Cheyenne McCray - Lexi Steele 01 - El Primer Pecado

Cheyenne McCray El primer pecado
Serie Lexi Steele 01

Cheyenne McCray
El primer pecado
Traducción de La Cueva Coordinación de Sol 2

Edición y corrección de Ire Lectura final de Hotty

ARGUMENTO:
Alexi Steele es determinada, implacable, y predispuesta a

proteger a los inocentes. Es una agente de alto rango en la
División Legal de Recuperación, agencia clandestina dentro de
la NSA, que se especializa en la trata de personas y delitos
sexuales. Su misión actual: infiltrarse en el círculo íntimo de
los exclusivos Clubes BDSM de Boston, con el fin de salvar a
trece mujeres jóvenes que están a punto de ser subastadas al
mejor postor. Sin embargo, la única manera de que Lexi lo
haga, es bajo el "control" de su nuevo compañero, Nicholas
Donovan.
Nick va a hacer todo lo posible para derrocar al

multimillonario cerebro de ese círculo, quien ha secuestrado a
su hermana. Sin embargo, los juegos que debe jugar como el
"dominante" de Lexi, están consumiendo su helado control, y
borrando los límites entre los compañeros. Mientras tanto, sus
enemigos se están acercando mientras ellos inician una
devastadora carrera contra el tiempo... llevándolos
peligrosamente cerca de El Primer Pecado.


PRÓLOGO
Kristin
15 de marzo
Kristin Donovan miró a su alrededor, a todas las luces que

destellaban en el abarrotado club nocturno, repleto de
montones de cuerpos calientes, sudorosos y camareras
apenas vestidas caminando por el lugar, vendiendo bebidas
gelatinosas y bebidas neón. Por lo menos así era como
Carlene y Tess las llamaban. Kristin se movió en su silla y tiró
hacia abajo del vestido que se le seguía subiendo hasta los
muslos.
—No puedo creer que me hayáis arrastrado hasta aquí.
—El Castillo de Diamantes es uno de los mejores clubes

nocturnos de Boston —Carlene dejó su Heineken—. Es viernes
por la noche. Puedes olvidarte de tu estúpido ensayo y
tomarte un día libre sin culpa, Kristin.
Tess se terminó su Cosmo.
—Pasas demasiado tiempo estudiando y no el suficiente

viviendo.
Kristin se encogió de hombros.
—Viviré mi vida cuando me gradúe.
—Si, claro —Tess se sacudió su oscuro cabello—. Entonces

estarás obsesionada en hacer lo que sea para ser una
psicóloga —agitó la mano—. ¿El servicio de trabajo o algo así?


—Práctica. Internado. Beca. O algo así —Kristin sonrió
mientras su cuerpo se relajaba por los dos rones con coca-
cola y comenzó a sentirse más que un poco borracha—.
Tenéis razón. Es bueno salir. Puedo pasar el sábado y
domingo en ese ensayo.
El ensayo era para su clase de postgrado en psicología

anormal, una de las más duras asignaturas en la universidad
de Harvard y saldría adelante sin ayuda. Aparte de preguntar
a sus profesores de vez en cuando. La clase de psicología
anormal era muy difícil, sin embargo cuando fue a la oficina
del profesor Michaels para hacerle una pregunta, él se había
ofrecido a darle tutoría privada al igual que algunos otros
maestros que tenía. Después de haber respondido a su
pregunta, ella le había dado las gracias por la oferta, pero
Kristin tenía que resolver esto aunque la matara. Era una
clase difícil, pero prefería hacer su propio camino en las
clases, a su manera. Su profesor se había limitado a asentir
con su calva cabeza y volvió su atención a la calificación de
ensayos sobre su escritorio. Debería estar estudiando para
esa clase.
No. A la mierda. Mientras no tuviera mucha resaca para

dormir lo suficiente mañana, estaría bien.
—Tu turno para comprar —Carlene movió su Heineken de

lado a lado.
—Me vendría bien un Smirnoff Ice —Tess se había bebido

su Cosmo.
—Necesito algo más refrescante —miró a Carlene—. Algo

que no venga en botella de color verde o negro.


—Podrías tomar otro ron con coca-cola —Carlene hizo un
gesto hacia el vaso que ahora estaba solo con el hielo
mezclado.
—Necesitas suavizarte un poco más.
—Estoy tranquila —Kristin se levantó y Tess rodó sus ojos.
—Está bien un ron con coca-cola más.
—Ligero —Dijo Carlene y Kristin sonrió mientras se alejaba.
En sus tacones demasiado altos, Kristin hizo todo lo posible

para andar su camino a través de las masas de cuerpos en el
club nocturno. Una ensordecedora música latía en su cabeza y
las intermitentes luces de colores le provocaron parpadear y
ver puntos cada vez que cerraba los ojos. Muchos bailarines
lascivos estaban dentro, realmente no había espacio para otra
cosa. Los dos rones con coca-cola que Kristin había bebido la
habían relajado bastante, dándole la sensación de que no
importaba cuantos cuerpos se apretaran contra ella. No era
una gran bebedora. ¿Cuándo fue la última vez que había
bebido alcohol?
Los olores de sudor y el exceso de loción y perfume le

hicieron arrugar la nariz. El calor de tantas personas
agolpadas hizo que su propio cuerpo estuviera pegajoso por el
sudor. Kristin hizo una mueca y luego hizo otra más cuando
alguien se estrelló contra ella por detrás. Se tambaleó hacia
un lado y golpeó en el pecho de un hombre con el hombro,
suficientemente fuerte como para impulsarlos a los dos a la
barra. Ella dejó escapar un resoplido que le levantó su cabello
rubio apartándolo de su cara.
—Lo siento —gritó ella sobre el ruido de la música que

golpeaba, mientras miraba a un par de ojos marrón oscuro.


Wow.
La sonrisa del hombre era tan sexy que la hizo contener el

aliento mientras la sujetaba antes de acercarse y murmurarle
al oído.
—No hay problema en absoluto.
Kristin se estremeció, una racha de deseo se disparó

directamente a su vientre. El ron con coca-cola
definitivamente trabajaba horas extras.
—¿Bailas? —Le preguntó, su boca todavía seguía cerca de

su oído. Cuando ella miró a su increíblemente hermosa cara,
su cuerpo dijo, “Oh, sí. Ahí estoy” pero ella solo asintió con la
cabeza sin responder. El colocó la mano en su cintura y la
condujo hasta el centro de los calientes cuerpos que giraban.
Cuando hicieron una pausa, el sonrió y movió la otra mano a
la cintura y la atrajo hacia sí. Sus cuerpos casi no se tocaban
pero bien podrían haberlo hecho. Todo el ser de Kristin era
consciente del hombre al que ni siquiera conocía y su cuerpo
le estaba gritando que lo conociera mejor, mucho mejor. Sólo
podía imaginarse sus cuerpos desnudos deslizándose juntos,
su loción para después del afeitado se mezclaba con su aroma
masculino.
¿Qué te pasa Kristin Donovan? Tú no tienes aventuras de

una noche. En realidad ella no había “tenido” nada desde su
primer encuentro con Steve, en su primer año de universidad,
y no había sido ni de cerca tan emocionante como la forma
en que este extraño la hacía sentir.
—Soy Joe —Sus manos se deslizaron un poco más, debajo

de su cintura, las yemas de los dedos casi tocaban sus nalgas
y ella jadeó—. ¿Cuál es tu nombre?


Ella acomodó sus manos sobre los hombros. —Kristin.
Él movió su boca a su oído y ella se estremeció cuando una

flecha de deseo viajó directa hasta sus muslos.
—No te he oído —La cara de Joe estaba lo suficientemente

cerca de la suya y ella contuvo el aliento, con ganas de besar
a un extraño. Sentir sus labios moviéndose sobre ella
mientras probaba con su lengua, explorándola.
¡Toma el control!
—Kristin —Tragó saliva mientras la raspaba con la barba en

la mejilla cuando movió su cara más cerca de ella.
Joe dijo: —Eres tan dulce —Justo antes de mordisquear el

lóbulo de su oreja y ella jadeó—. Si, dulce —El calor le invadió
desde su cuello hasta la raíz de su pelo mientras él la
arrastraba con fuerza hacia él, sus manos en sus nalgas ahora
y lo que estaba claro era el buen tamaño de erección que
presionaba su vientre.
¿Qué estás haciendo Kristin? Tú no haces cosas como

estas.
La forma en que la sostenía tan cerca hizo que

automáticamente le pusiera los brazos alrededor de su cuello.
La sangre corrió por sus oídos, amortiguando el sonido
repiqueteante de la música y tuvo dificultades para recuperar
el aliento. Apartó la cara y apoyo la mejilla sobre su corazón.
Su ritmo era constante, tranquilo reconfortante. Joe le
acarició la parte de atrás a través de su vestido corto y le
acarició el pelo mientras lentamente se mecían y daban
vueltas en el mismo lugar. Olía tan bien. Kristin empezó a
temblar con una necesidad tan grande que no estaba segura
de poder controlarlo. Podía imaginarse a este hombre grande


y a su gruesa erección, deslizándose en ella duro, empujando
profundo. En sus bragas creció la humedad más de lo que
había imaginado.
Debe ser el ron con coca-cola. Necesitas de salir de aquí.

Es muy peligroso ponerse caliente con extraños como este.
Pero tal vez podrían salir por un tiempo.
Pero tener citas con este gran paquete de sensualidad no

sería suficiente. Ella lo querría más de lo que probablemente
podría controlar por sí misma.
—¿Qué estas tomando? —El calor de su aliento y la ligera

menta de su loción lanzó otra emoción directamente a su
vientre. Kristin echó la cabeza para atrás para mirarlo.
—Ron con coca-cola.
Él le tomo la mano y ella sólo se imaginó esa enorme mano

rozando bajo su cuerpo. Joe los guió a la barra y se giró para
hablar con la camarera cuyos senos estaban casi por fuera de
la ajustada camisa. Cuando Joe le dio la orden a la camarera,
le dio la oportunidad a Kristin de echar un vistazo a su firme
trasero y la forma en que la camiseta se extendía por la
espalda.
Se veía tan delicioso por detrás como de frente. Joe le

soltó la mano y al mismo tiempo ella quiso que se la agarrara
otra vez. Mientras esperaban, Kristin miró alrededor de la
pista de baile y se estiró del ceñido vestido azul que Carlene
le había prestado. La sonrisa de Joe le enviaba sensaciones
locas a través del cuerpo cuando se dio la vuelta y le entregó
el vaso que estaba ligero de hielos pero frío en la mano. Se
estremeció por la cercanía y unas emociones salvajes se
movieron en su vientre cuando levantó la vista a sus


hermosos rasgos. Tenía la cara cuadrada, agradables ojos y el
pelo marrón corto. Chocó su botella de Guinness contra su
vaso y dijo lo que pensó que sonaba como:
—Por la sexy mujer rubia —Su estómago dio un vuelco y su

mano tembló un poco mientras se llevaba el vaso a los labios.
El ron con coca-cola tenía un sabor raro, pero ella siempre
había preferido las bebidas de lata en lugar de las sodas de
máquina. La bebida no podía empezar a saciarle la sed que le
vino de repente. Probablemente por el calor de todos los
cuerpos que bailaban enérgicamente, la música alta y el olor
a sudor se hizo más pronunciado. Una sensación de mareo
hizo que se inclinara de lado y Joe la cogió por los hombros.
—¿Estás bien? — Musitó en su oído.
—C-creo que necesito aire —Apenas pudo pronunciar las

palabras mientras tenía problemas para respirar.
Hiperventilación.
Estaba hiperventilando. Joe la ancló envolviendo un brazo

alrededor de los hombros y evitó que cayera.
Vagamente se dio cuenta de que él la llevaba a la parte

trasera en lugar de a la entrada. Caminaron a través de una
brumosa puerta y por un pasillo donde el ruido parecía
reducirse a la mitad. Kristin tropezó, pero Joe la tenía
controlada mientras la llevaba por lo largo del pasillo, lejos
del ruido, el calor y el olor.
Mejor. Sí. Esto era mejor.
Su cabeza colgaba en el hombro de Joe y sus rodillas

cedieron. Él le impedía caer mientras abría la puerta trasera.
Era curioso cómo el aire frío no la hacía estremecer. Se sentía


caliente por todas partes, como si tuviera gripe. Joe la llevó
hacia una camioneta marrón.
—Creo que necesitas sentarte, nena.
Sentarse. Si, se sentiría mejor una vez que tuviera la

oportunidad de descansar por un momento. Frunció el ceño
cuando la puerta se abrió y apareció otro hombre desde el
interior de la camioneta.
—El jefe está esperando —dijo el hombre con lo que pensó

era un acento sueco.
Kristin sentía que se iba a caer en un charco de gelatina,

mientras trataba de registrar lo que estaban diciendo y lo que
estaba pasando, mientras ellos la arrastraban dentro de la
camioneta y la tendían en el asiento trasero. Su vestido se
subió hasta la cintura, dejando al descubierto sus bragas. Lo
hubiera bajado si sus brazos no se hubieran sentido como
caramelos estirados. Y si a ella le hubiera importado. El otro
hombre desapareció y la camioneta vibró cuando el motor se
puso en marcha. Joe se quedó afuera, su mano en la puerta
mientras la miraba.
—Me gustaría follarte ahora mismo. Pero las reglas son las
reglas. No te metas con la mercancía —y deslizó la puerta de
la camioneta, cerrándola.


CAPÍTULO 1
Estrechando la mano del diablo
27 de Marzo
Miércoles por la mañana
La inclemencia del calor presiona sobre mí. El sudor resbala

de mi frente, gotea sobre mis cejas y en mis ojos. No me
puedo mover para eliminar el sudor. No puedo descubrir mi
cubierta. No me atrevo ni a parpadear cuando sitúo mi
objetivo a través del alcance de mi M16. Mi observador,
Keets, permanece tan inmóvil como yo. La misión es su
propia versión del infierno. Desde que aterrizamos en Nigeria,
la sensación de hormigueo a lo largo de mi columna me ha
dicho que algo está fuera de lugar en todo esto. Algo
terriblemente mal. Cuando se lo dije al capitán Williams, el
hijo de puta me ignoró. A él no le gusta el hecho de que sea
una de las primeras mujeres francotiradores del ejército de
USA. Y soy malditamente buena en lo que hago, matar
terroristas, salvar vidas estadounidenses. El capitán Williams
es un coñazo. Pero un soldado sigue órdenes.
Mi observador, Keets, me da la señal de que tengo el mejor

tiro posible. Objetivo en la mira. Aprieto el gatillo de mi M16.
Al mismo tiempo, Keets recibe unos comentarios de su
comunicador. Él grita:
—¡Espera!
Pero ya es demasiado tarde. Veo el chorro, el arco

revelador de la sangre de mi objetivo en la frente antes de


que se venga abajo. Un tiro. Un muerto. Mi corazón retumba
cuando veo a Keets que dice:
—¡Oh, mierda!
Algo ha ido mal, terriblemente mal.
Estoy corriendo
Rejas… estoy detrás de las rejas. Todo está tan cerca.

Apretado. Húmedo.
El dolor pasa por mi cuerpo y apenas puedo mantener la

conciencia. He sido golpeada tanto que tengo dificultad para
comprender qué es real y qué no lo es. ¿He sido capturada?
Estaba siguiendo órdenes. ¿Qué pasó con mi equipo? ¿Qué
paso con Keets? El abismo del infierno. ¿Cuánto tiempo he
estado aquí? ¿Por qué estoy aquí? La urgencia de salir del
pozo hace que mis brazos y dedos duelan tanto como si ya lo
hubiera intentado.
Oh Dios, otra vez no. El látigo me hace sangre a través de

mi camuflaje cortado y trato de no gritar. El dolor, aferrarme
a él, lo hace parte de mi. Pretender que lo deseo. Si no lo
hago me van a quebrar.
Unos puños se estrellan en mi cara, las sienes, vientre,

incluso en mis pechos. Quiero gritar pero me retraigo en mi
mente a un lugar privado donde me abrazo al dolor.
Cuatro hombres, tal vez cinco, me rodean. Hombres

grandes. Sus rostros, tan siniestros, tan sombríos. ¿Son
humanos? Sus formas oscilan y se distorsionan. Un hombre
da un paso al frente, pero todavía no puedo distinguir sus
rasgos.


Lloro lágrimas de miedo. Un miedo como nunca he sentido
antes. Miedo peor que la agonía que amenaza con
paralizarme. El hombre, ese hombre. El que me provoca un
dolor como nunca conocí.
No tengo la fuerza para retroceder cuando desliza su mano

por un lado de mi cara, por sobre la sangre que corre por mi
mejilla. ¿Qué va hacer conmigo ahora? ¿Poner una bolsa de
tela sobre mi cabeza otra vez y casi asfixiarme? ¿Luego
sumergir mi cabeza en un tanque de agua hasta casi
ahogarme? ¿Darme electroshock por segunda vez mientras
estoy empapada y sintiéndome medio muerta?
—¿Ahora lo harás? —dice en un tono que me hace saber

que está listo para darme otra dosis de tortura de nuevo.
¿Puedo sobrevivir a más de esto? —¿Lo harás?
Su voz es más dura, mas enojada y sé que he perdido. Las

lágrimas fluyen por mis mejillas, mezclándose con mi sangre
cuando me obliga decir las horribles palabras.
—Sí, Dios, sí.
Me desperté con un fuerte tirón. El calor quemaba en mi

pecho. Mi corazón latía tan fuerte que sentía como si alguien
estuviera pateando mi caja torácica desde adentro. Una tela
ataba mis piernas y envolvía mi cuerpo como una serpiente
pitón gigante. Cuanto más me esforzaba más me apretaba.
Estaba de nuevo en el infierno. Haría cualquier cosa para

ser libre. Cualquier cosa. Mis ataduras se apretaron más. Mi
respiración se volvió frenética. Pateé y pateé mientras


arañaba mis ataduras. El sabor de la sal estaba en mis labios
y en mi boca por el sudor que caía por mi rostro. Raspé mi
propio brazo y sentí el aguijón cuando rastrillé mi piel.
Di un grito ahogado. Arqueé la espalda. Abrí los ojos. La

realidad me golpeó la conciencia.
Estaba en mi habitación. No estaba atada con una cuerda

mientras era golpeaba en una celda oscura. No estaba
tratando de refugiarme en un rincón oscuro de mi mente
tratando de fingir que el dolor era placer para escapar de la
agonía.
Una tela empapada de sudor me sujetaba. Estaba enredada

en mis propias sábanas.
El sudor corría por mis palmas húmedas mientras me

frotaba la cara. Me aparté el cabello oscuro largo hasta la
barbilla que se me pegaba a las mejillas.
Mi cara estaba caliente y luego fría. A través de los años

había sido golpeada, apuñalada y disparada tan a menudo
que había desarrollado un mecanismo de supervivencia que
me ayudaba a centrarme, tratando de convertir el dolor en
placer para escapar de lo que atravesaba mi cuerpo. Pero ser
molida a golpes no era óptimo para ese tipo de retiro mental.
El ácido quemó mi garganta mientras contenía las ganas de

vomitar.
El aire en movimiento del ventilador del techo enfriaba mi

cuerpo sudado cuando pateé las sabanas húmedas,
quitándolas. Me quedé mirando el techo. Necesitaba una
nueva capa de pintura. Tendría que hacer que Marty, el
casero, lo supiera.


La pesadilla no era nada nueva. La pesadilla probablemente
nunca me dejaría.
La misión salió mal.
Me llamaron a un consejo de guerra.
La prisión.
Los golpes.
El ultimátum y después los asesinatos.
¿Era incluso posible expiar mis pecados? Las pesadillas, mi

pasado… Nadie en la División de Recuperación Oficial1 iba
creer que yo no era ni de cerca tan fuerte interiormente como
lo soy en el exterior. Los otros agentes RED piensan que mi
apellido me queda bien. Steele2. Todo lo que ellos saben es
que Lexi Steele puede patear culos. Como Supervisora del
Equipo de la Trata de Personas y Delitos Sexuales de la
Agencia RED, tengo que ser dura. Y eso no es un problema.
No, en absoluto.
Es cuando tengo que reconocer el pasado y a toda esa

gente que he asesinado, sin nombre y sin rostro, que me
deshago interiormente.
Deseaba que Gary estuviera ahí. El me apretaría contra su

gran cuerpo duro, me daría un beso en la parte superior de
mi cabeza y me diría que volviera a dormir. No espantaría
todas las cosas malas que había hecho, pero era mucho mejor
que yacer ahí, temblando en la oscuridad. Lo conocí en un
partido de los Red Socks un par de años atrás. Y amé su
enorme, caliente y musculoso cuerpo y la forma en que me

1
Recovery Enforcement Division, a partir de aquí será nombrada RED
2
Steele: acero


sujetaba, me besaba, me hacía el amor. Gary era
perversamente caliente. Le gustaba mi cuerpo menudo y
decía lo sorprendido que estaba de que la dinamita se
produjera en un pequeño paquete de 162 centímetros.
Siempre decía que yo era hermosa y yo le decía que estaba
delirando. Bueno. No soy fea y tengo mis momentos.
Por desgracia, sus competiciones culturistas y mi trabajo de

agente encubierto a menudo nos impedían pasar tiempo
juntos.
Era muy difícil no decirle la verdad a Gary: que yo no era

realmente una intérprete de idiomas extranjeros, a pesar de
que hablo varios idiomas. Mantener mi verdadera carrera
oculta a mi gran familia irlandesa bostoniana es
probablemente lo más difícil. Nadie tiene la menor idea a
excepción de uno de mis cinco hermanos, Zane, quien
también es agente encubierto de RED.
Mis amigos y vecinos, por supuesto, no tienen ni idea de lo

que realmente hago.
A veces no me gusta, no me gusta en absoluto, teniendo

que mentir a todos, menos a Zane pero porque no tenía otra
opción. Como agente especial de RED, una organización
clandestina de la rama de la NSA, vivo una vida secreta.
RED es un retoño de la Agencia de Seguridad Nacional

(NSA) que solo pocos burócratas saben que existe: El director
de RED, el director adjunto, un juez federal, un fiscal federal,
el jefe de la NSA, la senadora Jeannette Shelton y el
Presidente. Ni siquiera el vicepresidente o miembros de su
gabinete saben que existe. Y sin duda otras ramas de fuerzas
policiales o civiles no tienen ni idea de que se les protege,
salvando innumerables vidas estadounidenses.


Pero eso no había sido problema hasta cinco años atrás.
Antes yo había sido una máquina de matar. Una asesina que
ni siquiera sabía los nombres de sus objetivos o por lo menos
por qué los estaba matando.
Antes de ser una asesina, había sido una francotiradora

excesivamente confiada, pero de primera clase, para las
Fuerzas Especiales del Ejercito. Después, todo se fue a la
mierda cuando me sometieron a un consejo de guerra por un
error que había cometido. Un error causado por seguir las
órdenes del capitán, pero de todas maneras cayó sobre mí. Yo
había sido la que había apretado el gatillo.
No es fácil romper a un oficial de las Fuerzas Especiales,

pero “FAS” hizo un maldito buen trabajo en mí. Yo ni siquiera
sabía el verdadero nombre de la organización que me había
secuestrado momentos después del consejo de guerra, así
que así los había llamado “FAS”1 . Tengo aún más opciones
apropiadas de palabras para los bastardos, pero voy a dejarlo
así.
Uno de los hombres me distrajo mientras otro logró

inyectarme un tranquilizante para animales con un solo
pinchazo en mi muslo. Lo siguiente que supe era que estaba
sentada en frente de los FAS. Hablaron acerca de salvarme si
yo hacía su trabajo sucio.
Asesinar gente.
Estaba medio muerta de todos los golpes y los incontables

azotes. Luego, casi me ahogan antes de electrocutarme. Fue
cuando empezaron a romperme los dedos de la mano
izquierda cuando supe que estaba perdida.

1
Fucking Asshole Sonofbitches: Malditos Pendejos Hijosdeputa


Ellos me quebraron. ¡Luego me programaron! No fue hasta
que una poderosa mujer me sacó del infierno que tuve una
vida nueva. RED se convirtió en todo para mí. Sólo mi familia
era más importante que la organización que me salvó. Hay
mucha sangre en mis manos. Pero me dieron la oportunidad
de cambiar mi vida. Solo RED y mi familia me mantuvieron
cuerda.
El sonido de algo vibrando contra la madera provenía de la

mesita de noche. El colchón crujió cuando rodé a un lado y
cogí uno de los dos teléfonos celulares que había puesto en
vibración. Cuando abrí el celular de RED, el identificador de
llamadas decía “desconocido” No era una gran sorpresa.
—¿Sí?
La palabra salió como un graznido, mi voz todavía estaba

áspera por el sueño. ¿Qué hora era?
—Steele.
La voz de Karen Oxford me hizo sentar en la cama y todo

rastro de sueño se desvaneció. Si la Agente Especial Auxiliar
al Cargo llamaba, entonces tenía que ser grave. Mi instinto se
estremeció cuando ella dijo:
—Ven al cuartel inmediatamente.
Eche un vistazo al reloj. Las siete y cuarto. Yo

normalmente me pongo en turno a las ocho y media. Y ¿Por
qué Oxford me llamaba en persona?
—¿Qué ha pasado? —pregunté mientras balanceaba las

piernas sobre el lado de la cama y puse los pies en la
alfombra antes de pararme.
—Es Randolph.


El tono de Oxford se volvió cansado y la sensación hueca
en mis entrañas vacías creció diez veces más.
Me nombraron Supervisora de Equipo hacía seis meses y

Stacy Randolph era una de mis agentes que trabajaban en la
Operación Cenicienta, una investigación en un local
convertido en una red internacional de esclavas sexuales. Me
puse rígida cuando Oxford continuó.
—Ha sido violada y asesinada. Su cuerpo ha sido

encontrado poco después de la medianoche en el Boston
Harbor.
El entumecimiento se apoderó de mí mientras trataba de

asimilar la declaración de Oxford y cerré los ojos. Randolph
había penetrado en uno de los círculos internos de la
organización que en última instancia, nos llevaría a quien
fuera el responsable de la subasta de mujeres jóvenes al
mejor postor.
Y ahora estaba muerta. Uno de los miembros de mi equipo

había sido asesinado.
—Notificarás a los otros Supervisores de Equipo, luego a tu

equipo individual una vez que se te informe —dijo Oxford.
Una sensación de ardor se apoderó de mi garganta y abrí

los ojos. Ésta se suponía que era la última operación especial
de la agente Stacy Randolph.
Y había sido su última operación.
A sus veinticinco años, fuerte, inteligente y llena de

entusiasmo por su trabajo, Randolph había sido una de las
mejores. Estaba a días de dejar RED para convertirse en una
civil, casarse y formar una familia. Estaba emocionada y casi


siempre tenía una sonrisa cuando estaba en la sede. Y ahora
se había ido. El primer agente que había perdido. Más sangre
en mis manos. Sabía que no era justa conmigo misma, pero
sentía que Stacy Randolph era, a pesar de todo, otra vida que
podía ser puesta en el altar de mis pecados.
—Sí, señora —Traté de al menos tomar una inspiración.
—Me encargaré de informar a todos los Supervisores y

agentes. Nuestro contacto en el departamento de policía de
Boston está notificando a los familiares —dijo Oxford—. Te
voy a informar en mi oficina. Los otros Supervisores se
reunirán en una sala de conferencia cuando nosotros
hayamos terminado.
Yo asentí rígidamente a pesar de que no podía verme.
—Si, señora.
—El compañero de Randolph nos lo notificó —dijo Oxford—.

Sus respaldos nunca lo vieron venir. Deseronto está muy
involucrado como para venir y los objetivos no saben que
ellos estaban juntos —Yo apreté los puños—. Voy a hacer los
arreglos para una nueva pareja. Y más respaldos. En quince
minutos en mi oficina.
Oxford colgó y yo me caí al borde de la cama, me dolía el

pecho por el golpe de la muerte de Randolph. El protocolo
estándar de RED era proporcionar una historia ficticia porque
nadie podía saber lo que ninguno de nosotros realmente
hacía.
Un desconocido iría a casa de los Randolph y les mentiría

acerca de la forma en que su hija había muerto. Su familia
nunca sabría que su hija fue una heroína y no sólo una
víctima.


Volví a ponerme de pie y me dirigí a la ducha.


CAPÍTULO 2
Nick
27 de marzo
Nick estudió el edificio triple de color amarillo o "trip" como

los residentes de Southie1 llamaban a este estilo de
edificaciones estándar de tres pisos de apartamentos.
Alexi Steele vivía en el apartamento del tercer piso. Nick se

centró en la ventana de la planta superior, con sus cortinas
blancas cerradas. No llevaba mucho tiempo viendo su casa,
pero sí el suficiente como para ver que las luces se habían
encendido detrás de esas cortinas, hacía diez
minutos. Acababan de apagarse.
Una pequeña morena, tal vez de 1,61, o 1,64 a lo sumo,

salió disparada por la puerta del edificio, cerrándola de un
portazo detrás de ella, y luego corrió por las escaleras.
Nick se sorprendió cuando sintió una inesperada punzada

de deseo. Su atención se centró en ella, todos los sentidos
cada vez más dolorosamente alerta a medida que se fijaba en
esta mujer. Maldita sea, ella era caliente. Alexi Steele era un
pequeño paquete, de rasgos delicados, haciéndole pensar en
un hada que debería ser mantenida a buen recaudo en algún
lugar. Pero su cuerpo arruinaba toda pretensión de delicada
inocencia. Tenía curvas en los lugares adecuados, las curvas

1
Nombre que se le da a la zona y a los residentes del sur de Boston, donde
predominan mayormente los irlandeses.


que lo llevaron a imaginarse tocándola, acariciándola,
sintiéndola. Ese pelo corto, largo hasta la barbilla
se veía tan suave, listo para ser acariciado, para pasar los
dedos por él. De repente, se sintió primitivo, como un lobo
que había encontrado el aroma de su pareja.
Así que esa era su nueva pareja. Maldita sea, nunca sería
capaz de mantener las manos lejos de ella.
Por suerte para él, no tendría que hacerlo. Tendría sus

manos encima de ella dentro de un par de días.
La observó mientras se subía a un Jeep Cherokee negro

estacionado en la acera y encendía el vehículo. Apenas miró a
la calle vacía antes de salir del aparcamiento y acelerar el
motor. Sus neumáticos chirriaron mientras giraba el jeep y se
dirigía en la dirección que la llevaría a la sede de RED.
La agente especial Lexi Steele, jefa de la Operación

Cenicienta. Supuestamente una agente difícil, patea-culos,
Lexi se habría visto como una frágil muñeca si no fuera por la
expresión tensa, enojada, que tenía en sus facciones cuando
salió del edificio de apartamentos y se subió al jeep. El
teléfono de trabajo de Nick vibró contra su cadera. Lo sacó y
comprobó la identificación de llamadas en la pantalla.
—Esclava Nandra —dijo cuando contestó y miró al mismo

tiempo el reloj digital en el tablero de instrumentos—. Llamas
tarde. Parece que lo primero que has conseguido esta noche
es un castigo.
—Lo siento, Maestro Dunning —la voz de Nandra temblaba

un poco—. No pude evitar…
—Sin excusas —Nick puso un gruñido en su voz—. Esta

noche, a las diez. En la Mazmorra.


—Sí, Maestro Dunning. —Entonces se apresuró a añadir—:
No voy a llegar tarde.
—Asegúrate de no hacerlo —dijo Nick antes de cerrar su

teléfono y meterlo de nuevo en su clip para el cinturón—. La
maldita caza comienza —murmuró mientras encendía su Ford
Explorer y avanzaba.


CAPÍTULO 3
RED
27 de marzo
Para el momento en que estaba en camino en mi Jeep

Cherokee, una constante y ardiente furia me había inundado,
sustituyendo un poco al shock. Hacía todo lo que podía hacer
para evitar aumentar la velocidad por encima de cien desde
Southie a la Calle Portland.
La culpa aún estaba allí, pero el que había puesto a

Randolph fuera de combate, iba a pagar. El muy cabrón podía
darse por muerto. Mi celular vibró en el clip de mi cintura
mientras me detenía en un semáforo. Lo saqué del clip y lo
respondí, sin mirar a la pantalla.
—Steele —dije, y mi voz era involuntariamente dura.
Una pausa, y luego:
—Algo va mal, ¿verdad, bebé?, —mi madre afirmó con su

fuerte acento irlandés de Boston.
—Mami —Tomé una respiración profunda—. Todo está bien.
—No lo está, pero me dirías si tuvieras algo de que

preocuparte. —Apenas una pausa para respirar—. ¿Estarás
aquí para el domingo por la noche? La cena del domingo.
Hablar con mi madre… me vendrían bien unos momentos

de normalidad.


Cada miércoles por la mañana me llamaba para asegurarse
de que iba a estar allí el domingo porque no siempre podía, a
veces el trabajo me mantenía lejos cuando estaba encubierta.
De lo contrario, no me perdería un domingo con todos
nosotros juntos, a menos que no tuviera otra opción. El
tiempo en que estuve en el ejército y tuve que perderme los
domingos con mi familia fue difícil, pero no era nada en
comparación con la pesadilla que mi vida había sido como
asesina.
Durante esos dos años, estar con mi familia y compartir

todos los domingos con ellos no había sido nada más que un
sueño. Los FAS apenas me permitían margen de maniobra
suficiente para ponerme en contacto con mi familia, para
hacerles saber que estaba viva. Por lo que ellos sabían, yo
estaba viajando por toda Europa en mi nueva carrera como
intérprete después de salir del Ejército.
Sí, hablar de cosas normales no relacionadas con las duras

realidades de mi carrera era lo que necesitaba en estos
momentos. Como un día con mi familia.
—¿Dublín coddle1? —le pregunté con una nota de

esperanza en mi voz. Mamita hacía un coddle de puta madre.
Puse mi Jeep Cherokee negro en movimiento y avancé en
cuanto se puso en verde.
—Y sopa de setas salvajes. Crumble de manzana para el

postre —El placer de su voz era claro cuando añadió—: Ryan,

1
Consiste en diferentes capas de salchichas de cerdo cortadas en lonchas y recubiertas
de bacon (denominadas rashers) todo ello mezclado con patatas cortadas en rodajas y
cebollas. Tradicionalmente, también puede incluir granos de cereal como puede ser la
cebada. El plato es semi-cocido al vapor produciendo un caldo cárnico intenso debido
al contenido del tocino y de los embutidos.


estará en casa y voy a tener que hacer lo suficiente para
todos esos muchachos.
Me había olvidado que uno de mis cuatro hermanos

mayores, Ryan, estaría en casa de permiso de la Infantería de
Marina. También tengo un hermano y hermana menores. No
pude más que sonreír.
—Y más te vale hacer lo suficiente para mí. No te

preocupes por Rori. Ella no come, de todos modos.
—El Señor sabe que esa chica necesita comer —Mami dio
un resoplido exasperado—. ¿Ese novio tuyo vendrá? Tendré
que hacer mas para él. Come tanto como tus hermanos.
Guié la Cherokee a través del tráfico, controlando mis

espejos retrovisores.
—Gary come más que Sean —Mami rió, a sabiendas de que

era verdad, que mi hermano de doce años de edad, podía
comerse a mis cuatro musculosos hermanos mayores—. Sí,
Gary estará allí. —Nota mental: llamar a Gary para
recordárselo—. No querrá perderse tu coddle ni tu postre.
—¿Estás segura, bebé, que no deseas decirme lo que te

molesta? —preguntó.
Suspiré, su pregunta me devolvió de nuevo a la realidad.
—El día está empezando a ponerse difícil —Por supuesto

que no podía hablarle de Randolph. Era por la seguridad de mi
familia y de mis amigos que yo mantenía la ilusión de que era
intérprete. No sólo RED me exigía que mantuviera mi carrera
en secreto, de ninguna maldita manera iba a ponerlos en
peligro.


Las únicas excepciones que lo sabían, eran uno de mis
hermanos mayores, Zane, y mi mejor amiga, Georgina,
quienes trabajaban para RED, también.
Mamá era una madre sin desatinos que había criado siete
hijos y siempre sabía cuando algo estaba ocurriendo.
—No es bueno tener tantos secretos como tú.
—¿Qué secretos? —Intenté muy duro para poner una

sonrisa en mi voz—. ¿Cómo puede alguien mantenerte algo
en secreto? —Ella bufó.
—Te veo el domingo, bebé.
—La cena ya me está llamando —le dije antes de decir que

la amaba y cerrar el teléfono.
Quince minutos después de la llamada telefónica de Oxford,

dirigía el Jeep, mi vehículo personal, hacia el garaje de RED.
Pisé los frenos más fuerte de lo que debía y me eché hacia
atrás y hacia adelante en mi asiento, mientras tomaba mi
lugar en el espacio entre mi Trailblazer color azul oscuro para
asuntos del gobierno y el Mercedes deportivo rojo.
La Trailblazer estaba registrada bajo uno de mis nombres

encubiertos, Alexi McGrath. En el segundo en que me metía
en la Trailblazer color azul oscuro, llevaba la identificación
McGrath. Lo usaba cuando iba de incógnito a un ambiente
sórdido.
Cuando trepaba al Mercedes de color rojo, era Alexi Adams,
una mujer de sociedad con un montón de dinero y una
influencia que no me importaría tener realmente.
Saldría de incógnito como Adams en tan sólo tres días.

Sería de la joven elite de Boston, de la alta sociedad que


acababa de pasar a ser pervertida. Había hecho mi camino en
un pequeño grupo de jugadores de BDSM que eran
sospechosos de secuestrar y vender mujeres jóvenes.
La idea hizo que todos los músculos de mi cuerpo se

apretaran aún más de lo que ya lo estaban. Niñas y mujeres
vendidas al mejor postor.
Después de que salté y cerré mi Cherokee, mis zapatillas

de deporte golpeaban el suelo de hormigón del
estacionamiento mientras corría la distancia hasta el
ascensor. Me llevaría a la primera planta de un edificio de
cinco pisos que tenía la Compañía de Servicios de Intérpretes,
que era la tapadera de RED.
Mis vaqueros azules desteñidos eran un poco flojos, y

llevaba una camiseta y camisa a juego del mismo tono de
verde que mis ojos. Verde bosque.
Después de salir del ascensor del garaje, pasé por una

serie de puertas. Hice un guiño a la recepcionista de la
Compañía de Servicios de Intérpretes y corrí pasándola hacia
el conjunto de ascensores que subían a los pisos superiores
de RED.
Trabajar para RED era prácticamente un trabajo de

ensueño. Poder sin trámites burocráticos. Después de esos
años de operar bajo el puño de hierro del grupo, utilizar todos
los medios necesarios para llevar a cabo y completar una
operación era el tipo de libertad que se adaptaba a mí.
Demonios, ni siquiera teníamos que hacer todo "según el
manual."
Una vez que pasé por la recepcionista, me dirigí a los

ascensores que me llevarían desde el vestíbulo a las plantas


superiores. Puse mi mano sobre el escáner de huella digital y
casi de inmediato las puertas del ascensor se abrieron.
Me llegó el olor del ambientador genérico cuando entré al

ascensor y la puerta se cerró detrás de mí. ¿Qué había ido tan
mal? ¿Cómo podría Randolph estar muerta? Veía los números
digitales parpadear mientras que dejaba que los dedos de mi
mano izquierda golpearan a un ritmo constante contra mi
pierna.
Segundo piso: tráfico de estupefacientes y armas, junto

con armas de destrucción masiva. Tercer piso: robo de
tecnología. Cuarto piso: actividad terrorista y crimen
organizado. Y finalmente llegamos a mi piso, la trata de
personas y crímenes sexuales. Salí del ascensor y por encima
de una pasarela de mosaico negro, al centro de control de
cromo y cristal. Inmediatamente una ola de aire climatizado
voló del ambientador genérico y me golpeó con los olores de
la tecnología. Ese olor casi indefinible de plástico, cableado,
electrónica.
El resplandor azul de las incontables pantallas y monitores

del Comando Central, se reflejaba por debajo de la pasarela,
en el cristal brillante y las superficies cromadas.
Delante de mí, las escaleras conducían a Control de Comando,
un área diseñada con la más alta tecnología disponible y
tecnología que nadie fuera de RED sabía siquiera que existía.
Dentro del CC había múltiples Centros de Equipos para cada
operación actualmente en marcha, incluyendo la Operación
Cenicienta.
A mi izquierda los mosaicos pasaban a las oficinas vidriadas

para todo el equipo de Supervisores. No muy lejos por esa
línea de vidrio y cromo estaba la espaciosa oficina de nuestra


Agente Especial Adjunta al Cargo, nuestra jefa, Karen Oxford.
La mujer a quien le debía la vida.
El Agente Especial al Cargo Carter, el hombre que era

responsable en última instancia de cada operación en cada
piso de RED, estaba jugando al solitario en su computadora,
en el piso de administración detrás de esas paredes de cristal
con cortinas.
No es broma. Nuestro Agente Especial al Cargo, pensaba

que estaba por encima de nosotros de todos modos, y dejaba
que la jefa de cada departamento manejara el "trabajo sucio",
mientras estaba sentado aplastando el culo y recibiendo
felicitaciones por nuestras victorias. Miré a mi derecha,
donde una puerta de la sala de conferencias a punto de
cerrarse me llamó la atención. Sólo tuve un vistazo, pero un
hombre muy alto cerró la puerta tras él. Sin duda una espalda
y un culo apretado que nunca había visto por allí antes.
Nosotros los agentes, estamos entrenados para observar
todo. A lo largo de la misma pared estaban las puertas de
varias salas de conferencias privadas. Las puertas rompían el
flujo de granito negro y liso. No había paredes de cristal allí.
Tragué saliva. La sala de conferencias Uno enseguida se

estaría llenando de otros Supervisores de Equipo y yo
necesitaba ser informada por Oxford en primer lugar. Cada
paso que daba era como vadear a través de alguna especie de
niebla surrealista. El consistente aire fresco se sentía caliente
y me quemaba la piel. Trataba de averiguar qué había salido
mal con Randolph y la operación, mientras caminaba pasando
por una oficina con paredes de vidrio tras otra, cada oficina
perteneciente a un Supervisor de Equipo. La de Lee, la de
Taylor, la mía, una oficina vacía, la de Kartchner, la de
Martínez, la de Armistead, la de Blomstein.


La de Oxford.
Darlene, la demasiado seria asistente de Oxford con su

mal corte de pelo tipo tazón, echó un vistazo fuera del
monitor de su ordenador y me miró por encima de la parte
superior de sus gafas cuadradas con borde de plástico negro.
Yo había estado en la oficina de Oxford un par de veces por
no seguir el protocolo, y Darlene siempre había dejado claro
que no me aprobaba.
Así que había hecho un par de declaraciones sabelotodo a

Darlene en el pasado. Tal vez ese chiste sobre su corte de
pelo-ensaladera, dándole un aspecto de John Lennon, no
había sido realmente una muy buena idea. Pero, ¿eso me
hacía tan mala?
Darlene me dio la misma mirada de cara-tiesa que siempre

me daba y puse en duda que supiera acerca de Randolph
todavía. Primero Oxford me haría hacer el anuncio a los
agentes. A Darlene le había gustado Randolph. A todo el
mundo le había gustado. Darlene hizo un gesto hacia la
puerta de Oxford.
—Te quiere dentro de inmediato —dijo antes de regresar a

su computadora, y de nuevo a fingir que yo no existía.
Me metí en la oficina y cerré la puerta detrás de mí. Su

oficina con paredes vidriadas estaban por encima del
Comando Central, donde abajo, sus agentes se desplazaban
al igual que abejas obreras en la colmena. Ninguno de ellos
estaba al corriente de que una agente había sido asesinada.
La lámpara de mesa de Oxford proyectaba un brillo en su

piel que era tan suave como la seda bronceada. Sólo las
líneas finas en las esquinas de sus ojos delataban el hecho de


que ya no estaba en sus treinta años y tenía la experiencia
para acompañar los cuarenta y tantos años.
Por lo general, seguía un protocolo determinado con mi

jefa. Esperaba hasta que me invitaba a sentarme, no siempre
lo hacía. Y la dejaba hablar primero.
No esta vez. Estaba enojada. Lo había estado desde que

recibí su llamada. No esperé una invitación y me senté en
una de las sillas de respaldo bajo delante de su escritorio, mi
columna vertebral estaba recta y rígida. Me tomó un
momento darme cuenta de que estaba agarrando el
apoyabrazos con tanta fuerza que mis dedos se clavaban en
el cuero negro.
—Cuéntamelo todo —le dije.
Los ojos oscuros de Oxford encontraron los míos. Ojos

profesionales, sin emociones.
—La organización que es tu objetivo la capturó —Una

sensación de malestar cuajó en mi vientre y quise apretar
fuerte mis brazos alrededor de mi cintura. Era de Randolph,
una de mis agentes, de la que estábamos hablando.
—La Policía de Boston la encontró flotando en el puerto

esta mañana temprano, —continuó Oxford—. La identificación
de incógnito de Randolph se metió en nuestra red al momento
en que un agente transmitió la información e intervinimos. Un
examen expeditivo mostró que fue violada antes de que le
cortaran la garganta.
Me pellizqué el puente de la nariz con el pulgar y el índice.
—Cristo —Levanté la cabeza—. No debería haberle

permitido hacer esta última operación.


—Nunca replantees tus decisiones, Steele —Oxford sostenía
una pluma en la mano izquierda, pero como de costumbre, no
hizo ningún movimiento agitado o nervioso. Había un
anotador en su escritorio, con notas garabateadas a mano
con una letra peor que la de cualquier médico—. Los demás
Supervisores de Equipo deben estar esperándote ahora.
Todos los recursos disponibles son tuyos para capturar a los
asesinos de la agente Randolph —La voz y los ojos de Oxford
se volvieron duros y ahora me daba cuenta de lo enfadada
que estaba—. Atrapa a esos hijos de puta y trata con ellos
utilizando cualquier medio necesario.
Cualquier policía o soldado lo tomaba muy en serio cuando

uno de ellos les era arrebatado. Todo el mundo en mi equipo
acababa de recibir un inmenso montón de motivación para
atrapar a esos hijos de puta. Y a mí me gustaría verlo
personalmente.
Oxford volvió a tomar notas y supe que eso era lo mismo

que despedirme. Me levanté de la silla y salí de la oficina de
Oxford.
Cuando llegué a la Sala de Conferencias Uno, me contuve

de aporrear la puerta para abrirla. Entré y dejé deslizar la
puerta detrás de mí con un casi imperceptible chasquido. Me
paré detrás de la silla a la cabecera de la mesa y
frente a los otros seis Supervisores de Equipo. El séptimo
Supervisor acababa de mudarse a otra sede de RED, en San
Francisco.
Me costó todo mi esfuerzo contener las emociones. La

única cosa que dejé traslucir fue la furia que me quemaba.
Apoyé las manos en las caderas, empujando a un lado la
camisa que llevaba encima de mi camiseta. Acerqué mi mano


derecha al lado de mi Glock y mi mano izquierda al lado de mi
teléfono celular de RED y mi celular personal.
—La Agente Stacy Randolph ha sido asesinada —Me

encontré con cada una de sus conmocionadas miradas—. La
operación ha salido mal y los asesinos la han violado y le han
cortado la garganta antes de tirarla al puerto.
Randolph había sido valiente, decidida, amable, y con los

pies en la tierra. No creo que ella tuviera un solo enemigo en
nuestra división. En ninguna parte de RED por lo que sabía.
—Vamos a atrapar a esos hijos de puta y vamos a acabar

con ellos —dije con un gruñido definitivo en mi voz—.
Después de que hayamos castrado a todos y cada uno de los
hijos de puta en esa operación —Cuando terminé, mis
compañeros supervisores expresaban una rabia que casi
igualaba la mía. Después, Martínez, Taylor, Blomstein,
Kartchner, Lee, y Armistead, todos desfilaron ante mí. Cada
expresión mostraba ira y determinación. Podía apostar que
los hijos de puta que habían matado a Randolph serían
historia. La siguiente parte fue más difícil, ya que cada uno de
nosotros tuvo que ir con sus equipos individuales y darles la
noticia.
Después de bajar las escaleras hacia el CC, siguiendo a los

otros Supervisores, me dirigí al Centro de Equipo de la
Operación Cenicienta. Yo había organizado la operación desde
el principio.
El zumbido constante de las voces y la tecnología era

generalmente un ruido blanco, pero ahora los sonidos se
añadían a los rumores y la neblina de la ira en mi cabeza.
Miré alrededor del CC y vi a los otros Supervisores llegar a
sus equipos al mismo tiempo que alcanzaba el mío.


—Escuchad —dije, levantando la voz lo suficiente como
para que todos en mi equipo me pudieran oír. Mis tres
agentes principales, David Takamoto, Rick Smithe, y Marti
Jensen me miraron por encima de sus hombros. Habían
estado estudiando una serie de monitores en una pantalla
plana gigante. Todos los agentes de Comunicaciones dejaron
lo que estaban haciendo y me prestaron toda su atención. Mi
piel se erizó mientras todo el CC quedaba en silencio, al
mismo tiempo. Sin ruido blanco. Sólo el zumbido de la
tecnología. El aire crujió, como si todos y cada uno de ellos
instantáneamente supiera que algo malo había pasado.
Yo estaba de pie junto a los líderes de mi equipo y me

encontré con los ojos de cada miembro mientras hablaba para
el grupo. Estos hombres y mujeres habían trabajado en
estrecha colaboración con Randolph. Una gran cantidad de
ellos eran sus amigos.
Mi garganta trabajó mientras tragaba. No podía representar

por completo a la independiente, fría, Supervisora de Equipo.
Todavía estaba tan enfadada que casi no podía ver bien.
—La Agente Stacy Randolph... —tragué saliva otra vez—

…ha sido asesinada mientras estaba encubierta.
El silencio de asombro en el CC duró sólo cinco segundos.

Entonces fue como si el CC todo ardiera con una ola de calor
furioso. Las voces llenaron el centro, voces llenas de rabia y
promesas de venganza.
Todo el mundo estaría fuera buscando sangre para derrotar

a los asesinos de Randolph. Todos los agentes eran
profesionales, pero alguna de mi gente no pudo evitar las
lágrimas que llenaron sus ojos y corrieron por sus mejillas,


incluso mientas trataban de mantener expresiones
compuestas.
Cuando mi equipo se calmó un poco, dije:
—Se nos han dado tantos recursos como necesitemos de la

cantidad de equipos que podamos utilizar en esta operación
para encontrar a los asesinos de Randolph. Y para capturar a
los esclavistas al mismo tiempo —me pasé la mano por la
cabeza, sin duda, haciendo de mi pelo oscuro un desastre—.
Está bien. La mejor cosa por hacer es ir a esto con un cañón
en cada mano —les dije. —Despedazarlos.
Los agentes de Comunicaciones volvieron a trabajar y me

di cuenta de un nuevo fervor en su trabajo. Cada agente,
utilizaba los sistemas informáticos mientras monitorizaban la
actividad en las salas de chat y tableros de mensajes de
Internet, correo electrónico y líneas de teléfono. Las palabras
clave eran programadas en los servidores, y tan pronto como
una coincidencia apareciera obtendríamos una copia, una
grabación, un vídeo o una instantánea para revisar. Cualquier
combinación de ciertas palabras, especialmente aquellas con
"sexo" y "esclava" enviaría un alerta. Esclavo. Sexo esclavo.
Subasta. Boston. Discotecas. Aquellos eran sólo algunas de
las palabras que habíamos colocado como claves. Habíamos
incluido clubes nocturnos específicos, y los nombres y
apellidos de las chicas que habían sido tomadas, mientras
estaban en esos establecimientos. Por lo general, no
obteníamos nada porque los tipos malos eran lo
suficientemente inteligentes como para no utilizar una jerga
tan obvia, pero a veces teníamos una coincidencia.


Ya teníamos el nombre encubierto de Randolph en la base
de datos, así como el de Deseronto, por lo que sabríamos si
tuviéramos un éxito allí también.
Takamoto me llamó la atención cuando dijo:
—Hemos cometido errores, Steele. Las chicas se han ido.
—¿Qué? —La habitación casi se hizo eco de mi grito—. ¿Se

han ido?
¡Maldita sea! ¿Cómo diablos habíamos metido la pata lo

suficiente como para perder el movimiento de las chicas y no
atrapar a los hijos de puta que las mantenían?
Una nueva explosión de calor me quemó atravesándome al

pensar que íbamos a dejar a los hijos de puta escapar con las
chicas subastadas. Habríamos hecho cualquier cosa para
evitarlo si solo hubiéramos encontrado su ubicación lo
suficientemente rápido. Habíamos estado muy
condenadamente cerca de descubrir sus posiciones.
Tal vez incluso podríamos haber salvado a Randolph. Juré

reventar a todos los hijos de puta que secuestraban y
subastaban a las chicas como esclavas sexuales.
Eché un vistazo a la pantalla con cerca de una docena de

monitores.
—Teníamos información sólida. ¿Cómo podrían los

esclavistas simplemente haber salido con más de una docena
de chicas, mientras estaban bajo nuestra vigilancia?
Smithe se frotó la parte de atrás de su rubio cabello corto

con una expresión incómoda en su rostro.


—Al parecer, nuestra inteligencia era mala. Ellos estaban
alimentando a Randolph con información equivocada desde el
principio, que se vincula con lo que le ha pasado. Parece que
saltó demasiado rápido.
Probablemente, porque estaba lista para hacerlo.
—Cristo —Acomodé las manos en mis caderas y miré por

un momento los paneles blancos del techo antes de volver la
mirada hacia Takamoto, Jensen y Smithe—. Quiero que los
tres a recopiléis la información que podáis de vuestros
soplones —me volví a Takamoto—. Chancy Yeager es nuestra
mejor agente. Esta tarde quiero todo lo que Yeager pueda
dar, y lo quiero sobre mi mesa a más tardar a las seis.
Yeager era quien nos había conseguido dos pases para el

club exclusivo donde yo iría de incógnito el sábado con el
Agente Perry.
Takamoto era bueno dominando sus expresiones y sus

emociones. Hizo una breve inclinación de cabeza.
—Ya lo tienes, Steele.
Takamoto salió de la CC mientras me volvía a Smithe. Por

supuesto, ya que era de seis a siete centímetros más baja
que él, tenía que mirar hacia arriba para darle órdenes.
Smithe a veces era un imbécil y creo que no le gustaba recibir
órdenes mías. Pero tenía que admitir que era un buen agente.
Les hice un gesto a los agentes de Comunicaciones y
Computadoras.
—Smithe, te quiero a ti y a tu equipo para ampliar las

búsquedas. Usa todos los recursos de otros equipos, tantos
como sean necesarios —Antes de seguir, tomé un buen
vistazo de las cámaras de video—. Fotografía y graba vídeo


de todo el mundo que entra y sale de los clubes donde
Randolph trabajó. Identifica a cada uno de los clientes. No me
importa si tienen antecedentes penales o no. Vamos mas
profundo —endurecí la mirada—. Quiero los registros
financieros de los clubes. Averigua quién posee cada uno de
esos malditos clubes, el ingreso anual, los registros de
impuestos. Sólo coged a alguien en cada club. Tenemos carta
blanca, por lo que conseguidme toda la información sobre sus
unidades de disco duro. Cueste lo que cueste.
Otras Agencias tenían que garantizar cada maldita cosa.
Como he dicho, podríamos salirnos con más de lo que

esperábamos.
Smithe asintió con la cabeza y se alejó sin decir palabra.

Jensen era sólo un par de pulgadas más alto que yo, cuando
no llevaba tacones. Le dije:
—Voy a necesitar ayuda para revisar todos los informes de

Randolph mientras que estaba de incógnito, conversaciones
grabadas, fotografías, vídeos. Consígueme la Inteligencia de
aquellos de los que Randolph sospechaba, que jerarquía era la
que Randolph estaba investigando. Usa todos los recursos que
necesites.
Jensen hizo una breve inclinación de cabeza.
—Hecho.
Exhalé fuerte.
—Estaré en mi oficina.


CAPÍTULO 4
Salida del Infierno
27 de Marzo
Miércoles, última hora de la mañana
Apenas impedí que la puerta de mi oficina diese un portazo

cuando se cerró detrás de mí. La luz de color azul del CC
iluminaba la habitación a través del muro de cristal.
Las persianas estaban subidas, pero necesitaba privacidad.

Pulsé un botón en mi escritorio y las persianas zumbaron
mientras corrían por el riel, hasta que se cerraron
bloqueándolo todo.
Había traído mi saco de boxeo al Cuartel General y lo puse

en mi oficina cuando ascendí a Supervisora Sénior y a
Supervisora de Equipos hacía seis meses. Todo el mundo sabe
que libero mi estrés con el saco de boxeo y muchas veces
otros agentes lo habían usado. Ahora era un buen momento
para estar con el saco. Me quité la camisa y la arrojé en un
rincón, quedándome simplemente con la camiseta. Con las
manos desnudas pegué un puñetazo en el saco.
Golpeé el saco más y más duro, cada vez más rápido. No

sentía ningún dolor, ninguna pesadez, sólo insensibilidad e
ira.
¿Se habría encontrado Randolph con algo esencial? Era

normal que un agente RED, encontrara una prueba crucial
que fácilmente podría desaparecer si no se aprovechaba


inmediatamente. Ella podría haber estado tratando de
descargar información de un disco duro o haciendo fotos de
documentos importantes.
El sudor empezó a caerme en la frente mientras seguía

golpeando el saco.
Cuando los agentes RED, estaban en una situación de la

que no podían salir, volvían después de conseguir una orden
judicial. Me pregunto si eso era lo que había pasado con
Randolph. Si la habían sorprendido cogiendo pruebas.
Golpeé el puño de nuevo contra el saco, sintiendo la

quemazón del golpe llegar hasta el hombro.
Golpear el saco. Otra vez. Otra vez.
Por un momento vi las caras de los hombres que me habían

molido a golpes en esa cárcel cubana, unos miembros
excepcionalmente corruptos de la Policía Nacional
Revolucionaria, PNR, cuando trataban de conseguir que les
dijera para quién trabajaba cuando maté a su jefe.
Hablo nueve idiomas y entendí cada palabra cuando dijeron

que la violación sería lo siguiente.
Uno de los cuatro hombres dijo que una americana en el

mercado de esclavas del sexo aportaría muy buen dinero. El
hombre se rió y salió de la celda, después de decirles a los
otros tres que volvería pronto.
Más duro, más duro, golpeé el saco de manera que el

fuerte dolor comenzó a adormecer mis brazos.
Todavía puedo oler el sudor de los tres hombres, el hedor

de la orina en la celda, puedo sentir la dureza de la silla en la
que me habían sentado antes de empezar a golpear mi cara y


mi cuerpo con sus puños. Me ataron las muñecas en la
espalda y no me dejaban recuperar el aliento entre golpe y
golpe.
El hedor del aliento del primer hombre estaba caliente en

mi cara cuando se acercó a mí y empezó a desabrochar sus
pantalones mientras le decía a los otros que cortaran mi ropa.
Se agarró a la parte superior del respaldo, saco su pene, y
poco a poco lo acarició, mirándome de reojo cuando los otros
hombre se dirigían a mi.
De ninguna-puta-manera.
Agarré el borde inferior del asiento con las manos

cruzadas. Cuando el hijo de puta se acercó lo suficiente,
agarré el asiento haciendo palanca con los dedos, abrí las
piernas y apreté su cuello con mis muslos. Un rápido apretón
y un giro y el cuello del hijo de puta se rompió.
Me retorcí fuera de la silla, evitando el cuerpo ya muerto

cuando se derrumbó sobre la madera, destrozando la silla
bajo su peso.
Antes de que los otros se dieran cuenta de lo que había

pasado, yo estaba en el suelo junto al cadáver sacando el
arma de su funda con mis manos atadas a la espalda,
alejándome.
Los gritos llenaron la celda. Los disparos resonaban en el

reducido espacio mientras apretaba el gatillo y disparaba en
dirección a los hombres, aún con las manos atadas.
Si pudiera crear el suficiente revuelo para conseguir que se

separasen, entonces podría tener la oportunidad de
escaparme.


Seguí girándome, moviéndome, disparando.
Uno de mis descontrolados tiros dio en el blanco. El hombre

más gordo era el que había caído y gritaba. La sangre ya
empapaba su pecho cuando miré por encima de mi hombro y
le vi intentando llegar hasta mis pies.
Un escalofriante clic sonó al lado de mi cabeza. Me quedé

completamente inmóvil. Uno de los hombres que quedaba en
la celda estaba presionando el cañón de una pistola sobre mi
oreja.
—¡Maldita puta!— dijo el hombre en inglés.
—No en esta vida —le gruñí justo antes de agacharme y

meterle mi pie entre los suyos. No tuvo oportunidad de
exclamar ningún sonido de sorpresa antes que empujara mi
pie y él cayera al suelo. Sobre su espalda. Mi columna se
quedó helada cuando una bala rozó mi oreja izquierda cuando
me disparó desde donde estaba en el suelo. Su cara tenía un
color rojo oscuro, el sudor chorreaba por ella y levantó el
arma otra vez.
Levanté la pierna y pateé la pistola en su mano. Gritó y me

agarró el tobillo. Casi me caí al perder el equilibrio ya que mis
manos todavía estaban atadas a la espalda. Conseguí fijar mis
pies en el suelo de cemento. Levanté una de mis botas y la
hundí todo lo que pude en la laringe del hombre.
Su grito se elevó con un gorgoteo de sangre y me miró

como si estuviera mirando la cara de la muerte.
Y lo estaba haciendo. Un golpe más con la bota y se calló al

instante, su cabeza quedó torcida en un extraño ángulo.


El hombre al que había disparado estaba en el suelo de la
celda jadeando y resollando junto con los dos cadáveres.
Mantuve mis ojos en él mientras me arrodillaba junto al
hombre al que acababa de matar. El arma hizo ruido cuando
la dejé para tratar de sacar el cuchillo del cinturón del
muerto.
Miré hacia la puerta de la celda. El cuarto hombre…

¿realmente se había ido como había dicho?, seguro como el
infierno que así lo esperaba.
Mis dedos temblaban y me di cuenta que esos temblores en

las extremidades era la adrenalina atravesándome. Mantuve
mi atención en el hombre moribundo de la habitación, ya que
finalmente conseguí liberar la navaja. Lo miré para detectar
cualquier señal de que tuviera un arma al mismo tiempo que
cortaba las cuerdas de mis muñecas.
La cuerda cayó. Me lancé a mis pies y cogí el arma ya con

mi mano libre. Giré la muñeca y lancé el cuchillo. Dio tres
vueltas antes de caer de punta y clavarse en la frente del
moribundo. Se relajó, mirándome con los ojos vidriosos, el
cuchillo sobresaliendo por encima de sus ojos.
¿Volvería pronto el oficial de la PNR? Mi mochila. ¿Donde

habían puesto mi mochila? Todo lo que necesitaba estaba en
ella, si no la habían saqueado. Mi intento de fuga había
aumentado a unos diez minutos, pero con todos los disparos,
gritos y otros ruidos, si alguien más estaba en la pequeña
prisión, estarían sobre mí enseguida.
Cogí la pistola del último hombre que había matado, la

guardé en la cintura de mis pantalones y me puse la camisa
por encima para taparla. Mientras corría a través de la cárcel,
encontré mi mochila sobre la mesa de una cutre oficina,


gracias a Dios, su contenido estaba intacto y parecía que era
seguro. Probablemente no habían tenido tiempo de mirar. Al
parecer habían estado muy ocupados conmigo.
Me asomé por la puerta delantera y me aseguré que todo

estuviese despejado. No había señales del primer hombre o
de cualquier otro con uniforme. Salí de la apestosa cárcel y
saludé al sol de esa cuidad cubana.
Hombres y mujeres e incluso los niños me miraban

mientras me evitaban por la calle. Sentí calor sobre mi cara y
me pasé la mano por la mejilla. La sangre manchaba mi piel
cuando me miré la mano. Mierda. Necesitaba limpiarme e
irme cagando hostias de allí. Había un coche de alquiler cerca,
pero seguramente me pararían si conseguían verme. Por no
mencionar que sería un poco llamativo intentar subir a un
avión con ese aspecto. Notaba la mandíbula magullada e
hinchada y me dolía cuando apretaba los dientes. Mi camisa
blanca estaba sucia y desgarrada en algunos lugares y mis
pantalones cargo grises no estaban mucho mejor.
Simplemente por ser vista por civiles ya estaba dejando un
rastro. Fui de un lado a otro de la calle hasta que encontré un
destartalado hotel y me registré. El hombre bajito, con el pelo
negro con canas no dijo nada cuando le di lo que
seguramente era el doble de la tarifa normal. La sospecha en
sus ojos era afilada cuando cogió la llave para dármela. Esto
no iba a funcionar. Probablemente llamaría a la PNR en
cuanto me marchase.
Aún así cogí la llave, pero me fui atravesando el hotel, por

la parte de atrás al otro lado de la calle. Fui a dos hoteles más
hasta llegar a uno con un niño en la recepción. Una vez más,
pague el doble de la tarifa, sólo que esta vez me fui a la
habitación y me di prisa en limpiarme. Tenía algunas cosas de


primeros auxilios en la mochila y los usé para limpiarme la
herida encima de la ceja y el corte de la mejilla. Tan rápido
como pude, usé toallitas desinfectantes para que no se me
infectasen los cortes. Acababa de quitarme la ropa rota
cuando oí el sonido del móvil que estaba en la mochila. Me
quedé parada. Cuando llevo el teléfono en una misión siempre
lo mantengo en vibración o en silencio. En este momento
estaba sonando y yo no había sido quien lo había puesto así.
Por un instante me quedé mirando la mochila. Las únicas

personas que tenían el número eran los agentes de FAS. Dejó
de sonar. Corrí a la mochila y saqué el teléfono mirando en la
pantalla la llamada entrante. Desconocido.
Eso era lo que siempre había aparecido cuando alguien de

FAS trataba de conseguir algo de mí. Uno de los cubanos
debía de haber estado jodiendo con mi teléfono. Volvió a
sonar. Me quedé mirando la pantalla iluminada. No quería
responder. No quería saber lo que pedirían ahora. Apreté los
dientes y al instante lo lamenté, ya que una ráfaga de dolor
fue desde mi mandíbula hasta mis sienes. Cabrones FAS.
Cogí el teléfono.
—Redbird— dije en un duro tono.
—Alexi Steele —dijo una voz de mujer, provocando de

inmediato un shock en mí. Ninguno de mis agentes era
femenino y nunca nadie me llamaba por mi verdadero
nombre. La mujer siguió—. Si no quiere ser asesinada en esa
habitación de hotel, le sugiero que salga en los próximos tres
minutos —Mi piel desnuda se heló.
—¿Quién es?


—Si consigue salir viva de ahí, tengo una propuesta para
usted.
—Qué…
La mujer me dio una dirección en la calle Portland, en

Boston, no muy lejos de mi casa en Southie.
—Creo que tendrá un mínimo de dos minutos antes de que

tenga compañía.
Colgó antes de que tuviera tiempo de contestar. La parte

de “dos minutos” hizo clic por primera vez desde que cerré el
teléfono.
Maldije y tiré el móvil en la mochila, cogí un par de

pantalones cargo limpios y una camiseta sin mangas. Metí la
“pistola prestada” en la mochila junto con mis armas. Dejé la
ropa usada y el resto del desastre. No tenía tiempo para
limpiarlo.
Después de colgarme la mochila, salí de la habitación. Me

dirigí a la parte trasera y fui por el lado del edificio desde
donde veía la calle. A cierta distancia dos jeeps del PNR
estaban en un camino de tierra.
Mierda. Debía de haber sido el cuarto gilipollas que me

había localizado.
Tener el pelo oscuro como los lugareños, así como no ser

muy alta, no más de la media, incluso con tacones, me hizo
más fácil mezclarme con la gente y no ser vista. No estar
ensangrentada era de gran ayuda.
Mientras caminaba por la abarrotada calle, estaba en alerta

máxima, mis sentidos pendientes de todo, incluyendo posibles
rutas de escape.


¿Quién era esa mujer y como demonios había sabido lo que
pasaba allí? y ¿Cómo sabía sobre mí?
Al día siguiente entré en el edificio de la calle de Portland y

fui introducida en el mundo de RED por Karen Oxford.
Mi cuerpo estaba sudando y mis brazos eran como de

goma. Apoyé la cabeza contra mi brazo en el saco. Oxford
había sido tan severa e imponente entonces como lo era
ahora. Algo en ella me hacía sentir como si necesitase
atención. Como un superior que estaba al frente de las
Fuerzas Especiales del Ejército. Antes de que yo la jodiese.
Cogí una toalla del armario de la parte trasera de mi oficina,
cerca de la esquina donde mi camisa estaba tirada. Siempre
tengo ropa de repuesto en la oficina, elegante e informal en
caso de que sea necesario para un trabajo encubierto, por lo
que tenía un montón de cosas que ponerme.
Me sequé la cara, el cuello y la nuca por debajo del pelo.
En el momento en que conocí a Oxford, cada matiz suyo se

grabó en mi mente.
—Te he estado observando desde hace algún tiempo,

siempre hay un agente RED siguiendo tu rastro —había dicho
ella y mi piel se erizó. Ella dio unos golpecitos a una carpeta
que estaba sobre la mesa con su dedo índice—. Francotirador
de las Fuerzas Especiales, antes de que cometieses un
tremendo error y fueses juzgada en un consejo de guerra. A
continuación una organización que ni siquiera puedo nombrar
te enganchó. Obligada a trabajar para esa organización donde
eras obligada a asesinar a quien ellos te dijeran. Te enviaban


de país en país y nunca te decían por qué te ordenaban matar
a esos hombres y mujeres. No existe un límite y no tienes
salida. Mantienen la misma amenaza sobre ti como una soga.
Estaba sentada, aturdida, mientras ella ponía toda mi vida

laboral sobre la mesa.
—Estoy preparada para ofrecerte una salida, Alexi.
Entonces Karen Oxford salvó mi vida.
RED tenía mi billete para salir del infierno.
Caminé hacia mi escritorio y me dejé caer en la silla. Las

ruedas hicieron ruido cuando chocaron con la alfombra
delante de mi escritorio. El algodón de la toalla era suave
mientras seguía secándome.
Algunas fotos de mis hermanos, hermanas y de mis padres,

estaban en mi escritorio negro y cromo, al lado de una
lámpara también de cromo, la pantalla del ordenador y una
carpeta color manila abierta con la Operación Cenicienta.
Mi desnuda oficina solamente mostraba el tiempo que

había tardado en hacerla “acogedora”, desde que había sido
ascendida. Apoyé mis codos en la mesa y me froté las sienes
con los dedos.
Randolph no había salido. De hecho, sus últimos momentos

no habían sido sino el infierno. No importaba lo que Oxford
dijera, no podía dejar de sentir que era mi culpa.
Apreté los talones de mis manos en la frente. Ir de

incógnito en el mundo de Randolph era mi siguiente paso.


Un paso que estaba más que dispuesta a dar, para igualar
la balanza no sólo por las mujeres subastadas, sino por la
agente Randolph, quien no había merecido su destino.


CAPÍTULO 5
Nick
27 de Marzo
Miércoles por la noche
Nick observó a la mujer que estaba de rodillas en una

posición de sumisión de espaldas a él. Su culo desnudo
estaba elevado, con las muñecas atadas a su espalda y la
cara puesta de lado contra el suelo de pizarra de la
mazmorra.
Las lágrimas caían de los ojos de Nandra, el rímel corría

por sus mejillas. Mordía la pelota de la mordaza, gimiendo de
placer.
Antes de girarse, le frotó la mano sobre la piel caliente

mientras examinaba su obra. Su piel era de un color rosa
brillante en todos los lugares donde la había azotado con la
paleta de cuero.
Duro, como ella siempre quería. Con Nandra, cuanto más

la castigaba más intenso era su orgasmo. Volvió a gemir y
empujó hacia atrás para que su culo estuviese más alto, lo
que le indicó lo cerca que estaba del orgasmo. Quería más y
lo quería ahora.
Nick le dio un fuerte manotazo en la nalga izquierda. Todo

el cuerpo de Nandra se sacudió cuando su clímax llegó y la
hizo colapsar en el suelo. No había ninguna duda de que el
sonido que estaba haciendo detrás de la mordaza era un grito


de intenso placer mientras se retorcía en el suelo de pizarra.
Él se fue hacia el lavabo y se lavó las manos, mientras que
Nandra gemía detrás de la mordaza. Cuando la miró por
encima de sus hombros, ella lo miraba con clara adoración.
Ella era una buena sumisa, una buena experiencia para lo

que tenía que hacer dentro de un par de días. Gracias a la
tutela del Maestro Richardson durante las últimas semanas,
Nick dominaba ahora la mayoría de castigos BDSM,
incluyendo el convertirse en un experto con el látigo.
Era hora de que Nandra se fuese. No iba a estar contenta,

pero él estaba de incógnito.
Y Nick tendría a la deliciosa Alexi Steele para mantenerlo

ocupado.


CAPÍTULO 6
Nadie se mete conmigo
27 de marzo
La madrugada del miércoles por la noche
Sus cuerpos se movían juntos, sudorosos, sensuales y

calientes. Los músculos de su espalda se flexionaban
mientras lentamente deslizaba su erección dentro y fuera de
la mujer. Los pechos de la rubia eran grandes, los pezones
duros picos. Ella gemía cada vez que su torso rozaba sus
pechos, y se quedaba sin aliento cuando bombeaba dentro y
fuera de ella.
El olor a sexo era fuerte y su mirada se centró

exclusivamente en el rostro de la mujer mientras ella
inclinaba la cabeza hacia atrás y gemía cada vez más fuerte.
Podría haber sido verdaderamente excitante de ver. Si no

fueran mi novio con otra mujer. El dolor en el pecho y las
llamas recorriendo mi cuerpo no tenían nada que ver con el
calor entre Gary y la mujer con las largas piernas alrededor
de sus caderas.
—¡Hijo de puta!
Gary levantó la cabeza y la mujer lanzó un grito casi lo

suficientemente fuerte como para romper una de las
lámparas.
—Lexi —La cara de Gary se puso roja directamente frente

a la rubia.


Se levantó de la cama al tiempo que cogía una sábana y la
envolvía alrededor de sus caderas.
—Oh, mierda.
—Ya lo creo “Oh, mierda” —No estaba muy lejos del

armario donde guardaba su bate de béisbol. Todo lo que
tocaba parecía arder en mi mano, desde el pomo de la puerta
del armario al mango de aluminio del bate de béisbol.
—¿Qué demonios estás haciendo? —Cuando vio lo que

estaba sosteniendo, Gary se alejó tan rápido que tropezó con
el borde de la sábana.
Mis dedos dolían por agarrar con fuerza el bate con una
mano mientras golpeteaba la parte más gruesa contra la
palma de la otra.
—Uh, Lexi —Gary logró mantenerse en sus pies—. Cristo,

lo-lo siento.
—Y vas a sentirlo mucho más —Apreté los dientes con

tanta fuerza que probablemente estuve cerca de romperme
un molar mientras me dirigía a la cocina con el bate. El dolor
en mis entrañas creció a medida que su traición golpeaba en
el blanco.
El cajón de los cuchillos chirrió cuando tiré para abrirlo.

Perfecto. Éste podría servir. Apreté el mango de un cuchillo
de carnicero con la mano libre. Ambas armas se sentían
buenas y sólidas mientras la sangre golpeaba en mis sienes y
me enfrenté a Gary.
Se quedó con la boca abierta.
—¿Qué caraj…?


Un grito cortó el resto de su frase. La rubia alta con la que
había estado en la cama, estaba de pie en la puerta del
dormitorio. Al parecer, él quería un polvo con unas piernas
más largas que las mías. Y llevaba su camiseta.
Cuando mi camisa se abrió lo suficiente como para que

pudiera echar un buen vistazo a la Glock enfundada a mi
lado, d.C. un respingo ante su grito. Oh, sí, se había
conseguido una gritona real. Levanté el bate sobre mi
hombro y los ojos de Gary se abrieron aún más cuando
encontré su mirada. Ni siquiera parpadeé.
—Lexi… —Su manzana de Adán se balanceaba mientras

miraba el bate y el cuchillo.
En ese momento yo casi podía sentir la satisfacción de

golpear un Grand Slam con las bolas de Gary. Le di una
sonrisa malévola y miré sus bolas antes de volver a su cara,
que se había vuelto blanca. Él sabía exactamente lo que
estaba pensando. Olvídate de eso. Conocía una mejor manera
de dañar su hombría. Tiré para abrir la puerta de su
apartamento del primer piso lo suficientemente fuerte como
para dañar las bisagras, luego me dirigí a la puerta principal
del edificio de apartamentos de tres pisos. El aire fresco me
dio una bofetada en la cara cuando me dirigí al corto tramo
de escaleras que conducen a la acera de cemento. Cada paso
resonaba mientras corría hacia abajo para la calle.
Me fui directamente a lo que Gary quería más que nada…
Su coche Ford 150, color negro brillante, estacionado

frente a la salida de su apartamento.
Un grupo de vecinos de Gary estaban en los pórticos

traseros, escuchando un partido en la tele y gritándose de un


balcón a otro mientras el juego retumbaba en sus televisores.
Los olores de las palomitas de maíz, perritos calientes y
cerveza, flotaba desde los balcones.
No era probable que nadie pudiera oír lo que yo iba a hacer

con todo ese ruido.
El cuchillo de carnicero se hundió entre la banda de

rodadura del neumático del lado del conductor, con tanta
facilidad como Gary se había ido deslizando en esa rubia que
estaba empezando a conseguir la atención de los vecinos con
sus chillidos.
Me concentré en el coche y traté de no imaginar lo que

acababa de ver. Ese… Ese…
El dolor que se había apoderado de mi pecho en ese

momento, hacía que me doliera el cuerpo entero. Había
confiado en él. Me preocupaba por él. La parte delantera del
neumático del lado del conductor parecía un buen lugar para
dejar el cuchillo de carnicero. “Gary me ha engañado”
martilleaba mi mente, y para el momento en que cogí el bate
de béisbol, estaba prácticamente en llamas otra vez.
—¡Eres… —mi acento sureño se elevó—…un… —alcé el bate

por encima de mi hombro—…hijo…—me acerqué a la puerta
del conductor. —…de puta!
Los vidrios se esparcieron por detrás de mis manos

mientras la ventana del lado del conductor se hacía añicos. Mi
cabello se balanceaba ante mis ojos mientras daba otro buen
movimiento y estrellaba el bate en la puerta. El metal cedió
con un crujido satisfactorio, el impacto reverberó a través de
mis brazos.


El entrenador Pacholewski estaría orgulloso. ¡Qué manera
de usar mis cuatro años como jugadora estrella en el equipo
de béisbol de la escuela!
Entonces, la muerte de Randolph me golpeó de nuevo

como un nuevo golpe. Yo había ido a por consuelo e intimidad
con Gary. Lo había necesitado.
Más rabia, sufrimiento y dolor se centraron en cada

movimiento del bate. Los faros delanteros y luces de niebla
fueron las siguientes mientras volcaba cada gota de dolor en
cada oscilación. El parabrisas sólo se astilló cuando el bate
hizo contacto, pero la ventana de la puerta del pasajero se
hizo añicos por todo el asiento de cuero.
Al igual que un golpe de martillo a mi corazón, la traición

de Gary y la muerte de Randolph me golpearon con tanta
fuerza que mis ojos empezaron a doler.
Ahora no. Ahora no, ahora no, ahora no.
Yo no derramo lágrimas. Yo no lloro.
Si no pude llorar por Randolph, desde luego que no iba a

llorar a causa de Gary.
Maldita sea. La humedad se reunía en las esquinas de mis

ojos y tuve que luchar para evitar que ni una sola lágrima
rodara por mi mejilla.
Maldito Gary.
Poner todo en cada golpe me ayudó a luchar contra el

dolor y dejé salir todo a través del bate.
Ésta fue por Gary.


Ésta fue por Randolph.
Ésta fue por mí.
Algunos de los vecinos de Gary ya se inclinaban sobre la

baranda de sus porches o salían y se paraban en la calle.
Algunos se meaban de risa y se burlaban de Gary, mientras
que un tipo me decía: “A la mierda, eso tiene que doler.”
En este barrio de Boston, nadie interfería… los del Southie

nos mantenemos unidos y no nos metemos con los asuntos
ajenos.
Antes de que pudiera dar otro golpe sobre la puerta del

pasajero, unas manos grandes me agarraron los hombros
desde atrás. Mi corazón dolía cuando me di la vuelta y me
encontré con los ojos azules de Gary.
Llevaba un par de jeans, pero sin zapatos. Quería golpear

su gran pecho descubierto. Gritarle, insultarlo. Gary me
agarró más fuerte por los hombros. Él me había visto derribar
a hombres del doble de mi tamaño en el combate jiu-jitsu,
por lo que estaba arriesgándose demasiado. No importaba
que él fuera un gran culturista. Le podría causar un mundo de
dolor.
—¿Cómo has podido? —Mi voz salió ronca mientras miraba

su apuesto rostro. Un rostro en el que yo había confiado.
—Lo siento —Apretó mis hombros y se veía como el Gary

por el que me había preocupado... antes de ahora—. Iba a
decírtelo, pero no sabía cómo.
Me solté de su agarre. Sentía la garganta como si se

estuviera cerrando.


—No se anda follando por ahí antes de romper una
relación.
—Lo siento…
—Que te jodan, Gary —le hice un gesto a la puerta donde

la rubia había desaparecido—. Mejor aún, vuelve a follar con
ella —No me dejó ir.
—Me has estado alejando, Lex. Cada vez más todo el

tiempo. Hay partes de ti a las que nunca podía llegar, incluso
cuando estábamos juntos.
Por un momento no pude decir nada. El trabajo. El trabajo

que significa el mundo para mí me obligó a mantener
secretos, incluso de Gary.
—Podrías haber hablado conmigo —mi voz era ronca de

rabia y dolor—. Nunca dijiste una palabra.
—Lex.
Yo estaba temblando ahora.
—Stacy Randolph está muerta.
El impacto en su cara era real. Gary pensaba que Randolph

trabajaba para la misma agencia de idiomas que yo, así que
la conocía.
Dejó caer sus manos de mis hombros. Pude ver su deseo

de consolarme, de envolverme en sus brazos.
De ninguna maldita manera.
—Oh, Dios mío, lo siento.
Mucho más dolor quería explotar desde dentro de mí, así

que me alejé de él, me volví y di otro golpe más duro


todavía. Esta vez en la puerta del pasajero. No sé por qué el
crujido del metal fue tan satisfactorio, pero lo fue. El dolor, la
ira, el sufrimiento, la traición, la sorpresa, la culpa. ¿Alguien
podría sentir tantas cosas por dentro y no deshacerse? Alcé la
barbilla y me volví para hacer frente a Gary…
Y me encontré cara a cara con un par de hombres de azul.
Cristo.
El ritmo frenético de mi corazón aumentó mientras miraba

de un rostro severo a otro.
La cárcel no. ¡Oh, Dios!
Uno de los policías observó los daños al coche.
—Debe haberla disgustado bastante —dijo en un fuerte

acento del Southie.
Juré que escuché diversión en su voz.
El otro oficial me condujo los pocos pasos hasta la patrulla

y me obligaron a apoyarme contra ella, de espaldas a él, los
brazos y las piernas separados mientras me apoyaba contra
el coche. Podía oler el jabón que debía haber utilizado en la
ducha, y el olor a tintorería de su uniforme.
Mi ira comenzó a desvanecerse, y en su lugar, una

sensación de derrota hizo que mi cuerpo doliese.
En ese momento quería acurrucarme en una pelota y

desear que eso fuera un sueño. Una pesadilla tan mala como
las que tenía casi todas las noches.
—No voy a presentar cargos —comenzó Gary a decir

cuando las palabras del policía lo cortaron.


