Está en la página 1de 10

República Bolivariana de Venezuela

Ministerio del Poder Popular para la Educación Universitaria


Universidad Politécnica Territorial
¨José Antonio Anzoátegui¨
Trayecto V Electricidad
Sección E-01 Fase 1

La Economía Política en América


Latina
Materia: Socio Critica IV

Profesor: Estudiante:
Abgo. Miguel Romero Oswaldo Aricaguan
C.I 27.143.504
Condición: Regular

Junio, 2022
Introducción

El inicio del Siglo XX coincidió con el surgimiento de profundos procesos


de transformación política, económica y social en América Latina. Sobre fines
de los 90, la región había atravesado por un período de crisis de una
magnitud sin precedentes producto de la aplicación de las políticas
recomendadas por el llamado “Consenso de Washington”. Durante esta
década, la fuerza del mercado, impulsada por el proceso de globalización
económica, impregnó todos los aspectos de la vida del continente.
Reducción del papel del Estado, privatización de empresas públicas,
flexibilización laboral, desindustrialización, predominio del sector financiero y
cesión de soberanía política y económica fueron algunas de las principales
características de esta etapa. A pesar del relativo éxito que por momentos
mostró la propuesta neoliberal en la evolución de determinados indicadores
macro-económicos (como una tendencia al crecimiento del PBI, el control de
la inflación y el logro de una disciplina fiscal), los resultados de estas políticas
fueron dramáticos para la mayoría de los latinoamericanos. El aumento de la
desocupación, la desigualdad y la exclusión fueron una característica común
a toda la región.

Las democracias débiles, que habían sucedido a las dictaduras que


predominaron durante las décadas de los 70 y 80, se vieron sometidas a
demandas populares de una envergadura sin precedentes y no encontraron
respuestas que les permitieran mantener los proyectos de concentración de
la riqueza vigentes. De esta manera, dejaron lugar a nuevos procesos
populares que, aun con características diferenciales en cada país, mostraron
rasgos comunes. El boom de las materias primas que dinamizó la economía
regional y su mercado de trabajo permitió a los Gobiernos latinoamericanos
una mayor capacidad de gasto, pero llegó a su fin en el año 201410. El fin
del crecimiento económico, de las exportaciones y de los ingresos puso en
entredicho las políticas que hasta ese entonces se habían llevado a cabo
Economía política en América Latina

América Latina se insertó con naturalidad en este nuevo período que


vive el sistema internacional. Ya no forma parte del patio trasero de otras
potencias. Nobody’s backyard. The rise of Latin America fue el título que usó
una de las publicaciones más influyentes del mundo para un reportaje
especial sobre la región (The Economist, 2010). Esta nueva visión de
América Latina se debe, en parte, a una cierta bonanza económica, derivada
de los altos precios que está obteniendo la región para sus materias primas,
que desmiente el antiguo énfasis latinoamericano en el deterioro inevitable
de sus términos de intercambio, y de la relativa disciplina fiscal que le ha
permitido sortear los peores efectos de la crisis financiera internacional que
todavía amenaza a varias de las economías centrales del mundo. Pero
también influye en esta nueva visión de la región la mayor autonomía con
que sus países enfrentan sus relaciones internacionales, tanto con sus
principales socios, tradicionales y nuevos, como en la misma región. La
Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), la nueva organización regional,
asumió un papel protagónico en las crisis internas de Bolivia (2008) y
Ecuador (2010).

Lo sorprendente es que, pese a las reticencias iniciales de varios de sus


miembros, estos esfuerzos de mediación o de apoyo simbólico, solicitados y
altamente valorados por los gobiernos afectados, terminaron uniendo a
países ideológicamente muy diversos y hasta contrapuestos, como Colombia
y Venezuela, o como el Gobierno de centro-derecha de Chile y los países de
la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA). A su
vez, el Grupo de Río se transformó en la Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), asumiendo la representación de
todos los países de la región. El surgimiento de América Latina también se
observa en el ámbito no estatal. Diversas empresas de la región se han
transformado en corporaciones transnacionales, que invierten en otros
países de la región y en el resto del mundo. Empresas brasileñas participan
hoy en la licitación de los grandes proyectos de infraestructura en África u
otras regiones del mundo.

Importantes empresas mexicanas invierten en todo el mundo, incluyendo


a Europa. Empresas chilenas especializadas en el retail se disputan
importantes mercados latinoamericanos. Líneas aéreas de Brasil y de Chile
se fusionan para transformarse en una de las mayores empresas aéreas del
mundo. Chile se ha convertido en una de las principales fuentes de las
inversiones extranjeras de Argentina o de Perú. Empresas brasileñas se han
transformado en líderes globales en sectores de alta tecnología como la
aeronáutica o los hidrocarburos. Argentina, el único país de la región que
desarrolló de forma autónoma su industria nuclear, mantiene una industria
pujante en ese sector, que cumple rigurosamente todas las salvaguardas
fijadas en el marco del régimen internacional vigente en materia de no
proliferación.

Ciertamente, la región sigue evidenciando problemas históricos, que


distan mucho de haberse resuelto. El principal de ellos consiste en las
enormes desigualdades que persisten y que siguen haciendo de América
Latina la región más desigual del mundo, con el agravante de que la
desigualdad está muy relacionada con las razas y las etnias y que las
brechas sociales tienden a reproducirse. Asimismo, la pobreza se mantiene
como un problema grave, que afecta a cerca de 177 millones de habitantes
de la región, de los cuales cerca de 70 millones son indigentes. Sin embargo,
la región afronta un escenario ambivalente en relación con las brechas
sociales, ya que en él se combinan tendencias estructurales que las
refuerzan, pero también avances recientes, que resultan auspiciosos y abren
nuevas posibilidades para encaminarse hacia sociedades menos desiguales
y con un acceso más difundido al bienestar. Ello explica la disminución de la
proporción de la pobreza en varios países y la relativa y más leve
disminución de la desigualdad en otros, debido principalmente al incremento
en los ingresos laborales y al aumento de las transferencias públicas hacia
los sectores más vulnerables, dentro del marco de programas ambiciosos
adoptados en varios países. En comparación de su a menudo turbulenta
historia política, América Latina parece hoy una región relativamente estable.

Las elecciones se suceden regularmente, los militares tienden a


subordinarse al poder civil y son reticentes a entrar en aventuras golpistas,
los derechos humanos más básicos son observados en casi todos los países
de la región y en varios de ellos incluso se han perseguido y se siguen
persiguiendo casos de violaciones masivas registradas en el pasado. Puede
haber debate respecto del grado de libertad de prensa existente en algunos
países, pero las desapariciones forzadas y las violaciones masivas de los
derechos humanos más básicos pertenecen al pasado. Por otra parte, las
bases sociales de la democracia se han expandido, incluidas nuevas capas
medias, que a menudo presionan, dentro y fuera de la política tradicional,
para alcanzar dentro del menor plazo posible sus aspiraciones en materia de
educación, salud o vivienda. Sin embargo, la consolidación de la democracia
representativa y la gobernabilidad democrática en la región parecen
precarias. Para muchos, los problemas de desigualdad y de exclusión social
revelan que no se han logrado ajustar las cuentas entre democracia y
desarrollo. En algunos países esta realidad explica la persistencia de
caudillismos que operan dentro de los sistemas democráticos en la región,
caracterizados por la falta de contrapesos reales en sus sistemas políticos,
ausencia de rendición de cuentas y desprecio hacia los controles formales
sobre las propias actuaciones del ejecutivo

Tiempos de pandemia

Los efectos del COVID-19 para América Latina y el Caribe, configuran sin
duda una de las peores crisis de que se tenga memoria, la que compromete
la sostenibilidad de las economías de la región, las fuertes caídas de los
precios mundiales ha implicado un shock interno como externo, cuyo efecto
ha impulsado una contracción significativa en la actividad económica, en
especial, para los productores de bienes primarios tales como; petróleo,
minerales y alimentos, mientras que los secundarios están vinculados. La
caída de la economía mundial y la disminución de la demanda interna han
ocasionado cambios considerables a los países de la región, afectando la
paralización de la actividad económica en sectores como: la industria
manufacturera, la construcción y el comercio de servicios, esencialmente el
turismo, seguido por la agricultura, el transporte y comunicaciones. Como
consecuencia de ello, se destaca la drástica caída del consumo, el gasto del
gobierno, las decisiones de inversión, los ingresos de las familias, y un
aumento considerable en el desempleo afectando en gran parte los flujos de
remesas hacía varias economías receptoras de la región. En vista de estas
situaciones, se produce un ajuste significativo del gasto interno y una
contracción considerable de las importaciones, por lo que estas serán el
único componente del gasto que contribuirá de manera positiva al
crecimiento del PIB

Guerra en Rusia-Ucrania

América Latina ha sufrido tres tipos de consecuencias, la mayoría


indirectas, tras la invasión y la guerra posterior. Desde el punto de vista
económico, la crisis ucraniana desencadena consecuencias heterogéneas
tanto positivas como negativas: ha subido el precio de los hidrocarburos y de
otras materias primas, lo que ha beneficiado a los países productores
(Venezuela, Brasil, Ecuador, México y Colombia); castigado a los no
productores (caribeños, centroamericanos y Chile); y provocado tensiones
inflacionarias que afectarán a todos. Sin embargo, habrá que ver cómo el
alza de otros productos primarios (minerales y alimentos) incidirá sobre las
economías regionales y si, como en ocasiones anteriores, estimulará al alza
el PIBLa invasión ha avivado la incertidumbre mundial, deteriorando las
expectativas de crecimiento económico.

La coyuntura dificulta aún más la salida de la crisis post pandemia en


América Latina, que, tras el repunte de 2021 (+ 6,2%), afrontaba un año de
bajo crecimiento (2,1% según CEPAL). Las primeras previsiones apuntan a
que la región crecerá menos de lo previsto a causa del conflicto en Ucrania:
la Conferencia de la ONU para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD) bajó
en tres décimas (del 2,6% al 2,3%) sus perspectivas para la región respecto
a las de hace seis meses por los efectos de la guerra sobre la economía
global. Sin embargo, la subida del precio del petróleo es un balón de oxígeno
para los países productores con problemas de inflación o caída de recursos
(Venezuela), o que han experimentado un deterioro de sus cuentas fiscales
(Ecuador). De alargarse el conflicto, el Brent podría alcanzar los 130
dólares/barril y la mezcla mexicana los 115, cuando hace dos años estaba
por debajo de los 50. Simultáneamente, algunos países pueden ganar cuota
de mercado exportando sus productos agrícolas (como cereales), ante la
escasez causada por un conflicto que afecta a dos grandes productores
(Rusia y Ucrania). España, por ejemplo, ha flexibilizado temporalmente los
requisitos para importar maíz de Argentina y Brasil y así paliar la escasez.

La región podría estar a las puertas de un nuevo boom de hidrocarburos


(gas y petróleo), cuya duración dependerá no sólo de la duración del
conflicto, sino también de la “nueva guerra fría” y su pulso geopolítico. Este
incluye la pugna por los recursos energéticos, partiendo de la sustitución de
Rusia como proveedor de gas a la UE. En este punto tampoco se debe
olvidar a los biocombustibles, comenzando por el papel que juega Brasil. El
nuevo auge del precio de las materias primas, de carácter coyuntural,
refuerza la capacidad fiscal de los países productores (a la vez, que castiga
de los consumidores), pero no será, en ningún caso, un factor que permita
eludir las reformas estructurales necesarias para modernizar las matrices
económicas nacionales.

Análisis

Tras haber atravesado un ciclo de crecimiento económico y estabilidad


política, América Latina lleva, desde el año 2014, envuelta en un escenario
de inestabilidad política, descenso de los índices económicos y
empeoramiento de las condiciones sociales de la población que habían
mejorado durante el ciclo virtuoso del año 2003 al 2014, traduciéndose en la
caída de numerosos Gobiernos y protestas sociales que han convulsionado
la región. En todas estas protestas se han entremezclado varios problemas
que vienen sufriendo las sociedades latinoamericanas desde hace tiempo
como la corrupción, la debilidad institucional, el rechazo a los partidos
tradicionales, la pobreza, la inseguridad o la desigualdad. Este último
problema la desigualdad viene dándose desde hace tiempo uno de los
principales ingredientes de la frustración del ciudadano latinoamericano

En los últimos años, América Latina ha comenzado a sufrir una serie de


tensiones que habían sido ocultadas bajo el manto del crecimiento
económico y la mejora de los índices sociales. Ahora bien, una vez que la
región entró en una fase de desaceleración las tensiones contenidas y
manejables bajo el boom de las materias primas se convirtieron en un Estado
intolerable, fruto de la interconexión de varios elementos políticos,
económicos y sociales. Por una parte, la desigualdad, aunque cayó de forma
notable sigue estando en niveles ciertamente elevados. Según la CEPAL, la
desigualdad ha ido descendiendo de forma paulatina en América Latina, pero
a un ritmo mucho menor que durante el periodo de 2002 a 2014. Si en aquel
entonces la desigualdad cayó en torno a un 1 % anual, durante el periodo
2014-2018 lo habría hecho en torno a un 0,6 % 11. A nivel agregado, la
región tiene un índice de Gini de 0,4712, lo que la coloca por encima del
resto de regiones como África subsahariana con 0,43, Asia - Pacífico con
0,4013 o Europa con un 0,30

Conclusión

Algunos de los grandes desafíos que deben enfrentar los gestores de las
políticas económicas de América Latina y el Caribe para superar la crisis
social y económica producida por el COVID-19 son: evitar el colapso de sus
economías mediante políticas de estímulo de la demanda agregada,
administrar los sistemas cambiarios y monetarios del choque externo y
gestionar correctamente los flujos de capitales para potenciar las políticas
fiscal y monetaria pudiendo mantenerse en un tiempo prolongado y por
consiguiente, dar viabilidad a la reactivación económica y la reconstrucción
de sociedades más recipientes. Esto supondría, en periodo postpandemia, la
configuración de Estados de Bienestar, el fortalecimiento del desarrollo
productivo y la implementación de políticas para fomentar la sostenibilidad
ambiental con líneas estratégicas que amplíen el espacio fiscal por medio de
recursos nacionales como externos a través de distintas estrategias de
financiamiento.

De la misma forma, dada la relevancia de la política de gasto en materia


de desarrollo, es importante mejorar la eficiencia, eficacia y equidad de la
intervención pública, para asegurar que los recursos se destinen hacia
políticas públicas que incidan en reducir la desigualdad y fomentar el
crecimiento económico. Paralelo a ello, también es importante contar con el
compromiso de la cooperación internacional, que ayude a potenciar la
reactivación económica en los países de la región, generar condiciones de
financiamiento y la reconstrucción, en línea con lo establecido en la agenda
2030 para el desarrollo sostenible

También podría gustarte