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ISSN 2013-9004 (digital); ISSN 0210-2862 (pepe) Papers 2017, 102/2 bhutp://dx.doi.org/10.5565/tev/papers.2338 261.285 Redomesticidad y encarcelamiento femenino en el sistema penitenciario espafiol. Los Médulos de Respeto Ana Ballesteros Pena Universidad de Barcelona. Departamento de Sociologia a.ballesterospena@gmail.com Recepcién: 08-06-2016 Aceptacién: 12-09-2016 Resumen, En cl contexto del estudio de las continuidades y mutaciones en la ejecucién penal femenina endl Estado espafiol en el siglo 201, en el presente articulo, se pretende abordar la forma que adoptan en Ia actualidad determinados rasgos hist6ricamente presentes en el encarcela- miento femenino. Para este ejercicio, se ha tomado como estudio de caso los denominados Modulos de Respeto (MdR), con presencia de mujeres en tes centros penitenciarios. La metodologia empleada en la investigacién ha sido de corte cualitativo y se ha concretado esencialmente en la realizacién de observacidn directa no participante y més de 100 entre- Vistas a mujeres encarceladas y a profesionales de equipos técnivos y directives, asf como a responsables y exresponsables politicos de instituciones penitenciarias. Mediante el anslisis de las dindmicas cotidianas y pricticas de los MdR de mujeres, el articulo demuestra la pervivencia de un modelo de domesticidad reforzado («estrategia de la redomesticidad») gue, sobre la base de un fortalecimiento de las pautas de vigilancia y control, no hace més que perpetuar un tratamiento diferencial y mas duro para las mujeres encarceladas. Este modelo interacciona, en el contexto de las formas de penalidad neoliberal, con ciertos meca- rnismos de reconstruccién de las identidades, lo que provoca mutaciones que apuntan hacia formas mas sutiles de aplicacién del castigo en los sistemas penitenciarios contemporineos. Palabras clave: disciplina; vigila neoliberalismo penal; criminologia feminista as ejecucién penal; prisiones; mujeres presas; castigo; 262_ Papers 2017, 102/2 ‘Ana Ballesteros Pena Abstract. Re-domesticity and Female Imprisonment in the Spanish Penitentiary System: Respect Modules In the context of the study of continuities and mutations in female penal enforcement in 21st Century Spain, this article aims to examine the form that certain historic and per sistent characteristics of female incarceration have adopted today. To this end, “Respect Modules” (Madulos de Respeto or MdR in Spanish) for women in three prisons have been taken as a case study. Qualitative methodology was used, essentially consisting in non- participatory direct observation and more than 100 interviews with incarcerated women, professionals of technical and management teams, as well as political authorities and former authorities in charge of the prison system. By analyzing the daily dynamics and practices of women’s MdRs, the article shows how a model of reinforced domesticity (“strategy of re-domesticity”) has persisted which, through strengthening surveillance and control, only perpetuates the differential and rougher treatment of incarcerated women. In the context of neoliberal forms of penality, this model interacts with certain mechanisms to recon struct subjectivities, causing mutations that point to more subtle forms of punishment in contemporary prison systems Keywords: discipline, surveillance, penal enforcement, prisons, women in prison, punish- ment, neoliberal penality, feminist criminology Sumario 1. Introduccién 2. Metodologia 3. Disciplina, domesticidad y moralizacién: Las claves 4, La estrategia de la redomesticidad cn los MdR de mujeres 5. Conelusiones y futuras Iineas de investigacién del encarcclamiento femenino a lo largo de la historia Referencias bibliogrificas 1. Intreduccién Durante las dos legislaturas que abarcan el petiodo 2004 a 2011, las autori- dades penitenciarias del entonces gobierno socialista, encabezadas por Merce- des Gallizo, introdujcron un conjunto de medidas en cl sistema penitenciario espafiol, con el fin de avanzar hacia una mayor aplicacién del reglamento penitenciario vigente (1996). A grandes rasgos, as actuaciones implementadas se orientaban hacia tres grandes dreas: en primer lugar, el impulso del trata- miento mediante la puesta en marcha de programas de intervencién dirigidos 2 grupos especificos de poblacién penitenciaria. En este ambito, se disciaron iniciativas a través del trabajo coordinado con universidades, personas expertas, y profesionales y se potenciaron programas que se venfan desarrollando en detcrminados ccntros penitenciarios, como