—¿Qué demonios? —dijo el policía cuando se encontró con
la Glock en mi cadera, antes de descubrir el cuchillo atado a
mi tobillo—. ¿Tiene usted licencia para llevar armas ocultas?
Oh, mierda. Siempre guardaba mi pistola en la guantera de

mi Cherokee antes de ir a ver a Gary, pero hoy había estado
demasiado distraída.
—No —dije entre dientes, parte de mi ira se consumía en

una realidad fría y dura. Lexi Steele era una intérprete. No
iba a tener permiso para llevar armas—. No tengo.
—Entonces creo que habrá un viaje a la estación para

usted —dijo el policía.
—No voy a poner una denuncia—repitió Gary.
—Está bien —dijo el oficial—. Pero la llevaremos por

posesión de armas ilegales.
Yo ya había estado allí cuando Oxford me encontró. La

gente de pie alrededor o mirando por encima de sus balcones
sólo me conocía por mi nombre real, por supuesto… Había
crecido con muchos de ellos. Para todos los que conocía en la
“vida real”, yo era sólo Lexi Steele. Una pequeña chica dura
que podía hablar nueve idiomas diferentes.
El oficial terminó de cachearme y oí el tintineo de las

esposas. Tiró mis brazos a la espalda antes de que el frío
metal mordiera mi piel.
El oficial comenzó a leerme los derechos Miranda.
Un helado descubrimiento me golpeó.
Realmente iba a ir a la cárcel.
Iban a meterme tras las rejas.


Ahora realmente lo había cagado todo, ¿no?
Cuando me metieron en la parte posterior de la patrulla,

me encontré con los ojos de Gary. Estaban llenos de pesar,
no de ira. Y eso me dolía más que si hubiera estado furioso
conmigo. Miré por la otra ventana del coche y tragué tan duro
que tosí. Todo lo que era conocido, ahora parecía ajeno
mientras los oficiales me llevaban a través del sur de Boston
hacia la estación del Distrito 6 en Broadway.
Al igual que un huevo separado de la yema, lo real fue

separado de lo que no podía ser.
Gary había sido un lugar seguro en mi no-tan-segura vida,

y ahora ya no lo tenía.


CAPÍTULO 7
Nick
28 de marzo
Jueves por la mañana
Nick se pasó la mano por el pelo. Simplemente genial.

Tenía una compañera que al parecer no conocía el significado
de las palabras "bajo perfil".
Apretó los dientes mientras se reclinaba en la silla del

cuarto de vigilancia de su casa. La luz azul de las pantallas de
varios ordenadores era la única iluminación en la sala, lo que
le sentaba muy bien.
Sólo observar un club en particular lo tenía apretando las

manos y listo para hacer agujeros en las paredes. No había
sido del tipo de destruir la propiedad, pero maldita sea, sólo
ver El Castillo de Diamantes le daba ganas de ir a la discoteca
y destrozar el local. Lo deseaba tanto que le picaban las
palmas de las manos.
Ahora tenía una compañera que podría haber cagado las

cosas a menos que RED hubiera conseguido controlar la
situación y mantener lo que había hecho, fuera de los medios
de comunicación. Sintió una oleada de ira frustrada. No
necesitaba esta mierda. No ahora.
Nick se levantó de su silla y se dirigió a su habitación para

cambiarse y ponerse las zapatillas de deporte y pantalones
cortos. Tenía que salir a correr. No sería bueno para nadie si


perdía el control. Estaba demasiado cerca de alcanzar su
objetivo. Y sí, se desharía de cualquiera que se interpusiera
en su camino, pero iba a tratar de asegurarse de que Lexi
Steele estuviera a salvo y fuera del camino. De todas
maneras, ni siquiera ella tendría el poder de detenerlo.


CAPÍTULO 8
Realmente lo he hecho esta vez
28 de marzo
Jueves por la mañana, más tarde.
No manejo bien las frías barras de metal por lo que estaba

más que un poco aliviada cuando una oficial baja, robusta
caminó hasta mi celda.
—Estás de suerte, chica —dijo mientras el bloqueo

traqueteaba y la puerta rodó abriéndose—. Te has conseguido
una tarjeta de 'sal de la cárcel gratis'.
Me alcé sobre mis pies a tiempo para ver a dos hombres

entrar en el pasillo.
Una combinación de alivio y temor me atravesó con duro

ímpetu.
Eran dos de mis propios agentes, Takamoto y Smithe. Esto

era sólo el comienzo de los castigos de Oxford. Dios.
La oficial de policía me guiñó un ojo antes de llevarnos por

un par de corredores.
—Quien iba a pensar —dijo Smithe con una sonrisa— que

acabaríamos rescatando a nuestra Supervisora de Equipo en
la cárcel.
Lo fulminé con la mirada.
—¡Vete al diablo!


Takamoto se echó a reír y también lo fulminé con la
mirada. Había tratado de llamar a Georgina anoche. Pero ella
nunca respondió a su celular y no podía pensar en nadie más
para llamar. No a mi familia. Ni siquiera a mi hermano Zane,
que también era Agente Especial de RED.
Él conocía a Gary y no quería que Zane también terminara

en la cárcel por matar a mi ahora ex novio. No, yo había
tenido que enfrentar la guarida del león y hacer mi llamada a
Oxford.
La oficial nos acompañó a través de una puerta principal a

la comisaría de policía propiamente dicha.
La respiración que tomé se sintió como si acabara de

aspirar una bocanada de aire de primavera en comparación a
la forma en que había olido el lugar que acababa de dejar.
—Tsk —Smithe hizo un chasquido de desaprobación, no iba

a darse por vencido mientras firmaba por las dos armas que
me habían sido quitadas. El cuchillo y la Glock, ambos me
habían salvado la vida en un momento u otro, o habían
terminado la de alguien mas—. Golpear el coche de un tipo a
plena luz del día…sí, eso es bajo perfil. —Apreté los dientes y
le eché a Smithe una mirada más dura.
—Tengo una tarea bastante desagradable en la que estoy

casi lista para poner a alguien. Creo que serías un buen
candidato.
Ah. Eso hizo que se callara. Takamoto parecía que estaba

reteniendo una sonrisa.
No tenía un permiso como parte del trabajo, por lo que

esas armas no volvieron a mis manos hasta que nos metimos
en el transporte que habían traído. Mientras todavía


estábamos en la Estación de Policía, Takamoto me dio la
billetera con mi identificación civil y la metí en el bolsillo de
atrás. Parpadeé cuando entramos a la luz del sol. Mierda. ¿Ya
era casi mediodía? Puesto que no había comido durante tanto
tiempo, estaba mareada, en el límite del agotamiento, herida,
enfadada y llena de tanto dolor que no podía empezar a
pensar con claridad. Un Ford Expedition negro con ventanas
tintadas esperaba en la parte posterior del estacionamiento
del departamento de policía de Boston. Una brisa fresca me
golpeó y me estremecí. La primavera apenas había llegado a
nosotros hacía una semana.
Cristo, eso era un pensamiento estúpido. ¿A quién le

importaba que fuera primavera ahora? Podría estar a punto
de perder mi trabajo.
La brisa se convirtió en un viento suave y me tiró el pelo

oscuro en la cara, una cara en la que, probablemente, podría
utilizar una barra entera de jabón. Mi boca sabía agria, y sin
duda, mi aliento podía derribar a Superman. Tan pronto como
me hubiera enfrentado al pelotón de fusilamiento, tenía una
cita con un cepillo de dientes y una ducha. Caminé hacia el
SUV con Takamoto y Smithe.
—Sabes cómo hacerlo bien, Steele —dijo Takamoto, con

una sonrisa cuando llegamos al coche.
—Todos tenemos nuestros talentos —murmuré.
Smithe abrió la puerta trasera del lado del conductor para

mí.
—Y el tuyo parece ser meterte hasta el cuello cada vez que

tienes la oportunidad —le fruncí el ceño mientras me
abrochaba el cinturón de seguridad.


—Muérdeme.
—Uno de estos días voy a aprovecharme de ti con eso —

dijo antes de cerrar la puerta.
El cuero era suave contra mi espalda mientras me

deslizaba en el asiento, el agotamiento me estaba ganando.
Había enfrentado la muerte de Randolph y había trabajado
todo lo que podía sobre su caso. Tenía la información de mis
agentes en la cabeza antes detenerme en lo de Gary, tomar
su coche con un bate, terminar en la cárcel, y tener una
pesadilla que me hizo sentir como si no hubiera dormido en
absoluto.
Mis ojos parpadearon y la conversación de Smithe y

Takamoto se desvaneció mientras el sueño llegaba.
28 de marzo
Jueves por la tarde
—Es hora de hacer frente a tu destino, Steele —dijo

Smithe. Las palabras apenas se registraron mientras mis ojos
parpadearon bien abiertos y miré fijamente al asiento de
delante.
Mierda.
Oxford.
El familiar garaje de estacionamiento para operaciones

encubiertas de RED hizo que fuera fácil decir donde estaba.
No quería estar aquí ahora mismo. Prefería quedarme en el


asiento de atrás y dormir por un millón de años, que
enfrentar lo que venía ahora.
Oxford era la única en la agencia que sabía que había sido

una asesina. La única que sabía que había estado en las
Fuerzas Especiales del Ejército antes de unirme a RED como
agente especial.
Yo estaba en deuda y odiaba la idea de decepcionarla, o

peor aún, ponerla en una posición donde pudiera tener que
despedirme.
Maldita sea. La idea de ser forzada a dejar RED me golpeó

como un puñetazo en el intestino.
Me froté los brazos con piel de gallina. Si perdía mi trabajo,

perdería mi identidad. Todo por lo que había trabajado desde
que ella me salvó el culo.
Takamoto y Smithe salieron de la planta baja del garaje

conmigo arrastrando su paso. Me picaba el cuero cabelludo y
sabía que tenía que verme como si acabara de salir de uno de
esos reality de supervivencia que muestra la televisión, y
haber perdido. Si yo fuera una chica femenina, quizá podría
haberme importado. En este momento no lo hacía.
La sensibilidad empezaba a volver de nuevo a mis

miembros y al resto de cuerpo mientras tomábamos el
ascensor del garaje del estacionamiento hasta el primer piso.
Mis pies se arrastraban como los de un niño siendo llevado a
la oficina del director cuando llegamos a la pseudo agencia de
intérpretes.
Después de que mi jefa me echara de RED, ¿sería

aceptada por cualquier otra rama de la NSA?


¡Ja! La NSA no sabía que existía. Después de todo, RED no
existía, ¿no? Cuando los tres pasamos el área de recepción
con paredes de vidrio donde las persianas se mantenían
siempre cerradas, mi reflejo dejó en claro que me veía aún
peor de lo que me había pensado, lo que era una putada.
Eché un vistazo por el pasillo que conducía al centro de

entrenamiento y deseé haber podido saltar a la ducha del
vestuario de mujeres antes de que fuera hora de enfrentarse
a Oxford.
Sí, como si ella fuera a esperar por una nimiedad como

una ducha. Takamoto tocó el escáner de huellas digitales,
entonces él, Smithe, y yo entramos en el ascensor vacío y
Takamoto pulsó el botón del quinto piso.
—Este año, los Yankees no tienen ninguna oportunidad

contra los Red Socks —dijo Takamoto, y volví mi atención
hacia él. Pensar en la temporada de béisbol que iba a
comenzar el lunes era mucho mejor que pensar en lo que
estaba a punto de enfrentar.
La decepción de Oxford. Y sin duda la ira.
—Los muchachos patearon culos en el Liga de la Toronja

durante los entrenamientos de primavera —le dije.
—“Zapato”1 parece particularmente bueno —dijo Smithe—.

Es un infierno de lanzador.
Como ciudad, todavía estábamos enfadados por perder el

año pasado en la novena entrada para los Yankees con un
punto de Andy Dominique en la Serie Mundial.

1
Nombre del jugador de béisbol, en castellano en el original.


Cada piso parecía pasar demasiado rápido. Con una parada
suave, llegamos a mi amargo destino, el quinto piso. Miré
hacia abajo al Comando de Control y deseé estar trabajando
con mi equipo. Pero en este momento estaba destinada a
estar sobre él en la pasarela que iba más allá de las oficinas
con paredes de vidrio de los Supervisores de Equipo.
—Oxford —dijo Smithe.
—¿En serio? Gracias por informarme de ese pequeño

hecho.
Mientras Takamoto y Smithe me dejaban y se dirigían por

las escaleras hacia el Comando, prácticamente arrastré mis
pies mientras iba hacia la oficina de mi jefa.
Darlene me miró bajando su nariz, mientras de inmediato

me indicó que entrara, casi como si estuviera empujándome
a través de la puerta antes de cerrarla.
Tragué cuando me encontré con los ojos oscuros de Karen

Oxford. Su mirada se mantuvo estable mientras apretaba un
botón en su escritorio de cromo y vidrio. Persianas verticales
negras zumbaron a lo largo de sus rieles, mientras cubrían
las paredes de vidrio, dándonos completa privacidad. Esto no
era bueno.
Oxford se inclinó hacia delante y juntó las manos delante

de ella en su escritorio, su oscura mirada astuta y
calculadora. En momentos como este me hacía sentir como
si pudiera pelarme como una cebolla, capa por capa. Ella no
me invitó a sentarme, se me quedó mirando durante un buen
rato.


Por mucho que me había importado Gary, mi carrera
significaba lo suficiente como para haber elegido mi trabajo
por sobre salir con cualquier chico. Y yo estaba a punto de
perderla.
Y Randolph. Dios, yo no podía irme antes de atrapar a sus

asesinos.
—Has destruido bienes frente a una calle llena de testigos

—dijo finalmente.
—He pillado a mi novio en la cama con una mujer —calor y

adormecimiento alternativamente, se apoderaron de mí.
Por un momento, juro que su mirada y su tono

disminuyeron su intensidad.
—Me doy cuenta de que has perdido a una agente, así

como a tu pareja en un solo día —Su tono era duro, sin
embargo, mientras continuaba, cualquier suavidad posible se
había ido—. Independientemente de la situación, Steele, has
estado completamente fuera de lugar.
—Sí, señora…
—¿Alguna vez has pensado cómo podrías ponerte en

peligro a ti misma y a tu familia si tu escapada terminaba en
el noticiero de la noche?
Uh.
Ella sacó un teléfono celular de su escritorio.
—Has sido grabada, Steele. Si RED no hubiera limpiado el

lío antes de que terminara como una pequeña broma en las
noticias, tu rostro habría aparecido en todos los televisores
en el área de Boston.


Me ardían las mejillas. Mierda. Eso era algo que nunca me
sucedía.
Luché contra la urgencia de empezar a rogar. No me

eches, no me eches, no me eches.
—No volverá a suceder nada igual.
—Es mejor que no —Oxford me miró fijamente—. No voy a

tenerte poniendo en peligro esta agencia.
Quise colapsar del alivio. No había sido despedida de RED.

Sí, la había jodido, pero ella no iba a dejar que me fuera.
Un zumbido me hizo saltar.
—¿Es el agente Donovan, Darlene? —dijo Oxford al aire. Yo

no estaba realmente segura de donde estaba el micrófono—.
Si es así, hazlo pasar.
Ni dos segundos después, una sonrojada y obviamente

nerviosa Darlene dejó entrar a uno de los hombres más
hermosos que jamás había visto. No era de extrañar que
Darlene pareciera tan nerviosa. Sólo sus ojos azules intensos
eran suficientes para que la boca de una mujer se hiciera
agua. Un camisa negra sobre una camiseta negra no podían
disimular lo que era obviamente, un cuerpo en forma y
musculoso. Los pantalones vaqueros ajustados sólo
enfatizaban ese hecho.
Bueno, bueno, bueno.
Miraba esos hombros anchos y ese pecho bien definido por

debajo de su camiseta, y esculpidos, musculosos bíceps.
Gracias Dios por las camisas de mangas cortas, pues esos
bíceps fueron hechos para ser vistos. Él no era grande como
un físico culturista, pero era obvio que tenía una especie de


poder que ningún mortal podría igualar. Apostaría a que era
Superman en la cama.
Sus caderas angostas y los Levis ajustados sobre los

muslos musculosos completaban el cuadro del sueño húmedo
de una mujer.
Él bordeaba lo rudo con una mirada inaccesible, pero eso

no ocultaba el hecho de que era un macho caliente.
Oxford hizo un gesto hacia el gran pedazo de hombre que

ahora estaba parado a mi lado.
—El agente especial Nick Donovan es nuevo en RED y ha

sido asignado a un doble equipo en tu operación. Va a
trabajar en la operación contigo como Supervisor de Equipo
hasta completar la Operación Cenicienta. También será tu
compañero cuando vayas encubierta a los clubes de BDSM —
Me quedé ahí de pie mirando en shock, con la boca abierta
cuando las palabras de Oxford, finalmente penetraron en mi
mente.
—¿Qué? —negué con la cabeza, sintiéndome como si

necesitara despertar—. Quiero decir, espera. He armado este
caso desde el principio. George Perry va a los clubes privados
conmigo. Por el rabillo del ojo vi la expresión de Donovan
oscurecerse, pero permaneció en silencio.
Mi jefa se puso de pie y apoyó las palmas de las manos

sobre su escritorio.
—Steele, vas a trabajar con el Agente Donovan y esa es mi

última palabra sobre el tema.


CAPÍTULO 9
Revelaciones
28 de marzo
Jueves por la tarde
Salí de la oficina de Oxford, todavía sin estar segura de lo

que me había golpeado. ¿Qué diablos había pasado? ¿Por qué
Oxford me adosaba otro agente? Los Supervisores armaban
sus operaciones con los miembros de sus equipos, pero era
raro tener dos Supervisores en RED al frente de la misma
operación. ¿Por qué ahora y por qué a mí? ¿Era por haber
bateado ese coche?
No, parecía que eso ya había sido decidido con antelación.

Tan pronto como me hiciera cargo de unas pocas cosas, me
gustaría tener una cita con Oxford y discutir este pequeño
problema del Agente-Alto-Oscuro-y-De-Ninguna-Manera. Sí,
se veía como un activo para el equipo, ¿pero dos
Supervisores al frente de mi operación? No lo creo.
Donovan caminaba a mi lado mientras iba a mi Centro de

Operaciones. Se quedó en silencio, y cuando levanté la vista,
vi que me miraba con una expresión intensa, como si me
estuviera analizando. Que se joda su análisis.
—Chávez —Gesticulé a Isabella Chávez, quería verla.
Dejó la comunicación y se dirigió hacia mí. Miró a

Donovan, pero no estaba de humor para las presentaciones.


—Quiero que te hagas cargo de la tapadera de Randolph y
seas la compañera de Deseronto —Encontré sus ojos oscuros.
Ella era guapísima como una modelo y una de mis mejores
agentes—. ¿Estás bien con eso?
—Absolutamente —dijo sin titubear y con puro

profesionalismo.
—Dame un momento y te voy a informar en mi oficina —le

dije. Dado que no se veía como si Donovan se estuviera
yendo, también podría presentarle a su equipo.
—Escuchad —dije, lo suficientemente fuerte como para

captar la mayor parte de la atención de los agentes hasta que
estuvieron todos callados—. Este es el agente especial Nick
Donovan. Ha sido asignado a nuestro equipo. Donovan es
nuevo en RED así que denle tantos problemas como sea
posible.
Algunos de los agentes se echaron a reír. Donovan no lo

hizo. Donovan y Chávez me siguieron cuando salí del Control
y subí las escaleras.
—Randolph y Deseronto habían penetrado en un par de

clubes de BDSM con vínculos con el grupo al que estamos
apuntando.
Cuando llegamos a mi oficina, hice una seña hacia las sillas

en frente de mi escritorio. Chávez se sentó. Donovan apoyó
su hombro contra el marco de la puerta y me estudió con
esos intensos ojos azules, aún sin decir nada. Si yo fuera del
tipo de las que se ponen nerviosas fácilmente, esa mirada lo
hubiera hecho.
—No he tenido oportunidad de revisar el informe de

Inteligencia esta mañana —me concentré en Chávez—. Tan


pronto como lo haga te tendré completamente informada
antes de que te pongamos en el campo. Isabella, entrarás en
el club de BDSM en el que está Deseronto. ¿Estás al día con
la escena?
Ella asintió con la cabeza.
—Sé que esperar.
—Excelente. Te avisaré cuando tenga los últimos datos de

Inteligencia para ti.
—Bien —Chávez puso en pie.
—Voy a asignar más agentes —le dije—. Tú y Deseronto no

estaréis solos —Chávez volvió a asentir antes de volverse y
dirigirse a través de la puerta pasando a Donovan.
Por último, mi mirada se encontró con Donovan.
—Tenemos que hablar —dijo mientras se apoyaba en el

marco de la puerta.
—Sí, lo haremos —Me froté las sienes—. Pero tendrá que

esperar.
28 de marzo
Jueves por la noche
Mis zapatillas de correr chirriaban en el suelo de hormigón

del casi vacío garaje de RED. Los olores de aceite sucio y
anticongelante sin duda no hacían nada por mejorar el
revoltijo en mi estómago.


Donovan y yo no hablamos mientras caminábamos desde
RED y nos acercábamos a un Ford Explorer lo suficientemente
negro como para parecer que absorbía la mayor parte de la
luz ambiente. No podía exactamente llamarlo un silencio
cómodo.
Oxford me había informado de que Donovan sería el

agente que me dejaría en casa. Como si hubiera tenido
elección. Eché un vistazo al lugar de estacionamiento vacío
entre mis vehículos encubiertos. Mi Jeep Cherokee negro
seguía aparcado frente a la casa de Gary.
Por mucho que no quisiera, me subí en el vehículo de

Donovan, que olía a cuero y ese aroma picante y almizclado
del que me había dado cuenta cuando caminaba a su lado
hasta el aparcamiento y en la oficina de Oxford.
Cada parte de mí se había agotado hasta el punto en el

que no me importaba si me caía en una mancha de aceite.
En el momento en que me relajé en el asiento, dejé salir

el aire en un largo suspiro. Tuve que luchar para mantener
los párpados abiertos.
Me di cuenta de que Donovan no se dirigía a Southie y lo

miré.
—Uh, yo vivo en el sur de Boston —le dije mientras nos

dirigíamos hacia Little Italy, en el North End.
—No vamos a tu casa —dijo sin mirarme.
—¿Qué demonios? —Me desperté completamente cuando

llegó al aparcamiento de la esquina de Congress Street y
Sudbury, frente de Haymarket—. ¿Por qué estás parando,
Donovan?


—Tengo hambre —Guió su Explorer en un lugar y se
estacionó—. Y tenemos que hablar.
—De ninguna manera —Lo fulminé con la mirada cuando

empezaba a abrir la puerta—. Tú no vas a tomar las
decisiones así como así cuando me implican a mí —me miró
con una expresión serena.
—Acabo de hacerlo —dijo antes de salir del SUV.
Bueno, hijo de puta. Salí del Explorer y cerré la puerta más

fuerte de lo que debía. Cuando nos encontramos en la parte
trasera del vehículo estreché mi mirada en él.
—Entonces, ¿cuál es el trato?
—Vamos a un restaurante italiano que acabo de descubrir

en Salem.
Se giró y corrí un poco para mantener su paso.
—Así que descubriste Little Italy por ti mismo.
Está bien, sé que mi tono era sarcástico, pero estaba

cansada e irritada por la arrogancia de este hombre. No tenía
un acento que pudiera identificar, por lo que sabía que no era
de Boston. Es probable que llegara desde el lado occidental
de Estados Unidos. Él me miró.
—¿Siempre eres un dolor en el culo?
—Cuando alguien me obliga a hacer algo que no quiero, sí,

lo soy —No estaba de humor para hablar más, por lo que no
dije nada más hasta que llegamos a un "restorante" y bar
italiano y nos sentamos.
Los aromas de la comida italiana casi me hicieron derretir.

Olía tan bien que mi estómago comenzó a hacer ruido a pesar


de que estaba centrada en Donovan. Tan pronto como el
anfitrión nos dio los menús y se alejó, puse mi menú a un
lado, crucé los brazos sobre la mesa, y me centré en
Donovan.
—Está bien. Habla.
—Tenemos que poner algunas cosas en orden —sus ojos

habían cambiado de azul intenso a una sombra de un tono
más oscuro. Cobalto. Mantuvo su tono neutro, pero por la
forma en que los músculos del cuello y su mandíbula se
tensaron, estaba, obviamente, sintiéndose cualquier cosa
menos neutral—. Vamos a dejar esto en claro —su mirada se
centró en la mía y me negué a parpadear—. Somos socios, y
desde este punto es nuestra operación. No tuya. Nuestra.
Un ayudante de camarero puso vasos de agua helada

sobre la mesa y el pan que tenía un fuerte olor a ajo, pero no
quité mi mirada de Donovan.
—Yo construí la Operación Cenicienta desde el principio —

la superficie de la mesa cubierta de tela era áspera por
debajo de mis brazos, mientras me enfrentaba a él—. Yo no
tengo problema contigo como compañero. Pero tengo la
última palabra.
—Eso es pura mierda —Donovan hizo un sonido que fue

como un retumbe, y la mandíbula trabajó como si estuviera
rechinando los dientes—. No voy a jugar un papel secundario
en esta operación.
El camarero llegó y apenas pudimos apartar nuestras

miradas el uno del otro el tiempo suficiente para que
Donovan pidiera una botella de Chianti y pan tostado a la
plancha como aperitivo. En ese momento no me importaba


que él tuviera la audacia de pedir por los dos. Me preocupaba
más su actitud sobre la Operación Cenicienta.
Moví mis brazos, arrugando el mantel.
—Los supervisores de equipo no funcionan en parejas, y yo

no necesito tu interferencia.
El camarero regresó, presentó la botella de Chianti, y sirvió

en los vasos cuando Donovan dio su aprobación. Sin mirar el
menú ni al camarero, dijo:
—Vamos a ordenar carne de ternera al marsala.
Obviamente, el camarero sintió el hecho de que su

presencia no era deseada. Hizo una reverencia y se alejó
apresuradamente.
—¿Y bien? —Mi tono era completamente hostil.
—Kristin. Mi hermana —la voz de Donovan fue

repentinamente grosera, cruda—. Los bastardos se la
llevaron. La vendieron como esclava sexual en la subasta que
estáis siguiendo. Para un comprador internacional o nacional,
no sé.
—Cristo —miré a Donovan como si me hubieran golpeado

en la cara.
Hay una razón por la cual los policías no son asignados a

los casos que podrían ser demasiado cercanos. Las emociones
también son demasiado fuertes y la inteligencia y la cabeza
despejada se van de paseo.
Mi estómago se anudó al pensar en lo que estaba

atravesando. No era como si yo no lo entendiera. Yo
personalmente quería dejar a esos hijos de puta fuera de


servicio por haber matado a uno de los míos. Pero mi relación
con Randolph no era la de una hermana, ni siquiera mi
compañera.
La furia estaba todavía caliente dentro de mí, pero mi

mente estaba clara en lo que se necesitaba hacer y se
quedaría clara. De hecho, el calor de mi ira estaba creciendo
en mí interior, incluso ahora, pero no por mi agente muerta.
Me preguntaba qué diablos estaba pensando Oxford al dejar a
este tipo a menos de diez metros de mi operación.
Estudié a Donovan más claramente mientras mi mente

trabajaba esa pregunta otra vez.
Karen Oxford no hacía nada sin una razón. Ella era

maquiavélica en sus motivos y objetivos, por lo que debía
estar detrás de que algo importante aquí y el niño asesino
Donovan era la clave para conseguirlo.
Sí, yo estaba interesada en saber cuales eran sus razones.
Todavía no ha cambiado mi opinión de que un hombre con

una misión tan personal en juego, no pertenece a una
operación a la que es tan cercano.
El mantel se sentía áspero bajo mis antebrazos cuando me

incliné hacia adelante.
—Muy bien, vamos a llegar a tu hermana en un minuto. En

primer lugar dime por qué Oxford te permite estar en un caso
que involucra a un miembro de tu familia.
Los ojos azules de Donovan no traicionaron nada cuando

dijo:
—Oxford y yo tenemos un acuerdo.


—Eso no es suficiente —me apoyé en mi silla—. Necesito
saber por qué está dispuesta a arriesgarse tanto.
Él redujo su mirada.
—La única en riesgo es mi hermana, si no la encuentro.
—Estamos hablando de una operación local, donde decenas

de vidas de mujeres están en riesgo —le dije—. Entiendo la
importancia de la búsqueda de tu hermana, pero tal y como
está, no puedo aceptar que cualquier persona con un interés
personal deba ser parte de esta operación.
Donovan se quedó en silencio durante un buen rato.
—Tengo algo que ella quiere. Experiencia que no puede

obtener en otro sitio.
Dejé que lo que dijo calara por un momento. No me había

dicho mucho, pero me dio algo para seguir adelante, se crea
o no. Cuando podía, Oxford recogía personas con habilidades
únicas, por lo que este hombre traía algo serio a la mesa. Lo
que significaba también que Oxford no le dejaría ir
fácilmente. Así que Nick Donovan iba a hacer en RED, algo
bueno. Suspiré con resignación. Después de todo, ¿cuando
habíamos hecho siempre las cosas de la forma más fácil?
—Está bien. Vamos a encontrar a tu hermana —le dije—.

Pero quiero dejar algo muy claro. Voy a hacer todo lo posible
para proteger esta operación y a mis agentes. No permitiré
que nada los ponga en peligro. ¿Nos entendemos? —su
expresión era helada. Cruzó los brazos sobre el pecho.
—Eso es justo.
Asentí con la cabeza. Esto iba de mal en peor. Pero no

podía lidiar con lo que tenía delante en estos momentos.


—Háblame de tu hermana. ¿Cuando se la llevaron?
—Hace unas dos semanas —La voz de Donovan era ruda

mientras hablaba—. Kristin se encontraba en una discoteca
con unas amigas de la universidad. Una discoteca que habéis
estado supervisando, “Castillo de Diamantes”. Sus amigas la
vieron en el club con un hombre que no conocían —Donovan
pasó la mirada de mi cara a sus manos como si de repente se
perdiera—. De acuerdo con una de las chicas, el hombre sacó
a Kristin por la parte trasera del club —Donovan levantó la
vista, disparaba chispas de sus ojos azules—. No había ni
rastro de mi hermana dentro o fuera del edificio —su
garganta se movió—. Ella había desaparecido.
Se pasó la mano por el pelo oscuro, el movimiento brusco,

lleno de la ira.
—La inteligencia que tus agentes han reunido y el

seguimiento que han hecho de esa subasta específica,
registró toda… —su voz se fue repentinamente ronca— …
toda la transacción.
Mi cuerpo se entumeció.
—Cuando se la vendió —continuó Donovan—, la casa de

subastas de esclavas la grabó en video, desnuda. Dieron su
nombre y registraron cada pedacito de su cuerpo, hasta la
marca de nacimiento en la base de su espina dorsal.
Yo había visto los videos. Había visto todas las mujeres. La

recordaba.
Había visto a la hermana de Donovan siendo subastada.
El frío de mi cuerpo envió hielo por mi espalda.


—Atravesé el país en el momento en que se pusieron en
contacto conmigo y me dijeron que estaba perdida —La voz
de Donovan era un gruñido, sin embargo, el dolor estaba allí,
también—. No tengo mucha información mas allá de lo que
has logrado a pesar de todos los trabajos de investigación
que he hecho.
—Lo siento —fue todo lo que pude pensar en decir en ese

momento. La necesidad de acercarme a Donovan para
consolarle de alguna manera, era casi abrumadora. Y eso era
poco característico en mí. No daba abracitos. Especialmente a
un desconocido. Pero el pensamiento de su hermana siendo
vendida en una subasta de esclavas sexuales enviaba ráfagas
de más frío helado por todas mis entrañas.
El camarero llegó con el pan tostado, pero ambos lo

ignoramos.
Donovan me miró con los ojos sin vida y fue un tipo

diferente de escalofrío el que me atravesó. Nadie debería
tener los ojos así.
—Fuiste clara acerca de algunas cosas y ahora yo también

quiero ser claro en otras —dijo—. No voy a hacer nada que
ponga en peligro la operación o a nuestra gente —la mirada
en sus ojos se volvió dura como el diamante—. Pero no voy a
parar hasta atrapar a estos bastardos y traer a mi hermana a
casa.


CAPITULO 10
Cenicienta, jugadas rápidas y meteduras de pata
Marzo, 29
Viernes por la mañana
Cuando salí del ascensor en el departamento de tráfico

humano de RED, la agente especial Suzanna Jones se paró
frente a mí y me hizo “chocar los cinco”.
—Así se hace Lexi—me dijo con una sonrisa.
En primer lugar no estaba segura de por qué me estaba

felicitando, pero de todas maneras fui a por ello, y Susanna
no me dio tiempo a preguntar cuando siguió caminando por
el pasillo.
Angela Rollins se dirigió a mí con un brillo divertido en sus

ojos marrones.
—¿No sólo has terminado tu relación con ese pedazo de

mierda de tu novio, sino que además ahora tienes el
compañero más sexy que he visto en mucho tiempo?
Oh, ¿era por eso el saludo? Me encogí de hombros, aunque

estaba totalmente de acuerdo con lo del compañero sexy. Él
era tan condenadamente caliente que era peligroso tenerlo
como compañero por esa misma razón.
Pero Gary. . . ¿Era realmente un pedazo de mierda? Nunca

lo perdonaría, pero no podría tirar por la ventana los buenos


recuerdos y el hecho de que él era, en general, un tipo
decente. A pesar de ser un hijo de puta tramposo.
Muy bien, así que tengo una personalidad dividida.
Ángela sonrió por encima del hombro antes de dar unos

pasos hacia el Comando de Control.
La conversación que había tenido con Donovan la noche

anterior, se mantuvo dando vueltas en mi mente durante el
resto de la noche. Tenía que resolver esto con Oxford.
Llegué al mostrador de Darlene exactamente a la hora de

mi cita y ella dio una soberbia inspiración que no iba con su
imagen de los Beatles.
Presionó un botón.
—La Agente Steele está aquí.
—Que pase —sonó la voz de Oxford.
—Toma asiento —dijo Oxford tan pronto como cerré la

puerta detrás de mí, lo que era una buena señal. Tomé la
silla más cercana y me senté. Oxford me evaluó con sus ojos
oscuros. Aquel día ella llevaba una blusa de seda roja sobre
otra camiseta de seda. Podría no estar asignada a trabajo de
campo pero iba armada como si lo estuviera. Mi propia Glock
presionaba contra la silla. Cuando iba encubierta no la podía
tener, como así tampoco el sentimiento de seguridad que me
brindaba.
Oxford cruzó las manos sobre la mesa. No cerró las

persianas, por lo que todo el Comando era visible, y nosotras
éramos visibles para ellos.


—¿Se trata del Agente Donovan? —Siempre se puede
confiar en ella para ir directamente al grano.
—Si —traté de no retorcerme en la silla ya que me hizo

sentir como una colegiala siendo evaluada por el director—.
Si va a ser mi compañero de supervisión, lo que necesito
saber es ¿que aporta al caso? —me incliné hacia delante en
mi silla—. ¿Y por qué se le permite trabajar en un caso de un
miembro de su familia?
—Caminas por una línea muy fina al cuestionar mis

decisiones, Steele —los ojos de Oxford se endurecieron y
quería retroceder ante ella—. Sin embargo, entiendo tu
preocupación.
¡Uf!
—Cuando sirvió en la marina, Nick Donovan fue uno de los

mejores SEALs que tenían. O probablemente el mejor que
jamás hayan tenido —el tono de Oxford era aun más duro
que de costumbre—. En cuanto a los porqués de su salida de
la Marina con una baja honorable, es su asunto privado.
Se inclinó hacia delante, las manos aún cruzadas sobre su

escritorio.
—He estado intentando contratar a Donovan durante seis

años debido a sus habilidades ya que estas serían
incalculables para RED.
Bueno, me estaba contando apenas un poco más que

Donovan. ¿Eran sus habilidades tan especiales que se
convertían en un secreto de estado?
—¿Pero su hermana? —Supe que debería cerrar la boca,

pero por supuesto, no lo hice.


Oxford me miró porque yo tenía la osadía de seguir
interrogándola.
—Esta vez Donovan llegó a mí. Estuvo de acuerdo en

firmar el contrato que lo vinculara a RED por una cantidad
limitada de tiempo, su única condición fue unirse a la
operación que ayude a localizar a su hermana. Él es un
recurso extremadamente valioso —ella mantuvo su expresión
y tono duros—. Y eso es más de lo que necesitas saber,
Steele. Espero tu completa cooperación con Donovan a lo
largo de esta operación.
Sí, el sería una ventaja, a pesar de que era difícil aceptar

el hecho de que no iba a ser la única supervisora en esa
operación. Yo habría hecho lo mismo si estuviera en los
zapatos de Oxford.
—Si señora —dije—, pero en lo de ir encubierto… Perry ya

está entrenado.
—Suficiente —me dijo. Sabía que si decía una palabra más

en contra de Donovan iba a estar con la mierda hasta el
cuello—. El agente Donovan está completamente preparado
para el rol como su compañero —hizo una ligera inclinación
de cabeza hacia la puerta—. Ahora te está esperando.
Me puse de pie.
—Gracias, señora —le dije y me dirigí a la puerta.
—Steele —su voz sonaba un poco menos dura cuando la

miré de nuevo—. Buena suerte.
—Gracias —dije antes de darme la vuelta y salir por la

puerta, cerrándola detrás de mí.


Ni siquiera tuve tiempo para reflexionar sobre lo que
habíamos hablado cuando Nick Donovan eligió ese momento
para rodear el mostrador y venir directamente hacia mí.
Noches sudorosas, sábanas enredadas, y un cuerpo con

músculos duros entre mis piernas sobre la arena,
sujetándome, fueron los primeros pensamientos que vinieron
a mi mente en el momento en que lo vi. Él era todo poder y
masculinidad en bruto y todo en un paquete satisfactorio y
sabroso. Hoy llevaba una camisa azul que resaltaba el azul
brillante de sus ojos, sobre una camiseta gris que se extendía
a través de su bien definido pecho y abdominales. Esos
bíceps y las manos grandes y fuertes se hicieron para
mantener a una mujer bajo él hasta alcanzar un orgasmo tras
otro.
Y este era mi nuevo compañero. ¡Cristo!.
¡Mantente bajo control, Steele!
—La sala de conferencias tres está disponible —Donovan

no tenía ninguna expresión en sus rasgos duros cuando
señaló con la cabeza hacia la hilera de habitaciones a lo largo
del pasillo por encima del Comando. Actuaba como si nuestra
agradable conversación de corazón a corazón de la noche
anterior no hubiese ocurrido, me sentía como un cachorrito
tratando de mantenerse al paso con sus largas zancadas. Mis
zapatos no hacían ruido en el negro pavimento del pasillo a
medida que pasábamos por las salas de conferencias
ocupadas, pasó la sala uno, pasó la dos, y llegó a la tres.
Mientras lo iba siguiendo, me acordé de que el miércoles vi

una parte trasera desconocida entrar en una sala de
conferencias. Había sido Donovan ya que tenía


definitivamente el tipo de culo que una mujer no iba a
olvidar.
Donovan mantuvo la puerta abierta para que yo pasara. El

sillón de cuero abrazó mi cuerpo mientras me ponía en una
silla delante de un teclado de alta tecnología con un sensor
digital en lugar de teclas. Registré mi huella en el escáner
para que me permitiera el acceso a los archivos que
necesitábamos.
En un extremo de la mesa una pantalla se materializó, y

avancé hasta una imagen con una lista de datos al lado de la
cara de un hombre.
—Éste es nuestro informante, Chancy Yeager, es quien

brinda la información a Takamoto.
El informante era guapo, pero superficial. Utilizaba su

buena apariencia y carisma para su ventaja, y le gustaba el
estilo de vida que llevaba con el dinero que se le pagaba por
una información sólida.
—Yeager es un informante muy fiable, por lo que creo que

su información es buena —me incliné hacia adelante y crucé
los brazos sobre la mesa de conferencias mientras estudiaba
a Donovan—. De acuerdo con lo que nos filtró, el grupo más
reciente, trece mujeres, fueron vendidas en la subasta hace
dos semanas —le dije—. Su info sirve para ayudarnos a
alcanzar nuestro objetivo y salvar a estas mujeres antes de
que sean enviadas a los compradores internacionales.
Donovan se mantuvo en silencio, pero su expresión se hizo

más y más oscura a medida que continuaba.


—Ubicamos a la última subasta en una sala de chat en
Internet. Como ya sabes, los traficantes de esclavos incluyen
imágenes de los hombres y mujeres que se subastaron.
La ira empezó a arder en mi cuerpo al recordar lo sucedido

a la hermana de Donovan.
—No fue posible encontrar la ubicación real de la subasta

—traté de obtener control sobre mis emociones al pensar en
Randolph—. Estábamos seguros de que estábamos cerca de
encontrarlos, pero eso fue cuando la agente Randolph recibió
la info errónea.
Donovan me miró fijamente y me aclaré la garganta.
—Nuestras pistas actuales de Intel nos llevan a pensar que

algunas de las mujeres ya han sido entregadas a sus
“propietarios” dentro de los EE.UU.
Incluso decir la palabra “propietarios” me hizo querer tener

un bate para partirle la cabeza a cada hombre implicado, o
mujer, si fuera el caso.
Eché un vistazo a Donovan y la furia intensa en su mirada

era tan clara que contuve el aliento. Todos esos bordes duros
y ásperos le daban un aspecto peligroso y letal. Cerró una de
sus manos sobre la mesa con tanta fuerza que las venas
podían verse destacadas en la parte posterior de la misma.
Otra vena tensa corría por el cuello y su mandíbula estaba
apretada, sus ojos entrecerrados mirando la pantalla.
Sin dejar de mirar a Donovan, continué.
—Las mujeres que fueron vendidas a compradores

extranjeros, tenemos la certeza de no se han enviado
todavía. Por lo que Yeager nos dijo, en pocos días este grupo


se habrá ido. Tenemos que llegar a ellos primero y, con
suerte, detener la próxima subasta antes de que suceda. El
reloj está corriendo.
Donovan no dijo nada, pero volvió a mirar el perfil de

Yeager. Hice un clic en otro botón del teclado y una segunda
foto parpadeó en el aire.
—Esta es nuestra joya. Holly Endicott —la foto que

estábamos viendo era la imagen de una hermosa joven de
sociedad posando en una alfombra roja y con un hermoso
vestido largo de color beige, con lentejuelas. El pelo largo,
oscuro y una sonrisa brillante—. Ella es un bebé de mil
millones de dólares. Una jugadora, con una gran voz en el
club que vamos a penetrar.
La palabra "penetrar" me hizo atragantar porque entrar en

los clubes implicaría un montón de eso en particular.
—Nuestro hombre Yeager se metió en los pantalones de

Endicott y se las arregló para conseguirnos la entrada a este
club exclusivo —miré a Donovan—. Yeager parece un chico
malo y, aparentemente, Endicott tiene cierto gusto por los
hombres que su muy rico padre estaría horrorizado de ver en
su casa.
Donovan se reclinó en su silla y estudió su imagen.
—Así que ella es nuestra persona “de dentro” en el círculo

de estos tres clubes —remplacé la foto de ella por otra
imagen, ésta de un exclusivo club nocturno—. “La Zapatilla
Champagne ". Otro. "El Crepúsculo de Cristal" y el tercero.
"La Casa de Cristal." Nuestro objetivo es infiltrarnos en el
círculo interno y exclusivo de las “salas de juegos” —miré a
Donovan a los ojos de nuevo—. Estas tres son las discotecas


más famosas, y la tapadera de clubes BDSM y Endicott
suministra las entradas para ellos.
La expresión de Donovan se mantuvo neutral mientras

continuaba.
—Volviendo a Yeager —regresé mi mirada a la pantalla—.

Según él, hay tres hombres que son los potenciales líderes
de las subastas de esclavos. Él no nos puede decir
exactamente cuál, pero esto ya es un montón de info.
Toqué el teclado para abrir la imagen de tres hombres, uno

al lado del otro.
—Benjamin Cabot, Jason Strong y Lucca Tarantino.
Hice un clic sobre la imagen de Cabot para ver su

información en primer lugar. Sus ojos del color del aceite de
avellana me devolvieron la mirada desde su clásicamente
hermoso rostro. El hombre cuarentón se veía en forma con su
traje de Armani.
—Cabot es uno de los “mega” ricos con una casa en la calle

Marlboro. Dinero heredado de generaciones. Casta superior
de Boston —miré a Donovan—. En caso de que no estés
familiarizado con él, es uno de los lugares más prestigiosos
de Boston. Tienes que tener dinero para vivir allí. Y mucho.
Revisamos los datos un poco más. La edad, el patrimonio

neto, actividades como el tenis y el golf, y así sucesivamente,
antes de llegar a posicionarnos en el rostro de Lucca
Tarantino y sus datos. Tarantino era italiano,
aproximadamente de la misma edad, cuarenta y pocos años,
y tenía un aire elegante en su porte. Rasgos angulosos, piel
aceitunada, impresionantes ojos color verde esmeralda, y el


pelo negro. Parecía un joven 007, que estaba muy metido en
jugar y ver Pallone, como llamaban los italianos al fútbol.
—Si Cabot tiene dinero viejo, Tarantino lo tiene nuevo.

Hizo sus dólares en la industria del software después de
emigrar a los Estados Unidos como un niño de una familia
pobre —sacudí la cabeza—. Es un hombre inteligente, o ha
tenido alguna información privilegiada, ya que consiguió su
dinero en la bolsa antes de que se estrellara a lo grande. Y se
hizo muy rico.
Revisamos un poco más de las estadísticas de Tarantino

antes de continuar.
—Jason Strong está ahora en la pantalla.
Estudié el perfil para-morirse-de-un-infarto del hombre.

Strong podría confundirse con un muy caliente y crecido Vin
Diesel, con su cabeza rapada, sus músculos y todo lo demás.
—Strong tiene un alijo de dinero y hasta tiene una isla

privada —sus datos eran similares al de los otros hombres
con cerca de cuarenta años, solteros, divorciados (Tarantino
tres veces) y cada uno de ellos había donado grandes sumas
de dinero a varias organizaciones benéficas. Diesel, es decir
Strong, estaba fuertemente metido en el tema del
levantamiento de pesas, lo que era, oh, muy obvio, y hasta
un poco interesante debido a su apellido1.
Era un gran aficionado al fútbol. Fanático de los Red Socks,

por lo que tenia un punto a su favor si me preguntan a mi.
Sonreí sin sentido del humor.

1
Strong significa fuerte.


—Irónicamente Tarantino da una buena cantidad de dinero
en efectivo a los refugios para mujeres —me recosté en mi
silla—. Estos tres, al parecer, se reúnen a veces para
practicar raquetbol y jugar un poco en sus establecimientos.
En privado, por supuesto.
Donovan hizo tamborilear los dedos sobre la mesa de

granito negro de la sala de conferencias.
—¿Qué hace que estos tres hombres sean sospechosos? —

Toqué de nuevo el teclado y la pantalla desapareció.
—Las mujeres parecen desaparecer cada cierto tiempo de

alguno de los clubes de los que ellos son dueños.
Donovan frunció el ceño.
—¿Cómo sabemos que esto está relacionado con las

subastas de esclavos?
Fruncí el ceño y ladeé la cabeza.
—Cuando Endicott hizo entrar a Yeager, tuvo la

oportunidad de oír hablar a uno de los Doms habituales sobre
la compra de una de las otras chicas desaparecidas en
nuestro caso. El Dom señaló a una sumisa de otro Dom, y
dijo algo como: “en la próxima subasta pagaría un buen
dinero para comprar a esa sumisa. Hablaré con el hombre” —
Dejé escapar un resoplido—. Ese Dom que estaba pensando
en comprar a la chica, dejó de ir a los clubes nocturnos. Y la
sumisa que había dicho que quería comprar había
desaparecido. El verdadero Dom de la chica desaparecida,
aparentemente, estaba muy enfadado cuando ella
desapareció, y por lo que Yeager dijo, nos lleva a pensar que
"el hombre" era uno de los tres sospechosos.


—Yo necesito más que eso, Steele —dijo Donovan.
—Bueno, aquí lo tienes —con otro toque a la plataforma en

frente de mí, apareció la pantalla mostrando el rostro de una
mujer joven y morena que parecía drogada o fuera de sí—.
Yeager ha reconocido a esta mujer de los videos de la última
subasta —Me aclaré la garganta otra vez—. La misma subasta
donde se vendió a tu hermana —La mirada de Donovan se
endureció como roca sólida—. Yeager está seguro de que es
la sumisa desaparecida.
Donovan cerró el puño sobre la mesa de granito.
—¿Pero no pudo oír algún nombre?
Con un movimiento frustrado, me acomodé los cabellos

largos hasta la barbilla detrás de la oreja, pero algunos de
ellos volvieron contra mis mejillas.
—Todo lo que sabemos es que hay un solo “jefe” y en lo

que se refiere a Cabot, Strong o Tarantino, son los dueños de
estos clubes —presioné un botón y desapareció la pantalla—.
Los tres podrían estar en esto juntos, o podría ser sólo uno, o
quizá dos de ellos. Una de las cosas que Randolph reunió en
su trabajo de inteligencia —dije, tratando de no atragantarme
cuando mencioné su nombre—, es que hay alguien más
arriba. Muy alto —me pasé la mano por el cabello—. Aunque
el hombre responsable de la subasta, de estas chicas, sea
alguno de los tres sospechosos, hay alguien más arriba.
—¿Existe algún otro trabajo de inteligencia relacionado con

esto? —preguntó Donovan.
Yo negué con la cabeza.
—Randolph no pudo obtener un nombre.


—¿Cuál es tu plan, Steele? —Donovan me preguntó con su
mirada azul fija en mí, mientras golpeaba la carpeta—. Has
dicho que tienes esta operación bajo control.
El calor me subía por el cuello. ¡Maldita sea!
—Todo está listo —dije—. Ese grupo se reúne los sábados.

Así que mañana remplazaras a Perry para infiltrarte en el
círculo íntimo de su club privado de BDSM… —quise gemir
cuando agregué—: …conmigo.
Donovan asintió con la cabeza como si hubiera esperado

esto.
—Endicott le proporcionó a Yeager dos invitaciones

exclusivas y RED va a soltar algo de dinero —le dije—. Las
invitaciones para el círculo interior incluyen el pago de una
cuota de veinticinco mil dólares, una vez que pasemos
cualquiera de las pruebas que nos hagan. Son veinticinco mil
dólares por cada invitación.
Abrí la carpeta, retiré los dos sobres que tenían "El Círculo"
estampado con escritura en oro en la parte delantera, y un
sello de cera roja en el reverso.
—Estas dos invitaciones ya nos han costado cincuenta mil

dólares para Yeager.
—Asumo que ya han encontrado una manera de leer lo que

está en el interior de los sobres sellados —dijo Donovan.
—Claro que sí —Deslicé uno de los gruesos y suaves sobres

a través de la mesa hacia Donovan—. En una hoja dorada de
papel de muy buena calidad, todo lo que dice es “Se otorga al
portador, por única vez, la entrada al Círculo interior” —
Donovan asintió, pero no tomó el sobre. Solté el aliento y me


recliné en la silla—. Así que nuestro trabajo es pasar esas
"pruebas" para acceder al círculo íntimo y ser una parte del
grupo
—¿Que pruebas? —preguntó Donovan.
—Puede ser cualquier juego sexual —dije mirándolo.
—¿Estas lista para el desafío? ¿Cualquier cosa que

implique? —preguntó.
—Sí… tú vas a ser el sumiso —Apenas contuve la sonrisa—.

Y yo voy a ser la Dominatrix que intenta convertirte en mi
sumiso —Donovan se quedó mirándome directamente a los
ojos.
—Es al revés —me ericé—. Tú vas a ser la pequeña sumisa

buena y yo voy a ser el Dom que va a golpear tu culo.
—¡Joder!
—Puede ser.
Apreté los dientes.
—Esto no va a funcionar. Dejemos a Perry entrar conmigo

como ya se había planeado. Él iba a ser un buen sumiso para
mí en mi rol de Dominatrix.
—Vive con ello, Steele —Donovan tomó la invitación—.

Somos tú y yo y nada va a cambiar eso.
Tenía razón, porque Oxford lo respaldaría a él y no a mí en

esto. Me incliné hacia delante.
—¿Tienes algún equipo de bondage?


Marzo 29
Viernes por la tarde.
Tenía las mejillas acaloradas y mi adrenalina seguía alta

después de un juego de pelota en el Parque Foley con mi
compañero de edificio, Marty, y algunos de mis otros vecinos.
Marty me había enganchado en cuanto puse un pie fuera de
mi Cherokee y no le pude decir que no. Nuestro equipo no
ganó, pero había estado cerca. Todd, Marty y Lou caminaban
conmigo a casa, y nos pasamos el tiempo hablando de la
prometedora próxima temporada de los Red Socks. Me ayudó
a sacarme la frustración después de mi menos que productiva
reunión con Oxford. Ella no me dio ninguna ventaja sobre
Donovan ni me permitió sacármelo de encima. Iba a tener
que trabajar muy cerca y muy personalmente con él.
Podía enfrentarme a asesinos a sangre fría, pero la idea de

Donovan viéndome, tocándome, posiblemente probándome,
me dejó temblando de deseo, lo que francamente me estaba
fastidiando. Si mi reacción era tan fuerte sólo de pensar en
ello ¿qué podría suceder cuando realmente pusiera sus
fuertes manos o esos deliciosos labios en cualquier parte de
mi cuerpo? Él podría saber cómo darme lo que necesito, tan
intensamente y tan duramente que podría perder el sentido
de mi misma y aun así, terminar rogando por más.
Tiempo de una ducha fría y comida caliente.
Estaba empezando a desvestirme cuando sonó el timbre.
—Lexi se ha ido —grité—. Vuelva la semana que viene.


—Abre, Steele —La voz de Georgina era muy fuerte y con
un tono brusco, lo que significaba problemas y de los
grandes.
—¿Y ahora que? —me quejé. Me arreglé la camisa, y me

dirigí hacia la puerta abriéndola de golpe. Georgina pasó
viéndose más hermosa de lo que cualquier mujer tenía
derecho a verse. ¡Perra! Pero yo la quería.
—Te ves como la mierda —dijo.
—¿De dónde has sacado eso? —dije señalando su brillante

vestido de color rojo, el que apenas le cubría las tetas ni su
trasero—. ¿Has revuelto toda la tienda de Barbie en el
mercado de la Marina?
—¡Que te follen, Steele!
—Si yo fuese por ese camino, tú serías la primera.
Apoyó las manos en las caderas y ladeó la cabeza haciendo

que su cabello oscuro se balanceara por encima del hombro y
arqueó los labios.
—¡Anda, nena! Vamos a probarte uno de éstos en tu talla.

Déjame ver.
La miré de arriba abajo.
—Tú mides cerca de 1.80m y yo 1.60m —Batiendo las

pestañas le pregunté—: ¿Puedo llegar a convertirme en una
chica?
—1.77m —me sonrió—. Tú en cambio tienes suerte si

llegas 1.60m
Me concentré en sus grandes pechos, que obviamente,

tenían un atractivo extra gracias a Victoria’s Secret.


—¿Si los toco explotan?
El resoplido de risa de Georgina no estaba de acuerdo con

sus exóticas características de modelo de pasarela.
La miré de arriba abajo nuevamente.
—¿Tiene Cal el honor esta noche?
—Me deshice de ese idiota —una expresión de suficiencia

torció sus labios—. Conocí a un chico en la reunión social
después de la Misa del sábado pasado.
Ella miró hacia abajo, como si pudiera ver a través de mi

piso a su apartamento, levantó sus ojos oscuros de nuevo.
—El muy dulce me está esperando ahora.
—¿La pequeña y buena niña católica italiana tiene a

alguien que puede llevar a la casa de su madre?
Hizo un gesto con la cabeza hacia la cocina donde, por lo

general, tenían lugar nuestras charlas de amigas.
—Tenemos que hablar.
Uh-oh. No estaba segura de por qué, pero no me gustó su

tono.
—Espero que esto sea sobre nuestro día de salidas de

mañana.
Sacamos las sillas a la mesa de la cocina y me dejé caer

sobre la mía. Ella fue tan elegante como siempre cuando se
sentó.
Hice a un lado las dos cajas vacías de comida china y

apoyé el codo sobre la mesa.


—Está bien. ¿Qué pasa?
—Los rumores están volando alrededor de RED, sobre que

se te olvidó el significado de perfil bajo. ¿Por qué no me
pones al día?
Suspiré.
—Atrapé a Gary con otra mujer —el dolor me apuñaló en el

pecho mientras sus ojos se abrieron—. El hijo de puta se la
estaba follando el miércoles cuando me detuve en su casa.
—Lo voy a matar —ella se puso rígida, con la mirada

dura—. A menos que ya lo hayas hecho. ¿Está en la parte
trasera del jeep? Puedo ayudarte a deshacerte del cuerpo.
—No vale la pena el tiempo en la cárcel si lo encuentran

cuando draguen el río de Boston —seguí apoyando la barbilla
en la palma de mi mano, mi codo aún sobre la mesa—. ¡Le
pegué donde le dolía! —sentía la garganta áspera y mi risa
salió ronca—. Tomé un bate y le rompí su coche, además de
cortarle los neumáticos.
—¿En frente de otras personas? —dijo Georgina con un

graznido.
Asentí con la cabeza.
—¡Cristo! ¿Has perdido la cabeza? ¿Y Oxford no te echó? —

Su rostro se puso mortalmente serio—. Será mejor que no
hagas una mierda como esa de nuevo. ¿Quieres terminar
desempleada o sirviendo pasteles y café en un
Dunkin´Donuts?
Me estremecí al pensar en ello.


—Tuve miedo cuando Oxford envió a Takamoto y Smithe
para sacarme de la cárcel.
—¿La cárcel? —Georgina apoyó las palmas de las manos

sobre la mesa—. ¿Terminaste en la cárcel? ¿Tan pendejo es
Gary que presentó cargos?
Algo se metió en mi garganta.
—Le dijo a la policía que no lo haría, pero ya me estaban

cacheando y encontraron mi Glock, se me había olvidado
ponerla en la guantera cuando fui a ver a Gary.
—¡Demonios, niña!
Ella se levantó y caminó hasta el frigorífico, tomó un par de

botellas de Guinness, y las abrió con el abridor magnético que
tenía pegado en la nevera. Me dio una cerveza y volvió a
sentarse. La cura para todo. Una botella de cerveza Guinness
y una charla de chicas.
—Lo sucedido a Stacy Randolph no me parece real —

Georgina dijo en un tono suave antes de que ninguna de
nosotras tomara un trago.
Por un momento miré la mesa antes de levantar la vista

hacia la belleza italiana que creció en North End, pero que
vivía en uno de los tres pisos del edificio que alquilábamos las
dos junto a Marty.
—Ya la echo de menos —tomé mi botella fría—. Voy a ir al

funeral, es en algún momento del domingo por la mañana.
Stacy era el tipo de chica que no podía dejar de gustar.
Georgina extendió la mano y me tocó.
—¿Quieres que vaya al funeral contigo? ¿Dónde será?


—Claro —Me dolían los ojos y me los froté—. En Forest
Hills —me apretó mi mano.
—Llamaré a la funeraria para saber la hora exacta, e

iremos juntas ¿de acuerdo?
Asentí. —Gracias.
Seguimos tomando en silencio nuestras cervezas.
—Entonces, ¿qué es eso que he oído acerca de un nuevo

compañero sexi? Nick Donovan ¿cierto? —me preguntó unos
minutos después.
—Oxford dijo que Donovan tiene que ir conmigo a la

próxima operación, y sacó a Perry —dije con un graznido—.
Donovan nunca fingiría ser un sumiso y que yo fuera su
Dominatrix —casi me vuelvo a reír pensando en poner un
collar tachonado alrededor de su cuello. Hice una mueca—.
Pero yo tampoco estoy muy feliz de fingir ser su sumisa.
—¡Tú, una… sumisa! —Georgina resopló y se echó a reír

tan fuerte y por tanto tiempo que se corrió el maquillaje de
su rostro.
Tomé la botella fría mientras ella seguía riéndose.
—No es que no haya pasado por cosas peores. ¿Puede ser

peor que cuando te ayudé con esa enorme redada de
narcóticos la semana pasada, en ese almacén que olía a
galones de orina de caballo? Eso tiene que ser peor que…
¡Mierda! Un club BDSM.
Ella dio otra carcajada y golpeó su botella de Guinnes tan

fuerte en la mesa que hizo eco.


—Oye, vas a dañar el laminado de la mesa que es muy
caro.
Ella rodó sus ojos.
—Es sólo una mesa vieja.
—Es una antigüedad —lloriqueé.
—Esos círculos bajo tus ojos, no son por lo que ocurrió con
Gary —ella me miró de arriba abajo—. Ni por Randolph.
Los cortos mechones del cabello me picaban en el rostro,

así que me los aparté de la cara.
—Han sido un par de días largos. La Operación Cenicienta

viene avanzando, pero conseguir el trabajo de inteligencia es
una mierda, necesitamos hacer un movimiento. Y las
pesadillas no me ayudan ni un poco, maldita sea. Hay veces
en las no puedo dormir casi nada.
—Descansa un poco Lexi —Georgina se oía como la amiga

preocupada que era y la que había pasado demasiadas cosas
conmigo.
Hice un gesto desdeñoso con mi mano.
—¿No tienes una fiesta o algo que hacer con ese dulce niño
católico tuyo?
—Sam no va a ir a ninguna parte —se encogió de

hombros—. Probablemente esté mirando la televisión
mientras me espera.
Vacié mi botella de Guinness y me levanté.
—Entonces vete a averiguar si es un buen polvo.


—Tiene las manos y los pies grandes —puso su voz sexy y
una mirada sensual—. Sólo espero que esté a la altura de las
expectativas.
Con una sonrisa sacudí la cabeza. Luego, un recuerdo del

tamaño de las manos y pies de Donovan casi me hacen gemir
de nuevo. La sonrisa de Georgina se transformó en un ceño
fruncido.
—No estoy muy segura de si me gusta la idea de verte en

un club BDSM.
Yo tampoco estaba muy segura.
—Va a salir todo bien —di vueltas a mi botella vacía—.

Vamos a entrar y salir.
—Eso es justamente lo que me preocupa —frunció el

ceño—. Un poco de acción de entrada y salida. ¿Sabes lo que
ocurre en esos lugares?, ¿no?
—Hice mi investigación y visité alguno de los clubes más

suaves, donde se puede ver sin tener que jugar —Mi cara
enrojeció hasta la raíz de mi cabello—. En cuanto a esta
operación, sólo tendremos que hacer lo necesario para
obtener lo que necesitamos lo antes posible.
—Si este Nick Donovan es tan caliente como se rumorea,

esta operación podría no ser tan mala —Su boca se curvó en
una suave sonrisa.
—Es sólo mi compañero —Mi rostro se puso más rojo y

caliente de sólo pensar en lo que se venía—. Ahora sobre
nuestro viaje de compras mañana…
—Oh, cariño. Yo te voy a cuidar —Los exóticos ojos de

Georgina brillaban mientras se paraba sobre sus pequeños


tacones rojos—. Sé exactamente lo que se necesita en esos
lugares.
—Tenemos una cita a las diez en la peluquería —Fuimos

caminando hacia la puerta—. Seguida de una sesión de
manicura y pedicura —Y ¡oh, Dios! Depilación, lo que en
realidad no quería.
—Te veo a las nueve y media —dijo antes de salir por la

puerta.
Yo giré mis ojos y cerré la puerta con cadena industrial. Sí,

esta salida de compras con Georgina iba a ser interesante. Y
no podía esperar a que Oxford viera el comprobante de los
gastos.


CAPÍTULO 11
Kristin
16 de Marzo
Sábado, 2 semanas antes
El murmullo de voces y lo que sonaba como el arañazo de

metal sobre metal, causó un estremecimiento que corrió por
la columna vertebral de Kristin cuando se fue dando cuenta
de los sonidos. Gemidos y gritos de otras mujeres que apenas
se percibían.
Los olores de pintura y alfombras nuevas le hacían

cosquillas en la nariz y casi la hicieron estornudar.
El aire acondicionado la golpeó sobre su piel desnuda y la

hizo estremecer. Desnuda. Estaba desnuda.
La realidad se filtró a través de Kristin y tensó su flojo

cuerpo. Pero estaba colgada de algo, sus brazos estaban
estirados sobre su cabeza.
Sin fuerzas, no tenía fuerzas.
¿Estaba realmente aquí?, ¿Dónde era aquí?, ¿Era éste su

cuerpo? A pesar de que le dolían los brazos y las esposas de
metal lastimaban sus muñecas, se sentía separada de sus
propios huesos y músculos.
Encontró la fuerza necesaria para levantar la cabeza y

mirar hacia arriba. Tan pesada como la sentía, era un milagro
que pudiera hacerlo. Su mente empezó a despejarse junto


con su visión. Las esposas estaban aseguradas a un gancho
de carnicero muy grande, que a su vez, estaba atado a una
cadena gruesa que salía del techo de lo que parecía ser el
techo de cualquier edificio de oficinas.
Era extraño ver el área circular alrededor de ella. Cortinas

azules colgaban de un aro de metal de gran tamaño y no
podía ver más allá de las cortinas.
Horas, días, semanas, años. ¿Quién sabría cuánto tiempo

había estado drogada? Tan drogada que ni siquiera podía
moverse durante la mayor parte del tiempo. No podía
recordar cuándo había recibido su última dosis. Debió haber
sido hacía un tiempo ya que las cosas parecían mucho más
claras ahora, mientras miraba a sus pies desnudos.
No le había sorprendido estar desnuda. La única cosa que

la sorprendió es no haber sido violada. Casi no podía respirar
cuando su mente se iba a lugares que luchaba por evitar,
pero no podía.
¡Todavía! Ellos todavía no me violaron.
Los hombres podrían haberlo hecho. Los que la

mantuvieron encerrada en una habitación, y le dieron de
comer pizza fría y agua embotellada cuando estuvo
coherente. Ricco y Danny creía que eran sus nombres. Cada
vez que estaba lo suficientemente alerta, se preguntaba si
habría alguna posibilidad en el mundo de poder escapar. Nick
la encontraría. Su hermano. Su única familia. Él nunca se
detendría, no hasta encontrarla. No había manera en el
mundo de que no la estuviera buscando desde el momento
en que descubrió su desaparición.
¿Sabría que había desaparecido, o todavía no?


El murmullo de voces a su alrededor empezó a ser más
distintivo a medida que se despejaba la niebla en su cabeza.
Los hombres moviéndose dentro de las cortinas la

ignoraban, mientras ellos armaban los monitores de
computadora, las luces, y lo que parecían cámaras.
—Será mejor que esta subasta vaya bien o “el hombre”

podría quemar un maldito fusible —dijo un hombre, ¿Danny
tal vez?
Los hombres habían hablado con frecuencia sobre una

subasta cuando estaban a su alrededor. A menudo hacían
referencia a alguien llamado "el hombre" y cómo éste se
aseguraría de que ella y las otras dulces vírgenes fueran
vendidas al mejor precio.
¿Dulce?
Las palabras no tenían sentido mientras estaba drogada.

Pero mientras seguía estando colgada del techo su mente
empezó a funcionar mejor. ¿Qué clase de subasta?
Su corazón comenzó a latir tan rápido que le dolía el

pecho. Estaba bombeando tan fuerte que ayudaba a alejar
más la niebla.
¿Iba a ser vendida?
Kristin comenzó a armar las piezas de lo que los hombres

decían. Se iba convertir en esclava sexual de alguien.
Las lágrimas se abrieron paso a través de sus párpados

cerrados y sus mejillas estuvieron mojadas en un instante.
Dio un suspiro y trató de levantar la cabeza.
Nick. ¿Dónde estás?


—¡Mierda Ricco! —una voz vino desde su derecha—. Ésta
ya no está dopada. ¡No podemos tenerla llorando durante la
grabación y la subasta!
Kristin sollozó un poco más fuerte cuando sintió el

pinchazo familiar en su brazo. Dentro de unos momentos
estaría preguntándose por qué lloraba.
Todo estaba bien.
¿Por qué estaba colgando de algo?
No había ningún problema.
La cadena fue bajada, por lo que ahora estaba apoyada

sobre sus pies en lugar de sobre sus dedos, pero sus brazos
todavía estaban sobre su cabeza. Aunque sintió algo de alivio
en sus axilas y muñecas. Sus pies desnudos sintieron una
alfombra de felpa. Extraño. Alguien puso una mano en su
frente y le empujó la cabeza hacia arriba.
Trató de concentrarse. Joe, el hombre que la puso en la

camioneta. ¿Cierto?
Tal vez. Lo que sea.
—Grace —Joe miró sobre su hombro y le sonrió a alguien.

Kristin no pudo ver—. Haz lo tuyo.
Con su mente girando, Kristin se sintió como una hoja

flotando en el agua, y la música sin sentido le daba ganas de
tararear. Joe la enfrentó nuevamente y le sonrió. Una sonrisa
tan hermosa. Con qué facilidad se la había llevado. Coqueteó
con ella, le compró una bebida y ¡zas! Se la había llevado, así
de fácil.


No había emociones en Kristin. Ella simplemente estaba
ahí. Vio cómo una anciana empujaba un carrito cerca de ella,
en el que había algo que se veía como maquillaje...
—Déjame hacer sus pezones —Joe sonrió y abrió un

recipiente con una sustancia rosa.
Pellizcó primero un pezón y después el otro, apretando

duramente.
La sustancia rosa tenía la consistencia de una barra de

pintura de labios y la hizo jadear mientras Joe la frotaba en el
pezón y alrededor de la aureola.
La súbita sensación fue lo suficientemente poderosa para

hacerla retener el aliento. Sus pezones fueron distendidos
rudamente y le fijaron lo que parecía una pequeña pinza en
ellos.
La anciana se acercó a Kristin mientras Joe se limpiaba los

dedos con un paño húmedo del carrito, hizo una mueca y se
alejó.
Grace comenzó a quejarse del cabello largo de Kristin, el

que había sido lavado antes, cuando la habían arrastrado a
una ducha. Su cabello estaba seco ahora, y Grace lo tomó
para armar suaves bucles de color rubio natural que caían
sobre sus hombros.
Después, Grace maquilló el rostro de Kristin y finalizó

poniéndole lápiz labial y brillo. El maquillaje se sentía más
pesado de lo que Kristin normalmente usaba, casi como una
máscara. La anciana asintió con aprobación antes de rodar su
carrito hacia la salida. Joe la guió hacia otro lugar donde se la
necesitaba y la anciana salió a través de las cortinas.


La mente de Kristin no podía enfocarse en nada, saltando
de una cosa a la otra. Cortinas azules en un círculo a su
alrededor, cámaras, luces apagadas, monitores de
computadoras. Micrófonos.
Interesante. Pensaba que era Interesante.
Tarareó la extraña música que escuchaba en su cabeza.
Y entonces sus pensamientos tomaron vuelo, ¿hacia

dónde? Hacia ningún lugar en absoluto.
Las luces a su alrededor se pusieron tan brillantes que tuvo

que parpadear. Tres o cuatro personas estaban con ella en el
área circular. Joe sostenía la cámara y la estaba filmando.
Una leve sensación de curiosidad hizo que ella lo siguiera con
la mirada, el comenzó a moverse a su alrededor filmando
cada parte de su cuerpo desnudo.
Joe empezó a numerar todos sus atributos en voz alta,

comenzando con que ella era una estudiante de Universidad
con su cuerpo intacto, nunca fue prostituida, dijo sus
medidas, mostró la marca de nacimiento de su espalda.
Era todo tan extraño.
Voces sin cuerpo comenzaron a gritar números, dólares.

Las voces le recordaban al profesor que aparecía en los
dibujos animados de Charlie Brown, lo único que pudo
entender fueron palabras. Sólo algunas. Una voz dijo “cinco
mil”, otra dijo “diez”, más números creciendo, con ofertas de
otros que parecían voces de computadoras.
—Veinte mil dólares a triumph2000 —Joe la miró con una

sonrisa de satisfacción.


—Una inversión que vale la pena. Sonríe cariño —Joe se
acercó cuando las luces y las cámaras se apagaron.
—Has sido comprada por un hombre que realmente te

quería mucho. Él es la razón por la que terminaste aquí.
Joe puso la palma de su mano sobre sus caderas y se

inclinó más cerca.
—¡Lástima!, serías un buen polvo que no voy a poder

disfrutar antes de entregarte.
—Retrocede —Grace le dio un codazo moviéndolo y

comenzó a retirar el maquillaje—. No puedes joder la
mercancía.
Joe hizo un guiño y una sonrisa y salió de la habitación.

Grace continuó limpiando a Kristin bajando por su cuerpo, su
cara, sus pezones rosados y distendidos.
Grace empujó el pelo de Kristin sobre sus hombros antes

de señalar hacia los dos hombres en la habitación que venían
hacia ellas. Cuando volvió a mirar a Kristin dijo con un tono
maternal.
—Sólo disfruta de tu nueva vida, calabacita.
Kristin frunció el ceño e intentó entender lo que decía la

anciana.
Grace dio unas palmaditas en la mejilla de Kristin.
—Agradece que vas a pertenecer a un sólo hombre y que

no serás prostituida con un montón de hombres que querrían
follarte cada noche.


CAPÍTULO 12
Cuero y encaje llevarán a la chica por un largo camino
30 de marzo
Sábado por la noche
El elegante Mercedes convertible, registrado a nombre de

Alexi Adams, había sido hecho sólo para mí y me veía
malditamente bien en ese coche deportivo de color
pecaminosamente rojo.
Conduje hasta la entrada del Crepúsculo de Cristal, cerca

de Beacon Hill, y estacioné el pequeño coche. El joven
aparcacoches, demasiado ansioso, me abrió la puerta, tomó
mi mano y me ayudó a dar un paso fuera con un movimiento
suave.
Sí.
Sus ojos casi se salieron de su cabeza. Es asombroso lo

que una falda corta y un corsé de cuero y encaje pueden
hacerle a un hombre.
Años de experiencia encubierta me habían enseñado a

vestirme y actuar como si perteneciera a cualquier situación
dentro de la que pudiera estar, pero con Donovan ahora en
escena, esta noche sería sin duda… interesante.
La falda ajustada de cuero negro era suave por debajo de

mi mano mientras le daba un simple tirón para acomodarla de
donde se había deslizado, hasta justo por debajo de nivel de
la entrepierna. En mi otra mano tenía un pequeño bolsito con


dinero en efectivo, la identificación, y la invitación al Círculo
Interior.
Un viento fresco con olor a limpio me rozó las piernas, que

estaban desnudas excepto por el especialmente equipado
brazalete de tobillo de cuero tachonado. Martínez había
diseñado el brazalete para incluir un artilugio que escondía un
dispositivo de alta tecnología USB junto con una señal
codificadora para utilizar cuando la necesitáramos. Martínez
era soberbio a la hora del diseño de artefactos. Desde mi
cámara con forma de lápiz de labios hasta la pluma, que me
salvaría si estuviera con la mierda hasta el cuello, que
guardaba en mi bolso. Sólo era necesario hacer clic en el lápiz
dos veces para llamar a los agentes de RED, si una operación
encubierta iba mal.
Deslicé los dedos en mi bolsito Versace y le entregué al

aparcacoches un billete lo suficientemente grande como para
hacer que sus ojos se salieran casi tanto como lo habían
hecho cuando me había visto.
—¿Cuidaras bien de mi bebé, verdad? —dije, mi voz suave

y sensual.
Su garganta trabajó mientras contestaba.
—Lo mejor que pueda —antes de darme un ticket para

retirarlo que metí en mi bolso. Le guiñé el ojo mientras lo veía
mirar desde mis pechos a mi cara. Su rubor fue instantáneo.
Mi corsé de cuero formaba una ancha V de encaje entre

mis pechos. El encaje viajaba hacia abajo y casi me llegaba al
vientre antes de detenerse. La perforación de diamante de
medio quilate de mi ombligo brillaba bajo la luz del
Crepúsculo de Cristal. El encaje exponía los abultamientos de


los lados de mis pechos. No tendría problemas para atraer la
atención esta noche. Mientras me volvía, otro hombre me
cogió del brazo y me acompañó hasta la puerta, donde un
tercer hombre estaba revisando la lista de invitados antes de
permitir que los miembros entraran.
—Alexi Adams —Saqué mi invitación del bolso y se la

entregué junto con mi ID. Mi ID mostraba una de las
direcciones más exclusivas de todo Boston. El hombre me
devolvió la ID y la invitación.
—El mismo señor Tarantino se encontrará con usted en

breve para la reunión exclusiva —dijo el hombre con una
ligera inclinación de cabeza.
Le di un gran billete antes de caminar a través de la puerta

hacia la discoteca.
Oye, era dinero de RED.
El ritmo de la música pulsaba a través de mi cuerpo

mientras entraba por las puertas del Crepúsculo de Cristal.
Los olores de alcohol, perfumes, y lociones para después del
afeitado me inundaron. Georgina se había asegurado de que
mi pelo largo hasta la barbilla y el maquillaje fueran
perfectos.
Mi barra de labios se sentía suave y brillante en mis labios,

mi maquillaje aplicado de una manera que acentuaba mis
características. Me veía muy caliente si es que me lo podía
decir a mí misma.
Era difícil no sonreír a los hombres, cuando literalmente,

volvían la cabeza para verme caminar en el club. Por su ceño
fruncido, algunas mujeres no parecían apreciar la atención
que estaba recibiendo de sus citas mientras balanceaba


suavemente mis caderas. El sonido de mis tacones contra el
suelo de mármol casi se perdía en el ritmo de la música.
Sólo los ricos podían permitirse el Crepúsculo de Cristal,

por lo que no estaba lleno como lo estaban algunos clubes
nocturnos, es decir, había espacio para respirar. Por la
investigación que había hecho, Lucca Tarantino se había
asegurado de construir la reputación de este club como el de
más clase, la discoteca más elitista de Boston.
Una rubia de piernas largas se puso delante de mí y se

dirigió hacia el bar. Sólo por un momento algo se retorció en
mi vientre, mientras me acordaba de la rubia con sus piernas
envueltas alrededor de las caderas de Gary.
Alguien me agarró del culo.
Me di la vuelta para hacer frente a un capullo con aspecto

de niño en edad universitaria. La sonrisa que le di, y la
expresión que tenía había pasado de capullo a "oh, mierda",
en un segundo. Me moví mas cerca y murmuré.
—Tócame otra vez y tus bolas estarán en tu garganta.
Una segunda mirada vacía y se había ido.
Me gustaba ser un paquete pequeño que la mayoría de la

gente subestimaba. Había tirado abajo hombres tan grandes
como Donovan, así como grandes tipos flácidos con tripas del
tamaño de Rhode Island. Papá me había metido en clases de
ju-jitsu después de que Rick Larson me sacó un diente frontal
de un puñetazo cuando tenía ocho años. Digamos que,
después de unas cuantas lecciones, Rick nunca se me acercó
de nuevo. Por lo menos no hasta que tuvimos una cita en
nuestro último año en la escuela secundaria. Él llegó a ser
caliente.


Nunca he dejado mi entrenamiento, por lo que bajo mi
cinturón había alrededor de veintitrés años de ju-jitsu, así
como la experiencia con todas las formas de armas con las
me que había destacado en las Fuerzas Especiales. No sólo
trabajo con pesas, sino que mi rutina incluye el boxeo,
sparring, y correr cuando no estoy de incógnito. Podría hacer
un muy buen trabajo protegiéndome a mí misma y pateando
culos.
Pero esa noche debería estar jugando el papel de sumisa y

mantuve mi expresión sensual mientras me apartaba de él.
Mis labios quisieron torcerse en una mueca ante la idea de

ser sumisa de alguien.
Y que ese "alguien" iba a ser Nick Donovan, si todo salía

como estaba planeado.
El cosquilleo extraño en el vientre me tomó por sorpresa.

Un destello de Donovan y yo desnudos, con él deslizándose
dentro de mí, casi me hizo desmayar en mis tacones de tres
pulgadas. Un escalofrío me recorrió, tan intenso como las
luces estroboscópicas centelleando en la pista de baile.
Respondí enderezando la espalda mientras me movía hacia el
bar.
Caminaba como una mujer que sabía lo que quería y cómo

conseguirlo. Hice un barrido discreto de la sala con la mirada.
Con mis incontables años de formación y el instinto, sabía
aproximadamente el número de personas que se encontraban
en el bar, el número de guardias, y tenía una buena idea de
cuantos de ellos estaban armados, la mejor ruta hacia el
frente y la salida trasera, los elementos de uso común que
podrían transformarse en buenas armas en una lucha sucia, y
cuáles hombres probablemente vendrían a por mi antes de


que encontrara mi presa. Muchas otras pequeñas cosas que
también estaban archivadas en mi memoria.
Me senté en el asiento de cuero del bar y crucé la pierna

con el brazalete bien visible. Mis piernas se sentían sedosas y
suaves después del trabajo con cera que había recibido más
temprano. La falda corta de subió lo suficiente como para que
el aire enfriara la piel cuando el movimiento reveló la curva
inferior de la mejilla desnuda.
—Lemon Drop —me incliné hacia delante y le sonreí al

camarero, exponiendo más escote—. Azúcar en el borde.
—¡Ya lo tienes, nena! —en unos momentos, el camarero

colocaba el martini sobre una servilleta de papel—. ¿A tu
cuenta?
El azúcar alrededor del borde era ácido y dulce mientras lo

llevaba a mi boca, daba un sorbo, luego le sonreía.
—Por favor —Mis uñas de manicura rozaron la rica madera

de la barra de caoba y granito mientras me apartaba
ligeramente lo suficiente como para examinar la habitación
por debajo de las pestañas. Me pregunté cuánto tiempo se
tomaría Lucca Tarantino para buscarme y acompañarme al
Círculo Interior. Y me pregunté cuántos hombres se
acercarían a mí antes de que Tarantino lo hiciera.
La música retumbaba lo suficientemente fuerte como para

hacer vibrar el taburete en el que estaba encaramada. El olor
del limón del martini mientras tomaba un sorbo bloqueaba
algunos de los olores que me habían golpeado cuando entré
en el lugar.
Después de cada pequeño sorbo lentamente me pasaba la

lengua por el azúcar de mi labio inferior. No pasó mucho


tiempo antes de que el primer capullo se acercara a mí y yo lo
despachara rápidamente y a los dos que vinieron después de
él. Sabía a quien estaba esperando.
Me senté allí durante otros quince minutos antes de que un

cosquilleo a lo largo de mi columna me dijera que alguien se
acercaba por detrás. Por fin.
Este también lanzó una blanca sonrisa de estrella de

película, y sin duda era Versace lo que llevaba puesto.
Llevaba el ligero aroma de un perfume francés. Hey, sabía de
estas cosas, mi formación era extensa. Este hombre tenía que
tener un montón de efectivo.
—¿Te gustaría acompañarme a mi mesa? —Tenía un

discurso que no era lo suficientemente original para una chica
como yo, aunque estuviera interesada.
—No, gracias —dije, y miré hacia otro lado, despidiéndolo.

La quinta entrada se dirigió casualmente a mí a través de la
multitud.
—La primera vez que te veo aquí —dijo el rubio. No era

original, pero tenía el aspecto de un hombre de hombres, así
que lo dejé pasar. Tenía el cuerpo de un corredor, delgado y
atlético, y llevaba una camisa azul abotonada y Levis.
—La primera vez que estoy aquí —La sonrisa que me tocó
los labios era sensual y seductora. Extendí mi mano libre y
toqué el botón superior de su camisa. Y oh, oh, oh mi... Una
protuberancia comenzó a expandir sus pantalones vaqueros.
Hmmm. No está mal. Ajusté las piernas de modo que las
tachas en el brazalete de cuero del tobillo reflejaran chispas
de luz.
Él la miró y yo empuñé su camisa y lo traje mas cerca.


