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El viaje fantástico de Yambulo a las Islas del Sol:

realidad, ficción y alteridad


The voyage of Iamboulos to the Sun Islands: reality, fiction and otherness

Francisco Martínez Sánchez

Resumen
El viaje de Yambulo a las Islas del Sol podría definirse como el paradigma de
los relatos de viajes utópicos, aunando en un mismo texto, la narración del viaje a unas
islas remotas del Índico, el inventario fabuloso de su exótico ecosistema, así como las
descripciones etnográficas fantásticas de una sociedad otra. Sin embargo, implícito en
el mismo, se puede apreciar un discurso griego versus bárbaro y una crítica social, que
velada por el equilibrio entre la realidad y la ficción del relato, puede pasar
desapercibida.
Palabras claves: Yambulo – Diodoro – Utopía – Bárbaros – Etnografía – Alteridad – Viajes – Islas del
Sol

Abstract
The voyage of Iamboulos to the Sun Islands could be defined as the paradigm of
the stories of utopian travels, it combines in a single narrative text the voyage to some
remote islands in the Indian Ocean, the fabulous inventory of their exotic ecosystem and
the fantastic ethnographic descriptions of the society other. However, implicit in itself
we can see a greek versus barbarian discourse and social criticism, veiled by the balance
between reality and fiction in the story, may go unnoticed.
Keywords: Iamboulos – Diodoro – Utopia – Barbarians – Ethnography – Otherness – Trips – Sun
Islands
1. Motivaciones y contexto
En el mundo antiguo viajar constituía una extraordinaria aventura, no existían mapas
fiables1 ni agencias de viajes y el limitado mundo conocido estaba rodeado de pueblos
hostiles, de monstruos míticos y de distancias y pruebas de valor imposibles, así pues,
aquellos que osaban viajar, solían dejar narraciones y pruebas de sus hazañas. De esta
manera, los contactos comerciales, la fundación de colonias o las expediciones
militares, por ejemplo, darían origen a una literatura de periégesis2, que acabaría
originando ya en la antigua Grecia, y especialmente en el periodo helenístico, que este
tipo de relatos de viajes se hiciera muy popular3 por lo que, a pesar de los azares del
tiempo, nos han llegado una buena cantidad de ellos, bien a través de narraciones
originales, o bien a través de los relatos recogidos por otros autores, ya fuera mediante
recopilaciones sistemáticas o simplemente mencionados de manera exigua. Uno de
estos relatos de viajes que, a pesar de su brevedad, resulta muy interesante y sobre el
que trata este artículo es el de Yambulo, que está recogido en el segundo libro de la
Biblioteca Histórica de Diodoro de Sicilia4. Es interesante por muchos aspectos, pero
sobre todo porque reúne en un mismo texto la narración de viajes a lugares exóticos y
remotos, las descripciones etnográficas fantásticas –típicamente paradoxográficas, por
otra parte- y el desarrollo utópico de una sociedad salvaje y feliz. Al margen de esto y
de las constantes referencias a la cultura helena, también resulta enigmático por los
datos geográficos que aporta, por el curioso modelo social que describe y por la posible
influencia literaria e histórica que pudo tener.

1
Aunque es cierto que la cartografía se desarrolla muy pronto, sobre todo con fines militares, como se puede leer en
Adolfo J. Domínguez Monedero, El papiro de Artemidoro, Sociedad Geográfica Española, nº 35, 2010, p. 6, “un
rasgo de la primitiva cartografía griega, que surgirá con Anaximandro, será su carácter teórico y, sobre todo,
ideológico, pero no el práctico” por lo que, en cualquier caso, los mapas no tendrían utilidad práctica alguna.
2
Para todo lo referente a estos relatos de viajes remito a las obras, en mi opinión fundamentales, de Luís. A García
Moreno y F. Javier Gómez Espelosín, Relatos de viajes en la literatura griega antigua, Alianza, Madrid, 1996; F.
Javier Gómez Espelosín, El descubrimiento del mundo. Geografía y viajeros en la antigua Grecia, Akal, Madrid,
2000 y Christian Jacob, Geografía y etnografía en la Grecia antigua, Bellaterra, Barcelona, 2008.
3
Coinciden en este punto F. Javier Gómez Espelosín, Viajes de verdad, viajes de mentira: literatura de viajes del
periodo helenístico, Revista de filología románica, anejo IV, 2006, pp. 59-75 y Carlos García Gual, El relato utópico
de Yambulo, Utopía, nº 3, 2006, Suplemento monográfico Ilas 6.
4
El texto de Diodoro puede leerse en las traducciones de Fco. Parreu Alasà, Biblioteca Clásica Gredos, Madrid,
2001; Manuel Serrano, Alianza, Madrid, 2004 o en la colección de relatos utópicos de Jesús Lens Tuero y Javier
Campos Daroca, Utopías del mundo antiguo. Antología de textos, Alianza, Madrid, 2000.

