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Área Científica y de Divulgación.
Departamento de Arqueología, Paleontología y Recursos Culturales
AUDITORES DE ENERGÍA Y MEDIO AMBIENTE, S.A.
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Departamento de Arqueología, Paleontología y Recursos Culturales
AUDITORES DE ENERGÍA Y MEDIO AMBIENTE, S.A.
ISBN: 978-84-615-9211-1
Depósito Legal: M-21819-2012
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VILLAJOS
(T.M. CAMPO DE CRIPTANA)
^^ -
Villajos en el territorio de Fahs
. . al-luyy de la Madina
de Toledo (siglos X-XI)
LOCALIZACIÓN
T. M. CAMPO DE CRIPTANA
PROVINCIA DE CIUDAD REAL
EMPRESA PROMOTORA
EMPRESA CONSTRUCTORA
P. I. Los Alces
Calle 2 Parcela 21
13600 Alcázar de San Juan
Tfno. 926 58 84 63 Fax. 926 55 23 28
CONSULTORÍA ARQUEOLÓGICA
INTERVENCIÓN ARQUEOLÓGICA
EXCAVACIÓN ARQUEOLÓGICA DEL YACIMIENTO
“VILLAJOS”
No queremos acabar esta presentación sin mencionar a todas las personas que han
facilitado el desarrollo de los trabajos arqueológicos. En primer lugar a D. Federico López Zafra,
D. Antonio Lanseros, D. Javier Sánchez García y D. Alberto de la Confederación Hidrográica
del Guadiana, promotora de la Conducción de Agua desde ATS para incorporación de recursos
a la Llanura Manchega; a D. Juan Manuel Fernández Ruiz, D. Rafael Gutiérrez de La Fuente, D.
Francisco Navarrete, D. Felipe Méndez Segovia, D. Javier García Herrero, D. Eduardo Fernández
Carmona, D. Raimundo Ruiz Sánchez y D. José Luis Aranda Platero de O.H.L., adjudicatarios de
las obras; a D. Miguel Ángel Valero Tébar de la asistencia técnica en arqueología; Dña. Virtu-
des Sánchez, de la asistencia técnica de medioambiente; D. Martín Almagro Gorbea; D. José
,Manuel Abascal Palazón, Dña. Rosario Cebrián Fernández y D. Ignacio Hortelano Uceda, de la
Dirección Arqueológica del yacimiento y del Parque Arqueológico de Segóbriga; D. Antonio
Madrigal Belinchón y D. Enrique Daza Pardo, técnicos arqueólogos de la Dirección General
de Patrimonio Cultural de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha; D. Juan Manuel
Millán y Dña. Concepción Rodríguez Ruza, del Museo de Cuenca y, por último, a todos los tra-
bajadores que han participado en los trabajos arqueológicos, desde los técnicos a los peones
arqueológicos, sin cuyo esfuerzo no sería posible la publicación de estos trabajos.
Las obras correspondientes a esta 1ª FASE constan de un depósito regulador de cabecera, una
conducción principal que discurre por el borde Norte del acuífero de la Mancha Occidental y los
ramales secundarios de distribución. La 2ª FASE exige una segunda conducción principal que
discurre paralela a la anterior, previsiblemente hasta las inmediaciones de Quintanar de la Orden,
para desde aquí dirigirse más hacia el Este y hacia el Sur bordeando el acuífero hasta el embalse
de Vega del Jabalón o Puertollano. La interconexión con los ramales secundarios de la fase ante-
rior da lugar a una red mallada.
Era ineludible iniciar una serie de acciones de carácter urgente y perentorio encaminadas a
satisfacer las demandas preferentes de la 1ª FASE. El proyecto que nos ocupa deine la disposi-
ción general del sistema hidráulico asociado a tal in, y deine, a nivel constructivo, los elemen-
tos esenciales de la infraestructura hidráulica necesaria en una 1ª etapa:
La segunda etapa de esta 1ª FASE será motivo de otros proyectos a in de completar la red total con:
Tramo I. La longitud es de 16,115 km., desde el origen, aguas abajo del caseta de toma en
Valdejudíos, hasta el río Gigüela. Diámetro 1.700 mm.
Tramo II. La longitud total es de 105,060 km (Diámetros 1700 a 1500 mm). Empieza en el inal del
tramo anterior y inaliza en una caseta de válvulas, situada en las inmediaciones de la carretera
CR 202 en su intersección con la nacional N-420, al sur de Puerto Lápice.
1. CONDUCCIÓN PRINCIPAL
El esquema inicial del Proyecto de la Conducción Principal estaba basado en la posible cons-
trucción previa del embalse de La Garita, sobre el río Gigüela, como elemento regulador, en
cabecera, de las aportaciones derivadas del Acueducto Tajo-Segura. Complementariamente,
se dispondría una tubería, a modo de by-pass, que enlazaría directamente el ATS con la con-
ducción principal con origen en La Garita.
Dado que las obras correspondientes a la primera fase se han llevado a cabo con carácter ur-
gente, no han podido supeditarse a la puesta en explotación del embalse de La Garita, cuya
construcción, por otra parte, está supeditada al cumplimiento de importantes premisas técni-
cas, económicas y ambientales sobre las que en la actualidad existen razonables dudas para
su logro. En consecuencia, esta Fase 1ª exige un depósito regulador de cabecera de mediana
capacidad con dos funciones esenciales: por una parte permitir derivar el agua del ATS acomo-
dándose al régimen de explotación de éste y, por otro lado, constituir una reserva mínima que
garantice el abastecimiento durante un plazo de 1,5 a 2 meses.
Se ha encontrado una cerrada y vaso asociado a ella en el cauce del río Valdejudíos, aluente del
Gigüela, en una zona cercana al punto de derivación y toma del acueducto Tajo-Segura. La cuenca
propia es de 40 km2. La cota de máximo nivel es la 862,50, suiciente para crear un embalse útil de
5,30 hm3 y suiciente para que con nivel mínimo se pueda pasar un collado de obligado paso en
esta zona alta, y también suiciente para llegar por gravedad a todos los centros de consumo.
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Descripción del proyecto constructivo
La elección inal del trazado, dentro del corredor, se ha efectuado con criterios hidráulicos y eco-
nómicos, limitando la profundidad de las zanjas y la proliferación de puntos altos.
La longitud total de la conducción principal es de 121,2 km. El primer tramo se desarrolla por
la margen derecha del arroyo Valdejudíos, cercano a la carretera de Carrascosa del Campo a
Saelices, alejada del trazado del ATS, en cuyas inmediaciones se encontraron restos arqueoló-
gicos durante su construcción.
El tramo siguiente tiene un trazado obligado para pasar por un collado existente (cota 854), en
la divisoria entre el arroyo Valdejudíos y el río Gigüela. En este punto alto se ha proyectado una
chimenea-ventosa, sobre la ladera, enterrada en zanja. Desde este collado, el trazado descien-
de hasta el río Gigüela (cota 773), pasando a la margen izquierda. En este tramo se ha evitado
cualquier interferencia con el área arqueológica de las ruinas romanas de Segóbriga.
El siguiente tramo, de unos 15 km. de longitud, se desarrolla por el valle del río Gigüela pasan-
do alternativamente de una margen a otra en dos ocasiones. No existe otra alternativa para el
trazado por razones topográicas. Dentro del valle la conducción se ha dispuesto lo más aleja-
do posible del cauce, en el borde más alejado de la terraza, al pié de las abruptas laderas, ya sea
en una u otra margen. Una vez fuera del valle (PK 15,900) la conducción se independiza del curso
de río Gigüela al cual no vuelve a cruzar hasta el PK 82,21, en las inmediaciones de Herencia. Este
gran tramo discurre, en general, paralelo a las carreteras de la zona y caminos ya existentes, y aleja-
do de las lagunas de este sector: los Charcones, en Miguel Esteban, y las existentes en el entorno de
Alcázar de San Juan. Esta población se circunda por el norte y el oeste, evitando la zona industrial
y las playas de vía del ferrocarril. Existe, no obstante, el cruce obligado de éste, y otro cruce con el
oleoducto. También se ha previsto, en este tramo la futura variante de la carretera N-301, en las
inmediaciones de Quintanar de la Orden, disponiéndose la conducción por la parte oeste, es decir,
exterior a la variante. Una vez cruzado el Gigüela, PK 82,21 existen 2 trazados alternativos: uno
siguiendo el cauce hasta Villarrubia de los Ojos, y otro, que consiste en independizarse del río
pasando por el collado de Cerro Navajo (cota 710). Se ha elegido este último que ofrece ven-
tajas medioambientales y además la posibilidad de disponer una chimenea -ventosa de fácil
construcción, alojada en zanja cubierta, en las laderas de las montañas circundantes. Desde el
punto de vista hidráulico resulta muy interesante.
La conducción principal acaba después del cruce de la carretera N-420, de Puerto Lápice a
Ciudad Real. Aquí se proyecta una caseta para las derivaciones a Puerto Lápice, hacia la zona
sur y Puertollano, y hacia el embalse de Gasset.
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II. EL MEDIO FÍSICO
1. CONTEXTO HIDROGEOGRÁFICO
La zona de estudio se encuadra dentro de la Cuenca Alta del Guadiana. Dicha cuenca alta se
sitúa en la Submeseta Sur Peninsular, ocupando parte de las provincias de Toledo, Cuenca,
Albacete y Ciudad Real dentro de la zona centro de la Comunidad de Castilla-La Mancha, cono-
cida también como la comarca interprovincial de La Mancha Alta. Esta altiplanicie comprende
en su mayor extensión los territorios que se encuentran entre las cabeceras de los principales
aluentes del Guadiana en su vertiente norte, como son los ríos Záncara, Gigüela y Riánsares,
además del río Algodor aluente del Tajo (ver igura 1).
Pese a ser el cuarto río más largo de la Península Ibérica el Guadiana presenta un escaso caudal
(caudal medio 26 m³/s), siendo el décimo en esta valoración, caracterizándose además por una
gran irregularidad interanual y una estacionalidad muy acusada. El régimen de los ríos que
constituyen la Cuenca Alta del Guadiana es netamente pluvial ya que sus caudales máximos
están condicionados por los periodos de mayor pluviosidad que en su caso son los meses
de diciembre, enero y febrero, siendo su periodo de estiaje muy acusado y largo. Este fuerte
contraste se debe también a la escasa pluviosidad de su cuenca y a las elevadas temperaturas
estivales que originan una fuerte evaporación. Otra razón de su régimen es la poca altitud a la
que se producen sus nacimientos ya que las montañas de donde manan son relativamente ba-
jas y al discurrir por la planicie manchega los periles longitudinales de dichos ríos van a tener
una pendiente muy baja. Los sistemas montañosos de donde surgen los aluentes principales
conforman el límite de la divisoria de la cuenca hidrográica del Alto Guadiana. Así los Montes
de Toledo constituyen el límite septentrional con alturas que rondan los 1.400 m, mientras Sie-
rra Morena hace límite al sur con altitudes en torno a los 1.000 m y las estribaciones de algunas
sierras del Sistema Ibérico como la Serranía de Cuenca hacen de límite al este con alturas que
apenas superan los 1.000 m.
Villajos
Se trata de una red bien desarrollada en los bordes del territorio pero que se difumina pau-
latinamente cuando estos ríos atraviesan la Llanura Manchega coincidiendo con una de las
zonas de mayor concentración de aguas subterráneas. En esta comarca las escasas pendientes
favorecen la existencia de numerosas zonas húmedas como las Tablas de Daimiel o la Laguna
del Hito situada entre las poblaciones de Montalbo y El Hito, hacia aguas arriba del Gigüela.
Dicha cuenca presenta un clima mediterráneo continentalizado, con una estación seca muy
deinida y marcadas oscilaciones térmicas. Las precipitaciones registran un valor medio anual
de 550 mm que se distribuyen de forma heterogénea en función de cada zona, siendo de unos
350 mm en la Llanura Manchega.
Figura 1. Situación general de la zona de estudio dentro de la Cuenca Hidrográica del Guadiana (CHG) y su
localización más exacta en el extremo septentrional de la Cuenca Alta del Guadiana.
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El medio físico
relativamente pequeña, correspondiendo a los depósitos que conforman parte de la Serie Su-
perior Tabular (plegada localmente en los bordes) atribuida al Neógeno (Mioceno y Plioceno).
En esta zona no aparecen los depósitos de la Serie Inferior, con unidades plegadas y atribuidas
comúnmente al Paleógeno (Eoceno y Oligoceno).
La Cuenca del Tajo y la propia de Madrid representa una cuenca continental cerrada intraplaca
generada por deformación alpina, rodeada por el Macizo o Zócalo hercínico (Sistema Central
y Montes de Toledo) desde el norte hasta el suroeste, y por los macizos mesozoicos (Cordillera
Ibérica y Sierra de Altomira) desde el noreste hasta el sureste (ver igura 2). La individualiza-
ción de las subcuencas de Madrid y de Loranca, se produjo por el levantamiento de la Sierra
de Altomira, que es un cinturón estrecho de pliegues y cabalgamientos que verge hacia el
Oeste con una dirección general N-S, y que comenzó a emplazarse al inal del Paleógeno. La
Depresión Intermedia es, al menos para las unidades inferiores, una cuenca piggy back, ge-
nerada durante la Orogenia Alpina según una tectónica que se nuclea a favor de una falla en
el basamento por un accidente central, que es el Anticlinal de Trillo-Pareja-Huete-Carrascosa
(Alonso-Zarza et alii, 2004). Otra característica que condiciona la composición de los depósi-
tos que rellenan la Cuenca de Loranca y la distinguen de la de Madrid, es que proceden de la
erosión y transporte de las rocas sedimentarias mesozoicas mayoritariamente carbonáticas y
algunas arenosas (como las de utrillas), además de los propios depósitos paleógenos. Otros
depósitos mesozoicos como los yesos del Lías inferior y en menor proporción los del Keuper,
serán disueltos y resedimentados en áreas palustres y lacustres de la Depresión, dando lugar a
los yesos bioturbados (Elizaga et alii, 1998).
La topografía general de la zona de estudio está en gran parte inluenciada por el proceso de
incisión cuaternaria de la red de drenaje principal, asociada al río Gigüela y al Riansares. Este
proceso comienza en edades plio-cuaternarias y se realiza a favor de la Mesa de Ocaña, de las
Supericies del Páramo y de las alineaciones de la Serranía de Cuenca como la Sierra de Altomi-
ra, quedando los cursos luviales encajados o condicionados por estas unidades geomorfoló-
gicas. La Mesa de Ocaña se localiza a unos 25 km al oeste de la zona de estudio y esta platafor-
ma hace de divisoria con la Cuenca Hidrográica del Tajo. Las Supericies del Páramo aparecen
en varios retazos contiguos a la zona de estudio donde se ubica el yacimiento arqueológico. Al
pie de estas plataformas o sierras y a favor de las pendientes, se generan mantos de arroyada
conocidos como depósitos de glacis o derrames, que conectan las zonas altas con los depósi-
tos de las terrazas luviales asociadas a los valles de los ríos.
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Villajos
Los depósitos originados durante el Paleógeno se dividen en tres grandes unidades tecto-
sedimentarias, cuyos estratos posteriormente son plegados y suelen aparecer a techo de los
materiales mesozoicos, asociados a los últimos episodios de deformación relacionados con
la orogenia alpina que origina las elevaciones del Sistema Ibérico. Estos materiales aparecen
asociados a las zonas externas de los anticlinorios que constituyen los distintos aloramientos
alineados de la Sierra de Altomira.
t El Primer Ciclo Neógeno se deposita según una discordancia con paleorrelieve sobre
materiales más antiguos en zonas plegadas y deiniendo una ruptura sedimentaria con
la Unidad Detrítica superior en zonas centrales de la cuenca. Está compuesta por con-
glomerados, areniscas grises y negras en sondeo, lutitas, yesos bioturbados y detríticos
como los que aparecen en los alrededores del anticlinal de Carrascosa. Otros materiales
que caracterizan este ciclo son las calizas y arcillas de neoformación (sepiolitas de Pareja).
Se interpretan, en su conjunto, como depósitos de abanico aluvial agradando a una zona
central lacustre con su depocentro entre Huete y Pareja. De acuerdo con datos de sondeo,
su potencia máxima es de 350 m. Su edad es Ageniense superior-Aragoniense medio.
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El medio físico
t El Segundo Ciclo Neógeno se deposita según una discordancia con paleorrelieve sobre
materiales más antiguos en zonas plegadas o deiniendo una ruptura sedimentaria con el
ciclo anterior en zonas centrales de la cuenca. Sus caracteres litológicos son similares a los
del primer Ciclo Neógeno pero predominan los carbonatos sobre los sulfatos. En Córco-
les se desarrolla una zona palustre carbonatada con importantes anomalías geoquímicas
ligadas a aguas epitermales. La edad de la unidad es Aragoniense medio-Vallesiense. La
potencia máxima es de unos 200 m. En la zona de estudio aparecen materiales detríticos
asociados a este ciclo.
t El Tercer Ciclo Neógeno se corresponde con las “Calizas del Páramo”. Hacia la base de estas
calizas se observan las arenas de la “red luvial intramiocena”, constituida por conglome-
rados y arenas con paleocorrientes de dirección E-O. Por criterios regionales, Torres et alii
(1984) le atribuyen una edad Vallesiense- Turoliense. Su potencia se estima en unos 50 m.
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Villajos
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III. ESTUDIO HISTÓRICO
PALEOLÍTICO
La etapa cultural más antigua y más larga de la historia del hombre se encuentra mal docu-
mentada en la provincia de Ciudad Real a pesar del gran número de lugares en los que han
aparecido materiales arqueológicos paleolíticos, ya que la mayor parte de esos yacimientos
no corresponden a verdaderos asentamientos, sino a yacimientos secundarios, es decir, son
materiales arqueológicos arrastrados que pueden proceder de diferentes yacimientos. A este
problema hay que añadir la práctica ausencia de excavaciones arqueológicas en yacimientos
paleolíticos, lo que ha hecho que todos los estudios que existen sobre el Paleolítico en la zona
sean trabajos hipotéticos que no resisten un estudio crítico.
Si hacemos un repaso somero a las últimas décadas de investigación del Paleolítico en Ciudad
Real vemos que se produce una intensa actividad prospectiva del terreno durante los años 1970
y 1990, siendo inexistentes trabajos de síntesis elaborados por equipos interdisciplinares.
Posteriormente, se propone una nueva visión para la explicación de la variabilidad lítica de los
conjuntos industriales paleolíticos realizados en cuarcita local de la provincia, siendo la mate-
ria prima un factor determinante en el tipo de explotación lítica (Ciudad Serrano, 1996).
Los primeros pobladores de la comarca son de fechas muy tempranas, ya que el Paleolítico
Inferior, en sus fases más antiguas (Achelense), está bien representado en el término municipal
de Ciudad Real, culminando en el Paleolítico Medio con el Musteriense. Por su parte, el Paleo-
lítico Superior está mal representado en la zona.
La mayor parte de los hallazgos se producen en las terrazas de los ríos y complejos lacustres.
Los primeros pobladores de este territorio serían bandas reducidas de cazadores-recolectores
Villajos
establecidos en las orillas de las lagunas, seguramente de forma estacional, y que obtendrían
sus recursos del entorno inmediato (Santonja y Redondo, 1973; Santonja, 1976; Santonja et
alii, 1977; Ciudad Serrano, 1986 a y 1986 b).
PALEOLÍTICO INFERIOR
Estos yacimientos achelenses se caracterizan por ubicarse al aire libre, como la mayoría de
estaciones achelenses de la Meseta (Santonja y Querol, 1977), no encontrándose industria lí-
tica en contexto estratigráico. Dichos sitios de interés arqueológico cuentan con un núme-
ro reducido de piezas líticas en supericie, compuesto fundamentalmente por macroutillaje
de bifaces, hendedores y triedros (Modo 2), junto a algunos cantos trabajados (Modo 1) en
los momentos iniciales y plenos, así como estrategias de explotación de lascas (“débitage”)
siguiendo la modalidad discoide, multifacial y levallois con algunos útiles retocados en las
últimas fases achelenses.
PALEOLÍTICO MEDIO
Los yacimientos musterienses del Campo de Calatrava son también supericiales, al aire libre,
los cuales presentan conjuntos líticos signiicativos, realizados en cuarcita local, tomando in-
cluso algunos de éstos el carácter de zona de aprovisionamiento de materia prima y talla en
entornos con gran densidad y extensión de material cuarcítico en forma de cantos rodados y
angulosos. Las estrategias de explotación lítica de estos conjuntos es propiamente de “débi-
tage” discoide (trabajo centrípeto), levallois (lineal y recurrente) y multifacial (explotación de
múltiples planos) a partir de las cuales se extrae gran número de lascas (mayoritariamente
simples, frente a lascas de descortezado y de semidescortezado, presentando talones tanto
lisos, corticales como facetados o preparados), algunas de éstas retocadas conigurando útiles
(raederas, raspadores, denticulados, muescas, cuchillos de dorso, etc.). En caso de que aparez-
ca macroutillaje en estos conjuntos de industrias de lascas parece corresponder al Musterien-
se de Tradición Achelense.
NEOLÍTICO
En toda la provincia se conocen escasas evidencias para este periodo. Vallespí documenta La
Vega de los Morales (Vallespí et alii, 1985) en el término de Aldea del Rey, que se relaciona bien
con el Neolítico inal, bien con el Calcolítico inicial. Los materiales atribuidos a este yacimiento
no proceden de excavaciones sistemáticas sino de colecciones particulares. Se conocen raspa-
dores, buriles, denticulados, puntas de lecha, microlitos geométricos y hachas pulimentadas,
que apuntan hacia un Calcolítico inicial. Por otra parte, la presencia de microlitos geométricos
permitiría situar este yacimiento en el Neolítico inal.
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Estudio histórico-arqueológico
En 1950 se publicaron noticias (Estavillo, 1950) sobre dos posibles yacimientos de Alcázar de
San Juan con restos pertenecientes al Neolítico, apoyándose en varios fragmentos de cerá-
mica hallados en supericie. Esta zona fue reprospectada en la década de 1990, adscribiendo
estos yacimientos a la Edad del Bronce.
CALCOLÍTICO
El conocimiento del poblamiento durante la Edad del Cobre en la Cuenca Alta del Guadiana
se reducía en la década de los 80 al yacimiento de El Castellón (Villanueva de los Infantes), que
se adscribía al Calcolítico Campaniforme. El resto de la información procedía de prospeccio-
nes en la zona del Campo de Montiel, con yacimientos en altura y en llano. Esta información
se vió ampliada durante los trabajos de investigación sobre la Edad del Bronce al localizarse
yacimientos en la llanura aluvial de San Juan.
En la primera fase de la Carta Arqueológica de Ciudad Real (García Huerta et alii, 1994) se publi-
caron 16 yacimientos adscribibles al Calcolítico. Se estableció como hipótesis que el patrón de
asentamiento de los yacimientos calcolíticos estaría establecido en las cercanías de las vegas,
en zona llanas o en suaves lomas sin defensas aparentes, mientras que los asentamientos cam-
paniformes se localizan en pequeños cerros con buenas defensas naturales y amplio control
del territorio, como los de El Castellón (Villanueva de los Infantes) y Cerro del Gato.
A lo largo de la década de los 90, los controles y seguimiento de obras han propiciado la ex-
cavación y sondeo de yacimientos, con asentamientos en llano, pertenecientes al Calcolítico.
Las excavaciones han constatado que una parte de la población se asentó en zonas de vega y
llanura durante el III y II milenio, con yacimientos como Las Saladillas (Alcázar de San Juan).
Durante el Calcolítico comienza una incipiente utilización de los objetos de cobre, y a partir de
1800 a. C., fecha que se ha tomado como inicio de la Edad del Bronce, se asiste a la presencia
de la aleación cobre-estaño y a la generalización del uso del cobre. Entre el período que va
desde el 1800 a. C. al 1200 a. C., en el que se sitúan el Bronce Antiguo y Medio, se observa en la
Península Ibérica cierta tendencia a la regionalización cultural.
Los primeros hallazgos arqueológicos en la zona de Campo de Criptana están datados entre
1800-1500 a. C., en la Edad de Bronce Antigua, aunque los yacimientos más importantes per-
tenecen al Bronce Medio (1500-1200 a C.) y son ejemplo de los denominados “poblados en
altura”.
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Villajos
siderar dichos investigadores que este término era más apropiado, ya que permite englobar
dentro de él los diferentes tipos de asentamiento que se desarrollaron en la Edad del Bronce
en la zona. Los tipos de asentamiento característicos de esta cultura son las motillas, los caste-
llones y los fondos de cabaña.
Las motillas son asentamientos fortiicados situados en llanura que destacan sobre el terre-
no circundante, en forma de montículo, como consecuencia del depósito arqueológico, con
dimensiones que oscilan entre los 4 y 11 metros de altura y diámetros variables entre 40 y 100
metros. Las motillas suelen presentar una torre central y en torno a esta torre se articulan una
serie de muros concéntricos que dejan pequeños espacios libres entre los diferentes lienzos
de la fortiicación.
Las motillas ocuparon La Mancha entre el 2200 y el 1500 A.C. Con equidistancias de 4 a 5
kilómetros entre unas y otras, según las zonas, pero siempre buscando el contacto visual, su
distribución afecta a las vegas de los ríos, zonas llanas y fácilmente inundables, y las zonas
palustres deprimidas dónde hasta momentos recientes era mucho más frecuente la existencia
de los típicos humedales y lagunas manchegas.
Otro de los tipos de asentamientos característicos de esta etapa son los poblados en altura
o castellones. Éstos se localizan en cerros altos y escarpados pero con fácil acceso por uno
de sus lados, los cuales presentan complejos sistemas defensivos a base de murallas, torres y
bastiones que completan las defensas naturales que los propios cerros ofrecen y que deben
condicionar, entre otros factores, la elección de los asentamientos.
