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portmann
Profesor de la Universidad de Basilea
anatomia de
la figura an¡mal
odgenes y mutaciones €lftemás en zoologi
6l
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125
145
1ó5
189
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247
267
F¡c. III. Pluma de uar (pteroides), Élipo del Mar Meüterró¡eo ile l¡ fa'
milia de -
loe comles. Arriba i en comPleto desarlollo, alajo: el misno animal
on estado de coút?acción. El cambio de lorma se verifica por la absorcirín
o erpulsión
_ de agu¡' Esto€ gíüpos brillan en la noche con luz fía y foafa
rescenre (aprorirnadamente en uú tercio do su tamsío natu¡al)'
8
aclara eI conocimiento de las lunciones titales generales
acerca de la aparicncia il¿ estas ilos especies tnn distin-
tas entre sí! Los organismos son las lormas natutales
que mayor complicación ¡nesentan al investigador. El
Iectot rro puede esperar, por tanto, que este libro sobre la
ligura de los animales Ie proporcione una rápida y con'
cluyente oñentación, ilando respuesta a toilas sus pto
guntas. Nuestra obra no pueile hacer más que ilespettar
su interés por los animales y aportar su grano de arena
Fro, IV. Colonia de lafaniü¡ de los retépons (cosras del Mar Meditcrní'
- rco) (rprodrlarlancntc eo ru ranraño utural).
l0
ha nrooorcionatlo, en los últiffios años, un prolundo co-
noi¡*í"rto cientllico de la vida de los animales'
'*-é;"4; iroloioto en la conlección d'e este libro.pola'
ban con frecueriia ffiis pensamientos hacia el gabinete
)i o"uoi¿ en mi inlanciá v donile pasé muchas tardes y
ii*n"í ¿i^ testitto's o\údado lelizmente de todo, copian-
do tas láminás del antiguo oBrehm" o de cualquiet otro
iilo a buscar
liii- t¡ir" il¿ Historia Natural que habíaMunicipal''
como un tesoro 4 la uBiblioteca Pública
que ayu'
Quizós habrd algo en las ptiginas ile este -libro
daró a despertar en eI lector el amor por los seres 91l,os
i-'ti odmiraci¿n por las desconcertantes liguras animales'
"ni tit oquáltot ínlantiles ensayos habrán cosechado.
"^o
ii"rot ¡rutoi. Conleccionaba entonces un libtoque para mi
iiá'"ii á¡ttr"t" v eri incuestionable para el niño todos
Lqieltos irabaáos formaban su propio lilro d9 zoologla
qi" tóIo á éI pertenecía y que a nadie iba dirigiilo' El paso
áe los años'borra este egocentrismo infantil' Se busca
a los semeiantes, aI lector amigo y se desea la continui'
dail ile la propía obta. ¿Habremos conseguido traspasar
aleo de la'letlciilad ile los ptimeros baibuceos o esta se-
ginda etapa, desonollanilo asl el getmen tle una apacible
alegrla?
ll
t. EXTERIOR E INTERIOR
13
caAa \rcz es mayor la participación de dicha orientación
creadora en la obra común de las Ciencias Naturales. Pero
con tal investigación en lo oculto nos alejamos de la
nificativa apariencia exterior de los seres que nos rodean.
Por ello no nos hemos de dejar confundir por el conoci-
miento de esta necesidad de todos los métodos de inves-
tigación que han enajenado el interés general que se
experimentó en los tiempos primitivos por la variedad
de las figuras animales. Se limita cada vez más el trabajo
en los laboratorios a la hábil elección de un corto número
de especies animales, a los propios animales domésticos
de la ciencia. ¿Oué posibilidad queda, por tanto, de pres-
tar atención a las numerosas y varias formas de la vida
que son una de las riquezas de la tierra? Así se explica
que incluso las más bonitas colecciones y museos, la ani-
mada üda de los jardines botiinicos y zoológicos, sólo
son para muchas personas (entre las que se encuentran
también entusiastas de las Ciencias Naturales) objeto de
un superficial y vago interés. No hablemos ya de la vida
en la libre Naturaleza en la que el hornbre de las grandes
ciudades participa muy raramente. La inundación de li-
bros de Zoología, de grabados de flores, de fotograflas
aparecidas en revistas ilustradas, de películas sobre la
vida de los animales no puede engañarnos. ¡Con qué
rapid€z, con cuánta ligereza resbala la vista sobre tales
sugestiones ópticas ! Algunos consideran que la figura
animal debe hablar al espíritu por su simple apariencia
como ocurre con todo lo grande y bello, pero, excepción
hecha de que esta simple mirada no es asequible a muchos,
se concluye asl que la forma animal no llega al espíritu
receptor de igual modo que una obra de arte. La obra de
arte, a fin de cuentas, está creada por el hornbre y resulta
mucho más directamente accesible que Ia apariencia,
siempre extraña, de los animales. Intentaremos, pues. la
contemplación de los animales por medio de la investiga-
ción para llegar a una íntima compenetración con las
asombrosas figuras que viven a nuestro alrededor.
t4
Un sencillo y casual hallazgo nos enfrenta ya con lo
insólito de estas figuras. Se trata de una pequeña pluma
de pájaro que el viento ha arrastrado hasta nuestros pies
(figura número l). Es una corneja. La punta tiene un
tornasol negro azulado, en tanto que la sedosa parte infe-
rior presenta un color gris claro. Esto no es motivo de
maravilla, puesto que hemos visto con gran frecuencia
plumas parecidas. Pero tendríamos una enonne sorpre-
15
plumas que hemos de estimar, en primer lugar, por su
misión de protección y abrigo, están formadas de tal
manera que sólo presentan dicho color oscuro en sus
partes visibles, por lo que toda su belleza queda a la vista,
Como una prueba más del doble papel que desempeñan
las plumas no tenemos más que observar el haz y el envés
de cualquier pluma vulgar. En numerosos casos sólo
ofrecen un bonito dibujo en la parte externa y visible,
en tanto que la zona oculta posee un color apagado,
como algo que no pretende ser admirado. El brillante
plumaje de un colibrí nos demuestra las enormes dife-
rencias que pued€ presentar la parte oculta de la visible
de una simple pluma. Su tornasol se realiza siguiendo
las mismas leyes ópticas que rigen en las burbujas de
jabón, al producirse el fenómeno que los flsicos deno
minan "interferencias de imágenes'. Cómo se realiza tal
fenómeno físico de tornasol en las plumas del colibrl es
todavla hoy objeto de dis'cusión. La extendida opinión de
que se trata de una finísima capa exterior incolora de la
estructura de la pluma que provoca la interferencia de
las imágenes ha perdido terreno, en estos últimos tiem-
pos, frente a la teoría de que existen varios reflejos en el
interior del brillo de las plumas (figura nrlmero 2) o de
que los efectos de la luz sobre los gránulos de la materia
colorante oscura origina el espléndido resplandor del
plumaje de dicho animal. En cualquier caso, sólo se en-
cuentra esta singular estructura en la parte extrema y
üsible de la pluma, ya que los sectores ocultos del plu-
maie no ofrecen el mencionado tornasol. ¡ Pero esta dife-
ren'ciación, según su mayor o menor visibilidad, llega
todavla más Iejos !
Las rápidas y vibrantes alas del colibrí no muestran en
sus plumas tornasol alguno. Así, pues, se han diferenciado
las partes del cuerpo cuyos colores son perceotibles a Ia
vista de aquellas otras en que esto no es posible a conse-
cuencia de la velocidad de los aletazos (de ó() a 70 por
segundo).
16
Detengiámonos un momento en Ia contemplación
de
.rtas oluñras. Son creaciones de un reino del que sabemos
-"u tio"o (fizura número 3). Recojamos del suelo una pe-
q.r"nu pl.t-" qrre lleva un dibujo a listas-' Aqui se lePile
d" tt,r"uo lo que ya conocíamos: sólo la parte vlslbre
simé-
ásteota dichu. i¡^.'las que se encuentran ordenadas
4
t,
un colibrí (en tama'
F¡c. 2.-Plüma del pecho brillantemente coloreado de
ño lnuy auúentado ). Et asquema úueslra clarament€ cómo lm finos radios
;;;;:-"-,á" io,-"do"'"o las partes ond'latlas v c'5mo lm elenenroe
;#"ft;;ñ;
*_---' -- * .xrienden superlicialncente por l¿ zona visüle' Estas
i.t'u¿io¡o¡¡eE ext€mas onginan el b¡illarte colorido'
HRR FF5
18
tinto. Un gran nirmero de plumas que siguen por sepa-
..áÁ f". leies de su propia simetría se reúnen para formar
;;; iig".; o.ou-"ttt"i basada en la repetición de.los
pato podría-
A la vista de las alas del
-ir-oi
mos imaginarnos llue un artista ha pasado su pincel
"1.-""tos,
ave, de forma
;;b;r;; diez pluinas de los costados delquedó pintada
á"" ril. la puri" externa de las mismas
(blanco. verde azulado, negro).
' El dibujo resulta de esta ordenación común de las
ol"-ut poi."parado, de manera que el adorno de cada
una de las plumas, considerado por sí mismo, no aparece
tamDoco simétrico' Nos percatamos de lo asombroso de
r.r.r áib,r¡o combinado de tal manera cuando pensamos
ot,. ," oiini.ru en varias o muchas plumas independientes
.i di.ti.rtui. suietas a un vigoroso período de desarrollo
íj;i;oar" u" antes de su posterior crecimiento forman enfuerza
con-
i; muestra en- cuestión. ¿Qué desconocida
áirige la (pintura), de tales plumas embrionarias?. -
Es mucho más fácil imaginarse el nacimiento del atran-
ia*iento rítmico de rrna p|..,m., lo que sólo por
podríamos
Ll"t"*i. á. rát a homog?nea v simétrica pluma
medio de
adornada
un piocedimiento regulador. Nuestra
i"r f.utj". y la dél ala del pato habrían sido objeto
á" ¿o. pto""."t totalmente distintos,
"Á.r pero que tendrían
uleo
"n
io-,i", el hecho de que ambas estuvieran forma-
das de cara a su visibilidad.
La detenida observación de tales plumas abre ante
.r,r"itro. ojos, con indecible alegría, las puertas de un
.,rr.oo *rrrido de formas. Quien haya empezado a con-
i"Áplu. realmente las plumas de una perdiz o de un pato
habia dado el primer pato ett utt mundo completamente
inédito. Pero tándrá que profundizar cuidadosamente e¡
ioáá. r". singularidaáes, io que significará que habrá de
det"nerr. en iada una de estas pequeñas formas en lugar
una a otra 'cosa, a lo que
á" la.trar una fugaz mirada de
p"."1"
-grabados obligut"oi la actual pasión por- las fotografías y
qi" tto. son echados en grandes cantidades co-
t9
F¡e,4,-Divers¿s plunas de cobe ura. Adba: fai¡án, gaüioa de Guinea.
Abajo: faisáa, lechüla, pato.
Tod¡s estss mü€str¡s E€ ori€nts¡ hacia el pmpio plano simétrico de c¡¿[,¡
u:ra de las plumas, como la del gaviLún de la figura 3,
20
mo forraje en r¡n comedero. ¡Cuántas posibilidades para
quien, lápiz en mano, quiera plasmar tales bellezas o re-
coger fotográficamente todas sus variedades i Quiás nues-
tro's apunies sobre algunas sencillas plumas abrirá tales
p.rrp"itiu".. Cualquier estudio intensivo de algún aspec-
io a. h vida nos ha de proporcionar deleite a la vista
y al entendimiento. ¡Cuántos hombres cuya vida actual
-parece
barecer de sentido notarían al acercarse a la Natu-
Flc. s.-Las largas cerdas tle los mamiferoe pueden estar colo¡ead¡¡ de
¡¡an€¡a D¡uy distinla ál espeso vellón de lanra' Corresponden vigo¡osamer¡te
al as¡,ecto *terior. La blancu¡a del pelo se origina por la ¡ellexión ¡le la
luz €n la atm&fera v no es pues úingún colo¡ante'
23
el crecimiento queda pronto eliminada dicha regularidad
al procurar el organismo eI completo aprovechamiento del
estrecho recinto corporal. Asl la organización interior se
hace simétrica (figura ó). En algunas ocasiones se reduce
dicha asimetría a pequeñas modificaciones: un pulmón
es algo mayor que el otro o se desarrollan los órganos
sexuales de las hembras de los pájaros sólo en una parte
del cuerpo. También es corriente los simples desplaza-
mientos orgánicos, o sea que en algunas especies en que
los riñones o las glándulas germinales aparecían en un
principio emparejados acaban por'colocarse uno tras
otro (como en el caso típico de las serpientes). En las for-
mas de mayor intensidad vital corresponde a los órganos
de metabolismo el índice más elevado de aumento, de
manera que s€ apretujan dichos órganos, por completo
asimétricos, en el angosto perímetro corporal. Los intes-
tinos experimentan un sensible alargamiento para aumen-
tar su capacidad receptiva de alimentos; el hígado y el
estómago se hacen más voluminosos y se adaptan al
espacio disponible.
Nos resulta tan familiar el espectdculo del saco visce-
ral fuertemente comprimido en las aves y mamíferos que
lo consideramos como la cosa más natural del mundo.
Apenas paramos atención en que el plan de desarrollo
del exterior se ha basado por completo sobre esta estruc-
tura interna. Al imaginar el aplastado paquete de las
vlsceras como un hábil dispositivo para el ahorro de
espacio, su presencia parece (justificada" y no crea pro-
blema alguno al investigador. Sólo muy raramente nos
detenemos a reflexionar que los signos generales de sime-
tría bilateral no se dan en los cuerpos formados y madu-
ros de los animales superiores, sino únicamente en aque-
llos que están "vacíos" de entrañas. Tan sólo cuerpos
asl pueden dividirse en dos partes reflejas. Esta circuns-
tancia, tan significativa, pasa casi desapercibida.
El estudio del cuerpo de los animales debe comenzar,
sin embargo, por estas pequeñas particularidades que nos
24
las
F¡o. ?.-En la costa atüintica se encu€ntratr, bajo unas algas pardüsca3'
arnarillas esponjas balicond¡ias cuyo cuerpo es tot¡lm€nle asimétrico
En esta
¿u 4."j" ;ive también el caracol trompels
(abajo) v ta lapa (derecha)'
-".
2Á
Ftc. g.-Esto€ ciustáceo6 cuyas desar¡olladas pinzas están colo¡eailas fre'
cu€ntener¡te de u¡a manera llamativa, habitan las playas arenosas de loo
ma¡es cáüdos. Su pinza principal sirve, ent¡e otras co€as' de seisl indicado¡a
de la posesión de un lugar determi¡ado; desempcña, pues, un papel parecirlo
al canto de muchoc Pájaroo.
28
animales domésticos reafirma vigorosamente la teoría de
que en las formas de vida más salvajes y apartadas del
hombre colaboran causas poco conocidas que evitan Ia
aparición o conservación de colores irregulares y favore-
cen Ia simetría de sus dibujos. El manchado de los ani-
males domésticos resulta, por tanto, poco decisivo para
la interpretación de los dibujos y colores de los animales.
El interés que pueda presentar el estudio de las va-
riantes de manchado reside en la posibilidad de profun-
dizar, por esta anomalía, en el secreto mecanismo de los
f actores hereditarios,
A este contraste entre la predominante simetria del
exterior de los a¡imales frente a la simetría de su interior
corresponde un segundo contraste, no menos significa-
tivo, entre las formas de los órganos internos y externos
de su cuerpo.
Intentemos adivinar las distintas especies animales
que nos son más familiares por la simple contemplación
de sus vísceras, por ejemplo, por la forma del corazón o
por el lugar que ocupa el paquete intestinal. iQué dificil
nos resulta ! ¡Cuán semejantes son los órganos internos
de las diferentes especies de una misma familia ! ¡ Cuán-
tos conocimientos se precisan para poder distinguir las
entrañas de cada uno de los individuos !
En comparación 'con estas partes ocultas resultan claras
y sencillas las peculiaridades distintivas de las visibles.
León y tigre. El que en su niñez haya visto en los parques
zoológicos estas dos clases de felinos no los confundirá
nunca más. Sin embargo, se vería en grave apuro si hubiera
de distinguirlos por la simple contemplación de sus esto-
magos o de sus hígados, aI no ofrecer éstos ninguna carac-
terística diferenciadora. Tampoco el esqueleto presenta
marca pe'culiar alguna. Como es natural existen también
en el interior de los cuerpos de los animales signos dis-
tintivos de cada especie, pero son necesarios muchos
conocimientos y gran perseverancia para saber apreciar
Ias diferencias de forma y de proporciones, requiriendo
29
todavía mayor esfuerzo el grabar en la memoria tales
distintivos,
icrabar en la memoria ! Estas palabras nos llevan de
nuevo a las particularidades de las figuras visibles de Ios
animales. Las imágenes del colorido, del aspecto, de la
manera de volar de un pájaro penetra directa e impetuc.
samente en nuestro consciente arraigándose en él a la
primera mirada y convirtiéndose en un recuérdo imbo-
rrable. Son (m¿¡rcas',
"distintivos¡. ¡Con qué propiedad
destacan dichas palabras sus caracteristicas !
En el interior de los cuerpos de los animales sup€riores
sucede algo muy distinto. Las diferencias de cada especie
son tan imperceptibles que sólo pueden reconocerse con
gran esfuerzo, Por este motivo resulta difícil grabarlas en
la memoria. No existe, pues, en el interior de los ani-
males "señal> alguna en el propio sentido de la palabra,
La monotonía de la organización interna de una mis-
ma familia no es lógica. Los órganos internos tendrían
que presentar también características distintivas, tales
como las manchas de la pantera, las rayas de la cebra o
cualquier otra peculiaridad llamativa y de fácil recorda-
ción. El peritoneo que recubre la cavidad del cuerpo de
los vertebrados tapizando su estructura interna cuenta
en muchas especies con suficiente colorido para ello. En
los lagartos es de un negro aterciopelado y las ranas pre-
sentan unos pigmentos negros, en forma de manchas,
esparcidas al azar entre los órganos de la cavidad abdo-
minal. No hay, pues, carencia de colorantes. No es tam-
poco una cuestión de economía eI impedir que se fonnen
en el interior de los organismos los mismos dibujos por
Io que se reconocen exte¡iormente. La discordancia de
forma y color de los órganos internos con los externos
nos revela que los principios que han regido la formación
de los organismos nada tienen que ver con los meramente
económicos.
La apariencia interior y exterior de los cuerpos posee
distinta fuerza de impresión. En un comienzo puede pa-
30
recernos extraño la clasificación de una estructura según
se grabe ésta en nuestra memoria con menor o mayor
facilidad. Para apreciar las formas está pnecisamente
nu€stro ojo y poseemos los correspondientes órganos re-
ceptores y reproductores de los recuerdos que aquél ori-
gina. Si consider¿rmos que algunas formas se graban con
facilidad en los sentidos ópticos en tanto que otras sólo
mediante fatigosas repeticiones pueden originar una leve
huella, llegaremos a la conclusión de que los distintivos
exteriores de los animales superiores parecen corres-
ponder propiamente a los mencionados sentidos recepti-
vos y que, por el contrario, las formas de los órganos
interiores no guardan relación alguna con Ia vista y la
memoria. La unidad que constituyen los cuerpos de los
animales ofrece r¡¡a doble vertiente contradictoria: su
parte visible obedece a leyes distintas a las que rigen su
parte oculta.
Sólo cuando adquiramos plena conciencia de esta du-
plicidad comprenderemos las particularidades del cuer-
po visible de los animales. Así procuraremos conservar
en la memoria, por medio de una denominación adecua-
da, las contradicciones de dichas leyes.
Damos, pues, el nombre de "figura" a la parte visible
de los animales, a su total apariencia, prescindiendo de
la nforma, de cada uno de sus miembros por separado,
sean visibles u ocultos. El estudio de las características
expuestas en este libro nos hacen ver con claridad que
la explicación científica del cuerpo de los animales pre-
senta al investigador dos problemas sucesivos: por una
parte debe investigar las condiciones que regulan la crea-
ción de Ias formas individuales que se reúnen en una
figura; así por ejemplo, los pelos, las plumas o las ex-
tremidades. Este es el problema de la nformar. Mas por
otra parte debe aclarar también las condiciones especia-
les por las que dichas formas individuales se convierten
en miembro de una figura, es decir, cómo se forma de
una extremidad la pata izquierda delantera de un ave
3l
o de una pluma el plumaje del pecho. Aquí nos encontra-
mos con el problema de la Asl, pues, con el cono-
"figura).
cimiento de las condiciones de desarrollo de un plumaje
o de una pigmentación se resuelve tan sólo el problema
de la forma y se han de averiguar también las particula-
ridades que influyen sobre este germen de pluma en lo
que respecta a una determinada distribución del color,
en vistas al dibujo que presentará la "figura definitiva,.
Este aspecto concierne también al problema de la figura
del animal. La observación de las contradicciones entre
el desarrollo interno y el externo que tanta importancia
tiene en la estructura de los animales superiores, coad-
yuvará a evitar algunos errores que pueden cometerse
al comparar los organismos con las obras humanas,
En el intento de una renovación de nuestra propia
forma de vida se invoca con frecuencia a la misma Natu-
raleza como la mejor maestra, buscando la justificación
de los actos humanos con los argumentos de los fenóme-
nos naturales, Se exigen ..creaciones orgánicas>, se piden
oformaciones de dentro a fuera", "formas objetivas",
espectaculares metas que creen verse alcanzadas en las
criaturas de la Naturaleza. Nuestro espíritu lucha, hacien-
do uso de tales lemas, contra toda falsa ostentación. Re-
quiere <esencia" y no ufachada" y considera que precisa-
mente la contemplación de las cosas naturales le defenderá
de la apariencia engañosa y de la superficialidad.
Sin embargo, ¿qué nos muestran estos seres de la
Naturaleza conceptuados como modelos?
La pura y sencilla forma objetiva que tanto alaban
algunos como mesura de la Naturaleza no se da más que
en casos esporádicos y nos encontramos muy frecuente-
mente con figuras de animales en las que dicho concepto
resulta inconcebible. ¿Y la "formación de dentro a fuera,
que aspira a ser el supuesto enlace entre la Naturaleza y
el Arte? El interior de los animales nos recuerda a un
perfecto mecanismo humano, descubriéndonos un signi-
ficado mecánico en varias de sus funciones; la envoltura
32
de este (mecanismoD nos incita de nuevo a la comparación
con aquellas figuras humanas que más lejos s-e encuentran
ilel pÉnsamleÑo objetivo. Asl, ¡con cuánta frecuencia, al
observar un rasgo de fantasía en una obra pensamos antes
en la extravaga-ncia, en el capricho de un poder cread-or
oue en una iecesidad técnica ! La profunda contempla-
.ióo d" l"a formas de la Naturaleza nos orienta, con in-
sistencia, en una dirección que tiene de nuevo gran validez
en las piimitivas formas arquitectónicas y nos lleva a la
compreinsión de la multiplicidad de funciones que cumple
un organismo viviente.
Qu-ien desee concebir la estructura orgánica del cuer-
oo animal en toda su magnitud e intente conocer algunas
áe las leves de su creación, ha de considerar las diversas
reglas que rigen para el desarrollo del interior y del exte-
riJr deÍ menóionado cuerpo como uno de los hechos más
importantes del proceso evolutivo animal. Así encontrará
la mencionada contradiición tanto más acentuada cuanto
más perfecto sea la organización de la especie observ"da,'
Ló mismo si contemplamos a los animales en calidad
de artistas como si, en funciones de investigador, inten-
tamos descubrir las leyes de su creación, representará
esta divergencia entre la forma interior y Ia apariencia
externa uná efic az a7uda, un sensible avance para el cono'
cimiento de las peculiaridades de su figura visible. Debe-
mos considar, pues, la apariencia visible a nuestros
ojos como algo lleno de significado propio y-no como
una simple envoltura que nos oculta lo esencial, No imi-
temos a1 buscador de tesoros que cava siempre en las
oscuras profundidades tras riquezas escondidas.
33
3.-lá figu¡a ani¡nal.
2. IJIS FORMAS ANIMAITS SIMPLES
35
apelativo de ..segrnentos, o (metameriosD y así-hablamos
á-" iá ."g-"ttt"áión del cuerpo de los animales, de su
---
"metameria>.
n"trrlt" muy sorprendente la sucesión de miembros
ieuales oue Dresentan en su primitivo estado de desarro-
ii. á"- lói vertebrados v articulados e, incluso, aquellas
especies cuyos cuerpos en la madurez no presentan exte-
riormente tales características,
La uniforme ordenación de los órganos parece ser'
pii-"t
-preparar lugar, un método de desarrollo, Ia posibilidad
"n
de Ios ..materiales de construcción" de la ma-
o"ar -át sencilla para la creación de formas de mayor
complicación. La segmentación de la materia se revela,
en principio, en eI tejido intersticial que aparece, entre
ál saco visceral, donde se forman a pares los -lla-
l" pi"l v-..r"g-"tttos
-"^do. primitivos". Las investigaciones - sobre
la evolució-n animal han hecho verosímil la teoría de que
los efectos que algo más tarde originarán la ramificación
de los sisteÁas nerviosos (en un principio unitarios) pro-
ceden de estos <segmentos primitivos', En estos iniciales
estadios de desa¡rollo se asemejan entre sí €n muchos ras-
gos generales los embriones de peces, aves y hombres;
tambi¿n los embriones de arañas, insectos y crustáceos
*
presentan un parecido sorprendente.
G.un núm6ro de órganos del cuerpo maduro de los
36
F¡c. 12,-En las aletae de loe peces se corrserva' en glan maúera' la or¿le'
nación embrional de los elementos (nervios, músculos, esqueleto)' Pero ram-
bién aparecen srandes variatrtes. Arriba: base embr¡onaria. A = alelas Pec'
brales d€ un tibur,óo u.cal"o del tlamado periodo de Devoo (Cladodus l;
B = aletse pectolale3 de un tibur¡ín de la época actual (Sellyum); C = es-
queleto de las aleta€ pectorales de una raya.
38
de la materia sufre una radical transformación en el curso
evolutivo, Sin embargo, los diversos órga:ros de un ani-
mal pueden mostrar también en su formación definitiva
numerosas huellas de su primera ordenación embrionaria.
Por ejemplo, la columna vertebral presenta en los cuerpos
maduros una inequívoca segmentación y de la misma
forma segmentaria parten los nervios de la médula espi-
nal. Los músculos de nuestro cuerpo, por el contrario, han
cambiado notablemente de posición y sólo puede reco-
nocerse la original ordenación sucesiva por medio de la
inervación,
El descubrimiento de este primitivo estadio de articu-
lación segmentada es con frecuencia el único medio seguro
para la clasificación de alguna insólita forma animal en
su propia familia.