2
Diodoro, y es lo primero que se debe tener en cuenta, parece contar lo que le dijeron que
narró Yambulo5, por lo que el texto original, que no conservamos, ha debido verse
modificado tanto por el paso del tiempo como por la redacción del historiador; tanto es
así que ni siquiera hay consenso en la procedencia del protagonista, puesto que hay
algunos autores6 que piensan que Yambulo pudo no ser griego sino nabateo o
directamente ponen en duda su veracidad y aducen que es una invención del autor, lo
que en mi opinión no se sostiene porque algunas fuentes clásicas como Luciano de
Samosata ya lo citan7. Otro de los debates que se ha mantenido acerca del texto es el
que se ha producido en torno a su posible datación8, aunque parece que la posición más
razonable dicta que sería lógico establecerla entre los siglos IV y I a. C. Por otro lado,
Diodoro, cuya obra tiene un claro matiz moralizante9 y que recuerda en cierta manera a
Plutarco y a otros autores, inserta la narración cuidadosamente al final de su libro sobre
Asia, metafórica y literalmente, en la periferia de la misma, donde aparecen los relatos
más inverosímiles como los relativos a los hiperbóreos, los cabriciervos, etc. La
periferia, más aún si es de Asia, es el lugar idóneo para ubicar los acontecimientos
míticos y fantásticos de todo tipo. Esto no es casual, ya hemos visto a otros muchos
autores establecer en los márgenes de la oikouménē a los bárbaros/autres o a seres
fantásticos, por ejemplo Heródoto y los Trogloditas, Etíopes, Arimaspos, etc.; los
Atlantes de Plinio, las Amazonas en Plutarco o los cíclopes en la Odisea de Homero,
que se erige como un claro referente10 en la literatura de viajes para todos ellos.
Además, debemos tener en cuenta que, desde las conquistas de Alejandro, este tipo de
relatos sobre Oriente y sus maravillas, con su exotismo y su perfumado11 horizonte, se

5
Matías S. Fernández Robbio, La travesía de Yambulo por las Islas del Sol. Introducción a su estudio, traducción y
notas, Utopía y renacimiento, nº 7, 2010, pp. 27-41.
6
Ver Marek Winiarczyk, Das Werk des Jambulos, Rheinisches museum für philologie, vol. 140, nº 2, 1997, pp. 128-
152, para conocer los distintos puntos de vista.
7
Luciano, Relatos Verídicos, Carlos García Gual (trad.), Biblioteca Clásica Gredos, Madrid, 1996, p. 177, donde se
puede leer: “Escribió también Yambulo muchos relatos extraños acerca de los países del Gran Mar, forjando una
ficción que todos reconocen, aunque construyendo un argumento no exento de interés. Muchos otros, con idéntica
intención, escribieron sobre supuestas aventuras y viajes de ellos mismos, incluyendo animales monstruosos,
hombres crueles y extrañas formas de vida. Su guía y maestro de semejante charlatanería es el Ulises de Homero…”
8
Tal y como advierte Marek Winiarczyk, op. cit., si nos atenemos a la introducción de Diodoro, el viaje debió
producirse antes de la guerra de Troya; si pensamos que los contactos y vínculos comerciales estables con Oriente
son posteriores a las conquistas de Alejandro, no puede ser anterior al siglo IV a.C, etc.
9
Como explican Jesús Lens Tuero y Javier Campos Daroca, La geografía de Asia en el Libro II de la Biblioteca
Histórica de Diodoro de Sicilia, EMERITA, tomo LXV, 1997, pp. 17-40.
10
Siguiendo con la idea vista en Luciano, hago mías las palabras de F. Javier Gómez Espelosín, El descubrimiento
del mundo. Geografía y viajeros en la antigua Grecia, Akal, Madrid, 2000, p. 70, cuando dice referente a la Odisea
que “su relato se convirtió enseguida en el modelo de este tipo de narraciones” y para profundizar en el tema, remito
a F. Javier Gómez Espelosín, Relatos de viaje en la Odisea, Estudios clásicos, nº 106, 1994, pp. 7-31.
11
Las continuas referencias al aroma y perfumes exóticos son un tópico que podemos encontrar en multitud de textos,
antes, durante y después de los relatos griegos, como se puede apreciar en las narraciones de los viajes de Hanón de
Cartago o Cristóbal Colón, entre otros muchos. Ver Adolfo J. Domínguez Monedero, El viaje de Hanón de Cartago y

