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La violencia desmedida de estos años se enderezó también en contra de autoridades,


candidatos, activistas. Los autores del ensayo que aquí ofrecemos realizaron entrevis-
tas y análisis estadísticos que les permitieron mirar bajo una nueva luz la realidad com-
pleja: los municipios más vulnerables de México son aquellos con territorios en
disputa, pero también con mayor recaudación fiscal. No todos los funcionarios munici-
pales asesinados entre 1995 y 2014 tenían vínculos con los grupos criminales que se-
cuestraron la política de su región. Y algo que nadie había advertido: el gobierno fe-
deral no protege de la misma forma a todos los municipios. Así funciona lo que se ha
dado en llamar “el eslabón más débil del Estado mexicano”.

La crisis de seguridad y derechos humanos de México se resume en la escalofriante


cifra de 88 mil 663 muertos en conflictos asociados al crimen organizado en los últimos
ocho años.1 Más allá de este dato, hay un tipo de violencia que no ha sido bien anali-
zada y que refleja un cambio fundamental en la industria criminal en el país. Es el ase-
sinato de autoridades, candidatos y activistas municipales. Desde el inicio de la guerra
contra el narcotráfico en 2007 hasta octubre de 2014, grupos del crimen organizado
han asesinado a 82 alcaldes, 64 funcionarios municipales, 13 candidatos y 39 líderes y
activistas políticos.2 Si además contamos amenazas, secuestros y desapariciones, el nú-
mero de víctimas llega a 441. No hay duda, México vive una ola de violencia criminal
contra autoridades y políticos locales.
¿Por qué? Dado el descrédito vigente de la autoridad municipal, sería sencillo con-
cluir que los grupos criminales asesinan autoridades que protegen a grupos rivales.
Pero pensar que todo alcalde muerto es un delincuente, lleva a la falacia cometida por
el gobierno del presidente Felipe Calderón que criminalizaba a los jóvenes asesinados
por el crimen organizado. La realidad es más compleja. Hay alcaldes que llegan al

1
Este dato resulta de la suma de las 70 mil muertes contabilizadas por el actual gobierno para el periodo 2007-
2012, más 18 mil 663 muertes reportadas por Lantia en 2013 y 2014.
2
En este conteo excluimos a militares y policías caídos en su labor.
poder siendo aliados o miembros de organizaciones criminales —como José Luis
Abarca en Iguala— y hay otros a los que corrompen con apoyos económicos a sus can-
didaturas o cuando ya son autoridades en funciones. Sería un error perder de vista al
importante número de alcaldes que se ven obligados a servir al crimen tras recibir ame-
nazas de muerte. Sería un error, también, olvidar a los alcaldes y candidatos asesinados
por negarse a servir al crimen organizado.
Mediante análisis estadísticos y entrevistas hemos sostenido que a partir de 2011
los grupos del crimen organizado adoptaron una estrategia en la que el control de los
municipios se volvió un objetivo central.3 En las nuevas guerras del narco el municipio
se volvió un jugoso botín que da acceso a fuentes alternativas de ingreso para financiar
las batallas por el control del narcotráfico. Los grupos criminales extraen recursos del
erario municipal y a través de las instituciones locales ejercen la extorsión y el secues-
tro, y ejecutan o desaparecen a quienes se oponen a su dominio.
Para entender este proceso es necesario ir más allá del análisis de los homicidios
dolosos asociados al crimen organizado. Analizar la dinámica de los ataques contra
autoridades y políticos locales es de enorme relevancia en un momento en el que el
gobierno federal ha identificado al municipio como el eslabón más débil en la lucha
contra el crimen y hace un llamado centralista para mermarlo institucionalmente.
Hemos identificado 494 ataques de cárteles de la droga y de otros grupos del cri-
men organizado en contra de autoridades, candidatos y activistas políticos entre 1995
y 2014.4 Los ataques incluyen amenazas públicas de muerte,5 secuestro o desaparición,
atentados y asesinatos.

