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PRINCIPIOS DE
DERECHO
ADMINISTRATIVO
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Pabellón “Serafina Dávalos”
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A mi esposa María Elena este
libro vivido en su compañía
escrito en su ausencia.
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-jorgemen
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PROHIBIDA LA IMPRESION PARA FINES COMERCIALES
Introducción
Este libro viene del aula universitaria y está destinado a volver a la misma. En largos años de enseñanza es mucho lo que el profesor ha aprendido con
sus alumnos, probablemente mucho más de lo que ellos con él. Qui docet, discet. En consecuencia, tenía el deber de retribuir tan grande privilegio con un
libro que sirviera de texto, que estuviese basado en la legislación nacional y enfocado hacia los problemas de nuestro medio.
La primera condición, que parece fácil de cumplir, no lo es, sin embargo, debido a que no habría lugar ni tiempo para glosar cada una de las leyes
administrativas vigentes y, además, porque aún si ello fuera posible, no valdría la pena hacerlo, dada la variabilidad y relativa inestabilidad de las leyes
administrativas que hacen correr el riesgo de invalidar, con su eventual derogación o modificación, el conocimiento que podamos tener de ellas. En cambio,
se dan ejemplos de la legislación vigente, los cuales puedan servir de puntos de comparación con las nuevas disposiciones que lleguen a dictarse, lo mismo
que sirven respecto de otras anteriores ya derogadas. Se pretende de este modo que las normas expuestas como de doctrina sigan teniendo algún valor, aún
con las transformaciones que lleguen a operarse en el Derecho positivo.
Con la jurisprudencia ocurre algo similar, aunque por razón contraria: la exposición no puede fundarse en ella por ser muy raros los casos ejemplares
y, entonces, la misión de la doctrina es mas bien la de promoverla y orientarla.
SALVADOR VIILAOHA MAKRIODO I PRINCII’IOS I>I< Dnimoiio ADMINISTRATIVO
Otra de las condiciones que se trata de satisfacer es que el Derecho administrativo se ponga al alcance de la comprensión no sólo del estudiante, sino
también de las autoridades y del ciudadano común. Precisamente, para la efectiva vigencia del Derecho administrativo, cabe esperar más de su conocimiento
generalizado que de la eficacia de los recursos que puedan ejercer los particulares afectados. Con mucha frecuencia las autoridades incurren en
transgresiones, más por ignorancia que por intención dolosa, y las cuestiones que se suscitan no justifican, por su escaso monto, que se recurra para su
solución a los tribunales. En estos casos, la importancia del Derecho administrativo radica más bien en el carácter masivo de su incidencia, que hace necesaria
la difusión también extensiva de su conocimiento. Con el método de los ejemplos y de los casos que, aún no habiendo llegado a los tribunales, son reales y
suficientemente explicativos, esperamos que este Derecho adquiera vida y se presente como familiar y comprensible para todos.
La constante invocación y acatamiento de la ley, tanto de la fundamental de la Constitución como de la formal del Poder Legislativo, que resuma todo
el contenido del libro, quizás requiera una explicación. No es fetichismo, desde luego, sino conciente adhesión a lo que la ley significa dentro del
ordenamiento jurídico: ella es la norma general, impersonal y objetiva. Aunque pueda impugnarse su representatividad y su valor intrínseco de justicia, es
evidente que siempre ser á mej or de lo que ocurriría si no existiera. “La injusticia de lo injusto es sólo relativa, en razón de la justicia de la seguridad”. Y, por
otra parte, la confusión de la norma a ser ejecutada y la de su ejecución en manos de un mismo órgano, sólo puede conducir al despotismo, según la
imperecedera enseñanza de Montesquieu. Aunque más no fuera que como regla del juego, hay razón suficiente para que la ley sea siempre acatada, salvo el
juicio sobre su mérito o necesidad de su reforma.
Por último, que el libro se titule “Principios de Derecho Administrativo” no quiere decir que todo él sea elemental. Contiene, si, los
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iNTItOl MICCION
elementos considerados fundamentales, de suerte que quien los estudia adquiera ideas que, aunque fuesen pocas, sean claras y bien definidas, para el posterior
estudio en tratados y monografías especializadas. No p uede pretenderse que el egresado de un breve curso ostente un conocimiento acabado y definitivo de la
disciplina. Como en ninguna otra rama jurídica, el estudio debe ser continuado fuera de las aulas, no sólo por la exigüidad del tiempo, sino porque el interés y
la urgencia para hacerlo sólo se harán sentir a medida que se presenten los problemas en todo el curso de la vida profesional. En este sentido, todo el
contenido del libro puede ser considerado sólo como “introducción” al estudio del Derecho administrativo, que debe quedar con todas las ventanas abiertas
para su renovación y enriquecimiento.
Esto es así especialmente en ciertas cuestiones en que el autor intenta aportar puntos de vista nuevos, como la definición del Derecho administrativo
que apunta deliberadamente al necesario deslinde de la jurisdicción contencioso-administrativa, la tipificación de las diversas formas de descentralización, las
ideas sobre personalidad del Estado y otras cuestiones en que ha seguido su personal criterio. Que sus conclusiones no inhiban al estudiante a ejercitar el suyo
propio, sino más bien sean un acicate para emprender renovadoras investigaciones. No expresaba Sócrates una mera metáfora cuando decía que un dios le
dictaba los imperativos de la Justicia. Al dotarnos de conciencia, Dios nos ha dado la excelsa facultad de di scernir lo que es justo y propugnar su realización,
cualesquiera sean las relaciones del hombre con la comunidad en que vive.
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Capítulo I
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
res”, considerados por consiguiente la revisión judicial de los actos administrativos
como interferencia del Poder Judicial en las funciones propias del Poder Ejecutivo.
De ahí la llamada “jurisdicción retenida” en manos del Poder Ejecutivo y la
creación del Consejo de Estado que, de simple órgano consultivo en sus
comienzos, pasó a ser paulatinamente tribunal de competencia especial en materia
conten- cioso-administrativa, pero dentro siempre del Poder Ejecutivo. Y es la
fecunda jurisprudencia de este alto Tribunal, teorizada y sistematizada por los
autores franceses, la que ha llegado a constituir el Derecho administrativo en aquel
país 0).
En tanto que en los Estados Unidos la separación de Poderes es considerada
más bien como “especialización de funciones”. En este sentido, se considera
función exclusiva del Poder Judicial la de interpretar las leyes y decidir toda
cuestión que surja con motivo de su aplicación, aún la que se suscite entre los
particulares y la Administración. Y lo que es aún más importante: que la
Administración es considerada, al igual que los particulares, sin privilegios o
derechos especiales. Por esta razón y porque los mismos jueces los que resuelven
toda clase de cuestiones, ha sido difícil reconocer la existencia de un Derecho
Administrativo en los Estados Unidos, lo mismo que en Inglaterra. Esta rama
jurídica va confundida o equiparada al common law. Pero es evidente, como la
hace notar Waline®, que alguna atri-
(1) Cf. M. Waline: Droit Administratif, Introduction Générale, Chap. II, Editions
Sirey, París, 1959. Es a todas luces infundada la opinión de este autor cuando dice: allí (los
países) donde tales reglas existen y presentan diferencias
esenciales con las del Derecho privado, es por imitación, por copia (más o menos libre) del
ejemplo francés” (p. 18 N° 22). En lo que toca al Derecho administrativo latinoamericano
la semejanza y no “copia”, proviene del fondo común de cultura jurídica al que ha
contribuido no sólo el Derecho francés. El sistema de justicia administrativa dentro del
Poder Judicial nos viene del Derecho constitucional de los Estados Unidos de América, y
así nos hemos separado del Derecho francés en otras varias materias como la creación
jurisprudencial del régimen de “servicio público”, que nunca tuvo cabal recepción en los
países latinoamericanos, como no la tuvo tampoco en otros países europeos.
(2) Cf. Waline, cit. pág. 4.
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CAPÍTULO I: DEFINICIÓN DEL DERECHO ADMINISTRATIVO
(3) John Clarke Adams: “El Derecho administrativo norteamericano”, Ed. EUDEBA, Buenos
Aires, 1964. También es de notar que el gran incremento que ha tomado en los Estados
Unidos la ciencia de la administración, ha influido preponderantemente en la exposición de
ciertos autores, como Leonard White, quien aborda la materia considerando al Poder
Legislativo como el Directorio (regido por el Derecho Constitucional) y el Poder Ejecutivo
como el Gerente (regido por el Derecho administrativo) (“Introducción al estudio de la
Administración Pública”, edición revisada Macmillan, New York, 1940).
(4) Enrique Sayagués Laso: “Tratado de Derecho Administrativo”, Montevideo, 1933, pág. 40 y
sgtes.
Gabino Fraga: “Derecho Administrativo”, México, 1960, pág. 52 y sgtes. Osvaldo Aranha
Bandeira de Mello, “Principios Gerais de Direito Administrativo”, Sao Paulo, 1969, pág.
112 y sgtes.
José Cretella Júnior: “Direito Administrativo de Brasil”, Sao Paulo, pág. 19 y sgtes.
Adolfo Merkl: “Teoría Gral. de Derecho Administrativo”. Editorial Revista de Derecho
Privado, Madrid, 1935.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
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CAPÍTULO I: DEFINICIÓN DEL DERECHO ADMINISTRATIVO
tades para elegir las medidas o la oportunidad para obrar. Y es esta actividad
discrecional o “libre” a la que aluden ciertos autores como materia propia del
Derecho administrativo. Pero se olvida que con no menos frecuencia las
autoridades administrativas tienen rigurosamente regladas sus facultades, en
materia de tributos y de sanciones, por ejemplo; y, por otra parte, entre los tres
Poderes, es el Legislativo el que tiene más amplia actividad “libre”, limitada
solamente por el amplio marco de la Constitución. Tampoco dejan de tener
facultades discrecionales los jueces, como la de conceder en caso de divorcio la
tenencia de menores de más de cinco años al cónyuge que consideren más indicado
para ello y, lo que parecería extraño, aún la facultad de graduar las penas
atendiendo a circunstancias agravantes y atenuantes. Aunque sometido a rigurosas
limitaciones de la ley, existe “arbitrio” o “facultad discrecional” bien entendida,
aún en estos casos.
3) Relaciones del Poder público con los particulares. Si estas relaciones se
refieren a la sujeción de las personas al poder sanciona- dor del Estado, quedaría
finalmente comprendida dentro del Derecho administrativo la totalidad de las
relaciones jurídicas entre particulares, como la de éstos con el Estado, igualmente
sujetas a dicho poder sancionador. Y, por otro lado, las relaciones jurídicas entre el
Estado y los particulares, entendidas en un sentido estricto, son regidas también por
el Derecho privado.
4) Derecho administrativo es el Derecho por el cual se rigen los servicios
públicos. Remitiéndonos al capítulo XTV en que se expone la doctrina del servicio
público y su crítica, la objeción más obvia que pueda adelantarse a esta definición
es que los servicios públicos se rigen también, en medida cada vez más amplia, por
el Derecho privado; y por su parte, los servicios privados regularmente se rigen
igualmente por el Derecho adminis trativo, justamente en la medida de su
reglamentación, cada vez más acentuada.
c) Por el carácter dual del Estado: Derecho administrativo cuando obra
como poder o potencia pública, y Derecho privado cuando actúa como persona
jurídica. Esta definición cae fácilmente en una
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO petición de
principio porque cabe preguntar cuando obra el Estado como Poder público y
cuando como persona jurídica. La única respuesta a mano es que el Estado actúa
como poder público en tanto cuanto aplica el Derecho administrativo y como
persona jurídica cuando lo hace conforme al Derecho privado.
Además, hay cierto resabio de ideas anacrónicas en el concepto de poder o
potencia pública, como algo superior o que está por encima de los particulares,
posición de la cual ha de descender el Estado para regirse por el Derecho; cuando
que todo el “poder” que tienen el Estado y sus órganos, es “poder jurídico”
instituido por la Constitución y las leyes, esencialmente idéntico al “poder jurídico”
que tienen los particulares para hacer efectivos sus derechos. Una expresión más
correcta de la distinción aquí subyacente, es que los actos estatales en general y los
administrativos en particular, se “perfeccionan” por el “pronunciamiento” del
órgano estatal, en tanto que los actos jurídicos privados, por consenso.
d) Siguiendo un método por exclusión, Derecho administrativo sería el que
resta luego de eliminar del total ordenamiento jurídico el Derecho privado y todas
las demás ramas que han adquirido autonomía y delimitación propias.
No se comprende como un mero residuo, por el solo hecho de no ser otra
cosa, pueda constituir una disciplina jurídica autónoma. Para ello, haría falta un
Corpus juris constituido por normas y principios propios, consagrados en el
Derecho positivo o admitidos en la doctrina®.
(5) Todos los criterios expuestos reflejan puntos de vista que se entrecruzan y superponen
parcialmente. Son como círculos secantes que no coinciden totalmente pero concurren a
delimitar un área común que será el concepto integral del Derecho administrativo. Cuando
se dice que son Derecho administrativo las leyes orgánicas, el estatuto del funcionario, la ley
de presupuesto, etc., se está tomando un punto de referencia material: la administración. Si
consideramos como tal al Derecho policial es porque, aparte de otras distinciones, no se lo
puede identificar con el Derecho privado. Si incluimos en el mismo Derecho los
“reglamentos”, es porque los dictan órganos administrativos y no el legislativo ni el judicial
y si excepcionalmente lo hacen estos últimos, es porque
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CAPÍTULO I: DEFINICIÓN DEL DERECHO ADMINISTRATIVO
(7) Un ejemplo de nuestro Derecho positivo para ilustrar el proceso descrito: La Constitución
establece de manera muy general que “Para el cumplimiento de sus fines, el Estado
establece impuestos, tasas, contribuciones y demás recursos...”. No dice qué impuestos,
tasas o contribuciones. Son las leyes de impuestos internos, aduaneros, inmobiliario, a la
renta, etc., las que establecen los diferentes tributos. Para la mejor ejecución de estas leyes
se dictan reglamentos que todavía son generales, aunque menos generales que la ley,
puesto que se limitan a detallarla o llenar determinados vatios de la misma. En ejecución
de estos reglamentos —o directamente de la ley si no hay reglamentos— la autoridad
recaudadora liquida el tributo, liquidación que consiste en concretar en el caso individual
la norma que ha de ser observada por determinado contribuyente. Y lo mismo se hará con
la jurisdicción si eventualmente la cuestión es llevada ante los tribunales.
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CAPÍTULO I: DEFINICIÓN DEL DEHECHO ADMINISTRATIVO
P. Legislativo: LEGISLACION
DERECHO ADMINISTRATIVO
DERECHO JUDICIAL
4. Diversos enfoques para una
configuración integral
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GAI'ITIII.O I; DMUMCIIÚN nni, DKIIKCHII ADMININTIIATIVII
económica, etc.) sino por su función jurídica y los órganos a los que ésta es asignada. Para
evitar todo equívoco, bien podría denominárselo “Derecho ejecutivo”, Derecho al que
deben ajustar sus actos los órganos que por su propio cometido se llaman justamente
“ejecutivos”.
Muchas de las leyes llamadas administrativas y sus reglamentos se dictan para que
sean cumplidas por los particulares, estableciendo incluso derechos y obligaciones entre
ellos, como por ejemplo los que fijan precios máximos para artículos de primera
necesidad; pero en defecto de cumplimiento, son órganos del Poder Ejecutivo a los que
compete proceder a su ejecución compulsiva, con lo que se vuelve a la función y órganos
propios señalados como del Derecho administrativo (8).
(8) El autor mexicano Gabino Fraga le dedica detenida crítica (op. cit. págs. 53-62)
a la noción de ejecución de la ley como criterio deñnitorio del Derecho administrativo. La más seria
de sus objeciones nos parece ser la que opone a la acepción amplia de “ejecución” de la ley, en el
sentido de ejercicio de la autorización que ésta concede; “porque si así lo hiciéramos —dice—
tendríamos que afirmar que los particulares están ejecutando las leyes civiles o comerciales, cuando
celebran un contrato o realizan cualquier acto que ellas prevén”. Y así es, en efecto, como puede
entendérselo en rigor, puesto que, dejando a salvo las concepciones de Derecho natural, los
particulares ejercitan, aplican o utilizan el Derecho privado para sus propios fmes. Pero aparte de
que el lenguaje común no comprende en el concepto de “ejecución” la utilización del Derecho
privado por los particulares, aún comprendiéndola, la objeción no alcanza a nuestra definición por
cuanto no es “ejecución de la ley por órganos del Poder Ejecutivo”, como en ésta se postula.
Podría ser cuestión de palabras, como lo estima el autor citado, al denominar él
“administración” a lo que nosotros llamamos “ejecución de la ley”. Pero queda en pie la utilidad de
referir esta “ejecución” a órganos del Poder Ejecutivo, porque entonces la cuestión se reduce a la
determinación de la competencia que viene a ser un criterio simple y cierto para el deslinde de la
jurisdicción contencioso-administrativa, que es el problema que yace en el fondo. El concepto de
“función administrativa” adoptado por el citado autor y otros varios, no ofrece un mejor criterio
defmitorio, porque además de lo quo ya se ha apuntado más arriba acerca de lo que se entiende por
“administración” no sólo en el concepto vulgar sino para la moderna ciencia de la administración, es
evidente que existe “función administrativa” y “administración” privadas en las empresas
particulares, no regidas por el Derecho administrativo.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
(9) Esta distinción era conocida del presidente don Carlos A. López, quien la adoptó expresamente en la
Constitución de 1844: “Art. 3.- La facultad do linear ejecutar las leyes y reglamentarlas para su ejecución,
reside en el Supremo Poder Ejecutivo”. “Art. 4.- La facultad de aplicar las leyes reside en los ji leeoH y
tribunales establecidos por la ley”..
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CAPÍTULO I: DEFINICIÓN DEL DERECHO ADMINISTRATIVO
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
La aplicación cada vez más amplia del Derecho privado en los servicios públicos
tiene ubicación sistemática dentro de la “administración” entendida como ejecución de
la ley, puesto que las normas e institutos del Derecho privado son medios adecuados para
ejecutar, cumplir o realizar los fines que la ley ha tenido en vista al instituir un servicio o
empresa pública.
Se requiere, sin embargo, en los países que tienen organizada una jurisdicción de
competencia especial para cuestiones contencio-
(10) Estas son las garantías propias del Estado de Derecho consagradas expresamente entre nosotros en
las Constituciones de 1870,1940,1967 y en la vigente de 1992 en sus artículos 16 y 17”.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO so-administrativas,
una más precisa distinción a fin de decidir en el caso si es ésta la jurisdicción que
corresponde, o la ordinaria. Y como los criterios de definición del Derecho administrativo
que se han dado hasta ahora no son satisfactorios, según se ha visto, o no son aptos o de
utilidad práctica para fundar una decisión, la jurisprudencia suele fijarse en la competencia
conferida para la ejecución de la ley: si ella ha sido atribuida a órganos ejecutivos, su
revisión corresponderá ala jurisdicción contencioso-administrativa y no a la ordinaria.
O bien la distinción suele fundarse en un concepto puramente negativo: si las
normas o institutos jurídicos sub-examen son “diferentes o desconocidos” en el
Derecho privado, o “no son los aplicados por los particulares en sus mutuas
relaciones”, afirmación que tiene el mismo significado, entonces el Derecho aplicado es
el administrativo. En definitiva, Derecho administrativo sería lo que no es Derecho
privado. Más, como el Derecho que nos ocupa tampoco es Derecho penal, procesal
ordinario, etc., Derecho aplicado por los jueces; Adolfo Merkl propone oponerlo a lo que
él denomina “Derecho judicial”, oposición real pero igualmente inexacta porque
eventualmente los jueces aplicarán también el Derecho administrativo, justamente en
ocasión de la revisión judicial de los actos administrativos.
La señalada distinción, de carácter puramente negativo, puede también destacarse
con notas diferenciadas positivas, como lo hacen ciertos autores franceses que se separan
dé la doctrina tradicional del servicio público: Derecho administrativo es un Derecho
“exorbitante” del Derecho Privado(U). La diferencia consiste en que los actos admi-
(11) La calificación de “exorbitante” significa que está fuera de la órbita del Derecho privado,
considerado al parecer como el Derecho por excelencia. Con ello se está a un paso de significar que
el Derecho administrativo es un Derecho defectuoso o al menos excepcional, cuando que ambos son
“Derecho” al mismo título. Por esta razón sería preferible calificarlo simplemente de “diferente”,
cuando se ponen en oposición el uno al otro.
Y aún esta diferencia no puede ser radical o absoluta. Hay correspondencias y analogías, si no
identidad, en ciertos aspectos de uno y otro Derecho, las
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CAPÍTULO I: DEFINICIÓN DEL DERECHO ADMINISTRATIVO
nistrativos se perfeccionan por la declaración unilateral del agente estatal (en virtud de la
ley, se entiende, y no por un supuesto “poder público” por sí mismo dominante); en tanto
que los actos jurídicos privados (contratos principalmente) son consensuales. Hay también
en el Derecho privado actos unilaterales, como las resoluciones y reglamentos internos de
una empresa privada, obligatorios para sus empleados, pero no pueden tener el mismo
alcance que los de la Administración pública, puesto que en aquélla la obligatoriedad se
funda exclusivamente en el consentimiento, en tanto que en ésta sólo puede estar fundada
en la ley, como en el caso de los conscriptos. E igualmente en Derecho administrativo,
para los que sustentan la teoría de los llamados “contratos administrativos”, si estos
contratos han de ser considerados como diferentes de los del Derecho privado, sólo
podrían serlo admitiendo su modificabilidad por decisión unilateral del Estado (como se
verá en el cap. correspondiente), con lo que vuelve a manifestarse, diríamos, el aire de
familia del Derecho administrativo. En definitiva, este carácter unilateral o autoritario
(entiéndase bien, en el sentido de “perfeccionamiento por decisión unilateral
autorizada por ley”) es el parecer la mejor piedra de toque para el deslinde de
jurisdicciones. Aún en el caso de leyes de fomento que no obligan sino que requieren la
adhesión voluntaria de los destinatarios, los órganos administrativos las ejecutan mediante
la concesión de las correspondientes franquicias, licencias, etc. y cancelación de las
mismas, que son típicos actos administrativos.
que se irán señalando oportunamente, como la de “competencia”, y no precisamente “capacidad”, de
que pueden estar revestidos los órganos de una persona jurídica privada, lo mismo que las
resoluciones y reglamentos internos, etc., que tienen para la misma persona jurídica privada igual
validez que para la Administración pública. Restablecer la unidad por sobre la diversidad, podría
llegar a ser urgente reclamo para la teoría general del Derecho.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
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CAPÍTULO I: DEFINICIÓN DEL DERECHO ADMINISTRATIVO
función legislativa puede consistir en la ejecución o aplicación de una ley genérica o de un
reglamento (sanción del presupuesto anual conforme a la Ley General de Presupuesto,
aplicación del reglamento interno en la sanción de las leyes, etc.).
d) No es raro que la ejecución de normas que debieran incluirse en el Derecho
privado según el concepto tradicional, la atribuya la ley a órganos del P. Ejecutivo
(derechos intelectuales, de marcas y patentes, etc.) y, por el contrario, que otras de
competencia general de órganos ejecutivos, la confiera por excepción al juez (liquidación
de impuesto a la herencia).
Fácil sería explicar las razones que pueden tener el Poder Constituyente y el Poder
Legislativo para apartarse de una determinada sistemática jurídica y quizás de toda posible
sistemática. Ello es así porque las normas e instituciones jurídicas no están dadas por sí
mismas, como los objetos de la naturaleza, sino que son obra del creador del Derecho y su
finalidad no es “hacer ciencia” sino atender las exigencias de la vida individual y
comunitaria. Por eso, un sistema de conocimientos jurídicos no puede pretender que se
ciña a él necesariamente el Derecho positivo, sino que es la sistemática jurídica la que ha
de ajustarse a las modalidades del Derecho positivo. Ella puede ser considerada correcta y
cumple su función, aparte de los juicios de valor que también le corresponden, si ha
llegado a captar por abstracción los lineamientos generales del Derecho positivo.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO por extensión, el
Derecho comprensivo de todas las leyes cuya ejecución compete a tales órganos
ejecutivos, excluidas las normas e institutos jurídicos considerados como pertenecientes al
Derecho privado, respecto del cual se diferencia por la nota formal del carácter autoritario
o unilateral del acto administrativo, en contraposición del acto jurídico privado que es
consensual o bilateral.
Como puede verse, la noción está centrada en la ejecución de la ley (criterio
funcional) por órganos del Poder Ejecutivo (criterio orgánico), apoyándose para ello en
las prescripciones constitucionales sobre competencia de este Poder (Art. 238 CN) (12).
La excepción referente a los órganos de los Poderes Legislativo y Judicial, en
cuanto ejecutan o aplican normas de su administración interna, tiene por objeto incluir en
la noción un sector considerado como de indudable carácter administrativo, no en razón
del órgano sino de la materia: régimen del personal y financiero y también el
(12) En esto coincide la noción adoptada con la de A. Merkl: “El Derecho administrativo se presenta
como aquella fracción del orden jurídico que ha de ser aplicada por órganos administrativos, esto
es, órganos ejecutivos con derecho a dar instrucciones u obligados a obedecerlas” (op. cit., pág.
106), ejecución que hemos denominado “no cualificada”, en razón de la subordinación del órgano
y otras condiciones, en contraposición a la ejecución “cualificada” de los jueces que son
independientes y cuyas decisiones pueden, por esta razón y otras, hacer cosa juzgada. La diferencia
está en que nuestra definición vincula el Derecho administrativo a órganos predeterminados: los del
Poder Ejecutivo, que son los que normalmente están sujetos a órdenes e instrucciones. De ser
condición suficiente la de que sean órganos sujetos a instrucciones, no sería administrativo el
Derecho aplicado por órganos descentralizados y autónomos, en creciente número en la
Administración moderna, sin embargo de ser indudable su carácter administrativo. Por otra parte, si
en la aplicación del Derecho privado, el órgano no estuviera sujeto a instrucciones, como ocurre con
frecuencia con las entidades autárquicas, tal Derecho dejaría de ser privado para convertirse en
administrativo, lo que es inadmisible. Parecida objeción podría hacerse a nuestra definición, en el
sentido de que al ser aplicado el Derecho privado por órganos del P. Ejecutivo, se convertiría en
administrativo; pero en la misma definición se destaca la nota diferencial excluyente del Derecho
privado. Ya hemos dicho que este Derecho, cuando es aplicado por la Administración, es un
instrumento para la ejecución de la ley, pero no es Derecho administrativo.
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CAPÍTULO I: DEFINICIÓN DEL DERECHO ADMINISTRATIVO
(13) Ya escrito el presente capítulo hemos encontrado que el profesor Oswaldo R. Bandeira de Mello, de
la Universidad Católica de Sao Paulo (op. cit. pág. 52) ha llegado a la conclusión, el primero que
sepamos, de excluir del Derecho administrativo la “materia legislada” o “ejecutada”, vale decir, el
“derecho de seguridad pública, económico, sanitario, educacional, tributario y hasta del trabajo”
según sus palabras, fundado en razones que coinciden enparte con las expuestas en el texto (supra
N° 4 c). “De Derecho administrativo —agrega el autor citado— es la acción de legislar y ejecutar y
no la materia legislada o ejecutada, como de Derecho judicial es la acción de juzgar y no la materia
juzgada”. Podía esperarse que nuestro razonamiento allí expuesto nos condujera también a la
exclusión de las citadas ramas jurídicas. Pero es que todas ellas tienen de común que su ejecución
compete a órganos administrativos, sujeta además a las mismas reglas, y entonces se justifica, como
también ya hemos explicado en el texto, que por extensión del concepto se las considere como
Derecho administrativo. Por lo demás, son Derecho administrativo para la generalidad de los autores
(entre ellos Merkl como acaba de verse) y para nuestra propia legislación (cuando la ley 1462
prescribe como causa contencio- so Tadministrativa la “lesión de derecho administrativo”,
comprende sin duda alguna tanto el Derecho adjetivo como el sustantivo, vale decir, no sólo el
proceso de ejecución sino el Derecho ejecutado). En cuanto al Derecho laboral, es administrativo en
nuestro Derecho positivo sólo en la parte cuya ejecución compete a la Dirección del Trabajo, y en
todo lo demás, Derecho privado, de competencia judicial.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
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SALVADOR VILLAGRA MAPFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
su carácter jurídico esencial— de que aquella está predeterminada en esta última, como la
consecuencia en la premisa. Que se use el vocablo “fuente” en un sentido tan especial,
sólo puede explicarse por el hecho de que la autoridad administrativa y el juez en su caso,
recurren a la ley como a una “fuente” para resolver una determinada cuestión. En realidad,
tanto aquello a que se recurre, la “fuente”, como también la resolución administrativa y la
sentencia constituyen Derecho.
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CAPÍTULO II: FUENTES DEL DERECHO ADMINISTRATIVO
El estudio de las fuentes pertenece a la teoría general del Derecho. Si se las estudia
aquí, referidas especialmente a los reglamentos, es sólo por la importancia que éstos tienen
en la Administración pública moderna que se rige en gran parte por ellos y no
precisamente por leyes formales. Es justamente el uso extensivo de esta fuente
reglamentaria el que confiere al Derecho administrativo su característica adaptabilidad y
movilidad que lo distingue del Derecho privado y aún del restante Derecho público.
Los reglamentos contienen normas obligatorias para la generalidad de los agentes
de la Administración o de los habitantes. Esta generalidad, como la de la ley, se da por ser
dictadas las normas in abstracto y existe aún cuando los destinatarios de las mismas
resulten de hecho ser unos pocos o ninguno. Es la generalidad implícita en la fórmula “a
todos a quienes concierna”, o sea a todos aquellos que se encuentren en las condiciones
definidas en el reglamento (1).
A veces resulta difícil distinguir una norma de carácter general de una particular,
como la de una orden policial para la disolución de una manifestación violenta. La
distinción tiene importancia en nuestro Derecho positivo porque el reglamento puede ser
dictado sólo por el órgano con facultad reglamentaria, como se expondrá en el Capítulo
IV, y por otra parte el recurso contencioso administrativo procede sólo contra un acto
administrativo individual, de lo que se tratará también en el capítulo correspondiente.
Aquí se estudian los reglamentos como normas estatuidas, con los principios y
reglas aplicables a toda clase de “fuentes”, y no desde
(1) No hay que confundir reglamentos administrativos de que aquí se trata, con las leyes “reglamentarias”.
Los reglamentos desarrollan, ejecutan o ejercitan disposiciones legales, del mismo modo que las
leyes “reglamentan” disposiciones constitucionales. La diferencia radica no sólo en los órganos que
los dictan sino, principalmente, en la subordinación de los reglamentos administrativos a las leyes.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
el punto de vista de los actos administrativos que los generan, en particular la “facultad
reglamentaria”, lo que será objeto de un posterior capítulo.
(2) . F. Fleiner, op. cit., pág. 53. Emst Forsthoff: “Tratado de Derecho administrativo”, ed. Instituto de
Estudios Políticos, Madrid, 1958, pág. 193.
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CAPÍTULO II: PUENTES DEL DERECHO ADMINISTRATIVO
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CAPÍTULO II: FUENTES DEL DERECHO ADMINISTRATIVO
Tiene la ley vigencia dentro del territorio, si bien puede alcanzar a las personas
domiciliadas en el extranjero por los bienes que tengan o la actividad que desarrollen en el
país (ejs.: impuesto inmobiliario, impuesto a la renta). Pueden tener aplicación en el país
leyes extranjeras y las nacionales en el exterior, mediante tratados, convenios y acuerdos
internacionales que vienen a constituir un Derecho administrativo internacional (ej.:
reglamento de navegación de ríos internacionales). Incluso sin tratados, en virtud de usos
o exigencias de la vida internacional admitidos en la República según el Art. 141 de la
Constitución (ejs.: documentos de identidad personal regidos por la ley de la nacionalidad
o del domicilio aún para aquellos países con los que no existen tratados).
Con la integración económica y de otro orden, regional y continental, intentada en
nuestro tiempo, está llamado a adquirir un gran desarrollo lo que podría llamarse un
“Derecho administrativo convencional internacional”.
En lo que tiene gran importancia práctica ahora mismo la delimitación del ámbito
espacial de vigencia, es en la solución de los conflictos que pueden suscitarse y se suscitan
con frecuencia dentro del propio territorio nacional, en razón de la competencia territorial
de ciertas instituciones como las Municipalidades. Estos conflictos se resuelven con
criterios parecidos a los del Derecho internacional privado: por ejemplo, patente de
automóvil según la ordenanza de la Municipalidad del domicilio de su propietario (lex
domicilii); patente comercial e industrial en el lugar asiento de los negocios y el de
situación de los bienes (lex rei sitae); formalidad de los actos y documentos, como por
ejemplo registro de conductor, según la ordenanza del lugar en que se emitan o celebren
dichos actos y documentos (locus regit actum), etc. Análogas soluciones deben buscarse
para los posibles conflictos entre edictos emanados de diferentes circunscripciones
policiales. El principio constitucional a que deben ceñirse en cualquier caso dichas
soluciones, es el de lalibre circulación de las personas y de electos dentro del territorio
nacional (Arts. 41 y 108 C.N.). A esta
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
Tiene plena aplicación en este punto, tanto para la ley dictada por el Congreso
como para los reglamentos que son, como ya se ha explicado, verdaderas leyes por su
contenido material, la prohibición de retroactividad consagrada en la Constitución:
“Ninguna ley tendrá efecto retroactivo, salvo que sea más favorable al encausado o al
condenado”, según el Art. 14 de la actual Constitución.
Por tanto, no hay cuestión acerca de qué leyes pueden ser retroactivas y cuáles no.
“Ninguna” dice el texto constitucional, como lo prescribían también las Constituciones de
1870,1940 y 1967.
La excepción para las leyes penales más favorables, expresamente establecida en la
de 1967 y en la vigente se consideraba implícita en las anteriores porque, siendo la
prohibición de retroactividad una garantía para los derechos individuales, lo que se
confirma por estar ella incluida en el capítulo de “derechos y garantías”, si la nueva ley no
perjudica sino beneficia a las personas, no hay razón o motivo para la prohibición. Por el
contrario, mencionar como excepción solamente las leyes penales, parece restringir esta
interpretación amplia que, sin embargo, seguiría apoyada en la razón antedicha, sobre todo
con el texto adoptado en la Constitución vigente.
El problema que puede plantearse y se plantea con frecuencia, es el de saber
cuándo una ley o reglamento es retroactivo y cuándo en rigor no lo es. El criterio
generalmente seguido de que la ley es retroactiva cuando afecta derechos adquiridos y no
lo es cuando suprime o modifica derechos de mera expectativa, no resuelve el problema
porque no puede darse una distinción precisa entre una y otra clase
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CAPÍTULO II: FUENTES DEL DERECHO ADMINISTRATIVO
Si un hecho o acto jurídico (h) agota sus efectos jurídicos, sean derechos u
obligaciones, sin prolongación en el tiempo, no hay duda que debe regirse por la Ley L
bajo la cual se ha producido y terminado. Una Ley L’ posterior que pretendiera revivir la
situación ya consumada de hecho y de Derecho, sería evidentemente retroactiva. Un
ejemplo sería el del voto, válido según la ley o reglamento vigente en el momento de su
emisión, aunque una ley posterior exigiera nuevos requisitos.
Pero si el hecho o acto jurídico, prolonga sus efectos en el tiempo, al ser dictada
una nueva Ley L’, pueden existir derechos ya ejercidos o perfeccionados y obligaciones
extinguidas, que son definitivamente (3) Mnrcol Plnniol: “Traité Eléméntaire de Droit Civil”, 1.1, N°
243.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
del pasado. Ejemplo de derecho ejercido sería el permiso de edificación llevado a efecto
con la construcción de la obra; de derecho perfeccionado el de la jubilación cumplida por
el transcurso del tiempo y otros requisitos aunque el beneficiario no haya reclamado aún
su derecho; y de obligación extinguida, el impuesto pagado.
La nueva ley que afectara las situaciones descritas sería evidentemente retroactiva.
En cambio, si ella afectara derechos aún no ejercidos (ej.: permiso de edificación aún no
ejercido con la construcción de la obra), derechos aun no perfeccionados (jubilación aún
no operada por falta de tiempo) u obligación aún no extinguida (impuesto no pagado), no
sería en realidad retroactiva, pues sólo alteraría derechos y efectos pendientes de
realización u obligaciones que, mientras no sean pagadas, existen en el presente.
El legislador tiene un margen para dar mayor o menor amplitud de vigencia a la
nueva ley: puede disponer que rija exclusivamente para los hechos o actos jurídicos que se
produzcan en adelante; y así debe entenderse cuando la intención legislativa no es expresa.
O puede disponer que la nueva ley rija también para los derechos aún no ejercidos o
perfeccionados y obligaciones no cumplidas, emergentes de hechos anteriores. Pero es el
legislador, no el intérprete, el que puede extender así el ámbito de vigencia de la ley, que
si no llega a ser de este modo retroactiva, confina con la retroactividad, y requiere por
consiguiente razones justificativas extraordinarias que sólo el legislador tiene facultad
para evaluar y decidir: por ejemplo, restablecimiento del principio de la igualdad en
materia tributaria, exigencias de orden público sobre competencia, nuevas formas
procesales, etc.(4). Esta mayor amplitud de vigencia se dará probablemente en las llamadas
(4) En contra de la opinión sustentada en el texto: F. Fleiner, op. cit., pág. 74, para
quien “la interpretación debe decidir en cada caso si una nueva norma jurídica ha de tener vigencia
nada más que para el futuro, o si hay que aplicarla también a situaciones ya existentes”. Más
fundado nos parece el criterio expuesto en el texto, pues la ratio legis, por supuesto, la debe dar el
legislador, no el intérprete.
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CAPÍTULO II: FUENTES DEL DERECHO ADMINISTRATIVO
leyes de orden público y así se explica que para ciertos autores esta clase de leyes debe
poder ser retroactiva, cuando que es evidente que ello sería mucho más peligroso que en
las leyes meramente permisivas. Si, como puede resultar necesario, se da a una ley de
orden público la mayor amplitud de vigencia posible sin traspasar el señalado tope de
irretroactividad, cual es el de los derechos ya ejercidos u obligaciones cumplidas, no será
en realidad retroactiva, y es en este concepto y no porque sean leyes de orden público que
pueden tener tal ámbito de vigencia (5).
Una excepción radical a la solución aquí preconizada es la que se deriva de la
disposición constitucional según la cual “toda persona tiene derecho a que no se le
condene sin juicio previo fundado en una ley anterior al hecho del proceso”. Esta
prescripción no permite dar vigencia a la nueva ley sobre penas o sanciones aún no
cumplidas o en curso de cumplimiento, sino que la misma debe ser anterior al hecho en sí.
En otras palabras no hay margen alguno para dar mayor o menor amplitud de vigencia a
disposiciones legales y reglamentarias de carácter punitivo.
Fuera de esta importante excepción, puede darse ejemplos de nuestra legislación
que apoyan e ilustran el criterio expuesto como solución general.
1) Las leyes de impuesto a la herencia anteriores a la vigente, nada disponían
acerca de si regirían para las sucesiones de los que fallecieran después de sancionadas
dichas leyes o si también para las sucesiones de los que habían fallecido antes pero no
habían pagado aún el impuesto o abierto siquiera el juicio sucesorio. Ante el silencio del
legislador, los jueces aplicaron invariablemente las leyes que re
ís) Un criterio mucho más estricto de la irretroactividad parece tener el Dr. Juan J. Soler cuando en su
opúsculo “Un palique en la Comisión N. de Codificación”, págs. 205 y sgtes. afirma que “en el
Paraguay se dictan desaprensivamente leyes con efecto retroactivo ilimitado”. Habría que ver si esas
leyes son realmente retroactivas o lo son sólo en apariencia, por regir efectos pendientes o futuros de
situaciones preexistentes.
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SALVADOR VILLAGRA MAPFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
gían al tiempo del fallecimiento del causante, con el resultado de que en los últimos
tiempos se llegaba a pagar impuestos reducidísimos por sucesiones de fines del siglo
pasado y comienzos del presente en que los impuestos y valuaciones fiscales eran también
bajísimos: una desigualdad y un premio para la negligencia en el cumplimiento de la ley
en el debido tiempo. En ésta dispone: “Todos los juicios sucesorios que se inicien a partir
del Io de febrero de 1965, se regirán por las prescripciones de la presente ley aunque sus
causantes hubieran fallecido con anterioridad a dicha fecha”. Y esta última disposición es
aplicada por nuestros tribunales sin que sea ella impugnada de retroactiva.
