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De periodistas improvisados a golpistas

consumados : el ideario militar


africanista de la Revista de Tropas
Coloniales (1924-1936)
Rocío Velasco de Castro

En el verano de 1923, la inquietud entre los militares africanistas era generalizada debido a
la confluencia de una serie de factores exógenos y endógenos. Entre los primeros,
encontramos las crecientes críticas a su actuación en las campañas de Marruecos,
considerada por diversos sectores de la sociedad como excesiva e irresponsable. Una opinión
que llegó a alcanzar gran repercusión en la prensa de la época 1, sobre todo tras conocerse
algunos detalles de la campaña emprendida en 1921 contra el rifeño Abdelkrim que culminó
con el catastrófico desenlace de Annual2.

2La pérdida de un elevadísimo número de vidas humanas3 y el despilfarro del gran montante
económico destinado a financiar las diversas incursiones y operaciones militares que habían
acabado en estrepitoso fracaso, recordaban cada vez más lo acontecido en Cuba 4.
Amotinamientos como el acaecido el 23 de agosto de 1923 en el puerto de Málaga, durante
el cual un grupo de reclutas destinados a Marruecos opuso resistencia al negarse a
embarcar5, reflejaba la oposición frontal y generalizada de la población y de la tropa ante la
que el Gobierno tuvo que suspender momentáneamente el envío de contingentes al norte de
África.

3Las carencias y limitaciones señaladas a raíz de la crisis del 98 no habían sido subsanadas 6,
y el ejército colonial había vuelto a sufrir en Marruecos los estragos de la falta de
preparación de unos soldados que eran obligados a internarse en un territorio desconocido e
inhóspito sin medios para subsistir, junto al desacierto de una serie de decisiones y
estrategias militares mal calibradas de las que dimanaba una total falta de previsión para
salvaguardar no sólo las posiciones conquistadas, sino la propia seguridad de la tropa.

4Éstos y otros muchos argumentos expuestos en el conocido informe Picasso 7 pusieron en


entredicho a los mandos del Ejército de África, a los responsables políticos coloniales y al
mismísimo Alfonso XIII, cuya contribución al desastre de Annual suscitó gran indignación en
amplios sectores de la población, incluyendo la intelectualidad y la clase política 8, hasta el
punto de resultar irreparable para la imagen y el futuro de la Monarquía.

5Entretanto, en el seno del Ejército, las Juntas de Defensa que desde 1917 habían mostrado
su rechazo al sistema que primaba los ascensos y promociones por méritos de guerra al
favorecer a los militares formados en África en detrimento de los que desarrollaban su
carrera castrense en la Península 9, se manifestaron ferozmente críticos con la actuación del
Ejército de África, y muy especialmente con la de su núcleo duro : las llamadas fuerzas de
choque, compuestas por la Legión y las harkas 10.

6Paralelamente, la desunión en el seno del Gobierno en torno a las campañas de Marruecos


y a cómo debía actuarse en el protectorado tras lo acontecido era un fiel reflejo de la
profunda crisis que sufría un sistema político a todas luces agotado. En consonancia con lo
que sucedía en buena parte de Europa, donde comenzaban a sentirse los efectos de la
decadencia del modelo político y económico liberal, en España dichos efectos se sumaron a
los provocados por un sistema de Restauración desfasado, dando lugar a una inestabilidad
creciente : revueltas obreras, una clase política abúlica sumida en prácticas atávicas, un
desacertado gobierno de concentración liberal, un ejército africanista cada vez más
enfrentado a las variables y desastrosas directrices que se tomaban con respecto a
Marruecos, etc.11

7La convulsa situación política y social que imperaba en España, a la que sin duda coadyuvó
la cuestión marroquí, desembocó, el 13 de septiembre, en el pronunciamiento militar del
general Miguel Primo de Rivera12. Auspiciado por Alfonso XIII y con el beneplácito de buena
parte del Ejército, incluyendo a los militares africanistas, sólo la llegada al poder del general
fue capaz de ralentizar el imparable proceso de desafección al monarca al conseguir que la
depuración de responsabilidades no alcanzara ni a los altos mandos militares ni al
soberano13.

8Sin embargo, Primo era consciente de que había que cambiar de proceder con respecto a
Marruecos y de que sus decisiones, aún muy alejadas de sus planteamientos iniciales, más
cercanos al abandonismo y a las Juntas de Defensa, no contentarían a la plana mayor
africanista.