—¿Sabes lo que eso significa? —dije antes de liberarlo.
Eché un vistazo a sus pantalones vaqueros. Ese hombre tenía
un buen paquete.
Cuando mis ojos se encontraron con los suyos se encogió

de hombros.
—Un brazalete de cuero para el tobillo.
Lástima.
—Si no sabes lo que significa, entonces supongo que nunca

lo averiguarás —tomé un sorbo de mi bebida de limón antes
de agregar—: de mí.
Él negó con la cabeza y sonrió antes de irse. Una voz baja,

rica, vino de detrás de mí, una voz que no reconocí.
—Yo lo sé.
Estuve a punto de escupir la bebida que acababa de tomar.

Puso sus manos calientes sobre mis hombros y no me dejó
girar en mi asiento para enfrentarme a él. Entonces, su boca
estuvo junto a mi oído y me dijo con una voz suave como
chocolate fundido.
—Yo sé exactamente por qué te pones ese brazalete —

Tragué, puse en alto mi barbilla y deseé haber podido
enfrentarme a él.
—Entonces dímelo.
—Te gusta caer en ciertas, digamos. . . ¿inclinaciones? El

brazalete significa que estás sin pareja —Masajeó mis
hombros y me estremecí—. Si estuvieras usando un collar
sabría que tienes Dom.
Poco a poco me volvió hacia él.


Lucca Tarantino.
El propietario del Crepúsculo de Cristal y el objetivo

número uno.
Oscuro y guapo, sexy como un dios italiano.
Se enfrentó al camarero y yo mantuve mi expresión

sensual.
—Llévame un martini directamente arriba, y la bebida de la

dama va por cuenta de la casa.
Cuando me enfrentó de nuevo, puse todas las ganas que

pude en mi sonrisa que mostró que yo estaba interesada,
muy interesada.
—¿Y quién es el caballero que compra mi martini? —le dije

mientras me apoyaba en la barra y dejaba que mis pechos
sobresalieran. Por la mirada de sus increíbles ojos verdes,
estaba claro que le gustaba lo que veía.
—Lucca Tarantino. Soy el propietario del Crepúsculo —tomó

mi mano y pasó el dedo sobre mi palma con un movimiento
lento. Sonrió—. ¿Cuál es tu nombre, cara?
—Alexi Adams.
—Alexi... —Mi nombre rodando en ese acento italiano oh-

tan-caliente causó que el calor ruborizara mi piel—. Entiendo
que tienes una invitación especial para esta noche.
—Sí, —dije, poniendo una voz ronca de deseo. Lucca

Tarantino era sensual y hermoso, así que no tuve gran
dificultad para fingir. Si fuera un hombre diferente, podría
incluso estar interesada en serio.


Tarantino no liberó mi mano mientras pasaba la mirada por
mi cuerpo, rozando lentamente sobre mis senos casi
desnudos, mi estómago con la perforación de diamante, y la
falda de cuero minúsculo. Hizo una pausa por un momento
mientras miraba a la banda tachonada en el tobillo derecho,
por encima de mis tacones de aguja de tres pulgadas.
Me acarició la palma de la mano un poco más, todavía sin

soltar mi mano.
—Dime, Alexi, ¿por qué exactamente piensas que puedes

encontrar un Dom aquí?
Abrí mi bolso y saqué la invitación. Me incliné más cerca de

él dejándolo sentir el calor de mi cuerpo sin permitirme
realmente tocarlo. O caer de mi asiento.
—Un amigo me dijo que podría encontrar lo que estoy

buscando en el Crepúsculo de Cristal.
Tarantino deslizó la invitación de mis dedos. Era unos

quince centímetros más alto que yo por lo que tuvo que bajar
la cabeza para mover la boca a mi oído.
—¿Bondage? ¿Dominación?
—Mmmmmm —Dejé que mis labios apenas se deslizaran a

lo largo de su mandíbula y aspiré su colonia de sándalo. —
Todo el paquete.
Cuando Tarantino se apartó, su expresión era intensamente

sexual. Tenía esa mirada acariciante de 007 y playboy
italiano.
—Entonces estoy seguro de que disfrutarás de esta noche.


Tomé un sorbo de mi martini, su sabor era ácido en la
boca. Bajé mi vaso y me pasé la lengua por el labio inferior,
saboreando el azúcar que había dejado el borde de la copa de
martini. Me encontré con la mirada de Tarantino.
—Estoy lista cuando tú lo estés.


CAPÍTULO 13
Dinero de tus impuestos en el trabajo
30 de marzo
Tarantino guardó el sobre en la chaqueta del traje antes de

tomarme la mano y ayudarme a bajar del taburete. Aún
sosteniendo mi martini de limón en la otra mano, me las
arreglé para moverme con gracia.
Maldita sea, soy buena.
Cuando ya estaba de pie, Tarantino me soltó para tomar su

propio martini. El tipo obtuvo puntos por asegurarse de medir
sus pasos para que coincidieran con los míos.
Me puso la mano sobre la piel desnuda en la base de la

columna vertebral, por debajo del corsé. Me di crédito por no
alejarme cuando movió su dedo haciendo un lento, erótico
círculo. Él era guapísimo, pero eso no significa que cada
hombre hermoso consiguiera manosearme. Pero yo estaba
aquí para jugar un papel y me gustaba jugarlo bien.
Entonces, el pensamiento de que podría estar llevándome a

ser subastada como a las mujeres que habían sido
secuestradas, pasó por mi mente. Pero esos pensamientos
huyeron cuando nos deslizamos por una puerta trasera, y un
guardia asintió con la cabeza hacia Tarantino.
El salón definitivamente tenía brillo italiano. Robustos

accesorios y muy bien decorado, incluyendo los adornos en


las mesas estratégicamente distribuidas, que daban a la
habitación encanto italiano. Las pinturas al óleo engalanaban
las paredes, y había tallas en madera y más artículos de
alabastro de los que podía contar. No se veía lleno del todo.
Era fabuloso y me hizo sentir como si estuviera en la vieja
Italia. Un bar también se ubicaba a un lado de la habitación.
La habitación olía a lo que yo recordaba de los olores

embriagadores de la Riviera dei Fiori cuando hice un trabajo
para RED en Italia. El Río de las Flores. Hermoso. Poco a poco
volví a la realidad.
Y me di cuenta de que estaba prácticamente en una

exposición.
Los ojos de todo hombre y mujer en la acogedora sala de

estar, estaban centrados en mí. Era obvio que algunos de los
hombres y mujeres me estaban desnudando con sus miradas,
mientras que otros daban sonrisas apreciativas. Ninguno de
ellos llevaba collares. Esta era la sala de estar de los Dom.
Tarantino estaba detrás de mí, por lo que me tragué el

deseo de darme la vuelta y echar a correr.
No, yo podría hacerlo.
Hombres y mujeres ataviados con diversas formas de cuero

bastante revelador estaban tumbados en los muebles de lujo,
mientras que otros muchos estaban en el bar.
Bajé los ojos como una sumisa haría. Y me di cuenta de

que me dolían los dedos de agarrar el bolso con tanta fuerza.
¿Dónde estaba Donovan? Se suponía que debía llegar antes
que yo.


Mientras me ajustaba a lo que me rodeaba, casi no me di
cuenta de las manos cálidas de Tarantino sobre mi espalda,
hasta que comenzó a masajear a través de la suave falda de
cuero. Murmuró en mi oído con su acento italiano fundido.
—Me encantaría tomarte como a una de mis sumisas —

Deslizó sus labios a lo largo de mi mandíbula—. Si estuviera
en posición de hacerlo, lo haría —agregó—. Pero puedes hacer
tu elección entre cualquiera de los Dom sin ataduras que le
gusten.
Tarantino mordisqueó el lóbulo de mi oreja.
—No sólo eres una de las más bellas mujeres aquí —

continuó—, sino que estamos cortos de mujeres actualmente.
—Movió una mano debajo de mi falda de cuero y la frotó
sobre una de las nalgas que había quedado desnuda, gracias
a la tanga que llevaba puesta—. Nunca podría imaginar algún
hombre -o mujer- que se negara a ti —Me obligué a
permanecer quieta y, en lugar de dejar que mi sorpresa se
mostrara, di un sorbo a mi martini, luego miré a Tarantino
por encima del hombro.
—¿Y si me niego a alguno de ellos?
Tarantino me tomó por los hombros y me giró de vuelta

para mirarlo, pero aún conservé los ojos bajos como se
esperaba que hiciera.
—Nadie está obligado a hacer nada que no elija hacer en el

Crepúsculo.
Asentí con la cabeza y sus dedos se deslizaron por los míos

mientras tomaba la copa de martini vacía de mi mano.
¿Cuando me lo había terminado?


—El sexo está reservado para las habitaciones privadas. En
algunas de las habitaciones se puede observar o ser
observado. En las otras habitaciones se puede disfrutar de la
pareja o compañeros en soledad.
Podría hacer frente a la parte de las habitaciones privadas.

Donovan y yo podíamos encerrarnos y no hacer nada. O tal
vez terminaría por hacer demasiado. Sí, por favor, mis
hormonas alborotadas parecían suplicar. Tarantino se acercó.
—Cada nuevo Dom y sumisa pasan por una "prueba" que

es muy pública. Totalmente reveladora. Ayuda con nuestro
proceso de investigación.
Yeager nos había preparado para esto y, aunque la idea

todavía me ponía nerviosa de la hostia, asentí.
—Por supuesto —Tarantino me dio una sonrisa llena de

promesa sexual.
—Como dicen, lo que sucede en el corazón del Crepúsculo

de Cristal se queda en el Crepúsculo.
Luego se inclinó y me susurró al oído:
—Los propietarios de los otros tres clubes tienen una

disposición más especial en nuestro círculo interno —no pude
evitar el estremecimiento de inquietud que me recorrió la
espalda. ¿Qué medidas?—. Nosotros tres conseguimos
disfrutar de todos los nuevos sumisos al menos una vez, con
o sin sus Doms presentes. Nuestro club, nuestras reglas.
Asentí. Maldita sea. Eso no era un protocolo estándar para

un club de BDSM o relación.


—Y —agregó en esa misma voz que me estaba poniendo
tan caliente—, yo creo que podría tener que follarte antes de
que nadie tenga la oportunidad de hacerlo.
Nunca en la vida, pensé, pero me las arreglé para

mantener la boca cerrada.
Me dio una sonrisa sensual.
—Pero primero lo primero.
Dio una ligera inclinación de cabeza hacia su derecha y

seguí su mirada. Una mujer de impecable piel oscura y
piernas largas y bien torneadas se acercó a nosotros.
Era increíblemente alta en sus botas altas de tacón de doce

centímetros. Tenía los labios exuberantes de color rojo, un
sinnúmero de largas trenzas negras, y un cuerpo tan grande
como el de Georgina. Llevaba un corsé de cuero y una correa
de cuero
Y llevaba un látigo. Un infierno de látigo.
—Ama Danica va a tenerte preparada —dijo Lucca

Tarantino, y esta vez hubo un poco de diversión en su tono—.
Tiene un toque especial con los sumisos —Ella restalló el
látigo casi a la ligera, pero aún así con un crujido.
Miré a Tarantino—. Disfruta, pequeña sumisa —me dio otra
sonrisa sensual y se alejó.
Donovan. ¿Dónde estaba? ¿Qué pasaba si no había logrado

entrar por alguna razón?
—Esclava —La voz de Danica era dura. Sonaba como una

gran perra. Me encontré con sus ojos marrones y ella frunció
el ceño y espetó el látigo. Echó un vistazo al brazalete de mi
tobillo—. Deberías saber que no debes mirar hacia arriba sin


permiso de un Dom —Quería decirle muérdeme. Pero
probablemente lo habría hecho. Mantuve mis ojos abatidos y
me quedé mirando las botas de tacones de doce centímetros.
¿Cómo demonios hacía para usar eso tan alto?
—Te acabo de dar una orden. ¿Qué dices, esclava?
Por supuesto, con mi investigación. Yo sabía lo que ella

esperaba. Con Perry había planeado estar en ese extremo del
látigo, no en el extremo receptor.
—Sí, Ama Danica —le dije, tan sumisamente como pude.
—Mantén tus ojos bajos y ven hacia delante, esclava —

Ahora estaba mirando a su redondeado trasero mientras se
balanceaba casi hipnóticamente frente a mí. Con su altura y
esos tacones estaba prácticamente mi ojo a nivel de su culo.
El piso de madera hacía clic bajo nuestros tacones, mientras
Ama Danica me conducía a través de la habitación. Por el
rabillo del ojo, vi más miradas de apreciación de los hombres
y mujeres, e incluso escuché murmullos acerca de mis
atributos: “Me gustaría darle nalgadas…” “que linda…”
“…Tiene ese fuego en ella…” “…Pequeño paquete caliente…”
La humedad no quería pasar por mi garganta mientras

trataba de tragar. Pasamos una mujer rubia sentada en el
brazo de un sofá que me pellizcó bajo la falda mientras
pasaba caminando. Hice un pequeño sonido de sorpresa y
casi tropecé. La rubia se echó a reír.
—No hagas ruido sin mi permiso, esclava —dijo Danica

mientras seguía caminando.
—Sí, Ama Danica —le dije a su trasero. En verdad, los

sumisos no eran felpudos. Ellos tenían el poder sobre sus
Doms, que era algo que aprendí desde el principio de mi


investigación. De acuerdo con todo lo que había leído y visto
tenían el poder, el verdadero poder de dar placer a su Dom.
Pero mientras seguía a Danica y me aferraba a mi bolsito,

tuve la sensación de que esta no iba a ser una noche fácil.
Danica me guió hasta una habitación que olía a almendras y
vainilla, y que me recordó a un salón de masajes. Tenía un
par de camillas de masaje, frascos de aceites, y calentadores
para toallas. La visión clara de una ducha estaba a mi
izquierda, y las filas de armarios altos y bajos en frente de mí.
A mi derecha estaban un hombre y una mujer. Cada uno se
puso con los pies separados al ancho de los hombros, sus
manos entrelazadas en la espalda, y sus ojos bajos. Y cada
uno de ellos vestía de un cuero negro que no cubría mucho.
Un fuego lento rodó por debajo de mi piel. Aquí vamos.
—Esclava Kathy y esclavo Samuel, esta es nuestra nueva

esclava. Ella no ha ganado el derecho a ser llamada por su
nombre. Aún.
Oh, genial. Esclava sin nombre, esa soy yo.
Danica se dio la vuelta hacia mí, y ahora estaba mirando a

su entrepierna en lugar de su trasero. Estupendo.
—Los esclavos Kathy y Samuel te desvestirán y te

prepararán para tu primera prueba.
Desvestirme.
Esto era real ahora. No lo había practicado, no era algo en

lo que hubiera trabajado en mi mente para asegurarme de
que lo hacía bien. Era real.
Empieza el juego.


—Sí, Ama Danica —le dije, tratando de mantener mi voz
respetuosa.
Danica se volvió ligeramente hacia Kathy y Samuel.
—Ponedla en ese nuevo traje entrecruzado que acabamos

de traer. Dejadla con sus tacones y su brazalete de tobillo.
El suspiro de alivio porque no se iban a llevar mi brazalete

de tobillo casi se me escapa con el apuro. Me las arreglé para
retenerlo.
—Sí. Ama Danica —dijeron los dos esclavos como uno solo.
Danica se acercó y tomó mi barbilla con la mano antes de
levantar la cabeza para que mis ojos se reunieran con los
suyos. Sus largas trenzas giraron sobre sus hombros mientras
se inclinaba hacia abajo y acercaba su rostro al mío.
—Apuesto a que eres deliciosa —murmuró antes de darme

un beso.
Decir que me sorprendió era un eufemismo. Yo nunca había

sido besada por una mujer antes. No puedo decir que fue
desagradable. Sus labios eran suaves, y deslizó su lengua
dentro de mi boca cuando la abrí por la sorpresa. Sabía dulce
y como si acabara de tomar un vaso de buen vino, y olía a
jazmín.
Sin embargo, fui feliz cuando se apartó. Las mujeres no me

atraían y yo en realidad no tenía ningún deseo de repetir la
experiencia, aunque, honestamente, parecía que la noche era
joven aún, y quién sabía lo que se requeriría de mí mientras
estuviera a prueba.


Pero luego pensé en las chicas que estaba tratando de
salvar y sabía que esto no era nada. Haría lo que tuviera que
hacer para salvarlas.
Danica me sonrió, pensando que mi reacción de asombro

se debía a su destreza y no a mi sorpresa. Bueno, lo que ella
necesitara creer.
—Aquí la sumisa elige su Dominante. Si el Dom retribuye —

dijo. Corrió el dedo por un lado de mi garganta y apoyó la
mano sobre mi pecho—. Disfrutaría de tenerte como sumisa.
Me dio de nuevo un beso con los labios suaves antes de

asentir con la cabeza a los otros dos esclavos. Luego se volvió
y se dirigió hacia la puerta. La huella de la boca de Danica
parecía permanecer en la mía, y mis labios hormigueaban. El
sonido de una cremallera y el aire acariciando mi espalda me
trajeron hasta el presente rápidamente.
Kathy alejó el bolsito fuera de mis manos, lo que dejó sólo

a Samuel desvistiéndome. Su control sobre mi cintura era
firme y el corsé ya estaba cayendo. Aterrizó en una pila en el
suelo con un sonido suave de arrastre.
Samuel abrió la cremallera de mi falda de cuero y la dejó

caer sobre mis tacones.
—Linda —El estaba detrás de mí, así que no podía ver su

expresión—. Pero yo prefiero una polla más que un coño.
Ah, bien. Entonces estar bajándome la tanga hasta los

tobillos no lo estaba excitando.
A veces, este trabajo era una locura. Golpearme la cabeza

contra la pared se sentía como una idea real en estos
momentos. Estaba loca por venir con la idea de la infiltración.


Pero realmente, ¿qué otra opción teníamos?
Salí de la tanga y la falda, y Kathy me sonrió mientras se

arrodillaba y reunía mis cosas. Dobló todo perfectamente,
colocó mi bolsito sobre la ropa, y empujó la pila en uno de los
armarios más pequeños.
Los olores de las almendras y la vainilla se hicieron más

fuertes mientras Kathy y Samuel me tumbaban boca abajo en
una de las mesas de masajes y comenzaban mi preparación.
Para el momento en que habían terminado conmigo, me
habían dado masajes, aceitado, y atado unas tiras simples de
cuero. No había estado loca por ello, pero al menos había
hecho antes el trabajo de cera completo, o me lo hubieran
hecho aquí. Podía oler la cera fundida que se utiliza para ese
propósito.
Iba a conseguir una paga extra por esto. No tenía idea de

cómo me la entregarían, pero ya lo averiguaría. ¿Peligroso de
pagar? La mirada en el rostro de Oxford casi valdría la pena la
vergüenza actual. Menos mal que no era un Federal común.
Los periódicos se divertirían mucho con una exposición de
algo como esto.
Agente se hace depilación brasileña en horario de trabajo.

Dinero de sus impuestos en el trabajo...
Gracias a Dios mi parte baja estaba cubierta con las tiras

de cuero, a pesar de que la mitad inferior era sólo una correa
para que mi trasero estuviera completamente desnudo. Tenía
el presentimiento de que no iba a usar ninguna falda para
cubrirme.


Samuel y Kathy levantaron más tiras y cruzaron mis
pezones con apenas dos centímetros de cuero, y sujetaron las
correas sobre mis hombros.
—Perfecto —dijo Kathy mientras me miraba. Mi parte

posterior entera y mi vientre estaban desnudos y sólo unas
finas correas de cuero cubrían mis pezones. Eso era todo. Por
supuesto no quería ir pavoneándome por una habitación de
personas vestidas, con sólo el equivalente a tres tiras de
cuero.
Samuel me puso la mano en la barbilla y la hizo girar con

los dedos como una manera de decirme que quería que yo me
diera la vuelta. Hice lo que me dijo, segura de que ciertas
partes de cuero se caerían de todas mis partes importantes,
pero se quedaron donde estaban. Buena señal.
Cuando me encontré con la mirada de Samuel una vez

más, su expresión era casi grave, evaluativa.
—Excelente. Impresionante.
—Y con tu trasero desnudo de esa manera, va a ser

perfecto para la prueba —dijo Kathy.
—No me lo han dicho todavía —Me aclaré la garganta—.

¿Cuál es la prueba?
—Te va a encantar —sonrió—. Una buena flagelación

delante del club completo.


CAPÍTULO 14
Ay
30 de marzo
Había comenzado a sudar, eso y el aceite estaban

manchando mi piel y las tiras de cuero de mi traje colgaban a
los lados como una cortina, mientras caminaba con Kathy y
Samuel a cada lado, hacia… ¿Hacia dónde? El aroma de
almendra era tan fuerte que bloqueaba cualquier otro tipo de
olor. Debía tener un poco de aceite en mi nariz.
Qué extraño se había sentido mi montículo todo el día,

depilado y desnudo y ahora más, pues estaba cubierto de
aceite. La turbia sensación en mi vientre acompañaba el dolor
de mi pecho que podrían haber sido los latidos de mi corazón.
Cristo, Steele. Cuando trabajabas en narcóticos, peleabas al
límite con pandillas de narcotraficantes y lograste escapar con
algunos cortes antes de derribar a los imbéciles con otros
agentes RED. Tuviste mucho que pasar. Has tenido que fumar
marihuana, inhalar cocaína, todo en nombre de estar
encubierta. Y has matado Steele. Muchas veces. Muchas,
muchas veces. Tú puedes hacer esto.
Mis tetas se iban a salir de esas correas, lo sabía. Si me

movía de la manera equivocada me exhibiría a cualquiera que
pasara mientras nos dirigíamos a través de un laberinto de
techos altos y pasillos abovedados.


El brazalete del tobillo era un recordatorio constante de que
tenía que encontrar una manera de descargar información de
la computadora de Tarantino. No es que necesitara
recordarlo, porque pensar en salvar a las chicas de ser
subastadas era lo que me mantenía avanzando. Era casi
doloroso tragar saliva mientras me las arreglaba para caminar
luciendo muy confiada por el largo pasillo. Cada vez que
pasábamos por un Dom, yo bajaba la vista.
Fingir una enfermedad no parecía mala idea en estos

momentos. Por supuesto que podría arruinar mis posibilidades
de conseguir “entrar” con los grupos de BDSM.
¿Dónde estaba Donovan?
Kathy y Samuel no habían hablado, pero Kathy me tomó de

la mano y la apretó brevemente antes de soltarla. Mire su
sonrisa.
—Ha pasado un tiempo, ¿No es así?
No había duda que ella sentía mis temblores en la mano.

Asentí.
—El Amo Tarantino cree sólo en el placer de la sumisa.
Ella me dio otro apretón antes de soltarme.
—Siempre puedes usar tu palabra de seguridad —Ella

frunció el ceño—. Pero entonces no pasarías la prueba y no te
veríamos más por aquí.
Yo parpadeé. ¿Había mujeres que no pasaban el corte a las

subastas? Será mejor pasar el corte. Eso era todo lo que se
tenía que hacer.


Al final de un largo pasillo estaba mi destino virtual. A
través de la alta y totalmente abierta puerta doble, vi lo que
parecía una fiesta informal. Al parecer se trataba de una
fiesta muy privada considerando el número de pechos
descubiertos de mujeres con collares y hombres en tangas
diminutos que apenas cubrían sus paquetes mientras
caminaban detrás de sus Doms.
Algunos de los sumisos estaban siendo arrastrados juntos

con cadenas o correas de cuero unidas a los collares gruesos
de piel. Caminamos más cerca.
Y más cerca.
En el umbral.
Todos dejaron lo que estaban haciendo y me miraron. En la

multitud de espectadores, yo registré a Benjamín Cabot y a
Jason Strong, nuestros dos principales sospechosos. Strong
realmente lucía como un aficionado a Vin Diesel con camiseta
sin mangas, con los músculos en todos los lugares correctos,
incluyendo los apretados pantalones de cuero.
Cabot era más atractivo en persona que en la foto que

teníamos en el registro. Yo tenía razón acerca de que él era
de belleza clásica, pero era mucho más snob -o parecía uno-
de lo que yo había visto en su foto. Como Tarantino, y
diferente a todas las personas con cuero o sin él que nos
rodeaban, Cabot llevaba traje. Armani. Cabot tenía una
sonrisa de satisfacción mientras me estudiaba y yo sabía que
le estaba dando gran placer lo que yo estaba a punto de
experimentar. Eché un vistazo a Strong y a Tarantino y vi las
mismas expresiones de placer en cada una de sus caras.
Recordé la parte en que los tres tienen la opción de usar mi


cuerpo, con o sin mi Dom, como parte del paquete del club.
Cristo...
Samuel tocó la base de mi columna y con cuidado me

impulsó hacia adelante, guiándome hacia el centro de la
habitación. La alfombra lujosa en forma de árbol de hoja
perenne amortiguaba el ruido de mis tacones de ocho
centímetros.
Cuando llegamos al centro de la sala, sabía la instrucción.

De inmediato tomé postura de sumisa. Mis pies abiertos hasta
el ancho de mis hombros, mi pecho afuera, mis manos
entrelazadas detrás de la espalda. No levantar los ojos a
menos que me lo indiquen.
Me habían golpeado en las cárceles de México y Cuba,

azotado, golpeado, pateado. Esto no era nada. Al menos eso
es lo que me dije a mi misma.
Samuel y Kathy se alejaron. Con mis ojos mirando el suelo,

era difícil hacer un barrido de la sala con la mirada para
analizar y buscar a Donovan, pero hice lo mejor que pude. El
aroma de sándalo se unió a mis sentidos poco antes de que
Luca Tarantino se pusiera delante de mí, todavía vestía con el
traje que obviamente fue hecho sólo para él. ¿Iba hacer lo
que había dicho? ¿Follarme antes que cualquiera? Tengo que
admitir que lo elegiría por sobre cualquiera que hubiera visto.
Salvo Donovan.
¿A qué viene eso? Tal vez porque había fantaseado sobre él

demasiadas veces para contarlas desde que lo conocí.
—Muy bien Ama Dánica —Dijo Tarantino con su suave

acento italiano. Alzó la mano y empujó a un lado las correas,
dejando por completo al descubierto mi pecho. Apenas


contuve un suspiro. El acarició mi seno, la piel todavía
húmeda del aceite de almendra—. Tienes a tus esclavas muy
bien preparadas.
El empujó a un lado la otra correa de mi seno y sentí el

frescor de la habitación. Ahora todo el mundo podía ver mis
pechos y mis pezones que se endurecieron y destacaron.
Merezco un bono por esto.
Tarantino enganchó un dedo debajo de mi barbilla e inclinó

mi cabeza hacia atrás, obligándome a mirarlo. Con una
sonrisa sensual, llevó sus labios hacia los míos. Su beso fue
lento y acogedor. Pero fue un beso de propiedad. Lo sentí en
cada célula de mi cuerpo. Había decidido que le pertenecía,
no importaba el Dom que eligiera.
Pero no pertenezco a nadie.
Cuando Tarantino se apartó del beso, sonrió con una

expresión llena de sexo y pasión. Aquellos ojos verdes suyos
eran fascinantes.
—Esposas —dijo con una voz que sonaba lejana cuando

habló con otra persona, pero mantuvo la mirada en mí—.
Manos al frente, esclava.
Obedecí y la piel alrededor de sus hermosos ojos verdes se

arrugó por placer. Me tomó un momento darme cuenta de
que ciñó un par de esposas de cuero a mis muñecas.
—Levanta los brazos.
El guió mis brazos sobre mi cabeza. Mi mirada se desvió

arriba a medida que levantaba los brazos y vi que estaba
debajo de un gancho plateado muy grande colgado de una
larga cadena plateada. Tarantino me tomó de la cintura, me


levantó un poco para que yo quedara sobre la punta de los
dedos de los pies y alguien más enganchó la cadena que unía
las esposas al gancho. Estaba esposada. Colgando de un
gancho del techo. La mayor parte de mi cuerpo desnudo.
Tarantino volteó la cabeza hacia la multitud de espectadores.
—Ama Dánica. Que uno de tus sumisos desnude a esta

esclava. Deja las esposas.
Oh Mierda.
Volvió su mirada hacia la mía.
—Cada vez que quieras parar di la palabra segura que le

diste a tu Dom. Todo habrá terminado y habrás fallado la
prueba.
¿Fallar? Si claro. ¡Adelante!
Kathy y Samuel se dirigieron hacia mí y me quitaron los

trozos de cuero y los zapatos.
A pesar de que había esperado esto. Cuando ellos

terminaron todo el mundo tenía que ver lo rojo que mi cuerpo
debió ponerse por la situación embarazosa. Era como si
estuviera ardiendo, las llamas surgían desde mis dedos de los
pies hasta mi cuero cabelludo y nunca se detenían.
—Hermosa —oí a través del zumbido en mis oídos—.

¿Quien la va azotar?
—No tengo idea de a quién elegirá Tarantino, pero si soy

yo. Voy a darle bien.
Rogué porque no fuera la última voz.
—Tenemos un nuevo Dom con nosotros esta noche —

Tarantino hizo un gesto asintiendo a mi derecha—. Conocido


en otros lugares como Señor Dunning. Esta esclava será su
prueba para ver si se gana ese título aquí.
Mi mirada siguió la de Tarantino y mi estómago dio un

vuelco.
Donovan. Llevaba un látigo muy largo. Yo no sabía si el

vuelco en mi estómago era de alivio al verlo, del deseo de
estar en el otro extremo del látigo o de vergüenza. Era
bastante malo tener la habitación llena de gente viéndome
desnuda mientras era azotada, mucho peor a mi nuevo
compañero.
Pero demonios, él llenaba extraordinariamente bien ese par

de pantalones ajustados de cuero. Se moldeaban a sus
musculosas piernas y me podría imaginar como mantequilla
suave esa piel bajo mis manos. Sus caderas eran esbeltas y
apuesto a que su parte trasera era muy bonita.
Y Dios mío, su pecho estaba desudo. Todos los músculos

que habían estado ocultos antes por las camisas, ahora
estaban untados de aceite. Donovan era tan diferente de Gary
y no tan lleno de músculos.
Pero Donovan era mucho más poderoso de aspecto y

presencia, en cada corte bien definido de sus músculos, su
potente sexualidad irradiaba de él.
Sus hombros eran más amplios de lo que había creído. Sus

brazos y pecho agrupados con poder crudo. No solo sus
bíceps tenían un aspecto más marcado, sus gruesos
antebrazos y sus fuertes muñecas lucían mas así ahora con el
torso desnudo. Ni un gramo de carne de sobra en su cuerpo.
En cada una de esas muñecas gruesas llevaba brazaletes.


Pero tenía una mirada sombría sobre sus rasgos y cuando
sus brillantes ojos azules encontraron los míos, el estrechó los
suyos, como si estuviera enojado.
—Baja los ojos, esclava.
La orden llegó como un ladrido y azotó el látigo. Dio un

fuerte crujido que me sorprendió al recordar mi papel y miré
su entrepierna en vez de sus ojos. No era una mala vista.
—¿Puedo? —Dijo Donovan y yo sabía que estaba pidiendo a

Tarantino si podía empezar.
Mis brazos me dolían de cargar mi peso. Esto me recordó el

tiempo que estuve en la prisión mexicana antes de escapar.
Luego la prisión cubana antes de ser reclutada por RED.
Esto sería como pan comido.
O un pastel de ángel, que lo odio.
—Asegúrate de no marcarla debajo de su culo, encima de

sus pechos o en sus brazos —Estaba diciendo Tarantino—. No
serviría de nada que tuviera marcas de su prueba una vez
que ella se vista y salga de mi club.
Cada palabra que él decía me acercaba más y más a la

comprensión de que esto era real.
—Gracias Amo Tarantino —Donovan dio una rápida

reverencia con su cabeza que yo vi por debajo de mis
pestañas.
—Cada Dom debe ser altamente calificado con un látigo —

dijo Tarantino—. Usted puede ser considerado como un Señor
en otro lugar, pero requiere que nos muestre sus habilidades
antes de ganar ese título aquí.


Donovan dijo:
—Por supuesto, Amo Tarantino.
El latido de mi corazón creció más fuerte y más rápido

cuando Tarantino tomó asiento en un sofá y nos observó a
Donovan y a mí como si estuviera viendo un programa de
televisión. Donovan se acercó tanto que casi rozó el pecho
con mis senos. Su familiar aroma era enmascarado por el olor
almizclado de su torso engrasado.
Me puso el mango del látigo debajo de la barbilla y me

obligo a mirarlo mientras se inclinaba más cerca. Muy cerca.
—Por suerte para los dos soy malditamente bueno en esto

—dijo, muy bajo para ser oído—. Va a doler —parecía que
realmente lo lamentaba—. Ahora esclava —dijo en voz alta
para que cualquiera lo oyera—. ¿Te he preguntado cuál es la
palabra segura?
—Bola rápida —dije cuando la palabra se me vino a la

mente—. Esa es mi palabra segura, Señor. Bola rápida.
Alguien soltó una risita.
—Apuesto que él tiene bolas bastante rápidas.
Una voz masculina decididamente gay dijo:
—Estoy seguro que me gustaría tomar un par de sus bolas

rápidas.
Esta vez me pareció ver un tono de rojo en los rasgos

morenos de Donovan.
—No hagas ruido, esclava —dijo—. Si lo haces significará

que estarás con los ojos vendados. ¿Entiendes?


Tal vez Donovan estaba demasiado en su papel dentro de
la operación. Estar a ciegas no era mi idea de diversión.
Asentí.
—Si señor.
—Mirada baja.
Obedecí.
Debido a la alfombra no pude oír sus pasos, pero por una

sensación arrastrándose por mi espina supe que estaba
detrás de mí. El increíble aguijón del látigo contra una de mis
nalgas y luego en la otra, en rápida sucesión me tomó de
sorpresa. Dolían tanto que grité mi dolor sin siquiera pensar
en ello y mis ojos se humedecieron.
A través de la quemadura en mis nalgas oí decir algo a

Donovan y lo siguiente que supe es que alguien me había
vendado los ojos.
—Te lo advertí, que iba doler como el infierno —dijo

Donovan suavemente mientras frotaba mi trasero con la
palma de la mano—. Trata de aguantar tus gritos.
El instinto de pelear en contra de mis ataduras y todo lo

demás era tan fuerte que me dolía todo el cuerpo por la
necesidad de escapar.
Pero no había escapatoria. No era un castigo cruel. Era lo

que una verdadera sumisa anhelaba. Una vez más, Donovan
me pegó, pero estaba vez apreté los dientes y contuve mi
grito. La humedad de mis ojos humedeció la venda. El me
pegaba en todas partes dentro de la zona que Tarantino había
especificado. Mi espalda, mi montículo, mi vientre, mis
pechos. No ser capaz de ver lo que hacía era peor.


Estaba más intensamente consciente de cada golpe. Traté
de concentrarme en una especia de “lugar feliz”, pero cada
chasquido del látigo y el picor en mi cuerpo me empujaban de
vuelta a la realidad.
De vez en cuando Donovan hacía una pausa y utilizaba su

mano para frotar las marcas que había golpeado. Frotarlas
hacía salir el ardor en vez de aliviarlo.
—¿Estas bien? —Me preguntó en voz baja y yo ni siquiera

asentí o negué con la cabeza. Estaba muy ocupada planeando
la manera de matarlo.
Cuando pensaba en que no había un lugar “en la zona” de

mi cuerpo que él no hubiera golpeado, se detuvo.
Los brazos me dolían de estar colgada por las muñecas y

mi cuerpo ardía como fuego en todos los lugares que el látigo
había golpeado. La venda húmeda de mis ojos fue retirada y
parpadeé contra el brillo a medida que mi cuerpo se aflojaba
y bajaba mi cabeza.
No sería capaz de sentarme en una semana. Por lo menos.

Vagamente fui consciente de que alguien me ayudó a salir del
gancho y luego me desplomé sobre Donovan. Él me tomó por
los hombros y me sostuvo hasta que abrí los ojos y lo miré.
Su mirada azul encontró la mía durante largo rato antes de

que Tarantino echara un vistazo.
—Eres bueno con el látigo, Señor Dunning —dijo Tarantino

utilizando el nombre de encubierto de Donovan—. Bienvenido
al club.
Tarantino me sonrió.
—Bienvenida al club esclava Alexi.


—Voy a tomar esta esclava si ella me quiere, Amo
Tarantino —dijo Donovan antes de que Tarantino continuara.
El miró de Donovan a mí. Donovan seguía sosteniendo mis
hombros. De lo contrario, no creo que mis piernas hubieran
funcionado.
—¿Quieres que el Señor Dunning sea tu Dom? —me

preguntó Tarantino.
Miré a Donovan y sin importar la cantidad de dolor que yo

tenía en ese momento, traté de poner adoración de sumisa en
mi expresión en lugar de los deseos de matar.
—Si Amo Tarantino. Me gustaría ser la esclava del Señor

Dunning.
Al igual que el Papa dándonos su bendición, Tarantino

asintió con la cabeza.
—Hacéis buena pareja —centró su mirada en mí—. Pero si

tu Dom alguna vez cruza la línea, vienes a mí inmediatamente
—Tarantino miró a Donovan de nuevo—. Nosotros no
toleramos el abuso. Todo lo que hacemos aquí, en el
Crepúsculo de Cristal y en los otros clubes, solo implica
placer.
Donovan bajó la cabeza.
—Por supuesto Amo Tarantino.
—La siguiente prueba para tu sumisa… —Casi se me cae la

mandíbula. ¿Otra prueba? — …es la jaula.
Yo, literalmente casi podía sentir la sangre que salía de mi

cara. Rejas.
No, rejas no.


Dos sumisos con collares arrastraron una jaula de metal
brillante con barras igual que una celda de cárcel. Una
minúscula celda de cárcel. Era tan pequeña que no estaba
segura de poder sentarme en ella.
—Tu esclava permanecerá en la jaula hasta que sientas que

es digna de salir —Tarantino miró a Donovan—. Ordena a tu
sumisa que entre.
Donovan me soltó los brazos y señaló hacia el suelo.
—Sobre tus manos y rodillas y métete en la jaula.
No, yo no podía hacerlo. Pero sabía que si no lo hacía, esta

operación volaría al infierno.
—Sí, Señor.
Mantuve los ojos bajos, mientras poco a poco me ponía en

mis manos y rodillas. Podía sentir un grito formándose en la
parte posterior de mi garganta mientras me arrastraba a la
jaula, que estaba a unos buenos tres metros de distancia. El
cuerpo me dolía y ardía por cada golpe del látigo y me mordí
el labio inferior hasta casi sangrar.
—Demasiado lento esclava.
Un chasquido y el látigo golpeó mi culo de nuevo. El látigo

me tomó por sorpresa y me hizo gritar.
Yo iba a patearle el culo por eso, también. Cuando llegué a

la puerta de la entrada de la jaula, me quedé mirando todas
esas barras y apenas mantuve mi cuerpo de temblar. ¿Cómo
iba yo a sentarme allí si la parte superior era tan baja?
Tuve mi respuesta cuando Donovan dijo:


—En tus manos y rodillas hasta que crea que te has ganado
el derecho de salir.
Esta vez un estremecimiento bajó por mi espina dorsal.

Chasquido. El látigo conectó con mi culo de nuevo y me mordí
los labios para no gritar.
—Ahora, esclava.
Me obligué a entrar en la jaula y sentí que comenzaba a

hiperventilar.
Bola rápida. Dilo.
No. Respira, Steele. Respira.
Todos los demás en la sala comenzaron a reír y charlar

divirtiéndose como si estuviera en una fiesta normal.
Realmente no podía ver mucho con la cabeza agachada. No
tenía muchas opciones ya que la parte superior casi me
tocaba en la cabeza.
Esa sensación de claustrofobia quería invadirme.
Respira. Sólo respira, canté en mi mente. Mi cuerpo ardía

por el látigo, me dolían las muñecas por las esposas y mis
brazos por estar colgada tanto tiempo. Mis rodillas y palmas
de las manos dolían, la alfombra no era suficientemente
suave para darme descanso. La jaula era tan pequeña que
sentía las barras de metal a ambos lados cuando me movía.
Me negué a mirar al frente porque no quería ver las barras.
Aguanta. Esto no va durar mucho tiempo.
Yo estaba tan equivocada.


Alguien me empujó con una vara como un niño empujando
un animal.
Entonces por lo que tenían que ser horas, unas manos

llegaron a través de las barras y acariciaron parte de mí cada
vez que me alcanzaban.
Oh, Dios, Incluso mis pliegues que estaban húmedos, -a

pesar de la humillante posición -no escaparon del toque de
alguien. Yo no era más que un animal en una jaula.
Esto era algo que sabía, que los esclavos eran puestos a
menudo así. Pero yo había planeado ser una dominatrix de
1.62 y con Perry como sumiso.
No había contado con estar tras las rejas. Recé porque lo

que había dicho Tarantino fuera cierto, que el sexo era en las
habitaciones privadas y nadie trataría de tomarme por detrás
mientras yo estaba en la jaula.
La fiesta comenzó a disminuir y mis brazos temblaban

desde los hombros al sostenerme toda la noche.
Las voces decían:
—Adiós.
—Bienvenido al club Señor Dunning. Y bienvenida al círculo

interno esclava Alexi.
Mis oídos escucharon y más manos tocaron mi piel ardiente

y me daban palmadas en el culo mientras se iban. No creo
jamás haber sido tan humillada en mi vida.
Finalmente, Dios, finalmente las bisagras de la puerta

chirriaron detrás de mí.


—Ya puedes salir esclava Alexi —dijo Donovan. El hombre
iba a morir.
—Si, Señor Dunning.
Tenía la voz ronca y mis brazos estaban tan rígidos. Casi

débiles, apenas tenía fuerzas para salir de la jaula. Sin
embargo tenía motivación. Finalmente me gustaría estar lejos
de las barras.
Cuando retrocedí saliendo, me detuve. Yo quería colapsar,

pero sabía que era una mala idea. Si recibía un castigo más,
no iba ser responsable por homicidios múltiples.
—Puedes ponerte de pie, esclava Alexi —dijo Donovan.
Vaya gracias. Vamos a ver si eso es remotamente posible.

Me empujé en cuclillas y cada músculo de mi cuerpo empezó
a temblar. Donovan extendió su mano hacia a mí para
ayudarme y lo dejé, pero me acordé de no mirarlo. No podía
ser bueno que Tarantino viera los láseres rojos que mis ojos
tiraban a Donovan.
¡Oh, yo tenía que interpretar el papel de sumisa! Pero él

me hizo hacer algunas cosas que no tenía que hacer.
—El siguiente punto en el orden de los negocios son los

veinticinco mil de cada uno para formar parte de nuestro
exclusivo club —Tarantino asintió hacia un señor sentado en
el sofá—. Johnson se hará cargo.
—Tengo efectivo aquí, Amo Tarantino —dijo Donovan.
Yo dije:
—¿Aceptas American Express, Amo Tarantino?


—Por supuesto. Nos reunimos cada sábado —dijo Tarantino
mientras contestaba mi pregunta y asentía a lo dicho por
Donovan—. La Casa de Cristal será nuestro próximo
encuentro —miró hacia Jason Strong, que tenia los brazos
sobre su enorme pecho—. Sus nombres estarán en la lista con
una indicación especial de que serán acompañados a la
“fiesta” en la parte trasera del club.
—Gracias Amo Tarantino, Strong y Cabot —dijo Donovan

mientras hacía reverencia con sus hombros.
—Es nuestro placer —dijo Tarantino. Donovan inclinó la

cabeza hacia el pasillo.
—Me gustaría una habitación privada con mi esclava, si eso

no es inconveniente.
Tarantino sonrió.
—Por supuesto que puedes —Señaló a una pelirroja con

collar rojo y que se acercó a él con la mirada ligeramente
baja—. Esclava Marissa, enséñales al Señor Dunning y la
esclava Alexi la suite del placer.
Donovan llevó una de sus manos hasta la columna de mi

garganta.
—Ahora necesito encontrar un collar para la esclava Alexi.
Él casi pierde un diente.
Seguimos a la pelirroja bien formada, pero Donovan me dio

una mirada de Dom y me hizo seguirlos unos pasos atrás de
él “para guardar las apariencias”, estoy segura.
Cuando había investigado sobre el BDSM en la Red, había

encontrado gente de todos tamaños y formas en el estilo de


vida. Pero aquí era como si solo escogieran los cuerpos
perfectos y rostros hermosos. Supongo que debería sentirme
halagada de estar entre los elegidos, pensé con sarcasmo.
Marissa nos guió por un par de pasillos hasta una puerta.
—Esta sala es por orden del Amo Tarantino solamente, así

que está vacía a menos que él permita utilizarla.
Ella giró el picaporte y abrió la puerta al cielo.
Cielo, ya que tenía una enorme cama, con un enorme

edredón de aspecto esponjoso y satinado. No me importaba
nada más que la cama. No registré nada más que la cama y el
hecho de que no había ventanas o espejos que pudieran ser
de dos vistas. No se podían descartar las cámaras, pero la
señal del dispositivo en uno de los brazaletes de Donovan o el
de mi tobillo se haría cargo de cualquiera de ese tipo de
cosas. Realmente nos quedábamos solos, esto era realmente
privado y esa realmente era una cama. Cuando Marissa nos
dejó, me dirigí hacia el pedazo de cielo pero dejé de caminar
cuando la razón de por qué nos encontrábamos en el
Crepúsculo de Cristal me golpeó.
Eché un vistazo al brazalete de mi tobillo y luego miré a los

ojos de Donovan.
—No he tenido la oportunidad de…
Hice un gesto a mi brazalete del tobillo. Él levantó un brazo

y me mostró uno de sus puños de la muñeca.
—Ya lo tengo.
Tuve la fuerza suficiente para caminar hacia él.


—Bien —dije y llevé mi rodilla a sus bolas—. Señor hijo de
puta.
Se dobló con un grito y un gruñido antes de caer de

rodillas. Sin una mirada atrás, sin importarme una mierda
sobre las diversas cosas creativas que estaba diciendo de mí
entre sus dientes apretados, fui directamente a la cama y me
metí bajo las sábanas.
Hice una mueca de dolor, ardor y quemazón que me hizo

sentir como si estuviera en llamas por cada movimiento que
hacía. Me puse sobre mi lado izquierdo, que parecía que dolía
menos. Y me desmayé.


CAPÍTULO 15
Pecados del pasado
31 de Marzo
Domingo en la madrugada
Donovan me dejó dormir tres horas antes de despertarme

y así podríamos irnos del Crepúsculo de Cristal y volver a
casa. En el momento en que Donovan me tocó el hombro
quemado me di la vuelta y lo golpeé. Tenía tanto dolor que ni
siquiera podía saber si mis nudillos se hirieron por el impacto
después de haber conectado con su mandíbula. Me fulminó
con la mirada y se frotó la zona que le golpeé.
—Maldita sea Steele, habíamos acordado esto.
Mi cuerpo entero gritó cuando me enderecé en la cama. Oh

Dios, dolía estar sentada sobre mis nalgas. Las sábanas y
mantas cayeron de mi pecho desnudo y miré hacia abajo, a
los verdugones al rojo vivo que cruzaban mi cuerpo al azar.
Levanté los ojos y fulminé a Donovan.
—La jaula. No hacía falta que me arrastrara hasta la jaula

ni que permaneciera en ella durante tanto tiempo.
—Lo siento —dijo y realmente sonó como si lo sintiera—.

Para asegurar de que lo hacía bien, leí la expresión de
Tarantino —La cama cedió un poco cuando se sentó a mi
lado—. Finalmente tuvimos su “bendición” cuando puso su
ridícula sonrisa —el alivio de Donovan era evidente—.


Estamos dentro —agregó—. Nuestras ropas ya están aquí,
junto con un ungüento para tus…
Hizo un gesto a mi cuerpo y no terminó la frase. Por

primera vez presté atención a la habitación. Decadente era
una buena palabra para ella. Una enorme cama de roble
blanco con dosel, todo lo mejor para atar… e impresionantes
cortinas drapeadas y doradas alfombras. Todo estaba en
dorado y blanco, incluyendo el mobiliario. Era un poco como
estar en un palacio.
Donovan tuvo que untar el ungüento en mi espalda.
—¿La gente realmente se calienta con estas cosas? —

pregunté—. ¿Se excitan al ser terriblemente golpeados?
Yo no estaba caliente. Quería dispararle a algo. Él se

encogió de hombros.
—Como dicen, a cada uno lo suyo.
Hice una mueca cuando tocó otra roncha. Una parte de mí

tenía que admitir que había disfrutado un poco. Apenas podía
aceptar esa verdad, pero los azotes me calentaron. Dios,
¿cómo podía ser?
Tragué saliva y pensé en la razón por la que tenía que

pasar este dolor físico. Se trataba de salvar a otras mujeres
de ser vendidas como esclavas sexuales por un sádico, de
encontrar a Kristin y de eliminar a los hijos de puta que
habían matado a Randolph.
Cuando salimos de la suite del placer, ninguna marca se

mostraba en mi piel desnuda que revelaba mi corta falda y el
corsé. Cada paso, cada roce de la ropa de cuero y encaje


contra mi piel, hacia que fuera difícil evitar una mueca de
dolor.
Caminé sobre mis tacones con pasos seguros, como si no

me dieran ganas de gritar a cada paso. Saqué el ticket de mi
bolso y se lo entregué al aparcacoches. Donovan hizo lo
mismo por el vehículo que él conducía. Se acerco a mí.
—Te voy a seguir a casa y asegurarme de que llegas bien.
—No te molestes —le di una sonrisa falsa—. Voy a estar

bien.
Donovan estrechó los ojos pero no contestó cuando llegó

mi pequeño Mercedes color rojo conducido por el
aparcacoches y seguido por un elegante Porsche negro. Una
vez que le di la propina, me encontré camino a casa. Seguía
apretando la mandíbula, tratando de no llorar por el dolor en
mi culo, que empeoraba con cada cambio de marcha. Casi no
me di cuenta del Porsche negro detrás de mí y fruncí el ceño
cuando finalmente lo vi. Guié mi Mercedes a través del barrio,
pasé un par de muchachos fumando en la esquina a las putas
tres de la madrugada. Drogándose probablemente. Mi calle no
era mala para estar en el Southie, pero no era Sunshine Acres
tampoco.
Saqué la pistola semi-automática de debajo del asiento y

me la metí por detrás de mi falda ya que no tenía la funda.
Ouch. ¿Es qué no había nada que no doliera?
Mi cara, mis brazos, mis piernas no dolían. Está bien, eso

era positivo.
Incluso antes de que abriera la puerta de mi Mercedes,

Donovan ya estaba afuera de su Porsche. Lo dejé que me
ayudara a salir y cerré la puerta. Para seguir con la política de


nuestra agencia secreta, las luces no parpadean y el vehículo
no hace “beep” cuando cierro con el control remoto. Oí el sutil
sonido del clic en las cerraduras.
No hablamos mientras subíamos las escaleras ni dentro del

vestíbulo interior.
Lo enfrenté y alcé la mano.
—Hasta aquí. Puedo llegar yo sola el resto del camino.
—Eres tan malditamente terca, Steele.
—Estoy cansada —me froté las sienes cuando una ola de

mareo me golpeó—. Sólo vete.
Cruzó los brazos sobre su pecho y no se movió, mientras

me daba la vuelta y casi perdí el equilibrio. ¿Por qué diablos
estaba tan mareada?
Las llaves sonaban en mis manos cuando empecé a subir

las escaleras pasando el apartamento de Marty y luego el de
Georgia. La cabeza me daba vueltas.
Unas manchas frente a mis ojos me cegaron.
Me balanceé.
Dios, yo-yo…
Caí y rodé por las escaleras. Mi cabeza golpeó contra el

suelo.
Todo se volvió negro.


31 de Marzo
Domingo por la mañana.
Fuerzas especiales… soy una francotiradora. Sé que estoy

salvando vidas estadounidenses cada vez que disparo a un
objetivo.
Justo cuando aprieto el gatillo, llegan las órdenes.
Abortar.
Demasiado tarde.
Jodida. Bien grande.
Arresto.
Corte marcial.
Parada delante de hombres en una habitación blanca.
Hombres extraños. Hombres sin uniforme militar.
Hay dos opciones.
Servir como asesino.
O me mataban. Lentamente.
Me quiebran.
Ahora desde la azotea de un edificio en Francia, me coloco

en mi sitio ante dos mujeres que salen de un restaurante. Me
pregunto quienes son ¿Por qué las mato? Como me pregunto
cada vez que me ordenan matar.
Mis jefes nunca me lo dicen. Yo ni siquiera sé para quién

trabajo. Sólo es esto o la muerte por mutilación.


Aprieto el gatillo.
Nadie sabe de dónde vienen los disparos. Desarmo el rifle

francotirador de la agencia y lo pongo en la mochila. Ahora
sólo soy una turista.
Una prisión. Estoy atada a una silla y por doquier huele a

sudor y orina.
Los hombres preguntan, yo me niego a contestar. No

puedo responder aunque quisiera porque ni siquiera sé para
quién trabajo. Los puños golpean mi cabeza y mi cuerpo.
Entonces veo la cara muerta de Randolph, su cuerpo

flotando en el puerto.
Mis propios gritos me despertaron.
—¡No!
Pesados pasos y escuché una voz de hombre.
—Lexi, despierta. Estás teniendo una pesadilla.
Comencé a dar de puñetazos, pero un cuerpo masculino

me sujetó.
—¡No! Debo… debo…
—¡Despierta!
El hombre gritó.
Donovan.


Con un jadeo, cada pedacito de realidad me golpeó fuerte
como la fuerza de un camión que choca contra una pared de
ladrillos. Me di la vuelta a un costado apretándome el vientre.
Mis entrañas estaban a punto de salirse por el terror del
sueño.
Abrí los ojos y miré los azules de Donovan.
—¿C-Cómo…?
La confusión nubló mi mente cuando me di cuenta de que

no estaba en mi cama.
—¿Qué…?
—Te quedaste inconsciente cuando llegamos a tu casa.
Donovan se sentó al borde de la cama y parecía

preocupado.
—Te caíste por las escaleras.
¿La dura Lexi Steele cayó inconsciente? Eso fue sin duda el
punto culminante del infierno de mierda que fue esa noche.
¿Qué podría ser más embarazoso que desmayarse por una
maldita razón frente a tu nuevo compañero? Me sequé el
sudor de la frente. Todo mi cuerpo se sentía sudoroso de
nuevo por el sueño.
—¿Dónde estoy?
—En la cama de Kristin.
Donovan seguía estudiándome.
—No podía dejarte sola después de que te golpearas la

cabeza de esa manera. He estado revisándote durante
algunas horas.


El hecho de que estuviera demasiado preocupado como
para hacer eso hizo que Donovan se ganara unos puntos, a
pesar de mi vergüenza. Parpadeé un poco por la remanente
pelusa y sentí un dolor en un lado de mi cabeza. Semejante
chichón. Él hizo un gesto hacia el suelo donde a pocos metros
estaba una de mis bolsas de lona cerrada.
—He cogido un poco de ropa.
Ladeé la cabeza y lo miré.
—Gracias.
Donovan tomó un recipiente que estaba en la mesita de

noche.
—Espero que no te moleste que te haya quitado esa falda y

corsé y te pusiera esta cosa en los verdugones.
—Debe ser por eso que me siento mejor.
Hice una mueca de dolor cuando me empujé hacia arriba

en la cama y descubrí que estaba usando una bata de tela.
—Gracias por no dejar que me despertara desnuda.
—¿Quieres un poco mas de ungüento? —me preguntó. Mi

pelo estaba empapado de sudor cuando me lo aparté de la
cara y suspiré.
—Realmente necesito una ducha primero.
Él hizo un gesto hacia una puerta al lado opuesto a donde

estaba la cama.
—Usa cualquier cosa que necesites.
—Sólo me tomará unos minutos.


El colchón se levantó de donde había estado él cuando se
puso de pie.
—Haré el desayuno una vez que estés fuera de la ducha.
—Está bien.
Hice una mueca cuando me deslicé en la cama mientras

Donovan salía por la puerta de la habitación y la cerraba tras
él.
Aleluya. Mis piernas colaboraron cuando me balanceé por

un lado de la cama.
Genial.
Mis pies se hundían en la lujosa alfombra de color

blanquecino que iba bien con las paredes color lavanda. Me
empujé hasta ponerme de pie, apoyando la mano sobre la
superficie blanca de la mesilla de noche que hacía juego con
el resto de los muebles. Por Dios, mi cuerpo estaba
temblando. La noche de ayer vino a mí en todo su esplendor.
Cómo olvidarlo cuando hice una mueca y fui cojeando hacia
mi bolso y lo tomé.
Alguien debió ponerme algo porque de ninguna manera iba

perder el conocimiento por de una paliza. ¿No? O estaba
totalmente negada.
La alfombra era celestialmente suave bajo mis pies

mientras caminaba a través de un reflejo del sol y me metí en
el cuarto de baño.
Uf. Tenía la boca de la mañana. Y no iba a ser capaz de

aguantar el contenido de mi vejiga llena si no llegaba
realmente rápido al inodoro.


Después de que me hiciera cargo del asunto, mi culo siguió
ardiendo, entonces me causé aún más dolor con la ducha y al
secarme con una toalla antes de vestirme. Tuve que buscar
entre la mochila que Donovan trajo pero finalmente encontré
un par de calcetines a juego. Mi cabello húmedo me irritaba
cuando me caía a la cara mientras me ponía los pantalones
verdes cortos, una camiseta a juego y mi par favorito de
zapatillas para correr. Él había sido bastante atento
empacando lo que tenía que ser la ropa más cómoda.
La habitación en la que había dormido era soleada, con

pinturas al óleo en las paredes color lavanda y fotografías en
las superficies de los blancos muebles.
Una foto en un marco de peltre me llamó la atención. Oh

que bien. Tenía que ser Nick Donovan... En realidad estaba
sonriendo, no una sonrisa enorme pero ¡hey! Por el corto
tiempo en que lo conocía ya pensaba que no sabía hacerlo.
Una niña se apoyaba en él, con una sonrisa melancólica.
Donovan tenía un brazo alrededor de ella. Una sensación

de pesadez se instaló en mis entrañas. ¿Ella era una de las
dos esclavas que ya habían sido entregadas a compradores
nacionales o en un programa para ser enviada a un país
extranjero?
Tragué saliva. Este jodido mundo. Mi estómago rugió como

si fuera a escapárseme si no lograba comer algo pronto. Me
obligué a apartar los pensamientos de lo que estábamos
tratando y me dirigí fuera de la habitación.
Pase junto a la única puerta en el pasillo oscuro.
La habitación de Donovan, sin duda.


La pasé, luego entré a un hermoso salón con una pared de
ladrillos a la izquierda y al frente, que incluía un ventanal y
una chimenea de ladrillo entre fotos dispuestas en la repisa
de la chimenea. Era acogedor y femenino, con muebles de
estampados florales, un montón de cojines, plantas interiores
y al parecer, caras reliquias y obras de arte. A mi derecha
había un arco y caminé a través de él a una cocina tan
impecable como el resto de la casa. Un reloj en forma de
tetera de cobre estaba sobre una estufa de acero inoxidable.
Siete a.m. Eso era todo, soy consistente.
—Hola —dije.
Donovan se apartó de lo que estaba haciendo en el

mostrador.
—Justamente estaba empezando con las tortitas.
Su voz era profunda y retumbante. Cuando me enfrentó,

una sensación de escalofrió corrió a lo largo de mi cuerpo. A
ningún hombre se le debería permitir lucir tan
devastadoramente sexy… era casi abrumador. Su camiseta
coincidía con el azul brillante de sus ojos. Sus músculos
flexibles debajo de la ropa, desde los hombros hasta los
abdominales. Mmm… sus firmes muslos, también. Yo había
visto su pecho anoche y en algún momento me gustaría ver el
resto de él.
Compórtate, Steele.
—Tú las haces, yo las como —le dije.
Asintió brevemente y se movió a través de la cocina. Nada

era casual acerca de este hombre. Cada movimiento que
hacía era decisivo.


Los músculos y tendones de su antebrazo se tensaron
cuando abrió la nevera. Se agachó y se inclinó en la nevera.
Querido Dios.
Mis palmas picaban y tuve el impulso de tocar su apretado

culo del que ahora tenía una vista perfecta.
¿Qué era lo que me pasaba? Me acababa de dar una

azotaina de mierda y me hizo permanecer en la jaula durante
toda la noche sobre mis manos y rodillas. Y me vio desnuda.
Cada centímetro de mí. Lo sé, lo sé. Todo es parte de la
operación. Pero lo de la jaula me seguía molestando como la
mierda.
Pero fue muy amable de su parte hacer lo que hizo por mi

cuando me desmayé como una idiota.
Una llamarada rápida me calentó la piel mientras lo veía y

sentí agitarse algo dentro de mí. Me pasé la mano por el
cabello húmedo mientras me daba la vuelta. Un calendario de
Boston colgaba en la pared junto a una fila de armarios de
caoba. En la foto del mes en curso, la cuidad se veía limpia y
reluciente, como si la zona fuera perfecta desde el
subterráneo. ¡Ja!
El sonido de la nevera cerrándose, el golpe de la puerta del

armario y el sonido metálico de una cacerola en la cocina
llegaron desde detrás de mí. Segura de enfrentarme de nuevo
a él.
Bueno, quizás no.
La espalda de Donovan estaba ante mí, los músculos de

sus hombros se flexionaron mientras vertía lo que parecía
harina, azúcar y sal en el tazón.


Demonios si sabía lo que estaba preparando. Por lo que a
mí respecta, mi teléfono móvil proporcionaba una buena
comida perfectamente equilibrada. Sólo tenía que darle al
marcado rápido de cualquier número de un restaurante y
estaba listo. Eso, o tenía galletas de nuez y Montain Dew1. El
mejor desayuno era pizza fría con queso extra, ajo y
aceitunas verdes.
Mmm.
Pero tortitas… Nunca las había tenido.
Me moví un poco de lado para poder ver a Donovan, quien

lanzó esto y aquello junto, sin mirar siquiera el libro de
recetas.
—¿Necesitas ayuda? —le pregunté, esperando que no

quisiera ninguna. Vi el cartón de huevos en el mostrador—.
Uh, excepto que no soy buena con los huevos —le dije cuando
me miró por encima del hombro—. Mi versión de romper un
huevo termina con la cáscara explotada en mi mano y un
poco de huevo y mucha cáscara en el tazón —juro que vi la
esquina de su boca moverse—. A menos que no te importe
que la yema, la clara y la cáscara sean una mezcla
homogénea, otro trabajo sería mejor.
—No —dijo Donovan—. Todo está bajo control.
Un fuerte Miau desde atrás me sorprendió. Me di la vuelta.

Un gato calicó entró casualmente en la cocina con la cabeza
en un ángulo regio. Ignorándonos a Donovan y a mi antes de
ir directamente a un exquisito plato de acero inoxidable en el

1
Mountain Dew es un refresco cítrico fabricado por la compañía PepsiCo


suelo, cerca de la nevera. El plato estaba vacío y el gato le
echó a Donovan una mirada desdeñosa.
—¿El gato de Kristin? —le pregunté a Donovan cuando

agarró la lata de Lujoso Festín de la despensa—. ¿Cuál es su
nombre?
—Dixie.
Donovan tomó un abrelatas de un cajón y abrió la comida

para gatos.
—Podríamos decir que lo heredé de una señora mayor

cuando vivía en el oeste, antes de venir a Boston para
encontrar a Kristin.
Miró a Dixie e intercambiaron miradas de tolerancia mutua.

Un gato. Me eché a reír.
—Eres la última persona en el mundo que pensaría que

tuviera un gato.
Donovan se agachó y vertió algo de comida para gatos

dentro del recipiente.
—Si le preguntas a ella, te dirá que es mi dueña.
Me eche a reír otra vez y luego se puso de pie y terminó de

hacer las tortitas. Olían tan bien que pensé que me
desmayaría de hambre esta vez.
No mucho tiempo después estábamos sentados en la mesa

de la cocina y yo respiraba esos increíbles olores.
—Creo que estoy enamorada —le dije antes de que mi

mente controlara mi boca. El calor me incendió y traté de no
encontrar la mirada de Donovan cuando me puso un plato en
el mantel delante de mí. En lugar de eso me centré en usar la


espátula -no sé cómo se llaman esas cosas- para poner cinco
de las diez tortitas en mi plato.
—Esto es celestial.
Le dije mientras cerraba mi mente por un momento y

saboreaba un bocado antes de abrir los ojos de nuevo. Como
de costumbre me puede importar un comino lo mucho que
como delante de un hombre. Me propuse probar llenándome
la boca.
—¿Dónde aprendiste a cocinar?
Le pregunté mientras comíamos. El se encogió de hombros.
—Lo aprendí cuando fui a casa a criar a Kristin.
Parpadeé y puse el tenedor en mi plato.
—¿Tú criaste a tu hermana?
—Nuestros padres murieron cuando una avioneta se

estrelló contra otra, cuando Kristin tenía quince años —
Donovan encontró mi mirada—. De ninguna maldita manera
iba a dejar que se criara en una casa de asistencia.
—Así que por eso dejaste la marina cuando eras un Seal —

le dije. Él arqueó las cejas—. Eso fue, básicamente, todo lo
que me dijo Oxford —me apresure a decir—. Sólo que eras lo
mejor de lo mejor antes de que tuvieras que abandonar. Ella
no me dijo otra cosa —No, no lo hizo, añadí para mí—.
¿Cuánto tiempo fuiste Seal? —pregunté.
—Ocho años.
—Entonces lo dejaste para cuidar a tu hermana —dije. Él

tomó otro bocado, luego me miró a los ojos.


—¿Estas bien?
Su repentino cambio de conversación fue el maldito

indicador de que no estaba loco por hablar de su pasado. Yo
sólo podía relacionar.
—¿Qué quieres decir? —pregunté.
—Los verdugones por el látigo —La voz de Donovan fue

dura y su mirada más dura cuando me quedé mirando a sus
ojos azules—. Y el haber sido obligada a estar en la maldita
jaula.
Un escalofrió sacudió mi cuerpo ante su fascinante pero

aterradora mirada. Tal vez aterradora era más apropiada
porque parecía que podría partir el cuello de un hombre sin
una pizca de remordimiento.
—Si —asentí con la cabeza a pesar del ardor.

Especialmente en mi culo ya que estaba sentada sobre él—.
Tenías razón, lo habíamos acordado y era parte del trabajo.
—Oí que estabas en Operaciones Especiales en el ejército

—dijo Donovan. Así que íbamos a pasar a mi pasado.
—Por un tiempo.
—¿Por qué te fuiste?
Hablar de mi pasado me arruinó el apetito y no pude comer

más. Puse el tenedor en el plato, aún me quedaban dos
tortitas, y miré por la ventana del fregadero de la cocina.
—Lo eché a perder —me froté las sienes—. Cometí un gran

error.
El se comió un bocado de su tortita.


—¿Quieres hablar de eso?
—Tanto como tu quieres hablar de tu pasado —le dije. Él

me estudió.
—El tuyo te está carcomiendo lo suficiente para tener

pesadillas que te hacen despertar gritando.
Fruncí el ceño.
—¿Cómo lo sabes?
—Las paredes son delgadas —él cruzó los brazos sobre la

mesa—. Hablas mucho en sueños.
—¡Por Dios!
Me revolví el cabello. Él me estudió.
—Y tienes algo contra las rejas.
—Notaste eso también, ¿no? —le pregunté, tratando de

bromear. Nick no dijo nada, sólo siguió mirándome. Pasé la
mano por entre mi pelo de nuevo—. Bueno, está bien. Me
quedé atrapada en una alcantarilla cuando tenía cinco años —
el recuerdo de aquel día aún me amenaza haciéndome
estremecer—. Había llovido temprano ese día y había estado
jugando al hockey en la calle con mis cuatro hermanos
mayores y con mi hermana. Mi hermano pequeño no había
nacido todavía —¿Por qué era tan difícil hablar de algo que
pasó cuando yo era tan pequeña? No sé. Tal vez porque las
rejas me siguen molestando después de tantos años—.
Mientras estábamos jugando, la pelota salió y rodó en la
tormenta —debería haberlos escuchado, pero en ese entonces
ya era terca—. Mis hermanos me gritaron que no fuera detrás
de ella y comenzaron a correr tras de mí, pero estaba segura
de que conseguiría la pelota y ellos estarían orgullosos de mí


—cerré los ojos cuando los horribles recuerdos se precipitaron
sobre mí—. Caí dentro.
Mi garganta se sintió seca cuando tragué saliva y abrí los

ojos para encontrarme con la intensa mirada de Donovan.
—Quedé atrapada. Llorando y sollozando, pidiendo a mis

padres que vinieran a por mí mientras me aferraba a la rejilla
—casi pude sentir el aumento del agua en la garganta al
recordar el horrible momento—. Me aferré a la rejilla y traté
de mantener la cabeza fuera del agua que fluía. Papá me
llamó diciéndome que iba estar bien. Sonaba como si
estuviera tratando de mantener la calma por mí, pero yo
sabía que no lo estaba —Los gritos de mami siguen resonando
en mis oídos—. Mi madre estaba llorando y todavía recuerdo
el eco en el interior del desagüe —Creo que las sirenas de las
unidades de rescate me asustaron aun más—. El equipo de
extracción luchó por quitar la parrilla contra la corriente de
agua. Ya había superado mis labios y tuve que inclinar la
cabeza hacia atrás para respirar. Mi corazón latía tan fuerte
que me dolía el pecho.
Donovan me sostuvo la mirada mientras terminaba.
—Entonces los hombres me salvaron y yo estuve en los

brazos de papá y mamá.
Por momentos todo lo que oí fue el tic tac del reloj de la

cocina mientras Donovan parecía pensar en lo que acaba de
decir.
—No puedo imaginar lo que debiste de haber pasado —dijo.
Yo me encogí de hombros.
—Sucedió hace mucho mucho tiempo.


—También gritaste cosas sobre asesinatos, operaciones
especiales, cubanos... —dijo y yo me enderecé en mi silla.
—No me di cuenta que tenía eso en mis sueños —froté las

palmas de mis manos en los pantalones cortos—. Me desperté
con la sensación de que la mierda me golpeaba, pero no tenía
ni idea…
—Cuéntamelo.
Las palabras salieron como si él fuera un amigo

preocupado, no como si estuviera demandando que volcara
mis entrañas. Tal vez necesitara hablar de ello, pero es algo
que nunca hice… compartir lo que he pasado. Tomé una
respiración profunda.
—En el ejército fui francotirador de Operaciones Especiales

—le di una sonrisa triste—. Todavía estaba el estigma en
cuanto a permitir a las mujeres en las fuerzas Especiales y mi
capitán me odiaba —Donovan frunció el ceño—. Estábamos en
una operación y yo tenía al objetivo en la mira —apreté los
dientes—. Tenía el perfecto disparo, pero las órdenes de
abortar la operación llegaron en el último segundo.
Demasiado tarde, porque ya había apretado el gatillo sin el
oficial “adelante”.
—Déjame adivinar —el tono de Donovan era plano—. Fuiste

a la corte marcial.
—Acertaste —no podía mirarlo más—. Mi imbécil capitán se

aseguró de que cada parte de culpa cayera sobre mis
hombros. Hizo un gran trato con eso.
Donovan se quedó en silencio y alisé una arruga del mantel

azul, evitando su mirada.


—De alguna manera terminé en una celda con hombres
que nunca había visto. Los hombres me dieron un ultimátum.
Dos opciones —esta vez miré a Donovan—. Asesinar gente
para ellos sin saber por qué los estaba matando o a quién —
tragué saliva—. O ellos me matarían poco a poco. Me
mutilarían, me ocultarían. Entonces tal vez me cortarían los
dedos. Tal vez me cortarían una pierna después. Un brazo al
día siguiente. Detendrían el flujo de sangre sólo para que
pudiera vivir más mutilación. Hasta que muriese poco a poco.
La súbita mirada de furia de Donovan casi me hizo inclinar

hacia atrás de la silla. Pero continué.
—Me golpearon, estuve a punto de ahogarme,

electrocutada, azotada y amenazada con violarme —la
vergüenza rodó a través de mí en oleadas—. Me quebraron.
—Jesucristo.
La furia en el rostro de Nick fue suficiente para hacerme

tambalear, golpeó la mesa tan duro con su mano que hizo
que los platos y los cubiertos de la mesa rebotaran
ruidosamente.
—Dame los nombres y ubicación aproximada de esos

hombres que te dieron el ultimátum y mataré a cada uno de
esos malditos.
Suspiré antes de decir en voz baja.
—Eso ya lo hice yo.


CAPITULO 16
Vida y Muerte
31 de marzo
Domingo por la mañana
La vibración del teléfono celular me interrumpió de decir

cualquier otra cosa. Era mi línea personal y Georgina había
desbloqueado su número para que yo pudiera ver que era
ella.
—Georgina —contesté antes de que ella pudiera

responder—. El funeral de Randolph. ¿Metí la pata y me lo
perdí?
—No, cariño —la voz de Georgina era apagada—. El funeral

es a las diez y son sólo las ocho. ¿Dónde estás? Te contaré en
el camino.
Miré a Donovan.
—Voy corriendo a casa ahora mismo.
—Avísame cuando llegues ahí.
—Lo haré.
El impulso de llorar era casi insoportable y me hubiera

gustado poder hacerlo. Acababa de decirle a Donovan cómo
había matado por otros y matado por mí misma. Y ahora iba
al funeral de uno de los míos.


31 de Marzo
Domingo más tarde en la mañana
—No puedo mirar.
Georgina me apretó la mano, cuando estábamos fuera con

un grupo de dolientes y miraba el ataúd abierto.
—Te ayudará a aceptarlo.
Georgina me apretó la mano a cambio.
—Sé que me ayudará a aceptarlo.
Sí. Matar a todos y cada uno de los hijos de puta. Eso me

haría aceptarlo.
—Necesitas verla —Georgina me llevo hacia el ataúd—. Y

decirle adiós.
Era un día soleado, hermoso, con una ligera brisa y el

canto de los pájaros. Debería haber estado oscuro, con el
viento azotando los árboles de ida y vuelta y rayos tronando
en nuestros oídos mientras la lluvia azotaba nuestro cuerpo.
Era demasiado brillante. Demasiado alegre el día. Excepto

por la multitud de gente de negro, muchos llantos y algunos
sollozando abiertamente como la madre de Randolph.
Otros agentes de RED habían venido a ver Randolph por

última vez y decirle adiós.
Si solo estas personas supieran lo valiente que fue Stacy.

Todo lo que había dado por su país.


Era injusto. Pero también lo era el hecho de que estuviera
muerta.
Dejé que Georgina me llevara al ataúd y cerré los ojos al

principio, así no podría verla. Entonces los abrí y allí estaba
ella. Podría estar durmiendo. Los rizos rubios eran suaves
alrededor de la cara y le habían puesto un maquillaje que la
hacía parecer cálida y real. Iba con un vestido de cuello alto.
Para ocultar las hendiduras de la garganta.
—Stacy —Apenas podía pronunciar palabra. Había tantas

cosas que le quería decir—. Lo siento. No sabes cuánto lo
siento. Voy a echarte de menos —Quería tocarle la cara pero
no quería sentir su piel fría. Quería que estuviera cálida y
recuperara su vitalidad—. Adiós —susurré. Y no te preocupes,
le dije en mis pensamientos. Los atraparé a todos.
31 de Marzo
Domingo por la tarde
Mi hermano Ryan le dio una sonrisa rápida a mami

mientras le daba dos cucharadas grandes de la gran olla.
—No sabes cuánto he echado de menos tu fabuloso

estofado irlandés.
Nuestro hermano mayor Zane alcanzó la olla para

quitársela a Ryan.
—Deja de acaparar todo para ti, Marine.


—Hay suficiente para todos —mamá sonrió, claramente
feliz de tener a los nueve alrededor de la mesa —. Comed —
dijo y pasó alrededor un enorme plato con pan casero
irlandés1.
Papá tomó dos piezas antes de entregar el plato a nuestra

hermana menor, Rori.
—Estoy a dieta —dijo y lo pasó al siguiente hermano

mayor.
—Tú siempre estás a dieta y ya eres un palo —Troy casi se

sirvió el resto del plato para él.
—¡Sí, cómo no!
Rori casi se devora la carne en la olla.
—Tengo que cuidar lo que como o…
—Sí, sí —interrumpió Evan mientras apilaba en su propio

plato el estofado de Dublín—. Eres asistente de vuelo. Tienes
que estar atenta a los carbohidratos.
—Salchichas —Sean rebotó hacia arriba y abajo en su silla

en la enorme mesa—. Quiero salchichas y Ryan se las va a
comer todas.
Sean fue la sorpresa a avanzada edad de mis padres y sólo

tenía doce años, donde los otros seis de nosotros vamos
desde los veintinueve a los treinta y seis años de edad. Pero
Sean es tan inquieto que pareciera que mami tuviese tres
niños de la misma edad.

1
Pan levado con bicarbonato.


—Cálmate Sean —Papá hizo un movimiento con la mano
indicando a nuestro hermano pequeño que necesitaba pegar
su culo al asiento.
—El cielo nos ayude a todos, cuando este niño llegue a la

pubertad —dijo Evan. Sean miro a Evan.
—Cállate.
—No vamos a tener nada de eso en la mesa, Sean —mami

le dio una mirada severa—. Ahora come tu guiso.
—¿Qué novedades hay el mundo de las traducciones, Lex?
Ryan me preguntó entre bocado y bocado del saludable

guiso. Si ellos supieran… Me encogí de hombros y el
movimiento hizo que los cardenales de mi cuerpo ardiesen.
—No muchas. Podría ir a Italia en un par de semanas. No

está definido.
—Zane acaba de regresar de Washington D.C.
Mami estaba orgullosa de él, también, creyendo que

todavía estaba en el Servicio Secreto y sin tener ni idea que
era un agente de RED. Ella estaba encantada con todos
nosotros, incluyendo al inquieto de doce años a su lado. Evan
dejó de comer el pan casero el tiempo suficiente para mirar a
Ryan.
—¿Cuánto tiempo vas a estar en tierra?
—Vamos a navegar el próximo miércoles —Ryan miró a

mami y le sonrió—. Así que voy a estar en casa unos cuantos
días.


—Es malditamente bueno que estemos todos juntos otra
vez —dijo papi y todos asentimos—. Ha sido demasiado
tiempo.
—Al menos un año —Troy clavó el tenedor en sus patatas.

Él era bombero en Roxbury—. ¿A dónde vas a volar la
siguiente vez, Rori?
—He estado en la ruta de Phoenix y los Ángeles —Rori hizo

una mueca—. Estoy lista para un cambio. Podría empezar a
viajar a París ida y vuelta.
Yo hubiera dicho que amaba Paris, si no hubiera tenido que

asesinar a alguien allí. Mi mente vagaba al recordar cómo
había abierto mi alma a Donovan esa mañana. Y ese
pensamiento me llevó a la última noche y el estar desnuda…
—Lex.
Fijé mi atención en Evan, que me había llamado lo

suficientemente fuerte para que todo mundo me estuviera
mirando.
—Estaba tratando de llamar tu atención. Parecía que

estabas en el espacio exterior o algo así.
—Algo así —forcé una sonrisa—. Sólo pensaba en las

maneras creativas en que voy a patear tu gran trasero
cuando juguemos tres contra tres.
Evan resopló.
—Esta vez no vas a tener tanta suerte.


31 de Marzo
Domingo en la tarde
El viento con olor a lluvia me pegaba la ropa al cuerpo

mientras Zane y yo caminábamos por la calle del barrio de
nuestros padres en Cedar Grove.
Ahora la lluvia estaba llegando, debería haber llovido por la

mañana. Incluso sentir el material contra mi piel hacía que
mis ojos amenazaran con más agua y apreté los dientes.
Debería haber llevado algo más suelto que los pantalones
vaqueros que me cambié después del funeral.
Mientras caminábamos, el pelo de Zane se rizaba y parecía

desordenado por la fuerte brisa. El pelo negro y los ojos
verdes los había heredado de nuestro padre, tenía el cuerpo
de un mariscal de campo y aún se veía muy bien. Él era el
único miembro de la familia que sabía que yo trabajaba para
RED, porque él también trabaja en la agencia.
La coartada de Zane era que todavía trabajaba para el

Servicio Secreto. Había estado once años en el Servicio antes
de ser contratado en RED. Pero no podía decir la verdadera
historia, igual que yo. Así que todo mundo pensaba que
trabajaba con el S.S.
—Ahora que ya nos hemos deshecho de todos, ¿qué está

pasando en el cuartel general?
Zane me miró.
—He oído que tienes un nuevo compañero.


Una mueca de dolor fue seguida por el recuerdo del látigo y
los cortes ardiendo en todo mi cuerpo, que mi “maravilloso”
compañero se había visto forzado a infligirme. Junté las
manos detrás de la espalda.
—¿Cómo van las cosas en el tráfico de armas?
—Eres mi hermana pequeña —Zane se encogió de hombros

y sonrió—. Todo el mundo sabe que no es lo mejor el
mantenerme fuera de la información cuando se trata de una
noticia importante sobre ti.
—Fue Georgina, ¿verdad? —Mi ceño fruncido sólo le hizo

poner una expresión más divertida—. Voy a tener que charlar
con esa chica.
—Su nombre es Donovan, ¿verdad?
Asentí con la cabeza.
—¿Crees que va ser un compañero decente? —preguntó

Zane.
—Depende de lo que entiendas por decente —me quejé.

Zane frunció el ceño.
—Sabes que lo haría pedazos si se pasa de la línea.
Pensé en lo del club, Donovan cuidando de mí ayer por la

noche y escuchando mi historia. Y pensé en su hermana y lo
que él estaba pasando.
—Sí, Donovan es un buen tipo.
A pesar del ardor en cada uno de mis cardenales, las

palabras me salieron fácilmente. Había tenido que hacerlo o
nunca hubiéramos entrado en el BDSM. Tal vez no debí


haberle dado un rodillazo en la ingle. Pero me había hecho
sentir tan bien.
—Sabes que estoy aquí para ti —El tono de Zane era de

que hablaba en serio—. En cualquier momento. En cualquier
lugar.
El viento frío me golpeó en la cara y los brazos desnudos,

me froté los brazos con ambas manos mientras me
encontraba con su mirada.
—Zane, a veces se te olvida que puedo cuidar de mí

misma.
—Nunca se me olvida —me detuvo a la mitad del camino

agarrándome por los hombros—. Pero está bien pedir ayuda
cuando la necesitas.
El calor en mi pecho por la profundidad de su interés hizo

que el frío se fuera.
—Lo mismo para ti.
Me soltó y me pareció que estaba luchando por encontrar

las palabras para lo que me quería decir.
—He tenido un mal presentimiento últimamente. Ten

cuidado, Lex.
Desordenó mi pelo y nos dimos la vuelta comenzando

nuestro regreso caminando a casa de nuestros padres.
No dije nada porque yo también había tenido un mal

presentimiento durante algún tiempo.


31 de Marzo
—De ninguna manera.
Fulminé a mi segundo hermano Ryan mientras jugábamos

tres contra tres en el baloncesto.
—Ha sido una clara falta.
—Escucha camarón —dijo Ryan con una sonrisa arrogante

mientras hacía rebotar el balón que me acababa de quitar de
mi agarre—. Eres condenadamente bajita.
—Te voy a demostrar lo bajita que soy.
Le robe fácilmente el balón, lo hice botar en torno de Sean

y de Evan e hice un tiro suspendido. Summ.
—Nada menos que encestar.
Zane golpeó mi culo adolorido y casi le di un puñetazo.

Reflejos, por supuesto.
—Buen trabajo Lex.
—Deberías saber que no debes provocar a Lexi —Try le

sonrió a Ryan.
—Ahora estamos empatados.
Evan cogió el balón.
—La siguiente canasta es el desempate.
—Cinco dólares a Lexi —dijo Rori desde su asiento entre

mami y papi en el columpio del porche.
—Nunca vas a ganar después de haberle dicho camarón.