2) Antes de la sanción de la Constitución de 1940, el Tribunal de Cuentas era sólo
de apelación en la instancia administrativa, pero habiéndosele conferido competencia para
asuntos contenciosos administrativos en dicha Constitución, se dictó el Decreto Ley N°
8.723 disponiendo que “los que hubiesen deducido recurso de apelación ante el Tribunal
de Cuentas en asuntos que se hallaren en tramitación y en estado de fallo podrán promover
juicio contencioso administrativo dentro del plazo de cinco días contados desde el
siguiente de la notificación del emplazamiento respectivo”. Se dej aba sin efecto un
procedimiento en trámite, aún no terminado, y se lo sustituía por el de la nueva
Constitución, pero sin perder el derecho a iniciar el juicio contencioso. Hubiera sido
evidentemente retroactivo el Decreto-Ley si implicara la pérdida de este derecho por no
haber sido ejercido conforme al nuevo procedimiento.
Con todo, hay situaciones poco menos que insolubles, aún con el criterio propuesto
y menos con el de los “derechos adquiridos”. Por ejemplo, una ordenanza municipal que
convirtiera una calle común en avenida, con obligación para los propietarios de dejar una
franja sin edificar en el frente. Se aplicaría sin obstáculos para las edificaciones que se
iniciaran en adelante, pero podría alcanzar también a las edificaciones en construcción,
con el argumento, especioso en este caso, de que no sería afectado lo ya construido,
cuando lo afecta en
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CAPÍTULO II: FUENTES DEL DERECHO ADMINISTRATIVO
realidad al dejar inconclusa e inútil la obra en construcción. Una solución a medias para
las edificaciones antiguas es la de prohibir refacciones en las mismas, esperando que con
el tiempo se rectifiquen conforme a las nuevas exigencias, como ha ocurrido con la
avenida Rodríguez de Francia y otras calles de la Capital. Si hubiera urgencia en
demolerlas, como asimismo si se paralizara una edificación en virtud de una nueva ley u
ordenanza, habría lugar a indemnización conforme a la prescripción del Art. 39 de la
Constitución vigente, que será estudiada en su oportunidad.
Otro caso: en los impuestos de pago periódico como el inmobiliario, si una nueva
ley no se aplica, como es de rigor, a los que ya han pagado y sí solamente a los que
todavía no lo han pagado pero que tienen plazos aún no vencidos para efectuar el pago, se
incurriría en un trato desigual no justificado, puesto que los últimos estarían en su derecho
al no pagar mientras no les vencieran los plazos; y si para restablecer la igualdad se
aplicara la nueva ley tanto a los que no han pagado todavía el impuesto como a los que ya
lo han pagado, la ley tendría evidente efecto retroactivo para estos últimos, pues impuesto
pagado es definitivamente del pasado. Para evitar estos conflictos, el modelo de Código
tributario para América Latina preparado por OEA- BID, establece que los impuestos
periódicos regirán desde el primer día del período siguiente al de su promulgación. Si el
Fisco tiene urgencia en aumentar impuestos, lo menos que puede pedirse es que el P.
Ejecutivo presente a tiempo al Congreso los respectivos proyectos de ley (aduaneros, al
consumo interno, etc.), el aumento dispuesto por una ley posterior puede ser aplicado a los
artículos que ya han pagado.
Hay una situación aún más extraordinaria que puede presentarse en relación a la
prohibición constitucional de irretroactividad. Se admite generalmente que en materia de
impuestos indirectos el impuesto bajo una ley anterior. A este efecto la nueva ley suele
obligar a importadores, fabricantes y comerciantes a declarar la existencia de artículos que
han pagado ya el impuesto pero que no han sido
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DIRECTO ADMINISTRATIVO
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CAPÍTULO II: FUENTES DEL DERECHO ADMINISTRATIVO
Subsiste el problema de saber cuándo está interesado el buen orden sanitario, económico,
etc., si la ley o el reglamento no lo dice.
El Prof. Guillermo A. Borda identifica las leyes de orden público con las
imperativas que, por ser tales, serían irrenunciables; en tanto que las de orden privado
serían las permisivas, por tanto renunciables . Sin ahondar en esta distinción que
(6)
fácilmente puede conducir a una petición de principio, definiendo como leyes de orden
público las que son irrenunciables y lo contrario las de orden privado, es de advertir que
las leyes permisivas serían renunciables sólo de parte de los particulares, y aún para éstos
sería válida la renuncia a derechos concretos, nunca la renuncia general de derechos. Y en
cuanto a los agentes de la Administración, aun cuando se diga que en ciertos casos la ley
les “permite” adoptar o no determinadas medidas, actuar o no según las circunstancias, si
no lo hacen no es porque “renuncian” a tomar tales medidas sino porque dentro del
arbitrio que les concede la ley, no están dadas a su juicio las condiciones para adoptarlas.
No se trata para los agentes de la Administración de la autonomía de voluntad reconocida
a las personas en el Derecho privado.
Para evitar dudas en cuanto a la renuncia de derechos administrativos por los
particulares, debiera el legislador establecer su posibilidad y alcance. Todo lo más que
podría hacer el intérprete es razonar del siguiente modo: que teniendo en cuenta los fines
del régimen creado en una ley o reglamento y en la hipótesis de que la renuncia, aún
limitada a un caso particular, pudiera generalizarse dejando sin aplicación la ley y
frustrados sus fines, conclusión fundada en la misma ley sería que la renuncia no puede
ser admitida. Tal sería por ejemplo el caso de los precios máximos de artículos de primera
necesidad establecidos en favor de los consumidores. Si se admitiera la renuncia
individual los vendedores podrían forzar a los consumidores a aceptar renuncias similares
que, generalizadas, conducirían prácticamente a la anulación del régimen de precios
máximos.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
9. Doctrina
Aunque parezca raro, puede ocurrir que una cuestión no esté resuelta en la ley ni se
hayan ocupado de ella los autores de Derecho administrativo. Uno de estos casos lo
tenemos en nuestra legislación fiscal que, al autorizar la prescripción liberatoria de ciertos
tributos, nada dispone acerca de la interrupción y suspensión de la prescripción, las que
generalmente tampoco son tratadas en las obras de Derecho administrativo. Se comprende
que así ocurra teniendo presente que esas materias han sido ampliamente elaboradas en
Derecho privado. Entonces, puede tener aplicación como Derecho supletorio el Derecho
común, en cuanto este último se concibe con las especiales exigencias de las cuestiones
jurídico-administrativas.
11. Jurisprudencia
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CAPÍTULO II: FUENTES DEL DERECHO ADMINISTRATIVO
El Derecho moderno está monopolizado, podría decirse, por la ley, de suerte que en
principio los usos y costumbres no pueden tener eficacia creadora o derogatoria, salvo que
la misma ley les atribuya tales efectos.
En Derecho administrativo no pueden crear derechos en favor de los particulares,
dado que no pueden impedir que el legislador y las autoridades administrativas ejerciten
sus propias facultades para dictar normas que contraríen los usos y costumbre existentes, a
menos que se trate de “derechos adquiridos”, lo que no constituiría una excepción puesto
que estos derechos deben estar fundados en ley.
Tampoco pueden crear deberes para los particulares, como consecuencia de la
prescripción constitucional según la cual “Nadie está obligado a hacer lo que la ley no
ordena ni privado de lo que ella no prohíbe” (Art. 9o CN).
Derogación aparente puede ocurrir en Derecho administrativo, especialmente en
policía de las costumbres, cuando por desaparición de las circunstancias que se han tenido
en vista o por cambio de criterio, dejan de tener aplicación edictos u ordenanzas
anacrónicas. Pero nó es en puridad derogación sino inaplicabilidad por desaparición de
las circunstancias que les dieron origen.
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SALVADOR VILLAGRA MAFPIODO / PMNCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
Queda explicada más arriba la relación que guarda con el. Derecho constitucional,
al que el Derecho administrativo está subordinado. Es esta jerarquía de valor y de
subordinación la que se expresa en la conocida metáfora de Berthelemy de que “los
preceptos constitucionales constituyen los títulos de capítulos del Derecho
administrativo”. Es su ejecución y desarrollo, pero formando un contexto que no puede
escindirse, al punto de que a menudo se resuelven cuestiones jurídico-administrativas, sin
mediación de la ley, con la aplicación
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CAPÍTULO II: FUENTES DEL DERECHO ADMINISTRATIVO
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Capítulo III
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SALVADOR VILLAGRA MAPFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
caen autores de los más reputados, como I. Fleiner, que comprende en la “administración”
que interesa al Derecho Administrativo el “conjunto de funciones de naturaleza técnica,
intelectual y jurídica”, incluyendo entre ellas la “construcción de caminos y puentes” (1). Si
el objeto de estudio es “derecho”, como lo es según lo indica su propio nombre “Derecho
Administrativo”, su contenido debe ser necesariamente normas jurídicas. La construcción
de puentes y caminos interesa a la técnica de la construcción y la única relación que
guarda con el Derecho es que constituye la última ejecución material o cumplimiento de
reglamentos, instrucciones de servicio y órdenes de agentes de la Administración. No es
restar importancia a estos cometidos y otros muchos de contenido económico y social de
la Administración pública moderna, el afirmar que no son Derecho. Por el contrario, se les
ubica adecuadamente y se destaca su importancia al mostrar que son el resultado buscado
y la conducta querida por las normas jurídicas dictadas justamente para su realización.
Una norma o conjunto de normas es algo estable, estático. Pero decir que es
estático no significa que no esté sujeto a un proceso dinámico de creación y ejecución. Las
normas son creadas empezando por la sanción de la Constitución que es pura creación;
son ejecutadas por las leyes en el sentido de que éstas ponen en ejercicio las facultades
(1) F. Fleiner, op. cit., pág. 4. Una visión más amplia del tema se tendrá al tratar de los “hechos” en este
mismo Capítulo.
Gabino Fraga, “Derecho Administrativo”, México, 1960, pág. 61, incluye expresamente en su
concepto de “función administrativa” los actos materiales y técnicos de enseñanza y de asistencia,
formación de planos y proyectos, de investigación, de transporte, etc., con la evidente consecuencia
de que la “administración” de que se ocupa el Derecho Administrativo se confundiría con la
actividad privada en que los particulares estipulan en sus contratos y realizan exactamente las
mismas prestaciones.
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CAPÍTULO III; ACTOS JURÍDICOS ADMINISTRATIVOS
otorgadas por aquélla al legislador, leyes que a su vez son ejecutadas, en lo que el Derecho
Administrativo se refiere, mediante reglamentos y actos administrativos individuales.
El Derecho Administrativo puede, pues, ser objeto de estudio bajo su faz estática:
las normas establecidas y en su proceso dinámico, que consiste en la creación y ejecución
de las mismas normas. El momento dinámico se da precisamente en el acto
administrativo. Este va a ser el núcleo, la materia propia del Derecho Administrativo. Es
claro que esta actividad jurídica no puede ser estudiada con prescin- dencia de las normas
por ella ejecutadas, pero es significativo, como se ha señalado ya en el Capítulo I, que en
las obras de Derecho Administrativo no se estudian en particular las leyes y reglamentos
llamados administrativos, sino las reglas, pautas y criterios para su correcta ejecución, es
decir, la juridicidad o antijuridicidad de la actuación de los agentes ejecutivos y sus
consecuencias<2).
Por otro lado, como se viene explicando repetidas veces, el acto administrativo crea
a su vez normas jurídicas generales (reglamentos) e individuales (resoluciones, órdenes,
etc.).
(2) En el proceso gradual de creación y ejecución de las normas jurídicas, el acto jurídico
administrativo desempeña la misma función que el acto constitucional, el legislativo y el acto
jurídico privado, con la diferencia de los órganos y de la jerarquía y extensión de las normas por
ellas creadas, y la particularidad además, en lo que respecta a los actos jurídicos privados, de que los
sujetos no se llaman “órganos" sino “personas”. Son válidos los contratos celebrados por las
personas en ejercicio de la autorización general contenida en la ley y, en este sentido amplio, son
ejecución de la misma, lo mismo que el acto administrativo. Y no es una objeción el que así pueda
ser considerado, como para Gabino Fraga, su más acérrimo impugnador (op. cit., pág. 53, N° 43),
sino más bien la confirmación de que son conceptos coherentes dentro de la teoría general del acto
jurídico. Lo que hay que destacar, como lo hicimos en el Cap. I, N° 6, es la unilaterálidad del acto
administrativo en contraposición a la consensualidad del acto jurídico privado.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
(3) Uno de los analistas más rigurosas de las teorías jurídico-administrativas, Adolfo Merkl (op. cit.,
Parte Especial, Sec. 3a, pág. 231 y sgtes.) comienza su exposición del acto administrativo con una
afirmación paradójica: “Al enunciar acto administrativo no se ha de entender el hacer, sino lo
hecho, no el trabajo, sino la obra”. Vale decir, que lo que interesa es la norma jurídica y no el acto
que la genera. Nos parece que no puede soslayarse la consideración del acto, no sólo porque éste es
un prius lógico respecto de su resultado, sino porque en él radica, según la concepción expuesta en
el texto, la médula del Derecho Administrativo, su momento dinámico. La prueba de que esta
concepción refleja mejor la doctrina tal como generalmente se la enseña, es que en su exposición no
se incluye necesariamente la relación exhaustiva, por lo demás imposible, de los innumerables
reglamentos y preceptos individuales vigen-
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CAPÍTULO III: ACTOS JURÍDICOS ADMINISTRATIVOS
4. Condiciones de regularidad y validez
5. Condición de fondo
tés, sino a los más como ejemplos, y sí se analizan detenidamente las condiciones de juridicidad de
los actos administrativos que los origina. Puede llegarse así a una síntesis de la concepción
“normativista” con la “conductista” del Derecho Administrativo, enfocada al mismo tiempo sobre la
norma y la con- d ucta del agente estatal y de los particulares, cuya importancia, no sólo teórica sino
práctica, parece obvia.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
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CAPÍTULO III: ACTOS JURÍDICOS ADMINISTRATIVOS
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
7. Competencia
No basta que la autorización esté dada, sino que es necesario que quien la
ejercite sea el órgano autorizado. Generalmente ambos requisitos van unidos,
porque raras veces la ley autoriza a adoptar medidas sin señalar al mismo tiempo
cuál es el órgano autorizado. Una cosa es la medida autorizada en sí, que es la
materia, y otra cosa la competencia que tiene sentido relacional, apunta al órgano.
Por eso se dice “materia de la competencia de tal órgano”.
La distinción adquiere importancia cuando la ley omite designar al órgano
competente para la ejecución de sus disposiciones. Entonces, para decidir sobre la
competencia, hay que recurrir a las fuentes constitucionales y leyes orgánicas. En
efecto, el principio fundamental es la división constitucional de poderes que
consiste justamente en una distribución de competencias, correspondiéndole al
Poder Ejecutivo la ejecución de las leyes y la administración que tiene ese mismo
objeto. Dicta instrucciones y reglamentos para la ejecución de las leyes y tiene a su
cargo la administración general del país, dice el Art. 238, incisos 3 y 1 de la
Constitución. Así como hay materia reservada a la ley que ha sido señalada más
arriba y la reservada al Poder Judicial que es la de conocer y decidir en actos de
carácter con-
(4) cf. Luis Enrique Chase Píate: “La motivación del Acto Administrativo". Asunción, 1978.
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CAPITULO III: ACTOS JURÍDICOS ADMINISTRATIVOS
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
8. Forma
Forma es la manifestación exterior del acto. Como que tiene que haber un
pronunciamiento, según se verá en el tópico siguiente, resulta que todo acto
administrativo tiene su forma, cualquiera fuese ésta(6). Es, por consiguiente, una
particularidad del lenguaje jurídico que sólo se llamen formales los actos que tienen
prescrita una forma determinada y no formales los demás.
En este sentido, el acto administrativo es menos formal que el acto judicial,
en que la regulación de la forma es el principio y la adopción de una forma
adecuada no prevista, la excepción. Hay también matices de diferenciación con el
acto jurídico privado en que el principio es el de la libertad de forma y la excepción
la prescrita, sea ad solemnitatem o ad probationem.
Aparte de que para el acto administrativo no tiene mayor importancia esta
última distinción, no puede afirmarse que el principio sea el de la libre elección.
El principio general es el de la forma escrita, siempre que sea ésta
necesaria y posible, aunque la ley o los reglamentos no la prescriban, la forma
escrita se impone por obvias razones de certeza y seguridad.
Un ejemplo ilustrativo de forma escrita expresamente prevista es la de la
orden escrita para la detención de las personas, según el Art. 12 de la Constitución.
Esta es la forma necesaria, pero que no será siempre posible, como en el caso de
urgencia para evitar la fuga del delincuente u otras circunstancias que hagan
imposible expedir una orden por escrito.
Una regulación específica y estricta de la forma escrita es aún más rara. La
tenemos para los decretos del Poder Ejecutivo y resoluciones ministeriales en el
Decreto N° 3.229 del 28 de setiembre de
(6) Francisco Camelutti. “Sistema de Derecho Procesal Civil”, ed. Uteha, Buenos
Aires, t. III, N° 353 y sgtes.
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CAPÍTULO III: ACTOS JURÍDICOS ADMINISTRATIVOS
1940, que prescribe: número del decreto o resolución, lugar y fecha, relación del
expediente o de los hechos, las disposiciones legales aplicables y la parte
dispositiva. Esta misma forma puede servir, aunque no exista ninguna disposición
que así lo establezca, si no de requisito al menos de modelo aplicable en cuanto sea
posible para toda resolución administrativa definitiva que decida sobre derechos u
obligaciones de los particulares, que resuelva recursos, revoque resoluciones
anteriores, etc., o establezca en forma permanente deberes para los funcionarios.
Especialmente en el ejercicio de las facultades discrecionales, será de gran valor
que el acto sea motivado y fundado, es decir, que la autoridad aprecie siquiera
someramente los hechos que le inducen a adoptar la medida confiada por ley a su
arbitrio, a fin de que el particular afectado y, en su caso, los tribunales no tengan
dudas acerca de la “razonabilidad” y juridicidad de la medida aplicada.
La forma puede ser, y lo es con gran frecuencia, verbal, como la de las
órdenes que dan los superiores jerárquicos a sus subordinados o las de la policía en
el tráfico callejero. Puede ser también implícita, como en el caso del permiso
municipal para instalar un surtidor de gasolina que comporta al mismo tiempo la
autorización exigida por ordenanza municipal para tener en depósito inflamables, o
el cobro de tasas municipales a vendedores ocupantes de plazas y veredas, lo que
implica permiso de ocupación del dominio público.
No es dable afirmar lo mismo acerca de la posibilidad de un acto
administrativo tácito. Este sería dado con el silencio de la Administración, sea
como tolerancia de determinada conducta de los particulares, sea como admisión o
negativa de peticiones o recursos de los mismos. Si, como se afirma más arriba, no
hay acto jurídico sin manifestación exterior, el silencio no puede constituir un acto
jurídico administrativo. Constituye sí una omisión, es decir, un hecho de conducta
y como tal puede la ley atribuirle ciertas consecuencias jurídicas, como puede
hacerlo con cualquier otro hecho de conducta de los particulares o de la propia
Administración. Este es el sentido que hay q uo dar a los efectos jurídicos
imputables al silencio de la Administra- • 65 •
SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
9. Procedimiento
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CAPÍTULO III: ACTOS JURÍDICOS ADMINISTRATIVOS
les, como lo tenemos en nuestro propio país para cada una de las leyes tributarias,
especialmente para la comprobación de infracciones y cobro compulsivo de los
tributos, procedimientos de los más variados y diferentes que requieren, por cierto,
unificación y uniformidad en cuanto sea posible, que lo es en gran medida. No hay
ninguna razón, por ejemplo, para que los recursos y sus términos sean diferentes
para cada ley u oficina, al punto de hacerse difícil su conocimiento no ya a los
particulares interesados, sino a los especialistas.
La falta de reglas procesales especiales y las lagunas o vacíos de las
existentes puede ser suplida con disposiciones pertinentes del Código de
Procedimientos Penales, como lo autoriza expresamente el Art. 380 del Código
Aduanero. No solamente en estas materias sino en general, según se ha visto al
estudiar las fuentes, puede recurrirse al procedimiento civil y al penal como
supletorios del administrativo.
La realidad que enfrenta la actividad administrativa es, sin embargo, mucho
más variada y compleja de lo que pueda preverse y entonces el principio general
tendrá que ser el mismo anteriormente enunciado para la forma del acto: que no
existiendo procedimiento prescrito, análogo o supletorio aplicable, la autoridad
administrativa puede optar por el que considere más adecuado para los fines que la
ley tiene en vista. De no ser así, se daría el absurdo de que la autoridad llamada a
ejecutar la ley, no pueda hacerlo por falta de procedimiento establecido.
Otro principio fundamental de procedimiento que rige para todo acto
administrativo que pueda afectar a la persona o sus derechos, es el de la
inviolabilidad de la defensa. Como que nuestro texto constitucional dice: “es
inviolable la defensa en juicio”, se ha pretendido alguna vez que la regla rige para
los tribunales y no para las autoridades administrativas, lo que conduciría también
al absurdo de suprimir la garantía constitucional con sólo negar la calificación de
“juicio” a cualquier procedimiento. Debe entendérselo evidentemente en el más
lato sentido: todo procedimiento o actuación que pueda afectar a la persona o sus
derechos; y es así como el llamado “debido proceso”
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
(7) Las reglas del debido proceso en Derecho Administrativo han sido debatidas y proclamadas
en el congreso internacional reunido en 1962, en Río de Janeiro, con la participación de
abogados, jueces y profesores de Derecho de 75 países, las cuales reglas pueden servir de
guía para la elaboración de un procedimiento administrativo básico y, entretanto, como
fuente supletoria de doctrina la más autorizada.
“Conclusiones”. Cláusula II. La primera garantía de buena administración y de protección
para los individuos son las formas de procedimiento observadas por el Ejecutivo para tomar
decisiones que afecten sus derechos. El procedimiento judicial para la protección de los
individuos ha evolucionado a través de largo período, pero en las sociedades modernas el
Ejecutivo actúa por intermedio de agencias que no tienen reglas uniformes de
procedimiento y en las que la Regla de Derecho es inadecuadamente salvaguardada. Las
conclusiones que siguen sientan los principios y procedimientos que deberían ser
observados. Cláusula III. En casi todos los países, un tipo de acción de agencias
administrativas y órganos administrativos tiene naturaleza jurisdiccional, y las decisiones
tomadas son similares a las decisiones judiciales. Cualesquiera
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CAPÍTULO III: ACTOS JURÍDICOS ADMINISTRATIVOS
10. Pronunciamiento
variaciones de procedimiento que puedan ser apropiadas para esta clase de acción ejecutiva,
hay ciertos principios fundamentales que deben ser observados si la Regla de Derecho ha de
ser preservada. Ellos son: 1) adecuada notificación a las partes de la naturaleza y objeto del
procedimiento; 2) adecuada oportunidad para preparar la defensa y para el acceso a la
información necesaria; 3) su derecho a ser escuchadas, y adecuada oportunidad para
presentar sus argumentos y pruebas, y acceso a dichos argumentos y pruebas que hagan a
sus derechos; 4) su derecho a ser representadas por consejero u otra persona calificada; 5)
adecuada notificación de la decisión y de los fundamentos de la misma; 6) su derecho a
recurrir a una más alta autoridad administrativa o al Tribunal”, cf. “Executive Action and
the Rule of Law”, Ginebra, Suiza, 1962.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
(8) Que el problema tampoco queda resuelto para los sostenedores de la teoría de “declaración
de voluntad”, es evidente desde el momento que los mismos admiten, como es forzoso, la
nulidad del acto jurídico privado por los vicios de error, dolo y violencia que afectan sin
duda alguna la voluntad real, del fuero interno, no solamente su mera declaración, todo lo
más que puede afirmarse es que la declaración de voluntad presume la real. Pero la
presunción cede ante los mencionados vicios y entonces es la voluntad real la que está en
cuestión.
(9) E. Forsthoff, quien cae sin embargo en la incongruencia de admitir la nulidad del acto
administrativo por “vicios de la voluntad”, elemento éste cuya eficacia ha negado para el
mismo acto (op. cit., págs. 291 y 331). Más congruente con la teoría objetiva es la solución
que según Guido Zanobini ha dado la jurisprudencia de su país, de “extender el exceso de
poder de modo a hacer entrar en él los vicios de la voluntad que, expresamente
contemplados en el Código Civil para el acto de Derecho Privado, no encuentran
correspondencia en el Derecho Administrativo” (“Corso di Diritto Amministrativo”, Milán,
1958, t. I, pág. 313, N“ 7). La figura a que se refiere el autor es más bien la “desviación de
poder”, en la que puede incurrir la autoridad por violencia, error o dolo. En estos casos en
que se han distorsionado los hechos en que debe fundarse el acto y apartado éste, por
consiguiente, de sus propios fines, no se podría sostener que “es legal y objetivamente
justo”, para admitir su validez.
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CAPÍTULO III: ACTOS JURÍDICOS ADMINISTRATIVOS
11. Causa
(10) Bien entendido que se trata de la voluntad desde el punto de vista jurídico. Otra cosa es la
voluntad como motor de la Administración, de la que depende que ésta sea eficaz o ineficaz,
débil o> enérgica, y en la que se vuelca toda la energía psíquica de que sean capaces los
administradores. De esta última se ocupa la ciencia y el arte de la administración, en tanto
que aquí, en Derecho Administrativo, sólo interesa su encuadre y valor jurídicos.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
(11) v. en José Ferrater Mora: “Diccionario de Filosofía, las diferentes acepciones y teorías
filosóficas acerca de la causa".
(12) Un personaje de Anatole France recibe una bofetada y grita: “¡Esto no puedo quedar así!”. Y
el agresor le contesta: “Claro que no, le va a producir una hinchazón”. Esta es la ley física;
la jurídica consiste en que el hecho está calificado como delito, con efecto penal.
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CAPÍTULO III: ACTOS JURÍDICOS ADMINISTRATIVOS
razón, se afirma que es la ley y la sanción a ella inherente, la causa de todo obrar
jurídico.
c) Pero es que la misma ley obedece a la causa mediata que de manera
general se resume en el bien común y cada uno de sus institutos y disposiciones
responde a un fin específico que es la llamada legis ratio. Es, por consiguiente, la
causa final, propia del obrar cultural, la que cabe analizar ahora.
A este objeto parecen pertinentes las siguientes consideraciones. Para realizar
cada uno de sus fines la ley provee los medios jurídicos, que son las medidas arriba
explicadas, relacionadas con los hechos y circunstancias de la vida real, utilizando
dos posibles métodos: una medida taxativamente determinada para ciertos hechos
también rigurosamente definidos, o la opción de medidas convenientes y oportunas
frente a hechos y circunstancias librados a la apreciación de la autoridad
administrativa.
En la primera situación someramente descrita, se encuentran los actos
reglados en los que la ley vincula estrictamente el acto al presupuesto de hecho, de
manera que éste viene a ser el motivo determinante, el disparador del acto podría
decirse, puesto que producido el hecho debe expedirse el acto. Tal es la función del
hecho imponible con respecto al acto administrativo de recaudación y la de los
hechos ilícitos al de la sanción, que son los ejemplos típicos. En estos casos,
producido el hecho, el acto administrativo cumple su finalidad y no habría nada más
que averiguar acerca de su causa.
Distinta es la situación en que se encuentran los actos discrecionales, en que
la ley confiere a la autoridad la facultad de elegir la medida a adoptar y/o la
oportunidad de obrar. Es evidente que semejante facultad o es concedida porque sí,
para que la autoridad obre a su capricho, sino para que ella pueda adoptar las
medidas adecuadas para cumplir con los fines que expresa o implícitamente la ley
tiene en vista. Por ejemplo, la facultad concedida para imponer multas entre mi
mínimo y un máximo que es sin duda alguna para graduar la sanción conforme a la
gravedad de la infracción, aunque la ley no lo
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
(13) José Cretella Júnior: “Do desvio de poder”. Ed. “Revista dos Tribunais”. Ltdii., Sao Paulo,
1964.
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CAPÍTULO III: ACTOS JURÍDICOS ADMINISTRATIVOS
conducta correlativa específica, sea por los agentes estatales, sea por los particulares
(conducta que consiste también en hechos y son la consecuencia). Si es A el hecho,
debe ser B la conducta<14>. La norma jurídica enlaza el hecho antecedente con la
conducta consecuente, relación jurídica de causa y efecto, como la hemos
presentado bajo el N° 11 de este mismo capítulo.
El hecho antecedente o causal puede ser tanto un hecho ilícito como lícito: el
hecho de introducir mercaderías por vías no habilitadas está calificado y sancionado
como contrabando, y lo mismo el introducirlas legalmente por las aduanas está
calificado como hecho imponible a los efectos del pago del impuesto. O puede ser
un acto jurídico; el hecho de suscribir un contrato o emitir una letra de cambio es
también un hecho imponible; o una condición jurídica: el hecho de ser nacional y
haber cumplido la edad reglamentaria, confiere la calidad de ciudadano con derecho
al voto. O una omisión: el hecho de no explotar racionalmente el propietario sus
tierras puede dar lugar a la expropiación de las mismas. O un hecho accidental
producido dentro de la Administración, no imputable a culpa o negligencia de sus
agentes, como en el caso del daño causado por la rotura del cable de un guinche en
el puerto, que puede dar lugar al deber de indemnización de parte del Estado.
En fin, pueden tener interés jurídico relevante todos los hechos de la vida
social y aún de la privada (en los actos privados que no ofendan el orden público o
la moral deben abstenerse de intervenir las autoridades, Art. 33 CN).
En conclusión, la consideración de los hechos que interesan al Derecho
Administrativo, está necesaria e indisolublemente implícita en la teoría del acto
administrativo, de modo que el estudio de cada norma conlleva el examen
cuidadoso de los hechos que la condicionan, así como de los que son su
consecuencia o cumplimiento.
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Capítulo IV
ACTOS REGLAMENTARIOS
I. CLASIFICACIÓN DE LOS ACTOS ADMINISTRATIVOS EN GENERALES E INDIVIDUALES. 2. IMPORTANCIA DE LA DISTINCIÓN. 3. COMPETENCIA PARA DICTAR ACTOS
REGLAMENTARIOS. 4. FACULTAD PARA DICTAR REGLAMENTOS INTERNOS. 5. EFECTOS INDIRECTOS DE REGLAMENTOS INTERNOS. 6. FACULTAD PARA DICTAR REGLAMENTOS DE
EJECUCIÓN. 7. POSIBILIDAD DE DESCENTRALIZACIÓN. 8. REGLAMENTOS EXTERNOS. 9. POSIBILIDAD DE DELEGACIÓN LEGISLATIVA EN LA CONSTITUCIÓN VIGENTE. 10. EL PROBLEMA DE LAS
FACULTADES CUASI-LEGISLATIVAS.
Una primera clasificación de los actos administrativos distingue los generales o reglamentarios por una parte, de los individuales o particulares por la otra.
Como ha sido indicado ya, se emplea una terminología notoriamente impropia, porque evidentemente el reglamento no es un acto sino la norma o conjunto de
normas jurídicas generales resultantes del acto administrativo. Por lo demás, el acto en sí nunca es general sino concreto. Es el efecto resultante el que puede ser de
alcance general o individual. El nombre correcto debería ser “acto reglamentario” o “acto generador de normas jurídicas gene- • 77 •
SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
rales”. Y así debe entenderse si, llevado por el hábito o comodidad del lenguaje, se usa eventualmente en esta exposición la expresión “acto administrativo general”.
Hay que tener en cuenta, además, que esta terminología es usada sólo en la doctrina. La del Derecho positivo puede ser, y con frecuencia lo es, mucho menos
precisa. Si bien los nombres de reglamento, ordenanza, edicto, son suficientemente significativos de los actos reglamentarios que los generan, otros como los de
resolución, disposición, decreto, etc., pueden designar tanto actos administrativos individuales como de alcance general. Por ejemplo, con el nombre de
“resolución”, el Banco Central crea recargos de cambio y obligación de depósitos previos para importaciones, establece prioridades para la concesión de créditos,
etc., “resoluciones” que son técnicamente “reglamentos”.
2. Importancia de la distinción
No son ociosas estas advertencias acerca de los nombres comúnmente empleados, porque la caracterización de acto reglamentario o individual que puede
estar como escondida en ellos, es de la mayor importancia.
Dicha caracterización interesa al régimen contencioso-adminis- trativo. En nuestro Derecho positivo, sólo el acto individual puede ser objeto directo del
recurso contencioso, de modo que para impugnar el de carácter general, el reglamento, como será explicado en su oportunidad, hay que esperar o provocar su
aplicación al caso individual.
Y en cuanto a la competencia, que en realidad interesa en primer lugar, para destacar las diferencias podría aludirse a sus implicaciones extremas: que por la
vía del acto reglamentario que deviene “cuasi-legislativo”, la Administración llega a sustituir a la Legislatura en esferas cada vez más amplias; en tanto que mediante
actos administrativos individuales que resuelven asuntos contenciosos y que por esta razón pueden calificarse de “cuasi-judiciales”, la
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CAPÍTULO IV: ACTOS REGLAMENTARIOS
Administración se adelanta a la jurisdicción de los tribunales. Estas son sólo proyecciones posibles de las respectivas competencias, pero demuestran hacia dónde
ellas apuntan y pueden afectar, cada una por su parte, el principio de la separación de poderes.
Habiendo estudiado en el Cap. II las diferentes clases de reglamentos en su calidad de fuentes del Derecho administrativo, corresponde examinar ahora los
actos que los generan, especialmente desde el punto de vista de la competencia requerida para los mismos. Es claro que las conclusiones en esta materia afectarán
directamente al reglamento, de modo que podrá decirse de éste, por acaso, que es irregular por defecto de competencia. Pero parece evidente que lo que sí se califica
en realidad se predica del acto que es el que puede haberse realizado dentro o fuera de la competencia del órgano.
Conviene seguir en esta materia un orden de menor a mayor complejidad.
La facultad para dictar reglamentos internos, órdenes generales o instrucciones de servicio, compete al que en el orden jerárquico tenga subordinados: el
jerarca. Comienza en la cúspide con el Presidente de la República quien, a tenor del, Art. 238 inc. 1 de la Constitución, representa al Estado, que implica la
representación del Estado en las relaciones internacionales y de la persona jurídica estatal centralizada, en el Derecho interno. Por “administración general del país”
se entiende la propia del Poder Ejecutivo, exceptuada la administración interna que la misma Constitución reserva al Poder Legislativo y al Judicial como garantía
de su independencia.
La administración general que el texto constitucional asigna al Poder El) ejecutivo, puede ser también limitada, aunque no suprimida y
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
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CAPÍTULO IV: ACTOS REGLAMENTARIOS
pago en cheque u otros valores puede ser considerado como forma de recaudaáón y
no de una nueva obligación tributaria, requeriría facultad para reglamentar la
recaudación que, si no ha sido concedida a otro órgano, compete
constitucionalmente al P. Ejecutivo; y en el tercero, a título de reglamento interno,
se impondría a los contribuyentes una obligación nueva que requeriría expresa
delegación legislativa, según se explica en esta misma lección (1).
(1) El modelo de código tributario para América Latina, preparado por OEA-BID,
Unión Panamericana, 1968, establece en su Art. 3: “Las órdenes o instrucciones internas de
carácter general impartidas por los órganos administrativos a sus subordinados, no son de
observancia obligatoria para los contribuyentes y responsables”. La cuestión consiste en
saber cuándo se trata solamente de efectos indirectos del reglamento interno sobre los
particulares y cuándo de obligaciones nuevas no respaldadas en la ley, como se explica en el
texto.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
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CAPÍTULO IV: ACTOS REGLAMENTARIOS
7. Posibilidad de descentralización
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
8. Reglamentos externos
En el Capítulo II, al tratar de las fuentes, hemos visto ya en qué consisten los
reglamentos externos. Cabe tratar ahora lo relativo a la competencia para dictarlos.
Hay que tener presente una vez más que, a diferencia de los de mera ejecución que
sólo especifican o complementan obligaciones o prohibiciones ya establecidas en la
ley, los que denominamos “reglamentos externos” crean tales obligaciones y
prohibiciones, en virtud de una autorización legal, se entiende, pero regulando de
este modo, autónomamente, las más variadas actividades dentro de la colectividad.
La cuestión fundamental consiste en dilucidar cómo y en qué condiciones
pueden llegar a ser competentes el P. Ejecutivo y sus órganos en una materia
reservada a la ley, como es la de crear toda clase de mandatos, obligaciones y
prohibiciones, principio esencial en la división de poderes y el Estado de Derecho.
Además de prescripciones especiales en materia de impuestos y servicios personales
(Art. 44 CN) la Constitución vigente repite la fórmula general, muy expresiva, de
las que la precedieron y que dice: “Nadie está obligado a hacer lo que la
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CAPÍTULO IV: ACTOS REGLAMENTARIOS
ley no ordena ni privado de lo que ella no prohíbe” (Art. 9° CN). Para darse cuenta
de la importancia de este principio, basta imaginar lo que ocurriría de regir el
principio contrario: que los habitantes están sujetos a lo que manden o prohiban a su
arbitrio las autoridades administrativas, siempre que no haya alguna ley que los
libere.
Consecuencia necesaria del principio consagrado en la Constitución es que el
P. Ejecutivo y sus órganos no pueden crear obligaciones y prohibiciones sino por
expresa autorización legislativa. Hay en ello una verdadera delegación de poder
y es por ende también apropiado el nombre de reglamentos delegados, que suele
darse a los que de este modo se dictan<2).
(2) Otra cosa son las ordenanzas que según la Constitución de la V República l'runcesa dicta el
P. Ejecutivo en materias sustraídas a la competencia del P. 1 legislativo. Son verdaderas
leyes y no reglamentos delegados por ley.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
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CAPÍTULO IV: ACTOS REGLAMENTARIOS
tivas— constituye uno de los problemas cruciales del Derecho público de nuestro
tiempo. Materias de las más importantes no son ya reguladas por ley sino por
reglament(|S) sin embargo de que un revalúo de la moneda, una fijación de precic s de
artículos y servicios de primera necesidad o un reajuste de salari os y sueldos, afectan
más directa e intensamente a la gran mayoría de los habitantes que muchas leyes
ordinarias.
La tendencia observada puede desembocar en una burocracia omnipotente.
Tomando los vocablos en su prístino sentido, la regulación por órganos
administrativos es autocrática en tanto que la del Legislativo es democrática. Aún
con todos los defectos de representatividad que pueden erarse al P. Legislativo, una
cosa es sancionar una ley mediante debate público y otra muy distinta dictar un
reglamento de los más importantes desde un gabinete, sea de un órgano unipersonal
o el de un cqnSejo administrativo.
No se trata de un tema puramente académico sino de problemas reales a los
que hay que encontrar solución con conocimiento de las dificultades y de los
riesgos. Por un lado el Congreso no tiene tiempo para ocuparse permanentemente en
adecuar la legislación a circunstancias cambiantes, ni la competencia técnica
requerida ni el ámbito apropiado para dar la solución Oportuna y acertada.
Imagínese por ejemplo la especulación que se desataría de ser presentado al
Congreso un proyecto de ley de devaluación de la moneda, asunto que por esta
razón debe ser resuelto de 1& he a la mañana y en cuanto sea posible sin que lo
noc
sepa nadie que el órgano al que se ha conferido competencia para el efecto. Y por
otro lado, no puede atribuirse sin limitaciones y sin controles efectivos a un órgano
ejecutivo la facultad de tomar decisiones que le convierten en regulador de la vida
económica del país.
Los posibles medios de control para garantizar el correcto ejercicio de la
facultad reglamentaria son, en primer lugar, los tradicionales existentes en nuestro
propio Derecho positivo (sólo que deben ser mejorados y ejercitados) consistentes
en:
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CAPÍTULO IV: ACTOS REGLAMENTARIOS
Siendo ésta, como es, una materia de suyo sujeta a constantes cambios,
llamada sin duda a adquirir mayor extensión en el futuro, sólo cabe dar ejemplos
que tengan algún valor por su relativa estabilidad o porque sean pasibles de una
crítica ilustrativa.