los Médulos de Respeto (cn adclan- te, MdR) o las Unidades Terapéuticas y Educativas (UTE). En segundo lugar, se traté de visibilizar ¢ impulsar el trabajo de las entidades del tercer sector en el contexto penitenciario y se cted el Consejo Social Penitenciario (junto Redomesticidad y encarcelamiento femenino en el sistema penitenciario espaol _ Papers 2017, 102/2_ 263 con consejos locales en cada prisién), érgano consultivo y de relacién entre las asociaciones y ONG y la Institucién Penitenciaria. Por dltimo, se traté de potenciar el medio abierto mediante cl impuilso de las salidas programadas y la potenciacidn de los centros de insercién social (CIS), entre otras iniciativas @allestcros y Almeda, 2015: 169). Una de los programas que tuvo una mayor expansidn durante ese periodo fueron los denominados Médulos de Respeto. Esta iniciativa surgié en 2001, en la cércel de Mansilla de las Mulas (Led) para poblacidn penitenciaria mas- calinay ly como recoge el Manual sobre Médules de Reser de la Secretaria Generdl de Instituciones Penitenciarias (2011), sc define como una unidad de separacién interior de un centro penitenciario, es decir, en principio, cada MAR sc implantarfa de forma auténoma en el espacio fisico que hoy repre~ senta un médulo penitenciario al uso. La participacién en el mismo es, en principio, voluntaria', a partir de la firma de un «contrato terapéutico», que Hlova implicita la aceptacidn de las normas del médulo. Estas normas regulan las siguientes reas: personal, referente a higiene, aspecto, vestuario y cuidado de la celda; de cuidado del entorno (tareas del médulo) relativo a la utilizacién yal mantcnimicnto de los espacios comunes; de rclaciones interpersonales, incluyendo todas las interacciones del sujeto con otras personas internas, con funcionarios, terapeutas y personal del exterior, y de actividades, en la que se regula la programacién de actividades de cada persona interna, independicn- remente de las tareas del médulo que le correspondan a su grupo, de cardcter obligatorio, quc comprende todos los dias de la semana y todas las horas del dia, en la que se determinan qué actividades debe realizar en cada momento y se planifican los tiempos de octo (Cendén et al. 2011: 14). Tal y como conti- nia cl manual, cl modelo se estructura en tres cjes: un sistema de organizacién de grupos, que son los encargados de realizar la limpieza y cl mantenimiento de las zonas comunes; un procedimiento inmediato de evaluacién mediante un sistema de imposicién de negativos que repercuten en las tarcas que cl grupo realiza semanalmente y, por tiltimo, una estructura de participacién de pobla- cién interna mediante drganos que sc retinen con diferente periodicidad, entre los que destacan una asamblea diaria, una asamblea de responsables y ciertas comisiones (Cendén et al., 2011: 15). El modclo de grupos parte de la idea de que cl contacto constante con diversos colectivos con normas y costumbres respetadas y conocidas por sus micmbros y cuyo incumplimicnto es sancionado por el refucrzo y cl castigo social constituye una caracteristica esencial de una situacién social normalizada (Cendén et al., 2011; 39), Sobre esta base, el MdR busca crear una situacién, artificial que siga estas mismas pautas y quic, a través dc la presién del grupo y mediante el reconocimiento de la figura del responsable, garantice el cumpli- miento de las normas del médulo y el mantenimiento de las zonas comunes. 1. Fl caricter voluntario de este médulo plantea algunas excepciones en cl caso de las mujeres que se detallaran en los apartados siguientes, tal y como apuntan Ballesteros y Almeda (2015). 264 Papers 2017, 102/2 ‘Ana Ballesteros Pena Para ello, se realiza una distribucién de las personas internas en grupos, con la designacién de un responsable, que se encargan de las tareas de impicza de un 4rea y del mantenimiento de las zonas comunes del médulo y cuya seleccidn se realiza semanalmente, de modo que se encuentia supeditada a las valoraciones individualcs obtenidas por los micmbros del grupo. Esto cs, el grupo cuyos miembros acumulen un mayor ntimero de valoraciones negativas tendra que realizar las tareas més gravosas dentro del médulo. Asimismo, los integrantes y las integrantes de los diferentes grupos ticnen la obligacién de cxigir que se cumplan las normas de utilizacién de las diversas zonas al resto de las personas cnet madulo (Condon ot al, 2011: 44-43), La evaluacién, por su parte, adopta varias modalidades (diaria, semanal, . Y todas las tardes..., eso a primera hora, de 9.30 a 11, a las 11 a 11.30 