3
G. Trejo y S. Ley, “Mexico’s Drug Wars and the Remaking of Local Order: Why Criminal Organizations Murder
Local Officials”, por publicarse en A. Giraudy, E. Moncada y R. Snyder, Subnational Analysis in Comparative Politics.
4
Se revisaron ocho periódicos nacionales, 18 locales y dos revistas especializadas. Cuando la nota de periódico
no identificó al grupo criminal responsable de un ataque, nuestra decisión de responsabilizar al crimen organizado
se basó en tres criterios: 1) el tipo de arma utilizada, 2) señales de tortura o mutilación y 3) mensajes escritos sobre
los cuerpos de las víctimas.
5
Sólo se consideran aquellas amenazas públicas y explícitas y/o que tuvieron consecuencias objetivas corro-
borables, como la imposibilidad de postular candidatos a elecciones locales, el retiro de un candidato de la con-
tienda electoral o la renuncia de un funcionario público a su puesto.
El primer dato notable de esta larga lista es que 90% de estos crímenes ha sucedido
entre 2007 y 2014. Los primeros conflictos armados entre cárteles por el control terri-
torial datan de principios de los años noventa (ver gráfica 1). Pero el ataque sistemático
contra de autoridades y candidatos políticos se inicia junto con la guerra declarada por
el ex presidente Calderón a los cárteles de la droga en 2007.
Un segundo dato relevante es que cuando los cárteles deciden atacar a autoridades
o candidatos municipales su objetivo es mortal: 53% de los ataques terminaron en ase-
sinatos (ver gráfica 2). Pero si sumamos atentados y asesinatos, la cifra del intento de
eliminar sube a 65%. Por su visibilidad pública, estos actos letales tienen extensa co-
bertura en los medios locales e impactan las percepciones ciudadanas y de los actores
políticos y económicos de la zona.
Un tercer dato clave es que las autoridades y políticos municipales son el principal
blanco. 83% de los ataques es sobre actores municipales (ver gráfica 3). La guerra con-
tra el narcotráfico es una política federal, pero los gobiernos locales son los más afec-
tados. Valdría preguntar si son víctimas de ataques porque protegen al crimen organi-
zado o porque están desprotegidos por la federación en el combate a los grupos cri-
minales.

Por último, un dato de enorme importancia: los ataques criminales no se distribu-


yen equitativamente entre las distintas fuerzas políticas. Hay un sesgo marcado en con-
tra de las dos fuerzas de oposición durante el sexenio del presidente Calderón: el PRI
y los partidos de izquierda. 54% de los ataques en contra de alcaldes y autoridades
municipales fueron contra priistas y 45% de los ataques contra candidatos y activistas
fueron en contra de miembros de los partidos de izquierda (ver gráfica 4). Llama la
atención que en una guerra encabezada por un gobierno federal panista los partidos
opositores hayan puesto la mayor cuota de muertes. Llama también la atención que,
aunque los grupos criminales no tengan preferencias políticas marcadas por un par-
tido, sino preferencias coyunturales que varían de un estado a otro, la constante en el
sexenio del ex presidente Calderón fue el ataque en contra de partidos opositores.
Más allá de los números absolutos, al ponderar los ataques por el número de munici-
pios que cada partido gobernó en el periodo 2006-2012, el sesgo más claro es en
contra de los partidos de izquierda.