(3) El Congreso Internacional de Juristas en Río de Janeiro, 1962, acerca del tema
principal de “Acción ejecutiva y la regla de Derecho”, adoptó las siguientes
recomendaciones: “Control legislativo: 1. La complejidad de la sociedad moderna puede
necesitar la delegación de poder legislativo por la Legislatura al Ejecutivo, particularmente
donde los requerimientos prácticos demandan frecuentes cambios o donde no puede
esperarse razonablemente que la legislatura provea los detalles técnicos. 2. El acto por el
cual los poderes legislativos son delegados, debe cuidadosamente definir la extensión, el
propósito y si fuere posible la duración de la delegación y proveer el procedimiento por el
cual podrá ser ejercida. 3. La delegación legislativa debe ser siempre ejercida recta y
razonablemente y expresada en forma clara. En ninguna circunstancia podrá desviarse de los
principios generales de la legislación o de las directrices delineadas por la legislatura. 4.
Para asegurar que el Ejecutivo ejerza rectamente el mandato legislativo, la legislatura
debería encomendar a órganos adecuados, tales como comisiones permanentes, la tarea de
vigilar toda legislación delegada e informar a intervalos fijos sobre el resultado de sus
observaciones”. (cf. Executive Action and the Rule of Law”, Ginebra, Suiza, 1962, pág. 28).
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
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CAPÍTULO IV: ACTOS REGLAMENTARIOS
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
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Capítulo V
I. ACTOS ADMINISTRATIVOS INDIVIDUALES. 2. IMPORTANCIA DE LA DISTINCIÓN. 3. ACTOS-CONDICIÓN. 4. CLASIFICACIÓN. 5. ACTOS REGLADOS Y DISCRECIONALES. 6. DECLARATIVOS Y
CONSTITUTIVOS. 7. PREPARATORIOS Y DEFINITIVOS. 8. DECISORIOS, REGÍSTRALES Y OTROS. 9. ACTOS DE GOBIERNO. 10. CUMPLIMIENTO DEL ACTO ADMINISTRATIVO.
II. EJECUTIVIDAD. 12. EJECUTORIEDAD. 13. FUERZA EJECUTIVA. 14. PROCEDIMIENTO DE EJECUCIÓN. 15. MEDIOS DE EJECUCIÓN.
De conformidad con el proceso gradual de creación y ejecución de las normas jurídicas, las de carácter general se aplican por último al caso individual. A
veces es la ley la que se aplica directamente, por ejemplo, una liquidación de impuesto en aplicación de la ley impositiva; otras veces el reglamento, o si se quiere
la ley, por ejemplo, un permiso de edificación en aplicación de la ordenanza municipal dictada de conformidad con la ley orgánica municipal.
Acto administrativo individual es, por consiguiente, la aplicación de la ley o del reglamento a una persona determinada, sea natural o jurídica, o a un grupo
determinado de personas. La determinación debe ser concreta, porque si es en abstracto el acto será reglamentario y no individual. Un decreto dictado para
empresas indus-
• 95 •
SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVOtrializadoras de carne, aún sabiendo que son cuatro o cinco las existentes, es un acto
reglamentario, con la consecuencia de que regirá también para cualquier otra empresa que se establezca en el futuro.
No importa el nombre que lleve el acto, que de hecho es de lo más variado; decreto, resolución, decisión, orden, permiso, autorización, concesión, etc. A lo
que hay que atender es al contenido: que esté designado el destinatario del acto.
2. Importancia de la distinción
Acto administrativo individual es el acto administrativo por antonomasia. Hay autores para quienes el acto reglamentario no es administrativo sino
legislativo, en tanto que respecto del acto administrativo individual el consenso es unánime, al punto de que si se habla de “acto administrativo” simplemente debe
entenderse que se trata del individual.
La primera consecuencia del alcance del acto individual es que debe ser notificado al destinatario y no requiere ser publicado. No es una excepción el que, en
caso de no ser hallado o no tener domicilio conocido, la ley o el reglamento exija que se publiquen “edictos”, como se llama en nuestra jerga procesal la notificación
por este medio. Es siempre el cumplimiento de la exigencia de notificación y no de publicación.
La mayor importancia radica, a nuestro juicio, en la posibilidad de sustituir el requisito de “derecho subjetivo” para la interposición de recursos, con la sola
condición de que se trata de un acto administrativo individual. Sobre derecho objetivo se tejen los más diversos conceptos, que lo vuelven asaz indefinido. Puede
ser conceptuado como el correlativo del derecho objetivo, o el del hombre, o el del individuo, o el derecho consustanciado con la naturaleza del hombre o el
reconocido expresamente en la ley a favor del individuo o el derecho que puede hacerse valer ante los tribunales. Con este último criterio, al parecer el más simple y
cierto, si se pregunta cuál es el derecho que
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CAPÍTULO V: ACTOS ADMINISTRATIVOS INDIVIDUALES
puede hacerse valer ante los tribunales, será forzoso contestar que es el derecho subjetivo, con lo cual no se ha adelantado nada (1). La insuficiencia del criterio de
“derecho subjetivo” como requisito para la interposición de recursos se hace aún más evidente teniendo presente que el acto administrativo con la mayor
frecuencia no confiere derechos, sino que impone “obligaciones”. En busca de cuál sea el derecho que puede invocar el particular en el caso de que se le imponga
obligaciones, habrá que recurrir al derecho general que tiene de exigir que la autoridad ajuste sus actos a la ley. Pero no hace falta recurrir a todas estas
imprecisiones y rodeos cuando el acto administrativo individual ofrece en sí mismo una solución cierta, sin complicaciones. Tal acto contiene siempre una norma
referida a una determinada persona; en el caso de que se le confiera o reconozca un derecho la norma existe para los terceros, incluidas las autoridades, para que
respeten el ejercicio del derecho por su titular, y en el caso de una obligación, para que la cumpla la misma persona afectada. No puede haber duda alguna en ningún
caso acerca de quién sea la persona titular del derecho o pasible de la obligación, puesto que debe estar nombrada en el mismo acto, y basta por consiguiente exigir
para la legitimación procesal en la acción o recurso, que se trate de un acto administrativo individual, como se explicará más ampliamente en el capítulo referente a
protección jurídica en Derecho Administrativo.
3. Actos-condición
Gastón Jéze ha configurado el acto-condición como aquel por el cual se inviste a un individuo de un status legal, vale decir, de un conjunto de derechos y
obligaciones(2). Este acto-condición estaría ubica-
(1) Una crítica exhaustiva de los más diversos conceptos de “derecho subjetivo” puede verse en H. Kelsen, op. cit., págs. 72 y sgtes.
(2) G. Jéze. “Los principios generales del Derecho Administrativo”, edción española, Madrid, 1928.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
do en una situación intermedia entre los actos administrativos de alcance general y los de carácter individual. De un lado es general, porque de lo que se inviste es un
conjunto de derechos y obligaciones y de otro lado individual, porque el investido es una persona determinada. El caso típico es el nombramiento de un funcionario,
acto que hace de condición para que una persona determinada quede investida de los derechos y obligaciones del estatuto del funcionario, ingresando al mismo
tiempo en el orden jerárquico administrativo, con superiores y subordinados a su cargo. Por esta última a razón el destino de un oficial a una unidad de las Fuerzas
Armadas se efectúa mediante orden general y no particular, a pesar de que el designado es un oficial determinado.
Esta categoría de actos-condición, aparte de la característica que le atribuye Jéze de poder ser modificador en la parte general, de lo que se tratará en el
capítulo referente a revocabilidad de los actos administrativos, no tiene importancia más que a los efectos de la exigencia de notificación a los que queden
involucrados bajo el poder jurídico investido por el acto, como en la mencionada práctica de las Fuerzas Armadas. En general, la toma de posesión del cargo por el
titular cumple la misma función de notifi cación a todos quienes concierna el acto.
En todo lo demás, el régimen del acto-condición es el mismo que el del acto administrativo individual.
4. Clasificación
Se encuentran en los autores las más (diversas clasificaciones, fundadas en distintos criterios que se entrecruzan o superponen: por el órgano que los dicta
(simples o complejos)), por las facultades ejercidas (reglados y discrecionales), por el contenido (declarativos y constitutivos), por su función dentro del proceso
administrativo (preparatorios y definitivos), por su carácter (imperativos y permisivos) y otros varios.
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CAPÍTULO V: ACTOS ADMINISTRATIVOS INDIVIDUALES
Todos ellos caben dentro de la teoría del acto administrativo y se ajustan al régimen jurídico general, teoría y régimen expuestos en el Cap. III, con la
advertencia de que algunas de las mencionadas clasificaciones son también aplicables al acto reglamentario.
Aquí se estudian solamente las pocas clasificaciones que a nuestro juicio tienen alguna importancia práctica.
Usando la denominación poco científica pero muy ilustrativa que ya hemos empleado en el Cap. III, N° 5, para explicar que la condición de fondo de
regularidad del acto administrativo consiste en que la “medida” que va a tomar la autoridad debe estar autorizada en la ley, cabe que esta medida esté señalada
taxativamente o quede a opción de la autoridad elegirla según sea conveniente u oportuno, conforme a las circunstancias de hecho. En el primer caso se dice que la
autoridad actúa conforme a facultades regladas o vinculadas, en tanto que en el segundo, procede conforme a facultades discrecionales. La calificación de
vinculada no es muy acertada, porque también en la facultad discrecional la autoridad está vinculada a la ley, en el sentido de que le viene de ésta y no puede actuar
sino con la finalidad que la ley quiere.
La discrecionalidad, en efecto, no significa de ningún modo poder obrar a capricho o arbitrariamente, como lo es en el lenguaje común. Hubiera sido deseable
encontrar un vocablo que designara inequívocamente el sentido técnico jurídico con que se le emplea en Derecho Administrativo, no sólo por prurito académico sino
por el interés practico de evitar el engaño y los excesos a que suele dar lugar al mala inteligencia de la denominación. Pero no hay otra más adecuada: la de arbitrio
administrativo, que también suele usarse, tiene el misino inconveniente, tanto que la palabra arbitrariedad proviene de ella.
No hay, pues, más remedio que tratar de precisar el concepto y fijar sus necesarias limitaciones. El poder discrecional tiene limitaciones
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
que podríamos llamar externas, que deben ser necesariamente establecidas por ley al tiempo de conferirle a ciertos órganos administrativos, conforme así se colige
del precepto del Art. 3 de la Constitución, que prohíbe la delegación de facultades extraordinarias, vale decir, ilimitadas. Y aunque la ley no establezca
limitaciones expresas, juegan como tales los derechos y garantías consagrados en la Constitución, los que no pueden ser alterados por las leyes, reglamentos u otros
actos de autoridad (Art. 137). Los actos discrecionales que exceden de estos límites se tipifican exactamente como extralimitación, exceso o abuso de poder.
Tiene también condicionamiento interno la discrecionalidad. La ley no la confiere para que la autoridad haga lo que quiera, obrando a su gusto o buen
talante, sino para la protección de ciertos valores o fines que son siempre discernibles aún cuando la ley no los señale expresamente . Si dice simplemente que la
autoridad puede tomar tal medida, se entiende que puede tomarla o no tomarla, según sea conveniente u oportuno para la seguridad, el bienestar, la salud pública,
etc. Si autoriza a aplicar sanciones entre un mínimo y un máximo, no puede ser con otro fin que el de adecuar la pena a la gravedad de la infracción. Ahora bien, si la
autoridad hace uso de su poder discrecional con otro motivo que el que la ley tiene en cuenta, incurre en. falta de razonabilidad según la terminología empleada
por autores argentinos, détournement de pouvoir por los franceses y su traducción desviación de poder por los latinoamericanos en general.
La admisibilidad de la revisión judicial de los actos reglados y su negación para los discrecionales, se funda en principio en la misma esencia de cada clase. Si
la autoridad ha tomado otra medida que la fijada en la ley, el tribunal puede evidentemente declarar su ilegitimidad y revocarla ; en tanto que si de las medidas A o B,
alternativas de la facultad discrecional, la autoridad ha adoptado una de ellas, el tribunal no puede decidir que debió haber adoptado la otra. Pero acabamos de ver
que el acto discrecional tiene limitaciones y condicionamientos cuya violación lo hace, a no dudar, justificable, como se expondrá más ampliamente en el capítulo
correspondiente.
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CAPÍTULO V: ACTOS ADMINISTRATIVOS INDIVIDUALES
Por lo demás, no hay diferencia radical sino de grados entre acto reglado y discrecional. Aún el acto más rigurosamente reglado no puede escapar al libre
juicio de la autoridad para examinar si los hechos que tiene en vista son realmente aquellos para los cuales la ley ha fijado una norma determinada; y aún en los más
ampliamente discrecionales hay siempre limitaciones y condicionamientos, frente a los cuales el acto es realmente reglado. A veces, hay pautas expresas o implícitas
en la ley para el ejercicio de la facultad discrecional, como las de las atenuantes y agravantes a las que la autoridad debe necesariamente atenerse para la aplicación
de penas, al punto de que puede dudarse que haya lugar a discrecionalidad en materia de sanciones. Algunos la llaman “discrecionalidad condicionada”, que es como
decir “discrecionalidad reglada”.
Lo definitivamente cierto es que actos reglados o discrecionales deben subordinarse a la ley. Unos y otros deben ajustarse a ella según su propia modalidad.
La facultad discrecional no se concede solamente para actos administrativos individuales, para optar por una u otra medida concreta, sino también y más
frecuentemente al conferir la ley a órganos administrativos facultad reglamentaria, a fin de que adopte de manera general la reglamentación que considere
conveniente u oportuna. Como que la concesión de facultades reglamentarias a la Administración se ve cada vez más apremiada por la variabilidad de las
circunstancias económicas y sociales y por los requerimientos técnicos para hacerle frente, es entonces que el problema de la discrecionalidad adquiere mayor
importancia y más justificada la necesidad de someterla a prudentes límites, según se ha explicado en el capítulo precedente.
El acto es declarativo cuando no hace más que expresar el derecho o la obligación preexistente, por cumplimiento de las condiciones
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO legales y
reglamentarias. En tanto que en el acto constitutivo el derecho u obligación nace
con el pronunciamiento de la autoridad.
Ejemplos de acto declarativo son el decreto por el cual se concede (debiera
decirse se declara adquirida) jubilación a una determinada persona por haber
cumplido con anterioridad los requisitos del caso, o la liquidación o determinación
individual del tributo por concurrencia del hecho imponible. Y de acto constitutivo,
el permiso o autorización para el ejercicio de un derecho, la fijación de una multa
dentro de límites mínimo y máximo. En nuestra Ley de Marcas de comercio
existen los dos tipos de actos: declarativo, cuando por razones de seguridad y
certidumbre se solicita y obtiene el registro de un nombre o razón social que por la
misma ley pertenece en propiedad al titular del nombre; y constitutivo, el registro
de cualquier marca comercial cuya propiedad sólo se obtiene por su registro.
Es evidente la estrecha relación que existe entre esta clasificación y la de
reglados y discrecionales. Un acto será declarativo en la medida en que esté reglado
y constitutivo en cuanto sea discrecional. Por consiguiente, existe en esta distinción
la misma relatividad que hemos observado en la anterior. Un acto administrativo es
sólo relativamente declarativo, en la medida en que está predeterminado en la
norma jurídica general y el constitutivo también en la medida en que no está
predeterminado. Uno y otro están contenidos, podría decirse, in nuce en la norma
general y en este sentido los dos están predeterminados. La diferencia sólo puede
consistir en el grado de predeterminación.
A pesar de esta relatividad, en cuanto sea posible identificar una y otra clase,
la distinción tiene cierta importancia que puede resultar decisiva. Salvo disposición
contraria del legislador para dar mayor margen de aplicación a una nueva ley, sin
transgredir la prohibición constitucional de retroactividad, conforme lo hemos visto
en el capítulo correspondiente, el acto declarativo se rige por la ley vigente en el
momento en que se perfeccionó el derecho o la obligación. En tanto que el acto
constitutivo se rige por la ley vigente en el momento de su
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CAPÍTULO V: ACTOS ADMINISTRATIVOS INDIVIDUALES
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SLLVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO reconsideración y
jerárquico contra las resoluciones interlocutorias, si la by a su vez no los ha limitado.
Decisorios son los actos administrativos que definen, declaran o const tuyen
derechos u obligaciones para una persona determinada o un grupo determinado de
personas. Tiene importancia a los efectos de saber quiénes son partes en el
procedimiento administrativo y contencioso. Cuando la resolución administrativa
decide sobre mejor decreto entre dos o más personas, debe considerárselas partes a
los efectos procesales a todas ellas, conforme lo tiene resuelto la Corte Suprema de
Justicia.
Los regístrales son, como su nombre lo indica, anotaciones en registros
públicos que pueden tener diferentes efectos jurídicos: los que constituyen derechos
a favor del registrante como la propiedad de una narca comercial que se confiere con
su registro, y los que son solamente constatación o documentación de hechos
relevantes para el orden jurídico, sea con efecto ad solemnitatem o ad
probationem, como son los del registro civil en general, los del registro cívico, etc.
Entre los de efecto probatorio hay que incluir los registros de contratos chiles y
comerciales, con la particularidad de que el registro, que es uní función pública, está
a cargo de agentes no estatales que son los escribanos públicos.
Permisos y autorizaciones: Son actos administrativos por los cuales se
cumple el requisito para el ejercicio de un derecho o se allana para el caso concreto
una prohibición de carácter general. Usados indistintamente como sinónimos, puede
sin embargo hacerse entre ellos más distinción de gran importancia para el Derecho
policial, como se explicará en su oportunidad.
Dictámenes e informes, no son actos jurídicos administrativos, sino actos
técnicos o materiales que se realizan, sea en cumplimiento de aquéllos, sea como
requisitos previos para su pronunciamiento.
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CAPÍTULO V: ACTOS ADMINISTRATIVOS INDIVIDUALES
(M) E. Sayagués Laso, op. cit., págs. 247 y sgtes. E. García de Enterría y T.R. Fernández, “Curso de
Derecho Administrativo”. Madrid, 1975, págs. 369 y
HgtüH,
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
(4) Las causales para la expulsión de extranjeros están previstos en la Ley de Migraciones N°
978/96.
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CAPÍTULO V: ACTOS ADMINISTRATIVOS INDIVIDUALES
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
11. Ejecutividad
(5) M. Waline. “Traite de Droit Administratif8 a edición, París, 1958, pág. 401 y especialmente
André de Laubadere: “Traité Eléméntaire de Droit Administratif’, París, 1953, pág. 176 y
sgtes., en que aparece destacada la distinción.
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CAPÍTULO V: ACTOS ADMINISTRATIVOS INDIVIDUALES
admitida generalmente por los primeros y no por estos últimos para quienes es de
rigor que las autoridades administrativas soliciten autorización judicial no sólo para
adoptar las medidas del caso, sino para ejecutarlas. Sin embargo, la diferencia no
puede ser absoluta, dado que existen situaciones en que es imposible recurrir
previamente a los tribunales para emplear medidas coactivas, como en el caso de una
manifestación callejera tumultuaria que, calificada como tal y dada la orden de
disolución por la autoridad policial, no cabe otra alternativa en defecto de
acatamiento voluntario que recurrir al empleo de la fuerza pública, como es notorio
que proceden también en los países anglosajones; y, por otra parte, no puede
afirmarse que en los demás países puedan las autoridades administrativas hacer
cumplir por sí mismas, coercitivamente, sus propias resoluciones en todos los casos.
Lo más que podría decirse es que en los países anglosajones prevalece el sistema que
podríamos llamar “justicialista” y en los demás el “administrativista”(6).
El argumento de las facultades ejecutivas de la Administración sería válido
al parecer no sólo para la toma de decisiones por la misma, en aplicación de la ley
cuya ejecución le compete, sino también para forzar el cumplimiento de dichas
decisiones con medidas coercitivas. Pero las situaciones son muy diferentes: en la
primera, antes del cumplimiento compulsivo de la resolución administrativa, me-
(6) La diferencia tuvo una dramática demostración durante la guerra de Viet- nam, cuando los
diarios “The Washington Post” y “The New York Times” de los Estados Unidos comenzaron
a publicar documentos secretos del Pentágono y el Poder Ejecutivo de aquel país recurrió a
los tribunales, demandando la suspensión de la publicación y el secuestro de los documentos.
La autoridad militar tenía sin duda la facultad de calificar como secretos los documentos y
prohibir su publicación; lo que no podía era emplear medios coercitivos para hacer efectiva la
prohibición de publicación. En los países latinoamericanos, a más de declarar secretos los
documentos y prohibir su publicación, la autoridad hubiera procedido al secuestro de lo
publicado y de los documentos, dejando a los particulares afectados que recurran ellos, y no
la Administración, a los tribunales.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
diante los recursos correspondientes, la protección judicial puede llegar a tiempo
para amparar al particular en sus legítimos derechos. En tanto que en la segunda,
ejecutada la resolución mediante el uso directo de la coacción, la protección judicial
dispensada a posteriori sería poco menos que ilusoria. El uso indiscriminado de la
coacción administrativa nos conduciría a extremos sin duda alguna apartados de
principios constitucionales básicos: el del debido proceso, el de que “sólo el Poder
Judicial puede entender y decidir en actos de carácter contencioso” y, en definitiva,
el de la defensa de los derechos humanos más entrañables.
Por esta razón no se admite que la Administración pueda ejecutar o hacer
ejecutar por la fuerza de sus propias resoluciones, sino en determinadas condiciones:
a) Que la ley no prescriba para el caso la intervención judicial, como para el
cobro compulsivo de créditos fiscales y el allanamiento de domicilio.
b) Que no se apliquen penas reservadas a la jurisdicción criminal.
c) Que no sean decisiones o actos del Derecho Privado que competen a la
jurisdicción ordinaria y aunque fueran del Derecho Administrativo, siempre que
tengan los mismos o análogos efectos, como la desocupación forzada de bienes el
dominio público y la ocupación inmediata de bienes expropiados. En estos casos,
dada la oposición del ocupante o del propietario expropiado, la Administración debe
demandar el desalojo y la posesión judicial del inmueble, respectivamente l7).
(7) El Estatuto Agrario (Ley 1863/02) autoriza al Poder Ejecutivo a proceder la expropiación de
tierras, en aplicación del mismo estatuto que declara de utilidad social, para la colonización,
las que se encuentran en determinadas condiciones y su ocupación inmediata en caso de
urgencia. Un propietario expropiado recurrió a los tribunales por la vía de petición de amparo
contra la ocupación violenta y habiendo prosperado el recurso, la autoridad administrativa
pidió la posesión judicial del inmueble expropiado.
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CAPÍTULO V: ACTOS ADMINISTRATIVOS INDIVIDUALES
En otro caso, la Junta Municipal de Ñemby decidió que los cercados, plantaciones y mejoras
de los colindantes de una calle habían avanzado sobre la línea de edificación y procedió sin
más a demoler construcciones y eliminar cercados, árboles y plantaciones a todo lo largo de
la calle. Acusados los concejales por los vecinos por el delito de abuso de autoridad, el juez
llegó a dictar auto de prisión preventiva contra ellos.
(8) Nuestra definición de “ejecutoriedad’’ reposa en nuestro propio Derecho Procesal común,
para el cual la resolución alcanza “ejecutoria” con el consentimiento de las partes o la
confirmación del superior. Es la condición o estado que hace ejecutable sin más dilación la
resolución sea por el órgano que fuese, por el administrativo o por el judicial, como en el
caso de una liquidación de impuesto consentida que será ejecutada judicialmente. En tanto
que la ejecutividad, según queda expuesto bajo el número precedente, es la cualidad de ser
ejecutable el acto por el órgano administrativo con sus propios medios coactivos. Pero es
preciso advertir que existe en los autores la más grande diversidad de conceptos y de
terminología. Ya hemos visto que Sayagués Laso denomina “ejecutividad” a lo que nosotros
llamamos “ejecutoriedad”, y parece que también José R. Dromi cuando dice: “La
ejecutoriedad del acto administrativo significa que la misma Administración por medios
propios lo pone en práctica y lo hace efectivo” (José R. Dromi: “Acto Administrativo,
ejecución, suspensión y recursos”. Buenos Aires, 1973).
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
de las partes o, en caso de ser recurrida, por la confirmación del superior , siendo
muy pocas las excepciones, como las medidas precautorias y la resolución recaída
en juicio de prestación de alimentos.
En tanto que respecto del acto administrativo es general la opinión de que la
ejecutoriedad es de su propia esencia, impuesta además por el interés general
implícito en todo acto dé la Administración. Cabe recordar que con anterioridad a la
Ley 125/91 regía inclusive la regla solve et repete.
Es nuestra opinión que esta doctrina tradicional debe ser sometida a una
radical revisión. ¿Por qué razón, en efecto, ha de ser ejecutada una resolución
administrativa si el afectado ha interpuesto recursos contra la misma y su ejecución
no es urgente, pudiendo lesionar gravemente el derecho a la defensa y causar daños
irreparables? ¿Por el interés general implícito en el acto administrativo? También la
defensa de los legítimos derechos de los particulares es de interés general. ¿Por la
mera especulación teórica de que la ejecutoriedad es de la esencia del acto
administrativo?
Ya hemos dicho que tanto el acto judicial como el administrativo tienen la
pretensión de ser ejecutados o cumplidos. En esto consiste la obligatoriedad de la
norma jurídica contenida en ellos <9). Para que se suspenda su ejecución debe existir
alguna disposición legal que así lo imponga. Para el acto judicial existe esta
disposición cuando el Código Procesal Civil concede el recurso de apelación contra
las sentencias definitivas y las interlocutorias que decidan algún artículo o
causengravamen irreparable, en ambos efectos, vale decir, sus-pensivo y
devolutivo. Y si admitimos como fuente supletoria el procedimiento común, cabe
que la interposición de recursos contra la resolución administrativa tenga también
efecto suspensivo. En la práctica judicial, a veces por aplicación supletoria del
procedimiento común y otras veces por disposición expresa de la ley, como en la
petición de amparo, los jueces suelen disponer la suspensión a título de “no
innovar”.
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CAPÍTULO V: ACTOS ADMINISTRATIVOS INDIVIDUALES
(10) Varias resoluciones judiciales han seguido el criterio expuesto en el texto. En un caso, a
pedido de las vendedoras de carne del mercado municipal N° 4, que alegaban ser
perjudicadas por la competencia desleal de los “mercaditos” instalados alrededor del mismo
mercado, la Intendencia Municipal de la Capital ordenó la clausura de dichos mercaditos y al
disponer su cumplimiento e interponer sus propietarios el recurso contencioso-administrativo,
el Tribunal ordenó “no innovar”, suspendiendo la ejecución de la orden municipal hasta tanto
se resolviera el recurso. Muy distinta hubiese sido la situación si la clausura estaba funda en
la falta de higiene de los “mercaditos”.
En otro caso la cooperativa agrícola “Bello Horizonte” de Santa Elena interpuso ol recurso
contencioso y obtuvo la suspensión de la ejecución de una “toma
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
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CAPÍTULO V: ACTOS ADMINISTRATIVOS INDIVIDUALES
luntariamente, como en el caso del pago de un tributo, para lo que basta que el
pagador se fije si lo hace al órgano competente.
Si el cumplimiento va a ser compulsivo, habrá necesidad de algún
procedimiento, por más grave y expedito que fuese(n).
Cuando la autoridad administrativa tiene facultad para proceder por sí misma
y por sus propios medios al cumplimiento compulsivo de sus resoluciones, hemos
llamado “ejecutividad” a esta cualidad del acto administrativo. Entonces el
procedimiento será propiamente administrativo. Un ejemplo lo tenemos en el art.
300 del Código Aduanero que autoriza a la autoridad aduanera a llevar a remate
público mercaderías que se encuentran en depósito o por algún otro concepto en
poder de la Aduana, para el cobro de derechos aduaneros. Este procedimiento
administrativo se explica y justifica porque en todos los casos contemplados en la
ley, las mercaderías están en poder de la Aduana y, por consiguiente, no hay
necesidad de embargo y desapoderamiento previo de bienes, actos que se reservan a
la justicia ordinaria.
El procedimiento es judicial cuando por disposición de la ley o por otras
razones fundadas que hemos expuesto bajo el N° 12 de este capítulo, se requiere la
intervención de los jueces para la ejecución del acto administrativo. El ejemplo más
importante en nuestra legislación es el del procedimiento judicial ejecutivo para el
cobro de créditos fiscales, establecido en las diversas leyes impositivas, con
restricción de las excepciones admisibles en algunas de ellas, sirviendo de título
ejecutivo el certificado de deuda fiscal suscrito por los órganos componentes.
(11) Caso típico es el del oficial de policía que ante la negativa de un particular de entregar su
arma, ordena a su subordinado: “proceda”, y éste sabe muy bien de lo que se trata.
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SALVADOR VILIAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
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CAPÍTULO V: ACTOS ADMINISTRATIVOS INDIVIDUALES
Otros medios de ejecución son la clausura de establecimientos, inhabilitación,
comiso de mercaderías, arresto, uso de la fuerza pública, de los que trataremos con
algún detenimiento en el capítulo correspondiente al Derecho policial.
117 •
Capítulo VI
1. SANCIÓN DE LAS IRREGULARIDADES DEL ACTO ADMINISTRATIVO. 2. INAPLICABILIDAD DE LA REGLA DE DERECHO PRIVADO: NO HAY NULIDAD SIN LEY. 3. CATEGORÍAS DE NULIDADES. 4. NULIDAD:
CAUSAS Y EFECTOS DE LA DECLARACIÓN DE NULIDAD. 6. ANULABILIDAD: CAUSAS Y EFECTOS DE LA ANULACIÓN. 7. NULIDAD MANIFIESTA Y NO MANIFIESTA.
8. INAPLICABILIDAD DE LA PRESUNCIÓN DE REGULARIDAD. 9. REVOCACIÓN EN SENTIDO AMPLIO Y SENTIDO ESTRICTO. 10. REVOCACIÓN POR RAZÓN DE CONVENIENCIA U
OPORTUNIDAD O CAMBIO DE CRITERIO EN LA APLICACIÓN DE LA LEY. 11. DIVERSAS OPINIONES. 12. PRINCIPIOS RECTORES PARA LA REVOCACIÓN. 13.
ENSAYO DE ESQUEMA DE LA REVOCABILIDAD. 14. OTRAS VARIANTES RELATIVAS A LA REVOCABILIDAD.
15. CADUCIDAD.
Contrariamente a lo que hemos dicho del acto regular en el Cap. III N° 4 , el acto administrativo es irregular cuando viola la Constitución, la ley o el
reglamento. Para no decir que es inconstitucional, ilegal,, antirreglamentario, decimos simplemente que es irregular.
Es propio del orden jurídico que su violación sea sancionada. Aquí la sanción consistirá en la invalidez del acto. Esta invalidez puede ser de diversos grados o
modalidades, según sea la gravedad de la transgresión. En rigor lógico, cualquiera falta, por pequeña que
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
fuese, de los requisitos del acto, tendría por consecuencia la invalidez del mismo, como en el orden físico en que cualquier deficiencia de la causa basta para que
desaparezca el efecto. En Derecho, sin embargo, la consecuencia no puede ser tan rígida, por gravitación de ciertas razones como la de orden público, la protección
del interés colectivo y del particular afectado, la necesidad de certidumbre jurídica, etc., que tienen tanta vigencia como la lógica formal, o mej or, que son
constitutivas de la lógica jurídica. La invalidez tendrá, por tanto, necesariamente matices y grados para plegarse a la realidad de la vida social.
Lo mismo ocurre con el acto jurídico del Derecho privado, con una diferencia fundamental: rige para éste la regla de que no puede ser sancionado de
invalidez si la sanción no está prevista en la ley, sea de manera especial como en el caso de incapacidad prevista en el Art. 104 del anterior Código Civil, sea de
manera general como la sanción para los actos contrarios a la moral y buenas costumbres (Arts. 299 y 319 del actual Código ). Esto es así porque el Derecho privado
reconoce la autonomía de la voluntad dentro de los límites prescritos en la ley, vale decir que está permitido todo lo que no esté prohibido y, entonces, el acto
jurídico privado no puede ser sancionado de invalidez o nulidad si no ha violado alguna prohibición.
Al paso que el acto administrativo, como lo expusimos ya en el citado Cap. III, N° 4, requiere como condición esencial, no que no esté prohibido, sino que
esté autorizado expresa o implícitamente en la Constitución, en la ley o en el reglamento , que es en lo que consiste el principio fundamental de legalidad de la
Administración. Por consi guiente, la sanción de invalidez del acto administrativo no necesita estar prevista: le viene de su propio esencia . Por el contrario, para que
no súfrala sanción tendría que estar eximida de ella, sea en virtud de
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CAPÍTULO VI: NULIDAD Y REVOCABILIDAD DEL ACTO ADMINISTRATIVO
3. Categorías de nulidades
La invalidez se traduce en diferentes clases o categorías de nulidades, acerca de las cuales existe en la legislación comparada y en las obras de los autores la
más grande diversidad, tanto en el concepto como en la terminología (1).
Tratando de simplificar una materia asaz complicada, puede reducirse el estudio a las categorías más relevantes, las que, bajo distintas denominaciones,
comprenden, si no totalmente, al menos lo más importante de las comúnmente mencionadas en la legislación y en la doctrina.
Comencemos por eliminar la categoría de “actos inexistentes”, ya que si nos vamos a ocupar de ellos es porque existen de alguna manera. Sólo podrían ser
aquellos que por carecer de elementos esenciales del acto administrativo son nulos como si no existieran, y entonces caben en la categoría de actos nulos.
Verdaderamente inexistentes serían por ejemplo los actos de mi “usurpador” que sólo caben bajo la consideración de delito pero no de acto administrativo.
Lo mismo puede soslayarse la distinción de nulidad absoluta y relativa que, si se refiere a quienes pueden alegarla, consiste en la impugnabilidad, que es
de carácter procesal y no es una cualidad del acto; y si se intenta acoger en ella la discriminación entre interés ge-
(1) Para la doctrina francesa del “acto inexistente” se puede citar a G. Jéze, op. cit.
pág. 75 y sgtes. Para los que solo toman en consideración las categorías de “nulidad” y “anulabilidad”, E. Forsthoff op. cit. pág. 314 y sgtes., G. Zanobini, op, cit. pág. 202 y sgtes. Entre los
latinoamericanos Sayagués Laso op. cit. pág. 499 y sgtes., Julio A. Prat, Derecho Administrativo, t. 3 pág. 159 y sgtes. y entre los argentinos Bartolomé A. Fiorini, Teoría Jurídica del Acto
Administrativo, págs. 149 y sgtes.; Juan Carlos Casagne, El Acto Administrativo, cap. II, págs. 235 y sgtes.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
nerale interés particular, es insegura y riesgosa, puesto que la protección de los intereses particulares es también de interés general y en todo caso cabe el diferente
tratamiento bajo la distinción de nulidad y anulabilidad que son las categorías más aceptadas en la doctrina y constituyen el eje del régimen de las nulidades en
nuestro Código Civil(2).
Hay que mantener también la distinción de nulidad manifiesta y no manifiesta que, aunque de difícil verificación en los hechos, tiene en nuestra legislación
efectos de especial importancia.
La sanción máxima para la irregularidad del acto administrativo es la nulidad, reservada para los defectos más graves. La nulidad puede ser declarada a
petición de parte o de oficio, y si es manifiesta ni siquiera necesita ser declarada. La declaración de nulidad tiene efecto ex tune: se reponen las cosas en su primitivo
estado, en cuanto fuese posible y razonable, se entiende. Por ejemplo, la adjudicación del contrato de pavimentación de una calle a un contratista sin licitación
pública, es nula, pero levantar el pavimento ya construido sería absurdo y mantener sin ninguna retribución al contratista, a más de injusto, constituiría un
enriquecimiento sin causa para los propietarios linderos de la calle. Más, como que no existe precio porque la adjudicación de la obra es nula, lo razonable es que se
fije el precio mediante peritos. Por lo demás, a pesar de la prohibición constitucional de retroactividad que debe entenderse en sentido lato, extensiva
(2) El régimen de las nulidades está prescrito en los Arts. 355 al 365 del Código Civil. No es que el régimen de las nulidades en Derecho administrativo vaya a ser el mismo que en Derecho
Civil, pero hay ciertas correspondencias quo hay que destacar, aunque más no fuese sino para la mejor comprensión do uno y otro instituto. Por la misma razón conviene adoptar la misma
terminología, para mantener en lo posible la uniformidad de nuestro total ordonatnionlu jurídico.
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CAPÍTULO VI: NULIDAD Y REVOCABILIDAD DEL ACTO ADMINISTRATIVO
a) Sanción expresa
b) Prohibición legal
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
también nulo el acto jurídico privado, con mayor razón en Derecho administrativo
cuando la ley, a más de no conferir la autorización requerida, veda expresamente un
acto determinado.
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CAPÍTULO VI: NULIDAD y REVOCABILIDAD DEL ACTO ADMINISTRATIVO
e) Incompetencia
f) Forma y procedimiento
(3) Cuando nos referimos al acto administrativo damos por supuesto el órgano que lo dicta, el
cual debe ser, según el concepto de Derecho administrativo que hemos adoptado en el Cap.
I, un órgano centralizado o descentralizado del P. Ejecutivo, o del Legislativo o Judicial en
función administrativa. Pero el órgano y el agente que desempeña su función no son
elementos del acto administrativo. Por esta razón no lo hemos incluido entre las condiciones
o requisitos de validez del acto (Cap. III N°4), como tampoco ahora su inexistencia como
causa de nulidad. Tomamos a este efecto la incompetencia del órgano, porque a falta total de
éste no habría acto administrativo y no ya solamente defectos del mismo. Sin embargo,
encontraremos más adelante una situación en que la investidura irregular del agente será, no
causa de invalidez sino de convalidación del acto en determinadas condiciones, y es la del
llamado funcionario de hecho. Lo que en dicha situación se toma en cuenta es la investidura
del agente y no precisamente su competencia.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
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CAPÍTULO VI: NULIDAD Y MEVOCABILIDAD DEL ACTO ADMINISTRATIVO
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
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CAPÍTULO VI: NULIDAD Y REVOCABILIDAD DEL ACTO ADMINISTRATIVO
yormente, puesto que hasta el momento de su anulación el acto surte efectos y debe
ser cumplido. El interés principal radica en el acto nulo que, con la declaración de
su nulidad, debe ser considerado como si nunca hubiera existido y por
consiguiente cabe plantearse a su respecto la cuestión de si puede dejarse de
cumplirlo aún antes de dicha declaración.
8. Presunción de regularidad
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
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CAPÍTULO VI: NULIDAD Y REVOCABILIDAD DEL ACTO ADMINISTRATIVO
(5) Gastón Jéze dedica una brillante página (op. cit., pág. 11) a las consecuencias nefastas que
pueden sobrevenir de no cambiar a tiempo ciertas normas legales y reglamentarias. Entre
nosotros se podrían citar los famosos edictos del jefe do policía Elias García, que pretendían
reformar arraigadas costumbres popularos y cuya obstinación en mantenerlos fue una de las
causas del golpe de Estado del 2 de julio de 1908.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
Sobre este punto hay una gran diversidad de opiniones, contándose entre
ellas algunas tan extremas como la de Fleiner para quien “... una situación que va
contra el interés público no puede subsistir ni siquiera un día más” (6). Y de otra parte
J. C. Cassagne según el cual "... existe ya coincidencia al menos en nuestro país (la
Argentina) en que la regla en el acto administrativo unilateral es la de la
inmutabilidad, irrevocabilidad o estabilidad, como algunos autores prefieren
titularla” <7).
Sin embargo, la contraposición es más aparente que real, al punto de que
pudiera consistir simplemente en que lo que para unos es la regla para otros es la
excepción.
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CAPITULO VI: NULIDAD Y KEVOCABILIDAD DEL ACTO ADMINISTRATIVO
tarea tan delicada que debiera quedar reservada a la ley. Pero como ésta no podrá
hacerlo porque las situaciones que debe contemplar se multiplicarían al infinito, la
autoridad administrativa o el juez en su caso, llamado a sopesar el interés particular
y el general para darle primacía a este último, tendrá que ayudarse con otros
principios igualmente relevantes.
b) La identidad entre la situación invariable de la res judicata en Derecho
común, ceñida a los términos de la demanda y la contestación, y la de ciertos actos
administrativos dictados también para situaciones invariables, como la de una
determinación individual de impuesto resuelta definitivamente con el Fisco, debe
llevar a acoger esta última bajo el amparo de la fuerza de cosa juzgada formal y
material, que tiene la misma razón de ser y protege a la vez la seguridad jurídica de
las partes y el interés general de dar término definitivo a toda clase de litigios <8>.
c) La diferencia de situaciones provenientes de la facultad reglada y de la
discrecional, es otra de las variantes a tener en cuenta, porque hallándose la
Administración vinculada estrictamente a la ley en la primera, no es procedente que
pueda cambiar sus resoluciones, al menos con la misma amplitud que en la
segunda, en que ella tiene justamente el arbitrio de acomodar sus actos a razones de
oportunidad o conveniencia<9).