9La situación en el Protectorado no admitía más errores ni riesgos innecesarios. Había que
recomponer la Comandancia de Melilla, reorganizar las maltrechas tropas y las exiguas
posiciones que habían conseguido mantenerse, mejorar las condiciones de los soldados en el
frente así como las infraestructuras, el sistema de comunicaciones y el avituallamiento,
además de reponer los cuantiosos materiales y municiones que habían sido confiscados por
los rifeños. Y como último reto pendiente, una vez se hubiera procedido con el repliegue
táctico y asegurado la retaguardia, estaba el de acabar con los dos frentes abiertos por la
resistencia marroquí : el liderado por el cherife Raisuni, en la zona occidental 14, y el del emir
Abdelkrim, en la oriental15. En sendos casos se intentaría agotar la vía diplomática, pero la
captura de Raisuni a manos del rifeño y la negativa de este último a pactar con España,
llevarían a lanzar una ofensiva militar a gran escala para controlar definitivamente el
territorio. Se trataba del primer paso para poder ejercer una actuación colonial política y
administrativamente eficaz que necesitaría de grandes inversiones, y a las que sólo podría
destinarse un ajustado presupuesto.

10Como colofón a todas estas cuestiones y problemas pendientes por resolver, la pugna
entre los llamados civilistas y los militaristas 16, presente desde la implantación del
protectorado español, continuaba más candente que nunca. El cuestionamiento de la labor
desarrollada por los militaristas jugaba a favor de las tesis civilistas, que abogaban por
anteponer la acción política a la militar, y por situar en puestos de mayor responsabilidad a
civiles para desmilitarizar la gestión de la empresa colonial española. Frente a esta
tendencia, los militaristas propugnaban la necesidad de mantener e incluso aumentar el
número de efectivos militares en el territorio y de dotarles del control de la Alta Comisaría,
desde donde ejercerían una labor político-administrativa firme y de sometimiento de las
cabilas rebeldes con el empleo de las armas como principal medio de acción y coacción. La
posición intermedia entre ambas corrientes la encontramos representada en la actuación de
Primo de Rivera17, y fue la que acabó imponiéndose durante su gobierno con gran acierto y
sentido común, no sin solventar numerosos escollos y no pocas vicisitudes.

11Todos estos temas fueron ampliamente abordados en las páginas de la Revista de Tropas
Coloniales a través de los numerosos artículos rubricados por algunos de los máximos
representantes de la oficialidad africanista. A través de sus páginas se pone de manifiesto
que, a pesar de los continuos gestos y medidas para favorecer el entendimiento que realizó
Primo de Rivera, su política colonial sufrió la incomprensión de estos hombres, quienes
evidenciaron una más que patente incapacidad para asimilar la situación imperante tanto en
el protectorado como en la metrópoli. Esta última, desangrada económica y socialmente, no
podía seguir haciendo frente a una guerra iniciada hacía dos décadas si no era a través de
una nueva estrategia en la que la milicia y la diplomacia pudieran conjugarse en beneficio de
los intereses españoles18.

12Años más tarde, las medidas adoptadas por la II República llevarán a algunos de estos
hombres a reconocer la labor desempeñada por Primo de Rivera en la política española
nacional e internacional con respecto a Marruecos y a la defensa de los intereses españoles
en el territorio. Asimismo, se intensificará la labor de oposición a los responsables de la
política colonial republicana, de marcado carácter civilista, hasta desembocar en el golpe de
Estado gestado, iniciado y promovido desde el Norte de África. Un mes antes, en junio de
1936, la revista editaba su último número, el 138 19, de apenas 20 páginas. Todo un gesto
que revelaba la inminencia de la rebelión. Había llegado el momento en el que las palabras
de estos periodistas improvisados iban a ser reemplazadas por la fuerza de sus armas.

13Con el estallido de la guerra civil, la necesidad de mantener la retaguardia de los


sublevados : el protectorado español, llevó a que muchas de las consignas que habían sido
publicadas en la Revista de Tropas Coloniales en torno a Marruecos y a sus habitantes fueran
convenientemente silenciadas y relegadas del ideario militar africanista para dar paso a una
pretendida « hermandad hispano-marroquí » con al-Andalus como símbolo recurrente 20.
Toda una muestra del pragmatismo que caracterizó a los golpistas y posteriormente a la
política nacional e internacional del primer franquismo 21.

