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Hacia una política de las formas o la utopía de la salvació n de la intersubjetividad y

los territorios existenciales.

La realidad es aquello que se puede hablar con el otro, es un producto de


negociació n, el cual puede ser intervenido por los artistas, a través de la
experimentació n, usando la imaginació n como pró tesis, y el tiempo como materia
para generar intercambios que acontecen en la esfera de lo real, mencionada como
el resultado de lo que hacemos juntos. Sin embargo, el artista contemporá neo, a
diferencia del clá sico, ya no representa e imagina otros mundos, sino que produce
las condiciones para que se generen a través de la interacciones con “los que miran”.
Por lo tanto el arte contemporá neo se desarrolló en el sentido del rechazo a la
autonomía (y entonces, a la fragmentació n) que le proporcionaban las teorías
formalistas del "modernismo".

Para Bourriad el acto de intercambio y de producció n de sentido no es totalitario,


sino democrá tico. Sin embargo su discurso es mera suposició n, al dar por hecho que
sabe lo que piensa el espectador, y dá ndole la responsabilidad de “trabajar y de
esforzarse por sentir y pensar” lo “suficiente para producir el sentido de objetos
cada vez mas difíciles de delimitar.
Ademá s, el mundo relacional no implica literalmente la “relació n con el otro” es
necesaria la figura del intercambio. El tiempo de intercambio, el del trabajo, el
capitalizable, no es necesariamente negativo porque se refiere a la sociabilidad, es
má s bien la forma en que Debord identifica este intercambio como un encuentro
entre el empleador y el obrero bajo la forma de un contrato. Este es un tiempo
comprable má s que como tal “intercambiable”.

La justificació n de Bourriad de un arte suave y sin efecto, que se limita a los espacios
del arte elitista y no como tal a los espacios sociales, es el hecho de que el arte
relacional se enfocan en la construcció n formal de espacios-tiempo codificados que
no representan el sistema totalitario actual. La exposició n, se “cree” un intersticio,
reproduciendo y desplazando al sistema.

Boudrridar menciona a Guattarri y a la subjetividad como el hilo principal de sus


investigaciones, y la enlaza con el arte actual. Se menciona como la piedra angular
del edificio social, la subjetividad determina su concepción y su valoración del arte.
La subjetividad es por medio de la cual surgen modos libre de conocimiento, sin
embargo, no hay nada menos natural y controlado que la subjetividad, ello es
debido a que el inconsciente no es estructural, sino procesual. La importancia de
Guattari para la estética relacional es su esfuerzo por desnaturalizar la
subjetividad, expulsarla de los dispositivos mecánicos que la manipulan. Los mass
media” controlan las producciones de subjetividad al unificar las visiones de lo
individual, a través de mecanismos que rechazan lo colectivo y las redes
relacionales, negando el surgimiento de inteligencias colectivas y las estructuras “en
red” lo que engendra un "inmenso vacío” en la subjetividad.
Nuestra realidad es entonces intervenida y difuminada, al ser mencionada como el
resultado de lo que hacemos juntos, así como los territorios existenciales, que es
donde surgen estos “intercambios” de la vida cotidiana. La súper estructura mental
del capitalismo transforman a los territorios existenciales en mercancías.
A Guatarri el arte y la obra interesan en la medida que no se trate de “una imagen
pasivamente representada” sino en cuanto tiempo, que materializa los territorios
existenciales, definiendo entonces la contemplación estética un proceso de
"transferencia de subjetivación". Por lo que da una postura dinámica que surge a
partir del orden caótico, despegando la subjetividad del sujeto y considerándola
heterogénea, propone así la desnaturalización de la subjetividad la define como el
conjunto de las relaciones que se crean entre el individuo y los vectores de
subjetivación con los que se encuentra, individuales o colectivos, humanos o
inhumanos. Es aquí donde Bourriad, a parir de las “ tres ecologías” de Guattari
(ambiental, social y mental), y de sus pocas menciones sobre la estética, determina
el concepto de ecosofía mental como la respuesta utó pica de la salvació n de la
intersubjetividad y del arte. Del ecos (es la transliteració n del griego oikoj (oikos)
que significa casa) y filosofía, que remite a la necesidad de saberes en torno a la
casa, no só lo a lo externo del hombre, sino también a lo privado, la ecosofía se
articula como forma de ir en contra de la hegemonía del superyó del cientificismo, el
cual se ve asimilado como una institució n que limita lo colectivo.
El hecho ecosó fico consiste en una articulació n ético-política entre el medio
ambiente, lo social y la subjetividad. Se trata de reconstruir un territorio político
perdido, destrozado por la violencia desterritorializante del "Capitalismo mundial
integrado". Las nociones de cará cter global y de interdependencias, aspira a
reconstruir esos territorios existenciales a partir de modos de funcionamiento de la
subjetividad. La ecosofía puede pretender "sustituir las viejas ideologías que
fragmentaban de manera abusiva lo social, lo privado y lo civil", Y propone una
transdiciplina, pensando transversalmente las interacciones entre los ecosistemas.
Dándole finalmente al arte un lugar de “unificador social” el cual junto a su
función poética recomponga los universos de subjetivación.

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