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El salmo 85 (en la versión de la vulgata 84) es una súplica nacional, pidiendo la paz: el pueblo de
Israel de entonces (estamos hablando de hace unos 25 siglos), otrora un Estado próspero y bien
organizado, a causa de la corrupción e injusticias de sus gobernantes y diferentes grupos sociales,
ha caído en el desorden, en la inseguridad, en el dominio de otras naciones, en la violencia social y
mucha de su gente ha debido emigrar a países más estables.
Es en ese contexto socio-político en el que hay que calificar su versículo No. II La justicia y la paz
de besan.
Para una reflexión sobre el mismo en el contexto socio-político actual voy a partir de una división
de la justicia.
Justicia Conmutativa es aquella que regula los intercambios entre las personas en el respeto
exacto de sus derechos. La justicia conmutativa obliga estrictamente; exige la salvaguardia
de los derechos de propiedad, el pago de las deudas y el cumplimiento de obligaciones
libremente contraídas. Sin justicia conmutativa no es posible ninguna otra forma de justicia”
(Catecismo de la Iglesia Católica No. 2411).
Ayuda mucho traer a la memoria aquella sencilla idea que entraña la justicia: lo justo, lo exacto, ni
más no menos. Cuando no se da o no se hace lo justo se pierde el equilibrio, algo se violenta.
Háblese, entonces, del pago de los impuestos, del cumplimiento de las leyes, de los deberes cívicos.
También los ciudadanos cometen injusticias frente a la sociedad y al Estado, que la representa.
Cuando un miembro cualquiera de la comunidad no cumple con sus deberes, se rompe la paz y
surge algún tipo de violencia. Injusto es aquel que viola las leyes de tráfico, para no hablar de otras
violaciones, tal vez más graves. Esa injusticia trae desasosiego, altera la convivencia, crea
conflictos, lleva a la violencia, a la irritación, quita la paz: de nuevo, la justicia y la paz van juntas; o
como el salmo 85, 11, la justicia y la paz se besan.
“La justicia jurisdiccional”. Trata de la jurisdicción que tienen los jueces en una comunidad
para administrar justicia y dictar sentencias (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica N. 2237 y
2246).
Los jueces justos son propiciadores de paz y de entendimiento entre los individuos, las familias y
los pueblos. Un juez injusto es uno de los más grandes enemigos de la estabilidad de una nación.
También lo son todos aquellos que manipulan las leyes y los tribunales para sus inicuos intereses.
Cuando un juez en su jurisdicción, no practica la justicia, fomenta la venganza, los odios, las
rivalidades, la ley del lynch, el tomarse la justicia por las propias manos, el desorden y la violencia
social. En la administración de la justicia en los tribunales aparece de manera patente cómo la
justicia y la paz se besan, o se divorcian con terribles daños.
La justicia social. “Está ligada al bien común y al ejercicio de la autoridad”. (Cfr. Catecismo
de la Iglesia Católica N. 1828).
Cuando la autoridad, que es la representativa de un Estado o una nación, no respeta los derechos
humanos, no atiende al bien de la mayoría y descuida a los sectores más necesitados o desposeídos,
viola justicia social y pone las bases de la rebelión y de la revolución social.
Cuando en una sociedad hay una mala distribución de los bienes y riquezas, andan malas la justicia
distributiva y la justicia social. En una sociedad así brotarían desórdenes sociales, robos, atracos,
exigencias de todo tipo. La reacción será la represión y un régimen de fuerza.
Cuando en una sociedad se acumulan las injusticias, juntándose el montón por las violaciones de
todos los tipos de justicia, se crea un clima de inseguridad tal que los pueblos piden una mano dura
“que haga justicia”, y, a veces, se entregan casi a ciegas a cualquier tipo de dictadura.
La justicia violada debe ser reparada, resarcida, redimida. Si no se hace no hay paz personal interna,
ni familiar, ni social. No existe otro camino.