La zona está compuesta por un mosaico de pueblos que aunque muestran algunos rasgos
comunes, también poseen características concretas, relejo de diferentes inluencias y grados
de aculturación.
El pueblo de los olcades ocuparía las tierras meridionales del sistema Ibérico y de la cuenca
del Júcar al sur de la serranía de Cuenca, ya perteneciente a los celtíberos, entre las llanuras
litorales habitadas por edetanos y las del interior por carpetanos. Citados en época de Anibal,
desaparecen posteriormente absorbidos entre celtíberos y edetanos.
Los carpetanos forman el grupo étnico más característico de la Meseta sur, pero el más difícil de
deinir geográica y culturalmente. Se extenderían por la cuenca del Tajo y del Cigüela-Záncara,
limitando al sur por la zona del Guadiana con los oretanos, al este por la del Júcar con los olca-
des, por los terrenos silíceos del oeste con los vetones y por los terrenos montañosos del nor-
deste y norte con pueblos celtas, como celtíberos y arévacos, o celtizados como los vacceos.
El desarrollo de la Cultura de Cogotas I por la cuenca del Tajo es evidente, pero no así más al
sur, lo que plantea ya desde la Edad del Bronce la diicultad de una delimitación cultural de
estas zonas. Posteriormente, poblados como el de Ecce Homo IIA (Alcalá de Henares, Madrid)
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Estudio histórico-arqueológico
o el de Pedro Muñoz (Ciudad Real) y necrópolis de cremación como Carrascosa del Campo
(Cuenca) o Villafranca de los Caballeros (Ciudad Real) evidencian la aparición de una cultura
agrícola-ganadera estable, con pequeños poblados de casas de adobe de origen meridional y
de los Campos de Urnas del Valle del Ebro y la de Soto de la Medinilla de la Meseta norte, que
representan una evolución muy generalizada en la transición de la Edad del Bronce al Hierro,
producida tal vez por una aculturación de origen meridional y por la expansión tardía de los
Campos de Urnas por todas estas regiones del interior.
Sobre este sustrato se produciría la iberización a partir del siglo V a.C. avanzando desde la Oretania
y la Contestania, evidenciada por la penetración del torno y de raras importaciones de cerámicas
áticas como objetos de lujo. A partir del siglo IV a.C. parece existir una tendencia a establecer
poblados fortiicados, tendiendo a predominar los situados sobre lugares estratégicos que con-
trolan amplios territorios y ejes de comunicación esenciales, lo que denota una jerarquización del
territorio más tardía pero semejante a la de la Oretania, aunque no se tiene información sobre su
urbanismo. Hacia los siglos III-II a.C. pueden alcanzar gran tamaño, probablemente más de 10 ha.
A inales del siglo VIII, coincidiendo con un momento de intensiicación de los contactos entre los
grupos ribereños del mediterráneo, se va a producir la deinitiva liquidación del Horizonte Cogo-
tas I en la Meseta Sur, al ser sustituido por grupos que incorporan en su cultura material elementos
claramente mediterráneos asociados, en parte, a modas que imperan entre los círculos culturales
de la Primera Edad del Hierro de la Europa Continental. Esta etapa previa a la Edad del Hierro II,
tiene una duración media de dos centurias, ya que a inales del siglo VI o inicios del V, comienza el
proceso de iberización que afectará de forma plena a todo el espacio geográico.
Se desarrolla durante los siglos VII y VI a.C. y representa una renovación importante. La pobla-
ción tiende a estabilizarse en puntos de mayor dominio territorial, perdurando los hábitats
mejor ubicados hasta época ibérica. Sus elementos materiales más signiicativos son cerámi-
cas pintadas e incisas y graitadas a la almagra. En esta etapa se inician numerosas necrópolis,
de las que algunas perduran, como los poblados, posteriormente. La Edad del Hierro I en la
Meseta Sur representa el inicio de la iberización.
En general los asentamientos tienden a ocupar lugares ligeramente elevados, con cierto dominio
del entorno, evitando las llanuras abiertas y bajas de las terrazas luviales sin posibilidad de con-
trol de las tierras circundantes, donde frecuentemente se asentaban los grupos Cogotas I y donde
eventualmente encontramos también algún pequeño establecimiento de la Edad del Hierro I.
Las unidades domésticas presentan plantas variadas, de tendencia alargada, oval o rectangu-
lar, con una supericie entre los 15-20 metros cuadrados. Normalmente están semiexcavadas
en el subsuelo y sustentadas por postes. Es posible la existencia de pequeñas compartimen-
taciones internas y la apertura de silos, tanto al interior como al exterior. La supericie de estos
establecimientos oscila entre 1 y 3 hectáreas.
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Villajos
No hay datos arqueológicos suicientes para describir el urbanismo que caracteriza a estos ya-
cimientos vinculados con los primeros contactos del mundo orientalizante con la Meseta. Sin
embargo, parece bastante probable que debió de desarrollarse una arquitectura doméstica a
base de cabañas realizadas con material orgánico. Los únicos elementos que se conocen son
cerámicas comunes con acabados a cepillo, y recipientes inos con acabados a la almagra o al
graito, que proporcionan supericies rojas o negras muy bruñidas.
A través de los pocos trabajos de campo publicados y de los materiales conocidos, se puede
airmar que en el siglo IV se produce la culminación de este proceso de iberización, momen-
to en el que hay que fechar la mayor parte de los yacimientos y los niveles, más potentes y
extensos de los núcleos poblacionales, muchos de los cuales son abandonados, en el siglo
III a.C. sin llegar a romanizarse. Se desconoce hasta qué punto el fenómeno de iberización
es homogéneo, por el contrario, existen matices en las distintas regiones. Parece evidente la
diversiicación de hábitats en esta etapa como consecuencia de una mayor complejidad social
y económica que se registra entre los diferentes grupos de una misma área geográica, de
manera que frente a conjuntos poblacionales de gran extensión con un urbanismo complejo,
coexisten pequeños núcleos que mantienen una tradición de arquitectura doméstica similar a
la del Bronce Final-Hierro I, a base de cabañas realizadas con materiales orgánicos.
Ya en el siglo V han sido incorporadas las novedades difundidas por los pueblos colonizadores
mediterráneos, entre las que destaca la aplicación de la rueda al torno de alfarero y a la mo-
lienda de cereales, el horno de tiro variable y la siderurgia. Se generaliza también la práctica de
enterramientos agrupados en espacios especialmente dedicados a este in, desarrollándose
las necrópolis, que en unos casos surgen como consecuencia de inluencias continentales y,
en otros, por inlujos mediterráneos.
Aunque la iberización parece estar plenamente consolidada a ines del siglo V, es el siglo IV,
momento al que corresponde la erección de la mayor parte de los poblados ordenados de
acuerdo a unas pautas urbanas. Esta cristalización del urbanismo implica una mayor estabili-
zación de la población y una organización social más jerarquizada.
Dentro de Ciudad Real se conocen poblados de menor tamaño situados en zonas húmedas,
ubicados próximos a las Motillas de la Edad del Bronce. A partir del siglo V la iberización se do-
cumenta en pequeños poblados de tipo castro, a veces escasamente defendidos, con viviendas
rectangulares adosadas unas a otras, cuyo origen inmediato parece situarse en el valle del Ebro.
28
Estudio histórico-arqueológico
El asentamiento del Cerro de las Nieves (Pedro Muñoz) formó probablemente parte de un sis-
tema de poblados contemporáneos en la época ibérica, siendo los más próximos los situados
en Las Mesas (Cuenca) y Campo de Criptana (Ciudad Real).
Entre los siglos IV y principios del III a.C. en los asentamientos ibéricos de la meseta sur se va a
observar un cambio de estructura, y probablemente es en estos momentos cuando se produjo
la fundación de la mayoría de los grandes castros defensivos carpetanos y oretanos.
A pesar de que los yacimientos son numerosos, se trata en su mayoría de núcleos urbanos minús-
culos; son pocas las ciudades mencionadas por los historiadores que se han podido identiicar.
ÉPOCA ROMANA
Vías romanas
La identiicación del antiguo trazado viario es difícil, se cuenta con poca documentación para
su estudio, formada por apenas algunos miliarios y unos pocos tramos enlosados.
La Meseta central fue una región de paso de grandes vías romanas para comunicar todos los
puntos de la Península Ibérica. Las fuentes clásicas que han transmitido la información sobre
estos caminos permiten también conocer algunos núcleos que, por su situación, fueron man-
siones ubicadas cerca de estos lugares de paso. Algunas de ellas nacerían probablemente en
función de la existencia de la vía, pero otras eran núcleos de población indígena que quedaron
junto a un camino o muy cerca de él, y cumplieron esa función de mansión.
Las principales fuentes clásicas que han transmitido el esquema del trazado viario peninsular son
el “Itinerario de Antonino”, “Anónimo de Rávena” y “los vasos de Vicarello”, que han permitido lo-
calizar la red de vías que discurrían por la Meseta. Dos tipos de vías atraviesan la zona: itinerarios
de largo recorrido y otros caminos de comunicación más local, conectados con los principales:
La existencia de una buena red de calzadas y vías secundarias era muy importante para adminis-
trar y defender el territorio porque facilitaba la maniobrabilidad de las tropas del ejército. La vía
romana más importante era la de Toledo a Córdoba, de carácter militar, ya que en su recorrido
se alternaban fuertes escalonados, que venía de Toledo a Calatrava, pasando por Torralba, la Co-
lonia y Bolaños, y continuaba desde este punto por la Quebrada hasta Añavate y, de ahí, a Cór-
doba. Otra vía importante en esta época era la de Zaragoza a Córdoba, que venía de Zaragoza,
pasando por la Motilla de los Palacios a Bolaños, donde se unía con el itinerario Sur de la vía de
Toledo a Córdoba. También destaca como vía principal la que comunicaba Levante con Extre-
madura, que venía de Levante, pasando por la Venta de Borondo a Bolaños, continuando por la
Quebrada hasta Añavate, y de este punto seguiría por Oreto hasta llegar a Mérida.
29
Villajos
Aunque no aparecen referencias a la importante vía romana entre Córdoba y Toledo, es muy
probable que ésta pasara por Malagón, ubicado estratégicamente como enlace desde el Campo
de Calatrava con los Montes de Toledo, camino que se conoce como Camino Real de la Plata. Esta
hipótesis queda corroborada con la existencia de un puente romano en el Molino Carrillo.
Los caminos estaban empedrados con cantos de piedra clavados o con piedras calizas lisas,
sueltas, colocadas unas junto a otras y de diverso tamaño, como se puede observar en los
restos que aún se conservan en algunas de las calzadas citada, como la Cañada del Carrerón,
el Camino de la Calzada y el de la Venta de Borondo.
Debido a la escasez documental que nos proporcionan las fuentes clásicas, sobre la zona de la
actual provincia de Ciudad Real, y a las insuicientes intervenciones arqueológicas realizadas
en esta zona, la mayoría de los investigadores se habían sentido inducidos a pensar que dicho
territorio estuvo menos romanizado que otros de la península ibérica e, incluso, que el efecto
del proceso romanizador había sido supericial, sin apenas incidencia en este ámbito. Hasta
hace poco numerosos tratadistas coincidían en señalar que durante el período romano las
tierras de la actual provincia de Ciudad Real eran prácticamente un mero lugar de paso hacia
la Bética, la Lusitania o la Tarraconense. No obstante, diversas prospecciones y algunas excava-
ciones arqueológicas, por ejemplo las llevadas a cabo en Albaladejo, Alcázar de San Juan, Val-
derrepisa (Fuencaliente), Alhambra, La Bienvenida, Villanueva de la Fuente, etc., testimonian la
alta densidad de asentamientos romanos en este marco geográico.
Los primeros contactos de Roma con los pobladores indígenas de la provincia de Ciudad Real
-oretanos y carpetanos- se produjeron a partir del siglo II a. C. Los romanos, para poder ad-
ministrar la zona, crearon unas fronteras en torno al río Guadiana, lo que permitía una mejor
explotación de los valles del río Guadalquivir y de las minas de Sierra Morena.
En cuanto a las bases económicas, los romanos se asentaban en una dualidad agricultura-
ganadería. La primera estaba basada, principalmente, en el cultivo de cereales -trigo, cebada y
centeno-, pues la zona, por su régimen climático, no es apta para otras producciones. Respecto
a la ganadería, existía un gran número de pastos donde abundaban rebaños de ovejas, cabras
y bóvidos. También el caballo debió formar parte de la actividad ganadera.
Dentro de este contexto se situaría el papel que desempeñó la Oretania, ya conocida en tiem-
pos de los pueblos prerromanos, por ser Oreto la principal ciudad que dio nombre a todos los
pueblos que se extendían desde los Montes de Toledo hasta Sierra Morena, y que mantuvo su
existencia a pesar de las diferentes ocupaciones militares y culturales.
30
Estudio histórico-arqueológico
El yacimiento de Alcázar de San Juan tiene una larga pervivencia. Las últimas excavaciones
han proporcionado materiales que se remontan al Bronce Final, aunque no existen elementos
estructurales de este período.
EDAD MEDIA
31
Villajos
En el año 711 se producen grandes cambios, los árabes se asientan en la península y comienza
una larga época de coexistencia y superposición de culturas, religiones y lenguas. Cuando los
árabes conocieron estas tierras la llamaron La’a Mansha (otros dicen Al-Ansha), que quiere
decir según algunos ilólogos “tierra sin agua”. Sin embargo esta región llegó a convertirse
en zona rica en agricultura, ganadería e industria textil. Gracias a las avanzadas técnicas de
regadío, hicieron lorecer las vegas de los ríos. Las ciudades de Cuenca y Toledo fueron las
poseedoras de la industria textil.
Tras la desintegración a comienzos del siglo XI del Califato de Córdoba, surgen en la península
diversos reinos de taifas, entre los que destaca el reino medieval de Toledo, cuyo territorio
coincide en gran parte con la actual Castilla-La Mancha. Estos reinos de taifas tuvieron un im-
portante esplendor artístico y cultural, pero los reinos cristianos avanzaron lentamente desde
el norte y conquistaron las principales plazas y territorios bajo poder político musulmán.
Alfonso VI toma en el año 1085 Toledo, una de las ciudades más importantes de al-Andalus.
Este hecho produjo la entrada en la Península de los almorávides, llamados para ayudar a las
otras taifas.
Durante los siglos XI - XIII, La Mancha sería un continuo campo de batalla en el que las fron-
teras entre cristianos y musulmanes cambiaban de un día para otro. Numerosos castillos y
fortalezas recuerdan el carácter fronterizo de este territorio en época medieval.
En este proceso militar y repoblador, la Corona cuenta con la ayuda de las órdenes militares, a
las que, en pago a sus servicios, los reyes otorgan extensas tierras en calidad de señoríos. En la
región intervienen muy activamente las órdenes de Calatrava, San Juan y Santiago.
Ejemplo de ese proceso militar encontramos Calatrava la Vieja, localizada a unos 5 km. al norte
de Carrión de Calatrava, junto a la ribera del Guadiana. En este enclave se observa la super-
posición de diferentes períodos medievales - omeya, taifa, almorávide, cristiana, almohade y
inalmente cristiana -. Calatrava la Vieja perdió su importancia desde el momento en que las
razones estratégicas, económicas y militares ya no eran primordiales para su ocupación.
La ciudad islámica fue fundada durante el período omeya, es citada en las fuentes árabes con
el nombre de Qal’at Rabah, situándola, junto al camino principal que comunicaba Toledo con
Córdoba. A lo largo del Siglo XI Qal’at Rabah osciló alternativamente en la órbita de los diferen-
tes reinos de taifas vecinos: Toledo, Badajoz y Sevilla. Con la llegada del nuevo poder africano
almorávide que se implanta en al-Andalus se convierte en el más importante núcleo islámico
frente al Toledo cristiano. Conquistada por Alfonso VII en 1147, pasó a ser la población cristiana
más avanzada e importante frente a al-Andalus. Ante la diicultad que suponía la defensa de
una región tan amplia, y después de fracasar la encomienda dada a los templarios, Sancho III,
en 1.158 la entregó a la Orden del Cister, fundándose así en ella la primera Orden Militar Hispa-
32
Estudio histórico-arqueológico
na, que adoptó el nombre castellanizado del propio lugar: Calatrava. La orden retuvo el control
de estas tierras hasta el siglo XV, con la excepción del breve periodo entre la Batalla de Alarcos
(1195) y la de Las Navas (1212). Perdida como consecuencia de la batalla de Alarcos, estuvo 17
años en manos musulmanas, durante los cuales los almohades se apoderaron de casi toda la
zona y llegaron a amenazar Toledo. En 1212 fue conquistada deinitivamente durante la cam-
paña de las Navas de Tolosa y, si bien fue devuelta a la Orden de Calatrava, nunca más recobró
su antigua prosperidad. La sede de la Orden fue trasladada más al sur y en el lugar que desde
entonces vendría a denominarse Calatrava la Nueva (Aldea del Rey), mientras que la sede an-
terior quedó sólo como la cabeza de una declinante encomienda.
La batalla de Alarcos tuvo lugar en tiempos de Alfonso VIII, el cual reunió a su ejército com-
puesto por los Caballeros de Toledo y partió hacia Alarcos. En el camino se le unen los Maestres
de las Órdenes Militares de Santiago y de Calatrava con sus mesnadas. Al-Mansur atraviesa el
puerto del Muradal y se sitúa en el Cerro de La Cabeza a dos tiros de lecha de Alarcos. Tras
la derrota, los restos del ejército cristiano se refugian en la fortaleza. Los almohades rodean
Alarcos y Alfonso VIII sale por el norte de la ciudad hacia Toledo. La principal y más importante
consecuencia de la derrota fue el retraso en 17 años del avance cristiano hacia el sur y la vuelta
de la frontera a las riberas del río Tajo.
Será en la primera mitad del siglo XIII cuando la reconquista del territorio de Castilla-La Man-
cha puede darse por terminada, con la toma de Montiel (1233). Como recompensa por su
contribución en la conquista cristiana, las órdenes militares eran encargadas de la repoblación
y reconstrucción de los territorios ganados.
Para atraer nueva población que colonizase estas tierras amplias, escasamente pobladas y
fronterizas, fue necesario conceder exenciones tributarias, estructurar un complejo soporte ju-
rídico con fueros, franquicias, cartas pueblas y organizar una administración local. De esta ma-
nera, la reconstrucción agraria dejó una compleja huella en el ámbito de las relaciones sociales
del mundo rural. En principio puede airmarse que la reactivación del campo trajo beneicios
a sus cultivadores. Los restos de la vieja servidumbre retrocedieron notablemente en buena
parte de Europa, al tiempo que muchas de las corveas que aún subsistían fueron convertidas
en rentas en metálico, lo que en principio favorecía a los labriegos que estaban obligados a
satisfacerlas. Al mismo tiempo, se fortalecieron los grandes propietarios territoriales, caso de
los “landlords” ingleses, los “junkers” alemanes o los ricos hombres de la Corona de Castilla.
Quien se llevó la peor parte fue, según todos los indicios, la pequeña nobleza rural, la cual, tras
el varapalo que recibió de la depresión, se encontró sin fuerzas suicientes para salir adelante.
Por otra parte, en algunas regiones de Europa, particularmente en el Este, la servidumbre, lejos
de retroceder, conoció a ines de la Edad Media un notable resurgimiento.
En el año 1255, Alfonso X el Sabio decidió contrarrestar la excesiva inluencia de las Órdenes
Militares y dejar constancia de su autoridad en tan extenso territorio, fundando en mitad de
sus dominios la población dependiente de la corona de Villa Real (hoy Ciudad Real), lo que
ocasionó no pocos enfrentamientos armados entre los calatravos y la Corona.
33
Villajos
Con los Reyes Católicos, la división entre los reinos de Castilla y Toledo se cambiará por la de
Castilla la Vieja - Castilla la Nueva (la provincia de Albacete, fronteriza con los territorios de la
Corona de Aragón, pertenecería al Reino de Murcia), pero el título de Rey de Toledo se había
incorporado ya a los que ostentaba el Monarca castellano y, más tarde, los Reyes de España.
Durante todo este período medieval las distintas poblaciones se vieron sometidas a grandes
cambios.
La victoria de las Navas de Tolosa (1212) signiica el comienzo del desarrollo de los municipios
y el fortalecimiento de las instituciones concejiles y los señoríos. En la repoblación, La Mancha
se transforma en espacio sin fronteras comenzando una colonización fundamentalmente ru-
ral, latifundista, ganadera, pastoril y cerealística, incentivando la escasez de habitantes con la
concesión de privilegios y franquicias que se ofrecen a los nuevos pobladores para asentarse
en las grandes extensiones territoriales de las Órdenes Militares –Santiago, Calatrava y Alcán-
tara–, miembros de la familia real y la aristocracia, junto con algunos nobles, adquiridas en los
repartimientos de las campañas militares y naciendo los señoríos territoriales, maestrazgos,
donadíos y solariegos.
En la mitad del siglo XIV, concretamente en 1353, aparecen los Comunes, asociaciones entre
pueblos con ines iscales y ganaderos, cuya misión era distribuir los repartimientos de pechos,
pedidos y otros servicios del maestre. Tres zonas comprendían las propiedades de la Orden de
Santiago: Partido de Castilla La Vieja, Provincia de León (Extremadura), y Provincia de Castilla,
que a su vez se dividía en cuatro comunes: el de Uclés, el de Segura, el de La Mancha y el del
Campo de Montiel.
34
Estudio histórico-arqueológico
Ya en los inicios del siglo XIV, sobre todo en Castilla, se alude con insistencia en las crónicas y
documentos a la pobreza, el despoblamiento y las diicultades. Debemos tener en cuenta que
la crisis Bajo Medieval de este siglo estuvo constituida básicamente por la trilogía de hambre,
guerra y peste; en deinitiva, grandes catástrofes que afectaron a la Europa feudal de aquella
época. Es evidente que las tierras de La Mancha también se vieron sacudidas por periodos de
malas cosechas y hambres subsiguientes, así como por interminables guerras, que ocasiona-
ron enormes destrozos, sobre todo en el ámbito rural, proliferando igualmente pestes mortífe-
ras. Un conjunto de desgracias meteorológicas y devastaciones continuas de los campos que
se tradujo en una disminución de la producción del cereal, y de ahí que la tierra quedara pobre
y yerma, lo que había de repercutir en la pobreza de las gentes.
Tras las crisis provocadas por la guerra civil de 1475-1479 y la consolidación de la Monarquía
Católica, se sientan las bases de un crecimiento poblacional y económico que eclosionará en la
centuria siguiente. En el siglo XVII se asiste a una paralización y posterior periodo de crisis, con
una recuperación a inales del mismo, para alcanzar una estabilización y un cierto crecimiento
en el último siglo de este periodo.
Aunque con ciertas matizaciones y teniendo en cuenta los altibajos provocados por pestes
(1507, 1515, 1521 y 1530) y malas cosechas (1541/42 y 1543/44), se puede decir que la tenden-
cia general del siglo fue un crecimiento paulatino, de modo que la centuria se cierra con un
saldo positivo respecto de sus inicios. El freno al crecimiento comienza en torno a 1590-1600,
constatándose un descenso entre 1605 y 1616 hasta 1645, cuando se maniiesta una cierta
recuperación demográica que más debe considerarse como un mero mantenimiento de un
régimen demográico que se hunde deinitivamente a mediados de siglo, probablemente de-
bido a la incidencia de la peste de 1647. Es en la segunda mitad del siglo cuando se produce
la recuperación, pero de una forma tan lenta y escalonada que apenas es perceptible, aunque
la catástrofe económica de 1680-1682 y la peste de 1684 puede decirse que afectaron a un
tejido social en evidente recuperación y en el que se sentaban las bases del crecimiento en el
siglo siguiente.
35
Villajos
La Edad Moderna va a suponer el despegue de esta comarca y una eclosión cultural que en-
grandecerá y embellecerá las diversas villas sembrándolas de majestuosos ediicios y creacio-
nes donde se ponen de maniiesto los nuevos lenguajes artísticos primero el Renacimiento y
posteriormente el Barroco, que en esta zona alcanzará un gran desarrollo. Las primeras cons-
trucciones a destacar son las Iglesias Parroquiales. Éstas, normalmente, eran los primeros edi-
icios públicos de importancia que se construían. La fábrica de las parroquias estuvo siempre
a cargo de la Orden de Calatrava, que tenía la potestad reconocida de erigir iglesias en sus
territorios.
Como ejemplo se puede tomar el caso de Almodóvar del Campo, capital de la comarca natural
de La Rinconada, escala obligada en el camino real Córdoba-Toledo, umbral del Valle de Alcu-
dia y eje comercial de la vertiente noreste de Sierra Morena (debido a sus dos ferias fundadas
hacia 1260, reconvertidas en un mercado franco semanal desde 1376).
Tradicional centro vertebrador demográico y económico del territorio, desde la Baja Edad Me-
dia cuenta con inluyentes minorías judeoconversa (que engrosa el estado de los mercaderes),
mudéjar (borrada del tejido social en tanto se ediicaba la iglesia de Santa María sobre su mez-
quita), e incluso extranjera (integrada por genoveses, portugueses, lamencos y franceses). Su
población lotante fue igualmente numerosa, signiicándose siempre como pueblo pasajero.
Siguiendo la tendencia general del maestrazgo, el capítulo municipal está compuesto por dos
alcaldes ordinarios, un número variable de regidores, un alguacil mayor y un procurador del
común, a los que se sumarán luego otros cargos, bien de contenido honoríico (alférez mayor)
o bien de carácter representativo (procurador del Común...). Tradicionalmente rigió el sistema
de división de estados, procediéndose al encantaramiento anual el día de San Miguel de los
vecinos hábiles designados por los vocales a tal efecto. Asimismo, los capitulares nombran por
mayoría simple a los cargos concejiles: veedores menestrales, caballeros de sierra, guardas de
campo, alguaciles, porteros y otros dependientes subalternos (como alcabaleros o repartido-
res de bulas).