(8) A esta situación se refiere E. Forsthoff cuando señala (op. cit., pág. 352): “Otra cosa ocurre
cuando el acto administrativo, al modo de la sentencia judicial, se refiere a un acto
circunscrito y por ende, invariable”.
(9) Para M. S. Marienhoff la distinción de actos reglados y discrecionales nada tiene que ver con
la irrevocabilidad o revocabilidad (op. cit., pág. 576). De nuestra parte no es que creamos
que los actos reglados son necesariamente irrevocables y los discrecionales revocables. Hay
otros elementos de juicio que inciden para que en algún caso pueda ocurrir lo contrario.
Pero no puede negarse que la revocabilidad es más propia de la facultad discrecional, dentro
do la cual la autoridad administrativa puede cambiar de criterio según las circunstancias,
que de la reglada en que la ley impone que ella adopte una medida determinada y no otra.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
Actos
regla revocables (derogación o modificación del reglamento) efecto:
menta ex-nunc
rios
Actos
indivi
duales. —regulares. —de ejecución única
para situación invariable: irrevocable.
ej.: multa por infracción considerada leve.
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CAPÍTULO VI: NULIDAD Y REVOCABILIDAD DEL ACTO ADMINISTRATIVO
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CAPITULO VI: NULIDAD Y REVOCABILIDAD DEL ACTO ADMINISTRATIVO
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
15. Caducidad
Otra causa de extinción del acto administrativo, que no debe confundirse con
la revocación, es la caducidad. Esta puede sobrevenir por acaecimiento de una
condición extintiva o el incumplimiento de un cargo impuesto en el mismo acto
administrativo, como el hecho de no efectuar las inversiones prometidas para la
concesión de beneficios de la Ley de inversiones de capital, o la caducidad de la
adjudicación de lote de terreno, concedida bajo el régimen del estatuto agrario, por
no cumplir el beneficiario la obligación asumida de ocuparlo y cultivarlo
personalmente.
(11) Un caso ilustrativo de esta situación lo tenemos en la revocación por la Junta Electoral Central
de su propia negativa de inscripción solicitada por un sector del Partido Liberal, por haber
contraído compromisos considerados revolucionarios con otros partidos, negativa que fue
confirmada por la Corte S. de Justicia; y desaparecido dicho compromiso político la Junta
Electoral estuvo dispuesta a retirar la negativa y conceder la inscripción, pero habiendo
entretanto obtenido otro sector del mismo partido su inscripción con el nombro do “Partido
Liberal”, la inscripción del primitivo sector sólo pudo hacerse con ol nombre de “Partido
Liberal Radical”. Una demostración de cómo la interioren - cía de un tercero puede influir
en la revocación y, sobre todo, do cómo nuil resolución administrativa aún después de
confirmada por la Corto Suprema de Justicia puede ser revocada si cambian las
circunstancias.
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CAPITULO VI: NULIDAD Y REVOCABILIDAD DEL ACTO ADMINISTRATIVO
1. TEORÍA DEL ÓRGANO. 2. IMPUTACIÓN DE ACTOS DEL SER HUMANO AL ÓRGANO. 3. LA TÉCNICA DE LA IMPUTACIÓN PARA RESOLVER PROBLEMAS JURÍDICOS. 4. SIMILITUD Y NO IDENTIDAD CON
ORGANISMOS NATURALES. 5. ORGANO, CARGO Y AGENTE. 6. JERARQUÍA DE LOS ÓRGANOS, PARALELA A LA DE LAS NORMAS. 7. DESIGNACIÓN Y COMPETENCIA DE LOS ÓRGANOS. 8. LEYES Y
REGLAMENTOS ORGÁNICOS. 9. CÓMO SE
IDENTIFICA AL ÓRGANO. 10. COMPETENCIA Y CAPACIDAD. 11. CLASIFICACIÓN. 12. IDENTIFICACIÓN DEL AGENTE ESTATAL. 13. DIFERENTES CLASES DE AGENTES Y SU
RÉGIMEN JURÍDICO. 14. FUNCIONARIO PÚBLICO: CRITERIO DE DEFINICIÓN Y ELEMENTOS NO DEFINITORIOS. 15. AGENTES CONTRATADOS. 16. AGENTES RECLUTADOS. 17.
AUTORIDAD Y
EMPLEADO.
En los primeros capítulos ha sido enfocado el ordenamiento jurídico bajo un aspecto estático (conjunto jerarquizado de normas: Constitución, ley,
reglamentos, normas individuales); y el mismo ordenamiento bajo su aspecto dinámico (proceso gradual de creación y ejecución de las normas).
Cabe ahora examinar quién crea o ejecuta las normas, o más bien cuál es el mecanismo por el cual son creadas y ejecutadas dichas normas. La respuesta más
aparente es la que señalaría al ser humano, en su actuación individual o colectiva.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
Pero la actuación humana, para que surta efecto en Derecho tiene que estar calificada y autorizada por el mismo ordenamiento jurídico . La actuación die un
usurpador o de una banda de forajidos, aunque sea capaz de imponerse por la fuerza, no puede crear Derecho. Vale decir que para la crear y ejecutar válidamente las
normas, el hombre debe actuar en función de un instrumento que es el llamado “órgano”, creado por el propio ordenamiento jurídico.
Esta teoría del órgano es válida para la totalidad de la actividad jurídica estatal, legislativa, administrativa y judicial (1). Pero es en Derecho administrativo) que
se la expone especialmente, acaso porque es en la Administración que se encuentran los más numerosos y variados órganos. ■
2. Imputación de actos del ser humano al órgano
Decíamos que una- visión ingenua o superficial tiende a identificar el órgano con el ser humano. Pero basta el más ligero análisis para demostrar que no hay
tal identidad. En los órganos colegiados, por ejemplo el P. Legislativo), el órgano no es cada uno de los legisladores, ni la mayoría, ni siquiera la totalidad de ellos,
puesto que éstos pueden cambiar y se suceden periódicamente, en tanto que el P. Legislativo, como órgano creado en la Constitución, permanece idéntico a sí
mismo. Y lo mismo ocurre con un órgano unipersonal: en la expresión usual de que una persona “ejerce u ocupa tal cargo”, está implícita usual de que una persona
“ejerce u ocupa tal cargo”, está implícita la distinción. Esta misma distinción se pone de manifiesto cuando se dice que no se obedece a la persona sino a la ley que la
inviste de tal función o cargo. Lo cual no quiere decir que no tenga importancia la personalidad del que ejerce la función del cargo. Por el contrario, la tiene en grado
eminente, pues en definitiva son la inteligencia y la (1) H. Kelsen, op. cit., Ca^P- 8.
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CAPÍTULO VII: ÓRGANOS Y AGENTES ESTATALES
personalidad humanas las que alcanzarán a realizar los fines para los cuales el órgano es nada más que un instrumento. No se subestima este aspecto que atañe a la
política, a la administración como arte, a la sociología y otras especialidades, sino que solamente se lo deja entre paréntesis al tratar el mismo objeto bajo su aspecto
jurídico.
El órgano es, como ya se lo ha definido, una creación jurídica, de existencia ideal, lo mismo que la norma. Instituir un órgano equivale a prescribir: téngase
por norma jurídica válida, o por ejecución autorizada de la misma, lo actuado por tal órgano. Es claro que no es el órgano el que actúa por sí mismo, sino que es su
agente, el ser humano, cuyos actos son imputados al órgano.
Dentro del Derecho, que es cultura y busca realizar sus fines con los medios de su propia creación, cabe perfectamente una construcción que dé solución
adecuada a problemas tales como el del mandato y representación en Derecho público, el de la voluntad y responsabilidad del Estado, entre otros, que no pueden
resolverse satisfactoriamente con las fórmulas del Derecho privado.
En efecto, no puede explicarse el status del agente en función del órgano con la figura del mandato, porque el Estado, las instituciones administrativas que
designan sus propios órganos y las personas jurídicas en general, incluso las del Derecho privado, no pueden otorgar mandatos porque no tienen voluntad propia.
Tampoco con la de representación, porque los actos del representante se consideran actos del representado, en tanto que los actos de los agentes estatales
son considerados actos estatales y no actos de quienes los han nombrado, lo mismo que los actos de los directores de lina sociedad anónima son considerados actos
de la sociedad y no de IOH accionistas que los han designado.
En cuanto a la voluntad estatal, ella es todavía más problemática. I’orque no hay ninguna seguridad, y tampoco necesidad, deque
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la voluntad real del agente coincida con lo que la ley exige de él para actuar en función el órgano. Menos todavía se puede hablar de voluntad estatal cuando el
órgano es colegiado porque no hay más voluntad real que la individual, psíquica.
Por la misma razón, la responsabilidad del Estado, de las Municipalidades y de las personas jurídicas en general, nunca podrá fundarse en la “culpa” de sus
agentes. Aunque hubiera culpa in eligendo o in vigilando, ésta sería siempre culpa de sus agentes y no de la persona jurídica que no tiene voluntad propia.
Con la imputación del acto del agente al órgano, no como acto de volición real sino como acto condicionante de la creación y ejecución de las normas jurí
dicas, desaparecen las dificultades señaladas. En lo que toca a la responsabilidad del Estado, de la que nos ocuparemos en un posterior capítulo, no hay más razones
para admitirla que la de que sea objetivamente justa. Su imputación al Estado es cuestión de mera técnica jurídica que no ofrece dificultad alguna.
De lo que no cabe duda alguna es que la teoría del órgano ofrece soluciones obvias y más satisfactorias que las tradicionales. Sólo que, a su vez, esta teoría ha
desatado verdaderas fantasías como la de identificar al Estado, las instituciones públicas y aún las privadas como las personas jurídicas, con los organismos
naturales.
El nombre de órgano, tomado de la biología, soslayando su primitivo significado de instrumento<2), es lo que ha llevado de un mero símil a una indebida
identificación. Si se habla de organismo estatal o de cualquiera otra institución jurídica como “organismo”, debe entenderse que se trata de un sistema de órganos,
válido lógicamente como sistema y no realmente como organismo.
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CAPÍTULO VII: ÓRGANOS Y AGENTES ESTATALES
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
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CAPÍTULO VII: ÓRGANOS Y AGENTES ESTATALES
1
de normas fundamentales).
Organos del P. Ejecutivo (centra- Organos del P. Judicial: C. S. de
lizados y descentralizados). Justicia y tribunales y juzgados in
P. Ejecutivo: ejecución déla ley por un lado y P. Judicial: ejecución (aplicación) de la ley
creación de nuevas normas mediante por un lado y concreción de las normas a casos
reglamentos y resoluciones administrativas individuales mediante sentencias y
individuales. , resoluciones.
feriores.
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CAPÍTULO VII: ÓRGANOS Y AGENTES ESTATALES
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CAPÍTULO VII: ÓRGANOS Y AGENTES ESTATALES
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CAPÍTULO VII: ÓRGANOS Y AGENTES ESTATALES
11. Clasificación
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CAPÍTULO VII: ÓRGANOS Y AGENTES ESTATALES
Decíamos más arriba que no hay que confundir “órgano” con “agente”.
Siendo el órgano una creación jurídica, de existencia ideal, sin voluntad propia,
requiere un agente que actúe por él. Este es el ser humano, el agente, cuyos actos
son imputados al órgano. La imputación del acto a un órgano estatal es, por
consiguiente, lo que hace que el agente sea también estatal y no particular o privado.
Se imponen estas disquisiciones, no por mero prurito de pulcritud teórica,
sino para hallar la solución correcta de problemas prácticos. Por ejemplo, Gastón
Jéze califica de agente estatal al testigo (4), lo que parece absurdo, dado que no existe
un órgano estatal al que
(4) (i. ,)Í!/.o, op. cit., pág. 439. Por lo demás, este autor no distingue órgano de
agente, lo que conduce fácilmente a confusiones como la apuntada.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
(5) Op. cit., pág. 381. Es extraño que este autor no recurra para su definición al criterio de la
imputación, de la que es connotado teórico su maestro Kelsen. Por otra parte no distingue
órgano de agente, como puede verse en la cita del mismo, puesto que no es el órgano sino el
agente el que es mantenido en funciones con fondos públicos. Cierto es que Kelsen, a pesar
de su agudo sentido para la abstracción, tampoco lo distingue (op. cit., pág. 318).
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CAPÍTULO VII: ÓRGANOS Y AGENTES ESTATALES
Todo agente estatal, por desempeñar una función pública, debiera llamarse
funcionario público. Se reserva sin embargo este nombre sólo para urna clase de
agentes, de tal moco que “agente” viene a ser el género dentro del cual hay que
distinguir varias especies. En todo el curso de esta exposición, salvo que se trate de
un desliz involuntario, cada vez que se diga “agente” debe entenderse toda clase de
agentes estatales, incluido el “funcionario”, en tanto que por éste último, sólo una
especie, lo que tiene importancia como a continuación se explica.
Cada clase de agente tiene su régimen jurídico propio, por lo que interesa
distinguirla claramente(6>.
((i) Seguimos en general la clasificación de G. Jéze (op. cit., pág. 429 y sgtes.) por cuanto se
conforma en gran medida a nuestro Derecho positivo, excepto en la terminología se advertirá
oportunamente.
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CAPÍTULO VII: ÓRGANOS Y AGENTES ESTATALES
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DESECHO ADMINISTRATIVO
Son los que por obligación legal prestan un servicio accidental o transitorio
dentro de la Administración. Son muy raros: sólo podrían darse unos pocos
ejemplos, como los miembros de las mesas electorales cuyas funciones duran y
terminan con el acto electoral y los llamados a colaborar en el practicamiento del
censo(7). Pueden ser también incluidos en esta categoría los obligados a prestar
servicios por la ley de conscripción vial, que es una rémora en nuestra
Administración pública, no sólo por recurrir a servicios forzados en vez de
remunerados, que para eso se recaudan fondos públicos, sino por ser contraria al
precepto constitucional de igualdad, ya que prestan dichos servicios solamente los
campesinos sin medios pecuniarios suficientes para liberarse de la obligación legal.
Se asemejan a los funcionarios sometidos a “carga pública”, en que tanto
irnos como otros prestan servicios por obligación legal y se diferencian en que
páralos primeros el servicio es accidental, en tanto que para los segundos la “carga
pública” si bien limitada en el tiem po,
(7) G. Jéze, ibidem, llama “auxiliares” a los “contratados”, lo que no se conforma con nuestra
terminología, porque en nuestra Administración los “uuxilinroM" son generalmente
“funcionarios”; y denomina “requisionados” a los que lioimw optado por llamar
“reclutados”, porque en idioma español so “requimin" Imi cosas pero se “reclutan” las
personas.
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CAPÍTULO VII: ÓRGANOS Y AGENTES ESTATALES
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SALVADOR VH.LAGRA MAFPIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
ORGANIZACIÓN ADMINISTRATIVA
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
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CAPÍTULO VIII: ORGANIZACIÓN ADMINISTRATIVA
(I) I aither Gulick: “Theory of Organization in Papers on the Science of Admi- niHl.ration”, Columbia
University, New York, 1937.
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nistrativo que a
SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
veces toma la unidad superior para conferirle personería jurídica (Universidad
Nacional, Banco Central) y en cambio atribuye competencia a las unidades
subordinadas (Facultades, Superintendencia de Bancos).
El estricto sistema de organización militar de tres unidades bases para
constituir una mayor, obedece al alcance máximo del control del jefe (scape of
control), que se estima no puede exceder de tres unidades subordinadas. Si bien este
principio no tiene la misma rigurosa aplicación en la administración civil, no puede
ser enteramente desatendido, y así, cuando el número de Ministerios crece
excesivamente, se los agrupa en sectores: el de seguridad, el económico-financiero,
el de bienestar social, etc., para que el Presidente los pueda controlar por grupos. Y
lo mismo dentro de cada Ministerio.
Dos son los principios que deben seguirse para una buena administración,
tanto privada como pública: el primero es el de la unidad y el segundo, tan
importante como el primero, es el de la especializa- ción de funciones.
Empecemos por examinar el primero y su incidencia en el Derecho
administrativo. El de la unidad de la Administración se asegura mediante la unidad
de mando, que no es necesariamente de carácter autoritario sino que puede ser al
modo de la señal o signo que requiere la acción coordinada de un equipo. Ocioso
sería extenderse en destacar la necesidad de tal unidad en toda acción colectiva
enderezada a un fin determinado. Instintivamente, ya que no por conocimiento de
los principios de la ciencia de la administración, nuestros convencionales de 1870
encargaron la “administración general del país” al jóle del P. Ejecutivo; lo repiten la
Constitución de 1940, la de 1967 y lo confirma la actual, que entre las atribuciones
del Presidente de la República expresa en su Art. 238 inc. 1° “ Representar al
Estado y dirigir la administración general del país”.
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CAPITULO VIII: ORGANIZACIÓN ADMINISTRATIVA
(2) W. F. Witloughby: “Principies of Public Administration, The Institute for (lovernment Research”,
Washington, 1927.
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SALVADOR VIUAGKA MAKHOIX> / PKINCIIUIH »I« Dtmocno AIHVUNIHTIIATIVO
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OAÍ’ITIIU» V I H ; OHUANIKACION ADMINIHTIIATIVA
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO' para emitir
actos administrativos individuales. De este modo ttales órganos dejan de ser meros
ejecutores de decisiones del poder central, convirtiéndose en autoridades para la
ejecución de la ley.
Ejemplos típicos de esta primera escala de descentralización son los que ya
adelantamos más arriba: la Subsecretaría de Estado de Tributación del Ministerio
de Hacienda, que por Ley 125/91 tiene las atribuciones de: "... interpretar
administrativamente las disposiciones relativas a tributos bajo su administración,
fijar normas generales para trámites administrativos, impartir instrucciones, dictar
los actos necesarios para la aplicación, administración, percepción y fiscalización
de los tributos”. .
Debía ser muy simple y liviana de tareas la Administración en la época de
don Carlos Antonio López para que su Ministro de Hacienda pudiera constituirse
personalmente en la Aduana para percibir los derechos y resolver las cuestiones
impositivas que se suscitaran. En nuestro tiempo no hay otra alternativa que la de
“descentralizar”. Desde el momento que la ley atribuye dicha competencia a las
autoridades recaudadoras, el Ministerio de Hacienda queda no solamente
desembarazado de la función de recaudación que el Art. 238 C.N. inc 13 atribuye al
Poder Ejecutivo (“disponer la recaudación e inversión de las rentas de la
República”), sino al mismo tiempo desposeído de la competencia para resolver esas
mismas cuestiones que en adelante pertenecen en exclusividad a sus órganos
subordinados. Le quedan como medios de control la facultad de dar órdenes e
instrucciones generales de servicio, y también la de rever por la vía del recurso
jerárquico las resoluciones del inferior, si es que la ley no ha cancelado esta vía al
disponer que contra dichas resoluciones se interponga directamente el recurso
contencioso-administrativo.
Sin duda no cabe subestimar el alcance, como medio de control, de la
facultad del poder central de seguir dando órdenes e instrucciones generales de
servicio. De cualquier manera, lo relevante desdo el punto de vista jurídico es que
no puede resolver en lugar del órgano subordinado, interfiriendo en materias de
competencia que son de aplicación estricta.
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CAPÍTULO VIII: ORGANIZACIÓN ADMINISTRATIVA
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
nos los que dictan las normas de carácter general en sus respectivas esferas y no los
Ministerios(3).
Esta clase de descentralización suele ser denominada burocrática,
designación que no indica la naturaleza de la misma. Los nombres deben ser, en lo
posible, significativos. Con este intento la denominamos “descentralización de
competencia”, puesto que desde un punto de vista estrictamente jurídico es la
competencia que en vez de radicar en el poder central se descentraliza y pertenece a
órganos subordinados.
La misma descentralización conduce a la autonomía. No decimos que
constituye por sí misma la autonomía de las instituciones administrativas así
descentralizadas, porque para ello se requiere además un régimen jurídico que les
asegure una relativa indepen-
(3) Para gran parte de los autores la facultad conferida a una institución para emitir actos de
imperio, propios del Estado, como son los reglamentos, implica que ella está revestida de
personalidad jurídica pública. No compartimos esta opinión, según lo sostuvimos en el Cap.
VII N“ 10. Aparte de la impropiedad de hablar de “derechos” de órganos estatales cuando
que se trata de sus “atribuciones” cuyo ejercicio constituye más bien “deber”, que no
“derecho”, recurrir a dicho expediente viene a ser una ccmplicación inútil porque no se sabe
exactamente en qué consiste la personalidad jurídica pública y si ella embebe la personalidad
jurídica privada. En esto seguimos la antigua enseñanza de Berthélemy que en su citada
obra, pág. 42, dice: “Veo en ella —se refiere a la personalidad jurídica pública— una
concepción falsa, peligrosa y capaz de originar inútiles complicaciones”. Y a G. Jéze que en
su obra citada, pág. 45, afirma: “En el curso de esta obra se verá que puede exponerse la
doctrina del Derecho público administrativo sin necesidad de invocar la ficción de las
personas morales”.
Opinión al parecer diferente a la que aquí se sustenta puede verse en “N aturo/, n e Regime
Jurídico das Autarquías', S. Paulo, 1967, de Celso Antonio Bandeira de Mello, cuando
expresa: “El único trazo definidor, esencial, peculiar, que propicia la creación de los
institutos de descentralización, auto administración y servicio público sobre el sustrato de la
autarquía, es la personalidad de derecho público”, pág. 203. Resta por saber si la
“personalidad do derecho público” no es más que la personalidad de Derecho privado y so lo
agrega “do derecho público” porque se refiere a una entidad estatal y admite por coum
guiente ciertas limitaciones y reglas propias de Derecho público.
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CAPÍTULO VIII: ORGANIZACIÓN ADMINISTRATIVA
dencia, relajando en cierta medida el orden jerárquico que las somete al poder
central, lo que no existe en el caso de la jefatura de policía y de la Dirección del
Trabajo, sujetas a órdenes e instrucciones directas de los Ministerios respectivos.
Pero sí conduce a la autonomía, en el sentido auténtico del vocablo, en cuanto que
las instituciones u órganos en esta forma descentralizados no se limitan a aplicar la
ley sino que además aplican las normas dictadas por ellos mismos.
8. Descentralización de personalidad: sus especies
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
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CAPITULO VIII: ORGANIZACIÓN ADMINISTRATIVA
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
Permite actuar con la agilidad y los métodos de la empresa privada. Además, con la
separación patrimonial y contable respecto de la Administración central, se hace
posible evaluar los resultados de la explotación de la empresa pública que si bien no
tiene por finalidad obtener beneficios, debe demostrar por lo menos que no sufre
pérdidas.
Las empresas públicas existentes en nuestro país están caracte rizadas en sus
respectivas leyes orgánicas con idénticos o parecidos términos, como “institución
autárquica, con personería jurídica y Patrimonio propio”. De estas tres notas
calificativas, la personalidad jurídica es sin duda la fundamental, porque es mediante
ella que la empresa pública puede tener patrimonio, recursos y presupuesto Propios,
capacidad general para contratar, etc., y asumir responsabilidad, todo lo cual viene a
constituir su autarquía. Lo que se requiere del texto legal es, no que abunde en
atributos y efectos conocidos de la atribución de personalidad, sino que prescriba
claramente sus limitaciones, que es el punto que suele suscitar dudas, porque habrán
actos fiue seguirán rigiéndose por el Derecho público como se explica en el Uúmero
siguiente.
Deben ser creadas por ley, en razón de que su creación implica atribuir una
nueva función al Estado, y por la necesaria asignación de capital y recursos que es
también materia reservada a la ley. Las Municipalidades pueden hacerlo por
ordenanza, siempre que dispongan de recursos propios incluidos para el efecto en el
presupuesto municipal(6).
(6) Cf. “Régimen legal de la empresa pública en el Paraguay”, opúsculo del autor en “Estudios
Paraguayos”, revista de la Universidad Católica “Ntra. Sra. de In Asunción”, vol. II, N°
1,1974.
El criterio que sigue la Ley de Presupuesto General de la Nación para calificai' a las
“entidades descentralizadas” es, desde luego, el financiero, que no es exactamente el
administrativo de carácter general que aquí tomamos on cuoi i ta, pero sí coincide con este
mismo en cuanto incluye entre las entidades dos centralizadas todas las empresas públicas
con patrimonio, ingresos y prosu puestos propios.
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CAPÍTULO VIII: ORGANIZACIÓN ADMINISTRATIVA
en virtud de la ley o son exigidos por servicios bajo monopolio, son tributos regidos
por el Derecho público y la jurisdicción competente es la jurisdicción contencioso-
administrativa. Así, la retribución de la energía eléctrica distribuida por ANDE es
“precio”, en tanto que la de alumbrado público a cargo de la misma empresa es
“tasa”.
(7) No así la “concesión de servicio público” en razón de que, si bien el servicio sigue siendo
estatal o municipal, su administración es enteramente privado, de modo que no se la puede
incluir dentro de la Administración pública. I ,o mismo ocurre con las empresas privadas,
creadas por particulares, en que el Estado o alguna empresa pública adquiere acciones con
propósito do fomento o por otras razones, como fue el caso del Banco Central al
udjudiearHo por deuda acciones de Valle-mí S.A. que luego se convirtió por ley en la
enipronn pública INC.
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CAPÍTULO VIII: ORGANIZACIÓN ADMINISTRATIVA
embargo sometidos en su totalidad al régimen de los bienes y fondos públicos, por
la sencilla razón de que no puede separarse la parte privada de la pública; y lo
mismo, los directores son responsables del manejo de la totalidad de los fondos, que
son indiscriminadamente privados y públicos.
Suele aducirse como razones para recurrir ala constitución de la empresa
mixta la insuficiencia de los recursos ordinarios del Estado para la inversión de
capitales en obras y servicios públicos de gran magnitud, y la necesidad de utilizar la
especialización y tecnología de empresas privadas en actividades en que la
Administración estatal no tiene experiencia. Se agrega que la participación
empresarial privada puede ser un correctivo para la administración estatal
defectuosa.
Tales argumentos tienen escasa vigencia hoy día. Hay fuentes internacionales
de financiamiento que están al alcance del Estado con facilidades que no existían
antes. La falta de experiencia cabe suplirla con la contratación de expertos y con la
formación oportuna de técnicos nacionales. Y en cuanto a que la administración será
corregida o mejorada, puede al menos ponerse en duda, por la coexistencia
conflictiva de dos elementos inconciliables: el interés público de asegurar y
mantener los menores precios y el particular de elevarlos para obtener las mayores
utilidades, conflicto que sólo puede resolverse a costa del primero, puesto que los
empresarios particulares no pueden renunciar al lucro que han tenido en vista al
asociarse. A la larga obtendrán la adhesión de los representantes estatales con
quienes conviven en la empresa, con el resultado de que sus pretensiones irán
respaldadas por los mismos representantes del Estado, situación a todas luces peor
que la del simple concesionario de servicio público.
Por'último, si la empresa mixta goza de monopolio u otros privilegios
estatales, como es frecuente, los empresarios particulares obtienen de su asociación
con el Estado ventajas extraordinarias que riñen con el principio constitucional de
igualdad de los habitantes.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
(8) La llamamos “plurinacional” y no “binacional”, porque es obvio que puedo HOI1 constituida
por más de dos Estados, como URUPABOL, sctualmenUi en lar marión, y las existentes
dentro de la Comunidad Económica Europea y l<m países del área del Caribe.
(9) Miguel Reale: Exposición en el “Conselho Técnico de Economfu, Sociología O Política, em
4/7/74”, Río de Janeiro.
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CAPÍTULO VIII: ORGANIZACIÓN ADMINISTRATIVA
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
(10) Se ha dado en llamar “paraestatales” a las entidades descentralizadas que ejercen funciones
propias del Estado, como la de regular determinada actividad mediante reglamentos, a las
que aquí se denomina “autónomas". NOH parece inapropiado el nombre de “paraestatal”,
dado que el prefijo “para" significa semejante o equiparable al Estado y las entidades como
el Banco Central, ANDE, ANTELCO, etc., no son semejantes al Estado sino que H O I I ol
Estado mismo, sólo que descentrabzado (cf. A.B. Cotrim Neto: Dimito Admi nistrativo de
Atarquia, Río de Janeiro, 1966, Cap. III).
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CAPÍTULO VIII: ORGANIZACIÓN ADMINISTRATIVA
El nombre “paraestatal” puede darse con propiedad a las entidades profesionales que sin ser
el Estado estén legalmente dotadas de poder reglamentario y disciplinario de la profesión,
como lo viene propiciando el Colegio de Abogados del Paraguay para su propio gremio y
existe en otros países para las órdenes de médicos y sindicatos obreros.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
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CAPÍTULO VIII: ORGANIZACIÓN ADMINISTRATIVA
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CAPÍTULO VIII: ORGANIZACIÓN ADMINISTRATIVA
lidad a todo el personal con el alcance de que puede ser despedido sin causa
justificada, en abierta violación del Estatuto del Funcionario; y se sustituye a la
autoridad competente de la institución intervenida por el interventor que en su lugar
dicta resoluciones, las que son nulas por incompetencia.
Cuando la ley no dispone otra cosa, las intervenciones, incluso de las
reparticiones centralizadas, sólo pueden consistir en la inspección de la contabilidad,
arqueo de caja, etc., por los órganos competentes, e instrucción de sumario
administrativo a los funcionarios inculpados para la aplicación de las sanciones
previstas en el Estatuto del Funcionario y el ejercicio de las acciones que
correspondan ante los tribunales ordinarios.
7) El control de los entes binacionales plantea cuestiones de especiales
características. El Poder Ejecutivo no puede intervenir unilateralmente en la
administración de la entidad regida por un trabajo, pero sí puede hacerlo en ITAIPÚ
y YACYRETÁ por intermedio de ANDE, que es parte constitutiva del ente, y puede
asimismo ejercer acciones de responsabilidad civil y penal contra los consejeros y
directores nombrados por el Paraguay, responsabilidad que según los tratados “será
investigada y juzgada de conformidad con lo dispuesto en las leyes nacionales
respectivas”.
8) La institución del Estado Mayor de la Administración, propugnada por
autores americanos, para asistir al Presidente de la República en sus funciones
constitucionales que evidentemente no puede cumplir personalmente o con simples
auxiliares personales. Para esta institución existen ya varios departamentos
apropiados: La Secretaría de la Función Pública, creada por Ley 1.626, Secretaría de
la Reforma Administrativa del Estado y la Secretaría Técnica de Planificación,
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
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ORGANIZACIÓN ADMINISTRATIVA
UNIDAD DE LA ADMINISTRACIÓN: Atribuciones del Presidente de la República (Art. 180 inc. I o C.N.)
ESPECIALIZACIÓN DE FUNCIONES: Atribuciones de los Ministros (Art. 184 C.N.).
'I
reglamentaria.
Ej.: la antigua COPACAR. \
AUTONOMÍA Empresa plurinacional Ejs.:
ITAIPÚ, YACYRETÁ
\
Empresa plurinacional con
facultad reglamentaria.
Ej.: ? |
AUTARQUÍA
Entes a la vez AUTÓNOMOS y
AUTÁRQUICOS
Capítulo IX
FUNCIÓN PÚBLICA
1. SIGNIFICADOS DE LA DENOMINACIÓN “FUNCIÓN PÚBLICA”. 2. ESTATUTO DEL FUNCIONARIO. TEORÍAS ACERCA DE SU NATURALEZA JURIDICA. 3. CARACTERES. 4.
BREVE EXAMEN DE LA LEY N° 1626/00 DEL
ESTATUTO DEL FUNCIONARIO PÚBLICO. 5. DEFINICIÓN LEGAL DEL FUNCIONARIO. 6. ÁMBITO DE APLICACIÓN . 7. CUADRO PERMANENTE Y CARGOS DE CONFIANZA. 8.
PRINCIPIOS Y DERECHOS. 9. PRINCIPALES OBLIGACIONES O DEBERES. 10. POSIBLE CONFLICTO ENTRE EL DEBER DE OBEDIENCIA A LA LEY Y A LAS ÓRDENES DEL
SUPERIOR. 11. RÉGIMEN
DISCIPLINARIO. 12. RESPONSABILIDAD PERSONAL DEL FUNCIONARIO.
13. FUNCIONARIO DE HECHO: CONDICIONES PARA LA CONVALIDACIÓN DE sus ACTOS.
Esta denominación tiene dos significados qne generalmente se confunden en las obras de los autores. Ella denota, como sus propios tórminos lo indican, la
función del órgano, y también, un tanto forzadamente, el status del agente, el régimen jurídico de las relado- nos que vinculan al agente con el Estado. Se trata
evidentemente de objetos diferentes que deben ser tratados separadamente.
De la función del órgano y de las diferentes clases de agentes que lli desempeñan nos hemos ocupado en el Cap. VII. Retomando la hllnción de la que por
razones de método nos hemos apartado para Agolar la teoría del órgano con la de la organización administrativa,
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
en el capítulo siguiente, nos ocupamos ahora de una de las clases de dichos agentes, la del funcionario, cuyo status es el que interesa especialmente al Derecho
administrativo.
Es a este estatuto personal del funcionario que se refiere la pregunta acerca de la naturaleza jurídica de la función pública(1).
Varias teorías han sido formuladas para darle respuesta.
a) La más antigua, civilista, de la época en que no se habían elaborado todavía los institutos propios del Derecho administrativo, equiparaba la función
pública con la locación de servicios y el mandato, con el que guarda notorias semejanzas. Bien pronto se advirtió sin embargo que esta teoría no podía explicar la
“carga pública”, que por falta de consentimiento no es evidentemente un contrato, ni el orden j erár quico inherente ala función pública, ni permitía la
modificabilidad de su régimen por decisión unilateral por razón de interés público.
b) Otra teoría enteramente opuesta es la que, fundándose en la unilateralidad del acto de nombramiento, niega el carácter contractual de la función pública,
sosteniendo que el consentimiento del particular no es un elemento esencial sino contingente, que puede desaparecer y desaparece efectivamente en las cargas
públicas. Aquí hay varios fundamentos que no pueden mantenerse. En primer lugar, es arbitrario considerar el “consentimiento” como no esencial
(1) Conviene saber qué objeto tiene investigar la “naturaleza” de un instituto jurídico, investigación a la que tanto afán suelen dedicar los juristas. Es obvio que no se trata de la naturaleza física,
porque el Derecho no es “naturaleza” sino “cultura”. Se trata en realidad de identificar los caracteres que el creador del Derecho le ha imprimido al instituto, que es en lo que consiste su
“untura- leza jurídica”. Y su interés práctico radica en que, una vez identificados d id ios caracteres, si son bastantes para equiparar y encasillar el instituto investiga do en otro ya conocido,
se tienen resueltos los problemas que aquél pueda suscitar, aplicando simplemente las normas propias de este último.
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CAPÍTULO XI: FUNCIÓN PÚBLICA
cuando que sin él el nombramiento no sería válido, puesto que no puede obligar al particular a aceptarlo si no es carga pública declarada por ley. En segundo lugar,
toma como modelo la carga pública que es la excepción, en tanto que el régimen normal es el del servicio voluntario, profesional, al que la inmensa mayoría de los
funcionarios accede para hacer carrera de toda su vida.
c) Teoría del contrato administrativo, de la que nos ocuparemos en un capítulo especial. “Contrato”, por su semejanza con los contratos del Derecho privado,
especialmente en cuanto al consentimiento, pero con reglas peculiares que justificarían el calificativo de “administrativo”. De cualquier manera, sigue siendo
irreductible la “carga pública” que necesariamente debe comprenderse en el instituto de la función pública y rechaza su inclusión en el concepto de “contrato”,
puesto que evidentemente no lo es.
d) La teoría más generalmente aceptada hoy día es la de que la función pública constituye un instituto jurídico-administrativo autónomo. Tiene sus propias
reglas y no hay razón para seguir asimilándola a figuras jurídicas preexistentes, por más semejanza que exista entre ellas. La semejanza más acusada en estos últimos
tiempos es la que la aproxima al “contrato de trabajo” del Derecho laboral, del cual hay que distinguirlo sin embargo, por todo lo que llevamos dicho.
3. Caracteres
Son caracteres relevantes, aunque no todos ellos exclusivos de la función pública, los siguientes:
a) El principio de la igualdad, que en lo que a la función pública respecta está garantizada, por la prescripción constitucional que dice: “Todos los
paraguayos tienen derecho a ocupar funciones y empleos públicos” (Art. 101 C.N.). También en el Derecho Laboral pueden los sindicatos obtener parecidas
estipulaciones de sus empleadores, pero éste es un derecho establecido a nivel contractual que puede ser renunciado; en tanto que la igualdad para el acceso a los
cargos y em-
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO AIMINISTRATIVO
píeos públicos es un principio fundamental del sistena republicano de gobierno.
b) El acto unilateral del nombramiento o de la elección por el cual queda investido de la función pública el individuo. No basta en efecto el consentimiento,
que es requisito bastante páralos contratos de locación comunes, sino que es esencial el nombramiento y también la toma de posesión del cargo que es una forma de
publicidad necesaria de los actos públicos, a fin de que pueda exigirse el acatamiento por los particulares, en este caso, de las disposiciones que emanen del titular
del cargo.
c) Los deberes del cargo, que acompañan al funcionario aún fuera del ejercicio de la función, como el de “observar una conducta acorde con la dignidad del
cargo” (Art. 57 inc. e Ley 1626/00), regla de conducta que puede ser considerada también como inherente al régimen republicano y que no es exigida ni tiene porqué
exigirse en los contratos de Derecho privado.
d) Incompatibilidad entre la función pública y ciertos cargos, como las que establece la Constitución para diputados y senadores, o negocios afines con la
función desempeñada, que prescribe el Art. 60 inc. o de la Ley 1.626/00. Parecidas incompatibilidades pueden ser estipuladas sin duda en los contratos privados,
pero con la diferencia de que éstas pueden ser renunciadas en tanto que las relativas a la función pública, no.
e) Modificabilidad del régimen de lafunción pública por decisión unilateral del Estado, sin compensación si la modificación fuese en detrimento del
funcionario, salvo disposición de la ley en su favor como la de la Ley 200/70, que le otorgaba una indemnización en caso de supresión del cargo.
f) La profesionalidad, que hace de la función pública una ca rrera cuyas consecuencias se manifiestan en el derecho ala permanencia en el cargo y en los de
ascenso, jubilación y pensión.
Como puede verse en este ligero análisis, salvóla última carao terística, que la asemeja a los contratos del Derecho laboral, en la
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CAPÍTULO XI: FUNCIÓN PÚBLICA
función pública inciden principios de Derecho público que no permiten asimilarla a los contratos del Derecho privado.
Cabe ahora examinar cómo están reguladas en nuestro Derecho positivo las mismas materias que acabamos de abordar de manera general en el plano
doctrinal.
Al estudiar la Ley 1626/00 que establece el “Estatuto del Funcionario Público”, nos limitaremos a las cuestiones principales que ella plantea, sin abarcar en
sus detalles la totalidad del texto, ya que para fines prácticos, como ocurre con frecuencia en Derecho administrativo, es indispensable para el estudiante recurrir a la
fuente.
Esta ley sustituye a la Ley 200/70 que ya contenía las disposiciones básicas que la nueva trata de desarrollar y perfeccionar.
Dice el Art. 4o de la ley: “Es funcionario público la persona nombrada mediante acto administrativo para ocupar de manera permanente un cargo incluido o
previsto en el Presupuesto General de la Nación, donde desarrolle tareas inherentes a la función del organismo o entidad del Estado en el que presta sus servicios. El
trabajo del funcionario público es retribuido y se presta en relación de dependencia con el Estado”.
