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1

2
TRADUCCIÓN

3 Mona

CORRECCIÓN

Caro

DISEÑO

ilenna
SINOPSIS__________________________________ 1 CAPÍTULO DIECINUEVE _____________ 122

CAPÍTULO UNO _________________________ 2 CAPÍTULO VEINTE____________________ 127

CAPÍTULO DOS _________________________ 6 CAPÍTULO VEINTIUNO _______________ 136

CAPÍTULO TRES _______________________ 10 CAPÍTULO VEINTIDÓS _______________ 140

CAPÍTULO CUATRO ___________________ 16 CAPÍTULO VEINTITRÉS ______________ 147

CAPÍTULO CINCO______________________ 19 CAPÍTULO VEINTICUATRO __________ 153

CAPÍTULO SEIS ________________________ 28 CAPÍTULO VEINTICINCO ____________ 164

CAPÍTULO SIETE ______________________ 37 CAPÍTULO VEINTISÉIS _______________ 168

CAPÍTULO OCHO ______________________ 45 CAPÍTULO VEINTISIETE _____________ 174


4
CAPÍTULO NUEVE ______________________ 51 CAPÍTULO VEINTIOCHO _____________ 180

CAPÍTULO DIEZ________________________ 53 CAPÍTULO VEINTINUEVE ____________ 190

CAPÍTULO ONCE_______________________ 58 CAPÍTULO TREINTA __________________ 197

CAPÍTULO DOCE ______________________ 66 CAPÍTULO TREINTA Y UNO _________204

CAPÍTULO TRECE _____________________ 76 CAPÍTULO TREINTA Y DOS __________ 212

CAPÍTULO CATORCE __________________ 85 CAPÍTULO TREINTA Y TRES _________ 224

CAPÍTULO QUINCE ____________________ 90 CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO ____ 230

CAPÍTULO DIECISÉIS__________________ 97 EPÍLOGO _______________________________ 235

CAPÍTULO DIECISIETE ________________ 112 Fisher ___________________________________ 235

CAPÍTULO DIECIOCHO _______________ 116 ACERCA DE LA AUTORA _____________240


Han pasado cinco años desde que lo vi. Un acontecimiento inesperado
me lleva de vuelta al lugar donde todo comenzó.
Pero ya no soy la joven ingenua que él conoció. Y él ya no es el
hombre que me quitó casi todo.

¿Puede ser este nuestro momento? ¿O es demasiado tarde? ¿Me


encontré sólo para perderlo?
1
S
eis meses en Tailandia se convirtieron en doce meses en Tailandia con
Brendon. Rory tenía razón. Las amistades tenían una forma de
convertirse en algo más.
Toques juguetones.
Bromas.
Miradas coquetas.
Tomarnos de las manos.
Besos robados.
Todas esas pequeñas cosas fueron marcadas en las casillas. Si las casillas
estaban marcadas, tenía que ser amor. ¿Verdad?
2 Una parada en Tokio y otra en Los Ángeles era todo lo que se interponía entre
mi madre y yo, entre el pescador desnudo y yo.
Brendon se pasó el mes anterior a nuestro viaje a casa insinuando el
matrimonio.
¿Me veía teniendo una boda en un destino o en una iglesia?
¿Cuántos hijos quería?
¿Elegiría vivir en la ciudad o en la montaña?
¿Un perro y dos gatos? ¿O ningún gato y dos perros?
Brendon todavía tenía su trabajo esperándolo en la firma de abogados de
Denver. Ganaría un buen dinero con posibilidades de progresar, tal vez incluso
llegaría a ser socio algún día.
Yo tenía la oportunidad de hacer... nada. Bueno, no es cierto. Habría niños
que criar, perros que pasear y pasteles que hornear.
Fisher ganaba bastante dinero. Si estaba destinada a la vida de esposa y ama
de casa, ¿por qué lo dejé? Pensé en Fisher más en los días previos a nuestra
partida que en los doce meses anteriores.
Brendon me convenció de prolongar nuestro viaje unos días para poder pasar
unas noches en Tokio.
—Reese, ve más despacio —murmuró por encima de mi boca ansiosa,
mientras subíamos en el ascensor a la habitación del hotel.
Tenía la sensación de que la razón de Brendon para los días extra en Tokio
tenía que ver con una propuesta de matrimonio.
Propuesta.
Boda.
Sexo.
Ese era su plan.
Yo tenía otros planes. Por alguna razón, no quería perder mi virginidad, o lo
que quedaba de ella, en mi noche de bodas. ¿Y si me casaba con Brendon y el
sexo no era bueno? ¿Y si me pasaba cada segundo comparándolo con Fisher?
Tenía que saberlo.
—Vaya... en serio, ¿qué te pasa? —Brendon apartó mi mano de su entrepierna
justo cuando se abrieron las puertas del ascensor.
—No quiero esperar. Sé... Sé que está mal, pero no quiero esperar.
Él entrecerró los ojos.
—Reese, creo que sólo estás experimentando algunos sentimientos
encontrados por volver a casa después de haber estado fuera durante un año. Ve
a ducharte, a beber un poco de agua y a consultarlo con la almohada. ¿De
3 acuerdo? —Se detuvo en la puerta de mi habitación.
¿Su respuesta al sexo era ducharse, hidratarse y dormir? ¿Me rechazarían
todos los hombres que conociera? ¿Tendría sexo alguna vez?
—De acuerdo. —Asentí—. Tienes razón. Buenas noches.
Esa noche, me duché, pensé en Fisher y me toqué.
A la mañana siguiente, fuimos los primeros en la fila para ir a la torre de
observación del Tokyo Skytree. Con el monte Fuji visible a lo lejos en el día
despejado, Brendon se arrodilló y me propuso matrimonio con el anillo de
diamantes de su abuela.
Los transeúntes sonreían y jadeaban, y todos los ojos estaban puestos en
nosotros. No... todos los ojos puestos en mí.
—Eres la mujer de mis sueños, Therese Capshaw, y creo que lo supe desde
el día en que nos conocimos. Hazme el honor de ser mi esposa.
Mi cerebro estaba paralizado. Pero en el momento, lo único que pude hacer
para que todos dejaran de mirarme, incluido Brendon, fue asentir.
—¡Sí! —Me puso el anillo en el dedo y se levantó, atrayéndome para darme
un gran abrazo y un beso en la mejilla.
Estaba comprometida y recibí un beso en la mejilla.
De vuelta a nuestro hotel, tiré de su brazo y lo arrastré a una farmacia.
—¿Qué estás haciendo? —Rio.
Le llevé por un pasillo y por el siguiente, hasta detenerme en los condones.
Entrecerró los ojos.
—Reese...
—No significa que tengamos que hacerlo; sólo significa que... estamos
preparados.
—¿Preparados para pecar?
—Preparados para no tener que explicar por qué tenemos que precipitar
nuestra boda si llegamos a pecar.
Brendon negó con la cabeza, y yo sabía que no se sentía cómodo con ello,
pero yo no me sentía cómoda casándome con él y no teniendo sexo con él
primero. Y esa debería haber sido la única señal que necesitaba.
Pero seguía siendo esa adolescente adulta con mucho que aprender, y
resultaba que mi profesor favorito estaba a medio mundo de distancia y se había
negado a enseñarme algo más que el amor duro y el tan importante “nadar o
hundirse”.
Con una mueca miserable y los dientes clavados en el labio, Brendon asintió.
Ese asentimiento llevó a la anticipación.
La anticipación llevó al encanto de lo prohibido.
4 Puede que él no lo iniciara por su cuenta, pero cuando nos encontramos en
su habitación de hotel después de la cena de esa noche, las cosas se movieron
rápidamente en dirección a esa caja de condones.
—Te amo tanto —canturreó Brendon una y otra vez entre besos y quitándonos
la ropa. Tal vez pensó que Dios no sería tan crítico con nuestra decisión si seguía
recordándome (y recordando a Dios) lo mucho que me amaba. No era una simple
necesidad física y, con suerte, no era un acto inmoral; estábamos enamorados y
comprometidos.
Y con estábamos me refería a Brendon más que a mí.
Sólo quería saber qué se sentía tener sexo con él. Y lo amaba; sólo que no se
sentía como con Fisher. Tal vez no se suponía que se sintiera como con Fisher.
—Estoy tan nervioso que mis manos no dejan de temblar —dijo Brendon
mientras tanteaba el condón.
Después de ponérselo, cerré los ojos, otra señal de que las cosas no iban bien
con Brendon. Me tocó y me imaginé que era Fisher.
Empezó a empujar dentro de mí, y reviví los momentos con Fisher. Pero
Brendon no me tocó como me había tocado Fisher. En realidad no me tocó en
absoluto, sólo su polla se acomodó entre mis piernas y sus labios se cernieron
nerviosos sobre los míos.
¿No notó mis pechos? Tal vez no era un hombre de pechos.
¿No quería besarme entre las piernas? ¿Encontrar mi clítoris? ¿Pasar su
lengua a lo largo de mi cuello antes de morder el lóbulo de mi oreja?
Todo era tan diferente.
Hice un gesto de dolor cuando se introdujo completamente en mí. No me sentí
genial, tal vez porque él no estaba haciendo nada para que me pareciera al
menos un poco menos horrible y doloroso.
Durante los siguientes cinco minutos, tal vez ni siquiera, me penetró con un
ritmo errático. No alcanzó mi clítoris en ningún momento, mientras sus pesadas
respiraciones me recorrían la cara, gruñendo y, de vez en cuando, dándome un
beso descuidado en la boca.
—Oh, mi… —Brendon cerró los ojos y se quedó quieto durante unos
segundos antes de que un escalofrío en todo el cuerpo lo sacudiera. Abrió los
ojos y sonrió—. Eso fue... increíble. Te amo.
Cuando se quitó de encima, me senté lentamente de espaldas a él y con
lágrimas en los ojos. Le di mi virginidad y no me arrepentí, no por mi parte.
Brendon se lo merecía porque significaba algo para él. Creo que significaba más
para él que para mí.
¿Las lágrimas?
¿La culpa?
No era porque había pecado.
5 Sino porque lo tenté. Él pecó por mí. Lo hizo porque me amaba. Lo hizo
porque parecía un poco menos malo desde que acepté casarme con él.
Las lágrimas... No pude detener las lágrimas porque sabía que no podía
casarme con él.
Y no podía volver a casa con Rory... con Fisher.
Era el momento de hacer algo por mí. Era el momento de enamorarme de un
sinfín de posibilidades. Hora de caminar sola. Tiempo de crecer.
Tiempo de pensar por mí misma.
Cuatro años después...

—¡O h, mi niña! —Rory levantó las manos y se lanzó a por mí como


lo hizo en el aeropuerto de Denver al salir de la cárcel.
Yo era entonces una adolescente adulta, con mirada
soñadora. Y no tenía ni idea dónde empezaba mi viaje, y mucho menos hacia
dónde me llevaría.
Me llevó a Fisher, luego me llevó a Tailandia, luego a Ann Arbor, Michigan.
En Tailandia, me ofrecí para ayudar a una mujer llamada Alesha. Tenía cincuenta
y tres años. Era partera. Al igual que en el trabajo para Fisher, fui trabajadora.
No necesitaba experiencia. Y al igual que Fisher, Alesha me enseñó mucho. La
observé (a veces la ayudé) en el parto de treinta y tres bebés durante mi año en
Tailandia. Pero después del primer parto supe que tenía el mejor trabajo del
mundo.
6 Después de romper el corazón de Brendon aquella noche en Tokio, cambié
mis planes de viaje. En lugar de volver a Colorado, regresé a Houston. Mis
abuelos me ayudaron a hacer los arreglos financieros para la universidad.
La escuela de enfermería en la Universidad de Michigan.
Un nuevo lugar donde no conocía a nadie. El lugar perfecto para seguir mi
sueño.
—Tu padre estaría muy orgulloso. —Rory me abrazó el día que recibí mi título
de licenciada.
Me encantó que reconociera a papá. Realmente habría estado orgulloso de
mí.
Los padres de mi madre también se alegraron mucho por mí. Los padres de
mi padre pusieron sus sonrisas falsas al ver cómo Rory y Rose me felicitaban. No
estaban de acuerdo con mi madre y su pareja lesbiana. Yo quería a mi madre, y
también a Rose. Durante mis cuatro años en Ann Arbor, me visitaron un promedio
de tres veces al año. Nunca fui a Denver, pero no les importó visitarme.
Las miradas resentidas de los padres de mi padre no me molestaban. Eran
viejos. Estaban anclados en sus costumbres. Y sus opiniones ya no influían en las
mías.
Pensaba por mí misma. Encontré una manera de amar a Dios sin miedo ni
culpa, y era el sentimiento más liberador que jamás había experimentado.
¿Sexo? Sí... Había tenido un par de novios durante mis cuatro años en
Michigan. Y todos fueron mejores amantes que Brendon. Para ser justos... fue su
primera vez también.
¿Alcohol? No era una bebedora empedernida, pero disfrutaba de una noche
divertida con amigos.
Amigos... Tenía muchos amigos de la escuela de enfermería. Se sentían más
como hermanas y hermanos para mí.
Incluso me hice un tatuaje... pero nadie, aparte de mis amantes, lo había visto.
Fisher no era el único que merecía un harén.
—¿Almorzamos? —preguntó Rory.
—¡Suena perfecto! —Abracé a mis abuelos justo antes de dirigirnos al
estacionamiento. Mamá y Rose me acompañaron mientras mis abuelos
conducían sus autos de alquiler.
—¿Y cuándo empiezas tu nuevo trabajo? —preguntó Rose.
Me reí.
—Primero tengo que aprobar el examen NCLEX. Luego encontraré un
trabajo.
—Entonces podrás empezar tu maestría el próximo otoño, ¿correcto?
7
Asentí.
—Ese es el plan.
—Nos mudaremos del sótano. Vamos a tener nuestra propia casa. Habrá
mucho espacio para ti si decides volver a Denver —dijo mamá.
—¿Se mudan del sótano de Fisher? —Le lancé una rápida mirada de reojo. Se
me hacía raro decir su nombre. Había pensado mucho en él, pero en realidad no
había dicho su nombre.
—¿Llegaste a conocer a Angie? —preguntó Rory.
Tragué con fuerza y asentí.
—Um, creo que sí. ¿Su novia de la adolescencia?
—Sí. Bueno, el año pasado se mudó definitivamente a Denver porque su
madre no estaba bien. De hecho, hace poco que falleció. Ella y Fisher acaban de
comprometerse.
No importaba. Me dije esto una y otra vez. Mi cerebro lo entendía, pero la
traducción se confundía en algún lugar entre mi cerebro y mi corazón, causando
un dolor innecesario.
Cinco años... habían pasado cinco años desde que vi o hablé con Fisher.
Pensé que habíamos terminado de una vez por todas. Entonces, ¿por qué los
bordes de ese agujero en mi corazón se sentían tan dentados, como si no
hubieran sanado? Como si nunca fueran a sanar.
—Así que es hora de mudarse. Angie es agradable, pero creo que quieren la
casa para ellos solos para formar una familia —dijo Rory.
Asentí lentamente.
—Sí —susurré ignorando el nudo en mi garganta.
En el restaurante, Rose me agarró la mano después de salir del auto. Me dio
un rápido apretón y me ofreció una sonrisa suave, del tipo: ¿estás bien?
Todos esos años... y nunca le dijo a mi madre lo de Fisher y yo. Era otra razón
por la que quería a Rose. Otra razón por la que sabía que mi madre se había
enamorado de ella.
Canalizando la felicidad de los eventos de la mañana, de mi día especial,
apreté su mano en respuesta y sonreí.
Rose me guiñó un ojo y me soltó la mano, sin que Rory se diera cuenta.
Fisher y yo terminamos de la mejor manera posible. Sentí su amor, y siempre
creí que él sintió el mío. Sólo que no era nuestro momento.
La vida se impuso.
No lo esperé.
Él no me esperó.
8 Y eso estaba bien. Así era la vida.
Con la noticia de su compromiso, se consolidó lo que siempre había temido.
Nunca habría un momento para nosotros.
—Oh... —Rory se giró justo antes de que entráramos en el restaurante—.
Hablando de Fisher, envió una tarjeta. —Buscó en su bolso y sacó un sobre.
—Gracias. —Lo agarré y lo metí en mi bolso. No podría leerla hasta que
estuviera sola. Aunque no fuera más que una tarjeta de graduación genérica con
su firma, necesitaba intimidad para ocuparme de cualquier cosa de Fisher Mann.

Tardé tres días en abrir su tarjeta. Mi familia se fue a casa. Y mis dos
compañeras de piso (compañeras de la escuela de enfermería) se habían ido a
pasar el día.
Mientras la abría lentamente metiendo el dedo en la esquina, respiré hondo.
Era, de hecho, una tarjeta genérica, pero había algo más que su firma. Me había
dejado una larga nota que ocupaba toda la parte izquierda de la tarjeta.
Reese:
¿Puedo decir lo orgulloso que estoy de ti sin que suene condescendiente?
¿Sin que pienses que es una referencia a la edad? Lo estoy. Más que eso, estoy
feliz por ti. Rory dijo que planeas ser una partera y traer bebés al mundo. Sabía
que cambiarías el mundo, tocarías vidas... como tocaste la mía.
Estoy seguro de que Rory te dijo que me voy a casar. Se siente como la
elección inteligente en este momento de mi vida. Mi familia está encantada,
y yo estoy bien, en caso de que te importe, lo cual puede que no. Ve a ser la
increíble mujer que sabía que serías. Encuentra tu lugar, tu gente, la vida que
mereces.
Felicidades
Pescador Desnudo
Me reí entre lágrimas. Tantas lágrimas. Lo firmó El Pescador Desnudo. Me
hizo feliz y al mismo tiempo me rompió el corazón. ¿Me estuvo esperando?
¿Decidió un día dejar de esperar y complacer a su familia proponiéndole
matrimonio a Angie? Bueno... él era bueno.

9
A
probé el NCLEX.
Conseguí mi propio departamento.
Y tenía programada una entrevista en una clínica pediátrica.
La vida seguía regalándome días soleados a pesar de la noticia del
compromiso de Fisher Mann.
En la mañana de mi entrevista, Rory me llamó.
—Todavía no he tenido la entrevista —dije mientras me dirigía a mi auto—.
Ahora voy para allá.
—Reese. —Su voz alcanzó mi oído con una gravedad escalofriante.
Eso me detuvo de golpe.
—¿Qué pasa?
—Fisher tuvo un accidente con su moto. Ahora está en el quirófano. Todavía
10 no sabemos el alcance de sus heridas. Sólo pensé en avisarte por si querías rezar
por él.
—¿Q-qué? —Me cubrí la boca con la mano mientras mis ojos se llenaban de
lágrimas al instante.
—Te avisaré cuando salga del quirófano... si es que sale.
Si...
—¿De acuerdo? —preguntó.
Asentí con la cabeza y solté un pequeño “bien” más allá del peñasco que tenía
en la garganta.
Después de que Rory terminara la llamada, mi teléfono y mis llaves cayeron
al suelo, rompiendo mi pantalla. Los sollozos sacudieron mi cuerpo, una ola tras
otra.
Todo lo que podía ver era su rostro. Esos ojos. Su guiño. La sonrisa que me
dedicó justo antes de decir algo que me hizo sonrojar.
—¿Vas a besarme?
—Estaba pensando en ello.
—¿Eres m-mío?
—Ya sabes la respuesta a eso.
—Estoy intentando con todas mis fuerzas no enamorarme de ti.
—Lo sé.
Yo estaba bien... tal vez no bien... pero estaba bien sin tener a Fisher en mi
vida, pero no estaba bien con que ya no estuviera en esta vida. Si eso ocurría,
nunca volvería a estar bien.
Tomé mi teléfono y logré encontrar el número de la oficina donde tenía la
entrevista. La cancelé y reservé un vuelo a Denver.
Cuando llegué, llamé a Rory.
—No hay noticias todavía. Todavía está en el quirófano. ¿Salió bien tu
entrevista?
—Estoy aquí en Denver, en el aeropuerto.
—¿Qué?
—¿En qué hospital está?
—Reese, no hay nada que puedas hacer. Pensaba llamarte en cuanto saliera
del quirófano y supiéramos más.
—¡Mamá! —Era raro que la llamara mamá en lugar de Rory—. ¿Qué hospital?
—Iré a buscarte —dijo en un tono más calmado antes de terminar la llamada.
Cuarenta y cinco minutos después, Rose salió del asiento del copiloto cuando
se detuvieron en la acera.
11 —Todos estamos rezando por él —susurró cuando me abrazó.
Parpadeé para contener las emociones que me quemaban los ojos y asentí en
lugar de decir palabras.
Cuando llegamos al hospital, la familia de Fisher y otras caras conocidas del
trabajo se agolpaban en la sala de espera.
Sus padres y hermanos.
Hailey.
Angie.
Nos saludamos con calma antes de que yo me colocara en el rincón más
alejado de la sala con Rory y Rose. Y luego esperamos. Cuando el doctor salió,
sus padres y Angie se reunieron en un círculo a su alrededor. Se pudo sentir un
suspiro colectivo de alivio. Eran buenas noticias. Había superado la operación.
Cuando decidimos que sólo la familia podría verlo más tarde esa noche, me
fui con Rose y Rory a su nueva casa.
—No se mudaron tan lejos —dije con una pequeña sonrisa cuando entraron
en la entrada de la casa que estaba a unas tres cuadras de la casa de Fisher.
—Esta era una propiedad embargada. Básicamente la robamos. Nos sirve.
Solemos salir a pasear varias noches a la semana y acabamos en casa de Fisher,
bebiendo cerveza y vino en su porche delantero o en el trasero. —Rory se
encogió de hombros, apagando el auto—. Qué puedo decir, es de la familia. Sólo
que... no lo suficiente como para llegar a verlo esta noche.
Rose apretó la pierna de mi madre.
—Lo veremos mañana.
Rory asintió.
Pedimos la cena, pero ninguna de nosotras tenía mucha hambre. En su lugar,
compartimos divertidas historias de Fisher como si estuviera muerto y
estuviéramos recordando su vida.
—Oh… ¿Cómo estuvo tu entrevista? —Rory bebió el resto de su vino.
Sacudí la cabeza mientras me servía otra copa de vino. Finalmente, pude
unirme a los verdaderos adultos de la sala.
—La cancelé. Les dije que era una emergencia familiar.
—Me sorprendió un poco cuando llamaste desde el aeropuerto —dijo Rory—
. Sé que trabajaron juntos durante un tiempo, y bromeé sobre que actuaban como
hermanos, pero ¿cuándo fue la última vez que los dos se hablaron?
Rose me lanzó una mirada nerviosa. Consideré la posibilidad de contarle a
Rory lo de Fisher y yo. Tenía casi veinticuatro años; ¿qué habría podido decir o
hacer ella en este momento? Yo había seguido adelante. Él había seguido
adelante.
Por alguna razón, con él en el hospital y comprometido, opté por esperar.
12 Quizá hasta un momento mejor. Tal vez nunca. ¿Acaso importaba ahora?
—No sé... fue raro. Quiero decir... hace años que no hablamos, pero cuando
me lo contaste, me afectó mucho. No sé por qué. Y ni siquiera pensé;
simplemente cancelé mi entrevista y tomé el primer vuelo a Denver. Tal vez sea
porque sé lo cercana que eres a él.
—Estoy segura de que estará encantado de verte, aunque las circunstancias
sean una mierda.
Asentí lentamente con la cabeza. ¿Estaría encantado de verme?

A la mañana siguiente, nos dirigimos al hospital después de que Rory hablara


con Arnie. Dijo que Fisher tenía la cabeza un poco confusa, pero que por lo
demás estaba bien. El accidente fue sólo eso, un accidente en la lluvia. Un
enorme camión no pudo detenerse y atropelló a Fisher.
Cuando llegamos a la sala de espera, Angie estaba llorando mientras las
hermanas de Fisher la consolaban.
¿Tomó un giro repentino?
No era imposible. Había visto a bastantes pacientes salir de la operación,
parecer estables y estar bien, sólo para decaer horas más tarde.
Arnie se separó del grupo de mujeres.
—Cuánto tiempo sin verte. ¿Cómo has estado? —Me dio un abrazo.
—Bien —mentí—. ¿Ya eres famoso?
Me soltó y rio.
—Casi.
—¿Qué sucede? —Señalé con la cabeza a Angie y a sus hermanas.
Arnie frunció el ceño.
—Oh, mi hermano está actuando como si estuviera un poco borracho, eso es
todo. Seguro que son los analgésicos. Los médicos aún no están muy
preocupados.
—¿Qué quieres decir con que está actuando un poco borracho? —pregunté.
—Problemas de memoria. Parece que no conoce a todos. Bueno, me conoce
a mí. A nuestras hermanas. A nuestros padres. Pero a nadie del trabajo hasta
ahora. De hecho, no recuerda haber construido casas. —Arrugó la nariz y
13 susurró—: No reconoce a Angie por el momento.
—Oh no. —Los ojos de Rory se agrandaron mientras su mandíbula se abría.
—Vamos, podríamos ver si se acuerda de sus compañeras de copas favoritas.
—Arnie sonrió a Rory y Rose.
Los seguí hasta la habitación de Fisher.
—Más visitas. Finge que las reconoces —se burló Arnie de Fisher mientras
entrábamos en su habitación.
Me puse detrás de Rory y Rose mientras se detenían a los pies de su cama.
Sólo podía ver trozos de él.
Su rostro vendado.
Su brazo escayolado.
—Rory y Rose —dijo con una voz bastante débil.
No importaba lo débil que fuera su voz; seguía haciendo cosas a mi alocado
corazón.
—Ding. Ding. Ding. —Arnie le dio un lento aplauso a Fisher—. Dos de dos,
hermano.
—No más motos para ti —dijo Rose mientras se movía a un lado de su cama y
Rory se acercaba al otro lado de la cama, dejándome a la vista.
Las conocía, así que me conocería a mí. Estaba bastante segura de ello. Le
dediqué una pequeña sonrisa.
Él me devolvió la sonrisa.
—Hola.
—Hola.
—Por favor, dime que no nos hemos conocido. Me temo que ya he hecho que
demasiada gente se sienta insignificante hoy —dijo Fisher.
Rory y Rose intercambiaron una mirada.
—¿Cómo es que tu cerebro ha fallado tanto que las mujeres más atractivas de
tu vida simplemente... puf... han desaparecido? —Arnie negó con la cabeza a
Fisher.
Fisher entrecerró los ojos, como si al hacerlo aumentara su posibilidad de
reconocerme, como si fuera culpa de sus ojos y no de su cerebro.
—Ella es Reese, mi hija —dijo Rory—. Pero hace años que no la ves, así que
no te agobies. Vivió conmigo en tu sótano durante unos meses. Y trabajó contigo
durante menos de... ¿qué? —Me miró—. ¿Un par de meses?
Asentí con la cabeza. Era todo lo que podía hacer. Por supuesto que Angie
estaba llorando. Cuando el hombre al que amas (amabas) no te reconocía, no era
una sensación agradable.
—Acaba de graduarse de la escuela de enfermería en Michigan. Ella va a
14 obtener su maestría el próximo año. Partera. Va a traer bebés al mundo.
Fisher asintió levemente con la cabeza.
—Felicitaciones.
Me aclaré la espesa emoción de mi garganta. Creo que sólo Rose percibió mi
verdadero nivel de emociones.
—Gracias —conseguí decir—. Me alegra mucho ver que estás bien.
—Sí. Eso es lo que me dicen. No recuerdo el accidente.
—Los médicos creen que su pérdida de memoria es probablemente temporal
—dijo Arnie.
Sabía que podía ser temporal. O podría durar mucho tiempo. O podría ser
permanente. El cerebro era difícil de predecir.
—Espero que así sea. —Fisher miró por la ventana durante unos segundos—
. Esa... mujer estaba muy alterada. ¿Mi prometida?
Oh, Dios mío...
Esa mujer. Redujo a Angie a “esa mujer”. Nunca fui fan de Angie, pero
tampoco era un monstruo. Sentí su dolor. No me pidió que me casara con él, pero
sentí una total devastación por su falta de reconocimiento. Sólo podía imaginar
cómo se debía sentir Angie.
—Bueno… —Reí nerviosamente, sintiendo la mirada de Rose sobre mí—.
Estoy segura de que debe ser desgarrador ser una extraña para la persona que
más amas.
El ceño de Fisher se tensó en líneas de arrugas.
—Estoy seguro de que tienes razón.
—Te dejaremos descansar un poco. —Rory se inclinó y le besó el costado de
la cabeza. Yo quería estar así de cerca de él.
Sentir el calor de su piel, el roce de sus labios, la intensidad de sus ojos
mientras me miraba con asombro y expectación.
¿Lo irónico? Si le hubiera “entregado” mi virginidad, él no se habría
acordado. No me arrepiento de que haya sido Brendon, aunque le haya hecho
daño. Si hubiera sido Fisher, no habría sido capaz de alejarme. Habría tratado la
pérdida de mi virginidad como la donación de un riñón.
Más lecciones de Fisher Mann...
No se trataba de primeras veces. Cada momento importaba. Cada toque.
Cada palabra. Era egoísta pensar que nuestras vidas no eran más que una serie
interminable de dar y recibir. Implicaba que estábamos, más o menos, pasando
de un momento a otro sin sentido. Yo sabía... en el fondo que nunca se trató de
mi virginidad. No con Fisher. Siempre se trató de mi corazón.
Mirar a Fisher en esa cama y ser irreconocible para él era un claro
recordatorio de que yo, ni nadie más, debería confiar en otro humano como
15 indicador de autoestima y éxito.
—¿Lista? —me preguntó Rory.
Asentí lentamente.
—H e echado de menos este... ya saben... tiempo con ustedes dos
—dije en un largo suspiro mientras las tres emprendíamos
una caminata por las montañas varios días después de ver a
Fisher en el hospital.
—Nunca hicimos nuestro viaje hasta aquí —dijo Rory, buscando su botella de
agua en el bolsillo lateral de su bolso cuando nos detuvimos en un claro—. Te
prometí que te traería aquí. ¿Recuerdas cuando te empeñaste en venir sola?
Asentí con la cabeza.
—¿Puedo ser sincera ahora? —Sonreí con sorna.
Ella puso los ojos en blanco.
—¿De todas formas condujiste hasta aquí?
Sacudiendo la cabeza, me reí.
16 —No. Fisher me trajo... en su moto.
—Oh, Reese. —Rory negó—. No necesitaba saber eso, especialmente
después de su accidente.
—Le dije que no estarías contenta con ello, pero él dijo que no teníamos que
decírtelo. Realmente fue una terrible influencia. No puedo creer que me hayas
dejado con él.
Rose se frotó los labios, disfrutando de la forma en que le estaba diciendo
tanto a Rory, pero nada en absoluto.
—Bueno, en cuanto salga del hospital, hablaré con él.
Rose se rio.
—¿Vas a hablar con él para que se lleve a tu hija en su moto cuando no la
recuerda? Buen plan. Asegúrate de que esté contigo cuando tenga lugar esta
conversación. Quiero escuchar.
Yo también me reí. No era divertido, pero lo era.
—¿Qué crees que pasará si no recupera toda su memoria? —Rory volvió a
meter su botella de agua en el bolso—. ¿Crees que volverá a enamorarse de
Angie?
Rose se encogió de hombros.
—Si sucede, será increíblemente romántico. ¿Cuántas hay? ¿Más de siete mil
millones de personas en el mundo? ¿Y se enamora dos veces de la misma
persona? Lamentablemente, me temo que no sucederá así. Quiero decir, puedo
verlo siendo el tipo bueno que se casa con ella de todos modos porque todo el
mundo la adora, y confiará en la gente que sí recuerda.
—La conoce desde siempre —dijo Rory—. Creo que la recordará. Ella es
dueña de gran parte de su corazón.
—A no ser que... —Mi gran boca se abrió sin que me diera cuenta y fue
demasiado tarde.
—A no ser que… —dijo Rory.
¡Aborta!
—A menos que no sea el tiempo. Quiero decir, dijiste que sabías que había
una conexión entre tú y Rose desde el día en que se conocieron. Claro, Fisher
conoce a Angie desde hace años, pero ¿por qué tardó tanto en decidir casarse
con ella? No fue como tú y Rose.
Nadie se interponía en su camino. Todo lo contrario. Todos lo querían.
Excepto Fisher. Sólo digo que... la duración de su historia no es necesariamente
un indicador de la probabilidad de que él vuelva a enamorarse de ella. ¿Y si no
estaba realmente enamorado de ella? ¿Y si ella era sólo la opción lógica a falta
de otra mejor?
Rory parpadeó lentamente.
17 —Bien, que todo el mundo tome nota de que a Reese no se le permite hablar
con Angie.
—No estoy diciendo que no sea agradable. —Comenzamos a caminar de
nuevo—. O un buen partido. Pero debe haber más. Es todo lo que digo.
Rose me dio un codazo en el brazo.
—Lo sabemos... sólo lo dices.
Sonreí con satisfacción. Sí, a pesar de mis experiencias y mis revelaciones
emocionales, muchas impulsadas por Fisher, seguía gustándome la idea de que
se hubiera enamorado de mí en cuestión de semanas, a pesar de que no tuviera
sentido para nadie más. Y como él no podía desmentirlo, porque no recordaba
nada de mí ni de nosotras, me sentía perfectamente bien dejando que esa versión
de nuestra historia viviera en mi cabeza para siempre.

—Me encanta tenerte aquí. ¿Estás pensando en volver a Denver? Aquí hay
trabajos. Puedes obtener tu maestría aquí —me preguntó Rory mientras
regresábamos a Denver.
—Déjala estar —regañó Rose a mi madre.
—No te estoy presionando. Simplemente estoy haciendo la pregunta y
exponiendo algunos hechos.
—No se va a quedar. —Rose puso los ojos en blanco hacia Rory.
—No es una idea terrible —murmuré, desde el asiento trasero.
—¿Qué? —Rose torció el cuerpo para darme una expresión de ojos muy
abiertos.
—¿Ves? Conozco a mi niña. Siempre ha sido mi niña.
No le iba a romper el corazón a Rory discutiendo eso. Era su niña, y tal vez
una parte de mí siempre lo sería, pero mis intenciones de considerar la
posibilidad de volver a Denver tenían poco que ver con ella.
Y por la mirada de Rose, lo sabía. Y no estaba contenta con ello.
No me importaba.
No era la chica de dieciocho años que encontró en el piso con Fisher. Habían
pasado muchas cosas. Y aunque no tenía ninguna expectativa de que él se
acordara de mí, sólo... quería estar cerca de él. Necesitaba saber que estaría
bien, incluso si eso significaba estar a su lado mientras se enamoraba de Angie
de nuevo, mientras se casaba con ella, mientras formaba una familia con ella.
18
Mi fe no había muerto del todo. Tenía fe en que las cosas se arreglarían, sin
importar lo que eso significara.
—¡H ola, chica! —Hailey empujó la silla de su escritorio hacia atrás
cuando abrí la puerta de la oficina.
—Hola a ti. —La abracé.
—Felicidades, enfermera Capshaw.
Me reí, soltándola.
—Gracias. No he terminado. Pero estoy emocionada por pasar el próximo año
trabajando en lugar de estar en la escuela. Luego terminaré mi maestría.
—No tuvimos oportunidad de hablar en el hospital. Pero... una partera, ¿no?
—Se sentó en el borde de su escritorio.
—Sí. Trabajé con una partera en Tailandia. No decidí al instante que quería
ser eso, pero esperaba con impaciencia cada día con ella. Me ponía nerviosa
cada vez que anunciaba que alguien estaba de parto. Y no podía dormir durante
horas después de un parto. Por la adrenalina, por el asombro. Y nunca me cansé.
19 Fui testigo de casi treinta partos, y todos fueron un poco diferentes. Todos eran
especiales a su manera. Así que... —No tuve que sonreír. Me di cuenta de que
había estado sonriendo desde el momento en que ella dijo la palabra partera.
—Eso es increíble. Estoy emocionada por ti. Tal vez deberías mudarte aquí y
atender mis partos cuando los tenga. Espero que sea más pronto que tarde. —
Extendió su mano.
—¡Oh, Dios mío! ¿Estás comprometida?
—Casada. —Sacudió la cabeza—. Fue una boda en Hawái. Había menos de
diez personas. Se llama Seth y es ingeniero mecánico. Lo conocí por internet. De
hecho, estamos a punto de cumplir un año.
—¡No puede ser! No puedo creer que mi madre no me lo haya dicho.
Felicidades.
—Gracias. Entonces... ¿llegaste a la habitación para ver a Fisher? Escuché
que podría volver a casa en unos días. ¿Cuánto ha pasado? ¿Tres semanas ya?
Asentí.
—Sí. Oí que se va a casa pronto. Y lo vi una vez.
Su nariz se arrugó.
—¿Te reconoció?
Mi cabeza se movió de lado a lado.
—Pero al menos no soy su prometida.
—¡Oh, Dios mío! ¿Verdad? Me siento tan mal por Angie. Y... ¿y si nunca
recupera esos recuerdos perdidos? ¿Y podrá trabajar? No recuerda a nadie del
trabajo excepto a su padre y a su tío. ¿Recuerda sus habilidades?
Me encogí de hombros.
—Es difícil de decir. Puede que no. O puede que mañana recupere todos sus
recuerdos. ¿Pero qué hará Angie? ¿Esperar a que vuelvan? ¿O se conforma con
la posibilidad de que él no la recuerde, y tiene que ver si pueden volver a
enamorarse?
—Fisher no. —Hailey sacudió la cabeza—. No digo que el accidente no haya
cambiado posiblemente otras cosas en él, pero me lo imagino haciéndolo. Ya
que... su familia le dice lo mucho que amaba a Angie. Cómo habían pasado por
tanto durante los años para finalmente estar juntos. Y cómo él estaba todo
preparado para esa vida. Lo veo asintiendo y simplemente... casándose con ella.
Pensando en el resto más tarde.
—Eso sería...interesante. —Arrugué la nariz—. Parecería un matrimonio
arreglado por su parte. Todo eso de “Confía en nosotros, son perfectos el uno
para el otro”. No podría hacerlo. Estuve comprometida con el chico equivocado
durante un día, y no pude seguir con ello.
—Espera, estuviste...
20 Me llevé el dedo a los labios.
—Y Rory no lo sabe. Nadie lo sabe. No sé si se lo dijo a alguien. Desde que lo
dejé, dudo mucho que se lo haya dicho a alguien.
—¿Un día? —Rio—. ¿Qué pasó?
No era Fisher Mann.
—Fue impulsivo. Por su parte y por la mía. Y todavía no había tomado una
decisión clara sobre el rumbo de mi futuro, así que no podía decir que sí al
matrimonio y a la familia. Todavía no.
—Chica lista.
—¿Cómo están las cosas aquí? ¿Quién está a cargo ahora que Fisher se está
recuperando?
—Yo, por supuesto. —Guiñó un ojo—. Su padre y su tío han estado cubriendo
las cosas. Tiene grandes chicos trabajando para él. No hay mucho de qué
preocuparse. Las casas se siguen construyendo.
—Eso es bueno.
—Entonces, ¿cuándo te vas a casa? Has estado aquí durante semanas,
¿verdad?
—De momento no tengo trabajo, así que no ha habido prisa por volver a casa.
Ha sido agradable pasar tiempo con mi madre y Rose. Pero probablemente
volveré a Michigan pronto.
Después de que Fisher regrese a casa.
—¿Estás segura de que no quieres quedarte por aquí? —Ladeó la cabeza y
me sonrió tontamente.
—En realidad, no lo descarto, si encuentro un buen trabajo. Y tendría que
estudiar para la maestría. Pero… —Me encogí de hombros.
—¡Hazlo! —Rio—. Soy un poco parcial, pero ¡hazlo!
Me reí.
—Ya veré qué pasa en el próximo mes con las perspectivas de trabajo. Rory
y Rose ya están pendientes de buscar cosas por aquí. Cuando vuelva a Michigan,
veré cómo están las cosas con algunas vacantes que estaban disponibles antes
de que yo llegara aquí.
Antes de que me faltase a una entrevista porque mi corazón era más maduro
pero seguía siendo tan tonto como siempre cuando se trataba del pescador
desnudo.
—Bueno, no seas una extraña. Cinco años es demasiado tiempo. —Me guiñó
un ojo.
—De acuerdo. —La abracé de nuevo—. Me alegro de verte.

21

Con el pretexto de buscar trabajo, me quedé el tiempo suficiente para que


Fisher saliera del hospital. Rory no se quejó en absoluto. Rose tampoco, pero yo
sabía que ella estaba sobre mí.
—Llamé a Angie y le dije que dejaríamos la cena pero que no nos
quedaríamos mucho tiempo. No quiero que se preocupe por la comida ni que la
responsabilidad recaiga sobre su familia. —Rory metió contenedores de comida
en bolsas. Era más de una comida.
—Buena idea —dijo Rose desde la mesa de la cocina, trabajando en los planes
de las clases.
—Galletas de mantequilla de maní. —Rory agitó un recipiente lleno de
galletas—. A Fisher le encanta la mantequilla de maní. Seguro que eso te
revuelve el estómago, ¿no, cariño?
Fisher no hizo que se me revolviera el estómago. Aún lo hacía hacer cosas,
pero sólo cosas buenas. Pero la mantequilla de maní aún no estaba en mi lista de
alimentos.
—Lo he intentado varias veces durante la escuela, pero no... todavía no puedo
comer eso. —Levanté la mirada de mi teléfono—. ¿Preparada?
Ella asintió.
—No me odies, pero me quedo aquí. Iré este fin de semana a verlo. Es que
estoy atrasada con mis clases. —Rose frunció el ceño.
—Lo entenderá. —Rory besó la cabeza de Rose—. Te amo. Nos vemos en un
rato.
—Yo también te amo —murmuró ella.
Todas las cosas terribles que me dijeron sobre la homosexualidad, las cosas
terribles y prejuiciosas que pasaron por mi cabeza, y ahí estaba yo viendo a mi
madre y a Rose tan enamoradas. ¿Cómo podían decirse y hacerse tantas cosas
horribles en nombre de Dios? No era su culpa. Era un defecto de la necesidad de
control de la humanidad.
—Tal vez el estar en casa le haga despertar algo en su memoria —dijo Rory
mientras nos dirigíamos a su casa.
—Tal vez. ¿Angie vive con él?
—Sí, desde que su madre falleció. Apuesto a que esta noche será extraña para
ellos. Meterse en la cama con un desconocido.
Asentí lentamente, prefiriendo no pensar en Angie y Fisher en la cama. La
última vez que recordaba que ella estaba en su cama, estaba en el sótano
22 conmigo, y estábamos en la mesa de billar haciendo cosas traviesas. Tal vez la
mesa de billar era lo que necesitaban mostrarle.
No seas esa persona...
Mi conciencia me reprendió y con razón.
Cuando entramos en la calzada junto a la camioneta de trabajo de Fisher,
tomé una de las bolsas de Rory, sólo para tener algo que hacer con las manos y
ocultar mi temblor, mis nervios.
—¿Tiene una nueva camioneta de trabajo?
—Sí, creo que desde hace unos dos años —dijo Rory, tocando el timbre.
—Hola, pasen. Esto es muy generoso de ustedes. —Angie nos quitó las bolsas
en cuanto entramos.
Fisher estaba en un sillón de cuero, con la televisión encendida y una manta
sobre las piernas.
—Hola, hermoso. Bienvenido a casa. —Rory se tomó la libertad de ser una de
las personas que conocía, y ella le dio un beso en la cabeza y le acarició la mano
buena. Su otro brazo seguía escayolado.
Fisher se iluminó como un niño en la guardería cuando un padre lo recogía.
La familiaridad.
—Hola. Me alegro de estar en casa. —Me miró.
Sonreí.
—Vi a Hailey el otro día. Me aseguró que las cosas estaban bien. Sólo tienes
que recuperarte.
—¿Hailey?
—Hailey dirige tu oficina. Reese trabajó brevemente para ti. ¿Recuerdas? Te
lo dije en el hospital. Reese pasó a ver a Hailey.
—Lo siento. —Se frotó la frente—. Han pasado muchas cosas en el hospital.
—Está bien. ¿Cómo te sientes? —pregunté.
—Mejor. Todavía no puedo dormir bien, pero estoy muy cansado. No me
gusta cómo me hacen sentir los medicamentos para el dolor, pero todos parecen
pensar que debo seguir tomándolos. Creo que sólo quieren que me calle y
duerma mientras rezan para que mi memoria regrese por completo.
Justo cuando decía eso, Angie apareció de la cocina y, con la misma rapidez,
regresó a ella. Rory me miró.
—Voy a ver si Angie tiene alguna pregunta sobre la comida que hemos traído.
Asentí.
—Puedes tomar asiento. —Fisher levantó la barbilla, señalando el sofá.
—Gracias. —Apoyé mi trasero en el borde, agarrando mis rodillas para
23 mantener mis manos firmes. Todo era tan extraño, tan incómodo.
—¿A qué te dedicas? —No captó nada de lo que le dijo Rory en el hospital.
—Acabo de graduarme en la escuela de enfermería.
Sus labios se torcieron.
—¿Rory me contó eso? ¿Es algo que debería haber sabido?
—Creo que lo mencionó, pero está bien. Me enviaste una tarjeta de
graduación. —Con una sonrisa tonta y tensa, me encogí de hombros—. Así que...
gracias.
Rio entre dientes. Ese era el Fisher que yo recordaba. Esa risa suave
acompañada de un ligero movimiento de cabeza.
—De nada. ¿Puse dinero en la tarjeta?
—Nada de dinero.
—Hmm… —Frunció el ceño—. Fue un poco tacaño de mi parte. Lo siento por
eso.
De acuerdo, tal vez no era el mismo Fisher. Era realmente difícil de decir en
ese momento.
Fue mi turno de reír.
—Está bien. No creo que las graduaciones de la universidad sean como las
del instituto.
—Tal vez. ¿Escribí algo bonito en la tarjeta?
Encontré su genuino interés agradable. Por muy desgarrador que fuera su
accidente y su pérdida de memoria, no podía negar que el nuevo Fisher me
sacaba una sonrisa.
—Sí, creo que escribiste algo lindo en la tarjeta.
—Algo así como “El futuro es tuyo” o “Mucho éxito”?
Con otra carcajada, negué con la cabeza.
—No. Si no recuerdo mal, fuiste mucho más original que eso.
—Es curioso. Estoy tratando de recordar si alguna vez Rory habló de tener
una hija.
—Bueno, si no te acuerdas de mí, entonces es poco probable que te acuerdes
de ella hablando de mí.
Miró fijamente el televisor, pero percibí que no estaba concentrado en el
programa.
—¿Te gustó trabajar para mí?
Mordiéndome los labios, lo pensé detenidamente. No era una pregunta fácil.
—Estás dudando. ¿Eso es un no?
—Estabas centrado y motivado. Yo era joven y, honestamente, un poco
24 desorientada en mi vida en ese momento. Me contrataste como un favor a mi
madre, pero estoy segura de que tuviste algunos días en los que te cuestionaste
por qué hiciste esa oferta.
—¿Oh? ¿Por qué dices eso?
Antes de que pudiera responder, Rory y Angie volvieron. Los ojos de Angie
estaban rojos. Claramente había estado llorando.
—¿Está todo bien? —preguntó Fisher, con la preocupación grabada en su
rostro—. ¿Lo arruiné otra vez?
Oh, Fisher...
Era difícil ponerme completamente en su lugar, pero lo intenté. Intenté
imaginar que un completo desconocido se acercaba a mí y me decía que era mi
prometido. Que estábamos enamorados. Y yo simplemente no lo recordaba.
¿Cómo se puede afrontar eso? ¿Habría sido capaz de interpretar el papel? ¿Fingir
que estaba enamorada?
No es que no lo viera desde su lado, claramente, él tampoco me recordaba,
sino que lo veía un poco más desde su lado. Probablemente porque quería verlo
más desde su lado.
—No hiciste nada, cariño. Sólo han sido unas semanas emotivas. Ahora estás
en casa. La vida comenzará a sentirse normal de nuevo, y yo superaré mis tontas
emociones. —Angie se arrodilló junto a la silla de Fisher y le agarró la mano
buena, dándole un beso y apretándola contra su mejilla.
Fisher se puso visiblemente rígido, y cuando Angie levantó la vista hacia él,
forzó una sonrisa. La sonrisa que le hubiera dado a un extraño.
No tuvo más remedio que poner su corazón al descubierto en una bandeja
para que él lo cortara en pedacitos con sus comentarios involuntariamente
insensibles. Sin embargo, mantuve mi corazón un poco más guardado.
Nosotros terminamos.
Yo seguí adelante.
Él siguió adelante.
Fin de la historia.
Esa era la versión de la historia de mi mente. Otra razón por la que mantuve
mi corazón guardado fue para evitar que se peleara con mi cerebro. No sentía
que había seguido adelante. No le gustaba pensar que Fisher siguiera adelante.
Y definitivamente no le gustaba pensar que nuestra historia había terminado.
—Les daremos un poco de privacidad. Me alegro mucho de que estés en casa
—dijo Rory.
Antes de que pudiera dar un solo paso hacia la puerta, Fisher habló.
—Deberían quedarse a cenar. Sé que enviaron demasiada comida para dos
personas.
25
—Oh… —Rory sacudió la cabeza, dándole a Angie una expresión de
interrogación en una rápida mirada—. No. Rose está en casa. Y yo preparé la
comida para ustedes dos. No tienen que comerlo todo en una noche. Ya
pasaremos otra noche. Quizá traigamos pizza y cerveza.
—Sí, cariño. Necesitas descansar de todas formas. —Angie siguió acariciando
su mano y su brazo. Él no quería estar a solas con ella.
—¿Qué es tan gracioso? —preguntó Rory.
—¿Qué? —Entrecerré los ojos.
—Estás sonriendo. ¿Qué es lo que te hace tanta gracia?
—Nada. Lo siento. No quería sonreír. Voy a controlar eso.
Fisher soltó una carcajada.
—Sí. Es tu hija, Rory.
Sin éxito, Rory intentó ocultar su sonrisa ante mí.
—Vamos, hija. ¿No tienes un trabajo que encontrar o crucigramas que
inventar?
—¿Crucigramas? —Fisher hizo esa inclinación de cabeza que siempre había
adorado. Mi pequeño cachorro. En aquel entonces era más bien un lobo.
—Sí. —Sonreí, preguntándome si eso le refrescaría la memoria—. Soy una
cruciverbalista. ¿Has oído hablar de eso?
Sabía que Rory no lo vio, y Angie tampoco, pero yo sí. Vi ese pequeño tic en
la comisura de su boca justo antes de que sacudiera la cabeza una vez.
—No... no estoy seguro.
—Fisher no es un tipo de crucigramas. Pero ganó un concurso de ortografía.
¿Verdad, cariño? Creo que tu madre me lo contó una vez. —Angie trató de
demostrar su experiencia.
Me emocionó saber que compartió ese secreto conmigo y no con ella. Y su
memoria podría haber sacado cosas de su cerebro, pero no los crucigramas,
porque lo vi, el tic, incluso sus ojos cambiaron un poco en algo parecido a la
curiosidad o la satisfacción.
—Una cruciverbalista es una persona que disfruta con los crucigramas o los
construye —dije.
Fisher...
Esa mirada. ¿Fue la mirada que me dirigió la primera vez que le hablé de mi
afición? ¿Fue la mirada que extrañaba? ¿Fue ese el momento en que supo que yo
era algo más que una chica de dieciocho años con brazos extrañamente largos y
que probablemente no llevaba calcetines con mis zapatos?
No estaba tratando de alejarlo de Angie. Sólo intentaba encontrar a mi
26 pescador desnudo.
Mi pescador desnudo sí disfrutaba de los crucigramas.
Mi pescador desnudo no se casaría con alguien sólo porque su familia
pensaba que era lo correcto.
Mi pescador desnudo... bueno, no sabía si todavía existía.
Pero quería averiguarlo.
—No te ofendas, pero parece un pasatiempo nerd.
—Fisher, eso no es agradable. —Angie, bendito sea su ignorante corazón,
acudió a mi rescate.
—El padre de Reese solía construir crucigramas. —Rory se puso en medio.
Muy práctica. No intentaba hacer sentir mal a nadie.
Fisher asintió varias veces.
—Tu ex marido murió. ¿Verdad?
Vaya.
Fisher lo recordaba, pero no a mí.
—Sí. Poco antes de que Reese cumpliera quince años.
—Bueno, hoy estoy de suerte. Otro comentario idiota de mi parte. Tal vez
debería tomar mis medicinas e irme a dormir.
—Está bien —dije—. Estoy segura de que algún día encontraré a mi alma
gemela nerd y cruciverbalista. Y a él le parecerá entrañable mi afinidad por las
palabras y las frases. Tal vez incluso sexy. —Le guiñé un ojo.
Un guiño.
Para mi pescador desnudo.
Entonces volvió a ocurrir. La comisura de su boca se torció.
Sí, Fisher. Eres mi alma gemela cruciverbalista, imbécil testarudo con el cerebro
roto.
—Estoy seguro de que está ahí fuera. Buena suerte. —Fisher mantuvo su
mirada en mí.
—Probablemente esté escondido. No todos los cruciverbalistas son lo
suficientemente valientes como para admitir su pasión ante el mundo.
—Mmm… —tarareó mientras asentía.
Tenía su atención.
No su memoria.
No su anillo de compromiso.
No su cama.
27
El terreno era inestable en el mejor de los casos, pero lo acepté.
—Bueno, buenas noches a los dos —dijo Rory mientras la seguía hacia la
puerta.
—Gracias de nuevo —respondió Angie.
—Sí. Gracias —añadió Fisher.
Q
uerido pescador perdido:
Acabo de llegar a casa después de pasar semanas en Denver
para asegurarme de que estés bien. No te acuerdas de mí. Eso
está bien. Tal vez sea mejor que no lo hagas.
Después de cinco años, el compromiso más corto del mundo, la
universidad, un tatuaje y algunos pecados graves, pensé que te había
superado. Encontré mi pasión y la seguí. Entregué mi virginidad a un
hombre digno que podría haberla apreciado más que yo. Y encontré mi
maldita voz.
Entonces te vi. Y fue...
Nueve a lo largo. Diez letras. Pista: Calamidad.
Catástrofe.
Me resultó terapéutico escribir mis pensamientos y sentimientos. Era la forma
28 más fácil de desprenderse de ellos. Hacía años, desde la muerte de mi padre,
que no sentía la necesidad de escribir mis pensamientos. Pero la pérdida de
Fisher lo sacó todo.
La ansiedad.
Emociones revueltas.
Esperanza devastadora.
Pérdida de rumbo.
Me di un tiempo. Un tiempo para ordenar mis sentimientos antes de aceptar
un trabajo en cualquier lugar. Dejé que mis sentimientos resucitados del
pescador desnudo se ordenaran solos.
Rory me mantuvo al tanto de Fisher durante mi descanso para tener
perspectiva. No ayudó a mi perspectiva.
Rory: Fisher está mejor. Ligeramente alterado.
Rory: Fisher no puede dormir. Tiene una ansiedad terrible.
Rory: Fisher intentó volver al trabajo hoy. Angie no está contenta.
Rory: Me siento tan mal por Angie. Va a ser un largo camino para ella y
Fisher.
La mayoría de mis respuestas fueron breves, como: lamento escuchar eso o
qué pena
Dos semanas después, Rory me llamó.
—Hola.
—Te encontré un trabajo —dijo.
Me reí.
—¿Qué te hace pensar que todavía estoy buscando trabajo?
—Porque son las dos de la tarde de un jueves y contestaste el teléfono al
primer timbrazo. Y si tuvieras un trabajo, ya me lo habrías dicho.
—Hablando de trabajos, ¿no tienes todavía uno?
—Mi siguiente cliente canceló en el último minuto. De todos modos, hablando
de clientes y trabajos... esta mañana tuve un nuevo cliente. ¿Sabes a qué se
dedica?
—De hecho, no lo sé —dije.
—Es partera. Trabaja en una clínica con otras tres parteras. Ejercen la
obstetricia y todo tipo de atención sanitaria a la mujer. De hecho, voy a ir a verla.
Hace pruebas para detectar desequilibrios hormonales y cosas así. Me vendría
bien un buen equilibrio. Le hablé de ti, y me dijo que le encantaría hablar contigo
sobre la posibilidad de trabajar con ella, asistiendo en la clínica y durante los
partos porque acaba de perder a su enfermera cuyo marido fue trasladado a otro
estado por su trabajo. Le dije que te llamaría de inmediato. También le di tu
información de contacto, así que espera una llamada. Está muy emocionada
29 porque ayudaste a una partera en Tailandia durante casi un año.
—¿Ella está en Denver?
—Bueno... sí. Por supuesto.
—¿Cómo sabes con seguridad que sigo pensando en volver a Denver?
Mi relación con Fisher era mucho mejor cuando había unos buenos mil
quinientos kilómetros entre nosotros. Volver a Denver magnificaría todo de
nuevo.
—Porque nos quieres a Rose y a mí y nos extrañas. ¿Y me oíste decir partera?
Era una gran oportunidad.
—Hablaré con ella. No prometo nada. ¿Cómo está... Rose?
—Ella está bien. Supongo que algunos de sus estudiantes la están volviendo
más loca de lo normal. Está pensando que podría ser el momento de buscar un
nuevo puesto, algo en el instituto.
—Probablemente eso sea inteligente. ¿Cómo está...? —Me dirigí a mi
verdadera pregunta. No es que no me preocupe por Rose—. ¿Cómo está Fisher?
—Oh, Fisher... No lo sé. Quiero decir… está molesto porque aún está
escayolado. Molesto porque no puede dormir. Molesto porque no puede
recordar a la gente que trabaja para él o cualquier otra cosa sobre su trabajo.
Pero si estoy leyendo entre líneas correctamente, está molesto porque no puede
recordar a la mujer que vive con él. Y me siento increíblemente mal por Angie.
Está considerando aceptar un nuevo trabajo en ventas farmacéuticas porque
implica viajar, y cree que podría ser bueno para ella y Fisher tener algo de
espacio. Ella espera que la ausencia haga que el corazón se vuelva más cariñoso,
pero tengo que ser honesta contigo, no estoy segura de que él la eche de menos.
Y no es ella. Es él. Está odiando la vida en este momento. Bebe más. Sonríe
menos. Rose y yo nos sentimos más como cómplices que como amigos cuando
pasamos a verlo. Es como si se muriera por una excusa para beber. Y sabe que
Angie no beberá con nosotros porque está demasiado ocupada investigando la
pérdida de memoria y un millón de formas de recuperarla. Es todo muy
incómodo.
—¿Está viendo a un terapeuta?
—No. —Rory se rio—. Angie sí, pero Fisher no. Todavía no. No se siente
cómodo hablando con un extraño sobre un grupo de otros extraños. Esas fueron
sus palabras.
—Suena correcto. Bueno, todos deben dejarlo encontrar su propio camino a
través de esto. Si no quiere ayuda, no se lo puedes imponer. Y tal vez Angie tiene
razón. Darle espacio podría ayudar. El estrés no ayuda al proceso de curación, y
su cerebro necesita sanar.
—Sí, Rose y yo le dijimos que aceptara el trabajo, pero la familia de Fisher no
está tan segura. Creen que su trabajo debe ser conseguir que Fisher se enamore
de ella de nuevo. Pero el amor no correspondido es muy duro para el corazón.
30 Asentí con la cabeza.
—Sí, lo es.
—Llámame después de hablar con Holly. Es la partera. Holly Dillon.
—Lo haré. Y gracias. Suena como la oportunidad perfecta, incluso si no tengo
ganas de volver a mudarme.
—Lo sé. Hablaremos pronto, cariño.

La entrevista telefónica con Holly fue bien. Perfecta, de hecho. Renunciar a mi


contrato de alquiler de un año no era la forma ideal de administrar mi dinero,
pero acepté la pérdida, alquilé un pequeño remolque U-Haul para llevarlo detrás
de mi auto y conduje hasta Denver en el transcurso de tres días y dos noches.
Lo que no esperaba encontrar era a Rory, Rose y Fisher sentados en el porche
de Rory y Rose cuando llegué a la hora de la cena. Mis nervios hicieron cosas
estúpidas junto con mi corazón y las mariposas en mi barriga. Él no me
recordaba. ¿Por qué me comportaba como una estudiante desnuda el primer día
de clase?
—¡Está en casa! —Rory dejó su vino a un lado y corrió hacia mí.
—Hola. —La abracé cuando intentó derribarme.
—¿Qué tal el viaje?
Suspiré, apartándome el cabello de la cara.
—Largo.
—¿Tienes hambre?
—Estoy muerta de hambre —dije.
—Comamos primero y luego descarguemos tus cosas. Hice chile y panecillos
de maíz.
—Suena increíble. —La seguí hacia el porche.
—Hola, chica. —Rose se puso de pie y me abrazó—. Me alegro de verte.
—Lo mismo digo.
—Voy a volver a meter los panecillos en el horno un rato para que se
calienten. —Rory abrió la puerta principal.
—Voy a poner la mesa. —Rose la siguió.
La puerta se cerró y quedamos solos.
31 —Hola. —Sonreí. Era difícil determinar el tamaño adecuado de una sonrisa
para Fisher. Nada demasiado exuberante. Nada demasiado apenado, como si me
sintiera mal por el hecho de que estuviera escayolado y sufriera de ansiedad...
tal vez incluso al borde del alcoholismo como su mecanismo de supervivencia
favorito.
—Bienvenida a casa. Y felicidades por tu nuevo trabajo.
—Gracias. Me han dicho que te estás recuperando bien.
Gruñó una carcajada antes de dar un trago a su cerveza.
—¿Quién te dijo eso?
—Rory.
—Me estoy recuperando. ¿Bien? No estoy tan seguro de eso.
—¿Dónde está Angie?
—¿Mi prometida?
Con una risa nerviosa, asentí.
—Um... sí.
Se encogió de hombros.
—No estoy seguro. Dije algo que la hizo enfadar de nuevo. Así que se fue. Ella
volverá. Siempre lo hace.
—Bueno… —Me apoyé en el pilar de la esquina del porche—. Pareces un
manojo de alegría. No puedo imaginar por qué ella dejaría tu alegría.
Eso provocó una pequeña sonrisa en su rostro, y negó lentamente con la
cabeza antes de rascarse la nuca.
—Ella está bien. De verdad. Es una hermosa desconocida. Estaba claro que
fui un hombre afortunado.
—¿Lo fuiste? Sobreviviste a un accidente bastante intenso en tu moto. Yo diría
que sigues siendo afortunado. Y todavía tienes una prometida. ¿Cuál es el
problema? ¿Tienes problemas de disfunción eréctil? No es raro después de los
accidentes.
Se atragantó con su cerveza y se limpió la boca con el dorso de la mano.
—¿Qué mierda? No. ¿Por qué me preguntas eso?
Agarré su cerveza y bebí un largo trago. Una pequeña mezcla de saliva.
Levantó una ceja.
Sí, Fisher... No soy la chica inocente que no recuerdas. Intercambio saliva. Bebo
cerveza. Y tengo sexo. A veces incluso me toco porque se siente bien.
—Soy enfermera. Es una pregunta totalmente médica. Puede ser duro para
las relaciones cuando los accidentes perjudican la función sexual. Y a veces no
se trata de una incapacidad física, sino de una cuestión emocional.
—Mi polla funciona bien.
32
—Tal vez deberías hacer algo que te haga olvidar tu situación.
—¿Cuál es mi situación? —Me arrebató la botella de cerveza y frunció el ceño
al ver que estaba vacía.
—Tu brazo sigue escayolado. Seguro que tu familia sigue mimándote. Y estás
viviendo con una desconocida que quiere que te pongas un esmoquin para
quedarse con tu apellido y tener tus hijos.
Sus labios se torcieron. Después de unos segundos, asintió varias veces.
—Eso no es del todo inexacto. Entonces, ¿qué distracción sugieres?
—Podría darte algunos de mis crucigramas para que trabajes en ellos.
Ahí estaba de nuevo. Esa mirada. La que echaba de menos cuando era una
chica nerviosa de dieciocho años con un enamoramiento insano por el pescador
desnudo. La que no eché de menos cuando fuimos a cenar a su casa después de
que volviera del hospital y le hablé de mi afición.
—¿Por qué sigues mencionando los crucigramas? No estoy seguro de que me
gusten.
—¿No? —Hice su característico gesto con la cabeza—. Uh... Me pareció sentir
una vibración. Seguramente no.
—¿Una vibración de crucigrama?
—Algo así. —Mis labios se apretaron para ocultar mi sonrisa.
—La cena está lista —dijo Rory, mientras abría la puerta.
La mirada de Fisher se quedó pegada a mí, justo donde me gustaba. Donde
debía estar.
—¿Necesitas ayuda para ponerte de pie? —Me aparté del pilar y le tendí la
mano.
Sacudiendo la cabeza, se inclinó hacia delante y se puso de pie solo mientras
murmuraba:
—No necesito ayuda para levantarme.
—Creer que puedes es la mitad de la batalla —murmuré mientras me dirigía
a la casa.
Fue sólo un susurro, pero me pareció que estaba bastante segura de que
había dicho:
—Listilla. —Mientras me seguía al interior de la casa.