Revista de Tropas Coloniales : mucho


más que portavoz del Ejército de África
14Con un panorama tan convulso y poco propicio para las aspiraciones de los militares
africanistas, en el verano de 1923, algunos de sus más destacados representantes acordaron
fundar en Ceuta una revista que actuara como contra-propaganda de las tesis abandonistas
y difundiera el sentir del Ejército de África : la visión que tenían de cuál debía ser la misión
de España en Marruecos y el importante papel que los militares desempeñaban en ella, pese
a los estrepitosos fracasos cosechados en los últimos años.

15Cuando la revista no era más que un proyecto, Primo de Rivera llegaba al poder, y la
publicación se hizo necesaria por una razón añadida. Aunque el golpe de estado fue bien
recibido por la oficialidad de Marruecos, que era extremadamente crítica con la situación
política de aquel tiempo, no resultaba menos cierto que el general había prometido una
« sospechosa » solución, pronta y digna, del problema marroquí22.

16Además de las campañas de Cuba y Filipinas, Primo de Rivera había participado en las de
Melilla (1893 y 1909) y, años después, en acciones ofensivas en la región oriental (1911) y
occidental (1913) del protectorado marroquí. Formaba parte, por tanto, de la oficialidad
africanista, pero al contrario que sus compañeros, su experiencia le llevó a partir de 1917, a
adoptar públicamente posiciones favorables al abandono de Marruecos y al canje de Ceuta
por Gibraltar. Unas opiniones que fueron ampliamente difundidas y criticadas por
determinados sectores de la política y la prensa española 23 del momento, y que serían
reiteradas en intervenciones posteriores, como la que tuvo lugar en el Senado en noviembre
de 1921 a raíz del desastre de Annual, para mayor preocupación de los militares
africanistas24.

17Si bien es cierto que se trataba de propuestas presentadas con anterioridad por la clase
política española25, el hecho de que un reputado general que había combatido en las dos
guerras coloniales las recuperara y defendiera públicamente, constituía sin duda una
inquietante novedad para los sectores más tradicionalistas. De forma que, cuando en
septiembre de 1923 llegó al poder, estas evidencias hacían presagiar un escenario
totalmente opuesto al preconizado por el Ejército de África.

18En consecuencia, la futura publicación serviría también para articular y difundir las
advertencias de este grupo a los nuevos responsables políticos con respecto al giro que se
pretendía imprimir en la política colonial y su oposición a secundar las tesis abandonistas.
Con esta doble finalidad, la de crear opinión favorable al colonialismo militarista, y la de alzar
la voz en contra de las disposiciones gubernamentales que pudieran perjudicar sus
aspiraciones en Marruecos, la reunión fundacional de la Revista de Tropas Coloniales tuvo
lugar en Ceuta el 4 de noviembre de 1923. Apenas dos meses después, el 1 de enero de
1924, veía la luz su primer número.

19El compromiso adoptado con la línea editorial de la publicación por parte de estos militares
resultaba más que elocuente al comprobar que buena parte de la plana mayor africanista
participaba, directa o indirectamente, en sus páginas. Baste mencionar al comandante
general de Ceuta, Gonzalo Queipo de Llano (director), al comandante de Infantería con
destino en el Tercio José Valdés Martell (redactor jefe), al teniente coronel Francisco Franco y
al coronel de ingenieros Silverio Cañadas (miembros del comité de dirección), o al capitán de
artillería Martí Alonso (director artístico). De hecho, algunos como Valdés y Alonso perdieron
su vida en los combates que se reiniciaron en 1924 y culminaron en 1927 con la rendición de
Abdelkrim.

20Por lo que respecta al principal cometido con el que se presentaba oficialmente la


publicación, consistía, tal y como rezaba su subtítulo, en hacer de ella una « propagadora de
estudios hispano-africanos », lo cual debemos interpretar en clave militarista como el
principal medio de expresión y difusión de la ideología colonial defendida por la práctica
totalidad de los mandos que conformaban el Ejército de África. Con ello emulaban la
propaganda colonialista de las publicaciones francesas 26, y especialmente la de su
homóloga : Revue des Troupes Coloniales27.

21Al igual que sucedió con la publicación francesa, la revista sufrió un breve paréntesis en
sus inicios (octubre – diciembre de 1924), reapareciendo en enero de 1925. Esta fecha
inauguraría su segunda etapa, caracterizada por el estricto cumplimiento de la periodicidad
mensual, que se mantuvo ininterrumpidamente hasta su último número, en junio de 1936 28,
y por el cambio de director, puesto que fue ocupado por Franco.

