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APERTURAS CLÍNICAS, UNA EXPERIENCIA INSTITUCIONAL

PARA EL TRATAMIENTO DE LAS PSICOSIS EN LA INFANCIA


José Ignacio Schilling R.

Para el tratamiento de las psicosis, el interés clínico se ubica en la forclusión entendida


como la no inclusión de la norma edípica, y en el retorno de lo forcluido. Es decir, lo que
está forcluido en el sujeto, retorna desde la realidad bajo la forma de delirios y
alucinaciones. La realidad del sujeto psicótico son sus creaciones inconscientes proyectadas
sobre lo que le rodea, interfiriendo en la comunidad y territorio circundante, provocando
una significativa alteración del orden social.
Cuando decidimos fundar Aperturas Clínicas fue pensando en crear un espacio
institucional que recibiera a niños aquejados por un sufrimiento psíquico intenso, que
suelen estar capturados por la psiquiatría clásica tanto desde el punto de vista nosológico
como de los tratamientos que se les indica, pues sus diagnósticos se sustentan en su
clasificación de acuerdo a manifestaciones sintomáticas que coincidan con las
descripciones de cuadros patológicos establecidos y cuyos tratamientos se sostienen
principalmente de la farmacología. Los niños que recibimos en la institución terapéutica
suelen ser excluidos del sistema educacional, aislados del mundo y sus discursos, y en
Aperturas Clínicas les ofrecíamos un lugar que habitar donde asistían cada día de la semana
a participar de diversos talleres y actividades o simplemente habitar la casa del modo que
fuese posible para cada uno. Si bien Aperturas Clínicas es una institución que se enmarca
en lo conocido como el ejercicio de una terapéutica, no pretendíamos crear un espacio más
para la intervención aislada del niño y su familia, donde se planteara la figura del paciente
como un objeto a modificar, sino ofrecer un lugar cuya intervención estuviera dada por la
integración del niño en la casa y su quehacer en lo cotidiano. Entendiendo el término
Integración distinto del de adaptación, siguiendo a Bleger quien plantea:

“Lo que comúnmente se llama adaptación es el sometimiento a la alienación y


el sometimiento es la esterotipia institucional. Adaptación no es lo mismo que
integración; en la primera se exige al individuo su máxima homogenización, en
la segunda el individuo se inserta con un rol heterogéneo que funciona de
manera unitaria” (1999, p. 84).

Nuestro principal objetivo es comprender el sufrimiento psíquico en lo particular de cada


caso, donde el interés por la integración del niño a la institución terapéutica tiene que ver
con que se incorpore a un espacio extrafamiliar que lo reciba, cortando la repetición de las
experiencias de exclusión vividas anteriormente, e insertándose en un espacio que lo valida
y reconoce en su diferencia y permita su inclusión a la manera que pueda ser posible para
cada uno.
Si consideramos la dificultad del sujeto psicótico para acceder al lazo social, es en los
efectos de una creación cultural tal como lo es la institución terapéutica donde podemos
ofrecer una cierta experiencia de construcción de discurso respecto de la locura para su
integración en lo social. La institución terapéutica es el lugar para la inclusión sin
exigencias de adaptación al orden social, pero que a la vez permita un reconocimiento de
éste que le resulte menos amenazante.
“Incluir al psicótico en la sociedad no equivale a adaptarlo ni a intentar volverlo
un igual denegando su diferencia. La inclusión de la que se trata es la inclusión
de la diferencia radical en el seno de la sociedad de supuestos iguales” (Quinet,
A., p. 60. 2016)

La institución terapéutica y la práctica entre varios


Tal conjugación es parte de una larga tradición actualmente vigente en Bélgica, Francia,
Brasil y Argentina, ligado al psicoanálisis lacaniano donde se ha pensado el psicoanálisis en
la institución. La práctica clínica institucional permite brindar la construcción de un
dispositivo espacio – temporal continuo y de mayor intensidad como lugar de contención y
pertenencia, por tanto, ofrece una posibilidad de despliegue elaborativo de las dificultades
de los niños y niñas, a través de los diferentes dispositivos terapéuticos que se ponen a su
disposición, pero tembién a través de la libre circulación que le permite habitar el espacio.
Un psicoanálisis conjugado a la institución implica que no buscamos una cura
psicoanalítica a través de la interpretación, porque no estamos pensando en aquel
inconsciente articulado por la represión y que se revela en sus formaciones para escuchar
esa verdad a descubrir en la palabra del sujeto. Más bien el lugar del psicoanálisis está en
nutrir el trabajo, la comprensión de los fenómenos que suceden en la vida cotidiana de la
institución terapéutica, es decir, se hace un uso práctico del psicoanálisis en la cotidiano,
donde sostenemos la pregunta acerca del síntoma en el sentido de su utilidad. En este
sentido, sostenemos la pregunta constante ¿para qué sirve tal o cual producción? Entonces
trabajamos con el impasse, donde a nuestro modo de entender es la pulsión de muerte
puesta en acto ante la emergencia de un real que surge como traumático para el sujeto. Lo
traumático entendido como algo del orden de lo irrepresentable, que se hace presente en
palabras incongruentes o actos fuera de contexto.