En algunos animales el proceso de la forma embriona-
ria a cuerpo maduro es relativamente sencillo y directo
oonservando muchos órganos la primitiva ordenación de
sus miembros. En otros, por el contrario, resulta esta evo-
lución má-s complicada y la forma definitiva presenta nota-
bles diferencias con las diversas etapas de su desarrollo.
Los peces no se apartan mucho de su forma inicial en
tanto que las aves pierden rápidamente todo parecido
externo con la forma primitiva común a ambos animales'
Así desaparecen las incisiones regulares de su esqueleto,
la cabeza se destaca como parte independiente, las paletas
anteriores se convierten rápidamente en la base de las alas
en tanto que las paletas posteriores constituyen las patas,
y la piel se cubre en seguida de diminutas excrecencias
cónicas que son el origen de las plumas. El tiburón adul-
to presenta en su figura numerosas huellas del proceso
de desanollo, tales como la forma alargada de su cuerpo,
la regular ordenación de su musculatura, el emplaza-
miento de las aletas, la serie de fisuras branquiales, todas
ellas señales claras de su estado embrionario. En las aves,
sin embargo, el anatomista sólo puede reconocer estas
huellas mediante cuidadosas investigaciones (figura 13).
39
í-&É
7 ((c (-/
(,
Ftc. 13,-La base embrio¡al ¡le las extremida¡les tlo todos lo€ ve¡tcb¡edos
ter¡estres es rnuy parecida a la de las aleras de los peces. Nace de ella, en
ru mayor pa¡te, üna eatremidad coú ü¡ miembrc t€rmiúal de cinco raihos,
como nuesua pmpia mano (arriba iz4uierda). En el e¡nbrión rle loe prijaroo
a€ o¡cuedEaú todar¡ía claras huella¡ de esta mano (A); en l¿s aves ¡nrís
antiguas de la época jurásica es todavia tres dedoe (B); el esqueleto rlel
actual b¡azo de las aves se originó mediaate considerables t¡anslorm¡ciones
y es, en todos los aspectoe, csecun<la¡io¡ (C). iA todos esto€ cambios d€be
aiadi¡so la t¡sDsform¡clón de la piel en plunaje!
iñ
",1 r,,
41
se aleje mucho de ser estadio inicial. Recibirá el nombre
de *superior" el tipo que difie¡a considerablemente de su
primitivo aspecto de embrión. La figura madura es, pues,
abstracción hecha del significado funcional de sus miem-
bros, portadora de determinadas señales del curso de su
evolución cuya traza perdura en diversa escala.
42
con la mayor claridad dicha ordenación segmentaria. En
otros artrópodos pr€supone su madurez el agrupamiento
de muchos segmentos: así se constituye el tórax de los
crustáceos superiores y de las arañas, formando los seg-
mentos extremos el abdomen de estos últimos insectos.
Podemos considerar estas figuras como (derivadasr y
es posible clasificarlas cuando se encuentren más aleja-
das de la fase originaria como tipos usecundarios".
El estudio de los restos fósiles de animales de los
primitivos tiempos geológicos ha apuntado la posibilidad
de que en muchos casos las especies de segmentación
pronunciada han sido los precedentes históricos de las
formas animales más complicadas. Así se ha evolucio-
nado del pez al ave, de la salamandra a la rana, del tri-
lobites a los c'angrejos de mar (figura 15).
Las formas primarias son también las más arcaicas,
en tanto que las secundarias son las más modernas y
posteriores. Pero no hemos de olvidar que los distintivos
de "primario> y osecundarioo y su significado como me-
dio de clasificación, descansan sobre la observación del
proceso de desarrollo de cada uno de los ser€s y que
no debe aplicarse, en un principio, más que como una
norma general de valoración. Su extensión al campo de
la geología debe limitarse rigurosamente a los casos en
que un grupo animal aparezca de manera indiscutible en
las edades geológicas con formas notablemente segmen-
tadas y donde quede comprobada, con toda certeza, la
evolución por la acción del tiempo de dichas formas.
La dilulgada teorla de que las formas primarias
corresponden en muchos casos a las arcaicas y las for-
mas secundarias a las modernas tiene su base en el gene-
ral conocimiento de la conexión que existe entre las figu-
ras vivientes, en la opinión de que las antiguas formas
geológicas guardan parécido con las formas secundarias
y de que éstas proceden, pues, de las formas primarias a
consecuencia de un proceso gradual que nos es desco-
nocido todavía. Esta es la teoría general de la evolución
43
Ftc. 15. Annópodo con segaenl¡ción de sotPrcndetrte regulalida¿ It4¡ict'
- cñ¡süác€o de la época geológica, cüyo6 ¡esto6 nod so¡l conocidos.
rla: trilobita,
En su rnayoría trene 6ó10 üros centimetros de longirud. Derecha: euripteru:'
uno ¿e 106 actuales crtBt¡ceos, parient€s de la extinguida especie y origi'
D¿rios también de las antiguas épocas geológicas; tongitud, l0 cm.i algunag
cla.ses llegan, sin errbargo, h¿sta €l 1,8 m. Abajo: cangrejo del gupo de los
poüópodas. Aninal hemb¡a' con el ssco de las h¡evas.
45
El cono'cimiento de las sucesivas fases de desarrollo y
de las leyes por las que éste se rige, puede resultar más
fructífero para el observador de una figura animal si
sabe interpretar correctamente las señales de su apa-
riencia exterior que son testimonios simples e inadverti-
dos de una secreta ordenación.
Cada una de las figuras animales guarda relación con
muchas otras, con determinados grupos, por medio de
estos distintivos que son en algunas ocasiones de difícil
reconocimiento. Esta ünculación a un amplio orden es
algo asl como una base general de la que destaca un
individuo, una especie animal, en virtud de sus peculia-
ridades. Los miembros por separado y la figura en con-
junto cobran dentro de dichos límites nuevo significado,
nuevos (valores de formación"' Así, por ejemplo, los ner-
vios que parten en su mayoría de la espina dorsal para
reunirse con los nervios de nuestros brazos o con los de
las alas de las aves, nos revelan el íntimo parentesco
existente entre dicho brazo y dicha ala con la aleta de
un pez, en la que intervienen asimismo varios segmentos
corporales. El uvalor de formacióno de la aleta'corres-
ponde sin embargo a un estadio evolutivo inferior al de
la ala de un pájaro. Con el "valor de formación" indica-
mos la valencia de los seres vivientes, de la misma forma
que el nriLrnero de núcleos de un átomo indica su coloca-
ción dentro de un orden. El nvalor de formación" no se
refiere en absoluto a la capacidad de los órganos sino al
lugar que ocupan en un orden de estas formas.
Cuanto más tiempo nos detengamos a contemplar las
huellas de los procesos de desarrollo tanta mayor agu-
deza cobrará nuestra vista para distinguir tales señales.
Así empezaremos a comprender la figura animal y co-
menzará ésta a hablar, paulatinamente, a nuestros sen-
tidos.
La repetición de miembros iguales alrededor de un
eje pueden mostrarnos, por sus diferencias, los cambios
experimentados en el ovalor de formación". Las alas de
46
Fre. 16,-La eSuiüb¡ada forma de las alag de las libelulas (aniba) es la
fase primaria; llamamos (securdaria¡ al desar¡ollo de las dos alas iguales en
iliveñas formas (abejorro) o ed colo¡€s distintoE (mariposas noctumas).
47
El estudio de las extremidades de los vertebrados te-
rrestres nos ofrece numerosos y notables ejemplos del
(valor de formación" de los órganos. Dicha investigación
resulta además muy instructiva porque gran número de
testimonios geológicos nos brindan así una amplia visión
de las diversas fases de la creación. La pieza final del
miembro (mano o pie) nos muestra una constitución dis-
tinta a la ordenación sucesiva de elementos observada
hasta ahora, o sea, la subdivisión de una superficie en
dedos, Poseemos muchos documentos que nos atestiguan
que los miembros de los vertebrados terrestres primitivos
nacieron por la transformación de las aletas de los peces,
Los vertebrados terrestres más antiguos tenían extre-
midades con cinco dedos. Lo mismo ocurría en los ma-
míferos arcaicos. Este rasgo se ha mantenido en los hom-
bres con singular constancia desde los tiempos más
remotos hasta la actualidad. i Qué asombrosa transforma-
ción han tenido que experimentar dichas extremidades
para adquirir en un limitado período de tiempo, en la
llamada época terciaria, la forma redondeada de los
ungulados ! La serie de fósiles de animales bisulcos y
equinos se cuentan entre los documentos de mayor inte-
rés, sirviendo a los investigadores como punto de partida
de Ia teoría de la evolución. Por este motivo estudiaremos
algunos de los importantes cambios experimentados en
los pies de estos grupos animales (figura l7).
Los ungulados alcaicos tenían pies de cinco dedos
que se apoyaban, posiblemente en su origen, como los
'completo en el suelo, o
otros mamíferos inferiores, por
sea, de punta a talón. Aparecieron después en las sucesi-
vas eras geológicas, los animales de pezuña impar y
bisulcos en los que disminuyeron el número de dedos,
apoyando el pie, en un principio, sobre los dedos y más
tarde sólo sobre la punta del dedo medio. En esta trans-
formación pierden el miembro correspondiente a nuestro
dedo gordo. Prescindamos por el momento, de que con
dicho cambio se eleva la figura del suelo, de que se han
48
F¡e. l?. Tra¡sformación de las mauos primaúas de ci¡co dedos de los
- €n los
E¡amileroe dtr tipos de sulcos y de doble pezuia (colocáción disti¡tta
del eje). Del centro a l¡ üquieda: ¡inocerorte, caballo; a la de¡echa: já'
bali, camello'
50
Frc, I8.-Pla¡os de sinetria de una anómona nalitra (caliactitb), 6eeúD
T. A. Stephenson. EI eje f es el de la est¡uctü¡a bilaterat, 2 y 3 son ejee
secu¡rdaúo3. El düujo de las aútenas sigue estas reglas de simetría. El e*
tudio profuado de tales tentácr¡los demuest¡a una subordinación jerárquica
muy cornpücada.
51
En las anémonas, a cuya familia pertenecen también
{os pólipos del coral, muéstrase la forma simétrica supe'
rioien la fisura de la boca, así como en sus tentáculos.
(figura l8), Las estrellas de mar y los erizos revelan el
plan superior de construcción en un determinado plano,
1los zoélogos le llaman plano de la madrepora), en el
que deben trazarse las únicas superficies simétricas. De
vlz en cuando se muestra dicho secreto plan de cons'
trucción de manera ostensible en algunos erizos (figu-
ra 19).
Se encuentra a veces €n los animales el sistema de des'r
52
Frc. 20. C¡eci¡oie¡¡to ¿le apa¡ie¡cia vegetal
-
de las üversas coloniag de póüpos mari¡os
(bnozoas), d€ las que viven algunos parien.
t€6 en agua dulce (muy aurúentsdo).
53
sus ramificaciones las variantes propias del reino vegetal
(figuras 20 y 21). Este parecido no debe inducirnos a
p"ir". q.t" ái"h" fot u vegetal presupone en todo'caso
ia mismá forma de desanollo. En tanto que algunas de
estas figuras crecen de auténticos b¡otes, como las hojas
y las flores de una rama, se verifica en otras especies esta
iamificación por desdoblamiento. Así se pueden dividir
los pólipos dé los corales a partir de la superfice bucal.
Est; diüsión alcanza finalmente al esqueleto oculto en
lo más profundo del animal, presentándonos las imágeles
de la figura 22. Por este mismo sistema se forman los
meandros de los corales cuyas sinuosidades se asemejan
a las de los hemisferios cerebrales; cada recoveco con-
tiene numerosos resultados de la división de los primi-
tivos pólipos.
54
Fre. 22.-Podemos seguir, de izquierda a derecha, el desdoblamiento de lo€
p6üpoe coralíleroe; p¡im€Io en dos! h¿sta cuatm elementos' €otr una baFro
comrin. E¡l el interior alcanza también esta división al esqueleto oilcico,
pe¡o en este c¡so s¡ílo of¡€c¿ la base del esqueleto una fiSu¡a distinta, mien
t¡as que eú otlas eslleci€s llega a desdobla*e pol completo.
55
/VV}/VÜ/$
F¡c. 23.-Estamo6 habitu¡dos a co¡uirle¡ar las formas d€6a¡rollad¡s de los
d¡ernos coEo el resultado del proceso de madurez, tal co¡¡o nos d€muestra
la eerie superior de las üversas fases de la ü¡la del ciervo real. Pero algunae
cor¡rarneEla.sr como las del alce, Iro 3o¡¡ de tan fácil conprensión.
5ó
siones, a la ordenación de los nervios de las hojas de al-
gunas plantas. Así se ordenan en una superficie curvilí-
nea qne corresponde a la de una hoja; la misma super-
ficie está extendida o comprimida, de manera que los
cuemos resultantes tendr¡án forma de hoja o de rama.
Esta comparación puede sólo indicarnos las propiedades
forrnales áe la cornamenta de los ciervos' El proceso de
desarrollo de ambas figuras es muy distinto y no le
afecta tampoco, de manera directa, la relación que pu-
diera haber entre ellas. Volveremos a mencionar, de vez
en cuando, estos bellos adornos frontales de los ciervos
ya que nos veremos obligados a referirnos a los mismos.
Los animales simples nos enseñan todavia otras reglas
que rigen las figuras de los animales. Estas leyes, que
debemos citar a guisa de conclusión, nos llevan de nuevo
al problema planteado en un principio del (exterior-inte-
riorr. Existen tipos de animales sencillos que son trans-
parentes como el 'cristal. Esta transparencia absoluta
óomprueba una importante regla de la formación de los
animales primarios: su organización se ha constituido
de manera simétrica. Esta orientación predomina hasta
lo más profrrndo de cada órgano, sea radial o bilateral.
Pero ¡apenas podemos hablar de <interior> ya que todo
se encuentra ante nuestros ojos que no han de escud¡iñar
ningún lugar oculto ! Nuestra propia constitución nos
confirma que esta homogeneidad de desarrollo no es
natural. Dijimos ya que nuestras vísceras sólo son estric-
tamente simétricas en un principio, pues presentan en
su madurez una irregularidad absoluta. Los pólipos y
medusas, los celenterios, los pequeños cangrejos y pulgas
acuáticas, en cuanto son transparentes, ofrecen dicha
rigurosa simetría, adoptando formas de fácil observación
que constituyen, como es de suponer, u¡ auténtico deleite
para el zoólogo.
En un principio, parece carecer de importan'cia lo que
antecede. Sin embargo, quien se dedique a estudiar las
especies acuáticas superiores podrá comprobar que esta
57
absoluta transparencia no se da en ningún animal de
vida independiente cuyos órganos internos están siempre
hcondicionados de manera asimétrica. La obtención de
una mayor superficie interna es condición indispensable
para la vida de los animales superiores, por 1o que no
existen individuos transparentes en los mencionados gru-
pos. Los erizos de mar, los moluscos y los caracoles, los
peces, son totalmente opacos.
EI entendido en esta materia podrá hacernos algunas
objeciones ya que s€ encuentran ejemplares transparentes
en varios grupos de gasterópodos y de calamares, se
pueden citar las salpas entre las taliáceas e incluso es
posible hallar determinadas especies transparentes en
los peces desarrollados (por éjemplo, el pequeño siluro
cryptopte¡us tropical).
Examinemos pues con la mayor atención esta hetero-
génea sociedad que al estar compuesta por animales su-
periores parece refutar nuestra regla. La primitiva Zoo-
logía descriptiva se fijó ya que en varios de los mencio-
nados grupos se apelotonan sus vísceras en una pequeña
masa; a este ovillo visceral se le llamó (nucleus vegeta-
tivus). Más todavía, En diversas especies oceánicas, tales
como las salpas (semejantes a Ios vertebrados ) se en-
cuentran recubiertos dichos ovillos por un tejido oDaco
que presenta brillo argentino o está coloreado de rojo
brillante o azul. Si lanzamos una mirada a nuestro alre-
dedor hallaremos en todos los grupos citados r¡na exacta
correspondencia al
"nucleus vegetativus). Así en los peces
transparentes se halla comprimida también la masa de
los órganos internos en un reducido espacio junto a la
cabeza, rodeándole un tejido de brillo metálico. No inten-
tamos averiguar ahora si este tejido responde a alguna
necesidad o si origina premeditamente algún efecto luml-
nico en el contorno del animal, lo que serla, por otra
parte, muy significativo. Nuestro problema concierne a
la forma. Todos los órganos asimétricos de estos animales
se hallan cubiertos por un tejido opaco, pero la mayor
58
parte del cuerpo, que es transparente, ofrece una sime-
tría rigurosa.
Las raras formas superiores con organización trans-
parente confirman nuestra regla. La constitución simé-
trica va unida siempre a la forma transparente, en tanto
que la organización asimétrica se oculta bajo un tejido
opaco, No pretendemos sacar de este hecho ninguna
consecuencia importante, aunque sí debemos prestar
atención a la inalterable vigencia de dicha norma. Citemos
otro ejemplo que confirma la regla. Existen gusanos trans-
parentes con organización interna asimétrica. Pero se
trata, sin exclusión, de p¡írasitos que viven en el interior
de animales superiores y a los que les presta su huésped
la piel opaca.
Los animales transparentes de los oceános, como los
que viven en las aguas profundas de nuestros mares, cau-
san a los zoólogos muchos problemas insolubles. Su trans-
parencia se relaciona seguamente con el elevado lndice
de agua que contienen sus cuerpos, lo cual es, a su vez,
u¡ factor que les permite nadar con la mayor libertad.
Es para nosotros todavía incomprensible el papel que
desempeñan los colores de los órganos internos de di-
chos animales transparentes en sus funciones vitales. Sin
embargo, el desarrollo de tales seres obedece también a
determinadas reglas que no están directamente al servi-
cio de la conservación de la especie. La contradicción en
el desarrollo de los órganos visibles y de los ocultos es una
de ellas. Ya que las especies más simples de dichos ani.
males no disponen de ojos para vers€ mutuamente y no
se esconden tampoco de las miradas extrañas por medio
de acciones miméticas, estas singulares estructuras de los
animales transparentes nos advierten de cuánto desco-
nocemos todavía acerca de las relaciones de los seres
vivientes con su alrededor,
59
3. EL CEREBRO COMO MEDIDA
DE DIFERENCIACION
62
deberá conocer los índices de diferenciación de sus cere-
bros. EI lector permanecerá con nosotros durante un lato
en un laborato¡io para aprender, en lo posible, los me-
dios y procedimientos por los que se determina el grado
de cerebralización. Examinaremos estos métodos tomando
como ejemplo los cerebros de los mamíferos y de las
aves en cuyo estudio ha llegado.rnás lejos la investiga-
ción.
Para cada una de tales mediciones se necesita r¡na uni-
dad. Aquí empiezan las dificultades. En el ratón, como
en el hombre, representa el peso del cerebro aproximada-
mente la 50 ava parte del peso de su cuerpo. Y, sin em-
bargo, estamos todos de acuerdo que la capacidad de
ambos cerebros es muy distinta. Encontramos ahora la
importante regla de que el animal pequeño tiene siempre .
un cerebro proporcionalmente mayor al del individuo de
mayor tamaño de su misma familia. Esta regla es parti-
cularmente aplicable a los animales de sangre caliente.
Busquemos, pues, otra unidad de medida. Rechazemos
la del mismo cerebro y determinemos una parte del ce-
rebro que se haya desarrollado de la misma manera en
las especies animales sujetas a comparación. Hallamos
esta (parte elemental" en la región cerebral que los bió
logos denominan como (origen, del cerebro y la que
in'cluso en los vertebrados más sencillos se encuentra
perfectamente desarrollada. En la figura 24 a se destaca
en negro el Ilamado (resto original'
Con esta unidad pueden medirse los pesos de las par-
tes superiores del cerebro que tan distintos resultan de
un grupo a otro y que en su calidad de centros de la capa-
cidad pslquica revisten gran importancia para nuestro
estudio. Nos hacemos asl con unos coeficientes, con unos
índices. Pero esta unidad de medida no es del todo per-
fecta, El resto original de los vertebrados de organiza-
ción superior 'contiene cantidades apreciables de fibras
y centros nerviosos que representan por sí mismos una
parte de la diferenciación superior. Asl se encuentran,
63
C/'''
N?
A
Frc. 24 a, Ce¡ebroo d€ vertebrados de cr€cieüte complicación (€l testo
odginal está- pintado en negro). A : lipo lu¡dnmental que aparece en los
peces y anfibios a¡caicoa. B : mamífems de catego!ía inlerior (¡ror ejem'
ilo erüos). Q = mamíferos superiorcs (ungulados). B'= gradc infe'
¡.*" ¿" i* aves (gallinas, chorlitos). C' : aves superiores (papagavos)'
I : hemtuferios (cerebro offatodo purteado); I a = cent¡os superiores
de los hemosfeios¡ 2 = slándülas pineales; 3 :mesocéfalo; 4 : cere-
belo; 5 - nervias óPticos.
-<(
v
64
F¡c.24 c. Ce¡eb¡os de peces. El cerebelo estri desarmllado do lo¡rna
-
tuy +tyta (pinrado en negro). Arriba: ribüní& osru¡ión, carpa. A.bajo:
lucio del Nilo, que presenra el cerebelo mrás desa¡mllado, t = t¿¡ulos oüs.
toric; 2 = ce¡eb¡o ante¡ior; 3 = cereb¡o intermedio; 4 = mesocéfalo;
5 = cerebelo; 6 = p6rte tatenl del oído que etr mochos verrebúdos forma
parto del ce¡eb€lo; ? = médula con fosa romboidea; B : una si¡gular p¡o.
mine¡cia en la fo6a ¡oEboidea que sólo se pr€6enta en loo pecee telaírteor,
65
5.-La figura animal.
paracitarsóIoune jem_plo,lT}fl",:1T.rf:,"J;tr"¿"H
oue arrancan en número mu;
tu i6t'mna vertebral (la figura
;ffi"iil;";li"g* á"t" contrastes)' redu-
;t1;;; iá1"-¿" original' a la Habremos.de
masa nerviosa real-
:i" i;d-";,;;i"re-to
-.,,i" .i"-."t"r. E" """."? tff15,
3,5 kilos, en un macaco, Po X::j;i:,"1i.;'ff
ii"n peso de ó gramos ; la misma masa de un cerebro
"n
á'J'o.gu"ir""i¿" muy inferior' el de una marmota' Pesa
lár. lli gu-*. comparemos una oveja con el
hombre
6
el momento trataremos de conocer tan sólo los princi-
pios generales de la medición.
Los lndices conseguidos en dicha forma y con los que
examinaremos de mane¡a particular los cerebros, nos
indicar¡ín el número de veces que resulta más pesada Ia
parte cerebral objeto de investigación que el *iesto ori_
ginal> más ínfimo de los animales de su mismo tamaño
corporal.
. Estas cifras no sirven para valorar. la inteligencia, el
talento u otras cualidades psíquicas con las quJ soleÁos
enjuiciar a los hombres, pero nos indican con cierta
seguridad el volumen de Ia masa nerviosa de la parte
cerebral superior de las distintas especies de las grándes
familias, pudiendo determinar, al tener en cuenta-su sig-
nificado como centro de las actividades, Ia relación d-e
un animal con el mundo que Ie rodea. Como es natural,
una investigación más profunda nos proporcionará datos
de mayor concreción que los que poáamo. deducir de la
lectura de estos índices, pe.o en el lnterin son para nos-
otrñs un importante medio para determinar los grados
de diferenciación de r.¡na especie animal dentro de'i seno
de su extensa familia.
En el curso de nuestro estudio sobre la figura animal
utilizaremos con frecuencia tales lndices, D-ebemos 'co-
nocer, pues, ahora, las cifras resultantes. En Ias tablas
agrupamos en dos columnas de .distintos pesos corpo_
rales los índices de los centros superiores Cerebrales -de
los mamíferos, esto es, de su corteza cerebral. En Ia
primera columna se encuentran los mamíferos de tamaño
parecido al del gato y se citan en la segunda columna los
animales cuyo peso corporal es aproximadamente el hu_
mano. Las cifras nos revelan a simple vista las diferen_
cias que existen en los cerebros de cuerpos de igual masa.
El estudio de las aves nos descubrJ tambié.-n grandes
diferencias en Ia formación de sus centros nerviosos supe-
riores. Sin embargo, las divergencias entre las .u", .b,
mucho menos acusadas que entre los mamlferos, ya que
€t
los índices cerebrales van de 2^3 (codornices, algunos
chorlitos y palomas) hasta 28,0 (paplgayos)-entánto que
la escala áe los mamíferos recorre de 0,7ó (insectívoros)
hásta 70 (elefantes), sin contar al ser humano (tabla
número 2).
TABLA I
' Mamfieros
Pcso aprorimado 3-4 kilos Peso eprorlmailo 60'70 kilos
TABLA 2
Apes
Grapo"ile 60-9Olgr' Grapo dc 1.000-1.200 gr.
ó8
TABIA 3
Indices de las cortezas cerebrales ile los mamíleros. Las
Iíneas horizontales ilktinguen los gruiles grupos ile ani-
males afincs
5 t5
Hombre
Antropoides
Macacos, Zambos
Lemúridos
Caballo
Tapir
Elefante
Damán
Jirafa
Antílope, bóvidos
Ciervo
Cerdo
Almizclero enano
Oso
Gato 18,4
Perro 16,7
Marta
Armadillo
Cobayas
Ratas, ratones
Murciélago
Topo
Erizo, musaraña
TABLA 4
Papagayos l4,95
Búhos 14,53
Cuervos r4,60
Pájaros carpinteros 12,53
Paros 8,06
Pingüinos
Palmípedas
Aves rapaces
Cigüeñas 6,85
Gansos, patos 5 ,70
Avestruz 4,27
Rascón 5,54
Chorlito 5,16
Palomas 254
Gallinas 2,93
Lagartos
Serpientes
Indice, 16
70
sión de determinadas funciones que están relacionadas
con sus grados de diferenciación. Poseemos un mayor
caudal de conocimientos de la estructura cerebral y de
las reacciones de los vertebrados. Pero también los sis-
temas nerviosos centrales de otros grupos nos ofrecen
muchas peculiaridades cuyos contrastes nos permiten
establecer grados de diferenciación entre los mismos, aun
cuando en la actualidad no hayan sido aprovechadas su-
ficientemente sus posibilidades por los investigadores,
Echemos una mirada de orientación únicamente sobre
el importante grupo de los artrópodos (animales articu-
lados) ya que dedicaremos más adelante un capítulo
especial a los moluscos.
Las grandes diferencias que existen entre algunos €ru-
pos pueden apreciarse claramente en la estructura de los
centros visuales, Estos comprenden en los crustáceos
más semillas, y por cada gran ojo, dos de tales masas
üsuales en tanio que en los animales de organiza'ción su-
perior ofrecen tres de ellas.