tienes un descanso. A las 11.30, vas a hacer la segunda actividad hasta las 12.15 0 12.30, segiin, y ahora por ejemplo tienes que estar en punto de cruz y si ese dia no me apetece coser, «quiero de ir» al gimnasio porque tienes gimnasio dentro del médulo, no puedes. En Cordoba obligado. Tienes que estar los 7 dias, la actividad que tii hayas elegido de lunes a viernes 0 yo quiero estar nada mds cosiendo lunes, martes y miércoles, obligado. En Granada no, en Granada yo estaba mejor, porque me cogia, «ay, me voy a poner hoy a marqueteria» y me ponia a hacer mi cuadro. Luego la segunda hora no queria estar en marqueteria, me voy para coser 0 a lo mejor, pues no era obligado estar en esa actividad, en Cordoba, si. (Interna 4, CP2) Por el contrario, en los médulos ordinarios, la incorporacién al denomi- nado «tratamicnto», que no es mds que un plan de actividades y/o trabajos al que se decide acceder 6 no, tiene un carseter voluntario, aunque esto cambia la imagen que la institucién tiene respecto a la voluntad de rehabilitacién y puede comportar consccucncias en la toma de decisiones de la junta de tratamicnto a la hora de conceder permisos u otros beneficios. Un efecto de la implanracién de los MdR ha sido tambign la limitacién de las actividades cn los médulos Redomesticidad y encarcelamiento femenino en el sistema penitenciario espaol _ Papers 2017, 102/2_275 ordinarios, con el fin de marcar las diferencias y las ventajas asociadas al nuevo modclo de respeto y «forzam a las personas internas a asumir las normas aso- ciadas a este, a cambio de disponer de mas opciones para cubrir el tiempo de encarcelamiento (Ballesteros y Almeda, 2015). Aqui trabajas, tienes actividades, jolin, que puedes hacer cosas. En el otro médulo, no; en el otro médulo, es como el ganado. Tu abres una cuadrina, metes cuatro ovejas, cierras y ahi las dejas siempre. Pues es lo mismo. Solo que aqui, aunque scamos ganado, tenemos la ventaja de que podemos salir a pastar. Ni mis ni menos. (Interna 13, MdR CP3) Por tanto, el énfasis en la limpicza, y sobre vodo la forma en la que esta se planifica y sc estructura meticulosamente cn el marco de los MdR, unido al esquema de «inactividad 0» que impera en la programacién diaria y obligatoria de actividades y trabajos, supone un claro refucrzo de la vigilancia y del con- trol férreo que ha estado siempre presente en el encarcelamiento femenino. A esto se unen determinados mecanismos que ticnen ciertas reminiscencias con la préctica de la redencién de la pena por trabajo instaurada durante el fran- quismo (Herndndez, 2013: 172-176). En este sentido, en algunos casos, se ha hecho efectiva una de las posibilidades del reglamento penitenciario a partir de la cual se pucde conseguir cl adclanto del tercer grado con la incorporacién a los MR. Esto es, por cada afio en un MdR, se reduce en unos meses el tiem- po que la persona debe estar cumplicndo condena encerrada en prisién, Las posibles expulsiones temporales 0 permanentes del médulo pueden modificar este calendario, de forma tal que de nuevo el poder de la insticuciém marca los contornos y altera los ticmpos de castigo, en funcién de la conformacién 0 no a las normas que esta impone. Conformacién a las normas quc, como ya antes se apuntaba, debe realizarse siguiendo unos limites claramente definidos. En este sentido, la institucién busca uniformizar las conductas de las presas mediante ideales determinados de respetabilidad o a través de un modelo concreto del buen haccr. Ast, determi nadas practicas que suponian el mantenimiento de cierta autonom(a ¢ identi- dad personal por parte de las mujeres encarceladas —por ejemplo: la forma en que sc disponian los enseres en las ccldas o la decoracién de las mismas— son objeto de intervencidn o sancién si no responden a los modelos normalizados de la institucién carcelaria. Fui con unos periodistas a visitar el médulo y aquello era una selva. Una selva {en la] que las celdas estaban muy bien, muy bonitas, pero con cortinas, con 20 pares de zapatos, un montén de vestidos, aquello era alucinante. Habia que cortar por algiin lado. Eso también estaba asi porque no se habia puesto orden por parte de las funcionarias y no habia..., como norma general, no habia la dejadez y la desidia que puede haber en algunas celdas de internos. Al revés, pero era por el otro lado, era excesivo, pero tenfan que aprender a controlarse, a tener lo necesario, a limpiar como tienen que limpiar, a organizarse, a plani- ficar el tiempo. Todo eso exactamente en hombres que en mujeres. También 276 Papers 2017, 102/2 ‘Ana