).

arrollo peculiar de las plantas, por el que crece r¡n órganor


en diversas direcciones con miembros iguales, que a su
vez se ramifican, Asl nacen por gemación numerosas horJ
quillas superficiales o bien arbóreas en tres dimensiones.
En los animales superiores se limita este sistema de des'
arrollo casi por completo a sus vlsceras que coadJ¡uvan
así a un efectivo ensanchamiento de las superficies interl
nas exigido por la transformación intensiva de dichos or-
ganismos. Los pulmones, las glándulas digestivas y los
riñones presentan tal estructura.
Este desarrollo por gemación se encuentra sólo en las
figuras externas de los animales inferiores. De tal forma
crecen las colonias de pólipos y corales en las que los
brotes se desarrollan según distintas normas y adquieren

53
sus ramificaciones las variantes propias del reino vegetal
(figuras 20 y 21). Este parecido no debe inducirnos a
p"ir". q.t" ái"h" fot u vegetal presupone en todo'caso
ia mismá forma de desanollo. En tanto que algunas de
estas figuras crecen de auténticos b¡otes, como las hojas
y las flores de una rama, se verifica en otras especies esta
iamificación por desdoblamiento. Así se pueden dividir
los pólipos dé los corales a partir de la superfice bucal.
Est; diüsión alcanza finalmente al esqueleto oculto en
lo más profundo del animal, presentándonos las imágeles
de la figura 22. Por este mismo sistema se forman los
meandros de los corales cuyas sinuosidades se asemejan
a las de los hemisferios cerebrales; cada recoveco con-
tiene numerosos resultados de la división de los primi-
tivos pólipos.

F¡c. 21.-La fo¡ma de crecimien_


to, t¡l como se nos of¡ece en el es'
queleto de las coloniar microscoPias
de póüpos difasia (izqüie¡da)' s€

Fe3€üta tsmbién €D dime¡¡sión


áuúentad¡ en las ¡ans¡ ¿le unt
conífera japonesa, l¡ (thuja, (dÉ'
.ecLe).

54
Fre. 22.-Podemos seguir, de izquierda a derecha, el desdoblamiento de lo€
p6üpoe coralíleroe; p¡im€Io en dos! h¿sta cuatm elementos' €otr una baFro
comrin. E¡l el interior alcanza también esta división al esqueleto oilcico,
pe¡o en este c¡so s¡ílo of¡€c¿ la base del esqueleto una fiSu¡a distinta, mien
t¡as que eú otlas eslleci€s llega a desdobla*e pol completo.

La semejanza de estos animales con los vegetales ha


engañado durante largo tiempo a los científicos. Hasta el
siglo XVIII s€ les llamó litofitos o vegetales pétreos y la
denominación de animales vegetales (zoofitos) nos re-
cuerda todavía hoy esta primera clasificación. Ha sido
preciso que transcurrieran muchos años y que se susci-
taran numerosas polémicas para que a principio del
siglo XVIII se llegara a Ia determinación de la especie ani-
mal a que pertenecen los corales, pólipos y otros celente-
rios.
Hemos dicho ya en otra ocasión que el desarrollo de
los animales superiores está supeditado a los órganos in-
ternos. Esta regla tiene pocas excepciones, entre las que
se cuenta como más sorprendente y de mayor belleza la
formación de los 'cuernos de los ciervos. La sustancia
ósea de Ia corn¿rmenta de un buey, de un antílope, está
recubierta por una vaina córnea, en tanto que la citada
sustancia ósea de los cuernos de los ciervos se desarrolla
bajo una piel suave, rica en vasos sanguíneos, que se se-
cará y pulirá más tarde como una (corteza) ( figura 23).
En algunas especies se desarrolla la cornamenta año por
año. El brote de los cuernos puede compararse, en oca-

55
/VV}/VÜ/$
F¡c. 23.-Estamo6 habitu¡dos a co¡uirle¡ar las formas d€6a¡rollad¡s de los
d¡ernos coEo el resultado del proceso de madurez, tal co¡¡o nos d€muestra
la eerie superior de las üversas fases de la ü¡la del ciervo real. Pero algunae
cor¡rarneEla.sr como las del alce, Iro 3o¡¡ de tan fácil conprensión.

Sería muy intercsa¡te que el zorilogo se i¡tei€sara ta¡úbié¡r por la traüdo¡-


mación de las figuras en forma de hoja que se prese¡¡tan $ibitamente y sir
tran¡ició¡. Co¡ el €stuüo de l¡s tra¡slormacion€s v€getales es poeible que
se obtuvie¡a alguna luz sobre tales fi$¡¡ar animales, de et¡uctür¡ Parecida
y cuya comp¡€¡Nión no6 resülta tan difícil.


siones, a la ordenación de los nervios de las hojas de al-
gunas plantas. Así se ordenan en una superficie curvilí-
nea qne corresponde a la de una hoja; la misma super-
ficie está extendida o comprimida, de manera que los
cuemos resultantes tendr¡án forma de hoja o de rama.
Esta comparación puede sólo indicarnos las propiedades
forrnales áe la cornamenta de los ciervos' El proceso de
desarrollo de ambas figuras es muy distinto y no le
afecta tampoco, de manera directa, la relación que pu-
diera haber entre ellas. Volveremos a mencionar, de vez
en cuando, estos bellos adornos frontales de los ciervos
ya que nos veremos obligados a referirnos a los mismos.
Los animales simples nos enseñan todavia otras reglas
que rigen las figuras de los animales. Estas leyes, que
debemos citar a guisa de conclusión, nos llevan de nuevo
al problema planteado en un principio del (exterior-inte-
riorr. Existen tipos de animales sencillos que son trans-
parentes como el 'cristal. Esta transparencia absoluta
óomprueba una importante regla de la formación de los
animales primarios: su organización se ha constituido
de manera simétrica. Esta orientación predomina hasta
lo más profrrndo de cada órgano, sea radial o bilateral.
Pero ¡apenas podemos hablar de <interior> ya que todo
se encuentra ante nuestros ojos que no han de escud¡iñar
ningún lugar oculto ! Nuestra propia constitución nos
confirma que esta homogeneidad de desarrollo no es
natural. Dijimos ya que nuestras vísceras sólo son estric-
tamente simétricas en un principio, pues presentan en
su madurez una irregularidad absoluta. Los pólipos y
medusas, los celenterios, los pequeños cangrejos y pulgas
acuáticas, en cuanto son transparentes, ofrecen dicha
rigurosa simetría, adoptando formas de fácil observación
que constituyen, como es de suponer, u¡ auténtico deleite
para el zoólogo.
En un principio, parece carecer de importan'cia lo que
antecede. Sin embargo, quien se dedique a estudiar las
especies acuáticas superiores podrá comprobar que esta

57
absoluta transparencia no se da en ningún animal de
vida independiente cuyos órganos internos están siempre
hcondicionados de manera asimétrica. La obtención de
una mayor superficie interna es condición indispensable
para la vida de los animales superiores, por 1o que no
existen individuos transparentes en los mencionados gru-
pos. Los erizos de mar, los moluscos y los caracoles, los
peces, son totalmente opacos.
EI entendido en esta materia podrá hacernos algunas
objeciones ya que s€ encuentran ejemplares transparentes
en varios grupos de gasterópodos y de calamares, se
pueden citar las salpas entre las taliáceas e incluso es
posible hallar determinadas especies transparentes en
los peces desarrollados (por éjemplo, el pequeño siluro
cryptopte¡us tropical).
Examinemos pues con la mayor atención esta hetero-
génea sociedad que al estar compuesta por animales su-
periores parece refutar nuestra regla. La primitiva Zoo-
logía descriptiva se fijó ya que en varios de los mencio-
nados grupos se apelotonan sus vísceras en una pequeña
masa; a este ovillo visceral se le llamó (nucleus vegeta-
tivus). Más todavía, En diversas especies oceánicas, tales
como las salpas (semejantes a Ios vertebrados ) se en-
cuentran recubiertos dichos ovillos por un tejido oDaco
que presenta brillo argentino o está coloreado de rojo
brillante o azul. Si lanzamos una mirada a nuestro alre-
dedor hallaremos en todos los grupos citados r¡na exacta
correspondencia al
"nucleus vegetativus). Así en los peces
transparentes se halla comprimida también la masa de
los órganos internos en un reducido espacio junto a la
cabeza, rodeándole un tejido de brillo metálico. No inten-
tamos averiguar ahora si este tejido responde a alguna
necesidad o si origina premeditamente algún efecto luml-
nico en el contorno del animal, lo que serla, por otra
parte, muy significativo. Nuestro problema concierne a
la forma. Todos los órganos asimétricos de estos animales
se hallan cubiertos por un tejido opaco, pero la mayor

58
parte del cuerpo, que es transparente, ofrece una sime-
tría rigurosa.
Las raras formas superiores con organización trans-
parente confirman nuestra regla. La constitución simé-
trica va unida siempre a la forma transparente, en tanto
que la organización asimétrica se oculta bajo un tejido
opaco, No pretendemos sacar de este hecho ninguna
consecuencia importante, aunque sí debemos prestar
atención a la inalterable vigencia de dicha norma. Citemos
otro ejemplo que confirma la regla. Existen gusanos trans-
parentes con organización interna asimétrica. Pero se
trata, sin exclusión, de p¡írasitos que viven en el interior
de animales superiores y a los que les presta su huésped
la piel opaca.
Los animales transparentes de los oceános, como los
que viven en las aguas profundas de nuestros mares, cau-
san a los zoólogos muchos problemas insolubles. Su trans-
parencia se relaciona seguamente con el elevado lndice
de agua que contienen sus cuerpos, lo cual es, a su vez,
u¡ factor que les permite nadar con la mayor libertad.
Es para nosotros todavía incomprensible el papel que
desempeñan los colores de los órganos internos de di-
chos animales transparentes en sus funciones vitales. Sin
embargo, el desarrollo de tales seres obedece también a
determinadas reglas que no están directamente al servi-
cio de la conservación de la especie. La contradicción en
el desarrollo de los órganos visibles y de los ocultos es una
de ellas. Ya que las especies más simples de dichos ani.
males no disponen de ojos para vers€ mutuamente y no
se esconden tampoco de las miradas extrañas por medio
de acciones miméticas, estas singulares estructuras de los
animales transparentes nos advierten de cuánto desco-
nocemos todavía acerca de las relaciones de los seres
vivientes con su alrededor,

59
3. EL CEREBRO COMO MEDIDA
DE DIFERENCIACION

Lo que nos manifiesta el nvalor formativo, de los


órganos de un animal, lo que nos revela su proceso de
desarrollo, no es más que una simple y primaria expe-
riencia de la figura animal.
Nos s€ntimos atraídos y estimulados hacia ésta por
la impresión que tenemos de que se trata de una vida afín
a la nuestra, que se nos dirije bajo tal apariencia, y poq
la intimidad que se da a conocer en la figura y en sus
acciones características. Encontrar el camino hacia el
oculto ser de los animales es uno de los acicates más po.
derosos de la investigación biológica. Examinemos, pues,
en primer lugar las estructuras más accesibles y de cuya
intimidad podemos participar en cierta forma. El estu-.
dio de los órganos sensoriales promete proporcionarnos
muchos datos valiosos sobre esta cuestión. Resulta, asi-
mismo, muy interesante la investigación de los muchos
agentes externos que actúan como excitantes del orga-
nismo y el examen de la sensibilidad que se hace perce¡>
tible con dichas excitaciones. Si una especie animal acepta
complejos del mundo exterior, formando así en su vida
interna la imagen del medio ambiente, podemos conside-
rarla como de organización superior en comparación
6l
con otra especie semejante cuya vida sensorial sólo le
proporciona escasas impresiones y cuyos órganos cen-
trales no le hacen posible más que una mezquina asi-
milación de las mismas. También reviste importancia
la intensidad con que los órganos internos de un anfonal
envían mensajes de su estado espontáneo al sistema ner-
üoso y la rapidez o continuidad con que dichas llamadas
afluyen a los centros superiores. Asimismo, tampoco es
indiferente conocer si el sistema nervioso repercute sólo
efectos débiles y soportables sobre los órganos internos o
si determinado miembro del conjunto total puede ser in-
fluenciado de manera rápida, intensiva y varia.
Los órganos sensoriales, como los enlaces nerviosos
en el interior del cuerpo animal, sólo pueden proporcionar
al organismo una vida rica y una elevada independencia
del mundo que les rodea cuando se encuentran subordi-
nados a unos centros nerviosos muy desarrollados, los
cuales originan distintas clases de estímulos en múltiples
direcciones. El más importante de estos'centros, el que
transmite las llamadas de los grandes órganos sensoria-
les, tales como el olfato, la vista, el oído, se llama ganglio
cerebral o cerebro. Entre todos los órganos internos es
el cerebro el más adecuado para orientarnos algo sobre
los reductos más inaccesibles de la vida interior. Es cono-
iido por los morfólogos desde hace mucho tiempo que
en una serie de animales afines aumenta la proporción del
cerebro en el sistema nervioso general paralelamente a
una intensidad vital progresiva y aun cre'cimiento del
número de reacciones, y así, a igual tamaño corporal es
mayor el peso del cerebro. Hablamos de la cerebraliza-
ción de un grupo animal. Comparemos, por ejemplo, una
salamandra, una lagartija y un ratón de masa corporal
parecida y veremos que aumenta, por este mismo orden,
el peso de sus cer€bros. Los científicos no se han conten-
tado, sin embargo, con este dato de tipo general y han
intentado transcribir tales relaciones en cifras concr€tas.
Así, pues, quien desee clasificar las figuras animales

62
deberá conocer los índices de diferenciación de sus cere-
bros. EI lector permanecerá con nosotros durante un lato
en un laborato¡io para aprender, en lo posible, los me-
dios y procedimientos por los que se determina el grado
de cerebralización. Examinaremos estos métodos tomando
como ejemplo los cerebros de los mamíferos y de las
aves en cuyo estudio ha llegado.rnás lejos la investiga-
ción.
Para cada una de tales mediciones se necesita r¡na uni-
dad. Aquí empiezan las dificultades. En el ratón, como
en el hombre, representa el peso del cerebro aproximada-
mente la 50 ava parte del peso de su cuerpo. Y, sin em-
bargo, estamos todos de acuerdo que la capacidad de
ambos cerebros es muy distinta. Encontramos ahora la
importante regla de que el animal pequeño tiene siempre .
un cerebro proporcionalmente mayor al del individuo de
mayor tamaño de su misma familia. Esta regla es parti-
cularmente aplicable a los animales de sangre caliente.
Busquemos, pues, otra unidad de medida. Rechazemos
la del mismo cerebro y determinemos una parte del ce-
rebro que se haya desarrollado de la misma manera en
las especies animales sujetas a comparación. Hallamos
esta (parte elemental" en la región cerebral que los bió
logos denominan como (origen, del cerebro y la que
in'cluso en los vertebrados más sencillos se encuentra
perfectamente desarrollada. En la figura 24 a se destaca
en negro el Ilamado (resto original'
Con esta unidad pueden medirse los pesos de las par-
tes superiores del cerebro que tan distintos resultan de
un grupo a otro y que en su calidad de centros de la capa-
cidad pslquica revisten gran importancia para nuestro
estudio. Nos hacemos asl con unos coeficientes, con unos
índices. Pero esta unidad de medida no es del todo per-
fecta, El resto original de los vertebrados de organiza-
ción superior 'contiene cantidades apreciables de fibras
y centros nerviosos que representan por sí mismos una
parte de la diferenciación superior. Asl se encuentran,

63
C/'''
N?

A
Frc. 24 a, Ce¡ebroo d€ vertebrados de cr€cieüte complicación (€l testo
odginal está- pintado en negro). A : lipo lu¡dnmental que aparece en los
peces y anfibios a¡caicoa. B : mamífems de catego!ía inlerior (¡ror ejem'
ilo erüos). Q = mamíferos superiorcs (ungulados). B'= gradc infe'
¡.*" ¿" i* aves (gallinas, chorlitos). C' : aves superiores (papagavos)'
I : hemtuferios (cerebro offatodo purteado); I a = cent¡os superiores
de los hemosfeios¡ 2 = slándülas pineales; 3 :mesocéfalo; 4 : cere-
belo; 5 - nervias óPticos.

-<(
v

F¡e. 24 b.-Véase en la págim siguiente.

64
F¡c.24 c. Ce¡eb¡os de peces. El cerebelo estri desarmllado do lo¡rna
-
tuy +tyta (pinrado en negro). Arriba: ribüní& osru¡ión, carpa. A.bajo:
lucio del Nilo, que presenra el cerebelo mrás desa¡mllado, t = t¿¡ulos oüs.
toric; 2 = ce¡eb¡o ante¡ior; 3 = cereb¡o intermedio; 4 = mesocéfalo;
5 = cerebelo; 6 = p6rte tatenl del oído que etr mochos verrebúdos forma
parto del ce¡eb€lo; ? = médula con fosa romboidea; B : una si¡gular p¡o.
mine¡cia en la fo6a ¡oEboidea que sólo se pr€6enta en loo pecee telaírteor,

F¡e. 24 b. Ce¡ebms de nanifems visros d€sde ar¡¡tu. Ls parte olf&


-
to¡i! e"tá lirtada de negro, Es muy poderoaa en lc armadi os (izquie¡.
da), tod¡via muy seasi¡le en lo€ perros (neüo) e invisüle .rr los Lüio"s
(derecha). Es eset¡cial la i¡rportsncia de 106 talnaño€ ¡€l¡tiv@ do estac
partes cereb¡al* eo la aprcciacün de los grados difereaciativos, especial.
Eent€ en las figuras ópticas.

65
5.-La figura animal.
paracitarsóIoune jem_plo,lT}fl",:1T.rf:,"J;tr"¿"H
oue arrancan en número mu;
tu i6t'mna vertebral (la figura
;ffi"iil;";li"g* á"t" contrastes)' redu-
;t1;;; iá1"-¿" original' a la Habremos.de
masa nerviosa real-
:i" i;d-";,;;i"re-to
-.,,i" .i"-."t"r. E" """."? tff15,
3,5 kilos, en un macaco, Po X::j;i:,"1i.;'ff
ii"n peso de ó gramos ; la misma masa de un cerebro
"n
á'J'o.gu"ir""i¿" muy inferior' el de una marmota' Pesa
lár. lli gu-*. comparemos una oveja con el
hombre

Ftc.25.-Er cl cottc tr¡rsrtt-


ral ¡le l¡ de¡ech¡ (honbre) sc
eeñ¡ls cor ü¡¡ lines ilc Pü¡¡tot
el tamaño corrtsPonüeate o la
¡arte del ce¡ebro de un cangu_
'-, L,
-.yot m¡sa del ce¡eb¡o
hr¡mano es u¡a medirla de l¡
auperior comPlicaciór ile lu*
tro sistema úervio€o.

y obtendremos unos valores de


iiu"-"t t". Por ello, hemos ¿'-:.irflfgt,fii":r";
;'#ü';it;ü" i"1"¡á. ¿" lapéso parte elemental que c-onoz'
:#:.-;;; corporal' Esta.cifta es
-iá. -"u.o. i"t"rmir,"do ioual valor que el (resro
más sencillos de
"" de las musarañas}
#;;fJ,]ñri;;1i"u.o ¿" los eñzos v varla nuestro valor
il-üt;;;i.; que asciende en las marmotas y
"it"áot "ttt""iot-ente
¿" -"ai¿u, ¿" mÍ¡nera
;; b..;,u"l-.;-ii "" t"e"' de 3'6esó 6sólov en las oveias a
de 6 en lugar
;];'; ilñ;; i¡.'en io'io-tres
*"
de ó0. pesado que
Ñ"o".t o resto originat es diez veces más corpo-
quá pudiera darse en una masa
.t -a" para Ia determi-
"teto.otal roo'logo debe tomar
;ffi"#;;;-li que
,'lctil á; áichas cifras múltiples precaucionesobrita' -no
Por
;;;;;;;ttü[. examinar con'detaúe en esta

6
el momento trataremos de conocer tan sólo los princi-
pios generales de la medición.
Los lndices conseguidos en dicha forma y con los que
examinaremos de mane¡a particular los cerebros, nos
indicar¡ín el número de veces que resulta más pesada Ia
parte cerebral objeto de investigación que el *iesto ori_
ginal> más ínfimo de los animales de su mismo tamaño
corporal.
. Estas cifras no sirven para valorar. la inteligencia, el
talento u otras cualidades psíquicas con las quJ soleÁos
enjuiciar a los hombres, pero nos indican con cierta
seguridad el volumen de Ia masa nerviosa de la parte
cerebral superior de las distintas especies de las grándes
familias, pudiendo determinar, al tener en cuenta-su sig-
nificado como centro de las actividades, Ia relación d-e
un animal con el mundo que Ie rodea. Como es natural,
una investigación más profunda nos proporcionará datos
de mayor concreción que los que poáamo. deducir de la
lectura de estos índices, pe.o en el lnterin son para nos-
otrñs un importante medio para determinar los grados
de diferenciación de r.¡na especie animal dentro de'i seno
de su extensa familia.
En el curso de nuestro estudio sobre la figura animal
utilizaremos con frecuencia tales lndices, D-ebemos 'co-
nocer, pues, ahora, las cifras resultantes. En Ias tablas
agrupamos en dos columnas de .distintos pesos corpo_
rales los índices de los centros superiores Cerebrales -de
los mamíferos, esto es, de su corteza cerebral. En Ia
primera columna se encuentran los mamíferos de tamaño
parecido al del gato y se citan en la segunda columna los
animales cuyo peso corporal es aproximadamente el hu_
mano. Las cifras nos revelan a simple vista las diferen_
cias que existen en los cerebros de cuerpos de igual masa.
El estudio de las aves nos descubrJ tambié.-n grandes
diferencias en Ia formación de sus centros nerviosos supe-
riores. Sin embargo, las divergencias entre las .u", .b,
mucho menos acusadas que entre los mamlferos, ya que

€t
los índices cerebrales van de 2^3 (codornices, algunos
chorlitos y palomas) hasta 28,0 (paplgayos)-entánto que
la escala áe los mamíferos recorre de 0,7ó (insectívoros)
hásta 70 (elefantes), sin contar al ser humano (tabla
número 2).
TABLA I
' Mamfieros
Pcso aprorimado 3-4 kilos Peso eprorlmailo 60'70 kilos

Armadillo 2,82 Hiena manchada 16'9


Marrnota 43 Jaguar 19,1
Damán 8,51 Guanaco 2l
'7
Gato doméstico lZ,3 Gamo 25:7
Coatí l4,l Oveja 26'3
Macaco 32,4 ChimPance 49
'O
Hombre 170,0

TABLA 2
Apes
Grapo"ile 60-9Olgr' Grapo dc 1.000-1.200 gr.

codorniz 2'36 Faisán 3,18


3A6
Autillo 2,35 Somormujo
Becada 3,ó5 Somormujo del
Mar del Norte 3,ó9
Reyezuelo moñudo 3,88 Gaviota plateada 4,3r
Abejaruco 3,03 Garza ceniza 5,32
Nautilo de los AlPes 3,ó7 Anade silvestre 6,08
Estornino 7 ,63 Cernlcalo (hembra) 7,34
Buharro 815 Cuervo 18B
Loro ll9 Papagayo 27,6
Pico manchado 12,35

Las tablas 3 y 4 nos facilitan una vista general d,e los


obtenidos por la determinación de los índices'
El lector podrá comprobar las valiosas indicaciones que
"u.oltádo.

ó8
TABIA 3
Indices de las cortezas cerebrales ile los mamíleros. Las
Iíneas horizontales ilktinguen los gruiles grupos ile ani-
males afincs
5 t5

Hombre
Antropoides
Macacos, Zambos
Lemúridos
Caballo
Tapir
Elefante
Damán
Jirafa
Antílope, bóvidos
Ciervo
Cerdo
Almizclero enano
Oso
Gato 18,4
Perro 16,7
Marta
Armadillo
Cobayas
Ratas, ratones
Murciélago
Topo
Erizo, musaraña
TABLA 4

Inilices de los cerebros de las aves


Estas cilras soi valotes medios ile los grandes grupos (en
tanto que la tabla 2 corresponde a valores medios de cla-
ses determinailas ). Las líneas horizonta[es separan las
unidades sístemáticas.
Indice, 14 812 16

Papagayos l4,95
Búhos 14,53
Cuervos r4,60
Pájaros carpinteros 12,53
Paros 8,06
Pingüinos
Palmípedas
Aves rapaces
Cigüeñas 6,85
Gansos, patos 5 ,70
Avestruz 4,27
Rascón 5,54
Chorlito 5,16
Palomas 254
Gallinas 2,93
Lagartos
Serpientes

Indice, 16

nos proporcionan dichas cifras en cada una de las com-


paraciones efectuadas entre los mamíferos o entre las
aves, ar¡nque siempre bajo el supuesto de que no deben
tomarse como lndices de "inteligencia" sino como expre-

70
sión de determinadas funciones que están relacionadas
con sus grados de diferenciación. Poseemos un mayor
caudal de conocimientos de la estructura cerebral y de
las reacciones de los vertebrados. Pero también los sis-
temas nerviosos centrales de otros grupos nos ofrecen
muchas peculiaridades cuyos contrastes nos permiten
establecer grados de diferenciación entre los mismos, aun
cuando en la actualidad no hayan sido aprovechadas su-
ficientemente sus posibilidades por los investigadores,
Echemos una mirada de orientación únicamente sobre
el importante grupo de los artrópodos (animales articu-
lados) ya que dedicaremos más adelante un capítulo
especial a los moluscos.
Las grandes diferencias que existen entre algunos €ru-
pos pueden apreciarse claramente en la estructura de los
centros visuales, Estos comprenden en los crustáceos
más semillas, y por cada gran ojo, dos de tales masas
üsuales en tanio que en los animales de organiza'ción su-
perior ofrecen tres de ellas.
La presencia de un centro nervioso superior de estruc-
tura perfecta es propio de los artrópodos (con inclusión
de los gusanos), cuyas células nerviosas envían sus fibras,
según una inteligente ordenación, en dirección central.
Así nacen centros que a causa de su aspecto reciben el
nombre de cuerpos fungosos o en forma de hongo. Estos
cuerpos se encuentran directamente junto a los ojos de
los crustáceos superiores por lo que se hallan particu-
larmente relacionados con el sentido de la vista. Estiín
también situados en la región cerebral de los insectos
que ejerce las funciones visuales. Su estru'ctura, muy
vigorosa en los individuos trabajadores de las colonias_ de
los insectos, es decir, en los seres más activos de dichos
pueblos, nos certifica su notable certificado en la vida
áe los artrópodos. Algunas medidas de los tamaños rela-
tivos de dichos c€ntros nos da una imagen de las grandes
diferencias que presentan las estructuras cerebrales de
los artrópodos (Tabla 5, figura 2ó).
71.
TABI,A 5
Indices de las regiones cerebrales más importantes
de los insectos

dc.royo Lt¡go.tls T.rmitat

Ganglios ópticos 139,9 35?,5 25,9 282,2 4029


Glomérulos de las
antenas 32,8 28A 13,1 15ó 7 A
Parte celular de los
cuerpos fungosos 1,9 11,5 22,7 42,6 6,3

Las cifras de los ganglios ópticos nos dan conocimiento


de la función de los ojos. Los glomérulos de las antenas
corresponden a la estructura número 6 de la figura 2ó y
nos ofrecen un índice aproximado del sentido olfativo.
Las cifras de los cuerpos fungosos nos dan idea de la
importancia de los centros cerebrales superiores.
La comparación de dichos índices confirma la dife-
rencia existente entre las formas primitivas como la
rnosca perla de nuestros arroyuelos y los tipos superiores,
por ejemplo, la abeja, pero demuestra también el notable
contraste entre la formación de los centros sensoriales y
la región cerebral superior (segrin Carla Ratzersdorfer,
19s2).
Las cifras de esta tabla han sido obtenidas por la com-
paración de la medida de una determi¡ada parte cerebral
y el llamado (resto originalr, que proporciona, como el
de los vertebrados, unidades prácticas de medida. Estos
índices confirman Ia preexistencia de una gran masa ner-
viosa en las funciones visuales o de tacto junto a una de-
ficiente formación de los buerpos fungosos (véase las
moscas de los arroyos) y demuestran al propio tiempo la
supremacla de las funciones visuales sobre las de tacto
en las moscas, y el equilibrio que en este aspecto ofrecen
las langostas y las abejas, Resulta también eüdente la
F¡e.26.-Ce¡ebro de los artópodos. Arriba: un crustáceo inferior; en el
ceatm: tipo de crustác€o superior de la f¡milia de las langostas; abajo: un
insecto de difelenciación superior. P¡€€teEos €special atenciór¡ a las üfereD.
cia¡ en el númem de ce¡tros nerviosos ópticos y en loe llamadoe (cueryos
fungmoor. I : ojo c€ntral inepat; 2 = ojos de la cara; 3
= co¡te t¡a¡s.
velsal del tubo digestivo; 4 = cordones nerviosos del esífago que rodean
los intestiEos; 5 = ce¡tros óptico6; 6 = impo¡tánt€s cer¡tro6 de comunicación
etrt¡s los ojo€ y los &gano€ del olfato; ? y 8 : puEroE de comunicación cen-
tral€3; 9= cuerpos fungoeos, lo3 cetrtro6 nerviosos supe¡ioré.

73
.i
üsminución de la rnasa nerviosa de los gftanos olfativos
de dichos animales por el mismo orden en que aparec€n
en la tabla, Los cuerpos fungosos están muy desarrollados
entre los insectos organizados en sociedades, es decir,
entre las termitas y abejas.
Pero nos encontramos todaüa en los principios del
conocimienio fundamental del cerebro de los insectos y
crustáceos y no estamoi aún en disposición'de contestar
a las preguntas que plantéan sus. grados de desarrollo. Se
han necesitado largos años de labor incesante para con-
seguir el estudio comparativo del cerebro del grupo más
complicado de los moluscos, la familia de los calamares.
La brevedad de este libro no nos permite examinar a
fondo dicho método, pero una ojeada a la tabla nrlmero
ó nos indicará que también las grandes diferencias de
este caso encuentran una expresión numérica mucho más
exacta que la que pudiera proporcionarnos la simple cata-
logación en los grupos superiores o inferiores. El desarro-
llJ del calamar en el transcurso del tiempo parte de una
forma muy semejante a la especie todaüa existente de
los nautilos. El índice de su estructura cerebral no ha
sido determinado aún, pero probablemente será inferior
al indicado en nuestras tablas. El grupo de calamares de
ocho patas muestran dos estadios evolutivos, a saber: los
nautil,os (argonautas) y sus familias que viven en los ócea-
nos y cuyo índice oscila alrededor de 4 y las espec-ies- de
los pulpós (índice 8, aproximadamente). El grupo de diez
patas álcanza con los calamares de los óceanos (loligos)
il nivel +5, pero las sepias que se encuentran en la su'
perficie de los mares consiguen con 7-8 el segundo punto
culminante de la evolución de los calamares. I

Estos datos, aunque escasos, nos permiten apreciar


que la diferenciación de los sistemas nerviosos de los
tipos animales más diversos ofrece la posibilidad de es-
tablecer grados de centralización nerviosa. Este examen
de la estructura cerebral puede ser el punto de partida
de un profundo 'conocimiento de la figura animal.

74
El cerebro y los órganos sensoriales son si:r duda los
mejores medios para Ia clasificación de la organización
animal. Asl como la relativa independencia de r¡n animal
de las variaciones climáticas aumenta sus posibilidades,
así también la existencia de un organismo de regulación
interior que conserve una temperatura corporal constante
constituye un claro distintivo de categorla superior. Esta
constancia de la temperatura interna está relacionada con
un metabolismo progresivo y, en consecuencia, con una
elevada asimilación alimenticia, con una vigorosa circula-
ción sanguínea entre los órganos y con un aumento de las
superficies pulmonares y del paquete intestinal. También
exige un intensivo cambio gaseoso por el incremento de
los glóbulos rojos. La ampliación de la actividad renal
es consecuencia de la elevada temperatura corporal que
puede ascender en las aves de 4l a 43 grados. Asf todos
los órganos metabólicos contienen en su fina estructura,
hasta ciertos límites, algunos distintivos de diferencia-
ción que no son decisivos por sl mismos, pero que unidos
a los valiosos datos que nos proporciona el conocimiento
de los sistemas nerviosos pueden ser factores determi-
nantes de las categorías animales.
El estudio de tales señales nos lleva a otro descubri-
miento importante. El aumento del metabolismo origina
nuevas necesidades nutritivas y con ellos nuevos estl-
mulos del hambre, desconocidos por los animales infe-
riores que son capaces de caer en dilatados letargos. Este
imperativo alimenticio nos advierte que el animal supe-
rior no sólo es el mejor preparado sino también el que
corre más peligro. Si queremos alcanzar una compren-
sión perfecta de la vida animal no hemos de olvidar ja-
más este aspecto de su organización. El organismo más
perfecto es el más amenazado, lo que tiene también su
confirmación en el mismo ser humano-

75
4. I'IFERENCIACION Y IIPARIENCIA

Hemos echado una ojeada al intento de oidenar los


centros :nerr¡iosos de los animales afines según el grado
de su complic?ción interna, determinando asl la dife-
renciación de las'diversas formas animales dentro de una
misma familia.
¿Corresponde la apariencia externa de Ios animales a
dicho grado de diferenciación? ¿Existen formas que en
su apariencia, en su color, en su muestra, corresponden
a los distintos estadios de la estructura cerebral y son
por ello signos manifiestos de la categoría de un animal?
EI estudio comparativo de numerosas figuras animales
nos descubre multiples relaciones entre apariencia y
grado de diferenciación. Examinemos a continuación al-
gunos de €stos casos.
Una de las equivalencias más significativas e impor-
tantes entre categoría y figura nos resulta tan conocida
y vulgar que la consideramos como cosa natural y apenas
le prestamos atención. Nos ¡eferimos a la estructura de
la cabeza. uAnimales, sólo son para Ia mayoría de la gen-
te las formas usuales de organización superior sin perca-
tarse de que únicamente representan una posibilidad de
las mrlltiples que existen. Recordemos por un momento
los otros animales sin cabeza y habremos de convenir lo
77
:i:

: i11 ir
il i
Ftc.27.-1106 animales ¿éfalos de los msré oiüdos (en tsmaño El¡y.s.
rlucido): üna cl¡¡¿ de ¡ilonófero (coridarios) con ¡¡1üchs3 végig¡! ¡¡t¡toús6
t [ume¡osas yentoss¡r !¡ filrmento!. Dolantc una medüsa de gran tamaño
(rizoctoma ).

convencional de dicho juicio (figura 27). Las medusas,


las estrellas de mar, los erizos acuáticos, los animales
monocelulares, no disponen de cabeza, La cabeza es siem-
pre señal de organización superior y representa la unión
de tres polos de funciones animales muy importantes:
los sentidos, la nutrición y el movimiento. Así sólo pode-
mos hablar p¡opiamente de "cabeza> cuando se encuen-
tran reunidos en el polo corporal que dirige sus desplaza-
mientos, la boca con sus órganos, los sentidos y el cerebro.
La observación de un grupo importante (el de los ver-
tebrados, por ejemplo) nos permite profundizar en el
conocimiento de las relaciones existentes entre el cerebro,
la estructura de la cabeza y la categoría de cada animal.
Comparemos pec€s con aves o mamíferos. Los peces ofre-

78
cen la formación cerebral de mayor simplicidad y los
mamíferos la más perfecta. La cabeza de los peces se funde
por completo en el contorno aerodiniímico que poseen la
mayor parte de estos animales, conürtiéndose en el simple
polo delantero de dichos seres nadadores, Una insólita
excepción confirma la regla: La cabeza del caballito de
mar, perpendicular a la llnea de su cuerpo y que com-
prende una boca alargada en forma de tubo. Este original
e indolente ejemplar de la fauna marina despi€rta tanta
simpatía entre nosotros porque su cabeza nos recuerda
a una figura animal superior.
Pero lo cierto es que cualquier ave o mamífero presen-
ta una cabeza mucho más destacada que la de los peces,
al sobresalir de un cuello (en los peces se nota a faltar
dicho órgano) y encontrars€ distanciada notablemente
del tronco. A esto hemos de añadi¡ la frecuente presenci
de señales tales como lanas y barbas, o cuernos en los
mamíferos y moños, plumas y crestas en las aves, así
como las diferencias de colorido y muestra que se dan en
ambos grupos de sangre caliente. Basta pensar sólo un
instante en cuántos mamíferos y aves pueden s€r (retra-
tadosr por su cabeza, es decir, están representados perfec-
tamente por la misma, en comparación con el escaso nú-
mero de peces en los que ocurre lo mismo. No en balde
se limitan los utrofeos de caza" de los pescadores a una
corta cifra de especies, como, por ejemplo, el esturión.
El grado superior de la estructura superior nos ofrece
una rigurosa perfeición de este polo corporal. El aspecto
que nos brinda el reducido reino de los mamíferos confir-
rna dicha regla.
Es cierto, pues, que la cabeza se muestra siernpre
claramente destacada del tronco, pero ¡cuán distinta es
esta protuberancia del contorno corporal en cada especie !,
¡cuán diferentes resultan sus caractérísticas si compara-
mos los grados inferiores de la estructura cerebral (las
musarañas, los canguros, gran número de roedores) con
Ias organizaciones superiores (el gato, el ciervo, el antí-

79
F!€, 28 ¡. Müs¡laña (Auruafia); r¡r¡ ¡tel A¡ia Orie¡uli ¡¡ta coori¡.
-

F¡c. 28 c, Nasica (Bomeo). Sólo


- E¡ch6 lleva¡¡
lo€ animale3 este
saco nasal que les sirve rtre órgalo
do ¡esor¡¡rci¡.