Los cambios jurisdiccionales fomentados a ines del reinado de Felipe II espolearon pugnas
intervecinales, empobreciendo aún más a los pecheros y endeudando las haciendas del mu-
36
Estudio histórico-arqueológico
nicipio. El Barroco fue, en líneas generales, un siglo de recesión económica (por la explosiva
coincidencia de los ruinosos tratos de sus élites, la sucesión de malas cosechas y la extenuante
presión iscal), así como de contracción demográica (provocada por el hundimiento de la pa-
ñería rural, la expulsión de los moriscos y el descenso vegetativo agravado por emigraciones y
levas). A ines de la centuria se esboza una tendencia hacia la recuperación comarcana, osten-
sible en el siglo XVIII, gracias a la pujanza de la cabaña ovina y el incremento de la supericie
sembrada en detrimento de comunes concejiles y sierras incultas.
En las relaciones topográicas de Felipe II, las referencias del Campo de Criptana (ms. J.I.14,
f. 729-737) sobre los ediicios más antiguos hablan sobre “…el castillo donde está la Señora
de Criptana, que parecía que era fuerte y grande; y dentro en esta villa, en una orilla del pueblo,
parece que ha estado cercado de tapiería muy recia un cerro redondo con una puerta donde está
una ermita de señor San Cristóbal, donde dicen los antiguos que en tiempo del rey don Enrique
hermano de la reina Católica doña Isabel se recogían los vecinos con sus bestias y haciendas de
los que salteaban de los castillos de Criptana y Belmonte, que se correspondían el uno al otro. Hay
dos cuevas que van a parar al castillo de Criptana de más de cuarto de legua de largo que dicen los
antiguos que han echado gansos por una parte y salido a la otra; hase entrado en ella por algunos
mancebos en este tiempos y hay grandes anchuras dentro, y como está tanta tierra vuélvanse tra-
viesa la una de ellas toda la sierra de Criptana por lo más angosto.”
37
Villajos
Entre los siglos VIII al X la organización territorial de la España musulmana fue variando. Sin
embargo, hoy por hoy no es posible elaborar una relación completa de las coras o provincias
de al-Andalus (Vallvé, 1986: 227). Dicho esto, el territorio andalusí diferenciaría las regiones en
función de su localización en la frontera o lejos de ella.
En cualquier caso la unidad territorial básica era la N౺UD (kuwar, plural), pero tendremos que
esperar al gobierno del emir v$EGDU5DPÃQ, para que en al-Andalus se constituya una ver-
dadera estructura administrativa; en donde los distritos militares se conviertan en provincias
(kuwar), que a su vez, se subdividan en distritos (aqālīm, singular, iqlīm). Este segundo nivel
territorial tendrá como objetivo crear demarcaciones iscales (Salvatierra y Canto, 2008: 51).
Ya en la época de los califas´Abd ar-Raḥmān III y al-Ḥakam II el estado hispanomusulmán se
estructura en provincias (N౺UD) y marcas (ଥXJ౺U, singular ଥDJU) (Lévi-Provençal, 1996: 118).
La N౺UD era una circunscripción administrativa de carácter provincial que contaba, como es lógi-
co, con una capital en donde residía el gobernador y un territorio circundante. Este término fue
adoptado en la Península en el siglo VIII, a partir del periodo de los gobernadores. Y aunque el
concepto se importaría de Oriente, aquí incorporaría una variación importante, la dimensión del
territorio, mucho más extenso en al-Andalus. La motivación era obvia, pese a la conquista, se pre-
tendía mantener intacto el armazón administrativo de la España visigoda (Lévi-Provençal, 1973:
26). La N౺UD estaba organizada en distritos (iqlīm), que a su vez se dividía en alquerías. En cada
iqlīm dominaba una población, frecuentemente fortiicada, de ahí, que se las identiique como
LଙQ; asimismo, la defensa del territorio se completaba con la presencia de torres (burŷ y atalayas).
En bastantes ocasiones el concepto de alquería y burŷ se fusionaban, conformando una unidad.
Eduardo Manzano ha utilizado la narración de Muqtabis V, del cronista Ibn Ḥayyān, texto que
reconoce una lista de los gobernadores en la etapa del gobierno de ‘Abd al-Raḥmān III, en la
etapa comprendida entre los años 912-942, nómina que identiica un total de 26 N౺UDV, entre
las que se encuentran las de Calatrava, Santaver y Tudmīr (Manzano, 2006: 430; 2008: 519). Al
margen de las N౺UDV, y para las regiones fronterizas, el territorio se articula en torno a ciudades,
y también cuenta con un gobernador. En total, a lo largo de la narración de Muqtabis V, se citan
38
Estudio histórico-arqueológico
18 de estas ciudades entre las que se encuentra Madrid, Toledo, Talavera, Guadalajara o Zorita
(Manzano, 2006: 431; 2008: 521). En principio, la N౺UD no es una unidad administrativa habitual
en las regiones fronterizas, a excepción de Santaver que si está incrustada en la frontera, pare-
ce una singularidad (Manzano, 2006: 431; 2008: 522).
En deinitiva durante el califato, sin que sea un sistema totalmente estable, el territorio se es-
tructura en N౺UDV y madīnas fronterizas. Mientras las primeras suelen estar gobernadas por
linajes locales, en las ciudades se sitúan gobernadores militares que deberían ejercer directa-
mente el poder omeya.
La zona de estudio se encuentra en la Mancha Alta, un lugar fronterizo, más bien de contac-
to de cuatro grandes espacios territoriales: una ciudad fronteriza como Toledo y las N౺UDV de
Santaver, Calatrava y Tudmīr. Por lo tanto, es conveniente describir algunos de estos territorios,
concretamente de los tres primeros para averiguar, al menos así lo pretendemos, de cuál de
ellos habría dependido Villajos.
La ciudad de Toledo contaba con territorio extraordinariamente extenso, cuyo dominio y con-
trol es vital para la defensa de al-Andalus. La frontera media es determinante, tanto para la
estabilidad interior del estado omeya, durante el emirato independiente y el califato, pero
también por presión ejercida por leoneses y castellanos. Escritores como al-Rāzī o Ibn Gālib
identiican Tulaytula como una de
las cuatro capitales de Al-Andalus,
de la que destacan el rendimiento
agrícola de su territorio y la cali-
dad de los cereales que en ellos se
obtienen (al-Rāzī, 1975: 65-68. al-
Bakrī, 1982:25. Vallvé, 1974: 377).
El peril histórico social de Toledo
va a marcar políticamente las re-
laciones entre esta periferia y los
sucesivos gobiernos de emires y
califas. La población indígena si-
gue siendo determinante, pues
la comunidad mozárabe es am-
plia, aunque no es el único moti-
vo para las gentes de Toledo de
enfrentarse a Córdoba. La propia
inercia de equilibrio entre los dis-
tintos poderes locales era difícil Peril de la ciudad de Toledo. Segunda mitad del S. X. Códice de Roda,
de mantener, tanto que la ciudad fol. 197v. RAH.
39
Villajos
del Tajo buscaba expandir el territorio a costa de los bereberes asentados en su entorno, como
los de Santaver. Las noticias de estas revueltas ya son registradas desde el reinado de al-Ḥakam
I, con otros episodios con ´Abd al-Raḥmān II, Muḥammad I o ´Abd al-Raḥmān III.
Al-Rāzī señala a Talavera, Calatrava, Consuegra, Oreto y Caracuel (al-Rāzī, 1975: 66-68). Ibn
Gālib, por su parte identiica los distritos de la Sagra, con varios castillos, el de la Sila, la ciu-
dad de Huecas, y los de DO8ģE౺UD y DO4ÃVLP (Vallvé, 1975: 377-378). Sobre Talavera, caliicada
como ciudad de frontera (al-Bakrī, 1982: 25), destaca su valor como lugar fuertemente amura-
llado, que se apoyaba en un sistema de torres almenara para defender la frontera. Asimismo,
el territorio dependiente de Talabīra habría estado compartimentado en distritos, como los de
la Vega (DO)DV) y los iqlīm de al-Sind, Vascos (Bāšak), etc. (Vallvé, 1975: 378).
La ciudad de Calatrava, ubicada al sureste de Toledo, destaca por el cultivo de cereal de exce-
lente calidad y por ser tierra de buena caza, pero sobre todo sobresale por sus pastos, cualidad
que permitiría el desarrollo de la ganadería, destacando en las fuentes, tanto la calidad de los
rebaños, como de los productos lácteos (al-Rāzī, 1975: 69. Vallvé, 1975: 378; 1986: 313).
La franja de contacto, al menos con las coras Santaver y Tudmīr, aparece identiicada en las fuen-
tes árabes como distrito o iqlim de al-Luŷŷ, integrado en el territorio toledano, cuya capital era
4DଙUಫ$ଣL\\D o 4DଙU%DQLಫ$ଣL\\D, e identiicada por Vallvé con Alcázar de San Juan (Ciudad Real)
(Vallvé, 1972: 151; 1986: 285). Precisamente, el alcázar o qasr de los Bani ‘Atiyya es una estratégi-
ca intersección de la red viaria hispanomusulmana; según al-’Udri aquí cruzaban dos rutas, una
comunicaba Córdoba con Zaragoza y la otra Toledo con Cartagena (Vallvé, 1972: 151). Como
señala al-’Udri, la primera de las rutas permitía evitar Toledo, y tenía como etapas principales
Caracuel, Calatrava, Qasr Bani ‘Atiyya, Uclés, Cuenca, etc. (Granja, 1967: 455). También el cronista
Ibn Ḥayyān incluye el mencionado enclave como una de las etapas del itinerario militar seguido
por ‘Abd ar-Raḥmān III en la campaña de Zaragoza del 935 (Ibn Ḥayyān, 1981: 271).
A. Pretel, a partir de estos datos, cree que podría situar dicho iqlim en una zona de navas y
lagunas en donde se encuentran los límites de las provincias de Toledo, Cuenca y Ciudad Real
(Pretel, 2007: 44). Por su parte, Ibn Al-Kardabūs, en su Historia de al-Andalus, también menciona
un territorio que el identiica como )DIଙ al-Luŷŷ, que F. Maíllo Salgado traduce como Campo
del Bosque (,EQDO.DUGDE౺V, 2008: 105). Este territorio aparece citado por el cronista al describir
el doloroso hecho de la pérdida del reino taifa de Toledo, cuando Alfonso VI “consiguió tomar
todas las dependencias de ,EQૄíO1ĭP y apoderarse de ellas. Éstas fueron ochenta ciudades con
mezquitas aljamas, sin contar los pueblos y las aldeas lorecientes. Tomo posesión desde Guadala-
jara a Talavera (de la Reina) y )DIଙDO/XĹĹ (Campo del Bosque) y todos los distritos de Santa Ma-
ría (Albarracín)” (,EQDO.DUGDE౺V, 2008: 105-106). El mismo Maillo, cree que dicho Campo del
Bosque debería situarse en Albacete. Esto podría suponer, que en la frontera media, el mismo
topónimo habría servido para identiicar distintos lugares (Pretel, 2007: 44-45).
La clave está en situar el topónimo 0UଣíOD, interpretado por J. P. Molenat como 0XUDଣD\OD o Mo-
ratilla, debería localizarse en un punto de la ruta que conecta Uclés con Alcázar de San Juan.
Este lugar no sería otro que Almoradiel (Molénat, 1997: 529-530).
40
Estudio histórico-arqueológico
Cuando las fuentes marcan las ciudades y distritos dependientes de Toledo, la mayoría, como
señala correctamente E. Manzano, se encuentran situadas al sur del Tajo (Manzano, 1961: 165).
De hecho, aquellas que son fronterizas frente al norte, como Madrid, Guadalajara o Medinaceli
están desvinculadas de Toledo. Recordemos que al-Rāzī indica en su texto que Toledo “parte el
término” con el de Guadalajara (al-Rāzī, 1975: 63).
Efectivamente, DOତDJUDODZVDଣ o «Frontera Media» no forma una única unidad territorial, sino
que está constituida por varias entidades y no todas son coras, aunque si existe un concepto
de frontera, que a su vez se gobierna desde una capital. Incluso, en las descripciones de geó-
grafos y cronistas árabes, se le da mucha importancia a la franja más cercana a la frontera,
espacio que es identiicado por la Sierra o Sierras y que comprende “Talavera, Toledo, Madrid,
Guadalajara, Uclés y Huete” (al-Idrisi, 1974: 163). Igualmente, debemos sumar los territorios so-
rianos al sur del Duero, como Deza (Ibn Ḥayyān, 1967: 227) y especialmente Medinaceli, que
junto a Guadalajara, sí hacemos caso al texto de al-’Udri, era territorio de los %DQ౺ 6ÃOLP e
identiicado por el narrador como ଥDJU%DQí6ÃOLP o frontera, marca, de los %DQ౺6ÃOLP (Granja,
1967: 492). No obstante, en ocasiones, esta frontera, partiendo de Talavera, sólo se extendía
hasta Atienza (Guadalajara); es decir, concurren una serie de circunstancias que no permiten
al estado cordobés tener un control efectivo y completo sobre toda la línea (Ibn Ḥayyān, 1981:
132-133).
Asedio de Jerusalén por Nabucodonor. Beato de la Seu de Urgell. Finales del siglo X
41
Villajos
42
Estudio histórico-arqueológico
Por consiguiente, al norte de Toledo, los %DQ౺6ÃOLP, de la tribu bereber de los 0DଙP౺GD, con-
trolaban desde tiempos antiguos las tierras que se extendían entre Guadalajara y Medinaceli,
dominio que debió de ser efectivo hasta el siglo X, territorio que forma una unidad compacta
reconocida en las crónicas como “Marca de los %DQ౺6ÃOLP”. A mediados de la decima centuria,
‘Abd al-Raḥmān III cambia por completo el status quo de la región. Durante la campaña de
Muez, año 921, a petición de los pobladores de Guadalajara, expulsaría a los %DQ౺6ÃOLP del
gobierno de la ciudad (´Arīb b. Sa’īd, 1992: 158. Ibn Ḥayyān, 1981: 129). Por estas fechas, Ibn
Ḥayyān, literalmente, habla de la “arruinada Medinaceli”, por lo que es muy probable que los
dominios de los %DQ౺ 6ÃOLP habían menguado considerablemente (Ibn Ḥayyān, 1981: 133).
No obstante, el control de esta franja de la frontera era vital para la defensa del califato frente
a las embestidas castellano leonés, cada vez más frecuente. La recuperación de Medinaceli
era vital para garantizar la salvaguardia de al-Andalus, por lo que impulsaría la reconstrucción
de la ciudad, iniciativa que trasladaría al general Gālib, quien se garantizaría el control de un
territorio clave (Ibn Ḥayyān, 1967: 258-261).
Sin ningún tipo de dudas, el control efectivo sobre la “frontera media” por parte de los emires
y califas cordobeses es un hecho. Precisamente, Toledo es un iel relejo de lo inestable que
era el gobierno, pero sobre todo, la complejidad de las relaciones dentro de la heterogénea
población de la España musulmana. Los habitantes de la ciudad del Tajo eran hostiles y poco
dóciles al gobierno de Córdoba. La consecuencia era contundente, sino se controlaba Toledo,
al-Andalus estaba en peligro, tanto por los enemigos internos, como ante la oportunidad de
los reinos cristianos del norte. Por lo tanto, los hispanomusulmanes contaban, no solo con
fronteras exteriores, sino también con interiores (Manzano, 1991).
Quizá esta es la explicación que nos lleve a comprender que, el territorio dependiente de la
ciudad de Toledo se situase al sur del Tajo, fundamentalmente entre este cauce y el Guadiana:
Talavera, Calatrava, Oreto, Consuegra, Caracuel, 4DଙU%DQLಫ$ଣL\\D, etc. No obstante, Calatrava
parece tener un status diferenciador. Esta ciudad, junto a la de Oreto colaboraba abiertamente
con los omeyas, por ejemplo, aportando hombres al ejército cordobés. Sin duda alguna, Cala-
trava, desde el sur, era uno de los numerosos enclaves fortiicados dispuestos para hacer frente
y, si llegase el momento, someter las constantes revueltas de los toledanos, que junto a Pe-
ñafora (Guadalajara), Madrid, Talamanca y Talavera, coniguraban una frontera interior contra
Toledo (Manzano, 1991: 170). Es muy signiicativo que en aquella lista Calatrava esté incluida
en la lista de N౺UDV o que Madrid y Talavera lo estén en la de ciudades fronterizas (Ibn Ḥayyān,
1981: 192-193).
43
Villajos
4. LA KῩRA DE CALATRAVA
Recordemos que Calatrava, según los geógrafos, destaca por el cultivo de cereal de excelente
calidad, por la caza y por sus pastos, cualidad que permitiría el desarrollo de la ganadería, des-
tacando en las fuentes, tanto la calidad de los rebaños, como de los productos lácteos (al-Rāzī,
1975: 69. Vallvé, 1975: 378; 1986: 313).
Desgraciadamente, para el conocimiento del territorio de esta N౺UD, poco son los estudios que
analicen su composición y estructura, pues la ciudad de Calatrava ha absorbido la mayor parte
de los esfuerzos de los investigadores.
Todo parece indicar que su creación tiene que ver con la propia evolución política en las rela-
ciones entre Toledo y Córdoba, en donde aquella muestra constantes reticencias a someter-
se al poder de ésta. El resultado se releja en numerosas revueltas sofocadas con sangre. Las
crónicas árabes recogen numerosas campañas militares de asedio y conquista, encabezadas
personalmente por los emires y califas, para doblegar y someter Toledo al poder del estado
andalusí.
Calatrava, por tanto, como unidad administrativa, emerge a modo de frontera interior para
ayudar a Córdoba en el gobierno efectivo y real sobre todo al-Andalus, en concreto como una
almenara vigilante sobre Toledo. Esta función ha quedado relejada en varios pasajes cronís-
ticos para la época, como Arabī b. Sa’īd (1992: 120) o en el Muqtabis II-1 (Ibn Ḥayyān, 2001:
289-290).
44
Estudio histórico-arqueológico
5. LA KῩRA DE SANTAVER
El nombre Šantabariyya se identiica con la Celtiberia y era una extensa N౺UD que se corres-
pondería con casi la totalidad de la provincia conquense y amplias zonas de las limítrofes de
Valencia, Teruel y Guadalajara. “En un principio debía incluir las jurisdicciones de al-Sahla de los
Banū Razīn (Albarracín), Barūša, Medinaceli, Guadalajara y tal vez Calatayud” (Vallvé, 1986: 309).
E. Manzano, amplia estos dominios a Zorita, controlada por %DQ౺ಫ$EG౺V, Teruel y Villel de los
%DQ౺*D]O౺Q, comprendiendo unos territorios muy extensos, con límites imprecisos, cuyos do-
minios estaban controlados por linajes bereberes (Manzano, 1991: 149). Más o menos vendría
a coincidir con las demarcaciones territoriales de tres diócesis, las de Arcóbriga, Segóbriga y
Valeria, todos dependientes de Toledo; organización territorial que se habría mantenido inal-
terable desde su creación en el periodo hispanorromano. Ahora, bajo el Islam se consolida la
misma organización, pero transmutándose cada uno de las diócesis en iqlim o climas. Ercávica
ahora es Šantabariyya, Segóbriga deja paso a Uqlīš (Uclés) y Valeria a :DEૅD (Huete).
Por lo tanto, si hacemos caso a cronistas como al-Rāzī, del siglo X -Crónica del moro Rasis- (al-
Rāzī, 1975: 299), y de Ibn Gālib, granadino del siglo XII )DUDW DO$QIXV Ií DMEÃU DO$QGDOXV =
Alegría de las almas acerca de la historia de Al-Andalus- (Vallvé, 1975: 377), el término de Santa-
ver contaba con numerosas villas y castillos. Asimismo el territorio no solo destacaba por sus
montes, sino también por la fertilidad del sueldo, en donde crecían “muchas y buenas yerbas”,
por la calidad para el cultivo de cereal; además de las vegas en donde crecían todo tipo de
árboles frutales, sobresaliendo por encima de todos avellanos y nogales (al-Rāzī, 1975: 299). Al
comprobar la dependencia de villas y castillos con respecto a Santaver, sería posible conirmar
que este momento tiene reconocida una estructura administrativa.
Con respecto al territorio que nos interesa, el gobernado por %DQĭૄíO1౺P, a veces también
llamado “el país de Santaver” (Ibn Ḥayyān, 1981: 157), sobresalen puntos como Santaver, Hue-
te, Zorita, Uclés o Cuenca. En concreto el distrito de Santaver, que cuenta con una extensión
territorial considerable, ubicada en el centro de la provincia de Cuenca, estaba habitada por
bereberes en convivencia con residentes indígenas (Guichard, 1995: 396-402).
La N౺UD de Santaver estuvo ubicada en una zona estratégica para el control del noroeste y el
este peninsular, en el centro del sistema defensivo del Estado omeya. Esta relevancia política
se demuestra en numerosas ocasiones, y sobre todo durante el periodo de los imperios ma-
grebíes, hasta que Alfonso VIII, consigue dominar deinitivamente la ciudad de Cuenca y la
posterior colonización cristiana de los territorios tanto por este monarca castellano, como por
Fernando III.
45
Villajos
Guerreros árabes a la conquista de España, miniatura de al-Wāsīti, incluida en un manuscrito de las māqamāt de al-
Harīrī. 1237. BNF.
46
Estudio histórico-arqueológico
Santaver estaba gobernada por una familia bereber que entró en la Península Ibérica forman-
do parte del ejército de conquista comandado por ତÃULTLEQ=L\ÃG. Igualmente eran bereberes
las tropas mercenarias empleadas en algunos momentos durante el Califato y también eran
bereberes los almorávides y los almohades.
Lo contingentes del siglo VIII, formados mayoritariamente por bereberes, como primer contin-
gente que entra en la Península, fueron los primeros en tener la posibilidad de establecerse en
Hispania. Eligieron aquellos territorios próximos a las rutas de la conquista (Chalmeta, 1994:
160). Ocuparán las tierras entre el Guadiana y el Tajo y las regiones centrales de la Meseta.
Estos grupos, allí donde se asienten, intentarán instituir sus estructuras originarias. Siguiendo
este esquema, los bereberes plantean un hábitat rural disperso, en climas duros, organizado
autárquicamente, formando pequeñas unidades clánico-tribales independientes (Chalmeta,
1994: 162 y 231).
A inales del siglo VIII, en la región de Santaver, de entre las tribus beréberes, destacaban cier-
tos clanes, como b. Madyn, b. Azzun y b. Zannun, clanes que se enfrentarían entre ellos para
conseguir el dominio total sobre el territorio. A mediados del IX la hegemonía fue conquistada
por los b. Zannun (Salvatierra y Cantó, 2008: 72).
Del comienzo del dominio de los %DQĭૄíO1౺P sobre la N౺UD de Santaver tenemos un frag-
mento de al-Muqtabis de ,EQD\\ÃQ y se remonta a cuando Fāth y Mutārrif gobernaban con-
juntamente y habitaban en su ciudad de Santa María:
«que hicieron muy fuerte juntamente con toda la región. Impidieron a la autoridad central la en-
trada en sus pueblos, teniendo, para defenderse, que construir fortalezas, torres y trincheras. Flore-
ció la región durante su gobierno y aumentó su población. Prohibiendo la entrada en sus dominios
de todos los enemigos. El mayor de todos era <D\Ã, también el más respetado y temido. A la ver-
dad era un azote para el gobierno del Emir, contra el cual azuzaba la gente a la rebelión… <D\Ã
retenía sólo en su poder la fortaleza de su padre llamada Walma [Huélamo]; )ÃW, su hermano
47
Villajos
YD\Ã, el mayor, recibió la fortaleza de su padre, :ÃODP౺ (Huélamo); )ÃW, construyó la forta-
leza de Uqlīš (Uclés); y Mutārrif hizo lo propio con la ciudad de :DEૅD (Huete). Si hacemos caso
al apunte histórico aportado por el cronista al-imyarī, al-Fath, en este momento identiicado
como príncipe o señor de Santaver, se habría sublevado contra el emir ‘Abd al-Ramān I (775-
776), levantando e instalando su residencia en Uqlīš (Torres Balbas, 1970: I, 58). Lógicamente,
algunos datos no coinciden, pero tampoco podemos desechar la posibilidad de un desplaza-
miento temporal de la capitalidad por razones estratégicas. Dicho esto, Santaver, mantendría
su hegemonía sobre laN౺UD hasta la desintegración del Califato. En los años previos a la crea-
ción del reino taifa de Toledo, primer tercio del siglo XI, ‘Abd al-Raḥmān EૄíO1౺P, encomen-
daría a su hijo, el joven Ismā’īl, el gobierno de Uclés. Precisamente, cuando era gobernador,
fue enviado por su padre a Toledo, por requerimiento de los toledanos, para poner orden en
aquella ciudad, situación que le permitiría convertirse en el primer rey de la taifa.
Los BDQĭૄíO1౺P, adquirían gran notoriedad y prestigio con Almanzor. Bajo su cargo habrían
tenido ejércitos, distritos y provincias (Ibn ‘Idārī, 1993: 229). Desde aquel instante, hasta princi-
pios del siglo XI, habían mantenido su dominio en esta región (Viguera, 1994: 86-87).
48
Estudio histórico-arqueológico
muy parecido a lo que ocurre con Albarracín, cuyos linajes gobernantes parecen haber tenido
una amplia relación con ambas, tanto es así que, en el Muqtabis V les designa como “emires de
las dos Marcas” (Ibn ayyān, 1981: 314).