Ballesteros Pena en los departamentos de mujeres, también hay gente que: hay Ayes 0 gente (Exmiembro del equipo directivo, CP3) que impone y dem: Ahora bicn, como sc recogia cn apartados procedentes, la estrategia de desempoderamiento no resulta siempre exitosa por parte de la institucién y, a pesar de los intentos evidentes de las autoridades, de forma mds o menos explicita, las mujeres van a tratar de desarrollar practicas que les permitan mantener ciertas cotas de poder y autonomia, y que en muchas ocasiones desafian las limitacioncs que implica la prisién. Frecuentemente, estas practicas estén asociadas al uso ya la resignificacién de aquellos atriburos asignados a la domesticidad y al modelo de feminidad que la institucién impulsa. Un cjemplo de ello son los trabajos informales que todavfa muchas mujeres realizan en los MAR, a pesar de que esta préctica esta prohibida y sancionada por la institu- cidn. Sin embargo, desafiando la normativa, y aunque ellas han aceptado las normas del Ma, practicas como la realizacién de la colada a otras internas, peluqueria, manicura, realizar manualidades y objetos de costura de diverso tipo siguen siendo llevadas a cabo por las mujeres que, muchas veces gracias a ello, consiguen obtener unos recursos econémicos basicos para comprar tar- jctas tclcfonicas o algunos productos de primera necesidad. Otras actitudes de solidaridad cconémica informal cntre las presas —por cjemplo: adquirir productos u objetos bésicos para otras, como un café o un refresco—, y que estan prohibidas también desde la institucidn, constituyen pequefias estrategias de resistencia de las mujeres presas Creo que por eso le caigo mal a muchas, porque cuando fui la presidenta, lo dije desde un comienzo: somos compaferas y debemos de cubrirnos las espaldas unas a otras. Los funcionatios son nuestros jefes inmediatos, nuestros superiores inmediatos a quien hay que respetar, pero las que tenemos que cui- darnos somos nosotras entre s, y no me gustan los chivateos. Y lo dije desde un comienzo, odio, u odiaria enterarme que una de ustedes se ha quejado contra otra de nosotras, la que sea. Aqui hay personas que tienen diferentes formas de ganarse la vida. No esta permitido, ellos consideran un trapicheo que yo compre un paquete de tabaco para otra persona, porque puede estar pagindole por un mévil, o puede estar pagsindole por droga 0 puede estar pagandole por cualquier otra cosa, pero hay personas que lavan porque no tienen quien les ponga peculic. No es mi caso, yo, a Dios gracias, tengo mi madre, mi abuela y mis hermanos alli fuera que estin aqui, y cuando no puedo por lo que sea ellos responden por mf. Pero hay personas que estén solas y tienen que lavar a muchas internas para ganarse un paquete de Marlboro a la semana y eso aqui no esta permitido. O tal vez tienen que coser, o tal vez tienen que comprarse tela con Jo que lavan para hacerse los cojines que hacemos aqui, que no sé si los has visto, ya te mostraré luego uno. y asf se ganan la vida. ¥ eso aqui no est permitido, no se puede decir yo le pago a fulana porque no, no se puede. (intema 6, MdR, CP1) 5. En cl argot carcelario, se rfiere a aquellos presos con una amplia trayectoria carcelaria que «jercen su poder mediante coacciones sobre otras personas presas. Redomesticidad y encarcelamiento femenino en el sistema penitenciario espanol _ Papers 2017, 102/2_ 277 El refuerzo del modelo de la domesticidad en los MdR no se agora con lo indicado hasta el momento. El ideal de la feminidad asociado a la dependencia y a la sumisidn de las mujeres que son consideradas menores de edad y con limita- da capacidad auténoma para la toma de decisiones ¢s reforzada por la institucién mediante cstrategias infantilizadoras y de brisqueda de la obediencia a partir de la amenaza de expulsién del médulo, lo que se refuerza también con la promo- cién de imagenes estercotipadas sobre el perfil de las mujeres que se encuentran en los médulos ordinarios, «esas otras conflictivasy que no accptan las ventajas que supone la presencia en los MdR. En esta linea, uno de los paralelismos més comninmente expresados por las intcmas ¢s el que se da catre estar en un MdR y en un colegio o en un internado. El control minucioso de las actividades cotidia~ nas, la programacidn dctallada de tarcas, la obligacién de mantener los espacios limpios y ordenados de acuerdo con unos estindares exigentes y definidos por la institucidn, la correccién de las conductas, por mas mintisculas que parezcan, 0 la nccesidad de pedir permiso para cualquicr accién que sc quicra desarrollar entran