F¡c. 28 b. Pu¡ns (Anérica).


-

80
F¡c. 29 a.-Peces corales del Océano l¡dico cor muestlas singulsrm€ntc
llamativas (izqoierdai poEac¿ntus. De¡€cha: tetragoropt€¡üó).

lope, el mono de la figura 28)! ¡Cuánto más perfecta es


la organización tanto miís vigorosamente se destaca la
cabez¿ como polo conductor de la figura animal !
La distribución del colorido y muestra de los verte-
brados ofrece una notoria vinculación a la categoría de
cada individuo. Examinemos en primer lugar dicha dis-
tribución en los casos de dibujos insólitos (figura 29).
Los peces ofreoen a 5imple üsta una imagen caprichosa,
pues el polo conductor se distingue sólo en raras ocasio-
nes del resto del cuerpo, Por el contrario, se extienden
las rayas del tronco de manera uniforme hasta la misma
cabeza, ofreciendo contrastes extraños tales como bandas,
pintas, pequeñas manchas, sin relación alguna con los
órganos internos del cuerpo,

F¡c. 29 b.-Peces co¡¿les del Atlútico tropical.

81
ó.-La figura aninal.
Flc. 30.-Dos pequeñod ¡o€dorc€ dé
Améric¡ del Norte. Izquierda: el chip
munk (tsmi¡s). De¡echa: el citeürx.

Así pueden apreciarse puntos oscuros o de brillo estri-


dente en las aletas o colas de determinados individuos
cuya parte delantera es insignificante y deslucida.
En los mamíferos inferiores ocurre algo parecido.
Los castores y las ardillas, las ratas de pelo, presentan
sorprendentes dibujos que cubren su tronco a rayas sin
relación alguna con el polo corporal que aparece sin ador-
no de ninguna clase (figura 30). Este ejemplo es muy
interesante puesto que podría objetarse que dichos maml-
feros inferiores apenas se hallan coloreados en compara-
ción con el desarrollo de su olfato, o sea que no se dife-
rencian ópticamente ya que color y muestra se orientan
hacia un obietivo esencial: la distin'ción de las especies.
Péro icuánto más importantes son los numerosos ca-
sos de mamlferos inferiores con vistosos dibujos a pesar
de la notable preponderancia de su sentido olfativo !
Esta cualidad no excluye necesariamente un colorido
brillante y el dibujo no es una consecuencia obligada de
una organización óptica. Sin embargo, las características

82
de dichas muestras corresponden claramente a las reglas
de los estadios inferiores, Los ejemplos que nos brindan,
por ejemplo, los canguros (animales olfativos por exce-
lencia) son muy curiosas. Las figuras 3l y 32 muestran
el peculiar rayado transversal del canguro que cubre prin-
cipalmente la espalda y la parte posterior del tronco de
dicho a¡imal, así como la chocante distribución colorls-
tica del oso hormiguero.
Estos ejemplos ext¡emos los encontramos de nuevo
y con gran profusión en los vertebrados. La cabeza de
sus individuos inferiores está exenta de colorido o mues-
tra. Los matices de la piel nos recuerda un cuaüo capri-
choso y extravagante y cuando se muestra ostensible el
colorido nos sugiere la idea de una mascarada. En los
animales superiores, por el contrario, se halla la muestra
en armonía con los miembros y se destaca la cabeza como
polo conductor, ostentando los signos caracterlsticos de
Ia especie, color y dibujo. El hecho de que los grados infe-

Fro. 3L-Dos canguros con llama¡ivas muesL-¿s, en las que no detacs l¡


cabe¡¡ o no es mris que una rimple continuación d€l uonco. Canguro ra.
ya<lo, cangum homiguem,

83
riores de los mamlferos están compuestos esencialmente
Dor animales olfativos y la circunstancia de que aumenta
í" i-pá.iÁ"i. ¿e los ojos en las organizaciones cerebrales
-á" rd.l.tttud"s, conJtituyen por sí mismos lnüces de

F¡c. 32. El grau ooo horrniguem de América del Su4 junto con el ¡rm¡'
¿tü. t a- n"*i"", u¡o ¡le l*- último". "upe¡vivi€rtes
alcalco6'
de loe grupoe animales

la categoría animal' Las funciones sensoriales proporcio-


n"n t^Ábi¿.t relación con mundos de muy distinto conte-
las rav-as del
;tá;;-ñ; "*iotu b"ll"ru se extienden e1.landas
¿" un tigre (figura 33), cruzando -lo¡
"""ó. y tion"o del animal para coinlcidir, artlsti-
-i#U"* "lnacimiento de las patas ! La cabeza presenta
"am"nte,;t"n "lmuestra magnífica, cuya mayor perfección
;t;;rt
r" .".".uu para destacar los ojos y orejas' Tales dibujos'
áL incomparable y natural elegancia, se ciñen. estricta-
mente a la configuración de los miembros, resaltando eI
oolo conductor v enmarcando los órganos de mayor im-
lortancia. Esta óorrespondencia entre la estructura inter-
lá y iu crea la.unidad de la figura visible.que
causa en nosotros una rmpresión vigorosa' El animal
^pu.i"o.ia

84
F¡c. 33.-El tigr€ co¡¡ro modelo del modtleado de 106 mamífelos Bütdiore!.
El tigre que es pa.a l¡ mayo¡ía de nosotroe él lep¡esentante de los a¡imalss
tropical€s viveJ sin embargo, en sus mayo¡es varr¡ntes, en el nortc de Asia'
en Süeris.

superior apaFece en cierto modo como transparente al


ponerse de manifiesto, mediante la muestra, el significado
de cada una de las partes de su figura y €l secreto meca-
nismo de sus miembros.
***
Estas primeras comparaciones, para las que han sido
escogidos intencionadamente animales notablemente dis-
pares, deben llamar nuestra atención sobre la circunstan-
cia poco estudiada de que existe una relación sujeta a
normas entre categorla y apariencia que pu€de ser inter-
pretada de manera objetiva. Parr fijar con mayor firrneza
los conocimientos adquiridos eligiremos el reducido cír-
culo familiar de los sulcos (figura 34). Los zoólogos des-
cubrieron hace ya mucho tiempo que el tapir y el caballo
son parientes próximos y que el tapir constituye la pri-

85
Frc. 34. Tapi¡ (Sud6te de Asia); caballo salvaje (Asia); caballo do'
- ñéstico.

mera fase geológica que se ha mantenido muy cercana aI


plan fundamental de los mamíferos en tanto que reprg-
ienta el caballo el último grado de su evolución. Dan fe
de este hecho numerosos indicios tales como la dentadura
del tapir que es mucho menos especializada que la del
caballo y las extremidades de dicho animal que cuentan
con varios dedos y pezuñas en tanto que el caballo presen-
ta un solo dedo radial. También la elevación del cuerpo
del caballo sobre el suelo es una señal característica en
comparación con la figura baja y rechoncha del tapir.
Estas diferencias fueron confirmadas asimismo por un
examen meticuloso de los cerebros. El índice de la corteza
cerebral del tapir es de 12,ó y el de la cebra es 29,5' una
de las cifras más altas de Ia familia de los ungulados,
A todo esto debemos añadir que el tapir, con su hocico
alargado en forma de trompa, es un animal con el sentido
del óffato muy agudizado. Estos constrast€s se revelan
también en la figura y en la muestra ' La cabeza del tapir


apena.r; se destaca del tronco, ni tan siquiera por su colo-
rido. Lo mismo ocurre en el tapir americano de color
gris que en el tapir negro de la India cuya parte posterior
corporal es blanca. El caballo luce, por el contrario, un
esbelto cuello, destacando además su cabeza del tronco
por las crines o por los vistosos dibujos en el caso de las
cebras.
El numeroso grupo de los mamíferos primates nos
brinda mriltiples ejemplos de la concordancia entre figu-
ra y grado de organización. Esta relación merece nuestra
mayor atención ya que es el origen de la misma forma
humana,
Peso co$oral

Lemúridos 1,5 kg. 13,5


Monos capuchinos 1,8 53,7
Macacos 2,8 ' 33,9
Zambos 12,5 , 47,9
Chimpancés ó1 > 49p
Hombre 70 170,0

Los primates ofrecen una gran serie de posibilidades


cuyo volumen y extensión quedan ilustrados por las ci-
fras índices de nuestras tablas (figura 35). Encontramos
espeiies cuya organización se diferencia apenas de las
musarañas o erizos, lo que se confirma por su aspecto
de roedor. Nos referimos, en especial, a los tupayas de
los trópicos indomalayos. Estos insignificantes animalitos
ostentan ya dos características de los primates superiores :
su corteza cerebral es mayor que la de cualquier otro
insectívóro y tienen una sola cría, lo cual es una limitación
propia de todos los primates. Gran número de lemúridos
y makis, pequeños primates que han desarrollado en la
isla de Madagasc¿¡r una peculiar riqueza de formas, se
hallan muy próximos a tales animales. Comparativamente,
tienen, sin embargo, más desarrollados los órganos visua-

87
F¡c. 35,-T¡e,e las€s de la farnüa a que pe¡ten€ce cl hombre, la fanüa
de loe púnates: roedor' lernrirido y mono (narü aplartarla dc Am¡É¡ica tlcl
Sur). Aümento de tmaño' crcci€nte elevación del suelo por el slarga¡oiculo
de ias exrtemidade, reducción del hocico' a¡ombaÉi€¡¡to de l¿ frente. L¿
¡erie de loo índices de la¡ corteza¡ caebrales de los tres tipoe es aproúma-
dañente ¡ 2-3, 10.13, 30.50. Pero en todoe ellos aparecen las manoe primariae
¡lc cioco dede, e¡ tanto qüe en loo ungulados ha va¡iado s€úible¡¡e¡te le
estructum de los Pié.

les, sus miembros son más alargados (lo que es también


un signo de diferenciación) e incluso eD algunos casos
resultá su color más vivo (por ejemplo, entre los makis).
Por lo general la apariencia de estos lemúridos es poco
vistosa y lo normal es que su piel presenta un sencillo
matiz grls, estando poco desarrollada su cabeza. El aspec-

88
to de los grados superiores de la organización, es muy
distinta. Así ocurre con el propio mono cuya estructura
cerebral sobrepasa ampliamente a la del maki. Sus extre-
midades son más largas, por lo que su cuerpo se eleva del
suelo, y el sentido óptico s€ ha convertido en el medio
principal de orientación relegando al olfato a un plano
secundario. La forma de la cabeza concuerda con tales
características, diferenciándose notablemente por su pela-
je. Asl alternan en la cabeza de los monos lugares desnu-
dos de vello con largos pelos que forman melenas, barbas,
moños. A esto deben añadirse determinadas 'caracterís-
ticas de color que ofrecen numerosas variedades en el
gupo de los macacos, formando asombrosas imágenes que
alcanzan seguramente en la cabeza del mandril los lími-
tes p€rmitidos a los mamlferos (figura 36).
El extraño color azul de las placas de sus mejillas con-
trasta con el bermellón de la nariz, ofreciendo un aspec-
to singular del que no puede darnos exacta idea nuestro
dibujo en blanco y negro.
El pelaje del cuello de los zambos parti'cipa también
en la diferenciación del polo de la cabeza y les propor-
ciona la digrridad que con tanta grandeza se ve represen-
tada en Ios antiguos monumentos egipcios.
Esta relación entre el aspecto y el grado de diferencia-
ción puede observarse en gran número de grupos animales.
Sin embargo, estudiaremos sólo una pequeña cifra de
mamíf€ros. Entre los ungulados resulta sorprendente el
contraste que ofrecen el damán y el elefante. Ambos ani-
males pertenecen a especies de ungulados antiqulsimas y
muestran claramente en el número de dedos de sus extre-
midades que no se en'cuentran entre las formas últimas
de los bisulcos o de pezuña impar, Los índices de sus cor-
tezas cerebrales, de sus centros nerviosos superiores, con-
firman la gran distancia que separa las posibilidades
físicas de estos dos tipos arcaicos. Dichos valores alcanzan
en el damán la cifra de 8,5 y en el elefante indio la de 70.
iY con cuánta exactitud concuerdan estos índices con
89
Frc. 3ó. Mand¡il rnacho (Af¡ica). Co¡r la madurez aparece el color escar-
lata de la- narü (por medio de loe vasos sanguineos) y el azul do las mcjillas
(colorantes de esbuctura).

sus figuras respectivas !El damán es un ser insignificante


en el que sólo la experta vista de los zoólogos puede en-
contrar parentesco con el rinoceronte o con el elefante.
Su cabeza destaca muy poco, sus extremidades son cor-
tas, su apariencia general es la de un roedor. No es nece-
sario pintar sus diferencias con la imponente mole de
un elefante, pero detengámonos un instante en esta mG
numental figura. La elevación del cuerpo sobre el suelo,
la longitud de sus extremidades se ha conseguido aquí
de forma muy distinta a la del ciervo o a la del caballo.
En tanto que los pies y manos de estos últimos animales
han experimentado un alargamiento, elevándose así los
miembros por medio de antebrazos y piernas, participa-
ron en los elefantes, como una excepción entre los ungu-

90
]

Frc. 3?.-Do. mamif€rcs en 106 que el oüato e3 su sertido ú{tu iaportsntc.


Izquierila: el roedor de mayor taoaño, el capüan rle Surtamérica; a la rlerc-
ch¡: el damria afúcano. La figura de arnbos animales es insignilicante, El
índic¿ rle l¡ cort€zs cerebrsl de los do6 ea muy parecido (capibara ll, ila-
mál 8'5), riendo cl indice más elevado de log medores y el inlerior ilc lc
actualee ungularlos, rcsp€ctivamentc.

lados, los muslos y brazos en el desarrollo de sus extremi-


dades (figura 38). En la mayor parte de los ungulados
coin'ciden los miembros alargados con el cuello muy pro-
nunciado. En el elefante no sucede así. Su cuello se con-
serva corto, pudiendo alca¡zat el suelo gracias a su larga
y móvil trompa. Esta estructura le permite tener una
cabeza de gran masa provista de pesados colmillos. Trom-
pa, colmillos y orejas hacen de la cabeza del elefante algo
muy caracterlstico. No es de extrañar que su cerebro pese
más de cinco kilos y hasta era previsible un cerebro más
poderoso tras su gigantesca estructura, para
"Quien tiene
recibir recibirá en abundancia). Así se concede al elefante
la mayor parte de las capacidades pslquicas por encima
de las que ya la Naturaleza le ha dotado.
Hagamos una última comparación dentro del vario
grupo de los ungulados, tomando esta vez como eiemplo

91
la especie de los rumiant€s (figura 39). La delibada corza
del esia oriental Pertenece a un antiquísimo grupo de ru-
miantes, parientei próximos ds lqs almizclqos y cabras
almizcleras enanas.la corza muestra junto a propiedades
arcaicas de su desarrollo corporal (su pequeña figura, por
eiemolo. la procreación numerosa, lo que es caracterls-
tico iambién de los mamlferos primitivos. EI índice de
su corteza cerebral es 12. A la misma familia pertenecen
las jirafas de las estepas africanas' ¡ Qué curioso contras-

Homoplato ->

Br¡so

Anteb¡azo ->

F¡c. 38.-Pata dela¡tera del mayor de lc


clefaater, el elefante del su¡ que en la ütirc¡
época te¡ciaria vivió en el sur de Europa
(Müreo de Hietoria Naru-ral" de Basilea) jun'
to a la de un ciervo ¡e¡!. El PiG proPiameúls
dicho se encuentra Epteetrtado en n€g¡o.

92
F¡c. 39.-Corzo (Asia Oriental) y jirafa (Africa).

te ! El índice de la corteza cerebral de las jirafas es de


29,5, o sea, mayor que el de los animales de rapiña supe-
riores e incluso más elevado que el de los bóvidos y antí-
lopes. La figura de la jirafa se ha desarrollado también de
manera totalmente distinta. Sus extremidades y cuello
se han alargado descomunalmente, consiguiendo la ex-
traordinaria longitud de su cuello por la distensión de
sus siete vértebras cervicales y la de sus patas por el gran
tamaño del dedo medio, de forma que su tronco resulta
relativamente pequeño. La jirafa es en todos los aspectos
uno de los animales más desarrollados del grupo de los
ungulados superiores.

93
jri

Frc. 40. Corzo (Asia Oriental), camello (Asia Central). En ¡mbc csso3,
- a¡¡i¡rales ¡rrschos.

El contraste entre la corza y el camello es una nueva


variante de la misma regla. El camello se cuenta entre
los ungulados de mayor desarrollo cerebral (lndice de su
corteza cerebral: 23). Esta diferencia no sólo se observa
en su elevación del suelo, sino también en su curiosa
cabeza, sin cuernos ni adorno alguno, con un perfil muy
caracteústico en el que toma parte también su singular
melena.
La relación entre las diferencias cerebrales y el as
pecto de los animales no puede condensarse en un senci-
llo esquema. La forma animal es todavía un gran secre-
to e intentamos cornprender lo que nos va descubriendo
nuestra labor intelectual. Una de dichas referencias es
el creciente "valor de forma, de la figura en conjunto en
los 'casos de estructura superior del sistema nervioso
central. Este es uno de los caminos más frecuentados,
pero debemos recordar siempre que la figura animal nos
ofrece también muchas otras pistas.

94
Así, por ejemplo, se alcanza un elevado uvalor de for-
ma) con un pequeño desarrollo de la estructura cerebral
(antílopes y bueyes ), y algunas especies raras de mamífe-
ros (los grandes roedores, los cerdos marinos o capybaras
de Sudamérica) presentan una elevada estructura cere-
bral juato a un insignificante <valor de forma'. Esto guar-
da relación con la circunstancia de que en tales casos los
órganos visuales tienen poca importancia, en tanto que
los del oído y olfato cobran gran trascendencia.
Así, pues, debemos prestar atención a un hecho de gran
importancia para la clasificación de las figuras animales
superiores. Nos referimos al papel que desempeña el oído
y su órgano subordinado, la voz. Este sentido tiene su
uvalor de formau propio que exige a su vez un estudio
especial, participando en cierto modo en la misma figwa
del animal. Asl, sólo puede corresponderle a la curmca
su bello canto y es a su vez exclusivo del mirlo su conG.
cido trino. Aun cuando no nos dediquemos en este libro
sobre la figura visible de los animales del campo, de los
sonidos, debemos tenerlo siempre en cuenta cuando de-
seemos establecer la diferenciación de la categoría animal.
La clasificación de los pájaros sólo es posible por la apre-
ciación de sus grandes facultades sonoras y úni'camente
por Ia importancia de su oído lograremos hacernos idea
exacta d€ la multiplicidad de esta forma de vida.
El desarrollo de la cabeza y su correspondencia con Ia
organización general que se observa entre los pe'ces y los
animales de sangre caliente es aplicable también a los
anfibios y reptiles. Quien contemple el aspecto de dichos
animales verá confirmada en seguida esta regla funda-
mental. Los distintivos vistosos de la cabeza quedan re-
servados casi en exclusiva a las especies superiores de
ambos grupos, a los reptiles, apareciendo en los camaleo.
nes, iguanas, basiliscos y otros individuos afines, nume-
rosas formaciones córneas o cutiíneas, tales como agui-
jones, crestas, etc. A ello hemos de añadir que tales reptiles
presentan un cuello claramente diferenciado en tanto que

95
los anfibios tienen la cabeza apenas separada del tronco,
hallándose su espalda muy próxima a aquélla. En lo qr¡e
toca al colorido muestran los anfibios en su calidad de
grado inferior un curioso manchado y rayado de toda su
iuperficie sin que la cabeza se distinga de manera parti-
cular. Los tritones y las salamandras ostentan clararnente
dichas muestras en tanto que los reptiles sólo ofrecen en
muy raras ocasiones tal colorido (figura 41). Estos dibu'
jos que abarcan todo el cuerpo pueden revestir gran
importancia en la vida de los animales ya que les pennite
disimularse en el medio que les rodea. Pero este valor de
protección no puede hacernos olvidar que toda muestra
áebe considerarse por sl misma en relación con la figura
del animal,
En un principio hemos de contentarnos con esta com-
probación muy general acerca de cuán destacado aparece
él polo de la c¡beza en el grupo superior de los lertebra-

F¡c. 41, Oricinal m¡nchado &


-
las ranas tropicales de la faniüa dc
los dend¡obates. El vivo dibujo
(tlata) a la cab€ua lo mieoo que al
resto del cuer¡n.

96
dos. Quizás le haya asaltado al lector de vez en cuando
la idea de que también el polo corporal subordinado a Ia
procreación debía destacarse en forma parecida a la ca-
beza. Estudiaremos esta relación más adelante y con ma-
yor profundidad, mas por el momento es suficiente con
que nos percatemos de la multiplicidad de las reglas re-
lativas a la figura animal.
Hemos de avanzar paso a paso, y debemos de recorrer
arin largo trecho hasta llegar a comprender ampliamente
el significado de la figura animal. Para muchos es sólo
visible un aspecto parcial de sus funciones. Asl no ven en
los cuernos más que un medio de defensa o el distintivo
de un sexo. Esto es cierto en ambos casos, pero olvidan
abarcar el propio significado y la posición de tales ele-
mentos. Otros sólo consideran las esbeltas extremidades
de muchos ungulados como instrumentos de carreras,
medios para la rápida huida en los bosques o en las es-
tepas. Tampoco es falso este ¡oncepto, pero debemos
considerar además tales partes del animal como índices
de grado de diferenciación que no necesitan un mayor
desarrollo que podrla incluso ocasionar la ruina de la
especie.
A través del concepto clasificatorio del animal según
su objeto y capacidad, hemos de llegar a una apreciación
del mismo por la que, sin menospreciar jamás su aspecto
funcional, valoremos también el aspecto y significado de
su figura.

97
7.-La fisura animal.
L LOs r@Lü!¡CrOS r $tS OolrcHrS

Las reglas que ri.gen las figuras anim¿les estudiadas


ya eD ios vertebradcl's se encuentr¿ür en cualquier punto
donde se reúnan vigorosos contrastes de organización der-
tro de Énrpos de animales afines. Observemos un grupo
donde resalten talés diferencias y que sea, al propio tieni.
po, sensiblemente distinto a nuestra propia organización :
Ia familia de Ios moluscos. Esta incursión en la vida de
los moluscos nos dará conocimiento de una de las crea-
ciones animales más singulares. Nos referimos a sus con-
chas. Las conchas de los moluscos han despertado desde
hace largo tiempo el interés de lós coleccionistas, e in-
cluso algr.mas de estas antiguas colecciones se han con-
vertido en el pilar de un moderno Museo de lfistoria Na:
tural.
El propio molusco es mu'cho más importante que su
producto, pero las citadas conchas son tan variadas y
bellas, guardan una dependencia tan singular con el ani-
máI, qlte nos sé¡tihos iriclinados a contemplár éstos
cáparazóúés lllueftds fórúados de la misma vida. Las córt-
dras de lós rnofuscos son el resultadó de un répliegié
cutádéo dé dld.hós ¿bitrales qüé cübre como un maritd
tódo el'eüérpo ó alberga, cuándo ñénos, uñá grán palté
dél fi¡isrro, el s¿co visccral. El borde de éste maitd és lá

I
fuente más importante de la secreción glandular que cons-
tituye la masa elemental de la concha, donde se deposi-
tan además sustancias minerales, sales cálcicas en espe-
cial. El borde del manto colabora en la estmctura de las
conchas y alrrda, sobre todo, a la formación de la parte
interior lisa del caparazón.
La forma de las conchas de los moluscos depende de las
caract€rísticas de su crecirniento. Las formaciones duras,
como los huesos de nuestro esqueleto, experimentan en
diversos lugares una misma y permanente transforma-
ción, de manera que conservan una armónica ordenación
en vistas al futuro cuerpo. Las conchas de los moluscos
efectúan un proceso totalmente distinto. Así aumentan su
tamaño a lo largo de una determinada zona, por lo que
no ptieden acomcidar su crecimiento a toda la masa cor-
poral. Los períodos de transformación de la concha pue-
den observarse claramente en las llamadas estrías de
crecimiento. Pero éste se regula por la modalidad de
desarrollo, forma y secreción del borde del manto,'cuya
forma es determinada de una vez para siempre por las
propiedades fiias y hereditarias de la especie. Así nacen
formas rigurosamente geométricas, en las que se practi-
can una serie de leyes que han maravillado desde hace
muchos años a los científicos.
Las conchas sencillas, en las que el borde del manto
rodea al animal, adquieren la forma de copa o cuenco,
como en eI cado de los caracoles de las rocas de la costa.

¿Qué aspecto tenían las conchas de los primitivos mo'


Iuscos? A este respectó se hdn suscitado numerosas con-
troversias desde que se sabe que las sencillas conchas de
los caracoles que encontramos en las rocas de nuestras
costas no son, con toda seguridad, los caparazones origi-
narios. Al descubrirque otros habitantes de las rocas,
.100
Frc, 42, Izquierda: Neopilina, el molusco Árcaico ¡ecién descubierro.
Derecha:- Chitón, un habitá¡¡te de la costa, con una concha diviü¡la en
ocho s€ctores.

llamados por los zoólogos (chitones>, presentan en su


estructura interna signos de un antiqufsimo estilo fo¡ma-
tivo, se ha declarado, no sin titubeos, que la concha de los
(chitonesD, compuesta de ocho zonas separadas (figura
42), es el tipo arcaico. Por otra parte, hace pocos años
apuntó una luz inesperada en este oscuro p¡oblema. El
buque danés (Galatea,, dedicado a la investigación cien-
tífica, extrajo en 1952 del Océano Paclfico, desde una pro-
fundidad de casi 4.0ü) metros, unos moluscos con concha
que puede considerarse, tras una rigurosa comprobación,
como representantes de un nuevo grupo de moluscos an-
tiquísimos,
El nuevo individuo recibió el nombre de <neopilinaD
porque su concha se parece prodigiosamente a un fósil

l0l
derech,a: ha'
Ftc. 43. Tres ti¡na de caracoles Arriba' üquierda: Parela;
-
üotir, abajo: plcutotomatiu. En loe dos priloeroo 3€ encue¡l¡an somD¡eaoa¡r

c¡d,¡ una de lag zo¡as de c¡ccimicnto'

de orisen remotlsimo, que se llama (Pilina,' La nueva


onilina-' de la profundidad de los mares presenta una
la concha en
;i;;;;"""i"-; iartir de Ia cual se extiende La
á""n* r¡n iiámetro de m¡is de 3 cm' estructura
"o"
;;i-;;J "t tan arcaica que podemos aceptar rotunda-
;";; A; ios primitivos moluscos debieron llevar con-
chas parecidas (ftgura 42).
---i"'"oo"h. de lgunos calamares arcaicos experimen-

702
tó un crecimiento simultáneo de manera que adoptó una
forma cónica. En otros individuos se desarrolló, por el
contrario, con mayor actividad, uno de los bordes, enro-
llándose la concha en forma de regular espiral sobre la
cabeza. (A la inversa de nuestro caracol Si el
parte "bocinar)'
crecimiento se limitó a una del borde del manto,
esta parte se mantuvo asimétrica al eje del cuerpo, orde-
nándose la superficie en perlodo de desarrollo en forrna
de espiral (fieura 43). Pero tras la sencilla afirmación de
que el crecimiento se verificó sobre una parte del borde
del manto, se esconde una larga serie de graves problemas
ielativos a los moluscos. Así la limitación del crecimi,ento
de la concha está relacionada en muchos gasterópodos con
la propia torsión del saco visceral y con la frecuente
asimetrla de sus órganos. En algunos casos aparecen
torsión y asimetrla de manera independiente, en tanto que
en otras ocasiones se encuentran ligados, proporcionan-
do abundantes motivos de reflexión a los zoólogos que
se ocupan de su estudio,
En los estratos más antiguos de la llamada época
cómbrica se hallaron caracoles en los que esta asimetrla
habla originado una elevada forma cónica de la concha
en espiral. A esta especie pertenecen los pleurotomarias,
considerados como extinguidos, y que, sin embargo, a
partir de 1850 se ha podido comprobar su existencia en
las aguas abisales. Estos animales son una de las formas
animales más antiguas de la Tierra. Su peculiar abertura
en el borde de la concha es una lneisión en cuyo extremo
interno se encuentra el ano (figura 43).
Podremos sólo citar algunas de las variantes de las
numerosas formas que adoptan las conchas de los mo-
luscos. Una de ellas se origina en los calamares arcaicos
a causa de que en su interior se separa periódicamente
un tabique, con lo que el espacio ocupable por el propio
animal, convertido en recinto demasiado angosto, es des-
pedido de la 'concha,
Las zonas de crecimiento pueden señalarse perfecta-
103
Fto. 44. Concha de una clare de mrirex cou ü¡ manto €spiooso tnuy p¡o'
nu-Ecisdo- que harca las zonas de crecimiento. La acrividad del bo¡de del
ma¡to de lo3 caracoles, en lo que ¡eq)ecta a la formación de conchas, puede
v¡riú notablemente €n dete¡¡niúadc p€riodo6,

mente porque gran número de especies cambian su forl


ma siguiendo un determinado ritmo temporal del borde
de su manto, cre¿¡ndo protuberancias, ensortijamientos,
bordes ondulados que a ve@s se elevan en características
coronas punzantes, por lo que se contraen a su manera de
crecimiento habitual (fieura ,l4).
En gran número de especies de la familia de los gas-
terópodos se cierra la concha por un opérculo cuando el
animal se recoge por completo en el interior del capa-
razón. Este opérculo se apoya sobre el pie del animal y

Lquierda: valvatai ceüt¡o: n€ritins; derecha: Pl€ü¡oto¡¡aria (ver fig. 13f


l\c. 45, Operculoo en espiral de dive¡to¡ ca¡acoles (lo misEo que l¿ con
- fonn¡ también, algunar veces, el opérculo de manera concéntrica)
cha ¡3i ré

104
B

F¡c. 46. Desarrollo en espiral de las conchas de los noluscos. A = Espi-


-
r¿les simétric¡e de un mejillóa. B : Espi¡ales asinét¡rcas de moluscoe fóei-
les. Dicoras (época jurásica), rcquienia (época üetác€¡), La asirnebía de la
requienia os taa pronunciarla que la pequeña co¡cha de la üquie¡d¡ ¿doptg
l¡ posición de un o¡Érculo. Se ha querirlo t¡e¡, csp€cubtivlEe[tq Gú cl
opérculo rlc lo¡ c¡racolee una segun<la concha, lo que es ur manili€ato orror.

,105
su crecimiento sigue las mismas leyes que la concha. Asl
únicamente se acumula materia en un punto de su peri-
feria, desarrollándose una segunda espiral segrln una
línea constante y visible de crecimiento. La cpuerta de
entrada" observa las mismas leyes que la concha, lo que
es un extraño refinamiento de uconstrucció¡" (figura
número 45).
I-as valvas de los moluscos obedecen en su creci-
miento a normas semejantes a los caparazones de los
caracoles. En su mayor parte forman una valva derecha
y otra izquierda, unidas entre sl, como el lomo de un libro,
por un ligamento. A este ligamento se asocia con frecuen-
cia un cierre de complicado sistema de tenazas, También
estas partes de la concha adoptan a menudo formas en
espiral (figura 4ó) o son asimétricas, de modo que el
concepto original de bilatería sólo puede reconocerse
más tarde con gran dificultad. La circunstancia de que
en estos animales, como en los gasterópodos, se destaque

tr¡c, 47.-Dos va¡iantes del degarrollo de las conchss. En el harpa (irqüior-


da) :csiguc la concha la cürva del c¡€cicnte borde del lra¡to. E¡r el doüun,
po¡ Gl c¡¡haiio, adoptan las protubeüncias de la concha l¡ fo¡o¡ ¡lo u¡¡
espiral. Ambas poaüüdades, como su¡ colrbi¡¡cion€s, s€ encuentan r€alir¡.
da¡ también en J¡s muestras, lo que demuesh la comparaciól dc la ñg. ?2. A.

10ó
F¡c. 48. Formación e¡ espirsl dé la foraminífera. En ümension€€ úiü'
hél¡ic¡s -s€ reproducen ¡nuch¿s de las Btructr¡tas de loe noluscos. Alguaaa
o-i-.le unicelular$ diáEet¡o€ d€ alguao€ centímetros'
voc€s alcs¡rs¡r €sto6
Son iEpo¡tantd fo¡maciones de piedras caliza:'

su crecimiento por las líneas de los bordes del manto o


resalten las espirales que con'en perpendiculares a di-
chas curvas, origina la gran belleza que nos ofrecen sus
conchas. Cuando un tejido vivo se separa, siguiendo una
r€gla constante de formación de una estructura muerta,
nace una nueva forma que tiene algo en común con las
conchas de los moluscos (figura 48). Así se crean de los
animales marinos unicelulares, del grupo de los forami-
níferos, sucesivos capar¿¡zones de carbonato cálcico de
una sola c:ímara y así nacen los cuernos de los antílopes
por el crecimiento de Ia región frontal. Los colmillos se
iorman de manera semejante al permitirles los tejidos
del animal un perm¿¡nente desarrollo.
Efectivamente, se desarrollan estas sustancias duras

F¡c. 49, Concha de deatalium, uno ile


106 grupc- de moluscoe que vive¡ eo la¡
playa.s arenos. y ct¡y¡ eat¡trcÍ¡n so ili.
feI€¡cia tanto de los e¡lacol€á como de
ls nolu¡co¡.

to?
Ocmpue

S"pi¡

A¡go¡aut¡

T¡rr,¡ ¡r.' ó. Evolucióa y d*arrollo ce¡ebral del c¡l¡m¡¡


- ínüce segrin K.
(Cilras Vira 1959).
108
en forma de espiral o rectilínea segrin la organización de
las materias vivas, y los productos de tales secreciones
glandulares se asemejan en muchas normas de su cons-
titución. Los caparazones en espiral de gran número de
diminutos seres marinos tienen un notable parecido con
las conchas del nautilus, l,os colmillos del elefante se
parecen a Ia pequeña y ligeramente irregular concha del
molusco ds¡tallir,ñ, que no es ni valva ni caparazón,
recibiendo dicho nombre por su semejanza con los ci-
tados colmillos (figura a9).
, *.* *

Cuando visitamos álgún museo o cuando tenemos la


suerte de encontrar en las arenas de una playa alglrr
caparazón vacío, la belleza o la rxeza de la concha nos
hace olvidar aI propio animal. Sin embargo; si deseamos
obtener de estas hermosas creaciones de la Naturaleza
algo más que el deleite que nos proporciona la contem-
plación de su belleza o de su rareza, hemos de prestar
esp€cial atención a las relaciones que existen entre el
molusco y su concha.
Ordenamos en primer lugar, a los diversos moluscos
de los que nos limitaremos a los tres mayores grupos de
bivalvos, gasterópodos y calamares. A estos grupos de-
bemos añadir Ia reducida especie de los crusiácios, en
la que se encuentra el mencionado dentallium (tabla ó).
Busquemos los distintivos de su grado de organiza-
ción. El sistema nervioso nos proporciona de nuevo las
señales de mayor importancia ya que, junto con los órga-
nos de los sentidos, determina Ia riqueza de relaciones
de un animal con el mundo que le rodea. Al establecer
Ios zoólogos numerosas comparaciones de constitución
y capacidad han encontrado en el sistema nervioso de
los moluscos los siguientes distintivos de su grado de
organización (estas reglas son válidas también para los
otros animales invertebrados) :

'109
l,-táe é$ructuras me¡eádá¡feÉtc infcriorx pre'
séntáú lós llamado¡ cordo¡¿g medula¡es en las que las
células nerviosas sé encrLdtrán dtcpérsadas pot todo el
tejido, falrando por tantÓ Iá sépárácién en centfos nef-
viásos (ganElios) y €,n Ílas nerviosas. La cÓnstitución de
y víás aislados es pfopia de grados superiÓftts'
"etrtros
2.-En su c¿ltdad de organizaciones i¡feriores, los
centfos nén¡iodos so edcuéütrañ' dispersados y alejados
entre sí. Por el contrario la agrupación de centros ner-
viosos en el polo anterior del animal, en la cabeza, es dis-
tintivo de un g¡ado superíor de desarrollo'
3.-Los centlos aislados pueden estar en conetión
con los órganos sensoriales de nayor iñportancia y
ofrecer, a lJ vez, una complicada estructura interna. Con
gran frecuencia son de mayor tamaño que los - otros
ianglios y alcanzan la categorla de centros cerebrales
Gangltos cerébfales). El estudio de Ia estructura interna
d"e d'ícho. ganglios nos brinda valiosas posibilidades de
.clasificació¡.

grados de diferenciación de los sentidos, por


- Los
4.
eiemplo, la preponderancia del olfato sobre el tacto y, en
especial, él g¡ado de desarrollo de la vista, nos propor-
ciónan tarn6ién iñportantes medios clasificatorios. Lo
ñismó entfé los moluscos comó entr:e los vertebrados,
las formas inferiores se valen especialmente del olfato,
en tánto que l*s zuperiores tienen muy aguzado el sen-
tido visuáI.