Gracias al itinerario, tanto a la ida como a su regreso, seguido por ‘Abd ar-Ramān III en la cam-
paña de Zaragoza del 935, podemos hacernos una idea de los enclaves que formarían parte de
este extenso territorio. A lo largo de esta marcha se enumeran una serie de lugares que perte-
necerían a Santaver, como Landete (/DQGíଣ), Villel (Billāl), Teruel (Tīrwāl), Huete (:DEૅD) y Uclés
(Uqlīš). Otros puntos de interés fueron Šanta Mariya, Zorita (Surita), Cuenca (4౺QND) o Huelamo
(:ÃODP౺). Y, lógicamente la propia Santaver (Šantabariyya). J. Vallvé cree, que en un principio,
también debería incluirse en esta jurisdicción, además de la jurisdicción de al-Sahla de los
%DQ౺5D]íQ, %DU౺ģD, Medinaceli, Guadalajara y tal vez Calatayud (Vallvé, 1986: 309-310).
49
Villajos
A la ida, el camino hacia Zaragoza, la ruta de DQ1ÃଙLU, partiendo de Córdoba, transitaría por
la N౺UD de Jaén, acamparía en las lagunas de Ruidera, continuaría, por Balazote, atravesando
la kῡra de Tudmīr, a Chinchilla, a 4DQଣDUDWଢXUUXģ, en el Jucar, ya en la N౺UD de Valencia, a la
Torre de Caudete, a DO%DଣÃv, cerca de al-Marŷ, a Rubwa, en el distrito de Yayà b. Abī l-Fat
b. ૄi n-N౺n, en la N౺UD de Santaver. Ya dentro de la N౺UD se transita por Landete, Farān (en el
rio Acedo), fortaleza de Villel, Teruel y “conines del distrito de Santaver”. Ahora se atraviesa el
distrito de los Ban౺ Razīn, y desde aquí a Zaragoza (Ibn Ḥayyān, 1981: 268-269).
A la vuelta, retornando al punto de partida, por Daroca, Molina, acampando sobre el Tajo,
Alcantud, fortaleza de Santa María en el distrito de Santaver, fortalezas de Huete y Uclés, si-
guiendo hacia el sur (Ibn ayyān, 1981: 271).
Como hemos señalado anteriormente, en el territorio de Santaver aún existía cierta actividad
en algunas de las ciudades hispanorromanas, como Segóbriga, Valeria, Ercávica y Opta, ade-
más de la hispanovisigoda de Recópolis. Por lo demás, antes de la conquista musulmana, y
durante algunos años después, tres de ellas, Segóbriga, Valeria y Ercávica eran sedes episcopa-
les. Dicha situación supuso que durante bastante tiempo siguieran manteniéndose como en-
claves de relevancia. Una de ellas, Ercávica-Arcávica, ahora Šantabariyya (Santaver), se erigiría
en cabeza del territorio, traspasando su nombre a toda una región con proyección estratégica.
La localización de su emplazamiento podría coincidir con algún punto de la ciudad hispano-
rromana, quizá en el lugar denominado Castro de Santaver, un cerro alargado en la ribera iz-
quierda del río Guadiela en su conluencia con el Tajo y que hoy está sumergido parcialmente
bajo las aguas del pantano de Buendía. Como claros antecedentes para seguir manteniendo
su jerarquía estratégica, Ercávica fue fundada en una excelente posición, próxima a la calzada
que comunicaba Segobriga y Segontia (Sagunto), status que ahora se impulsaría aún más por
el peso que adquirirían las comunicaciones entre el centro y el este peninsular.
Por lo tanto, desde el punto de vista territorial, Villajos está asociado a la cuenca del Guadiana y
no a la del Tajo. Los ríos Gigüela y Zánzara, aluentes de aquel, y la Sierra de Almenara delimitan
la región. En deinitiva estamos ante una región de carácter fronterizo, tanto desde el punto de
vista geográico, como desde la perspectiva de la organización administrativa andalusí.
Desde la perspectiva jurisdiccional todo parece indicar que durante el periodo de dominación
musulmana, Villajos, durante la segunda mitad del siglo X, formaba parte del iqlim de al-Luŷŷ,
cuya capital era 4DଙUಫ$ଣL\\D, la actual Alcázar de San Juan. Territorio, que a su vez, formaba
parte de una jurisdicción mayor que dependía y tenía como capital Toledo. El dato que nos
permite conirmar esta hipótesis es la localización del topónimo 0UଣíOD (0XUDଣD\OD o Moratilla),
ubicado por el cronista Ibn ayyān dentro dicho iqlim como una escala previa a 4DଙUಫ$ଣL\\D
(Ibn Ḥayyān, 1981: 271).
En el año 1238, Muradiel es citada entre otros lugares como Cuzquas (Górquez) y Villadaios
(Villajos) durante un conlicto surgido entre el arzobispo Jiménez de Rada y la Orden de San-
tiago (Lomax, 1959: doc. 1). En el año 1243, en otro documento en donde intervienen los mis-
50
Estudio histórico-arqueológico
Toletum Hispanici Orbis Urbs Augusta... Delineado por I.F. Leonardus. Madrid 1681 (IGN, sig. 12-D-32).
mos protagonistas, se cita, por un lado “ecclesia de Moratella et aldearum suarum” y por otro
la “maior ecclesi de Moratella”. Pocos años después, en 1245, se cita nuevamente Moratella,
ahora en un texto de Inocencio IV (Rivera, 1995: docs. 192 y 196). El último de los documentos,
fechado en 1243, demuestra ya la evolución del topónimo, pues ahora se le identiica como
Almuradiel, al incluirse en nómina de lugares reclamado por el concejo de Alcaraz en su litigio
con la Orden de Santiago (González, 1980-1986: doc. 705).
51
Villajos
En el mapa de Leonardo. Campo de Criptana está incluido dentro de los límites del Obispado de Cuenca, mientras
que Alcázar de San Juan está en el de Toledo. Curiosamente, el Campo de Montiel, como el de Calatrava, también
dependen de la diócesis toledana.
52
Estudio histórico-arqueológico
“Provincia de la Mancha, donde se comprehenden los Partidos de Ciudad-Real, Infantes y Alcaraz; Compuesta sobre
los mejores memorias Impresas y manuscritas, y sujeta à las observaciones Astronomicas; Dedicada Al S.D. Joseph elias
Gaona, Portocarrero, Varona, Arias y Rozas, Conde de Valdeparaiso, Marquès de Añavete, Mayordomo de Semana del
Rey Nuestro Señor”. Tomás López, 1765 (BNE, GMG/857, fol. 54. RAH, C-Atlas E, I a, 7. Nº de registro: 898).
53
Villajos
“Mapa de la Provincia de Toledo. Comprehende los Partidos de Toledo, Alcalá, Ocaña, Talavera y Alcázar de San Juan.
Construido sobre los mejores mapas impresos y manuscritos; y sobre las noticias naturales”. Tomás López, 1768
(BNE,GMG/857 fol. 52).
En el documento el Campo de
Criptana está incluido dentro del
Partido de Ocaña y en la provincia
de Toledo.
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Estudio histórico-arqueológico
“Castillae Novae. Pars Occidentalis provincias Madrit, Toledo et Mancha comprehendens Ex Dom”. T. Lopez mappis
colligavit F.L. Güssefeld, año 1781 (BNE, MV 10. ICC, rm 35507).
55
Villajos
El último mapa que incorporamos está fechado en la primera mitad del siglo XIX. Confeccionado por el geógrafo
Pedro Martín de López a partir de otro realizado por el propio Tomás López, y cuyo título es el que sigue: “Mapa de la
Provincia de Toledo por D. Tomás López. Adiccionado y corregido según su nueva edición por el Geógrafo Don Pero
Martín, sobrino político, discípulo y heredero, de Don Juan López, Geógrafo que fue de S.M.”, impreso en Madrid en
1934 (BNE, MR/2/172).
56
Estudio histórico-arqueológico
Dicho esto, resulta complicado establecer un orden territorial para esta región antes de que se
constituya el reino taifa de Toledo. Sin embargo, por su situación, próxima a 4DଙUಫ$ଣL\\D o 4DଙU
%DQLಫ$ଣL\\D (Alcázar de San Juan), capital del distrito o iqlim de al-Luŷŷ, creemos que habría que
ubicar Villajos, aunque en su periferia, dentro de la jurisdicción de la medina toledana.
Tras la desintegración del califato cordobés, en 1031 desaparece el poder central, emergiendo
un nuevo orden político hispanomusulmán, más de treinta de reinos, que ha sido identiicado
como Reinos de Taifas o como deine M. J. Viguera “autonomías generalizadas por todo al-An-
dalus” (1997: 60). Esta etapa, con reuniicaciones y nuevas fragmentaciones se extenderá hasta
1090, con la dolorosa, para el Islam, capitulación de Toledo en 1085.
Ism’īl b. ‘Abd al-Ramn b. ૄī l-N౺m (ca. 1032-1043/44) construiría un potente taifa, reino
que destacaría en todos los órdenes, el político, el económico y el cultural; manteniéndose la
dinastía en el poder hasta el 1085. Quizá el momento de mayor esplendor se asocia al hijo de
Ismā’īl, Abū lvasān Yayà al-Ma’m౺n (1043/44-1075), quien renovaría la isonomía de la capi-
tal, Toledo, e intentarían ampliar los límites territoriales de la taifa a costa de sus vecinos her-
manos, llegando a conquistar Córdoba. Sin embargo, nunca pondría sus ojos en la frontera del
norte, hacia los reinos cristianos, consiguiendo cierto status quo de neutralidad a cambio del
pago de cuantiosas parias (Gaspar Remiro, 1916: 94-95). A la muerte de al-Ma’m౺n le sucedería
su nieto al-Qadir bi-llah, quien perdería el reino a manos de Alfonso VI (Fath, 1994: 117).
Desde el punto de vista territorial, más o menos reproducía la Marca Media, y podemos con-
siderarla como la de mayor extensión de toda al-Andalus. Limitaba al oeste con la taifa de
Badajoz, al sur con las de Córdoba y Granada, al sureste con las de Denia y Valencia y al este,
fundamentalmente, con la de Zaragoza. Al norte, tras la Sierra (Sistema Central), tuvo enfrente,
primero al Reino de León y posteriormente al de Castilla. Destacan, como lugares de cierta im-
portancia, ciudades y enclaves fortiicados, Trujillo, Talavera, Vascos, Madrid, Talamanca, Zorita,
57
Villajos
Asalto a una fortaleza. Jeremías llora la caída de Jerusalén”. Beato de Liébana. Códice de Fernando I y Doña Sancha, fol.
268v. Año 1047. BNE, VITR/14/2.
58
Estudio histórico-arqueológico
Nabucodonosor ataca Jerusalén. Beato de Liébana. Códice de Fernando I y Doña Sancha, fol. 269r. Año 1047. BNE,
VITR/14/2.
59
Villajos
REINO DE NAVARRA
REINO DE ARAGÓN
CONDADOS
REINO DE LEÓN CATALANES
ZARAGOZA
TUYIBÍES
CALATAYUD
TORTOSA
ALBARRACÍN
TOLEDO ALPUENTE
AMIRÍES
REINO DE TOLEDO
REINO DE BADAJOZ VALENCIA
A
BANU DIL-NUN
DENI
AFTASÍES DE
NO
REI
CÓRBOBA
ABADÍES
ZIRÍES
REINO DE SEVILLA MURCIA
CARMONA REINO DE
NIEBLA
GRANADA
SILVES HUELVA MORÓN
FARO ALMERÍA
RONDA
ARCOS MÁLAGA
ES Í
UD
M ALGECIRAS
A M
H
BERLANGA
CALATAYUD
BARAHONA Río Jalón
REINO DE LEÓN
ATIENZA MUHAMMAD BEN HUD
MEDINACELI
SANTIUSTE
SIGÜENZA TUYIBÍES
Río Tajo
aram
J
Río
GUADALAJARA
Río Guadiela
(ALBARRACÍN)
Río Guadarrama
ALCALÁ
a
BENI RAZIN
MADRID
ñ
aju
SANTAVER
oT
Rí
REINO DE TOLEDO
BANU DIL-NUN
MAMÚN (1044-1075)
HUETE
ILLESCAS
(ALPUENTE)
BENI CAÇIN
CUENCA
Río Tajo
UCLÉS
OCAÑA
car
TOLEDO
Río Jú
la
a
e
r
gü
ánca
Ci
AMIRÍES
o
Río Z
Rí
(VALENCIA)
QUINTANAR
60
Estudio histórico-arqueológico
REINO DE
NAVARRA
Sancho REINO DE
Ramírez ARAGÓN CONDADOS
REINO DE LEÓN Y CASTILLA CATALANES
Alfonso VI
REINO DE ZARAGOZA
Mostain
Lhagib
Mondsir
Abu Meruan
Abdallah
Mondsir
REINO DE SEVILLA de Lérida
Abbed Motamid
REINO DE
GRANADA Mohámmad
Abdallah Motasím
Temin
BERLANGA BORDECOREA
CALATAYUD
SEPÚLVEDA BARAHONA Río Jalón
ATIENZA
MEDINACELI
HUÉRMECES
REINO DE LEÓN Y CASTILLA REINO DE ZARAGOZA
ALFONSO VI (1072-1109) MOSTAIN (1085-1101)
SEGOVIA SIGÜENZA
MOLINA
HITA CANALES
UCEDA BRIHUEGA Río Tajo
CIFUENTES
TALAMANCA
a m
GUADALAJARA
Jara
Río
ALBENDEA
Río Guadarrama
ALCALÁ
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MADRID
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MORA
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REINO DE SEVILLA
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ALCADIR
Río Z
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61
Villajos
Soldados castellanos del siglo XI. Sepultura y Resurrección del Señor (Matero, 27, 57-66; 28, 1-10). Primer Maestro de
Silos. Claustro románico de Santo Domingo de Silos, Burgos.
Uclés, Huete, Cuenca, etc. Algunos de estos puntos fueron vitales para la defensa de las fronte-
ras, ya fuesen contra los cristianos o frente a los musulmanes; otros siguieron desarrollándose
como ciudades de interior.
La Taifa de Toledo, al estar en el centro peninsular, es determinante a lo largo de todo este pe-
riodo. De hecho será el reino que soporte las envestidas más feroces lanzadas desde el norte
cristiano, por lo que el resguardo de sus fronteras es fundamental para el resto de los dominios
musulmanes.
Si respetamos las palabras del geógrafo al-Bakri de Huelva, la España musulmana dominaba
un territorio que se extendía, tomando como eje vertical Ayamonte-Huelva, unas 300 leguas,
y otro horizontal Cartagena-Alamín, con 80 leguas (al-Bakri, 1982: 42), que junto a las Baleares,
ha permitido al historiador J. Vallvé calcular en 375.000 km2, tres quinta partes del territorio
peninsular (Vallvé, 1997: 21).
Todo el territorio conquense, junto a otros de las provincias de Madrid, Toledo y Guadalajara o
Ciudad Real, fue campo abierto de batalla a partir de 1085, con posiciones claves disputadas
e intercambiadas, con un momento crítico por la derrota de Alfonso VIII en Alarcos (1195), la
tranquilidad deinitiva para todo esta zona llegaría tras la victoria de Las Navas (1212).
Los movimientos que Alfonso VI ejecutó antes de sitiar Toledo, tenían como objetivo presionar
para debilitar paulatinamente el gobierno del reino. Al mismo tiempo, los otros reinos veci-
nos, aprovechándose de la coyuntura, también avanzaban buscando ganar posiciones. Por
ejemplo, en 1079, el rey de Sevilla, coniando en un hipotético apoyo de Alfonso VI, iniciaría
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Estudio histórico-arqueológico
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Villajos
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Estudio histórico-arqueológico
Castilla y con los reinos Taifas, sobre todo el de Zaragoza. En esta situación de inestabilidad,
política y militar, es fácil pensar que la población, fundamentalmente aquella asentada en em-
plazamientos rurales, lejos del amparo que podrían ofrecer las fortalezas o las murallas de las
ciudades, se vería afectada; hombres y mujeres comprendieron que sus vidas estaban en serio
peligro, no solo por el avance sangriento de los ejércitos, sino también por la destrucción de
las cosechas. Es muy probable, que algunos de estos lugares fuesen abandonados, de manera
repentina o paulatinamente, tal y como ocurrió en otros puntos de Toledo.
Al-Qadir, tras pactar ciertas capitulaciones, entregaba Toledo al rey leonés en 1085. Algunos
de los términos del pacto permitían a los musulmanes quedarse en sus casas y haciendas, con
el compromiso de respetar la vida y la libertad de todos ellos. Incluso aquellos, que habiendo
abandonado libremente sus lugares de origen durante la guerra, quisiesen retornar, también
podrían recuperar sus patrimonios (Ibn al-Kardab౺s, 2008: 103). Pese a las promesas y a las in-
tenciones de Alfonso VI, no se pudo evitar que otra oleada de musulmanes, dejando atrás sus
lugares de residencia, buscase refugio en el sur.
Alfonso VI, en el año 1085, tras la capitulación de Toledo recibiría, de manera pactada, gran par-
te de la taifa toledana, un vasto territorio cuya mayor parte se extendía entre el Sistema Cen-
tral y el Tajo. Entre los enclaves entregados aparecen poblaciones de cierta relevancia, como
Talavera, Maqueda, Santa Olalla, Alamín, Escalona, Madrid, Canales, Olmos, Talamanca, Uceda,
Guadalajara, Hita, Buitrago, Calatalifa, Uclés, Berlanga, etc. (Ximénez de Rada, 1985: 85 y 136;
Pelayo de Oviedo, 1913: 328). El control militar de todos los distritos del reino de Ibn ૄíO1౺P
desde Guadalajara a Talavera y Fafଙ al-Luŷŷ (Campos del Bosque y de Santa María (Albarracín)
es inmediato. Un total de ochenta ciudades con mezquita aljama, además de los pueblos y
aldeas lorecientes (Ibn al-Kardab౺s, 2008: 105-106). A la incorporación de todo un extenso
territorio al sur del Sistema Central habría que añadir el impacto psicológico que supuso la
anexión de la ciudad de Toledo, capital del reino visigodo y uno de los centros urbanos, junto
a Córdoba, Mérida o Zaragoza, más importantes de la España hispano musulmana: ahora es-
taba en manos cristianas, un duro golpe para el Islam. Los imperios almorávides y almohades
tendrán como objetivo recobrar Toledo.
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Villajos
UCEDA
1085-1118 CIFUENTES Río Tajo MOLINA
HITA
ma
1118-1157
Jara
GUADALAJARA
1157-1224
Río
Río Guadiela
1224-1276
Río Guadarrama
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MADRID
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1275-s.XV
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Río Záncara
QUINTANAR
ALARCÓN UTIEL
CONSUEGRA INIESTA
CAÑAMERO
ALCÁZAR
ALCOBA
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Gu PORCUNA Gua
adi ARROBA Río JORQUERA
an TOMELLOSO
PUEBLA DE a CALATRAVA
ALCOCER
ALBACETE
ALARCOS OSSA BAZALOTE
ABENOJAR MANZANARES CHINCHILLA
ALMADÉN
ALHAMBRA
CALATRAVA Río Jabalón
LA NUEVA
ALMODÓVAR
A partir de ahora la frontera de los reinos cristianos se desplaza desde la Sierra hacia el Tajo,
curso luvial que, a prior, parece convertirse en una raya fronteriza que puede frenar a los mu-
sulmanes. Sin embargo, no podemos entender que esta línea fuese una frontera real, en todo
caso se trataba de una línea de defensa natural, dentro de un complejo sistema, que concernía
a un amplio territorio, la Extremadura y la Transierra. Así se entiende, que muchos puntos,
como por ejemplo Madrid, que aunque estaba enclavado a relativa distancia del Tajo, durante
algo más de un siglo fue lugar de frontera (Valdeón Baruque, 1991: 78; 1993: 18). A este sustan-
tivo Francisco García Fitz le ha añadido el caliicativo “caliente”, concepto por el que entiende la
realidad fronteriza, “[…] una forma esencialmente marcada por la crudeza, gravedad y continui-
dad de la actividad bélica” (García Fitz, 2001: 159-160). En deinitiva una posición avanzada en
ambiente hostil (Martínez Sopena, 2002: 20).
Tras el encuentro de Zalaca (1086), al norte de Badajoz, se crearían las condiciones que domi-
naron la política peninsular en los siguientes treinta años, en donde el objetivo principal será
Toledo: los almorávides querían recobrar la ciudad, mientras que los cristianos debían con-
servar sus posiciones a toda costa (Reilly, 1992: 103). El sultán, Yūsuf b. Tāšufīn, prepararía va-
rias incursiones en territorio cristiano. Entre los años 1090 y 1107, las más importantes tenían
como objetivo, como ya se ha señalado, la recuperación de Toledo, aunque a lo largo de toda
la frontera peninsular el enfrentamiento bélico y la estrategia política fueron constantes.
Es muy probable que durante estos años de conlictos, desde el 1079, tal y como ya advirtiéra-
mos anteriormente, los musulmanes, de manera masiva, abandonasen sus lugares de origen,
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Estudio histórico-arqueológico
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Villajos
Alfonso VIII y la reina Doña Leonor entregan la fortaleza de Uclés a la Orden de Santiago. Tumbo Menor de Castilla.
Siglo XIII. AHN
sobre todo aquellos que tenían la residencia en zonas rurales desprotegidas. Y si no lo hicie-
ron en ese momento, lo harían después, pues tras irrumpir los almorávides, todos los enclaves
próximos al Tajo, incluida la propia Toledo, se convirtieron en una frontera sometida a la guerra.
Entre 1085 y 1118, sólo se podía asegurar la defensa y la colonización de las principales plazas
fortiicadas, junto a sus alrededores, más las rutas que las comunicaban. El dominio real se re-
ducía a los corredores formados en los cursos de los ríos Henares, Jarama y Alberche, además
de buena parte de los territorios al norte del Tajo. Entre los años 1118 y 1157, al sur de esta línea
natural, se consiguen dominar, como puntos aislados, lugares como Zorita, Huete, Oreja, Oca-
ña y Mora. Y a partir de 1157, en el sector oriental de Toledo, se tomarían Uclés (1157), Cuenca
(1117) y Alcarcón (1183) (Ladero, 1984: 73). Por lo tanto, creemos que el poblado ubicado en la
Quebrada de Saelices fue abandonado en un momento indeterminado a lo largo de estos años
y, como toda la región, sometida a una situación inestable, habitual para la frontera.
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Estudio histórico-arqueológico
La Repoblación de lo que antes fue la Taifa de Toledo no fue uniforme, pues existían ciertos
condicionantes básicos. Para instalar a los colonos fue necesario ofrecer seguridad de vida
-ejércitos y murallas-, ciertas posibilidades de subsistencia -tierras de labor y pastos- y un mar-
co de convivencia -los fueros-. No obstante, la colonización no era posible sin que previamente
existiese un control efectivo sobre los territorios conquistados. Y durante un largo periodo
de tiempo, hasta la batalla de las Navas (1212), ningún espacio al sur del Sistema Central fue
seguro. Así lo demuestran las diversas noticias aportadas por las crónicas, latinas y árabes, en
donde castellanos, leoneses, aragoneses, navarros, almorávides y almohades transformaron
todo este vasto territorio en un gran campo de batalla.
Con todo, el avance colonizador siguió su marcha, pues para Alfonso VI, Alfonso VII y Alfonso VIII
era un hecho al que no podían renunciar. Una tierra yerma y vacía difícilmente sería defendible,
mientras que la presencia de ciudades amuralladas, fortalezas, castillos y atalayas, defendidos por
sus pobladores, hombres que protegerían a sus familias y bienes frente al empuje del enemigo.
Por lo tanto, la repoblación fue un proceso lento y costoso, que se iría consolidando a medida que
los territorios eran controlados eicazmente por los reyes castellano-leoneses. Así lo podemos com-
probar en un croquis dibujado por el eminente medievalista Julio González y publicado en 1975.
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Villajos
El reinado de Alfonso VIII es uno de los más determinantes, tanto para la historia de Castilla,
como para la de España. En su trayectoria como gobernante, fue protagonista de dos sucesos
capitales, ambos relacionados con la guerra, que marcan un antes y un después en el avance
militar hacia el sur: estamos hablando de las batallas de Alarcos (1195) y de Las Navas de Tolosa
(1212), encuentros de muy distinto signo, pero ciertamente transcendentales para toda una
región que se extendía desde el Sistema Central hasta el Tajo.
La situación ni mucho menos era estable, ni tranquila para los habitantes de la frontera, de
cualquier frontera. En otoño de 1174, una expedición almohade conquista Alcántara y asedia
Ciudad Rodrigo (Ibn ‘Idari al-Marrakusi, 1953: t. I, 15-16); mientras que en Castilla intentan to-
mar infructuosamente Huete.
Habrá un periodo de cierta tranquilidad, en donde todos los reinos se centran en paciicar las
contiendas con sus vecinos hermanos de religión. Las treguas de 1173 y 1174 permitieron a
Alfonso VIII fortalecer sus fronteras. Para ello utilizaría las Órdenes Militares. Entre 1174 y 1176
distintos territorios pasaron a manos de los monjes guerreros: Uclés para la Orden de Santia-
go, un grupo de castillos y villas de Toledo a la de Alcántara, y otros lugares a la de Calatrava.
Colocó a estos contingentes en aquellas zonas en donde eran necesarios, quizá en los puntos
calientes de la frontera. Levantando una pantalla, una barrera, contra los musulmanes el reino
estaría a resguardo (García Fitz, 1998: 194).
Tanta seguridad tenía en su reino, que el rey castellano se lanzó a la conquista de Cuenca. En
1177, cerca la ciudad. Como respuesta, los almohades se apresuran y contraatacan con cabal-
gadas sobre Toledo y Talavera, lo que obligaría a Alfonso VIII a levantar el cerco (Ibn ‘Idari Al-
Marrakusi, 1953: t. I, 28-29, Ximénez de Rada, 1985). La partida de ajedrez jugada entre todos
los contendientes acaba de empezar, y Cuenca, baza estratégica vital, ya estaba en poder de
los castellanos.
