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COMUNIDADES IMAGINADAS

Juan José Mesa Riveros

Benedict Anderson, Comunidades imaginadas, Fondo de Cultura Económica, México,


1993.

Durante el transcurso de la historia han existido diversas formas de organización de las


sociedades y distintos vínculos entre ellas. Ya sea en clanes o tribus, en señoríos o en
estados, los vínculos políticos, sociales y culturales unen a las personas y las distinguen
unas de otras. Dicho tema (enfocado en el asunto de la nación) es el que motiva el libro
de Anderson. Este académico fue un politólogo inglés educado en la Universidad de
Cornell y especialista en Indonesia y el sudeste asiático. Comunidades imaginadas,
libro suyo sobre el nacionalismo, apareció en la década de 1980, cuando (en plena
Guerra fría) se empezaba a pensar en una posible crisis de los estados nacionales. Otros
textos de Anderson son Bajo tres banderas. Anarquismo e imaginación anticolonial,
Java in a Time of Revolution: Occupation and Resistance, 1944-1946 y In the Mirror:
Literature and Politics in Siam in the American Era.

El objetivo de este texto es reseñar los capítulos III y IV del libro de Anderson. El
primero de ellos se encarga de los orígenes de la idea de nación, mientras el segundo
estudia el surgimiento de los proyectos nacionales en América a principios del siglo
XIX.

El capítulo III tiene como asunto principal los orígenes de la conciencia nacional. El
autor los atribuye en gran medida a la unificación lingüística a través de la imprenta,
siendo esta la tesis central del capítulo. Esto habría ocurrido a causa de varios factores:
el debilitamiento del latín como lengua culta de toda Europa, la Reforma protestante
(ayudada por la imprenta) y su difusión en lenguas vernáculas, y la adopción de estas
lenguas para la administración en los distintos estados europeos. Estos factores habrían
ayudado a que las lenguas de Europa se iniciaran a escribir e imprimir de forma muy
amplia.

En este tercer capítulo se hace énfasis en el papel del “capitalismo impreso” (o


impresiones masivas) como impulsor de los orígenes de la nación. Esto ocurrió sobre
todo en asuntos de lenguaje, pues desde el siglo XVI las lenguas vulgares de Europa
empezaron a imprimirse en masa. Con esto se logró la unificación de los dialectos y la
fijación de las lenguas, dando así inicio a la formación de comunidades unidas por el
uso del lenguaje.

El capítulo IV se encarga del surgimiento de las naciones en América Latina a


principios del siglo XIX. A diferencia de Europa, aquí el tema lingüístico no era el más
importante pues algunas lenguas como el español eran compartidas por distintos
territorios. Se postula entonces la tesis de que el factor de unión fue la división política
heredada de la colonia y que era completada por barreras geográficas. Se cree entonces
que el hecho de que los criollos americanos hayan estado unidos por la administración
colonial (que los separaba de la metrópoli) hizo posible el nacimiento de una identidad
común. Tanto la unión entre los criollos como su enfrentamiento contra España habrían
sido impulsados por los periódicos y otros productos impresos. Un proceso similar se
habría vivido en América del norte durante la independencia de las Trece colonias.

En el cuarto capítulo hay también una comparación entre los vínculos generados por las
peregrinaciones (en las grandes religiones) y los lazos tejidos por la carrera
administrativa (en los nuevos estados). Esto último se ve entre los criollos americanos y
explicaría en parte el remplazo de cada colonia por una nación distinta.

Una vez hecho el resumen de los capítulos III y IV del libro de Anderson, es
conveniente realizar un análisis de los mismos. En cuanto al capítulo III es de gran
interés el estudio que realiza el autor de uno de los temas centrales de la nación: la
lengua. Y es de gran coherencia la exposición que realiza sobre la incidencia de la
imprenta en la unificación de varios idiomas europeos. También se puede destacar el
papel de los estados en este proceso mediante la adopción de una lengua oficial. Es muy
conveniente poner a prueba estas ideas en el estudio de otras naciones de Europa (como
las de la zona oriental) o de otros continentes. De esta manera se podrían verificar las
hipótesis de este capítulo en casos diferentes a los dados por el autor.

Observando el capítulo IV, una de las ideas que más se puede resaltar es la herencia
administrativa de la colonia y su papel en el nacimiento de las naciones americanas.
Este asunto debe ser analizado, pues las causas económicas (intereses de los criollos) e
ideológicas no explican la división de Hispanoamérica durante la independencia. Se
necesita entonces estudiar la influencia de los límites administrativos y geográficos en la
formación de cada una de las naciones del continente. También debe revisarse del
mismo modo la influencia del capitalismo impreso: aunque los periódicos en América
nacieron durante la independencia, estos no circulaban por igual en los distintos sectores
sociales ni en las distintas regiones.

Hechas las anteriores precisiones es posible afirmar que el texto de Anderson es en


general muy útil para la comprensión y el estudio del fenómeno de la nación. El empleo
de sus tesis en la investigación resulta de gran ayuda sobre todo por su capacidad de
aglutinar la experiencia histórica de distintas zonas del mundo. De esta forma se puede
llegar a organizar una idea de la nación mucho más neutral, amplia y flexible.

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