22A lo largo de sus doce años de existencia (desde enero de 1924 hasta junio de 1936), la
publicación cambió de denominación en tres ocasiones. En una primera fase, se
tituló Revista de Tropas Coloniales (enero de 1924 – enero de 1926). A partir del número 14
de su segunda etapa pasó a llamarse África. Revista de Tropas Coloniales (febrero de 1926 –
diciembre de 1928). Y desde el número 60 (enero de 1929 – junio de 1936), apareció
simplemente con el nombre de África. En los tres casos conservó el subtítulo y el trasfondo
ideológico de su línea editorial. Dicha modificación obedeció, en primer lugar a la sustitución
de un término que políticamente podía resultar incorrecto y poco adecuado para la imagen
que las autoridades españolas pretendían ofrecer de su gestión colonial. Y, en segundo
término, a que la nueva denominación englobaba a la conocida desde 1926 como Guinea
española, aglutinando así en sus páginas las informaciones de sendas colonias africanas.

23Por lo que se refiere a su estructura formal y de contenidos, la celeridad con la que fue
editado el primer número hizo que no se incluyera el sumario ni la información referente a
sus responsables directos (dirección, comité de redacción, etc.) 29, lo cual denotaba la
inquietud de los militares africanistas, quienes consideraban necesario hacer oír su voz
cuanto antes. Esta circunstancia, a priori sin importancia, vino a reflejar una característica de
la revista : la variación en la disposición de sus contenidos, que podemos definir si no
arbitraria, al menos, carente de continuidad de unos números a otros 30. De igual modo, la
aparición o elisión del editorial, y de algunas otras secciones itinerantes, evidenciaban la
evolución de la publicación, que no es objeto de este trabajo, pero también cierta
desorganización en cuanto a la distribución de las distintas secciones. En cualquier caso,
podría establecerse como columna vertebral una orientación, siempre hacia los mismos
presupuestos ideológicos militaristas, que apenas sufriría una evolución sustancial tras
culminarse la « campaña de pacificación », en 1927.

24A partir de ese momento, la presencia de análisis y estudios históricos aumentará en


detrimento de artículos de opinión. Es entonces cuando el africanismo español intensifica su
contribución a la revista con trabajos, a menudo publicados por entregas 31, en los que se
reafirma el papel que históricamente ha desempeñado España en el Norte de África, o bien
se promociona la actuación militar y la gestión colonial con análisis sobre las mejoras
introducidas en el país magrebí32. Ámbitos como el de la educación, la arquitectura, la
agricultura y ganadería, etc., serán abordados desde esta óptica colonial africanista de
carácter civilizador.

25De esta última afirmación, cabe colegirse que la Revista de Tropas Coloniales fue mucho
más que el órgano portavoz de los militares africanistas. Constituyó uno de los principales
medios de expresión del africanismo español de la época, de marcada tendencia marroquí,
que propugnaba los éxitos de la labor civilizadora de España en el Norte de África y su papel
de potencia colonial en virtud de sus lazos históricos y culturales con el mundo árabe. De
forma que el ideario africanista, con sus diferentes corrientes y tendencias, también estuvo
muy presente en la revista33.

26Incipientes figuras del africanismo español como Rodolfo Gil Benumeya 34 y los que
conformarían posteriormente, junto a José Mª Cordero Torres, la pléyade del africanismo
franquista35 : Enrique Arqués, José Díaz de Villegas y Tomás García Figueras 36 participaron
activamente en sus páginas, aportando una dimensión academicista y menos militarista a los
contenidos de la publicación. Se trata de un pequeño listado al que habría que añadir otros
muchos nombres, como el del conocido médico militar Víctor Ruiz Albéniz 37, que actuaba
como corresponsal y firmaba sus crónicas con el pseudónimo de « el Tebib Arrumi »38. Y,
por supuesto, el del afamado Mariano Bertuchi, el pintor de Marruecos y principal imagen
propagandística del protectorado español durante el franquismo 39, quien realizaría todas las
portadas desde enero de 1924 hasta octubre de 1927. Bertuchi colaboró desde el primer
momento al compartir buena parte de los presupuestos ideológicos de los responsables de la
revista, y su contribución, incluyendo numerosas ilustraciones en páginas interiores, dotó a
la publicación de calidad gráfica y, sobre todo, de un mayor atractivo al mensaje ideológico
que se transmitía al lector.