EI estudio de los órganos sergorlalés y nerviosos de


los grupos mencionados hasta ahofa, sitúa a los bivalvos
en gf;á¿o rnuy infedof. Nada se ha dicho, sin eÉbargÓ,
de "n
suJanfecesot"s, que erafi iÓg {pfimitivos> molus-
'ro
cós que viven én lá actualidad. tos bivalvos ofrecen la
máxima dispersión del sistc¿n¿ nerviosó asl cÓno el mí

rl0
nimo desarrollo de los ccntros nerviosos superiores, de
los ganglios cerebralcs, y si m dgunas cxcepcionales oca-
siones consigucn uná concc¡tración ganglionar (en el
caso, por ejcnplo, de las limas) se realizr ésta en la región
vlscaral y nunca m la cabeza, como oeur¡e en los animales
supef,iores.
Los gasterópodos preseDtan cuaÍdó medos una ügera
ventaja sobre los bivalvos, pues si bien en muchos de
ellos se hallan diseminados los centros nerviosos a lo
largo de todo su cuerpo, los ganglios cerebrales superio-
res s€ e¡cuentran siempre en la cabetr, En muchas espe-
cies, son tánbién dichos ganglios cerebrales el punto de
reunión de los demás centros nerviosos. Efectivamente,
en algunos grupos de caracoles mari¡os se observa una

Frc. S0.-Tree grado. dr ü-


lere¡ciaciór de 106 ccrcblo
de los cállm¡r€: El ¡ittd¡
nervio¡o so enct¡eot¡s alr6-
A dor del esrifago (pintado tle
oscuto), así cono lo faringc
quo conticno vigoro6d ¡o¡-
rilaree qórnec y une placa
lrittr¡ado¡s, ea cali¡lad dc
órganos bucalce, El irt úr
Dervio€o auEenta de tam..
ño. Obse¡v¡mqt u¡ ¡cl¡tivo
c¡€cimic¡to de loo ccnr¡o¡
B euperiores, de loc gaagüoc
ce¡eb¡¡les. A = N¡¡tilu¡,
B=Scph,C-OotoPrrr
f = G¡¡slio coobnl, I =
Gangüo pedal 3: ¡anglio
viscoral,4 = gúglio do lá!
srtéEidad.r, 5 = gaagüo
boc¡I, ó = newio olf¡tivo
c (or la aautilua), 7 : nc.
vio óptico. Coúpüaúú cü
e€t¡ lctic l¡ rcducció¡ de ht
coach¿¡ i¡tlic¡¡l¡ c¿ l¡ ü.
gt¡¡¡ 56.

lll
concentración extraordinaria de su aparato nervioso, de
forma que todos los ganglios se agrupan en una sola masa
sobre el tubo digestivo creando un auténtico (cerebro),
El grado superior de la organización nerviosa corres-
ponde a los calamares (figura 50). Es cierto que encon-
tramos también algunos ganglios dispersos en diversas
regiones del cuerpo de estos animales, pero los órganos
nerviosos se acumulan preferentemente en la cabeza al-
rededor de la garganta. Esta agrupación en la garganta
aparece en el nautilus, que es la forma üviente más ar-
caica, como (cordón medular" pero, respecto a los otros
grupos, ofrece la complicada estructura de una categoría
cerebral superior.
Este gradual escalonamiento de la categoría de la
organización nos facilita una base para el estudio compa-
rativo de las conchas de los moluscos. La primera regla
sobre la figura de estos animales nos indica que la mayor
riqueza de formas, la diversidad más grande de conchas,
el desarrollo máximo de éstas, se encuentra entre los
moluscos de categoría inferior. En parte alguna hallare-
mos tal variedad de formas de conchas como entre los
grupos de bivalvos que hemos clasificado en loi últimos
estadios. Entre los gasterópodos, asimismo, ofrece la
máxima plenitud de fo¡mas el llamado auterobranquios
en el que aparece la citada dispersión de los centros ner-
viosos y en los que varía eI desarrollo de dichos órganos.
El nautilus es el calamar de concha más grande y vis-
tosa, es decir, la especie qu€ tiene el sistema nervioso
más rudimentario. Y por último, son sus parientes, ya
extinguidos, de los remotos tiempos geológicos quienes
nos ofrecen las conchas de mayor tamaño y diversidad.
Asl nos muestra también hermosas conchas la amonites,
que ha recibido este nombre por el parecido de sus capa-
razones con la cornamenta de los carneros (figura 51).
A lá regla que acabamos de enunciar corresponde una
segunda: las conchas de los molus'cos superiores experi-
mentar un mezquino desarrollo, o faltan simplemente.
112
Frc. 51.-El sDoDites d€ mayo¡ ta¡!"año deEcubierro hasra l,a lech¡ pcrtene.
ce s la elpecie dc paquidiscus y pmcede de loe ¡€siduc del periodo cretáceo
de Ve¡ú¡lia. Ia comparación coo ün €trorme dogo proporciona u¡a idc¡ de
la¡ dimen¡io¡ee de este gigaútesco molulco.

Este aspecto del problema de las conchas de los molus-


cos no es sólo la parte (negativa' de la primera regla
sino que es por sí mismo algo nuevo. La formación de
las conchas en las formas superiores no es menos rica
en variaciones pudiendo observar, además, u.n notable
desplazamiento del <caparazón> en el interior de los
moluscos e incluso en muchos casos la total desapari-
ción de estas (conchas internas>. Estas atrofias no han
merecido por lo general gran atención ya que en las co-
lecciones y museos los moluscos faltos de concha no
tienen cabida. Gran núrnero de estos animales escapan
a la normal observación, puesto que viven en su mayor
parte en eI mar o se hallan muy es'condidos.
Entre los mejillones bivalvos no se da, salvo raras ex-
cepciones, la citada reducción de sus conchas, existiendo
algunas especies perforadoras de la madera que pueden
constituir un serio peligro para los buques o las instala-
ciones portuarias. Los gasterópodos, por el contrario,
muestran en algunos de sus grupos una considerable
regresión. En cambio, sólo un corto número de especies

113
E.-La figu¡a aüimal.
de la familia de los auterobranquios, tan rica en formas,
experimenta cierta reducción en sus conchas. Podemos
observar pues, a tenor de esta circunstancia, una nueva
relación entre el desarrollo de las conchas y el grado
de diferenciación de los sistemas nerviosos. En los gra-
dos inferiores del desarrollo nervioso, destácase sensi-
blemente el caparazón en espiral del resto del cuerpo y
condiciona el aspecto del animal. En las especies de dife-
renciación superior, en las que el sistema nervioso está
vigorosamente concentrado, podemos observar algunas
peculiaridades de sus conchas que guardan cierto para-
lelismo con la formación de las conchas internas. En al-
gunos casos queda recubierta la concha por un gran re-
pliegue cutáneo lateral que al alcanzar su miiúmo desa-
rrollo hace desaparecer casi por completo el caparazón.
Esta concha, que puede adquirir gran tamaño, queda de-
formada de tal manera que su espiral no culmina en un
aguzado cono (figura 52) sino que forma sólo una figura

FIc. 52, Dispooición de las concha¡ en l¡ simet¡ía bilate¡al de loe cue4tm


-
de loe c¿racoles del gnrpo de los anterobraaquioo. Izquierda: un ca¡acol co¡
l¡ coucha ¡elativame¡te librc de movimie¡too (fusus); a eu lsdo (voluta y
ancilatia), rloe esp€ci€s e¡ que la concha se halla i¡c¡ustada paroialoento
ea loe püeguea laterales del pie.

lt4
truncada en alguno de los polos de la concha o bien des-
aparece en el interior de la última vuelta. Estas conchas
se ordenan siguiendo el eje del cuerpo, de forrna que al
ser recubiertas por completo por el citado repliegue cutá-
neo originan, de manera inesperada, una nueva simetría
bilateral del exterior. Al presentarse este fenómeno pre-
cisamente en las especies con un sistema nervioso muy
concentrado, como por ejemplo, en los caracoles marinos
llamados oüvas, se formula ya la importante ley que
influye también en la reducción de las conchas la sime-
tría de las figuras superiores en comparación con el pre-
dominio de los caparazones en espiral de las formas
inferiores. Pero no todos los posterobranquios con sis.
tema nervioso concentrado ofrecen tal apariencia; es
importante, por tanto, el hecho de que sólo se presenta
en el caso de superior diferenciación, siendo una muestra
del desarrollo de la figura corporal que se comprende
como una adaptación a determinadas condiciones de vida,
como una mejor defensa en la lucha por la existencia.
Mucho más impresionante que en los anterobranquios
muéstrase la relación existente entre grados de organi-
zación y formación de conchas en los multiformes cara-
coles marinos que reciben el nombre de posterobranquios.
En este grupo las especies con sistemas nerviosos arcai-
cos (de ganglios dispersos) son en minorla (figura 53).
Pres€ntan además grandes conchas (por ejemplo, el <ac-
teon)) con la forma, ya familiar para nosotros, en espiral
típica de los gasterópodos. Sus figuras se asemejan a las
de los posterobranquios y Ios zoólogos han aceptado
que provienen de algún antiguo grupo de caracoles. I-as
conchas relativamente grandes se presentan cubiertas tam-
bién por un repliegue cutáneo, alcanzando así una rigu-
rosa simetría bilateral.
¡La concha se'convierte con frecuencia en un capa-
razón casi interior ! En las especies de sistema nervioso
concentrado se reducen sus conchas, cuando quedan aI
ext€rior, a unas pequeñas y aplanadas placas, pero, en

115
A B

F¡c, 53. Caracoles ma¡iaoe del g¡po ib lo.


-
pctercbra¡¡quio6. Ls fil¡ Eu.stta l¡ reducción do
l¡s conch¿¡ y la co¡rc€ raciír del siste¡n¡ rrer.
vioso, A = Acteon, B = Norarcus, C = Aeoli.
dier. 1= Gaagüo ccrebral 2 = ganglio pleuro.
visceral, 3 = ganglio pedal, 4 = ganglio bucal
5 = gargüo€ vilceral€€ e!¡ el clso de sistemas
nervioooe disperaoo,

7t6
F¡c. 54. C¡¡¡cole¡¡i¡ co¡ch¡. Esto6 paq¡cño6 carecol€! IrcrtcDco.D r üD¡
-
l¡u¡¡ m¡ri¡¡ dc hcrmoeoo colorce (todoc ¡omcDtad6). flc izquiold! a d¿¡c
ch! ! bnc¡quis, poticcq crcolada.

gran número de casos perrnanecen bajo la picl trans-


formadas en exiguas láminas.
El llamado nudibranquio representa el riltimo ertremo
de una serie de formas ordenadas en relación entre Ia
constitución de las conchas y la dilerenciación cerebral
y que posiblemente encarna también las etapas del des-
arrollo de las figuras a lo largo de la historia. El sistema
nervioso de este animal se halla concentrado por com-
pleto en un (cerebro' unitario, exterior, ubicado en la
garganta. La concha ha desaparecido por lo gcneral, la
figura corporal se ha hecho en la Eayorla de los indivi-
duos absolutamente simétrica, e incluso las branquias
que en los posterobranquios son unilaterales han adop
tado aquí una disposición claramcnte simétrica (figura
54). La figura más peculiar cs sin duda la corona de
branquias extras retráctiles que cubren como una flor
el orificio anal d€ los caracoles Da,rinos.dorisD y sus
lt?
F¡c. 55.-El nayor rlc los caracolea merino¡ dc I¡ l¡mili¡ de loc que viven
€¡1 ls6 aguaa pmlundas del M€diterróúoo, el teti¡. Este a¡rimal no ¡ólo €3
pe¡lectsmente simét¡ico sino que ofrece el nós norable reüeve del ¡nlo de
l¡ ca¡€za que pu€deü p¡es€ntar loe ca¡acol€r. Lo corresponde la ¡nrixima con'
c€ntlación del sistema nelvio€o eú el que todo€ lm gangüos s€ hallan Éu¡i'
do6 en 1¡ garga¡ts coúo ü¡¡ cereb¡o y €¡! cl que el anillo de la garganta arílo
rG dcnola po¡ el l¡ro ¡lc unión'

familias. En todos estos a¡imales sin concha se distingue


sensibl€mente el polo de la cabeza por su color o por sus
Í¡ntenas, alcanzando su mayor tamaño en el gran {tethysD
(figura 55) con el ancho lóbulo de su cabeza tan rico en
vlas nerviosas. El cuerpo perfectamente simétrico de otras
especies lleva unos apéndices laterales, coloreadas fre-
cuentemente con vivos tonos y en las que penetra el intes-
tino ciego. También €stos individuos poseen la eabeza
claramente destacada.
El ejemplo más claro de la relación exist€nte €ntre
la disminución de la concha y la categoría animal nos lc
118
Itc. 5ó.Rcduccirin de les coÁchas eu el c¡lomar, col c¡€siclte dle¡rnci¡"
cióü dcl-ceieho (cmparar con h ligura 50). Nautilur, repir, octoPu!. Al
pmpio ticmpo, aume¡¡t¡l¡ €r ext€¡gión süs patas en coEpanció¡r con el ¡t¡to
rlel cuerpo a Ia vez que di.sminuye su núrnero.

bfrece el mismo calamar (figura 56). Sabemos también


que el estadio rn¡is primitivo del sistema Dervioso corr€e
ponde a uná s€rie de especies conqulferas ya extiDguidas,
como los nautilos y ámonitas. Estas conchas hacen honor

119
FrG. 5?. C,onch. d€ ¡rgD
Daut¡. A- c¡ura dc €€t¡ cot¡.
chr ha rccibirlo cl nor¡b¡c
de ¡nautilug¡. El nacho es,
cn Comparació¡ coD li LoE-
btr, d. tsmaño ¡limi¡r¡to y
no for¡ná coDohr dg¡¡a.

a su nombre ya que son verdaderos caparazones de pro-


tección en cuyas cámaras exteriores se esconde el cuerpo
del animal. En la actualidad sobrevive sólo Ia extraña
especie de los nautilos de los mares del Sur. Los otros
calemares de nuestras aguas, procedentes de eras mucho
más modemas, llevan escondidas las conbhas en su inte-
rior donde en alguDas (rcasiones han llegado a desarro-
llarse de forma considerable (por ejemplo, el tipo nespi-
rula" que vive en las profundidades abisales y Ia familia
de las sepias). Las conchas <internas¡ pierden en el loligo
su contenido cálcico y se reducen a una placa cóÍiea. En
todos estos casos desempeña la concha el papel de un
esqueleto interno, de una .columna r¡ertebrab,
Sin ernbargo, en algunas espebies de sistema nervioso
muy desarrollado (por ejemplo, €n el 'calámar de ocho
patas) es muy reducida esta placa córnea e incluso en
muchos individuos llega a desaparecer. La concha del
nautilus, en la especie femenina argonauta de ocho
patas, no es propiamente la valva de un molusco sino la
secreción de Ia piel de las segundas patas, r¡n delicado
beducto para el alojamiento de las huevas, el bual no
existe en las especies masculitras (fieura 57). Asl, pues,
la importancia de las conchas en relacióo al orcrpo de
Ios moluscos va disminuyendo a medida que ar¡menta la

tm
F¡e. 58. Elqüeleto. dc radiohrior (rc
grí.n -
E. H¡cckel), Tod6 cetc rsr€r ü¡i.
celulares quc vivel ca aguo abi¡¡le¡ ¡ólo
ro¡ yi¡ibler EcdirntD Gl Eic¡scopio.

l2r
categoría de la organización central de los calamares.
Tales conchas se convierten de caparazones externos en
órganos intemos de apoyo, y en las formas de estructura
cerebral superior acaban por desaparecer totalmente. ¿Es
preciso que digamos que el polo de la cabeza de los cala-
mares se destaca de manera sobresaliente?
Las llamadas patas del calamar se hallan @ncentra-
das en la región bucal, lo que ha dado origen a su deno-
minación de cefalópodos. En las especies con el sistema
nervioso diferenciado, en los individuos de ocho patas,
aparece el tronco como un simple apéndice en forma de
saco de la poderosa cabeza con sus tentáculos (tabla nrl-
mero ó).
Las reglas que rigen a las figuras, expuestas en esta
obra, se exteriorizan en grados muy diversos, adoptando
variantes muy distintas. La regla general se refiere a un
solo tema, el cual, al profundizar en el estudio de los ani-
males, volveremos a encontrarlo en gran ntlmero de varia-
ciones. Pero este tema nos lleva a nuevas consideracio-
nes. La desconocida fuerza creadora que se exterioriza
así, no es más simple ni menos importante en los tipos
inferiores que en los diferenciados. Por el contrario,
muéstrase precisamente la formación de las conchas más
complicada en los individuos primitivos que en los supe-
riores. Asl, pues, la organización superior de un tipo no
sigaifica el aumento general Vel desarrollo de ous acti-
vidades y señales sino el aumento de alguna de sus facul-
tades, el estímulo en determinada orientabión con el
abandono de otras muchas de sus posibilidades. Los
cuerpos de.los moluscos inferiores se caracterizan por su
desarrollo "extensivor, por su crecimiento exterior, en
tanto que los tipos superiores pueden describirse como
"intensivos¡ de forma
que su apariencia externa corres-
ponde a una complicación interna y a una gran riqueza
de posibilidades de relación con el mundo que les rodea.
Nada puede ,revelarnos con mayor blaridad la oculta gran-
deza de la fuerza de la creación que la circunstancia de

t22
que animales con org¿¡nizaciones sencillas son capaces de
producir determinadas formas que el hombre compara
espontáneamente con sus obras de arte. Esto puede apli-
carse también a los sorprendentes esqueletos de ácido
silícico de los microscópicos y unicelulares radiolarios de
los océanos (figura 58), a los caparazones calcáreos de
otros ser€s marinos monocelulares, las foraminíferas,
cuyas distintas formas desempeñan hoy un papel im-
portante en el estudio de las eras geológicas ya que per-
miten la exacta determinación evolutiva de algunos fó-
siles.

123
6. LA ESIRUCTURACION OPTICA

Los gasterópodos y bivalvos con sus variadas con-


chas pertenecen a una especie en la que sus individuos
no se contemplan recíprocamente y en las que el aspecto
visible de los congéneres desempeña un papel sin impor-
tancia, aún en el caso en que se admita una vaga apre-
ciación de su aspecto total. Como sea que los ojos de estos
moluscos no retratan el úedio en que viven, se nota a
faltar los imprescindibles dispositivos auxiliares, por lo
que su estructura óptica ha de ser muy modesta. Sin em-
bargo, algunos grupos rapaces de gasterópodos de alta mar
cu€ntan con ojos muy desarrollados. Los calamares pue-
den verse mutuamente ya que sus ojos y su sentido visual
son los más perfectos del reino animal. Así, pues, se traza
dentro del numeroso grupo de los moluscos una signi-
ficiliva y poco estudiada línea divisoria. Nos referimos a
la frontera que separa a las especies que pueden verse
y aquellas otras en lo que esto no es posible y que deli-
mita dos grados de intensidad vital. Todo estudio pro-
fundo de la forma animal nos lleva a estos dos grados de
distinta intensidad. Pocas propiedades son tan decisivas
para la calificación de una especie animal o de un grupo
importante en usuperior> o "inferior", que la circuns-
tancia de si aquéllos son capaces o no de reflejar irrríge-

t25
nes y contemplarse entre sí. Las medusas y las estrellas
de mar pertenecen al grado inferior en tanto que la ma-
yoría de los crustáceos, los insectos y los vertebrados per-
tenecen al superior. ¿Qué tiene que ver con la forma
animal el hecho de que los individuos de una especie pue-
dan contemplarse? ¿Es esta circunstancia un factor que
influye en la apariencia? ¿Existen rasgos particulares en
las figuras de tales formas? ¿Y qué sucede con las formas
que pueden ser contempladas por las otras especies?
El examen de una pluma de ave nos da respuesta a
alguna de estas preguntas. La pluma que puede ser con-
templada, la apariencia sujeta al sentido óptico puede
adquirir una forma distinta a la oculta en el cuerpo del
mismo animal. Pero estos distintivos de la especial esfera
de lo visible son múltiples.
Así vemos en el desarrollo de muchos animales cómo
se orienta el crecimiento de diversas partes de su super-
ficie, totalmente separadas entre sl, hasta consegui.r final-
mente una figura homogénea y armónica. Es asombrosa
la formación del plumaje de los pájaros y aves, bomo la
del espejo de los ánades, en las que una serie de plumas
muy distantes entre sl se colorean sólo por r.¡na cara de
manera que constituyen en eI aspecto maduro del animal
un fragmento del azul brillante o negro amarillo de su
ropaje. La ordenación de tales fragmentos es tan exacta
que descarta la idea de pura casualidad. Está ante nos-
otros una figura pla,neada de la misma manera que
cualquier otro órgano vital de los animales; es, pues,
efectivamente, "un órgano para ser contempladon, una
organización óptica (figura 3).
Exnongamos otro ejemplo. Los dos pares de alas de
la mariposa diurna nacen en dos puntos muy separados
de la oruga. EI futuro dibujo se desarrolla por separado
en cada ala y en estado replegado. Por separado, pero
no independiente.
kves que nos son desconocidas dirigen la formación
del dibujo a franjas de las mariposas macaón y podali-
t26
FIc. 59. podali.
-Madpoeas
rio€ (s€gúü E, Sueffert). En
postua natural p¡esé¡tase la
¡nuestr¿ como u¡itatia.

rios de tal manera que el despliegue de las alas muestra


el dibujo a rayas d€ las anteriores como una prolonga-
ción de las posteriores (figura 59). La posición de las
alas asegura también en Ias mariposas vivas €sta imagen,
en tanto que el procedimiento artificial de despliegue de
los animales disecados de las colecciones queda destruida
esta significativa conexión. El dibujo completo puede
ser en las mariposas una auténtica muestra de efecto óp.
tico. Los biólogos lo denominan
de "un órgalo visual>, "dibujo total" o hablan
Hemos citado precisamente la posición de las alas de

t27
las mariposas que tan sólo ofrecen su muestra a la vista.
Tales figuras nos demuestran drásticamente que los ór-
ganos llamados por nosotros visuales son estructuras com-
plejas con un cometido determinado. Asl vemos, por
ejemplo, cómo r¡na forma de disimulo, caracterlstica y
heredada de cierta mariposa, puede hacer visible súbita-

Ftc. ó0.-Oruga de boarmia, que


puede simular la forma y coloca-
ción de la rama de u¡ árbo1.

mente una llamativa coloración, tal como hemos podidc


observar en las satumias y otras mariposas. O encontra-
mos orugas (figura ó0) que adoptan la forma y color de
pequeñas ramas, ocupando instintivamente una posición
análoga a las mismas. El aparato nervioso así como la
función de ciertos músculos pertenece a la r¡nidad de
actuación de dicha "ramita>, y demuestra que descansa
ésta sobre tal confirmación planificada, lo mismo que
el origen de los nervios y mrisculos, de los intestinos o
del corazón, Igual sucede en todos aquellos animales que
buscan instintivam€nte un medio en eI gue 6u color les

128
sirva de prctección, como les ocu¡.re a nr¡merosos insec-
tos. Vemos también que, por ejemplo, las crisálida-s de
las mariposas diurnas cuyo estado de reposo es visible,
se revisten de muestras difusas, en tanto que las crisá-
lidas del mismo grupo animal que descansan escondidas
eD la tierra'o en un capullo renuncian a esta propiedad
concebida sólo para engañar a los ojos. Surgen ejemplos
por doquier cuando empezamos a observar tales mues-
tras de armonía entre forma, übujo, color y mimetismo
de los animales.
En todos estos casos nos encontr¿¡mos ante estructuras
ópticas, frente a órganos de la visión, cuya apariencia
total sólo tiene un sentido si los consideramos para ser
vistos lo mismo por los ojos de las especies afines que
de las enemigas. Los órganos visuales son aparatoE emi-
sores subordinados a un determinado mecanismo de
recepción cuyos mensajes se transmiten a todos los órga-
nos receptivos.
!¡*t

Es para nosotros sabido y natural que sólo puede


apreciaise por completo Ia actividad y estrubtura de los
órganos de alimentación de los cuerpos animales si toma-
mós en consideración el medio, así como la misma ali-
mentación en los que descansan dichos órganos, Así están
adaptadas las branquias a los gases disueltos en el agua
y los pulmones al aire de la atmósfera. En la misma escala
puede apreciarse la forma corporal, el color y el dibujo
de muchos animales como un determinado órgano para
la relabión con otros ojos que le contemplan y con su
sistema nervioso central.
Ojo y contemplación forman juntos un círculo fun-
cional que observa reglas tan estrictas como los órganos
de digestión y alimentación.
La íntima relación de las figuras animales superiores
con el órgano visual ha preocupado, desde hace mucho
t29
9.- La fig¡rra ánirnal.
F¡c. 61.-Lqüerda, la c¡isfida indiferenciada de una maripoea quo re
desaüolla en lugar oculto (satiru¡ circe)¡ las ot¡as c¡isáliilá¡ son visüles y
¡,or ta¡¡to c¡ípticas; <Limenitis sibilá, coo muestras rüfu¡ninad¡g¡; qColia!
edurar, primero, coD b¡illo natüral que üvide al cuerpo eu dos supelicies
(aonatoliris); iunro a ell¡, l¡ ¡ni¡ma crisálida eon brillo contrapue€to qtrc
auñent¡ sü plasticidad (según Sueffert).

tiempo, a los naturalistas y la interpretación de algunas


muestras como colores de vigilancia o temor, como estí-
mulos sexuales y, sobre todo, la explicación de muchos
ropajes animales como una adaptación al medio, como
un colorido de protección, nos demuestra cuán extensa
es tal concepción de la figura animal.
Estas muestras han sido objeto de especial interés
por parte de los científicos ya qu€ desempeñan un im-
portante papel en las discusiones sobre el origen de las
especies como pru€ba de los efectos de la selección natu-
ral. No discutiremos ahora eI pro y eI contra de tales teo
rías, puesto que el origen y signiftcado de las muestras
animales, lo mismo las inapreciables que las sorpr€nden-
tes, será estudiado más adelante con todo detalle.

130
Una futura y posible explicación de Ia apariencia ani-
mal debe proceder al intento de ordenar y describir las
regularidades de su figura. Estudiemos, pues, en primer
lugar las reglas que se refieren a la figura como objeto
Visible :
l.-EI color, dibujo e incluso toda la figura de un
animal puede formarse sin guardar relación con su visi-

F¡c. 62.-Co¡cha d€ nautilüs (üri¡a, cafama¡), fusus (izquierda) y cipa.


rea (derecha). Todos mu€straú un rayado que ap€na3 es visüle y que rro
tieoe significado óptico alguno (muestras inüfercntes).

131
bilidad. Esto no excluye, ciertamente, las üstosas mues
tras de color o las bellas formas, pero tales muestras y
forrnas son <indiferentesr en la vida del animal con rela-
ción a su apariencia. Existe un incontable nrlmero de ele.
mentos de esta clas€. Asl podemos tener la seguridad de
que los colores amarillo azufre, naranja o violeta de las
elponjas de mar no tienen por objeto ser contemplados,
lo mismo que el suave o luminoso color de los tunicados
o la rica escala cromática de los pólipos corallferos' I¡s
bellos dibujos flameartes de las anémonas marinas, asl
como los maraüllosos bordes del manto de los grandes
moluscos tridacna son también indiferentes. Se encuen-
tran en el mismo caso gran lmero de caparazones de
caracoles y conchas de moluscos (figura ó2) y lo mismo
ocurre eD el asombroso mundo de los microscópicos ra-
diolarios monocelulares de los océanos.
Todas estas figuras no han sido creadas, en absoluto,
desde el punto de vista óptico, aun cuando a nosotros
este aspecto de las mismas nos aparezca como el más
sorprendente, Por ello debemos aspirar a la comprensión
de tales colores y muestras teniendo en cuenta otras cir-
cunstancias. Las escasas relaciones de los individuos entre
sí se llevan a cabo, en estos grados inferiores de organi-
zación, por medio de materias qufmicas estimularites'
Asl, la mayor parte de gérmenes, huevos y espennas son
evacuados en las aguas donde viven los animales y su
coincidencia es debida al efecto de sustancias atractivas.
En otras especies es el sentido olfativo el que estimula
el encuentro de las células germinativas, pero en ningún
caso desempeñan color y forma un papel importante.

2.-Los elementos de la apariencia animal pueden


estar forrnados de tan extrema manera que sean captados
por los ojos al resaltar notablemente de su contorno. Le
daremos el nombre de usemánticos" ya que abtrlan de
forma sorprendente y señalada. Dichas formaciones en
el exterior de Ia figura animal nacen, pues, para seri con-

132 'l-":
F¡e. ó3. Ci¡s¡lo¡ üpiconcare eemrínticor (occlur o ma¡ch¡¡ cn lor¡¡a¡ il¡
- ojo) en ler elu dc lar maripocrr diuue.

templadas. Encontramos con frecuencia determinados


colo¡€s que aparecen raramente en su espacio vital y,
sobre todo, aquellos que son básicos. Así en las partes
ópticas de la figura se emplea muy poco el verde, pardo
o gris, u-:li"ándos€, en cambio, blancos puros, negros,
rojos, azules o amarillos. Hallamos la gradación de colo-
res hasta el ll¡nite en que coinciden ambas superficies;
el color oscuro llega al negro intenso y el matiz claro
hasta el mismo blanco. La creación de formas cerradas
es rm principio muy usual en tales basos. Así encontramos
manchas oculares con el auúento cromático antes indi-
cado, sistemas de clrculos concéntricos, que apar¡ecen con
motivo de rígidas leyes visuales que precisamente (se
graban en los ojoso. No en balde es la figura más cerrada,
€l clrculo, la que se encuentra con más frecuencia en los
miembros de los animales creados para ser contemplados,
en el pavo real (que dicho sea de paso no se halla en las
plumas de la cola sino precisamente en las grancles plu-
mas de la qrueda¡) o en semejantes partes üsibles de las
aves. Ya hemos manifestado anteriotüente (fieuras ó3 y
ó4) que dichas estructuras semánticas aparecen en los
animales superiores en determinados polos corporales y
no s€ encuentran distribuidas de manera casual.

r33
Las muestras semiínticab pr€sentan, en primer lugar,
una característica de gran importancia, Se encuentran
ordenadas de tal forma que no es posible causen el efec-
to de un. dibujo y no pueden confundirse fácilmente con
otras muestras, constituyendo algo así como el (estan-
darte y blasones, de los tiempos primitivos. Irá antigua
herríldica en su tiemtro de esplendor guarda tierto para-
lelismo con las reglas que rigen las partes semánticas de
los cuerpos animales, Se ha descrito a esta figura como
inconfu¡dible y también como el "principio de la llaven.
Así se origina de los órganos nerviosos un esquema en
el que la figura visible e igualmente hereditaria encaja
como una llave en su cerradura. Y así como Ia llave c

ftl
ss#s
Flc, 65.-La c¡beza de los ¡nacacos africanoe muestm numeroeas variant€g
rlo una reduci<I¡ cilra de colo¡es y dibujos. La cabeza of¡ece los dibujos mris
soblesalieot€s,

¿e5
apareciendo a su vista. A esta forma simuladora le da-
remos el ¡ombre de ccrlptica". Se le ha llamado también
.üfuminación corporal' o {somatolisis'. Dichas figuras
han atraído la atención de los investigadores mucho más
poderosamente que las semánticas cuyo significado como
medio de la conservación de la especie era fácil de com'
prender. En lo que r€specta a los colorantes crfpticos
abundan aqul, como es natural, los tonos de fondo como
pardo, gris, gris amarillo, verde. En el dibujo prtdomina
utra muestra que corresponde, con particular frecuencia,
a dicho fondo. Manchas en forma de guijarro o piedra y,
sobre todo, dibujos que recuerdan las cortezas de los
árboles, son muy usuales entre pájaros e insictos (figura
67), Pero también pueden presentarse otros atrevidos
medios de disimulo, tales como rayar¡ que cruzan capri-
chosamente alguna parte de la figura de los animales,
manchas para las que la üsta busca involuntariame¡te
una sucesión curvilínea en las figuras de su alrededor.
Encontramos todos los medios de que se sirve el hornbre
para enmascararse en la guerra. Pero no sólo forman
parte de la figura 'críptica el color y la muestra sino que
la integran también la manera de rroverse y las posturas
del animal. Sólo un comportamiento adecuado hace efec-
tiva la estructura críptica, sólo cuando el insecto ocupa
con su figura en forma de hoja o de rama el lugar pre-
ciso, desaparece de la vista ajena. Y precisamente el gran
nrimero de tales comportamientos que coofie¡en todo
su signifibado a la muestra y color crlpticos, nos lleva a
considerar estas formas corporales ocultas como una or-
ganización especial, como rm órgano óptico. La ftgura
crlptica y semántica pueden combinarse en un mismo
animal (figura 68). Asl presentan gran nrimero de mari'
posas nocturnas y langostas unas alas superiores ador-
nadas con muestras simulando una corteza, que contras-
tan notablemente con el colorido de las alas inferioros.
Bs muy frecuente que la superficie superior de les mari.
posas diurnas sea semántica, en tanto que la inferior es

l3ó
;:"""'--..,=
F¡c. 6? ¡-Vr¡ir¡taa c¡t
l¡ c¡loc¡ción rlol pt do
¡lcrü dc 16 llcllr güto.
nist.d. Al¿t r v.út ¡lc3
coloc¿d¡! rn l¡ prri6 Irú.
r.dor dcl rbd@G¡" AIG
ts! YoDt¡rlca coloc¡d¡t
b&jo l¡r ¡let¡r lrcctor&
l¿¡- ALt¡¡ vcnt!¡lc! co.
locadi! dcl¡¡to rlc h!
¡lcrü pcotordcr Gúirión
yuguls¡).

críptica, Lo más extremado de tal colorido nos lo of¡ece


la famosa mariposa calima del Sur de Asia (fieu¡a ó9)'
La distinta distribución de las muestras depende de la
particular masa, aorporal de las mariposas diurnas o
nocturnas, lo que nos demuestra de nuevo que el 'colG
rido es un .órgano' del animal.
En algunas ocasiones el ropaje crlptico es privatlvo
de un scro determinado, siendo propio eu nuchas aves
de las hembras, en tanto que los machos son semánticos.
El caso a la inversa puede presentarse también en gran
nrlmero de pájaros, como, por ejemplo, en los chorlitos.
Algunas veccs adoptan los pájaros machos de colorido
plumaje, durante la época de inactividad, ciertos tonos

r3t
1!i
F¡c. 68.;-La maripo€a actti¿ coEo c¡íptics €n la poéició¡r de desca¡so con
las atas plegadas y rigidas. Cuando se excita, muestla como prilnera señd,
ünd sorl¡rcnd€nte rnancha en fonna de ojo en su ala delantera, $¡e levaora
Uge¡attrJ.Dte. Todayí¡ descoEocobog él sigüifica{o de tal l¡a¡bion¡sció¡i pc¡o
hemc de aceptal que gran nrimem d€ tales feúmenos juega.un papel im:

las o

l.-Las mu€stras ópticas se present¿¡n tan sólo en


las partes visibles, ya que las ocultas son indiferentes a
este respecto. Los efectos ópticos aparecen como una
función determinada de la parte visible de una figura,

üi9
F¡c. 69.-La m¡rip6. i¡do-
melaya calina cuy¡ ps¡tG 3ü-
¡rcrior actúa, duranto cl vlclo'
cmo semi¡tic¡. L¡ Frtr i!fc-
riot críptics (¡b¡jo, ¡quictd!)
06 ü¡o ds los ca!o6 mó! f¡moÉoc
de imitacióü dc k objGro !&
tu¡¡¡€s €xtr¡ño6. Nualt¡o caquc-
ñ¡ Eu€€tr¡ con quó rarga lun
d¡¡¡c¡¡r¡lc¡ pucde imitar h ü.
fícil r¡uortr. do or hojr. Er
notrblc quc u[r fsD¡ t!¡ uúi-
tr¡is c¡Do ol (¡t€rvio c¿ntral dG
la hojar ortí lormarlo por da
¿lc¡ncntc rlcl pl¡n fu¡¡l¡ac¡rd
(sc¡¡n Südfcrt).