33 —Vamos a descargar tus cosas —sugirió Rose justo después de la cena.


—No tengo mucho. Vendí las piezas grandes porque sabía que no tendrías
espacio para ellas y no quería guardarlas. —Me dirigí a la entrada de la casa.
—Fisher, ¿quieres que te lleve a casa? —preguntó Rory mientras ponía los
platos de la cena junto al fregadero.
—Son tres cuadras. Creo que puedo arreglármelas. Además, debería ayudar
a descargar las cosas de Reese del remolque.
—No. —Me giré justo al salir—. Tienes el brazo escayolado.
—¿Y?
—Así que nosotras nos encargamos de ello.
—Tengo un brazo bueno. —Salió, obligándome a dar un paso atrás.
—No te preocupes. Nos encargamos de esto. Sabes que mis brazos son
extrañamente largos —dije, y no pude retractarme. Por un segundo, me permití
olvidar que Fisher no me recordaba ni nada de mí.
—¿Lo son?
Asentí lentamente antes de darme la vuelta y dar rápidas zancadas hacia el
remolque.
—Eso es lo que me dijo una vez un imbécil. —Abrí el remolque y agarré una
caja mientras Rose tomaba otra.
Fisher también agarró una caja y se la metió entre el brazo y el pecho, y nos
siguió hacia la casa, a mi dormitorio.
Rose dejó su caja en el suelo y volvió a salir. Dejé mi caja sobre la cama y
empecé a rozar a Fisher mientras él ponía su caja junto a la mía.
—¿Yo fui ese imbécil?
Me detuve en la puerta dándole la espalda. Después de unos segundos para
pensar en una respuesta sincera, miré por encima del hombro.
—Fuiste mi imbécil favorito. —Le lancé una sonrisa exagerada, usando un
humor falso para ocultar la profundidad de mis emociones—. Pero sí... te burlaste
de mis brazos largos. —Sin esperar su respuesta, volví a salir a la calle.
Rory se unió a nosotros, y los cuatro tuvimos todo descargado en menos de
diez minutos.
—Gracias, Fisher —agradeció Rory antes de que yo tuviera la oportunidad de
hacerlo—. ¿Seguro que no quieres que te lleve?
—No quiero que me lleven. Gracias por la cena.
—Buenas noches, Fish —dijo Rose desde la cocina mientras empezaba a lavar
los platos.
—Voy a cerrar el remolque y mi auto —le dije a Rory mientras seguía a Fisher
34 por la puerta.
—De acuerdo.
No dijimos nada mientras paseábamos por el camino de entrada. Me desvié
hacia la izquierda para cerrar el remolque.
Fisher se detuvo, deslizando su mano buena en el bolsillo trasero de su
pantalón.
—No creo que me interesen, pero si quieres dejarme algunos crucigramas...
—Se encogió de hombros—. Los probaré. No hay prisa. En realidad... no es gran
cosa.
Cerré el remolque y apoyé la espalda en él, cruzando los brazos sobre el
pecho.
—De acuerdo, mañana te dejaré algunos.
—No hay prisa. —Se esforzó por mostrarse indiferente conmigo.
—De acuerdo. —Asentí varias veces—. Entonces... los dejaré mañana.
Luchó contra su sonrisa, pero ganó.
Gané.
—Supongo que mañana está bien.
No sabía a quién tenía Angie cuando estaban juntos. No conocí al Fisher con
ansiedad del que me había hablado mi madre.
Mi Fisher seguía en su piel. Demasiado genial para su propio bien.
Tenía una pizca de crudeza.
Y un poco algo más.
—Estuve… eh… mirando fotos en mi teléfono. Y me encontré con algunas
tuyas y una de nosotros. En las montañas. Tu cabello era más largo. Pero aparte
de eso, estabas igual. ¿Lo recuerdas? —Fisher forzó su mirada para encontrarse
con la mía. La confusión le carcomía el rostro a lo largo de la frente y en las
comisuras de los ojos.
Sonreí.
—Sí. Mi memoria está bien.
—Y... ¿qué estábamos haciendo? ¿Rory estaba allí también? No apareció en
ninguna de las fotos.
—No. Estábamos sólo nosotros. Rory estaba en California por trabajo. Nunca
había estado en las montañas, y realmente quería ir. Pero tanto tú como Rory
tuvieron un pequeño ataque acerca de que yo condujera allí por mi cuenta. Así
que me llevaste. En tu moto. Nos detuvimos en ese mirador y tomamos algunas
fotos. Luego comimos pizza en Beau Jo's de camino a casa. Fue… —Mi sonrisa se
amplió—. Fue un buen día. Un gran día, en realidad. Mi primera vez en las
montañas. Mi primera vez en la parte trasera de una moto. Mi primera vez
mojando corteza de pizza en miel.
35
Asintió lentamente.
—¿Así que hacíamos cosas fuera del trabajo?
—A veces. Una vez tuvimos una cita doble... bueno... triple. Arnie me invitó a
uno de sus conciertos. Tú y Angie estaban allí, y mi amiga y su novio también se
unieron a nosotros. Yo era menor de edad; por lo tanto, yo era la conductora
designada esa noche.
—Uh… —Movió la cabeza de lado a lado. Es tan extraño. Como si Angie me
mostrara un millón de fotos y vídeos de nuestro tiempo juntos, y nada me resulta
familiar. No recuerdo el viaje a las montañas ni el concierto.
Con una sonrisa sencilla, me enderecé y descrucé los brazos.
—Bueno, yo lo recuerdo por los dos.
—No parece molestarte que no me acuerde. Angie parece estar al borde de
la locura después de que hayamos pasado horas tratando de refrescar mi
memoria con las fotos y los vídeos.
Asentí lentamente.
—Creo que el amor, el bueno, tiene una mezcla en partes iguales de asombro
y familiaridad. Esa sensación de conocer a alguien, pero también de saber que
hay partes de esa persona que siguen siendo un misterio que no puedes esperar
a descubrir poco a poco. Si no hay asombro, creo que el amor puede morir. Si no
hay familiaridad, creo que el amor ya se siente muerto. Si fuera yo quien se
casara contigo, me molestaría más de lo que lo hago. Pero tú la elegiste a ella.
Oh... mi... dulce... señor...
Esa no fue la elección correcta de palabras. Y por mucho que esperaba y
rezaba para que Fisher dejara pasar mi elección de palabras sin pensarlo dos
veces, no sucedió.
—¿Yo la elegí?
¡MIERDA!
Sí, adopté esa palabra en mi vocabulario, como una herramienta favorita que
sólo utilizaba en caso de necesidad.
—Dios... —Fruncí los labios y puse los ojos en blanco de forma dramática—.
Eso sonó muy raro, ¿no? —Por si acaso, solté una carcajada incómoda—. Estoy
tremendamente cansada por las largas jornadas de conducción. Me refería a la
propuesta. —Sacudí la cabeza—. Sí, eso es lo que quise decir. Le propusiste
matrimonio a ella. Sólo a ella. No es que hayas podido elegir entre ella y otra
persona. Al menos... no que yo sepa. Y definitivamente no a mí, claro, porque
hasta tu accidente, no te había visto en cinco años. Agh... —Me cubrí la cara con
las manos—. Por favor, dime que me calle.
Sonrió como el Fisher que conocí cinco años antes. Como el Fisher que no me
eligió a mí. El Fisher que finalmente estaba dispuesto a tomar mi virginidad con
el entendimiento de que mi marido (no él) se lo agradecería algún día.
36
—Encuentro tus divagaciones demasiado entretenidas como para decirte que
te detengas.
—Vete a casa y encuentra entretenida a tu prometida.
Algo entre un gruñido y una risa salió de este pecho.
—Haré lo que pueda.
—Buenas noches, Fisher. Gracias por tu ayuda.
Se dio la vuelta y se dirigió a la acera.
—Cuando quieras.
A
l día siguiente tardé tres horas en levantarme antes de llevar los
crucigramas a la casa de Fisher. Rory y Rose estaban en el trabajo, y
yo no empezaba a trabajar hasta la semana siguiente, así que nadie me
vigilaba.
Llamé a la puerta varias veces.
No hubo respuesta.
Toqué el timbre.
Tampoco hubo respuesta.
Cuando me di por vencida y comencé a retroceder por la acera, Fisher abrió
la puerta.
Qué suerte la mía...
Estaba mojado y con una toalla alrededor de la cintura. El pasado se repetía.
Me gustaba la idea de volver atrás con Fisher.
37 —¡Se me hace tarde, cariño! —Angie apareció en la puerta con un traje y su
bolso colgando de un brazo. Se puso de puntillas y lo besó en los labios. Él le
devolvió el beso.
No fue un beso largo, pero tampoco fue unilateral.
—Buenos días, Reese. No puedo quedarme a charlar. ¡Adiós! —Me saludó con
su mano izquierda, la que tenía un gran diamante y uñas arregladas, justo antes
de subirse a su auto.
Murmuré un hola apenas audible y dirigí mi atención al pescador desnudo
resucitado. Mientras me dirigía al porche delantero, él observó a Angie salir de
la calzada antes de cambiar su atención hacia mí.
—Buenos días
Mi mirada luchó por mantenerse en su rostro.
—No es lindo, ¿verdad? —dijo.
Sacudí la cabeza como si no hubiera estado mirando su herida de carretera
que estaba curando bastante bien.
—Estás vivo. Creo que la belleza de tu piel debería ser algo secundario.
Se metió en la casa, dejando la puerta abierta, lo que tomé como una
invitación a entrar.
—Angie parecía estar de buen humor. Debes haber hecho algo bien por una
vez.
Continuó por el pasillo hacia su dormitorio.
—Al parecer, sólo necesitaba echar un polvo. De haberlo sabido, podría
haberla complacido antes. —Cerró la puerta.
Ese fue un golpe bastante duro. Me costó una buena charla de ánimo para
controlar mis emociones antes de que volviera a salir del dormitorio.
Le propuso matrimonio.
Ella dijo que sí.
Aunque no la recordara, no significaba que no pudieran tener sexo. El sexo
no tenía que implicar sentimientos. Los hombres pagaban por el sexo con
prostitutas, no es que Angie fuera una prostituta o que Fisher fuera el tipo de
hombre que pagaría por sexo. Necesitaba una forma de asimilarlo antes de que
la decepción me hiciera perder el control.
Me senté en la isla de la cocina. Unos minutos más tarde, entró en la sala con
vaquero y una camiseta blanca. El cabello seguía húmedo.
—Mi polla funciona, enfermera Capshaw. En caso de que aún estés
preocupada. —Se sirvió una taza de café y dejó caer dos rebanadas de pan en la
tostadora.
Mi desayuno se convirtió en un mini vómito que tragué.
—Sigues siendo tan vulgar.
38 —¿Vulgar? —Se giró y apoyó el trasero en la encimera, dando un sorbo a su
café—. ¿Fui vulgar contigo?
¿Quería la verdad?
—Si mi madre no hubiera estado viviendo en tu sótano, estoy bastante segura
de que podrías haber ganado una demanda por acoso sexual y por tu vulgaridad.
—Podría haber estado sintiéndome un poco furiosa y a la defensiva tras la
confirmación de que se había tirado a Angie anoche.
Cómo se había atrevido a tener sexo con su prometida. (Ojos en blanco para
mí).
—¿Estás...? —Me miró entrecerrando los ojos—. ¿Lo dices en serio? ¿Fui
inapropiado contigo?
¡Vaya! Parece que eso lo molestó de verdad.
Pensé un poco en mi respuesta. Por supuesto, mi respuesta instintiva habría
sido: “Me ataste con una soga a un taburete y me devoraste”. Esa respuesta
revelaba demasiada información. No estaba tratando activamente de romper su
compromiso. No conscientemente, al menos.
—Tenías un don para hacer que me sonrojara. Eso es todo.
Mantuvo la boca oculta tras su taza de café. ¿Estaba sonriendo?
—Cuéntame. ¿Qué tipo de cosas hice para que te sonrojaras?
—Yo... Me reí—. No te lo voy a decir. Estoy segura de que la mayor parte fue
porque era joven. Había pasado los tres años anteriores en una academia
cristiana, y Rory se había ido, así que creo que estabas aburrido. Avergonzarme
se convirtió en tu pasatiempo favorito.
Después de otro sorbo de su café, dejó la taza sobre la encimera.
—Bueno, lo siento. —Parecía que estaba hablando en serio.
El largo momento de silencio transmitió un nivel de autenticidad. Entonces,
una risa inoportuna me sorprendió. Simplemente... empecé a reírme, y no pude
parar.
Incluso con mi mano ahuecada en la boca, mi risa continuó.
—Lo siento. Es que no te creo.
—¿Qué es lo que no crees?
Respiré profundamente para controlar mi risa.
—Que lo sientes. Me dijiste que tu polla aún funciona.
—Sólo porque ayer me preguntaste si funcionaba.
—Como enfermera. Te lo pregunté de forma profesional.
—Pero no eres mi enfermera, de modo que te hizo parecer la hija de mi amiga
simplemente preguntando por mi polla. —Sacó la mantequilla de la nevera.
—¿No mantequilla de maní? Es imposible que no comas mantequilla de maní.
39
Se encogió de hombros.
—Sí, no sé qué pasa con eso. Todo el mundo me dice que me encanta la
mantequilla de maní. Rory hizo galletas de mantequilla de maní. Quiero decir,
está bien, pero no siento un gran amor por ella.
—La odio.
—¿En serio? Eso es interesante. No sé lo que odio. O no lo recuerdo. Es raro
que algunas cosas estén claras y otras simplemente no existan. No es que no las
recuerde bien, es que no existen en absoluto.
Asentí.
—El cerebro es un lugar misterioso. A pesar de todo lo que sabemos sobre
él, parece que hay muchas cosas que todavía no conocemos y que quizá nunca
lleguemos a comprender del todo. No te estreses por ello.
—No lo hago, pero siento el estrés de todos los que me rodean.
No sabía qué decir. Así que no dije nada más al respecto durante un minuto o
dos antes de cambiar de tema.
—Te traje unos crucigramas. —Dejé la carpeta sobre el mostrador.
—Oh… —Miró por encima del hombro—. ¿Hemos terminado de hablar de mi
memoria y mi polla? —Esa sonrisa...
Era un hombre diferente, pero era el mismo. Sólo le faltaban algunos
recuerdos.
—Espero que sí. ¿Necesitas ayuda para untar eso en tu tostada?
—¿Tengo aspecto de necesitarlo? —Tenía mantequilla en su escayola y su
tostada seguía resbalando de su plato a la encimera mientras intentaba untarla.
—No. No lo parece. Parece que lo tienes todo bajo control.
Abrazó el bote de mantequilla contra su pecho con el brazo escayolado y
utilizó su mano buena para presionar la tapa. Cuando la devolvió a la nevera, me
fijé en un trozo de mantequilla embadurnado en su camisa. Pasando los labios
entre los dientes, guardé silencio.
—¿No trabajas hoy? —Miró hacia abajo, frunciendo el ceño sobre su camisa.
—Empiezo mi nuevo trabajo el lunes. ¿Y tú? Porque está claro que podrías
hacer cualquier cosa. Esa escayola no te detiene ni un poco —resoplé.
Fisher levantó la vista, con los ojos entrecerrados.
—¿Te estás metiendo con un incapacitado? Qué cristiana eres.
—Lo siento. ¿Qué puedo hacer por ti hoy? ¿Rastrillar las hojas de tu jardín?
¿Afeitar tu rostro desaliñado?
—¿Mi rostro? —Dejó de masticar—. Angie dijo que tenía que afeitarme o al
menos recortarme la barba. Se ofreció a hacerlo, pero le dije que podía hacerlo
yo mismo.
40
—Por supuesto que sí. —Sonreí—. Si fueras zurdo, estarías bien. Pero no eres
zurdo.
—¿Conoces mi condición de zurdo?
—Sí, pero si había alguna duda, ese fracaso de la mantequilla que acabo de
presenciar lo confirmó.
—Inteligente. —Se comió la tostada.
Lo observé comerla. Y compartimos miradas familiares. Bueno, familiares
para mí.
—Dejaré que me recortes la barba. Pero no puedes decírselo a nadie.
—De acuerdo. ¿Por qué?
—Porque quiero que Angie piense que lo hice yo solo.
—Te das cuenta... que ella es la mujer a la que le pediste matrimonio. Todo
eso de en la enfermedad y en la salud. ¿Verdad?
Negó con la cabeza.
—Yo no le propuse matrimonio. Ella lo hizo.
—Uh... ¿recuerdas eso?
—Ella me lo dijo. Me lo ha contado todo. Oficialmente tengo todos los
recuerdos de nuestra vida hasta ahora; sólo que no son míos. Son suyos, lo que
los hace tan reales como si alguien me leyera un libro de ficción.
—¿Y te propuso matrimonio?
—Sí.
—¿Cómo te sientes al respecto?
Se encogió de hombros.
—No lo sé. Le pregunté si sabía por qué no le había propuesto matrimonio.
—¿Qué dijo?
—Dijo que necesitaba un empujón.
—Interesante. —Eso me sorprendió. Rory no me dijo que Angie fue la que lo
propuso—. Bueno... ¿has terminado? Si voy a recortar tu barba en secreto,
debería hacerlo ahora. Tengo algunos recados que hacer.
—De acuerdo. Podemos hacerlo ahora. —Dejó su plato en el fregadero y
señaló con la cabeza el pasillo.
Lo seguí hasta el baño principal, donde se quitó la camisa con el brazo bueno
y la tiró al suelo.
—¿Has recortado barbas antes? —preguntó, sacando la recortadora de su
base y encendiéndola como si estuviera probando la batería.
—Sí. He recortado muchas cosas. —Le quité la recortadora de la mano—.
41 Siéntate. —Señalé con la cabeza el banco del tocador que no estaba allí cuando
Fisher vivía solo.
Se sentó, colocando una toalla sobre su regazo para recoger el pelo. Me
centré en su cara. No en sus cicatrices. Y, definitivamente, no en sus abdominales
ni en su feliz trayectoria. No. Era una profesional. Excepto por mis pensamientos.
Jugaban en mi cabeza como un día en un parque de atracciones.
Estuve en esa bañera desnuda.
Sé cómo es su pene porque le hice una mamada en la puerta de su armario.
—¿Qué es tan gracioso? —preguntó.
—¿Qué? —Encendí la recortadora.
—Estabas sonriendo.
Realmente necesitaba practicar una cara seria mientras fantaseaba con el
pescador desnudo.
—Lo siento. No volveré a sonreír. —Empecé a acercarme a sus patillas.
—No te disculpes. Es una gran sonrisa.
Sentí su mirada en mi cara, pero me mantuve concentrada en la recortadora
para no hacer ninguna estupidez, como cortarle la oreja o besarlo.
—¿Dejaste un novio en Michigan?
Me resultaba difícil controlar mi respiración en su proximidad, y el hecho de
hacerme preguntas personales no ayudaba a la situación.
—Dejé varios novios en Michigan, pero los dejé mucho antes de que
decidiera volver a vivir aquí.
—¿Te gusta más Colorado que Michigan? ¿O querías estar más cerca de tu
familia?
Quería estar más cerca de ti.
—Un poco de ambas cosas. Creo que sabía que si no me mudaba aquí, tu
barba nunca se recortaría.
—Ja ja...
Le robé una pequeña mirada a los ojos antes de reanudar el recorte de la
barba.
—Me encanta estar aquí. Y echaba de menos a mi madre. Apenas nos
reunimos después de cinco años de separación en la cárcel y ella se fue a
California. Poco después de su regreso, me fui a Tailandia. Luego a Michigan.
—Es una locura que recuerde a Rory pero no recuerde que se fue a California.
—Bueno… —Usé mi dedo para levantar su barbilla—. Si te acordabas de ella
yendo a California, entonces te acordarías de mí.
—Claro. ¿Qué hiciste en Tailandia?
42 Extrañarte. Desarrollar sentimientos por otro hombre. Regalar mi virginidad.
Encontrar mi vocación en la vida. Y extrañarte un poco más.
—Un viaje misionero. Originalmente, iba a ser sólo por seis meses. Pero el
amigo que me convenció de ir, quería quedarse otros seis meses. Fue la mejor
decisión. Ayudé a una partera. Y ahí es donde me enamoré de la partería. Así
que volví a Texas después de Tailandia, el tiempo suficiente para que mis
abuelos me ayudaran a pagar la matrícula.
—Así que le debes a este chico, tu amigo, un gran agradecimiento por
convencerte de ir a Tailandia.
—Supongo que sí.
Y a Fisher. Le debo un agradecimiento por ayudarme a ver lo terrible que era
el momento para nosotros.
—Eso es genial —dijo Fisher—. Me gusta cuando el destino hace lo suyo. Si
un amigo de mi padre no me hubiera dado un trabajo de verano en su empresa
de construcción, probablemente habría ido a la universidad sólo para hacer
deporte. ¿Quién sabe cómo habría acabado eso? —Fisher se encogió de
hombros—. Angie dijo que quería que jugara al béisbol en la universidad. Cree
que me habría hecho profesional. —Rio entre dientes—. Al parecer, la conozco
desde que teníamos seis años. Nuestras madres tenían planeada nuestra boda
antes de que saliéramos de la escuela.
—Así que... ¿recuerdas que te gusta la construcción, pero no recuerdas que
tengas una empresa de construcción? ¿Y recuerdas a tu familia, pero no
recuerdas a la chica que conociste a los seis años? ¿La mujer a la que le
propusiste... bueno, le dijiste que sí?
—Tal vez sea una señal.
—¿Una señal? —Ladeé la cabeza.
—Tal vez sea una señal de que necesitamos más tiempo.
—Oh... Espero que no le hayas dicho eso. —Apagué la recortadora, retiré el
cabezal y soplé las cuchillas antes de devolver el cabezal a su sitio y dejarlo
sobre la encimera.
Fisher se pasó la mano por la barba bien recortada.
—¿Y si no la recuerdo? ¿Y si no...? —Se frotó los labios, con la mirada desviada
hacia el suelo.
—¿Y si no qué? —Tomé la toalla de su regazo y tiré los pelos a la basura.
—¿Y si no me vuelvo a enamorar de ella?
Tosí una carcajada.
—Um... tuviste sexo con ella anoche. —No pude mirarlo. No tenía dieciocho
años, pero tampoco era inmune al baño en el que estábamos ni a hablar de sexo
con el pescador desnudo.
43 Echó la cabeza hacia atrás como si mi afirmación no tuviera sentido.
—El sexo no es amor.
—Puede que lo sea para tu prometida.
—Ella lo quiso. Y tú sugeriste que mi polla podría no estar funcionando bien,
así que lo hice. Ahora ella es feliz. Y la enfermera Capshaw también está
satisfecha.
Sacudí la cabeza y me aclaré la garganta mientras tiraba la toalla en el cesto.
—Por favor, no tengas sexo con... nadie para satisfacerme. Sólo soy una
antigua empleada, la hija de tu amiga a la que no recuerdas. Y... —Levanté el
brazo para mirar mi reloj, siendo muy dramática al respecto para que dejara el
tema—. Tengo que hacer unos recados ahora.
—¿A dónde vas? —Me siguió al salir del baño.
—Acabo de decir que voy a hacer unos recados.
—Sí, no soy sordo. Quería decir, ¿qué recados?
—A Target y a la tienda de uniformes para comprar unos uniformes nuevos.
—Deberías invitarme.
Al llegar a la puerta de su casa, me giré.
—¿Te parece?
Se encogió de hombros, con un aspecto tan atractivo que me dieron ganas de
llorar. Maldito momento de la vida. Lo que habría dado porque se hubiera
acercado más, porque me hubiera hecho derretir con una mirada.
¿Vas a besarme?
Estoy pensando en ello.
—Dame treinta minutos para llegar a casa y hacer mi lista. Luego te recogeré.
Una lenta sonrisa se abrió paso por su rostro, calentando mi piel y obligando
a mi corazón a dar unos tontos saltos.

44
—N
unca pensé que vería este día —dije, mientras Fisher
subía a mi vehículo.
—¿Qué día es ese? —Se abrochó el cinturón de
seguridad.
—El día en que aprovechaste la oportunidad de ir a Target y a una tienda de
uniformes porque estás muy aburrido.
—No estoy aburrido. De hecho, terminé uno de los crucigramas mientras te
esperaba.
Lanzándole una rápida mirada, mis ojos se entrecerraron.
—No lo hiciste. No eran crucigramas fáciles.
—Quizá no para ti. —Miró por la ventana y se encogió de hombros.
Me dejó sin palabras durante unas cuantas cuadras.
—Necesito gasolina. —Entré en una gasolinera. Después de llenar el tanque,
45 entré a comprar algo.
Fisher me miró a mí y a la bebida que tenía en la mano cuando volví.
—Para ti. —Le entregué el vaso de plástico lleno de líquido rojo.
—¿Qué es esto?
—Té helado y ponche de frutas. —Le entregué también un sorbete—. Tu
favorito.
Abrió el sorbete y lo clavó en la tapa.
—¿Lo es? ¿Cómo es que no recuerdo las cosas que me gustan y las que no?
¿Tengo alergia a los alimentos? ¿El marisco me matará? Quiero decir... no lo sé.
—Tomó un sorbo—. Pero lo que sí sé es que esto está muy bueno. Estaba claro
que sabía lo que hacía.
Sonreí, poniendo el auto en marcha.
—Tranquilo compañero. Tu cabeza está creciendo demasiado.
Tomó otro largo sorbo.
—¿Qué más debo saber de ti?
—¿De mí?
—Sí. Lo sé todo sobre esa chica Angie porque ella me lo ha contado todo.
Tiene el tipo de sangre AB. Alérgica a las nueces. Tiene miedo a las arañas. Y
llora con facilidad.
Me reí.
—Bueno, hmm... Soy O-positivo. No tengo alergias. Ya sabes que no me gusta
la mantequilla de maní. Las arañas están bien. Me gusta el café extra dulce. Y no
miro mucha televisión.
—Yo miro mucha televisión. Es una distracción de la desconocida que vive
conmigo.
—La desconocida con la que tuviste sexo anoche.
—Sí, para demostrar que mi polla funcionaba y para que dejara de ser tan
rara.
Solté una risita.
—¿Rara? ¿Qué quieres decir con rara?
—Me mira constantemente. Es espeluznante. Y es demasiado... alegre. No es
como tú.
—Vaya... ¿no como yo?
—No. Eres selectivamente feliz. Lo cual es normal en mi opinión. Como si
fueras quien eres. Podrías odiar a los perritos y a los arcoíris y no te importaría
una mierda lo que piensen los demás al respecto.
—Yo… —Sacudí la cabeza. ¿Era así como me veía?—. No odio a los perritos.
Pero el arco iris está un poco sobrevalorado.
46
Sus hombros se agitaron con una ligera risa mientras succionaba el sorbete.
—Me gusta aprender cosas nuevas, y tú me enseñaste a lijar madera. Nada
demasiado difícil, porque te pedí que me enseñaras cosas y lo hiciste. Me siguen
gustando las cosas prácticas.
—¿Te enseñé cosas? ¿A lijar?
Asentí.
—¿En mi taller?
Otro asentimiento.
—Umm… —Parecía perplejo.
—¿Eso es sorprendente?
—Creo que sí.
—¿Por qué?
—Porque más de una persona me ha dicho que me gusta hacer mis cosas.
Contrato a gente que ya sabe lo que hace. No soy un gran maestro. No tengo
suficiente paciencia.
—Mmm... —Asentí—. Puede que tengan razón. Y dije que me habías
enseñado. No dije que fueras paciente conmigo. Estoy segura de que me
complaciste sólo para ser amable con Rory.
Fisher murmuró:
—Tal vez.
Paramos en Target.
—¿Te quedas en el auto? Sólo tengo que comprar algunas cosas. —Tampones.
Necesitaba tampones. Y desodorante.
—No. Tengo mi propia lista de cosas que comprar. —Se bajó del vehículo.
Cuando entramos en la tienda, él agarró un carrito de compras mientras yo
sacaba una cesta de la pila.
—Puedes poner tus cosas en mi carrito.
—O puedes buscar las cosas de tu lista y yo las de la mía, y nos encontramos
aquí cuando hayamos terminado.
—¿Cuál es la prisa? No tengo que trabajar. No tienes que trabajar. Podríamos
recorrer los pasillos y dejar que los expositores nos digan lo que no sabíamos
que necesitábamos —dijo, el hombre que me arrastró dentro y fuera de una
tienda de ropa en tiempo récord cuando necesitaba botas y un casco.
Rindiéndome al hecho de que haría un segundo viaje ese día para conseguir
mis tampones, volví a deslizar mi cesta en la pila y seguí a Fisher.
—¿Y qué vas a comprar? —pregunté.
47 —¿Qué vas tú a comprar? Enséñame tu lista y yo te enseñaré la mía.
Puse los ojos en blanco, a pesar de mi sonrisa y mi completa sensación de
felicidad.
—Mi lista está en mi cabeza.
—La mía también.
Me reí mientras paseábamos por los pasillos de productos electrónicos.
—Entonces, ¿cómo vas a enseñarme tu lista?
—Supuse que podías leer mi mente. Ya sabes... porque has adivinado mi
bebida favorita.
—No lo adiviné. —Le di un codazo juguetón en el brazo bueno mientras
cruzábamos hacia las tarjetas y las cosas de fiesta.
—¿Tuviste muchas fiestas de cumpleaños cuando eras niña? —Agarró un gran
sombrero de fiesta de una pila alta y me lo puso en la cabeza.
Seguí caminando por el pasillo con el sombrero en la cabeza.
—Tuve muchas fiestas ya que era hija única, hasta que Rory se fue a la cárcel.
La mayoría fueron fiestas de princesas de Disney. ¿Y tú? —Agarré un divertido
par de gafas que tenían una gran nariz y un bigote pegados. Luego se las coloqué
a Fisher en la cara.
—Oh, sí. Mis padres siempre han celebrado todo. Y tengo una familia enorme,
así que incluso las cosas que no eran importantes lo parecían porque había
cincuenta billones de personas, y eso era literalmente la familia cercana.
Estuviste en el hospital. Dime que la sala de espera no estuvo abarrotada de mi
familia.
Me reí mientras seguíamos paseando, consiguiendo miradas divertidas de
otros compradores ya que yo aún llevaba el sombrero y él las gafas.
—Buen punto.
—¿Utilizas un despertador? —Fisher agarró un despertador de aspecto retro,
de los que tienen una campana de verdad.
—Uso mi teléfono. ¿Alguien utiliza un despertador?
Señaló el reloj que tenía en sus manos.
—Alguien lo usa.
—¿Plantas falsas o plantas reales? —Enterré mi nariz en un ramo falso de
flores decorativas.
—Reales.
—Estoy de acuerdo. —Asentí con la cabeza.
—Halloween. ¿La mejor fiesta de la historia o la más molesta? —preguntó
Fisher cuando cruzamos un pasillo principal hacia los expositores de temática
estacional. Había muchas cosas de Halloween.
48 —Me inclino a decir que es la mejor.
Arrugó la nariz ante mi respuesta.
Me giré hacia él, sujetando el carrito mientras caminaba hacia atrás.
—Y antes de que me juzgues injustamente, tienes que saber que después de
que Rory fuera a la cárcel, no pude ir a las fiestas porque mis abuelos decían que
Halloween era la fiesta de Satán, así que mi padre cedió a sus tonterías y no me
dejó ir. Luego murió y no tuve ninguna posibilidad de ir a algo divertido como
una fiesta de disfraces. Así que imagínate mi emoción cuando mis compañeras
de habitación quisieron hacer una fiesta de Halloween en mi primer año de la
escuela de enfermería.
Sonrió, coincidiendo con mi sonrisa.
—Déjame adivinar, ¿te disfrazaste de enfermera traviesa?
—Pfft… —Sacudí la cabeza.
Me disfracé de enfermera traviesa. También me acosté con Batman esa
noche. Fue un buen polvo. Dos cervezas, inhibiciones bajas y sexo con falsa
confianza.
La enfermera traviesa acabó saliendo con Batman durante ocho semanas.
Fisher me miró a través de sus divertidas gafas.
—Entonces, ¿cuál fue tu disfraz?
—Um… —Miré a mi alrededor como si viera algo y lo utilizara.
—Fuiste una enfermera traviesa.
—¡No! —Solté una risita.
—Mentirosa.
Me giré de nuevo hacia delante, todavía riendo. Él lo sabía. Y ya no podía
ocultarlo.
Pasamos una hora en Target. Había muchas cosas que uno podía aprender
sobre una persona al pasar una hora con ella en Target, como que a ninguno de
los dos le importaba que la gente nos mirara con el sombrero y las gafas.
Fisher fue una gran fanático de la Guerra de las Galaxias.
Yo tuve más de treinta Barbies a los diez años.
A los dos nos gustaban los grandes espejos.
Fisher nunca había jugado al pickle ball.
Y a mí me encantaban los soportes de libros con forma de animales.
Específicamente elefantes.
—Tu lista... ¿qué necesitas? —preguntó mientras nos acercábamos a la zona
de la farmacia.
Suspiré, ya sin ganas de esconder mi lista y volver más tarde.
49
—Necesito desodorante y tampones. ¿Qué necesitas tú? —respondí
rápidamente antes de que tuviera la oportunidad de reaccionar a los tampones.
—Enjuague bucal y condones.
Tragué
Dirigió el carrito hacia los tampones primero.
—¿Con o sin aplicador? ¿Regulares? ¿Super? Estos están hechos con algodón
orgánico en caso de que tu vagina sea eco-consciente.
Y ahí apareció... ese rubor que sólo Fisher podía sacar de mí tan rápidamente.
Agarré la caja que necesitaba y la metí en el carrito.
—Así que tu vagina es ecológica. —Sonrió—. Tomo nota.
Dios mío... ¿qué era exactamente lo que “tomó nota” y por qué?
Agarramos mi desodorante y su enjuague bucal, haciendo nuestra última
parada en el pasillo de los condones.
—Me sorprende un poco que Angie no esté tomando la píldora. —Jugué con
el dobladillo de mi camiseta. Los viejos hábitos nunca mueren.
—Al parecer, dejó la píldora para prepararse para el embarazo.
Asentí con la cabeza.
—Así que vas a tener hijos enseguida. Eso es emocionante.
Lanzó una caja de condones en el carrito.
—No estoy seguro de que sea emocionante, por eso los condones. Me resulta
un poco difícil tener un hijo con alguien si aún no me convence la idea de
casarme con esa persona.
Lo seguí unos pasos por detrás.
—Así que sólo vas a follar con ella y a dejarla.
Se detuvo tan rápido que me choqué con su espalda.
—Uf... ¿por qué te detuviste?
Enfrentándose a mí, entrecerró los ojos y torció los labios.
—¿No crees que debería tener sexo con ella si no estoy seguro de querer
casarme?
Con una sonrisa tensa, levanté un hombro.
—No tengo una opinión firme al respecto. Pero imagino que ella sí. Quizá
deberían asegurarse de que están en la misma página. La intimidad podría
llevarla a creer que todo está bien entre los dos. Eso es todo. Es el cerebro
masculino contra el femenino.
Fisher esperó a que me sintiera un poco inquieta antes de responder con un
asentimiento.
50 —Buen consejo. —Se dio la vuelta y se dirigió a la fila de la caja.
—E
s como ir en pijama al trabajo —dijo Fisher, echando un
vistazo a los estantes de batas.
—Seguro que lo es. Y puedo llevar zapatos cómodos en
lugar de botas de trabajo.
Me miró, con la mano apoyada en una pila de batas.
—¿Me estás acusando de algo? ¿Te dije que te pusieras botas de trabajo?
Debería haberlo hecho. Es una cuestión de seguridad.
—Sí. —Elegí un top—. Me llevaste a comprar botas y un casco, pero no tenía
puestos los calcetines y eso te molestó.
—Bueno, ¿quién no lleva calcetines para trabajar?
—Los guardavidas —dije despreocupadamente, avanzando unos pasos hacia
otro estante redondo—. Seguramente las strippers tampoco usan calcetines.
Inclinó la cabeza, fingiendo estar realmente interesado en un par de batas con
51 cara sonriente. Luego, rio.
—Puede que lleven medias de red.
—¿Crees que te habría parecido bien que llevara medias de red con mis
botas de trabajo?
Se aclaró la garganta y echó un vistazo a la tienda.
—Estoy lidiando con algunas pérdidas de memoria, así que no puedo decir
con seguridad dónde podría haber estado mi cabeza en ese momento. —Sus
labios se torcieron cuando su mirada se posó en mí. Una pequeña sonrisa
apareció en sus labios—. Puede que me haya parecido bien.
—Bueno, eso es impactante. —Llevé mis uniformes a la caja y pagué por ellos
mientras Fisher esperaba junto a la puerta.
—Es hora de regresar antes de tu toque de queda.
—Toque de queda. Pfft. —Puso los ojos en blanco—. Estaba pensando en el
almuerzo.
—Estás aprovechando esta salida.
—Estoy escayolado. Volviéndome loco. Ayuda a un hombre a salir.
—Ayuda a un hombre… —murmuré, mientras nos dirigíamos al auto.
Ayudé al hombre, como si mi eternamente tonto corazón tuviera otra opción.
Encontramos una cafetería con sopa y sándwiches, con una decoración
extravagante y una pintoresca caseta en la parte de atrás rodeada de helechos y
plantas colgantes.
—Cuéntame todo sobre Tailandia —dijo Fisher después de que pidiéramos
la comida y las bebidas.
—¿Cuánto tiempo tienes? —dije riendo entre dientes.
Inclinándose hacia atrás, estiró su brazo bueno a lo largo del respaldo de la
cabina.
—Soy tuyo por el resto del día.
Oh, Fisher... ya no eres mío.
Pasamos la siguiente hora y media comiendo y hablando de todo lo
relacionado con Tailandia. Aunque era mi historia la que contaba, Fisher hizo
muchas preguntas y parecía genuinamente comprometido y curioso.
Nos reímos.
Se me cayeron las lágrimas al contarle un parto que me desgarró el corazón.
Pero la mayor parte del tiempo, compartí mis historias con entusiasmo,
usando mis manos y haciendo expresiones alocadas. Parecía que le gustaba.
Cada palabra.
Pedimos un trozo de tarta de chocolate para compartir. Compartimos
nuestros gérmenes. Intercambiamos saliva.
52 No entré en muchos detalles sobre Brendon. No sobre nuestro romance. Ni
de nuestro compromiso. Ni siquiera dije su nombre. Fisher no se había enterado.
Y ni una sola vez pensé en la chica de dieciocho años que él no recordaba. Estaba
demasiado ocupada disfrutando del momento en el que él estaba conociendo a
la mujer en la que me había convertido.
—Gracias por dejarme acompañarte —dijo Fisher cuando lo dejé en su casa
un poco antes de las tres de la tarde.
—Gracias por el almuerzo. No tenías que pagar.
Agachó la cabeza para salir de mi auto y sonrió.
—Me colé en tu viaje. Era lo menos que podía hacer. —Me guiñó un ojo.
ESO. Eso fue casi demasiado. Las lágrimas surgieron de la nada, haciéndome
buscar a tientas mis gafas de sol.
—Bueno… —Tanteé mis palabras como mis dedos tantearon mis gafas—. Que
tengas un buen día.
—Que tenga un buen día. —Cerró la puerta.
Salí de su entrada y recorrí unos tres metros por la calle antes de que se me
escaparan las lágrimas en un pestañeo. ¿Por qué tenía que guiñarme el ojo?
¿Por qué tenía que ser tan divertido y tonto en Target?
¿Por qué tenía que estar tan interesado en mi viaje a Tailandia, tan interesado
en mí?
E
l domingo por la mañana llegaron una visita inesperada a nuestra casa.
Acababa de regresar de mi entrenamiento matutino, y tres caras largas
me saludaron en la mesa de la cocina.
Rory. Rose. Y Angie.
—Hola —dije con precaución.
—¿Cómo estuvo tu carrera? —preguntó Rory.
—Bien—respondí lentamente, llenando un vaso con agua—. ¿Está... todo
bien?
—Fisher le sugirió a Angie que se mudara y que volvieran a tener citas. —La
explicación rápida que me dio Rose hizo que Angie llorara. Otra vez, supuse.
—Oh. —Eso era lo mejor que tenía, pero indagué para obtener más—. Bueno,
estoy segura de que es difícil de escuchar. Pero no está diciendo que no te
quiera. Y es imposible para cualquiera ponernos en los zapatos de Fisher. Pero
53 me imagino que se siente abrumado.
—¿Y cómo crees que me siento yo? —gritó Angie.
Rory frunció el ceño como si fuera mi culpa.
—Imagino que te sientes asustada. Agradecida porque no lo perdiste en ese
accidente, pero sí lo perdiste en muchos sentidos. Es como la familia de alguien
con Alzheimer. Te das cuenta de que todas las fotos y recuerdos de la vida no
significan nada sin los recuerdos reales. Eres una desconocida para la persona
que más quieres en el mundo. Y enamorarse de alguien es como ofrecerle una
parte de ti misma. Si Fisher no te reconoce, es como si te faltara una parte de ti.
Y te cuestionas quién eres o quién serás si nunca recuperas esa parte. Pero,
sinceramente, imagino que tu mayor miedo ahora mismo, es que Fisher no se
vuelva a enamorar de ti. —Apreté los labios durante unos segundos. Puede que
haya ido demasiado lejos—. Al menos, así me sentiría yo si estuviera en tu lugar.
Angie parpadeó con una nueva ronda de lágrimas mientras su rostro se
arrugaba.
—S-sí... eso es exactamente c-cómo me siento.
Rose la abrazó.
—Ya entrará en razón. Eres una mujer hermosa, amable y con talento. Sería
un tonto si no se enamorara de ti otra vez.
—¿Qué se supone que tengo que hacer… con respecto a la boda? ¿La
cancelamos? Hemos pagado el lugar de la boda. Un florista. He comprado un
vestido.
Rory me miró, con su silenciosa súplica de ayuda. El hecho de que leyera su
mente en lo que respecta a sus emociones no significaba que tuviera un gran
consejo para sus planes de boda.
Con los ojos muy abiertos, me encogí de hombros, dirigí mi atención al resto
del agua en mi vaso y lo bebí de un trago.
—Voy a darme una ducha. Espero que todo salga como corresponde.
Lamentablemente, pensaba que debía salir de otra manera que ella.

Mi primer día con Holly no pudo ser mejor. Era la partera que yo quería ser.
Paciente. Tranquila. Cariñosa. Alentadora. La clínica era una casa antigua con las
habitaciones convertidas en salas de examen, si es que se las puede llamar así.
Estaban decoradas con un estilo zen. No había nada frío ni estéril en ellas.
54 Las parteras programaban dos horas con cada persona para darles la
oportunidad de hacer preguntas y expresar sus preocupaciones o temores
sobre... cualquier cosa. Una de las pacientes de Holly estaba embarazada de tres
meses y estaba estresada pensando qué auto comprar para su creciente familia.
Holly agarró su ordenador y la ayudó a buscar buenas opciones en cuanto a
seguridad, consumo de gasolina, mejor precio, etc.
¿Quién hace eso en una consulta prenatal rutinaria?
Eso fue lo que me encantó de Holly y de las otras parteras de la clínica. Nada
de lo que hacían parecía rutinario. Cada paciente tenía su propio plan de parto,
no había dos exactamente iguales.
Diferentes necesidades.
Diferentes riesgos inherentes.
Diferentes preocupaciones.
Ella respetaba sus decisiones sin juzgarlas.
—¿Cómo estuvo tu día? —me preguntó Rory cuando llegué a casa un poco
después de las seis de la tarde.
Como si no se diera cuenta por la sonrisa en mi cara y el exagerado rebote
en mi paso. Pasamos la siguiente hora cenando y hablando de mi primer día.
—Basta de hablar de mí, ¿cómo estuvo tu día?
—Interesante —dijo Rory.
—Lo estás subestimando. —Rose puso los ojos en blanco mientras agarraba
su plato vacío de la mesa.
—Cuéntame. —Llevé nuestros platos al fregadero.
—Hailey me llamó de camino al trabajo. Aparentemente, Angie también se
desahogó con ella. Hailey me pidió que hablara con Fisher. Y luego me llamó la
hermana de Fisher. De nuevo, pidiéndome que hablara con él. Entonces me di
cuenta... de que debo ser su única amiga. ¿Por qué todos creen que puedo
arreglar esto? ¿Que me escuchará? Y ni siquiera sé qué debo decirle porque sé
lo que es no estar enamorado de la persona que todos creen que debes amar.
Mi padre.
—Lo siento, Reese —susurró, mientras Rose le besaba la parte superior de la
cabeza.
Me apoyé en el mostrador y me crucé de brazos.
—Papá murió hace diez años. Creo que puedes dejar oficialmente de sentirte
culpable por no haberlo amado como amas a Rose. ¿De acuerdo?
Ella asintió lentamente.
—Gracias.
—En cuanto a Fisher, creo que puedes hablar con él, pero yo lo escucharía
55 en vez de sermonearlo. Piensa en lo que quisiste de la gente que te rodeaba
cuando supiste que ibas a decepcionar a todos por tener sentimientos que sólo
tú podías entender.
Rory me miró durante unos segundos. No conseguí descifrarla del todo.
—Sí que has crecido. Estoy muy orgullosa de ti.
No estaba segura de lo adulta que me sentía. ¿Con experiencia en el amor y
el desamor? Sí. Mucho más de lo que Rory creía.
—Gracias. —No pude evitar mi sonrisa o la calidez de mi corazón. Nada se
compara con sentir el amor de una madre. Ese año en Tailandia con la partera,
me hizo apreciar mucho más a Rory—. Voy a leer un rato y luego intentaré
acostarme temprano. Holly tiene dos pacientes que darán a luz en las próximas
dos semanas, así que estoy de guardia. Normalmente es una guardia rotativa,
pero dos de las otras parteras están fuera. Una está de vacaciones. La otra tiene
un niño que va a ser operado del corazón. Así que podrían ser dos semanas
agotadoras, pero estoy muy emocionada.
—Estamos emocionadas por ti. Buenas noches —me dijeron Rose y mamá.
A la mañana siguiente, salí a correr. Esperando en el semáforo había una
figura familiar con un brazo escayolado.
—Te levantaste temprano. —Aminoré la marcha hasta detenerme en el paso
de peatones.
Fisher sonrió ampliamente.
—Buenos días. —Y al igual que el Fisher que yo recordaba, se tomó unos
segundos más para deslizar su mirada a lo largo de todo mi cuerpo.
Mi camiseta de manga larga.
Mi pantalón corto.
Mis zapatillas rosadas.
Mi cabello hasta los hombros recogido en una coleta baja.
Estuve a punto de reñirle, como podría haber hecho hace cinco años, pero no
quería que se sintiera incómodo, dado su actual estado sentimental. Además,
temía que dejara de mirarme así si le decía algo.
—¿Qué tal tu primer día? —preguntó, cuando cambió el semáforo.
—Increíble, aunque no nació ningún bebé. Estoy de guardia. Deberían venir
dos bebés al mundo en las próximas dos semanas.
Se rio, echándome una rápida mirada de reojo cuando cruzamos la calle.
—Lástima que no te entusiasme.
Me reí. Sí, me sentía completamente entusiasmada al hablar de ello. Sólo
podía imaginar lo que vio cuando me miró a mí y a mi imposiblemente enorme
sonrisa.
56 Señalé con la cabeza a la derecha, sabiendo que tenía que ir a la izquierda.
Fisher miró a nuestros pies durante unos segundos, con su propia sonrisa
sólidamente fijada en la cara. Golpeó la punta de mi zapatilla con la de su zapato.
—Bueno… —Su mirada se dirigió lentamente a la mía. Fisher no era diez años
mayor que yo. Era un niño de doce años enamorado por primera vez de una
chica. Y yo... era esa chica. Y esa era una versión de Fisher Mann que no pude
ver cinco años antes.
Nunca llegué a ver nada más que su lado confiado.
—He resuelto todos tus crucigramas, a pesar de la dificultad de rellenar las
casillas con mi mano izquierda. —Mi nariz se arrugó. Nunca había pensado en
eso—. Así que puede que necesite unos cuantos más para aguantar hasta la
semana que viene.
—¿Qué pasa la semana que viene?
—Voy a volver a trabajar, sin importar si alguien cree que estoy preparado o
no.
—Te he visto comprar en Target. Estás preparado.
Fisher asintió mientras reía un poco.
—Exactamente.
—Te dejaré algunos crucigramas cuando llegue a casa del trabajo más tarde.
—Perfecto.
—Bien.
Bloqueamos la acera, la gente pasaba a nuestro lado, mientras nos
quedábamos en el centro enfrentados en nuestra pequeña burbuja.
Mi sonrisa se desvaneció.
—Rory va a hablar contigo sobre Angie. No sé lo que va a decir, pero todo el
mundo le ha estado pidiendo que hable contigo, que te convenza de que te
replantees las cosas con Angie. —Mis palabras volaron a un kilómetro por
minuto. En cierto modo, no me parecía que me correspondiera decir nada a
nadie, y sin embargo no podía no decir algo—. Pero creo que tienes que hacer
lo que es correcto para ti. No es Rory o tu familia la que se va a casar con ella.
Eres tú. —Una punzada de culpa me estrujó el estómago—. Angie es una buena
persona. Eso no significa que nos enamoremos de alguien sólo porque es una
buena persona. Sólo digo que, aunque ella tenga miedo, se merece honestidad.
—Me encogí de hombros—. Y… mi opinión no debería significar nada para ti,
así que no me hagas caso. Creo que dar un paso atrás y considerar si puedes
volver a enamorarte de ella es una buena idea.
La frente de Fisher se arrugó mientras asentía lentamente.
—Gracias —murmuró.
Volví a encontrar mi pequeña sonrisa y se la ofrecí.
57
—Adiós, Fisher. —Di un paso atrás, sacudiendo la cabeza cuando su mirada
hizo un segundo viaje de arriba abajo por mi cuerpo.
Oh, Fisher...
Estábamos en problemas, y creo que él también lo sabía.
—Que tengas un buen día —dije.
—Tendré un buen día.
Guiñó.
¡Agh! Ese guiño.
Q
uerido pescador perdido:
Me estoy enamorando de ti, otra vez. Pero esta vez, te lo estás
ganando, aunque no sea tu intención. No es que me haya
desenamorado completamente de ti. El tiempo... realmente lo es
todo en la vida. Y todavía lucho con todas las cosas que me enseñaron a
creer. ¿Están nuestras vidas predestinadas? ¿Qué papel juega el libre
albedrío? ¿Son reales el destino y la suerte? ¿O simplemente se trata de lo
que llamamos acontecimientos en la vida una vez que estamos dispuestos
a reconocerlos, aunque nos neguemos a aceptarlos? Simplemente... no lo
sé.
Mientras tanto, mantén las sonrisas y los guiños en mi camino.
Diez a lo largo. Siete letras. Pista: Despertar.
Renacer.

