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Crisis de una sociedad colonial.

Identidades colectivas y representación política en la ciudad de


Charcas (Siglo XVIII)
Author(s): Sergio Serulnikov
Source: Desarrollo Económico, Vol. 48, No. 192 (Jan. - Mar., 2009), pp. 439-469
Published by: Instituto de Desarrollo Económico y Social
Stable URL: http://www.jstor.org/stable/20627850 .
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Desarrollo Econ?mico, vol. 48, NQ 192 (enero-marzo 2009)

CRISIS DE UNA SOCIEDAD COLONIAL.


IDENTIDADESCOLECTIVAS
Y REPRESENTACI?N POLITICA
EN LA CIUDAD DE CHARCAS (SIGLOXVIII)*

SERGIO SERULNIKOV**

Existe considerable consenso en la historiografla latinoamericana actual sobre


los aspectos profundamente tradicionales que moldearon las identidades colectivas
y las pr?cticas representativas durante la transici?n de la colonia a la rep?blica.
Recientes estudios de los imaginarios politicos y las estructuras jundico
institucionales de la monarquia hisp?nica muestran que tras el vacio de poder
dejado por la caida de la dinastia espahola en 1808, el nuevo sujeto de la soberanla
no recay? en el pueblo en el sentido contractualista, individualista y universal de la
ilustraci?n francesa, sino en los pueblos concebidos como las antiguas
comunidades y corporaciones que componian laestructura plural del imperio. Fueron
las ciudades -las unidades politicas de base del mundo hispanoamericano- y los
ayuntamientos -la m?s emblem?tica instituci?nde autogobierno proveniente de la
tradici?n medieval castellana- las que terminan prevaleciendo como forma primaria
de organizaci?n politica1. Los trabajos sobre movimientos sociales andinos durante
el siglo XVIII, centr?ndonos ya en el ?rea especffica de nuestra investigaci?n,
refuerzan esta imagen. En su cl?sico librosobre la revoluci?n de los comuneros en
Nueva Granada de 1781, la m?s importante rebeli?n criolla de la ?poca, John
Leddy Phelan argument? que las elites americanas respondieron a los avances del
estado absolutista borb?nico mediante la apelaci?n ateorias mon?rquicas pactistas.
El constitucionalismo hist?rico.constituy? un intentode volver al modelo habsburgo

*
La investigaci?n para este estudio conto con la ayuda financiera del Consejo Nacional de
Investigaciones Cientificas y Tecnicas de la Argentina (Conicet), la John Simon Guggenheim Foundation,
Escuela de Estudios Hispano-Americanos de Sevilla, la Fundaci?n Antorchas y la John Carter Brown Library.
**
Universidad de San Andres/Conicet. Vito Dumas 284, Victoria, Buenos Aires (B1644BID). Tel. (54-11)
4725-7067. Email: serulnik@bc.edu.
1Vease en
particular Frangois-Xavier Guerra, Modernidad e independencias. Ensayos sobre las revoluciones
hisp?nicas (Mexico: MAPFRE, 1992); Antonio Annino, L. Castroleiva y F. X. Guerra, De los Imperios a las
Naciones: Iberoamerica (Zaragoza: Ibercaja, 1994); y Jose Carlos Chiaramonte, Naci?n y Estado en Iberoamerica.
El lenguaje politico en tiempos de las independencias (Buenos Aires Editorial Sudamericana, 2004).

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de gobierno, no un anuncio de los tiempos por venir2. Los m?ltiples motines contra
el aumento de los impuestos en La Paz, Arequipa y otras ciudades del Alto y Bajo
Per?, han tendido a ser vistos como revueltas tfpicas de Antiguo Regimen y, en
consecuencia, no han alterado de manera sustantiva este paradigma3.
El presente ensayo se propone repensar algunas de las premisas de este
modelo interpretativo. Nuestro trabajo se centra en la ciudad altoperuana de La
Plata, la sede de la audiencia de Charcas, a fines del siglo XVIII. Como es bien
sabido, tras la invasi?n napole?nica a la peninsula Iberica, la ciudad de La Plata
(conocida tambien como Chuquisaca, Sucre en la actualidad) fue el escenario de
los primeros ensayos de ruptura abierta con los virreyes y de sustituci?n de las
autoridades vigentes por nuevos organismos de gobierno. En mayo de 1809,
una coalici?n de oidores de la audiencia, oficiales del cabildo y abogados,
respaldados por lamovilizaci?n de sectores plebeyos que protagonizaron cruentos
enfrentamientos con la guarnici?n militar, asumieron el poder luego de destituir al
intendente de Charcas y de forzar al arzobispo a abandonar la ciudad. El
movimiento se expandi? pronto a La Paz, en donde adquiri? tonos m?s radicales4.
Mientras los estudios sobre el alzamiento tupamarista nos ayudan a entender
por qu? las elites altoperuanas tendieron a evitar la movilizaci?n indfgena y a
rechazar el tipo de revoluci?n de sesgo liberal propugnada por los primeros
ejercitos criollos provenientes del Rio de la Plata y Nueva Granada, sabemos
mucho menos acerca de la genesis de las transformaciones sociales detr?s de
aquellos tempranos estallidos urbanos de rechazo al orden establecido5.

2 John
Leddy Phelan: The People and the King: The Comunero Revolution inColombia, 1781 (Madison,
University ofWisconsin Press, 1978).
3 Sobre revueltas urbanas en los
Andes, vease Rossana BarragAn: "Espanoles patricios y espanoles
europeos: conflictos intra-elitese identidades en laciudad de La Paz en visperas de la independencia 1770-1809",
en Charles Walker (Ed.): Entre la ret?rica y la insurgencia: las ideas y los movimientos sociales en los Andes,
Siglo XVIII (Cusco: Centro de Estudios Regionales Andinos Bartolome de las Casas, 1995), pp. 113-171; David
Cahill: "Taxonomy of a Colonial 'Riot': The Arequipa Disturbances of 1780", en John Fisher, Allan Kuethe y
Anthony McFarlane (Eds.): Reform and Insurrection inBourbon New Granada and Peru (Baton Rouge: Louisiana
University Press 1990), pp. 255-291; Fernando CajIas de la Vega, Oruro 1781: Sublevaci?n de indios y rebeli?n
criolla (2 vol?menes), (La Paz, CEPA, 2005); Oscar Cornblit: Powerand Violence in theColonial City. Oruro from
theMining Renaissance to the Rebellion of Tupac Amaru (1740-1782) (New York, Cambridge University Press,
1995); Anthony McFarlane: "The Rebellion of the 'Barrios': Urban Insurrection inBourbon Quito", en Fisher,
Kuethe yMcFarlane (Eds.): Reform and Insurrection,pp. 197-254; Scarlett O'Phelan Godoy: Un siglo de rebeliones
anticoioniales. Peru y Bolivia 1700-1783(Cusco: Centro de Estudios Bartolome de las Casas, 1988), pp. 175-222.
Un balance de losmovimientos urbanos en Hispanoamerica en Silvia Marina Arrom, "Introduction: Rethinking
Urban Politics inLatin America before the Populist Era", en Silvia Marina Arrom y Servando Ortoll: Riots in the
Cities. Popular Politics and theUrban Poor inLatin America, 7765-7970(Wilmington, SR Books, 1996).
4
Jorge Siles Salinas: La independencia de Bolivia (Madrid, MAPFRE, 1992); Danilo Arze Aguirre: Participacion
popul?ren la independencia de Bolivia (La Paz, OEA, 1979); Estanisiao Just: Comienzo de la independencia en el
Alto Peru: los sucesos de Chuquisaca, 1809(Sucre, Editorial Judicial, 1994).
5 Los estudios
regionales de mediano y largo plazo sobre las pr?cticas politicas de los pueblos andinos
incluyen,entre otros, Cecilia Mendez: The Plebeian Republic: The Huanta Rebellion and theMaking of thePeruvian
State, 1820-1850 (Durham, Duke University Press, 2005); Nuria Sala iVila: Y se arrno el tole tole. Tributos
indigenas y movimientos sociales en el virreinato del Peru, 1784-1814 (Cusco, IER, 1996); Sergio Serulnikov:
Subverting Colonial Authority Challenges toSpanish Rule inEighteenth-Century Southern Andes (Durham, Duke
University Press, 2003); Sinclair Thomson: We Alone Will Rule. Native Andean Politics in theAge of Insurgency
(Madison, The University ofWisconsin Press, 2002); Mark Thurner: From TwoRepublics toOne Divided: Contradicting
Postcolonial Nation Making inAndean Peru (Durham, Duke University Press, 1997); Charles Walker: Smoldering
Ashes. Cuzco and theCreation of Republican Peru, 1780-1840 (Durham, Duke University Press, 1999).

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IDENTIDADES Y REPRESENTACI?N
COLECTIVAS ENLACIUDADDE CHARCAS
POLITICA 441

Para responder a este interrogante es preciso adoptar un enfoque diferente


al que ha sido prevaleciente en este campo de la indagaci?n hist?rica. Nos
proponemos pensar la crisis del sistema colonial a partir de una historia
propiamente politica -no s?lo un estudio de sus causas estructurales o de las
ideas e imaginarios- y de una historia que apunte a tomar como punto de llegada,
no de partida, como ha sido generalmente el caso, los procesos abiertos por los
traum?ticos eventos de 18086. En el caso de La Plata, aquel punto de partida
debe situarse en la decada de 1780, cuando al calor de un intenso proceso de
agitaci?n social emergieron formas de identidad colectiva y mecanismos de
representaci?n politica que cuestionaron tanto las tradicionales relaciones del
patriciado con la plebe urbana como el estatuto de la relation entre lamonarquia
y la ciudad. Es mi hip?tesis que este acontecimiento fue provocado por la
conjunci?n de dos poderosas fuerzas hist?ricas originadas a los extremos
opuestos del orden colonial: las masivas rebeliones andinas de 1780-1782 y las
politicas absolutistas borb?nicas. Ambos fenomenos tuvieron un impacto muy
particular en la vida de la ciudad.
Charcas, como es conocido, constituy? uno de los tres principales epicentros
de insurgencia durante la era de la revolution tupamarista. Sin embargo, en
contraste con las regiones de Cuzco y La Paz, donde las milicias rurales y los
ejercitos regul?res jugaron un rol preponderante en la supresi?n de los
levantamientos, la lucha contra las fuerzas indlgenas recay? aqui exclusivamente
en los vecinos de la ciudad. Fueron las milicias urbanas, organizadas en
companias de patricios y plebeyos, las que cargaron con el esfuerzo belico, en
especial durante el asedio a La Plata por parte de miles de campesinos de varias
provincias en febrero de 1781. Pero aunque el vecindario asurnio todo el peso de
la guerra, no podria disfrutar por mucho de los frutos de la victoria. En los meses
posteriores, la Corona procedena a estacionar companias de soldados
peninsulares en las grandes urbes andinas. La Plata no fue la exception. Por
primera vez desde el siglo XVI, la ciudad vena la instalaci?n de una guarnicion
militar permanente a unos metros de la Plaza Mayor. Igualmente significative las
milicias de Charcas, consideradas un gasto innecesario para el erario y sobre
todo poco confiables politicamente, serian con el tiempo disueltas -en particular
una de las companias de mestizos que fue mantenida en pie despues de la
insurrection7. No es necesario insistiraqui en que la concentration de la fuerza
en el ejercito regular espanol formaba parte de un amplio conjunto de medidas,
conocidas genericamente como las reformas borb?nica, orientadas a establecer
la plena sujeei?n de los territorios americanos a la metr?poli. Para los fines de
este trabajo, baste mencionar la sistematica exclusion de las elites criollas de

6 Estudios como los de


Rossana Barrag?n o Sarah Chambers para La Paz y Arequipa son sin duda un
importante paso en esta direcci?n. Vease, Barrag?n: "Espanoles patricios y espanoles europeos"; Sarah C.
Chambers: From Subjects toCitizens. Honor, Gender and Politics inArequipa, Peru, 1780-1854
(University Park,
The Pennsylvania State University Press, 1999).
7 Las milicias urbanas habian
por ejemplo tenido una activa participaci?n en los levantamientos popul?res
de Arequipa en 1780 y de Nueva Granada en 1781. Vease, Cahill: "Taxonomy of a Colonial 'Riot'"; y Juan
Marchena Fern?ndez: Ejercito ymilicias en el mundo colonial americano(Madrid, Editorial MAFRE, 1992), pp. 204
210. Sobre las reformas militares en el Peru durante laepoca de Carlos III,vease asimismo Leon Campbell: The
Military and Society inColonial Peru, 1750- ?8tO(Philadelphia, The American Philosophical Society, 1978).

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los altos cargos p?blicos, el aumento general de la carga fiscal y los ataques a la
autonomia de las corporaciones y comunidades locales. Estamos en presencia
pues de dos fuerzas destinadas a colisionar: el nuevo proyecto imperial de los
Borbones y el arraigado sentimiento de orgullo y derechos adquiridos de la
poblaci?n charquena emanado de su decisivo rol en la defensa o, en palabras de
la epoca, la "reconquista" del reino. Los soldados peninsulares estacionados en
la ciudad se convirtieron en el catalizador de estos antagonismos. Su convivencia
con losmoradores, tanto la "gente decente" como la plebe, estuvo signada desde
un principio por el resentimiento y la violencia. Ello iba a suscitar dos violentos
motines popul?res, en 1782 y 1785, asf como enfrentamientos abiertos de la
poblaci?n local, representada institucionalmente en el cabildo, con las principales
autoridades regias (el virrey del Rio de la Plata, la audiencia de Charcas y el
ejercito regular)8. La reconstruction en profundidad de estos eventos, los cuales
han merecido hasta aqui escasa o nula atenci?n por parte de los historiadores,
proporciona una via de aproximaci?n a procesos de transformation social con
vastas y duraderas derivaciones.
En efecto, postularemos en primer lugar que la lucha contra el levantamiento
tupamarista no solo dej? su impronta en el acendrado conservadurismo ideol?gico
de las elites altoperuanas respecto de la inherente inferioridad de los pueblos
nativos: tambien sirvi? para afirmar las prerrogativas de la poblaci?n urbana
frente a los avances de las politicas borb?nicas. El desempeno del vecindario
durante la rebeli?n indigena cre? las condiciones para que tres decadas antes
de la crisis general del dominio espanol la ciudad comenzara a ser percibida no
solo como un sujeto abstracto de derechos, sino como un actor politico colectivo.
Se sostendr?, por otro lado, que las agresivas iniciativas del ayuntamiento de La
Plata, y su apelaci?n a nociones pactistas, no deben ser entendidas como una
mera reaction tradicionalista frente a la implantation del modelo absolutista,
como una "nostalgia de las antiguas instituciones representativas", una b?squeda
de amparo en "las viejas libertades"9. Antes bien, las actividades del cabildo
comportaron una perceptible ruptura con el pasado. Aunque el movimiento puso
en juego antiguas concepciones de legitimidad mon?rquica y establecidos
mecanismos de participation en los asuntos p?blicos, seria un error inferirsu
significado por referenda al contendido abstracto de las primeras y al lejano
origen hist?rico de los segundos. Es preciso recordar que los ayuntamientos
americanos habian venido funcionando desde el siglo XVI como organismos de
administration municipal monopolizados por un grupo de familias notables en
relation simbiotica con la burocracia regia. Por el contrario, durante estos anos el
cabildo de La Plata empez? a servir como ?rgano de representation politica del
vecindario, se erigi? en abierta oposici?n a las principales instancias de poder
espanol y sus partidarios y los sectores sociales a los que proclamo representar

8Como hemos analizado en otra


parte, estas tensiones tambien se pusieron de manifiesto en el piano de
la ceremonia publica y el simbolismo politico. Estos revelan el repentino valor asumido por laopinion del p?blico
y laexistencia de concepciones de legitimidad mon?rquica antag?nicas al absolutismo borb?nico. Vease Sergio
Serulnikov: '"Las proezas de laCiudad y su llustreAyuntamiento': Simbolismo politico y politica urbana en Charcas
a fines del siglo XVIII", Latin American Research Review, vol. 43, N2 3, 2008.
9Guerra: Modernidad e independencias, p. 28.

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COLECTIVAS ENLACIUDADDE CHARCAS
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abarcaban, de manera muy activa y tangible, no s?lo a las elites sino tambi?n a
la plebe urbana10.
Todo ello nos conduce a una ?ltima observaci?n de car?cter m?s general.
Para el caso de la Francia del Antiguo Regimen, se ha sefialado que la teoria del
derecho de resistencia a la tirania, en la cual se inscribi? la crftica del poder absoluto
del rey, estuvo en principio asociada a la idea de restauraci?n de la sociedad de
?rdenes, a un rechazo aristocr?tico de la nivelaci?n de las distinciones de rango
que habia tenido lugar desde la consolidaci?n del absolutismo en el siglo XVII11.
Un argumento an?logo ha sido postulado para el caso latinoamericano. Frangois
Xavier Guerra, entre otros, ha sefialado que las luchas de las elites criollas para
afirmar la igualdad de America y Espana tras las abdicaciones de Bayona se
conjugaron con una imagen estamentaria de la sociedad de corte muy tradicional12.
La experiencia de La Plata nos permite acaso atisbar otro tipo de din?mica hist?rica.
Sugeriremos que las politicas absolutistas borb?nicas, por un lado, y lamovilizaci?n
conjunta de toda la poblaci?n urbana en la guerra contra los indigenas, por otro,
propiciaron una relajaci?n de las fronteras entre el patriciado y la plebe, vale decir,
un resquebrajamiento de losmodos de estratificaci?n social propios de la sociedad
hidalga de Indias. Como cabria esperar, la inclusi?n de los grupos popul?res urbanos
en la polltica se da en la practica, de hecho, sin que nada cambie en las reglas que
rigen las instituciones, y no significa de manera alguna igualaci?n. Expresa, con
todo, el creciente sentimiento de pertenencia de ambos sectores a una misma
entidad social, a una misma sociedad. Y, para tomar prestadas palabras de Octavio
Paz en su ensayo sobre Mexico colonial, "toda sociedad al definirse a sf misma,
define a las otras. Y esta definici?n asume casi siempre la forma de una
condenaci?n"13. La doble condenaci?n de la alteridad radical de la vasta mayona
de la poblaci?n indigena suscitada por la revoluci?n tupamarista y de la colonialidad
de las estructuras de gobierno suscitada por las politicas borb?nicas, es lamarca
de nacimiento de la conciencia polltica criolla. Es una marca que en gran parte
informana las peculiares, en apariencia parad?jicas, reacciones de la sociedad
charquena frente a las abdicaciones de Bayona, primero, y al movimiento
independentista, poco despues.

El ejercito y el vecindario: la politizaci?n del honor

La Plata ocup? un lugar clave en la vida polltica del Alto Per?. Ciertamente, no
se destacaba ni por su actividad econ?mica -no era un centro comercial o agricola
de importancia- ni por el tamano de su poblaci?n. Seg?n un padr?n de 1778,
contaba con 15.387 habitantes, clasificados de la siguiente forma: 3.325 blancos

10John
Lynch sostiene, para todo el arnbito del virreinato del Rio de laPlata hasta los Ultimos afios del siglo
XVIII, que "[la] dependencia de autoridades superiores estimul? un servilismo y una inercia, que pueden leerse en
cada llnea de las actas de los cabildos". John Lynch: Administration colonial espanola 1782-1810. Elsistema de
intendencias en el Virreinato del Rio de la Plata (Buenos Aires, Eudeba, 1962), p. 192.
11Pierre Rosanvallon: La consagraci?n del ciudadano. Historia del sufragio universal en Francia (Mexico,
InstituteMora, 1999), pp. 24-26.
12Guerra:
Modernidade independencias, p. 162.
13Octavio Paz: SorJuana Ines de la Cruz o las trampas de la fe (Mexico, FCE, 1995), p. 47.

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(21%), 6.159 mestizos (40%), 2.132 negros (15%) y 3.771 indios (24%)14. Aunque
m?s pequena que otras ciudades de la region, La Plata tue sede de las tres
principals instituciones coloniales en el sur andino: la audiencia, el arzobispado y
la universidad. Ello le otorg? peculiares caractensticas. Por un lado, ciudades como
La Plata, capitales hist?ricas de virreinatos y audiencias, fueron las que fijaron la
norma de la ciudad barroca latinoamericana: comunidades fundadas en la asunci?n
de modelos senoriales de comportamiento que pretendian remedar el modo de
vida cortesano de las urbes ibericas15. En particular, los jueces de la real audiencia
de Charcas, el m?s poderoso tribunal en la region, ocupaban el escal?n m?s alto
de la pir?mide social. M?s alia de sus amplias atribuciones judiciales, el presidente,
los oidores y fiscales habian gozado desde la fundaci?n de la ciudad de
preeminencias ceremoniales, elaboradas formas de cortesfa y el uso de la toga y
otros slmbolos de distinci?n social16. Estas ciudades se caracterizaban tambien
por un acendrado dualismo social. Se concebfa que la sociedad urbana estaba
escindida entre la "gente decente" (personas de origen hispano, tanto peninsulares
como criollos, elegibles para ocupar los principales cargos concejiles) y la plebe
(individuos identificados como mestizos, mulatos, cholos y otras "castas" que
desarrollaban oficios manuales y comercio al menudeo). Aunque lapureza de sangre
se establecia de manera holistica m?s bien que genetica o conforme a estrictos
rasgos fenotipicos (para fines del siglo XVIII, pocos criollos podian ser considerados
blancos en sentido estricto), y las fronteras entre ambos grupos estaban en la
pr?ctica lejos de ser infranqueables, la literaturahist?rica ha coincidido en destacar
la centralidad de esta imagen binaria del mundo urbano17.

14El
padr?n fue realizado por el Arzobispo Francisco Ram?n de Herboso. Citado en Edberto Oscar Acevedo:
Las intendencias altoperuanas en el Virreinato del Rio de laPlata (Buenos Aires, Academia Nacional de laHistoria,
1992), p. 409. Para fines del siglo XVIII, Lima tenia 52.000 [Alberto Flores Galindo: Aristocracia y plebe: Lima
1760-1830 (estructura de clases y sociedad colonial) (Lima, Mosca Azul Editores, 1984), p.15]; La Paz, 40.000
[Herbert Klein: Haciendas and Ayllus (Stanford, Stanford University Press, 1993), p. 9]; y Cochabamba 22.000
[Brooke Larson: Colonialism and Agrarian Transformation inBolivia. Cochabamba, 1550-1900 (Durham, Duke
University Press, 1997), p. 175].
15
Angel Rama: La ciudad letrada (Montevideo, Area, 1995), p. 32; Jose Luis Romero: Latinoamerica, las
ciudades y las ideas (Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores, 1976), pp. 85-91.
16
Eugenia Bridikhina: "Los honores en disputa. La identidad corporativa de laelite administrative colonial
charquena (siglos XVII-XVIII)", VI Congreso Internacional de Etnohistoria, Buenos Aires, 22 al 25 de noviembre de
2005. An?lisis de distintos aspectos de la historia de la ciudad de La Plata a fines del siglo XVI11en Roberto
Querejazu Calvo: Chuquisaca 1539-1825(Sucre: ImprentaUniversitaria, 1987); Eugenia Bridikhina: Sin temora
Dios ni a la justicia real: control social en Charcas a fines del siglo XVIII (La Paz, Instituto de Estudios
Bolivianos, 2000). Estudios sobre la sociedad charquena en los siglos XVI y XVII, incluyen Josep M. Barnadas:
Charcas, origenes hist?ricos de una sociedad colonial (La Paz, Centra de Investigaci?n y Promoci?n del Campesinado,
1973); Ana Maria Presta: Encomienda, familia y negocios en Charcas colonial. Los encomenderos de La Plata,
1550- 1600(L\ma, Institutode Estudios Peruanos-BCRP, 2000); Clara Lopez Beltr?n: Estructura econ?mica de una
sociedad colonial: Charcas en el siglo XVII (La Paz, CERES, 1988).
17Los estudios de sintesis sobre las relaciones sociales en la ciudades coloniales durante el
siglo XVI11
incluyen, Romero: Latinoamerica; Louisa Schell HOBERMANy Susan Migden SocOLOW(Eds.): Cities and society in
colonial Latin America (Albuquerque, University of New Mexico Press, 1986); Jorge Enrique Hardoy: Cartografia
urbana colonial de America Latina y el Caribe Buenos Aires (Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1991);
Richard Morse: "El desarrollo urbano de laHispanoamerica colonial", en Leslie Bethell (Ed.): Historia de America
Latina, vol. 3 (Barcelona, Editorial Critica, 1990); yChristine Hunefeld: "El crecimiento de las ciudades: culturas
y sociedades urbanas en el siglo XVI11 latinoamericano", en Historia General de America Latina, vol. IV,(Madrid,
Ediciones UNESCO/Editorial Trota, 2000). Para el caso del Peru, vease Flores Galindo: Aristocracia y plebe; y
Chambers: From Subjects toCitizens.

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IDENTIDADES Y REPRESENTACI?N
COLECTIVAS PO?TICAENLACIUDADDE CHARCAS 445

La fisonomia aristocr?tica de la vida p?blica charquena se combino sin


embargo con elementos mucho m?s modemos y din?micos. La ciudad, en efecto,
funcion? como la cuna de la elite juridico-administrativa de la region y su principal
centro de actividad intelectual. Se estima que para fines del siglo XVIII residian
unos quinientos estudiantes for?neos, cien chuquisaquefios y unos setenta
abogados18. A la Universidad de San Francisco Xavier (o Universidad de Charcas),
lam?s antigua casa de altos estudios en los Andes, se sum? en 1778 la apertura
de la Academia Carolina, una instituci?n dedicada a la formaci?n de abogados
que atraia hijos de familias criollas de todo el ?mbito del virreinato del Rio de la
Plata y del Peril Fuertemente influenciada por las nuevas ideas de la llustraci?n,
la academia fue el lugar de formaci?n de varios de los futuros lideres de los
movimientos independentistas. Su impacto en la vida de la ciudad no fue de
menor significaci?n. De acuerdo a Clement Thibaud, la instituci?ngener? un espacio
moderno de sociabilidad que, a semejanza de las academias provinciales o las
sociedades literarias en Francia, rompi? con las rigidas jerarquias sociales del
Antiguo Regimen al funcionar como un "crisol de sociabilidades democr?ticas
liberadas en parte de los valores jer?rquicos y corporativos de la sociedad de
?rdenes"19. Habha que anadir que tambi?n laUniversidad de Charcas experiment?
para esta ?poca un proceso de democratizaci?n. Tras la expulsion de los jesuitas
en 1767, ei cuerpo docente pas? a ser integrado por personas seculares y
religiosas de origen local, la adjudicaci?n de c?tedras se rigi? por concursos
p?blicos y se instituy? un sistema electivo de designaci?n de rectores lo
suficientemente competitivo para convertirse, por motivos que se har?n evidentes
hacia el final del articulo, en uno de los focos fundamentales de conflicto politico
entre vecinos y autoridades peninsulares20.
Esta intensa actividad intelectual y administrativa pudo en definitiva haber
contribuido a atenuar las barreras entre diferentes sectores sociales. En su pionero
estudio de la sociedad charquena tardo colonial, el historiador Gabriel Ren?
Moreno habia ya apuntado que los criollos distinguidos, principalmente los
universitarios, "fraternizaban con los mestizos". M?s a?n, la presencia de
estudiantes y doctores en la ciudad "explica que el cholo chuquisaqueho sin
saber leer ni escribir, fuese por aquel entonces, como ning?n cholo en otra parte,
opinante sobre los asuntos del procom?n..."21. El propio origen social de los
estudiantes distaba en muchos casos de la "pureza de sangre" exigida para el
ingreso a la universidad, al punto que un fiscal de la audiencia se lament? hacia

18Gabriel
Rene-Moreno: Biblioteca Peruana. Notas Bibliogr?ficas ineditas, tomo III,Rene Danilo Arze
Aguirrey Alberto M. Vazquez, Editores (La Paz, Fundaci?n Humberto V?zquez-Machicado, 1996), pp. 126-127.
19Clement
Thibaud: "La Academia Carolina de Charcas: una 'escuela de dirigentes' para la Independencia",
en Rossana Barrag?n, Dora CajIas y Seemin Qayum (comp.): El siglo XIX. Bolivia y America Latina (La
Paz, Muela del Diablo Editores, 1997), p. 40. Subrayado en el original. Sobre el rolde los abogados y letrados
en la creaci?n de una esfera publica durante el periodo colonial tardio, vease Victor M. Uribe-Uran: "The Birth
of a Public Sphere inLatin America during the Age of Revolution", Comparative Studies of Society and History
(42:2) 2000, pp. 425-457.
20 Sobre el rol del claustro de
doctores a partir de la expulsion de los jesuitas, vease, Joseph M.
Barnadas, Es muy sencillo: llamenle Charcas (La Paz, Libreria Editorial "Juventud", 1989), p. 94; yQuerejazu
Calvo, Chuquisaca, p. 357.
21
RenE-Moreno: Biblioteca Peruana, p. 126.

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446 SERGIOSERULNIKOV

estos anos que era com?n que se admitiera "a individuos que por su bajo y
desechado nacimiento debian emplearse mejor en actividades correspondientes
a sus humildes calidades y circunstancias"22 Los letrados, en suma, no parecieron
constituir un grupo cerrado sobre si mismo.
Los conflictos politicos de comienzos de la d?cada de 1780 arrojan nueva
luz sobre los estrechos vfnculos que se estaban forjando entre la "gente decente"
y la plebe. En primer lugar, parece claro que lamilitarizaci?n de la poblaci?n civil
en circunstancias extremas, como lo fue la guerra contra la insurgencia
tupamarista, tendi? a socavar las tradicionales jerarqufas sociales. Fen?menos
similares han sido observados a prop?sito de la movilizaci?n de los residentes
de Buenos Aires durante las invasiones inglesas de 1806 y 1807, la integraci?n
de los grupos popul?res de Oaxaca en los ej?rcitos que se levantaron para combatir
la rebeli?n de Miguel de Hidalgo o la participaci?n de los pardos en los ej?rcitos
emancipadores novogranadinos23. La relaci?n entre las companfas de patricios y
plebeyos de La Plata es un claro reflejo de esta din?mica. Como en todas las
ciudades hispanoamericanas, la organizaci?n de las milicias reprodujo las
divisiones estamentarias: se crearon dos unidades de caballeria conformadas
por abogados y letrados y dos de infanterfa compuestas por artesanos y
comerciantes. No obstante, su participaci?n en el ceremonial p?blico, el m?s
prominente sfmbolo de estatus social en esta sociedad, revela el debilitamiento
de las vallas que separaban a ambos grupos: tras reclamar sitios de privilegio
por tratarse de "sujetos de personal nobleza", las companfas de caballeria
aceptaron asistir a los actos p?blicos entremezclados con las de plebeyos24.
Veremos enseguida que cuando en 1785 el virrey ordenara la disoluci?n de la
ultima companfa de mestizos todavfa en pie, las elites patricias apoyarfan los
reclamos de los plebeyos en contra de esta medida25.

22
Querejazu Calvo: Chuquisaca, p. 362. Vease tambien Thibaud, "La Academia Carolina", pp. 42-47.
Asimismo, parecia no existir en La Plata el grado de segregaci?n residencial que se observa en otras ciudades
coloniales puesto que los artesanos y comerciantes vivian y tenfan sus talleres y tiendas en en las Calles
centricas y alrededor de la Plaza Mayor, lugar de residencia de lagente decente. Los indios en cambio habitaban
dos barrios m?s alejados del centro. Estudios sobre las pr?cticas sociales y culturales de la plebe urbana en el
siglo XVIII en Juan Carlos Estenssoro Fuchs: "La plebe ilustrada: El pueblo en las fronterasde la raz?n", en Charles
Walker (Ed.): Entre la ret?rica y la insurgencia: las ideas y los movimientos sociales en los Andes, Siglo XVIII
(Cusco, Centro de Estudios Regionales Andinos Bartolome de las Casas, 1995); y Pamela Voekel: "Peeing the
Palace: Bodily Resistance to Bourbon Reforms inMexico City", Journal ofHistorical Society 5 (1992), pp. 183-208.
23
Vease, Tulio HalperIn Donghi: Revoluci?n y guerra. Formaci?n de una elite dirigente en laArgentina criolla
(Mexico, Siglo Veintiuno Editores, 1972), pp. 142-168; Peter Guardino: "Postcolonialism as Self-Fulfilled Prophesy?
Electoral Politics inOaxaca, 1814-1828", en Mark THURNERyAndres Guerrero (Eds.), AfterSpanish Rule. Postcolonial
Predicaments of theAmericas {Durham, Duke University Press, 2003), p. 255; Marixa Lasso: "Race War and Nation
inCaribbean Gran Colombia, Cartagena, 1810-1832", American Historical Review, (111:2) 2006, pp. 336-361.
24
Querejazu Calvo: Chuquisaca, p. 384. Sobre el efecto de lasmilicias coloniales en la consolidation de
identidades de casta, vease Chrinston I.Archer: The Army inBourbon Mexico, 1760- 7S70(Albuquerque, University
of New Mexico Press, 1977); Ben Vinson Ml:Bearing Arms forhis Majesty: The Free-Colored Militia inColonial
Mexico (Standford, Standford University Press, 2001).
25 La actitud de las elites criollas por ejemplo, con lade sus pares
charquenas contrasta marcadamente,
en Cartagena. Marixa Lasso ha observado que lamilitarizaci?n de los pardos, vigorosamente promovida por los
criollos colombianos y venezolanos durante las guerras de la independencia, habla sido repudiada con igual vigor
durante ladecada de 1790 cuando laCorona resolvi? otorgar fueros especiales a lasmilicias de pardos. Las elites
locales consideraron lamedida como una flagrante muestra de desprecio a su estatus y capacidad de control
social ("Race War and Nation", pp. 341-343).

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IDENTIDADES Y REPRESENTACI?N
COLECTIVAS POUTICAENLACIUDADDECHARCAS 447

La mencionada decisi?n de la Corona de establecer, por primera vez desde


la fundaci?n de la ciudad, una guarnici?n permanente de soldados espanoles
profundiz? esta tendencia a la vez que la articul? a duros enfrentamientos p?blicos
con las autoridades coloniales. Adem?s de vulnerar las preeminencias que la
ciudad habia creido adquirir en la guerra contra los insurgentes, la presencia de
la tropa for?nea afect? la vida de sus residentes en un nivel m?s b?sico: las
normas de convivencia social. Los testimonios de la 6poca demuestran que el
comportamiento de las tropas llegadas de Buenos Aires (pertenecientes al
Regimiento de Saboya, conocidos como Blanquillos) mancill? el sentido del honor
de vecinos de diferentes estratos sociales por igual. Como es bien sabido, el
honor tenla en estas sociedades una doble connotaci?n: precedencia social o
pureza de sangre (la nobleza) y m?rito o conducta virtuosa (la honra). Mientras
los sectores plebeyos participaban de esta cultura del honor, la jerarqula
estamentaria presuponia una desigual distribuci?n la virtud personal puesto que,
como ha resumido Steve J. Stern, "la precedencia social, la superioridad en
relaci?n a otros derivada de la pertenencia a un determinado grupo, conllevaba
generalmente una virtud superior, una mayor capacidad individual y familiar de
sostener las apariencias de masculinidad y feminidad respetable"26. La interacci?n
de los soldados for?neos con el vecindario conllev? una dr?stica redistribuci?n
de estas formas de capital simb?lico, una democratizaci?n relativa del honor (y
del deshonor). En un piano tan fundamental de la vida social como el de las
reglas que debian regir las relaciones cotidianas entre los individuos, la distancia
entre criollos y peninsulares comenz? a parecer mayor que la que separaba a los
criollos de la plebe, al menos de las capas altas de 6sta.
Los agravios suscitados por las tropas regul?res ofrecen importantes claves
para entender los fundamentos morales e ideol?gicos de este fen?meno. Para
empezar, es fundamental notar que los agravios fueron recogidos, a modo de
denuncia, en una pesquisa Nevada a cabo en 1782 por el cabildo de La Plata, un
organismo que reflejaba los puntos de vista de la aristocracia urbana. El m?s
recurrente motivo de encono fue sin duda la conducta sexual de los soldados.
Un vecino sintetiz? bien este generalizado sentimiento de indignaci?n, cuando
sostuvo que para los soldados peninsulares "no hay mujer casada segura"27. El
dominio sobre la conducta sexual de las mujeres era un componente esencial
del honor en la sociedad hispanoamericana. Se diria, parafraseando una
observation respecto a las relaciones de genero en la Inglaterra del siglo XIX,
que los hombres "demostraban su probidad p?blica por las virtudes privadas de
sus esposas e hijas"28. Las concepciones de respetabilidad masculina, por otro
lado, estaban estrechamente vinculadas al estatus social, puesto que el control
sobre la sexualidad de las mujeres, en palabras de Patricia Seed, "creaba un

26 Steve J. Stern:
The Secret History of Gender. Women, Men, and Power inLate Colonial Mexico (Chapel
Hill, The University of North Carolina Press, 1995), p. 14. Un incisivo an?lisis del doble significado del honor en
esta sociedad en Lyman L. Jonhson y Sonya Lipsett-Rivera (Eds.): The Faces ofHonor. Sex, Shame, and Violence
inColonial Latin America (Albuquerque, University of New Mexico Press, 1998), pp. 3-6.
27Declaraci?n de
Rafael Mena, Archivo General de Indias [AGI], Charcas 535.
28Anna Clark:
"Manhood, Womanhood, and the Politics of Class inBritain, 1790-1845", en Laura L. Frader
y Sonya O. Rose (Eds.): Gender and Class inModern Europe (Ithaca: Cornell University Press, 1996), p. 274.

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448 SERGIOSERULNIKOV

privilegio social y sexual b?sico para los hombres espanoles al otorgarles


simult?neamente acceso a las mujeres de otros grupos raciales y reservarles el
acceso exclusivo a las mujeres de su propio grupo"29. El efecto pr?ctico de las
polfticas borb?nicas fue enquistar en el coraz?n de la ciudad una compania
permanente de soldados for?neos indiferentes a aquellos arraigados c?digos de
autoridad patriarcal que fijaban la reputaci?n p?blica de los individuos y su
posici?n en la jerarqufa de privilegios. El avance sobre las esposas y hermanas
de hombres de toda condici?n (como otros actos de violencia que enseguida
veremos) tuvo asl una doble connotaci?n: plantear la cuesti?n de si peninsulares
de baja condici?n social podian tener preeminencia sobre criollos de noble origen
y situar la defensa de la masculinidad de patricios y plebeyos en un mismo
piano. Los ataques a la honorabilidad del vecindario en sus dos sentidos, la
nobleza y la honra, contribuy? a precipitar el finde la autorrepresentaci?n de la
sociedad urbana como una sociedad hidalga, cortesana, dividida en sectores
hispanos y no hispanos. Los vecinos, sin perder sus distintivas identidades
grupales; comenzaron a concebirse como miembros de una misma entidad
colectiva definida en oposici?n a los europeos, comenzaron a concebirse como
integrantes de una sociedad colonial.
Asf pues, en los testimonios recogidos por el ayuntamiento se sostuvo que
el pueblo estaba "escandalizado y oprimido de las violencias que ejecutan a
cada paso (...) pues a fuerza de las armas llegan a violar las casas de hombres
honrados y de pobres, quit?ndoles sus mujeres y practicando otros excesos"30.
Por ejemplo, un soldado llamado Manuel Lozada habfa mantenido primero una
amistad ilicita y luego amancebado "en una tienda p?blica" con la esposa de
Casimiro Torricos31. A un tal Don Ignacio Valdivieso un soldado le quit? lamujer
y, m?s infamante a?n, la sac? "de su presencia con sable en mano y de su
misma morada"32. Pese a que se habla quejado ante el Comandante de la
compania "acerca de su honor y credito vulnerado", nada se hizo para castigar al
culpable. A raiz de esta afrenta, su mujer estuvo luego recogida por varios dias
en un convento de la ciudad33. El hijo de un tal Don Lorenzo pill? a su mujer con
un Blanquillo en su misma casa dos o tres veces, "por cuyo motivo vivieron
separados por alg?n tiempo"34. Otro soldado mantuvo una "ilicita amistad" con
la hermana de un maestro mayor de tejeduria llamado Blas Gonzalez. Con motivo
de una discusi?n entre ambos hermanos, el Blanquillo, ignorando la autoridad
patriarcal del jefe de hogar, entr? por la fuerza a la casa de Gonzalez y, como no
lo encontr?, golpe? a su esposa y, presuntamente, amenaz? con prender fuego a
la tienda. Los oficiales del taller salieron en defensa del maestro mayor y

29
Patricia Seed: To Love, Honor, and Obey inColonial Mexico. Conflicts over Marriage Choice, 1574-1821
(Stanford, Stanford University Press, 1988), p. 150. Vease asimismo Asuncion Lavrin: Sexuality and Marriage in
Colonial Latin America (Lincoln, University of Nebraska Press, 1989); and Chambers: From Subjects toCitizens,
pp. 161-180.
30Declaration de
Ignacio Baldivieso, AGI, Charcas 535.
31Declaraci?n de Nicolas Larraz?bal, AGI, Charcas 535.
32 Declaraci?n de Don Lorenzo, AGI, Charcas 535.
33Declaraci?n de Ignacio Valdivieso y Domingo Revollo, AGI, Charcas 535.
34 Declaraci?n de Don Lorenzo, AGI, Charcas 535.

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COLECTIVAS
IDENTIDADES PO?TICAENLACIUDADDE CHARCAS
Y REPRESENTACI?N 449

rechazaron al soldado a pedradas. A la noche, fueron los soldados quienes se


dirigieron a la tienda para atacar a los artesanos y as! vengar la afrenta a su
camarada. Los Blanquillos no s?lo tenian la fuerza de las armas sino tambi?n el
poder de hacer pasar un conflicto entre particulares por un acto sedlcioso: a la
manana siguiente de la reyerta un piquete de soldados se present? en el lugar
acompanado del Comandante Crist?bal L?pez y del Procurador General de la
ciudad aduciendo que los artesanos hablan protagonizado un motln. Pese a que
se demostr? que no habia habido motln alguno, la agresi?n contra el maestro de
tejeduna y su familia no tue penalizada35. La estrecha vinculaci?n entre relaciones
de g?nero y relaciones de poder iba a quedar vMdamente expuesta durante la
revuelta popular de 1785: el ?nico edificio apedreado por lamultitud, adem?s del
cuartel, tue una tienda de bebida propiedad de una mujer mestiza que se habia
casado con uno de los soldados de Saboya36.
El desafio a lamasculinidad de los residentes de la ciudad no se limit?a su
control sobre la virtud de sus mujeres. Los abusos sexuales fueron acompanados
de otros hechos de violencia que tambi?n mancillaron su reputaci?n y sentido
del honor. Un vecino patricio llamado Domingo Revollo fue golpeado y apunalado
por soldados cuando se encontraba en una tienda. La tropelia qued? sin castigo
alguno. Mas a?n, por denunciar el hecho, Revollo fue arrestado en el cuartel37.
Algo similar sucedi? con un mestizo que fue gravemente herido en una reyerta
con un Blanquillo, y luego puesto en el cepo de la guarnici?n. Los testimonios
reiteraron que los soldados no tenian escr?pulos en realizar estos y otros actos
de provocaci?n a plena luz del dla y en presencia de vecinos patricios. Subrayaron
asimismo que los habitantes de la ciudad se veian imposibilitados de vindicar
su reputaci?n por sf mismos debido a que aquellos poseian un privilegio hasta
entonces monopolizado por las elites urbanas, las militias y los oficiales del
cabildo: la portaci?n de armas. Uno de los lamentos m?s reiterados fue que
acostumbraban a salir a la calle con sus sables. De alli que tan. agraviante como
la conducta de la tropa fuera su impunidad, la nula sanci?n a sus excesos por
parte de los oficiales. Como resumi? uno de los vecinos, "estos hechos lo han
acostumbrado practicar porque jam?s han tenido la menor correcci?n de sus
superiores, por cuyo motivo y el de no ser castigados, han propendido a hacer
las infamias que quieren"38. La posici?n de poder de los soldados espanoles (su
monopolio de la fuerza y protection legal) y el estatus social de sus victimas
hizo que las relaciones entre los individuos aparecieran fntimamente ligadas a
las politicas p?blicas, que lo personal fuera politico.

35 Declaraci?n de Don Calisto Balda y Blas Gonzalez, AGI, Charcas 535.


36Sobre este
incidente, vease por ejemplo declaraci?n del alcalde ordinario de primer voto Antonio Serrano
ante el oidor Cicer?n 18/8/85,AGI, Buenos Aires 72.
37Declaraci?n de
Domingo Revollo, AGI, Charcas 535.
38Declaraci?n de Nicolas
Larraz?bal, AGI, Charcas 535. Un an?lisis de la importancia de vindicar el honor
ultrajado en estas sociedades en Lyman L. Jonhson: "Dangerous Words, Provocative Gestures, and Violent Acts.
The Disputed Hierarchies of Plebeian Life inColonial Buenos Aires", en Johnson y Lipsett-Rivera (Eds.): The Faces
ofHonor, p. 148. Sobre los c?digos de conducta de los soldados en las ciudades coloniales y lavida de guarnici?n,
vease Marchena Fernandez: Ejercitoy milicias, pp. 211-272.

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450 SERGIOSERULNIKOV

Cabe apuntar, asimismo, que la trasgresi?n de reglas aceptadas de


convivencia se extendfa tambten al trato con las indias e indios que abastecfan de
came, lena, carb?n y otros articulos de consumo masivo el mercado urbano. Hay
que recordar al respecto que las dos funciones primordiales del cabildo eran
mantener el orden p?blico y asegurar el regular abastecimiento de la ciudad. Un
vecino relat? indignado, "[qjue las extorsiones y maltratamientos que hacen de las
Regatonas es p?blico y notorio, pues han llegado no s?lo a quitarles por fuerza de
valentias lo que venden, sino que al comprar came y arrebatarles han llegado a
cortarles lasmanos y darles de golpes. Que como son tan osados, muchas personas
con quienes tienen los Blanquillos correspondence, se han valido para arrebatar
comestibles en los campos de los Indios que traen a vender"39. Los mercaderes
indlgenas eran tambi?n llevados por la fuerza al cuartel para hacer limpieza y
servir a la tropa, "con el nombre de que es servicio al Rey"40. Aunque esta actitud
provocaba en ocasiones escasez de bastimentos en la ciudad, los oficiales del
ayuntamiento nada podlan hacer para remediar la situaci?n.
La percepci?n de la tropa como un ejercito de ocupaci?n, regido por sus
propias normas y fueros especiales, termin? de afianzarse a partir de tres
homicidios cometidos por soldados. El primero ocurri? a mediados de 1781 cuando
un mozo criollo result? muerto en una reyerta con un Blanquillo en una pulperia
del barrio de San Juan. Para sorpresa del vecindario, el crimen qued? impune ya
que el soldado fue despachado de inmediato a la expedici?n que se dirigla a La
Paz para sofocar el levantamiento de T?pac Katari. El incidente no trajo
consecuencias. Pero cuando en 1782, y luego en 1785, se produjeran nuevos
homicidios, La Plata, una ciudad cuya aquiescencia a la autoridad no se habia
vista conmovida, a diferencia de otras urbes andinas, ni por el aumento general
de los impuestos ni por el movimiento tupamarista, seria sacudida por dos grandes
motines popul?res.

Los motines
Los motines contra la guarnici?n militar de 1782 y 1785 constituyeron
acontecimientos de singular relevancia. Se trat? de las primeras revueltas urbanas
ocurridas en La Plata desde el siglo XVI. No fueron, por lo dem?s, estallidos
aislados sino dos emergentes de un mismo proceso politico: tuvieron motivaciones
semejantes, expusieron similares modos de acci?n colectiva y contaron ambos
con la abierta simpatla, sino la complicidad, de los sectores patricios. A pesar de
su importancia, y de la copiosa producci?n historiogr?fica reciente sobre
alzamientos urbanos y rurales de la epoca, no es mucho lo que sabemos hasta
ahora de los mismos. John Lynch, en su cl?sico estudio sobre las intendencias
del virreinato del Rio de la Plata, y Roberto Querejazu Calvo, en su historia general
de Chuquisaca, ofrecen apenas una escueta descripci?n del motfn de 178541. Su

39 Declaraci?n de Don Calisto Balda, AGI, Charcas 535.


40 Declaraci?n de Manuel Oropeza, AGI, Charcas 535. Para un estudio de los indigenas urbanos en La
Plata, vease Ana Maria Presta: "Devoci?n cristiana, uniones consagradas y elecciones materiales en laconstrucci?n
de identidades indigenas urbanas. Charcas, 1550-1659", RevistaAndinaM, segundo semestre (2005).
41 Lynch: Administration colonial
espanola, pp. 226-229; yQuerejazu Calvo: Chuquisaca, pp. 438-440.

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IDENTIDADES Y REPRESENTACI?N
COLECTIVAS ENLACIUDADDE CHARCAS
POLlTICA 451

precedente directo, la revuelta de 1782, no es siquiera mencionada. El fen?meno


amerita por tanto una detallada reconstruccl?n que excede el espacio de este
articulo42. A continuaci?n, nos centraremos en algunos de sus rasgos
sobresalientes.
Como hemos ya apuntado, el m?vil de ambos alzamientos fue lamuerte de
paisanos -un patricio y un mestizo, respectivamente- a manos de los soldados
espanoles en reyertas comunes ocurridas en pulperfas. El primer estallido tuvo
lugar la noche del 18 de septiembre de 1782 con motivo de la muerte de Don
Juan Antonio Le?n, un mozo patricio, a consecuencia de un sablazo en el cuello
propinado por un blanquillo llamado Josef Peti43; el segundo, que se extendi?
por dos dias, entre la noche del 22 y la tarde del 23 de julio de 1785, tras el
fallecimiento de un cholo, Josef de Oropesa, en una pelea con el soldado Alonso
P6rez. En ambos casos, una multitud se congreg? en la Plaza Mayor y apedre?
por largas horas los portones de la guarnici?n. El principal clamor consisti? en
que los culpables fueran trasladados del cuartel a la prisi?n municipal para ser
juzgados por la justicia ordinaria y no por el fueromilitar (se dijo que la guarnici?n
"no era la c?rcel"44). Esta misma demanda, por otros medios, fue insistentemente
exigida tambi?n por los alcaldes y el resto de las autoridades del ayuntamiento.
Los soldados abrieron fuego contra los tumultuantes causando numerosos heridos
y, en el caso de la revuelta de 1785, varios muertos. Los amotinados, por su
parte, no se limitarona atacar la guarnici?n. Entre otras acciones, rompieron las
canerias maestras de la ciudad cortando el suministro de agua; emplazaron un
patibulo en la plaza para mostrar lo que le esperaba a los homicidas de sus
paisanos; liberaron a milicianos que estaban sirviendo penas de trabajo forzoso
por faltas menores de disciplina; y ocuparon el edificio del ayuntamiento dejando
en libertad a los presos comunes quienes con gran algarabia salieron a la calle
armados de sables, palos y cuchillos (se habia escuchado antes que los soldados
cometian todo tipo de atropellos sin recibir castigo alguno, "cuando a los cholos
no se les disimulaba defecto"45).
Si bien el disparador inmediato de la revuelta de 1785 fue el mismo que la
de 1782, el resentimiento contra las tropas espanolas se vio en esta ocasi?n
fuertemente exacerbado por la disoluci?n de la ultima compania de paisanos
que habia quedado en pie desde los tiempos de la sublevaci?n indigena, una
milicia compuesta por mestizos y cholos y comandada por un oficial criollo. Esta
medida, que el virrey Marques de Loreto hizo coincidir con el arribo a la ciudad
de una compania de granaderos del Segundo Batall?n del Regimiento de
Extremadura que reemplaz? a la compania de saboyanos, estaba fundada en un
simple postulado: "Es punto decidido el que s?lo debe haber tropa de Espana"46.

42
Vease, Sergio Serulnikov: "Motines popul?res contra el ejercito regular espaftol. La Plata 1782 y 1785"
(mimeo).
43 El fiscal del
Consejo de Indias describi? a Le?n como un "Patricio de La Plata". El Procurador General de
La Plata defini? a Le?n como "un criollo de esta ciudad". Le?n recibi? el trato de "Don". AGI, Charcas 535.
44Declaraci?n del Maestre de
Campo Francisco Xavier de Arana, AGI, Charcas 535.
45 Relaci?n de Juan Antonio
Fernandez, AGI, Buenos Aires 72.
46 El Fiscal de laaudiencia de Charcas
Domingo Arnaiz de las Revillas al VirreyMarques de Loreto, 2/8/85,
AGI, Buenos Aires 70, N9 1.

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452 SERGIO SERULNIKOV

Como cabria esperar, la novedad fue recibida como una afrenta a los paisanos y
un flagrante desconocimiento de sus servicios al Rey. La abolici?n de la milicia
privaba a sus miembros de un importante medio de vida ?el salario mensual
que perciblan por sus servicios? y un derecho, un slmbolo de prestigio social,
que crelan haber adquirido. Seg?n record? un subteniente de la compania de
Extremadura, la animadversi?n hacia la nueva tropa se dej? sentir desde el
momento en que pusieron sus pies en La Plata: "En la misma noche que entr?
con su compania en esta ciudad se vio cercado de cholos que le impedlan el
paso al retirarse desde la Plaza para su alojamiento trat?ndole mal de palabra y
silb?ndole, a que se agregaba el que antes de la noche del alboroto [del 22 de
julio.de 1785] habla oldo que con pocos motivos que se dieran por la tropa se
alzarlan algunos de los cholos reformados [desarmados] y harlan que saliese
para otra parte"47.
Hay tres fenomenos clave que se desprenden de estos estallidos sociales:
la complicidad de la aristocracia urbana con sectores plebeyos; el rechazo a los
fueros especiales de las tropas espanolas; la rivalidad entre estas ?ltimas y las
disueltas milicias. Aunque la investigation posterior realizada por el cabildo
sostuvo que s?lo el "populacho" particip? de los actos de violencia, no hay dudas
de que plebeyos y patricios estuvieron presentes en gran n?mero en la plaza.
Las autoridades concejiles y la gente decente deambularon entre la multitud sin
sufrir agresiones. Como hemos ya apuntado, los moradores de la ciudad,
cualquiera fuera su estatus social, tenian una experiencia com?n de enfrentamiento
contra los insurgentes indlgenas, una similar oposici?n a los privileges de la
tropa for?nea y los mismos sentimientos de indignaci?n por su agraviante
comportamiento. Se dijo por ejemplo que la noche del 18 de septiembre de 1782,
"[se] oy? decir a unos Gualaichos... ojal? no fueramos tan tlmidos y obedientes
a la Justicia"; "[los Blanquillos] no respetan ni miran con respeto a los vecinos
nobles, ni con caridad a los plebeyos, pues a los primeros le han inferido ultrajes
y mal tratamientos..."48. Un di?logo que tuvo lugar entre los amotinados y el
alcalde de segundo voto, Francisco Xavier de Canas, durante uno de los choques
armados nos permite apreciar cual era la percepci?n sobre el ejercito regular, as!
como el distintivo impacto que tuvo la movilizacion conjunta contra los
tupamaristas en la relaci?n de la gente decente con los sectores popul?res:

"SenorAlcalde, ^ve Vuesamerced como han herido losBlanquillos a este hombre?Sehor


porque lo queremos y respetamos a Vuesmerced no haremos alguna cosa con estos
Ladrones. A cuyas palabras les hizo dicho Alcalde una insinuaci?nmuy amorosa en los
terminossiguientes: Hijos Mios, no hagan ningunoAlborotos,ya han visto ustedes como
toda la tardeentera anduve trabajandoen solicituddel Reo. Yo locastigare a este para que
quedeis contentos, bien reconocen ustedes lomucho que los estimo,yasimismo vieron
que tula laPunilla [elsitiodonde habian acampado las fuerzas indfgenas]en compania de
ustedes arriesgando mi vida, y asi hijosmfos contenganse por Dios, no den que decir49.

47 Declaraci?n de la Naci?n de
del Subteniente Andres N?nez Guardabrazo, 31/1/86, Archivo General
Buenos Aires [AGN}, rX, Interior, legajo 22, expediente 4.
48Declaraci?n de Don Calisto Balda, AGI, Charcas 535.
49Declaraci?n de Nicolas
Larraz?bal, AGI, Charcas 535. Subrayado en el original.

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IDENTIDADES Y REPRESENTACI?N
COLECTiVAS ENLACIUDADDE CHARCAS
POLITICA 453

Del mismo modo, la mencionada liberation de los milicianos castigados


por indisciplina conto con el aval de las autoridades concejiles. Los amotinados
le habnan dicho en la Plaza Mayor a un alcalde, "que tuviese compasi?n de una
portion de mozos que estaban en prisi?n [...] que todos, o los m?s de ellos, eran
criollos [...] que solo a los Blanquillos no se les hacfa nada y se les perdonaban
los excesos que ejecutaban. A que respondi? el Senor Alcalde que el haria
Justicia..."50. Y, en efecto, una vez liberados fueron conducidos a la plaza y
entregados al alcalde para que fuese este, no el Comandante de la guarnici?n
espanola Crist?bal Lopez, quien dispusiera de ellos51. Si bien es cierto que los
vecinos de honor procuraron apaciguar a lamultitud, es igualmente evidente que
los dos motivos ide?l?gicos primarios del alzamiento, el discurso del honor y el
discurso del derecho, apelaban a ambos grupos por igual.
La animosidad de las disueltas militias popul?res hacia el ejercito regular
espanol fue una causa fundamental de la revuelta de 1785 y esta animosidad
estuvo asimismo signada por el crucial desempeno de la poblaci?n local en la
defensa del reino. Seg?n el Comandante del Batall?n de Extremadura, Gregorio
de la Cuesta, "El tema de sus gritos era que les entregasen al Granadero preso
y que saliesen de la ciudad todos los dem?s pues ellos habfan sabido guardarla
en otro tiempo y la guardarlan tambien en adelante"52. El intendente de Charcas
Ignacio Flores report? que la noche del 22 de julio los amotinados se quejaron
"de haberseles reformado [desarmado] despu?s de haberpasado muchos peligros
y trabajos en las campanas que hicieron conmigo para subyugar a los Indios"33.
Tambien los oficiales del cabildo notaron que la plebe se lamentaba de que las
agresiones a los paisanos y el desmantelamiento de las militias "es el pago que
hemos sacado despues de haber servido al Rey en las expediciones"54. La
manifestation m?s dram?tica de este descontento ocurri? cuando, al calor de las
batallas campales, un gran n?mero de tumultuantes ocup? el edificio del
ayuntamiento y, adem?s de liberar a los presos comunes, intent? copar la sala
de armas. Para evitar lo peor, un piquete debi? atravesar la Plaza Mayor
disparando sus fusiles, desaloj? por la fuerza el ayuntamiento e instalo un canon
de infanteria en sus portales. Solo tras repetidos disparos de can?n y fusileria la
multitud comenzo a dispersarse. Es probable que la iniciativa representara un
intentodirecto de rearmar a lamilicia pues se dijo que muchos de los que intentaron
tomar la armeria eran los propios integrantes de la compahia de mestizos
recientemente disuelta55. El fiscal de la audiencia, Domingo Arnaiz de las Revillas,
indic? que "los seductores querfan cuanto menos apoderarse de las armas que
se les habian quitado a la llegada de los Granaderos Veteranos para echar estos
fuera de la ciudad y quedarse ellos viviendo de la holgazaneria y pasando plaza
de hombres necesarios al Rey. Esto casi lo consiguieron..."56.

50 Declaration de Josef Mariano de Leon, AG I,Charcas 535.


51
Declaraci?n de Don Juan Jose Segovia, AG I,Charcas 535.
52 en el
Gregorio de laCuesta al VirreyMarques de Loreto, 1/8/85,AGI, Buenos Aires 70, Ng 1. Subrayado
original.
53
Ignacio Flores al Virrey Marques de Loreto, 15/10/85, AGI, Buenos Aires 72.
54 Declaraci?n del escribano del cabildo Martin Jose de
Terrazas, 13/8/85,AGI, Buenos Aires 72.
55Arnaiz al
Virrey Marques de Loreto, 2/8/85, AGI, Buenos Aires 70 NQ1.
56 Ibid.

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454 SERGIOSERULNIKOV

Que el generalizado repudio a los soldados reflejaba una conciencia, aunque


m?s no fuera difusa, de la condici?n colonial qued? de manifiesto en que, a
diferencia de las autoridades municipales y las elites patricias en general, algunos
de los chapetones residentes en la ciudad parecen haber sido (o temido ser) el
objeto de ataques. Un oriundo de Santander llamado Gavino de Quevedo dijo
que la noche del 22 de julio de 1785 mucha gente gritaba "que habian de morir
todos los chapetones aquella noche"57. AI dia siguiente, en las cercanias del
cabildo, Quevedo fue de hecho agredido, arrojado contra el piso y despojado de
su trabuco. El Teniente Asesor de la Intendencia Francisco Cano de la Puerta,
tambien nacido en Santander, report? que la noche del 23 "le acometio todo el
tumulto llen?ndolo de dicterios, diciendo unos: a ese pfcaro que es chapet?n..."58.
Un comerciante peninsular busc? refugio en la casa de su suegro, "de puro
miedo de que por ser chapet?n sucediese aqul lomismo que en Oruro"59. Se dijo
que varios vecinos peninsulares, creyendo estar en peligro, buscaron amparo en
las iglesias de la ciudad60. Es interesante notar que esta hostilidad hacia los
europeos habla sido ya anunciada por el flamante Arzobispo de Charcas, fray
Antonio de San Alberto, a prop?sito de su ingreso formal a La Plata el 17 de julio
de 1785, apenas cinco dlas antes del motin. Escribi? al Rey que "fui recibido con
las senales del mayor regocijo por el pueblo, pero muchos de los principales de
el est?n poco satisfechos conmigo o porque se habian prometido otro o porque
lo querian criollo y oriundo de estos paises como m?s propio a sus ideas, todas
siempre de libertad"61.
Sena equivocado pensar que este sentimiento antipeninsular se hizo
extensivo a todos los oriundos de Espaha. En rigor,por peninsular se designaba
gen?ricamente a una facci?n o partido: aquellos identificados como enemigos
del vecindario. Hay que recordar que en Hispanoamerica el acceso a la vecindad
no estaba regido por requisitos preestablecidos tales como el sitio de nacimiento
del individuo o sus antepasados, los anos de residencia en la ciudad o la posesi?n
de bienes inmuebles. Ser considerado parte del vecindario, tanto desde la
perspectiva legal (por ejemplo ser elegible para cargos concejiles) como simb?lica,
dependia del grado de inserci?n a la comunidad, la reputaci?n, las redes

57 Declaraci?n de Gavino de Quevedo Hoyos 5/10/86, AGN, IX, Interior, legajo 22, expediente 4.
58 Declaraci?n del Teniente Asesor de la Intendencia Francisco Cano de la Puerta, 6/8/85, AGI, Buenos
Aires 72.
59 Declaraci?n de Juan Ventura Avila, 30/10/86, AGN, IX, Interior, legajo 22, expediente 4. Oruro fue, a
comienzos de 1781, el escenario de lamayor revuelta criolla asociada a la rebeli?n tupamarista. Vease, CajIas de
la Vega: Oruro 178; y Cornblit: Power and Violence.
60Arnaiz sostuvo
que algunos chapetones buscaron refugio durante lanoche del 22 de juliodiciendo" vaya
que los criollos son unos indignos, Yo habia padecido mucho engano, esto est? muy malo!".E\ Fiscal de la
audiencia Arnaiz al VirreyMarques de Loreto, 2/8/85, AGI, Buenos Aires 70, Ng 1. Subrayado en el original.
61Querejazu record? que ya durante
Calvo: Chuquisaca, p. 456. El Presidente Regente de la audiencia
la rebeli?n indlgena misma, a raiz de la aparici?n en la ciudad de pasquines condenando las politicas de la
audiencia y los corregidores provinciates, "[p]ara impresionar bien a lagente plebe que integraba las companlas
[de milicias], llamaba a sus oficiales y soldados y salla con ellos a rondar la ciudad. Hacia elogios al Cabildo
Secular y todo el vecindario. De este modo fuiapagando la maligna semilla de la discordia entre criollos y
europeos". (Citado en Querejazu Calvo: Chuquisaca, p. 385). Subrayado nuestro. (Amenos que se indique lo
contrario, en adelante los subrayados son nuestros). Vease asimismo, Boleslao Lewin: La rebeli?n de T?pac
Amaruy los origenes de la independencia de Hispanoamerica (Buenos Aires, Sociedad Editora Latino Americana,
1967), pp. 538-540.

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IDENTIDADES
COLECTIVAS PO?TICAENLACIUDADDE CHARCAS
Y REPRESENTACI?N 455

personales y otros factores de sociabilidad62. Vocablos como peninsular o


chapet?n no denotaban necesariamente un lugar de origen sino determinadas
modalidades de integraci?n social y, en este caso particular, de adscripci?n
politica63. De hecho, varios peninsulares de nota jugaron un papel prominente en
el movimiento urbano. Es posible que la cristalizaci?n de antagonismos sociales
en funci?n del origen geogr?fico de las personas se produjera mas tarde, al calor
de las guerras de la independencia. Pero aun asl, que los eventos fueran
caracterizados como un enfrentamiento entre vecinos y chapetones es desde el
punto de vista ideol?gico tan significativo como el que no existiera una estricta
correlation entre procedencia y alineamiento politico.
Las medidas adoptadas tras los motines no dejan dudas sobre lamanifiesta
complicidad de las elites patricias (aquellos "principales" del pueblo aludidos
por el nuevo Arzobispo) con los reclamos de la plebe. En 1782, el Comandante
de los saboyanos Crist?bal L?pez tuvo que ceder a la presi?n de la poblaci?n y
de las autoridades civiles y entregar al soldado Peti. Significativamente, quienes
lo trasladaron del cuartel a la c?rcel del cabildo fueron "soldados chuquisaquenos",
vale decir, los integrantes de las milicias urbanas64. Para mayor humillacion, el
cortejo debi? atravesar la plaza por entre medio de la multitud: gritos, silbidos,
burlas y algunas pedradas acompanaron al reo hasta el presidio municipal65.
Tres anos m?s tarde, el intendente Flores, con el resuelto aval de los oficiales del
ayuntamiento y la resignada aceptaci?n de los ministros de la audiencia,
decidieron dar lugar a la principal reivindicaci?n de los amotinados: la inmediata
restituci?n de la compania de mestizos. El 23 de julio a la tarde, una vez que la
situaci?n pareci? serenarse, el alguacil del cabildo distribuy? fusiles a los ochenta
y seis soldados, dos cabos y dos sargentos de la disuelta milicia. Se les asign?
un salario diario de 4 reales y se los acuartel? en el edificio de la universidad de
San Francisco Xavier66. Los fundamentos de una resoluci?n que, como los
funcionarios regios no se cansarian de remarcar, premiaba a los protagonistas
de violentos asaltos a "las Armas del Rey", traducen bien las tensiones
subyacentes. Se sostuvo que el rearmamento de la milicia obedecia a que su
disoluci?n "habla dado en mucha parte m6rito al sentimiento que tenian concebido
los Naturales de haberselos privado de este honor y ejercicio de que subsistian
muchos de ellos"67. Mientras el prop?sito explfcito de la orden virreina! no habia

62 Tamar Herzog: "La vecindad: entre condici?n formal


y negociaci?n continua. Reflexiones en torno a las
categorias sociales y las redes personales", Anuario del IEHS15 (2000), pp. 123-131.
63Rossana
Barrag?n muestra, para el caso de los conflictos en la ciudad de La Paz durante el siglo XVIII,
que el grupo identificado como "chapet?n" incluia a criollos carentes de lazos con la sociedad local ("Espafioles
patricios y espafioles europeos", pp. 113-171). En su an?lisis del creciente antagonismo entre lametr?poli y las
elites americanas durante el siglo XVIII, Brian Hamnett nota que, "The resident elites included Spaniards and
Americans: provenance did not necessarily implyeither difference ofmaterial interestor any political polarity. The
predominance ofAmerican interestsand familyconnections provided thedefining element which distinguished this
group fromthe 'peninsular' elite, whose Spanish peninsular interestsand orientation predominated." ["Process and
Pattern: A Re-examination of the Ibero-American Independence Movements, 1808-1826", Journal of Latin American
Studies, (29:2) 1997, p. 284].
64 Declaraci?n de Don Calisto
Balda, AG I,Charcas 535.
66 Ibid.
66
AGN, Sala IX,Tribunales, leg. 132, exp. 13.
67 Acta del Acuerdo Extraordinario de la
audiencia, 24/7/85, AGI, Buenos Aires 70, N9 1.

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456 SERGIOSERULNIKOV

sido otro que el "no tener armado este Paisanaje"68, explicaron al Marques de
Loreto, con evidente ironfa,que la medida serviria para disuadir a los mestizos
"de la errada persuasion en que parece han estado de que por desprecio y
desconfianza suya se han establecido estas nuevas tropas..."69.

La representation del "cuerpo politico" de la ciudad


Para comprender las connotaciones ideol?gicas de las protestas urbanas
conviene recordar una aseveraci?n hecha en 1779 por el Ministro de Indias Jose
de G?lvez, la figura central del reformismo borb?nico en America. Reflexionando
sobre la imposibilidad del ejercito regular de proteger por si mismo los inmensos
dominios reales, G?lvez llam? la atenci?n acerca del indispensable papel de las
milicias y, por extension, del consenso de las poblaciones locales. El destino de
las posesiones de ultramar, dijo, descansaba en definitiva en que "los que mandan
(...) les hagan conocer que la defensa de los derechos del rey est? unida a la de
sus blenes, su familia, su patria y su felicidadT10. Apenas un ano pasaria luego
de este vaticinio para que el desempeno de los habitantes de La Plata en la
guerra contra las fuerzas tupamaristas probara con creces el irremplazable rol de
las milicias americanas. Pero entonces serfan las propias polfticas borb?nicas
las que contribuirfan a minar la adhesion al gobierno espanol, a dificultar la
identificaci?n de los derechos del rey con los de las familias y la patria de sus
s?bditos. En ello radica precisamente uno de !os rasgos distintivos de este
alzamiento. En contraste con otras protestas en Quito, Arequipa, La Paz o
Cochabamba, el conflicto no giro aquf en torno a cuestiones de polftica economica
(los monopolios estatales de aguardiente y tabaco o el incremento de la carga
impositiva) o incluso de polftica a secas (el rechazo de la potestad de la
administration regia para tomar decisiones inconsultas): giro en torno al sentido
de pertenencia de los residentes urbanos. El disparador especifico de los
alzamientos popul?res (el establecimiento de una guarnici?n permanente de
soldados espanoles, la condonation de los recurrentes ataques al honor y la
reputation masculina de la poblaci?n de La Plata, la disoluci?n de las milicias de
mestizos) y las extraordinarias circunstancias hist?ricas que los rodearon (la
exitosa movilizaci?n militar de los moradores contra las fuerza tupamaristas)
llevaron a que la confrontaci?n remitiera menos a las prerrogativas de la ciudad
que al estatuto de su relation con laCorona. La retribution al esfuerzo de patricios
y plebeyos en defensa de los dominios reales (como dijo un vecino, "el pago que
hemos sacado despues de haber servido al Rey en las expediciones") plante?
sin ambages el siguiente interrogante: ^podia ser la ciudad concebida como
miembro pleno de la naci?n espanola y, por tanto, como una sociedad hidalga
dividida en sectores hispanos y no hispanos? debia serlo como una sociedad
colonial, carente de derechos polfticos propios, escindida en poblaci?n local y
colonos europeos, destinada a producir rentas a la Corona y controlada por
ejercitos metropolitanos?

68 Arnaiz al
Virrey Marques de Loreto, 2/8/85, AGI. Buenos Aires 70, N91.
69 La audiencia al
Virrey Loreto, 24/7/85, AGI, Buenos Aires 70, N9 1.
70Citadoen Marchena Fernandez: Ejercitoymilicias, p. 143.

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IDENTIDADES Y REPRESENTACI?N
COLECTIVAS ENLACIUDADDE CHARCAS
POLITICA 457

No es de sorprender en este contexto que el ayuntamiento, el m?s


importante organismo de autogobierno en la sociedad hispanoamericana,
emergiera como el principal vehlculo de representation del descontento71. Como
Anthony McFarlane ha sostenido respecto de los motines ocurridos en Quito en
1765, los disturbios representaron "la rebeli?n de una comunidad m?s bien que
de una clase"72. Todas las partes involucradas comprendieron bien que el sonido
y la furiade la violencia callejera no eran la ?nica ni lam?s trascendente dimensi?n
del conflicto. La politica plebeya, aunque expuesta dram?ticamente en la plaza
p?blica, estaba indisolublemente ligada a la politica patricia, la politica que
tenla lugar en las casas y tertulias de los vecinos de honor y en las salas del
ayuntamiento.
Durante estos ahos, en efecto, el cabildo funcion? como un correlato
institucional de las revueltas. popul?res. En 1782, emergio como la voz del
vecindario frente al ejercito. Apenas horas despues de los enfrentamientos del
18 de septiembre, las autoridades urbanas decidieron convocar a un Cabildo
Abierto, una instituci?n que evocaba, como ninguna otra, nociones de autonomla
y representation corporativa municipal73. Sin embargo, el desempeno del cabildo,
as! como la apelaci?n a antiguas concepciones pactistas, no debiera inducirnos
a pensar que el movimiento signified una mera vuelta al pasado. Hasta donde
sabemos, recordemos una vez m?s, la instituci?n habla servido hasta entonces
como un organismo de administraei?n municipal dominado por unas pocas familias
de notables en relaci?n funcional con la burocracia regia y no como instrumento
de representation politica de patricios y plebeyos en oposiei?n a los poderes
coloniales74. As! pues, al justificar el llamado a un Cabildo Abierto, las autoridades
municipales sostuvieron, en clara alusi?n a los soldados de la compahla de
Saboya, que "ocurren justlsimos recelos de que a esta Ciudad se pretenda
conmover mediante los influjos y sugestiones de algunos malevolos forasteros
los que desean tiznar la lealtad y nobleza que en todos tiempos se ha granjeado,
llevados de una conocida y maliciosa envidia"75. Es m?s, para poner fin a los
abusos de la tropa, exhortaron a la audiencia que ordenara al Comandante
Cristobal Lopez que "no permita salir a los soldados con armas del Cuartel y que
al toque de Lista se recojan en el". El 21 de septiembre, dla en que se reuni? el
Cabildo Abierto, entraron primero a la sala capitular "todos los vecinos principales,
as! Criollos como Europeos" y, tras tomar asiento, se hizo comparecer a un gran

71
Ejemplos del rolde los cabildos durantes estos anos en Gustavo L. Paz: "La hora del Cabildo: Jujuy y
su defensa de los derechos del pueblo en 1811", en Fabian Herrero (Comp.): Revoluci?n. Politica e ideas en el
Rio de laPlata durante la d?cada de 7870(Buenos Aires, Ediciones Cooperativas, 2004), pp. 149-165; McFarlane:
"The Rebellion of the 'Barrios'", pp. 204-210; y Lynch: Administration colonial espanola, pp. 211-216. Vease
asimismo Hamnett: "Process and Pattern", p. 293.
72
Anthony McFarlane: "The Rebellion of the 'Barrios': Urban Insurrection inBourbon Quito", en John
Fisher, Allan Kuethe y Anthony McFarlane (Eds.): Reform and Insurrection inBourbon New Granada and Peru
(Baton Rouge, Louisiana University Press 1990), p. 250.
73Sobre las connotaciones de la instituci?n del cabildo abierto, vease McFarlane: "The Rebellion of the
'Barrios'", p. 214.
74En su historia
general de laciudad de La Plata durante el periodo colonial, Querejazu Calvo (Chuquisaca)
no registra disputas institucionales o politicas abiertas entre el ayuntamiento y las autoridades
regias desde la
consolidaci?n del regimen colonial a fines del siglo XVI hasta los conflictos analizados en este trabajo.
75Auto del Cabildo
del 20/9/82, AGI, Charcas 535.

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458 SERGIOSERULNIKOV

n?mero de miembros de la plebe: "Todos los Inferiores y Artesanos de esta


Capital, Gremio por Gremio, compuesto cada uno del Maestro Mayor, menores
oficiales, aprendices y dem?s dependientes". El alcalde de primer voto abri? la
reunion recordando los derechos adquiridos por "esta noble y valerosa Rep?blica"
como resultado de antiguos y recientes servicios a los monarcas espanoles. AI
igual que en otras ceremonias p?blicas de la epoca, dos hitos fueron subrayados:
el alineamiento de la ciudad con las fuerzas realistas durante las guerras civiles
del siglo XVI y la resonante victoria sobre los insurgentes tupamaristas76. Advirti?
luego a los "incautos e inadvertidos" oficiales, aprendices y dependientes que
no debfan dejar "manchar" esta reputaci?n "promoviendo alguna inquietud
inconsiderada que ocasione perjudiciales y sensibles resultas". Pero la advertencia
era puramente ret?rica. Seg?n consta en las actas de la reunion, los miembros
de la plebe respondieron,

que en aquella noche laGente que se present? a formarel alboroto que se ha notado fue
solamente compuesta de unos muchachos inconsiderados que rompianen gritosy silbos
a efecto de pedir Justiciapara que el soldado Blanquillo Josef Peti fuese castigado como
correspondia por el grave delito que cometi? [...] habiendo nacido esta demostracion
tantopor haber estado ellos acostumbrados a ver que losJueces de esta ciudad castigan
como a
con rigor a los Delincuentes aun de menor enormidad, cuanto porque inadvertidos

jovenes, nada impuestosen lasordenanzas Reales Militares, lesparecia que el destino del
Cuartel para el referido reo no era prisi?n adecuada para su exceso, y asi solo pedian se

asegurase en la C?rcel Publica de esta Corte.. 77.

La asamblea de los vecinos de la ciudad consider? que estos descargos


eran ciertos e irrefutables. Se dio pues a los artesanos y comerciantes las gracias
y se les encomend? que perseveraran en su lealtad y "arreglada conducta".
En el curso de las semanas siguientes, el cabildo tom? a su cargo la
investigaci?n de los incidentes, una tarea que excedia ostensiblemente su esfera
normal de acci?n puesto que los ayuntamientos, de manera especial en ciudades
sede de audiencia, solo atendian causas judiciales menores. Esto fue posible
debido a la disrupci?n de las tradicionales estructuras de autoridad en la sociedad
charquena, en particular la decadencia de la audiencia. Una combinaci?n de
factores institucionales y politicos hizo que para esta epoca la m?s antigua
instituci?n altoperuana perdiera mucha de su prominencia y prestigio. Como es
sabido, la creaci?n del virreinato del Rio de la Plata en 1776 cercen?
considerablemente su acostumbrada autonomia y la creaci?n de intendencias,
seis anos m?s tarde, recort? su jurisdicci?n sobre vastas regiones como La Paz,
Potosi y Cochabamba78. Asimismo, sus desastrosas polfticas frente a la creciente
agitaci?n social indigena, uno de los principales disparadores de la gran rebeli?n
surandina de 1780, llevaron a que el virrey del Rio de la Plata Juan Jose de Vertiz
(1778-1783) confiriese toda la autoridad sobre estos asuntos a una persona ajena

76Sobre la relaci?n entre memoria, identidad y politica, vease Serulnikov, '"Las proezas de laCiudad'".
77Acta del Cabildo Abierto del 21/9/82
AGI, Charcas 535.
78 buena parte de
Hay que recordar que los Intendentes (incluyendo el Intendente de Charcas) absorbieron
las antiguas atribuciones de la audiencia y reportaban directamente al Virrey. Una sintesis de las tensiones
en Barnadas: Es muy sencillo, pp. 78-79.
provocadas en Charcas por estas reformas administrativas

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IDENTIDADES
COLECTIVAS POUTICAENLACIUDADDE CHARCAS
Y REPRESENTACI?N 459

al tribunal, el quiteno Ignacio Flores. Este tue designado primero Comandante de


Armas, luego presidente de la audiencia y, en 1782, primer intendente de Charcas.
A la disrupci?n causada por el establecimiento de una magistratura superior a la
audiencia, se sum? el hecho de que Flores mantuvo desde su arribo a la ciudad
feroces disputas con todos sus ministros, a la saz?n peninsulares, en torno a
problem?ticas clave de la ?poca, tales como su condici?n de criollo ocupando el
m?s alto cargo en la administraci?n regional y su actitud contemporizadora con
los indlgenas rebeldes y con los sectores patricios que habian encabezado el
levantamiento en Oruro79. Su resuelto apoyo al vecindario de La Plata en sus
enfrentamientos con lamisma audiencia, las tropas espanolas y el virreyMarques
de Loreto (1783-1789), terminarian de radicalizar estos conflictos ideol?gicos.
En efecto, tras el moth de 1782, aprovechando la debilidad de la audiencia,
la complicidad de Flores y la condescendencia del virrey Juan Jose de Vertiz, se
encomend? la pesquisa a un personaje clave de la epoca, un abogado oriundo
de Tacna llamado Juan Jose Segovia. Este era el relator m?s antiguo de la
audiencia, comandante de las companias de abogados durante el alzamiento
indigena, Vicerrector de la Universidad de San Xavier y un estrecho aliado de
Flores, quien lo eligi? como asesor de la intendencia en desmedro del c?ntabro
Francisco Cano, el asesor oficial designado por el Ministerio de Indias. Etnicamente
mestizo o mulato, principal vocero de los vecinos y el cabildo, Segovia puede tal
vez ser considerado una figura politica moderna, en el sentido de que su posici?n
de liderazgo no provino de su posici?n en la administraci?n colonial sino de su
reputaci?n personal y su imagen publica. Por ejemplo, se dijo que en ocasi?n de
dar un discurso en la Universidad de Charcas en honor de la designation de
Ignacio Flores como Presidente de la audiencia, los empleados no dieron abasto
para impedir el acceso a la sala mayor de los numerosos artesanos y jornaleros
que concurrieron por propia voluntad a la ceremonia. AI punto que un oidor de la
audiencia reprendi? formalmente a las autoridades universitarias por la presencia
de tantos plebeyos en un evento de semejante naturaleza. El incidente ocurri? en
febrero de 1782, siete meses antes de los ataques a la guamicion80.
Tras los ataques la guarnici?n, en su calidad de juez de comisi?n, Segovia
tom? un gran n?mero de testimonios que, lejos de indagar sobre el motln,
expusieron en gran detalle la impunidad de los soldados peninsulares para cometer
graves injurias a los patricios, los plebeyos, sus esposas, hijas y hermanas.
Como el recientemente arribado fiscal de la audiencia Domingo Arnaiz de las
Revillas not? con consternacion, la investigaci?n del cabildo sobre los
responsables de la revuelta no se habfa en verdad dirigido contra los revoltosos
sino contra sus victimas, los soldados. Sugiri? que ello obedetia a que muchos

79 Sobre
Ignacio Flores, vease Lynch: Administration colonial espanola, pp. 76-77, 226-229 y 245-246;
Manuel de GuzmAn y Polanco: "Un quitefio en el virreinato del Rio de la Plata. Ignacio Flores, Presidente de la
Audiencia de Charcas", Boletfn de laAcademia Nacionalde laHistoria, vol. 53,1980, pp. 159-183; Jorge Carrera
Andrade: Galeria de mlsticos e insurgentes. La vida intelectual del Ecuador durante cuatro siglos (1555-1955)
(Quito, Casa de laCultura Ecuatoriana, 1959), pp. 69-77; Marie-Danielle Demelas e Yves Saint-Geours: Jerusalen
yBabilonia: religion y politica en el Ecuador, 1780-1880 (Quito, Corporaci?n Editora Nacional, 1988), pp. 70-71. La
crisis politico-institucional de la audiencia se reflej? en que para mediados de ladecada del ochenta contaba con
solo dos oidores (uno de ellos de edad muy avanzada) y un fiscal.
80
Joaquin Gantier Valda: Juan Jose de Segovia (Sucre, Banco Nacional de Bolivia, 1989).

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460 SERGIO SERULNIKOV

de los criollos habian estado directamente involucrados en el alzamiento y en su


posterior encubrimiento81. En cualquier caso, dado que se concluy? que los ?nicos
responsables del tumulto habian sido muchachos (o "gualaychos") y forasteros
-personas inimputables o inhallables-, nadie fue arrestado por los seri?s actos
de violencia popular82.
La confluencia de intereses de plebeyos y patricios, y el papel del cabildo
como instrumento de representaci?n politica de estos intereses, volvenan a aflorar
tras los incidentes de julio de 1785. A la extraordinaria decisi?n de restablecer la
compania de paisanos por parte del intendente Ignacio Flores (el d(a mismo de
los ataques al cuartel y la toma del edificio del ayuntamiento), se sumo el llamado
a un Cabildo Abierto que, como tres anos antes, conden? la reaction de la plebe
pero justific? sus motivos, culp? de los enfrentamientos a los soldados espanoles
y exigi? quedar a cargo del juzgamiento de los hechos. Esta vez, empero, el
vecindario encontraria una oposici?n mucho m?s formidable por parte del nuevo
virrey del Rio de la Plata, el Marques de Loreto. Apoyado en los magistrados de
la audiencia, el Teniente Asesor de la Intendencia Francisco Cano y los oficiales
del Regimiento de Extremadura, Loreto se propuso poner fina la politizaci?n de
la ciudad y restablecer de una vez por todas la autoridad de los magistrados
regios83. El virrey dictamino la inmediata disoluci?n de la rearmada milicia y, con
el objeto de apuntalar la position del ejercito en la ciudad, dispuso que una
compania de veteranos estacionada en Potosi se trasladara a La Plata de inmediato
y sin aviso previo84. Pero aun antes de recibir esta orden, el mismo Flores se vio
obligado a desmantelar la compania de mestizos "sabiendo las censuras,
cavilaciones y malicias que losmismos ministros [de la audiencia] que accedieron
a la restauraci?n de la Compania de Patricios han pronunciado cautelosamente
contra ella... [y] no esperarse jam?s buen servicio de una tropa sospechada y de
unos oficiales desatendidos y desairados..."85. Del mismo modo, Loreto resolvi?
esta vez encargar la investigation de los incidentes a la audiencia, excluyendo
no solo al cabildo sino tambien al intendente86. En extensos informes dirigidos a
Buenos Aires y Madrid, los funcionarios peninsulares sindicaron a los vecinos
patricios de complices del alzamiento. Se lleg? a pedir que Loreto se trasladara
a La Plata para hacerse personalmente cargo del gobierno puesto que de lo
contrario nunca se descubrinan sus verdaderos motores y complices87.

81 Informedel fiscal
Arnaiz, 20/8/82, AGI, Charcas 535.
82Testimonio del Primer
y Segundo expediente sobre los incidentes ocurridos en La Plata, AGI, Charcas 535.
83Sobre las
politicas de Loreto, vease Viviana L. Grieco, Politics and Public Credit: The Limits ofAbsolutism
inLate Colonial Buenos Aires. Ph.D. dissertation, Emory University, 2005.
84 El
Virrey Marques de Loreto a Ignacio Flores, 29/8/85, AGI, Charcas 433.
85 de
Ignacio Flores al Virrey Marques de Loreto, 15/9/85, AGI, Charcas 433. N?tese que "Compania
Patricios" era una de las formas de designar a la compania de mestizos o naturales. Como se ha notado, la ?nica
persona patricia en esta compania era su Capit?n, Manuel Allende.
86
AGI, Charcas 433. Merece senalarse nuevamente que el antecesor de Loreto, el criollo Vertiz, habia en
cambio inhibido a la audiencia primero en favorde Flores para atender lacausa de la rebeli?n indigena de 1780 y
luego en favordel cabildo para investigar el motln popular de 1782.
87Arnaiz al n. 1.Vease asimismo, Declaraci?n de
VirreyMarques de Loreto, 2/8/85,AGI, Buenos Aires 70,
Francisco Cano de laPuerta ante el oidor Cicer?n, 6/8/85 (AGI, Buenos Aires 72) yGregorio de laCuesta al Virrey
Marques de Loreto, 1/8/85,AGI, Buenos Aires 70, n. 1.

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COLECTIVAS
IDENTIDADES ENLACIUDADDE CHARCAS
POLITICA
Y REPRESENTAC1?N 461

Los habitantes de la ciudad desafiaron p?blicamente esta forma de concebir


el ejercicio de la dominaci?n colonial. En un oficio dirigido a Loreto por todos los
oficiales del cabildo, se tild? de Tigeros y denigrativos" los informes de los
funcionarios regios88. Juan Jos? Segovia sostuvo que aquellos que lo acusaban
a 61 y a otros criollos de sedicioso "son los verdaderos sediciosos, pues con sus
intrigas, c?balas y apariencias son las polillas de las rep?blicas, destrucci?n de
los Pueblos y perturbadores de la paz por las discordias que causan"89. "Toda
esta ciudad -advirti? al virrey- se halla sumergida en lam?s notable confusi?n"90.
Flores alab? la conducta de los mestizos por no haber opuesto resistencia alguna
a entregar las armas que se les habian recientemente distribuido, asi como la de
la gente decente por haberse esmerado en mantener el orden p?blico. Asumiendo
el rol de vocero de los vecinos, observ? que ?stos "se han constemado mucho al
ver que inopinada y misteriosamente se ha presentado la compania que guarnecia
Potosi, juzgando que Vuexcelencia no conffa en su fidelidad o que no ha dado
ascenso a sus estimables servicios"^. En un involuntario eco de la afirmaci?n de
Jos? de G?lvez citada arriba, sostuvo que la discriminacion contra criollos y
mestizos solo podria traer consecuencias funestas: "<^Qui6n afirmar? que serviria
bien a su Majestad un ejercito de enfermos, o que la rep?blica prosperar? con
unos vasallos que no impelidos del honor y la confianza sena menester pagarles
de contado las menores fatigas, los m?s in?tiles amagos?"92.
Cuando por toda respuesta a sus escritos, el cabildo recibi? a fines de
septiembre de 1785 un oficio de Loreto advirtiendo que confiaba que la ciudad
"procurar? borrar la nota que pudiera causar el pasado acaecimlento a la fidelidad
que tiene tan acreditada", las desavenencias entre la poblaci?n local y las m?ximas
autoridades coloniales se tornaron en un conflicto politico abierto93. El 6 de octubre,
una vez recibido el oficio de Loreto, se elev? a la audiencia un petitorio de inauditas
caracteristicas. Conforme a un poder firmado por ciento ochenta y dos personas
de honor, el tribunal recibi? una extensa representaci?n a nombre de una putativa
entidad colectiva: el vecindario. Tras recordar que este "fue el primero que en los
cerros de la Punilla por sf solo destruy? y derrot? [a los indios insurgentes]",
acusaron a los soldados por los incidentes y responsabilizaron directamente a
Loreto de las tribulaciones en las que se hallaba sumido "el cuerpo politico de la
ciudad" por haber dado credito, a diferencia de su predecesor Juan Jos? de
Vertiz, a sus enemigos94. Calificaron la solicitud de que Loreto se trasladara a La
Plata para restablecer el orden como "una maquinacion desenfrenada... que
notablemente lastima la conducta de unos honrados vecinos". Su presencia no
era aconsejable, a menos que fuera para promover laagricultura y otras actividades,

88 Antonio
Serrano, Juan Antonio Fernandez, Diego Ortega y Barr?n, Doctor Josef Eustaquio Ponce de
Leon y Cerdeno, Francisco Xavier de Arana, Juan de Mallavia, Francisco de Sandoval y Joaquin de Artachu al
VirreyMarques de Loreto, 14/9/85,AGI, Buenos Aires 72.
89 Juan Jose
Segovia al Intendente de Charcas Ignacio Flores, AGI, Buenos Aires 72.
90 Juan Jose
Segovia al Virrey Marques de Loreto, 14/9/85,AGI, Buenos Aires 72.
91
Ignacio Flores al Virrey Marques de Loreto, 15/10/85, AGI, Buenos Aires 72.
92 Ibid.
93 El
Virrey Marques de Loreto al cabildo de La Plata, 29/8/85, AGI, Buenos Aires 72.
94 Escrito del
apoderado Jose de Arias a la audiencia, 6/10/85, AGI, Buenos Aires 72.

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462 SERGIOSERULNIKOV

"pero en manera alguna es necesaria su apreciable presencia para contener


alteraciones, motines y tumultos porque no los hay, y cuando alguno sucediera,
que Dios no lo permita, los vecinos de Chuquisaca tiene de sobra esfuerzo y
mucha lealtad para extinguirlos"95.
Un dia despu?s de la presentation de este petitorio, se convoc? a un nuevo
Cabildo Abierto al que volvieron a asistir "lo noble de la ciudad y no distantes los
artesanos y mec?nicos"96. El pretexto fue cumplir una orden virreinal para que, al
igual que en el resto de ciudades americanas, La Plata fuera dividida en cuatro
cuarteles y se eligieran alcaldes de barrio a cargo de su seguridad. Se ha senalado
que la creaci?n de este cargo de politia sirvi? para reactivar aquel principio
fundamental de la vida p?blica del Antiguo Regimen: el car?cter elective y de
servicio p?blico de las autoridades municipals97. Pero en este contexto, la
elecci?n, tanto en sus procedimientos formales como en su contenido politico,
dist? de ser un mero retorno a pr?eticas pret?ritas. Quienes tradicionalmente
elegian a los alcaldes y regidores -cuando los cargos no eran detentados por
compra o herencia- eran los capitulares salientes; para el caso de La Plata,
tenemos informaei?n que ya desde fines del siglo XVI los electores eran veinte
ex capitulares98. La designaei?n de los alcaldes de barrio fue en cambio por
"elecci?n" y "aclamaci?n" de todos los presentes en el Cabildo Abierto. Y, m?s
all? de los mecanismos de votaei?n, el acto represent? una nueva y ostensible
manifestaei?n p?blica de desafio a los poderes coloniales -el ej?rcito, la audiencia,
el virrey y la corte de Buenos Aires. La elecci?n del primer alcalde de barrio, en
efecto, recay? en Juan Jos? Segovia, el principal imputado de fomentar la agitaei?n
de los vecinos.
La elecci?n, por otro lado, fue s?lo una excusa para tratarasuntos de mayor
urgencia. Luego de nombrar a los otros tres alcaldes de barrio, se pas? a! principal
tema de la reunion: la repulsa del oficio de Loreto. La clausula en la que el virrey
detia que esperaba que la ciudad "borrase la nota" que pudiera resultar del motin
fue lelda tres veces para que no quedaran dudas sobre sus ominosas implicaciones.
Juan Jose Segovia habria abierto la discusi?n sosteniendo que el oficio demostraba
que Loreto "no estaba satisfecho de la fidelidad y buen proceder del Vecindario, y
que sin duda Vuecelencia habia sido informado contra este". El Subdelegado de la

95 Escrito del
apoderado Jose de Arias a la audiencia, 6/10/85, AGI, Buenos Aires 72. Es interesante que
en julio de 1781 habla sido el cabildo quien habia pedido al virreyque "pasara a vivir"en La Plata [Edberto Oscar
AcevedO: "Politica, religion e ilustraci?n en las intendencias altoperuanas: regionalismo frente a unidad en el
virreinato rioplatense", en Inge Buisson (Ed.): Problemas de la formationdel Estado y de la nation en Hispanoamerica
(Bonn, InterNationes, 1984), pp. 47-48]. Sin embargo, se trataba de un contexto politico diametralmente opuesto.
Mientras en 1781 el ayuntamiento y el virreyVertiz compartian la oposici?n a las politicas de la audiencia frente
a la agitaci?n indigena, en 1785 la audiencia y el virrey Loreto compartian la condena de las politicas del
ayuntamiento frente a losmotines urbanos.
96 El Doctor Francisco Moscoso al Fiscal Domingo Arnaiz, 8/10/85, AGI, Buenos Aires 72.
97Annick Lemperiere:
"Rep?blica y publicidad a finales del Antiguo Regimen (Nueva Espana)", en Francois
Xavier Guerray Annick Lemperiere (et al.): Los espaciospublicos en Iberoamerica. Ambig?edadesyproblemas.
Siglos XVIIl-XIX(Mexico, D. F.: F.C.E., 1998), p. 58. Lacreaci?n de este cargo fue parte de una sehe de reformas
municipales impulsadas por Carlos III.Un an?lisis de estas reformas, centrado en el caso de Lima, en Charles F.
Walker: "Civilize or Control? The Lingering Impact of the Bourbon Reforms", en Nils Jacobsen y Cristobal Aljovin
de Losada (Eds.): Political Cultures in theAndes, 1750-1950 (Durham, Duke University Press, 2005), pp. 74-95.
98Querejazu Calvo:
Chuquisaca, p. 250.

