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Según Engler (1996), Alfred Adler eligió el término psicología individual para su concepción de la
personalidad debido a que estaba interesado en investigar la unicidad de la persona. Sostenía que
el individuo era indivisible y que debía ser estudiado como un todo. Su énfasis cambió de subrayar
los fenómenos intrapsíquicos ("dentro de la psique"), tales como los que trataban Freud y Jung, a
una apreciación de las relaciones interpsíquicas ("interpersonales"). La teoría de Adler sostiene
que entender a un individuo en particular implica comprender su actitud en relación con el mundo.
Por tanto, para Adler, la persona humana surgió como una criatura social y cultural en lugar de
como una criatura sexual. De acuerdo con Adler, estamos motivados por intereses sociales y
nuestros problemas vitales primarios son sociales
Describió los siguientes principios para explicar y comprender la naturaleza humana:
INTERES SOCIAL
Un concepto destacado de la psicología individual de Adler es su énfasis en la importancia de la
cultura y la sociedad humanas. Esta última es crucial no sólo para el desarrollo de la personalidad
de un individuo, sino también para la orientación de cada una y todas las conductas y emociones
en la vida de una persona.
Los seres humanos, como todas las criaturas vivientes, son impulsados por ciertos
instintos, impulsos o necesidades innatos. Todos los organismos vivientes sienten un impulso por
conservar la vida, lo cual causa que busquen alimentación. Tienen una compulsión para
reproducirse, lo cual encuentra su expresión en el sexo. Aunque gran parte de la conducta de los
animales inferiores parece estar regulada por los instintos y los han subordinado a sus actitudes
hacia el ambiente. En ocasiones, niegan o desobedecen sus instintos naturales debido a sus
relaciones sociales. Un prisionero puede morir antes que traicionar a su país. Un niño pequeño
puede rehusarse a comer si cree que esta táctica le da una ventaja en una lucha de poder con sus
padres.
Este moldeamiento de la expresión instintiva en términos de la actitud propia hacia el
ambiente sugiere que subyacente a todos los demás instintivos y necesidades está la característica
innata del interés social (1939). El interés social se refiere al impulso en la naturaleza humana
para adaptarse a las condiciones del ambiente social. El interés social se expresa de manera
subjetiva en la conciencia de un individuo de tener algo en común con otras personas y de ser uno
de ellos. Se expresa en forma objetiva en la cooperación con los demás hacia el mejoramiento de
la sociedad humana. Esta característica social innata, aunque común a todos, no surge de manera
automática ni encuentra en forma invariable expresión constructiva. Debe ser cuidada y cultivada
en la infancia si los niños pequeños han de lograr un cumplimiento adecuado de las demandas
complejas de la sociedad y han de trabajar hacia su perfección (Lewis, 1991).
FINALISMO
La personalidad y características de un individuo son desarrolladas por las actitudes que adopta
hacia el ambiente social en la infancia temprana. Esto ocurre por medio de la actividad orientada
hacia el objetivo de la psique humana. Adler enfatizó el hecho de que el movimiento de todos los
seres vivos es gobernado por objetivos. No podemos pensar, sentir, tener voluntad o actuar,
excepto con la percepción de algún objetivo (1927). Tratar de entender la conducta humana en
términos de causas externas es no entender los fenómenos psíquicos. Si conocemos el objetivo de
una persona, comenzamos a entender en una forma general la conducta del individuo.
Cuando una persona se comporta de una cierta manera naturalmente nos preguntamos
por qué. Los esfuerzos anteriores por responder esta pregunta habían enfatizado las explicaciones
materiales y mecánicas. Freud sostenía que no es suficientemente buscar causas fisiológicas;
también debemos tratar de entender los motivos psicológicos que subyacen a los acontecimientos
conductuales. Sin embargo, Freud fue engañado por el principio de causalidad al considerar estos
motivos como anteriores y buscar en el pasado la explicación de toda la conducta humana. Adler
enfatizó la determinación de la conducta humana al reconocer que la fuerza motivacional de toda
acción humana es el objetivo u orientación futura de esa acción. Esto significa que para Adler la
psique humana está orientada en forma teleológica. Se recordará de la discusión de Jung que el
término "telos" significa un propósito u objetivo. Adler concordaba con Jung en que la teleología es
necesaria para un entendimiento completo de la personalidad. Para Adler, el objetivo que persigue
el individuo es el factor crucial y llamó a este concepto de orientación hacia el objetivo el principio
de finalismo (1930).