Otra vez la tranquilidad se asienta en las fronteras con los reinos orientales y occidentales. En
marzo de 1181 castellanos y leoneses habían irmado una nueva paz. Los cristianos ijarán su
mirada en el vecino del sur. Aunque la reacción de estos fue inmediata. En 1182, los musul-
manes respondían con una nueva cabalgada que tendría como objetivo Talavera (Ibn ‘Idari
Al-Marrakusi, 1953: t. I, 49-51).
Justo antes de Alarcos, Alfonso VIII habría conseguido un frente común entre castellanos, leo-
neses, navarros y aragoneses para combatir a los almohades. La paz entre los cristianos debe-
ría haber permitido derrotar a los musulmanes, pero una equivocada estrategia supuso un es-
trepitoso contratiempo. Además de la diplomacia, el rey no solo mantiene, sino que intensiica
70
Estudio histórico-arqueológico
el esfuerzo de las Ordenes Militares como soporte de su política bélica. Unos meses antes de la
batalla, concedía a la Orden de Santiago la villa de Areños en la Pernía, justiicando este hecho
en la necesidad de levantar muros inexpugnables contras los péridos sarracenos (González,
1960: t. II, 745-747).
La dura derrota de Alarcos signiica un fuerte revés para la política monárquica de consolidación
del territorio, pero sobre todo implica el derrumbamiento de la frontera castellana. La psicosis
de peligro, de indefensión y de miedo se apoderó de todas las poblaciones al sur de la Sierra.
Los pobladores se sintieron desprotegidos y muchos de ellos abandonarán sus nuevos hogares
y las tierras recién ganadas. Más aún, dos de los aliados, el leones Alfonso IX y el navarro Sancho
VII, aprovechando la coyuntura desfavorable para los castellanos, rompen la tregua e inician las
hostilidades tanto en Tierra de Campos como en las regiones sorianas y riojanas. Además, los
leoneses, se coordinarán con el emir Abu Yusuf. Tan solo permanece iel Pedro II de Aragón.
Alfonso VIII estaba consternado y desorientado, y se creía impotente ante el avance almohade.
Bajo este estado de ánimo el rey buscó refugio “[…] en los conines de su país [a resguardo tras
la Sierra de Gredos], gemía como gime el herido en el corazón, sin que terminasen sus lágrimas
ni acabasen sus suspiros” (Ibn ‘Idari Al-Marrakusi, 1953-1954: t. I, 193-195). Sin embargo, los
cronistas cristianos, utilizando también la propaganda, plantean una retirada táctica a la reta-
guardia; quizá para replantear una estrategia futura y defender mejor su reino ante el peligro
exterior, tanto contra los musulmanes, como del leones Alfonso IX y los navarros (Cabanes
Pecourt, 1985: 28. Ximénez de Rada, 1985: 171).
Las Ordenes Militares seguían siendo una extraordinaria herramienta para defender aquellas
zonas en donde el poder central no podía llegar, sobretodo en estos momentos de grave crisis
del reino, pero fundamentalmente, no sólo por falta de recursos económicos, sino ante la falta
de contingentes pobladores que ahora buscaban refugio más al norte, lejos de las zonas de
fricción. En marzo de 1195, concedía a la Orden de Trujillo, la villa y castillos de Albalat, “[…]
situam in ripa Tagi […]”, Santa Cruz, Cabañas y Zueruela, aportando para su sostenimiento la
renta anual de 3.000 áureos de la greda de Magán, y lo hacía por la defensa de los cristianos,
ya que los muros estaban indefensos “[…] contra saevitiam paganorum […]” (González, 1960:
t. III, 139-141). La sensación de una frontera desprotegida es real.
Ya fuese una circunstancia u otra, lo que sí es cierto es que los almohades desarrollaron gran-
des aceifas a partir de ese instante. En 1196, el califa almohade, Abu Yusuf Ya’qub al-Mansur,
partiendo de Sevilla y tomando la calzada de Mérida, comenzó la marcha con su ejército hacia
tierras toledanas. Ante el avance, algunos lugares capitularon como Montánchez; otros fueron
abandonados, como Trujillo; y otros asaltados y conquistados, como Plasencia; a su paso todo
era arrasado, como la región talaverana, asolando Santa Olalla y Escalona (Ximénez de Rada,
1985: 171; Huici Miranda, 1956: 171-174).
En la primavera del año siguiente, en 1197, otra vez, los almohades realizarían una segunda
incursión. Su ejército se dirigió nuevamente hacia las tierras toledanas, devastando todo a su
paso, como los campos de Talavera, Maqueda y los alrededores de Toledo. En esta ocasión
71
Villajos
Alfonso VIII se encontraba en Madrid, acompañado de Pedro II, por lo que los norteafricanos
se dirigieron hacia esa ciudad (Cabanes Pecourt, 1985: 29; Ximénez de Rada, 1985: 171; Al-Hi-
myari, 1963, 19; Porres Martín-Cleto, 1993: 163-164). Cuando llegó al-Mansur, el rey castellano
ya no estaba en la ciudad, pues la había abandonado buscando refugio en la cercana sierra
de Guadarrama y dejando el mando a Diego López de Haro apoyado por una guarnición de
nobles y plebeyos (Cabanes Pecourt, 1985: 29).
«Cuando llegaron los musulmanes al citado castillo, lo rodearon como rodea el halo a la
luna llena y multiplicaron sus invasiones y alabanzas al Altisimo; casi se rompieron las en-
trañas de las rocas y se agitaron ante su resonancia los huesos de la gente de los sepulcros
[…] cuando logró al-Mansur contra el castillo de Madrid más de lo que esperaba en sus
designios y deshizo el golpe de sus pisadas los más duros corazones y destrozó a los fugi-
tivos inieles en sus concentraciones de tropas regulares y conoció el iniel que no poseía
una hilacha de su poder y que no lograría descubrir lo que Dios disponía que ocurriese, ni
marchándose ni cambiando de lugar» (Ibn Idari Al-Marrakusi, 1953-1954: t. I, 193-195).
Tras varios días de cerco, al-Mansur levantó a las tropas y siguió su camino hacia tierras con-
quenses, pasando por Alcalá y Guadalajara.
Tras estas expediciones, en 1198, antes de regresar a Marruecos, al-Mansur, pactaría una tre-
gua de diez años con Alfonso VIII, periodo aprovechado por el rey para preparar su venganza
por la derrota de Alarcos y los sobresaltos ocasionados por los almohades durante tantos años
(Huici Miranda, 1956: 181 y 227), pero también para conseguir la estabilidad con los reinos
vecinos de León y Navarra, normalización que se alcanzaría entre los años 1206 y 1207.
Un año antes de espirar las treguas, en 1209, el rey castellano, en compañía de su hijo el in-
fante Fernando, rompería las hostilidades. Ahora, las cosas se veían de otra manera. El Papa,
Inocencio III, por bula de 22 de febrero de 1211, encomendaba a los arzobispos de Toledo y a
los obispos de Zamora, Tarazona y Coimbra a usar la amenaza divina contra los reyes vecinos de
Castilla que hubiesen irmado treguas a no romperlas mientras aquella dirimía sus disputas con
los almohades (Mansilla Reoyo, 1955: 472-473). Quienes, ya cruzaban el estrecho en mayo.
A pesar del cambio de rumbo, la situación seguía siendo compleja y el peligro se mantenía
latente en toda la región. En septiembre de 1211, se perdería el enclave estratégico del castillo
de Salvatierra (Ciudad Real); el rey, “[…] resignado, se volvió a la sierra de San Vicente a Toledo,
hallándose por Maqueda y Escalona el día 13 de septiembre, en que su enemigo fechaba regocija-
do el mensaje del triunfo” (Porres Martín-Cleto, 1993: 170-171; González, 1960: t. I, 995).
Por in, en julio de 1212 -cuya efemérides será tan importante como la capitulación de Toledo
en 1085-, Alfonso VIII conseguía cambiar deinitivamente el mapa político peninsular con la
gran victoria de Las Navas de Tolosa; ahora se abrirían deinitivamente las puertas hacia el sur
del Guadiana, mientras que el reino toledano, incluidas las poblaciones de Extremadura pasa-
rían a ser deinitivamente territorio de interior, ni tan siquiera retaguardia. Es el momento de
que los pobladores de estas tierras vivan en paz.
72
Estudio histórico-arqueológico
73
IV. LA INTERVENCIÓN ARQUEOLÓGICA
76
La intervención arqueológica
ÁMBITO 1
El Ámbito 1 está formado por la estructura 1 (U.E 11) y su correspondiente relleno (U.E. 10).
Se trata de una estructura negativa de forma circular excavada en el nivel geológico, con un
diámetro aprox. de 2,50 metros y una profundidad de unos 20 cm; la estructura se encuentra
cortada por la estructura 2 (U.E.21). El relleno de la estructura 1 es un estrato de arcillas de
color marrón oscuro/grisáceo, suelto y homogéneo en el cual se documentan fragmentos de
cerámicas comunes y vidriadas, restos de fauna mamífera, cenizas y algunos cantos.
77
Villajos
ÁMBITO 2
Dentro de este ámbito se encuentran las UU.EE. 20 y 21, correspondientes al relleno y a la es-
tructura 2 respectivamente.
La estructura 2 (U.E. 21) es una fosa de formas y bordes irregulares, de unas dimensiones que
exceden la anchura de 6 metros de la excavación, y con una profundidad entre los 60 y 70 cm.
El relleno de esta fosa (U.E. 20) es un estrato grisáceo/negruzco en el cual se han documentado
restos de plásticos, basuras, así como ladrillos y vertidos constructivos actuales, de lo que se
desprende que esta estructura es en realidad un basurero contemporáneo.
Fosa de la estructura 2 tras su excavación; en la primera imagen se puede ver como corta a la estructura 1.
78
La intervención arqueológica
ÁMBITO 3
Relleno de la estructura 3, y vista de algunos de los plásticos y vertidos contemporáneos que la rellenan.
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Villajos
ÁMBITO 4
El Ámbito 4 está formado por la estructura 4 (U.E. 41) y su relleno (U.E. 40).
La estructura 4, de forma circular, tiene un diámetro de 200 cm. en la boca y 120 cm. en el fon-
do; la excavación de esta estructura se paralizó a los 80 cm de profundidad debido a la hume-
dad y a la cercanía del nivel freático. El relleno de esta estructura (U.E. 40) es un estrato marrón
oscuro/grisáceo de arcillas sueltas y homogéneas; dentro de este relleno se han documentado
fragmentos de cerámicas comunes, y restos de fauna mamífera.
La penetración de esta estructura en el nivel de yesos existente por debajo del nivel de arcillas
en el que están excavadas la mayoría de la estructuras nos lleva a pensar en una funcionalidad
diferente, probablemente como pozo de extracción de mineral de yeso.
80
La intervención arqueológica
ÁMBITO 5
Dentro de este ámbito se encuentra la estructura nº 5, documentada como la U.E. 51, y su co-
rrespondiente relleno, al cual que se le asignó la U.E. 50. La estructura 5, de forma circular tiene
un diámetro de 188 cm. aprox. y una profundidad aprox. de 164 cm.
El relleno de esta estructura es un estrato arcilloso de color marrón oscuro, suelto y homo-
géneo; en él se han documentado algunos restos de fauna mamífera, así como abundantes
fragmentos de cerámica; a diferencia de la cerámica documentada en el resto de estructuras
del yacimiento (cerámicas medievales y califales), la recogida en este ámbito (terra sigillata,
cerámica común de cocina y de almacenamiento, etc.), le atribuye una cronología de época
romana. Entre el abundante material recuperado destaca un pequeño fragmento de bronce y
una cucharilla fabricada en hueso (ver apartado de cultura material).
Vista del ámbito 5 desde el suroeste; en estas imágenes puede verse cómo parte de la estructura quedaba
fuera del área de intervención antes de su ampliación.
81
Villajos
ÁMBITO 6
Esta fosa corta a la estructura 8 (U.E. 81) y a su relleno (U.E. 80), enmarcados ambos dentro del
ámbito 8.
82
La intervención arqueológica
ÁMBITO 7
El Ámbito 7 está formado por la estructura 7 (U.E 71) y por su correspondiente relleno (U.E.
70).
La estructura 7, de forma ovalada, tiene unas medidas de 220 cm de diámetro aprox. y una
profundidad de 120 cm.
Al igual que ocurrió en el ámbito 4, la excavación de esta estructura se paralizó antes de llegar
a su profundidad total debido a la presencia de agua procedente del nivel freático; debido a la
profundidad alcanzada y a la penetración en el nivel de yesos existente por debajo del nivel de
arcillas se puede interpretar esta estructura como pozo de extracción de mineral de yeso.
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Villajos
ÁMBITO 8
Dentro del ámbito 8 encontramos las UU.EE. 80 y 81, correspondientes al relleno y a la estruc-
tura 8 respectivamente. La estructura 8 es una fosa pequeña fosa circular de aprox. 45 cm de
diámetro, con una profundidad de unos 35-40 cm.
84
La intervención arqueológica
ÁMBITO 9
El ámbito 9 está formado por la estructura 9 (U.E. 91) y por su relleno (U.E. 90).
La estructura 9 es una fosa de forma irregular, de unos 7 metros de longitud, y unos 3,35m de
anchura (cotas máximas) y una profundidad de unos 80cm.
Vistas del ámbito nº9 (relleno en la 1ª imagen y estructura en la 2ª) antes y después de su excavación.
85
Villajos
ÁMBITO 10
Dentro del ámbito 10 se encuentran las UU.EE. 101 y 100, asignadas a la estructura nº10 y a su
relleno respectivamente.
86
La intervención arqueológica
ÁMBITO 11
El ámbito 11 está formado por las UU.EE. 110, 111, 112, 113 y 114; y puede considerarse como
la única estructura positiva de todo el yacimiento, con excepción de un pequeño muro docu-
mentado dentro del ámbito 24.
Las UU.EE. 112 y 113 son dos estructuras realizadas con piedra caliza y juntas de mortero, ado-
sados el uno al otro; estos muros tienen dos refuerzos exteriores hechos también de piedra
caliza a los cuales se asignó las UU.EE. 110 y 111. Por último en este ámbito se encuentra un
pequeño pavimento o solera de piedra caliza adosada a los muros U.E. 112 y 113 en la parte
interior de la estancia.
87
Villajos
ÁMBITO 12
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La intervención arqueológica
ÁMBITO 13
El ámbito 13 está formado por las UU.EE. 130 y 131, asignadas al relleno y a la estructura 13
respectivamente.
La estructura 13 es una cubeta excavada en el sustrato geológico con una longitud de unos
638 cm., y una anchura de aprox. 381 cm.; la profundidad de la estructura 13 ronda los 45 cm.
El estrato que rellena esta estructura está formado por arcillas grisáceas, sueltas y homogé-
neas, con zonas cenicientas y carbones; en él se han documentado fragmentos de cerámica
común y de teja, y restos de fauna mamífera.
89
Villajos
ÁMBITO 14
En la estructura 14 se han documentado unos 212 cm. de diámetro max., y una profundidad
aprox. de 30 cm.
90
La intervención arqueológica
ÁMBITO 15
Dentro del ámbito 15 se emplazan la estructura 15 y su relleno, a los cuales se les han asignado
las UU.EE. 151 y 150 respectivamente. La estructura 15 es una fosa de forma irregular con una
anchura máxima de 420 cm, una longitud máxima de 500 cm., y una profundidad máxima de
unos 40 cm. El relleno de esta estructura es un estrato de arcillas grisáceas muy sueltas y ho-
mogéneas sin nada de material.
91
Villajos
ÁMBITO 16
Este ámbito está formado por la estructura 16 (U.E. 161) y su relleno (U.E. 160).
La estructura 16 es una fosa rectangular de aprox. 2,75 cm. de longitud x 123 cm. de anchura,
y una profundidad de 148 cm. El relleno de esta estructura es un estrato de arcillas grisáceas,
sueltas y homogéneas en el que se documentan fragmentos de cerámica y de teja.
92
La intervención arqueológica
ÁMBITO 17
En el ámbito 17 se enmarcan las UU.EE. 171 y 170, las cuales fueron asignadas a la estructura
17 y a su relleno, respectivamente.
La estructura 17, de forma irregular, tiene unas medidas de 380 cm. de longitud por 191 cm. de
anchura, y una profundidad de 17 cm.
El relleno de esta estructura está formado por unas arcillas de color grisáceo, sueltas y homo-
géneas, sin ningún tipo de material arqueológico documentado.
Vista de la estructura 17 (U.E. 171) una vez retiro su relleno (U.E. 170).
93
Villajos
ÁMBITO 18
Dentro de este ámbito se encuentra la estructura nº 18, documentada como la U.E. 181, y su
correspondiente relleno, al cual se le asignó la U.E. 180.
La estructura 18 es una fosa de forma irregular con unas medidas de 444 cm. por 287 cm, y una
profundidad de 15 cm.
94
La intervención arqueológica
ÁMBITO 19
El ámbito 19 está formado por la estructura nº19, a la que le fue asignada la U.E. 191, y por su
relleno, denominado como U.E. 190.
95
Villajos
ÁMBITO 20
La estructura 20, a la que le fue asignada la U.E. 201, y su relleno, denominado como U.E. 200,
forman el ámbito 20. La estructura de este ámbito es una fosa con unas medidas 180 cm de
longitud por 120 cm de anchura, y una profundidad de 40 cm; la U.E. 201 corta a la estructura
9 y a su relleno, ambos pertenecientes al ámbito 9.
El estrato que rellena a esta estructura tiene una matriz arcillosa de color grisáceo, y una es-
tructura suelta y homogénea; en él se han documentado fragmentos de cerámica común, así
como algún resto de fauna mamífera y tejas.
Estructura 20 (U.E. 20) tras su excavación; en las imágenes de la derecha e inferior puede observarse cómo
la estructura 20 corta a la estructura 9.
96
La intervención arqueológica
ÁMBITO 21
El ámbito 21 está formado por la estructura 21 (U.E. 211) y su correspondiente relleno (U.E.
210). La estructura nº 21 es una fosa de forma ovalada con unas medidas de 230 cm de longi-
tud por 265 cm de anchura, y una profundidad de 80 cm.
El relleno de esta estructura es un estrato arcilloso de color gris claro, con una estructura com-
pacta y homogénea, en el cual se recogieron algunos fragmentos de cerámica común.
97
Villajos
ÁMBITO 22
La estructura 22 (U.E. 221) y su correspondiente relleno (U.E. 220) conforman el ámbito 22.
Solo ha sido posible la excavación de parte de la estructura de este ámbito, pues parte de la
misma se extiende más allá del peril que marca el límite de la excavación. Debido a su tama-
ño, forma y composición podría tratarse de algún tipo de vaguada o formación natural. Esta
estructura, de forma alargada, mide 300 cm. de longitud por 200 cm. de anchura, tiene una
profundidad de 20 cm., y está rellena por un estrato de arcillas de color gris, y de estructura
suelta y homogénea; en el relleno se documentaron algunos restos de cerámicas comunes.
98
La intervención arqueológica
ÁMBITO 23
El Ámbito 23 está formado por la estructura 23 (U.E 231) y por su correspondiente relleno (U.E.
230).
La estructura 23, de forma ovalada, tiene unas medidas de 170 cm de diámetro y una profun-
didad de 20 cm; su relleno es un estrato grisáceo de estructura compacta y homogénea sin
material arqueológico.
99
Villajos
ÁMBITO 24
Dentro del ámbito se enmarcan las UU.EE. 240, 241, 242 y 243, pertenecientes a dos rellenos, a
un pequeño murete o estructura, y a la fosa que alberga las UU.EE. anteriores.
La U.E. 241 fue asignada a un segundo relleno formado por arenas grises sueltas y homogé-
neas en el que aparecen igualmente algunos fragmentos cerámicos y restos de fauna, aunque
en menos cantidad que en el relleno anterior, además de zonas muy cenicientas.
La U.E. 242 es un pequeño murete o estructura hecha de piedras calizas y tapial que separa los
rellenos U.E. 240 y U.E. 241 dentro de la fosa.
La U.E. 243 se corresponde con una gran fosa o estructura negativa de forma irregular que
alberga en su interior el murete (U.E. 242), y ambos rellenos (UU.EE. 240 y 241) uno a cada lado
del murete.
Debido a su gran tamaño y forma es posible que la fosa U.E. 243 fuera en un principio algún
tipo de vaguada o formación natural reutilizada cuyo extremo más septentrional fue reexca-
vado y delimitado mediante la construcción de la U.E. 242.
100
La intervención arqueológica
Foto del ámbito 24; en esta imagen puede observarse el murete o estructura de tapial que separaba los
dos rellenos que colmataban la fosa.
Vista en detalle de los dos espacios del ámbito 24 separados por la U.E. 242.
101
Villajos
ÁMBITO 25
En este ámbito se sitúan los estratos 250 y 251, asignados al relleno y a la estructura nº 25
respectivamente.
El relleno de este ámbito es un estrato de arenas de color marrón oscuro, suelto y muy homo-
géneo; en el apenas se ha documentando material arqueológico.
102
La intervención arqueológica
103
Villajos
ÁMBITO 26
Ámbito formado por la estructura 26, a la que le fue asignada la U.E. 261, y por su correspon-
diente relleno, con la U.E. 260.
La estructura 26 es una pequeña fosa de forma circular excavada en el sustrato geológico geo-
lógico, con un diámetro de 150 cm, y una profundidad de 10 cm.
El relleno de esta estructura es un estrato de tierra color marrón oscuro, de textura muy arci-
llosa y homogénea, en el cual se han recogido fragmentos de cerámica común, algo de teja, y
restos de fauna mamífera.
Vista del relleno (U.E. 260) y de la estructura negativa (U.E. 261) del ámbito 26.
104
La intervención arqueológica
ÁMBITO 27
Integrado por las UU.EE. 270 y 271, asignadas respectivamente al relleno y a la estructura 27.
La U.E. 270 es una estructura negativa de forma circular excavada en el nivel geológico, con un
diámetro de 160 cm y una profundidad de 50 cm.
El relleno de esta estructura está formado por un estrato grisáceo oscuro y arcilloso, de com-
pactación suelta y homogénea en el que se documenta la presencia de algunos fragmentos de
cerámica común, así como una abundante presencia de grandes piedras de caliza y cuarcita.
Relleno del ámbito 27 (U.E. 270) y estructura negativa (U.E. 271) del mismo ámbito.
105
Villajos
ÁMBITO 28
Dentro del ámbito 28 se enmarcan las UU.EE. 281 y 280, pertenecientes a la estructura 28 y a
su correspondiente relleno respectivamente.
Vista del relleno (U.E. 260) y de la estructura negativa (U.E. 261) del ámbito 26.
106
La intervención arqueológica
ÁMBITO 29
El Ámbito 29 está formado por la estructura 29, a la que se le asignó la U.E 291, y por su corres-
pondiente relleno, documentado como U.E. 290.
La estructura 29, de forma circular, tiene un diámetro de 180 cm. y una profundidad de 70 cm.
aproximadamente, y está colmatada por un estrato de arcillas marrones de un tono oscuro,
sueltas y homogéneas, en el que se documentó una gran cantidad de restos de fauna mamífe-
ra y algunos fragmentos de cerámica común.
Imágenes del relleno (U.E. 260) y la estructura negativa (U.E. 261) que conforman el ámbito 26.
107
Villajos
ÁMBITO 30
La estructura 30, documentada como U.E. 301, y su correspondiente relleno (U.E. 300) confor-
man el ámbito 30.
Esta es un estructura negativa de forma circular excavada en el sustrato geológico, con unos
200 cm de diámetro aproximadamente y 85 cm de profundidad; además esta estructura corta
a las UU.EE. 340 y 341 ( relleno y estructura del ámbito 34), y 370 y 371 (relleno y estructura del
ámbito 37).
El relleno de esta estructura es un estrato arenoso de color grisáceo muy suelto y homogéneo;
en este estrato aparecen abundantes piedras de cuarcita de gran tamaño, así como cerámicas
comunes a torno, tejas, y restos de fauna mamífera.
Imágenes del relleno (U.E. 260) y la estructura negativa (U.E. 261) que conforman el ámbito 26.
108
La intervención arqueológica
ÁMBITO 31
En el ámbito 31 encontramos las UU.EE. 311 y 310, asignadas a la estructura nº31 y a su relleno
respectivamente.
La estructura 30, de forma circular, está excavada en el sustrato geológico, y tiene un diámetro
de unos 150 cm. en la boca, y una profundidad de unos 80 cm.
Relleno del ámbito 30 (U.E. 300) en la imagen de la izquierda, y estructura negativa (U.E. 301) del mismo
ámbito en la imagen de la derecha.
109
Villajos
ÁMBITO 32
El Ámbito 32 está formado por la estructura 32 (U.E 321) y por su correspondiente relleno (U.E.
320). La estructura 32, de forma circular, tiene unas medidas de 130 cm. de diámetro, y una
profundidad de 80 cm; su relleno es un estrato grisáceo muy arcilloso, homogéneo y suelto,
en el que se documentan abundantes cuarcitas de gran tamaño y algunos cantos pequeños,
además de algunos fragmentos de cerámica común y restos de fauna mamífera.
110
La intervención arqueológica
ÁMBITO 33
Dentro del estrato 33 se enmarcan las UU.EE. 330, 331 y 332, pertenecientes las dos primeras a
los rellenos de la estructura 33 y la tercera a la propia estructura.
El primer relleno (U.E. 330) es un estrato arenoso grisáceo, suelto y muy homogéneo en el que
se ha documentado algún fragmento de cerámica común y restos de tejas; tiene una potencia
de unos 35 cm.
El relleno inferior está constituido por un estrato de arenas rubefactadas de estructura compac-
ta y homogénea; este estrato contiene restos de fauna mamífera y de cerámicas comunes.