—Acepto.
—Y acabas de perder cinco dólares —le dije con mi sonrisa

malvada. Viniendo de una familia de nueve integrantes, yo
salí las más pequeña. Mi hermana y mi madre estaban
alrededor del 1.76 cm. Mi hermano de doce años ya estaba
en 1.70. Sin mencionar mis cuatro hermanos más grandes
que median todos 1.82. Simplemente no lo entendía.
Pero Rori estaba en lo cierto. Nadie me molesta y se sale

con la suya. Este último punto fue una buena batalla, dura.
Pero a veces ser pequeña tenía sus ventajas importantes, y
esquivando a Ryan hice un buen tiro a victoria.
—Toma eso, arrogante marine —dije y luego grité cuando

me giró sobre su hombro y me golpeó con fuerza el trasero—.
Te voy a matar —le dije mientras me dejaba en la hierba y
comencé golpear al Sr. Marine Arrogante mientras barría sus
pies por debajo de él—. Cuanto más grandes son…
Todo el mundo se echo a reír. Ryan gruño y se puso en pie,

yo me reí y lo esquivé hasta la “zona segura” con mami, papi
y Rori.
—Salvada —le sonreí mientras me miraba. Si no fuera por

el hecho de que estaba adolorida, me hubiera gustado haber
tenido un combate divertido con él.
—Me tengo que ir —Besé a mami, a papi y las mejillas de

Rori—. Ha sido un día muy largo.
Habían sido cinco días agotadores en realidad, pero sobre

todo anoche, hoy estaba a punto de colapsar.
Abracé y besé en las mejillas a mis cinco hermanos

también y apenas pude esquivar la palmada en el trasero de


Ryan. Saludé antes de desbloquear mi Cherokee, subí y
conduje a casa.
Mis pensamientos se dirigieron a la Operación Cenicienta y

la próxima fase asignada. Salvar a esas chicas nunca estuvo
lejos de mi mente. Especialmente la hermana de Donovan.


CAPÍTULO 17
Sala de Guerra
1 de Abril
Lunes por la mañana
Eran casi las nueve en el momento en que llegué a RED.

Pienso que podría haber dormido hasta el mediodía después
del fin de semana que tuve. Cuando bajé del ascensor me
dirigí a la oficina de Donovan. Su puerta estaba abierta y
levantó la vista del ordenador en cuanto entré por la puerta.
Delicioso. ¿Qué hacía para verse siempre tan bien? Mi mente
volvió al sábado por la noche, cuando estuvo desnudo de
cintura para arriba. ¿Cómo podía verse tan potente con la
ropa puesta, tapando todos esos músculos bien definidos?
Después de hablar un poco con él ese fin de semana y
sabiendo que había dejado la Marina para criar a su hermana
pequeña, su carácter no parecía ahora tan duro.
Su reacción a lo que yo había pasado le hacía parecer

diferente también.
—¿Lista, Steele?— me preguntó después de que ambos

nos miramos durante largo tiempo—. Ahora que estamos
aquí, podemos ir a mirar los datos que conseguimos el
sábado por la noche.
—Vamos a ver lo que tenemos —traté de no bostezar y me

arreglé el cabello. —¿En qué sala de conferencias?


—En la tres —cogió una bolsa de su escritorio y sacó el par
de esposas de cuero que había usado el sábado por la noche.
Se levantó y rodeó el escritorio y juro que pude sentir el calor
de su cuerpo antes de que me alcanzara.
Fuimos a la sala de conferencias y cerró la puerta detrás

de él cuando entramos.
Miré la silla en la que me gustaría sentarme. El ardor en

mis nalgas dijo lo contrario. Dormir era una putada. Donovan
tenía su silla propia.
—¿No te vas a sentar? —La mirada que le di decía ¿estas

loco?
—Estoy mejor de pie.
Se estremeció.
—Lo siento, Steele.
Puse mis manos en el respaldo de la silla cuando lo que en

realidad quería era sentarme.
—¿Todo en nombre del deber, verdad?
—¿Quieres dejarlo para después? —preguntó Donovan—.

Puedes hacer un descanso en la sala.
—No. Vamos a ello.
Donovan utilizó una pantalla táctil para mostrar la foto de

Tarantino en la pantalla al final de la mesa. Mis mejillas y mis
quemaduras me hicieron pensar por lo que me había hecho
pasar.
—Lástima que no pudiera darle una patada en las pelotas

el sábado por la noche en vez de a ti —me quejé.


—Lo mismo digo —hizo una mueca y tocó de nuevo el
teclado para mostrar las familiares estadísticas que se habían
conseguido junto con la foto.
Donovan sostuvo una de las esposas que había usado el

sábado. Parecía gruesa, y el artilugio que Héctor Martínez y
su equipo habían puesto, era prácticamente invisible por la
forma en que encajaba en la piel. Era pequeño pero podía
tener un disco duro. Dentro. Un dispositivo idéntico había
sido puesto en las esposas que había tenido en los tobillos.
Cuando Donovan pulsó uno de los pernos exteriores de las

esposas, el artilugio salió fuera. Era aproximadamente de 2,5
cm de largo, con un botón incrustado usado de conexión para
conseguir acceso al puerto. Insertó el dispositivo en una
ranura cerca de la pantalla táctil.
Al momento, la información del disco duro sobre Tarantino

apareció en la pantalla, estaba organizada por carpetas. Cada
una tenía un nombre diferente. Me puse recta y crucé los
brazos delante del pecho.
—Haz clic en la carpeta de “Proyectos Especiales”.
—Buen sitio para empezar.
La carpeta estaba llena de archivos que mostraban grandes

donaciones a diversas organizaciones benéficas.
—Por Dios —dije mientras pasábamos a través de los

archivos, uno tras otro—. Todo está documentado de tal
manera que parece el sueño de un contable.
Donovan cerró la hoja de cálculo.
—Vamos a poner a algunos agentes con los directivos de

las organizaciones de caridad para que se aseguren de que


todo es legal —yo asentí—. O son de fiar, o es
condenadamente bueno escondiendo su dinero.
Carpeta tras carpeta, la información nos mostraba nada

más que los registros de los empleados, junto con sus gastos
y las distintas corrientes de ingresos.
—¡Cristo! El hombre consigue camiones de dinero en

efectivo —Me apoyé sobre un codo—. Las inversiones y los
clubes, incluido el Crepúsculo de Cristal.
Después de haber estado trabajado al menos tres horas

con la información, Donovan se frotó los ojos con el pulgar y
el índice. Yo estaba reventada.
—Basta —Levanté los brazos con las manos entrelazadas y

empecé una serie de estiramientos—. Vamos a dejar que el
escuadrón de frikis consiga una copia de todo lo que hay en
el disco duro —Me estiré hacia un lado y hacia el otro—.
Hemos visto todo lo obvio, dejemos que los chicos hagan lo
suyo.
Donovan tocó el teclado y la pantalla desapareció. Sacó el

dispositivo con la información de Tarantino y se levantó.
—Taylor parece saber lo que hace.
—Seguro que sí.
Cuando Donovan se levantó y se estiró, fue algo digno de

ver. Todos esos músculos estirándose y contrayéndose. Tuve
que alejarme o me avergonzaría a mi misma besándole y
degustando el masculino sabor de esa firme boca. Donovan y
yo cogimos el dispositivo con el disco duro de Tarantino y se
lo llevamos a Seth Taylor, autoproclamado “friki” que


encabeza al equipo de agentes entre los que están los
analistas informáticos y los hackers.
Taylor podría llamarse a si mismo friki, pero no se parece

en nada al estereotipo de ese apodo. Agudos ojos azules, una
atractiva sonrisa en su rostro como la de una estrella de cine,
y una complexión como la de un nadador junto con el
bronceado correspondiente.
—¿Qué sucede —preguntó Taylor poniéndose en pie,

Estaba sentado en una silla delante de un monitor, mirando
códigos, cuando entramos en la sala donde trabaja su equipo.
Donovan le entregó el dispositivo con la información del

disco duro de Tarantino.
—Necesitamos que explores todos los rincones para ver si

hay algo sucio con este tipo. Lucca Tarantino.
Taylor tomó el dispositivo.
—¿Buscamos algo en particular?
Fruncí el ceño.
—Principalmente información de subastas. Si ves algo que

indique que está involucrado en subastas de algún tipo de
“mercancía” o transacciones extrañas, esas son las cosas que
necesitamos saber inmediatamente.
Taylor miró por encima de su hombro a un tipo que parecía

un hacker, su gorda tripa, el pelo enmarañado y una
camiseta con el logotipo de una batalla de Galáctica. Hmmm.
Supongo que RED tiene unas normas diferentes sobre la
apariencia de los frikis y de los agentes especiales.
—Se lo daré a Sparks. Lo analizara en poco tiempo.


Donovan asintió.
—Gracias, Taylor.
Miré el gran reloj en la pared del Control de Comando.
—Justo a tiempo para nuestra reunión informativa con

Oxford. No tolera retrasos, a excepción de circunstancias
extremas. Es mejor llegar pronto.
Cuando llegamos a la zona de recepción de Oxford,

Marlene le sonrió a Donovan, sus mejillas volviéndose de
color rosa. Hizo como que yo no existía, poniendo el tono
dulce de una niña cuando le habló.
—Llegas un poco pronto, pero voy a decirle a la agente

Oxford que estás aquí.
No pude evitarlo y puse los ojos en blanco. Me vio hacerlo

y me miró furiosa cuando Donovan no estaba observando.
—Envíamelos —dijo Oxford haciendo sonar el

intercomunicador de Marlene, y entramos.
—Tomad asiento —Oxford hizo un gesto a las sillas

enfrente de su escritorio.
—Prefiero estar de pie —le dije—, estoy un poco dolorida

del sábado por la noche.
Me miró con su oscura mirada, penetrante.
—Siéntate.
—Sí señora —me estremecí y mis ojos se llenaron de

lágrimas mientras obedecía, porque seguro como el infierno
que era obediencia.


Donovan y yo nos turnamos para contarle sobre el sábado
en el Crepúsculo de Cristal. Pasé por alto las partes más
vergonzosas y estuve contenta cuando Donovan no mencionó
la jaula y el estar de rodillas en cuatro patas toda la noche.
Quise recuperar mis pensamientos anteriores para pedir

“una paga por riesgos” pero dudé de que a Oxford le
resultase divertido. Ya iba a encontrar el informe de gastos lo
suficientemente interesante. Tapones anales, consoladores,
látigos y látex negro harían que sus cejas se levantasen. Hey,
habíamos tenido que conocer el equipamiento todo lo que
podíamos. No es que tuviéramos que usarlos realmente para
conseguir una experiencia total.
Después de haberla puesto al corriente de todo, desde el

club hasta el contenido de la copia de seguridad del disco
duro, la expresión de Donovan se oscureció.
—La agente Steele no debería tener que pasar por toda

esta mierda —Su voz tenía una dureza que me pilló por
sorpresa. Las palabras salieron de la nada—. Debería manejar
esto yo solo. Estoy muy dentro, de modo que esta parte de la
misión está cumplida.
—¿Qué? —su comentario me hizo perder el equilibrio antes

de que mis sentidos se recuperasen—. Oh, no. De ninguna
manera. No vas a salir con esa maldita mierda machista
conmigo.
Oxford hizo un mínimo gesto con la mano señalando la

puerta, en un gesto despectivo.
—Protege su culo y ella protegerá el tuyo.
Me encogí con la parte del “culo”.


—Steele no debería pasar por esta mierda —dijo otra vez.
Sonaba siempre como si contuviese un gruñido—. Fue
azotada y humillada delante de una multitud. La metieron en
una jaula como un maldito animal y la pincharon y la cortaron
por diversión, no sé lo que podrían hacerle la próxima vez.
Era demasiado pedir que no mencionara esa pequeña

información.
Nuestra jefa le echó una mirada firme.
—Si la sacamos ahora, seis meses de trabajo de

investigación se tirarán por el retrete. Todo depende de lo
que Steele pueda obtener, cuánto esté dispuesta a soportar.
No tú ni yo —Oxford se inclinó hacia adelante, con los brazos
apoyados en el escritorio—. Dime Donovan, ¿crees que una
mujer es menos capaz que un hombre cuando se trata de
manejar el trabajo encubierto?
Donovan se pasó la mano por su cara.
—No, maldita sea.
—Estoy bien, y ella tiene razón —Tal vez debería darle un

puñetazo. Si yo fuese un hombre, Donovan no estaría
hablando con nuestra jefa de los actos denigrantes que su
compañero estuvo obligado a hacer—. Toda operación
encubierta tiene un precio que hay que pagar —Los apoya
brazos se clavaban en mis manos cuando los apreté—. Por lo
menos no tengo que esnifar cocaína o algo parecido —Esta
vez.
Donovan se veía el doble de enfadado.
—Sólo tengo un mal presentimiento.


—¿Eso es todo lo que tienes Donovan? ¿Un
presentimiento? —Oxford se puso de pie. Sí, diría que era
una indicación muy clara de que quería que nos fuéramos—.
A menos que tengas pruebas de lo contrario, un
presentimiento no es suficiente para terminar con esta
operación, especialmente ahora.
5 de Abril
Viernes a mediodía
El viernes, Donovan y yo estuvimos estudiando

detenidamente más información que nos dieron Jensen,
Takamoto y Smithe, hasta la una y media de la tarde. Al otro
día íbamos a ir al siguiente club para conseguir el contenido
del disco duro de Strong. Genial. Probablemente un poco más
de humillación mientras tanto.
—¿Preparada para almorzar? —me preguntó Donovan

cuando hicimos un descanso.
Le hice una mueca.
—La comida de la cafetería de RED simplemente no me

atrae ahora. Creo que el especial del día es pastel de carne.
Donovan se levantó y se estiró. Traté de contener un

suspiro mientras le observaba.
—Vente conmigo a casa de Kristin. Tengo un cuarto con

suficiente equipo y podemos pasar toda la tarde trabajando
en Cenicienta.


—¿Trabajar? —me retorcí en mi silla. El dolor se había
convertido en más que un razonable ardor—. ¿Estás
intentando llevarme a tu casa por trabajo?
—Nah —Donovan recogió la carpeta del archivo que estaba

repasando—. Sé como llegar hasta ti, Steele, por tu
estómago. Prepararé el almuerzo.
Salté de mi silla apresuradamente.
—Si puedes cocinar cualquier cosa tan bien como las

tortitas, allí estaré.
No nos llevó mucho tiempo recoger nuestras cosas y los

archivos que necesitábamos, así como cualquier cosa que nos
ayudase. Lo seguí desde el cuartel de RED hasta la casa de
Kristin en Back Bay. Ella vivía en el piso más bajo de una
casa de piedra rojiza. Tenía un jardín vallado lleno de flores y
con puertas de hierro forjado. Enormes árboles daban una
línea de sombra a la piedra arenisca y la luz del sol hacía
guiños a mi Cherokee cuando aparqué enfrente de la casa.
—Me pido el sillón —dije mientras me dejaba caer sobre el

bonito y confortable mueble—. Tal vez haga una siesta.
Olvídate de la comida. Me dormiré y entonces nunca podrás
deshacerte de mí.
—¿Quién ha dicho que quiero deshacerme de ti? —La

expresión de Donovan era intensa. Luego desapareció en la
cocina. La expresión de su rostro hacía que cosas raras
viajaran desde mi vientre directamente hasta mi entrepierna.
Maldición. Estaba loca por mi compañero.
Mi estomago rugió y me pregunté cuándo había sido la

última vez que había comido algo. Desde el pasado miércoles,
cuando el mundo pareció derrumbarse, me había olvidado de


comer. Iba a terminar como el esmirriado palo de mi
hermana si no empezaba a comer. Ella estaba demasiado
delgada para mi parecer. Mamá y papá, por supuesto,
también lo creían.
El más delicioso olor, como a carne asada, flotaba desde la

cocina. Pensé que me iba a morir de hambre en ese momento
si no ponía algo en mi estómago. Quería seguir esos
increíbles olores, pero estaba taaaan cómoda en ese sofá. Mis
piernas no se movían y sentía como si alguien estirase mis
brazos y volvieran de nuevo como tiras elásticas. Sí, había
sido una larga semana.
El dolor por Donovan y su hermana se apoderó de mí,

mientras miraba otra vez el cuarto de estar de Kristin. Al
mismo tiempo no pude dejar de preguntarme sobre la joven
hermana de Donovan, y por un joven Donovan.
Las fotos que había visto antes en la repisa de la chimenea

me atrajeron. A pesar de mi agotamiento, me levanté desde
ese cómodo sofá y me dirigí a la chimenea. Había tantas
fotos… una en blanco y negro, que debía haber sido tomada
en los años sesenta, era de una pareja de recién casados. Vi
dos fotos de una familia de cuatro personas. El padre tenía el
rostro severo y la madre no sonreía. Sólo Kristin sonreía
mientras se apoyaba en Donovan. Parecía que ya entonces
tenía sus rasgos duros, y tuve la sensación de que su padre
tenía mucho que ver con eso.
Pasé a unas fotos de un chico mayor que miraba el

chapoteo de una niña en una piscina, otra de los dos
comiendo un helado, y otra con la niña subida en los hombros
del muchacho. Incluso entonces, Donovan estaba
sólidamente construido, aunque entonces no tenía la dureza


que tenía ahora. Una foto me llamó la atención porque
parecía que había sido tomada hacía poco. La tomé y sentí un
tirón en el estómago cuando vi a la niña ya convertida en una
mujer joven y el brazo de Donovan sobre sus hombros. Ella
tenía su cabeza contra su pecho y él sonreía. Se podía ver el
amor y el cuidado tan claro en su cara que el tirón en mi
vientre se hizo más fuerte.
Ver a Donovan con su hermana en esos felices momentos

lo hizo todo más difícil. Antes, la imagen de la hermana de
Donovan era débil en mi mente. Ya no lo era. Estaba decidida
a encontrar a su hermana desde el principio, pero de alguna
manera ahora parecía más urgente y más real.
—¿Lista para llenar ese pozo sin fondo? —la voz de

Donovan me sorprendió por detrás y casi se me cae la foto.
La puse en la parte de atrás de la repisa y me volví hacia él.
—Kristin es preciosa.
Él me miró y luego dijo:
—No sólo es hermosa, también es una chica muy dulce.

Auténtica.
Me acerqué a él. Su presencia era impresionante y

poderosa, sin importar lo que estuviese haciendo. Las asas de
la bandeja parecían pequeñas en sus manos. La bandeja era
a juego con resto del mobiliario.
—He puesto un par de cosas de la nevera y la despensa y

he calentado un poco de pollo asado —puso la bandeja en la
mesa de café—. No sabía cuanta hambre tendrías —su
mirada se cruzó con la mía—. Pero puedo afirmar que no has
estado comiendo lo suficiente.


Mi boca se hizo agua mientras me sentaba en el borde el
sofá. Froté las manos contra mis jeans mientras intentaba no
coger la comida y engullirla como un chico callejero que no
hubiera visto una comida durante meses. En la bandeja había
pollo asado junto con unas uvas verdes, varios quesos y pan,
obviamente casero.
—Tengo que venir a tu casa más a menudo —dije mientras

me daba un plato y me zambullía en el mini banquete.
Donovan me miraba fijamente.
—Cuando quieras Steele —la forma en que lo dijo, tan

serio, hizo que me dieran ganas de retorcerme en el asiento.
De alguna manera habíamos logrado un mutuo entendimiento
y tal vez algo más.
¿Quería pensar en ese algo más? Salvo que en mi plato

había pollo asado, pan casero y varios tipos de queso. Y uvas.
Adoro las duras y dulces uvas.
Esa vez comimos en silencio, sin confidencias como

hicimos la última vez que él había cocinado para ambos.
Tampoco era un silencio del todo confortable. Creo que
porque nos habíamos contado mucho, y aún así, no habíamos
compartido todo. Estábamos manteniendo nuestras cartas
bien cerca, y ninguno de los dos quería dar el siguiente paso.
—¿Tienes preparado algún equipo para trabajar en la

Operación Cenicienta —le pregunté cuando llevamos la
bandeja, con casi todas las migas caídas de los platos, a la
cocina.
—Sí —Nick empezó a fregar los platos y me sorprendí de

que un hombre empezase automáticamente a limpiar. Yo uso
platos de papel, es mi versión de limpieza después de la


cena—. Tengo un poco de equipamiento en la habitación de
invitados —dijo.
—La cocina está toda limpia —dije asombrada—. Ni

siquiera puedo decirte de preparar nada para la cena.
Nick se encogió de hombros.
—Me gusta la casa limpia.
—Entonces no querrás ver mi apartamento —Me imaginé

un montón de botellas de Mountain Dew y Guinness llenando
mis mesas y la ropa tirada por el suelo—. Sólo llámame
primero si vas a pasarte por allí.
Me miró y levantó una de sus cejas.
—Trataré de recordarlo.
Cuando terminamos de limpiar, más bien de que Donovan

lo hiciera ya que no pude hacer mucho, me dirigí a la
habitación de invitados. La puerta de la habitación estaba un
poco abierta y un resplandor azul se derramaba desde la
puerta. El resplandor venía acompañado por el familiar olor a
plástico y hardware que todos los equipos de alta tecnología
parecen tener.
Me detuve en la puerta mientras me seguía.
—Parece que tus equipos son de tan alta tecnología como

los de RED —Mi mirada recorrió las cámaras de vigilancia, los
mapas holográficos y otros artefactos junto con varios
monitores conectados a cámaras , cada uno enfocando a un
lugar diferente. No tenía dudas que había instalado todo esto
para que lo ayudara a buscar a Kristin.


Donovan se sentó en una de las sillas de oficina y de
inmediato comenzó a analizar una pantalla en el medio de un
montón de monitores y computadoras.
—Adelante —me dijo mientras me miraba.
Me acerqué, adentrándome del todo.
—Tienes tu propia “sala de guerra”.
Me miró por encima del hombro.
—Supongo que se puede llamar así.
La habitación estaba despejada de muebles excepto por un

catre a lo largo de la pared. Cada espacio disponible de lo que
era un antiguo dormitorio, estaba ocupado por el equipo de
Donovan. Cuando me acerqué a él, su olor a limpio y
especias me inundó.
El cuero era suave y confortable cuando tomé asiento en

una de las seis sillas de la oficina.
—¿Esperas compañía? —pregunté mientras hacía un gesto

hacia las otras cuatro sillas.
—Va a venir un equipo —Donovan miró los monitores de

las cámaras que mostraban el aparcamiento y otros lugares
más—. Especialistas en recuperación.
Fruncí el ceño.
—Eso es lo que son los agentes de RED —Donovan no

apartó la mirada de los monitores que estaba verificando.
—Estos chicos son lo que podrías llamar “especiales”.


—Está bien. Especiales agentes especiales —giré los ojos
hacia el techo antes de mirar a Donovan—. Puedo con eso —
Seguro.
Entonces nos pusimos a trabajar en serio y nos pelamos el

culo en la silla, tratando de encontrar más pistas sobre la
Operación Cenicienta y evaluar lo que ya teníamos.
—Me da vueltas la cabeza —cuando dieron las ocho de la

noche, di el bostezo más grande del mundo—. Tengo que ir a
casa y dormir un poco.
—Te acompaño fuera —apartó su silla y se puso de pie.
Podría haberle dicho que conocía el camino, pero quería

estar cerca de Donovan un poco más. Imágenes de él
tocándome, besándome, se deslizaron a través de mi mente.
Dios, apostaría a que sabía tan bien.
Cuando me levanté de la silla casi me congelé cuando vi la

mirada intensamente sexual en sus azules ojos.
Tragué saliva. Compañero, Steele. Este es tu compañero.

Una sensación de escalofríos sensibilizó mi piel mientras
caminábamos por el pasillo hasta la puerta de entrada. Usé el
mando a distancia para abrir el Cherokke y me volví para
decir adiós. Me quedé sin aliento. Donovan tenía una mano
en el techo y la otra en la puerta de mi SUV. Estaba
encerrada.
Pero eso no era como la noche en que estuve encerrada en

una real jaula de metal. Esta era el tipo de jaula que da la
sensación de estar envuelta en sus brazos.


El resplandor que daba la farola apenas traspasaba las
hojas de los árboles y la cara de Donovan estaba en
penumbra. Pude ver su expresión mientras me estudiaba.
—¿Por qué no nos encontramos aquí mañana por la noche

y vamos juntos a la Casa de Cristal?
—Claro —dije en un suave tono—. Estaré aquí sobre las

ocho y media.
Estaba lo bastante cerca como para besarlo y casi lo hice.

Estaba a punto de arrojar mis brazos alrededor de su cuello
para atraerlo hacía mi y compartir lo que sabía que iba a ser
un increíble beso. Pero dio un paso atrás y se puso a un par
de metros de distancia.
—Buenas noches, Steele —dijo mientras una de sus manos

todavía estaba apoyada en la puerta del SUV.
Donovan había estado muy cerca de besarme, yo sabia

que lo había estado. ¿Así que, por qué se había echado para
atrás? Apreté los puños para controlarme. Él era tan sexy en
la oscuridad. Todos sus músculos duros, sus anchos hombros,
sus largos dedos y su explicita expresión… yo lo deseaba. Y lo
deseaba ahora.
—Ten cuidado —dijo él y puedo jurar que su voz era tensa,

sobria.
—Hasta mañana —respondí mientras me subía al

Cherokee. Saqué las llaves del bolsillo y arranqué. Él no dijo
nada más y cerró la puerta. Pero cuando salí a la tranquila
calle, miré por el retrovisor y estaba todavía allí.


CAPÍTULO 18
¿Podemos omitir el flogger?
06 de abril
—¿Vas a estar bien esta noche? —Donovan parecía tan

serio cuando puso sus manos sobre mis brazos descubiertos.
Estábamos en la casa de Kristin, a punto de salir y dirigirnos a
la Casa de Cristal para nuestra segunda noche de diversión y
esclavitud—. Maldita sea, detesto la idea de que pases por
más de esto —El modo en que me estudiaba era como si a él
le importase lo me sucediera. No porque fuera una mujer,
sino porque se preocupaba en realidad.
—Voy a estar bien —incliné mi rostro y sonreí, tratando de

tranquilizarlo.
Mi sonrisa se desvaneció cuando vi el cambio en el modo

en que me estaba mirando. Su mirada puesta en mis labios
mientras levantaba su mano y ahuecaba mi mejilla en la
palma de su caliente mano. Movió el pulgar por mi boca y mi
mejilla en una lenta caricia. El repentino palpitar de mi
corazón y la falta de aliento me tomaron desprevenida. Todo
lo que podía hacer era sentir su mano en mi cara, el pulgar
acariciando mi mejilla. Su aroma de especias, cuero y hombre
me embriagaba.
¿Me moví? De alguna manera me había fundido en el calor

de su cuerpo, y los duros músculos de su pecho presionaban
contra mi pecho mucho más suave.


Pasó su mano por mi cara y tomó mi cabello, di un
pequeño grito de sorpresa cuando él cerró los dedos en un
puño. Al mismo tiempo, me agarró la cadera con su mano y
me atrajo hacia él para que sintiera su erección clavándose en
mi vientre.
¡Oh, Dios…!
Para ser la primera vez que Donovan me tocaba, uno

esperaría un suave beso, pero no había nada amable acerca
de este hombre. Sus labios cayeron fuertemente sobre los
míos, metió su lengua en mi boca mientras me besaba con
una intensidad feroz. Toda la casa parecía dar vueltas con
nosotros cuando gemí mi necesidad por él.
Me encantó. Quería más. Quería cada maldita cosa que

pudiera darme, y lo besé con la misma intensidad que él. Me
hubiera trepado a él si el pequeño vestido que llevaba puesto
me hubiese dejado.
En cambio, pasé la palma de mis manos sobre su pecho,

sus bíceps, hombros. Necesitaba sentir cada parte de él. Sus
manos levantaron la parte posterior de mi vestido y palmeó
las mejillas de mi trasero desnudo mientras me arrastraba
más cerca de él. Más fuerte. Más apretado.
Mi cuerpo estaba en llamas y mi tanga estaba húmedo por

la necesidad de hacer mis fantasías realidad y tener a
Donovan dentro de mí. ¿Cuántas veces había pensado en eso
desde que conocí a ese hombre?
Incontables veces.
Todos los días.


Cada vez que lo miraba, que estaba a su lado. Apenas nos
conocíamos por… ¿Cuánto? ¿Una semana y media? Pero se
sentía como si lo hubiera querido siempre. Dios, él sabía bien.
Tan masculino. Tan Donovan. ¿Cuánto tiempo nos besamos?
No parecía suficiente cuando se apartó. No podía quitar mi
mirada de la suya, mis labios aún separados de asombro,
asombro, y necesidad. Acarició mi mejilla.
—Me encantan tus ojos verdes, la forma en que están

mirando ahora, cuando estás excitada.
Giré la cabeza y metí su pulgar en mi boca y lo chupé.

Gimió. Cuando me aparté volví a mirarlo.
—¿Quién dice que estoy excitada?
La boca de Donovan se curvó de tal manera que avivó más

el deseo en mí.
—Será mejor que vayamos a la Casa de Cristal —me dijo

un poco crítico, pero sin burlas—. Puede que necesites más
lápiz labial.
Yo sonreí.
—Eso es porque tú lo llevas puesto.
06 de abril
Mi cabeza todavía daba vueltas por el beso treinta minutos

más tarde, cuando Donovan, ahora el Señor Dunning, y yo


llegamos a la Casa de Cristal. La casa era propiedad de Jason
Strong, nuestro siguiente sospechoso.
Durante la semana después de nuestra aventura en el

Crepúsculo de Cristal, no habíamos encontrado gran cosa
sobre Tarantino. Habíamos juntado todo lo que podíamos
sobre Strong y Cabot también, pero estábamos con las manos
vacías. Excepto por el hecho de que estaban muy metidos en
el BDSM según nuestras fuentes y nuestras propias
observaciones.
El interior el club nocturno estaba a la altura de su nombre,

todo era claro y de cristal esmerilado, con colores verde, azul,
naranja, amarillo reflectante y las luces de focos de colores
colocadas estratégicamente. El lugar era un poco más agitado
que el de Tarantino, pero aún así muy elegante.
Una vez que nuestros nombres fueron comprobados en la

lista de invitados, nos llevaron directamente a la parte de
atrás de la discoteca, a una serie de pesadas y gruesas,
puertas de cristal esmerilado.
Las escaleras de granito blanco por las que fuimos llevados,

terminaron en un piso por encima de la discoteca. A medida
que mis tacones de aguja hacían clic sobre la piedra, me
sostenía el vientre sobre envolvente seda azul medianoche, lo
que me hacía de recordatorio de que mi ropa probablemente
no estaría puesta mucho tiempo.
Esta vez había ido preparada, tras visitar una tienda para
adultos con Georgina por la mañana. Habíamos encontrado un
traje mega sexy muy revelador que tenía debajo del vestido.
La belleza del atuendo es que cubría completamente mis
senos y todas las partes importantes de mi mitad inferior. Era
como si llevara una bikini conectada con tiras de spandex


negro por cada lado. Sin deslizamiento, un montón de agarre,
que funcionó para mí.
Me quedé un paso atrás del "Señor Dunning" como a

regañadientes habíamos acordado anteriormente, y alcé mis
manos al collar de cuero negro que ahora circundaba mi
cuello. Porque ahora yo era supuestamente una esclava con
un Dom. Me había quitado el brazalete de tobillo. Martínez
había proporcionado este collar, diseñado con un bloqueador
de señal y un dispositivo de descarga, similares a los de los
puños de la muñeca de Donovan.
Gracias a Dios, Martínez no había puesto una hebilla en la

maldita cosa. Probablemente yo habría herido seriamente a
cualquiera que tratara de abrocharme.
Mi mente divagaba al increíble beso de Donovan. Todavía

sentía la impresión de sus labios, y su sabor en mi lengua.
Casi podía sentir su polla dura contra mi vientre. Ya que tenía
que caminar tras él de todos modos, admiraba el trasero de
Donovan al hacer cada paso. Tenía un culo apretado que se
flexionaba bajo sus pantalones de cuero negro. Sus hombros
y músculos de la espalda me hicieron la boca agua cuando lo
vi moverse.
Cuando volviéramos a casa de Kristin, iba a saltarle

encima. La música rock flotaba por encima de nosotros.
Cuando por fin llegamos la planta superior del establecimiento
de Strong, no pude mantener mi mirada baja. Mis ojos se
ampliaron demasiado, con asombro. La planta baja no era
nada comparado con eso. Literalmente era una casa de
cristal. Las paredes de vidrio modelado, principalmente
esmerilado, formaban habitaciones individuales que estaban
al otro lado de las paredes de la zona entrada.


Cuidadosamente dispuestas, las luces de colores hacían
que los cristales esmerilados dieran un resplandor verde, azul,
amarillo, oro, mucho más bonito que la planta baja. En las
zonas aleatorias remolinos de vidrio transparente separaban
el vidrio esmerilado.
No era menos que impresionante, y tuve que obligarme a

cerrar la boca, que había estado colgando abierta a la vista.
Había arte en vidrio por todas partes. Estatuas de cristal

tan altas como el techo, observaban por encima de todo, y las
estatuillas se colocaban en pilares de cristal de todos los
tamaños y alturas. Los muebles y las alfombras eran de color
blanco puro y, por supuesto, todas las mesas y mesitas de
café tenían tapa de cristal, y en cada superficie de cristal
había tallada una mujer desnuda. Una barra ocupaba una
pared junto a la sala principal.
Ésta también estaba hecha de vidrio esmerilado, en

consonancia con el resto de la zona. El olor de alcohol era
suave, pero podría jurar que olía a marihuana. Tarantino
había estado limpio hasta donde sabía, pero aquí parecía que
eran un poco más liberales. Un Dom con dos esclavos sentado
en un sofá blanco en la esquina confirmó esa sospecha. El
Dom cortó tres rayas de cocaína en un espejo con una
cuchilla de afeitar, entonces él y sus dos esclavos hicieron una
ronda cada uno para aspirar una raya.
Mierda.
Cuando había estado de incógnito en la división de

narcóticos de RED, había tenido que tomar algo de droga para
entrar a las pandillas, igual que había tenido que dejar que
me desnudaran y azotaran públicamente para ganar la


entrada a este mundo BDSM. Realmente esperaba que las
drogas no estuvieran en el menú de esta noche.
Estaba tan ocupada contemplando toda la impresionante

decoración de cristal y envuelta en mis pensamientos en
torno a las drogas que me tomó un momento notar las
siluetas de la gente detrás de esas paredes en su mayoría
opacas.
Si mis ojos se abrieran más, mis globos oculares estallarían

hacia fuera. Siluetas de personas siendo azotadas,
nalgueadas y otras cosas que no tenía ni idea. Pero el sexo no
era difícil de adivinar, a pesar de las sombras en el cristal.
¿Cómo no iba a escuchar los gemidos, los gritos de éxtasis,

los gritos de dolor, junto con las voces de mando de los
Doms, por encima de la música rock? La música estaba a un
nivel decente, pero no ensordecedoramente alta.
A pesar de que sólo podía ver sus siluetas oscuras, todavía

me sentía como una voyeur, y el hormigueo entre mis muslos
no era de la necesidad de encontrar el aseo de señoras.
Eché un vistazo a una de las paredes de cristal, donde una

poderosamente constituida sombra en movimiento, dejaba en
claro que era un hombre fornido, azotando a una mujer,
mientras él alzaba el brazo y la silueta de la fusta caía.
Gritos agudos provenían del otro lado de la pared de cristal

y yo esperaba que la esclava estuviera disfrutando de lo que
fuera que le estuvieran haciendo. Seguro que para mí, no
sonaba como si estuviera pasando un buen rato.
Pero por lo que Danica había dicho, y las declaraciones de

Tarantino, en todo lo que este selecto grupo participaba, era


"seguro, sano y consensuado". Todo el mundo tenía una
palabra de seguridad.
Sin embargo, si la usaban, se iban del club. De forma

permanente.
—¿A tu esclava le gustan las mujeres? —La voz de Jason

Strong me sorprendió al mirar hacia arriba. Aparte del color
chocolate profundo de sus ojos, era en realidad un doble de
Vin Diesel. Me frunció el ceño y bajé la mirada—. ¿Le gustaría
ver cómo te la chupan otras esclavas?
La idea de Donovan con cualquier otra mujer hizo que se

me retorciera algo dentro del vientre. Donovan hizo una
pausa y me miró. Pude verlo a través de mis pestañas.
—Está bien —Strong metió los pulgares en las presillas de

su pantalón de cuero, los lazos sosteniendo un grueso
cinturón—. Sólo os conocéis desde hace una semana, así que
probablemente no habéis tenido la oportunidad de explorar.
Cada vez más, la idea de ver a Donovan con otra mujer o

alguien más dándole una mamada, me retorcía el estómago y
me provocaba calor en el cuerpo.
—No me atrae, Maestro Strong —Traté de mantener mi voz

baja y contrita—. Prefiero estar con el Señor Dunning.
—No tenía permiso para unirse esta discusión —Strong se

llevó las manos a la hebilla del cinturón en forma de
calavera—. Mi cinturón azotará tu culo si dices otra cosa.
No más azotes. No más azotes. Generalmente había un

protocolo donde el Amo de una esclava debe aprobar primero
para que otro la toque. Pero por lo que Tarantino había dicho,
las acciones de Strong y Cabot parecían estar por encima de


ese pequeño protocolo, ya que eran los dueños de esos clubes
de BDSM.
Actué tan contrita como me fue posible.
—Sí, Maestro Strong.
—Tengo dos esclavas que me esperan en estos momentos.

Sin embargo, es vuestra primera vez aquí, así que dejadme
que os muestre el "Especial" de la Casa de Cristal.
Strong nos condujo desde la habitación principal, alrededor

de una pared de cristal, y por medio de un laberinto de
habitaciones de vidrio. Algunas, sin puertas, o con puertas
anchas y una multitud de espectadores. Algunas habitaciones
tenían puertas esmeriladas y las siluetas de las actividades de
BDSM en los otros lados.
Strong hizo un gesto hacia diversas salas temáticas

mientras pasaba.
—La sala de la colegiala traviesa incluye una pizarra y

pupitres. En esta habitación, juegos de policías y criminales,
incluso incluye un coche patrulla blanco y negro.
Yo podía ver la silueta de un coche a través de los bloques

de vidrio. Nos movimos hacia otra habitación, mucho más
grande, con sombras tenues que parecían estar moviéndose
en círculos.
—Dentro de este ámbito es la palestra de las ponygirl y el

patio de juegos de las puppygirl.
Yo había leído y había visitado lugares de BDSM que

atendían a los Maestros a sus ponygirls o puppygirls, y
realmente esperaba que eso no figurara en el menú. Las
ponygirls eran equipadas con todo al igual que caballos y


tratadas completamente como tales. Las puppygirls eran
tratadas como perros, sujetas con una correa para ir a dar un
paseo, comer de un plato de comida para perros, y así
sucesivamente. Algunas personas tenían un estilo de vida
realmente bajo, pero yo no era uno de ellos.
—Bondage intenso, aquí es donde se amarra a la sumisa

minuciosamente, sin absolutamente ninguna manera de
desatarse. Y ahí está la sala de ménage —Strong indicó otra
pared—. Y esta sala —señaló hacia el otro lado—, está
dedicada a la mazmorra tradicional.
Pude ver la imagen de una cruz de San Andrés de cristal a

través del vidrio esmerilado y los remolinos de cristal
transparente.
—Los baños son por ese pasillo, justo después de mi oficina

—Strong señaló en la dirección de un pasillo de cristal
iluminado, y mis oídos definitivamente se animaron al oír las
palabras, "mi oficina"—. Esta es la sala de azotes —dijo
Strong al continuar, e hizo una mueca—. Y esta es una de mis
salas de juegos —Hizo una mueca cuando llegamos a una
puerta cerrada que sólo era de vidrio esmerilado desde el
nivel de mis ojos hacia arriba. Lo cual significaba que no era
muy alta—. La esclava Kathy está a la espera de una buena
azotaina —Strong abrió la puerta—. La esclava Janice puede
chupar a Dunning, mientras que los observa su esclava.
El pensamiento de ver a Janice chuparle la polla a

Donovan, hizo quemar todo mi cuerpo. La idea de otra mujer
bajando por él me dieron ganas de apretar los puños
alrededor del cuello de Strong.
La puerta se cerró detrás de nosotros cuando entramos en

una habitación donde dos mujeres desnudas, con collar,


descansaban en muebles blancos que no eran exactamente
de los muebles tradicionales. Por las restricciones y las
posiciones impares de las piezas, y de mi investigación en la
red, sabía que este mueble había sido fabricado para
actividades más creativas que sentarse y relajarse con una
copa de chardonnay.
A través de las paredes de ambos lados se veían siluetas

de personas con paletas, los azotes iban y venían. Sus voces,
gritos, gemidos y llegaban a través de los muros de cristal.
En un sillón estaba sentada la bella esclava pelirroja Kathy,

la que me había aceitado y preparado para el show de la
semana pasada. Tragué saliva y mi corazón latió más rápido,
mis tacones de ocho centímetros se hundían en la alfombra
blanca de felpa.
Oh, diablos. No había manera de salir, ¿o sí? Iba a tener

que ver cómo la hermosa mujer de pelo negro en el sofá le
hacía una mamada a Donovan.
Tragué saliva. Maldita sea.
No después de ese beso. No cuando había estado

haciéndome sentir de la forma en que ahora me sentía a su
alrededor. Tal vez era irracional después de conocerle por tan
poco tiempo, pero quise reclamarle y decir: "¡Mío!"
¿No era esa, normalmente, una típica reacción de macho?
Bueno, nadie dijo que yo fuera una dama. A menudo.
Donovan no me miró hasta que se detuvo y habló.
—Ha pasado un largo tiempo desde que tuve a una de mis

esclavas viendo a otra darme una mamada —Traté de no
dejar caer mi mandíbula cuando Donovan continuó—: Sin


embargo, mi esclava Alexi no ha tenido la oportunidad de ir a
mi zona baja… —me miró directamente, y esta vez mis ojos
se abrieron debajo de las pestañas—. Me gustaría que mi
esclava me la chupara mientras que la esclava Janice observa
y se masturba.
La habitación parecía estar dando vueltas y casi me

tropecé.
¿Yo, dándole a Donovan una mamada delante de otras

personas? Ese beso me había hecho desear saborearlo en
todas partes. ¿Pero con audiencia?
Strong le hizo un guiño a Donovan.
—Tienes debilidad por esta sub, ¿no? —Afirmó.
Donovan me miró, con sus intensos ojos.
—Sí —se acercó y mi corazón me latió más y más rápido—.

He estado esperando esto durante toda la semana.
Parecía que hablaba en serio por el modo en que me estaba

estudiando y me estremecí cuando llevó las manos a los lazos
de mi envolvente vestido. Cayó al suelo, el azul profundo y
oscuro en contra de la alfombra de color blanco cremoso.
—Ella es tan malditamente caliente —Strong había cruzado

los brazos sobre el pecho mirándonos—. Vamos a echar un
buen vistazo a ese gran par de tetas que pudimos apenas
vislumbrar la semana pasada.
Las llamas lamían mi cuerpo recordando todos los lugares

que habían sido golpeados y parecían arder con un nuevo
calor abrasador.


—Mírame, esclava Alexi —ordenó Donovan, y levanté la
mirada para encontrar la suya. Mis labios se separaron y
quise que me besara. Para saborearlo, para sentirlo.
A medida que nuestras miradas se encontraban, Donovan

puso las manos en mis hombros y empujó los tirantes de mi
vestido hacia abajo lo suficientemente bajo para que cayeran
lejos de mis pechos, a mis caderas. Mis pezones se apretaron
por el aire que los tocó, entonces se estrecharon aún más
cuando rozó la parte posterior de su mano sobre mis pezones.
—Arrodíllate —ordenó—. Suelta mis pantalones.
Apenas tuve la presencia de ánimo para decir:
—Sí, Señor Dunning —y antes de darme cuenta estaba en

el suelo y con su entrepierna junto a mi cara.
Se me hacía la boca agua. En ese momento deseaba

muchísimo su polla en la boca. Lo deseaba dentro de mí. No
podía quitarme esos pensamientos de la cabeza… y en
realidad, no quería quitármelos.
Me sorprendió la forma en que mis manos desabrocharon el

botón de los pantalones de cuero de Donovan y abrían la
cremallera. Y entonces su pene y los testículos estuvieron en
mis manos. Nada pareció existir después, deslicé mi lengua
hacia abajo y lo largo de Donovan, sobre el espesor de su
erección, y le succioné provocándole que respirara con
dificultad. Cerré los ojos mientras olía y probaba la carne
salada, y sentía el peso de sus testículos en mis manos. Pasé
la lengua arriba y abajo de su longitud antes de que me
agarrara del pelo con los puños y me guiara para que mi boca
estuviera directamente sobre la cabeza de su polla.


Mmmm. La pequeña gota de semen en la punta de su
erección se volcó en mi lengua mientras lo deslizaba en mi
boca lo más profundo posible. El aguijón de su dominio sobre
mi pelo me excitó y provocó mientras se metía dentro y fuera,
follando mi boca.
Todo se hizo más intenso a medida que trabajaba su pene

con una mano, al mismo tiempo que me lo tragaba. Los rizos
suaves alrededor de su ingle me hacían cosquillas en la nariz
mientras respiraba profundamente. Podía sentir la tensión en
él. Podía sentir su orgasmo construyéndose. Le apreté las
bolas.
Hizo un fuerte sonido de placer mientras su polla palpitaba

en mi boca. Me agarró del pelo con más fuerza, y su semen
bombeó en mi boca y mi garganta. Tragué mientras lo
chupaba, pero sólo pudo dar unos cuantos empujones más
antes de que retirara su polla de mi boca.
Mi mirada se encontró con la suya, y sonreí ante la

sorpresa y asombro en su rostro. Apuesto a que no sabía que
podía darle una buena mamada.
—Maldita sea, eso ha sido caliente —La voz de Jason

Strong me trajo a la realidad. Había estado perdida en el
momento que acababa de compartir con Donovan y había
olvidado a cualquier otra persona que estuviera allí dentro,
con nosotros. ¿Mi cuerpo nunca dejaría de arder?
—Tu esclava ofrece la mejor mamada que he visto en

mucho tiempo —Strong vino lo suficientemente cerca como
para que también su entrepierna quedara casi en mi cara. Por
el rabillo del ojo vi a Janice con el ceño fruncido, pero las
siguientes palabras de Strong me tuvieron lista para salir


corriendo de la habitación—. Me gustaría que la esclava Alexi
me la chupe.
—No —la voz de Donovan era ronca, sus palabras

apremiantes—. La esclava Alexi necesita un castigo por
hacerme llegar demasiado rápido —Tomó mis brazos y sus
dedos se clavaron en mi carne, me empujó haciéndome poner
de pie—. Así que voy a follarla como el infierno.
—Por esta vez —La voz de Strong sonaba decepcionada,

pero grave—. Aquí compartimos con el anfitrión.
Me quedé mirándome los dedos de los pies, sin atreverme

a mirar a Strong y darle una excusa para llevar a cabo su
deseo de que le diera una mamada.
—Te voy a mostrar una habitación privada —dijo Strong, y

dejé escapar un suspiro de alivio en silencio mientras abría la
puerta. Donovan se metió de nuevo en los pantalones, y
recogió mi vestido antes de seguir a los dos fuera.
Mis pezones desnudos se enfriaban por el aire cuando

caminábamos, pero afortunadamente mi parte baja estaba
todavía cubierta. Agarré mi vestido, queriendo subírmelo para
esconder mis pechos desnudos, pero sabía que podía tener
problemas, y en este lugar, lo quería evitar a toda costa.
Una vez que habíamos recorrido un trecho por el vestíbulo

de paredes de vidrio, Strong asintió con la cabeza hacia una
habitación vacía, que tenía una puerta que Donovan y yo
podríamos cerrar.
Gracias, gracias, gracias.
Nuestras siluetas podían mostrar todo lo que hacíamos. Y

"ellos" podían estar observando a través del cristal, así que


teníamos que hacerlo lucir bien. Nuestros bloqueadores de
señal bloquearían cámaras y micrófonos, pero no nos podrían
ocultar a través del vidrio esmerilado. Strong cerró la puerta.
Donovan y yo estábamos solos.
El azul brillante de sus ojos se había vuelto de un tono más

oscuro, como el cobalto. Me miró como si nunca me hubiera
visto antes. Como si no me hubiera dado el beso más
increíble de mi vida hacía apenas una hora. Como si no
acabase de darle una mamada muy buena. Me lamí los labios,
el sabor de él todavía estaba en mi boca.
Apretó mis hombros y me tiró contra él tan rápidamente

que me sorprendió y gemí, perdí el equilibrio sobre mis
talones y caí contra él. Luego, sus labios estuvieron sobre los
míos, amortiguando el sonido.
Su lengua invadió mi boca, esta vez de una manera

realmente dura. Formidable. Conquistando. Exigiendo. Como
si mereciera reclamarme y decirle a todos, incluyéndome a
mí, que yo le pertenecía a él.
Ni de coña.


CAPÍTULO 19
Beneficios secundarios
06 de abril
Bueno, dejemos a Donovan tener sus ilusiones.
Mmmm.
¿Dónde había aprendido a besar así el hombre? Estaba

haciendo un excelente trabajo en demostrarme lo bueno que
era. La lengua y la boca de Donovan eran tan ásperas y
exigentes que casi me sentía como una heroína romántica
tomada por un malvado pirata o un bárbaro. Hundió sus
dientes en mi labio inferior, y cuando gemí, metió la lengua
hacia el fondo de mi boca.
Sin piedad. El hombre no tuvo piedad.
Le dio una palmada a mis pechos desnudos, luego pellizcó

los pezones lo suficiente como para hacerme gritar. La barba
de su mandíbula, era áspera contra mi piel, mientras mordía y
lamía a lo largo de su camino, bajando por la columna de mi
cuello a mis pechos. Tan rudamente como me estaba
manoseando, la sedosidad de su cabello oscuro fue una
sorpresa cuando deslicé mis dedos dentro de ellos, me mordió
uno de mis pezones con tanta fuerza que el sonido que salió
de mi boca fue casi un grito, y apreté más mis manos en su
cabello.


No podía pensar. Lo que Donovan estaba haciéndome,
confundía mis ondas cerebrales. ¿Quién necesitaba
bloqueadores de señales? Entonces se arrodilló,
intencionadamente frotando su mandíbula con sombra de
barba sobre mi piel suave, su lengua encontró el piercing de
diamante. Pasó la lengua a su alrededor e incluso lo absorbió
en su boca.
En algún lugar, sabía que había algo que debíamos hacer y

no lo estábamos cumpliendo.
Oh, sí.
Donovan metió la lengua en mi ombligo, luego rodeó la

perforación de mi vientre de nuevo, enviando sensaciones
locas directamente a cada parte de mi anatomía.
—Espera —gemí mientras acariciaba mi montículo a través

del material de mi traje de esclava.
—¡Cállate por una vez! —gruñó antes de morder mis

pliegues a través de la tela, justo antes de agarrar con sus
manos la tela y tirar hacia abajo.
Su boca se dirigió directamente hacia donde quería,

mantuve mi voz baja mientras que le decía con un tono
apresurado.
—Se supone que debes estar castigándome.
—¿Qué? —Tenía una expresión casi aturdida cuando me

miró—. Castigar. Sí. Dame un minuto —me arrancó el
atuendo completamente, con mi ayuda, y me quitó los
zapatos. Cuando estuve desnuda me dijo en voz alta—: Sobre
tus manos y rodillas, esclava. Voy a castigarte como te
mereces.


—Sí, señor —le dije, igual de fuerte—. Sólo quiero
complacerlo.
—No lo has hecho, y vas a obtener lo que viene —empujó

la parte posterior de mi cuello de modo que mi mejilla quedó
contra la alfombra—. Extiende tus rodillas, esclava.
—Sí, señor —le dije, justo antes de que me diera una

palmada en el trasero lo suficientemente dura como para
hacerme gritar de dolor.
Bueno, no te lo tomes tan en serio, Donovan.
Me dio una palmada aún más dura. Grité más fuerte.
El hecho de que estábamos montando un espectáculo hizo

más fácil gritar como loca por cuánto dolía. Era buena en
retener los gritos de dolor sin importar lo mucho que fuera
torturada, pero ahora tenía un pretexto para dejarlo salir
todo.
Luego, su mano libre estaba frotando mi clítoris y yo

estaba jadeando y gritando al mismo tiempo, cada vez que
me propinaba una palmada. Podía sentir el orgasmo récord de
todos los tiempos en camino.
¡Oh, Dios mío! De pronto comprendí el sentido del placer y

el dolor, y cómo los dos podrían intensificar el clímax. Todo mi
cuerpo temblaba y apenas podía evitar que colapsara por
completo en el suelo.
—No se les permite llegar a las esclavas —Donovan me

tocó aún más, su voz tan dura que casi no lo reconocí—.
Tengo que darte permiso.
—¿Qué…?


Me dio una palmada de nuevo y volví a gritar. Que lo
jodan.
Este iba a ser el orgasmo que acabara con todos los demás
orgasmos. Donovan se detuvo. Quitó su mano de mi raja,
aprovechando la humedad de entre mis muslos sobre mi
vientre. Y dejó de pegarme.
—D… Señor —Miré hacia atrás—. Tengo que correrme —

Me dio una mirada sombría antes de desabrocharse el
pantalón y sacar su erección. Sacó algo de su bolsillo, yo no
tenía ni la capacidad ni el ánimo para darme cuenta que era
un preservativo hasta que se lo deslizó por su erección.
Donovan hundió los dedos en mis ardientes nalgas y estrelló
su polla contra mí. Sin ningún juego previo. Grité por el
impulso repentino.
Ahora me estaba follando.
Querido Señor, él era grande y grueso, y lo sentí llegar a

mi punto-G. Pensé que iba a morir por el exquisito placer.
Condujo dentro y fuera tan fuerte que era casi doloroso.
—No puedo esperar más —Yo empujaba hacia atrás cada

vez que se estrellaba contra mí para poder llevarlo más
profundo—. Tengo que correrme, Señor.
—Aún no, esclava —sonaba como si estuviera hablando con

los dientes apretados, y yo tenía la sensación de que estaba
teniendo problemas para recordar lo de Amo/esclava también.
No era que me importara. Todo mi cuerpo no era más que
terminaciones nerviosas que estaban en llamas.
Mantén sujeto el clímax. Mantén sujeto el clímax. Hazlo por

el espectáculo.


Hazlo por Donovan.
—Ahora, esclava —gritó—. ¡Vamos!
Me corrí.
Oh, Dios mío, me corrí.
Llegué con tanta fuerza que mi mente se quedó

completamente en blanco y todo lo que podía hacer era sentir
el orgasmo más extraordinario de mi vida.
Y había tenido un montón de orgasmos. Pero este fue

increíble.
Interminable.
Cuando empecé a volver hacia la plena conciencia,

Donovan seguía golpeando dentro y fuera de mí, haciendo
que mis espasmos continuaran sin cesar. No se detendrían. Él
no se detenía. Era casi dolorosa la forma en que mis
contracciones continuaban alrededor de su gruesa polla.
Ni siquiera recordaba que tenía sus manos en las mejillas

de mi culo hasta que las agarró más fuerte y gritó mientras
llegaba a su clímax. Nunca había sentido el pulso de una polla
dentro de mí de la manera en que lo hizo la de Donovan.
Vibraba, y juro que tenía una contracción con cada pulso.
¿Era para siempre? ¿O no era suficiente?
No me importaba.
Donovan nos rodó sobre la alfombra de manera que

quedamos en cucharita, y todavía estaba dentro de mí. Su
piel estaba resbaladiza, como la mía y el sudor le humedecía
el cabello. La subida y caída de su pecho se emparejaba a mi
respiración que era igual de difícil. Movió los labios cerca de


mi oído, después presionó uno de los pernos plateados en mi
collar que activaba el bloqueador.
—No sabía que habría tan buenos beneficios secundarios —

le di un codazo en el estómago, pero sonreí.
Ninguno de nosotros parecía ser capaz de moverse. Por lo

menos yo sabía que no podía. Empecé a caer en una especie
de bruma, escuchando los sonidos de placer en toda la casa
de cristal. Entonces oí unas palabras que captaron mi
atención y me quedé sin aliento.
—El cargamento de la mercancía subastada sale la noche

del jueves —dijo una voz de hombre, y Donovan se quedó
quieto detrás de mí.
Empecé a inclinar la cabeza para mirar en dirección a la

voz, pero Donovan me abrazó con más fuerza. Me acarició el
pelo.
—Finge que no los escuchamos, en caso de estemos siendo

observados a través del cristal.
—La mercancía se transferirá de una ubicación secreta a un

yate, el Sweet Cherry, que llegará al club de yates en
Charlestown la noche del jueves —continuó el mismo hombre.
—La tapadera será una fiesta exclusiva que se iniciará en el

piso superior cuando la mercancía sea cargada en el barco.
Una mujer se rió suavemente.
—Puedes informar a los inversores que van a tener su

mercancía —dijo una voz irreconocible diferente—. Cada pieza
llegará a su destino individual.
Mercancía subastada. Cada pieza.


Las chicas.
Estaba tan claro, como si esos hombres me estuvieran

informando de todo a mí.
—¿Cuándo es la próxima subasta. Maestro Schilling? —Esta

vez era una mujer. Tal vez la mujer que se había reído.
—En... —la primera voz se desvanecía— …semanas… la

habitual... en línea…
Algunos murmullos tenues más.
Se habían ido.
Schilling. Schilling. ¿Quién era él?
—No digas nada —murmuró Donovan en contra de mi

pelo—. Sólo actúa como si quisieras más sexo o algo así.
—Eso no sería una dificultad —dije mientras me giraba en

sus brazos para enfrentarlo. Pasé mis labios sobre los suyos y
luego besé de camino a su oreja—. Creo que voy a ir al baño
de damas si puedes a encontrar Strong y mantenerlo
ocupado.
—Sí —dijo Donovan, con un tono duro—. Probablemente

terminaría cortándole las pelotas a Strong, por lo que te haría
hacer si te dejo sola con él y yo voy a buscar el baño para
ocuparme de mis asuntos.
06 de abril
Sábado tarde en la noche


La adrenalina siempre hacía más fácil realizar el trabajo.

Me gustaba la energía que me daba. La sensación de
invencibilidad. Claro, yo estaba nerviosa. Pero el desafío era
lo que me entusiasmaba y me producía un cosquilleo en la
sangre.
Por supuesto, que esa noche, mi sangre y otras partes de

mí cuerpo sentían ese hormigueo mucho más de lo habitual,
gracias a Donovan.
Luego de que se fuese a buscar a Strong, me metí en el

traje que había usado bajo mi ropa y dejé el vestido. No podía
permitir que nadie con quien me cruzara sospechara si me
veían completamente vestida. Dejé apartados mis tacones de
aguja, y la alfombra blanca era suave y rica mientras
caminaba.
La iluminación azul, verde y amarilla, hacía el viaje a través

de los pasillos de paredes de cristal, casi surrealista. Tanto
placer estaba sucediendo detrás de esas paredes que era
suficiente para hacer girar mi cabeza. Mi corazón se sacudió
al pasar frente a un par de Doms, y me quedé con la cabeza
baja, no sólo mis ojos. Se hicieron comentarios acerca de mis
"dotes", pero no me detuvieron. Por lo menos sabían cómo
seguir el protocolo.
Justo en la esquina de la oficina de Strong estaba el baño

de mujeres. Hice una visita allí primero para comprobar su
funcionalidad. ¡Oh! Simplemente perfecto. Una puerta de
cristal esmerilado con un cartel dorado conducía al cuarto de
baño. Dentro había paredes de vidrio, junto con suelos de
mármol blanco y encimeras. Precioso. Aunque no era un lugar
donde poder ocultarse fácilmente si fuera necesario.


Aún así, entré en uno de los compartimentos y, tras cerrar
la puerta, me quite el collar. Me tomó sólo un momento
presionar el perno de la derecha en el cuello para activar el
codificador de señal que podría bloquear el sonido y dejar las
cámaras borrosas o muertas. En el interior del collar había un
dispositivo de puerto idéntico al de los puños de la muñeca de
Donovan. El cuero era duro y suficientemente grueso para
ajustar el dispositivo nuevamente dentro de él sin problemas
una vez que descargaran todo su contenido en un disco duro.
Me froté el cuello, donde el cuero me había rozado. La
aspereza de éste era algo sobre lo que Martínez y yo
tendríamos una pequeña conversación. Luego activé la
cámara con sólo pulsar otro botón. La cámara estaba
incrustada en la parte externa de la piel, y por ello, estaría
operando tanto tiempo como yo la dejara. Martínez era rápido
y bueno a la hora de diseñar casi cualquier tipo de dispositivo
de reconocimiento.
Cuando todo fue activado, saqué otra cosa más del collar…
Un pequeño kit para abrir cerraduras. Era lo suficientemente
plano como para caber por debajo del material de la parte
inferior del bikini, ligeramente por encima de mi montículo.
El dispositivo de puerto también era lo suficientemente

delgado y podía deslizarse sobre el otro lado de mi montículo.
Me sentí un poco rara, pero bueno, lo que sea que funcionara.
No pensé que la parte superior de mi atuendo pudiera
mantener cualquiera de los dispositivos lo suficientemente
bien como para evitar que se deslizara hacia abajo o hacia
afuera.
Me puse el collar alrededor del cuello, respiré hondo y salí

del baño. Mis pies descalzos fueron desde el mármol frío del
baño a la alfombra de felpa. La oficina de Strong estaba a la


vuelta de la esquina. Un no tan guapo Dom de mejillas
hinchadas, con un látigo vino por el pasillo justo cuando me
acercaba a la oficina de Strong y estaba mirando el pomo de
la puerta de vidrio. Me encontré con la mirada marrón del
hombre de mejillas hinchadas.
No era como la "Gente Hermosa" que había visto hasta el

momento en los clubes.
Cuando me alcanzó, me tomó del brazo con un agarre

fuerte que me hizo jadear con sorpresa y me llevó de forma
abrupta al pasillo.
Maldita sea. Me había olvidado de bajar los ojos. Miré hacia

abajo. Sin embargo, no debería haberme tocado.
—Tu nombre, esclava —preguntó el Dom, con una voz

familiar que prácticamente me sacudió la cabeza.
¡Schilling! La voz del otro lado del cristal. La sequedad de

la garganta casi me impidió responder. Pero me las arreglé.
—Alexi.
—Hago cosas muy especiales con las chicas malas, esclava

Alexi —presionó su gran cuerpo al mío y tuve que luchar para
evitar estremecerme—. ¿Eres una chica mala?
El pelo cayó sobre mis ojos cuando sacudí la cabeza

mientras miraba la alfombra bajo las botas con punta de
acero del mofletudo Schilling.
—No, Maestro —le dije en una voz tan fuerte como pude.
—¿Tienes un Amo? —Acercó su cara más hacia mí.
—Sí, Señor —asentí tan rápido que fue un milagro que mi

cabeza no chocara con su barbilla—. El Señor Dunning.


—Es una lástima que estés tomada —el mofletudo rozó sus
labios a lo largo de mi oído, y no fue un escalofrío lo que
recorrió mi cuerpo, sino un estremecimiento de querer
vomitar—. Aún mereces un pequeño castigo, esclava.
Me esperaba que me arrastrara con Donovan, pero me

empujó contra una pared de bloques de vidrio que me hizo
ver las estrellas cuando mi cabeza los golpeó. Antes de poder
recuperarme, el mofletudo Schilling tiró hacia abajo la parte
delantera de mi atuendo, dejando al descubierto mis pechos,
y pellizcó uno de mis pezones con la mano libre. Gracias a
Dios no tenía mis herramientas o el dispositivo de puerto en
la mitad superior.
Incluso cuando me vino ese pensamiento, mis músculos se

tensaron y casi cedieron a los reflejos automáticos, de
agarrarlo y retorcerle el brazo en la espalda.
Dio dos pasos hacia mí e hizo restallar su látigo, y golpeó

con la punta entre mis pechos.
Mis ojos se humedecieron. El ataque se sintió como si

alguien me hubiera marcado con un hierro caliente.
Me costaba tragar el llanto que tenía en la garganta, y me

sacudió la necesidad de tomar represalias. Él no tenía derecho
a estar haciendo esto. No era mi Amo. Un dolor viajó a través
de mis manos mientras luchaba con los puños apretados. Me
obligué a mantener la mirada hacia abajo, rezando para que
no lo hiciera de nuevo. El mofletudo Schilling se rió y regresó,
obviamente, para admirar su obra. Frotó la palma de su mano
carnosa y grande sobre mi carne ardiente y la picadura que
estaba cada vez más roja. Lo que estaba haciendo me hizo
morderme el interior de la mejilla para evitar encogerme por
la sensación del toque rastrero.


Mi rodilla. Sus bolas.
No puedo hacer volar mi tapadera. No puedo.
Recuerda a las chicas.
—La próxima vez —dijo mientras frotaba la gruesa erección

contra mí—, voy a tener que castigarte de una manera muy
especial.
De rabia tenía mi voz temblorosa.
—Sí, Señor.
Schilling se rió de nuevo.
—Ve a tu Señor y dile que fuiste castigada por ser

desobediente y no buscar un vaso de agua cuando un Amo te
lo pidió —se apoyó más cerca—. Di cualquier otra cosa y me
aseguraré de que tengas un verdadero castigo.
—Sí, Señor —Enfermo hijo de puta.
Dio una palmada en uno de mis senos antes de dar media

vuelta y dirigirse al baño de hombres. Su risa me hacía querer
correr detrás de él, envolverle su propio látigo alrededor de su
garganta y estrangularlo con él.
Cuando desapareció detrás de la puerta giratoria del baño

de hombres, me subí la parte superior del vestido otra vez,
me estremecí ante la sensación del material cuando se deslizó
sobre las ronchas. Ahora sí que tenía que apresurarme. Miré
para ambos lados y fui al pomo de la puerta de Strong.
La cerradura era típica. Estaba segura de que si Strong

tenía una alarma, otro aparato que Martínez había colocado
en el collar podría mantener la alarma sin activarse.


Forzar la cerradura fue, afortunadamente, fácil. Abrí la
puerta de cristal antes de cerrarla tras de mí con las
herramientas que llevaba en las bragas de mi bikini nuevo.
Estaba muy condenadamente contenta de no haberlas puesto
en la mitad superior de mi traje. Cerré la puerta.
Escritorio, estantes, arte… todo estaba hecho en una

especie de vidrio o cristal, con la excepción de las sillas
blancas y la alfombra. Si alguien viniera aquí, no habría
ningún lugar donde esconderse. Excepto tal vez en la ducha
del baño que tenía la oficina. Mientras nadie mirara por allí.
Incluso la ducha estaba hecha de bloques de vidrio.
Corrí alrededor del escritorio hacia su inmaculada

computadora blanca, con un protector de pantalla de una
chica atada siendo azotada. Fue la primera imagen de un
protector de pantalla de diapositivas con un montón de
mujeres en diferentes posiciones… Y entonces me vi, colgando
de los ganchos, con los ojos vendados, cuando Donovan me
azotaba.
La necesidad de romper la pantalla me sacudió tan

brutalmente que quería coger el pisapapeles de cristal al lado
del ordenador.
¡Idiota, idiota, idiota!
La imagen cambió por otra mujer y otro hombre, el alivio

de no verme más me ayudó a concentrarme en mi trabajo.
Me tomó unos minutos descargar el contenido del disco duro
entero. Ahora podía dejar a los frikis preocuparse de descifrar
los códigos.
Las mejillas me ardieron al pensar que alguien en Red

pudiera ver el protector de pantalla.


Tendría que convencer a Taylor para que manejara esto él
solo y para que eliminara discretamente esa fotografía en
particular antes de que su equipo friki consiguiera hacerse con
ella.
De todos modos, iba a ser vergonzoso como la mierda que

él me viera así. Donovan y yo podríamos eliminarla, pero
podría aparecer en una búsqueda más intensiva.
Saqué el puerto de la parte de atrás del disco duro, lo puse

en la parte inferior de mi equipo y me dirigí a la puerta. Miré
por encima de mi hombro y vi mis huellas en la alfombra,
antes perfectamente lisa, que debía haber sido aspirada por
una de las criadas de Strong.
¿Qué podía hacer para cubrir mis huellas? Y hacerlo a toda

prisa.
Mi sangre corría y mi cara se enrojeció. Ahí. El libro más

cerca a mi lado en una de las repisas cercanas podría hacer el
trabajo. Lo agarré y corrí hacia la mesa de trabajo,
manteniendo la misma línea. Me incliné y empecé arrastrar el
libro detrás de mí, a través de la alfombra, eliminando mis
huellas. Desafortunadamente, si alguien prestaba atención,
parecía que algo había sido arrastrado por el suelo. No
importa. Tal vez él no se diera cuenta. Pero no tenía tiempo
para poner el libro en posición vertical sobre el estante,
necesitaba salir de la oficina, borrando el resto de mis huellas.
Strong simplemente tendría que perder un libro, y esperaba
que no se diera cuenta.
Luego de escuchar tras la puerta para cerciorarme de que

todo estaba tranquilo, la abrí tan silenciosamente como pude,
y volví a cerrarla después de cubrir el resto de mis huellas.
Después de una rápida mirada alrededor, corrí al baño de


damas. Estaba a punto de poner el libro en la encimera
cuando vislumbré el título.
Al diablo con las rosas, envíame las espinas, de Philip Miller

y Molly Devon. Casi me reí. De todo lo que había leído, éste
era un clásico de BDSM.
Voces femeninas se acercaban al baño de mujeres y mi

corazón latió con fuerza mientras buscaba un lugar para
esconder el libro. Me precipité en uno de los puestos, metí el
libro en el tanque del inodoro y me dejé caer sobre el asiento.
Las chicas se reían y hablaban del Maestro Strong y la Ama

Danica, y cómo no podían esperar para volver con ellos.
Después de dos descargas de inodoros y el agua corriendo en
el lavabo con más risas, las chicas se fueron.
Apreté la mano sobre mi pecho. Cerca, cerca, cerca. Me

levanté y miré el libro que estaba en la parte superior del
tanque del inodoro y sonreí. La tapa del tanque era un poco
pesada y chirrió un poco cuando la moví, pero se abrió lo
suficiente para dejar el libro dentro antes de cerrar.
Oh. El collar me raspó la piel mientras me lo quitaba antes

de volver a meter dentro el puerto de disco y el kit de
cerraduras que había guardado en mis bragas. Sonreí ante la
idea de lo que Taylor y Martínez podrían pensar si supieran
donde habían estado esas cosas.
Nunca se lo diría.
Apagué la cámara y el bloqueador de señal antes de

colocarme el collar alrededor del cuello otra vez. Con
satisfacción, me di cuenta de que la cámara podría haber
registrado a Schilling completo, cuerpo y cara. Sería mucho
más fácil atrapar al esclavista. ¿Era él el hombre que estaba


buscando? ¿O había alguien por encima de él? Tenía la
sensación de que Schilling era sólo un peón. Una vez que
estuve fuera del baño, al final del pasillo, fui de nuevo a la
habitación donde había estado con Donovan, y finalmente
pude respirar mejor.
Me desnudé y tomé la posición que habíamos acordado

antes de irme, así parecía que me estaba castigando. Mi
vientre se apoyaba en la superficie alfombrada de uno de los
muebles de BDSM para que mi cabeza colgara a un lado y mis
rodillas en el otro. Estaba en una posición con el culo en alto y
la sangre se me fue a la cabeza. Donovan me dejó allí por
siempre jamás, y las estrellas comenzaron a aparecer frente a
mis ojos.
—Los veremos en La Zapatilla Champagne la próxima

semana —se oyó la voz de Donovan desde la puerta.
—Parece que tu esclava fue obediente mientras no estabas

—dijo Strong—. Tal vez debería tener una recompensa.
—Tengo la intención de darle una —dijo Donovan en un

tono más fuerte, vibrante, que envió un espiral de lujuria a mi
vientre y a ese lugar necesitado entre mis muslos.
Después cerró la puerta, Donovan me frotó el trasero

cuando me alcanzó.
—¿Todo bien?
Cuando levanté la cabeza, todo daba vueltas un poco por

haber estado colgando hacia abajo. Luché para enfocar mi
mente de nuevo y estar completamente de pie para que él
pudiera ver mi nueva marca de belleza en mis pechos
desnudos.


—Sería absolutamente perfecto si no fuera por esto.
El flash de ira en el rostro de Donovan fue intenso.
—¿Quién?
No me tomó mucho tiempo contarle en voz baja acerca de

del encuentro con Schilling. La furia característica de Donovan
creció.
—Pero lo importante —le susurré, a pesar de la marca en

mi pecho—, es que he grabado la ID del psicópata —Le señalé
el lugar donde estaba escondida la cámara—. Va a hacer
mucho más fácil atraparlo.
—¿Estás bien? —Donovan todavía se veía enfadado y sentí

sus ásperos límites de nuevo—. Vamos a salir de aquí.
Un momento de silencio se extendió entre nosotros, grueso

y pesado.
—Estás haciendo todo lo que puedes hacer —puse mis

brazos alrededor del cuello de Donovan y acerqué mi boca a
la suya—. Y lo haces muy bien.
Donovan tomó mi culo y apretó su erección contra mí.
—O nos podríamos quedar un rato más —dijo todo

profundo y hábil.
Yo sonreí.


CAPÍTULO 20
Un punto para el equipo de casa
11 de abril
Jueves por la noche
Los cascos no eran mi estilo, pero Donovan y yo no

podíamos permitirnos el lujo de ser reconocidos cuando
hiciéramos la redada. Estábamos acampados en el club de
yates en Charlestown, en el viejo astillero de la Armada. El
muelle de al lado era el USS Constitución. Una ironía. Un
símbolo de la libertad, situado al lado del lugar donde las
mujeres estaban siendo sacadas del país para ser utilizadas
como esclavas sexuales.
El resto de los equipos de asalto de RED estaban

escondidos en toda la zona, a la espera del yate privado
llamado Sweet Cherry. Ja, ja. Divertido.
No lo era.
Habíamos hecho nuestra investigación sobre el Cherry. Era

enorme, y podrían fácilmente esconder a las mujeres en las
bodegas de carga manteniéndolas probablemente drogadas,
haciendo difícil localizarlas, incluso para los perros de la
policía.
También habíamos hecho reconocimiento de la zona, pero

no pudimos localizar a las mujeres, donde sea que se
encontraran retenidas, antes de que la transferencia fuera
hecha. Por supuesto, no podía ser así de simple, ¿no es así?


De ninguna manera iba a perderme esta redada, sin importar
lo que mi jefa dijera. Necesitaba sentir que estaba haciendo
algo productivo además de conseguir que mi culo fuera
azotado. De lo contrario, todo lo que tenía era la sensación de
malestar en el vientre mientras pensaba en esas chicas
siendo subastadas. Subastadas.
La roncha entre mis pechos quemaba al ser humedecida

por el sudor de mi piel bajo mi camiseta. Tal vez Schilling
estuviera aquí y podría dispararle.
La información y fotos de Schilling habían sido una mina de

oro. En los últimos días, nuestros agentes habían sido capaces
de diseccionar desde su vida hasta su predilección por visitar
sitios porno. ¿Qué salió de esa profunda investigación?
Montones de dinero que se canalizaban a cuentas suizas. ¡Ah!
los rastros que uno deja cuando no es lo suficientemente
cuidadoso. Y era dueño del Sweet Cherry.
El ardor ahora constante de la roncha, pero lo más

importante, el hecho de que fuera la escoria de la Tierra por
subastar a esas chicas, me hacía querer hacer estallar su
cabeza entre mis manos como una espinilla gigante.
Jason Strong, todavía estaba limpio. Al igual que Tarantino,
no había nada en su disco duro para implicarlo en nada ilegal.
Los registros de Strong no estaban tan bien cuidados como
los de Tarantino, parecía que Strong necesitaba un mejor
asistente o un contable. Eso sería, si no tuviera ya una
asistente a la que mantenía atada.
Literalmente.
Aparté los pensamientos de Strong y estreché mi mirada,

con la esperanza de ver algún signo del Cherry. Mi piel picaba
mientras trataba de quitarme de encima el sueño de la noche


pasada. Siempre cambiaba, se transformaba. Nunca era lo
mismo. Pero me dejaba una sensación de agotamiento, de
estar maltratada, casi desesperada. La desesperanza era algo
que yo nunca aceptaría en mi vida.
Si alguna vez hubiera permitido a la desesperanza entrar

en mi mente, ¿cómo habría hecho a lo largo de esos años
como asesina? Viendo a la gente a morir. Matándolos.
La idea de ni siquiera saber a quién estaba matando, o por

qué, hacía que mi estómago se revolviera. Por lo menos,
como francotirador en el Ejército sabía por qué estaban
tomando determinados objetivos que eran un peligro para los
EE.UU.
Incluso como agente de RED me había visto obligada a

tomar una vida para defender la mía, o la de otro agente.
Yo podría vivir con eso. Era mucho más difícil de aceptar el
hecho de que había matado para salvarme a mí misma de la
mutilación y la muerte.
Eso era algo con lo que tenía que vivir el resto de mi vida,
a veces entiendo por qué la gente se volvía a las drogas o el
alcohol para olvidar su dolor y sus errores. Pero me negaba a
sentirme impotente. Me negaba a perder mi vida, porque
ahora podía salvar a otros.
Atrapando a estos hijos de puta que subastaban mujeres.
Tragué saliva. Como si eso pudiera hacer mejores mis

pecados del pasado. Los destellos de luz de la luna y las
ondas del agua en el puerto me recordaron a fragmentos de
vidrio roto. Iguales a las piezas que se habían dispersado por
encima de mi mano cuando me descargué con el bate contra
la camioneta de Gary. Mi estómago se tensó al pensar en lo


que había hecho. Pero entonces, pensé en Donovan, y de
repente Gary parecía una parte de mi lejano pasado.
El aire fresco, salado, me llegó por debajo del escudo de mi

casco. Mi rifle de francotirador M40 se sentía bien y sólido en
mis manos cuando me acurruqué junto a Donovan, uno de
mis muchos gemelos malvados vestidos con equipo de
incursión negro, mientras nos manteníamos en nuestros
lugares. Tenía la comodidad de mi Glock en mi cinturón de
herramientas, junto con mi daga. Mantuve mi cabeza inmóvil
mientras miraba a Donovan con el rabillo del ojo. Incluso en
la sombra y con un casco, había tanto poder que emanaba de
él directamente hacia mí. Mi vientre hizo un cosquilleo y la
sensación se disparó directamente entre mis muslos. La
aventura sexual del sábado se había convertido en algo
caliente y voraz que no habíamos sido capaces ni de empezar
a satisfacer en los últimos cinco días. Sólo una mirada y lo
siguiente que sabíamos era de ropa volando por todas partes,
y después estábamos en ello duro y rápido.
Nunca lento. No, nuestra necesidad el uno del otro era tan
extrema que me tomaba contra la pared, en la mesa de la
cocina, la encimera de la cocina, en la ducha, en el suelo,
sobre una silla en su cuarto de guerra. Ahora que lo pienso,
en realidad nunca lo hemos hecho en una cama.
Aleja los pensamientos del sexo salvaje, Lexi Steele.

Guárdalos para después de la fiesta.
¿Cómo podía desearlo tanto, incluso ahora?
De alguna manera me hacía sentir segura, intocable.
Sentimientos como ese eran peligrosos. Nadie era

intocable, y si alguien iba a proteger mi culo, esa sería yo.


Eché un vistazo a Donovan de nuevo en la sombra, sintiendo
aún más oscuridad a su alrededor, por su ira y el miedo por
su hermana.
Mi pecho dolía mientras tragaba y agarraba el fusil con más

fuerza. Quería quitarme el casco y pasar mi mano sobre mi
cuero cabelludo húmedo. En lugar de eso me conformé
secándome una gota de sudor que rodaba por mis mejillas.
Dos veces grandes yates se deslizaron hacia el puerto y el

zumbido de mi corazón vibró a través de mí. Ninguno de ellos
había sido el Sweet Cherry. Ni siquiera se acercaban a la
descripción correspondiente, en caso de que el nombre
hubiera sido pintado por encima. De vez en cuando, Donovan
o yo rompíamos el silencio, manteniendo nuestra voz baja
mientras hablábamos en los intercomunicadores y dábamos
informes sobre la situación a los otros equipos… los informes
sobre la situación eran básicamente nada. No era necesario
decirle a nadie para que mantuviera la posición, porque
ningún agente RED se movería hasta que la orden fuera dada.
Inclusive los perros no contraían un músculo. Esa noche

habíamos quitado la mayor parte de las luces cuando
llegamos, así que nuestros equipos eran aún más difíciles de
ver en la oscuridad.
Tres malditas horas y el yate todavía no estaba allí.

Donovan y yo sabíamos que nuestra información era buena.
Lo habíamos oído en la Casa de Cristal… no teníamos duda de
que esa noche, Schilling y sus secuaces iban a enviar a las
mujeres fuera, ¿no?
Usando un yate… una forma interesante para mover la

mercancía. Y una fiesta exclusiva sobre cubierta. Trata de
personas de clase alta. ¿Quién sabe?


Uno de los agentes RED hacía un seguimiento constante de
las comunicaciones de la Guardia Costera para asegurarse de
que no había llegado el barco antes que nosotros.
Sin embargo, no había oído nada y deberíamos haberlo hecho
ya.
El dolor en mis piernas y baja espalda, rogaba por que me

moviera para poder estirarme.
Mierda si iba a romper la posición.
Un punto brillante en la distancia, un brillo diamantino en el

agua. La adrenalina hizo cantar a mis músculos, ahuyentando
los dolores y la fatiga.
—Objetivo a la vista —dijo la voz de la Agente Especial

Fowler. El casco de alta potencia que Fowler utilizaba había
sido diseñado por el departamento de tecnología de RED—.
Nombre del objetivo confirmado —dijo Fowler—. Sweet
Cherry.
Ya era la maldita hora.
Todavía no nos movíamos. Donovan y yo ni siquiera nos

miramos el uno al otro.
Mi sangre bombeaba el doble de rápido mientras el yate se

deslizaba en el agua. Más cerca. Más cerca. Las luces blancas
formaban largos filamentos encima de la cubierta, tan
brillantes que parecía como si fueran estrellas que habían
convergido en ese mismo lugar. Cuanto más cerca estaba el
barco de nosotros, más estricto era mi control sobre el rifle de
francotirador, y más fluía la adrenalina a través de mí. Yo
estaba más que lista para herir a esos gilipollas.


Pronto, las decoraciones, buffets de comida, e incluso una
banda de cinco músicos fueron fáciles de detectar. Sí, una
fiesta. Inteligente. Me pregunto si los fiesteros tendrían idea
de lo que los chicos malos tenían la intención de almacenar
debajo de la cubierta.
¿Dónde estaban esos fiesteros? ¿Dónde estaban las chicas?

Deslicé mi mirada en torno al muelle y no ví la silueta de un
solo agente. Éramos parte de la noche. Cada uno de nuestros
agentes procedía de distintas ramas de las fuerzas armadas,
gobierno o de agencias clandestinas, y todos habían sido
entrenados para ser invisibles.
En RED había hombres y mujeres que eran antiguos

miembros de Operaciones Especiales, Navy Seals, Servicio
Secreto, espías del gobierno, o asesinos entrenados como yo.
RED reclutaba exclusivamente lo mejor.
El barco se deslizó por el agua como un cortador a través

del cristal. Casi listo para atracar.
Date prisa. Iba a empezar a hacer volar todo a la mierda

con mi M-40, si mi cuerpo se ponía más caliente. Nadie podría
acusarme de que la paciencia fuera una de mis virtudes. Sólo
la estaba practicado por necesidad. Pensé que el barco no
llegaría nunca a detenerse, y mi pecho me dolía cuando
finalmente dejé salir el aire de un soplo. Los sonidos
chirriantes del Sweet Cherry atracando se arrastraron por mi
columna vertebral, pero mejor eso que esperar.
Un hombre a bordo del Sweet Cherry gritaba órdenes en

sueco. Lo miré de soslayo y tuve una buena vista de él. Otros
hombres se apresuraron a seguir sus órdenes, y a asegurar el
yate.