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IDENTIDADES
COLECTIVAS PO?TICAENLACIUDADDE CHARCAS
Y REPRESENTACI?N 463

provincia de Yampar?ez Bonifacio Vizcarra expuso "la necesidad que tenia el


vecindario de ponerse a cubierto de reunirse contra cualquiera persona que intentase
o hubiese intentado obscurecer su acreditada lealtad, en com?n y con respecto a
cada uno de los particulares que se espartian voces de chapetones a criollos... y
finalmente principi? a criticar las expresiones de la carta de Vuecelencia [el virrey],
procurando persuadir le eran indecorosas al vecindarios, y que ellas denotaban
que Vuecelencia habia sido mal informado". Cuando el Teniente Asesor Francisco
Cano fustig? esas expresiones por "sediciosas y capaces de causar un alboroto
popular", Ignacio Flores le replic? que el oficio del virrey era una prueba irrefutable
de que habia recibido informes "contrarios al honor del Pueblo"99. El "Pueblo",
seg?n consta en el acta de la asamblea rubricada por setenta firmas, exigi? a
Loreto que "en el caso de que haya habido persona alguna de cualesquier car?cter
y estado que sea que haya representado o informado lom?s minimo contra el
honor del com?n de vecinos, o de alg?n otro particular, dar audiencia para que se
vindique, obligando al delator a que pruebe, como es de justicia y merecen los
esfuerzos que se vieron p?blicamente". Apelando a un antiguo principio del sistema
politico hisp?nico que John H. Elliot defini? como "autogobierno a las ?rdenes del
rey", se advirti? que la ciudad, "por medio del cuerpo que representa todo este
vecindario [el ayuntamiento]", se reservaba el derecho de apelar a tribunales
superiores, esto es, a Madrid100. Por ?ltimo, el cabildo se cerr? con una nota de
alabanza al comportamiento del intendente Flores durante el motfn de no menor
simbolismo que la election de Segovia como alcalde de barrio con el que se habfa
abierto. Todos los concurrentes, en efecto, "[a]cordaron un?nimemente darle gracias
a su Senona [Ignacio Flores] de parte del vecindario, y que a su nombre se eleve
su conocido merito por medio del cabildo con igual testimonio a los pies de su
Majestad [el Rey] y a la superior noticia de su Excelencia [el virrey Loreto]101. Era
bien sabido por entonces que los dfas de Flores como intendente de Charcas
estaban contados102.
A nadie pudo haber escapado el significado de la movilizaci?n de los
vecinos, su abierto desafio a la premisa b?sica de la administration colonial: la
incondicional obediencia p?blica, aunque no necesariamente implementation,
de las providencias reales (la conocida maxima, "se obedece pero no se cumple").
No por nada al finaldel Cabildo Abierto, "se hizo alii un protexta (sic) de defenderse
mutuamente de cualquiera acusaci?n que resultase contra el com?n de la ciudad
o contra el particular" 3. La respuesta de las autoridades regias no se hizo esperar.

99Todas las intervenciones en el cabildo


abierto son tomadas del informede Francisco Cano de La Puerta
al VirreyMarques de Loreto, 15/10/85, AGI, Buenos Aires 72.
100Acta del cabildo del
7/10/85, AGI, Buenos Aires 72. La cita de Elliot es extraida de Paz, "La hora del
Cabildo".
101Acta del
cabildo del 7/10/85, AGI, Buenos Aires 72.
102Por
ejemplo, una semana despues del Cabildo Abierto, Flores comento que no cambiaria su actitud
"aunque me cueste laremoci?n que tanpublicamente se anuncia". Ignacio Flores al VirreyMarques de Loreto, 15/
10/85, AGI, Buenos Aires 72.
103El Doctor Francisco Moscoso al
fiscal Arnaiz, 8/10/85, AGI, Buenos Aires 72. Los temores no eran en
absoluto infundados. Cabe recordar que unos pocos anos antes, en respuesta a una petici?n del cabildo de
Buenos Aires para que se prolongara el mandato del virrey Pedro de Ceballos cuando ya habia un sucesor
designado, el Ministro de Indias termin?ordenando el exilio de dos regidores en las Isias Malvinas y la inhabilitaci?n
por siete anos a otros nueve cabildantes (Lynch: Administration colonial esparlola, pp. 196-198).

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464 SERGIOSERULNIKOV

La audiencia de Charcas y la corte virreinal portena condenaron de inmediato el


contenido del petitorio colectivo de los vecinos; se dijo que daba "sobrada idea
de la defensa que sustancialmente contiene sobre los Ultimos excesos de la
Plebe"104. M?s significativo a?n, se vieron obligados a establecer un principio de
car?cter general: rechazaron de piano que el vecindario pudiera hablar en nombre
del "com?n de la ciudad", constituirse una entidad colectiva, en un actor politico,
que actuase como "parte formal" en los procesos abiertos a ralz de las revueltas
popul?res105. Respecto del Cabildo Abierto, se sostuvo, no injustificadamente,
que la asamblea implic? ofrecer "a la crftica del Pueblo todo, una carta que s?lo
al cuerpo capitular se dirigi?"106; y que el acto no signific? otra cosa que "[exponer]
a la censura de un Pueblo rudo, ignorante, la sabia carta dirigida solo al Cabildo
por el que dignlsimamente representa en estos Reinos la Sagrada Persona del
Rey Nuestro Senor [el virrey]"107. Ei abierto y reiterado cuestionamiento a Loreto
fue descrito como un "crimen horrendo de sedici?n", "[una] conspiracies [que] ha
llevado solo el finde imprimir ideas detestables contra el Gobierno en los ?nimos
de estos incautos e ignorantes vecinos"108. El fiscal de la recientemente creada
audiencia de Buenos Aires se mostr? azorado de que el ayuntamiento "se hubiese
propuesto sin cordura, pulso ni acuerdo, a celebrar uno abierto, y lo que es m?s,
exponer a la censura del p?blico y peor inteligencia de algunos el expresado
oficio de Vuecelencia"; tild? de "horrores" lo acontecido y concluy? que "es
consiguiente forzoso que privadamente se reprenda a sus capitulares". Contempl?
incluso la posibilidad de deponer de oficio a los alcaldes de barrio, pero desisti?
de la idea "para que no cause novedad al Pueblo su remocion, por lomismo que
el cabildo abierto fue desarreglado, las circunstancias cnticas del tiempo prestan
lugar a echar mano a estas precauciones subsidiaries"109. A instancias de la
audiencia pretorial, entonces, Loreto envi? circulares a los oficiales del cabildo y
a Ignacio Flores exponiendo la formal "desaprobacion" por la convocatoria al
Cabildo Abierto y el subsiguiente debate p?blico de su oficio110.
La virulenta reaeei?n de los funcionarios regios no era caprichosa. Podrla
decirse que si durante los motines popul?res la politica habia pasado de la
administracion colonial al espacio p?blico de la plaza, fue ahora la politica callejera
la que irrumpio en la fortaleza de las instituciones de gobierno. Lo hizo mediante
la deliberaei?n p?blica, en presencia del "pueblo rudo", de resoluciones virreinales
cuya publicacion (mucho menos debate) carecia de autorizaei?n; mediante la
ostensible vindicaei?n por parte de los patricios como grupo social y del
ayuntamiento como organismo de gobierno municipal de las reivindicaciones de

104 Informedel fiscal


Arnaiz, 10/10/85, AGI, Buenos Aires 72.
105 Informedel oidor del
que servia de fiscal de la audiencia de Buenos Aires, Palomeque del Cespedes,
14/12/85 y resoluci?n del Acuerdo Extraordinario de Buenos Aires del 16/12/85, AGI, Buenos Aires 72.
106 El Doctor Francisco Moscoso al Fiscal Domingo Arnaiz, 8/10/85, AGI, Buenos Aires 72.
107Francisco Cano de La Puerta al
Virrey Marques de Loreto, 15/10/85, AGI, Buenos Aires 72.
108Francisco Cano de La Puerta al
Virrey Marques de Loreto, 15/10/85, AGI, Buenos Aires 72.
109 Informedel oidor
que hace de fiscal de la audiencia de Buenos Aires, Palomeque del Cespedes, 14/12/
85, AGI, Buenos Aires 72.
110Resoluci?n del Acuerdo Extraordinario de Buenos Aires y oficios del VirreyMarques de Loreto al cabildo
de La Plata y a Ignacio Flores, 16/12/85, AGI, Buenos Aires 72.

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IDENTIDADES
COLECTIVAS ENLACIUDADDE CHARCAS
POLITICA
Y REPRESENTACI?N 465

los amotinados; y mediante la construcci?n de una putativa Identidad colectiva,


la ciudad, con el fin de confrontar a los poderes establecidos. Los efectos de
esta irrupci?n eran m?s alarmantes que las demostraciones callejeras. Despu6s
de todo, los disturbios de la plebe, y la participaci?n en ellos de miembros de la
gente decente, constituian por entonces establecidos modos de negociaci?n y
conflicto. Las m?ltiples revueltas urbanas antifiscales de la ?poca dan testimonio
de ello. La intrusi?n del espacio p?blico de la plaza en las operaciones de las
instituciones gubernamentales, la integration de la politica plebeya a la politica
general a traves del cabildo, era m?s corrosiva, anunciaba algo nuevo y no podia
ser tolerada111.
Las figuras m?s visibles de estos movimientos iban a pagar caro por su
osadia. Para cuando la poblaci?n local daba su enf?tico respaldo a la gesti?n del
intendente Ignacio Flores, su remoci?n estaba ya decidida. Dos meses despues
del Cabildo Abierto de octubre de 1785, su sucesor, Vicente de G?lvez (un
protegido del virrey Loreto y de su pariente, el Ministro de Indias Jos? de G?lvez),
arrib? a La Plata con una orden para que fuera escoltado por un piquete de
soldados a Buenos Aires -como un peligroso criminal se lament? luego Flores.
Permaneci? en una suerte de arresto domiciliario, sin lograr ser recibido siquiera
una vez por Loreto, hasta su muerte a mediados de 1786. Poco despues, Juan
Jos6 Segovia seguiria su misma suerte: forzado a marchar a la capital virreinal
para responder por su rolen los alzamientos de 1782 y 1785, estuvo incomunicado
en un calabozo por once meses. Su juicio se extenderfa por anos. Su candidatura
a Rector de la Universidad de San Francisco Xavier para el ano 1786, propuesta
por Flores y votada por 68 de los 75 doctores asistentes, habia terminado de
desatar la ira de la audiencia y algunos sectores de la Iglesia112. Reflejando la
doble amenaza presentada por la movilizacion colectiva de la poblaci?n urbana
-la amenaza a las antiguas identidades sociales de la ciudad hidalga y la amenaza
a las nuevas formas de centralization politica del orden borb?nico?, se dijo que
el abogado "se jactaba de ser el defensor de los criollos sin distinci?n de
calidades, y se reputaba de tribuno del pueblo y el consul de aquellas
provincial.us. El lugar de Flores y Segovia en la sociedad charquenafue expuesto
por el propio Vicente de G?lvez, quren pese a su alineamiento politico se sinti?
precisado a reconocer que mientras el fiscal de la audiencia Domingo de Arnaiz,
el principal instigador de la caida en desgracia de ambos, atraia "el odio universal,

111Para dos
recientes estudios de caso sobre la importancia de la participaci?n politica de la plebe y su
relaci?n con los cabildos durante la epoca de las revoluciones de la independencia, vease Gabriel Di Meglio:
jViva el bajo pueblo! La plebe urbana de Buenos Aires y la politica entre la Revolution de Mayo y el rosismo
(1810-1829) (Prometeo, Buenos Aires, 2007), pp. 77-122; y Jordana Dym: "*Our Pueblos, Fractions with No
Central Unity': Municipal Sovereignty inCentral America, 1808-1821", Hispanic American Historical Review,
(86:3) 2006, pp. 432-466. Coincidentemente, Eric Van Young atribuye la ausencia de movimientos insurgentes
en las ciudades de Nueva Espana (en contraste con la extraordinaria agitaci?n rural) y el hecho de que el
avance del absolutismo borb?nico sobre las autonomfas municipales no generara protestas colectivas a que,
entre otros motivos, "the popular urban classes were leftout of the charmed circle of urban political power". Eric
Van Young: "Islands inthe Storm: Quiet Cities and Violent Countrysides intheMexican Independence Era", Past
and Present, 118:1 (1988), p. 145.
112Querejazu Calvo:
Chuquisaca, p. 445.
113Rene-Moreno: Biblioteca
Peruana, p. 118.

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466 SERGIOSERULNIKOV

especialmente por lo que hace a los mencionados asuntos [los disturbios de julio
de 1785]", aquellos "eran sujetos de aceptaci?n en estas gentes"114.

Consideraciones finales

Sugerir que existe una vinculaci?n directa entre los eventos que hemos
revisado y el hecho de que la ciudad de La Plata se convertiiia en mayo de 1809
en el escenario de los primeros ensayos de ruptura abierta con los virreyes y la
junta central de Sevilla requerirla un trabajo de reconstrucci?n hist?rica que excede
los fines de este ensayo. No se trata, por lo dem?s, de sugerir que la crisis de la
independencia fue el producto de conflictos y din?micas sociales internas. No
hay duda que sin la invasi?n napole?nica a la peninsula ib?rica la historia hubiera
sido muy diferente. Pero es evidente que si los enfrentamientos de fines del siglo
XVIII no explican por si mismos los enfrentamientos de comienzos del siglo XIX,
la calda de la monarqula hisp?nica no explica por si misma las reacciones que
se suscitaron a partir de ella. Las l?gicas prevenciones contra visiones teleol?gicas
no debieran prevenirnos contra visiones de largo plazo. Las respuestas de los
grupos urbanos a las abdicaciones de Bayona no surgieron ex nihilo, ni resultaron
de la mera apelaci?n a anejas concepciones de legitimidad mon?rquica de la
?poca de los Habsburgos. Fueron el producto de experiencias pollticas concretas.
Esperamos haber mostrado que fue en la coyuntura hist?rica aqul analizada que
la "gente decente" y las castas, apelando a experiencias comunes acunadas
durante su defensa conjunta de la ciudad, comenzaron a reconocerse
p?blicamente como parte de una comunidad politica distintiva en relaci?n a los
sectores asociados a las pollticas del estado colonial, crecientemente percibido
como un agente directo de los intereses metropolitanos. Es posible atisbar, pues,
aquella dinamica social que Jose Luis Romero habla apuntado en su cl?sico
estudio sobre las ciudades latinoamericanas:

La de lasvlsperas de la Independencia era, etnica y culturalmente,una sociedad mezclada


y de rasgos confusos y participaba en lamisma vida de que participaban los que
conservaban la tez blanca. La burguesla criolla no miraba a los de tez parda como el
vencedor al vencido, como se mira algo distante y separado. Quiz? losmiraba como el
y,a veces, como el explotador al explotado; pero losmiraba como
superior al inferior
miembros de un conjuntoen el que ella misma estaba integrada,que constitufasu contorno
necesario, del que aspiraba a ser lacabeza y sin el cual no podia ser cabeza de nada115.

Mientras los sucesos de 1782 y 1785 ofrecen importantes claves para


comprender los orlgenes hist?ricos de esta comunidad de intereses entre los de
"tez blanca" y los de "tez parda", cabrla hacer, a modo de conclusion, dos
importantes acotaciones. La primera es que en los Andes la conciencia politica
criolla se defini? tanto en oposici?n al estado colonial como a los indios, cuya
alteridad radical qued? marcada de manera indeleble en la conciencia de la

114Vicente de G?lvez al
Virrey Loreto, 15/11/86 y 15/2/87, respectivamente. AGN, IX, Interior, legajo 22,
expediente4.
115Romero:
Latinoamerica, p. 160.

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IDENTIDADES
COLECTIVAS AC I?NPO?TICAENLACIUDADDE CHARCAS
Y REPRESENT 467

poblaci?n urbana a partir de los masivos levantamientos de 1780-1782. Una


reflexi?n de qulen se jactaba de ser "el defensor de los criollos sin distinci?n de
calidades" sugiere hasta qu6 punto los pueblos andinos, en contraste con los
sectores popul?res urbanos, continuaron siendo mirados, parafraseando a Romero,
"como el vencedor al vencido", "como se mira algo distinto y separado"'. AI refutar
acusaciones de complicidad de los criollos con el movimiento tupamarista, Juan
Jos? Segovia aleg? que,

Los que fraguan semejantes calumnias deben estar persuadidos que en saliendo de
Europa, todoes barbarie, y que en America tansolo se encuentran unas congregaciones
de satyros (sic), o hombres medios brutos... Solamente en los espacios imaginarios
podr? tener cabimiento que unos hombres de muy viva comprehensi?n (sic), de
sobresaliente instructiony demasiadamente politicos, hubiesen de sonar de tenerpor
reyes unas feroces y b?rbaras gentes. Esto fuera cargar con toda la ignominia,
degrad?ndose a sfmismos. Ni por lotemporalnipor loespiritualpueden tener loscriollos
peruanos niaun aparente motivo para semejante entusiasmo: porque ^qu6 fuerade ellos
si el indio llegara a dominar? jHaymi Dios! jY con qu6 horroruno se lo imagina! Se
convirtieran losespanoles indianos en indios,y buscando la libertadse encontraran en
horrible cautiverio...116.

La segunda acotaci?n, insistiremos una vez m?s, es que la emergencia de


esta identidad colectiva no constituy? el natural corolario de mutaciones culturales
y socioecon?micas progresivas. Fue m?s bien el producto de procesos puntuales
de confrontaci?n. En un sugerente ensayo sobre la toma de la Bastilla titulado
Historical events as transformations of structures,.William H. Sewell escribi? que
"mientras los acontecimientos constituyen a veces la culminaci?n de procesos
de larga duraci?n, ?stos no se limitanpor lo general a plasmar un reordenamiento
de pr?cticas producto de cambios sociales graduales y acumulativos. Los
acontecimientos hist?ricos tienden a transformar las relaciones sociales en formas
que no pueden ser completamente anticipadas a partir de los cambios graduales
que los hicieron posibles"117. Los eventos ocurridos en Charcas a comienzo de
los anos ochenta pueden ser clasificados, al menos en un sentido acotado, como
un punto de inflexi?nde este tipo. Podrla postularse que si la rebeli?n tupamarista
represent? la culminaci?n de decadas de enfrentamientos entre las comunidades
indigenas y los poderes coloniales, la victoria de los residentes de La Plata sobre
las fuerzas insurgentes marc? el comienzo de algo nuevo, el iniciode antagonismos
p?blicos y abiertos entre la ciudad y la metr?poli. Diriamos, simplificando desde
luego, que para captar el significado hist?rico de la revoluci?n tupamarista
necesitamos dirigir nuestra mirada hacia atr?s; para captar el de los motines
urbanos, hacia adelante.

116Rene-Moreno: Biblioteca
Peruana, p. 137. Subrayado en el original. Segovia agreg? que, "Si en m?s de
dos siglos que nan pasado desde la Conquista no se han podido civilizar, abandonando sus costumbres, y
perdiendo su natural idioma, no obstante las santas y eficaces providencias que para ello se han expedido; es
forzoso creer que colocados en ladominacion, a fuego y sangre cuidar?n de la puntual observancia de aquellas
costumbres". Merece subrayarse que la lealtad de Segovia a laCorona, como lade! resto de los criollos durante
esta epoca, no estuvo en cuesti?n. Pero la expresi?n "buscando la libertad", para definir lamotivaci?n de una
hipotetica alianza con las fuerzas tupamaristas, no deja de ser sugestiva.
117William H.
Sewell, Jr.: "Historical events as transformations of structures: Inventing revolution at the
Bastille", Theory and Society 25 (1996), p. 843. Traducci?n nuestra.

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468 SERGIO SERULNIKOV

As! por cierto fue percibido en su ?poca. La escandalosa destituci?n y arresto


del primer intendente de Charcas, a la saz?n el ?nico americano designado para
esta posici?n, se convirti? en una causa celebre en los clrculos criollos118. Por su
parte, hacia mediados del siglo XIX Gabriel Ren?-Moreno observaba que los
ancianos de la ciudad todavia entonces hablaban de un "antes" y un "despues"
del "pleito de Segovia"119. Agreganamos ahora que seguramente menos de Juan
Jose Segovia como individuo, que de todos los sucesos que rodearon su
enjuiciamiento. Lo cierto es que asistimos a la aparici?n de una identidad criolla
anclada inicialmente en la patria chica, en ultima instancia en la ciudad, la ?nica
comunidad org?nica legada por los siglos de dominaci?n espanola. Comprendla
a patricios y plebeyos en un "cuerpo politico" unificado (aunque signado todavia
por las formas de estratificaci?n racial tan propias de la ?poca). Estaba construida
en oposici?n a la sujeci?n europea, no por rechazar sus instituciones, sino por
reclamar un tipo de participaci?n en ellas que el absolutismo borb?nico habla
sistematicamente comenzado a desalentar. Y estaba tambien definida por
oposici?n a la vasta mayorla de poblaci?n indlgena, considerada b?rbara,
irredimible, el Otro. Esta identidad tendrla un largo, muy largo, derrotero hist?rico
por delante.

118Por
ejemplo, en su an?lisis de la sociedad colonial en vlsperas de la emancipacion, Gregorio Funes
dedic? varias p?ginas a los hechos de Chuquisaca y, en particular, "a los vaivenes de la fortuna de este
benemerito y honrado militar [Ignacio Flores]". Gregorio Funes: Ensayo de la historia civil de Buenos Aires,
Tucuma'ny Paraguay (Buenos Aires, Imprenta Bonaerense, 1856), pp. 287-290.
119Rene-Moreno: Biblioteca
Peruana, pp. 113-114.

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IDENTIDADES
COLECTIVAS POUTICAENLACIUDADDE CHARCAS
Y REPRESENTACI?N 469

RESUMEN

El artfculo explora una serie de conflictos mos que las elites urbanas y la plebe, quienes
ocurridos en la ciudad altoperuana de La Plata, habfan forjado importantes experiencias comunes
sede de la audiencia de Charcas, a fines del durante la defensa de la ciudad frente a la
siglo XVIII. La Plata experiment? durante los anos insurgencia indfgena, comenzaron a reconocerse
que siguieron a los grandes levantamientQS como parte de una comunidad polftica distintiva
tupamaristas un conjunto de acontecimientos en relation a otras dos entidades: los sectores
que pusieron en escena formas de identidad asociados a las politicas del estado colonial,
colectiva y mecanismos de representaci?n crecientemente percibido como un agente
politica que cuestionaron tanto las jerarquias directo de los intereses metropolitanos, y los
sociales vigentes como el estatuto de la relation pueblos andinos, cuya condition de salvajes, su
entre la ciudad y la monarquia hisp?nica. Dos alteridad radical, quedana marcada de manera
motines popul?res, reiterados Cabildos Abiertos, indeleble en la conciencia de la poblaci?n no
numerosos petitorios colectivos del patriciado y indfgena a partir de la insurrecci?n general.
la plebe urbana y virulentas disputas en el seno Mientras la genesis de las tempranas expresiones
de las elites gobernantes fueron algunas de las de patriotismo criollo ha sido por lo general
manifestaciones de este clima de agitaci?n abordada desde la optica de la historia de las
politica y de transformaciones sociales con ideas, nos proponemos hacerlo aquf a trayes del
profundas y duraderas derivaciones. Argumenta estudio de pr?cticas y acciones colectivas.

SUMMARY

The article explores a series of political argues that the urban patriciate and piebe, which
conflicts that took place in the Upper Peruvian had forged strong bonds of solidarity during the
city of La Plata (present-day Sucre) in the aftermath resistance to the rebel forces, began to recognize
of the tupamarista insurrections of the early 1780s. themselves as part of distinctive political
These conflicts put into play forms of collective community. This community stood in opposition to
identity and political representation that called into two other entities: those sectors linked to the
question established social hierarchies and the colonial government, increasingly viewed as a
relationship between the city and the Spanish direct agent of metropolitan interests, and the
monarchy. Two popular revolts, recurring cabildos Andean peoples, whose savegry and utter alterity
abiertos (town council meetings), numerous would be indelibly marked in the consciousness of
petitions of both patrician and popular groups, the hispanic groups ever since the great
and virulent disputes within the ranks of the ruling indigenous rebellions. Whereas the origin of the
elites were some of the manifestations of this early expressions of Creole patriotism has been
climate of political upheaval and social change. mostly analyzed from the standpoint of the history
This process would have profound and enduring of ideas, this study seeks to do it through the
reverberations in the years to come. This essay reconstruction of collective actions and practices.

REGISTRO B1BLIOGRAFICO
SERULNIKOV, Sergio
"Crisis de una sociedad colonial. Identidades colectivas y representaci?n politica en la Ciudad de
Charcas (Siglo XVIII)". DESARROLLOECON?MICO-REVISTADECIENCIASSOCIALES (Buenos Aires),
vol. 48, NQ 192, enero-marzo 2009 (pp. 439-469).

Descriptores: <Sociedad colonial> <Audiencia de Charcas> <ldentidad colectiva y representaci?n


politica> <Historia colonial>.

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INSURRECCION E INDEPENDENCIA. LA PROVINCIA DE SALTA Y
LOS ANDES DEL SUR*

Sara E. Mata de López


CONICET- CEPIHA-CIUNSa.
Universidad Nacional de Salta

Quanto más se acerca el Exercito por la carrera de


Jujuy y Salta al enemigo, tanto mas dista de esta dicha
Provincia. Por lo propio para guardarle las espaldas y
mantener el buen orden, se hace necesarisima la mayor
y mas escrupulosa vigilancia
Oficio del Gobernador Intendente de La Paz al Sr.
Secretario de la Gobernación de Ultramar.
La Paz, 30 de Junio de 18141

La formación, en 1810, de una Junta de Gobierno en Buenos Aires y su


búsqueda de reconocimiento político por parte de las diferentes jurisdicciones
integrantes del Virreinato del Río de la Plata, desencadenó un conflicto bélico que habrá
de persistir durante más de una década en escenarios tan alejados de la capital virreinal
como lo eran las Provincias Alto peruanas.
Esta revolución -si bien envolvió en la guerra a las provincias de “arriba” o del
Alto Perú- incluyó de manera muy especial a la Provincia de Salta, cuyo territorio se
encontró plenamente involucrado en la inédita experiencia bélica. Cuando el
Gobernador Intendente de la Paz informaba al Secretario de Ultramar acerca de los
peligros que significaban para la tranquilidad de las provincias Alto Peruanas el
desplazamiento del Ejército realista hacia Salta y Jujuy, dónde precisamente se
encontraba en Junio de 1814, simplemente presentaba los riesgos de la agitación social
que a partir de 1810 o mas bien desde 1809 no cesaba de intranquilizarlos. Sin la
presencia del Ejército del Rey y sin las milicias locales fidelistas con las cuales realizar
incursiones contra los grupos insurgentes, la “pacificación” resultaba efímera. El
desplazamiento del ejército realista hasta los distantes territorios de la Provincia de Salta
dificultaba el control de la insurgencia que asolaba los espacios rurales del Alto Perú.
Precisamente ese año de 1814 la insurrección alcanzó su momento más significativo, a

*
Este trabajo forma parte del PIP CONICET 6073 y Proyecto 1418 CIUNSa. Una versión previa fue
presentada en el VII Congreso Argentino Chileno de Estudios Históricos e Integración Cultural. Salta,
abril de 2007.
1
Archivo General de Indias (en adelante AGI) Lima 764, Documento n° 62

1
pesar de la aplastante derrota del Ejército porteño en Vilcapugio y Ayohuma que
permitió a los realistas recuperar las ciudades Alto Peruanas e invadir por segunda vez
a la provincia de Salta, dónde la presencia realista será el detonante de la insurrección
rural que perdurará varios años.
Con excepción de algunos meses, coincidentes con la breve permanencia en
territorio altoperuano del Ejército de Buenos Aires los años de 1811, 1813 y 1816, los
realistas mantuvieron hasta 1825 el control político y militar de las ciudades de La Paz,
Chuquisaca, Cochabamba, Oruro y Potosí y con mayores y distintas dificultades en gran
parte del espacio rural, en tanto que las Jurisdicciones de Salta y Jujuy se convirtieron
en el teatro de sucesivas incursiones y de una resistencia basada en la movilización de
amplios sectores sociales liderados por Martín Miguel de Güemes, General de la
Vanguardia del Ejército Auxiliar del Perú y Gobernador de la Provincia de Salta.
En la historiografía latinoamericana esta guerra fue un tema reiteradamente
abordado por la historia militar y por la historia narrativa política. La preocupación en
ambos casos residía especialmente en destacar la estrategia desplegada y las acciones
caracterizadas como heroicas mientras que el problema de la guerra, tanto en su
dinámica como en su expresión de violencia política inédita por su generalización,
dramatismo e incidencia en la configuración de identidades políticas fue y es
escasamente abordado (Thibaud, 2005: 339-364). El énfasis colocado en la organización
de los ejércitos y en su importancia decisoria en el desenlace final, desplazó a un
segundo plano a otras formas de participación, entre ellas las que involucraron a las
improvisadas milicias locales y a la insurrección de amplios sectores sociales.
Esta movilización popular estuvo, no obstante, presente en las primeras
memorias e historias escritas tanto en América como en España referidas al proceso de
independencia de las colonias españolas en América. En ellas se impuso la imagen de
una insurrección en la cual indígenas, mestizos, castas y esclavos, enardecidos por los
ideales de libertad y justicia que pregonaban los revolucionarios porteños, se empeñaron
en la guerra generalmente provistos tan solo de piedras, palos, hondas, cuchillos y valor.
O si el relato procede de España, fueron retratados como viles, ignorantes y en el mejor
de los casos inocentes engañados por “espíritus inquietos”. En ambas versiones, la
movilización y la insurrección es obra de los caudillos, de los líderes, de aquellos que
poseen capacidad de convencerlos o de “alucinarlos”. Nada o muy poco dicen, ni una ni
otra, acerca de las razones por las cuales una movilización de esa magnitud se mantuvo
durante tantos años y mucho menos de quienes permanecieron indiferentes o se

2
inclinaron indistintamente en diferentes momentos a apoyar alternativamente a las
fuerzas revolucionarias o al Rey como así tampoco sobre las comunidades indígenas o
los sectores urbanos que permanecieron fieles a la Corona. La historiografía argentina y
boliviana al referirse a la participación de sectores subalternos ha recogido con matices
la interpretación desde “arriba” de la insurrección. Así habría de presentarla Bartolomé
Mitre, oscilando entre la admiración y el desprecio.
Desde esta perspectiva fue entendida como un movimiento político interclasista
destinado a alcanzar la independencia política de América del Sur. En contraposición y
resaltando su carácter popular y el fuerte componente indígena en el caso del Alto Perú
fue interpretada como una guerra de castas (Roca, 1988; Mitre, 1950; Arnade, 1964;
Arze Aguirre, 1979) Ambas explicaciones resultan insatisfactorias tanto por su carácter
reduccionista como por basarse en discursos construidos desde el poder y desde las
elites tanto “patriotas” como “realistas” en una historiografía fuertemente ideologizada.
Esto no significa que no existiese un propósito independentista o que los españoles no
fueran víctimas del odio y los deseos de venganza por parte de indígenas, mulatos,
pardos y mestizos, sino que la insurrección fue más compleja y sus formas y carácter
fueron modificándose en el transcurso de los 15 años que duró la guerra de
independencia. Participaron de ella amplios sectores de la población en los territorios
correspondientes a las jurisdicciones de Salta, Jujuy, Orán, Tarija, Cinti, la Laguna,
Tomina, Cochabamba, Valle Grande y Ayopaya. La “guerra de montaña” comprometió
de maneras diferentes al ámbito urbano y rural y puso en evidencia un proceso de
insurrección generalizado que adquirió perfiles cambiantes según el lugar y el momento
en el que la misma tuvo lugar.
Los estudios sobre estas insurrecciones populares y la cultura política de los
mayoritarios sectores urbanos y rurales, entre ellos los pueblos indígenas y los esclavos,
tan solo recientemente han comenzado a ocupar un lugar importante en las
preocupaciones de los historiadores. Un tema a nuestro juicio central, el de la relación
estas guerrillas y los ejércitos no ha sido aún suficientemente estudiado a pesar de que
será en el contexto de la guerra de independencia que la insurrección que sacude a los
andes meridionales a partir de 1810 y durante 15 años cobra sentido y matices
diferentes a las anteriores insurrecciones andinas.
En esta oportunidad nos interesa reflexionar acerca del carácter y la dinámica de
esta insurrección. Ello supone, a nuestro juicio, abordar los conflictos sociales,
económicos y políticos de la sociedad colonial sur andina y de Salta a fin de

3
aproximarnos a las condiciones materiales y culturales en las cuales sectores muy
amplios de la población aspiraron, a través de la movilización y la guerra, alcanzar
significativos cambios en sus condiciones de vida y en su participación política y social.
Será preciso también observar, a partir de las diferencias locales, los rasgos generales de
esta insurrección para comprender las particularidades que presentó en la Provincia de
Salta y la relación que mantuvo con el ejército organizado por Buenos Aires. Tan solo
así creemos posible aproximarnos al perfil político de esta insurgencia y a la
importancia de la misma en el contexto de la guerra de recursos en la cual se inscribió.

Conflictos sociales - conflictos políticos. La sociedad colonial en crisis.


El escenario de la guerra de independencia en los territorios pertenecientes al
virreinato del Río de la Plata incluyó una diversidad de realidades locales difíciles de ser
presentadas en su conjunto. En su mayoría, los estudios de la conflictividad andina
finicolonial rescataron los problemas derivados de condiciones objetivas tales como la
recuperación de la producción minera, el crecimiento de la población indígena y del
mestizaje y las reformas administrativas implementadas por los Borbones que
provocaron rupturas importantes en las relaciones de las comunidades indígenas con el
estado colonial (Glave, 1983; O’Phelan, 1988; Golte, 1980; Stern, 1990; Flores
Galindo, 1988)
Este conjunto de cambios significativos en la sociedad colonial provocaron a lo
largo del siglo XVIII numerosas revueltas y posibilitaron la gran rebelión pan andina de
1780, cuyas marcas indelebles se prolongaron durante varias décadas. Si bien el centro
de esta rebelión se encontraba en el Cuzco se extendió por las provincias del Alto Perú
alcanzando a la Intendencia de Salta2. La represión desatada por el estado colonial y las
modificaciones introducidas en el gobierno de los pueblos de indios, afectaron de
manera muy especial a la población indígena que en creciente número se desplazó por el
espacio andino incluyendo a Salta y Jujuy. Los padrones de 1786 dan cuenta de
numerosos migrantes altoperuanos en ambas jurisdicciones (Walker, 1999: 90; Mata,
1995: 11-24)
La Gobernación Intendencia de Salta, ubicada al sur de las provincias
altoperuanas, se transformó durante la guerra de independencia en un espacio vital en el
conflicto bélico y experimentó, al igual que ellas, un álgido movimiento insurreccional

2
La agitación social en Salta y Jujuy durante la rebelión de 1780 ha sido escasamente investigada. Hemos
localizado documentación muy interesante en el Archivo General de Indias, en Sevilla.

4
en los partidos rurales de las ciudades de Salta y Jujuy. Estos territorios formaban parte
del espacio surandino, con el cual mantenían, además de estrechas vinculaciones
mercantiles a través del comercio de ganado mular y vacuno, relaciones familiares y de
amistad toda vez que numerosos hijos de la elite salteña cursaron estudios en la
prestigiosa universidad de Chuquisaca (Mata, 2000a: 165-208). Presentaban, no
obstante, notables diferencias que no pueden ser obviadas al momento de estudiar esta
insurrección. Entre estas diferencias sintetizaremos señalando como las más notorias a
la ausencia de comunidades y pueblos indígenas, al menos con la organización y
relevancia que en el Alto Perú y la persistencia de encomiendas de indios, entre ellas la
de Tonocotés de Nicolás Severo de Isasmendi en el valle Calchaquí y la de Cochinoca y
Casabindo del Marqués de Tojo en Santa Victoria y Tarija, ambas de importancia por
el número de encomendados que poseían (Mata, 2000b; Madrazo, 1982) La escasez de
pueblos indios significó una presencia indígena menor que en el Alto Perú en el
conjunto de la población de la jurisdicción de Salta, solo más representativa en la
quebrada de Humahuaca y en las zonas altas de la puna jujeña. La población, en
consecuencia, estaba mayoritariamente compuesta por mestizos, afromestizos, negros y
un porcentaje llamativo en el ámbito urbano de población blanca, indicativo a su vez de
la importancia económica y política de la ciudad. Por último, una distinción a tener
cuenta en relación con las ciudades Alto Peruanas era la mayor vinculación económica
de Salta con Buenos Aires donde se encontraban radicados los intereses de un
considerable sector de sus comerciantes3.
La complejidad de la sociedad colonial sur andina en los años previos a 1810,
manifestada a través de diferentes formas de resistencia y de conflictos, requiere en todo
momento tener presente los profundos cambios operados como consecuencia de la
recuperación demográfica indígena que generó una fuerte presión sobre la tierra,
insuficiente para satisfacer su creciente demanda (Jacobsen, 1987) Este fenómeno es
perceptible en las comunidades rurales del norte potosino, donde el crecimiento de la
población generó conflictos agrarios y el aumento del número de “forasteros”, es decir

3
La importancia comercial y política alcanzada por la ciudad de Salta se basó indudablemente en la
demanda de ganado mular con destino a los centros mercantiles andinos como Jauja y Cuzco que proveía
a la plaza salteña de un importante retorno metálico que se manifestó en el creciente giro mercantil de los
comerciantes. Los comerciantes de efectos de Castilla -que comenzaron sus actividades en Salta en
calidad de intermediarios o consignatarios de las casas comerciales de Buenos a Aires- a fines de la
colonia adquirían directamente en las tiendas de Cádiz las mercancías que introducían por el puerto de
Buenos Aires para abastecer sus tiendas en Salta, en las cuales se proveían comerciantes procedentes de
numerosos lugares del espacio andino y regional en particular Cochabamba, Chichas, Atacama, Tarija,
Catamarca, Jujuy, San Juan, Santiago del Estero y La Rioja . (Mata, 1996)

5
aquellos miembros de las comunidades que recibían menos tierra o tierras menos fértiles
Serulnikov, 2006) Proceso similar se observa en la Provincia de Cochabamba, cuya
producción agrícola, destinada a los centros mineros del distrito potosino se encontraba
en una fase expansiva que detonó un fuerte proceso de apropiación y concentración de
tierras por parte de los hacendados y su correlativo despojo de las tierras comunales
(Larson, 1991) Allí, a diferencia del norte potosino, la población mestiza era más
numerosa y la economía campesina basada en la producción agraria se complementaba
con el tejido doméstico destinado al mercado. Los tucuyos cochabambinos
reemplazaron exitosamente a los chorrillos de los obrajes, prácticamente en quiebra
luego de la rebelión de 1780 cuando fueron destruidos por los indígenas que veían en
ellos –y no sin razón- un símbolo de la explotación colonial.
Sin duda las condiciones de vida debieron de agravarse como consecuencia de la
fuerte sequía experimentada en la región durante los años 1804 y 1805 y que alcanzó
también a Salta y Jujuy (Tandeter, 1991) En estas jurisdicciones los conflictos en torno
a la tierra también se agudizaron en las últimas décadas coloniales. En el valle de
Lerma, de más antigua colonización y de buenas pasturas para el engorde de ganado,
los estancieros obtuvieron mayores réditos gracias al auge del comercio mular de fines
de siglo XVIII. Una consecuencia importante del retorno en metálico procedente del
comercio mular fue la valorización de las tierras con buenas pasturas, particularmente
las del Valle de Lerma dónde se realizaba la feria anual, y también de las tierras de la
frontera que paulatinamente se fueron incorporando a la lucrativa actividad de la
invernada de mulas, sobre todo las pertenecientes a las antiguas reducciones de indios.
Los grandes estancieros se interesaron por extender sus propiedades estimulados por los
beneficios derivados de esta actividad.
El retorno en metálico resultante de dicho comercio, además de favorecer la
acumulación de capital mercantil, benefició también a los peones y capataces de las
estancias del valle de Lerma quienes obtuvieron en sus salarios una proporción de plata
superior a la observada en otras jurisdicciones de la Intendencia de Salta (Mata, 2000b;
López, 2003) De este modo, si las condiciones económicas favorecieron la
concentración de tierras también contribuyeron a la fragmentación de tierras en ciertas
áreas del valle, precisamente en aquellas dónde se encontraba instalada un porcentaje
mayor de población foránea, que también y gracias a ese porcentaje de plata que recibía
en su salario, a veces estacional y complementario a su producción familiar, logró
acceder a la propiedad de la tierra dando lugar a la constitución de un segmento de

6
pequeños propietarios. Este proceso contradictorio generó tensiones y conflictos en
torno a los recursos, que se agravaron por la presencia creciente de arrenderos y
agregados en las estancias del valle de Lerma. Aumentaron también, al incrementarse la
población en el ámbito rural del valle, los ocupantes de tierras sin autorización de sus
propietarios.
Esta condición de "intrusos" en la que se encontraba parte de la población rural
del valle puede observarse en el Padrón de Indios Tributarios de 1786, en el cual se
registró la presencia de tributarios que simplemente "viven" en las estancias. No eran
agregados, ni arrenderos, ni peones. Solamente estaban allí tolerados para cubrir las
necesidades de mano de obra estacional de las estancias. Será precisamente esta
población precariamente instalada, no sólo indígena sino también mestiza, negra y
afromestiza, (las denominadas "castas" o "gente vil") la que habrá de generar temores a
una minoría española que se sentirá con frecuencia amenazada por estos ocupantes que
no deben obediencia a ningún patrón y a quienes acusarán de cometer robos, atentados
diversos a la propiedad y riñas. Los Autos de Buen Gobierno frecuentemente harán
referencia a la necesidad de controlar y castigar a quienes no tengan ocupación o no
puedan justificar su presencia en las tierras donde "viven" (Mata, 1995)
Con estas particularidades Salta y Jujuy, al igual que el espacio sur andino,
soportaba un proceso de crecimiento demográfico y presión sobre los recursos, en
especial la tierra, en una economía mercantilizada que tendía a la concentración de la
riqueza representaba por la tierra, a la vez que en un proceso contradictorio posibilitaba
el acceso a la tierra a cierto sector de la población, lo cual generaba expectativas que se
tornaban cada vez más difíciles de satisfacer.
Es en este contexto que debemos situar a los conflictos y la violencia presentes
en Salta al igual que en toda la sociedad colonial y a los cuales, sin embargo, no es
posible reducirlos exclusivamente a la disputa por la tierra o a los reclamos frente a las
exacciones fiscales, aún cuando se presenten judicialmente como tales. Es preciso
comenzar a prestar atención a otros problemas que tradicionalmente no han sido
debidamente considerados. Uno de ellos reside, precisamente, en observar las
resistencias y rebeliones coloniales no solo como reacciones frente a determinadas
situaciones económicas que podían afectar la economía de las comunidades y de las
familias campesinas, aún cuando éstas puedan ser individualizadas como detonantes de
un motín, de una revuelta o -como en 1780 en los andes del sur- de una rebelión.
Representaciones sociales de autoridad y de poder frecuentemente se encontraban en el

7
centro de estas manifestaciones de violencia que no solamente denunciaban un exceso o
una injusticia sino que también se convertían en un medio de expresión de una cultura
política cuyo abordaje es complejo pero imprescindible (Van Young, 2001; Walker,
1996; Glave, 2005) Una vía interesante de indagación reside en la lectura detenida de
los expedientes judiciales originados por los múltiples, y cada vez más frecuentes
reclamos efectuados ante las autoridades españolas (Walker, 1991)
En el Alto Perú, el análisis de estos expedientes del siglo XVIII, relativos a las
comunidades de la provincia de Chayanta en el norte potosino, muestran los reclamos
judiciales centrados en cuestiones de justicia y derechos formulando a la vez un fuerte
cuestionamiento a las autoridades locales entre ellas al cacicazgo hereditario. La
elección de caciques por “aclamación” de los indios del común es indicativa no solo del
desconocimiento de los derechos de sangre sino también de la emergencia de formas de
representación política y de liderazgos en el seno de las comunidades de Chayanta a
mediados del siglo XVIII, de gran importancia para aproximarse a la insurrección
andina de 1780 y a las que tienen lugar luego en el contexto de la independencia
(Serulnikov, 2006)
La ausencia o debilidad de comunidades en la jurisdicción de Salta nos enfrenta
a otra realidad en la cual es posible observar, a pesar de la escasez de información que
poseemos, el cuestionamiento a la autoridad local. Un espacio particularmente
conflictivo fueron las milicias organizadas en la Intendencia de Salta en 1803 de
acuerdo al Reglamento de Milicias Regladas de 1801. En ese ámbito los conflictos
giraron en torno a la autoridad ejercida por los oficiales o representada por el Cabildo.
Hermenegildo Carrasco, natural de Salta y soldado de las milicias presentó un escrito al
Gobernador Intendente aduciendo que se encontraba “...cumpliendo prisión con
cadenas, cepo y cuanto más pudo maquinar el rasgo de la jurisdicción, la autoridad y
el poder a una persona como la mia destituyda de ambas qualidades y reducida a la
clase de subdito de quien por aborto de la naturaleza y casualidades mundanas, es hoy
mi coronel...”4(el subrayado es nuestro). Aún cuando no siempre el cuestionamiento a
la autoridad ejercida por un superior se manifestaba tan explícitamente como en este
caso, la resistencia y el desafío al poder impregnaba de múltiples manera la vida
cotidiana. Según el testimonio ofrecido por el Síndico Procurador del Cabildo de Salta,
fue posible advertir que al paso de los Cabildantes un miliciano no se descubría
sacándose el sombrero “…soberbio y altanero contra el decoro y la Real Justicia...”,
4
Archivo General de la Nación (en adelante AGN) Sala IX, Intendencia de Salta, 5.7.4

8
cometiendo de este modo una gravísima falta de cortesía que significaba, desde luego,
un desafío a las autoridades locales y al poder representado por el Cabildo5. En ese
mismo escrito señalaba la reticencia e incluso la negativa de los milicianos a obedecer
las órdenes impartidas por los Alcaldes para actuar ante un tumulto público o una riña.
Una lectura atenta de estas expresiones y gestos muestran, además de un conflicto
latente pronto a manifestarse a la menor oportunidad, el reconocimiento que de sí
mismos tienen los milicianos en tanto sujetos de derechos similares a quienes
detentaban el poder. Mando y obediencia no dependían tan solo del lugar que se
ocupaba en la jerarquía social, sino del reconocimiento que de la autoridad se efectuaba.
Para Hermenegildo Carrasco la autoridad del oficial era el resultado de un “aborto de la
naturaleza”, es decir, consideraba a esa jerarquía el resultado de la casualidad, era por
ende fortuita y por esa razón no le asistía ningún derecho para ejercer potestad sobre su
persona. Pero si Carrasco cuestionaba la legitimidad del poder detentado por su superior
jerárquico, desentenderse de la cortesía debida no ya a un individuo, por relevante que
éste fuera, sino a una corporación tal como era el Cabildo era aún mucho más grave en
términos políticos. Manifestaciones éstas sin duda aisladas, pero no por ello menos
indicativas de una conciencia del derecho y dignidad que les asistía en tanto miembros
de una comunidad. En todo caso una representación de la autoridad y de la práctica del
poder generalmente ausente en los discursos ofrecidos por la elite, que naturalmente
despojaba de sentido político y de autodeterminación a las acciones de la denominada
por ellos “plebe vil”, a la cual consideraban fácilmente influenciable por su mísera
condición y escaso entendimiento. De acuerdo al Síndico Procurador del Cabildo de
Salta, esa “plebe” integraba la milicia reglada y se componía “…de una gente licenciosa
y sin subordinación […] formada por blancos, indios y otras castas quienes a mi ver
han fundado sobre el distintivo de la cucarda la orgullosa y perjudicial maxima de vivir
independientes de los Alcaldes y de su poder…”. “Gente sin subordinación” afirmaba el
Síndico revelando, más allá de la generalización a todo el conjunto de la población, las
dificultades que tenían para logar el reconocimiento debido de la autoridad, que ellos,
funcionarios y cabildantes representaban. El expediente refleja asimismo la difícil
convivencia entre el poder civil y el militar -que se agravará con la masiva
militarización resultante de la guerra de independencia- y las formas en que estas

5
Causa criminal intentada por el Sr. Coronel y Teniente Coronel del Regimiento de Milicias Provinciales
de esta Provincia de Salta en ocasión de injuriar contra el Síndico Procurador General Dn. Tomás de
Arrigunaga y Archondo”. Año de 1806, AGN, Sala IX, 38.5.3, Tribunales, Legajo 201, Expte. 203.

9
dificultades fueron aprovechadas en términos de negociación por los grupos
subalternos, ya que los desafíos a la autoridad civil o militar practicados por los
milicianos contaba, casi siempre, con la protección ya de las jefaturas militares ya de los
alcaldes o funcionarios.
Esta percepción de una plebe peligrosa e insubordinada se intensificó en los años
previos a la revolución6. Temerosa, la elite extremó las medidas de seguridad
imponiendo toques de queda, prohibiendo el uso de armas blancas, controlando los
espacios públicos como la recova y las pulperías. Ciertos o infundados, los rumores
acerca de una insurrección de la plebe se esparcieron también por Salta. En 1809,
alarmadas las autoridades por el movimiento juntista de la Paz, recibieron inquietantes
noticias acerca de una conspiración en la ciudad destinada a deponer a las autoridades.
Las indagaciones realizadas por el Cabildo de Jujuy adonde arribaron las noticias de la
agitación que vivía Salta revelan, a través de un conjunto de testimonios, la importancia
del rumor. Entre quienes declararon, uno afirmó que en Salta se decía que una mujer
“… vió que una cuadrilla de hombres en dos divisiones se acometian unos a otros
como ensayandose armados de palos y cuchillos y que les oyo decir esto se hace en las
dos puertas, que tambien le parecio a dicha mujer que proclamaban la Francia”. Otro
comentó que “…. Un panadero nombrado d. Manuel Nuñez retirandose una noche a su
casa vio venir por una calle un conjunto de gentes de la plebe que a su entender con
voces desentonadas proclamaban a la Francia. Que es cuanto a oido decir acerca de
los rumores populares de aquella dicha ciudad…” Finalmente el último aseveró “que
en la ciudad de Salta de donde ha venido ayer, oyo decir, no se acuerda a quien, pero
indistintamente a varios, que la gente Plebe andaba con ciertos movimientos queriendo
imitar a los de la Paz y que parece los dirijian contra los Europeos: que tambien oyo
decir que dicha Plebe en una noche decia viva la Francia”7 Testimonios como éstos
abundaron en las diferentes ciudades coloniales, en muchos casos sin que finalmente
pudiera probarse la existencia de una conspiración (O’Phelan, 2005) Salta no fue
entonces una excepción pero la sola existencia de estos rumores debe llamarnos la
atención acerca del alcance y difusión de las noticias procedentes de Europa y de las
colonias americanas. Noticias de orden político y militar que involucraban la relación

6
No solo se temía a la población rural, a los indígenas y a las demás castas sino también a los esclavos.
Estos tenían información acerca de la sublevación producida en Haití, ya que las noticias circulaban por el
Río de la Plata, y desde allí al resto del virreinato, y no es de extrañar que muchos de ellos aspiraran
liberarse de sus amos.
7
Archivo Histórico de Jujuy, Agitación en Salta. 1809. Caja 73- Legajo 2331.

10
colonial y que no solo interesaban a sectores de la elite sino también a esa denominada
“plebe”. Es pertinente preguntarse de qué maneras esta heterogénea población de
diverso origen y tradición cultural -entre quienes se encontraban blancos pobres,
mestizos, indígenas y negros- se apropiaba de estas novedades políticas en el contexto
de su realidad cotidiana. La circulación de pasquines, hojas sueltas, bandos y
periódicos no fueron tan solo consumo de los grupos letrados. Su lectura en voz alta,
informaban y deformaban la información que circulaba luego oralmente recreándose en
los fogones y en las plazas (Glave, 2004; Estenssoro Fuchs, 1996) Los trajines y la
arriería contribuyeron a la difusión de ideas y noticias construyendo un horizonte
cultural y político en los andes surandinos de los cuales participó Salta y su jurisdicción
favorecida por su participación en los circuitos mercantiles andinos y la introducción
anual de numerosas tropas de mulas.
Entre los papeles que circularon en Salta en los años previos a 1810, se
encontraba un anónimo que atrajo la atención del Virrey Sobremonte quien solicitó al
Gobernador Intendente de Salta que, procediendo con la mayor cautela, tratara de
identificar a su autor. Firmado por el Hombre en Salta en 1805, el escrito partía del falso
supuesto de la muerte del Rey Carlos IV asesinado por su propio pueblo, razón por la
cual la nación española no merecía la fidelidad de sus colonias, puesto que era regicida.
Proponía entonces ofrecerle “… al Ingles el Comercio, y será el maestro de policia, y
la Armada inexpugnable. Con su dirección y resguardo sea Rey condicional el Virrey.
Congreguense Diputados de todas las Provincias en la ciudad que sea como el Centro
(subrayado nuestro). Entretanto vayan governando los Cavildos, sin hacer alteracion
en las leyes, quítese desde luego todo pecho al cuerpo Eccº con prohibición absoluta de
fundaciones nuevas de Capellanias. Busquese al mas cercano de los Incas pª Rey
hereditario en falta de sucesion, y para que Dios nos ayude…”(subrayado nuestro)8. No
cabe dudas que estamos frente a un escrito que postulaba un proyecto político contrario
a los derechos de la Corona Española y que además expresaba las aspiraciones de los
comerciantes de eliminar los gravámenes que pesaban sobre la actividad mercantil, tales
como alcabalas y sisas. La mención acerca de la necesidad de reunir a representantes de
todas las provincias en una ciudad del centro (posiblemente el Cuzco) y de coronar a un
Inca como Rey, remitía al imaginario político andino. Es decir, el libelo reunía varias de

8
AGN “Carta al Virrey Sobremonte del Gobernador Rafael de la Luz. Reservada”, Sala IX- Intendencia
de Salta- 5.7.5

11
las propuestas que circulaban fuertemente en los Andes, pero llama la atención la falsa
noticia de la muerte del Rey que legitimaría la propuesta de desconocer a España y
solicitar el amparo inglés ¿Quien fue su autor, o mejor aún a quien estaba dirigido? La
elite obviamente contaba con información fidedigna y por lo mismo es lícito conjeturar
que quien escribió o reproducía un rumor -y por lo tanto era ajeno a los sectores de la
elite- o mintió deliberadamente para dirigirse a un público más amplio a fin de
deslegitimar los derechos de España de gobernar estos territorios. En ambos casos
constituye un interesante ejemplo sobre la importancia que revistieron los sucesos que
tenían lugar en Europa y en particular en España, y cómo las noticias podían ser
recepcionadas, manipuladas y resignificadas en la cultura popular.
La sociedad colonial en las postrimerías del siglo XVIII y a comienzos del siglo
XIX no solo se presentaba atravesada por conflictos en torno al uso de la tierra y los
recursos ganaderos y a la organización de las milicias regladas de la cual no son ajenas
las luchas facciosas de la elite. A ellos se sumaba un clima político enrarecido y agitado
del cual participaban los sectores subalternos. Este será el contexto a partir del cual en
Salta y en el Alto Perú se va a definir la adhesión a la causa revolucionaria de Buenos
Aires y la insurrección que habrá de sostenerla en los difíciles años que duró la guerra
con las fuerzas realistas en América del Sur.

La insurrección y los insurrectos.


Los estudios sobre la economía y la sociedad andina de los últimos 40 años
permitieron visualizar los conflictos y tensiones que la atravesaban en el siglo XVIII y
que se agudizaron luego de la gran insurrección de 1780, brindando sustento a
posteriores estudios acerca de la cultura política de diferentes sectores sociales y no ya
tan solos de las elites. Tal como lo señaláramos, en el Alto Perú y en Salta y Jujuy los
sucesos de mayo de 1810 tienen lugar en una coyuntura conflictiva, tanto desde las
condiciones materiales de subsistencia como desde la arena política y social. Es por
ello que la insurrección abarcó una amplia gama de razones, todas ellas amalgamadas y
expresadas a través del desafío a la autoridad colonial, y proyectadas en la posibilidad
de modificar condiciones materiales y políticas de la comunidad local.
En primer lugar es interesante observar sus inicios y recordar que la noticia de la
destitución del Virrey Cisneros y la formación de una Junta en Buenos Aires fue
recepcionada con alarma por los funcionarios y los Cabildos, a excepción de aquellos
que se encontraban operando desde 1808 a favor de la constitución de Juntas de

12
Gobierno en territorios americanos al abrigo de la invasión napoleónica a España. En
Salta los sectores realistas acompañados por el Gobernador Intendente intentaron evitar
el pronunciamiento a favor de Buenos Aires, intentona rápidamente desbaratada que
supuso un serio revés para los proyectos del Virrey Abascal de sofocar rápidamente la
revolución, pues todo hacía prever que la fidelidad de Córdoba y de Salta, ambas
capitales de Intendencias, aislarían rápidamente al movimiento revolucionario
condenándolo al fracaso (Abascal y Souza, 1944) En el convulsionado clima político
de Chuquisaca, Potosí, La Paz y Cochabamba, el ingreso del ejército porteño en 1810,
alentó la insurrección. Entre quienes apoyaron a las fuerzas revolucionarias se
encontraban Alcaldes Pedáneos, curacas, sacerdotes, hacendados y jefes de milicias que
habían participado en apoyo de las frustradas juntas de Gobierno alto peruanas de 1809.
Según el testimonio de Félix de Campoblanco, Oidor de Charcas, las primeras en
alterarse a favor de Buenos Aires fueron precisamente las tropas milicianas enviadas
desde esa Capital para sofocar el levantamiento juntista de 18099. El pronunciamiento
de Cochabamba a favor de Buenos Aires y el accionar de los sectores revolucionarios de
las restantes ciudades Alto Peruanas, colaboraron con el éxito de la expedición militar
de Castelli. Los reveses militares obligaron al ejército porteño a retrotraerse, pero la
insurrección ya no podría ser extinguida. Es preciso sin embargo señalar, a grandes
rasgos cuatro etapas en el proceso insurreccional con características diferentes. La
primera se inicia en 1809 en el Alto Perú en Chuquisaca y La Paz y se revitaliza con el
pronunciamiento de Cochabamba y la llegada del ejército del Norte en Diciembre de
1810. La segunda tiene lugar en 1813, luego de la derrota de Belgrano en Vilcapugio y
Ayohuma, y se extiende hasta 1816, con la derrota del ejército de José Rondeau. Entre
1814 y 1816 la insurgencia Alto Peruana adquirió mayor envergadura y efervescencia,
logrando jaquear con éxito a las tropas realistas y apoyar decididamente el avance de
Rondeau. La tercera etapa tendrá lugar a partir de 1816 cuando, por las derrotas y
posterior muerte de los principales líderes de estas guerrillas, las fuerzas irregulares solo
lograron controlar el territorio de Ayopaya, desde donde hostigaron permanentemente a
las fuerzas realistas, en un accionar coordinado con la avanzada del ejército del Norte
liderado por Martín Miguel de Güemes, Gobernador de la Provincia de Salta. Con la
muerte de Güemes en junio de 1821 se iniciará la última etapa del accionar guerrillero

9
Archivo y Biblioteca Nacional de Bolivia (en adelante ABNB) “Apuntes del Oidor de Charcas, D. José
Félix de Campoblanco”, La Plata, 1814. Colección Rük 301.

13
bajo la conducción de José Luis Lanza que habrá de culminar en 1824 con el triunfo de
las tropas colombianas en Ayacucho.
Los espacios en los cuales se extendió y mantuvo la insurrección variaron en
cada una de estas etapas. Mientras en Inquisivi, Misque, Cochabamba, Tomina, La
Laguna, Santa Cruz, la insurrección armada persistió durante los 15 años, en Chayanta,
Oruro y la Paz, adquirió perfiles diferentes después de 1816. Allí, el enfrentamiento
fue solapado. Propiedades tomadas por los insurgentes, asedio en los caminos y
dificultades para abastecer a las ciudades de Charcas, Potosí, Oruro y La Paz fueron
durante varios años algunas de las formas en que la misma persistió en aquellas
regiones controladas por los realistas. En la Provincia de Salta la insurrección adquirió
relevancia a partir de 1814 y persistió hasta 1821, cuando la muerte de Güemes clausuró
la guerra contra los realistas.
Resulta difícil encontrar indicios claros acerca de cuáles fueron los intereses y
expectativas que movilizaron a amplios contingentes de hombres en una geografía tan
amplia y durante el prolongado período que duró la guerra de independencia. En
algunas circunstancias, sin embargo, se manifiestan con claridad. En 1810, los indios
del pueblo de la jurisdicción de Paria en Oruro, reclamaban “...se quitarán los
subdelegados y se nombrarán jueces a elección de las comunidades...” además de
solicitar “... no pagar tributos hasta que se sepa a quién se ha de contribuir...”. Ambas
peticiones remiten a una crisis de autoridad y representación política. En el caso del
tributo su pago no era cuestionado, ya que garantizaba el derecho a las tierras de la
comunidad, pero se objetaba la potestad a recaudarlo por parte de los funcionarios
españoles. Aún cuando también pedían que se quitasen las alcabalas y aranceles
eclesiásticos y se suprimiera la mita de Potosí, gravámenes éstos representativos de la
dominación colonial, la preocupación por las tierras también estaba presente, exigiendo
“... se ha de prohibir que ningún hacendado ha de tener opción de quitar o interrumpir
en las tierras de las comunidades...” (Crespo Fernández, 1987) Según puede
observarse, no les faltaban razones por las cuales movilizarse y eran lo suficientemente
críticos de las autoridades coloniales para sumarse a una revolución que cuestionaba la
soberanía de España y denunciaba el carácter despótico de su poder.
Es claro, sin embargo, que en la acción de sumarse al proyecto revolucionario
jugaron un rol importante las mismas autoridades locales, jefes de milicias, curacas,
sacerdotes de doctrina, y propietarios rurales, en algunos casos de mediana fortuna, que
se manifestaron a favor de la Junta Revolucionaria de Buenos Aires. Prestar atención a

14
estos mediadores políticos en el proceso de insurgencia y movilización rural e indígena
es especialmente importante, ya que muchos de ellos habrían de convertirse en los
líderes de las fuerzas irregulares que se sumaron a la lucha contra las fuerzas realistas.
Las elites revolucionarias de las ciudades Alto Peruanas demostraron, desde un primer
momento, su incapacidad para capitalizar la insurgencia rural y urbana cuyas primeras
manifestaciones tuvieron lugar en 1809. La posterior emigración de sus representantes a
Salta, Tucumán e incluso Buenos Aires, cuando las fuerzas realistas retomaron el
control político y administrativo del Alto Perú, confirma el divorcio entre esa elite y las
guerrillas que continuaron operando militarmente percibiéndose integradas al Ejército
de Buenos Aires.
En Salta y Jujuy la insurgencia presentó características diferentes. En primer
lugar en estos territorios no existió un levantamiento indígena tal como el
experimentado en el Alto Perú. La población indígena que persistía en las encomiendas
del marquesado de Tojo y en la del valle Calchaquí, mostró indiferencia y solo se
movilizó cuando fue forzada a hacerlo.
La movilización en 1810 en Salta tuvo como protagonista a las milicias, tanto las
ya existentes que aumentaron el número de sus reclutas como las que se crearon ese año
en apoyo de la revolución. La participación de voluntarios en apoyo a las milicias recién
se concretó en la batalla de Salta en 1813, pero de manera limitada. En 1812, cuando
Manuel Belgrano se hace cargo del derrotado Ejército del Norte informa a Buenos Aires
acerca del escaso entusiasmo del pueblo por la causa “...quejas, lamentos, frialdad, total
indiferencia y diré más odio mortal, que estoy por asegurar que prefirirían a
Goyeneche cuando no fuese más que por variar de situación y ver si mejoraban.
Créame Ud. el ejército no está en pais amigo... se nos trata como a verdaderos
enemigos.”(Mitre, 1950: 219) En términos similares se expresa José María Paz en sus
Memorias Póstumas. Al explicar las razones por las cuales Belgrano habría aceptado
liberar a los prisioneros realistas luego de la victoria obtenida en la batalla de Salta,
sugiere que entre ellas se encontraba la imposibilidad de vigilar a tantos hombres ya que
“... en aquel tiempo ese elemento popular, que tan poderoso ha sido después en manos
de los caudillos era casi desconocido; en consecuencia los generales poco o nada
contaban fuera de lo que era tropa de línea” (Paz, 2000: 79) Estos testimonios relativos
al escaso entusiasmo por participar o sumarse a las milicias no se agotan en las
percepciones desencantadas de los Jefes revolucionarios. En los primeros días de
febrero de 1813 fue apresado por los realistas en el valle Calchaquí, en ocasión de

15
intentar reclutar gente del valle, Mariano Díaz, natural de Sinti, Comandante de Armas
de la Provincia de Atacama y oficial del Ejército de Buenos Aires. Trasladado en
calidad de prisionero hasta Oruro después de la derrota sufrida por Pío Tristán en ese
mismo mes de febrero en Salta, se le instruye un juicio sumario. Interrogado acerca de
“...que gente ha reclutado en el Valle para el Exto. de abajo, dijo que ninguna por
oposición que le hicieron sus moradores...”, manifiesta también que “...en San Carlos,
el día tres a la madrugada lo atacaron los moradores del país y lo obligaron a retirarse
...”10. No solo indiferencia sino también hostilidad.
Hasta ese momento la guerra se había desarrollado en escenarios lejanos a Salta.
En Febrero de 1813, por primera vez la ciudad fue sitiada y los combates tuvieron lugar
en sus calles principales y en la Plaza Central. No fueron pocos los Alto Peruanos que
participaron de esta batalla. Acompañaron al ejército desde el Alto Perú a Tucumán y se
batieron bajo las órdenes de Manuel Belgrano en las batallas de Tucumán y de Salta.
La experiencia militar alcanzada en 1813 constituiría un antecedente importante
para la insurrección que se iniciará en 1814, cuando la ciudad fue ocupada por Joaquín
de la Pezuela. En esa ocasión, las partidas realistas incursionaron en el valle de Lerma,
confiscando ganados y víveres. La reacción ante el saqueo fue contundente. Las milicias
del valle lograron sorprender a los realistas provocándoles importantes bajas frustrando
sus intentos de aprovisionarse gracias a la acción desplegada por los pequeños y
medianos productores que, directamente afectados por la guerra y alentados por las
milicias se movilizaron en defensa de sus intereses (Mata, 1999) Tan solo unos meses
antes Martín Miguel de Güemes se había reincorporado en el ejercito del Norte por
mediación de José de San Martín. Natural de Salta, hijo de un funcionario español
destinado por decisión paterna a la carrera militar, revistaba al momento de la
revolución como Teniente del 3er. Batallón del Rey, Fixo de Buenos Aires, destacado
en Salta. Adhirió desde sus inicios al movimiento revolucionario y se incorporó como
oficial al Ejercito Auxiliar del Perú del cual lo separó por indisciplina Manuel Belgrano
en 1812. Conocedor de la región, vinculado con algunos sectores propietarios de la
frontera, reunía todas las condiciones requeridas para ser designado como Jefe de
Avanzada en el partido del Rosario, en la frontera, en momentos en que la decisión de
San Martín, aconsejado por Manuel Dorrego era precisamente retrotraer al ejercito a
Tucumán y desarrollar en Salta guerra de montaña o guerrilla.

10
AGI “Causa criminal seguida de oficio contra el Reo Mariano Díaz acusado por caudillo de insurgentes
y de haber cometido los asesinatos, robos y saqueos que constan de esta sumaria”, Diversos, Ramo 1, n°1

16
La elección de Martín Miguel de Güemes resultaría acertada. Su reacción al
valorar la acción desplegada por las milicias del valle de Lerma, auxiliadas por una
importante movilización rural, fue inmediata. Con el apoyo de propietarios vecinos del
Rosario que activamente colaboraron reclutando voluntarios y con sus milicias avanzó
hacia las proximidades de la ciudad de Salta, asestando un contundente revés a las
partidas realistas. A partir de ese momento alentó y lideró la insurrección, que en su
transcurso expresó reivindicaciones sociales, entre ellas los derechos de acceso a la
tierra (Mata, 1999; Mata, 2002) En 1815 peones y arrenderos, con la anuencia de
Güemes, no prestaban servicios personales ni pagaban los arriendos a los dueños de las
propiedades. Los aranceles eclesiásticos fueron igualmente resistidos y fueron cada vez
más frecuentes las quejas de los propietarios rurales por las ocupaciones ilegales de
tierras llevadas a cabo por estos hombres movilizados y reconocidos con el nombre de
“gauchos”. La carencia de recursos fiscales suficientes para abonar salarios a los
milicianos -consecuencia de la interrupción del comercio con el Alto Perú luego de la
derrota del ejército patriota en 1816 y de las dificultades económicas por las que
atravesaba Buenos Aires- fomentaron el saqueo y las confiscaciones, tornando cada vez
más difícil el disciplinamiento de los hombres movilizados.
¿En qué medida y de qué maneras participaron todos estos hombres movilizados
del proyecto político de la elite revolucionaria? ¿Qué significado tenía para ellos o sus
líderes la independencia proclamada por los Jefes del Ejército del Norte o por Martín
Miguel de Güemes? No hay dudas que el discurso revolucionario formaba parte de la
retórica cotidiana con la cual eran permanentemente interpelados y es ciertamente
probable que la solidaridad derivada de la acción conjunta frente al conflicto bélico
contribuyera en la configuración de una identidad política. Creemos que es importante
reflexionar sobre la incidencia que pudieron haber tenido –en los largos 15 años que
duró la guerra- tanto la retórica revolucionaria como la violencia y el enfrentamiento en
el desplazamiento de sentido experimentado por la rebelión inicial contra el despotismo
de las autoridades o el “mal gobierno” a la lucha en la cual sus reclamos y aspiraciones
se formularon en un proyecto político alternativo al expresado por la fidelidad al Rey de
España y por ende a sus representantes en América.

Las guerrillas insurrectas y el Ejército Auxiliar del Norte.


Una faceta interesante de esta insurgencia fue su estrecha relación con las
milicias locales y el ejército de Buenos Aires. Si bien no todos los hombres movilizados

17
formaban parte de las milicias fueron éstas las que hicieron posible, desde un primer
momento, articular la movilización insurreccional con el accionar del Ejército Auxiliar
de Buenos Aires. El apoyo, parcial, a la revolución de Buenos Aires por parte de las
milicias locales organizadas a principios del siglo XIX y la presencia de este ejército
fueron sin duda decisivos para el estallido insurreccional. Algunos de estos cuerpos de
milicianos habían participado ya en los conatos revolucionarios de 1809 en Chuquisaca
y La Paz. No debe entonces extrañar que posteriormente reconocieran a la Junta de
Buenos Aires y se incorporaran al Ejército que desde esta ciudad llegaba al Alto Perú
para mantener bajo su égida a esta vasta jurisdicción. Un rol importante tuvieron las
milicias que se organizaron con la llegada del ejército porteño, al cual siguieron en su
derrota hasta Tucumán.
La actuación de los Jefes de estas milicias no debe ser descuidada en el análisis
de la construcción de poder en este contexto de guerra. No debe olvidarse que los
milicianos ejercían por costumbre la potestad de designar a sus jefes inmediatos, que si
bien convalidaba y legitimaba liderazgos previos derivados de relaciones de poder
emergentes de la sociedad colonial o de la misma actividad miliciana, otorgaba a estos
cuerpos una representatividad que debe valorarse adecuadamente, particularmente en
contextos como la provincia de Chayanta, en la cual durante el siglo XVIII y en fechas
tan tempranas como 1740 se observa, en el seno de las comunidades indígenas, el
desacato a las autoridades hereditarias y la imposición de curacas aclamados por los
indios del común (Serulnikov, 2006) Esta práctica del poder, ejercitada en la
insurrección revolucionaria, favoreció la organización de cuerpos milicianos locales que
se sumaron a los ya existentes y se incorporaron al Ejército revolucionario cuando éste
ingresó en territorio Alto Peruano. En cada una de las ocasiones en que este ejército se
retiró derrotado hacia Tucumán parte de estas milicias lo acompañaron en tanto otras
pasaron a constituir fuerzas irregulares que operaron en un área más restringida, pero
no por ello de manera menos efectiva, hasta la finalización de la guerra en 1825.
A diferencia de México, donde Eric Van Young observa en motines y rebeliones
previos al movimiento revolucionario de Morelos, un marcado localismo que el
denomina localcentrismo (Van Young, 2000), en los andes estos movimientos locales
alcanzaron horizontes más amplios integrándose en rebeliones de mayores alcances
extendidas por un extenso territorio, tal como sucedió en 1780. Esto no habría de
impedir que las mismas fueran manifestaciones locales, tanto por las formas en que se
expresaban como por las reivindicaciones que perseguían. La sustancial diferencia entre

18
la insurrección y movilización que agitó a las provincias altoperuanas entre 1809 y 1825
y las anteriores estribaba en su enlace con las elites revolucionarias locales y porteñas y
por ende en el perfil político adquirido que le otorgó un sentido hasta entonces
inexistente a la lucha, aun cuando en su seno se entrecruzaron una multiplicidad de
demandas vinculadas a situaciones previas de conflicto. Pero este sentido político que
otorgó coherencia a una insurrección sosteniéndola en el tiempo fue dado
fundamentalmente por la presencia, aún cuando por poco tiempo victoriosa y desde
1816 inexistente, del ejército de Buenos Aires.
Contrastando con el Alto Perú, en el virreinato del Perú la ausencia de
expectativas de contar con apoyo militar externo restó posibilidades, de sostenimiento
en el tiempo y de generalización en el espacio, a los levantamientos de la sierra y de
Arequipa y Tacna, injustamente soslayados por la historiografía peruana hasta hace
pocos años al considerarlos irrelevantes y atribuir de manera excluyente el proceso de
independencia del Perú a los ejércitos de San Martín y de Bolívar (Montoya, 2002;
Bonilla, 2001; O’Phelan, 1987) De más está decir entonces que es imposible separar a
la insurrección Alto Peruana de la guerra que involucraba a los ejércitos realistas y de
Buenos Aires. Y esta insurrección, más allá de sus matices y diferenciaciones locales,
más allá del grado de adhesión manifestado a Buenos Aires y su proyecto político, tuvo
a las milicias y a sus jefes como protagonistas y al Ejército de Buenos y a Martín
Miguel de Güemes, Gobernador de Salta y General de la Vanguardia como actores
imprescindibles en este proceso insurreccional. La relación de las milicias locales y de
las fuerzas movilizadas que las apoyaban, especialmente de sus oficiales con los Jefes
del Ejercito Auxiliar del Perú no resultó de manera alguna sencilla.
En el caso de Salta, es bien conocido el fuerte enfrentamiento de Martín Miguel
de Güemes con José Rondeau en 1815, cuando éste le reclamó los fusiles que Güemes
había tomado de la maestranza de Jujuy, después de haber sido destituido de su cargo en
el Ejército. Apoyado por cuerpos milicianos y voluntarios armados con esos fusiles
logró que el Cabildo de Salta le designara Gobernador de la Provincia, desafiando de
este modo la autoridad de Buenos Aires. Desafío que profundizó al disponer,
desobedeciendo las órdenes de Rondeau, la organización de un cuerpo de miliciamos
bajo su mando al que habría de bautizar con el nombre de “Infernales” (Mata, 2002) No
fue este un caso singular. Con diferentes modalidades y profundidad, las desavenencias
entre las milicias locales o las fuerzas irregulares con los oficiales y Jefes del Ejército
Auxiliar fueron frecuentes. Una de las causas más invocadas fue la falta de disciplina, la

19
impericia militar y sobre todo la renuencia a aceptar y cumplir órdenes de la oficialidad.
Pasados algunos años de insurgencia, cuando los líderes de estos movimientos locales
se habían robustecido militarmente, esas desavenencias derivaron en duros
enfrentamientos, como fue el caso de Salta ya mencionado.
De manera elocuente, la incorporación de Manuel Asencio Padilla al ejército
Auxiliar ilustra acerca de los intentos realizados por las jefaturas militares para
centralizar y hegemonizar la actividad guerrera evitando o controlando el creciente
poder de los líderes locales de los cuales, por otra parte, no podían prescindir. En 1811,
Padilla había comenzado a desplegar una intensa actividad insurgente participando en
varios enfrentamientos con variada suerte y demostrando su capacidad para reunir
voluntarios, entre ellos muchos indios armados con palos y flechas ya que contaba con
unos pocos fusiles arrebatados en diferentes escaramuzas con los realistas. La derrota
del ejercito Auxiliar en Guaqui y su retirada hacia la provincia de Salta obligó a Padilla,
luego de algunos enfrentamientos con las fuerzas realistas, a huir hacia Humahuaca
(jurisdicción de Jujuy) “...donde tuvo el gusto y satisfacción de juntarse con el Señor
Balcarce, quien le previno que caminase en su compañía para abajo, pero le pidió, o
quitó en buenos términos sus veinticinco hombres armados de su escolta para pasar a
Jujuy y otros fuciles más que había despojado al enemigo...”11. Despojado de sus
hombres y fusiles se reunió con Belgrano en Tucumán y tomó parte en las batallas de
Tucumán y Salta. Por su destacada participación en Tucumán Belgrano lo confirmó en
el Titulo de Comandante de los pueblos del Alto Perú. Sus procedimientos, no obstante,
desagradaban a Belgrano preocupado por disciplinar al ejército de su mando y regir su
actuación de acuerdo con las normas militares. Es por ello que poco después de premiar
su valor dispuso procesarlo por “haber pasado por las armas” a varios prisioneros que
conducía desde el valle Calchaquí a Tucumán. Consiguió su libertad gracias a la
oportuna intermediación de Díaz Vélez. Posiblemente una condena mayor habría
predispuesto los ánimos de los soldados Alto Peruanos que integraban el ejército.
De cualquier modo y venciendo todas las prevenciones que le provocaba aceptar
la presencia de estos grupos armados, difíciles de controlar, Belgrano comprendió la
importancia de su accionar toda vez que distraía al enemigo y le impedía organizarse
convenientemente para avanzar sobre las provincias de abajo, es decir más allá de Salta.
En 1816, de regreso como General del Ejercito del Norte escribía al Director Supremo

11
ABNB “Servicios hechos por Don Manuel Asencio Padilla en defensa de los sagrados derechos de la
Patria, comprehensivos desde el año de 1809 hasta el de 1815” Colección Rück, 304

20
“... expedí a poco tiempo, el 2 de agosto, una proclama a los pueblos del Perú,
exitandolos a hostilizar al enemigo por quantos medios estubiesen a sus alcances, y
procuré saber del sugeto que allí podría tener concepto por que hubiese un orden,
recompensando en lo posible el mando, como lo he executado en la Provincia de Salta
con el Gobernador Güemes [...] Infelizmente no hay un solo hombre en quien se fixen
los conceptos y es de necesidad, sin embargo de que preveo los resultados que tal vez
trahera esta clase de guerra, autorizar a los que por sí mismos ya lo están, como un
Betanzos, un Padilla y a otros varios de quienes he podido conseguir informes
favorables...”12(subrayado nuestro). Ante la imposibilidad material del ejército de
avanzar en el Alto Perú, Belgrano observaba como inevitable recurrir a la guerra de
montaña o de guerrillas pero consideraba conveniente reconocer a sus líderes como
oficiales del Ejercito de Buenos Aires, concediéndoles títulos y honores militares. Entre
ellos se encontraba Manuel Asencio Padilla. Las relaciones de Padilla con el Ejército
habían atravesado momentos difíciles y significativamente él, al igual que Güemes,
también enfrentó a José Rondeau en 1815. Si en 1812 como condición para unirse al
derrotado ejercito Auxiliar, aceptó entregar sus hombres y sus armas, en 1815, cuando
su poder militar había crecido considerablemente reprochó a José Rondeau el haberle
despojado de sus hombres cuando fue a reunirse con él en Potosí13.
En 1816, la muerte de Padilla y de otros muchos líderes guerrilleros, como
consecuencia del avance y fortalecimiento de las posiciones realistas en el Alto Perú,
debilitó enormemente al movimiento insurgente. Tan solo consiguieron mantenerse en
Ayopaya, desde donde continuaron preocupando a las fuerzas realistas. Sus redes de
comunicación y de adherentes al movimiento se conservaban soterradamente en el resto
de las jurisdicciones Alto Peruanas, preocupando enormemente a las autoridades de
Lima. Las expectativas acerca del retorno del Ejército de Buenos Aires alentaba la
resistencia, en tanto las comunicaciones entre el ejército y la guerrilla de Ayopaya se
mantenían con cierta regularidad, solamente interrumpida por las infidencias de los
mensajeros o las intercepciones que sufrían por parte del enemigo. En esta vinculación
tuvo un rol importante Martín Miguel de Güemes en Salta, quien como Jefe de la
Vanguardia, proponía a Manuel Belgrano las designaciones y los ascensos en los cargos
militares que se otorgaban a los Jefes y a los integrantes de la misma, revalidando de ese

12
AGN. Sala X. 4.1.3
13
Carta de Manuel Asencio Padilla a José Rondeau, La Laguna, Diciembre de 1815, (Ramallo, 1919:
145-151)

21
modo los derechos jurisdiccionales de Buenos Aires sobre el alto Perú y legitimando a
la guerrilla como parte del Ejercito Auxiliar del Norte.
La historiografía boliviana se ha preocupado por demostrar que a partir de 1816
la lucha por la independencia fue obra de las guerrillas, que actuaron independientes de
Buenos Aires (Crespo Fernández, 1987; Roca, 1984; Klein, 1991) descalificando así las
designaciones realizadas por Güemes y Belgrano, Jefes del Ejército Auxiliar, entre los
cuadros dirigentes de esos grupos guerrilleros, en particular el de Ayopaya.14 Los
nombramientos, convalidaban sin embargo los liderazgos de las guerrillas insurgentes.
Las jefaturas del Ejército no solo debieron aceptar la imposición de las jefaturas en las
guerrillas sino que tuvieron que admitir en ocasiones la imposibilidad de designar a sus
Jefes. Estas fuerzas irregulares trataron de todos modos de darse una estructura y
organización militar. José Santos Vargas, tambor en la guerrilla de Ayopaya nos brinda
en su Diario relatos ilustrativos acerca de estos esfuerzos, de la manera en que elegían a
sus jefes, de la participación indígena y de la importancia de pertenecer al Ejército de
Buenos Aires.
Nos cuenta que la muerte de Eusebio Lira, en 1817 acusado de traidor, fue
severamente cuestionada por los indios de Palca quienes exigieron les entregasen “...
ocho sujetos[...]porque aseguraron enteramente los indios ser cómplices en la muerte
del finado comandante don Eusebio Lira...”. Más allá del interés que despierta el relato
de este suceso que muestra las traiciones y desavenencias que aquejaban a la
movilización guerrillera de Ayopaya, importa señalar el apoyo indígena a las fuerzas
irregulares, el cuestionamiento que hacen a su accionar y la apelación a la autoridad
militar de Buenos Aires que realizó Fajardo, quien ordenó la muerte de Lira y le sucedió
en el mando. En efecto, Fajardo enfrentó los requerimientos de los principales indígenas
aconsejándoles “...que se retiren y no porfíen en nada; que se vayan a cuidar sus
sementeras y ganados; que la residencia han de tomar los jefes principales de Buenos
Aires y Salta acerca de la muerte de Lira...” (Vargas, 1982: 200) (subrayado nuestro).
La elección del sucesor de Lira tuvo lugar luego del enfrenamiento con los indios,
quienes participaron del acto. El voto fue secreto pero evidentemente la elección fue el
resultado de una negociación. Como primer Jefe fue elegido Santiago Fajardo y como
segundo Jefe José Manuel Chinchilla, que era indio. Será esta una solución pasajera ya

14
La historiografía argentina ha resaltado siempre la acción de Güemes como “defensa” de la “frontera
norte” de la Argentina, planteo iniciado por Bartolomé Mitre. Halperín Donghi sostiene similar
interpretación que es igualmente ratificada localmente por Atilio Cornejo. (Mitre, 1950; Halperin Donghi,
1972; Cornejo, 1945)

22
que poco después Fajardo renunció y Chinchilla “... apura a la indiada a que nombre
un jefe, y que nombren. De todos se levanta unánimemente el grito en la plaza:
Chinchilla es el jefe, a él lo elegimos, a él lo nombramos, él es y ha de ser.”(Vargas,
1982: 225) Elegido como Jefe de la guerrilla de Ayopaya será luego reconocido como
tal por Martín Miguel de Güemes quien le otorgó el título de Comandante General de
Cochabamba y teniente coronel del ejército (Vargas, 1982: 411)
No sólo el relato de Vargas da cuenta de la estrecha relación entre las fuerzas
insurgentes y el ejército de Buenos Aires a través de la mediación de Martín Miguel de
Güemes. La carta del General Juan Ramírez al Ministro de la Guerra, fechada en el
Cuartel General de Puno en enero de 1821, informaba entre otras cosas acerca de los
peligros que acechaban a la causa del Rey en el Alto Perú. Alarmado decía “No es
Exmo., San Martín y sus satélites los únicos enemigos que tenemos. Son mayores y de
más consideración los que por desgracia de esta guerra abundan ya en todas las
capitales, pueblos y aún en las más pequeñas aldeas”. Luego de comentar como habían
logrado abortar la sedición de tropas de la vanguardia realista que pretendían “...
asesinar al Comandante General, Jefes y Oficiales de la vanguardia y llamar después
al caudillo Güemes que viniese a apoderarse del Alto Perú”(subrayado nuestro), refiere
acerca del complot destinado a contrarrevolucionar a Oruro, el cual fue descubierto por
haber “...sido interceptados en el despoblado de Atacama unos pliegos que el caudillo
Chinchilla dirigía al de la misma clase Güemes.” El fin de este complot era, además de
matar a todos los decididos por la causa del Rey y asaltar la Maestranza para proveerse
de pólvora, fusiles y otros útiles de guerra, “...llevarse la tropa y con ella engrosar la
fuerte gavilla de Chinchilla y revolver las provincias de la Paz y Cochabamba y por
consecuencia todo el distrito de Buenos Aires”. Frente a estas evidencias no duda en
afirmar que “...el plan de los enemigos es combinado y general...”15 .
En efecto, el objetivo de Güemes era coordinar su accionar con el de los
caudillos Alto Peruanos16. Sus esfuerzos fueron recompensados y si en 1816 no logró
imponer a Acebey en la guerrilla de Padilla, cinco años después su autoridad era
reconocida y aceptada en Ayopaya. Si hemos de creer al tambor Vargas, fue Güemes
quien en 1821 relevó de su cargo a Chinchilla nombrando como Jefe de las fuerzas

15
Refutación que hace el Mariscal de Campo D. Jerónimo Valdez del Manifiesto que el Teniente General
D. Joaquín de la Pezuela imprimió en 1821 a su regreso del Perú. Publica su hijo Conde de Torata.
Imprenta Viuda de M. Minuesa de los Ríos. Madrid, 1895. Documento justificativo número 15 del tomo
I. pp. 141-145.
16
Acerca de este complot para tomar Oruro da cuenta también el Diario de Jose Santos Vargas. P.292

23
insurrectas de Ayopaya a José Miguel Lanza. Sin embargo, fue necesario que Chinchilla
aceptara ser reemplazado y que ordenara el reconocimiento de Lanza como Jefe para
que este pudiera asumir la conducción de la guerrilla (Vargas, 1982: 293-296) Es
probable que la designación de Lanza otorgara a Güemes mayores garantías de
subordinación, además de desplazar del poder a un jefe que se había impuesto
independientemente de su voluntad. Es interesante observar que dos meses después de
la muerte de Güemes, en agosto de 1821, en el Campamento General de Machaca José
Miguel Lanza confería a José Idelfonso Sierra título de Teniente Coronel de los
Ejércitos de la Nación, aduciendo atribuciones para tal fin concedidas por el Jefe del
Ejército de Observación Martín Miguel de Güemes17. Para esa fecha el Ejercito
Auxiliar del Norte ya no existía, Belgrano había fallecido y las Provincias Unidas del
Río de la Plata se encontraban envueltas en una lucha intestina. Eran, como bien decían
con sorna los realistas “las Provincias desunidas del Río de la Plata”.
La importancia de Martín Miguel de Güemes en la guerra de independencia que
se libraba en territorio altoperuano incluyendo a Salta y Jujuy se evidencia en el
tratamiento que le da Joaquín de la Pezuela, a la sazón Virrey del Perú. En Octubre de
ese año siguiendo Real Orden del 11 de abril de 1820 nombró Comisionados para
"…que traten y conferencien con las autoridades de las citadas provincias del Rio de
la Plata…", con el fin de tratar el reconocimiento de la Constitución Española. Entre las
instrucciones que les entrega dispone “...sobre todo tratarán de ganar por todos los
medios posibles al Gefe de la Provincia de Salta D. Martin de Guemez pues la
incorporación de este en nuestro sistema, acarrearia ventajas incalculables por su
rango y por el gran influjo que ha adquirido sobre los pueblos de su mando”.18 Es
decir, sobre los insurgentes Alto Peruanos.
Si bien el Ejército Auxiliar del Perú no retornó nuevamente a esos territorios,
tanto Belgrano como Güemes abrigaron la esperanza de poder concretar una nueva
expedición que fortaleciera en un movimiento de pinzas el avance de San Martín en el
Perú. Las condiciones materiales del Ejercito Auxiliar acantonado en Tucumán y las
limitaciones de Güemes para desplazarse hacia el Alto Perú, postergaron durante años

17
ABNS. EM- 473
18
AGI. Indiferente 1570.

24
este proyecto, el cual se concretó recién en 1824, cuando la independencia ya se había
resuelto19.

Jefes de milicias y Oficiales del Ejército. Las facetas políticas de la insurgencia

La importancia de la relación entre el Ejército de Buenos Aires y los grupos


guerrilleros no se agota sin embargo en el accionar coordinado con la finalidad de
vencer a las fuerzas realistas dirigidas desde Lima. Por el contrario la sujeción y
subordinación de las fuerzas irregulares suponía para Buenos conservar legitimidad
política sobre la jurisdicción territorial del ex virreinato. Se imponía así el objetivo de
articular esta movilización en el discurso político de la independencia y ésta fue
precisamente la tarea a realizar por los líderes de la insurrección (Mata, 2002)
Entre los jefes de las guerrillas Alto Peruanas se destacó Manuel Asensio
Padilla, uno de los líderes de la insurgencia en Chayanta y Cochabamba, quien en 1815
elevó una representación a las autoridades de Buenos Aires en Cochabamba relatando
sus servicios a la patria entre los años 1809 y 1815. Inicia su relato informando de su
negativa en 1809, siendo Alcalde Pedáneo de la doctrina de Moromoro, a proveer de
víveres a las tropas realistas que cercaban a la ciudad de Charcas para reprimir a la Junta
establecida en esa ciudad, tal como le había ordenado el Gobernador Intendente de
Potosí.
Pero si bien no participó de manera directa del movimiento juntista de 1809, las
manifestaciones de apoyo con que recibió en 1810 al ejército porteño lo ubicaron
decididamente entre los leales a la Junta de Buenos Aires. El recibimiento que, según su
exposición, brindó a Castelli consistió en “...el honor de esperarlo y obsequiarlo en
Sapiri y Tambo de Yuribamba y a sus tropas con viveres, haviendolo conducido a su
costa y en su requa de mulas, hasta Oruro personalmente.”20 Las derrotas posteriores
significaron para Padilla el ingreso a la clandestinidad cuando las autoridades realistas
ordenaron la confiscación de sus bienes y su prisión. A partir de ese momento,
coordinando sus movimientos con Esteban Arce y con los “...indios de Sicasica y otras
inmediaciones, acaudillados por Caseres y Titichoca...” habrá de comenzar su accionar

19
La expedición militar era encabezada por Álvarez de Arenales en esos momentos gobernador de Salta.
Su arribo al Alto Perú fue posterior a la batalla de Ayacucho que concluyó con el poder realista en
América del Sur. (Figueroa Solá, 1999: 219-239)
20
ABNB “Servicios hechos por Don Manuel Asencio Padilla en defensa de los sagrados derechos de la
Patria, comprehensivos desde el año de 1809 hasta el de 1815” Colección Rück, 304.

25
al frente de partidas irregulares. He aquí un itinerario ilustrativo, probablemente no el
único, que nos permite visualizar la incorporación en el movimiento insurgente. Poco
dice de las razones de tal decisión, a excepción del rechazo a la tiranía, personificada en
la persona del Gobernador Intendente de Potosí.
Manuel Asencio Padilla no era indio, aunque tampoco un miembro de la elite.
Su ámbito de acción era el rural, en la Provincia de Chayanta, cuya conflictividad social
había dado lugar durante el siglo XVIII no solo a rebeliones sino también a numerosos
litigios tramitados ante la Audiencia de la Plata. Propietario de la hacienda de Colco fue
designado en 1809 Alcalde Pedáneo de la doctrina de Moromoro por el Subdelegado de
Chayanta, a su vez nombrado por el Virrey Liniers. Era también el principal rematador
de diezmos del curato de Sapse. Es decir que al momento de la revolución gozaba de
una posición respetable y de relaciones suficientemente importantes para alcanzar
cargos a nivel local dentro del sistema colonial. Aunque desconocemos en que medida
el poder y las relaciones que poseía favorecieron sus posibilidades de reunir hombres -
formando partidas insurgentes que hostilizaron a las fuerzas realistas en tanto esperaban
la oportunidad de unirse al ejercito de Buenos Aires- es indudable que fueron al menos
inicialmente utilizados por Padilla con ese fin. Como Alcalde Pedáneo no cumplió con
la orden de recoger contribuciones en víveres para las tropas realistas en 1809, lo cual
obviamente, fue bien recibido por parte de los vecinos del partido que debían entregar
parte de su producción o ganados. Posteriormente, en 1811 tal como denuncia el
subarrendador de los diezmos de Yamparaes “...el alzado Padilla resignaría de muy
buena voluntad los que estaban a su arbitrio para alhagar a la chusma rebelde...”21,
medida ésta que, sin duda, le granjearía la simpatía de los pequeños productores,
muchos de ellos indígenas. De esta manera su figura sería relacionada con aquellos que
defendían los intereses de la comunidad frente a los abusos del poder colonial.
El año de 1814, Padilla supo aprovechar el malestar ocasionado por la “...hostil
persecución que un tal Carballo hiba exerciendo en la Vice-Parroquia de Tapala,
perteneciente a Pomabamba, exigiendo contribuciones a sus habitantes...” para
“...introducir la rebolución en todo el partido de las Fronteras”22. Capitalizó de este
modo a su favor una situación coyuntural que robustecía la evidencia de una
administración despótica y arbitraria, contraria a los intereses de la “patria”23.

