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Lo que hace distinto a este libro de Mar Giorgio no depende de la cercania de su muerte. La obra de la poeta uruguaya no s6lo no queda trunca sino que, lejos de ser tiltimo, éste es un libro primero, en cl sentido de primordial: el libro que engendra todos los libros anteriores. Ademas, al incluir cl CD “Diadema”, La flor de lis otorga al lector el don memorable de la propia voz de Marosa diciendo sus poemas. Su diccion atraviesa multiples cntonaciones y hace de la voz. no solo el lugar del habla sino también el sitio ineandescente donde cada palabra, cada silaba, cada suspiro crean una lengua distinta. Distinta y distintiva, la voz de Marosa tiene ka rara_virtud de no dejar huellas de la escritura: cada poema parece ser dicho por vez primera, como si el tono borrara la dimension de la letra. La originalidad de la voz de Marosa di Giorgio se explica, entre ofras razones, porque socava de un modo salvaje la cosificacién del mundo y, por otro, entabla una critica acerba contra los imperativos de la sociedad fundada en tabties y prohibiciones. Contra todo eso, su poesia ha apelado al ritual de las muiscaras, para ver el mundo desde ellas. (...) Marosa di Giorgio, como ningun otro poeta latinoamericano del siglo XX, observ6 y contemplo el mundo desde la planta o desde el animal, desde esas miradas no-humanas, desde esos distraces que pueden entrever todavia la inocencia del hombre y denuneiar los crimenes de lo que Hamamos civilizacin. Y sali, rondé las ventanas, guia con el ramo que estaba su hervor de jazmines, de hu Pero, esto...! Adentro murmuraban, vacilante. A ratos senti la sien, en la frente. Hasta que empezé la lun, luna de la tarde, casi rosad las puertas, un, anudado a mis m, esosen flo, MOSS Sent Todo quedé indeci 1a su vuelo entre la, y azul, Intenté dejar los jazmines, y fue inutil, Entonces, me di cuenta. Luzbel y Anamora ya habian actuado, Yo nunca iba a poder hacer otra cos: Nunca iba a poder desprenderme del ramo, los arbotes, y La bromelia es una mano con un solo dedo, y debajo la sombra de esa mano. Todo en porcelana rosada. Sentado esto, cay6 la noche e iba a empezar el trabajo. En las pequefias asambleas nocturnas se habia pensado en la posibilidad de cesar. Ya estabamos crecidas... Sin em- bargo, era dificil decidirse. Susurraron: —Bromelia Yo pestafieé Y me eché a andar. ; Mas alla llamaron a Ana, a Ana Lis, a Anamarfa, a Anamora, a Silvia, y a Flor de Lis» Cada una se dirigié a una casa. Estaba muy lejos una de otra. Yo crucé un jardin. Los perros siguieron mudos como si recibicran sefias de otros mundos. La casa, como todas en aquel tiempo, habia quedado abierta, es 4 Por una, ge. —— 1 pasos de mariposa, Todos dormian solos Entré con pasos brazados. seano paceci6 cs pertnte7o:#6 alee aaaeianaag vicha en el ensuetio de los dormidos. De seguro andaba © do Bromelia. Fui a la cocina. En la Alguien estar sim encender ni un citio, saqué frascos, aia itunas, azticar, harina, la pasa de ition , aceitunas ie todo sin equivocarme. Dejé el postre ee a a ee ime dirigi al jardin, 2 Ja tendido en ™ rente Luna. En cierta ocasion, estando en una a la porent® jel hombro. Quedé helada. Alguien de ntado y me apresé del hombro. de las tinieblas eso estaba previsto, pero {que nunca ocurritia. iamos en un espacio muy fino, Ta muerte y la vida. tarros, noche, tomaron cocina, me Ia casa se habria le in la asamblea a a casi certeza de Pues nos mov ja luz y la sombra rarisimo, entre I La tia Brigida no era nada comin, Sus ojos color metal esta- ban muy arriba. La boca también era un punto metilico rodeado por un abanico de lo mismo. Luego, el talle y el vestido, estre- chos, abriéndose en el ruedo por donde asomaba apenas un pie. La tia Rigida no era negra y parecia negrisima. Vesti- menta y piel, hacia’

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