—Limusinas llegando y aparcando cerca del club náutico —
dijo Fowler a través del comunicador—. Parece que la fiesta
está a punto de comenzar.
¿Estaban las chicas en esas limusinas con fiesteros? ¿Tal

vez ocultas en los maleteros, drogadas y mantenidas en cajas
cerradas con respiraderos?
La quemazón en mi estómago estuvo cerca de hacer subir

el ácido a mi garganta.
—Los civiles fuera de las limusinas y acercándose al

objetivo —dijo Fowler—. No hay señales de ningún tipo de
carga.
Donovan gruñó lo suficientemente fuerte como para que yo

lo escuchara. Sabía que él estaba pensando en su hermana
siendo transportada entre la "carga".
Risa masculina y risitas femeninas rompieron el silencio. No

pasó mucho tiempo antes de que las once parejas se
acercaran al barco. La mayoría de las mujeres se apoyaban
en los hombres con los que estaban como si necesitaran el
sostén. Unas pocas tropezaron como si ya estuvieran
borrachas. Pero las risas no paraban. Era como si les hubieran
dado gas hilarante a todas las mujeres. Entonces vi las armas
de fuego en la iluminación brillante que arrojaban las cadenas
de luces. Los hombres de la cubierta estaban armados con las
armas en fundas… cosa que en realidad no me sorprendió.
Pero los hombres asistentes a la fiesta llevaban fundas,

también. ¿Por qué necesitarían estar armados?
Algo cosquilleó por mi espalda.


Fruncí el ceño. No era correcto. La configuración del grupo
entero no estaba bien. Las mujeres seguían riendo y era obvio
que eran los hombres los que las mantenían en pie.
Más hombres armados aparecieron en la cubierta, y
empezaron a gesticular y hablar.
Las expresiones un poco aturdidas de las mujeres mientras

reían, hicieron que todo encajara perfectamente en su lugar.
Los asistentes femeninos eran las mujeres subastadas.
Cuando miré a Donovan, vi que había empujado su casco

hacia atrás. Por su expresión cuando me miró, era obvio que
estaba siguiendo los mismos caminos mentales que yo. Su
mirada se desvió de nuevo a las parejas a bordo, y por un
momento vi la esperanza y el miedo mezclado con furia sobre
sus rasgos.
Estaba buscando a Kristin.
Murmuré en el comunicador.
—Equipo Amarillo. Cuando tomen a todos en la cubierta en

custodia, separen a los hombres de las mujeres. No permitan
que las parejas permanezcan juntas.
—Entendido —dijo Fowler sin ninguna pausa—. Equipo

Amarillo fuera.
—Equipo Naranja —dije—. Retenga los perros hasta que el

Equipo Amarillo haya asegurado la cubierta.
—Listos y en espera de su orden —dijo Quincy—. Equipo

Naranja fuera.
—A todos los equipos: la mayoría de los hombres están

armados —dijo Donovan en su comunicador.


Los cinco jefes de equipo devolvieron sus “entendido”.
Estos agentes nunca se disculpaban por lo que tenían que
hacer, sin importar lo que pudiera significar.
—Todos los equipos, luz verde —Donovan tomó

rápidamente el mando—. ¡Vamos!
—¡Policía! —gritó Smithe, la palabra universal para la

aplicación de la ley mientras agentes RED se vertían de todos
los escondites en los que habían estado estacionados.
En la cubierta del Sweet Cherry todo se convirtió en un

completo caos.
Gritos. Llantos. Alaridos.
Por otra parte, los agentes especiales de RED realizaban

su trabajo con fría eficiencia.
Usando el telescopio de alta potencia en mi M40, divisé mi

primer objetivo. El hijo de puta estaba disparando en la
oscuridad con una expresión feroz. No por mucho tiempo.
Frunció en ceño en el momento en que mi bala perforó su
frente.
Réplicas agudas de armas rasgaron a través de la noche

cuando los hombres a bordo dispararon sobre los agentes que
convergían en el yate. Los chicos malos cayeron tan rápido
que no tuvieron tiempo de disparar muchas rondas. Gritos y
llantos provenían de las ex parejas de fiesta. ¿Por qué la
gente corría en todas direcciones cuando empezaba una
redada en lugar de literalmente, tirarse en la cubierta para
permanecer fuera de la línea de fuego? ¿Cuan estúpido se
podía ser?


Mis manos se mantenían estables mientras bajaba dos
objetivos más.
Nunca fallaba. Nunca cometía errores, y menos en la

puntería… eso venía de mi antigua profesión como asesina.
Esa fue una parte de mi vida donde no había tenido ningún
problema en mantener la calma y no perder los estribos.
Había tenido que hacerlo a fin de lograr sobrellevar cada
asignación. ¿Nunca terminarían los disparos? ¿Cuando
dejarían de aparecer los cabrones con armas desde las
cubiertas inferiores? No había sirena en una noche que
también estaba vacía de luces de emergencia. RED tenía
formas de advertir a otras agencias del orden público cuando
hacíamos una redada. Los agentes RED sistemáticamente se
hicieron cargo de la situación. Todos los hombres que habían
estado vigilando el muelle se redujeron. ¡Ah, ahí! En la
cubierta. Un disparo de mi M40. El último hombre en pie fue
historia. El resto de los hombres estaban acurrucados en el
suelo. Créeme, nuestros agentes todavía tenían las armas
preparadas sobre cada persona a bordo.
Levanté mi rifle sobre mi hombro. Hora de ocuparse de los

negocios.
Mantuve mi Glock agarrada con las dos manos mientras

bordeaba los muertos e iba a través de charcos de sangre,
apresurándome hacia el yate. Tuve que disparar a dos
hombres que habían caído, pero no por completo y estaban
tratando de ir a por sus armas. El Equipo Amarillo ya estaba
en cubierta y en un momento tuvo la situación bajo control,
los hombres y mujeres separados. El Equipo Verde
permaneció en su lugar en el muelle, preparado para acabar
con más oponentes armados.


Cuando di la señal, el Equipo Naranja se reunió en la
cubierta con los perros para iniciar la búsqueda de seres
humanos en lugares en los que no deberían estar, como
ocultos en compartimientos, por si acaso. El Equipo Rojo
comenzó en la parte superior, mientras que el Equipo Azul se
dirigió hacia abajo con el Equipo Naranja. Todos los jefes de
equipo nos chequeamos en los comunicadores mientras
buscábamos en el barco de arriba a abajo con un plan
predeterminado, incluso a pesar de que estábamos seguros
de que la "mercancía" estaba segura en cubierta.
Ocasionalmente, algún disparo rompía el silencio mientras

nuestros agentes cubrían el yate. Como siempre, esperaba
que ninguno de nuestros agentes hubiera caído, pero como
profesionales, continuábamos. Hacíamos nuestro trabajo.
Donovan tiró su casco a un lado y corrió directamente hacia

las mujeres. Nunca lo había visto tan frenético como cuando
comprobó a cada una de las mujeres. Y entonces, nunca lo
había visto tan vulnerable, tan lleno de angustia, como
cuando terminó.
—Ella no está aquí —Donovan se aclaró la garganta

después de regresar a mi lado y miró a lo lejos—. Kristin debe
haber sido uno de las dos “ventas” nacionales.
Estaba segura de haber oído su voz quebrarse.
Me froté el pecho sobre el Kevlar que cubría el dolor en mi

corazón. Eso significaba que la pesadilla de Kristin ya había
comenzado. Estas otras, cuyos compradores estaban
esperando por la entrega, probablemente no habían sido
tocadas. Tenía la esperanza. Pero si Kristin había sido
entregada…


Querido Dios.
Donovan y yo nos quedamos uno al lado del otro en la

cubierta, mirando cómo el Equipo Amarillo terminaba de
separar, desarmar y esposar a todos los hombres que habían
sido escoltas de las mujeres. Los hombres que habían
sobrevivido.
Las once mujeres parecían aturdidas, sin embargo, seguían

riéndose en un extremo de la cubierta del yate.
Donovan y yo nos acercamos a los hombres esposados. Los
secuestradores. Pude sentir la rabia de Donovan y el deseo de
matarlos a todos por lo que estaban haciendo a un incontable
número de mujeres jóvenes… incluyendo a su hermana.
Mi mirada se deslizó sobre uno de los hombres esposados

que estaba mirando a Donovan, quien se había quitado su
casco. El aliento que tomé hizo doler mi garganta cuando me
di cuenta de que era Schilling. ¿Reconocería a Donovan? ¿Me
reconocería? De ninguna manera podría identificarme. El
mofletudo no lo sabría. Yo estaba irreconocible en mi equipo.
¿O no?
Schilling se quedó mirando a Donovan.
—Así que es el “Señor Dunning" —luego miró de Donovan

hacia mí—. Y apostaría a que detrás de ese casco y en esa
ropa esta la supuesta "esclava Alexi."
Oh, mierda.
Donovan hizo un gruñido mientras agarraba la Beretta en

la mano y daba un paso través de la cubierta ensangrentada.
Se dirigió directamente al mofletudo, quien retrocedió.


Donovan golpeó a Schilling en la cabeza con la culata de la
Beretta.
Debería haber pensado en eso. Schilling cayó sobre su

costado.
Cuando Donovan volvió hacia mí, lo miré a través de la

visera de mi casco.
—Entiendo que él te reconozca. Pero ¿a mí?
Frunció el ceño mientras miraba al hombre que acababa de

golpear como la mierda.
—Odio tener que decírtelo Steele, pero tienes el tipo de

cuerpo que un hombre no olvida fácilmente.
Mi mandíbula cayó, mientras lo miraba. ¿Qué ha dicho?

Cruzó los brazos sobre el pecho.
—Creo que ha sido una suposición natural, a juzgar por tu

altura y por el hecho de que estás conmigo.
Hice un gesto hacia el inmovilizado mofletudo.
—Estamos hasta el cuello ¿no?
—Nah —Donovan se quedó mirando al hombre—. Podemos

mantenerlo esposado.
—¿Y muerto? —probé el peso de mi Glock en la mano. —No

puede identificarme si está en la gran casa de pornografía del
otro lado.
—Sedienta de sangre, pequeña, ¿no? —Donovan sacudió la

cabeza—. Él podría ser el escalón que necesitamos para llegar
a la cima.


—Sí —enfundé mi Glock y de inmediato extrañé sentirla en
mi palma—. Puedo ponerle una bala en sus testículos, seguida
de otra en su cerebro, después de recibir el nombre que
realmente estamos buscando.
Eché un vistazo a las mujeres.
—Es hora de hacer algunas entrevistas —suspiré. Iba a ser

una noche jodidamente larga—. Voy con las chicas, tú vas a
por los gilipollas —Donovan miró a las mujeres por un
momento y pude sentir cuánto deseaba que su hermana fuera
una de esas chicas que habíamos salvado.
Luego pareció aliviado al no tener que hablar con las

mujeres. Como si hubiera sido demasiado doloroso. Echó a
andar hacia los hombres.
—Todas tuyas, Steele.
Las mujeres daban lastima mientras caían sobre la

cubierta. Apostaría una caja de las galletas de Dixie y me
enfrentaría la ira de la gata calicó, si estaba equivocada. No
iba a ser fácil entrevistarlas cuando estaban aturdidas y
volando tan evidentemente. Más que probablemente,
haríamos nuestra entrevista después de que hubieran estado
en la enfermería de RED por un tiempo.
Fui hacia una mujer que parecía que se recuperaba de la

droga. Su pecho subía y bajaba mientras tomaba
respiraciones duras. Había miedo en su mirada y trató de
gatear lejos hasta que me quité el casco y vio que era una
mujer.
—¿Estás bien? —le pregunté, manteniendo la voz baja y

tratando de sonar reconfortante.


El terror en sus ojos castaños me hizo sentir como si
alguien hubiera revuelto mis entrañas directamente a través
de mi ombligo.
—Las llevaremos a un lugar seguro —le dije—, y luego

hablamos, ¿vale?
Ella no dijo nada. No esperaba que lo hiciera. No era la

droga la que llenaba de miedo su mente. Estaba segura de
que había sido amenazada con cualquier número de castigos
si hablaba.
Sí, tendríamos que trabajar en ella y las otras mujeres más

tarde, una vez que hubieran tenido la oportunidad de darse
cuenta de que estaban bien. Este trabajo realmente apestaba
a veces. La mayor parte del tiempo. Incluso cuando
salvábamos a las mujeres de su cautiverio, no podíamos
salvarlas de su miedo.
Una cosa que me hacía seguir adelante en esta asignación,

era el hecho de que podría ayudar a innumerables mujeres
una vez que llegara a la cima de esa horrible escalera y me
enterara quien era el cabrón que llevaba la voz cantante. El
actor principal. Las otras cosas que mantenían el fuego
ardiendo dentro de mí era encontrar a Kristin Donovan, y
matar a todos los hijos de puta involucrados en el asesinato
de Randolph.


CAPÍTULO 21
Kristin
17 de marzo
Domingo, dos semanas atrás
Qué resaca de mierda. Por lo general, estaba demasiado

drogada para sentir nada, pero en esos momentos, su cabeza
se sentía como si un punzón penetrara en su cráneo una y
otra vez. Esperaba que no fuera una migraña.
Kristin abrió los ojos en la penumbra, acostada de

espaldas, y comenzó a frotarse las sienes. Su corazón se
sacudió. No podía moverse. Pasó del sueño a estar alerta
cuando trató de mover los puños y los tobillos. Estaba abierta
en cruz, brazos y piernas estirados sobre un suave colchón,
completamente desnuda. El aire caliente acariciaba cada parte
de su expuesto cuerpo.
Por esos días, el temor se apoderaba de ella sólo cuando no

había sido inyectada, y ahora todos los órganos en su interior
se retorcían tan fuertes, que sentía que se iba a morir.
No estaba en un cuarto infestado de cucarachas. No estaba

drogada. Estaba en algún tipo de habitación, con paredes de
color rosa y muebles que parecían hechos de madera de
cerezo. Una habitación de aspecto femenino. Estaba acostada
en una cama de cuatro postes, lo que era conveniente para
ser atada así. Por lo que podía ver desde su posición
extendida, todo en la habitación parecía rico y lujoso. Kristin
tragó mientras se le ponía la piel de gallina. La transacción


debía haber sido completada. Había sido entregada al
comprador.
Y ahora era la esclava de alguien. Esclava sexual.
Las lágrimas le quemaban los ojos. ¿Cuánto tiempo hacía

desde que había estado trabajando en su postgrado en
psicología anormal de la Universidad de Harvard? Luego, un
error. Tomar una copa de un extraño. Y ahora era propiedad
de alguien.
Alguien me posee.
Kristin se sobresaltó cuando se abrió la puerta y su corazón

se aceleró mientras una figura oscura se situaba en el umbral.
¿Su propietario? ¿O tal vez un salvador? ¿Podría ser tanta su
suerte? La figura se acercó a ella. Un hombre. Complexión
grande. No podía ver sus rasgos porque la habitación estaba
demasiado tenue. Quiso gritar cuando la cama se hundió bajo
su peso mientras se sentaba en el borde. Demasiadas
sombras sobre su cara para saber de quién se trataba.
Kristin se estremeció mientras levantaba la mano, pero él

se estiró hacia la lámpara de cristal de colores, al lado de la
cama. En el momento en que vio su cara una masa de
confusión y esperanza reemplazó a su dolor de cabeza y su
miedo.
Un salvador.
—¿Profesor Michaels? —Kristin dejó escapar su aliento. No

le importaba estar desnuda frente a su profesor de Harvard,
estaba tan contenta de ver una cara familiar—. ¿Cómo me ha
encontrado?


Él sonrió y movió su mano a uno de sus pechos. Un
escalofrío la atravesó mientras le apretaba ligeramente el
pezón.
—Te he comprado.


CAPÍTULO 22
Me encantan los pequeños vestidos rojos
13 de abril
Mi traje de dos piezas, de brillante de color rojo, no cubría

mucho, pero por supuesto esa era la idea. Tenía una camiseta
sin mangas que revelaba la perforación de diamante de mi
vientre y un faldita roja que apenas alcanzaba la parte
superior de mis muslos.
Cuando Georgina y yo habíamos ido de compras el fin de

semana pasado, habíamos comprado una fragancia cítrica,
pero sexy y atractiva. Yo siempre había preferido perfumes de
flor de naranjas, pero este era exótico y sin duda, necesitaba
algo exótico. Me las arreglé para mantener las manos en mis
costados y me resistí a tirar hacia abajo la falda mientras
caminaba a la habitación de Donovan. Juraría que la falda
estaba trepando por las nalgas desnudas que mi tanga dejaba
al descubierto.
—¡Cristo! —la gata calicó apareció de la nada. Casi tropecé

con Dixie en mis tacones de diez centímetros, y habría
aterrizado sobre mi trasero si no me hubiera sostenido con la
mano en la pared.
Me miró indicándome que, en lo que a ella se refería, no

podía esperar a verme desaparecer y que no volviera.


—Estúpida gata —grité mientras se pavoneaba por el
pasillo, moviendo la cola alta en el aire.
Después, mirando la gata, llegue a la habitación de

Donovan y entré, pues la puerta estaba entreabierta. Él miró
sobre su hombro.
—¿Estas bien?
—Tu gata casi me mata —me quejé. Pero luego me

iluminé—. Oye, ¿qué tal un poco de sexo sobre la lavadora
una vez más, antes de irnos? Hay una carga de ropa que
necesita ponerse.
La comisura de la boca de Donovan se torció.
—Steele, eres insaciable.
Dios, me calentaba a lo grande cuando hacía esa casi

sonrisa. Entonces sus ojos recorrieron mi pequeño vestido y
zapatos de “fóllame”, y su manzana de Adán se sacudió al
tragar. Debido a nuestra necesidad incontrolable por el otro,
había empezado a dormir allí. Lo cual significaba que ahora
teníamos sexo en la cama, así como en cualquier otro lugar
en el que pudiésemos pensar. Una vez incluso lo habíamos
hecho con la mitad superior de mi cuerpo sobre la lavadora
mientras estaba funcionando. Dios, las vibraciones mientras
Donovan me tomaba por detrás, nada como el sexo
“lavadora”.
—¿Qué tal un poco de sexo “sala de guerra” en su lugar —

dijo con un profundo gruñido.
El cuero era suave debajo de mis muslos cuando me senté

en una silla junto a él y dejé que mi vestido subiera todo el
camino por mis muslos al cruzar las piernas en las rodillas.


Incluso desde allí, su olor masculino me llamaba y lo deseé
por vigésima vez esa semana.
—Insaciable, ¿eh? —me deslicé con la silla más cerca de él

y froté la palma de la mano sobre su polla, que se endureció
inmediatamente—. ¿Y eso es algo malo?
Hizo ese gruñido bajo mientras me enfrentaba por

completo, me agarraba por la cintura, y me tiraba a su
regazo. El vestido se había subido en torno a mi cintura
cuando me agarró, y mi mitad inferior estaba cubierta sólo
por una tanga de cuero. Desabroché sus pantalones también
de cuero, liberé su erección, y comencé a acariciarlo. Al
mismo tiempo sacó un paquete de condones del bolsillo
trasero. Le quité el paquete y lo abrí lentamente, antes de
moverme incluso más lentamente haciendo rodar el condón
sobre su erección.
—Pequeña provocadora —llegó hasta entre mis muslos y

tiró a un lado la material de mi tanga de cuero. Di un grito
ahogado mientras frotaba mi clítoris, y obtuvo la reacción
exacta que quería de mí cuando me levantó y me bajó de
golpe sobre su polla.
—Donovan —me aferré a sus hombros mientras agarraba

mis nalgas y me follaba moviéndome arriba y abajo de su
erección—. Te sientes tan bien dentro de mí —jadeé entre las
palabras—. Tan grande y completo.
—Estás revolviendo mis sesos, Steele —me tomó más duro,

moliéndonos juntos.
—Bien —Tiré mi cabeza hacia atrás y mis senos

sobresalieron.


—Voy a desgarrar este maldito vestido —su respiración era
trabajosa—. Quiero chupar tus pezones.
—Despacio —estiré una mano hasta el nudo del cuello del

vestido, lo desaté y lo dejé caer, dejando al descubierto mis
pechos.
—Acabas de ahorrarte un vestido —dijo antes de morder

uno de mis pezones.
Grité mientras chupaba y mordía mis pezones, y me tomó

con tanta fuerza que se me estaba friendo el cerebro.
Mi orgasmo fue una tormenta de sensaciones maravillosas

que sacudió todo mi cuerpo. Chupó y me mordió más fuerte
mientras mi centro exprimía su erección.
Se corrió con una combinación de grito y gemido, y su polla

palpitó dentro de mí. Un par de estocadas más y me acercó a
él, descansado su cabeza entre mis pechos.
—¿Qué demonios estás haciéndome Steele? —murmuró

contra mi piel mientras continuaba palpitando dentro de mí y
yo me estremecía con cada contracción secundaria—. Apenas
puedo pensar contigo alrededor.
—Al parecer, mi ruin plan está funcionando —sonreí

mientras levantaba la cabeza y me miraba—. Je, je, je.
Después nos bajamos de la silla.
—Necesito mi cerebro de nuevo, Steele —Arrojó el condón

en un cesto de basura, luego se acomodó en sus pantalones y
los abrochó de nuevo. Yo ya me había arreglado el vestido y
atado un nudo en el cuello para que me cubriera los pechos
de nuevo. —Vas a tener que frenar un poco —dijo.


—Nunca en la vida —me acerqué hasta él—. Además, yo sé
dónde están tus sesos —y froté su pene.
—No gracias a ti —me besó duro—. Espera, mientras reviso

algo —dijo luego.
Donovan volvió a mirar los monitores mientras yo lo

observaba, todo mi cuerpo todavía hormigueaba. Volví mi
atención también a los monitores y pantallas.
De alguna manera, de alguna forma, nos gustaría

encontrar algo que conectara los puntos. Si Kristin hubiera
sido una de las chicas en el barco, estaría a salvo ahora. En
su lugar había sido una "venta interna", y probablemente ya
estaría atravesando un infierno. Habíamos confirmado con
Schilling el hecho de que Kristin ya había sido entregada a su
comprador.
Hijo de puta.
Crispé las manos y apreté más los dientes mientras los

dedos de Donovan volaban sobre la pantalla táctil . Cada vez
que pensaba en Kristin siendo la esclava sexual de algún
pervertido quería hacer daño a algo o a alguien. ¿Quién sabía
lo que el hijo de puta estaba haciendo con ella?
El único pequeño punto de esperanza era que sabíamos

que estaba en algún lugar en el área de Boston y no en
cualquier lugar al otro lado del país.
El mofletudo, cuyo verdadero nombre era Frederick

Schilling, nos hizo saber eso después de algo de "persuasión"
dura.
—Oh, esa pequeña pieza —Se había reído cuando describí a

Kristin y su marca de nacimiento. Había continuado con un


bufido—. Ella está debajo de tus narices en el área de Boston.
No sé quién es su dueño, pero puedes apostar a que nunca
encontrarás a esa puta.
Un puñetazo y Donovan lo había noqueado. El hombre

estuvo inconsciente durante más de dos horas. Me moví en mi
asiento, miré los monitores que cubrían varias puertas
traseras de los clubes nocturnos donde las chicas habían sido
capturadas. Maldita sea. Si tan sólo pudiéramos lograr un
buen salto en toda esa operación.
—Tal vez esta noche será la noche —me dije a mí misma.

Donovan me miró y me encontré con su mirada—. Nuestra
gran oportunidad. Un montón de piezas del rompecabezas.
Tiene que ser Cabot, ya que Tarantino y Strong salieron
limpios.
—Espero que tengas razón —de repente Donovan no

parecía el mismo hombre con el que acababa de tener sexo—.
Ese hijo de puta de Schilling… buen momento para que el
suero de la verdad de RED le causara una reacción alérgica.
—¡No jodas!
Sin la obligación de grabar los interrogatorios que

enfrentaban otras agencias, nuestros técnicos médicos
administraban la versión de RED de un "suero de la verdad",
que había sido preparado en el laboratorio médico de la
agencia. En lugar de extraer las respuestas de Schilling, le
había causado algún tipo de reacción. Era la primera vez que
pasaba eso en RED.
Schilling se encontraba ahora en nuestro centro médico

subterráneo, con su cuerpo cubierto con una erupción


cutánea, la cabeza del tamaño de una calabaza premiada, con
respirador, y ¡oh, sí! realmente en estado de coma.
—Que putada —dije—. Deberíamos haber dejado a

nuestros artistas de la persuasión tener un par de rondas más
con él —En cuanto a cómo funcionaba la venta de esclavas
sexuales, y quién la dirigía, Schilling no diría una palabra. Ni
siquiera para salvarse a sí mismo.
Agarré la parte inferior del asiento y clavé mis dedos en el

cuero.
¿Sentía lástima por un hombre que subastaba mujeres, un

hombre cuyo cerebro estaba cerca de explotar? De ninguna
manera. ¿Estaba molesta porque esa fuente de información
potencial estaba fuera del interrogatorio? ¡Claro que sí!
Pero Kristin se encontraba en nuestra zona. No teníamos

que tratar de seguir su rastro en todas las ciudades de cada
estado. Ella estaba justamente aquí. En algún lugar.
Ajusté el collar de cuero que había tenido que ponerme de

nuevo esa noche. Martínez había agregado un botón que
llevaría a los agentes RED por todo el club si los
necesitábamos. Todo lo que tenía que hacer era desprender
uno de los pernos de plata en el cuello.
¿Cuál de los pernos era? El que estaba a la izquierda del

perno que ocultaba la cámara. ¿No?
Maldita sea. Cuando fuimos con Martínez, mi cerebro había

estado revuelto después de tener un sexo muy-muy en contra
de las reglas, en la oficina de Donovan. Con las persianas
cerradas, por supuesto.
Deja de pensar en sexo aturdidor, Steele.


Cuando no estábamos trabajando en la Operación
Cenicienta, tratando de localizar más información sobre
Cabot, Tarantino, y Strong, Donovan y yo estábamos
buscando a su hermana en su cuarto de guerra.
Mis contactos no nos habían llevado a ninguna parte,

Yeager no había aparecido con nada más, y tanto como
quería ayudar a Donovan a encontrar a Kristin, la mayor parte
del tiempo me sentía tan útil como un medidor de viento en
un huracán.
En ese momento, su atención estaba dirigida a varios

monitores de vigilancia que incluían las entradas delantera y
trasera de la Zapatilla Champagne, la Casa de Cristal, y el
Crepúsculo de Cristal.
Si estuvieran traficando con chicas desde esos clubes, no

aparecía en ninguno de nuestros monitores. Por supuesto,
Donovan también había estado monitorizando el Castillo de
Diamante, el lugar del que Kristin había sido secuestrada la
noche que estaba con sus amigas.
—¿Algo nuevo? —le pregunté mientras miraba.
La furia comenzó a crecer cada vez más en su expresión. Él

no me miraba a mí.
¡Oh, mierda!, por la mirada en su rostro algo había

sucedido. Y era malo.
—Mira el monitor colocado en la parte posterior del Castillo

de Diamante —dijo con una voz llena de ira—. Tomado ayer
por la noche.
Una mujer borracha joven con el pelo largo y oscuro salió a

trompicones de la puerta de atrás de la discoteca. Estaba


colgada de un tipo que podría haber sido su novio. Mi cuero
cabelludo se estremeció cuando la pareja se trasladó hacia
una camioneta marrón y el hombre empujó a la chica por la
puerta lateral abierta, antes de cerrar de un portazo detrás de
ella. El chico se subió al asiento del acompañante y la
camioneta se fue. No pude alcanzar a ver al conductor o al
hombre que había tirado a la chica en la camioneta.
Cuando miré a Donovan, una furia asesina oscurecía sus

rasgos y las corrientes en el aire me dijeron lo difícil que era
para él contener su furia.
—Los hijos de puta, probablemente secuestraron a Kristin

de la misma manera —gruñó.
—Tienen que haber mantenido un perfil bajo desde

entonces —Tuve que forzar las palabras para que salieran.
Era casi difícil hablar con el peso de su ira llenando la
habitación. Cuando la camioneta comenzó a alejarse,
Donovan hizo una pausa en el video y se concentró en la
placa de matrícula.
—Matrícula de Massachusetts.
Mi teléfono no era lo suficientemente pequeño como para

caber en mi sostén o en mi ropa interior, y había dejado el
bolso en el dormitorio, así que cogí el teléfono inalámbrico de
la mesa para usar su línea segura.
—Voy a llamar por teléfono a RED y hacerles saber que van

a tener las imágenes en unos momentos. Van a ponerse en
ello en tiempo récord.


Donovan dio un puñetazo en la mesa de al lado del
monitor.
—Un agente de RED debería haber estado vigilando el

secuestro de la chica. Habríamos tenido a los cabrones ayer
por la noche.
Le di la información a un agente antes de pulsar el botón

de colgar y colocar de nuevo el receptor en el escritorio.
—Debe haber sido el agente nuevo, pero eso no es excusa.
RED contrataba lo mejor, y esa era una metedura de pata

importante. Miré de nuevo al monitor y a la placa ampliada
aún en él.
—Nadie más en este departamento se perdería algo como

esto —El ceño de Donovan me hizo sentir como si un trueno
estuviera a punto de sacudir el edificio—. Va a ser el último
error que comete —Me paré y lo observé pesando su Beretta
en la mano, como si decidiera si debía tomar esa o una AK-47
esa noche.
—Uh-uh —dije—. Eso lo mantienes en la guantera mientras

estemos en el club —Se volvió hacia mí, su ceño fruncido
seguía firme en su lugar, y yo levanté la mano—. No te
pongas rabioso conmigo, Donovan. Tenemos trabajo que
hacer.
Después de ponerse un par de botas útiles como para

patear culos, apagó la luz tenue y cerró la puerta detrás de
nosotros.


CAPÍTULO 23
Por lo menos me metieron bambú debajo de las uñas
13 de abril
No sé por qué, pero Donovan y yo nos sentamos en el

pequeño Mercedes rojo en la acera en frente de La Zapatilla
Champagne en vez de conducir hasta el muchacho del
estacionamiento. Nos quedamos frente a La Zapatilla, sin que
ninguno de nosotros hiciera un movimiento. No estoy segura
de lo que estaba pasando por su mente. En la mía, yo estaba
deseando que esto ya se hubiera acabado. Donovan
permaneció en silencio, y me dolían los dedos mientras
apretaba los puños en mi regazo. Sentí como si estuviera de
pie sobre un borde fino. En cualquier momento podía
deslizarme por un lado o volcar hacia el otro.
¿Por qué tenía ese sentimiento? No lo sabía. Había

trabajado encubierta en operaciones más peligrosas.
Pero algo no se sentía bien.
Donovan finalmente condujo delante de La Zapatilla y dejó

que uno de los criados tomara el coche. Una vez más, fuimos
chequeados en una lista de clientes exclusivos. Luego
escoltados a través del club, que estaba densamente
perfumado por los clientes, pero sin embargo, también olía a
cerveza y a vino.


Nos llevaron a un par de altas puertas de madera a mitad
de la discoteca. Un guardia se puso a un lado. Las puertas
estaban cerca del bar.
Mis tacones, hacían clic-clic-clic en el suelo de mármol del

vestíbulo circular mientras nos introducíamos en él. Las
puertas de madera sólida se cerraron detrás de nosotros y
cortaron todo sonido de la discoteca.
Tuve un gran momento “wow”. Mi mirada vagó por una

hermosa cámara redonda que incluía frescos en el techo. Las
altas puertas de caoba eran las únicas cosas que rompían la
suavidad completa del lugar. La habitación olía como a
cigarros perfumados con cereza.
El vestíbulo circular estaba vacío, salvo por un matón o un

guardia, que podría hacer correr a esos chicos de Operaciones
Especiales. Se puso de pie al lado de unas escaleras de
mármol que conducían hacia abajo.
Mi estómago se anudó cuando la puerta se abrió. Cabot

entró. Detrás de él, alcancé a ver un escritorio de caoba con
una computadora con monitor de pantalla plana, un par de
sillas frente al escritorio y estantes alineados con tesoros y
libros. Cabot cerró la alta puerta de caoba, sacó una llave de
su bolsillo y echó el cerrojo, haciendo girar la llave.
Excelente. Esa tenía que ser la oficina de Cabot.
Ahora, ¿qué tipo de cerradura usaba?
Mi estómago se apretó más fuerte mientras bajaba los ojos

para evitar los de Cabot. Tuve la sensación de que era un hijo
de puta a la hora de los castigos.


La suave iluminación de una araña de cristal austriaco,
lanzaba destellos de arco iris, tanto sobre el suelo de mármol
como en las paredes, las cuales eran lo suficientemente
gruesas como para bloquear los sonidos del salón principal del
club nocturno. Rachmaninov fluía en un elegante volumen por
los altavoces, los cuales debían haber sido cuidadosamente
empotrados para que no pudieran verse. Sin embargo, había
tres cámaras con la intención de ser obvias, sin duda.
Por debajo de las pestañas, miré a mi izquierda, donde el

guardaespaldas se puso a un lado de las majestuosas
escaleras. Debían conducir a la sección BDSM del club.
Donovan me dejó mientras se adelantaba y estrechaba la

mano de Cabot.
—Encantado de verlo, Maestro Cabot.
—¡Qué placer que hayan podido llegar a La Zapatilla

Champagne —dijo Cabot con su estirado acento de clase alta
de Boston y con una forma de hablar demasiado formal—.
Voy a estar encantado de mostrarle a usted y a su esclava mi
mazmorra.
Mazmorra, eh.
Mantuve una "respetuosa" distancia detrás de Donovan y

Cabot.
Bajamos por la escalera de mármol y cruzamos el límite

entre la elegancia del hall de entrada, a lo que yo sólo podría
llamar submundo obsceno. Sin duda, ese lugar no tenía clase,
especialmente en comparación con los clubes de Strong y
Tarantino. Pero, después de echar un vistazo alrededor, tal
vez esa era la intención. No era ciertamente lo que yo
esperaba del "sofisticado" Cabot.


La música de rock duro sonaba lo suficientemente fuerte
como para cubrir algunos de los gritos de los esclavos siendo
"castigados". Donovan y yo caminábamos con Cabot a través
de la niebla de las máquinas de humo que le daban al enorme
piso una apariencia brumosa y olor amargo al aire. Luces de
colores se sumaban al sentimiento de surrealismo.
La música rock latía y vibraba aún más de lo que lo hacía

en la discoteca. La discoteca era elegante, esto no lo era para
nada. Esta habitación tenía el denso olor a demasiada cerveza
y testosterona, por no hablar de la marihuana. Nos
distanciamos de Cabot el tiempo suficiente como para que
Donovan y yo tuviéramos la oportunidad de estudiar la
disposición. Varias esclavas vestidas sólo con sus collares,
junto con ropa interior, tangas y minifaldas, estaban haciendo
bailes eróticos en una barra.
Se movían como bailarinas exóticas en el centro de la

habitación, en las esquinas iluminadas con luces parpadeantes
de color azul, naranja y púrpura. Al menos veinte Doms se
apiñaban en torno al piso elevado y metían billetes en lo que
fuera que las esclavas estuvieran usando en la parte inferior
del cuerpo.
—Ciertamente va a disfrutar viendo a su esclava excitar a

otros Doms —dijo Cabot con una sonrisa—. Después de tener
la oportunidad de visitar las otras partes del club ella puede
empezar por ahí.
¡Oh, no! Por supuesto que no.
Donovan no me miró, no dijo una palabra mientras

caminaba al lado de Cabot. Nos enteramos de que había
veinte habitaciones en el nivel inferior de La Zapatilla


Champagne mientras pasábamos por un bar lleno, en un
extremo de la habitación.
Donovan y yo nos detuvimos con Cabot y miramos hacia

una de las habitaciones, donde un hombre se estaba follando
a una mujer maniatada, encapuchada delante de una gran
ventana.
—Como pueden ver, dos de nuestras veinte habitaciones

son para voyeurs. Las habitaciones tienen cada una un tema
y un montón de “juguetes” —dijo Cabot con una sonrisa de
satisfacción—. Por supuesto, azotes y látigos, múltiples
parejas, tratamientos de shock, juegos con cera, jaulas,
ponygirls y puppygirls, y cualquier otro número de fetiches.
Un brillo perverso en sus ojos me asustó más que nada.

Sobre todo cuando dijo:
—Incluso tengo dos perros lobos irlandeses, la raza de

perro mas grande, en una habitación. Moose y Duque tienen
buen gusto por el coño.
Un intenso miedo hizo golpear mi corazón contra mi caja

torácica. Sé que mi expresión fue más allá del aturdimiento
por esa última declaración enfermiza de Cabot, levanté la
cabeza y miré fijamente a Cabot.
—¿Usted se permite dar rienda suelta a su esclava, Señor

Dunning? —Los ojos de Cabot se encontraron con los míos, y
por un segundo me olvidé de mi papel y trabé mi mirada con
la suya—. Su esclava ha fallado en bajar la mirada, y se ha
movido frente a usted —dijo Cabot, con el ceño fruncido y su
tono picado.
¡Maldita sea, maldita sea, maldita sea!


Inmediatamente miré hacia abajo. No follaría con perros.
De ninguna puta manera.
Sus mocasines Gucci, que coordinaban perfectamente con

su traje de Armani de color beige, serían muy buenos para
rellenar su…
Donovan me agarró por el pelo y grité sorprendida

mientras él tiraba de mi cabeza hacia atrás.
—Parece que voy a necesitar una de esas habitaciones de

azotes para castigar a la esclava Alexi —dijo en un tono
áspero.
Mi corazón dio un salto y mi cuero cabelludo picó donde

Donovan había agarrado. ¡Oh, Por Dios! Mejor que Moose y
Duque. Sí, trae el látigo.
—Estaré encantado de mostrarle una habitación con un

montón de implementos para el castigo, Dunning —Las
palabras de Cabot se hicieron más duras—. Y ya que le afecta
tanto, definitivamente tiene que conocer a mis perros lobos
irlandeses.
Comencé a temblar. Oh. Mi. Dios.
De. Ninguna. Puta. Manera.
La ira se precipitó a través de mí y quise clavar mi tacón en

sus bolas. Y el miedo a que arruinásemos toda esta operación
me quemó, porque estaría diciendo "bola rápida" a toda prisa.
Mi palabra de seguridad era lo único que se interponía entre
esos perros lobos y yo.
Sería condenadamente mejor que Donovan saliera con

algo.


Cabot siguió caminando como si tuviera un palo metido en
el culo.
Hijo de puta enfermo.
Cabot nos condujo por las dos salas de voyeur y recé para
que no insistiera en que Donovan usara una de esas
habitaciones para castigarme mientras la multitud disfrutaba
del show. Cuando llegamos a la parte de atrás, a la última de
las salas a lo largo de uno de los lados del club, Cabot entró
en una habitación grande que tenía una cruz de San Andrés.
—Aquí en estos gabinetes tenemos casi todos los juguetes

imaginables —hizo un gesto hacia uno de los armarios—.
Pinzas para pezones, velas para juego de cera, arnés
consolador, varitas violetas, tapones anales.
Tragué saliva. Los tapones anales eran realmente,

realmente grandes.
Enormes tapones anales.
Cabot parecía particularmente atraído por una pared con

todo tipo de látigos, floggers, paletas, o varas que se pudiera
imaginar. Varas. Ellos aquí azotaban con varas a la gente.
Había encontrado eso en mi investigación. Era una de las
cosas que yo no había visto en acción. Simplemente no podía
imaginar gente realmente infligiendo esa cantidad de dolor en
otra persona, o al esclavo disfrutándolo.
Cuando Cabot seleccionó una vara de mimbre natural de

unos ciento veinte centímetros de largo, mantuve mi cabeza
baja y apreté los dientes. Ratán, el más doloroso, por
supuesto. Mejor que Donovan me sacara de esto o quedaría
sin compañero, por que lo mataría.


Tratar de no apretar mis manos en puños y mantener mi
expresión dura fue muy difícil mientras esperaba a ver qué
iba a pasar.
—Quítate la ropa —dijo Cabot, golpeando el bastón contra

la palma de su mano—. Quisiera ver lo que llevas para tu
señor debajo de ella.
No dudé porque quería asegurarme de que Cabot no

tuviera ninguna excusa adicional para castigarme.
—Sí, Maestro Cabot —le dije. El latido de mi corazón se

aceleró y me encontré con que tenía dificultades para
respirar. ¿Azotada con vara?
¿Azotada con vara?
Mis dedos temblaban y busqué a tientas las sujeciones del

vestido. Pareció tomar tanto tiempo antes de que el brillante
vestido rojo con escote halter cayera, y me quedara nada
más que con mis rojos tacones de aguja, la tanga de cuero y
el minúsculo sujetador. Cabot tomó el mango de la vara y
enganchó el extremo opuesto a lo largo del borde del material
que apenas cubría mis pechos. Raspó mi piel con el borde
duro de la vara, y casi hice una mueca cuando le dio un tirón
fuerte y arrastró el material hacia abajo de manera que mis
pechos se derramaran.
¡Donovan! Grité en mi mente. Por el rabillo del ojo vi la

mandíbula de Donovan apretarse mientras Cabot palmeaba
cada uno de mis pechos.
—Buen tamaño. Buena forma. Descarados —Cabot pellizcó

uno de mis pezones, luego el otro, obligando a que se
endurecieran—. Responde bien —Cabot extendió la caña a
Donovan—. Tienes una esclava atractiva.


Donovan tomó la vara y la arrastró a través de mis
pezones, poniéndolos más duros, sin importar cuanto yo
quisiera tomar la caña y meterla en el culo de Cabot.
—Sería un placer para mí ver —dijo Cabot con lujuria en su

tono—. Y a continuación, un poco de juego con Moose y
Duque.
No lo pude evitar. Mi cabeza se disparó y me encontré con

los ojos verde oliva de Cabot.
—¡No!
Mantuvo mi mirada durante un buen rato, los ojos

entrecerrados.
—Creo que deberías enseñarle a tu esclava una lección —

dijo Cabot, ahora su voz era dura como el hierro—. Su mala
educación es inaceptable, sobre todo con el propietario de
este establecimiento.
Oh, mierda.
—Buena idea —Jason Strong, el que lucía como Vin Diesel,

entró, con olor a testosterona y sexo, con su liso y desnudo
pecho cubierto con una capa de sudor. Él sonrió y apretó el
hombro de Donovan—. Lo mejor para ver.
Mejor que Donovan me sacara de esto. Será mejor que me

saque de…
—Tarantino, Cabot y yo, como te dije, obtenemos un show

privado de todos, de vez en cuando —palmeó fuerte a
Donovan en la espalda—. Un pequeño pago extra por permitir
la entrada al club.


La sangre abandonó mi cara. Podía sentirla caer
directamente a mis pies. Tarantino había entrado en la sala
justo cuando Strong decía su nombre. Genial.
En lugar de un traje, esta vez Tarantino estaba con el

pecho descubierto, su musculoso cuerpo bronceado. Vestía
pantalones negros de cuero con lo que parecía una
"compuerta" que podría abrirse, por lo que su pene estaría
libre para hacer lo que quisiera con él.
No conmigo. No conmigo.
En ese momento había un bulto realmente grande detrás

de la escotilla. Cabot y Strong tenían evidentes erecciones,
también, mientras Cabot, decía:
—Voy a hacer los honores. Señor Dunning, ya que ella me

insultó.
Si alguna vez hubo un momento para llorar y mendigar,

era ese.
El pecho de Donovan se levantó mientras contenía el

aliento. Por debajo de las pestañas, lo vi mirarme, sus ojos
me preguntaban si quería seguir adelante con
esto o decir mi palabra de seguridad. Bola rápida. Eso era
todo lo que había que decir.
Pero las mujeres. Las subastas. Kristin. Randolph. Tuve que

recordar por qué estaba allí. No podía arruinarlo ahora. Bajé
la cabeza.
—Desvístete, esclava —dijo Cabot, su tono áspero—.

Incluidos los zapatos.
—Sí, Maestro Cabot —Oh, Dios.


Una vez más me encontré desnuda delante de virtuales
extraños.
—Esto va a ser bueno —Strong estaba diciendo—. Acabo de

follarme a dos esclavas y podría tomar otra ahora mismo.
Tarantino le dio una risa ahogada.
—La esclava Alexi tiene buenos atributos.
—Deberíamos tomarla antes de que pase por Cabot —dijo

Strong—. No estará muy bien después de eso.
Dije una pequeña oración de agradecimiento porque Cabot,

por lo menos, no se estaba deteniendo para dejar a estos dos
hombres tenerme. Pero también vinieron una gran cantidad
de creativas malas palabras a mi mente, sobre todo después
de lo dicho por Strong, de que yo no iba a servir de mucho
después.
—Ponte en el centro de la habitación —La voz de Cabot fue

dura, ya no divertida, o llena de lujuria, como la de los otros
dos.
Mis ojos no querían enfocarse, y apenas llegué al centro de

la habitación sin tropezar con los tacones de aguja que había
dejado en el suelo. Una parte de mí reconoció muebles
negros, si es que podrían llamarse muebles de verdad, ya que
eran, como siempre, correas y cadenas y mucho más de lo
que quería saber. La moqueta también era negra.
—Te sigues ganando más castigos —dijo Cabot mordiendo

sus palabras—. ¿Cómo me respondes a mí, esclava?
Que te jodan, Cabot.
—Sí, Maestro Cabot


—Inclínate hacia adelante y agárrate de los tobillos para
que tu culo y tu coño se muestren perfectamente —dijo
Cabot.
—S…, sí, Maestro Cabot.
No pude verlos cuando obedecí, pero estaba segura de que

Cabot estaba hablando con Donovan cuando continuó.
—Yo soy un reconocido experto en el arte azotar con vara

—Ya me lloraban los ojos mientras sostenía mis tobillos, y mi
espalda comenzó a doler cuando mi temblor aumentó—.
Hmmm... Es importante que cada golpe sea dado de forma
que estén en una banda estrecha.
Sentí una palma lisa frotando mi parte de atrás y sabía que

no era Donovan. Por la densa colonia abrumadora y la mano
suave tenía que ser Cabot. Sus manos no eran ásperas de
ninguna manera, lo que demostraba que era un hombre que
no hacía nada.
—Esta esclava no es muy carnosa, así que esto puede

dolerle más que a alguien con una figura más llena.
Apreté los ojos bien cerrados. Buen momento para tener un

trasero pequeño. Frotó suavemente la vara por encima de mi
piel.
—Ahora, a localizar exactamente el ángulo correcto para

administrar los golpes a su trasero.
Apreté los dientes y me concentré en mis pensamientos

felices.
Arrancándole las bolas a Cabot. Partiéndole el cuello.

Cortándolo en trozos pequeños y empujándolo hacia abajo
por el basurero. O poniéndolo en una licuadora primero.


El silbido de la vara.
Contacto.
El primer golpe fue brutal, y casi rompí la promesa que me

había hecho a mí misma de no gritar. Picó mucho más de lo
que el látigo lo hacía.
Esperé por el siguiente golpe, mi cuerpo temblaba.
Dos segundos. Seis segundos. Diez segun… Otro silbido de

la caña justo antes de un golpe en el mismo lugar. Nunca
pensé que algo podría igualar lo que pasé en México y Cuba,
pero esto se acercaba bastante. Y era humillante.
Los golpes de Cabot eran lentos pero intensos, poderosos y
crueles. Conté cada segundo en mi mente y me tensé cuando
llegué a diez. Una vez más, oí el silbido de la vara antes de
que me golpeara, y ahogué un grito. Seis veces. Seis veces
insoportables.
—Normalmente administro doce, pero en este caso seis

debería ser suficiente —dijo con aparente satisfacción—.
Suficiente como para enseñar a la esclava una lección, Señor
Dunning, pero no tanto como para que no podamos poseerla.
Strong resopló antes de decir:
—Nosotros cuatro podríamos haberla follado si no estuviera

sangrando. Creo que te dejaste llevar un poco, Cabot.
¿Yo estaba sangrando? Cabot no me había dado permiso

para enderezarme todavía, así que seguía doblada por la
cintura, sujetando mis tobillos.
—Sí, bueno —dio una palmada dura sobre las marcas de la

vara. Ahogué otro grito y casi me caí a causa de la posición


doblada en la que estaba—. La desobediencia tiene un precio
—dijo Cabot—. Tuvo suerte de que no le di los doce golpes.
—Puedes permitir a Dunning tenerla —dijo Tarantino.
—Ella necesita un buen polvo después de eso, pero uno

será suficiente.
—Déjate puestos los pantalones —dijo Cabot, al parecer a

Donovan—. Eso hará que la esclava sienta más dolor y que el
castigo sea mayor, cuando la rugosidad de la ropa se frote
contra sus heridas.
—Definitivamente se lo merece que después de haber sido

tan desobediente —dijo Donovan, con lo que me sonó como
una risa forzada.
—Cuando hayas terminado, llévasela a Moose y Duque —

dijo Cabot.
Iba a vomitar.
Strong se echó a reír o hizo algún tipo de comentario

estúpido antes de que la puerta se cerrara de golpe.
Silencio.
Los grandes brazos de Donovan, de repente me rodearon,

y entonces yo estaba de pie, aferrándome a él.
—Los emisores de interferencia de señal están encendidos

—susurró.
—A veces odio este trabajo —Mi voz salió quebrada pues

hablé contra su camisa.
Besó la parte superior de mi cabeza.


—Lo siento terriblemente, Lexi. Quería matarlos a golpes a
cada uno de ellos. No sabes lo difícil que ha sido no hacerlo.
—Dímelo a mí —le di una risa áspera—. Estaba fantaseando

acerca de alimentar a los tiburones con trozos de Cabot.
Bueno, ponerlo en una licuadora, en realidad.
En vez de reír, Donovan suspiró y me abrazó con más

fuerza.
—¿Qué hacemos ahora?
Me apoyé plenamente en él. Realmente necesitaba el calor

y la comodidad de su fuerza en ese momento. No sólo el dolor
era peor que cuando había sido azotada, sino que mis piernas
se tambaleaban tanto que apenas podía estar parada.
—Hacemos lo que tenemos que hacer —suspiré—.

Pretendamos que me estás follando como él te dijo que
hicieras, y yo grito.
Donovan suspiró. Luego frunció el ceño.
—Ya sé dónde está su oficina, y voy a conseguir lo que he

venido a buscar.


CAPÍTULO 24
Tacones altos, tangas y jiu-jitsu
13 de Abril
Sábado por la tarde.
Yo había pensado que la flagelación era dolorosa, pero el

castigo hacía que la flagelación pareciera ligeras caricias en
comparación.
El mismo plan de la semana pasada. Después del sexo

simulado, conmigo gritando como loca. Donovan fue a buscar
a Cabot para mantenerlo ocupado. Yo me di prisa por las
escaleras, abrí la cerradura de la oficina y descargué cada
porción de información del disco duro de Cabot. El vestuario
que llevaba ahora… no podía creer que en realidad estuviera
saliendo de la habitación con eso puesto. El armario del
calabozo estaba lleno de ropa obscena (si eso se podía llamar
ropa) que yo jamás había visto. Lo que había elegido era lo
mejor y aseguro que no era mucho.
Varias tiras de cuero componían el “sostén”. Las tiras se

extendían a partir de las piezas redondas de cuero que
apenas cubrían los pezones. Más tiras se cruzaban por
encima del modelo. Parches para pezones probablemente
habrían cubierto más. La tanga a juego tenía el mismo tipo de
tiras de cuero en la parte superior, luego atravesaban tan
bajo que apenas cubría las partes importantes de abajo.
¿Y esto era lo mejor que podía hacer?


Mejor que el sostén que rodeaba los pechos y dejaba que lo
demás colgara. Me puse mis tacones de aguja para completar
el modelo. No había visto a nadie descalzo en ese lugar.
Si salía vestida con mi ropa de noche, alguien lo notaria.
La combinación estaba en el menú.
Sólo esperaba que algún Dom no ignorara el protocolo y

tratara de ponerme en su menú como el resto de los hombres
hacían. Antes de dejar la habitación, me quité el collar y me
apresuré a sacar una punta de aguja de una inyección para
dormir al guardia que estaba en la parte superior de las
escaleras.
Martínez era condenadamente útil a la hora dar con las

cosas más geniales.
Ocultar la cosa era casi imposible. Apenas había material

suficiente en mi tanga, justo debajo de mi montículo, para
acomodarlo a lo largo del borde.
Vaya, esperaba no resbalar y así no terminar drogándome

yo misma.
Cada movimiento que hice mientras me vestía y luego al

caminar, era tan doloroso que mis ojos escocían. Una vez que
me puse de nuevo el collar, me pareció que me ahogaba
mientras caminaba fuera de la habitación. De repente no era
tan fácil caminar con los tacones de aguja, mientras hacía una
mueca de dolor a cada paso.
Lo había pensado antes y me podía imaginar a mi misma

haciéndolo repetidas veces… si tuviera la oportunidad de
meter una caña en el culo de Cabot, la clavaría en sus tripas y
en su garganta. Cuando me acerqué a la pista de baile con


todos los esclavos bailando en el caño1, dos hombres me
animaron a subirme al escenario. Pero yo les mostré las
marcas de la vara y les dije que mi Señor me estaba
esperando y me daría con la vara de nuevo si no me
apresuraba a ir al baño de mujeres y volvía tan pronto como
podía. Los Doms comprobaron mi trasero, donde estaban los
grandes verdugones al rojo vivo y sacudieron la cabeza
cuando vieron lo que Cabot me había hecho.
—Estas arruinada para esta noche, nena —dijo uno de los

chicos yo apreté los dientes y mantuve la vista baja. El aire
tocaba mis pechos, la cintura, la pelvis y mi trasero, me
sentía como si no estuviera usando nada más que mis
tacones de aguja y mi collar. Bien podría estar desnuda, pero
al menos era algo. Supongo.
Parecía que había caminado una eternidad antes de que

llegara a las amplias escaleras de mármol, por todos los
moratones que tenía.
Echando una mirada casual por debajo de mis pestañas,

parecía que nadie se fijaba en mí en las escaleras. Empecé a
subir, con la esperanza en cada paso de que nadie me
detuviera. Era bastante silenciosa, pero la palpitante música
cubriría cualquier ruido hasta que llegara a la mitad del
camino que era la zona de cruce de una versión del infierno a
otra. En mi camino arriba apreté el broche del bloqueador de
señales.
El alivio hizo que la tensión en mi pecho se relajase un

momento cuando llegué a la parte superior y sonreí cuando el
calvo guardia/portero se acercó a mí con los brazos cruzados

1
La palabra usada es “Humping poles” vendría a ser más como “frotarse en el caño”
que “bailar” como lo hacen las strippers en su “pole dance”.


y con una mirada malvada en su rudo rostro. Mi sonrisa fue
muy dulce e inocente mientras me acercaba a él.
—Estoy tratando de encontrar el baño de mujeres —rocé

mis dedos sobre mis pechos y por mi tanga—. Este atuendo
me está irritando. Creo que lo tengo mal puesto.
Su mirada siguió mis movimientos y aunque su expresión

no cambió, el bulto en sus pantalones sí.
—Tal vez me puedas ayudar —le dije haciendo que me

mirase a la cara mientras yo deslizaba la minúscula aguja de
la inyección de mi tanga. Me acerque a él—. Quiero decir, con
el vestuario.
Su ceño se convirtió en una sonrisa cuando tomé una de

sus manos y la apoyé sobre mi pecho.
—Aquí es donde necesito ayuda.
Al mismo tiempo le clavé la pequeña jeringa en el muslo. Él

parpadeó. La confusión nubló su rostro y su mano cayó lejos
de mi seno. Recorrí con mi dedo por el medio de su pecho
hasta su verga, la cogí y la apreté.
—Te vas a quedar aquí y hacer tu trabajo. Nunca me has

visto y nunca lo harás. Soy invisible para ti.
Le susurré cerca de la oreja. Él miró a su alrededor y

frunció el ceño, como si no supiera de dónde había llegado mi
voz. Me permití una sonrisa de victoria mientras ponía la
jeringa en su bolsillo. Después podría preguntarse de dónde
había salido y nadie sería capaz de individualizar los
elementos que tenía la poción. En quince minutos se
convertiría en agua. Nuestro laboratorio médico y Martínez
son muy brillantes.


Chopin fluía por los invisibles altavoces cuando miré
alrededor. Las tres cámaras deberían estar jodidas por el
bloqueador de señales. Ahora a entrar a la oficina de Cabot.
Demonios, su cerradura era difícil. Seguía sintiendo como

que algo se deslizaba por mi columna mientras luchaba por
desbloquearla. El pestillo finalmente hizo clic. Listo.
No estuvo tan mal. Los bloqueadores de señal se habrían

hecho cargo de cualquier tipo de alarma que RED hubiera
registrado en el pasado. Estaba a salvo. Después de cerrar la
puerta detrás de mí, eché un vistazo a mí alrededor como lo
había hecho en la oficina de Strong. Al menos allí había un
par de puertas, probablemente se dirigían a un armario y al
área de almacenamiento, donde me podría ocultar si
escuchaba la llave en la cerradura. No había tiempo para
preocuparse por eso.
Me desabroché el collar y saqué el dispositivo para la copia

y me apresuré a insertarlo en la conexión del ordenador. El
extremo de dispositivo parpadeó. Estaba descargando.
Deprisa, deprisa, deprisa.
Una sensación como de ciempiés que se arrastraban sobre

mi piel me hizo envarar.
No era bueno.
Algo no estaba bien.
Sentía como que los ciempiés me hacían cosquillas en la

nuca y se metían en mi cabello y por encima de mi cuero
cabelludo. Llámalo sentido de policía o lo que fuera, pero no
tenía duda de eso en absoluto.
Estaba siendo observada.


No. Oh, no.
Las cámaras de la habitación parecían funcionar y estaban

dirigidas a mí, ¿Qué había pasado con los bloqueadores de
señal? Una de las dos puertas se abrió y tres hombres
armados con fusiles AK-47 se precipitaron dentro.
¿AK-47? Que demon…
Y tenían sus armas apuntándome.
Tres a uno.
Mi corazón se aceleró y la adrenalina hizo que mi piel

vibrara.
—Uh, ¿Hola? —dije mientras hurgaba en el collar que

todavía estaba sosteniendo—. Sólo estoy buscando al Amo
Cabot.
Como si estuviera leyendo Braile, mis dedos se movieron

sobre el collar mientras hablaba. Tenía que encontrar el botón
y pulsarlo para llamar a RED, porque en ese momento no
sabía como sacar mi culo de ese lío.
¿Qué era este botón? No, ese era de la cámara. Maldita

sea, ¿Por qué no presté más atención? Hablar de sexo con
Donovan me dejaba idiota. ¿Qué tal si…?
—No se mueva, señora —gruñó uno de los hombres.
Me quedé sin aliento y quieta mientras los hombres

murmuraban entre ellos cuando otros tres hombres más
irrumpieron en la oficina de Cabot desde el vestíbulo.
Estaba muy jodida.


Había media docena de hombres apuntándome con sus
rifles y pistolas. Luego Cabot pasó por entre los hombres que
habían entrado por la puerta de la oficina.
Mortífero. Era lo único que podía decir acerca de su

expresión.
Los ciempiés que había sentido antes, ahora trepaban por

mi garganta. Por detrás de Cabot, Donovan fue empujado
dentro de la habitación, tres armas estaba dirigidas a su
cabeza. La expresión de Donovan era de furia total. Tenía las
manos esposadas a la espalda.
Oh, si. Estábamos bien jodidos.
El hielo en los ojos de Cabot envió un escalofrió

directamente hacia mí. Su fría voz apuñaló mi pecho como
carámbanos.
—Ven aquí, esclava Alexi.
La mirada de Cabot era tan intensa y el frío me encerró

helándome, quería frotarme los brazos.
—Ven a mí. Ahora.
Me quedé detrás de la mesa, presionando cada maldito

botón del collar mientras me quedaba mirándole. Podía jurar
que era ese botón de la derecha…
—Estoy cansado de esperar.
Cabot echó un vistazo a uno de los hombres, que tenía una

sonrisa viciosa en su rostro. Una sonrisa que me hizo
estremecer.


—Tráela, Danny —dijo Cabot al hombre. Dos pasos y el
hombre tuvo el cañón de la Beretta presionado contra mi
sien.
Tranquila, Steele. Tranquila. Tragué saliva. Nada es

imposible. Respira.
—Sabes que en realidad no voy a matarte, esclava Alexi —

Cabot me dio una sonrisa reservada para sus clientes—.
Tengo un uso mucho mejor para ti en mente.
Era curioso cómo mis manos se mantenían estables

mientras apretaba el collar, a pesar de que seis armas de
fuego me arrinconaban. Tira del botón, idiota. Saqué el botón.
Donovan parecía desquiciado, a pesar de que tenía tres

armas de fuego pegadas a la parte trasera de su cabeza y
estaba esposado.
—No la jodas conmigo.
Cabot levantó las manos ligeramente a los lados. Hizo un

análisis rápido a la habitación, mirando a los ojos de cada
hombre que me apuntaba con la pistola.
—No disparéis. Yo me encargo de esta perra.
El hombre de la sonrisa viciosa me agarró del brazo y me

sacó desde atrás del escritorio. Tropecé con mis tacones y
dejé caer el collar.
Cuando ya no estuve detrás del escritorio, Cabot me

estudió mientras daba paso tras paso hacia él con mis
tacones de aguja. No tambaleé. No temblé mientras llegaba
hasta Cabot, a un paso quizás delante de él.


—Desde el momento en que tocaste esa cerradura, fui
notificado —hizo una mueca—. Tus bloqueadores de señal no
funcionan en todo mi equipo. Oh, sí, tenemos la tecnología
para reconocer los bloqueadores. Contamos con tecnología
que nunca has soñado.
Sí, lo que sea.
Una de sus manos se flexionó. Estaba a punto de darme un

golpe y podía decir que estaba ansiando hacerlo. Pero
mantuvo su voz firme.
—No hay duda de que lograste obtener la información

sobre el envío de mercancía el jueves. Me has costado
decenas de miles de dólares.
—¿Un poco lento de captar, Cabot?
Yo estaba a centímetros de él ahora y le di una sonrisa de

satisfacción. La cara de Cabot se puso roja mientras dirigía un
puño hacia a mí. Mis movimientos fueron suaves y
automáticos tras veintitrés años de entrenamiento en jiu-
jitsu.
Un giro de su brazo, un barrido de mi pie y él cayó de

espaldas. Su cabeza golpeó el piso alfombrado con un fuerte
golpe. Gritó y comenzó a levantarse. Le clavé el tacón directo
en su garganta.
El hijo de puta era más rápido de lo que esperaba y en vez

de eso, el tacón se clavó en su clavícula. Cabot agarró mi
tobillo opuesto. Perdí pie y me tiró al suelo.
Mis dientes chocaron cuando golpeé el suelo.

Automáticamente rodé hacia un lado. Donde me había
azotado como un loco y eso sólo me hizo enojar más.


Cabot se abalanzó sobre mí y me agarró del cuello. Dio un
grito que fue casi como un alarido cuando disparé mi rodilla,
apenas fallando en su ingle, pero golpeándolo en el interior de
su muslo. Me retorcí y di vuelta sobre mi cabeza. Quedé de
espalda y comencé a ponerme de pie cuando oí varios agudos
clics tan cerca que casi se arrastraron sobre mi piel.
Me quedé quieta y alcé los ojos. Seis armas me apuntaban.
Una vez más.
Mi corazón se aceleró cuando levanté la vista a los rostros

tranquilos de los hombres que no tendrían reparo en matar.
Al igual que yo.
Un repentino ardor y destello de dolor me tomó por

sorpresa cuando uno de los guardias tiró de mi pelo,
poniéndome de pie. Cabot me dio la vuelta para mirarlo de
frente.
El dolor estalló en mi cabeza cuando me dio un puñetazo a

un costado del cráneo. La piel se abrió y la sangre empezó a
gotear por mi cara. Traté de defenderme, de luchar, pero dos
hombres me agarraron de los brazos y me mantuvieron en mi
lugar cuando Cabot atacó. Una patada en la barriga.
Otro potente golpe. Éste en mi plexo solar. Unos puntos

negros se movían adelante y atrás mientras me ahogaba y
quedé inerte mientras los hombres me sujetaban por detrás.
El zumbido en mis oídos hacia difícil escuchar, pero capté la
palabra.
—Soltadla.
De Cabot.


Tan pronto como los hombres me dejaron ir, mis rodillas
cedieron y caí al suelo. Mi vista era borrosa y mis músculos se
resistían cuando intenté levantarme.
Has pasado cosas peores, Lexi. Levántate.
Empecé a enderezarme sólo lo suficiente para quedar sobre

mis tobillos.
La cara de Cabot estaba sangrando, magullada por lo que

le había hecho. Manchas rojas manchaban su traje Armani
color beige. Se arrodilló, me agarró de la garganta y clavó sus
dedos.
—¿Para-quién-trabajas?
Luché para tomar un respiro.
—Vete-a-la-mierda.
Vagamente me había dado cuenta de Donovan luchando,

incluso con las manos esposadas. Yo tenía sangre en los ojos
por el corte en el lateral de mi cara y apenas podía ver. Mis
músculos no cooperarían lo suficiente como para poder luchar
contra los dos hombres que presionaban mis hombros contra
el suelo.
A pesar de las esposas, Donovan estaba haciendo un

trabajo condenadamente bueno luchando contra el hombre
que estaba cerca de él mientras trataba de llegar a mí.
Utilizaba sus codos, su cabeza, sus botas vaqueras con punta
de metal.
Cabot probablemente no había matado a Donovan,

todavía, porque quería información. Pero entonces sonó un
disparo y Donovan gritó. A través de la sangre que goteaba
sobre mis ojos, pude ver el muslo de Donovan cada vez más


húmedo y supe que había recibido un disparo. Cabot tiró de
mi cabello otra vez, así que me quedé mirando hacia él con la
espalda en el suelo.
—Si me dices para quien trabajas —dijo—, no mataré a tu

compañero.
—No digas ni una puta mierda —gritó Donovan con un

furioso, dolorido gruñido.
Antes de que tuviera oportunidad de tomar aire o registrar

dolor, Cabot clavó su pie en mi pecho con una fuerza
increíble.
Una costilla rota.
Se me escapó un largo gemido cuando giré a un costado y

sentí los huesos molerse unos contra otros en mi pecho.
Si llegaba a vivir después de esto, Cabot iba a morir. En

mis manos.
A pesar de todo, traté de luchar contra los hombres que me

sujetaban hacia abajo.
—Con quien sea que trabajes… ahora mismo me importa

un bledo. Nunca te encontrarán —Cabot se agachó delante de
mí, con una sonrisa furiosa, horrible—. Vas a ser subastada
una vez que estés en forma. Voy hacer un buen trato por tu
bonito culo. No será suficiente para cubrir lo que me costaste,
pero creo que voy a obtener una cantidad decente.
Miró a uno de sus hombres.
—Saca a la perra. Usa el túnel.
Cabot me miró con tal furia que pensé que podría matarme
en ese momento.


—Por desgracia está dañada, por lo que tendremos que
dejar que se cure antes de ponerla en la subasta.
Donovan todavía luchaba contra los hombres que lo

sujetaban y podría haber sonreído si mi cara no estuviera
congelada por el dolor. Hay que admirar a un hombre que
trata de luchar contra casi una docena de tipos para tratar de
ayudar a su compañera, incluso estando herido y esposado.
—Ah, y una cosa más para recordar hoy, perra.
Cabot golpeó su zapato contra mi antebrazo. El hueso se

rompió.
Grité y vomité sobre la alfombra. El hedor ácido del vómito

se mezcló con el olor acre de la sangre y el aromatizador de
la alfombra.
—¡Venga! —gritó Cabot—. Sacadla de aquí.
Uno de los hombres me agarró por el otro brazo y tiró con

tanta fuerza que me dislocó el hombro. Imposiblemente, más
dolor atravesó mi hombro, y entonces me tironeó del cabello.
Parecía que había pasado una eternidad desde que había

comenzado a luchar contra Cabot, antes de que sus hombres
me sostuvieran. Probablemente sólo diez minutos y yo ya
estaba rota. Golpeada.
En el fondo escuché los sonidos del resto de los hombres

que ponían a Donovan abajo.
Acuné mi brazo roto contra mi pecho y apreté los dientes

contra el dolor de las costillas rotas y el hombro. La pura
agonía me rasgaba cuando el hombre de Cabot llamado
Danny, me arrastró del pelo a través de la puerta a un oscuro
túnel. Vagamente oí la voz de Cabot, detrás de lo que


siguieron unas instrucciones a sus hombres. En la distancia
cada vez mayor estaba segura de haber oído gritos de
“¡Policía!”.
Mis pensamientos dieron vueltas. Gracias a Dios. RED había

llegado. Había usado bien el colar.
Pero la puerta se cerró de golpe, seguida por el sonido

chirriante de puertas de metal y más metal. Y los ruidos
sordos y rasguños de seguros enormes.
RED no sería capaz de llegar a tiempo hasta mí a través de

la puerta. No serían capaces de salvarme.
Ahora los únicos sonidos eran los pasos y mis gemidos

siendo arrastrada por el pelo.
Entonces no oí ni vi nada más, ya que comencé a

desvanecerme. Los gemidos que resonaban en la oscuridad,
eran los míos propios.
…negra como la noche.
Feroz como diez furias, terrible como el infierno,
Disparó un terrible dardo, lo que parecía su cabeza,
La imagen de una corona real, llevaba puesta…
Ahora, Satanás estaba a mano.
John Milton (1608-1674)
Paraíso perdido, Libro II


CAPÍTULO 25
Nick
13 de abril
Sábado a la medianoche
Tanta rabia llenaba a Nick que apenas sintió la bala en el

muslo o los puños de los hombres golpeándolo fuertemente
mientras luchaba por cruzar la habitación hasta la puerta por
la que se habían llevado a Lexi.
La cabeza de Nick conectó con la mandíbula de un hombre.

Estrelló su bota en las entrañas de un tercero. La sangre latía
en la cabeza de Nick con tanta fuerza que apenas escuchaba
los gritos de los hombres de Cabot o los alaridos cuando se
las arreglaba para asestar un golpe. Uno de los hombres de
Cabot le dio un puñetazo en los riñones y vio estrellas detrás
de sus ojos. El casi se dobló del dolor. Otro metió el pie en la
herida de bala en el muslo de Nick. El maldito dolor era tan
grande que cayó sobre una rodilla.
Todo lo que tenía que hacer era recordar que Lexi ya había
pasado por un momento peor del que él estaba pasando en
esos momentos.
Las imágenes corrían a través de su mente dándole la

fortaleza para luchar con más fuerza, incluso con las manos
esposadas. Cabot golpeando a Lexi mientras dos hombres la
detenían.


Su cuerpo abollado y roto.
Los hombres la arrastraron a través de la puerta y

desapareció de su vista. Nick dejó escapar un bramido de
furia y se abalanzó sobre sus pies a pesar de que los hombres
trataron de sujetarlo.
Más valía que los agentes del RED llegaran pronto, porque
tenía que llegar a Lexi. En el momento en que había entrado
en la habitación, había presionado el pestillo especial en uno
de sus brazaletes para notificar a RED que la operación había
salido MAL. Lexi podría no haber tenido oportunidad de hacer
su propia llamada y no serían capaces de encontrarla.
Más de diez minutos y contando. En cualquier momento. El

dolor explotó en la cabeza de Nick como un chorro de líquido
blanco, cuando unos de los hijos de puta le golpeó la cabeza
con la culata de una pistola.
Nick se derrumbó de rodillas. Trató de volver a levantarse.

Pero los hombres lo derribaron con todo el cuerpo. Los olores
a sangre y sudor masculino llenaron sus fosas nasales.
—¡Policía!
Nuevos gritos estallaron en la habitación y Nick se aflojó

por el alivio momentáneo, antes de llegar a balancearse.
Empujó para zafarse de la pila de hombres que lo tenían
abajo, pero ahora estaban luchando para hacer frente a los
agentes RED.
Hubo ecos de disparos en el vestíbulo. Nick se golpeó

contra uno de los hombres antes de que se pudiera mover y
rodaron ambos detrás del escritorio fuera de la línea de fuego.
El hombre gruñó y trató de ponerse de pie. Nick se equilibró
sobre la rodilla de su pierna sana y le dio un codazo


mandando lejos la Glock del hombre. Luego estrelló su frente
contra la del otro hombre, dejándolo fuera de combate.
Nick permaneció de rodillas, manteniéndose fuera de la

vista detrás del escritorio y vio a los agentes RED derribando
a cada uno de los hombres.
Ahora sólo un par de hombres se mantenían entre Nick y

los agentes RED. Parecía que los agentes lo tenían todo bajo
control. El dolor obligó a Nick a descansar su culo unos
segundos. Con sus manos sobre las rodillas dobladas, pero
aun así, aferraba la Glock. Cuando cesaron los disparos, Nick
grito:
—¡En servicio! —para advertir por si alguno de los agentes

no lo reconocía. Mierda si iba a querer recibir un disparo de
nuevo—. Agente especial Donovan.
—Armas abajo —dijo la voz familiar de Takamoto—.

Donovan es nuestro hombre dentro —Takamoto apareció por
la esquina del escritorio y miró a Nick antes de gritar por
encima de su hombro—: Despejado —Volvió a mirar a Nick—.
¿Dónde está el agente Steele?
—Te ha tomado demasiado puto tiempo llegar aquí.
Nick se empujó hacia arriba, vagamente consciente del

dolor en su muslo, su cuerpo y la sangre que goteaba en su
cara.
—Quítame las esposas —le grito a Takamoto.
En el momento en que le quitaron las esposas, Nick ya

estaba corriendo hacia la puerta donde había desaparecido
Lexi. Nick gritó por encima de su hombro mientras trataba de
no cojear:


—Los hombres de Cabot la han cogido y tenemos que ir
tras de esos hijos de puta.
En el fondo, oyó a los agentes allanando el lugar cuando se

precipitaron por las escaleras fuera de la oficina de Cabot.
Pero Nick estaba seguro de que habían estado esperándolos y
no cabía duda de que habían despejado todo en el momento
en que encontraron a Lexi bajando la información.
Nick llegó a la puerta y agarró la perilla. Cerrada. Dio un

paso atrás y tuvo que meter seis balas a la puerta antes de
que pudiera conseguir abrirla.
Corrió por el túnel, pero se detuvo completamente cuando

un sonido como un trueno sonó sobre él y el polvo empezó a
caer del techo. La totalidad de la entrada empezó a temblar y
sacudirse, lanzando a Nick contra una pared. El túnel entero
pareció estremecerse y temblar como si Boston estuviera
teniendo un terremoto. Llovieron rocas y pedazos de
hormigón del techo. Un trozo de buen tamaño se estrelló
contra el hombro de Nick y se tambaleó de lado de nuevo.
Alguien lo agarró por detrás de su camisa y tiró de él hacia
atrás y afuera del túnel, justo a tiempo para evitar ser
golpeado por un pedazo de cemento del tamaño de una bola
de billar. Nick se quedó mirando el túnel a medida que los
escombros se desplomaban.
—¿Qué demonios?
—Una trampa explosiva, mi mejor conjetura —dijo

Takamoto sobre el estruendo de piedras, cuando el techo del
túnel se vino abajo. El polvo se elevó a través de la puerta.
Takamoto soltó la parte trasera de la camisa de Nick.


—Apuesto a que nos va tomar un tiempo despejar el túnel
y llegar a donde conduce. Cabot y los demás imbéciles
probablemente ya están saliendo de Boston.
—Tienen a Steele.
Nick levantó el puño y estuvo malditamente cerca de

estrellarlo sobre la pared de mármol del vestíbulo. No serviría
de nada el tratar de buscar a Lexi y a Kristin con la mano
fracturada, así que en vez de eso se limpió parte de la sangre
de su rostro en los pantalones vaqueros.
—Steele ha estado pateando el culo de Cabot antes de que

dos hombres la derribaran. La ha herido mucho —se frotó las
sienes cuando sus intestinos se apretaron con el
pensamiento—. Creo que Cabot le rompió el brazo y le hizo
mucho más maldito daño que eso.
—Mierda.
Smithe se limpió la boca con la mano.
—Steele hubiera matado al hijo de puta si hubiera tenido

los cojones de luchar contra ella él solo —Se estaba haciendo
cada vez más y más difícil para Nick evitar golpear algo—.
Estaba haciendo un maldito buen trabajo hasta que los
hombres de Cabot se apoderaron de ella.
—Necesitamos un doctor para que te eche un vistazo,

Donovan.
Takamoto miró a Nick como si estuviera evaluando los

daños.
—A la mierda los médicos —gruño Nick mientras utilizaba

la palma de su mano para limpiar más sangre de su rostro.


—Vas a tener que esperar hasta que se hagan cargo de tu
pierna —Smithe dijo—. Luego puedes hacer lo que quieras.
Creo que la rubia de narcóticos y tráfico de armas tiene algo
para ti.
Nick apretó los puños.
—Vete a la mierda.
—Me llevan —dijo Smithe con una sonrisa en ese momento.

Nick miró al idiota.
Smithe sería un buen saco de boxeo y lo podría usar ahora

mismo. Él hizo una mueca cuando Smithe le dio una palmada
en el hombro donde el pedazo de hormigón lo había golpeado.
Pero la expresión de Smithe era grave.
—Vamos a encontrar a Steele. Vamos a traerla de vuelta.
Los recuerdos de lo mal que se había lesionado Lexi se

estrellaron en Nick. Se recostó contra la pared y repitió.
—La ha dañado mucho. Muy mal.
—Hey —Smithe se paro enfrente de Nick y encontró su

mirada—. Si Cabot la hubiera querido matar, ya estaría
muerta y nunca se la hubiera llevado por el túnel. La
encontraremos.
La tensión física de la pelea fue abandonando el cuerpo de

Nick.
—Espero por Dios que la encontremos de una sola pieza.
Los paramédicos ya estaban siendo guiados a la habitación.

Nick apenas vio sus caras… su mente continuaba rondando a
través de lo que había pasado y considerando las
posibilidades de donde estaría ella ahora.


No tenía ni puta idea de por dónde empezar. Un par de
paramédicos lo obligaron a sentarse, le tomaron los signos
vitales, le envolvieron la pierna herida y limpiaron la sangre
que empapaba los pantalones alrededor del agujero donde
había recibido el disparo.
Se empezó a sentir un poco mareado y comenzó a darse

cuenta de que había perdido algo de sangre. Por mucho que
quisiera irse como loco, la pérdida de sangre le estaba
pasando factura. Nick se negó a salir en camilla, en su lugar
se fue cojeando a su modo a través del ahora vacío club. El
insonorizado vestíbulo había cortado los posibles ruidos de
sirenas o de los clientes siendo “escoltados” del club. Pero
cuando salió renqueando, el resplandor de las luces y el
sonido, le recordaron lo mucho que Lexi y él habían sido
jodidos.
Nick
14 de abril
La madrugada del domingo
Después del interrogatorio con un agente de alto rango en

RED, Nick se quedó sentado erguido en el sofá en la casa de
Kristin. Sin Kristin. Sin Lexi.
Dixie pasó acechando, con su cola en el aire.
Nick miro a la gata calicó.


Luego Dixie hizo algo que nuca había hecho antes. Caminó
lentamente hacia él y se frotó contra sus piernas… como si lo
estuviera consolando. No ronroneó, simplemente, se dio la
vuelta y se frotó en sus piernas por el otro lado. Luego salió
de la habitación, la cola seguía arriba. Nick sacudió la cabeza
y se pasó la mano por su cara. En su camioneta se había
puesto un par de pantalones cortos para correr, que tenía en
una maleta que guardaba bajo el asiento en caso de que
necesitara ropa por una u otra razón. No usar vaqueros
evitaba la presión en el muslo, por ahora.
Al diablo los analgésicos. Nick necesitaba mantener su

mente aguda para averiguar a dónde habían sido llevadas
Lexi y Kristin. Ahora, no solamente estaba en su mente la
imagen de su hermana menor, sino también el vivo recuerdo
de Lexi llevada a rastras. Lo que le había hecho Cabot.
Nick se levanto del sofá de Kristin y buscó algo para

golpear.
Si estuviera en su propia casa en Arizona, podría salir al

desierto y dispararle a algo. Aquí… no podía destrozar la casa
de su hermana. Pero una maldita almohada… podía ser
remplazada. Tomó una del sofá, e ignorando el dolor en el
muslo, apoyó su rodilla en ésta. Procedió a reventar a golpes
toda la santa mierda de relleno del cojín, imaginando la cara
de Cabot. Con cada golpe, Nick gritó todas las maldiciones
que le venían. El relleno salió disparado de un rasgado de la
costura y el cojín se hizo más plano cada vez.
Cuando ya nada quedaba, sólo relleno en el sofá y el suelo,

Nick agarró otro cojín. Esta vez vio la imagen ondulada y gris
de un hombre… cualquiera que fuera el hombre que había
“comprado” a Kristin. Nick gritó y golpeó el segundo cojín una


y otra y otra vez hasta que también lo destrozó. La rabia
bullendo en su interior le impedía ver nada, salvo la
quemazón en sus músculos mientras golpeaba. Y golpeaba. Y
golpeaba.
Cuando ya no hubo más cojines en la sala de Kristin para

destrozar, se paró en medio de todo el relleno y se quitó el
sudor de la cara con la palma de su mano. Dixie estaba en el
extremo del sofá, dando zarpazos a un pedazo de relleno y
abalanzándose sobre él.
Nick rodó los ojos hacia el techo.
Si no hubiera perdido tanta sangre como para

probablemente desmayarse, se hubiera ido a correr en ese
momento y no se detendría hasta que se hubiera calmado lo
suficiente como para ver por dónde empezar a buscar a
Kristin y Lexi. Habrían sido unos buenos veinticuatro
kilómetros, por lo menos, cuarenta y ocho ida y vuelta.
Nick evitó dar patadas a los muebles de Kristin y pateó la

pila del relleno en su lugar, desde luego no era tan
satisfactorio. Bajó la mirada hacia su muslo y la venda estaba
empapada, con un color rojo bastante consistente.
Maldita sea.
No iba servir para una mierda si no se calmaba y se hacía

cargo de las cosas.
Incluido él mismo.
¡La puta madre! No tenía tiempo para esa mierda.


Nick
15 de abril
—El jodido equipo debió haber estado allí mucho más

rápido de lo que lo hizo el sábado por la noche —Nick apenas
mantenía su voz bajo control mientras trataba de no cojear,
caminando frente al escritorio de Karen Oxford—. Steele no
estaría perdida si el tiempo de respuesta de RED no hubiera
sido una mierda.
—Trece minutos y RED estuvo dentro —Oxford cruzó los

brazos sobre el pecho cuando se recostó en su silla—. Un
tiempo de respuesta aceptable.
—Cinco minutos es demasiado —Nick golpeó el puño en la

palma de su mano—. Todo lo que sé es que Steele está muy
mal herida, que Cabot la tiene y que pudimos haberle salvado
el pellejo por unos minutos.
—Agente Donovan —La fría voz de Oxford hizo que Nick

detuviera su caminata—. Todos los agentes RED conocen los
riesgos que implica cualquier trabajo de operaciones
encubiertas. De lo que debemos preocuparnos ahora es de
recuperar a Steele y acabar con el resto de la operación de
Cabot.
—Denle en las bolas con la Zapatilla Champagne —dijo Nick

con sólo un poco de satisfacción—. Es dueño de otro par más
de clubes alrededor de la ciudad y tal vez Steele esté en
alguno de esos. A menos que haya algo que yo no sé, no
fuimos capaces de reunir la información sobre exactamente


qué clubes posee —se frotó la cara con su mano—. Mierda, ni
siquiera sé si él sigue en la zona.
Karen Oxford tomó un bolígrafo y comenzó a golpear el

escritorio.
—Encuentra a Cabot y encontraremos a la agente Steele.
Nick dejó salir una ráfaga de aire en una pesada

exhalación.
—Necesito acceso a toda la inteligencia de la Operación

Cenicienta desde hace tres meses.
Oxford asintió brevemente.
—Tienes libertad de acción.
—Una cosa más —Nick giró la cabeza solo lo suficiente

como para que su mirada bien pudiese haber agujereado la
pared para ver a los agentes monitoreando los lugares
vinculados a actividades ilegales—. Quiero patearle el culo a
cierto agente subalterno.
Nick frunció el ceño mientras miraba otra vez a Oxford y

las cejas de ella se elevaron en una mirada interrogativa. Él le
dio un resumen de su propia vigilancia en video y cómo el
incidente tenía que concordar con lo que le sucedió a su
hermana cuando fue secuestrada.
—Los agentes de RED deberían haber estado en eso —tuvo

la tentación de sacar su Beretta y darle un susto de mierda al
subalterno—. Quiero el culo de Walling. Ahora.
—No hay excusa para su error —ella arrugó las cejas—. Yo

me ocupare de él. No aceptamos ni toleramos agentes


mediocres en RED. Nosotros contratamos y mantenemos sólo
a los mejores.
—Lo que quiero no es sólo los registros de las operaciones

—dijo Nick—. Quiero un equipo de ocho agentes que yo
elegiré con cuidado para esas dos tareas. Quiero cuatro en el
caso de Kristin Donovan y cuatro en el de la agente Steele.
—Tienes tu equipo y tus registros —Oxford hizo un gesto

hacia la puerta—. Y tienes trabajo por delante.