La presencia de un centro nervioso superior de estruc-
tura perfecta es propio de los artrópodos (con inclusión
de los gusanos), cuyas células nerviosas envían sus fibras,
según una inteligente ordenación, en dirección central.
Así nacen centros que a causa de su aspecto reciben el
nombre de cuerpos fungosos o en forma de hongo. Estos
cuerpos se encuentran directamente junto a los ojos de
los crustáceos superiores por lo que se hallan particu-
larmente relacionados con el sentido de la vista. Estiín
también situados en la región cerebral de los insectos
que ejerce las funciones visuales. Su estru'ctura, muy
vigorosa en los individuos trabajadores de las colonias_ de
los insectos, es decir, en los seres más activos de dichos
pueblos, nos certifica su notable certificado en la vida
áe los artrópodos. Algunas medidas de los tamaños rela-
tivos de dichos c€ntros nos da una imagen de las grandes
diferencias que presentan las estructuras cerebrales de
los artrópodos (Tabla 5, figura 2ó).
71.
TABI,A 5
Indices de las regiones cerebrales más importantes
de los insectos
73
.i
üsminución de la rnasa nerviosa de los gftanos olfativos
de dichos animales por el mismo orden en que aparec€n
en la tabla, Los cuerpos fungosos están muy desarrollados
entre los insectos organizados en sociedades, es decir,
entre las termitas y abejas.
Pero nos encontramos todaüa en los principios del
conocimienio fundamental del cerebro de los insectos y
crustáceos y no estamoi aún en disposición'de contestar
a las preguntas que plantéan sus. grados de desarrollo. Se
han necesitado largos años de labor incesante para con-
seguir el estudio comparativo del cerebro del grupo más
complicado de los moluscos, la familia de los calamares.
La brevedad de este libro no nos permite examinar a
fondo dicho método, pero una ojeada a la tabla nrlmero
ó nos indicará que también las grandes diferencias de
este caso encuentran una expresión numérica mucho más
exacta que la que pudiera proporcionarnos la simple cata-
logación en los grupos superiores o inferiores. El desarro-
llJ del calamar en el transcurso del tiempo parte de una
forma muy semejante a la especie todaüa existente de
los nautilos. El índice de su estructura cerebral no ha
sido determinado aún, pero probablemente será inferior
al indicado en nuestras tablas. El grupo de calamares de
ocho patas muestran dos estadios evolutivos, a saber: los
nautil,os (argonautas) y sus familias que viven en los ócea-
nos y cuyo índice oscila alrededor de 4 y las espec-ies- de
los pulpós (índice 8, aproximadamente). El grupo de diez
patas álcanza con los calamares de los óceanos (loligos)
il nivel +5, pero las sepias que se encuentran en la su'
perficie de los mares consiguen con 7-8 el segundo punto
culminante de la evolución de los calamares. I
74
El cerebro y los órganos sensoriales son si:r duda los
mejores medios para Ia clasificación de la organización
animal. Asl como la relativa independencia de r¡n animal
de las variaciones climáticas aumenta sus posibilidades,
así también la existencia de un organismo de regulación
interior que conserve una temperatura corporal constante
constituye un claro distintivo de categorla superior. Esta
constancia de la temperatura interna está relacionada con
un metabolismo progresivo y, en consecuencia, con una
elevada asimilación alimenticia, con una vigorosa circula-
ción sanguínea entre los órganos y con un aumento de las
superficies pulmonares y del paquete intestinal. También
exige un intensivo cambio gaseoso por el incremento de
los glóbulos rojos. La ampliación de la actividad renal
es consecuencia de la elevada temperatura corporal que
puede ascender en las aves de 4l a 43 grados. Asf todos
los órganos metabólicos contienen en su fina estructura,
hasta ciertos límites, algunos distintivos de diferencia-
ción que no son decisivos por sl mismos, pero que unidos
a los valiosos datos que nos proporciona el conocimiento
de los sistemas nerviosos pueden ser factores determi-
nantes de las categorías animales.
El estudio de tales señales nos lleva a otro descubri-
miento importante. El aumento del metabolismo origina
nuevas necesidades nutritivas y con ellos nuevos estl-
mulos del hambre, desconocidos por los animales infe-
riores que son capaces de caer en dilatados letargos. Este
imperativo alimenticio nos advierte que el animal supe-
rior no sólo es el mejor preparado sino también el que
corre más peligro. Si queremos alcanzar una compren-
sión perfecta de la vida animal no hemos de olvidar ja-
más este aspecto de su organización. El organismo más
perfecto es el más amenazado, lo que tiene también su
confirmación en el mismo ser humano-
75
4. I'IFERENCIACION Y IIPARIENCIA
: i11 ir
il i
Ftc.27.-1106 animales ¿éfalos de los msré oiüdos (en tsmaño El¡y.s.
rlucido): üna cl¡¡¿ de ¡ilonófero (coridarios) con ¡¡1üchs3 végig¡! ¡¡t¡toús6
t [ume¡osas yentoss¡r !¡ filrmento!. Dolantc una medüsa de gran tamaño
(rizoctoma ).
78
cen la formación cerebral de mayor simplicidad y los
mamíferos la más perfecta. La cabeza de los peces se funde
por completo en el contorno aerodiniímico que poseen la
mayor parte de estos animales, conürtiéndose en el simple
polo delantero de dichos seres nadadores, Una insólita
excepción confirma la regla: La cabeza del caballito de
mar, perpendicular a la llnea de su cuerpo y que com-
prende una boca alargada en forma de tubo. Este original
e indolente ejemplar de la fauna marina despi€rta tanta
simpatía entre nosotros porque su cabeza nos recuerda
a una figura animal superior.
Pero lo cierto es que cualquier ave o mamífero presen-
ta una cabeza mucho más destacada que la de los peces,
al sobresalir de un cuello (en los peces se nota a faltar
dicho órgano) y encontrars€ distanciada notablemente
del tronco. A esto hemos de añadi¡ la frecuente presenci
de señales tales como lanas y barbas, o cuernos en los
mamíferos y moños, plumas y crestas en las aves, así
como las diferencias de colorido y muestra que se dan en
ambos grupos de sangre caliente. Basta pensar sólo un
instante en cuántos mamíferos y aves pueden s€r (retra-
tadosr por su cabeza, es decir, están representados perfec-
tamente por la misma, en comparación con el escaso nú-
mero de peces en los que ocurre lo mismo. No en balde
se limitan los utrofeos de caza" de los pescadores a una
corta cifra de especies, como, por ejemplo, el esturión.
El grado superior de la estructura superior nos ofrece
una rigurosa perfeición de este polo corporal. El aspecto
que nos brinda el reducido reino de los mamíferos confir-
rna dicha regla.
Es cierto, pues, que la cabeza se muestra siernpre
claramente destacada del tronco, pero ¡cuán distinta es
esta protuberancia del contorno corporal en cada especie !,
¡cuán diferentes resultan sus caractérísticas si compara-
mos los grados inferiores de la estructura cerebral (las
musarañas, los canguros, gran número de roedores) con
Ias organizaciones superiores (el gato, el ciervo, el antí-
79
F!€, 28 ¡. Müs¡laña (Auruafia); r¡r¡ ¡tel A¡ia Orie¡uli ¡¡ta coori¡.
-
80
F¡c. 29 a.-Peces corales del Océano l¡dico cor muestlas singulsrm€ntc
llamativas (izqoierdai poEac¿ntus. De¡€cha: tetragoropt€¡üó).
81
ó.-La figura aninal.
Flc. 30.-Dos pequeñod ¡o€dorc€ dé
Améric¡ del Norte. Izquierda: el chip
munk (tsmi¡s). De¡echa: el citeürx.
82
de dichas muestras corresponden claramente a las reglas
de los estadios inferiores, Los ejemplos que nos brindan,
por ejemplo, los canguros (animales olfativos por exce-
lencia) son muy curiosas. Las figuras 3l y 32 muestran
el peculiar rayado transversal del canguro que cubre prin-
cipalmente la espalda y la parte posterior del tronco de
dicho a¡imal, así como la chocante distribución colorls-
tica del oso hormiguero.
Estos ejemplos ext¡emos los encontramos de nuevo
y con gran profusión en los vertebrados. La cabeza de
sus individuos inferiores está exenta de colorido o mues-
tra. Los matices de la piel nos recuerda un cuaüo capri-
choso y extravagante y cuando se muestra ostensible el
colorido nos sugiere la idea de una mascarada. En los
animales superiores, por el contrario, se halla la muestra
en armonía con los miembros y se destaca la cabeza como
polo conductor, ostentando los signos caracterlsticos de
Ia especie, color y dibujo. El hecho de que los grados infe-
83
riores de los mamlferos están compuestos esencialmente
Dor animales olfativos y la circunstancia de que aumenta
í" i-pá.iÁ"i. ¿e los ojos en las organizaciones cerebrales
-á" rd.l.tttud"s, conJtituyen por sí mismos lnüces de
F¡c. 32. El grau ooo horrniguem de América del Su4 junto con el ¡rm¡'
¿tü. t a- n"*i"", u¡o ¡le l*- último". "upe¡vivi€rtes
alcalco6'
de loe grupoe animales
84
F¡c. 33.-El tigr€ co¡¡ro modelo del modtleado de 106 mamífelos Bütdiore!.
El tigre que es pa.a l¡ mayo¡ía de nosotroe él lep¡esentante de los a¡imalss
tropical€s viveJ sin embargo, en sus mayo¡es varr¡ntes, en el nortc de Asia'
en Süeris.
85
Frc. 34. Tapi¡ (Sud6te de Asia); caballo salvaje (Asia); caballo do'
- ñéstico.
8ó
apena.r; se destaca del tronco, ni tan siquiera por su colo-
rido. Lo mismo ocurre en el tapir americano de color
gris que en el tapir negro de la India cuya parte posterior
corporal es blanca. El caballo luce, por el contrario, un
esbelto cuello, destacando además su cabeza del tronco
por las crines o por los vistosos dibujos en el caso de las
cebras.
El numeroso grupo de los mamíferos primates nos
brinda mriltiples ejemplos de la concordancia entre figu-
ra y grado de organización. Esta relación merece nuestra
mayor atención ya que es el origen de la misma forma
humana,
Peso co$oral
87
F¡c. 35,-T¡e,e las€s de la farnüa a que pe¡ten€ce cl hombre, la fanüa
de loe púnates: roedor' lernrirido y mono (narü aplartarla dc Am¡É¡ica tlcl
Sur). Aümento de tmaño' crcci€nte elevación del suelo por el slarga¡oiculo
de ias exrtemidade, reducción del hocico' a¡ombaÉi€¡¡to de l¿ frente. L¿
¡erie de loo índices de la¡ corteza¡ caebrales de los tres tipoe es aproúma-
dañente ¡ 2-3, 10.13, 30.50. Pero en todoe ellos aparecen las manoe primariae
¡lc cioco dede, e¡ tanto qüe en loo ungulados ha va¡iado s€úible¡¡e¡te le
estructum de los Pié.
88
to de los grados superiores de la organización, es muy
distinta. Así ocurre con el propio mono cuya estructura
cerebral sobrepasa ampliamente a la del maki. Sus extre-
midades son más largas, por lo que su cuerpo se eleva del
suelo, y el sentido óptico s€ ha convertido en el medio
principal de orientación relegando al olfato a un plano
secundario. La forma de la cabeza concuerda con tales
características, diferenciándose notablemente por su pela-
je. Asl alternan en la cabeza de los monos lugares desnu-
dos de vello con largos pelos que forman melenas, barbas,
moños. A esto deben añadirse determinadas 'caracterís-
ticas de color que ofrecen numerosas variedades en el
gupo de los macacos, formando asombrosas imágenes que
alcanzan seguramente en la cabeza del mandril los lími-
tes p€rmitidos a los mamlferos (figura 36).
El extraño color azul de las placas de sus mejillas con-
trasta con el bermellón de la nariz, ofreciendo un aspec-
to singular del que no puede darnos exacta idea nuestro
dibujo en blanco y negro.
El pelaje del cuello de los zambos parti'cipa también
en la diferenciación del polo de la cabeza y les propor-
ciona la digrridad que con tanta grandeza se ve represen-
tada en Ios antiguos monumentos egipcios.
Esta relación entre el aspecto y el grado de diferencia-
ción puede observarse en gran número de grupos animales.
Sin embargo, estudiaremos sólo una pequeña cifra de
mamíf€ros. Entre los ungulados resulta sorprendente el
contraste que ofrecen el damán y el elefante. Ambos ani-
males pertenecen a especies de ungulados antiqulsimas y
muestran claramente en el número de dedos de sus extre-
midades que no se en'cuentran entre las formas últimas
de los bisulcos o de pezuña impar, Los índices de sus cor-
tezas cerebrales, de sus centros nerviosos superiores, con-
firman la gran distancia que separa las posibilidades
físicas de estos dos tipos arcaicos. Dichos valores alcanzan
en el damán la cifra de 8,5 y en el elefante indio la de 70.
iY con cuánta exactitud concuerdan estos índices con
89
Frc. 3ó. Mand¡il rnacho (Af¡ica). Co¡r la madurez aparece el color escar-
lata de la- narü (por medio de loe vasos sanguineos) y el azul do las mcjillas
(colorantes de esbuctura).
90
]
91
la especie de los rumiant€s (figura 39). La delibada corza
del esia oriental Pertenece a un antiquísimo grupo de ru-
miantes, parientei próximos ds lqs almizclqos y cabras
almizcleras enanas.la corza muestra junto a propiedades
arcaicas de su desarrollo corporal (su pequeña figura, por
eiemolo. la procreación numerosa, lo que es caracterls-
tico iambién de los mamlferos primitivos. EI índice de
su corteza cerebral es 12. A la misma familia pertenecen
las jirafas de las estepas africanas' ¡ Qué curioso contras-
Homoplato ->
Br¡so
Anteb¡azo ->
92
F¡c. 39.-Corzo (Asia Oriental) y jirafa (Africa).
93
jri
Frc. 40. Corzo (Asia Oriental), camello (Asia Central). En ¡mbc csso3,
- a¡¡i¡rales ¡rrschos.
94
Así, por ejemplo, se alcanza un elevado uvalor de for-
ma) con un pequeño desarrollo de la estructura cerebral
(antílopes y bueyes ), y algunas especies raras de mamífe-
ros (los grandes roedores, los cerdos marinos o capybaras
de Sudamérica) presentan una elevada estructura cere-
bral juato a un insignificante <valor de forma'. Esto guar-
da relación con la circunstancia de que en tales casos los
órganos visuales tienen poca importancia, en tanto que
los del oído y olfato cobran gran trascendencia.
Así, pues, debemos prestar atención a un hecho de gran
importancia para la clasificación de las figuras animales
superiores. Nos referimos al papel que desempeña el oído
y su órgano subordinado, la voz. Este sentido tiene su
uvalor de formau propio que exige a su vez un estudio
especial, participando en cierto modo en la misma figwa
del animal. Asl, sólo puede corresponderle a la curmca
su bello canto y es a su vez exclusivo del mirlo su conG.
cido trino. Aun cuando no nos dediquemos en este libro
sobre la figura visible de los animales del campo, de los
sonidos, debemos tenerlo siempre en cuenta cuando de-
seemos establecer la diferenciación de la categoría animal.
La clasificación de los pájaros sólo es posible por la apre-
ciación de sus grandes facultades sonoras y úni'camente
por Ia importancia de su oído lograremos hacernos idea
exacta d€ la multiplicidad de esta forma de vida.
El desarrollo de la cabeza y su correspondencia con Ia
organización general que se observa entre los pe'ces y los
animales de sangre caliente es aplicable también a los
anfibios y reptiles. Quien contemple el aspecto de dichos
animales verá confirmada en seguida esta regla funda-
mental. Los distintivos vistosos de la cabeza quedan re-
servados casi en exclusiva a las especies superiores de
ambos grupos, a los reptiles, apareciendo en los camaleo.
nes, iguanas, basiliscos y otros individuos afines, nume-
rosas formaciones córneas o cutiíneas, tales como agui-
jones, crestas, etc. A ello hemos de añadir que tales reptiles
presentan un cuello claramente diferenciado en tanto que
95
los anfibios tienen la cabeza apenas separada del tronco,
hallándose su espalda muy próxima a aquélla. En lo qr¡e
toca al colorido muestran los anfibios en su calidad de
grado inferior un curioso manchado y rayado de toda su
iuperficie sin que la cabeza se distinga de manera parti-
cular. Los tritones y las salamandras ostentan clararnente
dichas muestras en tanto que los reptiles sólo ofrecen en
muy raras ocasiones tal colorido (figura 41). Estos dibu'
jos que abarcan todo el cuerpo pueden revestir gran
importancia en la vida de los animales ya que les pennite
disimularse en el medio que les rodea. Pero este valor de
protección no puede hacernos olvidar que toda muestra
áebe considerarse por sl misma en relación con la figura
del animal,
En un principio hemos de contentarnos con esta com-
probación muy general acerca de cuán destacado aparece
él polo de la c¡beza en el grupo superior de los lertebra-
96
dos. Quizás le haya asaltado al lector de vez en cuando
la idea de que también el polo corporal subordinado a Ia
procreación debía destacarse en forma parecida a la ca-
beza. Estudiaremos esta relación más adelante y con ma-
yor profundidad, mas por el momento es suficiente con
que nos percatemos de la multiplicidad de las reglas re-
lativas a la figura animal.
Hemos de avanzar paso a paso, y debemos de recorrer
arin largo trecho hasta llegar a comprender ampliamente
el significado de la figura animal. Para muchos es sólo
visible un aspecto parcial de sus funciones. Asl no ven en
los cuernos más que un medio de defensa o el distintivo
de un sexo. Esto es cierto en ambos casos, pero olvidan
abarcar el propio significado y la posición de tales ele-
mentos. Otros sólo consideran las esbeltas extremidades
de muchos ungulados como instrumentos de carreras,
medios para la rápida huida en los bosques o en las es-
tepas. Tampoco es falso este ¡oncepto, pero debemos
considerar además tales partes del animal como índices
de grado de diferenciación que no necesitan un mayor
desarrollo que podrla incluso ocasionar la ruina de la
especie.
A través del concepto clasificatorio del animal según
su objeto y capacidad, hemos de llegar a una apreciación
del mismo por la que, sin menospreciar jamás su aspecto
funcional, valoremos también el aspecto y significado de
su figura.
97
7.-La fisura animal.
L LOs r@Lü!¡CrOS r $tS OolrcHrS
I
fuente más importante de la secreción glandular que cons-
tituye la masa elemental de la concha, donde se deposi-
tan además sustancias minerales, sales cálcicas en espe-
cial. El borde del manto colabora en la estmctura de las
conchas y alrrda, sobre todo, a la formación de la parte
interior lisa del caparazón.
La forma de las conchas de los moluscos depende de las
caract€rísticas de su crecirniento. Las formaciones duras,
como los huesos de nuestro esqueleto, experimentan en
diversos lugares una misma y permanente transforma-
ción, de manera que conservan una armónica ordenación
en vistas al futuro cuerpo. Las conchas de los moluscos
efectúan un proceso totalmente distinto. Así aumentan su
tamaño a lo largo de una determinada zona, por lo que
no ptieden acomcidar su crecimiento a toda la masa cor-
poral. Los períodos de transformación de la concha pue-
den observarse claramente en las llamadas estrías de
crecimiento. Pero éste se regula por la modalidad de
desarrollo, forma y secreción del borde del manto,'cuya
forma es determinada de una vez para siempre por las
propiedades fiias y hereditarias de la especie. Así nacen
formas rigurosamente geométricas, en las que se practi-
can una serie de leyes que han maravillado desde hace
muchos años a los científicos.
Las conchas sencillas, en las que el borde del manto
rodea al animal, adquieren la forma de copa o cuenco,
como en eI cado de los caracoles de las rocas de la costa.
l0l
derech,a: ha'
Ftc. 43. Tres ti¡na de caracoles Arriba' üquierda: Parela;
-
üotir, abajo: plcutotomatiu. En loe dos priloeroo 3€ encue¡l¡an somD¡eaoa¡r
702
tó un crecimiento simultáneo de manera que adoptó una
forma cónica. En otros individuos se desarrolló, por el
contrario, con mayor actividad, uno de los bordes, enro-
llándose la concha en forma de regular espiral sobre la
cabeza. (A la inversa de nuestro caracol Si el
parte "bocinar)'
crecimiento se limitó a una del borde del manto,
esta parte se mantuvo asimétrica al eje del cuerpo, orde-
nándose la superficie en perlodo de desarrollo en forrna
de espiral (fieura 43). Pero tras la sencilla afirmación de
que el crecimiento se verificó sobre una parte del borde
del manto, se esconde una larga serie de graves problemas
ielativos a los moluscos. Así la limitación del crecimi,ento
de la concha está relacionada en muchos gasterópodos con
la propia torsión del saco visceral y con la frecuente
asimetrla de sus órganos. En algunos casos aparecen
torsión y asimetrla de manera independiente, en tanto que
en otras ocasiones se encuentran ligados, proporcionan-
do abundantes motivos de reflexión a los zoólogos que
se ocupan de su estudio,
En los estratos más antiguos de la llamada época
cómbrica se hallaron caracoles en los que esta asimetrla
habla originado una elevada forma cónica de la concha
en espiral. A esta especie pertenecen los pleurotomarias,
considerados como extinguidos, y que, sin embargo, a
partir de 1850 se ha podido comprobar su existencia en
las aguas abisales. Estos animales son una de las formas
animales más antiguas de la Tierra. Su peculiar abertura
en el borde de la concha es una lneisión en cuyo extremo
interno se encuentra el ano (figura 43).
Podremos sólo citar algunas de las variantes de las
numerosas formas que adoptan las conchas de los mo-
luscos. Una de ellas se origina en los calamares arcaicos
a causa de que en su interior se separa periódicamente
un tabique, con lo que el espacio ocupable por el propio
animal, convertido en recinto demasiado angosto, es des-
pedido de la 'concha,
Las zonas de crecimiento pueden señalarse perfecta-
103
Fto. 44. Concha de una clare de mrirex cou ü¡ manto €spiooso tnuy p¡o'
nu-Ecisdo- que harca las zonas de crecimiento. La acrividad del bo¡de del
ma¡to de lo3 caracoles, en lo que ¡eq)ecta a la formación de conchas, puede
v¡riú notablemente €n dete¡¡niúadc p€riodo6,
104
B
,105
su crecimiento sigue las mismas leyes que la concha. Asl
únicamente se acumula materia en un punto de su peri-
feria, desarrollándose una segunda espiral segrln una
línea constante y visible de crecimiento. La cpuerta de
entrada" observa las mismas leyes que la concha, lo que
es un extraño refinamiento de uconstrucció¡" (figura
número 45).
I-as valvas de los moluscos obedecen en su creci-
miento a normas semejantes a los caparazones de los
caracoles. En su mayor parte forman una valva derecha
y otra izquierda, unidas entre sl, como el lomo de un libro,
por un ligamento. A este ligamento se asocia con frecuen-
cia un cierre de complicado sistema de tenazas, También
estas partes de la concha adoptan a menudo formas en
espiral (figura 4ó) o son asimétricas, de modo que el
concepto original de bilatería sólo puede reconocerse
más tarde con gran dificultad. La circunstancia de que
en estos animales, como en los gasterópodos, se destaque
10ó
F¡c. 48. Formación e¡ espirsl dé la foraminífera. En ümension€€ úiü'
hél¡ic¡s -s€ reproducen ¡nuch¿s de las Btructr¡tas de loe noluscos. Alguaaa
o-i-.le unicelular$ diáEet¡o€ d€ alguao€ centímetros'
voc€s alcs¡rs¡r €sto6
Son iEpo¡tantd fo¡maciones de piedras caliza:'
to?
Ocmpue
S"pi¡
A¡go¡aut¡
'109
l,-táe é$ructuras me¡eádá¡feÉtc infcriorx pre'
séntáú lós llamado¡ cordo¡¿g medula¡es en las que las
células nerviosas sé encrLdtrán dtcpérsadas pot todo el
tejido, falrando por tantÓ Iá sépárácién en centfos nef-
viásos (ganElios) y €,n Ílas nerviosas. La cÓnstitución de
y víás aislados es pfopia de grados superiÓftts'
"etrtros
2.-En su c¿ltdad de organizaciones i¡feriores, los
centfos nén¡iodos so edcuéütrañ' dispersados y alejados
entre sí. Por el contrario la agrupación de centros ner-
viosos en el polo anterior del animal, en la cabeza, es dis-
tintivo de un g¡ado superíor de desarrollo'
3.-Los centlos aislados pueden estar en conetión
con los órganos sensoriales de nayor iñportancia y
ofrecer, a lJ vez, una complicada estructura interna. Con
gran frecuencia son de mayor tamaño que los - otros
ianglios y alcanzan la categorla de centros cerebrales
Gangltos cerébfales). El estudio de Ia estructura interna
d"e d'ícho. ganglios nos brinda valiosas posibilidades de
.clasificació¡.
rl0
nimo desarrollo de los ccntros nerviosos superiores, de
los ganglios cerebralcs, y si m dgunas cxcepcionales oca-
siones consigucn uná concc¡tración ganglionar (en el
caso, por ejcnplo, de las limas) se realizr ésta en la región
vlscaral y nunca m la cabeza, como oeur¡e en los animales
supef,iores.
Los gasterópodos preseDtan cuaÍdó medos una ügera
ventaja sobre los bivalvos, pues si bien en muchos de
ellos se hallan diseminados los centros nerviosos a lo
largo de todo su cuerpo, los ganglios cerebrales superio-
res s€ e¡cuentran siempre en la cabetr, En muchas espe-
cies, son tánbién dichos ganglios cerebrales el punto de
reunión de los demás centros nerviosos. Efectivamente,
en algunos grupos de caracoles mari¡os se observa una
lll
concentración extraordinaria de su aparato nervioso, de
forma que todos los ganglios se agrupan en una sola masa
sobre el tubo digestivo creando un auténtico (cerebro),
El grado superior de la organización nerviosa corres-
ponde a los calamares (figura 50). Es cierto que encon-
tramos también algunos ganglios dispersos en diversas
regiones del cuerpo de estos animales, pero los órganos
nerviosos se acumulan preferentemente en la cabeza al-
rededor de la garganta. Esta agrupación en la garganta
aparece en el nautilus, que es la forma üviente más ar-
caica, como (cordón medular" pero, respecto a los otros
grupos, ofrece la complicada estructura de una categoría
cerebral superior.
Este gradual escalonamiento de la categoría de la
organización nos facilita una base para el estudio compa-
rativo de las conchas de los moluscos. La primera regla
sobre la figura de estos animales nos indica que la mayor
riqueza de formas, la diversidad más grande de conchas,
el desarrollo máximo de éstas, se encuentra entre los
moluscos de categoría inferior. En parte alguna hallare-
mos tal variedad de formas de conchas como entre los
grupos de bivalvos que hemos clasificado en loi últimos
estadios. Entre los gasterópodos, asimismo, ofrece la
máxima plenitud de fo¡mas el llamado auterobranquios
en el que aparece la citada dispersión de los centros ner-
viosos y en los que varía eI desarrollo de dichos órganos.