Cabe señalar la heterogeneidad de los sujetos que componen la institución terapéutica, pues
apostamos a que esta diversidad favorecerá la desalienación social de los niños que forman
parte de Aperturas Clínicas, en tanto niños y adultos nos relacionamos como sujetos
portadores de discursos, nos vinculamos, no nos distinguimos como pacientes y
especialistas en el intercambio cotidiano pues procuramos nunca encarnar el lugar del amo,
sino someternos todos a la misma ley. No buscamos hacer intervenciones especializadas,
sino ejercer una clínica entre varios que implica ejercer una terapéutica a través de la puesta
en marcha de la vida cotidiana con todas sus vicisitudes, donde somos varios quienes
acompañamos a los niños en la búsqueda de sus soluciones y así, diferentes transferencias
se hacen posible, pues ofertamos una red de personas para ser investidas por el niño. Lo que
denominamos como la práctica entre varios es la singularidad del psicoanálisis aplicado a
una terapéutica institucional, pues cuando un niño psicótico se vincula con una sola persona
el lazo se vuelve demasiado intenso, tanto para ese adulto como para el niño en sí.

“La idea de cuerpo institucional, se refiere a que el dispositivo atravesado por


diversas e intensas transferencias se despliega en el juego, la palabra, los
sonidos, la convivencia, los tiempos de los diferentes procesos, los inicios, los
cierres, el recibimiento y la despedida, el encontrarse y reencontrarse, así como
también separarse dejando una huella, ofrece la posibilidad de delimitación de
espacios que cumplen la función de otorgar un ambiente presto a construir una
realidad, que permite el despliegue de la interna pero que entra en convivencia
con la externa” (Golini, J., Steffen, G., Volnovich, J. 1999).

El niño se integra a la institución terapéutica, a sus diferentes instancias que serán


repensadas en función de sus requerimientos, pero también podrá proponer y elegir, dos
actos fundamentales que dan cuenta del surgimiento de un sujeto. Es por ello que los niños
deben hacer vida cotidiana en la institución, donde junto con participar de sesiones
individuales, talleres de intervención grupal, también preparan y comparten el alimento y el
libre desplazamiento por la casa, que con el tiempo se traducirá en la posibilidad de elegir y
enunciar una elección respecto de su participación dentro de la institución.
Por otra parte, hacer vida cotidiana en la institución nos permite abrir espacios para acoger
las invenciones de los niños, promoverlas y garantizarlas como condición necesaria para el
ejercicio de una clínica en lo cotidiano. Es a partir de las invenciones donde surgen las
propias producciones, detalles que muestran la dimensión singular de cada niño y que se
pesquisan en comportamientos fuera de contexto o desfasados, prácticas raras que se
constituyen como tratamiento cuando pueden ser escuchadas y se les otorga un lugar en la
práctica cotidiana, para ligarlo a algún sentido posible que pueda surgir como vía de acceso
o punto de ligadura o conexión con otros. “Es durante la vida cotidiana y en los talleres,
donde podemos localizar esos pequeños momentos particulares, lo que es importante para
ella, lo que se constituye como tratamiento” (Otero, 2014, p.67). De esta manera, Margarita
(7 años) que sólo murmuraba y dibujaba a la niña kawai, escuchando y otorgando un lugar
a su práctica monotemática es que esta pudo volverse la vía para el encuentro e intercambio
con otros niños, tanto en los talleres como en la vida cotidiana de la institución, a través de
sus incontables dibujos y sus aportes en el taller de historias.

El montaje institucional de Aperturas Clínicas y su terapéutica se sostiene en tres instancias


fundamentales. Estas son Alternancia, Síntesis y Asamblea, que se organizan a través de
talleres y actividades grupales, funcionando como distintas formas de interpelación para la
construcción de una red discursiva que resulta ser el objetivo terapéutico institucional.