1¡F
lo mismo quc cualquier otra capacidad de un órgano ani-
mal.

2.-Los efectos ópticos se originan como resultados


planificados del proceso de desarrollo, como una fi¡nción
bombinada de órganos relativamsnte independientes,
localizados y es¡reciales, esto es, sujetos a un plan como
cualquier otro miembro. Las estfucturas ópticas son
órganos.

3.-Las figuras ópticas complementan sus funciones


mediante determi¡ado comportamiento del animal que
asegura los distintivos de las partes semánticas o garnn-
tizan el efecto disimulador de las muestras.
En las numerosas obras de Biologla se ha observado
exclusivarnente algunos extraordinarios ejemplos de estas
figuras y colores, constituyéndolos en slmbolos. Asl, por
ejemplo, el caso extremo de nuestra crlptica de los uco-
lores de protecciónr, o el otro extremo de animales vene-
nosos con muestras semánticas como colores de adver-
tencia (salamandra) o la engañosa semejanza de animales
inofensivos con otros venenosos o ogresivos. Esta elec-
ción tiene lugar por la poderosa influencia de la teorla
evolutiva que ve aqul la posibilidad de explicar la con-
servación de tales forrnas como la consecuencia de la
.selección. Así se ha asegurado durante décadas la supre-
macía de tales ejemplos de color y figura que debían apa-
recer como testimonios de que <intuimosn la figura ani-
mal. Pero no siempre se ha tenido en cuenta de que, en
el rnejor de los casos, se ha encontrado la causa de la
conservación de Ia especie pero no el origen de la mis-
ma.
Cuando intentamos abarcar toda Ia multiplicidad de
la figura animal, fracasa ante tal riqueza 'cualquier intento
precipitado de explicación. En esta diversidad se encuen-
tran ciertamente también los casos ya mencionados (eús-

l4t
ten colores de protección, colores de alarma, aparecen
engañosas semejanzas) pero se reduben a ejemplos ais
lados junto a los que encontramos el extraordinario sig-
nificado utilitario de color o forma del cuerpo animal.
Pero ¿qué son estas rebuscadas curiosidades ante el reino
indómito y áspero de la Creación?
A los ejemplos escogidos con particular preferencia
por las teorías biológicas pertenecen también las ópticas
figuras de plantas, y, en especial, de muchas flores y
frutos. Continuamente se saca a relucir como explica-
ción del origen de tales coloreadas formas a la selección
animal que paulatinamente ha cultivado, cual un jardi
nero, las modestas flores y frutos para alcanzar las for-
mas semánticas de un espléndido florecimiento. No hay
duda que está justificado el prestar atención a todas las
singularidades que sirven para la fecundación de la flor
y que revela una particular relación entre las plantas y
los animales. No es, sin embargo, ningún misterio dicha
relación si nos percatamos de que la forma de una flor
iris, de un girasol, se conserva por la selección de los in-
sectos, que pueden mejorar pero no crear ninguna de
estas formas.
Es pues significativo que uno de los descubridores de
esta relación entre las flores y los insectos. K. Ch. Spren-
gel, no intentara explicar el color de las flores por la
selección de los insectos, sino que se limitara a dejar
constancia de dicha relación recíproca en toda su com-
plejidad. Se tiende con demasiada facilidad a manifestar
que no había llegado todavla entonces el momento ade-
cuado para una perfecta comprensión, antes de que Dar-
win hubiera podido extraer de la observación de Sprengel
sus riltimas consecuencias, Pero hemos de llamar seria-
mente la atención de que las deducciones de Darwin eran
correctas en lo que respectaba a la conservación y for-
mación de aquellos sorprendentes colores pero no en lo
referente a su origen, y que el futuro de tales bellas figu-
ras nos resulta tan enigriático como el de los mismos
142
animales. Nos faltan todavía datos para poder juzgar
aoertadamente dichas formas y así nos encontramos por
ejemplo con la enorme multiplicidad de las hojas, que
no se han visto afectadas por Ia selección animal, y que
nos presentan una insospechada riqueza de vanidades.
También rigen aquí Ias reglas de la figura que no tienen
todavía nada que ver con la posterior selección de los
animales que acuden a las flores.
La sensación de la secreta grar,.deza de los fenómenos
naturales y la consciencia de los reducidos límites de
nuestro conocimiento de los problemas vitales, son dos
supuestos que proporcionan un enfoque completamente
distinto a las apariencias, tal como lo vemos en la flora-
ción de las plantas.
La figura de estas bellas imágenes como órganos de
la üsibilidad es un hecho tan ajeno a nosotros como el
origen de las figuras animales superiores. Así las inves-
tigaciones en el campo de la botánica tienen mucho en
común con las tareas emprendidas por los zoólogos.

t43
7. MI'ESTRAS Y DIBUJOS

La contemplación de la figura animal, tal como es


realizada en este libro deja sin tocar muchos de los pro-
blemas planteados por la investigación. Será, por tanto,
convenient€ echar una mirada a nuestro alrededor, lan-
zando una ojeada sobre las multiples cuestiones de tipo
científico que se formulan acerca de la apariencia animal.
Como una de las tareas primeras y más importantes
se destaca la descripción exacta de los distintivos exte-
riores. Es preciso determinar, pues, la naturaleza quí-
mica de las materias y colores que aparecen en la estruc-
tura cutánea de los animales; es necesario conocer con
toda fidelidad la constitución de cuernos, escamas y púas,
pelos y plumas. Hay aquí trabajo suficiente para llenar
con el estudio de cualquiera de ellas, toda u¡a vida.
¡Cuántas propiedades pueden descubrirse con tales me-
dios ! Así, por ejemplo, uno de los fenómenos más asom-
brosos y extraordinarios con los que tropezamos es que
el color azul de los vertebrados terrestres y de gran nú-
mero de insectos no es producido por colorantes, sino que
se origina en virtud de su particular estructura y siguien-
do las mismas leyes que proporcionan al cielo su color
azul. Otra circunstancia sorprendente es que la brillante
blancura de los pájaros y de los pelos blancos tiene lugar

145
10.
- I¡ frgura anirnd.
por la dispersión de la luz en la estructura córnea
-plu-as
de
y pelos, así como que el herrnoso color verde del
papagayo y otras aves no es más que r¡na combinación
áe colorante amarillo con eI azul de la estructura. ¡Cuán-
tos curiosos detalles aparecen al investigar el origen del
efecto aterciopelado de pieles y plumajes, el brillo de las
plumas de insectos y pájaros, las reglas matemáticas
(ue se manifiestan en las cornamentas de antllopes y
carneros o en las conchas en espiral de caracoles !
Todo esto lo tratamos en esta obra sólo al paso, aun-
que no podemos afirmar que su estudio no es ajeno. No.
Constituye, por el contrario, los principios de la -investi-
gación de If figura animal y el lector que quiera familia-
rirarre con sus resultados verá abrirse ante él u¡ vasto
campo de trabajo.
Existe todaüa otra cuestión completamente distinta
pero que tiende al mismo objetivo : el eptudio del origen,
de los factores de la creación, que se llama también gené
tica, y que en la actualidad ha sido impulsado intensiva-
ment¿ con Ia investigación de la herencia y de la fisio-
logía evolutiva. Dichas investigaciones genéticas buscan
lai condiciones hereditarias de la formación de la figrra
y sus miembros y se remontan a la "muestra¡r que pre
senta ya el ólrrlo, estudiando también su proceso de t¡ans-
formación. Pero las investigaciones genéticas no explican
determinadas propiedades formales sino que muestran
a éstas exclusivamente como la consecuencia de otras
disposiciones temporales de plasma y núcleo en el óvulo'
La genética explica, quizás, cómo se predetermina la cor-
namenta de un ciervo y que factores hereditarios se en-
cuentran en los gérmenes de dicho animal, pero no nos
proporciona ningún conocimiento sobre las particulari
dades de tales formas.
No hemos de olvidar que la investigación genética for-
mula una pregunta perfectamente definida y por consi-
guiente facilita una sola respuesta. Su estudio se reduce
a indicar qué factores hereditarios determinan el desa-
746
rrollo, formando a lo largo de la evolución individual
los distintivos de las figuras. El investigador en Genética
consciente no podrá sacar jamás como conclusión de sus
investigaciones, que su tema no encierra cuanto es digno
de ser sabido y contestado.
La investigación genética no puede determinar si las
muestras de color o las numerosas variedades de forma
tienen algrin significado y si este sentido se sustenta o no
en una función vital. Sólo cuando la investigación de la
herencia se extiende hacia los efectos de la selección, a
los que están sujetas las propiedades hereditarias, pode
mos decir que penetra en el recinto de los problemas scn-
soriales, Debemos colocar pues en su debido lugar el
valor explicativo de tales estudios que si bien han de con-
siderarse como importantes piezas para la impresión del
cuerpo animal, no tenemos qu€ esper¿¡r de ella conte+
taciones a preguntas que no le han sido formuladas,
Es muy afín al problema genético el relacionado con
la cuestión fisiológica que investiga las condiciones por
las que aparece el distintivo de una figura en su forma
típica. Conocemos por medio de tales estudios que, por
ejemplo, son precisas determinadas hormonas para gue
la cresta de un gallo ostente su roja y brillante tonalidad
en tanto que otras hormonas no le permiten un mayor
crecimiento. Sabemos también que Ias propiedades por
las que estas hormonas r.eaccionan con la cresta sólo se
presentan en un reducido sector cutáneo de la cabeza v
que todos los demás tienen también un proceso determi-
nado de reacción.
Estos conocimientos facilitados por las investigacio-
nes genéticas y fisiológicas, revisten excepcional impor-
tancia cuando se trata de influir sobre algún proceso sea
favoreciendo, en calidad de criadores, determinadas for-
maciones, sea interviniendo el hombre en calidad de
veterinario. Precisamente esta necesidad del dominio de
las formas de la Naturaleza que pertenece a los funda-
mentos de nuestra propia vida, aseguran a todas las clases

t47
d.einvestigaciones examinadas hasta ahora la mayor aten-
.i¿o en su mayoría e" el centro de las
taréas biológicas. Ha surgido una gigante-sca
"oo.iit,ty¿ttdolas
actuales
biotécnica, colosales económicas trabajan hoy
"rnpresas
con estos medios de invéstigación y han alcanzado resul-
tados que llenan si¡ duda de asombro a los mismos que
DarticiDan en ellas.
^ Peró el gran significado práctico de estas in-vestiga-
ciones enciira el peligro de que muchos consideren a
esta modalidad, de labór científica' como la última meta
del estudio de la figura animal. Así para numerosos in-
vestigadores actualea ca¡ecen de importancia los distinti-
vos átérnos de la figura animal que proporcionan tan
sólo algunos indicios sobre la actuación de factores inte-
"considerados
rioies, como esenciales. En este sentido, la
d" un gallo no es más que un manómetro de la
""""t.
maquinaria hormonal, un indicador llamativamente co-
Iorádo y fácilmente legible que señala,el nnivel hormo-
nal,; es un (testD para la coloración de esta o aquella
matéria por la saagre. Un excesivo nlmero de formacio-
nes de lá figura animal han sido reducidos a (tests)' pa-
recidos.
No ignoramos la necesidad de estos tests biotécnicos,
oero el importante papel desempeñado en tales procesos
oor los diitintivos de la figura animal deberla aparecer
á veces más claro ante los ojos de los investigadores'
Tendría que hacerse evidente que aparte del objetivo
particulaide la investigación que consiste exclusivamente
Ln las relaciones internas, pueden servir algunas señales
animales como medida de gradación, como manómetro
de los sucesos ocultos que sería decisivo para la elección
oráctica de los órganos de test. El significado, Para seguir
lon el mismo ejemplo, de las crestas del gallo y de la
gallina, su o"*o las aves galliláceas, -es -objeto de
ótra clase de "ott
investigación con problemas distintos a los
examinados hasta ahora. Quizás la necesidad de estas
diversas teorlas para la investigación de los organismos

r48
vivientes se hará más patente con una comparación que
no proceda del campo de la Biología.
Supongamos que s€ encuentran en una excavación
unos restos con los signos de la figura 70. Es posible que
nos agradara conocer los materiales de que se componen
tales rayas y manchas. El qulmico utilizaría los mismos
medios que emplea para el análisis de los pigmentos de
un pelo, de una pluma.
Este análisis puede tener gran importancia, Cuando se
trata, por ejemplo, de averiguar la época de un hallazgo

l"l;ll:ll;l;l' Ftc. 70
L ,l

parecido reviste gran importan'cia saber si tales manchas


proceden de colorantes naturales, conocidos desde muy
anliguo, o de colorantes de anilina. Pero si el investiga-
dor logra responder a estas preguntas no se da todavla
por satisfecho, sino que estudia la agrupación de tales
manchas, ya que no descarta la eventualidad de que su
ordenación obedezca a un sentido determinado, es decir,
que no se trata de un adorno sino de rm escrito, Un exa-
men concienzudo nos revela en seguida que los signos
negros no son por sl mismo letras sino que forman el
fondo y que los espacios claros consütuyen las propias
figuras de la escritura. Se plantea ahora la cuestión del
sentido, del significado de las palabras, que exige nuevos
medios de investigación.
Al llegar a este punto no ¡^demos afirmar que los
procedimientos de los químicos que han analizado los
colores sean falsos sino que, simplemente, no son ade-
cuados para resolver los nuevos problemas. ¡No tiene
entonces importancia la forma en que han sido trazados

149
tales signos y si los colores se han fijado sobre -papel u
otro materiai o han sido grabados sobre piedra o bronce !
EI significado de los signós es independiente del material
de übujo.
También la cuestión del significado de las muesEas
de la cabeza de un animal es de tal índole que el proce-
so de su formación apenas tiene importancia en tanto que
las características de su figura desempeñan un papel
de gran trascendencia. Es pues indiferente qu'e el color
rLuc^ de un auténtico colorante o sea el producto
^rlui
de una estructura determinada'
Reviste mucha más importancia el sentido que los
colores puedan tener en Ia vida de los animales. Pero
¿cuál? Para la contestación de esta pregunta han de ser
ómpleados medios de investigación muy distintos a los
propios de la Fisiología y de la Genética.
Asl formula la Biologla pÍrra r¡n solo objeto or¡mero-
sas preguntas, la totalidad de cuyas respuestas nos- pro-
porcloná un auténtico conocimiento de figuras dudosas.
Todos los medios son pues neoesarios, pero no podemos
recorrerlos en este libro ya que gran número de ellos
se encuentran en el punto medio de un interés general
(por ejemplo las investigaciones genéticas y fisiológicas
dt los- disiintivos de la figura animal). Nuestro estudio
se dirige hacia aquellos fenómenos que han sido nenos
observádos y cuyo conocimiento es, sin embargo, indis-
pensable si se desea alcanzx científicamente una visión
completa de las figuras vivientes, de los organismos.
Como la investigación científica de las señales distin-
tivas más sencillas es también muy complicada, contem-
plaremos con el mayor detenimiento las muestras visi-
bles del cue4ro animal con el ejemplo de los dibujos de
su piel.
El investigador involuntariamente, se deja sugestio-
nar por la sensación de sencillez que produce el rayado
del tigre, las manchas de la pantera, algunas muestras de
conchas de caracoles o de alas de insectos, p€ro su regu-

150
laridad, fácilmente apreciable, exige una investigación
concienzuda. Este examen no es tan sencillo como nos
habiamos figurado ya que dichas muestras son determi-
nadas por unas secretas estructuras hereditarias como
cualquier otro distintivo corporal,
¡Sel€ccionemos en primer lugar algo que sea cierta-
mente elemental de dichos dibujos ! Como tales se nos pre-
sentan, quiás, algunas muestras superficiales que ordenan
rltmicamente determinados elementos iguales. Este fen&
meno se encuentra en nuchos insectos, en las langostas,
por ejemplo, y, con especial belleza, en las mariposas
donde aparecen perpendicularmente al veteado de las
alas algunas líneas oblicuas en diversas variantes (figu-
ra 7l). La simplicidad de esta ordenación es un ejemplo
del misterio del proceso formativo de los seres vivos,
pu€s a p€sar de cuanto sabemos sobre el nacimiento de

.{'

Frg, ?1. Müesr¡a! del ala supedor


- de
c inleüo¡ do6 ms¡ipesr disti¡ttrs.

151
las alas de la mariposa en la oruga y de nuestros profun-
dos conocimientos sobre los primeros instantes en los
que se fijan en la crisálida las muestras características,
descono..mos los factores que originan Ia distribución
rltmica de los pigmentos en las alas'
Podríamos acordarnos ciertamente de las diversas
muestras ondulantes que aparecen en la Naturaleza inor-
gánica, como en los sistemas lineales de oleaje en la
playa o de Ias arenas del desierto movidas por el viento
o en los cielos de nubosidades uniformes y en tantas
otras semejanzas. Si a partir de estos parecidos afinná-
ramos que tales muestras de alas no se tratan más que de
modvoJ de coloración distribuidos rít¡nicamente sobre
una superficie, no harlamos más que plantear el proble'
ma. Pero sobre Ia fuerza creadora de este ritmo, sobre
lo decisivo, no sabemos tampoco nada.
También la regularidad, aparentemente elemental, de
algu:ros dibujos de mamíferos inferiores sugiere una sim-
plicidad relativa de sus condiciones. Asl encontramos vi-
sibles franjas transversales en la espalda del canguro,
manchas y rayas ordenadas en forma sucesiva en el tapir
joven o bien la bella y simple alternación de bandas claras
y pr¡ntos del topo americano. Es caracterlstico de la ma-
yorla de tales especies el que la muestra del tronco inclu-
ye también ala cabeza o es independiente por completo
de ésta. Pero tampoco sabemos nada sobre las causas de
tales dibujos (figura 30).
Existen algunas clases de dibujos rítmicos en cuyo
origen hemos podido profundiz-ar algo más ya que nos
ha sido posible seguir mejor su proceso de formación.
Asl sabemos que las bellas muestras de la concha de los
caracoles son, ante todo, la obra del borde del manto
que segrega el colorante de la concha (fieura 72). Si esta
formación pigrnentaria se reduce a unos pocos puntos,
pero continuados, del borde del manto se originan- fran-
jas en forma de espiral, pero si la secreción tiene lugar,
por el contrario, con pausas rftmicas a todo lo largo del

rsz
ti;ü

F¡c.72.-A¡tib¡: intc¡els¡tíeima! mucatrs! de concha¡ <lc caracoles. A.bejo r


GD alivcrr r de la lamilia de los csracolca pueden odginarse herrno-
ogpecic€
s55 v¡¡ilDtes de las Eu€3t¡as a colrs€cr¡encra rle ügerc cambic cn cl crtrdo
dcl bo¡do ¡lcl !¡arto €¡ ¿c!¡¡¡ollo (he aqui uer Eueluos dc conchas ds
volutea ).
borde, se forman entonces las bandas transversales. Otras
variantes de la formación rltmica pie¡nentaria del citado
manto origina muestras en forma de manchas o enrejados
de gran belleza. Podemos afirmar que, generalmente, los
componentes verticales de las nuestras de las conchas
se originan en las diferencias permanentes y continuas
del borde del manto en crecimiento, mientras qtre los
ccmponentes transversales se forman por los cambios
de estado rltmicos de dichos bordes. Pero esto no es más
que una interpretacrón rudimentaria del proceso total
de la coloración de las conchas, pues las causas de la ines-
tabilidad del litmo nos sf,n todavia desconocidas.
Algo parecido ocu¡re en la fc,rmación de las plumas
de las aves. El colorante se deposita durante el perlodo
de desarrollo de las plumas en las células córneas. Si los
pigmentos actúan en las células aisladas de manera rit-
mica aparecen entonces las franjas transversales (figuras
3 y 4). Pero si la secreción de colora¡te se realiza de na-

F¡c. ?3.-R¡y¡ilo do uaripoear


dol,cnücntc dG la! vetsr dc lac al¡¡,

154
nera constante pero en zonas limitadas, surge en este
caso la muestra vertical. Por 1o general las muestras de
las plumas obedecen a los modos de secreción de las
células pigmentarias. Es posible analizar muchos dibujos
rltmicos por medio de tales factores de formación pig-
mentaria y método de crecimiento, llegando a conoce¡los
hasta cierto grado.
Algunas veoes imitan las muestras determinadas es-
tructuras, como por ejemplo las vetas Ce las alas de los
insectos, originándose asl un rayado cuva formación es
perceptible (figura 73). Muestras muy parecidas a las
citadas aparecen por causas muy diversas en las alas de
las mariposas, en las conchas de los.caracoles, en las pic-
les de los mamíferos, en las plumas de los pájaros y nos
presentan gtandes dificultades para su comprensión.
***
La simetrfa nos ofrece una disposición del dibuio muy
complicada, como lo demuestran tales muestras extendi-
das sobre una superficie. Esto se refiere muy especial-
mente a las franjas transversales que aparecen en las
alas de las mariposas, casi perpenüculares al eje princi-

Zona lateral

Frc. ?4. Ecquema del dibujo


a ftaajas- do una naripoea (cx.
pücado en el terto). zona lundamontal

155
F¡c, ?s.-Plan brí¡ico del moetreado de un grupo de maripooar (ainiiliLe);
! h dc¡lch¡ u¡a especie muy diferenciada dc €3te gtul¡o (circstce ) para la
que s€ ha i¡teDtsdo cxp¡É¡r eD el esquema uú plegamiento de los cloDsDtG
del plan furlanental. Los dos esquemas supeüores noo advicrtc rlc que a
c¡us¡ do !ü ¡ptrieEcia formal coú los estrato€ gcológicos, on ls¡ ¡rltcsl ! dG
lc sni¡ú¡ter se hÁbl¡ taahié¡ de <üglocaciones¡ (en p¡rte ¡e&itt F. Sucffcrt).

pal del plano de su superficie (figura 74). Sobre la base


de las alas destaca una ancha zona de oscuros bordes.
Dentro de este sector se encuentra a su vez otra zona
central limitada por unas franjas particulaxrnente pro-
nunciadas. En la zona oentral se encuentra el llanado
csector de sombrasr, de manera que una de estas franjas
le sirve de borde, en tanto que forma en medio del citado

156
sector central u¡a banda de sombra que coresponde al
eje de simetrla de las dos zonas citadas anteriormente.
Estas franjas siguen los principios de las coloraciones
llmites que hemos citado ya. Así los sectores claros au-
mentan su blancura, cuando ya no son blancos por com-
pleto a medida que se acercan a sus extremos, y las su-
perficies oscuras aumentan de la misma forma su
pigmentación hasta alcanzar el negro cerrado.
Dentro de las organizaciones más diversas pueden
aparecer pequeñas zonas en forma de bírculos (ocelos),
óvalos o semilunas que se presentan como grandes man-
chas aisladas o bien en vistosa serie en el cenüo de una
franja transversal (figura 75). La representación esque-
mática de muestras repetidas, así por ejemplo, el tipo
de dibujo de las ninfrilidas dentro de la familia de las
mariposas, no puede considerarse como la imagen de
una forma primitiva sino que reproduce una ordenación
que corresponde al plan de desarrollo que hemos formu-
lado también para r¡n grupo animal, pero el origen de
tal plan es para nosotros todavía un problema insoluble.
Por el contrario, pueden reconocerse por este esquema
algunos fenómenos secretos, como por ejemplo la desvia-
ción que experimentan algunas franjas de mariposas entre
las yetas de las alas y que ha sido comparada con la "dis-
locación> de las capas geológicas. Tales dislocaciones
llevan a una nueva agrupación de muestras totalmente
desviadas en las que sin embargo puede apreciarse, por
análisis, el plan fundamental.
Volvamos de nuevo, por un momento, sobre nuestra
citada prevención ante el significado de este tipo de

ffiffiffiMN
Frc. 76.
-
Sucesión ile mueÉtr¿! tlaúsversal€s de uaa maripoaa (segrin HenLe).

157
muestras como dibujos primitivos. Nuestros reparos se
basa¡ sobre todo en que puede establecerse con gran
facilidad una serie de cambios consecuentes de una mues-
tra pero sólo raramente es posible aducir argumentos se-
guros sobre la dirección en que debe aquélla
"leerser,
es decir, sobre su significado (figura 7ó). El grabado
muestra esquemáticamente algunas alas de mariposa en
Ias que puede aceptarse la continuidad de su transfor-
mación. ¿Pero quién nos asegura que es correcta tal
progresión desde el ala con una sola franja hasta la
muestra perfectamente desarrollada, pasando por las fa-
ses que ofrecen una simetrla sencilla? ¿No se trata quizás
de un proceso de simplificación, de una desviación de la
muestra hacia la raíz del ala con un lento ensancharniento
de los sectores superiores del .tipo" más rico en franjas?
Cuando los biólogos se deciden a interpretar tales series
en un solo sentido adoptan la opinión, muy comprensible,
de que la semillez corresponde al principio o bien se in-
clinan a creer que el rayado rltmico fue un rredio de
coloración singularmente elemental que significó el punto
de partida. En el caso de las muestras se nos ofrece muy
raramente la posibilidad de ordenar su sucesión apoyán-
donos en argumentos irrebatibles. Nos encontramos en
mejor condición de opinar cuando nos basamos en testi-
monios fósiles, que nos permiten decidir cuál es el
"siste-
ma de lecturan correcto.
La investigación experimental y especialmente la que
se efectúa con las muestras de las alas de las mariposas,
nos demuestra que un dibujo de apariencia homogénea
puede estar formado por elementos que sólo logran des-
cubrirse mediante profundo análisis y con el auxilio de
un minucioso estudio comparativo. Así influye, por ejem-
plo, el calor y el frío en Ia fase definitiva de las futuras
alas pudiendo reconocer por este medio la relativa de-
pendencia de los factores originales.
Examinaremos ahora con detalle una muestra muy lla-
mativa para poder comprobar cuanto sabemos sobre esta

158
forrna y cuantas preguntas se hallan todavía pendientes
de respuesta. Nos referimos a la piel de las cebras afri-
canas. Para evitar de antemano el malentendido que pu-
diera sugerirnos el concepto de
"cebra, según el recuerdo
que guardemos de ella desde nuestra infancia, estudiare
mos en primer lugar lo que üeue nayor importancia
dentro de la numerosa variedad de €stos animales (figu-
ras 77, 78).
Aqul tenemos la cebra de Grevy, de Abisinia. Un rayado
brillante y estrecho cruza transversalmente el tronco de
este animal, desde la cabeza hasta el nacimiento de la
cola. Los dibujos de las patas son verticales al sistema del
tronco, acopliindose por medio de una sorprendente en-
sambladura. El übujo de la cabe"a es algo más compli-

Ftc. 77. de Grevy (de Etiopía y la Somalia bütriaica) y la rara


-Z'eba
oob¡a montés ds Af¡ica del Sur, cuya varianter la llam¡da ceb¡a ¡le Hart
reann, es la hár cor¡ien& e¡ l¡ actuüd¡ü

159
tr\c. 78.-T¡6 va¡isrtes dc la cebra estepa¡ia: ceb¡a de Bohemia, c€br¡
Chapnan Y la cxterminad¡ cuaga.

cado, destacando drásticamente las superficies de man-


díbulas y frente, enmarcando ojos y orejas y acentuándose
atrevidamente en las tiesas melenas de negros bordes.
La ordenación del blanco y negro de los miembros de
su cuerpo es tal que las muestras de la cebra de Grevy
han recibido la encomiástica denominación de (tectónica>.
La cebra montés pres€nta ciertamente un rayado más
vigoroso y ancho que la de Grely, pero el parecido entre
ambos animales es muy grande aunque las amplias rnues-
tras de los muslos se extiendan, describiendo un robus-
to arco, hasta la región ilíaca y compriman los dibujos
transversales del tronco en su parte trasera.
En forma muy acusada se encuentra este fenómeno
del rayado de la zona ilíaca en la especie de las cebras
Burchell. Las muestras de los muslos irmmpen, con vigo'
rosos arcos, en el tronco del animal, quedando reducidas
las rayas transversales a la mitad anterior del cuerpo.
160
Tan distintas son ambas muestras que la contemplación
aislada de sus dos mitades a duras penas podrla sugerir-
nos la idea de que se trata de un solo animal. Algunos
indiüduos de estas farnilias sudafricanas muestran ver-
daderas (zonas de conflicto" en los lugares donde ambos
dibujos se supe{ponen (figura 79). Las cebras Burchell
ofrecen todavla otras particularidades. En muchas de
sus variedades se encuentran entre las anchas rayas de
los muslos unas sombras difusas, apagadas, que con fre-
cuencia aparecen intercaladas en las rayas perpendicula-
res del tronco. Combinado con este hecho podemos ob.
servar con gran frecuencia la eliminación de las franjas
transversales de las patas a partir de los pies y cuya ex-
tensión varía según los tipos. Esta desaparición del raya-
do de las patas alcanza en la especie extinguida de las
cuagas sudafricanas una amplia zona del tronco,
La variabilidad del dibujo de las cuagas es muy grande,
a lo que debe añadirse la formación de un color pardo en
su cuerpo de distinta intensidad para cada individuo y
que sustituye al blanco de las otras cebras.
Aqul se confirma de nuevo la regla de que el polo de
la cabeza de Ias formas superiores es muy destacado. Asl
en el caso de la disminución del rayado se convierte la
cabeza en el último reducto de tan bello dibujo en tanto
que Ia parte posterior del tronco pierde en seguida su
hermoso colorido. ¡Cuán semejantes a los dibujos de la
cebra se presentan algunas muestras de conchas de cara-
coles o plumas de pájaro, a pesar de los distintos que
son sus procesos formativos, los dibujos de estos anim-ales
últimos son resultado del transcurso del tiempo al for-
marse por un proceso, rítmico, con diversas alternativas,
de una figura en crecimiento. En la cebra, como en otros
mamíferos, se origina la muestra aI mismo tiempo en todo
eI cuerpo y los factores que influyen en la articulación
de los sectores se distribuyen en determinado momento
según la clase de la futura muestra. La observación de
Ias jóvenes cebras en el claustro materno demuestra que

1ó1
It. - La ñgura ani¡¡al,
r¿;

,)\i
)
AT
F¡e. ?g.-Una de las muchas va¡iantes de E6treado de la cebrs e¡teParia ¡
en ella ae apreciao los facto¡es de interfere¡rcia que taD activos 3e mu€stra¡t
en €3te gtupo.

la piel a rayas aparece en la figura definitiva incluso


antes de la formación del pelo.
Hemos de confesar que todos los intentos de hallar una
explicación realizados hasta ahora han fracasado. Se ha
supuesto, por ejemplo, que se desarrollan en la piel de-
terminados procesos de crecimiento o de estímulo que
sólg consiguen la fijación de colorante en ciertas zonas.
Pero dichos procesos de crecimiento son de carácter muy
generalizado que se dan en el desar¡ollo del germen de
especies afines de la misma forma y al mismo tiempo.
Esta hipótesis no explica en absoluto las sorprendentes
diferencias que hemos descrito ya. Tampoco es compren-
sible, partiendo de dicha base, el porqué animales tan
afines como el león, el tigre y la pantera ofrecen muestras
tan diferentes. La misma crltica es aplicable también a
162
otra teoría citada en muchas obras cientlficas y que son
aceptadas con todo rigor. Se sustenta la idea de que la
piel forma en el embrión un sistema de pliegues y que las
rayas de color corresponden a estos pliegues. Abstracción
hecha de que no ha sido comprobada la presencia de tales
pliegues, la formación de pliegues de especies familiares
como cebras de Grevy y Burchell debería realizarse de
forma muy distinta y los miembros tendrían que ocupar
lugares diferentes en el claustro materno, lo que no su-
cede en realidad.
Si nos prestamos a discutir esta teorla, a pesar de su
evidente poca verosimilitud, no tiene otro motivo que el
de demostrar la certeza de un error muy difundido, cuya
observación nos permite avzrnzar ur paso nás en nuestro
estudio-
Todas las hipótesis citadas y todavla otras más quc
intentan explicar el origen de las muestras de los animales
superiores parten de la idea de que dichos dibujos son un
producto secundario más o menos casual del proceso geG
lógico de desarrollo, que en su época tenía algún signifi-
cado y que originaba, de manera igualmente secundaria,
la distribución rítmica de los colorantes, Tal distribución
era Ia consecuencia del proceso de división celular, de
las zonas de crecimiento, de la formación de pliegues, de
la circulación sangulnea o nerviosa, o, para decirlo breve-
mente, se trataba tan sóIo de una formación pigmentaria
secundaria, de un suceso independiente, de una consecuen-
cia insignificante del importante fenómeno de la transfor-
mación de la materia.
Esta teoúa parte del supuesto, aceptado tácitamente,
de que los dibujos de la piel, el ropaje del cuerpo animal,
no son más que productos secundarios sin trascendencia
y no significan en ningún caso, figuras con valor propio y
con un origen determinado según un plan preconcebido.
A los órganos internos, al cerebro, a las extremidades, se
les reconoce un valor propio ya que aparecen como im-
prescindibles, pero los dibujos del cuerpo figuran en

1ó3
cambio como algo acoesorio. En parte alguna se presenta
la sisrificación utilitaria de manera tan crasa como aquí,
en la- q,r. sólo se considera la necesidad elemental, y se
tacha d. casual lo que no reúne tal característica en el
mismo grado.
Hem--os de fonnar otro concepto de la totalidad del
organismo, aceptando que no sólo los ojos, el ,corazón,
el ierebro, se originan en el proceso de desarrollo como
de un plan sino que también se planifican
"orrr"".."rrti"
las apariencias externas, las muestras, las formas de ador-
no.
Los investigadores de la herencia animal saben ya
desde hace muiho tiempo que un sistema de factores he-
reütarios muy cornplicado dirige la aparición de tales
dibujos y señales. Asl podemos deducir de tal concepto
que ia pianificación del desarrollo de los animales esti
Áás orientada hacia su aspecto externo que hacia los
órganos circulatorios o nerviosos.
El ropaje de las cebras nos lleva de nuevo a la cuestión
de la figurá, sobre el que volveremos de nuevo después de
que halamos conocidó una extensa colección de formas
animales.