CAPÍTULO 26
¿Es mi salario suficiente para esto?
14 de abril
Domingo. Solo lo sé porque alguien me dijo.
El dolor me atravesó la cabeza mientras la luz me cegaba. Luz

a través de la niebla. No podía ser el cielo, porque después de
haber sido una asesina estaba destinada al infierno.
Luz blanca y brillante. Una habitación blanca. Pensé. En la

neblina no era seguro. No podía ser de la habitación donde los
hombres me obligaron a convertirme en asesina. No. Dios,
no.
Para ser completamente precisa, todo mi cuerpo dolía en

cada lugar imaginable. Yo no era nada más que dolor. A
medida que el aire caliente me rozaba la piel, traía olores
familiares.
Antiséptico. Un olor medicinal.
Colonia.
La colonia era el olor que más odiaba, ya que pertenecía al

hombre que más odiaba.
Un rostro osciló sobre mí. Concentrarse era tan difícil que

dolía. Frío, luego el calor, se apoderaron de mí mientras
reconocía a Satanás.
Benjamin Cabot.


Vagamente me daba cuenta de que mi brazo derecho se
sentía casi demasiado pesado para moverse. Un yeso.
El dolor en mi hombro izquierdo era tan grande que quería

gritar. Dislocado. El tipo llamado Danny, que me había
arrastrado me lo había sacado del sitio.
―Quería asegurarme de que estuvieras despierta para esta

parte, Alexi ―Cabot sonrió, luego miró a un hombre que
llevaba puesta una máscara quirúrgica―. Dr. Rogers, su
paciente ― dijo Cabot al hombre.
―Yo me ocuparé de ella, Sr. Cabot.
El médico me alcanzó y me hice más consciente del dolor

que se centró en mi hombro dislocado.
―No.
Sabía lo que iba a hacer. Mientras estaba despierta. Negué

con la cabeza tan fuerte que casi vomité del dolor que me
causó el solo hecho de moverla.
―Por favor. No.
El doctor Rogers me agarró del hombro y grité. Lo examinó

con sus dedos y manos, y quise gritar por cada toque. El
hombre tiró y me retorció el hombro hasta su lugar. Grité tan
fuerte que la garganta y el pecho me dolieron. Agonía. Pura
agonía.
Oh, Dios mío. Llévame.
Y lo hizo la oscuridad.


15 de abril
Lunes
Estaba sentada sobre algo frío.
Mi brazo estaba acunado en contra de mi vientre. Un yeso.

Mi brazo derecho estaba en un yeso y el dolor atravesaba mi
antebrazo. Casi lloré con el recuerdo del hombre tirando de
mi hombro de vuelta a su lugar, pero tenía que admitir que al
menos se sentía mejor ahora. Mi brazo picaba por debajo del
yeso y quería rascarme.
No habría tenido la fuerza necesaria para hacerlo aunque

pudiera. El bamboleo en mi cabeza hacía que fuera difícil
concentrarme mientras trataba de averiguar dónde estaba y
en qué estaba sentada. Traté de con fuerza de abrir los ojos.
Todo lo que se abrieron fue una rendija. Estaba en un lugar
oscuro.
―Necesitas aliviarte.
Una voz dulce. No la maligna voz de Cabot.
¿Aliviarme? Aliviarme. Ah.
Me dejé ir y vacié la vejiga. Se me puso un pañuelo de

papel en la mano izquierda. Izquierda... Ah, cierto, la derecha
estaba en un yeso. Mi mano izquierda se sacudió pero me las
arregló para limpiarme.
Entonces caí del asiento frío y di la bienvenida a la

oscuridad de nuevo.


16 de abril
Martes
Agua. Rozándome la cintura, cubriéndome las piernas.

Cálida, bienvenida. Aligerando un poco el dolor.
Manos restregando mi cuerpo con… ¿una esponja? Manos

suaves. Pero aún así el cuerpo me dolía. El vaivén del agua
hizo que mi cabeza también se sintiera como que se
balanceaba. Mis ojos… estaban pegados. Pegados entre sí.
—¿Cuál es tu nombre? —dijo la voz dulce—. Nunca me

respondes.
Mis labios también parecían pegados. Tal vez sería

demasiado esfuerzo hablar. Tal vez por eso no pude abrir la
boca.
―Yo soy Alyona ―dijo la muchacha.
Un acento ruso.
―He estado cuidando de ti. A veces te despiertas, a veces

estás en un lugar entre la vigilia y el sueño y no sabes lo que
haces. Bañarte. Beber agua y caldo. Orinar. Y dormir. Ellos
siempre te drogan.
Me dolió concentrarme en lo que me estaba diciendo

mientras trataba de dar sentido a sus palabras. Luego el agua
caliente se derramó por mi cuero cabelludo doliendo, pero
sanando también.


―Como siempre debemos tener cuidado de no mojar el
yeso o los vendajes alrededor de tu pecho.
Sí, mi pesado brazo estaba apoyado en algo. El agua

caliente sólo me llegaba a la cintura y mi pecho se sentía
apretado, constreñido.
―Lo siento, pero tengo que lavarte el cabello ―roció algo

fresco en mi cuero cabelludo y comenzó a enjabonarlo―. Los
cortes y contusiones deben doler mucho.
Alyona era tan gentil, sin embargo el dolor era increíble

mientras me enjabonaba el pelo.
Dormir sería mejor.
17 de abril
Miércoles
El caldo era sin sazonar y no quería pasar mi garganta. No

lo quería. Sólo sabía que estaba harta de él. Sin embargo,
Alyona insistió. Y me dio agua. Ayudó a aliviar mis
necesidades. Me ayudó a meterme en la cama y pasar de
nuevo al olvido.
18 de abril
Jueves


¿Me desperté hoy? Debo haberlo hecho.
Pienso, luego existo.
¿Existo?
19 de abril
Viernes
¿Realmente existo? El mundo se torció y no se va a

enderezar solo.
Un copo de nieve con remolinos blancos se voltea hacia un

lado.
Flotando… flotando… flotando… ¿Qué era correcto o

normal? ¿Algo era real? ¿O todo era solo… nada?
El dolor era real. Dolor constante.
Yo estaba allí. No estaba. No era nada en absoluto. Nada

más que dolor. Sin embargo, más allá de la confusión mental
y la agonía había una vida que era el mía. Yo tenía un lugar
en el mundo. El mundo que no paraba de ladearse.
Dolor. Tan intenso.
Debo estar viva. Para sentir semejante dolor, tengo que

estar viva.
Ya no me mentiría a mí misma.


―¿Cuál es tu nombre? ―dijo una vocecita. Alyona―. Un día
me lo dirás.
Dulce, cantarina, su voz debería haberme hecho sonreír. En

lugar de eso, retumbó en mi cabeza y quise gritar.
Me desmayé de nuevo.
20 de abril
Sábado
―¿Estás despierta? ―preguntó la delicada voz a través de

la oscuridad de mi mente―. Debes levantarte para tomar tu
baño.
No hubo dolor. No me contraje de dolor por el sonido de la

voz.
Progreso.
¿Qué avance era ese? Nada tenía sentido. Aquí. Allá. ¿Qué
era qué?
―Ellos te hacen dormir, dormir, dormir.
Sí, un acento ruso.
Su nombre… Alyona, ¿verdad?
―Te han mantenido drogada mucho tiempo ―Alyona

sonaba preocupada, confundida, aún cuando ella continuó―.
Tal vez es debido a que sufriste mucho. Ellos esperan que
sanes.


La sequedad de mi garganta hizo que doliera cuando traté
de tragar. Me dolió casi tanto como me dolía el resto del
cuerpo. Sí, me dolía. Lo sentía ahora. Tanto que gemí detrás
de mis labios cerrados.
Una pequeña mano me tocó suavemente el brazo.
―Tu color es mucho mejor y respiras sin tanto esfuerzo.
Sí. Ella estaba en lo cierto. Mis costillas aún dolían con cada
inhalación y exhalación, pero estaba mejor.
Aspiré otro aliento. Por Dios, eso dolía.
Alyona se acercó. Olía dulce y delicado. Yo tenía una vida

fuera de este el dolor, ¿verdad? Más allá de la pelusa que
empañaba mi mente.
Mis labios se abrieron mientras mi garganta trabajaba.

Trague aire, abrí la boca y tosí.
Cristo. ¿No había una sola parte de mí que no se sintiera

como si hubiera sido golpeada por un tren?
―Necesitas agua ―Alyona puso algo fresco contra mis

labios, y la sed despertó de golpe, dura y repentinamente. Me
iba a convertir en polvo si no tomaba un sorbo. Ahora.
Dame. Ahora. Ahora. Ahora.
El agua fresca fluía a través de mis labios resecos. Alyona

la vertía en mi boca. Sólo un poco, como si se estuviera
conteniendo.
Más. ¡Más, joder!
¿Cuándo levanté mi cabeza?
Más.


Algo sujetaba mi brazo derecho. No podía levantarlo. Sin
embargo, mi mano izquierda se movía. Temblaba al alcanzar
el vaso de papel.
El agua bajó por los lados de mi boca. Sobre mi cuello.

Mojó mi pecho.
Más, más.
Las gotas de agua cayeron sobre mis pechos. No había

ropa. Estaba desnuda debajo de una manta liviana.
―Despacio.
Alyona alejó el vaso y casi se me escapó un grito de

frustración.
―Nunca lo has hecho con tanta rapidez antes. Quizás es

debido a que estás mejorando. Ahora, despacio ―Alyona llevó
el vaso a mis labios otra vez y tragué el agua que me dio―.
Vas a vomitar si no lo haces. Un poco a la vez.
Quitó el vaso de mis labios.
Todo mi cuerpo colapsaba sobre sí mismo. Demasiado. Me

había costado mucho. Beber el agua, levantar la cabeza,
levantar la mano.
―Gracias ―le susurré.
Oí la sonrisa en su voz cuando dijo:
―Finalmente, hablas.
El sonido de una cerradura abriéndose fue seguido por el

chirrido de las bisagras de la puerta sin engrasar. Hice una
mueca. Alyona se alejó de mí.
―La perra está despierta.


¿Quién era? Yo conocía esa voz. En mis pesadillas diarias
esa voz siempre aparecía. Odiaba a quienquiera que fuese.
―No por mucho tiempo ―dijo otro hombre―. Sólo métela

en la ducha y pon esa aguja de vuelta en su brazo.
Abre los ojos.
Mis mandíbulas dolieron cuando apreté los dientes mientras

luchaba para levantar los párpados.
Alguien me levantó el brazo izquierdo. El que no se sentía

gigante estaba paralizado. Todo era un borrón cuando
finalmente levanté los párpados y mis ojos quedaron abiertos.
Vi una habitación sencilla con una puerta de un cuarto de
baño. Los hombres que me sujetaban me metieron en la
bañera.
Alyona me bañó. Esta vez me di cuenta de que los hombres

estaban de pie allí, observando.
Todavía no podría decirle mi nombre a Alyona cuando ella

preguntara.
21 de abril
Domingo. No tengo ni idea del tiempo y no me importa.
Qué pesadilla espantosa.
―Jesucristo ―mis palabras salieron como un graznido bajo

por mi garganta dolorida.


Fue casi condenadamente imposible tragar.
Abre los ojos.
¿Qué era esa costra de mierda que los mantenía pegados?

Alguien bien podría haberlos abierto bruscamente con una
palanca, por como dolían cuando me las arreglé para
conseguir abrirlos. Nada más que un borrón. La mugre en mis
ojos era como mirar a través de una niebla espesa.
Una inhalación. Otra. Dolía mucho respirar. ¿Alguna parte

de mi no dolía?
Pestañear. Pestañear para quitar la suciedad. Entonces,

todo se enfocó.
Fruncí el ceño. Parecía como si estuviera en una especie de

habitación de hotel con ventanas tapiadas.
Antes no podía abrir los ojos. Ahora no podía obligarme a

cerrarlos.
Cada bulto en el colchón, debajo de mi espalda, magullaba

mi piel y sentí el dolor en la parte inferior de mi trasero. Los
golpes de la vara por sobre todo lo demás. Una vertiginosa
sensación quería llevarme a alguna clase de agujero negro.
Tal vez quería eso. Tal vez quería que un agujero negro me
tragase. Tal vez no quería enfrentar la realidad. Porque sabía
que había una realidad más allá de esa habitación raída. Una
nueva realidad. Una realidad que no quería. Una realidad que
encontraría una manera de superar. Pero... ¿qué, cuándo,
cómo había llegado hasta allí? La forma y el por qué tocaron
los límites de mi mente como fríos hongos. Y los días… días de
caldo y agua y los de baño y ducha… todo parecía surreal.


Había estado aquí por un tiempo, pero nunca había sido tan
consciente desde que llegué a este lugar.
¿Qué lugar?
Respiré profundo. Enfréntate con más realidad, Steele.
Por alguna razón, no se me había ocurrido que tenía un

nombre.
Lexi Steele.
Lexi.
Me dolió el pecho cuando contuve el aliento antes de girar

la cabeza a mi derecha. Una desgastada silla al lado de una
mesita de noche con una lámpara de lectura.
Un destello de recuerdos me golpeó de la nada. Una

avalancha de recuerdos. Tenía un compañero. Donovan. Nick
Donovan. Trabajaba para… para una organización llamada
RED. Yo era una agente especial y fui una asesina. Sí, esa era
yo.
Yo era una asesina.
Más recuerdos me bombardearon y quise sostenerme el

vientre con ambas manos.
Cabot.
Cada golpe dado a mi cuerpo se volvió tan claro para mí

como si me estuviera golpeando ahora.
Ser subastada al mejor postor.
Él me iba a subastar, como había vendido a la hermana de

Donovan.


Tu nueva realidad, Steele.
Mierda.
Contrólate. Analiza la situación.
Escapar.
Ni una sola persona podía controlar mi futuro. Nadie

controla a Lexi Steele.
Había pasado por cosas peores.
Sin embargo, el latido de mi corazón hacía que mi pecho

doliera. ¿Cómo podía sentir más dolor?
Pero el dolor era menos de lo que había sido cuando Cabot

me golpeó. El hijo de puta no había sido capaz de pelear
conmigo sin tener a dos hombres sujetándome. Cobarde.
Tiempo para evaluar. Casi se me escaparon un grito y un

jadeo mientras me esforzaba para estar en una posición
sentada y el dolor me atravesó el brazo derecho. Algo pesado
lo recubría desde la muñeca hasta el antebrazo.
Un yeso. Cabot me había roto el brazo. El dolor en la parte

baja del pecho y los costados era gracias a las costillas que él
me había roto cuando me pateó. La opresión, que hacía aún
más difícil respirar, venía de las vendas envueltas alrededor
de mi pecho. Mi hombro izquierdo dolía como la mierda, hice
una mueca al recordar que se dislocó y fue puesto de nuevo
en su lugar. Una cosa tras otra pasó por mi mente, y mi
corazón se sentía como si alguien estuviera retorciendo una
estaca en él.
Quería gritar mientras mi pecho subía y bajaba, duro y

rápido, con mi respiración. Estaba hiperventilando.


―Cálmate, Steele ―me gruñí a mí misma, y me concentré
en apaciguar mi respiración. Inhala profundamente. Exhala
despacio. Juré en seis idiomas diferentes.
Mi respiración se aceleró de nuevo.
Bueno, enloquecer y soltar todas las palabrotas que se me

ocurrieron no ayudó. Hizo falta toda la fuerza que tenía en mi
brazo izquierdo para alzarme, mi brazo derecho estaba
acunado en mi contra. Mi brazo izquierdo se sacudió muy mal
por el dolor en el hombro.
Aleluya. Me las arreglé para sentarme.
La delgada manta cayó hasta mi cintura y se me heló el

estómago. Estaba desnuda.
Parecía que cada parte de mi blanca piel estaba pálida,

amarillenta por las contusiones. Las sombras de ellas, en
verdad. ¿Cuánto tiempo había estado aquí? Dondequiera que
aquí fuera. Con el malestar como mi constante compañero,
miré el yeso.
El revoltijo en mi estómago me subió hasta la garganta.
Cabot lo había firmado.
“Para el nuevo tesoro de mi colección.
Benjamín”
Enfermo hijo de puta.
Enfermo, enfermo, enfermo hijo de puta.


Había encerrado a un asesino en serie, El Recolector, a
quien le gustaba comerse a sus víctimas en trozos pequeños.
Yo estaría feliz de hacer los honores, como me había dado el
gusto en mi fantasía, de cortar en pequeños trozos a Cabot.
Estaría encantada de alimentar con ellos a los hombres que
esperan en el corredor de la muerte. Podía ser que El
Recolector desease un refrigerio de despedida. De ninguna
manera Cabot iba a salirse con la suya con esto. Tenía que
haber una manera de escapar. Yo la encontraría.
Entonces lo acabaría. RED nos permitía usar la fuerza que

fuera necesaria.
Cualquier fuerza.
Esto sería necesario.
Y lo haría incluso si no era necesario.
Voces. Seguidas por las chirriantes bisagras de la puerta.

Tenía que entender las cosas. No podía dejarles saber que me
había despertado. El colchón lleno de bultos se convirtió en mi
amigo, junto con la manta raída, mientras yo fingía dormir.
―La perra todavía está inconsciente ―dijo una ya familiar

voz mientras la puerta de la habitación rechinaba al abrirse.
Danny. Lo mataría después de Cabot.
Una chica gritó y su cuerpo golpeó el mío cuando fue

arrojada dentro de la habitación. Oh mierda. Mi brazo
izquierdo. Apreté los dientes, oprimiendo con fuerza suficiente
para mandar un agudo dolor a mi cabeza. No podía moverme,
no podía hacer ni un sonido, o sabrían que estaba despierta.
No estaba preparada para eso todavía.
Las puertas se cerraron de golpe.


La chica se arrastró sobre el colchón junto a mí y lloró,
todo su cuerpo estaba temblando.
Destellos de recuerdos vinieron a mí, una chica me había

cuidado. Alentado. Bañado. Me ayudó en el inodoro.
―¿Aliona? ―mantuve mi voz baja mientras abría los ojos y

miraba a la chica que estaba de espaldas a mí. Un fuerte
lloriqueo. Sus hombros temblaban.
―Estás despierta.
Otro sollozo. Pasó un momento antes de que volviera a

hablar con su fuerte acento ruso y girara hacia mí.
―Yo… Yo me preocupé por ti.
Ella parecía… familiar.
Me quedé sin aliento. Ella era la misma chica de cabello

oscuro que había visto ser secuestrada y arrojada a una
camioneta en uno de los monitores de Donovan.
—Gracias por cuidar de mí ―me estiré y le rocé la mejilla

con las yemas de mis dedos. Ella era hermosa como una
modelo—. ¿Cuánto tiempo hace que estoy aquí?
Alyona arrugó las cejas.
―Es domingo, ¿no? —parecía preguntarse a sí misma, y

luego asintió—. Sí. Una semana hizo ayer, desde que fuiste
traída a esta… —se le quebró la voz― …esta prisión.
―¿Una semana? ―mi voz se alzó antes de que pudiera

mantenerla baja. Dejé que mi mano se apartara de su cara y
obligué a mi voz a bajar más—. ¿Está segura?
Ella asintió con la cabeza.


―Te pusieron una aguja en el brazo cada día después de
que cuidara de ti, para hacerte dormir. Dijeron… ―su voz
temblaba― …dijeron que necesitabas sanar antes… antes de
que te convirtieras en… ―su voz tembló de nuevo y sentí las
lágrimas―. Mercancía. Al igual que yo —luego continuó―: Se
supone que no debo ser tocada hasta que… que sea
entregada a mi nuevo propietario. Pero… ahora no será así.
―Lo siento. Lo siento tanto ―El tipo de sentimiento que se

precipitó a través de mí en ese momento era caliente y
líquido. Nunca había sentido algo así. Ni siquiera cuando me
enfrenté al dolor más allá del dolor. Ni siquiera cuando me
molieron a palos las dos veces que la había jodido después de
los asesinatos.
Un hombre en México.
Otro hombre en Cuba.
Mis "empleadores" no me decían por qué tenía que matar a

esos hombres. Ambos hombres eran historia, pero había sido
torturada una eternidad por sus hombres.
Aún así, me escapé.
Ahora, aquí, en el buen y viejo Estados Unidos de America,

Cabot me consideraba mercancía para subastar.
¿Qué había dicho acerca de la desesperanza? No hay tal

cosa. A menos que estés muerto, hay esperanza.
El dolor en las costillas no fue fácil de ignorar cuando

contuve el aliento.
―¿No me han drogado hoy?


Aliona parecía bonita y joven a pesar de las lágrimas y el
cansancio en su rostro, y del hecho de que acababa de ser
violada. Parecía tener dieciocho a lo sumo.
Ya habría tiempo para las preguntas más tarde, cuando

pudiera hacer algo acerca del lío en el que estaba metida. El
lío en que todas las chicas estaban metidas.
Me aseguraría de que todas las mujeres que estuvieran

aquí con nosotras salieran pronto. Que fueran alejadas de
este lugar. Y que los hombres que les habían hecho esto,
pagaran. Pagaran en grande. Había muchas maneras de
matar a un hombre para que sintiera un dolor insoportable
en los momentos antes de su muerte.
Ella vaciló.
―No me acuerdo de los hombres que vinieron a la sala

antes de que fuera llevada al… al hombre llamado Cabot.
Para… para evaluación. Desde el momento en que has estado
aquí siempre te han drogado.
―¿Cabot te violó?
Yo estaba más furiosa que antes, si eso era posible.
Sin importar quien la hubiese violado, una violación era

horrible. Pero que fuera Cabot haciéndolo, parecía aún peor.
―Ese hombre es hombre muerto.
―Nunca he deseado la muerte a nadie ―dijo Alyona―.

Hasta ahora.
El hecho de que no me hubieran inyectado significaba que

sabían que despertaría en cualquier momento. Eso no me
daba mucho tiempo para lograr entender las cosas.


―A veces pienso que no hay esperanza ―dijo con un
sollozo en su voz―. No hay manera de regresar a casa y ver a
mi familia. No hay esperanza en absoluto.
Mi propio pensamiento volvió a mí.
La desesperanza era algo que yo nunca aceptaría en mi

vida.
No lo haría. No lo aceptaría.
―Confía en mí ―le aparté el pelo de su cara―. Nunca

pierdas la esperanza, Alyona. Nunca. Las cosas se pondrán
mejor. Todo va a salir bien, lo prometo ―le dije al mismo
tiempo en que las bisagras de la puerta chirriaron.
Un estremecimiento familiar bajó por mi espalda y me

quedé inmóvil.
Benjamin Cabot estaba en la puerta.


CAPÍTULO 27
Kristin
21 de abril
Domingo, día presente
Las lágrimas quemaban la parte posterior de los ojos de

Kristin y se mordió el labio para no llorar. La droga estaba
desapareciendo de nuevo. Dios, ella quería que no lo hiciera.
El permanecer drogada era la única manera en que podía
sobrevivir mentalmente, ya que le impedía pensar. Sentir.
Al profesor le gustaba cuando la droga no estaba en su

sistema. A él le gustaba oír sus gritos. Verla llorar. Lastimarla.
Escuchar sus ruegos para que se detuviera y que la dejara ir.
Si trataba de contenerse, él la hería más.
Probó las esposas y la pesada cadena, sólo por si acaso…

como lo hacía cada vez que la droga desaparecía. No era una
cobarde, nunca lo había sido. Pero esto…
Kristin tragó saliva y apenas se contuvo de dejar que fuera

un sollozo. Después de todo, ¿para qué eran las lágrimas? La
única vez que el profesor la dejó salir de la cama, fue para
usar el baño contiguo. Había dejado de sentir vergüenza
cuando la veía hacer sus necesidades en el inodoro. ¿Qué más
daba?
La encadenó a la ducha y le lavó él mismo el cuerpo. Por lo

general lograba estar tan excitado que la tomaba en la ducha,
mientras que el agua lavaba sus lágrimas. Le daba una


palmada especialmente dura a su trasero porque le gustaba el
sonido de su mano golpeando su carne mojada.
El profesor le hacía tomar la píldora todos los días. Le dijo

que saltándose las pseudo-píldoras para la semana que se
suponía que tendría su período, la haría saltar directamente a
la píldora del próximo mes. Así nunca tendría
el período. Nunca quedaría embarazada.
Y podría hacer lo que quisiera con ella. Cada vez que

quería. De día o de noche.
Ni siquiera usaba condón.
Sospechaba que tomaba algo como Viagra. Un hombre

mayor como él no era probable que aguantara varias veces al
día, todos los días, ¿no?
Aparte de permitirle el uso del baño y darle una ducha,

nunca la dejaba lejos de la cama, y mucho menos fuera de la
habitación. La mantenía a la vista y esposada. Siempre.
Ambas muñecas.
El eslabón entre las esposas era tan corto que no podía

alcanzar nada. Lo único que podía hacer a veces, era
acomodarse en la cama y arrodillarse en la alfombra suave al
cambiar de posición, o acurrucarse en una pelota en el
colchón y abrazarse al grueso poste de la cama de madera. A
menos que sus tobillos estuvieran esposados, también.
Ni siquiera la dejaba comer sola. Insistía en hacer que

comiera de sus manos como un perro. Si se negaba, le daba
una bofetada tan fuerte que sus oídos sonaban y ella lloraba
para que se detuviera.


Las esposas de dos pulgadas de ancho estaban forradas
con piel de oveja, que impedían que el metal le mordiera las
muñecas. Aún así, le ponían la piel irritada y roja. En sus
momentos más "amables" el profesor ponía un bálsamo en la
piel irritada. Que era la única vez que tenía una muñeca libre.
Pero él siempre se aseguraba de que sus tobillos estuvieran
esposados, junto con su otra muñeca antes de cambiar.
Kristin suspiró. No era como si ella fuera cinturón negro o

algo así. Aunque podría sacarle los ojos al profesor y darle
patadas en la ingle. Si tan sólo hubiera tomado esas clases de
defensa personal, cuando su hermano, Nick, había intentado
que lo hiciera. O lo hubiera escuchado cuando quería
enseñarle los movimientos que la ayudarían si estuviera
alguna vez en una situación peligrosa. Recordó la
última vez que habían hablado acerca de que ella aprendiera
autodefensa.
—Maldita sea, Kristin —Nick había dicho, sus ojos azules

estaban serios y preocupados—. Estás en un campus
universitario. Un tipo podría violarte —Se había estremecido
al oír la palabra "violación", pero aún así dijo:
—Siempre estoy en lugares públicos con alguien conmigo

—lo había besado en la mejilla—. Voy a estar bien, Nick. No te
preocupes tanto.
Su hermano la abrazó con fuerza.
—Te quiero, bebé. No podría soportar que alguna cosa te

pasara —le devolvió el abrazo.
—También te quiero.
Había sido tan idiota.


Oh, sí, había estado en un lugar público con amigos. No
había terminado importando, ¿no? Le dolía el corazón al
pensar en Nick. ¿Nunca lo volvería a ver? Apretó los ojos con
fuerza.
Madre. Padre.
Si aún estuvieran vivos habrían pagado no sólo un

investigador privado, sino cientos para buscarla. Podrían
habérselo permitido.
Pero aún así, hubiera sido Nick quien la encontrase. Él la

encontraría. Lo sabía con todo su corazón, y eso era lo que la
mantenía en pie. Día a día.
Nick la encontraría. ¿Ya habían pasado cuatro semanas

desde que se había encontrado atada a la cama del profesor
Michaels?
Kristin automáticamente enumeró los días en la cabeza.

Tener una memoria fotográfica y una calculadora en la cabeza
hacía que olvidar fuera muy difícil. Incluso después de haber
sido drogada su mente estaría totalmente despierta una vez
que la droga estuviera completamente fuera de su organismo.
Tick. Otro día. Tick. Otro día.
Pero ella quería olvidar. Todo.
El pomo de la puerta chirrió y el cuerpo de Kristin se puso

rígido.
El profesor Michaels sonrió y dejó que la puerta se abriera.

Esta vez no la cerró detrás de él. No podía detener el temblor
de su cuerpo mientras se acercaba a la cama. Su
cabeza calva brillaba a la luz tenue de la lámpara de cristal de
colores en la mesita de noche. Estaba demasiado lejos para


alcanzarla o la habría pateado, así no tendría que ver su
rostro redondo y pálido ni sus ojos azules excitados. Ojos que
mostraban su deseo de tomarla y abusar de ella.
—¿Has descansado bien, puta —le preguntó cuando llegó

al lado de su cama.
Referirse a ella sólo como puta era sólo una cosa más en la
lista de cosas degradantes que había hecho con ella, que su
mente seguía anotando.
Las lágrimas ya estaban empezando a salir mientras se

obligaba a asentir y decir:
—S… sí, profesor.
Apenas se impidió gritar cuando la pellizcó, luego le

retorció el pezón con sus gruesos dedos.
—Tengo algo muy especial para ti, puta.
Una vez más tenía que hablar o él la abofetearía.
—¿Q…qué tiene para mí, Profesor?
—Voy a tener compañía muy importante en breve —se

inclinó cerca y ella se estremeció cuando lamió el interior de
su oído—. Compañía a la que le gusta ciertos tipos de
entretenimiento. Compañía a la que le gusta compartir.
El corazón de Kristin latía con fuerza mientras el terror

corría a través de todo su cuerpo punzando como agujas.
—No —negó con la cabeza—. Por favor, no.
Se levantó y mantuvo levantada la mano, su palma frente

a ella.
—Sigues olvidando tu lugar, puta.


—Profesor Michaels —se encontró ya haciendo una mueca
de dolor mientras lo llamaba por la única manera que
aceptaría. El miedo continuaba apuñalando cada órgano en
su cuerpo. Él hablaba en serio. Oh, Dios. Estaba en sus ojos.
La forma en que la miraba. El sonido de su voz—. Por favor,
profesor. No —las imágenes de un hombre tras otro, se
precipitaron a través de su mente, tomándola. Usándola.
Kristin siempre había creído que la violencia no resuelve los

problemas. Pero ahora, más que nada, quería que este
hombre muriera. Quería que Nick viniera y reventara al
profesor como probablemente habría tenido que hacer a otros
hombres cuando era un Seal. Todo su cuerpo temblaba con
tanta fuerza que el colchón se estremecía.
Ella nunca había creído en la pena de muerte.
Hasta ahora.
—Por favor, no —dijo de nuevo, mientras las lágrimas

rodaban por los lados de las sienes y rostros sin nombre, en
blanco, comenzaban a aparecer en su mente. Rostros de
hombres dispuestos a abusar sexualmente de ella—. Por
favor, por favor, profesor. Haré lo que sea. Lo que sea por
usted. Todo lo que quiera.
—No te preocupes, mi querida Kristin —El profesor sonrió y

bajó la mano—. Lo vas a disfrutar —Llegó al bolsillo de sus
pantalones marrones. Una punzada de terror tras otra pinchó
el vientre de Kristin mientras sacaba una jeringa con líquido
verde—. Lo desearás, puta. Y rogarás por ello.


CAPÍTULO 28
El diablo se viste de “Armani”
21 de Abril
Domingo por la noche, creo, pero no estoy segura de que

me importe.
La fría sonrisa de Cabot congeló la sangre de mis venas.
—Tengo que decir que no estas en posición de prometer

nada a nadie, Alexi Adams. Si este es tu nombre real.
Rodé los ojos y fruncí el ceño.
La pequeña ola de miedo que me atravesó me hizo querer

golpear algo. Los moretones que, aunque leves, tenía en su
rostro me hicieron sentir cierta satisfacción. Alyona se
estremeció cuando Cabot abrió un poco más la puerta.
—¿Porqué no te unes a mi Alexi?
Mis sombríos pensamientos parecían cuervos revoloteando

por mi cabeza mientras cerraba los ojos y buscaba alguna
opción. Cualquier opción.
—No te queda ninguna otra opción —Cabot repitió lo que

los cuervos graznaban en mi cabeza.
Abrí los ojos y lo miré nuevamente. ¿Como podría alguien

pensar alguna vez que Cabot era apuesto? Sólo hacía falta
una mirada escrutadora a sus ojos y la verdad estaba allí.


—¿Prefieres que Danny te arrastre por el cabello
nuevamente?
Mi cuero cabelludo punzaba con la idea. No gracias.
Eso me hizo tener ganas de salir de la habitación a toda

prisa antes de que él llamara al gran idiota, Danny.
Cabot se quedó mirando mis pechos mientras yo sostenía

la manta raída apretada contra mí con la mano que no estaba
enyesada. Cursi, macabro.
Lo último que quería hacer en ese momento era salir de

esa habitación al estilo comando1. Lo único que cubría una
parte de mi cuerpo eran las vendas alrededor de mis costillas
y el yeso en el brazo. Recogí la manta a mi alrededor. La
alfombra vieja y áspera me raspó los pies descalzos.
Cabot negó con la cabeza.
—No puedes tener ropa o la manta para cubrirte.
El rubor me cubrió la cara. Quería que me sintiera tan

vulnerable como fuera posible. Apuesto a que también quería
que rogara. Me había enfrentado a cosas mucho peores que
caminar desnuda delante de un enemigo, y podía lidiar con
esto. Me desprendí de la manta y me aguanté.
Cuando llegué a la puerta, vi el dorso de la mano de Cabot

volando hacia mi cara justo antes de que me golpeara. ¡Ah,
Cristo!
El dolor envió estrellas fugaces a rodar por mi cabeza

cuando ésta golpeo la pared. Los cuervos que habían huido de
mi mente regresaron y la hicieron girar como si estuviera

1
Sin ropa interior.


dando vueltas en una nube de pájaros malvados. Mi cabeza
palpitaba.
Las manos de Cabot se deslizaron de mis codos a la parte

superior de mis brazos, podía sentir sus palmas y dedos
fríos, lisos, y sin callos. Sus músculos se tensaron a lo largo
de su mandíbula cuando hundió sus dedos en mi piel. Mis
cervicales se vieron resentidas cuando me tomó con fuerza y
me sacudió. Una vez, dos veces. Tres veces.
—Vas a disfrutar de esto —sus dientes demasiado blancos

brillaron mientras sonreía—. Y voy a obtener todas las
respuestas que necesito.
Mis pensamientos brumosos se centraron en lo que había

dicho y mis pies no querían moverse, pero me llevó a su lado
y me obligó a salir de la habitación a un oscuro pasillo.
¿Disfrutar…? ¡Oh, mierda!
¡Oh, mierda!
¿Cada respuesta que necesitaba? Cabot me iba a

interrogar, y sin duda me iba a torturar si no le daba ninguna
respuesta. No había ninguna duda en mi mente.
¿Tendría drogas también? ¿Tendría algún suero de la

verdad tan efectivo como los que usamos en RED? Fui
entrenada para soportar la tortura y tenía una alta tolerancia
contra ese tipo de drogas, pero ¿y si tenía alguna contra la
que no pudiera luchar?
Podía sentir el duro yeso contra de mi vientre mientras me

sostenía el brazo roto cerca del cuerpo. Un mareo me hizo
tropezar de nuevo.
Sentí la voz fría y dura de Cabot.


—Te mantuve inconsciente la mayor parte del tiempo y sólo
permití que te despiertes el tiempo suficiente para cuidar de
tus necesidades. ¿No es cierto Princesa? Te dejé descansar
solamente lo suficiente para sanar —agregó cerca de mi
oído—. Te desmayaste y yo no podía tenerte sin disfrutar del
dolor.
Los escalofríos recorrieron mi piel y el recuerdo del dolor

previo agudizó mi dolor actual.
—Cuando obtenga todo lo que necesito de ti, voy a dejarte

sanar completamente y te voy a vender en una subasta
privada.
Traté de sacarme al idiota de encima pero me tomó del

brazo izquierdo fuertemente.
Y ¡Jesús! dolió cuando intenté hacer esa maniobra. Meneó

la cabeza y se echó a reír.
—Si no hablas o sospecho que no me has dicho toda la

verdad, voy a inyectarte una “droga de diseño” que provoca
tantos deseos lascivos que estarás mendigando ser follada
por cada hombre que esté cerca. Te voy a entregar a una
casa de putas y te vas a convertir en una zorra más,
disponible para cualquiera que le guste follar a una policía.
—Yo… yo no soy policía —Bueno, no lo era.
Tomó mi brazo apretándolo más fuertemente y su tono se

volvió más feroz.
—Trabajas para alguien, pequeña puta, y me vas a decir

todo lo que necesito.


Destellos de Donovan vinieron a mi mente y sentí que se
me oprimía el corazón. Esa noche lo habían herido, pero no lo
habían matado. Porque querían información.
Pero estaba segura de que había oído la palabra "Policía"

antes de oír el golpe de las puertas de metal al bloquearse. Él
estaba bien. Tenía que estar bien. Probablemente había
logrado contactar con RED a través de su muñequera de
cuero antes de que le pusieran las esposas.
Las imágenes llegaban en oleadas a mi mente. El tiempo

que había pasado con Donovan durante las dos semanas que
trabajamos juntos. Su determinación de encontrar a su
hermana. Su ira contra cualquiera que participara en la
subasta de mujeres y hacia los hombres que habían matado a
Randolph.
La forma en que Donovan cocinó, la forma de limpiar todo

hasta el punto en que nada quedaba fuera de lugar. Y cómo
creo que en secreto le gustaba esa gata con aires de “prima
donna”.
Cómo había tratado de luchar contra un cuarto lleno de

hombres para llegar a mí. El magnífico sexo sólo había sido
una parte del gran paquete que era Nick Donovan.
La última imagen que se asentó en mi mente fue de cuando

me tenía en la cama, sosteniéndome cerca y acariciándome
después de ir al segundo club. Diciéndome que no quería que
sufriera más humillaciones. Y que tenía un mal presentimiento
sobre esta operación.
Y no se había equivocado.
Cuando Cabot y yo llegamos a una puerta, silbidos,

abucheos, gritos, risas, y sugerencias vulgares vinieron de los


cuatro hombres que estaban en la habitación. Mi cuerpo ardía
y yo quería la oportunidad de tenerlos a mi merced de uno en
uno en cuanto mi cuerpo se hubiera recuperado. No importa
lo grandes que fueran estos hombres, apostaría a que
ninguno de ellos podría hacerme daño si yo estuviese en mi
mejor momento, a menos que dos hombres me sujetaran
como los que acompañaban a Cabot la noche en que me
secuestraron.
—Ya tendréis vuestra oportunidad con ella —dijo Cabot—.

Depende de si coopera o no.
Cuando vi los ojos de Cabot supe por su expresión que si

yo no hablaba, tenía previsto dejar que esos hombres me
violaran todas las veces que quisieran.
Cabot tiró de mi brazo y apenas pude contener el grito de

dolor mientras me arrastraba hacia una puerta.
—Tenemos negocios que atender y no pienso esperar más.
¿Por qué no le rompí el cuello cuando tuve la oportunidad?

¿Y qué importancia tenía el que sus chicos me hubiesen
matado? Hubiera tenido la satisfacción de haber eliminado a
Benjamin Cabot.
Pero ahora, con las costillas rotas y un brazo enyesado,

iba a ser mucho más difícil defenderme o hacer cualquier cosa
para hacerle daño. Las contusiones, las heridas, el dolor en el
hombro, la probabilidad de una conmoción cerebral, nada de
eso importaba. No podía dejar a Cabot hacer eso. Y al mismo
tiempo no podía decirle nada de RED.
Tenía que aguantar y encontrar la manera de salir de esta.

Me empujó a través de otra puerta y por un pasillo largo y
negro que olía a pintura fresca. Si lo que quería era deprimir a


todo aquel que pasara por ese lugar, estaba haciendo un muy
buen trabajo.
Toda esperanza de ver cualquier cosa que pudiera

reconocer se desvaneció. No había ventanas para mostrarme
paisajes familiares si es que había algo familiar allí. ¿Pudieron
haberme enviado a un país extranjero? Podría estar en
Ucrania o incluso en Corea. Pero la subasta anterior se había
celebrado en Boston, por lo que era probable que todavía
estuviésemos en los EE.UU. Alyona también había sido
secuestrada en Boston. Había visto en el video los focos
fluorescentes que iluminaban el pasillo, pero estaban
demasiado altos para alcanzarlos. Si tenía suerte me llevaría
a una oficina en ese edificio. Había sido entrenada en el uso
de artículos de uso diario como armas. Se me ocurrían un
montón de cosas que podría utilizar para mutilar o matar.
Cabot abrió una puerta al final del pasillo y de inmediato

los olores de cuero, pintura fresca, y antiséptico me asaltaron.
Me metieron en un cuarto negro, también con una luz
fluorescente. Parpadeé y me quedé mirando todo lo que había
allí. Esa habitación era el sueño de cualquier sadomasoquista.
Había equipo BDSM tradicional, como una cruz de San

Andrés, barras de estiramiento, una jaula, un gancho que
colgaba del techo, y muchos objetos más que se alineaban en
las paredes de la sala de equipo BDSM mas grande que había
visto nunca, ni siquiera todo el equipo que vi en los clubes
nocturnos se acercaba a eso. Había incluso una jaula de metal
de cuerpo entero como una que había visto en Internet. En la
jaula podía entrar un hombre de pie y tenía un panel en la
parte trasera que permitía tomar al hombre o la mujer dentro
de la jaula por el culo mientras se le mantenía completamente


inmóvil. Por favor que no me metan en la jaula de cuerpo
entero. ¡Querido Dios!
¿Habría algo que pudiese utilizar para defenderme o

lastimar a Cabot?
Una fila de armarios de metal cubría una pared, y cada

gabinete había sido asegurado con candados grandes. Pero
todo eso no mantuvo realmente mi atención. No, mi atención
estaba fija en el dolor que estaba por venir.
—Estoy seguro de que mucho de esto es familiar para ti —

dijo Cabot a medida que iba dejando moretones en mi brazo
cuando hundió sus dedos en él, lo que realmente no me
importaba. Me arrastró hasta una pesada silla de madera en
la que hasta un elefante podría sentarse sin que se rompiese.
Gruesos puños de cuero que permitirían sujetar a un gorila,

se adjuntaban a los reposabrazos, las patas de la silla, e
incluso la parte posterior del asiento. Una mesa de aspecto
igualmente pesada se encontraba frente a la silla.
—¿Querías entrar a los clubes BDSM? Ésta es tu

oportunidad para sacar el máximo provecho de esto —
sonrió—. Si, éste es el lugar donde obtengo la mejor
diversión.
La silla negra estaba cubierta por todas partes de sangre

seca. Esto no era BDSM. BDSM es un juego sexual, agradable
para todos los involucrados. Es un intercambio equitativo de
poder.
Pero eso… lo que esa mierda enferma tenía en mente, era

una tortura sádica. Si tan sólo Dios pudiese sacarme de allí
antes de que me lastimase más, sería capaz de prometer ir


nuevamente a la iglesia con mis padres. Y era una promesa
que realmente podría cumplir.
Pero no habría intervención divina que pudiese caer sobre

Cabot y sacarme fuera. No a menos que se llevara mi alma
una vez muerta al cielo o al infierno.
Pero ahora ya estaba en el infierno.
Cabot continuó e hizo un gesto hacia los armarios.
—Por supuesto, allí es donde guardamos los instrumentos

especiales que te animarán a compartir todos tus maravillosos
secretos.
Miró hacia abajo y me sonrió, y juro que pude ver los

cuernos. El diablo no viste Prada. El diablo viste Armani de
seda y hecho a medida.
—Y aquí —continuó cuando me llevó hasta un tanque de

metal de agua que media por lo menos 1,80 metros de largo,
1,65 metros de ancho y 1,20 metros de alto. Las restricciones
se encontraban en cada esquina de la cisterna, así como una
correa para el centro—. Creo que podrías disfrutar de un poco
de terapia de choque —dijo sonriendo y la bilis se me subió a
la garganta.
No necesitaba un baño y electricidad para hacerme vibrar,

todo mi cuerpo estaba como electrificado. Yo ya estaba allí.
—Este es todo el recorrido que necesitas por ahora —me

empujó hacia un lado en la gran silla de madera y me golpeé
el hombro en el apoyabrazos, causando dolor en el brazo
roto—. Creo que necesitas tomar asiento.
—Jódete.


Me impulse hacia arriba en la silla con mi brazo sano, pero
mis músculos parecían haberse ido de vacaciones y el resto
de mi cuerpo se desmoronaba. Apreté los dientes y me centré
en la ira que estaba sintiendo. La ira caliente que rugía a
través de mí como reguero de pólvora.
Le lancé una patada a Cabot, con el objetivo de acertar en

su ingle, pero él se hizo a un lado y lo perdí. Me devolvió el
golpe con una bofetada. Maldita sea, ya estaba harta de eso.
El zumbido en los oídos, los puntos negros en frente de mis
ojos, la sangre en mi boca. Volví a intentarlo y esa vez mi pie
conectó con su pierna, impactando la dura suela contra su
muslo.
Este golpe lo tomó con la guardia baja y cayó sobre una

rodilla. Entonces apunté con mi pie a su nariz pero se dio
media vuelta y lo golpeé en el costado de la cara.
Ojos diabólicos, asco, odio, furia. Eso es lo que vi en el

momento en que reaccionó, golpeándome con la fuerza
suficiente para hacerme girar la cabeza a un lado.
—Vas a sentir un dolor como nunca antes has sentido. Se

aprovechó de mi pérdida momentánea de enfoque y dirección,
y me ató la muñeca izquierda—. Cuanto más pelees conmigo,
peor va a ser el dolor. Esta vez apunté la planta de mi pie
cerca de su ingle. Perdí mi objetivo y golpeé la parte superior
de su muslo. Cabot maldijo como nunca hubiera esperado del
hijo de puta. Cuando otro revés impactó a un lado de mi
cabeza, los puntos negros, ahora muy familiares, se
amontonaron y sentí que empezaba a caer en la oscuridad.
Pero no fue así, y antes de que mi vista se despejara, él ya

había atado mi brazo derecho por encima del yeso. Tiró del


brazo con tanta fuerza al atarlo, que grité cuando el dolor
atravesó mis huesos rotos y mis ojos se humedecieron.
Cabot tenía que arrodillarse para fijar uno de mis tobillos.

Cometió el error de agarrar el tobillo izquierdo en primer
lugar. Una buena patada de fútbol dirigida con el pie derecho
conectó por debajo de su barbilla. Luego, el satisfactorio
tintineo de los dientes y su grito de dolor. Su cabeza cayó
hacia atrás. Empecé a mover nuevamente mi pie contra su
cabeza, pero Cabot me abofeteó de nuevo, con más fuerza
esta vez. Más estrellas. Muchas estrellas, muchas más. Los
puntos más negros. Más sangre en mi boca.
No podía mover las piernas. Debió haberlas atado a las

patas de la silla después de la última y fuerte bofetada. Una
correa de cuero anclaba mi cintura, también. Debí haberme
perdido por mucho más tiempo del que pensé.
Él me tenía donde quería.
No podía ver ninguna salida.
Los ojos me ardían por el sudor que goteaba en ellos.

Escupí sangre apuntándole a Cabot, pero aterrizó en el suelo
de cemento. Si, una estupidez considerando que sólo lo haría
cabrear más.
Pero tal vez, si me hubiera golpeado una vez más, me

hubiera desmayado. Cada simple respiración parecía hacer
rodar más sudor por mi cuero cabelludo. La transpiración
cubría mi piel.
Con toda la diversión, había olvidado que en realidad

estaba desnuda. Ahora estaba sentada en una silla con las
piernas completamente abiertas, cada parte de mi cuerpo
expuesta.


Cabot se limpió la sangre de la comisura de los labios,
meneó la cabeza y se echó a reír.
¿Se estaba riendo?
Se apartó mirando mi cuerpo desnudo.
—A pesar del hecho de que te ves horrible en este

momento, voy a hacerte todo lo que te quiero hacer —me dio
su sonrisa diabólica—. A menos que te decidas a responder
cada pregunta que tengo.
—¡Come mierda y muérete Cabot!
—Interesante elección de palabras —se alejó de mí con sus

mocasines Gucci haciendo eco en el suelo de cemento—.
Podría tener que hacerte hacer eso —las llaves se sacudieron
cuando las sacó de su bolsillo—. Debería alimentarte con
mierda. Moose y Duke tienen que salir de vez en cuando, y
podríamos recoger su materia fecal.
Mi corazón se disparó y sentí una inyección de adrenalina.

Me derrumbé por completo contra de la silla de madera, tan
fuerte que creo que magullé la piel también.
Todo lo que sabía era que el dolor no había hecho más que
empezar. Cerré los ojos. Si los mantenía cerrados y no lo
miraba, tal vez no fuera real.
—Abre los ojos —dijo unos momentos mas tarde, su voz

sonaba casi dulce.
Me dolía la mandíbula de rechinar los dientes cuando abrí

los ojos. Las restricciones de cuero me sujetaban como manos
ásperas cuando me esforcé en su contra. Enhebré cada
insulto que se me ocurrió en todos los idiomas que podía


imaginar, y se los disparé a Cabot como si fueran flechas
envenenadas.
—¿Has terminado? —Sonrió mientras mi mirada lo seguía

hacia la bandeja que estaba en la mesa adosada a la silla—.
Creo que has olvidado el Árabe —La mirada que le dí estaba
tan envenenada como mis insultos. Volví la mirada hacia la
bandeja—. Un pequeño cliché, ¿no te parece? —las
herramientas de plata que destellaban sobre el paño blanco
se veían como elementos de tortura básicos. Pero había
algunas cosas de las que yo no estaba segura, una de ellas
era una botella con algún tipo de líquido negro. ¿Sería la
versión de Cabot del suero de la verdad? Una caja redonda de
sal estaba al lado de la botella. Echar sal en la herida,
apostaría por ello en cualquier momento.
—Vamos a empezar por tu nombre —La colonia de Cabot

me estaba enfermando de tan cerca que estaba—. Tu nombre
completo real.
—Muy bien —Cabot tomó un par de abrazaderas metálicas

pequeñas—. Estas siempre aportan un poco de diversión.
Tragué saliva. Pinzas de pezones. Pero éstas eran como

mandíbulas dentadas con dientes afilados. Acercó las pinzas
hacia mis pechos y abrió la mandíbula dirigiéndola a mis
pezones.
Casi me pongo a gritar.
Por un momento en todo lo que podía pensar era en las

pinzas en los pezones y el constante ardor, la sensación era
penetrante ya que clavaron sus dientes de metal en una de


las partes más sensibles de mi cuerpo. Un poco de sangre
manchaba mis areolas donde los dientes se habían enterrado.
Tomó otra pinza mientras me retorcía en contra de las

restricciones. Parecía estar totalmente centrado en su placer,
acercó la tercera abrazadera entre mis muslos. ¡Oh, no! Mi
cuerpo vibraba. ¡No, por favor! , seguía gritando en mi mente
pero no dije nada en voz alta. Me miró con esa odiosa sonrisa
y abrió las mandíbulas de la pinza sobre mi clítoris.
El grito que me desgarró fue algo que no pude contener.

Venía desde muy dentro de mi pecho, el dolor de mis costillas
rotas no era nada en comparación con el dolor que estaba
sintiendo ahora entre mis muslos.
Oh Dios, Oh Dios, Oh Dios.
—Ahora dime —dijo.
Yo no podría haber dicho ni una sola palabra ni aunque me

hubiera roto y quisiera hablar.
Eligió una de las herramientas de plata.
—Voy a disfrutar de esta parte mucho más de lo que

puedas imaginar.
¡Bloquea el dolor!, ¡Bloquea el dolor! Concéntrate en otra

cosa, concéntrate en la habitación, en cualquier otra cosa. La
habitación mal ventilada hizo brotar el sudor por toda mi
pegajosa piel.
Las gotas de sudor rodaron por un lado de mi cara. Mi

agitación y el dolor hicieron que fuera difícil concentrarse,
pero me las arreglé para hacerlo y tratar de ver qué era eso
que había tomado. Una herramienta con una cuchilla diseñada
para tallar en madera o… en carne.


—Por supuesto que necesitas ser marcada, para mostrar
quién fue tu primer propietario —puso la herramienta cerca
de mi vientre, y sentí como si mi ombligo tocase la parte
trasera del asiento por la manera en que traté de apartarme
de él—. A menos que decidas jugar a "Decir la verdad”.
Podía fácilmente visualizar a Cabot disfrutando de ver a

otras personas infligir dolor a sus víctimas, pero hacerlo él
mismo… era más sádico de lo que me había imaginado. Mi
mandíbula se iba a romper si seguía apretando con tanta
fuerza.
—Una vez más —tocó ligeramente con ese instrumento el

piercing de diamante que tenía en el ombligo— ¿Cual es tu
nombre real?
No iba a poner en peligro a mi familia al dar mi nombre

real. Mi mente se trasladó al tiempo en que estuve en
Operaciones Especiales y a la formación intensiva que tuve en
RED sobre cómo sobrevivir a técnicas de tortura. El dolor era
una manera de controlarme. No permitiría que él me
controlara. Alejar el dolor. Meditar.
¡Mierda, enfócate! Repetía como un mantra.
Mi mente se lanzó por ahí, como una pequeña pelota de

ping pong desde una pared a otra. Pensando en momentos
divertidos. Sentada en el porche de atrás, viendo a los Red
Socks, y gritando junto con mis vecinos que también estaban
en sus porches viendo el partido. ¿Cuándo fue? En algún
momento de abril. La temporada se acaba de terminar.
¿Cómo les habría ido?
O mi familia, la última vez que habíamos conseguido estar

todos juntos…


Casi grito del dolor, cuando me arrancó de mi "lugar feliz."
No había nada que pudiera hacer para evitar que mi cuerpo
temblara mientras clavaba la punta del cuchillo en mi carne, a
un lado de mi ombligo.
—Hmmm —inclinó la cabeza y me miró la barriga mientras

dibujaba una línea hacia abajo.
Mi tolerancia para el dolor estaba siendo bombardeada

mientras luchaba por encontrar ese lugar donde no podía
sentir lo que me estaba haciendo. La sangre aparecía a lo
largo del corte mientras dibujaba una línea de dos pulgadas,
bastante profunda en mi carne. Me esforcé en contra de las
restricciones de cuero. Traté de concentrarme en otra cosa
que no fuera el dolor del corte, y la pinza sobre mi clítoris y
las de mis pezones, pero todo en mi cuerpo no era más que
dolor.
¿Existe algo además de este dolor? ¿Familia, amigos, mi

trabajo, Baseball, Donovan?
—¿Debo continuar? —dijo mirando hacia arriba—. Vamos

dime el nombre de la agencia para la que trabajas.
¿Cómo de lejos pensaba llevar esto?
Nunca se detendría.
Todo lo que podía hacer era resistir.
Cabot volvió a mirar la pequeña cantidad de sangre en mi

vientre, luego cortó mi carne de nuevo. La sangre también
llenaba mi boca, ya que me estaba mordiendo el interior de la
mejilla para no gritar. En realidad, Steele, ¿qué importa un
poco mas de dolor? No podía hacer otra cosa que mirarlo.
Esta vez hizo dos curvas en contra de la línea.


“Para Benjamin”
Cabot fue tallando sus iniciales en mi carne.
Estaba poniendo su marca sobre mí.


CAPÍTULO 29
Nick
21 de Abril
Domingo por la tarde.
—Sé que tienes lo que necesito —Nick empujó al rollizo

informante contra la pared en el callejón. Takamoto y Jensen
estaban de pie a pocos metros de Nick—. En la calle dicen que
has estado difundiendo historias —añadió Nick.
La cabeza de Dickey golpeó el ladrillo tosco de la pared del

bar en la calle Hanover en Charleston. El contenido de la
bolsa de papel que sostenía hizo ruido al chocar contra la
pared.
—Es mejor que me des la información antes de que te

golpee —El contacto del cráneo de Dickey contra el ladrillo no
pareció perturbar al idiota. Probablemente estaba demasiado
borracho.
—Efectivo. Quiero verlo —el informante olía a whisky que

iba bien con el hedor a vómito, orina y a la basura en el
callejón. Su voz chirrió, pero sonaba determinado.
—Tendrás tu dinero —Nick puso una mano en el cuello

áspero y con barba del gran hombre, y comenzó a apretar.
Dickey soltó una bocanada de aire—. Si me das la información
te dejo vivir.
Dickey lo fulminó con la mirada. No hablaría ni una mierda.


Nick dejó escapar un gruñido y envolvió ambas manos
alrededor del cuello de Dickey y le golpeó la cabeza contra el
ladrillo. El pelo fibroso de Dickey oscilaba entre sus ojos azul
claro.
—Jódete —dijo Dickey con voz estrangulada.
Dejó caer la bolsa de papel que tenía en las manos y se

agarró de las muñecas de Nick. La bolsa cayó con estrépito y
sonido de cristales rotos.
—Tranquilo, suéltame. Te diré lo que he oído.
Nick retrocedió, pero sólo un poco. Dickey podría ser un

perdedor imbécil, pero era un hombre grande y rápido. Nick
podría cargárselo, pero no con Takamoto y Jensen a sus
espaldas.
—Me has cagado —Dickey fijó su furiosa mirada en la bolsa

ahora empapada con lo que olía como whisky barato y en la
mancha de humedad en la pierna de su pantalón—. Vas a
pagar por esto también.
—Dickey, no tengo ni puta paciencia para esto —Nick puso

sus manos en puño y se dispuso a utilizar al idiota como saco
de boxeo.
Dickey metió los pulgares en las presillas del cinturón como

si estuviera tratando de averiguar qué hacer con sus manos,
ahora que ya no tenía la bolsa.
—Lo he oído de otro tío —Fantástico, información de

segunda mano—. Más abajo, en Hanover —continuó Dickey—.
Cerca de ese lugar ostentoso.
Nick se quedó inmóvil. La sensación de que estaba a punto

de conseguir una pista decente corría por su espalda.


—¿La Corona de Oro?
—Sí —Dickey giró como si se estuviese preparando para

salir corriendo.
Nick agarró el cuello de la camisa de franela del informante

y lo apretó contra la pared otra vez.
—Hemos tenido ese club bajo vigilancia por delante y por

atrás durante un tiempo y no hemos visto una maldita cosa.
—Eso es porque no habéis estado dentro de ese lugar de al

lado —El alcohol en el aliento de Dickey era suficiente para
intoxicar a Nick, así que se apartó del bastardo. Nick le echó
una mirada escéptica.
—¿Y tú si has estado allí?
—No —Dickey metió las manos en los bolsillos de sus

pantalones manchados. Nick y su equipo ya habían revisado a
Dickey para buscar armas de modo que sabía que estaba
limpio—. Pero Jack se compró un rollito de la tienda y estaba
tomando un trago junto al contenedor de basura del callejón
que está cerca de ese lugar “Corona”, al lado de ese agujero
de mierda.
—Sigue hablando —Nick apretó los dientes—. Mi paciencia

está a punto de estallar, Dickey, es mejor que la información
sea buena.
—Jack no es ningún retardado —Dickey miró por el callejón

hacia la calle Hanover antes de mirar a Nick—. Jack dijo que
esto tipos parecían como si pudieran darle una paliza a
alguien. Estaban hablando algo acerca de un dulce.
¿Dulce? Pero Nick todavía tenía esa sensación quemándolo

otra vez.


—Escúpelo todo.
Dickey se quitó el pelo de su rubicundo rostro.
—Jack dijo que estos tíos estaban hablando de una mujer,

algo sobre mercancía y muchachas como si fueran la misma
cosa.
Nick seguía con la extraña sensación, como si estar cerca

de Dickey fuera venenoso. Dio un paso atrás.
—¿Estas seguro?
Dickey se tocó la cabeza con un largo dedo y sonrió,

mostrando sus dientes amarillentos.
—Tengo memoria fotográfica. Yo sé lo que dijo Jack que

recordaba. Y el propio Jack no es ningún tonto.
—Ese es el motivo por el que Dickey es tan buen

informante —dijo Takamoto acercándose a Nick—. Esa
“perfecta memoria”.
Dickey sonrió.
—Tengo buen oído también y nadie me presta atención.
—Si, los borrachos no son siempre tan fiables como tú

Dickey —dijo Takamoto.
—La próxima vez no jodas conmigo —Nick dijo con un tono

mortal en su voz—. O sueltas lo que sabes de inmediato o te
lo haré soltar.
—Mierda —Dickey miró a Takamoto—. ¿De donde habéis

sacado a este tipo?


—Tendrás tu efectivo —dijo Nick—. Aquí mismo, mañana
por la tarde a esta misma hora, lo tendrás. Un agente estará
esperando.
Dickey miró la bolsa ahora empapada con pedazos

irregulares de vidrio asomando a través del papel mojado que
se caía a pedazos.
—No olvides el dinero para la bebida.
Nick miró por última vez a Dickey.
—Si la información resulta ser lo que necesitamos, me

aseguraré de que recibas un bono.
Dickey sonrió, pero Nick le dio la espalda al informante.
No había tiempo para más de esta mierda. Nick tenía que

armar un equipo de ataque y tenía que hacerlo ahora.
Nick
21 de Abril
Domingo por la noche.
Nick y los seis miembros restantes de equipo RED se

colocaron al frente y en la parte trasera del lugar cerca de la
“Corona de Oro” en la calle Primera. Con su equipo de asalto
color negro y sus extrañas habilidades para permanecer
prácticamente invisibles, el equipo de RED no tenía ningún
problema para pasar desapercibidos, a pesar de la gran
cantidad de agentes.


Incluso después de haber sido un SEAL, Nick se quedó
impresionado con los agentes de RED que estaban
capacitados igual de bien, eficientes y peligrosos, pero en
grandes cantidades. RED tenía más de una ventaja al llevar a
cabo una incursión, más que cualquier otra fuerza que Nick
conociera.
Antes de que Kristin fuera secuestrada, Nick no sabía de la

existencia de RED. Debido a su experiencia en Operaciones
Especiales, Karen Oxford había intentado reclutarlo, pero
nunca le había dado el nombre de la organización para la que
trabajaba, por lo que se negó a tener nada que ver con ella.
Ella le había dicho que con sus talentos únicos, sería una
excelente adición a la división. Sus fuentes le habían
informado de que algún tipo de organización secreta, similar a
RED, operaba bajo tierra, pero era algo que nadie había sido
capaz de demostrar. Y una vez contratados, los agentes no
revelaban a la organización.
Cuando Nick comenzó a buscar a su hermana, recordó a

Oxford. Ella le había dicho que tenía sede en Boston. Había
tomado la tarjeta blanca y lisa, con el nombre de Karen
Oxford y un número de teléfono en una escritura simple y
negra y llamó. Poco tiempo después estaba dentro.
Para Nick, lo más importante, era que RED tenía los medios
para localizar a Kristin más rápido que si hubiera seguido
operando por su cuenta.
Y ahora, esos recursos estaban a punto de ser puestos en

marcha para recuperar a Lexi.
El corazón de Nick latía tan fuerte que lo sentía como si

estuviese golpeando su chaleco Kevlar. La electricidad corrió
de arriba hacia abajo por sus brazos. Se estaba presionando


tan malditamente para que eso sucediera y encontrase a Lexi.
Las sirenas resonaban a través de la noche en alguna parte
distante de Boston. Los sonidos más cercanos del tráfico eran
ligeramente amortiguados por el ruido y la música que venía
de la Corona. Desde su escondite en la puerta de una tienda
cercana cerrada, a Nick le llegó el olor de alcohol junto con el
humo de los clientes que habían salido por un cigarrillo.
La multitud era un poco menor en un domingo de lo que

sería un viernes o un sábado, pero el club seguía haciendo un
muy buen negocio.
Nick habló por su comunicador y todos los equipos se

reportaron, el equipo amarillo estaba en su lugar, cubriendo
la puerta de atrás y el equipo verde tenía el frente. Los
francotiradores estaban colocados en los tejados de los
edificios cercanos.
El equipo azul aseguraría el piso de arriba. Los equipos

naranja y rojo se dirigirían directamente hacia el nivel
inferior. Nick y su equipo privado buscarían a Lexi. Tenía la
sensación de que estaba allí, pero su instinto le decía que no
iba a ser fácil de localizar.
—A mi cuenta —La adrenalina de Nick se disparó—. ¡Tres…

dos… uno! ¡Vamos, vamos, vamos!
—¡Policía! —gritó el líder del equipo azul, y cargaron contra

el edificio. Algunos hombres que estaban sentados en la sala
del lugar, corrieron hacia la puerta de atrás sólo para ser
detenidos por el equipo amarillo. En instantes los agentes
tuvieron a los hombres de cara hacia la pared desarmados y
esposados.


El equipo azul, que tenía el mayor número de agentes,
comenzó a buscar y esposar a cada persona. Mientras que el
equipo azul estaba haciendo lo suyo, los equipos rojo y
naranja, además de la unidad especial de Nick, avanzaban
con Nick a la cabeza.
Vio a un hombre armado que fue lo suficientemente

inteligente como para tener las manos apoyadas contra la
pared mientras un agente lo desarmaba y después lo
esposaba. Por el lugar donde estaba, había una posibilidad
muy buena de que hubiera estado vigilando la entrada al
lugar donde Lexi y las otras mujeres estaban escondidas. Nick
hizo señas a sus equipos para seguir. Por la forma de operar
de Cabot, seguro no esperaba que su suerte pudiese caer a
un nivel tan bajo.
Habían pasado tres minutos desde el momento en que RED

había irrumpido por las puertas delanteras y traseras, hasta
que los equipos de Nick encontraran la puerta de color negro
junto al guardia. Nick definitivamente apostaría que la puerta
conducía al siguiente nivel de la operación. Se escucharon
disparos. Sonaban como AK-47. Los agentes de RED
devolvieron el fuego.
Detrás de ellos continuaba la locura, pero Nick dejó que se

desvaneciera el ruido de fondo. Cuando él y Takamoto se
agacharon a ambos lados de la puerta pintada de negro, los
gritos se podían oír también a través de ella. Débiles,
probablemente desde el nivel inferior.
Cinco minutos. Había que encontrar a Lexi.
Nick asintió con la cabeza a los agentes blindados que

sujetaban el ariete y dio la señal:


—¡Adelante!
La pesada puerta de madera resistió el primer choque, pero

el ariete hizo un agujero de buen tamaño. Los agentes
apisonaron la puerta nuevamente, incluso con disparos
provenientes desde el otro lado de la puerta salpicando la
madera.
La puerta cedió y se estrelló contra la pared. Uno de los

agentes con el ariete cayó, la sangre salía a borbotones de su
garganta, donde la bala le había perforado por debajo de su
escudo y por encima de su chaleco Kevlar.
¡Mierda! Uno de los otros agentes sacó al hombre herido a

un lado. Nick, se agachó y echó un rápido vistazo al interior.
Era una habitación pintada de negro iluminada por una
lámpara fluorescente grande. En el lado opuesto de la sala,
un pasillo se dirigía hacia la izquierda y a unas escaleras que
bajaban.
Dos mesas y una pila de cajas estaban alrededor de la

habitación. Un rápido recuento… parecía ser que seis hijos de
puta estaban disparando a la puerta desde detrás de su
cubierta.
Nick levantó seis dedos a Takamoto, que asintió y

transmitió el dato a los equipos.
Los agentes estaban a los lados de la puerta con Nick y

Takamoto, que estaba agachado. Nick hizo una señal con la
mano a Takamoto levantando sus dedos. Uno, dos, tres.
Al mismo tiempo, manteniéndose abajo, Nick y Takamoto

rodearon la puerta lo suficiente como para descargar unas
cuantas balas. Nick le dio a uno de sus objetivos en el centro


de la frente, matándolo. El otro objetivo se lanzó y gritó
cuando la bala de Nick le golpeó en el hombro.
El marco de la puerta se rompía y desarmaba a medida que

los hombres en la sala devolvían los disparos. El sonido de los
disparos fue seguido por gritos de dolor o pesados ruidos
sordos.
Un par de agentes cayeron para el momento en que los

seis hombres dentro de la habitación habían sido eliminados.
No tomaron ningún maldito prisionero.
Diez minutos.
—Despejado —gritó un agente después de que él y otros

tres examinaron la habitación, verificando atrás y debajo de
los escritorios y de una pila de cajas.
Sin duda, todas las escaleras se dirigían directamente a

las chicas y a los idiotas de abajo. Nick hizo un gesto para
que los equipos rojo y naranja tomaran las escaleras.
Nick vaciló sólo una fracción de segundo antes de correr en

dirección del pasillo pintado de negro que se encendió
también con luces fluorescentes.
Ese camino largo y oscuro podría llevar a Lexi.


CAPÍTULO 30
Él va a morir
1 de abril
Domingo por la noche, al diablo
Mi corazón martillaba. Estaba tallando sus iniciales en mí.

Tendría las iniciales de Benjamin Cabot en mi cuerpo. Oh,
Dios.
La sangre manchaba la B. Tomó un paño blanco de la

bandeja, secó la sangre de su obra, y asintió con la cabeza
como si lo apreciara.
—Sigamos adelante —Cabot dejó el paño ahora manchado

de rojo a un lado—. Puede ser que me digas para quién
trabajas.
—Y puede ser que también me mates si eso es lo que

tienes en mente —Tuve que forzar un aliento porque era muy
difícil hablar con las costillas aún sanando, esas abrazaderas y
el dolor punzante en los cortes frescos—. No hay nada que
puedas hacer que me lleve a dar cualquier tipo de
información.
—¿Matarte? Tengo demasiados planes como para hacer eso

—me dio una especie de sonrisa casual—. Si cooperas, me
detendré. Permitiré que tus brazos y tus costillas sanen
completamente, junto con cualquier otra herida, antes de
ponerte en un bloque de subasta privada —Ardía mientras
pasaba su dedo por la B que había cortado en mi piel—. Un


hombre te poseerá y utilizará de cualquier manera que él
quiera.
Los cuervos estaban de vuelta, picoteando en mi carne esta

vez. Ser esclava sexual de alguien… inimaginable. Nunca
dejaría que sucediera. Levanté la vista hacia el negro techo y
su única bombilla fluorescente, apreté los dientes para no
decir una palabra.
—Mírame —Cabot pinchó la punta de la herramienta de

tallado en la carne en el otro lado de mi ombligo. Volvió a
trabajar sin un destello de ira o cualquier otra emoción en su
rostro. Excepto, tal vez, ¿placer?
Un fuego lamió mi vientre mientras tallada.
C.
Cuando terminó, ni siquiera se detuvo para preguntarme

otra vez. En su lugar, se estiró para alcanzar la sal.
¡No!
Cabot sirvió una buena cantidad de sal en su mano antes

de colocar el frasco a un lado. De nuevo me sonrió antes de
echar sal en las iniciales que había tallado en mi vientre.
Si había pensado que antes mi vientre estaba en llamas, no

era nada comparado a como se sentía ahora.
Una vez más no se detuvo para preguntarme nada. En vez

de eso, tomó una botella de líquido negro, metió una jeringa
a través de una pequeña abertura, y la llenó.
El dolor en mi pecho aumentó mientras mi respiración se

hacía tan fuerte y rápida que estaba cerca de hiperventilar.
Tal vez me desmayara.


Cabot llevó la jeringa a mi vientre y capté el olor de la tinta
antes de que empezara a inyectar el líquido a lo largo de las
líneas de los cortes.
Tinta.
—Esto es muy permanente —dijo después de que

terminara de llenar un solo corte—. Una tinta especialmente
diseñada que ni siquiera la cirugía láser pueda eliminar,
especialmente de cortes tan profundos.
—No —No pude contener las palabras y me odié por

rogar—. No lo hagas.
Hizo una pausa mientras terminaba la línea recta de la B,

con una sonrisa de gozo en su rostro. ¡Cómo quería aplastar
su cráneo!
—¿Eso significa que ya estás lista para contármelo todo?
Mis oídos se sentían apagados y apenas podía oír. Mi

cuerpo entero estaba entumecido. Parecía como si mi cabeza
no fuera mía mientras la sacudía.
—Nunca —le susurré.
Una expresión endurecida, entonces puso esa sonrisa de

nuevo.
—Ahora que sé lo mucho que esto te molesta, tal vez te

cubriré con mis iniciales en cada lugar imaginable.
Había cometido uno de los peores errores de mi vida.

Infringido una regla cardinal. Hacerle saber un castigo que me
haría daño psicológico, tanto como físico. No podía ni siquiera
pensar en ser vendida. Sólo podía pensar en una cosa a la


vez, y ahora era el pensamiento de ser tatuada con las
iniciales de Benjamin Cabot.
Me dejé caer mientras terminaba de llenar la B y la C con el

tinte. Las iniciales estaban claras y negras sobre mi piel
blanca, a cada lado de mi piercing.
—Me has dado una idea excelente —Colocó a un lado la

jeringa y enjugó lo que había goteado de tinta por mi vientre
con la tela ensangrentada—. Voy a hacer una marca de
ganado con mis iniciales, para poder cuidar bien de ti. No eres
nada más que un bien mueble ahora, por lo que una marca de
ganado será perfecta.
La imagen y las sensaciones eran demasiado

increíblemente vívidas… una marca de hierro candente y
ardiendo, quemando mi carne por todas partes, marcándome
con sus iniciales. Cabot recogió un paquete con una gasa
esterilizada y se limpió los dedos. Abrió otro paquete y limpió
a través de las iniciales antes de colocar una gasa grande
sobre ellas y terminó con cinta alrededor de mi cintura,
espalda y la gasa varias veces, hasta que la enrolló casi tanto
como mis costillas.
—No puedo dejar que las escarbes —Acarició los cortes. Yo

estaba más allá de inmutarme por el dolor—. Tanto como
quiero recopilar información de ti —dijo—, este ha sido un
proverbial ejercicio de futilidad. Al menos por hoy.
Cabot retiró las grapas de mi clítoris y pezones, y me dejé

caer en el alivio a pesar de que el dolor parecía peor. Tenía
esos lugares adormecidos, y ahora la sangre corría de nuevo
por ellos.


Esterilizó todas las herramientas con alcohol y el olor
antiséptico me inundó. Cuando hubo terminado la limpieza de
lo que había usado, llevó la bandeja al gabinete y puso todo
dentro. Cerró el armario de nuevo.
Regresó a mí. Sacó una Sig Sauer de su bolsillo y la

sostuvo apuntándome mientras alcanzaba la hebilla de la
correa sobre mi yeso.
—Si haces cualquier movimiento y voy a terminar esto con

una bala en tu cerebro —mantuvo sus ojos en mí mientras me
desataba los pies y los brazos. Hice a propósito mis
movimientos lentos y torpes, como si me fuera difícil ponerme
de pie. Mi ira lo hizo fácil. Cabot echó un vistazo al tanque de
agua—. Creo que un poco de electroterapia puede ser buena
para ti.
Bien. Empecemos con eso. He pasado por cosas peores.
Sólo no más iniciales. Por favor, no.
La idea de lo que Cabot me había hecho, y lo que dijo que

había planeado, mandó la adrenalina a correr de nuevo por
mis miembros, y la mayor parte del dolor y el agotamiento se
escabulleron. Y entonces lo vi por el rabillo del ojo.
Sobresaliendo de un lado de la silla de tortura. Un clavo de
dos pulgadas. Alguien probablemente lo dejó allí para usar en
sus esclavas o "víctimas". No estaría bien dejar que Cabot
viera el fuego y la furia en mis ojos o mi cara. Para una mujer
con el asesinato grabado en su mente, mantuve mi expresión
lo más tranquila posible. Me moví solo lo suficiente a la
derecha pues sabía que no sería capaz de ver el clavo que
estaba a poca distancia para agarrarlo. El demonio frunció el
ceño.


—Hay sólo dos opciones para el tipo de perra que eres. Se
te pueden enseñar tantas lecciones como sean necesarias
hasta quebrarte —la Sig todavía apuntaba directamente hacia
mí—. O puedo sacarte de tu miseria.
Eso es original, fue lo primero que pasó por mi cabeza,

pero me las arreglé para mantener los dientes apretados y
evitar decirlo en voz alta. Bien por mí.
Inclinó la cabeza y examinó el arma.
Al mismo tiempo, busqué a mis espaldas y recé por que no

me viera agarrar el clavo. Hizo un sonido chirriante pequeño
mientras lo tironeaba, pero Cabot pareció no escuchar. El
clavo se sentía pequeño en mi puño, pero con la fuerza de mi
ira podría haber sido incluso una aguja y aún así le haría
daño. Oh, y yo iba a dañarlo.
—¿Qué debo hacer, Alexi? —Su voz era baja, suave y

grave—. ¿Sería doloroso ver morir a una chica porque te
niegas a hablar? Alyona por ejemplo. Con todo
lo que me has costado, ¿importa la vida de una chica? ¿Debo
matar Alyona mientras miras?
Mi corazón latía y latía. No. Noooo.
Estaba a dos pies de distancia. La pistola sujeta en uno de

sus puños.
—Es importante para mí descubrir para quién trabajas y

cuánto saben. La vida de una chica no es nada comparado
con esa información.
Por favor, no lo hagas.
—Tu cooperación en todo lo que te pregunte —El cañón de

la Sig estaba ahora a pocos centímetros de mi pecho—. Todo


lo que sabes acerca de la organización para la que trabajas.
Cuánto saben de mi operación. Todo.
Lo miré directamente enfrentando sus ojos, mi voz

nivelada.
—Que. Te. Jodan.
Alcé mi brazo con el duro enyesado como roca y golpeé la

Sig de su mano. Hizo un ruido metálico al aterrizar en el suelo
de cemento y fue deslizándose a través de la habitación.
Pistola. Historia.
El movimiento de mi yeso sólido golpeando su mano hizo

que girara. Fallé a su ingle, pero di con el clavo en sus
entrañas. Maldita sea. ¿Por qué no puedo lograr darle al hijo
de puta en las bolas? Cabot aulló. La furia y el dolor rugían en
sus ojos mientras dirigía su puño a mi cara.
Pura adrenalina se apoderó de mí mientras me caía de

rodillas.
Su puño rozó mi cabello.
Errarme le hizo perder el equilibrio.
Fui a sus piernas con mi brazo libre.
Mi altura mucho menor me obligó a empujar hacia arriba

mientras conducía mi hombro a su cadera.
Su rodilla se dobló contra mi mano mientras golpeaba el

puño en la parte de atrás de su rodilla opuesta.
En un momento Cabot estaba de pie. Al siguiente había

aterrizado, duro, con su espalda en el suelo. Su cabeza


golpeó contra el hormigón lo suficientemente fuerte como
para que yo lo escuchara.
Su grito resonó en la habitación.
Me di la vuelta lejos de él y me puse de pie en un instante.
Él comenzó a levantarse.
Mi equilibrio era sólido mientras preparaba un pie. Le

apunté el otro hacia su cara.
Cabot cogió mi pie con las manos.
Lo sacudió.
Mis costillas en curación no se sentían como si estuvieran

curando cuando el dolor atravesó mi pecho al caer sobre mi
espalda. No había tiempo para pequeñas cosas como
recuperar el aliento. O para el dolor.
Cabot se dejó caer, conduciendo su rodilla hacia mi vientre.
Oh mierda. Me di la vuelta a la derecha.
Su rodilla falló, pero su peso me golpeó mientras aterrizaba

de espaldas. Grité mientras me inmovilizaba contra el
hormigón sosteniendo mi vientre y mi yeso.
No hay dolor. No hay dolor. No hay dolor.
Domina el dolor.
Uh—huh.
Enganché mi pierna hacia atrás, meciéndolo.
No tuvo la oportunidad de conseguir un buen agarre sobre

mí. Mi rodilla opuesta se unió con mi codo cuando lo elevé. Le
sacudí ambas rodillas. Mantuve mis rodillas y codos


apretados. Con mi mano buena me agarré a una de sus
muñecas. Mi yeso hizo un apalancamiento razonable mientras
empujaba hacia arriba.
Lo volteé sobre su espalda.
—Puta —dijo mientras ambos rodábamos hasta ponernos

de pie frente a frente uno del otro—. Esto va a terminar.
—Puedes apostar a que sí —Le eché mi mejor sonrisa

burlona y puse una buena dosis de mofa en la voz—. Y vas a
estar en el equipo perdedor, polla floja —Si el fuego pudiera
surgir del pelo de alguien, juro que lo hizo desde el suyo—.
Paso de follar contigo —Me reí—. Tu polla se marchitaría si lo
intentaras.
Nunca había visto una sombra tan interesante de rojo como

la del color en que se volvió su rostro.
—Estás muerta.
—¿Dónde está tu ayuda? —Me balanceé sobre las puntas

de los pies sopesando mis opciones. La sangre se había
extendido en un gran círculo en sus pantalones de color beige
y su camisa blanca de Armani, donde yo lo había clavado,
literalmente—. Si recuerdas, tienes que tener a dos hombres
sosteniéndome mientras me golpeas. O me disparas. No
puedes hacerlo solo, perdedor, ¿no es así?
En vez de ir a por mí, se arrojó hacia donde el arma se

había deslizado.
—Maldito cobarde —Salí disparada hacia él—. ¿Una mujer

herida de 1.60 con un yeso es demasiado para ti?
Me dejé caer sobre sus espaldas en mi versión de una

mujer pequeña derribando a un hombre de casi uno noventa,


justo cuando casi tocaba la pistola. Cayó sobre su pecho con
un ruido sordo y un grito. Los dedos de Cabot golpearon la
Sig con tanta fuerza que el arma se movió unos centímetros
de sus dedos.
Antes de que pudiera moverse, golpeé con mi yeso la parte

posterior de su cabeza y con mi otra mano su mandíbula. La
satisfacción del contacto de mis nudillos contra su piel y
hueso sólo podía durar un poco.
Maldita sea. Ese golpe con el yeso debería haberlo

noqueado.
Cabot trató de empujarme mientras iba por la SIG.
Le hice una mejor. Jugué a saltar de su espalda y me

impulsé hacia la pistola.
Mis manos golpearon la pistola demasiado duro. La Sig

patinó directamente bajo el borde de la plataforma de la cruz
de San Andrés.
—¡Cabot! —gritó Danny desde la puerta mientras rodaba

lejos de Cabot—. Es una redada. Tienes que salir de aquí.
¡Una redada! ¡RED estaba aquí! Tenía que ser eso.
Cabot se tomó un momento para mirarme. Un antiguo

trofeo que ahora quería destruir.
Antes de que él tomara una decisión sobre lo que iba a

hacer, me lancé a buscar refugio. El dolor se disparó desde el
hombro que se había dislocado cuando aterricé detrás de un
banco metálico para azotes, con un gabinete con cajones
debajo.