El nautilus es el calamar de concha más grande y vis-
tosa, es decir, la especie qu€ tiene el sistema nervioso
más rudimentario. Y por último, son sus parientes, ya
extinguidos, de los remotos tiempos geológicos quienes
nos ofrecen las conchas de mayor tamaño y diversidad.
Asl nos muestra también hermosas conchas la amonites,
que ha recibido este nombre por el parecido de sus capa-
razones con la cornamenta de los carneros (figura 51).
A lá regla que acabamos de enunciar corresponde una
segunda: las conchas de los molus'cos superiores experi-
mentar un mezquino desarrollo, o faltan simplemente.
112
Frc. 51.-El sDoDites d€ mayo¡ ta¡!"año deEcubierro hasra l,a lech¡ pcrtene.
ce s la elpecie dc paquidiscus y pmcede de loe ¡€siduc del periodo cretáceo
de Ve¡ú¡lia. Ia comparación coo ün €trorme dogo proporciona u¡a idc¡ de
la¡ dimen¡io¡ee de este gigaútesco molulco.
113
E.-La figu¡a aüimal.
de la familia de los auterobranquios, tan rica en formas,
experimenta cierta reducción en sus conchas. Podemos
observar pues, a tenor de esta circunstancia, una nueva
relación entre el desarrollo de las conchas y el grado
de diferenciación de los sistemas nerviosos. En los gra-
dos inferiores del desarrollo nervioso, destácase sensi-
blemente el caparazón en espiral del resto del cuerpo y
condiciona el aspecto del animal. En las especies de dife-
renciación superior, en las que el sistema nervioso está
vigorosamente concentrado, podemos observar algunas
peculiaridades de sus conchas que guardan cierto para-
lelismo con la formación de las conchas internas. En al-
gunos casos queda recubierta la concha por un gran re-
pliegue cutáneo lateral que al alcanzar su miiúmo desa-
rrollo hace desaparecer casi por completo el caparazón.
Esta concha, que puede adquirir gran tamaño, queda de-
formada de tal manera que su espiral no culmina en un
aguzado cono (figura 52) sino que forma sólo una figura
lt4
truncada en alguno de los polos de la concha o bien des-
aparece en el interior de la última vuelta. Estas conchas
se ordenan siguiendo el eje del cuerpo, de forrna que al
ser recubiertas por completo por el citado repliegue cutá-
neo originan, de manera inesperada, una nueva simetría
bilateral del exterior. Al presentarse este fenómeno pre-
cisamente en las especies con un sistema nervioso muy
concentrado, como por ejemplo, en los caracoles marinos
llamados oüvas, se formula ya la importante ley que
influye también en la reducción de las conchas la sime-
tría de las figuras superiores en comparación con el pre-
dominio de los caparazones en espiral de las formas
inferiores. Pero no todos los posterobranquios con sis.
tema nervioso concentrado ofrecen tal apariencia; es
importante, por tanto, el hecho de que sólo se presenta
en el caso de superior diferenciación, siendo una muestra
del desarrollo de la figura corporal que se comprende
como una adaptación a determinadas condiciones de vida,
como una mejor defensa en la lucha por la existencia.
Mucho más impresionante que en los anterobranquios
muéstrase la relación existente entre grados de organi-
zación y formación de conchas en los multiformes cara-
coles marinos que reciben el nombre de posterobranquios.
En este grupo las especies con sistemas nerviosos arcai-
cos (de ganglios dispersos) son en minorla (figura 53).
Pres€ntan además grandes conchas (por ejemplo, el <ac-
teon)) con la forma, ya familiar para nosotros, en espiral
típica de los gasterópodos. Sus figuras se asemejan a las
de los posterobranquios y Ios zoólogos han aceptado
que provienen de algún antiguo grupo de caracoles. I-as
conchas relativamente grandes se presentan cubiertas tam-
bién por un repliegue cutáneo, alcanzando así una rigu-
rosa simetría bilateral.
¡La concha se'convierte con frecuencia en un capa-
razón casi interior ! En las especies de sistema nervioso
concentrado se reducen sus conchas, cuando quedan aI
ext€rior, a unas pequeñas y aplanadas placas, pero, en
115
A B
7t6
F¡c. 54. C¡¡¡cole¡¡i¡ co¡ch¡. Esto6 paq¡cño6 carecol€! IrcrtcDco.D r üD¡
-
l¡u¡¡ m¡ri¡¡ dc hcrmoeoo colorce (todoc ¡omcDtad6). flc izquiold! a d¿¡c
ch! ! bnc¡quis, poticcq crcolada.
119
FrG. 5?. C,onch. d€ ¡rgD
Daut¡. A- c¡ura dc €€t¡ cot¡.
chr ha rccibirlo cl nor¡b¡c
de ¡nautilug¡. El nacho es,
cn Comparació¡ coD li LoE-
btr, d. tsmaño ¡limi¡r¡to y
no for¡ná coDohr dg¡¡a.
tm
F¡e. 58. Elqüeleto. dc radiohrior (rc
grí.n -
E. H¡cckel), Tod6 cetc rsr€r ü¡i.
celulares quc vivel ca aguo abi¡¡le¡ ¡ólo
ro¡ yi¡ibler EcdirntD Gl Eic¡scopio.
l2r
categoría de la organización central de los calamares.
Tales conchas se convierten de caparazones externos en
órganos intemos de apoyo, y en las formas de estructura
cerebral superior acaban por desaparecer totalmente. ¿Es
preciso que digamos que el polo de la cabeza de los cala-
mares se destaca de manera sobresaliente?
Las llamadas patas del calamar se hallan @ncentra-
das en la región bucal, lo que ha dado origen a su deno-
minación de cefalópodos. En las especies con el sistema
nervioso diferenciado, en los individuos de ocho patas,
aparece el tronco como un simple apéndice en forma de
saco de la poderosa cabeza con sus tentáculos (tabla nrl-
mero ó).
Las reglas que rigen a las figuras, expuestas en esta
obra, se exteriorizan en grados muy diversos, adoptando
variantes muy distintas. La regla general se refiere a un
solo tema, el cual, al profundizar en el estudio de los ani-
males, volveremos a encontrarlo en gran ntlmero de varia-
ciones. Pero este tema nos lleva a nuevas consideracio-
nes. La desconocida fuerza creadora que se exterioriza
así, no es más simple ni menos importante en los tipos
inferiores que en los diferenciados. Por el contrario,
muéstrase precisamente la formación de las conchas más
complicada en los individuos primitivos que en los supe-
riores. Asl, pues, la organización superior de un tipo no
sigaifica el aumento general Vel desarrollo de ous acti-
vidades y señales sino el aumento de alguna de sus facul-
tades, el estímulo en determinada orientabión con el
abandono de otras muchas de sus posibilidades. Los
cuerpos de.los moluscos inferiores se caracterizan por su
desarrollo "extensivor, por su crecimiento exterior, en
tanto que los tipos superiores pueden describirse como
"intensivos¡ de forma
que su apariencia externa corres-
ponde a una complicación interna y a una gran riqueza
de posibilidades de relación con el mundo que les rodea.
Nada puede ,revelarnos con mayor blaridad la oculta gran-
deza de la fuerza de la creación que la circunstancia de
t22
que animales con org¿¡nizaciones sencillas son capaces de
producir determinadas formas que el hombre compara
espontáneamente con sus obras de arte. Esto puede apli-
carse también a los sorprendentes esqueletos de ácido
silícico de los microscópicos y unicelulares radiolarios de
los océanos (figura 58), a los caparazones calcáreos de
otros ser€s marinos monocelulares, las foraminíferas,
cuyas distintas formas desempeñan hoy un papel im-
portante en el estudio de las eras geológicas ya que per-
miten la exacta determinación evolutiva de algunos fó-
siles.
123
6. LA ESIRUCTURACION OPTICA
t25
nes y contemplarse entre sí. Las medusas y las estrellas
de mar pertenecen al grado inferior en tanto que la ma-
yoría de los crustáceos, los insectos y los vertebrados per-
tenecen al superior. ¿Qué tiene que ver con la forma
animal el hecho de que los individuos de una especie pue-
dan contemplarse? ¿Es esta circunstancia un factor que
influye en la apariencia? ¿Existen rasgos particulares en
las figuras de tales formas? ¿Y qué sucede con las formas
que pueden ser contempladas por las otras especies?
El examen de una pluma de ave nos da respuesta a
alguna de estas preguntas. La pluma que puede ser con-
templada, la apariencia sujeta al sentido óptico puede
adquirir una forma distinta a la oculta en el cuerpo del
mismo animal. Pero estos distintivos de la especial esfera
de lo visible son múltiples.
Así vemos en el desarrollo de muchos animales cómo
se orienta el crecimiento de diversas partes de su super-
ficie, totalmente separadas entre sl, hasta consegui.r final-
mente una figura homogénea y armónica. Es asombrosa
la formación del plumaje de los pájaros y aves, bomo la
del espejo de los ánades, en las que una serie de plumas
muy distantes entre sl se colorean sólo por r.¡na cara de
manera que constituyen en eI aspecto maduro del animal
un fragmento del azul brillante o negro amarillo de su
ropaje. La ordenación de tales fragmentos es tan exacta
que descarta la idea de pura casualidad. Está ante nos-
otros una figura pla,neada de la misma manera que
cualquier otro órgano vital de los animales; es, pues,
efectivamente, "un órgano para ser contempladon, una
organización óptica (figura 3).
Exnongamos otro ejemplo. Los dos pares de alas de
la mariposa diurna nacen en dos puntos muy separados
de la oruga. EI futuro dibujo se desarrolla por separado
en cada ala y en estado replegado. Por separado, pero
no independiente.
kves que nos son desconocidas dirigen la formación
del dibujo a franjas de las mariposas macaón y podali-
t26
FIc. 59. podali.
-Madpoeas
rio€ (s€gúü E, Sueffert). En
postua natural p¡esé¡tase la
¡nuestr¿ como u¡itatia.
t27
las mariposas que tan sólo ofrecen su muestra a la vista.
Tales figuras nos demuestran drásticamente que los ór-
ganos llamados por nosotros visuales son estructuras com-
plejas con un cometido determinado. Asl vemos, por
ejemplo, cómo r¡na forma de disimulo, caracterlstica y
heredada de cierta mariposa, puede hacer visible súbita-
128
sirva de prctección, como les ocu¡.re a nr¡merosos insec-
tos. Vemos también que, por ejemplo, las crisálida-s de
las mariposas diurnas cuyo estado de reposo es visible,
se revisten de muestras difusas, en tanto que las crisá-
lidas del mismo grupo animal que descansan escondidas
eD la tierra'o en un capullo renuncian a esta propiedad
concebida sólo para engañar a los ojos. Surgen ejemplos
por doquier cuando empezamos a observar tales mues-
tras de armonía entre forma, übujo, color y mimetismo
de los animales.
En todos estos casos nos encontr¿¡mos ante estructuras
ópticas, frente a órganos de la visión, cuya apariencia
total sólo tiene un sentido si los consideramos para ser
vistos lo mismo por los ojos de las especies afines que
de las enemigas. Los órganos visuales son aparatoE emi-
sores subordinados a un determinado mecanismo de
recepción cuyos mensajes se transmiten a todos los órga-
nos receptivos.
!¡*t
130
Una futura y posible explicación de Ia apariencia ani-
mal debe proceder al intento de ordenar y describir las
regularidades de su figura. Estudiemos, pues, en primer
lugar las reglas que se refieren a la figura como objeto
Visible :
l.-EI color, dibujo e incluso toda la figura de un
animal puede formarse sin guardar relación con su visi-
131
bilidad. Esto no excluye, ciertamente, las üstosas mues
tras de color o las bellas formas, pero tales muestras y
forrnas son <indiferentesr en la vida del animal con rela-
ción a su apariencia. Existe un incontable nrlmero de ele.
mentos de esta clas€. Asl podemos tener la seguridad de
que los colores amarillo azufre, naranja o violeta de las
elponjas de mar no tienen por objeto ser contemplados,
lo mismo que el suave o luminoso color de los tunicados
o la rica escala cromática de los pólipos corallferos' I¡s
bellos dibujos flameartes de las anémonas marinas, asl
como los maraüllosos bordes del manto de los grandes
moluscos tridacna son también indiferentes. Se encuen-
tran en el mismo caso gran lmero de caparazones de
caracoles y conchas de moluscos (figura ó2) y lo mismo
ocurre eD el asombroso mundo de los microscópicos ra-
diolarios monocelulares de los océanos.
Todas estas figuras no han sido creadas, en absoluto,
desde el punto de vista óptico, aun cuando a nosotros
este aspecto de las mismas nos aparezca como el más
sorprendente, Por ello debemos aspirar a la comprensión
de tales colores y muestras teniendo en cuenta otras cir-
cunstancias. Las escasas relaciones de los individuos entre
sí se llevan a cabo, en estos grados inferiores de organi-
zación, por medio de materias qufmicas estimularites'
Asl, la mayor parte de gérmenes, huevos y espennas son
evacuados en las aguas donde viven los animales y su
coincidencia es debida al efecto de sustancias atractivas.
En otras especies es el sentido olfativo el que estimula
el encuentro de las células germinativas, pero en ningún
caso desempeñan color y forma un papel importante.
132 'l-":
F¡e. ó3. Ci¡s¡lo¡ üpiconcare eemrínticor (occlur o ma¡ch¡¡ cn lor¡¡a¡ il¡
- ojo) en ler elu dc lar maripocrr diuue.
r33
Las muestras semiínticab pr€sentan, en primer lugar,
una característica de gran importancia, Se encuentran
ordenadas de tal forma que no es posible causen el efec-
to de un. dibujo y no pueden confundirse fácilmente con
otras muestras, constituyendo algo así como el (estan-
darte y blasones, de los tiempos primitivos. Irá antigua
herríldica en su tiemtro de esplendor guarda tierto para-
lelismo con las reglas que rigen las partes semánticas de
los cuerpos animales, Se ha descrito a esta figura como
inconfu¡dible y también como el "principio de la llaven.
Así se origina de los órganos nerviosos un esquema en
el que la figura visible e igualmente hereditaria encaja
como una llave en su cerradura. Y así como Ia llave c
ftl
ss#s
Flc, 65.-La c¡beza de los ¡nacacos africanoe muestm numeroeas variant€g
rlo una reduci<I¡ cilra de colo¡es y dibujos. La cabeza of¡ece los dibujos mris
soblesalieot€s,
¿e5
apareciendo a su vista. A esta forma simuladora le da-
remos el ¡ombre de ccrlptica". Se le ha llamado también
.üfuminación corporal' o {somatolisis'. Dichas figuras
han atraído la atención de los investigadores mucho más
poderosamente que las semánticas cuyo significado como
medio de la conservación de la especie era fácil de com'
prender. En lo que r€specta a los colorantes crfpticos
abundan aqul, como es natural, los tonos de fondo como
pardo, gris, gris amarillo, verde. En el dibujo prtdomina
utra muestra que corresponde, con particular frecuencia,
a dicho fondo. Manchas en forma de guijarro o piedra y,
sobre todo, dibujos que recuerdan las cortezas de los
árboles, son muy usuales entre pájaros e insictos (figura
67), Pero también pueden presentarse otros atrevidos
medios de disimulo, tales como rayar¡ que cruzan capri-
chosamente alguna parte de la figura de los animales,
manchas para las que la üsta busca involuntariame¡te
una sucesión curvilínea en las figuras de su alrededor.
Encontramos todos los medios de que se sirve el hornbre
para enmascararse en la guerra. Pero no sólo forman
parte de la figura 'críptica el color y la muestra sino que
la integran también la manera de rroverse y las posturas
del animal. Sólo un comportamiento adecuado hace efec-
tiva la estructura críptica, sólo cuando el insecto ocupa
con su figura en forma de hoja o de rama el lugar pre-
ciso, desaparece de la vista ajena. Y precisamente el gran
nrimero de tales comportamientos que coofie¡en todo
su signifibado a la muestra y color crlpticos, nos lleva a
considerar estas formas corporales ocultas como una or-
ganización especial, como rm órgano óptico. La ftgura
crlptica y semántica pueden combinarse en un mismo
animal (figura 68). Asl presentan gran nrimero de mari'
posas nocturnas y langostas unas alas superiores ador-
nadas con muestras simulando una corteza, que contras-
tan notablemente con el colorido de las alas inferioros.
Bs muy frecuente que la superficie superior de les mari.
posas diurnas sea semántica, en tanto que la inferior es
l3ó
;:"""'--..,=
F¡c. 6? ¡-Vr¡ir¡taa c¡t
l¡ c¡loc¡ción rlol pt do
¡lcrü dc 16 llcllr güto.
nist.d. Al¿t r v.út ¡lc3
coloc¿d¡! rn l¡ prri6 Irú.
r.dor dcl rbd@G¡" AIG
ts! YoDt¡rlca coloc¡d¡t
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l¿¡- ALt¡¡ vcnt!¡lc! co.
locadi! dcl¡¡to rlc h!
¡lcrü pcotordcr Gúirión
yuguls¡).
r3t
1!i
F¡c. 68.;-La maripo€a actti¿ coEo c¡íptics €n la poéició¡r de desca¡so con
las atas plegadas y rigidas. Cuando se excita, muestla como prilnera señd,
ünd sorl¡rcnd€nte rnancha en fonna de ojo en su ala delantera, $¡e levaora
Uge¡attrJ.Dte. Todayí¡ descoEocobog él sigüifica{o de tal l¡a¡bion¡sció¡i pc¡o
hemc de aceptal que gran nrimem d€ tales feúmenos juega.un papel im:
las o
üi9
F¡c. 69.-La m¡rip6. i¡do-
melaya calina cuy¡ ps¡tG 3ü-
¡rcrior actúa, duranto cl vlclo'
cmo semi¡tic¡. L¡ Frtr i!fc-
riot críptics (¡b¡jo, ¡quictd!)
06 ü¡o ds los ca!o6 mó! f¡moÉoc
de imitacióü dc k objGro !&
tu¡¡¡€s €xtr¡ño6. Nualt¡o caquc-
ñ¡ Eu€€tr¡ con quó rarga lun
d¡¡¡c¡¡r¡lc¡ pucde imitar h ü.
fícil r¡uortr. do or hojr. Er
notrblc quc u[r fsD¡ t!¡ uúi-
tr¡is c¡Do ol (¡t€rvio c¿ntral dG
la hojar ortí lormarlo por da
¿lc¡ncntc rlcl pl¡n fu¡¡l¡ac¡rd
(sc¡¡n Südfcrt).
1¡F
lo mismo quc cualquier otra capacidad de un órgano ani-
mal.
l4t
ten colores de protección, colores de alarma, aparecen
engañosas semejanzas) pero se reduben a ejemplos ais
lados junto a los que encontramos el extraordinario sig-
nificado utilitario de color o forma del cuerpo animal.
Pero ¿qué son estas rebuscadas curiosidades ante el reino
indómito y áspero de la Creación?
A los ejemplos escogidos con particular preferencia
por las teorías biológicas pertenecen también las ópticas
figuras de plantas, y, en especial, de muchas flores y
frutos. Continuamente se saca a relucir como explica-
ción del origen de tales coloreadas formas a la selección
animal que paulatinamente ha cultivado, cual un jardi
nero, las modestas flores y frutos para alcanzar las for-
mas semánticas de un espléndido florecimiento. No hay
duda que está justificado el prestar atención a todas las
singularidades que sirven para la fecundación de la flor
y que revela una particular relación entre las plantas y
los animales. No es, sin embargo, ningún misterio dicha
relación si nos percatamos de que la forma de una flor
iris, de un girasol, se conserva por la selección de los in-
sectos, que pueden mejorar pero no crear ninguna de
estas formas.
Es pues significativo que uno de los descubridores de
esta relación entre las flores y los insectos. K. Ch. Spren-
gel, no intentara explicar el color de las flores por la
selección de los insectos, sino que se limitara a dejar
constancia de dicha relación recíproca en toda su com-
plejidad. Se tiende con demasiada facilidad a manifestar
que no había llegado todavla entonces el momento ade-
cuado para una perfecta comprensión, antes de que Dar-
win hubiera podido extraer de la observación de Sprengel
sus riltimas consecuencias, Pero hemos de llamar seria-
mente la atención de que las deducciones de Darwin eran
correctas en lo que respectaba a la conservación y for-
mación de aquellos sorprendentes colores pero no en lo
referente a su origen, y que el futuro de tales bellas figu-
ras nos resulta tan enigriático como el de los mismos
142
animales. Nos faltan todavía datos para poder juzgar
aoertadamente dichas formas y así nos encontramos por
ejemplo con la enorme multiplicidad de las hojas, que
no se han visto afectadas por Ia selección animal, y que
nos presentan una insospechada riqueza de vanidades.
También rigen aquí Ias reglas de la figura que no tienen
todavía nada que ver con la posterior selección de los
animales que acuden a las flores.
La sensación de la secreta grar,.deza de los fenómenos
naturales y la consciencia de los reducidos límites de
nuestro conocimiento de los problemas vitales, son dos
supuestos que proporcionan un enfoque completamente
distinto a las apariencias, tal como lo vemos en la flora-
ción de las plantas.
La figura de estas bellas imágenes como órganos de
la üsibilidad es un hecho tan ajeno a nosotros como el
origen de las figuras animales superiores. Así las inves-
tigaciones en el campo de la botánica tienen mucho en
común con las tareas emprendidas por los zoólogos.
t43
7. MI'ESTRAS Y DIBUJOS
145
10.
- I¡ frgura anirnd.
por la dispersión de la luz en la estructura córnea
-plu-as
de
y pelos, así como que el herrnoso color verde del
papagayo y otras aves no es más que r¡na combinación
áe colorante amarillo con eI azul de la estructura. ¡Cuán-
tos curiosos detalles aparecen al investigar el origen del
efecto aterciopelado de pieles y plumajes, el brillo de las
plumas de insectos y pájaros, las reglas matemáticas
(ue se manifiestan en las cornamentas de antllopes y
carneros o en las conchas en espiral de caracoles !
Todo esto lo tratamos en esta obra sólo al paso, aun-
que no podemos afirmar que su estudio no es ajeno. No.
Constituye, por el contrario, los principios de la -investi-
gación de If figura animal y el lector que quiera familia-
rirarre con sus resultados verá abrirse ante él u¡ vasto
campo de trabajo.
Existe todaüa otra cuestión completamente distinta
pero que tiende al mismo objetivo : el eptudio del origen,
de los factores de la creación, que se llama también gené
tica, y que en la actualidad ha sido impulsado intensiva-
ment¿ con Ia investigación de la herencia y de la fisio-
logía evolutiva. Dichas investigaciones genéticas buscan
lai condiciones hereditarias de la formación de la figrra
y sus miembros y se remontan a la "muestra¡r que pre
senta ya el ólrrlo, estudiando también su proceso de t¡ans-
formación. Pero las investigaciones genéticas no explican
determinadas propiedades formales sino que muestran
a éstas exclusivamente como la consecuencia de otras
disposiciones temporales de plasma y núcleo en el óvulo'
La genética explica, quizás, cómo se predetermina la cor-
namenta de un ciervo y que factores hereditarios se en-
cuentran en los gérmenes de dicho animal, pero no nos
proporciona ningún conocimiento sobre las particulari
dades de tales formas.
No hemos de olvidar que la investigación genética for-
mula una pregunta perfectamente definida y por consi-
guiente facilita una sola respuesta. Su estudio se reduce
a indicar qué factores hereditarios determinan el desa-
746
rrollo, formando a lo largo de la evolución individual
los distintivos de las figuras. El investigador en Genética
consciente no podrá sacar jamás como conclusión de sus
investigaciones, que su tema no encierra cuanto es digno
de ser sabido y contestado.
La investigación genética no puede determinar si las
muestras de color o las numerosas variedades de forma
tienen algrin significado y si este sentido se sustenta o no
en una función vital. Sólo cuando la investigación de la
herencia se extiende hacia los efectos de la selección, a
los que están sujetas las propiedades hereditarias, pode
mos decir que penetra en el recinto de los problemas scn-
soriales, Debemos colocar pues en su debido lugar el
valor explicativo de tales estudios que si bien han de con-
siderarse como importantes piezas para la impresión del
cuerpo animal, no tenemos qu€ esper¿¡r de ella conte+
taciones a preguntas que no le han sido formuladas,
Es muy afín al problema genético el relacionado con
la cuestión fisiológica que investiga las condiciones por
las que aparece el distintivo de una figura en su forma
típica. Conocemos por medio de tales estudios que, por
ejemplo, son precisas determinadas hormonas para gue
la cresta de un gallo ostente su roja y brillante tonalidad
en tanto que otras hormonas no le permiten un mayor
crecimiento. Sabemos también que Ias propiedades por
las que estas hormonas r.eaccionan con la cresta sólo se
presentan en un reducido sector cutáneo de la cabeza v
que todos los demás tienen también un proceso determi-
nado de reacción.
Estos conocimientos facilitados por las investigacio-
nes genéticas y fisiológicas, revisten excepcional impor-
tancia cuando se trata de influir sobre algún proceso sea
favoreciendo, en calidad de criadores, determinadas for-
maciones, sea interviniendo el hombre en calidad de
veterinario. Precisamente esta necesidad del dominio de
las formas de la Naturaleza que pertenece a los funda-
mentos de nuestra propia vida, aseguran a todas las clases
t47
d.einvestigaciones examinadas hasta ahora la mayor aten-
.i¿o en su mayoría e" el centro de las
taréas biológicas. Ha surgido una gigante-sca
"oo.iit,ty¿ttdolas
actuales
biotécnica, colosales económicas trabajan hoy
"rnpresas
con estos medios de invéstigación y han alcanzado resul-
tados que llenan si¡ duda de asombro a los mismos que
DarticiDan en ellas.
^ Peró el gran significado práctico de estas in-vestiga-
ciones enciira el peligro de que muchos consideren a
esta modalidad, de labór científica' como la última meta
del estudio de la figura animal. Así para numerosos in-
vestigadores actualea ca¡ecen de importancia los distinti-
vos átérnos de la figura animal que proporcionan tan
sólo algunos indicios sobre la actuación de factores inte-
"considerados
rioies, como esenciales. En este sentido, la
d" un gallo no es más que un manómetro de la
""""t.
maquinaria hormonal, un indicador llamativamente co-
Iorádo y fácilmente legible que señala,el nnivel hormo-
nal,; es un (testD para la coloración de esta o aquella
matéria por la saagre. Un excesivo nlmero de formacio-
nes de lá figura animal han sido reducidos a (tests)' pa-
recidos.
