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Voces de Mujer presentación

en la historia
paraguaya
Ana Montserrat Barreto Valinotti

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Voces de mujer en la historia paraguaya

Ana Montserrat
Barreto Valinotti
Nació en Asunción, Paraguay
en 1978 y es egresada de
la carrera de Historia en
la Universidad Católica
de Asunción (UCA). Es
especialista en el estudio de
la historia social y de género.
Es docente en la educación
media y formación docente.
Ha realizado diversas
conferencias y cursos sobre
historia. Publica artículos
en revistas y periódicos
nacionales. Acompañó a
historiadores internacionales
e investigó para la realización
de guiones en montajes
museográficos como el de
Museo de Tierra Guaraní de
Itaipú Binacional. Publicó el
libro Elisa Alicia Lynch de
la colección Protagonistas
de la Historia de El Lector,
2011 y Mujeres que hicieron
historia en el Paraguay de la
colección La Mujer Paraguaya
en el Bicentenario del Ateneo
Cultural Lidia Guanes, la
Secretaría de la Mujer de la
Presidencia de la República y 4
Servilibro, 2011.
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Voces de Mujer
en la historia
paraguaya
Ana Montserrat Barreto Valinotti

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Voces de mujer en la historia paraguaya

Ana Montserrat Barreto Valinotti

Voces de Mujer en la historia paraguaya

Asociación Trinidad: Ciudadanía, Cultura y Desarrollo


Asociación de Investigación y Especialización en Temas Iberoamericanos (AIETI)
La cofinanciación de la Unión Europea.

Proyecto Voces de mujer en la historia paraguaya, 200 años después.


Coordinación General: Mirian Candia y Angélica Roa
Diseño de Tapa: Angelo Bareiro
Foto de tapa: De la colección Milda Rivarola.
Diagramación contenido: Burocreativo
Impresión: Gráfica AGR
Asunción, abril de 2012

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Voces de Mujer
en la historia paraguaya

INDICE

Presentación 9

CAPÍTULO I

Una Guerra sostenida


en las armas… y por mujeres 25

CAPÍTULO II

Reclamos, posturas y actitudes


femeninas entre siglos 61

CAPÍTULO III

El Magisterio:
algo más que educar a la patria. 101

CAPÍTULO IV.

La exigencia de derechos:
Los inicios del feminismo 129

CAPÍTULO V.

En torno a la Guerra del Chaco:


más que madrinas y enfermeras. 161

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Voces de mujer en la historia paraguaya

Voces de Mujer
Luchas de Mujer
Rostros de Mujer
Palabras de Mujer
Resistencias de Mujer
Espacios de Mujer

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Voces de mujer en la historia paraguaya

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presentación

Este material se elabora como parte del “Proyecto Voces de mu-


jer en la historia paraguaya, 200 años después”, ejecutado por la
Asociación Trinidad: Ciudadanía, Cultura y Desarrollo; y la Asocia-
ción de Investigación y Especialización en Temas Iberoamericanos
(Aieti), con el cofinanciamiento de la Unión Europea.
El desarrollo de la investigación historiográfica es el primer com-
ponente básico para el logro de los demás objetivos del proyecto, y
para el conocimiento de las condiciones sociales de la mujer para-
guaya a lo largo de 200 años de vida independiente. Se exponen las
bases metodológicas de la investigación; los archivos consultados;
los principales hallazgos, así como las dificultades encontradas en
el proceso investigativo.

Objetivo de la investigación

Este trabajo pretende contribuir a la comprensión del aporte de


la mujer en el tiempo de vida republicana del Paraguay. Esta identi-
ficación de aportes, mecanismos, hechos en todos los ámbitos que
corresponden a la sociedad: la vida privada, la economía, la vida
pública y las prácticas propias de la cultura, permitirá desvelar las
formas en que las mujeres han sido domesticadas e invisibilizadas
en las páginas de la historia, o la forma en que se ha venido ense-
ñando el pasado común.

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Voces de mujer en la historia paraguaya

Metodología, limitaciones
y alcances de la investigación

“En el espacio público, en la ciudad, hombres y mujeres es-


tán situados en dos extremos de la escala de valores. Se opo-
nen como el día y la noche. Investido de una función oficial, el
hombre público desempeña un papel importante y reconoci-
do. Con mayor o menor fama, participa del poder. Es posible
que se le rinda un homenaje póstumo nacional. Es candidato
potencial al Panteón de los Grandes Hombres que la Patria,
agradecida, honra.
Depravada, perdida, lúbrica, venal, la mujer pública es una
“criatura”, una mujer común que pertenece a todos.
El hombre público, sujeto eminentemente de la ciudad,
debe encarnar el honor y la virtud. La mujer pública constituye
su vergüenza, la parte oculta, disimulada, nocturna, objeto vil,
territorio de paso, disponible, sin individualidad propia” (Mi-
chelle Perrot, 1997)

La metodología se basa en la revisión exhaustiva de todas las publica-


ciones con respecto a temas de género en forma de teoría y en forma de
estudios de casos sobre Paraguay, nacional e internacionalmente.
Se han estudiado fuentes primarias para todo el siglo XIX hasta 1870,
que es el límite de documentación en el Archivo Nacional de Asunción.
Se han realizado entrevistas a profesionales y a personas que sintie-
ron el pasado estudiado.

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Las limitaciones han tenido que ver con:

a) Un sistema de archivos no existente para uso investigativo histórico


en muchas dependencias estatales, como hospitales, fuerzas poli-
ciales, ministerios y Poder Judicial.

b) La comprensión desde fuente oral de pueblos indígenas con ante-


rioridad a la época de Stroessner, que no ha sido tratada y publicada
por antropólogos, debido a las propias características de la ciencia y
el idioma como barrera.

c) La notoria ausencia de trabajos especializados sobre temas de mujer.


En la última gran publicación coordinada por Isabel Morant, Historia
de las Mujeres en España y América Latina (2006), en cuatro tomos,
con trabajos de más de un centenar de investigadores, Paraguay
está, más que notoria, dolorosamente ausente.

Archivos consultados

1. Archivo Nacional de Asunción


1.1 Colección Historia
1.2 Colección Nueva Encuadernación
1.3 Colección Civil y Judicial
1.4 Carpetas sueltas
1.5 Copias de documentos
1.6 Testamentos y propiedades

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Voces de mujer en la historia paraguaya

2. Archivo del Ministerio de Defensa

3. Biblioteca Nacional de Asunción


3.1 Catálogo de periódicos
3.2 Catálogo de revistas
3.3 Biblioteca

4. Biblioteca del Museo Andrés Barbero


4.1 Colección de revistas escolares
4.2 Catálogo de revistas
4.3 Biblioteca

5. Fuentes orales recogidas de entrevistas

Ejes de trabajo

Entre todos los posibles beneficiarios de este proyecto, el mayor


de todos es la escuela, y teniendo en cuenta el considerable públi-
co hemos analizado como posibilidad más conveniente y pedagógica,
presentar los resultados de “Voces de Mujer” de manera cronológica,
desde 1811 hasta el 2011, no sin antes dedicar una breve introducción
sobre el ser mujer en la época colonial.
Esta sucesión de años será presentada, no siguiendo la cronología
historiográfica tradicional paraguaya -la marcada por hechos políticos
y económicos-, sino teniendo como parámetro los cambios que se van
produciendo en la ciudadanía de las mujeres paraguayas, desde aque-

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lla época donde sus derechos estaban equiparados a los de un niño;


marcados por las Leyes de las Siete Partidas; pasando por los intentos
de acceso a tierras y el trabajo en los mercados de aprovisionamiento
de frutos del país; la participación en la guerra; la abolición de la es-
clavitud; el acceso a una vida pública mediante el magisterio; las clases
en las universidades y el ejercicio de ciertas profesiones “permitidas”;
la lucha por los derechos civiles y el principio del movimiento feminis-
ta; de seudónimos a versos con nombre y apellido; de roles ideales a
participaciones reales; de exigencias políticas, huelgas y detenciones
arbitrarias, la violación sexual como forma usual de control indígena,
hasta la conquista de espacios de poder y participación en decisiones
de políticas públicas.
Este encadenamiento de hechos que tendrá a la mujer como su

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Voces de mujer en la historia paraguaya

sujeto histórico y que estará pautado por las complejidades y contra-


dicciones entre la vida pública y la vida privada (esfera política/esfera
doméstica) con respecto a su ser ciudadano, irá separado en capítulos
históricos que tendrán como denominador común generalmente los
mismos ejes de análisis y ellos son:

1. La educación

Grupo de maestras y maestros

Siempre son celebrados el interés y la decisión que pusieron los


primeros gobiernos independientes en la educación. Pese a la de-
claración de “universal” u “obligatorio”, las mujeres no estaban
contempladas en ella. No lo estaban en la época del doctor Francia,
tampoco figuran en las listas de alumnos levantadas por orden del

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presidente Carlos A. López con motivo de abrir aulas de Literatura,


no fueron mujeres las que gozaron de ser enviadas a Europa a pro-
seguir sus estudios. Se contemplaban becas y ayudas para estudian-
tes varones, pero si la mujer se instruía, ello solo dependía de las
posibilidades económicas de sus padres. Un ejemplo lo constituyen
las primeras maestras francesas contratadas en el periodo de los
López, que vinieron al país a dar clases de urbanidad, piano, pintura
e idioma francés. Pese a que se abrió en 1869 la primera Escuela
Municipal de Niñas, ello no garantizó el acceso sin pago de un estu-
diantado femenino. La educación gratuita del Estado hacia las niñas
vería la luz recién en la primera década del siglo XX.
Ello supuso muy interesantes aspectos. En 1812, Facunda Josefa
Speratti firma una carta que habla en términos de Patria con motivo
de la invasión de los portugueses al Fuerte Borbón: “La defensa de
la Patria es tan natural a la Criatura como el deseo de su existencia:
el hombre libre no nació para sí solo, sino para su Patria; el buen
Patriota desea momentos para desplegar la energía que abriga su
corazón: estos obligantes preceptos, que la naturaleza ha sellado
en los verdaderos amantes de la patria, es de primera necesidad
significarlos en los apuros de esta dulce Madre”. ¿Qué tan usual es
la escritura, en mujeres paraguayas de inicios del siglo XIX? ¿Podría-
mos inferir algún tipo de lectura en Josefa?
El otro aspecto también interesante supone el hecho de que, en
un momento dado, es importante que la mujer se eduque. ¿Con
qué fin? Con el fin de ser madre, quien cría no puede ser ignorante
pues lo está haciendo con un ciudadano: las reglas son claras, clases

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Voces de mujer en la historia paraguaya

de cívica para los niños, economía doméstica para las niñas.


Sin embargo, tenemos a una Luisa Ríos (fines del siglo XIX) que es
la primera mujer que logra completar el bachillerato en el Colegio
Nacional, no sin ser blanco de críticas. O a una Serafina Dávalos
(inicios del siglo XX) quien es la primera abogada paraguaya.

2. El Trabajo

Las parteras de la UNA y el doctor Montero, 1911.

Cuando hablamos de trabajo, nos referimos a mujeres de capas


medias y bajas, pues eran las únicas a las que le estaba permitido
socialmente el trabajo fuera de la casa. Agricultoras en la chacra,
mercaderas, lavanderas, tejedoras, planchadoras, amas de leche,
liadoras de cigarros, cocineras, a todas ellas las veremos durante
gran parte del siglo XIX y entenderemos la forma, mecanismos y
estrategias, con la que muchas de ellas mantenían solas una familia

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con su trabajo. Este eje es fundamental a la hora de entender la in-


dependencia económica que poseían la mayoría de las paraguayas
y que influía de manera decisiva sobre conformaciones familiares,
sociabilidades y percepciones corporales. Las Kyguá Verá serán el
ejemplo de idealización de éste tipo de mujer.
Será en gran parte la explicación de este eje, la que servirá para
entender la forma en que un pequeño país le hizo frente a una gue-
rra en desiguales proporciones, en especial a dos grandes naciones
y cómo fue para que ella se extienda por cinco años. Se volverá a ver
una situación parecida en la Guerra del Chaco, cuando las mujeres
deban suplir los brazos de trabajo en el campo.
Aún con la entrada del Liberalismo a finales del siglo XIX, vere-
mos cómo estas formas y maneras tradicionales de trabajo femeni-
no siguen presentes.

3. Maternidad, matrimonio y sexualidad

La imagen que pervive en el imaginario colectivo histórico sobre


la maternidad de las mujeres, les asigna a estas el portentoso rol
de ser las “madres de la patria”. La mujer es responsable de criar al
futuro ciudadano, honesto, trabajador, patriota, obediente y disci-
plinado. Las mujeres, como amas de casa, esposas y madres, son las
encargadas de guardar el honor familiar. La familia, por lo tanto, es
el componente base de una sociedad.
Aunque esta tesis es defendida en torno al análisis de la historia
de mujeres hispanoamericanas del siglo XIX, e incluso han sido mo-

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Voces de mujer en la historia paraguaya

Publicación en un diario

delos de mujer en el Paraguay en 1950 y años siguientes, hemos


visto que la realidad paraguaya, sobre todo durante el siglo XIX, ha
sido bien diferente.
Una sexualidad “relajada” en torno al honor femenino, y estadís-
ticas que hablan de hasta un 70% de nacimientos ilegítimos para
mediados del siglo XIX, nos ilustrarán sobre la forma peculiar de
concebir y dirigir una estructura familiar.

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Quizás las mayores explicaciones sobre un alto número de hoga-


res con mujeres cabezas de hogar se encuentren cincuenta años an-
tes de la Independencia, cuando los hombres eran obligados a servir
en lejanos destacamentos militares de frontera por períodos que se
extendían entre dos y más años, y las mujeres, solas, debían llevar
adelante la manutención propia, de su casa y de sus hijos. De cual-
quier manera, creemos que el acuerdo consular del año 1814 entre
Rodríguez de Francia y Fulgencio Yegros, en su carácter de cónsules,
que prohibía el casamiento entre paraguayas y extranjeros, no solo
tuvo un fuerte impacto político sino que alteró la composición de
la familia, al hacer que los nacimientos ilegítimos se extiendan tam-
bién a capas sociales altas.
Este tiempo será también propio para analizar algunos pedidos
de divorcio, como por ejemplo, el de María Manuela Aponte en
1823: “Mi marido es un cruel, señor Provisor, y para probar esta
su aborrecida condición provoqué y provoco el juicio ordinario así
como para librarme de su venganza próxima (…) Por otro lado tam-
bién es falso y aun ridículo suponer que la mujer sea pies del matri-
monio sólo porque el marido sea su cabeza, porque aquella no es
sino compañera, y éste administrador de sus bienes. De la costilla
de Adán se sabe, se formó un Consorte, y no de la parte inferior
ínfima del cuerpo. Y si se dice que debe estar sujeta al marido, es
únicamente en aquello que convenga a la felicidad espiritual y tem-
poral de ambos, porque tampoco ella es esclava sino muy ingenua
e igual en todo con su esposo, pues de los contrario sería sierva sino
compañera: lo cual es falso.”

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Voces de mujer en la historia paraguaya

Más adelante, hacia 1842, veremos cómo los intentos “mora-


lizantes” de matrimonio se vuelven importantes en la práctica del
presidente Carlos Antonio López, cuando intenta aplicar apercibi-
mientos y castigos a quienes viven en concubinato, más si existen
hijos de por medio. Los índices demostrarán que el matrimonio no
era precisamente el primer requisito con que los paraguayos conce-
bían la familia.
La Guerra contra la Triple Alianza (1864-1870) producirá un daño
importante en torno a la población paraguaya, numéricamente ha-
blando. A lo largo de 5 años de lucha, el porcentaje de sobrevi-
vientes será de solo entre el 40 y el 30%, de los cuales 2/3 serán
mujeres. En los cincuenta años posteriores, el Paraguay será cono-
cido como “El país de las mujeres”, debido a la marcada diferencia
numérica.
Los aires modernos de la domesticación liberal conservadora se
moverán también alrededor de temas de “moralidad” familiar. Las
contradicciones que se verán de ahora en adelante serán el ma-
chismo y en particular el inicio de la prostitución como profesión a
finales del siglo XIX.

4. La lucha y la resistencia

Entendemos que las luchas y las resistencias al poder no necesa-


riamente deben ser políticas. Solapados enfrentamientos también
se suceden dentro de ámbitos domésticos o en aspectos que atañen
a las costumbres y a la cultura.

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Mitín político en los años 40.

Pese a que las Leyes de las Siete Partidas eran claras con respecto
a la situación de las mujeres casadas (grupo femenino más despro-
tegido, junto a las esclavas y a las indígenas), encontramos en 1816
a una viuda, Gregoria Micaela Centurión, oponiéndose a perder la
patria potestad del hijo menor por contraer un nuevo matrimonio:
“Suplico a la piedad de VE, se digne revocar dicho mandato y am-
pararme con la tenencia del hijo de mis entrañas que no corre pe-
ligro alguno, respecto a ser constante nuestra cristiana y política
comportación”.
Dentro de luchas y resistencias se encuentran gran parte de las
mujeres afroparaguayas, sea solicitando comprar su libertad o la de
miembros de su familia, escapando y denunciando castigos y estra-
tegias con respecto a la ley de Libertad de Vientres del año 1842. La
abolición de la esclavitud es promulgada en el Paraguay en 1870.

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Voces de mujer en la historia paraguaya

También hemos utilizado este eje para analizar las primeras mani-
festaciones femeninas utilizando espacios públicos luego de la Gue-
rra contra la Triple Alianza. La mujer que osaba dar su opinión con-
vocando a reuniones era llamada sin distinción “ridícula”, y de ellas
tenemos desde 1870 hasta los inicios del siglo XX, desde madres
que protestan por métodos o formas de enseñanza en las escuelas,
mujeres de mercado y señoras de la élite por cuestiones políticas.
El inicio del siglo XX y el surgimiento de movimientos gremiales
serán los escenarios ideales de estas visibilidades. Y con maestras,
obreras y estudiantes de protagonistas, sea exigiendo, sea recla-
mando, sea en huelgas, sea en manifestaciones escritas.
Grupos de mujeres indígenas son también, por excelencia, el
ideal para estudiar en estos términos. El período stronista ofrece un
interesante caso de estudio: la política de la “civilización”, de indias
a campesinas, junto con una exclusión, marginación y desprotec-
ción del entorno natural de sus clanes familiares y tierras.
Los resultados de la investigación fueron agrupados en 5 capí-
tulos. El primero sobre una guerra sostenida en las armas y por
mujeres, que por el tiempo que duró, por el desenlace que tuvo,
hemos decidido hacer de la Guerra contra la Triple Alianza un capí-
tulo aparte. El segundo está dedicado a los reclamos, las posturas
y actitudes femeninas entre siglos; y en el siguiente a la educación
y el magisterio: algo más que educar a la patria. En el capítulo 4 se
incorporan aquellas acciones sobre la exigencia de derechos: el ini-
cio del feminismo; y posteriormente en torno a la Guerra del Chaco:
más que madrinas y enfermeras, que se desarrolla en el capítulo 5.

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capítulo i | una guerra sostenida en las armas y por mujeres

Una Guerra sostenida


en las armas…y por mujeres

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capítulo ii | reclamos, posturas y actitudes femeninas

Reclamos, posturas y actitudes femeninas


entre siglos

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Voces de mujer en la historia paraguaya

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capítulo ii | reclamos, posturas y actitudes femeninas

capítulo ii

Reclamos, posturas y actitudes femeninas


entre siglos

“Las que se meten donde no deben”, es una frase utilizada


por el historiador paraguayo de finales del siglo XIX, Blas Garay, para
describir a un grupo de mujeres que en 1898 presenta un alegato al

Mujeres pintando retablos. Coleccion Obispo de Trujillo

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Voces de mujer en la historia paraguaya

Congreso Nacional criticando ciertos cambios introducidos en la ense-


ñanza de historia en las escuelas. Bajo este nombre conocemos todos
los intentos de manifestación de las mujeres, que les valieron también
el calificativo de “ridículas”, como una oposición al nombramiento
de un cura en 1871: “Si no se supiesen los móviles a que obedecen
esas santas mujeres podríamos suponer algo aventurado. A la mujer
le está destinada otra acción en nuestras sociedades, y de ella no de-
ben salir. Ridículo es ver a la mujer paraguaya de hoy, siguiendo las
mismas costumbres que las de ayer. López fomentaba las reuniones
en la sociedad mujeril; les hacía pronunciar discursos pidiendo la san-
gre sus semejantes, etc., etc., y esas costumbres, modificadas en sus
pretensiones, sirven aún hoy de estímulo a algunos inconsiderados”;
o cambios en torno al poder político (1874): “En la mañana de ayer,
un grupo de mujeres se presentó ante el general Guimarães primero,
después ante el ministro brasilero y se nos afirma que aún hasta ante

Lavanderas. Colección Milda Rivarola

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capítulo ii | reclamos, posturas y actitudes femeninas

el cónsul de Italia, peticionando nada menos que un cambio radical


en el Poder Ejecutivo. ¿Quién inspiró a esas infelices mujeres? ¿Por
qué poner en ridículo a unas personas abusando de su ignorancia?
[…] ¿No saben que por nuestras leyes y costumbres la mujer no tiene
derechos civiles?”
Un hecho llamativo es la aparición del comercio sexual como pro-
fesión, cuando antes de la Guerra, si bien existen casos de mujeres
licenciosas, los lugares de sexo no están plenamente identificados.
Se denomina a este segmento La prostitución, el otro lado de las
posturas conservadoras con respecto al matrimonio, ya que pre-
cisamente aparece en el momento en que las ideas conservadoras libe-
rales con respecto al matrimonio hacen su entrada al Paraguay. El re-
cato, el honor y la virginidad se vuelven ideales, la maternidad es más
importante que el placer, por lo tanto, es solo el hombre quien debe
llegar con experiencia sexual al matrimonio. El ejercicio del comercio
sexual de las mujeres es por otro lado una profesión reconocida por la
Municipalidad de Asunción mediante un reglamento.
El servicio doméstico, encarnado en la imagen de la “empleada”,
era algo desconocido en el Paraguay del siglo XIX; existían lavado-
ras, planchadoras, cocineras, que delimitaban claramente su trabajo y
acordaban salarios. Esto causaba más de un dolor de cabeza en muje-
res de la clase alta, que se sentía impotente ante grupos de trabajado-
res a los cuales no podían someter. Sin embargo, la ruina económica
en la que quedó el Paraguay luego de 1870, pero sobre todo luego de
las ventas de las tierras públicas, empujaba a la población rural a las
ciudades. El reglamento del servicio doméstico (1884) es el primer tra-

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Voces de mujer en la historia paraguaya

bajo reglamentado en el país que, por supuesto, más que resguardar


al empleado lo hacía con el empleador. Atendiendo a que se refiere
al inicio de una de las profesiones femeninas más desprotegidas a la
fecha, llamamos a esta parte De esclavas a empleadas domésticas,
ya que una actividad parecida solo la hacían las antiguas siervas.
También en este capítulo se incluye a las primeras asociaciones pú-
blicas permitidas a una mujer de élite, las sociedades de beneficencia.
Esta será la posibilidad en que mujeres de capas altas permeadas por el
discurso conservador puedan ganar “la calle” bajo sus actividades fi-
lantrópicas: sea como presidenta, secretaria, tesorera, vocal, haciendo
colectas en la vía pública con alcancías, organizando rifas o preparan-
do bazares de venta de productos. Ella es La mujer de la élite, una
dama de la caridad.

Damas de la caridad

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capítulo ii | reclamos, posturas y actitudes femeninas

Mujeres de frontera. El tema contiene una mirada en torno a


bordes, estos por supuesto no hacen referencia solo a situaciones te-
rritoriales limítrofes, sino también conjuga los juegos en torno a las
diferencias de “paraguayidad” en la concepción de regiones, hasta
en sectores urbanos, a la forma en que las mujeres luego de la Guerra
reconstruyeron socialmente sus entornos. Habla de grandes contin-
gentes de mujeres a pie y en carretas que emigran hacia campos que
no han sido quemados, como el de Caaguazú, para volver a empezar
luego de la devastación de la contienda. También señala a las mujeres
en torno a los campos yerbateros, en medio de hombres; algunas se-
rán pilares de nuevas ciudades, teniendo a cuestas un pasado entre la
vida lícita y la ilícita.
Están incluidas especialmente en este apartado, las inmigrantes por
excelencia: menonitas en la década de 1920, japonesas en la de 1930
y brasileras a fines de los años 1960. O frente a un claro antisemitismo
en la década de 1930, la posición de las mujeres judías y la ayuda que
hicieron efectiva a favor del Paraguay en la Guerra del Chaco.
De cárceles, hospicios y hospitales, el oficio de ser monja. Un
tema muy poco estudiado por la historiografía lo constituyen los gru-
pos de religiosas católicas, su aporte y la importancia de la designación
de su rol, con respecto a la guarda de las mujeres, entendidas como
cuerpos abandonados o criaturas que necesitan protección. Son las
religiosas quienes llevan adelante orfanatos, asilos de ancianos, hos-
pitales, centros de enseñanza escolar y hasta los años 1980 del siglo
XX, fueron las encargadas de la Cárcel de Mujeres. Dependiendo de la
orden religiosa, las mujeres que hacen votos dedican su tiempo -insti-

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Voces de mujer en la historia paraguaya

tucionalmente- en ausencia del Estado, a una obra social vinculada a


la mujer.
La “médica” y la doctora, mujeres que curan. Si ser abogada
a inicios del siglo XX era difícil, tanto más lo era dedicarse a la me-
dicina, oficio también tradicionalmente masculino. Rufina Gómez

Rufina Gómez, partera diplomada.

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capítulo ii | reclamos, posturas y actitudes femeninas

fue una de las primeras mujeres recibidas en la Universidad Nacio-


nal con el título de médica obstetra. Empezaba desde esos años la
profesionalización sistemática de un oficio antiguo femenino, pero
últimamente detentado por varones: traer niños al mundo. Les se-
guirán en la década de los años 1920, las primeras médicas ciru-
janas y las farmacéuticas, junto con las enfermeras especializadas.
Sin embargo, fueron solo las ciudades las que se vieron en ventaja
con respecto a estos avances médicos: el curanderismo solo perdió
terreno en espacios urbanos.

La mujer reconstructora

La imagen de la mujer “reconstructora” del Paraguay tras las


Guerra contra la Triple Alianza tiene un asidero de hechos que es
imposible negar. Los testimonios de la escasez de varones, tanto
en número como en aptitud, para desempeñar todo tipo de tareas,
hablan de que las actividades domésticas de subsistencia -a las que
se dedicaban casi exclusivamente las mujeres desde mucho antes
de la Guerra- adquirieran un valor superlativo en todo sentido,
excepto en el político.
Sin embargo, la “reconstructora” también ha sido idealizada, al
punto tal que se oscurece el tamaño y la naturaleza de la contribu-
ción que las mujeres hicieron a la reconstrucción del Paraguay. El
mito oscurece a la explicación; la exaltación y el panegírico oscure-
cen a la historiografía.
Esta idealización de la mujer reconstructora, como toda idealiza-

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Voces de mujer en la historia paraguaya

ción, termina por invisibilizarla. El carácter político de su aporte es


invisible y es negado, así como es negado (por invisible) su aporte
económico y sociocultural. Y negadas las relaciones de género en las
que se enmarcan estos procesos valorados como de “reconstrucción”:
así, aparece una imagen peyorativa del varón, como “perezoso” e
“indolente” prescindiendo del hecho de que, como en toda época, el
trabajo de la mujer (no considerado “trabajo” hasta que la reflexión
feminista comenzó a valorarlo como tal) coincidía con la escasez nu-
mérica de varones adultos; con la invalidez y la vejez de muchos de
ellos (lo que les hacía inhábiles para el trabajo manual); con el trabajo
asalariado de otros varones; y con su frecuente reclutamiento para las
revoluciones que caracterizaron la inestabilidad política de los años
que siguieron a la posGuerra, hasta por lo menos 1911.

Una reunión en el interior

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capítulo ii | reclamos, posturas y actitudes femeninas

La mujer agricultora y comerciante

Aunque la falta de estudios sobre la contribución de la economía agrí-


cola de subsistencia hace difícil cuantificar su aporte, también es cierto
que en las economías agrícolas, rurales, los límites entre agricultura de
subsistencia y agricultura comercial son difusos. Es la misma producción,
del mismo predio, la que se destina en parte al consumo familiar diario
y en parte al comercio. Y aún en este último caso, parte del comercio se
realiza con dinero y otra parte a través del trueque. Otros excedentes se
obtienen del trabajo artesanal, y también se utilizan con fines de consumo
diario o de trueque.
Podemos plantear que en el
caso paraguayo, esta economía de
pequeña escala quizás abarcó a la
mayoría de las familias del país. Ha-
cia fines del siglo XIX los niveles de
consumo interno habían alcanzado
en las ciudades sus niveles más ba-
jos. Los informes oficiales y los de
los viajeros que visitaban el Para-
guay son muy contundentes al res-
pecto del estado de la economía. La
situación no era menos dramática
en el campo. Esta inestabilidad eco-
nómica fue el sustrato de la inesta-
bilidad política. De modo que debe Vendedora. Coleccion Milda Rivarola

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Voces de mujer en la historia paraguaya

suponerse que en medio de la carestía, los aumentos que se registraron


en la producción de yerba mate y tabaco fueron debidas especial, aunque
no exclusivamente, al trabajo femenino e infantil; y que las familias (ma-
yormente encabezadas por mujeres) en el sector rural sobrevivieron me-
diante el autoconsumo agrícola y mediante el trueque, es decir, mediante
lo que hoy llamaríamos “economía social”.
Esta hipótesis -que todavía requiere de estudios para su validez- no
puede ser desdeñada fácilmente. Citemos algunos puntos de apoyo.
Siguiendo a Daniel Thorner, uno de los estudiosos clásicos de la eco-
nomía campesina, Bárbara Potthast señala en su trabajo Entre lo invisible
y lo pintoresco: las mujeres paraguayas en la economía campesina (siglo
XIX) que:

Naranjeras. Colección Milda Rivarola

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capítulo ii | reclamos, posturas y actitudes femeninas

“(Las) unidades domésticas familiares son las entidades


básicas de una economía campesina y las define (Thorner)
como una unidad socioeconómica, que produce esencial-
mente con ayuda del trabajo manual de los miembros de
la familia. Eso significa, que los miembros trabajan la tierra
para su sustento, pero no excluye la existencia de otras acti-
vidades. Estas generalmente son de tipo artesanal o consis-
ten en elaborar y vender los productos de la tierra mediante
pequeño comercio o trueque.
No obstante, este tipo de organización del trabajo y de
la producción es bastante informal y flexible, lo que garan-
tiza su viabilidad y éxito en situaciones económicas difíciles,
pero presenta dificultades para su análisis científico”.

En el mismo estudio, Potthast señala cuáles eran las actividades econó-


micas de las mujeres de la pre-Guerra y cuál era la división del trabajo por
sexos. Podemos entonces suponer que la catástrofe de la Guerra no alteró
esta división del trabajo por género, pero sí ahondó sus efectos más per-
versos: las migraciones masculinas, que eran temporales en la pre-Guerra,
se volvieron permanentes; las mujeres debieron comerciar en mercados
más reducidos y con escasez de dinero y asumir, al mismo tiempo, las
tareas de educación y crianza de niños y niñas en un país con penurias y
precariedades profundas. Los varones eran frecuentemente convocados
al reducido ejército o a las milicias que se agrupaban para las revoluciones
o para delinquir en un país carente de una policía mínimamente organi-
zada. O bien, los pocos que quedaron tras la Guerra o eran demasiado

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Voces de mujer en la historia paraguaya

niños, o demasiado ancianos o poseían alguna discapacidad física que


les impedía realizar esfuerzos que la faena agrícola requiere. Los pocos
varones adultos se convertían en asalariados, y en una población esca-
samente alfabetizada eran convocados a los cargos públicos, mientras
que los no alfabetizados realizaban las tareas tradicionales asociadas a la
exportación (transporte en barcazas de los productos del país por el río,
y en la época de crecimiento del ganado, el trabajo de “baqueanos”. O
bien, el desmonte de la enorme floresta del Alto Paraná y más tarde de
los quebrachales chaqueños).
En El Paraguay rural entre 1869 y 1913, Herken Krauer apunta
que: “Los juicios críticos sobre la mano de obra paraguaya desde la
posGuerra obedecían en algunos casos a razones objetivas, como la
preponderancia de la mano de obra femenina durante las dos prime-
ras décadas, que indudablemente puso a los “varones” en situación
privilegiada y descansó el grueso de ciertas actividades sobre las muje-
res. (…) Pero, en general, la agricultura era considerada una actividad
femenina (…)”.
En 1910, José Rodríguez Alcalá, en El Paraguay en marcha, destaca-
ba la producción doméstica: tejido de ñandutí, fabricación de hama-
cas, la fabricación de dulces frutales, licores y chipa, y alfarería.
Tanto antes de la Guerra como después de ella, el Mercado Guazú
era el espacio fundamental del comercio entre Asunción y el interior
del país. Comercio que, como ya indicamos, se realizaba bien con di-
nero o bien por medio del trueque.
La presencia femenina era parte de la identidad del Mercado, como
señalaba Michael Mulhall, agente comercial de las empresas algodo-

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capítulo ii | reclamos, posturas y actitudes femeninas

neras de Manchester, en su informe El algodón en Paraguay y Corrien-


tes 1862 – 1864:

“Las Plazas de Asunción son mucho más grandes que en


Buenos Aires y hay tres de ellas: el mercado o plaza central
ofrece a la salida del sol un espectáculo extremadamente
pintoresco. Varios cientos de mujeres vestidas de blanco
se reúnen ahí para ofrecer en venta sus variados artículos
como frutas, cigarros, tortas, etc.”.

En 1883, ya después de la Guerra, Mevert decía:

“Mucho antes de la salida del sol, el descanso nocturno


era interrumpido por el horrible chirriar de las carretas
al grito de los arrieros (…) A las carretas les siguen pe-
queños tropeles de burros cargados con cestos y bolsas,
arreados por mujeres charlatanas y alegres, que traen sus
productos al mercado (…) Cientos, a menudo miles de
mujeres afluyen de todos lados al amanecer, todas ves-
tidas de blanco, de modo que las plazas, cuando se las
contempla desde alguna distancia, parecen como si en la
noche les hubiera caído una nieve fresca cuyos copos son
agitados por un viento suave”.

Se comerciaban naranjas (un rubro estratégico para el país durante


varias décadas, feminizado, y dificultado al principio por la naturaleza

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Voces de mujer en la historia paraguaya

recolectora de la actividad, hasta que se ordenó su plantación masiva),


gallinas, alimentos comestibles cocidos, frutas y verduras de todo tipo,
leche fresca, huevos, queso, dulces, miel, chipa, tabaco, yerba, sal,
velas y ropa usada. El comercio minorista y el de trueque eran –como
ya se ha indicado—formas viables de sobrevivencia económica.
En el mercado, las mujeres se disponían por grupos: las cigarreras,
las naranjeras, las cocineras, las chiperas y así se creaban vínculos de
pertenencia.
En 1928, cuando el Paraguay se aprestaba para la Guerra con Bo-
livia a raíz de la muerte de Adolfo Rojas Silva, volvió a destacarse la

Madre e Hija en el Mercado Guazú de Villarrica Inicios del siglo XX. Colección
Javier Yubi

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capítulo ii | reclamos, posturas y actitudes femeninas

importancia de las Vendedoras del Mercado Central. El periodismo de


época se hacía eco de ello en los siguientes términos:

“Nos llegan denuncias de que el administrador del Mer-


cado Central ha ordenado el desalojo de un centenar de
vendedoras en plazo perentorio” (…)
“La delicada situación por la que atraviesa el país, exige
que se ayude decididamente a los que trabajan, dándoles
facilidades para ganarse la vida y poder sostener a sus ho-
gares abandonados por los hombres que fueron a ofrendar
su vida en defensa de la Patria amenazada”.
“No hay ni habrá ninguna razón valedera que justifique
tan censurable persecución a las vendedoras del mercado,
dignas de mayores consideraciones, principalmente en es-
tos momentos”.