Para la Ley 1626/00 el funcionario o empleado público son términos equivalentes, con un mismo alcance jurídico en cuanto a sus derechos y
responsabilidades en el ejercicio de la función pública. En cambió la Constitución los distingue cuando en su Art. 101 enumera: “Los funcionarios y empleados
públicos están al servicio del país”. Y en 1 a terminología del Código Laboral se llama “empleado” al que está vinculado al empleador por un contrato de trabajo. De
modo que no
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
6. Ámbito de Aplicación
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CAPÍTULO XI: FUNCIÓN PÚBLICA
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVOéste como un
plazo de prueba. Durante dicho período cualquier!i ilo las partes podrá dar por
terminada la relación jurídica sin indemnización ni preaviso alguno. Cumplido el
periodo de prueba, el funcionario adquirirá estabilidad provisoria. La estabilidad se
adquiriré n los dos años ininterrumpidos de servicio en la función público. Se
entiende por estabilidad el derecho de los funcionarios públicos o conservar el cargo
y la jerarquía.
Están exceptuados de estos requisitos los que ejerzan cargos ile confianza y
los que se encuentran bajo contratación temporario. I <n calificación de estos cargos
debe estar también en la ley.
Se ve perfectamente que los requisitos para ingresar al cuadro permanente
son la base fundamental para la eficacia de la ley, no solo a los efectos de asegurar
ala Administración la provisión de persinuil idóneo sino también a los fines de
garantizar para todos la igualdnd en el acceso a las funciones públicas consagrada
en la Constituciói i, V aquí está la falla de la ley. En su Cap. XIV crea una
Secretaría di' lo Función Pública, asesorada por una Junta Consultiva, con la función
principal de la selección, capacitación y calificación de los postulo utos a cargos
públicos. Hubiera establecido también expresamente la obligación de los llamados a
nombrar funcionarios, de respetar el orden de méritos y de prelación establecido por
el órgano competente, No habiéndolo hecho así no hay ninguna garantía para el
cumplimento de la ley, tanto más que en seis años de dictada ésta ni siquiera ha N id
o constituida formalmente la Junta Consultiva. En su lugar puedo NO guir rigiendo
sin trabas la discriminación sectarista para el accono o los cargos públicos.
8. Principales derechos
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CAPÍTULO XI: FUNCIÓN PÚBLICA
permisos reconocidos en la ley (inc. c), vacaciones anuales remuneradas (inc. b),
organizarse con fines sociales, económicos, culturales y gremiales (inc. n), acogerse
£ los beneficios de la seguridad social que establezca la ley respectiva inc. g).
El derecho de permanencia en el cargo, llamado comúnmente “derecho al
cargo” merece una consideración especial en razón de que si no está éste asegurado,
desaparecen a su vez todos los demás derechos del funcionario. Establece el Art. 43
que la destitución del funcionario público “ deberá estar precedida de fallo
condenatorio recaído en correspondiente sumario administrativo”. En resumen: que
la pérdida del derecho al cargo sólo puede ser impuesta por causa justificada en
sumario administrativo.
Este es uno de los derechos que corren riesgo de desaparecer por falta de
ejercicio. Sin contarlos casos particulares de cesantías dispuestas sin causa
justificada, han habido antes de ahora “intervenciones” a las que nos hemos referido
en el capítulo precedente, con las cuales se consideraba en “disponibilidad”
(término que no se sabe de dónde ha salido) a todo el personal, lo que significa que
podría ser despedido en masa, sin más trámite. Hubo así en ocasiones funcionarios
que perdieron su derecho a la jubilación después de largos años de servicio.
Hay un caso conocido que vale la pena mencionar, tanto más por cuanto se
trata de una mujer que por su empeño y tenacidad obtuvo del Tribunal de Cuentas
que declarara la ilegalidad de su separación por el interventor de la Aduana y
ordenara en consecuencia su reposición en el cargo; y habiéndose suprimido el
cargo para eludir el cumplimiento de la sentencia, la actora optó por demandar al
“interventor” en la jurisdicción civil por responsabilidad personal en el acto ilícito,
acción que al obtener nuevamente éxito favorable, hizo que la llamaran a reocupar
su cargo. Valga este relato un tanto desmedido, no como incitación para promover
pleitos, sino como demostración de cómo no existe derecho sin lucha.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
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CAPÍTULO XI: PUNCIÓN PÚBLICA
plantea un problema cuyas soluciones vacilan entre dos extremos: o admitir el libre
examen ilimitado del funcionario sobre la legalidad o ilegalidad de las órdenes, lo
que podría soliviantar la disciplina dentro de la Administración; o negar el derecho a
examen, lo que convertiría al subordinado en un autómata irresponsable.
Se han propuesto varias soluciones: a) admitir la negativa a cumplir la orden
cuando es de ilegalidad manifiesta y no admitirla cuando es solamente dudosa,
solución cuya debilidad radica en que queda subsistente la cuestión de saber cuándo
la ilegalidad es manifiesta y cuándo dudosa; y b) limitar la libertad de examen a la
competencia del superior, para cumplir o negarse a cumplir la orden si viene dentro
de ella o fuera, solución que no es muy diferente de la anterior y adolece del mismo
defecto, porque se trata siempre de examinar la legalidad de la orden.
La ley vigente ha resuelto el problema adoptando la primera solución, al
prescribir en su Art. 57 que el funcionario público debe acatar las instrucciones de
sus superiores “cuando ellas no sean manifiestamente contrarias a las leyes y
reglamentos”. Se nota que la disposición legal ha querido restringir la libertad de
examen de la ilegalidad con la especificación de “manifiestamente contrarias a las
leyes y reglamentos”, pero la verdad es que la libertad de examen existe en nuestro
Derecho positivo, por cuya razón no hemos admitido (Cap. VI N° 8) la presunción
de legalidad enseñada en la doctrina, con la consecuencia de poder impugnar la
legalidad de la orden sólo después de cumplida. Esta excepcional y extrema
situación existe solamente en las ordenanzas militares que en caso de guerra obligan
a los subordinados a cumplir las órdenes de su comandante, con la única alternativa
de exigir que le sean dadas por escrito.
Esta solución es válida no sólo para el funcionario frente a sus superiores,
sino también para los particulares frente a la autoridad. Y es preciso advertir
finalmente que la misma solución no es ni puede ser enteramente satisfactoria,
porque el funcionario subalterno o particular puede equivocarse y ser eventualmente
condenado por
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
do, con derecho de éste a repetir el pago de lo que llegase a abonar en el tal
concepto.”
De la responsabilidad del Estado prescrita en el mismo artículo nos
ocuparemos en el capítulo correspondiente, pero conviene advertir desde ahora que
la responsabilidad estatal debe ser subsidiaria y no sustituir o enervar de ningún
modo la responsabilidad personal del funcionario, porque subvertiría
peligrosamente el principio general y fundamental consagrado en la Constitución.
Las diferentes clases de responsabilidad están estatuidas en los respectivos
cuerpos de leyes, a saber:
a) Responsabilidad penal, por delitos calificados como tales en el Código
Penal y que pueden ser: delitos peculiares a los funcionarios públicos (cohecho
pasivo agravado.) y delitos comunes agravados por la calidad de funcionario del
agente. Sanción de esta responsabilidad es la prescrita específicamente en el mismo
Código Penal y la jurisdicción correspondiente, la criminal ordinaria.
b) Responsabilidad civil, por daños causados a la Administración y a los
particulares. Está fundada en el Artículo 1845 del Código Civil Paraguayo que
preceptúa: “Las autoridades superiores, los funcionarios y empleados públicos del
Estado, de las Municipalidades, y de los entes de Derecho Público serán
responsables, en forma directa y personal, por los actos ilícitos cometidos en el
ejercicio de sus funciones.” .La sanción consiste en la reparación del daño. La
jurisdicción correspondiente es la civil ordinaria.
c) Responsabilidad administrativa, que es la prescrita en el estatuto del
funcionario, por las faltas leves y graves y sus sanciones previstas en el mismo. La
jurisdicción que le corresponde es la administrativa y, en su caso, la contencioso
administrativa.
d) Responsabilidad política, que bajo la Constitución vigente “.. .alcanza al
Presidente de la República, el Vicepresidente, los m i n is- tros del Poder Ejecutivo,
los ministros de la Corte Suprema do -Iusti cia, el Fiscal General del Estado, el
Defensor del Pueblo, el Contralor General de la República, el Subcontralor y los
integrantes del Tribu
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CAPÍTULO XI: FUNCIÓN PÚBLICA
nal Superior de Justicia Electoral. Solo podrán ser sometidos ajuicio político por
mal desempeño de sus funciones, por delitos cometidos en el ejercicio de sus cargos
o por delitos comunes” (Art. 225 C.N.).
Puede superponerse y hacerse efectiva las responsabilidades si concurren las
causas que les dan origen, sin transgredir la regla non bis in idem, porque ellas
contemplan supuestos diferentes e imponen sanciones que no se excluyen sino que
se complementan.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
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CAPÍTULO XI: FUNCIÓN PÚBLICA
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SALVADOR VILLAGRA MAPPIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
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Capítulo X
BIENES PÚBLICOS
1. BIENES PÚBLICOS: SUS CLASES. 2. BIENES DEL DOMINIO PÚBLICO. 3. BIENES DEL DOMINIO PÚBLICO POR SU NATURALEZA Y POR SU DESTINO.
4. AFECTACIÓN DE BIENES AL DOMINIO PÚBLICO. 5. AFECTACIÓN DE BIENES DE PROPIEDAD PRIVADA AL DOMINIO PÚBLICO. 6. Uso NORMAL.
7. OCUPACIÓN Y CONCESIÓN. 8. CARACTERÍSTICAS JURÍDICAS. 9. DERECHO Y JURISDICCIÓN CORRESPONDIENTE. 10. CONSIDERACIÓN ACERCA DE CIERTOS BIENES DEL DOMINIO
PÚBLICO: A) AGUAS PÚBLICAS; B)
ISLAS; c) ESPACIO AÉREO. 11. COMPETENCIA EN MATERIA DE DOMINIO PÚBLICO. 12. DESAFECTACIÓN. 13. BIENES AFECTADOS A SERVICIOS
PÚBLICOS (PATRIMONIO ADMINISTRATIVO). 14. CARACTERÍSTICAS JURÍDICAS Y REGLAS APLICABLES. 15. BlENES DEL DOMINIO PRIVADO (PATRIMONIO
FISCAL). 16. PRECISIONES ACERCA DE LA ENAJENABILIDAD,
PRESCRIPTIBILIDAD Y EMBARGABILIDAD. 17. TIERRAS FISCALES Y MUNICIPALES. 18. DERECHO Y JURISDICCIÓN COMPETENTE. 19. BIENES DEL PATRIMONIO
INDUSTRIAL. 20. ADQUISICIÓN DE BIENES POR EXPROPIACIÓN. '
Entre los medios necesarios para el cumplimiento de las funciones estatales se cuentan los de carácter personal, los agentes, cuyas clases y régimen jurídico
estudiamos en los capítulos precedentes, y las cosas, los bienes públicos, de los que nos ocupamos ahora. Lo que a continuación se expone es válido no sólo
respecto del Estado sino
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
Son bienes del dominio público los afectados al uso y goce directos de todos los miembros de la comunidad. La denominación viene del Derecho
administrativo francés, que conviene mantener, reservando el nombre de “bienes públicos” que usa el Código Civil, para toda clase de bienes del Estado.
Dada la característica fundamental de estos bienes, que es la de su afectación al uso común, las facultades del Estado respecto de el los no son las propias del
derecho de propiedad sino las que emanan del poder público: las de reglamentación, conservación y vigilancia, pura asegurar justamente el uso normal y común de
esta clase de bienen, Las instituciones públicas, como los particulares, salvo autorización legal especial, no tienen más derechos que los del uso normal. Poresl a
razón se pone en duda si se trata o no de un verdadero derocho di' propiedad del Estado y, por consiguiente, si corresponde o no si i i nclu sión en el Derecho
Civil(1). En el nuestro vigente están íncluidoH y
(1) Una reseña de la discusión de este tema entre autores froncosoN puede vei «e en M. Waline, op. cit., pág. 854 y sgtes.
Hasta el lenguaje usual rechaza el concepto de “propiedad” sobre los bienes del dominio público: no se dice que tal camino o calle es “propiedad" del Melado o
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CAPÍTULO X: BIENES PÚBLICOS
enumerados dichos bienes, pero el Art. 1898 se remite expresamente a las ordenanzas generales o locales en cuanto a su uso o goce por los particulares.
Las cosas son del dominio público por su naturaleza o por su destino. Por lo de “naturaleza” no hay que entender que ella misma les ha impreso ese
carácter, que no es natural sino jurídico. Significa simplemente que por sus condiciones naturales ciertas cosas se prestan o son aptas para el uso común, por cuya
razón se les confiere la cualidad jurídica de dominio público, como los ríos, el mar territorial, etc.
En cuanto a los que son bienes del dominio público por su destino, se trata de cosas que bien pudieran ser de apropiación privada, como la suerte de tierra
ocupada por una calle o una plaza que en nada se diferencia de la perteneciente a propietarios privados.
Esta distinción no tiene importancia como no sea para la desafectación, que es obviamente posible respecto de un bien del dominio público que sólo lo era
por su destino, como una calle o camino en desuso, en tanto que sería impracticable e inconcebible que sea desafectado un río navegable o el espacio aéreo, por
ejemplo.
Afectación es el acto de poder público (constitucional, legislativo o administrativo) por el cual se destina una cosa o bien al uso y goce común. Puede ser de
carácter general o especial. Es general cuando se
do la Municipalidad sino que están bajo la “jurisdicción” de aquél o de ésta, lín el anteproyecto de Código Civil del Dr. De Gásperi se elimina por completo toda referencia a los bienes del
dominio público, lo que nos parece injustificado, por ser necesaria su definición siquiera sea para apartarlos del régimen de la propiedad privada, de la posesión, prescripción, etc.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
afecta al uso común toda una categoría o clase de cosas o bienes, como las “islas” o
“todas las aguas que corren por cauces naturales”; y es especial cuando la
afectación recae sobre una cosa determinada, como las tierras de “Campo Grande”
destinadas al uso común por una ley del siglo pasado y que están por extinguirse
bajo el avance de propietarios linderos particulares; o los llamados “campos
comunales” reservados al tiempo de la implantación de una colonia, que corren
igual suerte por la misma causa.
La afectación puede producirse de hecho. Si fuéramos a averiguar el origen
de cada uno de los bienes del dominio público, encontraríamos que en la gran
mayoría, ellos no han sido afectados por un acto concreto del poder público. Pero,
en verdad, si la ley establece de manera general que son del dominio público las
cosas destinadas al uso común, será simplemente una cuestión de hecho la de saber
si una cosa determinada tiene tal destino, para quedar sometida al régimen jurídico
del dominio público. Si una franja de tierra es usada en común como calle o
camino, de hecho cae bajo la definición legal sin necesidad de un acto de
afectación expreso.
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CAPÍTULO X: BIENES PÚBLICOS
6. Uso normal
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
nicación se extiende y se hace cada vez más rigurosa la reglamentación que incluye
las exigencias de registro de conductor, patente de navegación, brevet de piloto
aviador, etc.
El derecho igual al aprovechamiento de los bienes del dominio público no
desaparece por el hecho de que ciertos particulares gocen ventajas especiales
respecto de otros, como los propietarios colindantes de plazas, parques, avenidas,
etc. Estos no tienen derechos especiales sino que sus ventajas provienen
simplemente de la ubicación de sus fincas, con la consecuencia de que no tienen
derecho a indemnización por desafectación o modificación del dominio público que
les reportan dichas ventajas (2>
, salvo que alguno o algunos de ellos sufran daños
extraordinarios que rompan la igualdad entre todos, conforme se explica en el
capítulo correspondiente a la responsabilidad del Estado y las Municipalidades.
El uso del dominio público es también en principio gratuito, pero se admite
el cobro de tasas y contribuciones destinadas, respectivamente, a cubrir el costó de
mantenimiento o de construcción de obras y mejoras en el dominio público. Tanto
la tasa como la contribución debe ser establecida por ley (Arts. 179 C.N.) y su
importe no debe exceder de dicho costo, porque entonces el tributo se convertiría en
impuesto, lo que es inadmisible para el tránsito interno (terrestre, fluvial y aéreo),
en presencia del precepto constitucional de libre circulación de personas y efectos
dentro del territorio nacional (Arts. A 1 y 108 C.N.). Lo que generalmente ocurre es
que, siendo difícil o engorroso determinar el costo para cada caso, se establecen de
mnnorn general peajes por el uso de todos los caminos o de todos los puertos o
aeropuertos, sistema tributario que, si bien racional y simple, oncu bre fácilmente a
título de tasa o contribución lo que en realidad OH impuesto. Pero si se hace
evidente que el tributo exigido, por desino dido y extraordinario, es impuesto y no
tasa o contribución, no cabo duda de que puede ser impugnado por
inconstitucionalidad.
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CAPÍTULO X: BIENES PÚBLICOS
7. Ocupación y concesión
Todo uso especial que exceda de la utilización común y normal de las cosas
del dominio público requiere permiso de la autoridad administrativa competente,
estatal o municipal. Es lo que se llama ocupación precaria del dominio público,
como la instalación de kioscos en las plazas, surtidores de combustible y estaciones
de servicio en la vera de los caminos, represa en las aguas públicas.
La ocupación se justifica solamente en cuanto contribuya al mejor uso y
cumplimiento de la propia finalidad del dominio público. De ahí su carácter
precario y la revocabilidad del permiso sin indemnización, como consecuencia de
tal precariedad. Esto no quiere decir que la revocación pueda ser inmotivada,
arbitraria. Causa inexcusable del retiro es que la ocupación perturbe el buen uso del
dominio público de que se trate; si no existe o es falsa la causa invocada, la
revocación podría ser atacada mediante la acción contencioso-administrativa.
Que la revocación del permiso de ocupación sea sin indemnización no
significa que no sea justo que la ley o la ordenanza la conceda y, aún sin
previsiones expresas, que no pueda ser reclamada en casos especiales, como el de
revocación intempestiva antes del plazo fijado. La solución puede resultar difícil en
ciertos casos, como el de las salientes de edificios fuera de la propiedad del terreno,
amparadas en los respectivos permiso de edificación y que estrechan aún más el
espacio aéreo de nuestras calles. No tienen plazo fijado, es cierto, pero no se edifica
por tiempo limitado y, por consiguiente, la ocupación del espacio aéreo municipal
goza de la misma ilimitación temporal, lo que la hace jurídicamente intangible,
como ha sido ya señalado más arriba.
De carácter más permanente es la utilización del dominio público mediante
concesión, como la instalación de rieles y cables en la vía pública por compañías
concesionarias del tranvía y del servicio telefónico, ¡diora desaparecidas. En la
concesión de servicio público existe genera I mente no sólo otorgamiento de la
facultad propia de la Admi-
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SALVADOR VÍLLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
nistración para explotar el servicio, sino también para ocupar las cosas del dominio
público en la medida necesaria para ese fin. Por tanto, la utilización del dominio
público mediante concesión, queda sujeta al régimen y corre la misma suerte de la
concesión de servicio que es lo principal.
Tratándose de instituciones estatales o municipales, empresas públicas
especialmente, la autorización para la ocupación del dominio público se les
confiere, si no expresamente, implícitamente en cuanto sea necesaria para el
cumplimiento de los fines de su creación por ley u ordenanza. ■
8. Características jurídicas
(3) Otto Mayer: Derecho Administrativo Alemán, t. III, Editorial Dopnlma, lino nos Aires,
1951, pág. 98.
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CAPÍTULO X: BIENES PÚBLICOS
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
buen estado el dominio público para el uso común, y por consiguiente debe seguir
el régimen de lo principal, lo mismo que la indemnización por expropiación. Los
particulares perjudicados deben reclamar la indemnización en la instancia
administrativa y recurrir en caso de negativa al Tribunal contencioso-administrativo
(5)
.
(5) En nuestro país no se conoce ningún caso de demanda de indcmni/jinriii por lo indicada causa.
En lo que toca a la Municipalidad de la Capital, quizilH MIMIOIIII
al reconocimiento de que le sería imposible reparar de inmediato loa ................................
rabies desperfectos causados en el pavimento por lluvias l.onviicialnM, do la noche a la
mañana. Pero sí puede prevenir los daños a los tniimeúnlnH IIIIMIIH.II te señales de peligro
colocadas sin tardanza.
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CAPÍTULO X: BIENES PÚBLICOS
segunda parte (“las aguas que corren por cauces naturales”) alude a los ríos no
navegables, en cuyo caso serían del dominio público solamente las aguas y no sus
cauces. Quiere decir entonces que los cauces de los ríos no navegables son del
dominio privado del Estado, o de los particulares a quienes pudieron haber sido
enajenados bajo las antiguas leyes de venta de tierras públicas. Esta interpretación
está conforme con la práctica de las mensuras judiciales, en las que se incluye
dentro de la propiedad de particulares el cauce de los arroyos que cruzan sus tierras
y también parte del cauce de los que le son linderos. Cuando los títulos de
propiedad expresan que el inmueble linda con un fondo contiguo, habiendo de por
medio un arroyo, es evidente que el linde queda fijado en medio del cauce y éste les
pertenece por mitad a los propietarios ribereños.
La distinción tiene más importancia teórica que práctica porque, aún en el
caso de que fuese considerado de propiedad privada el cauce, el propietario no
podría extraer de él arena, piedra o hacer construcciones, represas, etc., sin permiso
de la autoridad competente, en razón de que tal uso del cauce puede perjudicar el
régimen de las aguas que siguen siendo del dominio público. Para hacer posible el
uso de las aguas por el vecindario, es práctica común en el campo que al alambrar
el propietario sus tierras que incluyen el cauce de un arroyo, deje necesariamente
los llamados “pasos” que son los lugares de acceso al agua.
Debe advertirse que a la disposición original del Código Civil, referida a las
aguas públicas, se han incorporado expresamente las aguas subterráneas, en
atención al interés del Estado de proteger tales reservas naturales, cuyo resguardo y
preservación constituye prioridad en la agenda conservacionista de la mayoría de
los países.
b) “Las playas de los ríos, entendidas por playas las extensiones de tierras
que las aguas bañan y desocupan en las crecidas ordinarias y no en ocasiones
extraordinarias”, expresa el inc. c del mismo Art. 1898.
c) El Código Civil no incluye entre los bienes del dominio público
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
el espacio aéreo que, sin embargo, debe ser considerado como tal, en las
condiciones siguientes.
El espacio aéreo municipal es el que se extiende sobre las calles, plazas,
parques, etc., también del dominio público municipal. Esta es la razón por la cual se
exige permiso municipal para la construcción de voladizos, balcones y salientes en
los edificios, permiso que es otorgado con la aprobación de los planos
correspondientes.
El Estado tiene de manera general “soberanía en el espacio aéreo situado
sobre su territorio, que incluye las aguas jurisdiccionales” (Art. I o del Código
Aeronáutico) y específicamente dominio público en cuanto está destinado al uso
común de la navegación aérea, dominio público que se extiende sobre los
inmuebles de propiedad privada, más restrictivamente sobre los situados en zonas
de seguridad de los aeródromos público.
Especial atención merecen las disposiciones referidas a la propiedad y
administración del espectro electromagnético, contenidas en el Art. 30 de la C.N.,
que prescribe: “ La emisión y propagación de las señales de comunicación
electromagnéticas son el dominio público del Estado, el cual, en el ejercicio de la
soberanía nacional, promoverá el pleno empleo de las mismas según los derechos
propios de la República y conforme con los convenios internacionales ratificados
sobre la materia.”
11. Competencia en materia de dominio público
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CAPÍTULO X: BIENES PÚBLICOS
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
Como los bienes del dominio público, los afectados a servicios públicos son
inalienables, imprescriptibles e inembargables. Es de señalar que ni el Código Civil
ni leyes especiales establecen expresamente que sean inalienables, ni siquiera los
del dominio público. La inalienabilidad le viene de su afectación a los fines que la
ley u ordenanza les ha asignado. Y de esta característica esencial son consecuencia,
además, la imprescriptibilidad y la inembargabilidad, porque de lo contrario se
llegaría al mismo resultado de admitir que acreedores y poseedores pudiesen
apartar dichos bienes de la finalidad a la que la misma ley los ha destinado.
Hay además otro argumento en que fundar la inembargabilidad: los bienes
del patrimonio administrativo son insustituibles (locales especialmente edificados
para colegios, bancos, mercados, etc.), en tanto que los bienes del dominio privado
(fondos públicos sin desti no específico, automóviles comunes déla
Administración) son sustituí bles o intercambiables, al menos sin grave interrupción
de los servicios. Este mismo argumento de no perturbar gravemente los servicios
públicos, ha sido utilizado para no admitir acción jud icial de desalojo
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CAPÍTULO X: BIENES PÚBLICOS
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
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CAPÍTULO X: BIENES PÚBLICOS
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Son bienes del dominio privado del Estado, según el Art. 1900 del Código
Civil, “los terrenos situados dentro de los límites de la República que carecen de
dueños”, y que estén situadas fuera del radio urbano municipal, hay que agregar,
porque pertenecen a la Municipalidad conforme a la Ley 1294 las que están
situadas “en las zonas urbanas y suburbanas que carezcan de dueño” (Art. 109 inc.
b). Hay que precisar también que debe ser “dentro de los límites del radio
urbano”, porque si fuera dentro de los “límites del distrito” municipal que
coincide con los de la división política, se abarcaría todo el territorio y no habrían
tierras fiscales.
Pertenecen al patrimonio del INDERT las tierras destinadas a colonización,
originalmente conferidas al IBR conforme a la Ley del Estatuto Agrario.
Tanto el Estado como las Municipalidades y el INDERT pueden reivindicar
las tierras que les pertenecen aún cuando no pudieran exhibir títulos, pues éstos
consisten justamente en la inexistencia do propietarios privados. Conviene sin
embargo que las identifiquen y so hagan de títulos, lo que pueden obtener
mediante mensuras judiciales con citación por edictos alos posibles propietarios e
inscribiendo la mensura aprobada en la Dirección General de los Registros P ú b I i
c< w. Con todo, es de advertir que si posteriormente se presentan propicia rios
privados con títulos, éstos podrán reivindicar sus tierras, si a n tea no se los ha
excluido mediante la prescripción, porque en el estado actual de nuestra legislación
no se pierde el derecho de propiedad por el simple abandono.
• 230 •
CAPÍTULO X: BIENES PÚBLICOS
Los bienes del dominio privado se rigen, como su propio nombre lo indica,
por el Derecho privado. Su reglamentación y las limitaciones que hemos señalado
son, como dice Berthélemy, “más bien derogaciones del Derecho civil,
desviaciones del Derecho común exigidas por las circunstancias a las cuales se trata
de atender”(7), limitaciones impuestas sobre todo por los principios fundamentales
que rigen en la Administración pública, sin dejar de ser Derecho privado,
agregamos nosotros.
Consecuentemente, la jurisdicción competente en materia de bienes del
dominio privado es la común ordinaria, a no ser que se trate de institutos de
Derecho administrativo, como es la adjudicación de lotes a los beneficiarios de la
reforma agraria, regida por el Estatuto respectivo.
• 231 •
SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
destinados al uso común, ni del dominio privado porque no pueden ser de ningún
modo enajenados, prescritos o embargados, y tampoco en la de bienes afectados a
servicios públicos porque no son propiamente “servicios” los que se realizarán con
ellos sino que están destinados más bien a la industria. En este concepto cabe
incluirlos en el “patrimonio industrial” del Estado. Su régimen jurídico y la
jurisdicción correspondiente serán los mismos que los de los bienes afectados a
servicios públicos, con los que guardan la mayor analogía, con la diferencia que le
confiere su rango de no poder ser desafectados sino por una reforma
constitucional.
En parecida situación se encuentran los que el Art. 102 denomina “recursos
naturales de dominio del Estado”. No dice cuáles son estos bienes, quedando en
consecuencia a cargo déla ley el calificarlos y reglamentarlos. Los más importantes
son, no ya como bienes de uso común del dominio público como los califica el
Código Civil, sino como recursos naturales explotables, los “ríos y sus cauces y
todas las aguas que corren por cauces naturales, así como las aguas subterráneas”.
No hace falta resaltar la importancia que tienen para nuestro país estos recursos
naturales renovables destinados a la industria básica de la producción de energía
hidroeléctrica.
Recursos naturales son también los bosques que, habiendo sido enajenados
por el Estado, han pasado a ser casi en su totalidad de propiedad privada. La Ley
Forestal N° 422/73 trata de su preservación y reforestación, pero como no es dable
esperar su conservación en manos privadas interesadas en su explotación y
tampoco la reforestación comercial cumple con más altos fines, debieran ser
declarados de dominio inalienable del Estado grandes extensiones de bosques para
conservarlos y reponerlos y evitar así en lo posible la inminente y total pérdida de
la herencia nacional milenaria, de incal culables consecuencias para el futuro.
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CAPÍTULO X: BIENES PÚBLICOS
(H) Of. l'Yílix Puiva: Estudio déla Constitución del Paraguay, Imprenta Nacional, 1927, t. U, pág.
187 y sgtes.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
mentes y hacer posible de este modo el pago también a plazos por los adquirentes
beneficiarios de lotes. El Estatuto Agrario vigente establece distintos plazos según
se trate o no de latifundios improductivos. Si no se efectuara el pago dentro de los
plazos, no habría “justa indemnización” y podría ser declarada inconstitucional la
expropiación. Sólo que, siendo imposible devolver las tierras ya ocupadas y
cultivadas por los adjudicatarios de lotes, lo procedente sería la acción de
indemnización por daños autorizados en el Art. 39 C.N.
Otra cuestión más se plantea, de carácter constitucional y administrativo al
mismo tiempo. Las tres sucesivas Constituciones exigen la declaración por ley de la
causa de utilidad pública o social y la indemnización. Pero en la expropiación hay
en realidad tres momentos o fases: la declaración o calificación de la causa, la
expropiación propiamente dicha y la indemnización. ¿No podría la ley calificar de
manera general la causa, determinando taxativamente los bienes que quedan
comprendidos en ella, y autorizando al P. Ejecutivo o a la Municipalidad para
aplicarla en cada caso concreto, lo mismo que la indemnización que también está a
cargo de la autoridad administrativa? Así lo establecen la Ley del Estatuto Agrario
para la expropiación de tierras destinadas a colonización, el Dto. Ley N° 40/54 para
“las fracciones de tierras privadas que quedaren afectadas por las obras viales y el
ensanche de rutas y caminos” y el Código Aeronáutico para el asiento y ampliación
de aeropuertos.
Las citadas leyes no han sido impugnadas por inconstitucio nalidad ante la
Corte Suprema hasta el presente. Podría ser atacado el sistema por inconstitucional
si la calificación legal no es suficientemente taxativa sino ilimitada o indefinida, de
manera que incurra 011 la prohibición constitucional de delegación de facultades
extraenIi narias (Art. 40 C.N.). Y desde luego, la expropiación por la autoridad
administrativa puede ser atacada de ilegalidad si no se ciñe estricta mente a los
casos y situaciones previstos en la ley.
Por último, la jurisdicción competente para la fijación de la ia demnización.
Dentro del procedimiento general para la expropiación
• 234 •
CAPITULO X: BIENES PÚBLICOS
• 235 •
Capítulo XI
DERECHO POLICIAL
1. DIVERSOS CONCEPTOS DE “POLICÍA”. 2. LA POLICÍA EN EL ESTADO DE DERECHO. 3. FUNDAMENTACIÓN DEL DERECHO POLICIAL EN LA CONSTITUCIÓN. 4. DIFERENTE SITUACIÓN JURÍDICA DE
LAS PERSONAS
Y DE LOS ÓRGANOS POLICIALES. 5. MATERIAS DE POLICÍA. 6. CARACTERES DEL DERECHO POLICIAL, A) MANTENIMIENTO DEL ORDEN; B) CARÁCTER PREVENTIVO; c) EL
USO DE LA COACCIÓN; D) CARÁCTER NEGATIVO DE LAS NORMAS POLICIALES. 7. DEFINICIÓN DEL DERECHO POLICIAL. 8. F UENTES DEL DERECHO POLICIAL. 9. ACTOS DE
EJECUCIÓN, A) ORDENES; B) PERMISOS Y AUTORIZACIONES. 10. DERECHO POLICIAL PENAL, A) MULTA, CLAUSURA DE ESTABLECIMIENTO, INHABILITACIÓN, COMISO; B) ARRESTO; C) COACCIÓN
MATERIAL. 11. SANCIONES CONCURRENTES. 12. FACULTADES DISCRECIONALES Y REGLADAS DE LA POLICÍA. 13. LIMITACIONES DE LA FUNCIÓN POLICIAL.
El vocablo “policía” deriva del griego polis, ciudad, que en la antigüedad clásica era el Estado. En el transcurso del tiempo ha adquirido los más diversos
significados que son verdaderos hitos en la evolución jurídico-política de los Estados. Tomando solamente los más característicos, tenemos el “poder de policía” del
autócrata en el llamado antiguo régimen, en el que se comprendían todas las funciones estatales. No tendría ya más que interés histórico este “poder de policía”
que podríamos llamar suprajurídico, si no fuera porque en
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SALVADOR VILLAGFA MAPPIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
nuestros propios días resurge disimulado para justificar abiertas transgresiones legales y constitucionales, so color de preservar la vigencia de la Constitución o la
existencia del mismo Estado.
En el apogeo de la doctrina liberal individualista surgió el “Estado-Policía”, constreñido a realizar funciones de mera “policía”, consistente ésta en la
necesaria limitación de las libertades individuales con la única y exclusiva finalidad de que no se dañen y destruyan unas a otras. La libertad pasó a ser el principio y
la excepción las limitaciones de policía destinadas justamente a salvaguardarla.
Un salto radicalmente opuesto se da con el “Estado Policial” que a título de policía interviene en todas las esferas de la vida individual y colectiva,
reglamentándolas y usando la coacción en virtud de facultades que, si no legalmente concedidas, son consideradas implícitas en el mismo concepto de “policía”.
Con un alcance más positivo y más aproximado al Derecho público de nuestros días, se llama también “poder de policía” a la facultad constitucional del
Poder Legislativo de reglamentar los derechos y libertades consagrados en la Constitución y función policial la de los órganos administrativos llamados a ejecutar
dichas leyes reglamentarias.
¿Qué proteica cualidad es ésta de la policía que con sólo irnos cambios literales al parecer insignificantes es capaz de caracterizar sistemas políticos y
jurídicos radicalmente diferentes? Habrá que analizarla detenidamente con el objeto de identificarla, verificar su admisibilidad en nuestro Derecho público vigente y
precisar sus necesarias limitaciones.
En el Estado de Derecho la “policía” hace parte del Derecho administrativo, sometida como tal a la ley, sea ésta la ley formal o la constitucional. Podrán
variar la forma y medida de su regulación legal, pero el principio fundamental, sin excepciones, es el de su subordinación a la ley.
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CAPITULO XI: DERECHO POLICIAL
tes gozarán de los derechos y libertades consagrados en las mismas “conforme a las
leyes que reglamenten su ejercicio” y en las del 1967 y 1992, se establece lo mismo
pero específicamente al enunciar los derechos individuales, de familia, de
educación y cultura, de la salud, económicos, de los trabajadores y políticos.
En cuanto a los órganos policiales, no estaba prevista expresamente su
creación en las Constituciones anteriores a la del 67 pero se entendía obviamente
que podían ser designados como cualesquiera otros órganos administrativos para la
ejecución délas leyes. La vigente lo prevé en el Art. 175 que dice: “ ... tiene la
misión de preservar el orden público legalmente establecido, así como el derecho y
la seguridad de las personas y entidades y de sus bienes; ocuparse de la prevención
de los delitos; ejecutar los mandatos de la autoridad competente y, bajo dirección
judicial, investigar los delitos. La ley reglamentará su organización y sus
atribuciones.”
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CAPÍTULO XI: DERECHO POLICIAL
inequívocamente el Art. 175 transcrito más arriba. Y desde luego, ¿qué atribuciones
podrían invocar los órganos policiales si no hay leyes reglamentarias que ejecutar?
Los derechos, garantías, la libertad de las personas son, pues, el principio, y
las reglamentaciones y limitaciones policiales que deben ser autorizadas por ley, la
excepción.
5. Materias de policía
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SALVADOR VILLAGRA MAPFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
órganos competentes para ejecutar el Derecho policial así creado son los del Poder
Ejecutivo, con las atribuciones que les confiera la ley, y los llamados a conocer y
decidir las cuestiones contenciosas que surjan en su aplicación son los tribunales y
jueces del Poder Judicial.
Bastante grave es ya la admisión de intervenciones policiales en tan variadas
materias, para hacerla aún más peligrosa con la equívoca atribución de policía al
Estado en abstracto.
El Derecho policial que aquí se estudia es genérico, comprensivo del que
rige en todas las materias, no solamente en la llamada “policía de seguridad”, y las
reglas que tratamos de establecer tienen la pretensión de ser válidas para todos los
órdenes o especies de policía.
(1) Adolfo Merkl, luego de sostener que en ausencia de notas diferenciativuH dolio ser eliminado el
“concepto de policía”, llega sin embargo a definir la función do policía y el Derecho
policial como una sección del Derecho administrativo (olí. cit. pág. 323-327).
Agustín A. Gordillo sostiene que lo que ha de ser eliminado por indorinido y
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CAPÍTULO XI: DERECHO POLICIAL
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SALVADOR VILLAGRA MAPFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
b) Carácter preventivo
A diferencia del Derecho penal que, salvo raras excepciones, sólo reprime
daños causados, el Derecho policial preferentemente previene y sanciona hechos no
porque efectivamente causen daños sino porque pueden causarlos. Y si también
eventualmente los reprime una vez producidos, es por no haberse cumplido las
medidas preventivas , como la sanción aplicada con motivo de un accidente de trán
s ¡ to por no haberse observado las condiciones reglamentarias de velocidad,
señales del semáforo, etc. La reparación del daño causado y la represión del hecho
por su peligrosidad como delito, pertenecen a la jurisdicción de los tribunales, no a
la policía.
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CAPÍTULO XI: DERECHO POLICIAL
c) El uso de la coacción
Pod ríamos agregar una nota diferencial más, buscando precisar el concepto
de Derecho policial. Es el carácter negativo de sus normas,
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SALVADOR VILLAGRA MAP-IODO / PRINCIPIOS DE DERECHO AIMINISTUATIVO
(2) Es la misma definición de A. Merkl (ob. cit., pág. 316 y 327) con nlgunna adiciones para
destacar la amenaza de coacción inmediata y el género del “orden” que se ha de preservar,
que es el legalmente establecido.
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CAPÍTULO XI: DERECHO POLICIAL
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
9. Actos de ejecución
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CAPÍTULO XI: DERECHO POLICIAL
a) Órdenes
b) Permisos y autorizaciones
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
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CAPÍTULO XI: DERECHO POLICIAL
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
tribunales a declararla cuando lo sea sin lugar a duda, dadas las circunstancias. Si
no, la prescripción constitucional sería inútil.
A pesar de la prohibición constitucional de la confiscación de bienes, el
comiso que equivale a lo mismo, es admitido en nuestra legislación como pena
accesoria de privación o pérdida de los instrumentos o efectos del delito como el
contrabando, o de una infracción de carácter policial como la de portación de arma
sin permiso o la venta de artículos adulterados. Si se trata de delito calificado en el
Código Penal, la pena de comiso debe ser impuesta por el juez y no por la autoridad
administrativa.
Lo mismo cabe decir de la sanción de clausura de establecimiento y la
inhabilitación: que si es sanción por infracciones policiales compete a la autoridad
administrativa aplicarla, en tanto que si es pena por delito, compete al juez.
b) Arresto
252 •
CAPÍTULO XI: DERECHO POLICIAL
quede abierta la vía para la defensa del detenido ante los tribunales ordinarios.
En lo que no parece que pueda haber duda alguna es que, para sancionar
transgresiones policiales graves o que no admiten otra medida adecuada, como las
faltas de gran riesgo de los reglamentos de tránsito o desórdenes callejeros, será una
garantía jurídica que el arresto tenga fundamento legal. Ya que no podrá impedirse
que siga aplicándose en la práctica será mejor que esté previsto en las leyes y
reglamentos de policía, por tiempo breve y razón fundada.
c) Coacción material
• 253 •
SALVADOR VILLAGRA MAFRODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
fringe con ello la regla non bis in ídem porque son de distinto orden y obedecen a
finalidades distintas que no se contrarían sino que se complementan.
12. Facultades discrecionales y regladas de la policía
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CAPÍTULO XI: DERECHO POLICIAL
Está dicho que la función policial debe tener sus límites en la misma ley que
inviste de ella a un órgano administrativo para determinadas materias. Los
principios, derechos y garantías consagrados en la Constitución juegan el papel de
limitación inamovible.
