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Amárremelos que yo hago el resto: Misticismo político en tiempos difíciles.

Por Simón el Mago

Las creencias en el mundo político no son solamente del orden gubernamental y público,
sino que al momento de garantizar el triunfo entran en el campo de juego las creencias
religiosas que pueden ser de gran ayuda ante ciertas incapacidades que tienen los políticos
para garantizar la tan anhelada victoria. Siempre será más fácil dejar la responsabilidad a
otros (incluso a los seres sobrenaturales) que asumir la propia. Por ello, en tiempos difíciles
que en realidad siempre lo han sido, los políticos recurren a ciertas místicas que
corresponden en su mayoría a supersticiones para amarrar esas glorias.

En ese orden de ideas, no sólo fue Adolf Hitler quien antes de ser un gran dictador realizó
discipulado con Erik Jan Hanussen, experto en técnicas de oratoria y quien le enseñará a su
neófito cómo llevar a cabo la demagogia a través de formas de expresión propias de un ser
carismático; otros personajes como Churchill con su mago Crowley, o Reagan con su
astróloga de cabecera Joan Quigley y que decir del monje ruso Rasputín que no solo fue
reconocido por sus “dotes” corporales y conservadas en un recipiente con formol, sino por
su dones de sanación que persuadieron a la familia Romanov, todas estas creencias y
prácticas ocultas jugaron un papel importante en el intento por enderezar el destino a favor
de los intereses personales de estas joyitas de políticos.

Por su parte, otros desconfiados en los poderes de los videntes y astrólogos que se
convierten en susurros del poder encarnados en elocuentes embaucadores, recurren a otras
prácticas poco cristianas y más bien maliciosas como la santería. En esto, el pobre San
Gregorio siempre ha tenido su competencia en Venezuela donde el santoral es grande y la
demanda política muy alta. Al respecto, cómo no reconocer los mitos que giran en torno a
Nicolás Maduro quien iniciado por su predecesor Hugo Chaves se ha acercado a estas artes
ocultas para alcanzar los favores esperados. En esto valdría la pena que la santería
contribuya un poco a que esta pobre alma en pena de mandatario supere más que su falta de
espíritu, su falta de materia grisácea para gobernar. Que este hombre oculto de la sensatez
aprenda de las prácticas de la santería de la izquierda (quienes en su mayoría se dicen ateos,
por cierto) como el gran Fidel Castro que ya en la revolución fue santificado por los
babalaos.

En fin, lo cierto es que, en materia de mística política, no hay necesidad de recurrir a brujas
o adivinadores. Con solo acercarse a sacerdotes o pastores es más que suficiente para poder
conseguir esos voticos de más que permitirán llegar al escaño que se ha estado lagarteando
desde hace mucho. Ejemplo de ello es más de un mandatario presidencial de América
Latina, y que mejor que un tal Bolsonaro, quien interpretando sagazmente el crecimiento
del pentecostalismo en Brasil, movió todas la fuerzas para montarse al poder con pastores
proselitistas y más de un cura político que desde el ambón lanzaba la propaganda más
conveniente para mantener el statu quo. Pues sí, yo creo que para amarrar a alguien no se
necesita de brujo, a pesar que haya más de un cura brujo con sus discursos que siguen
amarrando a las gentecitas a las ideas que siempre se han reproducido año tras año de
sometimiento y conformismo a la situación que vivimos.
Definitivamente, el deseo de poder es algo que lleva hasta los más escépticos a servirse de
cuenta charlatanería o sin razón le ayude. Ayúdate que te ayudaré dice un dicho popular y
creo que aplica no sólo con Dios, sino con cuanto iluminado se encuentre y se preste a
apoyar la causa. Por supuesto, el poder de persuasión de estos sujetos empoderados de lo
trascendente es el primer poder que deben desarrollar brujos, adivinadores, videntes, ya que
si no tienen poder para convencer a su cliente, de ahí para delante que se puede esperar. Sin
embargo, siempre que haya necesidad de confianza para ganar elecciones y gobernar, habrá
mercado potencial para hacer amarres, destruir enemigos, limpiar malas vibras y quitar todo
mal espíritu que se pueda interponer a la causa que no deja de ser más que de unos pocos en
detrimento del bien común.

Que los santos hagan lo suyo, pero no tan duro por favor, porque nos tienen tan sometidos y
amarrados que ya creo que nos están velando en cualquier capilla de mala muerte.

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