Esta marcada presencia femenina no solo tuvo que ver con la sobrevi-
vencia de las familias. También en lo cultural, el comercio, el mercado y las
largas marchas de mujeres desde la campaña (el interior) a la capital para
comerciar, generaron imágenes identitarias tan fuertes que se convirtieron
en símbolos. Así, se da el caso de la mujer paraguaya en el billete (antes
de 5 guaraníes, hoy de 20.000), que aparece con la vestimenta de typoi
(la vestimenta de la mujer rural siempre se caracterizó como sencilla) y con
un cántaro o un canasto (en cualquiera de los dos casos no es un ornato,
sino un elemento de utilidad y de trabajo doméstico); o bien las imágenes
vívidas de la composición “La Burrerita”, de Antonio Ortiz Mayans y Félix

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Voces de mujer en la historia paraguaya

Pérez Cardozo. En ambos símbolos alternan la alegría o el sufrimiento,


pero con el trasfondo, pocas veces reconocido, de la actividad económica
doméstica femenina.
Sin embargo, las imágenes identitarias construidas especialmente
desde la perspectiva nacionalista no sirvieron para levantar del todo el
estigma social que pesaba sobre las vendedoras del Mercado Central o
Mercado Guasu, ni para valorizar el trabajo doméstico. El Paraguay de
entonces -y el mundo general- no solo no podían determinar el valor
económico producido por el trabajo doméstico, sino que lo menosca-
baban. En 1926, “una lectora” del diario La Nación, del 15 de julio, se
expresaba en los siguientes términos:

“En el Paraguay la dedicación de la mujer en el hogar es


aún deficiente, porque ella carece de nociones principales para
dirigir los trabajos domésticos.
En muchas partes del país, en los pueblos mismos, no se co-
nocen otras industrias sino la elaboración de chipas y cigarros
(da hasta vergüenza decirlo). Como no hay regla sin excepción,
esta afirmación no se refiere a aquellas heroicas mujeres traba-
jadoras, que en su casa al par de su esposo lucha por la vida y
en pro de su bienestar, a las que a igual de los hombres luchan
en el hogar, en la educación de la niñez, en la agricultura, etc.,
sino a aquellas que descuidan la atención de su casa, y la de
sus hijos, a las que con objeto de salir de su casa de la vista de
su esposo, de sus hijos, pretextan la necesidad de dedicarse a
una de las dos industrias que mencioné más arriba; a las que se

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capítulo ii | reclamos, posturas y actitudes femeninas

prestan a las reventas de objetos sin valor, cuya ocupación no


es sino mera corrupción, de las cuales en un elevado porcenta-
je supera a las trabajadoras en nuestro país”.

De manera que, más allá del rótulo de “reconstructora”, es nece-


sario un análisis detenido del proceso social de división del trabajo por
sexos en la pos-Guerra, para comprender mejor “la reconstrucción” e
ir más allá de las -quizás más que merecidas- idealizaciones.

La prostitución:
la otra cara del matrimonio conservador

Tras la Guerra, Asunción era un hervidero. Y no solo políticamente.


Miles de familias arruinadas e individuos que también lo habían per-
dido todo, buscaban en la capital alivio para sus penurias. El terror en
el que vivían estas familias resultaría difícil de comprender hoy; presio-
naba sobre ellas la amenaza de las últimas tropas de López que tenían
órdenes de lancear a los desertores; y, desde el 17 de agosto de 1869,
un decreto similar del gobierno de ocupación establecía el carácter de
traidor a la patria (y la consiguiente pena de muerte) para quienes no
ayudaran a las tropas de la Alianza. Presionaba también sobre ellas la
amenaza del hambre; y privaciones sin número.
En este ambiente, las mujeres, por una parte, se desempeñaron en
roles ya conocidos como los señalados en el párrafo anterior; pero
además migraron miles de ellas a los países vecinos, mientras que no
pocas enfrentaron el dilema del hambre con la prostitución.

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Voces de mujer en la historia paraguaya

La prostitución era condenada por casi todos los sectores, pero su


número y presencia tuvieron que haber sido lo suficientemente marca-
dos como para que las autoridades y otros referentes sociales se ocu-
paran de ella. Así, Serafina Dávalos, en su tesis Humanismo, arremete
contra “su acción corruptora para la sociedad y el inmenso mal que
Familia del interior

hace a los hombres en general y a las mujeres honestas en particular”.


Las culpa de corromper el cuerpo y alma de los hombres, y hacer de
ellos “unas miserias ambulantes”, cuyos males físicos y morales se tras-
ladan a las esposas y los hijos.

En el pensamiento anarquista, su exponente más destacado, Rafael


Barrett, también critica la prostitución, pero a diferencia de Serafina,
la vincula a las condiciones sociales de la época. Decía en 1908, en la
Conferencia El problema sexual:

“No es lo espantoso que el hambre de la mujer sea peor que la del


hombre, lo espantoso es que al hambre femenina se agrega una plaga
social, la prostitución. Era lógico que los más débiles entre los débiles
fueran los más cobardemente torturados. Al macho que combate se le
puede arrancar la salud, la razón, la existencia, no el sexo. A la mujer
se le arranca todo y, además, el sexo. Se le arranca el sexo mediante la
ignominia. A tal grado de horror hemos llegado, a envenenar el amor
en sus fuentes, a convertir la santa ánfora de la felicidad y de la vida, la

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capítulo ii | reclamos, posturas y actitudes femeninas

mujer, es decir, la madre, en una cosa obscena, donde todos escupen


riendo. La triste y ronca prostituta que pasa es el espectro mismo de la
humanidad. Prostituta, hermana nuestra, en tus ojos no hay lágrimas,
en tus cabellos no hay brisa, ni juventud en tu boca, ni esperanza en
tu corazón. Han destruido a puñaladas la fecundidad de tu vientre.
Todo lo has perdido, hasta el recuerdo, hasta el dolor y el deseo de
morir. Te crees tal vez un cadáver que anda. Pero nosotros, hermana,
tendremos esperanza por ti, y te devolveremos cuanto te quitaron, y
te resucitaremos”.
Humanismo, de Serafina, es de 1907; la conferencia de Barrett, de
1908. Habían pasado más de 30 años del final de la Guerra y sus
consecuencias sobre la sociedad -en especial, sobre la vida de las mu-
jeres- seguían sintiéndose al punto que dos de sus más destacados
intelectuales se ocupan significativamente de ella.
La cuestión de la prostitución y su historia social es más compleja de
entender que otras áreas de la vida cotidiana. Sobre todo porque los
enfoques tradicionales de la prostitución (como patología social, como
anomia social o como desviación) limitan los estudios a los aspectos
psicológicos o biológicos de los individuos (el enfoque de patología
social); a la ausencia de normas morales de cohesión social (la visión
desde la idea de anomia); o a fenómenos marginales de la vida social
(el desviacionismo). Estas tres perspectivas tienen en común que la
prostitución es vista como una especie de residuo social, un átomo ais-
lado del conjunto de los condicionamientos del resto de la vida social.
Entonces, queda oculto el rol y las características de la prostitución así
como su interacción con la dinámica social de un tiempo determinado.

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Voces de mujer en la historia paraguaya

Una mirada un poco más atenta sobre la prostitución nos permite


ver, con algún detalle, su vinculación con los otros aspectos de la vida
social.
En primer lugar, más allá de castigar o penalizar la prostitución, lo
que caracteriza a la historia de la prostitución, desde por lo menos el
Medioevo, es el intento por reglarla. El calificativo que se da a los bur-
deles de “casa de tolerancia” debiera indicarnos algo. ¿Qué es lo que
se toleraba y por qué?
Tomás de Aquino, santo de la Iglesia Católica y uno de sus doctores,
expresaba el carácter funcional de la prostitución:

“(…) las rameras son en el mundo lo que la sentina en la


nave y como las secretas de un palacio, que si las quitas se
vendrá a henchir la hediondez (…) Y por esta causa dice el
mismo San Agustín que la ciudad terrena hizo torpeza lícita
el uso de las casas públicas”. Tomás de Aquino.

Originalmente, la prostitución se reglaba para que los varones, que


no eran pocos, ejercieran su libertad sexual sin poner en peligro la
virginidad de las mujeres jóvenes de sus respectivas comunidades. La
virginidad, una virtud asociada a otras virtudes sociales como el recato,
la pureza y el honor, así como a instituciones tales como la familia o la
herencia, debía ser preservada de los instintos en la sociedad medieval
que mostraba comportamientos de mayor liberalidad sexual.
Esta razón no estuvo ausente de la reglamentación de la prostitu-
ción en Asunción, en 1898. El reglamento de prostitución aprobado

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capítulo ii | reclamos, posturas y actitudes femeninas

por la Municipalidad es similar al que existía en Buenos Aires des-


de 1875, excepto por la edad de su ejercicio, que en nuestra capital
era de 15 años como mínimo frente a los 18 de la capital porteña; y
porque nuestro reglamento introducía la figura del “reservado” como
casa opcional fuera del prostíbulo.
La ordenanza regulaba tanto el ejercicio de la prostitución como la
figura de la prostituta. Introducía el uso de carné, la inspección médica
obligatoria y las obligaciones de quien regenteara un prostíbulo. Tam-
bién establecía los criterios urbanísticos para su ubicación. De modo
que en una sola norma, quedaban establecidas la higienización y la
protección contra las enfermedades “venéreas”, la localización física
y urbana del prostíbulo, y su tolerancia. Igualmente, quedaba reglado
quién y cómo ejerce la prostitución.
El reglamento tuvo poca eficacia. La prensa de la época, especial-
mente a principios del siglo XX, destaca permanentemente los escán-
dalos ocurridos en el entorno de los prostíbulos. Por detrás de la rele-
vancia dada a estos escándalos, tratados con ironía, con sarcasmos o
con argumentos morales, o a veces con todos los ingredientes a la vez,
la prensa también participaba de un pensamiento social que trazaba
la línea entre la virtud y el recato propios de las mujeres de bien y las
consecuencias sociales que tenía el comportamiento “inmoral”.
Estos “escándalos” a su vez fueron el origen de otras normas mu-
nicipales y policiales que serían incomprensibles sin su relación con el
contexto y con el tema de la prostitución. Así, las disposiciones que
castigan la desnudez en la vía pública o el griterío, o establecen ron-
das policiales de vigilancia en ciertas zonas con mayor énfasis que en

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Voces de mujer en la historia paraguaya

otras, o el arresto inmediato de quienes protagonicen escándalos y


prostitutas, se entiende únicamente porque estos hechos ocurrían fre-
cuentemente en el desbordado ambiente de prostíbulos de Asunción
de fines del siglo XIX y principios del XX.
Originalmente, las disposiciones toleraban la prostitución y la regla-
mentaban desde una visión de control de enfermedades (visión higie-
nista), de control de agrupamientos humanos (visión urbanística), de
preservación de las costumbres (visión moralista); pero más tarde, con
la aparición y el aumento de otras formas de criminalidad que fueron
vinculándose a la prostitución, aparecieron los castigos penales para
el rufianismo (o proxenetismo) y luego, durante varias décadas, fue
criminalizada la propia prostitución.
El vínculo con la migración interna también se deduce de la nor-

Inmigrantes. !900. Colección Yubi.

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capítulo ii | reclamos, posturas y actitudes femeninas

ma. Las familias que llegaban a Asunción buscaban albergue en los


llamados “conventillos” (llamados así porque su estructura física de
habitaciones como celdas que rodeaban a un patio central era similar
a la de los conventos) en los que se ejercía la prostitución. Por eso, la
norma advertía que el uso del local para prostíbulo debía ser exclusivo.
Evidentemente, estas normas no se aplicaban a las mujeres de élite:
ellas no se veían forzadas a migrar, ni tampoco tenían quince años en
el momento en que se desplazaban desde sus ciudades o comunida-
des de origen a la capital con destino incierto. Mucho menos se apli-
caban a los varones que pudieran ejercer la prostitución, de cuya exis-
tencia no tenemos registro ni evidencia (a diferencia de Buenos Aires,
que sí reconocía la prostitución de personas transgénero). Las normas
que controlaban la prostitución y otras de la época se aplicaban a las
mujeres pobres, como estrategia de control social.
Veamos, a continuación, la otra norma cuya existencia y aplicación
es, esencialmente, para mujeres pobres de la pos-Guerra.

El servicio doméstico

El 8 de julio de 1884, la Municipalidad de Asunción aprobó la Or-


denanza (enseguida convertida en ley por el Congreso) sobre Servicio
Doméstico.
Debemos indicar que su aparición introduce un cambio importante
en las relaciones económicas y laborales con respecto a la pre-Guerra.
Este cambio, a su vez, explica por qué esta ley se convierte en un ins-
trumento de control sobre la población pobre.

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Voces de mujer en la historia paraguaya

En el ambiente de la pre-Guerra del 70, las mujeres podían ser


lavadoras, planchadoras, cocineras, que ejercían su trabajo de ma-
nera independiente, excepto las esclavas, cuya relación es de otra
naturaleza. Esta independencia les permitía fijar los precios y acor-
darlos con las mujeres de élite, a las que ocasionaban por ello más
de un dolor de cabeza. Es que en la división del trabajo, las plan-
chadoras, cocineras, o lavadoras, tenían otras fuentes de ingresos
(economía agrícola de subsistencia, comercio minorista), por lo que
no quedaban constreñidas a prestar únicamente estos servicios.
Las circunstancias de la pos-Guerra y la debacle económica obli-
garon -como ya ha quedado dicho- a la migración de miles de

Trabajos domésticos

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capítulo ii | reclamos, posturas y actitudes femeninas

mujeres a la capital a ofrecer su servicio como empleadas perma-


nentes, condición que en la época (y aún hasta hoy en no pocos
casos) carecía por completo de protección legal y se asemejaba a
la esclavitud.
La Ley de Servicio Doméstico establecía, en primer lugar, la obli-
gación de inscribirse como “sirviente” o “sirvienta” (la propia ley
establece esta distinción de género). Esta inscripción no es solo
un trámite: es la posibilidad de que la autoridad regule la oferta
y demanda de una determinada profesión mediante el uso de las
estadísticas. Luego define quiénes son considerados “sirvientes”:
cocineros y cocineras, mucamos, amas de cría, niñeras, cocheros,
lacayos y palafreneros de casa particulares, los porteros y los mozos
de hoteles, cafés y casas de huéspedes. El registro de inscripción
iba acompañado de un “certificado de su conducta”. La carencia
de este certificado y de la respectiva inscripción imposibilitaban el
acceso al empleo:

“Ningún jefe de casa podrá tomar a su servicio a una


persona que no tenga la libreta, con el certificado de su
conducta, dada por la última persona que la tuvo a su
servicio”.

Ya en aquella época, asomaba la visión que criminalizaba la po-


breza. El artículo séptimo de la ordenanza establecía: “El Registro
de Inscripción de sirvientes, así como el libro de certificados de
conducta, se pondrá a disposición de los jueces y de los empleados

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Voces de mujer en la historia paraguaya

de policía, siempre que lo solicitasen para averiguación de crímenes


o delitos”.
No existía el salario para la profesión y este se establecía de co-
mún acuerdo. Tal salario se incluía en la libreta respectiva, como
parte de la información de registro; y si el patrón no cumplía con
él, el “sirviente” o la “sirvienta” podía abandonar la casa sin el
aviso previo que la ley indicaba (de por lo menos diez días de anti-
cipación). No tenía derecho, sin embargo, a reclamar resarcimiento.
También podía abandonar el trabajo, pero sin derecho a resarci-
miento, por “mal tratamiento corporal por parte del patrón”, así
como por “enfermedad que lo imposibilite visiblemente para el ser-
vicio”.
A su vez, el patrón podía despedir al sirviente o a la sirvienta por
“que se negase a seguir haciendo su servicio”, o “que le sobrevi-
niese enfermedad que lo imposibilite para el servicio, o si llegase a
él en estado de ebriedad”, o “que se insolentase a él, o cometiese
robo, o algún otro delito”.
La ordenanza también establecía el trabajo de menores, los que
deberían tener documentos firmados por sus padres o tutores.
El ama de cría, una actividad que antes de la Guerra era propia
de las esclavas, precisaba de reconocimiento médico; y en el con-
trato se fijaba el tiempo de prestación de este servicio. No podía
criar más de un niño a la vez, “bajo pena de multa o prisión”.
Las condiciones particulares de la época producían el ambiente
para que rigiera el arbitrio del patrón en la negociación de salarios
y en el despido sin indemnización. Había una excesiva oferta feme-

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capítulo ii | reclamos, posturas y actitudes femeninas

nina, ampliamente superior a la demanda, lo que permitía nego-


ciar salarios bajísimos. Igualmente, causales como la “insolencia”
se prestaban a todo tipo de arbitrariedad sin protección para el
sirviente o la sirvienta.

La mujer de élite, una dama de caridad

Sosteníamos en Mujeres que Hicieron Historia que “la presencia fe-


menina en las asociaciones de beneficencia” era uno de los caminos
para que la mujer de fines del siglo XIX y principios del XX se hiciera
visible. “En ellas (las asociaciones de beneficencia) pueden vivir los va-
lores que el orden moral y jurídico de principios del siglo XX establecía
para el sexo femenino”.
Las asociaciones de beneficencia constituían una prolongación de
la esfera doméstica y de la ética del cuidado que le es propia y que es
el sello distintivo del hogar. Paradójicamente, esta ética del cuidado
doméstico, al ser llevada al ámbito público, da visibilidad progresiva a
las mujeres de inicios del siglo XX y es una suerte de transición entre el
rol tradicional y los nuevos roles de la mujer.
José Rodríguez Alcalá, en su ya citada obra El Paraguay que Avanza,
describe a las damas de caridad como caritativas, abnegadas, sacrifi-
cadas, compañeras, fundadoras, atentas a las necesidades de los más
pobres. Sus acciones caritativas incluían colectas, “te danzante”, festi-
vales, la administración de instituciones como los asilos, la intercesión
por algún preso.
Hacia 1907 existían cuatro sociedades de beneficencia en Asunción.

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Voces de mujer en la historia paraguaya

Una sostenía al Hospital San Vicente, atendido por las hermanas vicen-
tinas, ubicado en una “posición bien oxigenada, (dotado) de dos gran-
des salas para hombres y otras dos para señoras en las cuales caben
totalmente cien camas (…) Cuenta con varias salas para operaciones,
y una bien surtida despensa en la que los enfermos y los convalecien-
tes tienen todos los alimentos que necesitan. En el mismo edificio hay
una capilla atendida por un sacerdote que vive en el hospital. Para los
convalecientes existen grandes jardines por donde pasean (…)”.
Otra sociedad se hacía cargo del Orfanatorio de Niñas, ubicado
frente al hospital San Vicente, y que contaba con “cien huérfanas so-
bre quienes velan cariñosamente las damas de beneficencia, educán-
dolas convenientemente para cuando lleguen a la edad de bastarse a
sí mismas”. Tenía un taller de bordados y se fabricaban azahares.
Las damas de caridad y las hermanas De la Caridad atendían tam-
bién el asilo de mendigos y el Hospicio de Alienados, camino a Trini-
dad. Entre el hospital y el asilo contaban con 300 asilados atendidos
en locales limpios y ordenados.
Ese mismo año de 1907 se inauguró el Asilo de Huérfanos, “áncora
de salvación para los niños sin padres”, en un acto realizado en Trini-
dad con festejos apropiados.
En 1919 se crea la Asociación de Damas de la Caridad que funcio-
naba en la práctica casi como un apoyo exclusivo a la lucha contra la
tuberculosis.
Señalemos, además, que varias damas de la caridad también ejer-
cían la otra profesión que hacía visibles a las mujeres en la esfera pú-
blica: el magisterio. Tal el caso de María Felicidad González, que no

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capítulo ii | reclamos, posturas y actitudes femeninas

solo era reconocida educadora, sino que además integraba numerosas


asociaciones de caridad y asociaciones feministas. Al mismo tiempo,
sin embargo, representa una suerte de excepción: había nacido de una
humilde familia, encabezada por una mujer, Gregoria de Jesús Gonzá-
lez, en Paraguarí, en 1884. De modo que para ella la educación y las
asociaciones de caridad representaron un mecanismo de movilidad so-
cial, y el feminismo, una opción de lucha por los derechos de la mujer.

María Felicidad González

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Voces de mujer en la historia paraguaya

María Felicidad fue profesora normal; luego y sucesivamente, re-


gente, vicedirectora y directora de la Escuela Normal. Fue inspectora
de Escuelas y asesora del Ministerio de Educación; integró también en
varias oportunidades el Consejo Nacional de Educación mientras este
organismo existió. Dirigió y publicó revistas especializadas en Educa-
ción. Fue Vicepresidenta de la Asociación Feminista Paraguaya y fun-
dadora del movimiento feminista que apoyó el Proyecto de igualdad
de derechos de la mujer presentado por Telémaco Silvera en mayo de
1919. Y en el ámbito de la beneficencia, integró la Asociación de Da-
mas de Caridad y el Asilo Nacional, entre otras instituciones.
Cuando se retiró, en 1932, Juan E. O’Leary y su esposa Domitila
publicaron una carta, de la que extraemos el siguiente párrafo:

“Solo deseamos que las mujeres de nuestra patria, tan


olvidadas de las viejas virtudes de la raza, se miren en su
espejo. Nada de discursos ni de poesías: le demostrarán la
sinceridad de su admiración imitando el ejemplo de su fe-
cunda austeridad”.

Las tareas de caridad formaban parte del rol de las mujeres promovi-
do desde el catolicismo. Y sin dudas, en este sentido, el papel que jugó
el marcado liderazgo de Juan Sinforiano Bogarín, obispo del Paraguay,
fue clave, ya que desde el obispado o bien se promovió, o bien se
apoyó la creación de estas asociaciones. Así, las asociaciones de cari-
dad fueron también espacios de socialización del modelo conservador
de mujer, enfrentando las tendencias anticlericales más fuertes de las

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capítulo ii | reclamos, posturas y actitudes femeninas

primeras dos décadas del siglo XX: el componente anticlerical dentro


del liberalismo y la masonería, y en el campo obrero, el anarquismo.

Las mujeres de frontera

El Paraguay de la pos-Guerra de 1870 tiene múltiples fronteras.


Unas, las oficiales, las políticas, sancionadas y ratificadas por los tra-
tados firmados sucesivamente con Brasil y Argentina; y las otras, las
socioeconómicas, que tienen que ver con el poblamiento del territorio.
No siempre coinciden las primeras y las últimas: estas son relativa-
mente flexibles en la medida en que se modifica su poblamiento y la
actividad económica.
En el Paraguay de fines del siglo XIX y principios del XX puede no-
tarse, según Herken Krauer, en su obra ya citada sobre el Paraguay
rural, las siguientes regiones:

a) La “norteña”, cuyos límites inciertos podrían establecerse


en torno al Departamento de Concepción, e incluirían el
Departamento de San Pedro, los yerbales del Paraguay,
estrechamente vinculada al Matto Grosso brasileño, par-
te del este boliviano lindante con el Paraguay y los yerba-
les del Brasil;
b) La “región del quebracho”, que incluye al Chaco para-
guayo y sus vínculos territoriales y productivos con las
provincias argentinas de Santa Fe, Chaco y Formosa, cen-
trada en el quebracho y la industria taninera; y,

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Voces de mujer en la historia paraguaya

c) La “sureña”, de ganadería pequeña y mediana y agricul-


tura minifundiaria, que comprende el sur de la Región
Oriental del Paraguay y el área de influencia de Asunción.

Esta estructura sufrirá modificaciones en la medida en que la ganadería


proveniente del Matto Grosso brasileño influya en la reestructuración de
la región norte, o cuando el ganado proveniente de la Argentina llegue,
finalmente, hasta San Pedro y Concepción. O bien, cuando la explotación
forestal del Alto Paraná modifique la estructura productiva basada ante-
riormente en la explotación de los yerbales.
Al hacer el análisis de estos procesos territoriales, poco se ha incur-
sionado en la historia económica, menos aún en historia social, y por
supuesto, es aún más escaso lo que pueda señalarse con respecto a
las mujeres. La literatura y el arte de denuncia desplazaron a la política
y a los estudios historiográficos; y cuando se recuerda la cuestión de
los yerbales normalmente se menciona al mensú, diminutivo de men-
sualero; el varón que trabajaba en los yerbales. Igualmente, cuando
se recuerda a los quebrachales, lo primero que viene a la mente es la
explotación de la mano de obra indígena evocada en tono romántico
y resignado, pero con muy escaso acercamiento a la dinámica que hizo
posible esta explotación.
Las mujeres de frontera son fronterizas también en los análisis so-
ciohistoriográficos. Sin embargo, el historiador Sacha Cardona, al res-
catar la biografía de María Rojas, conocida como “Doña María Chan-
chera” señala que,
“En zonas aisladas eran disputadas y no pocas veces en

94

pp
capítulo ii | reclamos, posturas y actitudes femeninas

el ansia de poseerlas como compañeras acabaron por sufrir


violencias a causa de la deshumana trata de blancas, me-
nores casi niñas raptadas en los pueblos y vendidas en los
yerbales sucumbieron a la vorágine de una época”.

En las fronteras del poblamiento, las mujeres padecían con mayor


severidad aún los problemas propios de la ausencia de seguridad. En
el norte, si bien ya los indígenas no representaban un peligro para
las fronteras del estado como tal, sí realizaban incursiones buscando
alimentos y secuestrando personas en las localidades de la región. En
1872, un destacamento enviado al norte encontró más de una doce-
na de mujeres paraguayas que huían de un poblado guaicurú, al que
llegó el destacamento y en el que encontró además a 30 cautivos, los
que informaron sobre la presencia de varios más en las comunidades
indígenas.
Igualmente, las tropas brasileras -entre la caída de Asunción en
1869 y marzo de 1870- encontraban a mujeres “destinadas” o bien
a mujeres que salían de los bosques para dirigirse a la capital o a sus
respectivas ciudades de origen.
A las mujeres que poblaban las fronteras se les atribuían los este-
reotipos de la mujer de comportamiento “ilícito”. Esto, desde luego,
tenía que ver con la incomprensión acerca de los desafíos de la vida en
la frontera. Esta incomprensión condujo al ocultamiento de comporta-
mientos emprendedores y mecanismos de adaptación y sobrevivencia.
Sobre “Doña María Chanchera”, un poblador cuyo testimonio recogió
Cardona señaló:

95

pp
Voces de mujer en la historia paraguaya

“María Chanchera poseía ese apodo porque criaba cer-


dos en el patio de su casa y tenía la costumbre de bañarse
en una palangana. Pero de esa mujer viene el recuerdo de la
manera heroica en que manejaba sus emprendimientos in-
mobiliarios, construyendo innúmeras casas de pajas, pues-
tas a la venta para los recién llegados. Era efectivamente
el símbolo del progreso de aquella época y su muerte fue
bastante sentida en el poblado”.

En el norte también se rescata la presencia de María de los Ángeles


Vega Resquín. Su vida tiene ribetes azarosos, pero puede explorarse
en ella la huida del maltrato doméstico; la movilidad territorial para
buscar trabajo aprovechando los vínculos entre el norte del Paraguay y
el Matto Grosso brasileño, y su carácter pionero al asentarse en lo que
hoy es Pedro Juan Caballero. Sobre ella dice Cardona:

“Pionera de nuestra ciudad esta dama fue partícipe de las


páginas de la historia humana de su comunidad, represen-
ta a las mujeres simples, heroínas, madres, educadoras que
supieron forjar ciudadanos laboriosos, comprometidos con
el desarrollo de la región”.

La presencia de inmigrantes en colonias agrícolas en el Paraguay


respondió a numerosas razones. El racismo no estuvo ausente: se privi-
legiaba la inmigración europea; tampoco estuvieron ausentes las razo-
nes políticas, como la ocupación efectiva del territorio chaqueño con

96

pp
capítulo ii | reclamos, posturas y actitudes femeninas

la presencia menonita. Obviamente, ambas estaban vinculadas tam-


bién a la dimensión económica de la ocupación y productividad de los
territorios. Estos territorios no ocupados o no explotados constituían
las fronteras productivas del Paraguay de pos-Guerra.
Las mujeres tuvieron en estas colonias influencia dispar. Así, en Nue-
va Australia, el asentamiento socialista establecido en 1894, de efíme-
ra existencia, se contó con la presencia de mujeres de gran destaque
tanto antes de su llegada al Paraguay como después de su retorno al
continente oceánico: Rose Cadogan y Mary Gilmore. La primera, auto-
ra del conocido manifiesto Hombre y Amo y la segunda que llegaría a
ser la escritora más destacada de Nueva Zelanda. Elizabeth Nietzsche,
muy conocida por ser la hermana del filósofo Friederich Nietzsche,
asoció su nombre a Nueva Germania, la primera colonia exclusivamen-

Mennonitas

97

pp
Voces de mujer en la historia paraguaya

te aria del mundo. Más tarde, sería reconocida como una de las más
destacadas militantes nazis de la Alemania hitleriana.
En otras colonias, los nombres de mujeres que se hayan destacado
son más difíciles de reconocer. En las de origen brasileño del Alto Pa-
raná, por ejemplo, rige la división de trabajo por sexos según la cual
los varones ocupan la esfera pública, pero también la agricultura y la
comercialización, y la mujer se ocupa casi exclusivamente de temas
domésticos. Esto hace difícil valorizar el trabajo femenino y aún más
difícil recoger la percepción que las mujeres tienen sobre su presencia
en la colonia.

De cárceles, hospicios y hospitales,


el oficio de ser monja

Las religiosas cumplieron un rol destacado en el Paraguay en el


campo del cuidado de mujeres vistas como cuerpos abandonados, o
criaturas necesitadas de protección. Son las religiosas las que dirigen
y administran orfanatos, asilos de ancianos, centros de enseñanza es-
colar y hasta la década de los 80 del siglo XX estaban encargadas de
la Cárcel de Mujeres.
A esta labor pionera y misionera están vinculados los nombres de
Sor Clara Rey y Sor Josefa Bourdette, de la congregación de los Obla-
tos de María Inmaculada. Ambas estaban a cargo del colegio De la
Providencia, la primera institución privada de educación de niñas crea-
da en el país tras la pos-Guerra, en 1882, y recibieron la misión de
gestionar apoyos para el crecimiento de la orden en Buenos Aires,

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pp
capítulo ii | reclamos, posturas y actitudes femeninas

cuando, entre las gestiones para el logro de este fin, tuvieron oportu-
nidad de observar el estado lamentable en que se hallaba la cárcel de
mujeres (entonces cerca de la Catedral). En 1918 llegó un contingente
de hermanas para apoyar la tarea de traslado, dirección y administra-
ción del nuevo penal de mujeres. En abril de ese mismo año se tras-
ladó el penal hasta su local actual. En 1919 se habilitó la capilla, con
la bendición respectiva y al año siguiente fueron trasladadas todas las
detenidas hasta el nuevo local. La opinión pública de aquel entonces
valoró positivamente la gestión de las religiosas. La primera religiosa
paraguaya del Buen Pastor fue la hermana Tomasa Andrada, quien
falleció en 1968 en el mismo lugar en el que había servido a lo largo
de toda su tarea evangelizadora.

99

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Voces de mujer en la historia paraguaya

26

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capítulo i | una guerra sostenida en las armas y por mujeres

capítulo i

Una Guerra sostenida en las armas y por mujeres

El rol de las mujeres está muy mitificado, es más probable que se


sepa de la heroína de Ytá Ybaté, como lo señala un escrito de la épo-
ca: “Pero lo más grande de esta jornada fue un episodio inaudito solo
comparable con las hazañas más gloriosas de la historia universal, don-
de su principal protagonista fue una doncella de quince años, la Juana
de Arco americana, la humilde niña campesina Ramona Martínez, que
defendió su heredad y su honor con valor inmarcesible.
En el fragor de la lucha, rodeada totalmente del ejército aliado,
realizó en un instante actos de sublimidad y heroísmo. Trató de encon-
trarse con el mariscal; infructuosos fueron sus esfuerzos para alcanzar-
lo; decidida, tomó la espada, y arengó al resto de nuestro ejército, ya
diezmado y en retirada, infundiendo valor en la lucha, diciendo que
era preferible morir en la lucha que entregarse al enemigo y así acom-
pañó al doloroso contingente de la resistencia”, que en cambio, las
miles de mujeres que trabajan los campos de labranza de 14 a 16 ho-
ras, incluso en noches de luna llena. Menos conocidas son las mujeres
deportadas a un campo de detención conocido como Espadín -al este
del Paraguay, hoy en territorio brasilero-. ¿Todas las mujeres estaban a
favor de la guerra, tal como relatan los periódicos oficiales? Si ello era
cierto, por qué hacia 1869, ciudades, principalmente de “residentas”,
tenían encarceladas a mujeres por “causas políticas”, que mayormen-

27

pp
Voces de mujer en la historia paraguaya

te se referían a manifestaciones públicas de descontento.


Este capítulo incluye el trabajo de las mujeres con respecto a la agricultu-
ra, Las Residentas, las imágenes que se transmitieron en forma de ideales
desde la prensa de guerra, Las Mujeres en las páginas de guerra.
La forma en que las mujeres se organizaron para donar efectos,
sean joyas, ganado, cigarros o esclavos: “Señor D. Escolástico Garcete,
juez de Paz 1ro de la Encarnación. Estimado señor: Tengo a bien remi-
tirle unos cinco mil cigarros que doña Asunción Marecos de Benítez,
vecina de Villa Rica, dedica a favor de los Hospitales de Sangre y cuya
entrega a la comisión encargada me ha encomendado. De V. atenta
SS. Simeona. Asunción, Agosto 24 de 1867.” Oro por honor, ciga-
rros y dulces por deber.
Se incorpora, por otra parte, la vida organizada de las mujeres en
torno a los campamentos de soldados: Vida en los campamentos y
hospitales.
Incluye también los procesos y sentencias de muerte por traición.
Traidoras y Destinadas.

Más allá de las joyas,


las otras mujeres de la Guerra Grande

En 1866, las mujeres controlaban el 70% del comercio


de comestibles
En nuestro país, existe una percepción generalizada que las
mujeres, solamente acompañando al ejército tuvieron una par-

28

pp
capítulo i | una guerra sostenida en las armas y por mujeres

ticipación directa en la guerra. Normalmente las heroínas se


destacaban por el arrojo que demostraron en los campos de
batalla dando su vida empuñando una espada. Nada más lejos
de la verdad. Gran parte de esta apreciación fue construida
a lo largo de cien años por la historia oficial y quedó graba-
da en la memoria colectiva de todos los paraguayos como si
fuera que sucedió en la realidad. De todos modos, como bien
señalan muchos historiadores, una mujer curando heridas, en-
tregando joyas y dispuesta a morir con sus hijos en nombre de
la patria es la perspectiva menos conflictiva para una unidad
o una concepción nacionalista que podría rescatar un pueblo
para sus recuerdos en torno al más sangriento de los conflictos
sudamericanos de mediados del siglo XIX.
Esto significa que esa memoria de mujer sufrida, que está
dispuesta a morir, es la imagen que se instaló de las personas
que sobrevivieron a la guerra, que está en la memoria de la
población.

1. Las mujeres de las que nunca se habla:


1.1. Las proveedoras del Estado

Cuando el Mariscal López decretó la movilización total de la


población masculina en 1866, esto es cuando el ejército para-
guayo ya se retrae totalmente al territorio y empieza la guerra
de defensa, un año más tarde empieza a descender la edad para

29

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Voces de mujer en la historia paraguaya

lograr nuevos enrolamientos. En el 65 era 18 años como mínimo


y se terminó en el 69 con 10 años como mínimo. La economía
paraguaya a partir del año 66 se transformó automáticamente en
una economía total de guerra.
Las mujeres paraguayas que tradicionalmente -y esto desde
tiempos de Irala- se ocupaban del cultivo de la chacra, la venta
posterior de los productos de granja y agrícola y cocían normal-
mente vestuarios pagos para el ejército, pasaron a convertirse en
las principales proveedoras que tenía el Estado de todos estos
productos y por supuesto esto significó labrar con más intensi-
dad luego de planificada y supervisada la tierra. La yerba mate y
la carne que provenían de las estancias estatales eran las únicas
provisiones alimentarias que tenían las mujeres, sin necesidad de
comprar, aunque racionalizadas. Para el resto de los productos
30

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capítulo i | una guerra sostenida en las armas y por mujeres

comestibles, las mujeres no solo se convirtieron en las principales


vendedoras del ejército y de los particulares, sino que las mujeres
para el año 66 tenían controlado el 70 % del comercio de los
productos comestibles.
Atrás quedaron los días en que las mujeres vendían solo artícu-
los de hierro, losa o género (tela) llevados desde asunción hacia el
interior. Con la Guerra, el flujo se hace al revés, ya nadie necesita
artículos de losa ni tejidos lindos, los productos de granja eran
los que más se negociaban en los campamentos y en la capital.
De esta forma, los precios para el 66 se duplican y en el 67 se
cuadruplican.
La producción de sal tradicionalmente realizada por hombres
en la ciudad de Lambaré funcionó solo al mínimo y las mujeres
volvieron, como en épocas anteriores, a suplantar la sal con el
uso de las hierbas.
Los sembradíos de algodón también se vieron afectados por
la orden de plantar solamente productos comestibles, lo que su-
mado al bloqueo de la importación de telas hizo que se diera la
posibilidad de generar con urgencia ropas, ya que por decreto del
14 de febrero de 1866, se impuso desde el Estado paraguayo la
contribución obligatoria de vestuario para toda la población civil.
Así volvió a relucir en estas mujeres paraguayas el antiguo hilado
de fibras de caraguatá.
A principios del año 1866, la ausencia de hombres significó
que muchas mujeres volvieran a ser las principales proveedoras
del Estado en ciertos productos. Cierto, las listas encontradas en

31

pp
Voces de mujer en la historia paraguaya

el Archivo Nacional indican que una mujer podía ser proveedora


por excelencia, por ejemplo, del aguardiente. El alcohol se ne-
cesitaba mucho en los campamentos por el tema de higiene. Se
halló, por ejemplo, factura de una sola mujer vendiendo de una
sola vez 800 botellas de un litro. Pero así también, listas de más
de cien vendedoras de dulces, chipas, cigarros o de sandías. La
sandía se usaba como antiséptica en la época de la Guerra.
El hecho de que las mujeres hayan pasado a administrar pe-
queños negocios no era raro para la tradición. El mercado, como
sabemos, era un lugar femenino. Pero si en algún momento esto
fue lucrativo y próspero, con el tiempo las mujeres sintieron cada
vez más la ausencia de los hombres, ya que además del trabajo,
debía quedar tiempo para las contribuciones voluntarias y los tra-
bajos de orden público.