1g
8. FIGTJRAS IOVENES Y
FIGI'RAS MADI,'RAS

La figura de rm animal puede transformarse de tal


manera en el transcurso de su vida que un cambio de
esta naturaleza se nos presenta, en un principio, como
inveroslrnil. Nadie podría suponer que los seres trans-
parentes acuáticos, descritos por los zoólogos con el nom-
bre de actinotrochas, viven su época juvenil en tierra
firme bajo el aspecto de un gusano (figura 80). Fue nece-
saria larga y paciente labor para poder determinar con
toda certeza la filiación de formas totalmente distintas
a una misma especie. ¡ Cuántos estadios juveniles han
sido descritos en un principio, como especies animales
propias, adjudicándoles una denominación determinada I
Sólo mediante una cuidadosa observación y un cultivo ex-
perimental se pudo comprobar que muchas formas ani-
males no son más que fases primitivas de su desarrollo.
La transformación de oruga en mariposa es conocida
desde hace largos años, y su proceso evolutivo fue consi-
derado desde un principio comc el slmbolo del resurgi-
miento de la vida terrena a una existencia gloriosa. El
mismo slmbolo vio a¡te sl el cientlfico holandés Jan
Swammerdamm al investigar y describir la transforma-
ción de las Iarvas del insecto llamado {efímera', que des

1ó5
Frc. 80.-Izquierda: la la¡va ma¡ioa forotris (anligüa acliooboca) cquiP'ds
o.r-.** brazos vib¡átilee¡ derecha: el aaimal ve¡micula¡ quc race d'
"oo tal latva. Lá larva ¡o ea viliblc ¡ simPle Yi!t¡'

de el lecho de los ríos asciende a la atmósfera para vivir


alll una corta vida.
Pero aun cuando estas metamorfosis eran ya conoci-
das desde los primeros tiempos, es todavía hoy una tarea
importante de los zoólogos el determinar con seguridad
la ]iliación de las incontables larvas en los diversos in-
sectos y especies inferiores marinas.
Las tralisformaciones más extraordinarias tienen lugar
entre los animales acuáticos. Cuando John Muller descu-
brió, en 1845, que un pequeño animal marino, microscG
pico y transparente, al que le dio el nombre de "pluteos),
ie transformaba en un erizo de mar y que otro ser también
transparent€ se convertía en una estrella, empezó enton-
,rna nr.va época de la investigación evolutiva' Tras
"es
décadas de intensivo trabajo se ha podido descubrir que
gran número de estos estadios juveniles, sólo visibles
áediante el microscopio, a los que hoy llamamos (larvasD,
no son en su verdadera naturaleza más que gusanos,
moluscos, caracoles, equinodermos o cangrejos.
La figurá de estas larvas marinas se concreta por nu-

166
merosos Fpéndices colporales que aumentan la superficie
de fricción con el agua que les rodea, y retrasa su hundi-
miento. Al propio tiempo aumenta su superficie superior
por medio de protuberancias repletas de cilios vibrátiles
que aseguran el movimiento autónomo de las larvas. Todos
estos mecanismos de suspensión y natación permiten dis-
frutar al diminuto animal de una larga vida en los océa-
nos como miembro de la comunidad que se conoce con
el nombre de plancton, facilitando a su especie grandes
oportunidades de expansión y de establecimiento de nue-
vas colonias. Es esto tan importante que muchas de estas
larvas pertenecen a especies animales que en su forma
madura afincan en determinado lugar (como por ejem-
plo algunos moluscos o gusanos) o cuando menos son
muy poco móviles (como los erizos de mar).
Dichas larvas marinas forman con frecuencia sus ór-
ganos en fases grandes que no permiten reconocer la
propiedad de un grupo animal. El primer estado de desa-
rrollo, al que se llama embrión intestinal o gástrula, acos-
tumbra a ser un embrión de forma vesicular con un
tubo digestivo en el que a veces no se ha formado todavía
el ano. A esta forma primitiva se van añadiendo los apén-
dices que convierten a la gástrula en una larva de plancton
y de las cuales reproduce nuestro g¡abado alguna de sus
variedades más raras. Llamaremos a tales figuras juveni-
les ..larvas primitivas". Es este un privilegio del mundo
animal acuático inferior (figura 81).
La formación de estos estadios tan primitivos ha in-
ducido a error durante largo tiempo a los experimentos
científicos sobre el significado de tales larvas y encontra-
mos todavla hoy trazas de dicho error en gran número
de tratados biológicos. Se quiere ver en la general seme-
janza de larvas una prueba de parentesco directo y se ha
nombrado a tales larvas como las formas primitivas de
toda la especie animal, en una época, en que las leyes fun-
damentales biogenésicas no eran reconocidas todavía en
su delimitación.

167
F¡c. 81.
ffi A

La.v¡r p¡imltis! de ani¡rale! mari¡os. En A el esqucma gcncrel


del grarlo- cnlrionario, sobro cl que se ha fonado, iunto r la lrrva Ptiñitivar
,roo"= ótg'a* EaÉitortos, adicioral€s, lawa¡ios. (Co c loqitudiDl' intctti¡o
oo o"gtá¡ r I = Larva ile u¡ Susano dc ta bcllobi 2 = La¡va do un chit'ón;
-Cijhonauta,
3= la l¡rv¡ rle la¡ membranípo¡a¡; 4 = Trocofor¡ ¡lo-un g¡¡'
' ,a¡loi 5 = Au¡icul¡ria de ua cohor¡b¡o de raar (equiaodorno)'

Asl se ha querido formar de las larvas parecidas (tro-


cóforas) de algunos moluscos y gusanos la numerosa espe-
cie familiar dé los animales trocóforos y se ha intentado
ver en Ia relativa semejanza de las larvas primitivas de
muchos equinodermos la prueba de un común anteceden-
te. Seremos nosotnos más cautos y nos limitaremos a pG
ner de manifiesto que el estadio de desarrollo, tan pobre
en formas, de la gástrula ofrece un nrlmero tan escaso de
posibilidades quJ no hemos de extrañarnos del parecido
i re p""".otan sus larvas, ar¡n en los grupos animales más
168
F¡c, 82. I¡rvas m¡dun¡ de c¡urtácco3 marinor
o-so"t"t).
-
distintos. La formación de la larva es indepenüente sin
embargo, en cada r¡¡a de las familias, ya que su parecido
no es más que trna <convergenciar como ocurre con los
delfines y los peces.
l}¡t

La forma juvenil es totalmente distinta a la de la larva


primitiva solo cuando más tarde se for¡nan los órganos
especiales decisivos del animal y en una época en que ya
puede reconocerse claramente en gennen a desarrollar
los distintivos característicos de cada grupo. Asl nacen
las ..larvas maduras" cuya clasificación en un grupo de-
terminado ofrece muchas menos dificultades, pues puede
reconocerse su naturaleza de insecto, crustáceo, molusco
aun cuando resulta todaüa incierta la clase a que perto-
necen. La larva de la salamandra y el renacuajo de la
rana, presentan en su estadio de madurez unas caracte-
rísticas de parentesco bien conocidas. Las larvas maduras
de los cn¡stáceos y de los insectos ofrecen un aspecto muy
propio y particular. Gran número de larvas de cmstáceos
viven en los océanos como animales transparentes, a cuyo

169
Frc. 83.-Do€ e¡t¡€mos de figura cúprica: a Pesar de su llamatiYo colo¡,
cfccto disimulador en el típico fondo de rama: (Caloca$Pc¡, abajo). Figu¡¡
e[ lorma ale ¡arna uni<la al compo¡ta¡lriento con*Pondic¡t..

La! yariantes de color usuales. Arriba iodife¡ente: Caradrina; centro: cúp'


tica, ütocarnpa; abajo: s€mríntica (hipoc¡ita).

170
Colo¡ación semántica extra
rna: dasigüira, ac¡onicta.

efecto aumentan la extravagante protuberancia de su su-


perficie superior, contribuyendo así con el acrecentamien-
to de la fricción a la suspensión en el agua y a la resisten-
cia al hundimiento. Las langostas y los diminutos can-
grejos se diferencian notablemente en la edad adulta de
sus larvas, pero sin embargo pueden distinguirse éstas,
sin esfuerzo, como crustáceos (figura 82). En los insectos
puede incluso significar el período larvario una de las
fases más extensas de su vida. El escarabajo vive durante
años en estado de crisálida, así como el ciervo volante
en la madera podrida o las larvas de las libélulas bajo
la superficie del agua. Una especie de cigarra norteame.
ricana vive durante 17 años en estado larvario. Corres-
pondiendo a tal duración las figuras de dichas larvas
llegan en gran número de casos a crecer notablemente.
Así encontramos formas de gran extravagancia en las
orugas de las mariposas, y lo mismo las ocultas que las
visibles pueden estar coloreadas (figura 83). Pero las
larvas maduras más complicadas no se encuentran entr€
estas o¡ugas de aspecto singular sino, por el contrario,
entre los gus¿¡nos casi invisibles, como por ejemplo, el de

t7l
F¡e. 84. Gusalo de mosca (a la derecha' el cxtr€úo d€ $r pütG t¡úé¡a
-
con los o¡ificioe respiratorioe)' Tres esquemas d€úoctraüv6 dc rur rir¡ene
hr¡n¡üdos en cl laco cutá¡¡co y au desarmllo en la cri¡áüda. I = ¡ntchm,o;
2 = süteEa nervioeo; 3 = dispositivo de la tloúIts; 4 = dispoeitivo rlo l¡!
.nt Dlri 5 = dispeitivo de loe ojos afacetado; f = dir¡neitivo dc lo:
Parcs rlc Porar-

172
F¡c. 85. Tle¡ estsdios de la evolueiór de la cridlitla de una moeca. l. En
-
pri¡ler lügat -
apa¡ecen 106 tres pares de patas co¡no peqü€ia3 puntas extetio-
rcs, lscsbeza esuí hundida €ú una p$funila cavi<lad. 2. Desarmllo de las
- 3 y 4,-Surge
parss, apa¡icióD de las al¡s. La cabez¡ está todavía oculta.
af,on al e¡te¡io¡ la cabe¡¡ de glan taEaño. Las alas y patas s€ dessr¡ollan
vigoro€amerte. Tiene lugar laBbión ü¡r cambio de epiderrnis. El punro nego
en las elas, todavía plegadas, es un orificio r$piraro o de la c¡is¡íüda.

las moscas. El cuerpo de estos insectos sólo ofrece exte.


riormente Ios miembros segmentados, en tanto que las
patas y las alas desaparecen del exterior. En las especies
extremas llega incluso a desaparecer la cabeza, Todos
estos órganos que en los cu€rpos de las moscas adultas
son tan complicados, se hallan situados en el interior de
los gusanos como pequeños grupos celulares dentro de
unos saquitos determinados, desarrollando después en la
crisri'lida los miembros definitivos predeterminados ya en
los huevos (figuras 84 y 85).
En múltiples ocasiones se ha observado a la maripo-
sa salir del huevo, en especial desde que se emplea la foto-
grafla en las Ciencias Naturales. Pero quizás ha sido foto.
grafiada todavía con más frecuencia la libélula, cuya
transformación es aún más sorprendente ya que Ia larva

173
F¡c. 06. Inseso¡es (torcecuellos), a poco de raür del huevo, con el clásico
-
p;* ¡r.g"¿. y la postura en cucüllas. Aulóf¿go (avet¡ía l' rccién salido del
i*""',;",--" el rlitrujo críprico carocteri.stico de esta especie que va ügado'
aute un peligro, al instinto de agacharse'

surge del agua. Pero a mi entender reviste mayor impor-


tan;ia el examen de un fenómeno muy curioso
"nid"do.o
pero menos observado. iMe refiero al proceso formativo
de las moscas !
En pocas horas se convierte la blanquecina y móvil
oruga ;n la *tranquila, crisálida, Todos los órganos lar-
o"¡L r" concentán en la última piel, de modoadqrriereque el
cuerpo queda algo comprimido. Al poco tiempo
la piel una oscura tonalidad parda. Sabemos experimen-
tal-"nt" que determinadas sustancias sanguíneas esti-
mulan este proceso. ¡Hemos llamado (tranquila)' a una
crlsalida asíl En realidad se verifica tras el telón de su
oscura envoltura el cambio de decorado de este escena-
rio de la vida con una Sran rapidez y precisión, cuya orga-
niraciO" y causa descónocemos casi en su totalidad' Se
iiju uho.á en las bolsas de su piel el crecimiento de fos
óiganos ocultos que habían permanecido embrionario-s'
Eri el primer día aparecen ya los pequeños muñ-ones de
,.l, p"l"t, a los que siguen las alas, aumentando estos
174
miembros con gr:¡n rapidez. Pero lo más asombroso es cl
desarrollo de la cabeza que forma, recogidos hacia den-
tro, sus órganos más importantes, los grandes ojos, Ia
complicada trompa, las antenas. fntentemos imaginar lo
que sucede aquí. Hemos de pensar en nuestro propio
cuelpo que tras un largo período de desarrollo forma la
cabeza que hasta entonces se halla hundida en el pecho
a la altura aproximada de los hombros. En la profundi-
dad del saquito, colocado en el pecho, nacen ojos y boca,
surgiendo dichos órganos a través de la zona del cuello.
Sigue entonces el cerebro, y todo encuentra por fin su
lugar adecuado, ¡Qué fantástico cuadro podría inspirar
este vulgar suceso de la vida de Ias moscas a un pintor
surrealista, a un Salvador Dall ! Y, sin embargo, no se
trata de una visión fantasmagórica, sino de una existen-
cia vulgar. Quien ha seguido a través de una lupa bi-
nocular todo este proceso considerará desde entonces
al meuospreciado gusano de Ia mosca como un testimo-
nio de la rareza y misterio de la vida y como el ejemplo
de t¡¡a de las mayores transformaciones que pueden darsc
entre las numerosas metamorfosis de los insectos.
En los vertebrados superiores no encontramos nunca
diferencias tan extremas de sus estadios juveniles como
en los que son propiamente larvarios, sino que, por el
contrario, podemos observar que existe en dichos estados
una particular dependencia con el creciente período de
incubación de los padres. Este fenómeno se presenta en
grado sumo en las aves cuyas crías abandonan los huevos
como insesores (figura 8ó). Só1o vemos en estas avecillas
cuyos grandes ojos se transparentan como manchas os-
curas a través de sus suaves y cerrados párpados, la ima-
gen del desampa¡o, de la necesidad de protección, y no
nos percatamos de lo bien provisto que se encuentra, por
ejemplo, este pájaro recién salido del huevo de órganos
auxiliares perfectamente desarrollados y que se adaptan
con Ia mayor precisión a su nuevo estado. A su vista nos
sentimos rápidamente inclinados a considerar tales aves

t75
como retrasadas en su desarollo, comparándolas con los
patos, gallinas y chorlitos que son capaces de mov€rse
ion indlpendencia ya en sus primeros dlas. En realidad
estos insésores estiin formados casi por completo, y dis-
ponen de órganos adicionales que sólo pueden com,pren-
áerse tenienáo en cuenta el perlodo de cría. Asl podemos
citar, en especial, la sorprendente bolsa en el pico que
presentan los pájaros jóvenes y los vivos colores de su
garganta (figuras 87, 88). Ambos fenómenos se pr€sentan
én su máxima plenitud en la primera época de crla, ya
que las bolsas ácaban por desaparecer totalmente y los

FIG. 8?,-Es muy sensüle cl dasarrollo que ex'


perimerta la pmtuberancia del pico, llamativa-
ment€ colorcado de las crias. Lo€ clatoo órgaood
actúan eficazmente en la oacuri¡l¡d del nido como
señal y estírnulo. El punto márirno de dessrrllo
úene lugar en la prirnera época. Cuando el animal
abantlo¡a el nido, se r€duce eet¡ Pmh¡be¡aDciai
aüúqüe s€ conocetr algunos pájaros que coru€rvan
durante la¡go tiempo algunas huellae ¿lc estr ¡a¡a
estructun. (En el grsbádo se mu€stlt l¡ eYolución
del esromino).
@@

Frc.88. Muestras €stimülart€s de crías de iúsesores de grupoe de aves


-
muy diferenciailas. Aniba: pi:rzón, pico g¡ueso, acrocó{alos, gale¡its. Absio ¡
Tres especies de cucús, pinzón con perlas luminosas.

llamativos colores de la garganta adquieren el usual matiz


de la carne.
Las bolsas del pico y los colores de la garganta van
unidas a un comportamiento hereditario. Así el desnudo
ser, recién salido del huevo, estira su débil cuello con
extraordinaria insistencia y abre la boca desmesurada-
mente de manera que el pico se dirige, como las flores
abiertas a la luz, hacia los pájaros adultos que le alimen-
tan. La comparación con las flores es algo más que una
simple metrífora. Las gargantas de los pajarillos no sólo
est¿in tapizadas con el color de las flores sino que osten-
tan dibujos o muestras que, como la savia en aquéllas,
señalan el lugar donde han de colocar los padres sus ali-

t77
12.
- La figura animal.
mentos. Además, estos colores que de tal forma influyen
sobre los padres son los mismos que distingue-n a -las
no"". á. los trópicos visitadas por los pájaros o a.los.fru-
tos v bavas que buscan éstos. Los tonos que predomrnan
.o.t .ójo brillante y el amarillo vivo, adornados a vece-s
"l**óu. de negro intenso que contrastan con las bol-
"on
sas exteriores del pico que son blancas o de matices cla-
ros. Estos colores se encuentran muy pronunciados en las
crías de nido, En algunas de éstas pueien observarse in-
cluso en sus gargantas unas (perlas de luz" -que reflejan
los rayoe luminosos y las hacen üsibles en la oscuridad
del nido como si fuesen reclamos publicitarios' Estos
sinsulares colores que tienen una vida limitada y que van
hgáos al comportamiento de las aves nos revela que se
túta de órganos ópticos de variantes semánticas, con un
excitante que estimula a los padres a una alimentación
intensiva. ii"ht e.tto"tota del estado insesorio nos avisa
á" una o.ganitación determinada cuyo significado des-
conocemo. la mayor parte de las veces. Estas crías son
seres en estado dá absoluta dependencia, en las que mu-
chos elementos formales de su apariencia, considerados
por separado, resultarian incomprensibles y sin sentido'
b,stas iiguras incompletas se conjuntan en un principio

/!
,o'i1.¿'- \t
FIc. 89.-Ci€rI€ t¡aGitorio de oios y orcjas en el embrió¡ de loa mamí'
f€ros. Los in¡eso¡ios rácen e¡r el estadio internedio d€l terce! dibuio' Iae
autófagos, por el contra¡io, Pasan dicho esta¿lo en el claustro úatefno' l-o3 o¡;
""asie¡
fiaos están también oblu¡ailos dü¡aúte cierto tiempo, por u¡¡ t€iido,
pero el proceso e¡ distinto al ile loe oidos y ojoe'

178
con sus padres, bien con uno de ellos o con los dos a la
vez. Así tales sorprendentes avecillas nos advierten del
importante hecho de los distintivos individuales de las
figuras y nos recuerdan los numerosos rasgos del aspecto
de los animales superiores cuyo sentido sólo puede com-
prenderse en una vida común, y cuyo significado apenas
conocemos o apreciamos.
El estado insesorio de los mamlferos es mucho menos
especializado en sus aparatos auxiliares que el de las
aves y así podemos apreciar que los párpados y los orifi-
cios de las orejas que sólo están cerrados en las aves por
unas delgadas arnrgas oitaneas, se encuentran en los ma
míferos totalmente obstruidos, de ma¡era que para la
apertura de los párpados y para el libre funcionamiento
de los músculos del oldo se precisa la acción de un deter-
minado proceso posterior. Estos dispositivos garantizan a
los delicados órganos sensoriales durante la primera épo-
ca de desarrollo el ambiente de humedad gue necesitan
al ser expuestos al aire tras su nacimiento (figura 89). A
ello hemos de añadir numerosas particularidades de la
cavidad bucal (incluso, en algunas ocasiones, una pasa-
jera deformidad de las comisuras de la boca) que permi-
ten una adaptación más estrecha al pezón de la madre.
* a*

Entre los mamíferos y aves se presenta, junto a las fi.


guras juveniles de los insesorios, las propias de los ani-
males autófagos.
iCuán distintas son las crlas de los autófagos de un
grupo a otro ! Ora se presentan con llamativos colores o
con matices simuladores, ora se nos ofrecen como minia-
turas de los animales maduros, o sus colores y muestras
son totalmente distintos, como el cachorro del jabalí
(jabato), la crla manchada del tapir, la cabritilla, o eI so-
mormujo.
El particular aspecto del plumaje o piel de los anima-
179
les en su primera época debe considerarse con una pers-
pectiva
.al mas amplia' Asl también la fase juvenil posterior
nacimiento puede distinguirse por una apariencia de-
terminada. Gran número de animales superiores presen-
tan pequeñas diferencias de t¿l clase, correspondiendo las
más pintorescas a las aves' El apagado plumaje de las
crías de nido es sustituido, con frecuencia, por otro juve-
nil, pero en tanto el ave no ha llegado a su madurez sexual
pueáe diferenciarse notablemente del animal maduro.
¡ Cu.in distinto es el azor en su
primer verano en compa-
iación con la misma ave en su época de celo ! ¡Qué dife-
rente es la gaviota en su juventud cuando aún no ha te-
ñido su espálda el delicado color azul propio de la ma-
durez y no ofrece su cabeza eI oscuro matiz negro par-
dusco i La cabeza de las cotorras jóvenes se ven cubiertas
de manera monótona y uniforme por su característica
muestra ondulada y su brillante matiz negro no es, en r¡n
principio, más que un apagado color gris. i Qué,soberbio
aspecto adquiere dicha muestra a la madurez del ave ! La
frente pierde el citado dibujo en tanto que aparece un
tono amarillo limón que enmarca la base del pico que
a su vez, segrln el sexo, presenta una coloración distinta
(azul en los machos y pardo en las hembras). Las marcas

I\c. 90. Dile¡encia en el dibujo de la cabeza de una cotorr¡ joven (i!'


- S"i."d") Y este animal adülto.

180
azules y negras de las barbas se hacen más ügorosas, la
muestra de las plumas adquiere un negro intenso y se
combina con una nueva riqueza de colores para propor-
cionar la brillante luminosidad de su plumaje verde. El
conocimiento exacto de todos estos ropajes juveniles es
una de las muchas fascinantes tareas de los ornitólogos.
¿Pueden llegar a tener sentido, por alguna circunstan-
cia, este fenómeno de los animales de sangre caliente?
Se han formulado a este respecto numerosas teorías,
aceptándose con frecuencia la opinión, ya mencionada
por nosotros anteriormente, de que los colores y dibujos
animales son producto de circunstancias accesorias casua-
les y que la lucha por Ia vida practica en este material
casual una inflexible selección. Los ropajes juveniles de-
ben aportar, por tanto, una utilidad inmediata, y ésta se
la encuentra en seguida. Así gran número de dichas mues-
tras (particularmente entre las aves) aparecen como co-
lores de protección, de aviso, de simulación de la figura,
capaces de hacer desaparecer al pequeño cuerpo en el
medio que le rodea. Son pues imágenes extremadamente
crípticas. Quien haya buscado alguna vez en el bosque
las crÍas de una perdiz blanca o se haya perdido entre los
cañaverales tras las pequeñas gaviotas, las avefrías o los
chorlitos sabe perfectamente que el instinto de perma-
necer inmóviles, unido a sus muestras crípticas, le propor-
cionan una eficaz protección. Pero no nos hemos de deiar
sugestionar por tales observaciones creyendo ver en todos
los aspectos apagados un medio de protección. Las cabe-
zas y picos de brillante color amarillo oro, rojo, violeta o
blanco de algunos polluelos y las coloreadas cabezas de
las crlas del somormujo son, por el contrario, semánticas,
señales que influyen sobre los animales maduros y sir-
ven para distinguir a los jóvene,.. Entre los patos ocurre
lo mismo. El sigrrificado de la muestra puede ser, pues,
muy distinto en la vida de cada especie y no es cierta-
mente raro el caso en que r¡na muestra actúa en su con-
junto como crfptica y al propio tiempo es en algunas par-

181
ticularidades del dibujo de la cabeza una señal para los
padres.
Durante algún tiempo predominó un concepto excesi-
vamente .ornitio del ropaie de los animales, derivado de
la aplicación absoluta dé hs leyes biogenéticas. Asl el des-
.t állo i.tdiuidotl de un animal puede ser considerado
como una repetición de su historia genealógica, El-esta-
dio primero contiene los rasgos de la época pasada, eI
ropaje juvenil aparece como un vestido primitivo y la
esiructura ondulante del plumaje debe aceptarse por
tanto como la forma más antigua de dicha conformación'
Han sido numerosas las sugerencias que dicha teoría ha
ofrecido a la pintura reconstructiva de las formas de vida
de la prehistoria, y cuando en dichos cuadros aparecen
muestias a rayas sóbre la piel de caballos, fieras, antlloqes
primitivos o iambién sobre aves arcaicas, podemos,afir-
mar oue es una consecuencra de la confianza en la validez
de dióhas fórmulas que se han erigido en una de las leyes
fundamentales de la existencia.
Entre todas estas conclusiones demasiado generali-
zadas, buscamos hoy Ia esencia que pueda resistir un aná-
lisis racional. Los mamiferos nos brindan las oportuni-
dades mejores para tal examen. El rayado del jabato, la
cabritilla, el tapir, tienen gran semejanza con algunas
muestras de mamíferos inferiores, así como con el dibuio
de determinados almizcleros enanos, pequeños roedores
y animales de rapiña de reducido tamaño. En todos estos
Luaot la cabeza sin muestra alguna o presenta,
"p-"""
tti,í*i-o, algunas rayas aisladas sin relación alguna
"orno
con su estructura. Tal como hemos visto con anteriori-
dad, es éste un distintivo característico de las especies
inferiores siendo el dibujo cutrineo preponderante entre
los mamlferos olfativos.
En calidad de dibujo juvenil aparecen semejantes
inuestras inferiores en mamíferos de muy distinta catego-
rla, e incluso entre los de organización más elevada, como
jabalíes, ciervos, leones, pumas. Esto ocurre en una época

t82
Frc. 9I a. ¡abaro con
musrrs -i¡fdióré.

Jabslí ailulto coú


Eusstras eD ls ca.
hez¡.

en que el cuerpo del animal no ha alcanzado todavía todo


el valor de su madurez. La fase inmadura presupone el
desprendimiento de su propia muestra para llegar a la
madurez, y tal muestra es inferior a la definitiva, Así por
ejemplo la piel del jabalí adulto o es acentuadamente
críptica o presenta un dibujo que hace resaltar, corres-
pondiendo a su categorla de sulco, la región de la cabeza.
EI ropaje del jabato no ofrece tal característica ya que
es una particularidad de su estadio juvenil el presentarse
como de categoria inferior al del animal adulto (figura
nrimero 9l).
En algunas ocasiones se conserv¿rn fragmentos de las
muestras juveniles en el cuerpo de los animales maduros
(por ejemplo en determinadas especies de ciervos), pero

183
F¡c. 9lb. G¡adoe infe¡iore¡ ilel mostresdo de m¿mífe¡oa ¡rlultos. Ariba:
zorro- pequeio (América rlel Node); abaio: Aatílope afrfuano'

tu
son superados siempre por nuevas muestras o por ele-
mentos formales de la cabeza o de los polos sexuales, a los
que se añaden apéndices como cuernos, melenas.
Tales muestras inferiores las encontramos con fre-
cuencia en los plumajes primitivos de Ias aves. Se distin-
guen sobre todo en que destaca vigorosamente el valor
propio de cada pluma, marcando todo lo más una raya
longitudinal en el centro del plumaje como eje del mis
mo, en tanto que son muy raros los dibujos que abarquen
varias plumas, formando muestras complicadas.
Ouien observe el desarrollo de las aves descubrirá
gran número de encantadoras singularidades de este es-
tilo. Así verá convertirse tonos grisáceos, insiglrificantes
en vivos matices, en la brillante estructura de su plumaie
definitivo. (Citemos el eiemplo del resplandeciente color
del estornino con sus maravillosos reflejos metálicos).
fnterpretemos estos cambios como signos del distinto
valor de un estadio en la colectividad animal y unifica-
remos así todos estos hechos aislados en unas nonnas
de constante regularidad (figura 92). Las mismas dife-
rencias, en razón de la edad, pueden observarse entre los
animales inferiores. Así nos lo advierte el ejemplo de la
concha de un caracol, la belleza de cuyas formas alcanza
todo su esplendor cuando su figura adquiere la madurez
plena (figura 93).
En un principio determinaremos sólo el valor propio
formal, la singular estructura de los ropajes iuveniles. No
intentamos efectuar ensayo alguno para explicar la géne-
sis de tales muestras ya que lo que sea explicable será
determinado en su día por la genética experimental,
La genética nos permite atisbar por detrás de las cor-
tinas del teatro, donde vemos cómo se disfrazan los ar-
tistas, bómo actúan las instalaciones que simulan la llu-
üa o el trueno, la forma en que se encadenan todos estos
hechos y cómo unos invisibles auxiliares realizan compli-
cadas operaciones cuya vista parcial parece absurda al
que las contempla. El sentido de tales operaciones, su

185
completo significado no llegaremos a percibirlo curio-
seando tras el telón sino que precisamos verlo en con-
junto desde el patio de butacas. Allí olvidaremos todo el
desbarajuste anterior, al interesarnos vivamente por su
resultado. Nadie discutirá que la misma sensación pued€
experimentar el conocedor de la técnica teatral a quien
la visita del escenario interesará también profundarnente.
Quien desee representar una comedia debe conocer
la técnica del escenario y el que desee cultivar plantas o
criar animales deberá conocer y dominar los procesos he-
reditarios y las formas de mutación. Pero no debemos
esperar de él lo que no es de su incumbencia. Es muy
necesaria la investigación genéticofisiólogica, pero sin

Frc. 92 s y b, El migoo germen de la


gran <metlan de- un pavo puede formar
plumas muy distintas en el rnnscruso de
su desarmllo. Nr¡etro gnbado ñuestra
lar cuat¡o plümas sucesivas que no eólo
se van haciendo g¡andes de manera paula"
tina sino que cambian también dc mue+
tra. En la piel d€l lejido emlrioDÁl ti€ne
lugar una sribita translo¡mación ile ma-
ne¡a que en el tercer cambio aparece ya

w
-t'
la l¡crmosa muest¡a oval. Dó este s€cr€to
Frcceso ro sabemos ¡o€otros
mluto.
nad¡ e¡ ab-

l8ó
F¡c. 93. T¡a¡gformación del borde de la co¡cha de un cancol ma¡ino en
- t¡es las€3 dütintas de su edad.

olvidar la importancia de las cuestiones relacionadas con


la apariencia de los animales. Dichas figuras, que se en-
cue;tran a nuestro alrededor, no aparecen como feno-
menos pur¿unente casuales sino que ofrecen múltiples
composiciones. Este convencimiento arraiga en nosotros
cada dla con mayor profundidad y nuevos motivos. La
comprensión de la obra que se representa ante nuestr-a
vistá no depende del conocimiento de la técnica teatral.
CreemoJ poder afirmar que el ropaje juvenil de los
mamlferos y aves sólo en casos aislados y en determina-
dos ambienies sigrrifica una medida protectora o de aviso
para los padres. Estas funciones nos parecen casos espe-
óial". un significado mucho más amplio : la repre-
"ott de una fase vital por una determinada apa-
sentación
riencia, se trata pues de un cometido del ropaje que
encontraremos también en la configuración del sexo, cuyo
estudio es nuestro próximo objetivo.

188
9. IJT CONFIGTJRACION DEL SEXO

Pocos distintivos de la figura han atraído la atención


tan poderosamente como los sexuales, El juicio de estas
apariencias se hace confuso, la mayor parte de las veces,
por la costumbre profundamente enraizada de considerar
a las formas de vida animales desde nuestro propio punto
de vista humano. Así se toma la dualidad sexual como la
norma más natural y lógica para medir las otras relaciones
del sexo. Nuestro primer cuidado será, pues, prescindir
de esta excesiva estandardización, lanzando una mirada
que abarque la total multiplicidad de las figuras sexuales.
Desde que alrededor de los años 1875 a 1880 se cono-
cieron las circunstancias que actúan en la unión de las
materias generativas, es decir de los óvulos y células es-
permáticas, intenta descubrir la Biología la propia esen-
cia del proceso y estado que se denomina "sexualidadr.
En el núcleo de la célula germinativa suceden una serie
de fenómenos que procuran que el número de cromo-
sornas portadores de la herencia de una especie perrna-
nezcan constantes de una generación a otra, a pesar de
las distintas combinaciones que pueden realizar las par-
ticipaciones hereditarias del macho o de la hembra. En
contradicción a este culto pero ampliamente comprobado
proceso de plantas y animales puede aparecer, en algunas

189
ocasiones, ante el investigador la multiplicidad de la
figura sexual, todos los organismos masculinos y feme-
ninos y homosexuales como algo exterior, como un fenó-
meno de la superficie. A esta apreciación viene a añadirse
después el criterio, mencionado en diversas ocasiones, de
que 1o superficial es sinónimo de accesorio, en tanto que
lo oculto, lo interior, es siempre esencial'
Este punto de vista tiene muchos y buenos argumen-
tos y conduce ante todo a la influencia técnica de los fe-
nómenos sexuales, lo que es requisito indispensable para
la intervención curativa en la vida humana o para el cul-
tivo de plantas o cría de animales. Asl pues la atención se
desvía de la propia apariencia de la figura sexual y es muy
grande el peligro de que sólo se aprecie la utilidad de la
misma, prestándose sólo atención al órgano que sirve ü-
f€ctament€ a la unión sexual, o sea necesaria para la incu-
bación. La figura sexual se convierte entonces en una
acumulación de propiedades utilitarias, pero el estudio
de sus peculiaridades y sobre todo de su diversidad en
cada especie se diluye totalmente en dicha perspectiva.
Intentamos nosotros, según nuestro propio criterio y ob-
jetivo, apreciar toda la gama de fenómenos sexuales en su
misma conformación y no como medios fisiólogicos, y
examinaremos aquélla en su relación con el grado de
diferenciación animal.
***
Desde un principio destaca ya un hecho que demuestra
que la configuración sexual no es obra de la casualidad.
Las dos posibilidades tan sigaificativas de bisexualidad o
separación de sexo no se reparte en los distintos grupos
animales ni en el interior de los mismos de una manera
arbitraria. Aunque no nos es posible estudiar con detalle
el extenso campo de este fenómeno, queremos enunciar,
sin embargo, de una forma general algunas de las impor-
tantes reglas que lo rigen:

190
Ios óvulos pueden originar formas sexuales
1.
- Todos
separadas o hermafroditas ya que contienen los medios
de ambas posibilidades. El conocimiento de la doble natu-
raleza de los gérmenes en lo que respecta al sexo es uno
de los descubrimientos más trascendentales de la nueva
investigación biológica. Algunas formas ambiguas, que
hemos de considerar como enfermizas, en las que se mez-
clan caracteres masculinos y femeninos es la consecuen-
cia de esta doble disposición de las células germinales.