3
pusieron de moda en la literatura, por lo que ofrecía un éxito garantizado entre los
lectores contemporáneos12; recordemos que Diodoro ya expone en el proemio de la obra
que ofrece la más bella experiencia a sus lectores, lo que supone toda una declaración
de intenciones. De esta manera podemos entender que Diodoro, al servicio de estos
intereses lúdico-pedagógicos, “elabora y ordena en su Biblioteca el abundantísimo
material historiográfico disponible”13 fabricando un discurso etnocentrista y, al hacerlo,
su obra ya participará de la idea, trascendental y completamente de actualidad por otra
parte14, del Oriente y el orientalismo.

2. Geografía del periplo


En el relato se narra cómo Yambulo viajaba hacia la zona de las especies de Arabia para
comerciar cuando fue capturado y llevado a Etiopía, allí sería obligado a participar en
un rito de purificación y forzado a embarcarse rumbo al Sur con destino hacia unas
misteriosas islas. Tras cuatro meses de navegación, arribaría a un archipiélago de siete
islas redondas e iguales y desembarcaría en una de ellas, que según refiere medía
alrededor de cinco mil estadios de perímetro y donde el día y la noche eran siempre
iguales, al mediodía no había sombra, el clima era muy agradable y en el cielo
tampoco se apreciaban ni las Osas ni muchas otras estrellas conocidas. Algún tiempo
después y tras pasar siete años conviviendo y observando las costumbres de sus
habitantes, lo expulsarían de la Isla del Sol y se vería obligado a aventurarse otros
cuatro meses en el Océano, para terminar desembarcando en arenas y lugares
pantanosos de la India, donde finalmente sería conducido hasta un rey filogriego de
Palíbotra que le ayudaría y, atravesando Persia con un salvoconducto, se refugiaría por
fin, en Grecia. En esta narración de su increíble viaje15 podemos encontrar algunos
elementos que, sin embargo, pueden resultar verosímiles, por ejemplo, la referencia al
día y la noche, la sombra o las estrellas situarían a la isla, coincidiendo con lo que se
afirma en el texto, en el Ecuador o muy próximo a él. En cuanto a su posible
localización, y teniendo en cuenta el rumbo y el tiempo de navegación, los estudiosos

los mecanismos de exploración fenicios, Viajeros, peregrinos y aventureros en el mundo antiguo, Instrumenta nº 36,
2010, pp. 77-94.
12
F. Javier Gómez Espelosín, Relatos de viajes en Grecia, Indagación: revista de historia y arte, nº 2, 1996, pp. 15-
34.
13
Jesús Lens Tuero y Javier Campos Daroca, La geografía de Asia en el Libro II de la Biblioteca Histórica de
Diodoro de Sicilia, EMERITA, tomo LXV, 1997, p. 20.
14
Ver a este respecto Edward W. Said, Orientalismo, Debolsillo, Barcelona, 2013, donde el autor realiza un recorrido
histórico por los clichés intelectuales que están en el fondo de nuestra actitud hacia Oriente.
15
Que curiosamente resulta a la inversa que el periplo del almirante Nearco -probablemente contemporáneo- y cuyo
relato es igualmente esencial, ver F. Javier Gómez Espelosín, El viaje de Nearco por el Índico como relato de viaje,
Actas del IX Simposio de la Sociedad Española de Literatura General y Comparada, Vol. 2, 1994, pp. 395-406.

4
no se ponen de acuerdo16 en si la isla de su periplo pudiera tratarse de la antigua Ceilán,
Sumatra, Bali, etc. -o ninguna de ellas- pero esa indefinición geográfica en la
inmensidad del océano es propia de estos relatos y forma parte de su equilibrio
característico entre realidad y ficción. Sin embargo, soy de la opinión de que por su
ubicación, en línea recta desde el cuerno de África y al sur de la India; y tamaño, más o
menos redondeada y de las mismas proporciones que cita Diodoro17, la opción más
acertada18 para ubicar la Isla del Sol, sería Ceilán, y la referencia al archipiélago de siete
ínsulas podría tratarse de una reminiscencia de las Maldivas que pudo encontrarse
Yambulo poco antes de llegar a la actual Sri Lanka.