No ignoramos la necesidad de estos tests biotécnicos,
oero el importante papel desempeñado en tales procesos
oor los diitintivos de la figura animal deberla aparecer
á veces más claro ante los ojos de los investigadores'
Tendría que hacerse evidente que aparte del objetivo
particulaide la investigación que consiste exclusivamente
Ln las relaciones internas, pueden servir algunas señales
animales como medida de gradación, como manómetro
de los sucesos ocultos que sería decisivo para la elección
oráctica de los órganos de test. El significado, Para seguir
lon el mismo ejemplo, de las crestas del gallo y de la
gallina, su o"*o las aves galliláceas, -es -objeto de
ótra clase de "ott
investigación con problemas distintos a los
examinados hasta ahora. Quizás la necesidad de estas
diversas teorlas para la investigación de los organismos
r48
vivientes se hará más patente con una comparación que
no proceda del campo de la Biología.
Supongamos que s€ encuentran en una excavación
unos restos con los signos de la figura 70. Es posible que
nos agradara conocer los materiales de que se componen
tales rayas y manchas. El qulmico utilizaría los mismos
medios que emplea para el análisis de los pigmentos de
un pelo, de una pluma.
Este análisis puede tener gran importancia, Cuando se
trata, por ejemplo, de averiguar la época de un hallazgo
l"l;ll:ll;l;l' Ftc. 70
L ,l
149
tales signos y si los colores se han fijado sobre -papel u
otro materiai o han sido grabados sobre piedra o bronce !
EI significado de los signós es independiente del material
de übujo.
También la cuestión del significado de las muesEas
de la cabeza de un animal es de tal índole que el proce-
so de su formación apenas tiene importancia en tanto que
las características de su figura desempeñan un papel
de gran trascendencia. Es pues indiferente qu'e el color
rLuc^ de un auténtico colorante o sea el producto
^rlui
de una estructura determinada'
Reviste mucha más importancia el sentido que los
colores puedan tener en Ia vida de los animales. Pero
¿cuál? Para la contestación de esta pregunta han de ser
ómpleados medios de investigación muy distintos a los
propios de la Fisiología y de la Genética.
Asl formula la Biologla pÍrra r¡n solo objeto or¡mero-
sas preguntas, la totalidad de cuyas respuestas nos- pro-
porcloná un auténtico conocimiento de figuras dudosas.
Todos los medios son pues neoesarios, pero no podemos
recorrerlos en este libro ya que gran número de ellos
se encuentran en el punto medio de un interés general
(por ejemplo las investigaciones genéticas y fisiológicas
dt los- disiintivos de la figura animal). Nuestro estudio
se dirige hacia aquellos fenómenos que han sido nenos
observádos y cuyo conocimiento es, sin embargo, indis-
pensable si se desea alcanzx científicamente una visión
completa de las figuras vivientes, de los organismos.
Como la investigación científica de las señales distin-
tivas más sencillas es también muy complicada, contem-
plaremos con el mayor detenimiento las muestras visi-
bles del cue4ro animal con el ejemplo de los dibujos de
su piel.
El investigador involuntariamente, se deja sugestio-
nar por la sensación de sencillez que produce el rayado
del tigre, las manchas de la pantera, algunas muestras de
conchas de caracoles o de alas de insectos, p€ro su regu-
150
laridad, fácilmente apreciable, exige una investigación
concienzuda. Este examen no es tan sencillo como nos
habiamos figurado ya que dichas muestras son determi-
nadas por unas secretas estructuras hereditarias como
cualquier otro distintivo corporal,
¡Sel€ccionemos en primer lugar algo que sea cierta-
mente elemental de dichos dibujos ! Como tales se nos pre-
sentan, quiás, algunas muestras superficiales que ordenan
rltmicamente determinados elementos iguales. Este fen&
meno se encuentra en nuchos insectos, en las langostas,
por ejemplo, y, con especial belleza, en las mariposas
donde aparecen perpendicularmente al veteado de las
alas algunas líneas oblicuas en diversas variantes (figu-
ra 7l). La simplicidad de esta ordenación es un ejemplo
del misterio del proceso formativo de los seres vivos,
pu€s a p€sar de cuanto sabemos sobre el nacimiento de
.{'
151
las alas de la mariposa en la oruga y de nuestros profun-
dos conocimientos sobre los primeros instantes en los
que se fijan en la crisálida las muestras características,
descono..mos los factores que originan Ia distribución
rltmica de los pigmentos en las alas'
Podríamos acordarnos ciertamente de las diversas
muestras ondulantes que aparecen en la Naturaleza inor-
gánica, como en los sistemas lineales de oleaje en la
playa o de Ias arenas del desierto movidas por el viento
o en los cielos de nubosidades uniformes y en tantas
otras semejanzas. Si a partir de estos parecidos afinná-
ramos que tales muestras de alas no se tratan más que de
modvoJ de coloración distribuidos rít¡nicamente sobre
una superficie, no harlamos más que plantear el proble'
ma. Pero sobre Ia fuerza creadora de este ritmo, sobre
lo decisivo, no sabemos tampoco nada.
También la regularidad, aparentemente elemental, de
algu:ros dibujos de mamíferos inferiores sugiere una sim-
plicidad relativa de sus condiciones. Asl encontramos vi-
sibles franjas transversales en la espalda del canguro,
manchas y rayas ordenadas en forma sucesiva en el tapir
joven o bien la bella y simple alternación de bandas claras
y pr¡ntos del topo americano. Es caracterlstico de la ma-
yorla de tales especies el que la muestra del tronco inclu-
ye también ala cabeza o es independiente por completo
de ésta. Pero tampoco sabemos nada sobre las causas de
tales dibujos (figura 30).
Existen algunas clases de dibujos rítmicos en cuyo
origen hemos podido profundiz-ar algo más ya que nos
ha sido posible seguir mejor su proceso de formación.
Asl sabemos que las bellas muestras de la concha de los
caracoles son, ante todo, la obra del borde del manto
que segrega el colorante de la concha (fieura 72). Si esta
formación pigrnentaria se reduce a unos pocos puntos,
pero continuados, del borde del manto se originan- fran-
jas en forma de espiral, pero si la secreción tiene lugar,
por el contrario, con pausas rftmicas a todo lo largo del
rsz
ti;ü
154
nera constante pero en zonas limitadas, surge en este
caso la muestra vertical. Por 1o general las muestras de
las plumas obedecen a los modos de secreción de las
células pigmentarias. Es posible analizar muchos dibujos
rltmicos por medio de tales factores de formación pig-
mentaria y método de crecimiento, llegando a conoce¡los
hasta cierto grado.
Algunas veoes imitan las muestras determinadas es-
tructuras, como por ejemplo las vetas Ce las alas de los
insectos, originándose asl un rayado cuva formación es
perceptible (figura 73). Muestras muy parecidas a las
citadas aparecen por causas muy diversas en las alas de
las mariposas, en las conchas de los.caracoles, en las pic-
les de los mamíferos, en las plumas de los pájaros y nos
presentan gtandes dificultades para su comprensión.
***
La simetrfa nos ofrece una disposición del dibuio muy
complicada, como lo demuestran tales muestras extendi-
das sobre una superficie. Esto se refiere muy especial-
mente a las franjas transversales que aparecen en las
alas de las mariposas, casi perpenüculares al eje princi-
Zona lateral
155
F¡c, ?s.-Plan brí¡ico del moetreado de un grupo de maripooar (ainiiliLe);
! h dc¡lch¡ u¡a especie muy diferenciada dc €3te gtul¡o (circstce ) para la
que s€ ha i¡teDtsdo cxp¡É¡r eD el esquema uú plegamiento de los cloDsDtG
del plan furlanental. Los dos esquemas supeüores noo advicrtc rlc que a
c¡us¡ do !ü ¡ptrieEcia formal coú los estrato€ gcológicos, on ls¡ ¡rltcsl ! dG
lc sni¡ú¡ter se hÁbl¡ taahié¡ de <üglocaciones¡ (en p¡rte ¡e&itt F. Sucffcrt).
156
sector central u¡a banda de sombra que coresponde al
eje de simetrla de las dos zonas citadas anteriormente.
Estas franjas siguen los principios de las coloraciones
llmites que hemos citado ya. Así los sectores claros au-
mentan su blancura, cuando ya no son blancos por com-
pleto a medida que se acercan a sus extremos, y las su-
perficies oscuras aumentan de la misma forma su
pigmentación hasta alcanzar el negro cerrado.
Dentro de las organizaciones más diversas pueden
aparecer pequeñas zonas en forma de bírculos (ocelos),
óvalos o semilunas que se presentan como grandes man-
chas aisladas o bien en vistosa serie en el cenüo de una
franja transversal (figura 75). La representación esque-
mática de muestras repetidas, así por ejemplo, el tipo
de dibujo de las ninfrilidas dentro de la familia de las
mariposas, no puede considerarse como la imagen de
una forma primitiva sino que reproduce una ordenación
que corresponde al plan de desarrollo que hemos formu-
lado también para r¡n grupo animal, pero el origen de
tal plan es para nosotros todavía un problema insoluble.
Por el contrario, pueden reconocerse por este esquema
algunos fenómenos secretos, como por ejemplo la desvia-
ción que experimentan algunas franjas de mariposas entre
las yetas de las alas y que ha sido comparada con la "dis-
locación> de las capas geológicas. Tales dislocaciones
llevan a una nueva agrupación de muestras totalmente
desviadas en las que sin embargo puede apreciarse, por
análisis, el plan fundamental.
Volvamos de nuevo, por un momento, sobre nuestra
citada prevención ante el significado de este tipo de
ffiffiffiMN
Frc. 76.
-
Sucesión ile mueÉtr¿! tlaúsversal€s de uaa maripoaa (segrin HenLe).
157
muestras como dibujos primitivos. Nuestros reparos se
basa¡ sobre todo en que puede establecerse con gran
facilidad una serie de cambios consecuentes de una mues-
tra pero sólo raramente es posible aducir argumentos se-
guros sobre la dirección en que debe aquélla
"leerser,
es decir, sobre su significado (figura 7ó). El grabado
muestra esquemáticamente algunas alas de mariposa en
Ias que puede aceptarse la continuidad de su transfor-
mación. ¿Pero quién nos asegura que es correcta tal
progresión desde el ala con una sola franja hasta la
muestra perfectamente desarrollada, pasando por las fa-
ses que ofrecen una simetrla sencilla? ¿No se trata quizás
de un proceso de simplificación, de una desviación de la
muestra hacia la raíz del ala con un lento ensancharniento
de los sectores superiores del .tipo" más rico en franjas?
Cuando los biólogos se deciden a interpretar tales series
en un solo sentido adoptan la opinión, muy comprensible,
de que la semillez corresponde al principio o bien se in-
clinan a creer que el rayado rltmico fue un rredio de
coloración singularmente elemental que significó el punto
de partida. En el caso de las muestras se nos ofrece muy
raramente la posibilidad de ordenar su sucesión apoyán-
donos en argumentos irrebatibles. Nos encontramos en
mejor condición de opinar cuando nos basamos en testi-
monios fósiles, que nos permiten decidir cuál es el
"siste-
ma de lecturan correcto.
La investigación experimental y especialmente la que
se efectúa con las muestras de las alas de las mariposas,
nos demuestra que un dibujo de apariencia homogénea
puede estar formado por elementos que sólo logran des-
cubrirse mediante profundo análisis y con el auxilio de
un minucioso estudio comparativo. Así influye, por ejem-
plo, el calor y el frío en Ia fase definitiva de las futuras
alas pudiendo reconocer por este medio la relativa de-
pendencia de los factores originales.
Examinaremos ahora con detalle una muestra muy lla-
mativa para poder comprobar cuanto sabemos sobre esta
158
forrna y cuantas preguntas se hallan todavía pendientes
de respuesta. Nos referimos a la piel de las cebras afri-
canas. Para evitar de antemano el malentendido que pu-
diera sugerirnos el concepto de
"cebra, según el recuerdo
que guardemos de ella desde nuestra infancia, estudiare
mos en primer lugar lo que üeue nayor importancia
dentro de la numerosa variedad de €stos animales (figu-
ras 77, 78).
Aqul tenemos la cebra de Grevy, de Abisinia. Un rayado
brillante y estrecho cruza transversalmente el tronco de
este animal, desde la cabeza hasta el nacimiento de la
cola. Los dibujos de las patas son verticales al sistema del
tronco, acopliindose por medio de una sorprendente en-
sambladura. El übujo de la cabe"a es algo más compli-
159
tr\c. 78.-T¡6 va¡isrtes dc la cebra estepa¡ia: ceb¡a de Bohemia, c€br¡
Chapnan Y la cxterminad¡ cuaga.
1ó1
It. - La ñgura ani¡¡al,
r¿;
,)\i
)
AT
F¡e. ?g.-Una de las muchas va¡iantes de E6treado de la cebrs e¡teParia ¡
en ella ae apreciao los facto¡es de interfere¡rcia que taD activos 3e mu€stra¡t
en €3te gtupo.
1ó3
cambio como algo acoesorio. En parte alguna se presenta
la sisrificación utilitaria de manera tan crasa como aquí,
en la- q,r. sólo se considera la necesidad elemental, y se
tacha d. casual lo que no reúne tal característica en el
mismo grado.
Hem--os de fonnar otro concepto de la totalidad del
organismo, aceptando que no sólo los ojos, el ,corazón,
el ierebro, se originan en el proceso de desarrollo como
de un plan sino que también se planifican
"orrr"".."rrti"
las apariencias externas, las muestras, las formas de ador-
no.
Los investigadores de la herencia animal saben ya
desde hace muiho tiempo que un sistema de factores he-
reütarios muy cornplicado dirige la aparición de tales
dibujos y señales. Asl podemos deducir de tal concepto
que ia pianificación del desarrollo de los animales esti
Áás orientada hacia su aspecto externo que hacia los
órganos circulatorios o nerviosos.
El ropaje de las cebras nos lleva de nuevo a la cuestión
de la figurá, sobre el que volveremos de nuevo después de
que halamos conocidó una extensa colección de formas
animales.
1g
8. FIGTJRAS IOVENES Y
FIGI'RAS MADI,'RAS
1ó5
Frc. 80.-Izquierda: la la¡va ma¡ioa forotris (anligüa acliooboca) cquiP'ds
o.r-.** brazos vib¡átilee¡ derecha: el aaimal ve¡micula¡ quc race d'
"oo tal latva. Lá larva ¡o ea viliblc ¡ simPle Yi!t¡'
166
merosos Fpéndices colporales que aumentan la superficie
de fricción con el agua que les rodea, y retrasa su hundi-
miento. Al propio tiempo aumenta su superficie superior
por medio de protuberancias repletas de cilios vibrátiles
que aseguran el movimiento autónomo de las larvas. Todos
estos mecanismos de suspensión y natación permiten dis-
frutar al diminuto animal de una larga vida en los océa-
nos como miembro de la comunidad que se conoce con
el nombre de plancton, facilitando a su especie grandes
oportunidades de expansión y de establecimiento de nue-
vas colonias. Es esto tan importante que muchas de estas
larvas pertenecen a especies animales que en su forma
madura afincan en determinado lugar (como por ejem-
plo algunos moluscos o gusanos) o cuando menos son
muy poco móviles (como los erizos de mar).
Dichas larvas marinas forman con frecuencia sus ór-
ganos en fases grandes que no permiten reconocer la
propiedad de un grupo animal. El primer estado de desa-
rrollo, al que se llama embrión intestinal o gástrula, acos-
tumbra a ser un embrión de forma vesicular con un
tubo digestivo en el que a veces no se ha formado todavía
el ano. A esta forma primitiva se van añadiendo los apén-
dices que convierten a la gástrula en una larva de plancton
y de las cuales reproduce nuestro g¡abado alguna de sus
variedades más raras. Llamaremos a tales figuras juveni-
les ..larvas primitivas". Es este un privilegio del mundo
animal acuático inferior (figura 81).
La formación de estos estadios tan primitivos ha in-
ducido a error durante largo tiempo a los experimentos
científicos sobre el significado de tales larvas y encontra-
mos todavla hoy trazas de dicho error en gran número
de tratados biológicos. Se quiere ver en la general seme-
janza de larvas una prueba de parentesco directo y se ha
nombrado a tales larvas como las formas primitivas de
toda la especie animal, en una época, en que las leyes fun-
damentales biogenésicas no eran reconocidas todavía en
su delimitación.
167
F¡c. 81.
ffi A
169
Frc. 83.-Do€ e¡t¡€mos de figura cúprica: a Pesar de su llamatiYo colo¡,
cfccto disimulador en el típico fondo de rama: (Caloca$Pc¡, abajo). Figu¡¡
e[ lorma ale ¡arna uni<la al compo¡ta¡lriento con*Pondic¡t..
170
Colo¡ación semántica extra
rna: dasigüira, ac¡onicta.
t7l
F¡e. 84. Gusalo de mosca (a la derecha' el cxtr€úo d€ $r pütG t¡úé¡a
-
con los o¡ificioe respiratorioe)' Tres esquemas d€úoctraüv6 dc rur rir¡ene
hr¡n¡üdos en cl laco cutá¡¡co y au desarmllo en la cri¡áüda. I = ¡ntchm,o;
2 = süteEa nervioeo; 3 = dispositivo de la tloúIts; 4 = dispoeitivo rlo l¡!
.nt Dlri 5 = dispeitivo de loe ojos afacetado; f = dir¡neitivo dc lo:
Parcs rlc Porar-
172
F¡c. 85. Tle¡ estsdios de la evolueiór de la cridlitla de una moeca. l. En
-
pri¡ler lügat -
apa¡ecen 106 tres pares de patas co¡no peqü€ia3 puntas extetio-
rcs, lscsbeza esuí hundida €ú una p$funila cavi<lad. 2. Desarmllo de las
- 3 y 4,-Surge
parss, apa¡icióD de las al¡s. La cabez¡ está todavía oculta.
af,on al e¡te¡io¡ la cabe¡¡ de glan taEaño. Las alas y patas s€ dessr¡ollan
vigoro€amerte. Tiene lugar laBbión ü¡r cambio de epiderrnis. El punro nego
en las elas, todavía plegadas, es un orificio r$piraro o de la c¡is¡íüda.
173
F¡c. 06. Inseso¡es (torcecuellos), a poco de raür del huevo, con el clásico
-
p;* ¡r.g"¿. y la postura en cucüllas. Aulóf¿go (avet¡ía l' rccién salido del
i*""',;",--" el rlitrujo críprico carocteri.stico de esta especie que va ügado'
aute un peligro, al instinto de agacharse'
t75
como retrasadas en su desarollo, comparándolas con los
patos, gallinas y chorlitos que son capaces de mov€rse
ion indlpendencia ya en sus primeros dlas. En realidad
estos insésores estiin formados casi por completo, y dis-
ponen de órganos adicionales que sólo pueden com,pren-
áerse tenienáo en cuenta el perlodo de cría. Asl podemos
citar, en especial, la sorprendente bolsa en el pico que
presentan los pájaros jóvenes y los vivos colores de su
garganta (figuras 87, 88). Ambos fenómenos se pr€sentan
én su máxima plenitud en la primera época de crla, ya
que las bolsas ácaban por desaparecer totalmente y los
t77
12.
- La figura animal.
mentos. Además, estos colores que de tal forma influyen
sobre los padres son los mismos que distingue-n a -las
no"". á. los trópicos visitadas por los pájaros o a.los.fru-
tos v bavas que buscan éstos. Los tonos que predomrnan
.o.t .ójo brillante y el amarillo vivo, adornados a vece-s
"l**óu. de negro intenso que contrastan con las bol-
"on
sas exteriores del pico que son blancas o de matices cla-
ros. Estos colores se encuentran muy pronunciados en las
crías de nido, En algunas de éstas pueien observarse in-
cluso en sus gargantas unas (perlas de luz" -que reflejan
los rayoe luminosos y las hacen üsibles en la oscuridad
del nido como si fuesen reclamos publicitarios' Estos
sinsulares colores que tienen una vida limitada y que van
hgáos al comportamiento de las aves nos revela que se
túta de órganos ópticos de variantes semánticas, con un
excitante que estimula a los padres a una alimentación
intensiva. ii"ht e.tto"tota del estado insesorio nos avisa
á" una o.ganitación determinada cuyo significado des-
conocemo. la mayor parte de las veces. Estas crías son
seres en estado dá absoluta dependencia, en las que mu-
chos elementos formales de su apariencia, considerados
por separado, resultarian incomprensibles y sin sentido'
b,stas iiguras incompletas se conjuntan en un principio
/!
,o'i1.¿'- \t
FIc. 89.-Ci€rI€ t¡aGitorio de oios y orcjas en el embrió¡ de loa mamí'
f€ros. Los in¡eso¡ios rácen e¡r el estadio internedio d€l terce! dibuio' Iae
autófagos, por el contra¡io, Pasan dicho esta¿lo en el claustro úatefno' l-o3 o¡;
""asie¡
fiaos están también oblu¡ailos dü¡aúte cierto tiempo, por u¡¡ t€iido,
pero el proceso e¡ distinto al ile loe oidos y ojoe'
178
con sus padres, bien con uno de ellos o con los dos a la
vez. Así tales sorprendentes avecillas nos advierten del
importante hecho de los distintivos individuales de las
figuras y nos recuerdan los numerosos rasgos del aspecto
de los animales superiores cuyo sentido sólo puede com-
prenderse en una vida común, y cuyo significado apenas
conocemos o apreciamos.
El estado insesorio de los mamlferos es mucho menos
especializado en sus aparatos auxiliares que el de las
aves y así podemos apreciar que los párpados y los orifi-
cios de las orejas que sólo están cerrados en las aves por
unas delgadas arnrgas oitaneas, se encuentran en los ma
míferos totalmente obstruidos, de ma¡era que para la
apertura de los párpados y para el libre funcionamiento
de los músculos del oldo se precisa la acción de un deter-
minado proceso posterior. Estos dispositivos garantizan a
los delicados órganos sensoriales durante la primera épo-
ca de desarrollo el ambiente de humedad gue necesitan
al ser expuestos al aire tras su nacimiento (figura 89). A
ello hemos de añadir numerosas particularidades de la
cavidad bucal (incluso, en algunas ocasiones, una pasa-
jera deformidad de las comisuras de la boca) que permi-
ten una adaptación más estrecha al pezón de la madre.
* a*
180
azules y negras de las barbas se hacen más ügorosas, la
muestra de las plumas adquiere un negro intenso y se
combina con una nueva riqueza de colores para propor-
cionar la brillante luminosidad de su plumaje verde. El
conocimiento exacto de todos estos ropajes juveniles es
una de las muchas fascinantes tareas de los ornitólogos.
¿Pueden llegar a tener sentido, por alguna circunstan-
cia, este fenómeno de los animales de sangre caliente?
Se han formulado a este respecto numerosas teorías,
aceptándose con frecuencia la opinión, ya mencionada
por nosotros anteriormente, de que los colores y dibujos
animales son producto de circunstancias accesorias casua-
les y que la lucha por Ia vida practica en este material
casual una inflexible selección. Los ropajes juveniles de-
ben aportar, por tanto, una utilidad inmediata, y ésta se
la encuentra en seguida. Así gran número de dichas mues-
tras (particularmente entre las aves) aparecen como co-
lores de protección, de aviso, de simulación de la figura,
capaces de hacer desaparecer al pequeño cuerpo en el
medio que le rodea. Son pues imágenes extremadamente
crípticas. Quien haya buscado alguna vez en el bosque
las crÍas de una perdiz blanca o se haya perdido entre los
cañaverales tras las pequeñas gaviotas, las avefrías o los
chorlitos sabe perfectamente que el instinto de perma-
necer inmóviles, unido a sus muestras crípticas, le propor-
cionan una eficaz protección. Pero no nos hemos de deiar
sugestionar por tales observaciones creyendo ver en todos
los aspectos apagados un medio de protección. Las cabe-
zas y picos de brillante color amarillo oro, rojo, violeta o
blanco de algunos polluelos y las coloreadas cabezas de
las crlas del somormujo son, por el contrario, semánticas,
señales que influyen sobre los animales maduros y sir-
ven para distinguir a los jóvene,.. Entre los patos ocurre
lo mismo. El sigrrificado de la muestra puede ser, pues,
muy distinto en la vida de cada especie y no es cierta-
mente raro el caso en que r¡na muestra actúa en su con-
junto como crfptica y al propio tiempo es en algunas par-
181
ticularidades del dibujo de la cabeza una señal para los
padres.
Durante algún tiempo predominó un concepto excesi-
vamente .ornitio del ropaie de los animales, derivado de
la aplicación absoluta dé hs leyes biogenéticas. Asl el des-
.t állo i.tdiuidotl de un animal puede ser considerado
como una repetición de su historia genealógica, El-esta-
dio primero contiene los rasgos de la época pasada, eI
ropaje juvenil aparece como un vestido primitivo y la
esiructura ondulante del plumaje debe aceptarse por
tanto como la forma más antigua de dicha conformación'
Han sido numerosas las sugerencias que dicha teoría ha
ofrecido a la pintura reconstructiva de las formas de vida
de la prehistoria, y cuando en dichos cuadros aparecen
muestias a rayas sóbre la piel de caballos, fieras, antlloqes
primitivos o iambién sobre aves arcaicas, podemos,afir-
mar oue es una consecuencra de la confianza en la validez
de dióhas fórmulas que se han erigido en una de las leyes
fundamentales de la existencia.
Entre todas estas conclusiones demasiado generali-
zadas, buscamos hoy Ia esencia que pueda resistir un aná-
lisis racional. Los mamiferos nos brindan las oportuni-
dades mejores para tal examen. El rayado del jabato, la
cabritilla, el tapir, tienen gran semejanza con algunas
muestras de mamíferos inferiores, así como con el dibuio
de determinados almizcleros enanos, pequeños roedores
y animales de rapiña de reducido tamaño. En todos estos
Luaot la cabeza sin muestra alguna o presenta,
"p-"""
tti,í*i-o, algunas rayas aisladas sin relación alguna
"orno
con su estructura. Tal como hemos visto con anteriori-
dad, es éste un distintivo característico de las especies
inferiores siendo el dibujo cutrineo preponderante entre
los mamlferos olfativos.
En calidad de dibujo juvenil aparecen semejantes
inuestras inferiores en mamíferos de muy distinta catego-
rla, e incluso entre los de organización más elevada, como
jabalíes, ciervos, leones, pumas. Esto ocurre en una época
t82
Frc. 9I a. ¡abaro con
musrrs -i¡fdióré.
183
F¡c. 9lb. G¡adoe infe¡iore¡ ilel mostresdo de m¿mífe¡oa ¡rlultos. Ariba:
zorro- pequeio (América rlel Node); abaio: Aatílope afrfuano'
tu
son superados siempre por nuevas muestras o por ele-
mentos formales de la cabeza o de los polos sexuales, a los
que se añaden apéndices como cuernos, melenas.