27No obstante, son las « reflexiones militaristas », las crónicas y escritos redactados por
este grupo de militares africanistas que posteriormente tendrán una destacada participación
en el golpe de Estado de 1936 y la instauración del régimen franquista  : Gonzalo Queipo de
Llano, José Enrique Varela Iglesias, Emilio Mola y Francisco Franco Bahamonde, las que van
a centrar nuestra atención.

Principales reflexiones militaristas


durante el septenio primorriverista (1923-
1930)
28Como hemos comentado, la revista nacía en un momento especialmente delicado para los
militares africanistas, cuyo descontento con lo acontecido y con las medidas que podría
adoptar el gobierno de Primo de Rivera condujo a que algunos de sus más conocidos
representantes tomaran la pluma y, a modo de improvisados cronistas y periodistas,
plasmaran sus quejas, pero también su ideario político, ideológico y militar con respecto al
Protectorado.

29Hasta que no se hubo conseguido la pacificación completa del territorio (julio de 1927), la
temática abordada en las páginas de la revista pueden resumirse en dos grandes
cuestiones : ¿cuáles han sido las causas de la debacle española en Marruecos ? y ¿qué tipo
de actuación debía impulsar el gobierno español en su protectorado ? La respuesta a sendos
interrogantes admitía pocas dudas en la opinión de los africanistas : la decadencia de la clase
política y sus titubeos con respecto al despliegue de una política colonial continuista y de
corte militar habían resultado tan perjudiciales como el intentar llegar a acuerdos
diplomáticos con los rebeldes. Ante la situación imperante desde Annual, la solución
estribaba en reorganizar el Ejército, dotarles de mayores medios y relanzar la ofensiva en
ambos frentes para derrotar al enemigo y vengar las afrentas sufridas. Esto sería, grosso
modo, lo que cabría extraer de los testimonios de nuestros particulares cronistas.

30Así, en el primer editorial de la revista, Queipo de Llano establecía las líneas discursivas
del resto de colaboradores. En primer lugar, defendía la figura del Rey, al que rendía
« adhesión incondicional »40. De esta forma rechazaba que la actuación del soberano y de
sus militares más allegados, entre ellos Fernández Silvestre, hubieran sido irresponsables. En
segundo término, mostraba su público apoyo y cooperación al Directorio « en su labor de
regeneración de las instituciones españolas »41, sin llegar a mencionar siquiera la política
colonial. A continuación, apelaba a la experiencia para aprender de los errores cometidos en
Marruecos y anunciaba el nacimiento de la revista como tribuna donde dicha experiencia
tuviera la mayor difusión posible, con el fin de que los soldados que hubieran de llegar a
Marruecos « adquirieran un concepto aproximado de la idiosincrasia »42 que imperaba en
suelo marroquí. Es decir, abogaba por la remilitarización del protectorado. Finalmente,
testimoniaba la « profunda veneración » por los que habían derramado su sangre, « cuya
senda todos seguiremos sin vacilar, cuando la ocasión se presente »43. Con esta última
alusión urgía a actuar y a reiniciar los combates.

31En un segundo editorial, Queipo arremetía contra todos aquellos que habían atribuido al
Ejército la única responsabilidad de lo acontecido en las colonias americanas y en
Marruecos : políticos, intelectuales y miembros de las Juntas de Defensa son recriminados
por su actitud y por confundir a la opinión pública.

32En primer lugar, acusa a la clase política de la crisis del 98 y del anti-militarismo que
suscitó entre la población española. Un anti-militarismo entendido como anti-patriotismo :

« El divorcio que los políticos parecían tener interés que existiese entre los gobiernos y el pueblo,
al que engañaron tratándole como eterno menor de edad, fue la causa de que la pérdida de
nuestro imperio colonial trajese consigo la enorme depresión que sufrió el espíritu español hasta
entonces vigoroso y dispuesto siempre al sacrificio por la Patria ; espíritu que se procuró abatir
aún más por algunos intelectuales »44.