Por otra parte, la mención a Palíbotra resulta clave, pues es un lugar reconocible y,
aunque Diodoro cuente que fue una fundación del mismísimo Heracles19, cosa nada
extraña pues ya hemos comentado que los márgenes periféricos de la oikouménē son el
lugar idóneo para ubicarlos20 -pensemos en las Columnas de Hércules que separan
África de Europa y que están justo al otro extremo del mundo conocido por los griegos,
por ejemplo-, como digo, esta ciudad se trataría de la antigua Pâtaliputra, cercana al
Delta del Ganges, que coincide con ese lugar de desembarco en arenas y pantanos… En
definitiva, en cuanto a lo estrictamente geográfico, el relato de Yambulo resulta creíble,
pues no olvidemos que las caravanas viajaban en busca de especies a Arabia -la famosa
Arabia Felix21 de otras historias- y, de la misma manera, hubo dinastías filohelenas,

16
Ver Marek Winiarczyk, op. cit., pp. 140-141 y Yu M. Kobishchanow, On the problem of sea voyages of ancient
Africans in the Indian Ocean, Journal of African History, Vol. 6, nº 2, 1965, pp. 137-141.
17
Según la introducción de Fco. Parreu Alasà, op. cit., las superficies en km2 “coinciden casi exactamente: 62.746 de
la isla de Yambulo y 65.607 de Ceilán. Para calcularla, hemos partido del perímetro de 5.000 estadios [888 km.]”
18
Si el viaje en dirección Sur le puso en contacto con la Corriente de Somalia -que fluye lentamente hacia el Noreste
desde aproximadamente los 10° Sur durante el verano del Hemisferio Norte-, es plausible recorrer esos
aproximadamente 3000 kms. en cuatro meses a razón de 1km/hora., más aún si contamos con las posibles tormentas y
contratiempos que podría haber encontrado desde la costa africana hasta Ceilán.
19
Diodoro, Biblioteca Histórica, Libro II, 39.
20
“Fue precisamente durante el periodo helenístico cuando se experimentó la imperiosa necesidad de encuadrar
geográficamente los antiguos mitos, como la expedición de los Argonautas o los viajes de Heracles, que habían
transcurrido hasta entonces en un espacio poco definible” según expone F. Javier Gómez Espelosín, Viajes de verdad,
viajes de mentira: literatura de viajes del periodo helenístico, Revista de filología románica, anejo IV, 2006, p. 75.
21
Una de las tres partes en que se subdividía, junto a la Petraea y la Deserta. Hay que tener en cuenta que Arabia
comprendía también la zona entre el Nilo y el mar Rojo, ya que el gran río era la línea divisoria entre África y Asia en
la Antigüedad.

5
como los Maurya22, gobernando la India en aquellos siglos. Las distancias, las
descripciones astrales o climáticas, todas ellas otorgan verosimilitud al relato23.

3. Fauna y flora isleña


Menos veraces resultan las descripciones de la fauna isleña, entre las que se cuentan
gran cantidad de animales terrestres, peces y aves de todas clases, serpientes gigantes e
inofensivas; y una criatura extraordinaria semejante a las tortugas, que cuenta con
cuatro ojos y cuatro bocas y con cuya sangre se puede unir al instante toda parte
animada del cuerpo que haya sido seccionada…, dice Diodoro; aunque seguramente
esta sea una referencia a la capacidad regenerativa de las estrellas de mar, tan habitual
en los ecosistemas marinos. Resulta muy característico24 de este tipo de relatos
encontrarse animales o plantas exóticos cuando no imposibles25, que suelen ser
aprovechadas por las comunidades indígenas para realizar con ellas sus ritos
característicos, como el enorme ave voladora –sobre la que es posible montar- que crían
las familias isleñas o una planta venenosa autóctona cuyo contacto resulta mortífero.

En el relato también se dice que la alimentación de los nativos era sencilla, ya que la
naturaleza les proporcionaba todo lo necesario sin ser trabajada: crecían árboles
frutales, olivos, viñas o copiosas arvejas blancas, tenían caza y pesca en abundancia y
los frutos maduran durante todo el año, tan benigna era la naturaleza de la isla que
incluso el mar que la rodeaba era dulce26; sin embargo desconocían absolutamente las
otras salsas diestramente elaboradoras por los cocineros y la variedad de los
condimentos, lo que podría indicar que no crecían especias en la isla. Así mismo, la
dieta tenía entre ellos un orden determinado: unos días comían pescado, otros carne, etc.