Tales muestras inferiores las encontramos con fre-
cuencia en los plumajes primitivos de Ias aves. Se distin-
guen sobre todo en que destaca vigorosamente el valor
propio de cada pluma, marcando todo lo más una raya
longitudinal en el centro del plumaje como eje del mis
mo, en tanto que son muy raros los dibujos que abarquen
varias plumas, formando muestras complicadas.
Ouien observe el desarrollo de las aves descubrirá
gran número de encantadoras singularidades de este es-
tilo. Así verá convertirse tonos grisáceos, insiglrificantes
en vivos matices, en la brillante estructura de su plumaie
definitivo. (Citemos el eiemplo del resplandeciente color
del estornino con sus maravillosos reflejos metálicos).
fnterpretemos estos cambios como signos del distinto
valor de un estadio en la colectividad animal y unifica-
remos así todos estos hechos aislados en unas nonnas
de constante regularidad (figura 92). Las mismas dife-
rencias, en razón de la edad, pueden observarse entre los
animales inferiores. Así nos lo advierte el ejemplo de la
concha de un caracol, la belleza de cuyas formas alcanza
todo su esplendor cuando su figura adquiere la madurez
plena (figura 93).
En un principio determinaremos sólo el valor propio
formal, la singular estructura de los ropajes iuveniles. No
intentamos efectuar ensayo alguno para explicar la géne-
sis de tales muestras ya que lo que sea explicable será
determinado en su día por la genética experimental,
La genética nos permite atisbar por detrás de las cor-
tinas del teatro, donde vemos cómo se disfrazan los ar-
tistas, bómo actúan las instalaciones que simulan la llu-
üa o el trueno, la forma en que se encadenan todos estos
hechos y cómo unos invisibles auxiliares realizan compli-
cadas operaciones cuya vista parcial parece absurda al
que las contempla. El sentido de tales operaciones, su
185
completo significado no llegaremos a percibirlo curio-
seando tras el telón sino que precisamos verlo en con-
junto desde el patio de butacas. Allí olvidaremos todo el
desbarajuste anterior, al interesarnos vivamente por su
resultado. Nadie discutirá que la misma sensación pued€
experimentar el conocedor de la técnica teatral a quien
la visita del escenario interesará también profundarnente.
Quien desee representar una comedia debe conocer
la técnica del escenario y el que desee cultivar plantas o
criar animales deberá conocer y dominar los procesos he-
reditarios y las formas de mutación. Pero no debemos
esperar de él lo que no es de su incumbencia. Es muy
necesaria la investigación genéticofisiólogica, pero sin
w
-t'
la l¡crmosa muest¡a oval. Dó este s€cr€to
Frcceso ro sabemos ¡o€otros
mluto.
nad¡ e¡ ab-
l8ó
F¡c. 93. T¡a¡gformación del borde de la co¡cha de un cancol ma¡ino en
- t¡es las€3 dütintas de su edad.
188
9. IJT CONFIGTJRACION DEL SEXO
189
ocasiones, ante el investigador la multiplicidad de la
figura sexual, todos los organismos masculinos y feme-
ninos y homosexuales como algo exterior, como un fenó-
meno de la superficie. A esta apreciación viene a añadirse
después el criterio, mencionado en diversas ocasiones, de
que 1o superficial es sinónimo de accesorio, en tanto que
lo oculto, lo interior, es siempre esencial'
Este punto de vista tiene muchos y buenos argumen-
tos y conduce ante todo a la influencia técnica de los fe-
nómenos sexuales, lo que es requisito indispensable para
la intervención curativa en la vida humana o para el cul-
tivo de plantas o cría de animales. Asl pues la atención se
desvía de la propia apariencia de la figura sexual y es muy
grande el peligro de que sólo se aprecie la utilidad de la
misma, prestándose sólo atención al órgano que sirve ü-
f€ctament€ a la unión sexual, o sea necesaria para la incu-
bación. La figura sexual se convierte entonces en una
acumulación de propiedades utilitarias, pero el estudio
de sus peculiaridades y sobre todo de su diversidad en
cada especie se diluye totalmente en dicha perspectiva.
Intentamos nosotros, según nuestro propio criterio y ob-
jetivo, apreciar toda la gama de fenómenos sexuales en su
misma conformación y no como medios fisiólogicos, y
examinaremos aquélla en su relación con el grado de
diferenciación animal.
***
Desde un principio destaca ya un hecho que demuestra
que la configuración sexual no es obra de la casualidad.
Las dos posibilidades tan sigaificativas de bisexualidad o
separación de sexo no se reparte en los distintos grupos
animales ni en el interior de los mismos de una manera
arbitraria. Aunque no nos es posible estudiar con detalle
el extenso campo de este fenómeno, queremos enunciar,
sin embargo, de una forma general algunas de las impor-
tantes reglas que lo rigen:
190
Ios óvulos pueden originar formas sexuales
1.
- Todos
separadas o hermafroditas ya que contienen los medios
de ambas posibilidades. El conocimiento de la doble natu-
raleza de los gérmenes en lo que respecta al sexo es uno
de los descubrimientos más trascendentales de la nueva
investigación biológica. Algunas formas ambiguas, que
hemos de considerar como enfermizas, en las que se mez-
clan caracteres masculinos y femeninos es la consecuen-
cia de esta doble disposición de las células germinales.
192
sitas que viven a costa de los cangrejos marinos presen-
t1l diferencias sexuales de parecida importancia lfigura
95 ). El macho es de tamaño diminuto pero tiene clara-
mente las caracterlsticas de u¡a cochinilla; la hembra,
por el contrario, se convierte en un saco de huevos fan-
üísticameiite deformado. Tales casos permiten lanzar
al anáIisis zoólogico una ojeada al mecanismo que prc.
duce tales contradicciones sexuales, pero no le láva nun-
ca más lejos de la forma de reacción hereditaria de los
Frc. 95. Llamativa dilerenciación sexusl de los ciempiés marinoe rlel grupo
-
de los epicáridog. Nu€st¡o gnbado muesr¡a como ejenplo oo" ol¡"""""h.lAl;
en B Ia la¡va del epic.irido, sin diferenciación sexual; en C.t pequeáo
macho, muy próximo al plÁn fundamertal de la¡ cochinillas. nt- ani-¡
hemb¡a maduro (D) se diferencia lotablemenre de dicho plan y es ¡econo.
cido, por su desarrollo, como un ciempi&. (f : c¡brrr, Z
= ¡egiró¡ pec.
toral. 3 = abdomea). Eera [€mbra es un pa¡ásito de loc crusúct supe.
¡io¡es (€¡ pa¡le segria Giard y Bonnier).
194
recuerdan las figuras superiores en las que se dan con
frecuencia órganos que excedan ampliamente a dicho
cometido funcional.
La investigación de los vertebrados ha profundizado de
tal forma que muchos aspectos particulares de Ia forma-
ción de los sexos nos son conocidos hoy exactamente, Asl
encont¡amos, desde un relativo equilibrio formal hasta
la más ext¡ema contradicción, toda clase de variantes.
Este equilibrio puede ser tan pronunciado que los sexos
apen¿rs se diferencian exteriormente. Asl los órganos
sexuales de la hiena manchada hembra están formados
de, tal manera que, aparte de la época de celo, apenas se
diferencian de los masculinos, estando incluso provistos
de un par de ctestlculos" sin función de tales. Es com-
Frensible, pues, que en Ia antigüedad se cayera en el
error de que la hiena rnanchada era lrermafrodita.
-braEsta extraña analogla de los animales rnacho y hem-
tiene su origen en que el embrión de los órgjnos de
ambos sexos, tan distintos en su apariencia ext¿rior, se
forma siguiendo el mismo plan de desarrollo. Nos es pre.
ciso aportar ejemplo alguno sobre la diferencia de la
organización sexual ya que no es tan familiar que la adop
tamos como norma habitual.
dQué nos demuestra la investigación analíti¿a? Inter-
üene, principalmente en la estructura interna de los fac-
tores formativos, extirpa las glándulas germinales y con
ellas las fuentes hormonales que deben circular por la
sangre como elementos activos necesarios para la forma-
ción de los distintivos de la figura. Esta operación cas-
tratoria obtiene en un principio en muchas aves resul-
tados sorprendentes ya que la forma asexuada del macho
castrado o capón o Ia hembra, ostentan el ropaje de los
machos. El plumaje, pues, está poco influido por las hor-
monas masculinas eü tanto que las substancias sanguíneas
femeninas necesitan una organización de plurnai desa-
rrolladas para la formación del insipificante ropaje de
las gallinas. Faisanes, patos y avestn¡ces reaccionan igual.
195
En determinadas razas de gallinas responde el plumaje a
la acción de los elementos sanguíneos masculinos de la
misma forma que a la de los femeninos. Así los rnachos
llevan plumas de hembra.
La misma operación en los gorriones no da, por el
contrario, resultado alguno. El plurnaje conserva su color
pizarroso de la cabeza y las manchas negras del pecho en
il -uóho y el tono pardo deslucido en la hembra. Las
plumas de los gorriones obedecen, pues, a lgyes intemas
ii.ti.rt". a las observadas en las gallinas. El ropaje de
ambos sexos se halla en unos casos determinados por
factores hereditarios (eorrión) y depende en otros de las
hormonas, Diferencias parecidas se dan también en otros
distintivos sexuales. Así el pico del gorrión se ercuentra
en íntima dependencia con las hormonas y no alcanza en
los machos óastrados durante la primavera el brillante
color negro que ostentan los animales enteros. El pato
macho, f,ór ei contrario, cambia en verano su magnífico
plumaie por el pardo matiz de la época de descanso, con-
i"*unáo. sin embargo, el pico amarillo como en la época
de celo, de forma que aun en tal momento puede recono-
cerse su calidad masculina. El color del pico se ha sus-
traído aqul a los efectos del cambio hormonal, en tanto
que upari"" subordinado a él en el caso del gorrión. To-
do" ejemplos nos advierten de cuán diferentes son
"itor
las condiciones y sus efectos en lo que respecta a la figura
entre los elementos de un grupo animal por muy homó-
geneos qu€ éstos sean.
- La figura exterior de los órganos sexuales es tan di-
o"".u el juego de los factores internos, las hormon-as
"oáo
y las propiedádeJ hereditarias. El conocido ejemplo del
óolorido gallo y la deslucida gallina no es más que uno
entre muóhos. Óontemplemos por un momento, sólo para
apreciar tales diferencias, eI grupo de los faisanes al que
pirtenecen también la gallina de Bankiva -que es la forma
órieinal de la gallina doméstica, En amplias zonas de la
Ásia Central encontramos algunas especies cuyos sexos
196
-"-"--¿
:':ioT
i
tí"'('
\
197
son muy parecidos ya que ambos ostentan un color pardo
caracte;;ico de las gallinas. Al propio tiempo podemos
hallar otras clases en las que el ave macho se destaca
viqorosamente. Sería posible establecer u¡a serie enca-
drada por el faisán le .aza y que terminaría con el fai-
sán plateado o dorado. Por otro lado se presentan tam-
bién formas cuyas hembras muestran los adornos con'
siderados como atributos de los machos y, finalmente,
aparecen especies de faisanes cuyos dos s€xos ostentan
un ropaje ürprendent"mente parecido, el plumaje del
macho-. Ásl, pués, la fisonomla de todos estos animales es
muv semeiante. en tanto que en otros grupos se observan
.*Libiciones masculinas. Pero en todos los gru-
"ieitas
pos la incubación es cometido propio de las. hembras'
Las diferencias de los órganos sexuales nos avisan clara-
mente de la influencia dé factores todavla desconocidos
( figura 97).
' ios paiaros nos ofrecen una parecida riqueza- de-va-
riantes, que van desde las formas insignificante-s .{9 tlg"'
sunas esDecies hasta los magníficos colores del jilguero,
áel grajo y de la urraca o de gran número de pájaros tro-
pi.ies-qüe no mencionamos. La investigación no puede
iru"". -^á. que prevenirnos de una interpretación dema-
siado simple de tales figuras al abrirnos los ojos a -esta
realidad. bn ocasiones es este un valioso resultado de la
investigación (fieura 98).
***
El estudio de los mamlferos nos enfrenta con nuevos
hechos de la configuración sexual. En tanto que nume-
rosas aves aparecen súbitamente en la época terciaria en
-n"hoa do"o-"ntos fósiles sin que podamos conocer el
origen de su formación,los hallazgos geólogicos de restos
de mamlferos si bien no nos proporcionan tampoco conG'
cimientos exactos nos informan, cuando menos, sobre el
posible desarrollo de algunas especies' Así podemos de-
198
Fro. 98. Tipo€ de organizaciones s€xuale €nt¡r pájaroe, <lecrle las formar
extr€ma5- c?ipticas pasando por uaa pronunciada dilerenciación s€xual hs3ta
la figura clararnente semántica de am}os sexo6 (Lerrerillo). No ¡rodemoe
aceptar que sea una casüalidad el hecho de que el índice de la corteza c€Io.
bnl aumeute, en los ca¡m citade, siguieüdo esta rnisÉa p¡opo¡ción, Así
a.sciende, aproximaclame r.ld', a 4i 7,6,0 y 7,8, El aignificado ilo €sts c€ro.
b¡alización es objeto, en la actüalidad, de un conci€Dzudo .srudio por parte
de loe i¡vestigadore!.
ducir. oor muchos inücios, el origen de caballos de una
;;i;;;"ñ" o de los bisr¡lcos como una derivación de las
clases terciarias, inferiores, esbeltas y con pies,de cinco
áedos. Tales hilazgos nos pemiten sospechar las trans-
iorm""iot"t formales que han originado un elefante o
una ballena. Los fósiles nos hacen suponer, entre otras
cosas. oue los ungulados y los animales carrríceros pro
c.den de pequeñoi mamíféros (posiblemente de la-época
cret,icea).' Ei testimonio de algunas especies animales
extinguidas nos permite lanzar una ojeada sobre el
paulu-iino
-medio
perfeccionamiento de las generaciones'-Por este
no óonoc"remos, segurarnente, la propia obra crea-
ao"" intuiremos, poilo -.no", los diversos grados
"".".""ooiao algunas figuras para llegar a su estado
q""-tt-u"
actual,
Ei primitivo estado lo constituyó -la formación sexual
de iguál aspecto, de manera que la diferenciación era.sólo
proáucto
--t"tl"Á áel sentido olfativo. En todos los mamlteros
que sólo
fersiste todavla este fenómeno, en los
los propios órganos de la sexualidad son diferentes'
Én üs fo.mas muy diferenciadas se encuentran ya con
(Los
frecuencia características muy acusadas de cada sexo'
dientes pueden servir de signos -sexuales' Algunas
.veces
son los incisivos muy pronunciados como en el eletante'
en otras los caninos como en el cerdo o las extravagantes
y
formas de los arcaicos ungulados, como el almizcler.o.
Estos dientes fueron posible-
el corzo del Asia oriental).
á"tti", su origen, armas para luchar contra los rivales'
"t
P;;;;"-t srr""á" "r, otroi muchos órganos' rebasa
-va
;]l;; io. lítttit"t del sentido meram€nte práctico' Asi
i"'U"Ui*.t, procedente de las islas Célebes, la transfor-
""
t"r"io" á" t*'"olmillos obedece a motivos puramente. di-
1"""""1"áo.".. Desde los primeros tiempos de la investiga-
ha [amado la atención a los zoólo- gos eI
"l¿l-""t"Jittá
i"" r" to¿t. partes donde se convierten los colmillossig- en
Ji*o. **"¡". se notan a faltar tos otros llamativos
;;;; bt mamlferos, los cuernos o adornos frontales'
200
/'/
203
órgano que precisa, al parecer, de tanta píotección, se
halle ubicado en un lugar tan peligroso?
El concepto de la utilidad falla en este sorprendente
caso. Nadie puede aceptar que la selección de los animales
cuyos testlculos se encontraban en el interior del recinto
corporal, hubiera podido sacarlos, por decirlo asl, de sus
antiguos desplazamientos. Hemos de convenir, pues, en
el origen de las bolsas testiculares o bien como formacio-
nes nuevas (espontáneás, o bien como una desconocida
correlación con señales selectivas exteriores. La situa-
ción de las glándulas sexuales masculinas sería, pues, el
obligado efecto secundario de un fenómeno que no cono-
cemos todavla. La conservación de estas nuevas condi-
ciones ha permitido apuntar una inesperada utilidad de
dicho desplazamiento testicular. Se ha descubierto que
la formación seminal en los mamíferos con glándulas
germinales exteriores tiene lugar a una temperatura algo
inferior a la del interior del cuerpo y que cuando se apli-
ca forzadamente una temperatura más elevada sufre la
citada formación espermática algunas perturbaciones.
Como conclusión a este descubrimiento se ha formulado
la teorla de que Ios testlculos se encuentran en el exterior
para asegurar esta temperatura baja. ¡Qué enorme des-
conocimiento de causas y efectos ! La formación seminal
en el interior de los cuerpos de todas las aves se realiza,
completamente normal, a una temperatura superior a los
40 grados y lo mismo ocurre en gran número de mamf-
feros cuyos testlculos se encuentran en el recinto cor-
poral. ¡La temperatura óptima inferior que necesitan los
mamíferos con testfoül@S al exterior es una consecuencia
de Ias nuevas condiciories, no la causa ! Lo cierto es que
los morfólogos han considerado desde los primeros tiem-
pos a este desplazamiento testicular como algo enigmá-
tico, de difícil comprensión y significado desconocido. Y
no hay duda que pennanecerá durant€ mucho tiempo
'considerarlo
totalmente secreto si nos empeñamos en
exclusivamente desde el estrecho punto de vista de su
204
utilidad. El descenso de las glándulas sexuales no forma
parte de los fenómenos de utilidad indispensable para la
conservación de la especie, sino a otra necesidad mucho
más singular totalmente distinta. Sólo cuando desviemos
nuestra atención hacia otras circunstancias diferentes a
las elementales necesidades vitales empezaremos a com-
prender eite fenómeno.
Busquemos pues el lugar clave que nos permita divi-
sar el panorama. Consideremos, en primer lugar, nuestra
propia figura como una posibilidad más a estudiar y da- '
remos más libertad a nuestra capacidad de enjuiciamiento.
Enumeremos lo que llama nuestra atención :
205
remolinos de pelo en los animales carniceros, calvicie
caracterfstica y chillones contrastes de color en el trasero
de los monos. Desprendrámonos por r¡n momento de nues-
tro t¡adicio¡al concepto de la belleza (que por otra parte
está sufriendo notables modificaciones) y habremos de
convenir que estos distintivos tienen un sobresaliente
carácter decorativo, perteneciendo al tipo senántico des-
crito con anterioridad. También el saco tesücular es uno
de tales omamentos que incluso en primitivas épocas
' destacaba de la figura del hombre, antes de que dicha
exhibición se considerase escaudalosa' los grupos en los
que el desplazamiento testicular alcanza su máximo pun-
to son los mismos en los que se encuentraú las formas
semánticas, or¡ame¡tales, del polo de la cabeza en su
F¡c. 100. Morueco ¡ls alta mo¡t¡ña, coo la c¡bcza y e¡ polo a¡sl not¿'
bLErútc -dcrtlc¡do.. El c¡mc¡o rriálico y cl dcl Norté de Amédc! Ps¡tG.
ncccn ¡ c¡t¡ l¡mili¡.
2ú
mayor plenitud, lo mismo en muestras como en pelos,
cuernos, dibujos, etc. (figura 1ü)).
ÑI
10. IJI FIGIJRA COMO TESTIMONIO
DE IJT INTIMIDAD
2ú
14.- lá lisu¡a a¡imal.
Frc. lol.-La intima relación e¡¡tr€ 106 animales superiore (incluso rle e"
pecis disri.ntas) corresponile al
elevado desar¡o[o de loe órganos de mam.
fest¡ciórl rccíp¡oca (Onngután oon üt¡ jov€n nasica, de Borneo, segiú fot6
gralía rlc Knrue).
2lo
panados que van siempre en copioso tropel, son agrupa-
ciones animales pobres y mezquinas comparadas con los
bancos de pec€s o con las ruidosas nidadas de pájaros
cuya vida en común ofrece numerosos rasgos que nos re-
cuerdan las de nuestras sociedades humanas (figura 101).
No debemos imaginarnos eI establecimiento de dicha
vida social de una rnanera demasiado sencilla y no pode-
mos decir por tanto, simplemente, que quizás la elevada
organización nerviosa o sensorial de tales animales sea
el origen de su vida social, El biólogo encuentra raramente
en la vida animal causas auténticas con la claridad con
que las descubren físicos y qulmicos, siendo su hallazgo
la meta más importante de la investigación naturalista.
La Biología encuentra las crecientes formas de la rela-
ción social como miembros hereditarios de las organi-
zaciones superiores apareciendo no como una conse-
cuencia sino como parte de las mismas. Correspondiendo
a esta naturaleza orgánica de las relaciones sociales halla-
mos también estructuras establecidas de forma heredi-
taria y que se hallan subordinadas a la vida social, o sea
que nos enfrentamos con auténticos órganos de la rela-
ción social.
El estudio comparativo de tales formas de la vida so
cial nos permite lanzar una ojeada sobre algunos lugares
en donde se originan estos órganos de las manifestacio-
nes sociales. En el caso de los vertebrados, particular-
mente, podemos seguir la formación de los órganos cola-
boradores del aumento de la intensidad vital, en sus di-
versas etapas. Nacen éstos en las más diversas estructuras,
que aparecen en for¡¡as sencillas y con facultades elemen-
tales al servicio de la conservación de la especie junto
con otros miembros de un amplio clrculo familiar. En las
clases superiores de estos gnrpos se forman, con frecuen-
cia, con mayor riqueza y nrlrnero y se hallan conectados
con las vías nerviosas y el sistema sangulneo que propor-
cionan los estímulos. Precisamente esta complicación inte-
rior de las clases animales supeúores nos obliga a pres-
2tt
tarle mayor atención, No es suficiente con que aparezcan
en los órganos exteriores determinadas transformaciones
que originen de un ph:maje vulgar un copete o úoño, c
de un órgano respiratorio un aparato fonético. El desarro-
llo de tales figuras debe estar vi¡culado, por medio de
Ias vías nerviosas, al campo de acción de las glándulas
hormonales y, sobre todo, debe establecerse en el mundo
interior pslquico del animal un sistema que garantice
con toda seguridad el reconocimiento de las especies
afines y esté dispuesto también a la <lectu¡a", es decir,
a la comprensión directa de las manifestaciones sociales.
Ha de corresponder pues el aparato emisor de la figura
al mecanismo receptor del sistema nervioso.
Se trata de apenas un órgano exterior del cuerpo de
los vertebrados, que no puede actuar en las formas supe-
riores del mismo grupo al servicio de la comunicación
de los estados interiores. Al ser válida nuestra represen-
tación de la figura animal, consideramos de forma muy
particular los órganos que actúan sobre los ojos pero no
debemos olvidar cu¡ín importante puede ser el significado
social de los estlmulos animales y con qué fuer¿a actúa
el olfato y el sonido lo mismo sobre nosotros que sobre
los animales, así como la decisiva influencia de los órga-
nos vocales en la vida de las aves,
Por reducido que sea el campo de acción de los efec-
tos ópticos donde podamos contemplar propiamente la
serie completa de manifestaciones animales, es sin em-
bargo, tan rico que nos veremos constreñidos a ofrecer
r:¡a selección de figuras más características. Tomemos
como punto de partida la función más sorprendente entre
las más sencillas : el movimiento. El cuerpo nadador de
un pez, el de una salamandra, el de un lagarto o el de una
serpiente, así como el de numerosos mamíferos roedores
de pequeño tamaño sirven al movimiento elemental de
la misma manera que a la alimentación, a la huida, a la
defensa o a la conservación de Ia especie. Só1o muy rara-
mente rebasa un movimiento esta necesidad ; podemos
212
observar algunas variantes determinadas, especialmente,
en la época de celo más intensa (figuras 102-103). Al sobre-
pasar notablemente las exigencias del sustento, se le ha
comparado con el juego humano y se habla de cópula o
mecatrismo ¿¡moroso. Pero tal actividad es una excepción
relativamente insólita.
213
Frc. 104.-En los c¡¡os de elevado desarrolto del sisrema nervioso, sirve
l¿ toralidad del cuerpo, asi como süs úroviúieEtos, pa¡a la codtinüa manr-
festación de los estados de ánimo inleriores. En los chirnpacés jóvenee ae
erp¡esan tales cambios no ¡ólo en la ca¡a y postulas, siüo tam¡iéú úediante
muecas. Por €j€úplo: atención t¡anqüila, ate¡rción yigil¡nte, crtado (s6gú¡
N. Kohb ).
214
de forma tan exclusiva a dicha tarea, que la cara de los
peces, de los anfibios, de los reptiles, se convierte en una
máscara rígida, irnperturbable a las más varias excitacio-
nes que también surgen en Ia vida de estos animales. De
todas formas en algunos peces con multiples posibilidades
de expresión social pueden actuar los músculos de las
branquias superiores modificando la figura, secundados
por llamativas manchas de color que tra¡sforman nota-
blemente el aspecto frontal del animal cuando se €ncuen-
tra éste excitado (fieura 105).
Ftc. 105.-La cobertura branquial de algunos Peces que pol u¡a¡ manchas
oval€s en ls fr€nte 6e convie¡t€ eu un órgano de la exprcsión. Arrila: hemi_
üomir bihacülatüi abajo: ciclmona (según Baercnils y Baerenils-van Room)'
f,,H'i::,^,,: ,,,
--
¡ Uro,rio J
Un grupo de tales músculos de la cabeza que mueven
asl las branquias de los p€ces, se hallan esparcidos por
toda la cabeza y cara de los mamlferos, actuando sobre
labios, nariz, cejas y orejas. Esta rica articulación sirve
también en los mamlferos inferiores para los cometidos
más sencillos de la üda sensorial, por ejemplo, para pr@
tejer a los ojos de heridas o la desecación de la piel córnea,
o para desconectar pasajeramente algunos estlmulos de
los sentidos al cerrar los párpados o los orificios nasales,
o al plegar los músculos audiculares tal como podemos
observar en los murciélagos, en algunos lemrlridos y en
los oposum (rata arboricola). Algunas veces toma¡ la
forma de cornplicados mecanismos en tanto que en otras
desempeñan directamente su función cerca de los senti-
dos. ¡ Oué contraste al ver actuar el mismo grupo muscu-
lar en los mamlferos superiores, tan necesarios para el
lenguaje mlmico que caracteriza la cara de muchos mamí-
feros en relación a otros animales !
iQué cambio en la cara de los animales de rapiña
cuando pasan del indolente estado de tranquilidad al de
acecho con el amenazador resoplido, enseñando la pode-
rosa dentadura, presos de gran excitación ! ¡Cuán expre-
sivamente móvil es la cara del caballo mediante las venta-
nillas de la nariz, labios y orejas, cuya transformación
ha sido pintada desde tiempo inmemorial por los artistas !