La estructura que contiene los rellenos anteriores (U.E. 332) es una estructura negativa de for-
ma circular excavada en el sustrato geológico; tiene un diámetro de 150 cm, y una profundi-
dad de unos 80 cm.
Primer relleno del ámbito 33 (U.E. 230) y estructura negativa (U.E. 332) del mismo ámbito.
111
Villajos
ÁMBITO 34
La estructura 34, de forma circular, tiene un diámetro de unos 180 cm, y una profundidad de
unos 80 cm aprox.
El relleno de esta estructura está conformado por un estrato de arenas grisáceas muy homo-
géneas y sueltas.
Este ámbito tiene la particularidad de que su estructura corta a las UU.EE. 400 y 401 (relleno
y estructura del ámbito 40), y a la vez tanto su estructura como su relleno son cortados por la
estructura 30 (U.E. 301).
Vista del relleno (U.E. 340) y de la estructura negativa (U.E. 341) del ámbito 34.
112
La intervención arqueológica
ÁMBITO 35
El ámbito 35 incluye las UU.EE. 350 y 351, atribuidas al relleno y a la estructura 35 respectiva-
mente.
Vista de las U.E. 350 y 351 (relleno y estructura 35), perteneciente al ámbito 35 y cráneo de équido docu-
mentado en el relleno.
113
Villajos
ÁMBITO 36
Dentro del ámbito 36 se enmarcan las UU.EE. 361 y 360, pertenecientes a la estructura 36 y a su
correspondiente relleno respectivamente.
Esta estructura, de forma circular, tiene unos 190 cm. de diámetro y apenas 18 cm. de profundi-
dad, y fue excavada en el sustrato geológico.
114
La intervención arqueológica
ÁMBITO 37
Este ámbito engloba las UU.EE. 370 y 371, correspondientes al relleno y a la estructura 37 res-
pectivamente.
La estructura 37 es una fosa circular excavada en el sustrato geológico con unos 180cm de
profundidad, y unos 22cm. de profundidad parte de esta estructura y su relleno se encuentran
cortados por la estructura nº 30.
Estructura 37 vista desde el norte antes de su excavación, y desde el sur después de su vaciado.
115
Villajos
ÁMBITO 38
Dentro del ámbito 38 se encuentran las UU.EE. 381 y 380, asignadas a la estructura nº38 y a su
relleno respectivamente.
La estructura 38 es una fosa circular excavada en el geológico, con un diámetro de unos 90cm,
y con una profundidad de unos 25 cm.
116
La intervención arqueológica
ÁMBITO 39
Dentro del ámbito 39 se emplazan la estructura 39 y su relleno, a los cuales se les han asignado
las UU.EE. 391 y 390 respectivamente.
La estructura 39 es una fosa de forma circular con un diámetro de entre 150 y 160 cm., y una
profundidad máxima de unos 60 cm.
El relleno de esta estructura es un estrato de arenas grisáceas muy sueltas y homogéneas, con
restos de fauna mamífera, fragmentos de cerámica y teja, etc.
Vista del relleno (U.E. 390) y de la estructura negativa (U.E. 391) del ámbito 39.
117
Villajos
ÁMBITO 40
La estructura nº40, documentada como U.E. 401, y su correspondiente relleno (U.E. 400) confor-
man el ámbito 40.
El relleno de esta estructura es un estrato arenoso de color grisáceo muy suelto y homogéneo;
en este estrato aparecen fragmentos de cerámicas comunes y tejas.
118
La intervención arqueológica
ÁMBITO 41
El ámbito 41 está formado por la estructura 41 (U.E. 411) y su correspondiente relleno (U.E. 410).
La estructura nº 41 es una fosa circular con unas medidas de 145-150 cm. de diámetro, y una
profundidad de unos 10 cm.
El relleno de esta estructura es un estrato grisáceo muy arenoso, con una estructura suelta y
homogénea, en el cual se recogieron algunos fragmentos de cerámica común, restos de fauna
mamífera, y alguna teja.
Tanto la estructura como el relleno son cortados por la U.E. 461, asignada a la estructura del
ámbito 46.
119
Villajos
ÁMBITO 42
El Ámbito 42 está formado por la estructura 42, a la que se le asignó la U.E 421, y por su corres-
pondiente relleno, documentado como U.E. 420.
La estructura 29, de forma circular, tiene un diámetro de 160 cm y una profundidad de en-
tre 20-30 cm aproximadamente y está colmatada por un estrato de arenas grisáceas, sueltas y
homogéneas, en el que se documentaron restos de fauna mamífera y algunos fragmentos de
cerámica común.
Vista de las UU.EE. 420 y 421 (relleno y estructura del ámbito 42).
120
La intervención arqueológica
ÁMBITO 43
La estructura 43, a la que le fue asignada la U.E. 431, y su relleno, denominado como U.E. 430,
forman el ámbito 43.
La estructura de este ámbito es una fosa con unas medidas de 140 cm. de diámetro, y una pro-
fundidad de 90 cm; la U.E. 431 corta a la estructura 40 y a su relleno, ambos pertenecientes al
ámbito 40.
El estrato que rellena a esta estructura tiene una matriz arenosa, de color grisáceo, y una estruc-
tura suelta y homogénea; en él se han documentado fragmentos de cerámica común, así como
algún resto de fauna mamífera y tejas.
Relleno del ámbito 43 (U.E. 430) y estructura negativa (U.E. 431) del mismo ámbito.
121
Villajos
ÁMBITO 44
Ámbito formado por la estructura 44, a la que le fue asignada la U.E. 441, y por su correspon-
diente relleno, con la U.E. 440.
La estructura 44 es una pequeña fosa de forma circular excavada en el sustrato geológico, con
un diámetro de 75-80 cm, y una profundidad de 35-40 cm.
El relleno de esta estructura es un estrato de tierra color grisáceo, de textura muy arenosa y ho-
mogénea, en el cual se han documentado fragmentos de cerámica común, algo de teja, restos
de fauna mamífera y algún recorte cerámico.
Vistas del ámbito nº44 (relleno en la 1ª imagen y estructura en la 2ª) antes y después de su excavación.
122
La intervención arqueológica
ÁMBITO 45
En el ámbito 45 se enmarcan las UU.EE. 451 y 450, las cuales fueron asignadas a la estructura 45
y a su relleno, respectivamente.
La estructura 45, de forma circular, tiene un diámetro de 170-180 cm, y una profundidad de 25
cm; al igual que en muchos otros casos parte esta estructura se mete en el peril que marca el
límite de la excavación.
El relleno de esta estructura está formado por un estrato de arenas de color grisáceo, sueltas y
homogéneas, con fragmentos de cerámicas comunes y restos de fauna asociados.
Estructura 45 antes y después de la excavación; en estas imágenes puede verse cómo parte de la estructu-
ra queda fuera del límite de la excavación.
123
Villajos
ÁMBITO 46
El ámbito 46 está formado por la estructura 46 (U.E. 461) y por su relleno (U.E. 460).
Vista de la estructura 46; en la imagen de la izquierda se ven los plásticos contemporáneos en detalle, y en
la derecha puede observarse como la estructura 46 corta a la estructura 41.
124
La intervención arqueológica
ÁMBITO 47
Integrado por las UU.EE. 470 y 471, asignadas respectivamente al relleno y a la estructura 47.
La U.E. 470 es una estructura negativa de forma circular excavada en el nivel geológico, con un
diámetro de 160 cm y un profundidad de 75 cm.
El relleno de esta estructura está formado por un estrato marrón oscuro y arenoso, de compac-
tación suelta y homogénea en el que se documenta la presencia de algunos fragmentos de
cerámica común.
125
Villajos
ÁMBITO 48
Está formado por la estructura 48 (U.E 481) y su correspondiente relleno (U.E. 480).
126
La intervención arqueológica
ÁMBITO 49
Este ámbito está formado por la estructura 49, a la que se le asignó la U.E 491, y por su corres-
pondiente relleno, documentado como U.E. 490.
Vista de las UU.EE. 490 y 491 (relleno y estructura del ámbito 49).
127
Villajos
ÁMBITO 50
Vistas del ámbito nº50 (relleno en la 1ª imagen y estructura en la 2ª) antes y después de su excavación.
128
La intervención arqueológica
ÁMBITO 51
La estructura 51, documentada como U.E. 511, y su correspondiente relleno (U.E. 510) confor-
man el ámbito 51.
Esta es una estructura negativa de forma circular excavada en el sustrato geológico, con unos
200 cm de longitud por 120 de anchura, y 25 cm de profundidad; esta estructura corta a las
UU.EE. 350 y 351 (relleno y estructura del ámbito 35).
El relleno de esta estructura es un estrato arenoso de color grisáceo muy suelto y homogéneo;
en este estrato aparecen fragmentos cerámicas comunes a torno, y tejas.
Vista del relleno (U.E. 510) y de la estructura negativa (U.E. 511) del ámbito 51.
129
Villajos
ÁMBITO 52
Este ámbito está integrado por las UU.EE. 520 y 521, asignadas respectivamente al relleno y a la
estructura 52.
La U.E. 520 es una estructura negativa de forma circular excavada en el nivel geológico, con un
diámetro de 165 cm y una profundidad de 32 cm. El relleno de esta estructura está formado
por un estrato blanquecino y arenoso, de compactación suelta y homogénea en el que se do-
cumenta la presencia de algunos fragmentos de cerámica común. Tanto la estructura como el
relleno de este ámbito se encuentran cortados por la estructura del ámbito 32 (U.E. 320).
130
La intervención arqueológica
131
Villajos
ÁMBITO 53
Este ámbito está formado por las unidades estratigráicas 530 y 531, asignadas al relleno y a la
estructura nº 53 respectivamente.
La U.E. 531 es una estructura negativa de forma circular excavada en el nivel geológico, con un
diámetro de 125 cm, y una profundidad de 80 cm.
El relleno de esta estructura (U.E. 530) está formado por un estrato negruzco/grisáceo y are-
noso, de compactación suelta y homogénea en el que se documenta la presencia de algunos
fragmentos de cerámica común a torno y cerámica vidriada, así como restos de fauna mamífera,
cenizas, y abundantes cuarcitas de tamaño variable (entre 6 y 30 cm).
Vista del relleno (U.E. 530) y de la estructura negativa (U.E. 531) del ámbito 53.
132
La intervención arqueológica
ÁMBITO 54
El ámbito 54 está formado por las unidades estratigráicas 542 (estructuras) y 540 y 541 (niveles
de relleno).
La estructura 54, de forma circular, tiene un diámetro de 167 cm en su boca, y una profundidad
de 144 cm. aproximadamente, y está colmatada en primer lugar por un estrato de arenas marro-
nes/grisáceas, sueltas y homogéneas, en el que se documentó la presencia de restos de fauna
mamífera, algunos fragmentos de cerámica común, cenizas, carbones y abundantes cuarcitas
de tamaño variable (entre 6 y 30 cm); bajo este primer estrato (U.E. 540) se localizó un segundo
nivel (U.E. 541) de color negro y estructura compacta y homogénea, formado por una capa de
cenizas y carbones que recubre el fondo de la estructura 54, y en el que se documentaron restos
de maderas quemadas.
Vista de las UU.EE. 540 y 542 (primer relleno y estructura del ámbito 54).
133
Villajos
ÁMBITO 55
La estructura nº 55 se documenta como la U.E. 551, y su correspondiente relleno como U.E. 550.
La estructura 55, excavada en el sustrato geológico y de forma circular tiene un diámetro de 185
cm y una profundidad aproximada de 65 cm.
Vista del relleno (U.E. 550) y de la estructura negativa (U.E. 551) del ámbito 55.
134
La intervención arqueológica
ÁMBITO 56
Relleno de la estructura 56, y vista de algunos de los vertidos y basuras contemporáneas que la rellenan.
135
Villajos
ÁMBITO 57
El ámbito 57 está formado por la estructura (U.E. 571) y su relleno (U.E. 570). La estructura de
forma circular y excavada en el sustrato geológico, tiene un diámetro de 130 cm en la boca y 95
cm. de profundidad máxima. El relleno de esta estructura (U.E. 570) es un estrato marrón oscuro
de arenas sueltas y homogéneas; dentro de este relleno se han documentado fragmentos de
cerámicas comunes a torno, y restos de fauna mamífera entre los que destacan una extremidad
de équido en conexión anatómica, y un cráneo de cánido).
136
La intervención arqueológica
4. FICHAS DE U.E.
137
Villajos
138
La intervención arqueológica
139
Villajos
140
V. LA CULTURA MATERIAL
De época romana, los materiales más representativos se han localizado en la estructura 5 (U.E.
50). El material selecto de esta unidad consiste en:
t Cerámicas pintadas de tradición indígena (Segunda Edad del Hierro), contenedores y ollas,
recipientes de almacenaje.
t Galbos de ánforas procedentes de centros productores del Guadalquivir y la Bahía Gaditana.
t Borde de ánfora Dressel 7-11 (mitad s. I. d.C.).
t Fragmento de cuenco de terra sigillata hispánica, forma Drag. 24-25 (mitad siglo I – mitad
siglo II d.C.).
t Borde de terra sigillata hispánica, forma Drag. 27 (mitad siglo I – mitad siglo II d.C.).
t Borde de terra sigillata hispánica, forma Drag. 29, segunda mitad s. I d.C.
t Borde de terra sigillata hispánica, forma Drag. 29 decorada, segunda mitad s. I d.C.
t Base de plato de terra sigillata hispánica Drag. 18, mitad siglo I – inal siglo II d.C. Se conserva
completo el sigillum: ALBANI.
t Borde de cerámica de Paredes Finas forma Mayet XXXVII o XXXVIII (cronología entre Tiberio
Claudio y inales del siglo I).
Villajos
Este contexto proporciona una cronología media de la segunda mitad del s. I (hacia el 3er cuarto).
El material de época andalusí es el más abundante en el yacimiento. A continuación se detallan
las piezas más representativas del material selecto divididas por unidades estratigráicas.
142
La cultura material
ÁMBITO 1. U.E.10:
t Ataifor con vedrío melado y decoración
en manganeso representando una lor
de loto. Según Retuerce periodo Ome-
ya. A.12.A (Retuerce, 1998). Principal-
mente s. XI.
t Borde y cuello vertical con arranque
de asa de jarro/jarra con decoración
pintada a base de trazos gruesos verti-
cales negros realizados con los dedos y
agrupados de tres en tres. Cocción oxi-
dante. Exterior alterado por el fuego.
Forma C.13 (Retuerce, 1998), ss. X y XI.
t Panza de una olla de fondo plano-con-
vexo, cocción reductora.
t Fragmentos de ataifor con vedrío me-
lado al exterior y manganeso sobre
melado al interior.
t Fragmentos de ataifor con vedrío ver-
doso al exterior y turquesa sobre blan-
co al interior.
t Fragmentos de jarro/jarra de pasta
blanca, tipo C.14 (Retuerce, 1998), con
cuello recto, carena y parte inferior
estriada. Cronología: periodo Omeya
(Retuerce, 1998).
t Boca y asa de cántaro en pasta clara,
tipo C.01 (Retuerce, 1998). Ss. X-XI.
t Fondo con pie ligeramente indicado
en pasta clara anaranjada, muy similar
al de la forma C.12.A (Retuerce, 1998).
Jarrito atestiguado a partir del s. X, que
con distintas modiicaciones a lo largo
del tiempo se prolonga hasta el s. XII.
t Núcleo de sílex.
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Villajos
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La cultura material
En general, todos los materiales de época andalusí forman un conjunto datable a lo largo del
siglo XI.
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1. DIBUJO DE MATERIALES
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La cultura material
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VI. CONCLUSIONES
El término Villajos aparece identiicado documentalmente durante la segunda mitad del siglo
XII. En ese momento el rey castellano Alfonso VIII estaba favoreciendo a la Orden de San Juan
para que formase un amplio señorío con base en el castillo de Consuegra, fortaleza entregada
por el monarca en agosto de 1183. Antes, en enero de 1162, la Orden ya habría recibido el
campo de Criptana, Villajos, Quero y Atarez (González, 1960: I, 104), territorios ubicados entre
los ríos Cigüela y Záncara. Literalmente el documento dice: «quatour uillas Anchitrana, Villam
aliorum, Kero et Atarez» (González, 1960: II, doc. 54). Aunque, casi de manera inmediata, quizá
por problemas logísticos de la Orden, parte de estos territorios fueron transferidos al caba-
llero mozárabe Miguel Asarai para que levantara un castillo (González, 1975: I, 280; Ruibal,
1993: 217). La necesidad de colonizar y sostener militarmente esta parte de la Mancha fue una
constante desde la propia capitulación de Toledo (1085). Uno de los puntos estratégicos fue
el castillo de Consuegra, fortiicación que pasaría de unas manos a otras en varias ocasiones.
En 1151, Alfonso VII entregaría dicho enclave al caballero Rodrigo Rodríguez, el objetivo era
poblar, tanto la villa como su distrito, muy extenso, en los Montes de Toledo y por tierras de
Criptana (Ruiz, 2006: 124). Es muy probable que la iniciativa fracasase, de ahí que Alfonso VIII
entregase el territorio a la orden de San Juan transiriendo la responsabilidad a una institución
con mejores y mayores recursos económicos y militares, y, por tanto, con más posibilidad en la
consolidación de la región para los intereses castellanos.
En la siguiente centuria, Villajos, aparece incluida en otra nómina de castillos y aldeas, dentro
de un documento por el que Fernando III daba sentencia en un litigio de términos entre el
concejo de Alcaraz y la Orden de Santiago. En el texto de 1243, serán señalados como castillos
y aldeas santiaguistas, entre otros lugares: “Quitrana, Posadas uiejas, Villa aios, Miguel Esteban,
Almuradiel, La Figuera, El Cueruo, Villareio ruuio, Maniauacas” (González, 1980-1986: doc. 705).
Villajos
Frontal de Cardet S. XII. A la izquierda de la representación del nacimiento podemos reconocer a dos
pastores con un pequeño rebaño de ovicápridos. MNAC.
La Orden de San Juan había concretado una avenencia con la de Santiago para deslindar y
ijar términos. Criptana con su tierra sería para la de Santiago. Por el lado de Uclés se citan los
villares poblados que eran faceros: «La Vega de Montreial, et Aloion et Escorchon e Montalegre et
Almaguer et Villadayos e Quitrana» (AHN, Uclés, caj. 217, doc. 6. González, 1975: I, 332).
Por tanto, la presencia santiaguista en la zona es temprana, formando una posición avanzada,
situación que permitiría a la Orden expandir sus dominios en el Campo de Montiel, aislando
un pequeño señorío sanjuanista. La encomienda del Campo de Criptana estaría constituida
por Villajos, Tirez, Pedro Muños, Palomares, San Martín y Posadas Viejas (Matellanes, 1999: 70).
Algunas de las aldeas ya estaban pobladas desde antiguo, si tenemos en cuenta los documen-
tos de la segunda mitad del siglo XII.
Julio González comenta que en esta zona de la Mancha algunos de los villares, como Villajos y
Criptana, no pasaría del rango de alquería o dehesa (González, 1975. I, 334). Entre otros motivos,
parece que los territorios que se encontraban situados entre el Tajo y el Záncara no estaban
convenientemente poblados, seguramente como consecuencia de las continuas contiendas en-
tre Castilla y los imperios magrebíes. Desde el mismo siglo XII, y para impulsar la colonización
de dichas tierras se impulsaría la concesión masiva de fueros (Porras, 1985: 64). Sin embargo, el
esfuerzo repoblador decisivo coincidiría con el reinado de Alfonso XI, concretamente entre los
162
Conclusiones
años 1315-1344. Alrededor de 1328, le llegaría el turno a lugares como Campo de Criptana, Villa-
jos, el castillo de Fuentidueña y Villanueva de Alcardete (Chaves, 1719: 107r) (Porras, 1985: 65).
La concesión tardía del fuero de Uclés a Villajos en 1328, y, por tanto, con un impulso repo-
blador también postrero, tendría claras implicaciones. Mientras Villajos fracasaba, Campo de
Criptana se consolidaría absorbiendo la mayor parte de los pobladores de la zona. Además,
por los privilegios concedidos, todo parece indicar que la región era óptima para la ganadería,
rebaños que podrían pastar libremente por todo el territorio de la Orden y la caza. Lógicamen-
te, estas actividades tendrían el complemento de la agricultura, especialmente con el cultivo
del cereal.
Por los datos documentales, todo parece indicar que el lugar de Villajos era un despoblado a
inales del siglo XIV o principios del XV (Hervás y Buendía, 1890: 154). Las Relaciones de Felipe
II, ya se hacían eco de este hecho, aunque aún se mantenía el culto en la iglesia, ahora ermita,
construida en el cerro, e identiicada como “ermita de la Señora de Villajos” (Viñas y Paz, 1971:
171). En la década de los ochenta del pasado siglo, fue recuperada la imagen de una virgen
románica, emparedada, en los muros del actual ediicio, barroco, del Santo Cristo.
163
Villajos
Vista de la parte posterior y ruinas antiguas de la ermita del Santo Cristo de Villajos. Fotografía publicado en
1917 en el semanario ilustrado Vida Manchega. CECLM, sig. C16F21.
164
Conclusiones
Vista aérea de la Ermita de Santo Cristo de Villajos y sus alrededores. Foto IGN, Iberpix.
165
Villajos
Según su distribución geográica, el grupo que más nos interesa es el de los barbar pues éstos
se asentaron en zonas montañosas y en las mesetas. Como consecuencia de la sublevación del
740, abandonaron las regiones del Duero para establecerse en los extensos territorios dentro
de los valles del Tajo y del Guadiana (Vallvé, 1982: 274).
La Península Ibérica, primero fue romanizada, después germanizada, ahora islamizada. Eduar-
do Manzano entiende por “islamización” la formación de al-Andalus:
«la gestación de una sociedad deinida por unas señas de identidad árabes e islámicas. Estas
señas acabaron siendo a la larga más importantes que los orígenes étnicos de sus gentes,
los cuales eran diversos e inesperados: árabes y gentes asimiladas procedentes del Próximo
Oriente, bereberes del norte de África reclutados como tropas auxiliares y, por in, los indí-
166
Conclusiones
genas que, sin duda, eran la población mayoritaria, lo que no impidió que, al igual que los
bereberes, también acabaran asimilándose mayoritariamente a las pautas culturales árabes
y marco religioso islámico. Nada de esto ocurrió de la noche a la mañana. Tuvieron que pasar
décadas e incluso siglos para que esa homogeneización cultural y religiosa acabara impo-
niéndose» (Manzano, 2010: 99).
La estructura básica del poblamiento en al-Andalus, para época omeya, queda articulada en
tres tipos núcleos; el castillo o LଙQ, la alquería o TDU\D y la torre o EXUĹ. Pierre Guichard, in-
terpretando las fuentes, identiica la alquería como una aldea, que en sí mismo es un tipo de
hábitat, una unidad, un centro de explotación del territorio (Guichard, 1988: 164).
Con respecto al hábitat rural, en el caso que nos atañe, Villajos, varios son los condicionantes
que deberíamos tener en cuenta. Por ejemplo, si estamos ante un simple refugio de pastores,
si se trata una casa de labor, quizá sea una aldea o tengamos una alquería.
Ya San Isidoro de Sevilla, a través de sus Etimologías, no describiría algunos tipos de construc-
ciones campesinas que podrían identiicarse con alguno de los modelos de hábitats rurales.
En primer lugar nos habla de choza, un habitáculo levantado con palos, cañas y ramas para
que los hombres consigan resguardarse del frío o del calor (Etim. XV, 12-1). También describe
una pequeña cabaña o tugurium, construida por los vigilantes de las viñas para su refugio; de
hecho Isidoro lo llega a denominar sombrajo para guarecerse del sol. Estas cabañas, serían
unipersonales, pues sólo podían dar cobijo a un individuo (Etim. XV, 12-2). Finalmente, ten-
dríamos la magalia, ediicaciones de los agrestes númidas, de estructura alargada, con plantas
distintas -de quilla de barco o circular- y con cubierta de teja (Etim. XV, 12.4).
Abū Marwān, uno de los médicos más prestigiosos de Europa de siglo XII, escribiría un tratado
de los alimentos, .LWÃEDODJૅL\D, en donde dedicaba unas líneas a las ediicaciones. En él reco-
mendaba elegir los lugares elevados para instalar la vivienda, “siempre que tenga despejado el
lado norte, sin montañas que los tapen y los sobrepasen”, evitando, lugares de umbría o panta-
nosos. Las orientadas al norte son las más saludables. También incluía ciertas recomendacio-
nes con respecto a la utilización de los materiales, por ejemplo, el mármol y otras piedras son
excelentes para el verano, pero no son recomendables para el invierno. O las casas encaladas,
que son buenas para el invierno, pero no aconsejables para el verano, salvo que hayan sido
pintadas con almagre y estén excelentemente construidas (Ibn Zuhr, 1992: 136-137).
Otro de los tratadistas que propone los condicionamientos mínimos que debe tener el lugar
elegido para ediicar una vivienda rural y la disposición de su orientación según los elemen-
tos, es Ibn Wāid, quien incluye una liturgia para la fase de cimentación del ediicio. Este ritual
mágico busca los días más favorables, concretamente los veintiocho que coinciden con las
mansiones o estaciones lunares: es decir, «... quando la luna fuer en alcob o en el eclil o en el
167
Villajos
cadalhabia o en balhana o en gebha o en harrati», aunque siempre será más favorable cuando
sea luna creciente, o que coincida con Júpiter o Venus. En cuanto al lugar elegido para asentar,
tanto la vivienda, como la aldea, debe tener una posición elevada, evitando las arroyadas; si
bien tampoco se desdeñan aquellos emplazamientos óptimos de las riberas. Con respecto a
la orientación, deberían buscar los beneicios de los vientos de oriente y al sol del norte. Por
último, ijándose en la estructura constructiva de los ediicios, recomienda «casas luengas e
altas e las puertas luengas, por tal que puedan entrar por ellas bien los vientos» (Millas Vallicrosa,
1943: 303-304).
