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Carta de Santa Marta a un abogado del prestigioso centro de Bogotá.

Bogotá, 11 de noviembre de 2020

Apreciado colega en tan magnánima profesión.

Soy conocedora de las tribulaciones a las que te has visto sometido en las últimas décadas
por la falta de trabajo digno para un profesional como tú y por los permanentes improperios
que has padecido debido a la mala fama que goza el gremio. ¡No te angusties! Mientras a
mi me desprestigian los intelectuales profanadores de la sana doctrina o los izquierdosos
políticos y predicadores de dogma ateo, me solidarizo contigo en los avatares a los que te
has visto avocado. Podrían ser innumerables los sucesos de difamación, entre ellos cuando
te llaman despectivamente “tinterillo” por el solo hecho de sosegarte en los cafés de mala
muerte del centro capitalino, donde departes con tus colegas sobre cuestiones no poco
importantes de la política nacional o sobre las nuevas triquiñuelas que se pueden hacer para
sacar partido en beneficio propio.

Sin embargo, quiero consolarte y animarte a través de algunas razones por las que puedo
afirmar que mi prestigio en el sector jurídico ha ido in crescendo en medio de esta crisis.
Me atrevo a sostener que el problema es de propaganda lasciva al sector de los abogados
por su ineficiencia en los servicios prestados. Como abogada de los pobres en temas de
derecho laboral, familiar y penal, soy testigo de los despropósitos producidos por el
gobierno donde lo último que pretenden es reconocer el daño ocasionado a terceros por la
corruptitis en la que se encuentra sumergida nuestro continente. ¡Y saber que la mayoría
son abogados! Es paradójico que, con tanto abogado, recurran a mi. Hasta me tocó pedirle a
San Próspero que me ayude porque tengo mucha demanda. Reitero que el problema es un
tema de confianza.

Por otro lado, mi pobre clientela fiel (todavía creyente en la democracia) ha padecido de
agravios recurrentes, entre ellos de colegas nuestros que los han dejado en la calle por los
altos costos de sus servicios -y las untas para justificar el trabajito-. De ahí, que mi cliente
no le quede más remedio que acudir a nuestro pull de abogados quienes son más efectivos y
baratos que los de carne y hueso; sí, como lo oyes, porque no sólo son los legendarios
colegas tuyos del centro de Bogotá quienes están desprestigiados, sino las nuevas
generaciones de millenials que en contradicción con todos los principios de la justicia se
han dedicado a la lambonería cibersocial para seguir las dictaduras disfrazadas como
partidismos de centroizquierda, sofismas de distracción para ingenuos dependientes de las
marrollerias de youtubers ahora versados de la ciencia política por leer el diario El
Espectador o Semana.

Esta viene a ser mi defensa del por qué mis clientes sencillos de espíritu y bolsillo, se ven
abocados a acudir a nuestros servicios, al reconocernos como santos especializados en el
litigio ante Dios por las causas imposibles que solo se pueden alcanzar por el favorcito del
Juez Supremo. Y es que no queda otra esperanza que acudir a nuestro pull de abogados que
dan garantía ilimitada de los trabajos por unos cuantos pesos sin temor a ser “tumbados”
para quedarse con cierto porcentaje de los paupérrimos centavos que se están esperando.
En definitiva, mi exhortación es a reivindicar la REputación de nuestro gremio donde
infortunadamente se perdió la RE, quedando solamente lo que quedó, el rescoldo de una
profesión cuyo prestigio superaba la tentación del interés personal y la tramoyada del
atentado contra el desvalido. La competencia está dura porque como atenuante a lo
anteriormente señalado, los mileniabogados se motivan más por la defensa de causas
válidas como el ambiente, los animales, la inclusión(e), pero en detrimento de la dignidad
de los sencillos para quienes solo les basta el subsidio para sentirse satisfechos.

No olvides tu juramento: defender la Justicia y la recta aplicación de la ley -así se afirme


que hecha la ley hecha la trampa-; presentar asistencia jurídica gratuita al desvalido -pero si
lo va ayudar y no robarlo, sino dejeee así-, guardar el secreto profesional y severa lealtad a
tu cliente -no te dejes vender por cualquier 20.000 pesos-; y proceder en todos tus actos con
absoluta buena fe -si es que todavía tienes-.

Con Caridad

Santa Marta de Betania


Virgen y abogada de las causas imposibles.

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