1.2. Las esclavas lavanderas

Otro tipo de mujer de la que muy poco se habla en la historia


del Paraguay, son las esclavas lavanderas. El Estado paraguayo
era el principal dueño de los esclavos. Para los hombres esclavos,
el enrolamiento a la Guerra contra la Triple Alianza fue obliga-
torio, mientras que las mujeres debían servir en los hospitales
lavando las telas que usaban los heridos, como ropa personal y
ropa de cama.
Esto sucedió hasta el final de la Guerra. También fueron incor-
poradas libertas del Estado y pardas libres. En 1811, la población

32

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capítulo i | una guerra sostenida en las armas y por mujeres

Lista de esclavas del Estado, 1866.

de esclavos y pardos libres en Asun-


ción era del 60 %. Existen listas de
asignación de 4 pesos en billete que
cobraban en los hospitales de sangre
en el 66 y el 77. Al principio solo había
50 mujeres empleadas, pero la lista fi-
nal da cuenta de 100. Algunos nom-
bres: Felipa Samaniego, Margarita y
Marcela Plaza, Francisca Rodríguez,

33

pp
Voces de mujer en la historia paraguaya

Juliana Arza, Asunción Ferreira, Carlota Rodríguez, Bonifacia


Meza, esclavas para la historia.
Las mujeres contratadas servían a los heridos que no tenían
quienes los cuiden. Las jornadas de trabajo se alternaban en ho-
rarios nocturnos y diurnos. Las 300 o 400 camas de los hospitales
nunca estaban vacías. No pocas de estas mujeres desconfiaban
de los métodos de medicina moderna de los cirujanos ingleses
y a escondidas ponían en práctica antiguas recetas de remedios
naturales. Muchas veces, los observadores que estuvieron en el
Paraguay en el tiempo de la Guerra decían que las enfermeras
solamente estaban para flirtear con los practicantes o que mos-
traban predilección hacia algunos heridos. Esto no es cierto, por-
que hay otros que decían que ellas eran imprescindibles en las
atiborradas salas de heridos de guerra, golpeados por las heridas
como por las enfermedades. Casi todas las mujeres esclavas de la
lista tenían entre 15 y 20 años.

1.3. Las mujeres que hacían donaciones

En los primeros años de la guerra se hicieron diversas clases


de donaciones por parte de las mujeres en todos los pueblos.
La historiografía tradicional paraguaya y sus historiadores,
siempre recuerdan a aquellas mujeres que donaron sus joyas
durante el año 67 para contribuir a la defensa de la patria y
ese hecho es el resaltado como el de mayor entrega.
Sin embargo, en el archivo nacional obran una cantidad im-

34

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capítulo i | una guerra sostenida en las armas y por mujeres

portante, miles de nombres de mujeres que aparecen hacien-


do donaciones de esclavos, de sus esclavos para el servicio de
las armas así como muchas otras tareas. Algunas de las do-
naciones hechas durante mucho más tiempo y más valor que
una alhaja. Como ser dinero en efectivo, cigarros, cabezas de
ganado, género de todo tipo, ropas usadas y nuevas, dulces,
cosechas enteras de siembra de diversos productos de granja
tales como gallina, quesos, huevos, cebollas, tomates, miel y
chipas.
También nos hicieron creer que estas donaciones han sido
espontáneas, no dudamos de eso, pero hay que tener en
cuenta que cada comunidad estaba obligada en la tarea de
contribuir con algo para la causa nacional, sea esta un bien
personal o un bien material.
Todas las donaciones tienen nombre y apellido y se hacen
ante presencia del jefe militar o del juez de Paz de la comuni-
dad. Por eso, la duda del carácter espontáneo de las donacio-
nes, cuando se estuvo ante la necesidad de decir ‘yo doy tal
cosa y mi hija dona tal cosa’.

“Lista nominal, el infrascripto jefe de milicia informa que


las vecinas de este partido que han contribuido cada una
con una camiseta de lana a beneficio de los hospitales de
sangre de la capital para poner a conocimiento de la comi-
sión recaudadora de los hospitales referidos, y son Doña
Bárbara Delvalle, Doña Petrona Vera, Gregoria Estigarribia,

35

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Voces de mujer en la historia paraguaya

Marcelina Rolón, Candelaria Roa, Juana de Dios Rolón, Ba-


silicia Galeano, Del Rosario Rolón, Gabina Rolón, Dolores
González, Isabel Zorrilla.
San Miguel, julio 1 de 1867”.
Viva la República del Paraguay

q
Señor encargado de los hospitales de sangre,
Tenga la bondad de admitir este corto donativo, que los
dignos defensores de nuestra santa causa y que la que aba-
jo suscribe con sus tres hijas, tengo el honor de admitir 50
pesos en billetes y 50 chipas de almidón abizcochadas por
mi hija Dolores; 400 cigarros por mi hija Feliciana; y por mi
hija Encarnación 400 cigarros. Todos ellos lo presento muy
gustosa para que se transmitan a los dignos hijos de la pa-
tria.
Dios guarde a usted muchos años.
Claudia Cabriza.

q
Señor Don Escolástico Garcete
Juez de Paz Primero de la Encarnación
Estimado señor,
Tengo a bien remitirle unos 5.000 cigarros que Doña
Asunción Marecos de Benítez de Villarrica dedica a favor de

36

pp
capítulo i | una guerra sostenida en las armas y por mujeres

los hospitales de sangre y cuya entrega a la comisión encar-


gada me ha encomendado.
De usted atenta,
Simona.
Asunción, 24 de 1867.
Viva la República del Paraguay.

q
Digo, la infrascripta, Gregoria Larrosa, natural de la Re-
pública y vecina de Villarrica que otorgo entera libertad al
liberto de la República, Celestino, de 15 años de edad, que
lo hube por comprar de Doña Higinia Leiva y lo presento a
este señor comandante de esta villa para que sea enrolado
como hombre libre y destinado al servicio de las armas en
la presente guerra con los enemigos de la libertad e inde-
pendencia nacional, sin exigir precio alguno por el valor de
dicho liberto. No obstante, que el señor comandante me ha
prevenido que me abonaría el valor de dicho liberto en el
tesoro nacional, yo renuncio espontáneamente por mí y por
mis herederos, para siempre. Y para perpetua constancia
de esta manumisión firmo la presente en Villarrica el 4 de
noviembre de 1866.
A ruego de Gregoria Larrosa que no sabe firmar,
Gregoria Vázquez.

Todo esto se sucede en el año 66. A partir del año 67 se inicia


37

pp
Voces de mujer en la historia paraguaya

Residentas saliendo de la iglesia de Villarrica

el problema más grande de la Guerra. El 68 va a ser desastroso y


el 69 ya no tiene nombre.

1.4. Las Residentas

Normalmente hablamos de Las Residencias, pero ¿quié-


nes eran? ¿Las que acompañaban al ejército? Eran el ejér-
cito de retaguardia del Mariscal López conforme a su plan
de guerra. Donde los hombres eran soldados efectivos en la
batalla y las mujeres eran solados en los campos de labranza
agrícola.
En 1867, con la retirada del ejército paraguayo de sus
posiciones en el sur, la evacuación de los pueblos de las Mi-

38

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capítulo i | una guerra sostenida en las armas y por mujeres

siones y Ñeembucú hizo que las pobladoras deban ser reubi-


cadas en pueblos donde debía continuar obligatoriamente
la labranza. Los lugares de referencia eran normalmente los
pueblos de Cordillera. La historiadora Beatriz Rodríguez Al-
calá intentó dar una explicación al término de la designa-
ción de estas mujeres como Las Residentas y ella atribuye
a un vicio gramatical originado cuando las mujeres debían
llenar los formularios cuando eran trasladadas de un pueblo
a otro. Es decir, Las Residentas nunca acompañaron al ejér-
cito de López. Por ejemplo, María Gómez, vecina de San
Miguel residente en Valenzuela. Probablemente la forma
análoga de vecina quedó en residenta.
Estas mujeres debían ser evacuadas de sus pueblos
normalmente en número de 800 o 500, más sus hijos. La
despoblación de los pueblos del sur era obligatoria. Por lo
tanto, lo que pasaba en los reacomodos en los pueblos a
Las Residentas, los vecinos se disgregaban porque decidían
enviar 50 en un lado, 80 en otros y 100 para otros lugares.
Cuando llegaban al pueblo de destino, la tarea comenzaba
enseguida. Eran concentradas en pequeños grupos al man-
do de una sargenta, una mujer que vigilaba la tarea y ejercía
el orden entre esas mujeres que integraban su grupo. La
orden de trabajo se cumplía cabalmente y era de 12 a 14
horas diarias y se labraban los campos en las noches de
luna llena.
También el hilado del algodón era obligatorio. Esta con-

39

pp
Voces de mujer en la historia paraguaya

dición hizo que existan no pocos conflictos entre las partes


por abuso de poder. La pesada carga del trabajo en ausencia
de los hombres y el enrolamiento de los hijos cada vez más
niños, sumados al hambre, hicieron que después de la caída
de Piribebuy, en agosto de 1869, los pueblos de las cordi-
lleras se vacíen de personas, pero que no siguieron a López,
sino que decidieron volver a la Asunción tomada por los
aliados. Fue particularmente difícil ese año. Las mujeres, si
podían, se escapaban y se internaban en las selvas, sea para
huir con sus hijos por el enrolamiento o hacerlo con otras
mujeres y hombres huyendo del hambre.
Existe una interesante comunicación del vicepresidente
Sánchez a los jueces de los pueblos, donde los pone en aler-
ta sobre la proliferación de traidores y el modo en que se
debía proceder con ellos. Estos son los desertores sobre los
que jamás la historia cuenta. Esto nos lleva a pensar sobre
el aumento de la deserción del ejército y el abandono de los
campos de labranza por parte de las mujeres.
Dice el vicepresidente Sánchez: “Por lo tanto, repito que
conviene redoblar la vigilancia para pillar a todos esos mal-
vados, que bastara cualquier acto de desobediencia al pri-
mer requerimiento para perseguirlo y prenderlo muerto. Se
tendrá mucho cuidado de no mirar con indiferencia a muje-
res. (…) huyendo de la vista de las autoridades para vivir en
la holganza, han adoptado más bien a pretexto de que son
emigradas y de no tener alojamiento, para guarecerse en

40

pp
capítulo i | una guerra sostenida en las armas y por mujeres

Residentas, el vagón de los pobres, acuarela.

las selvas. Con este propósito informo que una caravana de


400 mujeres de esta clase, que caminaron de San Joaquín
a San Estanislao, en la primera jornada cuando llegaron a
Campo Grande, desaparecieron 100. Teniendo por desgra-
cia esta gente, el estímulo de los varones amontonados, que
no se dispensa de causar perjuicio de carnear las lecheras y
lo que encuentra a mano y robar los sembrados de los veci-
nos, cuando no asaltan las casas mismas”.
En marzo de este mismo año, el presidente escribe un
oficio al juez de paz de Valenzuela en relación con un caso
donde se descubre a unas Residentas. Como había mucha
hambre y lo que se plantaba se debía entregar por núme-
ro controlado por el vicepresidente Sánchez, estas mujeres
por las madrugadas, cuando terminaba la labranza, se esca-
bullían buscando cosas silvestres que comer y volvían nor-

41

pp
Voces de mujer en la historia paraguaya

Francisca Cabrera

malmente a las 6 de la mañana a sus puestos. Una vez


las descubrieron. El vicepresidente Sánchez ordenó que
todas las que vuelvan a hacer eso recibirían 16 azotes
públicos.
A diferencia de Las Destinadas, encontrar memoria de Las
Residentas es muy difícil. Pero en cambio los informes de jue-
ces de Paz del Estado de los sembradíos, la cantidad de per-
sonas presas en los pueblos por delito de traición a la patria,
dan cuenta de muchos nombres y citaciones con las cuales se
puede recomponer, como si fuera un rompecabezas, la situa-
ción civil de estas mujeres soldados agrícolas.

42

pp
capítulo i | una guerra sostenida en las armas y por mujeres

2. Periodismo de guerra

En el año 1867, empieza a ser más fuerte el periodismo de gue-


rra. En este periodismo de guerra aparecen las mujeres heroínas
que normalmente las tomamos como tales. Sin embargo, existe la
sospecha que estas heroínas han sido inventadas en el contexto de
infundir más patriotismo o más entrega por parte de la población
civil.
Una de ellas es Francisca Cabrera. El lunes 12 de agosto del 67
fue publicado en el Cabichui Número 28 una historia particular que
incluía a una madre con sus hijos. La columna dice que Francisca
Cabrera era vecina de Villa del Pilar y que es la única que había que-
dado, acompañada de sus cuatro hijos. Francisca se internó en la
selva con sus hijos llevando un puñal en el pecho, el cual al sacarse
enseñó al hijo mayor diciendo: “Hijos míos, esos negros vienen a
querer llevarlos. Yo con este cuchillo voy a luchar con ellos hasta
que me muera. Y les digo hijos míos que después de que me muera
agarren este cuchillo y peleen también contra ellos, y en el estó-
mago mismo clávenle hasta que se caigan. Les ordeno una cosa,
mueran antes que ser esclavos de los negros”.
El remate de esta historia se da en la línea final del párrafo que
cuenta la anécdota: “He ahí un testimonio elocuente del espíritu
dominante de toda la nación paraguaya con respecto a su patria
y al bárbaro enemigo de su honor y su vida. Diremos con el señor
Mcal. López, ante la patriota Francisca Cabrera ¿podrá vencernos
el enemigo a quien tantas veces hemos vencido? y responderemos

43

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Voces de mujer en la historia paraguaya

con la nación y el ejército, jamás, jamás”.


Ramona Martínez es otra heroína de prensa. Es conocida como
heroína de Ita Ybaté. Salió su caso en la publicación del 21 de di-
ciembre de 1968 en El Semanario. Se inició la batalla de Ita Ybaté
en la campaña de Pykysyry en el que el ejército paraguayo después
de llevar la lucha durante horas, donde murieron varios soldados.
Decía que lo más resaltante del día fue un episodio inaudito, solo
comparable con las hazañas más gloriosas de la historia universal,
donde su principal protagonista fue una doncella de 15 años, la
Juana de Arco americana. La humilde niña campesina Ramona Mar-
tínez que defendió su heredad y honor con valor inmarcesible. En
el fragor de la lucha rodeada totalmente del ejército aliado, realizó
en un instante acto de sublimidad y heroísmo, trató de encontrarse
con el Mariscal. Infructuosos fueron sus esfuerzos para alcanzarlo, y
decidida tomó la espada y arengó al resto ya diezmado y en retirada
infundiendo valor en la lucha, diciendo que era preferible morir que
entregarse al enemigo y así acompañó al doloroso contingente de
la resistencia.
Es muy llamativo que un caso así sea publicado, puesto que el
Mcal. López no permitía que las mujeres participen en batalla. Las
mujeres que le seguían al ejército eran las esposas o las madres de
los soldados, pero dicen muchos observadores que nunca vieron
a una mujer en el campo de batalla. Solo en casos excepcionales
como el de Piribebuy.
Bárbara Alen y Dolores Caballero. “Cobardes y afeminadas hor-
das de la Triple Alianza que pretendéis borrar del número de nacio-

44

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capítulo i | una guerra sostenida en las armas y por mujeres

Bárbara Allen y Dolores Caballero luchando contra el feroz yaguarete

nes soberanas la República paraguaya, contemplad el cuadro que


va al frente de esta columna y temblad”. Publicaba el 22 de junio
de 1861 cuando el ejército se encontraba en San Fernando, hacien-
do los tribunales de sangre.
La historia cuenta la vida de dos mujeres que estaban cuidando
ganado en Concepción y que de pronto se vieron amenazadas por
un tigre. Dos mujeres que sin más armas que un cuchillo, un palo y
una argolla de cincha no solamente se libran de la agresión de un
monstruoso tigre, sino que lo matan y lo desuellan saliendo ilesas
de una lucha al parecer tan desigual .
“Si las mujeres paraguayas con armas de tan poca monta se libran

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Voces de mujer en la historia paraguaya

de los tigres, pensáis vosotros macacos y amacaos que les costará


trabajo librarse de vosotros, monos de baja y contaminada ralea”.
Es en la parte final de la historia donde se interpreta mejor, dice el
párrafo: “Qué quieren decirle las mujeres al Mcal. López dedicán-
dole una piel de tigre. Quieren decirle al Mcal. López que si no las
espantan los tigres, cómo les causarán miedo los cobardes soldados
de la Triple Alianza. Quieren decirle que son las hijas, las esposas, las
madre, y las hermanas de esos valientes que en mil combates han
aniquilado a los enemigos de su patria que de todos los vientos se
conjuraron a exterminarla. Quieren probarle al Mcal. López que si
han pedido las armas para medirse brazo a brazo con los prostitu-
tos satélites de esa alianza infernal, son capaces y dignas de luchar
contra esos vándalos que pretenden esclavizarla”.
El ejemplo era totalmente contrario a la situación en la que vivían
Las Residentas de los campos de labranza.
Otra cosa que llama la atención del año 1867 son los batallones
de mujeres. Los ofrecimientos espontáneos de mujeres que que-
rían las armas para ir a defender la sangre de los hijos eran norma-
les cuando se leían los informes con los jueces de Paz. Entonces
podemos imaginarnos, llegaban y todas decían “vamos a luchar”.
Pero estos batallones de mujeres empezaron a aparecer en la prensa
como que si fueran reales. Esta prensa de la guerra paraguaya tenía
dos finalidades: una, leerse en todos los pueblos del interior y en el
ejército; y otra, salir al exterior.
Decía George Thompson en 1867: Unas 20 muchachas pertene-
cientes a la aldea de Areguá, obtuvieron lanzas, unos trajes blancos

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capítulo i | una guerra sostenida en las armas y por mujeres

con fajas tricolores, y una gorra escocesa inventada por Madame


Lynch, y salían a recorrer la Asunción, cantando himnos patrióticos.
Estas conformaciones femeninas dispuestas a ocupar supuestamen-
te lugares en la trinchera junto con los hombres, fue una imagen
divulgada a través de la prensa de guerra Cabichui y El Centinela de
esa época con el fin de demostrar en el exterior que el Paraguay
utilizaría hasta el último recurso posible.
Como también estas gacetas debían leerse ante un público con-
gregado en los pueblos, es más difícil saber la intención que se
tenía en difundir entre Las Residentas paraguayas la posibilidad de
cambiar el arado que estaban usando en ese momento por el fusil.
El cónsul italiano Lorenzo Chapperon expresaba con respecto al
mismo tema: “Todo regimiento femenino, con a la cabeza los jue-
ces de los distritos y funcionarios, estaban en formación de batallas
delante de las casa gritando: ¡Viva la República, viva el Mcal. López,
viva el cónsul de Italia!. Todas las calles adyacentes estaban llenas
de gente y las tiendas ambulantes servían a las bailarinas de galo-
pe. Hice pasar a los señores y al Estado mayor de estas damas, les
hice una arenga, que es la gran moda aquí, no hay fiesta sin que al
menos se hagan 50 arengas, en las que las felicitadas por su patrio-
tismo agregando que un batallón como este siempre estaría plena-
mente formado porque las nuevas reclutas surgirían cada año en
su propio pecho. Quede cortado, nadie me entendió lo que quise
decir. Es cierto que las mujeres que hablan el español son muy pocas
y que los funcionarios conocen el idioma justo lo necesario para leer
el seminario y hacer un brindis”.

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Voces de mujer en la historia paraguaya

El Centinela presentaba la noticia sobre las mujeres y las ar-


mas especialmente durante los meses de noviembre y diciem-
bre de 1867. Una de las ediciones, la 31.ª, decía: “Las hijas del
Yvytymi acaban de poner una joya más en la espléndida corona
de la patria: se ofrecieron para tomar las armas en defensa de
la independencia y libertad nacional. Este sublime rasgo de pa-
triotismo, de abnegación y de valor, ha dado nueva luz al her-
moso cuadro que el Paraguay ofrece al mundo de la grandeza
y heroicidad de sus hijos. Felicitamos a las heroínas de Yvytymi,
de Lambaré, que también acaban de pedir se las instruya en el
manejo del fusil”.
¿Qué hacían las mujeres?, iban acompañando al ejército,
eran esposas y familiares de los soldados, atendían las necesi-
dades del campamento, les proporcionaban víveres y se ocupa-
ban de las tareas que las mujeres cumplen en un ejército, hasta
hacían guardias en su propio campamento de mujeres. Luego
de estas mujeres que aparecen con profusión en la prensa de
guerra del 67, otro tipo de actos se suceden también en el 67
y es en enero de ese año cuando empieza una reunión de mu-
jeres de la alta clase social, en casa y por idea de Escolástica
Barrios de Gil con el fin de donar joyas para el costo que tenía
que enfrentar el ejército paraguayo en guerra.
El periódico oficial El Semanario dijo que de la reunión “ha-
bían querido participar cientos mujeres, pero que esa noche no
pudieron entrar de tantas que eran, a tal efecto se volvieron a
hacer reuniones parecidas los días 24, 25, 26 y 27 de febrero,

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capítulo i | una guerra sostenida en las armas y por mujeres

conocidas como las Asambleas del Bello Sexo Nacional. Donde


al mismo tenor participaron mujeres de todos los estratos so-
ciales, pronunciando discursos de tinte patriótico, exaltando la
figura de López y mostrando predisposición para ocupar el lu-
gar de los hombres en las trincheras. El resultado inmediato fue
que estas mujeres decidieron entregar sus joyas en prueba de
lealtad patriótica, para que el Mariscal dispusiese de ellas, de la
mejor manera, al sostenimiento de la sagrada causa. Asimismo,
dijeron que iban a llevar los colores patrios como adorno en vez
de sus joyas”.
Para llevar a cabo con eficiencia la colecta, se determinó for-
mar una Comisión de Damas en Asunción y a su vez en todos
los pueblos. Estas debían dirigir las instrucciones a todos los
jueces de Paz para la conformación de estas damas, así como la
responsabilidad de organizar actos de manifestación patriótica
y discursos. Los jueces tenían el encargo de anotar y expedir
recibos por las joyas.
Sabemos que hubo contribuciones de joyas porque en el Ar-
chivo Nacional hay miles de pequeñas hojitas a modo de recibo
que los jueves expedían a las mujeres que traían una donación.
Este grupo de donaciones se enviaban a Asunción y eran anota-
das en grandes libros a modo de borradores, que también están
en el Archivo Nacional. Cuando las listas quedaron limpias y
ordenadas, se procedió a estampar los nombres en el final Libro
de Oro que fue un obsequio hecho al Mariscal en diciembre de
ese año. Una nota decía:

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Voces de mujer en la historia paraguaya

Viva la República del Paraguay

Villa Occidental, mayo 26 de 1867


Alhajas pertenecientes a la que suscribe, Inocencia Morí-
nigo, y su hija Ramona Vega, que manifiesta a la comisión
encargada de la toma de razón de dichos objetos para la
ofrenda de las hijas de la patria al jefe supremo de la Re-
pública para aumentar los elementos de la heroica defensa
de la causa nacional. Dos anillos de oro con dos piedras
ordinarias con peso de tres o cuatro darnes, 28 gramos de
oro con peso de un darne.

Firma Inocencia Morínigo.

Siempre nos hacen creer que las mujeres entregaron todas sus
joyas. Sin embargo, en el Archivo Nacional, están las joyas que
entregaban las mujeres de élite a los cónsules europeos, y cuando
estas listas se hacen comparativamente a lo que esas mujeres do-
naron, no representan ni el 5 % de sus joyas.
El pueblo de Yaguarón era un pueblo de indias todavía para
1867. Hay 15 páginas de indias donando medio peso de billetes.
Decía una de las memorias de Las Destinadas: “Así fue cuando
el tirano López quiso que las familias entreguen sus alhajas para
el sostén de guerra, y para él nomás era todo el oro que juntaba
y las joyas que pedía doña fulana (Lynch). Nadie le dio, sino los
anillos de ramales y pendientes antiguos que teníamos y ya no

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capítulo i | una guerra sostenida en las armas y por mujeres

usábamos. Cuando esta, doña fulana, iba a presentar el pedido


de las joyas y las alhajas dijo que este pensamiento era el que le
acompañaba desde siempre, pero ninguna de nosotras nos en-
gañamos, todas supimos que era para él y para ella nomás que
pedían esas joyas, que nadie dio de nosotras, sino lo que teníamos
de más y no usábamos”.
Al principio, cuando empiezan las donaciones de joyas, las listas
estaban encabezadas diciendo: Donaciones de joyas para la sagra-
da causa nacional. El Paraguay estaba bloqueado económicamen-
te en 1866, es decir, no se podía comprar nada desde afuera. Este
encabezado cambia tres meses después cuando dice: Donaciones
para el gorro y la faja de oro al Mariscal López y vuelve a cambiar
de encabezado para agosto cuando dice: Donaciones para la es-
pada de brillantes y la bandeja de plata al Mariscal López. Quiere
decir que la comisión encargada de joyas, de lo que se colectó
hizo: Primero, se acuñaron monedas con la cara de López para
entregarles a todas las mujeres de las comisiones; se confeccionó
el gorro y la faja completamente bordados en oro; y se labró una
espada en oro con piedras preciosas y bandejas de plata que Ma-
dame Lynch llevó a Europa después de la Guerra.

El tráfico de joyas

Sin embargo, conforme venían las joyas del interior a la capital,


se inició un tráfico de las mismas. Se empezaron a vender las
joyas que queda de manifiesto en la siguiente carta confidencial

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Voces de mujer en la historia paraguaya

dirigida al cura párroco de Pirayú: “Habiéndose tenido noticias


de que a consecuencia de haberse difundido por la campaña el
pensamiento de las mujeres de ofrecer voluntariamente alhajas
al supremo gobierno para gastos de guerra, se han empezado a
vender escandalosamente algunas alhajas, dándose con esto una
prueba de la mala voluntad de todas estas personas para los
sacrificios que se hacen por la patria, sin reserva alguna de mu-
chos intereses particulares y sabiéndose también que de la capital
misma, se ha mandado afuera alhajas para venderse ocultamente.
Esto, lo prevengo a usted para que tenga el mayor de los cuida-
dos y vigilancia sobre estos abusos y procure saber quiénes son
las personas en su pueblo que venden las alhajas o mandan a la
capital y participarme en sus comunicaciones; y procure por otro
lado poner remedio a este mal de manera que las vecinas de este
partido no se sumen a ese tráfico ilícito. Pero debe entenderse
y tener siempre muy presente que su manejo en estos negocios
ha de ser con la estricta y severa prudencia de modo que nadie le
pueda comprender a usted porque, a no ser así en vez de hacer un
bien, terminará usted haciendo un perjuicio a la causa nacional,
evitando de ese mismo modo mezclar en su plática de la Iglesia
estos asuntos de la alhaja. Usted puede inculcar e ilustrar al pue-
blo sobre la importancia de la abnegación que deben hacer las
mujeres y mucho más cuando habla con ellas. Y en todo lo demás,
fíjese usted en las publicaciones del semanario para no hacer al-
guna cosa sin tiempo”.
Resulta que cuando se entregaban las alhajas todas las mujeres

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capítulo i | una guerra sostenida en las armas y por mujeres

Mujer Caduveo

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Voces de mujer en la historia paraguaya

se preocupaban de que su nombre aparezca en el diario, lo que


nos lleva a pensar que las donaciones no eran tan voluntarias. Las
mujeres tenían necesidad de que su nombre figure en la publica-
ción.
La mujer que lleva adelante esta comisión era Escolástica Ba-
rrios de Gil, una mujer de la élite que estaba casada con Andrés
Gil, quien era un hombre de la administración de Carlos Antonio
López y muy respetado por él. Cuando ella fallece en 1868, López
las encuentra traidoras y solamente a dos les perdona la vida,
porque José falcón pide para que dos de las hijas de Escolástica
Barrios de Gil, actúen como niñeras de sus hijos.
Falcón había perdido a su esposa. Las otras fueron destinadas a
un campo de detención que López había hecho, se cree durante el
año 1966, para que sean destinadas todas estas mujeres que sus
maridos fueron encontrados culpables en los tribunales de sangre
de San Fernando.
El discurso de Escolástica Barrios de Gil dice: “Conciudadanas,
es increíble la satisfacción que tengo al tomar la palabra…” que
es reproducido por la historiadora Idalia Flores de Zarza. El ori-
ginal de este discurso, está en el Archivo Nacional. Lo que con
este trabajo encontramos fue también este mismo archivo, pero
en varias hojas corregidas a mano por un administrador de López
de nombre Santiago Ocariz, que era un hombre que escribía muy
bien y normalmente el encargado de hacer discursos. Todavía
queda la duda de que no haya sido el verdaderamente quien haya
escrito el discurso que decían era de ella

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capítulo i | una guerra sostenida en las armas y por mujeres

Las mujeres antipatriotas

Se habla mucho de abnegación, joyas, etc, pero lo que no sabemos es


que había mujeres detenidas por alta traición a la patria. Es decir, eran pre-
sas políticas de todos los pueblos de la República. No estamos hablando
de las 3 mil mujeres detenidas en Espadín. Rosa Amarilla y su hija Josefa
Gavilán estaban detenidas desde el año 1866 porque cuando fueron a
visitar a sus hijos a Cerro León, a la vuelta a su pueblo Acahay le dijeron a
todas las demás Residentas que la situación de los soldados no era buena.
Mauricia Ortellado estaba presa en Villarrica por la misma causa.
Cayetano Alfonso y su esposa Trifona tenían puestos los grillos hacía
tres años, porque a la muerte del último de sus cuatro hijos dijeron que
todos ellos murieron por falta de comida y atenciones en los campamen-
tos militares. Paulina Villalba, estaba presa en Caazapá por decir en pú-
blico que preferiría tener consigo a su esposo aunque sea inválido, antes
que este se halle en los campos de batalla. Francisca Ignacia Mongelós
e Hilaria Fariña estaban presas en Villarrica por quejarse de los excesos
de trabajo; Elisa Rodríguez estaba presa en Acahay porque que dijo que
las noticias en los diarios eran todas mentirosas. Por este mismo motivo,
estaba presa en San Pedro, Juana Bautista Fernández; en Valenzuela,
Ramona Urdapilleta; en Arroyos y Esteros, Pastora Decoud. María Felicia
Palacios estaba presa en Quyquyho y Gregoria Cantero estaba presa en
Santa María porque acusaron a López, durante una de las tareas de la-
branza, de enviar a los soldados a la batalla bajo efectos del alcohol. María
de la Gracia Martínez y su hija Brígida estaban presas en Ajos, porque se
mostraron en desacuerdo con seguir las horas de labranzas impuesta por

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Voces de mujer en la historia paraguaya

el gobierno. Eulogia Pereira, Saturnina Vargas y Bárbara Valdez estaban


acusadas porque dijeron que Elisa Lynch pretendía adueñarse del Para-
guay. La lista es extensa, son 197 mujeres presas en todos los pueblos de
la República por realizar este tipo de declaraciones.
El año 1869 es el año desastroso, es la continuación de los crímenes y
los ajusticiamientos de San Fernando donde uno de los más famosos fue
el de las hermanas Barrios y Pancha Garmendia, que mueren lanceadas
en el 69. Los campos de concentraciones de Espadín y la masacre de Con-
cepción donde muere Felicia Irigoyen de Pedrezuela, lanceada estando
embarazada. Felicia Irigoyen es muerta en el año 1869; Juliana Insfrán de
Martínez es degollada en el año 68; y Carmen Gil de Cordal es obligada
a seguir en Espadín en el 69.
Al hablar de la historia contemporánea, una vez terminada la guerra
es preciso indagar quiénes contaron esta historia. Para conformar la his-
toria que hoy tenemos, no se trata de que alguien se levantó un día y
dijo: ‘las Residentas son todas heroínas’. Posteriormente se sucedieron
luchas encarnizadas por el control de esa memoria. Los años posteriores
a las guerras, las mujeres que se resaltaron eran siempre las destinadas
porque eran mujeres de élite, quienes tenían posibilidades de escribir sus
memorias. Por ello, figuraban una y otra vez durante las décadas del 70,
80, 90 y Cecilio Báez lo hizo en 1900 y se repite constantemente en los
crímenes de López. Teresa Lamas Carísimo toma la posta hasta 1926. En
1902, lideradas por Celsa Speratti, se conforman comisiones de mujeres
en contra de que Francisco Solano López sea declarado héroe. Todas
estas mujeres estaban de acuerdo en que la mujer había sido la recons-
tructora de un país en ruinas.

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capítulo i | una guerra sostenida en las armas y por mujeres

Elisa Lynch

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Voces de mujer en la historia paraguaya

En el año 1975, Idalia Flores de Zarza presidió la delegación paraguaya


para la recuperación del Libro de Oro de la Mujer Paraguaya y de los 50
mil volúmenes de documentos de la biblioteca nacional de Río de Janeiro.
Las gestiones de este libro comenzaron en el año 64 cuando ella, su-
puestamente, encontró el mismo en Río de Janeiro. Empieza una tratativa
con el gobierno de Brasil para la obtención de estas reliquias. Lo que da
para pensar es si la historia no se trata finalmente de un discurso político,
considerando que la doctora Idalia Flores de Zarza es una conocedora
del Archivo Nacional -aunque no tenía en ese momento la colección Río
Branco donde está gran parte de las detenidas y la orden de muerte que
daban los jefes administrativos de la época de López- pero por algún mo-
tivo decidió pasar por alto esta parte y recordar solamente el momento
de la entrega de joyas tal y como fue contada por los diarios de guerra
de López.
Nos queda una tarea como historiadores, como población civil, como
maestros: La lectura, relectura y las discusiones. Nuestra historia debe
seguir creciendo. A nuestra historia debemos seguir siempre haciéndole
preguntas, porque de lo contrario no tendríamos más historia y aquella no
necesitaría más nuevas interrogantes.

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capítulo i | una guerra sostenida en las armas y por mujeres

Juliana Insfrán de Martínez

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capítulo ii | reclamos, posturas y actitudes femeninas

Reclamos, posturas y actitudes femeninas


entre siglos

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Voces de mujer en la historia paraguaya

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capítulo ii | reclamos, posturas y actitudes femeninas

capítulo ii

Reclamos, posturas y actitudes femeninas


entre siglos

“Las que se meten donde no deben”, es una frase utilizada


por el historiador paraguayo de finales del siglo XIX, Blas Garay, para
describir a un grupo de mujeres que en 1898 presenta un alegato al

Mujeres pintando retablos. Coleccion Obispo de Trujillo

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Voces de mujer en la historia paraguaya

Congreso Nacional criticando ciertos cambios introducidos en la ense-


ñanza de historia en las escuelas. Bajo este nombre conocemos todos
los intentos de manifestación de las mujeres, que les valieron también
el calificativo de “ridículas”, como una oposición al nombramiento
de un cura en 1871: “Si no se supiesen los móviles a que obedecen
esas santas mujeres podríamos suponer algo aventurado. A la mujer
le está destinada otra acción en nuestras sociedades, y de ella no de-
ben salir. Ridículo es ver a la mujer paraguaya de hoy, siguiendo las
mismas costumbres que las de ayer. López fomentaba las reuniones
en la sociedad mujeril; les hacía pronunciar discursos pidiendo la san-
gre sus semejantes, etc., etc., y esas costumbres, modificadas en sus
pretensiones, sirven aún hoy de estímulo a algunos inconsiderados”;
o cambios en torno al poder político (1874): “En la mañana de ayer,
un grupo de mujeres se presentó ante el general Guimarães primero,
después ante el ministro brasilero y se nos afirma que aún hasta ante

Lavanderas. Colección Milda Rivarola

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capítulo ii | reclamos, posturas y actitudes femeninas

el cónsul de Italia, peticionando nada menos que un cambio radical


en el Poder Ejecutivo. ¿Quién inspiró a esas infelices mujeres? ¿Por
qué poner en ridículo a unas personas abusando de su ignorancia?
[…] ¿No saben que por nuestras leyes y costumbres la mujer no tiene
derechos civiles?”
Un hecho llamativo es la aparición del comercio sexual como pro-
fesión, cuando antes de la Guerra, si bien existen casos de mujeres
licenciosas, los lugares de sexo no están plenamente identificados.
Se denomina a este segmento La prostitución, el otro lado de las
posturas conservadoras con respecto al matrimonio, ya que pre-
cisamente aparece en el momento en que las ideas conservadoras libe-
rales con respecto al matrimonio hacen su entrada al Paraguay. El re-
cato, el honor y la virginidad se vuelven ideales, la maternidad es más
importante que el placer, por lo tanto, es solo el hombre quien debe
llegar con experiencia sexual al matrimonio. El ejercicio del comercio
sexual de las mujeres es por otro lado una profesión reconocida por la
Municipalidad de Asunción mediante un reglamento.
El servicio doméstico, encarnado en la imagen de la “empleada”,
era algo desconocido en el Paraguay del siglo XIX; existían lavado-
ras, planchadoras, cocineras, que delimitaban claramente su trabajo y
acordaban salarios. Esto causaba más de un dolor de cabeza en muje-
res de la clase alta, que se sentía impotente ante grupos de trabajado-
res a los cuales no podían someter. Sin embargo, la ruina económica
en la que quedó el Paraguay luego de 1870, pero sobre todo luego de
las ventas de las tierras públicas, empujaba a la población rural a las
ciudades. El reglamento del servicio doméstico (1884) es el primer tra-

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Voces de mujer en la historia paraguaya

bajo reglamentado en el país que, por supuesto, más que resguardar


al empleado lo hacía con el empleador. Atendiendo a que se refiere
al inicio de una de las profesiones femeninas más desprotegidas a la
fecha, llamamos a esta parte De esclavas a empleadas domésticas,
ya que una actividad parecida solo la hacían las antiguas siervas.
También en este capítulo se incluye a las primeras asociaciones pú-
blicas permitidas a una mujer de élite, las sociedades de beneficencia.
Esta será la posibilidad en que mujeres de capas altas permeadas por el
discurso conservador puedan ganar “la calle” bajo sus actividades fi-
lantrópicas: sea como presidenta, secretaria, tesorera, vocal, haciendo
colectas en la vía pública con alcancías, organizando rifas o preparan-
do bazares de venta de productos. Ella es La mujer de la élite, una
dama de la caridad.