Adler sugirió que muchos de nuestros objetivos guiadores son ficciones. Su uso del término
"ficción" puede ser desconcertante. Adler no equipara la ficción con la falsedad; más bien indicó
que no podemos saber si nuestros objetivos son verdaderos o falsos debido a que no hay manera
de probarlos en forma científica. "Ficción" proviene de la raíz latina fictio, la cual significa "inventar",
"moda" o "construir". Somos incapaces de tener un entendimiento completo de las cosas como son
en realidad, así que estructuramos nuestra propia idea de la realidad. Las "ficciones" son
interpretaciones de individuos o grupos de los acontecimientos del mundo. Son supuestos
filosóficos. Por ejemplo, se puede asumir que es mejor decir la verdad, que todas las personas son
básicamente buenas o que el trabajo duro al final retribuirá. En el vocabulario adleriano, estos
conceptos básicos son finalismos ficticios. Adler estaba en deuda con un filósofo anterior, Hans
Vaihinger, por su concepto de los finalismos ficticios. Vaihinger escribió un libro, The Philosophy of
"As-if", en el que sugirió que las personas crean ideas que guían su conducta. Bajo la influencia de
una ficción, las personas se comportan "como si" sus objetivos fueran ciertos. Si las personas
creen que es para su mejor ventaja ser honesto, lucharan por serlo, aun cuando no hay forma en la
que puedan probar al final esa creencia como una hipótesis. Es importante señalar que los
psicólogos a menudo también plantean finalismos ficticios en sus discusiones sobre la vida
correcta. Conceptos tales como la "personalidad saludable" y la "autorrealización" funcionan como
finalismos ficticios y no pueden ser probados de manera empírica.
Una ficción puede ser saludable o enfermiza. Adler sostenía que es inapropiado juzgar una
ficción como verdadera o falsa, correcta o incorrecta; más bien, el objetivo debe ser juzgado de
acuerdo con su utilidad. (El concepto de Adler de la utilidad de los finalismos ficticios no debe
confundirse con el de utilidad con referencia a las hipótesis científicas, las cuales fueron discutidas
anteriormente. La hipótesis científica es útil si puede generar predicciones acerca de las
experiencias que se podrían observar). La creencia en una deidad y el deseo de servirle han
probado ser una ficción valiosa para muchos individuos. Para otros, sin embargo, la creencia en
Dios y el deseo de complacerlo ha tenido perjudiciales. No viene al caso el hecho de que Dios
exista o no en realidad; el punto es que esa creencia en Dios tiene un efecto demostrable, positivo
o negativo, en la conducta y la vida de un individuo. Las personas saludables examinan en forma
continua la efectividad de sus ficciones y alteran sus objetivos cuando ya no son útiles. Mantienen
sus ficciones en un estado de flujo a fin de satisfacer las demandas de la realidad.
PRACTICA:
INTEGRANTES:
SENTIMIENTOS DE INFERIORIDAD
La lucha por la superioridad surge debido a que como seres humanos nos sentimos inferiores. Los
sentimientos de inferioridad tienen su origen en nuestro encuentro con el ambiente en la
infancia. Como recién nacidos humanos, a diferencia de otros animales, nacemos inmaduros,
incompletos e incompetentes para satisfacer incluso nuestras necesidades básicas. Hay un
período prolongado durante el cual somos dependientes casi por completo de otras personas para
nuestra supervivencia Los sentimientos de inferioridad reflejan, por tanto, un hecho de la
existencia. Estos sentimientos son inescapables, pero también invaluables, ya que proporcionan la
fuerza motivadora principal que conduce a la maduración. Nuestros esfuerzos y éxito en la
maduración y el desarrollo pueden ser considerados como intentos por compensar y vencer
nuestras inferioridades y debilidades imaginadas o reales. Por tanto, los sentimientos de
inferioridad no son desviados sino que son la base para todas las formas de logro y mejoramiento
humanos en la vida (1927).