Podría protegerme de las balas. No había manera de
agarrarme rápido y fácil. Y tuve la clara impresión de que
estaban apurados. Mi yeso se deslizó un
poco mientras maniobraba lo suficiente para ver por encima
de la esquina del banco.
—¡Vamos! —Danny le gritó a Cabot—. La perra no es tan

importante —por un breve instante, la mirada de Cabot se
encontró con la mía. Tenía la cara magullada y
ensangrentada. La mancha en su vientre estaba creciendo.
—Habrá una próxima vez. Y volaré tus malditos sesos por

todo Boston.
—Que lenguaje, Cabot —Sonreí, sólo para molestarlo. Tal

vez detenerlo para que los buenos pudieran llegar a nosotros
a tiempo—. Y cuida tus clichés. Estás lleno de ellos.
Danny lo cogió de los brazos y tiró de Cabot mientras se

dirigía hacia mí.
Cabot dejó que Danny lo sacara deprisa por la puerta.
Que me aspen si iba a dejarlo escapar. La pistola estaba al

alcance. Me esforcé hacia la Sig bajo la cruz de San Andrés.
Mi agarre era firme cuando la cogí en la mano izquierda.
Me puse de pie y salí corriendo de la habitación. La puerta

se cerró detrás de ellos. Un clic distintivo resonó en la
habitación.
—De ninguna manera —Llegué a la puerta y tiré de la

manija. Unas quince veces—. ¡Oh, no puede ser! —Grité a
todo el desafortunadamente inanimado equipo de la
mazmorra. Apunté la Sig a la cerradura. Dos tiros y era


historia—. Vuelve, Benjamin Cabot, cobarde, baboso, —grité
mientras salía.
Y tropecé con un grupo de hombres vestidos de negro.

Todos llevaban armas de fuego muy ilegales. Y usaban
pasamontañas. Y no utilizaban el equipo estándar de redadas
de RED.
Uh… ¿mierda?
Un hombre se abrió paso a través del grupo. Antes de que

supiera lo que había pasado, sus grandes brazos me
envolvieron y me abrazó lo bastante fuerte como para
romperme las costillas de nuevo.
No había necesidad de ver su cara para saber en los brazos

de quién estaba. Solo su olor me dijo que era Donovan. Nada
olía tan maravilloso. Jamás.
Aflojó su control sobre mí lo suficiente como para empujar

hacia arriba el casco y para que yo mirara sus rasgos
intensos.
—Maldita sea, Lexi —dijo, justo antes de besarme.
A fin de cuentas, un héroe es un hombre que discutiría con

los dioses, y despertaría a los demonios para que rebatiesen
su visión.
Norman Mailer (1923—2007)


CAPÍTULO 31
Un caballero con armadura negra
21 de abril
Domingo. En serio, a quien le importa una mierda cuando...
¿Dónde aprendió el hombre a besar? me gustaría saberlo.

Daría a quienquiera que fuese un trofeo. ¿Derretir? ¿Yo
derritiéndome? Su sabor, su olor, la sensación de sus brazos
a mi alrededor y su boca moviéndose sobre la mía otra vez…
Lexi Steele nunca se había sentido tan segura, tan cuidada.

Solo con ese beso, una sensación de fuerza, de curación,
fluyó a través de mi cuerpo e hizo que la pesadilla en manos
de Cabot fuera un breve manchón poco definido. Aunque sólo
fuera por ese pequeño momento.
Mi yeso estaba presionado entre nuestros cuerpos, pero sí

envolví mi brazo sano alrededor su cintura. Tan fuerte y
resistente. Algo bueno después de todo, estando tan
mal. Cuando por fin levantó la cabeza, me pregunté si alguna
vez recuperaría el aliento.
—Puedes venir en mi ayuda cuando quieras—. Al menos mi

boca aún funcionaba.
Apartó el pelo ralo de mi mejilla, que probablemente tenía

manchas de sangre seca en él.
—Por la Sig en la mano y el grito de batalla, apuesto a que

casi hiciste un buen trabajo clavándolo por ti misma.


—¡Oh! —Hablando de clavar. Levanté la cabeza y empecé a
alejarme de Donovan—. Tenemos que… —Todos esos
hombres grandes con las grandes armas habían
desaparecido.
Los chicos debían ser los "especiales-especiales"

especialistas en recuperación de Donovan. De lo que
brevemente había alcanzado a ver de ellos, se veían
especiales, muy bien.
—Mis chicos ya están tras la pista de Cabot —Rozó sus

labios sobre los míos—. Ahora tenemos que salir de aquí.
Está bien. Podría hacer eso. Ya tenía bastante.
Eché un vistazo a la Sig, luego lo miré a los ojos.
—Cuando los chicos capturen a Cabot, aún quiero

arrancarle las bolas.
Donovan parecía tan sexy cuando la esquina de su boca se

torcía como si estuviera tratando de contener una sonrisa.
Amaba la forma en que hacía eso.
—Voy a darle a Cabot una ventaja de dos segundos, así

que tendrás un poco de deporte.
—Estoy muy bien con blancos móviles.
Sonreí. Él se encogió de hombros quitándose su chaqueta

de incursión y la puso sobre mis hombros. Casi caigo de
rodillas.
—Creo que es tiempo de ir a casa. Después de que

consigamos que te revisen en la enfermería de RED.
Si. Casa. Dónde me iba a restregar hasta que tuviera la piel

en carne viva.


Me guió a lo largo de uno de los pasillos largos y negros.
—¿Dejaste un rastro de migas de pan? —le pregunté.
—Probablemente debería haberlo hecho.
Pero sólo pasaron unos momentos antes de que saliésemos

del edificio, con Donovan con sus brazos alrededor de mis
hombros, como si me estuviera apoyando. O cuidando de mí.
Los gritos que se elevaban a nuestro alrededor casi me

atontaron.
—¡Steele está de vuelta!
—Sabía que iba a patearles el culo.
—Nunca lo he dudado.
Maldita sea. No me estaba ahogando por las

demostraciones sensibleras. Agente tras agente me dieron
una palmada en la espalda y algunos incluso se atrevieron a
abrazar a la inabrazable Lexi Steele. Bueno, entonces dejaría
que se salieran con la suya.
22 de abril
Lunes por la tarde
—Este sofá es el cielo —le dije a Donovan mientras mi

cuerpo se hundía en el cómodo cojín.
—¿Cómo te sientes? —Se sentó en la silla más cercana al

sofá.


—El brazo me pica como loco —Pero el yeso era fresco y
nuevo y blanco brillante—. Estoy tan jodidamente contenta de
estar en casa —le dije—. Permanecer durante la noche y
luego hoy el maldito día entero en la enfermería de RED ha
estado a punto de volverme loca —Hubiera sido mejor estar
en mi propia casa, pero tenía que admitir que tener a alguien
ocupándose de mí mientras me curaba estaba bien.
Especialmente cuando ese alguien era Donovan.
Él frunció el ceño.
—Deberías haberte quedado más tiempo. Una noche y un

día no es suficiente.
—Pero entonces me iba a perder todo el sexo explosivo —le

dije con la sonrisa más traviesa de la que fui capaz.
—Nada de sexo para ti hasta que estés mejor —Se inclinó

hacia delante, con los brazos en los muslos—. Y no trates de
rogar. No va a funcionar —Su expresión era sólo medio en
serio, pero yo sabía que su lado serio planeaba impedirme
que luchara contra él. ¿Ah, sí?
—Si Oxford no hubiera insistido en que me quedara en la

maldita enfermería, podríamos ya estar teniendo sexo como
monos salvajes —le dije. Juro que Donovan casi se echó a
reír.
—Sexo como monos salvajes, ¿eh?
—Pero, ¡oh, no! —le dije con una buena dosis de

sarcasmo—. Ella incluso me hizo interrogar hoy por el equipo
de chiflados. Al menos, el terapeuta era una chica con
pantalones en vez de algún monstruo que fuma puros con
barba. No es que vaya a hablar con el psicólogo de nuevo.
Voy a hacer mi "terapia" con mi Glock.


La boca de Donovan se levantaba en una esquina. ¡Casi
estaba consiguiendo una sonrisa de él!
—Todavía sigo con la parte de sexo de monos —dijo. El

gran zoquete había estado dando vueltas alrededor de la
enfermería para asegurarse de que no la dejara antes de ser
oficialmente autorizada. Cojeaba un poco de la herida de bala,
pero como la bala le había atravesado el tejido blando en el
muslo, no músculo o hueso, me dijo que había disminuido
hasta un dolor leve.
Georgina había venido a verme hoy, y había sido tan bueno

ver su lado mandón.
—Apuesto a que Zane armó un infierno cuando se enteró

de que había sido secuestrada y que nadie se lo había dicho
—moví el yeso sobre mi vientre—. Sí que parecía que se
estaba conteniendo cuando se detuvo a verme.
Donovan negó con la cabeza.
—Sí. Yo diría que estaba bastante molesto de que nadie se

lo hubiera notificado.
Podía imaginarme a Zane volviéndose loco.
—Apuesto a que la retórica “es parte del trabajo” no va

muy bien con él. O “estás en un departamento diferente” y
“se trataba de una operación altamente secreta.”
—Uh, sí —dijo Donovan—. Zane no fue un buen chico

cuando se trató de hablar con Oxford. Ella amenazó con
despedirlo de RED, y con echarlo por la puerta con una
patada en el culo, personalmente.
Resoplé.


—Ella podría hacerlo, también. Las dos cosas.
—Yo creo que sí.
—Pero ahora estoy de vuelta —De regreso del infierno a la

vida loca que amaba.
El suspiro que dejé salir fue puro alivio por estar fuera de
ese lugar donde Cabot me había hecho prisionera, y por no
estar siendo drogada cada día. Incliné la cabeza contra el sofá
y cerré los ojos.
Y fruncí el ceño. La tensión hizo que me dolieran las sienes.
—¿Qué pasa, Steele? —Abrí los ojos y miré a Donovan.
—Ese hijo de puta se ha escapado, eso es lo que pasa —

Nadie sabía dónde había ido Cabot, o cómo había escapado.
Donovan se frotó la mandíbula, viéndose a la vez molesto y
cansado.
—Pensamos que lo teníamos todo cubierto, pero el hijo de

puta consiguió pasar sobre uno de nosotros otra vez.
—La mejor parte —le dije—, es que Alyona y otras dos

chicas fueron rescatadas antes de la próxima subasta.
La seriedad en los ojos de Donovan me hipnotizó.
—La mejor parte fue encontrarte —No podía pensar en

nada que decir. Donovan no me dio la oportunidad, de todos
modos.
—Voy a comprobar la cena. Ya casi esta lista.
La expresión de Donovan y sus palabras se quedaron en mi

mente mientras escuchaba unos pocos ruidos que venían de
la cocina.


Cerré los ojos de nuevo, y las imágenes de más chicas
siendo subastadas comenzaron a rodar por mi mente, al igual
que lo había estado haciendo cada vez que estaba sola.
¿Qué tal si Cabot tenía otras chicas que ya había secuestrado,
manteniéndolas en diferentes áreas antes de la próxima
subasta?
Piensa en lo bueno Steele, no en lo malo. Por ahora.
Antes tienes que hacer frente a todos los demonios que

tienes. Los demonios que todavía atormentan tus sueños cada
noche. Olvídate de los demonios. Bebe de ese olor celestial
llegando desde la cocina.
Mmmm. Alimentos. Comida real. Preparada por el mejor

cocinero que haya conocido.
Y el mejor compañero de cama que jamás había tenido.
Mientras que Donovan se había quedado en mi habitación

de la enfermería había rozado sus labios con los míos. No
besos profundos, que inducen al coma… Mi brazo estaba
sanando bien debajo del nuevo y encantador yeso. Con tanto
castigo como mis costillas habían recibido, estaba sorprendida
de que no estuvieran mal, también. El doctor dijo que no
estaban perfectas pero aun así, estaban perfectamente bien.
Mi cara dolía por los golpes, gracias a los puños de Cabot,

pero no iba a quejarme. En cuanto al tatuaje con las iniciales
del diablo… conseguiría que se ocuparan de él tan pronto
como fuera posible. Incluso si el médico decía que no podría
quitarse con láser… ya se me ocurriría algo. Por ahora lo
guardaba escondido detrás de una venda de gasa enorme que
estaba detrás de suficiente cinta adhesiva a prueba de agua
como para dejarla mientras me duchaba.


No quería ver la marca de Cabot. No quería reconocerlo.
Tan pronto como mi piel curara donde me había cortado, me
encargaría de ello. De alguna manera. Ahora mismo los cortes
eran demasiado profundos y la tinta estaba inyectada muy
dentro. Las pequeñas cosas en mi vida parecían incluso más
importantes ahora, y las quería de vuelta. ¿Qué no daría por
ir a Foley con Marty y los otros chicos, y golpear algunas
bolas hasta fuera del parque? Y descansar en mi propio sofá,
bebiendo Guinness con Georgina y nombrando todos los
atributos de los agentes mas calientes de RED.
Parecía que casi todos los agentes contratados por RED

eran calientes. Apostaría que era un requisito. Pero, sobre
todo, mi mente viajó a las cosas más grandes, más
importantes. Estar con mi familia de nuevo. Mamá, papá, mi
hermana y mis hermanos.
Zane era el único en mi familia que sabía lo que había

sucedido, y seguiría siendo así. Eché un vistazo a mi yeso y
me pregunté cuánto tiempo debería esperar antes de ir a
verlos. Con Cabot todavía por ahí, no podía poner a mi familia
en peligro. Por la mirada enloquecida en los ojos de Cabot
cuando Danny lo sacó del cuarto, sabía que Cabot podría
tratar de encontrarme.
Donovan entró al salón de Kristin con una bandeja, respiré

profundo y no pude evitar una sonrisa. A pesar del número de
misiones en las que había estado, nunca había apreciado las
cosas buenas de la vida tanto como lo estaba haciendo
después de esta experiencia. Al igual que la comida real.
Dejó la bandeja sobre la mesa de café. Dos platos

abarrotados con carne asada, patatas al horno, maíz —sin la


mazorca— pan de maíz caliente, y un par de botellas de
Guinness. El suspiro que dejé salir fue uno de puro placer.
—Eres digno de tenerte cerca, Donovan —le dije mientras

instalaba la bandeja en una mesa de TV de madera delante de
mí, para que yo no tuviera que tratar de sostener el plato con
mi yeso mientras comía. Apostaría que fue a comprar la
bandeja antes de venir a casa desde la enfermería. Donovan
se sentó tal vez a un pie de distancia de mí en el sofá y
recogió su propio plato.
—¿Cómo fue el interrogatorio? —Preguntó mientras yo

estaba dejando el más increíble pedazo de pan de maíz
deshacerse en mi boca. Se atoró en mi garganta mientras
tragaba.
—¿Honestamente? —Estudié mi plato y pinché la patata al

horno con el tenedor—. Fue una de las cosas más difíciles que
he tenido que hacer.
—Lo siento —Su voz era grave, y me miró a los ojos—. No

debería habértelo preguntado ahora.
—Está bien —Agarré el tenedor apretado mientras sostenía

su mirada. Tenía los más hermosos ojos azules que hacían
dar saltos a mi estómago. El tipo de saltos buenos—. Tarde o
temprano tengo que hablar de ello —Gemí—. Y realmente
creen que voy a dejar salir todo ante ese psiquiatra que me
han asignado.
—Esa es una buena cosa, Steele —Sazonó su patata al

horno con pimienta de un molinillo de mano—. Vas a tener
que sacarlo todo.


—Supongo —le dije, él bajó el molinillo y me miró de
nuevo—. ¿Alguna vez has visto a un psiquiatra por todo lo
que has pasado?
Se encogió de hombros y se volvió a su plato.
—Sí.
—Vas a tener que contármelo alguna vez —le dije, pero él

se metió un gran trozo de carne asada en la boca.
Mi estómago gruñó. Bueno, yo iba a tener un poco de esa

carne asada antes de morir.
Puro cielo. Hice sonidos orgásmicos mientras comía.
—Eres increíble —Mi boca estaba trabajando el doble de

tiempo mientras lo miraba—. Eres tan buen cocinero como
eres en la cama —Esos ojos azules ni siquiera parpadearon
mientras me miraba.
—Sé que hay algunas cosas en las que esa boca sabihonda
tuya sobresale —Mi cuerpo se quedó en sobrecarga de
inmediato. El dolor entre mis muslos fue instantáneo—.
Come.
¿De donde vino el calor en mis mejillas cuando empecé

toda esta cosa? No lo sé. Ensarté otro pedazo de carne asada.
—Mi boca es realmente buena en eso.
—Uh, huh —Por el rabillo del ojo, estaba segura de que lo

vi casi sonreír de nuevo.
Todo era el paraíso. Incluso si no hubiera pasado tiempo en

cautiverio sólo bebiendo caldo, habría estado en un charco a
los pies de Donovan solo por esa cena.


El tenso silencio mientras comíamos tenía todo mi cuerpo
picando. Esas pulgadas entre nosotros bien podrían no haber
estado allí en absoluto. Con cada bocado que daba, podría
jurar que mi cuerpo lo rozaba. Que su mano estaba en mi
muslo. Moviéndose más arriba. Y más arriba.
Por desgracia, todo eran deseos fantasiosos porque

Donovan mantuvo las manos quietas.
Los cojines amenazaron con tragarme otra vez cuando me

hundí de nuevo después de llenarme.
—Oye, ¿dónde están todos los cojines? —le pregunté.

Había habido muchos esparcidos por toda la sala, en el sofá y
en las sillas, la última vez que estuve allí.
Donovan parecía casi avergonzado.
—Tengo que comprar algunos nuevos.
Si no estuviera tan cansada, me habría reído.
—Has abusado de ellos, ¿verdad? —lo imaginé destrozando

cada almohada en la sala de Kristin mientras yo no estaba—.
Por lo menos no mataste las paredes.
—Tengo que limpiar este desastre —dijo sin mirarme.
—Deja que te ayude, ya que has cocinado —le dije, aunque

no estaba segura de si mi cuerpo estaría de acuerdo en
levantar mi culo.
—Uh uh —Donovan se inclinó hacia abajo y me tomó por

sorpresa cuando me cogió en sus brazos—. Para ti, la cama.
Mmmm. Me acurruqué contra él mientras me llevaba a la

habitación de invitados. ¿Cómo hacía para oler tan
malditamente bien?


—¿Un rapidito esta noche? Por mí esta bien.
Me acomodó en el borde de la cama.
—Steele, no pierdes el tiempo.
Apreté los puños en su suave camiseta azul.
—Ahora mismo no quiero perder el tiempo para nada.
Donovan negó con la cabeza.
—Necesitas descansar. No sexo.
—Es al revés.
¡Qué culo apretado que tenía mientras caminaba hacia mi

bolsa y sacaba la larga camiseta de los Red Socks con la que
solía dormir! Un suspiro hizo que mi pecho subiera y bajara.
—No vas a ceder, ¿verdad?
—No —Me trajo la camiseta. Levanté mi yeso.
—Me vas a ayudar con esa camisa, ¿verdad?
—Necesitas descansar —Me tiró la camiseta y la cogí con

mi mano buena—. Y dudo que te comportes.
—Eso se debe a portarse bien no es divertido —Miré hacia

abajo a mi camiseta y de nuevo hacia él—. ¿No confías en
mí, Donovan?
—Nunca —Aún así vino hacia mí y se arrodilló para

ayudarme a sacarme la camisa. Era tan cuidadoso y tan lento
que hubo suficiente tiempo para que ese calor dentro de mí
creciera hasta que estuve lista para abordarlo. El aire frío no
se sentía en absoluto así cuando mi camisa estuvo fuera. No
me había puesto sujetador porque todo lo que Donovan me


había llevado a la enfermería eran mis pantalones vaqueros,
bragas, y una camiseta suelta.
—Tenías esto planeado desde el principio —Mi voz fue

ronca cuando hablé—. Olvidándote de llevarme un sujetador
cuando has traído el resto de mis cosas.
Una sensación eléctrica viajó directo entre mis muslos

mientras sus dedos pasaban rozando sobre mi vientre cuando
iba por el botón de mis jeans. Bye-bye, somnolencia. Hola,
calentura.
—Levántate —dijo, en voz baja y áspera.
Sí, yo iba a ser un transformador eléctrico y explotar para

el momento en que terminase conmigo. Maldita sea, era
bueno. No le tomó mucho tiempo desabrochar mis pantalones
vaqueros y deslizarlos sobre mis caderas directamente al
suelo. Los pateé fuera del camino, totalmente lista para que
Donovan me tomara en sus brazos. Se acercó rodeándome y
tiró de los cobertores a un lado. Directo a la cama, bien por
mí. ¿Quién estaba arriba o abajo?, no me importaba.
Me ayudó a acostarme sobre la espalda mientras él se

arrodillaba entre mis muslos.
—¿Tu mitad inferior duele?
—No, en absoluto —Sonreí.
Donovan lentamente me bajó la ropa interior y la tiró al

suelo.
—Extrañaba esto —dijo mientras empezaba a bajar sobre

mi.


—Yo también… —di un grito ahogado mientras deslizaba
sus manos por debajo de mi culo y puso su boca sobre mí.
Lamió y chupó mientras empujaba sus dedos en mi interior.
Pero se burlaba de mí. Lamió alrededor de mi clítoris, con lo
que me llevó al borde del orgasmo y luego se alejó.
—Maldita sea, Donovan. Estoy tan cerca —estiré mi mano

buena y sostuve su nuca—. Deja de provocarme y haz que
me corra. Por favor.
Chupó mi clítoris y fue como si el mundo explotara. Mis

caderas corcovearon contra su rostro mientras sacaba hasta
la última gota de mi fuerza.
Donovan se levantó y probé mi propio almizcle cuando me

besó.
—¿Relajada ahora? —dijo contra mis labios.
—Oh, sí —Enrosqué mi brazo bueno alrededor de su

cuello—. No he estado tan relajada desde la última noche que
pasamos en la cama.
—Bien —Me besó otra vez antes de subir a la cama y

agarrar mi camiseta de los Red Socks—. Esto ha sido para ti.
Antes de que tuviera la oportunidad de decir nada,

cogió mi camiseta de dormir y me la pasó por encima de la
cabeza.
—Qué… —La camiseta me amortiguaba y yo farfullé, sin

poder decir una palabra hasta que pasé el yeso a través de
una manga, mi brazo sano a través de la otra, y
el escote bajó por encima de mi cabeza. Me empujó hacia
atrás sobre el colchón.
—Duerme.


—Pero…
—Cuando estés mejor —dijo en voz baja y en un tono

hambriento—, te follaré bien y duro.
Mi mirada feroz debería haberlo pinchado por todas partes,

como un millón de pequeñas agujas.
—Eres tan provocador.
—Y tú necesitas descanso —Me arropó, como si yo fuera un

niño desafiante, mientras estrechaba mi mirada hacia él. Y
agregó—: Además de un buen tiempo para recuperarte.
—Sabes que voy a vengarme.
—Estoy seguro de que lo harás —Rozó sus labios sobre los

míos, haciéndome suspirar y derritiendo parte de la irritación
por haber sido enviada a la cama sin el resto de mi regalo.
Él. Dentro de mí.
Donovan apagó la luz y salió de la habitación. Yo estaba

tan relajada por mi orgasmo que creo que estaba dormida
antes de que la puerta se cerrara detrás de él.
23 de abril
Martes, temprano, temprano por la mañana
Personas sin nombre, sin rostro. Yo disparo, disparo,

disparo. Estoy atada a una silla. Huelo el sudor y el hedor de


la prisión cubana. Un hombre me aporrea. Veo las estrellas, y
entonces el hombre comienza a desabrocharse los pantalones.
Randolph. Muerta. Su rostro blanco mientras flota boca

arriba en el puerto, con la garganta cortada, con los ojos y la
boca abierta en un grito que nunca nadie escuchará.
Kristin. Puedo verla. Pero está tan lejos. ¡Debo llegar a ella!
Fuego abrasa mi piel, todo mi ser, mientras Cabot presiona la
marca dentro de mi muslo. Grito, luego grito más fuerte
mientras saca el metal caliente de mi piel. El dolor es infinito
mientras lucho contra las ataduras en la Cruz de San Andrés.
Él va a tomar ese metal horrible y a marcar cada parte de mi
desnuda carne.
B. C. Benjamin Cabot.
Su propiedad.
—¡No! —Grito una y otra vez mientras calienta el metal de

nuevo en los carbones al rojo vivo. Un resplandor rojo
anaranjado proveniente de la marca incandescente ilumina los
rasgos del diablo mientras él la levanta y la lleva hacia el
interior de mi otro muslo.
Cabot pincha la marca en mí como un esgrimista entra a

matar. Él presiona el metal caliente tanto y tanto tiempo
contra mi carne que sé que va a quemar hondo, hasta el
hueso.
Nunca voy a dejar de gritar. Nunca seré capaz de escapar.

Voy a ser su propiedad para siempre.
—No, no, no. —La palabra que sale una y otra vez antes de
que comience a rogar.


—¡Por favor, no. Por favor, detente! —Ríe. Sus ojos rojos
brillan, coincidiendo con el rojo resplandor de las brasas. Trae
la marca hasta mis pechos…
—¡Lexi! —me gritó una voz masculina.
En la oscuridad total, un cuerpo pesado me inmovilizó

contra algo blando. Todavía luchaba y el hombre dio un fuerte
"ufff" cuando le metí mi codo en su vientre. Su espinilla era
dura contra mis talones.
—¡Lexi! —dijo antes de sostenerme apretado.
—¡No! —grité—. ¡La marca no! ¡No voy a dejar que me la

hagas otra vez!
Luché y grité con todo lo que tenía. Por alguna razón, mi

brazo derecho no se movía, pero mi codo izquierdo trabajaba
muy bien.
—¡Lexi! ¡Detente! —La voz masculina dio otro gruñido de

dolor cuando me levanté y le golpeé la parte trasera de mi
cabeza en la frente.
—¡No! —grité de nuevo—. ¡Quítamela! ¡Quítamela!
—Soy Donovan, Lexi —El hombre prácticamente gruñó—.

Soy Donovan. Despierta. Estas teniendo una pesadilla.
Despierta.
Todavía forcejeaba, pero mis movimientos eran más

débiles mientras mi mente comenzaba a aclararse.
Donovan. Su olor. La dureza de su cuerpo. La forma en que

me abrazaba tan fuerte, pero tratando de no hacerme daño.
El colchón era suave debajo de mí cuando todo


mi cuerpo quedó inerte. La realidad se deslizó a mi
conciencia. Estaba lejos de Cabot. No podía marcarme.
Otra vez.
Apoyé la mano en el vendaje por encima del ombligo. Sus

iniciales parecían quemar tan caliente como la marca me
había quemado en el sueño.
Cuando tragué, mi garganta dolió, probablemente de

gritar.
—Hey —La voz de Donovan era más suave ahora, mientras

aflojaba su férreo control sobre mí—. Todo va a estar bien.
Sólo ha sido una pesadilla.
—Su marca está ahí. Nunca va a estar bien —susurré.
—Lo haremos bien —Presionó sus labios contra mi sien y

me dio un beso suave—. Pero hablaremos de ello por la
mañana.
—Abrázame. Por favor.
—No voy a ninguna parte —Donovan envolvió su brazo

alrededor de mi cintura y se acomodó en cucharita contra mi
espalda—. Voy a aferrarme a ti mientras duermes. Estas a
salvo.
—Gracias —dije en voz baja antes de finalmente caer en un

sueño sin pesadillas, segura de que Donovan mantendría los
demonios a distancia por el resto de la noche.


CAPÍTULO 32
Kristin
23 de abril
Martes
—Ahora que te has roto —dijo Michaels con una sonrisa,

una vez que la cadena estuvo colocada en un gancho de
tamaño gigante instalado en el piso—, voy a dejar que
dispongas de autonomía en la cocina y en el rincón del
comedor. Con el collar y la cadena puestos, por supuesto.
Kristin pensó en cuchillos. Las cocinas generalmente

significaban cuchillos. Él se rió entre dientes, como si pudiera
leer su mente.
—He sacado todo lo letal. Sólo en caso de que tengas

cualquier tipo de extraños impulsos que involucren dolor para
mí o muerte para ti.
Kristin parpadeó. ¿Suicidio? Eso era algo que nunca se le

había pasado por la mente. Siempre se aferraba a la creencia
de que Nick la encontraría.
Ella era una psicóloga graduada y una realista. Sabía que

no iba a conseguir salir de eso mentalmente intacta. Haría
falta un montón de terapia, pero un día, Michaels estaría
muerto o en la cárcel, y ella estaría bien. Podría ser que no
desease tener relaciones sexuales durante el resto de su vida.
¿Pero suicidarse?
Michaels miró su cuerpo desnudo de arriba abajo.


—Preciosa, como siempre.
Cada vez que le hacía eso -apreciarla como a una yegua

premiada y elogiarla- se le ponía la piel de gallina y quería
gritar. O llorar. O las dos cosas.
—Hazme el desayuno —Michaels señaló hacia el frigorífico y

la cocina—. No tengo mucho tiempo. Mi primera clase es en
una hora —Pasó a través de la puerta de vaivén que estaba a
unos diez metros del final de la cadena.
Clases. El semestre casi había terminado y allí estaba ella.

Kristin no estaba de ánimo para el delgado cinturón que
Michaels había usado con ella cuando la marcó porque no
había hecho lo que le había dicho. Tenía que hacer esto
rápido.
Miró a su alrededor a una gran cocina llena de armarios de

cerezo, una isla de granito y electrodomésticos de acero
inoxidable. A diferencia de Nick, sus habilidades culinarias
eran más o menos, pero podía salir adelante. Se dirigió a la
despensa. El obviamente caro azulejo tenía una textura
irregular bajo sus pies descalzos. Ventanas. ¿Qué pasaba con
las ventanas?
Había un montón.
Todas cerradas. Y su cadena no llegaba tan lejos. Por un

momento pudo sólo mirar hacia otro poco de libertad, tan
cerca, pero justo fuera de su alcance.
Algo duro se alojó en su pecho. Quería tirar una cosa tras

otra a las ventanas y romperlas todas. Pero eso no serviría de
nada bueno si no estaba lo suficientemente cerca como para
gritar por ayuda, y no era capaz de quitarse ese collar con su


malditamente pesada y gruesa cadena. Aún así, lo tendría en
cuenta.
Kristin se tiró el largo cabello hacia atrás y se lo retorció en

un nudo de modo que permaneciera fuera de su cara.
Después de buscar en la nevera y la despensa, todo el

tiempo buscando cualquier cosa que pudiera ser utilizada
como arma letal, encontró mezcla para panqueques,
salchichas congeladas y huevos. Rebuscó a través del cajón
de los cubiertos. Todos los utensilios de plástico, como las
espátulas y cucharas de espaguetis. Bastante inútil si quería
causar algún daño.
Pero en una esquina en la parte trasera había algo que

Michaels no creía que importara, o que no vio. Un pequeño y
metálico punzón plano, un abrelatas. El punzón
abridor era de alrededor de tres centímetros de largo, con una
punta triangular en un extremo y un abrebotellas en el otro.
Kristin miró por encima del hombro, con el corazón

acelerado. No era mucho, pero tal vez se podría utilizar para
forzar el collar de cuero por debajo de la correa. Si al menos
tuviera un lugar para escondérselo en su cuerpo. Lo único que
llevaba era el collar de cuero de media pulgada de espesor, y
una pulgada de ancho y no era lo suficientemente grande. El
collar estaba hecho de un material que era suave y no la
irritaba, y él no parecía pensar que necesitase bálsamo
debajo. Pero aún así no podía ocultar el abrelatas allí.
En cambio, encontraría algún lugar que él nunca vería.

Tenía que hacer el desayuno o iba a terminar con las marcas
de correa por ese cinturón. Se agachó debajo del fregadero -
el idiota en realidad había dejado el limpiador de cocina, otra
cosa en que pensar. Guardó el abrelatas tan profundo de


nuevo en el armario que estaba segura que nunca se vería.
Pensándolo bien, empujó también el limpiador en aerosol de
nuevo.
Ahora a cocinar. Rápido.
Mientras preparaba el desayuno, el normalmente delicioso

olor hacía acalambrar su estómago, pero no quiso vomitar.
Había vomitado sobre Michaels la primera vez que la había
tenido chupándolo en el dormitorio y la obligó a tragar. Todas
esas semanas atrás y aún juraba que todavía podía sentir los
puños. ¿Quién hubiera pensado que un hombre con tono
muscular cero podría asestar el tipo de golpes que le dio?
Pasó un panqueque. La comida era algo que ya no le

importaba.
Ella acaba de comer porque tenía que hacerlo. No sólo

porque Michaels insistía, sino porque tenía que estar lista y
bien para la primera oportunidad que tuviera… Fuera la que
fuera.
¿Qué era lo que Michaels le había dicho? Ahora que la había

roto. Habían pasado sólo un par de días desde que había
dejado a otros tres profesores tenerla a la vez, y quería
vomitar al recordarlo, enrollarse en una bola y permanecer
así para siempre. El líquido verde que Michaels le había
inyectado la había aturdido, pero también la hizo responder
sexualmente a los hombres, como si ella lo disfrutara.
Todo fue como si algo la hubiera tomado, como si hubiera

estado en el interior mirando hacia fuera. La forma en que
había respondido la hizo sentir como si tuviera que ser
restregada por dentro y por fuera, y no parar nunca. Ella no
quería recordar, pero las imágenes de sí misma y los hombres


no se iban, y una lágrima trató de escapar de la esquina de su
ojo.
La grasa salpicó sus pechos desnudos mientras que las

salchichas chisporroteaban y explotaban, ella gritó por la
picadura. La quemadura fue bien recibida, ya que le impidió
pensar en las cosas que quería olvidar.
Kristin se quedó mirando la sartén. Una sartén caliente. Era

ligera, barata y, probablemente, pensó que no podía hacerle
daño con la única sartén que había dejado en la cocina.
Su corazón latió más rápido, como lo había hecho cuando

se encontró con el abrelatas y el limpiador para hornos. De
alguna manera podría utilizar estas cosas. Sólo necesitaba un
plan. Un buen plan. Le dio la vuelta al último panqueque.
Escaparía, sí. Pero incluso cuando estuviera muy lejos de ese
monstruo, sabía que nunca podría olvidar todo lo que le había
hecho. Todo acerca de él estaba marcado en ella de forma
permanente.
Michaels entró en la habitación justo cuando terminaba de

poner un plato de papel y una cuchara de plástico para él.
Seguro que no quería correr ningún riesgo dándole solamente
cucharas de plástico. El collar no la irritaba, pero lo odiaba.
Odiaba todo lo que representaba. Ella tiró del collar de cuero
antes de recoger la bandeja de plástico de panqueques,
salchichas y huevos fritos que había preparado para Michaels.
No profesor. No Profesor Michaels. Él no era nada. La cadena
tintineó mientras se movía de la cocina a la mesa. No era una
cadena ordinaria. Le pesaba, no sólo físicamente, sino
también mentalmente. Era tan grande que necesitaría un
elefante para romperla. Un tractor podría ser capaz de mover
el gancho que él había puesto.


Cuando llegó a la mesa con la bandeja, Michaels miró y
sonrió.
—El desayuno huele de maravilla.
Espero que te ahogues en él.
Kristin tenía dificultad para evitar que sus labios temblaran

cuando forzó una sonrisa a cambio, como se esperaba de ella,
así como responder con “Gracias, Profesor.” Kristin utilizó
cuidadosamente la espátula de plástico para mover cuatro
panqueques, seis salchichas, y tres huevos fritos a su plato.
Tal vez él se moriría de una obstrucción en las arterias.
—Estoy de humor para un poco de algo extra esta mañana

con el desayuno —Él estudió su cuerpo desnudo otra vez, con
hambre en sus pequeños ojos. La sangre pareció escurrirse de
su cuero cabelludo, a través de su cuerpo, y todo el camino
hacia el suelo.
Oh no. Oh, Dios, no.
—En tus manos y rodillas —Michaels apuntó hacia abajo.

Kristin temblaba con tanta fuerza que los eslabones de la
cadena se sacudían a medida que raspaban contra el suelo
cuando ella obedeció. Esto era algo que nunca le había hecho
hacer antes. Otro acto degradante que envió el ácido
discurriendo a través de ella.
El horror la llenaba como si alguien estuviera dándole

cuchilladas a su cuerpo mientras lo veía desabrocharse sus
pantalones y liberar su erección. Tal vez la muerte era mejor.
—Gatea —Le indicó que viniera a él doblando el dedo—. Y

chupa.


Kristin no podía haberlo evitado si hubiera querido. En ese
momento le dio la bienvenida. El ácido que había sentido en
su pecho subió corriendo por su garganta. Su estómago
onduló y ella vomitó por todo el suelo de baldosas frías. Sintió
su patada en el vientre antes de darse cuenta de que él se
había movido.


CAPÍTULO 33
Nick
23 de abril
Martes por la tarde
Mientras se establecían en lo que Lexi llamaba la "sala de

guerra" de Nick, Lexi giró sobre una silla a su lado y se abrazó
su yeso contra el vientre. Estaba tan condenadamente
agradecido de que la hubieran encontrado, que quería
abrazarla y no dejarla ir.
La miró a los ojos verdes mientras ella decía:
—Gracias por encontrarme.
Nick tomó su silla y la tiró hacia él, las ruedas le facilitaron

llegar a ella. Capturó su pequeña barbilla en una de sus
manos.
—¿Cómo podría defraudar a la mejor compañera que he

tenido?
Ella sonrió.
—Acabas de omitir el sexo.
Casi se echó a reír.
—Eso también.
Uno de sus teléfonos celulares sonó y la soltó para sacarlo

de su clip, lo puso al lado de un monitor mientras Lexi rodaba


su silla hacia atrás un poco. Pulsó el botón del altavoz con los
ojos todavía en Lexi.
—Donovan —dijo.
—¿Es Nick Donovan? —dijo por el altavoz la voz de una

mujer joven—. ¿El hermano de Kristin?
La atención de Nick se volvió por completo de Lexi hacia el

celular.
—Sí. ¿Quién es?
—Carlene —La chica vaciló—. Usted me hizo algunas

preguntas sobre Kristin semanas atrás, después de que ella
desapareciera. Yo estaba con ella esa noche —Su voz sonaba
esperanzada mientras añadía—: ¿La has encontrado?
Nick se frotó las sienes con el pulgar y el índice y suspiró.

Era sólo una amiga preguntando por su hermana.
—No —su tono era agudo. Suspiró nuevo y dijo con voz
calmada—: estamos todavía en busca de pistas.
—Desearía nunca haberla convencido de ir al club —Carlene

sonaba amarga—. Ella tenía un examen para su clase de
psicología anormal. El Profesor Michaels es un verdadero
imbécil.
—Tengo tu número —Nick ya estaba prestando atención a

los monitores de vigilancia—. Te lo haré saber cuando la
encontremos.
—Espera —La chica se apresuró a decir sus palabras—.

Estoy en mi teléfono celular y llego tarde para una clase
porque acabo de escuchar una conversación que creo que
podría ser importante. La he oído por casualidad, bueno, la


cosa no sonaba bien —Carlene hizo una pausa sólo un
momento—. Uno de los agentes que estaba con usted
mencionó algo sobre sexo esclavo, que en estos momentos
hay un gran mercado de eso en Boston y que hay mujeres
que están siendo secuestradas de clubes.
Carlene tenía toda la atención de Nick de nuevo.
—Sigue —él apretó los dientes, tratando de mantener la

calma, pero la referencia a la esclavitud sexual no lo hacía
fácil.
Carlene empezó a hablar más rápido.
—Se me cayó mi mochila en una sala de profesores en el

edificio de psicología, ya sabe, WJ Hall.
—Entrevisté a los profesores de Kristin allí después de que

desapareciera —dijo Nick—. Junto con los estudiantes, que
pude localizar.
—Fue escalofriante y extraño —dijo Carlene y Nick estuvo

tentado de decirle que se diera prisa—. Está bien, así que
dejé mi mochila. Es una Louis Vuitton y yo había estado
apurada y no la había enganchado bien, y mis libros se
cayeron —Ella tomó una profunda y audible respiración—. De
todos modos, oí voces. Voces de hombres. No estaba
prestando atención hasta que dijeron algo que me asustó.
Una sensación como de llamas lamiendo su piel corrió por

la espalda de Nick.
—Continúa.
—Escuché a un hombre decir que él deseaba tener a una

estudiante que había abandonado la universidad sólo para,
eh, bueno... —ella se aclaró la garganta—. Lo que dijo fue


que la estudiante había abandonado para “follársela” en
cualquier momento que él quisiera.
Nick se puso de pie con la espalda completamente rígida

mientras miraba el teléfono, esas llamas a lo largo de la
espalda se convirtieron en puntitos de fuego.
—¿Qué más? —Preguntó.
—Un par de hombres estaban hablando, también —La chica

empezó a sonar un poco asustada—. Un hombre dijo algo
acerca de lo caliente que era la estudiante de la última
noche. No podían creer lo excitada que la linda puta rubia
estaba por tener a tres hombres, uh, follándola, todos al
mismo tiempo. Que a ella le gusta hacerlo mientras… no
escuché su nombre, observaba.
Nick cayó de nuevo en su silla y su estómago se revolvió.

Apoyó los codos en las rodillas y mantuvo su cabeza entre las
manos, su mente estaba de repente nadando. Su voz era
ronca mientras levantaba la cabeza.
—Carlene —dijo—. ¿Alguno de los hombres afirmó eso?
—No, creo… —Carlene hizo una pausa—. Espera. Dijeron el

“Profesor”, que era uno de ellos… les dijo a estos hombres
que la chica parecía un poco fuera de sí porque a ella le
gustaba aspirar un poco de coca antes de tenerlos. Un
hombre se echó a reír y dijo que bien por él. Sí que le
gustaría encontrar un pedazo de culo como ese para él
mismo.
—¿Algo más? —A Nick le resultaba difícil hablar—. ¿Estás

segura de que no pillaste algún nombre? ¿Reconociste las
voces?


—No. El departamento de psicología es enorme y sólo he
estudiado con algunos de los profesores de allí.
—¿Qué pasó después? —Si fuera su hermana… maldito hijo

de puta de mierda. Entonces lo que estaba pasando era
impensable. Destriparía a cada hijo de puta que la había
tocado. La línea crujía con un poco con estática.
—Uno de ellos sonaba más cerca de la puerta cuando

hablaba, así que cogí todo lo que había caído y salí de allí.
—Eso estuvo bien —Nick respiró hondo y medido mientras

continuaba doblando la cabeza y apoyando los codos en las
rodillas—. ¿Estás segura de que ninguno tenía la menor idea
de que los escuchaste?
—Positivamente —dijo Carlene—. Una clase salió al mismo

tiempo en que me deslizaba a la vuelta de la esquina, así que
estuve en medio de ellos antes de cualquiera de los
profesores salieran de la sala.
—Gracias, Carlene —dijo Nick, y no pudo evitar que el dolor

saliera en su voz, aún cuando lo había intentado. La sensación
de estar flotando en su cabeza, hacía que esa pista pareciera
surrealista. Podría ser nada, pero podría ser todo.
—Déjamelo saber si te enteras de algo más —dijo Nick.
—Por supuesto —Carlene sonaba como si estuviera

tragando un nudo en la garganta—. Encuéntrala. Por favor.
—Voy a encontrarla —Nick miró a Lexi y su expresión dijo

“Y el hijo de puta que se la llevó va a pagar”.
Después de que Carlene se despidió, Nick apretó el botón

del altavoz apagándolo y se encontró con los ojos de Lexi.


—Algo acerca de esto no está bien, Nick —dijo Lexi—.
¿Puede ser que la estudiante rubia sobre la que los hombres
habían estado hablando fuera Kristin? Quien sea que la
compró podría haberla inyectado con esa droga de diseño.
Lascivious. El hombre podría haberle hecho hacer lo que él
quería que hiciera.
—¡Mierda! —Nick apretó los puños y se golpeó en los

muslos. La rabia ardía dentro de él como antes—. Vamos a
encontrar a ese cabrón y voy a reventarle las bolas al hijo de
puta. Antes de matarlo. Podría no ser ella —continuó—. Pero
el asunto es demasiado grande para ser una coincidencia —
Nick tomó su teléfono celular facilitado por RED—. Voy a
llamar a todos y nos pondremos en esto —Abrió su celular con
tanta fuerza que fue un milagro que no lo rompiera—. Voy a
averiguar quién es ese enfermo hijo de puta y descubrir si
tiene a mi hermana.
Nick
24 de abril
Miércoles por la mañana temprano
—Maldita sea.
Los pasos de Nick eran largos mientras Lexi trataba de

mantenerse a la par, desde el ascensor del aparcamiento de
la sede de RED, hasta el vestíbulo. Escaneó su huellas
dactilares, y se dirigió a los ascensores con Lexi a su lado.


—Deberías estar descansando —dijo mientras estrechaba
sus ojos en ella. Lexi había insistido en ir con Nick a trabajar
a pesar de que se suponía que estaba de permiso.
—No puedes detenerme, sin importar lo mucho que lo

intentes.
Y lo había intentado. Lo único que no había hecho era

delatarla a Oxford. El martes, ayer, después de la llamada de
Carlene, Nick había llamado inmediatamente a Oxford a su
celular. Con su visto bueno, a Nick no le había tomado mucho
tiempo elaborar un plan y establecer un Equipo-K, K por
Kristin, a través del teléfono, con los mejores agentes
especiales disponibles para iniciar la Operación Harvard.
Cuando Nick y Lexi salieron del ascensor en el quinto piso,

pasaron por el Agente Especial Rani Ogitani que hizo un gesto
hacia el yeso de Lexi.
—¿No se supone que tienes que estar en casa

descansando, Steele? —le dijo.
Ella puso los ojos en blanco.
—Tú también no, Rani.
—Espero por tu bien que Oxford no te vea —el Agente

Ogitani sacudió la cabeza antes de bajar las escaleras del
centro de mando.
—Lo mismo digo —murmuró Lexi. Nick se apartó de

Ogitani. Oxford caería sobre ellos si se enteraba que Lexi
estaba allí.
Tan pronto como llegaron a la sala de conferencias cuatro,

Nick avisó a su equipo para que se reunieran allí. Fue sólo
cuestión de segundos después de que él y Lexi estuvieron


sentados a la mesa de negociaciones, que Takamoto, Jensen,
Smithe, y Karl Weiss llegaron a la habitación.
Era obvio que Lexi no quería llamar mucho la atención, ya

que se suponía que ni siquiera debería estar allí. Se quedó
claramente en el otro extremo de la mesa, lejos
de la cabecera donde estaba Nick y desde donde él conduciría
la sesión de estrategia.
Sin embargo, los cuatro agentes que acudieron a la sala

saludaron a Lexi de una manera u otra. Takamoto le preguntó
si podía firmarle la escayola mientras le daba un guiño.
Smithe echó un vistazo a su cara, sonrió y le dijo que lucía
como la mierda. Weiss sacudió la cabeza e hizo una
observación sabihonda del tamaño de su yeso. Y Jensen le
dijo que debería volverse a casa. Nick estaba demasiado
nervioso como para aplastar el culo cuando su equipo se
reunió alrededor de la mesa de conferencias. Todavía tenía
una leve cojera de la herida de bala, pero en realidad no la
notaba.
Se inclinó sobre la pantalla táctil montada en la mesa, sólo

el tiempo suficiente para sacar un mapa holográfico vertical
de la red. El mapa de Harvard Square y el Edificio Principal de
Psicología de la Universidad de Harvard se cernían sobre el
centro de la mesa de la sala de conferencias. Nick contuvo su
ira, apenas, mientras presentaba toda la información que se
había reunido de la amiga de Kristin. Apretó la mandíbula. Lo
que la chica dijo no era bonito. Y si era Kristin…
El pensamiento lo dejó frío.
—Weiss —Nick dirigió su atención al agente de pelo rubio

que tenía gran destreza en aparentar estar en cualquier lugar
entre los treinta y los cincuenta años—. Te quiero en el


interior hoy. Haz lo necesario para hacerte pasar por un
profesor de psicología. Principios de los cincuenta, pero actúa
como si fueras quince años más joven. Nuestra zona de
vigilancia es la planta donde la joven escuchó la conversación
—Nick se pasó la mano por la barba de tres días—. Deja
deslizar que estás en la perversión si piensas que has
encontrado un posible objetivo. Tan pronto como dejes esta
sala de conferencias ve a ese edificio. RED ya te tiene en la
lista con tu nombre secreto, Karl Zimmer.
—Harvard, ¿eh? —Weiss, que en realidad tenía apenas

treinta y algo, sonrió—. Haaah-vaaahhhd. Nunca pensé que
pasaría por esos terrenos sagrados.
—Jensen —Nick no sentía ni una maldita pizca de diversión.

Dirigió su mirada hacia Jensen y la miró a los ojos cuando se
acercó a la mesa. La pelirroja lo miró expectante—. Vas a
jugar a la bonita fiestera que le gusta tener sexo con los
profesores a cambio de buenas notas. Weiss le dirá a su
objetivo que has conseguido excelentes calificaciones con él.
Te tenemos registrada como Brittany Jacobs y te daré una
lista de las clases a las que vas a asistir, a partir de hoy —dijo
Nick.
Jensen se estremeció.
—¿Brittany?
Nick apoyó las manos sobre la mesa de conferencias

mientras seguía hablándole a Jensen.
—Tú y Weiss tendréis que representar el papel si nuestro

plan cae en su sitio —Miró a Weiss—. Quiero que quede claro
que Weiss es un pervertido.


—No será difícil —Smithe soltó una carcajada—. Perfecta
asignación para Weiss.
—Muérdeme —Weiss hizo un gesto obsceno con la mano a

Smithe, pero estaba sonriendo.
—Entendido, Donovan —dijo Jensen mientras ignoraba a

Smithe y Weiss—. Lista para comenzar cuando des el visto
bueno.
—¿Takamoto, como va la vigilancia? —Nick se volvió hacia

el agente.
—Después de que llamaras anoche, tomé a todo agente

que pude encontrar e hicimos nuestro trabajo —dijo
Takamoto—. Cuando todo el mundo estaba fuera del edificio
anoche, nos hicimos cargo. Tenemos el piso completo
cableado, salas de profesores oficinas y salas de descanso —
Takamoto continuó—, tengo un equipo completo, rápido y
tenemos algunos nuevos artefactos patea-culos de la
investigación de desarrollo de RED y el equipo que Martínez
nos ha proporcionado. Excelente equipamiento que nos va a
permitir una mayor vigilancia con menos mano de obra en
todas las áreas.
—Bien —Nick hizo brusco un movimiento de cabeza—.

Mantente en eso —se volvió hacia Smithe—. Smithe,
permanece en los videos de vigilancia e Internet, y sigue
trabajando en localizar la furgoneta y cualquier discoteca con
la que Benjamin Cabot podría estar vinculado.
—Hemos estado buscando en los registros de propiedad de

cada club lo más rápido que podemos —Smithe parecía
frustrado—. Pero hay cientos y hasta el momento no podemos


localizar ninguno de ellos hasta llegar a Cabot, ni siquiera La
Zapatilla Champagne, si puedes creerlo.
—Los clubes que tengan inversores extranjeros son

probablemente los que queremos mantener vigilados —dijo
Nick.
—Pienso igual —contestó Smithe—. Sin embargo, eso no

reduce mucho el campo.
—Seguro que no —Nick se pasó la mano por el pelo—.

Mientras tanto, voy a enganchar a unos pocos agentes más y
seguir trabajando en todos los otros ángulos a los que
podamos llegar —Nick rodó los hombros, tratando de aliviar la
tensión entre sus omóplatos—. Tal vez nos hemos perdido
algo que coincida entre las desapariciones de las otras chicas
y la de Kristin.
—Además del hecho de que desaparecieron mientras

estaban en las discotecas y nosotros tenemos los doce clubes
nocturnos bajo vigilancia —dijo Jensen.
—Sabemos que el club del que fue raptada Kristin fue

utilizado dos veces —Nick frunció el ceño y apretó los puños
sobre la mesa de la sala de conferencias—. Quizá tengamos
suerte y los idiotas vuelvan a uno de los otros —se apartó de
la mesa y se dirigió a Smithe —¿Alguna cosa otra cosa en
Internet?
—Rollins apareció con algunas pocas nuevas salas de chat

que hemos estado siguiendo —dijo Smithe—, pero no había
nada que se relacione con el que creemos que está
relacionado con tu hermana.
Nick cerró el puño sobre la mesa.


—Vamos a hacerlo.


CAPÍTULO 34
No me llames pollita
24 de abril
Miércoles final de la tarde
Las proyecciones que Donovan tenía actualmente en su

cuarto de guerra en casa de Kristin eran enormes. Había un
mapa detallado de la sala de Psicología de Harvard. Tenía una
sensación de inquietud por todas partes y me costaba mucho
estar sentada en mi silla.
Donovan frunció el ceño a un monitor que mostraba una

serie de transcripciones entre algunos de los profesores de
Harvard y sus estudiantes. Las habíamos grabado hoy,
mientras Jensen y Weiss entraban y hacían lo suyo.
Del hecho de que sabíamos que Kristin estaba en el área de

Boston, que asistía a la Universidad de Harvard, y de lo que
Carlene había dicho, mi apuesta también estaba en la pista de
Harvard. Mientras tanto, todos estábamos siguiendo todas las
demás malditas pistas que tuviéramos. Salas de chat de
Internet, soplones, cintas de vigilancia. Hasta ahora todo
conducía a… nada. El timbre de la puerta sonó.
Fruncí el ceño a Donovan.
—Es probable que sean los chicos.
Los ojos de Donovan se veían muy cansados. El timbre de

la puerta fue más insistente y me levanté.


—¿Los especialistas especiales-especiales?
Donovan empezó a levantarse, pero llegué a la puerta

primero.
—Voy a ir a ver si se trata de tus chicos especiales-

especiales.
Un poco de diversión cruzó sus rasgos, me di la vuelta y

me dirigí hacia la puerta principal. El timbre sonó de nuevo.
Abrí la puerta de un tirón.
Un hombre enorme estaba en el otro lado. Y me refiero a

enorme. Sus ojos negros intensos y un aire mortal en él que
decía que mataría a una persona sin pensarlo dos veces,
habían acelerado los latidos de mi corazón y puesto mi sangre
a bombear.
Di un paso atrás con un pie, lo suficiente para anclarme, y

mi cuerpo entero estaba en guardia mientras tomaba una
postura dejando sueltas las extremidades.
—¿Quién eres tú? —Le pregunté.
Me echó una divertida mirada de ¿no eres una cosita linda?

Una trenza gruesa se deslizó por su espalda mientras miraba
por encima del hombro y, al mismo tiempo apoyaba una
mano en el marco de la puerta. Sus enormes bíceps se
flexionaron, igual que el tigre de Bengala tatuado allí.
—Aquí hay una pollita, chicos. Es bastante caliente, pero

creo que tiene carácter.
Hablando de caliente y carácter, el calor cubrió mi piel y

apreté los dientes antes de hablar.


—Primero que nada, no soy una pollita. En segundo lugar,
no aprecio que hables de mí como si no estuviera aquí.
El hombre me miró y entrecerró sus ojos negros.
Yo estreché los míos.
—Tiger, la agente de 1.60 con la actitud de un defensor de

dos metros, es mi compañera —se oyó la voz de Donovan
desde su sala de guerra—. Puedes dejarlos entrar, Steele.
¿Dejarlos? El tipo era tan grande que no había visto a los

hombres detrás de él hasta que me asomé alrededor de su
brazo.
—Por Dios —murmuré antes de dejar pasar todos esos

músculos acerados y testosterona.
—Oh, sí, —dijo el primer hombre—. Esta es la pollita

desnuda que encontramos.
—No. Me. Llames. Pollita. —Grité a su espalda. Ignoré la

parte de desnuda.
El cansancio en los huesos huyó totalmente cuando quedé

cara a cara con otro hombre que tenía "asesino" escrito sobre
él. El dolor de mi cuerpo era sólo una idea en segundo plano
mientras daba un paso atrás y dos hombres más grandes
pasaban de largo. Uno de los ellos tenía un pendiente y me
guiñó un ojo.
Me quedé mirando sus espaldas por un momento antes de

cerrar la puerta y seguirlos al cuarto de guerra de Donovan.
Los cuatro enormes hombres llenaron el espacio

relativamente pequeño. El tipo llamado Tiger era el que se
colocó más cerca de mí. Incluyendo a Donovan, yo estaba en


la Tierra de Gigantes y Fábrica de Testosterona. Mis hermanos
eran chicos grandes, con excepción de mi hermano de doce
años, pero esto... me sentía como una estaca a punto de ser
golpeada por cinco martillos enormes.
Donovan se levantó y con una mano se frotó los ojos,

parecía tan cansado como yo me había sentido antes de
enfrentarme cara a cara con Tiger.
Donovan apoyó la mano en el respaldo de la silla en la que

había estado sentado y miró de mí hasta los hombres que me
rodeaban. Vi otro destello de diversión.
—Estos chicos trabajaron en Operaciones Especiales

conmigo cuando volví a entrar en el servicio, y se podría decir
que hemos mantenido el contacto.
No me había dado cuenta de que Donovan había vuelto al

servicio. Me había preguntado lo que había hecho después de
que Kristin cumplió los dieciocho años, pero nunca lograba
tener la oportunidad de tener otra charla de corazón a
corazón.
—Chicos, esta es la agente especial Lexi Steele —dijo

Donovan, —y mejor que os portéis bien porque era
francotirador de las Fuerzas Especiales del Ejército, y está
entrenada como asesina.
Los chicos parecían interesados, sino incrédulos, al mirar

hacia abajo, a la pequeña y dura Lexi. Por Dios, de cualquier
forma, estos chicos eran treinta o cuarenta centímetros más
altos que yo.
Los cuatro chicos de Operaciones Especiales estaban aún

más poderosamente construidos que Donovan, un par de ellos
más musculosos que los demás. No llamaría a Donovan


musculoso, pero era condenadamente fibroso, y si encontraba
un poquito de grasa en él, besaría ese apretado culo suyo.
¿Y qué si me gustaría morder ese culo de todos modos?

Mantuve mi expresión clara mientras miraba de un hombre a
otro, a otro y a otro. Tiger se movió tan cerca de mí, que mi
piel se erizó. Donovan hizo un gesto hacia el chico a mi lado.
—Tiger Manning —Entonces nombró a los otros tres chicos,

mientras los iba señalando—. Aaron Lloyd, Mike Freeman y
Eric Harrison —Los hombres vinieron a mí de uno en uno y
me dieron la mano, cada uno haciéndome sentir tan pequeña
como un niño mientras tomaban mi mano en sus grandes
puños.
Opté por un enfoque casual de no me asustas una mierda

mientras me presentaba a los chicos.
—Hola, Lloyd —le dije mientras le daba la mano con un

apretón firme. Aaron Lloyd tenía los ojos ambarinos de un
halcón, ojos totalmente increíbles. Mike Freeman era el
siguiente.
—No sabía que Donovan tenía una compañera tan sexy —

dijo Freeman con un lento y profundo acento sureño que
podría enroscar los dedos de los pies de una chica.
—No sabía que Donovan tenía amigos tan zoquetes —le

dije con una dulce sonrisa azucarada mientras me soltaba la
mano y sonreía.
—Por lo general llamamos a Freeman “Tanque” —dijo

Donovan. Sí, el hombre con el corto pelo rubio, tatuaje de
alambre de púas alrededor del bíceps de un brazo, y una
construcción fornida parecía un maldito tanque.


A continuación, Eric Harrison tomó mi mano con un agarre
más firme todavía. Tenía un aún aire más cruel que el que
Tiger tenía, si eso era posible. Estaba en su sonrisa y en sus
ojos castaños mientras me miraba.
—Harrison —le dije mientras lo evaluaba viendo su larga

cola de caballo marrón y su pendiente de oro. Él fue el que
me hizo un guiño.
Me obligué a estrechar la mano de Tiger Manning y me dio

una malvada, perversa sonrisa. Pelmazo.
—Manning —lo saludé antes de quitar mi mano de su

agarre.
Para ese momento estábamos todos llenando la pequeña

habitación, conmigo en el centro.
—Apuesto a que sois una verdadera sensación en una

fiesta de barriles —les dije, y Freeman rió mientras los otros
hicieron una mueca. Me puse las manos en las caderas—.
Entonces, ¿cuál es el trato?
Donovan hizo un gesto hacia las otras sillas.
—Tomad asiento, chicos —Juro que fue un milagro que

esas sillas no se quebraran debajo de sus poderosos cuerpos.
Me senté cerca de Donovan. ¿Y qué si yo prefería estar más

cerca de él?
Empezó por contar todo lo que sabía a los chicos, todos

nuestros planes para localizar a los profesores de Harvard que
participaron en el sexo “con una estudiante que había
desertado de la universidad.”


—Nosotros nos encargaremos de eso en RED —Donovan no
se dio cuenta de mi expresión de asombro porque había
nombrado a nuestra agencia—. Para lo que os necesito a
vosotros es para seguir trabajando en encontrar al pronto-
muerto-hijoputa de Cabot. Nos mantendremos en estrecho
contacto, y os llamaré si pensamos que hemos encontrado a
Kristin.
Los chicos hablaron un poco más y evalué mental y

completamente a cada hombre. Hablando de eso, estos chicos
eran verdaderos hijos de puta, cada uno de ellos. Calculé lo
que pensaba eran sus mayores debilidades, sólo por el placer
de hacerlo. No fue fácil, y sabía que no era necesario. Si
Donovan podía confiar en ellos, entonces yo también podía.
Eché un vistazo a Tiger Manning. Eso no quería decir que

me tuvieran que gustar.
24 de abril
Miércoles por la noche
El fajo de papeles que había impreso con notas del equipo

de Harvard, casi se me resbaló de los dedos de mi mano
buena cuando los recogí, y tuve que apretar mi agarre.
Después de que el “equipo especial-especial" se fue, Donovan
y yo pasamos el resto de nuestro tiempo haciendo todo lo
posible para buscar a Kristin. No la encontramos con la
suficiente rapidez. Ya había estado ausente demasiado
tiempo.


El dolor en mi corazón era como un peso anclándome hacia
abajo. Me dolía por los dos. Especialmente por Kristin. Así
fuera lo último que hiciera, iba a ayudar a Donovan a
encontrar a su hermana. Bueno, una de las dos últimas cosas
que hiciera. Iba a ayudar a encontrar a Kristin, pero iba a
vengar la muerte de Randolph haciendo fuego sobre Cabot,
también. Incluso si tuviera que perseguirlo por todo el
mundo.
¿Por qué cada respiración que tomaba parecía doler? No

era de mis costillas rotas.
La parte de atrás de mis ojos dolía. Los cerré y traté de

frenar mi respiración. No iba a hacerle a nadie ni un poco de
bien que yo perdiera el control a causa de lo que le estaba
pasando a Kristin. Inspira. Exhala. Abre los ojos.
Mi mirada se posó sobre Donovan. Tan grave. Tan intenso.

Las palabras en las notas sobre Harvard se pusieron borrosas.
Mi concentración era inexistente y mi cerebro había
comenzado a fallar. Un gruñido sonó fuerte en la habitación, y
me tomó un momento darme cuenta de que era mi estómago
haciendo todo ese ruido.
Donovan apartó la vista de lo que había estado estudiando

y empujó su silla hacia atrás desde su escritorio. Se pasó la
mano por la cara sin afeitar.
—Voy a preparar la cena.
—Tú si que sabes cómo persuadirme —Logré una sonrisa

cansada mientras nos parábamos.
Hablando de un largo día. Todo había empezado con la

reunión de la mañana temprano con el equipo de infiltrados
en la universidad, el trabajo en RED. Luego más trabajo en lo


de Donovan, luego la reunión con los "amigos" de Donovan,
y luego más tiempo en la revisión del primer día de notas de
la Operación Harvard. Era difícil de creer que la llamada de
Carlene sólo había sido anoche. Donovan me cogió por los
hombros antes de que pudiera salir de la habitación.
—¿Por qué no me escuchas y descansas? No tienes que

estar haciendo esto.
Mantuve la mirada en él.
—Voy a ayudarte a encontrar Kristin. Intenta detenerme.


CAPÍTULO 35
Saltea las fresas y pasa a la crema batida
24 de abril
Miércoles tarde noche
Después de un día malditamente largo, necesitaba un baño

caliente y relajante, mientras Donovan hacía la cena para
nosotros. Todavía tenía que mantener mis vendas y el yeso
fuera del agua, por lo que no era fácil. Me negué a mirar el
vendaje que me cubría el vientre, lo que me dolía más que
nada.
Cuando mi piel empezó a arrugarse de estar en el agua

tanto tiempo, salí, secándome con una toalla el cuerpo y el
cabello, y di un buen vistazo a mi cara en el espejo.
Tres días no le habían dado a los golpes suficiente tiempo

para sanar, por lo que verse sexy para Donovan no estaba en
el menú. ¿Pero a quién le importaba? Tenía que tenerlo.
Lo necesitaba. Necesitaba esa intimidad con él, y estaba

segura de que él también.
Con una pequeña maniobra, me las arreglé para ponerme

un par de pantalones cortos de jogging y una camiseta limpia,
sin sujetador. Oye, ¿por qué joder con esa cosa mientras llevo
un condenado yeso? Me sequé el pelo un poco más. Me sentía
fresca, no agotada de pasar el día mirando mapas y tablas y
videos de vigilancia.


Con un poco más de energía, caminé por el pasillo y me
dirigí a la cocina, siguiendo los más celestiales aromas. Pasé
por la puerta de la cocina y vi a Dixie con su tazón plateado
de Fiesta de Lujo.
—La vas a echar a perder, ¿sabes? —Donovan levantó la

vista de donde estaba haciendo algún tipo de plato chino en
un wok. Delicioso. Donovan. Ah, y la comida también.
Cuando atrapó mi mirada todo lo que pude fue

concentrarme en sus labios.
Esos labios. Yo quería tanto sentirlos en los míos, para

saborearlo como cuando me había hallado.
—Necesito ayudar —le dije mientras me movía hacia él.

Alzó las cejas, y su expresión era más que definitivamente
sospechosa. Cuando estuve a pocos centímetros de él, habría
tratado de poner mis brazos alrededor suyo para atraerlo
hacia mí por ese beso que tanto deseaba, pero era probable
que lo golpeara en la cabeza con mi yeso y lo noqueara. En
lugar de eso me incliné hacia él y volqué la cabeza hacia
atrás, invitándolo.
—Eres terriblemente injusto —le dije. Donovan me dio una

mirada divertida.
—Oh.
—Me das los más asombroso besos y alucinantes

orgasmos, pero te comportas como si yo fuera a
desmoronarme si vas más lejos —Colocó sus manos abajo, en
mis caderas, y torció la boca de esa manera sexy.
—Tal vez me temo que vayas a desmoronarte.
—Vamos a ver —le dije. Y me besó.


Cielos.
Su sabor, la forma en que su lengua exploró mi boca, la

forma en que sus labios se movieron sobre los míos. En serio,
podría volverme adicta. Por mí estaba bien si nos
quedábamos allí para siempre. Suavemente me mordió el
labio inferior y le di un suspiro de placer.
Ese beso estaba haciendo cosas serias a mi cuerpo. Los

pezones en posición de firmes, y el Señor sabía que dolía
entre mis muslos. Donovan se apartó y suspiré, aún en total
éxtasis.
—Por esto vale la pena perderse la cena.
Condenado sea el yeso. Casi me arrastré hasta él cuando

pasó el dedo sobre la curva de mi oreja.
—No te has perdido la cena —Su camiseta se sentía suave

y cálida mientras la apretaba en el puño bueno.
—¿Porfavorcito?
—No.
—¿Qué hay de postre? —le dije—. No me importa perderme

el postre.
Esa pequeña bonita peculiaridad otra vez.
—¿Y si se trata de fresas y crema batida?
—Siempre y cuando las tenga encima.
Una sonrisa en toda regla. ¡Tengo su sonrisa! Pasó el dedo

por mi clavícula y se detuvo en la curva de mi pecho.
—Tengo el deseo más extraño de saltearme la cena,

también.


—Oh. Me encanta. Directo al postre.
—No —Tiró de un mechón de mi cabello—. Apuesto a que

tu madre pensaría que te has muerto de hambre si te ve
ahora. Después de una semana de sólo caldo Steele, estas
demasiado delgada.
Me levanté la camiseta lo suficiente como para mostrar mis

vendajes.
—No puedes ver mis costillas de todos modos. Así que,

¿quién va a notarlo? —me bajé la camiseta de nuevo y me
apreté contra él.
Levantó sus dedos y rozó con los nudillos a lo largo de mi

mejilla.
—Mírame, cariño. El agotamiento y el hecho de no haber

tenido comidas decentes por un tiempo, está justo ahí en
esos hermosos ojos verdes tuyos.
—Entonces aliméntame —Crucé mi brazo y mi yeso delante

de mí, y le di una mirada pretenciosa—. Y exijo postre.
Fresas. Con montones y montones de crema batida —Apunté
mi cabeza hacia un lado—. Pensándolo bien, olvida las
fresas —Él apretó sus labios en los míos.
—Tal vez —dijo cuando me soltó. Miré abajo al duro bulto

de su erección y lo miré a los ojos.
—Uh huh.


24 de abril
Miércoles por la noche.
Mi sistema estaba loco y apenas podía pensar, mucho

menos concentrarme en la cena.
En el momento en que Donovan puso su plato vacío en la

mesa de café, lo abordé, dejándolo contra el sofá para así
estar a horcajadas sobre sus muslos. Fui realmente
cuidadosa de no sentarme en la parte de su cuerpo que
todavía estaba recuperándose de la herida de bala.
Una sonrisa. ¡Ja! Obtuve una sonrisa de nuevo cuando lo

derribé contra el sofá. Mientras ponía sus manos sobre mis
caderas, empujé su camiseta y corrí mis manos sobre sus
tensos abdominales. Mucha piel caliente y duro músculo,
quería besar, lamer y saborear cada pulgada cuadrada. No
había suficiente tiempo. Tenía que tenerlo. Ahora.
—Es hora del postre, Donovan.
—¿Qué pasa con la crema batida? —la expresión de sus

ojos era absolutamente malvada.
—No puedo esperar tanto tiempo —Empujé la camisa más

arriba y me acomodé sobre su erección. Se sentía muy
grande—. Te quiero dentro de mí en este mismo momento.
Donovan me agarró de la nuca con una de sus manos,

trayendo mi boca a la suya, y habló contra mis labios.
—¿No crees que ayudaría si no estuvieras vestida?


—Maldita sea —murmuré antes de que él me llevara hacia
abajo con fuerza, besándome con la misma intensidad que
cuando me encontró hacía unas noches.
Mmmm, delicioso. La Guinness que había bebido con la

cena, mezclada con ese nuevo sabor del que no creía que
pudiera obtener suficiente. No podía describir el sabor, era
únicamente Donovan. Mi lengua se encontró con la suya una
y otra vez y apoyé mi mano buena en un hombro. Seguro que
no parecía importarle mi yeso presionando contra su otro
hombro. Gemí en su boca mientras sus manos se movían
desde mis caderas, deslizándose debajo de la enorme
camiseta, hasta mi vientre, y se instalaban en mis pechos.
Inteligente de mí. No tenía sostén. ¿Habían estado mis
pezones alguna vez tan duros? ¿Me habían dolido tanto por
ser tocados? ¿Lamidos? ¿Succionados?
Wow. Vertiginoso.
Su beso realmente hizo girar mi mundo. Me balanceaba

sobre su erección mientras apretaba mis pezones y sentí lo
duro que estaba entre mis muslos. Por desgracia, estaba el
pequeño asunto de sus vaqueros y mis pantalones cortos
entre su polla y mis adoloridas, muy adoloridas partes. Quería
sentir su longitud, su dureza, tener cada centímetro de su
cuerpo dentro de mí.
Di un grito ahogado cuando separó sus labios de los míos y

me ajustó para poder lamer un pezón antes de recorrer con
su lengua el otro.
—Donovan… —Iba a decir algo, pero mi mente quedó en

blanco cuando suavemente mordió mi pezón. ¿Cuántas veces
puede una mujer gritar “Oh. ¡Dios mío!” cuando esta con un
hombre como Donovan? Ya estaba en camino de averiguarlo.


Mis pantalones cortos estaban completamente húmedos
entre mis muslos mientras me retorcía contra él. No podría
aguantar mucho más. ¿Qué iba a decir? Ah, si.
—La ropa —Gemí con el siguiente pellizco de sus dientes—.

Fuera ropa.
Me ajustó para poder rozar sus labios a lo largo de la curva

de mi oreja. Los escalofríos corrieron a lo largo de mi columna
vertebral.
—¿Cómo son de sueltos esos pantalones cortos? —Un

gruñido. Juro que lo dijo en un gruñido bajo y áspero que
reverberó a través de mí.
¿Pantalones cortos? ¿Sueltos?
Sí, oh sí.
—Lo suficientemente sueltos.
Sus vaqueros raspaban el interior de mis muslos mientras

me deslicé hacia abajo lo suficiente como para desabrocharle
el pantalón. Un pequeño problema con el yeso.
Él hizo los honores.
¡Qué honor! Su magnitud se iba a sentir muy bien de

nuevo. Oh, sí. La necesidad de probarlo primero era tan
fuerte que envolví los dedos alrededor su polla y deslicé mis
labios hacia abajo. Lo oí retener la respiración mientras daba
golpecitos con mi lengua y saboreaba la sal de su piel y el
poco de semen en la cabeza de su erección. Dio un fuerte
gemido y apretó sus manos en mi pelo mientras chupaba con
fuerza. Levanté la vista hacia él y su mandíbula estaba
apretada cuando nuestros ojos se encontraron.


—Tengo que follarte —Parecía como si le costara tan sólo
hablar—. Estar dentro de ti.
Alcé la cabeza lo suficiente como para decir:
—Oh, sí. Habla sucio. Me encanta.
Empujó su erección en mi boca antes de soltar una mano

del pelo. Di lametones y succioné su polla mientras buscaba
debajo de él y sacaba un paquete.
En el momento en que abrió el paquete, lo dejó a un lado y

me hizo parar de chuparlo para poder rodar el condón sobre
su erección.
Donovan me condujo hacia arriba para que estuviera justo

encima de él. Su mano rozó los rizos de mi montículo
mientras sacaba la entrepierna de mis pantalones cortos a un
lado.
—Cristo. Lexi —dijo—. Te voy a tomar duro y no voy a

parar hasta que te corras.
Me llevó hacia abajo tan rápido que no me lo esperaba. En

el momento en que condujo su polla dentro de mí, jadeé y
casi grito. Tan grueso, largo y duro. Mis ojos casi se
humedecieron mientras llegaba profundo dentro de mí. Su
agarre en mis caderas se apretó mientras me subía y bajaba
a tiempo para cada una de sus embestidas. No había estado
bromeando.
Nunca había sentido algo así. Apreté mi puño en su

camiseta mientras me sostenía para la cabalgada. Tratar de
evitar que mis ojos se cruzaran no fue fácil, ya que mi clímax
vino corriendo hacia mí como un tren subterráneo que había
decidido que no se detendría por nada. Sin frenos.


Donovan no aminoró el paso, pero por la tensión en sus
rasgos y la forma en que apretaba la mandíbula, apostaría a
que estaba tan cerca de llegar como yo.
Cuando nuestros ojos se encontraron y la intensidad de su

pasión me golpeó, mi orgasmo se estrelló contra mí. Casi
grité. Pero mi lloriqueo fue casi tan alto como un grito.
No cerré los ojos porque quería ver su rostro, mientras mi

cuerpo entero temblaba de sensaciones que no podía
comenzar a hacer justicia en explicar. Una ola de calor y la
sensación de que cada terminación nerviosa estaba
completamente en llamas.
Mi núcleo se contrajo mientras seguía empujando. Luego

dio un grito, junto con unas pocas embestidas finales, y yo
tuve más espasmos, mi canal agarraba su polla mientras latía
en mi interior. Juro que sentía cada pulso, como si estuviera
en mis venas. Whoa. Los músculos no me soportarían mucho
tiempo después de un orgasmo como ese. U orgasmos. Mío y
suyo. Me atrajo hacia él justo a tiempo, o hubiera golpeado
su duro pecho.
Donovan me agarró con fuerza, con mi cabeza apoyada a

un lado de su corazón, ambos respirábamos duro y de forma
desigual. Los latidos de su corazón estaban tan locos como los
míos.
Cuando por fin pude recuperar el aliento, y un poco de mi

fuerza regresó, me levanté y lo miré a los ojos.
—Ahora vamos a probar con crema batida.


CAPÍTULO 36
Los profesores y los pinchazos
26 de abril
Viernes al mediodía
En el Cuartel General de RED, Donovan estaba con los

brazos cruzados sobre su pecho mientras miraba los
monitores de pared que cubrían la salas de descanso, las
salas de profesores, y todas las oficinas de los profesores,
incluyendo sus baños privados.
La rápida investigación que habíamos hecho a través de

entrevistas a algunos miembros del personal, habían señalado
algunos profesores dignos de ser comprobados, y Weiss había
ido rápidamente sobre sus culos en los últimos dos días, tres
si contábamos el día de hoy.
No nos estábamos molestando con los viejos pedorros con

palos en el culo, que prácticamente necesitaban andadores o
tenían bastones. Aún.
Ahora mismo, veinte lugares diferentes habían sido

señalados en una sola pantalla gigante. Cada lugar tenía más
de un ángulo de la cámara y era supervisado por un agente
con auriculares, mientras escuchaba la conversación en su
área asignada.
—Quiero arrancarme este maldito yeso —me quejé a nadie

en especial mientras deseaba poder machacarme el brazo. El
latido que había estado en mi hombro dislocado casi había


desaparecido, habían pasado casi dos semanas desde que
Danny tiró de mi brazo hasta casi arrancármelo del hombro.
Mi cara se veía mejor y el pecho no me dolía tanto.
—Esto es aburrido como la mierda —dijo uno de los

agentes más nuevos.
—Bienvenido al mundo de la vigilancia —di una risa baja.
Sí, era aburrido como la mierda, está bien. Un bostezo

amenazó con escaparse durante nuestra constante vigilancia
de los monitores, mientras seguíamos a Weiss y Jensen
durante todo el día. Estábamos en nuestro tercer día de la
operación del Equipo-K de Harvard y se sentía como si poco
a poco fuéramos acercándonos. Ahora Donovan estudiaba uno
de los monitores mientras veíamos a Weiss. El agente
casualmente caminaba detrás de Galsband, un profesor que
era uno de nuestros principales sospechosos, en un salón de
la facultad.
Nuestras fuentes habían dicho que Galsband había estado

avanzando con varias de sus estudiantes mujeres, más que la
mayoría de los otros profesores. Entonces lo habíamos visto
nosotros mismos. Nadie se había quejado de acoso sexual
contra Galsband, lo que era interesante. Probablemente tenía
algo que ver con las evaluaciones… tal vez sobre hacer
trampa en ellas. ¿Quién iba a creer la palabra de una joven
estudiante de postgrado por encima de la de un profesor muy
respetado? El ceño que dañaba mi cara me daba dolor de
cabeza. Quería escupir el sabor amargo de mi boca, un sabor
que aumentaba sólo al pensar en lo que el hombre ya había
hecho, justo ante nuestros ojos. Filmado a todo color. Solo en
el transcurso de ese día, dos estudiantes femeninas, en
diferentes momentos, acordaron cenar con Galsband ese fin


de semana. Luego estaban los arreglos que había hecho con
una estudiante el miércoles y otra el jueves.
Después, el profesor se había acariciado la polla a través de

los pantalones y dado una sonrisa que me atravesó con
escalofríos de disgusto. El hombre tenía que estar en los
sesenta y las chicas apenas en los veinte años. Donovan y yo
cambiamos la frecuencia de nuestros auriculares para captar
el sonido del salón en el que Weiss había entrado. Otra razón
por la que habían elegido a Galsband, eran sus frecuentes
conversaciones por lo bajo, con los profesores Grumman,
Allen, y Michaels. Nada se había dicho abiertamente mas que
la mención casual de Michaels a un "juego de póker" en su
casa el viernes.
Esa noche.
Lo que más nos interesó, fue la forma en que los hombres

dijeron las palabras y las miradas que se dieron el uno al otro,
que incluían sonrisas maliciosas e insinuaciones. La lectura de
expresiones era algo en lo que siempre había sido buena, y
me hubiera gustado apostar a que no era un juego de póquer
lo que los profesores estaban planeando.
Lo que significaba que Weiss y Jensen tenían trabajo que

hacer. Los profesores la tenían bien montada en Harvard.
Muebles de aspecto caro y un aire de riqueza.
Cuando Weiss entró en la sala de profesores, Galsband

miró por encima del hombro y le dio una breve inclinación de
cabeza antes de acercarse al refrigerador por una botella de
agua mineral marca Perrier.
—El profesor Galsband, ¿no? —Dijo Weiss mientras pasaba

junto al profesor para agarrar su propia botella.


El pelo del profesor estaba cortado pulcramente, sus
sofisticadas canas peinadas hacia los lados, como malditas
alas de murciélago plateadas. Giró la tapa de su botella y la
tiró en una papelera.
—Le conocí antes con… ¿quienes eran? Allan y Grumman,

creo.
Weiss tomó un trago de su botella y tragó saliva antes de

asentir.
—Mi nombre es Zimmer.
—Así es —Galsband tenía un tono engreído en su voz—.

¿Cuál es su especialidad?
Weiss dio una sonrisa satisfecha.
—En lo que soy mejor es en hacer un poco de tutoría

extracurricular con unas cuantas alumnas. Si usted sabe lo
que quiero decir —Galsband levantó las cejas—. Realmente,
profesor —Weiss se encogió de hombros, pero mantuvo lo
que definitivamente podrías llamar una sonrisa lasciva en su
rostro—. Un beneficio que viene junto con el trabajo.
—Así es —Galsband miró como si estuviera reprimiendo

una sonrisa propia—. Debo ir a mi clase ahora.
—Estoy entre clases. Es hora de hacer un poco de "tutoría"

—Weiss tiró su botella vacía en un cubo de basura—. Pequeña
linda pelirroja... —Guiñó un ojo y salió de la sala.
Por un momento, Galsband se quedó mirando la puerta

después de que se cerrara detrás de Weiss. Su boca se curvó
en una sonrisa y tiró su propia botella verde.


—Beneficios, sin duda —dijo en voz alta antes de salir por
la puerta.
La cámara cambió y los agentes RED vieron como Galsband

se dirigía a su clase.
—Jensen, Weiss, os toca —dijo uno de los agentes en un

micrófono. Ambos, Jensen y Weiss, estaban conectados.
Weiss levantó la vista hacia una de las cámaras de RED que

el agente había cambiado.
—Listo y preparado —dijo Weiss mientras caminaba hacia

la oficina de Galsband.
—No puedo esperar —dijo Jensen, desde la esquina, con

una expresión que significaba que preferiría estar haciendo
cualquier cosa en lugar que lo que habían planeado. Y ella
había hecho un gran trabajo en lograr parecerse a una
caliente pequeña fiestera, con un sujetador con mucho relleno
que pondría las tetas de globo de Georgina en vergüenza.
Weiss había logrado bien su look de cincuentón, cuando
añadió un poco de plateado a su pelo, y un par de gafas de
viejo.
Una vez que se reunieron en la oficina de Galsband, Weiss

intentó empujar el picaporte de la puerta. Miró a la cámara
mientras hablaba.
—Bloqueado.
—Cuartel General, miren los monitores —Jensen empujó a

Weiss fuera del camino al mismo tiempo que sacaba un
pequeño estuche de su mochila Gucci. Parte del juego… una
mochila destinada a llevar libros y al mismo tiempo, mostraba
que tenía algo de dinero.


—Estudiantes viniendo en torno a la esquina derecha hacia
el pasillo —dijo el agente de supervisión a través de su
auricular.
De inmediato, Jensen se enderezó, se colgó la mochila al

hombro, y ella y Weiss parecieron estar muy comprometidos
en una animada conversación sobre una de sus clases,
hablando en alemán, con suerte, evitarían que la mayoría de
los estudiantes los entendieran si escuchaban.
Tuvieron que esperar hasta que tres estudiantes más y un

profesor, pasaran antes de que Jensen pudiera ir a por la
cerradura. En segundos, Jensen tenía la puerta abierta, la
ganzúa metida en la mochila, y ella y Weiss se deslizaban en
la oficina de Galsband.
—Bien, bien —dije, y Donovan me miró sobre su hombro—.

