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Hubo una vez un caballo que aunque era viejo y no podía correr o cargar a

persona alguna solo niños, era muy querido por su dueño (también por sus
hijos) por las glorias y victorias que este le había ofrecido en sus tiempos de
juventud, era tan fiel y tan mansito que su dueño no lo amarraba, ni cerraba la
puerta del establo pues sabía que su caballo siempre volvería.
En una tarde el dueño del establo, se dio
cuenta que su caballo querido no había
vuelto como siempre lo hacía, le pareció
raro y salió a buscarlo junto con sus hijos
antes de que oscureciera. Cuando
estaban un poco alejados del establo
escucharon los relinchos del caballo que
de seguro se había caído a un hueco, en
cuanto se dieron cuenta acudieron a
socorrerle pero después de varios
intentos no pudieron
hacer nada para sacarlo, lo único que les quedaba era sacrificar al caballo para
que no sufra puesto que este desesperado por salir se estaba haciendo más
daño.
Entonces el Dueño con sus hijos trajeron sus
palas y empezaron a tirarle tierra al caballo
que estaba dentro del hueco, con la
finalidad de enterrarlo, sin mirar abajo y
con el dolor de su corazón tiraban la tierra
para que el caballo no sufra. Así después
de unas horas, grande fue la sorpresa del
dueño y sus hijos cuando el caballo de un
salto salió del agujero que enseguida se
incorporo y se fue corriendo hacia el establo.
Lo que había ocurrido es que el
caballo cada vez que le caía tierra
Hola estoy en el lomo este se sacudía y se
Feliz posaba encima, así lo hizo hasta
llegar una altura en la cual podía
saltar y salir del agujero.
Tanto el dueño como sus hijos se alegraron y se fueron felices detrás del pura
sangre que salió solo con rasguños y quien les había enseñado una gran
lección.
La enseñanza de esta historia es que no importa en donde te encuentres, ni
cómo te encuentres si tienes problemas o adversidades utilízalas para hacerte
más fuerte y salir adelante.

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