22
El monarca Ashoka (268-239 a.C.), por ejemplo, menciona en su Edicto XIII al “rey de los griegos Antíoco de
nombre, y más allá de este Antíoco cuatro reyes, Ptolomeo, Antígono, Magas y Alejandro de nombre…” lo que sin
duda prueba que mantuvieron relaciones diplomáticas de alguna índole. Ver Mª Teresa Román López, Ashoka, el
gran soberano del Imperio Maurya, Espacio, Tiempo y Forma, Historia Antigua, XIII, 2000, pp. 125-140.
23
“Sin grandes dificultades se puede seguir el itinerario de Yambulo: Siria o el país de los Nabateos – Arabia
meridional (Yemen) - Etiopía – Archipiélago de las siete islas en el océano Índico – Delta del Ganges - Palibothra
(Paliputra) – Persia – Grecia (Reino de los Seléucidas)” en Marek Winiarczyk, op. cit., p. 132.
24
En Adolfo J. Domínguez Monedero, El viaje de Hanón de Cartago y los mecanismos de exploración fenicios,
Viajeros, peregrinos y aventureros en el mundo antiguo, Instrumenta nº 36, 2010, p. 92, podemos leer que “este
género, precisamente, tiene interés en dar datos por descabellados o increíbles que éstos sean, y que acaban
llegando incluso a escritores racionalistas”, como parece ocurrirle a Diodoro, por ejemplo.
25
El caso de las hormigas auríferas gigantes de la India en Heródoto, Historia, Libro III, CII, es paradigmático o, en
Diodoro, op. cit., Libro II, 51, con los llamados camelloleopardos, “cabriciervos, y bubalos y otras muchas clases
biformes de animales con la combinación de otros muy diferentes de especie”.
26
Es sabido que cuánto más cerrado está un mar, el Muerto por ejemplo, más salinidad sufre y, al contrario, tal y
como podemos leer, “el mar de alrededor de la isla, al ser de corrientes y producir muchos reflujos y pleamares ha
adquirido un sabor dulce” lo que además nos permite comprobar que el fenómeno era conocido y que la corriente de
Somalia pudo ser aprovechada convenientemente por Yambulo.

6
Según se aprecia, vemos cómo el discurso, griego versus bárbaro comienza a tomar
forma, aunque tiene algunos matices interesantes: estos indígenas no conocían el arte de
la gastronomía y se alimentaban con lo básico, platos sencillos, carne asada –entre la
que se incluye la de las serpientes, que resultaba especialmente sabrosa-, aceitunas,
arroz cocido27, etc. Estos alimentos básicos son típicos de las sociedades bárbaras28,
aunque, por otro lado, elaboran aceite y vino, que son elementos fundamentales de la
civilización helena. De la misma manera, también resulta característico la aparición del
tópico de la Edad de Crono -que encontramos desde Hesíodo29 y que es común a
muchos relatos de esta índole- donde la naturaleza lo proporciona todo de manera
automática y los habitantes de estos paraísos puedes dedicarse a otros quehaceres.