21
ABNB- “Reclamo de los Jueces Hacedores del diezmo de la ciudad de la Plata” Expedientes coloniales.
EM 119. Año 1812.
22
ABNB “Servicios hechos por Don Manuel Asencio Padilla ...... op. cit. fs.4v
23
Patria utilizado en el sentido del lugar dónde se nació, del cual se es natural.

26
Interesa, a pesar de sus dificultades, indagar sobre las razones que les asisten
tanto a Padilla como a muchos otros líderes guerrilleros para continuar enfrentando el
poder realista luego de las derrotas del ejército de Buenos Aires. La durísima represión
desatada sobre todos aquellos que apoyaban explícitamente a las tropas porteñas
justificaría en parte la persistencia del accionar guerrillero pero sería fundamentalmente
la existencia del ejercito porteño que generaba expectativas ciertas de éxito el sostén del
movimiento guerrillero ¿Significaba esto una posición independentista?
Entre las razones aludidas por Padilla para desobedecer en 1809 la orden de
sostener con víveres a las tropas realistas, interesa señalar la caracterización de “tirano”
que hace del Intendente, Don Francisco de Paula Sanz, razón ésta la única al parecer
que permite aprobar su “decapitación” por parte de Castelli a fines de 1810. El uso de
términos tales como tirano y despótico referidos de manera constante en relación con
los representantes locales de la monarquía es altamente significativo en la medida que
legitima la desobediencia y la insurrección. Estamos frente a la vieja forma de concebir
la autoridad que remite al buen gobierno. En esta representación que estamos
analizando, escrita en 1815, fecha relativamente temprana en el proceso de
independencia, tan solo alusiones al “partido de la libertad” y la referencia vaga de amor
a “sus ciudadanos” al referirse a quienes estaban sometidos a su jurisdicción como
Alcalde Pedáneo en 1809 dan cuenta de la utilización de un novedoso vocabulario
político, por otra parte probablemente incorporado al escrito por considerarlo así más
conveniente en razón del destinatario.
No todos los caudillos insurgentes presentaron el mismo perfil social y político
de Padilla. En sus Memorias el general Joaquín de la Pezuela al referirse a ellos los
descalifica socialmente “Su clase era la más oscura, pues Camargo, Umaña, Cárdenas,
Padilla, Betanzos, Arévalo, Mena y otros eran indios y mestizos que jamás habían
tenido más empleos que el de sacristanes en su lugar; Zárate, Cardozo y otros, aunque
blancos, eran de la clase baja...” (Pezuela, 1955: 65) Indudablemente estas
apreciaciones estaban teñidas por la rivalidad, ya que si bien no es posible negar la
posibilidad de que Padilla fuera mestizo al igual que Camargo, (García Camba, 1916:
199) ambos podían ser ubicados entre medianos y prósperos propietarios rurales. A
diferencia de Padilla otros jefes insurgentes provenían de sectores más postergados y
despreciados de la sociedad colonial. Entre ellos algunos eran indios, como José Manuel
Chinchilla, Zárate, Umaña y varios más, acerca de los cuales tenemos escasa
información. No obstante su condición social, trataron de coordinar su accionar con el

27
ejercito de Buenos Aires percibiéndose parte del mismo y por lo mismo integrantes de
un proyecto político independentista, fuera como fuere que interpretaran esta propuesta.
Diferencias muy marcadas tanto sociales como políticas separaban a Padilla, y
tantos otros caudillos insurgentes Alto Peruanos de Martín Miguel de Güemes, Juan
Antonio Alvarez de Arenales e Ignacio Warnes. Integrantes secundarios de la elite
colonial poseían éstos una educación adecuada y relaciones políticas y militares en
Buenos Aires. Si bien lideraron movimientos insurgentes en territorio disputado con las
fuerzas realistas lo hicieron en calidad de oficiales del Ejército de Buenos Aires,
habiéndose desempeñado en el ámbito militar o administrativo en los años previos a la
revolución. Tanto Güemes como Alvarez de Arenales eran vecinos de Salta, el primero
por nacimiento y el segundo por su enlace con la hija de un mediano propietario de
tierras del valle de Lerma dedicado al comercio mular24. Ambos eran militares.
Antes de llegar a Buenos Aires, Alvarez de Arenales había estudiado en la
Academia militar de Burgos. En 1784 ingresó al Regimiento Fixo de Buenos Aires y
cumplió tareas en la Banda Oriental hasta su nombramiento como Teniente Coronel de
las Milicias de Buenos Aires en 1794. En 1795 fue designado Juez Subdelegado en
Arque, Cochabamba. Por sus diferencias en 1798 con el Gobernador Intendente
Francisco de Viedma fue destinado con el mismo cargo en el partido de Cinti, y seis
años después en Yamparaez, dónde enfrentó una invasión chiriguana. Así, durante más
de 15 años ocupó un cargo relevante en partidos rurales densamente poblados y
conflictivos en los cuales tuvo oportunidad de conocer el territorio y de establecer
vinculaciones que, sin duda, le serían sumamente útiles para enfrentar a las fuerzas
realistas. Entre esas relaciones se encontraban caciques indígenas, favorecidos por el
subdelegado, según se desprende de la presentación que realiza el Cacique Gobernador
del Pueblo Real de Capinota Provincia de Cochabamba, solicitando su reposición en el
cargo de subdelegado de Arque “...obligado de los clamores con que diariamente me
importunan los indios de este pueblo...”. Entre las virtudes de Arenales destacaba que
“...no había embarazo, que lo fuese para despachar con la mayor prontitud nuestras
causas... sin distinguir de personas por cumplir con las obligaciones de la justicia que
es dar a cada qual lo que le pertenece...”25. Más allá de la veracidad de estas
afirmaciones, la existencia de esta presentación muestra las alianzas políticas de
Alvarez de Arenales y su participación en las luchas facciosas locales en las cuales

24
Había contraído matrimonio en Salta con Serafina Hoyos en 1804.
25
Documento del Archivo Arenales (Citado en Uriburu, 1927: 267)

28
tomaban parte los caciques gobernadores. Muestra también la práctica política del
reclamo y el sentido otorgado a la justicia en una sociedad fuertemente diferenciada.
Fueron estas vinculaciones las que le permitieron, al retornar al Alto Perú con el
Ejército de Belgrano, colaborar en el reclutamiento de hombres para las milicias, y
luego de su derrota permanecer en el Alto Perú sosteniendo hasta 1816 la guerra de
guerrillas.
La trayectoria de Alvarez de Arenales es a todas luces diferente a la de Manuel
Asencio Padilla, en la cual sin embargo podemos encontrar algunas coincidencias. Al
igual que Padilla en 1809 apoyó, aunque de manera mucho más decidida, a la Junta de
1809 de Charcas. En tanto Padilla solamente evitó las contribuciones para el ejército
realista, en un gesto de defensa de los intereses de los productores rurales, Arenales
como subdelegado de Yamparaez reclutó, gracias a sus relaciones con los caciques,
voluntarios en gran parte indígenas y organizó milicias que puso a disposición de la
Junta de Charcas. Por esta causa fue enviado preso a Lima donde el Virrey del Perú lo
indultó en Diciembre de 1810. De regreso a Salta, formó parte del Cabildo en el año de
1812 hasta que Pío Tristán tomó la ciudad. Involucrado en la causa de Buenos Aires se
trasladó a Tucumán a reunirse con Belgrano participando al igual que Padilla de las
batallas de Tucumán y Salta. Con Belgrano ingresó al Alto Perú donde este lo designó
Gobernador Intendente de Cochabamba. Luego de las derrotas de Vilcapugio y
Ayohuma, permaneció en el Alto Perú liderando la insurgencia en Valle Grande durante
los años 1814 y 1816, los de mayor importancia en el movimiento guerrillero.
Compartió así la resistencia revolucionaria junto con Camargo, Warnes y Padilla, entre
los más destacados, con una significativa diferencia. Camargo y Padilla no eran
Gobernadores por decisión de los Jefes del Ejército de Buenos Aires. Eran Alto
Peruanos, que coordinaron su accionar con ese ejército siempre que les fue posible.
Quienes continuaron después de 1816 luchando por la “patria” contra la “tiranía”, se
sintieron también parte de la revolución y jugaron un papel importante en la guerra
“distractiva”. Ellos movilizaron hombres de variada condición social y lideraron
movimientos sociales que respondían a intereses que no necesariamente coincidirían
con los que alentaban a los jefes revolucionarios de Buenos Aires. No en vano tanto
Manuel Belgrano como Juan Alvarez de Arenales y Martín Miguel de Güemes
intentaron controlarlos o al menos ser reconocidos como autoridad militar en
representación de Buenos Aires.

29
Ejemplo de esta misión articuladora entre la insurrección y los intereses políticos
de Buenos Aires es la instrucción que en 1813 Belgrano envía a Arenales, ya designado
Gobernador de Cochabamba, en la cual le solicita que “Para corregir el mal concepto
que se ha formado en los pueblos de lo que es patriotismo, cuando hable Vs. Con
algunos de los que se tienen por patriotas sin entender el significado de esta voz, les
hara entender que solo debe reputarse por tal el que ama practicamente la Patria (por
la que no se entiende tan solamente el pays en que ha nacido cada individuo, sino la
comunidad en las Provincias Unidas del Río de la Plata) con preferencia a su interés
particular, el que detesta los vicios y solo aprecia la virtud y la justicia por
consiguiente procura tener una ocupación honesta y cumplir con sus obligaciones ...”26
El texto revela la concepción política de patria que se gesta en el proceso de
independencia y la necesidad de aglutinar a los movimientos insurgentes
direccionándolos en pos de nuevos objetivos políticos.
La permanencia de Juan Antonio Álvarez de Arenales entre 1814 y 1816 en el
Alto Perú formó parte de esos intentos de centralizar el mando de la insurgencia en
hombres confiables para los intereses de los revolucionarios porteños y sus aliados en la
jurisdicción del ex virreinato del Río de la Plata. El fracaso de la última expedición
militar dirigida por José Rondeau y los reveses sufridos en 1816 con la derrota y
muerte de importantes jefes insurgentes, entre ellos Padilla y Warnes, aislaron a
Arenales que retornó a Salta, para luego sumarse al ejército que San Martín preparaba
en Mendoza. Para entonces, Martín Miguel de Güemes se había convertido en el
Gobernador de la Provincia de Salta y el Jefe de la Vanguardia del Ejército del Norte, y
había organizado milicias provinciales que respondían a su mando, sumando en ella a
los gauchos voluntarios que se movilizaron para enfrentar a las fuerzas realistas que
avanzaron sobre Salta luego de la derrota del Ejercito de Rondeau. Güemes tratará de
ser, a partir de ese momento, el Jefe militar referencial de las guerrillas altoperuanas,
objetivo que habría de lograr en los siguientes cinco años. Su muerte en 1821 dejó
libradas a su propia conducción a la única guerrilla operativa, la de Ayopaya,
separándose a partir de ese momento y por decisión de la elite salteña, a la provincia de
Salta de la guerra de independencia luego de la firma de un armisticio con el Jefe
realista Pedro Antonio de Olañeta.

26
Instrucción reservada entregada por Manuel Belgrano a Juan Alvarez de Arenales al nombrarlo
Gobernador de Cochabamba- 8 de setiembre de 1813. Documento del Archivo Arenales (Uriburu, 1927:
62)

30
A modo de conclusión
El conflicto político y la guerra de guerrillas que caracterizó al proceso de
ruptura política de América del Sur con la metrópoli española se prolongaron durante
más de 15 años. En el transcurso de la misma se operaron cambios importantes tanto en
su accionar como en sus motivaciones. La movilización de hombres, la organización
militar que intentaron darse, el apoyo estratégico que brindaron al ejército Auxiliar del
Norte y más aún su inclusión en él, presentan una multiplicidad de interrogantes
difíciles de responder.
La documentación relativa a este turbulento período abunda en información
relativa a las acciones militares, a las dificultades de realistas y revolucionarios por
controlar el territorio, pero dicen mucho menos acerca de las razones de la insurgencia,
tan compleja por la diversidad de conflictos locales en la que se inscribía. Las historias
nacionales fragmentaron el espacio insurgente limitando seriamente la posibilidad de
comprender la importancia del movimiento guerrillero en el contexto de la guerra
anticolonial de América del Sur, cuyo desenlace fue la independencia alcanzada en
1824 y atribuida al accionar del ejército bolivariano. En contraposición las guerrillas
fueron observadas como grupos indisciplinados que cumplieron tan solo una función
distractiva.
En esta guerra el ejército representará los intereses y aspiraciones políticas de las
elites involucradas, y en ellas de quienes buscarán, aprovechando las críticas
circunstancias que rodean a la Corona Española y a España, la independencia o
autonomía política de las jurisdicciones virreinales. Quienes integraron las guerrillas
fueron hombres de diferente condición social, entre ellos mayoritariamente indígenas
muchos de los cuales procedían de las áreas fronterizas, particularmente después de
1812 cuando la represión realista sofocó los movimientos insurreccionales de las
comunidades del norte potosino y próximas a Oruro y La Paz. Muchos de ellos habían
sido reclutados en las milicias organizadas para apoyar al ejército de Buenos Aires,
otros se sumaron voluntariamente liderados por autoridades locales, entre quienes se
encontraron curas doctrineros y caciques indígenas, o por milicianos o jefes milicianos
desgajados de sus cuerpos. Carentes en principio de salarios, vestuarios y armamentos,
buscaron su incorporación en el ejército y apoyaron sus acciones, pero poco sabemos
acerca de las razones que los llevaron a movilizarse y enfrentar a las fuerzas españolas.
La importancia creciente de los líderes guerrilleros y la incapacidad del ejército
de Buenos Aires de conservar bajo su control a las provincias alto peruanas, convirtió a

31
Alvarez de Arenales primero y a Martín Miguel de Güemes después en los Jefes
militares sobre los cuales habría de recaer la responsabilidad de coordinar a las
guerrillas en la acción militar contra las fuerzas realistas. Fueron así mediadores
políticos y militares entre la insurgencia y las autoridades revolucionarias en Buenos
Aires. La insurrección salteña, temporalmente más tardía que la del Alto Perú se
produce durante la segunda ocupación realista a la ciudad de Salta. Capitaliza la
experiencia de una resistencia previa a la vez que se inicia como defensa de los intereses
locales para devenir rápidamente en un movimiento social que conjuga las tensiones
previas en torno a la tierra con los ejercicios de autoridad y poder que caracterizan los
años finales de la colonia en torno a las milicias. En todo caso, Martín Miguel de
Güemes monopolizó hábilmente el descontento social de los sectores rurales
integrándolo a la guerra de recursos que durante mas de 7 años le permitió hostigar a las
fuerzas realistas que incursionaron en el territorio bajo su mando.

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34
Obedecer y comandar.
La formación de un cuerpo
de oficiales en los ejércitos
del Río de la Plata, 1810-1820
Alejandro M. Rabinovich

El presente artículo retoma algunos de los puntos


Alejandro Rabinovich es Profesor de Historia Argen- tratados en la tesis doctoral del autor, La société
tina en la Universidad Nacional de la Pampa. guerrière. Pratiques, discours et valeurs militaires
e-mail: alejandrorabinovich@gmail.com au Río de la Plata, 1806-1852.

Resumen Summary
El correlato de la revolución de Mayo fue una The May Revolution was quickly followed by
guerra masiva y persistente en la que se jugó massive and persistent warfare as the new regi-
la supervivencia del nuevo régimen. Para hacer me struggled for survival. The revolutionary go-
frente a esta situación, el gobierno revoluciona- vernment had to face the daunting task of raising
rio debió apurar la creación de grandes ejércitos several regular armies on a very short notice.
regulares. Este artículo analiza una de las etapas This paper deals with one critical aspect of the
más delicadas de esta tarea: la formación de un Junta’s undertaking: the recruitment of a new
cuerpo de oficiales. El diseño de la nueva ofi- officer corps that adequately reflected the new
cialidad implicaba la toma de decisiones funda- political and military situation. The paper argues
mentales que condicionarían no sólo el alcance that two different paths to the officer corps were
sino el perfil de la revolución. allowed: one of social cooptation through the ca-
dets’ ranks and one of social promotion through
the soldiers and sergeants ranks.

ESTUDIOS SOCIALES 41 [segundo semestre 2011] 41


«La guerra nos es del todo necesaria, y ha venido a ser para nosotros la primera de
las obligaciones», proclamaba la Junta revolucionaria de Buenos Aires en 18111.
En efecto, desde la revolución de mayo, la supervivencia del nuevo régimen se
jugaba ante todo en los campos de batalla, y estos se multiplicaban a una velocidad
alarmante a medida que nuevos focos de lucha se abrían a lo largo y a lo ancho
del territorio del antiguo virreinato. Para hacer frente a los múltiples enemigos
de la revolución hacían falta ejércitos. Y para crear ejércitos competentes era
indispensable contar con centenares de oficiales idóneos. La revolución debía así
resolver un problema vasto y delicado: formar un cuerpo de oficiales acorde a la
nueva situación política y militar.
Ahora bien, la cuestión de la oficialidad no se limitaba de ninguna manera
a criterios de eficiencia profesionales. Con el correr de las campañas la gesta de
mayo –revolución guerrera y militar desde sus primeros pasos– iba a identificarse
plenamente con la marcha de sus ejércitos y con sus logros militares. La figura del
patriota revolucionario habría entonces de converger con la del nuevo oficial, y éste
en el cumplimiento de su función habría de jugar un papel político fundamental
que excedía largamente lo estipulado en reglamentos y ordenanzas militares. En
la composición del cuerpo de oficiales del ejército se jugaba pues, no sólo la di-
rección del organismo más poderoso del Estado, sino una porción considerable
del alcance político y social de la revolución.
Llamativamente, la cuestión de la oficialidad de los ejércitos revolucionarios no
ha sido aún objeto de una atención pormenorizada por parte de la historia militar ni
de la historia social argentinas. Se cuenta, sí, con contribuciones puntuales muy va-
liosas, pero que no brindan una imagen general del fenómeno, quedando enormes
dudas respecto del funcionamiento más básico de esta institución fundamental2.

1
«Orden del día de la Junta, 6 de sept. 1811», en: Augusto Maillé (comp.), La revolución de Mayo a
través de los impresos de la época. Primera serie 1809-1815, vol. 1, Buenos Aires, Comisión Nacional
Ejecutiva del 150º aniversario de la revolución de Mayo, 1965, p. 473.
2
Las contribuciones fundamentales sobre el problema de la oficialidad en el Río de la Plata son,
desde una óptica político-social, los trabajos fundadores de Tulio Halperin Donghi, Revolución y
Guerra. Formación de una élite dirigente en la Argentina criolla, Buenos Aires, Ed. Siglo XXI, 1994, y
«Revolutionary militarization in Buenos Aires 1806-1815», Past and Present, N° 40, Oxford University
Press, 1968, pp. 84-107. También Pilar González Bernaldo, «Producción de una nueva legitimidad:
ejército y sociedades patrióticas en Buenos Aires entre 1810 y 1813», Cahiers des Amériques Latines,
N° 10, Paris, IHEAL, 1990, pp. 177-195; Raúl Fradkin, «Tradiciones militares coloniales. El Río de

42 [La formación de un cuerpo de oficiales, 1810-1820] ALEJANDRO m. RABINOVICH


En este contexto, el presente artículo representa un aporte preliminar tendiente
a la conformación de una visión más acabada del problema de la oficialidad en
particular y de la militarización revolucionaria en general.
El trabajo se centrará en un aspecto crucial de la formación del cuerpo de ofi-
ciales: el de la incorporación de nuevos miembros a la oficialidad de los ejércitos
de línea3. El estudio de las fuentes nos permitirá distinguir dos vías fundamentales
de ingreso: una incorporación por cooptación social, a partir del sistema de cadetes,
y una incorporación por selección o promoción social, a partir del ascenso desde los
rangos. El análisis mostrará que el alcance y el mecanismo de ambas modalidades
de ingreso eran objeto de ardiente debate, implicando por parte del gobierno
revolucionario claras decisiones políticas de consecuencias no sólo militares sino
netamente sociales.

Rupturas y continuidades
La cuestión de la posición social del oficial militar, de su aptitud profesional
y de sus calidades morales, constituyó en Buenos Aires, desde los tiempos de
la colonia, una materia problemática que entró en crisis definitivamente tras el
desastre de la primera invasión británica4. Basta con recordar las palabras con las

la Plata antes de la revolución», en: F. Heinz (comp.), Experiências nacionais, temas transversais:
subsídios para uma história comparada da América Latina, São Leopoldo, Editora Oikos, 2009. Desde
la historia militar, Comando en Jefe del Ejército, Reseña histórica y orgánica del Ejército Argentino, 2
vol., Buenos Aires, Círculo militar, 1971-1972. Sobre el período colonial, Juan Beverina, El Virreinato
de las Provincias Unidas del Río de la Plata, su organización militar, Buenos Aires, Círculo Militar,
1935. Sobre la América en general Allan J. Kuethe, Juan Marchena Fernández (eds.), Soldados del
rey: el Ejército Borbónico en América colonial en vísperas de la Independencia, Castello de la Plana,
Universitat Jaume I, 2005; Juan Marchena Fernández, Ejército y Milicias en el mundo colonial ameri-
cano, Madrid, MAPFRE, 1992. Sobre el ejército realista, Julio Luqui-Lagleyze, El ejército realista en
la guerra de la Independencia, Buenos Aires, Instituto Nacional Sanmartiniano, 1995.
3
La oficialidad del ejército regular y la de las milicias constituyen grupos afines y permeables. Sin
embargo, la modalidad de incorporación propia a la oficialidad miliciana es suficientemente diferente
a la del ejército de línea como para justificar un tratamiento por separado.
4
Las actas del Cabildo de Buenos Aires abundan en denuncias de los atropellos cometidos por los mili-
tares apostados en la ciudad, por ejemplo «17 de abril 1805», J.J. Biedma (dir.), Acuerdos del Extinguido
Cabildo de Buenos Aires, Serie IV, t. II, Libro 60, Buenos Aires, Archivo General de la Nación Argentina,
1907-1927. Tulio Halperín Donghi ha señalado agudamente los recelos existentes entre los oficiales
profesionales y el resto de la élite colonial, «Revolutionary militarization», op. cit., pp. 85-87.

ESTUDIOS SOCIALES 41 [segundo semestre 2011] 43


que el Cabildo explicaba al Rey la sorpresiva pérdida de la ciudad a manos de los
atacantes, el 27 de junio de 1806:

«De todos estos males han sido causa la impericia, abandono, ignorancia y cobardía de
los oficiales y jefes veteranos […] ¿Pero qué podía esperarse de unos jefes que en lo que
menos han pensado en toda su vida, ha sido en arreglar sus regimientos y sujetarlos a
la disciplina? La verdad es que jamás hemos visto una parada, y así han ido todas las
cosas del servicio. ¿Qué se podía esperar de los oficiales subalternos, que a excepción
de uno u otro muy raros, los demás han hecho su carrera en el pasatiempo, el juego,
el baile, el paseo, sin contraerse ni aún por momentos a nada de lo concerniente al
servicio? […] Estos son malos servidores, infames vasallos, que es preciso cuando
menos retirarlos a Europa»5.

Luego de la revolución de mayo, sin embargo, los apremios de la situación


militar impusieron el aprovechamiento intensivo de los cuadros inmediatamente
disponibles, es decir, de todo oficial del ejército real o de las milicias coloniales que
se declarara patriota. La nueva Junta de gobierno había heredado el desprecio del
Cabildo por el viejo oficial español, desplegando todo un discurso de la «trans-
formación» y la «regeneración» de la profesión de las armas6, pero obligada por
el momento a convivir con los militares del antiguo régimen, cifró sus esperanzas
en la formación paulatina de una nueva generación de oficiales que cubriese la
demanda de unos ejércitos patrios en rápida expansión. Felizmente para la Junta,
el gran entusiasmo militar despertado por el estallido de la guerra produjo un flujo
constante de aspirantes a la oficialidad7.

5
«Carta del Cabildo a sus representantes en España, 1 de agosto 1807», en: J.J. Biedma (dir.), An-
tecedentes políticos, económicos y administrativos de la Revolución de Mayo de 1810. 1776-1812,
vol. 1, Buenos Aires, Archivo General de la Nación, 1914, pp. 412-420.
6
Con motivo de la creación de la escuela de matemáticas destinada a los oficiales del ejército, la Gaceta
del 23 de agosto 1810 hablaba del «principio de la ilustración de nuestros militares, y de la regeneración
de esa brillante carrera, que una política destructora había degradado, sepultándola diestramente en
las tinieblas de la ignorancia». Junta de Historia y Numismática Americana, Gaceta de Buenos Aires
(1810-1821), vol. 1, Buenos Aires, Compañía sud-americana de billetes de banco, 1910.
7
Los archivos de los regimientos recientemente creados muestran claramente esta tendencia. Los
comandantes designados reciben numerosas solicitudes de civiles, de militares retirados, de reserva
o de otros cuerpos, solicitando una plaza de oficial. Las mismas son rápidamente agotadas y un gran
número de solicitudes son rechazadas. Por ejemplo AGN X-4-2-3, X-4-2-4.

44 [La formación de un cuerpo de oficiales, 1810-1820] ALEJANDRO m. RABINOVICH


Dada la naturaleza fragmentaria y dispersa de la información disponible8, es muy
difícil determinar el número exacto de plazas de oficial creadas durante la guerra de la
independencia, pero es indispensable ensayar algunas aproximaciones cuantitativas
que nos permitan visualizar medianamente el peso de la cuestión. Para mediados
de 1813 la primer ola de movilización militar revolucionaria estaba llegando a su
apogeo, con fuertes efectivos apostados en el Alto Perú y nuevas unidades listas para
redoblar esfuerzos sobre la Banda Oriental. Hemos podido hallar los estados de
fuerza originales correspondientes a los meses de junio y julio de 1813 para cada una
de las tres grandes concentraciones de fuerzas de línea dependientes del gobierno
central: el Ejército Auxiliar del Perú en Potosí, el Ejército de la capital en Buenos
Aires y el Ejército de Operaciones (o del Este) sobre Montevideo9. En total, estas
fuerzas sumaban entonces un plantel confirmado de 520 oficiales regulares.
Esta cifra debe ser considerada como un piso para el cálculo de la cantidad de
oficiales actuantes. Se trata sólo de los oficiales en servicio activo presentes en las
tres localidades mencionadas al momento de las respectivas revistas de comisario,
con lo que no son considerados los numerosos oficiales que se encontraban de
servicio en otros puntos del territorio, en tránsito entre dos puntos o asignados a
otras tareas militares. Para asignar un techo al número total de oficiales deberemos
proceder de otra manera, concentrándonos no ya en los individuos registrados
efectivamente en las listas de revista (que conocemos siempre de manera incom-
pleta) sino en el número de empleos necesarios para el completo de todas las
unidades militares existentes en un momento dado. Afortunadamente, se cuenta
con información fehaciente referida a la totalidad de unidades de línea de las tres
armas para el 1 de diciembre de 181410.

8
La sala III del AGN conserva cientos de tomas de razón indexadas en un voluminoso índice, «Tomas
de razón de despachos y empleos, 1740-1821», pero no se cuenta aún con un estudio estadístico
de esta riquísima fuente. Debemos entonces operar con las cifras extraídas de las listas de revista y
los estados de fuerza parciales de las unidades militares, que nunca nos permiten realizar un cuadro
exhaustivo de los efectivos existentes en una fecha determinada. Esta situación refleja en parte la
realidad del fenómeno estudiado, puesto que las mismas autoridades militares centrales carecían
frecuentemente de información acerca del estado global de las fuerzas. Cabe recordar que recién el 26
de marzo de 1817 se creó propiamente hablando un Estado Mayor General encargado de centralizar
la información de todos los ejércitos.
9
AGN-X-3-8-6, X-3-8-6ª.
10
AGN-X-3-8-6, X-3-8-6ª.

ESTUDIOS SOCIALES 41 [segundo semestre 2011] 45


En dicha fecha, el Estado Mayor elaboró una serie de informes generales referidos
a todas las unidades de infantería, caballería y artillería de línea empleadas por el
gobierno, independientemente del ejército en que servían. Según estos documentos,
la caballería de línea debía contar con 176 oficiales, mientras que la infantería, la
artillería y los cazadores reunidos debían emplear a 647 oficiales para un gran total
de 823 militares de rango. Desde ya, no todas las unidades se encontraban en ese
momento con el número completo de oficiales estipulado por el reglamento: las
bajas, las dificultades de reclutamiento y las vicisitudes de la guerra hacían que
muchas unidades operasen con efectivos inferiores a los que les correspondían. Pero
esta cifra puede ser considerada como el objetivo de máxima de la militarización
impulsada desde el gobierno, como el fin de sus esfuerzos en la formación de la
oficialidad, como el número preciso de oficiales considerados necesarios.
Podemos entonces afirmar que, entre junio de 1813 y diciembre de 1814, el
número total de oficiales de línea del Río de la Plata se situó en algún punto entre
los 520 y los 823 efectivos militares. Dicho rango de cifras no contempla a los sub-
oficiales, a los oficiales de marina ni a los cientos de oficiales que servían en unidades
que el gobierno no consideraba como estrictamente regulares. La totalidad de las
divisiones orientales, las fuerzas de Salta y del Alto Perú, las milicias provinciales,
la caballería de la campaña de Buenos Aires o los gruesos regimientos cívicos de
la capital no son incluidos en el precedente cálculo. Así, los 520 a 823 individuos
estipulados no componen la totalidad del fenómeno de la oficialidad en la época
que nos interesa, sino que constituyen más bien su núcleo duro. Se trata de aquellos
hombres que la sociedad veía como el estamento de los «militares» propiamente
dichos: oficiales de carrera, veteranos, lanzados en la vía de los ascensos y empleados
de manera permanente en los ejércitos de línea del Estado central.
Agreguemos que pese a su número considerable, los oficiales constituían sólo una
fracción minúscula del mundo de los ejércitos. Según el reglamento de 1814, que
sirvió como modelo para las unidades de línea de todo el período, cada batallón de
infantería debía contar con 31 oficiales, 128 suboficiales y 600 soldados, mientras
que cada escuadrón de caballería estaría compuesto por 12 oficiales, 42 suboficiales
y 160 soldados. Esto representa un oficial por cada 23 hombres en la infantería y

46 [La formación de un cuerpo de oficiales, 1810-1820] ALEJANDRO m. RABINOVICH


un oficial por cada 16 en la caballería11. De manera que, con ligeras variaciones, los
oficiales constituían alrededor del 5% del efectivo total empleado en cada ejército.
Para cubrir estas plazas los ejércitos patriotas nunca se alejaron completamente
de lo prescripto por la ordenanza española de 1768 –la famosa «Ordenanza de
Carlos III» y sus sucesivas reformas–, texto que a más de ser el único inmediata-
mente disponible, poseía numerosas virtudes operacionales y reflejaba correcta-
mente el estado del arte de la época12. En cuanto a la oficialidad, esta ordenanza
abría formalmente la carrera militar a los talentos, pero prolongaba de manera
innegable una tradición eminentemente aristocrática según la cual los oficiales
eran ante todo los hijos de la nobleza, quienes daban muestra de fidelidad al rey
a través del servicio militar13.
Lo esencial para la ordenanza era entonces garantizar la unidad de procedencia
de los cuadros militares, por lo que sólo los hijos de oficial superior y los hijosdalgo
notorios podían ser incorporados como oficiales. Primaba así una lógica que podría-
mos llamar de «cooptación social», puesto que la oficialidad –ella misma la élite del
ejército– se nutría de los sectores privilegiados de la sociedad toda, garantizando su
propia reproducción y su posición respecto de otros sectores de la élite. A todas luces,
en cada incorporación se trataba menos de seleccionar un elemento profesionalmente
apto que de estrechar vínculos con familias y grupos ilustres e importantes.
Los ejércitos de la revolución, en un primer momento, iban a verse profunda-
mente marcados por el espíritu aristocratizante que emanaba de la ordenanza. La
incorporación a la oficialidad de los hijos de los estratos más influyentes aseguraba
el concurso político de sectores sociales clave para el éxito de la revolución, com-
prometiendo a las familias de los nuevos oficiales con la causa. Por otra parte, en las
turbulentas aguas de la política revolucionaria, los diversos jefes de partido habrían
de recurrir a las plazas de oficial para tejer poderosas alianzas político-militares.

11
Ver «Nuevo Reglamento y el últimamente adoptado para la formación de Batallones de Infantería
de línea y escuadrones de caballería de línea, 22 de nov. 1814», en: J.J. Biedma (dir.), Documentos
referentes a la Guerra de la Independencia y emancipación política de la República Argentina y de
otras secciones de América, vol. 1, Buenos Aires, Archivo General de la Nación, 1914, p. 337.
12
Acerca de la ordenanza española ver Fernando de Salas López, Ordenanzas militares en España e
Hispanoamérica, Madrid, MAPFRE, 1992.
13
Ídem, pp. 82-86, 102-106, 253-264.

ESTUDIOS SOCIALES 41 [segundo semestre 2011] 47


La conformación del cuadro inicial del regimiento de Granaderos a Caballo
es en este sentido un buen ejemplo14. Según el reglamento era el gobierno quien
designaba a los oficiales de un nuevo cuerpo, desde su comandante titular hasta los
oficiales subalternos, mientras que el comandante guardaba únicamente la prerro-
gativa de elevar al gobierno una terna de candidatos para cada plaza a cubrir15. El
designado comandante José de San Martín, sin embargo, hizo valer su peso político
para determinar personalmente las elecciones. En la primera gran promoción de
oficiales San Martín elevó al gobierno la terna reglamentaria de candidatos para
cada plaza16, pero ya algunos meses más tarde y más seguro de su prestigio mili-
tar, San Martín no proponía ternas sino que se limitaba a indicar al gobierno los
oficiales que él mismo elegía. El gobierno revolucionario protestaba en vano por
el atropello: se veía forzado a aceptar en consideración «al buen nombre del Sr.
Coronel»17. San Martín tenía así las manos libres para utilizar al nuevo regimiento
como plataforma de una red de alianzas a la vez política, militar y familiar –por
ejemplo con la familia Escalada, con la familia Pueyrredón, etc.– fundamental
para mantenerse a flote en el juego de poder revolucionario18.

14
Acerca del Regimiento de Granaderos a Caballo ver: C. Anschütz, Historia del Regimiento de
Granaderos a Caballo, 1812-1826, Buenos Aires, Círculo Militar, 1945.
15
La ordenanza indicaba un orden descendente para los nombramientos. El coronel proponía al
gobierno una terna de capitanes para las compañías de su regimiento, los capitanes proponían al
gobierno una terna de tenientes para sus compañías, etc. En el Río de la Plata, sin embargo, era
frecuente que el comandante de la unidad propusiese al gobierno las ternas para todas las plazas a
cubrir. Ver «Decreto del gobierno, 1817», Registro oficial de la República Argentina, vol. 1, Buenos
Aires, Imprenta especial de obras, 1879, p. 410.
16
«San Martín al Gobierno, 11 de noviembre 1812», AGN, X-4-2-3.
17
«San Martín al Gobierno, 13 de junio 1813», AGN, X-4-2-3.
18
La forma de la participación de los oficiales en las luchas de poder propias a la carrera de la revo-
lución son analizadas en Tulio Halperin Donghi, Revolución y Guerra . 200-234. Sobre la importancia
de las logias en este contexto, ver Felipe del Solar, «Diffusions et circulations des pratiques maçonni-
ques en Europe et en Méditerranée. XVIIIe-XIXe siècles», Coloquio internacional de Niza, Université
de Nice-Sophia Antipolis, Centre de la Méditerranée Moderne et Contemporaine-MSH de Nice, 2 y 3
de julio 2009.

48 [La formación de un cuerpo de oficiales, 1810-1820] ALEJANDRO m. RABINOVICH


La cooptación de cadetes
En los ejércitos de línea del Río de la Plata no era habitual –como sí podía serlo
en las milicias–, que un civil de posición social elevada ingresase al ejército direc-
tamente como oficial. El camino normal para los aspirantes a la oficialidad pasaba
por el sistema de cadetes nacido en el ejército francés («les gentilshommes cadets»),
copiado por las fuerzas españolas a principios del siglo XVIII19 y aplicado luego sin
grandes cambios por el gobierno revolucionario20. Este método respondía perfecta-
mente a la lógica de la cooptación social: según la ordenanza aplicada en los ejércitos
patrios sólo los hijos de capitán, nietos de teniente coronel o hijosdalgo notorios
podían aspirar a las plazas de cadete21, conservando además una serie de privilegios
de clase altamente significativos como el porte de espada y uso del Don.
Apenas unos meses después de los sucesos de mayo, Mariano Moreno fustigó
públicamente el sistema de cadetes heredado de la colonia prometiendo un cambio
radical de orientación:

«El gobierno antiguo empeñado en corromper todos los ramos, redujo la clase de
cadetes a unos términos, que dejaban al soldado sin ascensos, y los empleos las más
de las veces en manos de jóvenes inexpertos, y mal morigerados. El hijo de un coronel
cargaba cordones desde la cuna, y un soldado de setenta años, y otras tantas campañas,
cargaba al niño, que nunca podría igualar en honores y sueldo. Este niño podría ser
mal educado, sin costumbres, sin talentos, pero al fin sería general; porque teniendo
vida larga contaría muchos años, y estos le prepararían una antigüedad con que se
abría la puerta á los ascensos. La Junta seguirá una conducta enteramente contraria:

19
F. Redondo Díaz, «El ejército», La España de las reformas hasta el final del reinado de Carlos IV,
vol. X-2 de Historia General de España y América, Madrid, Rialp, 1990, pp. 175-176.
20
El sistema de cadetes estaba regulado por el Tratado segundo, título XVIII de las Ordenanzas. Para
mayor precisión, en este trabajo utilizaremos la versión de las ordenanzas reales adaptadas e impresas
en Buenos Aires, Títulos de las reales ordenanzas que de orden de la Exma. Junta se entresacan
de ella para una más fácil instrucción de los Soldados, Cabos, y Sargentos, insertándose en este
cuaderno algunos, que pertenecen también a los Señores Oficiales, Imprenta de niños expósitos,
1814 (de ahora en más Títulos de las reales ordenanzas).
21
Estos requisitos de nobleza figuran en la versión de la ordenanza impresa por el gobierno revoluciona-
rio, de manera que eran aplicables a los ejércitos de línea locales. El art. 1, inciso 3, de los Títulos de
las reales ordenanzas decía: «El que solicitare la plaza de Cadete, presentará al Coronel del Regimiento
los Instrumentos legítimos, y Testimonios auténticos fehacientes en la más debida forma, del gozo de
Hidalguía, y de ser tenido notoriamente por tal Hijodalgo en el Pueblo de donde fuera natural».

ESTUDIOS SOCIALES 41 [segundo semestre 2011] 49


ella está persuadida, que no puede ser buen oficial, el que no ha sido buen soldado;
y jamás permitirá que las cicatrices de un valiente se cubran con andrajos, mientras
las tristes reliquias de un corrompido, se disimulan con galones»22.

En concreto, la orden firmada por Moreno contemplaba dos medidas para lograr
los fines antedichos. Primeramente, que los sargentos y soldados de valor y buena
conducta fuesen atendidos con particular cuidado para las plazas de oficiales. Luego,
que sólo se aceptase la candidatura de aquellos cadetes que hubiesen demostrado
capacidad científica tras dos meses de cursado en la escuela de matemáticas.
Como se ve, la enérgica medida de la Junta abría grandes las puertas de un
acceso alternativo a la oficialidad –mediante el ascenso desde los rangos– pero no
concluía ni modificaba seriamente al sistema de cadetes. Estos seguirían existien-
do, guardarían la mayor parte de sus privilegios y provendrían como siempre de
familias nobles adineradas o militares, con la única salvedad que deberían pasar
por la escuela de matemáticas. La lógica de la cooptación no era así interrumpida.
Antes bien, se trataba sobre de todo de perfeccionarla, reservando como siempre
una porción preponderante del poder militar para los hijos de la élite, pero brin-
dándoles la formación necesaria para ejercerlo.
Los cadetes comenzaban su carrera militar muy jóvenes, a los 12 o 16 años, y
en casos extraordinarios desde los 6 años de edad23. Estos niños trocaban entonces
una vida hogareña que les era apenas conocida por un cuartel o un campamento
que se transformaría pronto en su único marco de referencia. La familia, que debía
hacer jugar toda su influencia para que el cadete fuera aceptado, debía además
estar en condiciones de costear un uniforme y proveerlo con una asistencia diaria
de 4 reales para cubrir sus gastos. Dado que sólo podían admitirse dos cadetes

22
«Orden del día de la Junta, 19 de octubre 1810», Gaceta de Buenos Aires del 23 de oct. 1810, en:
Junta de Historia y Numismática Americana, op. cit.
23
La ordenanza indicaba que los cadetes debían tener más de 16 años de edad, con excepción de los
hijos de militares que podían incorporarse desde los 12 años. Sin embargo, las fojas de servicio de los
ejércitos locales revelan excepciones flagrantes. Juan Isidro Quesada, nacido en 1802, fue nombrado
cadete de Patricios en 1808. Manuel Alejandro Pueyrredón fue cadete desde los 9 años de edad. Ver
J.I. Quesada, «Noticia sobre su vida y servicios», en: N.M. Saleño (dir.), Biblioteca de Mayo, Colec-
ción de Obras y Documentos para la Historia Argentina, vol. 2, Buenos Aires, Senado de la Nación,
1961, pp. 2013-15; M.A. Pueyrredón, Memorias inéditas del Coronel Manuel A. Pueyrredón, Buenos
Aires, Ed. Kraft, 1947, pp. 22-26.

50 [La formación de un cuerpo de oficiales, 1810-1820] ALEJANDRO m. RABINOVICH


por compañía de infantería y uno por cada compañía de caballería o dragones,
los jóvenes aspirantes crecían en un mundo de adultos dominado completamente
por la lógica militar. La obediencia, la subordinación y los ritmos del servicio eran
así asimilados rápidamente.
El futuro oficial aprendía los resortes de su profesión a partir de la experiencia
diaria del cuartel y de la campaña. Sin embargo, un esfuerzo mayor era necesario
para completar su formación profesional, y el mismo era realizado al interior del
regimiento. En un contexto como el del Río de la Plata independiente, donde
ninguna de las instituciones de educación militar logró tener demasiada continui-
dad24, las plazas de cadete constituían en realidad la única fuente de formación
teórica disponible para los principiantes en la carrera de las armas. La educación
de los cadetes era una responsabilidad del comandante de cada regimiento, quien
debía nombrar un oficial –generalmente un capitán, llamado «maestro de cade-
tes»–, encargado de formar una pequeña escuela donde los aspirantes estudiaran
las ordenanzas, la aritmética, la geometría y la fortificación.
A lo largo de la guerra de independencia, los comandantes y comisarios de los
ejércitos de línea utilizaron las plazas de cadete para comprometer a las familias
principales de cada provincia con el esfuerzo revolucionario. Gracias a un cierto
número de testimonios que han llegado hasta nosotros podemos conocer en detalle
el mecanismo de tales incorporaciones, las experiencias vividas por los actores y las
representaciones involucradas. El caso de la familia Cáceres, de la Banda Oriental,
nos ofrece un ejemplo elocuente.
La víspera de la batalla del Cerrito, en 1812, los jefes del ejército patriota –general
en jefe Manuel de Sarratea y jefe de estado mayor Francisco Javier de Viana– per-
noctaban en la casa de campo de la familia, en las Brujas. Durante la cena de Viana
solicitó a Cáceres que ofreciera uno de sus hijos a la carrera de las armas. El padre
se excusó alegando la corta edad de los mismos y ofreció su persona a cambio, con
la totalidad de sus esclavos. El oficial insistió, dirigiéndose ahora directamente al
joven Ramón Cáceres, de 14 años. En palabras de este último:

24
Más allá del corto intento de la Escuela de Matemáticas, los ejércitos del período revolucionario no con-
taron con una verdadera academia de oficiales aparte de las organizadas al interior de cada unidad.

ESTUDIOS SOCIALES 41 [segundo semestre 2011] 51


«En seguida empezó el Sor. Viana a catequizarme, ofreciéndome el puesto de Cadete
de Artillería y prometiéndome hacerme Alf.s a los cuatro meses, u antes si se tomaba
la Plaza –que me regalaría un uniforme con galón en el cuello y en la manga, y una
bonita Espada; Yo que no deseaba otra cosa que arrastrarla, que ardía en el fosfórico
entusiasmo, que a todos electrizaba al principio de la revolución, acepté la oferta que
fue aplaudida con un palmoteo de manos, y solo mi Padre quedó mustio y pensati-
vo; Se pidió papel y tintero, y de sobremesa me hicieron hacer la solicitud pidiendo
colocación en el cuerpo de Artillería– y en seguida la decretó el Sor. Viana, dándome
el nombramiento de Cadete»25.

El joven Cáceres marchó al día siguiente con el ejército y pocas horas más
tarde conoció su primer campo de batalla. Alejado por primera vez del ambiente
familiar, todo le parecía una aventura y las ocupaciones militares ocupaban un
lugar secundario: «Lo que deseaba era lucir mi bonito uniforme verde entre las
niñas». De todas maneras, puesto directamente bajo la protección del comandante
en jefe, el nuevo cadete tenía una brillante carrera asegurada y formaría parte de
las diversas fuerzas orientales durante décadas.
Algo similar sucedió con Lorenzo Lugones, hijo de una importante familia
patriota de Santiago del Estero. La primera división enviada por la revolución
hacia el interior atravesaba la provincia cuando su padre lo ofreció como cadete
al ejército. Contando con la protección directa del secretario de guerra Vicente
López, Lorenzo partió hacia el Alto Perú con la comitiva del general en jefe Ortiz
de Ocampo. Con sólo 15 años de edad, el muchacho de Santiago del Estero se
encontraba embarcado en una guerra revolucionaria, marchando hacia destinos
desconocidos, codeándose con los oficiales superiores, con uniforme a estrenar
y una mensualidad abultada asegurada por su padre. Su cabeza daba vueltas y
comprendía apenas lo que lo rodeaba:

«Salgo de mi casa muy satisfecho de ser un caballero Cadete aún sin saber lo que soy:
el lucido aparato militar, el brillo de las armas, el ruido de los tambores y la música
me electrizan, me deleitan, y arrebatado por ilusiones que enajenan mis sentidos, me
veo en regiones donde la imaginación me ofrece escenas que se me representan de una

25
Ramón de Cáceres, «Escritos Históricos del Coronel Ramón de Cázeres», en: Revista Histórica, N°
29, Montevideo, 1959, pp. 382-384.

52 [La formación de un cuerpo de oficiales, 1810-1820] ALEJANDRO m. RABINOVICH


manera indefinible, y sin acabar de creer lo mismo que estoy viendo, siento emociones
que no puedo explicar, todo llama interesantemente mi atención, todo me causa ilusión
y asombro en medio de aquel flujo y reflujo de movimientos que no comprendo»26.

Los archivos de cada provincia guardan las trazas de incorporaciones similares.


En Mendoza, cuando se inició en 1815 la formación del ejército de los Andes,
la élite local puso a decenas de sus hijos en la senda de los ascensos militares.
Conocemos en todo detalle, por ejemplo, el caso de la familia Díaz. Movido por
los nuevos aires marciales que se respiraban en la ciudad, Luciano Díaz decidió
enseñar el ejercicio de las armas a sus cinco hijos varones, de entre 8 y 13 años
de edad. A lo largo de varias semanas, en sesiones de largas horas, el padre hizo
maniobrar a sus hijos en el patio como si se tratase de un pelotón, hasta que estos
dominaron correctamente las evoluciones de base. Entonces mandó confeccionarles
un uniforme y pequeños fusiles y sables de madera27.
Así equipados y entrenados los envió al despacho del general en jefe José de San
Martín. El más pequeño de los Díaz llevaba una carta de presentación según la cual se
ofrecían los cinco en sacrificio por la Patria. Encantado, San Martín convocó al estado
mayor para presenciar el espectáculo de los cinco niños marchando; los oficiales los
alentaron en sus maniobras y les tiraron monedas. Para concluir, los niños recibieron
cinco pequeños fusiles y el mayor fue directamente incorporado como cadete. En
1818 lo vemos ya entre los oficiales que se batieron en Chacabuco, luego haría las
campañas del Perú y de Brasil para terminar su carrera con el grado de coronel28.

26
Lorenzo Lugones, Recuerdos Históricos sobre las campañas del Ejército Auxiliador del Perú, Buenos
Aires, Imprenta Europa, 1888, p. 17.
27
La historia de los hermanos Díaz es narrada por uno de ellos, Tomás José Díaz, Historia de aquellos
tiempos gloriosos, 25 de mayo 1883, Archivo Histórico Museo Mitre, Anexo San Martín. Todos los
detalles son corroborados por el testimonio de José Antonio Estrella, entrevistado en 1880 por B. Mitre
y Vedia, «Recuerdos del tiempo viejo 1816-1817», en: Revista de la Junta de Estudios Históricos de
Mendoza, N° 13, Mendoza, 1939, p. 342.
28
En Chacabuco Pedro José Díaz figura como subteniente del batallón N° 8. «Relación de los S.S. Gefes
y Oficiales que pasaron los Andes para la restauración de Chile», en: J.J. Biedma (dir.), Documentos
referentes…, op. cit., vol. 2, pp. 117-118.

ESTUDIOS SOCIALES 41 [segundo semestre 2011] 53


El problema de las motivaciones
Evidentemente, estamos aquí ante ejemplos de incorporaciones militares de
élite. Los cadetes reclutados en circunstancias como las de Cáceres, Díaz o Lu-
gones gozaban de privilegios y protecciones que les permitirían un ascenso más
rápido que lo normal, siempre y cuando uniesen a su nombre y relaciones una
dosis suficiente de capacidad militar. Es en este tipo de oficiales que se reclutaron
con preferencia los futuros comandantes de regimientos y divisiones patrias. Los
Lamadrid, los Lavalle, los Pacheco de las guerras de la revolución fueron general-
mente incorporados al ejército de esta forma, y permanecerían en el servicio de
las armas durante toda su vida activa.
En sus escritos, en sus peticiones al gobierno, en su correspondencia, los oficiales
de carrera salidos de la clase de cadete manifiestan normalmente una visión caba-
lleresca y hasta romántica de la profesión de las armas. Los cálculos utilitaristas,
los intereses económicos y toda cuestión de orden práctico son sistemáticamente
subsumidos en un discurso del honor, de la gloria y de la vocación militar que se
presenta a sí mismo con un ethos innato, como una predisposición natural irrefre-
nable29. José Manuel Zorrilla, teniente de artillería en el ejército chileno, nos da una
muestra del tono característico de los oficiales de carrera cuando solicita al gobierno
del Río de la Plata que se lo incorpore a las tropas próximas a entrar en campaña:

«La edad de veinte y ocho años que cuento unida a mi natural disposición a las armas no
se acomoda a los vagares de una vida apática o cuasi sedentaria. Me inflamo al solo oir la
Eroicid.d de las empresas de V.E. y quisiera sin retardacn. tener presente en ellas […]30»

Así, más allá de la decisión paterna o del interés familiar, el joven oficial de
carrera debía demostrar que había nacido militar, que estaba predestinado a di-
cha carrera y que no podría soportar ninguna otra. La inclinación a las armas, el
gusto por el riesgo, la impaciencia ante las labores de la vida civil, la ambición de
gloria, son elementos que predominan en este imaginario militar que distingue al
hombre de armas del hombre pacífico, del civil, del simple ciudadano visto con

29
Sobre el discurso de la gloria y las representaciones de los oficiales del Río de la Plata ver también
nuestro artículo «La gloria, esa plaga de nuestra pobre América del Sud», Nuevo Mundo Mundos
Nuevos, 2009, en línea: http://nuevomundo.revues.org/index54182.html.
30
AGN, X-6-3-3.

54 [La formación de un cuerpo de oficiales, 1810-1820] ALEJANDRO m. RABINOVICH


indiferencia cuando no con desdén31. En la misma línea, Ramón Larrea, que había
sido capitán del tercio de Catalanes durante las Invasiones Inglesas, se dirigía en
octubre de 1812 al gobierno para solicitar una plaza de oficial en el regimiento de
Granaderos a Caballo. En su comunicación, aclaraba que no lo hacía movido por
ninguna ambición, sino sólo por «justificar que prefiero los peligros y fatigas de
un guerrero, á los tranquilos conflictos de un Ciudadano, que ha deseado tiempo
há sellar con su sangre la libertad de la Patria»32.
Según este horizonte de representaciones, el oficial de carrera se presentaba como
constitutivamente diferente del resto de los ciudadanos. A más del peligro inherente
a su profesión, esta diferencia se manifestaba en el carácter propiamente político –en
el sentido de orientado al bien público– de su vocación. Mientras que los simples
civiles obraban en función de sus intereses particulares, el oficial se ofrecía en sacrifico
a la Patria y se hacía acreedor al honor y al reconocimiento de la sociedad toda.
Es por eso que en el discurso de los cadetes el problema del salario jugaba un
rol manifiestamente secundario como motivación laboral. El tratamiento de los
militares debía permitirles llevar una vida decente pero de ninguna manera ga-
rantizaba su fortuna. De hecho, a lo largo de las guerras revolucionarias el pago
de los haberes militares fue extremadamente inconstante. No sólo era normal que
oficiales y tropa se encontraran a medio sueldo, sino que se producían enormes
atrasos en las pagas33. Esto generó la acumulación de grandes deudas que recién
fueron saldadas varias décadas después, en los años 1880, por el Estado argentino34.
A lo largo de su vida activa, aquellos oficiales que debieron mantener a sus familias
a partir de su sueldo conocieron muchas veces una miseria que en condiciones
normales hubiera sido impensable para gente de su origen social.

31
Ver por ejemplo Tomás de Iriarte, Memorias, vol. 2, Buenos Aires, Ed. Argentinas, 1946, pp. 26-30,
234; Domingo de Arrieta, «Ratos de entretenimiento ó Memorias de un Soldado», en: Revista Nacional,
Buenos Aires, 1889, capítulo 25. La ordenanza misma mandaba que en todos sus diálogos con los
hombres de la tropa, los oficiales y cadetes les hagan ver cuánto mejor es la condición de soldado que la
de labrador o artesano. Títulos de las ordenanzas, tratado segundo, título XVIII, capítulo I, inciso 27.
32
AGN, X-6-3-2.
33
Tulio Halperin Donghi, «Gastos militares y economía regional: el Ejército del Norte (1810-1817)»,
Desarrollo Económico, vol. 11, N° 41, Buenos Aires, IDES, 1971, pp. 87-99; Beatriz Bragoni, «Gue-
rreros virtuosos, soldados a sueldo. Móviles de reclutamiento militar durante el desarrollo de la guerra
de independencia»,en: Dimensión Antropológica, N° 35, México, INAH, 2005, pp. 95-138.
34
Los legajos correspondientes se encuentran en: «Comisión liquidadora de la deuda de la Indepen-
dencia y del Brasil», AGN, III-60-1-1/63-2-3.

ESTUDIOS SOCIALES 41 [segundo semestre 2011] 55


En consecuencia, el Estado y la institución militar pusieron especial énfasis
en los estímulos no monetarios destinados a recompensar el trabajo del oficial.
En general, podemos decir que dichos estímulos operaban desde la lógica de la
diferencia, es decir, servían como marcas exteriores que ratificaban la distancia
que separaba al militar del resto de la sociedad. Honores, saludos, uniformes,
condecoraciones, posiciones de privilegio en los actos públicos, porte de armas y
todo tipo de reconocimientos oficiales eran dirigidos sistemáticamente hacia los
oficiales para motivarlos en el avance de su carrera35. A esto se refería una carta
anónima publicada en El Censor, cuando afirmaba que «Los oficiales no sirven
en general, por adquirir la subsistencia, sino por el brillo del empleo»36. A esto se
refería también el secretario de la guerra de Viana, en carta al gobierno chileno:

«Excelentísimo. Sr.: si los militares después de las fatigas y arriesgados servicios que
hacen a la patria, no tuviesen otro aliciente y estímulo, que el corto estipendio que
reciben, preciso e indispensable para su mantenimiento y subsistencia, serían los
pocos los que constantemente abrazasen la carrera ­­­–pero la falta de aquel la llenan las
excepciones y prerrogativas que les están dispensadas y que son las que principalmente
arrastran a alistarse en los ejércitos»37.

Mucho más que en la exactitud de la paga, era en el respeto a los honores,


los privilegios y las prerrogativas especiales que les eran debidas que los oficiales
se mostraban realmente celosos, iniciando encendidas demandas ante la menor
infracción al protocolo. Es que la distinción –respecto de la tropa primero, y de
los civiles después– era un elemento central de la identidad de los oficiales. Era
esta pertenencia identitaria, este espíritu de cuerpo, este orgullo de casta, el que

35
Estos honores eran considerados de una importancia fundamental, por lo que se los reglamentaba
rigurosamente. Ver el manuscrito Reglamento de los honores militares que deben hacerse al Dios de
los Extos: al Director Supremo del Estado en las Prov. Unidas del RDLP: Brigadieres y demas Xefes
de las Armas: los que por Cuerpos enteros corresponden: Guardias y honores a personas que por sus
dignidades los gozan no siendo militares y honores fúnebres, Museo Histórico Nacional, Montevideo,
Archivo del Coronel Francisco Lasala, t. 1951.
36
«Carta de Antonio Gez y Nocejes», El Censor, 1 de agosto 1816, en Gerónimo Espejo, El paso de
los Andes. Crónica histórica de las operaciones del Ejército de los Andes para la restauración de
Chile en 1817, Buenos Aires, La Facultad, 1916, pp. 53-55.
37
«Carta de Francisco Xavier de Viana, Buenos Aires, 4 de junio 1812», en J.J. Biedma (dir.), Docu-
mentos referentes…, op. cit., vol. 1, p. 123.

56 [La formación de un cuerpo de oficiales, 1810-1820] ALEJANDRO m. RABINOVICH


llamaba a los hijos de la élite a la carrea de las armas. Y sin embargo, la experiencia
de la guerra revolucionaria habría de amenazar la unidad de procedencia propia
a la oficialidad colonial. Ya lo hemos anunciado, desde la revolución de mayo la
cooptación social propia del sistema de cadetes no era más que una de las vías
de ingreso al cuerpo de oficiales. Otro elemento existente pero marginal en los
ejércitos reales habría de cobrar ahora una fuerza renovada: el ascenso desde los
rangos hasta las plazas de oficial.

La selección de los mejores soldados


La historiografía tradicional de la guerra de la independencia asume más o
menos tácitamente que el cuerpo de oficiales de los ejércitos regulares era una
prolongación directa de la élite social38. Algún ejemplo aislado de soldado de
baja condición habiendo llegado al generalato sirve aquí y allá como muestra de
heroísmo, pero la figura que predomina en los relatos históricos es la de los «hijos
de lo más distinguido de la sociedad» corriendo a cubrir las plazas de oficial del
regimiento de Granaderos a Caballo o del Ejército de los Andes. Ya dentro de la
historiografía académica, y en el trabajo fundador de nuestra visión de la revolu-
ción, el mismo Halperin Donghi plantea la duda acerca del alcance de la apertura
de la oficialidad prometida por Moreno39.
En la primera parte de este trabajo hemos visto que, efectivamente, en lo que
respecta al sistema de cadetes las plazas de oficial seguían siendo propiedad exclusiva
de una élite social. ¿Pero acaso toda la oficialidad provenía de la clase de cadetes? Por
el momento no se dispone de un estudio sistemático de las numerosísimas tomas
de razón que existen en el archivo, por lo que es imposible avanzar a ciencia cierta
en el aspecto cuantitativo y global de la cuestión. Pero vamos conociendo mejor
ciertas realidades acotadas que, sin ser inmediatamente generalizables, nos brindan
indicios que pueden servirnos para plantear más adecuadamente el problema.

38
Damián Hudson, Recuerdos Históricos sobre la Provincia de Cuyo, vol. 1, Buenos Aires, Imprenta
de Juan A. Alsina, 1898, pp. 92-93. Cf. Bartolomé Mitre, Historia de San Martín y de la emancipación
Sudamericana, 2° ed., vol. 1, Buenos Aires, Félix Lajouane, p. 140.
39
Luego de citar la promesa de Moreno respecto de favorecer con ascensos a los sargentos y soldados
dice Halperin: «Basta recorrer las Tomas de razón de despachos militares para advertir qué prudente
aplicación se hizo de esta nueva disposición: no estaba en el interés del nuevo orden disminuir la
distancia entre oficiales y tropa…». Revolución y Guerra, op. cit., p. 205.

ESTUDIOS SOCIALES 41 [segundo semestre 2011] 57


Comencemos con el cuerpo que, justamente, era visto por los contemporáneos
como el más aristocrático: el Regimiento de Granaderos a Caballo. Existe acerca
de este cuerpo «modelo» no sólo un archivo particularmente completo sino una
serie de trabajos de historia militar altamente desarrollados. Es posible entonces
conocer su cuerpo de oficiales con una precisión difícil de equiparar40.
Se tienen datos completos acerca de la carrera de 139 de los 209 oficiales que pa-
saron por el regimiento durante los años 1812-1816. De estos 139, 67 comenzaron
su carrera de oficial en el seno de los granaderos, por lo que es sencillo saber cuáles
fueron sus vías de incorporación a la oficialidad. El resultado es sorprendente: de
los 67 oficiales producidos por el regimiento, un poco más de la mitad (35 casos)
habían sido incorporados al cuerpo como cadetes, pero casi otros tantos (32 casos)
habían iniciado sus carreras en el regimiento como simples soldados (14 casos41),
como soldados distinguidos (5 casos42) o como suboficiales (13 casos). De modo
que, a pesar de la continuidad evidente en lo mandado por la ordenanza, al menos
en los granaderos la carrera de las armas estaba efectivamente abierta a los talentos,
tal como lo había prometido Mariano Moreno. Cerca de la mitad de las deseadas
plazas de oficial en el regimiento más selecto del ejército, estaban ocupadas por
hombres que habían accedido a ellas desde los rangos43.
Desde ya, los cadetes corrían con ventaja, en el sentido que estaban práctica-
mente seguros de pasar a formar parte del cuerpo de oficiales tarde o temprano,
mientras que los soldados y suboficiales que llegaron a lograrlo no representan más

40
El análisis que sigue está basado en AGN X-4-2-3, X-4-2-4 y en un excelente trabajo de sociología
militar: Federico E. Mittelbach, San Martín organizador militar, Buenos Aires, Ed. Dunken, 1998,
sobre todo pp. 42-45, 167-188. Cf. Camilo Anschütz, op. cit.
41
Se trata de los simples soldados José Félix Bogado, Adrián Cardoso, Eustoquio Frías, José Antonio
Moncada, José de Obregoso, Francisco Olmos, Juan Esteban Pedernera, Juan Francisco Recalde,
Paulino Rojas, Manuel Romero, Prudencio Torres, Francisco Xirón, José Rufino Zado. Incluimos al
soldado voluntario Juan Esteban Rodríguez. La lista completa de oficiales en Federico Mittelbach, op.
cit., pp. 170, 182-188.
42
Soldados distinguidos José Gregorio Aycardo, Francisco Borja Moyano, Carlos Bownes, Leonardo
Oros, José María Villanueva. El soldado distinguido era un recluta de buen apellido pero cuya familia era
incapaz de costear la plaza de cadete. Perteneciente entonces a una especie de nobleza empobrecida,
no tenía garantizado el acceso a las plazas de oficial.
43
A modo de comparación, en el ejército revolucionario de Venezuela sólo un 21% de los oficiales
había salido de los rangos, mientras que en los ejércitos napoleónicos su número llegaba al 77%.
Clément Thibaud, Repúblicas en armas. Los ejércitos bolivarianos en la guerra de Independencia en
Colombia y Venezuela, Bogotá, Planeta, 2003.

58 [La formación de un cuerpo de oficiales, 1810-1820] ALEJANDRO m. RABINOVICH


que una parte minúscula de los centenares de hombres que llenaban los rangos. Sin
embargo, una vez que estos soldados ascendieron al cuerpo de oficiales, ninguna
otra discriminación les fue impuesta y su perfil de ascensos fue prácticamente
idéntico al de los cadetes. De hecho, de los 19 soldados ascendidos a oficial cono-
cemos el grado con que 17 de ellos fueron dados de baja: ¡siete llegaron a coronel
y dos a los grados máximos de teniente general y brigadier general!
Ahora bien, el proceso de selección desde los rangos era extremadamente largo
y riguroso. Salvo en los casos de acciones meritorias extraordinarias, el simple
soldado tenía un trabajoso camino por delante antes de aspirar a la oficialidad. El
escalafón estaba pensado como una serie de peldaños que había que subir progre-
sivamente, cada uno de ellos demandando tres, cuatro o más años de antigüedad.
El soldado debía ascender a cabo segundo, cabo primero, sargento segundo y
sargento primero antes de llegar al primer grado de la oficialidad: subteniente
o alférez. La mayoría de los reclutas no duraban tanto tiempo en el servicio: las
heridas, las enfermedades o la deserción cortaban una porción considerable de
las carreras. Por otra parte, la enorme mayoría de los soldados eran enrolados por
un período no mayor de cuatro años, de manera que, para ascender, era necesario
que el soldado se re-enlistase de manera voluntaria.
Aún hacía falta un requisito adicional: para obtener una plaza de sargento pri-
mero, y con más razón una plaza de oficial, era una condición no excluyente pero sí
muy importante el estar alfabetizado44. Gabriel Di Meglio, en su estudio referido a
los cuerpos de infantería formados en la ciudad de Buenos Aires, señala que apenas
un 12% de la tropa sabía firmar45. De manera que una parte abrumadoramente
mayoritaria del efectivo encontraría enormes dificultades para desempeñarse como
oficial, a menos que se alfabetizase durante la vida militar.
Tenemos entonces el perfil del soldado destinado a hacer carrera: un soldado
alfabetizado y re-enlistado voluntariamente. Ciertamente, tales candidatos no
constituían la norma entre la tropa. Aún era necesario que el soldado diese mues-
tras de valor bajo fuego, que tuviese capacidad y buena conducta, que pasara con

44
El sargento debía filiar reclutas y llevar listas de compañía. El sargento primero debía, además,
llevar un «Libro de Orden» donde se copiaba cada día la orden general. Para todas estas funciones era
necesario estar alfabetizado. Títulos de las reales ordenanzas, Título Cuarto, pp. 53-54.
45
Gabriel Di Meglio, Viva el bajo pueblo. La plebe urbana de Buenos Aires y la política entre la re-
volución de mayo y el rosismo, Buenos Aires, Prometeo, 2007, p. 161.

ESTUDIOS SOCIALES 41 [segundo semestre 2011] 59


éxito múltiples exámenes referidos a las ordenanzas. Sin embargo el caso de los
granaderos muestra que tales candidatos existían y que guardaban un peso consi-
derable dentro de la configuración de la oficialidad. No debemos olvidar que los
oficiales estaban respecto de los efectivos totales en una relación de 1 cada 23 en
la infantería y de 1 cada 16 en la caballería, de modo que una minoría extrema de
soldados podía tener un impacto importante sobre el número de oficiales.
Las estrategias utilizadas por los soldados deseosos de ascender se revelan cuando
se consideran algunos casos particulares. El miliciano Santos Rodríguez, nacido en
Buenos Aires, era por ejemplo un candidato perfecto a la oficialidad. En una soli-
citud dirigida al estado mayor, en 1812, se presentaba de la siguiente manera:

«inclinado a las armas por naturaleza fue soldado y cabo 1° en el Regimiento N1°
siguiendo la carrera en Sargento primero de la décima compañía Cívica; y vencido
de los sentimientos de su corazón ha resuelto el ponerse a la frente del enemigo en
el sitio de Montevideo»46.

A continuación Rodríguez solicitaba se le expidiese un pasaporte para presentarse


ante los jefes del ejército patriota en la Banda Oriental, donde se combatía feroz-
mente. El estado mayor consultó a los alcaldes de barrio correspondientes quienes
confirmaron que Santos era un patricio honrado, soltero y patriota decidido. Se le
dio entonces el pasaporte y una carta oficial de recomendación para el mismísimo
general en jefe Sarratea, ante quien debería presentarse personalmente.
El caso de Rodríguez es interesante porque en su calidad de miliciano cívico
hubiera tenido todas las chances de esquivar el servicio en el ejército de línea, de
haberlo querido así. Pero «su inclinación natural» lo llevaba a buscar la incorpo-
ración al ejército activo como una distinción, mientras que tantos otros huían
desesperadamente a esta perspectiva. Ahora, presentándose voluntariamente ante
la máxima autoridad del ejército, tenía grandes chances de franquear la última
barrera que lo separaba de la oficialidad. La clave, en el caso de Rodríguez como
en muchas otras carreras, residía en la elección estratégica de las oportunidades
para re-enlistarse y en el pasaje entre las milicias y el ejército de línea. En efecto, no
existía una regla estricta de homologación de grados entre el escalafón del ejército
y el de las milicias, pero se aceptaba generalmente que el primero fuera un grado

46
AGN, X-6-5-1.

60 [La formación de un cuerpo de oficiales, 1810-1820] ALEJANDRO m. RABINOVICH


más elevado. Así, un cabo primero veterano como Rodríguez podía, terminado su
período de servicio, pasar a las milicias con ventaja, subiendo uno o más grados
(en su caso, hasta sargento primero). Era probable que, volviendo al ejército de
línea de manera voluntaria, pudiera al menos hacer respetar su grado miliciano,
o incluso volver a avanzar.

Los ascensos y el combate


No debemos perder de vista que el Río de la Plata se encontraba en un estado
de guerra permanente. Los requisitos de antigüedad y las demás formalidades de
la ordenanza estaban diseñados para los tiempos de paz, pero entre 1810 y 1820
los ejércitos patrios no descansaron nunca, atendiendo múltiples frentes, librando
decenas de combates y batallas, cubriendo aceleradamente cientos y miles de bajas.
El gobierno revolucionario debía improvisar regimientos enteros. No es entonces
de extrañar que encontremos oficiales superiores de alfabetización dudosa, ni que
más de un jinete intrépido haya llegado a los más altos puestos de comando en
solo unos años. Las ocasiones de distinguirse abundaban, los militares del Río de
la Plata vivían tiempos extraordinarios.
Lo esencial era llegar, como Santos Rodríguez, al grado de sargento primero.
Se estaba entonces a un paso de la oficialidad y bastaba una batalla victoriosa
para dar el salto, puesto que luego de cada combate favorable era costumbre que
se distribuyesen generosamente las promociones entre los soldados, suboficiales
y oficiales47. Luego de las batallas de Tucumán y Salta, por ejemplo, el gobierno
autorizó una ola de ascensos para el maltrecho Ejército Auxiliar del Perú. A este fin,
el general en jefe Manuel Belgrano pidió informes detallados a cada comandante
de batallón acerca del comportamiento en combate de sus subordinados, investi-
gando personalmente las características de cada candidato meritorio. Entre estos
se encontraban naturalmente un gran número de soldados que habían llegado a
tener grados de sargento, por lo que al obtener un nuevo ascenso entraron en la
oficialidad. Veamos de qué manera.

47
Los ascensos no sólo se otorgaban por participar en batallas generales, sino en acciones parciales
o guerrillas. Ver lo ocurrido tras la acción de Chillán en 1818, J.J. Biedma (dir.), Documentos refe-
rentes…, op. cit., vol. 2, pp. 331-333.

ESTUDIOS SOCIALES 41 [segundo semestre 2011] 61


Hemos encontrado en el archivo un documento excepcional, elaborado por el
mismo Belgrano, en el que se detallan los ascensos otorgados tras las batallas men-
cionadas a un regimiento de dragones y a cinco unidades de infantería, incluido el
batallón de Pardos y Morenos48. Además de los múltiples ascensos otorgados a quienes
ya eran oficiales, 30 hombres de dichas unidades fueron ascendidos a la oficialidad:
21 de ellos eran hasta entonces sargentos, 8 cadetes y un soldado distinguido.
Es decir que los soldados habiendo pasado por la sargentía representan el 70%
de los nuevos oficiales. Los individuos en cuestión son: Regimiento de Dragones
Ligeros de la Patria: sargentos Eusebio Cainzo, Francisco Saravia, Isidoro Villar y
Diaz, Antonio Guevara, ascienden a subtenientes; sargento José María Villafuerte
asciende a porta-guión. Regimiento n° 6 de Infantería de Línea: sargentos primero
Antonio Carballo, Antonio Correa, José Saura, Asencio Lescano, Felipe Bott ascien-
den a subtenientes. Batallón de Cazadores: sargento primero Juan de Dios González
asciende a subteniente (por Tucumán) y luego a teniente (por Salta). Sargentos
primero Marcelino Aparicio y Francisco Cuevas, sargento segundo Fermín Aguirre
ascienden a subtenientes. Sargento segundo José Félix Ortiz asciende a subteniente
(por Tucumán) y luego a teniente (por Salta). Batallón de Pardos y Morenos: sargentos
primero Manuel Espindola, Josef Cabrera, Gerónimo Gonzales, Mariano Campos,
Pablo Morillo ascienden a subtenientes. Batallón del Regimiento n° 2 de Infantería
de Línea: sargento primero Hipólito Ponce asciende a subteniente49.
Para medir correctamente el peso de esta impresionante promoción colec-
tiva de oficiales, es conveniente recordar que cada compañía requería un sólo
subteniente, de manera que en un mismo decreto el gobierno estaba creando
el cuadro de subtenientes de prácticamente dos regimientos completos a partir
de individuos seleccionados entre la tropa de sólo seis unidades. Los sargentos
ascendidos entraban así a una nueva dimensión de su carrera en el ejército. En
solo unos días, en apenas unas horas de combate, habían avanzado lo que en otros
tiempos hubiera demorado largos años. ¡José Félix Ortiz había combatido como
sargento segundo en Tucumán y emergía de la batalla de Salta ya como teniente!

48
AGN X-23-2-3, varias listas de oficiales firmadas por Manuel Belgrano, Jujuy, 9 de mayo 1813. Al
lado del nombre y nuevo grado de cada individuo, Belgrano consigna en varias columnas su nivel de
«valor», «aplicación» y «conducta».
49
Ninguno de los nombres mencionados figura en la lista de heridos por lo que sus ascensos no se
explican por esa causa.

62 [La formación de un cuerpo de oficiales, 1810-1820] ALEJANDRO m. RABINOVICH


Vemos así que no existía necesariamente, como se cree habitualmente, un abismo
insuperable separando a los rangos del ejército de la oficialidad. Los soldados que
permanecían en el ejército de línea y sobrevivían a suficientes acciones de guerra
podían efectivamente aspirar al cuadro de oficiales.
En este punto surgen nuevos interrogantes. ¿Cuál era la procedencia social de
cada uno de los hombres seleccionados desde los rangos? ¿Y qué sucedía con su
status social una vez que ingresaban a la oficialidad? Responder al primer punto para
cada caso es extremadamente difícil dado que, pese a extensas búsquedas, no hemos
podido encontrar en el archivo las filiaciones iniciales de los individuos promovidos
por Belgrano. Sin embargo hay dos indicios que pueden brindarnos ayuda.
En primer lugar, lo mandado por la ordenanza. Según ésta, como hemos visto,
los reclutas de buen nacimiento debían ser incorporados como cadetes y, de no
poder pagar su estipendio, como soldados distinguidos. Pero de ninguna manera
los soldados hijosdalgo habrían de pasar por las plazas de cabo y de sargento, sino
que serían colocados como portaestandartes hasta que se liberasen otras plazas
de oficial50. De esta forma, el hecho de figurar como simple soldado o como sar-
gento es un fuerte indicio –aunque no certeza, porque existían excepciones– de
extracción social modesta.
El segundo indicio es el uso del Don. Como se sabe, el uso de dicho título en el
Río de la Plata denotaba la pertenencia a familias por lo menos «decentes», cuando
no «notables». La ausencia del Don en documentos oficiales es entonces indicador
de un probable origen en los sectores populares51, y en efecto en las listas de revista
y otros documentos del ejército son absolutamente extraordinarios los casos en
que un soldado, sargento o cabo figura con la anteposición de Don52.

50
Títulos de las ordenanzas, tratado segundo, título XVIII, capítulo I, incisos 11, 12, 13, 14.
51
Decía el diccionario de la Real Academia Española de 1803: «Don: título honorífico y de dignidad que
se daba antiguamente á muy pocos, aun de la primera nobleza, y que se ha hecho ya distintivo de todos
los nobles, aunque también se suele dar á los que no lo son por mera tolerancia, ó abuso. Dominus».
En el Río de la Plata esta «tolerancia o abuso» era más extendida que en la península, dándose nor-
malmente el uso de Don a toda la «gente decente». Para el uso de Don en el ejército ver G.R. Andrews,
«The Afro-Argentine Officers of Buenos Aires Province, 1800-1860», The Journal of Negro History, vol.
64, N° 2, Association for the Study of African-American Life and History, 1979, pp. 87-89.
52
Gabriel Di Meglio, op. cit., p. 160-161, Cuadro 11. Los cadetes y soldados distinguidos, en cambio,
siempre aparecen con uso de Don.

ESTUDIOS SOCIALES 41 [segundo semestre 2011] 63


Ahora bien, algo curioso ocurre al seguir la evolución de las listas de revista de
una unidad a lo largo de los meses. Los mismos soldados y sargentos que figuran
sin uso de Don durante meses y años, al ganar el ascenso que los lleva finalmente al
cuadro de oficiales pasan a figurar con la anteposición del Don. Para seguir con el
ejemplo de los sargentos promovidos por Belgrano, en la revista de enero de 1813
(inmediatamente antes de la batalla de Salta) Antonio Carballo, sin anteposición de
Don, figura como sargento primero de la 4º compañía del 2º batallón del regimiento
n° 6 de infantería. Pero en la revista del 28 de febrero de 1813 (justo después de la
batalla) ya figura como D. Antonio Carballo, subteniente de bandera del estado
mayor del segundo batallón53. Exactamente lo mismo ocurre con Antonio Correa,
Felipe Bott y los demás sargentos ascendidos a oficial: todos figuraban sin Don
como soldados y sargentos, todos los ganaron al llegar a la oficialidad.
Incluso en el batallón de Pardos y Morenos, donde la mayoría –sino la totali-
dad– de los soldados y suboficiales eran de color, se percibe el mismo fenómeno54.
En agosto de 1810 Gerónimo González (sin Don) figura como sargento 2º, luego
asciende en enero de 1811 a sargento 1º (sin Don), y finalmente aparece en enero
de 1813 como subteniente y con uso de Don. Lo mismo sucede con Manuel
Espindola, Josef Tomás Cabrera, Mariano Campos y los demás. Incluso Ramón
Mauriño que figura en agosto de 1810 como sargento 1º (sin Don) ya es teniente
(con Don) antes de la batalla de Salta y asciende gracias a ella al grado de capitán,
¡con lo cual recorrió medio escalafón en apenas tres años!55

53
AGN III –Listas de revista– Nº 15. Es interesante notar que en la misma revista del 28 de febrero,
pero en su unidad de origen (la 4ta del 2), figura en nota que «el sargento Antonio Carballo» (sin uso
de Don) no está presente por haber ascendido a subteniente de otra unidad. Es decir que el comisario
de revista, en el mismo día, se refiere a Carballo sin Don allí donde figura como sargento, pero con
Don cuando figura en su lugar como oficial. Cabe aclarar que las planillas para lista de revista no eran
aún impresas, por lo que el comisario podía agregar o quitar el Don (D.) a voluntad.
54
AGN III –Listas de revista– N° 22.
55
Ya desde 1979, el citado artículo de G.R. Andrews insiste acerca de la importancia de las carreras
militares en la movilidad ascendente de negros, pardos y morenos. El autor logra identificar fehaciente-
mente un mínimo de 39 oficiales de color en las filas de los batallones patriotas, de los que 11 llegaron
al grado de teniente coronel y coronel. Estos negros, muchos de los cuales eran esclavos libertos, no
sólo ganaban el uso del Don con sus ascensos, sino que «blanqueaban» su status social hasta figurar
en los documentos militares como blancos. G.R. Andrews, op. cit. pp. 85-100. Cf. I. Diggs, «The Negro
in the Viceroyalty of the Rio de la Plata», The Journal of Negro History, vol. 36, N° 3, Association for
the Study of African-American Life and History, 1951, pp. 281-301.

64 [La formación de un cuerpo de oficiales, 1810-1820] ALEJANDRO m. RABINOVICH


El seguimiento de las listas de revista de otras unidades del período confirma
lo indicado: el ascenso desde los rangos a la oficialidad es un fenómeno bastante
extendido que comporta en todos los casos la adición del Don a sujetos que pre-
cedentemente no lo portaban. Lo cual nos indica a su vez dos cosas: 1) el hecho
que en los documentos militares posteriores a 1810 la totalidad de los oficiales
figure con la anteposición de Don no quiere decir, de ninguna manera, que los
mismos procedan de sectores sociales privilegiados. En las listas de oficiales se
esconden decenas o centenares de militares que proceden de los rangos y que
no usaban previamente el Don. 2) el uso del Don en los documentos militares es
entonces esencialmente posicional: indica menos el origen social de una persona
que su posición actual en la escala jerárquica. Es decir que, para aquellos que no
lo poseen por su nacimiento, el uso del Don es ganado al acceder a la oficialidad,
justamente porque ella es la élite militar e implica, por el solo hecho de pertenecer
a ella, un alto grado de respetabilidad social.
Este acenso social era acompañado y visibilizado por toda una serie de prerro-
gativas inherentes a la condición de oficial que ya hemos mencionado brevemente.
La nueva posición era expresada también en un cambio en la escala de salarios.
Mientras que los sueldos recibidos aumentaban muy gradualmente entre las
clases de soldado y suboficial, el pasaje al cuerpo de oficiales implicaba un salto
importante en los emolumentos recibidos, como queda expresado en el esquema
de remuneraciones mensuales militares de 1813 (cuadro n° 1). Los sueldos de los
oficiales eran de paga tan irregular como los de los soldados, pero la diferencia
entre un salario de oficial y uno de tropa era suficiente como para que un hombre
de modestos recursos cambiase gradualmente sus parámetros de consumo, de
vestimenta, tal vez incluso de vivienda familiar. Los oficiales ascendidos desde los
rangos no han dejado largas memorias como los cadetes, de manera que no pode-
mos conocer con igual detalle sus percepciones e ideas respecto de los privilegios y
beneficios de la oficialidad. Es sin embargo factible que elementos más concretos
como el salario jugasen un papel considerable entre sus motivaciones.

Conclusiones: jerarquía militar y movilidad social


De todo lo que antecede se desprenden básicamente tres conclusiones que son
otras tantas hipótesis a ser corroboradas por trabajos colectivos más generales y
de mayor alcance.

ESTUDIOS SOCIALES 41 [segundo semestre 2011] 65


1. Existen indicios importantes sugiriendo que la oficialidad de los ejércitos de
línea revolucionarios no contaba con la abrumadora homogeneidad social buscada
por la ordenanza colonial. En sus filas se encontraba ciertamente una parte impor-
tante de los sectores privilegiados, quienes eran cooptados de manera sistemática
mediante las plazas de cadetes. Pero estos oficiales de origen acomodado, quienes
concebían su profesión a partir de la distinción social, debían codearse con un
número considerable de oficiales salidos desde los rangos de soldado, los cuales
provenían mayoritariamente de sectores populares.
2. Para los hombres de origen social modesto la carrera militar representaba
efectivamente una vía de movilidad social ascendente extraordinaria para los
parámetros de la época. En tiempos de guerra un recluta capaz y persistente
podía, cualquiera fuese su origen, escalar los grados intermedios hasta llegar a
la oficialidad. El momento clave de este camino era el pasaje de la sargentía a la
subtenencia. En este último salto el militar era transportado a una nueva esfera
donde disfrutaba de todos los signos de la respetabilidad militar y social, como
el uso del Don, el porte de espada, el uso de distintivos especiales en el uniforme,
el derecho a saludos y honores, la prerrogativa de ser juzgado por sus pares y el
goce de un sueldo acorde.
3. Desde la historiografía se cuestiona frecuentemente el alcance social de la
revolución de mayo56. En lo que hace a su brazo militar, sin embargo, es indu-
dable que el estado de guerra permanente produjo cambios considerables en el
status quo. Al mismo tiempo que imponían una pesadísima carga a los pueblos,
la guerra y la revolución ofrecieron oportunidades inéditas a los sectores militar-
mente movilizados, abriendo las puertas a un tipo de movilidad social acelerado
impensable en otro contexto. Al mismo tiempo, en la medida en que los ejércitos
libraban una lucha que era no sólo militar sino política, a partir de los ascensos
los sectores populares ganaban la posibilidad de gravitar en los nuevos juegos de
poder revolucionarios.

56
Un resumen de la cuestión en Raúl O. Fradkin, «¿Qué tuvo de revolucionaria la revolución de independen-
cia?», Nuevo Topo. Revista de historia y pensamiento crítico, N° 5, Buenos Aires, 2008, pp. 15-43.

66 [La formación de un cuerpo de oficiales, 1810-1820] ALEJANDRO m. RABINOVICH


Cuadro 1:
Remuneraciones mensuales en el ejército

Soldado 10 pesos
Cabo segundo 11 pesos
Cabo primero 12 pesos
Sargento segundo 14 pesos
Sargento primero 16 pesos
Subteniente de infantería/
Caballería 25/35 pesos

Fuente: «Razón de los sueldos y gratificaciones


que disfrutan los oficiales y presta la Tropa en esta
Capital según el nuevo reglamento, 16 de noviem-
bre 1813», en: J.J. Biedma (dir.), Documentos
referentes…, op. cit., vol. 1, p. 177.

Registro bibliográfico Descriptores · Describers


RABINOVICH, ALEJANDRO m. ejército / revolución / oficialidad / Estado
«Obedecer y comandar. La formación de un army / revolution / officers / State
cuerpo de oficiales en los ejércitos del Río de la
Plata, 1810-1820», en: ESTUDIOS SOCIALES, revis-
ta universitaria semestral, año XXI, Nº 41, Santa
Fe, Argentina, Universidad Nacional del Litoral,
segundo semestre, 2011, pp. 41-67.

ESTUDIOS SOCIALES 41 [segundo semestre 2011] 67


Documento de Trabajo 02-03 Depto. de Hist. Económica e Instituciones
Serie de Hist. Económica e Instituciones 01 Universidad Carlos III de Madrid
Novemeber 2001 Calle Madrid 126
28903 Getafe (Spain)
Fax (34) 91 624 9574

"La Expansión Ganadera de la Campaña de Buenos Aires":


¿Una consecuencia de la financiación inflacionaria del déficit fiscal en
Argentina del siglo XIX? *

María Alejandra Irigoin+

Resumen______________________________________________________________
Luego de 30 años de investigaciones histórico económicas inspiradas en el artículo
seminal de Tulio Halperín Donghi, ‘La Expansión Ganadera de la Campaña de Buenos
Aires’ aun la explicación fundamental de las causas para la fenomenal expansión de la
ganadería en Argentina después de 1820 sigue basada en las variables: a) dotación de
recursos naturales como la tierra pública b) la escasez relativa de los factores de
producción -el capital y el trabajo y c) la existencia de la demanda internacional para
esos bienes que permitió aprovechar las ventajas comparativas de estos territorios. Este
trabajo ofrece una explicación complementaria para comprender mejor a) los ritmos en
la dinámica económica de la expansión ganadera, b) el `vuelco' (y el ‘dominio’) del
capital comercial a las actividades pastorales y la compra de tierras, c) la ‘escasez’ de
capital y el arcaísmo tecnológico así como d) el estancamiento de la agricultura y el
éxito de una ganadería de exportación ‘tomadora de precios’ en el comercio
internacional. Basado en la consideración de variables monetarias y fiscales en el
proceso económico, este trabajo ofrece un análisis complementario para el desarrollo de
la ganadería porteña en el período y las especificidades respecto de las estrategias
microeconómicas que llevaron a la diversificación de actividades entre los sectores
propietarios, la baja inversión de capital y la búsqueda de mínimos niveles de riesgo
(más que altas tasas de ganancias) que caracterizan la explotación ganadera extensiva -y
a la economía rural- hasta mediados del siglo diecinueve en Argentina.

Palabras Claves: crecimiento económico argentino siglo 19; inflación e inestabilidad


macroeconómica; crecimiento económico subóptimo en el largo plazo; exportaciones
pastorales subsidiadas; estancamiento agrícola

*
Este artículo se originó en temas de mi tesis doctoral y fue escrito al tiempo que daba
clases de Historia Argentina en UNGS y UNMdP y de Historia Económica Argentina
en UTDT. Las observaciones y preguntas de mis estudiantes fueron fundamentales para
mejorar mucho este trabajo. Además estoy particularmente agradecida a Ricardo
Salvatore por su profesionalismo e intercambio intelectual.
+
Irigoin, Departamento de Historia Económica e Instituciones, Universidad Carlos III
de Madrid, E- mail: airigoin@clio.uc3m.es
Cuando en 1830 se debatía sobre la forma de constituir política y fiscalmente a la Confederación
Argentina, el representante de Buenos Aires argumentaba en favor de mantener la política comercial libre
vigente, y el monopolio aduanero de la provincia porteña, defendiendo los beneficios que ellos habían
traído a la ‘industria del país’: la ganadería: Decía Roxas y Patrón, futuro Ministro de Hacienda del
gobierno de Rosas: ‘Es cosa averiguada que la generación de los ganados se duplica cada tres años, y
este hecho y su utilidad lo explica todo. Si es preciso confirmarlo todavía, obsérvese cómo todos los
individuos de todas las profesiones abandonan su antiguo modo de vivir, y se dedican a éste que les
produce más, sin otra protección que la del cielo’. 1 Con argumentos similares, los historiadores han
justificado el éxito de la ganadería de exportación de cueros en la rentabilidad de la empresa ganadera y
los auspicios que le dió a esta actividad la apertura del comercio mundial en Buenos Aires.

Desde el artículo de Halperín sobre la ‘Expansión Ganadera’ no ha habido otras interpretaciones


económicas del desarrollo de la ganadería en Buenos Aires entre 1820 y 1850.2 No obstante, y más
recientemente, un cúmulo importante de excelentes trabajos ha iluminado problemas como la dinámica y
la organización de la estancia, la complejidad de la estructura demográfica y productiva del mundo rural,
la diversidad de la estructura social y económica, el volumen y ritmo del comercio exportador, las
especificidades de la dotación de mano de obra y la organización del trabajo. De estos trabajos surge el
conocimiento una campaña más diversificada productivamente, la coexistencia de pequeños y grandes
agentes económicos irrespectivamente del tipo de dominio jurídico sobre la tierra y la presunción de
diferentes ritmos de esa expansión en distintas décadas. Todas estas cuestiones, mas o menos implícitas,
ya estaban sugeridas en los estudios de Halperin. Sin embargo la explicación fundamental de las causas
que llevaron a la fenomenal expansión de la campaña y las explotaciones ganaderas entre 1820 y 1860
sigue basada en las variables: a) dotación de recursos naturales como la tierra pública b) la escasez
relativa de los factores de producción -el capital y el trabajo y c) la existencia de la demanda
internacional para esos bienes que permitió aprovechar las ventajas comparativas de estos territorios.

El propósito de este trabajo es ofrecer una explicación que puede completar las interpretaciones
disponibles para comprender mejor a) los ritmos en la dinámica económica de la expansión ganadera, b)
el `vuelco' (y el ‘dominio’) del capital comercial a las actividades pastorales y la compra de tierras, c) la
‘escasez’ de capital y el arcaísmo tecnológico así como d) el estancamiento de la agricultura y el éxito de
una ganadería de exportación ‘tomadora de precios’ en el comercio internacional. Basado en la
consideración de variables monetarias y fiscales en el proceso económico, este trabajo ofrece un análisis
complementario para el desarrollo de la ganadería porteña en el período y las especificidades respecto de
las estrategias microeconómicas que llevaron a la diversificación de actividades entre los sectores
propietarios, la baja inversión de capital y la búsqueda de mínimos niveles de riesgo (más que altas tasas
de ganancias) que caracterizan la explotación ganadera extensiva -y a la economía rural- hasta mediados
del siglo diecinueve.

Primero se analizan las explicaciones vigentes respecto del incremento de las exportaciones pecuarias
como indicador de la expansión ganadera. Se revisa el papel de los precios internacionales para estimar

1
José María Roxas y Patrón, ‘Memorandum’ [1830] citado por JC. Chiaramonte, Ciudades, Provincias, Estados: Orígenes de la
Nación Argentina (1800-1846), (Buenos Aires, 1997) Doc No 62a ‘Conflicto en torno a la política económica, 1830’, p 574. A ello
respondía el gobernador Ferre: ‘la ganadería (es el) único ejercicio al que se nos quiere limitar .. Cuando se prefiere este último (el
pastoreo) es ciertamente porque las profesiones que antes aseguraban la subsistencia, hoy no ofrecen sino quebrantos
y porque no hay que escoger’ Ibíd., doc 62b p 580. Énfasis de la autora.
3
T Halperin Donghi, ‘La Expansión Ganadera en la Campaña de Buenos Aires’ en Ibíd. y T Di Tella Los Fragmentos del Poder
(Buenos Aires 1969), tambíen ‘La Expansión de la Frontera de Buenos Aires (1810-1852)’ en MG Zapiola (Ed) El régimen
Oligárquico. Materiales para el Estudio de la Realidad Argentina (Buenos Aires, 1975). Por un muy esperado estado de la cuestión
ver RD. Salvatore y C. Newland ‘Between Independence and the Golden Age: the early Argentine economy’ en G della Paolera y A.
Taylor, The New Economic History of Argentina (Cambridge, en prensa).

1
adecuadamente el papel de la demanda externa como vector que conduce este proceso. Luego se
analiza la rentabilidad de la explotación pecuaria que ha justificado el éxito de la estancia, y se introduce
una discusión sobre los ‘beneficios’ de la inflación para esta actividad. Se ofrece también una explicación
para la particular performance de la agricultura en el mismo periodo. Segundo, se reconsidera la noción
de escasez de capital y se discute el papel del ‘arcaísmo tecnológico’en la ganadería. Se revisa la idea del
“vuelco” del capital mercantil a la producción pecuaria. De allí surge el papel del déficit fiscal y su
financiamiento con emisión de moneda en la explicación económica del período; así como los efectos de
la depreciación de la moneda en la estructura fiscal como el mecanismo de transmisión de la inestabilidad
monetaria a los precios relativos, que justifican los atractivos de la inversión ganadera respecto de la
agricultura. Tercero, se consideran las consecuencias económicas de la financiación inflacionaria en la
privatización de la tierra pública como mecanismo que redujo aun más los costos de producción de la
ganadería - pero propició la búsqueda de rentas - que finalmente terminaron en desiguales condiciones
para los agentes privados para afrontarla. Finalmente se ofrecen algunas conclusiones

LA EXPANSIÓN DE LAS EXPORTACIONES PECUARIAS , 1820S-1860S.


