Está en la página 1de 3

UN CEMENTERIO OLVIDADO

Por: Pablo Nicoli Segura.

Los cementerios siempre han ejercido, en infinidad de personas, una


inexplicable atracción, una combinación de belleza arquitectónica en contraste
con el retiro y la muerte enmarcada en el romanticismo más puro.

He de confesar que muchas veces he pasado por los cementerios, no siempre


con el propósito de visitar la lápida del pariente fallecido o rezar al pie de la
tumba del amigo, los he visitado más por contemplar la belleza de sus
mausoleos y esculturas, por experimentar la tranquilidad de sus avenidas y
porque dentro de la aparente soledad, nunca me he sentido realmente solo,
muy por el contrario, un visitante vivo en una ciudad de recuerdos y calaveras.

No es de extrañar entonces mis pretensiones de indagar en la historia y la


tradición oral; buscado las fuentes que me dirigieran al antiguo cementerio de
Miraflores, en Arequipa, hoy visualmente inexistente.

Las referencias bibliográficas son escasas y eso me animó aún más a


investigar y conversar con los tataranietos de la gente que fue enterrada allí.
Junto con el cementerio de Cayma, se trata de los camposantos más antiguos
de la ciudad, exceptuando aquellos cementerios adyacentes a las iglesias
arequipeñas o conventos, en los que se enterraba antigua y tradicionalmente.

De hecho fue Simón Bolívar, a su paso por Arequipa en 1825, quién pensando
en la salud de los habitantes de estas tierras, manifestó su oposición a que
dicho camposanto siguiera usándose, pues su ubicación estaba muy cercano al
centro de la ciudad, además de que sus linderos se ensanchaban cada vez
más producto de las epidemias de aquellos años.

De los libros que consulté, los documentos más relevantes fueron los que a la
letra dicen:

1- “(…) Comenzando el proyecto en 1793, el mismo no se había concluido aún


en 1796 (…) El nuevo intendente Bartolomé María Salamanca dice que cuando
se hizo cargo de su gobierno encontró el cementerio (de Miraflores) en
cimientos y que por su impulso lo concluyó con dos osarios enlucidos y
blanqueados y que lo inauguró el 3 de mayo de 1798”. (Evolución Histórica
Urbana de Arequipa. Página 92. Ramón Gutiérrez).

2- “El antiguo cementerio de Miraflores fue formalmente cerrado y su entrada


fue tapiada y se prohibió la exhumación de cadáveres en el mismo, así como
en los Monasterios de la ciudad por temor a las epidemias; las monjas catalinas
acudieron en solicitud a Orbegoso, que se hallaba en Arequipa, pidiendo que
les permitieran inhumar a sus muertas en el convento; el Presidente atendiendo
a que el número de monjas era corto, aceptó que la de los tres monasterios
arequipeños fueran enterradas en los claustros, en un lugar que no fuera la
Iglesia”. (Historia General de Arequipa, Fundación M.J. Bustamante de la
Fuente. Página 459 (Eusebio Quiroz Paz Soldán).

3- “Como el de Miraflores era inconveniente, se pensó en construir el actual


cementerio General (…) Su inauguración (Cem. Gen.), con la inhumación de
los restos de Melgar, se efectuó el 17 de septiembre de 1833. Pese a que se
declaró al mismo tiempo, clausurado el de Miraflores y prohibidos los entierros
en las casa religiosas, se siguió abusando de la tolerancia de las autoridades,
que permitieron usar aquél (el de Miraflores) y éstas (conventos) por varios
años más”. (Arequipa, en el paso de la colonia a la república. Página 87.
Guillermo Zegarra Meneses).

Actualmente, 2010 gran parte del lugar que antes ocupaba el cementerio de
Miraflores (o mejor debiera decirse camposanto, pues no estaba construido con
nichos ni cemento), hasta mediados del siglo XIX, está ocupado por el
mercado La Chavela (a un costado de la calle Calvario) y un centro deportivo
aledaño, no obstante en otra buena parte de la ubicación original de este
camposanto, se levantan diferentes propiedades particulares en cuyos
cimientos aún descansan las tumbas de los arequipeños de antaño.
Empezando apenas el siglo XXI, algunos obreros que realizaban obras de
alcantarillado junto a la calle Calvario, hallaron cantidad de restos óseos
enterrados y según afirman los vecinos esto ha venido sucediendo de vez en
vez, incluso algunos dueños de viviendas, al realizar alguna obra en sus
propiedades, se han encontrado con tal género de sorpresas. Algunos de estos
vecinos (Sr: Molina) refiere que cuando era niño atestiguó como algunos
hombres hallaron, enterrado, un féretro con hábitos religiosos dentro, además
escuchó decir que se había encontrado un cáliz junto a los restos. Lo cierto es
que los pobladores y vecinos, desde antaño, y cuando se cerró definitivamente
el camposanto, trataron de recuperar a sus muertos y a veces dichos restos
fueron llevados a enterrar en zonas más altas, llegando a lo que hoy es la
iglesia de Chapi chico. Otros por el contrario, con algo más de posibilidades
económicas e influencias, lograban llevarse a sus muertos algo más abajo,
junto a la iglesia de San Antonio, lo que no fue masivo. Cuando se han
encontrado restos óseos (sin identidad) a veces en mediano número, se ha
reunido dichos huesos en un solo conjunto y se les ha dado nueva y cristiana
sepultura.

Pero si bien la idea de que muchos vecinos de Miraflores vivan y realicen sus
actividades diarias a tan solo un par de metros de los antiguos moradores del
camposanto, enterrados bajos su casas, la verdad es que esto no debe
extrañar, pues hace dos siglos, un poco menos, no era del todo dable trasladar,
ya fuera por el Ayuntamiento, o por los parientes de la gente exhumada, a todo
un cementerio, labor que hubiera generado demasiado trabajo y el consiguiente
detrimento de las arcas municipales y de los bolsillos de los deudos. Fue
mucho más fácil olvidarse un poco de los tatarabuelos e ir cediendo terreno en
beneficio de construcciones más rentables o incluso, como afirmó algún vecino
al autor de este artículo, lograr de forma fraudulenta hacerse del beneficio y
una escritura de lotes y terrenos, que a la postre, logró desaparecer
(visualmente) el cementerio con todo y sus muertos.

También podría gustarte