33A estos últimos, que habían abogado por la necesidad de evitar un mayor derramamiento
de sangre evitando nuevas aventuras coloniales, Queipo los interpreta en clave opositora,
simplificando el discurso en una dialéctica de enfrentamiento personal : están contra el
Ejército ; consideración bajo la que subyace la incapacidad para realizar un análisis más
profundo de las causas y consecuencias de lo acontecido en Cuba y, sobre todo, en
Marruecos. En su argumentación lineal, relaciona a sus « enemigos » : los intelectuales, los
políticos y las Juntas de Defensa :

« Sea cual sea la causa de esta hostilidad de los intelectuales contra el Ejército, no hay duda que
exacerbada por la actuación, caprichosamente interpretada, de las Juntas Militares, que cuando
así convino a los políticos las hicieron cabalgar, como Santiago, aún después de muertas, fue otro
de los factores que agravaron el problema »45.

34También los medios de comunicación y la información que se daba sobre las campañas es
otro elemento criticado por Queipo. En su intervención, confunde la información veraz, por
muy desoladora que sea para los intereses españoles, con el deseo de dañar y desanimar a
las tropas y a la sociedad española. A ambas se las mediatiza contra un Ejército cuya
autoridad se socava injustamente y contra unas operaciones militares que resultan, en su
opinión, de obligado cumplimiento :

« Desde el principio de nuestra actuación en Marruecos en cumplimiento de honrosos e ineludibles


compromisos internacionales nuestros escritores sintieron el prurito de poner al descubierto todas
las lacras de nuestra organización, no para aplicarlas el medicamento apropiado, sino para
emponzoñarlas como si tuviesen interés en debilitar el débil organismo en el que aparecían. Con
informes equivocados, admitidos quizás con excesiva ligereza, extraviaron a la opinión pintándole
la empresa que habíamos de acometer con los más negros colores, proclamando su absoluta
ineficacia »46.

35Y va más allá :

« La prensa debe hacer examen de conciencia y disponerse a ayudar a conducir al pueblo, porque
su asistencia es la más indispensable para la resolución del problema (…) Ese enorme poder debe
ejercerse siempre haciendo escuela de Patriotismo »47.

36Este es, precisamente, el leitmotiv de la revista : enaltecer el espíritu de los españoles y


unificarlo en torno a la necesidad de restaurar el honor perdido, cumplir con los compromisos
internacionales y ejercer nuestra misión civilizadora como potencia colonial. En este
contexto, la negociación política o la interrupción de las campañas son interpretados como
debilidad :

« Sin darse cuenta, políticos e intelectuales, del gravísimo perjuicio que causaban haciendo
endémico un mal que hubiera podido resolverse con la terapeútica de energía apropiada aplicada
en momentos oportunos, indujeron a los gobiernos a salir del paso obligando al Mando a no tener
bajas por ningún concepto ¡oh, debilidad eterna de nuestros gobiernos ! »48.

37Y continúa con un fragmento que explica con gran precisión el sentimiento de humillación
que para ellos supone el repliegue o la retirada, aunque éstos formen parte de una
estrategia a medio plazo. Una vez más, apreciamos la incapacidad de concebir una
planificación más compleja, completa y garantista como fue la de Primo de Rivera, frente a la
impetuosidad e irresponsabilidad de la campaña de 1921 y sus terribles consecuencias. A
propósito de la prudencia que exigían a los altos mandos para evitar un derramamiento
innecesario de sangre, Queipo responde :

« Eso era lo mismo que condenarnos a la inacción, a colocarnos a la defensiva ante un enemigo
osado y aguerrido, eterno adorador de la bizarría, que sintió acrecentado su entusiasmo y su
espíritu de acometividad a lo que contribuían las informaciones de prensa, propagadoras de las
luchas intestinas de nuestras clases directoras en relación con este problema y la campaña
abandonista fundada en nuestra supuesta impotencia »49.
38En la misma línea se expresaba el por aquel entonces teniente coronel Francico Franco.
Los escritos que entre 1924 y 1928 publicó en las páginas de la revista mostraban su firme
convicción de que el problema marroquí era de índole militar y que sólo utilizando esta vía
podía alcanzarse la paz en el Protectorado :

« Por más que queramos definir el protectorado marroquí, por mucho que ansiemos la paz de
Marruecos, de hecho existe un problema militar que solucionar, una guerra en que vencer, y en
ella, la inacción y la pasividad conducen irremisiblemente a ser vencidos (…) Aquellos
procedimientos de atracción y política, aun útiles y necesarios, sometido el enemigo o vencidos
sus focos de rebeldía, son perjudiciales cuando en nuestro frente se mantiene latente el fuego de
la guerra (…) toda suavidad y política en esos momentos es dejar impunes las agresiones… »50.