4. La sociedad de las Islas del Sol


Por otro lado, la descripción del pueblo que Yambulo se encontró en la Isla del Sol no
resulta del todo extraña y recuerda, por ejemplo, a los relatos de Plinio, Estrabón o
Heródoto. Son seres muy distintos a los griegos, altos y delicados pero mucho más
flexibles y resistentes; lampiños, bellos y bien proporcionados; además son longevos30 y
casi no enferman, por lo que podían llegar a vivir hasta los ciento cincuenta años. Estos
habitantes isleños, al sentirse viejos o enfermos, se dejaban morir durmiendo encima de
una planta que resultaba mortífera, como una especie de antigua eutanasia31; eran
religiosos, pues adoraban al Sol y sus ritos funerarios consistían en enterrar a los
muertos en la playa, para que la durante la pleamar, el lugar quedara cubierto por la
27
Coincido con Fco. Parreu Alasà, op. cit., en entender que esas semillas blancas de las que habla Yambulo serían
arroz, alimento fundamental en la dieta asiática y, concretamente en Sri Lanka, incluso hoy día es su mayor
producción agrícola.
28
José Carlos Bermejo Barrera, Mitología y mitos de la Hispania prerromana, Akal, Madrid, 2005, p. 24, afirma que
“la vinculación entre el trigo, el buen matrimonio y el orden social es tan fuerte que […] un pueblo que no come trigo
no puede ser un pueblo civilizado, y por lo tanto, deberá practicar formas de matrimonio extrañas”, ecuación que
coincide completamente con la dieta y costumbres de los nativos de las Islas del Sol, como veremos más adelante.
29
Hesíodo, Los trabajos y los días, vv. 106–202: “De oro fue la primera raza de hombres perecederos creada por los
Inmortales, moradores de las mansiones olímpicas. Existían en tiempo de Crono, cuando este reinaba en el cielo.
Igual que dioses vivían, con el corazón libre de cuidados, lejos y a salvo de penas y aflicción. La mísera vejez no les
oprimía, sino que, pies y manos siempre inalterables, se gozaban en festines, exentos de todos los males. Morían
como vencidos del sueño. Bienes de toda índole estaban a su alcance: la fecunda tierra, por sí sola, producía rica y
copiosa cosecha: ellos, contentos y tranquilos, vivían de sus campos entre bienes sin tasa.”
30
La longevidad es una característica que aparece con cierta frecuencia en las descripciones de los pueblos lejanos,
en Heródoto, Historia, III, XXIII por ejemplo, los etíopes Macrobios -literalmente de larga vida- alcanzaban los 120
años de edad. Pero aún existen más coincidencias con el relato de Diodoro, ya que una de las causas de la longevidad
suele ser la comida y por ejemplo, en Plinio, Historia Natural, VII, 27 ya se menciona un pueblo que podían vivir
hasta los cuatrocientos años gracias a comer, curiosamente como los salvajes de las Islas del Sol, carne de serpiente.
31
Aunque pueda parecer, a priori y desde nuestra perspectiva política actual, un comportamiento otro, la eutanasia
no fue ajena al mundo antiguo, ni clásico ni bárbaro: ocurría en la India antigua, donde “los incurables eran
conducidos al borde del Ganges y ahí se les asfixiaba” afirma Róger Rodríguez Iturri, El derecho a amar y el derecho
a morir, PUCP, Lima, 1997, p. 219; y en el Mediterráneo, donde muchos de “los grandes pensadores Griegos y
romanos practicaron el suicidio eutanásico” como Diógenes, por ejemplo, según Juan Carlos Velázquez Elizarrarás,
El estudio de caso en las relaciones jurídicas internacionales, Anuario Mexicano Derecho Internacional, vol.
8, 2008, p. 250.

7
arena. Por otro lado, daban mucha importancia a la educación, especialmente a la
astronomía y su alfabeto constaba de siete símbolos, los cuales, mediante su rotación les
posibilitaba usar veintiocho letras, que además no escribían horizontalmente sino recto
de arriba abajo y curiosa e increíblemente, estas gentes de la Isla del Sol tenían la
lengua bífida, lo que les permitía reproducir toda clase de sonidos y, lo más asombroso
es que conversan perfectamente al mismo tiempo con dos personas. En cuanto a sus
vestiduras, los nativos se cubrían con unos maravillosos mantos purpúreos32 que
elaboraban con la pelusa de unas cañas que mezclaban con ostras molidas para darles
ese color característico.

De esta descripción etnográfica, típica de la literatura helenística, se puede inferir que


las personas descritas parecen tener rasgos orientales: delicados, sin mucho vello…
además resulta curiosa esa referencia a la lengua bífida, que podemos asimilar a un
políglota33 y, de la misma manera, la mención a la escritura vertical –típicamente
oriental- resulta peculiar y sorprendería a un griego contemporáneo, que ya comentamos
fue uno de los objetivos de Diodoro. Estas características y costumbres otras, ya sean
los rasgos fisionómicos o la vestimenta, la escritura, los ritos funerarios, etc. se
contraponen, de nuevo, a un modo de hacer y creer más civilizado, por ejemplo, el tema
de la eutanasia los acerca al pensamiento heleno y romano34, así como la celebración de
cultos y banquetes, sobre todo si tenemos en cuenta que los contemporáneos
interpretaban estos relatos “a la luz de lo que les era familiar, es decir,
la interpretafio graeca”35 y por tanto, el dios Sol, podría perfectamente identificarse con
el divino Helios/Apolo36.

5. Organización política
Los nativos de las Islas del Sol vivían en pequeñas comunidades -menos de 400
miembros- bajo la autoridad del más viejo del clan y ocupaban su tiempo ayudándose

32
“Determinados tipos de ropa indican claramente la barbarie”, ver José Carlos Bermejo Barrera, op. cit., p. 26. para
más detalles sobre el tema.
33
Pensemos que en Sri Lanka, la antigua Ceilán, se hablan multitud de dialectos, además de los mayoritarios
Cingalés y Tamil, por lo que se puede estar refiriendo a ese fenómeno.
34
Como se puede ver en Ana María Marcos del Carmen, La eutanasia: estudio jurídico-filosofico, Ediciones
jurídicas y sociales, Madrid, 1999, p356, cuando explica que, la eutanasia en sentido amplio, no fue entendida como
un derecho del individuo si no como un “derecho-deber de la comunidad de eliminar de su seno a los individuos
inútiles y dañosos para el funcionamiento correcto de la misma.
35
Manuel Albadalejo, La imagen de los pueblos lejanos en la obra de Heródoto, BAEO, 2007, p. 270.
36
De la misma manera que resultaba sumamente fácil a Heródoto asimilar los dioses del panteón griego al babilonio,
como en los casos de Milita\Venus, Marduk\Zeus, etc. Ver Juan-Luis Montero, La torre de Babel, Heródoto y los
primeros viajeros europeos por tierras mesopotámicas, Historiae, nº5, 2008, p. 19.

