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Romanos 13.

1-7

“Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay


autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas.
De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios,
resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos. Porque los
magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo.
¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de
ella. Porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme;
porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para
castigar al que hace lo malo. Por lo cual es necesario estarle sujetos, no
solamente por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia.
Pues, por esto pagáis también los tributos. Porque son servidores de Dios
que atienden continuamente a esto mismo. Pagad a todos, pagad a todos lo
que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que
respeto, respeto; al que honra, honra”.

Nuestra serie ha tratado de SABIDURIA, un regalo de Dios para que podamos


discernir los tiempos.

En estos momentos vivimos la recta final de elecciones en Chile. Vamos para


una 2ª vuelta y las noticias aquí y en el mundo es que estamos delante
divididos por un lado un candidato de extrema derecha y de otro lado un
candidato de extrema izquierda.

En algunos días mas vamos a tener un nuevo presidente elegido por la gente
y desde marzo 2022 se inicia un nuevo gobierno en el país.

Para una parte de la gente, hay temor, incertidumbre, pero hay aquellos que
están con expectativa, esperanza.

Nosotros cristianos no estamos desconectados de toda esta realidad, o por lo


menos no deberíamos.

Vivimos en este país, trabajamos, proyectamos, soñamos. Es la tierra donde


crecen nuestros hijos, nietos, es el lugar de inversiones, construcciones.
Como dice la canción nacional, estamos aquí en el lugar que es “…la copia
feliz del Edén”.
El tema de la relación del cristiano con el gobierno o con la política, es un
asunto muy importante. Y lo ha sido a lo largo de la historia de la iglesia. Los
cristianos siempre han tenido que enfrentar este asunto e inclusive luchar
con él. En donde la iglesia se ha encontrado a sí misma en todo tipo de
lugares, en todo tipo de gobiernos, bajo todo tipo de gobernantes, con todo
tipo de perspectivas y formas de guía y gobierno. Y entonces, los cristianos
siempre han tenido que enfrentar este asunto de, ¿cómo responde usted a
su gobierno?

John Macarthur comenta que “…en esos siete versículos, encontramos


bosquejados en términos breves e incisivos, la responsabilidad del cristiano
hacia el gobierno. Este es el pasaje más claro, directo y preciso en todo el
Nuevo Testamento, acerca de este tema.”

En este pasaje, el apóstol Pablo, inspirado por el Espirito Santo nos entrega
principios claros sobre el papel del Estado o del gobierno y la responsabilidad
de los cristianos con el propósito de contribuir con el orden y el avance de la
sociedad.

El primero principio que ayuda a proceder con sabiduría en tema de la


política, del papel que juega el estado o el gobierno tiene relación con el
origen de las autoridades constituidas.

Versículos 1,2. No hay autoridad que no venga de Dios y las autoridades que
existen fueron instituidas por él. El origen de las autoridades constituidas
esta directamente relacionada con Dios. Por lo tanto, oponerse deliberada y
formalmente a la autoridad es resistirse a la propia ordenación de Dios.
Aquellos que se adentren en este camino de desorden y anarquía se llevarán
la condenación sobre sí mismos. Es obvio que el apóstol Pablo no está
diciendo que Dios sea moralmente responsable de los dictadores y
magistrados corruptos que llegan al poder. Dios instituyó el principio de
gobierno y orden y no el despotismo. Las autoridades no pueden domesticar
la conciencia de los ciudadanos ni faltarle el respeto a su fe. Nuestro
sometimiento a las autoridades no es sumisión servil ni sumisión, sino
sumisión crítica y positiva. La relación entre Iglesia y Estado debe ser de
respeto y no de subordinación. Dios no es un Dios de confusión ni aprueba la
anarquía. Dios instituyó la familia, la iglesia y el Estado para que hubiera
orden en la tierra y justicia entre los hombres.
El segundo principio que ayuda a proceder con sabiduría en tema de la
política, del papel que juega el estado o el gobierno tiene relación con la
naturaleza de las autoridades constituidas.

Versículos 3-5. Las autoridades constituidas no deben ser absolutistas.


Gobiernan bajo el gobierno de Dios. La fuente de su autoridad no emana de
ellos mismos ni del pueblo. Emana de Dios a través del pueblo. Por tanto, la
autoridad es el ministro de Dios (diákonos), es decir, es el siervo de Dios para
servir al pueblo. Aquellos que reciben un mandato por voto popular no
ascienden al poder para servir a si mismo o a su partido, sino para servir al
pueblo. No llegan al poder para llenarse, sino para entregarse. No buscan sus
propios intereses, sino los intereses de la gente. Este principio divino muestra
que el político que sube al poder pobre y desciende rico no merece nuestro
voto. El político que utiliza su mandato para robar arcas públicas y desviar
recursos que deben satisfacer las necesidades del pueblo para enriquecerse
ilícitamente debe tener nuestro repudio y no nuestro apoyo. El político que
roba o deja robar, que se corrompe o deja correr la corrupción, que acusa a
los opositores pero protege a sus aliados, no debe ocupar este puesto de
ministro de Dios, porque Dios aborrece la injusticia y condena el robo.

El tercero principio que ayuda a proceder con sabiduría en tema de la


política, del papel que juega el estado o el gobierno tiene relación con el
propósito de las autoridades constituidas.

Versículos 4-7. Dios instituyó autoridades con dos propósitos claros: la


promoción del bien y la prohibición del mal. El gobierno es el ministro de
Dios no solo para hacer el bien, sino también para ejercer el juicio de Dios
sobre los transgresores. Por tanto, debemos someternos a las autoridades no
por miedo al castigo, sino por deber de conciencia. A nosotros, como
ciudadanos, nos corresponde rezar por las autoridades constituidas,
honrarlas, respetarlas y rendirles homenaje, ya que su llamado es atender
constantemente esta honorable diaconía, servir al pueblo en nombre de
Dios. Sin embargo, cuando las autoridades invierten este orden y comienzan
a promover el mal y prohibir el bien, llamando la luz de las tinieblas y las
tinieblas de la luz, nos corresponde a nosotros alertar a las autoridades para
que vuelvan a su vocación. Sin embargo, si estas autoridades quieren
imponernos leyes injustas, obligándonos a negar nuestra fe, depende de
nosotros actuar como los apóstoles: “Es necesario obedecer a Dios antes que
a los hombres” (Hch 5.29).

Aplicación:

1. No hay autoridad que no venga de Dios y las autoridades que existen


fueron instituidas por él.
2. Las autoridades constituidas no deben ser absolutistas. Gobiernan bajo
el gobierno de Dios.
3. Dios instituyó autoridades con dos propósitos claros: la promoción del
bien y la prohibición del mal.

Conclusión

En estos tiempos que nos ha tocado vivir debemos, en obediencia a Dios,


someternos a las autoridades aunque constituidas, aunque no nos caiga bien,
proceder justa y fielmente con la verdad de la Palabra de Dios, sin embargo,
sin miedo de exaltar lo bueno y denunciar proféticamente lo malo.

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