39En consecuencia, reclamaba reiniciar las operaciones militares en la zona oriental y en la


occidental :

« La derrota de Anual ha sido fatal enseñanza para los indígenas (…) La psicología de los pueblos
beréberes, fanáticos e impresionables, imprime grandes cambios en la actitud de las kabilas, y
basta un jefe prestigioso o Santón melenudo para turbar y aun levantar kabilas y aduares…
Aceptan con resignación coránica el mando del más fuerte, pero aprovechan toda ocasión para
recobrar su independencia. (…) el tiempo corre…, la historia se repite…, y lo mismo en las
montañas del Atlas que en los riscos del Rif y de Yebala sigue perenne el odio de la raza, y sus
rescoldos, solo esperan el viento de un azar para arrancar la llama… »51.

40La respuesta del Directorio no fue la esperada : Primo de Rivera seguía intentando la vía
diplomática con Raisuni al tiempo que continuaba con la retirada de tropas en la zona
occidental. Por lo que respecta a la oriental, cuando en julio de ese mismo año de 1924
realizó una visita oficial al campamento de Ben Tieb, base de la Legión, el recibimiento
dispensado por Franco, Varela y otros compañeros, quienes le comunicaron su negativa a
retroceder un ápice de terreno52, provocó que el general, consciente de que necesitaba el
apoyo de los africanistas, realizara una nueva concesión : renunció parcialmente al repliegue
de efectivos en la región. La creación de la llamada línea Primo de Rivera, entre septiembre y
noviembre de ese mismo año, hizo que ciudades como Chauen pasaran a estar bajo dominio
rifeño, generando el descontento de los africanistas y su reflejo en la publicación 53.

41Este inestable equilibrio se mantuvo gracias al aislamiento en el que aún se encontraban


los africanistas con respecto a la Península, y al talante conciliatorio de Primo, quien realizó
una serie de gestos para atraerse al grupo. Así, tras publicar Queipo un artículo de opinión
en marzo de 1924 en el que solicitaba que se restableciera el antiguo sistema de
promociones y ascensos por méritos de guerra 54, apenas dos meses más tarde, el Directorio
derogaba la normativa vigente desde 1918. Del mismo modo, cuando Mola recordaba el
importante papel de los Regulares en un artículo publicado en junio de 1924 55, menos de un
año después, en abril de 1925, se decretaba el establecimiento de recompensas con el que
se favorecía a las fuerzas de choque. Dos medidas de gran calado militar y político, a las que
se sumaron, en agosto de 1925, que la Revista de Tropas Coloniales fuera declarada « de
utilidad » por el Ministerio de la Guerra (D.O. 178 de 12 de agosto de 1925), y que en el mes
de diciembre, un viejo conocido de los africanistas con el que compartían buena parte de sus
posiciones con respecto a Marruecos, el general Sanjurjo, fuera designado nuevo Alto
Comisario.

42A pesar de estas y otras concesiones, las presiones para evitar el repliegue táctico y pasar
directamente a una ofensiva a gran escala no cesaron desde el primer número de la
publicación. En enero de 1924 se instaba a ocupar Alhucemas y vengar la afrenta infringida  :
« Hay que cumplir con la obligación de lealtad y de patriotismo de decir a la opinión pública
la verdad. Y la verdad es que es necesario llegar a Alhucemas »56. Esta necesidad se
argumentaba en base a factores militares, políticos y económicos. Desde el punto de vista
militar, se aludía que « el germen eterno de insurrección está en Beni Urriaguel, y allí hay
que ir a buscarle y vencerle (…) mientras ese vivero de odio subsista, la insurrección seguirá
latente y no tendrá España paz »57. En la misma línea se expresaba Franco : « Alhucemas
es el foco de la rebelión antiespañola, es el camino a Fez, la salida al Mediterráneo, y allí
está la clave de muchas propagandas que terminarán el día que sentemos el pie en aquella
costa »58.
43En cuanto al factor político, además de romper la continuidad entre la zona oriental y la
occidental, se aducía la « demostración de una superioridad militar y moral, que es requisito
indispensable para el ejercicio del protectorado (…) Al alma musulmana no se la conquista
por el camino del convencimiento suasorio, sino de las impresiones vivas y fuertes »59. Por
lo que respecta al elemento económico, se justificaba por la fertilidad del terreno y la
presencia de minas ferruginosas aún sin explotar, además de por ser el nexo entre los
ferrocarriles que conectaban la zona occidental (Tetuán – Ceuta) con la oriental (Drius –
Melilla).