dentro de esta estrategia de infantilizacién. No en vano, las mujeres expresan que hay determinadas intromisiones u érdenes que estan fuera de lo que ellas consi- deran la actitud con la que se debe tratar a una persona adulta que cuenta con un bagaje existencial y responsabilidades personales, laborales y familiares diversas. Son muchas normas: a tal hora te duchas, a tal hora haces esto, a tal hora haces lo otro, a las 11 apagas la tele. Es que son cosas muy... Que ni ti teniendo hijos les pones tantas normas. Yo se lo he dicho muchas veces al educador. A mi es que, sinceramente, ni en un colegio de nifios lo he visto tan asi. ¥ los castigos van asf y las venganzas van asf. (Interna 3, MdR CP3) La amenaza de expulsion del médulo por la acumulacién de valoraciones negativas y las consecuencias que de ello se derivan, respecto a ciertas venta- jas en el acceso a actividades, empleos remunerados o en la opinién que la institucidn tenga, sobrevucla la vida cotidiana cn los MdR. Las puntuaciones negativas, las drdenes del personal, etc. no pueden ser discutidas, salvo que se uma el riesgo de recibir un nuevo negativo o incluso un desfavorable. Por cllo, ante cicrtas arbitraricdades o actuaciones consideradas injustas, la maxima escallar y aguantar. Esta postura de sumisidn es asumida con una actitud mas © menos resistente por parte de las mujeres, de modo que, en. muchos casos, estas son claramente criticas ante las sanciones que la institucién les impone y consideran deverminadas normas como arbitrarias y més condicionadas por ‘da guardia que toque» que por su conexién con una detcrminada forma de tratamiento 0 actuacién. Asumen de manera abierta esas normas y consideran que dicha forma de proceder no va a cambiarlas ni a resocializarlas, Ellas no se identifican con una imagen de delincuentes 0 desviadas, sino que, muy al contrario, se consideran personas normalizadas, respetuosas, responsables y auténomas, Por otro lado, en linca con las resistencias arriba indicadas, muchas de ellas deciden adoprar ese perfil de «buena presa» para poder mantenerse y obtener los beneficios derivados de su presencia en el médulo, pero transgre- den conscicntemente detcrminadas normas, como la prohibicién del uso de 278 _ Papers 2017, 102/2 ‘Ana Ballesteros Pena teléfonos méviles, o asumen los riesgos asociados a ciertas conductas, como estar acostada en horas prohibidas, entre otras. Entonees tii ests actuando con un interno y te va a dar la apariencia que necesita y que le viene bien para conseguir lo que quiere como hace cualquiera en su vida particular, y en el médulo de respeto mas. Seguro que hay muchas intenas que parece que aceptan las normas de buen grado y que est todo muy bien, y por detris a algunas de ellas no les gusta que les prohibamos deter- minadas cosas 0 que no les gusta que les obliguemos a realizar decerminadas actividades. (Equipo directivo, CP 1) No obstante, a pesar de estas pequcfias resistencias cotidianas, la institucién despliega mecanismos mas amplios y sutiles para ejercer su control. Dentro de un espacio de control formal, como es la prisién, el poder punitivo opera mediante mecanismos de control informal, como es cl recurso a la familia (Miralles, 1983), para afianzar la vigilancia sobre los comportamientos de las, mujeres presas. Un ejemplo de este control informal es el que se despliega a través de cicrtas actividades como las jornadas de convivencia, en las que las mujeres reciben las visitas de sus parientes. En ellas, el equipo directivo y técnico da la bienvenida a las familias, explica qué son y cémo fancionan los MGR; a continuacién, las mujeres ofrecen un pequeiio festival con actuaciones musicales y de diversa naturaleza, para finalizar con una visita a las diferentes drcas del centro penitenciario y una pequefia merienda cn los médulos, con la posibilidad de acceder a las celdas y de compartir un tiempo con sus seres queridos. A la salida, el equipo de la prisién despide a las familias y trata de intercambiar impresiones sobre lo que han obscrvado cn la visita y cémo han visto a sus familiares encerradas. Peto lo que puede conceptualizarse como un mecanismo para rclajar a los parientes sobre las posibles imagenes estercoti padas que puedan tener del universo carcelario, se convierte también en un mecanismo indirecto de presién sobre las mujeres encarceladas. No en vano sc les recuerda que estar en cl MdR suponc un privilegio para cllas, por cuanto gozan de mas beneficios y de una mejor calidad de vida, pero deben mante- nerlo mostrando un comportamicnto adecuado y una actuacién