Bien podría ser la biblioteca de una mansión.
Escritorio de palo rosa, estanterías y sillas acolchadas. La

colección de telescopios de latón en cajas de cristal, que
también contenían otros elementos que brillaban a la luz.
Donovan volvió a mirar a los monitores. Cuarenta malditos

minutos habían pasado. Me pasé el tiempo deseando que la
picazón de mi brazo debajo del yeso, se detuviera, y haciendo
todo lo posible para asegurarme de que Oxford no me cogiera
allí.
Mientras esperaba, examiné la información sobre nuestros

principales sospechosos en una pantalla a unos metros de
distancia de los monitores. Donovan se quedó donde estaba y
observaba en los otros monitores, cómo Weiss y Jensen
pasaban su tiempo buscando a través de los cajones de


Galsband, en busca de cualquier cosa que pudiera darles una
pista en el caso de Kristin.
—Galsband encaminándose hacia vosotros —dijo

finalmente un agente a Weiss y Jensen por el
intercomunicador—. Tiempo estimado de llegada: noventa
segundos.
Los dos agentes tomaron posiciones cerca a la puerta,

Jensen de rodillas delante de la entrepierna de Weiss, de
espaldas a la cámara y la puerta.
—Oh, que dicha —murmuró ella en tono sarcástico

mientras Weiss se desabrochaba los pantalones.
Luego me pareció escucharla susurrar “¡Oh, Dios mío!” en

un tono muy diferente, y casi me reí por lo bajo.
—Galsband, en cinco segundos en su destino —dijo el

agente de seguimiento.
—Aquí vamos —dijo Jensen mientras Weiss le ponía las

manos en el cabello. Ella comenzó a menear su cabeza como
si estuviera chupando a Weiss, mientras hacía sonidos
de placer.
Maldición, eso se veía caliente. Los dos eran un poco más

realistas de lo que hubiera esperado. Podría jurar que vi su
boca realmente en la polla de Weiss y esa mirada en su rostro
era realmente la de un hombre al que se la estaban
chupando.
Weiss miró a Jensen mientras la apretaba del pelo.
—Eso es, nena —dijo en una voz ronca mientras la puerta

se abría. Weiss no levantó la mirada, como si no hubiera oído
nada. En el momento siguiente, Weiss hizo un fuerte gemido


y bombeó sus caderas un par de veces más como si hubiese
tenido un orgasmo. Personalmente, creo que realmente lo
tuvo. En la boca de Jensen—. Maldita sea, nena —dijo Weiss
sin levantar la vista—. Tienes una “A+” por el esfuerzo y el
estilo. Por no mencionar que ha sido la mejor mamada que he
tenido.
Galsband se aclaró la garganta.
—Profesor Zimmer.
Weiss levantó la vista mientras Jensen daba un grito muy

bien hecho. La cremallera de Weiss estaba todavía oculta por
la cabeza de Jensen y Weiss hizo un trabajo creíble
acomodándose a si mismo y abrochando sus pantalones sin
dejarnos ver nada.
—Lo siento, Galsband —Dijo Weiss mientras ponía a Jensen

de pie—. No me di cuenta de que se trataba de su oficina. La
mía esta muy lejos y entramos en el lugar más cercano —
Sonrió hacia Jensen—. Brittany no podía esperar —Por la
combinación del bulto en los pantalones de Galsband y la
expresión austera en su rostro, estaba claro que el profesor
se debatía entre estar excitado y enfadado.
—¿Cómo has entrado aquí?
Weiss se encogió de hombros mientras Jensen se levantaba

y se volvía. Tenía los ojos con los párpados pesados mientras
se lamía los labios y se encontraba con la mirada de
Galsband.
—Ha sido la primera puerta abierta que hemos podido

encontrar —dijo ella en una voz sensual, mientras miraba a
Galsband de arriba abajo y se lamía los labios de nuevo.


Weiss miró a Jensen y sonrió mientras se inclinaba hacia él.
Deslizó las palmas de las manos hasta sus enormes pechos, y
frotó los pulgares sobre sus realzados, distendidos pezones.
—Si tienes un poco de tiempo, Brittany acaba de decirme

que le encantaría un poco de acción en el frente y en la
puerta trasera, al mismo tiempo, si sabes a lo que me refiero.
Por Dios, Jensen y Weiss podrían haberme convertido en

una creyente. La garganta de Galsband trabajó mientras
tragaba, su mirada fija en lo que estaba haciendo Weiss
a los pechos de Jensen.
—Tengo a una estudiante en camino —Sonaba como si

estuviera teniendo dificultades para hablar.
—¿Una muchacha? —Weiss movía sus manos hacia arriba y

hacia abajo por cuerpo de Jensen. Tenía la sensación de que
iba a matarlo una vez que estuvieran solos, ya que la mayoría
de los agentes de RED del Equipo-K estaban viéndolo todo—.
A Brittany le gustaría algún tipo de acción tipo chica-chica —
Rozó con los labios sobre su oreja antes de levantar la cabeza
y hablar lo suficientemente fuerte para ser escuchado—. ¿No
es así, nena? —Jensen no podría haber hecho un mejor
trabajo actuando como si la idea la pusiera caliente, como si
realmente la excitara.
—Nunca lo he intentado —dijo ella en voz baja y ronca—.

Pero he fantaseado con chupar los pechos de una mujer
mientras me están follando. Y atada, la idea de todas esas
cosas del bondage BDSM realmente me excitan.
Oh, cariño, no sabes de lo que estás hablando.
Pero eso pareció ser lo que hacía falta. El bulto en los

pantalones de Galsband era lo suficientemente grande como


para hacer un agujero a través de la tela. Si el profesor era la
pista de RED hacia Kristin, Jensen podría cortarle la polla
mientras que Donovan se encargaba del hombre que había
secuestrado a su hermana. Galsband se aclaró la garganta
otra vez.
—Hay una reunión privada esta noche de la que podríais

disfrutar.
Bingo.
Donovan entrecerró los ojos en el monitor mientras

observaba. Jensen se lamió el labio inferior con la punta de la
lengua.
—Estoy libre esta noche.
—Ah. Sí —Galsband caminó alrededor de su escritorio—.

Tengo que hablar con el caballero que celebra la discreta
fiesta para ver si puedes ser invitada —Miró hacia Weiss—.
Los dos, por supuesto, como mis invitados personales.
—Suena interesante —Weiss se agachó e inclinó la cara de

Jensen para darle un beso breve—. Especialmente si se trata
de otra mujer.
—Otra estudiante —Galsband sonrió e hizo que la boca del

estómago se me retorciera—. Ella disfruta de la compañía de
un par de hombres a la vez. Voy a hablar con el
anfitrión.
Demasiado para un juego de póquer.
—Delicioso —dijo Jensen, sus ojos en Galsband. Miró a

Weiss—. Ya tengo que irme a clase —luego miró al profesor
de nuevo—. Llámame al móvil si vamos a jugar esta noche.


Weiss exprimió el pecho de Jensen otra vez y Donovan
pensó que ella le iba a dar un codazo si él no se detenía.
—Hablaré contigo más tarde, cariño.
Ella se acercó y lo besó antes de pasar a la mesa y

sentarse en el borde de la misma. Su falda corta se deslizó
hasta sus muslos, casi hasta su entrepierna. Jensen era
probablemente más caliente de lo que cualquiera de los
agentes viendo el espectáculo se había dado cuenta.
—Espero veros más tarde —se inclinó sobre el escritorio y

rozó sus labios con los de Galsbands antes de deslizarse de la
mesa, le dio una sonrisa sexy a Weiss, y caminó
fuera de su oficina.
Eché un vistazo a la imagen del monitor de Jensen en el

pasillo después de que la puerta se cerrase detrás de ella.
Comenzó a hacer movimientos de arcadas, señalando con su
dedo la garganta y doblándose como si se fuera a
vomitar. Miró hacia la cámara oculta y murmuró en su
intercomunicador.
—No sabes cómo voy a matarte, Donovan.
La mayoría de los agentes en torno a Donovan se echaron

a reír. Él casi pareció hacerlo también, pero estaba
principalmente concentrado en Weiss y el profesor.
—¿Tienes lápiz y papel? —le preguntó Weiss al profesor

que seguía mirando la puerta—. ¿Galsband?
La garganta del hombre trabajaba, moviendo la nuez de

Adán.


—Sí —dijo con una distraída expresión—. Lápiz. Papel —
recogió un costoso bolígrafo y lo empujó, junto con un block
de papel de color crema, a través de su escritorio.
Weiss tomó el bolígrafo y garabateó su nombre de

encubierto y un número.
—Es mi celular, por si Brittany y yo podemos unirnos esta

noche.
Galsband parecía que estaba empezando a ponerse bajo

control de nuevo. Hizo un gesto brusco.
—A finales de esta tarde voy a hacértelo saber, de una u

otra forma.
Weiss le guiñó un ojo y se dirigió hacia la puerta. Cuando

se cerró detrás de él, miró a la cámara y llevó su codo hacia
abajo en un movimiento de "¡Sí!"
Donovan negó con la cabeza y sonrió.
El resto del día monitoreamos a Galsband, pero no hizo

ninguna llamada ni se reunió con nadie hasta bien entrada la
tarde. Cuando se quedó solo en un pasillo, sacó su celular y
marcó un número. Desafortunadamente la cámara no podía
obtener un enfoque del teclado numérico para ver lo que
estaba marcando. Galsband tampoco estaba de pie cerca del
micrófono más cercano, y un hombre con una máquina
limpiadora de suelos estaba empujando la cosa en una
esquina.
—Aislamiento y amplificación —dijo Donovan al agente

monitoreando ese corredor. Era casi imposible pillar nada de
la conversación. Todo lo que captaron fue "estudiante",
"noche", "acción”, “chica" y "caliente".


La mandíbula de Donovan se tensó. Pero cuando se cerró el
teléfono, Galsband sonrió. Sacó un pedazo de papel de su
bolsillo. El que tenía el número de teléfono del agente Weiss.
Mi ritmo cardíaco se aceleró. Galsband se dirigió hacia la
puerta principal del edificio de psicología y comenzó a marcar
el número. La línea de Weiss, que ya había sido pinchada, se
escuchó fuerte y clara.
—El profesor dice que tú y la señorita Brittany podéis

uniros a nosotros como mis invitados esta noche. Él cree que
su estudiante estará encantada de conocer a tu chica.
—Genial —dijo Weiss—. ¿Cuál es la dirección?
—¿Por qué no hago que mi chofer os recoja a ti y a tu

estudiante a las siete? —preguntó Galsband.
—Cristo —dijo Donovan, y sabía exactamente lo que quería

decir. Weiss probablemente no vivía en una pensión digna de
un rico profesor. Weiss se detuvo sólo un momento antes de
hablar.
—Brittany y yo planeamos reunirnos para una copa a las

seis en la Casa de Cristal. ¿Por qué no nos tomamos nuestra
bebida, y luego nos reunimos contigo a las siete en las
afueras del club —él bajó la voz—. ¿Crees que estaba caliente
esta tarde? Espera hasta que la veas después de un par de
ron y Coca Cola. Estará sobre nosotros antes de que logremos
llegar a lo del profesor…
—Ah, ahí está mi chofer —Galsband interrumpió—. Te veré

en la Casa de Cristal a las siete en punto.
—Por supuesto.


Galsband cortó y parecía que Donovan quería golpearse la
cabeza contra una consola.
Donovan se limpió la cara con la mano.
—Está bien. No se puede llegar de antemano a la ubicación

sin una dirección —se paseaba mientras hablaba con sus
agentes—. Así que vamos a poner una cola en Galsband
después de que recoja a Weiss y Jensen. Vamos a tener los
equipos de redada en espera.
—Lo haremos —dijo Takamoto—. Todo el mundo estará

listo y por todo ese lugar tan pronto como tengamos la
dirección —apoyó las manos en el respaldo de una silla—. ¿A
quién quieres siguiendo el coche?
—Yo lo haré —Donovan detuvo su paseo—. Junto con mi

unidad especial.
—El grupo me sorprendió —dijo Smithe, y varios de los

agentes se echaron a reír—. Son unos tipos de miedo. Me
intriga que Oxford te dejara traerlos de fuera.
Yo podía ver las ruedas girando en la cabeza de Donovan.

Ya estaba planeando la operación en su mente al mismo
tiempo que hablaba.
—Si supieras lo que esos chicos son capaces de hacer, no

estarías tan sorprendido.
26 de abril
Viernes por la noche


—Maldita sea, Lexi —Donovan me miró mientras se ceñía el

cinturón de ataque, y su equipo terrorífico aseguraba todas
sus armas. Estábamos parados en el living de Kristin—. No
vas a venir. Cristo, ¿es que no puedes dejarlo así?
—Fuérzame a dejarlo —fruncí el ceño y crucé el brazo y el

yeso por encima de mi pecho. Apuesto a que era una vista
interesante—. Voy a conducir a la Casa de Cristal por mí
misma y a seguir a Weiss —Donovan cerró los ojos y se veía
como si estuviera contando hasta diez. Los abrió y se
encontró con mis ojos.
—Nosotros vamos a manejarlo, Steele —hizo un gesto a los

cuatro hombres que estaban mirándonos a Donovan y a mí
con evidente interés y diversión—. Tenemos suficientes
coches tras él, no necesitamos uno más que sólo podría
captar su atención.
—Ni siquiera se darían cuenta de doce coches siguiéndoles.

Sabes que Weiss y Jensen le van a mantener ocupado —le
dije.
—No, si Jensen puede evitarlo —dijo Donovan en voz

baja—. Así como está la cosa, está lista para matar a Weiss, y
no puedo darme el lujo de que sea un agente caído.
—Me pareció que estaba teniendo un poco de diversión —

casi obtengo una sonrisa de él, pero otra vez hizo un buen
trabajo conteniéndose—. Como es obvio para cada uno de
vosotros que parecéis montañas, soy lo suficientemente
pequeña como para encajar en cualquier lugar.
—Ahí te tiene —dijo Harrison con una sonrisa. Donovan

levantó las manos.


—Recoge tus cosas. Son las cinco y media y tenemos que
llegar a la Casa de Cristal.
Me moví la camisa a un lado para mostrar mi Glock.
—Todo listo —le dije.


CAPÍTULO 37
Kristin
26 de abril
Viernes
Una "tertulia" esta noche.
El cuerpo de Kristin tembló. Michaels acababa de subir a

prepararse para su pequeña reunión, mientras ella estaba en
la cocina usando el collar enganchado a la cadena.
Una chica. Hacía unos minutos Michaels le dijo que iba a

tener relaciones sexuales con otra estudiante, mientras que
los hombres observaban. De ninguna manera. Nunca
maldecía, pero una cosa llegó alta y clara a su mente.
Trató de controlar su respiración.
El plan que le vino a la mente era simple pero perverso. No

sólo era que iba a salir de esto antes de que la inyectara con
el líquido verde de nuevo, sino que iba a hacerle pagar por
cada cosa que le había hecho. Tenía que darse prisa antes de
que volviera abajo. Kristin se precipitó al armario de debajo
del fregadero. Tuvo que estirar el brazo y tantear alrededor,
pero finalmente lo encontró. El punzón abrelatas. En la
iluminación fluorescente de la cocina, brillaron puntos
triangulares. Cogió un paño de cocina de un cajón y lo puso
en el mostrador cubriendo el abridor. Se agachó debajo del
fregadero de nuevo y fue a por el limpiador de hornos que


Michaels había dejado debajo del fregadero. Idiota. Pero
suerte para ella.
Kristin miró alrededor de la cocina. ¿Dónde podría ponerlo

para que no lo viera cuando entrara en la cocina?
La nevera. Abrió la enorme nevera de acero inoxidable y

empujó a un lado los envases de plástico, no de vidrio por
supuesto, de mostaza, Ketchup y otros condimentos, para
dejar espacio para la lata de aerosol, poniéndolo más cerca de
la abertura de la puerta. Tal como lo tenía resuelto, agarró la
sartén de debajo de la estufa, la puso en uno de los
quemadores eléctricos, y lo encendió en "Alto". Entonces
abrió la puerta de la nevera de nuevo, justo al lado de la
estufa.
—¿Lista, puta?
Kristin saltó ante el sonido de la voz de Michaels. El

corazón le latía como si fuera a salirse por su garganta
mientras sostenía la puerta del refrigerador abierta y el aire
fresco enfriaba su cuerpo desnudo. Michaels estaba
sonriendo. Sonriendo.
Bastardo enfermo.
En una mano sostenía una jeringa llena de líquido verde.
—Nunca pensé que lograría estar en algún tipo de acción

de chica-chica. Esta noche será un deleite para mí y mis
invitados —se detuvo justo fuera del alcance de su cadena—.
Vas a darle una probada a un coño mientras te están follando.
A Kristin se le revolvió el estómago. No. No podía vomitar.

Agarró la lata de limpiador de hornos y puso el dedo en el
botón de spray.


Michaels miró a la nevera abierta.
—Cierra la puerta antes de que todos los canapés se

calienten.
Sitúalo. Haz que se acerque.
—Por favor no me haga hacer eso —ella trató de mantener

su mano firme sobre el limpiador para hornos—. Por favor, no
me haga estar con otra chica, o con aquellos otros hombres.
Le prometo que voy a hacer cualquier cosa por usted.
El ceño de Michaels se contrajo, tornando sus facciones

pesadas.
—He dicho que cierres la maldita puerta.
Su mano temblaba tanto que no sabía si sería capaz de

mantenerse lo suficientemente estable.
Lo haría. Esto se iba a terminar.
—Por favor —dijo, poniendo toda la mendicidad que pudo

en su voz.
—No quiero marcarte antes de esta noche —dijo mientras

caminaba hacia ella y levantó la mano que no sostenía la
jeringuilla cuando estuvo a unas pocas pulgadas de
distancia—. Pero si te niegas a escucharme, te voy a
abofetear el…
Kristin sacó la lata de limpiador de hornos fuera de la

nevera y apretó el botón, apuntando a su cara. La espuma
blanca se disparó desde el bote, directamente a esos ojos que
odiaba tanto.
Michaels gritó y dejó caer la jeringa.


El timbre de la puerta sonó.
Kristin no dejó de pulverizarlo y su rostro estaba casi

cubierto con la espuma.
—Asqueroso, escoria viscosa… —los vapores provenientes

del aerosol la atacaron mientras hablaba.
—¡Puta! —Se abalanzó por ella.
Kristin intentó retroceder, pero su pie resbaló en la espuma

y se desplomó en el azulejo.
Michaels la agarró del cuello y la tiró contra el mostrador.

El bote se deslizó de su mano y traqueteó mientras rodaba
por el suelo de baldosas.
—Eres mía para matarte —La espuma lo cegaba, pero él

encontró su garganta cuando se abalanzó sobre ella—. ¡He
pagado por ti! —sus dedos fueron sobre su collar de cuero y
ella se quedó sin aliento cuando la apretó con los dedos con
tanta fuerza que se estaban clavando en su garganta.
Kristin agarró sus muñecas con las manos, pero su agarre

era muy apretado.
Su visión comenzó a desdibujarse. No podía respirar. Su

mente empezó a apagarse mientras apretaba más fuerte. No
estaba segura de si las campanadas que oía en la distancia
estaban en su mente o eran reales. El abridor. Estiró una de
sus muñecas y comenzó a golpear el mostrador con su palma,
incluso mientras sentía el mundo desvaneciéndose.
El abridor. Tengo que... Tengo que...
A pesar de que su vista se atenuaba, sus dedos

encontraron la tela que cubría el abrelatas.


Bajando. Estaba bajando. Tiró de la tela a un lado y cogió
el abridor. A través de su visión borrosa, e incluso tan débil
como estaba, encontró la fuerza para hacer lo que había
planeado. Kristin embistió la punta triangular del abridor en
uno de sus ojos y empujó tan fuerte como pudo.
Arrancó el ojo de su cuenca. Michaels gritó y la soltó

mientras sus manos se dirigían a su ojo, donde la sangre
manaba del agujero. Gritó mientras sostenía una mano en la
cuenca vacía y fue a por ella con la otra mano.
—¡Te voy a matar, te voy a matar! ¡Puta perra, te voy a

matar!
El aliento pasó ásperamente a través de su garganta

dolorida a los pulmones, dándole suficiente fuerza para
cambiar de mano el abridor. Apuntó con el abridor al otro
globo ocular y lo arrancó.
—Nunca vas a ver el cuerpo de otra mujer de nuevo —le

gritó mientras él sostenía su manos sobre sus cuencas
oculares vacías y se retorcía a su alrededor—. ¡Nunca! —gritó.
—¡Puta perra! —Él se movió como si no tuviera control

sobre su cuerpo y gritaba entre palabras incoherentes—.
¡Querido Dios! ¡Oh, Dios! —Buscó con las manos,
ondeando en nada más que aire, mientras trataba de llegar a
ella—. ¡Te voy a matar! ¡Voy a matarte! ¡No puedes escapar y
te voy a matar!
Kristin estaba teniendo problemas para concentrarse

después de casi ser estrangulada a muerte, y de todos los
gases del limpiador de hornos. Pero tuvo la suficiente claridad
mental para agarrar la sartén vacía, ahora al rojo vivo, y
tomándola con sus dos manos, la estrelló de golpe en su cara.


Él gritó cuando la sartén le quemó la carne y la tiró de su
mano con un golpe.
—¡Perra! ¡Te mataré! —continuaba gritando una y otra vez

mientras forcejeaba e iba a por ella. Su fuerza casi había
desaparecido, pero se las arregló para llevar su rodilla al
pecho, plantar el pie en su pecho y empujar con todo lo que
tenía.
Michaels cayó hacia atrás y se deslizó por el suelo

espumoso y ensangrentado.
—¡Kristin!
Nick, ¿era Nick?
Poco a poco se deslizó por los armarios, las piernas

empezaban a flaquearle, así como también la vista. Pero le
había quedado lo suficiente como para ver el rostro de su
hermano. La expresión dura como el acero en su mirada,
cuando apuntó con un arma hacia la ingle de Michaels.
En su bruma, Kristin casi se inclinó hacia los lados mientras

observaba, fascinada. Escuchó un disparo y Michaels gritó aún
más fuerte y parecía echar espuma por la boca.
Entonces, Nick fríamente levantó el arma y le disparó al

histérico hombre entre sus ojos ya ciegos.
—Sabía que me encontrarías —Kristin sonrió a Nick antes

de que todo se oscureciera.


CAPÍTULO 38
Un largo camino por delante
27 de abril
Sábado por la tarde
Donovan se apoderó de mi mano tan fuerte como yo

aferraba la suya cuando la doctora Shastri entró en la
habitación. Las puertas hicieron un silbido al abrir y luego
cerrar detrás de ella. Donovan y yo habíamos estado en la
sala de espera del centro médico desde la noche anterior,
cuando encontramos a Kristin.
Miré a Donovan. Lo había visto intenso, enfocado,

enfadado, y en rabia homicida.
Nunca lo había visto asustado.
Mi yeso estaba duro contra mi vientre, que parecía girar

mientras lo presionaba con el yeso contra él.
Nos pusimos en pie mientras la doctora se acercaba.

Donovan se aferró a mí como si yo fuera su tabla de
salvación. La Dra. Shastri era preciosa, de piel y ojos oscuros,
el pelo recogido apretado. Se sentó en una de las acolchadas
sillas verde y malva, el cojín apenas aplastándose debajo de
su peso ligero. El centro médico no tenía olor a antiséptico de
hospital. Al menos no en la sala de espera, la que olía como
pintura, polvo y bolas de naftalina.
Mientras la doctora esperaba que volviéramos a sentarnos,

Donovan parecía congelado. Tiré un poco de su mano y nos


sentamos juntos. Las palabras de Donovan salieron bruscas.
Roncas.
—¿Cómo… —su garganta trabajaba—. ¿Mi hermana está

bien?
—Va a estarlo —La médica le dio una suave sonrisa. Ubiqué

su acento cerca de Cachemira, en el norte de la India, donde
había trabajado una vez en una operación—. Pero va a tomar
tiempo. Usted necesita entender eso.
—¿Cómo… que…? —Donovan contuvo el aliento y se veía

como el Donovan que conocía, no el niño asustado que había
visto mientras esperábamos noticias—. Por favor,
explíquemelo todo —dijo con un tono más firme en su voz.
—Haber estado cerca de la estrangulación es la peor de las

lesiones físicas de Kristin —La doctora Shastri cruzó las
manos sobre el regazo—. El gas que respiró del limpiador de
hornos afortunadamente no dañó sus pulmones. Sin embargo,
tiene unas pocas contusiones y algunas abrasiones leves de lo
que probablemente era un látigo.
La rabia asesina estaba de vuelta en la cara de Donovan,

su piel tirante sobre sus pómulos. Al mismo tiempo, el temor
por su hermana nunca dejó sus ojos.
—Ha sido analizada por enfermedades y contagios, y todo

ha vuelto a aparecer normal hasta ahora —dijo la doctora.
Esas palabras trajeron a primer plano el hecho de que Kristin
había sido abusada sexualmente y mi estómago se sacudió.
Era posible que terminara con dos yesos si Donovan me
apretaba la mano más fuerte de lo que lo hacía en ese
momento.


—¿Y ahora qué? —Donovan sonaba como si tuviera que
forzar las palabras.
—Por lo que entiendo de su formación, señor Donovan —

dijo la doctora Shastri con su leve acento—, estoy segura de
que es consciente de qué es lo que será más difícil en la
curación de Kristin. El trauma psicológico —Donovan no se
movió, no respondió—. La magnitud de este trauma no la
sabremos hasta que haya tenido una completa
evaluación de su salud mental —dijo Shastri—. Por lo menos
ella será vista por un psiquiatra, un psicólogo y un trabajador
social. Le será prescrito lo que más necesite sobre la base de
esa evaluación. Su recuperación implicará terapia —
continuó—. No sólo con un trabajador social, sino con un
psiquiatra que puede recetar medicamentos. Como he dicho,
eso dependerá de su evaluación.
Donovan tiró de mi mano hacia su regazo, y no creo que ni

siquiera se diera cuenta de ello.
—¿Cuándo puede venir a casa?
Los ojos marrones de la doctora Shastri se movieron de

Donovan a mí, antes de mirar a Donovan de nuevo.
—Muy probablemente requiera un tiempo de

hospitalización. ¿Cuánto tiempo será? es demasiado pronto
para decirlo.
—No quiero que se despierte sola —Donovan miró hacia las

puertas por las que la doctora había llegado—. Tengo que
estar ahí para ella.
—Usted puede quedarse con Kristin todo cuanto le sea

posible —ella tenía una enfocada expresión, manteniendo al
mismo tiempo un aire de calma relajante con su acento


suave—. Y ya sabe que nunca estará sola. Siempre va a tener
alguien en la habitación, y se nos ha asegurado que un
guardia siempre estará aparcado fuera de la puerta. Va a
estar muy bien atendida —La doctora se levantó—. Está
descansando y no puede ser despertada, pero lo invitamos a
pasar tiempo con ella.
Donovan se aferró a mí, mientras seguía a la doctora.

Sinceramente, no creo que incluso se diera cuenta que no
había aflojado su control sobre mí desde que la doctora había
entrado en la sala de espera. Durante mucho tiempo nos
paramos junto a la cama de Kristin. Su golpeada, hinchada
garganta, su expresión torturada, incluso en el sueño, todos
los tubos y los monitores.
—Ella te necesita —le susurré a Donovan, y él me soltó la

mano.
Donovan se centró por completo en Kristin cuando le tomó

la mano entre las suyas, y la sostuvo durante horas. Su voz
era ronca cuando le dijo lo mucho que la amaba.
Luego empezó a hablarle de cómo estaba esperando que

volviera a casa; acerca de cómo una anciana había querido
que él se quedara con una gata calicó mocosa llamada Dixie,
de cómo iba todo alrededor de Boston; recuerdos de cosas
que habían hecho cuando eran niños. Cosas que pensaría que
eran triviales viniendo de un hombre como Donovan. Pero
había amor en cada palabra que decía, y en la lágrima que se
abrió camino por su mejilla.


CAPÍTULO 39
Ha llegado el momento
10 de mayo
Viernes por la noche
—Eso se siente taaaan bien —caí en el masaje de Donovan

como mi amiga Tara podría caer en una tina de chocolate
negro si le dieran la oportunidad.
Eran dos semanas después del final de la cautividad de

Kristin. Matar al profesor Michaels no había sido suficiente
para satisfacer su necesidad de venganza, y estaba buscando
a Cabot más duramente que nunca.
Y yo estaba buscando igual de duro a ese hijo de puta,

cuyas iniciales estaban todavía talladas en mi piel por debajo
de la venda que no me quitaba.
La noche en que Donovan la había rescatado, los Hombres

Grandes habían metido una bala en cada profesor de los que
estaban allí. No los habían matado, a pesar de que pensaba
que hubiera sido malditamente satisfactorio haberlo hecho.
RED lo cubrió todo, por supuesto. La agencia incluso

encontró maneras de conseguir que Harvard efectuara el
despido de los profesores. Nunca trabajarían en otra
importante universidad de nuevo.
La alfombra en el salón de Kristin era suave bajo mis pies

cuando me senté con la espalda contra el sofá, entre las
rodillas de Donovan, mientras estaba sentado en el sofá y


masajeaba mi cuello y hombros. Las noticias en la tele eran
sólo ruido blanco mientras mi cabeza caía hacia atrás. Yo
estaba en éxtasis. Sus masajes eran casi tan buenos como el
sexo.
Bueno, no del todo.
Detuvo el masaje y presionó con los dedos en mis

hombros.
—Ay. Eso duele —incliné mi cabeza más para mirarlo a los

ojos y vi su mirada fija al frente en el televisor, su mandíbula
estaba apretada.
Lo que había sido ruido blanco entró en el foco de atención

mientras las palabras del reportero se hundían en mi
conciencia.
—…desapareció de este club nocturno local. —La reportera

ponía la cantidad correcta de preocupación en su voz—. Los
testigos creen que la joven fue tomada por el mismo hombre
al que se ha visto secuestrar a otras mujeres. Lo que verán a
continuación es la representación del sospechoso por un
artista de la policía.
Una página en blanco ahora llenaba la pantalla con un

dibujo que se parecía mucho a una cara familiar.
—Danny —dije, y las manos de Donovan se apretaron más

sobre mí. Dolió lo suficiente como para que me encogiera de
hombros y saliera de su agarre—. Es uno de los hombres que
ayudaron a secuestrarme, y ayudó a escapar a Cabot.
Donovan gruñó.
—Es un hombre muerto.


La reportera continuó:
—Los sospechosos parecen secuestrar a las mujeres de

diferentes discotecas en toda la zona, y Boston cuenta con
cientos de discotecas —entonces, la periodista lanzó una
mirada particularmente solemne—. El Departamento de
Policía de Boston está pidiendo su ayuda para encontrar a las
personas responsables del secuestro de estas jóvenes. Si
usted tiene alguna información que pueda proporcionar
alguna pista, por favor llame... —El televisor se apagó, y vi a
Donovan poner el mando a distancia en la mesa.
—Tanto control de RED sobre los medios de comunicación y

la policía de Boston ya está en esto —dije con un gemido—. El
Senador Shelton va a estar cabreado, a lo grande.
Donovan lanzó un gruñido y empezó a masajear mis

hombros. Frotando los pulgares tan sólo en los puntos de
presión adecuados. Que se jodan las noticias. Suspiré con
dicha.
—¿Quieres hablar de cuando volviste a entrar en

Operaciones Especiales de la Armada?
Donovan no dijo nada, pero no detuvo el masaje

orgásmico, por lo cual estaba muy contenta.
—Es una larga historia, Steele —su masaje se volvió un

poco más rudo mientras añadía—: Y no es una buena.
—Cálmate un poco, Donovan —incliné mi cabeza hacia

atrás para poder ver su rostro, detuvo el masaje y apoyó sus
manos en mis hombros. Miré sus ojos azules—. Puedes
contármelo. Después de todo, yo te conté todo lo mío.


—No todo —Me dio un beso en la frente, y su maravilloso
aroma masculino tuvo un efecto inmediato en mí, enviando
una sensación de hormigueo a todo mi cuerpo—. Uno de estos
días te lo contaré —dijo, y oí la verdad en su voz—. Solo que
no ahora.
Donovan me acomodó en su regazo, volviéndome lo

suficiente para que nos miráramos el uno al otro. Esbozó una
sonrisa peculiar.
—Voy a extrañar tenerte cada noche cuando me vaya a

casa mañana —le dije en voz baja.
Su sonrisa se desvaneció y me apartó el pelo de la cara. —

Quédate un poco más.
Toqué su mandíbula sin afeitar. —Ha llegado el momento,

Donovan —No dijo nada, luego me besó antes de llevarme al
suelo y sacarme de mis jeans. Mantuvo su ropa puesta,
deteniéndose sólo lo suficiente para desabrochar sus vaqueros
y enfundar su erección.
Oh, Dios. La polla de Donovan estaba dentro de mí,

llenándome, estirándome antes de que pudiera recuperar el
aliento. Nunca dejaba de sorprenderme lo bien que se sentía
mientras empujaba. Cada vez con él era salvaje y
apasionada, como si no pudiera tomarme lo suficientemente
duro o lo suficientemente rápido. Se me curvaron los dedos
de los pies cuando lo encontré con mis empujes hacia arriba y
sentí que él golpeaba mi punto G. Abrió mi camisa y chupó
mis pezones.
—Sí, así —apreté mis dedos en su pelo—. Más. Por favor,

chúpalos más.
Donovan se detuvo con la ingle apretada contra la mía.


—¿Qué es lo que quieres, agente Steele?
—Quiero que me folles con tanta fuerza como para

hacerme gritar lo suficientemente alto que sacuda las paredes
—gemí. A Donovan le encantaba cuando rogaba y le hablaba
sucio. Y me hizo rogar—. Por favor, Donovan.
Por la forma en que se condujo dentro y fuera de mí,

pistoneando sus caderas, no creo que pudiera haberse
detenido si lo intentaba. Su ropa se sentía tan bien contra mi
piel desnuda mientras me frotaba en todos los lugares
correctos.
Mi orgasmo fue tan fabuloso que me hizo gritar, y las

paredes parecieron mecerse. Donovan gruñó su liberación, su
polla palpitando dentro de mí. Me quedé acostada en el suelo,
mirando hacia arriba mientras él tiraba el preservativo usado
en una papelera. Me quedé sorprendida por lo grande que
estaba aún su polla.
Aún más sorprendente fue que se despojó de su ropa,

enfundó su polla de nuevo, y estuvo dentro de mí en cuestión
de segundos. Me folló como si tuviera que liberar a todos los
demonios de su interior para estar completo de nuevo.
Y le di la bienvenida.
11 de mayo
Sábado por la mañana


La comezón que tenía bajo el yeso me iba a volver
malditamente loca mientras empacaba. Me quitarían el yeso
en una semana. No. Podría. Esperar. Habían sido cuatro
semanas desde que Cabot había roto mi brazo.
Se me iban a caer los empastes si no dejaba de rechinar

los dientes cada vez que pensaba en ese hijo de puta.
¿Cuánto tiempo desde que se había escapado? Demasiado
tiempo.
Las pistas que habíamos logrado seguir no nos habían

llevado a ninguna parte. Y eso estaba cabreándome, en
grande. Pero sí sabíamos que habría una subasta pronto.
Tic, tac.
Mi camisa de dormir de los Red Socks entró en mi maleta

en primer lugar, seguida de los pantalones cortos, vaqueros,
bragas, y todo lo demás. Hogar sonaba tan bien. Mi propia
cama, mi propia cocina, mi propio desorden.
Pecan Sandies y Mountain Dew, allá voy.
Habían pasado dos semanas desde el final del cautiverio de

Kristin. Ella iba a regresar a casa desde el centro médico al
día siguiente y yo no quería estar en el camino.
Por lo menos parecía que ella iba a poder sobrellevarlo

mejor de lo que un montón de otras mujeres lo haría. Con
cicatrices mentales, pero era dura, muy parecida a su
hermano. Era una persona realista y una estudiante graduada
en psicología. Sabía que no podría escapar ilesa y el trauma le
llevaría mucho tiempo para lograr sobreponerse. Y quizá
nunca sanaría mentalmente. Sin embargo, no se podía negar
el hecho de que todo había cambiado para ella. Saber qué
esperar no era lo mismo que vivirlo.


No creo que Donovan pudiera haber estado más feliz de
que ella estuviera de vuelta, o más asustado de tenerla de
vuelta en casa, como si pudiera romperse bajo su cuidado.
Como dije, ya que Kristin estaba regresando, no quería

estar allí cuando llegara a su casa.
Y yo extrañaba mi propia casa.
Dixie se asomó a la habitación, dio un fuerte maullido, y se

alejó con su cabeza en alto. No estaba segura de si ella
aprobaba o desaprobaba mi partida.
Justo cuando recogí todas mis cosas, y lo había hecho

orgullosamente con una mano, la puerta principal se abrió y
se cerró con un fuerte golpe. Entonces, pesadas pisadas
retumbaron en el pasillo y hacia la puerta.
Donovan se acercó y envolvió sus brazos a mi alrededor.
—Quédate un poco más de tiempo —dijo por décima vez.
—No tienes que decir eso solo porque vas a extrañar

nuestro sexo fabuloso —le dije.
—Lexi…
Me incliné hacia él y envolví mi brazo sano a su alrededor.
—Sólo necesito estar en casa, ¿de acuerdo?
—Lexi…
—Llévame a casa.
Lanzó un profundo suspiro que sentí todo el camino a

través de mi cuerpo.
—Llevaré tus cosas.


19 de mayo
Domingo por la tarde
La piel descamándose en el antebrazo antes roto se

desprendió mientras me rascaba. Bueno, era bruta, pero
picaba malditamente mucho. Era muy bueno no tener ese
yeso, así podía rascarme el picor en cualquier momento.
Además, era mi casa y tenía una aspiradora.
En algún lugar.
Una semana después de que había dejado a Donovan,

había vuelto a mi vieja rutina. Se sentía bien.
Aún así, extrañaba ver al gran capullo todos los días, y el

impresionante sexo frecuente.
Casi se me cae el cuenco de palomitas de maíz recién

calentado en el microondas y las dos botellas de Guinness
cuando alguien golpeó a mi puerta. La previa del partido de
los Red Socks resonaba en mi pequeño televisor en el balcón
de atrás.
Maldita sea. Estaba todo listo para relajarme y disfrutar de

un tiempo con un grupo de mis vecinos que estarían en sus
balcones, también.
Ugh. Más vale que sea bueno.
Puse las palomitas de maíz y las Guinness en la mesa de

café y pateé a un lado un par de calcetines de los que me


había despojado la noche anterior. Cuando llegué a tener una
imagen a través de mi mirilla del que estaba en el otro lado,
sonreí. Sí, bueno, todo bien. Muy bien.
La cadena traqueteó mientras la deslizaba, y el perno hizo

clic cuando lo abrí. El pomo giró antes de que tuviera la
oportunidad de hacerlo yo misma y Donovan empujó la
puerta hasta abrirla. De alguna manera se las arregló para
cerrar la puerta y agarrarme en un beso duro al mismo
tiempo. Trepé por él, envolviendo mis muslos alrededor de
sus caderas, y me aferré a sus hombros con las palmas. Me
agarró las nalgas con sus grandes manos y me abrazó
fuertemente a él.
—Mmmm —incliné mi cabeza hacia atrás mientras movía

sus labios a lo largo de mi mandíbula—. Me gusta —dije
mientras su erección presionaba entre mis muslos.
—¿Suelo o habitación? —dijo Donovan en un gruñido

gutural mientras trabajaba sus labios en mi garganta hacia el
hueco en mi camiseta de los Red Socks.
—Balcón.
Eso obtuvo su atención.
Levantó la cabeza y se encontró con mi mirada.
—Hey, no me quiero perder el partido —Llevé mis labios a

su oreja—. Vamos a patear algunos traseros yanquis.
Donovan arqueó la boca de esa manera adorable. Aunque

no estoy tan segura de que le gustara la palabra "adorable"
asociada con él. En sus ojos había un destello muy travieso.
—Los Red Socks ni siquiera anotarán.


—¡Blasfemia! —di un puñetazo a sus bíceps y me deslicé
por su cuerpo hasta quedar de pie de nuevo—. Sabes cómo
vivir peligrosamente, agente Donovan.
Él me atrajo de nuevo, apretándome para un duro beso,

pero puse mis manos sobre su pecho y lo empujé hacia atrás.
No era una tarea fácil cuando mis labios querían quedarse
pegados a él. Me dirigí hacia la mesa de café.
—Veinticinco a favor de los Red Socks.
—Hecho —dijo, y palmeó mi espalda cuando me incliné

para recoger el plato de palomitas de maíz y las Guinness.
Una botella enfriaba la palma de mi mano y la metí en sus
manos cuando me di la vuelta.
—Haz algo útil.
—Puedo pensar en un montón de maneras de hacer algo

útil —Tenía una expresión perversa que estuvo a punto de
hacerme querer olvidar el juego de béisbol y jugar un
pequeño partido con Donovan.
—Olvídalo —eso no fue tan fácil de decir. Caminé pasando

junto a él y me dirigí hacia el balcón—. Hay cosas más
importantes, sabes.
—¿Por qué te burlas de nosotros, Steele? —Agarró una de

las mejillas de mi culo con su mano mientras cruzábamos el
umbral de mi balcón—. Los yanquis van a ganar de todos
modos.
—Estas palomitas y la Guinness se van a ver muy bien

sobre toda tu ropa —levanté el tazón mientras lo enfrentaba y
lo miraba. Levantó la mano libre en un gesto de rendición.


—Vamos a esperar hasta que estén clavados en esos
veinticinco.
Estreché los ojos y puse más hostilidad en mi mirada, pero

se sentó en una silla frente al televisor pequeño en mi balcón
y se recostó, con los tobillos cruzados y sus dedos
entrelazados detrás de la nuca.
El asiento de al lado era el más cómodo, así que tuve que

sentarme en él, por supuesto.
Mmmm, olía tan bien allí. Una brisa limpia, salchichas a la

parrilla, ropa secándose al sol. Mis vecinos ya estaban
gritando ante sus pantallas.
—Hey, Lex —Jerry gritó a través del callejón, por entre la

ropa colgada en los tendederos entre nosotros. Un par de
otros vecinos me gritaron también y yo les grité a ellos. La
barandilla de madera era dura bajo las palmas de mis manos
mientras me inclinaba sobre el balcón, miraba hacia abajo al
primer nivel y saludaba a Marty. Cuando me senté de nuevo,
miré otra vez a Donovan, quien se veía a la vez intrigado y
un poco divertido. Le di una patada en la espinilla.
Olvídate de Donovan. Hora del partido.
Sí, no hay nada como ver a "los muchachos" en una tarde

de domingo y gritando en cada jugada buena o mala con mis
vecinos de enfrente y de la parte de atrás del callejón.
No pasó mucho tiempo antes de que las palomitas de maíz

hubieran terminado por todo mi balcón por saltar con cada
buen juego perverso que los Red Socks hacían. Donovan y yo
tomamos un par de botellas de Guinness cada uno. A mitad
del partido, mi voz estaba ronca de tanto gritar a los árbitros
que habían hecho una ridícula cantidad de malos cobros, en


cuanto a los fanáticos de los Red Socks concernía. Durante la
séptima entrada quería golpear a Donovan de nuevo por
verse tan engreído con el juego: Local cero, dos para los
Yankees.
—Yo podría delatarte, sabes —Me acerqué lo suficiente

como para atrapar su masculino aroma picante que me dio
ganas de trepar a él de nuevo. Y permanecer allí—. Tendría a
Jerry y el resto aquí en cuestión de segundos si se enteraran
de que eres un fanático de los Yankees —Donovan tomó mi
cintura y me llevó a su regazo, golpeando mi silla contra el
balcón con un fuerte ruido. Ahuecó la parte de atrás
de mi cabeza y me besó.
Mmmm. ¿Qué partido? Algo vibró entre nosotros. Ooh, eso

se sintió bien. Movió los labios de los míos, pero no apartó la
mirada de mi boca mientras buscaba entre nosotros antes de
sacar su teléfono celular.
—Donovan —la irritación en su voz me hizo sonreír. Era

evidente que le gustaba ser interrumpido casi tanto como a
mí—. Uh oh —Su expresión y su voz se endurecieron.
—Steele y yo estaremos allí en quince minutos. Haz que

todos los equipos estén listos, pero no hagáis ningún
movimiento hasta que lleguemos allí. A menos que sea
necesario —El latido de mi corazón se disparó. Algo grande
estaba pasando, sin duda.
Donovan cerró de un golpe su teléfono y lo metió de nuevo

en el clip del cinturón. Se levantó y me puso sobre mis pies.
—La camioneta volvió al Castillo de Diamantes e hizo una

“recogida”. Te pondré al tanto en el camino.


Lo primero. Donovan llamó a cada miembro de su equipo
especial-especial mientras cerraba. Cogí mi bolsa siempre
lista con mi equipo de asalto y armas. Después nos metimos
en la camioneta y nos fuimos. Me até mi chaleco de Kevlar y
me armé de todas las formas posibles.


CAPÍTULO 40
Está todo en los muslos
19 de mayo
Domingo por la noche
—¿Una suite en el distrito financiero? —Casi me echo a reír,

a pesar de que no tenía malditamente ni un poco de gracia—.
Sólo lo mejor para Cabot. Lo tiene escrito por todas partes.
Donovan y yo estábamos escondidos en la oscuridad

mientras mirábamos hacia arriba a un edificio de oficinas en
Franklin Street, en el distrito financiero de Boston. El equipo
especial de Donovan estaba a nuestro alrededor en alguna
parte… quien sabe dónde. Fantasmas y Sombras. El edificio
de enfrente alojaba varios negocios, firmas legales, agencias
de seguros, oficinas de inversión, corredurías inmobiliarias,
empresas de software… y ¿subastas de esclavos sexuales?
Takamoto habló por el comunicador.
—El equipo que ha estado vigilando la Casa de Cristal vio la

camioneta cuando conducía detrás del club nocturno —La
comunicación era clara, sin estática mientras continuaba—.
Uno de los sospechosos fue visto tomando a la mujer de la
discoteca, y nuestros agentes recogieron algo de la
conversación. Los hombres mencionados estaban llevando
directamente a la mujer a la subasta esta noche en vez de a
un lugar de retención. Compradores ansiosos.


Escuchar las palabras de Takamoto me hizo pensar en todo
el abuso sexual y mental que Kristin había pasado después de
ser subastada por hombres como éstos. Sería tan fácil poner
una bala entre los ojos de todos y cada uno de los bastardos
implicados en el círculo se esclavos.
Y en la puta. Tenía la esperanza de que la mujer a la que

había escuchado en la subasta de la Casa de Cristal estuviera
allí, ya que si me daba una excusa, me la cargaría a ella
también.
Tenía que averiguar quién mató a Randolph y hacerles

pagar.
—La camioneta condujo directamente a este edificio de

oficinas y aparcó en el nivel más bajo del garaje —Takamoto
continuó en un tono profesional—. Tiene placas diferentes,
pero cuando le echamos un vistazo, las abolladuras, arañazos
y todas otras marcas en ella son idénticas.
—Acabo de recibir verificación —dijo Donovan en su

comunicador RED—. Mis hombres han ido en reconocimiento
diez minutos después de la notificación. El piso superior esta
completamente a oscuras desde fuera pero por dentro hay
actividad detrás de las pesadas cortinas. Han localizado a una
víctima desnuda, atada.
Donovan tenía un borde cortante y picante en su tono, pero

también satisfacción.
—Vamos a apresar a cada hijo de puta involucrado.
—Listos, a tu orden —dijo Takamoto.
Todos los equipos se chequearon. El Equipo Verde estaba

en posición en la parte superior del edificio. Equipo Amarillo


cubriendo cada salida de emergencia y la puerta mostrada en
el esquema del edificio en los sistemas informáticos de la
camioneta de vigilancia de RED. El equipo Naranja tenía el
garaje. Equipo Azul estaba en todos los huecos de las
escaleras y ascensores. Habíamos traído al Equipo Púrpura
para asegurar que los conductos de aire y las otras posibles
rutas de escape que se mostraban en el esquema fueran
cubiertos. Donovan y yo, junto con el Equipo Rojo, que era el
equipo más grande, estábamos tomando el décimo piso. Los
hombres de Donovan ya estaban allí porque habían ido
delante en reconocimiento. Las botas de los agentes apenas
hicieron un sonido de arrastre mientras corríamos por el suelo
de baldosas hasta las puertas que daban a la escalera. El
equipo Azul ya tenía asegurado al guardia de noche. El Equipo
Rojo corrió por las escaleras hasta el piso superior, sin
ninguna complicación sobre nuestros pasos. La sangre subió
por mis venas, impulsada por la adrenalina en mi cuerpo. Ni
siquiera estaba sin aliento cuando alcanzamos el décimo piso.
Un agente comprobó el pasillo fuera de la puerta hacia las

escaleras, luego nos dio la señal de "despejado".
Cabot, mas vale que estés aquí, porque tu culo es mío.
Aún no sabía dónde estaban los hombres de Donovan, pero

estaban ahí, sin duda.
La escalera nos había llevado a un pasillo que nos llevó

directamente a una lujosa zona de recepción. Por el gran
letrero con letras de oro en el cristal detrás del escritorio, esta
operación tenía como cubierta una agencia de modelos.
Bueno, ya sabes. Una agencia de modelos especializada en
subastas privadas.
Sólo que esa parte no era mencionada.


Estaba oscuro en la zona de recepción, pero una tenue luz
se filtraba a través de las cortinas detrás de las puertas de
cristal a cada lado del enorme escritorio de media luna.
Donovan, con la mitad del equipo rojo, tomó la puerta de la

derecha, mientras que yo me llevé la otra mitad del equipo a
la izquierda.
Mi corazón latía con más fuerza, pero no de miedo. Latía

por el deseo de herir a esta gente, tal como ellos dañaban a
las mujeres que esclavizaban. Al igual que habían hecho daño
a Randolph.
Las alfombras de felpa amortiguaban nuestros pasos a

medida que avanzábamos. Sostuve la Glock con ambas
manos. Estable. Ni un temblor. Sentí la puerta de cristal
balancearse contra mi hombro mientras la abría. Un susurro
silencioso. Nada más que lo mejor para Cabot.
No había ni una sola duda en mi mente de que ésta era su

operación.
Una vez que estábamos dentro, pudimos oír las voces que
viajaban a través de una enorme área que probablemente
habría estado llena de oficinas y otras habitaciones si fuera
una agencia real. En cambio, cuatro series distintas de
pesadas cortinas colgaban hasta el piso de enormes aros
redondos. Cada aro era del tamaño de una habitación, que se
mantenía fijado al techo por cadenas de metal. Gruesas
cadenas unidas colgaban de pesados ganchos sujetas al techo
en el centro de cada círculo. Las cadenas se movían. Algunos
movimientos de balanceo, algunos de giro, de torsión.
Voces masculinas venían de atrás de cada una de las zonas

con cortinas. Mi intestino se endureció cuando me di cuenta


de que cada hombre estaba enumerando los atributos de la
mujer en voz alta, las palabras haciendo eco como si
estuviera hablando por un micrófono.
Luego vinieron las voces computerizadas, tal como Kristin

había descrito.
El cosquilleo caliente bajo mi piel creció tan duro como

pinchazos cuando escuché las voces computerizadas diciendo,
"cinco mil", "ocho", "Voy a diez". Estaban haciendo una
oferta.
Los hijos de puta estaban ofertando.
Mi mandíbula dolía por apretar tan duro.
Pero los idiotas de la puja serian atrapados. RED tenía

trampas para las señales y eran capaces de remontar hasta la
fuente para reventar a todas esas personas repugnantes.
—Va una, van dos… esta pequeña belleza se vende a

roughman300 —dijo la voz femenina que habíamos escuchado
en la Casa de Cristal.
Oh, qué daño le iba a hacer a esa mujer.
Tan pronto como despejamos la puerta, el equipo Rojo se

deslizó alrededor de los cuatro grupos de cortinas. Jensen
estaba conmigo. Alguien empujó la cortina delante de mí,
abriéndola, los anillos de metal raspando a lo largo del aro.
—¡Policía! —grité cuando el primer hombre me vio—.

¡Manos arriba!
Buscó su arma mientras empezaba a dirigirse hacia un

lado. Le dí al hijo de puta justo en el corazón.


Los gritos de "¡Policía!" resonaron en toda la sala, seguidos
de disparos, gritos, y los gritos de "ayuda". Nuestros agentes
trabajaron sistemáticamente a través del caos. Si un hombre
tenía un arma y estaba apuntando a alguien… sin tomar
prisioneros, bebé.
Si un hombre o una mujer no estaba disparando y tenía las

manos en alto, sería llevado para interrogarlo. No jodíamos
con nadie que estuviera disparándonos.
Junto con otros tres agentes rodeé una de las zonas con
cortinas. Incliné la cabeza y Jensen asintió. Sostuve mi Glock
con ambas manos y miré alrededor de la cortina donde había
oído la voz de esa mujer al final de la subasta.
En cuanto me asomé por el borde de la cortina, una mujer

apuntó su pistola directamente hacia mí. En ese instante vi a
dos hombres que estaban detrás de ella, junto con una mujer
desnuda que colgaba de una cadena.
Me arrojé y caí hacia un lado mientras los hombres y la

mujer disparaban a través de la cortina. Desde mi posición,
levanté tres dedos para indicar tres tiradores. Jensen asintió
con la cabeza. En el momento en que los tiros se detuvieron,
giramos alrededor de los lados de la cortina.
En un instante tenía mi arma en la mujer, y puse una bala

en su frente antes de que pudiera dispararme otra vez. Los
hombres cayeron cuando Jensen le dio a uno en el corazón y
alguien más le daba al tercero en el pecho y, a continuación,
le disparaba en la cabeza por si acaso.
Dentro del área de la cortina circular estaban los tres

delincuentes muertos, junto con equipos informáticos y de


fotografía. Una mujer desnuda colgaba de un gancho en el
centro de la zona circular.
Me mantuve abajo mientras me abría camino entre los

conjuntos de cortinas. Ni siquiera cinco minutos habían
pasado desde que habíamos entrado en la habitación. Vi a
Danny dar empujones a Cabot a través de una puerta, donde
no debería haber una puerta.
—Oh, claro que no —grité, y corrí hacia Cabot—. No vas a

salir de esta, baboso, bastardo enfermo —Danny trató de
empujar a Cabot por delante, pero Cabot miró por encima del
hombro y su mirada se cruzó con la mía. Tanto odio llenó sus
ojos, pero yo podía igualarlo y hasta superarlo en un cien por
cien, y algo más.
Sólo unos pocos pies de distancia.
Tendría a Cabot esta vez.
Miré a Danny para ver que apuntaba su arma hacia mí,

mientras yo cargaba contra Cabot. Golpeé el suelo y casi pude
sentir la bala silbar sobre mi cabeza.
Entonces Danny gritó y sus rodillas cedieron mientras la

sangre comenzaba a filtrarse a través de la ropa de su pecho.
Alguien cubría mi espalda.
—¡Cabot es mío! —grité—. ¡Yo me encargo de él! —Cabot

miró a Danny antes de volverse y dirigirse hacia la puerta que
daba a un pasadizo oculto. Esa pausa, cuando miró primero
hacia mí y luego a Danny, le costó cara a Cabot. Con mi
versión de un grito de batalla, me arrojé. Agarré las dos
piernas de Cabot.


Usando el peso de todo el cuerpo, me estrellé contra la
parte posterior de sus rodillas.
Cabot volcó por encima de mi hombro sobre su espalda. Su

perfume me golpeó espeso y pesado, junto con el olor de su
miedo.
Dio un fuerte grito cuando cayó al suelo.
Me puse en pie antes de que él hubiera sacado

completamente su arma. Una patada sencilla lo desarmó. Su
arma voló por la habitación. Nunca podría ir por ella. Nunca
tendría la oportunidad.
Agarré mi Glock con ambas manos y apunté a la frente.
—No mereces morir tan fácilmente —los clicks de las armas

de otros agentes de RED hicieron eco en la habitación—.
¡Atrás! —ni siquiera miré a los agentes antes de arrojar mi
propia arma lo mas lejos que pude—. Esto es personal —mi
rodilla conectó con su estómago y lanzó un grito de dolor.
Pero me agarró el puño y lo retorció.
Me di la vuelta con el movimiento para que no me dañara

el brazo. Una vez más. Me volteé y caí sobre una rodilla en el
lado opuesto a él. Arranqué mi puño de su agarre. Cogí su
muñeca y retorcí el brazo en un ángulo de ciento ochenta
grados y el hueso se rompió.
Gritó, pero aún daba algo de pelea. Podría terminar esto así
de fácil, pero quería tanto hacerle daño primero... Yo quería
sangre.
Mantuvo su brazo roto en el pecho mientras trataba de

levantarse.


Le gané de mano.
Levanté la rodilla hasta mi pecho. Conduje mi pierna hacia

abajo. Mi pie conectó con su cara.
Gritó de nuevo. A través de mi zapato sentí el satisfactorio

crujido de su nariz rompiéndose. Mi talón había golpeado su
ojo también. La sangre manaba de su nariz hacia su blanca
camisa. Su ojo ya estaba cerrado por la hinchazón. De nuevo
trató de levantarse.
Metí mi zapato contra la clavícula, y sus gritos se hicieron

más fuertes, pues esta se rompió. Trató de levantarse, pero
yo no estaba dispuesta a dejarlo. Este hombre iba a sentir
mucho dolor.
Me tiré, conduciendo mi rodilla sobre su antebrazo, y oí

otro satisfactorio crack.
Al mismo tiempo, metí un puñetazo en su garganta, y sus

gritos se volvieron estrangulados.
—Ahí tienes, hijo de puta —jadeé—. Y yo no tengo ningún

matón ayudándome.
Estaba rodando de un lado a otro, gimiendo y llorando.

¿Misericordia para este bastardo enfermo?
De. Ninguna. Puta. Manera.
Me puse sobre mis pies. Con toda la fuerza que tenía, dirigí
mis talones hacia abajo, a sus bolas.
Cabot empezó a vomitar mientras trataba de gritar y se

enroscaba en posición fetal. Bajé en la clavícula rota con todo
mi peso. Agarré su cuello entre mis muslos y apreté. Cogí la
barbilla y la parte posterior de su cabeza.


Giré.
El cuello de Cabot crujió.
Chasqueó.
Su cuerpo quedó inerte.
Silencio.
Supongo que debería haber sentido una gran cantidad de

satisfacción por matar al hombre que había arruinado tantas
vidas. Pero él había caído demasiado fácil, sin importar la
cantidad de dolor que le había costado en sus últimos minutos
de vida.
—Tres minutos —oí a un agente romper el silencio con una

risa—. Entrégame los veinte.
—Pensamos que le llevaría cinco —dijo otro—. Pero

tendrían que saber que no deben subestimar a Steele.
Me alejé de Cabot, golpeándole la cabeza con mi zapato,

apartando sus ojos muertos, fijos, lejos de mí.
Mientras me paraba, la única emoción que sentí fue asco

total y completo por el hombre muerto a mis pies.
Mis manos estaban mojadas con la sangre de su nariz, mi

ropa manchada de su vómito. Me limpié las manos en los
pantalones de Cabot y me volví para tomar profundas
respiraciones de aire que no apestara a su colonia.
Giré sobre un grupo de tres prisioneros que los agentes de

RED habían esposado.
—¿Quién mató al agente secreto femenino, Stella Richards?

—pregunté, usando el nombre encubierto de Randolph. Al


principio nadie dijo nada, pero llegué a ellos con muerte en
mis ojos y la cara de cada hombre se puso blanca. Ellos
sabían lo que eso significaba después de ver cómo me
cargaba a Cabot. Estaba a punto de aplastar mi bota en las
bolas de un hombre cuando él gritó y señaló detrás de mí.
—Danny. Danny Caserta. Violó y luego mató a la put…, la

mujer.
La furia quemaba mi cuerpo. Le di una patada en las bolas.
—Eso es por empezar llamándola puta.
Mientras que el hombre estaba gritando y llorando, me

acerqué a donde Danny seguía siendo sostenido contra la
pared. Había sido esposado mientras yo iba tras Cabot.
Danny Caserta me frunció el ceño aún cuando la sangre se

esparcía por su camisa. Supongo que no estaba demasiado
herido después de todo.
—La muerte es demasiado buena para ti, también —saqué

el cuchillo enfundado en mi cinturón—. Pero voy a dejarte
morir de la misma manera que mataste a nuestra agente.
—Esa perra tuvo lo que se merecía —su aspecto era el de

un hombre que sabía que estaba muerto, sin importar lo que
dijera—. Gritó mientras me la follaba, y gritó justo antes de
cortarle la garganta.
La rabia me cegó.
—Esto es por Randolph —Llegué hasta Danny, lo agarré por

el pelo y tiré de él hacia abajo al mismo tiempo que chocaba
mi muslo en su cara, y él gritó. Luego, con un pequeño giro y
un fuerte tirón, le arranqué la oreja y la arrojé a un lado.
Danny comenzó a actuar desquiciado, el impacto psicológico


de tener su oreja arrancada chocando contra él, haciéndole
dar cuenta del hecho de que era un hombre muerto.
Agarré a Danny por el pelo, golpeé su cabeza contra la

pared, y le corté la garganta. La sangre gorgoteaba de su
boca, y en cuestión de segundos sus ojos ciegos miraban más
allá. Al frente.
Cuando levanté la mirada me encontré con la de Donovan,

y parecía que estaba tratando de contener una sonrisa. Los
cuatro hombres grandes de su equipo especial-especial
sonreían, y parecía que nunca habían visto un espectáculo
mejor.
—Mierda, Donovan —dijo Tiger Manning—. No estabas

bromeando acerca de esta cosita.
Centré mi ceño en Manning y él puso sus manos frente a

mí en señal de stop, incluso mientras reía.
—De ninguna manera voy a enfrentarme a ti en estos

momentos, chica.
—Steele va contigo —dijo Lloyd con una sonrisa.
Harrison miró a Donovan. —Nunca había visto nada como

ella.
Tanque sacudió la cabeza mientras yo los miraba a los

cuatro. —No estoy diciendo nada —dijo en su profundo acento
sureño.
Me alisé el pelo, quitándomelo de los ojos con el dorso de

una mano y dejé escapar un profundo suspiro. Fue entonces
cuando me di cuenta de que mi corazón seguía corriendo, la
adrenalina bombeando. Me sentía como si pudiera tumbar a
uno de esos hombres grandes en ese momento.


—Hey, Takamoto —me puse las dos manos en las
caderas—. Los Red Socks sobre los Yankees, ¿no?
—Espera —Takamoto sacó su teléfono, pulsó un par de

teclas, obviamente, el acceso a la Internet—. Así es. Socks,
cuatro a dos.
—¡Ja! —torcí los labios en una sonrisa de suficiencia

mientras miraba a Donovan y le tendía mi mano—. Paga,
Donovan.


CAPÍTULO 41
Expiación
20 de mayo
Cabot era historia.
Como buena parte de los agentes se reunieron en la sala

de conferencias grande, me metí un par de tabletas de
Excedrin y las bajé con un trago de una botella de agua. El
dolor de cabeza debía ser de la montaña rusa emocional en la
que había estado desde que las cosas habían ido mal con
Cabot. Al menos ahora tenía algo resuelto.
Los agentes estaban sentados en la sala y me senté en el

borde de una mesa en la parte delantera de la plataforma. "El
asesino del agente de Randolph fue capturado anoche."
La satisfacción de todos los agentes era evidente, pero era

difícil para cada uno de nosotros porque, al mismo tiempo,
todos lloraban su pérdida. Esto no nos traería de vuelta a
Randolph.
—Benjamin Cabot ya no es un problema, ni será nunca un

problema de nuevo —Donovan se inclinó contra la misma
mesa mientras me miraba—. Gracias en gran parte a Steele
—levanté mi botella en un gesto como si estuviera brindando
con los agentes que aplaudían mientras que unos pocos, que
habían estado allí, hacían comentarios como "Deberías haber


estado allí", "Steele pateó su gran culo", "Ese hijo de puta
obtuvo lo que se merecía."
—La operación de Cabot se va a caer como piedras en un

deslizamiento de tierra —dije. Podía oír el estruendo de las
rocas ahora—. Los tipos que no eliminamos están contando
mucho de lo que necesitamos saber acerca de las operaciones
de Cabot con sede en Boston.
Gracias a un poco de persuasión, y suero de la verdad al

que no habían reaccionado como Schilling, quien
probablemente no viviría mucho tiempo más. Bolsa de
escoria.
Una anciana llamada Grace, que había estado escondida

detrás de un carrito de maquillaje, estaba siendo
particularmente informativa. Sin ningún tipo de técnicas
especiales.
—Como algunos de vosotros sabéis, por la información

obtenida del disco duro de Cabot sabemos quien es el llamado
“cabecilla” —Donovan cruzó los brazos sobre su amplio
pecho—. Para aquellos que no lo sepáis, el nombre del
hombre es Anders Hagstedt —dejé la botella de agua en la
mesa junto a mí.
—La base de operaciones de Hagstedt es desconocida,

hasta el momento. Sin embargo, sí sabemos que tiene
numerosos individuos como Cabot que dirigen los Círculos de
Esclavas Sexuales u otras formas de trata de personas —
apreté la mandíbula antes de agregar—: Vamos a encontrar
Hagstedt y a detenerlo.


25 de mayo
Sábado mediodía
Me sentía como si pudiera correr una milla mientras me

apresuraba alrededor de mi apartamento para acomodar un
poco, antes de que Donovan viniera. Está bien, extrañaba
quedarme en casa del Señor Maniático Del Orden y Mejor
Sexo De Mi Vida. Pero yo tenía mi propia vida y había
necesitado volver a ella. Por desgracia, cuando había venido
el último fin de semana, eso había sido interrumpido, pero
bien está lo que bien acaba. La abultada bolsa en mi mano se
deslizó cuando tiré dentro una caja de pizza vacía de la noche
anterior. Logré un mejor agarre y arrojé las botellas de
Guiness y Mountain Dew vacías, envases de Pecan Sandies,
platos de papel, junto con otras mierdas. Bueno, tenía que
recoger de vez en cuando.
Como cuando me deshice de esa basura de Cabot. Un

golpe en la puerta, que sonaba muy parecido a Donovan,
resonó en la habitación. Sonreí, arrojé la bolsa de basura
cerca de la cocina y me dirigí hacia la puerta principal.
Una falda hubiera sido verdaderamente conveniente en ese

momento, o pantalones cortos sueltos.
Mi pantalón se sentía casi demasiado apretado mientras me

dirigía hacia el salón. Donovan podría haber estado cocinando
desde el momento en que había estado viviendo con él, pero
no creo que esa fuera la razón por la que parecía tan
perfecto. Yo podría desvestirme bastante rápido, sin embargo.
—Hey —le dije cuando abrí la puerta y miré al caliente

hombre de pie en la puerta.


Donovan me agarró con un brazo, y me besó con fuerza y
ferocidad mientras pateaba la puerta cerrándola detrás de él.
Trataba de acercarme a él cuando me di cuenta de que algo
estaba entre nosotros y se incrustaba en mi pecho. Y olía
increíblemente bueno.
—¡La comida! —me distancié, y me dio una sonrisa peculiar

cuando tomé la gran cazuela—. Sea lo que sea, me voy a
morir si no lo como pronto —me siguió hasta la cocina.
—Crema agria y enchilada de pollo.
—Oh, sí. Vivías en el suroeste antes de venir a Boston —ya

estaba sacando platos de papel de un armario y tenedores de
plástico de un cajón.
—Te voy a hacer tacos algún día —Donovan estaba

sacando el papel de aluminio de la tapa de la cazuela. Le
sonreí—. Como he dicho, Steele, la manera de llegar a ti es a
través de tu estómago.
Le pellizqué el trasero.
—Y el sexo. No te olvides del sexo —cada vez que comía

algo que Donovan había preparado, estaba en el cielo
absoluto—. Esto es muy bueno. Una de las cosas que más
extraño de estar contigo es la comida.
—Y el sexo —repitió para mí.
—Uh, huh —tomé otro bocado y suspiré cuando terminé—.

¿Puedo quedarme con las sobras? —sólo dio su sonrisa
peculiar. Pero luego se puso serio.
—¿Cómo están tus pesadillas?
Me encogí de hombros.


—No tan frecuentes —alzó la mano con una servilleta de
papel y limpió la comisura de mi boca—. Tal vez salvar a
Kristin y a las chicas que pudimos y derribar la operación de
Cabot... —dije en voz baja—. Tal vez de alguna manera ayudó
a expiar mis pecados —al menos parcialmente.
—Lexi —él tan raramente usaba mi nombre que supe que

tenía algo importante que decir—. Hiciste lo que tenías que
hacer. Ellos no te dieron opción.
—Sí, lo hicieron —suspiré—. No creo que esté enteramente

libre de la culpa —Me estremecí al pensar en la alternativa.
Ser mutilada y cortada en pedazos, y obligada a vivir de esa
manera día tras día…— Yo no era lo suficientemente fuerte
para la otra opción. Incluso ahora creo que hubiera hecho lo
mismo.
—En realidad te dieron una sola opción —su tono era

firme—. No te culpes más por ello.
No voy a decir que estaba bien porque por lo menos esa

gente tuvo muertes rápidas e indoloras. Pero era cierto que
yo había hecho la única elección que pude hacer. Para mí.
—No ser capaz de ver a mi familia y amigos de nuevo, y el

hecho de que ellos nunca sabrían lo que me pasó —le dije—,
eso habría sido para ellos otra forma de tortura y de muerte
también —así que, en cierto modo, salvar mi propia vida
había salvado a otros del dolor y la angustia.
Todavía creo que nunca seré capaz de llorar de nuevo.

Después del primer asesinato, cada lágrima me abandonó y
nunca había regresado.
—Eso no hace que esté todo bien —le dije—, pero tengo
que vivir con ello. Y aceptarlo.


25 de mayo
El aire enfriaba mi pecho mientras me sacaba la camiseta

de mi piel pegajosa. Un hermoso día, pero de los cálidos y
húmedos. Donovan había salido a por un rápido
encargo… probablemente para conseguir más preservativos.
Sonreí. Comida y sexo con Donovan… y no en ese orden.

Tan húmeda como mi piel se estaba poniendo sentada fuera,
probablemente no podrías creer que había tomado una ducha
después de nuestra última pelea de sexo duro de encimera.
Nos costaba llegar al dormitorio.
Los blancos escalones debajo de mi trasero y piernas daban

esa sensación de baches suaves porque alguien había pintado
sobre los viejos escalones de madera sin lijar primero. El olor
de la pintura era fuerte, pero aún olía el césped recién
cortado del vecino y las flores blancas de los arbustos púrpura
a un lado de nuestro edificio de tres pisos color yema de
huevo.
Mis mejillas se calentaron al sol mientras inclinaba mi

cabeza hacia arriba y cerraba los ojos. Donovan estaría de
vuelta pronto. Llegó en la Explorer negra unos pocos
minutos más tarde.
Se bajó de la camioneta llevando un cuaderno. Incliné mi

cabeza.


—¿Que tienes ahí? —se sentó en las escaleras a mi lado y
abrió el cuaderno. En el interior había fotos de tatuajes.
—Vamos a ocuparnos de eso.
"Eso", refiriéndose a las iniciales de Cabot, de las que

ninguno de los dos hablaba. Mantenía una venda sobre ellas,
sin mirar siquiera cuando cambiaba el vendaje. Mi estómago
dio una voltereta.
—¿Podemos poner un tatuaje sobre ellas?
Abrió una página con símbolos chinos en ella. Mi mirada se

encontró con la de Donovan.
—El símbolo chino para el dragón. Un símbolo de poder,

misterio e inteligencia —dijo Donovan, luego sonrió—.
Además de ser sedientos de sangre, escupen fuego —me
gustó cuando me dio una completa sonrisa. Era tan raro. Le
devolví la sonrisa.
—Vamos a hacerlo.
25 de mayo
Donovan me ayudó a incorporarme sobre los codos y miré

hacia mi vientre.
—Mira.


Durante semanas no había mirado mi vientre desnudo, y
mi ritmo cardiaco se aceleró. ¿Qué pasaba si no cubría las
iniciales? Cuando miré hacia abajo, realmente no lo registré
en un principio.
No había rastro de aquellas horribles iniciales del diablo. Ni

un solo signo. No podía dejar de mirar el nuevo tatuaje en mi
vientre, alrededor de mi pearcing de diamante. El tatuaje
cubría la misma zona donde habían estado las iniciales, pero
era como si la B y la C se hubieran desvanecido totalmente.
Un pequeño salto en mi corazón salió de la nada.
—No puedo creer que se hayan ido —no lo estaba

registrando todavía—. Realmente se han ido. Como si nunca
hubieran estado ahí.
—Es algo para darte sólo buenos pensamientos cada vez

que lo veas —la expresión de Donovan era suave cuando lo
miré. Me apartó un poco de mi pelo de la cara y me lo puso
detrás de la oreja. Luego sonrió de esa manera sexy que me
gusta tanto—. Y para recordarme que tenga cuidado, así
evitar que me frías el culo cuando estás escupiendo fuego.
Maldita sea. Un dolor detrás de los ojos. Me senté, envolví

mis brazos alrededor de la cintura de Donovan, y apreté la
mejilla contra su pecho.
—Gracias.


CAPÍTULO 42
Los familiares y amigos son todo
22 de junio
Con el poder de mi swing bateé la pelota directamente

fuera del parque Foley para ganar el juego.
Grand Slam, bebé.
Mi familia, Donovan, Kristin, y algunos de mis primos

aplaudieron cuando hice la ronda y mi madre y dos de mis
hermanos tocaron la base.
Mis otros primos estaban en el bando perdedor, pero sólo

gritaban con carácter burlón. Donovan me dio una palmada
en el trasero tan pronto entré en la base.
—Buen trabajo, Steele.
Me eché a reír.
—¿A pesar del hecho de que estás en el equipo perdedor?

Al igual que los Skanks1 —añadí con un guiño—. Uy, quise
decir los Yanks.
Me dio una palmadita en el trasero más duro.

1
Hace un juego de palabras entre Skanks y Yanks. Skanks hace referencia a algo
asqueroso, basura, comparando eso a los Yankees, el equipo de béisbol del que
Donovan es fanático.


El calor se centraba en mi pecho mientras miraba a mi
familia. Incluyendo a mamá y papá, hacíamos un equipo de
nueve personas, con la excepción de mi hermano, quien había
sido enviado fuera de nuevo, poco tiempo después de la cena
con toda la familia. Mis padres, que estaban en sus sesenta y
pocos, eran bien malvados en el softball. Mami podría atrapar
una mosca volando y conectar una línea con el mejor de ellos.
Papi era el rey en la ejecución de carreras. Donovan y yo
fuimos donde Kristin estaba sentada de espaldas a un árbol.
Se veía triste, pero feliz de estar con nosotros. Miré a Kristin.
—Ya han pasado casi siete semanas —parecía que los días
habían pasado rápidamente desde el final de su terrible
experiencia, pero imagino que no habían pasado lo
suficientemente rápido para ella.
—Está muy lejos de estar curada —dijo Donovan con un

suspiro—. Pero es dura.
Advertí a mis hermanos de no coquetear con ella. Todavía

estaba asustadiza alrededor de los hombres y probablemente
lo estaría por un tiempo muy largo. Así que se la trataba
como a una de nuestras muchas primas, tías y tíos que
estaban en el parque para nuestro juego de béisbol anual de
inicio del verano.
El día anterior había sido el primer día de verano y, con el

calor y la humedad, realmente podía sentirse así.
El sol calentaba mi piel y me pasé los dedos por encima del

vientre con el pearcing de diamante y el tatuaje de dragón.
Había comenzado a usar ropas cortas cuando no estaba de
turno para que mi tatuaje se viera.


Me sentía bien al mirarlo. Sólo había buenos recuerdos
cuando lo hacía, de alguna manera ese tatuaje de dragón, ese
gesto de un amigo, había lavado cada pedacito de lo que me
habían hecho. Mami trajo carne en conserva y sándwiches de
queso mientras mis tías distribuían todo lo que habían traído.
El muslo de Donovan rozó el mío cuando se sentó entre
Kristin y yo. Desde que la había encontrado, no parecía
dejarla demasiado tiempo lejos de la vista.
—¿Así que te vas a quedar por un tiempo? —le pregunté,

antes de morder mi sándwich.
Delicioso.
Él terminó de masticar su mordida y miró a su hermana

antes de mirarme.
—Estoy considerando la oferta de Oxford para quedarme en

RED.
Está bien, así que me sentí absurdamente complacida. ¡Más

gran sexo!
—¿Vas a vivir con Kristin?
—Solo un poco más. Hasta que este mejor y no tenga

miedo de estar sola —cruzó las piernas en los tobillos—. Hay
un edificio de piedra rojiza no muy lejos de su
casa que estoy mirando para comprar. Me gustaría mudarla
allí y dejarla tener una de las plantas, así que estaríamos
cerca, pero ella todavía tendría su propio lugar.
—¿Un edificio de piedra rojiza entero? —Mis ojos se

abrieron—. ¿No sólo un apartamento? —Él se encogió de
hombros—. Cristo, tienes que tener un poco de dinero
escondido en algún lugar —le dije y dejé de lado una pequeña


porción de cebolla en el montón de basura que íbamos a
limpiar. Ehhhh. ¿Desde cuándo Mami ponía cebollas en
nuestros sándwiches de carne en conserva?—. ¿Algunos de
los Hombres Grandes están en los alrededores de Boston?
—Lo dudo —Donovan tomó un trago de una botella de

limonada—. Esos chicos han sido freelance siempre. No estoy
seguro de que a cualquiera de ellos le gustara algún tipo de
atadura.
Yo incliné la cabeza hacia un lado.
—¿Crees que te sentirás atado?
Dio otro mordisco a su sándwich y pareció considerar mis

palabras por un momento mientras masticaba. Tragó saliva.
—No en la forma en que opera RED. Oxford no maneja las
cosas con mucha rigidez.
—Cierto —vinieron a mi mente pensamientos de lo que

había hecho hacía tres meses y di una sonrisa triste—. A
menos que cagues a golpes la camioneta de tu ex novio.
Donovan resopló y luego se echó a reír.
—Eso no será un problema para mí —cuando me di cuenta

de lo que quería decir me reí tanto me dolía el estómago—.
¿Aún pagas a la compañía de automóviles que Gary posee por
el daño a su mercancía? —me preguntó Donovan. Señalé con
el pulgar hacia uno de mis primos.
—Por suerte para mí, Dean posee un taller de chapa y

pintura e hizo los arreglos baratos. No hay nada como tener
una gran y amorosa familia. La compañía de automóviles
revendió ese pedazo de mierda, y yo les debo sólo unos pocos
cientos más.


Él asintió con la cabeza y miró a su hermana, que estaba
hablando con una de mis primas. Se volvió hacia mí.
—A pesar de que Kristin es la única familia que tengo, no

cambiaría nada —su expresión se ensombreció—. Salvo los
últimos meses. Haría cualquier cosa si pudiera volver atrás.
Suspiré.
—No compensa una maldita cosa de las que Kristin tuvo

que pasar, pero al menos las subastas personales de esclavos
de Cabot son historia.
—Hay más Cabots por ahí para encontrar y derribar —

Donovan se limpió las manos en una servilleta de papel antes
de alcanzar otro sándwich envuelto en plástico transparente—
. Tu madre hace una verdadera carne en conserva.
—Deberías probar su pastel de pastor —miré a mi madre—.

Delicioso.
—Oxford tiene la intención de vincularnos para la siguiente

operación —dijo Donovan atrayendo mi atención hacia él—.
Por fin, la Operación Cenicienta será internacional. ¿Estás
preparada para ello?
—Ja —sonreí y me froté el tatuaje del dragón chino—.

Vamos a ver si tú estás preparado.
La boca de Donovan tenía esa sonrisa peculiar.
—He requisado equipo a prueba de fuego para poder

trabajar con mi dragón escupe fuego de compañera.


FIN
Serie Lexi Steele:
01 – El Primer Pecado
01,5 – Al Límite del Pecado
02 – La Segunda Traición
03 – La Tentación


Cheyenne McCray - Lexi Steele 01 - El Primer Pecado

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Cheyenne McCray - Lexi Steele 01 - El Primer Pecado

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Cheyenne McCray El primer pecado

Serie Lexi Steele 01

Serie Lexi Steele 01

Traducción de La Cueva Coordinación de Sol 2

Alexi Steele es determinada, implacable, y predispuesta a

Nick va a hacer todo lo posible para derrocar al

Traducción de La Cueva Coordinación de Sol 3

Kristin Donovan miró a su alrededor, a todas las luces que

—No puedo creer que me hayáis arrastrado hasta aquí.

—El Castillo de Diamantes es uno de los mejores clubes

Tess se terminó su Cosmo.

—Pasas demasiado tiempo estudiando y no el suficiente

Kristin se encogió de hombros.

—Viviré mi vida cuando me gradúe.

—Si, claro —Tess se sacudió su oscuro cabello—. Entonces

Traducción de La Cueva Coordinación de Sol 4

El ensayo era para su clase de postgrado en psicología

No. A la mierda. Mientras no tuviera mucha resaca para

—Tu turno para comprar —Carlene movió su Heineken de

—Me vendría bien un Smirnoff Ice —Tess se había bebido

—Necesito algo más refrescante —miró a Carlene—. Algo

Traducción de La Cueva Coordinación de Sol 5

—Necesitas suavizarte un poco más.

—Estoy tranquila —Kristin se levantó y Tess rodó sus ojos.

—Está bien un ron con coca-cola más.

—Ligero —Dijo Carlene y Kristin sonrió mientras se alejaba.

En sus tacones demasiado altos, Kristin hizo todo lo posible

Los olores de sudor y el exceso de loción y perfume le

—Lo siento —gritó ella sobre el ruido de la música que

Traducción de La Cueva Coordinación de Sol 6

La sonrisa del hombre era tan sexy que la hizo contener el

—No hay problema en absoluto.

Kristin se estremeció, una racha de deseo se disparó

—¿Bailas? —Le preguntó, su boca todavía seguía cerca de

¿Qué te pasa Kristin Donovan? Tú no tienes aventuras de

—Soy Joe —Sus manos se deslizaron un poco más, debajo

Traducción de La Cueva Coordinación de Sol 7

Él movió su boca a su oído y ella se estremeció cuando una

—No te he oído —La cara de Joe estaba lo suficientemente

—Kristin —Tragó saliva mientras la raspaba con la barba en

Joe dijo: —Eres tan dulce —Justo antes de mordisquear el

¿Qué estás haciendo Kristin? Tú no haces cosas como

La forma en que la sostenía tan cerca hizo que

Traducción de La Cueva Coordinación de Sol 8

Debe ser el ron con coca-cola. Necesitas de salir de aquí.

Pero tal vez podrían salir por un tiempo.

Pero tener citas con este gran paquete de sensualidad no

—¿Qué estas tomando? —El calor de su aliento y la ligera

—Ron con coca-cola.

Él le tomo la mano y ella sólo se imaginó esa enorme mano

Se veía tan delicioso por detrás como de frente. Joe le

Traducción de La Cueva Coordinación de Sol 9

—Por la sexy mujer rubia —Su estómago dio un vuelco y su

—¿Estás bien? — Musitó en su oído.

—C-creo que necesito aire —Apenas pudo pronunciar las

Estaba hiperventilando. Joe la ancló envolviendo un brazo

Vagamente se dio cuenta de que él la llevaba a la parte

Mejor. Sí. Esto era mejor.

Su cabeza colgaba en el hombro de Joe y sus rodillas

Traducción de La Cueva Coordinación de Sol 10

—Creo que necesitas sentarte, nena.

Sentarse. Si, se sentiría mejor una vez que tuviera la

—El jefe está esperando —dijo el hombre con lo que pensó

Kristin sentía que se iba a caer en un charco de gelatina,