44A pesar de las justificaciones anteriores, se trataba de una medida cuanto menos
temeraria, dadas las circunstancias. El patriotismo y el espíritu de sacrificio, unidos a la
aspiración de restaurar el honor del Ejército parecían estar por encima del sentido común,
que dictaba prudencia, y de las enormes carencias que presentaban las tropas.

45La respuesta del Directorio a estas presiones fue conciliatoria pero firme en este punto.
Era obvio que Alhucemas constituía un punto estratégico vital 60 y que, como Primo de
Rivera llegó a afirmar con un lacónico : « O se abandona Marruecos o se domina »61, había
que optar por una solución definitiva. Ante la imposibilidad de llevar a cabo la política
abandonista por la que él mismo había abogado antes de llegar al poder debido a las
presiones internas, pero también a la coyuntura internacional del momento, llevó a concebir
una nueva estrategia que pasaba por un repliegue táctico inicial para asegurar, en un futuro,
el éxito de las operaciones ofensivas.

46Consciente de que el problema rifeño lo había llevado al poder de la misma manera que
podría apartarle de él, el general decidió actuar en el momento preciso y no delegar en nadie
que pudiera poner en peligro las operaciones. Desde el 16 de octubre de 1924 hasta el 2 de
diciembre de 1925, dirigió personalmente todas las maniobras en calidad de alto comisario y
general en Jefe del ejército de África. El desembarco de Alhucemas se culminó con éxito, el 8
de septiembre de 1925, gracias a la organización pormenorizada orquestada por Primo y a la
colaboración hispano-francesa entre el español y el general Pétain 62.

47Entretanto, los responsables de la publicación continuaban ejerciendo el proselitismo a


través de atractivos llamamientos para alistarse en el Tercio, donde « podía llegarse a
capitán con alimentación sana y abundante y vestuario de buena calidad, práctico y
vistoso »63.

48Finalmente, en julio de 1927, la revista abría su edición con la Orden General de 10 de


julio con el comunicado de alto el fuego dando por concluida oficialmente la guerra de
Marruecos. Comenzaba entonces una nueva lucha por consolidar las posiciones que estos
militares habían conseguido ejercer en el organigrama político-militar del protectorado,
frente al carácter civilista que se preconizaba para la Administración colonial. Artículos como
el del entonces teniente coronel Varela exponían de nuevo las tesis ya conocidas de la
importancia de los militares aun en tiempos de paz, debido a su experiencia y su
conocimiento de la realidad marroquí, frente a un civil recién llegado de la Península 64.

49Los sucesivos gobiernos republicanos no hicieron sino fomentar la unidad y fortaleza de


estos militares en tierras norteafricanas, pues desarrollaron una política diametralmente
opuesta en la metrópoli y en la colonia. Mientras en la primera trataban de implantar un
nuevo modelo social65, en el protectorado marroquí desarrollarían una política continuista
con respecto a la política indígena 66, y fracasarían en su intento de promocionar las
intervenciones civiles frente a las militares 67, al tiempo que autorizaban la concentración de
militares africanistas en los puestos de poder de la Alta Comisaría y de las comandancias de
Ceuta y Melilla68.

50Desde 1934, año de la conquista de Ifni, de la abierta resistencia a la implantación de


interventores civiles en detrimento de los militares, y de la represión de la revuelta obrera
asturiana, el Protectorado se convirtió en el principal bastión de este grupo de africanistas.
Como señalan algunos autores, desde octubre de este mismo año de 1934, el camino que
condujo a la guerra civil no tenía marcha atrás posible 69.

51Los últimos años de la revista en su segunda etapa desvelan una inusitada tranquilidad en
sus reivindicaciones, antaño persistentes, que resulta especialmente significativa. Si
la Revista de Tropas Coloniales nacía con la necesidad de dar a conocer la voz de los
militares africanistas, una década después, su posición estaba mucho más consolidada hasta
el punto de que no necesitaban de sus páginas para hacerse oír y respetar. En este sentido,
la génesis y evolución de la publicación discurre paralela a la creciente preeminencia del
Ejército de África en los destinos políticos del país. Una influencia que no puede entenderse,
como tampoco el final de la Restauración, o el advenimiento de la dictadura primorriverista,
sin el protectorado marroquí.

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