Ya desde finales del siglo XVIII, los cueros producidos en las provincias del Litoral y la Banda Oriental
habían completado los embarques metálico que empezaba a escasear. 3 Durante las ultimas décadas del
período colonial, los bienes rurales llegaron a representar una cuarta parte del valor de las exportaciones
salidas por el Río de la Plata. Mas tarde el sebo o la carne salada ayudaron progresivamente a
contrarrestar el desequilibrio inicial en el comercio exterior. El resultante aumento de las exportaciones
rurales ha sido tomado por la historiografía como el indicador de la expansión de la economía ganadera a
lo largo de la primera mitad del siglo XIX en la región. El volumen de cueros exportados era de unas
460,000 unidades estimadas para 1792-1796. Para la década de 1820, cuando se fecha el inicio de esta
expansión eran unos 624,000 cueros al año que llegaron hasta un máximo de 2,662,000 a comienzos de
la década de 1850. 4 Sucesivamente los cueros aumentaron su proporción y para la década de 1840
formaban entre el 60 y 70 por ciento del valor total de las exportaciones. La proporción de productos
pastorales sube a más del 90 por ciento cuando se incluyen los otros bienes procesados. 5 Recién en la
década de 1850, los embarques de lana pasaron de un 10% a un cuarto del valor de las exportaciones
totales.6 No sorprende entonces que el incremento espectacular en las cantidades de cueros embarcados
hacia países del Atlántico Norte se haya utilizado repetidamente como la evidencia del crecimiento de esta
economía. 7

Precios
Aunque impresionantes, los volúmenes de las exportaciones de cueros desde el Río de la Plata nunca
fueron suficientes para afectar o incidir en la decisión de los precios internacionales de la mercancía. Sin
embargo los historiadores coinciden que una sostenida demanda internacional determinó la producción
de esos bienes productos con bajo valor agregado.8 En los estudios de precios de los productos rurales
para finales del período colonial se ha observado una importante alza general del precio local de estos

3
La baja de la productividad de la minería de plata es un proceso de largo plazo que caracterizó todo el siglo XVIII. E. Tandeter,
Coacción y Mercado. La minería de plata en el Potosí colonial, 1692-1826. (Buenos Aires, 1992) cap 5.
4
S.Amaral “Rural Production and Labour in Late Colonial Buenos Aires”. Journal of Latin American Studies, (JLAS en adelante) 19
(1987) 2, pp. 231-278
5
Halperin, ‘La Expansión Ganadera’, p 28.
6
Ver nota 34.
7
C. Newland, ’Economic Development and Population Change: Argentina 1810-1870’ en J. Coatsworth y A. Taylor, (ed), Latin
America and the World Economy since 1800 (Camb Mass 1999). Los historiadores usan el concepto de crecimiento económico sin
demasiada reflexión. Por ello no distinguen del crecimiento económico intensivo del extensivo los que necesariamente traen
resultados estructurales bien diferentes Crecimiento aqui es entendido como el aumento real de la renta media per capita en el
largo plazo.
8
Halperin ‘La Expansión Ganadera’; S.Amaral, The Rise of Capitalism on the Pampas: the estancias of Buenos Aires, 1785-1870,
(New York, 1999) p 219, Aparentemente, el caso de la lana en algunos años fue la excepción. H. Sabato, ‘Wool Trade and
Commercial Networks in Buenos Aires, 1840s to 1880s’JLAS 15 (1983)1, 49-81.

2
bienes a partir de mediados de la década revolucionaria.9 Aunque no se puntualizan allí, varios factores
concurrieron para determinar la apreciación de los frutos de la campaña bonaerense. Por un lado, los
obstáculos a la producción y comercialización de cueros que la guerra civil impuso al territorio de las
provincias del litoral, Entre Ríos, Santa Fe, Uruguay, debió empujar los precios de bienes similares en
Buenos Aires dada la reducción de la oferta en los otras regiones productoras.10 Por el otro, Javier
Cuenca ha mostrado además un aumento de los precios del cuero en Londres durante la misma década,
en particular desde 1814, indicando -con algunas reservas- una coyuntura de corto plazo propicia en el
mercado Atlántico para estos bienes. 11 Y finalmente, y no menos importante, los precios que se analizan
para el período 1750-1826 no indican la ocurrencia de la primera devaluación de la historia monetaria
Argentina, la alteración de la paridad de la plata con el oro en 1812 tuvo que incidir en la variación de los
precios nominales de los bienes al variar los precios relativos respecto de las importaciones.

Los gobiernos revolucionarios -como antes el Consulado, y más tarde el de Rosas- trataron de impedir la
salida del metálico provocada por los crecientes desequilibrios comerciales y la merma de los ingresos de
metálico en la caja de Buenos Aires. Esto aparentemente provocaba la desaparición de la moneda de
plata de la circulación. La Asamblea del año 1813 acuñó nuevas monedas del mismo tipo y ley que las
monedas de plata que estaban en circulación hasta entonces.12 Con el reemplazo del escudo nacional por
la cara del rey de España, decretó a la vez un tipo ‘permanente e invariable’ de 17 pesos por onza de oro
para el cambio de esa moneda de plata con el oro. 13 La paridad colonial de 16 a 1 quedó así
desactualizada. La medida, que ha sido tradicionalmente vista como un asunto de soberanía, tuvo pocos
efectos respecto de los propósitos de la Asamblea para detener el drenaje de metálico. Así, la
intervención del gobierno para atenuar los efectos de la salida de plata, significó también una
devaluación del 6.25 por ciento de la moneda circulante. De modo que los reales de plata con que se
midieron los cambios de precios no permanecieron de valor constante durante toda la década de 1810.
Ciertamente esta ‘devaluación’ no puede dar cuenta de la totalidad del aumento en precios nominales
que acaecieron en el período;14 Sin embargo, como se vera más abajo, los incentivos que la depreciación
de la moneda y la inestabilidad de precios resultantes del financiamiento inflacionario del déficit
confirieron a la ganadería en las décadas siguientes, también puede ser parte de la explicación de la
valorización de los productos rurales en esos años.

Desde los primeros años de la década de 1830 el precio internacional de los cueros empezó a bajar, y la
tendencia se acentuó para llegar a 1850 cuando el cuero había perdido mas del 50% de su precio en el
mercado de Londres. 15 Mas aun, según un contemporáneo que debía conocer bien las cifras del
comercio, entre 1825 y 1850 el valor de las exportaciones desde el Río de la Plata se incrementó a pesar

9 JC Garavaglia, ‘Precios de los Productos rurales y Precios de la Tierra en la Campaña de Buenos Aires: 1750-1826’ Boletin del
Instituto Dr Emilio Ravignani, 11 (1995) pp. 65-112
10
C Wentzel ‘El Comercio del Litoral de los Rios con Buenos Aires: el area del Paraná, 1783-1821’ Anuario del IEHS, 3 (1988).
11
J. Cuenca Martinez ‘The Markets of Latin American Exports’ en L Johnson & E Tandeter, Essays on the Price History of Eighteenth
-Century Latin America, (Albuquerque, 1990) table 12.4 pp. 395.
12
J Alvarez, Temas de Historia Económica Argentina (Buenos Aires, 1929), p. 90.
13
Decreto del 28 de Septiembre 1812. Citado en N. Piñero, La Moneda y el Crédito, (Buenos Aires, 1921) p. 7. Halperín da cuenta de
los reclamos del Consulado y las presiones para devaluar. Halperin Donghi, Revolución y Guerra. Formación de una élite dirigente
en la Argentina Criolla, (Buenos Aires, 1979) p. 116.
14
Algunos historiadores confunden devaluación con depreciación. La devaluación, como en esta oportunidad, es una modificación
oficial y política del tipo de cambio por una proporción definida. Mientras que una depreciación es la pérdida del poder de compra -
el que puede ser medido por el tipo de cambio, aunque no es el estimador más eficiente- de una moneda a raíz de una súbita
expansión de la cantidad de ella en circulación como resultaba, por ejemplo, de las emisiones de billetes o bonos en este período.
En esta circunstancias es el mercado, o la capacidad de la economía para absorber en el corto plazo el aumento circunstancial de
circulante, el que define el nuevo ‘precio’ (poder de compra) o tipo de cambio. Lógicamente, los resultados son bien diferentes
considerando la situación particular relativa como deudor o acreedor, la incidencia de las expectativas del público y el ritmo de
crecimiento de la economía en ese momento.
15
Halperin, ‘La Expansión Ganadera’, p. 31.

3
de la caída dramática de los precios internacionales de sus productos. El Cónsul Parish destacaba que el
valor de las exportaciones de Buenos Aires se había duplicado mientras que el precio de los cueros
había perdido mas de las dos terceras partes de su valor en ese mismo período. 16 En otras palabras,
solo un aumento en la cantidad de los cueros despachados podía compensar la declinación de precios
para mantener el valor de las exportaciones. De modo que las alternativas de precios de estos bienes en
el comercio atlántico no resultaron en el estímulo que explique suficientemente la expansión en el
periodo de las exportaciones pecuarias de la región.

En realidad según la literatura, bajas tasas de capital y mano de obra invertidas - que llevaron a un
arcaísmo tecnológico- propiciaron altas tasas de retorno son las características de la ganadería extensiva
que se desarrolló en Buenos Aires.17 Ello habría permitido afrontar coyunturas de precios nos favorables.
Halperin encontró que había dos buenas razones para los mínimos niveles en las mejoras técnicas que
tuvo la ganadería. Primero, los compradores de ultramar no demandaban productos o derivados con
mayor incorporación de tecnología. Segundo, la oportunidad de beneficiarse grandemente, ‘sin la
inversión de capital inicial requerida por el progreso tecnológico’ era posible por la ocupación productiva
de la tierra libre disponible. La primera razón resulta una explicación ad-hoc para justificar el
estancamiento tecnológico de la ganadería. No son estas razones suficientes para que los beneficios
económicos del sector no hayan sido invertidos más productivamente. Aun si los mercados europeos no
ofrecían una demanda para bienes pecuarios con mayor valor agregado, esta economía tenía otras
actividades que se hubieran beneficiado con mayores de aportes de capital de modo de suplir la
demanda doméstica de algunos bienes y alimentos que aun permanecía insatisfecha: este era el caso del
grano y la harina que por lo regular debían importarse. En último instancia, los beneficios de la ganadería
no se transfirieron hacia otros sectores productivos, como la agricultura, que hubieran promovido una
sustitución de importaciones. La segunda razón, la disponibilidad de tierra libre en la frontera, será
analizada en particular en particular más adelante.

En un supuesto marco general de escasez de capital, la ganadería obtuvo altas tasas de retorno. Para
Amaral el beneficio que obtenían los empresarios ganaderos fue el motor de esta expansión. Con todo, la
inversión en la ganadería resultaba más rentable que la agricultura. De hecho, según los estudios de
Amaral y la interpretación de Halperin, el ganado formaba el grueso, y el principal factor del capital inicial
requerido dado que la tierra era barata, sino libre. Para 1820, la participación de la tierra en la
composición del capital de una estancia era alrededor del 11 por ciento. Recién en 1850, la dotación de
tierra comprendía la mitad del capital de la estancia, debido al aumento de la productividad del factor
tierra, y como se verá al cese de oferta gubernamental de nuevas tierras en la frontera. 18

Mas que altos beneficios, la producción ganadera extensiva tuvo bajos costos relativos de producción. El
estado disminuyó aun más los otros costos de instalación. Las campañas militares para detener las
incursiones de indígenas - y apoderarse de sus tierras - la provisión de seguridad y orden en la campaña,
más las sucesivas cesiones o ventas de tierra pública con propósitos fiscales contribuyeron al beneficio;
fundamentalmente a la disminución de los costos de la ganadería. Antes de considerar el problema de la
tierra es importante revisar el papel de rentabilidad de la empresa pecuaria como el motor de esta
expansión sobre la frontera.

Rentabilidad

16
W. Parish, Buenos Ayres and Provinces of the Rio de la Plata (London 1852), p 357, 362.
17
Para algunos autores, el único adelanto registrado en ese sentido fue el uso de balde volcador, y eso cuestiona el alcance del
estancamiento tecnológico en la ganadería. En todo caso, esta innovacion permitió un uso mas intensivo del factor mas abundante:
la tierra y con ello expandir aun mas la ocupacion del ganado sobre la superficie.
18
Amaral, The Rise, pp 58 y 68. Estas estimaciones son generales y no se hacen precisiones sobre diferencias regionales a medida
que se expandió el territorio en producción.

4
Tradicionalmente, los historiadores habían estimado esos beneficios en una tasa anual del 20 o 30 por
ciento, que parece haber sido la tasa de reproducción del ganado. 19 Los agentes de Baring Brothers
estimaban los beneficios anuales de la actividad en el 33 por ciento, como igual al incremento de los
rodeos dado que ‘(los animales) crían dos veces al año, así como comúnmente producen mellizos’. 20 La
evidencia eran los rendimientos anuales de las inversiones rurales en pesos corrientes, como porcentaje
de la diferencia entre ingresos y gastos. Sin embargo como advirtió Amaral, las tasas mensuales de
depreciación vuelven intrascendentes cualquier estimación de los beneficios de la estancia ganadera en
precios corrientes, ‘dado que las tasas son altas o bajas en relación con el precio de los bienes y del
dinero’.21 Mas recientemente, Amaral realizó un exhaustivo estudio de la estancia bonaerense y encontró
tasas de beneficio menores y más realistas para distintos momentos en el período (1801, 1831 y 1856)
que no desmienten la rentabilidad de la empresa ganadera. Él concluye, sin embargo, que las altas tasas
de beneficio explican la expansión de la ganadería ‘si los factores políticos y naturales no interfirieron’.
Sus estimaciones son mas bajas que las tradicionales cifras del 30 por ciento. No obstante, aun a
menores tasas de retorno, estas fueron mas altas que las que se obtenían en otras actividades. 22 Amaral
reconoce que la agricultura aun era una actividad complementaria a la ganadería que no se pudo
desarrollar ya que no tenía como esta última, los incentivos de la demanda externa que imprimía las
oportunidades a la ganadería.23

Sin embargo, la inestabilidad monetaria podía empeorar aun más los efectos adversos de las condiciones
naturales. Cualquiera que fuese la tasa de beneficio, era improbable que ésta se mantuviese estable en el
tiempo cuando la unidad monetaria en la que se expresaban los precios domésticos tenía una alta
volatilidad. Las fluctuaciones en el medio de pago y el consecuente impacto en los precios relativos
estuvieron en el corazón de las decisiones económicas de aquellos que eran -o devendrían- en
estancieros y terratenientes. Parece paradójico, que quien ‘descubriera’ el mecanismo del financiamiento
inflacionario del déficit fiscal en esta economía, no haya especulado más sobre los efectos adicionales de
la depreciación de la moneda en la disminución de los costos de producción ganadera y los precios
relativos. Mas aun, Amaral enfatiza que:
‘Un argumento sobre al ‘beneficio por la inflación’ apenas puede sostenerse para Buenos Aires del siglo
XIX, como Hamilton hizo para España del siglo XVI. Para fundamentar eso, la extensión [en términos
territoriales] de la circulación del papel moneda debe conocerse antes de argumentar que los productores
obtuvieron ventajas de los precios inflados. El argumento depende sobre las percepciones de la gente
respecto del papel moneda y el metálico como el último medio de pago. El papel moneda fue solamente el
medio de pago ambas décadas de 1830 y 1850, pero argumentar que todo rastro de metálico había
desaparecido puede ser una conclusión un tanto forzada.’24

Aunque una medida exacta de la extensión del uso del papel moneda y del ritmo de su circulación
pueden ser difíciles de conseguir, existe copiosa evidencia del predominio del papel moneda en variadas
y vastas actividades. Entre ellas el pago de la masa salarial del ejercito, el pago de las ventas de tierras
públicas y una fundamental, el pago de los impuestos. A lo que se suman abundantes menciones de uso

19
Halperin Donghi, ‘La Expansión Ganadera’, p 34-5; J. Brown A Socioeconomic History of Argentina, 1776-1860 (New York, 1979)
p 154-5; ‘A Nineteenth Century Argentine Cattle Empire’, Agricultural History 52 (1976)1, p 162, 176. En un trabajo posterior Brown
disminuyó la tasa de beneficio estimada a entre un 15 y un 20 por ciento ‘en los años buenos, pero ciertamente no cada año’. Ibid
‘Revival of the Rural Economy and Society in Buenos Aires’ MD Szuchamn & JC Brown, Revolution and Restoration. The
Rearrangement of Power in Argentina, 1776-1860 (Lincoln, 1994) fn. 27 p 249
20
‘Notas sobre el Estado de Buenos Aires in 1852’. Archivo Baring Brothers, 4.1.24.4. (BB. En adelante)
21
Amaral, Rural Production, pp. 235-78; p. 276 para el 18%.
22
Amaral hace estimaciones para 1801, 1831 y 1856, The Rise, ch 10. En particular pp 214-9 y 238-9.
23
Esta parece ser su explicación para la performance del cultivo del cereal, aunque indica que ‘las razones económicas para la crisis
de la producción agrícola el período permanecen sin explicación’. Amaral, The Rise, p 219 fn 6.
24
Ibid., pp. 238-9.

5
en el pago de salarios, arrendamientos y otros contratos entre particulares.25 Todo ello no implica la
desaparición de la plata sino la sustitución del peso papel.

De todos modos hay un factor clave por el cual se transmitían los efectos de la inflación a toda la
economía: los precios domésticos, y en particular el precio de los bienes de consumo importados. Estos
conformaban mas del 80 (83-86) % del valor de las importaciones, sin incluir el grano y la harina.26
Asimismo, los estudios de las pulperías en el período que ha realizado el grupo de Carlos Mayo han
echado mucha luz sobre la estructura del consumo de los sectores medios y populares de esta sociedad.
Estos sugieren la existencia de un consumo muy extendido de bienes importados. 27 Los precios minoristas
de estos bienes eran establecidos en papel moneda debido a los procedimientos del aforo para el
impuesto; así que el precio final de estos artículos resultaba indexado transfiriendo a los precios finales
de los artículos los aumentos nominales por el tipo de cambio vía el impuesto. 28 De manera que,
independientemente del medio de pago utilizado en cada transacción, la mayoría debían de hacerse con
precios fijados en papel moneda o al tipo de cambio del día. Así, los cambios en los precios relativos eran
transferidos a todos los agentes económicos, debido a la conjunción de la expansión de la masa
monetaria con la estructura impositiva.

Sin embargo, los medios y las medidas tomados por los individuos para actuar, y reaccionar, eran
necesariamente diferentes de acuerdo a su capacidad financiera para afrontar las dificultades en el corto
plazo. Como el ejemplo que anota un extranjero para 1857:
‘las remesas de lana llegan en la estación cuando el papel es escaso y el cambio en Londres alto. El único
remedio es girar en Londres algunos meses antes de manera de proveerse de fondos para ser empleados aquí
en buenas garantías a altas tasas de interés. Por ejemplo, a finales de Septiembre, el tipo de cambio [del oro]
en Inglaterra estaba alrededor de 65 shillings y en papel a $ 360 o 370. Los tipos son ahora 70/6 o 71 y 342/
340. Habiendo una diferencia de mas de $ 13 sin el interés. Este estado de cosas rinde alguna provisión en la
necesaria anticipación y los comprados que no tienen facilidades no pueden competir con aquellos que tienen
(crédito?).’29

Como una manera de evaluar el impacto de la inflación sobre la tasa de beneficio de la ganadería como
sector o actividad económica, las próximas páginas examinaran los resultados fiscales de las exportaciones
en el largo plazo. La aceptación del papel depreciado por su valor nominal en pago de impuestos sostuvo
su uso extendido durante décadas. No obstante, ello trajo consecuencias mayores para la posición del
Tesoro y el desarrollo económico del país. Los importadores usaron papeles comerciales que recibían a
descuento y presentaban en la Aduana que los aceptaba por su va lor nominal. Para ellos, la depreciación de
la moneda tenia que tener afectos adversos en su liquidez, mientras quienes exportaban debe haber tenido
beneficios extra en usar papel moneda. 30 De allí, la preferencia de los exportadores para usar billetes
depreciados para afrontar sus cargas fiscales.
Los efectos que tuvo la inflación en la distribución del peso fiscal y del ingreso, dada las especificaciones
para los impuestos y el instrumento monetario utilizado para cancelarlos, fueron más allá de los
problemas fiscales. La depreciación disminuyó significativamente la carga fiscal de aquellos que

25
Aunque escéptico todavía a este argumento, Raul Fradkin también ofrece evidencia del cambio en el uso del papel moneda para
el pago de los arrendamientos siguiendo las vicisitudes de la depreciación de este medio de pago. Ver capitulo ? de este libro.
26
El resto lo componían los bienes semi-manufacturados y la seda Informe de la Comisión de Cuentas (Buenos Aires, 1854, 55,
1856 y 1858)
27
Grupo Sociedad y Estado, Carlos Mayo (dir); `Pulperos y Pulperías de Buenos Aires, 1740-1830 (Mar del Plata, UNMdP, 1996),
esp. cap 3.
28
Halperín da ejemplos en Guerra y Finanzas pp. 161,176 y 220; y también en ‘Bloqueos, Emisiones Monetarias y Precios en el
Buenos Aires Rosista (1838-1850)’ Historia, Problema y Promesa. Homenaje a J Basadre (Lima 1978).
29
White to Baring, 3 April 1857. BB.4.1.35. Agregado de la autora.
30 ‘
Libros Mayores de la Receptoría del Estado de Buenos Aires’ (varios años); Esto también fue observado por Baring en 1852.
BB.4.1.24.7.

6
exportaban. Esto, sumado a un esquema de derechos específicos, independientes de los movimientos
en los precios internacionales, y una contribución que se retrasaba en términos reales por la perdida de
poder de compra de la moneda con la que los pagaban, todo ello resultó en substanciales subsidios a los
ganaderos exportadores. Aunque Burgin había llamado la atención sobre este punto para finales de la
década de 18 20, la literatura posterior no analizó este punto con profundidad, ni vinculó las
consecuencias de las políticas fiscales con las perspectivas de los negocios del sector rural.
‘En 1829, antes de la inflación una tasa de un real en los cueros representaban una contribución ad
valorem del 2-3 por ciento, correspondiendo al precio de 4-6 pesos por cuero. En Noviembre de 1828, el
precio promedio de los cueros era $11.5 y en Diciembre tan alto como $14.3. A esos precios el impuesto
era equivalente a poco mas del 1 por ciento en Noviembre y al 0.87 por ciento en Diciembre’.31

En verdad, a través de las décadas, la tasa específica del impuesto pagado en papel licuó la contribución
fiscal de las exportaciones al Tesoro de acuerdo a la depreciación del peso o las variaciones en el precio
de los cueros. Los episodios recurrentes de inflación dejaron la tasa del impuesto bien por detrás de la
depreciación de la moneda. Para el fisco, esto resultó en ultima instancia en el llamado efecto Tanzi de
erosión de los ingresos reales por recaudación de impuestos. Estos efectos fueron grandes y en el largo
plazo privaron a la provincia de una buena fuente de ingresos. Los exportadores, por el contrario
realizaron una renta a expensas de los otros sectores de la economía, particularmente los consumidores.
La tabla I compara la variación del precio de los cueros y la depreciación del peso de manera de apreciar
la evolución del peso fiscal sobre las exportaciones en Buenos Aires que se mantuvo todo el período en 1
peso papel por cuero. La primera columna muestra las variaciones en el precio de los cueros . La segunda
muestra las tasas de depreciación del papel moneda con que se pagaba el impuesto. Es bueno recordar que
en 1829, el peso papel ya había perdido 4/5 de su valor de 1826, y el tipo de cambio de la onza de oro había
subido de 17 a 79 pesos por onza. El derecho específico a las exportaciones de cueros no varió entre 1829 y
1854 y asimismo, los otros bienes exportables no pagaron contribución alguna al Tesoro hasta 1854.

Tabla I
Precio de cueros y depreciación del papel moneda, 1829-1851
Índice base 1829=100.

Año Cueros Oro Año Cueros Oro


1829 100.00 100.00 1841 299.74 389.67
1830 142.68 150.10 1842 289.33 350.75
1831 119.95 140.86 1843 294.43 335.26
1832 119.61 141.07 1844 251.29 283.44
1833 130.07 152.04 1845 231.73 318.70
1834 132.37 149.67 1846 234.71 457.84
1835 128.59 149.89 1847 239.60 443.65
1836 124.53 152.25 1848 204.29 436.34
1837 135.76 165.37 1849 188.70 376.34
1838 132.14 185.80 1850 108.09 306.66
1839 176.05 321.07 1851 252.91 378.70
1840 231.99 472.90
Ref.: Años de bloqueo en negrita.
Fuente: M.A.Irigoin, ‘Finance, Politics and Economics ..’, Table II.1.7.

31
M. Burgin, Economic Aspects of Argentine Federalism,1820-1852. (New York, 1946) p. 74.

7
Dado que el gravamen era constante en términos nominales, los derechos específicos en tiempos de
inflación favorecieron indirectamente el crecimiento de las exportaciones rurales en el tiempo al licuar toda la
carga fiscal que caía sobre estas. Mientras el precio nominal de los bienes exportables aumentó
sostenidamente como se ve en la tabla, durante esos años el impuesto se mantuvo a la tasa de un peso por
unidad que se había definido en 1829. Por ejemplo, por un lado, los cueros habían aumentado al doble de su
valor para 1840, y aun subieron a dos veces y media del valor de 1829 durante la década de 1840. Ello llevó
al valor real del impuesto a menos de la mitad. Por el otro lado, el peso de Buenos Aires perdió más de tres
cuartas partes de su valor en el mismo período. De manera que por medio del pago usado para afrontar la
contribución fiscal, el papel moneda depreciado, los exportadores se beneficiaron adicionalmente de una tasa
efectiva de impuestos decreciente. Sobre los aumentos de precios nominales y dados los derechos
específicos denominados en pesos papel, la depreciación de la moneda disminuyó la boleta fiscal de los
exportadores hasta hacerla casi inexistente. Este doble efecto de las políticas fiscales y monetarias proveyó
indirectamente substanciales subsidios a las exportaciones rurales. De esta manera, la virtual no-contribución
fiscal para la exportación de sus productos constituyeron fuertes incentivos para la ganadería. Esta
transferencia de ingresos entre sectores de la economía también contribuyó a bajar los costos de producción
para la ganadería.32 El resultado puede verse en la evolución de las exportaciones de Buenos Aires.

Entre 1822 y 1854 el peso fiscal real sobre las exportaciones disminuyó grandemente como muestra la
tabla 2. La declinación en la tasa de incidencia real del impuesto fue aun mayor debido a la inflación.

Tabla 2:
Ingresos fiscales originados por las exportaciones, 1820-1860.
En pesos corrientes

Año Valor de la Producido % Año Valor de la Producido %


exportación exportación impuesto
Impuesto

1822 3.641.186 176.158 4.83 1854 275.251.025 4.975.137 1.80

1825-28 358.969 1855 196.788.675 5.322.214 2.70

1830-34 4.462.503 1856 274.212.096 7.665.531 2.79

1835-36 47.495.052 1.865.562 3.92 1857 9.525.053

1837-40 55.392.863 1.594.805 2.87 1858 237.921.838 8.752.053 3.67

1841-44 9.824.690 1859 12.808.030

1842 117.467.882 2.198.942 1.87

1843 130.175.760 2.317.769 1.78

1845-48 7.563.455 1860 16.136.918

1849-50 362.888.674 7.772.158 2.14 1861 218.559.909 10.717.262 4.90


Fuente: MA:.Irigoin, ‘De la suma del poder a la negociación por el poder. Las razones económicas del renacimiento de
la política en Buenos Aires en la década de 1850’, Anuario del IEHS 14 (1999) Tabla 4.

32
Esta confusión respecto de las políticas arancelaria y comercial respecto de la distribución del ingreso ha sido desarrollada otro
artículo, ‘De la suma del poder a la negociación por el poder. Las razones económicas del renacimiento de la política en Buenos
Aires en la década de 1850’, Anuario del IEHS 14 (1999).

8
Antes de la inflación, las exportaciones ganaderas contribuían con casi un 5% de su valor al tesoro. Ellas
aumentaron en valores nominales mas de 10 veces para mediados de la década de1830 y más de 40 veces
en la década de 1840. Para 1850, las exportaciones en valor nominal habían aumentado mas de 100 veces
respecto de la década de 1820. Pero su contribución cayó a bastante menos de la mitad que en esos años.
Como un porcentaje del valor de las mercancías exportadas, la tasa del impuesto cayó del 4.8 en 1822 a
menos del 2 por ciento en la década del 1840 a pesar del impresionante aumento del volumen de las
exportaciones de cueros, y del valor nominal de las exportaciones. Debido a la baja contribución de las
exportaciones a los ingresos fiscales los impuestos a los bienes exportables no han sido considerados por la
historiografía que siempre identificó los impuestos a las importaciones con los impuestos al comercio exterior,
y a estos con la contribución fiscal de los comerciantes. Sin embargo, significativas implicaciones pueden
esperarse en el desarrollo de la economía rural, desde que las exportaciones se convirtieron virtualmente en
libres de impuestos durante estos años. Contrariamente a lo manifestado por Roxas y Patrón en 1830s, estas
gozaban de alguna -y muy considerable- ‘protección más que la del cielo’.

Las actividades pastorales disfrutaron de fuertes incentivos o subsidios indirectos como resultado de la
combinación de las políticas fiscales y monetarias de todo el período. Esto es visible en la fuerte correlación
entre el aumento del número de cueros exportados con la ocurrencia de episodios inflacionarios. El promedio
anual de cueros exportados desde Buenos Aires pasó de 500,000 unidades a comienzos de los veinte a
820,000 luego de la guerra con Brasil, y el episodio inflacionario que siguió a la inconvertibilidad en 1826 y la
crisis financiera de 1829. Durante la década del treinta las cantidades oscilaron pero el promedio bajó a
medio millón y, notablemente subió la exportación de otros bienes rurales, así como se reanudaron algunos
embarques de trigo. En la década de 1840 el volumen promedio volvió a subir, siguiendo el ritmo de
depreciación de la moneda luego de las grandes emisiones de la década. Se llegó a 1,5 millones de piezas
de promedio, con picos extraordinarios en los años siguientes a la finalización de los bloqueos de más de 2,5
millones promedio para el periodo 1849-52. Notablemente, en la década de 1850 cuando la moneda tiende a
estabilizarse, el numero de cueros no continuó aumentando y se estabilizó en el millón y medio de piezas.
Mas aún, cuando se considera la participación relativa de los cueros en el valor total de las exportaciones en
la década de 1850, esta decrece en gran medida debido al sustantivo aumento de las exportaciones de lana.
En la década de 1820 los cueros formaron casi el 80% del valor de las exportaciones y hasta principios de
1850, constituyeron más del 60 por ciento del valor total. Las exportaciones de lana que promediaban
24,000 arrobas en los veinte llegaron a 60,000 a comienzos de los treinta. Estas se triplicaron hacia
finales de la década y superaron el medio millón de arrobas promedio a comienzos de los cuarenta.
Durante la década del cincuenta se duplicaron llegando al millón de arrobas y aun más se multiplicaron
por 3 y 4 en algunos años tempranos de la década del sesenta. 33 A diferencia de los c ueros, el volumen
de las exportaciones de lana siguió subiendo cuando la moneda tendió a estabilizarse. Le cupo al tasajo
(sobre todo) y al sebo, completar ese 20-25 % del valor de las exportaciones restante en la década de
1840. 34

AGRICULTURA
El éxito de la ganadería desvió la atención de los investigadores respecto de la suerte de la agricultura en
el período. Antes de desarrollar en particular la cuestión del financiamiento de la ganadería, conviene
detenerse en algunas consideraciones sobre las inversiones productivas alternativas en la campaña de
Buenos Aires. Lyman Johnson ya había mostrado que la staple food, o el bien de consumo alimentario

33
Volumen de exportaciones tomados de Amaral, The Rise, Tabla C1. ‘Buenos Aires exports, 1810-1870’ p. 318-9. Para el caso de
los cueros, esta evolución también había sido observada por M Rosal & R Schmit, ‘Del Reformismo Colonial Borbónico al Libre
comercio: las exportaciones pecuarias del Río de la Plata, (1768-1854)’ Boletín del Instituto Dr. E. Ravignani, 20 (1999) pp. 69-109.
34
Datos para 1822-29, 1835, 1836-51 de Burgin, Economic Aspects, tabla 43; tabla 44 y tabla 48; Para 1854, 1856, 1858 y 1861
ver nota 26 y Estadísticas de Aduana, 1861 (Buenos Aires 1861)

9
más extendido entre la población de la ciudad era, y con mucho, el pan.35 El 40 por ciento de la dieta de
unos 50,000 porteños en 1800 provenía de la producción cerealera de la región. Los trabajos de
Garavaglia sobre la producción rural en tiempos de la colonia verificaron la existencia de un importante
sector agrícola caracterizado por la explotación de pequeñas unidades productivas con utilización de
mano de obra familiar. 36 Los labradores todavía constituían una gran proporción de la población ocupada
en tareas rurales en la década de 1850. En 1854, el censo provincial para la campaña contaba un 27 por
ciento de la población masculina mayor de 14 años como propietarios o arrendatarios dedicados al cultivo
del cereal. Esta proporción no incluye los jornaleros, quienes ellos solos sumaban el 38% de la población
masculina adulta. Obviamente, no todos ellos estarían dedicados a la agricultura, pero tampoco ese 27%
considera la mano de obra femenina y familiar que se ocupaba en las tareas agrícolas. 37 Todavía sin
embargo, los estudios abocados a la agricultura, los labradores o los campesinos no han ido más allá del
análisis demográfico de la mano de obra rural.38 ¿Cómo era que una proporción tan importante (la
tercera parte?, la mitad?) de la población de la campaña obtenía sus medios de vida de la agricultura y
esta economía era importadora neta de cereal a mediados de siglo?

De hecho, todavía en la década de 1850 los métodos de cultivo eran tan primitivos como lo habían sido
durante los últimos tiempos coloniales. 39 No se utilizaban ni abonos ni irrigación. Sin embargo, temprano
en el siglo diecinueve el producto del cultivo del cereal era notablemente alto. Los rendimientos eran aun
más altos que en las regiones más productivas de Europa, o el rendimiento promedio de las cosechas de
finales del siglo diecinueve en Argentina.40 El rendimiento estimado promedio del trigo, por cantidad de
semilla sembrada a mediados de la década de 1850 era todavía el mismo 25:1 que se consideraba
normal a comienzos de siglo.41 En 1855, el Juez de Paz de Chivilcoy estimaba los rendimientos promedio
en su partido en 25 fanegas por una sembrada de trigo. Rendimientos extraordinarios de 55:1 se
registraron por las autoridades para el trigo de pan o colorado en Junin. 42 A mediados de la década de
1860, en San Nicolas los rendimientos eran de 25-30:1 para el trigo y de 70-80:1 para la cebada. 43 Pero
los altos rendimientos fueron ocasionales. Ellos no se sostuvieron a lo largo del tiempo. Que sucedió
entonces con la agricultura que tenía un potencial tan promisorio? Cómo fue que mientras en las décadas
de 1810 y 1830 Buenos Aires aun llegaba a exportar trigo en años buenos, para 1850 el abastecimiento
del consumo local dependía de las importaciones regulares de Estados Unidos.44

En el largo plazo la productividad pareció haber sido menor y entonces la agricultura se estancó. Los
historiadores han encontrado las razones para esa pobre performance en la escasez crónica de

35
L.Johnson ‘The Price History of Buenos Aires during the Viceregal period’, L Johnson & E Tandeter, Essays on the Price History,
pp. 137-71.
36
JC Garavaglia ‘Economic Growth and Regional Differentiation. The River Plate Region at the end of the Eighteenth Century’ HAHR
65, 1 (1985); ‘Producción Cerealera y Producción Ganadera en la campaña porteña, 1700-1820’; ‘El pan de cada día: el mercado de
trigo en Buenos Aires, 1700-1820’ Boletín del Instituto Dr. E. Ravignani, 4 (1991) pp.7-29; ‘La agricultura del trigo en las ‘estancias’
de la campaña bonaerense: Tecnología y empresas productivas (1750-1815)’ en R. Mandrini y A. Reguera, Huellas de la Tierra:
Indios, agricultores y hacendados en la pampa bonaerense, (Tandil, 1993), ‘Los Labradores de San Isidro ..’ Desarrollo Económico,
32 (1993) 128, pp. 513-542
37
Registro Estadístico Estado de Buenos Aires (1854) Table 10.
38
Aunque el tema ya había sido advertido por Brown, A Socioeconomic History, Ch. 6; Una revisión de trabajos más recientes en
Garavaglia y Gelman ‘Rural History of the Rio de la Plata, 1600-1850’ Latin-American Research Review, 30-31 (1995) p 75-105
39
JH. Vieytes, Antecedentes económicos de la revolución de Mayo. (Buenos Aires, 1967)
40
M.A.Irigoin, ‘Inconvertible Paper Money, Inflation and Economic Performance in Early Nineteenth Century Argentina’ JLAS 32,
(2000), 2 pp.333-59, nota 16.
41
Garavaglia ‘Economic Growth’, p 76-79. Vieytes dice 16:1
42
Irigoin, Inconvertible Paper Money, nota 17.
43
T Hutchinson The Parana with incidents of the Paraguayan War and South American Recollections from 1861-1868, (London
1868) p 136.
44
Buenos Aires llegó a exportar hasta 14,000 fanegas de trigo en 1817 y 12,000 en 1823. Para exportaciones entre 1810 y 1823,
Public Record Office.Foreign Office.354-8.847 (PRO.FO en adelante); Burgin señala embarques de cereles y harina al exterior hasta
1837. Economic Aspects, table 44.

10
trabajadores, los altos costos de transporte, y la competencia con el trigo importado. 45 Para otros, aun
‘la psicología y los hábitos de los habitantes de los argentinos del litoral fueron también poderosos
obstáculos para la agricultura’.46 Los efectos de políticas fiscales erráticas pueden haber agravado esos
obstáculos finalmente. La fijación de precios políticos para el pan o la imposición de derechos
diferenciales al trigo y harina extranjeros de acuerdo a la situación local del momento buscaron proteger
a los agricultores. Según la primera ley de Aduana de 1822, las importaciones de sal, el trigo o la harina,
eran gravadas con una escala descendente de derechos específicos se aplicaba de acuerdo a los precios
prevalentes en el mercado doméstico y a las condiciones de la oferta, como una medida de proteger a la vez
las fluctuantes producciones locales y sostener bajos los precios para el consumidor. La introducción de
grano extranjero era solamente permitida en casos de escasez en la plaza. Esos derechos específicos fueron
diseñados cuando todavía el peso papel era convertible y mantenía la paridad con la plata. En 1831-2, se
subió la tasa para compensar los efectos de la depreciación sobre las importaciones de trigo y harina, pero
siempre los derechos se mantuvieron retrasados de la tasa de depreciación de la moneda.47 En última
instancia, el caso de derechos específicos que rápidamente quedaban desactualizados después de 1826 tuvo
el efecto de anular a la tarifa como medida de protección y fuente de ingresos fiscales. Sin embargo, Lyman
Johnson había advertido sobre la debilidad de la producción agrícola tardo colonial que ‘podrían haberse
subsanado con una adecuada inversión de capital’.48 Sin embargo, las condiciones financieras y de crédito
que tuvo la agricultura en el período pos-independencia para afrontar aquellos problemas todavía no han
sido consideradas adecuadamente.

LA ESCASEZ DE CAPITAL Y LA ‘ DOMINACIÓN’ DEL CREDITO MERCANTIL.


Los historiadores han notado dos características respecto de la falta de financiación en la economía del
siglo diecinueve: la escasez de capital y la ausencia de crédito bancario. Como los contemporáneos, los
historiadores han asumido que la escasez de metálico es lo mismo que la escasez de capital. 49 Algunos
incluso tienden a tomarlo como una y la misma cosa. Así es que se discute la escasez de capital o la
falta de crédito como un mismo fenómeno. No obstante, no hay desacuerdo alguno sobre la existencia
de restricciones de capital para la financiación de esta economía. La evidencia que se esgrime es el alto
precio del dinero - las tasas de interés, aunque solo se refieren a tasas de interés nominales. 50 Burgin
encontró que ’el capital prestable era crónicamente escaso en Buenos Aires, a pesar de las políticas
inflacionarias de Rosas’y al mismo dato recurrió Halperin para repetir la idea. 51 Sin embargo, hacia finales
de la década de 1840 un viajero Británico observaba que había diferentes tipos de interés de acuerdo al
medio de pago utilizado o la existencia de garantías colaterales. MacCann indica que la tasa de interés
para el descuento de letras en moneda corriente estaba alrededor del 18 al 24 por ciento anual; pero
solo la mitad o menos se cargaba a los prestamos en metálico y, aun mas bajas eran las tasas si había
garantías reales como propiedades urbanas y rurales. 52

El otro argumento que se esgrime es la inexistencia o no- disponibilidad de fuentes


institucionales de crédito como impedimento para remediar los efectos el alto precio del dinero (o
costo del crédito). Algunos historiadores han visto en la persistencia de las formas mercantiles de crédito
una rémora de la herencia colonial. Otros, con un enfoque diferente, coinciden sin embargo en la idea de

45
Burgin, Economic Aspects, p 31 -2 and p 256-58; Garavaglia, Economic Growth, p 79.
46
J. Scobie, Revolution on the Pampas a Social History of Argentine Wheat, 1860-1910, (Austin 1967) p12
47
J. Lynch, Argentine Dictator,Juan Manuel de Rosas (Oxford, 1981) p. 144; Burgin, Economic Aspects, pp. 70-2, 221.
48
Johnson ‘The Price History’, p 165
49
Halperin Donghi, Revolución y Guerra, p. 113.
50
Ibid, De la Revolución de Independencia a la Confederación Rosista, (Buenos Aires, 1980) p. 181, Revolución y Guerra, p. 119.
51
Burgin, Economic Aspects p 266. Énfasis de la autora. También Halperin Donghi, La Expansión Ganadera p 36-37 y en Revolución
y Guerra, p. 124.
52
Mac Cann, Two Thousand Mile’ Ride through the Argentine Provinces (London [1853]1969) p 158.

11
la ausencia de crédito -escasez de capital- por el supuesto ‘arcaísmo’ del sistema financiero. 53 Luego, el
hecho que el crecimiento de la economía rural fue financiado por el capital comercial o de los
comerciantes (o bajo formas de crédito mercantil) todavía concita la atención sobre la ‘dominación de los
mercaderes sobre los productores en la economía domestica’.54 De este modo, no obstante el éxito de las
estancias, para la mayoría de los autores -a excepción de Amaral- el capital de fuentes mercantiles
financió la expansión rural. Para Halperín esta conexión era crucial para explicar el ritmo de la expansión
sobre el territorio y la instalación de producciones ganaderas. El llamado vuelco de los sectores
mercantiles porteños a la inversión en tierras y ganado había iniciado el despegue -o la aceleración en el
ritmo de la producción ganadera- en la década de 1820. Este era un rasgo particular de los mercaderes
extranjeros que habían desplazado del mercado a los hombres de negocios españoles y criollos en los
avatares de la liberalización del comercio durante la primera década revolucionaria. Ante la imposibilidad
de enviar remesas metálicas de sus beneficios en el intercambio en el Río de la Plata, los mercaderes
habían desviado sus ganancias a la inversión en la ganadería.55

En cuanto a la equivalencia entre escasez de capital y falta de crédito, la insuficiencia de capital es


explicada como el resultado de la carencia de metálico debido a un balance comercial desfavorable con
ultramar. 56 Sin embargo, siendo Buenos Aires el principal puerto para una región mayor, y el
intermediario con el comercio exterior, algunas consideraciones deben hacerse. Los datos utilizados en
general por la historiografía sobre comercio exterior no permiten distinguir las exportaciones de acuerdo
al lugar de producción, ni especificar el valor de las mercancías extranjeras re-exportadas al interior. Sin
embargo, el comercio desde Buenos Aires es usualmente asumido como el del todo el país y de esta
manera los balances resultantes pueden llevar a confusión para apreciar eficazmente la performance de
todo el sector externo. 57 Estudios recientes sobre el comercio regional muestran la significatividad de la
participación de los bienes producidos en las provincias del litoral en las exportaciones durante las
décadas de 1830 y 1840, una vez que sus campañas se recuperaron de los efectos de la guerra civil.58
Menos se conoce aún de la re-exportaciones de bienes importados de Buenos Aires al Interior, pero hay
evidencia que estas operaciones fueron siempre en favor de Buenos Aires, aumentando los saldos
favorables del comercio para los porteños. 59 De la misma manera, en general se ha tomado a Montevideo
como un competidor del puerto de Buenos Aires, cuando -como se describe mas abajo- por las
características del mercado, de la producción de bienes y de las redes comerciales, este puerto era en
verdad una alternativa para el comercio porteño cuando el tráfico con Buenos Aires estaba
interrumpido.60

De la misma manera respecto del mercado de exportación, los intercambios con Gran Bretaña han sido

53
JC Chiaramonte, Mercaderes del Litoral. Economía y Sociedad en la provincia de Corrientes, primera mitad del siglo XIX (México,
1991) p 34 y nota 17 en particular o R. Cortes Conde, La Economía Argentina en el Largo Plazo (siglos XIX y XX) (Buenos Aires
1997) cap. IV ’El origen de la banca en la Argentina en el siglo XIX’ en particular pp. 114,124.
54
‘En condiciones de iliquidez general, las varias formas de crédito mercantil sirvieron como un medio de dominación del sector
comercial sobre el productivo y formalizó una relación de intercambio desigual. Esta relación, típica de los sistemas precapitalistas,
priorizaba las ganancias comerciales’ Chiaramonte, Mercaderes, p33.
55
Halperín Donghi, ‘La Expansión’, pp. 38-40. El ‘vuelco’ todavía preocupa a algunos historiadores, R. Fradkin, ‘Tulio Halperín
Donghi y la Formación de la Clase Terrateniente Porteña’, Anuario del IEHS 11 (1996), pp. 71-107.
56
Halperín Donghi, ‘La Expansión’, p.28.
57
Por ejemplo C. Newland, ‘Exports and Terms of Trade in Argentina, 1811-1870’, Bulletin of Latin American Research , 16 (1997) 1
o MA Rosal, ‘La exportación de cueros, lana y tasajo a través del Puerto de Buenos Aires’ (mimeo, 1997)
58
R. Schmit y M.Rosal, ‘Las Exportaciones del Litoral Argentino al Puerto de Buenos Aires entre 1783-1850’, Revista de Historia
Económica, XIII (1995) 3, pp. 581-607 y Comercio, Mercado e Integración Económica en la Argentina del siglo XIX (Buenos Aires,
1995).
59
M.A.Irigoin, ‘Finance, Politics and Economics in Buenos Aires, 1820s-1860s: The Political Economy of Currency Stabilisation’
(Unpub. PhD Diss. LSE).
60
Burgin, Economic Aspects, p 273 o Halperin Donghi, Guerra y Finanzas en los Orígenes del Estado Argentino, 1791-1850 (Buenos
Aires, 1982) apéndice, cuadro XIV.

12
tomados equivocadamente como un estimador para el total del comercio exterior. En la década de 1820
Inglaterra era el principal socio comercial y disfrutaba de un superávit en sus intercambios con el Río de
la Plata. Pero para la mitad del siglo, ella había dejado el rol del mayor comprador de productos
rioplatenses a Europa Continental y los Estados Unidos.61 Los mercados continentales atrajeron más del
nuevo producto exportable, la lana, que el Reino Unido; el que permaneció como el principal cliente para
los cueros salados y el sebo. Desde que el intercambio con otros países parece haber sido favorable a
Buenos Aires, se puede esperar que, el balance total del comercio haya tendido a rendir superávit a los
porteños. Supuestamente, como se ha dicho para explicar el drenaje de metálico, la balanza comercial de
Buenos Aires era deficitaria y se tornó favorable hacia la segunda mitad de la década de 1830, aunque
los bloqueos que siguieron perturbaron sólo momentáneamente su continuación en el tiempo.62 En
verdad, estos afectaron mucho más efectivamente al tesoro provincial que a los embarques de frutos
Finalmente, el balance comercial con ultramar se volvió positivo en algún momento de la década de 1830
y el intercambio con las otras provincias siempre fue fuertemente en favor de Buenos Aires. De modo
que, teóricamente no hubo un drenaje constante de metálico fuera de la economía bonaerense. Por el
contrario, el metálico tendió a converger en el puerto. Así, la supuesta (en todo caso, temporaria)
escasez de metálico no puede explicar las restricciones y los obstáculos para la formación y acumulación
de capital en la economía bonaerense. En otras palabras, todavía hay que explicar las razones para la
aparente desaparició n del metálico de la circulación.

La ausencia de formas institucionales de crédito fue un obstáculo pero no impidió el acceso de


productores al capital. El crédito era posible pero mediante las fuentes mercantiles. 63 El conocimiento
disponible sobre los comerciantes es incompleto. Los estudios sobre el comercio han prestado más
atención a la nacionalidad de los comerciantes de Buenos Aires que a las estrategias y prácticas que
realmente ellos llevaron a cabo. 64 No sorprende, que el predominio de las casas comerciales inglesas
subyace en el hecho que Gran Bretaña dominaba el comercio de importación desde temprano en este
proceso y prevaleció en el comercio exterior de la región desde la Independencia. Para la década de
1820, ya hacía tiempo que hombres de negocios extranjeros se habían establecido en Buenos Aires. En
cierto modo las facilidades de capital y los contactos en su patria les permitieron un acceso privilegiado a
los mercados y la producción de manufacturas europeas. Las consignaciones de bienes europeos y las
ventas al remate, parecen indicar un primer estadio en la inserción de los comerciantes europeos en el
Río de la Plata, más cercano a ocasionales emprendimientos individuales que a un sostenido flujo de
negocios que caracterizara a las casas establecidas en el puerto más adelante. El estilo de los Robertson
en realidad parece mas apropiado para las practicas comerciales de los extranjeros en la década
revolucionaria. A medida que el ritmo de los negocios se hizo sostenido y estos mercaderes se
involucraron mas con la sociedad que los recibía esas prácticas cambiaron y tendieron a establecerse en
casas comerciales, como ocurrió a partir de 1820.

A su vez, inicialmente los comerciantes nativos pudieron haberse beneficiado de sus redes personales en
los intercambios locales y regionales. Sin embargo, el creciente comercio con otros países, las
complejidades del comercio regional y haberse envuelto en las actividades ganaderas hace difícil adscribir
una especialización neta en hacer un determinado tipo de negocios a un determinado grupo nacional de
comerciantes en particular. 65 Mas aun, el hecho que negociantes de importación y exportación nativos y

61
A.Vaillant Apuntes Estadísticos y Mercantiles sobre la Republica Oriental del Uruguay (Montevideo 1863) p 12-15; H. Ferns Britain
and Argentina in the Nineteenth Century (Oxford 1960), p 492-3; VB. Reber, British Mercantile Houses in Buenos Aires, 1810-1880
(Camb, Mass 1979) table 4.; Brown A Socioecnomic History, p 75-79; Sabato Wool Trade,
62
Halperin marca este cambio para 1836 en Guerra y Finanzas, p 227, 247. Para los intercambios con US ver Brown, A
Socioeconomic History, p 69, 80-84, nota 41 y 43; Amaral, The Rise, p. 269 menciona saldos favorables desde la década de 1850.
63
Como los describió temprano WP Robertson en sus Letters on South America (London 1843) vol II pp. 174-186.
64
Las investigaciones sobre comercio en el siglo XIX permanecen confinada al caso de los comerciantes Británicos Reber, British
Mercantile, y C. Lewis British Business in Argentina. (LSE Working Papers in Economic History 26/95:London, 1995).
65
M.A.Irigoin, ‘Inconv ertible Paper Money’

13
extranjeros operaban en ambas orillas del río y ambos grupos participaron en varios tipos de negocios
en la economía doméstica sugiere que vale la pena mirar a otros factores para percibir mejor el alcance
de los negocios mercantiles en el área.

LA COMERCIALIZACION DE PRODUCTOS RURALES


La consignación de productos de exportación y las redes organizadas alrededor del acopio, transporte y
la comercialización de esos bienes en el exterior fue el marco de las conexiones de los comerciantes con
la economía rural.66 El grueso del comercio de importación también fue hecho bajo formas de
consignación y existieron incentivos fiscales para promover el comercio de esa manera. Hasta 1840
existieron tasas diferenciales para el pago de la Contribución Directa si el comerciante operaba en
consignación (4%) o sí los hacia con bienes de su propia cuenta (8%). Los pequeños productores rurales,
o aquellos que no tenían los medios de colocar fácilmente sus cueros en el puerto, tenían finalmente que
confiar en los mercaderes de Buenos Aires para acceder a su parte en los beneficios que brindaba las
exportaciones. Algunos cambios ocurrieron solo hacia finales de la década de 1860. Los industriales
europeos empezaron a enviar representantes al Río de la Plata para comprar la lana directamente a los
productores. Esos eran años de estabilidad monetaria y por ende de menores riesgos para la
comercialización de productos rurales. Notablemente, Sabato encontró que para finales de la década de
1880, ‘cuando la especulación se volvió la actividad más rendidora en el Río de la Plata’ muchos de esos
representantes se habían volcado a la inversión en tierra, créditos hipotecarios, cédulas, bonos del
gobierno y acciones de compañías privadas y públicas. 67 Sin embargo, siendo los ochentas años de altas
perturbaciones monetarias, ella no relacionó esas prácticas ‘especulativas’ con la (no tan) nueva
diversificación de inversiones para afrontarla.

Los comerciantes proporcionaban el capital para financiar la producción mediante la provisión de


‘avances’ en dinero o bienes para ser retornados en productos. Esa estrategia explicaba el éxito que
animaba a los hermanos Robertson a internarse en el litoral en la década de 1810, pero también había
sido práctica frecuente de los intercambios mucho menores en la campaña de Buenos Aires. 68 Así los
comerciantes -de toda escala- financiaban la comercialización de los bienes exportables mediante el
control del acopio, depósito y el comercio al por mayor, en el cual los bienes comprados o trocados con
los indios, o la provisión al ejercito distaban de ser despreciables. Mas aun, los comerciantes mismos,
ambos extranj eros y nativos, invirtieron en propiedades urbanas, la cría de ganado y masivamente
compraron tierras aunque significativamente tampoco concentraron sus propiedades. De la misma
manera, tampoco se especializaron en algún tipo de negocio. 69

Otras alternativas como prestarle al gobierno pronto se mostraron menos alentadoras mientras que para
algunos, las compras públicas y el descuento de letras de otros comerciantes parecen haber sido un
negocio riesgoso pero una importante fuente regular de beneficios. Así, ‘el descuento de letras es un
monopolio de prestamistas muy conocidos, de los cuales la mitad al menos son extranjeros, y es
satisfactorio para mi decir que los Irlandeses lo hacen en una buena proporción’. 70 De la misma manera,
proveer al gobierno fue una actividad lejos de estar restringida a comerciantes nativos. Por ejemplo, en la
década de 1840 Samuel Hale, conocido hombre de negocios Británico, actuaba como proveedor no oficial
de bienes importados a los Indios ‘amigos’ del Gobernador Rosas. Hale debe haberse favorecido del

66
JC Brown, ‘Dynamics and Autonomy of a Traditional Marketing System. Buenos Aires 1810 -1860’ HAHR 56 (1976) 4, 605-629;
Sabato, ‘Wool Trade’.
67
Sabato, ‘Wool Trade’ p 53 and fn. 29.
68
C. Mayo, Pulperías cap. 2. Es interesante notar que para los reisgos del ‘fiado’ los socios de la pulpería no eran solidariamente
responsables, sino cada uno confería la garantía de sus operaciones individuales a los otros socios
69
También existieron incentivos para que los comerciantes se dedicaran a la vez a la importación y exportación como una manera
de balancear en el corto plazo el pago de las pesadas boletas fiscales por la introducción de importaciones. Reber, British
Mercantile, e Irigoin, ‘Finance, Politics and Economics’, part II.
70
Mac Cann, Two Thousand Miles’, p 158.

14
intercambio de productos rurales con los Indígenas.71 Otro caso es Daniel Gowland quien actuaba como
Agente Comercial de la Confederación en Buenos Aires durante la secesión de 1852-62.72 Tampoco el
préstamo a corto plazo a otros comerciantes fue monopolizado por los mercaderes extranjeros. Un
agente de Baring caracterizaba a aquellos hombres de negocios involucrados masivamente en el
descuento de letras como comerciantes de ‘crédito dudoso’ a diferencia de la ‘prudencia’ que distinguía a
otros. Para 1843, Baring listaba entre los primeros a comerciantes nativos y extranjeros como Thomas
Amstrong, Samuel Lafone, la casa Parlane y McAllister, los Hermanos Freres, al mismo Daniel Gowland, a
Jaime Llavallol, Narciso Martinez de Hoz y los Ortiz Basulado. 73 En realidad, para 1850 el área del Río de
la Plata parece haber sido mas parecida a un único mercado donde los hombres de negocios actuaban de
acuerdo eventualmente a su disponibilidad de capital y sus habilidades individuales para adaptarse a las
prevalecientes circunstancias en diferentes sectores y mercados. Solo la pertinaz utilización de variables
políticas como exógenos a los procesos económicos ha permitido confundir la competencia de dos
fiscalidades, las aduanas de Buenos Aires y Montevideo con la existencia de dos mercados separados o
distintos.

MONEDA , DEFICIT FISCAL Y FINANCIACIÓN INFLACIONA RIA.


Cuando se estima la disponibilidad de crédito y de otras fuentes de financiamiento, en particular la
perspectiva para fuentes formales de crédito a través de canales bancarios, se requiere considerar los
procesos monetarios y financiaron contemporáneos. La literatura sobre el tema no es abundante como en
los estudios sobre la economía real sin embargo los rasgos generales del problema se pueden seguir por
los trabajos de Burgin, Halperin y Amaral.74 Estos estudios han seguido una periodización marcada por
los eventos políticos, o han abordado el tema para períodos parciales, por lo que hasta recientemente se
carecía de una historia económi ca del papel moneda para todo el período que duró su inconvertibilidad. 75

Desde la Independencia el déficit fiscal se hizo crónico. Al comienzo los gobiernos revolucionarios
contrajeron deudas y emitieron todo tipo de papeles para cancelarlas. Con las reformas de 1820, la
deuda flotante se consolidó y el gobierno buscó postergar el peso de las acreencias de los particulares
con bonos de largo plazo. La guerra con el Brasil acabó con el sistema financiero y el gobierno
endeudado con el banco, lo que trajo un fuerte crowding out a esta economía. Esta combinación
finalmente liquidó las reservas metálicas del banco que no pudo sostener la convertibilidad de sus
billetes. El déficit persistió pese a la paz y la resolución de las secuelas domésticas de la guerra en 1830.
Agotada la capacidad de préstamo del banco y cerrado el crédito externo, Rosas buscó financiarlo con
bonos, por lo que grandes emisiones de títulos se hicieron sucesivamente durante la década de 1830. El
gobierno los usó para pagar compras y salarios públicos y los recibió como medio de pago en la venta de
tierra.76 Como consecuencia, los bonos empezaron a funcionar como moneda, aumentando con cada

71
Ver las cuentas de Negocio Pacifico en los Libros Mayores de la Contaduría de Buenos Aires. AGN Sala III. La misma fuente
muestra las operaciones que un comerciante francés - Rams y Ruberts - llevó a cabo como el principal proveedor del general
Urquiza durante 1852.
72
Parish a Clarendon, Buenos Aires 30 April 1856. PRO.FO 6.192 ms 7.
73
BB.HC16.115.I. Para 1852: ‘Report on the Buenos Aires state of affairs in 1852’ BB.HC.4.24.4. Jeremy Adelman ha denominado
sugerentemente este período como el de una ‘Economía política del Cronyism’; Ibid, Republic of Capital. Buenos Aires and the Legal
Transformation of the Atlantic World (Stanford, 1999) cap. 5. Sin embargo no proporciona ejemplos de aquellos que se beneficiaron
de los favores del poder político. De esta manera aparece como muy genérica la dinámica entre los negocios y la política para
explicar los mecanismos de acumulación de capital en este economía. Ver Irigoin, ‘Finance, Politics and Economics’. Part II.2 y III.1
74
Burgin, Economic Aspects; Halperin Donghi, Guerra y Finanzas, y los varios artículos de Amaral, en particular ‘El Descubrimiento
de la Financiación Inflacionaria, Buenos Aires. 1790-1830’. Investigaciones y Ensayos # 37 (1988).
75
Una historia económica del papel moneda y la persistencia del metálico en un patrón bi-monetario (no bimetalico) durante 40
años en Irigoin, ‘Finance, Politics and Economics’, Part I.
76
Halperin Donghi, Guerra y Finanzas, p 219 and pp 251-75.

15
emisión la base monetaria aun más.77

La posibilidad de tomar prestado – voluntaria o forzosamente - en la economía doméstica se agotó hacia


1840 y el gobierno finalmente recurrió masivamente a la emisión de papel moneda. La expansión del
circulante continuó hasta la década de 1860, debido a que el financiamiento inflacionario era el medio
más eficiente para solucionar problemas de déficit fiscal en el corto plazo. Las emisiones de billetes
ponían en disponibilidad fondos con inmediatez sin una mayor carga para el Tesoro sobre futuros
ingresos. A decir verdad, la inflación hizo la deuda externa más onerosa a lo largo del tiempo pero diluyó
las obligaciones domésticas -como los fondos públicos- en papel moneda. Las onzas de oro empezaron a
ser usadas como ‘moneda dura’ o reserva de valor líquido y fueron atesoradas para prevenir la
depreciación de activos líquidos agregando así una presión aun mayor sobre el tipo de cambio que las
que imponían las eventuales circunstancias en la economía internacional. Inevitablemente las políticas
inflacionarias tuvieron severas consecuencias para toda la economía.78

LAS CONSECUENCIAS ECONÓMICAS DE LAS FINANCIACIÓN INFLACIONARIA .


La consecuencia obvia e inmediata de las emisiones fue la depreciación del papel moneda. Finalmente,
dada la estructura del mercado doméstico y de los impuestos, ello también resultó en agudos cambios en
los precios relativos. 79 Como el papel moneda era el medio de pago para masivas compras públicas -
principalmente bienes locales para el ejército- estas impactaron en los precios domésticos
necesariamente. Al recibir a su vez bonos o papel depreciado, los proveedores cargaban precios más
altos y así afectaban la fijación de los precios en las transacciones privadas. Más aun, el desorden
generalizado en la administración de las compras del gobierno promovió favores políticos y en buena
medida la corrupción, en la cual algunos comerciantes encontraron oportunidades muy beneficiosas en
venderle al estado. Probablemente el caso más conspicuo fuese Simón Pereyra, otro proveedor al ejercito
en la época de Rosas quien se declaró insolvente en 1840. Sin embargo cuando murió en 1852 había
acumulado una enorme fortuna y varios cientos miles de hectáreas de tierra.80 En algunos casos, hacer
operaciones con un gobierno comprometido en gastos masivos ‘estimuló la prosperidad’ de quienes
emprendían el negocio.81

Como un ejemplo de los efectos de las políticas financieras y monetarias sobre la marcha de la economía
se ofrecen dos ejemplos acerca de su impacto diferencial sobre la dinámica de la expansión de la
ganadería y la campaña. Aparecen así ritmos distintos en la sugerida correlación entre depreciación y
expansión de las exportaciones pecuarias que se desarrolló más arriba.

Notablemente, el peso de Buenos Aires estuvo muy firme durante la primera mitad de la década de 1830
hasta 1837. Entre 1831 y 1837 se emitieron 14 millones de pesos en bonos públicos para cubrir penurias
fiscales ya que no se podía acudir prestamos del Banco. Estas cantidades duplicaron el stock de bonos que
se habían lanzado en la década anterior. Sin embargo, los bonos no bajaron demasiado de precio a pesar del

77
La falta de información impide mayores especulaciones sobre el alcance de un hipotético mercado secundario para los bonos. Sin
embargo, esos bonos no han sido considerados en la expansión de circulante en los estudios sobre la financiación inflacionaria
como Amaral, El Descubrimiento, y más recientemente M. Bordo y C. Vegh. ‘What if Alexander Hamilton had been Argentinean. A
Comparison of the Early Monetary Experiences of Argentina and the United States’, National Bureau of Economic Research,
Working Paper Series # 6862, Nov 1998.
78
Burgin, Economic Aspects, p 68-69, 74, 160, 165, 169 y 206-213. Halperin Donghi Guerra y Finanzas p 215ss, y 244, y en De la
Independencia a la Confederación, pp. 195-6; 283.
79
Halperin Donghi, ‘Bloqueos, Emisiones’ esp p 307-341; S. Amaral ‘Alta Inflación y Precios relativos. El Pago de las Obligaciones en
Buenos Aires, 1790-1830’ El Trimestre Económico. 221 (1989) p 163 -221.
80
Reber, British Mercantile, p 108-9; Halperin Donghi, Guerra y Finanzas p 231; D. Hernando, ‘Casa y Familia. Spatial Biograpies in
Nineteenth Century Buenos Aires’(PhD. Diss UCLA 1973) pp 421-88.
81
Reber, British Mercantile, p 16 y notas 16, 17 en particular.

16
fenomenal aumento de la masa de títulos, el que esperablemente debía reducir su valor de mercado. La
emisión de estos bonos, con la finalidad de reemplazar letras de Tesorería, llevaba las mismas
especificaciones para amortización y las garantías de la Tierra Publica que los emitidos por el Crédito Público
según la ley de 1821. Sin embargo, a partir de la emisión de 1834 por 8 millones, las cotizaciones se
mantuvieron alrededor de 50% del valor a la vista.82 Al mismo tiempo la tasa de descuento aumentó y el
papel moneda estaba bastante estable. Dada la relativa apreciación de ambos, los bonos y la moneda, más
las altas tasas de interés reales considerando la relativa estabilización de los precios domésticos después del
shock inflacionario de 1826-1828 uno puede inferir que la economía de Buenos Aires en los comienzos de la
década de 1830 estaba atravesando un proceso de crecimiento económico real, que habría durado poco
hasta 1837-8.83 Las primeras graserías que aparecieron en estos años dan cuenta de una mayor inversión en
tecnología que permitió aprovechar mas los productos de la ganadería.84 De acuerdo a los pocos datos de
comercio que se disponen para ese período, se volvieron a realizar embarques de trigo, harina, maíz, hacia el
exterior, los que se habían interrumpido a mediados de la década anterior. Las exportaciones de lana se
duplicaron y llegaron al 17 % del total de las exportaciones. Todos estos indicadores, un aumento de la
productividad de esta economía como una mayor inversión de capital en la explotación ganadera confirman
esta presunción.85 Este proceso particular en los comienzos de 1830 merece una mayor investigación de
manera de precisar mejor la dinámica de la expansión rural, sus causas, los ritmos que esta llevó, y qué
factores la discontinuaron.

Otro ejemplo surge de dos señales evidentes de la aceleración de la expansión de la ganadería en Buenos
Aires después de las crisis inflacionarias de la década de 1840. Los embarques de cueros, producidos tanto
en Buenos Aires como en el Litoral aumentaron considerablemente en esta década. El total de cueros
exportados desde Buenos Aires superó largamente el millón y medio de piezas de promedio, y triplicó los
promedios de la década de 1830.86 La participación proporcional, sin embargo, de los cueros producidos en la
campaña porteña siguió siendo dominante, y pasaron del 66 al 73 por ciento del total de cueros
exportados.87 Por otro lado, algunos estudios recientes han encontrado un crecimiento del stock ganadero de
la provincia en estos años, sumado a un proceso de concentración de los rebaños de ganado. Sin embargo,
su autor reconoce como transformaciones que se producen ‘gradualmente’. Apoyado en la interpretación
tradicional, Garavaglia no encuentra adelantos tecnológicos que pudieran explicar la expansión del sector
en la década de 1840. 88

Sin embargo en ambos estudios no hay una respuesta satisfactoria que explique estos cambios de ritmo
en la producción y la comercialización de los productos de la campaña en este momento en particular.
Tampoco hay referencia alguna en ambos estudios a las circunstancias monetarias y financieras
contemporánea que pudieron haber incidido en esta trayectoria que tiene la expansión de la campaña, de
la ganadería y de las exportaciones pecuarias en la década de 1840. Como se dijo, durante estos años los

82
El precio de los bonos citados por Burgin, Economic Aspects, p 175, tabla 32.
83
Las tasas de descuento de Burgin, Economic Aspects, fn 41 p 266. Para el tipo de cambio del peso papel con el oro, Irigoin, ‘Finance,
Politics and Economics’ Apéndice I b. Para los movimientos de precios de bienes y servicios a comienzos de la década, Amaral, El
Descubrimiento, p 414.
84
Halperin Donghi, De la Revolución de Independencia, p. 286. Aunque no lo desarrolla, Halperin sugiere un ‘aumento en el ritmo’
de la expansión ganadera para la década, que puede estar indicando en realidad, un ritmo de crecimiento mayor de la economía.
85
Burgin señala embarques de cereales y harina al exterior hasta 1837. Para el volumen y valor de las exportaciones de lana ver
Economic Aspects, table 44.
86
Buenos Aires había exportado una media de 440,000 cueros propios anuales en la década de 1830 y esta subió a casi un millón en la
década del 40. El interior, siguió una tendencia similar, pasado de 213,000 a medio millón de piezas promedio por año que se
despachaban por el puerto de Buenos Aires
87
Estimaciones propias sobre datos de Schmit y Rosal, ‘Del Reformismo Colonial Borbónico ..’ Cuadro 8. La tendencia se mantiene
cuando se miden las exportaciones de cueros per capita. Idem tabla D
88
JC. Garavaglia, ‘Un siglo de estancias en la Campaña de Buenos Aires, 1751-1853’ HAHR 79 (1999) 4 p 733, especialmente nota
15.

17
precios internacionales continuaron bajando dramáticamente en todos los mercados europeos.89
Tampoco se registró un aumento localizado de la demanda en algún nuevo mercado que justifique estas
cifras. Sin embargo, ya habían sorprendido a Parish los débiles efectos del bloqueo en la disminución de
los planteles de ganado. El efecto obtenido había sido contrario: aumentaba la riqueza ganadera del país.
En realidad, durante esos incidentes el Tesoro sufrió en particular: el bloqueo obstaculizaba la
introducción de bienes importados y con ello la secaba la fuente de ingresos fiscales. Mientras que las
exportaciones no fueron afectadas de la misma manera. Los bienes rurales continuaron siendo
embarcados vía Montevideo y otros puertos menores provinciales. 90

En el agregado, estos incidentes que alteraron el ritmo de las matanzas propiciaron la ampliación de
planteles y la reducción del número de hacendados, de modo de explicar lo que describe Garavaglia en
este ‘medio siglo de estancias’. El aumento del número de cabezas es el resultado de la ampliación del
stock, como fue la estrategia del sector en su conjunto para afrontar los bloqueos. Ello también explica el
creciente número de ovinos entre los planteles incentivado por mejores precios relativos respecto de la
inflación. Ciertamente, las perturbaciones en el puerto - nunca la interrupción - de la extracción de cueros
tuvieron efectos diferentes de acuerdo a la situación de cada productor, como se vera mas abajo. Pero
hay diferencias entre aquellos hacendados mejor posicionados para afrontar una coyuntura crítica de
corto plazo. La concentración del número de animales es el resultado de los ajustes que los productores
individuales debieron de realizar en esta coyuntura de crisis. Los pequeños productores, propietarios o
no, debieron liquidar su stock para poder financiar los gastos corrientes. Los grandes productores, que
poseían tierra disponible, mejores condiciones de acceso al crédito, o incluso operaban como capitalistas
mercantiles, pudieron aprovechar las penurias de sus vecinos para ampliar y expandir sus explotaciones.

El ‘vuelco’ del capital mercantil y los patrones de inversión


En verdad, la depreciación de la moneda y la volatilidad del tipo de cambio se convirtieron en
constituyentes del desarrollo de la economía de Buenos Aires durante la primera mitad del siglo. La
inestabilidad de la moneda expresada en la alta volatilidad del tipo de cambio marcó profundamente el
alcance de las actividades económicas mediante severas distorsiones en los precios relativos. Por
ejemplo, el Cónsul Británico en 1851, observaba al momento de una -de las muchas- crisis monetarias
que

‘los precios se han vuelto meramente nominales si el pago no es instantáneamente hecho. No hay nadie que
sepa cuanto debe, y aun así todo es hecho a crédito. Con los últimos rumores de guerra con Brasil el
valor del peso vario casi un tercio, como un 30% en pocos días.’ 91

Estas son tasas extremas pero no fueron de ninguna manera infrecuente A lo largo de los años
ciertamente el precio del oro o el metálico en Buenos Aires sufrió las presiones adicionales del
atesoramiento desde que desarrolló funciones de ‘moneda fuerte o dura’. En el largo plazo la depreciación
y la inestabilidad monetaria fueron la tendencia mas que la excepción. Ellas se convirtieron en características
muy significativas para la performance de la economía y la función de utilidad de los individuos. Como se
dijo, esas tasas mensuales de depreciación del medio de pago vuelven sin sentido cualquier estimación
de beneficios de las explotaciones rurales hechos en tasas nominales o en pesos corrientes.

Inicialmente cuando el primer estallido de inflación ocurrió hacia finales de la década de 1820, cambios
bruscos en los precios afectaron notoriamente a aquellos que mantenían sus activos de capital en líquido.
En 1827 el Cónsul Británico reportaba que:

89 Amaral, The Rise , figure 11.4


90
Parish, Buenos Ayres, p. 352. Cifras de R. Schmit y M. Rosal, ‘Política Comercial, Flujos Mercantiles y Negocios. Buenos Aires
frente al comercio exterior rioplatense en el siglo XIX.’ Revista de Indias (1999); Halperin Donghi, Guerra y Finanzas, p 233 .
91
‘H Southern to Baring Bros. Buenos Aires 9 March and 27 May 1851’ BB.HC.4.1.24.4. Enfásis de la autora.

18
‘es curioso remarcar que mientras el resultado de los dos grandes efectos de la guerra contra Brasil: la
suspensión del comerc io exterior y la depreciación del papel moneda, que han sido ruinosos a algunos
individuos y en particular a partes neutrales (extranjeros) .. no se ha suspendido ningún ramo del comercio
ni ha arruinado ninguno de los recursos de la industria del país. Ha atraído una gran cantidad de capital
nativo y extranjeros, parcialmente a cuenta de esos que no tienen otros medios para emplearlos, sino
mayoritariamente para evitar los peligros del papel moneda, en las mejoras y la extensión de los
establecimientos ganaderos -la gran fuente de la riqueza de Buenos Aires y en este respecto la provincia
nunca ha estado en tan floreciente estado como esta hoy’. 92

Por lo pronto como los comerciantes encontraron la cría del ganado y la compra de tierra como una
inversión may segura; hay buena cantidad de evidencia que hombres de negocios extranjeros movieron
parte de su capital en la (ahora aun más) promisoria actividad para asegurarse contra los cambios de
precios.93. En 1829 un comerciante Británico establecido en Buenos Aires reportaba a la Casa Baring que:

‘(las guerras) han sacudido el crédito publico hasta su centro, y han afectado materialmente la seguridad de
las fortunas y la propiedad privada. (Ellas) tienen un común perjuicio sobre los intereses de todos aquellos
cuyas previas operaciones les implicaban el mantenimiento de grandes sumas de dinero tanto como las
vicisitudes que los rodeaban en las cuales ellos se encontraron obligados a variar la dirección y la forma de
su capital dividiéndolo entre fondos públicos, estancias o propiedades inmuebles en la campaña y esas
especulaciones efímeras que les ofrecían la mejor esperanza de seguridad frente a pérdidas totales.’ 94

No sorprende así lo que sostenía Ferre frente a Roxas y Patrón según la cita del comienzo de este
artículo. Había fuertes motivos económicos para que el pastoreo fuera una actividad preferida ‘ya que las
actividades, que antes aseguraban la subsistencia, ya no tenían mucho que ofrecer’. Esto no parecía ser
una elección sino que además parecía que tampoco había alternativas. Protegerse de los efectos de la
depreciación de la moneda en los precios relativos eran las razones para volcar el capital líquido a la
ganadería. Ello permite entender el creciente interés de los comerciantes por involucrarse en las
inversiones rurales.

Sin embargo, muy poco de ellos parecen haberse movido por entero a la cría del ganado. 95 Ni siquiera
estos comerciantes devenidos propietarios rurales tendieron a concentrar sus propiedades en un solo
lugar, como se verá mas abajo. El patrón se repitió a lo largo del período -como se reiteró la política de
financiación inflacionaria del déficit fiscal- y no fue característica exclusiva de las estrategias de
comerciantes extranjeros. Un hombre de negocios local recordaba la situación en 1831 como comparable
a:
‘el curso precipitado que tomaron los capitales en 1825 y 1826 a convertirse en bienes raíces y haciendas de
campo, fue un efecto de la abundancia del medio circulante en billetes de Banco, que no estando en
proporción con las monedas de oro (pues los pesos de plata no existían en la circulación), no podían abrirse
cauce para correr fuera de la provincia y toda la convirtió en esas especies.’96

De la misma manera, asegurarse contra la depreciación parece haber causado el incremento en los
precios de la tierra ocurrido en la década de 1840. Para un ingenuo observador extranjero:

‘[era sorprendente que la gente de Buenos Aires aparentemente, no se daba cuenta que en sus
transacciones monetarias el valor había cambiado [sic]. Aunque el tipo de cambio del peso era de 3 a 6
peniques, el precio de la legua de tierra no superaba lo 60,000 pesos; así, en tanto como el tipo de cambio

92
‘Report on British merchants enclosed in W Parish to Bidwell’. Buenos Aires 31 December 1827. PRO.FO.6.20:
93
Ferns mencionó estas consecuencias inmediatas de la Guerra con Brasil en Britain and Argentine, p 165-67.
94
Forbes to J Bates. Buenos Aires, 6 October 1829. BB.HC.4.1.13.3.1.
95
La familia Anchorena parece haber sido un único caso de acuerdo a Brown, ‘A Nineteenth Century Argentina Cattle Empire’,p 161.
96
Matias de Oliden citado por Garavaglia ‘Precios de los Productos Rurales’, p 100.

19
permaneciera bajo, la gente compraba tierra sintiéndose segura que habían hecho una excelente
inversión, desde que era cierto que el tipo de cambio iría gradualmente subiendo después.’97

La liquidez era peligrosa cuando la masa de moneda circulante se expandía y los activos monetarios se
depreciaban. Así, los comerciantes buscaron medios de proteger su capital líquido. El vuelco de los
comerciantes a las empresas rurales, el incremento de la inversión en tierras y la concentración de las
inversiones en ganado explica la intensificación de la expansión ganadera que sigue los cambios en los
precios relativos que producen los episodios inflacionarios. Ellos explican los distintos ritmos de la esa
expansión.

Halperín advirtió el crecido interés de comerciantes en la empresa ganadera y lo interpretó como una
‘profunda transformación’ de los grupos mercantiles existentes luego de la Revolución en la década de
1810. Así, el vuelco hacia la inversión rural de los veinte es justificado por las altas, y ‘relativamente
estables’ tasas de beneficio de la ganadería. Sin embargo, Halperin no advirtió la estructura de incentivos
que finalmente indujeron la diversificación de las inversiones mercantiles porque él no consideró
apropiadamente la fuerza directriz en este proceso. Se argumenta que debido a la existencia de déficit
comerciales y la prohibición de extraer metálico, los comerciantes extranjeros derivaron parte de sus
beneficios hacia la tierra y el ganado. Sin embargo, los déficit comerciales se acabaron para mediados de
1830 y los impedimentos para operar en metálico fueron fácilmente burlados por quienes tenían fortuna
o conexiones políticas. Las otras inversiones alternativas, como los vales de aduana, los bonos de la
deuda pública o el papel moneda ‘fueron la base de especulaciones financieras’. Ellas tenían ‘poco
beneficio’ que ofrecer a los comerciantes, así ‘mas que competitivas, esas inversiones especulativas se
convirtieron en un complemento de las inversiones comerciales o ganaderas’.98

No obstante, no desaparecieron; Se mantuvieron en el variado porfolio de los hombres de negocios. Así


entonces, el supuesto vuelco fue mas una diversificación de inversiones, donde la ganadería fue la más
importante, pero de ninguna manera ello significó un abandono de los propósitos comerciales de estos
hombres de negocios que acumularon capital con los diferenciales de precios en el contexto de
inestabilidad de precios relativos. La inversión ganadera, pese a los altos rendimientos como se
mencionó, no recibió aportes de capital de consideración hasta que la cría del ovino representó una
inversión más atractiva. Estas puede ser bien las razones que expliquen lo que Garavaglia ha descrito
como cambio en los patrones de inversión.

Muy pocos comerciantes parecen haberse volcado enteramente a la ganadería exclusivamente.


Paradójicamente, los Anchorena - el arquetipo del comerciante devenido en estanciero latifundista - ‘a
diferencia de la mayoría de los grandes terratenientes, quienes mantuvieron la diversidad de sus lazos de
negocios, aparece haber abandonado el comercio por completo’.99 Halperín explica esta ausencia de
concentración de las inversiones en tierra, así como de la propiedad individual de un terrateniente en
grandes extensiones, por la ausencia de incentivos económicos para hacerlo. 100 Sin embargo, no se
detiene en la existencia de incentivos para diversificarse. En cuanto a la propiedad (o el usufructo) de la
tierra, es probable que esto responda a una estrategia de producción que combinara tierras con aguadas
y pasturas adecuadas a medida que la producción se iba haciendo más comercial. En todo caso, la
disposición a acumu lar ganado y comprar tierra sucedió y se repitió a lo largo del período y como
estrategia de inversión no fue una característica exclusiva de los comerciantes extranjeros.

97
Mac Cann, A Two Thousand Miles, p 30. Amaral acredita la misma observación como ‘una falta de reacción a los cambios en el
tipo de cambio’ después de -en ese momento- 20 años de experiencia con la depreciación. Idem The Rise, p 298 fn 5
98
Halperín Donghi, ‘La Expansión’, pp. 38-40.
99
Brown, ‘A Nineteenth Century’, p. 161; R. Poensgen, ‘The Challenge to an Argentine Merchant House in the late 18th Century’.
Jahrbuch fur Geschichte von staat, wirtschaft und gesellschaft Lateinamerikas, 33 (1996), p. 187-222
100
Halperín Donghi, ‘La Expansión’, p. 71.

20
La tierra publica
Para Halperin el crecimiento de las exportaciones pecuarias fue solo posible porque tierra pública vacía
estaba disponible.101 La tierra pública fue privatizada masivamente hacia finales de la década de 1830 y
comienzos de los cuarenta con propósitos fiscales. Estas medidas, como veremos, propiciaron en
particular aun más la expansión de la ganadería al disminuir los costos de producción. De acuerdo con los
cuidadosos estudios de María Elena Infesta, entre 1823 y 1840 un total de 4,646 leguas cuadradas -
125,251 km 2- pasaron a manos privadas con completo reconocimiento de los títulos de propiedad.102
Como se dijo estas ventas -que terminaron en 1840- rindieron pobremente al Tesoro. 103 Los efectos de la
depreciación del medio de pago utilizado en las ventas y la liquidación de la enfiteusis - no el régimen de
enfiteusis en sí mismo - favorecieron finalmente la perspectiva de la ganadería en explotaciones de
grandes superficies. Primero y fundamental, las ventas se hicieron sobre precios fijados en pesos papel.
Segundo, las verdaderas transacciones fueron mayoritariamente realizadas o pagadas en pesos papel o
utilizando otros medios de pago, y aun más, en plazos. El estimador mas bajo indica que el 51 por ciento
de la tierra fue adquirido mediante pagos en papel moneda, mientras que el resto fue solventado con
alguna combinación de billetes, Notas del Tesoro y adelantos en ganado al gobierno, pero todas ellas
denominadas en pesos papel. De esta manera, la depreciación resultó en grandes subsidios a quienes
compraron la tierra del gobierno; entre 1838 y 1840 el peso perdió mas de la mitad de su valor, cuando
el tipo de cambio cayo de $147 a $374 por onza de oro. Significativamente, el 70 por ciento de la
extensión ofrecida entre 1836 y 1840 fue adquirida luego del pico inflacionario de 1839.104 Más sugestivo
aun, es que el 63 por ciento de los títulos fueron subsecuentemente vendidos hasta 4 veces durante este
período. Estas cifras representan sucesivamente traspaso de la propiedad entre particulares y es un
indicio fuerte sobre la existencia de un activo mercado de tierras.

Tradicionalmente, debido a la enorme oferta liberada por el gobierno, ese mercado de la tierra ha sido
considerado como ‘limitado, imperfecto o prácticamente no existente’. 105 Claramente, este no fue el caso.
Los efectos perversos de las ventas de tierras en momentos de inflación no impidieron la existencia de un
mercado de tierras como ha sido supuesto. Por el contrario, la combinación de interminables necesidades
fiscales con la depreciación del medio de pago originaron una practica especulativa -pero racional- par a
quienes disponían de capital ocioso, o fáciles condiciones de liquidez. Se favoreció así una gran
especulación en las subsiguientes ventas de tierra, o transferencias de dominios, a otros particulares. Mas
tarde, o luego de comprar al estado, las extensi ones eran arrendadas o, menos frecuentemente, divididas
para vender en extensiones más pequeñas en momento que subiera el precio real del predio. Aunque la
subdivisión de los campos habría bajado los costos iniciales de la actividad para los individuos, ella
finalmente produjo beneficios extraordinarios o rentas a los primeros compradores quienes adquirieron
los campos al gobierno por un costo ínfimo mediante el instrumento de pago utilizado.

En última instancia, la especulación en tierras aumentó los costos de transacción para la economía rural y
reforzó practicas buscadoras de rentas (rent-seeking) en aquellos que tuvieron mejor acceso al capital
líquido. Así, las políticas de tierras durante periodos inflacionarios fueron en detrimento de los poseedores
de pequeños stocks de capital o de aquellos menos favorecidos al acceso al crédito. Peor aun, cuando
Rosas decidió liquidar el sistema de enfiteusis, el dió boletos de dominio sobre tierras. Estos fueron parte

101
Halperin Donghi, ‘La Expansión Ganadera’ p. 33. Énfasis en el original.
102
M.E. Infesta, ‘La Enfiteusis de Buenos Aires, 1820-1850’, M. Bonaudo y A. Pucciarelli, La Problemática Agraria . Nuevas
Aproximaciones (Buenos Aires, 1993) I, pp. 93-120, tabla 1.
103
Para el período 1837-40 rindieron 2.5 por ciento del total de ingresos fiscales. Halperín Donghi, Guerra y Finanzas, p. 219.
104
Esta proporción del area vendida representa un porcentaje igual en el número de transacciones. Nuestra stimación con datos de
M.E. Infesta, ‘El Negocio de la Tierra Pública. Las ventas en Buenos Aires entre 1833 y 1840’ (mimeo, 1998), table 2.
105
R. Cortés Conde, El Progreso Argentino (Buenos Aires, 1979) p. 150. Y mas recientemente, La Economía Argentina en el largo
plazo..’en especial pp. 47-78.

21
de la recompensa a las tropas en 1838 y 1839 cuando todos los otros suplementos no monetarios al
salario resultaron insuficientes. 106 El gobierno decretó el uso exclusivo de esos boletos para pagar la
adquisición de títulos de propiedad de tierras que anteriormente habían estado en enfiteusis.107
Esperadamente, los veteranos se deshicieron de esos certificados. Ellos se los venderían a comerciantes o
a propietarios ya establecidos dada la carencia de capital, o experiencia o aun deseos de ocupar una
parcela vacía y criar ganado en regiones remotas.

No obstante, la aceleración en los precios de los inmuebles rurales en precios constantes que encontró
Garavaglia en un ‘Siglo de Estancias’ se puede explicar -en parte- por una apreciación o valorización
proporcional de ese bien de capital, dado que la década de 1840 fueron tiempos de alta inflación. A esto
hay que sumarle que se había terminado la oferta de tierra pública baldía. Esa aceleración del precio de
los campos en valores constantes registrada para esos años muestra que la tierra se estaba convirtie ndo
crecientemente en el input de capital más valioso de la actividad. Esto se confirma por los estudios de la
composición del capital de la estancia ganadera de Amaral. Esa apreciación proporcional de la propiedad
puede estar relacionada con el hecho que esa década fueron tiempos de alta inflación y aumentaron la
presión de aquellos que buscaban como protegerse de la depreciación de la moneda habiéndose
terminado la oferta de tierra barata. Las ventas de tierra pública y la liquidación de la enfiteusis
concluyeron en 1836 y desde 1840 no hubo otras oportunidades de comprar tierra tan barata (o con
facilidades comparables) hasta las nuevas ventas ordenadas por las leyes de 1856 y 1857. Además, en el
contexto de inflación los pequeños propietarios de ganado y de tierra debían de liquidar stock vacuno o
reducir sus propiedades para hacer frente a la coyuntura.108

El resultado de la política de ventas de tierra que diseñó el régimen de Rosas a finales de la década de
1830 difirió substancialmente de aquellas realizadas en la década de 1850. Entonces la situación
monetaria y financiera era incomparable. El régimen de Rosas vendió tierras para cubrir la caída de los
ingresos fiscales en momentos críticos de episodios inflacionarios. Mientras que a mediados de la década
de 1850, las ventas con similares características de precios fijos y sin determinación del medio de pago
otro que el peso corriente se hicieron para conseguir medios con que redimir la masa monetaria en
circulación. El peso era notablemente estable durante esos años, y la depreciación y la volatilidad venían
bajando cuando la tierra se vendió en los cincuenta. Desafortunadamente, no hay investigaciones sobre
estas últimas ventas de tierras. Sin embargo, considerando la distribución de la propiedad resultante de
una y otra política de ventas, algunas características interesantes aparecen que valen la pena mencionar.
Esto es posible alrededor de dos años ‘testigos’, 1854 y 1863, antes y después que las ultima ventas
tuvieran lugar.

Tabla 3
Propietarios de tierra, 1854-1863

Partidos Numero de propietarios Numero de


1854 propietarios
1863

106
R. Salvatore, ‘El Mercado de Trabajo en la Campana Bonaerense 1820-1860. Ocho inferencias a partir de narrativas militares’ en
Puciarelli y Bonaudo La Problemática Agraria, Nuevas Aproximaciones pp. 59-92.
107
Una transcirpción de los boletos en Fair to Christie, 21 October 1858. PRO.FO 118.88, no. 36. Detalles sobre esas transacciones
en Parish to Malmesbury, 29 December 1858. PRO.FO.6.211, no 3. Para la legislación ver Infesta, El Negocio con la Tierra Pública,
pp. 7-9.
108
No sería sorprendente encontrar a la vez que hay concentración de la propiedad rural, un contemporáneo aumento de al
subdivisión en aquellos propietarios desfavorecidos para financiar estos inconvenientes, como en cualquier ciclo negativo de la
economía que termina acelerando la fragilidad de los más débiles para afrontar una crisis. Aunque indeterminados aun, ambos
procesos parecen haber acaecido en la apropiación de la tierra en la zona inmediata al sur del Salado, según el trabajo de A.
Mascioli, ‘Caminos de acceso al usufructo y propiedad legal de la tierra en la frontera bonaerense. Dolores 1798-1860’ (Mimeo,
2000)

22
Chivilcoy 18 346
Mercedes 144 446
San Vicente 236 220
Ranchos 168 178
Conchas 112 176
Ajo 44 40
Pila 70 96

Ref: Sombra oscura: distritos agrícolas, sombra clara: productores de lana, resto: distritos ganaderos
Fuente: MA. Irigoin, ‘Finance, Politics and Economics’..table III.1.1

Como se ve en la tabla, en Chivilcoy donde las ventas se hicieron en masa en 1857-7, la fragmentación
de la propiedad fue notable.109 En 1854, el partido solo listaba 18 dueños de estancias o chacras: el
número había aumentado a 346 en 1863. Una tendencia similar ocurrió en Mercedes donde el número de
propietarios aumentó 3 veces entre 1854 y 1863. Por el contrario, en los partidos donde la producción se
había especializado en la ganadería lanar, -como San Vicente, Ranchos o Cañuelas - 110 o en la ganadería
vacuna, hubo cambios mínimos en cuanto al número de propietarios de tierra durante la década. En los
partidos ganaderos del Nuevo Sur los cambios son aun menos importantes: Ajo perdió cuatro de los 44
dueños registrados en 1854, Pila tenía seis nuevos propietarios de los 90 apuntados en 1854.
Notablemente, mientras la tierra en los distritos de Chivilcoy fue vendida por el estado en 1856-7, las
ventas en el Sur ocurrieron a finales de los treinta. Aun así, los patrones de propiedad y especialización
productiva requiere mas investigación. 111 Pues como se presume, una buena proporción de cultivo y la
cría de ovejas y ganado ocurría frecuentemente dentro del mismo establecimiento en escala variable a la
disponibilidad de capital. Un análisis más profundo ayudaría a especificar claramente algún tipo de
especialización productiva dentro de la provincia, y sus cambios, teniendo en cuenta los distintos
momentos en que se privatizó la tierra pública y las circunstancias monetarias en que se realizaron.

En 1863, de los 53 distritos provinciales, Mercedes y Chivilcoy eran respectivamente el tercer y cuarto
partido más numeroso en términos de cantidad de propietarios registrados. Solo asentamientos mucho
más antiguos como Dolores y San Nicolás los superaban. 112 Durante la década, Chivilcoy se convirtió en
el principal centro productor de cereal en la provincia. De acuerdo a los pocos datos disponibles, el
partido producía alrededor del 40-60 por ciento del trigo bonaerense. 113 Esto está confirmado por la
proporción de cereales vendidos en el Mercado 11 de Septiembre, donde eran comercializados los
productos de la campaña occidental. El volumen absoluto y la proporción relativa en el total provincial del
grano vendido en el Mercado 11 de Septiembre era mucho mayor que el transado en los otros mercados

109
La ley del 14 de Octubre de 1857 puso 100 leguas cuadradas a la venta en Chivilcoy.
110
H. Sabato, Capitalismo y Ganadería, la fiebre del lanar, 1850-1890 (Buenos Aires, 1989) p. 46.
111
Brown había establecido una división entre zonas de agricultura, mixtas y ganaderas para identificar algún tipo de especialización
productiva entre las regiones de la provincia. Sin embargo el indicador usado fue la densidad de la población. Asi, Chivilcoy aparece
en la zona mixta mientras Dolores aparece listada en la agrícola. De la misma manera, Ranchos fue clasificado como parte de la
zona agrícola, Cañuelas como mixto y San Vicente en la de ganadería a pesar que la cría de ovejas era una característica común.
Los otros distritos nombrados en el Sur fueron consistentemente parte de la zona ganadera. Brown, A Socieconomic History,
Appendix B, p. 236. Garavaglia encuentra una especialización según los anillos de Von Thunen, lo que implícitamente estaría
justificado esta particular diferenciación de las producciones de acuerdo a la distancia con el mercado, Buenos Aires, y por ello
explicado por los costos de transporte. ‘Un siglo de estancias’ pp 720. fn 45 Ver también, Amaral, The Rise, Apéndice II
112
Solo los asentamientos de las afueras de la ciudad como, Flores, Belgran o o Barracas, estaban más poblados.
113
En 1855, una estimación oficial contaba 85,000 fanegas introducidas en la ciudad en el primer cuarto de ese año, (siguiente a la
cosecha) haciendo notar que el total ‘no incluía la cosecha de Chivilcoy que por lo menos ha sido calculada en mas de 60,000 en el
mismo período’. En 1873 el total de trigo introducido en la ciudad llegaba a unas 136,161 fanegas de las cuales el 42 por ciento
había sido producido en Chivilcoy. Estimaciones propias de Irigoin, ‘Finance, Politics and Economics’, Parte III.1

23
juntos de la ciudad, Mercado del Sud y Mercado del Norte, que concentraban los productos provenientes
del Sur y el Norte de la provincia respectivamente.114

En vez, en los partidos del Sur mas allá de Dolores, otro era el paisaje social y económico. Como tal, el
área descripta como la zona ganadera era un 60 por ciento más grande que el resto del territorio en
producción, pero tenía solo el 60 por ciento de la población de las otras dos zonas. 115 Esperadamente, la
densidad poblacional era muy baja y no se había establecido un pueblo de proporciones para 1854 o aún
1863. De hecho, los puestos fronterizos de Tandil y Azul no eran más que pequeños poblados. Para la
década de 1850, Dolores era el centro más importante en el sur de la provincia. Los otros partidos
listados en la tabla eran parte del Nuevo Sur: Ajo, Mar Chiquita, Tordillo, Lobería, Vecino o Monsalvo,
todos ellos estaban al sur del Salado.