El concepto de la naturaleza humana como impulsada por sentimientos de inferioridad se
le ocurrió por primera vez a Adler durante su práctica de medicina general. Observó que muchos
de sus pacientes localizaban sus malestares en órganos corporales específicos. Hipotetizó que en
muchos casos un individuo nace con un órgano potencialmente débil que puede no responder en
forma adecuada a las demandas externas (1917). Esta "inferioridad del órgano" puede tener
efectos profundos tanto en el cuerpo como en la psique. Puede presentar un efecto perjudicial y
conducir a trastornos neuróticos, pero también ser compensado y conducir a logros óptimos. Un
ejemplo histórico clásico de compensación se encuentra en la historia del griego antiguo
Demóstenes, quien sufrió en su infancia de un impedimento del habla. Aprendió a vencer su
tartamudeo y se convirtió en una gran orador forzándose a si mismo a gritar frente al océano con
guijarros en la boca. Más tarde, Adler amplió el concepto de inferioridad del órgano para incluir
cualquier sentimiento de inferioridad, sea real o imaginado. En sus primeros escritos, Adler
denominó a la compensación de las inferioridades, la protesta masculina. En esa época asoció a
la inferioridad con la feminidad. Este concepto encuentra expresión común en las referencias al
sexo "débil" o "fuerte". Adler mismo pronto quedó insatisfecho con esta perspectiva miope. Las
mujeres y los hombres son diferentes desde el punto de vista biológico, pero ningún sexo es
inferior. Más tarde, Adler enfatizó que la inferioridad es una condición de la existencia que afecta a
hombres y mujeres por igual. En ese sentido, Adler se convirtió en uno de los primeros defensores
de la liberación de las mujeres. De manera básica, reconoció que la pretendida inferioridad de las
mujeres era una designación cultural en lugar de biológica. Las opiniones de Adler fueron
fomentadas sin duda por su matrimonio con Raissa Epstein, una integrante de la intelectualidad,
quien esperaba igualdad entre los sexos y lo ayudó a vencer sus conceptos anteriores de
dominación masculina. Adler llegó a apreciar por completo el papel que la cultura y la sociedad han
desempeñado en la perpetuación de la dominación y privilegio masculinos. En efecto, llegó tan
lejos como para sugerir que las diferencias psicológicas entre mujeres y hombres son por completo
resultado de actitudes culturales. Adler señaló el efecto devastador de estas actitudes en las vidas
de los niños y en el desarrollo de su seguridad en sí mismos. Describió cómo estos prejuicios
perturban el desarrollo psicológico de las mujeres y han conducido a algunas de ellas a una
insatisfacción penetrante con su papel. La "preeminencia excesiva de la hombría" en nuestra
cultura conduce a las mujeres a formas enfermizas de compensación o resignación y alienta a los
hombres a despreciar de modo insensato y evitar a las mujeres (Ansbacher y Ansbacher, 1956),
Adler creía que la masculinidad exagerada tiene un impacto negativo en hombres y mujeres por
igual. Recomendó el cultivo de la camaradería y la educación para la cooperación entre los sexos.
Sus ideas son confirmadas en la actualidad por la investigación sobre los papeles sexuales y la
influencia de la educación.