Otras limitaciones derivan de la propia esencia de la función policial, aunque
no estén expresamente prescritas en las leyes. Adolfo Merkl los considera como
principios que, “aunque muy apreciables por su contenido, no pasan de ser derecho
natural individualista”<3); injustificadamente, porque esos principios son pautas que
deben observarse para el ejercicio “razonable” de las facultades discrecionales de
policía, vale decir para el cumplimiento correcto de los fines de la ley, principios
fundados por consiguiente en el Derecho positivo. F. Fleiner (4) enuncia esas
limitaciones que, conformadas a nuestro Derecho público positivo, pueden
resumirse así:
a) La policía, de cualquier género que sea, no puede intervenir en la vida
privada. Esta limitación está prescrita en la disposición constitucional: “La conducta
de las personas, en tanto no afecte al orden público establecido en la ley o a los
derechos de terceros, estará exenta de la autoridad pública” (Art. 33 C.N.). No
puede intervenir en la cocina privada y sí en la de los hoteles, bares, etc.; no puede
prestí)) A, Morid, op. cit., póg. 320.
(d) V. Floinor, op. cit., pág. 321-324.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFICDO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
cribir lo que los padres han de enseñar a sus hijos en sus hogares y sí en los colegios
e institutos de enseñanza, especialmente en los que expidan títulos profesionales. El
criterio para decidir qué actos “ofenden a la moral” es menos seguro porque
depende de las ideas y costumbres dominantes en una época y en un medio
determinados. Ee lo que no cabe duda es que la policía de la moralidad debe
respetar esos usos y no decidir por sí lo que sea tolerable o reprensible.
b) La protección de los intereses y derechos de los particulares escapa a la
competencia policial que sólo puede ampararlos contra agresiones materiales de
terceros, manteniendo lo que hemos llamado “orden provisional” hasta tanto
intervengan los tribunales.
c) La policía no puede impedir el ejercicio legítimo de los derechos, por
ejemplo el de reunirse “pacíficamente” en fiestas familiares o de comisiones
directivas de asociaciones reconocidas en sus locales sociales.
d) Las medidas de policía deben ser adecuadas y proporcionadas a los
hechos que tratan de prevenir o reprimir. “No debe andar a cañonazos con los
gorriones”. Por ejemplo, llevar preso a un hombre de buena conducta “para
averiguaciones” cuando lo que procede es citarlo, prohibir el ejercicio de un
derecho cuando basta con reglamentarlo, como el de reunirse en lugares públicos.
e) Por último, vale la pena transcribir algunas disposiciones de la ley del 25
de agosto de 1906 que no han sido derogadas por la Ley N° 109/51, ni por Ley N°
309/71 ni por la vigente Ley N° 222/93 Orgánica Policial y aunque lo fueran,
tendrían vigencia permanente como pautas para el ejercicio correcto de la función
de policía. Helas aquí:
“Queda absolutamente prohibido a las autoridades policiales intervenir en
modo alguno en las luchas partidarias, o hacer ostentación que induzca simpatía por
determinados bandos o candidatos en épocas de elección y los que lo infrinjan serán
pasibles de las penas establecidas para los que coartan la libertad electoral” (Art.
50). “Quei I ¡ i absolutamente prohibido adoptar más medidas que las necesarias
para evitar la fuga del detenido y los que lo infrinjan serán responsa- • 256 •
CAPÍTULO XI: DERECHO POLICIAL
bles de abuso de autoridad” (Art. 58). “Queda igualmente prohibido discutir con los
detenidos o mortificarlos con epítetos, tirones o golpes, o contestar sus injurias
verbales, sin peijuicio de las miedidas que corresponden por desacato a la
autoridad” (Art. 59). “Si la detención es motivada por infracciones policiales, puede
la autoridad poner en libertad al detenido en cuanto haya hecho su exposición,, u
ordenar que guarde detención en su propia casa, si es persona abonada y de buena
conducta” (Art. 60).
Son normas de comportamiento acordes con los principios constitucionales
y no hace falta que estén especialmente prescritas en las leyes y reglamentos para
que la policía les preste acatamdento.
257
Capítulo XII
CONTRATOS DE LA ADMINISTRACIÓN
1. APLICACIÓN DEL DERECHO PRIVADO EN LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA. 2. ¿EXISTEN CONTRATOS DE LA ADMINISTRACIÓN QUE NO SON DEL DERECHO PRIVADO? 3. ACTOS ADMINISTRATIVOS Y NO
CONTRATOS. 4. ENUMERACIÓN DE LOS “CONTRATOS ADMINISTRATIVOS” TÍPICOS. 5. NOTAS DISTINTIVAS DE LOS “CONTRATOS ADMINISTRATIVOS”, A) PARTICIPACIÓN DE UNA PERSONA PÚBLICA
EN EL CONTRATO, B) EL OBJETO, C) INTERÉS PÚBLICO, D) FINALIDAD, E) DESIGUALDAD DE LAS PARTES, F) CONTENIDO COMPLEJO: REGLAMENTARIO Y CONTRACTUAL, G) FORMA DE LOS
CONTRATOS . H) PRERROGATIVAS DE LA ADMINISTRACIÓN O CLÁUSULAS EXORBITANTES. 6. INCIDENCIA DE FACULTADES PROPIAS DE LA ADMINISTRACIÓN EN LOS CONTRATOS CELEBRADOS POR LA
MISMA. 7.
ACTO ADMINISTRATIVO Y CONTRATO. DERECHO Y JURISDICCIÓN CORRESPONDIENTES. 8. GRADO DE INTERVENCIÓN UNILATERAL EN LOS DIVERSOS CONTRATOS DE LA ADMINISTRACIÓN, A) FUNCIÓN
PÚBLICA, B) CONCESIÓN DE SERVICIO PÚBLICO, C) OBRA PÚBLICA, D) CONTRATO DE SUMINISTRO, E) EMPRÉSTITO. F) OTROS CONTRATOS. 9. EFECTOS DE HECHOS NUEVOS SOBRE
LA ECUACIÓN FINANCIERA DEL CONTRATO. 10.
LOS CONTRATOS DE LA ADMINISTRACIÓN EN NUESTRO DERECHO POSITIVO.
La Administración pública recurre a la aplicación del Derecho privado cuando los medios jurídicos que éste ofrece —contratos principalmente—son más
idóneos para la consecución de sus fines que los do su propio Derecho que es el administrativo.
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SALVADOR VILLAGRA MAPFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
Esta aplicación la puede hacer el Estado y las Municipalidades en el carácter de personas jurídicas que les atribuye el Código Civil y los entes
descentralizados en el mismo carácter, del que están investidos en sus respectivas leyes orgánicas. El régimen jurídico- privado en estos últimos se ha extendido de
tal modo que hay entes descentralizados que al parecer se rigen enteramente por el Derecho privado. Sin embargo, no pueden desprenderse totalmente del Derecho
administrativo, porque son estatales y porque la ley les ha asignado fines que no pueden dejar de cumplir, a diferencia de los entes privados que persiguen sus
propios fines a los cuales pueden renunciar.
Lo que vamos a exponer acerca de los contratos de la Administración tiene por consiguiente doble importancia, no sólo para la centralizada —el Estado—
sino también para la descentralizada que se ha multiplicado tan considerablemente en nuestros días.
2. ¿Existen contratos de la Administración que no son del Dere
cho común?
Siguiendo la doctrina originada en la jurisprudencia del Consejo de Estado en Francia, para la mayor parte de los autores de Derecho administrativo —para
algunos un poco dubitativamente— existe dentro del género “contratos de la Administración” una especie que se ha dado en llamar “contratos administrativos”. Los
contratos de Derecho común serían la otra especie.
Los primeros estarían regidos por normas del Derecho administrativo y la jurisdicción que les corresponde será la contencioso-admi- nistrativa, lo cual es de
la mayor importancia para los países que como el nuestro tienen establecida esta jurisdicción en la propia Constitución.
Pero estos llamados “contratos administrativos” se rigen también en parte por el Derecho común y los regidos por este Derecho no pueden desprenderse
totalmente del Derecho público puesto que son celebrados por entes estatales, como acabamos de afirmar y sin duda
• 260 •
CAPÍTULO XII: CONTRATOS DE LA ADMINISTRACIÓN
no puede ser negado. En qué medida se rigen unos y otros por el Derecho administrativo y el Derecho común, es la primera dificultad. Y la mayor, la que yace en el
problema fundamental, es la de saber si los “contratos administrativos” ofrecen notas diferenciales suficientes para distinguirlos de los demás contratos celebrados
por la Administración.
Hay que empezar eliminando de los objetos que vamos a analizar ciertos actos administrativos calificados como “contratos” y que son evidentemente
unilaterales y no bilaterales o contractuales.
Tales son los permisos, licencias o concesiones por los cuales se otorgan a particulares, cumplidas ciertas condiciones exigidas en la ley, derechos o ventajas
previstas en la misma. Es el caso de la ocupación concedida sobre un bien del dominio público que por una extraña disposición del Derecho francés, es “contrato
administrativo”. Entre nosotros podría ser objeto de contrato la explotación de minerales o recursos naturales del dominio del Estado (Art. 112 C.N.) pero nunca el
permiso de ocupación de un bien del dominio público, como una estación de servicio, una represa en aguas públicas o la toma de agua para regadío. La autoridad
administrativa obra en estos casos a petición del particular y no por acuerdo de voluntad con éste. Si así fuera, la sentencia que admite una demanda sería también
acuerdo de voluntades.
Tampoco son contratos los actos administrativos por los cuales se conceden exoneraciones fiscales y otras ventajas como incentivos para ciertas inversiones y
los “conciertos” entre el fisco y el contribuyente, admitidos en otros países, para la determinación del impuesto en el caso particular. Les faltaría el “nexo causal de
prestaciones” que es propio de los contratos (1>.
(I) K. García de Enterría y T. R. Fernández: Curso de Derecho Administrativo, Madrid, 1975,1.1, págs. 453, 458.
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SALVADOR VILLAGRA MAFPIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
4. Enumeración de los “contratos administrativos” típicos
Los contratos de la Administración que generalmente son considerados “contratos administrativos”, los enumeramos en el orden siguiente: función pública;
concesión de servicio público; obra pública; suministro; empréstito.
No son desde luego los únicos<2), pero son los que pueden considerarse típicos y lo que se diga acerca de ellos será válido para todos los demás en mayor o
menor medida. Conviene enumerarlos desde ahora para tenerlos presentes como objeto cierto del análisis. Incluso el orden en que están enumerados tiene alguna
importancia, en el sentido de que los primeros se apartan más del régimen de los contratos del Derecho común y los últimos se les asemejan más, en virtud de su
propia esencia, según la doctrina dominante, lo que para nosotros es simplemente el mayor o menor grado de incidencia en ellos de las atribuciones legales y
constitucionales de la Administración pública, conforme lo explicamos en este mismo capítulo.
Se exponen a continuación los caracteres distintivos que generalmente son atribuidos a los “contratos administrativos” y una breve crítica de cada uno de
ellos.
a) Participación de una persona pública en el contrato (3), Evidentemente no es distintivo, pues en todos los contratos de la Administración, no solamente
en los “contratos administrativos”, participan el Estado, las Municipalidades o entes estatales y municipales descentralizados.
(2) A. de Laubadére, en su op. pág. 413 a 421, expone los criterios según los nuiles en Derecho francés son calificados en general los “contratos administrativos", Y Miguel S. Marienhoff los
comprende en gran número en su op. cit. prtg. !)¡l y sgtes.
(3) A. de Laubadére, op. cit. 418.
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CAPÍTULO XII: CONTRATOS DE LA ADMINISTRACIÓN
b) El objeto. “La segunda condición para que un contrato pueda ser administrativo, dice Laubadére, es que el contrato se relacione con el funcionamiento de
un servicio público”(4). En el Cap. XTV tratamos de definir el “servicio público” y al no poder lograrlo, limitamos el concepto a “servicios creados y organizados por
el Estado y las Municipalidades”. Es posible que en Francia, donde al parecer sigue vigente la noción de “servicio público”, aún cuando también allí esta noción ha
empezado a desdibujarse(5), pueda servir de criterio de distinción, pero entre nosotros sería más que incierto, absurdo. ¿Qué contratos puede celebrar la
Administración para servicios privados ? Aún los contratos comerciales celebrados por empresas públicas son para el funcionamiento de servicios públicos y no
privados.
c) Interés público. “En los contratos administrativos la idea de causa o motivo determinante tiene aún más importancia que en los contratos de Derecho
privado, porque ellos presuponen el interés público o el fin de la institución a que se refieran, y en realidad la única razón de ser de estos es la satisfacción de ese
interés o la realización de ese fin”, dice Rafael Bielsa . Lo mismo exactamente se puede afirmar de todos los demás contratos de la Administración, puesto que el
(6)
interés público le es consustancial y si ella opta por los medios jurídicos del contrato de derecho privado es porque estos medios son idóneos y más adecuados para
satisfacer el interés público en determinadas esferas de actividad económica. Esto se ve perfectamente en las empresas públicas, las que, pudiendo contratar a igual
que los particulares, adquieren la agilidad y eficacia de las empresas privadas.
d) Finalidad. Marienhoff ha sustituido el servicio público y el interés público como notas características, por la de finalidad pública.
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SALVADOR VILAGRA MAFFK0DO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
• 264 •
CAPÍTULO XII: CONTRATOS DE LA ADMINISTRACIÓN
recho administrativo, hay que desterrar del lenguaje jurídico la especie potentior
personae que refleja ideas anacrónicas y equivocadas. Los poderes de que goza la
Administración son de la misma naturaleza que los poderes jurídicos de los
particulares: no tiene más poderes que los que la ley le confiere o reconoce.
f) Contenido complejo: reglamentario y contractual. Una doctrina que
ha tenido vasta recepción en Latinoamérica es la de G. Jéze (8), según la cual la
concesión de servicio público contiene una parte reglamentaria que puede ser
modificada imilateralmente y la parte contractual que no puede ser modificada por
acto unilateral de la Administración. La teoría falla en cuanto a los reajustes de la
tarifa que sería la parte contractual de la concesión y cuya modificación es la que se
produce con más frecuencia, a pedido del concesionario, cuando el equilibrio
financiero del contrato se ha roto en perjuicio del mismo, y también cuando un
desequilibrio considerable da margen a beneficios extraordinarios, como el caso de
REPSA para la que se había fijado la tarifa sobre la base de 16 dólares el barril de
petróleo y cuando éste se redujo a 11 dólares, siguió percibiendo la misma tarifa
con beneficio indebido. Sin ninguna duda, la autoridad competente podía haber
rebajado la tarifa a su justo nivel.
g) Forma de los contratos. Es el más débil de los argumentos. Por el
hecho de que los contratos administrativos están sometidos generalmente a
formalidades especiales como son las de la licitación pública, se afirma que los
contratos administrativos se caracterizan por dichas formalidades. Pero en el
Derecho privado hay también formas especiales para ciertos contratos, incluso la de
subasta pública, y no por esta razón dejan de ser contratos del Derecho común.
Particularmente entre nosotros no tiene valor alguno el argumento, en presencia de
la Ley de Contrataciones Públicas que prescribe el procedimiento de la licitación
pública para la contratación de obras y servicios y adquisición de bienes, sin
ninguna distinción entre contratos administrativos y de Derecho común.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO AWINISTRATIVO
(9) A. de Laubadére, op. cit. pág. 420-21, 437 y sgtes.; E. ft, de Enterría y R. Fernández, ob. cit.
pág. 468 y sgtes.; E. Marienhoff, ob, cit. pág. 51-74; K, Forsthoff, ob. cit. pág. 381.
(10) E. Forsthoff, op. cit. pág. 381. La legislación y jurisprudencia de IOH paÍHOH vecinos, bajo
el concepto de “indexación”, admiten el reajuste de obligaciones dinerarias de acuerdo con
los índices de depreciación de la moneda, doHtncriie dose además la reforma del Art. 1198
del Código Civil argentino que consagre la teoría de la imprevisión en los contratos de
ejecución continuada.
• 266 •
CAPÍTULO XII: CONTRATOS DE LA ADMINISTRACIÓN
aunque esta facultad no esté prevista en el mismo <n). Las medidas de corrección las
puede adoptar de oficio, sin necesidad de solicitarlas de los tribunales, conforme a
la ejecutividad atribuida a los actos administrativos.
3) Sanciones. Por incumplimiento de las estipulaciones del contrato la
Administración impone las sanciones previstas, sin recurrir a los tribunales (12),
conforme a los mismos principios.
4) Resolución. También puede rescindir el contrato por interés público <13),
aunque no haya pacto expreso en el mismo. Esta facultad no es desconocida en el
Derecho privado en que “el que encomienda la obra puede desistir de su ejecución
aún después de comenzado... (Art. 862 C. Civil), sin que por ello deje de ser
contrato de Derecho común, como se pretende para los contratos administrativos.
Todas estas medidas las adopta la Administración sin peijuicio de
indemnizar al cocontratante por el mayor gravamen que les cause con ellas y del
derecho del mismo a recurrir a los tribunales aposteriori de la adopción de dichas
medidas, conforme con las reglas de la ejecutividad de los actos administrativos.
• 267 •
SALTADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
facultades son las reservadas al Poder Ejecutivo para la ejecución de las leyes (Art.
238 C.N.) y las que estas mismas leyes asignan a los diferentes organismos
administrativos para la realización de sus cometidos, especialmente los
encomendados a las empresas públicas.
Se dirá que una empresa privada, bajo la forma de una sociedad anónima, por
ejemplo, tiene también fines estatutarios cuya ejecución confía a sus
administradores; pero estos fines se proponen personas privadas y su realización, lo
mismo que su estipulación, queda librada a la voluntad autónoma de las mismas. En
tanto que los de las instituciones y empresas públicas están asignados en las leyes,
las que deben cumplirse y se cumplen mediante las, facultades ejecutivas de la
Administración. ■
Estos conceptos están de acuerdo con la definición que hemos dado del
Derecho administrativo, como conjunto de normas que regulan la ejecución de las
leyes por órganos del Poder Ejecutivo y la función y justificación del Derecho
privado dentro de la sistemática del mismo Derecho administrativo como
instrumento de ejecución de las leyes (Capítulo I, N°s. 6 y 8).
Desde este punto de vista aparecen las llamadas cláusulas exorbitantes o
prerrogativas de la Administración, no como normas intrínsecas de los contratos
sino como reglas extrínsecas, como incidencia de atribuciones propias de la
Administración y, en este carácter, aplicables en principio a toda clase de
contratos celebrados por la. misma (15).
(15) Estos mismos conceptos pueden encontrarse, aunque no referidos expresir mente a las
“facultades ejecutivas de la Administración”, en la obra citada do E. García de Enterría y T.
R. Fernández, pág. 470, en que dicen:"... es fundo mental observar que este poder
administrativo de alterar los contratos,., npn rece con toda claridad... como expresión del
poder reglamentario y su poH i 11 i I i dad de introducir alteraciones en las situaciones
jurídicas existentes por1 vin normativa” y en la página siguiente: “Tal incidencia, como se
habrá nol.ndo, deja intacto el fondo obligacional del contrato, aunque pueda (bncionfili/.nrlo
en una dirección dada”. Pero no han sacado de estas comprobaciones IIIH ron clusiones
obvias, a saber: que el acto administrativo de alteración OH nnn mito
• 268 •
CAPÍTULO XII: CONTRATOS DE LA ADMINISTRACIÓN
y el contrato es otra, y además, que la señalada incidencia puede ocurrir en todos los
contratos de la Administración.
Son también al parecer las ideas que tenía en mente E. Sayagués Laso cuando escribió: “Pero
a nuestro juicio la dificultad principal radica en la imposibilidad de establecer una separación
neta entre ambas categorías de contratos. En efecto, incluso en los contratos administrativos
más típicos hay lugar para cierta aplicación de los principios del Derecho privado, así como
en los contratos más característicos del Derecho privado celebrados por la Administración,
deben aplicarse ciertas reglas del Derecho administrativo”. Y más adelante: “Quizá sea más
acertado prescindir de la expresión contrato administrativo, que sugiere una idea de
oposición con los contratos de derecho privado promoviendo la controversia examinada, y
referirse en cambio a los contratos de la administración (op. cit. pág. 537).
Las mismas ideas se reflejan en afirmaciones aisladas de G. Fraga, como cuando al
transcribir un texto de G. Jéze que atribuye la facultad de alteración unilateral de los
contratos administrativos a las necesidades del servicio público, agrega por su cuenta: “las
necesidades del cumplimiento eficaz de las atribuciones del Estado, diríamos nosotros” (ob.
cit. pág. 429). Y en la página siguiente: “... la regla fundamental de interpretación de los
contratos administrativos debe ser la de que, en caso de duda, las cláusulas de aquellos deben
entenderse en el sentido que sea más favorable al correcto desempeño por parte del Estado de
la atribución que está comprometida”.
Por otra parte, nos ha causado la mayor satisfacción la acogida prestada por el autor
argentino José Roberto Dromi a las mismas ideas expresadas en el Primer Congreso
Internacional de Derecho Administrativo celebrado en Mendoza, Rea. Argentina, 1978:
“Sobre este tema, dijo, ya escribió Sayagués, escribió Gordillo y ahora he escuchado con
satisfacción que un colega destruya paulatinamente y con toda seriedad las distintas tesis que
se han sustentado para afirmar la diferencia entre los contratos administrativos y privados de
la Administración. Y justamente la crítica de estas teorías es la que me hace dar fe de que no
existe, después de ciento cincuenta años de historia del derecho administrativo, ninguna
teoría” (Contratos Públicos, Mendoza, 1978, pág. 87). Estas citas demuestran que las ideas
expuestas en el texto no son extrañas a la opinión do connotados autores latinoamericanos
acerca de los llamados “con I,ratos administrativos”.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
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CAPÍTULO XII: CONTRATOS DE LA ADMINISTRACIÓN
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
cionarios” con régimen jurídico distinto, según lo hemos visto en el Capítulo VII N°
13. La función pública es un instituto jurídico autónomo, propio del Derecho
administrativo y así lo hemos considerado en el citado capítulo.
Cuanto mayor sea el tiempo de duración será menor la cuota di' amortización
y cuanto menor el tiempo, mayor la cuota, do modo quo el tiempo no puede ser
muy breve porque la tarifa resultaría muy
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CAPÍTULO XII: CONTRATOS DE LA ADMINISTRACIÓN
alta. Los gastos de explotación crecerán con seguridad, dada la tendencia general del
proceso económico, pero puede experimentar algún descenso ocasional que no debe
dejar de tener efecto en la tarifa, como fue el caso de REPSA mencionado más
arriba. En cuanto a los beneficios del concesionario, ¿cómo se los fija? No pueden
ser más bajos que el interés del dinero en el mercado internacional porque entonces
no se decidiría el capitalista a invertir en la empresa concesionaria; incluso tendrían
que ser un tanto más elevados porque no es lo mismo percibir intereses que obtener
beneficios corriendo los riesgos propios de una empresa. En todo caso no deben ser
especulativos, porque no pueden admitirse beneficios desmesurados en la
explotación de un servicio destinado a satisfacer necesidades públicas. La tarifa es el
resultado matemático y toda alteración en el primer miembro de la ecuación debe
reflejarse en ella. Es decir, cambios considerables que comporten resultados
financieros extraordinarios, porque los normales u ordinarios deben comprenderse
dentro del riesgo de administración que es a cargo del concesionario.
Es de observar que aún en el caso de modificación de la tarifa en favor del
concesionario, lo dispone la Administración a petición del mismo y lo hace en razón
de que es de interés público que la empresa se halle en condiciones de seguir
prestando el servicio.
Si la concesión funcionara correctamente, conforme a la equivalencia
descrita, no habría nada indeseable en ella. Por el contrario, sería un medio eficaz de
colaboración de la empresa privada con la Administración pública.
Desgraciadamente no es así, a causa principalmente de las dificultades insuperables
para controlar y verificar el monto del capital invertido, los gastos de explotación y
en definitiva los beneficios que pueden llegar a niveles inadmisibles a costa de las
necesidades públicas. De ahí su descrédito y eliminación cada vez más generalizada.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
c) Obra pública
d) Contrato de suministro
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CAPÍTULO XII: CONTRATOS DE LA ADMINISTRACIÓN
e) Empréstito
f) Otros contratos
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
claración de nulidad y la de resolución de oficio, como en el contrato de
empréstito(16>.
Incluso en los contratos de ejecución única como el de compraventa común,
no puede dejar de admitirse la declaración de nulidad de oficio y su resolución
unilateral, mientras esté pendiente de ejecución. Sería absurdo obligar a la
Administración a recibir efectos que han llegado a ser innecesarios, sin perjuicio de
la indemnización a que ello dé lugar, se entiende. Si ya los ha recibido la situación
sería distinta, porque hallándose terminados los efectos de la compraventa, la
resolución administrativa tendría indudable efecto retroactivo y, por consiguiente,
sería inaplicable.
Las condiciones en que se justificaría la intervención unilateral de la
Administración, podrían ser formuladas del modo siguiente:
Io) Que el medio empleado sea indispensable para conformar el contrato a la
ley y la conveniencia pública, como las modificaciones introducidas en un contrato
de explotación de bosques fiscales y aún su rescisión por razones ecológicas.
2o) Que no haya otro medio idóneo en el propio contrato, para alcanzar los
mismos fines, como lo hay en el contrato de empréstito
(16) Tomando a manera de “tesis” algunos de los ejemplos de contratos de Derecho común que no
son “administrativos” según M. Marienhoff (op. cit. pág. 118 y sgtes.) y que en nuestro
concepto admiten la intervención conformadora do lu Administración, tenemos: a) la
compraventa de efectos aún no entregados, según lo explicamos en el texto; b) los contratos
de arrendamiento o venta de tierras fiscales cuyo precio puede ser objeto de ajustes por el
INDERT; c) los de explotación de bosques fiscales que pueden ser rescindidos por necesidad
do conservación forestal; d) los contratos de utilización por los usuarios do servicios
públicos (agua, electricidad, teléfonos, etc.) cuya tarifa y condiciones gune rales de
prestación pueden ser sin duda alguna modificadas unilatoralmonio. Incluso los contratos
constitutivos de empresas mixtas, las que pueden sor objeto de rescate como la concesión de
servicio público y su disolución y liquidación por decisión unilateral, como lo fue la
Corporación P. de Carnes, aun que ésta había sido constituida por ley y no por contrato; pero
aunque hubiese sido constituida por contrato, si se admite el rescate, sería también admisible
su disolución y liquidación por decisión unilateral que para los coconlratanleN conduce al
mismo resultado.
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CAPÍTULO XII: CONTRATOS DE LA ADMINISTRACIÓN
ros por crecimiento natural del consumo, en principio no debe dar lugar a reajustes,
en razón de que, aún cuando imprevisible en el monto, era previsible que ocurriera,
y lo más decisivo, que su financiamiento se opera con el propio mecanismo del
contrato: mayor volumen de productos o servicios, mayores ingresos.
b) Las variaciones cuyos efectos deben ser reajustados, son las
extraordinarias, que subvierten el equilibrio financiero del contrato. Deben
distinguirse a su vez dos situaciones: las causadas por hechos de la Administración
(“fait du prime” en el Derecho francés) y las derivadas del acaecer económico o
social del país.
c) Los hechos de la Administración deben ser nuevamente diferenciados:
los dispuestos en el contrato por el propio ente administrativo contratante por raía
parte y los hechos del gobierno en general, sea del Poder Ejecutivo o del
Legislativo.
Los primeros, como que son causa directa del desequilibrio financiero del
contrato, dan lugar a indemnización o reajuste en su integridad, como por ejemplo
en el caso del mayor costo por modificaciones introducidas en la obra o perjuicios
causados por rescisión intempestiva del contrato.
Los hechos del gobierno, como por ejemplo aumento de sueldos y salarios
por decreto del Poder Ejecutivo o deterioros en las condiciones de competencia por
modificación de aranceles aduaneros dispuesta por ley o tratado. Estos hechos dan
lugar a reajuste en la medida en que han incidido directamente en la economía del
contrato y no en cuanto sus efectos son sólo indirectos y mediatos, los cuales deben
comprenderse entre los riesgos de administración del cocontratan te.
d) En cuanto a los hechos producidos fuera de la órbita de la
Administración, propios del acontecer económico o social, como la paulatina
depreciación monetaria, o descenso en la demanda de bienes o servicios, sólo deben
ser objeto de reajustes en medida equitativa y no integral, en concepto de auxilio o
subsidio al cocontratante. I >n razón de ello está en que la Administración no
asegura o no debe asegurar un beneficio fijo sino que la ejecución del contrato es
por
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CAPÍTULO XII: CONTRATOS DE LA ADMINISTRACIÓN
cuenta y riesgo del cocontratante, a cargo de quien corre en este caso los riesgos de
carácter económico y social<17).
(17) cf. Andró de Laubadére, op. cit., pág. 453 y sgts. Miguel S. Marienhoff, op. cit., pág. 490 y
sgtea.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
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CAPITULO XII: CONTRATOS DE LA ADMINISTRACIÓN
281 •
Capítulo XIII
PROCEDIMIENTO DE CONTRATACIÓN
*
¿LICITACIÓN PÚBLICA. 2. PRINCIPIOS CONSTITUCIONALES BÁSICOS. 3. LICITACIÓN RESTRINGIDA. 4. ETAPAS O FASES DEL PROCEDIMIENTO LICITATORIO. 5. PREPARACIÓN Y ADOPCIÓN DEL PLIEGO DE
CONDICIONES. 6. CONVOCATORIA A LICITACIÓN. 7. PRESENTACIÓN DE LAS OFERTAS Y APERTURA DE LAS MISMAS. 8. EVALUACIÓN DE LAS OFERTAS. 9. ADJUDICACIÓN: SU
VALOR JURÍDICO. 10. OPCIONES PARA LA ADMINISTRACIÓN. 11. FOKMALIZACIÓN DEL CONTRATO. 12. VICIOS DE LA LICITACIÓN. 13. RECURSOS. 14. OTRAS FORMAS DE CONTRATACIÓN. 15.
PRO Y CONTRA DE LA LICITACIÓN PÚBLICA. 16. SUGERENCIAS PARA MEJORAR EL SISTEMA. 17. CONCESIONES Y EMPRÉSTITOS.
1. Licitación pública
Por regla general, el procedimiento seguido por la Administración para la contratación con particulares es el de la licitación pública, que tiene por finalidad
seleccionar al que ofrezca las condiciones más ventajosas (1).
(1.) E. Sayagués Laso, op. cit., pág. 552. Miguel A. Marienhoff, ob. cit., pág. 163. Como única excepción a la regla el capítulo 4 o de la Ley de Contrataciones Públicas prescribe: “Las convocantes
bajo su responsabilidad podrán llevar a cabo los procedimientos de contratación sin sujetarse a los de licitación pública o u los de licitación por concurso de ofertas, en los supuestos que a
continuación se señalan.
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SALVADOR VILLAGRA MAPFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
Hay, desde luego, excepciones que se imponen por sí mismas y otras formas de contratación que serán estudiadas en este mismo capítulo.
Entre las excepciones se cuentan los casos de imposibilidad de licitación como el de la extrema urgencia, el de la producción de ciertos bienes en manos de
personas especializadas en ciencia, arte o tecnología, o bajo régimen de patentes industriales o comerciales; o casos de inconveniencia como la adquisición de armas
y municiones de guerra; o casos de inutilidad como la compra de bienes producidos por una empresa pública, o de escaso monto <2).
Las excepciones deben estar expresamente establecidas en la ley y su interpretación es estricta, en razón de los principios fundamentales en que se apoya la
licitación pública. Puede, sin embargo, hallarse implícita la excepción, como en el caso de la ley que confiere “personalidad jurídica” a una empresa pública,
autorizándola por consiguiente a realizar actos específicos del giro de sus negocios (por ejemplo, compra, loteamiento y venta de tierras del INDERT) por los
mismos medios que las empresas privadas. Aún en estos casos, no hallándose comprendidos estrictamente dentro del giro de sus negocios (por ejemplo, compra de
maquinarias, construcción de obras, suministro de materia prima e insumo por INC, etc.) sus actos de contratación están igualmente sometidos al procedimiento de
la licitación pública.
El procedimiento de la licitación pública no es facultativo sino obligatorio para la Administración y la interpretación de las oxeopcio nes debe ser estricta,
como acabamos de decir, en virtud de los prin cipios constitucionales en que ella se funda.
(2) cf. Osvaldo Aranha Bandeira de Meló: DaLicitado, Süo l’nulo, l!)'/H. NIIUMIIH Ley 2051/03 enumera 8 excepciones, las que, resumidas, son las oxpmHiulnn un el texto (Art. 33).
• 284 •
CAPÍTULO XIII: PROCEDIMIENTO DE CONTRATACIÓN
En primer lugar, el principio de la “primacía del interés general de la Nación sobre el interés de los particulares” (Art. 128 C.N.) que obliga a la
Administración a gestionar contratos en las mejores condiciones posibles y cuidar de que no sean objeto de especulación y ganancias indebidas.
En segundo lugar, tan importante como el primero, la igualdad de trato de los particulares frente a la Administración (Art. 46 C.N.) que les confiere el
derecho a acceder a los negocios que ofrece la contratación con la misma, igualdad que sólo cede ante el mejor ofertante.
Estos dos principios fundamentales son garantizados por la libre concurrencia, la publicidad, la intangibilidad del pliego de condiciones y otras seguridades
que estudiaremos seguidamente. Cabe sin embargo adelantar que su violación constituirá vicio grave de la licitación, frente a otros defectos que podrían considerarse
leves o secundarios.
3. Licitación restringida
No riñe con el principio de igualdad la restricción de la licitación, mediante la llamada precalificación, a limitado círculo de posibles oferentes que reúnan
especiales condiciones de capacidad técnica y financiera, exigencia generalmente necesaria para la contratación de grandes obras públicas <3).
(3) La Ley 2051/03 dispone en su artículo 17: “Modalidades Complementarias. Sin perjuicio de los procedimientos de contratación señalados en esta ley, y con apego a los principios generales
establecidos en el Articulo 4 o, los organismos, las entidades y las municipalidades, en los términos que establezca el reglamento, podrán introducir las modalidades complementarias que
permitan tutelar de mejor manera el interés público, tales como mecanismos de procalificación, procedimientos con dos o más etapas de evaluación, con subasta a la baja, con financiamiento
otorgado por el proveedor o contratista o cualquier otra figura jurídica que sea legal y se considere pertinente”. Es la denominada “precalificación”.
• 285 •
SALVADOR VILLAGRA MAPFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
Tampoco contrariaba dicho principio la exigencia de inscripción previa, llenadas ciertas condiciones, en registros públicos destinados a los efectos de la
participación en licitaciones públicas en general o solamente en algunas como las de obras públicas y suministros.
En todos estos casos el principio de igualdad se cumple con dar participación en la licitación a todos los que reúnan las condiciones preestablecidas.
El problema agudo tocante a este punto es el de la exclusión de empresas extranj eras en la licitación para la construcción de obras en general o de las obras
públicas en particular. Por una parte es enteramente razonable que las empresas nacionales tengan preferencia en su propio país, para la adquisición de experiencia y
formación de personal y de capitales, que de otro modo nunca podrán llegar a competir con las extranjeras. Por otro lado, el Art. 46 de la Constitución prescribe que
“todos los habitantes de la República son iguales en dignidad y derechos”, pero agrega, en su Art. 41 que “ las migraciones serán reglamentadas por ley”. De modo
que a título de reglamentación podría la ley excluirlos de las licitaciones para obras públicas, como ocurre en otros países, salvo convenios de reciprocidad o cum pl
i miento de ciertas condiciones como la de dar participación a empresas nacionales y hacer posible la transferencia de tecnología.
Al respecto la Ley de Contrataciones Públicas vigente, en su A rl.. 18, dispone: “En los procedimientos de contratación de carácter internacional, los
organismos, las entidades y las municipalidades opta rán, en igual de condiciones, por el empleo de los recursos humanos del país y por la adquisición y locación de
bienes producidos en la República del Paraguay y que cuenten con el porcentaje de contenido nacional superior al cincuenta por ciento en la comparación económi
ca de las propuestas, con un margen de hasta el 10 % de preferencia en el precio respecto de los bienes de importación, conforme a las normas de evaluación que se
establezcan en el reglamento”.
Más dudosa sería la constitucionalidad de la exclusión tnl.nl de empresas extranjeras de las obras que se construyan en el país aonii
• 286 •
CAPÍTULO XIII: PROCEDIMIENTO DE CONTRATACIÓN
públicas o privadas, porque a título de reglamentación la ley habría llegado a negar totalmente los derechos constitucionales de los extranjeros en toda una esfera
importante de actividad.
Una solución puede ser la constitución de las llamadas “empresas conj untas” caracterizadas por la complementación de recursos de uno y otros países:
tecnología, know-how, financiamiento, mano de obra, materia prima, energía, etc. Sin embargo, a menos que la legislación de un país la haga unilateralmente viable,
para el pleno desenvolvimiento de la empresa conjunta se requiere convenio internado- nal entre los países interesados (4). Por lo demás, esta es una materia que
excede del procedimiento licitatorio que estamos tratando, en cuanto se extiende a la construcción de obras privadas. Lo mismo puede decirse de la participación de
técnicos extranjeros de profeáo- nes liberales (ingenieros y arquitectos) cuyo ejercicio en uno y otro país esté protegido por convenio internacional. No se les puede
negar toda participación, tanto en las obras públicas como en las privadas, en ejercicio de su profesión.
Pueden señalarse las siguientes etapas que son otras tantas fases autónomas dentro del procedimiento de la licitación:
a) preparación y adopción del pliego de condiciones;
b) convocatoria a licitación;
c) presentación y apertura de las ofertas;
d) valoración de las mismas;
e) selección y adjudicación;
f) formalización del contrato.
(4) v. “Bases para la constitución de Empresas Conjuntas presentadas poi la Asociación Paraguaya de Estudios Administrativos y Fiscales a las IX Jomadas Latinoamericanas del Instituto
Latinoamericano de Derecho Tributario”, Asunción, 1979.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
Conforme lo hemos adelantado en el capítulo anterior, las cinco primeras etapas son dispuestas por actos administrativos unilaterales; solamente la última es
bilateral o contractual.
Deben anteponerse a todas ellas los estudios de factibilidad económica y autorización financiera, impuesta esta última por el régimen presupuestario a que
está sometida tanto la Administración centralizada como la descentralizada. Estos supuestos deben estar cumplidos para la iniciación del procedimiento licitatorio.
El primer acto del procedimiento es todavía puramente interno y consiste en la preparación y adopción del pliego de condiciones. Este pliego es de primordial
importancia, porque su contenido, como bien se ha dicho, va a constituir la ley interna de la licitación y a él deben ajustarse los actos posteriores del procedimiento
y el contrato que es su último objetivo <B).
(5) La Ley de 2.051/03 dispone en su artículo 15 que “Los organismos, entidades y municipalidades realizarán la estimación del costo de cada contrato, a fin do determinar el procedimiento de
contratación y la afectación específica de ION créditos presupuestarios...”. “Además, como condición previa para iniciar and quier procedimiento de contratación según la naturaleza del
proyecto, Imi Convocantes deberán contar con el estudio, diseños, incluidos planos y crtlni los, especificaciones generales y técnicas, debidamente concluidos, y en lodos los casos, con la
programación, los presupuestos y demás documentos que so consideren necesarios. Los contratos llave en mano en los que el disocio o« responsabilidad del contratista, quedan excluidos de
la obligación respectiva'' El documento de las especificaciones no puede quedar reservado puesto que debe darse a conocer a los interesados dentro del pliego de condiciones, En cuanto a la
estimación de costo, su pretendida reserva conlleva un riesgo prrtr ticamente inevitable: el de que por infidencia llegue a conocimiento de algunos interesados colocándolos en situación
ventajosa respecto do otros. Ilion OH rler to que si se deja la estimación del costo al alcance del conocimiento (le todos, se perjudicaría la posición de la Administración frente a las posibles
olbrlos i|im tendrían una base preestablecida. De cualquier manera, parece óslo un riesgo menor que el de la infidencia. Una posible solución os la que trae la inisius ley, en su Art. 15 : Si los
precios de las ofertas resulten inaceptables, por supersi las previsiones presupuestarias de la Convocante determinados conformo si Artículo 15 de la Ley 2.051/03, la licitación será
declarada desierta.