Este patrón de actividades rurales más allá del río Salado, tradicionalmente vista como ‘la frontera’, era
más compleja que lo que la literatura había admitido. Halperín y Brown han indicado diferencias entre la
economía de la agricultura en el Oeste y la ganadería extensiva del ‘nuevo Sur’. 116 Sin embargo, ambos
han sobre-homogeneizado los factores que contribuyeron a estos patrones de propiedad y uso de la
tierra mas allá del río. Infesta ha mostrado que el 66 por ciento de la tierra (2,314 leguas cuadradas)
vendida entre 1823 y 1840 estaba localizada al sur del Salado. La mayor parte de esta tierra fue
apropiada luego de la privatización en los partidos del Norte y en el Oeste que terminó en 1834. De este
modo, la re-venta de la antigua tierra pública tendió a ocurrir mas frecuentemente en el sur que en otras
partes de la provincia. 117 Porqué entonces los distritos del Sur, donde más tierra fue ofrecida a la venta,
especialmente hacia finales del período, terminó especializándose en grandes propiedades para la cría de
ganado? Otra vez, los investigadores han invertido las causas y las consecuencias. Observando bajas
densidades de población y propiedades de grandes extensiones en el Sur, los historiadores han asociado
la ganadería con la concentración de la propiedad. Aun así, ellos fallan en identificar la fuerza económica
que conduce este proceso. Cuando se consideran el momento de esas ventas, los medios de pagos
utilizados y la existencia de alta depreciación, la protección contra los cambios abruptos de precios y la
alta inflación y, en última instancia, la especulación aparece como el racional que propició estos patrones
de asentamiento y de uso de la tierra en el Sur. En este contexto de incentivos económicos, la ganadería
en grandes extensiones con baja incorporación de mano de obra y capital tenía que ser dominante.

CONCLUSIONES
Como se mencionó arriba, como resultado de la crisis de 1826 y la suspensión de la convertibilidad, el
sistema bancario existente colapsó. Las fuentes institucionales de crédito fueron reemplazadas por
fuentes mercantiles. A través de los años de financiación inflacionaria, la creciente incertidumbre sobre
los precios en el futuro y del tipo de cambio redujo aun más la provisión de crédito formal. Así, las altas
tasas de interés observadas por los historiadores muestran el alto precio del dinero, pero también - y
sobre todo- el riesgo de no saber cual sería el poder adquisitivo o de compra de ese dinero en el futuro.
A fines de la década de 1840,Thomas Mac Cann advirtió que:

‘[en tiempos de disturbios, todos los comerciantes se sienten obligados a conducir sus negocios

114
La proporción respectiva de la introducción de cereal de la campaña ha sido estimada como sigue: El mercado del Norte recibe
4/5 de lo que recibe el mercado del Oeste 11 de Setiembre, y el del Sur recibe la mitad de lo que recibe el Mercado del Norte. Asi,
se hace un estimado total de alrededor de aproximadamente 148,844 fanegas si la introducción real por el mercado 11 de
Septiembre era de 99,077 fanegas’. En 1856, el 56 pir ciento de las 37,348 fanegas introducidas en la ciudad vienen de los distritos
del Oeste, 27 por ciento de los del Norte y el 17 por ciento de los distritos del Sur. Irigoin, ‘Finance, Politics and Economics’, Parte
III.1
115
Ibid,
116
Halperín Donghi, ‘La Expansión’, pp. 67-71; Brown, A Socioeconomic, ch. 6. Garavaglia distingue entre un Sur I y Sur II en ‘Un
siglo de estancias’.
117
Infesta, ‘La Enfiteusis en Buenos Aires’, pp. 110-1.

24
bajo el principio del trueque, y así cuando ellos venden sus mercancías, no son capaces de pronosticar
el precio que ellos tendrán por sus ventas. Entonces, ellos comparan el precio de sus productos en Europa
con el que ellos obtendrían en sus propios mercados, así ellos tienen una idea exacta del tipo de cambio que
pueden obtener en la remisión de frutos. Haciendo así, la mayoría de ellos se ve obligado por necesidad a
recibir sus retornos en bienes, o especie, particularmente si ocurre una mayor depreciación del tipo de
cambio’.118

En tiempo de inflación de corto plazo, eso podría significar severas pérdidas. La incertidumbre prevalente
debía de aumentar los costos de transacción para toda la economía.

En Buenos Aires, las altas tasas de interés representaban asegurarse contra el riesgo de la depreciación
de la moneda más que escasez de capital. Se puede decir que el resultado es el mismo: la persistencia
del crédito mercantil y la imposibilidad de conseguir crédito más barato. Sin embargo, ulteriores
consecuencias pueden diferir por provenir de diferentes causas. Todavía a finales del siglo, comerciantes
y prestamistas informales jugaron un importante rol en la financiación de la agricultura en las pampas,
como lo ha mostrado Jeremy Adelman. Sin embargo, su conclusión que ‘el sistema de crédito en las
“pampas” (entonces) solamente reflejaba la estructura de la producción; aunque adecuada esconde una
causalidad inversa. Después de todo, el mismo sistema de crédito había financiado la ganadería extensiva
para exportación en la provincia sesenta años atrás.119

Si la totalidad del ambiente financiero es altamente volátil, hay entonces también pocas perspectivas para
la realización de emprendimientos de largo plazo. Entonces, se explica porqué la tecnología languideció.
Para la agricultura, en particular, la inestabilidad de la moneda sumó mayores impedimentos.
Notablemente como en la década de 1810 y 1820, Buenos Aires exportó maíz, harina y trigo a mediados
de la década de 1830, cuando la estabilidad fue mayor. Sin embargo, el grano desapareció de las
exportaciones después de la crisis de alta inflación que siguió a los bloqueos de la década de 1840.
Debiendo soportar un tiempo más largo para recoger el retorno de sus inversiones, más intensivo uso de
la mano de obra, en adición a altos costos de transporte a los mercados, herramientas importadas,
almacenaje del grano y las adversidades climáticas, la demanda de crédito del agricultor se incrementaba
junto con el riego. Tampoco los agricultores se atreverían a afrontar algún mejoramiento tecnológico de
largo plazo. Mucho menos, si los costos de oportunidades eran ciertamente menores de estar envueltos
en una más rentable (o menos riesgosa) actividad como la ganadería. No sorprende entonces, que un
viajero Chileno en 1855 se ‘lamentara’ del hecho que las fértiles praderas solo estaban destinadas a la
cría del ganado en vez de ‘la mas demandante y menos remunerativa ocupación de agricultor.’120 En el
conjunto, los problemas en los precios relativos ocasionado por la inestabilidad monetaria llevaron a un
desempeño sub-optimo de la economía que prefirió riesgos más bajos, y por ende beneficioso solo en el
corto plazo, especializándose en hacer sus inversiones en la ganadería extensiva y la cría del lanar luego,
que en el promisorio cultivo del cereal.

Los efectos agregados de la financiación inflacionaria fueron enormes transferencia de ingresos del sector
privado al sector público de la economía. La mayoría de los observadores europeos contemporáneos
interpretaron las pobres y precarias facilidades en Buenos Aires (en la ciudad y la campaña) como un
resultado de corruptas ambiciones, imprevisión y holgazanería de los nativos. Sin embargo, si el ingreso

118
Mac Cann, A Two Thousand Miles, p 161 Enfásis de la autora.
119
.J Adelman, Frontier Development. Land, Labour and Capital on the Wheatlands of Argentina and Canada, 1890-1914. (Oxford
1994) p 200-5. Como la mayoría de los historiadores de la economía Argentina del período, Adelman no considera las condiciones
monetarias prevalecientes en ese momento.
120
‘la triste verdad que hasta tanto la ganadería rinda un beneficio del 30 por ciento sobre el capital sin virtualmente esfuerzos de
parte del propietario, la agricultura tiene pocas chances de prosperar’. Estas observaciones de Benjamín Vicuña Mackenna en 1855
se volvieron una fuente privilegiada por subsiguientes autores como Scobie, quién agregó: ‘Beneficios fáciles, sin embargo, no eran
los únicos determinantes de la economía pastoral en las pampas a mediados de siglo’. J Scobie, Revolution on the Pampas. p 9

25
público era masivamente gastado en solventar la ‘guerra permanente’ (o el conflicto sobre la forma de
constituir fiscal y políticamente el estado), no sorprende entonces porqué los edificios públicos -incluso
las iglesias- lucieran tan abandonadas cuando algunas mansiones privadas desplegaban lujo y esplendor
al visitante extranjero a finales de la década de 1840. 121 En verdad, la misma desigual transferencia de
ingresos había sucedido entre sectores privados de la economía. Dada la estructura fiscal de impuestos
ad valorem sobre importaciones e impuestos fijos específicos para las exportaciones, denominados en
pesos papel, el mecanismo del primero resumía los movimientos del tipo de cambio -los impuestos a las
importaciones eran de alguna manera indexados- mientras que el peso fiscal era grandemente aliviado
para los exportadores. Finalmente, los impuestos semi-indexados a los consumidores tuvieron que afectar
el alcance del ahorro domestico, en particular para los trabajadores asalariados o aquellos con ingresos
fijos. Por el otro lado, las mismas políticas monetarias constituyeron enormes subsidios o rentas fiscales a
aquellos involucrados en las actividades de exportación de productos rurales. Sobre todo, el exportador
pagaba sus compras y salarios en papel pero recibía metálico o ‘precios oro’ por los frutos enviados al
exterior. Mas aun, entre las exportaciones hasta 1854, los impuestos solo fueron cargados en los cueros
vacunos. Los otros bienes de exportación comenzaron a pagar impuestos fijos según la nueva ley de
Aduana para 1854 y estos se fijaron ad valorem recién en 1858. Dada la estructura de la comercialización
de los productos rurales, esto puede haber sido una estupenda fuente de acumulación para aquellos que
disfrutaban una más diversa entrada en la totalidad del negocio.

Esos procedimientos distribuyeron diferencialmente el riesgo de las circunstancias particulares del


mercado internacional, de la política o de las adversas condiciones del tiempo. La depreciación no
favoreció a los pequeños ganaderos o agricultores -con o sin tierra- que vendían sus productos o los
consignaban a los mayoristas en el puerto. Su poder de negociación relativo respecto de los precios a
recibir en el futuro tenía que ser muy chico. En suma, asumiendo que las políticas inflacionarias indujeron
subsidios a la expansión de los productos rurales, esos comerciantes -entre las clases adineradas- que se
harían hacendados, deben haberse beneficiado particularmente. Así, los pequeños productores, con
menores posibilidades relativas de acceder al crédito, debieron de achicar sus planteles o la extensión de
sus parcelas para afrontar coyunturas críticas como los bloqueos, mientras los grandes productores o
propietarios, tenían en ello una oportunidad extra para aumentar sus planteles o propiedades. Este
proceso de diferenciales posiciones para afrontar las consecuencias de la financiación inflacionaria en los
precios relativos debió de constituirse en el mecanismo de acumulación de capital de la economía
bonaerense hasta mediados de siglo.

De la misma manera, la alta volatilidad del tipo de cambio fue un resultado de la incertidumbre causada
por particulares eventos políticos y estuvo en la base de cualquier decisión económica tomada por los
agentes económicos. La inestabilidad monetaria de un medio de pago altamente volátil aumentó
dramáticamente los costos de transacción para toda la economía y deterioró la performance de las
finanzas públicas en el largo plazo. Una mayor incertidumbre complicó la definición de precios en la
economía doméstica y distorsionó aún mas los precios relativos. Teóricamente, se puede esperar que con
menor incertidumbre y menores costos de transacción, la economía de Buenos Aires pudo haberse
desempeñado mucho más eficientemente. En particular, el crédito hubiera sido mayor y de más fácil
acceso como para favorecer una mejor asignación de los recursos de trabajo y capital y así sobreponerse
a ocasionales depresiones en la demanda externa de productos locales o condiciones climáticas
desfavorables. Dados que estos obstáculos para el crecimiento económico fueron ocasionado por la
inestabilidad política, y esta duró -al menos- por cuarenta años desde la Independencia, la siguiente
reorganización institucional del país en la década de 1860 tuvo en buena medida incentivos económicos y

121
‘Las familias de elevado rango social, gustan mantener sus casas con lujo y esplendor, lo que se pone de manifiesto en los
costosos y elegantes mobiliarios. Se preocupan también por adoptar todos los adelantos de la época.’ Mac Cann A Two Thousand
Miles’ p 127.

26
motivos para perdurar exitosamente. Al mismo tiempo, el papel moneda recuperó la convertibilidad
después de varios intentos infructuosos llevados a cabo en la década anterior.

En suma, pese a la desatención de los historiadores, el financiamiento del déficit fiscal y las políticas
monetarias definieron la performance de la economía rural de la primera mitad del siglo XIX en buen
grado. Los problemas financieros y monetarios estuvieron íntimamente relacionados con la economía de
la expansión de la frontera y el alcance de los negocios privados en la ganadería. Como resultado, una
clase propietaria se desarrolló en una base productiva muy diversa y objetivos económicos variados. Su
éxito dependió de la variedad y complementariedad de sus inversiones -hacía atrás y adelante en la
producción y comercialización de las exportaciones. Supuestamente, algunos agentes económicos en
vistas de estas circunstancias habrían preferido mantener alguna liquidez en su capital, que en un
ambiente muy inestable, les habría permitido beneficiarse de cualquier coyuntura favorable al cambiar de
una actividad a la otra. Sin embargo, la liquidez era altamente riesgosa. Ellos respondieron a eso
comprando tierra y ganado, atesorando metálico y proveyendo crédito bajo formas mercantiles a
productores, los cuales repagarían en especie o bienes mas que en moneda depreciada.

La economía no creció como podía haberlo hecho habiendo tenido las condiciones para desarrollar todo
su potencial. Los sectores económicos dominantes que emergieron y prosperaron al amparo de estas
reglas del juego, acabaron por convertirse en un sector propietario ‘multi-implantado’, con una canasta
variada de inversiones líquidas y en propiedades inmuebles, campos y ganado, con fuerte aversión al
riesgo y continua preocupación por protegerse de la inflación y la incertidumbre de los contratos. Estos
sectores propietarios, finalmente se asemejan mucho a los que describe Jorge Sábato para fines de siglo
según las características de la clase dominante en ese período. 122 La larga trayectoria de esta cualidad,
no puede explicarse solamente en causas o factores como un comportamiento peculiar de la clases
empresarial Argentina. En todo caso, este fue consecuencia de las reglas del juego que imprimieron a la
economía las políticas inflacionarias del déficit fiscal, las que se reiteraron en la segunda mitad del siglo.

122
JF Sabato, Notas sobre la Formación de la Clase Dominante en la Argentina Moderna (1880-1914), (Buenos Aires, 1979).

27
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JH. Vieytes, Antecedentes económicos de la revolución de Mayo. (Buenos Aires, 1967)
C Wentzel ‘El Comercio del Litoral de los Rios con Buenos Aires: el area del Paraná, 1783-1821’ Anuario del IEHS, 3
(1988).

30
Las nuevas fuentes de legitimación del poder y sus protagonistas en la configuración
del sistema republicano y representativo en la provincia de Córdoba (1821-1855)1

Silvia Romano (CIFFyH – UNC)

Publicado en en César Tcach (coord) Córdoba Bicentenaria. Claves de su historia


contemporánea. Editorial de la UNC – CEA, Córdoba, 2010 (pp. 15-35). ISBN 978-987-
1751-01-03

La crisis del orden colonial, la Revolución y las guerras de independencia, que pronto se
asociaron con disputas y enfrentamientos en el nuevo espacio político territorial de las
Provincias Unidas del Río de la Plata resultante del desmembramiento del ex Virreinato
del Río de la Plata, desataron procesos de politización, militarización y de
cuestionamiento a las jerarquías y privilegios heredados del antiguo régimen, así como a
proyectos diferentes sobre el sistema de gobierno que debía adoptarse. Las dificultades
para instituir un orden estable y asegurar la gobernabilidad de ese espacio hicieron crisis
en 1820, provocaron la caída del gobierno central (Directorio) y dieron lugar a nuevas
fragmentaciones y a la organización de estados provinciales autónomos. Una de las
cuestiones novedosas y de mayor interés en esa experiencia, que duró más de treinta
años, fue la progresiva instauración –con mayor o menor grado de formalización
constitucional y con rasgos particulares en cada provincia- de regímenes republicanos
representativos según principios liberales modernos de soberanía popular.2 En la
mayoría de los casos, aunque no sin conflictos, la integración de los espacios y
poblaciones rurales a los sistemas políticos provinciales y la adopción del sufragio para
la designación de representantes sustentaron la autoridad en los territorios de las nuevas
entidades socio políticas y la legitimidad sus gobiernos. Estos procesos tuvieron lugar
en un escenario atravesado por la beligerancia, manifiesta o latente, tanto entre las
provincias como al interior de las mismas en torno a proyectos alternativos de
“organización nacional”, que desde los años 30 se desenvolvieron en un sistema
confederal laxo –la llamada Confederación rosista- impuesto por Buenos Aires.

1
Se exponen aquí algunos resultados del proyecto “Redes de poder en Córdoba: funcionarios, notables y
representación política. 1820/1855” radicado en el Area de Historia del CIFFyH. Una primera versión de
este escrito fue discutida en las XI Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia, Tucumán 19 al 21
de septiembre de 2007. Agradezco los comentarios de Antonio Annino. Una segunda versión titulada
“Ciudadanía y representación política de la campaña cordobesa en la primera mitad del siglo XIX” se
publicó en Pensares Nº 5, Publicación del CIFFyH, noviembre 2008.
2
Gabriel Di Meglio, citando a Salas, señala que la “…identificación de república con sistema
representativo, opuesto a la democracia, fue lo que permitió que quienes antes de 1820 se inclinaban por
la creación de una monarquía constitucional adoptaran velozmente la solución republicana después de ese
año”; y añade: “El éxito del sistema representativo convirtió a la forma de gobierno republicana, en la
mirada de las elites, en un reaseguro de su posición social frente a las veleidades igualitarias populares
durante la regra de independencia” Cf. “República” en Noemí Goldman (editora) Lenguaje y revolución.
Conceptos políticos clave en el Río de la Plata, 1780-1850, Prometeo libros, Buenos Aires, 2008, p. 151
Este escrito examina aspectos y mecanismos de la representación política de la campaña
cordobesa que permiten avanzar en la comprensión de la cultura política de la época y sus
cambios. Los mismos son considerados en relación con la búsqueda de nuevas fuentes de
legitimación del poder y en el marco de la configuración del estado provincial autónomo
en un contexto de “guerra permanente”, teniendo en cuenta recursos conceptuales
disponibles, tradiciones y prácticas de la comunidad socio política en estudio. 3
Con ese propósito hace foco en los procesos electorales llevados a cabo en el ámbito rural
y en el carácter de la participación de funcionarios civiles, militares, eclesiásticos –entre
otros actores- en el período 1827-1855, durante el cual se mantuvo en vigencia el
Reglamento Provisorio de la Provincia de Córdoba (1821) y sus modificaciones,
principalmente las 1826 y 1847.4 Esta carta constitucional estableció la forma republicana
de gobierno y el sistema representativo, el régimen electoral y la ciudadanía adscribiendo
a los principios liberales de la época.5 En ese marco definió los derechos políticos de sus
habitantes, como el de elegir y ser elegidos, así como las restricciones para ejercerlos.

Esos procesos se llevaron a cabo en un contexto provincial y regional de conflictos


bélicos, movimientos revolucionarios y rivalidades entre facciones, cuyas manifestaciones
más evidentes fueron la imposición por la fuerza de los gobernantes y la persecución a los
disidentes. En ese período se sucedieron en la gobernación de Córdoba Juan Bautista
Bustos (1820-1829) José María Paz (1829-1831) José Vicente Reynafé (1831-1835)
Manuel López (1835-1840/1841-1852) José Francisco Alvarez (1840-1841) y Alejo
Carmen Guzmán (1852-1855) además de varios gobernadores interinos y delegados. En
tal contexto vemos que la sustanciación de elecciones periódicas se consolidó a lo largo
del período como el único medio válido (en el sentido de legal) para sustentar la
legitimidad del poder político provincial, al menos entre las elites dirigentes -fueran éstas
partidarias de la “unidad” o de la “federación”.6
3
Existe una vasta literatura relacionada con esta problemática producida en el marco de la renovación
historiográfica de los últimos años y referida a otros espacios. Una selección de la misma se incluye en la
bibliografía. No obstante, en lo específico, utilizaré como referencias principalmente los trabajos de
Marcela Ternavasio, en especial La revolución del voto. Política y elecciones en Buenos Aires, 1810-
1852, Siglo XXI Editores Argentina, Buenos Aires 2002, y de Gabriela Tío Vallejo Antiguo Régimen y
Liberalismo, Tucumán, 1770-1830, Cuadernos de Humanitas, Nº 62, Facultad de Filosofía y Letras,
Universidad Nacional de Tucumán, 2001. Ambos estudios me permitirán establecer comparaciones útiles,
aunque provisorias, para la comprensión del caso de Córdoba.
4
“Reglamento provisorio de la provincia de Córdoba del 30 de enero de 1821” en Carlos R. Melo,
Constituciones de la Provincia de Córdoba, Dirección General de Publicidad de la Universidad Nacional
de Córdoba, 1950, Volumen III, pp. 47/91, reformas al mismo hasta 1853 inclusive, pp.93/132. En 1855
se dictó una nueva constitución provincial Cf. S.Romano Economía, sociedad y poder en Córdoba.
Primera mitad del siglo XIX , Ferreyra Editor, Córdoba 2002
5
El Reglamento se entramó con normas y concepciones del pasado colonial, tal como lo expresaba por
ejemplo uno de sus artículos: “Hasta que la Constitución determine lo conveniente, subsistirán todos los
Códigos legislativos, Cédulas, Reglamentos y demás disposiciones generales y particulares del antiguo
Gobierno español que no estén en oposición directa o indirecta con la libertad e independencia de Sud
América, no con este Reglamento y demás disposiciones que no sean contrarias él, libradas por el
Gobierno general de las provincias, desde el veinticinco de Mayo de mil ochocientos diez”. Cf. ibid, pág.
272. Como ha señalado T. Halperín Donghi, esas incongruencias institucionales se vinculaban en parte
con una difícil transición entre la estructura administrativa española y la de la etapa independiente. Aún
en Córdoba-dice- donde el estatuto de 1821 “se adecua mejor a los preceptos del constitucionalismo
liberal europeo, concede al gobernador las atribuciones fijadas por la borbónica Ordenanza de
Intendentes” que limitan las funciones de la legislatura. Cf. Revolución y guerra. Formación de una élite
dirigente en la Argentina criolla, Siglo XXI, Buenos Aires 1972, p. 396
6
En otra parte hemos analizado esa coexistencia con el propósito de comprender la lógica del
funcionamiento del sistema político. Cf. S. Romano “Usage de la force et ordre légal á Córdoba dans la
première moitié du XIXéme siècle” en Histoire et Sociétés de l’Amérique latine. A. Aleph, Université

2
Las circunstancias políticas y bélicas en las que se realizaron elecciones y los
mecanismos implementados para lograr resultados predecibles, que con frecuencia
tuvieron un carácter plebiscitario, indicarían que el ejercicio del sufragio operó además
como un recurso necesario para la subsistencia de las instituciones referenciadas en el
Reglamento Provisorio de 1821, considerado como la “ley suprema” de la provincia.
Sostenemos aquí que el sistema de representación política y la práctica electoral de la
campaña cordobesa se articularon con un conjunto de políticas tendientes a consolidar el
poder estatal en el ámbito rural, uno de cuyos pilares fue la (re) organización y el
fortalecimiento de la administración de justicia en la campaña.7 Esta institución de
origen colonial fue encabezada desde 1823 por los jueces pedáneos de alzada (jueces de
alzada) quienes, junto con los comandantes de milicias departamentales y los curas
párrocos se constituyeron en instancias mediadoras fundamentales tanto para garantizar
el orden público como para organizar el frágil consenso y la gobernabilidad de la
provincia. Uno de los elementos que permiten sustentar esa apreciación es el
protagonismo creciente adquirido por estos funcionarios en calidad de electores
designados en representación de los departamentos rurales. Así veremos que si a fines
de los años 20 y comienzos de los 30 -sobre todo durante la gobernación de Paz- los
electores por departamentos eran en su mayoría los vecinos notables de la ciudad, para
la década de 1840 la presencia de jueces, curas y jefes de milicias en esa función
electoral será mayoritaria. Esta mutación implicó una mayor participación de actores
locales que, como los jueces de alzada, habían adquirido amplias atribuciones judiciales,
administrativas y políticas. Aún así, los mecanismos electorales y las redes de poder
posibilitaron que la representación de la campaña continuara en manos de la elite urbana
tradicional, manteniendo rasgos corporativos y jerarquías del pasado colonial.
En este sentido nos interesa observar en qué medida esos funcionarios actuaron como
representantes de la localidad, como agentes del gobierno y/o como miembros de redes de
diversa índole. Este análisis, permite explorar la naturaleza de la representación política
de la campaña cordobesa en un período en el cual las instituciones, valores y tradiciones
de antiguo régimen se resignificaron y entramaron con los nuevos principios y fuentes de
legitimación del poder gestados después de la Revolución, como la de vecino-ciudadano.
8

A los fines de la exposición presentamos primero un análisis sintético de la normativa


sobre el sistema de representación y electoral y sobre los requisitos para elegir y ser

Paris VII. Nº 5, marzo 1997. Cabe observar al respecto que nuestras conclusiones resultan coincidentes
con las de Tío Vallejo en su interpretación del fenómeno en Tucumán.
7
Hemos analizado estas políticas en “Instituciones coloniales en contextos republicanos: los jueces de la
campaña cordobesa en las primeras décadas del siglo XIX y la construcción del estado provincial
autónomo.” En Fabian Herrero (comp) Revolución. Política e ideas en el Río de la Plata durante la
década de 1810, Ediciones Cooperativas, Buenos Aires, 2004
8
De acuerdo con Cansanello, “La vecindad se mantuvo en transición durante la primera década
revolucionaria, una figura que mantenía el estatuto indiano atado al domicilio y a la inclusión en el
padrón de milicias, al estado de familia y al cumplimiento de las obligaciones comunales (condiciones de
ciudadanía). Por otra parte, al tiempo que la vecindad retenía los rasgos estamentales y corporativos
señalados, era también empleada para establecer la autoridad central sobre los pobladores que ocupaban
las fronteras. Este empleo funcional de la vecindad fue, por sí solo, erosionando el vínculo de la vecindad
con la ciudadanía de antiguo orden. La categoría jurídica vecino conservó una férrea sujeción al domicilio
durante todo el siglo XIX (…) El domicilio vinculaba la categoría de vecino a la de ciudadano, porque
orientaba la confección de padrones de milicia, los de impuestos y las listas electorales. Por eso, el tiempo
de ruptura con el orden monárquico en el que se produjo la separación entre ambas categorías, fue
también el de la construcción de una nueva relación vinculante”. Cf. O. Cansanello “Ciudadano/Vecino”
en Noemí Goldman (editora) Lenguaje y revolución. Conceptos políticos clave en el Río de la Plata,
1780-1850, Prometeo libros, Buenos Aires, 2008, p. 25

3
elegido. Asimismo revisaremos brevemente las características de estructura
administrativa judicial-policial de la campaña establecida en 1823 y sus cambios,
atendiendo especialmente al perfil de sus funcionarios. Seguidamente analizaremos los
datos referidos a los comicios y los mecanismos de designación de los electores que
iluminan aspectos de las prácticas electorales, la representación de la campaña, la cultura
política de la época y sus articulaciones con los marcos normativos.9

Formas de representación y régimen electoral

Como ya lo anticipamos la carta constitucional de Córdoba de 1821, que reprodujo en


términos generales los Estatutos provisorios de 1815 y 1817, estableció derechos civiles y
políticos, como el de ciudadanía, y el sistema representativo.10 Según lo ha señalado
Ternavasio, el Estatuto Provisional de 1815 fue el primer reglamento en establecer
formas electivas para las autoridades en cada jurisdicción e introdujo importantes cambios
y novedades en el régimen electoral vigente, entre ellas la incorporación de la campaña en
el régimen representativo y la adecuación del número de diputados de cada sección
electoral a su cantidad de habitantes; definió asimismo “requisitos comunes a los
habitantes de ciudad y campaña para acceder a la ciudadanía política y, con ella, al
derecho de sufragio”11

De acuerdo con lo establecido por el Reglamento Provisorio de 1821 los comicios se


realizarían en forma indirecta de dos grados: el primero, el de las Asambleas Primarias,
para designar "electores" (en la ciudad y villas, en número proporcional a la población) y
el segundo en la Asamblea Electoral formada por los electos en las primarias, quienes
reunidos en la capital provincial elegían por mayoría de votos a los diputados que
integrarían la Sala de Representantes; ésta a su vez designaba al gobernador.12 El
mecanismo para determinar las secciones o distritos electorales en la capital difería del de
la campaña, donde se designaba un elector por secciones de proporción (un elector cada
4.000 habitantes). “El distrito de curatos reunidos que comprenden en su territorio cuatro
mil almas, es la sesión de número” (Secc. 4a. Cap.IX, art. 9º). A los efectos de la
realización de las Asambleas Primarias, “compuestas por todos los ciudadanos
avecindados y residentes en el territorio de la provincia”, se confeccionaría previamente
un censo de todos los habitantes del distrito. La reforma de 1847 modificó el artículo 9º
eliminando la proporcionalidad de la representación con respecto al tamaño de la
población y la fijó al territorio: “La reunión de los vecinos del Departamento componen la
sesión de número” (Cap. IX, art. 7º). 13 Esta reforma seguramente formalizaba una
práctica, pues a lo largo del período no se modificó la cantidad de electores por

9
Este trabajo se sustenta en la consulta de fuentes primarias, principalmente del Archivo Histórico de la
Provincia de Córdoba (AHPC), secciones Gobierno –entre las cuales se incluyen expedientes criminales-,
Honorable Asamblea Legislativa, Registro Oficial; del Archivo de la Legislatura de Córdoba (ALC) y del
Fondo Documental del Instituto de Estudios Americanistas (IEA). Parte de la información empírica
relevada ha sido sistematizada en una base de datos relacional que contiene más de 1.500 registros sobre
electores y funcionarios civiles, militares y eclesiásticos de la campaña. Se basa también en trabajos
propios anteriores sobre el período en Córdoba y fuentes éditas.
10
Este Reglamento sigue en general al Reglamento Provisorio de 1817 dictado por el Congreso
Constituyente después de la declaración de independencia y en especial al de 1815. Cf. Celesia, Ernesto
Federalismo Argentino, Buenos Aires, 1932, T. III, pp. 67/68
11
Cf. Ternavasio, Marcela La revolución del voto. Op.cit. pp. 37/40
12
“Reglamento provisorio de la provincia de Córdoba del 30 de enero de 1821” en Carlos R. Melo,
Constituciones de la Provincia de Córdoba, Dirección General de Publicidad de la Universidad Nacional
de Córdoba, 1950, Volumen III, pp. 47/91, reformas al mismo hasta 1853 inclusive, pp.93/132.
13
ibid

4
departamento pese al incremento de la población y/o a los cambios en su distribución por
departamentos. Se advierte asimismo la asociación y/o el uso indistinto de los términos
ciudadano, vecino, residente y habitante.14 En 1826, en cambio, se había modificado el
número de representantes a la Legislatura provincial fijando un representante cada 6.000
almas en lugar de uno cada 12.000, lo que duplicó el número de diputados (aprox. 15
titulares y cinco suplentes) estableciendo además que, en lo sucesivo, el censo de
población sería el fundamento para fijar el número de representantes de la provincia.
También se modificó la duración en el cargo: de los cuatro años inicialmente establecidos
y la renovación del cuerpo por mitades cada dos, se redujo a dos años en 1826
renovándose por tercios completamente cada dos años y parcialmente cada ocho meses; la
reforma del Reglamento de 1846/47 dispuso finalmente que los diputados durarían tres
años y la renovación se haría por tercios y por año.15
La convocatoria a las Asambleas Primarias la hacía el gobernador mediante circular cada
vez que había que renovar total o parcialmente la Sala de Representantes, por lo que a
veces se realizaban elecciones dos veces al año. Pero estas convocatorias también
estuvieron sujetas a los vaivenes políticos, por ejemplo cuando había que confirmar a un
nuevo gobernador impuesto por la fuerza, tal como ocurrió cuando se convocó e instaló
una nueva Sala "adicta" para confirmar en el cargo a José Vicente Reynafé (14/8/31-
7/8/35).16

Interesa destacar cómo se establecía el desarrollo de los comicios. En las Asambleas


Primarias, conformadas en cada departamento el acto electoral era fiscalizado por "El
Juez principal del curato y el cura con tres vecinos de probidad...". Previamente, "dos
vecinos honrados, padres de familia y propietarios" debían testificar ante dichos
comisionados que los individuos comprendidos en el padrón electoral reunían "las
calidades requeridas" por la ley, que revisaremos enseguida. Mediante la emisión del
sufragio "...de palabra o por escrito, abierto o cerrado..." cada sufragante votaba por un
elector. El comicio duraba cuatro días y al concluir este lapso se realizaba el escrutinio,
que tenía carácter público (cap. IX, art, 10º). El que resultaba con mayor número de votos
era designado para integrar la Asamblea Electoral. El código constitucional de 1847
incorporó la facultad de sustituir el nombramiento, es decir que el elector podía designar a
otro en su lugar y comunicarlo a la junta electoral para que le otorgara el diploma (C.C.
1847, Cap. IX, art. 8º). Este cambio significó formalizar una práctica corriente hasta ese
momento.

Derechos políticos: ciudadanía y derecho de sufragio

El Reglamento Provisorio de 1821 establecía la condición de ciudadano (como "miembro


de la soberanía") para todo hombre libre que hubiera nacido y residiera en la Provincia, a
partir de los 18 años para ejercer el voto activo (sufragar) y de los 25 años para el voto
pasivo (ser electo); en tanto los extranjeros podrían ejercer esos derechos luego de cuatro
y diez años de residencia respectivamente (activo y pasivo para cargos públicos, no de

14
Esas analogías y usos de la noción de ciudadano remiten a concepciones del antiguo régimen y como
han señalado varios autores asoció sus atributos a la condición de vecino, perteneciente y representante de
una comunidad concreta (o un colectivo) portador de determinados privilegios y derechos, como el de
sufragio. Cf. Ternavasio, M. op.cit. pp. 38/39
15
“Reglamento provisorio de la provincia de Córdoba del 30 de enero de 1821” op.cit. Secc. 5a., Cap.
XI. Los representantes gozaban de inmunidad parlamentaria, no pudiendo ser molestados en sus
opiniones, discursos o debates.
16
Cfr. King, J.A. Veinticuatro años en la República Argentina, Hispamérica, Bs.As. 1988; 1era edic. 1846.
Sobre el tema, véase nuestro trabajo “Usage de la force et ordre légal á Córdoba ... op. cit.

5
gobierno) más el ser propietarios o ejercer un oficio o arte útil y saber leer y escribir
(Secc. 3a. Cap. VI y VII). Los hijos de esclavos nacidos en el país tendrían voto activo; y
pasivo, sólo para empleos de república, en el caso de los descendientes de esclavos que se
encontraran fuera de la cuarta generación.

Además de estas exclusiones y de establecer categorías diferentes de derechos políticos


(activo y pasivo), el ejercicio de la ciudadanía política estaba sujeto a otras restricciones
y la condición de ciudadano se suspendía por "ser doméstico asalariado", "no tener una
propiedad del valor al menos de cuatrocientos pesos" o bien por no tener "grado o
aprobación pública en una ciencia o arte liberal" u "oficio lucrativo y útil al país"; ser
deudor de la Hacienda estatal “estando ejecutado”; “ser acusado de delito con cuerpo
justificado” y que por su naturaleza merezca pena corporal, etc.; “estado de furor o
demencia” (Secc.4a. Cap.VIII). En suma, como observa Ternavasio, los requisitos para
el ejercicio de la ciudadanía política remiten a un universo político que privilegia la
inclusión o exclusión de la esfera social que de la esfera política, que según vimos se
asociaba a la condición hispánica de vecindad.17 Por su parte, Cansanello señala en
relación a la aplicación del Estatuto de 1815 para la elección de diputados al Congreso
Constituyente que “El sistema de representación política en desarrollo era de carácter
amplio y servía a la incorporación de los habitantes a la nueva vecindad, no modificaba
las jerarquías y sujeciones interpersonales heredadas del orden hispano, más bien las
articulaba, en una modalidad de construcción en la que sólo las cabezas decidían (padre
de familia, patrón, amo)”.18 Otras razones como la naturalización en un país extranjero,
determinaban la pérdida de la condición de ciudadano. La reforma de 1847 añadió la
pérdida de ciudadanía por “rebelión contra las autoridades legalmente constituidas en la
provincia” (Cap. VIII, art. 1º ).

Para ejercer el voto pasivo en las Asambleas Primarias, es decir ser elegido como elector,
se requería además de la condición de ciudadano en ejercicio de sus derechos la de tener
una propiedad de 1.000 pesos siendo soltero y si fuese casado, aunque sea de la mujer
(R.P. 1821, cap. IX, art. 12º). Como se puede advertir, ese requisito, sumado a las
restricciones al derecho de voto activo, reforzaban un sistema asentado sobre jerarquías y
desigualdades sociales del orden colonial naturalizadas y aún vigentes. Así, la repre-
sentación política se presenta asociada a, o como extensión de, la condición de propietario
y/o a un estatuto social adquiridos con anterioridad.19 Esto se observa también en los
requisitos para ser electo representante a la legislatura provincial: debía tener siete años de
ciudadanía, hallarse en ejercicio de ella, 25 años cumplidos y un fondo de 2.000 pesos o
empleo con renta equivalente, o bien profesar un "arte liberal con aprobación pública de
alguna Universidad".

Sin embargo, el requisito de propiedad se flexibilizó para el caso de los electores en la


reforma del código constitucional de 1847 al reducir el valor de la misma a 500 pesos y

17
Cf. Marcela Ternavasio, La revolución del voto... op. cit. pág. 41. Como en Francia, en esta
reglamentación está presente el criterio de autonomía que parte de suponer que la relación de dependencia
económica en la que se encuentran los domésticos con respecto al patrón no les permite elegir con
independencia. La falta de autonomía incluye a menores, mujeres e insanos Cf. Pierre Rosanvallon La
consagración del ciudadano. Historia del sufragio universal en Francia. Instituto Mora, México 1999, pp.
97/136.
18
Cf. Cansanello, op. cit. pp. 26-27
19
Del mismo modo, la selección de los funcionarios del gobierno en la campaña (jueces de Alzada,
comandantes de milicia, etc.) "naturalmente" se efectuaba entre los "notables" o vecinos de "calidad"
S.Romano Economía, sociedad y poder en Córdoba… op. cit.

6
extender el derecho al voto pasivo al que “ejerza algún arte o profesión”, lo que
seguramente amplió el universo de los elegibles. Paralelamente se impusieron
restricciones de carácter político-faccioso, al excluir a quien no fuese “reconocido por
federal decidido” (C.C. 1847, cap. IX, art. 10º) incorporando en la constitución provincial
disposiciones establecidas mediante decretos.20
La exclusión de los opositores, extensiva para el desempeño de cualquier función político
administrativa, pone en evidencia el grado de conflicto entre facciones y el propósito de
asegurarse la adhesión de los elegibles.21
A los fines de contar con padrones actualizados para las elecciones en la campaña la
reforma del Reglamento en 1847 dispuso mantener un registro cívico con los
ciudadanos aptos para ejercer el voto activo y pasivo y, aparte, los que hubiesen perdido
la ciudadanía. Estos registros permanentes serían confeccionados por el juez de alzada
de cada departamento acompañado de dos pedáneos y dos vecinos honrados, quienes
bajo juramento testificarían sobre las calidades requeridas para el voto. (CC. Secc. IV,
cap. VIII, art. 5º y 6º). En este punto se advierte que la reforma precisó por un lado
quiénes compondrían las juntas encargadas de llevar el registro cívico, ya que en el
Reglamento de 1821 esa tarea estaba a cargo de los mismos que presidían las asambleas
primarias y, por otro, eliminó el testimonio “externo” de los dos vecinos honrados,
padres de familia y propietarios para avalar dicho registro, con lo cual –entendemos- se
dio mayor poder a los jueces para decidir quiénes podían votar y ser elegidos.

Las autoridades de la campaña: Jueces, comandantes y curas

Lo expuesto más arriba se relaciona como hemos dicho con el proceso de organización
del estado provincial y la construcción de poder en la campaña. Nos interesa aquí
centrarnos en el de la administración judicial-policial y sus agentes. Al respecto conviene
señalar que en el período transcurrido entre el dictado de Reglamento Provisorio (1821) y
la disolución de los Cabildos (1824) se reglamentó la justicia de campaña (1823) la cual
perduró con algunas variantes, como la anexión de la función de policía, hasta mediados
de la década de 1850. 22 Si bien esta reglamentación se estableció sobre una institución pre
existente, como la de los jueces pedáneos, se orientó tanto en su formalización escrita
como en la práctica a fortalecer su autoridad, capacidad de control y administración sobre
las comunidades rurales jerarquizando, definiendo y ampliando sus atribuciones y, al
mismo tiempo, a reforzar su dependencia del Poder Ejecutivo provincial.23 En este
sentido, la creación de la figura del juez pedáneo de alzada por departamento (en adelante

20
En 1835 la legislatura dispuso que ningún unitario podría ser empleado del gobierno Cf. Compilación
de Leyes, Decretos, Acuerdos de la Excma. Cámara de Justicia y demás disposiciones de carácter
público dictadas en la Provincia de Córdoba, desde 1810 a 1870, Córdoba 1870, T. 1, 16/12/35; ese año
López destituyó a varios representantes por no ser “federales netos” ALC, Cuaderno copiador 1834/35, f.
331/332.
21
En la documentación de los años 30 abundan las causas contra individuos y grupos por razones
políticas que comprenden hechos que van desde la sospecha de haber opinado contra el gobierno o haber
hecho circular un rumor, hasta los casos de conspiración y pronunciamientos. Los sujetos investigados
fueron notables de la ciudad y de la campaña así como “paisanos” comunes del ámbito rural.
22
El “Reglamento para la administración de justicia en la campaña de Córdoba” se dictó el 18/3/23
durante el gobierno de Bustos, su vigencia fue confirmada en 1830 por el gobernador J. M. Paz, quien lo
mandó a publicar en el Registro Oficial. El mismo año Paz amplió las facultades de jueces de alzada
delegando en ellos la función de comisionados de policía dependientes del gobierno y en los pedáneos la
de comisarios de policía dependientes de aquéllos. En 1851 dicho reglamento fue confirmado por el
gobernador Manuel López ordenando su publicación impresa para circularlo e insertarlo en el Registro
Oficial. Cf. S. Romano, “Instituciones coloniales....” op.cit
23
Cf. S. Romano, “Instituciones coloniales...” op.cit.

7
juez de alzada) constituye una importante novedad y un avance en la administración
estatal de la campaña tanto en lo referente a la conservación del orden social y público
como al control político de la misma.24 Se estableció así en cada uno de los 13
departamentos rurales un juez de alzada designado por el gobernador, lo que significaba
no sólo aumentar el número de funcionarios jerárquicos sino poner bajo su órbita a los
jueces pedáneos de primera instancia (con jurisdicción en las pedanías o partidos) cuyo
número total se mantuvo en aproximadamente 100 a lo largo del período en estudio.25 La
función de unos y otros era la de jueces delegados, no ordinarios y salvo el requisito de
saber leer y escribir, las cualidades requeridas para el desempeño de las judicaturas eran
incluyentes y un tanto subjetivas, ya que se debía elegir a los mejores sujetos de cada
partido “... que sean tenidos por hombres buenos, de conducta sin tacha y de vida
religiosa.”
De acuerdo con los estudios que hemos realizado, quienes se desempeñaron como jueces
de campaña durante la primera mitad del siglo XIX eran miembros de las elites lugareñas,
vecinos que en su mayoría integraban la franja de medianos propietarios rurales y eran
miembros de antiguas familias del lugar, por lo que su autoridad devenía naturalmente de
esa posición. Mantenían además vínculos de diversa índole con los notables de ciudad,
principalmente con comerciantes mayoristas, “doctores” y miembros del clero; e
integraron redes que incluyeron lealtades políticas que trascendían las fronteras de la
provincia. Al ser vecinos del lugar tenían un conocimiento y un control más directo sobre
los habitantes y los recursos locales. Esto los convirtió también en figuras políticas clave
en el desarrollo de los procesos electorales, pues a partir de 1823 los jueces de alzada
encarnaron las funciones asignadas por el Reglamento provisorio al “Juez principal del
curato” que junto al cura y tres vecinos probos integraría la junta electoral, constituida en
su domicilio para receptar y escrutar los sufragios de las asambleas primarias por
departamento; además de confeccionar el registro de los ciudadanos en condiciones de
ejercer el sufragio, como ya lo mencionamos. Como en otros espacios del Río de la Plata,
todo ello tendió a reforzar la autoridad y el poder de dichos jueces en la comunidad local,
que no pocas veces se asoció a su condición de autoridad “natural” del lugar. De allí que
los gobernantes del período tuvieran especial cuidado en la elección de sujetos “leales” o
en recortar su autonomía, por ejemplo subordinándolos temporariamente a otros
funcionarios con mayores atribuciones, como lo hizo Reynafé al nombrar cinco jueces
delegados con autoridad ordinaria en lo criminal, todos ellos oficiales o comandantes de
milicia;26 y más tarde López en los departamentos de frontera.27 A su vez, el control
político ideológico y la proscripción cobraban actualidad al producirse crisis políticas,
levantamientos y revoluciones en la provincia, lo que se traducía en el reemplazo
sistemático de los jueces de campaña como lo muestra la serie de nombramientos,
renuncias y destituciones dispuestas entre 1839 y 1841, cuando se sucedieron
insurrecciones en ciudad y campaña, la revolución “unitaria” comandada por Alvarez, su
24
Este rol fue común al cumplido por los jueces de paz de otras provincias, como Buenos Aires y
Tucumán. Según señala Hespanha, con referencia a esta institución de origen hispánico, las atribuciones
de los jueces locales “excedían en mucho lo que hoy llamaríamos función judiciaria, abarcando tareas de
carácter claramente político y administrativo” Cf. A. M. Hespanha Vísperas del Leviatán (Portugal, siglo
XVII) Taurus Humanidades, Madrid, 1989 p. 376.
25
Los jueces de alzada reemplazaron a los antiguos Alcaldes de la Hermandad, que eran sólo dos para
todo el ámbito rural. Con la abolición de los Cabildos, los jueces pedáneos pasaron a ser propuestos por
el de Alzada y confirmados por el Gobernador.
26
Compilación de leyes... op. cit. 13 y 14 de febrero de 1834. Prorrogada el 6/2/35. Fueron designados
por José Antonio Reynafé con aprobación de la legislatura: el Coronel de dragones Francisco Reynafé
para toda la provincia, el Coronel Camilo Isleño (este), el Capitán de dragones Santiago Diegues (oeste),
el Teniente coronel Manuel López (sur) y el Comandante general Guillermo Reynafé (norte).
27
AHPC, Registro Oficial, T. 5, 15/10/45, f. 166 y 168.

8
derrota y el retorno de López al poder, enrolado en las filas del rosismo.28 Pero además, a
diferencia de lo ocurrido en Tucumán hasta los años 30 y en Buenos Aires en el período
que nos ocupa, los jueces de alzada de Córdoba tuvieron una fuerte presencia en calidad
de electores según lo anticipamos.29
En este orden cabe aclarar que aunque también consideraremos la participación activa
de comandantes de milicias y curas párrocos en calidad de electores por departamentos
o curatos, excede nuestros objetivos analizar aquí los aspectos específicos de cada
institución, sus trayectorias y funciones.30 Nos limitaremos a señalar que unos y otros
fueron, en sus respectivas esferas de actuación, las máximas autoridades de las
jurisdicciones rurales. Y que, como los jueces, tuvieron su cuota de influencia y poder
local, participando a su vez de redes, grupos políticos y facciones.31 De esa influencia
da cuenta lo expresado en la correspondencia entre dos empresarios mineros y
comerciantes de Córdoba “...nuestros hombres de campo, en la general son maleables, y
el cura y comandante el cilindro de la máquina”.32 Conviene destacar también que si
bien algunos jefes de milicia se desempeñaron simultáneamente como jueces de alzada,
su proporción es baja y se observa sólo para algunos departamentos como los de
frontera y en determinados períodos, sobre todo en los que abundaron conflictos
armados.33

Elecciones y electores en asambleas primarias: las prácticas

Los datos que analizamos a continuación corresponden a un total de 25 comicios


realizados entre 1827 y 1855, es decir en un lapso de 29 años. La distribución de esos
comicios no es uniforme, ya que para algunos años no se cuenta con datos y/o no se
sustanciaron elecciones, mientras en otros se realizaron dos.34 Estos últimos fueron
justamente los años en los cuales se renovó la legislatura para designar el gobernador
impuesto tras una crisis política, una revolución o un período de guerra civil.
Un análisis cuantitativo global de los datos disponibles muestra que en las asambleas
primarias realizadas en el período se eligieron 577 electores titulares, correspondiendo
481 a la campaña y 96 a la ciudad. En el transcurso del período se mantuvo constante la

28
AHPC, Registro Oficial T. 4, 1837-1842; cf. S. Romano Economía, sociedad y poder en Córdoba...
op.cit.
29
Cf. Gabriela Tío Vallejo Antiguo Régimen.... op.cit. pp. 248/251; Marcela Ternavasio, La revolución
del voto.. op.cit. pp. 132 y ss. En este caso, la diferencia residió principalmente en la naturaleza del
régimen electoral, directo.
30
Sobre el tema remito, para el caso de Córdoba, a los estudios de Seth Meisel y Valentina Ayrolo,
respectivamente. Para una caracterización muy precisa del papel del cura párroco elector y como agente
del gobierno ver Gabriela Tío Vallejo Antiguo Régimen... p. 250
31
El período estuvo atravesado por numerosos levantamientos y movimientos revolucionarios de
diferente alcance que contaron con su participación. Por caso, durante los 17 años del gobierno de López,
si bien hubo comandantes de milicias que se mantuvieron leales al gobernador, otros participaron de
conspiraciones, revueltas y revoluciones promovidas por redes más amplias. Un ejemplo de la activa
participación de los curas en la política de la época se advierte en las listas de clérigos arrestados después
de la caída de Paz (1831) y de los “Sacerdotes simpatizantes con unitarios” del movimiento
revolucionario de 1840. Cf. S. Romano, Economía y sociedad en Córdoba, 1830-1855. Grupos
dominantes y poder político. Tesis de doctorado en historia. UNC, 1993, pp. 539 y 543
32
IEA, doc. Nº 2166, 9/6/54
33
Por ejemplo en los departamentos de San Javier y Pocho periódicamente entre 1825 y 1851 sus jueces
de alzada cumplieron ambas funciones así como en Calamuchita, Tercero Arriba y Tercero Abajo, de la
frontera sur.
34
El de 1827 se encuentra incompleto; no se cuenta con datos y/o no se realizaron comicios para: 1829,
1832/34, 1842, 1847 y 1850; hay dos por año en 1831, 1835, 1839 y 1841. En el resto hay una elección
por año.

9
cantidad de electores por departamento totalizando 25 entre ciudad y campaña, es decir
cuatro y 21 respectivamente.35 Este número se estableció con referencia al censo de
1822. Si en adelante se hubiese tomado como base el último censo de población como
indicaba la ley, en 1840 y 1852 debería haberse modificado ese número y su
distribución por departamentos.36 Pero, como ya lo señalamos, la reforma de la
constitución provincial de 1847 salvó esta cuestión y terminó fijando la representación
al territorio.

Entre los electores de la campaña se observa la fuerte presencia de autoridades civiles,


militares y eclesiásticas: sobre el total de 481 electores de los departamentos de
campaña había 82 jueces de alzada, 94 curas y 57 comandantes de milicias, a los que se
pueden sumar 54 militares de diversos rangos. Es decir que cerca del 50 % de los
electores eran autoridades de los departamentos y unos pocos reunían la función de juez
de alzada y comandante.37 Algunos de ellos, sobre todo los curas, fueron electos por
varios años consecutivos. Por ejemplo: Feliciano Centurión, cura párroco de Tulumba,
fue elector por ese departamento en 14 elecciones entre 1831 y 1848; y Victoriano
Lascano, cura párroco de Calamuchita, lo fue en nueve elecciones entre 1835 y 1841.
Mientras a lo largo del período se mantuvo la participación frecuente de curas y jefes de
milicias se observa que, con altibajos, el número de electores-jueces de alzada se fue
incrementando progresivamente, sobre todo a partir de 1835. Por ejemplo, en 1839 de
los 21 electores designados en los 13 departamentos de campaña ocho eran jueces de
alzada. Cifras semejantes se registran para 1841, 1845, 1851, 1852 y 1855. Llama la
atención, sin embargo, que hubiese muy pocos jueces pedáneos entre los electores. Es
probable que uno de los motivos fuese que no reunieran los requisitos de propiedad
exigidos para el voto pasivo.

Es posible pensar que, como en otros espacios, esos funcionarios civiles, militares y
eclesiásticos, por sus jerarquías y condición social, fueran considerados en el imaginario
social autoridades “naturales” (en el sentido de orden dado) elegibles también como
“hombres de representación” aptos para representar a la comarca.38 El voto es una
prueba de confianza, de legitimación de la autoridad. A su vez, el proceso electoral
transforma las jerarquías sociales en jerarquías políticas, mecanismo que permite a un
régimen notabiliario reproducirse.39 No obstante, en el caso de los jueces de alzada y los
comandantes de milicia, el hecho de haber sido nombrados por el gobernador los situaba
en el papel de agentes del gobierno e intermediarios políticos entre éste y las

35
A los departamentos rurales correspondían: uno para Anejos, Ischilín, Tercero Arriba, Tercero Abajo y
Santa Rosa; y dos para Calamuchita, Pocho, Punilla, Río Segundo, Río Cuarto, San Javier, Tulumba y
Río Seco
36
La población aumentó de 75.892 habitantes en 1822 a 100.652 en 1840 y a 110.539 en 1852. Los datos
de 1852 son estimados pues el censo de ese año no se levantó en los departamentos Capital, Tercero
Arriba y Punilla. Cf. S.Romano, Economía, sociedad y poder... op.cit. 2002, cap. 7
37
El número total de individuos que, según nuestros datos, se desempeñaron como jueces de alzada a lo
largo del período es de 81 y sólo seis fueron también comandantes. Se aclara que, pese a la coincidencia
de las cifras, no todos los jueces de alzada fueron electores.
38
Sobre esto y el carácter comunitario del voto véase F. X. Guerra “De la política antigua a la política
moderna...” op. cit. Por su parte, Rosanvallon señala con relación al caso francés en los años inmediato
posteriores a la revolución, que la elección de los jueces de paz -por sufragio directo en asambleas
primarias- se inscribe en la lógica del voto-legitimación, sin desmentir los principios en que se basa el
voto de segundo grado. Según plantea, no consiste en un acto de soberanía: su finalidad es designar un
árbitro de los pequeños conflictos cotidianos; es una operación que permanece dentro de la esfera de las
costumbres. Op. cit. p. 179
39
Cfr. R. Romanelli, op.cit.

10
comunidades rurales. Este rol y su importancia para el gobierno de la campaña se
evidencia durante los procesos revolucionarios, cuando fueron sistemáticamente
reemplazados por otros, según el grupo político triunfante, como se observa entre 1839
y 1841.40 Al recuperar el poder Manuel Lopez los designados a partir de 1841 serán
aquellos catalogados como “federales netos” o “por su conocida adhesión a la sagrada
causa de la Federación”.
Aparte de los actores mencionados se observa con frecuencia la participación de
legisladores, funcionarios de gobierno y otros notables de la ciudad (comerciantes,
miembros del Cabildo Eclesiástico, de la Universidad, “doctores”, etc.) en calidad de
electores titulares y en más de un departamento. Habitualmente la documentación aclara
que son “vecinos” de la capital. Veamos algunos ejemplos: José María Fragueiro fue
elector por Punilla en 1828 siendo presidente de la Legislatura y también en 1830,
mientras se desempeñaba como Ministro de Gobierno, pero en esta ocasión tuvo que
renunciar “imposibilitado por ley”; José María Aldao fue elector, entre otros, por el
departamento Calamuchita y por la Ciudad en 1841 y 1845 respectivamente siendo el
Ministro de Hacienda; Eusebio Casaravilla, subintendente de policía, fue elector en
varias ocasiones, como en 1841 por Río Segundo. Pero en los dos últimos casos no
registramos que se interpusiera el desempeño de cargos como impedimento legal. Entre
los conocidos comerciantes de Córdoba vemos, por ejemplo, que Hilarión Funes fue
designado en 20 ocasiones elector titular o sustituto en 13 elecciones y por cinco
departamentos. Según pudimos observar, este comportamiento se habría intensificado
en determinadas circunstancias que se corresponden con los momentos previos a un
conflicto bélico, una revolución o un pronunciamiento, como en 1828, 1839 y 1851,
revelando la puja por controlar la Legislatura. A su vez, como ocurrió en 1839/40,
varios electores que también integraron la Legislatura renovada en la elección
estuvieron involucrados en esas u otras conspiraciones y revoluciones contra el
gobierno de turno.

Salvo dos listas de candidatos a representantes publicadas en la prensa en 1829, donde


se repetían los nombres de varios notables, no hemos localizado otras que permitan
pensar en una competencia abierta entre sectores de la elite que pudiera reproducirse a
su vez, por su carácter indirecto, en el ámbito rural.41 Suponemos que esto fue así no
sólo porque desde la década de 1830 –y hasta comienzos de la del 50- prácticamente no
hubo prensa periódica en Córdoba sino porque la persecución a la “opinión” se tornó
cada vez más virulenta. No obstante, algunos datos indicarían que al menos hasta los
años 40 no debe de haber resultado del todo sencillo imponer los electores, como lo deja
ver la siguiente nota del juez de alzada y comandante de Pocho dirigida al gobernador:

“Ya se va acercando el tiempo de la votación de Representantes que han de


componer la Sala y es de necesidad que V.E. con oportunidad me indique por
quien hemos de votar, cosa que sean electores parciales al gobierno, para que
vayan de acuerdo con él y no nos ganen la votación algunos díscolos que no
faltan en este Curato...” 42

40
AHPC, Registro Oficial T. 4, 1837-1842
41
Listas reproducidas en S. Romano Economía y sociedad... op. cit. p. 538
42
Citado en nuestro trabajo “Usage de la force...” op. cit. Güemes Campero se refiere a la “pandilla unitaria”
de De la Lastra y Fragueiro que “ha hablado tan denigrantemente contra los jefes de la Federación” y se
queja porque se les permite el uso de armas, atribuyendo disgusto por ello a “federales de algún séquito”.

11
Los datos disponibles sobre el desarrollo de algunos comicios realizados en distintos
momentos del período sugieren que en las Asambleas Primarias se habrían postulado
varios candidatos a elector.
En 1827 en el departamento Ischilín votaron 309 vecinos para designar un elector: 44
por el “Vic. Benito Lascano, Dean de la Sta. Iglesia Catedral”, 34 “a favor de D.
Joaquin Urtubey de ese comercio”; 162 por “Benito Otero de ese comercio” y 69 a
favor de “D. Carlos del Signo de ese comercio”43
En 1851, para designar un elector por Anejos se emitieron 227 votos distribuidos entre
los siguientes candidatos: 173 por Juan Martín de Allende (Juez de Alzada), 41 por
Pedro Nolasco Clara (cura párroco), 4 por Anselmo Aguirre; 4 por Manuel Carillo
(coronel); 3 por José Manuel Solares (propietario de la estancia Alta Gracia y ex juez de
alzada); 1 por Félix de la Peña (comerciante de la ciudad) y 1 por Crecencio Sosa. 44
Al año siguiente (1852) en el mismo departamento de Anejos votaron 241 personas
“Por el Juez de Alzada Don Juan M. de Allende ciento noventa y tres; por el Sr. Cura
Clara cuarenta y uno; por D. Benito A. Cabanillas tres; por el Sr. Contador José M.
Aldao uno; por el Coronel Carrio [sic] uno; por D. José M. Solares dos.”45
Conviene hacer notar que se trata de información atípica, ya que la mayoría de los
informes de las mesas electorales sólo hacía referencia a quienes habían resultado
electos por mayoría o “pluralidad de sufragios” sin mencionar la cantidad de votos
emitida ni la existencia de otros postulantes y, excepcionalmente –como en Río Cuarto,
en 1841- se habla de una “...concurrencia [a la votación] tan numerosa de que no tiene
ejemplo esta frontera”46 El lenguaje empleado en las actas de las asambleas expresa
algunas de las representaciones contemporáneas en torno a la ciudadanía política -que
aparece superpuesta a la condición de vecino- y al carácter de la representación de la
campaña. Por ejemplo, mientras se reproducían los términos de la circular del gobierno
convocando “a los ciudadanos de este departamento” para indicar su cumplimiento se
informaba a continuación que se habían reunido “todos los vecinos de este
departamento”; o bien que se reunieron los ciudadanos para elegir “representante del
vecindario”.47 Aún más notable resulta el acta elaborada por la junta electoral de
Tercero Abajo por cuanto la remiten “los vocales de la H.J. [Honorable Junta] de RR
[Representantes] de este departamento” de lo que se infiere la atribución de una
representación que excedía la asignada por la normativa.48

Igualmente se advierten ambigüedades y confusiones en la aplicación de la legislación


electoral. Por ejemplo, en 1855 el juez de alzada de Pocho consultaba si debía aceptar
para incluir en el escrutinio “las siete listas de votos recibidos por los Patrones de las
minas” que había entregado a la mesa electoral el juez de minas Manuel Montaño;
mientras, en la ciudad la mesa electoral de la 2ª sección se notificaba de una queja
presentada por unos individuos “dependientes militares” por no haber podido votar; la
autoridad electoral creía haber aplicado correctamente la ley al “no haberles recibido el
sufragio” porque se trataba de “dependientes asalariados”.49

43
AHPC, Gobierno, Caja 95 B, f. 349
44
AHPC, Gobierno, Caja 223, f. 426
45
AHPC, Gobierno, Caja 228, f. 373
46
AHPC, Gobierno, Caja 174, f. 488. Firman entre los integrantes de la junta electoral los dos electos.
47
AHPC, Gobierno, Caja 145 B, fs. 462-487, actas de varios departamentos sobre elecciones de marzo de
1836
48
AHPC, Gobierno, Caja 174, 1841, f. 486
49
AHPC, Gobierno, 25 y 26 de febrero de 1855, T. 240 A, f. 712 y 713

12
Uno de los rasgos de mayor interés para el examen de la representación política de la
campaña es la “delegación de poderes” que realizaban los electores titulares en otros
actores para integrar la Asamblea Electoral y elegir a los legisladores. A lo largo del
período se observa una tendencia creciente entre los electores titulares a delegar su
función en otros “sustitutos”, que generalmente eran figuras reconocidas de la elite
urbana y cuyos nombres además se repetían en varios departamentos (es decir, eran
electores sustitutos de más de un departamento). Notablemente los curas delegaban en
otros curas, aunque esto no es suficiente como para hablar de representación
corporativa.50 También era frecuente la delegación de los poderes en familiares. Un
ejemplo de delegación que a la vez nos informa sobre mecanismos, redes y clientelas
del poder es la nota dirigida al gobernador López por Alejandro Herrera, jefe de milicias
y elector de Ischilín en 1848:

“Querido y el mejor de mis amigos; con el placer que acostumbro me dirijo a V


participándole que he sido nombrado elector del Dpto. a mi mando por mayoría
de votos y siéndome imposible apersonarme el 28 del que luce, he tenido a bien
nombrar a su hijo político y amigo mío Dn. José Ferreyra...”51

Por lo tanto, los electores titulares en general no participaban personalmente en la


Asamblea Electoral que se realizaba en la capital provincial y muy pocos eran electos
para integrar la Legislatura. En cambio, en la ciudad son raros los casos de delegación
en electores sustitutos. Parte de la explicación se encuentra en la dificultad que suponía
la distancia para que los electores de la campaña se trasladasen a la ciudad. Otra parte
tiene que ver con naturaleza de la representación, como veremos enseguida.

Los datos cuantitativos indican que en los 25 comicios relevados el total de electores
sustitutos fue de 378 para la campaña y ocho para la ciudad. Es decir que el 65, 5 % de
los electores titulares de la campaña delegó su mandato, y en varios casos la delegación
se produjo de unos electores sustitutos a otros. Si consideramos sólo los del período
1830-1855 esa proporción se eleva al 76 % pues, como dijimos, hasta mediados de los
30 fue una práctica menos extendida y el listado de 1827 no está completo. En algunos
comicios el número de sustitutos superó los 20, como en 1835, 1838, 1853, aunque
como ya mencionamos era frecuente que un mismo individuo figurara con las mismas
funciones en más de un departamento y, a veces, algunos electores titulares de un
departamento eran sustitutos en otros. En ciertos años fueron familias de notables
enteras y sus redes las que ocuparon simultáneamente esos lugares, como en el caso de
los Zavalía, los del Campillo o las de Félix de la Peña. Entre los sustitutos abundan los
doctores, comerciantes, curas y funcionarios del estado, todos ellos vecinos de la
ciudad; les siguen con un número relativamente bajo los militares de distinto rango y
sólo tres jueces de alzada para todo el período.
Si bien esta práctica de delegación de funciones electorales se formalizó en la reforma
del Reglamento de 1847 ya estaba institucionalizada e incluso contemplada en las
convocatorias a asambleas primarias, como en 1840 donde se señalaba que los electores
de la campaña concurrieran a la asamblea electoral “por sí o apoderado”. El propio
gobernador López le aclaraba a su hijo que no había inconveniente que su compadre

50
Lo mismo ocurría en la Legislatura provincial: cuando renunciaba o se moría un representante cura lo
reemplazaba otro cura. Por ejemplo, en 1841 muere Fray Inocencio Flores y la Asamblea Electoral
nombra como sustituto a Fray Tomás González, guardián del Convento San Francisco. AHPC, Gobierno,
caja 174, f. 527/528
51
AHPC, Gobierno, T. 211 B, f. 493

13
Calderón pudiera “sostituir su nombramiento de elector de ese departamento en
Ferreyra, o el que le hubiese parecido, pues esta es práctica corriente.”52 Pese a
reconocer su legalidad, en 1852 el gobernador Guzmán cuestionó el abuso de estas
prácticas, sobre todo porque implicaba que un solo individuo reuniera “cuatro
diplomas” e intentó restringirla.53 Sin embargo, la designación de electores sustitutos
continuó practicándose hasta fines del período bajo estudio y en ocasiones con la
justificación de que éstos harían una elección “mas acertada” que los titulares, como
argumentaron el juez de alzada y el cura de San Javier –electores por ese departamento
en 1855.54

Varios documentos dan cuenta que los electores titulares o sustitutos eran portadores de
“instrucciones” de sus comunidades políticas, en especial cuando se trataba de la
elección de integrantes de una Legislatura que debía convalidar o legitimar un
gobernador. La terminología empleada, como la de “apoderado” o “comisionado” para
“actuar en su lugar” y la “subrogar” o “sustituir el poder”55 permite asociar esta forma
de representación con el tradicional mandato imperativo.56 Sin embargo esto debe ser
matizado para el caso que nos ocupa en tanto hay que tener en cuenta la dinámica
política en la que se inscribían y se formulaban tales expresiones –adoptando un
carácter plebiscitario-, así como su combinación con otras expresiones que podrían
interpretarse en un sentido contrario y que dan cuenta de procesos de hibridación.
Por caso, el acta de la junta electoral de Tercero Arriba que designaba elector al cura
Eugenio Montenegro en 1836 lo instruía para que la elección de gobernador propietario
recayera en Manuel López “y de ningún modo otro”, por la confianza obtenida por él de
“los principales jefes de la Federación, el ilustre Sr. López y Rosas” y porque “hará la
felicidad del País Cordobés”.57 En 1841, en el mismo departamento la junta electoral
comunicaba al elector Luis Bustos, “esclarecido y honrado federal” residente en la
ciudad, que se le daban “...por ésta y en nombre de los sufragantes todos los poderes y
facultades amplias y hasta donde hubiere lugar en derecho para que por sí o apoderado
instruido y de conocida conducta y decidido por la Sta. Causa de la Federación pueda
expresar ante la autoridad o autoridades como presentes los derechos de la Justa y Santa
Causa de la Federación que defendemos la conservación de nuestro Supremo Gobierno
Federal...”, etc. 58
De todos modos es necesario remarcar las diferencias entre las facultades de los
electores y las de los representantes a la legislatura otorgadas por el propio Reglamento
Provisorio

Conclusiones

52
Ibid, 414.
53
Cf. Compilación de leyes, decretos... T. 1 op.cit. 20/5/52
54
AHPC, Gobierno, T. 240 A, f. 723
55
A modo de ejemplo AHPC, Gobierno, T. 196 A, f. 602, 1845
56
Cf. J. C. Chiaramonte “Ciudadanía, Soberanía.... op. cit. p. 110. Como señala el autor, el mandato
imperativo es el remanente de un tipo de representación de antiguo régimen y se corresponde con
características corporativas y de desigualdad jurídica propias de la sociedad colonial que perduraron
bastante tiempo después de la Revolución.
57
AHPC, Gobierno, Caja 145 B, f.464/486, 1836. Según nota del presidente de la Legislatura, la
Asamblea Electoral reunida después de las primarias “...con perfecta consonacia con el pronunciamiento
general proclamado por los Pueblos Confederados de la República Argentina, procedió al nombramiento
de los candidatos que debían componerla y los 5 suplentes....” Ibid, f. 486
58
AHPC, Gobierno, Caja 174, f. 486, 1841

14
La aplicación del sistema de representación y electoral indirecto y en grados establecido
por la constitución provincial de 1821, más las restricciones a los derechos políticos
excluyeron a gran parte de la población del ejercicio la ciudadanía política espejando un
orden social jerárquico y desigual, pero también consolidó la incorporación de la
campaña en el régimen representativo y la práctica del sufragio.
Si bien -a diferencia de lo que ocurría en Buenos Aires- la representación de la campaña
era proporcionalmente mayor que la de la ciudad esto no pareció ser importante, ya que
la elección indirecta en dos grados permitió canalizar y depurar la voluntad general y
conciliar la implicación política más o menos amplia de la campaña con el poder de
decisión de una minoría: finalmente los grupos hegemónicos de la elite urbana eran los
que tenían el control de la asamblea electoral y la Legislatura. Como señala
Rosanvallon, se trata de dos momentos disociados del proceso electoral,

“…las asambleas primarias no hacen más que designar a los electores: proceden
solamente a una especie de legitimación original del procedimiento
representativo. Pero las verdaderas elecciones tienen lugar en otra parte, en las
asambleas electorales, las de segundo grado, que sólo reúnen a la centésima
parte de los ciudadanos activos”59

En los procesos electorales revisados hallamos rasgos y mecanismos que parecen


reiterarse a lo largo del período. Entre ellos el control ejercido desde el centro del poder
a través de las autoridades subalternas. Las funciones electorales que desde mediados de
la década del 20 recayeron en los jueces de alzada se articularon progresivamente con su
participación en calidad de electores, designados por las mismas asambleas primarias
departamentales que presidían, lo que reforzó su papel de intermediarios políticos y
agentes del gobierno -cuando no de grupos rivales. Estas prácticas, los mecanismos
electorales y de delegación de poderes fueron eficaces para asegurar el control del
proceso a los notables de la ciudad y al gobierno de turno aunque no eliminaron la
conflictividad y los enfrentamientos facciosos, apelando a la violencia y/o a la
proscripción. El control político del electorado se producía en varios niveles que
conducían a la exclusión de los opositores al gobierno. Y en este plano sin duda los
jueces de alzada tuvieron un papel principal -en especial después de 1840-: por un lado
debían ser federales netos o “adictos a la Santa Causa”, al mismo tiempo eran ellos
quienes encabezaban la conformación de los padrones de ciudadanos en goce de sus
derechos (recordemos además que a partir de 1847 se perdía la ciudadanía por rebelión
contra la autoridad legalmente constituida) presidían la mesa electoral y, por otro, ellos
mismos eran designados electores.

No obstante las elecciones constituyeron el único medio válido de legitimación de las


autoridades de la provincia, al menos para los miembros de la comunidad política en
formación. Esto se infiere de la regularidad con que se realizaron las convocatorias a
elecciones y su sustanciación periódica, así como de la necesidad de confirmar mediante
el voto a los gobiernos instalados por la fuerza. Se infiere también de diversas
argumentaciones, por ejemplo de las presentadas en 1835 por el presidente de la Sala de
Representantes al gobernador provisorio Arredondo para que convoque a elecciones,
entre otras razones porque permitirían “calmar la furiosa tempestad que nos amenaza
(...) para el cumplimiento exacto de las leyes constitucionales que la rigen [a la

59
P. Rosanvallon, op.cit. p. 174. Añade que el sistema de sufragio de segundo grado no sólo deja incierta
la distinción entre el derecho y la función, permitiendo la coexistencia de dos filosofías opuestas, sino que
también introduce confusión en la noción misma de gobierno representativo.

15
provincia]” y porque el ex gobernador Reinafé “...descarada y despóticamente ha
usurpado las atribuciones que legalmente corresponden a la H. Legislatura, en la
postergación de los actos de su soberanía (...) y que penetrado del modo siniestro y poco
digno (...) hizo que se condujeran las Asambleas Primarias, privándose en ellas
despóticamente la garantías y libertades con que debían prestar sufragio los
ciudadanos”. 60 Como se puede ver en éste y en muchos otros testimonios, la división de
poderes establecida también por Reglamento de 1821 era un problema frecuentemente
discutido e irresuelto en el período de estudio. Considerarlo aquí excede, sin embargo,
los propósitos de este artículo.

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17
Este material es para uso de los estudiantes de la Universidad Nacional de Quilmes, sus fines
son exclusivamente didácticos. Prohibida su reproducción parcial o total sin permiso escrito de la editorial correspondiente.
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Beatriz Bragoni / Eduardo Míguez


(coordinadores)
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UN NUEVO ORDEN POLÍTICO


Provincias y Estado Nacional, 1852-1880

Beatriz Bragoni • Pablo Buchbinder • Ariel de la Fuente

Raúl O. Fradkin • Jorge Gelman • Claudia Herrera

Alicia Megías • Eduardo Míguez • Gustavo L. Paz

Darío Roldan • Hilda Sabato • José A. Sánchez Román

Roberto Schmit • Eduardo Zimmermann

Editorial Biblos
Un nuevo orden político: provincias y Estado nacional, 1852-1880 /
coordinado por Beatriz Bragoni y Eduardo Míguez - 1a ed. -
son exclusivamente didácticos. Prohibida su reproducción parcial o total sin permiso escrito de la editorial correspondiente.

Buenos Aires: Biblos, 2010


Índice
319 pp.; 23 x 16 cm.

ISBN 978-950-786-796-5

1. Historia Argentina. I. Beatriz Bragoni, coord. II. Míguez,


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Eduardo, coord.
CDD 982

Introducción
De la periferia al centro: la formación de un sistema político
nacional, 1852-1880
Beatriz Bragoni y Eduardo Míguez ................................................................................................. 9

Cuyo después de Pavón: consenso, rebelión y orden político, 1861-1874


Beatriz Bragoni .............................................................................................................................. 29

Resistencias a la formación del Estado nacional e identidad partidaria en


la provincia de La Rioja: los nuevos significados del federalismo
en la década de 1860
Ariel de la Fuente ............................................................................................................................ 61

La frontera sur de Buenos Aires y la consolidación del Estado liberal,


1852-1880
Eduardo Míguez ............................................................................................................................. 79
Diseño de tapa: Luciano Tirabassi U.
Armado: Ana Souza Departamentos, municipios y luchas políticas en Corrientes a mediados
del siglo XIX
© Los autores, 2010 Pablo Buchbinder ......................................................................................................................... 99
©Editorial Biblos, 2010
Pasaje José M. Giuffra 318, C1064ADD Buenos Aires El poder político entrerriano en la encrucijada del cambio, 1861-1870
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Roberto Schmit ............................................................................................................................. 121
Hecho el depósito que dispone la Ley 11.723
Impreso en la Argentina
Santa Fe entre Caseros y Pavón: cuestiones provinciales y problemas
nacionales
No se permite la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la trans-
Alicia Megías................................................................................................................................ 147
misión o la transformación de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, sea
electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros métodos, sin el per-
Años turbulentos
miso previo y escrito del editor. Su infracción está penada por las leyes 11.723 y 25.446.
Política provincial e instituciones nacionales; Jujuy 1875-1880
Esta primera edición Gustavo L. Paz............................................................................................................................. 159
se terminó de imprimir en Primera Clase,
California 1231, Buenos Aires, Fiscalidad y poder: las relaciones entre el estado tucumano y el Estado
República Argentina, central en la formación del sistema político nacional, 1852-1869
Claudia Herrera .......................................................................................................................... 181
Integración territorial y especialización económica INTRODUCCIÓN
Tucumán y el Estado nacional, 1850-1880
son exclusivamente didácticos. Prohibida su reproducción parcial o total sin permiso escrito de la editorial correspondiente.

José Antonio Sánchez Román ................................................................................................... 209 De la periferia al centro: la formación de un


Milicias, ciudadanía y revolución: el ocaso de una tradición política
sistema político nacional, 1852-1880
(Argentina, 1880)
Hilda Sábato ............................................................................................................................. 227 Beatriz Bragoni y Eduardo Míguez
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En tiempos de rebelión
La justicia federal frente a los levantamientos provinciales, 1860-1880
Eduardo Zimmermann .............................................................................................................. 245

La cuestión liberal en la Argentina en el siglo XIX


Política, sociedad, representación
Darío Roldan.............................................................................................................................275 Y dijo el Gobierno Nacional:
sea hecho el orden, y el orden fue hecho.
COMENTARIOS Y dijo también el Gobierno Nacional:
sean restablecidos los poderes legales en medio de la
Notas para una historia larga: comandantes militares y gobierno local provincia.
en tiempos de guerra Y dividió época de época.
Raúl O. Fradkin......................................................................................................................... 293 Y restableció el Gobierno Nacional el orden consti-
tucional y dividió la época de revolución de la época del
Una mirada descentrada
orden.
De los estados provinciales a la nación: algunas reflexiones desde
"Génesis", El Constitucional, Mendoza, 1870
la primera mitad del siglo XIX
Jorge Gelman ............................................................................................................................307

Los autores ................................................................................................................................ 317 1. En 1880, en medio del debate parlamentario sobre las leyes de unifica-
ción, y mientras Julio A. Roca proponía edificar todos los atributos de la
nación, el senador bonaerense Aristóbulo del Valle señalaba con agudeza
que, como la mayoría de sus colegas, se alineaba claramente "con los que
querían llevar la fuerza de la periferia al centro".1 Era ésta una expresión
de época que ilumina con nitidez el peregrinar de las formas políticas que
habían regido las complejas direcciones entre Nación y provincias al
menos desde 1852. Hasta hace poco tiempo, el proceso de unificación polí-
tica argentino ha sido visualizado preferentemente a partir de los instru-
mentos montados por una élite dirigente, que fue capaz de utilizar el Esta-
do nacional para someter o eliminar cualquier insurrección territorial o
facciosa que atentara contra el orden político y que demoraba la moderni-
zación del país. Ese proceso iba a ser acompañado por el reemplazo de los

1. A. del Valle, Discurso sobre ejércitos provinciales, en Cámara de Senadores, Diario de sesio-
nes, Buenos Aires, 16 de octubre de 1880, citado por N. Botana y E. Gallo, De la República
posible a la República verdadera, Buenos Aires, Ariel, 1997, pp. 196-198.
[9]
10 Beatriz Bragoni y Eduardo Míguez Introducción 11
son exclusivamente didácticos. Prohibida su reproducción parcial o total sin permiso escrito de la editorial correspondiente.

perfiles políticos que habían fracasado en el intento de asentar un princi- Donghi suponía poner en marcha una empresa colectiva que brindara
pio de autoridad estable que se remontaba a la caída de Juan Manuel de ante todo contribuciones originales de los problemas medulares de aquel
Rosas. Ni la propuesta confederal liderada por Justo José de Urquiza, que momento argentino privilegiando la observación y la restitución empírica
atrajo al propio Juan Bautista Alberdi, ni la fórmula liberal por la que en espacios locales sobre la base de un repertorio de investigaciones que
Bartolomé Mitre pretendía pintar todo el país de un color, ni tampoco la ya estaban en marcha, y que era necesario agrupar para hacer de ellas
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de Domingo Faustino Sarmiento -condensada en aquella frase "porteño una agenda de trabajo común.
en el interior y provinciano en Buenos Aires"- habían resultado efectivas El libro que el lector tiene en sus manos representa el último eslabón
para el logro de ese objetivo. La solución, en cambio, vendría de la mano de un recorrido que comenzó con la organización de dos reuniones de tra-
de un nuevo tipo de liderazgo político de alcance nacional que aparecería bajo realizadas en Tandil y en Mendoza, y congrega un conjunto de cola-
representado en una coalición de gobernadores de provincias que instaló a boraciones que fueron presentadas y discutidas por un grupo de especia-
Nicolás Avellaneda en la primera magistratura del país en 1874. Aunque listas, quienes han contribuido de manera significativa a la renovación de
esta suerte de imagen unidireccional que impregna buena parte de las los estudios sobre la historia política argentina del siglo XIX. Raúl Fradkin
versiones ofrecidas por los historiadores del proceso de institucionaliza- y Jorge Gelman tuvieron la gentileza de concurrir a ambos encuentros y
ción argentino que cristaliza hacia 1880 no carece de fundamentos, al des- de comentar algunos trabajos. La participación de dos especialistas en un
plazar el foco de atención del centro a la periferia y al modificar la escala período anterior al que aquí se discute nos pareció una forma práctica de
de observación de la dinámica del poder que dio origen a ese resultado, ir derribando el muro que tradicionalmente separa la historiografía argen-
emergen imágenes mucho más complejas de las formas, si se quiere nego- tina de la primera y la segunda mitad del siglo XIX. Sus artículos contie-
ciadas, que rigieron los vínculos entre poderes locales y poder central en nen algunas de sus reacciones posteriores a esta participación.
la edificación del orden político.
Aquella etapa de la experiencia política argentina ha merecido la aten- 2. Aunque la formación del Estado argentino no es el eje de la temática
ción de no pocos historiadores, y quizá la imagen que de ella brindara del presente libro, puede ser útil revisar algunos aspectos del problema
Tulio Halperín Donghi en Una nación para el desierto argentino sea un en cuanto constituye el trasfondo o sustrato del debate que proponemos
buen punto de partida para presentar las colaboraciones reunidas en este en los trabajos aquí reunidos. Existe una muy amplia bibliografía sobre
volumen.2 Cabe recordar que los "treinta años de discordia" que separan el tema que, sin embargo, en general ha atendido poco algunos de sus
la derrota de Rosas y la unidad política definitiva fueron abordados por el aspectos esenciales. Uno de los más descuidados es la caracterización de
historiador argentino a través de la historia política de las élites letradas las formas institucionales previas a la formación del Estado nacional. No
y de las ideas que acompañaron la edificación del consenso liberal que es que este tema no haya sido considerado por los historiadores. En una
clausuró el drama abierto con la crisis posindependiente. Ese ajustado, visión preocupada por retrotraer la existencia de la nación al momento
rico y complejo cuadro de situación en la esfera de las concepciones y los de la disolución del vínculo colonial y darle continuidad histórica con el
estilos políticos vigentes en ese tramo de la vida argentina que abandonó presente, la naturaleza de un protoestado nacional constituyó un tema
el perfil diseñado en la primera mitad del siglo, remplazándolo por el de regularmente visitado por los cultores de la historia institucional quie-
una nación con aspiraciones a ocupar un lugar distinto en el concierto nes, munidos de instrumentos jurídico-políticos, sedimentaron potentes
internacional, se convierte en referencia obligada de los trabajos que pone- imágenes sobre la fisonomía del Estado federal argentino.3 En disidencia,
mos a disposición de los lectores por más de un motivo. De todos ellos, una rica discusión sobre la naturaleza de los estados provinciales en la
existen dos que ameritan ser explicitados antes de dar curso a las páginas primera mitad del siglo XIX ha destacado cómo la concentración de atri-
destinadas a esta introducción: el ensayo halperiniano en la mayoría de butos soberanos en ellos hacía del Estado central más una hipótesis que
los casos ha operado no sólo como una variante de lectura distintiva de un una realidad. En ambas vertientes, se trata por cierto de una bibliogra-
nuevo momento historiográfico, sino también como disparador en la for- fía copiosa y rica que sin embargo mantuvo ese tradicional divorcio his-
mulación de hipótesis que han permitido verificar, precisar y/o refutar no toriográfico entre la primera y la segunda mitad del siglo XIX. Así, quie-
pocas de sus interpretaciones. Desde luego que discutir aquel Halperín nes han intentado reconstruir el proceso formativo de la nación a partir

2. T. Halperín Donghi, Proyecto y construcción de una nación: Argentina, 1846-1880, 3. Véase V. Tau Anzoátegui, Formación del Estado federal argentino 1820-1852. El gobierno
(falta texto)
12 Beatriz Bragoni y Eduardo Míguez Introducción 13
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de 1852 pocas veces han prestado suficiente atención al sistema político definitiva, las características generalmente atribuidas a sociedades con
e institucional preexistente. Se trata, en resumidas cuentas, de la super- capacidad de darse una organización institucional estable y duradera
vivencia de una perdurable periodización -un artificio necesario aunque están ausentes. En pocas palabras, no hay Estado.
generalmente incompleto- tributaria la mayoría de las veces de la histo- Esto podría ser irrelevante para nuestro tema si no fuera por tres
ria constitucional que ponía de manifiesto la ruptura en ese orden, y que argumentaciones historiográficas que tienen gran relevancia para esta
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posterga dinámicas y procesos políticos de largo plazo en función de discusión. Una de ellas tiene un vínculo directo: al prestar poca atención
visualizar la definitiva consolidación de la unidad política costosamente a las formas institucionales previas a la organización del Estado nacio-
conseguida en los "treinta años de discordia" que clausuran el drama nal, alguna literatura pareciera suponer que la construcción del Estado
abierto con la independencia. se hace a partir básicamente de la sociedad civil, descuidando el hecho de
Para abordarlo creemos que aún vale la pena volver sobre una de las que el Estado nacional es una forma de organización política que se edi-
preguntas más básicas y visitadas de las ciencias sociales: ¿qué es el Esta- fica sobre otras formas de autoridad y de gobierno preexistentes.6 Por lo
do? Una respuesta obvia proviene de los clásicos, especialmente dentro de tanto, no se aboca a la caracterización de estos poderes estatales, lo que
la tradición marxista. El surgimiento del Estado está directamente asocia- dificulta la interpretación del proceso formativo de la expresión más
do a la división social del trabajo, al surgimiento de una clase "ociosa" que moderna de la nación.7
establece una dominación material e ideológica sobre el conjunto social, se Una segunda se vincula de manera más indirecta: análisis muy ricos y
especializa en la producción de ideología y del control social, y que vive fecundos sobre el funcionamiento de la sociedad colonial han mostrado la
gracias a su capacidad de extraer "excedentes" mediante algún sistema debilidad de los límites entre lo público y lo privado, y la importancia de
tributario. Este sector ocupa un lugar preferencial en las normas que las configuraciones de relaciones interpersonales como base operativa del
regulan el orden social, controlando los sistemas de administración de orden social. Estas formulaciones historiográficas han conducido a los his-
derechos económicos y de la Justicia. Para asegurar su dominación (su toriadores a restar importancia a las instituciones estatales en la regula-
lugar preferencial), este sector debe tener control -se suele decir "monopo- ción social. Aunque esto es bien justificado en su argumento, es menester
lio"- de los medios de coerción, lo que también requiere bases organizacio- retener que se trata de la caracterización de una forma de sociedad y de
nales e ideológicas para hacer efectivo su dominio o hegemonía. Estado bien diferentes de la expresiones burocráticas de los modernos
Mucho se podrá discutir sobre diversos aspectos de esta caracterización Estado-nación, que sin embargo no deja de ser una forma estatal, lo que
pero, más-allá de cómo se los interpreta, creemos que resulta eficaz para se hace evidente al confrontarla con sociedades que realmente carecen de
distinguir algunos de los rasgos característicos de las comunidades políti- él. Como veremos, en espacios donde la supervivencia dejas estructuras
cas que poseen estructuras estatales.4 Esto se hace especialmente eviden- estatales fue particularmente débil, la preexistencia de las formas del
te si miramos sociedades tribales carentes de ellas. Y en nuestro caso, la
población araucana, apenas una centena de kilómetros al sur de la fronte-
ra hispano-criolla, nos ofrece un ejemplo. Si bien existe allí alguna dife-
renciación social entre linajes y jerarquías políticas entre grandes caci-
6. Seguramente el ejemplo más representativo es el influyente libro de Oscar Oszlak, La for-
ques, caciques menores, capitanejos y simples conas, no hay una división mación del Estado argentino, Buenos Aires, Ariel, 2004. Aun en su prólogo a la reedición de
social del trabajo, ni un sistema tributario, ni una burocracia o una clase 1997 (el original es de 1982) su argumento contrapone la construcción del Estado a la "socie-
guerrera diferenciada, ni un sistema de justicia5 ni una estructura ideoló- dad civil", como si las funciones que asume el primero se vincularan exclusivamente a la
gica que refuerce las identidades sociales y que facilite un orden en que segunda, sin tomar en cuenta las formas institucionales preexistentes al Estado-nación. El
texto es sin embargo ambiguo en este punto, ya que en otros pasajes reconoce formas de orga-
ciertos actores posean un amplio conjunto dé potestades funcionales. En nización previas a la nación, como lo que denomina "Estado colonial", y luego las provincias,
a las que llega a calificar de "cuasiestados" (p. 273). Otro trabajo del autor, Formación histó-
rica del Estado en América Latina: elementos teórico-metodológicos para su análisis, Buenos
Aires, CEDES, 1978, en su relato de la página -26 y siguiente, muestra al Estado construyén-
4. Además, desde Thomas Hobbes a Douglass North, la tradición liberal coincide en más dose a partir de actores sociales, y del propio Estado central, pero no hay un protagonismo
aspectos de esta -caracterización de lo que puede suponerse. Véase, por ejemplo, D. North, de las provincias, ni se toma en consideración otras formas institucionales que confluyan en
Estructura y cambio en la historia económica, Madrid, Alianza, 1985, especialmente cap. 3, el Estado nacional. Contrapone lo local y lo nacional en el plano de lo económico, social y polí-
"Una teoría neoclásica del Estado”. tico (p. 29, último párrafo).
5. Los caciques suelen actuar como mediadores en conflictos interpersonales, pero su rol es 7. Algunas reflexiones teóricas de la formación del Estado en la experiencia mexicana pue-
informal, el acatamiento de sus fallos es voluntario y no tienen poder de policía en estas cues- den verse en G.M. Joseph y D. Nugent (comps.), Aspectos cotidianos de la formación del
tiones. (falta texto)
14 Beatriz Bragoni y Eduardo Míguez Introducción 15
son exclusivamente didácticos. Prohibida su reproducción parcial o total sin permiso escrito de la editorial correspondiente.