PRACTICA:
INTEGRANTES:
ESTILO DE VIDA
Cada individuo busca afrontar el ambiente y desarrollar superioridad en una forma única. Este
principio es expresado en el concepto de Adler sobre el estilo de vida, el cual fue un tema
fundamental en sus últimos escritos (1929a, 1931). Cada individuo comparte el objetivo común de
la lucha por la superioridad, aun cuando hay muchas formas diferentes por las que podemos lograr
este objetivo. Un individuo puede tratar de desarrollar competencia y superioridad por medio de
habilidades intelectuales. Otro puede buscar la autoperfección capitalizando sus ventajas físicas. El
estilo de vida actúa en parte como un filtro perceptivo, influyendo en las formas en que vemos al
mundo. Estos estilos de vida diferentes se desarrollan temprano en la infancia. Adler sugirió que el
estilo de vida se encuentra bastante establecido con bastante claridad para cuando un niño tiene
cinco años de edad. Después permanece relativamente constante. Puede ser cambiado, pero sólo
a través de un trabajo arduo y autoexaminación. El estilo de vida resulta de una combinación de
dos factores: la orientación hacia el objetivo interno del individuo con sus finalismos ficticios
particulares y las fuerzas del ambiente que ayudan, impiden o alteran la dirección del individuo.
Cada estilo de vida individual es único debido a las influencias diferentes de nuestro yo interno y
sus constructos. Adler sugirió que dos individuos nunca han tenido o podrían tener el mismo estilo
de vida exacto. Incluso los gemelos idénticos responden a su ambiente en formas diferentes. No
obstante, Adler (1927) creyó que podía distinguir cuatro tipos primarios de estilo, tres de los cuales
denominó "estilos erróneos". Éstos incluyen el tipo dirigente: individuos agresivos, dominantes,
que tienen poco interés social o percepción cultural; el tipo obtenedor: individuos dependientes
que toman en lugar de dar; y el tipo evitativo: personas que tratan de escapar de los problemas
de la vida y participan en pocas actividades constructivas desde el punto de vista social. El cuarto
estilo de vida primario fue llamado por Adler el tipo socialmente útil: personas que tienen una
gran cantidad de interés y actividad sociales.
PRACTICA:
INTEGRANTES:
EL YO CREATIVO
Adler consideró al concepto del yo creativo el clímax de su teoría (1964). Es el yo en sus aspectos
creativos que interpreta y hace significativas las experiencias del individuo y que busca que éstas
satisfagan al estilo de vida único de la persona. En otras palabras, el yo creativo establece,
mantiene y persigue los objetivos del individuo. El concepto de Adler del yo creativo enfatizó su
creencia de que la naturaleza humana es en esencia activa, creativa y determinada al moldear su
respuesta al ambiente. El concepto del yo creativo también refuerza la afirmación de Adler de que
los individuos hacen sus propias personalidades a partir de las materias primas de su herencia y
ambiente. En su concepto del yo creativo, Adler restituyó a la conciencia al centro de la
personalidad. Adler creía que nos percatamos de todo lo que hacemos y que, por medio de la
autoexaminación, podemos entender por qué nos comportamos de cierta forma. Las fuerzas de las
que no nos percatamos simplemente pasan inadvertidas; no son sumergidas en un mar de
represión. La opinión de Adler respecto a la conciencia estaba en contraste directo con la de Freud
de modo que no es de sorprender que los dos no pudieran trabajar juntos. Adler no negaba las
fuerzas del inconsciente, pero las minimizaba reduciendo al inconsciente a una simple
inconsciencia temporal. Se opuso al determinismo de Freud al enfatizar la gran extensión en que
las personas pueden lograr el control consciente sobre su conducta. Las personas, argumentaba
Adler, pueden volverse en gran medida conscientes de sus impulsos y finalismos ficticios más
profundos y con intención consciente de crear sus propias personalidades y estilos de vida que
logran sus objetivos más elevados. Al final, la opinión de Adler era casi la opuesta por completo a
la de Freud, la cual enfatizaba que nuestra conducta está determinada en gran medida por fuerzas
de las que no nos damos cuenta. Freud ofrecía a sus seguidores la esperanza de ser capaces de
sobrellevar o vivir sin un temor paralizante hacia los conflictos inconscientes, pero nunca ofreció la
liberación de éstos. Al restablecer la conciencia al centro de la personalidad, coronando de nuevo
al rey que Freud había luchado con tanta valentía por destronar, Adler despertó la furia de Freud.
Para este último, Adler estaba alentando exactamente la misma ilusión que él había buscado
destruir.
PRACTICA:
INTEGRANTES: