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IV. Tratamiento constitucional del no nacido: Constituciones de 1979 y 1993.

Aunque en ambas constituciones se promovía la igualdad entre varones y mujeres,


realmente era difícil que esa “igualdad” que tanto se deseaba, llegara a ser algo real en
nuestra sociedad, puesto que años atrás el varón ya tenía la idea de superioridad hacia las
mujeres. Un punto muy importante de todos los derechos reconocidos en ambas
constituciones fue el “reconocimiento del no nacido” y la interrupción voluntaria del
embarazo.

Específicamente hablando de la constitución de 1979, a pesar de actualmente ser aceptada


como una de las mejores constituciones que tuvo el Perú, Fernández Sessarego cuestiona
esto, puesto que sigue la teoría de la ficción en donde él nos dice que hay una gran
contradicción respecto al no nacido. Prácticamente esta constitución buscaba favorecer al
no ser que aún no nació volviéndolo en sujeto de derecho, cuando realmente no lo era aún.

Posteriormente con la constitución de 1993, se toma de base lo planteado por Sessarego


respecto al no nacido, ya que solo se considerará sujeto de derecho al no nacido en todo lo
que le favorezca, con la excepción de que los derechos patrimoniales estaban
condicionados a que este nazca vivo. La implementación de este artículo marca la
superación de teorías tan pobres de razonamiento como lo es el portuio mulieris, en donde
se le consideraba al no nacido parte de la mujer.

En conclusión, ambas constituciones dejan de lado la interrupción voluntaria del embarazo,


pero hacen que, a través del reconocimiento del no nacido como sujeto de derecho en todo
lo que le favorezca, la vida sea un derecho fundamental, por lo que se supone y es evidente
que hablar de una interrupción de un embarazo en nuestra sociedad no fue aceptado en
1993 ni en nuestra actualidad, esto a razón de dos factores; el primero, es que nuestra
sociedad aún es conservadora, y el segundo es que aún la gente es dominada por sus
creencias (religión).

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