Estado colonial es un antecedente que puede haber jugado un papel como mecanismo de legitimación del régimen rosista que le siguió.12 Sin
importante en la construcción institucional posterior. La tercera reside embargo, la etapa que se inicia en 1829 tendió a mostrar la debilidad del
concretamente en atender el proceso de unificación política no sólo como gobierno provincial para hacer efectiva su presencia en el amplio territo-
producto de coacción/cooptación del poder central sobre los poderes loca- rio de su jurisdicción y, en consecuencia, su dependencia de otras formas
les, sino en relación con dinámicas o procesos de negociación y conflicto de poder, en especial de liderazgos locales. Esta debilidad provenía funda-
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entre centros y periferias. En las últimas décadas la literatura latinoame- mentalmente de la escasez de recursos económicos y humanos, y de la difi-
ricana ha insistido y mejorado la comprensión del fenómeno para los casos cultad para construir formas simbólicas impersonales de respeto a las ins-
de Colombia o Brasil.8 tituciones, en reemplazo de los sistemas de lealtades personales en el que
Con estas advertencias en mente, podemos mirar el panorama político descansaba el andamiaje político de la Confederación. Esta realidad se pro-
-argentino previo a 1852. Un útil punto de partida pueden ser los trabajos longa luego de la caída de Rosas, cuando el intento de restitución de la
de José Carlos Chiaramonte, quien ha subrayado que, ante la disolución misma sociabilidad y civilidad en la ciudad de Buenos Aires acusa recibo
del poder central en 1820 (aun antes en varios casos), el esquema de poder de la imposibilidad de hacer de ellos una experiencia política de mayor
que le siguió estuvo caracterizado por una confederación de "estados" aliento que traspasara la frontera de su propia jurisdicción.13
(soberanías) independientes sujetos a pactos interprovinciales que no con- Si así ocurría en Buenos Aires, que contaba con el más amplio comercio
siguieron hacer de ella un Estado-nación.9 Desde luego, el uso que hace externo de la región y los ingresos fiscales por él generados, y además con
aquí Chiaramonte del término "Estado" es distinto del que hemos hecho el centro urbano menos parroquial del antiguo virreinato y los recursos
en los párrafos anteriores. Pero su misma caracterización como tal impli- humanos allí instalados, el problema para las demás provincias sin duda
ca suponer la existencia de formas institucionales propias de una domina- fue mayor. En Córdoba, con su capital universitaria que mantuvo el mono-
ción social estatal. Sin duda, la evidencia aportada por el mismo Chiara- polio de la educación superior del interior, y por ello sede de formación de
monte para Corrientes,10 como las ofrecidas para las provincias de Buenos las élites provincianas, o en Corrientes, con una dilatada tradición adminis-
Aires, Santa Fe y de Córdoba, sumada a las existentes sobre otros espa- trativa, las estructuras estatales sobrevivían como podían con exiguos
cios provinciales,11 ponen de manifiesto la conformación de ensayos insti- recursos. En el extremo opuesto, provincias como La Rioja, Santiago del
tucionales con un cierto aire de familia, pero con serias dificultades para Estero, San Luis, Catamarca, parecen exhibir simplificadas estructuras
institucionalizar órdenes políticos acordes a los ideales republicanos que estatales. Un total de sesenta y cuatro funcionarios pagados por el Estado
inspiran sus propios discursos. para la primera de ellas en la década de 1850, abarcando toda la extensa
Los estudios sobre Buenos Aires justamente revelan algunas caracte- provincia e incluyendo desde el gobernador hasta tres tamborileros de la
rísticas de esas limitaciones; el tejido institucional diseñado durante el guardia, da una idea de la debilidad institucional de la provincia. Seis poli-
momento rivadaviano no entró en contradicciones sino que fue utilizado cías rentados en toda su extensión (cuatro en la capital y dos en Chilecito)
muestran que la capacidad de ejercer efectivamente el control social y el
monopolio de la coerción es menos que limitada, a la vez que un ministerio
8. Véase F. Safford y M. Palacio, Colombia: país fragmentado, sociedad dividida. Su histo-
de hacienda conformado por dos empleados exhibe la imposibilidad de una
ria, Bogotá, Norma, 2002; R. Graham, Patronage and Politics in Nineteenth-Century Brazil, labor administrativa eficaz.14 Entre tanto, en Santiago del Estero para la
Stanford University Press, 1990; J.L. Love, Rio Grande do Sul and Brazilian Regionalism, misma época se debió dejar de lado la obligación de que los jueces fueran
Stanford University Press, 1971.
9. Véase en particular J.C. Chiaramonte, "El federalismo argentino en la primera mitad del
siglo XK", en M. Carmagnani (comp.), Los federalismos latinoamericanos, México-Buenos
Aires, Fondo de Cultura Económica, 1994. 12. Véanse J. Myers, Orden y virtud. El discurso republicano durante el rosismo, Buenos
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13. Véase P. González Bernaldo de Quirós, Civilidad y política: en los orígenes de la Nación
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públicas y política interprovincial: Santa Fe y su dependencia de Buenos Aires en tiempos de 14. Véase A. de la Fuente, Los hijos de Facundo. Caudillos y montoneras en la provincia de
Estanislao López", Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio La Rioja durante el proceso de formación del Estado nacional argentino (1853-1870), Buenos
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.
16 Beatriz Bragoni y Eduardo Míguez Introducción 17
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letrados "frente a la realidad provincial que no contaba con abogados para Bragoni para la Mendoza conmovida por la montonera de Francisco Clave-
ejercer los cargos y que, por la pobreza del erario, no podía pagar individuos ro en 1862 al exhibir que el poder notabiliar mendocino sólo tenía control
titulados que viniesen a radicarse en ella". La dificultad se extendía a la sobre el ámbito urbano, y que su supervivencia dependió de los recursos
cobertura del único ministerio que integraba el Ejecutivo de la gobernación: movilizados por líderes territoriales sujetos a su obediencia. La Corrientes
estudiada por Pablo Buchbinder exhibe otra faceta de la relativa autono-
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Por los inconvenientes en encontrar persona competente, los mía de líderes territoriales con funciones militares y administrativas, y de
gobernadores solicitaron a la legislatura prórroga del plazo de trein- su decisiva influencia en la confección del orden político provincial.
ta días para cubrir el cargo, ocupándolo, en ocasiones, con hombres Debe sin embargo tenerse en consideración que aun la expresión más
competentes traídos de otras provincias.15 evidente de esa autoridad informal, Ángel Vicente Peñaloza, el Chacho,
siempre concibió su poder no sólo en el marco institucional del estado pro-
No obstante, esa precariedad institucional no fue motivo para que nin- vincial sino incluso en el contexto de un proyecto de nación. Sus referen-
gún poder provincial abandonara el estatus jurídico-político adquirido cias, o las de Felipe Várela, al federalismo y a Justo José de Urquiza como
desde 1820, ni tampoco para que alguno de ellos pudiera hacer efectivo su su líder, son la expresión de esta apelación a un orden superior, que hacen
dominio sobre los restantes. Esta institucionalización formal -incluso con referencia a un orden político nacional que proviene de una socialización
legislaturas ad honorem que se reunían pocas veces en el año— cumplía un política de cara a una organización estatal moderna, entendida en el terri-
importante papel en la legitimación de los poderes públicos provinciales.16 torio heredado de las Provincias Unidas. Así, aunque las expresiones ins-
Y en la medida en que cualquier forma de dominación reside fundamen- titucionales del Estado estuvieran casi totalmente ausentes, su presencia
talmente en la aceptación de la subordinación por parte del conjunto en el imaginario social era por cierto muy real. Más adelante argumenta-
social, la existencia aunque más no fuere de un sistema institucional for- remos que, precisamente por las características de sus liderazgos, este
mal le otorga al Estado una cierta existencia efectiva. tipo de personajes eran incompatibles con la consolidación de formas más
Consideremos ejemplos concretos. El estudio de Ariel de la Fuente sobre efectivas de dominación estatal, argumento que extendemos para zonas de
Los Llanos de La Rioja muestra, como vimos, la incapacidad del estado pro- frontera de la provincia de Buenos Aires en el capítulo de Eduardo Míguez
vincial para hacer efectiva su presencia en esa zona apartada y poco pobla- incluido en este libro.17 O bien debían articularse en un sistema de domi-
da. Su trabajo sugiere que el orden social descansaba en la preeminencia de nación diferente, con un papel subordinado, o desaparecer. Entre tanto,
notables locales, sin funciones estatales precisas, o con alguna designación sin embargo, gozaban de un poder local, que aunque tuviera una menos
en la estructura miliciana. Pero lo fundamental para el sostenimiento del que débil articulación en el Estado provincial, preservaba en el imagina-
orden era el prestigio personal del "caudillo" local. Por ello, los notables rio una forma de dominación social estatal.
del lugar más ligados al centro urbano, con débiles raíces locales, los "uni- Así, cuando la Constitución de 1853 vio la luz, consistía en un progra-
tarios", tenían dificultades para sostenerse en funciones de poder sin un ma para reunir en un solo y nuevo Estado-nación al menos catorce estruc-
fuerte apoyo externo. Y siendo Los Llanos una región fácilmente moviliza- turas de dominación social diferentes. Por consiguiente, y en contraste con
ble, la conflictividad social de la región repercutía en la estabilidad del el modelo propuesto por Oszlak, no se trataría de la emergencia de un nue-
gobierno provincial. De esta forma, en el caso de La Rioja, un poder local vo actor -el Estado nacional- que se va imponiendo sobre la sociedad civil,
muy informal, que mal podríamos llamar una estructura estatal -y mucho sino de una nueva forma de organización central que se creó a partir de la
menos un aparato de Estado— tiene un peso decisivo en el orden social de convergencia de al menos otras catorce formas que lo precedieron.
la provincia. El caso riojano dialoga con la evidencia aportada por Beatriz En sentido estricto, tampoco es una forma totalmente nueva, ya que
existía en la cosmovisión política de las élites provinciales y anidaba tam-
bién como "comunidad imaginada" en las sensibilidades políticas de acto-
res sociales ajenos al recoleto mundillo de los políticos y los letrados. Sin
15. M.M. Tenti, "El protoestado taboadista, Santiago del Estero (1852-1875)", Jornadas de duda, la sedimentación de una identidad política "nacional" abrevó en el
Historia Política, "De la periferia al centro: la formación del sistema político nacional, 1852-
1880", Mendoza, julio de 2008.
16. Véanse N. Goldman, "Legalidad y legitimidad en el caudillismo. Juan Facundo Quiroga
y La Rioja en el interior rioplatense (1810-1835)", Boletín del Instituto de Historia Argentina 17. Por lo demás, no eran pocas las dirigencias provinciales que percibían con meridiana cla-
y Americana "Dr. Emilio Ravignani", 7, 1993, pp. 31-58; N. Goldman y S. Tedeschi, "Los teji- ridad los efectos o costos de la inestabilidad política en el desenvolvimiento económico, y no
dos formales del poder. Los caudillos del interior y litoral rioplatenses durante la primera ignoraban la centralidad del mercado de Buenos Aires como base de operaciones mercantiles
mitad del siglo XIX", en N. Goldman y R. Salvatore (comps.), Caudillismos rioplatenses. (falta texto)
Nuevas miradas a un viejo problema. Buenos Aires, Eudeba, 1998.
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curso de la revolución de independencia, aunque adquirió mayor vigor jos aquí incluidos ilustran profusamente esta afirmación. Cierto es que en
después de 1820 cuando las provincias de la antigua unión apelaron a un algunos casos estas instancias de poder se encontraban relativamente
nutrido e inestable repertorio de pactos interprovinciales con la aspiración bien articuladas en órdenes políticos dominados por el gobierno provincial,
de restablecer la unidad política, y que prevaleció incluso en el malogrado cualquiera fuere la naturaleza de los mismos. Pero en otras, especialmen-
ensayo constitucional de 1826. No obstante, ese fracaso institucional no te allí donde los estados provinciales eran más débiles, la vinculación o
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parece haber constituido ningún obstáculo en la pervivencia de la nación subordinación de ese orden local al gobierno provincial era menor. El caso
como idea y como proyecto. Que esa convicción haya sobrevivido en el ima- de Santa Fe en tiempos de la Confederación urquicista -analizado por Ali-
ginario político de las élites (aunque no sólo de ellas) no es un dato menor: cia Megías- ilustra con nitidez la manera en que la política provincial apa-
basta ver las referencias infaltables en los pactos interprovinciales, en la recía caracterizada por dinámicas divergentes con relación a la diferencia-
prensa porteña y de las provincias del interior como también en la corres- ción de los grupos dirigentes de la capital y de Rosario, ambas interferidas
pondencia de los gobernadores. En resumidas cuentas, creer que la nación de igual modo por el gobierno de Paraná o de Buenos Aires. El caso corren-
debe legítimamente existir es el paso inicial y fundamental para que real- tino analizado por Buchbinder ofrece otro ejemplo de la diferenciación
mente exista, es la fe de Juana de Arco. Desde luego, la solución política regional en el interior de la provincia, que reordena la pirámide del poder
al dilema de la nación adquirirá mayor relieve después de 1853, cuando el local en beneficio de las élites o grupos propietarios erigidos al calor del
vector constitucional arbitre un nuevo pacto, esta vez de carácter transac- crecimiento ganadero del sur, que incide en el declive de los grupos mer-
cional entre las provincias en beneficio de un orden político superior. Tal cantiles estudiados por Chiaramonte para la primera mitad del siglo XIX.
como advierte Darío Roldan, el mismo Alberdi en las Bases había hecho Asimismo, esos órdenes podían ser bien diferentes entre sí, como mues-
referencia al fenómeno dando cuenta de la necesaria transformación del tran el contraste entre Famatina y Los Llanos en la Rioja estudiados por
esquema de poder interprovincial en un gobierno central: "¿Qué es la uni- De la Fuente, o entre la puna y la zona sur de Jujuy analizados por Gus-
dad o consolidación del gobierno? Es la desaparición, es la absorción de tavo Paz, o el citado caso de Corrientes. Así, el Estado nacional no parece
todos los gobiernos locales en un solo gobierno nacional", para luego agre- ser producto entonces de progresivas y simultáneas penetraciones en las
gar: "Si el poder local no se abdica hasta desaparecer, se delega, al menos provincias, sino que el proceso de centralización del poder resultó tributa-
en parte, como medio de existir fuerte y mejor".18 rio de dos dinámicas convergentes: la provincial y la nacional. En otras
Sin embargo, para 1853 la nación como entidad política era todavía un palabras, las contribuciones aquí reunidas ofrecen evidencias firmes con
proyecto, legítimo por cierto, pero proyecto al fin. Su transformación en relación al carácter simultáneo de normas, prácticas y acciones políticas
realidad requería consolidar un diseño institucional que articulara catorce orientadas a conducir la autoridad al centro político exhibiendo la mate-
formas sociales autónomas o más o menos autónomas (recordemos que rialidad de lo que hasta entonces había sido sólo "imaginado".
existe antes y después de 1853 una constante interferencia mutua en los Ahora bien, más allá de esta diversidad entre las provincias y en el inte-
asuntos políticos de otros estados-provincias, y no sólo desde Buenos Aires). rior de ellas, los protagonistas del orden político provincial lejos estaban de
Además de instituciones formales, la nación requiere de personas rea- convivir en armonía, como también ilustran los trabajos aquí reunidos. Las
les que las encarnen, con capacidad de brindar recursos y servicios que facciones o partidos, como se solía llamarlos, toman parte en una intensa
permitan ser identificados como expresiones concretas de tales institucio- danza política, con revoluciones, golpes de Estado, guerras, movilizaciones,
nes por parte de quienes en teoría están sujetos a prestar su obediencia. luchas electorales, alianzas circunstanciales, que fueron definiendo el
Si esta diversidad de órdenes sociales se debían integrar en uno solo, o al lugar que cada participante del poder local -o aspirante a participar- podía
menos articularse en un orden político unificado, los actores que ocupaban alcanzar en la nueva constelación política nacional. Podría argumentarse
los lugares de preeminencia en esos órdenes debían resignar sus roles pro- que, en la medida en que los actores alcanzaban a entrever el lugar que les
tagónicos, o bien integrarse en un nuevo actor colectivo que ocuparía los cabría en el nuevo orden, definían sus actitudes frente a él, lo que no podía
papeles centrales en el también nuevo orden de cosas. eludir de ningún modo el componente popular de la cultura política posre-
Una aclaración antes de continuar. Si hemos hablado de "al menos volucionaria. En torno a ello, convendría aquí traer a colación las reflexio-
catorce órdenes sociales", es en reconocimiento de que los estados-provin- nes ofrecidas por Raúl Fradkin que invitan a prestar mayor atención a la
cias se componían a su vez de instancias más desagregadas con sus pro- participación política popular en la formación del Estado. Aun aceptando
pias prácticas autónomas o parcialmente autónomas. Varios de los trabá- esas advertencias, el conjunto de estas investigaciones nos enfrentan a dos
cuestiones no menos decisivas que atañen a la naturaleza de la lucha y/o
18. J.B. Alberdi, Bases y puntos de partida para la organización política de la República negociación política en un contexto de inevitable centralización que organi-
Argentina (1852). Buenos Aires, Plus Ultra, 1981, p. 138. za o perfila las practicas o decisiones de quienes aspiraban a integrarse y
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a la correlativa redefinición de los nexos que arbitraban las relaciones etapas no necesariamente coinciden con las que pueden observarse en
entre los líderes políticos o territoriales con sus bases sociales. Aquí -como cada una de las provincias aunque, desde luego, su mutua influencia las
en otras experiencias hispanoamericanas- milicias y ejército habrían de hace en líneas generales coincidentes. Parte de esta interrelación está
operar decididamente al arbitrar dispositivos clave en función de un man- marcada por el hecho de que cada cambio importante del panorama en el
dato constitucional que, para hacerse efectivo debía modificar radicalmen- centro del poder supraprovincial -el reemplazo de la supremacía de la
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te el protagonismo que había adquirido en décadas anteriores y aceptar en Buenos Aires de Rosas por el de la Confederación urquicista de base entre-
última instancia la subordinación al Estado y al poder civil. No obstante, y rriana, su caída y el auge mitrista, el reemplazo de éste por la alianza del
como ha señalado Hilda Sabato, el problema nos conduce a un terreno autonomismo con diversas facciones del interior- suele ser aprovechado
sinuoso y complejo en cuanto en aquella Argentina ningún dirigente políti- por las facciones provinciales desplazadas del poder para buscar reposicio-
co, o aspirante a serlo, podía eludir echar mano a la movilización miliciana narse, con el apoyo del nuevo poder erigido desde el centro político, edifi-
o cívica en cuanto constituían un resorte clave de intervención pública por cado en un proceso de marchas y contramarchas con el gobierno nacional
representar un canal de transmisión del régimen representativo, que apa- con sede primero en Paraná y más tarde en Buenos Aires. No obstante, no
recía estructurado por un concepto de ciudadano armado que unía el ejer- faltan ocasiones en que los anteriores ocupantes del control de la provin-
cicio electoral con la defensa de la patria. cia se reposicionan con éxito en la nueva situación.
Algunos podían luchar para obtener un lugar de mayor importancia Esa evolución parece depender ciertamente de las notables asimetrías
que el de sus rivales, reconociendo la conveniencia, o la inevitabilidad, de existentes entre los dos Estados resultantes de la crisis final del rosismo y
un sistema con mayor centralización. Un ejemplo sería la confrontación de las agudas desigualdades económicas y sociales que, desde la indepen-
entre facciones que adhirieron a la conducción de Bartolomé Mitre y otras dencia y durante la extendida pax rosista, había cercenado las bases fisca-
que se le opusieron, y que terminarían vinculadas al Partido Autonomista les de las provincias. La literatura histórica ha caracterizado recurrente-
Nacional (PAN) después de 1870. En tanto, otro tipo de liderazgos, a los que mente las modalidades de esa etapa que se inicia con la Constitución en
ya hemos hecho referencia (Peñaloza, Várela), intuían que el nuevo orden 1853 en la cual la debilidad financiera de la Confederación ha de contras-
no les deparaba lugar alguno de significado, sucumbiendo en un enfrenta- tar con el rico estado autónomo de Buenos Aires constituido en 1854. La
miento frontal. En algún caso, como el de Ricardo López Jordán (en el primera hace que el poder central tenga serias dificultades para manifes-
Entre Ríos estudiado por Roberto Schmit), esta confrontación radical tarse concretamente a través de un sistema institucional. La segunda da
seguramente poco tenía que ver con la falta de alternativas personales, lugar a frecuentes interferencias porteñas en las situaciones provinciales,
sino con la opción por representar un orden que estaba siendo sometido a en búsqueda de alianzas que le permitan alterar el alineamiento de las pro-
una transformación radical, no sólo por los efectos de la guerra contra el vincias reunidas en confederación. Ambas presentan un escenario de rela-
Paraguay, sino a causa de cambios en las formas de producción, derechos ciones altamente conflictivo que termina' resolviéndose por la fuerza de las
de propiedad, estructura fiscal, que en conjunto habrá de reconfigurar las armas y por la fuerza de la política en la definitiva integración del conjun-
posiciones y funciones entre quienes antes lo habían arbitrado. to de provincias a la estela de la nación. No está de más volver a traer a
Vale decir, la redefinición del orden político alteró las reglas de las colación el caso santafesino en cuanto ofrece un ejemplo prístino de rivali-
luchas políticas provinciales y los sectores de las viejas élites provinciales dades entre las dirigencias provinciales del norte y del sur en ascenso que
que mejor se adaptaron a ellas encontraron un lugar preeminente en las arbitran sus diferencias con el gobierno de la Confederación, y de Buenos
nuevas estructuras políticas, en tanto los restantes se vieron desplazados Aires enarbolando liderazgos políticos provinciales opuestos, desmitifican-
del protagonismo político, aunque pocas veces de la preeminencia social. do la supuesta homogeneidad de las élites provinciales decimonónicas.
Como lo atestigua el caso de los Sánchez Bustamante en la política juje- El triunfo de Bartolomé Mitre en Pavón sin duda altera el panorama.
ña, analizado por Gustavo L. Paz, que resuelve eficazmente el costo de la Y si la visión que prima sobre esta etapa generalmente suele enfatizar la
centralización política incluso para las élites. progresiva y unidireccional política dirigida por el centro de poder porte-
Además, las prácticas políticas fueron cambiando en el período en con- ño que consigue someter por la vía de la coacción o de la cooptación a las
sideración en una serie de etapas que, si bien coinciden en líneas genera- provincias,19 los trabajos aquí reunidos permiten complejizar las modali-
les con las presidencias fundadoras, no es evidente que guarden relación
directa con ellas. Salvo quizá por el hecho de que los conflictos que, ante 19. Véanse al respecto J. Scobie, La lucha por la consolidación de la nacionalidad argentina,
1852-1862, Buenos Aires, Solar-Hachette, 1964; A. Lettieri, La República de la opinión: polí-
la ausencia de un sistema de legitimación del poder, las sucesiones presi-
tica y opinión pública en Buenos Aires entre 1852 y 1862, Buenos Aires, Biblos, 1999.
(falta texto)
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dades o variantes locales que asumió aquel proceso. En torno a ello, los político-ideológico establecido. No debería sorprender entonces encontrar
estudios para Tucumán de Claudia Herrera y de José A. Sánchez Román con más frecuencia de la que podría preverse actores centrales de las éli-
ejemplifican la dificultosa edificación del sistema fiscal provincial, la redu- tes locales participando alternativamente de expresiones federales o de
cida participación del poder central y los mecanismos institucionales que espacios en el orden liberal establecido. Como hemos argumentado, sólo
propiciaron la integración política y territorial que estuvo sujeta la mayo- aquellos liderazgos que por sus características eran excluidos o relegados
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ría de las veces al protagonismo de élites locales sobre la base de cálculos a espacios muy marginales -los Peñaloza, los Várela, los Saá, etc.- se veían
e inversiones estratégicas previas a la modernización azucarera. Al res- constreñidos a auténticas manifestaciones revolucionario-reaccionarias,
pecto, las reflexiones ensayadas por Jorge Gelman enfatizan el papel un vocablo político sugestivamente utilizado por los rebeldes enrolados en
hegemónico desempeñado por las élites tucumanas en el noroeste del el movimiento colorado de 1866 para oponerse a la política dirigida por
territorio, "hegemonía que supieron construir en el largo plazo, y que las Mitre desde Buenos Aires.
convertía en un potencial socio privilegiado de las élites porteñas". Vale decir, estamos frente a formas políticas que buscaban reinstaurar
El problema nos conduce a otro no menos importante para el tema que el orden político-social que la formación del Estado nacional estaba conde-
nos ocupa y que atiende especialmente a aquella interpretación halperinia- nando a la obsolescencia. Y si el argumento de David Rock en el sentido de
na que postuló la radical transformación de las tradiciones y los liderazgos que estas manifestaciones mostraron un oeste -La Rioja, San Luis y con
políticos en la etapa que acompaña la construcción del Estado nacional: si mucha más ambigüedad Mendoza y sobre todo San Juan- más proclive a
la economía es la que en última instancia estructura el rumbo, es la emer- un federalismo radical que el norte,20 podría entonces interpretarse que en
gencia de un nuevo consenso liberal entre los grupos dirigentes de Buenos estas provincias el caudillismo popular basado en una estructura de senti-
Aires y del interior lo que habría de convertirse en componente primordial mientos que podríamos llamar "federal" -siguiendo a De la Fuente- juga-
del esquema de poder que se configura entre 1852 y 1880. En torno a ello, ba un papel de mayor importancia en el orden político-social; proposición
los trabajos que este libro reúne arrojan evidencias sugestivas sobre las que sin embargo aún debería profundizarse. La Mendoza de los 60 estudia-
limitaciones impuestas a los que se propusieron conservar o anteponer los da por Bragoni podría verse como la combinación de una resistencia de esta
preceptos o principios federales en una clave distinta a los sellados en el naturaleza por parte de caudillos locales, y la confrontación entre facciones
pacto federal de 1853-1860. El federalismo después de 1862 sin duda ape- en interacción con el nuevo centro, y no en rechazo frontal a su conforma-
laba a tradiciones y dibujaba contornos, pero muy lejos estaba de definir ción. En cualquiera de estos casos, y como advierte Gelman, la guerra de la
contenidos concretos, programas específicos y liderazgos políticos con capa- Triple Alianza se erige como laboratorio formidable de la construcción del
cidad de coaligar las variadas interpretaciones federales abroqueladas en sistema político nacional no sólo con relación a la movilización de recursos
bastiones territoriales provinciales. Más aún, para sus dirigentes más pró- y de hombres sino ante todo en cuanto parece haber dotado de herramien-
ximos a las élites provinciales establecidas (y muchos de los que participa- tas y experiencias a favor del poder central. Este último problema resulta
ron o fueron apelados, en algún momento de esta etapa, por manifestacio- sugestivamente analizado por Eduardo Zimmermann en su original estu-
nes del federalismo las integraban), buena parte de las medidas que consi- dio sobre la justicia federal a partir del cual emerge la manera en que los
deraban convenientes escasamente diferían con la agenda liberal diseñada procedimientos judiciales instrumentados frente a las rebeliones del inte-
por los promotores del "progreso" y la "civilización". rior entre 1860 y 1880 cercenaron prerrogativas y jurisdicción a los pode-
Sin duda, quienes enarbolaron las banderas del federalismo después de res locales en beneficio de la autoridad nacional.
1862 reactualizaron y pusieron en marcha tradiciones políticas que man- Por su parte Urquiza, expresión máxima de esas élites federales estable-
tenían vigencia por su capacidad de movilizar acciones políticas colectivas cidas en su provincia, a la vez que posible encarnación de la identidad fede-
en amplios sectores sociales. No obstante, esa potente pervivencia de com- ral hasta 1870, seguramente había captado muy bien las circunstancias y
ponentes identitarios federales no parece haber reunido requisitos sufi- la necesidad de incorporar a Buenos Aires y sus sectores dirigentes en el
cientes para hacer de ellos programas o proyectos políticos capaces de proyecto de nación. Parece así haber aceptado el lugar que el nuevo orden
competir por fuera de los liderazgos personales que representaban. le reservaba como líder provincial y eventual actor privilegiado en el emer-
Así, aunque las bases populares e identitarias de la insurgencia y otras gente juego político nacional. Ello explicaría sus decisiones en estos años,
manifestaciones políticas del federalismo pueden contener elementos que modificaron el sistema político entrerriano "caudillista" que lo había
específicos diferenciadores -como postula el incisivo aporte de De la Fuen-
te-, cualquier posibilidad de alcanzar auténtica repercusión política, más
allá de una expresión de protesta o rebelión, tendía a domesticar sus con- 20. D. Rock, La construcción del Estado y los movimientos políticos en la Argentina, 1860-
tenidos hasta transformarlos en una variante personal dentro del sistema 1916, Buenos Aires, Prometeo, 2006.
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erigido en principal asignador de recursos y servicios sobre la base de una tos, la experiencia parece más compleja. Ya desde la década de 1850 a los
aceitada pirámide de poder sostenida por los comandantes militares que liberales de Buenos Aires no les faltaron aliados en el litoral y el interior,
activaban los servicios de guerra. De cara a esa arquitectura política, el y Mitre construyó su poder con la activa colaboración de no pocas faccio-
federalismo urquicista no representaba una reacción en contra de un siste- nes que lo apoyaron desde diversas provincias. Su vicepresidente -que,
ma político que él mismo había contribuido decididamente a crear en una como se sabe, ocupó la primera magistratura durante buena parte del
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medida mucho mayor de lo que sus rivales porteños y de otras provincias período- había sido hasta no mucho antes gobernador de Tucumán en la
desearían reconocer, sino un elenco alternativo (o sólo en parte alternativo)
Confederación urquicista, y el Supremo Tribunal de Justicia organizado
para ir constituyendo ese mismo sistema político. A la vez, su programa de
por Mitre previo la inclusión de personal político de la Confederación diri-
gobierno -como puede verse en la experiencia entre 1853 y 1859- transita-
gida por su antiguo rival. Por otro lado, si bien tanto Sarmiento como Ave-
ba similares carriles que los que tenían en mente quienes se identificaban
con la facción mitrista, o las variantes que eventualmente se fundirían en llaneda eran hombres de provincia, ambos llevaban largo tiempo insertos
el influyente PAN (y desde luego, no faltan ejemplos de actores que ubicaron en la clase política porteña, habiendo ocupado ministerios en esa provin-
plazas en los tres elencos). cia, antes de su acceso a las más altas magistraturas nacionales. Con todo,
el predominio mitrista en el interior -sostenido por la malograda política
Paradójicamente, sin embargo, estas circunstancias pregonaron un
de pacificación- se vio constreñido a una constelación demasiado inesta-
triunfo reformador mucho menos absoluto de lo que sus inspiradores inte-
ble de sistemas de alianzas interprovinciales: si Santa Fe resultó decisiva
lectuales hubieran deseado conquistar, porque esta creciente hegemonía
para la guerra contra el Paraguay -de ahí salieron contingentes milicia-
del nuevo sistema político nacional que emergía podía lograrse sólo a cos-
nos movilizados por el gobierno local, a diferencia de Entre Ríos-; también
ta de absorber en su seno muchas de las viejas prácticas de la para ella
era la principal base de operaciones que permitía influir en Córdoba,
condenable política de caudillos, que sobreviviría en la llamada "política
entendida por el mismo Mitre como la "llave de acceso al interior".
criolla", siendo objeto de saña para los reformistas de antaño y hogaño. La
La llegada de Sarmiento al poder no fue, por lo tanto, el fin de la hege-
"política de principios", esa aspiración por la que no pocos liberales (y una
monía porteña, ni tampoco su continuidad, como la imaginó Mitre. Sí fue,
porción de los federales del interior) adhirieron al republicanismo lidera-
en cambio, la primera vez en que una alianza de facciones de diversas
do por Mitre para superar el escollo del caudillismo y de la injerencia de
provincias -que a la postre, incluyó a la de la propia provincia de Buenos
las guardias nacionales en los comicios, que Bragoni nos recuerda en Men-
Aires opuesta a Mitre- "hizo" un presidente a través del mecanismo elec-
doza y Míguez ve en las aspiraciones de los reformistas de Buenos Aires,
toral con el decisivo apoyo de los jefes militares involucrados en la gue-
no estaba destinada a consolidarse. Esa particular forma de pensar y
rra internacional y del elenco de oficiales aliados a Mitre -los "procónsu-
hacer política que hacía de las guardias nacionales y el ejército actores
les"-, dispersos en la geografía nacional, quienes sostenían los gobiernos
cruciales de la vida política en la segunda mitad del siglo XIX es la que ver-
electores en las provincias. También implicó un cambio de signo político
tebra la argumentación propuesta por Sabato, quien no sólo subraya su
(vale decir, de sistema de alianzas) más profundo del que sería frecuen-
peso con relación a la institución de la ciudadanía y a la práctica de la
te en lo sucesivo, aunque es justo dar cabida al argumento de Paula Alon-
revolución, sino que las interpreta como dos formas o concepciones simul-
so en el sentido de que el carácter elector de los gobiernos, aún después
táneas de "concebir la organización militar y la naturaleza del poder del
de 1880, era mucho menos absoluto de lo que con frecuencia hemos
Estado" que habrían de litigar sus fuerzas en el campo de batalla en 1880.
supuesto:22 la imposibilidad de Mitre de imponer a su candidato en las
Con todo, la era de Mitre abrió un juego político nuevo, que las subsi-
elecciones presidenciales de 1868 sería un anticipo de ello. En todo caso,
guientes irían profundizando y, a la vez, alterando. Una imagen frecuente
la nueva situación traía novedades para los agrupamientos políticos del
consiste en ver la de Mitre como la etapa de hegemonía porteña, y la lle-
interior. Los más estrechamente ligados al antiguo general en jefe de la
gada de Nicolás Avellaneda al poder como la colonización del Estado cen-
guerra del Paraguay perderían ahora el apoyo del centro, y con él parte de
tral por las élites del interior agrupadas en la mentada Liga de Goberna-
sus influencias, en tanto otros lo ganarían. Esto no quiere decir que todos
dores. El gobierno de Sarmiento -sintetizado en la citada frase de "porte-
los grupos mitristas serían abruptamente desplazados del poder: sólo
ño en el interior y provinciano en Buenos Aires"- no encuentra un lugar
cómodo en este esquema.21 Si bien este argumento no carece de fundamen-
22. El tema fue tratado en su trabajo "La consolidación del Partido Autonomista Nacional en
la Argentina. Política sin régimen, 1880-1892", que fue presentado en las jornadas de
21. Por ejemplo, el libro de David Rock al que ya hemos hecho referencia, cuando señala las Mendoza y que no ha sido incluido en este volumen por formar parte de un libro de próxima
etapas del desarrollo político, prácticamente saltea la presidencia de Sarmiento. aparición.
26 Beatriz Bragoni y Eduardo Míguez Introducción 27
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como ejemplo, los Taboada sobrevivieron en Santiago, y los "conspicuos" to abría sus rangos para la integración de jefes y oficiales con desempeño
en Jujuy -estudiados por Paz- , al menos por otro ciclo presidencial. miliciano en las provincias y en la frontera, vástagos de las élites nativas y
En Mendoza el rompimiento definitivo entre facciones mitristas y a otros foráneos, como muestran los casos de Teófilo Iwanovsky, Ignacio
favorables a Avellaneda esperaría a 1873 y aquí sí la intervención federal Fotheringham y Nicola Levaggi (Nicolás Levalle), entre tantos otros.
volcaría las cosas a favor de los partidarios de Francisco Civit (aliado de Así, más que un desembarco del interior, y además de una nueva vuel-
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Avellaneda) y en contra del clan de los González, alineados por entonces ta de tuerca en la lucha facciosa, el triunfo de Avellaneda marcó la consoli-
con Mitre, junto con viejos federales. La búsqueda de revancha al año dación de un sistema político en el que se integraban las situaciones pro-
siguiente, en ocasión del intento revolucionario mitrista de 1874, no sólo vinciales, no sometiéndose a un centro sino constituyéndolo. La presencia
no correría con mejor fortuna sino que sellaría por largo tiempo el equili- de la Nación en las provincias, entonces, no aparece como la penetración de
brio de facciones en la provincia. Ello, desde luego, no excluiría que un actor ajeno que las va conquistando o sometiendo, sea éste Buenos Aires
miembros de las diversas facciones de las élites locales siguieran partici- o un abstracto centro nacional, sino más bien como la construcción de un
pando del juego del poder en el marco de diversas alianzas y alineamien- conjunto de acuerdos y de instituciones que las propias élites provinciales
tos, aunque en posiciones secundarias a la espera de recuperar la prima- establecieron sobre la base de un ejercicio político empírico de ensayo y de
cía perdida, como lo atestigua la inclusión de los "gonzalistas" entre los error, en el cual prevalecieron intereses de naturaleza variada, aunque
revolucionarios provinciales de 1889 que impugnaron el poder de los sujetos a instrumentos y mecanismos simultáneos implementados por los
Civit bajo la égida del juarismo.23 poderes locales como por los representantes o comisionados del poder cen-
La experiencia de Mendoza, en este punto, sirve para marcar ciertos tral. Desde luego, este nuevo actor por ellas constituido no deja de ganar
cambios en la situación más general. Si la llegada de Avellaneda a la pre- autonomía y, al hacerlo, se la va restando a los juegos provinciales. El acto
sidencia no constituyó un vuelco del poder al interior, o sólo lo fue en par- final de este proceso, sin dudas, es la federalización de la ciudad de Buenos
te, la derrota de Mitre en su intento revolucionario sí marcó en cierto sen- Aires. La gran provincia deberá resignarse desde entonces a ser una más
tido un cambio de etapa. Además de un triunfo de facción, las victorias de en el concierto de sus pares, disminuyendo la preeminencia de la que había
José Inocencio Arias y Julio Argentino Roca -sobre todo la primera-, así gozado desde 1820. No obstante, convendría tener en cuenta que el triunfo
como las sucesivas derrotas de Ricardo López Jordán en Entre Ríos, seña- de Roca y la derrota de Carlos Tejedor y Buenos Aires no significaron una
lan el peso del nuevo actor militar, el ejército nacional, en la definición de ruptura total con el pasado. Como hemos tratado de argumentar, el Estado
la política siempre sobre la base de la capacidad de movilizar guardias central era sólo en parte vástago de la provincia más rica, y desde muy tem-
nacionales en las provincias y, unido a ello, por incidir de manera decisiva prano, desde la propia era mitrista, las élites provinciales reclamaban un
en el sostenimiento de los gobiernos provinciales afines al gobierno nacio- lugar en su seno. Asimismo, el peso de Buenos Aires no se esfumaría con la
nal. Si Urquiza había dependido en buena medida de las milicias entrerria- capitalización de la ciudad, como ilustra, por ejemplo, la pervivencia del rol
nas y Mitre de las tropas bonaerenses, la guerra del Paraguay sería la decisivo del Banco Provincia al menos por una década más.24
experiencia que daría sustancia a un ejército verdaderamente nacional. De igual modo, la "muerte de Buenos Aires" coincidirá no casualmente
Desde luego que quisiéramos saber mucho más sobre la constitución de con el declive de una forma de imaginar la república y la ciudadanía en los
este actor de lo que la historiografía vigente nos ilustra, pero resulta evi- términos propuestos por Sabato, como también exhibiría realineamientos
dente que ya el éxito o el fracaso de la revolución de 1874 se jugó en el ali- entre políticos nacionales y provinciales basados en intercambios materia-
neamiento de los comandantes militares en uno y otro bando, en tanto que les y simbólicos, los que distinguen incluso el comportamiento del PAN entre
las milicias no profesionalizadas reunidas por Benito Machado en Buenos 1880 y 1892. Esa evidencia, construida a partir de la restitución de la natu-
Aires, incluyendo los indios amigos de la frontera (viejo actor de las guerras raleza de los vínculos políticos mantenidos en el período entre dirigentes de
civiles de antaño), ya no eran rivales para las disciplinadas y mejor equi- las catorce provincias argentinas, permite a Paula Alonso postular que la
padas tropas de Arias. Y al igual que en las élites estatales y/o administra- dinámica del PAN exhibe una correspondencia directa a un sistema político
tivas que comenzaron a engrosar el personal del Estado, también el ejérci- de partido hegemónico y esa razón la invita a postular -a diferencia de
Natalio Botana- que se trataba de una "política sin régimen".

23. Véase B. Bragoni, "Gobierno elector, mercado de influencias y dinámicas políticas provin-
ciales en la crisis política argentina del 90 (Mendoza, 1888-1892)", Entrepasados. Revista de 24. Véase P. Gerchunoff, F. Rocchi y G. Rossi, Desorden y progreso. Las crisis económicas
Historia, Nº 24-25, 2003, pp. 67-99. argentinas 1870-1905. Buenos Aires, Edhasa, 2008.
28 Beatriz Bragoni y Eduardo Míguez
son exclusivamente didácticos. Prohibida su reproducción parcial o total sin permiso escrito de la editorial correspondiente.

Con todo, las imágenes que se desprenden de las restituciones ofrecidas Cuyo después de Pavón: consenso, rebelión y
sobre la edificación del nuevo orden político no eluden sino que contribuyen
decididamente a mejorar la comprensión de las particularidades del libera- orden político, 1861-1874*
lismo argentino, como invita a repensar Darío Roldan. El problema no es
Beatriz Bragoni
un tema menor en la medida en que la originalidad de la tradición liberal
Este material es para uso de los estudiantes de la Universidad Nacional de Quilmes, sus fines

reside en que -a diferencia de otras experiencias latinoamericanas— no


tuvo que enfrentar obstáculos relevantes para convertirse en agenda de
gobierno. Esa especificidad ayuda a entender las razones que hicieron pen-
sar y hacer del Estado el principal artefacto de la sociedad en detrimento
de la autonomía de lo social. Esa convicción que atribuye al Estado la cons-
trucción de la sociedad, y que deposita en los beneficios de la ciencia el
conocimiento de los dispositivos que permitan corregir o reformar sus des-
viaciones, es la que en definitiva termina estructurando una larga genea-
logía que imbrica desde Esteban Echeverría a Joaquín V. González. Pavón supone un punto de inflexión en el desarrollo político argentino
*** de la segunda mitad del siglo XIX, pues puso fin a la coexistencia conflic-
tiva que había primado entre el estado de Buenos Aries y la Confedera-
Este libro que ponemos a disposición de sus eventuales lectores es el ción Argentina. El éxito de Bartolomé Mitre y el repliegue del entonces
resultado de un esfuerzo colectivo que involucra a distinguidos colegas e líder del federalismo Justo José de Urquiza a su bastión entrerriano fue-
instituciones que gentilmente apoyaron la idea de propiciar un ámbito de ron decisivos para retomar la ruta trazada a partir de Caseros en pos de
debate sobre temas y problemas que veníamos trabajando, y que valía la asentar un principio de autoridad estable entre las provincias argenti-
pena discutir en función de proximidades historiográficas y metodológicas. nas. A pesar de las polémicas que aún repercuten en la historiografía, la
El volumen exhibe un compendio de las colaboraciones discutidas y recu- victoria de las fuerzas porteñas optimizó las posibilidades de Mitre de
pera buena parte del debate suscitado a lo largo de intensas jornadas de unificar el país bajo el liderazgo de la provincia hegemónica. No sólo
trabajo realizadas en el Instituto de Estudios Históricos y Sociales (IEHS), Mitre confiaba en la inminencia de un resultado que devolvía a Buenos
en Tandil, y en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Aires un lugar de privilegio en la confección de la autoridad nacional:
Cuyo. para entonces, eran muy pocos los que podían poner reparos a tanto entu-
Para la realización de los encuentros recibimos aportes de la Agencia de siasmo depositado en la adopción de los principios republicanos como
Promoción Científica y Tecnológica de la Nación, del Consejo Nacional de remedio seguro para abandonar la barbarie y transitar la senda de la
Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en la Universidad Nacio- civilización. Crear el nuevo orden era el programa inminente y esa situa-
nal del Centro de la Provincia de Buenos Aires de su Facultad de Humani- ción debía traducirse en una efectiva integración política que requería
dades y la Secretaría de Ciencia y Técnica, y de la Facultad de Derecho de subordinar poderes en competencia. Si la Constitución reformada en
la Universidad Nacional de Cuyo. En Tandil, fue crucial la colaboración del 1860 daba el marco legal para solventar las bases de la nueva institucio-
personal, las autoridades y los colegas del IEHS. Los aspectos organizati- nalización, el nuevo poder contaba con instrumentos decisivos para con-
vos en Mendoza fueron eficientemente resueltos por Elcira Gualerzi y su quistarla: al ejercicio de la coacción física debía sumarse una activa inter-
equipo de colaboradoras. Asimismo, María Teresa Brachetta, Valeria vención política en las provincias rebeldes para crear gobiernos locales
Caroglio, Mariana Garzón Rogé, Oriana Pelagatti y Liliana Vela suma- afines a su dominio. Una mirada de mediano plazo permitió corregir la
ron sus esfuerzos a la realización del encuentro. expectativa abierta con Pavón. Los levantamientos federales del oeste
A todos, nuestro más sincero agradecimiento. andino y la guerra internacional en la que el país se vio envuelto a par-
tir de 1865 desplegaron una serie de tensiones que no sólo puso fin al pro-

* Esta investigación fue subsidiada por la Fundación Antorchas.


[29]
1

REFLEXIONES SOBRE LA FORMACION DEL ESTADO Y LA


CONSTRUCCION DE LA SOCIEDAD ARGENTINA 1
OSCAR OSZLAK

Desarrollo Económico, v. 21, N° 84 (enero-marzo 1982)

El propósito del presente trabajo es brindar una interpretación global del proceso de
formación del Estado nacional argentino. Por su extensión, no aspira a ofrecer un
análisis exhaustivo de ese proceso y, por idéntica razón, no se ciñe a una cronología
rigurosa ni pretende informar sobre sucesos históricos puntuales. Constituye más
bien una reflexión general sobre un tema y una experiencia histórica que he
explorado recientemente con mayor detenimiento en otro trabajo (Oszlak, 1981*).
Aunque la historiografía argentina es densa y se dispone de innumerables estudios
que han examinado minuciosamente los acontecimientos más salientes —y los 'senos
salientes— de la vida nacional, así como la trayectoria de sus protagonistas, es escaso
el número de trabajos verdaderamente interpretativos. En este sentido, el estudio de
la formación del Estado argentino no cuenta con una tradición historiográfica que
permita señalar senderos potencialmente fructíferos para una profundización
analítica del tema. Por ello, la perspectiva aquí adoptada no es estrictamente
"histórica"; al menos, no lo es en el sentido convencional de exposición cronológica
de eventos. El énfasis será colocado en el análisis de algunas cuestiones centrales
planteadas por el tema mismo. Correspondientemente, el interés girará en torno a
actores y no a personajes, en torno a procesos y no a sucesos.

ESTATIDAD

La formación del Estado es un aspecto constitutivo del proceso de construcción


social. De un proceso en el cual se van definiendo los diferentes planos y componentes
que estructuran la vida social organizada. En conjunto, estos planos conforman un
.cierto orden cuya especificidad depende de circunstancias históricas complejas.
Elementos tan variados como el desarrollo relativo de las fuerzas productivas, los
recursos naturales disponibles, el tipo de relaciones de producción establecidas, la
estructura de clases resultante o la inserción de la sociedad en la trama de relaciones
económicas internacionales, contribuyen en diverso grado a su conformación.
Sin embargo, este orden social no es simplemente el reflejo o resultado de la
yuxtaposición de elementos que confluyen históricamente y se engarzan de manera
unívoca. Por el contrario, el patrón resultante depende también de los problemas y
desafíos que el propio proceso de construcción social encuentra en su desarrollo
histórico, así como de las posiciones adoptadas y recursos movilizados por los
diferentes actores —incluido el Estado— para resolverlos. Si el determinismo y el
voluntarismo han dominado las interpretaciones sobre estos procesos, se ha debido
en alguna medida a la dificultad de captar este simultáneo y dialéctico juego de
fuerzas entre factores estructurales y superestructurales.
Dentro de este proceso de construcción social, la formación del Estado nacional
supone a la vez la conformación de la instancia política que articula la dominación en
2

la sociedad, y la materialización de esa instancia en un conjunto interdependiente de


instituciones que permiten su ejercicio. La existencia del Estado se verificaría
entonces a partir del desarrollo de un conjunto de atributos que definen la
"estadidad" —la condición de "ser Estado"-, es decir, el surgimiento de una
instancia de organización del poder y de ejercicio de la dominación política. El
Estado es, de este modo, relación social y aparato institucional.
Analíticamente, la estadidad supone la adquisición por parte de esta entidad en
formación, de una suerte de propiedades: (1) capacidad de externalizar su poder,
obteniendo reconocimiento corno unidad soberana dentro de un sistema de relacio-
nes interestatales; (2) capacidad de institucionalizar su autoridad, imponiendo una
estructura de relaciones de poder que garantice su monopolio sobre los medios
organizados de coerción; (3) capacidad de diferenciar su control, a través de la
creación de un conjunto funcionalmente diferenciado de instituciones públicas con
reconocida legitimidad para extraer establemente recursos de la sociedad civil, con
cierto grado de profesionalización de sus funcionarios y cierta, medida de control
centralizado sobre- sus variadas actividades; y (4) capacidad de internalizar una
identidad colectiva, mediante la emisión de símbolos que refuerzan sentimientos de
pertenencia y solidaridad social y permiten, en consecuencia, el control ideológico
como mecanismo de dominación (0szlak, 1978).
Conviene aclarar que estos atributos no definen a cualquier tipo de Estado sino a un
Estado nacional La dominación, colonial o el control político de las situaciones
provinciales dentro del propio ámbito local, son formas alternativas de articular la
vida de una comunidad, pero no representan formas de transición hacia una
dominación nacional. En este sentido, el surgimiento del Estado nacional es el
resultado de un proceso de lucha por la redefinición del marco institucional
considerado apropiado para el desenvolvimiento de la vida social organizada. Esto
implica que el Estado nacional surge en relación a una sociedad civil que tampoco ha
adquirido el carácter de sociedad nacional. Este carácter es el resultado de un
proceso de mutuas determinaciones entre ambas esferas.

NACIÓN Y ESTADO

La terna de la estadidad no puede entonces desvincularse de la terna del surgimiento


de la nación, como otro de los aspectos del proceso de construcción social. Del mismo
modo en que la formación del Estado argentino no resultó automáticamente de la
guerra emancipadora, tampoco la nación argentina fue su necesario correlato. Varios
fueron los factores que impidieron la organización nacional una vez roto el vínculo
colonial con España. Al producirse el movimiento revolucionario, el Virreinato del
Río de la Plata se extendía sobre un territorio prácticamente despoblado, cuyos
dispersos habitantes conformaban una población sedentaria dedicada
principalmente a actividades ganaderas y a una agricultura primitiva A pesar de
ello, los pueblos que habitaban ese vasto territorio no se fracturaron de inmediato
luego de la revolución. La estructura política heredada de la colonia y su aparato
burocrático continuaron proporcionando durante un tiempo un elemento aglutinante
básico. Romper con las Provincias Unidas requería tener opciones: ser viable política
y económicamente, tener ventajas comparativas en elegir la autonomía. Paraguay
pronto halló la conveniencia de hacerlo: las rentas originadas en su territorio se la
permitían y el aislamiento lo justificaba. Su posición geográfica no le había creado
3

sólidos vínculos con el resto del territorio virreinal. Aunque en el caso de la Banda
Oriental la separación se debió a un compromiso político, también sus recursos y
estratégica ubicación geográfica hacían posible la secesión. En cambio, fue fortuito
que se autonomizara el Alto Perú (Bolivia), al quedar desmembrado de hecho por
discontinuidad del dominio español durante los críticos años de las guerras de
independencia.
Buenos Aires aspiró desde el mismo momento de la Revolución de Mayo a constituir
un Estado unificado bajo su hegemonía. Si otros intentos separatistas no prosperaron
se debió, especialmente, a la enorme diferencia de fuerzas entre la provincia porteña
y cualquier otra coalición de provincias o proyectos de Estado alternativos. La
Confederación Argentina, constituida luego de la caída de Rosas sin la adhesión de
Buenos Aires, no fue una excepción e ilustra el caso límite: la coalición de todas las
provincias no consiguió imponerse a Buenos Aires.
Estas circunstancias no deben ser interpretadas en el sentido de que ningún otro tipo
de configuración territorial o combinación política hubiera sido posible, lo que si
señalan es una primera diferencia fundamental con otras experiencias de
construcción del Estado, sobre todo las europeas. En contraste con éstas, la expe-
riencia argentina –y en buena medida, la latinoamericana- no se caracteriza por la
necesidad de una determinada unidad política de absorber otras unidades (e.g.
ciudades libres, principados, obispados) que ya ejercían significativos privilegios
soberanos. Los constructores del Estado argentino –fundamentalmente los sectores
dominantes de Buenos Aires–no buscaron formar una unidad política mayor o más
fuerte, sino evitar la disgregación de la existente y producir una transición estable de
un Estado colonial a un Estado nacional. Lejos de guiarse por propósitos de
conquista, aspiraron a extender un movimiento revolucionario local a la totalidad de
las provincias del ex virreinato y a heredar de la colonia el control territorial y
político ejercido por España.
El que estos objetivos comenzaran a materializarse recién medio siglo más tarde abre
nuevos interrogantes. Si, como plantearan Hegel, Hobbbes, Weber y otros, la
"sociedad civil" se constituye a partir de grupos cuya solidaridad depende de la
convergencia de intereses materiales e ideales, ¿qué intereses fundamentales
mantuvieron durante tanto tiempo la unidad formal de la sociedad argentina? Si el
aislamiento y la guerra civil fomentaban la disgregación y tales guerras de inde-
pendencia no conseguirían despertar del todo los sentimientos de pertenencia y
solidaridad que denotaban la existencia de unidades nacionales, ¿por qué no
operaron en toda su potencial consecuencia las tendencias centrífugas? ¿Qué signifi-
cado tuvo la "provincianía" como instancia de articulación de relaciones sociales y a
qué se debió que aisladamente o a través de pactos federativos no pudieron llegar a
constituir Estados autónomos?
Aunque el tema merecería un tratamiento sistemático en futuros trabajos, quisiera
avanzar algunas respuestas preliminares. Indudablemente, la unidad nacional
argentina durante las primeras décadas de vida Independiente se asentó más en
elementos expresivos y simbólicos que en vínculos materiales plenamente
desarrollados. Echeverría (1846) aludía en su Dogma Socialista a la unidad
diplomática externa, a la unidad de glorias, de bandera, de armas; a una unidad
tácita e instintiva que se revelaba al referirse sin mayor reflexión a "República
Argentina", o "territorio argentino", "nación argentina", y no santiagueña,
cordobesa o porteña. Pero a cada uno de esos atributos era posible oponer otros que
4

contradecían la unidad: prolongados interregnos de aislamiento y absoluta


independencia provincial, pactos de unión interrumpidos, viejas tradiciones
municipales, formas caudillistas de ejercicio de la dominación. Además, el territorio
"nacional" distaba de ser una unidad inseparable. Bien señala Álvarez (1910) que la
Mesopotamia, la Banda Oriental y el Paraguay, flanqueados por ríos, eran
inabordables por tierra desde Buenos Aires; la altiplanicie oponía su barrera de
piedra entre Jujuy y las provincias bolivianas; sobre la llanura desierta, los indios y
las dificultades que planteaban las largas travesías incomunicaban a las pequeñas
ciudades esparcidas por el vasto territorio. También los intereses económicos
regionales eran contradictorios. El Interior, con sus viñas y tejidos, competía con
productos extranjeros que importaba el Litoral. Inclusive el vínculo del idioma no
era tal en varias provincias, donde so preferían los lenguajes indígenas. Tampoco
existía una total homogeneidad étnica, contrariamente a lo que se cree
habitualmente. Eran pocos los descendientes de padre y madre españoles y muchos
los extranjeros y los habitantes de razas negra, india y sus diversas miscegenaciones.
Ni siquiera perduró un andamiaje institucional colonial suficientemente
desarrollado. En otras experiencias latinoamericanas, como en el Brasil, el Perú y
México, este aparato sirvió a la continuidad institucional, compensando en parte los
factores físicos, étnicos o culturales que dificultaban el proceso de integración
nacional. En el Río de la Plata, en cambio, el aparato administrativo colonial no llegó
a desarrollar un eficaz mecanismo centralizado de control territorial. Más aún,
subsistieron en las diversas localidades órganos político-administrativos coloniales
que tendieron a reforzar el marco provincial como ámbito natural para el
desenvolvimiento de las actividades sociales y políticas. No alcanzaron de todos
modos a conformar un verdadero sistema institucional, en tanto su autoridad y
representatividad fueron reiteradamente desnaturalizadas por el caudillismo y la
lucha facciosa. De este modo, así como la provincia fue una creación del proceso
independentista, un sustituto del Estado colonial desaparecido, el caudillismo fue un
sustituto de la democracia asociada al movimiento libertario. Fue la modalidad que
asumió localmente la representación del pueblo, en un pueblo que desconocía la
práctica democrática.
Paradójicamente, el aislamiento y el localismo, en condiciones de precariedad
institucional, magros recursos y población escasa, impidieron el total
fraccionamiento de esas unidades provinciales en Estados nacionales soberanos. De
nuevo, la formalización de un funcionamiento autónomo –que de hecho existía– no
aparejaba mayores ventajas. En cambio, la posibilidad latente de negociar desde una
posición de al menos formal paridad, la constitución de un Estado nacional sobre
bases más permanentes que las ofrecidas por los diversos pactos federativos, resul-
taba siempre más atractiva y conveniente que el horizonte de miseria y atraso que la
gran mayoría de las provincias podía avizorar de persistir el arreglo institucional
vigente. Sobre todo, existiendo plena conciencia de que la superación de ese Estado
de cosas pasaba por establecer alguna forma de vinculación estable al circuito
económico que tenía por eje al puerto de Buenos Aires.
Estas posibilidades se vieron reforzadas en la medida en que la intensificación del
comercio exterior produjo el debilitamiento de algunas economías regionales,
replanteando los términos de su inserción en los primitivos mercados que se estaban
conformando. Esto se vincula, por ejemplo, al surgimiento de nuevos intereses y
sectores de actividad locales, integrados al circuito mercantil-financiero que se
desarrollaba a impulsos del comercio exterior. Por otra parte, el paulatino
5

mejoramiento de las comunicaciones y la consecuente creación de un mercado


interno para ciertas producciones del interior que antes se orientaban hacia los
países limítrofes, también contribuyeron al proceso de lenta homogeneización de los
intereses económicos localizados en las diversas provincias.
Por último, no parece desdeñable como factor coadyuvante a la integración nacional,
la experiencia comparada. Si bien estos pueblos que surgían a la vida independiente
sólo podían mirar a un pasado de sometimiento y vasallaje, contaban en cambio con
el ejemplo de otros países —como los Estados Unido también nacidos de un
movimiento de emancipación, o de las naciones europeas, que lo estaban
completando —en el que se llamaría "siglo de las nacionalidades", un lento proceso
de integración, y a la vez de diferenciación, territorial, social y política. Estos
ejemplos no pasaban desapercibidos para la élite intelectual que asumió el liderazgo
del proceso de organización nacional argentino.

ORDEN Y PROGRESO

Aunque las observaciones precedentes no agotan siquiera la mención de las múltiples


vinculaciones entre el surgimiento del Estado y la cuestión nacional, destacan no
obstante un aspecto que se me ocurre central para nuestro análisis: sólo a partir de la
aparición de condiciones materiales para la estructuración de una economía de
mercado se consolidan las perspectivas de organización nacional; y sólo en presencia
de un potencial mercado nacional —y consecuentes posibilidades de desarrollo de
relaciones de producción capitalistas— se allana el camino para la formación de un
Estado nacional.
En la experiencia argentina, la expansión de la economía exportadora durante la
primera mitad del siglo no se vio interrumpida por las guerras civiles. A partir de la
caída de Rosas, su ritmo se vio fuertemente incrementado corno consecuencia de una
demanda externa que crecía a impulsos de lo que se llamó la segunda revolución
industrial. Las nuevas posibilidades tecnológicas, sumadas a los cambios producidos
en las condiciones políticas internas, crearon oportunidades e intereses cuya
promoción comenzó a movilizar a los agentes económicos, produciendo ajustes y
desplazamientos en las actividades productivas tradicionales. Sin embargo, pese a la
intensa actividad despertada por la apertura de las economías, las posibilidades de
articulación de los factores productivos se vieron prontamente limitadas por diversos
obstáculos: la dispersión y el aislamiento de los mercados regionales, la escasez de
población. la precariedad de los medios de comunicación y transporte, la anarquía en
los medios de pago y en la regulación de las transacciones, la inexistencia de un mer-
cado financiero, las dificultades para expandir la frontera territorial incorporando
nuevas tierras a la actividad productiva. Pero sobre todo, por la ausencia de
garantías sobre la propiedad, la estabilidad de la actividad productiva y hasta la
propia vida —derivadas de la continuidad de la guerra civil y las incursiones
indígenas— que oponían escollos prácticamente insalvables a la iniciativa privada.
La distancia entre el progreso indefinido” que los observadores de la época
anticipaban como meta de la evolución social, y la realidad del atraso y el caos, era
la distancia entre la constitución formal de la nación y la efectiva existencia de un
Estado nacional. Recorrer esa distancia, salvar la brecha, implicaba regularizar el
funcionamiento de la sociedad de acuerdo con parámetros dictados por las exigencias
del sistema productivo que encarnaba la idea de Progreso.
6

Es importante observar que en la intención de os hombres de la organización


nacional, "regularizar" —o, en sus términos, "regenerar"— no significaba restituir
a la sociedad determinadas pautas de relación y convivencia a ni regresar a un
"orden" habitual momentáneamente disuelto por los enfrentamientos civiles, sino
imponer un nuevo marco de organización y funcionamiento social, coherentes con el
perfil que iban adquiriendo el sistema productivo y las relaciones de dominación.
Roto el orden colonial, el proceso emancipador había desatado fuerzas centrifugas
que desarticulaban una sociedad que pretendía ser nación, sin que las diversas
fórmulas ensayadas hubieran conseguido establecer un nuevo orden. Por eso, el
orden se erigía en la agenda de problemas c de la sociedad argentina como cuestión
dominante. Resuelta ésta, podrían encarrilarse con mayor dedicación y recursos los
desafíos del progreso. Encontrar la mejor forma de organización social --diría
Fragueiro (1950) — constituye el problema de fondo; resuelto éste, "la carrera del
progreso" se efectuará "al paso del vapor y de la electricidad". El "orden" aparecía
así como la condición de posibilidad del "progreso ", como el marco dentro de las
cual, librada a su propia dinámica, la sociedad encontraría sin grandes obstáculos el
modo de desarrollar s sus fuerzas productivas. Pero a su vez, el "progreso" se
constituía en condición de legitimidad del "orden".
Por definición, entonces, el "orden" excluía a todos aquellos elementos que
pudieran obstaculizar el progreso, el avance de la civilización, fueran éstos indios o
montoneras. Estas "rémoras" que dificultaban el "progreso" eran todavía en 1862
vestigios de una sociedad c cuyos parámetros se pretendía transformar. Por eso, el”
orden" también contendría una implícita definición de ciudadanía, no tanto en el
sentido de quienes eran reconocidos como integrantes de una comunidad política,
sino más bien de quienes eran considerados legítimos miembros de la nueva
sociedad, es decir, de quienes tenían cabida en la nueva trama de relaciones sociales.
El "orden" también tenía proyección relaciones externas. Su instauración permitiría
obtener la confianza del extranjero en la estabilidad del país y sus instituciones. Con
ello se atraerían capitales e inmigrantes, dos factores de la producción sin cuyo
concurso toda perspectiva de progreso resultaba virtualmente nula. Hasta entonces
no se registraba un flujo significativo de capital extranjero y la corriente
inmigratoria no había sido objeto de una deliberada política gubernamental.
Pero lo más importante para nuestro análisis es que la instauración del "orden",
además de producir una profunda reconstitución de la sociedad, significaba dar vida
real a un Estado nacional cuya existencia, hasta entonces, no se evidenciaba mucho
más allá de un texto constitucional. El desorden y sus diferentes manifestaciones
(enfrentamiento armado, caos jurídico, precariedad institucional, imprevisibilidad en
las transacciones) expresaban precisamente la inexistencia de una instancia
articuladora de la sociedad civil que, en las la nuevas condiciones históricas, sólo
podía estar encarnada en el Estado. Luego de cinco décadas de guerras civiles, los
atributos del Estado argentino, el conjunto de propiedades que le acordaban como
tal, sólo tenían vigencia en la letra de la ley. De hecho, La Confederación Argentina
compartía con Buenos Aires el reconocimiento externo de su soberanía política A su
vez, el control institucionalizado sobre los medios de coerción era compartido por los
catorce gobiernos provinciales, que se reservaban celosamente este atributo de
dominación. A esta dispersión de la autoridad se contraponía la inexistencia o
precariedad de un aparato administrativo y jurídico con alcances nacionales, otra de
las formas en que se materializa la existencia de un Estado nacional. Bajo tales
condiciones. Tampoco podía esperarse que el Estado confederado desarrollara la
7

capacidad de generar símbolos reforzadores de sentimientos de pertenencia y solida-


ridad social, esencial mecanismo ideológico de dominación.
Cada una de estas propiedades remite a la existencia de un "orden" en los diferentes
planos de la vida social organizada. Soberanía externa in disputada, autoridad
institucionalizada en todo el ámbito territorial, respaldada por el control monopólico
de la coerción; diferenciación e integración del aparato institucional y centralización
jurídico-legislativa; creación simbólica de consenso como fundamento legitimador de
la supremacía del Estado sobre toda otra instancia de poder alter-nativo; tales los
senderos a recorrer, las cuestiones a resolver, en el simultáneo proceso de "ordenar '
la sociedad y llenar de contenido a los atributos del Estado.

DOMINIUM

El triunfa de Pavón, que confirmó la hegemonía de Buenos Aires sobre el resto del
territorio argentino, allanó —a partir de 1862— el camino para la definitiva
organización del Estado nacional. Sobre la base de una inestable coalición y a partir
de los recursos y organismos de La provincia porteña, el gobierno surgido de Pavón
comenzó a desplegar un amplio abanico de actividades que. poco a poco afianzarían
el dominio institucional del Estado.
Desde un punto de vista analítico, la existencia y desarrollo de estas instituciones
nacionales pueden ser observados coma resultado de un proceso de "expropiación"
social. Es decir, su aleación y expansión implican la conversión de intereses comunes
de la sociedad civil en objeto de interés general y, por lo tanto, en objeto de la acción
de ese Estado en formación. A medida que ello ocurre, la sociedad existente va
perdiendo competencias, ámbitos de actuación, en los que hasta entonces había
resuelto —a través de diferentes instancias y mecanismos—las cuestiones que
requieren decisiones colectivas de la comunidad. 0 sea, el Estado subroga --
transformándolos en "públicos" y "generales"— intereses y funciones propios de los
particulares, de las instituciones intermedias (como la Iglesia) o de los gobiernos
locales. En ese mismo proceso, la sociedad va alterando sus referentes institucionales
y el marco habitual para el desarrollo de la actividad social.
Esta enajenación de facultades por el Estado en ciernes adopta diversas modalidades.
En parte, consiste en adquirir el monopolio de ciertas formas de intervención social
reservadas a la jurisdicción de los gobiernos locales. En parte, también, en una
invasión por el Estado nacional de ámbitos de acción propios de los "particulares".
En parte, finalmente, en la delimitación de nuevos ámbitos operativos que ningún
otro sector de la sociedad está en condiciones de atender, sea por la naturaleza de la
actividad o la magnitud de los recursos Involucrados. Esta última modalidad no
implica estrictamente una expropiación funcional, sino más bien la apertura de
nuevos espacios de actuación que hace posible, por su formidable concentración de
poder y recursos materiales, la existencia de un Estado nacional Esta existencia,
entonces, (1) exige replantear los arreglos institucionales vigentes desplazando el
marco de referencia de la actividad social de un ámbito local-privado a un ámbito
nacional-público; y (2) crea la posibilidad de resolver, mediante novedosa formas de
intervención, algunos de los desafíos que plantea el paralelo desarrollo de la
sociedad..
En la experiencia argentina, el Estado nacional surgido de Pavón no adquirió
8

automáticamente sus atributos, como consecuencia del triunfo militar, sino que debió
luchar por constituir un dominio en los diversos planos en que se verificaba su
existencia. Al disolverse la Confederación Argentina, se retornó de hecho al arreglo.
institucional vigente antes de su creación. Con excepción de las relaciones exteriores,
confiadas al gobierno provisional de Mitre, la resolución de los asuntos "públicos"
siguió en manos de los gobiernos provinciales y de a algunas instituciones civiles
como la Iglesia o ciertas asociaciones voluntarias. Aun cuando la constitución
nacional, vigente desde hacía una década, continuó proporcionando un esquema
institucional y normativo imprescindible para la organización del Estado nacional,
su desagregación e implementación estaban todavía pendientes. Ello suponía
materializar en acción lo que hasta entonces era poco más que una formal
declaración de intenciones.
Sin duda, la transferencia —forzada o no— de funciones ejercidas de hecho por las
provincias, concentró los mayores esfuerzos del gobierno nacional, que fueron
dirigidos especialmente a la formación de un ejército y una aparato recaudador
verdaderamente nacionales. Grandes fueron también los obstáculos hallados en la
creación de otras instituciones destinadas a normativizar y/o ejercer control sobre
las demás áreas que el gobierno nacional comenzaba a r reivindicar como objeto de
su exclusivo monopolio (v.g. emisión de moneda, administración de justicia de última
instancia, nacionalización de la banca). Otras veces, en cambio, las provincias
cederían prestamente la iniciativa, como en el caso de los esfuerzos por extender la
frontera con el indio o la construcción de las grandes obras de infraestructura en
todo el país.
Establecer su dominio también suponía para el gobierno nacional apropiar ciertos
instrumentos de regulación social hasta entonces impuestos s por la tradición,
legados por la colonia o asumidos por instituciones como la iglesia. Su centralización
en el Estado permitía aumentar el grado de previsibilidad en las transacciones,
uniformar ciertas prácticas, acabar con la improvisación, crear nuevas pautas
De interacción social. A diferencia de la apropiación de áreas funcionales bajo
control provincial; no había en estos casos una clave lógica de sustitución. La
variedad de ámbitos operativos en los que el gobierno nacional comenzó a reclamar
jurisdicción señalan más bien un alerta pragmatismo, muchas veces reñido con la
filosofía antiintervencionista del liberalismo que inspiraba su acción en otros
terrenos. Este avance sobre la sociedad civil tuvo probablemente su más importante
manifestación en la tarea de codificación de fondo.
A veces, la apropiación funcional implicó la invasión de fueros ancestrales. Por
ejemplo, cuando años más tarde el Estado tomó a su carga el registro de las personas,
la celebración del matrimonio civil o la administración de cementerios, funciones
tradicionalmente asumidas por la iglesia. Otras veces, supuso la incursión en ciertos
campos combinando su acción con la de los gobiernos provinciales y la de los
particulares. El ejemplo que mejor ilustra esta modalidad es la educación, área en la
que el gobierno nacional tenía una creciente participación y se reservaría
prerrogativas de superintendencia y legislación general El caso de los ferrocarriles
también. representa: un típico campo de incursión compartida con las provincias y el
sector privado —incluso bajo la forma de lo que hoy llamaríamos joint ventures.
Mencionemos, además, las áreas de colonización, negocios bancarios y construcción
de obras públicas como otros tantos ejemplos de esta modalidad. A menudo el
gobierno nacional utilizó la fórmula de concesión —con o sin garantía— para la
9

ejecución de las obras o la prestación de los servidos, contribuyendo a la formación


de una clase social de contratistas y socios del Estado frecuentemente implantada
además en otros sectores de la producción y la intermediación.
Finalmente, el mismo desarrollo de las actividades productivas, la mayor
complejidad de las relaciones sociales, el rápido adelanto tecnológico, entre otros
factores; fueron creando nuevas necesidades regulatorias y nuevos servicios que el
gobierno nacional comenzó a promover y tomar a su cargo. En esta categoría se
inscriben actividades tan variadas como la organización del servicio de correos y
telégrafos, promoción de la inmigración, la delimitación y destino de las tierras
públicas, la exploración geológica y minera, el control sanitario, la formación de
docentes y el registro estadístico del comercio y la navegación.
En general, las actividades hasta ahora mencionadas fueron apropiadas por el
Estado sustituyendo en su ejecución a otros agentes sociales. Esta sustitución, casi
siempre imperativa, implicaba una transferencia y concentración de ámbitos
funcionales cuyo control representaría, a la vez, una fuente de legitimación y de
poder. Asumiendo la responsabilidad de imponer un orden coherente con las nece-
sidades de acumulación, el Estado comenzaba a hallar espacio institucional y a
reforzar los atributos que lo definían coma sistema de dominación. Las otras
instancias articuladoras de la actividad social cedían terreno y se subordinaban a
nuevas modalidades de relación que lentamente se incorporaban a la conciencia
ordinaria de los individuos y a la rutina de las instituciones.

PENETRACIÓN ESTATAL

Si bien la apropiación y creación de ámbitos operativos comenzó a llenar de


contenido la formal existencia del Estado, también dio vida a una nueva instancia
que sacudía en sus raíces formas tradicionales de organización social y ejercicio del
poder política. Por eso, luego de la instauración del gobierno de Mitre, las reacciones
del interior no tardaron en producirse. Fundamentalmente, se manifestaron en
pronunciamientos de jefes políticos dispuestos a cambiar situaciones provinciales
adictas, o contrarias al nuevo régimen, así como en la continuidad de prácticas
autónomas lesivas para el poder .central.
A pesar de que el movimiento iniciado en Buenos Aires contaba con aliados de causa
en el Interior, Fue la rápida movilización de su ejército el argumento más
contundente para "ganar la adhesión" de las provincias y eliminar los focos de
contestación armada. La centralización del poder y los recursos resultaban insufi-
cientes. Para ser efectiva, debía ir acompañada por una descentralización del control,
es decir, por una "presencia" institucional permanente que fuera anticipando y
disolviendo rebeliones interiores y afirmando la suprema autoridad del Estado
nacional.
Sin embargo, esta presencia no podía ser sólo coactiva. Los largos años de guerra
civil habían demostrado la viabilidad de verlos experimentos de creación del Estado,
fundados en la fuerza de las armas o en efímeros pactos que cambiantes
circunstancias se encargaban rápidamente de desvirtuar. Si bien durante la guerra
de independencia la organización del Estado nacional había tenido un claro sentido
político, las luchas recientes habían puesto de relieve el inocultable contenido
económico que había adquirido esa empresa. Por eso, la legitimidad del Estado
10

asumía ahora un carácter diferente. Si la represión —su faz coercitiva--aparecía


como condición necesaria para lograr el monopolio de la violencia y el control
territorial, la creación de bases consensuales de dominación aparecía también como
atributo esencial de la "estatidad". Ello suponía no solamente la constitución de una
alianza, política estable, sino además una presencia: articuladora —material e
ideológica que soldara relaciones sociales y afianzara los vínculos de la nacionalidad.
De aquí el carácter multifacético que, debía asumir la presencia estatal y la variedad
de formas de penetración que la harían posible.
A pesar de ser aspectos de un proceso único, las diversas modalidades. con que se
manifiesto, esta penetración podrían ser objeto de una categorización analítica. Una
primera modalidad, .que llamaré represiva, supuso la organización de una tuerza
militar unificada y distribuida territorialmente, con el objeto de prevenir y sofocar
todo intento de alteración del orden impuesto por el Estado nacional. Una segunda,
que denominaré cooptativa, incluyó la captación de e apoyos entre los sectores
dominantes y gobiernos del interior, a través de la formación de alianzas y
coaliciones basadas en compromisos y prestaciones recíprocas. Una tercera, que
designaré como material, presupuso diversas formas de avance del Estado nacional,
a través de la localización en territorio provincial de o obras, servicios y regulaciones
indispensables para su progreso económico. Una cuarta y última, que llamaré
ideológica, consistió en la creciente capacidad de creación y difusión de valores,
conocimientos y símbolos reforzadores de sentimientos de nacionalidad que tendían
a legitimar el sistema de dominación establecido. Cabe advertir, sin embargo, que
tratándose de categorías analíticas excluyentes, su examen separado no debe hacer
perder de vista la simultaneidad y compleja imbricación con que se manifestaron en
la experiencia histórica concreta.
La penetración represiva implica la aplicación de violencia física o amenaza de
coerción, tendientes a lograr el e acatamiento a la voluntad de quien la ejerce y a
suprimir toda eventual resistencia a su autoridad. El mantenimiento del orden social
se sustenta aquí en el control de la violencia, a diferencia de lo que ocurre con las
otras formas de penetración, en que el orden se conforma y reproduce a partir de
contraprestaciones o beneficios que crean vínculos de solidaridad
entre las partes que concurren a la relación., consolidando intereses comunes y
subsidios de posibles alianzas. Es decir, tanto la penetración material como la
cooptativa o la ideológica tienen un fundamento consensual, aun cuando apelan a
distintos referentes: el interés material, el afán de poder o la convicción ideológica,
fuerzas que movilizaran el consenso facilitando una creciente presencia articuladora
del Estado.
En loa críticos años de la organización nacional argentina, estas modalidades de
penetración se manifestaron a través de muy diversos mecanismos. Pese al carácter
fundamentalmente represivo que asumió la intervención estatal durante las dos
primeras décadas que siguieron a Pavón, también se ensayaron con variado éxito
mecanismos de penetración más consensuales, que fueron configurando los atributos
no coercitivos de la “estatidad". La penetración material constituyó una modalidad
de control social basada en la capacidad de crear, atraer, transformar, promover y,
en última instancia, ensamblar, los diferentes factores de la producción, regulando
sus relaciones. Desde el punto de :vista de la acción estatal, esto supuso la provisión
de medios financieros y técnicos para la ejecución de obras de infraestructura o el
suministro de servicios; el dictado de reglamentos que introdujeran regularidad y
11

previsibilidad en las relaciones de producción e intercambio; la concesión de bene-


ficios y privilegios para el desarrollo de actividades lucrativas por parte de empre-
sarios privados; y el acuerdo de garantías —tanto a empresarios como a usuarios-
sobre la rentabilidad de los negocios emprendidos con el patrocinio estatal, !a
ejecución de las obras y la efectiva prestación de los servicios.
Mediante la cooptación, el Estado nacional intentó ganar aliados entre fracciones
burguesas del Interior y gobiernos provinciales, a través de la promesa cierta o
efectiva concesión de diversos tipos de beneficios conducentes a incorporar nuevos
sectores a la coalición dominante. Por ejemplo, el selectivo empleo de subsidios, el
nepotismo en la designación de cargos públicos nacionales, o la intervención federal
dirigida a Instalar o reponer en el gobierno de las provincias a aliados de causa de los
sectores que ejercían el control del gobierno nacional*, fueron algunos de los
mecanismos de cooptación empleados2.
Conviene señalar no obstante un rasgo que vinculaba a los diferentes modos de
penetración. En tanto los beneficios y contraprestaciones se dirigieron a ciertos
sectores de la sociedad, con exclusión de otros, implicaron a menudo privilegios que
por oposición relegaban a estos últimos a una existencia económica, cultural o
políticamente marginal. Por eso la represión y las formas más consensuales de
penetración fueron procesos simultáneos y recíprocamente dependientes: ganar
aliados dio lugar muchas veces a ganar también enemigos, y el "progreso" en el que
se enrolaron los unos exigió el "orden" que debió imponerse sobre los otros. De esta
manera, mecanismos como la intervención federal a las provincias pueden
considerarse a la vez, como una modalidad de penetración represiva y como un
medio de ganar la adhesión y afianzar las bases de poder de sectores aliados dentro
del propio territorio provincial.
Por último, la penetración ideológica revistió .la represión desnuda o los intereses
individuales de un barniz legitimante, tendiente a convertir la dominación en
hegemonía, el beneficio particular en interés general. La ideología sirvió como
mecanismo de interpelación y constitución de sujetos sociales que, en medio de una
situación de caos institucional y transformación de la estructura económica, debían,
reubicarse dentro de la nueva trama de relaciones que se estaba conformando. Desde
esta perspectiva, la acción del Estado se dirigió a instituir pautas educacionales
congruentes con el nuevo esquema de organización social; establecer el imperio de la
ley" y sacralizar una concepción de la justicia que fijaba minuciosamente las
posibilidades y límites de la acción individual; secularizar prácticas sociales
inveteradas que representaban sentaban serios obstáculos para la vigencia de
instituciones liberales "progresistas"; desarrollar un discurso político que justificara
el funcionamiento de una democracia restrictiva, contradictoria con el liberalismo
impuesto en el piano de las relaciones de producción; instituir, en fin, creencias,
valores y normas de conducta coherentes con un nuevo patrón de relaciones sociales
y un nuevo esquema de dominación.
Al margen de su impacto específico, estas diferentes modalidades de penetración
tenderían a producir diversas consecuencias. En el plano social, la creciente
apropiación por el Estado de nuevos ámbitos operativos y su activo involucramiento
en la resolución de los distintos aspectos problemáticos de las dos cuestiones centrales
—orden y progreso— que dominaban la agenda de la sociedad argentina. En lo que
se refiere al propio Estado, cada una de las formas de penetración se expresaría en
cristalizaciones institucionales, es decir, en normas y organizaciones burocráticas que
12

regularían. y ejecutarían las actividades contempladas en los distintos ámbitos


operativos. El Estado nacional se convirtió en el núcleo irradiador de medios de
comunicación, regulación y articulación social, cuya difusión tentacular facilitaría las
transacciones económicas, la movilidad e instalación de la fuerza de trabajo, el
desplazamiento de las fuerzas represivas y la internalización de una conciencia
nacional.

Estos correlatos institucionales de la penetración estatal serían, de esta manera,


momentos en el proceso de la adquisición de los atributos de la estatidad. Al
producir la descentralización del, control constituirían, en esta etapa inicial; una -
condición inseparable de la descentralización del poder.

RESISTENCIAS

Como la interpretación un tanto exitista de los avances del Estado sobre la sociedad
puede sugerir un desarrollo lineal poco fiel a los hechos, quisiera dedicar algún
espacio a las resistencias halladas en este proceso formativo. Retrotrayéndonos por
un momento al movimiento de emancipación nacional, podemos observar que si bien
la oposición de los españoles en el terreno militar fue doblegada en un término
relativamente breve, los líderes revolucionarios porteños muy pronto debieron
experimentar la resistencia de sectores sociales sometidos a levas, expropiaciones o
contribuciones diversas; de autoridades locales no resignadas a perder o compartir
su poder; y de aspirantes rivales a monopolizar r la soberanía del Estado. En general,
las provincias interiores se mostraron indiferentes —y hasta hostiles— a los intentos
de Buenos Aires por dar un alcance nacional al movimiento revolucionario. Los
sectores dominantes porteños no ofrecieron inicialmente --quizás no estaban en a
condiciones de hacerlo— compensaciones o ventajas suficientes a las clases
dominantes del Interior como para que éstas aceptaran incondicionalmente el
liderazgo y las bases sobre las que aquéllos pretendían organizar el Estado nacional.
EI largo periodo anárquico creo la ilusión de un empate entre Buenos Aires y e el
interior que estaba lejos de describir la real relación de fuerzas que se desarrollaba a
la sombra del aislamiento "federalista". De hecho, Buenos Aires prosperaba mucho
más aceleradamente que el resto del país.
A la caída de Rosas, el conflicto latente se hizo explícito. El Litoral, con el apoyo del
Interior, intentó asumir el liderazgo del proceso de organización nacional en
circunstancias en que Buenos Aires no había resignado sus pretensiones hege-
mónicas. El conflicto asumió la forma de un enfrentamiento entre unidades políticas
(Vg. la Confederación Argentina y el Estado de Buenos Aires) territorialmente
delimitadas, cuando en realidad constituía el choque de dos concepciones diferentes
sobre el modo de organizar políticamente una nación; pero especialmente, sobre las
consecuencias económicas y sociales derivadas de imponer fórmulas políticas
alternativas.
El triunfo de Buenos Aires abrió otras líneas de conflicto. A los que resistían desde
mucho antes (Vg. _por una parte, los indios; por otra, los caudillos del Interior que
veían sus posiciones amenazadas en el propio ámbito local por los aliados
provinciales de la causa porteña) empezaron a agregarse fracciones de las clases
dominantes de Buenos Aires, para las cuales la existencia de un Estado nacional
13

comenzaba a crear contradicciones y enfrentamientos en una instancia institucional


que no controlaban plenamente. Esto se vincula con el tema de la "autonomía
relativa" del Estado, e invita a hacer alguna reflexión sobre las posibles razones de
estas contradicciones.
En primer lugar, si bien es difícil establecer distinciones claras entre los sectores
sociales que tenían acceso a —y en definitiva controlaban— los gobiernos nacional y
provincial de Buenos Aires, es evidente que a través del Congreso o del propio
Poder Ejecutivo, un importante número de legisladores y funcionarios oriundos del
Interior comenzó a sostener, frente a cuestiones en debate, posiciones no siempre
favorables a los intereses porteños Esta actitud, de la que a veces participaban
genuinos representantes de Buenos Aires con responsabilidades ejecutivas en el
gobierno nacional, se vio reforzada por la necesidad de este último de extender sus
bases sociales de apoyo ganando la adhesión de sectores dominantes del Interior. Sin
su concurso, resultaba difícil asegurar la sucesión del régimen, ya que aún no se
había logrado consolidar un firme pacto de dominación manifestado a través de una
fórmula política consensualmente aceptada, en tanto que la representación del
Interior en el Senado le otorgaba mayoría suficiente para desbaratar proyectos e
iniciativas claramente opuestas a sus intereses.
En segundo lugar, buena parte de las posiciones de poder fueron ocupadas por
miembros de una casta político-militar, un verdadero patriciado burocrático, que a
pesar de sus lazos de parentesco y amistad con integrantes de los sectores
terratenientes y mercantiles, no se manifestaron dispuestos s satisfacer pasivamente
todas sus reivindicaciones y demandas. Es decir, aunque la política oficial no dejó de
estar sesgada hacia los intereses porteños, ello no significó un compromiso
incondicional con los mismos. Es probable que esta actitud estuviera vinculada con la
lógica de reproducción del propio Estado. No hay que olvidar que las exigencias de
financiamiento y expansión de las actividades estatales resultaban a menudo
contradictorias con los intereses de la incipiente burguesía porteña, por lo que
muchas de las iniciativas del gobierno nacional (Vg. leyes de tierras, nacionalización
del Banco de la Provincia de Buenos Aires, federalización de la Capital, tributación
sobre el comercio exterior) lo enfrentaban a ese sector. Englobar estas complejas
situaciones en la noción de "autonomía relativa del Estado", no parece aportar
demasiado a la tarea de conceptualización sobre la relación entre clases dominantes
y Estado.
Quizás corresponda también decir algo acerca de las resistencias sociales que no
existieron en la experiencia argentina, a diferencia de otros procesos de formación de
Estados nacionales en los que diversas formas de rebeliones tributarias, alzamientos
campesinos, protestas obreras o enfrentamientos étnicos y religiosos, se constituyeron
en obstáculo. La gran concentración de la propiedad fundiaria, la ausencia de un
extendido sector campesino, el poder ejercido por los grandes propietarios y la
temprana y peculiar inserción del país en el mercado mundial —que convirtió a los
impuestos sobre el comercio exterior en la principal fuente de recursos del Estado—,
permitieron reducir la presión tributaria directa sobre el capital, trasladando el
mayor peso de la imposición sobre los sectores populares. La dispersión, reducido
tamaño y escasa organización de los sectores obreros y campesinos impidieron —al
menos hasta fines de siglo— el surgimiento de movimientos contestatarios de
importancia. El pueblo, disgregado, analfabeto, férreamente dominado como
productor y guerrero, sistemáticamente privado de derechos cívicos, no se alzó.
Sirvió más bien como instrumento —apasionado o indiferente— de jefes
14

ocasionales3.
Pero no fue sólo la escasa educación o el Estado de guerra casi permanente lo que
facilitó el control de las clases subalternas y explica la falta de movilización popular.
Las características que asumió la explotación agrícola-ganadera, los altos
rendimientos, la feracidad y bajo precio de la tierra, la imposibilidad o dificultad de
exportar cereales —debido a los altos fletes— o carne —por razones tecnológicas—
permitió que las clases populares tuvieran acceso a una alimentación barata y
abundante, aun en condiciones de vida semibárbara.
Durante bastante tiempo, los bienes primarios exportables fueron otros (ge. cuero),
lanas y, en menor medida, tasajo) y transcurrieron muchos años antes de que lo que
ahora llamamos "bienes salario" (ge. carne y trigo) se convirtieran en el origen de
algunas de las contradicciones centrales de la economía y la política argentinas.

ESTADO Y CLASES

El análisis precedente pone de manifiesto otra arista poco estudiada del proceso de
formación estatal: la vinculación entre este proceso y la constitución de clases
sociales. La historiografía argentina aún carece de una adecuada caracterización de
la estructura de clases--particularmente, de la clase dominante— y su evolución a
través del extenso periodo que demandó la consolidación del Estado nacional*. Sin
mayor pretensión que aportar algunas reflexiones a esta importante temática,
quisiera destacar dos aspectos diferentes, aunque íntimamente relacionados entre si:
(1) la composición y transformación de la clase dominante; y (2) el papel del Estado
en la estructuración de clases sociales.
Con relación al primer aspecto, Gaetano Mosca (1939), en su celebre La clase
gobernante, sostenía que en sociedades primitivas, que se hallan todavía en etapas
tempranas de organización, el valor militar es la cualidad que más rápidamente abre
acceso a la clase política o clase gobernante. Esta observación es particularmente
aplicable, según este autor, a pueblos que recién entraron en la etapa agraria y han
alcanzado un cierto grado de civilización; allí, la clase militar es la clase gobernante.
Pero a medida que avanza la "civilización del progreso" y aumenta la renta del suelo
—con el correlativo incremento de la producción y el consumo— la riqueza, y no ya
el valor militar, pasa a ser el rasgo característico de la clase gobernante: los ricos en
lugar de los bravos son los que mandan.
Aunque esta observación no deja de ser pertinente para la experiencia argentina, la
tajante dicotomía que propone requiere, en este caso, ser matizada. Históricamente,
la clase dominante argentina se constituyó y reconstituyó a partir de miembros de
diversos y cambiantes sectores de actividad. Durante la etapa de las guerras de la
independencia, fue visible –tal como lo señala la proposición general de Mosca— el
liderazgo ejercido por la casta militar, en los esfuerzos de centralización del poder.
Sin embargo, los comerciantes criollos también tuvieron un papel destacable dentro
del cambiante escenario político de esos años. Tampoco fue desdeñable la influencia
de los hacendados, de los intelectuales (o elite letrada, como prefiere llamarlos
Halperin), aunque su gravitación crecería en las décadas siguientes4.
La terminación de las guerras de emancipación nacional redujo la significación del
mérito militar y el comando de efectivos como base de poder. Guerreros desocupados
15

y en disponibilidad la enrolaron en uno u otro bando durante la larga etapa de lucha


facciosa, desdibujándose el papel de los militares como presencia corporativa dentro
de la clase dominante. A la vez, con la lenta aunque creciente diferenciación de la
sociedad, fueron surgiendo grupos (e.g. comerciantes, saladeristas, laneros) cuyo
poder económico llevó a muchas de sus miembros a ejercer influencia o asumir un
papel protagónico en la escena política local y nacional. En una etapa más avanzada
del proceso de organización nacional comenzaría a producirse una Implantación de
estos grupos económicos en múltiples sectores de actividad, le cual —desde el punto
de vista de nuestra análisis— dificulta una caracterización en términos convencio-
nales.
Hacia 1862, momento crucial en el proceso constitutivo del Estado argentino, la
alianza política que asumió el liderazgo de la organización nacional fue una compleja
coalición que cortaba a través de regiones, "partidos", clases, actividades y hasta
familias. El centro de la escena política fue ocupado por diversas fraccionen de una
burguesía en formación, implantada fundamentalmente en las actividades
mercantiles y agroexportadoras que conformaban la todavía rústica aunque pujante
economía bonaerense. A este núcleo se vinculaban (1) por origen social, un nutrido y
heterogéneo grupo de intelectuales y guerreros que por su control del aparato
institucional —burocrático y militar— de la provincia porteña, constituía una
auténtica clase política, y (2) por lazos comerciales, diversas fracciones burguesas del
litoral fluvial y el Interior, cuyos intereses resultaban crecientemente promovidos a
través de esta asociación. Sin embargo, al integrar en sus filas sectores sociales tan
variados, distaba mucho de ser una coalición fuerte o estable. Sus latentes
diferencias, que pronto comenzarían a manifestarse, determinaron que el liderazgo
inicial de Buenos Aires se diluyera en un complejo proceso de recomposición de la
coalición dominante, cuyos rasgos esenciales serían el descrédito y posterior crisis de
su núcleo liberal nacionalista y el ensanchamiento de sus bases sociales a través de la
gradual incorporación de las burguesías regionales. Transcurrirían todavía dieciocho
anos hasta que se consolidara un "pacto de dominación" relativamente estable. A lo
largo de este período, la existencia de un Estado nacional no sólo contribuiría a
transformar la composición de la clase dominante (e.g. a través de las diversas
modalidades de penetración ya analizadas), sino también a transformar la propia
estructura social.
Esto nos lleva al segundo aspecto que quería destacar. Frente a una estructura social
de las características descriptas y a una clase dominante cuyas contradicciones
abrían espacio a la progresiva diferenciación y autonomía del aparato Institucional
del Estado, cabe preguntar de qué modo se relacionaron los procesos constitutivos de
la estructura social y del Estado. En otras palabras, estoy planteando el problema
del rol del Estado en la construcción de la sociedad y el desarrollo del capitalismo
argentinos.
No es fácil ponerse de acuerdo sobre el tipo de indicadores que permitirían "medir"
—o evaluar- el peso de la intervención estatal en estos procesos. No es difícil, en
cambio, perderse en el laberinto de las múltiples formas de intervención a través de
las cuales el Estado moldea a la sociedad. En última instancia, quizás, la esencia de
estas "intervenciones" consiste en la articulación y garantía de reproducción de
relaciones sociales capitalistas (Cfr. O'Donnell, 1977). En este sentido, la evaluación
del papel del Estado en la formación de sectores económicos y sociales exige
considerar aspectos eminentemente cualitativos: la apertura de oportunidades de
explotación económica, la creación de valor, la provisión de insumos críticos para el
16

perfeccionamiento de la relación capitalista o la garantía, material o jurídica, de que


esta relación se reproducirá. Además de su impacto específico, estos mecanismos
contribuyeron sin duda a la configuración de la estructura social argentina.
Por ejemplo, la construcción de ferrocarriles y otras obras de infraestructura física
con el patrocinio y/o la garantía estatal, permitieron dinamizar los circuitos de
producción y circulación, abrieron nuevas oportunidades de actividad económica,
generando a la vez una intensa valorización de tierras y propiedades. ¿Cómo medir
este impacto sobre la creación de una clase terrateniente y propietaria? Tampoco
resulta fácil cuantificar el peso que tuvo en el desarrollo de las relaciones de
producción la provisión de insumos críticos por parte del Estado.
Poner en producción la pampa húmeda y establecer vínculos neocoloniales con el
exterior erigía conquistar extensos territorios en poder de los indígenas, distribuir la
tierra, atraer y afincar a la fuerza de trabajo Inmigrante, obtener y facilitar los
capitales necesarios para la producción y la circulación. La relación social capitalista
podía perfeccionarse en tanto estos insumos se hallaran disponibles, su articulación
fuera facilitada y la reproducción de la relación fuera garantizada.
Como hemos visto, estas diversas formas de intervención del Estado contribuyeron a
la configuración estructural de la sociedad argentina. Subsidiando a las provincias, el
Estado promovió la formación de un importante sector de profesionales y burócratas
provinciales, a cargo de actividades docentes, legales, administrativas y religiosas.
Mediante la contratación directa y/o la garantía de las inversiones, contribuyó a
conformar un estrato de contratistas del Estado dedicados a la construcción de
caminos, puentes, diques, o a la prestación de servicios de transporte, postas,
mensajerías, mensura de tierras, etc. A través de la creación y afianzamiento de un
ejército nacional, favoreció el proceso de institucionalización de las fuerzas armadas,
componente esencial en cualquier pacto de dominación. Abriendo nuevas
oportunidades económicas a través de la conquista de nuevas tierras, su delimitación,
mensura y adjudicación; la atracción y garantía del capital extranjero; la promoción
de le inmigración y el establecimiento de colonias crearon condiciones propicias para
el desarrollo y homogeneización

REFLEXIONES FINALES

La brevedad del presente texto no ha permitido más que plantear algunas cuestiones
fundamentales vinculadas al tema de la formación histórica del Estado argentino.
Naturalmente, el tema admite otras perspectivas, otras categorías analíticas, otros
datos, cifras y hechos anecdóticos. Pero más allá de los enfoques variables e
información, quedan las preguntas. Aquellas que justifican el abordaje de un tema y
permiten evaluar si el conocimiento se ha enriquecido por una interpretación
plausible que satisface nuestras dudas e inquietudes intelectuales. Estas preguntas no
tienen fronteras disciplinarias ni se interesan demasiado pos los eventos puntuales.
Sirven más bien para estructurar un campo de indagación, suministrando los pilares
que debe respetar toda construcción teórica o interpretativa sobre el tema explorado.
Reúnen además la condición de ser universales, en tanto los fenómenos a los que se
refieren han sido registrados en la experiencia histórica de otras sociedades.
Planteada en los términos más generales posibles, la pregunta central en relación a
nuestro tema podría formularse de este modo: ¿fue la construcción del Estado
17

nacional argentino el resultado de la voluntad de hombres predestinados, de una


lógica ineluctable del devenir histórico o de una azarosa combinación de fenómenos?
Es la miura pregunta que se planteara Sarmiento en los últimos años de su vida; la
misma que despertaría la atención de Álvarez algunos años más tarde5. Así
formulada, la pregunta no tiene respuesta. Pero a partir de ella se abre un abanico de
cuestiones más puntuales sobre las cuales este trabajo se propuso sugerir algunas
interpretaciones, efectuar tentativamente ciertas comparaciones con otras
experiencias y señalar aspectos que merecerían futuras investigaciones. A modo de
resumen, cabe destacar algunos de los principales puntos desarrollados.
De acuerdo con la interpretación presentada, la guerra de la independencia
argentina fue el primer capítulo de un largo proceso, caracterizado por cruentos
enfrentamientos y variadas fórmulas de transacción, mediante los cuales los sectores
que pugnaban por prevalecer en la escena política intentaron sustituir el orden
colonial por un nuevo sistema de dominación social. El origen local del movimiento
emancipador y las resistencias halladas por Buenos Aires para constituirse en núcleo
de la organización nacional, pronto dieron lugar a movimientos separatistas y
guerras civiles que, durante cuatro décadas, impidieron la formación de un Estado
nacional. El resurgimiento de la provincia como ámbito de lucha por la dominación
local y actor institucional en el escenario político más amplio que integraban las
Provincias Unidas del Río de la Plata, tendió a otorgar a los enfrentamientos un
carácter "territorial" que ocultaba sus más determinantes motivaciones económicas.
Las precarias coaliciones de provincias, que a través de pactos y tratados intentaron
erigirse en Estados, fueron prontamente desbaratadas por disidencias internas y
fracasos militares. De hecho, las provincias funcionaron como cuasi-Estados dentro
de una federación cuyos vínculos de nacionalidad radicaban esencialmente en la aún
débil identidad colectiva creada por las guerras de la independencia. Por inspiración
y acción de Rosas, Buenos Aires alentó durante dos décadas esta organización federal
del sistema político-institucional, postergando la constitución de un Estado nacional
que, en las condiciones de la época, poco hubiera beneficiado a los intereses de los
sectores terratenientes pampeanos que sostenían al régimen rosista. La coalición de
fuerzas del litoral, que con apoyo extranjero y de sectores disidentes de Buenos Aires
derrotó a Rosas en Caseros, se constituyó —no casualmente— en circunstancias en
que las oportunidades de progreso económico abiertas por el sostenido aumento de la
demanda externa y los nuevos avances tecnológicos disponibles al promediar el siglo,
ponían cruda-mente de manifiesto las restricciones a que se hallaban sometidos la
producción y el intercambio de las provincias litoral heñías.
Sobre las cenizas de Caseros se realizó entonces el primer intento orgánico de
creación de un Estado nacional, que al no contar con la adhesión legitimante ni los
recursos de la autoexcluida provincia porteña, sobrevivió tan sólo una década.
Debilitada por los enfrentamientos con Buenos Aires, la Confederación Argentina
resignó en Pavón su efímero liderazgo del procesó de organización nacional.
Sobre las cenizas de Pavón se hizo un nuevo intento a partir del apoyo de las
instituciones y recursos de Buenos Aires y la subordinación económica y política de
las provincias interiores. A partir de allí, el nuevo pacto de dominación se basó en
cambiantes coaliciones intraburguesas, en las que se alternaban las fracciones
políticas dominantes de Buenos Aires y a las que gradualmente se incorporaban
sectores de las burguesías del interior. La falta de acuerdo sobre una fórmula política
que asegurara el control de la renovación de autoridades se manifestó entonces en la
persistencia de la lucha entre facciones y el recurrente surgimiento de fuerzas
18

contestatarias. Aunque estas circunstancias pusieron a menudo a prueba su


viabilidad, el Estado nacional pudo consolidar su presencia Institucional a través de
diversos mecanismos de penetración en la sociedad que, al tiempo que aumentaban
su legitimidad y poder, tendían a la institución de un nuevo orden.
No vale la pena reiterar las diversas modalidades con que se manifestaron la
represión y control de las situaciones provinciales, la cooptación de aliados políticos,
la articulación y garantía de las actividades económicas o la difusión de mecanismos
de control ideológico.
Sólo importa destacar que a través de ellas, el Estado fue apropiando nuevos ámbitos
operativos, redefiniendo los límites de la acción individual e institucional,
desplazando a la provincia como marca de referencia de la actividad social y la
dominación política.
Por medio de este proceso de centralización del poder y descentralización del
control, el Estado fue afianzando su aparato institucional y ensanchando sus bases
sociales de apoyo, desprendiéndose poco a poco de la tutela de Buenos Aires. La
consolidación definitiva sobrevino, precisamente, cuando el Estado consiguió
"desporteñizarse", purificando en el fuego de las armas el estigma de una tutela ya
inadmisible. Por eso puede decirse que sobre las cenizas de Puente Alsina y los
Corrales6, el presidente Roca intentaría una "tercera fundación" del Estado.
Hay un sino trágico en este proceso formativo. La guerra hizo al Estado y el Estado
hizo la guerra". La "unión nacional” se construyó sobre la desunión y el
enfrentamiento de pueblos y banderías políticas. La unidad nacional fue siempre el
precio de la derrota de unos y la consagración de privilegios de otros. Y el Estado
nacional, símbolo institucional de esa unidad, representó el medió de rutinizar la
dominación impuesta por las armas.

