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El espectador de cine José Martinez Ruiz, Azorin LUIS QUESADA Critica cinematogréfico Las relaciones de Azorin con el Cine fueron tan complejas, mul- tiformes y con frecuencia contradictorias como, en opinion de tantos trata- distas, resulta su obra periodistica y literario; natural reflejo del tempera- mento y aén mas de la trayectoria publica del civdadano y escritor José Martinez Ruiz que tras colaborar en el diario E! Pueblo de un Blasco Ibéfiez archirrepublicano, o en El Progreso del por entonces dcrata Alejandro Le- rroux, ocup6 en 1907 un escafio de diputado en las filas de don Antonio Maura para retornar en 1931 al bando republicano con inclinaciones so- cialistos, postura que abandoné durante la guerra civil para termina pro- clamando su adhesin al Regimen vencedor en la contienda. Tan extrafias idas y venidos ideolégico-politicas parecen responder a vacilaciones y con- clusiones escépticas, resultantes del contacto del hombre y del escritor con la a 92 realidad de cada momento en un pais invertebrado. Esta extrafia, confusa, amalgama de sentimientos y las circunstancias personales que atraves6, le condujeron finalmente a un distanciamiento de la vida politica para refu- giarse en el campo pura y simplemente literario, abierta su sensibilidad a cuantos sucesos en él se producen. Su aclitud frente al Cine en sus afios de madurez, con expresion de opiniones en ocasiones adversas, incluso acidas y condenatorias sin pa- liativos; en otras comprensivas de los logros e importancia del Séptimo Ar- te, puede ser explicada por esa posicién ideologica dubitante y perpleja, in- quieta e inestable en cierto modo. Al fin, en los afios postreros, las sesiones cinematograficas de los atardeceres vendran a ser para el anciano escritor un refugio amable. Porque en esas tardes de los cines de barrio cercanos a su casa, Azorin seré un simple y tranquil espectador. Pero ocurre que este asistente asiduo del espectéculo filmico es un escritor de raza, y como tal sentir la acuciante necesidad de trasladar al papel sus impresiones. De chi naceré la interesantisima serie de sus articulos donde el Cine es sujeto, pe- ro también pretexto para el ejercicio literario con el tratamiento, mas o me- nos liminar, siempre apasionante, de temas diversos y extracinematografi- 0s, lo que confiere una rica singularidad a la mayoria de esos comentarios, en su casi fotalidad aparecidos en el diario ABC de Madrid entre 1950 y 1962 y recogidos en los libros El Cine y el momento y El efimero Cine. ‘Como tantos espafioles de su generacién, en los primeros afios de su carrera, joven escritor tan interesado por las Letras como por la Poli- fica, debié asistir con razonable indiferencia a los primeros vacilantes pasos de aquel espectaculo popular llamado Cinematografo. Estamos en el inicio del siglo XX. José Martinez Ruiz, coronando una etapa de colaborador en periddicos diversos, a los veintinueve afios publica en 1902 su primera no- vela: La Voluntad, a la que seguirdn en afios sucesivos Antonio Azorin y Las confesiones de un pequefto filbsofo, firmadas ya con el seudénimo que no abandonaré a lo largo de su vida literaria. Abre entonces un paréntesis en la creacién novelesca para abordar el ensayo con los libros Los pueblos y La ruta de don Quijote, aparecidos en 1905. Por entonces el Cine apenas es algo mds que un espectaculo elemental, fruto de los progresos de la téc- nica, que se ofrece a un ptblico de escasas exigencias culturales, aunque al- gon que otro ilustre y conocido artista 0 escritor, como el periodista José Francos Rodriguez, solude con interés y elogios al Cinematographe presen- ado por primera vez en un local de la madrilefia Carrera de San Jerénimo, durante las fiestas de San Isidro, en la primavera de 1896, por un enviado de la casa Lumiére. En esos afios del primer decenio del siglo, cuando Azorin co- mienza su actividad de autor de libros, las peliculas proyectadas en los ba- Fracones, 0 en teatros y salas de varietés como complemento de las sesiones © para amenizar entreactos, desarrollan una sola escena contenida en un rollo, al principio de diecisiete metros aunque progresivamente vayan au- mentando de metraje hasta alcanzar los noventa y hasta cien metros, longi- tud que permite realizar elementales esbozos de historias algo mas comple- jos que los inicioles simples vistas de una salida de misa o el fugaz paso en desfile de unas compaiiias de soldados. El Cine ain no es un lenguaje en posesién de sus futuros multiples recursos expresivos; esta en espera de la adopcién de la técnica del montoje, paso previo y fundamental para esta- blecer la particular gramética que de forma ineludible exige el desarrollo de un relato mediante la imagen en movimiento. De ahi que resulte ocioso hablar de un “lenguaje cinematografi- co” al tratar de las novelas de Azorin, incluyendo las de su primera época, por aquello de su caracteristica técnica narrativa que adopta la forma de una sucesién de “flashes” o instantineas en la descripcién objetiva de los personajes y sus acciones. Reitero, ademés, lo expresado en anterior oca- sién: del “quatuor” de novelistas del Noventa y ocho, Azorin me parece el autor menos “cinematografico”, por la ausencia de accion en sus relatos no- velescos, por la carencia de hilo conductor en su desarrollo, El mismo Azo- rin en su novela La Voluntad afirma que ...la vida no tiene fabula. Pero, sin fabula, es decir: sin historia, no es posible estructurar una pelicula. La obra novelesca azoriniana, literariamente de gran originalidad expositiva, de subyugadora pureza literaria, de perfeccién estilistica que rompe con la ob- soleta retorica decimonénica, obviando el tradicional oficio de narrar histo- rias cumple la funcién de exponer la visién e ideas, tan noventayochistas, de su autor sobre aspectos decadentes de la sociedad espafiola. Ahora bien: lo hace a través de una sucesién de trazos sueltos, de morosas, detallistas y hasta pictéricas descripciones de fenémenos corticales, de momentos y seres aislados, sin introspeccién en el hondén de los personajes los cuales, en no 93 94 pocas ocasiones, nos aparecen desdibujados. La objetivacién de la novela azoriniana, que en principio puede parecer muy “cinematografica”, como afirmé Antonio Espina respecto de Félix Vargas, obra de 1928, es en prin- cipio un dificil escollo a la hora de estructurar un relato filmico con hombres y mujeres de carne y hueso que se debaten en el fragor de! mundo exterior, de sus pasiones y de sus circunstancias. Tengamos en cuenta que el guién ci- nematografico, “objetivado”, se realiza sobre un argumento inicial mas complejo desde el punto de vista narrative. De ahi que cuando el Cine fij6 su atencién en la obra del autor de Monévar, eligiera para su traduccién a la imagen en movimiento una obra teatral —La guerrilla— bastante alejada en su forma y fondo de sus grandes y mas caracteristicas obras. Renunciemos, por tanto, a avanzar en el tema de los posibles o inexistentes contactos de la obra novelesca de Azorin con el Cine para aden- trarnos en la actitud del hombre y del escritor frente al Séptimo Arte. 2Asistié Azorin alguna vez a las sesiones cinematograficas que ofrecian los primeros empresarios cinematograficos en sus barracas de ma- dera y lona? Cuando el joven de veintitrés afios José Martinez Ruiz llega por primera vez a Madrid, el 25 de noviembre de 1896, el sefior Promio ya ha- bia desmontado su Salén Lumigre en la Carrera de Son Jerénimo, donde ofreciera al piblico madrilefio las primeras proyecciones del nuevo especté- culo desde el 16 de mayo al 20 de junio de ese afio. El casi inmediato rele- vo lo habia tomado Eduardo Jimeno, empresario de un modesto barracén de madera instalado en la Glorieta de Bilbao que, bajo el pomposo nombre de “Salén Maravillas”, albergé con anterioridad a la primavera de 1896 un museo de figuras de cera. Eduardo Jimeno, hombre emprendedor, al cabo de no pocas peripecias habia convertido su barraca-museo en sala de pro~ yecciones cinematograficas que, con el nuevo nombre de “Jimenographe", comenzé a funcionar como tal a partir del otofio del repetido afio, es decir: coincidiendo con la llegada de Martinez Ruiz a Madrid. No es probable que el joven periodista levantino, que a poco de arribar a la copital espaviola habia iniciado una regular colaboracién en el diario El Pais y un afio mas tarde en El Progreso de Alejandro Lerroux, con demoledores articulos sobre todos los valores tradicionales de la vida espafiola, enzarzado en la lucha cotidiana por salir adelante como escritor y con extrema escasez de recur- 08 econdmicos, se acercara al barracén de Jimeno para asistir al curioso especticulo de las imagenes méviles. Pero si Jimeno fue el primer empresario madrilefio de una insta- lacién dedicada exclusivamente al Cine, no era el dnico, en ese otoiio e in- yierno de 1896, en organizar proyecciones cinematograticas. Coincidiendo con la inauguraci6n del barracén “Jimenographe”, los teatros “Romea” y “Apolo”, ya en los dltimos dias de octubre organizaban proyecciones de pe- liculas en los entreactos de las zarzuelas que constituian su programacién principal, recurso comercial de excelente resultado que, desde el 7 de ene- to del siguiente afio 1897, adopté también el “Teatro de la Zarzuela”. Ca- be entonces la posibilidad de que el todavia periodista Martinez Ruiz, que simultaneaba sus por entonces demoledores articulos politicos con el ejer- cicio de la critica teatral, tomara conocimiento del Cine en estas salas de honda tradicién en el género chico de Madrid. Son meras suposiciones. Ten- gamos en cuenta que del periodista Martinez Ruiz o del consagrado escri tor Azorin no se conoce trabajo alguno dedicado al Cine hasta el verano de 1921, fecha en la que Azorin remite al diario bonaerense La Prensa el arti- culo “Andanzas y lecturas: el Cinematografo”. Ha publicado ya sus mejores libros de ensayo pero ha de trascurrir un afio para que aparezca Don Juan, primer titulo de su segundo ciclo novelesco, lleva mas de quince afios cola~ borando en ABC desarrolla desde 1907 una notable carrera politica en el conservador partido maurista, con el desempefio en dos ocasiones de la Subsecretaria de Educacién. Si desconocemos la fecha en que Martinez Ruiz presencia por primera vez una proyeccién filmica, no nos cabe la menor duda de que al comenzar el segundo decenio del siglo Azorin ya ha visto algunas peliculas y tiene no escasa informacién sobre el cine que se ofrece al piblico madrilefio, segin se desprende de la lectura del articulo mencio- nado, que inserta La Prensa en su nimero del 5 de junio de 1921. Este trabajo contiene, como tantos futuros articulos azorinianos sobre cine, mas o menos equivalentes dosis de temas puramente cinemato- graficos y de otras materias. Comienza dando la noticia del estreno en Ma- drid de un filme sobre la aventura antartica de! explorador inglés Ernest Shackleton, a bordo del barco Endurance, durante los afios 1915 y 1917. Pelicula, afirma, “que no es de ladrones, en que ninguna actriz italiana se oprime las sienes, se arranca los cabellos, en que no hay estipidas carreras 95 96 de la muchedumbre detras de un albardan”. Estas desdefiosas descripciones y otras frases del articulo evidencian que Azorin, en ese tiempo, tiene en muy poco aprecio las peliculas que son programadas en los cinematégrafos madrilefios. El tema inicial le sirve para cantar las excelencias de la aventu- ray el contacto o la lucha con la Naturalezo, como aparece en esa expedi- cin al Polo sur, en contraste con la frivolided que imita la vida equivoca y malsana que presentan las peliculas americanas. Se lamenta de la escasez de libros de viajes en la Literatura espafiola y pone como ejemplo a los es- critores viajeros franceses, extendiéndose sobre el Viaje a Laponia, del es- critor galo del siglo XVII Regnard. Este sistema de iniciar un articulo con un tema cinematogréfico que aprovecha para extenderse a continuacién en re~ flexiones literarias, culturales 0 moralistas abunda, como hemos indicado mas arriba, en la amplia serie de articulos periodisticos publicados por Azo- rin a partir de 1950 y recogidos en los libros El Cine y ef momento y El efi- mero Cine. A pesar de mostrar conocimientos sobre el Cine, Azorin, en sus aiios de madurez y mayor impetu creador no frecuenta los cinematégrafos; ista publicada el afio 1940 en la revista Primer Plano firma que en los dltimos quince afios no ha ido al cine; mas o menos des- de 1935. No obstante, el azar de los temas de actualidad le lleva a escribir tres articulos con asuntos filmicos. Son los titulados “El Cine y el Teatro”, en ABC, de Madrid, 26 de mayo de 1927, “Opiniones de Gaston Baty”, ABC, 2 junio 1927, y “El Séptimo Arte”, en La Prensa, de Buenos Aires, 15 de abril de 1928. Con los dos primeros, Azorin toma parte en las contro- versias que por entonces agitan el mundillo cultural madrilefio ante la evi- dente competencia que el espectaculo cinematografico plantea al teatral, problema que plantea el considerable desarrollo de la produccién y la ex- hibicién comercial de peliculas. A lo largo del decenio anterior habian sido construidos en Madrid los primeros grandes palacios del Cine: el “Real Ci- nema”, el “Principe Alfonso”, el “Monumental Cinema”, el “Cine Callao”, etc.; se fundaron empresas productoras de algin empuie, como la “Atlanti- da” y era muy fuerte la invasion de peliculas americanas, italianas y fran- cesas. Por otra parte, en 1924 se habia creado, con direccién técnica de Be- nito Perojo, la “Benavente Films” presidida por el ya popular autor teatral que de esta forma vio traducida a la imagen cinematogrétfica sus dramas incluso en una entre Para toda la vida y Més alla de la muerte. Poco después, en diciembre de 1928 comenzé a funcionar el “Cineclub” de la revista La Gaceta Literaria, que dirigia Emesto Giménez Caballero. En una sesién de este cineclub, pre~ sentaria unas escenas de la pelicula rodada sobre su novela Zalacain el aven- furero el gran amigo de Azorin Pio Baroja, que por cierto intervenia en el film en un pequefio papel de sargento carlista, No eran pocos los escritores que tomaban partido en favor del Cine, sobre todo los mas jévenes, en tanto que otros se mostraban ojenos a él cuando no francamente enfrentados. ‘Azorin en el primero de los articulos de 1927 afirma: De los sencillas e ingenuas historias proyectadas en la pantalla ante pequefios piblicos de curiosos, se ha llegado a las sutiles, profundas, complejisimas creaciones que ahora contemplamos. [...] peliculas verdaderamente prodigiosas, de un arte originalisimo, han sido yo creadas. Y por fin aborda el enfrentamiento: En tanto que el cinematégrafo, con una técnica perfecta, se va apo- derando del mundo de lo subconsciente, dominandolo, respondien- do al gusto, a la ansiedad, al interés de los piblicos modernos, gcudl ha sido la marcha del teatro?... La Literatura dramatica —y més en Espaiia que en ninguna parte— se ha vedado en absoluto la uilizo- cién de ese mundo de imagenes nuevos... E! cinematégrafo dispone hoy de dos mundos de imagenes y sensaciones: el consciente y ef subconsciente; el teatro no dispone, no quiere disponer, més que de uno: el consciente. Podré haber duda respecto del resultado de la contienda’, En el segundo de los articulos, comentando un texto de! autor teatral francés Gaston Baty, Azorin apuesta por la renovacién del arte tea- tral con la ayuda del Cine: “Del cinematégrafo ha de esperar, en parte, en gran parte, el teatro su regeneraci6n”, En abril de 1928 escribe Azorin el largo articulo que con el titu- lode “El Séptimo Arte” es publicado por el diario bonaerense La Prensa. En este trabajo sintetiza las dos posiciones antagénicas que sobre el Cinematé- grafo mantienen los hombres de Letras, puestas de relieve por tres libritos publicados en Francia con textos de diversos escritores y hombres de teatro galos. En el apartado “Hostlidad” resume las posiciones negativas: Asi: 97 98 El cinematégrafo cuenta con unos veinticinco afios de vida. Y en es- te corto lapso, sus progresos han sido considerables...En general el escritor es hostil al cinematografo... Ante todo se encuentran en el ci- nematégrafo con un arte en el que la finura, la delicadeza, la origi nalidad, no son precisos para nada: antes bien, todas estas pre sos cualidades dafian a la produccién cinematogréfica, y no la favo- recen. No se libra Charles Chaplin, “Charlot” de la acerba critica los biografias y estudios sobre Charlot abundo, recientemente — parte del libro de Lovis Delluc que es conocidisimo— se han publ- codo en Francia dos o tres, la més notable es la ctada de Poulaile Aqui, Azorin muestra estar muy al corriente de la bibliografia ci- nematografica. Sigamos espigando: sién”: Para los admiradores de Charlot, este ciudadano es uno de los mas + grandes, maravillosos, magnificos artistas de todos los tiempos... Y ante tales fervorosas, entusiastas loanzas, el lector xe queda un poco perplejo. Y se queda sorprendido, irresoluto, estupefacto, con el libro del panegirista entre las manos, el libro en que diez, quince, veinte veces, hemos contemplade la imagen de Charlot con su hongo de través, sus pantalones a cuadros, sus bolas roles y disformes, su bas- t6n imprescindible. gSera verdad —nos preguntamos— que tol ente, ridiculo y grotesco, sea uno de los més grandes actores del mundo?.. Y todo, fabulas e intérpretes viene a confirmarnos en nuestra actiud de recelo, de desconfianza, de hostlidad ante un arte bosodo en ta- les elementos wlgares y absurdos. Viene seguidamente la réplica bajo el titulillo de “La compren- Leemos las opiniones de hombres discretos, sensatos; las paginas de Maurois, de Leén Pierre Quint, del doctor Allendy, nos hacen pensar; volvemos a los salas de especticulos y tommamos a ver las peliculas mas notables. Y poco a poco nuestra opinion se va modificando. Afirma mas adelante: lo de mas es el juego de la luz, la plasticidad de los personoies, los cambios bruscos y pintorescos -y lo de menos la mayor © menor or ginalidad de la fabula- De chi que: El cinematigrafo debe vivir por su cventa; su vide debe marchar independientemente del orte litera rio. ¥ prescindiendo del mundo de lo subconsciente, es indudable que en lo porvenir, s6lo el mundo de las formas, de la luz, de las som- bras, de las lineas, lejos de toda intriga literoria, ha de ofrecer el sép- timo arte materia para sus creaciones. Y entonces, libre de los géne~ ros ofines, novela y comedia, morchando por su cuenta, es cuando el cinematégrafo habré logrado su propio y cabal desenvolvimiento. Las lanzas se han vuelto cafias. Hay mucho de intuicién sobre la esencia del cine en estos parrafos. Para cerrar el articulo, aparece el lado positive de Charlot que es a modo de un Moliére moderno; un Moliére 0 quien el anti- uo no hubiera desdefado el estrechar efusiva y afectuosamente la mano; un Moliére triste, profundamente melancélico, como el autor del Misantropo. 4Cual es, en ese momento, en ese abril de 1928, el intimo sentir de Azorin sobre el Cine? Examina el anverso y el envés de su propio texto sin acabar de decidirse. Entre los afios 1928 y 1940 Azorin no vuelve a escribir sobre Ci- ne. Su actividad es intensa; escribe articulos para El Sol, La Libertad, Crisol, Ahora y otros periédicos, tras suspender en 1930 su amplia colaboracion en ABC y publica las novelas Félix Vargas —1928— Superrealismo —1929— y Pueblo —1930— en las que es evidente el propésito del autor de situarse en el campo renovador, incluso vanguardista, de la novela. Se entrega también a una intensa produccién teatral en gran parte de cardcter experimental: Old Spain —1926— Brandy, mucho brandy —1927— lo in- visible y El clamor, ambas de 1928 y la segunda en colaboracién con Mu: fioz Seca, Angelita —1930— Cervantes o la casa encantada —1931— y en 1936 Lo guerrilla, drama de inferior en calidad y distante respecto de las anteriores. Recordemos que es la Gnica obra de Azorin llevada al cine en 1973 por Rafael Gil. No deja de ser extrafio que el escritor, entregado en estos afios anteriores a la guerra civil espafiola a la experimentacién formal en la no- vela y el teatro, permanezca alejado del Cine que ya ha alcanzado un no- table nivel de calidad y de recursos expresivos. Pero asi sucede: como de- clara en la entrevista de Primer Plano publicada en octubre de 1940, acaso hace quince afios que no va al cine. Pocos dias mas tarde, en el nimero dos de esa revista creado pa- ra ser portavoz de los ideales falangistas en relacién con el Cine, Azorin pu 100 blica el articulo “El encanto de la luz”, texto de circunstancias ajeno a la ac- tualidad cinematografica del momento, compuesto con borrosos recuerdos del pasado, para repetir viejas consideraciones personales sobre la preemi- rnencia de la luz como factor del filme, sin profundizar siquiera minimamen- te en tal aseveracién. A pesar de que estructura el articulo con la ficci6n de un director de cine que proyecta realizar un film, pronto parece olvidar el tema inicial y fundamental para entrar en digresiones en torno a la luz en la obra poética y en la Pintura. Azorin permanece ajeno al Cine; ain no ha descubierto el encanto de las tardes pasadas en la acogedora penumbra de las pequefias, entrafiables, salas cinematograficas de sesion continua proxi- mas a su casa de la madrilefia calle de Ruiz de Alarcén. Este descubrimiento mas o menos debié producirse a lo largo de 1949, cuando el escritor contaba alrededor de setenta y seis afios. Habia publicado su dltima novela, La isla sin aurora, cinco afios antes y dedicaba casi toda su actividad creadora a colaboraciones periodisticas, en su mayor parte destinadas, de nuevo, al diario ABC. A partir de enero de 1950 al- gunos de estos articulos de temas varios son dedicados a temas de cine. Co- mo aumenta su frecuencia, el mundillo literario madrilefio indaga y se sor- prende: Azorin dedica casi todas las tardes a ver peliculas en los cines de sesién continua cercanos a su domicilio. El contacto con este mundo de fic- cién de tanta potencia envolvente, magico y subyugador, ocurre justo en el momento en que el anciano escritor esti, como titula su amigo Baroja, en la Gltima vuelta del camino. Nada de extrafio, entonces, que se entregue de lle- no al encanto de ese variopinto, rico y bien construido universo cinemato- agréfico, con el talante placido que revelan esos articulos en los que expone con absoluta sinceridad el juicio que le merece cuanto contempla sobre la pantalla. Rafael Utrera, en su libro Modernismo y Noventa y Ocho frente a Cinematégrafo, acierta al afirmar: Es como si Azorin hubiese agotado su campo de experiencias litera~ rigs y necesitara de otros esfimulos: la pelicula como oparente susti= tuta del libro, como evocadora de sensaciones, de lecturas; siempre motivo de reflexién. De ahi que en tantas ocasiones sus articulos “de cine” sean emi- nentemente literarios, aunque comiencen con el comentario de un film, de una escena, de un actor. Entre los afios 1950 a 1961 Azorin mantiene la costumbre de acudir por las tardes a los cines, facilitada ésta a partir de 1953 por la con cesion por parte de los empresarios de las salas de un pase gratuito, a ini- ciativa del escritor y critico de cine Miguel Perez Ferrero. Esa asistencia no fue constante ni regular, acaso por los achaques de la vejez, como se des- prende de la aparicién en ABC de sus escritos mas o menos cinematografi- cos, muy abundantes en 1950 y 1954 y escasos entre esos dos afios y a par- tir de 1955. Ello no fue ébice para que se le festejora y proclamara como “critico de cine”, lo que nunca fue ni debié pretender, aunque procurase en ocasiones aisladas profundizar en el lenguaje del cine, en su esencia, Azo- rin en su vejez descubrié el Cine cuando éste ya se hallaba en total posesién de sus grandes medios expresivos, empezando por el sonido. En el prélogo al libro El Cine y el momento nos da una clave: “El cine apacigua el animo; entregados al presente, nos desentendemos de la obsesién del ayer y de los. cuidados del mafiana”. Pudo ser este el punto de partida de su aficién tras haber acudido por curiosidad 0 al azar a cualquiera de los modestos cine que funcionaban en su barrio. Se hizo un gran aficionado y como tal acu- did una y otra vez a contemplar los filmes que le habian interesado por una v otra causa. Gusté del trabajo interpretativo de tal o cual actor 0 actriz. Mu- dé sus preferencias de Walter Pidgeon a Gary Cooper, aprecié el vigor dra- de Aurora Bautista, se maravillé del bronco espafiolismo de una ver- sion cinematografica francesa de la opera Carmen. Como ante todo era es- critor hallé en los cientos de peliculas que confesé haber visto, temas sufi- cientes para tratarlos en extensién o servirse de ellos para reflexionar sobre aspectos diversos de la vida y los Artes. Ya es bastante. El hecho de que tra- zara unos bocetos de guiones cinematograficos no es motivo para alterar es- to apreciacién; también Baroja, por otra parte muy alejado del cine en to- dos sus aspectos, alentado por las posibilidades econémicas del Séptimo Ar- te, escribié el guién titulado EI cabaret de la cotorra verde. En el caso de Azorin debieron pesar mas otros motivos, como el intento de sumarse al mundo creador de aquel espectaculo que le apasionaba.

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