2. I-os grupos inferiores pueden tener sexo separado


o ser -hermafroditas. Cuando en un extenso círculo fami-
liar se dan ambas posibilidades, los individuos del grupo
superior tienen siempre sexo separado. Así, por ejemplo,
los poliquetos marinos entre los anélidos, el calamar entre
los moluscos, los vertebrados entre los cordados.
3.-Todos los tipos animales dotados de una organi-
zación singularmente superior tienen el sexo separado
( calamares, artrópodos, vertebrados) y sólo algunas raras
excepciones son bisexuales. Entre estas excepciones se
cuentan algunas formas que gozan propiamente de sexo
separado durante dos etapas de su vida. Así en la juven-
tud y hasta la madurez son machos y a partir de este mo-
mento se convierten en hembras (los hermafroditas con-
secutivos).

hemos referido sólo a los animales ya que


4.
- Nossiguen
las plantas otras reglas en la formación de sus
órganos sexuales. Representan éstos en el reino vegetal
una gradación formal y muéstranse en las plantas supe-
úores con la máxima intensidad vital de que son capaces :
la inflorescencia. La r€spuesta a la pregunta sobre el sig-
nificado de la separación sexual es uno de los mayores
problemas de la investigación biológica y exige el esfuer-
zo común de diversos métodos de trabajo.
trt
t9l
En gran número de casos son los sexos muy parecidos
."t "-j.o Jlo se diferencian por los órganos genitales'
.t. poa figuras cuya diferencia formal va estrecha-
"rto -r.t o cometido' El hecho de que
1."t" it"i¿"
""p".idud
l"fi"iJ"a" de clases animales procree sin diferenciasse
"""
.e*.ral.. sensibles nos demuestra que la unión sexual
en características ocultas.
---e"lot
basa
en que los sexos se distinguen entre sí
"u.ot
por u-i.iblet diferenciás, esto e,s, cuando los investigadores
irablan de odimorfismo sexual), surgen entonces muchos
oroblemas biológicos insolubles. Algunas de estas- Ilama-
íi"*-áii.."""i"s"nos la ofrece el gusano marino bonelia
;;;;i"" en las rocas de las costas del mar Mediterráneo'
óuando la larva de uno de estos animales se adhiere a una
t-"1ñ" i"-""i"a, se convierte, por influencia de la
tamaño-mis-
áá, á" -u.tt", aicanzando sólo un minúsculo -y
l"r"rrátUtt¿ot" de una manera totalmente distintapará- a la
ü"-U"t a" su especie (figura 94). Las cochinillas

F¡c, 94. Diferenciación sexual de la especie vermicular ¡narina bonelia'


- de vs¡ios ceÚtímetlo€ de
Dunnte mucho tiempo -t- sólo s€ conoció la hembra,
longitud, y urr. pu notablemente extenditla (en el grabado algo re'
a""ia"¡. ú "oo
macLo (derecha) vive como un Pa¡¡Gito en los ó¡gano6 interio¡eg
de h íemb¡a. La lana puede aalopta¡ cualqüe¡a de loe dos sexos' o s€á
que es tibre de conve¡rirge en el animal hembra, con la larga tornpa o en el
dimiduto, iBigaificante malóhó; iirsi invisible a nuest¡a vtutr'

192
sitas que viven a costa de los cangrejos marinos presen-
t1l diferencias sexuales de parecida importancia lfigura
95 ). El macho es de tamaño diminuto pero tiene clara-
mente las caracterlsticas de u¡a cochinilla; la hembra,
por el contrario, se convierte en un saco de huevos fan-
üísticameiite deformado. Tales casos permiten lanzar
al anáIisis zoólogico una ojeada al mecanismo que prc.
duce tales contradicciones sexuales, pero no le láva nun-
ca más lejos de la forma de reacción hereditaria de los

Frc. 95. Llamativa dilerenciación sexusl de los ciempiés marinoe rlel grupo
-
de los epicáridog. Nu€st¡o gnbado muesr¡a como ejenplo oo" ol¡"""""h.lAl;
en B Ia la¡va del epic.irido, sin diferenciación sexual; en C.t pequeáo
macho, muy próximo al plÁn fundamertal de la¡ cochinillas. nt- ani-¡
hemb¡a maduro (D) se diferencia lotablemenre de dicho plan y es ¡econo.
cido, por su desarrollo, como un ciempi&. (f : c¡brrr, Z
= ¡egiró¡ pec.
toral. 3 = abdomea). Eera [€mbra es un pa¡ásito de loc crusúct supe.
¡io¡es (€¡ pa¡le segria Giard y Bonnier).

13. fisura animal.


t93
-L
Fre. 9ó. Repc, dr do le crlrioücnur, quc viv-c- cn lrr aguar ehi
l¡ flmiü¡
rrlc.. Lr- hcrJ; (co ur órgano lumínico en h frento) llcva conergo como
un a¡Énrlicc & su estrómago al m¡cho ¡dulto'

ówlos. Asl sólo Puede testinoniar su especial diferenbia


de configuración.
EntrJ los vertebrádos no se dan tales diferencias ex-
tremas.
Todo lo más nos encontramos con algln sorprendente
caso especial (significativamente entre los grupos infe
-demuestraun tamaño
riores) que presenta relativamente mayor,
como nos lo la contemplación de las conchas
á" los mott ."bs. Entre los rapes de las aguas profundas
crece el macho adherido a la hembra, atrofia la mayor
parte de sus órganos y participa del sistema sanguíneo
áe la hembra, Jcabando por convertirse en una extraña
clase de testlculos que la hembra lleva durante su exis-
tencia (figura 96).
Junio-a estas diferencias extremas de forma y tamaño
aDarecen otros animales que se distinguen sólo por el
color o por un órgano determinado' Las diferencias sexua-
les de los ciervoJ volantes son bien conocidas' Podemos
interpretar algunas de estas llamativas figuras como ar-
mas ;ara la lucha contra los rivales, pero ¡sS¿5a¡ éstas,
consilderablemente, los llmites de tal necesidad y nos

194
recuerdan las figuras superiores en las que se dan con
frecuencia órganos que excedan ampliamente a dicho
cometido funcional.
La investigación de los vertebrados ha profundizado de
tal forma que muchos aspectos particulares de Ia forma-
ción de los sexos nos son conocidos hoy exactamente, Asl
encont¡amos, desde un relativo equilibrio formal hasta
la más ext¡ema contradicción, toda clase de variantes.
Este equilibrio puede ser tan pronunciado que los sexos
apen¿rs se diferencian exteriormente. Asl los órganos
sexuales de la hiena manchada hembra están formados
de, tal manera que, aparte de la época de celo, apenas se
diferencian de los masculinos, estando incluso provistos
de un par de ctestlculos" sin función de tales. Es com-
Frensible, pues, que en Ia antigüedad se cayera en el
error de que la hiena rnanchada era lrermafrodita.
-braEsta extraña analogla de los animales rnacho y hem-
tiene su origen en que el embrión de los órgjnos de
ambos sexos, tan distintos en su apariencia ext¿rior, se
forma siguiendo el mismo plan de desarrollo. Nos es pre.
ciso aportar ejemplo alguno sobre la diferencia de la
organización sexual ya que no es tan familiar que la adop
tamos como norma habitual.
dQué nos demuestra la investigación analíti¿a? Inter-
üene, principalmente en la estructura interna de los fac-
tores formativos, extirpa las glándulas germinales y con
ellas las fuentes hormonales que deben circular por la
sangre como elementos activos necesarios para la forma-
ción de los distintivos de la figura. Esta operación cas-
tratoria obtiene en un principio en muchas aves resul-
tados sorprendentes ya que la forma asexuada del macho
castrado o capón o Ia hembra, ostentan el ropaje de los
machos. El plumaje, pues, está poco influido por las hor-
monas masculinas eü tanto que las substancias sanguíneas
femeninas necesitan una organización de plurnai desa-
rrolladas para la formación del insipificante ropaje de
las gallinas. Faisanes, patos y avestn¡ces reaccionan igual.

195
En determinadas razas de gallinas responde el plumaje a
la acción de los elementos sanguíneos masculinos de la
misma forma que a la de los femeninos. Así los rnachos
llevan plumas de hembra.
La misma operación en los gorriones no da, por el
contrario, resultado alguno. El plurnaje conserva su color
pizarroso de la cabeza y las manchas negras del pecho en
il -uóho y el tono pardo deslucido en la hembra. Las
plumas de los gorriones obedecen, pues, a lgyes intemas
ii.ti.rt". a las observadas en las gallinas. El ropaje de
ambos sexos se halla en unos casos determinados por
factores hereditarios (eorrión) y depende en otros de las
hormonas, Diferencias parecidas se dan también en otros
distintivos sexuales. Así el pico del gorrión se ercuentra
en íntima dependencia con las hormonas y no alcanza en
los machos óastrados durante la primavera el brillante
color negro que ostentan los animales enteros. El pato
macho, f,ór ei contrario, cambia en verano su magnífico
plumaie por el pardo matiz de la época de descanso, con-
i"*unáo. sin embargo, el pico amarillo como en la época
de celo, de forma que aun en tal momento puede recono-
cerse su calidad masculina. El color del pico se ha sus-
traído aqul a los efectos del cambio hormonal, en tanto
que upari"" subordinado a él en el caso del gorrión. To-
do" ejemplos nos advierten de cuán diferentes son
"itor
las condiciones y sus efectos en lo que respecta a la figura
entre los elementos de un grupo animal por muy homó-
geneos qu€ éstos sean.
- La figura exterior de los órganos sexuales es tan di-
o"".u el juego de los factores internos, las hormon-as
"oáo
y las propiedádeJ hereditarias. El conocido ejemplo del
óolorido gallo y la deslucida gallina no es más que uno
entre muóhos. Óontemplemos por un momento, sólo para
apreciar tales diferencias, eI grupo de los faisanes al que
pirtenecen también la gallina de Bankiva -que es la forma
órieinal de la gallina doméstica, En amplias zonas de la
Ásia Central encontramos algunas especies cuyos sexos

196
-"-"--¿
:':ioT
i
tí"'('
\

F¡e. 97. Dive¡so: tipoe tle organizaciones s€xr¡rles de faisanes.


-

197
son muy parecidos ya que ambos ostentan un color pardo
caracte;;ico de las gallinas. Al propio tiempo podemos
hallar otras clases en las que el ave macho se destaca
viqorosamente. Sería posible establecer u¡a serie enca-
drada por el faisán le .aza y que terminaría con el fai-
sán plateado o dorado. Por otro lado se presentan tam-
bién formas cuyas hembras muestran los adornos con'
siderados como atributos de los machos y, finalmente,
aparecen especies de faisanes cuyos dos s€xos ostentan
un ropaje ürprendent"mente parecido, el plumaje del
macho-. Ásl, pués, la fisonomla de todos estos animales es
muv semeiante. en tanto que en otros grupos se observan
.*Libiciones masculinas. Pero en todos los gru-
"ieitas
pos la incubación es cometido propio de las. hembras'
Las diferencias de los órganos sexuales nos avisan clara-
mente de la influencia dé factores todavla desconocidos
( figura 97).
' ios paiaros nos ofrecen una parecida riqueza- de-va-
riantes, que van desde las formas insignificante-s .{9 tlg"'
sunas esDecies hasta los magníficos colores del jilguero,
áel grajo y de la urraca o de gran número de pájaros tro-
pi.ies-qüe no mencionamos. La investigación no puede
iru"". -^á. que prevenirnos de una interpretación dema-
siado simple de tales figuras al abrirnos los ojos a -esta
realidad. bn ocasiones es este un valioso resultado de la
investigación (fieura 98).
***
El estudio de los mamlferos nos enfrenta con nuevos
hechos de la configuración sexual. En tanto que nume-
rosas aves aparecen súbitamente en la época terciaria en
-n"hoa do"o-"ntos fósiles sin que podamos conocer el
origen de su formación,los hallazgos geólogicos de restos
de mamlferos si bien no nos proporcionan tampoco conG'
cimientos exactos nos informan, cuando menos, sobre el
posible desarrollo de algunas especies' Así podemos de-

198
Fro. 98. Tipo€ de organizaciones s€xuale €nt¡r pájaroe, <lecrle las formar
extr€ma5- c?ipticas pasando por uaa pronunciada dilerenciación s€xual hs3ta
la figura clararnente semántica de am}os sexo6 (Lerrerillo). No ¡rodemoe
aceptar que sea una casüalidad el hecho de que el índice de la corteza c€Io.
bnl aumeute, en los ca¡m citade, siguieüdo esta rnisÉa p¡opo¡ción, Así
a.sciende, aproximaclame r.ld', a 4i 7,6,0 y 7,8, El aignificado ilo €sts c€ro.
b¡alización es objeto, en la actüalidad, de un conci€Dzudo .srudio por parte
de loe i¡vestigadore!.
ducir. oor muchos inücios, el origen de caballos de una
;;i;;;"ñ" o de los bisr¡lcos como una derivación de las
clases terciarias, inferiores, esbeltas y con pies,de cinco
áedos. Tales hilazgos nos pemiten sospechar las trans-
iorm""iot"t formales que han originado un elefante o
una ballena. Los fósiles nos hacen suponer, entre otras
cosas. oue los ungulados y los animales carrríceros pro
c.den de pequeñoi mamíféros (posiblemente de la-época
cret,icea).' Ei testimonio de algunas especies animales
extinguidas nos permite lanzar una ojeada sobre el
paulu-iino
-medio
perfeccionamiento de las generaciones'-Por este
no óonoc"remos, segurarnente, la propia obra crea-
ao"" intuiremos, poilo -.no", los diversos grados
"".".""ooiao algunas figuras para llegar a su estado
q""-tt-u"
actual,
Ei primitivo estado lo constituyó -la formación sexual
de iguál aspecto, de manera que la diferenciación era.sólo
proáucto
--t"tl"Á áel sentido olfativo. En todos los mamlteros
que sólo
fersiste todavla este fenómeno, en los
los propios órganos de la sexualidad son diferentes'
Én üs fo.mas muy diferenciadas se encuentran ya con
(Los
frecuencia características muy acusadas de cada sexo'
dientes pueden servir de signos -sexuales' Algunas
.veces
son los incisivos muy pronunciados como en el eletante'
en otras los caninos como en el cerdo o las extravagantes
y
formas de los arcaicos ungulados, como el almizcler.o.
Estos dientes fueron posible-
el corzo del Asia oriental).
á"tti", su origen, armas para luchar contra los rivales'
"t
P;;;;"-t srr""á" "r, otroi muchos órganos' rebasa
-va
;]l;; io. lítttit"t del sentido meram€nte práctico' Asi
i"'U"Ui*.t, procedente de las islas Célebes, la transfor-
""
t"r"io" á" t*'"olmillos obedece a motivos puramente. di-
1"""""1"áo.".. Desde los primeros tiempos de la investiga-
ha [amado la atención a los zoólo- gos eI
"l¿l-""t"Jittá
i"" r" to¿t. partes donde se convierten los colmillossig- en
Ji*o. **"¡". se notan a faltar tos otros llamativos
;;;; bt mamlferos, los cuernos o adornos frontales'
200
/'/

F¡c. 99. Figuras de rnamífc¡oo arcaloos' con colmilloo como distiulirog


-Arrib. ¡ la ospecie e:tbguirla de ciorvoe dcl
Nort¿ de A¡¡áic¡ ¡
blart@e¡ir, ain cu"toe' P¡ot;¡os' sindoc€tog, lo¡ riltioo¡ !p* q fq'
"e"ualce.
i-iooo orírour" en ta "egión nasal' Abajo: Uit¡t¡tdium (No¡tc€mrá¡ica)'
$ílo el fsc'ó,
- (Africa) y el Ltropoterium (Amética del No¡te)'
el laoóquem
q.iu- al actu¡l reino ¡nimsl'
P€rtenece

Esta sorprendente regla ha sido trasgredida tan sólo por


los yacks del Asia oriental y algunos otros ungulados
extinguidos, cuyos machos ostentaban, junto a gruesos
colmillos, la cornamenta propia de su sexo (figura 99).
Hoy sabemos, por la investigación geológica, -que- el
yack r;unla en su figura, al propio tiempo, dos estilos dis-
tintos de mamíferos, al originarse en una época de tran-
sición de dichos animales. Podía reconocerse, pues, una
forma antigua que utilizaba como distintivo sexual la
configuración de los dientes y otra forma más (moderna)
que se servÍa de los cuernos para tal cometido. Sólo po-
demos confirmar y estudiar esta transformación sin que
nos sea factible darle, por el momento, una explicación.
Podemos observar, sin embargo, que en las últimas épocas
no se han formado los colmillos de los ungulados como
signos sexuales llamativos sino que surge por el con-
trario una tendencia secreta de reducción o desaparición
de los mismos. En su lugar, se desarrolla, de manera ex-
traordinaria, la formación ósea de las cornamentas, así
como las astas cuya cepa se encuentra recubierta por una
vaina córnea nacida en la epidermis.
Este grado de configuración sexual es el de categoía
superior. La diferenciación sexual se exterioriza de ma-
nera mucho más drástica y visible que con el arcaieo ma-
liz de las forrnaciones clentales, y demuestra, además, la
preponderancia del sentido óptico sobre el olfativo. Des-
de el punto de vista cerebral es también el miis elevado.
A pesar de que la transformación formal no ha concluido
todavla y de que prosigue la metamorfosis de los mamí-
feros, superan tales especies el estado, ya enunciado, de
dimorfismo sexual que con tanta frecuencia tomamos
como nonna y al que corresponde la propia figura hu-
mana. Suce¿le ahora algo rnuy singular. Asl 1o que hasta
hoy era distintivo de un sexo aparece también en el con-
trario. Por ejemplo, los pequeños cuernos de algrmas
clases de antílopes, cabras, ovejas y cabras montesas, la
cornamenta de igual tamaño entre las gamuzas de nues-
tros bosques, de algunos antílopes y de los bovinos. El
mis.mo fenómeno se presenta entre los ciervos, así el
reno ostenta en ambos sexos, los mismos airosos cuernos.
La transformación de un distintivo sexual en una
característica de la especie presupone también una trans-
formación interna. Cuando los órganos frontales apare-
242
cen como signos sexuales se hallan siempre relacionados
con las hormonas de las glándulas genitales, de manera
que una prematura castración impide su desarrollo. Pero
cuando son distintivos de una especie, no les perjudica
dicha castración sino que incluso pueden llegar a adqui-
rir mayor tamaño después de la operación. Tenemos el
ejemplo de los bueyes cuyos cuernos son más largos
que los normales de los toros. El primitivo signo sexual
ha ganado una importancia mayor y nueva y se coloca
en el meca¡ismo de los factores internos de manera dis-
tinta a lo que adoptan los órganos sexuales.
Asl alcanzan algunos bisulcos una nueva categorla; de
nuevo los sexos son parecidos entre sl y, con frecuencia,
muy parecidos. Pero esta semejanza es ahora propia de
figuras superiores, una nueva equivalencia de formas se-
cundarias y no la especie primitiva con estímulos olfa-
tivos.
Esta gradación nos lleva a unos mamíferos, extraor-
dinariamente diferenciados, que se consideran como una
de las imágenes más soberbias que pueden darse entre
los animales y de cuya vista no nos cansarlamos jamás.
¿Nos traerá esta transformación nuevas formas? ¿Quién
puede saberlo? ¿Continuará disfrutando el hombre en el
futuro de esta bella contemplación?
***
La 'contemplación de los mamíferos nos lleva a un fe-
nómeno arin más extraño y que puede contarse entre los
sucesos más sorprendentes de lalarüfig:ración sexual.
Nos referimos a la peculiar situaciú¡i de los órganos geni-
tales masculinos, de los testfculos, que se desarrollan en
muchos mamlferos durante la época juvenil y en su ma-
yorla durante su permanencia en el claustro materno, y
que se hallan colocados en unos sacos determinados, al
exterior del recinto corporal. ¿Cómo podemos concebir
este procedimiento, cómo podemos explicarnos que un

203
órgano que precisa, al parecer, de tanta píotección, se
halle ubicado en un lugar tan peligroso?
El concepto de la utilidad falla en este sorprendente
caso. Nadie puede aceptar que la selección de los animales
cuyos testlculos se encontraban en el interior del recinto
corporal, hubiera podido sacarlos, por decirlo asl, de sus
antiguos desplazamientos. Hemos de convenir, pues, en
el origen de las bolsas testiculares o bien como formacio-
nes nuevas (espontáneás, o bien como una desconocida
correlación con señales selectivas exteriores. La situa-
ción de las glándulas sexuales masculinas sería, pues, el
obligado efecto secundario de un fenómeno que no cono-
cemos todavla. La conservación de estas nuevas condi-
ciones ha permitido apuntar una inesperada utilidad de
dicho desplazamiento testicular. Se ha descubierto que
la formación seminal en los mamíferos con glándulas
germinales exteriores tiene lugar a una temperatura algo
inferior a la del interior del cuerpo y que cuando se apli-
ca forzadamente una temperatura más elevada sufre la
citada formación espermática algunas perturbaciones.
Como conclusión a este descubrimiento se ha formulado
la teorla de que Ios testlculos se encuentran en el exterior
para asegurar esta temperatura baja. ¡Qué enorme des-
conocimiento de causas y efectos ! La formación seminal
en el interior de los cuerpos de todas las aves se realiza,
completamente normal, a una temperatura superior a los
40 grados y lo mismo ocurre en gran número de mamf-
feros cuyos testlculos se encuentran en el recinto cor-
poral. ¡La temperatura óptima inferior que necesitan los
mamíferos con testfoül@S al exterior es una consecuencia
de Ias nuevas condiciories, no la causa ! Lo cierto es que
los morfólogos han considerado desde los primeros tiem-
pos a este desplazamiento testicular como algo enigmá-
tico, de difícil comprensión y significado desconocido. Y
no hay duda que pennanecerá durant€ mucho tiempo
'considerarlo
totalmente secreto si nos empeñamos en
exclusivamente desde el estrecho punto de vista de su

204
utilidad. El descenso de las glándulas sexuales no forma
parte de los fenómenos de utilidad indispensable para la
conservación de la especie, sino a otra necesidad mucho
más singular totalmente distinta. Sólo cuando desviemos
nuestra atención hacia otras circunstancias diferentes a
las elementales necesidades vitales empezaremos a com-
prender eite fenómeno.
Busquemos pues el lugar clave que nos permita divi-
sar el panorama. Consideremos, en primer lugar, nuestra
propia figura como una posibilidad más a estudiar y da- '
remos más libertad a nuestra capacidad de enjuiciamiento.
Enumeremos lo que llama nuestra atención :

l.-Entre las formas cuyos t€stículos permanecen


durante toda su vida en el recinto corporal encontramos
gran número de mamíferos de aspecto arcaico : Ios insec-
tívoros, los desdentados de Sudamérica, los damanes y
elefantes, entre los ungulados (prescindimos de las balle-
nas cuyos testlculos no aparecen quiás en el exterior
para no perturbar el aerodinamismo de sus líneas).

2.-En algunas de estas formas encontramos cierto


movimiento de los testlculos hacia Ia región anal, un
descenso interior que corresponde a un ligero desplaza-
miento de las huevas en las especies femeninas.

3.-La formación testicular más pronunciada la ha-


llamos en los grupos mamíferos superiores en los que
predomina el sentido óptico (en gran número de anima-
les de rapiña, monos, ungulados, bisulcos y especialmente
en determinados simios se desarrollan al máximo dichos
distintivos).

4. Resulta muy significativo que esta formación ex-


trema- testicular se presente en mamíferos que ostentan al
propio tiempo llamativos ornamentos del polo sexual :
rabos y eolas en la región anal de todos los ungulados,

205
remolinos de pelo en los animales carniceros, calvicie
caracterfstica y chillones contrastes de color en el trasero
de los monos. Desprendrámonos por r¡n momento de nues-
tro t¡adicio¡al concepto de la belleza (que por otra parte
está sufriendo notables modificaciones) y habremos de
convenir que estos distintivos tienen un sobresaliente
carácter decorativo, perteneciendo al tipo senántico des-
crito con anterioridad. También el saco tesücular es uno
de tales omamentos que incluso en primitivas épocas
' destacaba de la figura del hombre, antes de que dicha
exhibición se considerase escaudalosa' los grupos en los
que el desplazamiento testicular alcanza su máximo pun-
to son los mismos en los que se encuentraú las formas
semánticas, or¡ame¡tales, del polo de la cabeza en su

F¡c. 100. Morueco ¡ls alta mo¡t¡ña, coo la c¡bcza y e¡ polo a¡sl not¿'
bLErútc -dcrtlc¡do.. El c¡mc¡o rriálico y cl dcl Norté de Amédc! Ps¡tG.
ncccn ¡ c¡t¡ l¡mili¡.


mayor plenitud, lo mismo en muestras como en pelos,
cuernos, dibujos, etc. (figura 1ü)).

Todos los intentos de clasificar el extraño emplaza-


miento de las glándulas sexuales como una necesidad
funcional, como un objeto utilitario, han dado resultados
poco satisfactorios. El estudio comparativo de las figuras
animales, la observación de las caracterlsticas de dicho
fenómeno en las perspectivas más amplias nos llevan por
el contrario a una significativa relación en la que el fun-
cionalismo se presenta como la rlltima de sus condiciones.
Algunos morfólogos se han referido, desde hace años,
a esta relación y han señalado que el desplazamiento de
las glándulas sexuales de los mamlferos hacia el polo
anal va unido a un extremo desarrollo de la parte ante-
rior del cerebro. Pero mucho nás que este desarrollo
cerebral nos llama la atención la gran importancia del
sentido óptico en Ia vida de los mamlferos superiores, y
nos parece tambiéu el descenso de los testículos una señal
con r€specto a la creciente importancia de las figuras
ópticas en los mamíferos superiores. Los testlculos colc-
cados en su definitivo y sorprendente emplazamiento ex-
terior pertenecen al mismo signo diferenciador que las
soberbias cornamentas de los ciervos o las rnelenas del
león. Son parte, pues, del aspecto peculiar de una forma
animal superior, y son r¡no de los muchos órganos con
los que exteriorizan los animales de categorfa elevada
sus cualidades, destacando no sólo el polo de la cabeza
sino también el sexual. Lo mismo que las formas primi-
tivas supieron encontrar sus órganos y ropajes caracte-
rísticos así también se da a conocer la importancia sexual
de los animales por medio de estas figuras extraordi-
narias. Esto nos conduce a un nuevo e importante signi-
ficado de la figura, a su valor de expresión, que a partir
de ahora empezaremos a investigar.

ÑI
10. IJI FIGIJRA COMO TESTIMONIO
DE IJT INTIMIDAD

Hemos reconocido en muchas formas de la figura


animal las propiedades de órganos ópticos y hemos es-
tudiado con la mayor atención la significativa diferencia
que separa la clase animal que puede apreciarse recípro-
camente de aquella otra en que las formas de las especies
familiares no desempeñan papel alguno en su vida. Así
hay elementos que disponen de ojos que actúan como
aparatos emisores sobre determinados mecanismos de
recepción.
Hemos de volver de nuevo sobre esta circunstancia
que se presenta como un distintivo de la vida animal
superior, como un grado, que se caracteriza por un ani-
mado movimiento social, por una intensiva vida en co-
mún. Un nrimero incontable de animales, pueden agru-
parse con estímulos sensoriales muy simples pero esta
agrupación no será más que una simple masa en tanto no
aparezca el fenómeno de reciprocidad como un acicate
para la vida en común, para el establecimiento de mutuas
relaciones, para Ia coincidencia de seres independientes.
Así, por ejemplo, los crustáceos sedentarios que forman
densas colonias en las rocas de las costas bañadas por
el flujo y reflujo del mar, o las medusas de cuerpos acam-


14.- lá lisu¡a a¡imal.
Frc. lol.-La intima relación e¡¡tr€ 106 animales superiore (incluso rle e"
pecis disri.ntas) corresponile al
elevado desar¡o[o de loe órganos de mam.
fest¡ciórl rccíp¡oca (Onngután oon üt¡ jov€n nasica, de Borneo, segiú fot6
gralía rlc Knrue).

2lo
panados que van siempre en copioso tropel, son agrupa-
ciones animales pobres y mezquinas comparadas con los
bancos de pec€s o con las ruidosas nidadas de pájaros
cuya vida en común ofrece numerosos rasgos que nos re-
cuerdan las de nuestras sociedades humanas (figura 101).
No debemos imaginarnos eI establecimiento de dicha
vida social de una rnanera demasiado sencilla y no pode-
mos decir por tanto, simplemente, que quizás la elevada
organización nerviosa o sensorial de tales animales sea
el origen de su vida social, El biólogo encuentra raramente
en la vida animal causas auténticas con la claridad con
que las descubren físicos y qulmicos, siendo su hallazgo
la meta más importante de la investigación naturalista.
La Biología encuentra las crecientes formas de la rela-
ción social como miembros hereditarios de las organi-
zaciones superiores apareciendo no como una conse-
cuencia sino como parte de las mismas. Correspondiendo
a esta naturaleza orgánica de las relaciones sociales halla-
mos también estructuras establecidas de forma heredi-
taria y que se hallan subordinadas a la vida social, o sea
que nos enfrentamos con auténticos órganos de la rela-
ción social.
El estudio comparativo de tales formas de la vida so
cial nos permite lanzar una ojeada sobre algunos lugares
en donde se originan estos órganos de las manifestacio-
nes sociales. En el caso de los vertebrados, particular-
mente, podemos seguir la formación de los órganos cola-
boradores del aumento de la intensidad vital, en sus di-
versas etapas. Nacen éstos en las más diversas estructuras,
que aparecen en for¡¡as sencillas y con facultades elemen-
tales al servicio de la conservación de la especie junto
con otros miembros de un amplio clrculo familiar. En las
clases superiores de estos gnrpos se forman, con frecuen-
cia, con mayor riqueza y nrlrnero y se hallan conectados
con las vías nerviosas y el sistema sangulneo que propor-
cionan los estímulos. Precisamente esta complicación inte-
rior de las clases animales supeúores nos obliga a pres-
2tt
tarle mayor atención, No es suficiente con que aparezcan
en los órganos exteriores determinadas transformaciones
que originen de un ph:maje vulgar un copete o úoño, c
de un órgano respiratorio un aparato fonético. El desarro-
llo de tales figuras debe estar vi¡culado, por medio de
Ias vías nerviosas, al campo de acción de las glándulas
hormonales y, sobre todo, debe establecerse en el mundo
interior pslquico del animal un sistema que garantice
con toda seguridad el reconocimiento de las especies
afines y esté dispuesto también a la <lectu¡a", es decir,
a la comprensión directa de las manifestaciones sociales.
Ha de corresponder pues el aparato emisor de la figura
al mecanismo receptor del sistema nervioso.
Se trata de apenas un órgano exterior del cuerpo de
los vertebrados, que no puede actuar en las formas supe-
riores del mismo grupo al servicio de la comunicación
de los estados interiores. Al ser válida nuestra represen-
tación de la figura animal, consideramos de forma muy
particular los órganos que actúan sobre los ojos pero no
debemos olvidar cu¡ín importante puede ser el significado
social de los estlmulos animales y con qué fuer¿a actúa
el olfato y el sonido lo mismo sobre nosotros que sobre
los animales, así como la decisiva influencia de los órga-
nos vocales en la vida de las aves,
Por reducido que sea el campo de acción de los efec-
tos ópticos donde podamos contemplar propiamente la
serie completa de manifestaciones animales, es sin em-
bargo, tan rico que nos veremos constreñidos a ofrecer
r:¡a selección de figuras más características. Tomemos
como punto de partida la función más sorprendente entre
las más sencillas : el movimiento. El cuerpo nadador de
un pez, el de una salamandra, el de un lagarto o el de una
serpiente, así como el de numerosos mamíferos roedores
de pequeño tamaño sirven al movimiento elemental de
la misma manera que a la alimentación, a la huida, a la
defensa o a la conservación de Ia especie. Só1o muy rara-
mente rebasa un movimiento esta necesidad ; podemos

212
observar algunas variantes determinadas, especialmente,
en la época de celo más intensa (figuras 102-103). Al sobre-
pasar notablemente las exigencias del sustento, se le ha
comparado con el juego humano y se habla de cópula o
mecatrismo ¿¡moroso. Pero tal actividad es una excepción
relativamente insólita.

Fro. 102. Dos ga:terieteoo


-
machos, €nel e5t¡do excit&
do do ame¡aza. La posición
ve¡tical del cüerpo ocssiona
un iúp¡€sionalrte efecto Pot
el cambio ilc ssltcsro.

F¡c. 103.-Lo6 gaster.fiteos hemb¡¡s ca¡ahian su aspecto al rcüenar apro


tadamento su ¿¡domen co¡r las huevas. Investigacione electu¡das coD rúode.
los demu6t¡a¡r qüe €ste nuevo aspecto do Ia hembra inlluye fue emente
robrc el macho, particularmente (derecha) el su cár¡cteríetico asp€cto ftontal
(segin Tinbergen).

213
Frc. 104.-En los c¡¡os de elevado desarrolto del sisrema nervioso, sirve
l¿ toralidad del cuerpo, asi como süs úroviúieEtos, pa¡a la codtinüa manr-
festación de los estados de ánimo inleriores. En los chirnpacés jóvenee ae
erp¡esan tales cambios no ¡ólo en la ca¡a y postulas, siüo tam¡iéú úediante
muecas. Por €j€úplo: atención t¡anqüila, ate¡rción yigil¡nte, crtado (s6gú¡
N. Kohb ).

La contemplación de los animales superiores nos ofre-


ce, por €l contrario, un vasto panorama. Es cierto que la
musculatura corporal ha de realizar todos los trabajos
de la conservación pero su papel no se reduce a este pe-
queño cometido. En la postura de los animales interviene
casi siempre el estado de ánimo actual. La tranquilidad,
la excitación o el temor, la amenaza o la agresividad. Así
como gran nrimero de lntimos estados se manifiestan
por caracterÍsticos cambios exteriores. El levantar o in-
clinar la cabez , el mover Ia cola son propiamente gestos.
No tenemos más que recordar la plástica serie de posturas
de los animales, entre las que se cuentan las adoptadas
por nuestros perros y gatos frente a otros animales afines
o enemigos. O comparar mentalmente la inexpresiva cola
de una rata con el movimiento de dicho apéndice en los
animales de rapiña y en muchos ungulados. ¡Cuán dife-
rente se desarrollan las funciones de los músculos de la
cabeza en los animales superiores ! (figura 1(X). En los
vertebrados inferiores cumplen también una misión ele-
mental de sostenimiento y respiración, pero se aplican

214
de forma tan exclusiva a dicha tarea, que la cara de los
peces, de los anfibios, de los reptiles, se convierte en una
máscara rígida, irnperturbable a las más varias excitacio-
nes que también surgen en Ia vida de estos animales. De
todas formas en algunos peces con multiples posibilidades
de expresión social pueden actuar los músculos de las
branquias superiores modificando la figura, secundados
por llamativas manchas de color que tra¡sforman nota-
blemente el aspecto frontal del animal cuando se €ncuen-
tra éste excitado (fieura 105).