Bibliografía
ALVAREZ, Juan t1910): Historia de La provincia de Santa Fe (Buenos Aires).
ANGEIRA, Marta del Carmen (1978): "El proyecto confederal y la formación del Estado
nacional argentino 1852.1882", tests de maestría Fundación Bariloche.
ANSALDI, Waldo (978): "Nota sobre la formación de la burguesía argentina, 1780-1880",
trabajo presentado al V Simposio de Historia Económica de América Latina, Lima-Perú, 6.8
abril.
ECHEVERRIA. Esteban (1846)): Dogma Socialista (Buenos Aires. ed. 194d).
ETCHEPAREBORDA. Roberto (1918): "La estructura socio-política argentina y la
Generación del Ochenta• Latin American Research Review, vol. XIII, N I.
FRAGUEIRO. Mario (1860)): Cuestiones argentinas, Buenos Airea, Solar-Hacbette
HALPERIN DONGHI, Tulio (1980): Proyecto y Construcción de una Nación, (Biblioteca
Ayacucho, Caracas.

1
Trabajo presentado en el XIV Congreso de Sociología, San Juan de Puerto Rico, 1981. El
documento es producto de una investigación que he dirigido en el CEDES, y que contó con la
colaba radón de Andrés .Fontana y Leandro Guiteres, Director e investigador titular de
CEDES (Centro de Estudios de Estado y Sociedad), e investigador del Consejo de
Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), ambos de Buenos Aires, Argentina.
19

2
Hasta 1862, la presencia del Estado nacional en el interior se limitaba prácticamente a las
aduanas y receptorías existentes en diversos puntos fronterizos y a las oficinas de rentas que
funcionaban vinculado al tráfico aduanero. Solo 15 años después una elevada proporción del
personal civil y militar del gobierno nacional se hallaba radicada o se desempeñaba en forma
itinerante en el interior del país. De acuerdo con un censo de funcionarios que he construido
para 1876, sobre una dotación total de 12.635 personas, alrededor de 10.956 se
desempeñaban de uno a otro modo en el interior. Si bien gran parte de este personal era
militar, también la dotación ovil (y el clero, a cargo del gobierno central) era ampliamente
mayoritario respecto al radicado en Buenos Aires. Se trataba de una situación
verdaderamente excepcional. por cuanto la centralización de la dotación y manes del Estado
en jurisdicción federal sale posteriormente la regla
3
Como señala Álvarez (1910), al siquiera el movimiento independentista tuvo el carácter de
un levantamiento popular. Apenas un dos por tiento de la población fue destinado al servicio
armado, incluyendo en esa cifra los quo ya eran soldados al producirse el mandamiento y los
negros esclavos que fueron incorporados luego. Esta situación persistió al menos hasta 1816.
4
La inadecuada educación de b clase dominante argentina ha sido destacada en un reciente
artículo de Roberto Etchepareborda (1978). Entre los trabajos producidos, que intentan
cubrir parcialmente este vacío, se cuentan los de Tulio Halperin Donghi (1980), Jorge
Federico Sábato (1919), María del Carmen Angueira (1978) y Waldo Ansaldi (1978).
5
Tanto Sarmiento como Álvarez concluirían que la "Gran Transformación" argentina fue
mucho menos el multado de la visión y emergía de una esclarecida élite que del ímpetuoso
desarrollo de un orden capitalista a escala mundial (cf. Halperín Donghi, 1980). No obstante,
la posteridad adjudicaría a la Generación del Ochenta la "paternidad' de este proceso de
desarrollo histórico.
6
Zonas de la ciudad de Buenos Aires en que tuvieron lugar los combates más sangrientos
que en 1880 enfrentaran a fuerzas del gobierno nacional y la Provincia de Buenos Aires.
Los desbandes de Basualdo y Toledo: hacia la fractura del federalismo entrerriano1

Mónica Alabart

“…es voz general entre la gente que se vino, que se reunirán donde
V.E. ordene, pero que no van para arriba. Aquí no hago otra cosa que ver a
todo el mundo y hablarle de la necesidad de reunirse, llegado el momento,
sin entrar en ninguna clase de explicaciones de para qué, ni con qué objeto,
sino concurrir al llamamiento que V.E nos hará a su tiempo- creo que
conseguiremos más así.” 2 (Ricardo López Jordán)

El episodio que el gobierno nacional argentino tomó como justificación oficial3 para
declarar la guerra al Paraguay ocurrió el 13 de abril de 1865 cuando tropas paraguayas
tomaron los buques “Gualeguay” y “25 de Mayo” e invadieron el territorio correntino. 4 A
pocos días del hecho, el presidente Bartolomé Mitre le envió una carta al Gral. Urquiza, en
la que le informó lo sucedido, le comunicó su designación oficial como jefe de la Guardia
Nacional de Entre Ríos y la necesidad de levantar un cuerpo de ejército de cinco mil

1
En Schmit Roberto (comp.) Interacciones de la política local, regional y nacional. Caudillos, Política e
Instituciones en los orígenes de la Nación Argentina. El federalismo entrerriano en la década de 1860. Los
Polvorines, Universidad Nacional de General Sarmiento, 2014, capítulo V, (en prensa)
2
Ricardo López Jordán a Justo José de Urquiza, Paraná, 31 de julio 1865, Fondo Urquiza, AGN
3
Sin entrar en el debate sobre las causas del conflicto, de acuerdo con el estudio de Germán Tjarkrs basado en
el archivo de Rufino Elizalde, se conoce que el ataque a Corrientes fue un pretexto secretamente esperado por
la cancillería argentina, ya que sólo una agresión tangible podría lanzar al país a una guerra impopular.
Tjarkrs, Germán, O.E. “Nueva luz sobre el origen de la Guerra de la Triple Alianza” en Revista de Historia,
nro. 1, Universidad Nacional, Costa Rica, Heredia, 1975, pp. 21-84.
4
Los buques fueron remolcados hasta Humaitá e incorporados a la flota paraguaya y al día siguiente, el
general Wenceslao Robles al frente de 3000 soldados ocupó la ciudad de Corrientes, que había sido
abandonada por las autoridades, encabezadas por el gobernador Manuel Lagraña quien se retiró a San Roque
a organizar la resistencia. Desde ese momento hasta octubre de 1865, fecha del abandono definitivo de los
últimos batallones paraguayos del territorio provincial, Corrientes se transformó en el principal escenario de
las operaciones bélicas. Después de esa fecha, las batallas se libraron en suelo paraguayo pero el clima bélico
permaneció en la provincia, que pasó a ser campo de batallas a retaguardia de los ejércitos aliados. Ramírez
Braschi, Dardo, La Guerra de la Triple Alianza. A través de los periódicos Correntinos. 1865-1870,
Corrientes, Moglia Ediciones, 2004, pp.42
hombres, organizarlos y nombrar sus jefes superiores para marchar hacia Corrientes.5La
posición tomada por Urquiza fue decisiva, inmediatamente, ordenó la movilización de las
fuerzas entrerrianas hacia la base de operaciones de su ejército, el campamento militar de
arroyo Calá, ubicado en Concepción del Uruguay. 6Los jefes departamentales de la
provincia respondieron a la convocatoria reuniendo a los milicianos de cada departamento
quienes comenzaron a dirigirse hacia Concepción del Uruguay. El 11 de mayo, cerca de
8000 hombres agrupados en Calá, se pusieron en marcha con gran rapidez y en junio se
encontraban concentrados en el campamento ubicado junto al arroyo Basualdo, próximo al
límite con la provincia de Corrientes. En la noche del 3 de julio, mientras Urquiza se había
retirado del campamento para asistir a una reunión con Mitre, se produjo el primer
desbande de tropas. Después del toque de queda, grupos de cincuenta a cien hombres
formaron orden de batalla y se unieron a otros grupos que en número cada vez mayor
hicieron resonar los cascos de sus caballos, gritando “¡Muera el presidente… Viva el
general Urquiza!”. Casi 3000 soldados de caballería comenzaron a regresar al interior de la
provincia en busca de sus hogares, eran nogoyaceros y victorianos que pertenecían a las
fuerzas comandadas por Manuel Navarro, Domingo Hereñú y Manuel Caraballo. Ya de día
se sumaron los hombres de la división Gualeguay. En todas ellas se quedaron jefes y
oficiales, los soldados se habían ido.

Después de este episodio, el general Ricardo López Jordán envió su carta a Urquiza, los
jefes federales sabían que la gente no quería ir para arriba. El desbande era enorme, los
hombres se esparcían por todos los caminos de la provincia. No obstante, Urquiza no tomó
grandes represalias, decidió licenciar las tropas y ordenó a sus jefes y oficiales de las
divisiones regresar a sus departamentos para volver a convocar las fuerzas en el mes de
octubre en el campamento del Yuquerí, cerca de Concordia. En la segunda convocatoria
logró concentrar una fuerza de 6000 soldados, que él mismo condujo hacia Corrientes. Pero
poco antes de llegar, en Arroyo Toledo, en la noche del 4 de noviembre las tropas del
5
Carta de Bartolomé Mitre a J. J de Urquiza, Buenos Aires, 17 de abril, 1865, Archivo Mitre. “Guerra del
Paraguay”, Tomo II, Buenos Aires, 1911, pp.112
6
J.J de Urquiza no dudó en apoyar al gobierno nacional encabezado por el gobierno de B. Mitre con lo cual
se disiparon las conjeturas acerca de qué actitud asumiría si se iniciaba el conflicto con Paraguay. El 19 de
abril impartió órdenes a los jefes departamentales a fin de que las tropas se encontraran reunidas en Calá el 28
de abril. Manuel Basalvilbaso al Secretario de la Jefatura política de Gualeguay, Uruguay. 19 de abril, 1865
en División Gobierno, Sección C, Comandancia de Gualeguay, Carpeta 42, Legajo 6, AHER, Paraná.
Segundo Regimiento de Gualeguaychú, a las que se sumaron las de los batallones de
Victoria, Diamante, Gualeguay, Paraná y Nogoyá, comenzaron a desertar… noche tras
noche hasta el 10 de noviembre, con gritos de aves nocturnas, aullidos de perros o zorros,
daban la señal acordada y desaparecían del ejército…esta vez ni la presencia del general
logró evitar el desbande.

Los desbandes de tropas de Basualdo y Toledo, marcaron un momento de inflexión en la


crisis de la relación de Urquiza con sus seguidores. Consideramos que estos episodios se
inscriben en un contexto más amplio que llevó a una redefinición de las identidades
partidarias al interior del federalismo entrerriano que se inició con la derrota de la
Confederación liderada por Urquiza y alcanzó su punto culminante en la década del setenta
con las rebeliones jordanistas. La fractura del Partido Federal abrió una etapa de
inestabilidad, de ruptura del consenso y de redefinición de las identidades políticas que se
vinculó con las nuevas alianzas y las resistencias que originó la formación del Estado
Nacional.7

La Guerra del Paraguay tuvo repercusiones importantes en el proceso de formación del


Estado Nacional argentino. El país recientemente unificado no estaba preparado para
afrontar una guerra internacional, el ejército de línea contaba con pocos hombres
pobremente equipados. El presidente Bartolomé Mitre ordenó una leva de soldados y la
movilización de la Guardia Nacional en todas las provincias estableciendo los cupos con
los que cada una debía contribuir.8 En ese contexto le escribió la carta a Urquiza en la que
le solicitó el contingente que debía aportar la provincia de Entre Ríos.

7
Este trabajo se enmarca dentro de mi proyecto de tesis en el cual, me propongo estudiar el jordanismo,
como expresión de un realineamiento y redefinición de las identidades políticas en el contexto de crisis del
federalismo entrerriano.
8
Durante el gobierno de la Confederación se intentó la creación de unas Fuerzas Armadas a escala nacional a
las cuales debían contribuir todas las provincias. Las Fuerzas estarían integradas por: el Ejército de Línea de
carácter profesional, las milicias provinciales para garantizar el orden local, y la Guardia Nacional, con el
principio de la “ciudadanía en armas”. Aunque la organización de la Guardia Nacional quedaba a cargo de las
provincias, dependían del poder central y debían auxiliar al Ejército de Línea, sin embargo las provincias
manejaron esas fuerzas con gran autonomía. Sábato, Hilda, “¿Quién controla el poder militar? Disputas en
torno a la formación del Estado en el siglo XIX” en Moreno, Oscar, coord. ; La construcción de la Nación
Argentina. El rol de las Fuerzas Armadas. Debates históricos en el marco del Bicentenario, 1810-2010, Bs.
As., Ministerio de Defensa, 2010.
El poder militar de Entre Ríos, con su prestigiosa caballería, jugó un rol fundamental en las
luchas civiles del siglo XIX. La base de su fuerza radicaba en sus milicias, que desde la
década de 1840 forjaron el poder del ejército entrerriano. A fines de la década de 1820 los
milicianos eran menos de 2000, en 1844 las tropas milicianas se duplicaron y en vísperas de
la batalla de Caseros, Urquiza había logrado reunir más de 10 mil hombres de infantería,
artillería y especialmente de caballería.9Esta particularidad, justificaba, en parte, el esfuerzo
bélico que se le exigía al pueblo entrerriano una vez declarada la guerra al Paraguay.

La impopularidad de la guerra que se expresó en la oposición y la resistencia al


reclutamiento de las tropas por parte de la población en las provincias del interior y del
litoral se ha convertido prácticamente en un axioma, sin embargo, esta cuestión, ha sido
poco estudiada por la historiografía reciente. 10 Sabemos que la guerra generó resistencias
que se plasmaron en acciones directas que dieron lugar a la deserción y a la rebelión, y
también se expresaron discursivamente en torno a las representaciones y los contenidos de
la nación.11Los federales que se oponían a la guerra, marginados del poder en casi todas las
provincias, se articularon en torno a un sentimiento antiporteño que identificaban con el
liberalismo mitrista y rechazaban el orden que se buscaba imponer desde Buenos Aires. En
Entre Ríos, donde el partido federal mantuvo su hegemonía bajo el liderazgo de Urquiza,
esa oposición a la guerra se manifestó en la prensa, en la literatura militante de José
9
De acuerdo con Roberto Schmit, estas cifras representaban un porcentaje muy alto de participación de la
población masculina mayor de 14 años en las milicias provinciales, alrededor del 60% al 70% en 1850, Ver
Schmit Roberto; Ruina y resurrección en tiempos de Guerra, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2004 pp177
10
Existe una amplia historiografía sobre la Guerra de la Triple Alianza, se han escrito cantidades de libros
acerca de ella y sigue siendo aún hoy objeto de investigaciones en el mundo, sin embargo, es un tema
escasamente abordado por la “nueva historia argentina” que viene renovándose desde la década del ochenta.
Entre los trabajos recientes realizados en Europa y otros países latinoamericanos, podemos mencionar:
Capdevila, Luc, Una guerra total: Paraguay, 1864-1870. Ensayo de historia del tiempo presente, Buenos
Aires, SB, 2010; Doratioto, Francisco Fernando, Maldita Guerra. Nova historia da Guerra do Paraguai, Sao
Paulo, Campanhia das letras, 2002; Guinot, Dolores, La Guerra Grande (1864-1870), La Triple Alianza
secreta contra el Paraguay, Madrid, Imagine Ediciones, 2005. En nuestro país, se están desarrollando varias
tesis de doctorado, y podemos mencionar el ya citado texto del historiador correntino Dardo Ramírez Braschi
(2004) y los trabajos de Liliana Brezzo (1995; 2007). Para el tema de las resistencias que generó en las
provincias del interior, ver: De la Fuente Ariel; Los hijos de Facundo, Caudillos y Montoneras de la provincia
de la Rioja durante el proceso de Formación del Estado Nacional Argentino (1853-1870), Buenos Aires,
Prometeo, 2007; Bragoni, B y Miguez, E; Un nuevo orden político, Provincias y Estado Nacional, 1852-1880,
Buenos Airea, Biblos, 2010.
11
En esa perspectiva se inscribe la investigación que está realizando Baratta, Victoria, ver su trabajo, “La
identidad nacional durante la Guerra del Paraguay. Representaciones, lenguajes políticos y conceptos en el
diario La Nación Argentina (1862-1870)”en Almanack. Guarulhos, n.03, p.82-98, 1º semestre de 2012.
Hernández y Olegario Víctor Andrade y alcanzó su mayor manifestación en la deserción de
las tropas en los campamentos de Basualdo y Toledo.

Recientemente la historiografía ha tratado el fenómeno de la deserción de las tropas de


línea, especialmente en estudios dedicados a los sectores subalternos,12 sin embargo, los
desbandes de las tropas entrerrianas convocadas para integrar el ejército aliado han sido
prácticamente ignorados, con las a excepción de un artículo que aborda directamente el
tema escrito por Beatriz Bosch a fines de la década de 1950 y las menciones en los trabajos
de algunos historiadores identificados con las corrientes revisionistas como: Fermín Chávez
y León Pomer, fundamentalmente, como señalamos, para destacar la impopularidad y
resistencia que generó la guerra en las provincias del interior y el litoral.13

En trabajos que estudian el problema de la deserción de las tropas de línea en otros


períodos, se ha indicado que esta cuestión constituye una vía de acceso para el estudio de
las configuraciones identitarias de los sectores subalternos porque en el acto de desertar es
posible visibilizar prácticas y representaciones centrales de estos actores que dan cuenta de
un entramado de pertenencias, un mundo de valores y lealtades propias. 14Tomando esta
perspectiva consideramos que la identidad federal de las tropas entrerrianas fue un factor
clave que permite interpretar los desbandes de Basualdo y Toledo como actos políticos en
12
En los trabajos que han abordado el tema se ha interpretado la deserción como una práctica de resistencia de
los sectores subalternos contra las prácticas abusivas de las autoridades, representadas por reclutadores y
oficiales, a partir del análisis de los sumarios militares. Pero también cruzando la información de los archivos
policiales y judiciales, se han podido complejizar las motivaciones de los desertores y de este modo se ha
considerado que la deserción no sólo consistía en una práctica criminalizada, considerada un delito por las
autoridades o un acto de resistencia contra las mismas, sino que a la vez formaba parte de la vida cotidiana de
una cultura de guerra. Ver: Di Meglio, Gabriel, Viva el bajo pueblo. La plebe urbana Buenos Aires y la
política entre la Revolución de Mayo y el rosismo, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2007, pp.165-171.
Fradkin, Raúl, O, “Asaltar los pueblos. La montonera de Cipriano Benítez contra Navarro y Lujan en
diciembre de 1826 y la conflictividad social en la campaña bonaerense”, Anuario IEHS, n° 18, Buenos Aires,
2003, pp.87-122. Fradkin, Raúl, y Ratto, Silvia “Desertores, bandidos e indios en las fronteras de Buenos
Aires, 1815-1819”, Secuencia. Revista de historia y ciencias sociales, n° 75, 2009, pp.13-41.
13
El artículo de Bosch, Beatriz:”Los desbandes de Basualdo y Toledo” , Revista de la Universidad de Buenos
Aires - 5ª época, tomo 4, Buenos Aires; Universidad de Buenos Aires, 1959, pp. 213-245. La referencia a los
desbandes en otros trabajos en Chávez, Fermín, Vida y muerte de López Jordán, Buenos Aires, Ediciones
Theoría, 1957; Pomer, León, Cinco años de Guerra Civil en la Argentina (1865-1870), Buenos Aires,
Amorrortu editores, 2000.
14
Rabinovich, Alejandro, “El fenómeno de la deserción en las guerras de la revolución e independencia del
Río de la Plata. Elementos cuantitativos y cualitativos para un análisis. 1810-1829” Estudios
Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe, Tel Aviv, Vol.22, 1, enero-junio 2011, pp.33-56.
el contexto de disputa y redefinición de las identidades político partidarias que implicó la
Guerra del Paraguay.

En este capítulo nos proponemos analizar la problemática a partir de la correspondencia


sobre los desbandes entre Urquiza, las autoridades nacionales, los jefes políticos
departamentales y algunos oficiales de menor rango de la provincia, con los objetivos de
reconstruir la percepción de los diferentes actores según su posicionamiento en la estructura
de poder -Nación/Provincia, Organización Militar entrerriana- atravesada por la pugna
federalismo/liberalismo e identificar algunos componentes específicos del federalismo de
los sectores subalternos.15

Desde el inicio del conflicto, a partir de la invasión paraguaya a Corrientes, Mitre y sus
ministros, Urquiza y los jefes políticos intercambiaron una prolífica correspondencia sobre
la coyuntura que fue desencadenando la Guerra. Muchas son cartas oficiales, escritas como
representantes de los cargos públicos que ocupaban, pero también hay correspondencia
privada y confidencial que trasluce miradas, intereses y estrategias políticas, que se fueron
elaborando a medida que se desarrollaban los hechos.16

Los desbandes en la correspondencia: la perspectiva de las autoridades nacionales

La organización del ejército nacional para combatir en la Guerra del Paraguay no resultó
una tarea sencilla para las autoridades nacionales.17Mitre le exigió a Urquiza armar un

15
Nos queda aún por realizar el seguimiento de los desbandes en la prensa local donde escriben algunos de los
letrados que en los años setenta van a conformar el núcleo central de la dirigencia jordanista, como así
también seguir relevando el Fondo Urquiza del AGN, sumarios militares, correspondencia militar, jefatura de
policía, entre otros.

16
La correspondencia consultada se encuentra en el Archivo Mitre, en el Fondo Urquiza del Archivo General
de la Nación y en el Fondo López Jordán de la Academia Nacional de la Historia
17
A fines de mayo y principios del junio, el congreso argentino dictó las leyes militares para formar el ejército
nacional. Estaría formado por 10.000 soldados de línea existentes, algunos “enganchados” y condenados a
“servir las armas” la mayor parte, y 15.000 “guardias nacionales”. La Guardia Nacional estaba compuesta por
toda la población masculina comprendida entre los 17 años y los 45 años los casados, y los 50 años los
solteros. La totalidad de los 15.000 hombres estaría integrada por “contingentes” provenientes de cada
provincia en forma proporcional a su población, y si no encontraran el número suficiente se podría recurrir a
los “enganches” mediante paga. Ley Nro. 131 (02/06/1865) "Ejército de veinticinco mil hombres para la
guerra con el Paraguay". Leyes Nacionales, Tomo II, Librería La Facultad, Buenos Aires (1918), AGN.
cuerpo de ejército de cinco mil hombres, 18 a diferencia de las demás provincias que debían
reunir dos batallones de quinientas plazas cada uno. Las tropas entrerrianas debían situarse
en un punto fronterizo en retaguardia de la provincia de Corrientes hasta tanto el presidente
se pusiera al frente de todas las fuerzas nacionales.19

Los dirigentes del gobierno nacional tenían una percepción optimista sobre la guerra,
pensaban que duraría poco tiempo y que muy pronto podían reunir una fuerza superior a los
22 mil hombres para marchar sobre el territorio correntino.20 Una vez que Mitre dejó
inaugurado el Congreso Nacional, dejó a su vicepresidente, Marcos Paz, a cargo del Poder
Ejecutivo y marchó con sus fuerzas a Entre Ríos para asumir el mando como jefe de las
fuerzas de la Triple Alianza. Ya en Concordia, con el objetivo de intercambiar cuestiones
tácticas, arregló una entrevista con Urquiza para el 3 de julio, quien se encontraba con sus
tropas en el campamento de Basualdo.

Aún no se habían reunido cuando Mitre recibió la noticia del desbande de las tropas
entrerrianas. Benjamín Virasoro, Benjamín Victorica y Manuel Caraballo fueron los
encargados de informarle personalmente lo que había ocurrido y también el propio Urquiza
le envió una carta confidencial con la explicación de los sucesos. Le informaron que ante lo
ocurrido la reunión no podía realizarse, ya que Urquiza había regresado al campamento a
ocuparse del problema.

Al conocer sobre el desbande de las tropas entrerrianas, Mitre le envió una carta al
vicepresidente Marcos Paz, donde le comunicaba que, según Virasoro, Urquiza iba muy
quebrado pero que a pesar de todo tenía confianza y que si no se desmoralizaba, podría

18
Carta de Mitre a Urquiza, Buenos Aires, 17 de abril, 1865, Archivo Mitre. “Guerra del Paraguay”, Tomo
II, Buenos Aires, 1911, pp.112.
19
Como plantea Pablo Buchbinder la provincia de Corrientes fue el escenario mismo de la guerra en territorio
argentino, un escenario que puso en relevancia que el conflicto no puede analizarse como una contienda
meramente internacional, en Buchbinder, Pablo, Caudillos de la Pluma y hombres de acción . Estado y política
en Corrientes en tiempos de la organización nacional. Buenos Aires: UNGS-Prometeo, 2004.
20
Carta de Mitre a Urquiza, Buenos Aires, 24 de mayo, 1865, Archivo Mitre, “Guerra del Paraguay”, Tomo
II, Buenos Aires, 1911, pp 151.
impedir el mal que afectaba a esa provincia y concurrir más eficazmente que antes a las
operaciones de la guerra.21 Sin embargo, también le expresó que:
“Por supuesto que el general Urquiza como caudillo ha caído en Basualdo, y que una
revolución se ha operado en Entre Ríos, revolución que tendrá su repercusión más tarde,
pues por lo que es hoy, el resultado es puramente negativo para los que indirectamente lo
han promovido, explotando el egoísmo y las preocupaciones del soldado. Sin que esto
quiera decir que ese hecho no tomase las formas alarmantes de una reacción si no se
adoptasen las medidas eficaces para prevenirla.”22

En la perspectiva de Mitre, Urquiza había perdido poder porque los desbandes ponían de
manifiesto una reacción contra el caudillo, promovida por sectores que tenían la capacidad
para “explotar” las motivaciones individualistas de los soldados, que si bien habían
fracasado, seguían siendo una amenaza si no se adoptaban medidas eficaces. Los soldados
no se movilizaban en forma autónoma, sino manipulados por quienes conspiraban contra el
comandante entrerriano. Asimismo, más adelante continuaba:
“El general Urquiza, con menos poder personal que antes, tiene hoy en Entre Ríos un
poder moral cual nunca lo ha tenido, pues además del partido que siempre le ha de seguir
en todos los caminos, es en su provincia el representante de la causa argentina, y el
defensor del honor nacional, al cual se halla vinculada no sólo la seguridad de su
territorio sino la garantía del orden local en lo presente y lo futuro, pues todos
comprenden que, eliminando su influencia, esta provincia sería un caos en que los
caudillejos se tomarían a puñaladas, para ser dominados por cualquiera que fuese
vencedor.”23

Claramente Mitre reconoce a Urquiza como un representante de la “causa argentina” en su


provincia, y si bien expresa que el partido lo acompaña, resulta interesante marcar el
contraste que plantea Mitre, entre el poder personal debilitado de Urquiza y su mayor poder
moral que tiene su fuente de legitimidad en la adhesión al orden nacional. De esa unión

21
Carta de Mitre a Marcos Paz, Concordia, 10 de julio, 1865, Archivo Mitre, “Guerra del Paraguay”, Tomo
V, Buenos Aires, 1911, pp 234.
22
Idem, pp.235
23
Idem, pp. 236
depende no sólo la seguridad del territorio sino la garantía del orden local entrerriano en el
presente y el futuro.

Estas afirmaciones nos permiten señalar dos cuestiones, por un lado, la representación de la
“causa argentina” que le atribuye Mitre a Urquiza es lo que vuelve al líder entrerriano una
figura clave como interlocutor para las autoridades nacionales, al mismo tiempo que opera
como garantía del orden interno provincial y la otra cuestión está vinculada al significado
de la guerra y al rol que le asigna como defensor del honor nacional.

Con respecto al primer punto, ha sido señalado24que Urquiza lideró una postura dentro del
federalismo entrerriano que sin perder de vista los intereses locales, adoptó una estrategia
de negociación con el gobierno nacional en contraste con otros grupos, que también, dentro
del federalismo provincial comenzaron a manifestar una visión distinta sobre cómo debía
construirse un espacio nacional defendiendo la autonomía provincial, que en este contexto,
se expresó fuertemente en su oposición a la guerra.25 El gobierno de Mitre no reconocía a
estos últimos grupos como interlocutores y de hecho el propio presidente y algunos de sus
colaboradores pensaban que entre ellos se encontraban los instigadores o promotores del
desbande.26Para las autoridades nacionales Urquiza es el representante de la causa nacional
y de su adhesión depende su legitimidad y el orden interno de su provincia.

La otra cuestión está vinculada al significado de la guerra. Mitre presenta a Urquiza como
el defensor del honor nacional: él es quien ha convocado a las tropas entrerrianas para
reivindicar el honor de los argentinos mancillado por la invasión paraguaya al territorio
nacional, no a la provincia de Corrientes. En ese sentido, la guerra cumple un rol central en
la afirmación de la identidad nacional ya que se propone como el modo de dejar atrás las
24
Schmit, Roberto (2010), “El poder político entrerriano en la encrucijada del cambio, 1861-1870” en,
Bragoni, Beatriz y Míguez, Eduardo (coordinadores), Un nuevo orden político. Provincias y Estado Nacional,
1852-1880, Buenos Aires, Biblos, pp-119-145.
25
Olegario de Andrade y José Hernández son dos de las figuras de la élite letrada más trascendentes que
plantearon su oposición a la guerra y que luego estarían vinculadas al jordanismo. Al respecto puede verse:
Halperin Donghi, Tulio; José Hernández y sus mundos, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1985
26
En una carta dirigida a Juan A. Gelly y Obes, Mitre le informa sobre las explicaciones que ha recibido
sobre el desbande por parte de los enviados de Urquiza y agrega: “El general Urquiza ha sido víctima de
miserables intrigas de algunos de sus jefes, entre los que parece haber sido cabecilla López Jordán.” Carta
de Mitre a Juan Andrés Gelly y Obes, julio, 1865, Archivo Mitre, “Guerra del Paraguay”, Tomo III, Buenos
Aires, 1911. También aparecen mencionados Benjamín Virasoro, Manuel Navarro, José Ignacio Espíndola,
Dolores González y otros oficiales.
discordias del pasado, para reafirmar la unión de las provincias en contra de un enemigo
exterior. A ese llamado ha respondido con lealtad el general Urquiza. Por esa razón, Mitre
le ofreció el apoyo del gobierno nacional para que procediera “con energía” y le expresaba
que no era necesario que intentara reunir iguales fuerzas que bastaban tres mil o cuatro mil
hombres. Y le comentaba a Marcos Paz que así sería más útil:
“(…) un general de división y no una entidad al frente de un fantasma como el que se ha
disipado en Basualdo, tal vez para fortuna nuestra después de lo que hemos visto que
encerraba. Por lo que hemos visto es mejor que esa fuerza se haya deshecho antes de que
nos hubieran abandonado o traicionado (…) porque su espíritu no estaba formado y al
contrario nos era hostil.

Hoy la reacción que se opera, no dudo que va a producir un nuevo sentimiento que dará
razón de ser a los esfuerzos del patriotismo vinculando el interés local al de la nación, y
estimulando el entusiasmo de la provincia en el sentido de concurrir a una guerra justa y
gloriosa en la que todos irían a pelear en la defensa del territorio menos los
entrerrianos.”27

Alarmado por los sucesos de Basualdo, Marcos Paz, a cargo del Poder Ejecutivo Nacional,
se reunió con los ministros. En carta a Mitre le informaba que había decidido armar un
cuerpo de ejército, mayormente de caballería, en la ciudad de Rosario bajo las órdenes de
Emilio Mitre. El objetivo era asegurar Santa Fe, donde no sería extraño intentasen hacer
algo los de Entre Ríos. Marcos Paz temía que la sedición se extendiera entre los
contingentes y opinaba que deberían reunir ocho mil o diez mil hombres para imponer
respeto a los descontentos entrerrianos.28

Por su parte, Guillermo Rawson, ministro del interior, se dirigió a Mitre para expresar sus
reparos con respecto a la convocatoria de las tropas entrerrianas. Señalaba tres puntos: por
un lado, que la fuerza que Urquiza quería reunir era excesiva, por otro, que la organización
y denominación de “ejército entrerriano” iba en contra del tenor de la constitución nacional
y contra las conveniencias políticas y por último, no se explicaba la elección de Calá como
27
Carta de Mitre a Marcos Paz, Concordia, 10 de julio, 1865, Archivo Mitre, “Guerra del Paraguay”, Tomo
V, Buenos Aires, 1911, pp.236-237
28
Carta de Marcos Paz a Mitre, Buenos Aires, 11 de julio, 1865, Archivo Mitre, “Guerra del Paraguay”,
Tomo V, Buenos Aires, 1911, pp.239.
punto de reunión de las fuerzas, cuando estaba el campamento general del ejército nacional
a tan corta distancia pudiendo integrarse sucesivamente por batallones. Por consiguiente,
afirmaba:
“El espíritu de la provincia es hostil porque así lo han formado la prédica de unos y la
culpable tolerancia de otros. (…) De suerte que su organización en ejército aislado del
nacional y respirando aquella atmósfera deletérea, no permite esperar que sean de alguna
utilidad en la hora del conflicto; antes serian una amenaza constante, o por lo menos, un
motivo serio de zozobra para los que exponen su honor y su vida en la contienda”.29

No obstante las objeciones de los miembros de su gabinete, desde el cuartel general de


Concordia, Mitre le comunicaba a Rawson a través de una carta a Marcos Paz, en la que
respondía también al general Juan Andrés Gelly y Obes y a Rufino Elizalde, sus
impresiones de los sucesos de Basualdo. En ella expresaba que comprendía bien la
gravedad y el alcance de lo sucedido y que había considerado que no debía quedar impune,
tanto por el honor y el crédito de la administración nacional, cuanto por la moral del
ejército. No obstante, estaba convencido, porque había recibido detalles de lo ocurrido de
centenares de personas, “de que lo que allí ha ocurrido ha sido un verdadero motín
anónimo” y que era muy difícil averiguar sus autores por medios legales. Por tal motivo,
consideraba que no era posible proceder de otra manera que apoyando al general Urquiza:
“Necesito aprobar su proceder para darle el apoyo moral necesario para sus trabajos.
Cuando se trata de sublevaciones u otros actos análogos cometidos por los guardias
nacionales, como era el caso, de todos los que formaban parte del ejército entrerriano, no
se puede castigar con todo el rigor de las ordenanzas, es político y más adecuado a los
intereses del país facilitar los medios de reparación. (…) Por las circunstancias especiales
de esta provincia, no podemos castigar a los criminales, ni reorganizar sus elementos
militares, ni aún, en el peor caso, neutralizarla sino valiéndonos del mismo Urquiza. Si
Urquiza reúne nuevas fuerzas, manifestará más poder que prescindiendo del hecho, el
gobierno nacional no se mostrará así vencido, ni su autoridad aparecerá desconocida”30
29
Carta de Rawson a Mitre, Buenos Aires, 23 de julio, 1865, Archivo Mitre, “Guerra del Paraguay”, Tomo V,
Buenos Aires, 1911, pp.13
30
Carta de Mitre a Gelly y Obes, Concordia, 14 de julio, 1865, Archivo Mitre, “Guerra del Paraguay”, Tomo
III, Buenos Aires, 1911, pp.38-39
Para Mitre quedaba claro que no podían prescindir de Urquiza y que la articulación del
gobierno nacional con la provincia dependía de la reafirmación del poder del líder
entrerriano.31 Ahora bien, en una carta personal que le escribió a Gelly y Obes, sostenía que
el general Urquiza:

“…de buena fe está dispuesto al bien, pero que a esta altura de la situación, ni comprende
de más cosas que las viejas que pasaron de moda hace muchos años. Pero es importante
que concurra moralmente, para honor del país y confianza de los aliados, aunque no ha de
tirar un tiro en esta ocasión.” 32

Si bien las autoridades nacionales dudaban sobre las fuerzas que pudiera volver a reunir
Urquiza, Gelly y Obes le manifestaba a Mitre la importancia de la participación de todos
los contingentes de las provincias en la guerra, así afirmaba:
“La ausencia del contingente entrerriano, deja en las filas del ejército de la República, un
vacío que es indispensable que sea llenado tan luego como sea posible, porque es
necesario que cada una de las provincias esté representada en la defensa del honor
nacional ofendido y que tenga igual participación en los sacrificios y las glorias
comunes.”33

Las fuerzas entrerrianas fueron nuevamente convocadas. Tres meses después de los sucesos
de Basualdo, se encontraban en el campamento de Yuquerí preparadas para marchar hacia
Arroyo Toledo. Urquiza mantenía una fluida correspondencia con Mitre por cuestiones
tácticas, y esperaba sus órdenes para seguir hacia el norte, cuando en la noche del 4 de

31
En este contexto, desahuciar a Urquiza y reprimir militar y judicialmente por el fuero federal a la provincia
de Entre Ríos (como en La Rioja o San Luis) hubiera significado para Mitre, abrir un frente de conflicto
frontal con un territorio muy cercano al escenario bélico y que la guerra pudiera convertirse en una guerra
civil antes que en una contra un enemigo externo.

32
Carta de Mitre a Gelly y Obes, Concordia, 24 de julio, 1865, Archivo Mitre, “Guerra del Paraguay”, Tomo
III, Buenos Aires, 1911, pp. 47
33
Carta de Gelly y Obes a Mitre, Buenos Aires, 15 de julio, 1865, Archivo Mitre, “Guerra del Paraguay”,
Tomo II, Buenos Aires, 1911, pp.228.
noviembre se inició el segundo desbande de las tropas de Entre Ríos en el campamento de
Toledo. Unos días después, Urquiza le comunicó a Mitre, en una carta confidencial, los
nuevos sucesos, reconociendo su desaliento e impotencia:
“Mi querido presidente y amigo: Temo que sean tan estériles mis esfuerzos y mis
sacrificios para concurrir a la guerra de una manera honrosa para esta provincia. Me
cuesta sufrir tan cruel desengaño; V.E. puede considerar que todo me sería preferible a la
necesidad de darle cuenta de tan fatal circunstancia.”34

Notificado Mitre de los acontecimientos, desde el cuartel general establecido en Costa del
arroyo Vatel, se comunicó con Marcos Paz, a quien le adjuntó la carta confidencial de
Urquiza. En términos de las necesidades operativas del ejército aliado y la retirada de las
tropas paraguayas del territorio correntino, le expresaba que podría prescindir del
contingente de Entre Ríos, y de hecho, le hubiera ordenado licenciar las tropas en su
totalidad. Sin embargo, consideraba que dadas las circunstancias, esa provincia debía
cumplir con sus deberes en la lucha nacional, ya que el crédito de la república se
encontraría dañado si una de las provincias más importantes se rebelaba contra las órdenes
de la autoridad nacional.35 Por ese motivo le escribió a Urquiza impartiéndole nuevas
órdenes:
“(…) reconociendo que V.E. ha procedido con todo acierto y energía para contener el mal,
debo manifestarle, que la circunstancia referida de la retirada del enemigo, los triunfos
alcanzados sobre el por la parte del Uruguay, y el estado y poder del ejército aliado a mis
órdenes, no hacen ya tan indispensable la incorporación del contingente de esa provincia
en el número ordenado; y aun cuando podría absolutamente prescindirse de él, en vista de
los hechos ocurridos, el honor de la República y el crédito de la misma provincia de Entre
Ríos, hacen indispensable que ella sea dignamente representada en este ejército con un
contingente de sus leales y valientes hijos.”36

34
Carta de Urquiza a Mitre, Toledo, 11 de noviembre, 1865, Archivo Mitre, “Guerra del Paraguay”, Tomo II,
Buenos Aires, 1911, pp.245.
35
Carta de Mitre a Marcos Paz, Costa de Vatel, 17 de noviembre, 1865, Archivo Mitre, “Guerra del
Paraguay”, Tomo III, Buenos Aires, 1911, pp.
36
Mitre a Urquiza , Costa de Vatel, 14 de noviembre, 1865, Archivo Mitre, “Guerra del Paraguay”, Tomo II,
Buenos Aires, 1911, pp 247-248
En consecuencia, Mitre le ordenó a Urquiza que dispusiera de una división de caballería,
de mil hombres, dos batallones de infantería y un escuadrón de artillería con sus respectivas
piezas para incorporarse al ejército nacional a la brevedad.

Las dificultades internas le impidieron a Urquiza enviar la totalidad de las fuerzas


solicitadas. En enero partieron de Paraná dos batallones de infantería y el escuadrón de
artillería, que llegaron a comienzos de marzo al cuartel general de Ensenadita. Desde allí,
Mitre le comunicó a Urquiza que la fuerza de la provincia de Entre Ríos ya estaba integrada
al ejército nacional para completar su instrucción de manera que el día del combate pudiera
participar a la par de los demás cuerpos. En la carta le expresaba su reconocimiento:
“He hecho ya la debida justicia a los patrióticos y recomendables esfuerzos de V.E para
reunir, organizar y remitir al ejército argentino, el contingente que acordamos
contribuyese a esta guerra la provincia de Entre Ríos, estos esfuerzos son tanto más
meritorios cuanto que V.E, ha tenido que luchar con serios inconvenientes para llegar al
fin que se ha arribado. El honor y el crédito de esa provincia y de su gobierno, han
quedado bien puestos, y es un acto de justicia que lleno como un agradable deber repetirle
que a V.E es debido en gran parte tan satisfactorio resultado.”37

El empeño en contar con las fuerzas entrerrianas, evidencia la importancia que tenía para
Mitre la incorporación de los contingentes de las provincias al ejército nacional para
combatir en la guerra del Paraguay. Desde su perspectiva, la guerra contra un enemigo
exterior, debía desvanecer las luchas entre facciones, partidos y provincias y estimular la
unión argentina. La deserción de las tropas entrerrianas era minimizada porque el tiempo de
las discordias había pasado, los hombres desbandados no representaban los intereses de la
nación, ni siquiera los de su provincia. Los soldados habían sido conducidos por
instigadores de las luchas facciosas, enemigos de la causa nacional.
De esta manera, con las invocaciones a la unión nacional, Mitre legitimaba la supremacía
del comando militar del Estado nación por sobre las provincias. En una carta a Urquiza,
expresaba que una vez que las fuerzas entrerrianas tomaran conocimiento que los primeros
contingentes que se incorporaron al ejército “fraternizaron y se llevaron en entera unión y
37
Mitre a Urquiza , Cuartel general, Ensenadita, 3 de marzo, 1866, Archivo Mitre, “Guerra del Paraguay”,
Tomo II, Buenos Aires, 1911, pp 262
concordia con sus hermanos de las demás provincias argentinas”38se sentirían estimuladas
a prestar de buen grado sus deberes con la nación.
Sin embargo, a Urquiza le llevó casi un año reunir el contingente que su provincia prometía
aportar a la guerra con el Paraguay, es que para algunos sectores el conflicto internacional
comprometía identidades y alineamientos políticos internos.

La perspectiva de Urquiza

Unos días antes de la invasión paraguaya a Corrientes, Urquiza le escribió a Mitre


ofreciéndole su mediación para lograr un acuerdo entre Paraguay y Brasil:
“Estoy para ello a las órdenes de V.E. y nada sería para mi más satisfactorio que obtener
el restablecimiento de la paz en esta parte de América y hacer salir airoso en su iniciativa
al primer magistrado de mi país.”39

Urquiza no imaginaba que la guerra iba a tocar tan pronto el territorio argentino, pero en su
carta ya reconocía a Mitre como jefe de la nación y se ponía a sus órdenes. Esta posición,
que mantuvo a lo largo de todo el conflicto evidencia una solidaridad con la nación y el
gobierno nacional que proclamó, tal como plantea Halperín Donghi, “más explícitamente
que nunca en el pasado”.40Así, notificado por Mitre acerca de la invasión paraguaya, le
escribía:
“Ha llegado el momento en que las palabras deben hacer lugar a los hechos. Nos toca
combatir de nuevo bajo la bandera que reunió en Caseros a todos los argentinos. Me
congratulo de ello porque la felicidad de esta campaña fiada al tino y al patriotismo de
V.E mientras dará gloria a la República puede dar por resultado seguro extirpar del todo
las disensiones políticas que antes han dividido al país.”41

38
Mitre a Urquiza, Rincón de los Zeballos, 4 de diciembre, 1865, Archivo Mitre, “Guerra del Paraguay”,
Tomo II, Buenos Aires, 1911, pp.250.
39
Urquiza a Mitre, Uruguay, abril, 1865, Archivo Mitre, “Guerra del Paraguay”, Tomo II, Buenos Aires,
1911, pp. 112.
40
Halperin Donghi, Tulio, Una nación para el desierto argentino, Buenos Aires, CEAL, 1982, pp.75.
41
Urquiza a Mitre, Uruguay, 19 de abril, 1865, Archivo Mitre, “Guerra del Paraguay”, Tomo II, Buenos
Aires, 1911, pp. 114.
Para Urquiza, la guerra requería la participación de todos los argentinos y la eliminación de
las divisiones políticas internas. Si algunos sectores esperaban que el jefe nacional del
federalismo abandonara la lealtad que había manifestado desde Pavón con el gobierno
mitrista, su respuesta fue inequívoca. Para el líder entrerriano, la agresión externa le daba a
la guerra una dimensión nacional.

A partir de ese momento Urquiza se comprometió a aportar el mayor contingente de tropas


provinciales, en el que iba incluida la gloriosa caballería entrerriana. El éxito del
reclutamiento fue celebrado en Corrientes donde la movilización de tropas había
encontrado mayor resistencia.42 Sin embargo, a pesar del éxito de la convocatoria también
en Entre Ríos se plantearon algunos cuestionamientos que el gobierno provincial consideró
una falta de patriotismo hacia los ciudadanos que defendían la causa nacional.43

En la madrugada del 4 de julio, mientras Urquiza se encontraba en la estancia de Gregorio


Castro para dirigirse al encuentro con Mitre en Concordia, recibió tres notas, con el mismo
contenido, que le informaban que en el campamento de Basualdo las tropas habían
comenzado a desbandarse. Los partes están firmados por Benjamín Virasoro, Mariano
Querencio y Pedro Martínez. Según informaban, a la noche se oyó una gritería de vivas y
un grupo de soldados de las divisiones de Nogoyá y Victoria, comenzaron a irse hacia el
campo, en dirección a Entre Ríos, con sus armas y municiones. 44 Ante estos
acontecimientos, Urquiza decidió regresar al campamento de Basualdo y desde allí envió
una carta confidencial a Mitre donde exponía su opinión sobre las causas que provocaron el
desbande:
42
“La impopularidad y la resistencia a la contienda en Corrientes, siempre causaron, por otra parte,
especial preocupación por parte de quienes conducían los ejércitos de la alianza (…) múltiples testimonios
señalan la falta de resistencia que opusieron vastos sectores de la sociedad correntina a la invasión
paraguaya.” Buschbinder, Pablo, op. Cit. 149-150.
43
El gobernador José María Domínguez le escribe al Ministro de Guerra informándole que habían apresado
en Concordia a Juan Coronado, un individuo que se encargaba “en desacreditar la causa nacional de
manera subversiva, desmoralizando a los ciudadanos que marchan a sostener la honra nacional” y
dificultando el reclutamiento. Bosch, op. Cit. pp217. También se planteaba la oposición a la guerra y al
reclutamiento a través de la prensa. Evaristo Carriego, redactor de El Litoral, fue acusado por el jefe político
de Paraná por sus “publicaciones anárquicas”, haciendo referencia a dos sueltos antimitristas publicados el 15
y 17 de junio. Citado por Chávez, Fermín, op cit. 144.
44
Virasoro, Querencio, Martínez a Urquiza, Archivo Mitre, “Guerra del Paraguay”, Tomo II, Buenos Aires,
1911, pp. 218-220.
“Pero los falsos rumores de mi viaje, las producciones de la prensa recordando nuestra
antiguas disensiones torpemente comentadas, la bebida agitando todo, esto quizá y otras
causas han producido un desorden que tal vez no hubiese ocurrido estando aquí, o que
hubiese contenido a mejor tiempo.”45

En la explicación de los motivos hay una minimización de lo ocurrido, que califica como
un “desorden”. Si bien menciona en primer y segundo término, los “falsos rumores” de su
viaje y la prensa explotando las “antiguas disensiones”, con lo cual reconoce el malestar
que generaba su nuevo alineamiento político, todos los factores parecen tener el mismo
peso “agitados” por la bebida y, fundamentalmente, considera que hubieran sido
neutralizados con su presencia en el campamento. Sin embargo, continuaba diciendo en la
misma carta:

“Siempre conseguí hacer regresar grandes grupos pero como se habían ido muchos, y
algunos leales servidores que sólo el extravío del momento ha podido arrastrar, he creído
conveniente mandar a los jefes y oficiales de las fuerzas que habían sufrido el desbande,
con las que quedaban para que traten de volver a venir. Entrar a perseguir, sería quizá
provocar la montonera, lo que no ha de suceder, tenga completa confianza en ello. Tengo
la fe en volver a reunir mayor número que el que se ha ido.”

De hecho, Urquiza, consiguió hacer regresar algunos grupos, pero la magnitud del
desbande, junto a la presencia de “leales servidores”, lo llevó a decidir el licenciamiento de
todas las tropas para volver a convocarlas más adelante. Hasta este momento, conservaba la
confianza en su liderazgo y en la adhesión de su pueblo. En una carta dirigida al coronel
Manuel Navarro, le aseguraba que no dudaba de la lealtad de “sus” entrerrianos, que no
olvidaban los veintitrés años de constantes esfuerzos para llegar a donde se encontraba la
provincia y proseguía:
"Cuando digo que la cuestión de hoy, no es cuestión de partido, sino una cuestión
eminentemente nacional es porque se ha mansillado el honor de la patria a quien todos
nos debemos. Y si estoy al lado del Presidente de la Nación, es porque nosotros debemos

45
Urquiza a Mitre, 5 de julio, 1865, Archivo Mitre, “Guerra del Paraguay”, Tomo II, Buenos Aires, 1911,
pp.220-221.
hacer efectivo el grandioso pensamiento de mayo de 1851 consignado en la Constitución
Federal que los pueblos argentinos se dieron en 1853.” 46

La guerra no es cuestión de partidos, por encima de ellos se encuentra la nación. La


Constitución de 1853 da base jurídica al poder nacional y son sus principios los que resalta
Urquiza en este momento político. Su alineamiento con Mitre queda justificado en la
defensa del honor de la patria. A sus jefes políticos les pide que tengan confianza en él,
porque en el último tercio de su vida no va a cometer una infamia conduciendo su pueblo a
la ruina. 47
Sin embargo, no resultó fácil la segunda convocatoria, entre los meses de julio y noviembre
los jefes políticos trabajaron activamente para volver a concentrar las fuerzas. El desbande
de Arroyo Toledo sorprendió a Urquiza en su propia presencia. Ya desde su residencia en
San José le escribió a Marcos Paz una extensa carta para informarle lo ocurrido. Le
explicaba que las noticias sobre la retirada del enemigo a Paraguay con la idea de que no
hacía falta llevar la caballería motivó la decisión de desmontarla. Según su informe, este
hecho, perturbó la moral de las tropas que empezaron a desbandarse. La orden de licenciar
se dio a tiempo de contenerlo “cuando sólo faltaban ocho cientos hombres”. Hubiera
podido continuar la marcha pero comprendió, que en estas circunstancias, era más
importante para la nación, reforzar el orden y la paz en la provincia que agregar fuerzas al
ejército aliado. Su principal temor era que la dispersión y la persecución ordenada a los
desertores promovieran la anarquía y la montonera, si él se alejaba de la provincia. Se
comprometía a castigar a los promotores y enviar a los demás a engrosar los cuerpos de
infantería y artillería. Concluía la carta afirmando:
“Puede V.E estar tranquilo de que si esta provincia no concurre, como yo hubiese
deseado, a la guerra, no causará a la Nación conflicto alguno, respondo de su orden y
tranquilidad interior…”48

46
Urquiza a Manuel Navarro, San José 21 de julio, 1865, Fondo Urquiza, AGN.

47
Idem.
48
Urquiza a Marcos Paz, San José, 3 de diciembre, 1865, Archivo Mitre, “Guerra del Paraguay”, Tomo II!,
Buenos Aires, 1911, pp.408.
En estas circunstancias, la participación del contingente entrerriano en la guerra, quedó
subordinado al restablecimiento del orden al interior de la provincia. En consecuencia,
Urquiza comisionó a diversos jefes del ejército entrerriano 49a tomar las medidas necesarias
para corregir los desórdenes que el desbande pudiera ocasionar y perseguir y capturar a los
desertores. Los promotores o los que estaban ligados con circunstancias agravantes debían
ser fusilados y el resto integrados a los cuerpos de infantería y artillería. Hubo ejecuciones
y persecuciones en toda la provincia y en los meses siguientes fueron remitidos a San José
individuos capturados por las autoridades militares y civiles. Finalmente, el 20 de enero de
1866, ocho meses después de la primera convocatoria, Urquiza envió los contingentes con
las tropas entrerrianas desistiendo de participar personalmente en la guerra. Cuando los dos
batallones50 fueron remontados, le escribió a Mitre:

“Estoy satisfecho de haber logrado que la provincia cumpla con su deber, aunque no sea
la forma que yo hubiera deseado, y permitiéndome en persona acreditarle lo que tantas
veces le dije, que sabría ser buen subalterno del que fue mío en Caseros, honrándome en
esta campaña, así, tanto, como en aquella, tan justa como lo será gloriosa.
La provincia queda moralizada y tranquila, yo espero que podrá servir aún
importantemente a la conservación del orden en la República y del prestigio de la
autoridad que V.E. inviste”51

Nos parece interesante señalar como a lo largo del proceso se produce un viraje en el rol
que Urquiza pretendía tener en la guerra: desde agente diplomático o mediador al de
solícito militar subalterno Más llamativo resulta, todavía, la coincidencia de miras con

49
Comisiona a los generales: Almada en Gualeguaychú, a Urdinarraín en Gualeguay, a Galarza en Victoria y
Nogoyá, y a López Jordán en Paraná y La Paz.
50
Fue una labor ardua formar los batallones de artillería e infantería que sumaron poco menos de 800
hombres, muchos eran desertores capturados luego del desbande de Toledo. Las tropas fueron llevadas por el
propio Urquiza desde San José acompañado por Pedro González y Simón de Santa Cruz como coroneles al
mando. A principios de marzo arribaron al cuartel general de Ensenadita incorporándose como batallones nro,
2 y 3 de las guardias nacionales.
51

Urquiza a Mitre, San José, 20 de enero, 1866, Archivo Mitre, “Guerra del Paraguay”, Tomo II, Buenos
Aires, 1911, pp.261.
Mitre sobre su propio rol. Es así, que aún reconociendo que el contingente entrerriano
estaba lejos de ser lo que había deseado, no dejaba de expresar su satisfacción por el deber
cumplido y el restablecimiento del orden en la provincia. En este punto, otra cuestión clave
para mencionar es que la acción represiva corrió a su cargo y no de fuerzas externas a Entre
Ríos. La provincia quedaba moralizada y tranquila, sin embargo, el triunfador de Caseros,
se ubicaba como un buen subalterno del vencedor de Pavón…

La perspectiva de los jefes políticos

Como hemos dicho, inmediatamente que se conoció la noticia de la invasión paraguaya, los
jefes políticos departamentales52 recibieron la orden de convocar las tropas para reunirlas en
el campamento de Calá. Ellos estaban en contacto estrecho con los oficiales intermedios
que tenían una relación más cercana con los soldados y fueron quienes brindaron los
informes de lo que iba aconteciendo. Uno de los principales protagonistas, por la prolífica
correspondencia que mantuvo con Urquiza y con el gobernador de la provincia José María
Domínguez durante los sucesos, fue el coronel y jefe político de Nogoyá, Manuel Navarro.
En una carta redactada unos días después del desbande de Basualdo, le describió al
gobernador provincial los sucesos. En principio comentaba que todos los jefes de división
como él, fueron llamados por el capitán general para comunicarles que ese mismo día, 3 de
julio, Urquiza había partido para entrevistarse con Mitre y dejaba al general Benjamín
Virasoro al frente del de ejército. Expresaba que:”Esa noticia circuló en todo el Ejército, al
parecer sin que causase impresión alguna” 53Sin embargo, proseguía relatando que en la
noche, después del toque de silencio, el jefe de su cuerpo le informó que salían grupos de
cincuenta y cien hombres, del 2do Regimiento de la división, al que se iban sumando otros,
pasando entre los claros de los escuadrones gritando:

” ¡Vivas! Al General Urquiza y ¡Mueras! Al Presidente de la República. Ese mismo


pelotón de gente se paró en el centro de mi División y allí les empezó a hablar a mis
soldados, diciéndoles:”Compañeros, el Capitán General se ha ido a su casa y es necesario
52
Los jefes políticos tenían un papel clave como articuladores de las relaciones entre el gobernador y los
sectores subalternos. Si bien en este momento el gobernador de la provincia era José María Domínguez, este
le reportaba inmediatamente a Urquiza. Sobre la importancia y funciones de los jefes políticos ver Roberto
Schmit, (2008), (2010), y capítulos 2 y 4 del presente libro.
53
Carta del coronel Manuel Navarro a José María Domínguez, Nogoyá, 10 de julio, 1865, Legajo Urquiza,
AGN.
que también nosotros nos vamos, no sean tontos, no se dejen engañar”. Entonces se
pusieron a ensillar, casi a la vez, como 200 hombres, que fueron también a formar a
retaguardia dando entusiastas vivas al Capitán General”.54

De su testimonio surge la importancia asignada a los rumores que generó la partida de


Urquiza, como una causa de los desbandes. Los jefes de división estaban informados sobre
la reunión del general entrerriano con Mitre en Concordia, ya que se estaba preparando
desde tiempo atrás. Probablemente, entonces, que las tropas aceptaran la idea de que
Urquiza se había vuelto a su casa, y los vivas a su persona y mueras a Mitre, expresan lo
que los soldados esperaban del caudillo, y reflejan como entendían las lealtades en este
contexto.55

La carta de Navarro seguía el relato de los sucesos contando que mientras estaba reunido en
el campamento con el general Virasoro, les llegó el parte que las divisiones de Victoria y
Nogoyá se iban sublevadas, empezando a desertar, ya de día, la de Gualeguay. Virasoro le
ordenó que les dijera que si desertaban y volvían a la provincia no cometieran desórdenes y
proseguía: “Ese mandato no lo quize obedecer, porque no me pareció prudente. Ni mandé
oficial alguno, ni tampoco dije palabra a los soldados, pues, estaba seguro que al
hablarles no iba a quedar ni uno solo.”56

El reclutamiento de tropas había sido muy exitoso en relación con otras provincias, ahora
bien, los soldados entrerrianos tomaron la decisión de irse del campamento en masa y los
jefes de división y el propio Urquiza se vieron impotentes ante el hecho que aceptaron
como consumado.
Días después del licenciamiento de las tropas Manuel Navarro, le escribía a Urquiza desde
Nogoyá, reafirmándole su lealtad personal, “V.E debe estar convencido de que yo le
pertenezco, de que mi vida es suya; y por consiguiente V.E debe contar con seguridad, no

54
Idem.
55
De acuerdo con Ariel de la Fuente, durante la guerra, los rumores fueron una de las formas a través de las
cuales los federales se resistieron al reclutamiento De la Fuente (2007) pp. 227-228.

56
Carta del coronel Manuel Navarro a José María Domínguez, Nogoyá, 10 de julio, 1865, Legajo Urquiza,
AGN.
solamente con mi persona, sino con todos cuanto me pertenezcan.”57 Le garantizaba que
podía reunir las divisiones de Paraná, Nogoyá y Victoria cuando las llamara y como prueba
le adjuntaba cartas de sus subordinados entre los que estaban algunos de los sospechados de
instigadores del desbande. De acuerdo con Navarro, el contenido de las mismas reafirmaba
que: “los E.Rianos le pertenecen y que los sucesos pasados, son indudablemente
ocasionados por nuestros eternos adversarios. Cuando la toma de Corrientes por el Gral.
Paunero, la prensa de Bs.Ays. no tubo inconveniente en decir que los batallones, que se
habían batido allí, eran los mismos que en/Pabon habían quitado cuarenta piezas de
artillería a las chusmas coloradas. Esto u algo mas que se decía siempre, fue, a mi juicio
también lo que contribuyó mas eficazmente a producir descontento en el Ejercito.”58

En los meses siguientes frente a la nueva convocatoria, una preocupación de los jefes de las
divisiones fue afirmar su lealtad al general Urquiza y buscar una explicación de los sucesos.
Así, en varias cartas se adjudicaba la responsabilidad de los desbandes a la prensa porteña
que recordaba a los vencedores de Pavón sobre las “chusmas coloradas”, y hablaba de un
enfrentamiento entre los intereses nacionales contra el espíritu localista de las provincias,
alimentando antiguas rivalidades y el espíritu faccioso. En esa línea, Ricardo López Jordán
escribía:

“Te diré de paso que el desenfreno de la prensa de Bs Ays ha tenido buena parte de lo
ocurrido en Basualdo y sigue aún haciendo mucho daño. Si la cuestión – pues es
esencialmente nacional porque invocan a cada paso los vencedores de Pavón & & como tu
conoces y sobre todo con que derecho nos llaman localistas los que creen que la bien
aventuranza se encierra en la gran ciudad de Bs. Ays.”59

Tanto Manuel Navarro como Ricardo López Jordán fueron acusados por la prensa porteña
como promotores de los desbandes. “La Tribuna” y “La Nación Argentina” periódicos de

57
Manuel Navarro a Urquiza, Nogoyá, 28 de julio, 1865, Legajo Urquiza, AGN.
58
Idem.
59
Ricardo López Jordán a Félix Constanzó, Paraná, 28 de julio, 1865, Sección Manuscritos, Biblioteca
Nacional, Anexo Documental, en Bosch, op cit, pp.238.
Buenos Aires señalaron a estos oficiales y a otros de menor rango como autores de la
deserción y pidieron su castigo como traidores a la patria. 60 No es extraño entonces, que
estos jefes adjudicaran a la prensa porteña un rol clave en la explicación de los desbandes.
En palabras de Manuel Navarro:
“…creo sumamente peligrosos esos artículos, que en estas circunstancias sirven solo para
agriar a los hombres, y que podrían causar desgracias incalculables.”61

Debido a esta imputación a la prensa porteña, después del desbande de Basualdo, El


Nacional publicó un artículo, que con ironía, ponía en duda la lectura de los diarios por
parte de los soldados entrerrianos:
“Sabeís porqué se desbandó la división de Entre Ríos? Un jefe de Urquiza nos lo ha
repetido: por lo que contra este hombre hablan los diarios de Buenos Aires ¡Cómo me he
felicitado de tan plausible nueva! En Buenos Aires con cuatrocientas escuelas nuestros
gauchos no saben leer. Aquí con menos no hay soldado entrerriano que no sepa leer y
comentar un artículo de diario. Qué bueno está eso…”62

Sin embargo, se sabe que durante la guerra, en los campamentos de los aliados63 tanto como
en los paraguayos, circularon periódicos y surgieron diarios de trinchera que leían los
oficiales y que estaban dirigidos a los soldados. 64 Si bien, es difícil evaluar qué
conocimiento tenían las tropas entrerrianas en plena campaña sobre la prensa porteña y qué
impacto pudo tener la misma en los desbandes, es posible que la propia prensa federal

60
Manuel Navarro a Urquiza, Nogoyá, 30 de julio, 1865, Fondo Urquiza, AGN
61
Idem.
62
El Nacional, julio, 1865
63
Cándido López, el pintor de la Guerra, fue nombrado Teniente 1ro.cuando se incorporó al ejército porque
sabía leer, él pidió un cargo menor porque nunca había disparado un arma. En sus pinturas recreó la vida
cotidiana de las tropas en los campamentos y en varios de sus cuadros se ven escenas de soldados u oficiales
leyendo periódicos. Dada su intención de obrar como un cronista de la guerra, no debía ser una actividad
poco habitual. Ver Anexo de los cuadros al final del capítulo.
64
Luc Capdevila menciona que existía una prensa de guerra gubernamental que era repartida en el ejército.
Los redactores eran letrados patriotas que servían bajo bandera muy próximos a Solano López. Estos
periódicos estaban escritos en guaraní, estaban destinados a los soldados paraguayos. No obstante el autor
señala que la información pasaba fundamentalmente por la oralidad y los contextos de grupo. Capdevila, Luc,
op cit, pp.75-76,
entrerriana haya difundido esos artículos de los diarios porteños.65Probablemente, la
retórica descalificadora de la prensa porteña de las mismas fuerzas entrerrianas a las que se
les exigía contribuir en la guerra, afectó sobre todo a sus cuadros intermedios si todo el
tiempo les recordaban que debían subordinarse porque fueron vencidos en Pavón o eran
estigmatizados como localistas, traidores y analfabetos. Podemos pensar, entonces, que un
posible efecto fue irritar a los jefes intermedios que podían traducir esos discursos a la
oralidad, cumpliendo órdenes en abierta disconformidad.
En los meses siguientes al desbande de Basualdo, los jefes políticos de los departamentos
más afectados usaron todos sus recursos y medios para hacer volver a su gente. Enseguida
corrieron rumores de que había agitadores promoviendo la no concurrencia de las tropas. El
mismo coronel Navarro se quejaba de que hacía días que estaba acampando en María
Grande y que pocos hombres se estaban presentando, tanto, que algunos jefes y oficiales
llegaban solos. Le advertía a Urquiza, que eso se debía al éxito que estaban teniendo los
que “trabajaban” para que las tropas no asistieran y entre los instigadores mencionaba al
comandante Retamal, a Gerónimo Romero (alias el Chumbiao), al Alférez Mauricio
Godoy, todos hombres de López Jordán. A todos los acusaba de seducir a la gente,
incitándolos a no concurrir y pasarse a la división de éste:
“A todos estos pillos les ha sido fácil obtener éxito en sus trabajos, por que hacen
comprender a los soldados de que Ricardo no marcha, y V.E sabe bien que en
circunstancias como estas el que no marcha tiene siempre mas adeptos”66

Si bien, estas imputaciones reflejan que había grupos locales pensando en que López Jordán
podía asumir el liderazgo, representando otra alternativa para los federales entrerrianos, a lo
largo de todo el proceso de reclutamiento, éste se mostró leal y acatando las órdenes
impartidas por Urquiza.67

65
La prensa federal entrerriana tuvo un rol militante en contra de la Guerra y la conducción del gobierno
nacional, uno de esos periódicos fue El pueblo Entre-rriano(1862-1867) donde escribieron Olegario Víctor
Andrade, Francisco F. Fernández y Marcos Luis Funes y el periódico El Porvenir (1864-1867) fundado por
Olegario V, Andrade. Ambos clausurados en 1867.
66
Navarro a Urquiza, campamento en las puntas de la Cañada Grande, 23 de noviembre, 1865, Legajo
Urquiza. AGN.
67
Sobre la lealtad de López Jordán a Urquiza durante los desbandes y la convocatoria a las tropas, hay
evidencias en los hechos y los documentos. El tema ha sido tratado por Fermín Chávez, op. cit., pp. 146 a 149
Más allá de los rumores, de la acción de la prensa porteña, de los “trabajos” de quiénes
intentaban hacer fracasar el segundo reclutamiento, en la lectura de los jefes políticos se
percibe que las tropas plantearon su resistencia por motivos propios, que, consideramos,
estuvieron vinculados a un imaginario y una fidelidad política con lo que entendían era el
orden federal entrerriano.68

Los motivos de las tropas: una aproximación

El servicio de milicia y la guerra tuvieron un rol significativo en la conformación del orden


federal entrerriano. Como ha planteado Roberto Schmit, ambos fueron vitales para defender
y sostener el predominio militar de la provincia en la Confederación y al mismo tiempo
consolidar la gobernabilidad al interior del estado provincial. Pero, al mismo tiempo, en la
práctica, el servicio de milicia fue mucho más trascendente, porque constituyó el nexo
fundamental a través del cual los grupos dirigentes se vincularon con los sectores
subalternos.69
A medida que se incrementaban las necesidades de tropas y crecían las demandas de
guerra, sin recursos fiscales para sostener el ejército de línea, las autoridades utilizaron los
servicios militares como servicios a la patria, los cuales se convirtieron en el principal
recurso de aprovisionamiento de hombres y recursos materiales para el estado provincial.
Así, se fue estableciendo una negociación de servicios a cambio del reconocimiento de
derechos propios de los ciudadanos, que posibilitó a los sectores subalternos, el acceso a
bienes o el usufructo de tierras fiscales o de pastoreo, entre otras posibilidades.70

Al mismo tiempo, a través de los servicios a la patria y las experiencias colectivas que
resultaron del enrolamiento y las guerras federales se fueron desarrollando símbolos de
pertenencia y valores comunes que fueron conformando en las tropas un sentido de

68
Sobre el orden federal entrerriano y su crisis, ver Schmit Roberto, “Poder Político y actores subalternos en
Entre Ríos, 1862-1872”, Anuario IEHS 23, 2008, pp. 199-223, Schmit (2010), Schmit y Alabart, “Conflictos
políticos y justicia durante la crisis del orden federal en Entre Ríos, 1872-1874”, en Folia Histórica del
Nordeste, nro. 20, Resistencia, Chaco, Instituto de Investigaciones Geohistóricas, Facultad de Humanidades,
CONICET, 2012, pp. 49-72 y capítulos 3 y 4 de la presente edición.
69
Schmit Roberto, Ruina y resurrección en tiempos de Guerra, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2004.

70
Op cit, p. 182
identidad y pertenencia a la “familia entrerriana”. Lazos de solidaridad creados en los
combates por la defensa de la provincia. Urquiza, como el líder máximo en los servicios a
la patria, era considerado el “padre de la familia entrerriana”. Fue así, que su gobierno se
sostuvo sobre un fuerte poder de carácter personalista, un poder personal cimentado sobre
la fidelidad de los sectores subalternos en el intercambio de múltiples servicios y en las
experiencias comunes durante las campañas militares en defensa del federalismo. En ese
intercambio se fue conformando un imaginario cultural y político que sostenía el orden
federal entrerriano.71

¿Qué cambió en la década de 1860? Como es sabido a comienzos de 1860 se inició un


proceso de transformación institucional en Entre Ríos, que comenzó a modificar
profundamente las relaciones políticas y sociales entre las autoridades y los sectores
subalternos.72 En ese proceso resultó clave la aplicación de las Leyes de Tierras y de Vagos,
ya que ambas tuvieron un carácter socialmente excluyente y contribuyeron a profundizar la
pérdida de derechos consuetudinarios de los pobladores de la campaña entrerriana. 73 En ese
contexto de cambios, en el que comenzaron a modificarse las prácticas que habían
sostenido el orden federal provincial, se produjo el reclutamiento para la Guerra del
Paraguay.

Como hemos señalado, jefes políticos y comandantes militares de los departamentos


encabezaron las acciones para el reclutamiento. Si bien las milicias habían sido convertidas
en guardias nacionales, los mecanismos para la convocatoria de las tropas no habían
cambiado profundamente.74 Estar “bajo bandera” seguía significando un servicio

71
Schmit (2010) pp.204

72
Sobre el proceso de transformación institucional y como afecta las relaciones con los sectores subalternos,
Schmit, Roberto (2008) Schmit, y Alabart, (2011), y capítulo 4 de la presente edición.
73
Hemos tratado el impacto de las Leyes de Tierras y Vagos de 1860 en el capítulo 4 de la presente edición.

74
Un decreto provincial de julio de 1861 ordenaba el enrolamiento de todos los ciudadanos en la Guardia
Nacional de Infantería. Todo ciudadano residente en la capital, ciudades y villas debía presentarse en la
jefatura política de su departamento para ser enrolado en la Compañía de Infantería que le fuese asignada, y se
reunirían cada domingo para hacer ejercicios correspondientes por dos horas. Ante la inasistencia, una
circular posterior estableció penas para quienes no concurrieran cayendo la responsabilidad del cumplimiento
de las mismas en los jefes políticos Leyes y Decretos de la Provincia de Entre Ríos , Tomo VII- 1856-1861,
Biblioteca Instituto Ravignani.
obligatorio para la defensa de la tierra entrerriana. Los mecanismos de reclutamiento, los
términos de la negociación provenían de una tradición que permite entender el éxito de la
convocatoria. Sin embargo, en esta ocasión, las tropas fueron reunidas para participar en un
conflicto inédito, en una alianza con los antiguos enemigos: porteños y brasileños.75

Las guerras libradas a lo largo del siglo XIX tuvieron una dinámica regional que fue
generando tramas de vinculación y alianzas entre distintas facciones. Así, los blancos
uruguayos se encontraban unidos históricamente con los federales, y los liberales, como
antes los unitarios, se asociaban con los colorados y los brasileños. 76Este juego de alianzas
se había replicado en el reciente conflicto ocurrido en la Banda Oriental que tuvo un
impacto singular en el pueblo entrerriano con el sitio a la ciudad de Paysandú. Cuando se
convocaron las tropas a reunirse en el campamento de Calá, aun estaba muy vivo el
recuerdo de los bombardeos de la escuadra brasileña sobre los pobladores de la ciudad
vecina y muchos blancos uruguayos se refugiaron en Entre Ríos. 77Voces de protesta se
levantaron en la prensa, en las reuniones, en la correspondencia. El propio coronel Manuel
Navarro le envió una carta a Urquiza desde Nogoyá: “Mi querido general: Acabamos de
saber con profundo sentimiento la toma de Paysandú y la muerte de sus principales jefes.

75
Como ha sido señalado por la historiografía la guerra del Paraguay tenía origen y motivaciones facciosos, la
victoria liberal de 1861 sólo podía consolidarse a través de conflictos externos. Sin embargo las tropas no
veían a los paraguayos como enemigos y les costaba visualizar a los brasileños y los porteños como aliados.
Ver Halperin Donghi, (1982) pp74-75.
76
Sábato, Hilda, Historia de la Argentina, 1852-1890, Buenos Aires, Siglo XXI, 2012, pp.148.

77
La Guerra Oriental se desencadenó a partir de la invasión del caudillo colorado Venancio Flores al territorio
uruguayo en 1863. El imperio del Brasil y los liberales mitristas (aunque el gobierno se mantuvo neutral por
la vía diplomática) apoyaron a los colorados contra el gobierno de los blancos encabezado por el presidente
uruguayo Bernardo Berro Ya en el Uruguay V. Flores con la colaboración de la escuadra brasileña tomó el
Salto y continuó con éxito la campaña militar logrando poner sitio a la ciudad de Paysandú a fines de 1864.
La defensa de la ciudad, que no contaba con murallas, duró un mes, y nunca recibieron los auxilios que
esperaban. Una tregua les permitió evacuar parte de sus pobladores a la isla de la Caridad de jurisdicción
argentina. La violencia de los bombardeos desde el río y tierra destruyeron completamente la ciudad, aunque
los pobladores resistieron heroicamente hasta caer derrotados por un ataque final de la escuadra brasileña el 2
de enero de 1865. Los oficiales rendidos fueron ejecutados y muchos blancos emigraron a Entre Ríos donde
fueron bien recibidos. La derrota de los blancos y la toma de Paysandú conmovió profundamente a los
entrerrianos, la prensa y la literatura militante denunciaron el atropello, la impotencia y el descontento. Víctor
Olegario Andrade lo hizo a través de su conocido poema “Paysandú”: ¡Sombra de Paysandú! ¡Sombra gigante
que velas los despojos de la gloria!”. Sobre los federales disidentes y la Guerra Oriental ver Duarte, María
Amalia, Urquiza y López Jordán, Buenos Aires, Editorial Platero, 1974, pp.57-68.
Los atentados y crímenes que cada día cometen los infames brasileños, nos llenan de
coraje y solo ansiamos el momento de vengar la sangre de los mártires de Paysandú. Los
amigos creemos y esperamos que V:E no podrá mirar con calma los bárbaros crímenes de
los brasileños.78 Si pocos meses antes del comienzo del conflicto con el Paraguay, sus jefes
se expresaban de esta manera, resulta esperable entonces, que los soldados entrerrianos no
pudieran ver como aliados a los brasileños, a los colorados uruguayos y a los porteños con
quienes tenían que unirse para combatir contra el ejército paraguayo.

En este contexto, las autoridades nacionales y provinciales necesitaban encontrar


instigadores de los desbandes. José Ignacio Espíndola, un oficial de menor rango, imputado
como sospechoso de haber sido promotor del desbande de Basualdo, le escribió a Urquiza
una carta en la que explicaba porque estuvo entre los sublevados. Por un lado señalaba que:
“Soldado desde niño siempre he estado al lado de V.E y siempre le he tenido por amigo.-
Hoy que íbamos a defender una causa justa, una causa en que el honor se halla
comprometido, no podía faltar a mi deber de soldado y Entre Riano echar un borron en mi
carrera.-“79

Afirmaba así, su lealtad a Urquiza, a quien consideraba como “amigo”, al mismo tiempo
que definía una pertenencia identitaria: la de ser soldado y entrerriano. En otro fragmento
de su carta, Espíndola sostenía que no había sido autor, ni promotor del hecho:
“Envuelto en los sucesos de Basualdo, he sabido que se me tiene a mi en el número de los
autores de esa especie de sublevación. No he sido yo, Gral., el autor ni el promotor de este
hecho.- Si V.E. me ha visto en las filas de los sublevados ha sido porque empeñé mi
palabra a mis soldados la noche del suceso, de salir con ellos al día siguiente; esperando
con esta denora a que los Gefes superiores tomaran alguna medida para calmar los
ánimos.-“80

78
Manuel Navarro a J.J de Urquiza, 5 de enero, 1865, Fondo Urquiza, AGN, Citado por Fermín Chávez
(1957) pp.131-132 (archivada por error en fecha 5 de enero de 1864)
79
Jose Ignacio Espíndola a J. J. de Urquiza, Montoya, 4 de agosto, 1865, Fondo Urquiza, AGN

80
Idem.
Es interesante notar que su acción es explicada a partir de su palabra empeñada, la de
acompañar la decisión de las tropas de salir al día siguiente, al mismo tiempo que
esperando una respuesta de quiénes estaban en cargos superiores en la jerarquía de mando.
Es posible pensar que las milicias provinciales seguían operando como redes de
organización en su funcionamiento y en sus prácticas.
Para sorpresa de Espíndola, los oficiales no tomaron ninguna medida y cuando amaneció se
encontró forzado a seguir a sus soldados evitando, así, que cometieran males por donde
pasaban. Esa ha sido su participación en los sucesos de Basualdo, y si Urquiza lo
consideraba pertinente estaba dispuesto a someterse a un tribunal. Finalmente, concluía:
”Persuadase, Gral., ese suceso no ha tenido autor, ni promotor,- Ha sido un movimiento
escandaloso/sugerido a la mente de los soldados, que ni nombre puede señalársele.-81

Más allá de la intención de Espindola de desligarse de la imputación como promotor, es


interesante destacar su caracterización acerca de que ocurrió en la “mente de los soldados”,
sin instigadores, una decisión autónoma de la tropa. Consideramos que en esta decisión se
pusieron en juego identidades partidarias constituidas en la construcción del orden federal
entrerriano y que los desbandes fueron una forma de acción política.

Algunas Conclusiones

En Una Nación para el desierto argentino, Tulio Halperín Donghi se pregunta, sobre qué
federalismo podía sobrevivir a Pavón. De acuerdo con su planteo, luego de Caseros, la
solidaridad del partido encontraba una base de identificación en la Constitución Nacional
de 1853, y con la secesión de Buenos Aires, en los motivos antiporteños. Por consiguiente,
ese federalismo: constitucionalista y antiporteño, es el que debía sobrevivir a Pavón.
Asimismo, considera que Urquiza, el jefe nacional del federalismo no fue despojado de su
lugar legítimo por Pavón.82 Las rebeliones federales de la década del sesenta en el interior,
parecen demostrarlo, ya que el nombre del caudillo entrerriano servía para legitimar los
levantamientos y esto le daba al partido un carácter nacional.83

81
Ibidem.
82
Halperín Donghi, op cit, pp.84-85.
Sin embargo, el alineamiento inesperado de Urquiza con Mitre, fue desdibujando su figura.
Es así que en el contexto de la guerra aquí analizado, el caudillo entrerriano, aludía
constantemente a la necesidad de abandonar las divisiones partidarias, al reconocimiento de
la Constitución sancionada en 1853, y su total lealtad con el gobierno nacional mitrista. Esa
expresa solidaridad, contrastaba con la fuerte oposición que la guerra y el reclutamiento
provocaron en las provincias identificadas con el federalismo. Una resistencia que, como ha
sido señalado, transformó el reclutamiento en un conflicto social y político que adquirió
una dimensión nacional sin precedentes. En este contexto, el gobierno mitrista buscaba
fortalecer la alianza con el líder entrerriano, y asegurar su contribución a la guerra, fundada
más, en una proclamación política que, en la asistencia efectiva a través del contingente de
soldados. En tal sentido, frente a los desbandes de las tropas, la respuesta del presidente
fue el apoyo total a Urquiza para que restableciera el orden interno en tanto éste último
mantuviera su fidelidad a la “causa nacional”.

La posición asumida por Urquiza tuvo también un costo político al interior del federalismo
provincial que comenzó a enunciarse en este contexto. Como hemos dicho, los desbandes
de las tropas entrerrianas en Basualdo y Toledo, pusieron en evidencia un punto de fractura
en la relación de Urquiza con sus bases que asistieron a la convocatoria pero no marcharon
hacia Corrientes. En el contexto de las luchas entre unitarios y federales, se fueron
estableciendo lazos entre el caudillo y sus seguidores, que dieron origen a identidades y
lealtades partidarias conformando el orden federal entrerriano.

En nuestra opinión, en la década del sesenta, ese orden sufrió una fuerte erosión con los
cambios económicos, institucionales y políticos que se implementan en la provincia. En ese
contexto, cuando se produce el reclutamiento para la Guerra del Paraguay, persistía en las
tropas una identidad asociada a un imaginario y a un orden federal, del cual el
antiporteñismo era un componente fundamental, que no se correspondía con el discurso de
unidad nacional planteado por Urquiza a partir de la alianza con un gobierno nacional
identificado con la hegemonía porteña. Los desbandes de Basualdo y Toledo marcaron una

83
De la Fuente, op. cit. pp.230-231. Si bien su nombre sigue teniendo esa presencia, Urquiza no apoya los
levantamientos armados federales de la década del sesenta. Asimismo, Halperin Donghi afirma: “La
titubeante línea política que Urquiza adopta se revelará literalmente suicida”, Halperin Donghi, op cit. pp.77.
diferenciación de las tropas con respecto al mandato y al posicionamiento del general
entrerriano que contribuyeron a la fractura de ese orden basado en tradiciones paternalistas,
que habían unido a lo largo de su gobierno, a Urquiza con los sectores subalternos.

Con la libertad y la intuición que permite la literatura Ricardo Piglia pone en palabras de
Robustiano Vega, un protagonista de los desbandes, quien fue acusado del asesinato de
Urquiza años después:

“Fue por todo eso que yo lo hice. Pero ya había sucedido antes, la noche aquella en los
Bajos de Toledo, mientras la lluvia no nos dejaba respirar ocupando todo el aire. Esa vez
sucedió. Y no fue por divertirnos. Ni por miedo a pelear, como andan diciendo, sino por
coraje y porque el General ya no se mandaba ni a él. Y ésa fue la vez que se lo dijimos. Lo
que pasó después, es como si no hubiera pasado. Esto de que todo Entre Ríos ande con
voluntad de guerrear y gritando ¡Muera Urquiza! cuando para nosotros, los que peleamos
al lado de él, ya estaba muerto desde antes. Esa noche es la que importa. Con el cielo
sucio de la tierra y los esteros manchados por las fogatas, me la acuerdo más que a la otra
y me duele más, y ninguno de nosotros, de los que estuvo, se la olvida, porque fue como
despedirse”.84

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Revista de Historia, nro. 1, Universidad Nacional, Costa Rica, Heredia, 1975, pp. 21-84.

Anexo:
Cándido López: Campamento argentino en los montes de la costa del río Paraná,
frente a Itapirú, Abril 12 de 1866, Provincia de Corrientes (detalle)
Cándido López: Soldados paraguayos heridos, prisioneros de la batalla de Yatay (detalle)
Revista Tiempo Histórico. Santiago-Chile. Año 5 / N°9 / Segundo semestre 2014. /37-72/
UNIVERSIDAD
ACADEMIA
DE HUMANISMO CRISTIANO

JUECES INDÍGENAS, CACIQUES CRIOLLOS:


AUTONOMÍA Y ESTATALIDAD EN GUANACACHE,
MENDOZA (SIGLO XIX)

Diego Escolar*

Resumen Abstract
La narrativa de la composición blanca The narrative of white and culturally
y culturalmente europea de la Argentina se european people of Argentina was articulated
articuló a través de una clasificación oposicional through across classification of the popula-
de las poblaciones. Mientras la población y tions. While the pampeano-Patagonian and
sociedad de las áreas pampeano-patagónica chaqueño people and society were comfortably
y chaqueña fueron cómodamente definidas are defined by themselves as “Indians”, those
como “indios”, aquellas que ocupaban o
that were occupying or circulating along
circulaban por las áreas centrales de antiguo
dominio colonial español fueron pensadas the central areas of former colonial Spanish
como “criollos”. domain were thought as “Criollos”.
Partiendo del análisis de documentos From the analysis of documents preser-
preservados por pobladores de la travesía o ved by settlers of the voyage or Guanacache’s
desierto de Guanacache, en el centro de la desert, in the center of the Cuyo region
región de Cuyo (descendientes de los huarpes, (descendants from the Huarpes people, con-
considerados extintos en el siglo XVII), este sidered deceased in the 17th century), this
artículo aborda la existencia en la región, article approaches the demands and strategic
durante el largo período de conflagración from “gauchos” or “criollos” people, during
civil del siglo XIX, de demandas y estrategias the long period of civil conflagration in the
indígenas producidas por poblaciones conside- XIX century. The analysis reveals not only
radas “gauchas” o “criollas”. El análisis revela
the continuity of self-proclaimed recognition
no sólo la continuidad de reivindicaciones
autoproclamadas como indígenas por tierras, indigenous peoples for lands, justice and
justicia y autonomía entre las décadas de 1810 autonomy between the decades of 1810 and
y 1870 en un área de tradicional reclutamiento 1870 in an area of traditional montonero re-
montonero, sino la decisiva articulación de cruitment, but the decisive joint of the same
las mismas con la política local y nacional y ones with the local and national (policy) and
la construcción de la estatalidad republicana. the construction of the republican state.

Palabras Clave Keywords


Tierras indígenas – indígenas “criollos” – for- Indian lands – indigenous “criollos” – state-
mación del estado – guerras civiles argentinas building – Argentinian civil war

Recibido: 05 de mayo de 2015 Aprobado: 20 de julio de 2015

* Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Universidad Nacional de Cuyo, Université Sorbonne
Nouvelle París 3. E-mail: descolar@gmail.com

37

art2_Escolar.indd 37 25-09-2015 15:49:38


Jueces indígenas, caciques criollos: autonomía y...

E
n las postrimerías de la “campaña llegado a copiar la mitad, de inmediato
del desierto” de ocupación militar reconocí esos trozos de expedientes. Un
del territorio indígena pampeano conjunto más completo de los mismos,
y patagónico por el ejército argentino, un fajo de papeles amarillentos, rotos y
hacia 1879, un grupo de campesinos desordenados me había sido mostrado
de las lagunas Guanacache, territorio de por Juan Nievas en 2001, advirtiéndome
aproximadamente un millón de hectáreas primero su importancia dado que “había
al interior del territorio nacional entre las muerto mucha gente” para protegerlos,
provincias de San Juan, Mendoza y San ya que en su perspectiva eran la prueba
Luis, presentó al gobierno de Mendoza de que la tierra pertenecía a los actuales
un petitorio para proteger sus tierras que pobladores y durante más de cien años
estaban siendo usurpadas. El texto, elevado terratenientes con poder e influencia habían
por el comisario en funciones Rosendo querido secuestrarlos2. Los documentos
González y el anterior comisario Juan contenidos eran el testamento del cacique
Pelaytay, y firmado por los jefes de familia Jacinto Sayanca de 1752 legando a sus
locales, era acompañado por copias de indios una Merced Real de tierras que
expedientes judiciales de los siglos XVIII incluía casi toda el área de Guanacache,
y XIX que demostraban la propiedad co- un proceso judicial desarrollado por el
lectiva del territorio en tanto indios. Estos Protector de los naturales de las Lagunas
documentos fueron preservados hasta la entre 1833 y 1835 y un decreto de 1838
actualidad en archivos familiares de los del Gobierno de Mendoza reconociendo
descendientes de aquellos peticionantes, la posesión inmemorial de sus tierras por
además de encontrarse en el Archivo parte de los laguneros3. En ese momento,
Histórico de Mendoza (AHM)1. mi sorpresa fue mayúscula dado que si bien
hacía media década que venía investigando
Pocos meses antes de fallecer en un cómo en Cuyo habían persistido identifi-
barrio obrero de la ciudad de Mendoza, caciones indígenas a lo largo de los siglos
por ejemplo, Sixto Waldino Jofré me XIX y XX, no conocía ninguna evidencia
entregó fotocopias de estos documen- de antecedentes de tierras o demandas
tos, agrupados en un expediente que indígenas en el centro de la región durante
él denominaba “La Memoria” y que el período. Más aún, se consideraba un
según el demostraba “cómo la tierra ha hecho que las poblaciones indígenas del
sido siempre de los huarpes”. Habían área, los denominados huarpes durante
sido copiados a mano por su padre en el período colonial hispano, se habían
la década de 1920. Aunque sólo había extinguido en los siglos XVI o XVII. Pero

1 Copia del Esped[…] de D. Juan Escalante en […] los naturales de las Lagunas […] de un decreto del Gobierno […]do
gracia de terrenos en favor de[…] rales i del Testamento del Casique […] Don Jacinto Sayanca en 1752. Archivo de Juan Nievas,
Mendoza. Defensa realizada… ibid. por el defensor de pobres y ausentes a los indios laguneros, 10 de mayo de 1879, Archivo
Histórico de Mendoza (en adelante AHM) Carpeta 575 bis, Documento Nº 17. Si bien parte de esta documentación se encuentra
en el Archivo Histórico de Mendoza (AHM), fueron las versiones en archivos particulares que me permitieron llegar ubicarla.
En adelante, salvo indicación específica, citaré la versión que consta en el AHM, Carp. 575 bis, doc. 17, fol. 1-3. Estos documentos
y el proceso que analizaremos han sido trabajados ya en Escolar, Diego “Huarpes Archives in the Argentine Desert: Indigenous
Claims and State Construction in Nineteenth-Century Mendoza”, Hispanic American Historical Review, 93, (Durham 2013), pp 451-486.
2 Copia del Esped[…]… ibid.
3 “Defensa realizada…” ibid.

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Diego Escolar

más notable que estos documentos era el Mendoza, San Juan y San Luis comenzaron
hecho de que los textos fueron distribui- a reclamar la propiedad de las tierras del
dos, copiados, ocultados y preservados área de Guanacache que se mantenían en
entre distintas familias por personas casi litigio desde el siglo XVIII. Desde fines de
analfabetas que vivían dispersas entre sí la década de 2000, nuevas comunidades
por distancias de 5 a 20 kilómetros, en un locales reclamaron por sus tierras y se
territorio árido con un clima de extrema produjeron entregas de títulos de propie-
dureza donde sólo hace unos veinte años dad comunitaria que hoy en día alcanzan
comenzaron a formarse ínfimos caseríos. casi la mitad de la superficie reclamada.
Llamaba la atención también la nitidez Este artículo resume mis investigaciones
con que se revelaba la existencia no sólo sobre un período central de la historia de
de discursos, sino de demandas concretas, las tierras huarpes cuya reconstrucción ha
sostenidas y oficialmente reconocidas, en permitido en parte legitimar las deman-
las cuales pobladores de la campaña árida, das indígenas de tierras en la actualidad
tradicionalmente considerados “criollos”, mostrando su profundidad y continui-
se identificaban durante la mayor parte del dad histórica desde el período colonial
siglo XIX como indígenas. Este grado de hispano. Nuestra intención es también
detalle, la continuidad de las demandas mostrar el modo en que las estrategias
durante casi dos siglos, su atesoramiento de los campesinos locales y sus demandas
en archivos familiares de precarios ran- indígenas participaron de, y disputaron
chos del desierto o barriadas pobres de la, construcción del estado republicano al
la ciudad4, contrastaba con la seguridad mismo tiempo que negociaron e influyeron
con que la historiografía y la antropolo- en la política regional, así como revisar los
gía habían decretado la inexistencia de procesos de construcción y reproducción
identidades indígenas en el área desde el de identidades indígenas en la larga du-
período colonial temprano. ración, rompiendo la tradicional división
entre “indios” y “criollos” o en general
La reaparición de estos documentos entre los sujetos clasificados como indios
al comienzo del siglo XXI coincidió y en y el estado.
parte posibilitó la formulación exitosa de
demandas de tierras y reconocimiento de Pese a que la desaparición de las
identidades huarpes en tiempos recientes5. identidades indígenas del área de dominio
Hacia la década de 1990 comunidades colonial efectivo en el actual territorio
huarpes organizadas políticamente en argentino era considerado un hecho in-

4 Existe evidencia de los archivos familiares de los pobladores del área a principios del siglo XX. En 1925, tres años antes
de que el padre de Sixto copiara la “Memoria”, José Pozzi, ayudante del arqueólogo argentino Salvador Debenedetti,
escribió que Esteban González afirmaba poseer la copia de una escritura del Cacique Sayanca de 1713 que donaba a los
habitantes 400 leguas cuadradas, cuyo centro sería la actual capilla del Rosario. Un año después un poblador le mostró
a otro viajero el testamento del Cacique Sayanca, dueño de los campos a 10 leguas “a todos los vientos” de la Capilla
del Rosario. Salvador Debenedetti, XXIª Expedición del Museo Etnográfico de la Universidad de Buenos Aires a las Lagunas
de Huanacache, (Buenos Aires: Archivo del Museo Etnográfico de la Universidad de Buenos Aires, 1925); Alberto Castellanos,
Un viaje por las lagunas de Guanacache y el Desaguadero (Buenos Aires: Sociedad Luz, Universidad Popular, 1929).
5 Diego Escolar, Los dones étnicos de la Nación. Identidades huarpe y modos de producción de soberanía en Argentina
(Buenos Aires: Prometeo, 2007).