8
entre ellos y dedicándose a los oficios y a los servicios públicos por turnos, quedando
los más viejos excluidos de las labores pesadas. No contraían matrimonio28 sino que las
mujeres eran compartidas y los niños que nacían de estas relaciones, eran criados en
común. Éstos pasaban una prueba de fortaleza -tenían que probar su valía volando a
lomos de un ave singular- y los que no la superaban, o los enfermizos, eran eliminados.
De esta manera, como todos eran criados en igualdad y no existían diferencias entre
ellos, apreciaban mucho la concordia.

De la narración fantástica del viaje de Yambulo, la organización social y política es,


bajo mi punto de vista, lo más curioso de todo cuanto relata. Si nos fijamos, la
eliminación selectiva de los niños más débiles no se diferenciaba mucho de las prácticas
eugenésicas de los espartanos37 –y de otros muchos pueblos del resto de Grecia-; así
mismo, la cría y vida en común, aun cuando resulta una realidad utópica, no es una
novedad38 en la literatura helena. Además, a este respecto, me gustaría recalcar dos
aspectos más: por un lado, la ausencia de ciudades39 en la Isla del Sol, los sitúa en un
estado de incivilización total40, porque para un griego la polis es la civilización, sin
paliativos; no en vano, y si hacemos caso a Aristóteles41, somos animales políticos, esto
es, capaces de relacionarnos políticamente, de crear sociedades y organizar la vida en
ciudades. Esta, más que cualquier otra costumbre o característica peculiar, es la que los
muestra como verdaderos bárbaros y que se conjuga con “las distinciones tan radicales
establecidas por la tragedia”42 de Esquilo, Sófocles, etc. entre los griegos y el resto,
para dar la imagen de alteridad exótica que buscaba Diodoro. En segundo lugar, y en mi
opinión, lo más importante de la narración es la crítica social y económica implícita en
el texto, que toma forma mediante una concepción igualitaria -estoica podríamos decir,
incluso casi comunista- del mundo. Me explico: las Islas de Sol disfrutan de una
igualdad climática gracias a su situación geográfica que les proporciona las mismas

37
Ver César Fornis Vaquero, Esparta, ciudad de la virtud y de la guerra, Bitarte, nº 51, 2010, pp. 29-46 para
comprobar las similitudes entres estas costumbres de los habitantes de las Islas del Sol y los lacedemonios.
38
Ese rasgo de comunismo igualitario podemos encontrarlo, por ejemplo, en Aristófanes, Asambleístas vv. 590-596:
“Quiero que todos los bienes sean comunes y que / todos tengan igual parte en ellos y vivan de los / mismos; que no
sea éste rico y aquél pobre; que no / cultive uno un inmenso campo y otro no tenga donde / sepultar su cadáver; que
no haya quien lleve cien / esclavos y quien carezca de un solo servicio; en una / palabra: establezco una vida común e
igual para todos”.
39
A diferencia de otras utopías recogidas por el historiador, como la Panquea de Evémero, por ejemplo, en la que sí
hay ciudades: Hiracia, Dálide y Oceánide. Ver Diodoro, op. cit., Libro V, 45.
40
Según José Carlos Bermejo Barrera, Mitología y mitos de la Hispania prerromana, Akal, Madrid, 2005, p. 23,
“poder y civilización son incompatibles con el aislamiento porque sólo las ciudades pueden civilizar a los pueblos”.
41
Aristóteles, Política, Biblioteca Básica Gredos, Madrid, 2000, 1253a.
42
F. Javier Gómez Espelosín, Heródoto y la percepción de la geografía política del mundo griego, Stud. Hist. Hª
antigua, nº23, 2005, p. 158.