58
—Hola, Rose. ¿Dónde está Rory? —pregunté, mientras dejaba mi bolso en la
entrada y me quitaba los zapatos después del trabajo.
Rose me miró desde la cocina.
—Está cenando con Fisher. La charla.
Levanté las cejas.
—Suena intenso.
—Está en una posición incómoda.
Asentí con la cabeza. Al verla remover la pasta, agarré un bote de salsa y lo
vacié en una olla.
—Debería haberle dicho a su familia e incluso a Angie que no le corresponde
a ella decirle a Fisher lo que tiene que pensar o hacer.
—¿Es esa tu opinión objetiva? —Rose me lanzó una mirada.
Sonreí.
—Han pasado cinco años. He tenido otros novios. Angie le pidió a Fisher que
se casara con ella. ¿Por qué crees que mi opinión a estas alturas sería subjetiva?
—Tal vez porque fuiste capaz de articular tan fácilmente todo lo que Angie
está sintiendo. Como si estuvieras en su lugar. Como si estuvieras enamorada de
un hombre que no te recuerda.
Manteniendo la barbilla baja, la mirada en la salsa mientras la revolvía, me
encogí de hombros.
—¿Quieres saber lo que creo que sería increíblemente romántico?
—No lo sé, ¿verdad?
Solté una rápida carcajada.
—Probablemente no, pero te lo voy a decir de todos modos, ya que
conseguiste mantener mi secreto y el de Fisher todos estos años.
—Qué suerte la mía. Entonces, cuéntame. ¿Qué sería increíblemente
romántico?
—Un verdadero romance de segunda oportunidad. Enamorarse dos veces de
la misma persona. Cada vez, sintiendo algo nuevo. Sin recuerdos de la primera
vez. Sólo... algo en esa persona que te hace enamorarte de ella. Ese tipo de amor
estremecedor que tal vez dure más de una vida. La definición más real de almas
gemelas. Si yo fuera Angie, no querría casarme con Fisher a menos que él, de
hecho, se enamorara realmente de mí otra vez. Nada forzado. Sin plazos. Sin
expectativas. Sólo mariposas en el estómago y el increíble cosquilleo de un
nuevo amor. Si Angie lo amara como dice amarlo, vería que no es el mismo
Fisher. Vería los sutiles cambios en su personalidad. Y sentiría una emoción
indescriptible ante la posibilidad de conocer al nuevo Fisher y de volver a
enamorarse de él.
Rose apagó el fuego y apoyó su mano en mi muñeca para que dejara de
59 remover la salsa de la pasta.
La miré, y vi las líneas de preocupación en su rostro y la intensidad, la
preocupación en sus ojos.
—Oh, Reese, vas a salir lastimada.
Con una risa nerviosa, negué y continué revolviendo mientras su mano caía a
su lado.
—No sé de qué estás hablando.
—No los viste. Antes de su accidente, no los viste. Estaban enamorados. No
puedes ser esa persona, la que intenta robar el hombre de otra mujer.
—¿Como tú me robaste a mi madre?
Se desanimó.
Apagué la hornalla y puse la cuchara en el plato pequeño mientras suspiraba.
—Rose, te quiero. Te quiero con mi madre. Y creo que las cosas salieron
exactamente como debían salir porque no te rendiste con ella. Nunca pensaste
que estabas quedándote con alguien que no era tuyo porque sabías,
simplemente sabías que ella estaba, de hecho, destinada a estar contigo. ¿Y si lo
sé? ¿Y si está destinado a estar conmigo?
Me dedicó una sonrisa triste.
—¿Y si no lo está?
Tragué con fuerza. No estaba ilusionada, sólo tenía esperanzas.
—Entonces no lo está.
—¿Y tú te mantendrás al margen?
—Si se enamora de ella, si decide seguir con la boda, entonces me mantendré
al margen.
—Me preocupa que juegues injustamente. —Rose frunció el ceño.
Tosiendo con una carcajada, negué con la cabeza.
—No es un juego, Rose. Es la vida real. Ni siquiera sé cómo podría jugar
injustamente. No soy yo quien vive con él. No soy la que duerme en su cama. No
le he dicho que fuimos más que amigos, más que empleada/empleador porque
quiero que se enamore de mí, no de un montón de recuerdos de una chica de
dieciocho años. —Listo. Dije la parte silenciosa en voz alta. Quería que Fisher
Mann se enamorara de mí... otra vez.
Angie le dio todo su maldito cuerpo, un millón de fotos, un millón de
recuerdos e historias de la vida desde que eran niños. Yo era una gran
perdedora. Todo lo que le di fue cruciverbalista. Así que si eso superaba todo lo
que Angie le dio, entonces creía que todo el mundo tenía que retroceder y dejar
que los dos frikis de las palabras tuviéramos su “felices para siempre”.
Si...
60 Sabía que era un gran “si”. Un improbable si. Tal vez incluso un “si”
imposible.
Pero aquí estaba la cosa (era una cosa importante), si un espermatozoide de
cincuenta milímetros podía unirse con un óvulo de un milímetro y dar lugar a un
ser humano, entonces dos cruciverbalistas podían enamorarse... dos veces.
—Podría ser el momento de contárselo a Rory.
Sacudí la cabeza.
—No hay nada que contar. El pasado es el pasado. Y aquí, en el presente,
todavía no hay nada que decir. Pero si algo cambia y se convierte en algo que
contar, se lo diré a Rory.
—¿Lo prometes?
—Lo prometo. Ahora, vamos a comer. Tengo que llevar algunos crucigramas
a Fisher esta noche, después de que Rory llegue a casa, por supuesto.
—Reese… —Rose sacudió la cabeza y puso los ojos en blanco.
Sonreí y me encogí de hombros.
—Oye, me pidió que le llevara más crucigramas. No es gran cosa.
—Angie hizo la maleta y decidió quedarse con una amiga. Creo que visitar a
su prometido le parecerá una gran cosa.
—Bueno, entonces no se lo diremos porque son crucigramas, no fotos de mí
desnuda. Estoy guardando las fotos de desnudos para más cerca de la Navidad.
—¡Reese! —Me golpeó juguetonamente en el brazo mientras yo reía.
—¿Cómo te fue? —preguntó Rose en cuanto Rory entró por la puerta.
Levanté la vista de mi libro, uno de los muchos libros sobre el nacimiento que
Holly me dio para leer.
—La cena estuvo genial. Sólo yo y mi amigo Fisher, disfrutando de pizza y
cerveza. Yo hablé. Él escuchó. Y no pareció sorprenderse lo más mínimo por
nada de lo que dije. Estoy segura de que se lo esperaba desde que todos los
demás hablaron ya con él. —Dejó el bolso en la encimera, se dejó caer en el sofá
junto a Rose y le dio un rápido beso en los labios—. No estaba enfadado. Creo
que está intentando ponerse en el lugar de Angie. Realmente lo creo. Pero eso
no cambia sus sentimientos. Y ahora mismo, ella es una desconocida. Cree que
disfruta pasando tiempo con ella, pero también quiere tiempo para él. Creo que
todavía es demasiado extraña para él como para tenerla tanto tiempo allí. Quiere
espacio y tiempo. No quiere sentirse como el novio en un matrimonio arreglado.
Fisher quiere enamorarse de su mujer antes de casarse con ella. —Rory se
encogió de hombros—. Y no puedo culparlo. Tiene una cita con Angie este
61 viernes por la noche. Así que lo está intentando. Quiere salir con ella. Yo digo...
que los dejemos salir. Que las cosas sucedan de forma natural.
Asentí lentamente con una sonrisa tensa. Rose me lanzó una rápida mirada
mordaz. Cuando Rory miró su teléfono, con la cabeza gacha, le saqué la lengua
a Rose. Ella tuvo que morderse los labios para no reírse.
—Bueno, si Fisher está en casa, voy a llevarle estos crucigramas antes de
dormir. Me pidió más. ¿No es una locura? —Cerré mi libro y me puse de pie.
—Es una locura. Pero me encanta que tengas a alguien trabajando en tus
crucigramas. —Rory sonrió.
—Yo también. —Le devolví la sonrisa, ignorando la desconfianza de Rose—.
Nos vemos en un rato.
Como se estaba haciendo tarde, conduje hasta la casa de Fisher en lugar de
ir caminando. Puede que también me haya maquillado un poco en el auto y que
me haya echado un poco de perfume para compensar el resto de mi atuendo
informal: vaquero y una sudadera con capucha. No hubiera conseguido salir con
algo más elegante, no con Rose apoyando silenciosamente al equipo Angie.
—Es tarde. Pensé que no vendrías —dijo Fisher cuando abrió la puerta
principal. Me quedé un momento en silencio para observarlo, siempre sexy en
vaquero y camiseta. Ese cabello revuelto y rubio oscuro. La barba que le recorté.
—Rose me dijo que ibas a cenar con mi madre, así que esperé a que llegara
a casa. Si es demasiado tarde, te daré estos. —Le entregué la pila de
crucigramas—. Y me voy a casa.
—¿Demasiado tarde para qué? Mi compañera de cuarto se mudó. Estoy
oficialmente libre.
Fruncí el ceño y lo seguí al interior de la casa.
—Oí que Angie se está quedando con una amiga mientras tú sales con ella.
¿Tienes grandes planes para el viernes por la noche?
Señaló el sofá, y me senté en el centro mientras él tomaba asiento en su sillón
reclinable.
—No sé. ¿Qué deberíamos hacer? ¿Cena y película? ¿Sólo cenar? ¿La traigo
aquí? ¿O es demasiado raro ya que le pedí que se mudara?
—No recuerdas a la mujer con la que estás comprometido. Creo que
preocuparse por lo raro en este momento es una idea tardía. Haz lo que te
parezca correcto.
Fisher se pasó las manos por el cabello.
—Ugh... No sé lo que me parece correcto porque no sé lo que debo sentir por
ella.
—No se trata de lo que se supone que debes sentir por ella. Pregúntate lo que
honestamente sientes por ella. Que ese sea tu punto de partida. Creo que ya lo
has hecho hasta cierto punto. Estoy segura de que no fue idea de tu familia que
62 ella se mudara y que ustedes tengan citas. Fuiste tú. Sigue esa voz.
—Es difícil seguir con esa voz porque tengo esa otra voz en mi cabeza, la que
trata de ponerse en su lugar. Estoy seguro de que me sentiría realmente mal si
amara a alguien y no se acordara de mí. No creo que pudiera marcharme sin
luchar.
Levanté los pies y los crucé y formulé mi respuesta. Él no tenía ni idea de que
estaba tratando de ver si encajaba en su ecuación.
—No podría… —Sonreí suavemente—. Yo no podría irme sin luchar.
—Eres muy joven. —Sus labios se transformaron en una agradable sonrisa—
. ¿Cuántos años tienes?
Me reí entre dientes.
—Lo que quieres decir es, ¿cuán joven soy? Pronto cumpliré veinticuatro
años.
—Así que tienes veintitrés.
Puse los ojos en blanco.
—Sí, tengo veintitrés años.
—¿Y has estado enamorada alguna vez?
Oh, Fisher...
Mi mente saltó inmediatamente cinco años atrás, hasta el día en el patio de
recreo.
—Me estoy esforzando tanto —susurré, con voz temblorosa mientras las
palabras salían de mis labios—, intentando no enamorarme de ti.
Unas cuantas respiraciones más tarde, me susurró:
—Lo sé.
—Sí.
—Háblame de él. ¿Qué pasó?
Me reí y me aclaré la garganta, eliminando el dolor de los recuerdos. Mis
recuerdos. Fisher no tenía recuerdos de nosotros.
—Fue un mal momento. Era joven. Y estaba tratando de resolver algunas
cosas en mi vida. Él tenía las cosas de su vida bastante bien resueltas. Así que…
—Respiré entrecortadamente y me encogí de hombros—. Fue sólo... un mal
momento.
—¿Te correspondió? —Fisher no era el mismo hombre. El antiguo Fisher no
me habría hecho esas preguntas.
—Creo que sí. —No podía mirarlo, así que jugué con el dobladillo de mi
camisa y mantuve la mirada en mi regazo.
—¿Sabes dónde está ahora? ¿Has pensado en encontrarlo?
63 Se me escapó más dolor del pecho, disfrazado de risa, mientras me pellizcaba
el puente de la nariz.
—Sí, he pensado en encontrarlo.
—¿Y?
Mi cabeza se movió de lado a lado mientras seguía pellizcando el puente de
mi nariz.
—Y no estoy segura de que esté preparado para ser encontrado por mí.
—¿Por qué dices eso?
Mi mirada se elevó lentamente hacia la suya.
—Porque ha encontrado a otra persona. —Mis labios se fruncieron mientras
levantaba un hombro como si no fuera gran cosa.
—¿Se casó?
Negué con la cabeza.
—No.
—Entonces sí está en juego.
Lanzando una carcajada, volví a mirar al techo, recogiendo mi cabello con
una mano y soltándolo lentamente mientras hacía contacto visual con él.
—Fisher, ciertamente tienes una visión liberal de las citas. No estás casado
con Angie, pero sales con ella. Entonces, ¿te parecería bien que otro hombre se
le insinuara?
Fisher se encogió de hombros, con los labios curvados.
—Si otro tipo se le insinuara y ella respondiera a sus movimientos, entonces
creo que tendría mi respuesta sobre nosotros.
—¿Qué pasó con lo de luchar por lo que quieres?
—Creo que luchar por algo cuando tienes una oportunidad real es diferente
a luchar por el segundo lugar.
—Limítate a construir casas, Fisher. No creo que tengas futuro en terapia de
parejas.
—¿No? —Sonrió—. Sólo digo que, si sigues interesada en el tipo, llama a su
puerta y dile—: ¿Te acuerdas de mí? Así al menos lo sabrás.
—¿Y qué pasa si no se acuerda de mí?
—Entonces nunca te ha amado.
Tragué con fuerza y asentí.
—Bueno… —Me rasqué la barbilla—. Eso es duro y un poco desgarrador.
—La vida es dura y desgarradora.
Solté una risita.
—¿Quién eres? Porque éste no es el Fisher Mann que conocí. ¿La lesión en tu
64
cabeza despertó alguna parte filosófica profunda de tu cerebro?
—No. —Se puso de pie y estiró el brazo bueno por encima de la cabeza y el
brazo escayolado hasta la mitad. Su camisa se levantó unos centímetros,
revelando sus abdominales.
Mi mirada se adhirió como si fuera tela de araña pegajosa, y cuando la aparté,
después de que dejara caer los brazos de nuevo a su lado, Fisher me estaba
mirando. Sentí esa mirada inocente en mi rostro. Su expresión era más
inesperada. No la arrogante que recordaba. Era más bien una expresión de
curiosidad, como si se sintiera incrédulo de que yo hubiera estado mirando su
piel expuesta.
Ese familiar rubor subió por mi cuello.
—Debería irme —susurré, poniéndome de pie y apartando el cabello de mi
cara.
—Gracias por los crucigramas. —Su sonrisa contenía demasiada satisfacción,
sus ojos se llenaron de esa mirada familiar que me había dedicado tantas veces.
—De nada.
Mi teléfono vibró y lo saqué del bolsillo de mi sudadera.
—¡Oh, Dios mío... oh, Dios mío! Es la hora.
—¿Hora de qué exactamente?
Levanté la vista de la pantalla, con los ojos muy abiertos y una sonrisa aún
mayor.
—¡La paciente de Holly está de parto! Tengo que irme. Voy... Voy a ayudar a
dar a luz a un bebé. —Di un salto de alegría y, antes de darme cuenta de lo que
estaba ocurriendo, ya tenía los brazos echados al cuello de Fisher, con el cuerpo
todavía haciendo su movimiento espástico de salto.
Él apoyó su mano buena en mi espalda y se rio.
—¡Esto está sucediendo! —Mis manos pasaron de su cuello a su cara,
enmarcándola, y lo besé. Fue rápido, pero... ¡oh! Fue en la boca. Mi emoción
borró por completo la realidad, el tiempo suficiente para que mi cerebro se
vaciara.
Apartándome de él de un salto, mis ojos se abrieron aún más mientras me
tapaba la boca con la mano.
—Yo... oh... mierda... Lo siento mucho. Yo... oh... mierda. Fisher, estoy… —
Sacudí la cabeza repetidamente.
Cuando el asombro se desvaneció de su rostro, sonrió.
—No pasa nada.
Volví a meter el teléfono en el bolsillo y me giré hacia la puerta.
—Tengo que irme. Estoy muy avergonzada. Fue un placer verte. —Salí
volando por la puerta, me subí a mi auto y manejé. No podía alejarme de nosotros
65 lo suficientemente rápido.
A
yudé a dar a luz a un niño de dos kilos y medio tras doce horas de
parto. Un parto en el agua.
Dos días después, hice la visita de seguimiento con la familia para
ver cómo estaban el bebé y la madre. Ella estaba radiante.
Me concentré en el trabajo y en la lectura de los libros que me regaló Holly,
básicamente en cualquier cosa para no pensar en el beso con Fisher. El fin de
semana llegó y se fue. Rory y Rose salieron con Fisher el sábado por la noche,
probablemente para informarse de su cita del viernes con Angie. Me invitaron,
pero decliné, optando por seguir leyendo, por seguir evitando a Fisher
prácticamente para siempre.
El miércoles de la semana siguiente, ayudé a dar a luz a una niña. Dos kilos
trescientos. Y perfecta.
Me encantaba cada aspecto del trabajo de Holly. Visitas de control. Visitas
prenatales. Visitas postnatales. Familias felices. Bebés diminutos. Mujeres que se
66 sentían vivas de nuevo después de trabajar con Holly para equilibrar sus
hormonas, para volver a equilibrar sus vidas. Era un trabajo muy gratificante.
Holly y yo tuvimos el jueves libre para recuperarnos de una larga noche de
espera para que esa dulce niña viniera al mundo. Estaba muy cansada y agradecí
el tiempo para dormir un poco. Después de horas sin moverme ni un centímetro
en mi cama, Rory me despertó.
—¿Vas a cenar con nosotros? —Me pasó la mano por el cabello.
Abrí mis pesados párpados.
—Um… —Rodé sobre mi espalda y me estiré—. Sí, creo que sí. ¿Qué hora es?
—Las seis.
—Sí, será mejor que me levante para poder dormir más tarde. —Me senté y
me froté los ojos.
—No hay prisa, dormilona. La cena no estará lista hasta dentro de treinta
minutos, por si necesitas una ducha o lo que sea.
Asentí.
—Sí, necesito una ducha, al menos para despertarme.
—De acuerdo. —Me besó la cabeza y salió de mi habitación.
Me dirigí al baño y me quité el sujetador y la braga. No había toallas limpias
en el estante, lo que significaba que Rory probablemente no las había sacado de
la secadora.
Abrí la puerta y crucé el pasillo hasta el lavadero. Efectivamente, había toallas
limpias en la secadora. Mientras cruzaba el pasillo de nuevo, eché una mirada
casual a un lado, viendo que algo se movía. Alguien se movió...
Fisher estaba a un metro de mí.
De mí, en sujetador y braga.
De mí sosteniendo la toalla con la mano en lugar de cubrir mi cuerpo.
No disimuló su mirada errante, ni un poco. Y yo no oculté ninguna parte de
mi cuerpo. Tras un duro trago, se encontró con mi mirada.
—Usaré el baño de Rory.
—Bien —susurré, deseando que alguna pequeña parte de su memoria
perdida volviera al ver tanta carne desnuda. Sin ninguna prisa, me metí en el
baño y cerré la puerta.
Luego me duché y me toqué mientras reproducía la lenta inspección de
Fisher sobre mí. Con la mano apoyada en el lateral de la ducha, los ojos cerrados,
la mandíbula relajada mientras me corría, sintiéndome débil en las rodillas.
Sintiéndome vacía.
Sintiéndome impaciente.
67 Sintiéndome confundida.
Con el cabello mojado, vaquero y una camiseta de manga larga, me dirigí a
la cocina.
—Huele bien. —Le sonreí a Rory mientras tomaba asiento junto a Fisher, el
único asiento que quedaba libre.
Rose me pasó el plato lleno de pollo y verduras asadas.
—¿Bebé nuevo? —preguntó.
—Sí. —Puse la comida con una cuchara en mi plato—. Una niña. Ivy Elizabeth.
Tiene montón de cabello negro. Diez dedos de la mano. Diez dedos de los pies.
Y un llanto fuerte y hermoso. Cuando finalmente llegó el momento, ella pujó tres
veces. Fue un parto en el agua. Cuarto hija. —Me reí—. No estoy segura de por
qué estábamos allí. La madre lo hizo todo. Sabía cuándo pujar. Cuándo
descansar. Cómo respirar. Agarró al bebé ella sola. Ivy lloró. La madre la puso
directamente al pecho. Fue... hermoso. —Me di cuenta de que tenía lágrimas en
los ojos, y rápidamente me sequé las esquinas.
—Oh... eso suena increíble, cariño —dijo Rory, claramente sin percatarse de
mis emociones.
Me negué a mirar a Fisher. ¿Qué pensaba de mi lado sentimental?
—Entonces... ¿cómo estuvo el día de ustedes? —pregunté.
—Una locura, como siempre. —Rose se rio.
—¿Qué tal tu día, Fisher? —le preguntó Rory.
Se limpió la boca.
—Bien. He estado poniéndome al día esta semana, conduciendo para ver en
qué situación estamos con todos los trabajos. Es extraño. Es difícil de describir.
No recuerdo los proyectos, pero sé lo que hay que hacer. Tengo estas
habilidades que mi cerebro sí recuerda. Y todo lo que necesito son los planos y
una actualización de la situación de cada proyecto, y mágicamente sé qué hacer.
Así que me reuní con nuevos clientes durante el almuerzo. Y esta tarde pasé unas
horas en mi taller. ¿Quién iba a saber que tenía proyectos sin terminar? No
recuerdo haberlos empezado, pero de nuevo... sé lo que hay que hacer. Cuando
me quite este maldito yeso, será más fácil hacer cosas. Necesito que me crezca
una mano extra para ayudar a sostener las cosas cuando pegue y sujete las
piezas.
—¿Cuándo vas a volver a ver a Angie? —preguntó Rory.
—El sábado. Es el cumpleaños de mi padre, así que van a hacer una reunión,
y por supuesto, ella estaba invitada.
No podía leerlo. ¿Le parecía bien?
—¿Las cosas están saliendo bien? —preguntó Rose mientras yo seguía
concentrada en mi plato.
—Supongo. Lo intento, pero a veces siento que ella no cree que me esfuerce
68 lo suficiente. Me manda mensajes o me llama todos los días. Y creo que los días
que no le propongo ir a algún sitio o hacer algo, se siente decepcionada. A veces
no respondo a su llamada porque no sé qué decir. Entonces ella me manda un
mensaje de texto. Y como aún no la conozco realmente, no puedo interpretarla.
—Antes de que Rose y yo nos fuéramos a vivir juntas, nos llamábamos o nos
mandábamos mensajes todos los días. Creo que es normal que dos personas que
están enamoradas hablen todos los días. Así que no puedes culparla por eso. —
Rory hacía su mejor trabajo al jugar en el medio. Tratando de ser el mediadora,
la pacificadora.
Fisher asintió lentamente.
—Sí, supongo que tienes razón.
A menos que no la ames. ¿La amas?
—¿En qué necesitas ayuda? ¿En tu taller? Porque ahora estoy despierta. No
voy a dormir pronto. Después de la cena, podría ayudar a sostener cosas para ti.
—Sólo una estantería de esquina. Y eso sería genial. —Me miró de reojo.
Yo incliné la cabeza hacia la derecha lo suficiente como para dedicarle una
pequeña sonrisa, aún incapaz de sostenerle la mirada durante más de dos
segundos.
—No hay problema —murmuré.
Y sin más, dimos por terminado el tema de Angie, y el ambiente se aligeró.
Después de la cena, acompañé a Fisher a su casa.
—Gracias por salvarme —dijo, dándome un codazo juguetón en el brazo,
como yo había hecho con él en Target.
Todo entre nosotros se sentía sin esfuerzo y natural.
—¿Salvarte? —Miré a ambos lados antes de cruzar la calle.
—De lo único que habla Rory es de Angie. Echo de menos a mi amiga
bebedora de cerveza que solía contarme historias sobre su paso por la cárcel o
sus sueños de volver a tener su propio salón.
—¿Rory te ha contado historias de la cárcel? No me ha contado ninguna.
—Estoy seguro de que no son historias que le interese compartir con su hija.
Fruncí el ceño.
—Hablando de historias, me encanta verte cobrar vida hablando de tu
trabajo.
Mi rostro se acaloró.
—Te refieres a cuando perdí la cabeza y besé al amigo de mi madre.
—Sabes… —Volvió a chocar el costado de su cuerpo contra el mío—. No
tengo que ser sólo el amigo de Rory. Puedo ser tu amigo. El amigo al que besaste
porque estabas tan emocionada, que pensé que podrías mojar tu pantalón. —
69 Abrió la puerta del garaje.
—No iba a mojar mi pantalón —me burlé, siguiéndolo por las escaleras hasta
su taller—. Pero sí perdí la cabeza. Estaba muy emocionada. Así que no quiero
que pienses que te besé por otra razón que no sea que eras el único en la
habitación cuando me emborraché con un cóctel de adrenalina y dopamina.
Literalmente, habría besado a cualquiera en ese momento.
Me miró por encima del hombro, entrecerrando los ojos mientras encendía
el resto de las luces del taller.
—No me siento tan especial en este momento. ¿Por qué has tenido que
quitarme eso?
Me reí porque era gracioso, ¿no? No hablaba en serio. No sabía cómo manejar
que hablara en serio de besarme. Todavía no.
Por mucho que quisiera volver a atrapar al pescador desnudo, no quería
lastimar a Angie. Pero, ¿y si no la amaba? Si amabas a alguien, querías escuchar
su voz. Cada mensaje se sentía como un beso digital. Un guiño de
reconocimiento. Ese: oye, es sólo para que sepas que te aprecio.
—Lo siento —dije en broma—. Seguro que estás realmente decepcionado
porque no me propuse besar intencionadamente a mi amigo comprometido. —
Y añadí mi característico movimiento de ojos para vender completamente mis
inocentes intenciones.
Fisher pareció dejarlo pasar sin más que una sonrisa.
—Voy a pegar estas dos piezas, y luego tú las vas a mantener unidas mientras
yo las sujeto. ¿De acuerdo?
—De acuerdo.
Él pegó. Yo sujeté. Él sujetó con abrazaderas.
Hicimos esto con una media docena de piezas en el estante.
—Perfecto. —Terminó de colocar las dos últimas piezas sujetas con
abrazaderas.
Disfruté de esa mirada en su rostro, esa mirada de satisfacción. Había
olvidado lo mucho que echaba de menos ver a Fisher hacer lo que mejor sabía
hacer. Bueno, una de las cosas que mejor hacía.
—Estoy... —dijo, pasando la mano por la tabla lisa, de espaldas a mí.
—¿Estás qué?
—Estoy... decepcionado porque no te propusiste intencionadamente besar a
tu amigo cuando te invadió la emoción. Y… —Sacudió lentamente la cabeza—.
No estoy orgulloso de mis sentimientos. Aun así, son involuntarios, lo que los
hace sentir muy reales. Así que aquí estoy... esperando a que me vuelva la
memoria para poder no sólo recordar a Angie, sino recordar por qué acepté
casarme con ella. Y tal vez eso sea mañana. Tal vez mañana recupere la memoria,
70 y eso hará que los sentimientos que tengo en este momento parezcan
intrascendentes. Nada más que la mente divagante de un loco. —Se dio la vuelta,
mostrando una cara triste.
—¿Pero y si mi memoria nunca regresa? ¿Y si me paso meses yendo a citas
con Angie, citas en las que no pienso realmente en ella porque en realidad me
estoy preguntando qué estará haciendo la enfermera Capshaw? ¿Está trabajando
en crucigramas para mí? ¿Está comprando en Target sin mí? ¿Está corriendo con
sus sexys pantalones cortos? ¿O está atendiendo el parto de alguien y sonriendo
de oreja a oreja? ¿Está tan emocionada que necesita a alguien a quien besar? Y
si estoy en una cita con Angie, ¿cómo puedo ser yo a quien bese la enfermera
Capshaw? ¿Y por qué mi cerebro de treinta y tres años está pensando en una
mujer diez años más joven que yo? ¿Es por el accidente? ¿Me dañé
permanentemente algo? Y después de todos estos pensamientos, mi cerebro
vuelve a dar vueltas a la posibilidad de que mañana lo recuerde todo. Es todo un
dilema.
Sí. Tantos dilemas. Yo misma estaba en un dilema.
—Bueno… —Inhalé y lo solté lentamente—. No sé cómo responder más que
decir que esta enfermera Capshaw es una enfermera muy afortunada. Si ella
conociera sus sentimientos, estoy segura de que se sentiría halagada. Y tal vez
un poco triste también. Triste porque te sientes tan torturado por tus
pensamientos y por la incertidumbre de lo que te deparará el mañana o los mil
mañanas siguientes. Y me gustaría tener la respuesta para ti. Pero no la tengo.
Con varios asentimientos suaves, pareció procesar mis palabras. Estaba tan
dispuesta a llamar a su puerta y decirle: Oye, ¿te acuerdas de mí? Pero sabía que
no lo hacía.
—Terminé tus crucigramas. ¿Quieres verlos?
—¿Quieres decir que si quiero comprobar tu trabajo?
—No. Mi trabajo es correcto. Me refiero a si quieres verlos. Estoy
presumiendo, no buscando la confirmación de que los hice correctamente.
Solté una risita.
—Tienes tanto confianza para alguien que ni siquiera estaba seguro de que le
gustaran los crucigramas.
—Todavía no dije que me gustaban. —Pasó junto a mí y se dirigió a las
escaleras—. Estaba terriblemente aburrido.
Por supuesto, Fisher...
Lo seguí al interior de la casa.
—¿Cerveza? ¿Vino? ¿Agua?
—Vino sería genial. No estaré de guardia durante las próximas setenta y dos
horas.
71 —Vino, entonces. —Sacó una botella de vino de su estante, un sacacorchos y
dos copas—. Vamos abajo.
—¿Ahí es donde están tus crucigramas?
—Sí. Los he enmarcado y colgado en las paredes.
Me reí.
—Me parece bien.
Los crucigramas no estaban en la pared, pero encendió mis luces favoritas y
me llevó al porche. Tantos recuerdos.
Las carpetas de los crucigramas estaban sobre la mesa, junto con varios
bolígrafos.
—Siéntate. —Señaló con la cabeza el sillón donde solía sentarse Rory.
En su lugar, tomé asiento en el sillón donde habíamos dormido aquella noche
cinco años antes.
—Me quitaste el lugar. —Frunció el ceño, entregándome mi copa antes de
intentar descorchar el vino.
—Maldito yeso —refunfuñó, tratando de abrir la botella con el sacacorchos
en su mano izquierda.
—Permíteme. —Le quité la botella.
Mantuvo el ceño fruncido; eso sólo me hizo sonreír más mientras la
descorchaba con facilidad.
—Y este no es tu asiento. —Me serví una generosa copa antes de entregarle
la botella—. Es donde yo me sentaba. Y sé que tú no lo recuerdas, pero yo sí. Así
que siéntate en otro sitio.
Se giró y empezó a sentarse en mi regazo.
—¡Fisher! —Levanté mi copa para que no se derramara.
Entre risas, cambió su orientación y se sentó a mi lado. Era un poco raro, ya
que era un gran sillón y también había dos sillas.
—Ahí están. Léelos y llora. —Señaló con la cabeza los crucigramas.
—No necesito leerlos. No tengo ninguna duda de que los terminaste. Y no soy
una llorona. —Le di un sorbo a mi vino.
—Me quitarán el yeso el lunes.
—Eso es emocionante. Y nadie lo firmó. Ni siquiera Rory. Fisher, necesitas
mejores amigos.
—Pienso igual que tú. Toma… —Se inclinó sobre mí, poniendo demasiado de
su calor corporal y su aroma a madera justo debajo de mi nariz—. Fírmalo. —Me
entregó un Sharpie de punta extra fina. Así de confiado estaba en resolver los
rompecabezas que le di.
—El lunes te lo quitan.
72
—Sí.
Sacudí la cabeza, dejé la copa de vino a un lado y quité el tapón del Sharpie.
Luego tiré de su brazo escayolado hacia mi regazo, acercándolo de nuevo a mí.
Tan cerca que su aliento me rozó la frente.
Mi corazón me pedía a gritos que hiciera algo más, pero mi cerebro
desenvainó su propia espada del sentido común.
Todavía estaba comprometido pensé. En realidad, no lo sabía.
Levanté la cabeza lo suficiente como para que nuestras bocas compartieran
el mismo oxígeno. La mirada de Fisher se posó en mis labios dura un instante,
mis labios que se separaron ligeramente. Luego volvió a encontrar mi mirada.
—¿Vas a besarme? —dijo.
Él. Lo. dijo.
Puso mi mundo de cabeza. Un mundo opuesto. Un nuevo tipo de déjà vu.
Bajé la barbilla y apreté la punta del Sharpie contra su yeso, haciendo trazos
lentos, pensando más en hacer cada letra porque la estaba escribiendo al revés
para que él pudiera leerla fácilmente cuando terminara.
Estoy pensando en ello.
Manteniendo la barbilla inclinada hacia el pecho, tapé el Sharpie mientras él
leía su yeso.
—¿Y en qué estás pensando exactamente? —preguntó.
—Estoy pensando en Angie. Y yo estoy pensando en el mañana —susurré,
trazando con el dedo las letras de su yeso—. Si ninguna de las dos cosas existiera,
te besaría —suspiré—. Porque… tengo muchas ganas de besarte. Lo que
significa que debería irme a casa. —Con una risa nerviosa, me puse de pie y
volví a dejar el Sharpie sobre la mesa.
La mano buena de Fisher me envolvió la muñeca.
—No te vayas. Todavía tenemos vino para beber. Y no has puesto estrellas ni
caras sonrientes a mis crucigramas terminados. Y hay billar. ¿Te gusta jugar al
billar? O podríamos...
Entre sus desesperadas divagaciones, su valiente esfuerzo por evitar que me
fuera, me percaté. Nadie se había esforzado tanto por... estar conmigo. Y se
sentía increíble.
Me quité el brazo de encima, me giré y le puse las manos en la cara, lo besé
lentamente mientras me arrastraba por el sofá y me ponía a horcajadas sobre su
regazo, apoyándome en las rodillas para estar un poco más alta que él y sentir
que tenía el control.
El control del beso.
El control del momento.
73 Tal vez incluso la absurda ilusión de que tenía el control sobre lo que él le
hacía a mi corazón.
Si él recordaba a Angie, eso significaba que me recordaría a mí. Se acordaría
de nosotros. Y yo quería que eso fuera suficiente, pero no sabía qué le hizo decir
que sí cuando Angie se lo propuso. Si fue el amor, entonces necesitaba mantener
controlado mi corazón mientras hacíamos... lo que sea que fuéramos a hacer.
Cuando terminé nuestro beso, sonreí sobre sus labios y él me devolvió la
sonrisa.
—Puedes quedarte con todas las estrellas, Fisher. Y las caritas sonrientes
también. Pero te voy a dar una paliza en el billar, y no me dará pena cuando llores
como un bebé.
—Ya veremos.
Ya veremos...
Oh los recuerdos que me trajeron esas dos palabras.
—Pero por ahora.. bésame otra vez. —Levantó la cabeza para capturar mis
labios, pero me aparté.
—No. Eso es todo. Eso es todo lo que tienes hoy. Si todavía quieres que te
bese mañana, entonces te besaré mañana. Un día a la vez, Pescador Perdido. —
Me bajé de su regazo y me dirigí a la puerta.
—¿Pescador Perdido? —Se puso de pie.
—Sí. Eres mi pescador perdido. Esperando ser encontrado.
—¿Quién me va a encontrar? —Me siguió hasta la casa—. ¿Tú?
Agarré dos palos de billar.
—No. Yo ya te he encontrado. —Le entregué un palo.
—Entonces, ¿quién?
Preparé las bolas.
—¿Angie? —preguntó, mirándome con atención.
—Tú, Fisher.
—¿Y si no recupero mis recuerdos? ¿Eso significa que estaré perdido para
siempre?
Sonreí, negando con la cabeza antes de lanzar el primer disparo.
—Espero que no. Eso sería trágico. Lo sabrás cuando no estés perdido.
Se rio.
—Eso no tiene sentido.
—Cuando no estés perdido, tendrá mucho sentido. Así sabrás que ya no eres
el pescador perdido.
Siguió mirándome con confusión, quizá incluso con un poco de desconfianza,
74 mientras nos turnábamos para hacer desaparecer las bolas en las cavidades.
Después de que cada uno de nosotros ganara una partida, señalé con la
cabeza hacia las escaleras.
—Ahora tengo que irme.
—Te acompaño a casa.
—No. No seas tonto. No está tan lejos. Estaré bien.
—Probablemente, pero igual te acompañaré a casa. —Apagó las luces del
porche y me siguió por las escaleras.
Cuando salimos por la puerta principal, se puso a mi lado derecho. Le dirigí
una mirada divertida. Luego me tomó la mano. Tuvo que moverse para que su
mano buena pudiera sujetar la mía. Caminamos sin ninguna prisa, tomándonos
el doble de tiempo del necesario.
—Quiero que salgas con Angie. Y que hagas todo lo que necesites para
resolver las cosas y sentirte seguro de las decisiones que tomes. No quiero que
seas impulsivo ni que tengas miedo. No tomes una decisión sobre tu vida a menos
que estés seguro de que es la correcta. Porque no son decisiones pequeñas,
Fisher. Y sé que no puedes imaginar lo que se siente en este momento... tomar
una decisión y sentirte confiado y seguro de ella porque estás viviendo con
miedo a lo desconocido.
Nos detuvimos justo antes de llegar a la entrada.
—Lo siento. —Solté su mano y me cubrí la cara con ambas—. Estoy
divagando. Es que no quiero que sientas que espero algo de ti en este momento.
—Bajé mis manos—. ¿De acuerdo?
Tras unos segundos, su ceño se tensó y asintió.
—De acuerdo. Pero voy a darte un beso de buenas noches porque estoy muy
seguro y confiado de que es lo que quiero hacer ahora mismo... Es lo único que
quiero hacer.
—Dije mañana.
Levantó su brazo bueno y tocó la pantalla de su reloj.
12:14 a.m.
Torcí los labios como si lo estuviera contemplando.
—Lo siento. No hay beso de buenas noches para ti.
Su mano buena se deslizó alrededor de mi cuello y sus dedos me acariciaron
la nuca.
—¿Por qué? —susurró.
Mordiéndome los labios para evitar que me robara algo, me encogí de
hombros.
75 —Porque es oficialmente de mañana, no de noche.
Fisher sonrió un segundo antes de besarme.
Paciente.
Suave.
Provocador.
Perfecto.
Cuando soltó mis labios, susurró:
—Buenos días.
S
i finalmente era nuestro momento, ¿por qué era tan difícil estar con
Fisher? ¿Nuestro tiempo tenía que incluir que él perdiera sus recuerdos
de mí? ¿Tenía que incluir una prometida?
Definitivamente no tenía que incluir una invitación a la fiesta de cumpleaños
de su padre. Una fiesta en la casa de sus padres. Una fiesta con Angie en la lista
de invitados. Sin embargo... así fue.
—No creo que vaya. —Me dirigí malhumorada a la sala de estar, con una
sudadera vieja y el cabello necesitando un peinado.
—¿No te sientes bien? —preguntó Rory.
Rose apoyó su mano en mi frente.
—No tienes fiebre. Puedes ir.
—Esa no es una forma precisa de tomar la temperatura de alguien. —Fruncí
el ceño.
76 —No tiene que ir. —Rory terminó de envolver el regalo que Pat nos había
entregado.
Le saqué la lengua a Rose. Ella sonrió y negó con la cabeza. Sabía que ella
sólo quería que fuera para que viera a Fisher y Angie en su elemento, rodeados
de su familia. Una gran fiesta del equipo Angie. Pero Rose no sabía lo de los tres
besos. El equipo inferior estaba progresando. Y lo estaba haciendo sin contarle
a Fisher nuestro pasado. No sólo estaba jugando limpiamente; estaba jugando
con una mano atada a la espalda.
—Creo que Laurie va a conseguir que Fisher se comprometa a mantener la
fecha de la boda. El tres de junio. —Rose me dedicó una sonrisa tensa,
provocándome.
—Oh, no estaba segura de que aún fuera una opción. ¿Así que están saliendo,
pero oficialmente siguen comprometidos? —preguntó Rory.
Compartí su sentimiento de sorpresa.
—Me voy a duchar. —Le sonreí a Rose—. Dame veinte minutos.
Ella miró su reloj.
—Quince.
Me preparé en trece minutos y unos segundos, reservando el maquillaje para
el viaje en auto.
Cuando llegamos a su gran entrada, debía de haber otros diez autos. Era más
que la familia. No estaba segura de cómo me afectaría eso. ¿Serían todos amigos
que conocían a Angie? Probablemente.
Uno de los niños nos dejó entrar en la casa llena de gente. Era un día de otoño
fresco en las colinas, así que obligó a los festejos en el interior.
—¡Bienvenidas! —Laurie nos saludó—. Me alegro de que hayan venido. Hay
una mesa para las tarjetas y los regalos por allí. No se olviden de firmar el libro
de visitas. Y sírvanse comida en la sala. Hay juegos y más asientos en la planta
baja. No sé dónde se ha metido Pat, pero lo encontrarás en alguna parte.
Seguí a Rose y a Rory como una sombra hasta la mesa de los regalos. A la
cocina. A la fila para la comida en el comedor.
—¡Hola! —Angie apareció con un pantalón negro ajustado y un jersey blanco.
Su cabello negro rizado estaba aplanado en grandes rizos. Uñas y maquillaje
perfectos.
—Hola, cariño. —Rory la abrazó—. ¿Estás bien?
Ella asintió.
—Realmente lo estoy. Las cosas van bien. Creo que esta fiesta es exactamente
lo que necesito, lo que necesitamos. —Miró a su alrededor—. ¿Dónde se habrá
metido Fisher? Seguro que está en el garaje intentando cortarse la escayola.
Últimamente está muy inquieto con eso. Se lo quitan el lunes.
Angie señaló con la cabeza mis zapatos.
77 —Bonitos zapatos, Reese. Siempre estás adorable.
Sonreí sin mostrar ningún diente. Adorable. Exactamente lo que pretendía.
Angie, la futura novia resplandeciente, se alejó. Habían pasado cuarenta y
ocho horas desde que vi a Fisher. ¿Había pasado algo? ¿Recuperó la memoria?
Llenamos nuestros platos con comida y pastel. Encontramos a Pat y le
deseamos feliz cumpleaños, y me alejé de mi madre y de Rose, bajando a
hurtadillas con los niños. Todos los niños.
Y... Arnie y Fisher. Estaban jugando al ping-pong con los niños, y también a
los videojuegos en el gran televisor.
Fisher perdió la pelota cuando me miró.
—¡Campeón! —se declaró Arnie, tirando su paleta a un lado y lanzando los
brazos al aire.
Me encogí de hombros, como una disculpa silenciosa por haber sido una
distracción y haberle hecho perder el partido.
Arnie me miró por encima del hombro.
—¡Reese! Justo a tiempo. Eres mi próxima competidora.
—¿Yo? —Reí.
Agarró la paleta de Fisher y me la entregó.
—Vete. —Alejó a Fisher—. Perdiste. Ve a jugar con los niños.
Fisher sacudió la cabeza, con una sonrisa enorme y los ojos puestos en mí.
Intenté no mirar demasiado tiempo, temiendo que todo el mundo viera a través
de mí.
Después de que le ganara a Arnie tres veces seguidas, metió el rabo entre las
piernas y subió a por más pastel.
Fisher le dio a uno de sus sobrinos su mando y se dirigió hacia mí mientras yo
me quedaba detrás del sofá unos metros, viendo los juegos en la pantalla grande.
—Hola. —Sonrió.
Me froté los labios, luchando por no mostrarle lo emocionada que estaba de
verlo.
—Hola.
—Destruiste a Arnie. Nunca se recuperará.
Me reí.
—Se las arreglará.
—No estaba seguro de que ibas a venir. —Se puso a mi lado y rozó con su
mano la mía a propósito de forma que nadie se diera cuenta, especialmente
porque estábamos rodeados de un montón de niños distraídos—. Pero,
sinceramente, no tenía ni idea de a quién habían invitado. Mi madre lo llamó una
78 pequeña y acogedora reunión. —Se rio.
Reí.
—Puede que haya cometido un error si ese es el caso.
—Ahí estás. —Angie se asomó por la esquina.
Fisher dio un paso a un lado para que nuestras manos ya no se tocaran.
—¿Qué pasa?
Lo rodeó con sus brazos, dándole un abrazo mientras le besaba el cuello.
—Sube con los adultos. Todo el mundo sigue preguntando por nuestra boda
y no sé qué decir. ¿Qué quieres que les diga?
Sin decir nada, me alejé lentamente, subiendo las escaleras y volviendo a las
sombras de Rory y Rose. Unos minutos más tarde, Arnie se puso de pie en una
silla en el centro del gran salón y silbó con el pulgar y el dedo medio. Fue un
silbido fuerte e impresionante que silenció la sala.
—La estrella del rock siempre tiene que ser el centro de atención —gritó
Shayla, provocando una oleada de risas en la sala.
Arnie sonrió, haciéndose dueño de la verdad.
—Hoy no. Hoy es el gran día de nuestro padre. El hombre que nos enseñó lo
que significa trabajar de sol a sol. Lo que significa poner a la familia en primer
lugar. Patrick Mann es mi héroe.
La emoción llenó la sala cuando Arnie se atragantó un poco.
—Es mi estrella de rock.
Un “Aw” colectivo llenó el espacio.
—Y hace poco —dijo Arnie— nos demostró una vez más lo que hace un
hombre de verdad. Cuando mi hermano se cayó de su pequeña moto y se dio un
golpe en la cabeza...
Las lágrimas se convirtieron rápidamente en risas. Arnie era un verdadero
artista. Un verdadero intérprete.
—Nuestro padre era la voz de la razón y la voz de la esperanza. Sabía que,
independientemente del resultado, nuestra familia saldría adelante. Dio un paso
adelante y ocupó el lugar de Fisher en el trabajo. Pasó muchas noches en el
hospital, junto a la cama de Fisher. Se preocupaba por nosotros, por nuestra
madre, por Angie... por todos más que por él mismo. Y como nota al margen,
vale la pena mencionar que todos nos alegramos de que Fisher haya vuelto con
su vida y al menos con parte de su cerebro intacto. Y aunque le cuesta recordar
algunas cosas, como la chica a la que ama desde que era sólo un niño que corría
hacia el orinal antes de mojar los pantalones...
Más risas.
Me dije que no mirara, pero no pude evitarlo, tenía que hacerlo.
Levantándome sobre los dedos de los pies, miré a Fisher y a Angie de pie en lo
79 alto de la escalera. Ella lo miraba con adoración.
—Sabemos que es sólo cuestión de tiempo. Angie es la chica por la que los
idiotas como yo escriben canciones de amor ñoñas. El amor que compartieron
durante casi tres décadas es único en la vida. Y tú viviste, Fisher... así que no lo
arruines. Cásate con la chica y considérate un bastardo afortunado todos los días.
—¡Cásate con la chica! —Shayla levantó su vaso.
Luego Teena la siguió. Luego otra persona. Y otra persona. Y siguió y siguió
como una manada de caballos salvajes pisoteando implacablemente mi corazón.
Entonces el tintineo de los cubiertos golpeando las copas se impuso.
—Beso. Beso. Beso.
Angie se puso de puntillas y deslizó sus manos alrededor del cuello de Fisher.
Y él cedió los últimos centímetros y la besó.
Me di la vuelta, en la dirección equivocada. Rose no los miraba como Rory;
me miraba a mí. No se regodeaba. Por mucho que supiera que Rose no
comprendía a Fisher y a mí, sabía que me quería. Me agarró la mano y la apretó.
Ese apretón de “estarás bien”. No podía culpar a Fisher. Pensé en todas las cosas
que había hecho para complacer a mi padre, para complacer a mis abuelos, para
complacer a Dios. Hubo tantas veces en la vida que hicimos lo que se esperaba
de nosotros. Un soldado que antepone su país a su persona. Esta habitación era
el país de Fisher.
Ni siquiera podía odiar a Angie. No. Ella era amable. Y se enamoró de Fisher
cuando él era sólo un niño. Parecía el ejemplo perfecto de la suerte y el destino.
Ella había perdido a sus padres. No tenía hermanos. Fisher y su familia eran su
familia.
Tal vez... Pensé que tal vez... realmente no era nuestro momento. Y eso
significaba que nunca sería nuestro momento.
Después de que Rose me soltara la mano, di pasos lentos en dirección a la
puerta principal, asegurándome de que nadie me observaba, y salí al aire fresco.
Me abracé a mí misma y caminé hacia el final del camino para tomar mi chaqueta
del auto de Rory, pero ella lo había cerrado con llave.
—¡Ugh! Rory... nadie va a robar tu auto —refunfuñé para mis adentros.
Consideré la idea de volver a entrar durante tres segundos antes de dirigirme al
camino de grava, esperando que los dedos de mis "bonitas" botas de gamuza
verde no se congelaran enseguida. Aceleré el paso, tratando de calentar el resto
de mi cuerpo; ese día hacía por lo menos veinte grados más de frío que en
Denver.
Crunch. Crunch. Crunch.
Miré detrás de mí.
—No lo hagas. Dejadme en paz. —Empecé a trotar.
—Más despacio. No me gusta trotar con una escayola.
80 —Entonces vuelve con tu familia, Fisher.
—Más... despacio. —Me alcanzó y me agarró del brazo.
Se lo arranqué de un tirón, no porque estuviera enfadado con él. Sólo estaba...
enfadada con la vida. Enfadada por el momento en el que se encontraba mi vida.
—Hace frío. —Se encogió de hombros y me envolvió con su chaqueta.
—Estoy bien.
—Te castañetean los dientes. —Se rio.
Pasé los brazos por las mangas mientras él subía la cremallera. Puede que
mis brazos fueran extrañamente largos, pero su chaqueta seguía siendo inmensa
para mí.
—Yo también estoy enfadado.
Lo miré, pero no dije nada. Me leyó la mente.
—Estoy enfadado porque las personas que me conocen desde hace más
tiempo y que deberían conocerme mejor no parecen conocerme en absoluto en
este momento. —Exhaló, una nube blanca en el aire frío—. Y quizá no sea culpa
de ellos. Tal vez no soy el mismo. Así que siento que es una situación de mierda
y que nadie tiene la culpa. Y sin embargo, nadie sabe cómo encontrar la salida.
Mi mirada bajó a nuestros pies.
—No me importa si recuerdo estas piezas perdidas o no. Realmente no me
importa. Sólo me gustaría que alguien me lo dijera con seguridad. Sí, Fisher, vas
a recuperar la memoria en seis semanas. O no, Fisher, esto es todo. Nunca
recordarás. Porque no puedo enamorarme de las fotografías. No puedo
enamorarme de los recuerdos de otra persona. Yo sólo.. —Sacudió la cabeza—.
No puedo.
—¿Qué necesitas, Fisher? — Levanté la mirada y miré sus ojos perdidos.
—Tiempo. Y espacio.
Asentí con la cabeza.
—Me seguiste —susurré.
—Ves, ese es el problema. Las personas de las que necesito tiempo y espacio
se niegan a dármelo. Y la única persona con la que necesito más tiempo y mucho
menos espacio es la que sigue huyendo o alejándose de mí.
—Corría para mantenerme caliente. Y el día que me alejé con el auto, tuve
que ayudar a dar a luz a un bebé.
Fisher sonrió mientras movía la cabeza de un lado a otro.
—¿Esa es tu historia?
Me encogí de hombros.
—Es la verdad.
—Mi familia creyó que había hecho un gran trabajo recortando mi barba.
81
—Como no podía ser de otra manera. Hice un trabajo impecable. Pero se está
desaliñando de nuevo.
—Te haré la cena esta noche si vienes a cortarme la barba.
—Te quitan el yeso en dos días.
—Pero me gusta que lo hagas tú.
—Bueno, eso es simplemente pereza, Fisher.
—Te dejaré que me ayudes a terminar la estantería de mi tienda.
—¿A qué hora es la cena?
Él sonrió y fue glorioso. Era para mí. Todo para mí. Fisher quería pasar tiempo
conmigo. Fisher quería el menor espacio posible entre nosotros. Me permití
creer que no era por Angie, como la relación de Rory con Rose no era por mi
padre o incluso por mí.
—Seis.
—Bien. —Actué como si fuera un sacrificio.
Un auto pasó frente a nosotros y Fisher los saludó mientras giraba la cabeza
de manera que quizás pensaran que yo era Angie.
—Ven preparada. Voy a besarte hasta que se te entumezcan los labios.
Apreté los labios para no sonreír.
—Puede que incluso intente llegar a la segunda base. Vístete
convenientemente.
Resoplé, sin poder contenerme.
—¿Quién eres tú?
—Según tú, soy el pescador perdido. Sólo intento encontrarme a mí mismo.
—¿Y crees que te encontrarás en la segunda base conmigo?
Miró por encima de mi hombro hacia la distancia, moviendo un poco la
cabeza.
—Tal vez no en la segunda base. A la tercera… —Sus labios se torcieron—.
Esa es una posibilidad mucho mayor. Creo que un home run haría que me
importara una mierda si me encontrara a mí o a cualquier otra persona.
—Es curioso porque estás hablando, y veo que tus labios se mueven, pero
sigo pensando en que me enseñaste a construir esa estantería. ¿Crees que podré
usar algo más que el papel de lija? ¿Como un martillo, una sierra o un
destornillador?
Fisher me miró, con una pequeña sonrisa en sus labios.
—Te estás emocionando un poco. ¿Estoy a punto de ser besado? ¿O de que
me toquen? ¿O de que me sujeten a un pino para que puedas hacer lo que quieras
conmigo?
—¿Y esa herramienta que sirve para hacer agujeros para los pernos de la
82 estantería?" —Ignoré sus preguntas—. ¿Podrías enseñarme a usarla?
Cuanto más lo ignoraba, más divertido parecía volverse. Y a mí me
encantaba.
—¿La plantilla de perforación de estantes Shelf Pin Jig Kreg?
—Seguro. Llámalo como quieras. Sólo quiero saber si me vas a enseñar a
usarlo.
—No lo estoy llamando como quiero. Lo estoy llamando como es. —Sacudió
la cabeza—. No puedo creer que haya aceptado enseñarte cosas. Creo que estás
mintiendo en eso.
—No estoy mintiendo. Y me vas a dejar usar la plantilla si te voy a dejar
explorar la segunda base.
Fisher inclinó la cabeza hacia un lado, como un cachorro. Sus labios se
curvaron. Sus ojos se entrecerraron.
—La plantilla entonces. A las seis en punto. Ahora tenemos que volver. Por
separado.
Me quité la chaqueta.
—Toma. Tienes que volver como te fuiste.
—Tienes que regresar antes de que te mueras de frío. ¿Cómo se supone que
voy a hacerte cosas después si te mueres de frío?
Reí.
—¿Tu mayor preocupación de que me muera es lo que eso significa para ti
llegar a la segunda base? ¿Necesitas que te conceda una regla especial de diez
segundos?
—Te escucho. —Levantó la barbilla mientras me miraba.
—Me muero. Tienes diez segundos para tocarme antes de que se considere
perverso.
Fisher arqueó las cejas.
—Eres una chica enferma.
—¿Eso es un sí o un no?
—Es un sólido sí, pero quiero que conste que fue tu idea.
—Tomo nota.
—En serio, tienes los labios azules. Ve. Corre. Esperaré unos minutos antes
de ir hacia allá, y entraré por la puerta de abajo.
—Seis. —Sonreí un segundo antes de girar y trotar hacia la entrada.
—¿Reese? —Me di vuelta.
Fisher sonrió antes de sacudir la cabeza y limpiarse la boca para ocultar su
sonrisa.
83
—Nada. Sólo... vete.
Me reí durante todo el camino de vuelta a la entrada. Me dolían los dientes y
tenía los labios congelados en las encías. Un pequeño grupo de personas salió
de la casa, y aproveché esa oportunidad para volver a colarme dentro sin llamar
la atención.
—¿Quieres ver el vestido de novia de Angie? —me susurró Teena al oído
mientras tomaba a hurtadillas un puñado de patatas fritas.
Me giré, con los ojos muy abiertos, preguntándome si quería susurrarme eso
al oído. Por supuesto que sí. Yo era la hija de la mejor amiga de Fisher. Una amiga
de la familia. La ex empleada de Fisher. ¿Por qué no iba a querer ver el vestido
de novia de su prometida?
—Um… —Me metí unas cuantas patatas fritas en la boca para ganar tiempo y
alimentar mi ansiedad.
—Está en la habitación de mis padres. No se lo vamos a decir a Fisher. Podría
asustarlo. Pero es impresionante. Tienes que verlo.
—De acuerdo —murmuré, apenas audible por encima de las patatas fritas.
Puede que incluso haya escupido algunos trozos al aire en mi respuesta. Y, de
todos modos, no tuve mucha elección, ya que Teena me agarró del brazo y me
arrastró por el pasillo hasta el dormitorio principal, lleno de un puñado de
mujeres, incluidas Rory y Rose.
Angie estaba de pie en la esquina, frente a un espejo de cuerpo entero, con
un vestido blanco sin tirantes. Sencillo. Elegante. Una elección perfecta para ella.
Parecía una princesa.
Mientras sonreía, una lágrima se deslizó por su mejilla y se la limpió
rápidamente.
—Lo siento. —Se le escapó una lágrima—. Es que siempre me imaginé que
mi madre estaría aquí para verme con mi vestido de novia. —Otro sollozo—. Y
me imaginé a mi padre llevándome al altar.
Vaya mierda... (uso necesario de la palabra con M)
Hizo que mis ojos ardieran de emoción, junto con los de todos los presentes.
No era una completa bruja. Se enamoró de Fisher cuando tenían seis años. ¡Seis!
Rose me lanzó una sonrisa tensa. Una mirada de: ¿de verdad vas a intentar
quitarle a Fisher también? No estaba tratando de alejar a Fisher de ella.
No realmente.
Por supuesto, lo besé, pero fue un lapsus de todo pensamiento coherente.
Habría besado a cualquiera que estuviera frente a mí cuando recibí el mensaje.
Si Angie hubiera estado allí, la habría besado.
De verdad.
84 En cuanto a los besos que siguieron a ese primer beso, fueron mutuos.
Algunos incluso habrían dicho que fueron idea de Fisher.
—Mi niña. —Laurie abrazó a Angie—. Somos tu familia. Siempre. Te he
sentido como una de mis chicas desde que tengo uso de razón. Y Fisher te ha
amado desde que su pequeño y obstinado corazón supo lo que significaba
enamorarse. Y te va a recordar. Y se va a sentir como un tonto por haber dudado
un solo segundo.
Oh chico...
En ese momento, tuve que usar una sonrisa falsa, no parpadear, y
definitivamente no mirar a Rose. Tenía que guardar bajo llave mis sentimientos
más irracionales. Aquellos en los que mi corazón se sentía pesado porque Laurie
no me estaba abrazando. Laurie no estaba diciendo que yo era de la familia.
Laurie no me estaba recordando que yo era la dueña del corazón de Fisher.
Para ser justos, ella no tenía ni idea de que yo era la que Fisher invitaba a
cenar. Yo era la que llevaba a Fisher a Target. Y fui la que (no es que me
enorgullezca de ello) lo animó muy inadvertidamente a tener sexo con Angie.
Básicamente, yo era una superheroína, y como todos los superhéroes, nadie
conocía mi verdadera identidad. Permanecía en las sombras siendo una
bienhechora sin una pizca de reconocimiento.
Tan desinteresada.
—¿A dónde vas? —Rory me detuvo al fracasar en mi intento de
escabullirme de la casa.
—Voy... a casa de Fisher para ayudarlo a terminar su
estantería. Luego supongo que podríamos pedir pizza o algo así. Depende de lo
que tardemos en terminarla.
—Suena divertido. Tengo que terminar de lavar ropa. Luego Rose y yo
pediremos pizza, nuestra recompensa, y nos dirigiremos hacia allí. Descubrí una
nueva cerveza que creo que Fisher debería probar. ¿Angie también estará allí?
Ella prefiere algo un poco más dulce como Riesling o Moscato. Puedo comprar
una botella para ella también.
Adiós a nuestra noche, y no había nada que pudiera hacer al respecto. La
sonrisa en la cara de Rose lo confirmó mientras hojeaba un montón de papeles
de la escuela.
—Me parece genial. Danos un par de horas.
85 —Si llegamos pronto, nos parece bien esperar a que terminen —dijo Rose.
—Por supuesto. —Asintió Rory—. Dile a Fisher que no hay prisa.
—De acuerdo. —Asentí, saliendo enfadada por la puerta hacia mi auto. Habría
ido caminando, pero el dúo de Ideas Terribles y su compinche Ideas Aún Peores
se entrometieron en nuestra noche. No me extrañaría que llamaran a Angie para
asegurarse de que también estaría allí.
—Hola. Justo a tiempo. —Fisher abrió la puerta principal y sonrió.
—No. Nada de lo nuestro es justo a tiempo. —Lástima que no supiera cuánta
verdad contenía esa afirmación.
—Uh oh... ¿qué pasó? —Se hizo a un lado.
—Rory me vio salir y me preguntó qué estaba haciendo. Y lo siguiente que
supe fue que se invitaba a sí misma y a Rose a comer pizza y cerveza. Tal vez a
Angie también. No estoy segura. —Fruncí el ceño.
—¿Y te molesta por qué? —Cerró la puerta y se apoyó en ella, con la mano
buena en el bolsillo delantero.
Con una larga mirada, permanecí en silencio. ¿De verdad iba a obligarme a
decirlo?
—Quiero decir que para mí es una mierda —dijo—. Llevo toda la tarde
pensando en la segunda base. Pero para ti que quieres aprender a usar la
plantilla, no sé cómo afectará la compañía adicional. ¿Te preocupa que el resto
quiera aprender a usarlo también y no quieras compartir la experiencia con
ellas?
Me temo que Angie es el amor de tu vida y estás demasiado confundido para
verlo. Me temo que nuestro tiempo es limitado y sólo estoy posponiendo el
inevitable corazón roto.
—Renuncio. Si muero, no tendrás ni diez segundos para tocarme.
—Eso es un poco duro. Estás actuando como si fuera mi culpa que hayas
hecho un trabajo terrible al escabullirte de la casa. Así que ahora sólo nos quedan
dos opciones.
Crucé los brazos sobre el pecho.
—¿Qué dos opciones?
—O no te mueres, o te toco ahora.
Estúpido Fisher. Ahí estaba otra vez, haciéndome reír. Complaciéndome con
un comportamiento ridículo y una conversación aún más ridícula. ¿Habló de
tocar cadáveres con Angie? No podía imaginarlo. Ella parecía demasiado
sofisticada para eso. Pensé que el noventa y nueve por ciento de la población
adulta del mundo era probablemente demasiado sofisticada para hablar de tocar
cadáveres. Y el otro uno por ciento probablemente estaba en prisión o en una
86 lista de los más buscados.
—¿Y si no me muero y me tocas ahora? ¿Por qué tiene que ser una elección?
Fisher sonrió.
—Ves, por eso funcionamos. Dos grandes mentes. —Se apartó de la puerta,
dio tres pasos, deslizó su mano buena por detrás de mi cuello y me besó.
Solté una risita al recibir su beso. El beso duró más de lo que esperaba, con
su mano enyesada inactiva a su lado y su mano buena en mi cuello. Fisher estaba
arrasando en la primera base. Lo era todo, pero no lo suficiente. No cuando sabía
lo que se sentía cuando Fisher se deslizaba hacia el home plate pero se quedaba
unos centímetros atrás.
Mis manos se posaron en su pecho vestido de camiseta durante varios
segundos antes de dirigirse al sur.
—Oh… —Se alejó, con una ceja levantada mientras miraba mis dedos
haciendo un movimiento en el botón de su pantalón—. La segunda base es todo
lo que está por encima de la cintura.
Por encima de la cintura. ¿Estaba bromeando? Eso dejaba el pecho y los
abdominales para mí. No es que Fisher no tuviera un gran pecho y abdominales,
pero los hombres no tenían nada prohibido por encima de la cintura. La segunda
base estaba claramente definida por un hombre.
O... y este pensamiento era el más perturbador... Fisher Mann nunca iba a
tener sexo conmigo.
No. Nunca.
Estábamos destinados a ser ligones profesionales que se adentraban en los
juegos preliminares, con un ocasional manoseo. Los jugadores que nunca
alcanzaban la meta.
—No confío en Rory y Rose. Podrían aparecer en cualquier momento.
Pongámonos a trabajar en esa estantería y a enseñarme a usar esa cosa de jiggy.
—Pasé junto a él y doblé la esquina hacia la puerta del garaje.
—Vaya... vaya... vaya... —Me siguió—. ¿Estás enfadada? ¿Pensaste que lo de
allí fue un rechazo por mi parte?
Mis pies hicieron un trabajo rápido llevándome por las escaleras. Tenía tantas
ganas de darme la vuelta, hacer una bola con mis manos y decirle cómo me había
sentido secretamente rechazada por él durante más de cinco años. Pero vi a
Angie con un vestido de novia que había elegido para casarse con el chico del
que se había enamorado antes de poder imaginar su vida como bióloga, su vida
como mujer, su vida como huérfana. Mis problemas parecían insignificantes en
el mejor de los casos. Necesitaba asimilar el hecho de que Fisher no sería todo
mío durante un tiempo, quizá nunca. Eso significaba que tenía que decidir qué
podía soportar mi corazón. ¿Tenía la fuerza y la paciencia para llegar hasta el
final por la escasa posibilidad de que fuera yo? Que yo fuera la persona que
amaba con o sin los recuerdos de nosotros o de Angie.
87 —Sólo voy a sentirme rechazada si no me muestras la acción de jiggy.
—No lo creo. Ven. Fui un estúpido. Quería esperar a que me quitaran la
escayola antes de sugerir algo más, pero está claro que soy el mayor idiota del
mundo.
Cuando me giré para asegurarle que no era el mayor idiota del mundo
porque yo ya me había hecho con ese título años atrás, tropecé con mis palabras
y no me salió nada.
Estaba al pie de la escalera sin camisa y con el vaquero en los tobillos por
encima de las botas de trabajo. Sólo tenía un calzoncillo negro y una sonrisa
asesina.
—¿Disculpa?
Después de que mis ojos se saciaran, después de que mi lengua diera media
docena de pasadas por mi labio inferior, asentí.
—Ponte la ropa.
—¿Estás segura? —Se dirigió hacia mí dando pequeños pasos restringidos
por su pantalón en los tobillos. Fisher era el pato más sexy que jamás había visto.
—Detente. —Solté una risita—. Sólo... ponte la ropa.
—Ahora me siento rechazado.
—Entonces estamos en paz. —Reí.
—¡Lo sabía! —Me señaló con un dedo la cara—. Entonces sí te sentiste
rechazada.
Mi sonrisa se desvaneció y acomodé mi cabello detrás de las orejas.
—No. —Sacudí la cabeza lentamente antes de encorvarme frente a él y subirle
el pantalón.
La respiración de Fisher se aceleró, tal vez por la anticipación de lo que
estaba haciendo, tal vez por mi proximidad a su erección presionada contra el
algodón negro.
Observé mis manos, al igual que él, mientras abotonaba y subía la cremallera
de su vaquero.
—Hoy vi a Angie con su vestido de novia. Alerta de spoiler: estaba
impresionante. Y emocionada. Parecía la chica que había soñado con un chico y
sólo un chico toda su vida. —Mis dedos recorrieron las cicatrices a lo largo de
sus abdominales y su pecho; se tensaron aún más bajo mi tacto.
—No estoy diciendo que debas casarte con ella. Y cualquier cosa que no sea
llevar ese vestido para ti la lastimará profundamente. Así que tampoco estoy
diciendo que crea que mi alejamiento cambiará lo que sientes por ella o lo que
ella sentirá si no te casas con ella. Pero necesito perspectiva, Fisher. —Levanté
mi mirada hacia la suya.
La preocupación delineaba su hermoso rostro.
88 —No estoy en esto para destruir los sueños de una mujer —dije—. No estoy
en esto para echar un polvo rápido. No es un juego, aunque cada momento
contigo se sienta excitante y lleno de vida. Así que gracias —dije con una
pequeña sonrisa fácil para él.
—¿Por qué?
—Por detenerme. Por rechazarme. Es fácil perder la perspectiva cuando
estoy contigo.
—No. —Sacudió la cabeza—. De nuevo, yo no te rechacé. Y nunca tienes
permitido darme las gracias por impedir que nos desnudemos. Simplemente...
no. No lo voy a permitir.
—Ponte la camiseta. Tenemos trabajo que hacer. —Di un paso atrás.
Recogió la camisa del suelo y se la puso, pasando los brazos por ella
lentamente. Me giré y pasé la mano por las piezas de madera que habíamos
pegado dos noches antes.
—Lo siento —susurró, apretando su pecho contra mi espalda y besando la
parte superior de mi cabeza—. Estoy seguro de que ver a Angie con su vestido
de novia no fue fácil para ti. Ojalá supiera con certeza cómo acabará esta historia.
—Se agachó más y me besó el cuello mientras su mano buena se deslizaba
alrededor de mi cintura—. Sé cómo quiero que acabe ahora mismo. Pero me da
mucho miedo el giro de la trama porque quedan demasiados capítulos. Y ya no
confío en la vida y sus giros argumentales.
Si tan solo pudiéramos haber hecho un par de maletas e irnos con pasajes de
ida a algún lugar lejano y no volver jamás. Pero no estábamos huyendo de Rory
y Rose, ni siquiera de Angie y su familia. Estábamos huyendo de sus recuerdos
perdidos.
Me giré en sus brazos y rodeé con los míos su cuello.
—No sigamos leyendo. —Sonreí—. Volvamos al principio y releamos,
revivamos, nuestros capítulos favoritos, como éste.
—¿Este? —Entrecerró los ojos una fracción.
Lo atraje hacia mí, poniéndome de puntillas mientras mis labios rozaban los
suyos de un lado a otro.
—Sí —susurré antes de darle un beso lento a su boca. Mi mano derecha buscó
su mano izquierda y la guié bajo el dobladillo de mi camisa.
Arriba.
Arriba.
Arriba.
—Este es el capítulo en el que el pescador perdido llega a la segunda base.
Fisher sonrió antes de que lo besara de nuevo. Su mano ahuecó mi pecho, y
su pulgar se deslizó bajo la tela y rozó mi pezón.
Sabíamos que no pasaría de ahí. Así que nos tomamos nuestro tiempo para
89 besarnos, como si tomáramos un café en una relajada mañana de domingo.
El pescador desnudo no habría tenido tanto autocontrol, como tampoco lo
habría tenido aquella chica hormonal y despistada de dieciocho años. Sabíamos
que el tiempo y la paciencia eran nuestras únicas opciones, nuestra única
esperanza.
No sabía cuánto iba a durar, cuánto íbamos a durar, pero me encantaba la
nueva versión de nosotros. Fisher no me quitó la virginidad porque no estaba
seguro de merecerla, y no estaba seguro de que yo estuviera realmente
preparada para dársela.
Cinco años después, estábamos en la misma situación, pero esta vez no era
mi virginidad. Era mi corazón. Y como cinco años antes, confié explícitamente en
Fisher para que tomara lo que sentía que merecía y dejara todo lo que pudiera
lastimarlo.
—Fisher… —susurré en su oído mientras él besaba a lo largo de mi mejilla.
—¿Hmm?
—Enséñame.
—¿Enseñarte qué? —Sus nudillos pasaron fugazmente por mi otra mejilla.
—Todo.
F
isher me enseñó a usar la plantilla. Me enseñó a preparar las cosas para
barnizar las piezas que haríamos más adelante. Incluso me llevó a través
de todas sus herramientas, dándome una breve explicación de lo que
hacían y ejemplos de cuando las usaba. Él tenía paciencia, tal vez sólo conmigo,
pero eso era lo único que importaba.
Fisher quería estar conmigo.
—¿Hola? —llamó Rory desde las escaleras justo cuando estábamos barriendo
el suelo.
Fisher se puso en cuclillas para sostener la pala mientras yo barría el pequeño
montón en ella.
—Aquí abajo.
Tap.
Tap.
90 Tap.
Rory bajó las escaleras.
—La pizza está aquí.
—Bien. Hemos terminado. —Fisher se levantó y tiró el serrín a la basura.
—Tal vez deberías haber sido carpintera en lugar de partera. —Rory me miró
mientras me quitaba el polvo del pantalón.
—Fisher es bastante sorprendente en lo que hace, pero no ha sacado a un ser
humano de su vagina. Así que me quedaré con mi nuevo trabajo.
—Y... ya hemos terminado aquí abajo. —Fisher apagó las luces, dejando sólo
la luz encendida sobre la escalera.
Rory se rio y volvió a subir las escaleras con Fisher y conmigo justo detrás.
—Hola, bebé. —Para sorpresa de nadie, Angie estaba en la cocina, colocando
platos y servilletas.
Realmente necesitaba un plan de juego. Uno que implicara decirle a mi
madre que estaba arruinando mi vida. Era un discurso que no había tenido la
oportunidad de darle antes de que fuera a la cárcel. Rory no tenía ni idea, así que
¿era justo culparla? Me pregunté si se habría sentido mal si se lo hubiera dicho.
¿O habría estado demasiado enfadada con Fisher y conmigo como para
preocuparse por su papel en mantener vivos los sueños y esperanzas de Angie?
—Hola. —Fisher no tuvo ningún problema en cambiar los papeles, tal vez
porque Rose reservaba sus ceño fruncido de desconfianza para mí.
Le subí el pantalón, Rose. ¡Lo subí! Con cremallera. Los abotoné. Eso era todo
para mí.
Angie abrazó a Fisher y le dio un rápido beso en los labios. Me había inscrito
en The Bachelor. Oh, las alegrías de compartir un hombre.
—Reese, estás poniendo el listón muy alto para nuestros futuros hijos. —
Angie se sirvió una copa de vino mientras Fisher abría una botella de cerveza y
daba un largo trago.
—¿Oh? —dije con cautela mientras me servía una copa de vino tinto. Justo lo
que quería hacer, hablar de sus futuros hijos.
—Tu madre dijo que te encantaba trabajar en el taller de Fisher. Yo no bajo
allí. Es demasiado polvoriento. Pero estoy segura de que sueña con enseñar a
nuestros hijos sus habilidades algún día. Si no muestran interés, se preguntará
por qué no tuvo una hija como tú.
Me atraganté con el vino, y Rose acudió al rescate, dándome una palmada en
la espalda un poco fuerte mientras Rory se metía en la conversación.
—Reese siempre ha sido curiosa y práctica con las cosas. Incluso de pequeña
quería hacer todo lo que nos veía hacer a su padre y a mí.
—Oh… —La nariz de Angie se arrugó—. Eso sonó raro. Lo siento. —Se llevó
91 la palma de la mano a la frente—. No estaba insinuando que fueras una niña.
Eso... sólo… —Dejó el vino en la mesa y enterró la cara en el pecho de Fisher.
Él mantuvo su brazo bueno, el que sostenía la cerveza, a un lado para no
derramarla por el impacto.
—Ha sido un día largo. —Se rio, haciendo rodar su frente contra el pecho de
él mientras su brazo escayolado se apoyaba suavemente en su espalda.
Cada treinta segundos tenía que recordar que la mente de Angie recordaba
todo lo relacionado con Fisher Mann desde que tenía seis años. Se sentía cómoda
en su presencia y en su abrazo. No sólo como amante, sino como amiga de casi
treinta años.
—Está bien. Sabía lo que querías decir.
No. No tenía ni idea de lo que quería decir. Era la comparación más
descabellada. Pero yo no estaba en el negocio de hacer sentir a la gente mal o
incómoda. Si Angie y yo no hubiéramos competido por el mismo soltero,
podríamos haber sido mejores amigas. Me identifiqué con su condición de hija
única y con la pérdida de un padre. Durante los tres años que transcurrieron
entre la muerte de mi padre y la salida de Rory de la cárcel, me sentí huérfana.
Angie amaba una buena copa de vino y los vestidos bonitos. Y ella amaba a
Fisher Mann... y yo también.
No la odiaba.
En muchos sentidos, yo era ella.
—Encendí el calefactor del porche. Vamos a salir. —Rory le entregó a Rose
su cerveza y tomó las dos cajas de pizza.
Fisher y Angie agarraron los platos y las servilletas mientras yo llevaba mi
vino con las dos manos como una buena niña.
El porche del nivel principal de Fisher era un mirador amplio con bonitos
muebles y muchas plantas. Rory dejó las pizzas en la mesa de centro de madera
de forma irregular antes de tomar asiento junto a Rose en un sillón mientras
Fisher se sentaba en el sillón opuesto con Angie a su lado, con la espalda
parcialmente pegada a su pecho como si fuera su peluche para abrazar.
Eso me dejó el sillón gris claro tipo bolsa de frijoles. El respaldo y los brazos
eran más rígidos que los de una bolsa de frijoles, lo que la convertía en la silla
más cómoda de la casa. Me pareció justo, ya que me correspondía el quinto
puesto de la noche.
—Bueno, alguien cumple años dentro de dos semanas. —Rory dio un sorbo a
su cerveza y me miró.
Le devolví una sonrisa tensa y me concentré en no derramar mi vino tinto
sobre el sillón gris claro de Fisher.
—Si no estás de guardia, deberíamos ir de acampada.
92 —Suena bien. —Después de dar un lento sorbo a mi vino, le lancé una sonrisa
de oreja a oreja.
—Fogata. Sacos de dormir cálidos. Guantes de lana. Estaremos bien. Nunca
fuimos a acampar cuando eras más joven. Tu padre no era aficionado a acampar.
Pero Rose y yo compramos equipo de acampada hace varios años. Y pensamos
que sería divertido ir en grupo.
—¿En grupo? —Desalenté a mi mente curiosa para que no dirigiera mi mirada
hacia Fisher, ya que esperaba que su referencia a un grupo se refiriera a un
grupo de personas de su trabajo o a algún grupo de acampada al que se hubieran
unido. Si es que eso existía.
—Nosotros. Tu gente. —Rory hizo un círculo con la cabeza, señalando a la
sala—. ¿Qué dicen ustedes dos? ¿Se apuntan a acampar en el cumpleaños de
Reese? —preguntó a Fisher y Angie.
—Suena divertido. Hace años que no voy de camping. Creo que Fish tiene
mucho equipo de todas las acampadas que ha hecho con su familia. ¿Verdad,
bebé?
Fish. Bebé.
No tenía apodos para Fisher. Al menos ninguno que pudiera usar delante de
alguien más. Al igual que no podía besarlo o tomar su mano frente a nadie más.
Cinco años cambiaron todo... y nada. Los dos estábamos en un lugar mejor, pero
el momento seguía siendo malo. Quería cerrar los ojos, hacer un movimiento y
adelantarme un año para saberlo.
Sabría si se enamoró y se casó con Angie. Si su memoria regresaba. Si mi
corazón sobrevivía a todos los si.
Fisher asintió.
—Tengo un montón de material de acampada entre el sótano y lo que hay en
casa de mis padres.
Feliz cumpleaños para mí, pensé, mientras ponía cara de valiente. En mi día
especial, me congelaría el trasero en una tienda de campaña, probablemente
sola, mientras los enamorados se acurrucaban para pasar la noche en sus tiendas
después de una velada romántica junto a la hoguera.
—Di que sí, cariño. Arriésgate. Creo que te encantará acampar. Dijiste que te
gustaban las montañas. ¿Qué podría ser mejor que pasar el fin de semana allí con
buenos amigos y familia?
Sacarme los ojos con un picahielos. Quitarme las uñas con pinzas. Comer
cucarachas. Limpiarme el trasero con papel de lija. Tantas cosas serían mejores
que la idea de acampar con Rory y su grupo.
No estaba de guardia ese fin de semana, pero consideré mentir. Con mi
suerte, Rory habría visto a Holly en el salón. ¡Puf! Descubierta.
—Suena increíble. —Metí casi medio trozo de pizza en la boca. Era hora de
93 comer mis frustraciones—. ¡Oh!
Sucedió. Por supuesto que pasó.
Derramé mi vino sobre mí y sobre su increíble sillón.
—Mierda. Er... demonios. Yo... lo siento mucho.
Y estaba avergonzada. No podía mirar a nadie, y menos a Fisher, mientras me
apresuraba a levantarme del sillón y a secar el vino tinto con un montón de
servilletas.
—Fue un accidente. No te preocupes, Reese. Nos ocuparemos de ello si
quieres ir a limpiarte. —Angie saltó al rescate mientras todos los demás
arrojaban sus servilletas al montón para salvar el sillón de la mayor cantidad
posible de vino que empapaba el relleno.
Me quité la tela mojada de la camiseta de la piel mientras agachaba la cabeza
y me dirigía a toda velocidad al baño de invitados, cerrando la puerta tras de mí
antes de mirarme en el espejo. Después de dos minutos de reñirme internamente
por ser tan torpe en mi estado de nerviosismo tras el tema de la acampada, me
quité la camiseta y puse la parte manchada bajo el agua.
Dos suaves golpes sonaron en la puerta.
—Estoy bien. Sólo dame un minuto.
La puerta se abrió porque no había echado el cerrojo, porque ¿quién abre
una puerta de baño cerrada sin ser invitado?
Tomé la toalla de mano de la encimera y me la llevé al pecho mientras Fisher
miraba a través de la rendija que había hecho con la puerta.
—¿Qué? —Levanté la barbilla, luchando contra el impulso de tener un
pequeño colapso emocional.
Si me miraba demasiado tiempo a los ojos, habría visto que estaba al borde
de perder la cabeza.
—Te traje una camisa. —Abriendo la puerta lo suficiente como para pasar su
mano, me entregó una camiseta.
—Te quedará enorme, pero también podría cubrir la mancha de tu pantalón.
Asentí lentamente mientras mi mirada se dirigía a la camiseta que tenía en la
mano.
—Siento mucho lo de tu sillón. Pagaré cualquier daño o un sillón nuevo. —
Dando la espalda a la puerta, dejé caer la toalla de mano y me puse su camiseta.
—Angie está bebiendo demasiado vino esta noche. No puedo dejarla
conducir a casa. Así que se quedará aquí.
Me volví.
—No estaba hablando del nivel de sobriedad de Angie. Hablaba de tu sillón.
—Bueno, me importa una mierda el sillón.
Después de apretar los dientes durante unos segundos, respondí.
94 —Bueno, a mí me importa una mierda si se queda aquí o no. No soy estúpida.
Sé que te acuestas con ella. Me lo dijiste, y yo estaba contigo cuando compraste
los condones.
No había otra forma de describir ese momento más que decir que tuve la
maldita valentía de un superhéroe para decirle esas palabras sin que mi corazón
explotara a través de mi pecho y se hiciera añicos en el suelo. La idea de que
tuviera sexo con Angie... era insoportable. Mi pecho sentía un dolor físico que se
abría paso hasta mi garganta, retorciéndose en un nudo apretado que hacía que
cada palabra fuera una lucha por salir de mi boca.
Ojos que ardían.
Corazón acelerado.
Náuseas.
Pero la más valiente de las caras.
Porque... porque amaba a Fisher, y aunque mis posibilidades de ser feliz con
él fueran inferiores al uno por ciento, él valía la pena.
Fisher se desanimó un poco como si lo hubiera decepcionado. No estaba
tratando de decepcionarlo a él ni a nadie. Por eso acepté ir de campamento. Por
eso mantenía mis sentimientos hacia Angie y hacia él bien guardados.
—Era una caja de doce. La caja está sin abrir. Los doce están ahí ahora. Los
doce estarán allí por la mañana.
Mi mirada permaneció distante por autopreservación, y me encogí de
hombros.
—Lo que sea. —Enrollé mi camisa sucia, abrí la puerta y pasé por delante de
él. En cuanto me di cuenta de que Angie, Rose y Rory seguían trabajando duro
en el sillón manchado, utilizando alguna botella de limpiador especial, me volví.
Mis manos se posaron en el pecho de Fisher, sorprendiéndolo con la guardia
baja mientras lo empujaba por el pasillo hacia su dormitorio.
No encendí la luz ni cerré la puerta. Lo guié a través de la habitación, hasta su
baño, deteniéndome en su armario. Un lento paseo iluminado únicamente por la
luz de la luna que se filtraba a través de las cortinas y las claraboyas.
Dejé caer la camisa mojada al suelo, arrugué su camisa en mis puños, lo atraje
hacia mí, y presioné mis labios contra los suyos, dándole todas mis emociones
no expresadas en ese lento beso.
Su mano buena se enredó en mi cabello, profundizando el beso, y gemí
suavemente. Me encantaba nuestra burbuja, pero odiaba su destino, como el de
todas las burbujas. Al final, todas las burbujas explotaban.
Al apartarme, solté su boca, pero seguí sujetando su cuello para que
mantuviera sus labios cerca de los míos mientras susurraba: "Estoy contigo.
Estoy contigo siempre que quieras que esté en tu vida. Incluso en los días que
duela como el infierno. Estoy dentro.
Apoyó su frente en la mía y exhaló lentamente.
95 —¿Puedo decirte algo verdaderamente terrible?
Sonreí, levantando la barbilla y rozando mis labios con los suyos mientras
soltaba una risita.
—Dime.
Fisher arrastró su boca por mi mejilla, dejando pequeños besos en su camino
hacia mi oreja.
—Los únicos recuerdos de mi pasado que quiero recuperar... son los tuyos.
No había forma de salir de lo que fuera que estábamos haciendo juntos. Y
sabía que no era si las cosas se desmoronaban de la manera más trágica... era
cuándo.
Rory estaría dolida, enfadada y decepcionada conmigo y Fisher y Rose
también.
Y Angie o yo nos quedaríamos solas. Sin Fisher. Innegablemente con el
corazón roto. Y aunque otros sentimientos, como el resentimiento o la rabia,
influyeran, lo único que duraría para siempre sería la ausencia de Fisher.
Debería haber tenido la ventaja de saber que tenía que tomar una decisión.
Y debería haberme preparado. Pero no había forma de prepararse para perder
a quien amabas más que a nadie.
Cuando empezó a soltar su agarre sobre mí, apreté mi agarre sobre él.
—Diez segundos más —susurré, acurrucando mi rostro en su cuello e
inhalando profundamente.
Fisher hizo una cuenta atrás de diez.
—Diez.
Un beso en la cabeza.
—Nueve.
Otro beso.
Hasta el uno.
Cuando me soltó, cuando nos soltamos el uno al otro, tenía todo lo que
necesitaba para aguantar otro día, otra jornada. Otro kilómetro en el maratón.

