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Como hijas de
Dios es urgente que adquiramos una visión más amplia y más asombrosa de la
maternidad, sobre todo en los tiempos que estamos viviendo. No solo es un alto
llamado, sino que la influencia de la madre es vital en la vida de un hijo. Y no solo
es vital su influencia, sino que ese llamamiento tiene propósitos sorprendentes
como veremos a continuación.
Sin embargo, la mujer fue tentada por la serpiente para desobedecer a Dios.
Sus deseos de alcanzar sabiduría la llevaron a traspasar los límites que Dios
había impuesto. La vida fuera de esos límites le resultó tentadora, le pareció
razonable e incitó sus deseos y pasiones. Provocó los deseos de su carne, de sus
ojos (codicia) y la arrogancia de la vida (el orgullo provocado por los logros,
posesiones y sabiduría) (1 Jn 2:16). Ella ignoró las advertencias de Dios y se dejó
seducir por todo eso. Eva eligió su autonomía antes que la obediencia a los
mandatos expresos de Dios.
Pero junto con las justas consecuencias del pecado, Dios en su infinita
misericordia, le da a la mujer una nueva encomienda: Dios le daría un papel y un
rol significativo en la redención de la humanidad que le había desobedecido.
Vemos esto apuntado en la vida de Sara en Génesis 17:16: «Y la bendeciré, y de
cierto te daré un hijo por medio de ella. La bendeciré y será madre de naciones;
reyes de pueblos vendrán de ella».
La mujer que había sido copartícipe de la caída, ahora vendría a tener un rol
significativo en la obra de redención de un remanente que Dios salvaría.
Tan honroso era este rol de madre que en el Antiguo Testamento el no tener hijos
era considerado como una gran aflicción. Podemos ver esto en las vida de
mujeres que lucharon con la infertilidad como Sara, Raquel, Ana, entre otras.
El linaje de Jesús es más interesante que el de la mayoría. Es un complejo tejido
de la vida de vil pecadores que finalmente resultaron en un santo Mesías. Cuando
te detienes a considerar todo el sufrimiento, la rebelión, y el comportamiento
pecaminoso que resultaron en el Dios encarnado es posible que te hagas algunas
preguntas. Algunos de los ancestros más sorprendentes que figuran en Mateo
1 son cuatro mujeres. En una genealogía “normal” del primer siglo, es difícil
encontrar a una mujer en la lista. Pero luego, en los archivos del siglo I,
encontramos la genealogía de la persona más importante que jamás haya
existido. En esta lista Mateo agrega los nombres de algunas mujeres para contar
la historia del linaje de Jesús. [1]¿Por qué?
Mateo nos dice algo único a través de su recuento. Nos muestra quién sacó a la
luz a este Rey y cómo Dios usó a hombres y mujeres para hacerlo.
Se suponía que Tamar daría a luz a un hijo que continuaría el linaje de Judá. Ella
perdió a su esposo, y a raíz de esto, sus familiares fueron llamados a levantar su
descendencia. Sin embargo, eran egoístas y malvados, y no hicieron su parte para
continuar este linaje. Así que, ella tomó el asunto en sus propias manos. Su
método fue poco convencional y arriesgado. Sin embargo, ella valoraba más la
continuación del linaje de Judá que a sus familiares. Debido a esto contribuyó al
linaje del futuro Rey de Israel y se aseguró de que Judá tuviera un hijo (Gn. 38).
Rahab no pertenecía al pueblo de Israel. Su tierra estaba sitiada por los israelitas
y sabía que su Dios estaba con ellos. Entonces fue en contra del rey de Jericó,
reconoció a Dios como Yahvéh, y se convirtió en parte del linaje que dio a luz al
verdadero Rey de Israel. Rahab fue injertada en el reino de Dios por fe. Aunque no
pertenecía, Dios le dio continuidad a la historia de su Hijo a través de esta
prostituta convertida en miembro fiel del reino de Dios (Jos. 2, 6; Heb. 11:31).
Rut tampoco era israelita de sangre. Ella era parte de una nación enemiga, pero
se casó con la nación israelita. Después de la muerte de su esposo, Rut toma al
Dios de Israel como su Dios, y junto con su suegra busca casarse nuevamente.
Ella hace esto para que un pariente redentor pueda darle protección y estatus a su
familia una vez más. Rut encuentra a este hombre en Booz, pero la verdadera
redención no vino con las nupcias, sino cuando da a luz a su hijo. Es este niño el
que señala la promesa de un niño por venir: un verdadero Redentor que vendrá
del linaje de Rut (Rt. 4).
Betsabé fue víctima de un rey codicioso. El rey David la obligó a complacerlo,
asesinó a su esposo y, como resultado de su pecado, su bebé murió. El rey se
aprovechó de Betsabé, avergonzándola y quitándole su pureza y su protección. La
tristeza de Betsabé por la pérdida de su primogénito es un trágico resultado del
pecado. Sin embargo, Dios redime sus circunstancias dándole otro hijo, quien
continuará el linaje de David que conduce al Rey Verdadero (2 S. 11–12).
Este Rey no se aprovecha de las mujeres sino que las eleva en su vida y
ministerio. Este Rey no asesina para su propio beneficio, pero es asesinado por el
nuestro. Este Rey muere, pero a diferencia del primogénito de Betsabé, Él se
levanta y redime todas las injusticias cometidas tanto a mujeres como a hombres.
¿Y cómo hizo esto? Comenzó por haber nacido de una mujer. María, una virgen
embarazada del Hijo de Dios, en riesgo de un divorcio por parte de su esposo, y
de condición humilde, da a luz a Jesús. Él es quien vio las penas de Tamar,
Rahab, Rut, y Betsabé, y redime sus vidas cubiertas de pecado.
La genealogía de Jesús debería ser un lugar de corrección para todos los que
creen (o están tentados a creer) que las mujeres deben sentarse al margen de la
obra redentora de Dios. Era el plan de Dios desde el principio que las mujeres
fueran piezas clave en su árbol genealógico. No tenía miedo de cómo sus
desordenadas historias afectarían la suya. Más bien, Dios hizo su promesa de
levantar a un Salvador del linaje de Abraham y David. Él usó a estas mujeres para
contribuir al cumplimiento de su promesa.
Jesús vino a la tierra por cada una de estas mujeres, para cada una de estas
mujeres. Si eres una mujer que se siente no amada, desestimada, o menos
valiosa que los hombres, busca al Salvador. Valora tu herencia y cuánto te ama.
Recuerda que Jesús está por ti: Él murió para que puedas vivir.