9
horas de luz que de oscuridad y una temperatura siempre invariable; sus habitantes
tienen cualidades idénticas debidas a sus prácticas genéticas, además su educación y
obligaciones laborales son las mismas para todos; las mujeres y los niños son comunes
y como resultado de esta organización social, la esclavitud no existe43 -que es, sin duda,
una novedad en el mundo antiguo- ni tampoco las facciones o las enemistades políticas.
Viven de manera sencilla y en armonía, en una especie de eco de la Edad de Oro
perdida por los griegos. Así pues encontramos, en la narración utópica del periplo de
Yambulo, a los nativos asociados por un lado a la imagen del bárbaro/autre y, por otro,
al mito del buen salvaje44, es decir, mediante una cierta idealización se mostraba a los
habitantes de las Islas del Sol45 buenos por naturaleza; esto es posible porque la visión
que tenían los griegos de los bárbaros era ambivalente46 y basculó alternativamente
desde el original fenómeno de la construcción del enemigo persa como bárbaro/autre,
en un marco de propaganda bélica, hasta la creación del tópico de los pueblos aislados
que vivían carentes de relaciones corruptoras como el poder, la riqueza, etc.

6. Conclusiones
El viaje de Yambulo a Las Islas del Sol podríamos definirlo como el paradigma de los
relatos de viajes utópicos: está repleto de indefiniciones geográficas pero plausibles,
inventarios de fauna y flora exótica, descripciones etnográficas fantásticas y sociedades
utópicas bendecidas por la naturaleza. A todo ello podemos sumarle continuas
referencias a la memoria colectiva griega tanto metafóricas como literales, tal y como se
puede ver en la cita directa de los versos de Homero47 referentes al jardín de Alcínoo o
en la íntima relación que existe con Hesíodo, el otro gran referente literario heleno, ya
que en sus versos29 observamos un claro antecedente de lo que se encontró Yambulo. Y,

43
El comportamiento griego en materia de esclavitud fue legitimado con el pensamiento de Platón y Aristóteles,
según el cual, la esclavitud tenía un origen natural y por tanto era perfectamente aceptable; esta idea calaría en la
pragmática mentalidad romana y permanecería, lamentablemente, en el pensamiento occidental durante siglos.
Remito a Yvon Thébert, El esclavo, en A. Giardina, Società Romana e Impero Tardoantico, Bari, 1986, pp. 161-200
para profundizar en el fenómeno.
44
Remito a Jean-Jaques Rousseau, J. López y López (trad.), Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los
hombres, Folio, Barcelona, 2007, para una definición representativa del buen salvaje en la filosofía europea cuya
proyección llega hasta nuestros días.
45
No sólo eso sino que Máximo Brioso Sánchez y Antonio Villarubia Medina, Estudios sobre el viajes en la
literatura de la Grecia antigua, SdPdlUdS, Sevilla, 2002, p. 135, detectan que esa idealización además de darse en
pueblos primitivos, imaginarios o mal conocidos por su lejanía, también se dio en pueblos regidos por leyes
igualitarias.
46
Según Antonio Ignacio Molina Marín, La geografía y etnografía en época clásica: el descubrimiento de la
alteridad en Geographica, nº 27, 2010, pp. 93-124, esto es en parte gracias a la sofística, por la que se discutía si lo
conveniente era vivir conforme a la naturaleza o conforme a la ley.
47
Homero, Odisea, II, 56: “como también afirma el poeta: Pera sobre pera madura y manzana, sobre manzana,/
también sobre racimo de uvas, racimo de uvas e higo, sobre higo”.

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por otro lado, la narración aporta ciertos elementos místicos como el número siete48 -
que se repite mágica y constantemente-, la adoración del Sol, etc. Pero además, esa
utopía estoica/comunista ha generado algunas teorías curiosas, por ejemplo la que
pretende explicar el levantamiento Helipolitano de Pérgamo49, etc. y no sólo eso, ya que
además de su influencia en algunos autores clásicos, inspiraría parcialmente la Utopía
de Tomás Moro o la Ciudad del Sol de Campanella, que dejaron una profunda huella en
el pensamiento occidental. Aun sin conocer si Yambulo realmente existió o es una mera
construcción intelectual, su relato es un referente en la literatura helenística de viajes,
que combina, ambigua pero eficazmente, elementos de la cultura clásica junto a noticias
exóticas de lugares remotos y de fantasía mítica, tras los que podemos encontrar un
trasfondo de realidad y que en mi opinión resulta, por tanto, fundamental para
comprender la construcción helenocentrista del mundo.

48
En torno a esta cuestión, resulta muy sugerente Inés Márquez, La Magia del 7, Números, vol. 51, 2002, 19-23.
49
Aunque J. Lens, Crisis en Pérgamo en el siglo II a. C., Boletín del Instituto de Estudios Helénicos, Vol. 6, 1972, lo
desmiente sin género de dudas.

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