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Jueces indígenas, caciques criollos: autonomía y...

discutible, diversas investigaciones han Tucumán colonial y Córdoba, perteneció a


contribuido a evidenciar la continuidad la Capitanía General de Chile hasta 1777
de las mismas durante el siglo XIX. En cuando es anexada al naciente Virreinato
general, por lo menos a partir de lo que del Río de la Plata. Es decir, la historia
las fuentes permiten afirmar, la apelación reduccional de Guanacache y Cuyo está
a una condición indígena se produjo en el ligada a la administración colonial chilena.
marco de luchas judiciales sobre la propie- Queda por realizar una investigación com-
dad de la tierra. Estos casos corresponden parativa entre los procesos de reducción
al Tucumán Colonial (específicamente en y constitución de pueblos de indios, y
Jujuy y los Valles Calchaquíes) y Córdoba6, el impacto político e identitario de estas
y son comparables al de los Laguneros experiencias durante el siglo XIX entre el
de Guanacache en diversos aspectos: la norte y centro argentino y el norte chico
resistencia prolongada a la expropiación y centro de Chile, donde se ha produci-
de tierras o la lucha por el reconocimien- do una similar negación de la presencia
to legal de su propiedad, los embates a indígena durante el período republicano7.
mediados de la década de 1820 sobre las Otro aporte que propicia este artículo,
tierras de comunidad al calor de reformas finalmente, es la instalación de una historia
de inspiración liberal (Jujuy), la preser- y una antropología histórica indígena del
vación y ocultamiento de documentos centro de cuyo en el siglo XIX. En efecto,
coloniales de tierras (Amaicha y Colalao), para el caso de Cuyo carecíamos de inves-
y el eventual reconocimiento oficial de tigaciones que evidenciaran la existencia
derechos de tierras en tanto indígenas. El de identificaciones indígenas vigentes
estudio del caso de Guanacache contribuye durante el período independiente, no
también a una visión más amplia de este obstante en la literatura regional pueda
proceso, al mismo tiempo que presenta advertirse la obsesiva reproducción de un
algunas particularidades: la primera, es imaginario o fantasmagoría huarpe y en
que se trata de un territorio inserto en la algunos ensayos históricos se los proyecte
región de Cuyo la cual, al contrario que el sobre las montoneras8. Podríamos pensar

6 Entre otros trabajos: Ana Teruel y Cecilia Fandos, “Procesos de privatización y desarticulación de tierras indígenas en el norte
de Argentina en el siglo XIX”, Revista Complutense de Historia de América, 35 (Madrid 2009) : 233-255; Guillermo Madrazo, Hacienda y
encomienda en los Andes. La puna argentina bajo el marquesado de Tojo, Siglos XVIII y XIX (Buenos Aires, Fondo Editorial:
1982); Alejandro Isla, Los Usos Políticos de la Identidad. Indigenismo y Estado (Buenos Aires: Editorial de las Ciencias, 2002);
Cristina López, “Tierras comunales, tierras fiscales: el tránsito del orden colonial a la revolución”. Revista Andina, 43 (Cusco 2006): 215-238;
Sonia Tell, “Expansión urbana sobre tierras indígenas. El pueblo de La Toma en la Real Audiencia de Buenos Aires”, Mundo Agrario
10/20(La plata 2010): 1-31; Lorena Rodríguez, “‘Informar si el padrón que rige se conocen dos pueblos de Amaicha.’
Reestructuraciones socio-étnicas y disputas por tierras entre la colonia y la república.” Memoria Americana 18 (2)
(Ciudad autónoma de Buenos aires 2010): 280-81.
7 Hasta hace muy poco tiempo la mayoría de los historiadores y antropólogos asumían que la única población indígena
en Chile durante el período se encontraba en el territorio mapuche de la Araucanía. Para una refutación de este
arraigado supuesto ver entre otras aproximaciones el trabajo de Milton Godoy Orellana y Hugo Contreras Cruces
que demuestra la vigencia de identidades, tierras e instituciones indígenas a escaso centenar y medio de kilómetros de
Santiago, hasta el siglo XX. Milton Godoy Orellana y Hugo Contreras Cruces, Tradición y modernidad en una comunidad
indígena del Norte Chico: Valle Hermoso, siglos XVII al XX (Santiago de Chile: Editorial Universidad Bolivariana, 2008).
8 Escolar, Los Dones..., . Es posible encontrar estas asociaciones históricas de un imaginario huarpe por ejemplo en Domingo
Faustino Sarmiento, Vidas de Fray Félix Aldao y El Chacho (Buenos Aires: Argos, 1947 [1967]); Marcos Estrada, Martina
Chapanay, realidad y mito (Buenos Aires: Imprenta Varese, 1962); Hugo Chumbita, “Martina Chapanay, bandida y montonera”,
Todo es historia, 33 (Buenos Aires 1994): 36-42; David Rock por su parte también menciona que la principal
oposición política en San Juan durante las décadas de 1860 y 1870 se debía a la diferenciación social entre una población

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Diego Escolar

que esta carencia deriva de la falta de Tomando como eje los documentos
documentación pertinente, hecho que incorporados en los archivos familiares
sin embargo se desmiente en este mismo laguneros (el “archivo huarpe”) junto con
artículo. Creo que en gran medida se fuentes de archivos oficiales, abordaré la
inscribe en una dinámica más general de continuidad de reivindicaciones e identifi-
representación geográfica de la presencia caciones indígenas en el norte de Mendoza
o ausencia de población tipificada como y su relación con la movilización política
indígena en la propia historiografía y y la formación del Estado moderno en
antropología, que parecen haber dado la región durante la primera mitad del
por hecho la existencia de una división siglo XIX. Intentaré demostrar que los
casi ontológica entre sociedad indígena y laguneros de Guanacache, en la lucha
sociedad criolla. Esta clasificación (como judicial por las tierras de su comunidad,
las divisiones tipológicas entre sociedades consiguieron restablecer la legislación
tribales, jefaturas indígenas y el Estado, indiana en Mendoza en pleno período
indios y gauchos), permaneció en el independiente e inclusive lograron algo
grueso de los estudios actuales de historia inédito en este sentido para la Argentina:
indígena argentina, inclusive en algunos que un gobierno provincial republicano
que complejizaron las relaciones entre restableciera a demanda de pobladores
ambos grupos. El análisis y teorización de campesinos la institución del Protector
sujetos, identidades o prácticas políticas de Indios dos décadas después de haber
indígenas constitutivas de poblaciones sido abolida, y que tal institución conti-
y sociedades consideradas “criollas” o nuase vigente al menos hasta avanzada la
“gauchas” al interior de los territorios de década de 1840.
dominio provincial durante el siglo XIX
continuaba siendo un relativo punto
ciego, aunque trabajos como el de Ariel
Antecedentes tardo coloniales. Las
de la Fuente tematizaron el componente reducciones de indios en el centro
étnico de las poblaciones “gauchas” de la de Cuyo
campaña cuyana y los vincularon con la
conflictividad política general de la época, Para la mayoría de los historiadores
especialmente las luchas partidarias entre locales y nacionales el principal grupo o
unitarios y federales9. grupos indígenas de la zona, denomina-

blanca y urbana, asociada al partido liberal, y gauchos mestizos de áreas rurales, vinculados a identidades políticas federales,
pero esta apreciación no alcanza a ser demostrada. David Rock, “Civil war in nineteenth century Argentina: San Juan
1860-1861)”, Cuadernos de AHILA; Anthony MacFarlane and Marianne L. Wiesebron, Asociación de Historiadores
Latinoamericanistas Europeos (AHILA), Publicación electrónica (1998) 4.
9 Ariel De la Fuente, Children of Facundo (Durham and London: Duke UP, 2000). Para la puna, estudios anteriores trataron
la relación entre etnicidad y política en un momento muy tardío de las guerras civiles, y entendiendo a la primera como un dato
ya establecido, y en forma subordinada a la condición campesina. Gustavo L. Paz, “Resistencia y rebelión campesina en la puna
de Jujuy”, 1850-1875, Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani III,
4, (Buenos Aires FFyL 1991), 63-89; “Liderazgos étnicos, caudillismo y resistencia campesina en el norte argentino
a mediados del siglo XIX”. En Noemí Goldman y Nicolás Salvatore (Comps.) Caudillismos Rioplatenses.
nuevas Miradas a un Viejo Problema. (Buenos Aires: Eudeba, 2005), 310-346; Ian Rutdlege, “The Indian Peasant Rebellion
in the Higlands of Northern Argentina, 1872-1875”, The Journal of Peasant Studies, IV, 2 (Essex, 1977): 227-37.

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Jueces indígenas, caciques criollos: autonomía y...

dos huarpes, se habían extinguido en el la extinción de los huarpes. No obstante


siglo XVII por las levas españolas que los las Lagunas como otras áreas de Cuyo se
llevaron a trabajar en el Valle Central o convirtieron en una zona de refugio para
Norte Chico chileno, o por el mestizaje los huarpes que lograban evadir el control
y “aculturación” de los sobrevivientes10. colonial, que regresaban de Chile y tam-
La región de Cuyo fue colonizada desde bién, de refugiados mestizos, españoles,
Chile en la segunda mitad del Siglo XVI indígenas de otras procedencias y esclavos
a partir de la fundación de las ciudades africanos12. A esto contribuyó la dificultad
de Mendoza (1561) y San Juan (1562). de los españoles para incursionar entre
Denominada en sus inicios también como los cambiantes lechos palustres, dunas,
“provincia de Guarpes” abarcó desde el río bosques espinosos y nubes de insectos,
Jáchal al norte hasta el río Diamante, al como la abundancia de recursos (pesca,
sur, un vasto territorio en donde habitaban caza, agua, sal, madera y frutos) que per-
diversos grupos indígenas, según cálculos mitían una relativa autonomía económica
de la época entre 20.000 y 100.000 perso- de sus habitantes.
nas. Cuyo fue primero un corregimiento Pese a que se asume que los huar-
o provincia de la Capitanía de Chile y en pes se extinguieron hacia el siglo XVII,
1776 pasó a integrar el virreinato de Río existen numerosos datos de la presencia
de la Plata. El área de Guanacache, casi indígena en la región con bastante pos-
equidistante entre ambas ciudades, era terioridad, algunos de los cuales incluso
un gran conjunto de lagunas y esteros fueron contradictoriamente evocados
formados por los ríos Mendoza y San por aquellos que sustentan la “narrativa
Juan al este de la Cordillera de los Andes y de extinción” huarpe, y aunque se afirma
constituía a la llegada de los conquistadores reiteradamente la extinción o asimilación
uno de los núcleos más importantes de los huarpe o indígena en el siglo XVII, existe
grupos indígenas denominados Guarpes o evidencia documental, muchas veces
huarpes. Durante los siglos XVI y XVII, referida por los propios autores como
levas masivas de huarpes a Chile por parte prueba de la “extinción”, de la conti-
de encomenderos radicados al este de los nuidad de estrategias grupos, apellidos,
Andes motivaron numerosas quejas de disputas territoriales e identificaciones
sacerdotes11 y alimentaron la narrativa de indígenas13. Durante los dos primeros
10 Salvador Canals Frau, “Etnología de los huarpes. Una síntesis.” Anales del Instituto de Etnología Americana VII (1946): 9-147;
Catalina T. Michieli, Los Huarpes Protohistóricos (San Juan: Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Museo-UNSJ, 1983);
María del Rosario Prieto “El proceso de aculturación de los huarpes de Mendoza” Anales de Arqueología y Etnología XXIX-XXXI,
(Mendoza 1976): 237-72.
11 Alvaro Jara, “Importación de trabajadores indígenas en el siglo XVII.” Revista Chilena de Historia y Geografía 124 (Santiago
1958); José Aníbal Verdaguer, Historia eclesiástica de Cuyo. Volumen I. (Milano: Premiata Scuola Tipográfica Salesiana, 1931);
Michieli, Los huarpes protohistóricos…; María del Rosario Prieto, “Formación y consolidación de una sociedad en un área marginal
del Reino de Chile: la provincia de Cuyo en el siglo XVII”, Anales de Arqueología y Etnología 52-53 (Mendoza 1997-1998): 17-366;
Jaime Valenzuela Márquez, “Indios urbanos: inmigraciones, alteridad y ladinización en Santiago de Chile (siglos XVI-XVII)”.
Historia Crítica 53 (Bogotá 2014): 13-34; y “Indígenas andinos en Chile colonial: inmigración, inserción espacial, integración
económica y movilidad social (Santiago, siglos XVI-XVII)”, Revista de Indias LXX/250 (Madrid 2010): 749-778.
12 Juan Draghi Lucero, La cabra de plata (Buenos Aires: Castaneda, 1978); Juan Bialett Massé, Informe sobre el estado de las clases obreras
argentinas a comienzos de siglo (Buenos Aires: CEAL, 1985 [1904]), 415-18.
13 Escolar, Los dones, étnicos de la Nación... Ver Prieto, “Formación y consolidación de una sociedad…, 1998; Michieli, Los huarpes
protohistóricos…; Realidad socioeconómica de los indígenas de San Juan en el siglo XVII (San Juan: IIAM, UNSJ, 1996);
La fundación de villas de San Juan (siglo XVIII) (Buenos Aires: Sociedad Argentina de Antropología, 2004).

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Diego Escolar

siglos de la conquista se habían formado capilla, elemento de legitimación de la


en Cuyo diversas reducciones, tanto de existencia de una reducción. La reiterada
huarpes y yacampis en el norte de Men- negativa a trasladarse determinó que se
doza y San Juan como de chiquillanes, fundara el pueblo de indios en el punto
puelches y pampas en el centro y sur de solicitado por el propio cacique donde los
Mendoza, hasta el río Diamante, aunque indígenas tenían sus pasturas y aguadas16.
con escasa continuidad14. En el siglo XVIII Otros beneficios les fueron adjudicados
recrudecieron los esfuerzos por reducir a a cambio de una reducción que se reveló
los indígenas y mestizos de la campaña incompleta. En la primera mitad del siglo
cuyana y desde 1748 la Junta de Pobla- XVIII, dada la resistencia de los indígenas
ciones de Chile promovió que los indios a reducirse a pueblo, se les habría ofrecido
de Corocorto, Jáchal, Valle Fértil y las además de los derechos sobre sus tierras,
Lagunas fueran reducidos a pueblo, y el eximirlos del pago de tributo por veinte
obispado de Chile formó un curato en años17 medida que entró en vigencia al
las Lagunas15. parecer en forma definitiva ya que durante
el resto del siglo XVIII visitadores eclesiás-
Sin embargo, existen indicios de que ticos reclamaron contra la ilegalidad de su
el proceso de fundaciones de pueblos fue cobro por parte de autoridades seculares18,
negociado en condiciones relativamente y en 1785 el Marqués de Sobremonte (go-
favorables a los indígenas, debido tal vez bernador de la Intendencia de Córdoba a
a una relativa fortaleza territorial de los la que perteneció Cuyo en los inicios del
mismos y una debilidad del control colonial Virreinato del Río de la Plata) reconoció
en la campaña cuyana. Los indígenas por que los habitantes de los pueblos de las
una parte hallaron conveniente el estatus Lagunas de Guanacache y Mogna “por
de reduccional para proteger sus tierras su constitución” no pagaban tributo19.
y por el otro consiguieron mantener su Esta exención del tributo a cambio de
modo de vida y ocupación del territorio, una reducción a pueblo más nominal que
en especial su patrón disperso de asenta- real, es una diferencia sustancial con las
miento. Cuando en 1751 se notificó a los vecinas Córdoba y La Rioja donde para
indígenas de Mogna y Ampacama, en el la época existían numerosos pueblos de
norte de San Juan, que debían concurrir indios tributarios que en algunos casos
a la fundación de la Villa de Jáchal, el continúan pagándolo hasta la segunda
cacique de Mogna se negó aduciendo que mitad del siglo XIX20. Pero sobre todo, con
en esta última localidad tenían sus pasturas el pacto colonial tal como lo caracterizó
y el cura le había encargado construir una Tristán Platt, que intercambiaba con los

14 Verdaguer, Historia eclesiástica de Cuyo...; Prieto “Formación y consolidación de una sociedad...17-366.


15 Verdaguer, Historia eclesiástica de Cuyo...; Romualdo Ardissone y Mario F. Grondona, La instalación aborigen en Valle Fértil
(Buenos Aires: Instituto de Geografía, FFyL, Universidad Nacional de Buenos Aires, 1957); Michieli, La fundación de villas...
16 Michieli, La fundación de villas..., 151-166.
17 Verdaguer, Historia eclesiástica de Cuyo..., 316, 319-20; Ana Fanchin, “Integración de áreas periféricas en Cuyo al promediar
el siglo XVIII.” Revista de Estudios Trasandinos 4 (Santiago 2000): 285-95.
18 José Torre Revelo, El Marqués de Sobre Monte, gobernador intendente de Córdoba y Virrey del Río de la Plata (Buenos Aires: Peuser, 1946).
19 Torre Revello, El Marqués de Sobre Monte..., 30, XCVI, XCVII.
20 Rodríguez, “‘Informar si el padrón que rige...”.

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Jueces indígenas, caciques criollos: autonomía y...

indios tierra por tributo21. En nuestro gena en Cuyo a fines del período colonial,
caso, ratificando las consideraciones de como hemos dicho la etnohistoria local
Doucet sobre la gran variabilidad de apli- había dictaminado la desaparición de la
cación del tributo, los indígenas parecen población indígena basándose en la escasez
haber obtenido la tierra sin haber tenido de indios de encomienda hacia fines del
obligaciones efectivas para con el estado siglo XVII y la ausencia de registros de tri-
colonial22. butarios con posterioridad26. Sin embargo,
censos de fines de la colonia y principios
Si bien la reducción de los indios del período independiente señalaron un
a pueblo había tenido éxito en Mogna y significativo conjunto de población indí-
Corocorto (esta última sobre el Río des- gena para las tres provincias de Cuyo, no
aguadero en el límite sureste del área de obstante no contabilizaran a los indígenas
las Lagunas,) en los pueblos de las Lagunas fuera del dominio gubernamental. Una
de Guanacache, Asunción, San Miguel y matrícula de 1777 del Corregimiento de
Rosario, los indígenas sistemáticamente Mendoza, que incluía Mendoza, San Juan
abandonaban los solares demarcados para y San Luis, censó 4168 indios sobre un
dispersarse23. Sin embargo, más allá de total de 23411 (sin incluir la población
su materialización efectiva, la condición alejada de centros urbanos). Un censo de
reduccional permitió a los indígenas 1812 del primer período independiente
defender sus derechos territoriales con contó 9261 indios sobre un total de 43204
posterioridad. En 1785 Sobremonte ad- personas censadas, aunque no permiten
mitió que no podía dar lugar a los reclamos verificar la población correspondiente a
de vecinos de la ciudad de San Juan para las Lagunas. Lamentablemente, además,
apropiarse de tierras en Guanacache y en aunque permiten determinar la existencia
Mogna porque los indígenas tenían “Real de un conjunto significativo de población
Provisión” de la audiencia de Chile sobre clasificada como “india”, los datos son muy
la propiedad de sus tierras24, hecho que deficientes para establecer cifras confiables
más tarde en 1807 le reclamaría al propio de población27.
Sobremonte el Protector de indios de
Corocorto25. Como veremos, más allá de su éxito
o continuidad hasta el fin del período
Pese a las evidencias de la presencia y colonial hispano, las reducciones de
relativa importancia de la población indí- Guanacache fueron invocadas en el siglo

21 Tristan Platt, Estado boliviano y ayllu andino (Lima: Instituto de Estudios Peruanos, 1982).
22 Gastón Doucet, “La abolición del tributo indígena en las Provincias del Río de la Plata: indagaciones en torno
a un tema mal conocido.” Revista historia del Derecho (Buenos Aires 1993): 21 1-207.
23 Prieto, “Formación y consolidación de una sociedad de frontera...”; Fanchin, “Integración de áreas periféricas en Cuyo...”;
Michieli, La fundación de villas...
24 Torre Revello, El Marqués de Sobre Monte..., XCVI, XCVII.
25 AHM, Carp. 27, doc. 50, 1807; Adolfo Omar Cueto, “La legislación hispánica sobre tierras y su vigencia en la Mendoza colonial
(siglos XVI-XIX)”. Revista de Estudios Regionales 3 (Mendoza 1989): 65-108.
26 Michieli, La fundación de villas...; Prieto, “Formación y consolidación de una sociedad de frontera...”.
27 Torre Revello “La población de Cuyo a principios del período independiente, 1777 y 1812”, Boletín del Instituto de
Investigaciones Históricas 77-78/23 (Ciudad de México 1939): 77-84. Documentos recabados por Torre Revello evidencian que los propios
responsables regionales del censo advertían sobre la falta de idoneidad de los censistas y dificultad de acceso en la campaña, y
a diferencia del segundo censo, en el primero no se especifica si se contabiliza a las mujeres, aunque si se contabilizan “párvulos”.

44 Revista Tiempo Histórico

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Diego Escolar

XIX para sustentar derechos territoria- terializaron en una legislación unificada


les. Los pueblos de Asunción, Rosario hasta la sanción del código Civil en 186930.
y San Miguel se mantuvieron como los
principales distritos de lo que en el siglo Aunque hasta el momento no hay
XVIII y XIX se denominó el “partido de datos precisos sobre la desvinculación
las Lagunas” y en ellos se asientan hasta la de los derechos de los pueblos de indios
actualidad las tres capillas principales que de Cuyo sobre sus tierras, todo parece
visitaban distintas órdenes, en particular indicar que nuevas disposiciones para el
los jesuitas hasta su expulsión, siendo aún acceso a la propiedad de inspiración liberal
dicho territorio tierra de misión. producidas en la década de 1820 fueron
el disparador de renovados intentos de
Hacia fines del siglo XVIII y princi- apropiación de las mismas, en particular
pios del XIX la capacidad de los indígenas en el área de Guanacache, por parte de
para resistir la exacción de tierras fue cada le elite política y económica regional. En
vez menor. Gran parte pasó a manos de 1823 el Gobernador de Mendoza Pedro
españoles en donaciones o cesiones fra- Molina dictó un decreto “reglamentando
guadas, nominalmente efectuadas por los el denuncio y venta de tierras públicas”31.
descendientes de los caciques, por ejemplo La denuncia o “denuncio” consistía en la
en Mogna en 180928. Este proceso se agu- solicitud al gobierno del derecho de com-
dizó a partir del período independentista. pra de un terreno baldío o de propiedad
Al igual que en el Tucumán colonial, y en del Estado. Para ello, un interesado debía
general el área norte y centro de los Andes, realizar y ofrecer un plano de mensura
en Cuyo la implementación de reformas que ubique y delimite dicho terreno. El
liberales a comienzos del período inde- Estado debía publicar luego el denuncio
pendiente tendió a socavar los derechos y si nadie reclamaba por su posesión, el
corporativos de tierras comunales que terreno podía rematarse y otorgarse en
tenían los indígenas durante el período propiedad al mejor postor. Este procedi-
colonial, con su defensa legal garantizada miento era muy similar a estipulaciones
por el Estado a través de los Protectores coloniales para el acceso a la tierra realenga
de Indios29. Sin embargo, como ha sido mediante subasta que se remontan a
señalado también para el actual noroeste fines del siglo XVI y que habían sido
argentino, la aplicación y consolidación restituidos por Carlos III en 1754, época
de estas reformas fueron contingentes a de las fundaciones de pueblos de indios
cada pueblo indígena, región y provincia, en Guanacache32. Al igual que en el siglo
y a diferencia de México y Perú no se ma- XVIII, los denuncios habilitaron en la

28 Michieli, La fundación de villas..., 162.


29 Cristina López, “Tierras comunales, tierras fiscales: el tránsito del orden colonial a la revolución”, Anuario del CEIC 3,
La propiedad de la tierra, pasado y presente (Jujuy 2006): 39-67.
30 Ana Teruel y Cecilia Fandos, “Procesos de privatización y desarticulación de tierras indígenas en el norte de Argentina en el siglo XIX”
Revista Complutense de Historia de América 35 (Madrid 2009): 233-255.
31 Adolfo Omar Cueto “Dos intentos enfitéuticos en la legislación sobre tierra pública en Mendoza, en el siglo XIX”.
Revista de Estudios Regionales CEIDER 1 (Mendoza 1988): 73-100.
32 Real Instrucción del 15 de octubre de 1754, AHM, Carp. 46 doc. 30. Cueto, “La legislación hispánica”, 72-74.

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práctica la privatización de territorios de los laguneros acompañan los avances


de los antiguos pueblos de indios. Las sobre sus tierras que comienzan en 1825 y
subastas públicas fueron promovidas por recrudecen en la década de 1830, cuando
terratenientes que formaban parte de la se verifican nuevos denuncios en el área35.
elite y gobierno local por sobre las tierras
ocupadas por comunidades indígenas o
campesinos, quienes rara vez accedían a Demandas y reconocimiento de tierras
leer los bandos del denuncio colocados en indígenas entre las décadas de 1820
la ciudad y se enteraban mucho después y 1830
de que sus tierras habían sido subastadas.
Sin embargo, paralelamente a estas normas Como es ampliamente conocido,
que permitían la privatización, la misma al comienzo del período independiente
legislación colonial había dictado y rati- en diversos contextos americanos (como
ficado en 1754 el derecho de posesión el área andina y México) las propiedades
por “justa prescripción” que habilitaba y posesiones de tierras indígenas fueron
a legalizar su propiedad ante la ausencia impactadas por leyes de privatización que
de títulos a quienes demostraran que lo desconocieron derechos corporativos de
habían ocupado y usufructuado durante comunidades indígenas dando lugar a
cierta cantidad de años o, como argu- largos conflictos, estrategias de resistencia o
mentarán los laguneros, desde “tiempo negociación. Pese a la extendida negación
inmemorial”33. Estas normas marcaron de la existencia de grupos indígenas, estos
un precedente sobre el cual se apoyaron conflictos se verifican también para el cen-
las demandas o defensas de Indios sobre tro de Cuyo a lo largo del siglo XIX, como
sus tierras en Cuyo durante el siglo XIX. así también la continuidad de estrategias
colectivas y formas de resistencia política
El reglamento de Pedro Molina y territorial en torno a identificaciones
sobre venta de tierras públicas siguió indígenas. En Mendoza, los laguneros no
vigente con algunos vaivenes hasta la sólo denunciaron el avance de particulares
constitución nacional de 1853. En 1825 sobre sus tierras comunales sino que im-
por ejemplo se prohibió la enajenación pactaron en el propio sistema de justicia,
de tierras, a tono con la ley de enfiteusis logrando que se restituya el cargo colonial
que se dictaría en 1826 en Buenos Aires de Protector de Indios o Naturales y que
durante el gobierno de Bernardino Riva- se aplicara favorablemente el derecho
davia. Sin embargo entre 1826 y 1827 se indiano relativo a propiedad indígena.
observan nuevos denuncios y concesiones La pervivencia de la institucionalidad
de tierras y en 1827 la provincia rechazó indiana en la provincia durante el siglo
la constitución nacional promovida por XIX tanto para la estructura de gobierno
Bernardino Rivadavia34. Las demandas (en particular en áreas rurales alejadas

33 Cueto, “La legislación hispánica...”, 72-74.


34 Cueto, “Dos intentos enfitéuticos...”, 83.
35 “Registro Oficial de la Provincia de Mendoza, 1834”. Entre otros, denuncian tierras Angel Báez en el Gigante (actual provincia
de San Luis), Manuel Segura en los Ríos Secos, al este del arroyo Jocolí y Martin Morales en las Lagunitas, en las Lagunas.

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de la ciudad de Mendoza) como para la digne proveernos de dicho protector


apropiación de la tierra y la aplicación nombrando a D.n Juan Escalante que
de justicia, ha sido señalada por varios creemos animado de un justo celo por
nuestro bien. V. E. que manifiesta las
investigadores36. Sin embargo, el largo mejores disposiciones en favor de la
conflicto por las tierras indígenas, que es prosperidad de la provincia sin duda
un caso paradigmático de esta dinámica, accederá a una súplica que al paso que
nunca fue analizado como ejemplo de se funda en las Leyes debe contribuir
mucho a las mejoras y adelantamientos
esta dinámica. de la población por tanto”37.
En 1828 el Juez del Rosario (una Pero apenas nombrado, Escalan-
de las antiguas reducciones de indios de te tuvo que ausentarse por dos años a
las Lagunas de Guanacache) reclamó Buenos Aires abandonando su cargo38,
con vehemencia la restitución del cargo por razones que no quedan claras pero
de Protector de Indios para proveer la que coinciden con la fuerte inestabilidad
defensa colectiva de los laguneros frente política y la persecución de unitarios por
a los “pudientes” que estaban usurpando parte de gobiernos federales, como los que
las tierras de la comunidad: efectivamente controlaban la provincia en
el momento. El pedido de su designación
“Dn. Miguel González Juez del Rosario como Protector fue reafirmado nuevamente
por sí y a nombre de la Reducción con en 1832 por los Jueces de Asunción y
el mayor respeto digo: que hallándose la
Reducción sin protector, carecemos del Rosario. Finalmente el Gobernador Pedro
órgano que las Leyes nos han señalado, Nolasco Ortiz ratificó a Escalante como
y con que quisieron favorecer nuestra Protector de los Naturales de las Lagunas39,
imbecilidad, y miseria, promoviendo
nuestro bienestar, y defendiéndonos dando lugar a que comenzara un proceso
contra la agresión, poder e influjo judicial para determinar los derechos de los
de los pudientes que por sus mejores laguneros sobre las tierras en cuestión. Ni
conocimientos y relaciones sofocando la situación demandada ni la institución
nuestra voz aumentan nuestra miseria,
adelantando su fortuna sobre nuestra invocada eran nuevas para los laguneros,
ruina, al favor de nuestra ignorancia y quienes durante la época colonial habían
pobreza. Y como hoy más que nunca recurrido habitualmente –como en otras
necesitamos de otro protector para
defendernos contra algunos que se han partes de Cuyo– al Protector o Defensor
introducido en las tierras señaladas de Indios o Naturales para abogar por la
a la Reducción y al mismo tiempo propiedad de sus tierras. Ahora, sin em-
promover el establecimiento de una bargo, en pleno período independiente,
Villa o población más regularizada
demarcándola en el paraje más adecua- pasadas dos décadas de la revolución de
do, hemos acordado suplicar a V. E. se Mayo de 1810 y abolidas en teoría las

36 Cueto, “La legislación hispánica...”; Inés Sanjurjo, La organización político-administrativa de la campaña mendocina en el
tránsito del antiguo régimen al orden liberal (Buenos Aires: Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho, 2004); Hernán
Bransboin, Mendoza federal. Entre la autonomía provincial y el poder de Juan Manuel de Rosas (Buenos Aires: Prometeo, 2015).
37 Nonato Salazar y Domingo Victoriano Villegas al Gobernador elevan informe con el pedido de protector de indios
en Lagunas de Guanacache, Mendoza, 9 de agosto de 1834 AHM, Carp. 574, doc. 8.
38 Idem.
39 Salazar y Villegas al Gobernador AHM, Carp. 574, doc. 8; Edberto Oscar Acevedo, Orígenes de la organización judicial de Mendoza
(Mendoza: Fundación para la educación, la ciencia y la Cultura, 1979), 142-43.

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instituciones jurídicas españolas y las colonial, era muy amplia y abarcaba la


mismas comunidades indígenas, los po- autoridad de policía, justicia y en algunos
bladores locales conseguían como indios casos militar43. A partir de 1830, cuando
que se designara nuevamente esta figura se crea la Comandancia Militar y Sub-
del derecho indiano. Aún más, los “Jueces delegacía de las Lagunas, los jueces son
de las Lagunas”, tanto Miguel González en reemplazados por el cargo de Subdelegado.
1828 como Nonato Salazar y Domingo Como veremos, y ha sido mencionado
Villegas en 1832, invocaban su propio para otras jurisdicciones de la provincia,
carácter indígena y el de la población algunos subdelegados tuvieron bastante
local, definiendo su jurisdicción como autonomía y mediaban con el estado
“reducciones” y a las tierras en cuestión intereses locales e incluso movilizaban
como “tierras señaladas” a la Reducción. reclamos de sus vecinos44. En efecto,
aunque se ha supuesto que los subde-
Es interesante notar también que las legados eran básicamente instrumentos
categorías típicas utilizadas para el resto de disciplinarios al servicio del gobernador
la administración provincial, por ejemplo en la campaña, otros argumentan que
Juez Pedáneo, de Paz o de Alzada, los ese carácter se observa especialmente a
cargos de los jueces de las Lagunas entre partir de 186245, luego de la derrota de
1819 y 1834 nunca son denominados de los federales, cuando dichos funcionarios
este modo sino con términos diferentes adquieren como principal misión sofocar
con connotaciones etno-locales. En la la oposición política federal y la disidencia
propia correspondencia de los Jueces liberal. Probablemente entonces, si bien en
encontramos cartas firmadas como “Juez general los subdelegados pudieron haber
de esta Reducción”, “Juez de la Reducción sido brazos del poder central hasta 1862
del Rosario”, “Juez de la Reducción de en algunas zonas periféricas poseían más
Asunción, Juez del Rosario”40 y en los autononomía o inclusive dependían de la
testimonios tomados por el Protector legitimidad otorgada por sus comunidades.
de Indios y decretos de gobierno se los Este parece ser el caso de los subdelegados
menciona sólo como “Jueces Laguneros”41. locales posteriores a Villegas, quien es
sumariado y destituido precisamente en
En 1820 se nombran “jueces sub- 1862 por su supuesta colaboración en la
delegados” en cada Villa42. La función de insurrección del entonces líder federal
estos jueces, continuando una tradición Angel Vicente “El Chacho” Peñaloza46.

40 AHM, Carp. 574, doc. 8; Juan Isidro Maza, Ensayo sobre la historia del Departamento de Lavalle (Mendoza:
Editorial Estudio Alfa, 1980), 42, 109.
41 Defensa realizada por el Defensor de pobres y ausentes a los indios Laguneros, Mendoza, 10 de mayo de 1879. AHM
Carp. 575 bis, doc. 17; “Decreto Gubernativo, sobre los animales desconocidos del territorio de las Lagunas, y reglamentando
el modo de recoger, señalar y marcar”, en Manuel de Ahumada, Código de las Leyes, Decretos y Acuerdos que sobre
Administración de justicias se ha dictado la Provincia de Mendoza (Mendoza: Imprenta El Constitucional, 1860), 68-70.
42 Sanjurjo, La organización..., 35.
43 Sanjurjo, La organización...; Brasnboin, Mendoza federal...
44 Ibid., 287-88.
45 Beatriz Bragoni, “Cuyo después de Pavón: consenso, rebelión y orden político, 1861-1874.” en Un nuevo orden político.
Provincias y Estado Nacional 1852-1880 (Buenos Aries: Editorial Biblos, 2010), 29-60.
46 Criminal contra Francisco Alvino y Domingo Villegas por sedición. Mendoza, 3 de Junio de 1862. AHM,
Judicial Criminal época independiente, 2 A, doc. 27.

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La categoría “jueces laguneros”, entre 1833 y 1835 se apoyaron en normas


única en el contexto provincial, no se legales del derecho indiano, con argumen-
explica de otro modo que no sea por una taciones semejantes a las de los Defensores
especificidad política local. El cargo puede de Indios del período colonial. Escalante
haber servido para categorizar autoridades apeló a dos figuras que, como hemos visto,
indígenas locales en un contexto de cons- dispensaban de la posesión de títulos para
trucción de ciudadanía liberal, suplantando demostrar derechos de tierras: la posesión
al cargo de cacique o los alcaldes de las por “justa prescripción” y la ocupación de
reducciones o pueblos de indios coloniales tierras en común por “tiempo inmemo-
que persistieron en el área al menos hasta rial”, ratificadas en la Real Instrucción de
178947. Esto coincidiría con lo ocurrido en Carlos III de 1754, que Escalante citará
otros contextos latinoamericanos, donde expresamente50. Comenzada su Defensa,
en los inicios del proceso independentista Escalante planteó que durante el período
los indígenas accedieron a cargos civiles colonial se les habría asignado a los lagu-
como alcaldes y jueces de paz como una neros la posesión y propiedad de las tierras
de las principales vías de participación por medio de una Real Provisión51, pero
política, y desde allí mediaron entre los que no había logrado encontrar los títulos
intereses locales, los terratenientes y el otorgados. Por este motivo dirigió una
estado48. carta al Ministro General de gobierno,
afirmando que apenas asumido su cargo,
Así como Guanacache es el único
lugar donde se observan cargos sui generis “…solicité de mis antecesores en el
de jueces locales, es la única jurisdicción mismo los títulos respectivos de los
de la campaña mendocina donde hacia terrenos que en tiempo de S. M. el
1816 encontramos un “Alcalde de las Rey de España en Indias les fueron
asignados en posesión y propiedad a
Lagunas” y al año siguiente se nombra el los primeros pobladores reducidos, de
primer subdelegado, de efímera duración los tres partidos de las Lagunas; á saber,
(el cargo que reaparecerá en la década de Asunción, Rosario y San Miguel. Más
1830)49. ha sido inútil mi activa indagación,
sobre el paradero de tales documen-
tos, sin los cuales, no puedo gestionar
Los alegatos del Protector de los sobre internación de que se quejan
Naturales de las Lagunas Juan Escalante aquellos naturales en varios puntos de

47 Milcíades Alejo Vignati, “Aportes al conocimiento antropológico de la Provincia de Mendoza III. Diario de viaje por las Lagunas
en el año de 1789”. Notas del Museo de Eva Perón XVI/57 (1953): 51-103.
48 En Arica y Tarapacá, durante la construcción de la república peruana del siglo XIX la participación política y administración
de justicia por parte de los indígenas se dio también a través de la asunción de cargos civiles como alcaldes y jueces de paz.
Alberto Díaz, Rodrigo Ruz y Luis Galdames, “Participación de la población indígena en la política y justicia
comunitaria en Arica y Tarapacá durante el siglo XIX”, Revista de Estudios Históricos–Jurídicos 33 (Valparaíso 2011): 511-532;
Gabriella Chiaramonti, “A propósito del debate Herrera-Gálvez de 1849: breves reflexiones sobre el sufragio
de los indios analfabetos”, en Cristóbal Aljovín de Losada, Sinesio López (Eds.), Historia de las elecciones en el Perú (Lima:
Instituto de Estudios Peruanos, 2005). En Valle Hermoso, en el Chile central, los cargos de autoridad indígena también se
recategorizaron en cargos civiles hasta la década de 1950. Godoy Orellana y Contreras Cruces, Tradición y modernidad..., 2007.
49 Sanjurjo, La organización..., 30.
50 Defensa realizada por el Defensor de pobres y ausentes a los indios Laguneros, Mendoza, 10 de mayo de 1879.
AHM Carp. 575 bis, doc. 17, fol. 13- 14.
51 Ibid., fol. 5. Estas casi con seguridad serían las fundadas por la Junta de Poblaciones de Chile a mediados del siglo XVIII y cuya existencia
era esgrimida por los Defensores o Protectores de Indios hasta fines del período colonial hispano. AHM Carpeta 27,
doc. 50, y Carpeta 30, doc. 50.

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Jueces indígenas, caciques criollos: autonomía y...

sus pertenencias, ni evitar que algunos como “mi estimado amigo” que “como
particulares ya abusivamente, ya bajo padre de este departamento” informara
títulos especiosos, hagan correrías en
territorios de mis protegidos, señalen que el usurpador “quiere privarnos de este
sus animales, o se los arrebaten”52. beneficio con la voz de arrendatario (…)
de unos campos que desde que abrimos los
Ante el extravío de los títulos el Pro-
ojos son nuestros”53.
tector tramitó una “información sumaria”
para determinar tanto la antigüedad de la En base a estos testimonios Juan
posesión y la posible existencia de títulos
Escalante dio por demostrada finalmente
como los límites asignados a las tierras
la “posesión inmemorial” del territorio
de los laguneros. La misma consistía en
reclamado, aduciendo que según la legis-
la toma de testimonios a un conjunto de
lación indiana ese trámite sería suficiente
personas que por su conocimiento del
para otorgarles a los laguneros el “título
área y sus pobladores, del sentido común
de justa prescripción” de sus terrenos54 y
o “voces” locales o por su edad madura se
consideraba podían tener un conocimiento acotando que “está privilegiada por las
autorizado sobre el asunto. leyes la Comunidad a quien represento,
que no sólo debe ser restituida de los
Los testigos afirmaron en for- terrenos que le hayan cercenado, sino
ma unánime que los laguneros habían que se le debe aumentar la extensión en
ocupado esos campos desde siempre. todo los que necesite para la crianza de
También que de un tiempo a esta parte sus ganados”. Los límites del territorio
hacendados vecinos “se les introducen reclamado, confirmado por los testimo-
en sus campos” persiguiéndolos y que nios en la Información Sumaria, eran los
“los jueces laguneros” les “habían errado” siguientes:
algún ganado de su propiedad motivo
por el cual habían “andado en litis”. Una Por el Norte la costa del Río de San
denuncia de pobladores de Lagunillas, en Juan, Camarico, Mermejo55, Quijadas y
el este del territorio reclamado, manifes- Gigante: Por el Naciente ese mismo Gigan-
taba que otro vecino quería privarlos del te y Desaguadero: Por el Sud este mismo
campo de las Chacritas, cerca del Gigante. río, Ahumados y Placeta: Por el Poniente
El denunciante pedía al comisario local Punta de Lagunas, Guanacache56, frente
Jofré, a quién se había referido primero del Chañar y costa del Arroyo de Jocolí.

52 Defensa realizada por el Defensor de pobres y ausentes a los indios Laguneros, Mendoza, 10 de mayo de 1879. AHM Carp.
575 bis, doc. 17. fol. 5.
53 Justo Lencinas a Juan Jofré 9 de nov. de 1833. Defensa realizada por el Defensor de pobres y ausentes a los indios Laguneros,
Mendoza, 10 de mayo de 1879. AHM Carp. 575 bis, doc. 17. fol. 12.
54 Escalante cita la Real Instrucción del 15 de octubre de 1754 del Código de Independientes en su Art. 18, 4°. Defensa realizada
por el Defensor de pobres y ausentes a los indios Laguneros, Mendoza, 10 de mayo de 1879. AHM Carp. 575 bis, doc. 17. fol. 13,14.
55 Se trata muy probablemente de la localidad actualmente denominada de Bermejo, junto al río homónimo al sur de la provincia
de San Juan y al norte del río del mismo nombre.
56 El documento alude a una localidad del sur de la Provincia de San Juan, hacia el oeste de las Lagunas de Guanacache.

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En marzo de 1834 el Fiscal del aumentar el número de pobladores ya


Gobierno aprobó el proceso dando por que “…de ello resulta el aumento de la
comprobados la posesión y uso anterior riqueza pública porque es innegable que
de los laguneros sobre los campos men- cuando las propiedades territoriales se
cionados57. Más importante aún, acordó hayan acumuladas en pocas manos resulta
que la Información suplía el extravío de un mal directo a la Población y (…) se
los títulos de propiedad, en función de “la acercan a ese estado Feudal que debemos
protección que las leyes de indias especial- siempre evitar entre nosotros”58.
mente dispensan a los naturales como una
justa compensación de las usurpaciones En esta vena, que recuerda proyec-
que sufrieron”. Planteó sin embargo una tos de funcionarios de fines del período
única objeción a la solicitud de Escalante, colonial y principios del independiente59
respecto a los terrenos referidos: la de el alegato de Escalante al Fiscal constituyó
abrazar demasiada extensión para un corto un apasionado discurso que buscó refutar
número de individuos. Agregó que si bien la idea de que las tierras reivindicadas
esto había sido de poca importancia “en tenían mucha extensión para la cantidad
épocas del gobierno peninsular”, sí lo era de habitantes que la ocupaban, utilizando
en un “Gobierno libre” porque éste debe para ello explicaciones culturales, ecoló-

57 Defensa realizada por el Defensor de pobres y ausentes a los indios Laguneros, Mendoza, 10 de mayo de 1879.
AHM Carp. 575 bis, doc. 17. fol. 15,16.
58 Ibid., fol. 16.
59 Jorge Gelman, Un funcionario en busca del Estado. Pedro Andrés García y la cuestión agraria bonaerense, 1810-1822 (Buenos Aires:
Universidad Nacional de Quilmes, 1997).

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Jueces indígenas, caciques criollos: autonomía y...

gicas y demográficas. El reparo de la gran cuadradas, mencionando cinco partidos


extensión de los terrenos, afirmó, sólo principales: Asunción, Rosario, Punta
podría aplicarse a tierras de labranza, pero de Lagunas, San Miguel y Alto Grande.
como las reclamadas eran yermas, sin agua Este número podría indicar cifras totales
y sólo servían para el pastoreo, era forzoso sustancialmente mayores, dado que él
distribuirlos en porciones mayores cuanto mismo afirma que el padrón sería incom-
mayor su esterilidad. Continuó luego con pleto porque habría “muchas [personas]
una descripción de las prácticas de pas- ausentes y otras que por temor se ocultan
toreo y su relación con las condiciones cuando se les va a empadronar.” Sobre la
ambientales. Las tierras base de este padrón, Escalante determinó
que deberían corresponderle 280 cuadras
“.…se componen de inmensos me-
danales, inmensas travesías, elevados de tierra a cada cabeza de familia, dando
cerrillos de arena, sin más agua que por refutada la desproporción entre el
la eventual del cielo (…) en los años tamaño de la superficie y la cantidad de
secos (…) el único pastoraje para los habitantes, y asumiendo que en caso de
ganados es el que presentan las sinuo-
sidades de la margen de los ríos. De adjudicárselas la población se vería du-
aquí la necesidad de llevarlas a pastar a plicada en pocos años.
grandes distancias, con el doble trabajo
de tener que abrir pozos o sistemas para Si tomamos la población insinuada
darles agua, que tan pronto tienen que
abandonarlos como se acaba el pasto por el padrón de Escalante vemos que
en las circunferencias para trabajarlos las cifras son mayores a las reseñadas en
en otra parte. Esa vida errante de los fuentes oficiales. No contamos para la
ganaderos y esas chozas tan deleznables
y como provisorias en que los vemos época con datos específicos de población
habitar....”60. del área, pero el censo más próximo en el
tiempo, el de 1857 practicado por Martin
Algunas piezas centrales de la ar-
de Moussy, afirma que el departamento
gumentación del Protector, combinada
mendocino de “Rosario” contaba con
con información disponible para épocas
posteriores pero cercanas, permiten 1086 personas (sobre un total provincial
aproximarnos a aspectos sociales de los de 47.478). Otras fuentes señalan el do-
laguneros de Guanacache (y tal vez una ble de habitantes, como una estadística
parte mayor de la inhóspita travesía cuyana) provincial de 1864 que arroja 2197 para
para un período sobre el cual tenemos las “Lagunas” (sobre 57.576) y el “Censo
muy pocas fuentes. Nacional de 1969”, que determina 2060
para el Departamento del Rosario sobre
En primer lugar, el expediente aporta 65.41361. Por otro lado, un informe
una nueva perspectiva demográfica. El estadístico de San Juan de 1873 refiere
Defensor adjuntó un padrón de 1181 que eran miles los laguneros ocupados
personas para una superficie de 200 leguas en la pesca en Mendoza, San Juan y San

60 Defensa realizada por el Defensor de pobres y ausentes a los indios Laguneros, Mendoza, 10 de mayo de 1879.
AHM Carp. 575 bis, doc. 17. fol. 18.
61 José Luis Massini Calderón, Mendoza hace 100 años. Historia de la provincia durante la presidencia de Mitre (Buenos Aires:
Ediciones Theoría, 1967), 12. República Argentina, Primer Censo.

52 Revista Tiempo Histórico

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Luis62. Creo que además de la dificultad protección legal. Establecer “una Villa o
de acceso al área y la fuga por temor al población más regularizada demarcándola
reclutamiento militar, las discrepancias en el paraje más adecuado”64. La vida
en los registros podrían deberse a que el trashumante de los laguneros impedía
área total abarcaba tres provincias y la asimismo la construcción de instalaciones
única que históricamente constituyó una importantes en el terreno, ya que todas las
jurisdicción en las Lagunas que permita descriptas (viviendas y pozos de agua para
rastrear la demografía del área fue Men- abrevar el ganado) resultaban efímeras y
doza, llamada alternativamente “Rosario” descartables. Escalante insinúa también
o “Lagunas”. Los laguneros de San Luis y una situación de pobreza extrema entre los
San Juan, por ejemplo, que menciona el laguneros que fue decodificada por otros
informe estadístico sanjuanino, estaban observadores como fruto de una carencia
ubicados en diversas jurisdicciones como de interés en la acumulación económica.
Caucete, que en los censos no distinguen Un informe de Rafael Igarzábal de 1873
la parte correspondiente a las Lagunas63. sobre San Juan, pero que tiene validez
para la época, refería que
En segundo lugar, Escalante efectúa
una breve pero contundente descripción “Los laguneros no tratan de hacer for-
de las prácticas pastoriles que constituían tuna; cuando están escasos de lluvias,
y las estancias se encuentran pobres,
la principal actividad económica del área, ellos pescan y se vienen a la capital con
la cual se realizaba en forma seminómade una cantidad de pescado suficiente
para aprovechar pasturas escasas en un para la satisfacción de sus más urgentes
ambiente árido con periódicas sequías. Esta necesidades de ropa, yerba, tabaco, etc.
pero sino experimentan esas necesida-
necesidad de aprovechamiento de recur- des, bien poco se cuidan del negocio
sos renovables distantes y muy limitados que pueden hacer, y prefieren la vida
explica también el patrón disperso de la independiente y retirada de los centros
población, que fue una constante desde de población de la provincia”65.
la época colonial a pesar de los intentos No obstante esta aparente pobreza
de reducción efectiva a pueblo, y que se general, la sociedad local era más diver-
mantiene al día de hoy. Es interesante sificada de lo que alcanza a describir
que cuando en 1828 el Juez González Escalante, quien acentúa la esterilidad del
de la Reducción del Rosario solicita el ambiente como estrategia para quitarle
nombramiento de un protector, vuelve a valor a las tierras y favorecer su solicitud
ofrecer al gobierno lo que los indígenas al gobierno. Aunque se trate de fuentes
de Mogna, Las Lagunas y otros parajes bastante más tardías, a partir de un padrón
prometían a mediados del siglo XVIII a de capitales de 1866 y las cédulas del
los funcionarios coloniales para adquirir censo Nacional de Población de 186966
el estatus de Pueblo de Indios y obtener observamos en el área una proporción de

62 Rafael Igarzábal, “La Provincia de San Juan en la Exposición de Córdoba”, Geografía y Estadística (Buenos Aires 1873): 189.
63 República Argentina, Primer Censo de la República Argentina, 1869 (Buenos Aires: Imprenta del Porvenir 1872), 371-78.
64 AHM, Carpeta 574, doc. 8.
65 Igarzábal, La Provincia de San Juan..., 190.
66 Padrón de Propietarios del Departamento del Rosario (1866) AHM Carp. 574, doc. 142; República Argentina,
Primer Censo (Buenos Aires: Imprenta del Porvenir 1872).

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“estancieros” y algunos “propietarios”, y cando correcciones estimadas en la época


otra más amplia de “peones” y “gañanes”. que como mínimo duplicaban las cifras
Las “propiedades” se concentraban en la de ganado oficiales68, podemos arriesgar
zona sur del departamento, más cercana una cifra promedio para cada uno de 66
a la ciudad de Mendoza y lejos de las cabezas de ganado mayor y 100 de menor
Lagunas propiamente dichas, y allí era para cada uno. En 1866 un estanciero
donde se encontraban los individuos más medio como Villegas poseía 214 cabezas de
ricos. En el padrón de 1866 la superficie ganado mayor, 185 de menor y 2 bueyes.
cultivada (principalmente dedicada a la Su capital, ahora según la valuación oficial,
siembra de alfalfa) o inculta declarada era de 792 pesos, muy por debajo del que
según el padrón es menos del 0,5 % de tenía el propietario más importante del
toda el área. Las estancias consistían áreas sur del departamento, Víctor Alvino, de
donde se ubicaban en rodeos de ganado 5964 pesos. La mitad más pobre de los
de una magnitud relativamente impor- empadronados, la mayoría de los cuales
tante para el lugar y la época (aunque en se encontraba en las Lagunas, sólo poseía
modo alguno las grandes extensiones y
un capital de entre 20 y 148 pesos69. El
capitales que podemos hallar en la región
predominio económico de los propietarios
pampeana) en campos abiertos. Las más
del sur se relaciona con su origen étnico
grandes llegaban a tener 5 peones, y las
(en general considerados descendientes
más chicas sólo ocupaban la mano de
de españoles o portugueses prisioneros
obra familiar. Según las cédulas del censo
trasladados al área a fines del siglo XVIII)
de 1869 existían 17 estancieros en el de-
partamento, entre los que se encontraba y su asociación política con las elites que
Domingo Villegas, y 8 propietarios. El controlaron el estado provincial. Su poder
Padrón de 1866, por el contrario, señala se acrecentaría en la década de 1860, tres
128 individuos como poseedores de ga- décadas después del pleito de Escalante, y
nado o tierras de labranza. Así como es coincidirá con el desplazamiento de fun-
imposible conocer la verdadera cantidad cionarios laguneros como Villegas de los
de poseedores de ganado, es extremada- cargos públicos. Este núcleo del sur sería
mente difícil calcular la cantidad real de la base del desarrollo del moderno oasis
ganado que tenían debido a la dificultad de riego departamental, donde se asen-
de contabilizarlo a campo abierto, por tarían masivamente inmigrantes europeos
agentes que presionaban por la recaudación hacia la década de 1880 y que, desecando
tributaria en un área entonces en franca los humedales de Guanacache, abarcará
rebelión contra toda forma de control el 3% de su territorio y concentrará más
estatal67. Tomando el ganado contabilizado del 90% de la población hacia mediados
para los 128 individuos del padrón y apli- del siglo XX70.

67 Entre la represión de las montoneras del Chacho en 1862 y la Revolución de los Colorados en 1866.
68 Igarzábal, La provincia de San Juan..., 197.
69 Elaboración propia a partir del Padrón de Propietarios del Departamento del Rosario (1866) AHM Carp. 574, doc. 142.
70 Diego Escolar y Leticia Saldi (en prensa), “La etnopolítica del agua en Argentina. Inmigración europea, desecamiento de tierras indígenas
y formación del Estado en Mendoza, 1880-1940” Journal of Latin American Studies.

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Luego de esta larga digresión, mendocino de Videla Castillo acantonó


volvamos ahora al planteo del Protector cien hombres –una fuerza considerable
al Fiscal. En las conclusiones de la in- para la época y la región– sin lograr
formación recabada de los testigos sobre controlarlas73. Estas guerrillas, al mando
los derechos de tierras de los laguneros, del futuro caudillo sanjuanino Nazario
Escalante había aludido implícitamente a Benavides, cortaron las comunicaciones
la difícil situación política reinante como entre ambas provincias propiciando así la
causa de la escalada en la usurpación de derrota de Videla Castillo en Rodeo de
tierras a los laguneros “.…perturbados por Chacón por parte de Quiroga. A partir
la calamidad de los tiempos, que produ- de allí Facundo comenzó a preparar un
ciendo un encadenamiento de obstáculos gran ejército con el que logró tomar La
insuperables (…) se hace preciso esperar Rioja, controlando todo Cuyo en 1832.
otro favorable y tranquilo para vencerlos”71. Este período coincide con un momento
Al finalizar su respuesta a las objeciones del de fuertes persecuciones políticas en la
fiscal, como al pasar agregó además que región, principalmente contra los unitarios,
“sólo ligeramente dio razones de política cuando sugestivamente Escalante viaja
a favor de las pretensiones de los lagune- a Buenos Aires y al volver encuentra su
ros”72. Estas razones parecen haber sido anterior nombramiento sin efecto.
más importantes de lo que esta solitaria
El proceso parece haber entrado en
alusión haría suponer. Las solicitudes
un impasse entre los años 1833 y 1838
de provisión de un Protector y el inicio
cuando vemos al Protector declararse “te-
del proceso en 1828 coincidieron con el
meroso de que sus repetidas diligencias le
protagonismo de Facundo de Quiroga y
traigan una odiosidad con grave perjuicio
milicianos cuyanos y riojanos en la guerra
de sus representado ha resuelto dejar en
abierta entre los federales y los unitarios
suspenso todas sus diligencias”74. Pero
comandados por los generales Paz y La-
finalmente, el 12 de marzo de 1838, el
madrid. El lapso que media entre esta
Gobernador General Delegado expidió un
primera solicitud y la segunda de 1832
decreto por el cual se dispuso que
fue un momento de breve restauración
unitaria en la región, cuando en 1830, “El Capitán General de la provincia,
con la derrota de Oncativo en Córdoba, considerando la insinuación en que
Quiroga perdió el control de los gobiernos se hallan los naturales de las Lagunas
de Cuyo. Entre fines de 1830 y principios por no reconocer propiedad en los
campos que poseen y advirtiendo
de 1831, guerrillas federales apoyadas que por poderosas razones que ellos
por Quiroga hostigaron a los gobiernos mismos a presencia del Subdelegado
unitarios de Mendoza y San Juan. Uno y de su párroco han impuesto decreta:
de sus centros era precisamente el área de 1º Queda a beneficio de los naturales
la Lagunas, donde el gobierno unitario de las Lagunas todo el campo co-

71 Defensa realizada por ..., AHM Carp. 575 bis, doc. 17. fol. 13.
72 Ibid., AHM Carp. 575 bis, doc. 17. fol. 23.
73 Archivo del Brigadier General Nazario Benavides. Tomo I (San Juan: Editorial Fundación Universidad Nacional de San Juan, 1994), 102-116.
74 Defensa realizada por ..., AHM Carp. 575 bis, doc. 17. fol. 22, 23.

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rrespondiente a dicho departamento y ejemplo cabal de la centralidad de la “an-


no se ha enajenado hasta esta fecha” y tigua constitución” (cuerpos de derecho,
ordenaba que no se admitiera “denuncia instituciones políticas y jurídicas indianas)
alguna de terrenos en el departamento”.
para la propiedad indígena durante la for-
2ª En fuerza de lo dispuesto en el ar- mación de los Estados independientes en
tículo anterior no se admite denuncia
alguna de los terrenos que compren de la Argentina76. Todavía en 1845, Villegas
dicho Departamento.”75. solicitaba nuevamente al gobernador, a
quien consigna como el último Protec-
Este decreto, como así también el
tor en años anteriores, la designación de
proceso judicial y las argumentaciones
una “persona” y “ciudadano” para que
tomadas en consideración, constituyen sin represente y defienda los derechos de los
duda piezas clave en la jurisprudencia sobre naturales de las Lagunas.
las tierras de los laguneros pero también
sobre los derechos comunales indígenas “.… hemos quedado sin persona que
durante el temprano período independiente nos represente y proteja desde entonces
en la porción del actual territorio argen- [la asunción del gobernador] hasta la
fecha, en circunstancias que con mis
tino considerado bajo soberanía efectiva representados necesitamos urgentemen-
de los estados provinciales. No sólo se te que algún ciudadano (como se ha
produjo el reconocimiento explícito de acostumbrado y los anteriores a V.E.
derechos comunales indígenas sobre tierras aún desde los tiempos del Gobierno
Español) encabece, mire y favorezca
por parte de un gobierno provincial en los derechos y privilegios de aquella
pleno período independiente, sino que población de naturales que bajo ese
en el seno de un territorio considerado amparo se ha aumentado considerable-
cultural y políticamente “criollo”. A su mente y correspondido a la Provincia
a la vez, con los servicios que se le han
vez, las autoridades locales del gobierno exigido cumpliendo fielmente con las
provincial, como Jueces, Subdelegados leyes y mantenido su culto observando
Departamentales y Comisarios presentaron cuanto es propio de fieles católicos; a
más constantes en sostener la santa
las demandas como representación de los causa de la Federación con sus pequeñas
pobladores frente al propio gobierno del fortunas y sus brazos según su voluntad
que formaban parte, y se identificaban y ordenes del Excelentísimo Gobierno
ellos mismos como parte de esos indios o de que dependen”77.
naturales. Finalmente, el juicio y el recono- Esta apelación a las normas de los
cimiento de derechos se produjo en virtud tiempos del “Gobierno Español” no consti-
de argumentaciones del derecho colonial tuía una retórica del tipo de la invocada por
indiano y por un proceso llevado a cabo los caudillos o intelectuales para discutir
por una institución indiana, el Defensor la legitimidad de las reformas liberales78,
o Protector de Indios, constituyendo un sino que se trataba de un uso pragmático

75 Ibid., AHM Carp. 575 bis, doc. 17. fol. 23, 25; Acevedo, Orígenes..., 142-43.
76 José Carlos Chiaramonte, “The ‘Ancient Constitution’ after Independence (1808-1852)”, Hispanic American Historical Review
90/3 (Durham 2010): 455-488; Carlos J. Díaz de Rementería, “Supervivencia y disolución de la comunidad de bienes indígenas
en la Argentina del siglo XIX”, Revista de Historia del Derecho Ricardo Levene 30 (Buenos Aires 1995): 11-30.
77 AHM Carpeta 24, Doc. 251. Mendoza, 12 de junio de 1845.
78 José Carlos Chiaramonte, Ciudades, provincias, estados: Orígenes de la nación argentina (1800–1846) (Buenos Aires:
Ariel, 1997), 159; Chiaramonte, “The Ancient Constitution...”

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por parte de poblaciones campesinas e constituir autoridades gubernamentales con


indígenas tanto para demandar derechos responsabilidades de policía e imposición
de propiedad como el reconocimiento de de justicia, no se presentaban a sí mismos
condiciones de desigualdad que percibían como “ciudadanos” sino como indios o
agravadas por figuras de ciudadanía y naturales legalmente incapaces de procurar
propiedad teóricamente igualadoras e su propia defensa de derechos, pese a lo
inclusivas. cual tuvieran poder como para presionar
por la restitución y nombramiento de
Al discutir la idea predominante
Protectores, avanzar en su causa judicial
de un generalizado desprestigio de la vía
afectando intereses de miembros de las
judicial como modo de resolver conflictos
elites gobernantes en contextos de gran
durante las primeras décadas del período
inestabilidad política y durante los períodos
independentista, algunos autores demos-
más violentos de la guerra.
traron en diversos contextos latinoameri-
canos la utilización de las cortes durante El significado social y político de
las guerras civiles post-independentistas, las estrategias legales de los laguneros, sin
adjudicando este hecho al éxito temprano
embargo, se vería pobremente elucidado
de las reformas liberales y su expansión en
si nos contentáramos en clasificarlo en
la vida social79. La actitud de los lagune-
función de marcos generales de “antigua
ros demostraría en efecto la importancia
constitución” o de reformas liberales.
conferida a la acción judicial para dirimir
Como muestra Gotkowitz, los caciques
conflictos, inclusive por parte de actores
sociales prototípicos de la “cultura de la apoderados de Bolivia durante los siglos
violencia” o la “militarización de la po- XIX y XX lejos de meramente continuar
lítica”, que tuvieron como una práctica determinadas tradiciones jurídicas, se
central el uso de las cortes para tramitar reapropiaban creativamente de las mismas
sus demandas. Sin embargo, cabría revisar e integraban activamente sus propios
esta asociación entre reformas liberales y archivos y conocimiento histórico, inten-
cultura jurídica. En línea con lo planteado tando más bien generar nuevos estándares
por Chiaramonte, los cuerpos legales, de legalidad para garantizar la propiedad
instituciones, cultura política y principios de sus tierras. Mientras algunos líderes
invocados por los laguneros mostrarían invocaban las “antiguas leyes de la corona
que sus demandas remitían mucho más española” y las tradiciones indígenas an-
a la “antigua constitución” que a princi- cestrales como “caciques de sangre”, otros
pios, concepciones de ciudadanía y tipos apelaban al “progreso”, la “civilización”
de sujetos políticos liberales. Los mismos y las “leyes recientes” con más o menos
jueces y subdelegados laguneros, pese a idénticos fines80.

79 Reuben Zahler, “Liberal Justice: Judicial reform in Venezuela’s Courts, 1786-1850.”, Hispanic American Historical Review
90/3 (Durham 2010).
80 Laura Gotkowitz, A Revolution for Our Rights. Indigenous Struggles for Land and Justice in Bolivia, 1880-1952 (Durham and London:
Duke, 2007), 49-56.

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De modo análogo en Perú tanto in- mismo que como “Juez de la Reducción”
dígenas realistas81 como independentistas82 había pedido el nombramiento de Escalante
desarrollaron una institucionalidad repu- en 1832) se había quejado de grandes
blicana que combinaba pragmáticamente mensuras practicadas en zonas sensibles del
elementos liberales y de antiguo régimen campo de los laguneros por importantes
para defender sus intereses e insertarse en personajes de la sociedad provincial84. El
el juego político. Los jueces laguneros primero de ellos era Luis Molina, el hijo
no sólo intentaron construir su propia del entonces Gobernador Pedro Molina.
jurisprudencia sino que maniobraron con Había mensurado una franja de ocho
sectores políticos antagónicos, federales o leguas de frente por la margen oriental
unitarios, liberales o tradicionalistas, para del Río Mendoza, un sector estratégico
construir su propia base de poder. donde los laguneros pastaban la mayor
parte de su ganado y donde están todas
las aguadas. De verificarse la mensura,
denunciaban los jueces laguneros, “…
Jueces indígenas, caciques criollos
quedarían arrinconados en un pequeño
Como hemos visto, pese a que el campo el que a más de ser tan chico es
decreto de 1838 reconoció a los laguneros el peor de todos por la escasez de pastos
derechos sobre sus tierras dictaminando y ninguna aguada” (…) Y aún éste se ha
que los campos quedaban “a beneficio” dicho (…) se le va a entregar al Sr. General
de los laguneros no expedió un título Don Félix Aldao, de donde resulta quedar
de propiedad. Los pleitos, denuncios y todo este vecindario sin tener dónde con-
defensas continuaron a lo largo de todo tener sus haciendas por los fondos [que]
el juicio y mucho después del decreto según se dice comprenden hasta la costa
de 1838. del Río de San Miguel”85. Aldao era el otro
personaje importante denunciado por los
En 1832 Escalante como “Protector laguneros: el personero de Juan Manuel
de las Reducciones de naturales” había soli- de Rosas en Mendoza, y quien en gran
citado un decreto que impidiera el desalojo medida manejó a los gobernadores locales
de “ningún individuo que corresponda federales hasta su muerte en la década de
a las reducciones” por parte de Miguel 1840. Villegas manifestaba la indignación
Leyes que había mensurado, enagenado e inquietud general de los pobladores y en
y vendido terrenos sin autorización83. un lenguaje inusual para un subordinado,
expresa su propia indignación: “Yo exce-
En 1837–en forma sugestivamente lentísimo señor que no he podido creer
coincidente con la larga espera del fallo– el se nos despoje enteramente de los campos
ahora Subdelegado Domingo Villegas (el he tratado de persuadir a los vecinos se

81 Cecilia Méndez, The Plebeian Republic. The Huanta Rebellion and the Making of Peruvian State, 1820-1850 (Durham & London.
Duke UP, 2005).
82 Díaz Araya, Ruz Zagal y Galdames Rosas, “Participación de la población...”, 2011.
83 AHM, Carpeta 249, Época independiente, Sección Gobierno, Correspondencia 1832-1837. Doc. 4 B, 16 de noviembre de 1832.
84 AHM Carpeta 574, doc. 25. 31 de julio de 1837.
85 Idem.

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tranquilicen, hasta tanto su excelencia me también “de la capilla”, porque existe una
informe de su disposición”86. capellanía; y finalmente, después de muchas
dilaciones, presentarán el testamento del
En las décadas de 1840 y 1860 cacique Jacinto Sayanca de 1754 donde
continuaron las acciones judiciales de los éste, basado en una Merced real de 1713
laguneros, especialmente bajo la dirección que lo hacía propietario de las Lagunas,
de Villegas, para resistir los denuncios de lega a sus indios la posesión de todos los
tierras. campos en común. El juicio, seguirá
hasta 1868 y será apelado ante la Corte
Como hemos visto, en 1845 Villegas
Suprema provincial luego de una sentencia
solicitaba nuevamente al gobernador un
favorable a los denunciantes, hasta llegar
Protector, dando indicios de la continuidad
a una impasse en que quedará irresuelto.
de los conflictos. En 1857 Felipe Zorraindo
Vale la pena citar el alegato final de San-
denunció como baldíos dos terrenos de
tander, donde describe las maniobras de
8 leguas en San Miguel de las Lagunas.
los denunciantes de tierras en las lagunas:
Benigna González y sus hermanas se le
oponen basándose en un pleito por la “…es público que la testamentaria de
propiedad realizado por su padre Mariano Sayancas y Montecinos se encuentra en
González en 180987. un desarreglo espantoso por la discordia
de sus muchos herederos, habiendo
En 1865, Maximino Segura (junto servido esto a más de uno para apode-
rarse de sus propiedades con el pretexto
con otros miembros de su familia acusado de que ellas pertenecen al fisco y a la
de usurpador en la década de 1830) y sombra de estos hechos ilícitos han
Víctor Alvino, denunciaron un terreno en querido los señores Alvino y Segura
el mismo lugar88. En este caso Domingo convertir las tierras cuestionadas en
pertenencias del fisco para adquirirlas
Villegas, nombrándose representante de de una forma aparentemente legal, pero
los laguneros y coposeedor de sus tierras aquellos hechos ilegales no podrán
se opone al denuncio con una batería de jamás servir de norma para legalizar
documentos y argumentos. A lo largo del sus pretensiones porque el hecho no
forma derecho. Por otra parte es pre-
juicio, Villegas y luego un representante ciso alguna vez interpretar y conocer
nombrado, Jesús Santander, mostrarán debidamente la verdadera extensión
un calculado manejo de los tiempos, de los derechos del fisco porque hasta
dosificando argumentos y presentando ahora no es entre nosotros más que un
monstruo que absorbe todo lo favorable
documentos de acuerdo a las distintas im-
y rechaza todo lo adverso”89.
pugnaciones. Primero invocarán el decreto
de 1838. Luego, adjuntarán la solicitud La gran continuidad de las estrate-
de Mariano González que reclamaba en gias de demanda de los laguneros durante
1809 la propiedad de esas mismas tierras. el largo período de guerras civiles, abre la
Más tarde, alegarán que los campos son pregunta sobre su identificación política

86 Idem.
87 AHM, Carpeta 122 Época independiente, sección judicial, Judicial civil, año 1820-1861, Doc.116848
88 AHM, Carpeta 120, Época independiente, Judicial Civil 1862-1865. Doc 19, 1º de enero de 1865.
89 Idem.

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en estos conflictos, máxime cuando la de las demandas laguneras en relación con


literatura regional y las tradiciones locales la historia política regional, creemos que
suelen dar como un hecho la adscripción las identidades partidarias no alcanzan
federal de los mismos. Sin embargo, y al para explicar su movilización.
contrario que lo postulado por Ariel de
la Fuente para las poblaciones subalternas A partir de 1832 Escalante fue
del período en la región, no es tan claro redesignado como Protector y desarro-
que el federalismo fuera la principal lló el proceso judicial en una Mendoza
identificación política de los laguneros, ya gobernada por el federal Pedro Molina,
que el análisis del caso revela como más bajo la influencia de Félix Aldao e indi-
significativa una identificación política rectamente de Rosas. Los laguneros, a
étnica basada en derechos territoriales y través de las autoridades locales del go-
autonomía en tanto indígenas90. bierno provincial consiguieron en efecto
que durante este período sus demandas
Como ya hemos señalado, sus de- fueran escuchadas y procesadas. El breve
mandas se produjeron en un momento de interregno del gobierno unitario de Vi-
gran conflictividad política en la región con dela Castillo supuso la postergación del
la guerra abierta entre federales unitarios proceso judicial. Significativamente, su
el vertiginoso violento cambio de signo reinicio, con la restitución en el cargo del
político de los gobiernos provinciales de Protector de indios, se produjo poco
la región. El grueso del proceso judicial tiempo después de que las Lagunas ha-
se produjo durante las gobernaciones de bían constituido exitoso albergue de las
los federales Pedro Molina en Mendoza y guerrillas federales que propiciaron el
Nazario Benavides en San Juan, durante triunfo de Quiroga y Benavides, resis-
un período de relativa estabilidad del tiendo una tropa del gobierno unitario y
Pacto Federal que terminó asociando a cortando sus comunicaciones hacia San
la mayoría de los gobiernos provinciales Juan. Muchos laguneros, como insisten
a las figuras de Juan Manuel de Rosas en tradiciones literarias locales, formaron
Buenos Aires. Más aún, si volvemos sobre parte de estas milicias federales remonta-
el pedido de Protector de 1845 a Pedro das por Facundo Quiroga y Benavides91.
Molina citado más arriba observamos Como fue propio de algunas iniciativas
que la autoridad lagunera invoca la pro- de gobiernos federales para paliar la deuda
tección del gobernador en función de los contraída con soldados y otros clientes,
servicios prestados “a la santa causa de la tal vez recibieron (o esperaron recibir)
Federación”. Pensando en esta situación, promesas de reconocimiento de tierras
uno se vería tentado a aceptar la hipótesis por servicios militares y esto les permitió
de una filiación partidaria federal de los oficializar sus demandas, como insinuaba
laguneros durante el período. Pero efec- Escalante, “por razones de política”. El
tuando un breve análisis de la evolución subdelegado Domingo Villegas pareció

90 De la Fuente, Childrens...
91 Estrada, Martina Chapanay...

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reclamar el cumplimiento de una tal re- con el apoyo de las fuerzas del ejército de
ciprocidad cuando como hemos visto en Buenos Aires. Además, cabe destacar que
1845 pidió al gobernador federal Pedro las impertinentes protestas de Villegas
Pascual Segura el nombramiento de otro contra abusos no sólo habían criticado al
Protector para defender a la población de hijo del gobernador, sino también a Félix
naturales que habían “.…correspondido Aldao, máximo representante de la causa
a la Provincia a la vez, con los servicios federal en la provincia.
que se le han exigido (…) constantes en
sostener la santa causa de la Federación con Esto sugiere que, por un lado, ni
sus pequeñas fortunas y sus brazos según los federales fueron siempre atentos a los
su voluntad y ordenes del Excelentísimo reclamos laguneros ni los liberales fueron
Govierno de que dependen….”92. siempre opuestos a ellos. Por otro lado,
parecía evidente que la población lagu-
Pero más allá de la coincidencia del nera era vista como un problema político
ambiente político federal y las demandas tanto para unitarios como para los pro-
laguneras públicas, llama la atención la pios federales. El área fue objeto durante
existencia durante el proceso de ciertas todo el siglo XIX de grandes esfuerzos de
ambigüedades en la relación de los la- disciplinamiento y control por parte de
guneros y sus autoridades con unitarios sucesivos gobiernos provinciales. Más allá
y federales. de las luchas partidarias de nivel regional
y nacional, la evolución de las demandas
Juan Escalante, el Defensor pedido laguneras parece guardar una estrecha
expresamente por los jueces laguneros, relación con el progresivo despliegue de
nombrado durante el gobierno federal de estrategias estatales de control político
Pedro Molina, había formado parte del y social en la campaña y la igualmente
primer grupo ilustrado de Mendoza en la progresiva presión por las tierras lagune-
década de 1820, participando en sociedades ras, tanto por gobiernos federales como
literarias y grupos de intelectuales liberales unitarios.
como la Sociedad Lancasteriana, que en
general nutrieron la parcialidad unitaria. El pedido de nombramiento de
Siendo dueño de la única imprenta un Protector de 1828 coincidió con el
provincial, publicó y redactó en 1820 dictado del primer reglamento de policía
los dos primeros periódicos locales93. El en Mendoza, que procuraba la centrali-
hijo del propio gobernador, Luis Molina, zación del control estatal, en particular la
denunciado en 1836 por practicar una campaña94. Dos años después, en agosto
gran mensura en tierras laguneras, había de 1830, el gobernador unitario Videla
sido parte de este temprano riñón liberal Castillo dictó un decreto a los Jueces de
y en 1862 sería colocado como goberna- las Lagunas para corregir “Los frecuentes
dor de Mendoza por Mitre y Sarmiento desordenes que se observan en el territorio

92 AHM, Carpeta 24, Doc. 251. Resaltado mío.


93 El Termómetro del Día y La Gaceta de Mendoza.
94 Sanjurjo, La organización...

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(…) muy particularmente respecto de las Pero en el caso estudiado, observa-


haciendas de propiedad particular”95. El mos también que desde el comienzo mismo
decreto otorgaba importantes facultades a de estos esfuerzos de institucionalización
los jueces. Mostrando un especial interés del gobierno en la campaña los agentes
por controlar el área, el gobernador creó locales de la autoridad estatal tuvieron
en octubre del mismo año una Coman- cierta autonomía y actuaron más como
dancia Militar y Subdelegacía de Las representantes de las poblaciones locales
Lagunas que funcionó hasta 183396. En frente al gobierno que como meros bra-
1834, durante el Gobierno del federal zos de éste, demandando y articulando
Pedro Molina, continuaron las medidas inclusive prácticas y estructuras estatales,
de control estatal en la campaña con el como la administración de justicia.
dictado del Reglamento de Estancias que
reguló normas de propiedad y restricciones A su vez, estos funcionarios se in-
al uso del suelo basadas en cantidad de cluían como miembros de la comunidad
capital ganadero y el trabajo de los no indígena que reclamaba y se identificaban
propietarios. ellos mismos como tales, transmitiendo
al nivel más alto del propio gobierno sus
A contramano de la imagen predo- reivindicaciones, a veces en un tono que
minante de los caudillos federales como sugiere cierto desacato o una velada ame-
vectores de desinstitucionalización, pro- naza. Los jueces y subdelegados laguneros
gresivamente los historiadores han tendido obtuvieron una respuesta institucional y
a ver a las décadas de 1830 y 1840 –la política. Como el propio Escalante y el
hegemonía rosista– como el origen de la mismo texto del decreto de reconocimiento
temprana estatalización de la Argentina97. de tierras de 1838 sugerían, además de los
Los Subdelegados y los Jueces, en este argumentos legales era necesario atender
sentido, fueron prestigiados como repre- a “razones de política”, “la insinuación en
sentantes de los gobiernos provinciales en que se hallan los naturales de las Lagunas”
la campaña apoyados, como en Mendo- o las “poderosas razones que ellos mismos a
za, por leyes y reglamentos orientados a presencia del Subdelegado y de su párroco
controlar la vida social y económica de han impuesto”.
sus pobladores. Constituyeron también
brazos políticos para los gobernadores (o Tanto jueces como subdelegados y
los caudillos que los controlaban)98 ya que comisarios locales promovieron juicios y
además de tener a su cargo la recaudación peticionaron por la tierra de los laguneros
impositiva, colectaban contribuciones en en contra de terratenientes externos a lo
ganado, dinero y hombres para la guerra largo de todo el período estudiado y exis-
en curso. tió una gran continuidad en su posición
95 Manuel de Ahumada, “Decreto Gubernativo...”.
96 Sanjurjo, La organización..., 46, 49. Registro Ministerial de Mendoza, 1822-1834.
97 Entre otros Tulio Halperin Donghi, Revolución y Guerra (Buenos Aires: Siglo XXI, 1993); Noemí Goldman y Ricardo Salvatore,
(Comp.), Caudillismos rioplatenses. Nuevas miradas a un viejo problema (Buenos Aires: EUDEBA, 2005);
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Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, 3ª Serie 7 (1993): 31-58.
98 Bragoni, “Cuyo después de Pavón...”, 29-60.

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Diego Escolar

como funcionarios y líderes locales pese Albino fueron procesados bajo acusación
a las décadas de conflicto y cambios de de estar en connivencia con la montonera
signo político del gobierno. Tomemos de Agüero y favorecer el movimiento del
por caso el principal de ellos, Domingo Chacho en las Lagunas101.
Villegas. En 1819 aparece por primera vez
firmando documentos como “Juez de la Luis Molina, en acuerdo con el
Reducción de la Asunción”99. Hasta 1832, Gobernador de San Juan y próximo
cuando pide se asigne como defensor a Director de la Guerra contra el Chacho,
Escalante, continúa de ese modo. En 1833 Domingo F. Sarmiento, invadió las La-
lo encontramos como “Juez de las Lagunas gunas en tres oportunidades con más de
de Guanacache”, ante el asesinato del “Juez doscientas tropas de línea, en previsión
de la Reducción del Rosario”100. Entre de la posible adhesión de sus habitantes
1837 y 1851 es designado Subdelegado, a Peñaloza102. Esto fue efectuado según
según consta en partes enviados desde Molina, sin embargo, para “limpiar los
Asunción y Rosario como “Subdelegacía fondos de su estancia” y despoblar las
del 9° Departamento”. Entre 1851 y 1854 Lagunas, lo que derivó en una represión
el departamento de Las Lagunas se fusiona que evoca antiguas prácticas coloniales, y
con el de La Paz para formar el Departa- que incluyó el asesinato de algunos jefes
mento de “Rosario”, siendo designada La de familia, el secuestro y reparto como
Paz como cabecera. En 1855 nuevamente esclavos de los hijos jóvenes de ambos
se divide al departamento, quedando Las sexos y la apropiación de todo el ganado
Lagunas como “Rosario”, y se designa otra que pudo encontrar.
vez a Villegas como subdelegado.
El subdelegado Villegas fue sacado
En los inicios de la gran rebelión de las Lagunas y procesado pocos días antes
campesina y federal liderada por Angel de la invasión. Indagado en el sumario,
Vicente Peñaloza, el Chacho, en las pro- Villegas, entonces de 68 años mantiene un
vincias de Cuyo, Villegas fue procesado lenguaje republicano y legalista, y sugiere
y cesanteado de su cargo. La rebelión co- un conocimiento previo con el gobernador.
mienza por la reunión de una montonera Declara que “cuando llegó al pueblo [la
en las Lagunas que se suponía bajo la égida ciudad de Mendoza]” el gobernador le
del Chacho, bajo el mando de un caudillo preguntó “si se había estado carteando con
menor, Agüero, que comete algunos asaltos. Gerónimo Agüero”. En la indagatoria dijo
A instancias del Gobernador designado que Agüero lo había invitado imperativa-
con el apoyo de las tropas de Buenos Aires, mente dos veces por carta para levantar a
Luis Molina –que había tenido conflicto la gente de Lagunas del Rosario, a lo cual
con los laguneros– el subdelegado Do- él le habría respondido que “no reconocía
mingo Villegas y el hacendado Francisco ninguna autoridad en él y que no pertene-

99 Maza, Ensayo..., 109.


100 AHM, Carpeta. 574 Doc 8.
101 Criminal contra Francisco Alvino y Domingo Villegas por sedición. Mendoza, 3 de Junio de 1862. AHM, Judicial Criminal
época independiente, 2 A, doc. 27.
102 Escolar, Los Dones..., 142-143.

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Jueces indígenas, caciques criollos: autonomía y...

cía a esta provincia”. Villegas no volvió a ayudantes, y un alcalde del 2° cuartel, a


ejercer el cargo de Subdelegado, la más alta su vez con un teniente y dos ayudantes.
representación departamental, pero luego Pero el mismo subdelegado se quejaba al
de por lo menos 43 años de ejercicio del gobierno de que pese a haber designado
gobierno local continuó como comisario a los empleados, no existían soldados
del paraje de Asunción103. Contrastando ni guardia nacional ni policía activa en
con la negociada pero continua articula- el departamento y que se encontraba
ción institucional que representaban las “aislado” porque “la gente lagunera no
autoridades laguneras previas, a partir de reconoce cuerpo”, prefiriendo dedicarse
allí a los nuevos subdelegados les será muy a la cosecha del trigo antes que llenar los
difícil someter a los pobladores al control cargos públicos105.
efectivo del incipiente estado mendocino
y el nacional, ya con el apoyo de la fuerza El triunfo de los unitarios o liberales
militar, o mediante la articulación de y su desconocimiento de las autoridades
nuevas redes políticas. Su presencia será locales previas, implicó en principio un
a menudo precaria y la construcción de quiebre de los canales de negociación de
su autoridad una empresa trabajosa. los laguneros con el gobierno de Mendoza
y el paso a una etapa de represión y per-
Si con Villegas los hacendados y manente insurrección. Pero el hecho de
medianos campesinos laguneros fueron que las segundas líneas continuaron en
desplazados del cargo de máxima autoridad manos de laguneros que incluso habían
del departamento, siguieron ocupando sido sumariados por su posible apoyo
la mayoría de los demás cargos. Luego al Chacho muestra las limitaciones del
de que el propio subdelegado recorriera control que el gobierno ejercía en el área.
los parajes de la capilla del Rosario, la También se evidencian esas limitaciones
Asunción y San Miguel y toda la costa de en la dudosa lealtad de los funcionarios y
las Lagunas, reuniendo los vecinos “para hacendados locales en general al gobierno
arreglar los empleados”104. Esta decisión y y en cambio, su permeabilidad con los
las reuniones con vecinos en cada paraje, “bandidos”. Víctor y Francisco Alvino, los
sugiere una negociación más que una principales hacendados del departamento
imposición de cargos en las segundas que ya hemos mencionado, las autoridades
líneas. Villamil reorganizó la adminis- y los mismos soldados eran acusados de
tración local nombrando una planta sin proteger a los bandoleros o montoneros.
precedentes de doce empleados en cada El subdelegado José Ibarzábal se quejaba
uno de los tres distritos, conformada por en 1867 de que
un comisario, un teniente de comisario,
“Se sabe que Don Pancho Alvino ha
dos ayudantes del comisario, un alcalde abrigado algunos bandidos y su her-
del primer cuartel, con su teniente y dos mano Don Víctor Alvino también (pide

103 AHM, Carpeta 574, Doc. 98.


104 Idem.
105 Idem.

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al gobernador) se sirva mandarme mili- Palabras finales


tares armados para ya hacer pesquisa de
dichos individuos porque los militares Como vimos, los pobladores de las
que tengo no tengo confianza en ellos,
porque son del mismo Departamento, lagunas de Guanacache entregaron en
aunque lleguen a verlos no me los han 1879 un petitorio al gobierno provincial
de presentar, antes bien les han de dar reclamando protección sobre sus tierras
escape”106. que en este caso estaban siendo usurpadas
Villegas atravesó entonces 43 años por terratenientes de San Juan. El reclamo
como autoridad local casi desde la época del imploraba que “se eviten las infinitas y
gobierno del General José de San Martín constantes propelías que personas extrañas
hasta la intervención de Cuyo después de hacen en nuestro departamento” y era
la derrota del ejército federal en Pavón (y elevado por el Comisario de las Lagunas
el inicio de la rebelión de las montoneras en funciones, Rosendo González, y el
del Chacho Peñaloza). anterior, Juan de la Cruz Pelaytay, junto
con varios jefes de familia locales, pesca-
Si los subdelegados y jueces eran dores, ganaderos y jornaleros de la costa
piezas clave del Estado provincial a pesar norte de las Lagunas107.
del antagonismo de sus demandas con el
propio gobierno y la elite terrateniente Pocos meses atrás, el caudillo de
local, caben algunas hipótesis. Primero, origen lagunero Santos Guayama había sido
parece que fue imposible para el Estado asesinado en el cuartel de policía de San
provincial tomar el control externo de Juan dando lugar a una severa represalia
la población local, debiendo negociar o sobre los laguneros, incluyendo el asesinato
reconocer como autoridades a figuras de de parientes de Guayama y aquellos que
ascendiente local, aunque éstas pudieran tuvieran otros apellidos indígenas (como
cuestionar su propio control e incluso su Guaquinchay, Talquenca, Chapanay,
soberanía en el área. Segundo, está claro Allaime). Desde fines de la década de
que a través de dichos funcionarios loca- 1860 Santos Guayama tuvo en vilo a los
les de consenso se produjo una relativa gobiernos de Cuyo y en ocasiones al
incorporación política de los laguneros. nacional. Su actuación alcanzó desde el
Pero sobre todo, podemos concluir que sur de Córdoba hasta Salta, en el norte
los laguneros, tipificados como indígenas argentino, como lugarteniente de Felipe
en una sociedad que comenzaba a negar Varela. Las lagunas de Guanacache se
su misma existencia, tuvieron un inusual mantuvieron como un permanente foco
poder de presión, habilidad política y de insurrección desde los levantamientos
autonomía respecto de los gobiernos y montoneros del Chacho Peñaloza en 1862
elites provinciales durante la primera con la violenta represión iniciada en las
mitad del siglo XIX. Lagunas en 1862.

106 AHM, Carpeta 574 bis, Doc. 9, 1867 (Fernández, s/d, 70).
107 Defensa realizada por..., AHM Carp. 575 bis, doc. 17, fol. 1-3.

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Jueces indígenas, caciques criollos: autonomía y...

Durante la autoridad de Villegas, de 1930. Fue pintado como prototipo de


coincidente con gobiernos federales, no la serie “vestigios huarpes” por el pintor de
existió el antagonismo que se observa con origen catalán Fidel Roig Matons en los
posterioridad a 1862 cuando comisarios mismos años en que acudió a Mendoza
y subdelegados serán perseguidos y en con cien laguneros para demandar nue-
ocasiones asesinados por el mismo Gua- vamente por sus tierras y agua108.
yama o sus tropas. Todo parece apuntar
a la ruptura de un pacto político tácito, Sarmiento, en su explicación de
que coincidiría tanto con la avanzada del la emergencia de las montoneras del
Estado provincial y nacional para controlar Chacho Peñaloza en 1862, se refirió recu-
el territorio y sus pobladores y recaudar rrentemente a Guanacache y su peculiar
impuestos, como con el crecimiento del autonomía local como reducto huarpe,
poder de los propietarios y ganaderos de acuñando incluso el sintomático término
la zona sur. etno-geográfico-político de “lagunatos”109.
Pedro Echagüe por su parte, refiriéndose
Aunque existe un notable vacío a la historia de la Martina Chapanay,
historiográfico es posible hallar reitera- una heroína rural huarpe del siglo XIX,
damente (en las narrativas orales locales definió a las Lagunas como una “especie
de la actualidad, como así también en la de minúscula república independiente”
literatura regional desde la segunda mitad en la cual los pobladores elegían a sus
del siglo XIX) esta imagen de autonomía propias autoridades.
lagunera y la asociación de la misma a un
carácter y cultura política indígenas. Los vecinos vivían allí como en familia
(...) sus convecinos lo habían elegido
[a Juan Chapanay] juez de paz del
Al igual que en algunas produccio- lugar, pues los laguneros constituían
nes literarias de la primera mitad del siglo entonces una especie de minúscula
XX, ancianos laguneros suelen referirse a república independiente que elegía
las autoridades locales de aquella época sus propias autoridades. La justicia
de la provincia sólo intervenía en los
como “caciques” o “caciques huarpes”, casos de crímenes o de grandes robos
en los cuales se incluye a Guayama pero por medio de un oficial de partida
también a Villegas. Los ancianos lagune- (...) El ruido de las armas no turbó la
ros establecen también, que los líderes de tranquilidad de aquellos lugares; y ni
siquiera cuando el caudillaje trastornó
las familias locales fueron habitualmente todo el país, dejaron de ser los lagune-
autoridades de gobierno en la zona desde ros un pacífico pueblo de pescadores
el período colonial. El hijo de Domingo y pastores, aislado al resto del mundo
Villegas, Juan Manuel Villegas, por ejem- a orillas de sus lagunas110.
plo, era considerado la principal autoridad El padre de la protagonista, que en
y terrateniente local todavía hasta la década otras versiones es calificado como cacique

108 Escolar, Los dones...; Fidel A Roig, Arturo Roig y hnos, Guanacache. Fidel Roig Matóns, pintor del desierto, (Mendoza: EDIUNC, 1999).
Carlos Rusconi, Poblaciones pre y posthispánicas de Mendoza (Mendoza: Publicación Oficial, 1961).
109 Sarmiento, Vidas de Fray Félix Aldao y el Chacho... Ver especialmente pag. 85.
110 Pedro Echagüe, Dos novelas Regionales (Buenos Aires: Jackson, 1932), 95.

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Diego Escolar

huarpe111 es elegido en su relato como Juez como “Protector de los Naturales de las
de Paz. Lagunas de Guanacache.”

Sin duda el papel de los Jueces locales Los gobiernos federales de la época
y otras autoridades locales durante el siglo constituyeron un marco favorable a dicho
XIX era consistente con las condiciones de procesamiento de demandas. Sin embargo,
consenso, capacidad de liderazgo y sobre
esto no ocurrió tanto (o no solamente)
todo de mediación política atribuidos a
los caciques en diversos contextos, tanto por una adscripción partidaria de los la-
entre pueblos indígenas libres como en guneros, sino por el hecho de que durante
los antiguamente incorporados. el período se generaron eventualmente
instituciones y prácticas de gobierno
Pese a la narrativa de extinción, las que posibilitaron el acceso a la justicia
identificaciones indígenas de los laguneros y o la paradójica incorporación y a la vez
gran parte de la población rural no parecen relativa autonomía política de poblaciones
haber sido sólo fruto de la inventiva de
campesinas e indígenas de la campaña.
Sarmiento. En la misma época en que el
Protector Escalante desarrollaba su Defensa Lo cierto es que el conflictivo
de los indios laguneros y Sarmiento cons-
desarrollo de estrategias de construcción
truía la tipología del gaucho al escribir (al
decir de Tulio Halperin Donghi) la nación estatal y de institucionalidad republicana,
argentina en el Facundo, numerosas parro- como así también la progresiva presión
quias de San Juan y Mendoza bautizaban por la privatización de las tierras que
individuos clasificados como “indios” y ocupaban los laguneros fue el marco en
llevaban libros parroquiales de casta. Las el que las autoridades o líderes locales
mismas autoridades laguneras impulsaron lograron promover el procesamiento de
aparentemente esta adscripción: Aunque el sus demandas por tierras e importantes
nombramiento de 1828 había designado formas de reconocimiento de su posesión
inicialmente a Escalante como “protector “inmemorial” de las mismas, en una re-gión
de los vecinos de las Lagunas de Guanaca-
y período (la década de 1830) en los que
che” tanto el Juez de Paz Miguel González
en 1828, como Villegas y Salazar, en 1832, se consideraba inexistentes a las comuni-
se referían a sí mismos como delegados de dades indígenas. Y las memorias y archivos
“esta reducción” o “reducciones” invocan- de estas luchas continuaron operando
do su carácter indígena y finalmente, el a lo largo del siglo XIX y XX pese a su
decreto ratificatorio designó a Escalante aparente ausencia.

111 Estrada, Martina Chapanay...; Julio Fernández Peláez, La Martina Chapanay, Poema Histórico. (Mendoza: S.E, 1934).

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72 Revista Tiempo Histórico

art2_Escolar.indd 72 25-09-2015 15:49:39


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