La Alternancia
Los diversos talleres cumplen la función de demarcar un territorio, mantenido por
determinados rituales y uso de materiales que ponen en juego el uso de los objetos. Estos
talleres y su quehacer, está relacionado con cierto sostenimiento de la tarea en sí misma, así
como también sostenimiento de las relaciones, en el sentido de sostener el investimiento y
las transferencias que el sujeto sostiene hacia quienes se relacionan con él (ella).
Por otra parte, cada taller está diseñado para proveer a la institución de la alternancia
necesaria que en sí misma se vuelve un punto central, pues se instala en la institución como
uno de los ejes del dispositivo clínico. La alternancia marca un ritmo en las actividades de
la casa, ofrece una cierta temporalidad que marca un inicio y un fin, y delimita los espacios
ofreciendo sutiles cortes a la continuidad. A propósito de la alternancia, cada taller es
concebido como instancias que producen diferencias, instalan la posibilidad de la
diversidad y con ello la creación de vínculos sociales, que en su conjunto promueven
efectos terapéuticos.

La Síntesis
Cada día, al finalizar la jornada, niños y terapeutas se reúnen en un mismo espacio para
hablar de lo acontecido durante el día. Niños y adultos exponen sus vivencias, hablan de los
momentos más placenteros o difíciles de la jornada. Es un momento para poner en palabras
algo que ayude a integrar la experiencia y de este modo esta instancia se instala como
articuladora de las actividades y experiencias transcurridas. La síntesis es el eje articulador
de lo vivido en la institución, entonces se habla de las crisis de ira, de los malestares y
dificultades, así como también resulta ser el espacio para el reconocimiento de aquello que
otorga placer. En esta instancia se pone en juego la construcción de discurso colectivo que
va escribiendo una historia de la institución y de quienes la habitamos, permitiéndonos
hacer el tránsito de inscripción de la experiencia.
La Asamblea
Una vez por semana, niños, terapeutas, pasantes y todos los que conforman la institución se
reúnen para hablar de la casa. Se habla acerca de lo que ocurre en los talleres, los niños
plantean quejas, se proponen nuevos proyectos y se discute sobre la factibilidad de su
aplicación, se discuten problemas, resuelven conflictos, se trata de conversar sobre los
asuntos comunes, actividades y vida de la institución. Por su naturaleza la asamblea es uno
de los espacios que define y a la vez crea la identidad de la institución terapéutica. Esta
instancia se fundamenta en la construcción de un lugar en el lazo social y sentimiento de
pertenencia a una comunidad para los participantes como una tentativa de inserción en las
relaciones sociales. En la asamblea se pone de manifiesto que todos quienes conformamos
la institución (niños, niñas, profesionales, pasantes, etc.) nos situamos bajo las mismas
reglas y que conformamos una comunidad en la que no existe una relación vertical entre
paciente y terapeuta, sino entre sujetos que tienen la necesidad de ser acompañados y
contenidos y otros que estamos en condiciones de otorgar ese acompañamiento, que si bien,
tenemos un saber respecto de la psicosis, también sabemos que se trata de un semblante.

La institución terapéutica es un espacio que funciona como tal, en la medida en que permite
a cada integrante circular libremente para posibilitar la creación, promoción de trabajos y
producciones colectivas donde cada uno pueda reconocerse y relacionarse. Todo ello en su
conjunto ofrece la posibilidad al niño o niña de tener un lugar subjetivo, a la vez que se
hace parte de una colectividad que lo reconoce y legitima en sus discursos, cuyas lógicas y
sistemas de referencia operan en concordancia con la estructuración psíquica particular que
habitan.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

• Bleger, J. (1999). Psicohigiene y psicología institucional. Paidós: Buenos Aires.


• Freud, S. (1924). Neurosis y psicosis. Editorial Amorrortu: Buenos Aires, 2001.
• Golini, J., Steffen, G., Volnovich, J. (1999). Prácticas institucionales con niños
psicóticos. Editorial Nueva Generación: Buenos Aires.
• Küpfer, C., Voltoline, R., De Sousa, F. (2010). Qué es lo que puede hacer un niño
por otro? Sobre la diversidad en los grupos terapéuticos de niños. Revista Castalia,
Volumen Nº 17, pp. 29 – 38.
• Otero, M. , Brémond, M. (2014). A cielo abierto, entrevistas. Courtil, la invención
en lo cotidiano. Gramma: Buenos Aires.
• Quinet, A. (2016). Psicosis y lazo social: Esquizofrenia, paranoia. Letra Viva:
Buenos Aires.

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