Ftc. 105.-La cobertura branquial de algunos Peces que pol u¡a¡ manchas
oval€s en ls fr€nte 6e convie¡t€ eu un órgano de la exprcsión. Arrila: hemi_
üomir bihacülatüi abajo: ciclmona (según Baercnils y Baerenils-van Room)'

f,,H'i::,^,,: ,,,
--
¡ Uro,rio J
Un grupo de tales músculos de la cabeza que mueven
asl las branquias de los p€ces, se hallan esparcidos por
toda la cabeza y cara de los mamlferos, actuando sobre
labios, nariz, cejas y orejas. Esta rica articulación sirve
también en los mamlferos inferiores para los cometidos
más sencillos de la üda sensorial, por ejemplo, para pr@
tejer a los ojos de heridas o la desecación de la piel córnea,
o para desconectar pasajeramente algunos estlmulos de
los sentidos al cerrar los párpados o los orificios nasales,
o al plegar los músculos audiculares tal como podemos
observar en los murciélagos, en algunos lemrlridos y en
los oposum (rata arboricola). Algunas veces toma¡ la
forma de cornplicados mecanismos en tanto que en otras
desempeñan directamente su función cerca de los senti-
dos. ¡ Oué contraste al ver actuar el mismo grupo muscu-
lar en los mamlferos superiores, tan necesarios para el
lenguaje mlmico que caracteriza la cara de muchos mamí-
feros en relación a otros animales !
iQué cambio en la cara de los animales de rapiña
cuando pasan del indolente estado de tranquilidad al de
acecho con el amenazador resoplido, enseñando la pode-
rosa dentadura, presos de gran excitación ! ¡Cuán expre-
sivamente móvil es la cara del caballo mediante las venta-
nillas de la nariz, labios y orejas, cuya transformación
ha sido pintada desde tiempo inmemorial por los artistas !
La tranquilidad absoluta en el rostro de tales animales
nos impresiona tan vigorosamente porque conocemos
precisamente la violencia de su excitación que le convier-
ten en el slmbolo de las secretas fuerzas de la Naturaleza.
No sólo la elegancia de sus formas corporales sino tam-
bién la fuerza expresiva de sus posturas y sobre todo la
de sus caras han hecho a los animales de rapiña o a los
caballos el objeto de las grandes obras de arte.
Pero lancemos de nuevo una breve ojeada sobre el
incontable nrimero de mamíferos inferiores de cabeza
poco destacada, sobre las caras de los roedores más sen-
cillos, que sólo pueden diferencia¡ los zoólogos, para con-

216
templar asi qué particularidades son visibles en las cabe-
zas de los animales superiores y qué significado tienen
las ma¡ifestaciones externas del estado de ánino del mo-
mento.
En Ia cara de los monos alcanza las posibilidades ml-
micas tal nivel que nos obliga a establecer una compara-
ción con los rasgos humanos. Pero el extraordinario pare
cido de algunas ex¡rresiones se revela, tras un concienzudo
exarnen, como engañoso y nos adviefte de cuán largo es
todavla el camino que ha de recorrer el hombre para lle-
gar desde esta primera impresión a una perfecta compren-
sión de la fiso¡omía animal. El conocimiento del signi-
ficado de nuestro propio rostro no ayuda gran cosa a
comprender la expresión de los animales, y sólo la obser
vación paciente, continuada, nos dejará penetrar en sus
extrañas vidas.
La ley de la transformación de órganos sencillos en la
imagen de tales manifestaciones tiene especial validez para
la estmctura cutánea. Piel y plumaje son órganos de par-
ticular importancia para la protección calorlfica de ani-
males de sangre caliente, formando entre la piel y la
atmósfera r¡na capa aislante que conserva las radiaciones
de calor producidas por el cuer¡ro. Unos delicados múscu-
los cutáneos coadyuvan a esta op€ración y consiguen
la erección de pelos y plumas, el erizamiento de pieles y
plumajes que hace posible la regulación calorlfica. Los
mismos aparatos actrlan en los animales superiores, pero
sus funciones son más amplias. Algunas zonas cutáneas
se destacan por su forma determinada, por la longitud de
sus pelos o plumas o por anomallas de color, hallándose
provista de ricos grupos musculares. Estas regiones se
hallan subordinadas a impulsos nerviosos especiales, al-
canzando asl una gran irnportancia como órganos de la
comunicación,
Los pelos del lomo del gato y del perro alcanzan el
grado máximo de erección; el irritable puerco espín al
levantar todas sus prias cambia totalmente de aspecto.

217
El huidizo antílope de las estepas africanas presenta €n
su espalda, aI efectuar sus poderosos saltos, una ancha
frania de pelo, que permanece escondida en los pliegues
cutáneos cuando reposa. El blanco e indolente rabo de
algunos ciervos que apenas se percibe cuando pacen
dichos animales puede convertirse, en el curso de una
aterrorizada huida, en una sorprendente señal de aviso
al erizarse vigorosamente el pelo de sus bordes y experi-
mentar la cola una sensible erección.
¡ Entre las aves hallamos los mismos ejemplos ! Es
casi innecesario hacer mención de las colas, collares, mo-
ñas y plumajes característicos. Sólo nos permitiremos in-
sistir sobre la maravilla del pavo real y la impresionante
forma en que dicho animal puede cambiar su aspecto ante
unos ojos que le contemplen.
El que está familiarizado con las aves conoce gran
número de tales fenómenos. Así sabe que la erección o
el aplastamiento del plumaje de brillante matiz metálico
de la cabeza de los cuervos, anuncia cambio de humor o
excitación de dicho animal y conoce tarnbién cuán nota-
blemente puede transformarse el aspecto de este oscuro
y enigmático pájaro por el simple medio de tales mrls-
culos.
Los reptiles no ofrecen, ciertamente, grandes cambios
en su cara, pero los músculos del cuello están organiza-
dos de forma tan complicada que pueden erizarse en
forma de nalzacuellos", presentando un impresionante
aspecto amenazador.
***
A todos los vertebrados superiores les ha sido negado
un medio de expresión: el lenguaje de los colores. Este
es un privilegio del mundo animal infe¡ior acuático, go-
zando del mismo, en tierra firme, sólo un corto número
de reptiles. Esta forma de manifestarse, por medio de
los colores, se basa en la distinta expansión del colorante

218
F¡c. 106. C¡omatófo¡o unicelular de un pez (el ¡úcleo celul¡r en neglo).
-
A Ia izquierda: el pigmento se halla concentrado; a la d€¡echa: extendido.
Con frecuencia se encuentnn va¡ias cólulas combinadas en (órganos c¡o-
móticosr. E¡ los anfüios, reptiles y crustáceos se encuenrran células do colm
óemeja¡tes.

que en determinadas células, las cromatófaras, está ani-


mado por múltiples excitantes. Blanco y negxo, amarillo
y rojo son los pigrnentos más frecuentes (azul y verde apa-
recen en los vertebrados sólo con la ayuda de determina-
das estructuras, en tanto que los crustáceos presentan
auténticos colorantes azules). Los estlmulos que transfor-
man las muestras de color suelen comunicarse a la piel
por medio de los ojos. Sin embargo, algunas células de
color responden a €xcitaciones directas. Como mensajeros
actúan los nervios o las hormonas que circulan por la
sangre, y, con gran frecuencia, ambos a la vez (figura 106).
Este instrumento de color está capacitado para múl-
tiples cometidos. Así sirve para la activa adaptación a
los fondos. En este juego son los peces de la familia de
Ias platijas insuperables maestros. O también ayuda a
Ia regulación del calor corporal en algunos lagartos de
tierras cálidas. Pero puede ser también la expresión de
un cambio de estado como ocurre en el camaleón, que a
causa de sus cambios de color se ha transformado en el
símbolo de la inestabilidad, cuando en realidad tal ri-

219
l0?.-El órgano cromático del cslama¡, de rapirlGimos efcctoo (¡rúcl€o
ea negro). A la de¡echs: el c¡om¡tóIo¡o eatendi¿lo.

queza en la variedad de sus colores no es más que una


manifestación de sus emociones, manifestación que, por
otra parte, no nos es posible interpretar. Este juego de
colores es muy extremado en el anolis americ¿rno, cuyo
üvo temperamento expresa lo mismo temor que cólera
y cuyo paso de la tranquilidad nocturna a la actividad
del día se delata por un cambio en el color de su figura.
Sin embargo, el órgano más perfecto del cambio de color
es propio de los calamares. Se basa en una estructura
fundamental de células blancas (iridociten) sobre las que
formulan sus combinaciones las células de color, roio
azuladas, amarillo rojizas, o pardo oscuro, cambiando
así el aspecto del animal. Estas cromatófaras están forma-
das de manera muy distinta a las de los cn¡stáceos o ver-
tebrados. Su figura varía por medio de fibras musculares
de ordenación radial lo que les permite una rapidlsima
ma¡ifestación (figura 107). El cuerpo del calamar fluchla
siempre por las ondas de excitación que oscurecen o sua-
vizan sus tonos, haciéndolos más rojizos o más negrüzcos.
Estas ondas de excitación llevan aparejado, a veces, un
juego muscular que da aspereza o suavidad a su piel. En
esencia dicha transformación es seguramente r¡na mani-

2n
festación de un estadio interior de excitación o calma.
En las pausas de reposo sirve también, hasta cierto líEite,
para su acomodación en el medio. Los zoólogos, tras la-
boriosos estudios, han podido algunos de los sor-
prendentes ropajes de color de"leer,
la sepia, el calamar rnás
conocido de los mares europeos (figura 108). Este puede
ser en un principio un monótono (traje de reposo' que
le sirve, a la vez, de protección. Otro estado de reposo
supone la muestra en placas con grandes zonas transver-
sales claras y oscuras. Con la mayor rapidez pueden
acusar un estado de excitación al presentar en el dorso
dos grandes manchas de color pardo oscuro, como un par
de ojos. Pero el punto extremo de transformación lo
ofrece en sus momentos de celo. Su cuerpo ofrece un lla-
meante dibujo, de rayas blanquinegras, parecidas a la
muestra de las cebras. Este cambio se observa también
en otros momentos, pero jamás de forma tan acusada
como en la época de procreación en que las sepias üven
apareadas.
+¡+
Hemos escogido la mayor parte de nuestros ejemplos
entre los vertebrados porque quizás las características de
estos animales son las que mejor pueden penetrarse. pe-
ro también se presentan tales transformaciones de la apa-
riencia, en abundante profusión, en los artrópodos, insec-
tos, arácnidos, crustáceos. Esto lo sabe muy bien quien
se haya dedicado a estudiar, con detalle, la vida de éstos
animales. Pero en estas organizaciones, tan lejanas a nues-
tra propia especie, resulta muy difícil adivinar el signi-
ficado de nuestras observaciones, deducir el sentidtde
sus cambios.
Los órganos acústicos de las langostas, grillos y ciga-
rras estián subordinadas al instinto sexual y algunas ie-
ñales como manchas ovaladas en las alas de las mariposas
se nos aparecen como signos de defensa o de amenaza.
La investigación, que ha durado largos años, de Frisch so-

221
bre la gesticulación y aroma de las abejas nos hablan de
numerosos e inesperados medios de comunicación exis_
tentes en este peculiar reino animal.
- El de_sarrollo de que son capaces algunas funciones
elementales de los órganos de Ia piel podJmos
tarlo en nuestro ,propio cuerpo. Li abundancia "rp".i-"n-
dé los me-
dios humanos de manifestación confirma la regla general
de su origen en órganos de funciones
canismo de los músculos faciales no debe"t"*"rrtai"..ti -o
ser tenido, en
este sentido, muy en cuenta. pensamos en primer lúgar
si esta mímica es una expresión de la converiación.
-
El lenguaje del rostro humano se apoya efectivamente
sobre otras formaciones cutáneas, ast ioi e;emplo en los
vasos sanguíneos más finos, en los tubos capilares de
nuestra piel. Estos delicados sistemas tubulares, gracias
a una determinada capacidad de sus paredes, prr"á"r,
trecharse y ensancharse, convirtiéndoie, por u^n .,rminis_"o
tro. nervioso_ propio, en auténticos instrumentos de pre_
cisión, regulables por Ia influencia sangulnea. Conoce_
mos Ia acción de estos capilares como ieguladores del
c"Inr corporal, por nuestra propia experienéi" di"riu. Eo
todos los animales de sangre calienté realizan eI mismo
cometido, pero en los hombres se conüerten estos órsanos
en- medios sorprendentes de hacer üsibles, por el irbor
o la palidez, los cambios de nuestra vida afáciiva interior.
La acción de los capilares se apoya en las glándulas sudo-
ríparas que amplían en los hombres sus funciones de ór_
ganos de secreción y reguladores del calor corporal para
tomar parte también en la comunicación de los cambio.
afectivos.
El mecanismo de las pupilas experimenta un parecido
aumento de importancia ya que no se limita a su labor
elemental de admisión de luz en los ojos sino que ext+
F¡c. 108. Valiantes det jueso de colo¡es de loa calamares co¡rientcs f!.Di,r-
Do arrib¡ - abajo: Coloración repmductiv¡ <le loc h¡cho€¡ á;í

época dc descanso; muestr¡ de ter¡or; u¡¡a "n;";"h
colo"ació; ¿. ,"po- (*
""guo,l"
pa¡te, !€gú¡r Tinlerg€n ).

223
rioriza, lo rnismo en el hombre que en los- animales supe-
.iá*.,'pát á"t"rminadas vías nerviosas, las excitaciones de
internas. Si queremos enumerar todos los desarrollos
que llevan
i;;;;;i#;""; simples de los vertebrados
;;"i ñ;b;" a la formación de órganos de comunicación'
hemos de contar también con la transtormaciÓn de -ra
i*i""" á"1p"té respiratorio
-alcanzamos en un instrumento del
iJ"*"'":". "p"rato
con ello de nuevo los límites
;;";;t-.;"d;"" la de la apariencia visi-
ble de los animales' "ottt"toplu"ión
***
Precisamente la característica más elevada de los
se-
j"á"p""¿i""tes, la posibilidad de manifestar los esta-
Las
;;. il;;;.;., está al iervicio del mutuo encuentro'-
""r
medida de. la
;;;;;;;;'lL'"., q-.re ulcan'un la máxima
en una comunidad
;i;ttd""liJ;á,-p*á"" "l"it también y en los órganos
q"" r" upoyu e., una .ica vida interior
*';;.;;;;ón
del recíproco conocimiento.
con los animales sencillos del mar
,r".áit" la distancia que separa a estas vidas indi-
"oi""i"t
ierentes, p"." u.l,. bellas figuras, del auténtico senttdo
¿" i" Casi todos los seres marinos viven corn-
"*i.i"""iu.
;i";;;;;;t;s. En las especies de las anémona-s acui
ii"ua. muchos erizos marinos y en algunos gusanos.oe
"n viven apiñados en reducido espacio' se nota a taF
qu"
-*
i*"-r.-""s¡lria"á del encuentro con otros seres de su mis-
;r;;;-i;;útá l. épo"" de celo que agrupa'.pormedio
animales simples
d" no"uoa y poderosos estímulos, a los
terrestres áe distinto sexo, se limita en los seres acuaTl-
.""ciltos a la evacuación en el a,gua de gérmenes re-
(Palelnal:
nroductivos. Los padres -¡cuán pobre es
"os su-
oaoel !- se desenvuelven sin sentir la necesidad del
cur-
superiores
á;il d" úi crta., propio de las organizaciorre-s Los ani-
il- ""táitá¿" án ui tia". más desarrolladas'
i.";ü;i;;;. l,r"á"o t". ricos en formas' en manifes-
224
taciones hereditarias del instinto y üevar, sin embargo,
una vida, a pesar de tal variedad, precaria e inexpresiva
en la que las emociones interiores apenas estiín desarro-
lladas.
La vida animal superior se destaca de todas estas otra-s
vidas inexpresivas por la posibilidad de ma¡ifestaciones
espontiáneas, que son siempre un signo de riqueza interior.
¡"Espontiáneo" !, con esta palabra se hace patente que la
apariencia de los animales puede transformarse de un
momento a otro como consecuencia del cambio del esta-
do interior, al obedecer automáticamente a dicha reacción.
El animal no simula estados de ánimo sino que los refle-
ja abiertamente en su apariencia. Pero la circunstancia
de que dicha regla tenga también algunas limitaciones,
donde al parecer no se cumple, es todaüa objeto de
nuestra investigación. Conocemos algunas de tales orga-
nizaciones y la familiarización con la vida de los animales
superiores nos proporcionaría un aumento considerable
del número de tales ejemplos. La capacidad de Ia mani-
festación espontánea es un miembro importante de toda
organización animal superior y resulta para los hombres
una valiosa señal de las sensaciones de la vida interna de
los animales que de otro modo serían completamente
impenetrables. Es una tarea esencial de la investigación
naturalista el determinar exactamente para cada especie
la importancia de los distintos órganos de Ia relación so-
cial.
Como las manifestaciones de los animales superiores
son comunes, en algunas ocasiones, a las de los hombres,
cre€mos importante resaltar las propiedades de nuestra
capacidad humana de exteriorización. El mecanismo de
la expresión del hombre equivale ciertamente al de los ani-
males superiores, pero el aprovechamiento de algunos de
sus órganos es muy distinto. Así pues las manifestaciones
espontiíneas tales como el grito y la actitud agresiva son
más bien raras y sus escasas apariciones son retenidas y
sofocadas por la fuerza de las convenciones de nuestra

225
15.
- l¡ fie¡.lra animal.
vida social, Las expresiones propias del hombre se formu-
lan por medio de un leuguaje, regu.lado por las leyes so
ciales, y de unos gestos, regulados asimismo por Ia tra-
dición. Así pues dichas expresiones pertenecen a uná
esfera distinta a la vida animal; son expresiones "domi-
nadas, que salvan las asperezas de un sistema de mani-
festación espontánea. Pero tan claros y simples no son
estos llmites como nos hemos imaginado, Existen gran
número de sectores intermedios, característicos del hom-
bre, donde se presentan precisamente las manifestaciones
de la vida emocional de más difícil comprensión. Así por
ejemplo el mecanismo del rubor y de la palidez, que es
una forma espontánea no dominada todavla por la tradi-
ción o la voluntad, y la rica y significativa posibilidad de
la risa y el llanto, sujeta a las fórrnulas convencionales
del hombre.
De nuevo nos encontramos ante los llmites a que lle'
g¿rmos con la contemplación de los órganos de expresión,
los que no queremos traspasaf ya que nuestra atención
se dirige exclusivamente hacia la figura animal.
*at
I
¡Las fronteras son siempre difíciles de trazar y presu-
ponen siempre alguna violencia ! Esto es viálido para los
fenómenos expuestos en este libro y que llamaremos ,,me-
dios de expresiónD. La contemplación de las figuras nos
lleva de los fenómenos de la manifestación de procesos
psíquicos a puntos mucho más alejados de lo que nos
imagináramos en un principio, Lo que consideramos ex-
presiones momentáneas de los estados internos de ani-
males superiores tienen su propio equivalente en el que-
hacer natural de algunas formas animales más simples.
La erección del pelo, el encorvamiento del lomo, y otras
posturas semejantes de defensa o amenaza nos recuerda
sorprendentemente al movimiento de temor de las na-
riposas, por ejemplo, a las manchas ovales, de vivos colo-

226
res, que mu€stran súbitamente las satu¡nias o a la enga-
ñosa posición de las orugas que de repente quedan
inmóviles como si fueran una pequeña rama (figura ó0).
La semejanza es tan marcada que el espontáneo movimien-
to de expresión de los vertebrados superiores tiene su
equivalente en los fenómenos inconscientes. Cuanta ma-
yor es la exactitud con que comparamos la capacidad in-
nata de los crustáceos e insectos con el comportamiento
de los vertebrados, tanto más difícil nos resulta trazar
unos límites entre los fenómenos que son auténticas ma-
nifestaciones de cambios pslquicos, reveladores del esta-
do de rínimo del animal, de aquellos otros que parecen
orientars€ hacia los ojos que los contemplan, aunque su
misión sea el engaño, Ia simulación ante la vista de las
especies extrañas. También la posición de inmovilidad
de los pájaros que quieren proteger a sus crías de la pre-
sencia enemiga pertenece a esta situación límite (figura
109). Se trata, sin embargo, de una forma de reacción he-
reditaria encaminada a engañar a los otros animales. En
muchos grados y matices son estos fenómenos auténticas
manifestaciones de numerosas máscaras de simulación.
En esta multiplicidad del comportamiento de los anima-
les nos encontramos con los casos más extremos, desde
la manifestación franca hasta el engaño absoluto; una
riqueza de posibilidades que nos recuerda, en conjunto,
a nuestros medios propios de expresión con la diferencia
de que en los hombres aparecen, además de las manifes-
taciones involuntarias, la voluntad consciente de decir la
verdad o simular el engaño.
En otras direcciones es asimismo diffcil establecer
límites para los órganos de la expresión. Quien intenta
estudiar minuciosamente todas las estructuras que parti-
cipan en la expresión de los cambios internos de los ani-
males se encuentra muy pronto con los momentáneos
cambios de aspecto a que hemos hecho referencia en este
libro, Algunas señales caracterizan determinados estados
interiores de larga permanencia, aunque son reemplaza.

227
>c

Frc. 109, Maniobrs! de disimulo. Por ejemplo' la inmoviüdud de algunor


- dehe desvia¡ la aterción de los polluelos, Plaúter ¡ lo€ investi'
páje¡o€ que
gadores un p¡oblema de difieil solución. Nuestro grabado representu (según
dibujo de Tunuicliffe) a un chorlito que es ura especie en la que los dos
sexos Pr¡ctican la i¡¡moviüdsd.

dos después por otros fenómenos. El ropaje de los gaste-


rósteos machos con sus vivos matices rojos y búllos ar-
gentinos, la hermosa apariencia primaveral de la sala-
mandra macho con algunos de estos signos, ya que
anr¡ncian durante cortas semanas la predisposición sexusl
de dichos animales. Cuando la vida, tras apagarse la viD-
lenta excitación de la época del celo, vuelve a recuperar
su ritmo normal, se reducen los suntuosos colores de la
procreación al modesto ropaie cotidiano. Así tambiéu
muchos reptiles y aves cambian en el transcurso del año
el fastuoso aspecto de la época de celo por el propio de
la estación de descanso, Existen muchos otros distintivos

228
periódicos semejantes a éstos y si conociéramos mejor
el sentido de los mismos podrlamos ordenar sin duda
todos estos fenómenos de las manifestaciones interna:,
Asl también la cornamenta de los ciervos que se desa-
rrolla por Ia influencia de diversos cuerpos sangufneos y
que en el transcurso del año es echada varias veces es
anuncio de secretos procesos internos del animal. El
descomunal desarrollo de los cuerpos del wapiti obedece
también a la regla general de gran número de órganos de
expresión. A él corresponden en los grados inferiores
de organización los modestos apéndices frontales de algu-
nas clases de ciervos de pequeño tamaño, Estos reducidos
cuernos son eficaces armas de lucha con sus rivales, es-
tando, por tanto, al servicio de una función general de la
vida del sexo. También las hermosas cornamentas de los
grandes ciervos tienen un cometido parecido, aunque sus
formas rebasan ampliamente el carácter de simples ar-
mas de defensa.
Estos órganos periódicos revelan ciertamente, con gran
frecuencia, Ia repetición rítmica de la excitación sexual
pero no se limitan exclusivamente a tal función ya que
participan también en los cambios de ropaje de Ia época
juvenil a la madura. El paulatino desarrollo de los cuer-
nos, desde la sencilla excrecencia juvenil hasta la forma
madura, típica de la especie, pasando por la horquilla, no
es sólo un obligado pero insignificante fenómeno acom-
pañatorio de los procesos internos de maduración sinc
que es también un aumento de la apariencia del animal,
que anuncia con el lenguaje de la visibilidad acerca de
las transformaciones interiores que comportan al animal
toda la madurez y perfección de que es capaz.
Así nos lleva la contemplación de los órganos de ex-
presión al mismo Iugar que noq condujo ya la observa-
ción de los cambios de apariencia a Io largo de la evolu-
ción o al estudio de los órganos sexuales. Podemos apre-
ciar que Ia figura corporal de los animales sobrepasa las
necesidades elementales de su conservación.

229
1t. PARA IJI COMPRENSION DE
I,A FIGIJRA IINIMAL

Al principio de nuestro contacto con la figura animal


hemos hablado ya de la contradicción entre su interior y
su exterio¡. Es quiás muy interesa¡te volver de nuevo
a nuestro punto de partida después de haber conocido
algunas figuras animales bajo diversos aspectos.
Por la fuerte impresión de sus numerosos cometidos
utilitarios que sirven a la organización de nuestra vida y
al dominio de las fuerzas de la Naturaleza, se acentúa el
interés de la investigación sobre los problemas de las
funciones vitales generales. Efectivamente, los esfuerzos
para el dominio de las fuerzas de la Naturaleza se centran
en estos métodos de trabajo que pudieran desembocar, Ce
manera exclusiva, en el dominio sobre las cosas o bien
poner este poder al servicio de la Medicina y de las trans-
formaciones productivas de los sistemas de vida huma-
nos. Tales investigaciones tienen por objetivo principal
encontrar las leyes generales del consumo energético de
Ios tejidos vivos, conocer los procesos de la respiración,
de las excitaciones nerviosas, de las concentraciones mus-
culares, averiguar las condiciones de la actividad glan-
dular o del crecimiento. Se interesa también por los su-
cesos secretos de los núcleos celulares que participan en

231
forma tan múltiple en el futuro de los organismos, enlos
procesos casi irnpenetrables de la sexualidad, en las for-
i¡as esenciales de la evolución. El número de hechos cuyo
conocimiento debemos a la brlsqueda de las leyes gene-
rales de la vida es iucalculable, sus repercusiones son con-
siderables y sus consecuencias, siempre en aumento, ¡o
pueden sei determinadas. Pero algunas veces asalta a los
Liólogor, en el curso de sus tareas, una sensación que el
más lenaz investigador de las últimas décadas, f. von
Uexküll, describió en cierta ocasión de la forma siguiente:
Al cieniífico se le aparece la continua acumulación de
hechos sobre los procesos vitales como la imagen de una
extraordinaria nevada, cuyos densos copos transforman,
de manera encantadora el paisaje, pero que a medida que
aumenta va enterrando cada vez más profundamente las
figuras, confiriéndoles formas indeterminadas, Por fin, la
inácabable nevada apenas nos permite sospechar la ri-
quéza de formas que perrnanec€ inmóvil bajo la densa
capa blanca. Y los espesos copos caen sin cesar...
De manera parecida, las investigaciones de las leyes
vitales generales, ha anulado la visión de las figuras vi-
vientes en toda su riqueza de formas, y a veces es esto
fruto de una necesaria renuncia, de la sustitución de la
abundancia de figuras por la ascética grandeza, por el
deber de abstinencia de los investigadores modernos'
La idea de la evolución y el intento que significa esta
teoría de tener en cuenta el transcurso del tiempo, no
sólo ha disminuido el valor del individuo sino que ha
reducido también el destino de una nclaseu a un punto o
a un breve recorrido en el proceso evolutivo que tiene
millones de años de existencia.
En la búsqueda de las leyes generales de la vida se ha
omitido por completo que las uclases, individuales
o animales- peÍnanecen durante largo tiempo
-plantas
con su misma apariencia y que muchos mecanismos de la
actividad sexual aseguran esta estabilidad. La evolución
es sólo una parte de la verdad; la relativa estabilidad de

232
las clases durante largo tiempo es el necesario compl-'
mento, la otra verdad.
Una de las ideas principales del análisis científico ha
participado de manera decisiva en el abandono de la fi-
gura animal por las teorías biológicas. Hemos destacado
ya en otras ocasiones este criterio. La finalidad de la ten-
dencia, extraordinariamente fructífera, de los investiga-
dores naturalistas es encontrar tras la variable apariencia
de los animales, que desorienta a nuestros sentidos, los
elementos estables, constantes, de la estructura y de los
instintos y formar con ellos una imagen mucho más rigu-
rosa de la ¡ealidad, La apariencia se eclipsa tras las fuer-
zas desencadenadas por el análisis y tras las reglas de su
actividad. Este concepto convierte a las imágenes accesi-
bles a nuestros sentidos, que toman forma ante nuestros
ojos, que suenan a nuestros oídos e incluso a las que nos
hablan de manera inconfundible con su olor, a simples
signos de lo oculto, a <testsr y (m¿¡nómetrosD, como les
llamó Lebedinsky en su interesante teoría sobre los cuer-
nos de los ciervos y formas afines. Esta abstracción de la
multiplicidad de la apariencia externa es, en un princi-
pio, una valiosa y necesaria simplificación con vistas a
un planteamiento concreto y general de losproblemas bio-
lógicos. Pero esto encierra el peligro de qué el afán sirnpli-
ficador de la investigación no lo reconozca como tal, de
que se olvide por completo el porqué se ha realizado en
su origen. Y en este estado toma fácil incremento la idea
de que las imágenes que se ofrecen directamente a los
sentidos no son más que consecuencias accesorias de los
hechos mucho más esenciales, más propiamente uben-
trales".
Un paso más y nos encontramos'con la teorla, bastante
divulgada, de que el exterior de los animales no tiene otro
objeto que la conservación, por medio de la obtención de
los alimentos y del movimiento, por los actos sexuales y
de evitación de enemigos, de Io esencial, de los aparatos
internos. La teoría, formulada así, parece una exagera-

233
ción, pero no serla difícil conseguir pruebas de que-cou
cuánta reiteración se contempla en el vasto campo de la
evolución e investigación fisiológica, la vida de los ani-
males con esta persp€ctiva. Con frecuencia es apenas
exteriorizada la preponderancia de dicha opinión, pero
se trasluce a través áe toda la teoría de la figura animal'
Se llega por fin a la conclusión de que el cuerpo animal
debe ionsiderarse como un usac physiologique>, según
el historiador de arte Henri Focillon manifestó en una
ocasión, La figura exterior no es más que una herramie-nta
y una envoltura de la unidad orgrínica interior, y su for-
-u tro más que Ia última exteriorización de las entrañas
"t
que contiene,
Esta teoría se nutre, disimuladamente, del convenci-
miento de que llegará un día en que podrá se¡5i'lSrar cl
organismo óomo ál complejo mecanismo de las fuerzas
qré ve-o. en frr¡ción en las naturalezas inorgánicas -y
{ue se investigan con los métodos de Ia física y de la
química.
***
La transformación que se ha realizado en las últimas
décadas en la Biología empezó con el sacudimiento de
las mencionadas convicciones. Precisamente con motivo
de las investigaciones sobre los procesos de desarrollo
-la
de
los gérmenes animales ha ganado te¡reno teoría -de
que l-as facultades vitales sean distintivos de determinados
sistemas, de ciertas ordenaciones de la materia que si-
guen reglas distintas a las que rigen los sistemas atómicos
! moleculares que se presentan también en el exterior de
los organismos.
Sabemos que, ciertamente, la regularidad de la orde-
nación atómica y molecular surte efecto en los seres vi-
vos, pero se encuentra subordinada en estos casos a las
reglas que rigen tan sólo para los organismos vivientes.
Esta interpretación ha tomado dos direcciones distintas,

234
En la actualidad comprendemos mejor que en la época
en que se disputaban la interpretación de la vida los me-
canistas y vitalistas, el porqué el empleo de métodos fl-
sicos y químicos tiene un extenso y fructífero campo de
aplicación en el estudio del organismo y cómo estos mé
todos. aprovechan la ayuda de otros elementos, tales como
Ios correspondientes a las propiedades de los seres vivos.
Cuando examino, por ejemplo, el colorante azul de gran
número de plumas de ave, me proporcionan los métodos
físicos y químicos, como es natural, interesantes datos.
Asl me demuestran qu€ el azul en cuestión, en contraste
con el color de una flor, no es el matiz propio de una ma-
teria determinada, no es, pues, r¡¡ pigmento, sino la apli-
cación de complicadas reglas de dispersión lumínica, C+
mo fundamento de tal hipótesis encontramos que las
partlculas de materias submicroscópicas en el medio de
dispersión lumínica deben ordenarse dentro de la lon-
gitud de onda de la luz. Descubrimos también en segpida
que la intensidad del efecto azul depende del ennegreci-
miento del fondo en el que se apoya la estructura azul.
En una palabra, tienen aquí vigor todas aquellas reglas
que dan al azul del cielo su tono opalino o su intensivo
brillo (fieura 110). El radiante azul de las alas de algunas
--¡ariposas, como por ejemplo la clase morfo sudameri-
cana, se basa igualmente, en la dispersión de la luz, la
cual se practica en la complicada estn¡ctura de las esca-
mas que recubren las alas. El qulmico descubre por e!
contrario en los crustáceos colorantes auténticos. Los re-
sultados de los análisis de colores son parte importante
del conocimiento de las posibilidades vegetales y anima-
les de la formación de colores. Pero cuando nuestra aten-
ción se desvía del origen al significado de los colores,
interesándose en cómo actúa dicho azul ante los oios que
le contemplan y en qué sentido se orientan sus funciones,
carece entonces de importancia el hecho de que su efecto
proceda de un colorante o de una estructura determinada.
Se plantea entonces la cuestión científica de las propie-

235
F¡c. ll0.-Pluma de la cabeza de un pájaro turyuea (Cent¡o y $damétic¡)
coü u¡r Esplandecieüte color gzül cl¡m. Cortla¡ia¡lente a lo quo auceile oo
Ias plunas rtlg¡¡es, están o¡ientados los fioos r¿dios de Ia pluma hacia el
¡!ta, de vigo¡!€a *t!üctura. Est€ se co¡¡rpone de r¡úa Parte central de color
lregro, t ura cüvohüra que origina la diryersión de los rayos aqul€s. Como
tod¡r l¡s €€tructu*r (ópticas) s¡ílo se encuent¡a €ste fenómeno e¡1 la Pa.t€
visible de la pluma.

236
F¡c. lll a.-L¡ siEple vi.sta de estos doe peces corslífems (¡€p¡€óe¡ta¡teg
<le la especie de los caetodo¡¡ y balistas) nos advierte qüe sü m¡¡€stra se ha
desarmllado como ün órgano semrintico, que lss señales son trcaprichoeas:: ¡
que se ha alcanzado así el máúmo de originalftlad del dibujo.

dades particulares de la contemplación recíproca que


sólo s€ presenta en los seres vivos entre sus fomas su-
periores.
La contemplación de la üda animal y, en especial i¡
investigación experimental, descubre en las figuras exte-
riores muchas señales que tienen su significado en el
campo óptico, disponiendo de dichas características lo
mismo las señales ocultas como las destacadas, las estruc-
turas que disimulan una figura como aquellas otr͡s que
las hacen resaltar llamativamente. Desde la actividad ele-
mental de la conservación, que evita el exterminio de la
especie hasta la sutil vida sexual o la relación entre paües
y animales jóvenes, encontrÍrmos gran número de fuü-
ciones importantes de la apariencia animal. Así, por
diversos motivos, le damos el nombre de
"órg¿¡es 6O¡¡
cos>, instrumentos especialmente adecuados para la con-
templación en multiples sentidos, pudiendo ser tambiéI
imágenes de las manifestaciones de los estados de ánirnr
interiores (figura lll). El reconocimiento de sus múlti-
ples funciones visuales concede a la figura del animal un
papel más importante que el de r¡¡ modesto (saco fisiü.
lógicor, de una simple envoltura y nos lleva por último
a la comprensión de las funciones relativamente elemen-

237
Frc. lll b.-E¡¡ coútadicción con I¡ infe¡ior organización do le necl- 1
la va¡iedad de loe adomos de ls cobezs' la mi¡m¡ originalidad
"f"""r". -t de las especies rnuv difereociadas' qstT.qos colib¡i!
i.-- --- lú"¡* ¿**rivoe nisna
1""
especie dc lophornis Qeg:n Gould)'
pá"o""* a la

tales de la conservación, en las que muchos biólogos.han


querido ver limitadas las interpretaciones posibles d€ la
aDariencia exterior.
-- L"ltt*.tigución proftrnda de estos órganos visuales
nos hace avanzar un paso más en el conocimiento de l¿
-pronto
¡g"." .ig¿"i"t. Pero nos daremos cu€nta de que
to experimental de una función descubre
"Í "otto"itti"t
;;"";;;t" i pap;l que desempeñan los distintivos.d-e
lai fisuras. pero con ello sólo puede apreciarse parcial-
mente las singularidades de la forma' En primer- lugar
.?i. ." la existencia funcional de dicha forma'
".Ui"á
a un orden determinado. Nosotros la vemos en
.i- tigtifi"u¿. de indumentaria de color ; r¡n elemento
"pti""au
formil se presenta como semántico o como crlptico y se
;;"rpt;;b;; naturaleza de miembro de un círculo fun-
cional.
--- pero
la. propiedades de la verificación formal de un
238
cometido no están afectadas por la determinación de
dichas funciones ni pueden ser explicadas por las mismas
(figura 112). Nada se dice con ello sobre las muestras
particulares de los moños de un pájaro, de las alas de una
mariposa y permanece sin explicar la forma específica de
los cuernos de un ciervo o el dibujo de la cabeza de una
cebra. Lo mismo podemos decir sobre las hojas de las
plantas. Se puede asegurar la utilidad de ciertos árboles
de los bosques lluviosos de los trópicos, o se puede des-
tacar los efectos lumínicos a través del mosaico de hojas
de nuestros árboles, pero con ello no se podrá aludir ni
a la increlble variedad de dibujos nerviosos de las hojas,
ni a la forma de sus bordes ni a la simetría o caracterís-
ticas que las plantas ponen, profusamente, ante nuestra
vista.
La imagen de una correlación funcional parece estar
reservada con preferencia a ciertas figuras en las que for-
ma y función constituyen una sorprendente unidad. Así
por ejemplo las líneas aerodinámicas de los nadadores
veloces, sean peces o delfines, la figura de los pájaros con
el delicado apéndice de sus alas, o las musculosas y es-
beltas extremidades de los rápidos rnamíferos de las estc-
pas. Esta selección no sólo ha sido favorecida por su cons-
tante repetición en los libros de texto sino que fue apro-
vechada como base de toda clase de teorías sobre la ciea-
ción artística primordialmente arquitectónica, Esta ele-
vada utilidad práctica, esta concordancia perfecta entre
forma y función pasa por ser la verdaderá fuerza de la
Natu¡aleza a la que el hombre imita con su organización.
Pero el hecho de que esta teoría repercuta en el in-
terés por tales formas de vida
"técnicasn, creando así una
casta de privilegiados no ha merecido suficiente atención.
Los <otros", son lo mismo sabandijas, que insectos, mons-
truos o colosos, crías o gusanos, toda una colección de
seres deformes de los que destacan sólo un corto núrnero
de grupos de animales que presentan una unilateral valo-
ración estética. ¿Pero qué valor tiene la serie de figuras

239
obieto de nuestra predilección, comparadas con la mul-
i¡iir¿ ¿" figuras animales que no dicen nada o muy pocr
técnicós y que, sin embargo' formu-
"lan"""tt.ot-."ntidos
preguntas de no menor complicación que las tormas
a nuestra mente?
"- fácii comprensión
de
las numerosas señales de .la
;;i;;;-il cottsid"rar
.it significado utilitario como inexplicables
^"#;;;;
J'i".áÁpi.".iul"l A,ttt en el caso de que asl fuera ten-
áti"t"..'q"" estimar seriamente su existencia' un
conside-
factor im-
;Ñ;; áspecto de la figura animal como esta
p;;";; áJü tt"t t.ul"tu' Pero antes de adoptar de-
desde
lisión, examinaremos una vez más la figura animal
;-ñ"to de vista distinto aI de su utilidad práctica'

F¡c. ll2,-Esta irnagen rlel ca¡nero del Africa del No¡te nos olrcce de
a *""*a eoire las figurá¡ superiores y los peces coraliferm' Los
"u"".
medio€ úáe disdnto€ son utilizados para resáltat el Polo dé la cabeza' llr
carnem alca¡za el elevado indice de la corteza cerebrsl de 26'3' €n
tanto
que dicho ínüce es en los jabalís de sólo 14

240
F¡c. 113 a-Tambiér €n loé mamil€los con un sentido ollativo muy deaa'
rrollado puede o¡ientarsc ls elevada cerebraüzación de toda su org¡nización
hscia ls manil€stación social, DiJ€rencias de pelaje y color, disrinción de la
cabeza y del polo anal, ca¡acterizan también el lobo euxopeo' El anim¡l
do este grabado demüestl¡ su catego¡ia social, en ta¡to que algunG ot¡o€
ti¡rcs inferiores no se müe3tran t¡n i4ponont€6.