Damas de la caridad

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capítulo ii | reclamos, posturas y actitudes femeninas

Mujeres de frontera. El tema contiene una mirada en torno a


bordes, estos por supuesto no hacen referencia solo a situaciones te-
rritoriales limítrofes, sino también conjuga los juegos en torno a las
diferencias de “paraguayidad” en la concepción de regiones, hasta
en sectores urbanos, a la forma en que las mujeres luego de la Guerra
reconstruyeron socialmente sus entornos. Habla de grandes contin-
gentes de mujeres a pie y en carretas que emigran hacia campos que
no han sido quemados, como el de Caaguazú, para volver a empezar
luego de la devastación de la contienda. También señala a las mujeres
en torno a los campos yerbateros, en medio de hombres; algunas se-
rán pilares de nuevas ciudades, teniendo a cuestas un pasado entre la
vida lícita y la ilícita.
Están incluidas especialmente en este apartado, las inmigrantes por
excelencia: menonitas en la década de 1920, japonesas en la de 1930
y brasileras a fines de los años 1960. O frente a un claro antisemitismo
en la década de 1930, la posición de las mujeres judías y la ayuda que
hicieron efectiva a favor del Paraguay en la Guerra del Chaco.
De cárceles, hospicios y hospitales, el oficio de ser monja. Un
tema muy poco estudiado por la historiografía lo constituyen los gru-
pos de religiosas católicas, su aporte y la importancia de la designación
de su rol, con respecto a la guarda de las mujeres, entendidas como
cuerpos abandonados o criaturas que necesitan protección. Son las
religiosas quienes llevan adelante orfanatos, asilos de ancianos, hos-
pitales, centros de enseñanza escolar y hasta los años 1980 del siglo
XX, fueron las encargadas de la Cárcel de Mujeres. Dependiendo de la
orden religiosa, las mujeres que hacen votos dedican su tiempo -insti-

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Voces de mujer en la historia paraguaya

tucionalmente- en ausencia del Estado, a una obra social vinculada a


la mujer.
La “médica” y la doctora, mujeres que curan. Si ser abogada
a inicios del siglo XX era difícil, tanto más lo era dedicarse a la me-
dicina, oficio también tradicionalmente masculino. Rufina Gómez

Rufina Gómez, partera diplomada.

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pp
capítulo ii | reclamos, posturas y actitudes femeninas

fue una de las primeras mujeres recibidas en la Universidad Nacio-


nal con el título de médica obstetra. Empezaba desde esos años la
profesionalización sistemática de un oficio antiguo femenino, pero
últimamente detentado por varones: traer niños al mundo. Les se-
guirán en la década de los años 1920, las primeras médicas ciru-
janas y las farmacéuticas, junto con las enfermeras especializadas.
Sin embargo, fueron solo las ciudades las que se vieron en ventaja
con respecto a estos avances médicos: el curanderismo solo perdió
terreno en espacios urbanos.

La mujer reconstructora

La imagen de la mujer “reconstructora” del Paraguay tras las


Guerra contra la Triple Alianza tiene un asidero de hechos que es
imposible negar. Los testimonios de la escasez de varones, tanto
en número como en aptitud, para desempeñar todo tipo de tareas,
hablan de que las actividades domésticas de subsistencia -a las que
se dedicaban casi exclusivamente las mujeres desde mucho antes
de la Guerra- adquirieran un valor superlativo en todo sentido,
excepto en el político.
Sin embargo, la “reconstructora” también ha sido idealizada, al
punto tal que se oscurece el tamaño y la naturaleza de la contribu-
ción que las mujeres hicieron a la reconstrucción del Paraguay. El
mito oscurece a la explicación; la exaltación y el panegírico oscure-
cen a la historiografía.
Esta idealización de la mujer reconstructora, como toda idealiza-

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Voces de mujer en la historia paraguaya

ción, termina por invisibilizarla. El carácter político de su aporte es


invisible y es negado, así como es negado (por invisible) su aporte
económico y sociocultural. Y negadas las relaciones de género en las
que se enmarcan estos procesos valorados como de “reconstrucción”:
así, aparece una imagen peyorativa del varón, como “perezoso” e
“indolente” prescindiendo del hecho de que, como en toda época, el
trabajo de la mujer (no considerado “trabajo” hasta que la reflexión
feminista comenzó a valorarlo como tal) coincidía con la escasez nu-
mérica de varones adultos; con la invalidez y la vejez de muchos de
ellos (lo que les hacía inhábiles para el trabajo manual); con el trabajo
asalariado de otros varones; y con su frecuente reclutamiento para las
revoluciones que caracterizaron la inestabilidad política de los años
que siguieron a la posGuerra, hasta por lo menos 1911.

Una reunión en el interior

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capítulo ii | reclamos, posturas y actitudes femeninas

La mujer agricultora y comerciante

Aunque la falta de estudios sobre la contribución de la economía agrí-


cola de subsistencia hace difícil cuantificar su aporte, también es cierto
que en las economías agrícolas, rurales, los límites entre agricultura de
subsistencia y agricultura comercial son difusos. Es la misma producción,
del mismo predio, la que se destina en parte al consumo familiar diario
y en parte al comercio. Y aún en este último caso, parte del comercio se
realiza con dinero y otra parte a través del trueque. Otros excedentes se
obtienen del trabajo artesanal, y también se utilizan con fines de consumo
diario o de trueque.
Podemos plantear que en el
caso paraguayo, esta economía de
pequeña escala quizás abarcó a la
mayoría de las familias del país. Ha-
cia fines del siglo XIX los niveles de
consumo interno habían alcanzado
en las ciudades sus niveles más ba-
jos. Los informes oficiales y los de
los viajeros que visitaban el Para-
guay son muy contundentes al res-
pecto del estado de la economía. La
situación no era menos dramática
en el campo. Esta inestabilidad eco-
nómica fue el sustrato de la inesta-
bilidad política. De modo que debe Vendedora. Coleccion Milda Rivarola

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Voces de mujer en la historia paraguaya

suponerse que en medio de la carestía, los aumentos que se registraron


en la producción de yerba mate y tabaco fueron debidas especial, aunque
no exclusivamente, al trabajo femenino e infantil; y que las familias (ma-
yormente encabezadas por mujeres) en el sector rural sobrevivieron me-
diante el autoconsumo agrícola y mediante el trueque, es decir, mediante
lo que hoy llamaríamos “economía social”.
Esta hipótesis -que todavía requiere de estudios para su validez- no
puede ser desdeñada fácilmente. Citemos algunos puntos de apoyo.
Siguiendo a Daniel Thorner, uno de los estudiosos clásicos de la eco-
nomía campesina, Bárbara Potthast señala en su trabajo Entre lo invisible
y lo pintoresco: las mujeres paraguayas en la economía campesina (siglo
XIX) que:

Naranjeras. Colección Milda Rivarola

72

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capítulo ii | reclamos, posturas y actitudes femeninas

“(Las) unidades domésticas familiares son las entidades


básicas de una economía campesina y las define (Thorner)
como una unidad socioeconómica, que produce esencial-
mente con ayuda del trabajo manual de los miembros de
la familia. Eso significa, que los miembros trabajan la tierra
para su sustento, pero no excluye la existencia de otras acti-
vidades. Estas generalmente son de tipo artesanal o consis-
ten en elaborar y vender los productos de la tierra mediante
pequeño comercio o trueque.
No obstante, este tipo de organización del trabajo y de
la producción es bastante informal y flexible, lo que garan-
tiza su viabilidad y éxito en situaciones económicas difíciles,
pero presenta dificultades para su análisis científico”.

En el mismo estudio, Potthast señala cuáles eran las actividades econó-


micas de las mujeres de la pre-Guerra y cuál era la división del trabajo por
sexos. Podemos entonces suponer que la catástrofe de la Guerra no alteró
esta división del trabajo por género, pero sí ahondó sus efectos más per-
versos: las migraciones masculinas, que eran temporales en la pre-Guerra,
se volvieron permanentes; las mujeres debieron comerciar en mercados
más reducidos y con escasez de dinero y asumir, al mismo tiempo, las
tareas de educación y crianza de niños y niñas en un país con penurias y
precariedades profundas. Los varones eran frecuentemente convocados
al reducido ejército o a las milicias que se agrupaban para las revoluciones
o para delinquir en un país carente de una policía mínimamente organi-
zada. O bien, los pocos que quedaron tras la Guerra o eran demasiado

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Voces de mujer en la historia paraguaya

niños, o demasiado ancianos o poseían alguna discapacidad física que


les impedía realizar esfuerzos que la faena agrícola requiere. Los pocos
varones adultos se convertían en asalariados, y en una población esca-
samente alfabetizada eran convocados a los cargos públicos, mientras
que los no alfabetizados realizaban las tareas tradicionales asociadas a la
exportación (transporte en barcazas de los productos del país por el río,
y en la época de crecimiento del ganado, el trabajo de “baqueanos”. O
bien, el desmonte de la enorme floresta del Alto Paraná y más tarde de
los quebrachales chaqueños).
En El Paraguay rural entre 1869 y 1913, Herken Krauer apunta
que: “Los juicios críticos sobre la mano de obra paraguaya desde la
posGuerra obedecían en algunos casos a razones objetivas, como la
preponderancia de la mano de obra femenina durante las dos prime-
ras décadas, que indudablemente puso a los “varones” en situación
privilegiada y descansó el grueso de ciertas actividades sobre las muje-
res. (…) Pero, en general, la agricultura era considerada una actividad
femenina (…)”.
En 1910, José Rodríguez Alcalá, en El Paraguay en marcha, destaca-
ba la producción doméstica: tejido de ñandutí, fabricación de hama-
cas, la fabricación de dulces frutales, licores y chipa, y alfarería.
Tanto antes de la Guerra como después de ella, el Mercado Guazú
era el espacio fundamental del comercio entre Asunción y el interior
del país. Comercio que, como ya indicamos, se realizaba bien con di-
nero o bien por medio del trueque.
La presencia femenina era parte de la identidad del Mercado, como
señalaba Michael Mulhall, agente comercial de las empresas algodo-

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capítulo ii | reclamos, posturas y actitudes femeninas

neras de Manchester, en su informe El algodón en Paraguay y Corrien-


tes 1862 – 1864:

“Las Plazas de Asunción son mucho más grandes que en


Buenos Aires y hay tres de ellas: el mercado o plaza central
ofrece a la salida del sol un espectáculo extremadamente
pintoresco. Varios cientos de mujeres vestidas de blanco
se reúnen ahí para ofrecer en venta sus variados artículos
como frutas, cigarros, tortas, etc.”.

En 1883, ya después de la Guerra, Mevert decía:

“Mucho antes de la salida del sol, el descanso nocturno


era interrumpido por el horrible chirriar de las carretas
al grito de los arrieros (…) A las carretas les siguen pe-
queños tropeles de burros cargados con cestos y bolsas,
arreados por mujeres charlatanas y alegres, que traen sus
productos al mercado (…) Cientos, a menudo miles de
mujeres afluyen de todos lados al amanecer, todas ves-
tidas de blanco, de modo que las plazas, cuando se las
contempla desde alguna distancia, parecen como si en la
noche les hubiera caído una nieve fresca cuyos copos son
agitados por un viento suave”.

Se comerciaban naranjas (un rubro estratégico para el país durante


varias décadas, feminizado, y dificultado al principio por la naturaleza

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Voces de mujer en la historia paraguaya

recolectora de la actividad, hasta que se ordenó su plantación masiva),


gallinas, alimentos comestibles cocidos, frutas y verduras de todo tipo,
leche fresca, huevos, queso, dulces, miel, chipa, tabaco, yerba, sal,
velas y ropa usada. El comercio minorista y el de trueque eran –como
ya se ha indicado—formas viables de sobrevivencia económica.
En el mercado, las mujeres se disponían por grupos: las cigarreras,
las naranjeras, las cocineras, las chiperas y así se creaban vínculos de
pertenencia.
En 1928, cuando el Paraguay se aprestaba para la Guerra con Bo-
livia a raíz de la muerte de Adolfo Rojas Silva, volvió a destacarse la

Madre e Hija en el Mercado Guazú de Villarrica Inicios del siglo XX. Colección
Javier Yubi

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capítulo ii | reclamos, posturas y actitudes femeninas

importancia de las Vendedoras del Mercado Central. El periodismo de


época se hacía eco de ello en los siguientes términos:

“Nos llegan denuncias de que el administrador del Mer-


cado Central ha ordenado el desalojo de un centenar de
vendedoras en plazo perentorio” (…)
“La delicada situación por la que atraviesa el país, exige
que se ayude decididamente a los que trabajan, dándoles
facilidades para ganarse la vida y poder sostener a sus ho-
gares abandonados por los hombres que fueron a ofrendar
su vida en defensa de la Patria amenazada”.
“No hay ni habrá ninguna razón valedera que justifique
tan censurable persecución a las vendedoras del mercado,
dignas de mayores consideraciones, principalmente en es-
tos momentos”.

Esta marcada presencia femenina no solo tuvo que ver con la sobrevi-
vencia de las familias. También en lo cultural, el comercio, el mercado y las
largas marchas de mujeres desde la campaña (el interior) a la capital para
comerciar, generaron imágenes identitarias tan fuertes que se convirtieron
en símbolos. Así, se da el caso de la mujer paraguaya en el billete (antes
de 5 guaraníes, hoy de 20.000), que aparece con la vestimenta de typoi
(la vestimenta de la mujer rural siempre se caracterizó como sencilla) y con
un cántaro o un canasto (en cualquiera de los dos casos no es un ornato,
sino un elemento de utilidad y de trabajo doméstico); o bien las imágenes
vívidas de la composición “La Burrerita”, de Antonio Ortiz Mayans y Félix

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Voces de mujer en la historia paraguaya

Pérez Cardozo. En ambos símbolos alternan la alegría o el sufrimiento,


pero con el trasfondo, pocas veces reconocido, de la actividad económica
doméstica femenina.
Sin embargo, las imágenes identitarias construidas especialmente
desde la perspectiva nacionalista no sirvieron para levantar del todo el
estigma social que pesaba sobre las vendedoras del Mercado Central o
Mercado Guasu, ni para valorizar el trabajo doméstico. El Paraguay de
entonces -y el mundo general- no solo no podían determinar el valor
económico producido por el trabajo doméstico, sino que lo menosca-
baban. En 1926, “una lectora” del diario La Nación, del 15 de julio, se
expresaba en los siguientes términos:

“En el Paraguay la dedicación de la mujer en el hogar es


aún deficiente, porque ella carece de nociones principales para
dirigir los trabajos domésticos.
En muchas partes del país, en los pueblos mismos, no se co-
nocen otras industrias sino la elaboración de chipas y cigarros
(da hasta vergüenza decirlo). Como no hay regla sin excepción,
esta afirmación no se refiere a aquellas heroicas mujeres traba-
jadoras, que en su casa al par de su esposo lucha por la vida y
en pro de su bienestar, a las que a igual de los hombres luchan
en el hogar, en la educación de la niñez, en la agricultura, etc.,
sino a aquellas que descuidan la atención de su casa, y la de
sus hijos, a las que con objeto de salir de su casa de la vista de
su esposo, de sus hijos, pretextan la necesidad de dedicarse a
una de las dos industrias que mencioné más arriba; a las que se

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capítulo ii | reclamos, posturas y actitudes femeninas

prestan a las reventas de objetos sin valor, cuya ocupación no


es sino mera corrupción, de las cuales en un elevado porcenta-
je supera a las trabajadoras en nuestro país”.

De manera que, más allá del rótulo de “reconstructora”, es nece-


sario un análisis detenido del proceso social de división del trabajo por
sexos en la pos-Guerra, para comprender mejor “la reconstrucción” e
ir más allá de las -quizás más que merecidas- idealizaciones.

La prostitución:
la otra cara del matrimonio conservador

Tras la Guerra, Asunción era un hervidero. Y no solo políticamente.


Miles de familias arruinadas e individuos que también lo habían per-
dido todo, buscaban en la capital alivio para sus penurias. El terror en
el que vivían estas familias resultaría difícil de comprender hoy; presio-
naba sobre ellas la amenaza de las últimas tropas de López que tenían
órdenes de lancear a los desertores; y, desde el 17 de agosto de 1869,
un decreto similar del gobierno de ocupación establecía el carácter de
traidor a la patria (y la consiguiente pena de muerte) para quienes no
ayudaran a las tropas de la Alianza. Presionaba también sobre ellas la
amenaza del hambre; y privaciones sin número.
En este ambiente, las mujeres, por una parte, se desempeñaron en
roles ya conocidos como los señalados en el párrafo anterior; pero
además migraron miles de ellas a los países vecinos, mientras que no
pocas enfrentaron el dilema del hambre con la prostitución.

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Voces de mujer en la historia paraguaya

La prostitución era condenada por casi todos los sectores, pero su


número y presencia tuvieron que haber sido lo suficientemente marca-
dos como para que las autoridades y otros referentes sociales se ocu-
paran de ella. Así, Serafina Dávalos, en su tesis Humanismo, arremete
contra “su acción corruptora para la sociedad y el inmenso mal que
Familia del interior

hace a los hombres en general y a las mujeres honestas en particular”.


Las culpa de corromper el cuerpo y alma de los hombres, y hacer de
ellos “unas miserias ambulantes”, cuyos males físicos y morales se tras-
ladan a las esposas y los hijos.

En el pensamiento anarquista, su exponente más destacado, Rafael


Barrett, también critica la prostitución, pero a diferencia de Serafina,
la vincula a las condiciones sociales de la época. Decía en 1908, en la
Conferencia El problema sexual:

“No es lo espantoso que el hambre de la mujer sea peor que la del


hombre, lo espantoso es que al hambre femenina se agrega una plaga
social, la prostitución. Era lógico que los más débiles entre los débiles
fueran los más cobardemente torturados. Al macho que combate se le
puede arrancar la salud, la razón, la existencia, no el sexo. A la mujer
se le arranca todo y, además, el sexo. Se le arranca el sexo mediante la
ignominia. A tal grado de horror hemos llegado, a envenenar el amor
en sus fuentes, a convertir la santa ánfora de la felicidad y de la vida, la

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capítulo ii | reclamos, posturas y actitudes femeninas

mujer, es decir, la madre, en una cosa obscena, donde todos escupen


riendo. La triste y ronca prostituta que pasa es el espectro mismo de la
humanidad. Prostituta, hermana nuestra, en tus ojos no hay lágrimas,
en tus cabellos no hay brisa, ni juventud en tu boca, ni esperanza en
tu corazón. Han destruido a puñaladas la fecundidad de tu vientre.
Todo lo has perdido, hasta el recuerdo, hasta el dolor y el deseo de
morir. Te crees tal vez un cadáver que anda. Pero nosotros, hermana,
tendremos esperanza por ti, y te devolveremos cuanto te quitaron, y
te resucitaremos”.
Humanismo, de Serafina, es de 1907; la conferencia de Barrett, de
1908. Habían pasado más de 30 años del final de la Guerra y sus
consecuencias sobre la sociedad -en especial, sobre la vida de las mu-
jeres- seguían sintiéndose al punto que dos de sus más destacados
intelectuales se ocupan significativamente de ella.
La cuestión de la prostitución y su historia social es más compleja de
entender que otras áreas de la vida cotidiana. Sobre todo porque los
enfoques tradicionales de la prostitución (como patología social, como
anomia social o como desviación) limitan los estudios a los aspectos
psicológicos o biológicos de los individuos (el enfoque de patología
social); a la ausencia de normas morales de cohesión social (la visión
desde la idea de anomia); o a fenómenos marginales de la vida social
(el desviacionismo). Estas tres perspectivas tienen en común que la
prostitución es vista como una especie de residuo social, un átomo ais-
lado del conjunto de los condicionamientos del resto de la vida social.
Entonces, queda oculto el rol y las características de la prostitución así
como su interacción con la dinámica social de un tiempo determinado.

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Voces de mujer en la historia paraguaya

Una mirada un poco más atenta sobre la prostitución nos permite


ver, con algún detalle, su vinculación con los otros aspectos de la vida
social.
En primer lugar, más allá de castigar o penalizar la prostitución, lo
que caracteriza a la historia de la prostitución, desde por lo menos el
Medioevo, es el intento por reglarla. El calificativo que se da a los bur-
deles de “casa de tolerancia” debiera indicarnos algo. ¿Qué es lo que
se toleraba y por qué?
Tomás de Aquino, santo de la Iglesia Católica y uno de sus doctores,
expresaba el carácter funcional de la prostitución:

“(…) las rameras son en el mundo lo que la sentina en la


nave y como las secretas de un palacio, que si las quitas se
vendrá a henchir la hediondez (…) Y por esta causa dice el
mismo San Agustín que la ciudad terrena hizo torpeza lícita
el uso de las casas públicas”. Tomás de Aquino.

Originalmente, la prostitución se reglaba para que los varones, que


no eran pocos, ejercieran su libertad sexual sin poner en peligro la
virginidad de las mujeres jóvenes de sus respectivas comunidades. La
virginidad, una virtud asociada a otras virtudes sociales como el recato,
la pureza y el honor, así como a instituciones tales como la familia o la
herencia, debía ser preservada de los instintos en la sociedad medieval
que mostraba comportamientos de mayor liberalidad sexual.
Esta razón no estuvo ausente de la reglamentación de la prostitu-
ción en Asunción, en 1898. El reglamento de prostitución aprobado

82

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capítulo ii | reclamos, posturas y actitudes femeninas

por la Municipalidad es similar al que existía en Buenos Aires des-


de 1875, excepto por la edad de su ejercicio, que en nuestra capital
era de 15 años como mínimo frente a los 18 de la capital porteña; y
porque nuestro reglamento introducía la figura del “reservado” como
casa opcional fuera del prostíbulo.
La ordenanza regulaba tanto el ejercicio de la prostitución como la
figura de la prostituta. Introducía el uso de carné, la inspección médica
obligatoria y las obligaciones de quien regenteara un prostíbulo. Tam-
bién establecía los criterios urbanísticos para su ubicación. De modo
que en una sola norma, quedaban establecidas la higienización y la
protección contra las enfermedades “venéreas”, la localización física
y urbana del prostíbulo, y su tolerancia. Igualmente, quedaba reglado
quién y cómo ejerce la prostitución.
El reglamento tuvo poca eficacia. La prensa de la época, especial-
mente a principios del siglo XX, destaca permanentemente los escán-
dalos ocurridos en el entorno de los prostíbulos. Por detrás de la rele-
vancia dada a estos escándalos, tratados con ironía, con sarcasmos o
con argumentos morales, o a veces con todos los ingredientes a la vez,
la prensa también participaba de un pensamiento social que trazaba
la línea entre la virtud y el recato propios de las mujeres de bien y las
consecuencias sociales que tenía el comportamiento “inmoral”.
Estos “escándalos” a su vez fueron el origen de otras normas mu-
nicipales y policiales que serían incomprensibles sin su relación con el
contexto y con el tema de la prostitución. Así, las disposiciones que
castigan la desnudez en la vía pública o el griterío, o establecen ron-
das policiales de vigilancia en ciertas zonas con mayor énfasis que en

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Voces de mujer en la historia paraguaya

otras, o el arresto inmediato de quienes protagonicen escándalos y


prostitutas, se entiende únicamente porque estos hechos ocurrían fre-
cuentemente en el desbordado ambiente de prostíbulos de Asunción
de fines del siglo XIX y principios del XX.
Originalmente, las disposiciones toleraban la prostitución y la regla-
mentaban desde una visión de control de enfermedades (visión higie-
nista), de control de agrupamientos humanos (visión urbanística), de
preservación de las costumbres (visión moralista); pero más tarde, con
la aparición y el aumento de otras formas de criminalidad que fueron
vinculándose a la prostitución, aparecieron los castigos penales para
el rufianismo (o proxenetismo) y luego, durante varias décadas, fue
criminalizada la propia prostitución.
El vínculo con la migración interna también se deduce de la nor-

Inmigrantes. !900. Colección Yubi.

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capítulo ii | reclamos, posturas y actitudes femeninas

ma. Las familias que llegaban a Asunción buscaban albergue en los


llamados “conventillos” (llamados así porque su estructura física de
habitaciones como celdas que rodeaban a un patio central era similar
a la de los conventos) en los que se ejercía la prostitución. Por eso, la
norma advertía que el uso del local para prostíbulo debía ser exclusivo.
Evidentemente, estas normas no se aplicaban a las mujeres de élite:
ellas no se veían forzadas a migrar, ni tampoco tenían quince años en
el momento en que se desplazaban desde sus ciudades o comunida-
des de origen a la capital con destino incierto. Mucho menos se apli-
caban a los varones que pudieran ejercer la prostitución, de cuya exis-
tencia no tenemos registro ni evidencia (a diferencia de Buenos Aires,
que sí reconocía la prostitución de personas transgénero). Las normas
que controlaban la prostitución y otras de la época se aplicaban a las
mujeres pobres, como estrategia de control social.
Veamos, a continuación, la otra norma cuya existencia y aplicación
es, esencialmente, para mujeres pobres de la pos-Guerra.

El servicio doméstico

El 8 de julio de 1884, la Municipalidad de Asunción aprobó la Or-


denanza (enseguida convertida en ley por el Congreso) sobre Servicio
Doméstico.
Debemos indicar que su aparición introduce un cambio importante
en las relaciones económicas y laborales con respecto a la pre-Guerra.
Este cambio, a su vez, explica por qué esta ley se convierte en un ins-
trumento de control sobre la población pobre.

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Voces de mujer en la historia paraguaya

En el ambiente de la pre-Guerra del 70, las mujeres podían ser


lavadoras, planchadoras, cocineras, que ejercían su trabajo de ma-
nera independiente, excepto las esclavas, cuya relación es de otra
naturaleza. Esta independencia les permitía fijar los precios y acor-
darlos con las mujeres de élite, a las que ocasionaban por ello más
de un dolor de cabeza. Es que en la división del trabajo, las plan-
chadoras, cocineras, o lavadoras, tenían otras fuentes de ingresos
(economía agrícola de subsistencia, comercio minorista), por lo que
no quedaban constreñidas a prestar únicamente estos servicios.
Las circunstancias de la pos-Guerra y la debacle económica obli-
garon -como ya ha quedado dicho- a la migración de miles de

Trabajos domésticos

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capítulo ii | reclamos, posturas y actitudes femeninas

mujeres a la capital a ofrecer su servicio como empleadas perma-


nentes, condición que en la época (y aún hasta hoy en no pocos
casos) carecía por completo de protección legal y se asemejaba a
la esclavitud.
La Ley de Servicio Doméstico establecía, en primer lugar, la obli-
gación de inscribirse como “sirviente” o “sirvienta” (la propia ley
establece esta distinción de género). Esta inscripción no es solo
un trámite: es la posibilidad de que la autoridad regule la oferta
y demanda de una determinada profesión mediante el uso de las
estadísticas. Luego define quiénes son considerados “sirvientes”:
cocineros y cocineras, mucamos, amas de cría, niñeras, cocheros,
lacayos y palafreneros de casa particulares, los porteros y los mozos
de hoteles, cafés y casas de huéspedes. El registro de inscripción
iba acompañado de un “certificado de su conducta”. La carencia
de este certificado y de la respectiva inscripción imposibilitaban el
acceso al empleo:

“Ningún jefe de casa podrá tomar a su servicio a una


persona que no tenga la libreta, con el certificado de su
conducta, dada por la última persona que la tuvo a su
servicio”.

Ya en aquella época, asomaba la visión que criminalizaba la po-


breza. El artículo séptimo de la ordenanza establecía: “El Registro
de Inscripción de sirvientes, así como el libro de certificados de
conducta, se pondrá a disposición de los jueces y de los empleados

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Voces de mujer en la historia paraguaya

de policía, siempre que lo solicitasen para averiguación de crímenes


o delitos”.
No existía el salario para la profesión y este se establecía de co-
mún acuerdo. Tal salario se incluía en la libreta respectiva, como
parte de la información de registro; y si el patrón no cumplía con
él, el “sirviente” o la “sirvienta” podía abandonar la casa sin el
aviso previo que la ley indicaba (de por lo menos diez días de anti-
cipación). No tenía derecho, sin embargo, a reclamar resarcimiento.
También podía abandonar el trabajo, pero sin derecho a resarci-
miento, por “mal tratamiento corporal por parte del patrón”, así
como por “enfermedad que lo imposibilite visiblemente para el ser-
vicio”.
A su vez, el patrón podía despedir al sirviente o a la sirvienta por
“que se negase a seguir haciendo su servicio”, o “que le sobrevi-
niese enfermedad que lo imposibilite para el servicio, o si llegase a
él en estado de ebriedad”, o “que se insolentase a él, o cometiese
robo, o algún otro delito”.
La ordenanza también establecía el trabajo de menores, los que
deberían tener documentos firmados por sus padres o tutores.
El ama de cría, una actividad que antes de la Guerra era propia
de las esclavas, precisaba de reconocimiento médico; y en el con-
trato se fijaba el tiempo de prestación de este servicio. No podía
criar más de un niño a la vez, “bajo pena de multa o prisión”.
Las condiciones particulares de la época producían el ambiente
para que rigiera el arbitrio del patrón en la negociación de salarios
y en el despido sin indemnización. Había una excesiva oferta feme-

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capítulo ii | reclamos, posturas y actitudes femeninas

nina, ampliamente superior a la demanda, lo que permitía nego-


ciar salarios bajísimos. Igualmente, causales como la “insolencia”
se prestaban a todo tipo de arbitrariedad sin protección para el
sirviente o la sirvienta.

La mujer de élite, una dama de caridad

Sosteníamos en Mujeres que Hicieron Historia que “la presencia fe-


menina en las asociaciones de beneficencia” era uno de los caminos
para que la mujer de fines del siglo XIX y principios del XX se hiciera
visible. “En ellas (las asociaciones de beneficencia) pueden vivir los va-
lores que el orden moral y jurídico de principios del siglo XX establecía
para el sexo femenino”.
Las asociaciones de beneficencia constituían una prolongación de
la esfera doméstica y de la ética del cuidado que le es propia y que es
el sello distintivo del hogar. Paradójicamente, esta ética del cuidado
doméstico, al ser llevada al ámbito público, da visibilidad progresiva a
las mujeres de inicios del siglo XX y es una suerte de transición entre el
rol tradicional y los nuevos roles de la mujer.
José Rodríguez Alcalá, en su ya citada obra El Paraguay que Avanza,
describe a las damas de caridad como caritativas, abnegadas, sacrifi-
cadas, compañeras, fundadoras, atentas a las necesidades de los más
pobres. Sus acciones caritativas incluían colectas, “te danzante”, festi-
vales, la administración de instituciones como los asilos, la intercesión
por algún preso.
Hacia 1907 existían cuatro sociedades de beneficencia en Asunción.

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Voces de mujer en la historia paraguaya

Una sostenía al Hospital San Vicente, atendido por las hermanas vicen-
tinas, ubicado en una “posición bien oxigenada, (dotado) de dos gran-
des salas para hombres y otras dos para señoras en las cuales caben
totalmente cien camas (…) Cuenta con varias salas para operaciones,
y una bien surtida despensa en la que los enfermos y los convalecien-
tes tienen todos los alimentos que necesitan. En el mismo edificio hay
una capilla atendida por un sacerdote que vive en el hospital. Para los
convalecientes existen grandes jardines por donde pasean (…)”.
Otra sociedad se hacía cargo del Orfanatorio de Niñas, ubicado
frente al hospital San Vicente, y que contaba con “cien huérfanas so-
bre quienes velan cariñosamente las damas de beneficencia, educán-
dolas convenientemente para cuando lleguen a la edad de bastarse a
sí mismas”. Tenía un taller de bordados y se fabricaban azahares.
Las damas de caridad y las hermanas De la Caridad atendían tam-
bién el asilo de mendigos y el Hospicio de Alienados, camino a Trini-
dad. Entre el hospital y el asilo contaban con 300 asilados atendidos
en locales limpios y ordenados.
Ese mismo año de 1907 se inauguró el Asilo de Huérfanos, “áncora
de salvación para los niños sin padres”, en un acto realizado en Trini-
dad con festejos apropiados.
En 1919 se crea la Asociación de Damas de la Caridad que funcio-
naba en la práctica casi como un apoyo exclusivo a la lucha contra la
tuberculosis.
Señalemos, además, que varias damas de la caridad también ejer-
cían la otra profesión que hacía visibles a las mujeres en la esfera pú-
blica: el magisterio. Tal el caso de María Felicidad González, que no

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capítulo ii | reclamos, posturas y actitudes femeninas

solo era reconocida educadora, sino que además integraba numerosas


asociaciones de caridad y asociaciones feministas. Al mismo tiempo,
sin embargo, representa una suerte de excepción: había nacido de una
humilde familia, encabezada por una mujer, Gregoria de Jesús Gonzá-
lez, en Paraguarí, en 1884. De modo que para ella la educación y las
asociaciones de caridad representaron un mecanismo de movilidad so-
cial, y el feminismo, una opción de lucha por los derechos de la mujer.

María Felicidad González

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Voces de mujer en la historia paraguaya

María Felicidad fue profesora normal; luego y sucesivamente, re-


gente, vicedirectora y directora de la Escuela Normal. Fue inspectora
de Escuelas y asesora del Ministerio de Educación; integró también en
varias oportunidades el Consejo Nacional de Educación mientras este
organismo existió. Dirigió y publicó revistas especializadas en Educa-
ción. Fue Vicepresidenta de la Asociación Feminista Paraguaya y fun-
dadora del movimiento feminista que apoyó el Proyecto de igualdad
de derechos de la mujer presentado por Telémaco Silvera en mayo de
1919. Y en el ámbito de la beneficencia, integró la Asociación de Da-
mas de Caridad y el Asilo Nacional, entre otras instituciones.
Cuando se retiró, en 1932, Juan E. O’Leary y su esposa Domitila
publicaron una carta, de la que extraemos el siguiente párrafo:

“Solo deseamos que las mujeres de nuestra patria, tan


olvidadas de las viejas virtudes de la raza, se miren en su
espejo. Nada de discursos ni de poesías: le demostrarán la
sinceridad de su admiración imitando el ejemplo de su fe-
cunda austeridad”.

Las tareas de caridad formaban parte del rol de las mujeres promovi-
do desde el catolicismo. Y sin dudas, en este sentido, el papel que jugó
el marcado liderazgo de Juan Sinforiano Bogarín, obispo del Paraguay,
fue clave, ya que desde el obispado o bien se promovió, o bien se
apoyó la creación de estas asociaciones. Así, las asociaciones de cari-
dad fueron también espacios de socialización del modelo conservador
de mujer, enfrentando las tendencias anticlericales más fuertes de las

92

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capítulo ii | reclamos, posturas y actitudes femeninas

primeras dos décadas del siglo XX: el componente anticlerical dentro


del liberalismo y la masonería, y en el campo obrero, el anarquismo.

Las mujeres de frontera

El Paraguay de la pos-Guerra de 1870 tiene múltiples fronteras.


Unas, las oficiales, las políticas, sancionadas y ratificadas por los tra-
tados firmados sucesivamente con Brasil y Argentina; y las otras, las
socioeconómicas, que tienen que ver con el poblamiento del territorio.
No siempre coinciden las primeras y las últimas: estas son relativa-
mente flexibles en la medida en que se modifica su poblamiento y la
actividad económica.
En el Paraguay de fines del siglo XIX y principios del XX puede no-
tarse, según Herken Krauer, en su obra ya citada sobre el Paraguay
rural, las siguientes regiones:

a) La “norteña”, cuyos límites inciertos podrían establecerse


en torno al Departamento de Concepción, e incluirían el
Departamento de San Pedro, los yerbales del Paraguay,
estrechamente vinculada al Matto Grosso brasileño, par-
te del este boliviano lindante con el Paraguay y los yerba-
les del Brasil;
b) La “región del quebracho”, que incluye al Chaco para-
guayo y sus vínculos territoriales y productivos con las
provincias argentinas de Santa Fe, Chaco y Formosa, cen-
trada en el quebracho y la industria taninera; y,

93

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Voces de mujer en la historia paraguaya

c) La “sureña”, de ganadería pequeña y mediana y agricul-


tura minifundiaria, que comprende el sur de la Región
Oriental del Paraguay y el área de influencia de Asunción.

Esta estructura sufrirá modificaciones en la medida en que la ganadería


proveniente del Matto Grosso brasileño influya en la reestructuración de
la región norte, o cuando el ganado proveniente de la Argentina llegue,
finalmente, hasta San Pedro y Concepción. O bien, cuando la explotación
forestal del Alto Paraná modifique la estructura productiva basada ante-
riormente en la explotación de los yerbales.
Al hacer el análisis de estos procesos territoriales, poco se ha incur-
sionado en la historia económica, menos aún en historia social, y por
supuesto, es aún más escaso lo que pueda señalarse con respecto a
las mujeres. La literatura y el arte de denuncia desplazaron a la política
y a los estudios historiográficos; y cuando se recuerda la cuestión de
los yerbales normalmente se menciona al mensú, diminutivo de men-
sualero; el varón que trabajaba en los yerbales. Igualmente, cuando
se recuerda a los quebrachales, lo primero que viene a la mente es la
explotación de la mano de obra indígena evocada en tono romántico
y resignado, pero con muy escaso acercamiento a la dinámica que hizo
posible esta explotación.
Las mujeres de frontera son fronterizas también en los análisis so-
ciohistoriográficos. Sin embargo, el historiador Sacha Cardona, al res-
catar la biografía de María Rojas, conocida como “Doña María Chan-
chera” señala que,
“En zonas aisladas eran disputadas y no pocas veces en

94

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capítulo ii | reclamos, posturas y actitudes femeninas

el ansia de poseerlas como compañeras acabaron por sufrir


violencias a causa de la deshumana trata de blancas, me-
nores casi niñas raptadas en los pueblos y vendidas en los
yerbales sucumbieron a la vorágine de una época”.

En las fronteras del poblamiento, las mujeres padecían con mayor


severidad aún los problemas propios de la ausencia de seguridad. En
el norte, si bien ya los indígenas no representaban un peligro para
las fronteras del estado como tal, sí realizaban incursiones buscando
alimentos y secuestrando personas en las localidades de la región. En
1872, un destacamento enviado al norte encontró más de una doce-
na de mujeres paraguayas que huían de un poblado guaicurú, al que
llegó el destacamento y en el que encontró además a 30 cautivos, los
que informaron sobre la presencia de varios más en las comunidades
indígenas.
Igualmente, las tropas brasileras -entre la caída de Asunción en
1869 y marzo de 1870- encontraban a mujeres “destinadas” o bien
a mujeres que salían de los bosques para dirigirse a la capital o a sus
respectivas ciudades de origen.
A las mujeres que poblaban las fronteras se les atribuían los este-
reotipos de la mujer de comportamiento “ilícito”. Esto, desde luego,
tenía que ver con la incomprensión acerca de los desafíos de la vida en
la frontera. Esta incomprensión condujo al ocultamiento de comporta-
mientos emprendedores y mecanismos de adaptación y sobrevivencia.
Sobre “Doña María Chanchera”, un poblador cuyo testimonio recogió
Cardona señaló:

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Voces de mujer en la historia paraguaya

“María Chanchera poseía ese apodo porque criaba cer-


dos en el patio de su casa y tenía la costumbre de bañarse
en una palangana. Pero de esa mujer viene el recuerdo de la
manera heroica en que manejaba sus emprendimientos in-
mobiliarios, construyendo innúmeras casas de pajas, pues-
tas a la venta para los recién llegados. Era efectivamente
el símbolo del progreso de aquella época y su muerte fue
bastante sentida en el poblado”.

En el norte también se rescata la presencia de María de los Ángeles


Vega Resquín. Su vida tiene ribetes azarosos, pero puede explorarse
en ella la huida del maltrato doméstico; la movilidad territorial para
buscar trabajo aprovechando los vínculos entre el norte del Paraguay y
el Matto Grosso brasileño, y su carácter pionero al asentarse en lo que
hoy es Pedro Juan Caballero. Sobre ella dice Cardona:

“Pionera de nuestra ciudad esta dama fue partícipe de las


páginas de la historia humana de su comunidad, represen-
ta a las mujeres simples, heroínas, madres, educadoras que
supieron forjar ciudadanos laboriosos, comprometidos con
el desarrollo de la región”.

La presencia de inmigrantes en colonias agrícolas en el Paraguay


respondió a numerosas razones. El racismo no estuvo ausente: se privi-
legiaba la inmigración europea; tampoco estuvieron ausentes las razo-
nes políticas, como la ocupación efectiva del territorio chaqueño con

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capítulo ii | reclamos, posturas y actitudes femeninas

la presencia menonita. Obviamente, ambas estaban vinculadas tam-


bién a la dimensión económica de la ocupación y productividad de los
territorios. Estos territorios no ocupados o no explotados constituían
las fronteras productivas del Paraguay de pos-Guerra.
Las mujeres tuvieron en estas colonias influencia dispar. Así, en Nue-
va Australia, el asentamiento socialista establecido en 1894, de efíme-
ra existencia, se contó con la presencia de mujeres de gran destaque
tanto antes de su llegada al Paraguay como después de su retorno al
continente oceánico: Rose Cadogan y Mary Gilmore. La primera, auto-
ra del conocido manifiesto Hombre y Amo y la segunda que llegaría a
ser la escritora más destacada de Nueva Zelanda. Elizabeth Nietzsche,
muy conocida por ser la hermana del filósofo Friederich Nietzsche,
asoció su nombre a Nueva Germania, la primera colonia exclusivamen-

Mennonitas

97

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Voces de mujer en la historia paraguaya

te aria del mundo. Más tarde, sería reconocida como una de las más
destacadas militantes nazis de la Alemania hitleriana.
En otras colonias, los nombres de mujeres que se hayan destacado
son más difíciles de reconocer. En las de origen brasileño del Alto Pa-
raná, por ejemplo, rige la división de trabajo por sexos según la cual
los varones ocupan la esfera pública, pero también la agricultura y la
comercialización, y la mujer se ocupa casi exclusivamente de temas
domésticos. Esto hace difícil valorizar el trabajo femenino y aún más
difícil recoger la percepción que las mujeres tienen sobre su presencia
en la colonia.

De cárceles, hospicios y hospitales,


el oficio de ser monja

Las religiosas cumplieron un rol destacado en el Paraguay en el


campo del cuidado de mujeres vistas como cuerpos abandonados, o
criaturas necesitadas de protección. Son las religiosas las que dirigen
y administran orfanatos, asilos de ancianos, centros de enseñanza es-
colar y hasta la década de los 80 del siglo XX estaban encargadas de
la Cárcel de Mujeres.
A esta labor pionera y misionera están vinculados los nombres de
Sor Clara Rey y Sor Josefa Bourdette, de la congregación de los Obla-
tos de María Inmaculada. Ambas estaban a cargo del colegio De la
Providencia, la primera institución privada de educación de niñas crea-
da en el país tras la pos-Guerra, en 1882, y recibieron la misión de
gestionar apoyos para el crecimiento de la orden en Buenos Aires,

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capítulo ii | reclamos, posturas y actitudes femeninas

cuando, entre las gestiones para el logro de este fin, tuvieron oportu-
nidad de observar el estado lamentable en que se hallaba la cárcel de
mujeres (entonces cerca de la Catedral). En 1918 llegó un contingente
de hermanas para apoyar la tarea de traslado, dirección y administra-
ción del nuevo penal de mujeres. En abril de ese mismo año se tras-
ladó el penal hasta su local actual. En 1919 se habilitó la capilla, con
la bendición respectiva y al año siguiente fueron trasladadas todas las
detenidas hasta el nuevo local. La opinión pública de aquel entonces
valoró positivamente la gestión de las religiosas. La primera religiosa
paraguaya del Buen Pastor fue la hermana Tomasa Andrada, quien
falleció en 1968 en el mismo lugar en el que había servido a lo largo
de toda su tarea evangelizadora.

99

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capítulo iii | el magisterio, algo más que educar a la patria

101

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Voces de mujer en la historia paraguaya

102

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capítulo iii | el magisterio, algo más que educar a la patria

capítulo iii

El Magisterio: algo más que educar a la patria

Creemos que la visibilidad de la mujer se hace posible (aunque no


exclusivamente) por un camino por demás importante: el magisterio,
en su versión normalista. La presencia de la mujer en el magisterio
obedeció a dos causas: una, a la casi extinción de la población mas-
culina durante la Guerra, que afectó la presencia de los varones en la
profesión docente (hasta antes de la Guerra, la docencia era exclusi-
vamente masculina); y la otra, a los postulados para la educación de
la pos-Guerra inspirada por el educador argentino y expresidente de
su país Domingo Faustino Sarmiento, de que sean las mujeres quie-

Cantando el himno en Encarnación, 1913.

103

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Voces de mujer en la historia paraguaya

nes ejerzan el magisterio en los primeros grados. Esta tendencia,


Sarmiento la recogió de Horace Mann, a su paso por los Estados
Unidos.
Aparece la profesionalización de la docencia a través de lo que se
dio en llamar el Normalismo. Pero el normalismo es mucho más que
la formación científica de la docente, es además parte del proyecto
educativo de reconstrucción nacional. La docencia no es solo una
profesión, es una especie de apostolado patriótico, dotado de un
discurso de contenido altamente político. De esta forma, la mujer
maestra, que carece de derechos civiles y políticos se convierte en
transmisora de un discurso político ante el cual se sitúa como rebel-
de o como conservadora, pero no permanece indiferente.
Del normalismo no solo van a emerger las maestras normales.
Muchas de las normalistas se van a convertir también, al mismo
tiempo o después, en feministas integrantes de los primeros ensa-
yos de movimientos por los derechos de la mujer, como el Centro
Feminista Paraguayo de 1920, o la Asociación Feminista de 1929. El
magisterio, con el tiempo, se convertirá en una profesión femenina,
no sin polémicas como las que se registraron en la prensa hacia ini-
cios de los 900, discutiendo sobre la conveniencia o no de que los
varones sean enseñados en las aulas por mujeres.

La educación de las niñas a finales del siglo XIX

Tras la Guerra contra la Triple Alianza y como resultado de ella,


una nueva élite ideológicamente liberal en lo político y lo econó-

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capítulo iii | el magisterio, algo más que educar a la patria

mico, y marcadamente conservadora en lo social, integrada espe-


cialmente por familias exiliadas bajo el régimen de los López y con
fuertes vínculos culturales, sociales, económicos y políticos con la
Argentina asume el liderazgo en el Paraguay. Deseosa de enterrar
todo el pasado lopista y francista, inicia el proyecto de “regenera-
ción” del país.
La educación es uno de los campos de batalla de la consigna
de “regeneración”. A diferencia del orden anterior, la mujer no
aparece solo como protagonista de la educación familiar: en el or-
den conservador, la mujer estará llamada a sumarse al nuevo orden
económico y social desde la afirmación de su rol tradicional. En
esto, hay continuidad y ruptura respecto del orden de pre-Guerra:
debe educarse para la vida doméstica, pero de manera obligatoria;
la obligatoriedad de la educación incluye también a la mujer, y su
formación se distingue de la del varón por materias como economía
doméstica o labores manuales.
Desde esta mirada, la educación de la mujer debe apuntar a que
ella sea educadora de los ciudadanos, sin ser ella misma ciudadana.
En un pensamiento publicado en La Ilustración Paraguaya, el 31 de
mayo de 1888, Benjamín Aceval señalaba: “La madre de la familia
es la primera columna del edificio social llamada (sic) Estado; edu-
cad y dignificad a la mujer y formaréis excelentes madres de familia
con lo que obtendréis ciudadanos buenos y magistrados probos y
justicieros”.1

1. La Ilustración Paraguaya, 31 de mayo de 1888.

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Voces de mujer en la historia paraguaya

1. La necesidad de tener a una mujer en la escuela


y el contexto educativo

Se entiende entonces que bajo el régimen conservador, la


mujer en la escuela significa la madre que educará al futuro ciu-
dadano. ¿Y la mujer en la escuela como maestra?

1.1 El contexto educativo de finales del siglo XIX

Aun cuando los sucesivos gobiernos de la pos-Guerra de


1870 dictaron leyes para asegurar el cumplimiento de la obli-
gatoriedad de la instrucción primaria, la educación durante el
período liberal permaneció pobre. Kleinpenning, citando a De-
coud, señala que en la década de 1870 ninguna escuela rural
fue creada, y que por lo tanto, más de 100.000 niños y niñas
permanecían en la más absoluta ignorancia.2
Hacia 1880, solo 36.273 personas estaban alfabetizadas en
el país, incluyendo a 3.826 extranjeros. Esta cifra representaba
solo el 10 % de la población.3 El Censo de 1886 mostraba que
apenas el 15,1 % de la población sabía leer y escribir4, por lo cual
en 1887 se declaró la obligatoriedad de la educación primaria y
el castigo por su no cumplimiento que incluyó hasta penas de
cárcel, aunque aparentemente los castigos nunca llegaron a tal
extremo, más por la falta de medios para su cumplimiento que

2. Kleinpenning, op. cit. p. 116.


3. Ídem.
4. Ibídem.

106

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capítulo iii | el magisterio, algo más que educar a la patria

Peritas mercantiles, 1910.

por piedad, compasión o comprensión de la situación de pobreza


en la que se encontraba la mayor parte de la población tras la
Guerra.
Aunque el financiamiento de la educación desde el Estado era
importante en relación con el total presupuestario, era también
insuficiente para un país con tantos problemas educativos.
La problemática educativa era demasiado compleja: no bas-
taba con contar con infraestructura escolar, ni con exigir a las
familias que envíen a sus hijos a la escuela. Se necesitaban do-
centes para cumplir con la tarea educativa. La Escuela Normal de
tiempos lopistas tuvo escasa duración, y el analfabetismo de pos-

107

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Voces de mujer en la historia paraguaya

Guerra era más que significativo. La mayor parte de los maestros


(el magisterio era una profesión masculina en aquella época) ape-
nas sabía leer y escribir. Los métodos de enseñanza eran desac-
tualizados y no existía la graduación escolar.
Siguiendo las tendencias de la época y las afinidades intelec-
tuales e ideológicas con la Argentina, en 1890 el superintendente
de Instrucción Pública Atanasio Riera solicita la presencia de dos
docentes paraguayas egresadas de la Escuela Normal de Concep-
ción del Uruguay: las hermanas Adela y Celsa Speratti, para dar
impulso a su iniciativa de crear una Escuela Normal que formase
docentes.
La Escuela de Concepción del Uruguay había sido fundada en
1873 por Domingo Faustino Sarmiento. Fue la segunda escuela
normal después de la de Paraná y la primera exclusivamente de
mujeres. Por lo tanto, era una de las escuelas clave en el desarro-
llo del positivismo en la Educación y del normalismo en la historia
del magisterio; ambos, estimulados por el educador y expresiden-
te argentino.

1.2 La mujer y el magisterio en las perspectivas


de Mann y Sarmiento.

Si el magisterio era una profesión masculina, ¿cómo y por qué


la tendencia promovida por Sarmiento da protagonismo y rele-
vancia a la mujer? Sarmiento afirma que: “Cuesta un esfuerzo
suponer dureza de carácter en una mujer y el hecho real es que

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capítulo iii | el magisterio, algo más que educar a la patria

generalmente hablando, la semejanza de hábitos de la maestra


y la madre, sus reprensiones incesantes a los niños y afectando
una severidad que se desmiente a cada paso, hacen insensible la
transición del niño que sale del hogar doméstico a reconocer una
nueva autoridad y obligaciones nuevas, y su primera iniciación
en las penas de la vida. Pero hay algo más fundamental todavía
que justifique esas predilecciones, y es que las mujeres poseen
aptitudes de carácter moral, que las hacen infinitamente supe-
riores a los hombres, para la enseñanza de la tierna infancia. Su
influencia sobre los niños tiene el mismo carácter de la madre; su
inteligencia, dominada por el corazón, se dobla más fácilmente
que la del hombre y se adapta a la capacidad infantil por una de
las cualidades que son inherentes a su sexo”.5
Sarmiento, a su vez, conocía profundamente de sistemas
educativos; y el más influyente en su propia concepción de la
educación era el del educador estadounidense Horace Mann.
Mann había sido impulsor de la educación pública, pero tam-
bién del magisterio femenino. Con respecto al rol educador
de la mujer, Mann pensaba que “ella no solo comprenderá la
inteligencia del niño con más presteza que un hombre, pero
regularizará su movimientos con más tino; y si ha habido des-
carrío anterior, ella lo traerá al camino recto con más gentileza
y bondad (…) Además, el magisterio era visto por Mann como

5. Sarmiento, Educación Común, Trabajo sobre instrucción popular presentado como informe de
su viaje por el extranjero al gobierno de Chile; citado en MINISTERIO DE JUSTICIA E INSTRUC-
CIÓN PÚBLICA. Inspección General de Enseñanza. Escuela Nacional Superior de Comercio de
Ramos Mejía. “Juicios de Sarmiento sobre la Mujer 1888 – 1938”.Buenos Aires, 1939, p. 62.

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Voces de mujer en la historia paraguaya

un medio de promoción de la mujer: “Garanto que existen


entre nosotros mujeres dotadas de muy noble inteligencia y
cuyas almas están impacientes de su degradación y de esa
inutilidad e inacción a que les condena una falsa noción de
rango y dignidad; y que se alegrarían, de ser en alguna forma
las servidoras del bien público, o sus privadas bienhechoras,
entrando así en la esfera de las fuerzas útiles”. De todo ello,
resultaría un provechoso bien social: “Comiénzase a compren-
der que la elevación del carácter, la condición y el rango social
del sexo femenino, producido por el cristianismo y otras causas
que a ello conspiran, confiriéndoles nuevos privilegios, les ha
impuesto a la vez nuevos deberes”. Ella permanecerá siempre,
sin embargo, haciendo un servicio social extraordinario, pero
como continuidad de su rol doméstico: “En los campos, como
en los Senados, ella podrá brillar un día con luz perenne; si con
persistente paciencia y habilidad llena sus sagrados deberes
para con la niñez, entonces del santuario de su tranquila y
retirada vida, partirá una gloria refulgente que irradiará sobre
todos los países y en todos los siglos (…)”6
La mujer -maestra que da continuidad al rol mujer- madre,
facilitando a los niños la transición de lo doméstico a lo pú-
blico; de la comunidad de afectos a la vida ordenada por la
disciplina y la ley; de la licencia a la disciplina. Estas razones
quedaban también avaladas por los cientos de experiencias

6. Mann, Horace. Lecturas sobre Educación: Páginas del sexto volumen de los Anales de la
Educación”. Traducción: Juana Manso. Buenos Aires, Americana. 1868.

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capítulo iii | el magisterio, algo más que educar a la patria

existentes en el mundo de asilos y escuelas de párvulos, ante-


riormente citadas que no llegaron a darse en el Paraguay du-
rante los tiempos de López y tampoco en el período inmediato
de la pos-Guerra.7

1.3 El papel fundamental del normalismo

Al feminizarse la profesión docente, roles femeninos domés-


ticos y valores de la docencia pasan a articularse en el espacio
de la Escuela Normal. El proyecto normalista en Sudamérica tie-
ne un elevado concepto de sí mismo: “¿Qué son las Escuelas
Normales?”, se preguntaba el director de la Escuela Normal del
Paraguay, Juan R. Dahlquist, en su Memoria del año 1912. Y se
respondía: “Son establecimientos de instrucción pública destina-
dos a suministrar la preparación necesaria a aquellos que van a
dedicar su actividad al ejercicio del magisterio primario.” Esta es
una actividad de elevado interés patriótico: “Bastaría esta sola
enunciación para inducir de ella el papel trascendental que le
corresponde a la Escuela Normal como institución del Estado.
Y digo que basta la enunciación mencionada, porque todo el
mundo está de acuerdo sobre la necesidad imperiosa de la ins-

7. Un tiempo más tarde, en 1913, Carmen Garcete señaló en una de las tantas Conferencias
Pedagógicas que “Se necesitan recursos suficientes para su instalación y una vez obtenido
esto hay que pensar en la que debe de dirigir (resaltado nuestro) debiendo ser esta la mejor
que se pueda traer, si es posible fuera de Norte América, porque sería también la encarga-
da de formar la primera generación de maestras kindergarterinas en nuestro país”. Publicado
en la Revista de Instrucción Pública, Año IX, número VIII y IX, Agosto y Setiembre de 1913,
p. 372. Este testimonio indica que, a pesar de no haberse creado el kindergarten aún en el
Paraguay, las maestras ya habían internalizado la noción de que la mujer era la mejor educa-
dora para la primera infancia. El kindergarten se crearía en 1921, por María Felicidad González.

111

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Voces de mujer en la historia paraguaya

trucción primaria. Como dice un autor, ‘una gloria incontestable


para nuestra época, gloria que podrá con ventaja remplazar a
cualquier victoria obtenida sobre el campo de batalla, será la de
haber difundido la instrucción entre los ignorantes y los deshere-
dados y de haber disminuido el número de los iletrados’ o como
acertadamente dice el traductor de Wickersam: Ya dejó de ser un

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capítulo iii | el magisterio, algo más que educar a la patria

problema la necesidad de educar a las masas para que dejen de


ser masas y pasen a ser hombres”.8
En el normalismo positivista de fines del siglo XIX y principios
del XX, del que la Escuela de Paraná y la Escuela de Concepción
del Uruguay eran principales insignias, la visión que la docencia
tenía de su misión consistía en:
1) El magisterio es portador de cultura, y como tal introduce la
luz del “progreso” positivo en medio de la ignorancia y la bar-
barie;
2) La docencia es disciplinante, siendo el orden una condición
básica para el progreso, desde la perspectiva positivista;
3) El magisterio es un apostolado, y no solo una profesión. Es una
manera de situarse ante la vida y el conocimiento; y,
4) El rigor profesional exige un título habilitante. 9
En el Paraguay, estos mismos valores pueden identificarse en las
mujeres docentes de fines del siglo XIX y principios del siglo
pasado, lo que conduce a conflictos en el mismo campo edu-
cativo, pero también a la toma de posiciones públicas respec-
to de otros temas nacionales importantes de aquel momento.
Veamos algunas expresiones que reflejan esos valores:
a) La idea del magisterio portador de cultura e “iluminador” de
las vidas y destinos individuales y colectivos es propia de la
Ilustración y el positivismo educativo la destacó de manera ní-

8. Dahlquist, Juan R. Memoria elevada por la Dirección de la Escuela Normal del Paraguay.
Correspondiente al curso escolar de 1912, en la Revista La Enseñanza. Órgano de la Asoci-
ación Nacional de Maestros. Año 1, Números III y IV. Asunción, Paraguay. 1913. P. 38 y ss.
9. Alliaud, Andrea. Los maestros y su historia. Los orígenes del magisterio argen-
tino. Universidad de San Andrés, Fundación Lúminis. Granica. Buenos Aires. 2007.

113

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Voces de mujer en la historia paraguaya

tida. Estaba presente en las ideas educativas de Atanasio Rie-


ra expuestas en su Memoria de 1890, cuando señalaba que
la presencia de maestros calificados y formados evitaría “un
futuro de ignorancia que tan solo dejaría un porvenir som-
brío al país”. También aparecen en la carta de renuncia que
las hermanas Speratti remitieron al presidente Egusquiza el 15
de abril de 1898 cuando entraron en conflicto con Enrique
Solano López, superintendente de Instrucción Pública, a raíz
de las medidas que este adoptó en ese año: “La primera Es-
cuela Graduada en el Paraguay que abría sus aulas el 1 de
abril de 1890, con un escaso personal y pobrísimas bases, fue
ensanchando su acción con la labor incansable de las niñas y
maestras que las formaban, elaborándose tres años más tarde
un personal de preceptoras, que como los apóstoles de una
nueva doctrina, esparcían su luces (destacado nuestro) en la
capital paraguaya y departamentos del territorio, evolucionan-
do radicalmente los sistemas de educación primaria hasta en-
tonces existentes…”.10 Un papel de difusión cultural también
cumplieron las Conferencias Pedagógicas, una estrategia que
Atanasio Riera había concebido para capacitar docentes, pero
que se convirtió, gradualmente, en un espacio de desarrollo
del pensamiento educativo.
b) En lo relativo a la función disciplinante del magisterio, en el
marco de la filosofía positivista de la época, se pone énfasis en
los contenidos moralizantes y la actitud moralizadora del ma-

10. Texto reproducido en el diario La Democracia, 15 de abril de 1898.

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capítulo iii | el magisterio, algo más que educar a la patria

gisterio y de la escuela en general. La normalista Catalina M.


Stewart lo expresó claramente: “Si dejan la justicia en poder
de los alumnos, los maestros se afanan en sugerir ideales ele-
vados e inculcar hábitos, para que no se aparten del bien. (…)
Sugestionar el deseo de ser un hombre de carácter, de hacer
su patria muy grande y de formar un hogar modelo es el deber
del instructor. (…) Sugerir el ideal de individuo, patria y hogar
es del dominio de la Moral, Instrucción Cívica, Historia, Idioma
Patrio, Filosofía, Religión, etc.”. Un dato no menor es que el
artículo de Stewart versa sobre la coeducación, esto es, sobre
la educación conjunta en los mismos espacios, de varones y
mujeres. De ahí su referencia al hogar modelo. 11
c) Sobre el magisterio como un apostolado, una misión al favor
del conocimiento, nos remitimos a la ya citada carta de renun-
cia de las hermanas Speratti, en la que se refieren a sus alum-
nas como “apóstoles”. Al párrafo más arriba reproducido,
agregamos el siguiente: “Con entusiasmo y fervoroso interés
las niñas paraguayas se dedican al apostolado del estudio y la
enseñanza; su noble actitud está cerca del premio y trece seño-
ritas, que forman el último curso de sus estudios profesionales
entreven risueñas las palmas que sus manos tejen.”
d) En cuanto a la titulación, es un rasgo característico del nor-
malismo aspirar a la excelencia y certificarla a través del título
respectivo.

11. Stewart, Catalina M. Las escuelas mixtas. Juicio crítico sobre la Coeducación, en la Revista
de Instrucción Primaria. Año IX, Números VIII y IX. Asunción, Paraguay. 1913. P. 373 – 379.

115

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Voces de mujer en la historia paraguaya

Ermelinda Ortiz

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capítulo iii | el magisterio, algo más que educar a la patria

1.4 La feminización del magisterio:


un proceso contradictorio

La feminización del magisterio no fue un proceso unilineal,


sino lleno de contradicciones en el que incidieron la búsqueda de
espacios de autonomía de las mujeres y de trabajos mejor paga-
dos por parte de los varones; y la percepción social todavía sexista
sobre la inferioridad de la mujer. Citemos, como ejemplo, dos
testimonios de prensa. En el primero, de 1927, un diario alertaba
sobre “La deserción de los maestros” como un “peligro para la
instrucción primaria”: “De ahí que cada día escasean más y más
los maestros, llenándose la plana mayor de la instrucción prima-
ria con maestras, cuya menor capacidad para educar niños
hemos probado (resaltado nuestro)”.(…) “Entendemos que el
maestro debe ganar mayor sueldo que las maestras (resal-
tado nuestro) (…) está en favor el argumento de que el hombre
tiene más necesidades que la mujer”.
Más tarde, en la Revolución de 1936, que se suponía reivindi-
caría el lugar de la mujer en la sociedad, el diario El Estudiante
expresaba una dura crítica al régimen anterior en lo atinente a la
educación, entre cuyos contenidos se lee: “El histórico momento
exige asimismo la formación de nuevas legiones de maestros. El
elemento varón es indispensable (resaltado nuestro) en los
puestos directivos, esto lo decimos sin negar a la mujer el rol
importantísimo que desempeña en la docencia. Pero comprende-
mos que por razones psicológicas, el varón solamente reali-

117

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Voces de mujer en la historia paraguaya

zará con el máximo rendimiento y acierto los ideales de la


revolución”.12
Paradójicamente, en las mismas páginas se realzaban las per-
sonalidades de las docentes Élida Ugarriza y Emiliana Escalada,
que según el medio, habían sido marginadas por el régimen li-
beral.
Recién en la segunda mitad del siglo XX la mujer pasaría a
constituir una clara mayoría en el ámbito docente.

2. La Escuela Normal, un paso previo a la educación


superior y la educación en otras profesiones y oficios.

La Escuela Normal, creada en 1896, fue un paso crucial a la


educación superior de la mujer. Se observa en las primeras muje-
res ingresantes a la también naciente Universidad (la UNA había
sido creada en 1889) el paso por la Escuela Normal. También
incidió, obviamente, la habilitación de secciones de niñas en el
Colegio Nacional de la Capital en 1884; pero su aporte no fue
tan decisivo como la Escuela Normal.

No tardarían en observarse los resultados de ambas iniciativas,


aunque su impacto fuera limitado por múltiples razones. Luisa
Velazco, la pilarense, se convertiría en la primera mujer bachi-
ller egresada del Colegio Nacional, en 1899. Sus compañeros de
promoción fueron Eligio Ayala, Andrés Gubetich, Esteban Semi-

12. El Estudiante, 9 de marzo de 1936, p. 3, artículo “Los educadores del régimen”.

118

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capítulo iii | el magisterio, algo más que educar a la patria

dei, Enrique Ayala, Enrique Prous, Ricardo Casola, Nicolás Patiño,


entre otros. También normalista, Serafina Dávalos se convertiría
en la primera doctora en Derecho, en 1907. Luego, la normalista
Isabel Llamosas se destacaría como integrante del movimiento de
reforma universitaria de 1929.

La ascensión social de la mujer a través de la Educación no solo


tuvo que ver con el magisterio, aunque fue una normalista una
de las primeras mujeres en actuar en la formación profesional de
las mujeres. Serafina Dávalos creó en 1905 el Colegio Mercantil
de Señoritas. Serafina no solo fue la primera doctora en Derecho
en el Paraguay (su tesis data de 1907, y es por lo tanto, posterior
a su obra educadora), sino que además promovió el mejoramien-
to de las condiciones económicas de las mujeres de su época.
Como resultado de su experiencia, en su tesis doctoral Humanis-
mo afirmaría que:

“Nadie desconocerá que la independencia económica es la


base de la emancipación y autonomía del individuo, y obteniendo
todas las mujeres (…) una preparación profesional (…) estarán
en condiciones de mantener con altura su integridad personal”.

Educada en el normalismo, y por lo tanto imbuida de la visión


redentora de la educación, Serafina apuesta buena parte de sus
argumentos sobre el mejoramiento de la condición de la mujer a
la educación. Su iniciativa de Colegio Mercantil duraría 17 años
y proporcionaría a numerosas empresas del Paraguay contadoras
y peritos mercantiles.

119

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Voces de mujer en la historia paraguaya

3. Asociaciones gremiales de maestras y maestros

Las mujeres educadoras también lucharon por sus derechos, una


prueba de que el magisterio había despertado la conciencia organi-
zativa y de reivindicación.
Una de las primeras luchas se dio cuando, en 1898, el Super-
intendente de Instrucción Pública Enrique Solano López pretendió
suprimir cuatro escuelas primarias para dar lugar a dos escuelas gra-
duadas. Esta medida y otras como el concurso de cargos, motivaron
la renuncia de las hermanas Speratti, y simultáneamente la renuncia
de Solano López.
También provocó una movilización general de maestras que de-
fendían sus derechos adquiridos, dado que la desaparición de las
escuelas provocaría que varias de ellas quedaran sin cargo. Igual-
mente, las alumnas se movilizaron a favor de las hermanas Speratti
y las docentes en ejercicio. La crónica del diario La Democracia del
16 de abril de 1898 señala que: “Esta mañana a iniciativa de varias
distinguidas damas de nuestra sociedad, se reunieron en la plaza
Independencia casi todas las alumnas de la Escuela Graduada.
El objeto de la reunión era presentarse ante el presidente de la
República para pedirle no se aceptara la renuncia que de sus cargos
habían hecho las señoritas Adela y Celsa Speratti, directora y vice-
directora del establecimiento.
A más de las alumnas de dicha escuela, reuniéronse en la plaza
muchas señoritas de la alta sociedad asuncena, exdiscípulas de las
renunciantes y gran número de señoras, dirigiéndose todas a las

120

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capítulo iii | el magisterio, algo más que educar a la patria

8.00 al Palacio, donde fueron recibidas por el general Egusquiza en


el gran salón presidencial.
El presidente prometió a las familias y niñas que todo se arreglaría
de modo que las señoritas Speratti continuaran en sus puestos.
Concluida la presentación, las manifestantes, permítasenos lla-
marlas así, volvieron a la plaza Independencia de donde fueron has-
ta la Escuela Graduada.”13
Allí estaban las directoras, siendo objeto de festejos por parte de
las niñas, que estuvieron en el local hasta las diez de la mañana,
hora en que se retiraron.
Para incidir en las decisiones de gobierno ante el conflicto, las
mujeres que apoyaban la causa docente enviaron una carta al presi-
dente Egusquiza expresándole que:
“No se resuelve el problema de la educación suprimiendo escue-
las, sino multiplicándolas. “Haya muchas escuelas” decía el ilustre
educacionista Sarmiento aunque sean malas escuelas.
(…) La máxima de Sarmiento se explica perfectamente: quiere
que nadie se prive de la instrucción primaria, es decir de saber leer
y escribir y esto solo se puede conseguir aumentando las escuelas
primarias y no suprimiéndolas.
(…) En nuestro concepto, Exmo. Señor, la medida del C.S. de
Educación hiere de muerte el porvenir del magisterio nacional in-
terrumpiendo la carrera de muchas preceptoras consagradas a la
educación, que hoy quedan abandonas sin medio de subsistencia y

13. La Democracia, 16 de abril de 1898.

121

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Voces de mujer en la historia paraguaya

privadas de los derechos adquiridos por la ley mencionada.”14


La prensa de la época también da cuenta de que las alumnas de
la Escuela Normal se movilizaron a la Plaza de Armas a esperar la
respuesta del Ejecutivo y a intentar disuadir de la decisión de renun-
cia a las hermanas Speratti.
Décadas más tarde, en 1925, y ante la falta de cumplimiento del
Estatuto Docente en lo referido a los pagos de salarios, Élida Ugarri-
za lidera la renuncia colectiva de maestros (ya que la huelga docente
estaba prohibida) contra el gobierno de Eligio Ayala y el responsable
máximo de la educación, Ramón Indalecio Cardozo. La movilización
duró dos meses, y aunque los docentes no lograron su objetivo,
lograron revelar toda la problemática educativa de décadas: preca-
riedad en la infraestructura escolar, en la formación docente y en
sus asignaciones.15 Debe destacarse que, como en otras ocasiones,
las alumnas de la Escuela Normal 1: Magdalena Sosa Jovellanos,
Adelaida Valinotti Rossi, Catalina Vargas, Esperanza Abraham Este-

14. Ídem
15. Del insuficiente número de maestros y de sus lastimosos salarios nos habla Rafael Barret
en dos relatos publicados luego en El Dolor Paraguayo (1909). En el primero, Instrucción
Primaria, se pregunta al final: “Sería una fuente de regeneración incalculable, aquí sobre
todo, donde los hogares, mal constituidos, hacen muy poco a favor de los hijos, enviar a
la campaña un heroico regimiento de cien maestros, cien hombres de corazón, capaces de
ser estimados por los niños, y resultos a sembrar en las almas auroras del germen de la sin-
ceridad y de la libertad de ideas. Pero, esos hombres, ¿los habrá en Paraguay, los habrá en
América, los habrá en este valle de lágrimas? En el siguiente relato, El Maestro y el Cura, afila
la ironía de su pluma: “El maestro gana ciento cincuenta pesos mensuales (…) no tiene sino
un centenar de alumnos (…) en la clase (…) no hay bancos, ni mesa ni utensilio alguno de
enseñanza. Allí se aprende aritmética sin pizarrón, geometría sin figuras ni sólidos, botánica
sin plantas, zoología sin animales, geografía sin mapas. (…) También se debe observar que
los ciento cincuenta pesos no son precisamente ciento cincuenta pesos. En primer lugar,
son recibidos con un mes de retraso. Los gobiernos, sin duda por razones de alta política,
han dispuesto que ese pague a los maestros de escuela los últimos, es decir, después de
los mayordomos, porteros y lacayos; después de los espías. (…) Los infelices necesitan un
intermediario que les cobre el sueldo en la capital y lo envíe, en cuya operación se evaporan
siempre algunos pesos, cuando no todos. (…) En fin, el maestro vive. ¿Qué más quiere?

122

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capítulo iii | el magisterio, algo más que educar a la patria

va, Mercedes Fernández, Rosa J. Marengo, Florinda Villalón, María


Sara Barrios T., Josefina Ayala Haedo y Deolinda Semidei también
adhirieron a esta protesta y fueron suspendidas por 15 días.16

4. Algunos impactos del normalismo y el magisterio

El magisterio lleva a primer plano la crisis fundamental del mo-


delo liberal - conservador de sociedad propuesto tras la Guerra de
1870: la mujer carece de los derechos que debe inculcar a las fu-
turas generaciones. Esta crisis es además alimentada por toda la
simbología republicana, en que la Patria es femenina, y como mujer
(ejemplificada en la Marianne de la Revolución francesa y sus repro-
ducciones en otros puntos geográficos) madre, nutre a todos por
igual con la leche de sus exuberantes pechos… menos a sí misma.
Quizás fue esta disconformidad, sumada a los cambios rápidos
en la sociedad paraguaya, la que hizo que varias normalistas ocupa-
ran cargos de relevancia y protagonizaran sucesos fundamentales
en la historia de la organización de las mujeres y la reivindicación de
sus derechos en el Paraguay; desarrollando un protagonismo cuyos
resultados demorarían demasiado, por múltiples razones: la inesta-
bilidad política, un machismo de difícil superación que caracterizaba
como “ridículo” todo intento de opinión femenina sobre temas po-
líticos, la Guerra del Chaco.

16. La suspensión provino del Consejo de Educación presidido por Ramón I. Cardozo e integra-
do por Anselmo Jover Peralta, Emilio Ferreira, Guggiari y Vera. Citado en Barreto, Ana. Mujeres
que hicieron historia en el Paraguay. Secretaría de la Mujer de la Presidencia de la República del
Paraguay – Ateneo Cultural Lidia Guanes – Servilibro. Asunción, Paraguay. 2011. P. 157.

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Voces de mujer en la historia paraguaya

Guardería de Niños Años 40. Revista Life.

Haya sido esta disconformidad constructiva o frustrante, o ambas


cosas a la vez, podría afirmarse que en el Paraguay de la pos-Guerra
la reivindicación pedagógica precede a todas las otras reivindicacio-
nes feministas, tal como ocurrió en numerosos países europeos. Y
son las normalistas las que luego desempeñarán papeles relevantes
en la organización de mujeres con miras a la reivindicación de sus
derechos. Enumeremos algunas proyecciones de aquellas mujeres:

- María Felicidad González, normalista, participó de la creación del


movimiento feminista de 1921 en torno a la propuesta de ley
de igualdad de derechos de la mujer presentada por Telémaco
Silvera;
- Serafina Dávalos, normalista y primera mujer doctora en Derecho

124

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capítulo iii | el magisterio, algo más que educar a la patria

e integrante ocasional del Supremo Tribunal de Justicia; fundado-


ra de la Escuela Mercantil de Niñas en 1905.
- Otras normalistas que integraron el mismo movimiento fueron
Carmen Garcete (cuya Conferencia Pedagógica sobre el kinder-
garten mencionamos más arriba); Catalina Stewart, también con-
ferencista; Élida Ugarriza, quien como ya hemos visto lideró la
renuncia colectiva docente contra el gobierno de Eligio Ayala;
- Isabel Llamosas, que llegaría ser destacada dirigente juvenil de la
Reforma Universitaria de 1929;
- Josefina Sapena Pastor, más tarde escritora y en la Argentina,
militante feminista;
- Virginia Corvalán, normalista y futura doctora en Derecho;
- Ramona Ferreira, luego directora de La Voz del Pueblo, primera
mujer que desempeñó tal cargo.
- Clotilde Bordón, normalista, autora en 1928 de un Manual de
Historia Paraguaya, la primera mujer en hacerlo; y junto a Ramón
I. Cardozo y Delfín Chamorro, la más destacada promotora de la
Escuela Nueva en el Paraguay.
- Emiliana Escalada, normalista, participó en 1920 de la fundación
del Centro Feminista Paraguayo, y fue Secretaria de la Asociación
Regional de Maestros de la Capital liderada por Élida Ugarriza que
protagonizó la renuncia mencionada de 1925; en 1936 participó
de la fundación del Centro Feminista Paraguayo y fue detenida
por su oposición al gobierno de Higinio Morínigo (1940 – 1947).

Dada la proyección de las normalistas, bien puede aplicarse al

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Voces de mujer en la historia paraguaya

Paraguay la misma conclusión que Emilio Mignone extrae para la


Argentina, de que el normalismo es “una ideología y un sistema de
valores y normas de conducta que constituyó una verdadera sub-
cultura” y que la Escuela Normal fue “vehículo de la incorporación
precoz de la mujer (…) a la enseñanza y a la actividad laboral”.17
Pero también existía en las mujeres una disconformidad con el
propio rol docente: el carácter “apostólico” de la profesión había
encontrado un fuerte punto de apoyo en los valores tradicionales
del rol femenino, como el sacrificio y la abnegación propios de la
madre. Esto hizo que en no pocas oportunidades, las mujeres se
resignaran a salarios mal pagados. La huelga de 1925 es una excep-
ción, y no la regla.
Y si bien el magisterio fue una profesión mal pagada y precariza-
da, no es menos cierto que en las nuevas condiciones sociales del
Paraguay los ingresos de la mujer sí podían implicar cierta movilidad
social ascendente, a diferencia de lo que ocurría en el período ante-
rior a la Guerra y en los primeros años del siglo XX cuando la edu-
cación tenía por finalidad consolidar el rol doméstico de la mujer.
La docencia también significó la creación de un espacio solidario
entre mujeres, educadoras y educandas. Puso en contacto a mujeres
provenientes de distintas realidades, aunque de manera limitada.
El potencial de la educación en una nueva conciencia de género
tropezó, sin embargo, con resistencias promovidas por otras muje-
res de visión tradicional. Además, con las condiciones de un Para-

17. Mignone, Emilio Fermín. Relación entre el sistema político y el sistema educativo en la Argen-
tina (1853 – 1943) FLACSO. Buenos Aires. 1978, citado en Weinberg, Gregorio. Modelos Educa-
tivos en la historia de América Latina. UNESCO – CEPAL – PNUD. A-Z Editora. Buenos Aires. 1995.

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capítulo iii | el magisterio, algo más que educar a la patria

guay que en el medio rural, por ejemplo, recibía muy escasamente


el impacto del normalismo y sus consecuencias.
Pero no fue solo el magisterio un espacio de superación: las es-
cuelas de oficios y otras profesiones también contribuyeron a forjar
una nueva conciencia del valor de la mujer en el ámbito laboral
público. Al ocupar espacios tradicionalmente masculinos, tuvo lu-
gar un nuevo conjunto de roles de mujer que comenzaba a abarcar
simultáneamente los espacios públicos y privados. María Felicidad
González, renombrada docente normalista, lo señaló en el año
1922: “Puede decirse que en el Paraguay, la enseñanza primaria
y muchas de las profesiones están a cargo exclusivo de la mujer, y
esta circunstancia contribuye a darle prestigio y ascendencia en la
sociedad”.18
Sin embargo, las contradicciones de esta condición con la posi-
bilidad de vivir los derechos cívicos quedan testimoniadas en esta
carta enviada por “Una maestra” al diario El Orden, el 26 de febrero
de 1925, en el marco de la renuncia de los y las docentes liderada
por Élida Ugarriza: “Está escrito. Desde un principio hemos podido
ver la poca o ninguna consideración que el magisterio ha merecido
a los hombres del gobierno. Ni sus justas demandas fueron escu-
chadas, ni siquiera fueron recibidas sus comisiones y de la prensa
oficiosa solo hemos merecido burlas y amenazas. (…) Está claro.
Están encima las elecciones y esto absorbe toda la preocupación
oficial. Qué importa que no haya escuelas con tal que funcionen las
cámaras y haya bancas para las lumbreras que dictan leyes que al

18. Barreto, op. cit. p. 154.

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Voces de mujer en la historia paraguaya

día siguiente ellos mismos se encargan de pisotear. Las escuelas po-


drán estar cerradas todo el año, pero en sus locales funcionarán el
domingo los comicios. Y eso basta. Nosotras, como mujeres, no
votamos y por lo tanto, nuestra suerte nada puede importar
a los políticos, como se ve que tampoco nada les importa la suerte
de la niñez ni el porvenir educacional del país.”19

19. Diario El Orden, 26 de febrero de 1925.

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capítulo iV | la exigencia de derechos: los inicios del feminismo ç
La exigencia de los derechos:
Los inicios del feminismo

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Voces de mujer en la historia paraguaya

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capítulo iV | la exigencia de derechos: los inicios del feminismo

capítulo iV

La exigencia de derechos: Los inicios del feminismo

1. Manifestaciones de mujeres en torno a cuestiones


públicas: el deseo de sentirse oídas.

Sin dudas, la figura femenina y feminista más destacada del siglo


XX en el Paraguay fue Serafina Dávalos. Su biografía puede ser pen-
sada como una suerte de síntesis de los caminos que las mujeres in-
tentaron para hacerse ver, escuchar, sentir. De origen humilde, logró
ascender como egresada del Colegio Nacional; como egresada de
la Escuela Normal; abogada y doctora en Derecho (la primera en el
Paraguay), magistrada y ocasional integrante del Supremo Tribunal
de Justicia, pacifista en 1904, integrante del selecto núcleo cultu-
ral congregado en torno a La Colmena, representante internacional
del feminismo paraguayo. Nunca pudo, sin embargo, elegir ni ser
elegida para algún cargo. Ejemplo ella misma de movilidad social
ascendente por méritos propios, fundó en 1904 la Escuela Mercan-
til de Niñas, de la que egresaron contadoras y peritas mercantiles,
para que más mujeres pudieran lograr la autonomía a través de la
educación para el trabajo productivo.
Una frase publicada en un elogio para Serafina, en 1925, da
cuenta de cuán bien representaba el ideal social de la época: “Fun-
dó la Escuela Mercantil de Mujeres y la dirigió con singular acierto,

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Voces de mujer en la historia paraguaya

Serafina Dávalos

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capítulo iV | la exigencia de derechos: los inicios del feminismo

alimentando y armando a toda una generación femenina para la


lucha por la vida. Con sus títulos de contadoras, recibidas como un
espaldarazo, salían de las aulas niñas y más niñas que engrosaban
las filas libertarias de las mujeres que bregan por la independencia
de su sexo, a conquistarse, no por el antiestético asalto a las urnas
y a los puestos de ellas derivados, sino por la mayor capacidad,
por la superior actitud para enfrentarse con la vida (el resaltado es
nuestro)”.
Sacrificio, inteligencia, dedicación, trabajo, pero sin derechos ci-
viles ni políticos. Tal el perfil de la mujer de éxito en las primeras
décadas del siglo XX.

1.1 El NO a los derechos.

Cuando se escribe la historia de las reivindicaciones de dere-


chos de las mujeres en distintas latitudes del mundo, tiende a
mencionarse como un factor limitante del acceso de las mismas a
los derechos políticos durante todo el siglo XIX, y buena parte del
XX, el llamado “impuesto de sangre”. Se denomina metafórica-
mente “impuesto de sangre” a la “contribución” masculina con
sus vidas, por sus patrias, en las guerras. Es una contribución que
las mujeres que no participan del frente de guerra, no realizan.
Esta incapacidad para “pagar” semejante “impuesto” era pensa-
da como una incapacidad “natural”, derivada de la biología y la
fisiología femeninas.
Sin embargo, el Paraguay de fines del siglo XIX y principios

133

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Voces de mujer en la historia paraguaya

del XX, signado por el proyecto “regenerador” de sociedad,


conservador y liberal, era un escenario radicalmente distinto.
La Guerra contra la Triple Alianza había convertido a cada
paraguayo y paraguaya en un soldado. Si bien es cierto que
las mujeres de los batallones probablemente no intervinieron
como tales en los combates, sí es cierto que al ser todo el
Paraguay un único teatro de operaciones, hubo momentos
en que tomaron las armas, pero además formaron parte de
la vanguardia, acompañando a esposos e/o hijos; o bien de
la retaguardia cultivando los campos bajo un régimen de tra-
bajo militarizado. De modo que las mujeres habían pagado
también el “impuesto de sangre”.
Esta situación, glorificada posteriormente por el discurso na-
cionalista, constituía una anomalía para el discurso conservador.
No era ignorada; la participación de las mujeres en la Guerra era
admitida, pero lo que para unos era un tinte de orgullo, para
otros -los regeneracionistas- había sido uno más de los tantos
desatinos de López. Es que en el contexto de la Guerra, y como
ya hemos indicado en otros lugares, hubo referencias a la
ciudadanía de las mujeres. Inclusive el periódico El Centinela
publicó: “El hombre, en su inexplicable orgullo, olvidando los
favores de su ángel tutelar, de su dulce y fiel compañera, le
ha trazado una línea funesta para que no pueda pasar allá de
las relaciones de la familia, encadenando su precoz inteligen-
cia y cegándole todas las fuentes afectivas, para mantenerla
como objeto de sus fruiciones. Pero ella, que presiente su

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capítulo iV | la exigencia de derechos: los inicios del feminismo

futura grandeza, pugna incesantemente por romper los esla-


bones de esa cadena que la mantiene en su estrecho círculo
de la familia, y busca con ansiedad un asiento en la barra
donde se ventilan los negocios públicos. Injusto el hombre,
le señala la poltrona doméstica y le pone en sus manos el
libro de la familia. Esta es la mujer en las relaciones civiles,
que aún sufre las consecuencias de ese fruto amargo que le
ofreció a Adán en el Paraíso”
Probablemente, los regeneracionistas sobredimensionaron es-
tas expresiones de presencia femenina en la vida pública. Lejos
estaba el Paraguay de los tiempos lopistas de conceder derechos
a las mujeres y dado que se trataba de un régimen autoritario, los
derechos políticos estaban severamente limitados.1 El caso es que
sirvió de argumentación para llevar nuevamente a las mujeres a
su espacio “natural”, el doméstico.
Carente de sustento el discurso sobre el “impuesto de sangre” y
sus consecuencias sobre los derechos de la mujer, estos son privados
por la fuerza. Los diarios de época trazan el perfil femenino, del que
la política y los derechos políticos quedan excluidos. Como en otras
latitudes del mundo, a las expresiones de las mujeres sobre temas
públicos acompaña el adjetivo de “ridículas”, que llaman a la risa.

1. El régimen de López, extremadamente sensible a los cambios políticos en la región del Plata,
reprimía con dureza todo atisbo de disenso. Si la correspondencia del cónsul francés en Paraguay,
M. Laurent-Cochelet, resulta correcta en sus datos, en marzo de 1864 cuando comenzaba a ge-
starse la crisis política en Uruguay (cuyo desenlace final sería el inicio de la Guerra contra la Triple
Alianza en octubre del mismo año), algunas mujeres fueron condenadas a exilio perpetuo en el
interior del país: doña Juana Maíz, tía del padre Fidel Maíz; Magdalena García, ambas a Rosario;
Rosa y Tourasa Fornel, a Tacuatí; y las hermanas Figueredo (no se menciona el nombre). Estas
detenciones tenían un fuerte carácter político.

135

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Voces de mujer en la historia paraguaya

2. Las “ridículas” de 1874.

En 1874, un grupo de mujeres decide expresar su disconformi-


dad con nombramientos del Poder Ejecutivo ante el general Guima-
raens, de las tropas brasileñas de ocupación. La reacción no se hizo
esperar, y el 27 de abril de 1874 el periódico La Libertad expresaba:

En la mañana de ayer, un grupo de mujeres se presentó


ante el general Guimaraens primero, después ante el ministro
brasilero y se nos afirma que hasta aun al cónsul de Italia, pe-
ticionando nada menos que un cambio radical en el personal
del P.E.
¿Quien inspiró semejante disparate a esas infelices mujeres?
¿Por qué hacer poner en ridículo a esas personas abusando
de su ignorancia?
Cuántas de ellas, aconsejadas por el cariño de madres, es-
posos; a hijas, a cuyos hijos, esposos o padres se les presenta-
rían como víctimas, han creído cumplir con un doble deber de
patriotismo y amor a la familia, y dado tan importuno paso.
Eso es criminal, abusar así de sentimientos tan nobles; exal-
tándolas para satisfacer una idea política irrealizable por el me-
dio propuesto.
¿Ignoran acaso, quienes mandaron esas mujeres, que la
cuestión propuesta era un sarcasmo?
¿O creyeron hacer una gracia practicando una burla en la
ignorancia?

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capítulo iV | la exigencia de derechos: los inicios del feminismo

¿No saben que por nuestras leyes y costumbres la mu-


jer no tiene derechos civiles? (...)
A nuestras mujeres les corresponde el cuidado interno
del hogar, la dirección de los tiernos hijos, elevar preces
al Señor por el bien de la humanidad, el coser, el plan-
char y el labor, espumar el puchero, condimentar el que-
so, barrer la casa, cuidar de la ropa del marido etc., etc.;
y no en entrometerse en quién es mejor para presidente
o juez de Paz. (…)
La mujer, si se aparta de los deberes que la sociedad
cristiana le ha impuesto, desciende de la dignidad de su-
ceso, y la sociedad misma la mira como un ser extraño
que no le pertenece (…)

No va a ser la única manifestación de las mujeres sobre asuntos


públicos a fines del siglo XIX.

3. “Las que se meten donde no deben” (1898).

En el capítulo anterior narramos la crisis que se produjo en el


campo educativo hacia fines del siglo XIX entre las docentes Adela y
Celsa Speratti, responsables de la Escuela Normal; y Enrique Solano
López, superintendente de Instrucción Pública.
La crisis -que desembocó en las renuncias de las tres partes, to-
das rechazadas por el presidente Egusquiza- tuvo varios elementos
catalizadores e hizo visible la presencia de la mujer.

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Voces de mujer en la historia paraguaya

Entre las causas inmediatas del conflicto debe citarse que el su-
perintendente llamó a concurso de cargos para las vacancias en
el Colegio Nacional y propuso reorganizar las escuelas primarias,
cerrando cuatro escuelas para abrir otras dos de educación primaria
superior. En el capítulo respectivo se puede ver cuál fue la posición
de las hermanas Speratti, de las alumnas de la Escuela Normal y de
las mujeres de élite de la época.
Sin embargo, tuvo otro componente político que para la época
era clave en la discusión sobre los rumbos de la nación paragua-
ya: su pasado inmediato. En efecto, un librero catalán residente en
Asunción, de apellido Trasfi, había ordenado la impresión de unos
cuadernos, algunos con la efigie del general José Eduvigis Díaz (en-
tonces, el héroe nacional incuestionable), y otros con la del por en-
tonces cuestionado y polémico Francisco Solano López. La discusión
subió de tono cuando el entonces director del Colegio Nacional, el
educador argentino Francisco Tapia, se rehusó a recibir los cuader-
nos que portaban la imagen de López. Su posición se difundió en
todos los diarios y tuvo partidarios y detractores, los mismos que se
expresaron aplaudiéndolo y abucheándolo en una conferencia que
dictó en el Instituto Paraguayo en el mes de abril del mismo año.
Entonces, en el calor de un conflicto que precedería a las grandes
polémicas sobre el nacionalismo del siglo XX, las mujeres de la élite
liberal-conservadora decidieron tomar partido por Tapia, y tuvieron
la pretensión de entregar al presidente Egusquiza un memorial con-
tra el superintendente Enrique Solano López (hijo de Francisco So-
lano López) a quien sindicaban como el instigador de la impresión

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capítulo iV | la exigencia de derechos: los inicios del feminismo

de los cuadernos, además de propulsor de las medidas más arriba


señaladas. El Memorial también contendría las opiniones sobre la
figura de Francisco Solano.
Ante esta posibilidad, el diario La Opinión, dirigido por Blas Ga-
ray, descalificó la eventual acción de las mujeres, insistiendo en que
estas debían relegarse al ámbito doméstico, y que no “debían me-
terse” en temas de política.

4. Las concepcioneras de 1901.

La escena política del Paraguay de fines del siglo XIX y prin-


cipios del XX era tumultuosa. El nacimiento de los partidos po-
líticos en 1887 con la fundación del Centro Democrático -luego
Partido Liberal- y la Asociación Nacional Republicana -Partido
Colorado- no significó que los valores republicanos estuvieran
presentes en la vida política. Así, Juan G. González, que había
gobernado el país desde 1890, renuncia al cargo por la presión
de Juan G. Egusquiza y Bernardino Caballero en 1894. Egusqui-
za se convierte en el hombre fuerte de la política paraguaya y
tras completar él su mandato presidencial en 1898, influye en la
Asamblea Electoral para la elección presidencial de Emilio Aceval.
Sin embargo, Bernardino Caballero, ya enfrentado a Egusquiza,
apoya al coronel Juan A. Escurra y tras un golpe de Estado, este
es llevado al poder en 1902.
En 1901 tienen lugar las elecciones parlamentarias, que no co-
incidían con las presidenciales. José Segundo Decoud, prestigioso

139

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Voces de mujer en la historia paraguaya

político e intelectual, resulta electo senador en las llamadas “Elec-


ciones del Norte”.
Ese año, compitió por la banca senatorial con Cecilia Báez (del
Partido Liberal, nombre que en 1890 adoptó el Centro Democráti-
co), en representación de Concepción y San Pedro. Tras una serie
de eventos que incluyeron la anulación de elecciones, nuevas elec-
ciones, fraude electoral y hechos violentos de enfrentamiento, el
Congreso declaró la victoria de José Segundo Decoud. La violencia
del clima electoral no dejó indiferente a nadie, la opinión pública
estaba ofendida ante lo que consideró un escándalo político. Ya en
los primeros conteos se declaró la victoria de Báez por 212 votos
contra 115.
Indignadas, un grupo de mujeres concepcioneras se dirige al Se-
nado el 25 de mayo de 1901, mediante un telegrama que dice:
“Damas paraguayas que suscriben envían sentido pésame por in-
corporación senador traidor José Segundo Decoud. Dios proteja
destino Patria”.
El telegrama fue reproducido por los principales periódicos de
época: La Democracia, La Patria, La Prensa, El Cívico y La Tribuna.
Los tres últimos expresaron su disgusto con las concepcioneras, no
por el desacuerdo con su posición política, sino porque entendían
que les faltaba a ellas capacidad para opinar en cuestiones de po-
lítica. En La Democracia y en La Patria, sin embargo, Cecilio Báez y
Arsenio López Decoud tomaron partido por las mujeres.
Algunos argumentos contra el posicionamiento de las concep-
cioneras fueron: “La mujer, pasando por encima de la autoridad y

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capítulo iV | la exigencia de derechos: los inicios del feminismo

prestigio del padre, del esposo, del jefe legal, en fin de la familia,
asumía la representación que en ningún caso le corresponde, que
las costumbres sociales y la misma legislación le niegan”, y agregaba
que “en bien de nuestra cultura social y política (esperamos que) el
hecho no se repita”.2
“El telegrama dirigido (…) al Senado (…) ultraja groseramente a
uno de sus miembros”.3
“La misión de la mujer no es de extender al terreno de la política,
en el que deben actuar sus hijos, hermanos o esposos, en una pala-
bra solo el hombre (resaltado nuestro), y la invasión de dominios
extraños, no es un timbre de gloria para las damas, antes por el
contrario hiere profundamente la misión que le está reservada. El
imperio de la mujer solo está constituido por su hogar, del que no
puede apartarse sin el manifiesto perjuicio de sus más caros intere-
ses. A este (…) le está reservada una acción pacífica educando a sus
hijos y velando por el bienestar de la casa y la familia”.4
“En nombre de nuestra cultura social y de los sentimientos afec-
tuosos que deben ser el instintivo peculiar de la mujer, protestamos
del texto del telegrama que unas damas de Villa Concepción dirigie-
ron el sábado último al Senado Nacional”.5
Al salir en defensa de las mujeres, Cecilio Báez argumentó que
“el Gobierno ha arrancado de sus hogares a sus esposos, a sus hijos
y a sus hermanos, y los ha metido en la cárcel (…) Se ha maltrata-

2. El Cívico, 27 de mayo de 1901.


3. La Prensa, 27 de mayo de 1901.
4. La Prensa, 27 de mayo de 1901.
5. La Tribuna, 27 de mayo de 1901.

141

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Voces de mujer en la historia paraguaya

do a los compañeros de su suerte, se ha llevado la intranquilidad


y el desasosiego a sus hogares, se ha conmovido sus corazones, se
ha agitado sus entrañas, todas con la idea de la muerte, con el terror
esparcido por la Villa por el aparato de la fuerza allí desplegado, por las
prisiones y las violencias perpetradas en aquellos”.6
En La Patria, por su parte, Arsenio López Decoud justificó a las mu-
jeres diciendo: “Y aquí termino enviando a aquellas damas de Concep-
ción que protestaron de un acto de nuestro vivir político, mi humilde
y respetuosa adhesión. Y no se crea que este proceder mío obedece
a que la protesta fuera dirigida contra los escombros de un personaje
político que me lanzó un cascotillo desde el Senado. No, ni con cien
leguas, mi adhesión está inspirada por sentimiento que nada tiene
que hacer con rencorcillos de mala ley que no tengo la desventura de
alentar (…) Siendo, como soy, el descendiente de víctimas de una era
infausta que puso a dura prueba el valor y la entereza de las mujeres
de mi familia y de mi raza, de más está decir que he mamado el odio
a la opresión como y donde quiera que se manifieste. Detesto a los
tiranos, pero sin odios inútiles que no pueden perseguirles más allá de
la tumba. Y creo que nosotros, los que con orgullo nos proclamamos
hijos de esa mujer paraguaya que arrastró su duelo y su miseria por
los cien senderos de su calvario; (…) no tenemos derecho a protestar
de las acciones de nuestras hermanas en cuyas almas fuertes parecen
haber anidado todas nuestras legendarias valentías. Yo no tengo ese
derecho. Ni lo quiero”.7

6. La Democracia, 29 de mayo de 1901.


7. La Patria, 5, 8, 10, 11 y 13 de junio de 1901.

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capítulo iV | la exigencia de derechos: los inicios del feminismo

5. Expresiones de pacifismo en 1904.

El proceso revolucionario que condujo al derrocamiento del pre-


sidente Escurra en 1904 (y marcó el inicio de la “era liberal” en la
historia política del Paraguay) motivó también la intervención de las
mujeres, esta vez con un comunicado de carácter pacifista. Durante
el conflicto, una Comisión Pro-Paz integrada por 22 mujeres y 4
varones se presentó ante el general Benigno Ferreyra, comandante
revolucionario, en el buque “Carioca” en Villeta. En aquella oportu-
nidad, Serafina Dávalos dio lectura de un manifiesto, cuyo texto ín-
tegro reprodujimos en Mujeres que Hicieron Historia en el Paraguay,
y del que extraemos párrafos que tienen que ver con la mirada de
mujer sobre la violencia y sobre sí mismas:
“¡La guerra! – Fatídico acento que despierta la historia aún
viva de lágrimas y miserias; de la nacionalidad destrozada; el
hogar destruido; la madre cual aquella sublime mujer del cris-
tianismo, recostado en el seno el cuerpo sangriento del hijo,
muerto en aras del más puro patriotismo; la esposa, inconso-
lable por la pérdida del muy amado, con la triste realidad que
tiernos infantes que sin padres ni hogar quedaron solos con
la madre atribulada y en su inconsciencia, asfixiados por la at-
mósfera de dolor” (…)

“Y esas madres, esposas e hijas penetradas del testamento


sublime que les dejaron sus héroes venerados, cual la recons-
trucción nacional mil veces bendita empresa, disponiendo su

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Voces de mujer en la historia paraguaya

inmenso dolo,; con una voluntad firme, de temple de acero,


procedieron a consagrar todas las savias de su existencia a
levantar la nueva casa, y en esa noble tarea continuaron sin
desmayar jamás a la vista y admiración del mundo entero” (…)

“Y esa misma mujer paraguaya, no ha desperdiciado un


momento; para inculcar en el corazón de sus tiernos hijos la
augusta misión que les correspondiera como sucesores de los
héroes que se batieron desde el Uruguayana hasta Cerro Corá,
dicha augusta misión es, que la República del Paraguay sea
grande y ejemplar por la libertad que en ella se respira, como
es grande y ejemplar por el heroísmo legendario de sus hijos”
(…)

“Hoy día en esta circunstancia luctuosa, la misma mujer


paraguaya que en otrora acompañaba al soldado en la ba-
talla cuando se trataba de disputar nuestra tierra de huestes
extranjeras, cuando había un honor nacional que defender y
una bandera que arrancar de manos enemigas, se presenta a
recordaros que vuestro movimiento patriótico ha de elevarse
muchísimo más, poniendo todos los medios necesarios a fin de
que arriben a un acuerdo honroso con el Superior Gobierno y
se ahorre a nuestra querida patria días de luto, de desolación
y ruina” (…)

(…) “otra vez el hogar sin luz y sin esperanza, la madre,

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capítulo iV | la exigencia de derechos: los inicios del feminismo

que después de dar toda su sangre para la vida del hijo, criado
penosamente por causa de la miseria cruda en que quedó el
Paraguay a consecuencia de la horrible guerra, otra vez resi-
denta, que acude detrás del hijo en los cuarteles, en los lugares
de peligro, en los campamentos con todo lo que tiene, su ab-
negación sublime y su inmenso amor. Y quedarán nuevamente
las esposas desconsoladas, las hijas huérfanas, los niños todos
sin padre, ni hogar” (…)

“Aquí, las mujeres paraguayas que vienen y todos los cere-


bros que conocen nuestra historia, saben muy bien que, como
valientes, los ciudadanos que militan en ambas filas, jamás han
de cejar por razón de la fuerza; pero conociendo como cono-
cen la nobleza de vuestros corazones y el temple superior de
vuestras almas, vienen a suplicar, en nombre de la patria y los
sentimientos de humanidad, que propiciéis la paz por la fuerza
de la razón”.

El documento refleja una mujer consciente del papel que cumplió


en los días de la Guerra; consciente también del papel que cumplía
en la tarea de reconstrucción del país -promoviendo el patriotismo
y los valores de libertad y heroísmo- era también consciente de que
sus posibilidades de pacificar espíritus solo podrían tener éxito por
el camino del ruego, de la súplica. No desde el ejercicio de la ciuda-
danía, ni haciendo referencia a las instituciones.

145

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Voces de mujer en la historia paraguaya

El comunicado mereció la adhesión de damas de San Lorenzo de


Campo Grande, que se expresaron días después, con los mismos va-
lores:

(…) “vosotras distinguidas damas y señoritas os tomáis la mi-


sión de interceder entre los que se preparan a la guerra a favor de
la paz, que devolverá la calma a todos los espíritus, la seguridad
personal y la garantía de la propiedad a todos los que pueblan
este prodigioso suelo” (…)

“Queréis la paz como todos la quieren: la queréis para vues-


tros padres, esposos, hijos, hermanos y extraños, porque bajo la
ancha bandera de la paz todos somos hermanos, todos iguales,
todos nos abrazamos, para obrar de consuno en la consecución
de nuestra prosperidad individual y por ende de la República”.

“Queréis la paz para que la esposa, madre, hija, hermana, vuel-


va con el espíritu tranquilo a ayudar a sus queridos deudos en sus
tareas por la vida y por el engrandecimiento”.

“Sublime misión la vuestra, llevadla a cabo, no desmayéis ante


los obstáculos que al principio se os opongan, convenced, supli-
cad, rogad a fin de conseguir la paz. Enterneced los corazones
de los hombres con vuestras lágrimas. Haced todo lo que podáis,
porque todo lo que hagáis será santo, será sublime cuando se tra-
ta de la paz, cuando se trata de librar de la muerte a tantos seres

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capítulo iV | la exigencia de derechos: los inicios del feminismo

queridos que enlutarán millones de hogares y serán una inmensa


pérdida para el país”.

6. Los orígenes del pensamiento feminista:


Serafina Dávalos, Virginia Corvalán.

Los primeros atisbos de pensamiento feminista del Paraguay no


provinieron de mujeres, sino de varones. En efecto, como conse-
cuencia de la defensa que realizaron de la posición de las mujeres

Virginia Corvalán

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Voces de mujer en la historia paraguaya

concepcioneras a las que nos referimos antes, Arsenio López De-


coud y Cecilio Báez desarrollaron una serie de ideas respecto de la
condición femenina y la necesidad de igualdad entre los sexos, en
publicaciones realizadas en La Patria y La Democracia respectiva-
mente.
Habrá que esperar a 1907 para que una mujer desarrolle una
exposición sistemática, mucho más amplia y más profunda que la
expuesta por Báez y López Decoud. Se trata de la tesis doctoral de
Serafina Dávalos, en el campo del Derecho, publicada con el título
de Humanismo.
En esta tesis, Serafina rebate todos los supuestos de la inferiori-
dad femenina, los biológicos y sus derivados, los sociológicos, jurí-
dicos y políticos. También realiza una suerte de ensayo sociológico
sobre la condición de la mujer paraguaya en su tiempo, un análisis
quizás algo moralizante respecto de temas como la prostitución; y,
finalmente, a partir de este diagnóstico -y rebatidos ya los supuestos
de la desigualdad- propone unas reformas “indispensables” en la
educación para mejorar la condición social de la mujer en el país.
Venía, desde luego, ya respaldada por su experiencia al frente de su
propio proyecto educativo: la Escuela Mercantil de Niñas que había
fundado en 1904. Refiere también elogios sobre las acciones de
caridad que realizan las mujeres.

Algunas ideas contenidas en Humanismo son:

1. Contra la supuesta inferioridad biológica: Serafina parte del

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capítulo iV | la exigencia de derechos: los inicios del feminismo

cuestionamiento de la idea de que “la única misión de la mujer es


la de ser madre”, ya que este dato biológico fue, en su tiempo, la
base de la supuesta inferioridad “natural” de la mujer. Serafina,
desde luego, no cuestiona la maternidad en sí, sino la idea de
que es la única misión que la mujer puede cumplir. Para sostener
su argumentación recurre a Bebel, a Stuart Mill, Posada, Del Are-
nal. Deriva de ello que “La esclavitud de la mujer no es natural”,
sino que tiene “su razón de ser en la aplicación brutal de la ley
del más fuerte, así como la esclavitud masculina se debía a la
misma causa”. El hombre, dice Serafina, “solo ve y quiere ver en
la mujer un instrumento de placer, por cuya razón atrofia todas
las facultades superiores de su alma por la falta de cultivo; la ins-
trucción que hace dar a las niñas es estudiadamente superficial,
casi todo se reduce a una prédica rabiosa de la legitimidad de la
servidumbre femenina y una mayor exageración de sus tenden-
cias voluptuosas”

2. Contra la inferioridad jurídica: Desmontado el mito biologista,


Serafina critica la legitimación de la desigualdad que se hace en
el derecho positivo, que “coloca la personalidad y la libertad de
una parte de los habitantes en manos de los otros (…) la liber-
tad privilegio de la fuerza; la mujer esclava como siempre, semi-
persona en quien los hechos reflexivos se festejan como chistosas
ocurrencias de un chiquillo”.

3. Contra la inferioridad política: Serafina reconoce el carácter

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Voces de mujer en la historia paraguaya

educador de la familia, por lo cual critica que el derecho consagre


la desigualdad civil. La familia, estructurada sobre esta desigual-
dad, mal podrá educar para la democracia: “El aspecto más per-
judicial del predominio del principio romano en la constitución de
la familia, es para el carácter democrático de nuestra organiza-
ción nacional” (…) “Es una verdad inconcusa que una sociedad es
libre cuando sus elementos lo son: la familia, que es la base de la
sociedad, por tanto, debe ser libre y a su vez la base de la familia
que es el matrimonio, debe tener en su esencia la libertad”. El fin
último de esta reestructuración de la legislación civil es político:
“Así, si queremos un país verdaderamente democrático en que la
libertad, la justicia y la igualdad, sean hermosas realidades, debe-
mos empezar por organizar el hogar sobre la base de una perfec-
ta igualdad, como será indudablemente el hogar del porvenir en
que ambos cónyuges serán personas del género humano (…)”.

4. Los derechos políticos: Nuestra autora exalta el valor que tie-


ne el goce de los plenos derechos por parte de la mujer como
base para un orden moral social superior. Republicana, Sera-
fina participa de la idea de que los derechos no son un fin
en sí mismo -estamos lejos todavía del giro de los Derechos
Humanos-, sino un medio para mejorar el orden social como
un todo: “Antes de todo, importa a la mujer defender sus
múltiples intereses, para cuyo efecto aparece como requisito
previo, como conditio sine qua non, la defensa de su libertad.
Esta es la primera y única conquista que debe constituir el

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capítulo iV | la exigencia de derechos: los inicios del feminismo

ideal supremo de la mujer; todos los demás bienes vendrán


como consecuencia natural (…) el motivo capital para tener en
cuenta la personalidad política de la mujer en los países demo-
cráticos reside en la esencia misma de la democracia (…) por-
que habiendo exclusión de las mujeres, de hecho se convierte
en una oligarquía de hombres en menoscabo de la justicia, de
la igualdad y de la libertad”.

5. El valor de la educación: Serafina, positivista y normalista,


atribuye a la educación una función de primer orden en el
cambio social. Propone el estímulo a la educación agrope-
cuaria; la aplicación de las penas previstas en la Ley de 1902
contra quienes incumplan la obligatoriedad de la educación
primaria; la creación de un Colegio de niñas. Cree que la
educación superior profesional permitirá a la mujer ganarse
“honradamente la vida” y agrega que “nadie desconocerá que
la independencia económica es la base de la emancipación y
autonomía del individuo, y obteniendo todas las mujeres (…)
una preparación profesional (…) estarán en condiciones de
mantener con altura su integridad profesional”.

Varios años después de la tesis de Serafina Dávalos, encontramos


otra exposición sistemática de ideas feministas en la tesis doctoral
de Virginia Corvalán, titulada Feminismo, de 1925. Entre ambas te-
sis, había ocurrido el rechazo al proyecto de ley de igualdad de de-
rechos civiles y políticos, presentado en 1921 por Telémaco Silvera

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Voces de mujer en la historia paraguaya

y Antonio Sosa; pero en términos sociales, existía una mayor visibi-


lidad de la mujer especialmente a través del magisterio y las obras
de caridad. Ese mismo año, una mujer, Élida Ugarriza, lideraría la
renuncia colectiva de maestros contra el gobierno de Eligio Ayala.
Virginia Corvalán también rechaza la inferioridad jurídica de la
mujer, destacando que “la ley consagra una situación de inferiori-
dad para la mujer, haciéndola depender para muchos actos de la
vida de la voluntad del hombre; su instrucción más descuidada no
le proporciona las mismas aptitudes que al hombre para su lucha
diaria y la arraigada costumbre de alejarla de los asuntos que no
sean del hogar, le priva del ejercicio de muchos derechos”.

Tampoco se justifica la inferioridad política, ya que “si la Constitu-


ción hubiese querido negar a la mujer el uso y el goce de ciertos de-
rechos ha debido consignarlo. No existiendo prohibición para que
se conceda un derecho y siendo este derecho conforme con el prin-
cipio de soberanía del pueblo y con la forma republicana democrá-
tica representativa, se impone su reconocimiento con arreglo a lo
que determina el Art. 34 de la Constitución”. Se refiere, obviamen-
te, a la Constitución de 1870. La realidad, además de lo jurídico,
muestra que “un ignorante que no sabe leer ni escribir es elector;
el ebrio consuetudinario, que ha perdido su dignidad y su razón, es
elector; es también elector el holgazán que se hace mantener por la
mujer (…) pero la mujer aunque sea inteligente, honrada, virtuosa,
patriota, trabajadora, humanitaria, es relegada a una situación de
inferioridad”.

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capítulo iV | la exigencia de derechos: los inicios del feminismo

Virginia rechaza también el argumento del Impuesto de Sangre,


al que nos referimos más arriba, apelando a nuestra historia: “La
Historia Nacional contiene tantos y tan bellos ejemplos de mujeres
que supieron sacrificarse y morir por la patria al lado de los hombres
(…)”. Y con filosa y punzante ironía, recuerda que “la ley de los
nueve meses, renovable, es más dura para las mujeres (…) que la ley
de los dos años para los hombres. Muchas más mujeres sucumben
en el lecho del dolor, por obra de la creación, que hombres en los
campos de batalla, por obra de la destrucción”.

Nuestra autora también cuestiona otros argumentos contra el


voto femenino, como la falta de independencia, las costumbres y la
educación, la falta de reclamo del derecho por parte de las mismas
mujeres; el lugar “natural” doméstico, etc. Su conclusión es que “La
Equidad o el sentimiento natural de lo justo, impone que se otorgue
a la mujer todos los derechos políticos de que el hombre goza”.

7. Las primeras organizaciones feministas: reclamos


y motivaciones.

La primera organización de género en el país es el Centro Fe-


minista Paraguayo, que nació en 1920 a sugerencia del diputado
republicano Telémaco Silvera. Este, que mantenía contactos con la
feminista uruguaya Paulina Luisi (fundadora de del Consejo Nacio-
nal de Mujeres del Uruguay), estimuló a varias mujeres a organizar-

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Voces de mujer en la historia paraguaya

Clotilde Pinho Cabral

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capítulo iV | la exigencia de derechos: los inicios del feminismo

se. La convocatoria fundacional se realizó el 25 de abril de 1920, en


el Colegio Nacional y encontró amplio eco en la prensa de la época.
25 mujeres participaron de aquel acto, muchas harían historia pos-
terior en el Paraguay. El Centro tenía como motivación inmediata
contribuir y alentar al Congreso Internacional de la Alianza para el
Sufragio Femenino que se realizaría en Madrid, en mayo del mismo
año. Y como motivación fundamental, la lucha por los derechos
de la mujer tal como lo expresara Ermelinda Ortiz en el discurso de
apertura.
En 1929 se creó la Asociación Feminista, el mismo año en que el
Dr. Antonio Sosa presentó el segundo proyecto conocido de igual-
dad de derechos civiles y políticos de la mujer (el primero fue pre-
sentado por Telémaco Silvera) y para respaldarlo, según mencionó
Dora Vargas de Coscia: “Otras exponentes de la cultura femenina
como Isabel Llamosas de Alvarenga, profesora normal de gran ca-
pacidad, juntamente con la profesora normal señorita María Feli-
cidad González, auspiciaron el movimiento de opinión a favor del
proyecto del Dr. Antonio Sosa en 1929, para el reconocimiento de
los derechos civiles y políticos de la mujer”.
Luego, las organizaciones de mujeres se estructuraron en torno
a la defensa nacional, cercana ya la Guerra con Bolivia. La causa de
los derechos políticos quedó de lado hasta que en 1936 se creó la
Unión Femenina del Paraguay, “al conjuro de la revolución del 17
de febrero”, dice el manifiesto fundacional. Esta organización tuvo
un perfil “feminista y pacifista militante”, al decir de Line Bareiro,
Mary Monte y Clyde Soto. Según estas mismas autoras, fue la pri-

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Voces de mujer en la historia paraguaya

mera organización de género que contó con Estatutos y un progra-


ma de 27 puntos. Contó con un órgano de difusión, el periódico
Por la Mujer; y llegó a ser proscrito por el gobierno de Rafael Franco.
En 1936, quizás hacia octubre, fue proscrito, y en 1937 se autorizó
nuevamente su funcionamiento.
En aquellos mismos años se registra el intento de fundación de
un “comité provisional proderechos de la mujer”, estimulado por
Dora Gómez Bueno de Acuña y Rosario Gómez de Candia. Desco-
nocemos el destino final de la iniciativa.
El 5 de octubre de 1940 fue fundado el Consejo de Mujeres del
Paraguay, en Asunción, vinculado al Consejo de Mujeres que existía
en los Estados Unidos desde 1888. Su misión era unir esfuerzos por
la dignificación de la mujer, bajo el lema: “Todo por la mujer y el
bien de la mujer”. En 1943 se organiza la Asociación Feminista del
Paraguay, de la que no existen mayores referencias.

8. Las mujeres en los partidos políticos

Desde el tratamiento de “ridículas” a las mujeres que opinaban


sobre temas políticos, hasta mediados de los años 20 (siglo XX),
ocurre un cambio importante en términos de que la presencia fe-
menina en los partidos políticos comienza a hacerse visible. Si bien
es cierto que existía la costumbre de que las mujeres realizaran dis-
cursos en ocasiones públicas especiales, este hábito se trasladó a
los partidos políticos y sus actos en el interior del país. A partir de
los años 20 es frecuente que en las reuniones partidarias realizadas

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capítulo iV | la exigencia de derechos: los inicios del feminismo

en domicilios particulares las mujeres (esposas del dueño de casa y


anfitrión) expresen posiciones políticas de respaldo a sus respectivos
partidos.
Rescatamos, como ejemplo, el discurso pronunciado por Oilda
Pedrozzo en Itauguá, ante la presencia de Eduardo Schaerer:

“En medio de la opresión y el rudo trabajo, vuestros corre-


ligionarios gozan de una satisfacción intensa en las populosas
concentraciones que se van llevando a cabo en toda la exten-
sión de la campaña.
Llega también el momento feliz a los liberales de este pue-
blo, formando círculo alrededor vuestro, atraídos por el imán
magnético de vuestra alta personalidad.
Ostentan la bandera del orgullo en la llanura al llevaros en
la agrupación política como Jefe directriz.
Ellos ven con claridad solar la senda que van recorriendo
mediante un foco situado en vuestro científico cerebro que
proyecta luz de enseñanza para todos ellos.
En el campo de la llanura, con abnegación heroica, traba-
jan con tesón, partiendo siempre el ideal liberal, producto del
sentimiento democrático que arde en cada uno de los corazo-
nes de esta imponente agrupación. Enlazados por una misma
cadena, miran más allá, hasta divisar en lontananza el cielo del
gran Partido Liberal. Sin ninguna ambición mezquina, desinte-
resadamente, sostienen el amor sin mácula al gran círculo al
que pertenecen con orgullo.

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Voces de mujer en la historia paraguaya

En prueba de intenso cariño, recibid este sencillo bouquet,


cuyo perfume va impregnado del sentimiento que palpita en el
corazón del Partido Liberal de Itauguá.”
Luego, como tras la revolución de 1947, nacen ya los comités
partidarios de mujeres con una identidad propia como espacio de
protagonismo femenino.

Conclusiones

Hasta 1962 las mujeres estarán privadas del derecho político fun-
damental: el derecho a elegir y ser elegidas. A lo largo del tiempo que
va desde 1870 a 1962 hacerse oír, organizarse, reivindicar derechos,
son eventos que no forman parte de un proceso único, progresivo, de
logro de reivindicaciones. Conspiran contra las mujeres, en distintas
épocas, diferentes elementos:
1. La ausencia de antecedentes históricos organizativos, o, si se quiere
definirlo de otra manera, el carácter incipiente del asociacionismo
político femenino en torno a las cuestiones políticas;
2. La exclusión jurídica y política de las posibilidades de participación
de la mujer en instancias, foros, partidos políticos.
3. La imagen, culturalmente legitimada, de que la mujer es exitosa por sus
logros en distintos campos, fundamentalmente domésticos, excepto el
político. Es más: el campo político es adversario de la femineidad.
4. La reducción de los logros femeninos a la continuidad o aplicación
de valores masculinos: así, de las damas de caridad o de las mujeres
sacrificadas, se dice “viriles”.

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capítulo iV | la exigencia de derechos: los inicios del feminismo

Modas y confecciones La Sin Rival de MadameCandia. 1913.

5. La inestabilidad político-institucional del país, que hace difícil lograr


reformas legales de fondo e impiden consolidar procesos asociati-
vos civiles, no políticos.
Por lo tanto, aun cuando las mujeres se manifestaran en torno a
temas políticos, su ausencia misma fue una cuestión decididamente
política, arropada por una falsa visión de la mujer como “naturalmen-
te” menos capaz que el varón.

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capítulo V | en torno a la guerra del chaco más que madrinas y enfermeras

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Voces de mujer en la historia paraguaya

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capítulo V | en torno a la guerra del chaco más que madrinas y enfermeras

capítulo V

En torno a la Guerra del Chaco:


más que madrinas y enfermeras

Enfermeras

La Guerra del Chaco, como la Guerra contra la Triple Alianza, es un


episodio excepcional. Y como tal vamos a ver nuevamente la movilización
masculina, y a la mujer ocupando roles masculinos no solo como provee-
dora de uniformes de campaña, sino dirigiendo y organizando Juntas de
Aprovisionamiento. Pero también la vamos a ver haciendo de secretaria
(una función hasta entonces masculina) en las empresas, los comercios y
las instituciones. ¿Es de esta época el inicio de la feminización del secreta-
riado? Es una hipótesis por comprobar.
Estos roles directivos y organizativos conviven en la Guerra con los roles

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Voces de mujer en la historia paraguaya

tradicionales expresados en las madrinas de la Contienda del Chaco, las


madrinas de hospitales y huérfanos, las enfermeras del Chaco, etc. Ane-
cdóticos son algunos casos de mujeres que se hicieron pasar por hombres
para ir al frente de combate.

Las enfermeras, entre el Chaco


y los hospitales de retaguardia

Entre 1927 y 1928 empezaron en el Paraguay periodos constantes de


movilizaciones y desmovilizaciones por parte del ejército del personal civil
médico, para la reorganización de una Sanidad Militar. Así como se con-
vocaba a hombres, también se hizo lo propio con mujeres que habían
cursado una carrera afín a la medicina, enfermería o química y farmacia.
Inmediatamente para todo el cuerpo médico empezó una carrera con-
tra el tiempo, en lo que a formación de sanidad de guerra se refiere. Si
bien se conocían heridos en acciones bélicas de guerras civiles como las de
1911 y 1912, e incluso la cercana 1922-1923, o bien, el manejo de una
epidemia como la gripe que azotó al país entre 1918 y 1919, ni hombres
ni mujeres estaban con la preparación suficiente para enfrentar una gue-
rra que movilice cientos de miles de soldados, y el empleo de armamento
bélico desconocido1. Es decir, se podría pensar en el manejo de un herido
por una ametralladora, pero no se sabría qué hacer con el que sufre de
desorientación mental luego de estallar una bomba aérea.
Las doctoras Georgina Dávalos, Alfreda Palacios y Gabriela Valen-

1. Nos referimos en este caso a todas aquellas armas fuera de los viejos fusiles usados en las
sucesivas revoluciones: granadas o ametralladoras.
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capítulo V | en torno a la guerra del chaco más que madrinas y enfermeras

zuela fueron las primeras médicas en responder al llamado del ejército


y recibir este tipo de entrenamiento. Asimismo, fueron ellas las encar-
gadas de ofrecer entrenamiento a otras personas.

Georgina Dávalos

Nació en Ajos (hoy Coronel Oviedo). De profesión médica, entrenó


a las enfermeras con miras a la Guerra con Bolivia entre 1928 y 1932
en el Hospital Militar Central. Cuando el conflicto se inició, la Dra.
Dávalos fue enviada a impartir cursos acelerados de Enfermería en el
interior del país, y al mismo tiempo era la encargada general de los
hospitales de las ciudades a las que llegaba. Al terminar la Guerra,
tenía el grado de capitán de Sanidad.

Georgina Dávalos rodeada por un equipo de enfermeras

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Voces de mujer en la historia paraguaya

Clases de Enfermería y Primeros Auxilios

La sección femenina del Gimnasio Paraguayo inauguró en 1928


las clases de “Enfermería y primeros auxilios” bajo la dirección de las
doctoras Gabriela Valenzuela y Alfreda Palacios. Aunque se presen-
taron varias señoras y señoritas para los cursos, las clases fueron de
Enfermería básica. La intención era contar enfermeras que reciban
posteriormente entrenamiento en la Sanidad Militar.

Alfreda Palacios de Coronel

Macieleña. Unas de las primeras doctoras en Medicina. En la Guerra


del Chaco, organizó hacia 1932 un grupo de enfermeras sanitarias
con el fin de trabajar con heridos en los hospitales de Asunción y el
interior del país. Falleció en Asunción en septiembre de 1947.

Froilana Mereles

Nació en Pirayú en 1901. A los 8 años llegó a la capital para ingresar


a la Escuela de Aplicación anexa a la Escuela Normal de Maestras. Pasó
luego al Colegio Nacional para recibir el título de bachiller en 1917.
Ingresó luego a la Universidad Nacional para seguir la carrera de
Medicina. Fue compañera de Gabriela Valenzuela con quien se graduó
en 1924 de médico cirujano.
Durante la peste de gripe y la Guerra Civil de 1922 y 1923, Froilana
trabajó como estudiante en atenciones de urgencia a heridos.

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capítulo V | en torno a la guerra del chaco más que madrinas y enfermeras

Luego de la Guerra del Chaco, la doctora Mereles siguió sirviendo a


la medicina. Falleció en 1980.

Clases de Enfermería en la Cruz Roja Paraguaya

La Sociedad Nacional empezó sus funciones en los albores de la


Guerra Civil de 1922 y 1923, le tocó además instalarse en Encarna-
ción con motivo del tornado que azotó la ciudad en 1926. En 1928,
el choque de patrullas bolivianas y paraguayas en el Fortín Vanguardia
-que fue el hecho por el cual ambos países empezaron sus movilizacio-
nes- hizo que la Cruz Roja Paraguaya organice inmediatamente cursos
acelerados para enfermeros, enfermeras y camilleros entre diciembre
de 1928 y enero de 1929. En aquella oportunidad entre las clases
impartidas por el Dr. Riera y el Dr. Lofruscio, las doctoras Valenzuela
y Palacios instruyeron también mujeres voluntarias como enfermeras
en un curso teórico-práctico. Las mujeres que recibieron instrucción
rondaron el número de 200.
Una vez iniciado el conflicto, las mujeres no fueron inmediatamente
enviadas al frente. Toda la acción del fortín Boquerón -el ensayo para
la sanidad militar paraguaya- estuvo fuera del campo de acción de las
noveles enfermeras. La excepción la constituye la Tte. 2.ª de Sanidad,
María Victoria Candia, quien fue comisionada para cerciorarse de la
situación real del Chaco en agosto de 1932. En este primer viaje, Can-
dia llevó por encargo 5 litros de jugo de limón: la misión consistía en
administrarlo a los heridos y observar si surtía efecto de contrarrestar
la crisis por pérdida de vitaminas esenciales para el organismo.

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Voces de mujer en la historia paraguaya

María Victoria Candia

Quizás a esta enfermera, formada en Francia y en la Bedford


College de Londres, la primera impresión que se llevó fue la de
una urgencia, una desesperada urgencia. La situación sanitaria del
ejército era la de observación y evaluación, y sumadas todas las
carencias: desde medicamentos hasta un avión ambulancia; desde
camilleros hasta lavanderas, la presencia de mujeres como enfer-
meras se tornaba más que necesaria, apremiante.
Luego de Boquerón, la necesidad de relevo de los enfermeros y
médicos de Sanidad se hacía inaplazable, ya que la batalla causó
agotamientos físicos, enfermedades y crisis nerviosas2.
A su vuelta, Candia se incorporó al cuerpo de instructores de
la Cruz Roja, y de las enfermeras voluntarias que se presentaron,
62 pasaron el examen final en noviembre de 1932. Junto a farma-
céuticas como Clotilde Pinho Insfrán y Erótida Insaurralde, María

2. Díaz León, tomo II: 48

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capítulo V | en torno a la guerra del chaco más que madrinas y enfermeras

Victoria Candia y las enfermeras embarcaron en el famoso vapor


“Pingo”, el que las llevó por primera vez al Chaco.

Otros lugares de instrucción de Enfermería

En la academia musical “Santa Cecilia”, la doctora Ruiz Moreira


formó a 27 señoritas. En la escuela Artigas (la cual se convirtió en
hospital de retaguardia en la Guerra), próxima a la estación Botá-
nico, el Dr. Karl Fiebrig tuvo a su cargo la formación de 33 enfer-
meras. El Dr. Eduardo Alvarín Romero dictó clases particulares para
camilleros y enfermeras.3

La vida en el Chaco

“La belleza espiritual que auspicia esta cruzada de amor y


misericordia tiene todo su comentario en su misma inefable
grandeza. Niñas delicadas, flor de juventud y belleza, manos
blancas y suaves como lirios milagrosos; albas tocas santifica-
das por el símbolo sagrado de la Cruz Roja; corazones femeni-
nos sublimizados por todos los sacrificios y ternura…, ternuras
de amor y de piedad, que irán hasta los lejanos hospitales del
Chaco a restañar heridas, curar enfermos y a prodigar el bál-
samo milagroso de su presencia junto al lecho de los humildes
soldados caídos en el campo del honor”. Aunque la prensa de

3. Vera Martínez, Carlos Alberto Cruz Roja Paraguaya. Su Historia. Editorial de la Facultad de
Ciencias Médicas, Asunción. 1988.

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Voces de mujer en la historia paraguaya

la época usaba o tenía palabras poéticas para nombrarlas, la situa-


ción de las primeras enfermeras enviadas al Chaco estaba lejos de
parecer cualquier ideal.
¿Quiénes iban al Chaco? Sin lugar a dudas podríamos afirmar ca-
tegóricamente que la instrucción de Enfermería de guerra se inicia
para las mujeres con la batalla de Boquerón, y como tal debió ser
en forma rápida. Si bien, hemos visto que las clases ya se habían
iniciado antes, desde 1928, la pregunta que nos hemos hecho al
ver solo nombres es: ¿qué cualidades debía reunir la enfermera de
campo de batalla? ¿Iban todas las mujeres? ¿Cómo se hacía el pro-
ceso de admisión? ¿A qué estrato social pertenecía una enfermera?
Y ahí es cuando el análisis se ha hecho ausente de la mayoría de
los trabajos históricos, más todavía que al ser ellas héroes en una
versión femenina, la realidad ha quedado sin cuestionamientos.

“Se precisan más enfermeras para los distintos servi-


cios de líneas. La gran mayoría son semianalfabetas y
apenas pueden desempeñar los menesteres de lavado
y cocina. Creo que en Asunción podría organizar aná-
logamente a lo hecho en esta la Srta. Candia cursos
rápidos de enfermería elemental, pero con personas
más inteligentes (…) las enfermeras no han desmayado
un solo instante, ni en los momentos más difíciles o las
tareas más arduas”4.
“Ayer fueron enterrados los restos de la primera en-

4. Recomendación del Dr. De Finis, en Díaz León, tomo II: 72

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capítulo V | en torno a la guerra del chaco más que madrinas y enfermeras

fermera muerta en cumplimiento de su deber. Por esta


circunstancia, la comisión de Damas de la Cruz Roja Pa-
raguaya, hizo cabeza de duelo en el sepelio -ausentes
como están los deudos- y rindió homenaje justiciero a
que tenía derecho. Damas y niñas, vestidas de enfer-
meras, con el símbolo de la Cruz Roja, formaron un
cortejo tras el féretro y en el cementerio.”5

Eduvigis de Figueredo

Cuando se decreta la movilización de hombres en 1932, su ma-


rido y su hijo se alistan en Asunción, pese a que vivían en territorio
argentino. Eduvigis decidió acompañarlos al frente, desempeñán-
dose como enfermera.
En los primeros meses de 1933 enfermó de tifus y fue derivada
desde Toledo a Isla. Falleció en mayo, siendo la primera mujer en
morir en el frente al servicio del ejército paraguayo.

María Elvira Montero

“Kika” nació en Asunción en 1910. La familia Montero era cono-


cida particularmente por sus hombres dedicados a la vida política.
Cuando se inició la Guerra se presentó a la Cruz Roja, y tras un

5. El Liberal, mayo 1933.

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Voces de mujer en la historia paraguaya

curso acelerado de Enfermería partió al Chaco bajo la órdenes de la


Tte. 2.ª de Sanidad, María Victoria Candia, tomando como asiento
primeramente el Fortín Alihuatá.
¿Era el Chaco lo que ellas esperaban? Un oficio confidencial en-
tre la Legación de Chile en Paraguay y el Ministerio de Relaciones
Exteriores de Chile, fechado el 16 de junio de 1933, describía la
precariedad en que se desenvolvían los servicios de salud en el tea-
tro de operaciones:

“Faltaba todo: médicos, material sanitario, medi-


camentos. Ha habido unidades donde se careció por
bastante tiempo de sal inglesa y de quinina; no había
anestésicos en abundancia, empleándose solamente en
los casos graves operaciones, y para cortes y operacio-
nes sencillas se recurrió a un medio original aquí, pero
que ya ha sido empleado por los japoneses, de ope-
rar sin anestésico, pero con una victrola con disco de
mucho ruido, próximo al enfermo, para que sus ayes y
quejidos se mesclasen con la música, no afectando así
tanto a los otros pacientes que habían de operarse.

Como no se disponía por falta de vehículo unas ve-


ces, y por el pésimo estado de los caminos, otras, de la
facilidad de evacuación de heridos y enfermos, estos
quedaban en la inmediación de las posiciones (…) el
tifus y el paludismo han sido y son los mayores azotes

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capítulo V | en torno a la guerra del chaco más que madrinas y enfermeras

del Chaco (…) faltan enfermeras militares y ya hace


tiempo que se ocupan de la asistencia de los heridos y
enfermos, señoras y señoritas, pero no se dan abasto
y la autoridad envía agentes a las casas con el objeto
de que las señoras y señoritas acudan a los nuevos hos-
pitales improvisados a prestar su atención. Se ha dado
el caso de dos señoritas de la sociedad que mientras
realizaban la humanitaria tarea de atender a los heri-
dos, contrajeron el tifus, del cual fallecieron a pesar de
toda la asistencia médica”6.

En Marzo de 1933, el personal femenino que servía en el frente de


batalla estaba integrado de la siguiente manera y por:

Tte. 2.ª de Sanidad o Enfermera de Primera Clase: (mujeres que


poseían un título oficial de enfermería o de alguna ciencia médica o
química)
María Victoria Candia, Juana María Rosendi, Erótida Insaurralde,
Clotilde Pinho Insfrán, Arminda Veia Franco, Carolina de Bonifai, Luces
Grengowg, María Elvira Montero de Vargas.

Suboficial San. o enfermera de Segunda Clase: (mujeres que habían


seguido cursos de enfermería ya en campaña y que habían rendido un
examen)

6. Dalla-Corte Caballero, Gabriela “La Guerra del Chaco, Ciudadanía, Estado y Nación en el
Siglo XX. La crónica fotográfica de Carlos de Sanctis”. Protohistoria- Intercontinental, Asunción.
2010

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Voces de mujer en la historia paraguaya

Del Pilar Mendoza Sánchez, Sotera Mendoza Sánchez, Juana Ovan-


do, Bernardina Maciel, Juana Divito, Wilfrida Chalonde, Amelia Gon-
zález Ibáñez, Melchora González Díaz, Ramona Bello, Benita Núñez,
Eustaquia Gill, Leonora de Delgadillo, Romualda Miranda, Benefrida
Rojas, Manuela Álvarez, María Celsa Bonifai, Vicenta Ibarra Bucio,
Celedonia López Galeano, Aurora Mieres, Dolores Samaniego, Irma
Oviedo, Petrona Palacios, Librada Galeano, Rosa Ortíz, Encarnación
Céspedes, Concepción Acosta López, Matilde López Marín, Leónidas
Quiñónez, María del Rosario Torres, Vitalina Torres, Leonarda R. de
Alonso, María Quintana, Maximina Giménez, Mercedes Martínez, Ma-
ría E. Guimarães.

Sgta. 2.ª San. o Servicios Generales: (mujeres que habían seguido


un curso de enfermería pero sin rendir examen, lavanderas, cocineras,
costureras, etc.)
Ana González, Sofía Balbuena, Atanasia Cañiza, Delia Rosa Ca-
ñete, Fulgencia Amarilla, Josefina Cristaldo, Librada Zárate, Eugenia
Cáceres, Carmen Mareco, Eliodora Ortiz, María Morel, Canuta Vda.
de Martínez, Dolores Aquino, Gregoria Torres, Onofre Cáceres, Ce-
lanidia Martínez, Nicanora Báez, Juana Britos, Asunción Meza, Celsa
Cáceres Britos, Luciana Martínez, Leonarda Bazán, Evangelista Mén-
dez, Anselma R. López, Digna Barrientos, Amelia Candia Fernández,
Medarda Espínola, Estela Gill, Estela Galli, Pabla Bazán, Erasma Ayala,
Clara Fretes, María Balbuena, Adelina Pavón Caballero, Rosa Sostoa,
Concepción Duarte, Francisca González, María Dentella, Patricia Mar-
tínez, Gregoria Leiva, Águeda Rivero, Florentina Cabañas, Encarnación

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capítulo V | en torno a la guerra del chaco más que madrinas y enfermeras

Céspedes, Concepción Caballero, Jacinta Vda. de Villasanti, Zoila Her-


moza, Juana Ferreira, Petrona Gómez, Ramona Rocher, Rosa Colmán
Salinas, Clara Vera, Lidia Núñez, Dionisia Ocampo, Mónica Machado,
Pastora Giménez y María del Rosario González.7
Hacia 1935, la nómina de mujeres que trabajan para la Sanidad
Militar en toda la Región Oriental sin contar con aquellas que tenían
graduación militar, era:

Enfermeras: 100
Lavanderas: 50
Cocineras: 23
Planchadoras: 12

“Además del grupo de enfermeras que ofrecieron sus servi-


cios para el Chaco y la retaguardia, hubo necesidad de recurrir a
otras mujeres para lavanderas, cocineras y otros oficios propios
de las formaciones hospitalarias del Chaco. Se hicieron así reme-
sas sucesivas de este personal, que sirvió con mucha abnegación
en el Chaco8” Hacia 1933, la Sanidad recomendó al Estado Mayor
la presencia de las mujeres de los suboficiales y un intento de consti-
tución de hogares en el Chaco, no solo porque la presencia de muje-
res era de suma utilidad para los trabajos arriba citados, sino porque
además la práctica sexual del soldado favorecía el factor moral que se

7. Clasificación del personal femenino que presta servicio en el Chaco y planilla del mismo,
en Díaz León, Carlos “La Sanidad Militar Paraguaya en la Guerra del Chaco” Tomo II Sanidad
Militar en Campaña. La Humanidad, Asunción. S/f
8. Mujeres al servicio de la Sanidad, de Díaz León, Carlos. La Sanidad Militar Paraguaya en la
Guerra del Chaco, Tomo I. La Humanidad, Asunción, 1956.

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Voces de mujer en la historia paraguaya

necesitaba para soportar la soledad, la presión y el estrés propios de


un enfrentamiento bélico: “El conscripto joven, de 18 a 20 años,
con más de un año de abstinencia sexual en el Chaco, debe sufrir
precisamente, y es fácil presa de vicios contra natura”9.
Algo llamativo resultó el Plan Nacional de Lucha Antivenérea10, lle-
vado a cabo desde 1934, primeramente en los hospitales de sangre. Era
probable que en las movilizaciones y concentraciones de hombres hayan
quedado de manifiesto la alta incidencia por ejemplo, de la sífilis11. Esta
sospecha se confirmó con la declaración del Dr. Carlos Díaz León de que las
mujeres que iban al Chaco, sean cocineras o a título de enfermeras -desde
1934- debían hacer un juramento de honestidad12.
También nos llamó la atención el informe de quien fuera uno de los orga-
nizadores de la Sanidad Militar, el médico Juan Francisco Recalde y que de
alguna manera hace referencia a la silenciada historia sobre la prostitución
de mujeres en Asunción: “Ante la denuncia de los sanitarios de que la
tropa amenazaba quedar inutilizada a causa de enfermedades ve-
néreas contraídas en la ciudad, ordené el aislamiento en una Casa
de Salud improvisada, de todas las mujeres de vida airada conoci-
das por la Policía. Algunos fueron perjudicados, y hasta se creyeron
insultados con la medida, que comprendía a sus favoritas, mujeres
invariablemente de probado recato, según sus respectivos amparos.
Después del algunas tentativas de intimidación se llamaron al silen-
cio y pudimos así evitar una verdadera catástrofe sanitaria”13

9. Díaz León, tomo I: 200.


10. “El Plan Nacional de Lucha Antivenérea en el país” El Liberal, mayo 1934
11. Un hospital de enfermos venéreos fue ubicado en Puerto Max.
12.Díaz León, tomo I: 262.
13 Boccia: 321.

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capítulo V | en torno a la guerra del chaco más que madrinas y enfermeras

Erótida Insaurralde

Química Farmacéutica. Nació en 1904. Fue llamada desde Uruguay,


donde se había doctorado para alistarse al grupo de profesionales de
la salud de la Sanidad Militar del ejército paraguayo. Fue una de las pri-
meras, junto a Victoria Candia en ir al frente, lugar en el que permane-
ció hasta 1935 acompañada de quien fue posteriormente su esposo,
un también oficial de Sanidad.

Froilana Mereles

Fue la primera, junto a la Dra. Gabriela Valenzuela, en recibirse de


médico cirujano en 1924.
Nació en Pirayú en 1901. Luego de los estudios primarios siguió el
magisterio y posteriormente pasó a la Facultad de Medicina.
La peste de gripe a finales de la primera década del siglo XX. La
Guerra Civil de 1922 y 1923, formaron y entrenaron a la joven en las
urgencias médicas y en las respuestas rudimentarias con las que se
contaban en Asunción.
En 1928 ya estaba formando enfermeras para el Chaco, labor que
realizó durante toda la Guerra.

Argentina Montes

Había nacido en San Juan, República Argentina, en 1891, pero sien-


do pequeña sus padres emigraron al Paraguay. Se graduó de bachiller

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Voces de mujer en la historia paraguaya

en la ciudad de Asunción y siendo estudiante de Farmacia en la Uni-


versidad Nacional, entre 1911 y 1912, en ocasión de las revoluciones
protagonizadas por Albino Jara, se hizo presente como voluntaria en-
fermera en la Cruz Blanca. Se cumplían cien años de la Independen-
cia Nacional pero algunas iglesias y el Teatro estaban convertidos en
hospitales. Los festejos oficiales debían esperar.
Para 1916, Argentina recibió su título de química farmacéutica, y
comenzó a trabajar en su profesión, primero en la Oficina Química
Municipal de Asunción, y luego como encargada de la farmacia del
Frigorífico San Antonio.
Cuando comenzó la Guerra del Chaco, esta misma empresa frigorí-
fica equipó el que sería el Hospital Anexo n.º 20 de la Sanidad Militar,
donde Argentina trabajó de enfermera y encargada de farmacia.

Arminda Teófila Veia Franco

Nació en Villarrica en enero de 1916. Arminda se inscribió a los cur-


sos de enfermería bajo la enseñanza de la Dra. Alfreda Palacios, siendo
profesora de corte y confección.
Fue una de las primeras enfermeras en llegar al frente. Trabajó hasta
el final de la Guerra en la Sanidad Militar. Fue condecorada en 1949
con la medalla de la Victoria de Boquerón.

Clotilde Pinho Insfrán

Clotilde estaba en Buenos Aires en 1932 cuando estalló la Guerra.

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capítulo V | en torno a la guerra del chaco más que madrinas y enfermeras

“La señorita Arminda Veia Franco de la Cruz Roja Paraguaya, fotografiada en


Isla Poí momentos después del bombardeo por los aviones bolivianos. No teniendo
donde refugiarse tuvo que quedarse sola con los heridos. En el fondo se ve un grupo
de soldados que rodean el boquete que ha producido una de las bombas al estallar”

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Voces de mujer en la historia paraguaya

Por su formación en Farmacia fue inmediatamente llamada vía Embajada


para presentarse a la Sanidad Militar. Así lo hizo. Fue una de las primeras
mujeres que llegó al Chaco, lugar en el que permaneció hasta el final en
1935.
El permanente contacto de Clotilde con oficiales del ejército hizo de
ella una mujer políticamente comprometida con el futuro del Paraguay.
Posteriormente a la Guerra, Clotilde no solo fue una mujer de artes y
dispuesta a difundir la cultura paraguaya, sino que además, enfrentó in-
tentos dictatoriales durante los años 40, conociendo incluso la prisión.

Hospital Militar Anexo nº30 Villa de San Pedro

La comisión estaba integrada por las señoras Yodamia mazó de


Oddone, Ana Riveros, Porfiria González, Deolinda Doria, Sirsa Ferreira,
Ofelia Recalde, Justina Cardozo y Benefrida Bogado. Las actividades
de las enfermeras se distribuían por días a la semana: los lunes, Emilia
Castillo y Ursina López; los martes, Jovita Fernández, Sirsa Ferreira y
Odalina Sartorio; los miércoles, Benigna Garbinni y De la Cruz Sánchez;
los jueves, Ofelia Recalde, Porfiria González y Concepción Troche; los
viernes, Isabel Recalde y Carmen Barrios; los sábados, Marina Carreras
y Eulogia Saucedo; los domingos, María Lajharte y Justina Cardoso14.

Bajo el verde olivo: casos de mujeres soldados

Se sucedieron en la Guerra casos de mujeres que decidieron ir, pero

14. “Ecos y Noticias Departamentales” El Orden, marzo 1935.

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capítulo V | en torno a la guerra del chaco más que madrinas y enfermeras

no con el uniforme blanco, ni como cocineras o planchadoras. Fueron


mujeres que decidieron cortarse los cabellos y presentarse vestidas de
hombres en los centros de reclutamiento. Sabemos de ellas, princi-
palmente de una, Manuela Villal-
ba, por la historia publicada en la
prensa y la repercusión que tuvo.
Manuela se había presentado
con su hermano Luis Villalba para
ir a la guerra en su pueblo natal,
Tavapy, por un encargo de la ma-
dre: no separase nunca.
Como se presentó con ropas
de hombre, y no existió revisión
médica, los trajeron a Asunción y
antes de partir les dieron el uni-
forme, les enseñaron a usar las
armas, los vacunaron y luego lo
embarcaron para Casado. Cuan-
do llegaron fueron destinados al
Regimiento 2 “Ytororó” bajo el
mando del Tte. Ozuna. Nadie en
la compañía sospechó de la ver-
dadera identidad de “Manuel”.
En una ardua lucha en el km
7-Saavedra en agosto de 1933,
el comandante de la compañía Manuela Villalba

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Voces de mujer en la historia paraguaya

muere en combate y el resto se repliega. Ambos hermanos decidieron


ir a otra unidad y en el camino a Pirizal se extraviaron. Al ser deteni-
dos por una patrulla paraguaya, como era costumbre, se les exigió el
pase correspondiente que ambos no tenían. El no tenerlo, significaba
deserción.
Inmediatamente fueron enviados detenidos junto al comandante
coronel Luis Irrazábal en Nanawa. Debido a la situación particular de
la Guerra y los padecimientos de la unidad al mando de Irrazábal, este
fue uno de los pocos jefes que ordenaba fusilamiento en estos casos.
Para los hermanos Villalba la orden fue la misma.
Luis habló con Manuel y le dijo que contara la verdad. La mujer
tenía miedo que la confesión empeorara más la situación. El coronel
Irrazábal no creyó lo que escuchó. Inmediatamente ordenó al Dr. Silvio
Lofruscio una inspección médica. Era cierto, el soldado Manuel Villalba
era mujer.
Irrazábal les permitió seguir a Luis Villalba en la compañía y a Ma-
nuela la firmó la baja para poder retornar a su pueblo.
La historia corrió como noticia en todo el territorio de la República,
así que el día que Manuela, de 17 años, bajó al puerto había una
multitud esperándola. Venía vestida con el uniforme verdeolivo con el
que había partido.
El pase que traía decía escuetamente: “El soldado Manuel Villal-
ba tiene permiso de este Comando para bajar y permanecer en
la capital por tiempo indefinido. Motivo: Cambio de sexo. Firma-
do: Irrazábal, Cnel.”