La tranquilidad absoluta en el rostro de tales animales
nos impresiona tan vigorosamente porque conocemos
precisamente la violencia de su excitación que le convier-
ten en el slmbolo de las secretas fuerzas de la Naturaleza.
No sólo la elegancia de sus formas corporales sino tam-
bién la fuerza expresiva de sus posturas y sobre todo la
de sus caras han hecho a los animales de rapiña o a los
caballos el objeto de las grandes obras de arte.
Pero lancemos de nuevo una breve ojeada sobre el
incontable nrimero de mamíferos inferiores de cabeza
poco destacada, sobre las caras de los roedores más sen-
cillos, que sólo pueden diferencia¡ los zoólogos, para con-
216
templar asi qué particularidades son visibles en las cabe-
zas de los animales superiores y qué significado tienen
las ma¡ifestaciones externas del estado de ánino del mo-
mento.
En Ia cara de los monos alcanza las posibilidades ml-
micas tal nivel que nos obliga a establecer una compara-
ción con los rasgos humanos. Pero el extraordinario pare
cido de algunas ex¡rresiones se revela, tras un concienzudo
exarnen, como engañoso y nos adviefte de cuán largo es
todavla el camino que ha de recorrer el hombre para lle-
gar desde esta primera impresión a una perfecta compren-
sión de la fiso¡omía animal. El conocimiento del signi-
ficado de nuestro propio rostro no ayuda gran cosa a
comprender la expresión de los animales, y sólo la obser
vación paciente, continuada, nos dejará penetrar en sus
extrañas vidas.
La ley de la transformación de órganos sencillos en la
imagen de tales manifestaciones tiene especial validez para
la estmctura cutánea. Piel y plumaje son órganos de par-
ticular importancia para la protección calorlfica de ani-
males de sangre caliente, formando entre la piel y la
atmósfera r¡na capa aislante que conserva las radiaciones
de calor producidas por el cuer¡ro. Unos delicados múscu-
los cutáneos coadyuvan a esta op€ración y consiguen
la erección de pelos y plumas, el erizamiento de pieles y
plumajes que hace posible la regulación calorlfica. Los
mismos aparatos actrlan en los animales superiores, pero
sus funciones son más amplias. Algunas zonas cutáneas
se destacan por su forma determinada, por la longitud de
sus pelos o plumas o por anomallas de color, hallándose
provista de ricos grupos musculares. Estas regiones se
hallan subordinadas a impulsos nerviosos especiales, al-
canzando asl una gran irnportancia como órganos de la
comunicación,
Los pelos del lomo del gato y del perro alcanzan el
grado máximo de erección; el irritable puerco espín al
levantar todas sus prias cambia totalmente de aspecto.
217
El huidizo antílope de las estepas africanas presenta €n
su espalda, aI efectuar sus poderosos saltos, una ancha
frania de pelo, que permanece escondida en los pliegues
cutáneos cuando reposa. El blanco e indolente rabo de
algunos ciervos que apenas se percibe cuando pacen
dichos animales puede convertirse, en el curso de una
aterrorizada huida, en una sorprendente señal de aviso
al erizarse vigorosamente el pelo de sus bordes y experi-
mentar la cola una sensible erección.
¡ Entre las aves hallamos los mismos ejemplos ! Es
casi innecesario hacer mención de las colas, collares, mo-
ñas y plumajes característicos. Sólo nos permitiremos in-
sistir sobre la maravilla del pavo real y la impresionante
forma en que dicho animal puede cambiar su aspecto ante
unos ojos que le contemplen.
El que está familiarizado con las aves conoce gran
número de tales fenómenos. Así sabe que la erección o
el aplastamiento del plumaje de brillante matiz metálico
de la cabeza de los cuervos, anuncia cambio de humor o
excitación de dicho animal y conoce tarnbién cuán nota-
blemente puede transformarse el aspecto de este oscuro
y enigmático pájaro por el simple medio de tales mrls-
culos.
Los reptiles no ofrecen, ciertamente, grandes cambios
en su cara, pero los músculos del cuello están organiza-
dos de forma tan complicada que pueden erizarse en
forma de nalzacuellos", presentando un impresionante
aspecto amenazador.
***
A todos los vertebrados superiores les ha sido negado
un medio de expresión: el lenguaje de los colores. Este
es un privilegio del mundo animal infe¡ior acuático, go-
zando del mismo, en tierra firme, sólo un corto número
de reptiles. Esta forma de manifestarse, por medio de
los colores, se basa en la distinta expansión del colorante
218
F¡c. 106. C¡omatófo¡o unicelular de un pez (el ¡úcleo celul¡r en neglo).
-
A Ia izquierda: el pigmento se halla concentrado; a la d€¡echa: extendido.
Con frecuencia se encuentnn va¡ias cólulas combinadas en (órganos c¡o-
móticosr. E¡ los anfüios, reptiles y crustáceos se encuenrran células do colm
óemeja¡tes.
219
l0?.-El órgano cromático del cslama¡, de rapirlGimos efcctoo (¡rúcl€o
ea negro). A la de¡echs: el c¡om¡tóIo¡o eatendi¿lo.
2n
festación de un estadio interior de excitación o calma.
En las pausas de reposo sirve también, hasta cierto líEite,
para su acomodación en el medio. Los zoólogos, tras la-
boriosos estudios, han podido algunos de los sor-
prendentes ropajes de color de"leer,
la sepia, el calamar rnás
conocido de los mares europeos (figura 108). Este puede
ser en un principio un monótono (traje de reposo' que
le sirve, a la vez, de protección. Otro estado de reposo
supone la muestra en placas con grandes zonas transver-
sales claras y oscuras. Con la mayor rapidez pueden
acusar un estado de excitación al presentar en el dorso
dos grandes manchas de color pardo oscuro, como un par
de ojos. Pero el punto extremo de transformación lo
ofrece en sus momentos de celo. Su cuerpo ofrece un lla-
meante dibujo, de rayas blanquinegras, parecidas a la
muestra de las cebras. Este cambio se observa también
en otros momentos, pero jamás de forma tan acusada
como en la época de procreación en que las sepias üven
apareadas.
+¡+
Hemos escogido la mayor parte de nuestros ejemplos
entre los vertebrados porque quizás las características de
estos animales son las que mejor pueden penetrarse. pe-
ro también se presentan tales transformaciones de la apa-
riencia, en abundante profusión, en los artrópodos, insec-
tos, arácnidos, crustáceos. Esto lo sabe muy bien quien
se haya dedicado a estudiar, con detalle, la vida de éstos
animales. Pero en estas organizaciones, tan lejanas a nues-
tra propia especie, resulta muy difícil adivinar el signi-
ficado de nuestras observaciones, deducir el sentidtde
sus cambios.
Los órganos acústicos de las langostas, grillos y ciga-
rras estián subordinadas al instinto sexual y algunas ie-
ñales como manchas ovaladas en las alas de las mariposas
se nos aparecen como signos de defensa o de amenaza.
La investigación, que ha durado largos años, de Frisch so-
221
bre la gesticulación y aroma de las abejas nos hablan de
numerosos e inesperados medios de comunicación exis_
tentes en este peculiar reino animal.
- El de_sarrollo de que son capaces algunas funciones
elementales de los órganos de Ia piel podJmos
tarlo en nuestro ,propio cuerpo. Li abundancia "rp".i-"n-
dé los me-
dios humanos de manifestación confirma la regla general
de su origen en órganos de funciones
canismo de los músculos faciales no debe"t"*"rrtai"..ti -o
ser tenido, en
este sentido, muy en cuenta. pensamos en primer lúgar
si esta mímica es una expresión de la converiación.
-
El lenguaje del rostro humano se apoya efectivamente
sobre otras formaciones cutáneas, ast ioi e;emplo en los
vasos sanguíneos más finos, en los tubos capilares de
nuestra piel. Estos delicados sistemas tubulares, gracias
a una determinada capacidad de sus paredes, prr"á"r,
trecharse y ensancharse, convirtiéndoie, por u^n .,rminis_"o
tro. nervioso_ propio, en auténticos instrumentos de pre_
cisión, regulables por Ia influencia sangulnea. Conoce_
mos Ia acción de estos capilares como ieguladores del
c"Inr corporal, por nuestra propia experienéi" di"riu. Eo
todos los animales de sangre calienté realizan eI mismo
cometido, pero en los hombres se conüerten estos órsanos
en- medios sorprendentes de hacer üsibles, por el irbor
o la palidez, los cambios de nuestra vida afáciiva interior.
La acción de los capilares se apoya en las glándulas sudo-
ríparas que amplían en los hombres sus funciones de ór_
ganos de secreción y reguladores del calor corporal para
tomar parte también en la comunicación de los cambio.
afectivos.
El mecanismo de las pupilas experimenta un parecido
aumento de importancia ya que no se limita a su labor
elemental de admisión de luz en los ojos sino que ext+
F¡c. 108. Valiantes det jueso de colo¡es de loa calamares co¡rientcs f!.Di,r-
Do arrib¡ - abajo: Coloración repmductiv¡ <le loc h¡cho€¡ á;í
_¡
época dc descanso; muestr¡ de ter¡or; u¡¡a "n;";"h
colo"ació; ¿. ,"po- (*
""guo,l"
pa¡te, !€gú¡r Tinlerg€n ).
223
rioriza, lo rnismo en el hombre que en los- animales supe-
.iá*.,'pát á"t"rminadas vías nerviosas, las excitaciones de
internas. Si queremos enumerar todos los desarrollos
que llevan
i;;;;;i#;""; simples de los vertebrados
;;"i ñ;b;" a la formación de órganos de comunicación'
hemos de contar también con la transtormaciÓn de -ra
i*i""" á"1p"té respiratorio
-alcanzamos en un instrumento del
iJ"*"'":". "p"rato
con ello de nuevo los límites
;;";;t-.;"d;"" la de la apariencia visi-
ble de los animales' "ottt"toplu"ión
***
Precisamente la característica más elevada de los
se-
j"á"p""¿i""tes, la posibilidad de manifestar los esta-
Las
;;. il;;;.;., está al iervicio del mutuo encuentro'-
""r
medida de. la
;;;;;;;;'lL'"., q-.re ulcan'un la máxima
en una comunidad
;i;ttd""liJ;á,-p*á"" "l"it también y en los órganos
q"" r" upoyu e., una .ica vida interior
*';;.;;;;ón
del recíproco conocimiento.
con los animales sencillos del mar
,r".áit" la distancia que separa a estas vidas indi-
"oi""i"t
ierentes, p"." u.l,. bellas figuras, del auténtico senttdo
¿" i" Casi todos los seres marinos viven corn-
"*i.i"""iu.
;i";;;;;;t;s. En las especies de las anémona-s acui
ii"ua. muchos erizos marinos y en algunos gusanos.oe
"n viven apiñados en reducido espacio' se nota a taF
qu"
-*
i*"-r.-""s¡lria"á del encuentro con otros seres de su mis-
;r;;;-i;;útá l. épo"" de celo que agrupa'.pormedio
animales simples
d" no"uoa y poderosos estímulos, a los
terrestres áe distinto sexo, se limita en los seres acuaTl-
.""ciltos a la evacuación en el a,gua de gérmenes re-
(Palelnal:
nroductivos. Los padres -¡cuán pobre es
"os su-
oaoel !- se desenvuelven sin sentir la necesidad del
cur-
superiores
á;il d" úi crta., propio de las organizaciorre-s Los ani-
il- ""táitá¿" án ui tia". más desarrolladas'
i.";ü;i;;;. l,r"á"o t". ricos en formas' en manifes-
224
taciones hereditarias del instinto y üevar, sin embargo,
una vida, a pesar de tal variedad, precaria e inexpresiva
en la que las emociones interiores apenas estiín desarro-
lladas.
La vida animal superior se destaca de todas estas otra-s
vidas inexpresivas por la posibilidad de ma¡ifestaciones
espontiáneas, que son siempre un signo de riqueza interior.
¡"Espontiáneo" !, con esta palabra se hace patente que la
apariencia de los animales puede transformarse de un
momento a otro como consecuencia del cambio del esta-
do interior, al obedecer automáticamente a dicha reacción.
El animal no simula estados de ánimo sino que los refle-
ja abiertamente en su apariencia. Pero la circunstancia
de que dicha regla tenga también algunas limitaciones,
donde al parecer no se cumple, es todaüa objeto de
nuestra investigación. Conocemos algunas de tales orga-
nizaciones y la familiarización con la vida de los animales
superiores nos proporcionaría un aumento considerable
del número de tales ejemplos. La capacidad de Ia mani-
festación espontánea es un miembro importante de toda
organización animal superior y resulta para los hombres
una valiosa señal de las sensaciones de la vida interna de
los animales que de otro modo serían completamente
impenetrables. Es una tarea esencial de la investigación
naturalista el determinar exactamente para cada especie
la importancia de los distintos órganos de Ia relación so-
cial.
Como las manifestaciones de los animales superiores
son comunes, en algunas ocasiones, a las de los hombres,
cre€mos importante resaltar las propiedades de nuestra
capacidad humana de exteriorización. El mecanismo de
la expresión del hombre equivale ciertamente al de los ani-
males superiores, pero el aprovechamiento de algunos de
sus órganos es muy distinto. Así pues las manifestaciones
espontiíneas tales como el grito y la actitud agresiva son
más bien raras y sus escasas apariciones son retenidas y
sofocadas por la fuerza de las convenciones de nuestra
225
15.
- l¡ fie¡.lra animal.
vida social, Las expresiones propias del hombre se formu-
lan por medio de un leuguaje, regu.lado por las leyes so
ciales, y de unos gestos, regulados asimismo por Ia tra-
dición. Así pues dichas expresiones pertenecen a uná
esfera distinta a la vida animal; son expresiones "domi-
nadas, que salvan las asperezas de un sistema de mani-
festación espontánea. Pero tan claros y simples no son
estos llmites como nos hemos imaginado, Existen gran
número de sectores intermedios, característicos del hom-
bre, donde se presentan precisamente las manifestaciones
de la vida emocional de más difícil comprensión. Así por
ejemplo el mecanismo del rubor y de la palidez, que es
una forma espontánea no dominada todavla por la tradi-
ción o la voluntad, y la rica y significativa posibilidad de
la risa y el llanto, sujeta a las fórrnulas convencionales
del hombre.
De nuevo nos encontramos ante los llmites a que lle'
g¿rmos con la contemplación de los órganos de expresión,
los que no queremos traspasaf ya que nuestra atención
se dirige exclusivamente hacia la figura animal.
*at
I
¡Las fronteras son siempre difíciles de trazar y presu-
ponen siempre alguna violencia ! Esto es viálido para los
fenómenos expuestos en este libro y que llamaremos ,,me-
dios de expresiónD. La contemplación de las figuras nos
lleva de los fenómenos de la manifestación de procesos
psíquicos a puntos mucho más alejados de lo que nos
imagináramos en un principio, Lo que consideramos ex-
presiones momentáneas de los estados internos de ani-
males superiores tienen su propio equivalente en el que-
hacer natural de algunas formas animales más simples.
La erección del pelo, el encorvamiento del lomo, y otras
posturas semejantes de defensa o amenaza nos recuerda
sorprendentemente al movimiento de temor de las na-
riposas, por ejemplo, a las manchas ovales, de vivos colo-
226
res, que mu€stran súbitamente las satu¡nias o a la enga-
ñosa posición de las orugas que de repente quedan
inmóviles como si fueran una pequeña rama (figura ó0).
La semejanza es tan marcada que el espontáneo movimien-
to de expresión de los vertebrados superiores tiene su
equivalente en los fenómenos inconscientes. Cuanta ma-
yor es la exactitud con que comparamos la capacidad in-
nata de los crustáceos e insectos con el comportamiento
de los vertebrados, tanto más difícil nos resulta trazar
unos límites entre los fenómenos que son auténticas ma-
nifestaciones de cambios pslquicos, reveladores del esta-
do de rínimo del animal, de aquellos otros que parecen
orientars€ hacia los ojos que los contemplan, aunque su
misión sea el engaño, Ia simulación ante la vista de las
especies extrañas. También la posición de inmovilidad
de los pájaros que quieren proteger a sus crías de la pre-
sencia enemiga pertenece a esta situación límite (figura
109). Se trata, sin embargo, de una forma de reacción he-
reditaria encaminada a engañar a los otros animales. En
muchos grados y matices son estos fenómenos auténticas
manifestaciones de numerosas máscaras de simulación.
En esta multiplicidad del comportamiento de los anima-
les nos encontramos con los casos más extremos, desde
la manifestación franca hasta el engaño absoluto; una
riqueza de posibilidades que nos recuerda, en conjunto,
a nuestros medios propios de expresión con la diferencia
de que en los hombres aparecen, además de las manifes-
taciones involuntarias, la voluntad consciente de decir la
verdad o simular el engaño.
En otras direcciones es asimismo diffcil establecer
límites para los órganos de la expresión. Quien intenta
estudiar minuciosamente todas las estructuras que parti-
cipan en la expresión de los cambios internos de los ani-
males se encuentra muy pronto con los momentáneos
cambios de aspecto a que hemos hecho referencia en este
libro, Algunas señales caracterizan determinados estados
interiores de larga permanencia, aunque son reemplaza.
227
>c
228
periódicos semejantes a éstos y si conociéramos mejor
el sentido de los mismos podrlamos ordenar sin duda
todos estos fenómenos de las manifestaciones interna:,
Asl también la cornamenta de los ciervos que se desa-
rrolla por Ia influencia de diversos cuerpos sangufneos y
que en el transcurso del año es echada varias veces es
anuncio de secretos procesos internos del animal. El
descomunal desarrollo de los cuerpos del wapiti obedece
también a la regla general de gran número de órganos de
expresión. A él corresponden en los grados inferiores
de organización los modestos apéndices frontales de algu-
nas clases de ciervos de pequeño tamaño, Estos reducidos
cuernos son eficaces armas de lucha con sus rivales, es-
tando, por tanto, al servicio de una función general de la
vida del sexo. También las hermosas cornamentas de los
grandes ciervos tienen un cometido parecido, aunque sus
formas rebasan ampliamente el carácter de simples ar-
mas de defensa.
Estos órganos periódicos revelan ciertamente, con gran
frecuencia, Ia repetición rítmica de la excitación sexual
pero no se limitan exclusivamente a tal función ya que
participan también en los cambios de ropaje de Ia época
juvenil a la madura. El paulatino desarrollo de los cuer-
nos, desde la sencilla excrecencia juvenil hasta la forma
madura, típica de la especie, pasando por la horquilla, no
es sólo un obligado pero insignificante fenómeno acom-
pañatorio de los procesos internos de maduración sinc
que es también un aumento de la apariencia del animal,
que anuncia con el lenguaje de la visibilidad acerca de
las transformaciones interiores que comportan al animal
toda la madurez y perfección de que es capaz.
Así nos lleva la contemplación de los órganos de ex-
presión al mismo Iugar que noq condujo ya la observa-
ción de los cambios de apariencia a Io largo de la evolu-
ción o al estudio de los órganos sexuales. Podemos apre-
ciar que Ia figura corporal de los animales sobrepasa las
necesidades elementales de su conservación.
229
1t. PARA IJI COMPRENSION DE
I,A FIGIJRA IINIMAL
231
forma tan múltiple en el futuro de los organismos, enlos
procesos casi irnpenetrables de la sexualidad, en las for-
i¡as esenciales de la evolución. El número de hechos cuyo
conocimiento debemos a la brlsqueda de las leyes gene-
rales de la vida es iucalculable, sus repercusiones son con-
siderables y sus consecuencias, siempre en aumento, ¡o
pueden sei determinadas. Pero algunas veces asalta a los
Liólogor, en el curso de sus tareas, una sensación que el
más lenaz investigador de las últimas décadas, f. von
Uexküll, describió en cierta ocasión de la forma siguiente:
Al cieniífico se le aparece la continua acumulación de
hechos sobre los procesos vitales como la imagen de una
extraordinaria nevada, cuyos densos copos transforman,
de manera encantadora el paisaje, pero que a medida que
aumenta va enterrando cada vez más profundamente las
figuras, confiriéndoles formas indeterminadas, Por fin, la
inácabable nevada apenas nos permite sospechar la ri-
quéza de formas que perrnanec€ inmóvil bajo la densa
capa blanca. Y los espesos copos caen sin cesar...
De manera parecida, las investigaciones de las leyes
vitales generales, ha anulado la visión de las figuras vi-
vientes en toda su riqueza de formas, y a veces es esto
fruto de una necesaria renuncia, de la sustitución de la
abundancia de figuras por la ascética grandeza, por el
deber de abstinencia de los investigadores modernos'
La idea de la evolución y el intento que significa esta
teoría de tener en cuenta el transcurso del tiempo, no
sólo ha disminuido el valor del individuo sino que ha
reducido también el destino de una nclaseu a un punto o
a un breve recorrido en el proceso evolutivo que tiene
millones de años de existencia.
En la búsqueda de las leyes generales de la vida se ha
omitido por completo que las uclases, individuales
o animales- peÍnanecen durante largo tiempo
-plantas
con su misma apariencia y que muchos mecanismos de la
actividad sexual aseguran esta estabilidad. La evolución
es sólo una parte de la verdad; la relativa estabilidad de
232
las clases durante largo tiempo es el necesario compl-'
mento, la otra verdad.
Una de las ideas principales del análisis científico ha
participado de manera decisiva en el abandono de la fi-
gura animal por las teorías biológicas. Hemos destacado
ya en otras ocasiones este criterio. La finalidad de la ten-
dencia, extraordinariamente fructífera, de los investiga-
dores naturalistas es encontrar tras la variable apariencia
de los animales, que desorienta a nuestros sentidos, los
elementos estables, constantes, de la estructura y de los
instintos y formar con ellos una imagen mucho más rigu-
rosa de la ¡ealidad, La apariencia se eclipsa tras las fuer-
zas desencadenadas por el análisis y tras las reglas de su
actividad. Este concepto convierte a las imágenes accesi-
bles a nuestros sentidos, que toman forma ante nuestros
ojos, que suenan a nuestros oídos e incluso a las que nos
hablan de manera inconfundible con su olor, a simples
signos de lo oculto, a <testsr y (m¿¡nómetrosD, como les
llamó Lebedinsky en su interesante teoría sobre los cuer-
nos de los ciervos y formas afines. Esta abstracción de la
multiplicidad de la apariencia externa es, en un princi-
pio, una valiosa y necesaria simplificación con vistas a
un planteamiento concreto y general de losproblemas bio-
lógicos. Pero esto encierra el peligro de qué el afán sirnpli-
ficador de la investigación no lo reconozca como tal, de
que se olvide por completo el porqué se ha realizado en
su origen. Y en este estado toma fácil incremento la idea
de que las imágenes que se ofrecen directamente a los
sentidos no son más que consecuencias accesorias de los
hechos mucho más esenciales, más propiamente uben-
trales".
Un paso más y nos encontramos'con la teorla, bastante
divulgada, de que el exterior de los animales no tiene otro
objeto que la conservación, por medio de la obtención de
los alimentos y del movimiento, por los actos sexuales y
de evitación de enemigos, de Io esencial, de los aparatos
internos. La teoría, formulada así, parece una exagera-
233
ción, pero no serla difícil conseguir pruebas de que-cou
cuánta reiteración se contempla en el vasto campo de la
evolución e investigación fisiológica, la vida de los ani-
males con esta persp€ctiva. Con frecuencia es apenas
exteriorizada la preponderancia de dicha opinión, pero
se trasluce a través áe toda la teoría de la figura animal'
Se llega por fin a la conclusión de que el cuerpo animal
debe ionsiderarse como un usac physiologique>, según
el historiador de arte Henri Focillon manifestó en una
ocasión, La figura exterior no es más que una herramie-nta
y una envoltura de la unidad orgrínica interior, y su for-
-u tro más que Ia última exteriorización de las entrañas
"t
que contiene,
Esta teoría se nutre, disimuladamente, del convenci-
miento de que llegará un día en que podrá se¡5i'lSrar cl
organismo óomo ál complejo mecanismo de las fuerzas
qré ve-o. en frr¡ción en las naturalezas inorgánicas -y
{ue se investigan con los métodos de Ia física y de la
química.
***
La transformación que se ha realizado en las últimas
décadas en la Biología empezó con el sacudimiento de
las mencionadas convicciones. Precisamente con motivo
de las investigaciones sobre los procesos de desarrollo
-la
de
los gérmenes animales ha ganado te¡reno teoría -de
que l-as facultades vitales sean distintivos de determinados
sistemas, de ciertas ordenaciones de la materia que si-
guen reglas distintas a las que rigen los sistemas atómicos
! moleculares que se presentan también en el exterior de
los organismos.
Sabemos que, ciertamente, la regularidad de la orde-
nación atómica y molecular surte efecto en los seres vi-
vos, pero se encuentra subordinada en estos casos a las
reglas que rigen tan sólo para los organismos vivientes.
Esta interpretación ha tomado dos direcciones distintas,
234
En la actualidad comprendemos mejor que en la época
en que se disputaban la interpretación de la vida los me-
canistas y vitalistas, el porqué el empleo de métodos fl-
sicos y químicos tiene un extenso y fructífero campo de
aplicación en el estudio del organismo y cómo estos mé
todos. aprovechan la ayuda de otros elementos, tales como
Ios correspondientes a las propiedades de los seres vivos.
Cuando examino, por ejemplo, el colorante azul de gran
número de plumas de ave, me proporcionan los métodos
físicos y químicos, como es natural, interesantes datos.
Asl me demuestran qu€ el azul en cuestión, en contraste
con el color de una flor, no es el matiz propio de una ma-
teria determinada, no es, pues, r¡¡ pigmento, sino la apli-
cación de complicadas reglas de dispersión lumínica, C+
mo fundamento de tal hipótesis encontramos que las
partlculas de materias submicroscópicas en el medio de
dispersión lumínica deben ordenarse dentro de la lon-
gitud de onda de la luz. Descubrimos también en segpida
que la intensidad del efecto azul depende del ennegreci-
miento del fondo en el que se apoya la estructura azul.
En una palabra, tienen aquí vigor todas aquellas reglas
que dan al azul del cielo su tono opalino o su intensivo
brillo (fieura 110). El radiante azul de las alas de algunas
--¡ariposas, como por ejemplo la clase morfo sudameri-
cana, se basa igualmente, en la dispersión de la luz, la
cual se practica en la complicada estn¡ctura de las esca-
mas que recubren las alas. El qulmico descubre por e!
contrario en los crustáceos colorantes auténticos. Los re-
sultados de los análisis de colores son parte importante
del conocimiento de las posibilidades vegetales y anima-
les de la formación de colores. Pero cuando nuestra aten-
ción se desvía del origen al significado de los colores,
interesándose en cómo actúa dicho azul ante los oios que
le contemplan y en qué sentido se orientan sus funciones,
carece entonces de importancia el hecho de que su efecto
proceda de un colorante o de una estructura determinada.