Ibn al-Jaṭīb, erudito del siglo XIV, añade la importancia, no solo del tipo de vivienda, sino tam-
bién sobre su orientación en función de la época del año. Así, durante el verano deben buscar-
se emplazamientos en colinas y las puertas de las casas deberían mirar al norte, manteniendo
los cercados alejados, todo encaminado a que pueda correr libremente el aire. En invierno, se
debe conseguir todo lo contrario, por lo que se debe buscar refugio en lugares resguardados
de los vientos, mientras que las puertas tendrán que estar orientadas al sur (Ibn al-Jaṭīb, 1984:
265-266).
Sin embargo, una de las descripciones más completas sobre cómo debería de ser una vivienda
y casa de campo es la aportada por Ibn Luyūn. En ella se mezclan y organizan en un paisaje
complejo y extenso, ediicios, jardines, zonas de cultivo, silo para el estiércol, etc. (Ibn Luyūn,
1975: 254-255):
«Para emplazamiento de una casa entre jardines se debe elegir un altozano que facilite su
guarda y vigilancia. Se orienta el ediicio al mediodía, a la entrada de la inca, y se instala
en lo más alto el pozo y la alberca, o mejor que pozo se abre una acequia que corra entre la
umbría. La vivienda debe tener dos puertas, para que quede más protegida y sea mayor el
descanso del que la habita.
Junto a la alberca se plantan macizos que se mantengan siempre verdes y alegren la vista.
Algo más lejos debe haber cuadros de lores y árboles de hoja perenne. Se rodea la heredad
con viñas, y en los paseos que la atraviesan se plantan parrales.
El jardín debe quedar ceñido por uno de estos paseos con objeto de separarlo del resto de la
heredad. Entre los frutales, además del viñedo, debe haber almeces y otros árboles semejan-
tes, porque sus maderas son útiles.
A cierta distancia de las viñas, lo que quede de inca se destina a tierra de labor y así prospe-
rará lo que en ella se siembre.
En los límites se plantan higueras y otros árboles análogos. Todos los grandes frutales deben
plantarse en la parte norte, con el in de que protejan del viento al resto de la heredad. En el
centro de la inca debe haber un pabellón dotado de asientos y que dé vista a todos lados, pero
de tal suerte que el que entre en el pabellón no pueda oír lo que hablan los que están dentro
de aquél, procurando que el que se dirija al pabellón no pase inadvertido. El pabellón estará
rodeado de rosales trepadores, así como de macizos de arrayán y de toda planta propia de un
vergel. Será más largo que ancho, para que la vista pueda explayarse en su contemplación.
168
Conclusiones
En la parte baja se construirá un aposento para huéspedes y amigos, con puerta indepen-
diente, y una alberquilla oculta por árboles a las miradas de los de arriba. Si se añade un
palomar y una torreta habitable no habrá más que pedir.
Para proteger la inca se cercará con una tapia.
La puerta principal tendrá bancos de piedra y un zaguán proporcionado a la capacidad del
ediicio. Es fundamental para todo lo que se convierta en jardín la proximidad a la vivienda,
porque de esta manera estará bien guardado.
El establo para los animales y los aperos de labranza se deben situar cerca de la entrada del
inmueble. Conviene instalar los establos del ganado lanar y vacuno en la parte más baja del
ediicio, muy cerca y de forma que pueda ser fácilmente vigilado. Deberán estar rodeados de
aposentos y soportales para protegerlos del frío y de los vientos impetuosos.
Es fundamental en las alquerías y casas de labranza que tengan grandes aposentos y un silo
para el estiércol, situado de forma que no produzca molestias. Los trabajadores deben ser
jóvenes y personas que atiendan los consejos de los viejos».
Ibn Luyūn, al margen de los puntos propios para mejorar los beneicios agrícolas, introduce
otros tantos elementos destinados a la protección de la explotación contra los extraños, como:
el emplazamiento tiene que estar en un altozano, lugar que facilitará el control visual del te-
rritorio y su defensa; la vivienda deberá contar con dos accesos, también, buscando la mejor
protección de los moradores; la inca estará cercada; y que el complejo cuente con una torre
habitada -burŷ sakanī-. El geópono almeriense podría habernos descrito el modelo estándar
de la alquería.
Al margen de las fuentes, a lo largo y ancho de la Península han sido estudiados y excavados
varios yacimientos, como en las regiones levantinas y andaluza (Lagardère, 1993: 208-226).
Aplicando cierta lógica nos centraremos en aquellos ejemplos cercanos geográicamente.
En la Marca Media encontramos varios asentamientos rurales documentados. Uno de los mejor
conocidos es localizado en el despoblado de Los Casares (Riba de Saelices, Guadalajara), cuya
excavación ha aportado interesantes datos relativos a la vida cotidiana de los musulmanes de
las Serranías de Guadalajara. El asentamiento, localizado en el territorio de los Banū Salim, está
protegido por un fuerte torreón y se distribuye a lo largo de una ladera, aunque de manera
escalonada gracias a varias terrazas artiiciales. Incluido en el distrito de Barussa, vecino del de
Santaver, en el ámbito geográico del Alto Tajo-Alto Tajuña, estaría relacionado con la capital
militar de la Marca, Medinaceli y sus pobladores serían de origen bereber. Tras la desaparición
del califato cordobés, la zona habría pasado a formar parte de la Taifa de Molina, siendo uno
de los espacios que más duramente fue castigado como consecuencia de las incursiones cas-
tellanas. Posteriormente, tras la caída de Toledo, toda la zona, igualmente, fue sometida a los
avatares políticos, no solo de las luchas entre cristianos y magrebís, sino también entre caste-
llanos y aragoneses por hacerse con este territorio fronterizo.
169
Villajos
Este ejemplo podría aplicarese a otros lugares, también en la provincia de Guadalajara, como
en La Cueva Harzal en Olmedillas, con materiales fechados en el siglo XI, emplazamiento que
controla un paso natural entre el valle del Henares y tierras sorianas (Valiente & García-Gela-
bert, 1983: 15); Bujarrabal; la Torre de los Moros de Membrillera, ediicada en un escarpe sobre
el río Bornoba; Torresaviñan, con un peril que releja una amplio control del territorio, de una
comarca, incluida su alquería (Barbas Nieto, 2005: 442).
170
Conclusiones
Torresaviñán
171
Villajos
Para la provincia de Cuenca, recientemente se han dado a conocer los resultados de varias
intervenciones, como las de Corrales de Mocheta y la Quebrada de Saelices en el término mu-
nicipal de Carrascosa del Campo, y el de Madrigueras III-IV en Villamayor de Santiago. Estos
tres hábitats pueden ayudar a comprender el poblamiento rural hispanomusulmán, pues se
distribuyen a lo largo de los ríos Valdejudíos y Cigüela. Varias son las características que com-
parten, como la de establecer cierta continuidad en la ocupación del territorio, asentándose
sobre estructuras anteriores.
El poblado de Corrales de Mocheta, que ha sido interpretado como alquería, tiene como prin-
cipal característica que cuenta con una zona industrial, tenerías, similares a las documentadas
en la ciudad de Vascos. Precisamente, por ser una actividad dependiente de cursos de aguas,
el asentamiento se ubicaría en una zona de ladera próxima a fuentes de agua. Los excavadores
han datado la fase hispanomusulmana entre los siglos X y mediados del XII (Valero, Gallego &
Gómez, 2010: 291).
En la Quebrada de Saelices tenemos una ocupación secuenciada desde época visigoda hasta
el siglo XI. Con respecto a la fase hispanomusulmana, fueron documentados numerosos silos y
alcorques, además de una necrópolis de rito coránico, lo que nos lleva a interpretar este lugar
como un pequeño poblado de dedicación agropecuaria, que tuvo su máximo apogeo durante
la fase taifa (Malalana, Barroso & Morín, 2011).
En Madrigueras III-IV tenemos otro hábitat rural dedicado a la práctica de actividades de carácter
agropecuario, cuyo marco cronológico es de los siglos X-XI (Suárez Yubero, 2011).
172
Conclusiones
na, con materiales datables principalmente en el siglo XI. Junto a estas fases se han observado
remociones del terreno de época contemporánea, que han alterado el yacimiento.
Según el material documentado en cada una de ellas se puede diferenciar entre 5 tipos de
estructura cronológicamente diferente; 1 estructura negativa prehistórica, 2 estructuras ne-
gativas de cronología atribuible a la Época Romana, 20 estructuras andalusíes, 5 estructuras
negativas contemporáneas, 16 estructuras indeterminadas, bien por la escasez del material
documentado en ellas, o bien por su mal estado de conservación, y 13 estructuras con una
ausencia total de materiales asociados.
173
Villajos
Por la profundidad alcanzada, y por la situación geológica de las estructuras se puede distinguir
entre aquellas situadas en los niveles superiores de arcillas, más blandos, y las estructuras que
los atraviesan llegando hasta los niveles de yesos, siendo estas últimas las estructuras 4, 5 y 7.
Según todos los datos anteriores se puede atribuir 5 posibles tipos de funcionalidad a las es-
tructuras de este yacimiento; pozos de extracción de yesos, silos basurero, alcorques, cubetas
o fosas de extracción de arcillas, basureros contemporáneos, y aquellas estructuras de funcio-
nalidad indeterminada.
Los pozos de extracción de yesos serían aquellas estructuras de tendencia circular que atravie-
san las arcillas superiores llegando hasta los niveles inferiores de yesos; estas estructuras se-
rían la 4, 5 y 7, las cuales se corresponden con aquellas en las que se ha documentado material
de cronología romana.
Si bien el yeso ha sido extraído y explotado por el hombre desde la más remota antigüedad,
fue en época romana cuando empezó a extraerse de forma industrial; la explotación de yesos
en la zona está documentada históricamente con la presencia de canteras de yesos cercanas
al yacimiento que empiezan a explotarse en época medieval y se mantienen en uso hasta la
Época Contemporánea.
Otra posible funcionalidad de este tipo de estructura sería la de funcionar como pozo de apro-
visionamiento de agua, sin embargo al no haberse llegado a excavar totalmente en profun-
174
Conclusiones
didad por motivos de seguridad y a causa de la cercanía de los niveles freáticos no es posible
saberlo con toda seguridad.
Los silos basureros y alcorques serían las estructuras circulares (algunos de ellos de forma per-
fectamente circular) localizadas en su mayor parte en el sector 2, y situadas en los niveles de
arcillas; en algunas de estas estructuras se ha documentado material arqueológico de crono-
logía hispanomusulmana. Estos hoyos fueron colmatados por estratos en los que se documen-
tan fragmentos de cerámicas rotas, y restos de fauna mamífera que probablemente formaban
parte tanto de la dieta cotidiana del hombre (restos óseos de ovicápridos, suidos, lagomorfos,
etc.), como de las actividades cotidianas productivas (restos óseos de équidos).
Estos silos basureros y alcorques se corresponderían con las estructuras 1, 25, 27, 28, 29, 30, 31,
32, 33, 34, 35, 36, 37, 38, 39, 40, 41, 42, 43, 44, 45, 47, 48, 49 y 52, todas ellas situadas en el sector
2 salvo la estructura 1, y las estructuras 53, 54, 55 y 57, situadas en el Sector 3.
175
Villajos
El regadío, bien mediante la construcción de canales o bien con azudas y norias de sangre, per-
mite compaginar este tipo de agricultura con el secano. Las huertas en zonas de valle y en los
grandes cauces eran habituales en el paisaje de al-Andalus. Ibn %DଙଙDO, en su tratado, nos ha-
bla de distintas especies, como el pepino, la berenjena, el espárrago, el melón, la sandía, etc.
Los geógrafos coincidirían en sus apreciaciones sobre la Península, casi todos ellos nos apor-
tarán la visión unánime que relejaba una España musulmana fértil, como un país cerealista,
arbolado y aplicado en la cultura del regadío. Del mismo modo, como consecuencia del es-
fuerzo por conseguir cultivos rentables los hispanomusulmanes desarrollaron una agricultura
también asentada en la arboricultura y en horticultura. Por ejemplo, la producción de frutos
secos era básico, tanto es así que <Ã૩౺W recogería en su 0XáDP DOEXOGÃQ la producción de
nueces y avellanas en Santaver (Lévi-Provençal, 1996: 162-169).
Ibn Hawkal, geógrafo y viajero árabe de la segunda mitad del siglo X nos ha dejado una visión
extraordinariamente positiva de al-Ándalus (Ibn Ḥawqal, 1971: 69):
«En toda España no se encuentra una sola mezquita deteriorada. Las ciudades rivalizan entre
ellas por su emplazamiento, sus impuestos y sus rentas, sus gobernadores y sus jueces, fun-
cionarios que se encargan de los servicios de espionaje, llamados mujallif. No hay una ciudad
que no esté bien poblada, que no esté rodeada de un vasto distrito rural, o mejor, de toda una
provincia con numerosos pueblos y labradores que gozan de prosperidad, que poseen gana-
do mayor y menor, un buen utillaje, bestias de carga y campos.
Sus tierras están bien regadas, o bien por la lluvia, dando entonces una buena recolección en
primavera, o bien por canalizaciones admirablemente conservadas y con una red perfecta».
A lo largo del siglo XI, se introduce un elemento distorsionador para la economía de la España
musulmana, los reinos taifas utilizaron el sistema de parias para conservar el status quo político
y territorial. Difícil tarea, pues además de hacer frente a la presión cristiana, cada vez más inten-
sa e insostenible, eran muy frecuentes los enfrentamientos con las taifas vecinas. En deinitiva,
las parias sirvieron para mantener la paz.
La base económica parece ser la agricultura y la ganadera, sin menospreciar otros sectores,
como la explotación de los recursos naturales, como ocurría en el reino Taifa de Badajoz. El
intercambio comercial era frecuente, a pesar de la nueva organización política, lo que viene a
demostrar la importancia de las actividades mercantiles e industriales hispanomusulmanas en
pleno siglo XI (Valdés, 1991: 326).
Buena parte de la bonanza económica tendrá como base el sector agropecuario, pues la pro-
ducción agrícola aumentó notablemente. No obstante esta situación, no debe desligarse de la
176
Conclusiones
prosperidad alcanzada a lo largo del siglo X en las grandes propiedades pertenecientes a las
familias de los nobles godos, árabes y norteafricanas.
El desarrollo de nuevas técnicas de cultivo en las vegas de Granada, Murcia, Valencia, Córdoba,
Toledo, Sevilla y Almería, podría ser una muestra, no solo de la evolución y mejora de la agri-
cultura, sino también al conigurarse en focos desde donde se impulsarían estos avances para
el resto de Al-Andalus, gracias a que varios tratadistas, médicos en su mayoría, impulsaron la
literatura agrícola (Vallvé, 1997: 39). Según Colin, los tratados andalusíes de agricultura, con-
forman un conocimiento enciclopédico de la economía rural, cuyo precursor sería el libro De
rustica de Columela, agrónomo gaditano de la primera mitad del siglo I d. C. (Colin, 1932). Así,
se tocan temas básicos, como la zootecnia, la veterinaria, junto a la administración y gestión
de las propiedades, la contratación de trabajadores, la conservación de la producción, la agri-
mensura o el calendario agrícola (Vallvé, 1997: 39).
Como recoge M. Benaboud, varios son los textos o tratados escritos sobre la agricultura a lo
largo del siglo XI, algunos de cuyos estudios fueron impulsados por los propios reyes, como
al-Ma’mum de Toledo (1994: 236). La producción era completa y variada, tal y como lo recoge
Ibn Hazm, con productos como los cereales básicos (trigo y cebada), las legumbres (habas,
garbanzos, lentejas, alubias), el olivar, los árboles frutales, (como la higuera), el viñedo, junto
a diversas hierbas, en donde destaca el lino. Tras la transformación de algunos de éstos se
obtenía la harina, el aceite, el vinagre, las pasas, etc. Al margen de la agricultura, destaca la
ganadería, cuyo principal animal parece ser la oveja, cuya rentabilidad era máxima, además de
la lana, se obtenía la leche para ser transformada en queso (Benaboud, 1994: 236). Tanto por
los tratados agrícolas como por la bibliografía publicada, todo parece indicar que durante el
siglo XI la agricultura alcanza unas altas cotas, tanto en las técnicas, como en la rentabilidad
de las explotaciones.
El geógrafo del siglo XI al-Bakrī, autor de una geografía de España (Kitāb al-masālik wa-l-mamālik),
resaltaría, cuando habla de la ciudad de Toledo, la calidad de sus trigos (al-Bakrī, 1982: 25). Esta
apreciación se acentuaría tras la capitulación de Toledo en favor de Alfonso VI en 1085, no tanto
por su excelencia, sino por el volumen de la producción. Si hacemos caso de lo que recoge Ibn al-
Kardab౺s, en su crónica Kitâb al-iktifâ’, el rey castellano leonés habría observado la importancia
del volumen de la producción, vital para la subsistencia del reino, por lo que el abandono de las
tareas agrícolas por parte de los campesinos hispanomusulmanes habría supuesto el colapso, de
ahí que distribuyera 100.000 dinares entre los campesinos afectados por las campañas militares,
incluida el cerco sobre Toledo, para sufragar la continuación de las cosechas:
177
Villajos
«Era cosa bien sabida que había distribuido a las gentes pobres de Toledo cien mil dinares para que
se ayudaran con ellos en la siembra y el cultivo» (,EQDO.DUGDE౺V, 2008: 165).
Estas palabras deben entenderse, no solo desde lo económico, sino también desde una pers-
pectiva estratégica, de propaganda aplicada por Alfonso VI, y que perseguía sujetar a la mayo-
ría de la población musulmana para evitar el abandono de los territorios recién conquistados.
Para ello prometería «[...] a todo aquél que del Islam se le sometiese, justicia y protección, y bondad
en lo privado y en lo público» (Ibn al-Kardab౺s, 2008: 165).
Esta revolución del siglo XI, que se extendería a lo largo de todo el Islam, desde la Penínsu-
la Ibérica hasta Oriente, tendría unas profundas consecuencias, pues afecto a la producción
agraria, hecho que provocaría otras en cadena: el aumento de las rentas, la mejora del nivel de
vida de la población, como el vestido, la cocina y la alimentación, el progreso de las industrias,
el crecimiento urbano y de movimientos migratorios (Bolens, 1996: 189).
No obstante, como en cualquier otro periodo existen claroscuros. A lo largo del siglo XI la pre-
sión iscal era enorme. Precisamente el aumento de la producción podría estar relacionada con
los fuertes tributos, en buena medida, ante la presión a la que estaba sometida al-Ándalus por
sistema de pagos de parias a los reinos cristianos (Viguera, 1997: 78).
M. J. Viguera cita como ejemplo la noticia aportada por el cronista cordobés Ibn Ḥayyan, quien
se hizo eco de la cifra cobrada por los soberanos de la taifa de Valencia, Mubarāk y Muzafar:
120.000 dinares al mes, repartidos 70.000 en Valencia y 50.000 en Játiva. La recaudación tri-
butaria recaía sobre “todas las categorías de la población”, hasta el punto de que la situación
de estos súbditos se degradó. Los más desfavorecidos abandonarían las tierras, en ocasiones
provocando la ruina de algunas regiones, mientras que en otras, los potentados adquirían las
propiedades, hecho que podía convertir a los campesinos en apareceros (Viguera, 1997: 80).
178
Conclusiones
La ganadería, objeto menor para los tratadistas, es otra de las grandes actividades económicas
en la España musulmana. Tanto su cría, como explotación dependen de la disponibilidad de
pastos. Almanzor llegó a instalar una yeguada, con caballos de monta, en el bajo Guadalquivir.
También tenía cierto prestigio reconocido la mula andaluza. Los bóvidos eran el animal de tiro
para las tareas de labranza, por contra, nunca tuvo presencia en la dieta, pues los musulma-
nes occidentales no apreciaban su carne. El cerdo, criado en las tierras altas, interpreta Lèvi-
Provençal que tenían como destino las mesas mozárabes. No obstante, el tipo de ganado más
abundante era el cordero, perfectamente aclimatado a los tipos de pastos más frecuente en la
Península, el de la dehesa. En cualquier caso, parece que la región más renombrada en la cría,
tanto de corderos, como de bueyes se encontraba en la Sierra de Guadarrama (Lèvi-Provençal,
1996: 160; 1973: 168).
Con respecto a las estructuras negativas identiicadas como silos basurero, siempre se ha plan-
teado como hipótesis un uso de almacenamiento agrícola. Es decir, se excava un hoyo en el
suelo, para posteriormente rellenar su interior con los excedentes de las cosechas de cereal. Fi-
nalmente se clausura o cierra con una cubierta con el in de aislar su contenido frente a los ele-
mentos. Posteriormente, al caer en desuso, serán amortizados como basureros domésticos.
Dicho esto, nosotros hemos apostado por una interpretación radicalmente opuesta. En pri-
mer lugar, partimos de la hipótesis de que no podemos considerar a todos estos hoyos como
silos. A priori suelen tener distintas profundidades y sus paredes han sido excavadas con for-
mas distintas. Un grupo cuenta con una profundidad razonable y sus formas más comunes es
acampanada o periforme; este conglomerado debería ser clasiicado como silos basurero. El
segundo grupo, apenas tiene hondura y sus paredes son rectas, a este conjunto tendríamos
que identiicarlo como alcorques para árboles (Malalana, Barroso & Morín, 2011).
Uno de los puntos clave en el desarrollo de nuestra hipótesis se centra en cómo eran almace-
nados los excedentes de las cosechas de cereal, de frutos secos o frutas. Los geóponos árabes
en sus tratados dedican distintos capítulos a la conservación de los productos excedentarios
y, aunque incluyen modelos de almacenamiento subterráneo, preieren la construcción de
179
Villajos
ediicios en supericie aislados y ventilados, como son los graneros o alhoríe, siguiendo, en
cierta forma el modelo de los horrea romanos. Por otro lado, en algunos puntos de la España
musulmana han sido documentados e identiicados algunos ejemplos de almacenamiento;
como en Madrid, aquí se localizó un par de silos con paredes revestidas (Andreu & Retuerce,
1995: 39; Malalana, 1998: 48), o en Mérida, donde se pretendió crear un depósito aislado y
aséptico en el subsuelo. Distintos, pero muy ilustrativos, aunque algo tardíos, son los ejemplos
de granero fortiicado de tradición bereber localizados en Cabezo de la Cobertera (Murcia) (De
Meulemeester, Amigues & Matthys, 1993; De Meulemeester & Matthys, 1998; De Meulemees-
ter, 2005) y en Castell d’Almizra (Alicante) (Torro y Segura, 2000), fechados entre inales siglo
XII o principios del XIII.
En conclusión, deberíamos buscar otra funcionalidad para estos hoyos abiertos en el terreno.
Los geóponos en sus textos tratan numerosos temas, entre los que se encuentra el estiércol y
sus beneicios. Del abono natural, se pasa a los productos artiiciales, que por los procesos de
fabricación nos ha permitido deinir una hipótesis.
Alguno de estos compuestos mezclan estiércol de animal, cenizas, arena, yerbas, e incluso,
en ocasiones, escombros. Sin embargo, este conglomerado de elementos para convertirse en
abono de calidad debe fermentar y el mejor sistema es cubrirlo o enterrarlo. Consecuente-
mente, sin conirmar ni desmentir que los silos, primero fueron graneros, su destino inal fue
180
Conclusiones
fabricar una tierra tipo mantillo, necesaria para regenerar las tierras de cultivo (Malalana, Ba-
rroso & Morín, 2011).
La revolución agrícola del siglo XI fue posible, entre otras causas, por los avances en las técni-
cas de los cultivos, cuyo relejo lo encontramos en los textos de los geóponos hispanomusul-
manes, alguno de los cuales desarrollaron su actividad en la ciudad de Toledo. Entre las técni-
cas descritas aparece el perfeccionamiento de la calidad de la tierra destinada a los diversos
cultivos, mejora que implicaba la regeneración de los campos de labor mediante la utilización
de abonos naturales o artiiciales.
181
Villajos
La zonas rurales crecieron, aumentando los espacios dedicados al cultivo, posiblemente las
granjas, las aldeas y las alquerías incorporen nuevos pobladores, aumentando las ediicacio-
nes y creciendo en número de pobladores, lo que implica más mano de obra, que a su vez
permitiría transformar tierras vírgenes en cultivo.
Los restos de este hábitat rural, son probablemente de una granja. Dicho establecimiento, en-
tre otros elementos documentos estarían, fundamentalmente, los numerosos silos basurero.
Una doble estructura de habitación de carácter subterráneo y un pozo de noria.
El denominado ámbito 24 podría interpretarse como un “fondo de cabaña” o cabaña de suelo re-
hundido que nos recuerda algunos ejemplos similares documentadas en poblados hispanovisigo-
dos del centro peninsular (Vigil-Escalera, 2000; 2006; López Quiroga, 2006). Se trata de un espacio
con forma, más o menos, regular que en uno de sus laterales cuenta con los restos de un murete
construido con materiales pobres, piedra y tapial, cuya función podría ser doble: como elemento
separador de ambientes o como supericie sustentante para el levantamiento de una pared.
182
Conclusiones
nes pudieron ser mantenidas en uso durante el periodo andalusí, como ocurre, por ejemplo,
en el yacimiento de la Quebrada de Saelices (Carrascosa, Cuenca). Este planteamiento implica
una continuidad en la ocupación de determinados lugares y la consiguiente islamización de
la población indígena (Malalana, Barroso & Morín, 2010). O, simplemente, que los pobladores
hispanomusulmanes están imitando dicho modelo.
El tercer elemento que nos permite interpretar este yacimiento como un lugar de carácter
agrícola, es la presencia de un pozo de noria. La forma que suelen tener es de planta rectan-
gular. Como el denominado ámbito 12, cuyas dimensiones son 150cm de longitud por 70
cm de anchura. Durante los trabajos de
excavación arqueológica, curiosamente,
esta unidad no pudo ser vaciada en su
totalidad por la propia acción del agua,
pues el nivel freático fue localizado a 130
cm de profundidad.