conforme a lo que la institucién determina como correcto. Todos estos mecanismos que la institucién penitenciaria desplicga en el marco de los MdR no hacen més que continuar el modelo de la domestici dad «revisitadan que cuenta con tantos siglos de vigencia, configurando un sistema reforzado de vigilancia y de control que, sobre la base de las imagenes estcrcotipadas de las mujeres presas y matizado cn funcién de las variables de nacionalidad, etnia y clase social, perpertia un tratamiento diferencial y mas duro para las mujeres encarceladas. En la interconexidn entre esta perpetuacidn de las imagenes estercotipa- das de las mujeres, tan profundamente enraizadas, y las nuevas estrategias de reconstruccién de subjetividades dicotémicas, polarizadas y ambivalentes que el conocimiento criminolégico desplicga en la cra del gobierno neoliberal, se ubica lo que Garland (1996) ha denominado «ctiminologfa del yo» y «rimino- Redomesticidad y encarcelamiento femenino en el sistema penitenciario espanol Papers 2017, 102/2_ 279 logia del otro». Por «criminologia del yo», entiende el ejercicio mediante el cual la persona que delinque es caracterizada como un consumidor racional, como podrfamos ser cualquiera de nosotras; «la criminologia del otro» nos remite, por el contrario, a un amenazante marginado, desconocido temible, a los excluidos, amargados (Garland, 1996: 461), Hannah-Moffat (2001; 166-167), cn su and lisis del encarcelamiento femenino en Canadé, conecta esta «criminologfa del yo», que brinda una imagen neoliberal de un individuo responsable y racional, con las imagenes ofrecidas por los grupos feministas, aborigencs o reformistas en relacién con las mujeres encarceladas. Este ejercicio de reconceptualizacién de las subjetividades de las presas opera también cn las visiones que cl sistema promueve sobre las mujeres someridas a control penal, que, en muchas oca- siones, tienden a reforzar un perfil de mujeres, cquiparables, por un lado, a las que nos podemos encontrar extramutos, pero con tn componente teforzado de victimizacién y totalmente desempoderadas. Esta «criminologia del yo» contribuyc a enfatizar, cn gencral, las diferencias de perfil entre las mujeres y los hombres presos. Pero, en el marco de los MdR, tiene otras utilidades: por un lado, contribuye a establecer una mejor comprensién de los argumentos aducidos para la gencralizacién de estos médulos en cl caso femenino (Yagiic, 2012: 52) y, por otro, contribuye a profundizar, entre las propias encarceladas, las autoridades y otros grupos afines, esa visién dicotémica de las mujeres que estan cn MAR y de aquellas que estan en «madulos conflictivos». Estas tltimas son encapsuladas en el perfil de «la otra» conflictiva, disruptiva, en ocasiones violenta, que no es capaz de asumir el respeto que supone la vida en los MdR. En ocasiones, es el propio desconocimiento de la realidad y las caracterfsticas de las personas que estan en los médulos ordinarios «conflictivos» lo que con- tribuyc a hacer més profunda esta dicotomia; otras veces cs la permeabilidad de ambos sistemas lo que impulsa este ejercicio de diferenciacién entre quienes chan cometido un error y «aquellas otras delincuentes». Luego ves, bueno, lo que te decfan en ingresos, cuidado porque tii has come- tido un ertor, pero aqui hay delincuentes. Ellos la diferencia que hacen es, cometer un error es la primera vez que haces algo al margen, que no es legal, y en cambio hay gente que lleva viviendo de ello toda la vida, esa es la diferencia y bueno me hizo sentir de alguna forma reconfortada dentro del shack inicial que los educadores me hicieron esa distincién. (Interna 6, MdR2, CP2) Todo cllo adcrezado con el peso que variables como la ctnia y la naciona- lidad tienen en la forma de operar de la «crimonologia del yo» yen la «rimi- nologia del otro» (o la otra). Por ¢jemplo: la visidn estercotipada que sc tiene de las mujeres latinoamericanas que se encuentran encarceladas por trafico de drogas, cuyos delitos fueron cometidos como resultado de la pobreza en la quc vivian, cn ocasiones, «ictimas de situaciones de violencia» y «subyugadas por el machismo imperante en sus sociedades de origen», contrasta a veces con la imagen que se tiene de las mujeres gitanas, que consticuyen también una minoria significativa cn nuestro sistema penitenciario y que, a partir de la investigacién realizada, se encuentran con menos frecuencia en los Ma. 280 _ Papers 2017, 102/2 ‘Ana Ballesteros Pena Por otro lado, y a pesar de esta estrategia sistemdtica de diferenciacién de las «otras», desde esas posiciones