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CAPÍTULO XIII: PROCEDIMIENTO DE CONTRATACIÓN
El pliego de condiciones debe ser suficientemente preciso, no sólo para la identificación del objeto del futuro contrato sino también para hacer que las ofertas,
al ser formuladas sobre las mismas condiciones, puedan ser comparables. Pero al mismo tiempo no deben ser tan extremadamente específicas o individualizadas las
condiciones de suerte que sólo pueda cumplirlas algún ofertante determinado, que sería la forma de darle de entrada una posición privilegiada a éste.
El pliego de condiciones puede ser cerrado o abierto. Cerrado es el que no da lugar a alternativas y abierto el que deja margen a la creatividad de los oferentes
en cuanto a las modalidades del contrato y especificaciones técnicas de su objeto. Este último se aparta en realidad de la esencia de la licitación al no establecer
bases fijas para la comparación de las ofertas. Lo recomendable en su lugar es que las alternativas y modalidades sean objeto del llamado previo de licitación o de
concurso de consultorías sobre factibilidad técnica, económica y financiera del proyecto.
En cuanto al contenido, dentro del pliego hay una parte relativa a condiciones generales del contrato y otra sobre especificaciones técnicas de su objeto,
distinción que puede servir para encomendar la primera parte a un departamento central de contrataciones de la Administración y la segunda a la entidad
administrativa interesada.
Dentro de las condiciones generales se comprenden las disposiciones legales y reglamentarias de la licitación, las que, si bien deben presumirse conocidas, no
está demás que sean incluidas o siquiera citadas dentro de las condiciones generales, al menos las que sean más directamente atingentes a la licitación en trámite (6)
.
((i) La citada Ley 2.051/03 usa repetidas veces la expresión “bases o pliego de requisitos” , lo que puede entenderse en dos sentidos: como sinónimos uno y otro término, o las “bases” en el sentido
de supuestos legales y reglamentarios » que nos referimos en el texto.
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SALVADOR VÍLLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
6. Convocatoria a licitación
Por la convocatoria o llamado a licitación y su publicación la Administración entra en relación con los particulares interesados, al punto de que no puede
negarse a recibir las ofertas en las condiciones fijadas.
La publicación debe hacerse en la forma prescrita en la ley o reglamento y, en su defecto, por los medios de publicidad adecuados y suficientes. En los
Municipios, si por alguna razón el llamado se lim i- ta a su propio ámbito, la publicación podría hacerse por medios de difusión locales; y si no, por los de alcance
nacional. Lo mismo en las licitaciones de la Administración centralizada y descentralizada: la publicación por los medios de difusión que alcancen a todo el país y si
es de carácter internacional, por los que lleguen a los países en que s< > presuma haya interesados en la licitación. Por lo demás, el llamado sólo contiene la
especificación sucinta pero precisa del objeto do la licitación, con indicación de la oficina, hora y término en que estará a disposición de los interesados el pliego de
condiciones.
La publicidad del llamado a licitación es esencial porque si n o 11 a no se cumplen las condiciones fundamentales de lalibre concurrencia e igualdad de
oportunidad páralos particulares interesados. Por esta razón, cualquiera modificación o alteración del pliego de condicionca debe darse a publicidad por los mismos
medios en que ha sido ésto publicado. Incluso las respuestas dadas por la Administración lid tante a las consultas de los oferentes, que de alguna manera puedan
influir en la interpretación del pliego de condiciones, deben dnrnr» también a publicidad por los mismos medios. Por la misma rnzón, no puede negarse a los
interesados el acceso al expediente de la I ¡citación en la oficina en que se encuentre <7).
(7) La ley vigente prescribe que “Las convocatorias o llamados n licitación publica,
se publicarán en cuando menos un diario de circulación nacional, durante na mínimo de tres días, yr en el órgano de publicación oficial. La información en las
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CAPÍTULO XIII: PROCEDIMIENTO DE CONTRATACIÓN
avisos de prensa contendrá los elementos necesarios para que los posibles oferentes puedan
determinar su interés de participación”. La prueba de publicidad será definitiva para los que
han concurrido a la licitación, puesto que justamente mediante ella han podido presentarse;
pero no puede serlo para los que no se han presentado debido precisamente a lo inadecuado
o insuficiente de la publicación.
(8) Cf. Miguel S. Marienhoff, op. cit. pág. 196. O. A. Bandeira de Mello, op. cit., pág. 83.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
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CAPÍTULO XIII: PROCEDIMIENTO DE CONTRATACIÓN
¡10) cf. Amdré de Laubadére, op. cit., pág. 425. La anterior ley de 1.909 prescribí que el Poder
Ejecutivo podía preferir a la propuesta mas baja otra de la presentadas cuyo titular “por su
reputación o recursos ofrezca mayor garantí de fiel cumplimiento”.Nuestra ley vigente
dispone en su Art. 28 que si dos más ofertas son solventes porque han cumplido la totalidad
de los requisito: el contrato se adjudicará a quien presente el precio más bajo. A esto último e
iipl ¡rublo lo que se expone en el texto.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DIRECHO ADNONISTRATIVO
(11) cf. O. A. Bandeira de Mello, op.cit.,págs. 104,105. En contra M. S. Marienhoff, para quien
“la adjudicación es el acto emanado de la Administración Pública mediante la cual ésta,
integrando una anterior expresión de voluntad suya, complementa el acuerdo de voluntades
del que nace el contrato administrativo tenido en vista”, op. cit., pág. 249 y sgtes.
En el régimen de contratación de las entidades binacionales Itaipú y Yacyrotrt, que puede
considerarse como la última palabra en la materia, se distingue la “contratación”, como
última etapa, de la “adjudicación” que la antecedo (V. reglamentos internos enteramente
análogos de las dos entidades).
Desde luego no tiene sentido, a nuestro juicio, decir que “se adjudica ol coi i Ira to”, como si
éste, que es un acto bilateral, pasara a ser de pertenencia dol adjudicatario; lo que se
adjudica es el “derecho a contratar” que es otra cima.
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CAPÍTULO XIII: PROCEDIMIENTO DE CONTRATACIÓN
(12) Nuestra Ley vigente dice solamente que la Administración conserva siempre el derecho de
declarar desierta o cancelar la licitación y no dice que una vez seleccionada la oferta más
ventajosa, pueda desistir de celebrar el contrato. A nuestro juicio, si se admite que los
contratos de la Administración pueden ser resueltos unilateralmente por ésta, como lo acepta
la doctrina corriente, hay que admitir también que, aún después de la adjudicación, puede
desistir del contrato. Esta opción puede resultar necesaria en el caso de que la oferta, aun
siendo considerada la mejor, exceda del fmanciamiento presupuestado, por ejemplo, o por
hechos sobrevivientes que hagan inútil para la Administración el objeto licitado. Sólo que, a
diferencia de las etapas anteriores en que podía desistir de la licitación sin obligación de
indemnizar a los oferentes, en ésta sí estaría obligada a ello, por afectar el derecho a
contratar reconocido al adjudicatario (Art. 39 C.N.).
(13) El concepto de “acto administrativo bilateral” es una contradictio in adjecto. Si, como es
forzoso, se parte del supuesto de que los actos jurídicos de la Administración son de dos
clases: el acto jurídico administrativo caracterizado por su unilateralidad, regido por
Derecho administrativo, de una parte, y por la otra el acto jurídico bilateral de Derecho
privado que es el contrato, al calificar a este último de “acto administrativo bilateral”, se
incluye en el concepto de “acto administrativo” lo que por definición ha sido excluido del
mismo. Tendría que admitirse una tercera clase de actos de la Administración que sean al
mismo tiempo unilaterales y bilaterales, lo que parece lógicamente imposible. El equívoco
está en que todos ellos son actos administrativos en el sentido de
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
que son actos de la Administración pública, pero se debe respetar la claHilicn ción
presupuesta: actos administrativos en su sentido propio y actos jnWdirn* del Derecho
privado celebrados por la Administración. Por esta razón, al l.rn tar de definir en el capítulo
precedente los llamados “contratos administran vos”, los hemos calificado como contratos
del Derecho común, distingo ióndnloa de los actos administrativos que los preparan,
acompañan e interfieren en mi ejecución por decisión unilateral de la Administración.
(14) Según la ley vigente no se requiere que los contratos so instrumenten pin Escritura Pública y
no está prescrita otra solemnidad para talos con!,rain» Esto sin perjuicio de las formalidades
y solemnidades exigidas por el (Indigo Civil y las demás leyes vigentes.
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CAPÍTULO XIII: PROCEDIMIENTO DE CONTRATACIÓN
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13. Recursos
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CAPÍTULO XIII: PROCEDIMIENTO DE CONTRATACIÓN
vista adquiere tanta mayor importancia por cuanto la revisión de los actos de la
licitación a iniciativa de los interesados es el medio más eficaz, si no el único, para
el control de legalidad de la misma Administración.
Dos conclusiones son obvias: primera, que no existe ningún inconveniente
para que los recursos puramente administrativos tengan efecto suspensivo, pues está
en manos de la propia Administración resolverlos en la mayor brevedad; segunda,
que el recurso con- tencioso-administrativo es enteramente inadecuado, pues el
juicio respectivo puede prolongarse, no por meses, sino por años.
La vía judicial adecuada sería la del amparo, que es breve y sumaria, y para
la cual existen todos los requisitos previstos en el Art. 134 C.N.
Más, hallándose establecida en la Constitución la competencia de los jueces
de primera instancia para entender en el amparo y no existiendo jueces de este rango
en lo administrativo, el juicio de amparo podría llegar solamente en grado de
apelación al Tribunal de Cuentas, lo que estaría ajustado a la prescripción
constitucional que asigna competencia exclusiva a este Tribunal en asuntos
contencio- so-administrativos, como lo serían las cuestiones que se planteen contra
los actos de la autoridad licitante. Este solución es análoga a la que proponemos en
el Capítulo XIX N° 2, a fin de conciliar la competencia exclusiva de la Corte S. de
Justicia para la declaración de inconstitu- cionalidad con la competencia
constitucional también exclusiva del Tribunal de Cuentas en materia contencioso-
administrativa.
La Ley 2051/03 “De Contrataciones Públicas” prescribe otras vías para la
solución de controversias en el marco de los procesos de contratación , tales como
los avenimientos y las protestas. Estas se i nterponen y sustancian ante la Dirección
General de Contrataciones Públicas, autoridad de aplicación de la Ley.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
En nuestro Derecho positivo, como queda dicho más arriba, la regla general
para la contratación de la Administración con los particulares es la de la licitación
pública. Con carácter de excepción, aunque de hecho sean más frecuentes, hay
otras formas de contratación, las que a continuación sumariamente se describen.
a) El “concurso de precios”, que consiste en la licitación limitada a posibles
oferentes “invitados” especialmente por la Administración a presentar ofertas. El
nombre de “concurso”, que en realidad es genérico, pues lo es también la licitación
pública, se usa éventualmente, con el significado de “concurso de aptitudes
científicas, técnicas o artísticas” o “de proyectos o modelos”, que se distinguen del
que estamos tratando que es “de precios”.
b) Subasta o remate público, para la venta de bienes muebles de la
Administración. Yahemos dicho que esta formalidad es inaplicable a las ventas de
productos de las empresas públicas dentro del giro de sus negocios, autorizadas
implícitamente para el efecto por sus leyes orgánicas, como en el caso de cemento
producido por INC y derivados de petróleo de PETROPAR.
c) Contratación directa que consiste en la selección del contratante, libre de
formalidades. Autorizada por la ley como excepción a la licitación pública,
paradógicamente es más frecuente en los casos extremos: en los contratos de monto
relativamente bajo y en los de muy grande envergadura que por su costo y
especiales condición es n o pueden librarse a licitación pública. Los más
importantes entre estos últimos, concesión de servicios públicos y empréstitos, que
compren den el financiamiento de obras públicas, están afortunadamente so
metidos al control legislativo de que nos ocupamos enseguida<ini.
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CAPÍTULO XIII: PROCEDIMIENTO DE CONTRATACIÓN
genéricos, cuya estimación de costos no exceda los cinco mil jómales mínimos”. La
enajenación de tierras del INDERT y de las Municipalidades está sometida a régimen
jurídico especial y en cuanto a las tierras fiscales en general es de esperar que nunca más
serán llevadas a remate público.
En los ya citados reglamentos de las entidades binacionales Itaipú y Yacyretá las formas de
contratación se clasifican así:
a) licitación pública caracterizada por la convocatoria a personas “inciertas”;
b) concurso de precios, mediante invitación a personas “ciertas” suficientemente
calificadas;
c) concurso limitado de precios, mediante invitación a un mínimo de tres firmas que estén
registradas en la entidad;
d) adquisición directa, en los casos que se detallan exhaustivamente en dichos
reglamentos.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO diciones
especialísimas se puede salvar mediante la correcta previsión de los casos en que
procederá la contratación directa.
La posibilidad de fraude es la más grave. Bien se ha dicho que en la cadena
de la licitación el eslabón más débil es la honestidad de los funcionarios y de los
oferentes. No hay más alternativa que tratar de reforzarlo con medidas apropiadas
de seguridad, pues las otras formas de contratación (concurso de precios y
contratación directa) padecen de puntos mucho más flojos, propicios para fraudes.
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CAPÍTULO XIII: PROCEDIMIENTO DE CONTRATACIÓN
a) Concesiones
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO)
Lo único que tienen de común es que sólo pueden ser por tiempo limitado,
prescripción que se repite en los Art. 112 para las concesiones de extracción de
“minerales sólidos, líquidos y gaseosos” que son del dominio del Estado y para la
explotación de “recursos naturales” que sean también de propiedad del Estado.
Están de acuerdo con estas prescripciones las leyes dictadas con anterioridad
a la Constitución de 1992, que regulan la prospección, investigación y explotación
de yacimientos petrolíferos (Ley 675/60 y Ley 1078/65 que modifica parcialmente
la Ley 675) y análoga concesión para los demás minerales (Ley de Minas 94/13 y
698/24).
b) Empréstitos
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CAPÍTULO XIII: PROCEDIMIENTO DE CONTRATACIÓN
Estado mismo, sino también porque están sometidas a igual que la Administración
Central a la exigencia constitucional de aprobación legislativa de sus presupuestos,
materia con la cual tiene, como acaba de verse, vinculación directa la contratación
de empréstito. En el régimen financiero estatal, en efecto, no puede haber empréstito
ni recursos destinados al servicio de la deuda, sin que estén previstos en la ley de
presupuesto.
Otra cuestión: ¿Será suficiente la autorización general para contratar
empréstitos contenidas en las leyes orgánicas de las empresas públicas o la previsión
en forma también general en la ley de presupuesto? La prescripción constitucional
tiene evidentemente por objeto poner bajo el control del Poder Legislativo las
condiciones de endeudamiento de la República. Lo que interesa es, no solamente la
autorización formal, sino la aprobación de las condiciones concretas del empréstito:
su monto, intereses, amortización, plazos, garantías y demás estipulaciones. Una
autorización general en blanco o solamente con la mención del monto, incurriría en
la prohibición constitucional según la cual “Ningúno de estos poderes puede
atribuirse, ni otorga a otro ni a persona alguna individual o colectiva facultades
extraordinarias o la suma del poder público” (Art. 3 o C.N.). Por manera que la
autorización general contenida en las leyes orgánicas de las empresas públicas y la
que se conceda de manera también general al Poder Ejecutivo en la ley de
presupuesto, sólo puede interpretarse como autorización para negociar empréstitos
ad referendum de la aprobación legislativa, como lo disponía la Ley N° 405/73 de
CORPOSANA, que al autorizar al Consejo de Administración a “contratar
empréstitos en el país y en el extranjero” lo condicionaba expresamente al
cumplimiento de la prescripción constitucional en la materia.
Las “garantías” hacen parte del empréstito y por consiguiente deben ser
también autorizados por ley. Si el que ha de prestar la garantía es el Estado o una
institución u organismo que no tiene personal idad jurídica, como es el caso de la
Dirección del Tesoro, debe
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
ser prestada a nombre del Estado que es el que tiene personalidad jurídica y ser
formalizada directamente por el Poder Ejecutivo (Art. 238 inc. I o C.N.: “El
Presidente de la República... representa al estado y dirige la administración general
del país) o por funcionario habilitado para el efecto por decreto del mismo Poder
Ejecutivo.
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Capítulo XIV
SERVICIO PÚBLICO
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SALVADOR VILLAGRA MAFPIODO / PMNCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
(1) A. de Laubadére: Droit Administratif, 1953; M Waline, Droit AdminiHt.ral.ir, 1959 y el estudio
de R. Latoumerie sobre Noción de Servicio Público, on KHt.ii dios y Documentos,
publicación del Consejo de Estado, 1960, en que más coii vencen las agudas críticas que su
refutación en el mismo estudio. En Amónen Latina, Jaime Vidal Perdomo en su obra
“Derecho Administrativo”, Culi, (lo lombia, 1977, pág. 32, dice: “Lo que más ha
contribuido al abandono dol criterio del servicio público ha sido la creación de tipos nuevos
de servicioH publican (servicios industriales y comerciales, servicios sociales) cuyo estatuto
jurídico es en gran parte de derecho privado”.
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CAPÍTULO XIV: SERVICIO PÚBLICO
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
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CAPITULO XIV: SKFVICIO PÚBLICO
tales leyes. Y el Poder Judicial sólc tiene competencia para “conocer y decidir”
en las cuestiones contenciosas que se susciten con motivo de le ejecución de las
mismas leyes. “ífadie está obligado a hacer lo que la ley no ordena ni privado de lo
cue ella no prohíbe”, prescribe la Constitución Nacional; pero se elude este
principio fundamental del Estado de Derecho interviniendo las autoridades
administrativas en todo aquello que a su juicio sea servicio público so capa de que
el “Estado” tiene las aludidas facultades de intervención. Lo mismo, con la
calificación de servicio público, án base legal, por los tribunales.
La doctrina del servicio público ha servido al parecer de vía dé escape de la
rígida exigencia de rna base legal concreta para toda actuación administrativa y
hacer esí frente a los crecientes requerimientos de intervención estatal en los
servicios de interés general. Pero este es un problema que debe ser planteado en
sus verdaderos términos, como uno de los más importantes del Derecho público
moderno y, para el cual, sin renunciar al imperio de la ley, se ofrecen ya soluciones
mucho más amplias y adecuadas. De este mismo planteamiento se tratará en
capítulos posteriores.
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SALVADOR VULAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
Cuando se afirma que los servicios pueden ser administrados por gestión
dilecta o por concesión a particulares, se está usando el concepto reducido a los
servicios indicados precedentemente. En efecto, no es admisible, al menos en
nuestro tiempo, que sean concedidos a particulares servicios de policía, de
recaudación de impuestos, etc. Son solamente ciertos servicios de contenido
económico, comercial, o industrial que no afecten de algún modo la soberanía
estatal los que pueden ser objeto de concesión. Y entonces sí puede tener aplicación
útil el llamado “régimen de servicio público”, porque el servicio conco dido
sigue siendo servicio estatal y por consiguiente, regirían en ól los principios de
obligatoriedad de prestación del servicio, igualdad de trato para los usuarios,
continuidad, modificabilidad y adecuación u las necesidades públicas, exactamente
igual que si estuviera bajo la
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CAPÍTULO XIV: SERVICIO PÚBLICO
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go, aún en estos casos, contrariamente a lo que enseña G. Jéze, no pueden romperse
los vínculos que lo unen al Estado y que son de Derecho público: los agentes
estatales en las asambleas y el directorio están sometidos a instrucciones y control
de las autoridades competentes, caen bajo la responsabilidad individual de
funcionarios; los fondos que manejan son fondos públicos sometidos a un régimen
especial; aprobación y control de ejecución del presupuesto, etc.
Esta es la ubicación y la justificación del Derecho privado dentro del
Derecho administrativo. En tanto que paralas personas privadas sirve los propios
fines de éstas, para la Administración es un medio, además de los suyos propios
específicos (ej. compraventa, al lado de la expropiación, para la realización de los
fines que la ley tiene en vista). El Derecho administrativo lo enmarca, lo
condiciona, y no puede separarse de él enteramente, lo cual, como se verá en su
oportunidad, crea nuevos problemas para el deslinde de jurisdicciones en la justicia
administrativa.
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CAPÍTULO XIV: SERVICIO PÚBLICO
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CAPITULO XIV. SERVICIO PÚBLICO
pérdidas continuadas, antes que abandonarlo, lo cual podía ser causa de caducidad
sin lugar a indemnización, ofreció restituirlo al Estado mediante una compensación
pecuniaria.
Los prestatarios de servicios reglamentados, también pueden estar obligados
a prestarlo continuamente (farmacia, transporte de pasajeros, etc.) “mientras estén
en el servicio”, pero pueden abandonarlos definitivamente cuando ya no les
convengan, al menos en el estado actual de nuestro Derecho positivo, generalmente
con el único requisito de una comunicación o preaviso a la autoridad competente <»
b) Si el particular que presta el servicio percibe “tasas”, en el supuesto de
que estas “tasas” pueden distinguirse positivamente de los “precios” del Derecho
privado, sería también indudable el carácter de servicio público porque sólo el
Estado y las instituciones públicas pueden percibir tasas, que son tributos. La
facultad del particular para cobrarlas tiene que haber sido necesariamente otorgada
por la Administración como parte de una concesión de servicio público. Ej.: la
antigua Compañía del Puerto de la Capital que percibía tasas portuarias.
c) Igualmente, en el supuesto de que el Estado pueda monopolizar ciertos
servicios, lo que la Constitución vigente no autoriza expresamente como lo hacía la
Constitución de 1940 para la producción, circulación y venta de artículos de
primera necesidad, si el particular presta el servicio bajo el régimen de monopolio
legal, no monopolio de hecho que es otra cosa, la calificación de servicio público
concedido es también obvia, porque sólo al Estado puede atribuirse el monopolio.
Este es el caso del servicio de distribución y venta de derivados de petróleo que
Refinería Paraguay S.A. tenía bajo monopolio, aunque haya renunciado a este
privilegio por propia conveniencia.
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CAPÍTULO XIV: SERVICIO PÚBLICO
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CAPÍTULO XIV: SERVICIO PÚBLICO
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CAPÍTULO XIV: SERVICIO PÚBLICO
Una materia que es objeto de gran desarrollo en nuestros días y promete serlo aún más, es la del “Derecho Administrativo Económico” o “Derecho
Administrativo de la Economía”(1). En realidad, Derecho económico ha existido siempre. El Derecho de propiedad es un Derecho básico de toda la Economía,
incluso de la del Estado. Pero no
(1) José Roberto Dromi en su obra “Derecho Administrativo Económico” cita al respecto la “Bibliografía de Empresas Públicas” publicada por CLADES (Centro Latinoamericano de
Documentación Económica y Social, CEPAL, Naciones Unidas, 1972) que recoge un total de 2091 títulos bibliográficos, en 17 idiomas, de 91 países.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
es en este sentido tan amplio que debe entenderse el Derecho Administrativo de la Economía. Se limita el concepto a la función del Estado en la economía, sea la
función reguladora de la economía privada sea la de los emprendimientos económicos directos del Estado. En síntesis, la economía enfocada desde el punto de vista
del Estado o, en otras palabras más precisas, las formas administrativas de la intervención del Estado en la economía.
Debemos recordar aquí lo que dijimos en el Capítulo I, N° 8: que el Derecho administrativo consiste en rigor en las normas que regulan la ejecución de la ley
por órganos llamados ejecutivos y sólo por extensión del concepto comprende las leyes ejecutadas por tales órganos. Estas diferentes leyes en materia económica
(monetaria, industrial, de la energía, etc.) deben ser objeto de estudios especiales, no sólo porque no caben en el marco de un compendio de Derecho administrativo
sino porque a éste interesa solamente cuáles son los órganos y las formas administrativas de ejecución de dichas leyes. Hay también una razón metodológica para
dicha discriminación, y es la de que las leyes de fondo pueden cambiar y cambian en efecto con frecuencia, de modo que su estudio en particular puede resultar
inútil, siendo por consiguiente indispensable consultarlas en cada caso; en tanto que su ejecución por la Administración obedece a categorías formales invariables,
como lo son el grado de intervención, la clase di' órganos de ejecución, centralizados o descentralizados, etc.
Es lo que intentaremos destacar, a grandes rasgos, en el presente capítulo, integrando en una sola perspectiva lo que ya se ha expu esto en parte, aisladamente,
al tratar los temas de “servicio público”, “entes descentralizados”, etc.
El problema de la intervención estatal en la economía suele ser tratado in abstracto, tanto en la ciencia económica como en la política, sin tener en cuenta la
gran variedad de formas y grados de interven
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CAPÍTULO XV: DERECHO ADMINISTRATIVO ECONÓMICO
ción que pueden ser decisivos según sean las especiales condiciones de desarrollo, de sistema de vida, de tecnología, de ideología, de cada país en particular. No es
lo mismo ni está sometida al mismo régimen jurídico la función pasiva en que el Estado sólo protege o regula la economía privada y la activa en que el mismo
asume el rol de empresario. Hay entre una y otra forma de intervención diversos tipos de administración que reflejan progresivos grados de intervención que van
desde las funciones de estímulo de la economía privada hasta la empresa pública bajo régimen de monopolio. La relevancia de cada una de estas formas
administrativas de intervención, es tal, que su generalización o predominio basta para caracterizar el sistema económico en un Estado y un momento histórico
determinados.
Para el Estado, así como para el Derecho, la economía como complejo de actividad y conducta humanas, es insoslayable. No puede serles indiferente ni es
posible una falta absoluta de intervención. El laissezfairisme más riguroso es ya una forma de intervención, a tal punto que su resultado es la existencia de una
economía libre que constituye justamente su deliberado objetivo.
Pero no es a esta falta de intervención a la que vamos a referirnos, puesto que ella consiste en la inacción administrativa sino a la que se traduce en
funciones de estímulo, de asesoramiento, de incentivos fiscales, de fomento en fin. En el espectro de posibles formas de intervención estatal aparece ésta como del
grado mínimo, y su predominio, como el de la falta total de intervención, como acabamos de indicar, caracteriza la economía libre o incentivada, aún la de
planeamiento meramente indicativo(2).
(2) La caracterización ensayada no significa sistemas económicos cerrados o rígidos sino que indica apenas la dirección o sentido de las estructuras económico-políticas resultantes de ciertas
formas de intervención estatal que en realidad se entrecruzan y coexisten, de manera que no se dan formas puras sino que solo predominantes.
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SALVADOR VILLAGRA MAPFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVI
Para que la Administración asuma funciones de esta categoría, no se requiere en principio autorización legal especial. Basta qie en la ley de presupuesto
existan créditos asignados para 'a promociin de ciertos rubros económicos. La excepción más aparente es la qu< consiste en la liberación de tributos que, como la
imposición, sólo juede ser dispuesta por ley. Esta excepción adquiere importancia es]ecial cuando afecta el principio de igualdad, posponiendo acontribuymtes que
se encuentran en análogas condiciones que los liberados, > aún mayor trascendencia si la liberación llega a constituir dumpingpara el comercio internacional
protegido por tratados.
La Constitución actual dedica los Arts. 107 al 113 al régimen económico enfatizando el régimen de economía libre
De conformidad con las disposiciones constitucionales transcriptas se han dictado diversas leyes de estímulo o fomento económ fco, en las que se crean al
mismo tiempo los órganos para su ejecución. A continuación se enumeran los existentes en el momento actual .clasificados por Ministerios bajo cuya dependencia
se encuentran, fi son centralizados, o por intermedio de los cuales se relacionan con el Poder Ejecutivo, si son descentralizados. Hay que advertir qu(> esos órganos,
según las leyes que los han creado, pueden estar revestidos incidentalmente de otras funciones además de la de fomento, pero se los incluye aquí por ser esta última
función la principal. Ellos son:
1) Los servicios centralizados en el mismo Ministerio, dentro de las atribuciones que le confiere el Ley N° 81/92, de las cuales la más significativa es la que
le asigna: “Promover, orientar y proteger las actividades productivas agropecuarias, forestales, agroindiiHÍiiales y otras relacionadas con sus atribuciones”. Estos
servicios son hliplíri
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CAPÍTULO XV: DEHECHO ADMINISTRATIVO ECONÓMICO
1) Los servicios centralizados en el Ministerio, dentro de las atribuciones asignadas en su carta orgánica, Ley N° 904/63, cuyo Art. I o dispone: “Corresponde
al Ministerio de Industria y Comercio fomentar la producción industrial mediante la instalación de nuevos establecimientos y el mejoramiento de los existentes;
facilitar la distribución, circulación y consumo de los bienes de origen nacional y extranjero y promover el incremento del comercio interno e internacional”. Tiene
también facultades de regulación que se verán enseguida. La de fomento es la trascripta.
2) Consejo de Inversiones dependiente del Ministerio, órgano asesor el Poder Ejecutivo para la aplicación de la Ley N° 60/90 que
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CAPÍTULO XV: DERECHO ADMINISTRATIVO ECONÓMICO
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
No cabe duda que esta es una forma más avanzada de intervención del
Estado en la vida económica. Basta pensar en la fijación de precios y salarios o la
imposición de gravámenes de cambio y depósitos previos para la importación o de
cuotas de ciertos productos para la industria nacional, admitidas en nuestra
legislación, para darse cuenta de que se ha recorrido gran trecho hacia una
“economía controlada”.
A diferencia de las funciones de mero estímulo o fomento para las cuales
bastaría que los respectivos Ministerios tengan los créditos presupuestarios
correspondientes, excepto para la desgravación de tributos que requiere disposición
legislativa, como se ha indicado más arriba, para el ejercicio de funciones
reguladoras se requiere en todos los casos que el órgano administrativo esté
revestido de competencia y expresa autorización de la ley, por aplicación del
precepto constitucional tantas veces citado: “Nadie está obligado a hacer lo que la
ley no ordena ni privado de lo que ella no prohíbe” (Art. 9° C.N.), conforme se ha
explicado en el citado Capítulo IV.
a) De la Presidencia de la República
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CAPÍTULO XV: DEÍECHO ADMINISTRATIVO ECONÓMICO
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CAPÍTULO XV: DERECHO ADMINISTRATIVO ECONÓMICO
7. El Estado empresario
8. Marco constitucional
M) Llamamos “empresa” a la unidad económica que reúne los factores de producción y los pone en
funcionamiento.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
las empresas públicas tales como: APAL en 1941, COPACAR en 1944; FLOMERE
en 1945, ANDE en 1948, LATN en 1951, CORPOSANA en 1954, Ferrocarril
Central C. A. López en 1961.
La Constitución sólo incidentalmente se refiere a la posibilidad de creación
de empresas públicas: la disposición del Art. 112 que al declarar del dominio del
Estado “los hidrocarburos, minerales, sólidos, líquidos y gaseosos que se
encuentren en estado natural en el territorio de la República”, prevé que “El estado
podrá otorgar concesiones a personas o empresas públicas o privadas, mixtas,
nacionales o extranjeras, para la prospección, la explotación, la investigación, el
cateo o la explotación de yacimientos por tiempo limitado. La ley regulará el
régimen económico que contemple los intereses del Estado, los de los
concesionarios y los de los propietarios que pudieran resultar afectados”. Y el
artículo 202 que incluye entre los deberes y atribuciones del Congreso... “11)
autorizar, por tiempo determinado, concesiones para la explotación de servicios
públicos nacionales, multinacionales o bienes del Estado, así como par ala
extracción y transformación de minerales sólidos, líquidos o gaseosos”.
¿Cuáles son los “recursos naturales de dominio del Estado?” La disposición
constitucional no lo dice, pero puede colegirse de disposiciones legales que lo
definen, como la del Art. 1898 del Código Civil, modificado por ley 2559/05, tantas
veces citado que declara del dominio público “los ríos y todas las aguas que corren
por sus cauces naturales, y estos mismos cauces, así como las aguas subterráneas”,
a los que deberían agregarse los bosques imprescindibles para la conservación de
las condiciones ecológicas vitales que la Ley Forestal N° 422/73 define pero no los
protege debidamente. La declaración legal de que son recursos naturales del
dominio del Estado cabría perfectamente dentro de las limitaciones del derecho de
propiedad permitidas por la Constitución en el Art. 109 que dice: “Se garantiza la
propiedad privada, cuyo contenido y límites serán establecidos por la ley,
atendiendo a su función económica y social, a fin de hacerla accesible para todos”.
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CAPÍTULO XV: DERECHO ADMINISTRATIVO ECONÓMICO
La empresa pública debe ser creada por ley, en razón de que su creación
implica la asignación de un nuevo cometido ala Administración y también porque
su funcionamiento requiere la provisión de recursos que sólo el Poder Legislativo
puede establecer. Podría hacerlo el Poder Ejecutivo con autorización legislativa,
como ocurre con PETROPAR.
No existe en nuestro país un estatuto general para las empresas públicas (5).
Hay sí cierta uniformidad en la organización, resultante de haber sido tomada como
modelo la ley orgánica de algunas de ellas. Esta uniformidad se manifiesta en su
caracterización jurídica como “entidad autárquica, con personería jurídica y
patrimonio propio”. De estas notas calificativas, la personalidad jurídica es sin duda
la fundamental, porque es mediante ella que la empresa puede no sólo tener
patrimonio, sino capacidad general para contratar, asumir responsabilidad, contar
con recursos y presupuesto propio que a su vez permite evaluar los resultados de su
actividad económica, lo mismo que en una empresa privada. Hay también
uniformidad en la organización, con una dirección colegiada (consejo o directorio)
y órgano ejecutivo (presidente o gerente).
La señalada afinidad de la empresa pública con la privada no significa
identidad de régimen jurídico. Hasta donde es posible hacer distinciones, la
empresa pública se rige en principio por el Derecho público que es su ley orgánica
y dentro de este marco por el Derecho privado. Las normas de Derecho público que
les son aplicables com
es ) Lo que sigue ha sido extraído del opúsculo del autor: “Régimen legal de la empresa
pública en el Paraguay”.
Toda esta materia de la empresa pública y sus modalidades han sido ya tratadas en
el Cap. VIII bajo el punto de vista de la descentralización administrativa, en tanto
que en el presente capítulo son enfocadas como contenido del Derecho
Administrativo Económico, resultando algunas repeticiones que no son ociosas sino
quizás convenientes, por el frecuente olvido de ciertos principios fundamentales.
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CAPÍTULO XV: DERECHO ADMINISTRATIVO ECONÓMICO
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e) Empresas binacionales
ITAIPU, constituida entre Paraguay y Brasil, por tratado ratificado por Ley
nacional N° 389/73.
YACYRETA, entre Paraguay y Argentina, por tratado ratilien- do por Ley
nacional N° 433/73.
Salta a la vista la falta de un criterio racional en la distribución de las
empresas públicas entre los diferentes Ministerios. Aparto do alguna relación de
carácter técnico como la de las empresas |iúhl¡ cas de transporte y comunicaciones
con el Ministerio respectivo,
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CAPÍTULO XV: DERECHO ADMINISTRATIVO ECONÓMICO
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CAPÍTULO XV: DERECHO ADMINISTRATIVO ECONÓMICO
1. Su UBICACIÓN: DERECHO FINANCIERO Y DERECHO TRIBUTARIO. 2. DERECHO TRIBUTARIO Y DERECHO ADMINISTRATIVO TRIBUTARIO. 3. COMPETENCIA DEL PODER EJECUTIVO Y SUS ÓRGANOS. 4.
DESCENTRALIZACIÓN DE LOS ÓRGANOS DE RECAUDACIÓN. 5. REGLAMENTOS EN MATERIA TRIBUTARIA: A) REGLAMENTO EXTERNO; B) REGLAMENTO INTERNO; c)
REGLAMENTO DE EJECUCIÓN. 6. DETERMINACIÓN INDIVIDUAL (LIQUIDACIÓN) DEL TRIBUTO. 7. NATURALEZA JURÍDICA DE LA LIQUIDACIÓN. 8. REVOCABILIDAD DE LA
LIQUIDACIÓN. 9. CONSULTAS SOBRE INTERPRETACIÓN DE LA LEY TRIBUTARIA. 10. OBLIGACIÓN TRIBUTARIA Y OBLIGACIÓN DEL DERECHO COMÚN. 11. REGLAS
PROPIAS DE LA OBLIGACIÓN TRIBUTARLA. 12. LIBERACIÓN DEL TRIBUTO. 13. R EPETICIÓN DE PAGO INDEBIDO. 14. IRREGULARIDADES DE LA LIQUIDACIÓN Y SUS REMEDIOS. 15.
INCONSTITUCIONALIDAD DE LA LIQUIDACIÓN. 16. E L PROCEDIMIENTO TRIBUTARIO Y SU REFORMA. 17. COBRO JUDICIAL DE TRIBUTOS.
El Derecho tributario, de formación relativamente nueva como rama jurídica autónoma, aparece en las obras de los autores tan pronto como parte del Derecho
financiero o bien integrando con éste la ciencia de la Hacienda pública o Finanzas (1).
(I) v. la obra pionera de Achille D. Giannini: “Instituciones de Derecho tributario”, traducción española, Madrid, 1957, y el “Estudio Preliminar” no menos onjundioso de Femando Sáinz de
Bujanda en la misma obra, p. XI y sgtes.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
La ubicación sistemática correcta del objeto de estudio es un primer paso indispensable para encarar con acierto su investigación.
Ocurre aquí que una misma materia es objeto de estudio de diversas disciplinas bajo diferentes fases: la Hacienda Pública o finanzas que son ciencia
económica aplicada al Estado de una parte y por la otra Derecho financiero y tributario que son ciencias jurídicas. Estas dos últimas no pueden ser ubicadas dentro
de aquélla, puesto que el enfoque de su objeto y sus métodos de estudio son diferentes.
A su vez, hay que marcar la distinción entre Derecho financiero y Derecho tributario: el primero comprende principalmente la legislación presupuestaria, la
de contabilidad pública, el régimen de las erogaciones y el de los ingresos que no sean de fuente tributaria; en tanto que el segundo, que es una parte de aquel, se
ocupa de la legislación tributaria, llamada también “fiscal” por antonomasia. Ambos se resuelven en actividad administrativa: la ejecución del presupuesto y las
erogaciones en Derecho financiero y la administración de impuesto, tasas y contribuciones en el Derecho tributario. Con esta diferencia importante: que mientras el
Derecho y administración financieros son vinculantes u obligatorios sólo para los órganos de la Administración, el Derecho y administración tributarios lo son para
los particulares “contribuyentes”, con las reglas propias y complicaciones inherentes.
Esta es la razón por la cual nos referimos en este capítulo sólo al Derecho tributario y su administración y no al Derecho financiero que en su ejecución es
mucho más simple.
Para acotar aun más específicamente el tema que nos ocupa nos remitimos a lo expuesto en el Cap. I N° 4 c) y N° 8 nota 13). Ahí dijimos que en rigor son de
Derecho administrativo las normas que regulan la ejecución de las leyes por órganos del Poder Ejecutivo y sólo por extensión del concepto se consideran como tal
las leyes cuya ejecución compete a dichos órganos ejecutivos. Una excepción que ya entonces
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CAPÍTULO XVI: DERECHO ADMIMSTRATIVO TRIBUTARIO
adelantamos es la del Derecho tributario, cuya autonomía es generalmente reconocida. Pero esta distinción es sólo relativa, de valor más bien académico y no
positivo, lo que se revela en nuestra invariable jurisprudencia según la cual todas las cuestiones relativas a tributos caen bajo la jurisdicción contencioso-
administrativa que es precisamente la jurisdicción que corresponde al Derecho administrativo.
Lo que queda de dicha distinción es que debe considerarse como de Derecho tributario sustantivo el establecimiento legal del tributo, sus diferentes clases y
el estudio en particular de las diversas leyes tributarias, relegando su ejecución al Derecho administrativo tributario, que es nuestro tema de ahora.
Todo lo expuesto figura en síntesis en el Art. 238 de la Constitución Nacional que, al enumerar las atribuciones del Presidente de la República, dice:
“Dispone la recaudación e inversión de las rentas de la República, de acuerdo con el Presupuesto General de la Nación y con las leyes, rindiendo cuenta anualmente
al Congreso de su ejecu- cion .
La prescripción “dispone la recaudación, inversión de las rentas de la República, rindiendo anualmente al Congreso de su ejecución”, constituye la parte
administrativa del Derecho tributario y financiero, en tanto que la ley de presupuesto y las demás leyes conforme a las cuales se harán la recaudación y las
inversiones, el Derecho sustantivo.