Se plantea entonces la cuestión científica de las propie-
235
F¡c. ll0.-Pluma de la cabeza de un pájaro turyuea (Cent¡o y $damétic¡)
coü u¡r Esplandecieüte color gzül cl¡m. Cortla¡ia¡lente a lo quo auceile oo
Ias plunas rtlg¡¡es, están o¡ientados los fioos r¿dios de Ia pluma hacia el
¡!ta, de vigo¡!€a *t!üctura. Est€ se co¡¡rpone de r¡úa Parte central de color
lregro, t ura cüvohüra que origina la diryersión de los rayos aqul€s. Como
tod¡r l¡s €€tructu*r (ópticas) s¡ílo se encuent¡a €ste fenómeno e¡1 la Pa.t€
visible de la pluma.
236
F¡c. lll a.-L¡ siEple vi.sta de estos doe peces corslífems (¡€p¡€óe¡ta¡teg
<le la especie de los caetodo¡¡ y balistas) nos advierte qüe sü m¡¡€stra se ha
desarmllado como ün órgano semrintico, que lss señales son trcaprichoeas:: ¡
que se ha alcanzado así el máúmo de originalftlad del dibujo.
237
Frc. lll b.-E¡¡ coútadicción con I¡ infe¡ior organización do le necl- 1
la va¡iedad de loe adomos de ls cobezs' la mi¡m¡ originalidad
"f"""r". -t de las especies rnuv difereociadas' qstT.qos colib¡i!
i.-- --- lú"¡* ¿**rivoe nisna
1""
especie dc lophornis Qeg:n Gould)'
pá"o""* a la
239
obieto de nuestra predilección, comparadas con la mul-
i¡iir¿ ¿" figuras animales que no dicen nada o muy pocr
técnicós y que, sin embargo' formu-
"lan"""tt.ot-."ntidos
preguntas de no menor complicación que las tormas
a nuestra mente?
"- fácii comprensión
de
las numerosas señales de .la
;;i;;;-il cottsid"rar
.it significado utilitario como inexplicables
^"#;;;;
J'i".áÁpi.".iul"l A,ttt en el caso de que asl fuera ten-
áti"t"..'q"" estimar seriamente su existencia' un
conside-
factor im-
;Ñ;; áspecto de la figura animal como esta
p;;";; áJü tt"t t.ul"tu' Pero antes de adoptar de-
desde
lisión, examinaremos una vez más la figura animal
;-ñ"to de vista distinto aI de su utilidad práctica'
F¡c. ll2,-Esta irnagen rlel ca¡nero del Africa del No¡te nos olrcce de
a *""*a eoire las figurá¡ superiores y los peces coraliferm' Los
"u"".
medio€ úáe disdnto€ son utilizados para resáltat el Polo dé la cabeza' llr
carnem alca¡za el elevado indice de la corteza cerebrsl de 26'3' €n
tanto
que dicho ínüce es en los jabalís de sólo 14
240
F¡c. 113 a-Tambiér €n loé mamil€los con un sentido ollativo muy deaa'
rrollado puede o¡ientarsc ls elevada cerebraüzación de toda su org¡nización
hscia ls manil€stación social, DiJ€rencias de pelaje y color, disrinción de la
cabeza y del polo anal, ca¡acterizan también el lobo euxopeo' El anim¡l
do este grabado demüestl¡ su catego¡ia social, en ta¡to que algunG ot¡o€
ti¡rcs inferiores no se müe3tran t¡n i4ponont€6.
ópticamente indiferentes, y
siguen, sin embargo, unas
leyes propias de la formación. Estas figuras, ópticamente
indiferentes, son los puntos de partida de las figuras efec-
tivamente ópticas y desempeñan, asimismo, un papel im-
portante en la vida.
Hay algo que se nos revela con singular claridad.
Cuanto más elevada es la organización tanto más llama-
tiva es la distinción formal de la cabeza como polo con-
ductor. Es esta una relacíón general que puede compro-
barse en todos los grupos de animales superiores y en
especial en los vertebrados (figura 113). Por la acumula-
ción de contrastes, por la acentuación de señales, se ori-
ginan impresionantes formas capitales que distinguen
notablemente la parte más notable del cuerpo animal y
242
la convierten en la inconfundible representant€ de toda
la figura; en tanto que en Ias especies inferiores se hallan
repaitidas estas señal€s por todo el cuerpo de manera ca-
prichosa y dispersa, ya se ha hecho resaltar que señales
parecidas, aparecen, particularmente en los mamíferos,
distinguiendó los polos anales, el centro de las funciones
.""o"i"r, Pero qué el cometido de los acentos formales
sobrepasa ampliamente los objetivos utilitarios, debemos
tenerlo siempre presente. Esto no excluye la incorporación
de los distinlivos de las figuras a los órganos de la con-
servación. Mas es importante y decisivo el criterio de que
la función de tales teñales como simples sentidos de la
conservación son sólo una parte de su cometido.
Yo comprendo.algo" de los simples músculos audi-
tivos de loJ mamíferos cuando los relaciono con la capa-
cidad de localización de sonidos. También cornprendo el
243
complicado ¡necanismo de enrollamiento y plegado de
los grandes músculos del oído de algunos animales noc-
tumos como un medio de protección de los estímulos rui-
dosos durante su reposo diurno, que corresponde en
cierto modo a nuestros párpados, aunque aparezca muy
raramente en nuestros oídos. El cambio del dispositivo
auditivo lo ncomprendo, como un acto subordinado al
cambio de estado inferior, como un medio de manifes-
tación. iPero no puedo cornprender en absoluto Ias ex-
travagantes formas, el pelaje, la coloración y otras parti-
cularidades que participan de forma tan drástica en la
figura característica de la cabeza animal ! Es preciso de-
clarar sin ambajes que el descubrimiento de una rela-
ción entre la situación de acentos formales y el grado de
diferenciación de un animal tampoco nos hace "com-
prender" las propiedades d€ tales distintivos de la figura.
Se efectúa exclusivamente su distribución entre la mul-
titud de formas animales incomprensibles dentro del te-
rreno de los sentidos.
¡ La capacidad sensorial ! Se Ie toma en forma muy ge-
neralizada como la relación conocida, y no como una ex-
plicación de las particularidades de la forma. iTodo lo
contrario ! Es precisamente tlpico que la capacidad senso-
rial asl reconocida no representa la utilidad práctica, la
necesidad funcional sino que rebasa todo este campo,
aunque resulte fácilmente perceptible su subordinación
al grado de diferenciación. Es decisivo que no achaque-
mos las diferencias de forma tan característica como la
región frontal de las dos clases de elefantes viüentes to-
davía hoy, a una elemental utilidad, sino a la expresión
tlpica de dos especies diferentes y comprendamos que
dichas diferencias formales de la cabeza de ambos gigan-
tes aumentan drásticamente la inconfundible estampa de
su firura.
Nosotros r€conocemos también lo hemos discu-
-ya
tido anteriormente-, que las características diferencia-
doras de una especiE son tanto más pronunciadas cuanto
244
más cerca se encuentra el órgano de la periferia. En la
cabeza de los mamlferos se destacan los dientes en grado
sumo, con independencia de sus funciones (tanto más en
los picos de las aves) que rebasan ampliamente cualquier
concepto de utilidad. Cuanto más externo, úás caracte
rlstico y cuanto más superficial, más especlfico (figura
11s).
Los distintivos de la figura tienen un valor de forma
particular que no puede entenderse cono función de la
2l,5
conservación ni como imagen de las manifestaciones de
los cambios de estado inteúor. Este valor de forma pone
ante nuestros ojos tales imágenes singularmente plásticas.
Lo específicó que se encuentra en la invisible estruc-
tura de lás sustancias vitales, en el protoplasma, que in-
fluye en todas las reacciones de la sangre, que determina
incluso las particularidades del comportamiento del ani-
mal, se manifiesta singularmente en el aspecto exteri-or'
El fisiólogo e investigador de la psicología animal, el ho-
landés Buytendijk (1923) ha llamado a este sentido de la
apariencia con el nombre de uvalor demostrativo del sern
¡ryo mismo lo he descrito como "valor de la representa-
óién". embas denominaciones intentan orientar la aten-
ción visual sobre el significado esencial de la figura exte-
rior, que con tanta fretuencia se descuida en la búsqueda
de funciones directas y de necesidad vital. i Cuán satisfac-
torio sería que este olvido procediera sólo del hecho de
que esta faceta de la figura orgánica se considerara como
algo natural ! Pero no es este el caso. ¡Cuán numerosos
soir los intentos fracasados de ordenar los distintivos de
la apariencia según su utilidad prictica de conservación,
ocasionando incluso la ridiculez de algunas explicaciones
el descrédito de tales investigaciones. ¡La acentuación de
este valor representativo debe atraer de nuevo la atención
sobre las significativas propiedades de la figura, que hacg
aparecer lo insólito de tales formas vitales por medio del
lenguaje de los sentidos y que confirma directamente en
la forma tales particularidades.
Los biólogos se han esforzado en presentar por sepa-
rado estos valores de representación como una correla-
ción fija entre fieura y grado de organización. ¿Quién pue-
de saber hoy la importancia de dicha correlación? Pero
no hay duda de que nos acercamos a los límites de ex-
plicable, cuyo conocimiento es también un deber de los
investigadores ¡ Pero sólo en esta frontera de 1o explicable
científicamente se nos presentan también las particulari-
dades de la figura animal.
246
OONCLUSION
247
F¡c. ll'6. Espo¡as ile t¡es micetoroc dile¡e¡tes. A l¡ üquie¡d¡, dos cl¡!c.
-
248
dc plei.sanrm, el auperior blanco y el i¡Ierior de colo¡ rraranja. A l¡ de¡tcb¡,
dicho¡ con esporas ilisadss; abajo, un dictidium pa¡do (sesin V. Crowder).
249
de los micetozoos, o es incolora o presenta diversos tonos
generales, por lo que también ocrrre que los plasmodios
do una misma clase presentan colores distintos. Los siste-
máticos que tienen la facultad de valorar las propiedades
(esa facultad que Da¡win llamaba (tacto sistemáticor)
rehusaron durante largo tiempo estimar los colores de
estos plasmas como distintivos propios de una clase.
El panorama se transforna cuando los moluscos se
preparan para la procreación y forman sus cuerpos fruc-
tíferos o células esporíferas. Quiero sólo pintar el caso
en que dichas esporas se incorporan a la atmósfera en
muchas unidades de plasmodios (existen otras clases ma-
sivas de esporas). En esta fase vital nacen numerosas
formas, a veces del tamaño de un milímetro, constituidas
por innumerables células individuales que la estructura
plasmodial ha creado con este objetivo. Dicha masa cre-
ciente de células en movimiento se manifiesta como si
obedeciera a un plan secreto. Una parte forma una colum-
na central, otra parte la piel exterior, y una capa interme-
dia se constituye en céIulas reproductoras. Así pues estos
cuerpos fructiferos son distintos en su forma caracterís-
tica de una clase a otra y se distinguen por los colores que
en algunos casos son producidos por las capas calciíreas
de las zonas cutáneas. Los colores y muestras de las espo-
ras han sido utilizados por los sistemáticos (en contrapo-
sición con el matiz de los plasmodios) como distintivos
esenciales de las especies. Estas formas de la conserva-
ción de las especies ofrece un expresivo valor de forma
(figura 116).
En este momento nos interesa, en gran manera, el
significado de los colores que va paralelo a la comprensión
de la forma. El criterio que considera al metabolismo
como la función vital de mayor importancia no puede
atribuir significado alguno a los colores de las esporas
de estos moluscos. No es ninguna casualidad que en los
modernos tratados se describa a tales colores como (acce-
sorios" en lo que respecta a la actividad celular, pero
2SO
<esenciales' para distinguir las variedades y clases. !.n
otras fórmulas se rernarca que el significado de los colo-
res y los depósitos calcáreos de las esporas no puede de-
terminarse con toda seguridad, añadiendo que estos pro-
cesos químicos son accesorios puramente npasivosu de
h formáción de las esporas y no se puede aÍibuir signifi-
cado algrrno para los ojos contemplativos de los otros
animales el sorprendente aumeDto de su figura, como ocu-
rre en las formas vitales superiores donde los animales
se hallan vinculados a la actividad de la conservación de
la especie. Esta expansión de los gérmenes, cuando el
contenido de los micetozoos llega a su madurez, sucede
por medio del viento, del agua o cualquier otro agente
iortuito, pero no porque los animales se hayan sentido
atraídos por las esporas.
Hemos de aplicar un criterio distinto al usual hasta
ahora en la consideración de los cuerpos fructlferos de los
plasmodios. Las reacciones que provocan las coloraciones
iípicas de sus esporas no pueden ser clasificadas simple-
mente en el sistema sensorial del puro metabolismo, don-
de aparecen como procesos no funcionales, careciendo por
tantó de importancia alguna. Una clasificación general
puede admitir la vinculación dé este proceso a la aparien-
cia diferenciadora y a la forma de los órganos de repro-
ducción. Debemos considerar a esta estructura específi-
camente formada como una de las fases vitales de mavor
importancia de una categoría determinada, reconocién-
dole al color y forma de su apariencia un sentido que no
puede contarse nunca como una de las llamadas faculta-
des de la conservación de la especie, sino como el sentido
de la representación, de la expresión propia de una clase,
tal como lo hemos encontrado, en múltiples casos, entre
los animales superiores. En este aspecto gana importancia
la observación del sistemático que ve, como nosotros, la
coloración de las esporas simplemente como accesorias
en el conjunto de los procesos vitales pero la considera
nesencial" en la vinculación sistemática de las clases
251
animales. Los cuerpos fructlferos no están tan llamativa-
rnente formados y coloreados como para que los hombres
podamos distinguir fácilmente sus diversas clases pero
su coloración es sin embargo <esencial', porque resulta
la más elevada expresión del propio valor, de la autono
r¡la de estos seres plasmáticos,
La organización de una estructura sexual especlfica
y diferenciadora significa un proceso vital de particular
categorla, para cuya realización se encuentra dispuesta
una actividad hereütaria en el plasma y germen.
Lo mismo que en la investigación de la génesis de los
ojos o del hígado deben ser estudiados, con pleno conoci-
miento, sus efectos (los ojos activos o el hígado en fun-
cionamiento) asl debe aceptarse también la existencia de
unos procesos preparatorios para la aparición de los ór-
ganos reproductores.
En este aspecto resulta que unas determinadas reaccio-
nes en cadena se hallan ordenadas en un sistema qu€ no
es posible creer qu€ sean consecuencias accesorias de
otro vital mecanismo de conservación sino que, con valor
bropio, se halla encaminado hacia este fin, hacia la crea-
ción de una estructura de la apaúencia.
Faltan valorar todavía gran nrlmero de dichas estruc-
turas, de diflcil comprensión, a las que no podemos cata-
logar, en un principio, como funciones de la conservación.
Sin embargo, hemos de habituarnos a reconocer estas
particulares estructuras no sólo donde la apariencia de-
s€mpeña un papel en Ia vida del animal, esto es, no sólo
como colorante sexual, de aviso o disimulo sino como pro-
piedades vitales básicas.
Lo que se ha dicho hace poco acerca de los cuerpos
fmctíferos de los micetozoos rige también para el incal-
culable nrlmero de dibujos cutáneos de los animales. El
análisis de las muestras animales debe partir de una
forrna que pueda ser considerada como <ópticamente in-
diferenten, de un dibujo que no posea en un principio el
valor de lo llamativo ni lo oculto pero tampoco pueda
252
estimarse como un insignificante producto secundario
de un importante proceso de metabolismo. Tales mues-
tras ópticas indiferentes --€sta es nuestra opinión- son
el producto de un determinado sistema de factores su-
bordinados a la uapariencia,. La abundancia de dichas
muestras indiferentes es considerable. Su sorprendente
multiplicidad sirve de base para el proeeso selectivo, pero
no puede constituir por sí misma, en sus propiedades for-
males dentro de dicho grado de indiferenciación óptica,
el resultado de una directa selección üsual. Esta multi-
plicidad de apariencia es una consecuencia, a investigar,
de su diversidad plasmática interna, tal como se exterio.
riza en los contrastes de los planes de desarrollo. En el
aspecto de nuestra teorla fundamental sobre el valor
propio de la apariencia, no vemos en esta multiplicidad
el producto secundario y casual de la evolución. La apa-
riencia está vinculada, segin nuestra opinión a la vida
colectiva, lo mismo que los rasgos típicos de grupo de los
órganos metabólicos, de los mecanismos del movimiento,
de las estructuras nerviosas o sensoriales, de los aparatos
sexuales, El desarrollo de estructuras cutáneas opacas
para la formación de muestras de color o aspecto típicos
es asimismo parte importante de la ontogénesis prefor-
mada en el germen, lo mismo que la creación de cualquier
otro complejo distintivo.
Hemos llegado hasta expresivas organizaciones cuyas
fotmas concretas no cumplen ninguna de las funciones
conocidas, ya que pertenecen a seres que no pueden verse
recíprocamente, por lo que sus formas o colores no pueden
tampoco asustar al enemigo ni disimularse ante é1. Este
es el mundo de las <apariencias sin señas>. Ouien contem-
pla con los ojos bien abiertos el mundo que hay a su alre-
dedor encuentra sin cesar organizaciones parecidas y em-
pieza a apreciar estas formas como organizaciones pro-
pias, aceptando estas representaciones de los seres plas-
máticos como el primer y más alto sentido de la apa-
riencia viviente-
253
Contemplamos como espectadores ajenos a este juego
de forma ylolor de los seres vivos, de organizaciones que
son algo más que r¡na pura necesidad de la conservación
de la éxistenciá. Encontramos asi incontables emisiones
ópticas que se transmiten al azar sin ir dirigidas a un re-
ciptor déterrninado. Esta es la representación propia-en
la que no está calculado ningrln sentido receptor, sino
oue exclusivamente (aparentaD. La representación propia
án la esfera óptica lleva a los biólogos a una situación
límite. Los ciéntíficos pueden comprobar la existencia
de señales que deben ser descritas como uno funcionalesn,
si entendeÁos h función en el sentido del análisis fisio-
lógico. La Biologla debe pues ensanchar el concepto de
viáa que se circúnscribe án muchas ocasiones al círculo
funcional de la conservación de la especie y el sosteni-
miento del individuo.
Este (no funcionalismou puede clasificarse con arn-
plia perspectiva, pertenece al campo lumlnico, es una
.apañción en la luz". Las investigaciones -flsicas acerca
de las partículas y de los procesos elementales nos advier-
ien q.re e.to. campos lumínicos en que las-c-osas pueden
uupui"""", en el sentido original de la palabra, ofrecen
también a los científicos nuevos problemas.
La luz forma en la zona de los efectos sensoriales una
esfera determinada. Así pues una intensiva investigación
sobre la relación entre luz y vida, entre vida y luz pondrá
claramente de relieve las particularidades de la naturaleza
elemental de los efectos lumlnicos, separándolos de otros
efectos sensoriales que descansan sobre efectos molecu-
lares.
Podemos afirmar que hemos llegado a una situación
límite cuando intentamos ver la relación entre luz y vida
con perspectivas más vastas. Muchos métodos de la bio-
logfa han evitado esta situación, ciñendo conscientemente
sui metas a un mnrco más estrecho.
Sin embargo, la investigación de las organizaciones
254
vivientes, cuando desea abarcar verdaderamente todas
sus formas, y no sólo sus funciones parciales e individua-
les, debe lanzar una ojeada a horizontes más dilatados,
y traspasar estas fronteras en las que se han detenido las
ciencias fisiológicas y genéticas,
La apariencia visible, como portadora esencial de la
iepresentación propia de las figuras vivient€s, plantea
determinados problemas biológicos. La morfología debe
intentar abarcar, en conjunto, todas las señales típicas
de tales apariencias, antes de catalogarlas como miembros
individuales, con un cometido determinado. Debe inves-
tigar las leyes de la simetrla, de las proporciones de los
'miembros en el conjunto, las singularidades formales
del exterior e interior de las orgaaizaciones superiores,
ha de analizar el desarrollo de las muestras en sus cuali-
dades específicas y de grupo, y tiene que realizar todo esto
antes de seleccionar cada una de las partes de Ia figura
según sus ccondiciones funcionalesn. Este examen morfo-
lógico hará posible delimitar el carnpo de validez de otros
métodos de trabaio determinando la particioación fun-
cional y los factores genéticos de los distintivos de las
figrras.
Por encima de todas las funciones para la conserva-
ci6n del individuo y de la esoecie, para la activación social
o para Ia defensa ante enemigos, por encima de todas
estas funciones a las que se les concede un sentido, €stá
la simple apariencia como una representación prooia.
También en las organizaciones más elevadas de la vida,
en las oue la narticin¡ción de las oercepciones sensoriales
es abundante y significativa, sobrepasa siempre la pura
representación proDia a las funciones ya citadas de los
miembros de la aoariencia. Por ello rebasa también el
estudio de la figura el campo en el oue la investieación
fisiolóeica detennina las estrubturas funcionales. Es pre-
misa imprescindible para una morfolosla de tal natura-
leza la creencia de que la aoariencia visible de los seres
viüentes debe ser contemplada desde ángulos muy am-
255
plios, consideriindola como un impenetrable secreto de
los sentidos.
¡fl+
256
L:
lr i'
¡iúit,i'
F¡c. ll?.-Las Iiguras de animales han sido, desde tiempos rcmoto€, el€ya.
doe sí¡¡loloe. La cabeza de carnem ha sido ¡eprcsentada ma¡avillosamento
por los arlislas chüos y €gipcio6.
17.
- La fisura animal.
tro orgullo occidental apunta de manera tan absoluta a
lo tangible y positivo y cuando las grandes hazañas del es-
píritu occidental parecen residir por completo en el campo
del dominio de la Naturaleza. Sin embárgo nacen seri-as
dudas sobre la legitimidad de tal exclusividad, dudas
que en lugar de terminar en la desesperación, proporcio-
n-an a los otros objetivos de la investigación mayor dere-
cho a la vida. El error de muchos bienintencionadbs conse-
jos reside en que incitan a un cambio absoluto; así debe
sustituirse el dominio exclusivo de la comprensión calcu-
Frc. 118.-La <sílfide ma¡avilloea> (Lodigesia) muesr¡a etr 106 machos vio.
jos una cola extravagante. En lugar de las diez plumas de ta coLa típicas del
coüb¡i se deea¡rollan en este animal 3{ólo cuat.o, el par interior oculto y
breve, en tanto que el par exterior formaü una bande¡a en c¡¡¡.z. Esta t¡a¡¡s-
Iormación se ex!'erimenta en la edad rnadura; los rnachoe jóvenes cuentan
con el u¡ual nrime¡o de plumas en la cola. La cobertu¡a de la cola (plumas
que formaa la rueda del pavo) son grandes y es especialmenre un par de las
mismas. Esto pequeño y exótico animal vive en loe lugans altoe del Norte
del Peni (ses'ín Goüld).
258
ladora por la salvaje fantasía, contra el riguroso raciona-
lismo el total irracionalismo, en lugar de ciencia, imagi'
nación. Debe buscarse la solución para el espíritu occi-
dental que estimule, por una parte, al máximo, la inves-
tigación de los fenómenos de la naturaleza y que cuide,
pór ot.a, por medio de una revisión extraordinaria de
nuestros conocimientos de la realidad de nuestros actos,
cuyo número no puede calcularse. Este es el criterio que
noi dete.minu a advertir que los métodos de la naturale-
za pueden conducirnos también al reino de lo maravilloso.
De todo ello resulta Ia necesidad de utilizar las palabras
con mayor cuidado que eI puesto hasta ahora, ya que al-
gunos nombres cargados de significado pierden su valor
al ser empleados a la ligera, Con cuánto desenfado se
habla y se escribe de maravillas y secretos de la Natura-
leza, informando tales estritos, con la mayor complacen-
cia, sobre resultados de Ia ir:vestigación que nosotros
comprendemos perfectamente ya que no son ningún mi-
lagro o se trata de problemas resueltos que no encierran
secreto alguno. Lo incomprensible no es sencillamente,
lo maravilloso, ni lo que desconocemos hoy, lo auténtica-
mente secreto. ¿Cómo debe llamarse, pues, si se emplean
inadecuadamente estas palabras, a lo que se encuentra
en el reino de lo indescriptible? ¿Cómo debe nombrarse
lo oculto que permanece impenetrable a los medios cien-
tíficos?
La experiencia a cuyas puertas nos lleva de nuevo la
investigación científica de la vida animal no €s ni la ale-
grla de la solución de los problemas ni tampoco la dicha
que acompaña a todo trabajo científico. Ante los animales
ootamos la misma vigorosa sensación que experimenta el
niño ante la vida; nuestro contacto con los animales y
plantas nos provoca estupefacción o espanto, alegría,
pero también respeto. Frente a nosotros estiín unos seres
cuya comprensión no alcanzaremos seguramente ni pa-
sado mañana, ni dentro de un año o una década ; nos ha-
llamos rodeados de unas formas (gigantescas o diminutas)
259
en las que se realizan otras posibilidades de Ia existencia
que €n nuestro propio cuerpo,
Algunas veces, a la vista de estas figuras, nos sentimos
inclinados a sospechar que nos encontramos con frutos
de nuestros sueños, con los productos de nuestra fanta-
sla. Aceptaremos con toda seriedad esta idea, pero nc
como una teorfa científica sino viendo sólo en ella una
señal de que alrededor de nosotros, como en nosotros, vive
lo desconocido. I-a creación artística que nuevamente hoy
se deja sentir en nosotros más fuerte que nunca en él
tejido de estas actividades ocultas y que es inducida por
ellas con mayor fuerza que hasta ahora, esta labor artís-
tica no en vano ha sentido de siempre ya algo en el asom-
bro de las figuras vivientes, llue a veces se hacen patentes
como una compacta hermandad. En esta experiencia está
la conciencia de que se encuentra en los organismos un
s€creto, muy afin a nuestra propia vida y que en estas
figuras se halla ante nosotros una forma de ser sensible
que nos informa, en diversa manera, de su interioridad.
260
Esta obra no es ¡.ú maaual de Morfología que contenga información y réf€.
rcDcia d€ todae las teorias y expoeiciones. La enumeración de obras generales
y eetudioó €specialü¡dos que a continüación ae inüca, tiene, exclusivamente,
el objetivo de brindá¡ la oportunirtad de ¡ealizar un a¡álisis nás prolundo
de determi¡adas cu€stiones. E¡¡ l¡3 oblas citad¡s eúcodtrsrá el lecro¡ nume.
Dosas ref€renciss a o¡¡o€ t¡ab[jos.
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