marginales, se realizan cjercicios de resisten- cia tendentes a reconfigurar esa imagen desplegada desde diferentes sectores. Mediante la definicién de una identidad no esencialmente distinta de la acti- buida a aquellas mujeres presas cn MdR o mediante la asuncién de practi- cas cotidianas que replican las que cotidianamente caracterizan el modelo de domesticidad de los MAR (por ejemplo: la limpieza sistematica de los espacios comunes), sc busca contestar esa imagen negativa desplegada por la institucién 2Aqut sabes lo que dicen los funcionarios cuando sales? «:De qué médulo eres?». «Del 10», porque tienes que decirlo. Alli en cl sociocultural: «Eh! ;De qué médulo eres’». «Del 10.» «Ah, de las conflictivas.» Un dfa le dije al fun- Cionario: «Perdone que le diga, pero yo no soy conflictiva, |... habré alguna que sea conflictiva, yo no soy conflictiva». Porque yo no me considero de las conflictivas. Aparte que ya te digo que no tengo ningtin parte. (Interna 7, Médulo ordinario, CP3) Por tiltimo, y en linea con la argumentacién del endurecimiento del régi men penitenciario de las presas cn cl contexto dc la implantacién de los MdR, €s necesario mencionar el impacto que este nuevo programa ha ejercido en los centros exclusives de mujeres. Partimos de la asuncién de que el encar- celamiento en estos iiltimos es preferible al encierro en médulos de prisiones de hombres, compartiendo, no obstante, la advertencia de Carlen y Worrall (2004; 59) cuando afirman que las mujeres experimentan faltas de respeto sobredimensionadas, tanto al ser tratadas como si no fueran diferentes a los hombres cn prisién, como cuando son considcradas tan diferentes a estos que son los estereotipos paternalistas sobre lo que las mujeres necesitan lo que dicta las propuestas implementadas. El trabajo de investigacién desarrollado, tanto cn centros exclusives de mujercs como cn médulos femeninos dentro de cércc~ les de hombres, ha permitido constatar de primera mano cémo los mecanismos de seguridad més evidentes, ciertas dindmicas de movilidad intramodular y en los espacios comuncs, asi como cicrtas normas y prohibiciones, cran de partida menos estrictos, independientemente del tipo de médulo y también de manera previa a la implantacién de estos tiltimos. Con la llegada de los MdR a las prisiones exclusivas de mujeres, fire necesario un endurecimiento de ciertos patrones de comportamiento en el conjunto del centro penitenciario, con el fin de lograr una implementacién cxitosa de estos, por ctuanto en muchos casos ya se gozaba de ciertas ventajas preexistentes (que se habfan incorporado como novedad de los MdR) y que, sin embargo, no Ilevaban aparejadas el plus de control, notmas y disciplina que cl nucvo sistema consagraba. Pues en este centro, cuesta mucho sacar adelante un MdR, porque no hay un refuerzo claro entre un MR y un médulo ordinario por lo que te digo Aqui todas salen para todo, con lo cual lo que en otros centros-tipo, de salir a hacer a un drea sociocultural una actividad, que si no estis en un MdR no la haces, aqui no existe. Aqui salen todas a todo. Ademds, todas tienen acceso Redomesticidad y encarcelamiento femenino en el sistema penitenciario espanol _ Papers 2017, 102/2_ 281 aun puesto remunerado, porque hay muy poquitos conflictos, entonces hay muy poquitas sancionadas. El perfil es bastante colaborador por lo general, es de baja peligrosidad, con lo cual la gran mayorfa son muy participativas; a la escuela va un porcentaje muy elevado de internas. Entonces ellas dicen: «Yo soy de Respeto», y la diferencia asf que veo es que yo tengo que limpiar igual que limpia el resto, cuando a lo mejor en otro médulo estoy librando. Entonces esa diferencia hace que muchas veces cueste mucho Hlenar los MdR, por asi decirlo, sacarlos adelante. Si que se han creado ciertos beneficios hacia ellas. (Equipo directivo 2, CP3) 5. Conclusiones y futuras Iineas de investigacién Latradicién de estudios sobre encarcelamicnto femenino cn el Estado exspafiol ha demostrado la existencia de un modelo de castigo basado en el énfasis en la domesticidad, mediante la diferenciacién entre el ambito piblico y l privado —y el confinamiento de las mujeres en este tiltimo—, la disciplina y el control, { como la correccién de conductas y la moralizacién. Las dos legislaturas que van desde cl aiio 2004 hasta cl 2011, cncabezadas por gobiernos de centro-izquierda (PSOE), marcan una serie de cambios en la politica penitenciaria caracterizados por un impulso de los programas de tratamiento (fandamentalmente los MdR) y, sobre todo durante la segunda