Cuando desagregamos la información por estado se pueden identificar aumentos


inusuales en años electorales. Los picos más pronunciados de ataques criminales en
los estados de Chihuahua, Durango y Tamaulipas se dieron durante las campañas elec-
torales para elegir alcaldes y gobernadores. De la misma manera, se puede observar
que en Sinaloa, Michoacán y Guerrero los aumentos más visibles de la violencia crimi-
nal sucedieron en años electorales (ver gráfica 5).
Los grupos criminales atentan en contra de las autoridades durante los ciclos elec-
torales para mostrar a los candidatos el futuro que les espera si se niegan a brindarles
protección o si ofrecen protección a sus rivales. Es en estos periodos cuando intentan
infiltrar las campañas electorales y negociar protección o el nombramiento de directo-
res de seguridad. Es el momento, también, en que el crimen organizado opta por un
partido político afín a sus intereses y trata de moldear el comportamiento electoral me-
diante la violencia, intimidando a votantes de partidos opuestos a sus intereses o exi-
giéndole directamente al electorado votar por el partido más cercano a ellos.
La elección de 2011 en Michoacán es el caso más extremo de penetración del cri-
men organizado del que tengamos conocimiento. En este ciclo electoral Los Caballe-
ros Templarios utilizaron la violencia en contra de múltiples candidatos y activistas po-
líticos. Mediante amenazas convocaron a la ciudadanía a votar por los candidatos del
PRI y no por los candidatos del PRD y del PAN. La coerción tuvo inusuales réditos elec-
torales para el PRI en la región de Tierra Caliente, bastión histórico de la izquierda. La
súbita pérdida de apoyo electoral en esa región a favor de los candidatos del PRD hizo
posible la victoria del PRI en la elección de gobernador y del Congreso local, así como
en un número inesperado de alcaldías. En los meses subsecuentes a la victoria electo-
ral de los Templarios, La Tuta llamó uno por uno a tres cuartas partes de los alcaldes
michoacanos para exigirles la entrega puntual de parte del presupuesto municipal y
obediencia a sus dictados.6
La mayoría de los ataques criminales en contra de autoridades y líderes políticos
locales se concentra en ocho estados de la República. Los focos rojos están en Tamau-
lipas, al noreste del país; en Baja California, Chihuahua, Durango y Sinaloa, en la región
norte-occidental; y en Jalisco, Michoacán y Guerrero, en el Pacífico. De este grupo, los
ataques en Baja California han disminuido en los últimos años y en Sinaloa no han cre-
cido más allá de los patrones históricos. Pero en Tamaulipas, Chihuahua, Durango, Ja-
lisco, Michoacán y Guerrero los ataques iniciados durante el sexenio de Felipe Calde-
rón han persistido en los primeros años de la actual administración.
Si nos concentramos en los municipios con cuatro o más ataques, podemos obser-
var un proceso continuo de sujeción del poder local donde los grupos del crimen or-
ganizado utilizan la violencia para paulatinamente ablandar y abaratar a autoridades y
candidatos, quienes ante amenazas y olas de violencia ceden poder en cada ciclo elec-
toral hasta que es difícil distinguir la diferencia entre gobierno local y crimen organi-
zado. En Guadalupe y Calvo (Chihuahua) y en San Bernardo (Durango) el crimen orga-
nizado asesinó a los alcaldes y luego a sus sucesores hasta subordinar al municipio.
El crimen organizado también se enfoca en funcionarios municipales con puestos
en las áreas de finanzas, seguridad, transporte y regulación de comercio. En Acapulco
(Guerrero), el municipio con más ataques en el país (14), Luz María Ortega y Simón
Cohen, miembros de la dirección del catastro municipal de Acapulco, fueron brutal-
mente ejecutados por el crimen organizado tras negarse a entregar la base de datos
del catastro municipal. En el mismo puerto, Salvador Melesio, delegado de transporte,
también fue asesinado tras su intento de regular a los transportistas piratas, afectando
las redes de distribución de narcomenudistas. Otros casos incluyen asesinatos de

6
Entrevistas con Leonel Godoy, funcionarios de la Asociación de Autoridades Locales de México A. C. (AAL-
MAC) y colaboradores de ex alcaldes asesinados. Ver, también, Reforma/Staff, “Pide Edil ayuda…y lo matan”, Re-
forma, 8 de noviembre de 2013.
funcionarios de finanzas en el municipio de Tijuana en 2006 y funcionarios de la direc-
ción de servicios públicos municipales de Gómez Palacio, Durango.
A partir de diversas pruebas estadísticas de ataques en contra de autoridades y
candidatos municipales entre 2007 y 2012, encontramos que los ataques son más pro-
bables en: 1) municipios con mayor competencia y violencia entre cárteles por el con-
trol del trasiego de droga;7 2) municipios con mayor autonomía fiscal y recursos pro-
pios; 3) municipios de oposición en estados gobernados por la izquierda, donde la
federación, por motivos electorales, dejó desprotegidas a las autoridades locales que
enfrentaban amenazas del crimen organizado.