Existe, pues, un método científico diferente al genético y


al fisiológico. Es el método de la comparación formal
utilizado ya por la morfología desde hace mucho tiempo.
Este sistema de trabajo nos permite la investigación
de las relaciones entre las señales d€ organización, cuya
concordancia no puede representarse simplemente como
causa y efecto. Asl encontramos diversas relaciones entre
el grado de diferenciación y la figura de la apariencia
exterior, como quedó demostrado en los capítulos ante-
riores. Volvamos de nuevo sobre algunas cons€cuencias
de tales comparaciones.
La más importante es, sin duda, la contradicción de
la figura externa e interna que aparece particulannente
en lol grados en que el aspecto exterior no presenta valor
óríptico ni semántico. Los distintivos de las figuras son
241
1ó. La fisura animal.
-
Ftc. lI3 b. Pcición <le Ia cola, erizamiento o dcacenao del pclajo ¿lel lono,
postura de -las orejas, así cono todos los otroo aspectos del cr¡e4,o, juegan
Gd la vida ¡ocial del lobo ü¡¡ iúpofante papel y son interprctado€ po¡ su!
congé¡¡e¡es coho ñ¡lif€€t¡cio¡es del estado intemo del a¡imal. El lobo dc
la üquierda se encueat¡a en el punto más púvil€giado de la sociedad, en
tanto qüe el de la derecha le está subordirado (nü€sEo grabado no ¡epresenta
ninguaa cescenar siDo doE po€türrs). Al propio tiem¡ro ae reproduce la par.
ticülsr €€tructüra del polo anal, conparada con Duest¡¡ fig¡¡rs f00 (s€dn
R. Schenkel).

ópticamente indiferentes, y
siguen, sin embargo, unas
leyes propias de la formación. Estas figuras, ópticamente
indiferentes, son los puntos de partida de las figuras efec-
tivamente ópticas y desempeñan, asimismo, un papel im-
portante en la vida.
Hay algo que se nos revela con singular claridad.
Cuanto más elevada es la organización tanto más llama-
tiva es la distinción formal de la cabeza como polo con-
ductor. Es esta una relacíón general que puede compro-
barse en todos los grupos de animales superiores y en
especial en los vertebrados (figura 113). Por la acumula-
ción de contrastes, por la acentuación de señales, se ori-
ginan impresionantes formas capitales que distinguen
notablemente la parte más notable del cuerpo animal y

242
la convierten en la inconfundible representant€ de toda
la figura; en tanto que en Ias especies inferiores se hallan
repaitidas estas señal€s por todo el cuerpo de manera ca-
prichosa y dispersa, ya se ha hecho resaltar que señales
parecidas, aparecen, particularmente en los mamíferos,
distinguiendó los polos anales, el centro de las funciones
.""o"i"r, Pero qué el cometido de los acentos formales
sobrepasa ampliamente los objetivos utilitarios, debemos
tenerlo siempre presente. Esto no excluye la incorporación
de los distinlivos de las figuras a los órganos de la con-
servación. Mas es importante y decisivo el criterio de que
la función de tales teñales como simples sentidos de la
conservación son sólo una parte de su cometido.
Yo comprendo.algo" de los simples músculos audi-
tivos de loJ mamíferos cuando los relaciono con la capa-
cidad de localización de sonidos. También cornprendo el

Frc. Il4.-Et elefante sI¡icaro (izquierd¡) v el iodio han sido codidera'


doo, a patrit ¡le G. Cuvier (182?) como de u¡a $Pecie disti.[la' Son Éucho
mís dife¡er¡te! €r¡t¡e !í qüc el lain y el tigxe'

243
complicado ¡necanismo de enrollamiento y plegado de
los grandes músculos del oído de algunos animales noc-
tumos como un medio de protección de los estímulos rui-
dosos durante su reposo diurno, que corresponde en
cierto modo a nuestros párpados, aunque aparezca muy
raramente en nuestros oídos. El cambio del dispositivo
auditivo lo ncomprendo, como un acto subordinado al
cambio de estado inferior, como un medio de manifes-
tación. iPero no puedo cornprender en absoluto Ias ex-
travagantes formas, el pelaje, la coloración y otras parti-
cularidades que participan de forma tan drástica en la
figura característica de la cabeza animal ! Es preciso de-
clarar sin ambajes que el descubrimiento de una rela-
ción entre la situación de acentos formales y el grado de
diferenciación de un animal tampoco nos hace "com-
prender" las propiedades d€ tales distintivos de la figura.
Se efectúa exclusivamente su distribución entre la mul-
titud de formas animales incomprensibles dentro del te-
rreno de los sentidos.
¡ La capacidad sensorial ! Se Ie toma en forma muy ge-
neralizada como la relación conocida, y no como una ex-
plicación de las particularidades de la forma. iTodo lo
contrario ! Es precisamente tlpico que la capacidad senso-
rial asl reconocida no representa la utilidad práctica, la
necesidad funcional sino que rebasa todo este campo,
aunque resulte fácilmente perceptible su subordinación
al grado de diferenciación. Es decisivo que no achaque-
mos las diferencias de forma tan característica como la
región frontal de las dos clases de elefantes viüentes to-
davía hoy, a una elemental utilidad, sino a la expresión
tlpica de dos especies diferentes y comprendamos que
dichas diferencias formales de la cabeza de ambos gigan-
tes aumentan drásticamente la inconfundible estampa de
su firura.
Nosotros r€conocemos también lo hemos discu-
-ya
tido anteriormente-, que las características diferencia-
doras de una especiE son tanto más pronunciadas cuanto

244
más cerca se encuentra el órgano de la periferia. En la
cabeza de los mamlferos se destacan los dientes en grado
sumo, con independencia de sus funciones (tanto más en
los picos de las aves) que rebasan ampliamente cualquier
concepto de utilidad. Cuanto más externo, úás caracte
rlstico y cuanto más superficial, más especlfico (figura
11s).
Los distintivos de la figura tienen un valor de forma
particular que no puede entenderse cono función de la

Frc. lt5. Desarrollo cragerarlo


- de la familis de lo3
d¿ loc iruectos
g¡i[os. El p¡imct s€gmcDto p€cto-
ral (protóra:, sombreailo) cetÁ le
m¡do eu distinto t¡maño. Moet¡¡.
mc comparativamento (reilucüo e
u¡ra rnisma longitud co4orel) uo
grillo cor¡ierte; dcspués, cl euro
peo c€ntrotü3 y, fi¡alncrte, do.
ejemplarcs mcjicaroe, rcp¡€sent¡s-
t€s de la ep€cie de lo! esfougolorur
(los riltinor regrin Peláez). El u.
perdesarrollo ca igual on lar trer
cL!€3.

2l,5
conservación ni como imagen de las manifestaciones de
los cambios de estado inteúor. Este valor de forma pone
ante nuestros ojos tales imágenes singularmente plásticas.
Lo específicó que se encuentra en la invisible estruc-
tura de lás sustancias vitales, en el protoplasma, que in-
fluye en todas las reacciones de la sangre, que determina
incluso las particularidades del comportamiento del ani-
mal, se manifiesta singularmente en el aspecto exteri-or'
El fisiólogo e investigador de la psicología animal, el ho-
landés Buytendijk (1923) ha llamado a este sentido de la
apariencia con el nombre de uvalor demostrativo del sern
¡ryo mismo lo he descrito como "valor de la representa-
óién". embas denominaciones intentan orientar la aten-
ción visual sobre el significado esencial de la figura exte-
rior, que con tanta fretuencia se descuida en la búsqueda
de funciones directas y de necesidad vital. i Cuán satisfac-
torio sería que este olvido procediera sólo del hecho de
que esta faceta de la figura orgánica se considerara como
algo natural ! Pero no es este el caso. ¡Cuán numerosos
soir los intentos fracasados de ordenar los distintivos de
la apariencia según su utilidad prictica de conservación,
ocasionando incluso la ridiculez de algunas explicaciones
el descrédito de tales investigaciones. ¡La acentuación de
este valor representativo debe atraer de nuevo la atención
sobre las significativas propiedades de la figura, que hacg
aparecer lo insólito de tales formas vitales por medio del
lenguaje de los sentidos y que confirma directamente en
la forma tales particularidades.
Los biólogos se han esforzado en presentar por sepa-
rado estos valores de representación como una correla-
ción fija entre fieura y grado de organización. ¿Quién pue-
de saber hoy la importancia de dicha correlación? Pero
no hay duda de que nos acercamos a los límites de ex-
plicable, cuyo conocimiento es también un deber de los
investigadores ¡ Pero sólo en esta frontera de 1o explicable
científicamente se nos presentan también las particulari-
dades de la figura animal.

246
OONCLUSION

Quisiéramos hacer un último alto en nuestro viaje


por el reino de la figura animal en una de las fronteras
éxternas de su üda, que es al mismo tiempo el límite de
visibilidad sin el empleo de microscopio. Nuestra búsque-
da se orienta hacia algo disimulado, hacia los diminutos
moluscos de los fondos húmedos. Su inapreciable masa
protoplasmática fue descrita en un principio como mixi-
mic.los, considerándola como una planta, por 1o que sus
órganos sexuales se llamaron cuerpos de fructificación'
Yi en 1858 denunció el botánico de Bary su condición
animal y en la actualidad se acepta uniínimamente esta
teorla. Hoy les llamamos de nuevo micetozoos y su descrip-
ción aparece en todos los tratados de zoología.
Es un objeto importante de estudio las llamadas orga-
nizaciones plasmodiales que ofrecen en el campo del mi-
iroscopio una masa de plasma poco estructurada con
numerosos núcleos. Este plasmodio vive en su mayor
parte en los montones de follaje pútrido, en el humus
de los bosques, en la madera corrompida de üejos troncos.
Algunas veces alcanza Ia masa mucosa, en su movimiento
reptante, la superficie de su refugio pero sin que llegue a
concretarse en una forma determinada. La masa plasmáti-
ca a la que debemos atribuir la forma habitual, cotidiana,

247
F¡c. ll'6. Espo¡as ile t¡es micetoroc dile¡e¡tes. A l¡ üquie¡d¡, dos cl¡!c.
-

248
dc plei.sanrm, el auperior blanco y el i¡Ierior de colo¡ rraranja. A l¡ de¡tcb¡,
dicho¡ con esporas ilisadss; abajo, un dictidium pa¡do (sesin V. Crowder).

249
de los micetozoos, o es incolora o presenta diversos tonos
generales, por lo que también ocrrre que los plasmodios
do una misma clase presentan colores distintos. Los siste-
máticos que tienen la facultad de valorar las propiedades
(esa facultad que Da¡win llamaba (tacto sistemáticor)
rehusaron durante largo tiempo estimar los colores de
estos plasmas como distintivos propios de una clase.
El panorama se transforna cuando los moluscos se
preparan para la procreación y forman sus cuerpos fruc-
tíferos o células esporíferas. Quiero sólo pintar el caso
en que dichas esporas se incorporan a la atmósfera en
muchas unidades de plasmodios (existen otras clases ma-
sivas de esporas). En esta fase vital nacen numerosas
formas, a veces del tamaño de un milímetro, constituidas
por innumerables células individuales que la estructura
plasmodial ha creado con este objetivo. Dicha masa cre-
ciente de células en movimiento se manifiesta como si
obedeciera a un plan secreto. Una parte forma una colum-
na central, otra parte la piel exterior, y una capa interme-
dia se constituye en céIulas reproductoras. Así pues estos
cuerpos fructiferos son distintos en su forma caracterís-
tica de una clase a otra y se distinguen por los colores que
en algunos casos son producidos por las capas calciíreas
de las zonas cutáneas. Los colores y muestras de las espo-
ras han sido utilizados por los sistemáticos (en contrapo-
sición con el matiz de los plasmodios) como distintivos
esenciales de las especies. Estas formas de la conserva-
ción de las especies ofrece un expresivo valor de forma
(figura 116).
En este momento nos interesa, en gran manera, el
significado de los colores que va paralelo a la comprensión
de la forma. El criterio que considera al metabolismo
como la función vital de mayor importancia no puede
atribuir significado alguno a los colores de las esporas
de estos moluscos. No es ninguna casualidad que en los
modernos tratados se describa a tales colores como (acce-
sorios" en lo que respecta a la actividad celular, pero

2SO
<esenciales' para distinguir las variedades y clases. !.n
otras fórmulas se rernarca que el significado de los colo-
res y los depósitos calcáreos de las esporas no puede de-
terminarse con toda seguridad, añadiendo que estos pro-
cesos químicos son accesorios puramente npasivosu de
h formáción de las esporas y no se puede aÍibuir signifi-
cado algrrno para los ojos contemplativos de los otros
animales el sorprendente aumeDto de su figura, como ocu-
rre en las formas vitales superiores donde los animales
se hallan vinculados a la actividad de la conservación de
la especie. Esta expansión de los gérmenes, cuando el
contenido de los micetozoos llega a su madurez, sucede
por medio del viento, del agua o cualquier otro agente
iortuito, pero no porque los animales se hayan sentido
atraídos por las esporas.
Hemos de aplicar un criterio distinto al usual hasta
ahora en la consideración de los cuerpos fructlferos de los
plasmodios. Las reacciones que provocan las coloraciones
iípicas de sus esporas no pueden ser clasificadas simple-
mente en el sistema sensorial del puro metabolismo, don-
de aparecen como procesos no funcionales, careciendo por
tantó de importancia alguna. Una clasificación general
puede admitir la vinculación dé este proceso a la aparien-
cia diferenciadora y a la forma de los órganos de repro-
ducción. Debemos considerar a esta estructura específi-
camente formada como una de las fases vitales de mavor
importancia de una categoría determinada, reconocién-
dole al color y forma de su apariencia un sentido que no
puede contarse nunca como una de las llamadas faculta-
des de la conservación de la especie, sino como el sentido
de la representación, de la expresión propia de una clase,
tal como lo hemos encontrado, en múltiples casos, entre
los animales superiores. En este aspecto gana importancia
la observación del sistemático que ve, como nosotros, la
coloración de las esporas simplemente como accesorias
en el conjunto de los procesos vitales pero la considera
nesencial" en la vinculación sistemática de las clases

251
animales. Los cuerpos fructlferos no están tan llamativa-
rnente formados y coloreados como para que los hombres
podamos distinguir fácilmente sus diversas clases pero
su coloración es sin embargo <esencial', porque resulta
la más elevada expresión del propio valor, de la autono
r¡la de estos seres plasmáticos,
La organización de una estructura sexual especlfica
y diferenciadora significa un proceso vital de particular
categorla, para cuya realización se encuentra dispuesta
una actividad hereütaria en el plasma y germen.
Lo mismo que en la investigación de la génesis de los
ojos o del hígado deben ser estudiados, con pleno conoci-
miento, sus efectos (los ojos activos o el hígado en fun-
cionamiento) asl debe aceptarse también la existencia de
unos procesos preparatorios para la aparición de los ór-
ganos reproductores.
En este aspecto resulta que unas determinadas reaccio-
nes en cadena se hallan ordenadas en un sistema qu€ no
es posible creer qu€ sean consecuencias accesorias de
otro vital mecanismo de conservación sino que, con valor
bropio, se halla encaminado hacia este fin, hacia la crea-
ción de una estructura de la apaúencia.
Faltan valorar todavía gran nrlmero de dichas estruc-
turas, de diflcil comprensión, a las que no podemos cata-
logar, en un principio, como funciones de la conservación.
Sin embargo, hemos de habituarnos a reconocer estas
particulares estructuras no sólo donde la apariencia de-
s€mpeña un papel en Ia vida del animal, esto es, no sólo
como colorante sexual, de aviso o disimulo sino como pro-
piedades vitales básicas.
Lo que se ha dicho hace poco acerca de los cuerpos
fmctíferos de los micetozoos rige también para el incal-
culable nrlmero de dibujos cutáneos de los animales. El
análisis de las muestras animales debe partir de una
forrna que pueda ser considerada como <ópticamente in-
diferenten, de un dibujo que no posea en un principio el
valor de lo llamativo ni lo oculto pero tampoco pueda
252
estimarse como un insignificante producto secundario
de un importante proceso de metabolismo. Tales mues-
tras ópticas indiferentes --€sta es nuestra opinión- son
el producto de un determinado sistema de factores su-
bordinados a la uapariencia,. La abundancia de dichas
muestras indiferentes es considerable. Su sorprendente
multiplicidad sirve de base para el proeeso selectivo, pero
no puede constituir por sí misma, en sus propiedades for-
males dentro de dicho grado de indiferenciación óptica,
el resultado de una directa selección üsual. Esta multi-
plicidad de apariencia es una consecuencia, a investigar,
de su diversidad plasmática interna, tal como se exterio.
riza en los contrastes de los planes de desarrollo. En el
aspecto de nuestra teorla fundamental sobre el valor
propio de la apariencia, no vemos en esta multiplicidad
el producto secundario y casual de la evolución. La apa-
riencia está vinculada, segin nuestra opinión a la vida
colectiva, lo mismo que los rasgos típicos de grupo de los
órganos metabólicos, de los mecanismos del movimiento,
de las estructuras nerviosas o sensoriales, de los aparatos
sexuales, El desarrollo de estructuras cutáneas opacas
para la formación de muestras de color o aspecto típicos
es asimismo parte importante de la ontogénesis prefor-
mada en el germen, lo mismo que la creación de cualquier
otro complejo distintivo.
Hemos llegado hasta expresivas organizaciones cuyas
fotmas concretas no cumplen ninguna de las funciones
conocidas, ya que pertenecen a seres que no pueden verse
recíprocamente, por lo que sus formas o colores no pueden
tampoco asustar al enemigo ni disimularse ante é1. Este
es el mundo de las <apariencias sin señas>. Ouien contem-
pla con los ojos bien abiertos el mundo que hay a su alre-
dedor encuentra sin cesar organizaciones parecidas y em-
pieza a apreciar estas formas como organizaciones pro-
pias, aceptando estas representaciones de los seres plas-
máticos como el primer y más alto sentido de la apa-
riencia viviente-

253
Contemplamos como espectadores ajenos a este juego
de forma ylolor de los seres vivos, de organizaciones que
son algo más que r¡na pura necesidad de la conservación
de la éxistenciá. Encontramos asi incontables emisiones
ópticas que se transmiten al azar sin ir dirigidas a un re-
ciptor déterrninado. Esta es la representación propia-en
la que no está calculado ningrln sentido receptor, sino
oue exclusivamente (aparentaD. La representación propia
án la esfera óptica lleva a los biólogos a una situación
límite. Los ciéntíficos pueden comprobar la existencia
de señales que deben ser descritas como uno funcionalesn,
si entendeÁos h función en el sentido del análisis fisio-
lógico. La Biologla debe pues ensanchar el concepto de
viáa que se circúnscribe án muchas ocasiones al círculo
funcional de la conservación de la especie y el sosteni-
miento del individuo.
Este (no funcionalismou puede clasificarse con arn-
plia perspectiva, pertenece al campo lumlnico, es una
.apañción en la luz". Las investigaciones -flsicas acerca
de las partículas y de los procesos elementales nos advier-
ien q.re e.to. campos lumínicos en que las-c-osas pueden
uupui"""", en el sentido original de la palabra, ofrecen
también a los científicos nuevos problemas.
La luz forma en la zona de los efectos sensoriales una
esfera determinada. Así pues una intensiva investigación
sobre la relación entre luz y vida, entre vida y luz pondrá
claramente de relieve las particularidades de la naturaleza
elemental de los efectos lumlnicos, separándolos de otros
efectos sensoriales que descansan sobre efectos molecu-
lares.
Podemos afirmar que hemos llegado a una situación
límite cuando intentamos ver la relación entre luz y vida
con perspectivas más vastas. Muchos métodos de la bio-
logfa han evitado esta situación, ciñendo conscientemente
sui metas a un mnrco más estrecho.
Sin embargo, la investigación de las organizaciones
254
vivientes, cuando desea abarcar verdaderamente todas
sus formas, y no sólo sus funciones parciales e individua-
les, debe lanzar una ojeada a horizontes más dilatados,
y traspasar estas fronteras en las que se han detenido las
ciencias fisiológicas y genéticas,
La apariencia visible, como portadora esencial de la
iepresentación propia de las figuras vivient€s, plantea
determinados problemas biológicos. La morfología debe
intentar abarcar, en conjunto, todas las señales típicas
de tales apariencias, antes de catalogarlas como miembros
individuales, con un cometido determinado. Debe inves-
tigar las leyes de la simetrla, de las proporciones de los
'miembros en el conjunto, las singularidades formales
del exterior e interior de las orgaaizaciones superiores,
ha de analizar el desarrollo de las muestras en sus cuali-
dades específicas y de grupo, y tiene que realizar todo esto
antes de seleccionar cada una de las partes de Ia figura
según sus ccondiciones funcionalesn. Este examen morfo-
lógico hará posible delimitar el carnpo de validez de otros
métodos de trabaio determinando la particioación fun-
cional y los factores genéticos de los distintivos de las
figrras.
Por encima de todas las funciones para la conserva-
ci6n del individuo y de la esoecie, para la activación social
o para Ia defensa ante enemigos, por encima de todas
estas funciones a las que se les concede un sentido, €stá
la simple apariencia como una representación prooia.
También en las organizaciones más elevadas de la vida,
en las oue la narticin¡ción de las oercepciones sensoriales
es abundante y significativa, sobrepasa siempre la pura
representación proDia a las funciones ya citadas de los
miembros de la aoariencia. Por ello rebasa también el
estudio de la figura el campo en el oue la investieación
fisiolóeica detennina las estrubturas funcionales. Es pre-
misa imprescindible para una morfolosla de tal natura-
leza la creencia de que la aoariencia visible de los seres
viüentes debe ser contemplada desde ángulos muy am-

255
plios, consideriindola como un impenetrable secreto de
los sentidos.
¡fl+

Si las ciencias naturales echaran una ojeada so-bre el


habrían cumplido con ello una
-n.táo d. lo inexplicable
á"-r". tu."ut, pues la investigación tiene infinidad de me-
tas, y no sólo él dominio de las fuerzas naturales exigido
o esiimulado intensivamente por el espíritu de nuestra
Época. Si alguna vez, las fuerzas de la producción no se
;;;;;ir;t;; d"sarrbllarun de manera tan desmesurada
pu?" iu a"tt-".ión, si se les ofreciera a muchos hombres
ia oosibilidad de un auténtico y libre descanso se dirigiría
la inquieta exigencia de trabajo hacia aquellos sectores
dondé se alcanzan simplemente valores oinútilesD y donde
ü b,:.qn"¿u no se deiermina por la se-ns-ación de poder
que da el dominio sino por el respeto de lo secreto' Sólo
üoi.t "ott""" lo asequible puede sospechar l-a qran$e.za
áe lo oculto. Con tal objetivo, libre de afán de dominio,
lmp"raria el verdadero irabajo, en libertad, para el.que
heáos nacido. La mayor parte de los hombres ni se ima-
gina siquiera una vida tan llena de posibil'rlades' No sos-
i""hutr jo oue se entiende por un día vivido humanamente,
iu o,r" ..ttürnu"o" significá hoy la carga de abrumadoras
i."o.rpu.iotte. existinciales' Pero en la actualidad sería
in"otttábl" el número de personas que podrían emplear
útilmente su tiempo libre, e incluso aquellos que desper-
dician sus ocios, omatando) realmente el tiempo' queda-
rían sorprendidos ante la exuberancia de posibilidades
oue le ofrece esta tarea intelectual.
' Hur"*o, lo que ya ahora puede verificarse en cierta
materia : la preparación de una completa y perfecta com-
a"lq+t'
prensiOn de ias figuras vivientes, de las plantas y
ilemos p¡ofundizádo en algunos de tales caminos de la in-
vestigación no porque nos figuremos alcanzar una total
comprensión de la apariencia animal, sino por que a través
del inabarcable conocimiento de la ciencia empezamos a

256
L:
lr i'
¡iúit,i'

F¡c. ll?.-Las Iiguras de animales han sido, desde tiempos rcmoto€, el€ya.
doe sí¡¡loloe. La cabeza de carnem ha sido ¡eprcsentada ma¡avillosamento
por los arlislas chüos y €gipcio6.

apreciar cu:ín ampliamente rebasan las figuras todo cuan-


to el investigador puede referir sobre las mismas. Precisa-
mente la investigación rigurosa nos da acceso al reino de
lo maraülloso, a cuyas puertas conduce largas jornadas
de labor cientlfica.
Suena raro cuando decimos que la investigación cien-
tífica conduce a lo maravilloso, precisamente cua¡do nues-

17.
- La fisura animal.
tro orgullo occidental apunta de manera tan absoluta a
lo tangible y positivo y cuando las grandes hazañas del es-
píritu occidental parecen residir por completo en el campo
del dominio de la Naturaleza. Sin embárgo nacen seri-as
dudas sobre la legitimidad de tal exclusividad, dudas
que en lugar de terminar en la desesperación, proporcio-
n-an a los otros objetivos de la investigación mayor dere-
cho a la vida. El error de muchos bienintencionadbs conse-
jos reside en que incitan a un cambio absoluto; así debe
sustituirse el dominio exclusivo de la comprensión calcu-

Frc. 118.-La <sílfide ma¡avilloea> (Lodigesia) muesr¡a etr 106 machos vio.
jos una cola extravagante. En lugar de las diez plumas de ta coLa típicas del
coüb¡i se deea¡rollan en este animal 3{ólo cuat.o, el par interior oculto y
breve, en tanto que el par exterior formaü una bande¡a en c¡¡¡.z. Esta t¡a¡¡s-
Iormación se ex!'erimenta en la edad rnadura; los rnachoe jóvenes cuentan
con el u¡ual nrime¡o de plumas en la cola. La cobertu¡a de la cola (plumas
que formaa la rueda del pavo) son grandes y es especialmenre un par de las
mismas. Esto pequeño y exótico animal vive en loe lugans altoe del Norte
del Peni (ses'ín Goüld).

258
ladora por la salvaje fantasía, contra el riguroso raciona-
lismo el total irracionalismo, en lugar de ciencia, imagi'
nación. Debe buscarse la solución para el espíritu occi-
dental que estimule, por una parte, al máximo, la inves-
tigación de los fenómenos de la naturaleza y que cuide,
pór ot.a, por medio de una revisión extraordinaria de
nuestros conocimientos de la realidad de nuestros actos,
cuyo número no puede calcularse. Este es el criterio que
noi dete.minu a advertir que los métodos de la naturale-
za pueden conducirnos también al reino de lo maravilloso.
De todo ello resulta Ia necesidad de utilizar las palabras
con mayor cuidado que eI puesto hasta ahora, ya que al-
gunos nombres cargados de significado pierden su valor
al ser empleados a la ligera, Con cuánto desenfado se
habla y se escribe de maravillas y secretos de la Natura-
leza, informando tales estritos, con la mayor complacen-
cia, sobre resultados de Ia ir:vestigación que nosotros
comprendemos perfectamente ya que no son ningún mi-
lagro o se trata de problemas resueltos que no encierran
secreto alguno. Lo incomprensible no es sencillamente,
lo maravilloso, ni lo que desconocemos hoy, lo auténtica-
mente secreto. ¿Cómo debe llamarse, pues, si se emplean
inadecuadamente estas palabras, a lo que se encuentra
en el reino de lo indescriptible? ¿Cómo debe nombrarse
lo oculto que permanece impenetrable a los medios cien-
tíficos?
La experiencia a cuyas puertas nos lleva de nuevo la
investigación científica de la vida animal no €s ni la ale-
grla de la solución de los problemas ni tampoco la dicha
que acompaña a todo trabajo científico. Ante los animales
ootamos la misma vigorosa sensación que experimenta el
niño ante la vida; nuestro contacto con los animales y
plantas nos provoca estupefacción o espanto, alegría,
pero también respeto. Frente a nosotros estiín unos seres
cuya comprensión no alcanzaremos seguramente ni pa-
sado mañana, ni dentro de un año o una década ; nos ha-
llamos rodeados de unas formas (gigantescas o diminutas)

259
en las que se realizan otras posibilidades de Ia existencia
que €n nuestro propio cuerpo,
Algunas veces, a la vista de estas figuras, nos sentimos
inclinados a sospechar que nos encontramos con frutos
de nuestros sueños, con los productos de nuestra fanta-
sla. Aceptaremos con toda seriedad esta idea, pero nc
como una teorfa científica sino viendo sólo en ella una
señal de que alrededor de nosotros, como en nosotros, vive
lo desconocido. I-a creación artística que nuevamente hoy
se deja sentir en nosotros más fuerte que nunca en él
tejido de estas actividades ocultas y que es inducida por
ellas con mayor fuerza que hasta ahora, esta labor artís-
tica no en vano ha sentido de siempre ya algo en el asom-
bro de las figuras vivientes, llue a veces se hacen patentes
como una compacta hermandad. En esta experiencia está
la conciencia de que se encuentra en los organismos un
s€creto, muy afin a nuestra propia vida y que en estas
figuras se halla ante nosotros una forma de ser sensible
que nos informa, en diversa manera, de su interioridad.

Quizás este libro sobre la figura animal consiga re-


cordarnos, por la representación de algunos aspectos
del problema formal, que la intimidad, el mayor secreto
de los seres vivos, nos habla por medio de tales figuras.
Nadie sabe cuánto aprenderán nuestros sucesores de este
idioma de la interioridad. Pero con todo, sabemos que los
caminos que conducen a tal ciencia nos llevan a un cono-
cimiento cuya teoría desemboca en las experiencias com-
prensibles de las figuras, siempre y cuando las relaciones
con otras vidas no se consideren simples expresiones de
los sentidos sino el camino hacia una profunda vivencia.

260
Esta obra no es ¡.ú maaual de Morfología que contenga información y réf€.
rcDcia d€ todae las teorias y expoeiciones. La enumeración de obras generales
y eetudioó €specialü¡dos que a continüación ae inüca, tiene, exclusivamente,
el objetivo de brindá¡ la oportunirtad de ¡ealizar un a¡álisis nás prolundo
de determi¡adas cu€stiones. E¡¡ l¡3 oblas citad¡s eúcodtrsrá el lecro¡ nume.
Dosas ref€renciss a o¡¡o€ t¡ab[jos.

Capítulo I y 2 (Exterior e interior, Las normas animales


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Capítulos 3 v 4 (El cerebro como medida de diferencia-


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Capítulo 5 (Los moluscos y sus conbhas).

Exigten nurnerosos !¡a¡¡uales de Zoologia que pod¡á¡r orie[tarle reol,ecto


a los rnolüsco€. Er aconrejable rambién l¡ comulta de obras de invetigación
a€erca de las formas animales fósiles, esto es, sobre la Paleontología. Loc es.
tudios que se cita¡¡ le ll€varán sl conocimie¡to de nuevas fuentes do bibüo
grafía.

Beche4 K.: Untetsuchu¡g€rr üher da¡ Farbmuste¡ ü¡d das lF¡chÁtun d€r
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Capítulo ó (La estructuración óptica),


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d. Tie¡e. Bd. 4r (1953).
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265
Capltulo 8 (Figuras jóvenes y Figuras maduras).

Gran ¡¡ri.mero de tlatados sobrc la historis de la evolución podlín servir


le para el conocimiento de este t€DA.
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Capítulo 10 (La figura como testimonio de la intimidad).

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o. Uexhüü, r,r Strcifziigc du¡ch die Umwelten von Tie¡en und MeúcheD'
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Fra¡a, V.: Det biologische FoÍscüritt. Die Theo¡ie der organimen'geschicht'
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.K6hter, V.: The Place of Value ü a Vo¡ld of Facts. Ionrlon (1938)'
Ktueger, F.: Zur Philosophie und Psychologie de¡ Ga¡zheit. Berlin (f953)'
Merbau-Ponty,lV.: Phénoménologie d€ la perception. Paris (f945)'
Müüe¡, A.: Die Grundkategorien des Lebendigen. Monogr' z' NatulPhloso'
phie, Brl. III. Vo¡ Meiserheim arn Glen (1951).
Plelssne¡ E.: Die Stulen des Organischen und der Mensch. Berlin (I928f
RusselJ, E. S,r Tüe Di¡ective¡eca of Organic Activitie3. Camhidgc (f945).
Ruye¡, R.: L€s postulats du sélectionnisme' Revue philosophique de la
France ot de l'étratrger (1956).
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Szil$i, W.: ViÉlcns¿haft als PLilmophie. Zürich (1945).

2Á7
Obras del autor que tratan del problema de la figura
animal.

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Das Tie¡ als soziales Wesen, Ziüch (1953).
Biologie und Geist. Zürich (f95ó). (Coutiene, €rtro orias coem, las coafe.
rencias de 1946.1956.)
Die Eracheiaung der lebendigen Gestalten im Lichtf€lde. En Vesen und
Wi¡klichkeit des Menschen. Festchr. f, H, Plessner. Gittingen (195?).
Selbst<larstellung als Motiv der lebenrligen Formbildung. ED c€ilt und Vert.
züüch (r9s8).
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(1e5e).
Zur Philoeophie des Lebendigen. En Heinemann, Die Philosophie im XX, Jh.
Stuttga¡t (1960).

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