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2. Desarrollo
Sin embargo, este hermoso programa que el concilio había trazado para la música
sagrada no ha sido seguido ni de lejos por la praxis en nuestras comunidades. Luego del
concilio qué se ha hecho en realidad. El cardenal Ratzinger responde a esta pregunta
diciendo:
“Lo que en realidad han hecho muchos liturgistas es dejar a un lado este tesoro,
declarándolo accesible a pocos y abandonándolo en nombre de la
comprensibilidad para todos y en todo momento de la liturgia posconciliar.
Consecuencia: no más música sacra…sino cancioncillas, melodías fáciles, cosas
corrientes”3
El origen de estos desajustes en materia música estriba en una mala interpretación del
concilio. Algunos teólogos han señalado la irreconciliabilidad de la música sacra con la
naturaleza de la liturgia5. La música tradicional de occidente ciertamente – dicen estos
teólogos – debe ser conservada con esmero, pero esto no tiene por que realizarse en la
liturgia misma. A los más puede ser cantada en las catedrales, siempre y cuando no
obstaculice la participación activa del pueblo. Lo que la liturgia exige por su naturaleza
participativa no es la música sacra sino la música de uso6.
En definitiva, toda esta discusión se puede resumir en breves preguntas muy prácticas:
¿Es aún vigente la música tradicional de occidente? ¿El pueblo debe o no debe cantar?
¿Cuál es el sentido correcto de la participación activa de los fieles en el canto?
La actuosa participatio
5
Cfr. J. RATZINGER, «La fiesta de la fe». Pág 131.
6
Ibíd. pág. 132.
7
SC 112.
8
LECLERCQ, «Dialogo del hombre y Dios» Pág. 40.
9
P. GUERANGER « Instituciones litúrgicas». Pág. 14.
Digamos que la pieza de toque del problema es ¿Cómo entender eso de la actuosa
participatio? ¿De qué habla el concilio cuando dice que los fieles deben participar
plena, activa y consiente en la liturgia?
“¡Cuánto lloré al oír vuestros himnos y cánticos, fuertemente conmovido por las
voces de vuestra Iglesia, que suavemente cantaba! Entraban aquellas voces en
mis oídos, y vuestra verdad se derretía en mi corazón, y con esto se inflamaba el
afecto de piedad, y corrían las lágrimas, y me iba bien con ellas.”10
Esta recomendación tiene su eco actual en las palabras del Papa Benedicto XVI quien
en la Exhortación Apostólica Sacramentum Caritatis no ofrece las siguientes palabras:
Así se hace necesario una adecuada formación musical. Mas, para entender por qué dice
esto el Santo Padre y por qué es en este tema tan insistente el magisterio de la Iglesia
10
S. AGUSTIÍN, «Confesiones», IX, 6,14.
11
BENEDICTO XVI, «Exhortación apostólica post sinodal Sacramentum Caritatis», nº 42. En adelante
Sac Car.
recogemos las palabras del Papa Benedicto XVI cuando era aún Prefecto de la
Congregación para la Doctrina de la fe:
“Un teólogo que no ama el arte, la poesía, la música, la naturaleza, puede ser
peligroso. Esta ceguera y sordera para lo bello no es cosa secundaria; se refleja
necesariamente también en su teología.”
Primero habría que negar la aparente oposición entre música tradicional antigua y
participación de la asamblea. Por ejemplo, la polifonía enriquece el canto del pueblo
cuando este canta al unísono. Ciertamente la asamblea debe tomar parte en toda la misa,
desde el canto de entrada hasta la bendición final. Ahora bien, su participación no es
siempre de la misma manera: en unos casos participa cantando, otras escuchando y
haciendo suyo el canto que interpreta el coro. Hay una participación exterior y otra
interior que no es menos importante.
Como en todo hay que evitar los extremos. Ni el coro ni la asamblea puede cantarlo
todo. A la asamblea le corresponde sobre todo las aclamaciones, salmos y el santo. Para
estos cantos no es aconsejable que el coro sustituya a la asamblea pues la unidad de sus
voces manifiesta la comunión eclesial. El coro, por ejemplo, puede interpretar el canto
de la presentación de las ofrendas mientras los fieles en silencio presentan ellos mismos
sus sacrificios a Dios. Puede interpretar un himno de acción de gracias después de la
comunión ayudando así a los fieles a vivir con mayor intensidad ese momento.
12
J. RATZINGER, «Un canto nuevo para el Señor». Pág. 130.
13
Ibíd.
Acerca de los cantos populares en lengua vernácula hay que decir una palabra. Debemos
afirmar que existen cantos populares hermosos desde el punto de vista musical,
religioso y literario. También estos han sido un auxiliar de la trasmisión de la fe y por
tanto forman parte del tesoro musical de la Iglesia y no deben ser desechados sino
fomentados.
En cuanto a los cantos modernos, estos deben ser también admitidos pues reflejan la
sensibilidad humana propia de cada época. Benedicto VI ha señalado la importancia de
que las nuevas generaciones inserten sus sabios desarrollos al culto divino 14.
“Ciertamente, no podemos decir que en la liturgia sirva cualquier canto”15. Se
conservará pues el canto gregoriano como modelo de los demás tipos de canto en la
liturgia16
A modo de conclusión
Tanto interés por la música no es gratuito ni exagerado. La música tiene una misión de
primer nivel a la hora de relacionarnos con el Totalmente Otro. “Los cristianos, que han
intentado siempre representar de manera tangible la verdad que profesan y la bondad de
las cosas que viven, hicieron música desde sus orígenes” 18. Por ella llegamos a percibir
la presencia de la liturgia celestial, la música nos hace partícipes de un poco de la
belleza Dios que nos la comunica a través de su alegría 19. “Una música de alto nivel nos
purifica y eleva y, en última instancia, nos hace sentir la grandeza y la belleza de
Dios”20.
14
BENEDICTO XVI, «Discurso del Papa durante la visita al Instituto Pontificio de Música Sacra» (13-X-
07).
15
Sac Car 42
16
Ibíd.
17
CONGREGACIÓN DE RITOS, «Instrucción Musicam sacram», nº
18
F. AROCENA, «La celebración de la palabra. teología y pastoral». Pág. 138.
19
BENEDICTO XVI, Discurso del Santo Padre a la Capilla Musical Pontificia "Sixtina", al final del
concierto ofrecido al Papa» (20-XII-05).
20
IBID, «Palabras del Papa al final del concierto de la Orquesta Filarmónica de Mûnich» (20-X-05).