96
E
se primer llanto.
No hay nada que signifique más la vida que el primer llanto de un
bebé. Era como si anunciara su lugar en el mundo. Tan igual y
merecedor como cualquier otro.
La vida sería dura.
La vida sería hermosa.
Y tendría que luchar para encontrar el valor de mantener esa voz, sin que la
culpa o las circunstancias la silenciaran. Tendría que tomar decisiones difíciles,
a veces eligiendo su propia felicidad en lugar de la de los demás.
¿Por quién morimos?
¿Por quién vivimos?
¿Existe una respuesta correcta?
—Oh... Dios... mío… —solté las palabras con asombro.
97
—Estás siendo testigo de un momento excepcional. —Holly me miró y sonrió
mientras traía al mundo a un bebé, con la bolsa amniótica intacta.
Una niña tranquila con una mano en la cabeza y la otra en la boca. Era la
primera vez que veía cómo era un bebé en el vientre materno. Estaba fuera de
su madre, pero aún no había nacido realmente.
—Es mi primera. —Holly tenía los ojos llorosos mientras observábamos el
fenómeno con los atónitos padres, la partera y el fotógrafo.
—¿Ella está bien? —preguntó el padre, con la voz un poco temblorosa.
—Está perfecta —susurró Holly, pasando el dedo por la delgada bolsa,
tocando el pie del bebé.
—¿Qué haces? —preguntó la madre.
Holly se encogió de hombros.
—Puedo quitar el saco ahora o podemos dejarla unos minutos más si quieren
disfrutar del momento un poco más.
Después de dar a luz a cientos de bebés, Holly seguía tratando cada
nacimiento como si ella también estuviera experimentando un milagro en su
propia vida. Yo también lo sentía.
El fotógrafo tomó un montón de fotos del raro momento. Uno de cada ochenta
mil nacimientos. Sabía que tal vez no volvería a presenciarlo.
Cuando Holly y la madre liberaron al bebé de su saco, me reí, pero fue más
bien un sollozo mientras las lágrimas caían a chorros por mi cara.
—¡VI NACER UN BEBÉ EN SACO AMNIÓTICO. —Entré corriendo en la casa a
las ocho de la noche de un jueves. No sabía si había alguien. No había hablado
con Rory ni con Rose en más de dieciocho horas. Y no había visto a Fisher desde
el sábado por la noche en su casa, desde el incidente del vino—. ¿Hola? —Corrí
por el pasillo.
No había nadie.
Corrí escaleras abajo.
Nadie.
Revisé el garaje.
El auto de Rose no estaba.
Demasiada adrenalina corría por mis venas. Tenía que decírselo a alguien,
así que corrí hacia la casa de Fisher en la oscuridad. Cuando llegué, más aire
salió de mis pulmones. Quería llorar porque lo único que necesitaba era una
98 persona. Cualquiera en ese momento que compartiera mi día. Pero el auto de
Angie estaba en la entrada. A pesar de mi completa falta de ánimo en ese
momento, me di una charla motivadora.
Si yo hubiera sido su elección, ya habríamos estado juntos. Sin secretos. Sin
culpas. Pero él no había hecho su elección porque por un lado estaba yo, por el
otro Angie y toda su familia. No era que no le gustara a su familia, pero no había
forma de que se encogieran de hombros y se despidieran de Angie con un beso
y luego se volvieran hacia mí con los brazos abiertos.
De ninguna manera.
Una de las muchas razones por las que amaba a Fisher era porque tenía una
familia unida, algo que desapareció de mi propia vida cuando más lo necesitaba.
—Ella está fuera de la ciudad.
Me giré y me paré al final del camino de entrada mientras Fisher se acercaba
a mí con su pantalón corto para correr y una sudadera con capucha.
Se sacó los auriculares.
—Me pidió que llevara su auto a cambiar el aceite si tenía tiempo. —Se
encogió de hombros. —Parecía lo más amable que podía hacer.
Otra razón más para amar a Fisher Mann.
—Uno de cada ochenta mil bebés nace en saco amniótico. Es el espectáculo
más asombroso. Yo… —Sacudí la cabeza—. Ni siquiera puedo describirlo. Pero
lo vi. Lo vi. Lo vi.
Sonrió, un brillo visible en sus ojos bajo la luz de la calle.
—¿Necesitas besar a alguien?
Mi sonrisa casi me partió la cara por la mitad mientras negaba con la cabeza.
"A alguien no. Necesito besarte a ti.
—Entonces, ¿qué esperas?
Reí, me lancé a sus brazos y lo besé con las manos presionadas sobre su rostro
desaliñado. Me agarró el trasero con las dos manos. Fue entonces cuando solté
sus labios y me giré para mirar su brazo.
—Te quitaron el yeso. ¿Cómo se siente?
—Mejor en tu culo. —Volvió a agarrarme el trasero y tiró de mí hacia él—.
¿Vas a entrar? ¿O sólo viniste a mirar mi casa?
Puse los ojos en blanco.
—No había nadie en mi casa. Y tenía que decírselo a alguien, así que vine
corriendo hasta aquí.
—¿Entonces sólo soy alguien?
Agarrando el cuello de su sudadera con capucha, incliné la cabeza hacia
atrás.
—Te comparto, así que tienes que compartirme a mí y mi entusiasmo. Si
99 quieres saberlo, primero buscaba a mi madre y a Rose porque en ocasiones
valoro la autopreservación. Y me acordé de eso cuando llegué aquí y vi el auto
de Angie.
—Ven a cortarme la barba antes de que me meta en la ducha.
—Te quitaron el yeso.
Sonrió lentamente, apartando mis manos del cuello de su sudadera y
llevándolas a su cara y a la barba que quería que recortara.
—Ven a recortarme la barba antes de que me meta en la ducha. —La
expresión característica de Fisher siempre parecía ser traviesa, pero sólo
conmigo. Nunca lo vi de la misma manera cuando miraba a otras personas.
No a sus amigas, Rory y Rose.
No a su prometida.
No a su familia.
Sólo a mí.
—Tengo que volver a casa pronto. Todavía estoy de guardia durante los
próximos días.
—Ven a cortarme la barba antes de que me meta en la ducha.
Me reí de mi pescador perdido atascado en la repetición. Un pensamiento
único y una sonrisa de lo más convincente.
—¿Recuerdas lo que dije sobre la autopreservación?
Girando la cabeza, me besó la palma de la mano.
—Nunca te lastimaría.
Oh, Fisher... Ya estoy sufriendo de una manera que ni siquiera puedes imaginar
porque no lo recuerdas.
—¿Qué quieres para tu cumpleaños?
Me reí, apartando las manos de su cara.
—No ir de camping contigo y con tu prometida. Sé que no puedes decir que
estás enfermo porque nunca te enfermas, pero podrías inventarte alguna excusa.
—¿Cómo sabes que nunca me enfermo?
—Porque tú me lo dijiste.
Frunció el ceño.
—No lo recuerdo.
—Sé que no lo recuerdas. Créeme... Lo sé.
Tomando mi mano, me tiró hacia su puerta principal.
—Me voy a casa. —Hice un débil intento de apartarme de él.
—Eventualmente —dijo.
100 —Fisher...
—La enfermera Capshaw, la reina del parto velado.
Cuando la puerta se cerró detrás de mí y él empezó a soltarme la mano,
apreté mi agarre sobre él y tiré para que se detuviera.
—¿Parto velado?
—Es otro término para referirse a un parto con saco amniótico.
Asentí con la cabeza una vez.
—Lo sé. ¿Pero cómo lo sabes?
Se encogió de hombros.
—Probablemente por un crucigrama o algo así.
—No he puesto eso en mis crucigramas.
Fisher se encogió de hombros por segunda vez e intentó apartarse de mí.
De nuevo, le tiré del brazo.
—Fisher Mann... te gustan los crucigramas. Te gustaban antes de que los
hiciera para ti.
Me miró durante unos segundos con la expresión más contemplativa.
—¿Me lo estás preguntando de verdad o me estás poniendo a prueba?
—¿Qué quieres decir?
—Sé tanto de Angie que hay días en los que no siento que haya perdido los
recuerdos de ella. Empiezo a preguntarme si los sucesos que tengo en la cabeza
son mis recuerdos o cosas que me han contado, porque me lo han contado todo.
La única prueba que tengo con ella son mis sentimientos. No recuerdo lo que
sentía por ella. Pero contigo es diferente.
—¿Diferente cómo? —Solté su mano, sintiendo el cambio. Ahora era yo la
interrogada, no él.
—Siento que me has dado fragmentos, según la necesidad de saber. Mi
historia con Angie tiene sentido en mi cabeza. Amigos de la infancia. Una
relación intermitente cuando crecimos. Yo haciendo lo mío. Ella haciendo lo
suyo. Nuestras familias nos mantienen conectados. Ella vuelve a la ciudad por su
madre. Reavivamos nuestro romance. Aunque no lo sienta ahora, tiene sentido
para mí.
—Bien, eso es bueno. —Sonreí con fuerza mientras jugueteaba con el
dobladillo de mi camisa.
—Por todo lo que me ha contado mi familia sobre quién era yo, no creo que
hubiera aceptado a una empleada a tiempo parcial en mi taller. No le habría
enseñado a lijar nada. Sin embargo, esa es tu historia.
—Considerabas mucho a Rory. Estoy seguro de que fue un favor para ella. Y
101 fui incansable. Probablemente lo hiciste para callarme.
Con el ceño fruncido, casi fijado en su lugar, movió la cabeza de lado a lado.
—¿Por qué estabas tan segura de que me gustarían los crucigramas?
Otro medio encogimiento de hombros.
—No lo estaba. ¿Por qué estás tan raro? ¿Has recordado algo? Los recuerdos
pueden volver lentamente, y pueden causar confusión al tratar de unirlos y
darles sentido.
—¿Conoces a un abogado llamado Brendon?
Tragué con fuerza.
—¿Qué? ¿Por qué? —apenas consiguió decirlo.
—Porque lo vi ayer.
—¿Dónde?
—En la consulta de mi terapeuta.
—¿Tienes un terapeuta?
Fisher asintió como si no fuera gran cosa.
—¿Desde cuándo? —pregunté.
—Desde ayer.
—¿Por qué?
—No estamos hablando de mí.
—Lo estamos haciendo. ¿Por qué?
—Porque tuve un accidente. Me falta parte de la memoria, y tengo una
prometida y quizá una novia. —Sacudió la cabeza como si hablar de ello le
molestara—. Y de todas formas no es mi punto.
—¿Cuál es tu punto?
¿Y le hablaste de mí a tu terapeuta?
—Brendon me reconoció. Debe ser un paciente de la misma consulta. Se
estaba yendo cuando llegué. Me saludó. Por supuesto, tuve que disculparme por
no conocerlo y dar mi rápida charla sobre mi accidente.
Brendon estaba en terapia. Me estremecí un poco, preguntándome si yo era
la razón. Dios... esperaba que no.
—¿Cómo está?
—¿Por qué lo preguntas?
—Por nada. Quiero decir... No lo he visto en años. Solíamos ir a la misma
iglesia, no muy lejos de aquí.
—¿Así que eran amigos de la iglesia?
Asentí, apostando por completo a la esperanza de que en un encuentro tan
102 breve, Brendon no diera marcha atrás con el volquete y lo descargara sobre
Fisher.
—¿Sólo amigos de la iglesia? —Sabía algo.
—Brendon fue quien me convenció de ir a Tailandia. De hecho es el amigo
que se fue conmigo.
—Es él, ¿no?
—Sí, acabo de decir que es el que me acompañó a...
—No. —Fisher sacudió la cabeza—. No me refiero a eso. Es el que amaste.
Del que hablamos. Dijiste que está con otra persona, pero que no está casado. Te
dije que vayas a llamar a su puerta.
Era un juego. Se jugaba una carta a la vez, ninguno de los dos sabía lo que
había en la mano del otro. Tenía tantas ganas de poner la mano y mostrarle todas
las cartas.
¡Eres tú, Fisher! Todo eres tú.
Las cuerdas de mi corazón estaban tan enredadas con Fisher que apenas
podía respirar. Cada movimiento parecía crear un nuevo nudo. Cuando nos
acercábamos demasiado. Cuando nos separábamos.
—¿Por qué crees que es él?
—Esa no es una respuesta.
—No es él.
—Joder… —Se frotó las sienes con el pulgar y el dedo medio—. No vi venir
esa respuesta.
—¿Por qué? —Una punzada de frustración se apoderó de mis palabras,
haciéndolas tensas y cortantes.
Se rio.
—Bueno, porque casualmente mencionó no haberte visto desde que
aceptaste casarte con él y rompiste el compromiso en veinticuatro horas.
Bueno, mierda. (Uso obligatorio de la palabra con “M”)
—Le dije que habías vuelto a Denver. Me dijo que te saludara. Así que… —
Otra risa—. ¿Te ibas a casar con Brendon durante dos segundos y no es el chico
del que hablabas? Este otro chico debe ser algo muy especial si es en el que
piensas cuando crees que estás enamorada en vez de en el chico con el que
dijiste que sí a casarte.
En un lento desahogo, susurré:
—Es él.
—¿Él es la razón por la que rompiste con Brendon?
Mis ojos se entrecerraron en el suelo mientras pensaba en mi respuesta. La
verdad.
103
—No. Yo... Sólo le dije que sí a Brendon porque me lo pidió delante de un
grupo de personas, y no quería avergonzarlo. La razón por la que no me casé con
él fue porque todavía no había hecho nada por mí misma. Y no estaba preparada
para que esposa y madre fueran mis nuevos títulos y mi profesión a tiempo
completo, lo cual era curioso porque había estado viendo cómo venían al mundo
todos esos bebés. Y anhelaba un marido como los hombres que toman de la
mano a sus esposas. El amor. La familia. Lo quería, pero aún no. Y no lo quería
con Brendon. Y eso realmente apestaba porque él era... Estoy segura de que
sigue siendo un hombre increíble, amable, inteligente y cariñoso. Sólo que no es
el indicado para mí.
—¿Y si no puedo estar a su altura? ¿Seré el próximo Brendon?
Oh, mi pescador perdido...
—No. No serás el próximo Brendon porque tuvo un regalo de despedida,
supongo.
—¿Qué fue eso?
—Mi virginidad.
La cabeza de Fisher se movió hacia atrás.
—¿Amabas a otra persona, pero Brendon, el de la iglesia, te quitó la
virginidad?
—Quitar podría ser una palabra fuerte. Se la di. Lo convencí para que la
tomara. —Me acomodé el pelo detrás de las orejas y me arriesgué a mirar a
Fisher.
—¿Por qué no se la diste al chico que amabas?
Una pregunta estupenda, Fisher. Gracias por preguntar.
—Él no la quería.
Sus ojos se ensancharon y su mandíbula cayó.
—¿Qué?
—Él sabía que el momento no era el adecuado para nosotros. Y sabía, en ese
momento, que yo tenía sentimientos encontrados sobre mi tarjeta V. Después de
que Rory fuera a la cárcel, de que mi padre muriera y de asistir a una academia
cristiana mientras vivía con mis abuelos ultraconservadores... Jesús, Dios y cada
capítulo de la Biblia me perseguían.
—¿Pero querías tener sexo con él?
Un atisbo de sonrisa me hizo mover los labios.
—Sí.
—Retiro lo que te dije sobre él. No llames a su puerta. No te merece. Si no
104 tuvo los huevos de ser un maldito hombre cuando lo elegiste, entonces no te
merece. Se atragantó, y eso es bastante patético.
Me reí.
—Sí, bueno... Yo no lo vi así. Así que no lo apedreemos por su decisión.
Además, tienes algunas cosas en común con él.
Se cruzó de brazos.
—¿Como por ejemplo?
—No me ibas a dejar pasar de la segunda base.
—Mierda. Detente. Sólo... no. —Sacudió la cabeza—. No vamos a volver a
hablar de eso. Fue una broma. Habría conseguido el maldito home run y lo sabes.
Pasé junto a él, deambulando por el pasillo hacia su baño.
—Seguro. Seguro. Eso es lo que él dijo.
—Él es un idiota.
Me reí.
—A veces.
Fisher se quitó la camisa y la tiró al cesto. Luego se sentó en el banco del
tocador. Le coloqué la toalla sobre las piernas y agarré la recortadora. Abrió las
piernas completamente, a diferencia de la vez anterior, y me atrajo entre ellas
con sus manos en la parte posterior de mis muslos.
Me reí cuando la toalla sobre su regazo cayó al suelo. No le importó. Encendí
la recortadora y él enterró su cara en mi pecho.
—Te he echado de menos —murmuró.
—Sólo han pasado cinco días. —Pasé mi mano libre por su cabello.
—Y noches. —Levantó la cabeza—. Las noches también. No olvides las
noches.
—¿Porque hemos pasado tantas noches juntos? —Hice mi primera pasada con
la recortadora.
—Estás conmigo todas las noches. En mis sueños. Estás desnuda, excepto por
mi cinturón de herramientas. Siempre llevas mi cinturón de herramientas.
Me reí.
—Suena interesante. ¿Estoy construyendo algo?
Frunció el ceño.
—No. Siempre me estás tomando el pelo.
—Es curioso. En mis sueños, siempre eres un bebé con cabeza de adulto, con
un chupete.
—No es gracioso. —Apretó su agarre en la parte posterior de mis piernas.
105
Di un salto, alejando el recortador de su cara.
—Cuidado. —Continué recortando su barba—. Y la verdad es que es bastante
gracioso.
No dijo nada más mientras terminaba, pero sentí sus ojos sobre mí todo el
tiempo.
—Perfecto. Como siempre. —Puse la recortadora sobre la encimera—.
Bueno, mi corte es perfecto, teniendo en cuenta con lo que tuve que trabajar.
Fisher permaneció ligeramente callado, no se apresuró a responder. De
hecho, no mordió el anzuelo en absoluto.
—Voy a agarrar la manga de la aspiradora para limpiar el desorden.
—Déjalo. —Me acercó de nuevo a él.
Sonreí, pasando las palmas de las manos por su cara.
—Qué hermoso.
Cerró los ojos y respiró de forma audible, soltando el aire como si llevara
algo muy pesado.
—¿Le hablaste de mí a tu terapeuta? Sé que no es asunto mío, pero...
—Sí. —Abrió los ojos.
Asentí lentamente, apretando los labios.
—Le dije que estoy comprometido con una mujer que conozco de casi toda la
vida. Pero estoy enamorado de una mujer a la que conozco desde hace un
suspiro, quizá dos.
Tomando otra de esas bocanadas de aire, una temblorosa, la exhalé con un
susurro:
—¿Me amas?
Se encogió de hombros. Por supuesto que se encogió de hombros. Era Fisher.
—Supongo que eso es lo que significa este molesto sentimiento.
—¿Sentimiento molesto? —Entrecerré los ojos.
—El aumento del ritmo cardíaco que tengo sólo por pensar en ti. Oh... y eso.
El pensar constantemente en ti. La estúpida sonrisa que parece que no puedo
borrar de mi cara porque estoy pensando en ti todo el maldito tiempo.
Parecía tan molesto. Me hizo sonreír, pero lo combatí mordiéndome el labio
inferior.
—Los sueños. El pasar por tu casa sólo para ver si tu auto está ahí. La falta de
concentración en algo o alguien más que tú. Es… —Sacudió la cabeza—. Es malo.
—Su mirada se encontró con la mía—. ¿Y tú? ¿Tienes algún sentimiento hacia mí?
¿O sólo quieres meterte en mis pantalones? Sé sincera... ¿soy yo la chica de esta
106 relación?
—Fisher… —susurré. Su humor no disimulaba del todo sus nervios. ¿Cómo se
enamoraban dos personas tan rápidamente? ¿Y cómo lo hicieron dos veces?
¿Igual de rápido, igual de apasionado? ¿Y en un momento terrible otra vez?
Apreté mis labios contra los suyos.
Nos besamos.
Fisher me amaba. A mí...
Así que continuamos besándonos porque eso es lo que hacían las personas
que se amaban.
Desabrochó mi pantalón y bajó la cremallera. Luego besó mi piel expuesta
justo por encima de mi braga.
Mis dedos se entrelazaron con su espeso cabello.
—Te amo, mi pescador perdido.
Se detuvo un segundo antes de que su mirada se dirigiera a la mía. Esos ojos
azules. Esa mirada desgarradoramente perdida.
—Esto es tan confuso. —Le sonreí cautelosamente.
—Así es como sabemos que es real. —Se levantó lentamente, llevándose mi
camisa con él.
Levanté los brazos, rindiéndome gustosamente.
Dejó caer la camisa al suelo y me besó de nuevo, bajando los tirantes del
sujetador por los hombros mientras lo desabrochaba.
Tal vez nuestro futuro era incierto, en el mejor de los casos. Pero no su toque.
Yo sabía... Simplemente sabía que no la tocaba como me tocaba a mí.
El deslizamiento de su cálida lengua.
El roce de su pulgar sobre mi pezón.
Y el zumbido, casi un pequeño gruñido, como si estuviera un poco enfadado
porque todo tuviera que ser tan jodidamente complicado.
Ese beso lento nos llevó hasta la cama. Ya no era la chica nerviosa. Y saber
que no iba a quedarse con mi virginidad no lo hacía sentir menos especial.
No era una compresa usada.
Yo era la mujer que se ponía en primer lugar, que se amaba a sí misma
primero. Fui la chica que dejó al amor de su vida para encontrar una vida.
Hubo errores.
Lecciones que aprender.
Lágrimas que llorar.
Momentos íntimos con otras personas.
Riesgos que asumir.
Y lo hice todo.
107
No lo hice porque pensara que me llevaría de vuelta a Fisher; lo hice por mí.
El único regalo que me importaba darle a mi futuro marido era la versión más
segura de mí misma. Un corazón lleno y un alma humilde.
Mientras me recostaba en la cama, Fisher me bajó el pantalón.
—Ni siquiera la muerte me quitará este recuerdo. —Sonrió.
Mientras su boca subía por mi cuerpo, se detuvo brevemente para burlarse
de la carne sensible entre mis piernas mientras deslizaba mi braga.
—Fisher… —Cerré mis pesados párpados y mis manos aferraron la ropa de
cama, mis caderas se levantaron del colchón buscando absolutamente cualquier
cosa que él me diera. Cuando los abrí, se estaba quitando el pantalón corto y el
calzoncillo.
Esa sonrisa... tan sexy.
El lento acecho, trayendo cada centímetro de ese cuerpo hacia mí. Nunca me
había sentido tan viva. Mis piernas se abrieron más. Mis dedos acariciaron su
pecho, sus abdominales y los duros músculos de su espalda.
Acomodándose entre mis piernas, burlándose de mí como lo hizo con la
virgen de dieciocho años, besó mis pechos, mi cuello, mi... todo. Fisher siempre
había sido el más paciente conmigo. Y esta noche no fue una excepción. Me guió
hasta mi estómago y besó a lo largo de mi espalda y la curva de mi trasero como
un artista admirando cada detalle de una obra de arte o... un pescador perdido
explorando el objetivo con la mujer de la que estaba destinado a enamorarse
siempre.
Me gustaba más esa analogía.
Y esa sonrisa... la sonrisa que sentía de vez en cuando, cuando besaba mi
cuerpo.
Fisher era feliz.
Feliz conmigo.
—¿Qué... tenemos aquí? —Acercó mi trasero hacia la ventana y el resquicio
de luz de la calle que entraba por ella.
Oh... me había olvidado de eso.
—¿Un tatuaje? ¿Tienes un tatuaje?
Torcí el cuello para mirar por encima del hombro mientras él me sujetaba con
firmeza, inspeccionando de cerca mi trasero.
—Callipygian—dijo lentamente.
—Estaba borracha, por eso el tatuaje oculto en mi trasero. Significa...
—Significa que tienes un culo bien formado. El alcohol te hace confiada y un
poco vanidosa. —Se rio antes de morderlo.
—¡Ay! —Me zafé de su agarre y rodé sobre mi espalda—. ¿Cómo conoces esa
palabra?
108
Separó mis rodillas.
—Porque tengo la misma palabra tatuada en el culo.
Solté una risita.
—No la tienes.
Bajó la cabeza entre mis piernas.
—Deja de provocarme. —Planteé mi caso con mis manos reclamando su
cabello mientras intentaba acomodarse allí abajo.
—No me apures.
Sonreí mientras su boca hacía una perezosa exploración hasta mis labios,
haciendo varias paradas en el camino. Él no entendía mi prisa porque en su
mente, había estado esperando esto durante semanas. Yo había esperado años.
Parecía bastante orgulloso de sí mismo cuando hizo una producción de sacar
un condón de la caja sin abrir.
—Borra esa sonrisa de tu cara. —Me puse encima de él y le inmovilicé los
brazos junto a la cabeza.
Nuestras sonrisas reflejadas se desvanecieron cuando bajé la cabeza y lo
besé. Él guió mis caderas sobre su erección.
Me senté lo suficiente para dejar que se introdujera en mí hasta el fondo.
Embriagada por la sensación, no podía moverme. Sólo quería quedarme en esa
posición exacta para siempre. Había imaginado esa sensación tantas veces, y a
pesar de los otros hombres con los que había estado, no había comparación
entre ellos o cualquier cosa que hubiera hecho con ellos y el hecho de que Fisher
estuviera dentro de mí.
Él sentándose y besándome.
Él haciéndonos rodar una y otra vez.
Los brazos y las piernas enredándose con las sábanas en todos los sentidos.
La mirada de sus ojos cuando se movía dentro de mí era intensa. Sus fuertes
manos por todo mi cuerpo, entrelazadas con mis dedos, y enredadas en mi
cabello mientras me besaba.
La promesa susurrada de no olvidar nunca ese momento, tan desgarradora.
La expresión concentrada y los músculos tensos de su mandíbula y su cara
cuando se aseguró de que me corriera antes que él, pero sólo por unos
segundos. Muchas emociones me inundaron en ese momento.
Nunca me había sentido tan vulnerable en mi vida, con un miedo
omnipresente de haberle dado algo mucho más grande que mi virginidad.
Tras largos minutos de quietud con él derrumbado encima de mí y todavía
dentro de mí, se hizo a un lado.
—Mi terapeuta se va a enfadar mucho conmigo.
109
Me desplacé hacia él, encontrando mi nuevo lugar favorito: mi cuerpo
desnudo amoldado al suyo. Mi cara en el pliegue de su cuello, la suya en mi
cabello y su mano en mi trasero.
—¿Por qué? —pregunté.
—Porque me dijo que diera un paso atrás, que no me distrajera con la parte
física de mis relaciones.
—Yo pediría una segunda opinión. Porque en mi humilde opinión,
deberíamos volver a hacer esto... quizás incluso mucho más.
Fisher se rio.
—Secundo esa opinión. —Besando mi cabeza, pasó a sentarse en el borde de
la cama—. Voy a darme una ducha. Deberías acompañarme.
Me senté, abracé su espalda y le mordí el lóbulo de su oreja.
—Me voy a casa. Me ha distraído con el sexo, pero no he terminado de
contarle al mundo el parto que he presenciado.
Giró la cabeza para mirarme.
—¿Estás diciendo que el parto fue más memorable que el sexo?
Salté de la cama y me vestí rápidamente.
—Estoy diciendo que es mi derecho constitucional no responder a tu
pregunta.
—No puedes alegar la Quinta en esto. —Agarró su pantalón corto y entró en
el baño.
Ralenticé mis manos mientras me enganchaba el sujetador, tomándome unos
segundos para observar su figura.
—¿Me oíste decir que el nacimiento fue uno entre ochenta mil?
Segundos después, apareció a la vuelta de la esquina en pantalón de chándal
y camiseta, apoyado en la pared, con las manos cruzadas sobre el pecho.
—Esta noche, fuiste una entre mil millones... multiplicada por infinito. Pero si
no estuve a la altura de uno entre ochenta mil, entonces creo que hemos
terminado aquí. —Fisher ni siquiera sonrió. Simplemente inclinó la cabeza.
—Esta noche, fuiste uno entre mil millones... multiplicado por infinito.
Si Fisher no me elegía, ni se enamoraba eternamente de mí, si recuperaba la
memoria y eso traía consigo un amor inigualable por Angie, sabía que sería yo
la que estaría en terapia por el resto de mi vida.
—Tienes razón. —Pasé por delante de él, ignorando su mohín, y tomé mi
camisa del suelo del baño. La sacudí para quitarle el pelo y me la puse—. Angie
te lo ha dado todo. Quiere que recuerdes lo que sentías por ella. Y si yo llevara
el anillo de diamantes que me regalaste, probablemente estaría haciendo lo
110 mismo. Volvería a contarte nuestra historia mil veces y de mil maneras
diferentes. Pero para mí, no importa si me amaste antes, sólo importa si me amas
ahora.
Se volteó.
—Sólo… ámame hoy —susurré.
Lo vi en sus ojos. Y pensé que lo diría, que diría algo como: “Te amaré todos
los días” o “Siempre te amaré”. ¿Y qué mujer en su sano juicio no hubiera
querido que un hombre le dijera eso?
A mí.
Así que o yo era la excepción o no estaba en mi sano juicio.
Fisher se perdió. Yo me perdí. Y nadie pudo ayudarme a encontrar el camino.
Era algo que tenía que hacer yo misma. A mi manera. En mi propio tiempo.
No podía pedirle a Fisher más de lo que estaba dispuesta a darme a mí misma.
Si eso significaba que tenía que arriesgarse a perderme para encontrarse a sí
mismo, entonces lo aceptaría.
—Te amo hoy —dijo.
Esa fue su respuesta. La respuesta perfecta.
Asentí.
—Pensé que ibas a ducharte.
—Después de llevarte a casa.
Sonreí, dando dos pasos hacia él y luego tomando su mano y tirando de él
hacia la puerta principal.
—Eres uno, Fisher.
—¿Uno en qué?
Abrí la puerta y él la cerró tras nosotros.
—En nada. Ni uno entre ochenta mil, ni en mil millones por infinito. Sólo eres
uno. El único.

111
—¿D ónde has estado? Te envié un mensaje y traté de llamarte —
preguntó Rory antes de que entrara a la casa.
No vi el mensaje, y eso no era bueno, ya que estaba de
guardia. Saqué el teléfono del bolsillo y comprobé si había mensajes o llamadas
perdidas, aparte de los de Rory.
Me miró por encima del hombro cuando empecé a cerrar la puerta mientras
deslizaba el teléfono de nuevo en el bolsillo.
—¿Estuviste con Fisher?
—Um… —Cerré la puerta—. Sí. Las estaba buscando a ti y a Rose cuando
llegué a casa porque he tenido el mejor de los días. Y me moría por compartirlo.
Así que corrí a la casa de Fisher por pura adrenalina, pensando que podrían estar
allí. Pero no estaban. Estaba él. Así que le conté todo mi día. Y me llevó a casa.
—Me quité los zapatos.
—Son las once, cariño. ¿A qué hora llegaste a casa? ¿Y por qué no me
112 llamaste? Rose y yo salimos con unos amigos. No sabía cuándo ibas a regresar.
—Está bien. —Me dirigí a la cocina por un vaso de agua, sintiéndome algo
sedienta después de mi inesperado encuentro con Fisher—. Hola, Rose. —Sonreí
cuando la vi sentada en bata, en la mesa de la cocina con su portátil delante.
—¿A qué hora fuiste a casa de Fisher? —preguntó Rose, mirándome por
encima de sus gafas de lectura. La hacían parecer de sesenta años en lugar de
cuarenta y ocho. Y me encantaba la forma en que se aseguraban de que supiera
la hora, como si tuviera quince años y hubiera pasado el toque de queda.
—¿Qué? —Entrecerré los ojos justo antes de beber agua.
—¿Cuál es tu gran historia? Debe ser larga, ya que acabas de volver de casa
de Fisher. —Rory también parecía interesada en el tiempo que pasé allí.
—Bueno, es tarde. Así que sólo vas a tener la versión abreviada de la historia
porque estoy cansada. —Y no quería jugar a las veinte preguntas sobre mi
tiempo en la casa de Fisher.
—Holly trajo al mundo a una bebé, fue un parto velado. Eso significa que la
bebé nació con el saco amniótico intacto. Es un caso entre ochenta mil. Fue la
cosa más increíble que he visto en mi vida. Quiero decir... la bebé estaba
básicamente todavía en el útero, tranquila y contenta. Y sólo la observamos, con
total asombro durante casi cinco minutos.
—Eso es increíble. —Rory sacudió la cabeza—. No sabía que eso fuera
posible.
Bostecé. Hacía mucho tiempo que no dormía.
—Es raro, pero posible. Y esa es mi noticia. Lo siento, antes estaba mucho
más emocionada, pero ahora estoy muerta de cansancio.
—¿Así que se lo contaste a Fisher y luego te trajo a casa? —Rose... era un
pequeño demonio.
—No. Hablamos de otras cosas. Está viendo a un terapeuta, pero no digan
nada en caso de que no deba compartir esa información. Vio a Brendon el otro
día, y lo mencionó porque Brendon lo reconoció. Luego hablamos de otras cosas
al azar, y le recorté la barba.
—¿Le recortaste la barba? —Rory se rio, cerrando la puerta del porche.
—Sí. Otro secreto que tienen que guardar. Ya lo hice antes, pero quería que
todos los demás pensaran que lo había hecho él para no parecer incapaz de
hacerlo. Ya sabes cómo puede ser.
—Sí, pero le quitaron el yeso. ¿Por qué necesitaba que lo hicieras de nuevo?
—Las cejas de Rose se alzaron con demasiada curiosidad.
Me encogí de hombros.
—No lo sé. Me lo pidió. No tenía nada más que hacer, así que lo hice. Sabes,
algunos chicos se cortan la barba profesionalmente. Quizá sea más fácil para él
dejar que lo haga otro. Tal vez se haya quitado el yeso, pero su brazo ha perdido
113 algo de músculo y necesita fortalecerse de nuevo. Tal vez me estaba utilizando
porque es demasiado perezoso para hacerlo él mismo.
—Eso fue muy amable de tu parte, cariño. —Rory me besó la cabeza y arrastró
los pies por el pasillo—. Me voy a la cama, chicas. Apaguen las luces.
Rose cerró lentamente su ordenador.
—Buenas noches. —Intenté hacer la misma huida rápida que hizo Rory.
—Reese —dijo Rose.
No hay escapatoria para mí.
—¿Sí? —Giré lentamente, ya desanimada por el discurso que aún no me había
dado pero que sabía que iba a llegar.
—¿Tienes algo que contar?
Prometí que se lo diría a Rory si llegaba el día en que hubiera algo que contar.
—Todavía no.
Su cabeza se inclinó hacia un lado.
—¿Estás segura?
Después de varios segundos, asentí lentamente pero no pude ocultar lo que
vio en mi rostro: preocupación y miedo.
—Buenas noches. —Me fui malhumorada a mi dormitorio y cerré la puerta.
Mientras me sentaba en el extremo de la cama, la puerta se abrió lentamente.
Rose se coló por la puerta parcialmente abierta y la cerró suavemente.
Parpadeé y se me escaparon las lágrimas.
—Lo amo —susurré mientras Rose se arrodillaba frente a mí, apoyando sus
manos en mis piernas.
—¿Él te ama?
Asentí con la cabeza.
—¿Estás segura?
—Sí.
Rose no me preguntó cómo lo sabía; se limitó a asentir lentamente con la
cabeza, con pequeñas arrugas de preocupación grabadas en su frente.
—¿Crees que ama a Angie?
Me limpié la cara y suspiré.
—No lo sé. Creo que se preocupa por ella. Pero no la ama como me ama a mí.
—Y si recupera la memoria, ¿la amará como te ama a ti?
Un billón... por infinito.
—No —susurré como si no fuera mi cerebro el que le respondía. Era mi alma
susurrando su verdad.
114 Eso pareció provocar una dosis adicional de preocupación. Rose me miró
como si estuviera enamorada de una estrella de cine. Un enamoramiento que
había ido demasiado lejos.
—¿Cómo puedes decir eso? —susurró.
—Porque lo que tenemos es natural. Simplemente... sucede. Lo que tenemos
no le importa si está bien o mal. No le importa el momento. No le importa la edad.
Y no necesita recuerdos para vivir o sobrevivir. Fisher no tiene que recordar que
me ama. Simplemente es que lo hace, ya sea que elija conscientemente hacerlo
o no. Creo que amaba a Angie porque se había convencido de que tenía sentido.
Y si su memoria regresa, creo que se dará cuenta de eso, y entonces
comprenderá que ya no tiene sentido.
Rose sacudió la cabeza, con la mirada dirigida al suelo, a mis pies.
—Sé que eres del equipo Angie. Está bien. Ella es genial. Si no estuviera
enamorada en cuerpo y alma de Fisher, también sería del equipo Angie —dije
con un poco de derrota en mi voz.
—Oh, cariño... Soy del equipo Reese. Siempre. —Levantó la mirada—. Te
quiero como a mi propia hija, y precisamente por eso te protejo tanto. Y no es
nada contra Fisher. Yo también quiero a Fisher. Pero lo vi con Angie. No era algo
unilateral. Él la amaba. No era un amor por lástima. No era un amor de segunda
opción. Y sé cómo se ve eso porque estuve casada con la persona equivocada
durante demasiados años. Así que por mucho que quiera sentirme tan segura
como tú de que todo esto se resolverá a tu favor... no estoy tan segura.
Tras una larga pausa, asentí.
—Está bien. Yo tampoco sé si va a salir a mi favor, pero sé esto: si él recupera
la memoria y la elige a ella, lo entenderé. Y no cambiará mi amor por él. Y cuando
la espere en el altar, me encontrará entre la multitud y compartiremos una
mirada. —Limpié unas cuantas lágrimas de mis ojos—. Esa mirada que dice que
sabemos que me ama más. —Desvié mi mirada hacia Rose—. La mirada con la
que sabías que mi madre te amaba más que a mi padre.
Con una sonrisa triste tirando de sus labios, asintió varias veces.

115
T
omé mi euforia por el nacimiento y el sexo con Fisher y la disfruté
durante días. No importaba que Angie llegara a casa y se apoderara del
tiempo de Fisher ese fin de semana. Sabía que no estaba teniendo sexo
con ella.
La semana siguiente, me mantuve ocupada con el trabajo, leyendo libros para
el trabajo, saliendo a correr por las mañanas y haciendo crucigramas. Rory y
Rose fueron a la casa de Fisher una noche para cenar con él y Angie. Me
invitaron, pero decliné la oferta. Mi corazón necesitaba más tiempo para
prepararse para ese momento incómodo: volver a verlo con Angie después de
lo que hicimos juntos.
Ese momento llegó demasiado rápido. Mi fin de semana de cumpleaños.
Acampada. Fiesta de cinco. Una quinta rueda en mi propio cumpleaños.
No era genial.
116 —Rory está llegando tarde —anunció Rose cuando llegué a casa del trabajo
el viernes por la tarde—. Tenía una clienta que había tenido un accidente, pero
al parecer “necesitaba” que le hicieran mechas antes de salir de la ciudad
mañana. Así que voy a esperarla. Y tú irás con Fisher y Angie para que todo esté
preparado antes de que anochezca. —Rose llevó la comida del frigorífico a una
nevera, lanzándome una sonrisa con la nariz fruncida—. Lo siento.
—O podemos irnos por la mañana.
Rose negó.
—No. Tu madre quiere que te despiertes en las montañas el día de tu
cumpleaños. Con panqueques en la plancha del camping. Y una excursión antes
del almuerzo.
—Le voy a contar lo de Fisher. Simplemente se voy a decir. Y ella puede
averiguar cómo lidiar con él. Estoy cansada de que sabotee sin querer mi vida
amorosa y de que ahora arruine mi cumpleaños invitando a la prometida de mi
novio a una acampada de fin de semana.
Rose se rio, sacudiendo la cabeza.
—Detente un segundo y piensa en lo descabellado que suena eso. La
prometida de tu novio.
Fruncí el ceño.
—Ve a prepararte. Fisher y Angie vendrán a buscarte en menos de una hora.
Arrastrando los pies, me dirigí a mi dormitorio para cambiarme de ropa y
terminar de empacar algunas cosas, incluyendo una chaqueta abrigada, botas,
guantes y un sombrero. Había una ligera posibilidad de que nevara en las
montañas para mi cumpleaños antes de Halloween.
Después de cerrar la cremallera de mi mochila y agarrar una chaqueta,
respiré profundamente y dejé que salieran lentamente justo cuando se oyeron
dos golpes rápidos en la puerta principal.
—¿Hola?
La voz de Fisher.
Debería haberme alegrado al escuchar su voz, pero eso sólo significaba que
tenía que poner una sonrisa falsa. Tenía que ser la mujer rara, sentada en la parte
trasera de su camioneta durante varias horas mientras Angie jugueteaba con su
cabello, hablaba de su boda y, en general, me revolvía el estómago.
—Debería estar lista. ¿Reese? —llamó Rose.
Respirando profundamente de nuevo, eché los hombros hacia atrás e hice el
papel de la chica cumpleañera feliz mientras me dirigía a la puerta principal.
Era uno de los días más fríos de Denver, y era la primera vez que veía a Fisher
con un gorro. Quería llorar. Se veía tan sexy. Sexy para ella, no para mí.
—Hola. —Sonrió demasiado, dijo “hola” con excesivo entusiasmo.
Conseguí responder con dos cejas arqueadas y una sonrisa de labios
117 cerrados.
—Déjame llevar tu bolso. Nos vemos en la camioneta. No hay prisa.
Le entregué mi bolso.
—Con suerte, sólo nos retrasaremos una o dos horas. ¿Agarraste nuestro
equipo que puse junto al garaje? —preguntó Rose.
—Lo hice —dijo Fisher antes de cerrar la puerta.
—No hagas pucheros. No es lo peor. —Rose me entregó un termo—.
Chocolate caliente para el camino.
—Gracias. —Lo acepté.
—¿Nos vemos en unas horas?
—Sí. —Salí por la puerta principal.
La camioneta de Fisher estaba en la entrada. No iba a sentarme detrás de
Fisher y tener a Angie mirándome cada dos segundos, así que caminé hacia el
lado del pasajero para que mi vista estuviera en Fisher.
Abrí la puerta trasera.
—Um… —Miré hacia el asiento vacío—. Pensé que ya habías recogido a
Angie. —Subí a la parte trasera.
—Mueve el culo hasta aquí. —Me miró y sonrió.
Entrecerré los ojos.
—Feliz cumpleaños.
—No es mi cumpleaños hasta mañana.
—Sí, pero te voy a dar tu regalo ahora.
—¿Mi regalo es ir en el asiento delantero? No tengo diez años. Y que Angie
vaya atrás es raro.
—Pero Angie no vendrá, así que sólo es raro si tú vas atrás.
—¿Qué? —Mis ojos se abrieron.
—Ella no vendrá. Sube al frente antes de que Rose salga porque no entiende
por qué sigo estacionado en la entrada.
Me subí al asiento delantero y Fisher no perdió tiempo en salir de la calzada.
—¿Está bien? —No quería sonreír accidentalmente ni chillar de alegría si a
Angie le pasaba algo. No era una zorra por naturaleza.
—Está bien. Sólo tiene un pequeño dolor de cabeza.
—¿Se quedó en casa por un pequeño dolor de cabeza?
Se encogió de hombros.
—Le sugerí que se quedara en casa.
118 —¿Por qué?
Con una expresión contemplativa, mantuvo la mirada al frente.
—Porque te amo hoy. Y creo que hay una alta probabilidad de que te ame
mañana, en tu cumpleaños. Amarte significa hacer que tu cumpleaños sea lo más
especial posible.
—Detente.
—¿Qué?—Me lanzó una rápida mirada—. ¿Te sientes bien?
—Detente ahora.
Se desvió de la carretera justo antes de llegar a la interestatal.
Me desabroché el cinturón y me arrastré sobre la consola.
—Vaya... ¿qué estás...?
Con una pierna aún sobre la consola y la otra presionada entre las suyas para
que mi rodilla estuviera sobre el asiento, le agarré la cara y lo besé.
Le costó un segundo, dos como mucho, superar el shock de mi repentina
necesidad de besarlo, de abrazarlo, de amarlo. Una de sus manos buscó mi
cintura y la otra me tocó el trasero.
—Te amo. —Moví mi ansiosa boca de sus labios a sus mejillas, bañándolo de
besos—. Te amo tanto.
—¿Sí? —Se rio—. ¿Elegí el regalo adecuado para tu cumpleaños?
—Sí.
Beso.
—Sí.
Beso.
Fisher se rio un poco más. No podía dejar de besarlo. Había pasado más de
una semana desde que lo vi. Y él superaba mis expectativas en todos los sentidos
posibles. Le quité el gorro.
—Oye, ese es mi gorro.
Pasé lentamente las manos por su cabello y acerqué nuestras narices,
cerrando los ojos por un breve segundo mientras exhalaba.
—Es que... necesito sentirte por todas partes —susurré—. Así es como sé que
eres mío. Es como sé que es real.
Fisher subió su barbilla para que nuestros labios se juntaran de nuevo,
besándonos como me besó la noche en su baño. Luego se apartó, con las manos
deslizándose por mi espalda, recorriendo mi rostro con la mirada.
—Si perdemos demasiado tiempo aquí, no llegaremos al campamento a
tiempo para preparar y hacer... cosas antes de que lleguen Rory y Rose.
Sonreí, volviendo a colocar su gorro en la cabeza.
119 —¿Cosas? ¿Qué clase de cosas piensas hacerme? —Una sacudida de
excitación me recorrió las venas.
—Todo tipo de cosas.
Tragué con fuerza.
—Bueno, ¿por qué no empezaste con eso? —Lo aparté, como si fuera él quien
me obligara a subir a su regazo, y me apresuré a acomodarme en mi asiento—.
Ponte en marcha. No me esperes. Vamos. Vamos. Vamos.
Se rio, sacudiendo la cabeza mientras se adentraba en el tráfico. Sincronicé
mi teléfono con su camioneta para poder controlar la música: Wild de John
Legend.
Sabía que Fisher no la había escuchado porque tenía el ceño ligeramente
fruncido cuando empezó la canción. Pero a medida que la letra fluía por los
altavoces, su ceño se convirtió en algo parecido a... la lujuria.
A continuación, puse Good Boys de Josie Dunne.
Fisher me lanzó una sonrisa de satisfacción. ¿A quién queríamos engañar? No
era un buen chico, aunque no recordara todas las groserías que me había dicho.
Wild Love de James Bay.
It's You de ZAYN.
Me Because of You de HRVY.
Canción tras canción.
Las canté todas. Todas las letras. Dándole una serenata a mi pescador
perdido.
Cuando llegamos al camping, sólo llevaba unas cuantas estrofas de Natural
de The Driver Era.
Fisher salió mucho más rápido que yo. Sacó las tiendas de campaña de la
parte trasera de su camioneta.
—¿Sabes cómo montar una tienda de campaña?
—Creo que sí.
—Genial. Empieza. —Tiró una de las tiendas a mis pies.
Me reí.
—Bien.
Terminó de montar las dos tiendas más grandes para cuando yo tenía la tienda
más pequeña montada.
Con las manos en las caderas, miré la tienda pequeña y fruncí el ceño.
—Esta es la mía, ¿no? Las carpas grandes son para las parejas. Y la
cumpleañera se queda con la tienda más pequeña sin más que un saco de dormir
para mantenerme caliente por la noche.
120 Fisher no parecía interesado en mi fiesta de lástima para uno. Bajó una nevera,
sacos de dormir, su bolso y el mío.
Y yo me quedé mirando la pequeña tienda de campaña. ¿Iba a mantener a
Angie caliente? Probablemente. ¿Por qué no iba a hacerlo?
—¿Qué mierda estás haciendo? —Se puso delante de mí, bloqueando la vista
de mi tienda y agachándose para que su cara estuviera a la altura de la mía.
—Sólo pensando en cómo podrían haber ido las cosas —dije con voz
monótona.
—Eso es lo que imaginaba. ¿Cuándo vas a empezar a confiar en mí?
Levanté un hombro.
—No lo sé. Confío en ti... pero no en tu memoria.
—Bueno, ya somos dos. —Me agarró de la mano y tiró de mí hacia una de las
tiendas más grandes, y se puso de cuclillas para desatarme los zapatos antes de
abrir la cremallera—. Pero recuerdo cómo te sentías y a qué sabías. Ese es todo
el recuerdo que necesito. Así que métete en la tienda.
Sintiéndome aún demasiado insolente para tener casi veinticuatro años, entré
en la tienda y me dirigí al centro de la misma, donde podía ponerme de pie. Ya
tenía dos sacos de dormir abiertos y mantas y almohadas adicionales extendidas
sobre un gran colchón. ¿Por qué me molestaba tanto una tienda de campaña
pequeña? ¿Por qué me molestaba tanto el qué hubiera pasado si Angie hubiera
venido también? Era una estupidez. Un gran “y si” que no importaba en absoluto.
Supongo que todos teníamos detonantes. ¿Quién iba a saber que una tienda de
campaña sería el mío?
Me sobresalté cuando las manos de Fisher se posaron en mis caderas, pero
no estaba de pie detrás de mí; estaba arrodillado, sus labios se dirigieron por
debajo de mi chaqueta y mi camisa hasta la piel de la parte baja de mi espalda.
Pequeños besos.
Las manos se deslizan hasta el botón de mis vaquero.
Lo desabrochó... abrió la cremallera...
Cerré los ojos, tratando de quitarme de encima la negatividad. Fisher bajó mi
pantalón.
Muy... lentamente.
Mientras sus manos se encargaban de mi vaquero, sus dientes se encargaban
de mi braga. Y eso fue todo...
Que Fisher me quitara la braga con los dientes fue lo más erótico del mundo.
De verdad. ¡Del mundo!
¿Angie? ¿Angie quién?
¿Tienda de campaña? ¿Qué tienda pequeña?
121
Dejé que Fisher me desnudara y me hiciera todo tipo de cosas. Me besó en
lugares que sólo él podía besar y me hizo sentir sexy, me hizo sentir hermosa y
deseada. Cuando me tocaba, no se sentía como mi cuerpo. Se sentía como una
extensión de él, y yo tenía la experiencia de que me diera un recorrido completo
por él.
Cada toque era un susurro de todas las cosas que me decía al demostrármelo.
Así es como te hago gemir.
Así es como te robo el aliento.
Así es como te hago rogar.
Así es como me haces sentir como un dios.
Porque no te recuerdo, pero te conozco.
Te. Conozco.
Acomodados entre dos sacos de dormir abiertos, hicimos el amor, hicimos
ruido.... y creamos nuevos recuerdos.
—¿Q ué le dijiste a Angie para que se quedara? —pregunté
mientras me recomponía. Se terminó el tiempo para los
abrazos. Rory y Rose llegarían pronto.
—Le dije que mi terapeuta quería asegurarse de que dedicara tiempo a
pensar, tiempo para estar solo, pero no únicamente en el trabajo. Como le dolía
la cabeza, le sugerí que este fin de semana fuera ese tiempo. —Se subió la
cremallera del pantalón, todavía de espaldas, para que yo tuviera la parte más
alta de la tienda.
Sí... me amaba.
—Le dije que tú, Rory y Rose probablemente harían algunas cosas sin mí. O
tal vez no querrían hacer las mismas caminatas que yo, así que tendría tiempo
para estar a solas con mis pensamientos. Y ella estuvo de acuerdo. —Se sentó y
se puso la camiseta térmica y el gorro.
122 —¿Y lo hiciste por mí?
Mirándome en silencio durante varios segundos, asintió.
—Sí, por ti. —Entonces una pequeña sonrisa se apoderó de su expresión
seria—. Quiero decir... Puede que también lo haya hecho un poco por mí.
—¿Sí? —Atrapé mi labio inferior entre los dientes.
—No me mires así. —Sacudió la cabeza y se arrastró hacia la puerta de la
tienda—. Eso nos llevará a hacer cosas, y se nos terminó el tiempo. No tardarán
en llegar. Y tengo que hacer una fogata.
Solté una risita, siguiéndolo fuera de la tienda con mi almohada, mi bolsa de
dormir y una manta extra. Después de meterlo todo en la tienda más pequeña,
ayudé a Fisher a hacer una hoguera y a colocar las sillas de camping alrededor
de ella. Poco después de empezar a asar perritos calientes, llegaron Rory y Rose.
—Le envié un mensaje a Angie para asegurarme de que tenías todo y de que
no necesitábamos parar de camino a la ciudad, y me dijo que no iba a venir. ¿Por
qué no nos lo dijiste? —le preguntó Rory a Fisher.
Mantuve mi mirada en el fuego y en el perrito caliente en la punta de mi palo.
—Lo retrasé, supongo. Después de llevar las cosas de Reese al auto y cargar
el equipo, no volví a entrar.
—Angie dijo que le dolía la cabeza. Le dije que se tomara algo para eso y que
viniera con nosotras. Pero dijo que no. Le pregunté por qué, y me dijo que te
preguntara a ti... —Rory tenía a Fisher en el banquillo.
Miré a Rose mientras pasaba por delante de mí para poner los bolsos en su
tienda.

Sí, Rose. Planeamos esto. Y mientras tú conducías por las sinuosas carreteras de
montaña, ¡yo estaba teniendo el mejor sexo de la historia!
No estaba segura de si ella había entendido todo eso por mi pequeña sonrisa,
pero sabía que no era estúpida. Y creo que tampoco estaba enfadada. Su silencio
lo decía. Antes de nuestra pequeña charla, ella era la primera en llamarme la
atención por todo.
Quiero decir... incluso con mi gorro puesto, debería tener un terrible caso de
cabello despeinado por el sexo, que sobresalía en todas las direcciones debajo
de mi gorro. Fisher me puso en todas las posiciones imaginables, a veces
agarrándome del cabello hasta que me sometía inclinándome, abriéndome o
poniéndome a sus órdenes. Mis mejillas se calentaron sólo de pensarlo.
En respuesta, Rose levantó una ceja y negó con la cabeza. Sabía que estaba
pensando en cosas que habrían hecho temblar a Rory, destrozando su pequeño
e ingenuo mundo, al menos cuando se trataba de mí.
—Fue una especie de sugerencia de mi terapeuta —le dijo Fisher a Rory.
123 —¿Qué significa eso? —Rory tomó asiento mientras Fisher le entregaba un
palo y el paquete de perritos calientes.
—Significa que, mientras resuelvo mi situación y considero todas las
posibilidades... Es decir, tanto la posibilidad de recuperar la memoria como la
de no recuperarla... es importante que tenga tiempo para aclarar mi mente sin la
influencia de opiniones externas.
—¿Así que no se nos permite dar nuestros consejos este fin de semana? —
Rory sonrió, poniendo su perrito caliente sobre el fuego.
—Correcto. Nada de hablar de Angie. Nada de hablar de accidentes. Nada
de hablar de la boda. Podemos hablar de ti, de Rose o de la cumpleañera. —
Fisher asintió con decisión, claramente orgulloso de su pequeño discurso.
—De acuerdo. Hablemos de la cumpleañera. —Rory me sonrió desde el otro
lado del fuego—. Una de las otras mujeres que trabaja en la peluquería tiene un
hermano que creo que sería una pareja perfecta para ti.
Mi mirada se desvió hacia Fisher durante una fracción de segundo, pero él
mantuvo su atención en el fuego, con la mandíbula un poco más tensa que de
costumbre.
Rose se sentó junto a mi madre y me dedicó una pequeña sonrisa. Sí, tenía
que encontrar la manera de contarle todo a Rory.
—¿Qué lo convierte en una pareja perfecta para mí?
—Es un residente de tercer año de pediatría. —La sonrisa de Rory podría
haber cruzado el Gran Cañón. Realmente, pensó que se había llevado la lotería
para mí.
Me reí.
—¿Eso lo hace perfecto para mí?
—Le encanta viajar, leer, los crucigramas, los animales, todos los deportes y
es religioso. Ah... ¿mencioné que es increíblemente atractivo? Durante sus años
de estudiante, hizo competiciones de culturismo. No es un hombre muy
voluminoso con venas enormes y duras saliendo de su piel por todas partes. Sólo
está extremadamente en forma.
Pero, ¿me arrancaría las bragas con los dientes mientras se arrodilla detrás de
mí?
—Seguro que es genial, pero también es residente, lo que significa que vive
en el hospital. Y yo empiezo mi maestría el año que viene, lo que significa que
tampoco tendré mucho tiempo libre.
—Reese, deja de esperar para encontrar el amor. El momento nunca será
perfecto. No puedes dejar pasar las oportunidades. Cuando aparezca la persona
adecuada, debes agarrarla. Nada me haría más feliz que tú encontrando el amor.
Como el que encontré con Rose. —Se acercó y apretó la pierna de Rose—. Como
124 Angie y Fisher. Quiero que las personas que significan mucho para mí tengan lo
mejor que la vida puede ofrecer.
—¿Y si ella sólo quiere trabajar y terminar la escuela? —dijo Fisher—. ¿Y si
quiere vivir libremente como yo lo hice a su edad? ¿Y si no quiere un solo
hombre? ¿Y si quiere un chico diferente cada noche porque...? —Se encogió de
hombros—. ¿Por qué no? ¿Por qué precipitarse?
No sabía quién estaba más sorprendida, si yo o Rory. Por un lado, me estaba
defendiendo. Por otro, ¿creía las cosas que le decía? ¿Fisher pensaba que yo era
aún demasiado joven? ¿Ese era nuestro destino? ¿Nuestra realidad?
Cuando tuviera setenta años, ¿iba a seguir jugando la carta de la edad?
—Reese, puede que tengas un poco de artritis, pero espera a que tengas
ochenta años y no puedas levantarte de la cama por la mañana sin un montón de
analgésicos acompañados de un buen trago.
Rose hizo un trabajo encomiable al quitarle a Rory el perrito caliente y
ponérselo en un bollo con ketchup y mostaza, actuando como si no fuera la
conversación más incómoda.
—¿Eso es lo que quieres, Reese? ¿Sólo... relaciones al azar? ¿Has dejado atrás
por completo tu moral religiosa?
—Bueno… —No estaba segura de cómo responder a eso. Cómo hacer que
toda la conversación terminara o cambiar el enfoque a alguien más que a mí—.
Tal vez haya algo entre el matrimonio y acostarse con tres tipos a la semana. Tal
vez pueda centrarme en mi trabajo y dejar que mi vida amorosa se desarrolle
naturalmente sin estar acomodada en este momento. —Di un gran mordisco a mi
perrito caliente—. Pero gracias —murmuré.
Rory sólo estaba pensando en su hija. Y unos meses antes, me habría
entusiasmado mucho el doctor Impresionante.
Después de otra hora de fuego, cerveza y malvaviscos, Rory y Rose fueron al
bosque para hacer sus necesidades.
Tan pronto como me sentí segura de que estaban fuera del alcance del oído,
pateé la pierna de Fisher.
—¿Por qué fue eso? —Fisher entrecerró los ojos hacia mí.
—¿Crees que debería estar con un tipo diferente cada noche?
—Creo que odio pedirte que esperes a que arregle mi vida.
Esa no era la respuesta que quería.
—Voy a buscarlas. —Con una linterna en la mano, me adentré en el bosque.
—Reese...
No respondí.
Para cuando regresamos al campamento, Fisher había apagado el fuego y
devuelto las sillas a la parte trasera de su camioneta.
125
—¿Fisher? ¿Estás listo para dormir? —preguntó Rory.
—Sí —dijo desde el interior de su tienda—. Fui al baño y me lavé los dientes.
Gracias, mamá.
Rory se rio.
—De acuerdo. Buenas noches.
Empecé a bajar la cremallera de la puerta de mi tienda.
—Buenas noches, cariño. Nos vemos por la mañana, cumpleañera. —Rory me
abrazó y Rose también.
—Buenas noches. —Encendiendo la luz de la linterna de mi tienda, me detuve
sobre mis rodillas justo antes de cerrar la cremallera de mi puerta. Mi saco de
dormir estaba tendido junto con una manta extra y mi almohada en la parte
superior con una nota.
De todas formas, te lo pediré... espérame.
Tomé la nota, la abracé contra mi pecho y luego me puse mi pantalón térmico
y mi camiseta de manga larga a juego antes de meterme en el saco de dormir y
apagar la luz.
Tardé una eternidad en conciliar el sueño, probablemente porque Rory y
Rose estuvieron despiertas hasta muy tarde jugando al Mancala. Luego, poco
después de las dos de la mañana, me desperté del frío, dando vueltas en la cama,
sin poder entrar en calor. Después de dejar que me castañearan los dientes
durante casi otra media hora, me envolví con la manta, metí los pies en los
zapatos y me dirigí de puntillas a la tienda de Fisher.
No se movió cuando abrí su tienda ni cuando cerré la cremallera. El sereno
Fisher estaba acurrucado en su saco de dormir, acurrucado sobre su costado...
feliz cumpleaños para mí, pensé.
Hasta que...
Se oyó un sonido muy fuerte.
Casi me mojé los pantalones.
Fisher se levantó de golpe.
—¿Qué estás haciendo?
—Oh, Dios mío... ¿Fisher? —gritó Rory.
Salí de su tienda, pero no antes de que Rory y Rose salieran de la suya con
linternas iluminando tanto la tienda de Fisher (y a mí) como su camioneta con la
alarma sonando.
Se detuvo cuando Fisher salió de su tienda, sosteniendo el llavero.
—Jesús, ¿fue un oso? —preguntó Rose.
—Reese, ¿qué demonios estabas haciendo en la tienda de Fisher? —Rory no
126 parecía preocuparse por la posibilidad de que un oso activara la alarma de la
camioneta de Fisher.
Apreté con fuerza mi manta, aún temblando, más aún desde que mi cuerpo
estaba en shock por el sonido de la alarma.
—Yo... me estaba congelando. Y… —Necesitaba pensar rápido, pero era
difícil porque tenía mucho frío y me sentía fatal por haber despertado a todo el
mundo, y técnicamente era mi cumpleaños, y sí... me puse a llorar.
—Ella sólo asomó la cabeza en mi tienda para pedir las llaves de mi camioneta
porque tenía frío y quería dormir allí, pero cuando se arrastró junto a mí para
despertarme, pulsó el llavero y activó la alarma. —Fisher salió a mi rescate.
Rory me miró, apuntando la estúpida linterna a mis ojos.
—Cariño, tienes los labios azules. Oh, Dios mío.
Sollocé y me limpié rápidamente los ojos, sintiéndome tan estúpida y terrible
por todo mientras Rory me abrazaba.
—Entra en nuestra tienda. Te mantendremos caliente.
Lanzando una rápida mirada a Fisher, las seguí hasta su tienda.
M
is intentos de entrar en calor junto a Fisher fracasaron
estrepitosamente. Sin embargo, el intento que hizo de inventar una
buena excusa para que yo estuviera en su tienda fue un éxito total.
Rory no lo pensó dos veces.
Entonces yo, la afortunada cumpleañera, conseguí despertarme acurrucada
entre Rose y Rory en lugar de estar acurrucada en el pecho desnudo de Fisher.
Los veinticuatro años ya eran un cumpleaños inolvidable.
—Tengo que orinar —susurré, quitándome del medio.
—De acuerdo. Feliz cumpleaños, cariño —murmuró Rory. Todavía era
temprano—. Iré contigo. —Sonaba medio despierta en el mejor de los casos.
—Estoy bien. De verdad.
—¿Segura?
—Sí.
127 —Me levantaré y empezaré a hacer el desayuno pronto.
—No hay prisa. Todavía no tengo hambre. —Me escapé de su tienda con Rose
aún durmiendo y Rory probablemente a punto de volver a dormir.
Después de vestirme, Fisher me recibió en la entrada de mi tienda con un
termo de café.
—Gra… —Empecé a darle las gracias, pero se llevó un dedo a los labios.
Luego sonrió mientras agachaba la cabeza hacia mi oído.
—Feliz cumpleaños.
Con mi mano libre, agarré su chaqueta de lana. Arrastró su boca por mi
mejilla hasta llegar a mis labios y me besó, utilizando sus manos para sujetar mi
rostro.
No estaba segura si la ausencia de Angie era mi regalo o el sexo en su tienda
la noche anterior... ¿o el café? ¿El beso? ¿O fue la enorme sonrisa que me dedicó
después de besarme mientras señalaba con la cabeza a la derecha y tomaba mi
mano?
Fisher era el regalo.
Me quitó el termo de la mano y lo dejó junto a la tienda antes de volver a tomar
mi mano y tirar de mí hacia el bosque.
—¿A dónde vamos? Tengo que orinar —susurré.
—A una excursión. Te encontraremos una roca para orinar.
Me reí mientras nos llevaba fuera del alcance de Rory y Rose.
—¿Por qué una roca?
—Es el lugar más ecológico para orinar. Se seca. No se daña nada. Y sé que
eres una chica eco-friendly. —Miró hacia atrás y sonrió.
Eso fue por los tampones ecológicos.
—¿Y Rory y Rose? —pregunté.
—No sé qué tampones utilizan.
Poniendo los ojos en blanco, negué.
—Quiero decir, ¿qué pasará cuando se despierten y nos hayamos ido?
—Apuesto por una abducción extraterrestre. Rose es una auténtica
conspiradora. Y sé que cree en los extraterrestres.
—¿Ella cree?
—Joder. No lo sé. Sólo estoy inventando cosas para entretenerte. ¿Estás
entretenida? —Me miró de reojo cuando lo alcancé.
No quería sonreír, pero lo hice. Me apretó la mano mientras subíamos la
pendiente. Me pregunté si tenía bromas sin sentido como esa con Angie. Y por
sin sentido, quería decir que lo era todo. Significaba que nos hacíamos reír
mutuamente. Significaba que él disfrutaba estando conmigo tanto como yo
128 disfrutaba estando con él.
Y quería que significara que estábamos destinados a estar juntos, que
estaríamos juntos.
—Siempre me entretienes. Y... todavía tengo que orinar. Estamos pasando un
montón de buenas piedras.
—Lo siento. —Soltó mi mano y señaló una roca justo al lado del sendero—.
Esa debería servir.
Miré en ambas direcciones. No parecía haber nadie cerca de nosotros.
—Bien. —Caminé hacia la roca y me volví hacia el sendero, mientras mis
manos empezaban a desabrocharme el pantalón y a bajarme la cremallera—.
¿Qué estás haciendo?
Se quedó en el sendero, con los brazos cruzados sobre el pecho.
—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir que por qué estás ahí de pie, mirándome.
—Estoy vigilando por ti.
—Pero me estás mirando. No voy a orinar contigo mirándome.
—Te he visto desnuda.
—Y yo te he visto desnudo, pero no quiero verte orinar.
—No dije que quería mirarte. Dije que estoy vigilando por ti.
—Date vuelta.
—Sólo apúrate.
—¡No puedo apurarme! Tengo que quitarme las botas y el pantalón.
—¿Por qué te quitas las botas?
—Porque tengo que quitarme las botas para quitarme el pantalón.
—¿Por qué te tienes que quitar el pantalón?
—¡Porque no tengo pene!
Y entonces... un señor de mediana edad atravesó el sendero, oyéndome
claramente, con una pequeña sonrisa en el rostro mientras me miraba con mi
pantalón desabrochado y con la cremallera abierta.
—Buenos días. —Fisher sonrió y le hizo un pequeño gesto con la barbilla.
Dejé caer la cara entre las manos.
—Mátame ahora —susurré.
—Me daré vuelta. —Se rio.
Probablemente era un arte orinar en cuclillas sin quitarse el pantalón, pero
yo no estaba bien entrenada en esa técnica. Sabía que mi intento habría
provocado que mi vaquero quedara empapado de orina. Así que sí, me quité
todo lo que tenía por debajo de la cintura antes de inclinarme para orinar en la
129 roca.
—Viene alguien. Date prisa.
—¿Qué?
—Dije que alguien...
—Te escuché. —Detuve mi orina a mitad de camino.
—¿Entonces por qué dijiste qué?
—Quise decir algo así como: ¡QUÉ!
—¿Como qué mierda?
Puse los ojos en blanco y me apresuré a tomar mi braga, pero estaba atrapada
en el pantalón porque una de las perneras estaba al revés.
—¿Qué estás haciendo? —Se dio vuelta, y no tuve tiempo de que me importe.
—¡Mi vaquero está mal! —Metí el brazo en la pernera que estaba al revés.
Gorro.
Camiseta térmica y chaqueta polar.
Y calcetines. Eso era todo. Todo lo que llevaba puesto.
Miré a la derecha. La pareja que subía la colina se acercaba.
—¡Fisher!
Esa estúpida sonrisa se deslizó en su rostro mientras se tomaba su tiempo
para caminar hacia mí. Levanté el pantalón para cubrirme lo más posible
mientras Fisher se ponía delante de mí, de cara al sendero e inclinando su cuerpo
para mantenerme lo más oculta posible cuando la pareja pasara por delante de
nosotros.
—Buenos días. —Compartió otro saludo amistoso mientras yo apretaba mi
cara contra su espalda para esconderme de... la vida en ese momento.
—¡Agh! Debería haberme alejado más de este estúpido sendero. ¡Qué
vergüenza! —Luché con mi vaquero para liberar mi braga. Luego me vestí tan
rápido como pude. Cuando levanté la vista mientras me abotonaba el vaquero,
Fisher tenía los labios atrapados entre los dientes mientras se ajustaba—.
¿Estás... excitado? —pregunté incrédula, sintiéndome un poco irritada por el
hecho de que tuviera el descaro de encontrar sexy mi desafortunada situación.
Levantó un hombro.
—No estoy... no estoy excitado.
—Que se joda el follaje o la etiqueta eco-friendly. Debería haber orinado en
la maleza. —Subí la colina dando pisotones, manteniéndome a un buen metro y
medio por delante de él.
—¿Estás enfadada conmigo? —preguntó.
—No.
130 —Parece que estás enfadada conmigo. ¿Es porque yo tengo un pene y tú no?
Porque yo no pedí un pene. Simplemente vino con mi cuerpo.
—Detente —intenté decir con un tono completamente serio, pero era difícil.
—¿Detener qué? —Dio unas largas zancadas para alcanzarme.
—Deja de hablar.
—¿Por qué?
—Porque estás intentando hacerme reír, y no quiero reír. Quiero enfadarme.
—Es tu cumpleaños. No puedes enfadarte en tu cumpleaños.
Me detuve y me enfrenté a él, con las manos en los costados.
—Puedo estar enfadada en mi cumpleaños porque anoche me congelé el
culo. Y cuando intenté calentarme, la alarma de tu estúpida camioneta se activó.
Y luego pasé el resto de la noche durmiendo entre mi madre y Rose. Y ambas
roncan. Y… —Empecé a quedarme sin fuerzas.
—¿Ibas a pedirme que te calentara?
—No. No iba a pedírtelo. Sólo iba a meter mi cuerpo frío junto al tuyo en tu
saco de dormir.
—¿Desnuda? —Sus cejas se alzaron.
—Yo... no sé. —Sacudí la cabeza, sintiéndome irritada de que me preguntara
eso. Y sintiéndome irritada de que no dejara de sonreír.
—Esa habría sido la única forma de calentarte de verdad. Los dos desnudos.
Eres enfermera. Deberías saberlo.
Empecé a hablar, pero no tenía una gran respuesta a su palabrería.
Su cabeza se inclinó hacia un lado.
—Ibas... ibas a meterte en mi saco de dormir desnuda. Ibas a calentarte y
luego a intentar conseguir algo. ¿Estoy en lo cierto? Un pequeño adelanto de
cumpleaños.
Me dolían demasiado los músculos de los labios para no sonreír. Tenía que
sonreír. Tenía que reírme.
Fisher se negaba a dejarme ser algo más que feliz. ¿Y acaso no era ese el
objetivo de la vida? ¿Encontrar el lugar feliz y permanecer allí el mayor tiempo
posible? Él era el mío.
Felicidad.
Sonrisas.
Risas.
—Allí está ella. —Su ya enorme sonrisa consiguió aumentar un poco más. Me
bajó el gorro unos centímetros, un gesto juguetón y burlón.
131 —¿Puedo preguntarte algo? —Mi sonrisa se desvaneció un poco.
—Por supuesto.
—¿Qué es lo que más temes? ¿Que vuelva tu memoria y que de repente sepas
lo que sentías por ella y por qué lo sentías? ¿Es decepcionar a tu familia si no te
casas con ella? ¿Es tomar la decisión equivocada?
Metió las manos en los bolsillos traseros y me besó la frente.
—Es perderte mientras intento hacer lo correcto.
—¿Qué es lo correcto?
—Eso es… —Sacudió la cabeza lentamente mientras se formaban arrugas a lo
largo de su frente—. Simplemente eso. No estoy seguro. Siento que una amistad
de casi treinta años merece algo... aunque sea un poco más de tiempo. Y aunque
no recuerdo haber amado a Angie, no soy inmune a sus sentimientos ahora.
Tampoco soy inmune a los sentimientos de mi familia. Y todavía tienen esta gran
esperanza de que voy a recuperar mi memoria. Y esta gran parte de mí, la parte
que te ama, no se preocupa por recordar el pasado. Pero esta otra parte siente
que no puedo terminar este futuro planeado sin recordar mi pasado.
—¿Y qué pasa si nunca recuerdas? Quiero decir... estoy aquí. Estoy aquí por
ti. Y mi corazón se mantiene firme en esto...mientras siga en él. Pero mi cerebro
eventualmente tratará de ignorar mi corazón en un esfuerzo por la supervivencia.
No has cancelado tu boda. Si no te acuerdas para entonces... ¿entonces qué? ¿Te
casas con ella?
—No. No me caso con ella. Yo… yo…
No lo sabía. ¿Cómo podría?
—Lo pospongo.
—¿Lo pospones? —Se me cayó la mandíbula—. Pospones algo que quieres
que ocurra, sólo que en una fecha posterior.
—¿Qué quieres que diga? ¿Qué querrías que hiciera si estuvieras en el lugar
de Angie?
—Querría que me amaras. Que me ames ahora. Que me ames sin ningún ayer.
Y si no pudieras amarme así, entonces querría que me dejaras ir.
Asintió lentamente.
—Entonces la dejaré ir.
No podía creer que lo dijera. Lo dijo sin dudar. Lo dijo con tal absolución que
hizo que mi corazón se detuviera por un segundo.
Entonces, ¿por qué... por qué me dolió tanto mi corazón en ese momento?
¿Estaba pidiendo demasiado? No había pasado tanto tiempo desde su accidente.
Nos enamoramos tan rápido. Y tal vez eso lo significó todo. Pero, ¿dije aquello
porque realmente era lo que habría sentido en el lugar de Angie? ¿O fue fácil
decirlo porque ya tenía su amor?
¿Por qué tenía que ser tan difícil? ¿Tan complicado?
132
Cerrando los ojos, sacudí la cabeza.
—Dale... dale más tiempo. —Abrí los ojos—. Pero traza una línea. Como dos
meses, seis meses, un año, lo que sea. Sólo dibuja una línea para que cuando
lleguemos a ella, sepamos que se ha terminado. Lo que sea que signifique
terminar en ese momento. Entonces permítete vivir. Porque estás vivo con o sin
el pasado.
—Primero de enero.
—Primero de enero —repetí. Faltaban poco más de dos meses.
—Si para entonces no vuelve, sigo adelante sin intentar mirar más atrás. La
dejo ir. Hago saber a mi familia que no puedo casarme con alguien que no amo.
—Puedo llegar al primero de enero. —Asentí varias veces. Después de cinco
años y un par de meses sin Fisher, podría sobrevivir dos meses más si eso
significaba que estaríamos juntos—. Así que... mantendré las distancias mientras
tú haces tu parte para recordar las cosas y mantener a tu familia feliz el mayor
tiempo posible.
Sus ojos se entrecerraron.
—¿Mantener la distancia? Va a ser difícil que mantengas la distancia con mi
polla dentro de ti en cada oportunidad posible.
Ahí está mi vulgar pescador desnudo. Te he extrañado.
Empecé a caminar de nuevo, mi rostro volviendo a su versión de dieciocho
años: mejillas y cuello sonrojados.
—¿Y cuándo crees que podría ser tu próxima oportunidad?
—No puedo decirlo. —Volvió a agarrarme la mano.
—¿Por qué no?
—Porque es tu cumpleaños. Y los cumpleaños son para las sorpresas.
—¿Así que me vas a sorprender con tu pene? —Se me escapó una risita.
—Nunca lo verás venir.
—Bueno, no lo haré si está dentro de mí.
Se rio.
Yo me reí.
Y pasamos la siguiente hora recorriendo el sendero que daba la vuelta al
camping. Unos metros antes del claro, se detuvo y me empujó fuera del sendero,
mi espalda chocó con el tronco de un árbol.
Me besó con un hambre que sentí en mis huesos. Y tan rápido como me apartó
del sendero y atacó mi boca, terminó el beso y regresó sin mí.
Señaló con la cabeza el claro que había más adelante.
—¿Vienes?
133 Me despegué del árbol, me arreglé el gorro y me alisé la chaqueta.
—¿Qué fue eso?
—¿Qué fue qué? —Fisher metió las manos inocentemente en los bolsillos de
su chaqueta.
—Ves... te dije que no se los comió un oso —le dijo Rose a Rory mientras
volvíamos a las tiendas.
Rory puso los ojos en blanco.
—No pensé eso.
—Tú lo dijiste. —Rose miró a Rory volteando panqueques en la parrilla.
—Bueno, estaba bromeando... más o menos. ¿Por qué no nos despertaste
para ir contigo? —preguntó Rory.
—Pensé en llevar a la pequeña a dar un paseo mientras ustedes tenían un rato
a solas. —Fisher les dedicó una sugerente sonrisa—. Ya que les estropeó la
noche con la alarma de la camioneta, los labios azules y el castañeteo de dientes.
Rory y Rose se rieron, pero luego compartieron una mirada que decía que sí
aprovecharon su tiempo a solas. Lo cual... me hizo pensar en la vez que las vi en
la ducha. Sí, esa imagen quedó eternamente grabada en mi mente.
—¿Sacar a pasear a la pequeña? —Fruncí el ceño—. Me haces parecer una
niña de cinco años... o un perro.
—Si te queda la correa... —Agarró una botella de zumo de naranja de la
nevera.
Le di un codazo en la parte posterior de la rodilla, haciendo que su pierna se
doblara inesperadamente, desequilibrándolo un poco mientras cerraba la
nevera.
—Cuidado. —Me miró con los ojos entrecerrados.
—¿Cuidado con qué, anciano?
—Escúchense... es como en los viejos tiempos. Fisher, tú y Reese solían
pelear y bromear todo el tiempo, como dos hermanos —dijo Rory,
entregándome un plato de panqueques.
Tomé asiento en una de las sillas de camping, y Rose vertió sirope sobre mi
pila de panqueques, apretando los labios por un segundo antes de murmurar:
—Hermanos una mierda.
Le guiñé un ojo, uno de esos guiños arrogantes al estilo Fisher.
—Nada de Mancala para ustedes dos esta noche —les dije a mi madre y a
Rose—. Son demasiado ruidosas. Demasiado competitivas.
—Lo siento. —Rory se encogió de hombros—. ¿Te mantuvimos despierta?
Levanté el pulgar y el índice a un centímetro de distancia.
—Un poquito.
134 —¿Mancala? Me encanta ese juego —dijo Fisher—. Deberíamos jugarlo esta
noche.
—Sólo es un juego para dos personas —dijo Rory, entregándole a Fisher su
plato de panqueques.
—Bueno, ustedes dos lo jugaron anoche, así que yo lo jugaré con la
cumpleañera hoy. —Fisher dio un mordisco a sus panqueques y me sonrió—.
¿Quieres jugar conmigo esta noche, Reese?
Mi masticación se ralentizó. Él lo dijo. Sí, seguro que sí. Rory no prestó
atención a su comentario. Pero Rose se atragantó con un bocado de su
panqueque.
—¿Estás bien, cariño? —le preguntó Rory.
Rose se dio varias palmaditas en el pecho y asintió.
—B-bien.
Después de tragar mi bocado, le sonreí a Rose mientras le respondía a Fisher.
—Eso suena divertido. Me encantaría jugar contigo esta noche.
La cara de Rose parecía una manzana roja madura, y no había nada que
pudiera hacer para detenernos. Y Fisher no tenía ni idea de que ella lo sabía.
Pensaba que nuestras insinuaciones eran sólo entre nosotros dos.
—No voy a ser fácil para ti. Soy bastante competitivo. Me gusta estar en la
cima al final.
De nuevo, Rose tosió y Rory le tendió una botella de agua.
—Bebe. Y mastica mejor la comida. —Rory desvió su atención hacia Fisher—
. No seas demasiado arrogante y subestimes a Reese. Ella también tiene una vena
competitiva. Puedo verla ganando... estando en la cima en lugar de ti. Así que no
hagas pucheros mañana.
En ese momento, Rose tenía la cabeza inclinada, los dedos pellizcando el
puente de la nariz. Estoy segura de que estaba cantando en silencio: ¡Haz que se
detengan!
Pero lo único que me importaba era que Fisher y yo íbamos a jugar.

135
A
ntes de dejar Texas para reunirme con Rory, sabía tres cosas.
Una: No iba a beber ni a drogarme nunca.
Dos: Nada de sexo antes del matrimonio.
Tres: Pensaría en Dios primero en todas mis decisiones.
A los veinticuatro años, no sabía nada.
Después de otra excursión en grupo, de comer y de hacer un millón de fotos,
encendimos una fogata para cenar y luego bebimos demasiado. La conversación
dio un giro por mi culpa. Alguien debería haberme interrumpido antes.
—¿Le has dicho a Fisher lo mucho que amaba a Angie? —pregunté,
arrancando la etiqueta de mi botella de cerveza. Ni siquiera me gustaba tanto la
cerveza, que era lo máximo que había bebido.
—¿Qué? —dijo Rory.
—Quiero decir... todo el mundo dice lo mucho que la amaba. Tal vez si
136 alguien le dijera por qué pensaban eso... como... ¿qué hizo específicamente para
que pensaran que la amaba? Entonces podría recordar.
No tenía idea de que el alcohol podía provocar un caso de celos
autodestructivo. Sin embargo, allí estaba... borracha y celosa.
Rory miró a Rose.
—Le enviaba flores.
Rose asintió.
—Eran adorables… —Se rio, ebria como el resto de nosotros—. ¿Es adorable
una palabra? —Rose se rio más.
—La llevaba mucho a comer —añadió Rory.
—A veces la llevaba a pasear en su moto. —Rose desvió su atención hacia
Fisher.
Le dirigí una mirada.
Él bebía su cerveza, con la mirada puesta en el fuego, como si no estuviera
escuchando nada de la conversación.
—Los cuatro pasamos muchas noches en el porche simplemente hablando de
la vida. Fisher dijo que quería dos hijos. Angie quería cuatro. Se comprometieron
a tener tres. —Rory sonrió a Fisher.
Sin embargo... no mostró más respuesta que la de entrecerrar un poco los
ojos como si tratara de dar sentido a lo que decían de él.
¿Seguía pareciendo la vida de otra persona? ¿Una biografía que no era la
suya?
—Y después de la muerte de la madre de Angie, Fisher simplemente... hizo
todo. Ayudó a cuidar la propiedad de su madre. Prácticamente planeó el funeral.
Mudó a Angie a su casa. Cocinó para ella durante... semanas mientras lloraba a
su madre. Ojalá pudieras recordar, Fisher. Realmente lo deseo. —Rory frunció
el ceño.
Fisher se puso de pie.
—Me voy a la cama. —No me miró a mí ni a nadie mientras arrojaba su botella
a un contenedor en la parte trasera de su camioneta antes de adentrarse en el
bosque para orinar.
Rose negó con la cabeza.
—No creo que le hayamos refrescado la memoria. Creo que se siente
miserable.
Rory se puso de pie y se estiró.
—¿Miserable? Esa es una palabra fuerte.
—No lo es. Es la palabra correcta, créeme. —Rose comenzó a recoger las
sillas.
137 La ayudé a cargarlas en la camioneta.
—¿Todavía van a jugar al Mancala? —Rory me pasó el juego—. Es tarde. —Se
rio—. Y todos hemos bebido demasiado. Pero da igual… —Me abrazó—. Feliz
cumpleaños, cariño.
—Gracias —murmuré.
—Ha sido un buen día. Te quiero, cumpleañera. —Rose me abrazó y me besó
la mejilla. Luego me susurró al oído—: Él no está de buen humor. Déjalo tranquilo
esta noche.
No dije nada. Sólo asentí con la cabeza para hacerle saber que la había
escuchado.
Después de que encontraran un lugar para orinar y de que se retiraran a su
tienda, planté mi culo en el suelo junto al fuego. Cuando Fisher regresó, se sentó
a mi lado, ambos con las rodillas dobladas y los brazos apoyados en ellas.
—Si es enero… —susurré—. Entonces esperemos a enero. No puedo… hacer
esto. —Sacudí lentamente la cabeza
No podía seguir estando a escondidas con el prometido de otra mujer. Si el
alcohol impartía una sensación de celos, la sobriedad impartía una sensación de
arrepentimiento.
—Lo sé —susurró—. Voy a arreglar esto.
—¿Arreglar esto? —Me costó mantener la voz baja—. ¿Cómo vas a hacerlo?
—¿Confías en mí?
Solté una carcajada. ¿Cuántas veces había cuestionado mi confianza con él?
¿Y a dónde me había llevado?
—Ya te lo dije. Confío en ti. Sólo que no confío en tu...
—Sí, sí... mi memoria. A la mierda mi memoria. —Se puso de pie—. Vamos.
—Me tendió la mano.
La tomé.
—No puedo hacer nada contigo. —Mi conciencia borracha apareció para ser
la aguafiestas de mi cumpleaños.
—Podemos jugar al Mancala.
Mi cabeza se inclinó mientras lo miraba.
—De verdad. Mancala. —Me tiró de la mano.
Nos sentamos uno frente al otro en su tienda y jugamos durante casi dos horas,
y fue divertido. Todo con Fisher era divertido y feliz. Él era felicidad. Y yo no
podía imaginar mi vida sin esa felicidad.
—Voy a… —Hice un gesto hacia la puerta de la tienda—. Ir a la cama ahora.
—Tendrás frío.
—Lo sé.
138
—Podrías dormir conmigo. —Dejó el juego a un lado.
—Dije que no...
—Para dormir. Sólo dormir.
—¿Qué pasa con Rory y..?
—Te echaré antes de que se despierten por la mañana.
Sacudí la cabeza.
—No creo que sea una buena idea.
—¿No puedes controlarte?
—Estás tan lleno de ti mismo.
Su sonrisa se desvaneció, su mirada se desvió hacia el espacio entre nosotros.
La confusión sustituyó a la diversión.
—Lleno de ti mismo —susurró antes de levantar su mirada para encontrarse
con la mía—. Ya lo habías dicho antes. En mi oficina. Tú… —Sacudió la cabeza—
. Estabas enfadada conmigo. ¿Te acuerdas?
Tardé unos segundos en darme cuenta de lo que estaba pasando.
—¿Te acuerdas de eso?
—Sí. No. No lo sé. Es como un déjà vu. Lo dijiste y me resultó demasiado
familiar, como si hubiéramos hecho esto antes, pero no aquí.
No estaba del todo segura cuando se lo dije. Fue hace más de cinco años. Eran
palabras que podría haber usado en múltiples ocasiones.
—No lo sé. ¿Qué más dije?
Fisher siguió negando con la cabeza.
—Yo... no lo sé. Pero si es un recuerdo...
Asentí.
—Entonces puede que estés recuperando la memoria o que, al menos, tu
cerebro esté tratando de hacer algunas conexiones de nuevo.
—Puede ser. —Asintió lentamente, la confusión seguía velando su rostro.
¿Era el momento de hablarle de nosotros? Se había enamorado de mí, sin esos
recuerdos, sin que yo le hablara de nosotros.
Se recostó en la almohada.
—Es tan raro... Te veo con las manos en las caderas. Estás enfadada.
¿Recuerdas haberte enfadado conmigo?
Me reí.
—Lo siento. Me enfadé contigo en muchas ocasiones. No lo estás aclarando
mucho.
139
—Tal vez sea la cerveza —suspiró, cerrando los ojos.
—Tal vez. —Apagué la luz de la linterna y me acurruqué a su lado,
cubriéndonos con la parte superior de su saco de dormir y una manta de vellón.
—¿Te vas a quedar? —murmuró. Había mucho cansancio en su voz.
—Me quedaré. —Me abracé a su cuerpo y le besé el cuello.
L
a noche en la tienda fue el comienzo de lo que se sintió como el final,
incluso si no estaba segura de lo que el final realmente significaba para
mí. Para nosotros.
Me dediqué a trabajar y a leer absolutamente todo lo que Holly me daba.
Halloween.
Nieva a principios de noviembre.
Y sin Fisher.
¿Lo estaba evitando? Sí.
¿Él sabía por qué? Sí.
Sin embargo, era casi imposible evitarlo hasta enero, como descubrí tres
semanas después de mi cumpleaños. De camino a casa después de un parto, un
sábado a mediodía, me detuve a cargar gasolina. Mientras esperaba a que se
llenara, la camioneta de trabajo de Fisher se detuvo en el lado opuesto del
140 surtidor.
Mi corazón se estrelló contra mi pecho. Él está aquí. Y mi conciencia me dijo
que me calmara. Que me quedara tranquila. No era gran cosa.
Una enorme sonrisa se extendió por su cara mientras salía de su camioneta
en vaquero, botas de trabajo y una sucia sudadera.
—Hola.
Mi corazón ganó. Imité su sonrisa, tal vez incluso la aumenté.
—Hola.
—¿Vas al trabajo o te diriges a casa? —preguntó, apoyándose en la viga junto
al surtidor.
—A casa. ¿Ves las bolsas bajo mis ojos?
—¿Ayudaste a traer un pequeño humano al mundo anoche?
—A las siete de la mañana. Un niño pequeño. Grant. Dos kilos exactos. ¿Y tú?
¿Trabajas hoy?
—Acabo de terminar de instalar estantes en una despensa.
Devolví la boquilla a la bomba y tomé mi recibo.
—Bueno, me voy a casa a dormir unas horas.
—Reese… —Me estudió durante unos segundos—. No somos desconocidos.
Y he estado esperando mi tiempo durante tres semanas. Ordenando estos
recuerdos a medida que van volviendo. Pero te extraño. Y no voy a dejar que te
subas a tu auto y te vayas con una sonrisa amistosa y un pequeño saludo.
—¿Qué recuerdos? —Rory y Rose no habían dicho nada.
—Ven aquí.
Sacudí la cabeza.
—¿Qué recuerdos?
—Ven. Aquí. —Se humedeció los labios.
Intenté no mirar sus labios, pero estaban allí, llenos y recién tocados por su
lengua. Me acerqué un poco.
Se apartó de la viga y deslizó su mano por mi cabello.
—Te amo hoy.
—Fisher...
Me besó. Y no pude detenerlo porque no quería detenerlo. Su proximidad
alimentaba mi alma. Sus labios despertaron mi corazón con posibilidades.
Luego se acabó.
Fue sólo un beso. Teníamos el control.
141 Hasta que me besó de nuevo.
Más duro. Más tiempo.
Sus manos se deslizaron hasta mi trasero y gimió, agarrándome con fuerza.
—Joder... —Alejó su boca de la mía y enterró su cara en mi cuello—. Sígueme
a mi casa. Por favor, sólo... —Su desesperación alimentó mi necesidad.
Estaba muy cansada y eso debilitó mi determinación porque no había nada
que deseara más que ir a casa con Fisher. Que me hiciera sentir bien. Y
quedarme dormida en sus brazos.
Cuando otro auto se detuvo detrás del mío, me solté del abrazo de Fisher y
me aclaré la garganta.
—¿Qué recuerdos? Dijiste que tus recuerdos habían vuelto.
Él suspiró, acomodándose.
—Recordé a Angie. Bueno, un recuerdo de ella. De nosotros.
—¿Qué recuerdo?
—Una fiesta en casa de sus padres. Su vigésimo primer cumpleaños.
—¿Qué provocó eso?
Miró por encima de mi hombro, en la distancia.
—No estoy seguro.
—¿Dónde estabas cuando lo recordaste?
Sus labios se torcieron mientras seguía mirando al... ¿pasado?
—Vino a cenar la semana pasada. Y estuvimos hablando de la boda de su
prima. Y dijo que su prima acababa de descubrir que estaba embarazada.
Asentí lentamente.
—¿Su prima estuvo en la fiesta de cumpleaños de Angie?
—No.
—Hmm. Eso es raro. Pero es un recuerdo. Eso es bueno, ¿verdad?
Fisher parecía cualquier cosa menos sentirse bien con su reciente recuerdo.
—Te dejaré ir a casa a dormir.
Pasó de insaciable a apático en cuestión de minutos.
—¿Estás bien?
Me devolvió un único asentimiento, más bien una pequeña caída de su
barbilla. Luego me miró fijamente durante un largo momento antes de que una
triste sonrisa apareciera en sus labios.
—Te echo de menos.
—Yo también.
—Adiós.
142 Eso fue todo. Un triste adiós.
Esa triste despedida me carcomió mientras conducía a casa. En lugar de
entrar en el camino de entrada, seguí adelante y me dirigí a la casa de Fisher,
llegando justo cuando él entraba en su casa.
Crucé la calle mientras él salía de su camioneta.
—¿Por qué no me hablas de tus recuerdos?
—¿Qué quieres decir? —No se detuvo para dirigirse a mí cara a cara. Siguió
caminando hacia su garaje.
Me detuve justo detrás de él mientras se agachaba para desatar sus botas de
trabajo. Luego lo seguí al interior de su casa.
—Ya sabes a qué me refiero. Cuando me contaste lo del recuerdo de la fiesta,
parecías asustado o tal vez en completo shock. ¿Por qué? ¿Acaso ese recuerdo le
hizo revivir sentimientos por ella?
Agarró una cerveza de la nevera y la abrió. Después de un largo trago, exhaló
lentamente.
—En su fiesta, Angie me apartó y me dijo que estaba embarazada.
Eso no lo vi venir. Tampoco lo hizo mi delicado corazón.
—No podía recordar lo que pasó después de eso. Angie dijo que tuvo un
aborto dos semanas después. Luego... pude. Eso es todo lo que tenía que decir,
y recordé lo que había pasado.
—¿Qué pasó? —susurré.
—Se suponía que habíamos quedado para cenar después de que yo terminara
de trabajar. Pero se presentó en el departamento en el que yo vivía en ese
momento, y estaba llorando. Había tenido un aborto. Pero… —Levantó la vista
hacia mí—. Tenía un anillo. Iba a proponerle matrimonio esa noche.
—Pero no lo hiciste.
Sacudió la cabeza y dio otro trago a la cerveza.
—¿Por qué?
—Porque no quería casarme. Todavía no. Lo hice porque me pareció que era
lo correcto.
—¿Así que ella nunca lo supo?
—No lo creo.
—¿Se lo dijiste? Cuando recuperaste la memoria, ¿le hablaste del anillo?
—No —susurró.
Entonces me acordé lo que me dijo cinco años antes, cuando me asusté ante
la posibilidad de estar embarazada.
—¿Y si...? —Me aclaré la garganta—. Hipotéticamente, qué pasaría si yo
estuviera embarazada.
143 —No —gruñó—. No. No vamos a hacer esto. Si vuelves a verme dentro de unas
semanas con un test positivo, tendremos esta conversación. Pero no la voy a tener
ahora.
—¿Por qué?
—Porque no.
—Creo que es irresponsable no tener al menos un plan.
Fisher fue duro y distante. Ese fue el motivo. Lo último que quería era otro
susto de embarazo cuando no estaba listo para ser padre o casarse.
Pero las cosas cambiaron...
Rory y Reese lo dijeron cuando afirmaron que Angie y Fisher habían hablado
de hijos. Tres hijos.
—Es interesante que Angie te haya contado todo sobre su pasado juntos, pero
no esto.
Su cabeza se inclinó de lado a lado.
—Creo que fue demasiado trágico para ella. Se emocionó mucho cuando le
conté lo de mi memoria.
Después de un largo momento, atravesé la cocina y lo rodeé con mis brazos,
apoyando mi mejilla contra su pecho para poder escuchar su corazón. Nunca
pensé en que los recuerdos de Fisher volvieran en pedacitos. Y no pensé en que
esos pedacitos cortaran tan profundamente.
—La invité a cenar esa noche para decirle que teníamos que cancelar la boda.
Mi mirada se dirigió a la suya mientras lo soltaba.
—¿Qué? ¿Hablas en serio?
Frunció el ceño.
—Entonces volvió el recuerdo. Empezó a llorar. Y no pude añadir más a ella
esa noche. Así que se convirtió en un desastre total porque me tenía acorralado.
Y cuando todavía tenía los ojos hinchados, me pidió que fuera con ella a la boda
de su prima.
Di otro paso atrás.
—Y empezó a llorar de nuevo pensando en que su madre no estaría allí. Así
que le dije que iría con ella.
—De acuerdo... —dije con cautela—. Así que vas a una boda con ella. No es
gran cosa.
—Es en Costa Rica.
No está bien. Eso no estaba bien.
—Estaremos fuera cuatro días. Estará bien. Tal vez será una buena
oportunidad para que realmente hable con ella, exprese mis sentimientos o la
falta de ellos por ella.
144 Sonaba lógico viniendo de él. Lo presentó como si realmente no fuera un gran
problema. Pero se sentía como si mi soltero estuviera llevando a otra mujer a la
suite en lugar de a mí. Y sólo iban a “hablar”.
—Dime que estás de acuerdo con esto.
Retrocedí unos pasos más y negué.
—Estoy muy cansada. No tengo la capacidad mental o emocional para sentir
nada en este momento.
—Reese… —Dejó su botella de cerveza en la encimera y me siguió hasta la
puerta trasera.
—Voy a dormir. Llevo más de veinticuatro horas en vela.
—Entonces quédate a dormir aquí.
—No es una buena idea. —Metí los pies en los zapatos y abrí la puerta.
Fisher apoyó su mano sobre mi cabeza en la puerta y la cerró.
—Es la mejor idea que he tenido nunca.
Me giré y le di un empujón en el pecho.
Levantó una ceja y sonrió.
—Puedes empujarme todo lo que quieras, pero eso no cambia lo que quiero.
Solté una carcajada.
—¿Lo que quieres? ¿Qué hay de lo que yo...?
En un abrir y cerrar de ojos estaba sobre mí.
Con los labios.
La lengua.
Las manos.
Era un tornado de Pescador.
Mi chaqueta... su sudadera... desaparecieron.
Con tres pasos hacia el pasillo... las camisas fueron tiradas.
Varios pasos más... el lazo de mi bata se desató de un tirón mientras yo me
apresuraba con el botón y la cremallera de su pantalón.
A varios metros de la puerta de la habitación, me empujó de espaldas a la
pared y me besó en el cuello mientras me empujaba los tirantes del sujetador
por los brazos, dejando mis pechos al descubierto.
—Fisher… —Mis dedos se hundieron en su cabello mientras él lamía,
chupaba y mordía mis pezones.
—Hola. Hola. Hola...
Rory.
Nos congelamos, pero no había tiempo para correr o esconderse. No había
tiempo para juntar el rastro de ropa desde la puerta hasta nuestro lugar exacto,
145 que resultaba estar a la vista de Rory y su expresión antinatural de ojos abiertos,
con la mano ahuecada sobre la boca.
Cerré los ojos y me estremecí.
Fisher se irguió, y se abotonó y subió la cremallera de su pantalón antes de
tomarme por los hombros y guiarme hacia el dormitorio y encerrarme dentro.
Me arreglé el sujetador y acerqué la oreja a la puerta, pero era difícil
escuchar más allá de mi respiración acelerada.
—Rory... ¿has oído hablar de tocar la puerta?
—¿Qué, en el NOMBRE DE DIOS, está pasando?
Me estremecí. No recordaba ningún momento en toda mi vida en el que
hubiera escuchado la voz de mi madre tan enfadada.
—La amo.
Morí. Fisher acaba de matarme. Me arrancó el corazón. Y lo encerró en su
castillo donde se necesitará un ejército o un acto de Dios para robárselo.
—¡Esa no es una respuesta! Es mi hija. ¿Qué demonios estás haciendo con mi
hija? Es diez años más joven que tú... ¡y estás comprometido!
Hubo un silencio incómodo durante unos segundos.
Entonces Fisher habló. Tranquilo. Controlado. Con toda la razón del mundo.
—La amo.
Las lágrimas me quemaron los ojos y no pude aguantar más. Abrí la puerta.
—Quédate en el dormitorio, Reese —dijo Fisher dándome la espalda
mientras Rory me miraba fijamente.
Mi héroe. Protegiéndome. Amándome...
Atándome el pantalón de trabajo, arrastré lentamente los pies por el pasillo.
La mandíbula de Rory se apretó, preparándose para lo que fuera que pensara
que iba a decir.
¿Defender mi caso?
¿Disculparme?
¿Suplicar el perdón?
Nada de eso. Salí del dormitorio por una razón y sólo por una razón. Me giré
para mirar a Fisher, parpadeé y las lágrimas cayeron a borbotones mientras me
levantaba sobre las puntas de los pies, apoyé las palmas de las manos en su cara
y le susurré:
—Te amo, mi pescador perdido. —Lo besé.
Suave y lentamente.
Sin tener en cuenta a Rory y su audible jadeo.
Cuando el beso terminó, sonrió y me limpió las mejillas, mirándome con tanta
146 adoración como si Rory no estuviera allí. Como si estuviéramos en nuestra
burbuja.
Entonces me di vuelta y recogí mi camisa y mi chaqueta, y me las puse
mientras me dirigía a la puerta del garaje, donde volví a meter los pies en los
zapatos.
—Vamos a casa, mamá.
Mamá.
Casi nunca, si es que alguna vez, la llamaba así, pero este día me iba de la
casa de Fisher con el corazón lleno, para ir a casa a contarle todo a mi madre.
Una cosa era oír que alguien te dijera que te amaba. Era algo completamente
diferente, infinitamente más especial, oírle decir esas palabras a otra persona
como si fuera una explicación de dos palabras para su existencia.
La amo.
Era la persona más afortunada del mundo.
L
legué a casa unos minutos antes que Rory. Podría haberse quedado para
darle a Fisher unas cuantas opiniones más.
—Hola, pareces agotada —dijo Rose mientras levantaba la vista de
su ordenador en la mesa de la cocina. Luego entrecerró los ojos—. ¿Has estado
llorando?
Asentí, dejando el bolso en el suelo junto al pasillo.
—Rory llegará en cualquier momento. Necesito hablar con ella a solas.
¿Puedes trabajar en una cafetería o en la biblioteca durante un rato?
Rose mantuvo su expresión de preocupación durante unos segundos antes de
asentir.
—¿Es el momento?
Sintiendo otra ronda de lágrimas, simplemente asentí.
—Ya es el momento —conseguí decir.
147 —Ella lo sabe.
Asentí.
Rose se puso de pie y cerró su ordenador.
—Oh chica... va a ser un fin de semana duro. —Metió el ordenador en su bolso
y se lo colgó al hombro justo cuando Rory entró en la casa.
Hicieron contacto visual. Y fue como si Rose hubiera codificado su parte con
una mirada.
Rory sacudió lentamente la cabeza e hizo una mueca.
—Increíble.
Rose se detuvo antes de salir por la puerta trasera.
—¿Recuerdas el amor prohibido? —Se inclinó para besar la mejilla de Rory,
pero ésta se apartó.
No quiso hacer contacto visual con Rose, y mucho menos responder a su
comentario. Rose asintió varias veces en señal de reconocimiento mientras
inclinaba la cabeza y salía por la puerta, cerrándola suavemente tras ella.
—¿Qué has hecho? —susurró Rory.
—Me mudé a Colorado para reencontrarme con mi madre después de que
saliera de la cárcel. Luego me dejó durante un mes. Me dejó sola en un nuevo
estado, en una casa con un desconocido, y con total confianza en dicho
desconocido para que me cuidara. Y yo hice lo que me pidió. Confié en él. Y
entonces me enamoré de él.
Rory levantó lentamente la mirada, mostrando confusión en su bello rostro.
—C-cuándo… —Fue como si le hubiera sacado el aire de los pulmones por
segunda vez—. ¿Cuándo empezó esto? ¿En ese momento? ¿Hace años que ocurre
esto? —Empezó a ponerse nerviosa de nuevo.
—Hace años que no estamos juntos. Así que no. No ha estado sucediendo
durante años. No era el momento adecuado para nosotros entonces. Así que lo
dejé. Perseguí mis sueños. Y lo dejé ir. Nunca imaginé volver aquí con él de esta
manera. Que no me recordara, que no nos recordara. Y nunca imaginé que el
complemento de la tragedia sería que él tuviera una prometida a la que tampoco
recordara.
—Jesús... Reese... estuvieron... estuvieron...
Sacudí la cabeza.
—No. No preguntes eso. La respuesta no es muy clara. Y la verdad que no
quieres oír es que lo que sea que hicimos, lo hicimos como dos adultos que
dieron su consentimiento. Él no se aprovechó de mí.
Ella se limpió los ojos antes de que se le cayeran las lágrimas.
—¿Te h-hizo daño?
Le dediqué una sonrisa triste.
148 —No. Bueno, sólo a mi corazón. Me lastimó el corazón, pero sólo porque yo
era demasiado joven y estúpida para cuidarlo un poco mejor.
—¿Cuándo se lo dijiste? —Se dirigió a la mesa de la cocina y se acomodó en
una silla mientras yo permanecía apoyada en la pared junto a la nevera.
—¿Decirle qué?
—Bueno, no se acordaba de ti. Entonces, ¿cuándo le hablaste de ustedes dos?
Sobre lo que pasó entre ustedes hace cinco años.
Con un pequeño movimiento de cabeza, murmuré:
—No se lo he contado.
Rory entrecerró los ojos.
—¿No le has contado nada?
Me encogí de hombros.
—Le dije que viví contigo en su sótano durante un tiempo. Le dije que trabajé
para él. Le dije que éramos amigos. Cuando estuviste en California, fuimos a uno
de los conciertos de Arnie. Me encontré con una amiga de la escuela y su novio.
Fisher fue y llevó a Angie porque estaba en la ciudad y su familia insistió en que
la llevara al concierto. Una especie de cita triple.
—¿Quién fue tu cita?
—Arnie.
—¿Arnie y tú también fueron...?
—No. —Me reí—. Era una fachada porque Fisher y yo no podíamos decírselo
a nadie, ya que sabíamos que nadie lo entendería ni lo aprobaría, y menos tú.
Rory empezó a decir algo, pero luego cerró la boca. Sabía que yo tenía razón.
Amenazó con algo parecido a la castración si Fisher me miraba mal.
—¿Y Rose?
—Ella estuvo en el lugar equivocado en el momento equivocado,
dependiendo de cómo lo mires. Entró y nos vio a Fisher y a mí cerca. Tal vez
besándonos. Honestamente no lo recuerdo. Me dio un gran sermón y me dijo que
termináramos. Y acordamos que sería mejor no contarlo... sobre todo si ya no
había nada que contar. Desafortunadamente, ella ha quedado atrapada en el
medio una vez más. Y por eso, lo siento de verdad. No quiero que lo que ha
pasado entre Fisher y yo afecte tu relación.
Rory se pasó las manos por el cabello y soltó un largo suspiro.
—Reese... Fisher se volvió a enamorar de Angie durante esos cinco años que
estuviste fuera. Y se comprometieron. Sí, tuvo un accidente y ha perdido
temporalmente sus recuerdos de ella, pero eso no significa que no los vaya a
recuperar. Y cuando la recuerde, no sé qué significará para ti.
Era como si no acabara de escuchar a Fisher profesar su amor por mí.
149 La amo.
No dijo: Yo también la amo, como si amara a Angie y a mí por igual. No, me
amaba a mí.
Pero se iba a Costa Rica con Angie.
—Él la recuerda. Recuerda su fiesta de veintiún años. Recuerda que le dijo
que estaba embarazada.
La cabeza de Rory se movió hacia atrás.
—Y recuerda que compró un anillo para pedirle matrimonio dos semanas
después. Pero ella perdió el bebé. Y no le propuso matrimonio porque realmente
no quería casarse con ella.
Y tampoco quería tener un bebé conmigo y casarse conmigo hace cinco años.
Mi mente hizo un trabajo espectacular de construir mis esperanzas... Fisher
Mann, rey de mi corazón. Luego, con la misma rapidez, lanzó una granada de
duda sobre todo.
¡Puf! Adiós.
Y una vez más, me quedé en un montón de confusión.
—¿Te lo contó?
Asentí.
—¿Y Angie sabe que lo recordó?
Otro asentimiento.
—Eso debe haber desenterrado algunos recuerdos dolorosos para ella
también.
Sí, Angie había tenido algunas malas cartas en su vida. Perdió un bebé y
perdió a sus padres. Su prometido tuvo un accidente y no podía recordarla. ¿Eso
tenía que significar que ella merecía a Fisher más que yo?
—Y la noche en que recordó eso, Angie estaba cenando con él, y él iba a
decirle que la boda se iba a cancelar.
Rory frunció el ceño.
—Él no...
Puse los ojos en blanco.
—No. No lo hizo porque ella estaba demasiado sensible. Pero iba a hacerlo,
lo que significa que lo hará cuando llegue el momento.
—Rose dijo que Fisher y Angie van a ir a la boda de su prima en Costa Rica.
Desviando la mirada durante unos segundos, asentí.
—También me dijo eso.
—¿Y te parece bien que el chico al que supuestamente amas se vaya una
semana a Costa Rica con la mujer con la que aceptó casarse? Te das cuenta de
150 que se alojarán en un hotel en la misma habitación, probablemente con una sola
cama, ¿verdad?
—No sé cuáles serán los arreglos para dormir, pero confío en Fisher.
No tenía que decírmelo. Todavía no había dejado que mi cerebro fuera allí.
Ahora estaba allí.
Él podría dormir en la misma cama que ella sin tener sexo. Lo habían hecho
antes, excepto esa vez que sí tuvieron sexo.
Ella salió por la puerta ese día, saltando sobre las nubes y deslizándose por
el arco iris. Y él le devolvió el beso. No fue un beso unilateral. Le devolvió el
beso.
Porque disfrutó del beso.
Porque probablemente disfrutó del sexo.
¡Por supuesto que disfrutó del sexo! Era sexo.
Mi mente se puso en marcha, como una atracción de un parque que funciona
mal, lanzando a los jinetes por los aires y cayendo en picado hacia la muerte.
—Si confías en Fisher, ¿por qué sigue comprometido con Angie? ¿La está
engañando? ¿Te está engañando a ti? ¿Teniendo su pastel y comiéndolo
también?
—Creo que si alguien tiene la culpa de esta situación, somos Angie y yo.
Conocemos los detalles, aunque hayamos decidido no compartirlos con él.
Sabemos que esencialmente nos conoció, en su mente, por primera vez hace
unos meses. Así que, que cualquiera de nosotras se haga la víctima aquí, es
ridículo. Tú y yo nos avergonzamos de lo que estoy haciendo porque vemos el
panorama general. Estoy involucrada con un hombre comprometido que ha
estado “enamorado” de su prometida durante casi treinta años. Eso suena
terrible. Y si Angie lo descubre o cuando lo haga, interpretará el papel de
prometida devastada y todo el mundo se compadecerá de ella.
»Pero en la mente de Fisher, no es así. En su mente, nos conoció a las dos hace
unos meses, y se enamoró de mí. Y todo el mundo le dijo que estaba enamorado
de Angie. Sería como si yo agarrara a una extraña de la calle, la trajera aquí, y te
dijera que la amas... ahora actúa en consecuencia. ¿Es todo lo que se necesita?
¿Abrazarías a esa extraña? ¿Lo amarías? ¿Y si te dijera que amas a esta persona
más que a Rose? ¿Te conformarías con eso? ¿Confiarías en mí y simplemente...
amarías a esa extraña? Te comprometerías a estar para siempre con este extraña
porque te dije: Confía en mí. La ama. No. No lo harías porque suena totalmente
absurdo porque es totalmente absurdo. Y el hecho de que Fisher se haya
enamorado de mí dos veces, él solo, sin recordar nuestro pasado ni que nadie le
haya dicho que debe amarme... eso significa algo. No. —Sacudí la cabeza—. Eso
lo significa todo.
Rory asintió varias veces, con arrugas en la frente.
—Es un buen discurso, Reese. Muy persuasivo. Pero no cambia la realidad.
Fisher no está contigo. Para el noventa y nueve por ciento del mundo, está con
151 Angie. Comprometido con Angie.
Novios de la infancia que están destinados a estar juntos. Y él no ha hecho
nada para cambiar eso. ¿Por qué será? ¿Es porque no ha tomado realmente su
decisión?
—No. Es porque recuerda a su familia. Recuerda a sus amigas Rory y Rose. Y
eso significa algo para él. Significa que confía en todos ustedes. Así que cuando
le dices lo mucho que amaba a Angie, hace que se cuestione. Lo hace temer lo
que podría venir de sus recuerdos si los recupera. Y él no es un monstruo, a pesar
de lo que puedas pensar ahora. Aunque no recuerde su vida con Angie, acepta
que sucedió y que significó mucho para mucha gente, quizá incluso para él.
Claramente para él también ya que aceptó casarse con ella. Así que no se trata
de dar vueltas a nadie. No está teniendo su pastel y comiéndolo también.
»Esto no es una fiesta o un juego para él. Simplemente está enamorado de mí.
Quiere estar conmigo porque eso es lo que le dice su corazón. Pero su cerebro
no le permite estar más que en deuda con su pasado hasta que recupere la
memoria o al menos los suficientes recuerdos para explicar adecuadamente a
Angie y a todo el mundo por qué no la ama como me ama a mí. Y es cruel que
alguien lo juzgue por vivir en tiempo real, por tener sentimientos en tiempo real.
»Podría haberse lastimado peor. Podría haber estado confinado en una silla
de ruedas durante el resto de su vida, y nadie le habría dicho que levantara el
culo de la silla y pretendiera caminar simplemente porque antes podía hacerlo.
Todos nos sentiríamos mejor si fuera exactamente la misma persona que solía
ser. Tenemos que aceptar que su mente y su corazón quizá nunca sientan o amen
de la misma manera que antes del accidente.
Allí. Desenfundé mi propia espada y luché por Fisher como él lo hizo por mí.
Sólo que tuve que usar mucho más que dos palabras, y aún no estaba segura de
que Rory estuviera lista para rendirse.
—¿Por qué no se lo dice a Angie?
—Porque ella estará devastada. Está recuperando trozos de su memoria. Y si
tuviera que adivinar, creo que quiere terminar con ella, teniendo algún recuerdo
verdadero de lo que sentía por ella. Creo que también necesita sentir un poco
de dolor emocional. —Se me quebró la voz y las lágrimas me quemaron los ojos.
Estaba viviendo en tiempo real, no sólo convenciendo a Rory de todo, sino
también convenciéndome a mí misma—. Me imagino que es como perder a
alguien y no tener un cuerpo, no tener una prueba real de la muerte, pero tener
un funeral de todos modos. No es el mismo tipo de cierre. Creo que Fisher no
sólo quiere terminar las cosas; creo que quiere un cierre.
—¿Y si no lo consigue? Si no recupera su memoria... su cierre... ¿qué va a
hacer?
Me encogí de hombros.
—Se está dando plazo hasta el final del año. Seis semanas más. Y si todavía no
152 tiene suficientes recuerdos para recordar por qué se enamoró de ella… —Me
encogí de hombros porque la analogía sonaba terrible, pero ya la había
expuesto—. Entonces enterrará el ataúd vacío.
Eso hizo que Rory se estremeciera. Empezó como una gran analogía, pero
terminó de forma bastante morbosa.
R
ory no estaba contenta. No conmigo. No con Fisher. No con Rose.
Me sorprendió, y creo que a Rose también, que a Rory le costara
aceptar la situación. Después de todo, fue a la cárcel y perdió su
matrimonio (y a su hija durante cinco años) porque se enamoró y ese
amor le causó mucho daño. Rose supuso que no se trataba de lo que había
sucedido, sino de que Rory sentía que todo el mundo lo sabía menos ella. Todos
los que importaban.
El fin de semana siguiente, recibí una llamada telefónica mientras limpiaba el
baño.
—¿Hola?
—Hola. Acabo de encontrar tu nombre en mis contactos. ¿Quién iba a saber
que tenía tu número?
Sonreí, bajando la tapa del inodoro y me senté asiento.

153 —Hola. ¿Quién iba a saberlo? —No había visto ni hablado con Fisher desde
que Rory nos descubrió en el pasillo. Estábamos intentando hacer las cosas bien,
si es que eso existía. Y estaba claro que estar juntos siempre conducía a
situaciones como que yo estuviera medio desnuda y dejara de lado toda
intención de decencia humana. Toda la moral. Todo para dejar espacio a Fisher
y sólo a Fisher.
—¿Qué estás haciendo?
—Limpiando el baño. ¿Qué estás haciendo tú?
—Pensando que deberías dejarme llevarte a comer.
Mordiéndome el labio para ocultar mi sonrisa como si él pudiera verme, le
dije a mi ansioso corazón que se calmara.
—Tengo que ayudar a limpiar la casa. Mis abuelos vienen para Acción de
Gracias esta semana.
—¿Los padres de Rory?
—Sí. Los padres de mi padre no se dejarían atrapar por el Día de Acción de
Gracias aquí.
—¿Por qué?
—Porque su ex nuera no sólo fue a la cárcel por cultivar marihuana, también
besó a una chica.
—Y a ella le gustó.
Me reí.
—Así es.
—Bueno, necesitas comer. Dame una hora.
—No debería.
—Cincuenta y nueve minutos y ni un segundo más.
Me reí.
—Rory acaba de empezar a hablarnos a mí y a Rose de nuevo. No más que
unas pocas palabras, pero es algo. Creo que almorzar contigo me haría
retroceder diez pasos con ella.
—Entonces no se lo digas. Di que estás yendo a Target a comprar algo.
Era una idea tonta. Necesitaba actuar un poco más como una persona adulta.
Necesitaba ser un poco más adulta.
—Bien. —Siempre había un mañana para ser adulta.
—¿Dónde quieres que nos encontremos?
—En el McDonald's de la esquina.
—De acuerdo. ¿En diez minutos?
Asentí antes de contestar, con la sonrisa a punto de resquebrajarme la cara.
154 —Diez minutos. —Me peiné rápidamente, me cepillé los dientes y me volví a
aplicar desodorante. Mi vaquero roto y mi camiseta tendrían que ser
suficientes—. Necesito un par de cosas de Target. ¿Quieren algo? —grité
bajando las escaleras.
—Estamos bien —respondió Rose.
Hacía un buen rato que habían estado abajo. Tenía la sensación de que
estaban hablando más que limpiando. Hablando del gran engaño de hace cinco
años.
Fisher ya estaba en el McDonald's cuando entré en el estacionamiento.
Caminé hasta la puerta del conductor y la abrí.
—¿Qué estás haciendo? Sube. —Me miró con un brillo tan intenso en los ojos,
que me provocó todo tipo de cosas.
—Pensé que íbamos a almorzar.
—Lo estamos haciendo. Pero no aquí. Pensé que nos encontraríamos aquí
para que pudieras dejar el auto y venir conmigo.
Me subí a su escalón para poder inclinarme en la cabina y poner mi cara en
la suya.
—¿Me amas hoy? —Sonreí, con nuestras bocas a un suspiro de distancia.
Él sonrió.
—Sí, te amo.
Lo besé y su mano rodeó mi cintura mientras me devolvía el beso.
—Entonces cómprame una hamburguesa con patatas fritas y cuéntame tus
planes de Acción de Gracias. Cuéntame cómo te ha ido la semana. Cuéntame
cualquier cosa. —Mordí su labio y tiré de él.
Fisher me agarró el culo.
—Podríamos comprar algo para llevar. Conducir hasta mi casa. Comer y aún
tener tiempo para hacer otras cosas.
Pasé mi mano por su barba extra desaliñada y luego mi pulgar trazó su labio
inferior.
—Cosas, ¿eh? Tú y tus cosas.
Me mordió el pulgar.
—Te gustan mis cosas.
Solté una pequeña risa.
—Me gustan. Demasiado, en realidad. Así que busquemos una mesa y un par
de Cajitas Felices y no nos metamos en líos por un día.
Su mirada recorrió mi rostro una vez antes de dejar caer un último y rápido
beso en mis labios.
—Tú ganas.
155 Bajé de un salto y él me siguió. Luego me tomó de la mano y me llevó adentro.
Me pregunté qué haría si veía a alguien que conocía... si veía a alguien que sabía
que estaba comprometido. Con mi mano en la suya.
—¿Qué vas a pedir? —preguntó mientras nos acercábamos a la siguiente caja
registradora abierta.
—Obviamente, vamos a comprar Cajitas Felices.
Se rio.
—Um... ¿lo haremos?
—Sí. Hola. Queremos dos Cajitas Felices de hamburguesa con manzanas, una
con zumo y otra con batido de chocolate.
—¿Sin patatas fritas?
Volví a mirar a Fisher y su confusión por no tener patatas fritas. Luego me
volví hacia el chico de la caja registradora.
—Y un paquete pequeño de patatas fritas.
Él dejó un billete de diez. Se lo devolví.
—Yo invito. —Le guiñé un ojo. Sí. Era un gran gasto para nuestra comida de
menos de siete dólares.
Llevamos nuestras Cajitas Felices a un puesto junto a la ventana. Mientras
desempacaba mis cosas, incluido el juguete de Avengers, me di cuenta de que
Fisher miraba su bolsa pero no sacaba nada. Una mirada de confusión se apoderó
de su rostro.
—¿Qué pasa?
Después de parpadear lentamente, me miró.
—Compraste esto para mi equipo de trabajo.
Así como seguramente lo hizo Angie con el lento regreso de los recuerdos de
Fisher, esperé a que revelara cuánto sabía antes de apresurarme a llenar los
espacios en blanco. ¿Recordaba una parte? ¿Un fragmento? ¿O todo?
—Lo hice. Bueno, técnicamente lo hiciste. Utilicé una tarjeta de crédito de la
empresa.
Fisher continuó mirando su bolsa.
—¿Por qué? ¿Lo hiciste para ser graciosa? ¿Te dije que lo hicieras? ¿Era
tacaño?
Me reí mientras desenvolvía mi hamburguesa.
—No. No eras tacaño. Si hubieras sido tacaño, no le habrías llevado comida a
tus compañeros. Eras muy generoso. Y no intentaba hacerme la graciosa. Estaba
coleccionando juguetes para Rory. Ella solía coleccionar juguetes de la Cajita
Feliz antes de ir a prisión. Así que continué su afición por ella.
Fisher me miró de nuevo.
156 —¿Aún los coleccionas?
—No. —Sonreí con un ligero movimiento de cabeza.
—¿Entonces por qué estamos comiendo esto? —Sacó su sándwich y sus
manzanas.
—Porque pensé que podría servir para despertar un recuerdo. Y lo hizo.
Es posible que el recuerdo que intentaba despertar tuviera que ver con su
taller y las sogas. Tenía muchas ganas de decírselo, pero la parte de mí que
quería que recordara por sí mismo era más fuerte. Tal vez mencionaría lo de la
soga otro día.
—Um… —Dejó escapar una pequeña sonrisa—. Gracias.
Apoyando una manzana cortada en mi labio inferior, sonreí.
—De nada. Entonces, ¿cómo estuvo tu semana después de que Rory perdiera
la cabeza?
Se encogió de hombros, metiéndose un puñado de patatas fritas en la boca.
—Sin incidentes. Sólo trabajo. Intenté llamar a Rory varias veces, pero no me
atiende las llamadas.
Masticando mi manzana lentamente, asentí.
—¿Y Angie? —Mi nariz se arrugó—. ¿Se me permite preguntarte si la viste la
semana pasada?
Fisher me miró con desconfianza durante unos segundos antes de asentir.
—Puedes preguntarme cualquier cosa. —Deslizó su pierna hacia delante para
que se rozara con la mía—. Sí. Vino el martes por la noche. Trajo muestras de
pizza y pastel.
Mis ojos se ampliaron.
—¿Muestras de pastel?
—Eran ricos. Realmente no tenía un favorito. Supuso que me gustaría el de
chocolate con mantequilla de cacahuete. Pero era el que menos me gustaba.
—¿Muestras de pasteles para Acción de Gracias? ¿Navidad? ¿Año Nuevo?
Sonrió, engullendo la mitad del batido de chocolate.
—Boda —dijo, limpiándose la boca con el dorso de la mano.
Me aclaré la garganta, incapaz de leerlo. La sonrisa de satisfacción. La
mención casual del pastel. ¿Me estaba provocando?
—¿La boda de quién? —Dos podrían jugar a su juego.
Tras una pausa exagerada, su expresión se llenó de diversión, un poco de
orgullo por su digno oponente.
—Efectivamente de quién. Sugirió casualmente que volviera a vivir conmigo,
y yo le respondí con la cancelación de la boda.
157 La hamburguesa se me cayó de la mano, con un golpe inesperado en la
bandeja como el golpe inesperado de mi corazón detenido, paralizado por la
incredulidad.
Mi nariz se arrugó. Sentí el dolor de Angie. Fisher no necesitaba decir otra
palabra. Sabía hacia dónde se dirigía la historia. Al menos, creía saberlo. Pero,
¿por qué... por qué me sentía tan mal por Angie? Estábamos enamoradas del
mismo hombre. En diferentes equipos, pero al mismo tiempo, éramos el equipo
Fisher.
—¿Qué dijo ella? —conseguí decir apenas por encima de un susurro.
—Se puso un poco sensible.
La aniquiló. Fisher aniquiló su corazón. Si Angie se abstuvo de contarle lo del
aborto espontáneo hasta que él lo recordara por su cuenta, sabía cómo arrojar
su corazón a un búnker para que él no viera su verdadero sufrimiento. Lo sabía
porque era lo que yo habría hecho. Era lo que había hecho con Fisher en más de
una ocasión.
—Entonces me pidió que pensara en esperar al menos hasta después de las
vacaciones, ya que poco a poco voy recuperando trozos de memoria.
—Bueno… —Todavía quedaba una aspereza en mi voz, un cúmulo de
emociones—. Eso es lo que tú también querías.
Se echó hacia atrás y se pasó las manos por la cara.
—No. Quiero decir... sí. Lo quería. Pero ya no. Te quiero a ti. Y no puedo, por
mi vida, imaginar qué podría recordar que cambiara lo que siento por ti. Es
imposible que tuviera sentimientos más fuertes por ella. —Sacudió la cabeza
lentamente—. Un sentimiento más fuerte no existe. Simplemente no es posible.
Tras una pausa cargada, obligué a mi reticente mirada a encontrarse con la
suya. El amor nunca había parecido tan torturado.
—Pienso mucho en ti y me toco.
Los ojos de Fisher se encendieron mientras movía la cabeza hacia un lado y
luego hacia el otro, comprobando si alguien me había oído. Un Fisher sin
palabras era algo tan raro de ver.
—¿Dónde...? —Se llevó el puño a la boca y tosió—. ¿De dónde salió eso?
Me encogí de hombros.
—Lo que dijiste, nunca lo esperé. Tan directo. Tan honesto. Y me recordó
todas las razones por las que pienso en ti… —Sonreí—. Y me toco.
—Vete a la mierda —susurró con una sonrisa—, por ponérmela dura en el
McDonald's, a un metro del PlayPlace.
Me reí.
—Tenía que aligerar el ambiente. Es difícil amarte y a la vez sentir pena por
otra mujer que también te ama.
158 Se estremeció, rascándose la mandíbula.
—¿Verdad? Si Angie fuera una persona terrible, esto sería mucho más fácil.
—No ha pasado tanto tiempo. Y no la culpo por no querer que canceles la
boda justo antes de las vacaciones. Su primer Acción de Gracias y Navidad sin
su madre. Eso sería bastante terrible de tu parte. Pero luego pienso en lo que
Rory vio el fin de semana pasado, y eso también fue terrible de tu parte. Podría
haber sido Angie la que se pasara por allí. ¿Entonces qué? ¿Te imaginas
explicarle eso a tu familia? No hay nada de felices fiestas con un escándalo s-e-
x-u-a-l.
Fisher se rio, mirando de nuevo a nuestro alrededor.
—Te das cuenta de que la mitad de estos niños saben deletrear, ¿verdad? ¿Y
a quién no le gusta un buen escándalo s-e-x-u-a-l?
—La persona que no consigue nada de s-e-x-o.
La mujer de la mesa de al lado se aclaró la garganta y nos frunció el ceño.
—Vamos. —Fisher recogió nuestra basura y sacamos nuestra conversación
PG-13 de la zona de juegos de clasificación G.
—¿Igual irás a la boda?
Fisher abrió su camioneta y se volvió hacia mí mientras se apoyaba en el
lateral de la misma, dándole una patada a la rueda.
—Me temo que sí. —Jugueteó con el llavero en la mano, con la barbilla
inclinada hacia el pecho.
—¿Cuándo es?
—El fin de semana después de Acción de Gracias"
Asentí.
—Es Costa Rica. Te divertirás.
Levantando la vista, me miró con los nervios de punta.
—¿Me divertiré?
—Es tu amiga. Sería triste que eso cambiara ya que la conoces desde los seis
años.
—No la conozco.
Fruncí el ceño.
—Pero creo que lo harás. Hiciste un bebé con ella. —Eso salió con un tono
muy diferente al que tenía en mi cabeza—. Sólo digo que eso tiene que darte un
segundo de respiro. ¿Verdad? Si alguien me trajera un desconocido y dijera que
no lo recuerdo, pero que hice un bebé con él, aunque el bebé muriera,
necesitaría un momento para procesar lo que eso significa.
—Difícilmente era un bebé. Sólo tenía dos meses de embarazo.
—Bueno, fui criada para pensar que es un bebé en cualquier etapa de la vida
159 después de la creación como si estuviera vivo... una vida. Y tal vez he cambiado
mis puntos de vista sobre muchas cosas en los últimos cinco años, pero eso no ha
cambiado para mí. Entonces sí, sé que he pensado en el bebé que hiciste con
ella. Y mi mente ha corrido en tantas direcciones... como ¿qué pasaría si ella no
hubiera tenido un aborto? ¿Estarías casado con ella? ¿Tendrías otros hijos con
ella? Y entonces, si hubieras tenido el mismo accidente y no te hubieras
acordado de ella, ¿habrías luchado más por recuperar esa vida... esos
sentimientos?
Nadie... ni Rory ni Rose... ni su familia... ni Angie... nadie podía decir que me
abalancé y robé a Fisher. Incluso cuando no me beneficiaba a mí y a mis
intereses, me esforcé por hacer que Fisher pensara realmente en sus decisiones.
Probablemente porque él me hizo pensar en las mías cinco años antes. Me hizo
considerar algo más que nuestro deseo egoísta de estar juntos. Y por eso, me fui.
¿Quería que él eligiera a Angie? No. Quería que me eligiera a mí con todos
sus recuerdos de ella. Quería que encontrara la felicidad conmigo sin ningún
miedo o duda.
—¿Estás en ese escenario? —preguntó.
—¿Importa?
—Tal vez. Creo que aún me habría enamorado de ti. Pero habría sentido una
mayor responsabilidad hacia mi mujer y mis hijos. Hacia los niños más que mi
mujer. Así que puedes darle la vuelta que quieras, pero eso no cambia mi
situación actual. Y no estoy casado. No tengo hijos. Ella perdió al bebé. Esa es mi
realidad. Jugar al juego del “qué pasaría si” es una estupidez. No voy a hacer
eso. Así que deja de intentar que me enamore de ella.
Me derrumbé sobre su pecho, levanté la cabeza y le besé el cuello.
—Enamórate de mí.
Me agarró la cara y me besó.
—Hecho.
—Y hazlo de nuevo mañana.
Sonrió.
—¿Mañana? Pensé que sólo querías el día de hoy.
Mis manos se movieron hacia su espalda, metiéndose por debajo de su
chaqueta y su camisa, acariciando la cálida piel.
—Me haces ser codiciosa.
—¿Codiciosa? ¿Es esa la mejor palabra que tienes?
Sonreí.
—¿Delirante?
—Puedes hacerlo mejor. —Me mordió los labios mientras sus manos
160 rodeaban mi trasero.
—¿Deseosa?
—Ahora estamos llegando a eso. —Besó mi cuello—. Sigue...
Solté una risita, deslizando una mano justo por debajo de su cintura, mis uñas
se clavaron en los duros músculos de sus glúteos.
—Descarada.
—Mueve tu mano a la parte delantera de mi vaquero... entonces puedes ser
descarada.
—Eso me haría ser inapropiada.
—¿Tú crees?
Jadeé cuando su mano pasó rápidamente de mi trasero a sumergirse en la
parte delantera de mi pantalón y mi braga.
En. El. Estacionamiento. De. McDonald's.
—Excitante. Salaz. Y tal vez un poco indecente. —Me frotó en círculos lentos.
—¿Provocadora? —susurró en mi oído.
—P-pescador... p-para.
—Ya paré.
Sentí el pliegue de sus labios a lo largo de mi mejilla, una sonrisa triunfal. Se
había detenido. Era yo quien se movía contra su mano inmóvil.
Sacando su mano del interior de mi pantalón, di un rápido paso atrás,
sonrojada y un poco sin aliento.
Tras reprimir su sonrisa durante unos segundos, miró a la familia que subía a
su furgoneta estacionada al otro lado de mi auto.
—Pienso mucho en ti y luego me toco. —Deslizó su mirada hacia la mía y
añadió la sonrisa más traviesa.
Mis mejillas se sonrojaron.
Sus labios se torcieron durante un instante.
—No tan bien como me tocas, pero es suficiente.
Hablar sucio en el estacionamiento de McDonald's. ¿Quién ha hecho eso?
Nosotros.
No era algo que se pudiera poner en una aplicación de citas. Las cosas que
realmente hacían que dos personas congeniaran no eran algo que a nadie se le
ocurriera poner en una aplicación de citas.
—Siete a lo largo. Espoleta.
Fisher parpadeó una vez. ¡Una vez!
—Fúrcula.
161
—Te odio. —Me di la vuelta y me dirigí con paso firme al lado del conductor
de mi auto.
Su suave risa me siguió, y antes de que pudiera cerrar mi puerta, colocó su
cuerpo en el camino y agachó la cabeza, poniendo su gran y arrogante cara en
mi rostro.
—Nueve abajo. Alardeo extravagante.
No lo sabía, así que permanecí en silencio para que pensara que no me
importaba.
—La primera letra es la G, la cuarta la C.
Todavía no lo sabía.
—Gasconade. —Me besó la boca, pero no le devolví el beso—. Me gustabas.
Hace cinco años... Me gustabas.
Mi enfado disminuyó, siendo sustituido por la curiosidad. ¿Por qué había dicho
eso?
—Sabías que me gustaban los crucigramas. Por eso lo mencionaste.
Intentabas refrescar mi memoria. Pero no había olvidado mi amor por los
crucigramas. Tampoco había olvidado que no se lo contaba a la gente. Pero tú lo
sabías. Por eso los hiciste para mí. Por eso me fastidiaste con siete a lo largo. Me
gustabas. Esa es la única razón por la que te lo habría contado. Me gustabas
mucho. No te lo habría dicho si no me hubieras gustado. Porque Angie sabe que
gané los concursos de ortografía, pero nunca mencionó los crucigramas. Lo
desconoce, lo que significa que nunca se lo he dicho. Así que... la pregunta que
tengo para ti es: ¿sabías que me gustabas?
Me encontré con su mirada que estaba a escasos centímetros de la mía.
—No estuve en Denver tanto tiempo. Y conocí a Angie. Tuvimos una triple
cita. ¿Te acuerdas? Te lo dije. Y conocí a Teagan. Era una ortodoncista. ¿La
recuerdas?
Sacudió la cabeza, con los ojos entrecerrados.
—Bueno, te quedaste a dormir en su casa más de una vez. Luego estaba
Tiffany, la diseñadora de interiores. ¿La recuerdas? Rose te arregló una cita con
ella.
Otra lenta sacudida de cabeza.
—Conocí a tu harén. Sabía que te gustaban tus mujeres. Entonces, ¿qué
piensas? ¿Crees que la hija de tu amiga, la virgen de dieciocho años que vivía en
tu sótano, sabía que gustabas de ella? ¿Crees que te tomaste un tiempo de tu vida
sexual para estrechar lazos con ella a través de los crucigramas?
—Sí. —Asintió lentamente.
Estaba tan cerca de recordar. Sólo quería que lo hiciera. Quería estar allí
cuando recordara algo más de mí que mis entregas de Cajitas Felices. Quería
162 que me dijera que me amaba. No quería decirle que me amaba. Así que le di la
pieza que buscaba, tal vez el empuje que necesitaba.
—Estaba teniendo un día difícil. Me llevaste a casa de tus padres y me
enseñaste tus cajas de crucigramas. El estatus de nerd en plena exhibición. Así
que si eso significaba que te gustaba… —Me encogí de hombros—. Entonces
supongo que te gustaba.
Fisher hizo eso de entrecerrar los ojos, una expresión dolorosa. Su cerebro
se esforzaba por recordar, por restaurar las conexiones, por traer de vuelta las
imágenes y las emociones que las acompañaban.
—Me gustabas tanto... Odio no poder recordar ese sentimiento. Pero es la
única explicación. Debo haber estado muy asustado para decírtelo. O tal vez fue
Rory. Ella me habría matado. Ya lo hemos visto.
Me mordí el interior de la mejilla mientras le devolvía un único asentimiento,
tratando de ocultar mi decepción.
Yo le gustaba mucho.
¿Eso estaba emocionalmente un paso por encima de dejar embarazada a
Angie? ¿Preocuparse por un bebé?
—Me voy a casa a pensar en esto.
—De acuerdo. —Respiré y contuve la respiración junto con todas mis
emociones.
—Si no llego a verte antes de Acción de Gracias, pásalo bien.
—Sí, gracias. Tú también.
—Te amo.
Asentí mientras me dolía el corazón.
Cuéntaselo.
Era una situación tan angustiosa. Decírselo y sentirme desconsolada cuando
no lo recordara. No decírselo y ahogarme en la ansiedad de querer que lo
supiera. Angie le contó todo o casi todo y recibió cero satisfacción a cambio.
—Te amo. —Deslicé mi mano en su cabello y me incliné hacia adelante,
presionando mis labios contra los suyos.

163
T
uve que hacer un viaje real a Target después de McDonald's con Fisher
para no aparecer con las manos vacías. No habría importado. Rose y
Rory tenían una distracción mucho mejor sentadas en la cocina con una
botella de vino abierta y tres copas.
—Hola —dije con falso entusiasmo después de prepararme al ver su vehículo.
Tres mujeres con pantalones de yoga, suéteres y calcetines afelpados. Tres
mujeres con coletas. Y ni una pizca de maquillaje.
—Acompáñanos. Te traeré una copa. Angie necesitaba un rato de chicas. —
La dura mirada de Rory era un poco más intensa en este momento. La visita de
Angie resucitó su ira. Rose se mordió nerviosamente los labios y lo confirmó.
—¿Cómo has estado? —Tomé asiento, sintiéndome demasiado vestida con
vaquero y la braga húmeda por la mano de Fisher en el interior. Sí. Pensé
absolutamente en eso mientras sonreía a su prometida. Irónicamente, me
resultaba más fácil sentir pena por ella cuando no estaba en la misma habitación,
164 excepto el día del vestido de novia. Fui víctima de esa trampa como todos los
demás.
—He estado mejor. —Ella puso los ojos en blanco.
Tal vez Rose y Rory pensaron que me sentiría incómoda. Culpable. No era mi
culpa que Fisher me amara.
—¿Oh? —Curvé los labios entre los dientes y le sonreí a Rory cuando puso
una copa de vino en la mesa y deslizó la botella de vino hacia mí.
—Fisher quiere posponer la boda. Y no sé qué decir. He hecho todo lo posible
para que me recuerde, para que nos recuerde. Y está recuperando algunos
recuerdos, pero no es suficiente para darle la imagen completa, para hacerle
sentir lo que sentía antes del accidente.
—Lamento escuchar eso. —Sentí la mirada crítica de Rory sobre mí, pero no
le dediqué ni una sola mirada. Mi cerebro se quedó atrapado en la palabra
“posponer”. Cancelar y posponer no eran lo mismo. Entonces, ¿quién decía la
verdad?
—Es que ha estado muy distante conmigo. Me mudé. Acordamos tener citas.
Tuvimos intimidad. Las cosas volvieron a estar en su sitio. Luego todo se detuvo
de repente. Es difícil enamorarse de alguien cuando nunca lo ves.
¿Tuvieron intimidad? ¿Una vez? ¿Verdad? ¿Sólo una vez?
—La distancia hace que el corazón se vuelva más cariñoso. —Intenté usar eso.
Y recibí tres de tres ceños fruncidos.
—Creo que tengo que probar una táctica diferente. He pedido una habitación
con una cama tamaño King en lugar de dos Queen en nuestro viaje a Costa Rica.
Y he programado un masaje en pareja el día antes de la boda. Quizá el problema
es que me he esforzado demasiado en que recuerde cómo solía amarme y no he
dedicado suficiente tiempo a que se enamore de mí ahora. ¿Saben?
Sí, lo sabía. Ese era mi modus operandi. Excepto que no traté de hacer que
me amara. Simplemente sucedió. Fue sin esfuerzo e inevitable. ¿Eso era
suficiente para frustrar la tentación que tenía en el horizonte?
—Compré lencería nueva para el viaje. ¿Tal vez para condimentar un poco
las cosas? Él no puede decir que no al encaje y al satén, ¿verdad?
Rose se aclaró la garganta justo cuando abrí la boca para hablar. Tenía mucho
que decir sobre el asunto.
—Sólo no te prepares para decepcionarte. Realmente no creo que la cuestión
tenga que ver con la atracción física. Eres hermosa. ¿Qué hombre no se sentiría
atraído por ti?
Rory deslizó su mirada hacia Rose, y tuve que reprimir mi risa. Rose lo estaba
llevando demasiado lejos, haciendo que Rory se pusiera un poco celosa.
¿Qué mujer no te encontraría atractiva?
165 Angie asintió. Por supuesto que sabía que era atractiva. No era necesario
mostrar ni siquiera un poco de modestia.
—¿Has considerado la posibilidad de que haya alguien más?
Miré a Rory con cautela. ¿A dónde quería llegar con eso? No me miraba como
si tuviera que caer de rodillas y confesar. Tal vez estaba preparando suavemente
a Angie para lo que yo esperaba que fuera inevitable. Y yo adoraba a mi madre
por eso.
—Vaya... —Los ojos de Angie se abrieron como dos platillos marrones.
No. Ella no había pensado en eso.
—No. Quiero decir… —Sacudió la cabeza—. No. Ese no es Fisher. Él no haría
eso. ¿Te dijo algo?
Rory negó con la cabeza.
—No. Nunca me ha dicho una palabra. —No se me escapó el matiz de
amargura en su tono—. Pero si no recuerda su pasado contigo, puede que no se
sienta… —Rory apretó los labios, buscando la palabra adecuada—.
Comprometido.
—No. —Angie no se preocupó por esa posibilidad—. Fisher no. Somos
amigos desde hace demasiado tiempo. Él sabe que éste ha sido mi sueño. Y antes
del accidente era nuestro sueño. Además, ¿quién podría ser? Nadie. Va a
trabajar. Vuelve a casa. Pasa el rato con ustedes. No.
—Tal vez está en una aplicación de citas. Sólo se acuesta con alguien.
Satisfaciendo sus necesidades sin la presión de recordar su pasado o de
ilusionarte —gruñí y me estremecí cuando Rose me dio una patada en la
espinilla.
—¿Qué? —Angie parecía encontrar esa posibilidad aún más espantosa que la
idea de que simplemente estuviera con otra persona.
Personalmente, veía mucho menos amenazante un encuentro al azar para
tener sexo. Eso era sólo sexo.
Sin embargo, yo no era sólo sexo para Fisher. Angie debería haber deseado
eso. En cambio, ella iba a perder a Fisher por la adorable y linda chica que nunca
vio venir. La forma en que nunca se dio cuenta de nuestro magnetismo en la triple
cita del concierto o su total desconocimiento de que mientras ella dormía en la
cama de Fisher esa noche, él tenía la cabeza de su polla presionada entre mis
piernas en la mesa de billar.
Ellos estaban destinados a ser siempre amigos (si ella tenía suerte) y nosotros
estábamos destinados a ser siempre amantes, por muy destructivo y
desvergonzado que acabara siendo nuestro camino hacia el otro.
Hombre... Espero que ese sea nuestro destino.
—No creo que conozcas muy bien a Fisher —respondió burlonamente.
Rose arrugó la nariz.
166 —Bueno, no sé si ahora. Pero cuando tú y Fisher no estaban juntos, él era… —
Lanzó una rápida mirada a Rory como si fuera a ofrecer algún apoyo.
—Era un... joven viril con una vida sentimental activa. —Rory por la victoria.
Me estaba cansando de la retahíla de expresiones de asombro de Angie.
Incluso a los dieciocho años, no había sido tan ingenua. Me gustara o no, tenía
que reconocer que a Fisher le gustaba el sexo, y no era un hombre santo que se
preocupara por el amor o el matrimonio antes de meterle la polla a alguien. O
parte de su polla, en mi caso.
Angie bebió el resto del vino.
—Saben… —Giró el tallo de su copa en una dirección y luego en la otra—. No
estábamos siendo exactamente cuidadosos con el control de natalidad antes del
accidente. Lo cual era una locura. Tenía una boda que planear. Un vestido
comprado. Pero una parte de mí… —Sacudió la cabeza y se rio—. Quería
quedarme embarazada. Incluso se me retrasó la regla y pensé: ya está. —Su
sonrisa se desvaneció—. Pero no fue así. Me vino la regla la semana anterior a su
accidente. Y sé que es una estupidez, pero si hubiera estado embarazada, creo
que, incluso con el accidente, ya nos habríamos casado. Así es Fisher. Tal vez no
es exactamente la misma persona que era antes del accidente. Pero en el fondo,
sigue siendo el mismo gran hombre. Habría hecho lo correcto. Y sé... que
eventualmente nos habríamos enamorado de nuevo porque somos nosotros.
Siempre hemos sido nosotros.
Tenía que reconocérselo a Angie. Ella, sin saberlo, trajo su mejor juego. No
era la huérfana de pie frente a un espejo de cuerpo entero, pero aun así tenía
fuerza. Mi deseo de mantener las manos en alto, con el puño delante de mi cara,
se disipó. Tal vez porque era fácil olvidar que Fisher no recordaba nuestro amor
como yo lo hacía. Su amor por mí duró meses, no años.
¿Me estaba poniendo demasiado cómoda? ¿Estaba confiando demasiado?
¿Podrían cuatro días en Costa Rica hacernos fracasar?
Terminé mi vino y empujé mi silla hacia atrás unos centímetros.
—Voy a terminar de limpiar mi baño.
—Feliz Día de Acción de Gracias si no te veo antes. —Angie sonrió.
—A ti también. ¿Tienes planes?
—Por supuesto, en casa de los padres de Fisher. —Se encogió de hombros.
Debería haberlo sabido. Creo que lo sabía. Pero la ignorancia era realmente
una bendición cuando se trataba de mi novio y su prometida.
—Diles hola de mi parte.
La mujer a la que aún no saben que deben amar.
—Claro que sí.
Me dirigí malhumorada al baño. Limpié a fondo la ducha y luego el suelo con
“Hallucinogenics” de Matt Maeson a todo volumen en los auriculares.
167
E
staba previsto que mis abuelos llegasen el miércoles, un buen
amortiguador entre Rory y yo. Las cosas estaban mejor, pero ella no
estaba dejando de lado toda su ira. Lo había dejado pasar, pero si no
se recuperaba para el Día de Acción de Gracias, íbamos a tener una charla de
"Fuiste a la cárcel". Durante el resto de mi vida, me reservé el derecho de jugar
esa carta. Me abandonó durante los años más delicados e influyentes de mi vida.
Básicamente, todas mis imperfecciones serían achacadas a su ausencia
temporal. Bueno, en realidad no. Pero tenía toda la intención de usar esa excusa
cuando las cosas se pusieran difíciles. Y desde el incidente, las cosas habían sido
difíciles.
—Fisher vendrá a casa —anunció Rory el miércoles por la mañana mientras
yo leía un libro en el sofá y Rose tejía algo parecido a una bufanda desde la silla
de al lado.
—De acuerdo —dije en un tono controlado, aunque por dentro ella había
168 encendido un fuego de anticipación con su noticia—. ¿Por qué? ¿Ustedes dos han
vuelto a hablar?
—Viene a instalar rápidamente una barandilla junto al baño. Mi madre no
puede sentarse y levantarse del inodoro tan bien ahora. Su rodilla está mal.
—No hay nada como esperar hasta el último minuto —dije.
—Ella quería que lo hiciera la semana pasada, pero dejó de hablarle, así que
no tenía forma de saberlo —dijo Rose, lanzando a mi madre una sonrisa irónica.
—De todos modos, sólo te lo hago saber. Va a venir a trabajar.
Con los ojos muy abiertos, asentí lentamente.
—De acuerdo. Gracias por decírmelo. Si no, habría pensado que venía a
acostarse conmigo, ya que me has estropeado mi última oportunidad.
Rose resopló y se tapó rápidamente la boca. Rory entrecerró los ojos.
Mordiéndome los labios, mantuve una cara bastante seria.
Segundos después, llamaron a la puerta. Mi vientre dio varias vueltas y mi
corazón hizo su locura de saltarse algunos latidos.
—Hola —dijo Fisher a Rory cuando abrió la puerta.
—Gracias por hacer esto —dijo Rory casi a regañadientes.
—Claro, lo hubiera hecho antes de haber sabido que lo necesitabas.
—Bueno, he... estado ocupada. —Rory lo llevó al baño.
Pero Fisher miró hacia atrás y nos vio a mí y a Rose en la sala de estar, y su
cara explotó en lo que yo había decidido que era su sonrisa de sólo para Reese.
Me mordí el labio inferior, pero no oculté nada.
—Fisher, ¿vienes? —gruñó Rory.
Rose se rio al igual que yo.
—Sí, señora —dijo Fisher.
Mientras él instalaba la barandilla, Rory hacía relleno para cocinar al día
siguiente y Rose trabajaba en las tartas. Todavía no tenía ningún trabajo de
cocina, así que deambulé por el pasillo hacia el baño.
—Déjalo solo para que pueda terminar —me indicó Rory.
—Sí, sí. —La ignoré. Tenía veinticuatro años, no cuatro—. ¿Necesitas ayuda?
—pregunté, parándome en la puerta mientras Fisher terminaba de hacer
agujeros en la pared.
—Estoy bien. —Se mantuvo concentrado en su tarea.
Me encantaba observar a Fisher concentrado. Era un juego previo para mí.
La severa concentración en su rostro. La curva y el estiramiento de sus brazos y
sus grandes y capaces manos. La forma en que su lengua recorría perezosamente
su labio inferior cuando medía algo y lo marcaba con el lápiz que guardaba
169 detrás de la oreja. El hecho de que su vaquero fuera bajo, pero que sólo mostrara
la cintura lateral de su calzoncillo en lugar de la raja del fontanero. Pobres
fontaneros... no es que todos tuvieran la tripa grande, vaquero mal ajustado y
aparentemente sin ropa interior.
—¿En qué estás pensando? —Me sorprendió cuando me lanzó una rápida
mirada por encima del hombro.
Sonreí.
—No quieres saberlo.
La mirada de Fisher recorrió con rapidez y aprecio todo mi cuerpo.
—No estés tan segura.
—Estaba pensando en las rajas de los fontaneros.
—No tengo una raja de fontanero.
—Lo sé.
—¿Porque me estás mirando el culo?
—Sí.
Se rio sin volverse hacia mí de nuevo.
—¿Cómo se ve?
—Sin comentarios. Rory probablemente tiene la habitación con micrófonos.
No me gustaría tener que pasar el tiempo en Acción de Gracias. ¿Has...
recordado algo nuevo desde que te vi el domingo?
—Sí.
—¿Oh? ¿Qué cosa?
Atornilló las placas en la pared.
—Recordé mi baile de graduación.
—Eso es... interesante. ¿Algo lo impulsó?
—Sí y no. Creo que hubo un desencadenante, pero el recuerdo no fue
inmediato. Me vino más tarde, mientras dormía.
—¿Qué lo desencadenó?
—Angie pasó y me mostró algo. Y creo que eso lo hizo. —Fijó la barra a las
placas.
—Eso es muy impreciso. ¿Qué te mostró?
—El vestido que compró para la boda de su prima y la corbata que compró
para que yo la llevara.
Iban a llevar trajes a juego en la boda de su prima. Qué vomitivo.
—¿Y eso te provocó recuerdos del baile de graduación?
—Sí. Los trajes a juego.
170 —¿Así que soñaste con qué? ¿Comprando una corbata, un cinturón y un
pañuelo de bolsillo a juego con su vestido?
—No exactamente. —Fisher probó la barandilla, utilizándola para ayudarse a
levantarse, empujando hacia abajo con su peso.
—Entonces, ¿qué exactamente?
—Te lo tomarás mal.
—Lo dudo —dije a modo de reflejo.
Mientras devolvía sus herramientas a su bolso de herramientas, soltó un lento
suspiro.
—Aquella noche conseguimos una habitación de hotel. Un amigo que se
graduó dos años antes, pero que también fue al baile porque su novia era más
joven, nos consiguió la habitación cuando reservó una para él y su cita. Recuerdo
haber visto su vestido rosa claro en el suelo a la mañana siguiente y sí... mi
corbata y cinturón a juego.
A la mañana siguiente. Tragué más allá del grueso nudo que tenía en la
garganta. Tenía dos de dos. Los dos recuerdos que tenía de Angie tenían que ver
con el sexo. No fue exactamente como me los planteó, pero pude leer entre
líneas.
Tuvieron sexo... Ella quedó embarazada.
Tuvieron sexo... A la mañana siguiente él miró su ropa en el suelo de la
habitación del hotel.
Recordaba el sexo con Angie mientras que recordaba la Cajita Feliz conmigo.
—Ves… te lo estás tomando mal. —Se sacudió un poco de polvo de la pared
de su camisa y vaquero.
—No me estoy tomando nada mal. Estás recordando el sexo con Angie. —
Levanté un hombro y lo dejé caer como si pesara cinco kilos—. ¿Fue bueno?
Apoyando una mano en la cadera, bajó la barbilla hasta el pecho y lanzó otro
largo suspiro.
—No quiero tener esta conversación contigo. Me hiciste una pregunta. Quería
ser sincero contigo. Pero no quiero que la extraña selección de recuerdos que
parece hacer mi cerebro nos separe. Sólo... no dejes que vaya allí.
Vaya allí. No debía dejar que mi cerebro fuera allí, pero su cerebro podía ir a
donde quisiera.
—No siento que eso sea una respuesta a mi pregunta. —La autodestrucción
era una mecha encendida.
La viste.
Sentías su inminente urgencia, su inminente perdición.
Sentiste pánico.
171 Pero también te sentías impotente para hacer algo para evitarlo.
Fisher me miró con el ceño fruncido.
—Si digo que no, no me creerás. Si digo que sí... bueno, no sé cómo
reaccionarás. Entonces, ¿por qué no puedo alegar la Quinta Enmienda?
Puede que sea diez años más joven que él, pero eso no significa que haya
nacido ayer. Si no hubieran sido recuerdos de buen sexo, lo habría dicho, y
habría hecho todo lo posible para hacerme creer la verdad. Esa explicación tan
poco convincente era un sí. Recordaba haber tenido buen sexo con Angie.
Fantástico...
Así que una semana antes de que se fuera con ella a Costa Rica (ella y su nueva
lencería y una cama king), estaba teniendo sueños de sexo bueno con ella.
Perdóname, pero yo seguía siendo una humana con tendencia a tener
sentimientos irracionales y un instinto de celos.
Inspiré una larga bocanada de coraje, un coraje débil en el mejor de los
casos. Luego lo exhalé.
—Bueno, es maravilloso que poco a poco vayas recuperando la memoria. Y
al menos estás comprendiendo por qué te enamoraste de ella y aceptaste casarte
con ella. El sexo fue bueno. Pero creo que eso ya lo sabía porque esa mañana fui
a tu casa después de que los dos tuvieran un sexo bueno que, al parecer, fue obra
mía porque puse en duda tu capacidad para conseguir y mantener una erección.
—Con una sonrisa falsa, desvié la mirada hacia el suelo—. Voy a por la
aspiradora.
—Reese...
No me detuve. Mi corazón ya había pasado a modo de defensa. Luchar o huir.
—¿Terminó el trabajo? —preguntó Rory mientras tomaba la aspiradora de
mano del armario de la entrada.
Sí. Terminó de aplastar mi corazón.
—Lo hizo. Sólo tiene que limpiar el polvo de la pared de yeso. —Contuve la
respiración, o al menos la mayor parte de ella, mientras inhalaba y exhalaba
minúsculas bocanadas como una parturienta, mientras pasaba a su lado
bloqueando la puerta.
—Reese...
Encendí la pequeña aspiradora, lo que lo hizo callar, y me tomé mucho tiempo
para asegurarme de aspirar cada mota de polvo. Antes de que consiguiera
apagarla, se puso en cuclillas detrás de mí, su mano tomó la aspiradora, y la
apagó.
—Te amo hoy —me susurró al oído.
No. Tres palabras equivocadas. Me encantaban esas palabras en cualquier
otro día. Pero se quedaban en nada cuando lo único en lo que podía pensar era
en él teniendo sexo con Angie porque parecía que eso era lo único que su mente
172 se preocupaba por recordar de ella. Las palabras de Rory se repitieron en mi
cabeza.
Un joven viril.
Dudo mucho que los jóvenes viriles sean inmunes a los sueños sexuales,
especialmente a los pensamientos persistentes que provocan. Que uno no
quisiera pensar en algo no significaba que tuviera control sobre ello. Era
imposible que no pensara en él y Angie teniendo sexo, y definitivamente no era
porque quisiera pensar en ello.
—Gracias por poner la barandilla. Estoy segura de que mi abuela lo
apreciará.
—¿Me estás castigando por mi honestidad?
Con los labios fruncidos, negué media docena de veces.
—Me lo preguntaste.
Mi movimiento de cabeza se convirtió rápidamente en una serie de
asentimientos.
—Lo hice. Estúpida de mí. Creo que ya no voy a preguntarte nada.
—Reese. —Dio un paso adelante y me alcanzó la cintura.
—No. —Me desplacé hacia un lado, atrapada entre el inodoro y el tocador
mientras levantaba las manos para hacerle saber que no quería que me tocaran.
—No significa nada... al menos nada que te preocupe.
Gruñí.
—Te vas a Costa Rica con ella. Puede que acabe significando algo.
—¿Por qué no confías en mí?
Me froté las sienes.
—Ya hemos hablado de esto. Aunque me convenza de que es seguro confiar
en ti, no me fío de tus recuerdos acechando en cada momento. Un
desencadenante tras otro. Quiero decir... eso es todo lo que podría tomar. Un
desencadenante para recordar por qué le dijiste que sí. ¿Y qué pasa si eso viene
en el momento de una hermosa boda donde todos están de humor para el amor?
Buenos amigos. Comida. Alcohol. Bailes. Trajes a juego. Una habitación de hotel
compartida.
—Estás siendo ridícula.
—¡Y tú estás siendo estúpido!
Fisher se estremeció. Y el ruido en la cocina se silenció. Todos y todo estaban
en silencio, excepto el persistente eco de mi arrebato.
—Si has terminado, puede que sea hora de que te vayas. —Rory apareció a
unos metros de la puerta del baño—. ¿Qué te debo, Fisher?
Manteniéndose de espaldas a ella, me miró fijamente, pero yo mantuve mi
atención centrada en el suelo entre nosotros.
173 —Nada. No me debes nada. —Agarró su bolso de herramientas del suelo y se
dirigió directamente a la puerta principal.
Clic.
Se cerró cuando se fue.
—¿Quieres hablar de ello? —dijo Rory.
—No. —Todavía tenía mucha rabia que soltar ya que mi “no” salió un poco
más duro de lo previsto—. No quiero hablar contigo, no después de más de una
semana en la que no me hablas. No quiero tu opinión, ni un sermón, ni una larga
retahíla de te lo dije. —Le entregué la aspiradora y me dirigí a mi habitación,
donde cerré la puerta de golpe.
Q
uerido pescador perdido:
Estoy realmente enfadada contigo ahora mismo. Y no me
importa si es un pensamiento racional de mi parte o no. A veces
una persona sólo necesita ser irracional. Este frente que he
estado sosteniendo es agotador. Sólo se puede mostrar valentía durante un
tiempo. Incluso las personas más fuertes se quiebran a veces. Ojalá fuera
inmune a las inseguridades, pero no lo soy. Ojalá tus "te amo" me hicieran
sentir más confianza en nosotros, pero no es así.
Sé que Angie sigue aturdida por la incredulidad de que no puedas
recordar a la primera chica que amaste. La chica que conociste cuando
tenías seis años. Lo entiendo. Porque yo estoy luchando con nosotros. Es
igualmente difícil para mí imaginar que nos enamoremos dos veces sin que
recuerdes la primera vez. Y ni siquiera puedo expresar lo mucho que deseo
que nos recuerdes. No deducir el hecho de que debo haberte gustado mucho
para mostrarme tu nerd corazón cruciverbalista, sino sentir realmente lo
174 que eso significó. No puedo decirte cuántas veces las palabras anhelantes
se han quedado en la punta de mi lengua, desesperadas por saltar y
simplemente decírtelo. Decirte que estábamos enamorados. Decirte que
eras mi primer y eterno amor. Y en mi crédula cabeza de cuento de hadas,
mágicamente recuerdas todo y vivimos felices para siempre.
Que se jodan los cuentos de hadas.
Seis a lo largo. Pista: Desleal. Impío.

Infiel.
Estaba enfadada. Enfadada porque era Acción de Gracias y ella estaba con
él.
Enfadada porque tenía que soportar las largas miradas de Rose y Rory
mientras mis abuelos parloteaban sobre sus dolores.
Enfadada porque Fisher no había intentado llamarme para disculparse por...
Ni siquiera lo sé. Pero por algo. De verdad, tenía que disculparse por algo.
Y si fuera completamente honesta, estaba enojada porque se subió a su moto
ese día. Enfadada por el hecho de que perdiera la memoria. Tal vez eso
significaba que no habría vuelto a Colorado. Eso podría haber significado que
no hubiéramos tenido la posibilidad de una segunda oportunidad. Pero mientras
me cocinaba a fuego lento como una olla de sopa dejada en el fuego demasiado
tiempo, empecé a pensar que Michigan sonaba bastante bien.
—¿Qué tal es tu trabajo, Reese? —La abuela se tomó un respiro de su tortuosa
explicación de dolencias y sus correspondientes medicamentos para mostrar
por fin un poco de interés por su nieta.
—Es el mejor trabajo. Me encantan las parteras con las que trabajo. Estoy muy
emocionada por empezar mi maestría el año que viene.
—A ella le encanta. La vemos llegar a casa sin dormir después de un largo
parto pero con una energía desbordante porque le encanta. —Por primera vez
en casi dos semanas, Rory compartió una sonrisa genuina.
—Es increíble, querida. Estamos muy orgullosos de ti. ¿Todo lo demás está
bien? ¿Tienes novio? ¿O novia?
Me encantó la forma en que aceptaron a mi madre por lo que era. La forma en
que amaban a Rose. Si los padres de mi padre hubieran sido tan amables. Como
Dios. Yo creía que Dios amaba a todos. Era lo que me parecía correcto... cuando
empecé a pensar por mí misma.
Gracias a Fisher.
—Tengo novio.
Rory y Rose se pusieron visiblemente rígidas.
—¿Y dónde está hoy? —preguntó el abuelo.
175 —En la cena de Acción de Gracias con su familia.
Y su prometida.
—¿Podremos conocerlo antes de ir a casa? —preguntó la abuela mientras se
limpiaba los labios pintados de rojo con la servilleta.
—No estoy segura. —Utilicé el tenedor para juguetear con lo que quedaba de
comida en mi plato.
—¿Qué hace? —La abuela siguió con las preguntas.
—Trabaja en la construcción.
—Oh —respondió rápidamente—. Rory, ¿tu antiguo casero no se dedica a eso
también? ¿Cómo se llama?
Rory agarró otro panecillo y le dio un generoso bocado mientras asentía.
—Fisher —murmuró por encima del panecillo.
—¿Por casualidad tu novio conoce a Fisher?
Sonreí.
—La verdad es que sí. Son muy amigos.
Rose se aclaró la garganta y se llevó la mano a la boca para ocultar su
inevitable risa. A Rory no le hizo tanta gracia.
—Qué bonito, querida. ¿Es algo serio? ¿Voy a asistir pronto a la boda de mi
nieta?
—Es serio, pero no hay boda. Me gustaría terminar la escuela primero.
Rory...
La personificación de una madre que espera que a su hija le rompan el
corazón. Y no se equivocaba. Ya había habido muchos corazones rotos con lo que
se sentía como inevitablemente más por venir.
—Bueno, espero que lleguemos a conocerlo.
—Yo también.
—Hablando de Fisher… —El abuelo habló, y por un segundo había olvidado
que el nombre de Fisher acababa de ser mencionado. Creí que mi abuelo sabía
o descubría mi secreto por arte de magia—. ¿Cómo ha estado desde el
accidente?
—Sí —dijo la abuela—. ¿Se ha acordado de su prometida?
—Lo está haciendo bien. —Rory esbozó una sonrisa creíble—. Recuperando
algunos recuerdos perdidos, pero no lo suficiente como para recordar que
estaba comprometido con Angie. Así que eso ha sido un poco duro. Y no estoy
segura de que sigan juntos, para ser sincera.
—¿Por qué es eso? —preguntó la abuela.
—Podría haber alguien más en el panorama.
176
—¿Qué? —La abuela se llevó la mano al pecho con un grito ahogado.
—Es complicado por el momento, pero sospechamos que ha encontrado a
otra persona.
—Bueno, alguien tiene que hacer entrar en razón a ese joven. No puede
abandonar a su prometida sin más. ¿Y qué clase de mujer soñaría con
abalanzarse y robarle el hombre a otra mujer después de un horrible accidente?
Rose me miró como una hermana mayor que acaba de darse cuenta de que
su hermana pequeña está a punto de meterse en problemas.
—Bueno, mamá, para ser justos con Fisher y esta otra mujer, si hay otra mujer,
él no recuerda a Angie. Básicamente ha sido una desconocida que dice ser su
amiga de toda la vida y el amor de su vida. No podemos culparlo del todo por no
sentir lo que no sabe que debe sentir y por lo tanto le resulta fácil... distraerse
con otra persona.
—Le daré un pase a Fisher, tal vez. —La abuela frunció el ceño—. Pero no a la
zorra que se le insinúa.
La madre de Rory era franca como la de mi padre, sólo que de una manera
diferente. Sin embargo, probablemente ambas habrían estado de acuerdo en
que era una zorra.
Rory se estremeció y Rose también. ¿Yo? No. No me inmuté. Podía verlo
desde ambos lados. Y como podía verlo desde ambos lados, pensé que todos
necesitábamos un pequeño momento de acercamiento a Jesús.
—Soy yo —dije.
—Lo siento. ¿Qué, querida? —dijo la abuela, sonriéndome… la zorra.
—Yo soy la zorra.
—Reese —susurró Rory, cerrando los ojos y sacudiendo la cabeza.
—¿Disculpa? —La abuela entrecerró los ojos.
Tras dar un sorbo a mi agua, la dejé tranquilamente sobre la mesa y sonreí.
—Fisher es mi novio. Y nos enamoramos hace más de cinco años. Y por muy
mal que le parezca a todo el mundo, lo único que estuvo mal fue el momento.
Pero tenemos una segunda oportunidad inesperada. Y nos hemos vuelto a
enamorar. Bueno, yo nunca he dejado de amarlo, pero él... se ha vuelto a
enamorar de mí. Y ahora no recuerda lo que éramos antes. Y eso es desgarrador
y frustrante. Pero también es hermoso y quizás hasta perfecto. Y me doy cuenta
de que esto es una píldora muy difícil de tragar para los demás, pero nuestro
amor no tiene nada que ver con Angie. No creo que sus lazos con el hombre que
no la recuerda hagan que lo que tenemos esté mal. Así que tomemos un tiempo
aquí y no llamemos a las personas zorras cuando no hemos caminado en sus
zapatos. Me doy cuenta de que a menudo es el camino cristiano, pero creo que
puedo amar a Dios y amar a cada uno de sus hijos sin juzgar a nadie. Y la última
vez que lo comprobé, también estabas sentada en la misma mesa que mi madre
177 lesbiana y su pareja, a las que queremos mucho. Y es difícil imaginar que algo
de su amor esté mal. ¿No estamos todos de acuerdo?
Rose se limpió una lágrima del rostro y la emoción de Rory también brilló en
sus ojos.
Mis abuelos tenían una mezcla de sorpresa y vergüenza en sus expresiones.
Me puse de pie, arrojando mi servilleta sobre la mesa.
—Voy a tomarme unos minutos para mí. Llámenme cuando el pastel esté
servido.
Nadie dijo nada. Y yo lo agradecí. No quería disculpas ni intentos incómodos
de explicar la conversación anterior en la que me etiquetaron de zorra. Si yo no
hubiera sido la zorra, podría haber sido la hija o la nieta de otra persona.
Todos significan el mundo para alguien. O al menos deberían.
Cuando me desplomé en la cama, llamé a Fisher. Después de varios timbres,
saltó el buzón de voz. Así que llamé de nuevo... y de nuevo.
A la cuarta llamada, respondió.
—Hola —dijo en tono neutro—. Estoy cenando. ¿Qué ocurre? —Estaba
cenando con su familia. Toda su familia y Angie.
—Te amo hoy —dije.
Silencio.
Más silencio.
—Dilo. Repítelo, Fisher. Como si lo dijeras en serio. Como si importara.
—¿Podemos hablar de esto más tarde?
—Lo dije. Delante de mis abuelos... después de que me llamaran zorra sin
saberlo. Lo dije. Estoy cansada de no decirlo. Estoy cansada de sentirme
culpable. Sólo... dilo y deja que los demás se lidien ello.
Se aclaró la garganta.
—¿Así que atascaste el triturador de basura?
Presioné el botón de finalizar llamada.
Echando el brazo sobre la cara, refunfuñé y gruñí, como el viejo Fisher.
Estaba enfadada con él y con el resto del mundo. Y sé que no era justo que le
tendiera una emboscada así; después de todo, se enfrentó a Rory y le dijo sin
reparos que me amaba.
Pero quería que hiciera el movimiento sin que lo descubrieran primero. ¿Era
demasiado pedir?
Tal vez.
—Estúpida... —me susurré—. Estúpida. Estúpida. Estúpida. —Justo unos
minutos antes, había dado a mi familia un largo discurso sobre ser amable y no
juzgar a los demás. Salí de la cocina con las palabras: todos significan el mundo
178 para alguien en mi cabeza.
¿Acaso Angie era el mundo de alguien desde que sus padres murieron y
Fisher perdió sus recuerdos de ella? Fue muy amable por mi parte pedirle a
Fisher que la destruyera delante de toda su familia en Acción de Gracias. Estaba
avergonzada de mí misma.
Y cansada.
Recibir una llamada de que un bebé estaba listo para venir al mundo era
exactamente lo que necesitaba. Pero esa llamada nunca llegó.
—Oye. —Rory me sonrió cuando abrió mi puerta de golpe—. El pastel está
servido.
—Bien —dije, mirando al techo.
La puerta se cerró con un clic, pero lo hizo con Rory dentro. Entonces la cama
se hundió. Se tumbó a mi lado, también mirando al techo, mientras buscaba mi
mano.
—Sé que te ama —dijo—. Sólo quiero que lo tengas más fácil que yo. No
quiero que el amor sea tan complicado y desordenado para ti.
—Complicado… —Me reí un poco—. Así sabemos que es real.
—Adoro a Fisher... o lo hacía. Y sinceramente, todo ha sido mucho. Me golpeó
muy fuerte, completamente de la nada. Habría sido mucho para manejar hace
cinco años, pero añadir el accidente, su pérdida de memoria, y Angie... bueno...
es más de lo que mi corazón y mi cerebro pueden reconciliar en este momento.
Y sé... sé que no tengo derecho a decir esto, pero lo voy a decir de todos modos.
Verte a ti y a Fisher ese día en esa situación no fue lo que ninguna madre quiere
ver.
Me reí una y otra vez. Rory empezó a reírse también. Definitivamente no tenía
derecho a decirme nada. Ella vio a Fisher disfrutando de mis pechos. Yo vi a Rose
haciéndole mucho más.
Rodando hacia ella, metí las manos bajo mi mejilla.
—Sé que no es la forma que imaginabas... no es la forma que yo imaginaba...
pero tu pequeña está enamorada. Y es grande. Y lo consume todo. Es aterrador.
Es estimulante. Y real. Así que si quieres ser la madre que no pudiste ser cuando
yo estaba pasando por mi adolescencia, entonces voy a necesitar una mano para
sostener y un hombro para llorar mientras lucho como un demonio para
conseguir a mi príncipe.
—Tu príncipe… —Me dedicó una sonrisa triste y apoyó su mano en mi mejilla.
—Necesito que quieras mi felicidad más que la de Angie. Y sé que eso es
difícil porque Angie es una buena persona. Y su historia de amor con Fisher es
increíble. Pero no es para siempre. Yo sólo... Lo sé.
Rory asintió lentamente.
179 —Te apoyo.
D
espués del pastel.
Después de una disculpa de mis abuelos.
Después de jugar seis partidas de Corazones.
Fisher me llamó.
—Voy a dar por terminada la noche. —Me disculpé del juego cuando vi su
número en la pantalla de mi teléfono. Eran cerca de las diez y media de la
noche—. Hola —contesté con voz apagada justo al llegar a mi dormitorio.
—Estoy en tu entrada.
Mi corazón era un desastre para mantenerse en modo frío o para seguir
enfadado con él mucho tiempo.
—¿Quieres ir a dar una vuelta?
—Supongo. —Esa era mi versión de tranquilidad, aunque ya estaba buscando
una sudadera para ponerme encima del pantalón y dirigiéndome al pasillo.
180
—Tómate tu tiempo.
—De acuerdo. —Terminé la llamada mientras me ponía las botas forradas de
lana.
—¿Vas a algún sitio? —preguntó Rory mientras recogía las cartas y los vasos
de la mesa.
—Sí. —Sonreí.
—De acuerdo, nos vemos por la mañana.
¿Suponía que iba a volver a casa después de que se acostaran o no hasta la
mañana? Tenía veinticuatro años. No importaba. Pero lo que sí importaba era que
ella sabía con quién me iba y no me dedicó más que una sonrisa sincera.
—Buenas noches.
Todos los demás me dieron las buenas noches mientras salía por la puerta
principal. Unos cuantos copos de nieve se arremolinaban en el aire frío, y mi
pescador perdido estaba en su camioneta esperándome.
Cuando subí, me dedicó una sonrisa discreta. Estaba segura de que eso era
todo lo que se atrevía a darme tras mi inesperada llamada durante la cena de
Acción de Gracias con su familia.
Fisher nos llevó a su casa, y no me sorprendió. No hablamos durante el corto
trayecto. Cuando llegamos, él se bajó, pero yo no. Deteniéndose en la parte
delantera de la camioneta, me miró expectante durante unos segundos antes de
dirigirse a mi puerta y agarrar el pomo. Pero no la abrió de inmediato. Se detuvo
y esa mirada se extendió por su rostro. Concentración. El ceño fruncido y los ojos
entrecerrados.
Luego levantó su mirada y la mantuvo sobre mí mientras abría lentamente mi
puerta.
—Te abrí la puerta, pero actué como si no quisiera hacerlo. Te dije que tiraras
de la palanca para que se abriera. Creo que fui un imbécil contigo.
No pude evitar preguntarme si toda su pérdida de memoria era física por el
accidente o si parte era psicológica. ¿Tenía razones emocionales para no querer
recordar su amor por mí? ¿Su amor por Angie?
—A veces. —Asentí, pero también sonreí. Tenía una relación de amor-odio
con el lado imbécil de Fisher.
Me giré para salir, pero en su lugar rodeé su cuello con mis brazos y su cintura
con mis piernas.
—Lamento haber sido una imbécil hoy cuando te llamé. Fue una estupidez.
No sé qué me pasó. —Enterré mi cara en su cálido cuello y lo besé.
Fisher cerró la puerta y puso el seguro a su camioneta antes de llevarme al
interior de la casa.
—Todo se va a solucionar. Pronto. Simplemente... tiene que ser así.
181 Lo solté y me puse de pie. Nos quitamos las botas y él se quitó la chaqueta
polar mientras yo me quitaba la sudadera.
—¿Quieres tomar algo? —Me acomodó el pelo detrás de las orejas.
—No —susurré, mirándolo fijamente.
—¿Cama? —Una sonrisa esperanzadora apareció en sus labios.
—No —susurré.
—Entonces, ¿qué puedo hacer por mi hermosa chica?
—Baila conmigo.
Las cejas de Fisher se levantaron un poco.
—¿Bailar?
Asentí.
—No estoy seguro de ser un bailarín.
Me encogí de hombros y saqué el teléfono del bolsillo de la sudadera. Tomé
su mano y lo llevé a la cocina.
—Baja las luces. Sé que te gusta la iluminación ambiental.
—¿Cómo sabes eso? —Encendió unas luces de ambiente y las atenuó
mientras yo pulsaba una canción en mi teléfono. “Only To Be With You” de Judah
& The Lion.
—Porque te conozco.
—¿Y si quiero conocerte como tú me conoces a mí? —Me atrajo hacia sus
brazos y nos balanceamos en un lento círculo.
—Me conoces, mi pescador perdido... me conoces.
—¿Bailamos? ¿Intentas traer más recuerdos?
—No. —Besé su cuello mientras sus manos se deslizaban desde la parte baja
de mi espalda hasta mi trasero—. Sólo estoy haciendo otros nuevos.
Bailamos y nos besamos.
Una canción llevó a otra. No importaba que él no fuera bailarín y yo tampoco.
Nuestros cuerpos se amoldaban y se movían, perfectamente juntos y
sincronizados con el ritmo del otro.
Las manos de Fisher se quedaron por fuera de mi ropa, pero me tocaron
íntimamente.
El roce de su mano sobre mi pecho, mi trasero... el deslizamiento de sus
dedos por el interior de mi muslo.
Besos.
Gemidos suaves.
Más baile.
182 No nos estábamos escabullendo. No estábamos apurados. Éramos sólo
nosotros, y teníamos toda la noche.
Estaba agotada y sin ganas de dormir.
Estaba excitada, pero no quería ir más allá.
Estaba perfectamente contenta, pero locamente ansiosa.
Estábamos deshechos, vivos y viviendo el momento. Nuestro amor sólo
importaba al día.
Un beso.
Un respiro.
Finalmente las canciones terminaron, dejándonos en un silencio puntuado
por los suaves sonidos de nuestros besos. Sin embargo, seguíamos
balanceándonos como si hiciéramos nuestra propia música, como si tuviéramos
nuestro propio ritmo. No pude evitar imaginar una vida con Fisher. Una vida real
en la que disfrutaríamos de la cena y hablaríamos de la actualidad, del trabajo o
planearíamos un viaje.
Después de la cena lavaríamos los platos y escucharíamos música como la de
esta noche. Llegaría el baile y los besos, una pasión aparentemente sin prisas,
pero seguiríamos dejando la ropa en un camino por el pasillo porque seríamos
para siempre esa pareja. Haríamos el amor con frenesí antes de quedarnos
dormidos en los brazos del otro, para despertarnos por la mañana y volver a
hacerlo, sólo que más despacio y con el suave resplandor del sol de la mañana
sobre nosotros. Nos miraríamos a los ojos todo el tiempo, empezando cada día
perfectamente conectados.
O... y este sueño era el que más me gustaba... al final tendríamos que
renunciar a nuestro sexo matutino porque nos despertaríamos con el repiqueteo
de unos pequeños pies que irían hacia nuestro dormitorio para despertarnos. Y
robábamos largos minutos cada mañana para hacer cosquillas en la barriga y
besar las suaves mejillas mientras un coro de risas y chillidos llenaba la
habitación.
Y en las mañanas, si teníamos suerte, los distraíamos con un programa de
treinta minutos en la televisión o en una Tablet mientras nos metíamos en la
ducha... juntos.
—¿Qué pasa por esa hermosa cabeza tuya? —preguntó Fisher antes de besar
la parte superior de dicha hermosa cabeza. Mi mejilla se había apoyado en su
pecho, sintiendo los latidos de su corazón, mientras nos balanceábamos en
silencio.
—Quiero esto —murmuré.
—¿Quieres qué? ¿Más baile?
Levantando la cabeza, lo miré y sonreí.
183 —Más... todo.
Fisher parpadeó varias veces mientras sus nudillos rozaban mis mejillas. Lo
sabía. Sabía lo que significaba más y todo.
—Yo también. —Me besó mientras me acompañaba de espaldas a la cocina.
Y le rogué que fuera como mi sueño.
Y así fue.
Rompió nuestro beso para quitarme la camisa. Y nos dimos otro beso antes
de quitarle la camisa. Y más besos.
Mi sujetador.
Su espalda chocó la pared del pasillo mientras yo besaba su pecho y
desabrochaba su pantalón.
Siguieron más besos y más pasos, mientras él deslizaba mi pantalón hacia el
sur, pero apenas pasando por mi trasero. Las fuertes manos de Fisher se
deslizaron dentro de la parte trasera de mi braga, agarrándome, acercándome,
frotándome contra él.
El roce de su pecho desnudo a lo largo de mis pezones mientras su lengua
acariciaba la mía... era embriagador. Todo lo que nos rodeaba nos consumía.
Éramos recuerdos en construcción, encendidos por un pasado que no podía
recordar y alimentados por el deseo de un futuro que parecía dolorosamente
fuera de alcance.
—Eres tan… jodidamente hermosa. —Besó mi cuerpo, arrodillándose frente
a mí. Su lengua me acarició el ombligo mientras sus manos me bajaba el
pantalón y la braga por las piernas—. Y sexy... Dios, eres tan sexy. —Su boca
bajó.
Mis manos encontraron su lugar en su cabello, y se enroscaron en puños,
obligándole a levantar la vista hacia mí.
—Tuve un gran enamoramiento contigo. —Más calor encontró su camino en
mis mejillas, llevándome de vuelta a esa chica de dieciocho años, fuera de sí,
encaprichada con él.
Una lenta sonrisa se abrió paso en el rostro de Fisher mientras sus manos se
deslizaban por la parte posterior de mis piernas, llegando a descansar justo
debajo de mi trasero.
—¿Sí?
¿Por qué estaba avergonzada? ¿Por qué mi corazón se aceleró en mi pecho
haciendo que mi vientre se pusiera nervioso? No le estaba contando nuestro
pasado. No le estaba diciendo lo que sentía por mí. No le estaba diciendo nada
que tuviera que alcanzar para entender de verdad. Eran mis sentimientos.
Me formaron como mujer de una manera que él nunca sabría aunque lo
recordara todo. Y quería que me viera. Todo de mí.
—Sí. —Me mordí el labio inferior durante un segundo—. No tenía ni idea de
184 que el sexy llevaba vaqueros, una camiseta desteñida y botas de trabajo. No
tenía ni idea de que el sexy conducía una camioneta y cortaba el césped sin
camisa. Bueno… —Me reí—. Debería haber sabido que el sexy cortaba el césped
sin camisa. Las mañanas que íbamos juntos al trabajo, yo estaba tan aturdida.
Prácticamente corría hacia tu camioneta, reduciendo la velocidad en el último
momento para actuar con frialdad y control. Luego rezaba para que tuvieras la
música puesta para que no escucharas mi corazón tan descontrolado. Y me
quedaba mirando tus manos sobre el volante, esas venas que subían por tus
brazos, tus labios carnosos mientras te los lamías después de dar un sorbo a tu
café. —Sacudí lentamente la cabeza—. Estaba metida de lleno, sintiendo cosas
que nunca había experimentado. Y se sentía tan mal, pero no podía parar. Y tú
no ayudabas... tú y tu atractivo sexual sin esfuerzo… todos los días.
Se levantó lentamente, besando mi pecho y mi cuello en su camino hacia mis
labios. Y antes de besarme en la boca, se detuvo, dejando que su mirada
recorriera mi rostro.
—No creí que pudiera amarte más. —Me apartó el cabello de la cara antes de
entrelazar sus dedos con él—. Estaba tan jodidamente equivocado.
Nos besamos.
La ropa desapareció junto con el resto del mundo. Y supe que éramos una
tormenta imparable. Pero... ¿cuánto daño haríamos en nuestro afán por estar
juntos?
Me morí un poco cuando se hundió en mí. Se sentía diferente. Nos sentimos
diferentes.
La pesada respiración de Fisher recorrió mi mejilla mientras sus labios
encontraban mi oído.
—Eres mi lugar favorito en el mundo.
Me agarré a su espalda mientras mis piernas lo envolvían.
Eso me habló al alma, ese lugar que nos definía porque estábamos en
cualquier lugar al que nos llevara nuestra alma. Y tal vez eso era el Cielo. Tal vez
era el infierno. Pero en ese momento, estaba en una cama de sábanas
desordenadas y piernas enredadas.
Era un lugar jodidamente increíble.

Un poco antes de las cuatro de la mañana, me escabullí de sus brazos. Me


encantaba que me tuviera tan cerca, como si no quisiera dejarme ir nunca.
185 Después de orinar, robé una sudadera de su armario y me la puse sobre la
cabeza. Cerrando la puerta de su habitación detrás de mí, me dirigí de puntillas
a la cocina y abrí la nevera.
—Anotación. —Sonreí al ver el plato con las sobras de las fiestas que debía
haber traído de casa de sus padres. Quitando el envoltorio de plástico, pasé el
dedo por el puré de patatas frío—. Dios mío, qué bueno está. —Ignoré el tenedor
y volví a pasar el dedo por el puré de patatas. Tenían un sabor a mantequilla.
—¿De verdad te estás comiendo mi almuerzo?
Di un salto y me volví hacia Fisher, lamiendo las patatas de la comisura de mi
boca.
Se acercó a mí sin más ropa que su calzoncillo gris que se ajustaba a su cuerpo
en todos los lugares adecuados.
—Deja de mirarme la polla mientras te lames los labios.
Mi mirada se levantó para encontrarse con la suya mientras mi lengua se
retiraba rápidamente a mi boca. Sonreí.
—Estas son las mejores patatas que he comido nunca. Y si se lo dices a Rory,
te mato.
—¿Por qué comes patatas frías? —Se inclinó y me besó.
Mi mano se apoyó en su cálido pecho.
—Porque me encanta casi todo lo frío. Después de que mi padre muriera,
vivía de las sobras. Mi abuela hacía grandes cantidades de todo, y esencialmente
comíamos las sobras durante una semana. Y yo salía con amigos o trabajaba, así
que a menudo tomaba las sobras frías y las comía sobre la marcha. —Mis dedos
hicieron un viaje de ida y vuelta a las patatas, y se las tendí.
Fisher arrugó la nariz.
—No me gustan las patatas frías.
—¿No? —Incliné la cabeza hacia un lado antes de chuparme lentamente el
dedo.
Una sonrisa desenfadada curvó sus labios.
—¿Estaba roncando?
Sacudí la cabeza.
—Tenía que orinar. Luego decidí que tenía hambre.
—Me gusta cómo te queda esto. —Tiró de los hilos de su sudadera—. No tanto
como me gusta a mí en ti, pero es bonito.
Me metí un trozo de pavo frío en la boca y me burlé de la cintura de su
calzoncillo con la otra mano.
—¿Cómo estuvo el Día de Acción de Gracias con tu familia?
Fisher observó mis dedos en su cintura durante unos segundos antes de
186 levantar la barbilla con una ceja ligeramente levantada.
—Estuvo bien. Muchos niños. Mucho de todo. Mi madre hizo un brindis
sentimental que fue más bien un discurso sobre lo agradecida que estaba por
haberme salvado la vida. Comenzó un festival de lágrimas. Me alegro de estar
vivo, pero ¿podemos dejar de hablar de ello?
Me reí.
—¿Cómo se atreve tu madre a expresar tanta gratitud por su hijo en Acción
de Gracias?
—Es que no me gusta ser el centro de atención. Eso es cosa de Arnie. No el
mío.
—Prueba a ser hijo único. No hay forma de escapar del centro de atención.
Asintió lentamente.
—Así que... ¿les hablaste a tus abuelos de nosotros?
—Lo hice. —Sonreí—. Se sintió increíble, como si fuéramos reales. —Cubrí el
plato con el envoltorio de plástico.
Fisher agarró el plato y lo devolvió a la nevera.
—Somos reales.
Me estiré al otro lado de la isla para agarrar una manzana de su gran cuenco.
—Ya sabes lo que quiero decir. Oficial.
—No sé lo que quieres decir.
—Uf… —Aspiré cuando me inmovilizó contra la encimera, con el pecho
estirado sobre ella y una brillante manzana verde en una mano.
—No sé a qué te refieres, porque no oí nada después de que te inclinaras
sobre mi mostrador. —Sus dedos se burlaron de la parte exterior de mis
muslos—. Y he descubierto que no llevas nada debajo de mi sudadera.
—Fisher... —Tragué saliva. Era una posición comprometida en la que no
había estado antes. Me sujetó utilizando su cuerpo y el mostrador en lugar de las
sogas, pero el efecto fue el mismo.
—No puedes estar en esta posición… —Levantó la sudadera, exponiendo
completamente mi trasero desnudo—. Con un tatuaje de callipygian en tu muy
sexy y moldeado trasero… —Su rodilla separó mis piernas un poco más—. Y no
esperar que te folle.
Antes de que pudiera responder, la cabeza de su polla caliente y húmeda se
deslizó entre mis piernas, acariciando mi clítoris. Me gustaba demasiado el
nuevo Fisher como para pasar mucho tiempo echando de menos al viejo Fisher,
pero cuando me hablaba sucio, haciéndome saber que me iba a follar,
inmovilizada contra la encimera, agradecía la visión del viejo Fisher y cada pizca
de lo prohibido que traía consigo.

187

—¿Quieres entrar? —le pregunté a Fisher cuando me llevó a casa un poco


antes de las nueve de la mañana del viernes.
—En realidad, tengo que revisar algunos trabajos.
Fruncí el ceño.
—¿Haces trabajar a tu equipo el día después de Acción de Gracias?
—Tengo plazos, cariño.
—Una taza de café.
—Cena esta noche.
Con un suspiro, asentí.
—Aquí. Con mis abuelos.
Fue su turno de fruncir el ceño.
—¿Rory está preparada para invitarme a cenar? La mató pedirme que
instalara esa barandilla junto al baño.
—Ella te adora.
—Ella toma café y vino con Angie. Y peina a Angie.
—¿Lo hace? —Entrecerré los ojos.
Con una sonrisa tensa, asintió una media docena de veces.
—Uh. No lo sabía.
La mirada de Fisher se desvió hacia la puerta principal cuando Rory y Rose
salieron con sus sudaderas, pantalones deportivos y zapatillas.
—Deben estar escapando de mis abuelos para dar un paseo. Apuesto a que
es un paseo largo.
Nos miraron mientras hacían una gran producción de estiramientos en el
porche.
—Llámame cuando llegues a casa. —Alcancé el pomo de la puerta.
—¿No hay beso?
Le lancé una mirada de reojo.
—Me imaginé que no querías besarme delante de ellas.
—No soy yo el que está castigado. ¿Qué tengo que perder?
Poniendo los ojos en blanco, me incliné sobre la consola.
188 —Tengo veinticuatro años. Creo que mis días de castigo han terminado.
Deslizó una mano detrás de mi cuello y sonrió justo antes de besarme sin
urgencia para detenerse, con mucha lengua, y un pequeño gemido por su parte.
—Adiós, hermosa.
Fisher iluminó mi mundo de la manera más espectacular.
—Que tengas un buen día. —Salí de su camioneta y me pavoneé hasta la
puerta principal mientras Rory y Rose saludaban a Fisher con un pequeño
movimiento de mano.
—Buenos días —dijo Rose.
—Buenos días —canturreé, luciendo una sonrisa casi demasiado grande para
mi cara.
—¿Tuviste una noche divertida? —preguntó Rory antes de sonreír.
Alcancé el pomo de la puerta.
—Una noche divertida. Una mañana divertida. Ducha divertida. Simplemente
fue muy divertido.
Rose soltó una carcajada.
—Así que ayúdame... si Fisher no hace que todo esto se arregle al final, no va
a vivir para ver su próximo cumpleaños.
—Vaya, cariño. La cárcel sí que te endureció —dijo Rose, agarrando la mano
de mi madre y arrastrándola hacia la acera.
No quería que Fisher se perdiera su próximo cumpleaños, pero me encantaba
ver a mi madre en mi equipo. Significaba todo para mí.

189
P
or cada paso que dábamos hacia adelante, parecía que dábamos dos
hacia atrás.
Fisher tuvo que cancelar la cena con nosotros porque su familia
(incluida Angie) se iba a reunir cuando algunos de sus familiares
hicieron una visita sorpresa. Esa visita duró el resto del fin de semana.
El trabajo del lunes y una madre de gemelos que se puso de parto el martes,
se prolongaron hasta el miércoles. Cuando llegué a casa, me quedé dormida. Y
el jueves por la mañana, Fisher estaba de camino al aeropuerto con Angie para
pasar cuatro días y tres noches en Costa Rica.
Mantuve la cabeza alta y fingí tener confianza cuando tenía tiempo para
pensar en algo más que en mamás embarazadas. El viernes por la mañana, Fisher
me llamó.
—¡Hola! —respondí al teléfono de camino al trabajo.
—Buenos días. ¿Estás trabajando?
190
—Ya estoy en camino.
—Bueno, odio que no haya podido despedirme en persona.
—Así es la vida. —Lo dije en serio, pero aun así no alivió mi propia decepción.
Quiero decir lo que una persona adulta y madura habría o debería haber dicho
en esta situación.
—No es la vida que quiero.
Sonreí.
—Sí, las despedidas en persona deberían ser obligatorias. ¿Cómo es Costa
Rica?
—Verde.
Me reí.
—¿Qué hay en la agenda de hoy?
—Al parecer, masajes y cena de ensayo.
—Masajes, ¿eh? —fingí que era una novedad para mí—. Suena relajante. Me
vendría bien un masaje.
—Te daré un masaje cuando llegue a casa.
—Mmm... eso sería increíble. ¿Cómo es tu habitación?
Con la cama king.
—Es linda.
Linda. Eso fue lo que me dio. Y no tuve el valor de preguntar sobre la situación
específica para dormir. Habría llevado al discurso de “por qué no confías en mí”.
—¿Dónde estás?
—Acabo de terminar de correr en la playa. Estoy en el vestíbulo. Tengo que
volver a la habitación y ducharme.
¿Iba a cerrar la puerta del baño?
Los celos, irracionales o no, me golpearon en el pecho, haciendo que me
doliera todo.
—¿Angie no sale a correr?
—Todavía estaba dormida.
—Oh... ¿comparten habitación?
¡Uf! Odiaba hacerme la tonta. Pescando. Esperando atraparlo en una mentira.
Pero no podía obligarme a parar. Era una sensación terrible.
—Eh... sí. El lugar está lleno.
—¿Así que intentaste conseguir tu propia habitación?
Suspiró.
—Reese, no hagas esto. Nada bueno saldrá de esto. Estaré en casa el domingo
191
por la noche. Son sólo dos noches más. No estoy contento con esta situación, pero
lo hemos discutido hasta la saciedad. Un mes. Termina en un mes. Podemos
hacerlo, ¿verdad?
Asentí. Por supuesto que él no podía ver mi asentimiento ni mi mueca.
—Te amo hoy.
Seguí asintiendo.
—¿Reese?
—Sí.
—Te amo. A ti. A tiiiii. ¿De acuerdo? No lo dudes ni un segundo. Ve a mi casa.
Métete en mi cama. Y piensa en todas las cosas que voy a hacerte cuando llegue
a casa el domingo.
—Sí.
—Jesús... para. Dame algo más que un “sí”. Dime que me amas. O sé honesta
y dime que estás enojada porque acepté venir aquí. Dame algo más que una
palabra sin emoción.
Entré en el estacionamiento de la clínica.
—Te amo. Y me molesta que hayas aceptado ir a Costa Rica con tu prometida.
—Deja de llamarla mi prometida —dijo con tono derrotado.
—¿Sigue llevando el anillo de diamantes que le diste? Cuando te presente a
todos en la boda como su prometido, ¿vas a corregirla? Si no, entonces es tu
prometida. Y yo soy la amante zorra.
—Reese Capshaw, deja esa mierda.
Me estremecí, frotándome la cara con la mano. ¿Por qué no podía parar? ¿Por
qué estaba en modo de autodestrucción? ¿Y por qué no podía salir de él?
La parte más injusta para él era que no tenía forma de arreglarlo. No mientras
estuviera allí con ella. Fisher no podía hacer nada. Y yo estaba empeñada en
hacerlo sentir mal. No era uno de mis mejores momentos, pero era honesto. Era
humano.
—Estoy en el trabajo ahora. Me tengo que ir.
—Esto se termina. Cuando llegue a casa esto se termina. No voy a seguir
haciendo esto. A la mierda mi memoria. A la mierda la lealtad familiar. No puedo
hacer esto otro mes. Te quiero a ti. Eso es todo. A ti. Así que enfádate. Tienes tres
días para tu fiesta de lástima. Luego te voy a atar a...
Oh, mierda. MIERDA.
Supe que había pasado en el momento en que sucedió. Y no sólo no estaba
con él, sino que ni siquiera estaba en el mismo país. Y me asustó. Me asustó por
192 un millón de razones.
—Jesús… —susurró.
¿Y yo? Terminé la llamada. El equivalente a dar la vuelta y huir tan rápido
como mis pies pudieran llevarme.
Correr para esconderme de la verdad.
Correr para escapar de la realidad.
Correr para frenar lo inevitable que me atraparía.
Fisher desencadenó un recuerdo por sí solo. Uno grande. El que quería que
recordara en el McDonald's, donde yo pudiera hacer el control de daños.
Ayudarle a darle sentido. Ayudarle a entender por qué... por qué hice lo que
hice.
—Oh Dios. —Miré fijamente mi teléfono mientras Fisher intentaba
devolverme la llamada—. No. Dios, no. Mierda. ¡Mierda! MIERDA. —Tiré el
teléfono que vibraba en mi bolso y me cubrí la cara con mis manos temblorosas.
Llegaba tarde al trabajo, y Fisher estaba en Costa Rica con el recuerdo de él
atándome al taburete de su taller.
—Siento mucho llegar tarde —le dije a Holly mientras me apresuraba a
quitarme la chaqueta y a echar mi bolso en el armario.
Ella se rio mirando su reloj.
—No estoy segura de que dos minutos cuenten como tarde. ¿Está todo bien?
—Sí. No. —Sacudí la cabeza antes de respirar profundamente—. Es una
situación de locos.
—Bueno… —Holly se recostó en su sillón reclinable y dio un sorbo a su té—.
Isabella tuvo que cancelar su cita de esta mañana. Así que tengo tiempo.
Curvé los labios.
—Es un verdadero desastre. ¿Prometes no juzgarme?
Se rio.
—Oh, Reese, no tienes ni idea de lo sórdida que era mi vida antes de
convertirme en partera. —Sonrió—. Agarra tu café. Soy toda oídos.
Sólo tardé unos segundos más en asentir y sonreír.
—De acuerdo.
Mi historia ocupó las dos horas que teníamos libres esa mañana, y Holly me
frunció el ceño cuando la dejé con el cliffhanger de Costa Rica. Pero no tenía
193 nada más que darle porque la historia seguía escribiéndose.
Cuando me tomé un descanso esa tarde para comer un bocadillo y revisar mi
teléfono, había una cadena de veinticinco llamadas perdidas y una serie de
mensajes de Fisher. Mensajes con mayúsculas y signos de exclamación. Y unas
cuantas capturas de pantalla.
—Oh no… —Me estremecí, desplazándome por los mensajes. Era la primera
vez que Fisher me enviaba mensajes desde hacía cinco años, lo que significaba
que cuando buscaba mi nombre en su bandeja de entrada, veía esos mensajes
de hace cinco años.
Mensajes inocentes en los que me decía que condujera yo misma al trabajo o
me informaba de la hora a la que saldríamos. También había mensajes en los que
se disculpaba por haberle dicho a su familia que yo tenía problemas de barriga.
Fisher: Lo siento.
Fisher: ¿Vas a seguir enfadada conmigo para siempre?
Fisher: Llamaré a mi familia y les diré que era mentira. Que sólo quería estar a
solas contigo.
Esa era una de las capturas de pantalla. Junto con el mensaje:
¿Por qué quería estar a solas contigo?
Otra captura:
Reese: Hola. Rose no se lo va a decir a Rory ni a nadie.
Decirle qué a Rory?
Dónde estás?
Responde tu teléfono.
Lo siento.
Por favor contesta.
No me hagas llamar a Rory.
O a la policía.
QUÉ DEMONIOS?!!!!
Fisher: Si no estás muerta, envíale un mensaje a Rory y dile que llegaste bien a
Houston. No seas una imbécil.
Reese: Vete a la mierda!
CONTESTA TU MALDITO TELÉFONO!!!!!
RESPONDE EL MALDITO MENSAJE!
TE ATÉ AL TABURETE DE MI TIENDA! ÉRAMOS MÁS QUE AMIGOS Y TÚ LO
SABES!
El último mensaje que recibí fue cinco minutos antes de comprobar mis
mensajes.
194 ¿Quién eres? ¿Por qué me hiciste esto?
Mis ojos se llenaron de lágrimas. No debería haberle colgado. No sólo no
estábamos juntos, sino que lo dejé con piezas disparatadas de lo que debía
parecer un rompecabezas imposible de resolver.
Entré en pánico.
Entré en pánico porque estaba enfadada con la situación de Costa Rica.
Entré en pánico porque no tenía tiempo para hablar.
Entré en pánico porque no podía ver su cara y él no podía ver la mía. Pensé
que él recordaría trozos de nuestra intimidad cuando pudiera mirarlo, y que tal
vez podría ver al menos lo que yo sentía por él, incluso si sus sentimientos por
mí en ese momento seguían sin aparecer. No debía estar tan lejos.
Con ella.
Y su lencería.
Y su vestido sexy.
Y ella durmiendo en la misma cama con él.
No se suponía que ocurriera así. La vida rara vez lo hacía.
No tenía tiempo para llamarlo, pero necesitaba hacer algo.
No te enfades. POR FAVOR, no te enfades. POR FAVOR, hablemos de ello
cuando llegues a casa. Te amo.
Después de enviar el mensaje, agarré un vaso de agua y me quedé mirando
el teléfono, esperando que leyera el mensaje o me contestara.
Nada.
Tal vez estaba recibiendo un masaje. Con ella. Pero eso al menos significaba
que no estaba tan enfadado que ya no le importaba responderme.
Mi breve descanso terminó, y tuve que volver al trabajo sin una respuesta de
Fisher. Sólo... un montón de mensajes enojados en mayúsculas de él.
¿Cómo es que nunca pensé en nuestros mensajes? ¿Cómo no revisó todos sus
mensajes justo después de su accidente para reconstruir algunos recuerdos
perdidos?
Había imaginado tantos escenarios. Recuerdos perdidos para siempre.
Recuerdos recuperados. La posibilidad de que recordara algo importante sobre
él y Angie. Y que ese algo lo alejara de mí. ¿Y si ella hubiera estado embarazada?
Pero nunca pensé que nuestro tiempo juntos sería el hilo que amenazaba con
desenredar todo. Y me carcomió el resto del día. No podía pensar en un
escenario peor que el de que él estuviera enfadado y confundido por mi culpa y
que Angie fuera la que estuviera allí para consolarlo.
De camino a casa, lo llamé, esperando que aún no estuviera en la cena de
195 ensayo.
—No puedo hablar ahora. —Eso fue lo que contestó al teléfono.
El corazón se me encogió y una nueva ronda de lágrimas escoció mis ojos.
—Te amo. Te he amado durante mucho tiempo.
—No puedo hablar ahora. —Su voz era demasiado fría.
—¿Cuándo podemos hablar?
—Cuando esté preparado.
Me tragué mis emociones turbulentas.
—¿Estás con Angie?
—Todavía está en la ducha.
Todavía... ¿qué significaba eso? ¿Estaban en la ducha y ella se quedó después
de que él saliera? Me hizo sentir náuseas.
—No podía hablar antes. Llegaba tarde al trabajo.
—Bueno, ahora no puedo hablar. Supongo que hablaremos en el momento en
que podamos.
—¿Si? No hagas esto. No selecciones pedazos de tu pasado y trates de
juntarlos solo. Hacer suposiciones. Nada de lo nuestro era sencillo.
—No me digas.
—Fisher —dije mientras mi voz se quebraba.
—Angie lo puso todo sobre la mesa. ¿Qué mierda hiciste? ¿Fue un juego?
—¡No! No fue un juego. Quería... —suspiré. Sonaba tan bien, tan bien en mi
cabeza durante mucho tiempo. Tenía sentido. Incluso parecía romántico.
Entonces, ¿por qué se sentía mal cuando más importaba?
—Tengo que irme.
—Fisher… —Me aferré hasta el último segundo, pero todo lo que pude hacer
fue decir su nombre—. Te amo.
—Me tengo que ir. —Fisher terminó la llamada.
Me limpié las lágrimas y respiré entrecortadamente. Él necesitaba espacio,
pero no lo estaba consiguiendo. Estaba con Angie, y no había nada que yo
pudiera hacer.

196
E
sa noche, sentí como si todas las cosas malas que había hecho en mi
vida me fueran devueltas en la más cruel venganza. Como si Dios
estuviera enfadado o el karma tuviera un desagradable caso de cólicos
menstruales.
—¿Por casualidad sigues a Angie en Instagram? —preguntó Rose después de
la cena, echando un vistazo a su teléfono mientras estaba en el suelo.
Rory estaba justo encima de ella en el sofá, acariciando el cabello de Rose
con una mano mientras sostenía una novela abierta en la otra, con la lectura por
debajo de la nariz.
—¿Yo?
—No —dijo Rose—. ¿Tú, Reese?
Había releído la misma página del libro durante casi una hora, pensando sólo
en Fisher.

197 —No. ¿Por qué?


—Tiene fotos de la cena de ensayo con Fisher. Y tiene un pie de foto que dice:
Hora de sacarlo. —Rose levantó su teléfono.
Me acerqué al borde del sillón y me incliné hacia delante, entrecerrando los
ojos. Fisher estaba sentado en una mesa, riendo mientras sostenía una cerveza
en una mano. El espacio de la mesa frente a él estaba lleno de botellas de cerveza
vacías.
—Parece que se lo está pasando bien. —Rose se estremeció—. Desde luego,
se va a sentir como una mierda para la boda de mañana.
—Bien. —Fruncí el ceño.
Eso llamó la atención de Rose y Rory.
—¿Problemas en el paraíso? —preguntó Rory, mirándome por encima de su
lectura.
—Más o menos. —Fruncí el ceño. No iba a decir nada, pero no podía seguir
manteniendo la boca cerrada. No con Fisher borracho en Costa Rica junto a
Angie.
—Esta mañana hablé con Fisher por teléfono justo antes de tener que estar en
el trabajo. Me dijo algo que desencadenó un recuerdo nuestro. Un detalle íntimo.
Y me asusté. Sentí pánico. Perdí completamente la cabeza y le colgué el teléfono
cuando empezó a preguntarme. Y para cuando tuve un respiro, tenía un millón
de mensajes y llamadas perdidas de él. Acaba de encontrar nuestros mensajes
de hace cinco años. Son confusos, y no hicieron más que alimentar su ira. Así que
sabe que éramos más que amigos, pero sólo por unos pocos mensajes
imprecisos y otro recuerdo. —Miré hacia un lado, ahuyentando las emociones
que amenazaban con hacerme llorar. No quería derrumbarme. Todavía no.
—Y ahora cree que le mentiste. O la omisión de la verdad que se siente como
una mentira —dijo Rory.
Mordiéndome el interior de la mejilla, asentí.
—Estará en casa el domingo. No está tan lejos. Podrán hablarlo entonces.
Otro asentimiento nervioso.
—¿Reese? —Rory dijo mi nombre lentamente.
Me obligué a mirarla con los ojos llorosos.
—No hará nada estúpido. —Ella me leyó la mente.
Pero no estaba tan segura.
¿Acaso yo le gustaba más que una amiga cuando se acostaba con Teagan, la
ortodoncista? ¿Acaso lo pensó dos veces antes de tener sexo con Angie después
de su accidente? Quiero decir... no fue tanto tiempo después que decidió que yo
le gustaba. ¿Y si el sexo no era un gran problema para los hombres como lo era
para las mujeres? Yo no podía hablar... Le di mi virginidad a Brendon cuando en
el fondo sabía que nunca me iba a casar con él.
198
—¿Y si lo hace? —susurré.
—No hará… —empezó a tranquilizarme Rory.
Pero Rose la interrumpió.
—¿Y si lo hace? —preguntó.
—Rose. Basta —dijo Rory, arrojando su libro a un lado y sentándose erguida—
. No estás ayudando.
—¿Y si estoy ayudando? ¿Y si preparar tu corazón para lo peor es la mejor
idea? Pues hagámoslo... imaginemos lo peor. Fisher tiene sexo con Angie en
Costa Rica. Y tal vez se vuelvan a enamorar. O tal vez le traiga más recuerdos y
recuerde que realmente la ama. ¿Y entonces qué?
Atrapé mis lágrimas con el brazo de mi manga antes de que se escaparan del
todo.
—No lo sé —susurré.
—Sí lo sabes —dijo Rose—. Lo sabes. Sabes que se te romperá el corazón.
Sabes que te llevará tiempo superarlo, y quizás nunca lo superes del todo. Pero
seguirás adelante con tu carrera. Seguirás adelante y encontrarás un nuevo
amor. Sobrevivirás. Vivirás. Ahí lo tienes. Ese es tu peor escenario. Una vez que
lo aceptes, entonces cualquier otro escenario no parecerá tan malo.
—Rose… —Rory frunció el ceño—. No es tan fácil y lo sabes. Y honestamente,
ese no es necesariamente el peor escenario. Si Fisher se acuesta con Angie, pero
luego vuelve a casa y trata de decir que no significó nada, es un escenario
bastante malo. Porque Reese no podrá confiar en él. Sería más fácil saber que
simplemente se acabó. Se terminó. Pero tratar de seguir adelante y reconstruir
la confianza sería tortuoso. No sé cómo alguien puede superar realmente eso.
Quiero decir... Fisher se enamoró de Reese y ellos... bueno… —Hizo una
mueca—. Tuvieron una aventura o como quieras llamarlo, pero él no sabía ni
sentía su amor por Angie. No estoy segura de que eso lo haga correcto, pero al
menos lo hace diferente. E incluso teniendo en cuenta su memoria, no sé cómo
Angie podrá perdonar y olvidar, incluso si él decide que quiere estar con ella.
Mis lágrimas se desvanecieron. Lo único que conseguí fue quedarme sentada
en la silla y parpadear lentamente.
—Ustedes dos son lo peor. Quiero que figure en un acta que son lo peor.
Me miraron con sorpresa.
—Me siento cero por ciento mejor y cien por ciento peor. No puedo creer que
hayan dicho todas esas cosas terribles. ¿Cómo se supone que voy a dormir?
¿Cómo se supone que voy a funcionar o incluso respirar durante los próximos
dos días con imágenes de Fisher y Angie teniendo sexo?
—Cariño, sólo intentábamos… —Rory sacudió la cabeza frenéticamente
como si pudiera volver atrás, como si hubiera un botón de rebobinar.
—Sí, Reese, quería que te prepararas por si acaso. No estoy diciendo que crea
199 que eso es lo que va a pasar —dijo Rose con mucha más preocupación en sus
palabras.
—Te dije que nunca haría nada. Y casi siempre lo dije en serio. ¿Eso es lo que
quieres? ¿Necesitas que te lo endulcemos, que posiblemente te digamos
mentiras? ¿Quieres que te digamos que Fisher está por encima de cualquier otro
hombre y que ninguna cantidad de ira, alcohol o tentación le llevaría a hacer algo
que no debería hacer?
—¡Sí! Eso es exactamente lo que quiero que me digan.
Sus cejas se alzaron, sus labios se separaron.
Suspiré, dejando caer la cabeza entre las manos.
—Debería haberle contado todo. Yo y mi estúpida fantasía de que se
enamorara de mí por segunda vez sin recordar ni saber nada de la primera vez.
Yo hice esto... esto va por mi cuenta. —Levanté la cabeza para mirarlas—. Podría
tener sexo con ella. —Una nueva ronda de lágrimas me quemó los ojos, pero las
mantuve a raya—. No soy estúpida. Él es humano. Hasta los mejores humanos
cometen errores. Tal vez al no decírselo a Angie, a escondidas, pretendiendo
que el tiempo haría que las cosas fueran menos dolorosas para ella y su familia,
en realidad sólo nos estábamos preparando para implosionar.
Después de unos momentos de silencio, Rory murmuró:
—Tal vez lo piense, le cuente todo a Angie y vuelva a casa con la mujer que
ama.
Eso me hizo llorar.
No era amiga de Angie en Instagram, pero su cuenta no era privada, así que
tuve la oportunidad de volverme jodidamente loca durante los dos días
siguientes.
Rory y Reese asistieron a un evento familiar en la escuela. Así que el sábado
me pasé el día acechando a Angie en Instagram. Mirando cada foto que había
publicado y leyendo cada pie de foto. Si lo hubiera sabido o hubiera buscado su
cuenta antes, no estoy segura de que las cosas hubieran avanzado tanto entre
Fisher y yo.
Quiero decir... Sabía que las redes sociales rara vez retrataban las historias
reales de la vida de las personas, pero era fácil caer en la trampa de creerlo. Una
imagen vale más que mil palabras, ¿verdad? Pues multiplícalo por mil, porque
juro que Angie tenía casi mil fotos en su página.
Muchas antes del accidente.
200 Algunas desde su accidente.
Todas ellas decían que ella y Fisher estaban enamorados.
Mi sábado habría sido menos destructivo y menos trágico si lo hubiera
pasado con una sobredosis de pastillas o cortándome las venas. En serio, la
página de Instagram de Angie era un agujero oscuro de muerte para mí.
Besos.
Risas.
Grandes sonrisas.
Fotos en las montañas.
Una tonelada de fotos de Fisher sin camiseta. Mi pescador desnudo.
Su familia.
Alguna salida en barco.
Beso. Beso. Sonrisa. Sonrisa.
¡Incluso publicó fotos de ellos en la cama! No es porno, pero definitivamente
un poco subido de tono. Él durmiendo con las sábanas bajas, obviamente
desnudo. Una foto rara de sus brazos alrededor de la cintura de ella y sus piernas
pegadas a las de ella. Las sábanas cubrían las zonas correctas, y ella la subtituló:
almas gemelas.
¿Cuál era ese acrónimo en inglés que todos usaban? Oh sí, FML. Realmente...
me cago en mi vida.
Las fotos recientes incluían la imagen que Rose me mostró de Fisher
llenándose de alcohol, pero también la de su habitación en Costa Rica
confirmando que sólo tenían una cama. Una hora antes, había publicado una foto
de su reflejo en el espejo de la habitación del hotel. Ella estaba en el baño con
una toalla envolviendo su cuerpo y otra envolviendo su cabeza, y Fisher ya
estaba vestido con su traje para la boda, mirando por la ventana con las manos
despreocupadamente metidas en los bolsillos delanteros de su pantalón.
Mi corazón se quebró una y otra vez, aguantando a duras penas.
Su pie de foto era: Mi futuro marido. Con un emoji de corazón.
Mi nivel de obsesión alcanzó el nivel más destructivo cuando oí a Rory y Rose
entrar en el garaje. Agarré una botella de vino y un destapador, corrí a mi
habitación y cerré la puerta. Cuando uno de ellas llamó a la puerta y la abrió un
poco, me quedé perfectamente quieta en mi cama, de espaldas a la puerta, para
que pensaran que estaba echando una siesta. Cuando la puerta volvió a cerrarse
suavemente, me incorporé, saqué la botella de vino escondida bajo la manta y la
abrí.
Durante la siguiente hora, Angie documentó la boda en su historia de
Instagram con una buena mezcla de fotos fijas y vídeos cortos.
El lugar de celebración en la playa.
201 Fragmentos de la ceremonia.
Ella y Fisher tomados de la mano, posando junto a los novios.
—Vamos a cenar. ¿Pizza? ¿Vienes? —Rory llamó a mi puerta. Rápidamente
dejé la botella de vino en el suelo donde ella no pudiera verla, casi cayendo de
la cama sobre mi trasero. Luego agarré un libro de mi mesita de noche y hundí
la nariz en él justo cuando ella abrió mi puerta.
—Estoy... bien. —No podía decir si mis palabras salieron arrastradas, así que
bostecé para ocultar cualquier cosa que pudiera hacerla sospechar. Era
increíblemente difícil fingir que no estabas borracha cuando lo estabas.
—¿Seguro que no necesitas un descanso? O puedes traer tu libro.
—Estoy bien. —Otro bostezo—. Totalmente bien.
—Pareces agotada. Tal vez quieras acostarte temprano y dormir más, por si
te llaman para un parto.
Oh, Dios mío...
Ella tenía razón. Estaba de guardia y borracha. Sólo que Rory no sabía que
estaba borracha.
—De acuerdo —dije.
Una vez que oí cerrarse la puerta trasera del garaje, salí a trompicones de la
cama y bebí casi cuatrocientos litros de agua para eliminar el alcohol... más o
menos trescientos litros. Luego pasé la siguiente hora en el inodoro orinando
todo el agua, comiendo papas fritas de la bolsa y monitoreando la página de
Instagram de Angie.
Mátenme ahora.
Siempre había sentido que decirle “sí” a Brendon, y luego perder mi
virginidad con él cuando sabía que no me iba a casar, era lo más bajo que había
caído.
No era así.
Mi culo borracho y autodestructivo en el retrete, acechando a Fisher y Angie
en Costa Rica era mi nuevo punto más bajo. Debería haber borrado la aplicación
e ir a cenar con Rory y Rose. Cuando mi vejiga me dio un respiro, llevé mi
patético ser a mi dormitorio y borré la aplicación de Instagram. Luego recé, de
rodillas y con las manos juntas, para que Dios me hiciera parar. Dejé que fuera
Él quien determinara qué significaba eso. Sólo quería que algo... cualquier
cosa... todo se detuviera.
Mientras esperaba su respuesta, agarré la Biblia de mi estantería y me dejé
caer en la cama. De repente, me sentí inspirada a leer algo de 1 de Corintios
sobre el amor y la inspiración matrimonial.
No envidiarás. Bueno... demasiado tarde.
202 No presumirás. No serás orgulloso. Claramente Angie necesitaba pasar un
poco más de tiempo en la Palabra de Dios.
Hay tantas cosas que el amor no debería ser.
Grosero.
Egoísta.
Con facilidad para enfadarse.
No mantener un registro de los errores.
Nunca deleitarse con el mal.
Exigir su propio camino.
Si hubiera creído todo eso, la única conclusión a la que habría llegado era...
que no podía amar a Fisher.
Pero para que conste... tampoco podía Angie con su mega jactancia y su
orgullo más grande que la vida.
No juzgarás.
No todo era restrictivo. Había algunas cosas que el amor debía ser.
Paciente.
Amable.
Alegre en la verdad.
Esperanzado.
Perdurable en cualquier circunstancia.
¡Vaya! ¿Era incapaz de amar a Fisher de la forma en que Dios quería que los
seres humanos se amaran?
Con un poco de náuseas y mentalmente destrozada, coloqué la Biblia en la
mesita de noche, me tapé con las mantas y me quedé dormida.

203
L
a mañana del domingo fue dura. Mi cabeza se sentía como si hubiera
sido sacudida por un terremoto de 6.0 grados.
—¿Magdalena? —preguntó Rory.
Ella y Rose me miraron desde la mesa de la cocina. Llevaban batas blancas a
juego y grandes sonrisas.
Entrecerrando los ojos contra la luz de las persianas abiertas, sacudí la cabeza
dolorida.
—Sabía que pasaba algo cuando te pregunté por la cena de anoche. Pero el
retrete sin tirar de la cadena, la bolsa de patatas vacía en el suelo del baño y la
botella de vino vacía junto a tu cama lo confirmaron esta mañana. Por no hablar
de tu Biblia junto a la cama. ¿Quieres hablar de ello? —Rory dio un sorbo lento a
su café.
Me serví una taza de café y llené un vaso alto con agua antes de tomar dos
pastillas para mi cabeza.
204
—¿Así que sabías que no estaba bien, pero fuiste a cenar de todos modos? —
Arrastré los pies hasta la mesa y hundí el trasero en la silla.
Rory se encogió de hombros.
—¿Cómo es ese dicho... algo así como que la única manera de superar algo
es atravesándolo? Me di cuenta de que lo estabas atravesando. Y no quise
detener tu progreso.
Con un gruñido, le di un sorbo a mi café.
—Sí. Estoy haciendo un progreso increíble. Esto es lo que ahora sé. Angie
publica todo en Instagram. Fisher la amaba. Tal vez lo haga de nuevo. Y yo no
tengo ni idea de cómo amar. Soy una experta en anti-amor. Debería volver a
Michigan. Terminar mi maestría. Y olvidar que conocí a Fisher Mann.
—Ay. —Rose arrugó la nariz—. Demasiada claridad después de una noche
dura.
Apoyé los codos en la mesa, y me froté los ojos cansados.
—¿Acaso la vida no es un camino pedregoso de errores? ¿Un viaje hacia la
iluminación o el cielo o donde sea? Quiero decir... ¿qué sabemos realmente
cuando morimos? ¿Qué aprendimos realmente?
—¿Qué sentido tiene? —dijo Rory.
—Exactamente —dije con una sonrisa tensa—. ¿Y qué le pasa al mundo? ¿Por
qué tenemos que pasar tanto tiempo grabando nuestras vidas y compartiéndolas
con los demás? De acuerdo, yo no tuve un teléfono hasta que fui casi una adulta
legal, y sí tengo cuentas en las redes sociales, pero ¿por qué algo que consume
tanto tiempo nos hace sentir tan mal la mayor parte del tiempo? ¿Y por qué lo
hacemos? ¿Por qué nos sometemos voluntariamente a ello? Qué forma de
desperdiciar la vida.
Rory se rio.
—Pasé cinco años en prisión, así que estoy de acuerdo contigo. Pero
hablemos del verdadero problema. ¿Cuánto tiempo pasaste ayer en la cuenta de
Instagram de Angie?
Suspiré, bajando la cabeza.
—Todo. Cada una de las fotos que ha publicado y cada uno de los pies de foto
que publicó con ellas están grabados a fuego en mi cerebro. Fue lo más suicida
que he hecho nunca. —Di otro sorbo a mi café—. No estoy orgullosa de ello. Y
borré la aplicación. —Saqué el teléfono del bolsillo de la sudadera y desbloqué
la pantalla—. Pero esta mañana volví a descargar la aplicación. Y oficialmente
odio a Fisher Mann y a su prometida Angie. —Les mostré el post de anoche,
cuando ya me había ido a la cama. Era una foto de él durmiendo boca abajo, con
los brazos junto a la cabeza, con las sábanas tan bajas en la espalda que parecía
improbable, si no imposible, que llevara algo puesto. Angie la tituló: Mi mundo
entero.
205 Rose y Rory parpadearon lentamente ante la pantalla del teléfono, pero la
mirada de Rose se desvió primero. Ella ya lo había visto. No tenían nada que
decir. Y a mí no me quedaban lágrimas para llorar. Le dije a Fisher que estaba
en esto mientras me sentía como si estuviera en esto.
Bueno, ya no estaba allí.
—Reese… —Rory dijo suavemente mientras me echaba hacia atrás en mi silla
y me ponía de pie.
Sacudí la cabeza.
—Está bien. De hecho, siento pena por ella. La única manera de que sienta
que la ama es si él me odia. Y creo que este fin de semana... me ha odiado.

Creo que Elliott Trenton Davies decidió anunciar su inminente llegada el


domingo por la tarde sólo para que yo pudiera evitar lidiar con mi supuesta vida.
Alrededor de las cuatro de la tarde, recibí la llamada de Holly con el permiso de
“no apresurarme” porque sabía que las contracciones de la madre de Elliott
tardaban años en llegar. Pero era una madre primeriza que requería cierta
orientación para ser paciente. Y Holly destacaba por su paciencia. Aunque sabía
que la nueva mamá no iba a tener a su bebé en brazos en un futuro próximo,
Holly compartía su emoción y se comprometía a estar con ella en todo momento.
Eso significaba que Holly se sentaría en un rincón de la habitación, leyendo una
novela romántica, mientras la madre y el padre, asustado pero ansioso,
trabajaban juntos en las pequeñas contracciones. Mientras la madre siguiera
sonriendo, Holly sabía que el bebé no llegaría pronto.
Así que me tomé mi tiempo, dándome una ducha, cenando y haciendo la
maleta con mis propios libros, bocadillos y mucha agua.
—Espero que todo salga bien. —Sonrió Rory mientras descargaba las
compras.
Me colgué el bolso al hombro y metí los pies en los zapatos.
—Yo también. No sé cuándo te veré. Esto podría ser un parto largo.
—¿No sería eso una bendición?
Sabía lo que quería decir. Y yo también lo sentía. Fisher y Angie llegarían a
casa más tarde, y yo necesitaba no estar en casa. No estar disponible para él y
su ira o sus patéticas excusas. No ponerme en la posición de explotar y decir
cosas que harían todo exponencialmente peor.
206 —Sí. —Esforcé una sonrisa para ella—. Realmente lo sería. —Cerré la puerta
detrás de mí.
La madre de Elliott, de hecho, estuvo en trabajo de parto durante casi
veinticuatro horas, durante las cuales recibí un mensaje de Fisher.
Estoy en casa por si quieres hablar.
Si quería hablar. No dijo: Estoy en casa, tenemos que hablar.
Le contesté tan pronto como tuve una oportunidad.
Estoy en un parto.
No me contestó.
Eran casi las siete de la tarde del lunes cuando llegué a casa.
Rose y Rory estaban decorando la casa para Navidad.
—Hola, cariño. ¿Cómo te fue?
Con un suspiro, sonreí.
—Bien. Un niño. Dos kilos y medio. La mamá y el papá lloraron.
—¿Y tú? —preguntó Rose.
Me encogí de hombros.
—Puede que se me hayan escapado las lágrimas porque… —Con otro
suspiro, fruncí el ceño.
—Estás cansada. Emocionalmente agotada —dijo Rory.
Asentí.
—Muy agotada. Me voy a dormir. Te veré dentro de cien años.
—Te quiero.
—Yo también a ti —murmuré, arrastrando mis pies y mi cuerpo hasta la cama.

A la mañana siguiente, me desperté un poco antes de las cinco y no pude


volver a dormir. Tampoco ayudó que sonara como si alguien estuviera cortando
el césped. Me asomé a la ventana. Había nevado durante la noche. Mucho. Y
Fisher estaba quitando la nieve de la entrada y la acera.
Por supuesto que estaba...
La habitación de Rory y Rose estaba en la esquina trasera de la casa, así que
probablemente no lo oyeron. Qué suerte la de ellas.
207
Diez horas de sueño fueron suficientes para mí, así que me duché y me sequé
el cabello. Para entonces eran las cinco y media y ya no oía el quitanieves.
Cuando me asomé a la ventana delantera, Fisher estaba cargando el quitanieves
y su pala en la parte trasera de su camioneta.
Sin un objetivo real en mente, me puse la chaqueta, el gorro y las botas y salí
por la puerta trasera, y abrí la puerta del garaje encendiendo una luz. Fisher miró
en mi dirección durante un segundo antes de cerrar su maletero. Se dirigió hacia
el camino de entrada mientras yo me quedaba en el garaje, entre los dos autos,
con las manos en los bolsillos de la chaqueta.
—Gracias por hacer eso —dije con emoción contenida. Me dolía demasiado
el corazón. Había tanto que decir. Y no sabía por dónde empezar o si era siquiera
el momento adecuado para tener la conversación. ¿Tenía otros caminos que
despejar? ¿Trabajo que hacer?
—No es gran cosa. —Se quitó la nieve de la chaqueta y el mono de trabajo. Su
rostro desaliñado estaba mojado por la nieve.
—¿Tienes tiempo para tomar un café? —Se levantó la manga del abrigo para
mirar su reloj—. Starbucks abre en quince minutos.
Starbucks. Podría haberme invitado a su casa a tomar un café para que
tuviéramos total privacidad, pero me invitó a Starbucks. No sabía cómo
interpretarlo. Pero también sabía que necesitaba algo de él. Y quizás ese era
también su objetivo. Tal vez necesitaba algo de mí. ¿Íbamos a Starbucks para
romper? ¿Seguíamos juntos? ¿Alguna vez estuvimos realmente juntos?
Asentí.
—De acuerdo. Deja que agarre mi bolso.
—De acuerdo.
Después de tomar mi bolso, nos dirigimos hacia el camino de entrada, la
mano enguantada de Fisher sostuvo la mía, pero no fue un gesto íntimo. Fue un
gesto amistoso, sólo para asegurarse de que no resbalara y me cayera.
Después de subir a la camioneta, sólo tardamos unos minutos en llegar al
Starbucks. No se murmuró ni una palabra en el camino, y eso sólo intensificó el
dolor en mi pecho.
Una vez más, Fisher me tomó de la mano mientras atravesábamos el
estacionamiento que no había sido limpiado y entramos al Starbucks vacío, salvo
por dos empleados detrás del mostrador.
—Yo invito. Tú limpiaste el camino de entrada —dije como se lo habría dicho
a un amable desconocido—. Café. ¿Negro?
Asintió y se dirigió en dirección a una mesa mientras yo pedía nuestras
bebidas. Y en lugar de tomar asiento y esperar a que me llamaran, me puse a dar
vueltas por las cajas registradoras leyendo todos los anuncios de sus bebidas
navideñas. Cualquier cosa con tal de aplazar lo inevitable.
208 —Aquí tienes. —El chico de la caja puso las dos bebidas sobre el mostrador.
Respiré hondo y me dirigí a la mesa. Fisher tenía los guantes sobre la mesa y
la chaqueta quitada, pero el gorro aún puesto, y una mirada triste en su rostro.
Una vez que me senté y me bajé la cremallera de la chaqueta, nuestras miradas
tardaron unos segundos en cruzarse. Pero una vez que lo hicieron, supe que ya
no había nada que decir.
—Éramos más que amigos —dijo como si le doliera físicamente decirlo.
Pensé que era una afirmación, pero tal vez era una pregunta. Tal vez
necesitaba confirmación de que lo que recordaba era real.
—Éramos más que amigos —repetí, dándole la confirmación.
—¿Y por qué no me dijiste esto?
Con un pequeño movimiento de cabeza, me froté los labios.
—Por varias razones. Al principio, no pensé que fuera una información
beneficiosa para compartir, dado el hecho de que estabas comprometido y que,
de todos modos, no nos habíamos visto en cinco años. Y no quería darte algo que
no pudieras recordar y hacerte sentir que me debías algo a cambio. Algún tipo
de reconocimiento emocional. Y honestamente, no lo necesitaba. Me gustaba
hacia dónde íbamos. Me gustaba nuestro presente. Y cuanto más cerca
estábamos, menos me importaba si compartíamos el pasado.
Me detuve. Tenía un montón de otras cosas que decir, pero tenía que ir a mi
ritmo y saber dónde estaba su cabeza después de las recientes revelaciones.
—Así que nosotros... ¿qué? ¿Sólo estuvimos follando?
—Había una atracción física. Y nos enrollamos, sí.
—Nos enrollamos. Pero no nos acostamos porque ya me dijiste que le diste tu
virginidad a ese otro chico. ¿Verdad?
Asentí.
—¿Intenté tener sexo contigo?
Tomé un sorbo de mi café y luego otro sorbo, comprando todo el tiempo que
pude antes de aclararme la garganta.
—No.
Parpadeó varias veces, con una expresión ilegible en su rostro.
—¿Por qué no?
—Porque fui sincera contigo en que no iba a tener sexo contigo.
—¿Pero el sexo oral no contaba?
Mis mejillas se llenaron de vergüenza mientras miraba hacia el mostrador
para ver si alguien parecía estar escuchándonos.
—¿Tenemos que entrar en tantos detalles? ¿Importa?
—Sólo estoy tratando de entender.
209 —Bueno… —Mantuve mi mirada apuntando al mostrador—. Tienes amnesia,
así que puede que nunca lo entiendas realmente.
—Tal vez si me das todos los hechos, todos los detalles, entonces puedo
entender.
—¿Como Angie? Ella te dio todo. ¿Entiendes tu amor por ella? O debería
decir, antes de que te fueras a Costa Rica, ¿comprendiste tu amor por ella?
—¿Qué se supone que significa eso? Antes de irme a Costa Rica… —
Entrecerró los ojos.
—¿Lo pasaste bien? ¿El masaje en pareja fue en la misma habitación? ¿Y cómo
funciona eso? Si, de hecho, piensa que son una pareja, ¿significa que se desnuda
para el masaje en la misma habitación? ¿Te quitaste toda la ropa para ella? ¿Se
quitó ella la suya para ti? ¿Qué hay de la habitación en la que se alojaron? ¿Había
dos camas? Porque en la foto de Instagram, parecía que sólo había una cama. Y
antes de que respondas a eso, una advertencia justa... Angie nos contó a mí, a
Rose y a Rory sus planes para ustedes en el viaje. Pidió una habitación con una
cama en lugar de dos. Un masaje para parejas. Oh, y no debemos olvidar la
lencería sexy que compró para usarla para ti. ¿Qué te pareció? ¿Intentaste tener
sexo con ella? ¿O te conformaste con sexo oral como hiciste conmigo? ¿Fue sexo
oral toda la noche? Porque la foto tuya en Instagram durmiendo en la cama te
hacía ver completamente agotado. Oh... y definitivamente parecía que estabas
desnudo bajo la sábana que descansaba tan abajo en tu torso.
Estaba tan enfadada que me temblaba la mano mientras agarraba mi café. Mi
corazón se aceleró. Y mi mandíbula hizo horas extras rechinando los dientes.
—¿Has terminado? —preguntó, sin parecer afectado por mi larga charla.
Me puse de pie.
—Creo que hemos terminado.
La mirada de Fisher pasó de mí a su taza de café y, tras unos segundos, asintió,
poniéndose la chaqueta y deslizando los guantes sobre los dedos.
No era mi intención. Estaba tan enfadada y tan dolida. Y cansada. Rory tenía
razón. Estaba emocionalmente agotada para los próximos cien años. ¿Por qué no
tenía una defensa? ¿Una sola respuesta o explicación para sus acciones? ¿Por qué
no podía al menos mentirme, mostrar un poco de desesperación como si la idea
de que termináramos le afectara? ¿Fue porque todo lo que dije era cierto? ¿No
tenía una respuesta? ¿Quería que las cosas terminaran entre nosotros?
—Te llevaré a casa. —Tomó mi mano para llevarme a la puerta, y yo la aparté
de un tirón. Caer en el estacionamiento nevado habría sido menos doloroso que
soportar un segundo más de él tocándome después de haberla tocado a ella.
Fisher tuvo el valor de dar un pequeño respingo, como si mi gesto lo hubiera
afectado. Pasé junto a él hasta la puerta y caminé por la nieve hasta su camioneta.
Cuando llegó a la entrada de mi casa y estacionó la camioneta, se volvió hacia
mí.
210 —¿Soy yo?
Agarré el pomo de la puerta y lo miré lentamente.
—¿Quién?
—¿Tu primer amor? Me dijiste que él no estaba listo para ser encontrado. Y
me llamas tu pescador perdido. ¿Soy él? ¿Te enamoraste de mí? ¿Soy el imbécil
que no quiso tomar tu virginidad incluso después de que se la ofrecieras?
Ese momento fue la razón por la que nunca le hablé de nosotros. Era una
sensación terrible estar tan expuesta emocionalmente sin una pizca de
reconocimiento. No quería que preguntara: ¿me amaste? Quería: te amé, y lo
recuerdo. Cada sentimiento. Cada momento. Cada emoción.
Abrí la puerta y dije la única verdad que sabía con certeza en este momento.
—Nunca me arrepentiré de no haberte dado mi virginidad. —Salté y cerré la
puerta, sin mirar atrás ni un solo segundo.
En cuanto abrí la puerta, Rory y Rose estaban allí. Habían estado mirando por
la ventana. Y aunque no tenían ni idea de lo que se había dicho entre nosotros, la
expresión de mi rostro debía decirlo todo.
—Lo lamento. —El ceño de Rory se arrugó mientras daba un paso adelante
con los brazos abiertos.
No pude dar ningún paso. Lo único que podía hacer era caer en cientos de
pedazos y esperar que mi madre pudiera atraparlos todos.
Creí que éramos lo suficientemente fuertes para salir adelante.
Pensé que finalmente era nuestro momento.
Pensé mal.

211
L
os bebés hacían que todo fuera mejor.
Por un lado, me recordaban la vida que quería para mí, la vida que
había imaginado con Fisher. Pero también eran un símbolo de
transición, de transformación, de avance. Un recordatorio de que
somos pequeñas partes de algo mucho más grande.
¿Cuántos bebés fueron creados a partir de un amor que murió? Sin embargo,
siguieron adelante. El amor puede vivir en pequeñas formas incluso después de
morir. Fisher me dio un empujón, cambió mi camino en la vida. Y aunque no
tuvimos un pequeño ser humano para demostrar nuestro amor, yo era enfermera
y partera en formación porque conocí a Fisher Mann, y él fue la razón por la que
me fui con Brendon. Si hubiera sido él quien me quitó la virginidad, no habría
tenido fuerzas para irme.
El amor de Fisher me guió hacia un trabajo que amaba. Un propósito que
significaba algo para mí. Un sentimiento de logro y satisfacción personal
212 indescriptible. Y podría odiarlo por muchas cosas, pero no podría arrepentirme
de nosotros ni de todos los momentos impulsivos que nos hicieron girar en un
torbellino de pasión y amor.
Amor. Era amor.
Sabía que siempre sería amor. Un amor trágico, pero no obstante, amor.
—¿Estás casada? —me preguntó Abbie mientras pesaba a su hija de cuatro
semanas en la clínica.
Sonreí.
—Todavía no. He tenido un poco de mala suerte en ese aspecto. —Le
entregué a Abbie su pequeño cacahuete.
Abbie se sentó en la mecedora con ella y le dio el pecho mientras
esperábamos a que Holly se uniera a nosotras para la revisión del bebé.
—Te entiendo. —Abbie se rio mientras miraba con adoración a su pequeña—
. De hecho, Drew y yo nos hemos casado dos veces.
Levanté la vista de la mesa tras registrar el peso.
—¿En serio?
Ella asintió.
—Nos casamos nada más salir de la escuela y en contra de los deseos de
nuestros padres. Pero estábamos enamorados. Ninguno de los dos tenía idea de
lo que quería en la vida. Sólo sabíamos que queríamos estar juntos. Pero estar
juntos no estaba bien remunerado, ni tampoco nuestros trabajos con el salario
mínimo. Cada vez era más difícil conseguir la felicidad de un amor que nadie
apoyaba. Y eso nos llevó a peleas y resentimientos. Luego nos llevó al divorcio
en menos de un año. Y no volvimos a vernos durante diez años. Una locura,
¿verdad? Él fue a la universidad. Yo fui a la universidad. Drew acabó en Maine y
yo volví aquí por un trabajo. Ambos habíamos tenido varias relaciones serias. Y
cuando Drew volvió a casa una Navidad, nos encontramos en un partido de los
Avalanche. Y fueron chispas instantáneas. Él tenía una relación en ese momento
y yo también. Pero no importó. Juro que ambos lo sabíamos también. De hecho,
recuerdo haber pensado: Esto se va a volver complicado.
Complicado.
Por supuesto que ella dijo complicado.
—¿Así que se rompieron corazones y se alteraron vidas de nuevo para que
pudieras tener tu segunda oportunidad?
Torciendo los labios por un segundo, asintió.
—Más o menos. Pero mira a esta pequeña princesa. No me arrepiento de
nada.
Antes de que pudiera decir algo más, hacer una sola de mis veinte preguntas,
Holly entró en la habitación.
213 Pero la historia de Abbie me persiguió durante días.

El sábado por la mañana me desperté con voces en la otra habitación.


Después de ponerme la bata, abrí la puerta un poco.
Angie.
¿Qué haría Jesús??
¿Qué haría Jesús?
Realmente, ¿qué haría?
Yo no estaba bien. Habían pasado dos semanas desde el viaje a Costa Rica. Y
no había hablado con Fisher desde nuestra mañana en Starbucks, y tampoco lo
habían hecho Rory o Rose, que yo supiera.
¿Angie estaba aquí para regodearse? ¿Debería haber importado?
Jesús tenía que decirme lo que tenía que hacer porque yo quería contarle
todo. De mujer a mujer. Si iba a casarse con el hombre que yo amaba, tenía que
ir con los ojos bien abiertos. Jesús le habría dicho la verdad, ¿no?
Al abrir la puerta un poco más, pude escuchar su conversación.
—¿Dijo quién? —preguntó Rory.
—No.
—¿Dijo cuánto tiempo ha estado sucediendo? —preguntó Rose.
—Dijo que no importaba. Le hice un montón de preguntas, pero dijo que las
respuestas no importaban. —Sonaba tan derrotada, su voz era débil e incluso un
poco temblorosa.
—¿Lo sabe su familia?
—No. Le pedí que no se lo dijera hasta que me marchara. —Lloró. Sí, estaba
llorando.
—¿Marcharte? —Rory sonó sorprendida.
—Voy a volver a California. Y después de tener tiempo para darle sentido a
esto, para averiguar qué hice mal, volveré y me enfrentaré a su familia o al menos
los llamaré. Ellos también son mi familia, pero son su verdadera familia. Y no
quiero que haya lados que tomar. Eso no es justo.
—Fue inesperado. Una tragedia en muchos sentidos. Podría haber muerto.
Podría haber quedado lisiado de por vida —dijo Rose—. Pero vivió. Y a veces,
cuando amamos a las personas, tenemos que darles lo que necesitan aunque no
214 seamos nosotros. La vida toma muchos caminos inesperados. El para siempre
rara vez es realista.
—Ya lo extraño —dijo Angie.
Y, de todos modos, se me escaparon las lágrimas. Lloré porque ella no tenía
idea de que nada de lo que había hecho me perjudicaba. Lloré porque sólo era
una mujer que se había enamorado de Fisher Mann. Y era casi imposible no
enamorarse de él.
—Vivió... pero aun así lo perdí.
Me limpié los ojos mientras me apoyaba en el marco de la puerta y escuchaba
el desastre que había ayudado a crear.
—Siento mucho tu dolor —dijo Rory, y me la imaginé abrazando a Angie.
Alguien tenía que abrazarla.
Cerré suavemente la puerta y me senté en el borde de la cama. ¿Cuándo
rompió con ella? ¿Eso cambiaba las cosas entre nosotros? ¿Se acostó con ella en
Costa Rica? ¿Como una especie de despedida? ¿Qué sentía yo por él?
Tantas preguntas confusas y sin respuesta.
¿Sentí sus palabras? ¿Me parecieron ciertas? ¿Perdí a Fisher, pero no murió?
¿Perdí a Fisher, pero él no terminó con Angie?
¿Fue la elección correcta todo el tiempo? ¿Necesitaba empezar de nuevo?
¿Alejarse del pasado que no podía recordar y encontrar a alguien
completamente nuevo?
No lo sabía. Y en ese momento el dolor era bastante adormecedor.
Un rato después, llamaron a mi puerta.
—¿Si?
Rory abrió la puerta.
—Buenos días.
Sonreí.
—Buenos días.
—¿Estuviste escuchando? —Me dedicó una sonrisa triste mientras tomaba
asiento a mi lado en la cama.
—Durante un tiempo.
—Él lo terminó.
Asentí.
—¿Cuándo?
—La noche que volvieron a casa de Costa Rica. Angie tuvo que salir de la
ciudad por trabajo la semana siguiente, probablemente para mejor, y por eso
esta ha sido su primera oportunidad de contárnoslo. Ella estará bien.
215 Miré a Rory, con los ojos entrecerrados.
—Oí lo suficiente de la conversación para saber que ella no va a estar bien
pronto. ¿Por qué dices eso?
Su nariz se arrugó.
—Soy del equipo Reese y no quiero que te sientas responsable porque
realmente no lo eres. Si no se hubiera enamorado de ti, no creo que fuera a volver
a enamorarse de ella.
—Así que dos semanas… —Había roto con ella cuando fuimos a Starbucks,
pero no dijo nada.
—Dale tiempo, cariño. Creo que está lidiando con su propia pérdida. Ha
perdido la esperanza de recuperar la memoria, y eso tiene que ser difícil de
aceptar.
También perdió la fe. La fe en mí. La fe en nosotros.
Sabía por experiencia que perder la fe apestaba. Y era solitario. Y hacías
cosas imprudentes. Tomabas malas decisiones.
Tal vez necesitábamos otros cinco años separados como Abbie y Drew. O tal
vez nunca iba a ser nuestro momento.
—Apesta que ella esté perdiendo su nuevo trabajo por un hombre.
—No es así. Pidió un traslado, eso es todo.
Asentí.
—Eso es bueno, supongo.
—Entonces... la Navidad es la próxima semana. Creo que deberíamos hacer
galletas hoy. Preparar palomitas para colgarlas en el árbol. Y tal vez conducir
alrededor y mirar las luces esta noche. Creo que a todos nos vendría bien un
poco de alegría navideña.
—Sí —dije, careciendo de toda alegría.
—Rose y yo vamos a hacer recados. Tenemos que terminar algunas compras.
Y luego compraremos comida de camino a casa para poder hacer galletas.
Asentí.
—Dame veinte minutos para ducharme y las acompaño.
Su nariz se arrugó.
—No podemos comprar cosas para ti cuando estás con nosotras.
—Bien. Me quedaré aquí viendo películas.
—Ahora, esa es una gran idea. Has estado trabajando un montón de horas. Ya
es hora de que te relajes.
Le ofrecí una sonrisa falsa y un entusiasmo aún más falso. Ella puso los ojos en
blanco.
—Nos vemos en unas horas.
216 Cuando se marchó, me duché, me sequé el cabello y me vestí con mi
sudadera más cómoda y una camiseta de manga larga ajustada.
Calcetines afelpados.
Chocolate caliente.
Netflix.
A mitad de la primera película, una historia de amor cursi, y embriagada de
chocolate y crema batida, abrí mis mensajes, en concreto mis mensajes con
Fisher. Y escribí uno.
Eras tú, mi pescador perdido. Te amaba. Y tú me amabas. Sólo quería que lo
supieras en caso de que nunca lo recuerdes. Fue un desastre, pero fuimos reales.
Me quedé mirando el mensaje y pensé en todas las razones para enviarlo.
Luego pensé en todas las razones para no enviarlo. Luego pulsé enviar porque
mi corazón necesitaba más cierre que dejar su camioneta y decirle que nunca
me arrepentiría de no haberle dado mi virginidad.
Después de todo, seguramente le quitó la de Angie hace años, ¿y a dónde la
llevó eso? ¿A ellos?
Sentí que la nota que me escribió en su tarjeta de graduación era su manera
de cerrar el círculo. Cinco años después del hecho, pero claramente era algo
que necesitaba decir para seguir adelante y casarse con Angie.
Pero yo no quería estar comprometida con otro hombre y de repente sentir
emociones encontradas por Fisher. Quería un cierre antes de seguir adelante.
Fisher: Lo sé.
¿Lo sé? ¿De verdad? ¿Esa fue su respuesta? Parecía... bueno, un poco
arrogante. Como... ¿por supuesto que lo amaba?
Empecé a enviar otro mensaje pero no sabía qué tenía que decir. ¿Cuál era
la respuesta lo sé? Si estaba buscando un cierre, entonces lo conseguí. Dije lo
que necesitaba decir, y no debería haber importado si él respondía o no. Sin
embargo, allí estaba yo con el ceño fruncido, sintiendo que sí importaba.
Respirando profundamente, lo dejé pasar. Eso era todo lo que podía hacer.
Sólo dejarlo pasar. Aceptar el cierre. Después de todo, estaba claro que quería
que lo supiera, ya que le había enviado el mensaje. Entonces, ¿cuál era el
problema de que me respondiera lo sé?
Tal vez debería haber respondido: Bien. Genial. Sólo para asegurarme. Así
que... encantado de conocerte. Que tengas una buena vida.
Continué reproduciendo la película durante dos, quizá tres minutos, antes de
ponerme de pie. Agarré mis llaves, mi chaqueta, mis botas y me dirigí a mi auto.
Me llevó menos de dos minutos llegar a la casa de Fisher.
Llamé varias veces a la puerta de su casa y me abracé al pecho. La puerta se
abrió.
217 —¿Qué es exactamente lo que…? —Me mordí la lengua y mi cara se
transformó en una sonrisa constipada—. Hola —dije al desconocido que abría la
puerta de Fisher.
—Hola, ¿puedo ayudarte?
—Yo... um... estaba buscando a Fisher. Pero volveré más tarde.
—Está abajo. Estamos jugando al billar. Yo sólo estaba aquí arriba buscando
más cerveza, así que abrí la puerta. Pasa.
Sacudí la cabeza.
—No. Estoy bien. Volveré. —Empecé a alejarme del tipo rubio con hoyuelos
y una sonrisa demasiado amistosa.
—¿Alguien llamó a la puerta? —Fisher asomó la cabeza desde lo alto de la
escalera.
—Creo que tienes compañía. Cuantos más seamos, mejor. Pero es un poco
asustadiza. —El rubio se rio, le dio una palmadita en el hombro a Fisher y
desapareció en dirección a la cocina y probablemente al sótano.
—Hablando de compañía, no sabía que tuvieras compañía. Me voy. —Me
giré.
—Reese, puedes entrar.
—No. Estoy bien.
—¿Necesitas algo?
—No. —Llegué a mi auto pero la puerta estaba cerrada. No recordaba haber
cerrado la puerta. Y tampoco saqué las llaves del contacto.
Sonó un pitido. ¿Cómo no escuché el pitido? Oh, es cierto, estaba en una
misión hasta que Hoyuelos lo arruinó.
—Reese...
—No. —Necesitaba otra palabra, pero de repente me dolía estar tan cerca de
él. De repente no estaba de acuerdo con que lo nuestro terminara por mucho que
intentara cerrarlo.
Empecé a caminar por la acera, dirigiéndome a casa para recoger el juego
de llaves de repuesto de mi auto.
—Reese… —Fisher se estaba acercando a mí, así que empecé a correr—.
Jesús... qué... ¿por qué siempre huyes de mí? —Me persiguió por la acera, pero
yo no era tan rápida con mis botas de nieve.
Antes de que pudiera doblar la esquina, su mano agarró la parte trasera de
mi chaqueta. Me detuve y me zafé de su agarre, volviéndome hacia él, sin aliento
y con un poco de rabia.
—Siempre huyo de ti porque eres lo peor, Fisher Mann. Lo. Peor. Haces que
sea imposible amarte e igualmente imposible no amarte. Pero lo peor es que
218 haces imposible estar contigo. Y tú sólo... me dejas ir. Todo el maldito tiempo. Y
te vas a Costa Rica y te acuestas con Angie y duermes en la misma cama y haces
Dios sabe qué más con ella. Luego me dejas bajar de tu camioneta esa mañana
después del café y tú. Me. Dejas. Ir. Y tuve que enterarme por Angie de que
habías roto con ella. ¿Por qué? ¿Por qué me enteré por ella y no por ti? Así que
no quieres estar conmigo. Bien. Pero ten la decencia de decir algo. No seas un
imbécil arrogante que dice lo sé, cuando me atrevo a enviarte un mensaje sobre
lo mucho que te amaba. Así que sí... huyo de ti porque eres malo para mí. Y
debería haberlo sabido hace años. Pero más que todo eso… —Me di la vuelta y
metí las manos frías en los bolsillos mientras seguía caminando hacia mi casa—.
Huyo de ti porque me quedé con las malditas llaves puestas en el auto.
—Me ocultaste la verdad cuando eso podría haber sido lo que me devolviera
la memoria.
—Angie te dio la verdad. No te devolvió la memoria.
—¿Por qué me ocultaste la verdad? ¿Por qué hacerlo después de que ya
sabías que estaba enamorado de ti? —Fisher se quedó unos metros detrás de mí.
—No lo entenderías, y no importa ahora.
—Bueno, viniste a mi casa porque algo debe seguir importando ahora.
—Fue un error. No debería haberte enviado un mensaje de texto. No debería
haber conducido hasta tu casa. —Volví a acelerar el paso, pero no a una
carrera—. Pensé que necesitaba algún tipo de cierre, pero me equivoqué. Estar
lejos de ti es todo el cierre que necesito. —Me limpié las lágrimas y me aseguré
de que no me alcanzara, de que no viera mis lágrimas.
—Dilo. Si no lo dices, sabes que te arrepentirás.
Al infierno con mis lágrimas.
Me di vuelta.
—No te lo dije porque quería que te acordaras de nosotros y de lo que sentías
por mí, tú solo. Y quería estar allí cuando sucediera. Quería ver la expresión de
tu cara. Y quería que reflejara los sentimientos que tuve cuando me di cuenta de
que te estabas enamorando de mí por segunda vez sin recordar la primera.
Quería saber si sentías esa sensación de asombro y destino como si fuera
imposible que no nos enamoráramos en cada oportunidad posible.
Fisher se desmoronó. No podía ni mirarme.
Así que me di la vuelta y continué mi camino a casa.
—Nos enrollamos en la mesa de billar. En tu habitación. En mi armario. Mi
cama. La cocina de abajo. Mi taller.
Me detuve ante sus palabras, pero no pude darme la vuelta porque no estaba
segura de estar escuchando realmente lo que creía estar oyendo.
—Y dormimos en el porche una noche después de salir con Rory y Rose. Te
tropezaste en una de mis obras y acabaste con un clavo en la mano. Te llevé a la
camioneta. Y durante todo el camino olí tu cabello. Y pensé: si pudiera pasar el
219 resto de mi vida oliendo su cabello, moriría feliz. ¿Lo sabías? ¿Sabías lo mucho
que me gustaba el olor de tu cabello y el aroma floral de tu piel, y lo que te ponías
detrás de las orejas y en el cuello? Sí, esa mierda me volvía loco.
No pude darme la vuelta. O parpadear. Apenas podía respirar. Pero podía
llorar. Y lo hice. Bastante.
Él sabía. Recordó... todo.
—Hace cinco años, te amé y tú me amaste. Fue un maldito desastre... pero
éramos reales. Sólo que no era el momento adecuado. Nuestro momento parece
ser siempre una mierda. Y lo lamento. Pero estás aquí. Y yo estoy aquí. Y mi
mejor amigo de la escuela está en la ciudad durante las próximas dos semanas,
y deberías venir a jugar al billar con nosotros.
Giré un grado cada segundo, como un reloj que hace tictac, hasta que me
enfrenté a él, con ese brillo en los ojos.
—Te amo hoy. —Se encogió de hombros—. Y mañana me levantaré y haré lo
mismo.
Tenía muchas preguntas. ¿Se acostó con Angie en Costa Rica? Esa era mi
mayor pregunta, o eso creía. Pero a medida que avanzaba en su dirección, me di
cuenta de que no importaba. Si quería cruzar ese umbral de vuelta a su vida, no
podía importar. Si aceptaba su amor y lo devolvía libremente a cambio, había
reglas bíblicas sobre el amor que debía seguir.
Nunca ser celosa ni exigir mi propio camino.
No ser irritable.
No guardar un registro de los daños sufridos.
El amor nunca se rendía.
Nunca perdía la fe.
El amor siempre tenía esperanza.
Y perduraba a través de todas las circunstancias.
Sin embargo, antes de que pudiera dar ese último paso hacia él, había una
pregunta que debía responder.
—¿Ibas a ir alguna vez a por mí?
Fisher sonrió con esa gloriosa e inigualable sonrisa, y al instante envió una
nueva ronda de lágrimas ardientes a mis ojos. Hizo estallar mi corazón como un
globo, y me sacudió el estómago, haciendo revolotear esas familiares y
diminutas alas.
—Estaba pensando en ello.
—Encontré a mi pescador perdido —susurré mientras daba ese último paso
y lo rodeaba con mis brazos, nuestros labios se reunieron después de demasiado
tiempo separados.
Cuando nos apartamos un centímetro y nos miramos, volvió a sonreír.
220 —Te dije que lo único que tenías que hacer era llamar a su puerta. —Pasó sus
pulgares por mis mejillas—. No llores. No quiero que Shane piense que puse
triste a mi chica.
—Recuerdas.
Sonrió.
—Recuerdo. Sólo que no tenía idea de que los recuerdos de nosotros serían
tan... no apto para ver en el trabajo. Y cuando ocurrió, cuando recordé la
sensación, me pareció indescriptible, de alguna manera como si el universo se
riera de mí. ¿Cómo pude no saberlo? No era como si mi cerebro formara el
recuerdo, sino más bien como si mi alma golpeara mi corazón y dijera: Oye,
imbécil, ¿te acuerdas de ella? La amamos. Siempre la amaremos.
Apoyé mi frente en su pecho y me reí.
—No apto para ver en el trabajo...
—No es una broma. —Me tomó de la mano y me llevó de vuelta a su casa—.
Sabes, ya no puedo jugar al billar sin tener una erección. ¿Tienes idea de lo
incómodo que es eso cuando juegas contra un chico?
Me reí.
Cuando llegamos al sótano, Fisher me soltó la mano y agarró una cerveza.
—Shane, ella es Reese. Siento que hayamos desaparecido. Es un poco
asustadiza.
Entrecerré los ojos hacia Fisher.
—Encantado de conocerte por fin. Este hombre no se ha callado sobre ti en
días. Después de dos cervezas, todo se convierte en Reese-esto y Reese-lo otro.
—Shane dio un sorbo a su cerveza y apoyó su otra mano en el palo de billar.
—Eso no es cierto. —Fisher puso los ojos en blanco mientras abría su botella
de cerveza.
Mi ceño se convirtió en una sonrisa. Me sentía a tres metros de altura, aunque
él se dedicara a pensar y hablar de mí mientras yo me sentía miserable
asumiendo que ya no quería estar conmigo.
Cuando me volví hacia Shane, Fisher estaba de pie detrás de mí, pasando su
mano posesivamente por la parte superior de mi pecho mientras agachaba la
cabeza y me susurraba al oído.
—Sólo hace falta una cerveza para que hable de ti. Pero pienso en ti todo el
tiempo. Y a veces… —Su susurro se hizo aún más suave—. Me toco. —Se burló
juguetonamente de mi oreja con sus dientes provocando otra risa de mi parte.
—¿A quién le toca? —preguntó Shane.
—A Reese. Es extraordinariamente buena en lo que hace. Le dio una paliza a
Arnie en el ping-pong.
Volví a mirar a Fisher y me guiñó un ojo.
221 Durante las dos horas siguientes, jugamos al billar. Shane me contó todas las
travesuras de Fisher en la escuela. Y Fisher le echó en cara a Shane algunas de
las suyas. Tuve que recurrir a las historias de la universidad, que eran mucho
más recientes porque fui a una academia cristiana y, por lo tanto, no tenía
historias emocionantes durante esa época de mi vida. Lo más tabú que había
hecho era arrancarle la toalla a Fisher de la cintura y darle una mamada en su
armario, pero eso Fisher ya lo sabía, y Shane no necesitaba saberlo.
—Tengo que ir a casa. —Miré la pantalla de mi teléfono—. Rory y Rose fueron
de compras, pero ahora están en casa y me están buscando. Vamos a hacer
galletas. —Devolví mi palo de billar al estante—. Un placer conocerte, Shane.
Espero que podamos volver a salir antes de que te vayas.
—Sí, eso sería genial. —Se dejó caer en el sillón y encendió la televisión.
—Te acompañaré arriba. —Fisher me tomó de la mano y me llevó a la puerta
principal. Siempre... siempre yo siguiendo a Fisher por un acantilado o hasta el
fin del mundo.
—Tengo un millón de preguntas. —Atrapé mi labio inferior entre los dientes
y arrugué la nariz.
—Y yo te daré un millón de respuestas. Pero no hasta que Shane se vaya de la
ciudad.
Asintiendo lentamente, susurré:
—En dos semanas...
—Pero te responderé una ahora. Así que elige la que más te importe.
Puse los ojos en blanco.
—Eso no es justo.
—Pregúntame.
¿Tuviste sexo con Angie?
—¿Cuándo recordaste... todo? ¿Y lo recuerdas todo? ¿Recuerdas todo lo de
Angie?
—Son tres preguntas.
—Fisher...
Me besó una vez.
—Recordé después de que me emborrachara hasta la médula en la boda...
porque estaba muy enfadado contigo.
Fruncí el ceño.
Fisher no lo hizo. Siguió sonriendo y me besó de nuevo.
—Y me acuerdo de todos mis recuerdos de Angie.
Otro beso.
—Recuerdo todo.
222 Otro beso, pero más lento.
Cuando me soltó la cara, me quedé inmóvil durante varios segundos.
—¿Lo sabías aquella mañana que estuvimos en Starbucks? ¿Y no me lo dijiste?
No sólo no me lo dijiste, sino que te hiciste completamente el tonto al respecto.
Me hiciste preguntas de las que ya sabías las respuestas.
Se encogió de hombros. Fue un encogimiento de hombros arrogante, como
si tuviera todo el derecho a no decirme la verdad aquella mañana en Starbucks.
Cuando empecé a protestar por su arrogancia, mi conciencia me venció y detuvo
mis palabras. Me puse la chaqueta y las botas.
—Shane no sabe que perdí la memoria.
Entrecerré los ojos antes de devolverle un pequeño asentimiento. No estaba
segura de por qué no se lo había dicho, pero supuse que no importaba.
Cuando abrí la puerta, me agarró de la muñeca y me volví hacia él. Una
expresión de dolor le robó su hermosa sonrisa.
—A ti. Te he hablado de mi memoria. Eso es todo. A nadie más.
—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir que no se lo conté a Angie. Y no le dije a mi familia. Ni a Rory
ni a Rose. Ni a nadie del trabajo. Sólo a ti.
Todavía un poco confundida, añadí otro asentimiento. Él quería contarles, así
que no quería que yo dijera nada.
—No voy a decirles. Ya lo sabes. Y tú eres la única que tiene que saberlo.
Excepto mi doctor. Se lo diré a mi médico.
—¿Por qué? —Sacudí la cabeza.
—Sé que lastimé a Angie. Y cuando se lo conté a mi familia, ellos también
estaban heridos.
Eso respondía a otra de mis preguntas. Se lo dijo a su familia.
Pero, ¿les habló de mí?
—Pero habría sido peor para todos si hubieran sabido que tomé la decisión
sabiendo lo que sentía por ella antes del accidente. Creo que es más fácil para
ellos creer que no puedo casarme con ella o que me he enamorado de otra
persona porque simplemente no puedo recordar mis sentimientos. Todos están
muy seguros de que me casaría con Angie mañana si recordara. Así que ese es
el trato. No quiero que lo sepan. No voy a decírselos. Y tampoco quiero que se lo
cuentes a nadie. Ni siquiera a Rory y Rose. ¿Puedes hacer eso?
No lo sabía. Era una gran solicitud por su parte.
Fisher apretó los labios e inclinó la cabeza.
—¿Necesito recordarte que me ocultaste un gran secreto... porque pensaste
que era lo mejor?
223 —Y mira cómo resultó.
Agarró el cuello de mi chaqueta y acercó sus labios a los míos sin tocarlos.
—Estoy viendo cómo resultó eso.
Él ganó. Fisher siempre ganó.
—¿Cuándo volveré a verte? —Cambié de tema, dándome cuenta de que
había perdido.
—Shane está en el horario de la Costa Este, así que se va a la cama a las diez.
¿Qué clase de galletas me vas a traer? Sabes que me gustan tus galletas... tus
magdalenas... toda tu maldita pastelería.
Igualé su sonrisa. Se acordó de aquella conversación.
—Ahora sólo estás presumiendo.
Se rio y me soltó la chaqueta.
—Todavía no. Lo haré más tarde... después de comerme tu galleta. Tal vez
traiga más glaseado. Tengo una idea.
—¿Así que tienes tiempo para comerte mi galleta, pero no puedo hacerte más
preguntas durante dos semanas?
—Exactamente.
Refunfuñando al estilo del pescador desnudo, salí por la puerta para ir a casa.
—E
scúpelo —dijo Rory en cuanto entré en la casa.
—¿Escupir qué? —Bajé la cremallera de mi chaqueta.
—Estuviste en la casa de Fisher. Pasamos por allí.
—Oh, eso… —Colgué el abrigo en el armario y me dirigí a la cocina para
lavarme las manos y empezar a ayudar con las galletas—. Sí, estamos juntos de
nuevo. —No podía haber sido más tímida.
—¿Qué? ¿Cómo? ¿Quién? ¿QUÉ? —Rory me lanzó una toalla de mano
mientras ella y Rose me acorralaban.
Mi timidez desapareció rápidamente.
—¡Sí! —Me llevé las manos al pecho y chillé—. Le envié un mensaje de texto,
básicamente para darle un cierre. Y me contestó con una respuesta extraña y
vaga que me carcomió. Así que conduje hasta allí. Un extraño respondió a su
puerta. Resulta que su mejor amigo de la escuela, se está quedando con él
224 durante las próximas dos semanas. Eso fue incómodo, así que empecé a
marcharme y Fisher… —Entonces me di cuenta.
Su discurso. Nuestro gran momento. No podía compartirlo con ellas porque
se trataba de que él se acordara de nosotros, de todo. Y lo que sentía por mí.
Llevándome a la camioneta y oliendo mi cabello. Seguro que podría haber
sonado raro para cualquier otra persona, pero era tan romántico.
¡Y NO PODÍA DECÍRSELO A NADIE!
—¿Y Fisher qué? —preguntó Rose. Ella y Rory tenían los ojos muy abiertos y
estaban pendientes de cada una de mis palabras.
—Eh... bueno... Fisher se sentía muy mal por no haber llamado. Pero después
de romper con Angie y decírselo a su familia, necesitaba algo de tiempo. Y por
respeto a Angie y a su familia, pensó que era mejor mantener las distancias
conmigo. Y sabía que yo estaba enfadada con él, así que pensó que ambos
necesitábamos tomarnos un tiempo y espacio. Pero… —Mi entusiasmo repuntó
después de esa versión incoherente de la verdad a medias—. Estaba tan
emocionado de verme. Y era como si nada más importara.
Parecían decepcionadas con mi historia. Y no era el final más dramático para
una historia de amor, pero era todo lo que podía darles.
—Entonces, ¿hablaron? ¿Resolvieron todo? ¿Te contó todo lo que pasó o no
pasó en Costa Rica? —Rory me miró con desconfianza.
Asentí.
—¿Y tuvo sexo con Angie? Porque no me imagino que estés de acuerdo con
eso. —Rose me dirigió la misma mirada de desconfianza que me lanzó Rory.
Tomé mi decisión antes de entrar en su casa. Nos elegí a nosotros, aunque él
se haya acostado con Angie en Costa Rica. Si creyera que la entrega de mi cuerpo
a otro de esa manera era la parte más sagrada de una relación, la característica
que define el amor, entonces no habría entregado mi virginidad a Brendon sin
casarme con él. No me habría interesado por Fisher, la cosa más alejada de una
virgen, y no habría sido capaz de amarlo después de que él y Angie tuvieran
sexo la noche anterior a nuestro viaje a Target.
—No tuvo sexo con ella. —Esa fue mi respuesta. Y tal vez era una mentira.
Otra mentira que nunca confesaría a Rory y Rose. Y tal vez era la verdad. No lo
sabía. Y eso no iba a cambiar mi amor por Fisher. En el momento en que le colgué
el teléfono y no le devolví las llamadas o los mensajes de texto, ese fue el
momento en que ya no pude llamarlo mío.
Lo abandoné cuando más me necesitaba.
Eso funcionó. Sonrieron y me abrazaron.
—Me alegro mucho por ti, cariño. Por los dos.
—Gracias. Entonces... vamos a hacer unas galletas.
225

Mariah Carey cantó la letra de “All I Want For Christmas Is You” mientras
hacíamos galletas de azúcar, bizcochos de chocolate y flores de mantequilla de
cacahuete porque Rory pensó que a Fisher le gustarían. No le rompí el corazón
diciéndole que Fisher ya no era el fanático de la mantequilla de cacahuete que
solía ser.
Luego colgamos palomitas en el árbol y usamos el resto de las palomitas para
hacer una tanda de palomitas caramelizadas. Después, casi nos desmayamos por
el exceso de azúcar mientras veíamos Last Christmas y Elf.
Finalmente, agarré mis llaves de repuesto, empaqué algunas galletas (y
glaseado) y me dirigí a la casa de Fisher después de que Rory y Rose se fueran a
la cama. Golpeando ligeramente su puerta, temblé por el viento frío y rápido de
esa noche que prometía traer más nieve por la mañana.
—Hola. —Fisher abrió la puerta con una expresión de satisfacción.
—Entrega de galletas.
Se rio.
—Las estábamos esperando.
¿Nosotros?
Entré en una cocina llena de chicos.
—Tienes... más compañía —dije con una sonrisa tensa y falsa.
—Sí, Shane reunió a todo el equipo para la cena y... todavía están aquí. —
Fisher agarró el contenedor de galletas.
—¡Hola, Reese! —dijo Shane con el entusiasmo de un borracho—. Fisher dijo
que venías con galletas.
—Hola —respondí con la consternación de una novia muy desanimada
mientras me quitaba la chaqueta y las botas.
Fisher abrió el recipiente y lo puso sobre la encimera para que la manada de
lobos lo devorara, no sin antes arrebatar uno de cada uno para él y ponerlos
sobre una servilleta de papel. "Chicos, ella es Reese. Estos son los chicos.
Se rieron y puse los ojos en blanco. Me recordaba demasiado a sus patéticas
presentaciones cuando conocí a su familia.
—El juego está en la planta baja. Vamos —dijo uno de los chicos, y el resto
de la manada lo siguió con sus cervezas y galletas.
226 —Esto no es lo que pensé que iba a pasar esta noche —murmuré a Fisher
mientras los seguíamos por detrás.
—Yo tampoco. Pero están aquí, y no puedo dejarlos abandonados.
Me mordí la lengua. Abandonar grupos y escabullirse para estar solos era lo
nuestro. ¿No lo recordaba?
Algunos de los chicos se sentaron en los taburetes de la barra, otros dos
jugaron al billar y el resto del grupo se sentó en el sofá o en el suelo delante para
ver el partido.
Tomé una manta del respaldo del sofá y me senté junto a Fisher.
—No necesito una manta, cariño. Hace mucho calor —dijo Fisher.
—Todavía no hace tanto calor. —Lo cubrí con la manta, provocando que
frunciera el ceño. Duró cinco segundos antes de que su cuerpo se pusiera rígido
y sus labios se separaran con una inhalación audible.
—Reese… —susurró.
—¿Eh? —Volví a prestar atención a la televisión, humedeciendo mis labios
mientras él me agarraba el brazo, el brazo de la mano que tenía metida en la
parte delantera de su vaquero y calzoncillo.
No estaba segura de lo que se apoderó de mí, pero sospechaba que tenía
algo que ver con la compresión. Fisher era finalmente mío, y ya no tenía que
ocultarlo al mundo. Ya no éramos amantes prohibidos. Y aunque sus amigos no
sabían nada de nuestro amor prohibido, y no tenía nada que demostrarles,
seguía sintiendo la necesidad de reclamar a Fisher de forma pública.
Mi hombre.
Mi mano en su polla. (Ahora MI polla)
Todos los besos me pertenecían.
Todas las noches me pertenecían.
A mí, en su bañera.
A mí, en su cama.
A mí. A mí. A MÍ.
Mi inquietante posesividad pareció estimular mi mano, y Fisher susurró:
—Joder. —Me quitó la mano del interior de su pantalón y luego me sacó del
sofá.
—Volvemos enseguida —dijo a quien estuviera al alcance de su oído mientras
me arrastraba escaleras arriba. No me perdí las pocas miradas en nuestra
dirección. Sabían lo que íbamos a hacer, y aunque eso hizo que mi cara se
sonrojara un poco, no me importó. De hecho, estaba muy fuera de nuestro
camino subir las escaleras cuando había una mesa de billar en perfecto estado
allí mismo.
Cuando llegamos a su dormitorio, oímos a alguien en su baño.
227 Fisher gruñó y me arrastró hacia una de las habitaciones libres, pero uno de
sus amigos estaba sentado en la cama, hablando por teléfono. Levantó un dedo
como si fuera a tardar un minuto.
Fisher gruñó y tiró de mí hacia el baño de invitados. La puerta estaba cerrada.
Otro gruñido.
Su agarre en mi mano se hizo más fuerte. El frenesí de Fisher era mi nuevo
subidón. La anticipación corría por mis venas. Me gustaba que estuviera fuera de
control con su necesidad de mí.
—¿La despensa? —Me reí, un poco incrédula, mientras me arrastraba hacia
la despensa.
—¿En serio? —Me giró para que mirara la pared con unos cuantos ganchos y
cosas al azar como bolsas, una escoba y algunos utensilios para asar colgados de
ellos—. ¿Una paja delante de mis amigos? ¿Quién eres tú? —Fisher me presionó
las manos contra la pared y me bajó el pantalón deportivo hasta los tobillos,
seguido de la braga.
—Espero... Soy tuya —dije en un suspiro tembloroso, aturdida por lo que me
estaba haciendo y lo mucho que me excitaba.
Se rio.
—Sí que eres mía. —Me gustaron sus manos rápidas. Era un impaciente
pescador con la polla fuera mientras se introducía en mí en cuestión de
segundos.
—Fish… —No estaba preparada para una invasión tan rápida.
Me silenció con su mano sobre mi boca y un duro “shh” en mi oído. Fisher se
movió con intención con una mano prestando atención a mi clítoris mientras su
otra mano subía lentamente por mi camisa y usaba mi pecho como un asa.
Fue rápido y sucio... y me gustó.
Y acabamos, apenas unos minutos después, él buscó un nuevo rollo de
servilletas de papel y me entregó varios cuadrados.
Mi héroe. Reí al pensar en ello.
Mi héroe también se apoyó en la esquina de una estantería y abrió una bolsa
de palomitas, y se las comió mientras me miraba subirme la braga y el pantalón.
Luego sonrió mientras yo buscaba un lugar para poner el manojo de papeles que
contenía su desorden.
Lo metí en mi bolsillo.
Él sonrió.
—No te olvides de sacar eso antes de lavarlo. Es como el Kleenex. Hará un
desastre en la lavadora y la secadora.
—Pareces demasiado satisfecho de ti mismo. —Le arrebaté la bolsa y agarré
un puñado con la mano que no me había limpiado.
—Tú empezaste.
228
—Me invitaste a divertirme en la pastelería. Traje glaseado extra. Luego llego
y descubro que es un festival de salchichas.
—Quiero que vengas a la cena de Navidad conmigo. Rory y Rose también,
por supuesto.
—¿Cómo pasamos del festival de salchichas a la cena de Navidad?
—Quiero que mi familia sepa que eres tú. —Su mano se sumergió en la bolsa
de palomitas. Fisher habló de nuestra relación y de la gravedad de decírselo a
su familia como si no fuera más que una invitación para cenar con los vecinos.
¡Era Navidad con su familia! La familia que acababa de enterarse del fin de su
compromiso con la mujer que amaban como si fuera su propia familia.
—Sí, sí, sí... —Hice una mueca—. Pero, ¿quieren saberlo tan pronto?
—Sí. Las palabras de mi madre fueron: “Bueno, querido, si estás enamorado
de otra mujer, debe ser muy especial. Así que tienes que traerla a la cena de
Navidad”.
Alimenté mi ansiedad con otro enorme puñado de palomitas, y luego
murmuré:
—Creo que deberías decírselo con antelación. —Mastiqué un poco y tragué—
. No hay razón para que sea una sorpresa. A menos que seas una celebridad, a
nadie le gusta ser la invitada misteriosa en una fiesta.
Sacudió la cabeza, volviendo a quitarme la bolsa y la cerró con un clip.
—Estará bien.
—Permíteme reformularlo para ti. Si no se lo dices con antelación, no iré
contigo. Y estoy de guardia esta semana. Cuando me dejaste después de un café
en Starbucks, me ofrecí para estar de guardia en Navidad con una de las otras
parteras. Así que no puedo garantizar nada, aunque se lo digas con antelación.
Su cabeza se inclinó hacia atrás.
—No te dejé. Te dejé en tu casa, pero no te dejé. Fuiste tú quien me dejó con
las palabras de despedida de “nunca me arrepentiré de no haberte dado mi
virginidad”. —Fisher utilizó una voz femenina mientras se burlaba de mí.
—Pues yo no. —Levanté la barbilla. Incluso con el bolsillo lleno de su semen,
no me arrepentí.
—Me tenías. Antes de recuperar la memoria, me tenías. Pensé que este
primer amor tuyo era un completo imbécil por no tomarla si se la ofrecías. Pero
ahora recuerdo por qué no estuve acampando toda la noche para ser el primero
en la fila de la lotería de la virginidad.
Me mordí los labios para no reírme.
¿Lotería de la virginidad?
—Llevabas esa tarjeta V como una bomba. No quería tener nada que ver con
ella. ¿La responsabilidad? Teniendo en cuenta que tenías dieciocho años y no
229 tenías ni idea de hacia dónde ibas en la vida? No, gracias. Puedes no arrepentirte
de no habérmela dado todo lo que quieras. Pero yo no me arrepiento de no
habértelo quitado aún más.
Me gusta el Fisher irritado. Siempre me gustó esa versión de él. Era sexy. No
había otra forma de describirlo.
Lotería de la virginidad.
Tarjeta V como una bomba.
El doble no arrepentimiento de su decisión.
La intensidad en su mandíbula cuando apretó los dientes, mostrando un poco
de ira animal. Eso fue un “sí, por favor” de mi parte.
—¿Quieres hacerlo otra vez? —dije, alcanzando el botón de su pantalón.
—Joder, sí, quiero hacerlo otra vez. —Agarró mi rostro y presionó su boca
contra la mía.
P
uede que haya maldecido la Navidad ese día en la despensa de Fisher.
Mientras Rory, Rose y yo disfrutábamos de una sopa de puerros y
muchas galletas en Nochebuena, me llamaron para asistir a un
nacimiento.
¡Gemelos!
Magnus Andrew Howard y Minnie Ann Howard.
Dos pequeños bultos de dos kilos de alegría navideña nacidos en Navidad,
justo después de las tres de la tarde.
La familia de Fisher había programado la cena de Navidad para el mediodía
para acomodar los horarios de sus hermanas con sus suegros. Le envié un
mensaje y le dije que cenara sin mí.
Finalmente llegué justo antes de las siete. Luces y coronas adornaban su casa.
Apenas llamé por segunda vez a la puerta antes de que Fisher me abriera.

230 —Feliz Navidad —le dije con una sonrisa triste. Fue un día increíble, pero me
decepcionó perderme la cena de Navidad con su familia.
En cuanto entré, antes de que pudiera quitarme el abrigo o las botas, me
ahuecó la cara suavemente y me besó. Y me derretí. Era exactamente lo que
necesitaba después de unas largas veinte horas en un parto.
—Feliz Navidad. —Miró hacia arriba y señaló el muérdago con la cabeza.
Sonreí, y fue entonces cuando me di cuenta de los curiosos que había en el
salón. Sólo sus padres, Arnie, Rose y Rory. Y ese fue el momento. Sí, Fisher les
había dicho de antemano que yo era la otra mujer. Pero eso hizo muy poco para
aliviar mis nervios en ese momento.
—Hola —dije un poco avergonzada porque no los vi allí antes de que Fisher
me besara—. Siento mucho haberme perdido la cena.
Fisher tomó las bolsas de regalos en mis manos y mi abrigo mientras yo me
quitaba las botas y me miraba. Me cambié rápidamente en el auto antes de
dirigirme a la casa de sus padres en la oscuridad. Era posible que llevara el
jersey al revés o que algún calcetín perdido de la lavandería se me pegara al
vaquero.
—Tenías cosas más importantes que hacer. Feliz Navidad, cariño. —Laurie se
reunió conmigo a mitad de camino y me abrazó. Me pareció genuino. Ni por un
segundo me sentí como la sustituta menos deseable de Angie.
—Feliz Navidad.
Pat se levantó y me abrazó también con un abrazo igual de generoso y un
sincero:
—Feliz Navidad.
—Mi hermano me robó a mi chica. Eso no está bien. —Arnie me guiñó un ojo
antes de entrar en el festival de abrazos.
—Hola, Arnie. —Tuve que morderme la lengua porque casi dije: Me robó
antes de ser tu chica.
Me dirigí directamente a Rose y Rory para abrazarlas también, ya que no las
había visto todavía durante el día.
—¿Cómo estuvo el parto? —preguntó Rory.
—Bastante especial. No sé si alguien podría pasar una mejor Navidad que
ellos. Dos pequeños cacahuetes perfectos.
—Eso es difícil de superar. —Rose asintió y sonrió.
—¿Tienes hambre? —preguntó Fisher cuando me di la vuelta para buscar un
sitio donde sentarse.
—Sí, estoy algo hambrienta.
—Vamos a alimentarte. Vamos. —Laurie me tomó de la mano, muy a lo Fisher,
231 y me llevó a la cocina.
Fisher se quedó en el gran salón, dejándome sola con su madre.
Laurie puso bandeja tras bandeja con las sobras.
—Hay un plato en ese armario a la izquierda del fregadero. Puedo calentarlo
en el horno o en el microondas. ¿Tienes alguna preferencia?
—Frío —dije, echando la comida en mi plato con impaciencia.
—No, cariño. No hay ningún problema. No puedes tener la cena de Navidad
fría.
—Sí puede. —Fisher apareció en la cocina después de todo—. Es un poco
rara. Le gusta todo frío.
Eso no era totalmente cierto. Me gustaba mi pescador caliente.
E impaciente.
Y un poco sucio.
Pasó su dedo por mis patatas como yo había hecho con sus sobras de Acción
de Gracias. Le agarré la muñeca antes de que se llevara la mano a la boca y le
chupé el dedo.
Sus cejas se alzaron un poco mientras echaba una rápida mirada a su madre.
Creo que lo hice sonrojar. Típico de un hombre... un poco de chupada de dedo
hizo que su mente se adentrara en territorio inapropiado.
—Ella ha estado trabajando, Fisher. No la culparía por arrancarte el dedo de
un mordisco por intentar robarle la comida. —Laurie devolvió todo a una bonita
clasificación PG.
—Mmm... sí. Mi chica es feroz. —Me besó juguetonamente, lamiendo el
lateral de mi boca.
Mi chica.
Me gustaba ser su chica, aunque fuera una mujer. La verdad es que el tiempo
seguía siendo inalterable: siempre sería diez años más joven que él.
Laurie puso los ojos en blanco ante la actitud odiosa de Fisher.
—Asegúrate de que consiga todo lo que quiera o necesite, Fisher. Voy a
sentarme —dijo Laurie antes de salir de la cocina.
—¿Oíste eso? —Me apoyé en la encimera y sostuve mi plato con una mano
mientras con la otra echaba la comida—. Lo que quiera o necesite. ¿Quieres
saber lo que necesito?
Fisher sonrió con el pecho inflado y la barbilla levantada.
—¿Qué? —Movió las cejas de forma sugerente.
—Una cama —dije con la boca llena—. Estoy tan cansada que duele.
232 —Oh, cariño… —Me quitó el plato y me atrajo hacia su cuerpo.
Podría haberme dormido allí mismo. Nos quedamos una hora más, todos
bebiendo vino, y algún cóctel que preparó Arnie, y abrimos regalos.
¿Yo?
No bebí ni una gota, y mis regalos de su familia se apilaron en el suelo delante
de mí. En cuanto me senté en el sofá junto a Fisher, me quedé dormida,
acurrucada a su lado. Lo siguiente que supe fue que me estaba despertando
suavemente mientras todos estaban junto a la puerta despidiéndose.
Sus padres me daban abrazos de despedida mientras Fisher me ponía el
abrigo y guiaba mis pies dentro de las botas como alguien haría con un niño.
Estaba muy cansada.
—¿Las llaves? —Fisher tanteó mis bolsillos y encontró mis llaves—. ¿Quién
conduce su auto? —le preguntó a Rory y a Rose.
—Yo puedo conducir —murmuré.
Un coro formado por casi todos gritó:
—No, no puedes.
Rose agarró mis llaves y Fisher me rodeó con su brazo y me ayudó a subir a
su camioneta mientras Arnie me seguía con los regalos.
—¿La llevas a casa? —preguntó Rory.
—¿Qué te crees? —respondió Fisher mientras yo subía a su camioneta.
—Creo que me estás robando a mi hija —dijo.
—Entonces piensas bien —contestó Fisher después de ayudarme a
abrocharme el cinturón de seguridad.
No recordaba el viaje a casa. Más o menos recordaba a Fisher llevándome a
su casa, pero eso estaba un poco borroso en ese momento. Lo siguiente que
recordaba con claridad era haberme despertado en sus brazos, desnuda salvo
por mi braga y su camiseta. Un cálido rayo de sol se colaba por un pequeño
hueco en sus persianas mientras me incorporaba lentamente.
—Quédate en la cama —murmuró.
Me reí, saliendo de la cama de un salto.
—Tengo que orinar.
—Bien —dijo con un pequeño gruñido—. Luego regresa.
Mientras me lavaba las manos, noté algo diferente en su armario, pero estaba
demasiado oscuro para decir con seguridad lo que era, así que me puse de
puntillas en la entrada y encendí la luz.
Toda una pared estaba expuesta, abierta al armario de la habitación de
invitados.
—¿Pensaba que ibas a volver a la cama? —Fisher deslizó su brazo alrededor
de mi cintura por detrás de mí mientras me besaba el hombro.
233 —¿Qué estás haciendo con tu armario?
—Estoy haciendo una puerta de acceso a la otra habitación.
—¿Por qué?
Me besó hasta llegar a mi cuello.
—Porque va a ser una habitación para niños.
Me giré lentamente, con los ojos entrecerrados.
—Estoy embarazado —dijo.
—Detente. —Me reí.
—Creo que es tuyo, pero no voy a mentir... Shane y yo tuvimos unas cuantas
noches de borrachera.
Más risas mientras se agachaba y me levantaba, echándome por encima de
su hombro y dándome palmadas en el trasero.
—¡Fisher!
—A la cama. Hoy no vamos a salir de esta cama. Me tomé el día libre sólo para
estar desnudo contigo.
Me reí cuando me dejó en la cama.
—Dime. ¿Qué estás haciendo realmente en tu armario?
Se acomodó entre mis piernas y volvió a besarme el cuello mientras me subía
la camisa (su camisa) por el torso.
—Voy a pedirle a la enfermera Capshaw que se mude conmigo, y sé que tiene
muchos uniformes, así que le voy a dar más espacio robándole unos metros al
otro armario.
Me retorcí hacia un lado para salir de debajo de él, escabulléndome hacia el
fondo de la cama como si fuera mi base.
—¿Me vas a pedir que me mude contigo?
Todavía boca abajo, se levantó sobre los codos.
—Voy a pedirte un montón de cosas, pero eso viene pronto en la lista. Alerta
de spoiler: dices que sí.
Mis labios hicieron ese movimiento en el que trataba de ocultar mi diversión
o tal vez sólo era una felicidad infinita.
—Vaya. ¿El hombre que no podía recordar la mejor paja de su vida ahora
predice el futuro?
—Absolutamente. —Se arrastró hacia mí.
—Fisher… —Abrí mis piernas flexionadas. Él llenó el espacio con sus anchos
hombros, y en lugar de hacer lo que yo creía que iba a hacer... lo que yo le
ofrecía... apoyó su frente contra mi estómago y deslizó sus manos por la parte
exterior de mis muslos.
234 —¿Puedo hacerlo ahora?
—¿Hacer qué? —pregunté con voz suave, pasando mis dedos por su cabello
revuelto.
—¿Puedo amarte para siempre?
Tragué una pequeña emoción que se había ido acumulando desde que vi el
armario.
—Sí.
Fisher

D
ijo que sí... y nunca dejó de decir que sí.
Sí a mudarse conmigo.
Sí a los viajes de fin de semana para esquiar.
Sí a las noches de cine o a los conciertos de Arnie.
Sí a ayudarme en mi taller.
Sí a los waffles para cenar y a la pizza fría para desayunar.
Sí a los baños largos y a los polvos rápidos en la ducha.
Entonces le hice un crucigrama que era una búsqueda del tesoro.
235 —Te veré pronto, si eres tan inteligente como dices. —Besé su cabeza y le
entregué el crucigrama y un lápiz.
—¿A dónde vas? —preguntó cuando llegué a la puerta trasera.
—Ya verás. —Me fui.
Tardó algo más de una hora en resolver el crucigrama y seguir las pistas que
le habían dado y que la llevaron hasta mí.
—¿En serio? —Puso los ojos en blanco mientras se dirigía a mi mesa en
McDonald's—. ¿Todo eso por una Cajita Feliz? —Miró la caja frente a mí.
—Es probable que esté frío ya que tardaste tanto. —Le di un sorbo a mi batido
de chocolate.
—Una persona normal no habría conocido ni la mitad de esas palabras. Eres
un friki. —Sacó la hamburguesa y las manzanas—. ¿No hay patatas fritas? —
Señaló con la cabeza mi envoltorio de hamburguesa vacío.
Sacudí mi bolsa vacía.
—Tengo dos pedidos esperando por ti.
Puso los ojos en blanco justo antes de que diera un mordisco a su sándwich.
—Te voy a hacer un crucigramas que te lleve a la tienda de comestibles. Una
lista de las cosas que necesitamos.
—Suena divertido. —Apoyé la cara en mis manos.
—¿Por qué te comportas de forma tan extraña?
Me encogí de hombros.
—¿Lo hago?
—Sí. —Se rio, dejando su hamburguesa después de tres bocados. Ese era su
ritual, se diera cuenta o no.
Tres bocados de su sándwich.
La mitad de sus rodajas de manzana.
Un gran sorbo de zumo.
Y luego una expedición de pesca para el juguete en el fondo de la caja.
Sacó el juguete y frunció el ceño.
—Este es viejo. ¿Cómo es posible que tengan esto para ofrecer? —
Inspeccionó el cofre del tesoro de Bob Esponja, abriéndolo para revelar un anillo
de diamantes. Tras varios parpadeos, me miró.
Señalé con la cabeza al pequeño grupo de niños que se había ofrecido,
literalmente, quince minutos antes para ayudarme. Gritaron al mismo tiempo.
—¿Quieres casarte con el pescador?
Reese se sobresaltó y dirigió su mirada hacia ellos. La mayoría soltó una risa
tonta con las manos tapándose la boca. Y en la pequeña reunión de padres en las
mesas cercanas, nos miraban con grandes sonrisas, tal vez incluso algunas
236 sonrisas nerviosas. Quiero decir: ¿y si ella decía que no?
Reese se volvió hacia mí, y yo estaba esperando sobre una rodilla porque eso
es lo que hacías cuando querías que tu chica dijera que sí más que nada.
—¿Vas a decir que sí? —pregunté después de que ella parpadeara mil veces.
Levantando un hombro, esbozó una sonrisa.
—Estoy pensando en ello.
—Pensar está sobrevalorado. —Tomé el anillo y lo coloqué en su dedo justo
antes de besarla—. Di que sí —murmuré sobre sus labios.
Ella me besó mientras asentía, y cuando el beso terminó... fue otro glorioso
sí.

Mientras esperaba a que mi novia se dirigiera al altar en la iglesia que habría


hecho sentir orgulloso a su padre y que complacía a los padres de su padre, me
emocioné un poco por razones que no tenían nada que ver con la impresionante
mujer de blanco.
Ella nunca preguntó. Ni una sola vez.
Prometí un millón de respuestas después de esa Navidad, pero Reese nunca
preguntó. Era como si Angie ya no existiera en su mente.
Nunca preguntó si tuve sexo con Angie en Costa Rica. No tuve.
Nunca me preguntó sobre mis recuerdos de Angie: nuestro compromiso, lo
que sentía por ella o por qué dije que sí cuando me propuso matrimonio. Y a
menos que Angie se lo contara a alguien, la verdad quedaba enterrada en el
pasado.
Dije que sí porque era mi amiga. Dije que sí porque mi familia la adoraba.
Dije que sí porque acababa de perder a su madre. Dije que sí porque éramos lo
suficientemente buenos juntos. Y dije que sí porque ya había dejado ir a la
indicada.
Pero la parte más reveladora del regreso de mis recuerdos fue la mañana del
día de mi accidente. Aunque el accidente en sí seguía siendo un agujero negro
en mi mente, y por buenas razones probablemente siempre lo sería, recordé la
acalorada discusión que tuve con Angie.
La irritación.
La presión.
237 El arrepentimiento.
Ella había estado moviéndose a cien kilómetros por hora con los planes de
boda, y eso hacía que fuera difícil respirar. Lo que debería haber sido un
momento feliz en mi vida se sentía como una condena inminente. Así que
después de que me enseñara la muestra de esmoquin número ochocientos
cincuenta y me pidiera mi opinión sobre diez tonos diferentes de blanco para la
mantelería de la recepción, me quebré. Dije algunas cosas de las que me
arrepentí al instante. Mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas, murmuró:
—¿Acaso quieres casarte conmigo?
Y yo dije mi verdad con un susurro:
—No.
No estaba comprometido cuando el camión me derribó de la moto. Y Angie
compartió todo lo que se ajustaba a su relato sobre nuestro pasado, su
desesperación por retenerme. Y dado el poco tiempo transcurrido entre la
ruptura de nuestro compromiso y el accidente de aquella tarde, nadie más sabía
la verdad.
¿La parte curiosa? No estaba enfadado. La gente hacía cosas desesperadas
por amor. Angie no sabía de mi relación con Reese. Ella no creía que su leve
omisión perjudicara a nadie. Sus acciones, aunque deshonestas, eran también
por amor. Ella me amaba. Me cuidó después de mi accidente como yo la cuidé a
ella después de la muerte de su madre. Y tal vez pensó que me enamoraría de
ella de nuevo. Mi accidente sirvió para reiniciar nuestra relación.
¿Entonces qué?
No me impidió enamorarme de Reese por segunda vez.
No impidió que me diera todos esos sí.
Y como nunca le dije a nadie más que a Reese y a mi doctor que había
recuperado la memoria, realmente no importaba.
Así que mientras Rory y Rose llevaban a Reese al altar, luché contra el dolor
de mi pecho, la sensación de que no merecía tal perfección. Estaba a punto de
casarse conmigo sin las respuestas a su millón de preguntas. Reese me amaba
como siempre había imaginado que Dios (si es que existía) nos amaba.
Mi corazón latía tan violentamente que era difícil escuchar más allá del silbido
en mis oídos. Pero en el momento en que Rory y Rose tomaron asiento, y Reese
puso su mano en la mía, mi corazón volvió a encontrar su ritmo normal, y pude
oír las últimas notas del arpa y su susurro mientras sonreía:
—Hola, hermoso.
Tragué con fuerza y luché por mantener la calma. De ninguna manera iba a
llorar cuando mi chica mostraba tanto control, como si casarse conmigo fuera
sólo el siguiente y sencillo paso en su camino.
Llegué al final con los ojos secos, pero apenas. A Reese se le escaparon una
238 o dos lágrimas cuando dije las palabras:
—Sí, quiero. —Mis pulgares limpiaron rápidamente sus lágrimas cuando el
ministro me dio permiso para besar a mi novia.
Para ser un hombre que no tenía prisa por casarse, salí con mi mujer de la
iglesia con el pecho hinchado y la sonrisa más tonta.

—Es probable que no pueda contestar al teléfono, pero te llamaré lo antes


posible. Si las cosas se ponen muy difíciles, sabes que mi madre y Rose vendrán
a ayudar con gusto. Si es una emergencia real...
—Llama al 9-1-1. Entendido —dije.
Reese frunció el ceño.
—Por supuesto, pero iba a decir que llamaras a Holly. Ella no está de guardia,
pero vive al otro lado de la calle del instituto de maternidad.
—Sabes... no es mi primera vez. —Acuné a nuestra pequeña como el maldito
profesional que era mientras nuestro hijo de tres años jugaba en su habitación.
Era el primer día completo de Reese en el trabajo (su primer parto) desde la baja
por maternidad.
Sabía cómo calentar la leche y descongelar más si era necesario.
¿Pañales? Ningún problema.
¿Llanto? Tenía el mejor agarre de balón y la forma de andar más
tranquilizadora de todo el maldito estado, y mi mujer lo sabía.
Era fin de semana, así que había una probabilidad del cien por ciento de que
su familia y la mía estuvieran apareciendo sin cesar para conseguir su dosis de
bebé o para llevar a Aiden al parque y a por un helado.
—Fisher… —Frunció el ceño antes de inclinarse para besar la pequeña
mejilla de Claire mientras descansaba sobre mi pecho en el sillón reclinable.
—Eres una niña mimada. La mayoría de las madres trabajadoras no pueden
llevar a sus bebés al trabajo. No puedes llevarla a un parto. Así que vete antes
de que el bebé llegue sin ti.
Reese había sido tan mimada de esa manera. Parecía una mujer de Ghana
llevando a Aiden y ahora a Claire al trabajo... atada mágicamente a ella con algún
trozo largo de tela. Y eso funcionaba para los días de clínica cuando nadie estaba
de parto.
239 Después de besar a Claire, se cernió sobre mi cara, cediendo lo suficiente de
su mohín para ofrecerme una pequeña sonrisa porque sabía que tenía razón.
—No aceptará un chupete, así que ni lo intentes.
—Lo sé. —Sonreí—. Es como su padre... sólo el de verdad la satisface.
Logré sacarle una sonrisa más grande mientras ponía los ojos en blanco.
—¿Vas a besarme?
Se frotó lentamente los labios, burlándose de mí como siempre.
—Estoy pensando en ello.
Jewel es una adicta al romance de espíritu libre con un peculiar sentido del
240 humor.
Con 10 años de conferencias sobre el uso del hilo dental en su haber, se jubiló
anticipadamente de su carrera de higiene dental para quedarse en casa con sus
tres increíbles hijos y gestionar el negocio familiar.
Después de que su mejor amiga desde hace casi 30 años le sugiriera unos
cuantos libros del género romántico contemporáneo, Jewel quedó enganchada.
Devorando dos o tres libros a la semana, pero con ganas de más, decidió
practicar la lectura sostenible, es decir, la escritura.
Cuando no se pone la capa y salva el planeta árbol a árbol, disfruta del yoga
con sus amigos, de la buena comida con la familia, de la escalada con sus hijos,
de ver reposiciones de Cómo conocí a su madre y, por supuesto, de las novelas
desgarradoras y que hacen saltar las bragas.
241

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