Los municipios con territorios en disputa. Aunque la guerra entre cárteles data de
principios de los años noventa, la violencia entre estos grupos se disparó de manera
notable a partir de 2007. Como lo ha demostrado Eduardo Guerrero, la estrategia fe-
deral de eliminar a los jefes de los grandes cárteles de la droga llevó a la desarticula-
ción de estos grupos, al surgimiento de nuevos actores y a un aumento exponencial de
conflictos violentos por el trasiego de la droga.8

7
Para una exploración inicial de la relación entre competencia/violencia criminal y el asesinato de alcaldes, ver
Viridiana Ríos, “El asesinato de periodistas y alcaldes en México y su relación con el crimen organizado”, en J.A.
Aguilar Rivera (coord.), Las bases sociales del crimen organizado y la violencia en México, SSP & CIES, México, 2012.
8
Eduardo Guerrero, “La raíz de la violencia”, nexos, junio de 2011.
Nuestros resultados estadísticos muestran que los municipios en donde la compe-
tencia y los conflictos por las rutas del narcotráfico fueron más violentos, las autorida-
des y los candidatos municipales fueron más vulnerables a ataques criminales. Como
mostramos en el cuadro, por cada punto adicional en la tasa de homicidios asociados
al crimen organizado, la probabilidad de ataques aumentó en 0.2%. Se trata de un
efecto pequeño pero no despreciable. Para entender su magnitud comparemos el
puerto de Acapulco —una ciudad con una tasa de 69 homicidios asociados al crimen
organizado por 100 mil habitantes en 2010— con el puerto de La Paz, Baja California —
una ciudad con una tasa de 0.53 homicidio. Nuestro modelo predice que nada más
por el nivel de competencia criminal las autoridades en Acapulco tenían una probabi-
lidad 13.7% mayor de sufrir un ataque criminal en 2010 que las de La Paz. En los he-
chos, ese año Acapulco experimentó un atentado y La Paz ninguno.
Tras la captura y muerte de Arturo Beltrán Leyva en 2009 Acapulco experimentó el
desprendimiento y la fragmentación de varios grupos de sicarios que habían servido
como ejércitos privados de los hermanos Beltrán Leyva, seguido por un aumento ex-
ponencial de la competencia y la violencia por el control del trasiego de la droga.9 Fue
en este contexto de competencia en el que crecieron el secuestro y la extorsión, y los
grupos criminales intentaron apoderarse del puerto mediante la violencia en contra de
autoridades y funcionarios locales.
Los municipios con mayor independencia fiscal. Aunque el gobierno federal con
frecuencia establece un vínculo entre pobreza absoluta y violencia criminal, nuestros
resultados muestran que los municipios más expuestos a enfrentar ataques criminales
en contra de autoridades y políticos locales no son los más pobres sino los que cuentan
con mayor capacidad recaudatoria y mayores recursos fiscales. Como reportamos en
el cuadro, por cada punto porcentual del ingreso de un municipio que proviene de
impuestos locales, la probabilidad de ataques criminales aumenta en 5.6%. Estos mu-
nicipios con mayor base impositiva son atractivos para el crimen organizado porque
pueden exigir partidas del presupuesto local sin que los alcaldes tengan que rendir
cuentas a la federación. Estos municipios son atractivos porque ahí habitan los dueños
de terrenos dedicados a la agricultura de exportación (por ejemplo, Tierra Caliente en
Michoacán);10 de importantes rutas comerciales (por ejemplo, Lázaro Cárdenas en Mi-
choacán) o de negocios turísticos (por ejemplo, Acapulco). Aquí los grupos criminales
ejercen una doble tributación: vía el erario y vía la extorsión.
Para dimensionar la importancia de la recaudación fiscal de un municipio en la vio-
lencia criminal, tomemos como ejemplo los casos de Acapulco y Chilpancingo, los dos

9
Eduardo Guerrero, “Epidemias de violencia”, nexos, julio de 2012.
10
Ver la importante nota de Omar García Ponce y Adrián Lajous sobre el mercado de limones, la extorsión y el
surgimiento de grupos de autodefensa en Tierra Caliente, Michoacán: “¿Por qué tardaron tanto en levantarse las
autodefensas?”, nexos, mayo de 2014.
municipios de mayor importancia política y económica en el estado de Guerrero. Am-
bos experimentaron fuertes disputas entre grupos criminales y altas tasas de actividad
delictiva durante el sexenio de Felipe Calderón. A pesar de estas similitudes, Acapulco
experimentó en este periodo el triple de ataques en contra de autoridades y candida-
tos locales que Chilpancingo. Una de las razones que explica esta diferencia es que en
términos porcentuales Acapulco recauda 10% más de sus ingresos de impuestos loca-
les. Esta diferencia impositiva hace que las autoridades de Acapulco sean 56% más
proclives a ser blanco de ataques que sus contrapartes en Chilpancingo.
A raíz del levantamiento de las autodefensas en Michoacán tenemos un panorama
más claro del interés del crimen organizado por controlar las finanzas municipales. Hoy
sabemos que los Templarios llegaron a exigirle a los alcaldes michoacanos 30% del
presupuesto municipal para obra pública; 20% de la nómina salarial de la burocracia
municipal; y la asignación de la obra pública a constructoras que laboraban a su servi-
cio.11
Los municipios de oposición en estados gobernados por la izquierda. Si bien el ac-
ceso a los recursos financieros del municipio atrae a los grupos criminales, un factor
adicional de vulnerabilidad es si los alcaldes y funcionarios locales amenazados por el
crimen organizado cuentan con la protección activa del gobierno federal. Puesto que
los municipios no cuentan con la capacidad financiera y policial para hacer frente a
ataques del crimen organizado, la cooperación intergubernamental y el apoyo de la
federación son fundamentales para los alcaldes y los funcionarios municipales en zonas
de conflicto.
Como reportamos en el cuadro, durante el sexenio del ex presidente Calderón mu-
nicipios con alcaldes priistas o perredistas en estados gobernados por el PRD fueron
entre cinco y seis veces más vulnerables a ataques criminales en comparación con un
alcalde panista en un estado gobernado por el PAN. Pero municipios priistas o perre-
distas en estados gobernados por el PRI fueron solamente dos veces más vulnerables
a ataques criminales en comparación con los alcaldes panistas en estados gobernados
por el blanquiazul. La enorme brecha entre los estados gobernados por el PRI y el PRD
es prueba contundente de que la diferencia en la violencia criminal en municipios lo-
calizados en estados gobernados por la oposición no fue simplemente un problema
de coordinación entre gobiernos de diferentes colores políticos; la brecha sugiere la
existencia de un conflicto político entre un gobierno federal de derecha y gobiernos
estatales de izquierda.
En el contexto de la profunda polarización que despertó la elección presidencial de
2006 y la controvertida decisión de Andrés Manuel López Obrador y la izquierda de no

11
Redacción, “La extorsión generalizada alcanza a los alcaldes; ya no es asunto de ciudadanos, comerciantes y
agricultores”, Sin Embargo, 16 de noviembre de 2013; Humberto Padgett, “Imposible decirles ‘no’ a los Templarios”,
Sin Embargo, 14 de marzo de 2014.
reconocer al presidente Calderón como mandatario legítimo, la pugna entre derecha
e izquierda rebasó el terreno electoral y se llevó al terreno de la seguridad y de la lucha
contra el narcotráfico. La duda que salta es si gobernadores y alcaldes de izquierda se
negaron a aceptar la asistencia de un gobierno que consideraban “ilegítimo” y por ello
se convirtieron en presa fácil del crimen organizado o si el gobierno federal decidió
castigar a quienes se negaban a reconocer su legitimidad y por ello los alcaldes, fun-
cionarios y candidatos de izquierda fueron más proclives a ser blanco de ataques cri-
minales.
Existe un número importante de casos emblemáticos de autoridades locales de iz-
quierda que a pesar de cuestionar la legitimidad del presidente Calderón no dudaron
en pedirle ayuda a la federación cuando recibieron amenazas del crimen organizado.
La mayoría de las veces el gobierno federal negó la ayuda y su negligencia abrió paso
a que el crimen organizado avanzara en la toma de municipios gobernados por la iz-
quierda.
Félix Salgado Macedonio, alcalde perredista de Acapulco entre 2005 y 2008, fue
de los críticos más duros de la elección presidencial de 2006. Tras recibir múltiples
amenazas de muerte, Salgado no dudó en pedir protección federal en 2007.12 El go-
bierno federal negó la ayuda y acusó públicamente al alcalde de tener vínculos con el
crimen organizado.13 Aunque el gobierno se desdijo de su acusación,14 la señal que
envió al crimen organizado fue clara: las autoridades municipales de Acapulco estaban
desprotegidas por la federación. En los siete años siguientes, sucesivos gobiernos de
izquierda se volverían blanco del crimen organizado hasta que Acapulco y sus autori-
dades se convirtieron en el municipio más asediado en el país.
Ygnacio López, alcalde petista de Santa Ana Maya, Michoacán, entre 2011 y 2013
fue uno de tantos presidentes municipales levantados por Los Caballeros Templarios.
Mediante amenazas de muerte en contra de su familia, los Templarios obligaron al al-
calde a entregarles parte del presupuesto municipal. En reiteradas ocasiones López
informó a las autoridades federales que era sujeto de coerción criminal y pidió protec-
ción sin obtener respuesta.15 Médico de profesión, activista social y viejo militante de
la izquierda michoacana, López tenía un pasado impecable. Ante la inminente quiebra
fiscal de su municipio, López llevó a cabo una huelga de hambre en la ciudad de Mé-
xico hasta conseguir recursos adicionales. Cuando los Templarios se enteraron, exigie-
ron de inmediato su participación. Pero esta vez López se negó a ceder recursos y fue