183
Villajos
Por lo tanto, en este punto de Villajos tenemos documentados los componentes para deinir
una explotación dedicada a la agricultura mixta, secano y regadío, cereales, etc., más los pro-
ductos de la huerta. Con todo, como buena parte de esta labores solo ocupan una parte de la
labor del campesino, éste disponía del tiempo necesario para compaginar los cultivos con la
ganadería.
184
Conclusiones
Dentro de los grupos domésticos aparecen ovicápridos y bóvidos. Los ovicápridos (ovejas y ca-
bras), que por sus edades, adultos sobre jóvenes, supondría el aprovechamiento de productos
secundarios, como la leche y la lana (Yravedra, 2006: 987). Este mismo patrón se observa en los
asentamientos excavados en Arroyo Culebro (Penedo, 2001: 201).
Del informe arqueozológico entendemos que la ganadería aparece como una actividad com-
plementaria para Villajos. Se comprueba el sacriicio de machos jóvenes y el mantenimiento
de los animales hasta su máximo aprovechamiento buscando rentabilizar la leche y los pro-
ductos lácteos, junto a la lana. Los rebaños, al igual que ocurre en el entorno del castillo de
Olmos (Toledo) o Vascos (Toledo), están formados mayoritariamente por ovejas (Yravedra,
2008a: 194; 2008b: 269; Izquierdo, 2008); modelo que también puede trasladarse al yacimien-
to conquense de Corrales de Mocheta, término municipal de Carrascosa del Campo (Valero,
Gallego y Gómez, 2010: 284-285) y de la Quebrada de Saelices, también en Carrascosa del
Campo (Malalana, Barroso & Morín, 2011).
185
Villajos
Los ovicápridos tenían varias utilidades y, por lo tanto, con un aprovechamiento máximo. Los
principales productos eran la leche, junto a sus derivados y la lana. La carne no era el destino
principal, sino secundario. Los machos de corta edad habitualmente eran sacriicados, tam-
bién aquellos ejemplares, viejos, que ya no fuesen rentables. La de cabra era consumida a
nivel popular y el cordero era el plato principal de la iesta del sacriicio, uno de los ritos más
importantes para los musulmanes.
Otras especies domésticas, como los bóvidos tienen como destino ayudar en las tareas agrícolas
o para tiro. Por lo general, este tipo de animales, vacas, bueyes, caballos y mulas, por el volumen
de restos no parecen ser objeto de cría, sino que eran adquiridos, por compra o intercambio,
siempre y cuando fuese necesario; pero sobre todo, dependería de los recursos económicos dis-
ponibles, ya que este tipo de bestias tenían un coste considerable, a veces, inalcanzable.
186
Conclusiones
187
Villajos
188
Conclusiones
189
Villajos
El ataifor, habitualmente es una de las formas más abundantes, con decoración de “cuerda
seca” total al interior y melado al exterior. Por la decoración, este tipo de objeto cerámico es
muy atractivo, pues los colores empleados son muy vivos, como el blanco, el verde, el melado,
o amarillo y el morado de manganeso. La ornamentación dependerá de la forma de la pieza.
En las abiertas, es habitual la presencia de un tema central principal y un motivo secundario
que rellena una banda amplia hasta el borde. Mientras que en las cerradas, aplicando un estilo
parecido, existe un motivo principal que se repite una o dos veces, y motivos secundarios que
ocupan los espacios vacíos. Los motivos pueden ser itomóricos, epigráicos, zoomóricos y
geométricos (Aguado Villaba, 1983: 43-47; Moreno, 1987: 40; Gómez Martínez, 2004: 620). En
nuestros ejemplos, el ataifor de la UE 500, la decoración representa algún tipo de motivo ve-
getal cuádruple que converge hacia el centro sin llegar a unirse. La cronología de la cerámica
cuerda seca total, aunque su técnica podría haber surgido en los últimos años califato, debe
centrarse en el siglo XI, siendo una de los modelos más asociados a la época taifa.
Para inalizar, deberíamos integrar la granja en una unidad superior, ya sea en una aldea o en
una alquería. Este yacimiento está directamente relacionado con el despoblado de Villajos.
Aunque este enclave está documentado a partir de la segunda mitad del siglo XII, todo pa-
rece indicar que Villajos ya estuviese poblado con anterioridad, y por la categoría alcanzada
durante la colonización castellana, posiblemente fuese una alquería. Es decir, esta pequeña o
mediana granja se ubicaba en la periferia de la alquería situada en el entorno inmediato del
punto que hoy ocupa la Ermita del Cristo.
190
Villajos
192
VII. ANEJO INFORME ARQUEOZOOLÓGICO
1. INTRODUCCIÓN
2. METODOLOGÍA
Con este estudio analizaremos qué especies aparecen, qué edades presentan y qué periles
esqueléticos muestran.
Para el análisis taxonómico, además de identiicar las especies que aparecen, hemos distinguido
que frecuencia tienen mediante el cálculo del Número de Restos (NR) y el Mínimo Número de
Individuos (MNI).
En la identiicación taxonómica se ha seguido a Lavocat (1966), Pales & Lambert (1971), Schmid
(1972), Martin & Blázquez (1983) y Hilson (1992). También se ha seguido a Boesseneck (1969),
Payne (1985), Prummel & Fresch (1986) y Fernández (2001) para la diferenciación entre Ovis aries
y Capra hircus pero la mala conservación de los restos no ha permitido hacer tal distinción.
Villajos
En otros casos, sobre todo en algunos elementos diaisiarios y en otros axiales no ha podido
precisarse con seguridad al taxón al que pertenecen, por lo que en función del tamaño del
hueso, la sección o el grosor se han asignado a especies de talla grande (Equus, Bos taurus),
tamaño medio (Cervus elaphus, Equus asinus, Equus caballus o Bos taurus infantil) y tamaño pe-
queño (Ovis aries, Canis familiaris, Felix catus). Sólo en los casos en los que no se ha podido
precisar ni la especie ni el tamaño al que podría pertenecer se los ha considerado como ele-
mentos indeterminables.
En lo referente al análisis de los patrones de alteración ósea hemos seguido los métodos
descritos en Yravedra 2006. Las siglas que van a utilizarse son:
NR: Número de Restos
MNI: Número Mínimo de Individuos
AD: Adulto
IN: Infantil
JUV: Juvenil o adulto joven
DAP Diámetro Antero Posterior
DT Diámetro trasversal
L: Longitud
194
Anejo informe arqueozoológico
3. ESTUDIO ZOOARQUEOLÓGICO
El conjunto óseo de Villajos ha proporcionado 985 restos con una gran variedad taxonómica
de gran cantidad de especies domésticas y algunas salvajes. El animal más importante en NR
es el perro y la vaca, pero en el MNI hay una gran homogeneidad, así el caballo y el perro
tienen 5 individuos, pero la vaca, la oveja y el cerdo tienen cada uno 4 individuos, lo cual nos
muestra unos periles taxonómicos bastante homogéneos en los que ninguna de las especies
tiene un claro predominio (igura 1 y 2).
En lo referente a las edades destacan los adultos en todas las especies con la única excepción
del caballo, donde sólo se ha documentado un individuo de los 5 documentados, lo cual es
bastante signiicativo, ya que este hecho no suele ser frecuente.
195
Villajos
Corzo Conejo
GatoCiervo 5%
2% 1% Vaca
Cerdo 4%
24%
5%
Perro
25% Caballo
16%
Burro
Ovis/Capra Oveja Cabra 0%
11% 5% 2%
NR Villajos
Vaca
Conejo
10%
17%
Caballo
Corzo 13%
Ciervo 3%
3%
Burro
3%
Gato
5%
Cerdo Cabra
10% 5%
Oveja
Perro Ovis/Capra 10%
13% 8%
Con relación a la distribución espacial de los restos podemos observar en la tabla 2 como sólo
en las unidades 350, 360, 390 y en la 71 se da un volumen de restos próximo o superior al cen-
tenar de restos. En el caso de las demás unidades el escaso NR no permite establecer muchas
conclusiones, pero en estas 4 sí podemos destacar algunos datos de interés. Por ejemplo en
la unidad 350 aparecen 98 restos de caballo de un único individuo. En la unidad 360 aparecen
todos los restos que hemos podido identiicar de ciervo y corzo en el yacimiento. Junto a ellos
han aparecido restos de otros animales, pero no parecen sugerir nada especial. En la unidad
390 han aparecido gran cantidad de restos de un perro, además de los restos de un gato que
también presenta la mayor parte de sus restos en la unidad 380. Por último la unidad 71 han
aparecido una gran cantidad de restos de una vaca. Por lo tanto sólo podemos destacar que
en el yacimiento hay una distribución bastante dispersa de los restos que salvo en los casos
mencionados no responde a ningún patrón especial. Sólo las UE 71, 350, 360 y 390 relejan que
algún animal fue depositado completamente o casi completamente.
196
Anejo informe arqueozoológico
En cuanto a los diferentes taxones podemos observar cómo los restos de corzo y ciervo están
concentrados en la unidad 350. Los de gato se concentran en las UE 380 y 390. Los de cabra
lo hacen en la UE 540/541, y en cuanto a los demás animales no podemos destacar más que
los 98 restos de caballo de un individuo de la UE 350 o los 156 de la vaca en la UE 71. En dei-
nitiva salvo en estos casos nos encontramos con un conjunto distribuido en varias unidades
diferentes.
Talla Pequeña
Talla Grande
Ovis/ Capra
UNIDAD
Caballo
Conejo
Ciervo
ave sp
Cerdo
Cabra
Corzo
Oveja
Burro
Perro
Indet
Total
Gato
Vaca
10 8 16 6 3 33
120 1 1 1 3
130 2 2 4 2 4 1 5 20
240 1 2 1 2 1 7 14
241 9 8 4 1 2 10 2 1 4 41
260 1 1 2
290 2 1 38 41
300 2 7 2 1 10 22
310 3 3
320 2 1 3
331 1 1
340 1 1 1 1 4
350 98 98
360 4 9 11 40 18 10 92
370 10 3 2 15
380 1 18 4 23
390 68 13 81
40 16 16
400 1 1
410 7 7
450 1 1
460 1 5 2 8
470 1 1
480 2 1 3
490 1 1
500 3 18 4 17 1 43
520 2 4 6
530 1 10 23 5 39
540/
15 8 1 6 1 1 32
541
550 3 4 10 17
570 8 35 10 2 55
60 1 1
70 16 1 17
71 156 5 3 164
90 3 1 22 16 2 19 1 3 67
Total l 228 148 1 15 96 45 232 32 43 18 10 45 13 27 16 6 975
197
Villajos
Entre los periles anatómicos de la muestra analizada sólo nos referiremos a los taxones más
representativos en lo que su NR se reiere. De este modo podemos observar como todas las
secciones están bien representadas. En la vaca, el caballo, el perro y los ovicápridos que son los
taxones principales, observamos como todas las secciones mantienen una situación bastante
homogénea. De estos animales destaca la gran cantidad de elementos axiales en el caso de
la vaca, lo cual está condicionado por la abundancia de costillas y vértebras en relación a los
otros elementos. En el caso de los otros animales como el cerdo o el gato, observamos que
están representadas todas las secciones (tabla 3).
NR % NR % NR NR NR NR NR % NR
Cuerno 3 1,3 0,0
Cráneo 10 4,4 0,0 2 1 3 1,9
Maxilar 1 0,4 3 2,0 0,0 2
Mandíbula 7 3,1 5 3,4 2 5 6 13 8,3 7
Diente 18 7,9 46 31,1 12 5 13 30 19,2 13
Vértebra 51 22,4 42 28,4 7 7 4,5 1
Costilla 67 29,4 19 12,8 16 16 10,3 1
Escápula 6 2,6 3 2,0 9 2 11 7,1 1
Húmero 9 3,9 4 2,7 3 7 10 6,4 6
Ulna 3 1,3 0,0 2 2 1,3
Radio 3 1,3 1 0,7 7 7 14 9,0
Carpo 3 1,3 0,0 0,0
Pelvis 14 6,1 2 1,4 1 1 0,6
Fémur 4 1,8 5 3,4 10 10 6,4 1
Rótula 1 0,4 0,0 0,0
Tibia 3 1,3 5 3,4 16 2 18 11,5 5
Metacarpo 3 1,3 1 0,7 2 4 6 3,8
Metapodio 0,0 1 0,7 3 3 1,9 6
Metatarso 4 1,8 4 2,7 1 3 1 5 3,2
Calcáneo 4 1,8 1 0,7 1 1 0,6
Astrágalo 4 1,8 2 1,4 0,0
Falange 10 4,4 4 2,7 1 6 6 3,8
indet. 0,0 0,0 0,0
Total 228 100,0 148 100,0 1 15 96 45 156 100,0 43
Craneal 39 17,1 54 36,5 0 14 12 20 46 29,5 22
Axial 138 60,5 66 44,6 0 0 33 2 35 22,4 3
Ap
26 11,4 15 10,1 0 0 36 18 54 34,6 12
Superior
Ap inferior 28 12,3 13 8,8 1 1 15 5 21 13,5 6
198
Anejo informe arqueozoológico
Según esto podemos decir que los animales fueron aportados al yacimiento completamente.
En lo que se reiere a la distribución de los restos por partes anatómicas y las unidades donde
aparecen, sólo en las UE mencionadas anteriormente de las UE 350, 360, 390 y en la 71 apare-
cen representados gran cantidad de elementos anatómicos (ver apéndice inal). En el caso de
las demás UE, la cantidad de restos que aparece por taxón es tan escasa que apenas permite
establecer conclusiones.
NR % NR NR NR NR NR NR NR NR
0,0 18
6 2,6 1 4 1
12 5,2 1 1
12 5,2 2 4
4 1,7 6
36 15,5 15 2
35 15,1 1
4 1,7 6 1
8 3,4 3 8 2
6 2,6 3 2 1
9 3,9 1 1 1
0,0
5 2,2 2 1
11 4,7 3 11 3 2
0,0
23 9,9 2 10 1
0,0
40 17,2
0,0 1
6 2,6
3 1,3 1 2
15 6,5 1
0,0 5 16 15 6
232 100,0 32 18 10 45 13 27 16 6
34 14,7
80 34,5
57 24,6
64 27,6
199
Villajos
Con relación al análisis tafonómico de las supericies óseas, la conservación del conjunto es
bastante buena, de manera que hemos podido observar las supericies óseas en la mayor par-
te de los casos. En cuanto a las alteraciones que hemos observado destacamos el sesgo reali-
zado por los carnívoros, tal y como se desprende de la gran cantidad de marcas de diente que
hemos documentado (tabla 4).
En cuanto a las alteraciones antrópicas no hemos observado muchas marcas, pero destaca-
mos cómo la presencia de algunas trazas en animales como la vaca, los ovicápridos o el perro
conirman el aprovechamiento cárnico de algunos de estos animales. Entre las marcas antró-
picas destacamos algunas de corte dedicadas a la descarnación pero también otras destinadas
a la desarticulación. La diferencia de estas marcas es que en lugar de ser marcas de corte son
de fracturación, ya que mediante la aplicación de tajos fracturan los huesos en torno a la me-
tadiáisis (igura 3).
200
Anejo informe arqueozoológico
3.3 OSTEOMETRÍA
El análisis osteométrico nos muestra que varios animales han proporcionado bastantes me-
diciones osteométricas. Empezando por la vaca podemos observar en la tabla 5 algunas de
sus medidas, las cuales nos muestran unos especímenes de una talla comprendida entre los
107 cm a la cruz y los 120 cm, lo cual se ajusta a la altura a la cruz de otros yacimientos de esta
época.
Ep Proximal Ep Distal
TAXÓN Parte anatómica L A DAP pr DT pr DAP dt DT dt Alt Cruz
BOS fémur 340 0 50 98
BOS tibia 310 0 65 74 44 56 106,9
BOS metatarso 0 0 20 53 0 0
BOS metatarso 230 0 44 49 0 0
BOS metatarso 225 0 42 44 36 51 120,3
BOS metacarpo 200 0 30 54 120
BOS metacarpo 195 0 31 52 30 53 117
BOS Calcáneo 124 0
BOS Calcáneo 124 0
BOS Astrágalo 51 0 0 0
BOS Astrágalo 65 0
BOS Astrágalo 65 0
BOS Astrágalo 64 0
BOS radio 0 0 40 70 0 0
201
Villajos
En el caballo hemos mostrado algunas medidas tal y como se muestra en la tabla 6, la cuales
nos muestran unos équidos con una talla superior a los 120 cm a la cruz.
Entre los ovicápridos sólo se han podido apreciar estimaciones biométricas en la oveja, pero
ellas no han permitido estimar la altura a la cruz (tabla 7).
Ep proximal Ep distal
TAXÓN Parte anatómica DAP pr DT pr DAP dt DT dt
Ovis tibia 20 25 0 0
Ovis metacarpo 18 24 0 0
Ovis metacarpo 17 23 0 0
Ovis metacarpo 16 24 0 0
Ovis radio 15 30 0 0
Ovis humero 0 0 23 30
En el caso del perro (tabla 8), el número de restos con estimaciones biométricas es bastante
amplio, y algunas de sus mediciones nos ofrecen tres razas de talla diferente, con dos tipos de
perro de altura media de 51 y 66 cm y una tercera raza de talla media-pequeña en torno a los
37 cm.
202
Anejo informe arqueozoológico
Ep Proximal Ep Distal
TAXÓN Parte anatómica L A DAP pr DT pr DAP dt DT dt Alt Cruz
PERRO tibia 226 0 17 25 66
PERRO tibia 0 0 42 40 0 0
PERRO radio 158 0 0 0 50,9
PERRO fémur 123 0 19 37 35 31 37,01
PERRO ulna 115 0
PERRO Calcáneo 53 0 0 0 0 0 37,01
PERRO Calcáneo 53 0 0 0 0 0 37,01
PERRO Calcáneo 47 0 0 0 0 0
PERRO Calcáneo 42 0 0 0 0 0
PERRO Calcáneo 30 0
PERRO Astrágalo 32 0 0 0 0 0
PERRO Astrágalo 31 0 0 0 0 0
PERRO Astrágalo 28 0
PERRO tibia 0 0 42 40 0 0
3.4. CONCLUSIONES
El conjunto de Villajos ha proporcionado una muestra ósea inferior a 1000 restos entre los que
destaca la gran variedad taxonómica que aparece con restos de ovicápridos, suidos, équidos,
bovinos, gato y perro entre los domésticos y de ciervo, conejo, perdiz y corzo entre los ani-
males salvajes. La muestra ósea muestra que en el NR la vaca y el perro son los animales más
importantes, pero el MNI nos muestra como estos dos animales presentan valores muy simi-
lares a las demás cabañas ganaderas, por lo tanto no podemos destacar ningún taxón sobre
los demás.
Con relación a las edades destacan los adultos, salvo en el caso del caballo, donde destacan los
individuos jóvenes. Por otro lado entre los ovicápridos, también son bastante jóvenes.
Por último con relación a la distribución espacial de los restos, observamos que en sólo una uni-
dad se supera el centenar de restos (UE 71). En otras, nos acercamos al centenar de restos, pero
en todos los casos está condicionado por la casi completa representación de algún individuo,
por ejemplo del caballo en la unidad 350 o de la vaca en la 71. En los demás casos la distribución
de los restos es dispersa y no obedece a nada especial, salvo las excepciones del ciervo y el cor-
zo concentrados en la UE 360, de la cabra en la 540-541 y el gato en las UE 380 y 390.
Los periles esqueléticos nos muestran patrones bastante compensados que nos indican que
todas las partes del esqueleto están presentes en el yacimiento. El análisis tafonómico nos
203
Villajos
indica que la conservación de la muestra es buena a pesar del sesgo realizado por carnívoros
según se desprende de las marcas de diente. En cuanto a las alteraciones antrópicas podemos
destacar la presencia de marcas de corte destinadas a la descarnación y la desarticulación, de
las cuales podemos destacar las técnicas de desarticulación realizadas mediante tajos.
5. INVENTARIO
Parte
UND NR TAXÓN edad Parte lado Sección MC MD Obs
anatómica
10 1 Vaca escapula AX 0 1
10 1 Vaca adulto costilla AX 0 0
10 1 Vaca adulto cráneo Cra 0 0
10 1 Vaca adulto escápula AX 0 0
10 1 Vaca adulto escápula AX 0 0
10 1 Vaca adulto tibia Diaf 0 0
10 1 lagom adulto fémur derecha Diaf 0 0
10 1 lagom adulto húmero Diaf 0 0
10 1 lagom adulto húmero derecha Ep-Dist 0 0
10 1 ovicaprid escápula AX 0 1
10 1 ovicaprid metapodio Ep-Dist 0 1
10 1 ovicaprid adulto cráneo Cra 0 0
10 1 ovicaprid adulto mandíbula Cra 0 0
10 1 ovicaprid adulto mandíbula inferior izquierda Cra 0 0
10 1 ovicaprid adulto metacarpo Ep-Prox 0 0
10 1 ovicaprid adulto metacarpo derecha Ep-Prox 0 0
10 1 ovicaprid adulto metapodio Ep-Dist 0 0
10 1 ovicaprid adulto radio izquierda Ep-Prox 0 0
10 1 ovicaprid juvenil radio derecha Diaf 0 1
10 1 Ovis adulto húmero izquierda Ep-Dist 0 1
10 1 Ovis adulto metacarpo derecha Ep-Prox 0 0
10 1 Ovis adulto tibia derecha Ep-Prox 0 0
10 1 Ovis juvenil radio derecha Ep-Dist 0 0
10 2 Vaca costilla AX 0 2
10 2 ovicaprid adulto costilla AX 0 0
10 2 ovicaprid adulto escápula AX 0 0
10 2 ovicaprid adulto falange Esp 0 0
10 2 Ovis adulto metacarpo izquierda Ep-Prox 0 0
120 1 Caballo adulto diente Cra 0 0
120 1 T Grande adulto pelvis AX 0 0
120 1 ovicaprid adulto tibia diaf 0 0
130 1 Vaca adulto fémur Diaf 0 0
130 1 Vaca adulto húmero izquierda Diaf 0 0
130 1 Caballo adulto molar Superior izquierda Cra 0 0
130 1 Caballo adulto tibia derecha Ep-Dist 0 0
130 1 T Grande adulto Diaf 0 0
130 1 ovicaprid adulto escapula AX 0 0
130 1 ovicaprid adulto fémur Diaf 0 0
130 1 Ovis adulto mandíbula inferior izquierda Cra 0 0
130 1 Ovis adulto molar inferior izquierda Cra 0 0
130 1 Cerdo adulto mandíbula inferior derecha Cra 0 0
130 1 Cerdo adulto tibia Diaf 0 0
130 2 ovicaprid adulto tibia Diaf 0 0
204
Anejo informe arqueozoológico
205
Villajos
206
Anejo informe arqueozoológico
m3 no
350 2 Caballo juvenil molar inferior izquierda AX
emergido
m3 no
350 2 Caballo juvenil molar Superior derecha AX
emergido
m3 no
350 2 Caballo juvenil molar Superior izquierda AX
emergido
m3 no
350 3 Caballo juvenil premolar inferior derecha AX
emergido
m3 no
350 3 Caballo juvenil premolar inferior izquierda AX
emergido
m3 no
350 3 Caballo juvenil premolar Superior derecha AX
emergido
m3 no
350 3 Caballo juvenil premolar Superior izquierda AX
emergido
350 4 Caballo adulto vértebra AX 0 0
350 7 Caballo costilla AX
350 7 Caballo vértebra AX
350 8 Caballo adulto costilla AX 0 0
350 28 Caballo adulto vértebra AX
360 1 Vaca metacarpo Ep-Dist 1 0
joven
recien fu-
360 1 Vaca juvenil metatarso derecha diaf 1 0
sionada ep
dist
360 1 Ciervo adulto cuerno Cra 0 roseta
360 1 Corzo astrágalo derecha Esp 0
m3 emer-
360 1 Corzo juvenil maxilar Superior izquierda Cra 0
giendo
m3 emer-
360 1 Corzo juvenil molar Superior izquierda Cra 0
giendo
360 1 ovicaprid costilla derecha AX 0
360 1 ovicaprid escápula derecha AX 0
360 1 ovicaprid fémur Diaf 0
360 1 ovicaprid metapodio derecha Ep-Dist 0
360 1 ovicaprid radio derecha Ep-Dist 0
360 1 ovicaprid tibia derecha Cra 0
360 1 Ovis húmero derecha Ep-Dist 0
360 1 Ovis metacarpo izquierda Ep-Prox 1 0
360 1 Ovis metatarso izquierda Ep-Prox 0
360 1 Ovis radio derecha Cra 0
360 1 Ovis radio izquierda Ep-Dist 1 0
360 1 Ovis radio izquierda Ep-Prox 1 0
360 1 Ovis tibia derecha Ep-Dist 1 0
360 1 Ovis ulna Ep-Prox 0
360 1 Ovis juvenil húmero derecha Ep-Dist 0
360 1 Perro astrágalo derecha Esp 0
360 1 Perro ulna Diaf 0
360 2 Vaca húmero Diaf 1 0
360 2 Corzo vértebra AX 0
360 2 Corzo juvenil molar Superior izquierda Cra 0
360 2 Ovis escápula derecha AX 0
360 2 Perro calcáneo Esp 0
360 3 Corzo juvenil premolar Superior izquierda Cra 0
360 3 ovicaprid falange Esp 0
360 4 Perro diente Cra 0
360 6 Perro costilla AX 0
360 6 Perro vértebra AX 0
207
Villajos
208
Anejo informe arqueozoológico
209
Villajos
210
Anejo informe arqueozoológico
211
Villajos
212
Anejo informe arqueozoológico
213
Villajos
214
Villajos
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