legislarura, el inicio de la arencién hacia las mujeres presas mediante politicas de igualdad Alo largo de las paginas precedentes, se ha demostrado cémo determina- das caracteristicas de los MdR, entre las que destacan el énfasis en la limpicza y el mantenimicnto del cntorno, la pervivencia de tintes scxistas en la oferta laboral, ef impulso de una programacién diaria minuciosa de actividades y tareas, el control y la vigilancia de las conductas, la correccién de los compor- tamicntos, asi como el énfasis cn la sumisidn y cn la dependencia basadas cn practicas infantilizadoras, permiten trazar una linea de continuidad con los rasgos historicamente cvidenciados cn cl encarcelamicnto femenino. Ahora bien, en el marco de los MaR, estas pautas tradicionales adquieren, en deter- minados casos, unos tintes particulares. Mediante la dicotomfa que se trata de establecer entre las mujeres quc estén dentro de los MaR y las que siguen cn los médulos ordinarios, reforzada por la amenaza de la expulsién del MdR, cl sistema penitenciario exacerba y redefine cl modelo de domesticidad: las pricticas cotidianas y la conformacién a las normas deben realizarse siguicn- do unos limites definidos y asociados a un modelo concreto de «buen hacer», en el que las conductas son minuciosamente controladas. Se puede hablar, por tanto, de los MdR para mujeres como formas de ejercer una estrategia de la redomesticidad que, configurando un sistema reforzado de vigilancia y control que sc asicnta sobre imagenes estetcotipadas de las presas, y matizado en funcién de las variables de nacionalidad, etnia y clase social, contribuye a perpetuar un tratamicnto diferencial y mas duro para cllas. Esto tltimo se muestra, por ejemplo, en las resistencias que han mostrado las propias 282_ Papers 2017, 102/2 ‘Ana Ballesteros Pena presas de algunos centros exclusivamente femeninos ante la implantacién de dichos médulos Sin embargo, los estudios sobre prisiones de mujeres han evidenciado tam- bien la existencia de ciertas pricticas de resistencia por parte de las mujeres mediante las que estas tratan de mantener cicrtas cotas de poder y autonomia, desafiando el control que la propia institucién trata de imponer. En el caso de los MdR, el mantenimiento de cicrtos trabajos informales o de ciertas accio- nes de solidaridad cconémica entre las presas, asf como la transmisidn de una imagen asociada a una conformacién clara a las normas que, no obstante, se combina con la participacidn cn cicrtas actividades no permitidas, son algunas de estas practicas de resistencia. El cstudio de los MdR fereninos ha hecho aparecer tambign lincas de inves- tigacidn c hipétesis emergentes en el estudio de las formas que la penalidad contemporinea adopta en el marco del neoliberalismo. Por una parte, conven- dria profundizar cn cl andlisis de la propucsta de la wriminologia del yor y de la «criminologfa del otro» (Garland, 1996), con la idea de contribuir a una mejor comprensidn del conjunto de las formas de encarcelamiento femenino cn la actualidad, cn cl marco de las mutaciones que se producen cn los sistemas penitenciarios contemporaneos en su interaccién con las practicas histéricas de castigo, Por otta parte, convendria explorar las consecuencias que la implancacién de los MdR ticnen cn las cérceles masculinas, cn la linea de los andlisis sobre el control social moderno impulsadas por auroras como Tamar Pitch (2009), quicn dcficnde la idea de la «feminizacién» de los procesos de control social, cn el sentido de que «todos estemos hoy construidos como tradicionalmente han sido construidas las mujeres: victimas y vulnerables» (Pitch, 2009: 21). Seria por tanto, de gran interés analizar en qué medida esa imagen que devuelven los MdR sobre las personas encarceladas, en el marco de las «criminologias del yo» y de las ecriminologias del otro», asf como de otras pricticas penitenciarias modificadas en el contexto del neoliberalismo, y en confluencia con la estrategia que consagra y refuerza un modelo de domesticidad «revisitado», esta suponiendo una cierta ‘. — (2007). «Creating the responsible prisoner: Federal admission and orientation packs». Punishment and Saciety [en lineal, 9 (1), 67-85. . Bosworrs, Mary y Carrasrne, Eamonn (2001). «Reassessing resistance: Race, gender and sexuality in prison». Punishment and Sociery en linea), 3 (4), 501-515. . Campers, Enzo et al. (1992). Donne in carcere. Milin: Feltrinelli.. Canzen, Pat (1985). «Introduction», En: Caren, Pat et al. Criminal Women. Oxford: Basil Blackwell. 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