Está en la página 1de 3

ESTRENANDO VIDA (segunda parte)

Un agudo silbido me espabila de mis meditaciones, es la indicación de que el agua está hirviendo.
Me levanto y me apresuro a detener el fuego de la estufa. Mi “french press” está lista a la espera
de verter el agua caliente sobre el café molido. El aroma que emana es simplemente espectacular.
Como diría mi amigo Tonny Hernández, “El café es la bebida oficial del cielo”. Aún debo esperar
unos minutos para poder darle el primer sorbo, pero ya toda la planta superior de nuestra casa se
llenó del olor.

Estamos en casa, pues las disposiciones del gobierno para tratar de detener los avances de la
pandemia incluyen el toque de queda y las reuniones masivas están prohibidas. Las medidas son
algo desesperadas, pues la cantidad de contagios aumentó desmesuradamente, así también las
muertes. En mi cabeza hay una incógnita que me da vueltas; ¿Será, que ya aprendimos la lección?

Esta crisis ha sido una oportunidad, que de pronto no hemos aprovechado. Hay relaciones rotas de
familia, amistad y de otras índoles. La muerte asecha cada puerta y no sabemos si habrá un
mañana para algunos. La urgencia de perdonar y restaurar no la hemos entendido. El delgado hilo
de la vida se puede romper, pero insistimos en nuestro egoísmo y no nos damos la oportunidad de
ver los principios de Dios actuando y trayendo vida.

El señor se compadeció de su siervo, le perdonó la deuda y lo dejó en libertad. »Al salir, aquel
siervo se encontró con uno de sus compañeros que le debía cien monedas de plata. Lo agarró
por el cuello y comenzó a estrangularlo. “¡Págame lo que me debes!”, le exigió. Su compañero se
postró delante de él. “Ten paciencia conmigo —le rogó—, y te lo pagaré”. Pero él se negó. Más
bien fue y lo hizo meter en la cárcel hasta que pagara la deuda. Mateo 18:27-30

Esta semana he sido confrontado con algunos de mis errores del pasado. Varias charlas, donde la
vulnerabilidad nos mostró sus beneficios, trajeron a colación situaciones en las que aún no había
pedido perdón, aunque estaba claro de mi falla y la había traído delante de Dios, aún faltaba hacer
el recuento de los daños y restituir en los casos que es posible.

Pero Zaqueo dijo resueltamente: —Mira, Señor: Ahora mismo voy a dar a los pobres la mitad de
mis bienes y, si en algo he defraudado a alguien, le devolveré cuatro veces la cantidad que sea.
—Hoy ha llegado la salvación a esta casa —le dijo Jesús—, ya que este también es hijo de
Abraham. Lucas 19:8-9
Cuando nos damos el chance de perdonar, recibir perdón y restituir, salvación llega a nuestras
vidas y casas. Esto nos puede hacer enfrentar una pandemia y la muerte con esperanza y libertad.
Aunque en nuestro caso hay muchas cosas que no se podrán reponer: horas de juego y tiempo de
calidad en la infancia de nuestros hijos, promesas no cumplidas a un conyugue, respeto y amor
que no se dieron en su momento. Podemos confiar en un Dios capaz de llenar todo vacío, si
cumplimos con sus consejos. Como dice Charles F. Stanley: “Obedezcamos a Dios y dejemos las
consecuencias en sus manos“.

Hay una vida más abundante esperando por nosotros, pero no accederemos a ella si no recibimos
los efectos del perdón para luego extenderlos. Claro está, no podemos dar nada que no hayamos
recibido antes, por eso es necesario hacer un inventario de nuestra vida y reconocer que hemos
fallado en múltiples ocasiones, pedir perdón delante de Dios y recibirlo. Cuando nos encontremos
ante la abrumadora gracia que se nos extiende, nunca más podremos negarla a quienes nos han
ofendido o defraudado. Particularmente, nunca tendré que perdonar tanto, como a mi se me ha
perdonado.

Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y la gracia que él me concedió no fue infructuosa. Al
contrario, he trabajado con más tesón que todos ellos, aunque no yo, sino la gracia de Dios que
está conmigo. 1 Corintios 15:10

Las palabras de Pablo hacen eco en mi corazón, aquel que fue perseguidor de la iglesia de
Jesucristo, se convirtió en el perito arquitecto que puso los fundamentos de esta. Hay esperanza si
nos volvemos a Dios. Podemos volvernos los restauradores de aquello que destruimos, o al menos
podremos poner el fundamento para que Dios reconstruya lo que probablemente, nosotros
destrozamos.

Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino
que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte. Porque somos hechura de Dios,
creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las
pongamos en práctica. Efesios 2:8-10

Podemos estrenar una vida nueva, libre de resentimientos, heridas, amarguras y todo aquello que
nos hace aferrarnos a la falta de perdón. Podemos extender la gracia y conceder nuevas
oportunidades, así cómo a nosotros se nos ha concedido.

Un sorbo más
Mi café ya está tibio, me estiro un poco y con un movimiento rápido consigo que me crujan las
vértebras cervicales. Hay mucho trabajo que hacer, debo actuar en fe y poner manos a la obra. No
quisiera que la noticia de un deceso acompañara el nombre de alguien con quien no arreglé
cuentas. La misericordia debe ser mi amada y la humildad no me puede faltar, pues ni siquiera de
la fe me puedo jactar. La fe que hoy profeso fue la respuesta a la oración de una hermosa pequeña
que deseaba que su padre creyera en Dios. Aunque pasaron muchos años para que eso sucediera,
estoy en deuda con ella y pagaré haciendo, como mínimo, lo que ella hizo por mí. Comenzaré
orando.

Así también la fe por sí sola, si no tiene obras, está muerta. Santiago 2:17

Ray & Lily

https://www.youtube.com/watch?v=gPUK683fvHc

También podría gustarte