12
Rolando Herrera, “Enfrenta Félix Salgado amenazas del narco”, Reforma, 25 de enero de 2007.
13
Redacción, “Sí investiga SSPF posible vínculo de Félix Salgado con narcos”, La Crónica de Hoy, 13 de febrero
de 2007.
14
Gustavo Castillo, “Se disculpó García Luna con Salgado Macedonio”, La Jornada, 17 de febrero de 2007.
15
Entrevista anónima con ex colaboradores de Ygnacio López. Ver, también, Nadia Sanders y Belén Zapata, “El
alcalde de Michoacán asesinado denunció que pagaba ‘cuota’ al crimen”, CNN México, 9 de noviembre de 2013, y
Reforma/Staff, “Denunció extorsiones del crimen organizado”, Reforma, 8 de noviembre de 2013.
brutalmente asesinado el 7 de noviembre de 2013. A decir de ex colaboradores del
munícipe, semanas antes del asesinato el secretario de Gobernación fue indiferente
ante la petición de López y sus colegas quienes en una reunión de alcaldes pidieron
protección federal para la zona centro de Michoacán.
A diferencia de los ediles de oposición de Guerrero y Michoacán, los llamados de
protección de Jorge Ramos, alcalde panista de Tijuana (2007-2010), Baja California,
fueron escuchados por la federación.16 Tras la escalada de violencia y los ataques en
contra de la policía de Tijuana que se dieron a raíz de la captura de Eduardo Arellano
Félix en 2008 y de la depuración policial llevada a cabo por el coronel Julián Leyzaola,
secretario de Seguridad Pública de Tijuana, la federación impulsó un modelo de coor-
dinación efectivo en Baja California. Aunque el PAN perdió la alcaldía en 2010, el priista
Carlos Bustamante ratificó al equipo de seguridad de su antecesor y la estrecha coope-
ración de la federación con el gobernador panista José Guadalupe Osuna Millán, evitó
que se repitieran ataques en contra de autoridades locales como los de 2008.
Tras la masacre de los estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa, el 1 de diciem-
bre de 2014 el presidente Peña Nieto lanzó un decálogo de acciones para recuperar
el Estado de derecho. En el diagnóstico presidencial, el municipio apareció como el
culpable de la actual crisis y el presidente pidió al Poder Legislativo normar leyes nue-
vas que faculten al Ejecutivo federal a ordenar la desaparición de poderes municipales,
cuando se sospeche colusión con el crimen organizado. Pidió, también, leyes que pon-
gan a las policías municipales bajo un mando único a cargo de los gobiernos estatales.
En medio de la actual ola antimunicipalista, valdría recordar que no hace mucho
tiempo el municipio se veía como la célula que dio vida a la transición mexicana a la
democracia. Hoy más que nunca es menester preguntarnos cómo pasamos en un pe-
riodo tan corto de ver al municipio como germen de la democratización a verle como
una institución corrompida y postrada ante el crimen organizado. ¿Fueron problemas
inherentes al diseño del municipio o hay factores exógenos que contribuyen a la ero-
sión de la gobernanza municipal?
Hay dos factores exógenos que deben tenerse en cuenta antes de dictarle acta de
defunción al municipio. El primer factor es que el municipio nunca ha sido la pieza no-
dal de las redes gubernamentales de protección informal al crimen organizado. La in-
dustria del narcotráfico surgió bajo la protección de la Dirección Federal de Seguridad
(DFS) en los años ochenta. Tras la desaparición de la DFS fueron las policías judiciales
en los estados quienes tejieron redes de protección para los cárteles que involucraban
a miembros de las procuradurías estatales, ministerios públicos, directivos de recluso-
rios, policías municipales y a agentes de las delegaciones estatales de la PGR. No fue
sino hasta los cambios que suscitó la intervención federal de 2007 en la industria del