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capítulo V | en torno a la guerra del chaco más que madrinas y enfermeras

Dolores Giménez15

Dolores tenía cerca de 30 años cuando se presentó a los centros de


reclutamiento en la compañía de sus hermanos. Estaba ella también
vestida de hombre.
En Sajonia, la vacunaron, la vistieron y la embarcaron. Su contextura
física era menuda, hecho por el cual, el capitán Garcete, jefe del Regi-
miento “Acá Carayá” la llamaba “chiquito”.
Dolores luchó en varias batallas memorables logrando ascender de
soldado raso a cabo y posteriormente a Sargento 1.º. Llegó a ver morir
a su hermano Tomás en el frente.
Cuando cayó enferma de tifus, y tuvo que ser derivada a la Sanidad,
recién se percataron de su condición de mujer. Dolores dejó el Chaco
en una silla de ruedas, secuela de la enfermedad.

Florentina Romero López

Florentina era de San Juan Bautista, y tenía cerca de 40 años cuan-


do decidió enrolarse con sus hermanos menores bajo el nombre de
Francisco Álvarez. Fue descubierta en su condición de mujer cuando la
hirieron en una batalla en la picada Ballivián. Igualmente, cuando me-
joró no abandonó el Chaco, permaneciendo en servicio en la Sanidad
hasta 1935.
Cuando la escritora Ramona Luisa Ríos de Caldi la entrevistó en los
años 60, Florentina ya se había convertido en una anciana que vivía en

15. Caldi de Ríos, Ramona Luisa. Diccionario de la Mujer Guaraní, Asunción. 1977

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Voces de mujer en la historia paraguaya

la indigencia en su casa de la ciudad de Mariano Roque Alonso.

Las madrinas de guerra, un rol de status

“Y de aquí que la institución cuya base es el sacrificio


y la delicadeza, sea, en ocasiones, solo motivo de vani-
dad16”

Las madrinas de guerra se conocieron en el Paraguay con los suce-


sos de la Primera Guerra Mundial. Los años de combate, las armas,
los gases tóxicos y los enfrentamientos en ciudades terminaron por
sepultar el fin de la forma de guerra tradicional y dar inicio a una más
violenta, pero sobre todo impersonal.
No solo los médicos de la Sanidad que se habían formado en Fran-
cia habían asistido meramente a las tácticas de ataque, o al manejo de
heridos y hospitales. Habían asistido también a la contención a distan-
cia de los soldados por mujeres, a veces conocidas a veces desconoci-
das, que brindaban aliento patriótico por medio de una corresponden-
cia epistolar, incluso a veces por el envío de pequeños obsequios. Las
“madrinas de guerra” demostraron con el correr de los años que eran
capaces de aliviar depresivas soledades, temores, miedos e infligir al
soldado el amor a la patria que hace no temerle a una muerte siempre
segura.
Es por ello que, aquello que comenzó de manera espontá-
nea, fue posteriormente impulsado e institucionalizado por las

16. “Madrinas de Guerra” El Liberal, mayo 1934.

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capítulo V | en torno a la guerra del chaco más que madrinas y enfermeras

Madrinas de guerra

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Voces de mujer en la historia paraguaya

fuerzas armadas, al ver que era el mejor remedio para la moral.


En el Paraguay se puso en marcha la asociación femenina “Ma-
drinas de Guerra para los Defensores del Chaco”, en septiembre de
1932, también de forma institucionalizada y también incentivada des-
de el Estado en armas.
Las mujeres de buen pasar económico fueron estimuladas desde
la Iglesia, desde la prensa y desde la escuela a ser “madrinas” de un
soldado que iba para el frente.
Es probablemente el recuerdo más vívido que tienen las personas
con respecto al rol de la mujer en la Guerra. Las miradas se iluminan,
sean de veteranos o de mujeres que tienen hoy día más de 80 años
para narrar vívidamente la forma en que el intercambio de sueños y
aliento se inició por primera vez.
En los pueblos del interior, antes de marcharse, los varones llegaban
a las casas pudientes del pueblo, hablaban con el jefe de familia, nor-
malmente el padre y pedían ser ahijados de algunas hijas o esposas.
Cuando estaban en el Chaco, escribían a sus nuevas madrinas para
contarles el lugar que tenían asignado y si necesitaban algunas cosas,
como papeles o lápices, cigarros o dulces, o mensajes para hacerle
llegar a la familia.
Más que la posibilidad del envío de los obsequios pequeños, el in-
tercambio apuntaba a las noticias que podía esperar o dar un soldado
raso, en aquella época, con muy mala instrucción primaria. No es ex-
traño para nada que el propio soldado no pudiera escribir las líneas,
o que haya sido solo guaraní pensante. Normalmente, otros soldados
las escribían y las leían, tal vez con el precio de un cigarrillo de regalo

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capítulo V | en torno a la guerra del chaco más que madrinas y enfermeras

de vez en cuando.
Entre las mujeres, la responsabilidad era dar aliento al hombre,
mantenerle confiado y seguro por aquello que estaba luchando, su
tierra. Debían enviar, como dijimos, los obsequios, tramitar permisos
especiales para ellos y estar atentas para hacer llegar mensajes a su
familia en el campo.
En algunas ocasiones, la rapidez del reclutamiento no permitía que
la entrevista pudiera llevarse con solemnidad en la casa de la madrina,
entonces se recurría la prensa:

“El soldado Modesto Sánchez Ruiz Díaz, pide a la señorita


Rita Sarroca de Benítez le acepte para ser madrina de guerra”17

Y en las mismas páginas de los periódicos se publicaban las respues-


tas de las mujeres:

“De estación Yuty escribe la señorita Elisa Colmán Ro-


dríguez, diciendo que acepta gustosa ser madrina de
guerra del soldado Pedro A. Lara, radio-operador del
Ejército.
De Pedro Juan Caballero escribe la señorita Idalina Flo-
res Goncalves, manifestándole al solicitado el cabo 1ro
de infantería Pedro A. Lovera y soldado César Servián,
ambos del sector Casado, como madrina de guerra, les
comunica que les acepta complacida.

17. “Madrinas que se ofrecen o que aceptan serlo de los soldados”. El Liberal, mayo 1933.

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Voces de mujer en la historia paraguaya

La señorita María Julia Rodríguez, de Posadas, acepta


gustosa ser madrina de guerra del soldado Esteban Gon-
zález, del Acantonamiento Nº 1.18”
“Espero señor director, quisiera darme informe sobre
mi ahijado de guerra Oscar Fanego, del grupo de Arti-
llería nº1 General Bruguez, 1ra batería. Asimismo, deseo
saber el del sargento 1ro. Matías Fariña, del Rgto. nº 10
de caballería, Coronel Oviedo, División X, 3er Cuerpo de
Ejército, que hace cuatro meses que no tengo noticias de
ellos (…) Romualda Idalia Gómez.19”
“Ruego encarecidamente al señor director se sirva
averiguar donde corresponda noticias de mi hijo Rufino
Núñez, que hace cuatro meses fue movilizado, envián-
dome solo una carta del fortín Pozo Azul. Él en su carta
no me ha dicho el nombre de su regimiento y hace dos
meses que no recibo carta de mi hijo, más que la ingrata
noticia de referencias de que había fallecido. Margarita
Benítez.20”
“La Sra. Rosario Sosa solicita del alto Comando en
Campaña, un breve permiso para su ahijado de guerra,
el Sgto. 1ro Andrés Chamorro del Rgto. Inf. “Piribebuy”,
en mérito a sus 17 meses de servicios en el frente de ope-
raciones21”

18. Ídem.
19. “Averiguación de paraderos y domicilios” El Liberal, mayo 1934.
20. “Averiguación de paraderos y domicilios” El Liberal, mayo 1934.
21. “Madrinas de Guerra” El Orden, marzo 1935.

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capítulo V | en torno a la guerra del chaco más que madrinas y enfermeras

Enviando soldados al frente

Algunas correspondencias decían:

“Querida madrinita.
Espero me disculpe por el obstinado silencio, pues no
es por falta de voluntad, solo se debe a los innumerables
trabajos con que me cargan, recientemente llego de una
comisión del Fortín Nanawa, y en este mismo momento
que escribo, recibo órdenes de volver a partir.
En este Fortín Nanawa tenemos 2.000 hombres y que-
da solo dos leguas del Fortín Samaclay donde están los
bolivianos, el espíritu de ánimo de nuestra tropas es ex-
celente. Diariamente hay encuentros en los cuales se los
matan a los bolivianos en buena cantidad, tienen un mie-

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Voces de mujer en la historia paraguaya

do loco a las bayonetas y a los machetes, cuando sienten


a (desenvainar los machetes) se corren y se meten en sus
trincheras detrás de sus metrallas.
Saludos a todos.
Su ahijadito22”

“Chaco a 15 1934 Octubre


Señorita
Respetable madrina. Aprovecho mis horas de descanso
para enviarte estos pocos renglones con el objeto de sa-
ludarle y comunicarle mi buen estado de salud: desean-
do a Ud. que al recibo de esta se encuentre de la misma
felicidad.
Además, le diré que la he enviado una carta en el mes
de julio, que hasta ahora no tuve contestación.
En fin, termino mi carta y le voy a ser molesto por pido
una contestación para que pueda disipar esta bruma de
tristeza que rodea mi vida. Pues reitero mi más afectuoso
saludo.
Su ahijado”23.

“Campo de Villa Montes Mayo 5


Estimada Madrina
Por la presente le envío mis saludos como también de

22. Material cedido por la Dra. Bridget Chesterton


23. Material cedido por la Dra. Bridget Chesterton

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capítulo V | en torno a la guerra del chaco más que madrinas y enfermeras

parte de mis hermano con quien siempre estoy junto y


gozando tanto él como yo una muy buena salud.
Suerte que deseo también reine en su hogar.
Hace algún tiempo que no recibo más cartas suyas y
tanto es el deseo que tengo de recibirla porque las cartas
de una buena madrina nos trae siempre un gran placer,
además mediante sus cartas me suele llegar algunas noti-
cias de mi familia que siempre deseo conocer.
Sin más, reciba los saludos afectuosos de este ahijado
suyo como también de mi hermano”24.

Marieta (María Concepción) Carnevale

Asuncena. Sirvió a varios hospitales capitalinos durante toda la Gue-


rra y fue una de las cabezas de la Asociación de Madrinas. Tenía de-
cenas de ahijados. A su muerte, nombraron una calle en su memoria.
El madrinazgo, era símbolo de status social. Podía darse el caso de
lagunas mujeres de tener 1 ahijado, pero habían casos como el de Ana
de Zouninus, esposa de un hombre de negocios se hizo cargo de la
mantención completa de todos los enfermos y heridos que ocupaban
el Hospital auxiliar nº 3, 390 almas en total.
Muchas mujeres de élite, especialmente asuncena competían entre
sí por la mayor cantidad de ahijados que, comprensiblemente, las mar-
caban las posibilidades económicas.

24. Material cedido por la Dra. Bridget Chesterton

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Voces de mujer en la historia paraguaya

Enfermera revisando una herida

Asociación de Damas del Barrio “Sansón Cué”

El barrio asunceno estaba en la zona donde hoy existe la escalinata de


Antequera. En 1933, un comité de damas dividió la comunidad en man-
zanas y en cada una de ellas fue designada una voluntaria encargada de
las colectas, que eran enviadas a los ahijados de las mujeres.

La siempre visible cara de la beneficencia

Las organizaciones de beneficencia datan en el Paraguay desde finales


de la Guerra Grande en 1870. A esas primeras asociaciones con la visi-
bilidad de un liderazgo femenino las hemos descubierto encargándose
de escuelas de primeras letras, de orfanatos, como asilos de mendigos y

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capítulo V | en torno a la guerra del chaco más que madrinas y enfermeras

hasta encargadas de hospitales cuando el concepto de salud pública es-


tatal no existía. Hemos visto también que se constituía en la cara pública
permitida a mujeres de élite, a diferencia de la vida de mujeres de estratos
bajos, reducidas y recluidas a ámbitos puramente domésticos.
La beneficencia femenina, por lo tanto, si bien era movida por un es-
píritu caritativo, no excluyó que sea también una carrera y competición
entre las propias mujeres, por lo que significaba que se haga notorio pú-
blicamente el nombre de tal o cual presidenta, y por los fondos y el tama-
ño de la acción que realizaban.
La Guerra del Chaco, por ende, se convirtió en este sentido, en un
poderoso mapa donde es posible observar con claridad estos liderazgos.
Mujeres con más experiencia se convirtieron en presidentas de una gran
cantidad de voluntarias y voluntarios dispuestos a colaborar en tareas de
apoyo de retaguardia al ejército. Si bien es posible que encontremos nom-
bres de mujeres ligados a comités por el hecho de ser “esposa de…” la
figura política del momento, al ver de cerca la constitución de la sociedad,
apreciamos nombres que datan en estas actividades desde principios del
siglo XX y que se traducen en la efectividad de la organización.

Comisión pro-Patria “María Auxiliadora”

Hacia 1928, cuando la Guerra se vislumbraba inminente, las damas de


élite que integraban varios centros de ayuda de beneficencia, Asunción
González de González y Rafaela Machaín de Guanes, fundaron esta co-
misión encargada -al principio- de la confección de mosquiteros, imple-
mentos necesarios para las noches de descanso de los soldados y uso en

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Voces de mujer en la historia paraguaya

hospitales en el Chaco. Las mujeres entregaron más de 45.000 mosqui-


teros.
Funcionaba en el local del colegio capitalino María Auxiliadora y los
trabajos consistían, además del trabajo voluntario, en el pago de la con-
fección de banderas, sábanas, vendas, hamacas de campaña y carpas.
Cuando la Guerra finalmente se inició, la comisión amplió su acción a la
ayuda de otras comisiones o del turno de sus voluntarias en los hospitales
capitalinos. También recibían las donaciones escolares de tricotas de lanas.
Estaba integrado por la escritora Teresa Lamas Carísimo, la esposa del
comandante en jefe, Julia Miranda Cueto de Estigarribia, Lilí Gautier de
Casal Ribeiro, la educadora Concepción Silva de Airaldi, Carmen Pérez de
Nogués, Arsenia Zavala de Gásperi.
En la finalización, la comisión de damas fue invitada a la firma del Pro-
tocolo de Paz y a la organización de la fiesta y desfile de la Victoria en
agosto de 1935. La Paz marcó el fin de la asociación.
Pronto se vio que la necesidad de confección debía dirigirse desde la
Junta de Aprovisionamiento del Ejército, por lo tanto, se crearon talleres
de costuras donde trabajaron cientos de mujeres25 por el pago de trabajo
terminado.

Comité pro-Hospitales del Chaco

La presidencia de esta comisión estaba en manos la señora María Dolo-


res Gómez de Rojas, y desde ella se concentraban las donaciones destina-

25. Hemos buscado -sin éxito- al menos el listado de estas mujeres y la forma de pago o la
cantidad de ropa y otros artículos pedidos y entregados al ejército paraguayo.

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capítulo V | en torno a la guerra del chaco más que madrinas y enfermeras

das al mantenimiento de menajes -como ser artículos de cocina, molinillos


de carne- y al sueldo de trabajadoras que podían ser cocineras o lavande-
ras de los hospitales militares en los puestos del ejército.
“La comisión pro-hospitales del Chaco, que preside la se-
ñora María Dolores Giménez de Rojas continúa realizando
activamente sus gestiones en el Ministerio de Relaciones Ex-
teriores y Culto.
En el plazo comprendido entre el 6 de marzo y el 26 de
abril próximo pasado entre donaciones y producido de fes-
tivales, la comisión recolectó la suma de $ 100.072,50 de
curso legal.
(…) Entre las donaciones recibidas figuran: Unión Club,
2.000; Comisión patriótica de damas del kilómetro 1879
(Republica Argentina), 2.500; Banco Germánico de la Amé-
rica del Sur, 1.000; Banco de Londres, 1.000; Asociación de
damas israelitas, 1.000; Banco El Hogar Argentino, 1.000;
Empresa Matte Larangeira, 1.000; Compañía Liebig´s, 1.000;
señor Manuel Espinoza, 1.000; Cruz Roja Paraguaya, 825.26”

Este comité fue uno de los más complejos que tenía a su cargo la be-
neficencia, sea por la distancia de la acción, es decir, desde la recepción de
donaciones en distintos puntos de la República a través de subcomités, la
remisión a la capital, y materialización o selección para el envío al Chaco.
Entre sus voluntarios, a diferencia de los demás, contaba tanto con
mujeres como con hombres.

26. “La labor de la comisión pro hospitales” El Liberal, abril 1934.

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Voces de mujer en la historia paraguaya

Eusebio Ayala

Asociación Nacional de Damas de la Caridad

Presidida por Dolores Cálcena de Molina y María Isabel Pérez Eche-


guren, contribuyó en la provisión gratuita de mosquiteros y vendas al
ejército.

Comité pro-Huérfanos de la Guerra

Fue dirigido por la esposa del presidente Eusebio Ayala, Marcelle Du-
rand de Ayala, y tenía la misión de construir pabellones para niños y niñas
que de alguna forma quedaban desamparados, dentro de las instalacio-
nes del Asilo Nacional. La construcción debía hacerse con el dinero de

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capítulo V | en torno a la guerra del chaco más que madrinas y enfermeras

María Victoria Candia

colectas públicas organizadas por las señoritas voluntarias del comité.


Su inauguración, en 1934, empezó con la guarda de 150 niños.

Comité del Litro de Leche al Herido

Con reuniones, fiestas, rifas y donaciones privadas desde fines de


1933, una comisión de señoras liderada por la viuda del que fuera
presidente de la República, Emilio Aceval, Josefina Rivarola de Aceval,
se dedicaba única y exclusivamente a la provisión de leche a los hospi-
tales que rondaba los 18.000 litros por mes27. Con el tiempo, también
aceptaban los complementos comestibles a un desayuno o merienda,

27. “Resumen del primer trimestre” El Orden, mayo 1934.

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Voces de mujer en la historia paraguaya

es decir, azúcar y panificados, las colectas se hacían todos los jueves a


los que se los llamaba “día del herido de guerra”.
Desde la capital, y con voluntarias, casi todas ellas pertenecientes a
la Liga de Damas Católicas del Paraguay, el modelo fue copiado a
las distintas zonas del país donde funcionaban hospitales.

Comisión de Olla del Convaleciente

Este grupo de damas se organizó para hacer efectivo el momento


del almuerzo y cena de los heridos en los diversos hospitales de sangre
de la capital. La cabeza de la asociación fue la escritora de libros de
cocina Raquel Livieres de Artecona.

Sub-Comité de Damas de la Cruz Roja Paraguaya en


San Lorenzo del Campo Grande

Fue creado para la atención, especialmente, de niños y mujeres que


habían quedado solos tras la movilización de sus parientes hombres.
El dispensario estaba atendido gratuitamente por la doctora Alfreda
Palacios de Coronel, por la farmacéutica Julia Mazó Martínez y por las
dentistas Mara Clinovie de Urlaud.

Ejemplos de donaciones

La junta de auxilios del hospital flotante Cuyabá contribuyó desde


Concepción con:

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capítulo V | en torno a la guerra del chaco más que madrinas y enfermeras

Comisión de damas y enfermeras

“145 kilos de azúcar, 1 lata de grasa, 5 kilos de grasa,


9 cachos de bananas, 50 bananas sueltas, 1.670 litros de
leche, 100 espigas de maíz, 8 lotes de verduras, 4 cajones
de limones, 6.487 cigarros, 1 canasto de poroto manteca,
272 barras de hielo, 7 kilos de papas, 6 sandías, 991 chi-
pás, 134 zapallos y calabazas, (…)28”
“Sub-comisión de Damas de la Unión Patriótica de Ita-
curubí del Rosario: 107 pollos y gallinas, 800 huevos, 108
litros miel de abeja. Sub-comisión de Damas de San Esta-
nislao: 19 ½ kilos dulce de leche, 230 huevos, 1 bolsa de
limones, 28 pollos y gallinas29”
“Argentina. Asociación de Damas pro Cruz Roja Para-

28. “Diversas donaciones” El Liberal, mayo 1934.


29. “Diversas donaciones” El Liberal, mayo 1934.

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Voces de mujer en la historia paraguaya

guaya, Ayacucho nº 1683, Buenos Aires. Presidenta: seño-


ra Mercedes C. de Rivarola. Envío del 15 de Septiembre de
1932: 1 lote de varios cajones de medicamentos con un to-
tal de 86 especialidades. Envío del 29 de Septiembre 1932:
10 piezas de de lienzo doble ancho con 356,61 metros. En-
vío del 30 de Septiembre 1932: 415 lienzo venda, 500 litros
de creolina, medio litro de tinta indeleble, 1 fardo de gasa
yodoformada con 989 paquetes.30”
“Comisión de Damas de Caraguatay-mi, tres latas con 17
y tres cuartos kilos de dulce de maní y azúcar y 1.000 $31”
“Serapia de Peña, 124 litros de cuajada y 10 canastos de
limones; Mercedes de Prieto, 5 pollos; Yolanda D. de Fran-
co, 1 canasta limones; Matilde de Rodríguez, limones; Sera-
pia de Peña, bolsa de naranja y una canasta de limones32;
Carolina Vda. De Bacigalupo, 2 litros de leche.33”

Decisiones y liderazgos en torno a las chacras del


campo

Los cultivos no solo necesitan brazos, sino también dirección


“Se estimula en esta circular el cultivo de los frutos de
consumo, por razones obvias y el cultivo del tabaco y del

30. “Cruz Roja Paraguaya” El Liberal, abril 1934.


31. “Cruz Roja Paraguaya” El Liberal, abril 1934
32. La cantidad de limones donados era enorme. A la pregunta de ¿por qué tantos? La respu-
esta médica fue que los cítricos debían incluirse como ración al soldado ya que prevenían enfer-
medades propias de contiendas bélicas como la hipovitaminosis o déficit vitamínico. El mismo
uso tuvieron las cebollas.
33. “Donaciones en especie hechas al Hospital anexo nº 6 San Carlos” El Orden, marzo 1935.

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capítulo V | en torno a la guerra del chaco más que madrinas y enfermeras

algodón34, principales productos de exportación, en los


cuales confía nuestra Economía para proseguir mante-
niendo el maravilloso equilibrio que hasta hoy ofrecen
nuestras finanzas, y que constituyen la admiración del
observador”35
“Por intermedio del Consejo Nacional de Educación se
remitió a la Junta de Aprovisionamiento nueve camisetas
de algodón con producto recolectado de la chacra de la
escuela, hilado y tejido por los mismos niños, con ruego
de hacer llegar a los combatientes de la primera línea,
según deseo de los donantes, y constituye una pequeña
parte de las 10.000 camisetas que deben los niños escola-
res regalar este año a los soldados.”36
En el campo se distinguían tres tipos de chacras, la primera era la
existente en tierras propias, de cuyos cultivos debían entregarse a la
“causa patriótica” el 10% o más de aquellos productos que se nece-
sitasen. El segundo tipo lo constituían las “chacras patrias”, que eran
sostenidas por todos “los vecinos para cuyo cumplimento fijarán
días propios, por turno, las cuadrillas de trabajadores, sin distin-
ción de clases, edades y sexos, pues todo es para la Patria y por
la Patria37”. El tercer tipo eran las chacras sostenidas por los alumnos

34. “La batalla del algodón” El Liberal, mayo 1933.


35. El extracto pertenece a una nota distribuida a los presidentes de las comisiones de
economía por el ministro Riart. En otro párrafo se exhorta a: “Campesinos: llega la hora de tra-
bajar otra vez, más intensamente, al cabo, como para nuestros hermanos en el frente llega la
hora de duplicar sus esfuerzos y su sacrificio. La Patria espera que en el surco campesino, como
en la trinchera el soldado, cumpla con su deber.” “Para los Agricultores: circular pasada por la
Dirección de Economía”. El Liberal, mayo 1933.
36. “Obsequio de los escolares de la escuela media de Areguá” El Liberal, mayo 1933.
37. “Una interesante gestión” El Liberal, mayo 1933.

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Voces de mujer en la historia paraguaya

de cada escuela primaria, donde el trabajo lo hacían en conjunto ni-


ños y niñas y el respectivo cuerpo docente en horas extracurriculares
incluidos los fines de semana y las vacaciones, hecho que no aísla la
presencia de las madres en la tarea. Quizás como ejemplo sirvan las
remesas de los alumnos de la escuela nº 715 de Caraguatay entre
agosto y diciembre de 1932: 2.690 cigarros, 19 chifles, 21 guampas,
500 metros de lana, 6 mangos de hachas, 10 bastones, 10 panes dul-
ces, 50 kilos de maíz y 10 kilos de maní38.

Brigada escolar de Caacupé

Formada por el personal docente, damas y señoritas de la sociedad


y dirigida por la señora Eusebia C. de Ayala, la Brigada se encargó de
organizar talleres para la confección de cigarros, tejidos, dulces e im-
plementos para montura.

El fomento de los pequeños tambos

En 1934 fue presentado un plan por la Intendencia Municipal39,


en el que se otorgaban 2.500 pesos a mujeres cuyos esposos o hijos
varones estuvieran en el frente, para la instalación de tambos en las in-
mediaciones de Asunción y de esta manera paliar en parte la provisión
de leche a los hospitales y las necesidades económicas de una familia
dependiente económicamente de hombres ausentes.

38. “Aporte de la escuela nº 715 Caraguatay (General Díaz)”, El Liberal, mayo 1933.
39. “Serán fomentados pequeños tambos” El Liberal, mayo 1934.

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capítulo V | en torno a la guerra del chaco más que madrinas y enfermeras

Nuevos anillos, vieja idea

Así como había sucedido desde épocas independentistas, la Gue-


rra no fue la excepción al hacer un llamado a las mujeres para la
donación de sus alhajas. Una Comisión Nacional de Colecta de
Oro surgió a raíz de la explicación que en una reunión de damas
de beneficencia dio la pianista Ina Rolón, de cómo debían aportar
las mujeres.
De la misma forma que se realizó en el pasado, se instó desde la
prensa y desde las invitaciones a reuniones patrióticas en el interior
del país a toda la población a desprenderse de sus joyas. Acudie-
ron mujeres y hombres a entregar medallas, restos de oro llamados
chafalonías, insignias, aros, anillos, cadenillas. Incluso, la Iglesia Ca-
tólica donó el oro proveniente del pago de “promesas” que hacían
los feligreses40.

“María Teresa Dominga Caballero, un anillo.


Ramona Sánchez, un anillo.
Gregoria Beggini, un anillo.
Ramona Martínez, un anillo y un par de aros.
Nena Marina Benítez, un anillo.
Secundina Giménez, un anillo.
Isabel Virgili, un anillo.

40. “ Iglesia de Guarambaré: ochenta anillos varios, un rosario con cruz, dos cruces, cinco
cadenillas con cruces y cuatro medallas, una medalla, dos pares de zarcillos y 28 prendedores
varios” en “El oro de las promesas también viene a engrosar el fondo de la Defensa Nacional”
El Liberal, mayo 1933.

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Voces de mujer en la historia paraguaya

Loreta Cabañas, un anillo.


Victoria Bazán, un anillo.
María de Núñez, un anillo y un trozo de cadena.
Rosario M. de Florenciano, un anillo.
Liboria Bogado, un anillo.
Isabel de Ríos, un anillo sin piedra.
Margarita Rojas, un par de aritos.
Aniceta Benítez, un lado de aro.
Clemencia Paredes, una medalla.
Elicena López, una pieza de aro.
Carolina Piris, una medalla, un lado de arito y un
lado argollón41.”
No sabríamos decir si las primeras convocatorias fueron exitosas,
pero llamativamente, más tarde, se insistió en un nuevo llamado42,
ampliando la representación icónica del sacrificio hacia la patria
con la entrega de las alianzas matrimoniales y el significado de las
mismas dentro del ritual de la boda.

“Un Comunicado de la Comisión Nacional de la Co-


lecta de Oro:
Según estadísticas que tenemos a la vista, de 25 años
a esta parte, se han efectuado en la capital 7.908 ma-
trimonios; en la campaña 56.540 sin contar las cifras de

41. La lista pertenece a una pequeña parte de mujeres donantes de la ciudad de Pedro Juan
Caballero. Las comisiones regionales de Colecta de Oro remitían a los medios escritos de Asun-
ción las listas de donantes que pueden encontrase por pueblos en cualquiera de las publicacio-
nes de los años 1933 y 1934. El Liberal, mayo 1933.
42. “Anillos de Alianza. La Comisión de Oro hace un nuevo llamado” El Liberal, mayo 1933.

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capítulo V | en torno a la guerra del chaco más que madrinas y enfermeras

los años 1932 y 1933.


La Patria pide oro para la Victoria. Sus hijos nada le
negarán. Hasta ahora, el aporte, con ser muy auspi-
cioso, da cifras relativamente pequeñas, en ofrendas
de alianza e insignias. Si calculamos sobre solamente
50.000 pares de alianzas, o sea 100.000 anillos, al pro-
medio de 5 gramos de oro cada uno, son QUINIENTOS
KILOS DE ORO; y un cálculo aproximado de 500 insig-
nias, -que son muchas- a razón del peso promedial de
10 gramos, son CINCO MIL GRAMOS DE ORO que la
Nación estimará en grande para consolidar las arcas de
la Defensa.
Cuando se publique, al término de nuestra campaña,
la nómina de personas que ofrendaron alianzas, insig-
nias, joyas de imágenes, sacras y objetos varios, esos
nombres quedarán consignados en la gratitud pública
perennemente.
(…) En el Paraguay pueden ser señalados como be-
neméritos, 50.000 matrimonios que al desprenderse de
sus alianzas de oro -símbolo de felicidad- quisieran os-
tentar las de acero, símbolo del valor de nuestros sol-
dados y de la abnegación del pueblo no combatiente.
La Comisión Nacional así lo espera.43”

Se consideró necesario, al poco tiempo, agradecer la entrega de

43. El Liberal, mayo 1933.

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Voces de mujer en la historia paraguaya

las alianzas de oro, remitiéndoles a los cónyuges un par de las mis-


mas, pero en acero “A cambios de anillos y medallas-insignias,
se entregarán otros de acero. Y será un timbre de orgullo po-
der ostentar las alhajas de ese fuerte metal, el mismo de que
están forjadas las espadas victoriosas de nuestro Ejército.44”
Inmediatamente, aparte de entregar los nuevos anillos de acero,
y publicar en la prensa los nombres de los donantes, se enviaban a
cada uno una tarjeta de agradecimiento, las cuales al principio se
pedían voluntarios para escribirlas, pero posteriormente las hicieron
un grupo de señoritas del Secretariado Paraguayo que debían
turnarse para escribir esas miles de notas de agradecimiento.
Un insospechado uso del producto de la colecta, es decir, del
oro, no solo sería para solventar gastos. Una nota del 17 de mayo
de 1933, de la Dirección Superior de la Sanidad Militar, dirigida a
la Comisión del Oro para la Victoria, solicita la entrega del metal
precioso para fundirlos y fabricar prótesis que varios heridos del
maxilar necesitaban para la reconstrucción del rostro45.

Una invitada inesperada: La máquina de escribir

“En ningún momento de nuestra cultura democráti-


ca, la mujer necesitó tanto armarse de voluntad y re-
cursos propios para hacer frente a las exigencias de la
vida, como en la actualidad. No hay familia que no esté

44. El Liberal, mayo 1933.


45. Díaz León, tomo I: 150.

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capítulo V | en torno a la guerra del chaco más que madrinas y enfermeras

afectada por la Guerra en sus intereses morales y eco-


nómicos. Casi todos los elementos varones han tomado
el camino del Chaco para servir a la Patria, y no sabe-
mos cuántos hogares quedarán destruidos o desampa-
rados, y cuántos librados a la protección exclusiva de la
mujer. La pos-Guerra nos reserva muchos sinsabores y
es urgente que pensemos en contrarrestarla”46

En los primeros meses de abril de 1933, el entonces director


de la Escuela Normal, Manuel Riquelme, propuso al Ministerio de
Educación la apertura de un curso libre de “Secretariado” que fun-
cionaría anexo a la dicha escuela.
Luego de Boquerón algo era cierto: los hombres partirían al cam-
po y no solamente el trabajo de las chacras quedaría en manos de
mujeres, sino que en la ciudad, donde todo debía seguir económi-
camente igual, faltarían quienes suplan el trabajo históricamente a
manos de hombres en las oficinas.
En el capítulo relacionado a la educación hemos visto que las
mujeres que concluían sus estudios en el bachillerato provenían
de la clase alta, y en mayor número de clase media si se contase a
las que seguían el Magisterio en la Escuela Normal. Esto hacía que
aquellas mujeres que salían de la casa para trabajar lo debían hacer
según los ojos de la moralidad, al más decente de los trabajos: la
docencia; en cambio, a las mujeres de la élite, en mayor número, se

46. Memoria presentada en el ejercicio 1932 por el director de la Escuela Normal de Profesores
nº 1 de la Capital, Manuel Riquelme al Ministerio de Educación.

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Voces de mujer en la historia paraguaya

Beatriz Mernes De Prieto

les exigía instrucción más que nada, para la crianza culta del hijo.
El problema se presentó, cuando los puestos de administración
del gobierno o de cualquier entidad privada se vieron en la nece-
sidad de suplir las vacancias con mano de obra instruida. La con-
dición ideal eran las mujeres, pero cabía la pregunta: ¿estarían las
señoritas de élite dispuestas a salir todos los días del hogar por las
mañanas a cumplir un horario? ¿Existían mujeres capaces de suplir
tareas de administración?
Creemos que ambas interrogantes rondaron las cabezas del ex-
perimentado maestro Manuel Riquelme y de una mujer que hacía
meses se había convertido en su mano derecha con respecto a la
dirección de las salas hospitalarias, que se habían instalado en la

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capítulo V | en torno a la guerra del chaco más que madrinas y enfermeras

Escuela Normal con motivo de la Guerra: la esposa del ministro de


Educación del aquel entonces, Beatriz Mernes de Prieto.
Mernes de Prieto se había formado justamente como secretaria
en Inglaterra y tenía un sólido conocimiento del idioma inglés. Aun-
que la petición de la creación de un “Secretariado de Niñas”47 está
firmada por el director Manuel Riquelme, suponemos que Beatriz
ha tenido que ver con ello, ya que la dirección desde 1934 de los
cursos que lo integraban, dactilografía, taquigrafía e inglés pasó a
manos de ella.48
En dos aulas, y con máquinas de escribir compradas, de inmedia-
to se montó el curso cuya duración durante los primeros tiempos
de la Guerra no excedían de seis meses. Al concluirlos, las primeras
egresadas encontraron trabajo de inmediato en administraciones
de gobiernos49, en las distintas comisiones de colecta pública y en
oficinas comerciales privadas. Y si nos preguntamos qué tipo de
mujeres eran las que siguieron el curso -hablamos de un poco más
de 100 mujeres durante la Guerra50- puede bastar la disposición de
becas estudiantiles para el curso autorizadas por el ministro Justo
Prieto, el 2 de junio de 193451.
Aquello que en momento crucial comenzó como un socorro eco-

47. “Decreto por el cual se reforma el Plan de Estudios de la Escuela Normal de profesores nº
1”. 20 de Abril de 1933. Decreto Presidencial Nº 47212.
48. Resolución nº 3 de mayo de 1934, donde el firmante, Manuel Riquelme otorga la dirección
del curso a la profesora de inglés Beatriz Mernes de Prieto.
49. En realidad el primer trabajo se presentó junto a las Comisión Nacional de Colecta de Oro
y que consistía en escribir las miles de tarjetas oficiales que se debían remitir a los donantes del
todo el país.
50. Memoria correspondiente al año 1935. Curso Anexo de Secretariado. Escuela Normal de
Profesores.
51. Archivo personal de la familia Prieto-Mernes.

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Voces de mujer en la historia paraguaya

nómico para las familias de hombres ausentes, y como la necesidad


de mano de obra instruida, terminó insospechadamente por otor-
gar a las mujeres de clase media una de las pocas puertas todavía
no bien estudiadas por la historia, hacia la independencia económi-
ca femenina. No nos extraña que para el año 1935, el curso corto
de seis meses ya estaba extendido -con claras miras profesionales- a
dos años.52

52. Memoria correspondiente al año 1935. Curso Anexo de Secretariado. Escuela Normal de
Profesores.

210

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presentación

Voces de Mujer
en la historia
paraguaya
El aporte de la mujer a lo largo de
la historia del Paraguay y sus 200
años de independencia, con una
visión renovada de su contribución
a la sociedad, la economía, la
3
cultura y la política del país.
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Voces de mujer en la historia paraguaya

Con el apoyo de:

La presente publicación ha sido elaborada con la asistencia de la Unión


Europea. El contenido de la misma es responsabilidad exclusiva de la Asociación
Trinidad - Ciudadanía, Cultura y Desarrollo
4 y en ningún caso debe considerarse
que refleja los puntos de vista de la Unión Europea.
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