16
Julieta Martínez, “‘Nos han abandonado’, reprocha policía de Tijuana”, El Universal, 1 de octubre de 2009.
narcotráfico cuando las autoridades y policías municipales se convirtieron en actores
centrales en la protección criminal.
Pese a este cambio, creer que el municipio se ha convertido en el único espacio
gubernamental infiltrado por el crimen organizado es un supuesto miope. En años re-
cientes algunos gobernadores han creado espacios medianamente libres de corrup-
ción en las secretarías de seguridad, pero en la mayoría de los estados la Policía Minis-
terial sigue siendo la institución nodal de las redes de protección gubernamental para
el crimen. Al transferir el mando de las policías municipales a los estados se corre el
riesgo de simplemente unificar el mando criminal.
El segundo factor a tener en cuenta es que en el proceso de largo plazo mediante
el cual el municipio ha ido perdiendo la batalla frente al crimen organizado, la federa-
ción ha desempeñado un papel central porque actuó mal o porque no actuó. Como lo
sugieren nuestros resultados, la cooperación entre la federación, los estados y los mu-
nicipios en la guerra contra el narcotráfico ha estado condicionada por sesgos parti-
distas y por el uso electoral de la política de seguridad y de procuración de justicia.
La politización de la seguridad y la procuración de justicia no es algo nuevo. Fue un
factor fundamental de la gobernanza autoritaria durante siete décadas de gobiernos
del PRI. Esta tentación no cambió gran cosa en los gobiernos de la alternancia. La con-
tinuidad de los mecanismos institucionales que permiten al presidente hacer uso dis-
crecional de las políticas de seguridad y de procuración de justicia nos invita a dudar
sobre el posible éxito de una reforma que le otorgue a la federación derechos espe-
ciales para desaparecer los poderes municipales cuando el gobierno central lo consi-
dere necesario. La historia nos demuestra que estas acciones no serían siempre impar-
ciales y que estarían con frecuencia motivadas por sesgos partidistas y ambiciones
electorales, más que por objetivos de procuración de justicia y seguridad ciudadana.
La matanza de Iguala ha puesto de relieve la ingente necesidad de reconstituir el
poder político en México. El presidente ha llamado a perseguir alcaldes corruptos y a
acotar institucionalmente al municipio. Sin duda, el gobierno federal debe identificar y
castigar a los Abarca del país antes de que se susciten nuevos Ayotzinapa. Pero la his-
toria de los 441 ataques criminales en contra de autoridades, candidatos y activistas
políticos municipales nos debería llevar también a exigirle a la autoridad federal que
investigue, esclarezca y castigue a quienes han asesinado a nuestros representantes
políticos locales. Al hacerlo encontraríamos una historia mucho más compleja que dista
mucho de la falaz conclusión de que “todos los alcaldes son Abarcas”. Al hacerlo, tam-
bién, entenderíamos que el municipio se encuentra postrado no solamente ante la in-
dustria criminal, sino ante un sistema político-judicial que ha hecho posible que el cri-
men organizado tenga secuestrada a la política local. Castigar al municipio sin
entender las responsabilidades del Estado en su conjunto nos llevaría a minar, más que
a construir, un Estado democrático de derecho.

Guillermo Trejo
Profesor asociado de ciencia política en la Universidad de Notre Dame y fellow del
Kellogg Institute for International Studies.

Sandra Ley
Investigadora invitada en el Kellogg Institute.

Los autores agradecen el valioso apoyo de investigación de Magdalena Guzmán y Eli-


zabeth Orozco.

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