La sanción de las normas constitutivas del Derecho sustantivo es materia reservada a la ley y su ejecución —la recaudación y las inversiones— materia
reservada al Poder Ejecutivo y sus órganos. Así debe entenderse, en efecto, la competencia atribuida al Presidente de la República, que no es sólo personal de él,
sino de toda la Administración que tiene a su cargo, según el artículo citado, incluidas las entidades descentralizadas que hacen parte de la misma Administración.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
La cuestión que puede suscitarse es la de si podría atribuirse por ley facultades de recaudación de tributos y su inversión para sus propios fines, a entidades
paraestatales, como ser gremios, sindicatos y colegios profesionales. Al parecer no tendría asidero constitucional, dado que la competencia es conferida al Poder
Ejecutivo y sus órganos, y las entidades paraestatales no son órganos del mismo.
4. Descentralización de los órganos de recaudación
Ciñéndonos ahora al Derecho administrativo tributario, es obvio que las facultades de recaudación no pueden ser ejercidas exclusivamente por los órganos
centrales del Poder Ejecutivo (Presidencia de la República y Ministerios). Caben las formas de descentralización administrativa que hemos estudiado en el Cap. IX
N°s 6 y 7, es decir, la descentralización de competencia en sus diversos grados, para dictar reglamentos y para resolver cuestiones concretas mediante actos
administrativos individuales.
Entre las facultades de recaudación se encuentra en primer término la de dictar reglamentos de las diferentes clases que han sido examinadas en el Cap. II N°
5 y Cap. IV. Volvemos a analizarlas en función del Derecho administrativo tributario.
a) Reglamentos externos
La posibilidad constitucional de delegación legislativa para que determinados órganos e instituciones administrativas regulen mediante reglamentos materias
expresamente delimitadas, estableciendo ex novo obligaciones y prohibiciones no creadas en la ley y sí solamente autorizadas en la misma, admitidas en materia de
policía general y otras, no son posibles en materia de tributos, en presencia de la
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CAPÍTULO XVI: DERECHO ADMINISTRATIVO TRIBUTARIO
prescripción constitucional del Art. 44 según el cual “Nadie está obligado al pago de tributos ni a la prestación de servicios personales que no hayan sido
establecidos por la ley.”
¿No podrá, sin embargo, autorizar la ley a órganos administrativos para fijar, dentro de un margen preestablecido, el canon o cuantía del tributo creado en la
misma ley? Esta cuestión es particularmente importante en materia de tasas, las que necesitan ser reajustadas en época de depreciación monetaria, en forma que no
podrá hacerlo constantemente la ley.
Ejemplo de ello es la autorización legal otorgada por el Art. 106 de la Ley 125/91 modificado por la ley 2421/04, en virtud de la cual “el Poder Ejecutivo
queda facultado a fijar las tasas diferenciales del impuesto selectivo al consumo, para los distintos tipos de productos dentro de cada numeral”.
b) Reglamento interno
Facultad para emitir reglamentos internos, circulares e instrucciones para la ejecución de las leyes tributarias, la tienen los órganos de recaudación aún en el
caso de que la ley no se la otorgara expresamente, porque entonces dicha facultad estaría implícita en el poder jerárquico: para el Presidente de la República como
órgano que tiene a su cargo “dirigir la administración general del país” (Art. 238 C.N.) y para los jefes de reparticiones administrativas en cuanto tienen
subordinados a sus órdenes (Cap. IV, N°s 4 y 5).
El reglamento interno obliga a los agentes de la Administración y no a los particulares <2). Si obligasen a éstos últimos serían reglamentos externos o los
llamados de ejecución por antonomasia, los cuales requieren requisitos.
(2) v. Modelo de Código Tributario preparado por OEA/BID, Washington DC, 1968, Art. 3°, que expresa: “Las órdenes e instrucciones internas de carácter general impartidas por los órganos
administrativos a sus subordinados jerárquicos, no son de observancia obligatoria para los contribuyentes y responsables”.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
c) Reglamentos de ejecución
En el lugar antes citado hemos explicado en qué consisten estos reglamentos. Son los dictados para la “mejor ejecución de la ley”, mediante providencias que
completan las disposiciones legales, sin crear nuevas obligaciones extrañas a las previstas legalmente. Por ejemplo, una obligación de presentar declaraciones
juradas para cuyo cumplimiento no se establece en la ley el tiempo o la forma de hacerlo, puede ser completada por el reglamento de ejecución que fije los plazos y
formularios para la declaración.
Esta clase de reglamentos obliga a los contribuyentes, en la medida en que la obligación esté ya contenida en la ley. La facultad para dictar estos reglamentos
le viene al Presidente de la República del Art. 238, conforme al cual le corresponde “participar en la formación de las leyes, de conformidad con esta Constitución,
promulgarlas y hacerlas publicar, reglamentarlas y controlar su cumplimiento”. No hay necesidad de que dicha facultad le sea conferida por la ley y si ésta dice,
como generalmente lo hace: “el Poder Ejecutivo reglamentará la presente ley o tales disposiciones de la misma”, debe entenderse que se refiere a esta clase de
reglamentos de alcance limitado, porque si fuera para crear de cualquier manera tributos se trataría de una delegación legislativa que, como hemos visto,
constitucionalmente no está permitida en esta materia.
La cuestión que puede plantearse respecto de los reglamentos de ejecución es la de si la facultad constitucional del Presidente de la República para dictarlos,
puede ser descentralizada a título de reglamentación legal a fin de conferírsela a órganos de recaudación subordinados. No hay al parecer impedimento
constitucional a este efecto, desde el momento que las disposiciones de la Constitución pueden ser reglamentadas por ley, sin otra limitación que la de que ésta no
las altere (Art. 137 CN); y no es alteración el que las facultades del poder central se confieran a órganos pertenecientes y sujetos a control dol mismo. Así lo ha
entendido el legislador al atribuir a la Subsecretaría
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CAPÍTULO XVI: DERECHO ADMINISTRATIVO TRIBUTARIO
de Estado de Tributación la facultad de “interpretar administrativamente las disposiciones relativas a tributos bajo su administración, fijar normas generales para
trámites administrativos, impartir instrucciones, dictar los actos necesarios parala aplicación, administración, percepción y fiscalización de los tributos”, conforme a
lo prescrito por el Art. 186 de la Ley 125/91.
Típico acto administrativo es la determinación individual o liquidación del tributo<3). La ejecución de la ley tributaria por órganos administrativos comienza
con su reglamentación, aunque no siempre, pues hay casos en que no se requiere reglamentación; en tanto que la misma ejecución termina siempre, haya o no haya
reglamentación, con el acto de liquidación y pago del tributo. La Ley 125/91 en su Art. 209 prescribe: “ La determinación es el acto administrativo que declara la
existencia y cuantía de la obligación tributaria, es vinculante y obligatoria para las partes.”
La liquidación es un acto administrativo rigurosamente reglado. Debe reunir todos los requisitos y condiciones de regularidad y validez del acto
administrativo, los cuales han sido examinados en el Cap. III, N°s 4 y siguientes. Conviene repetirlos aquí, referidos especialmente a la liquidación.
a) Condición de fondo, que consiste en el establecimiento del tributo por ley.
b) Es necesaria la asignación de competencia en la ley tributaria. Aunque el Poder Ejecutivo podría habilitar para la recaudación a un órgano dependiente
del mismo, en caso de silencio de la ley, pues el
(3) Entre los varios nombres usados para designar el acto, especialmente el de “accertamento” italiano, Sáinz de Bujanda traduce este último y opta por el de “liquidación” (Estudio Preliminar
en la ob. cit., p. XXXII y sgtes.) que nos parece tanto más aceptable por ser el comúnmente usado en nuestro país y estar nvnliulo por un autor de notoriedad en la disciplina jurídica y en el
idioma.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
tributo legalmente establecido no puede dej ar de recaudarse y el Poder Ejecutivo es el órgano de ejecución por excelencia, siempre sería una ley defectuosa, dada la
necesaria especialización de los órganos y su inclusión en el presupuesto.
c) La forma de la liquidación debe ser escrita o exteriorizada por algún medio que la haga cierta y auténtica. En el caso en que la ley autoriza la liquidación y
pago por el contribuyente, como en la de sellados y estampillas, la liquidación está implícita en los instrumentos de pago adheridos por el mismo contribuyente. Y en
los casos de liquidación por computadoras, debe llevar los signos previstos en los reglamentos para considerarla auténtica.
d) El procedimiento previo a la liquidación ofrece diversas modalidades. Pueden clasificarse en: I o) procedimiento normal en el que participan la
Administración y el contribuyente; 2o) la autoliquidación a cargo del contribuyente; y 3o) la liquidación de oficio a cargo exclusivo de la Administración <4).
El primero ofrece a su vez matices que van de la más rigurosa intervención de la Administración, como en el impuesto sobre alcoholes con el control directo
de la producción y de los aparatos destilatorios. En el otro extremo, una intervención mínima de la Administración, como en el caso de la declaración estimativa en
los contratos de valor indeterminado, declaración que según la ley de sellos se considera aceptada y firme si no es objetada en el acto de su visación por la autoridad.
Y un procedimiento de participación equilibrada del contribuyente y la Administración, como en el caso de impuesto a la renta
(4) v. A.D. Giannini, ob. cit., pág. 186 y sgtes.; Carlos A. Mersán: “Derecho Tributario”, Asunción, 1979, pág. 85 y sgtes.; Miguel A. Pangrazio: “Derecho y K¡- nanzas”, Asunción, 1969, pág.
111 y sgtes.; Marco A. Elizeche: “El procedimiento tributario en el Paraguay”, Asunción, 1981. El Dr. Mersán uboga porque se dé el mayor margen posible a la iniciativa del contribuyente y
se imin- tenga la responsabilidad del mismo en el cumplimiento de la ley, en lo que tiene razón, pues de ese modo se atenúa el carácter policíaco que tione, HÍU necesidad, la recaudación de
ciertos impuestos.
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CAPÍTULO XVI: DERECHO ADMINISTRATIVO TRIBUTARIO
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8. Revocahilidad de la liquidación
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(6) En el Cap. VI, N° 13, se han indicado las fuentes doctrinales y jurisprudencia Ion
en que se apoya la irrevocabilidad atribuida al acto administrativo reglado, regular, como es
el caso de la liquidación contemplada en el texto.
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CAPÍTULO XVI: DERECHO ADMINISTRATIVO TRIBUTARIO
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(8) La cuestión que estamos tratando nos lleva de nuevo, forzosamente, a la d ÍH- cusión de la
personalidad jurídica del Estado que ya hemos tratado en el Cap, VII, N° 10, y Cap. VIII, N°
7, nota 3). No es que sostengamos que no pueda instituirse una persona jurídica-Estado,
incluso para el ejercicio del poder público. En el quehacer cultural hay relativa libertad de
creación; en I Jorucho, el arbitrio del legislador para crear los institutos jurídicos, con una
condición sin embargo: la de que estos institutos sean necesarios o útiles. Lo que HOHI.O
nemos es que para percibir tributos, lo mismo que para ejercer (acidlndoM do poder público
en general, no se necesita que el Estado sen persona jnrlilien, sino que ejerza el imperium
mediante órganos compelen,tes. I ,o muoHlra muy
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CAPÍTULO XVI: DERECHO ADMINISTRATIVO TRIBUTARIO
Hemos apuntado (supra Cap. VII, N° 10) las diferencias entre competencia y
capacidad, una de las cuales, la más importante, es la que consiste en que las
atribuciones propias de la competencia no pueden dejar de ser ejercidas. Es deber
inexcusable del agente darles cumplimiento. Al paso que el ejercicio de los
“derechos” inherentes a la “capacidad” es facultativo, estos derechos pueden no ser
ejercidos.
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CAPÍTULO XVI: DERECHO ADMINISTRATIVO TRIBUTARIO
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recargos y multas con las deudas por los mismos conceptos liquidadas por aquel o
determinadas de oficio, referentes a períodos no prescriptos, comenzando por los
más antiguos aunque provengan de distintos tributos, en tanto el sujeto activo sea el
mismo.... Para que proceda la compensación es preciso que tanto la deuda como el
crédito sean firmes, líquidos y exigióles.”
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CAPÍTULO XVI: DERECHO ADMINISTRATIVO TRIBUTARIO
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(10) A. y S. Corte Suprema N° 53/71; N° 39/76; N° 38/78; AS. Tribunal do CUOIHIIN N° 10/71.
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CAPÍTULO XVI: DERECHO ADMINISTRATIVO TRIBUTARIO
Constitución, especialmente la del Art. 257 que dice: “ Los órganos del Estado se
subordinan a los dictados de la ley”; la Constitución en primer lugar, como lo
prescribe también el Art. 137.
No se trata de que la autoridad administrativa declare la incons-
titucionalidad de la ley o del reglamento, sino simplemente que no aplique la
disposición que considere manifiestamente inconstitucional, sin menoscabo de la
competencia de la Suprema Corte que declarará la inconstitucionalidad en el caso
de que se plantee la cuestión específicamente. Este criterio ha tenido aplicación en
lo que respecta a liquidación de impuesto, en el A. y S. N° 9/77 del Tribunal de
Cuentas que revocó una resolución de la Dirección de Impuesto a la Renta que no
había admitido la deducción de intereses que ya habían pagado el impuesto, con la
consecuencia de percibir dos veces el impuesto del 30%, vale decir, el 60% que
ningún otro contribuyente tributa, violando el precepto constitucional de la
igualdad. Quiere decir que la autoridad administrativa no debía haber aplicado la
disposición legal que en el caso resultaba inconstitucional. Pensamos que el mismo
criterio debe observar la autoridad administrativa en el caso de un impuesto que
absorba la totalidad o la mayor parte de la materia imponible, por confiscatorio, o
de una multa evidentemente desmedida.
En cuanto a la posible responsabilidad personal de la autoridad por
liquidaciones impositivas inconstitucionales o ilegales, lo tocamos brevemente bajo
el N° 11 del siguiente capítulo.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
de los recursos, en forma tan variada, caótica podría decirse, como si nada hubiera
de común entre dichas leyes, cuando que en las materias enumeradas hay
disposiciones maestras que pueden ser uniformadas y codificadas, reservando para
cada ley impositiva lo que sea específico de ella, como lo hace el Modelo de
Código Tributario de OEA/BID para América Latina. La Ley 125/91 y su
modificación por la Ley 2.421/04 regulan el procedimiento de determinación de los
principales impuestos, no obstante, aquellos tributos que no sean administrados por
la Subsecretaría de Tributación del Ministerio de Hacienda serán determinados de
acuerdo a normas específicas como las contenidas en el código aduanero, o las
normas tributarias municipales.
Entretanto no sea sancionada la ley o código que uniforme en lo posible el
procedimiento tributario para la instancia administrativa, sólo puede recomendarse
la consulta de las diversas leyes en cada caso, ya que pretender sentar reglas
generales sería ilusorio y, por otra parte, riesgoso confiar a la memoria
disposiciones particulares sobre recursos deducibles, vencimiento de términos, etc.
Menos razón aún existe para que en la instancia judicial rijan
procedimientos distintos para diferentes tributos, como ocurriría de ser aprobado el
proyecto de ley de “Procedimiento tributario” presentado por el Poder Ejecutivo al
Congreso en el período de sesiones de 1979, el cual daría lugar a por lo menos tres
procedimientos distintos: uno para el contencioso-administrativo común, que
seguiría vigente, otro para el contencioso-administrativo aduanero que está
expresamente excluido del proyecto y un tercero para los demás tributos, que es el
del proyecto(U).
(11) Hay entre nosotros, aparte del proyecto de ley arriba mencionado, vnrioa OKI.II- dios realizados
sobre procedimiento tributario y contencioso en genonil: “Un
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CAPÍTJLO XVI: DERECHO ADMINISTRATIVO TRIBUTARIO
En otra pa"te (Cap. XIX, N° 22) nos ocupamos del cobro compulsivo de
créditosjudicialmente reconocidos a favor del particular en contra de la
Administración, situación enteramente distinta de laque se plantea en rdación al
cobro judicial de créditos fiscales por la Administración. El ésta no se tropieza con
los impedimentos que encontramos en aqueta.
Muy raramente la ley establece un procedimiento administrativo para el
cobre compulsivo de créditos fiscales, como el de remate público aduanero para el
cobro de impuestos sobre mercaderías “en abandono” almacenadas en la Aduana,
régimen vigente por Ley N“ 2.422/04 (Art. £01).
La Ley tributaria vigente se remite para el cobro judicial al “procedimiento
le ejecución de sentencia” (Art. 231). Lo importante dé esta cuestión consiste en
que, según sea el procedimiento a que la ley se remite, procederán las excepciones
y sólo aquellas admitidas en dicho procedimimto, a no ser que la misma ley las
enumere, como lo hace el Art. 231 de la Ley 125/91: “a) inhabilidad de título, b)
falta de legitimación pasiva, c) impuganción del acto en vía contencioso
administrativa, d) extinción de la deuda, e) espera vigente concedida con
ses para una égislación sobre protección jurídica de los administrados”, aprobadas en un
Congreso Judicial celebrado en la Capital en el año 1949; J. Pucheta Ortega: Lo
contencioso-administrativo, tesis, Universidad Nacional de Asunción, 1978; F. González
Domínguez, Lo contencioso-administrativo, tesis, Universidad Nacional de Asunción,
1979; Marco A. Elizeche, tesis, Universidad Nacbnal de Asunción, 1980. Este último
propugna la instauración do un Tribunal fiscal independiente dentro de la Administración,
lo que a nuestro juicio será aceptable sólo si esta instancia fiscal fuera optativa, por las
mismas razor.es que nos inducen a sostener lo mismo respecto de los recursos
ddministratiws en general, en el capítulo subsiguiente. Si no fuera así, el contribuyente se
vería envuelto en tres instancias interminables: la del Tribunal Fiscal, la del Tribunal de
Cuentas que es constitucionalmente inexcusable y la de la Corle Suprema de Justicia, que
conviene mantener por ser considerada la más alta autoridad en toda América.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
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Capítulo XVII
RESPONSABILIDAD DE LA ADMINISTRACIÓN
1. CONCEPTO DE LA RESPONSABILIDAD. 2. CLASES DE RESPONSABILIDAD. 3. RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL. 4. RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL. 5. BREVE RESEÑA DE LA LEGISLACIÓN
COMPARADA. 6. CLASES DE RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL. 7. FUNDAMENTOS DE LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL. 8. RESPONSABILIDAD POR ACTOS ILÍCITOS DE LOS AGENTES:
ART. 41 C.N. 9. BREVE RESEÑA HISTÓRICA DE NUESTRO DERECHO POSITIVO. 10. AGENTES CUYOS ACTOS CAUSAN RESPONSABILIDAD DEL
ESTADO. 11. CONDICIONES PARA QUE SE GENERE LA RESPONSABILIDAD DE LA ADMINISTRACIÓN. 12.
ACUMULACIÓN DE LA RESPONSABILIDAD DEL AGENTE Y DE LA ADMINISTRACIÓN. 13. BASES PARA UNA LEY REGLAMENTARIA. 14. ¿DERECHO PRIVADO O PÚBLICO? 15.
RESPONSABILIDAD POR ACTOS REGULARES.
16. NECESARIA LIMITACIÓN DEL PRECEPTO CONSTITUCIONAL . 17. RESPONSABILIDAD POR ACTOS LEGISLATIVOS. 18. RESPONSABILIDAD POR ACTOS ADMINISTRATIVOS. 19.
RESPONSABILIDAD POR ACTOS JUDICIALES. 20. RESPONSABILIDAD POR HECHOS ACCIDENTALES. 21. DERECHO Y JURISDICCIÓN CORRESPONDIENTES. 22. DEMANDAS DE
INDEMNIZACIÓN CONTRA LA ADMINISTRACIÓN.
1. Concepto de la responsabilidad
Se entiende por responsabilidad en Derecho la condición o estado que hace imputable a una persona la consecuencia jurídica (pena o reparación de daños) de
una acción u omisión de la misma persona o de otra o de un simple hecho.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
La responsabilidad es “subjetiva” cuando la imputación se funda en el concepto moral de “culpa” y “objetiva” cuando se basa en consideraciones de justicia o
de mera técnica jurídica ajenas al concepto de culpa. Podría creerse que sólo es “responsabilidad” la originada en la culpa y que en los demás casos se trata más bien
de “obligación de indemnizar”. Pero la distinción sería irrelevante, porque la responsabilidad por culpa se resuelve en obligación de indemnizar y en todos los casos
esta obligación sólo existe si por alguna razón la causa es imputada a una persona que de este modo es considerada “responsable”.
La responsabilidad es en todos los casos una creación jurídica, incluso la causada por culpa que, siendo ésta de orden metafísico, sólo puede ser supuesta,
dadas ciertas condiciones de edad, estado mental, etc. Con la misma razón o título puede el creador del Derecho instituir la responsabilidad en una sociedad en vez
de hacerlo en las personas físicas que la componen, por mera técnica jurídica, o la responsabilidad por un hecho accidental, por razón de riesgo que nada tiene que
ver con la noción de culpa.
Conviene comenzar con esta dilucidación conceptual para apartar la dificultad que por siglos impidió atribuir responsabilidad a las personas jurídicas en
general y al Estado en particular. Superada la creencia de que sólo puede atribuirse responsabilidad al sujeto capaz de voluntad y culpa, no queda ningún otro
impedimento, ad legem ferendam, para que el legislador la atribuya al Estado y a los entes públicos en general, atendiendo nada más que a consideraciones
prácticas y de justicia.
2. Clases de responsabilidad
Acabamos de señalar la primera clasificación de responsabilidad subjetiva y objetiva. La del Estado, cualquiera sea la causa, sólo puede ser objetiva, pues
carece de voluntad propia y de culpa, como todas las personas jurídicas.
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CAPÍTULO XVII: RESPONSABILIDADES DE LA ADMINISTRACIÓN
Otra clasificación que interesa a nuestro objeto es la de responsabilidad indirecta, como lo es la responsabilidad de la Administración por actos antijurídicos
de sus agentes, y la directa por actos jurídicos regulares, que le son imputados a la Administración como si fueran propios de ella misma.
Por último, la responsabilidad contractual y la extracontractual que tratamos seguidamente por separado.
3. Responsabilidad contractual
Sólo por completar el cuadro de responsabilidades del Estado nos ocupamos aquí de la responsabilidad contractual que se rige por el Derecho privado. Para
nosotros, esto es válido respecto de todos los contratos de la Administración, incluso los llamados “contratos administrativos”, conforme lo hemos explicado en el
Capítulo XII.
Según el Código Civil son personas jurídicas el Estado y las Municipalidades, a los que hay que agregar los entes administrativos revestidos de personalidad
jurídica propia por leyes especiales.
Y conforme al mismo Código “las personas jurídicas pueden ser demandadas por acciones civiles, y puede hacerse ejecución en sus bienes”, lo que equivale a
decir que son responsables por el incumplimiento de contratos tanto civiles como comerciales, distinción que hay que tener en cuenta a los efectos de la jurisdicción
competente mientras no sea unificado el régimen jurídico de los contratos.
La responsabilidad recae sobre la entidad administrativa contratante con personalidad jurídica. En el caso del Estado, aunque la ejecución del contrato hubiese
quedado a cargo de algún Ministerio o repartición administrativa, incluso de los Poderes Legislativo y Judicial, sin personalidad jurídica, la responsabilidad es del
Estado, contra quien debe dirigirse la demanda.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
4. Responsabilidad extracontractual
Para nosotros, el problema de la responsabilidad extracontractual del Estado está resuelto en la Constitución vigente que en su Art. 106, al consagrar la
responsabilidad personal de los agentes, prescribe: “sin perjuicio de la responsabilidad subsidiaria del Estado...”, y en el Art. 39 que establece: “Toda persona tiene
derecho a ser indemnizada justa y adecuadamente por los daños o perjuicios de que fuese objeto por parte del Estado. La ley reglamentará este derecho.”
Será útil, sin embargo, para precisar el alcance de la prescripción constitucional, desentrañar sus fundamentos y ubicarla dentro del panorama de la legislación
comparada y del proceso evolutivo de nuestro propio Derecho positivo.
En los países anglosajones la responsabilidad del Estado evolucionó desde su total negación hasta su admisión por actos ilícitos de sus agentes. En Inglaterra,
con el dogma “the king can do not wrong ” ni siquiera se admitía la responsabilidad de sus agentes, hasta que en 1947 se estableció por la Crown ProcedingAct la
responsabilidad de la Corona por actos ilícitos de sus agentes. Y en Estados Unidos, partiendo del principio diferente de que el Estado no podía ser juzgado por uno
de sus Poderes, tampoco fue admitida su responsabilidad por actos ilícitos de sus agentes, hasta 1946 en que se la estableció por la Federal Court Claims Act.
Es interesante constatar que, so capa de dogmas anacrónicos, el verdadero principio en que se fundaba el sistema de la irresponsabilidad estatal sostenido en
estos países hasta fechas relativamente recientes, era el de no eliminar o enervar la responsabilidad personal de los agentes que constituye la más sólida garantía de
la legal ¡dad i li > la Administración.
Este peligro existía, en efecto, en la admisión sin reservas de la responsabilidad del Estado por actos ilícitos de sus agentes y macho
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CAPÍTULO XVII: RESPONSABILIDADES DE LA ADMINISTRACIÓN
más si ella eliminaba la personal de estos últimos, como lo establecía la ley de introducción del Código Civil alemán por la que “se mantienen las disposiciones
legislativas de los Estados que excluyen el derecho de la persona damnificada a reclamar al funcionario la reparación del daño, si el Estado o la asociación comunal
es responsable”, disposición que se mantuvo sustancialmente en las Constituciones republicanas de 1919 y 1949 (1).
Es en Francia donde el régimen de las responsabilidades de la Administración ha sido establecido desde más antigua data y en medida más completa,
caracterizándose por los rasgos siguientes: a) desde el punto de vista de las fuentes es un régimen principalmente jurisprudencial; b) la coexistencia de la
responsabilidad del funcionario y de la Administración; c) la extensión progresiva, consagrada por la jurisprudencia, de la responsabilidad de la Administración (2).
En la República Argentina la responsabilidad extracontractual del Estado sigue en líneas generales el mismo régimen, de fuente también principalmente
jurisprudencial<3>.
En el Brasil la responsabilidad de la Administración ha sido constitucionalizada en el Art. 194 de la Constitución de 1946 que dice: “Las personas jurídicas
de Derecho público interno son civilmente responsables por los daños que sus funcionarios, en esa calidad, causen a terceros. Tienen acción regresiva contra los
funcionarios causantes del daño, cuando haya habido culpa de éstos”.
Y en el Uruguay, la Constitución de 1952 afirmó la responsabilidad directa de la Administración en todos los casos, sin peijuicio de la acción de repetición de
ésta contra aquéllos (4>.
(1) V. Emest Forsthoff, op. cit. pág. 416 y sgtes.
(2) André de Laubadére, op. cit. pág. 463.
(3) Miguel S. Marienhoff, op. cit. pág. 691 y sgtes.
(4) Enrique Sayagués Laso, op. cit. pág. 637.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
(5) E. Forsthoff, op. cit. pág. 455, incluye un cuarto caso, el de responsabilidad por acto
antijurídico sin culpa del agente, que en realidad es por hecho accidental o por riesgo, como
lo es el ejemplo que menciona del agente policial que al disparar contra un delincuente
prófugo hiere a un transeúnte.
A. de Laubadére los comprende en un mismo concepto, como responsabilidad “sin falta o
por riesgo” (op. cit. pág. 485).
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CAPÍTULO XVII: RESPONSABILIDADES DE LA ADMINISTRACIÓN
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
(6) cf. E. Forsthoff, op. cit. pág. 467: “Si se considera además que la actividad do la
Administración redunda en beneficio de la colectividad, no solo resulta equi - tativo sino justo
en el sentido de la justicia distributiva, que se compense a la víctima por el daño inferido, con
cargo al patrimonio de la colectividad”. Y A. de Laubadére: “El fundamento de la
responsabilidad de la Administración se encuentra en el principio de igualdad en las cargas
públicas. La evolución tiende a desarrollar la aplicación del riesgo administrativo, abarcando
la responsabilidad por falta y sin falta o por riesgo: una responsabilidad por riesgo
generalizada” (op. cit. pág. 486).
(7) Es el fundamento expuesto por M. S. Marienhoff: “Tal fundamento no OH otro que el Estado de
Derecho y sus postulados cuya finalidad es proteger el derecho” (op. cit. pág. 498 - XXX).
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CAPÍTULO XVII: RESPONSABILIDADES DE LA ADMINISTRACIÓN
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SALVADOR VI LUCRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
(8) “Poco importa que el funcionario haya utilizado las atribuciones del poder público o los
medios del Derecho privado al realizar el acto administrativo causante del daño”. “Es
indiferente que el Estado haya efectuado el nombramiento mediante un acto de Derecho
público o en virtud de un contrato privo do” (F. Fleiner, op. cit. págs. 224-226).
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CAPÍTULO XVII: RESPONSABILIDADES DE LA ADMINISTRACIÓN
expuesto más arriba. Y los segundos, porque las entidades descentralizadas son el
Estado mismo y están por consiguiente comprendidos en el texto constitucional.
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CAPITULO XVII: RESPONSABILIDADES DE LA ADMINISTRACIÓN
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(10) v. Sayagués Laso, op. cit. pág. 614-615 donde dice: “El sentido general de osa transformación
en el derecho moderno es siempre más o menos el mismo: el viejo dogma de la
irresponsabilidad estatal, predominante hace siglo y medio, fue cediendo paulatinamente
para dar paso a los principios de la responsabilidad civil aplicados a la actividad
administrativa; luego, a su vez, éstos fueron desplazados por conceptos más perfeccionados,
propios del Derecho público", Nos complace transcribir el testimonio de ilustre y recordado
administra!,i v isl.a uruguayo, en comprobación de las ideas que expusimos en el Cap. IN"
7:"... las normas e instituciones jurídicas no están dadas por sí mismas, como los alijo tos de
la naturaleza, sino que son obra del creador del Derecho”.
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CAPÍTULO XVII: RESPONSABILIDADES DE LA ADMINISTRACIÓN
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
(11) El daño debe ser “especial y de una gravedad suficiente” (A. de Laubadóro, op. cit. pág. 507).
En contra Miguel S. Marienhoff para quien “resulta inaceptable la alinnarirtn de que el
perjuicio o daño general es indemnizable porque “constituye imn carga pública” (op. cit.
pág. 752).
No se afirma que el daño general no es indemnizable porque constituye muí carga pública
sino porque no viola el principio de igualdad en la caiga pública
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CAPÍTULO XVII: RESPONSABILIDADES DE LA ADMINISTRACIÓN
nacional cruza el Municipio, con la protesta general de los comerciantes que tienen
sus negocios sobre dicho tramo de ruta. ¿Es indemnizable el perjuicio sufrido que
puede ser demostrado con la disminución de venta de dichos negocios? A nuestro
juicio no, porque la ordenanza afecta igualmente a todos los negocios situados
sobre dicha calle. De lo contrario no podrían dictarse ordenanzas que afecten a la
generalidad de los habitantes, en pugna con el citado precepto constitucional de la
prevalencia del interés general sobre el particular.
De los actos administrativos individuales, los más importantes son las
órdenes militares que en estado de guerra internacional y civil pueden causar y
causan gravísimos daños. Es curioso que para algún autor los daños causados por
actos de guerra del enemigo no son indemnizables porque no son actos de
autoridades militares nacionales. Pero es que esos daños son producidos a causa de
que las órdenes de autoridades militares nacionales mandan hacer frente y repeler la
acción de guerra del enemigo.
Para obviar la infinidad de reclamaciones que podrían presentarse, por los
más diversos conceptos y montos, se dictan leyes especiales que clasifican las
causas y fijan los montos de indemnización, como lo hace la ley N° 431/74 de
pensiones para los lisiados y veteranos de la guerra del Chaco.
Suelen dictarse también leyes para indemnizar los perjuicios causados por
guerras civiles, con la chocante diferencia de conceder los beneficios a los
perjuicios causados por las fuerzas triunfantes y no a los de las vencidas.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PBINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
(12) v. Otto Mayer, op. cit. t. IV, pág. 240; A. de Laubadére, ob. cit. pág. 508-509; Sayagués
Laso, op. cit. pág. 671; Julio Altamira Gigena: “Responsabilidad del Estado”, Buenos Aires,
1973, para quien, con citas de la jurisprudencia urgen tina, la indemnización por error
judicial debe tener fundamento legal y cona • titucional, no siendo indemnizable la
privación de libertad durante la sustanciación del proceso en el que la causa es sobreseída
(pág. 162-1(13),
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CAPÍTULO XVII: RESPONSABILIDADES DE LA ADMINISTRACIÓN
(13) Se ha dado el caso de un menor de edad que obtuvo sobreseimiento Hbre y por haberse
traspapelado el oficio que ordenaba su libertad siguió en prisión un año más. Y últimamente
un procesado que obtuvo también sobreseimiento libre, sin que nadie, ni su defensor ni el
secretario ni el juez se recordara de que había que expedir la orden de libertad, por lo que el
recluso soportó siete años más de prisión. Sería interesante esclarecer si el hecho constituyó
un riesgo indemnizable de la administración de justicia o una negligencia del juez o del
secretario o del defensor o del propio recluido que ha dejado de interesarse por su libertad.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
(14) Es ilustrativo comparar dos hechos ocurridos con los tranvías de ATE. Uno do ellos
consistió en que, al cortarse la corriente eléctrica, motorman y guarda bajaron del coche sin
desconectar el motor y restablecida la corriente, el coche se puso en marcha arrolando los
vehículos que se encontraban dolante. En otro, por falla de los frenos, el coche corrió
pendiente abajo causando la muerte del agente de facción en la bocacalle. En el primer caso
la Administración en responsable por acto culposo de sus agentes y en el segundo por hecho
sai culpa, por riesgo de administración o por daño causado “por las cosas de q ne se sirve o
tiene a su cuidado”.
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CAPÍTULO XVII: RESPONSABILIDADES DE LA ADMINISTRACIÓN
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
392 •
Capítulo XVIII
PROTECCIÓN JURÍDICA
EN DERECHO ADMINISTRATIVO
1. NECESIDAD DE MEDIOS ADECUADOS DE PROTECCIÓN JURÍDICA. 2. RECURSOS PURAMENTE ADMINISTRATIVOS. 3. OBLIGACIÓN DE PRONUNCIAMIENTO DE LA AUTORIDAD. RECURSO DE
CONSIDERACIÓN. 5. RECURSO JERÁRQUICO. 6. POSIBILIDAD DE SUPRESIÓN O LIMITACIÓN DE LOS RECURSOS ADMINISTRATIVOS. 7. NECESIDAD DE REGLAMENTACIÓN UNIFORME. 8. JUSTICIA
ADMINISTRATIVA. 9. DIVERSOS SISTEMAS DE JUSTICIA ADMINISTRATIVA. 10. BREVE RESEÑA HISTÓRICA DE NUESTRO DERECHO POSITIVO. 11. MATERIA CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVA. 12. ACTOS
JURÍDICOS PRIVADOS Y SU REGLAMENTACIÓN. 13. CONTRATOS DE LA ADMINISTRACIÓN. 14. ACTOS REGLADOS Y DISCRECIONALES. 15. ACTOS DE GOBIERNO. 16. ACTOS DE ADMINISTRACIÓN DE LOS
PODERES LEGISLATIVO Y JUDICIAL.
Si para la vigencia efectiva del Derecho, en general, deben existir medios adecuados de control y de protección, se los requiere de manera especial en Derecho
administrativo dentro del cual hay que contemplar no sólo la seguridad de los derechos de los particulares sino también el mantenimiento de la legalidad de la
Administración en sí misma.
Medios específicos para este último objetivo son el control jerárquico de los órganos en la Administración centralizada y el del poder
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
Los primeros recursos que tiene el particular frente a la Administración son los puramente administrativos, así llamados porque se interponen, se sustancian y
se resuelven dentro de la misma Administración.
Suele designárseles también como “recursos no contenciosos”, lo cual encierra un equívoco, porque desde el momento en que se los interpone hay una
“contienda” entre el particular y la Administración. Bajo este punto de vista, no hay “recurso” sin contienda, controversia o litigio. Lo que se quiere significar con la
expresión aludida es que los recursos puramente administrativos no pueden ser resueltos con los requerimientos exigidos para un “acto contencioso”, según lo
prescribe el Art. 248 de la Constitución. No existe para su resolución el “tercero imparcial”, ni el “debido proceso”, ni puede causar cosa j u z- gada, según lo
explicamos en el Cap. I, N° 5.
Estos recursos son los de reconsideración y jerárquico que estudiamos enseguida, separadamente. Ambos recursos consisten en la reglamentación de los
derechos constitucionales de “petición” (Art. 40 C.N.) y de la “inviolabilidad de la defensa” (Art. 16 C.N.), con la consecuencia de que si no hay ley que los
reglamente, existen lo misino
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y, además, ilimitadamente. Sobre este punto existe disparidad de opiniones, principalmente de parte
CAPÍTULO XVIII: PROTECCIÓN JURÍDICA EN DERECHO ADMINISTRATIVO
de autores europeos para quienes los recursos administrativos deben estar previstos en la ley. Para nosotros no existe duda alguna en presencia del tantas veces
citado Art. 45 C.N., que prescribe expresamente: “La falta de ley reglamentaria no podrá ser invocada para negar ni menoscabar ningún derecho ni garantía”.
En cuanto a la ilimitación del recurso no reglamentado, especialmente en cuanto al término dentro del cual debe oponerse, es también consecuencia directa de
la falta de reglamentación que justamente consiste en alguna forma de limitación de los derechos. Si no están reglamentados, los derechos de petición y de defensa
pueden ser ejercidos en cualquier forma y tiempo. Sin embargo, debe tenerse en cuenta a este respecto lo establecido por una antigua resolución del Tribunal de
Cuentas, en el sentido de que a los efectos de interponer posteriormente el recurso contencioso administrativo, para el cual existe término perentorio, los recursos
administrativos deben interponerse también dentro de este término, porque si no, estaría en manos del particular prorrogar indefinidamente el término para
interponer el contencioso. Fuera de este solo efecto, los recursos administrativos no reglamentados pueden oponerse ilimitadamente en el tiempo.
Aunque no haya prescripción legal expresa, la autoridad está obligada a pronunciarse en general sobre las peticiones que formulen los particulares y
especialmente sobre los recursos interpuestos por los mismos, que son también en puridad “peticiones” contempladas en la prescripción constitucional citada más
arriba.
Es importante dilucidar este punto, porque a veces, no existiendo una resolución contra la cual recurrir, el particular inicia el procedimiento administrativo
con una petición, tratando de provocar la resolución contra la cual interpondrá eventualmente el recurso.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
4. Recurso de reconsideración
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CAPÍTULO XVIII: PROTECCIÓN JURÍDICA EN DERECHO ADMINISTRATIVO titucionales arriba
citados y en la facultad de la autoridad administrativa de revocar por contrario
imperio la resolución dictada por lu misma.
Salvo impedimento legal expreso, dicha facultad de la autoridad de rever sus
propios actos sólo está limitada por la irrevocabilidad del acto que juega en
principio sólo si la revocación ha de tener efecto en perjuicio del particular, lo
mismo que la prohibición constitucional de retroactividad, conforme lo hemos
admitido en el Cap. II N° 7 y Cap. VI N° 14. Pero si la revocación va a tener efecto
en favor del particular y la ley lo permite o se trata de corregir un defecto de nulidad
o ano- labilidad manifiesto, no hay ningún impedimento para que la autoridad haga
lugar al recurso de reconsideración y revoque su propia resolución (1).
5. Recurso jerárquico
(1) Así debe entenderse a nuestro parecer el alcance de las sentencias dol Tribunal de Cuentas N°
10 del 24-XI-65 y N° 26 del 30-XII-69 citadas sin mayores comentarios por el Dr. Flaviano
González Domínguez en su tesis para el doctorado, 1979, pág. 40, según las cuales se niega
a las autoridades administrativas la posibilidad de revocar sus propias resoluciones. No
existe tul posibilidad si cae dentro de la limitación anotada en el texto; pero negarla fuera do
olla y para todos los casos, no tendría fundamento.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
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minado el derecho a
CAPÍTULO XVIII: PROTECCIÓN JURÍDICA EN DERECHO ADMINISTRATIVO
la defensa que tiene su verdadera garantía en este último recurso. Es este recurso el
que no puede ser suprimido, por estar específicamente prescrito en los Arts. 248 y
265 de la Constitución,
La razón de ser de los recursos administrativos consiste en dar a los
particulares la oportunidad de obtener con la mayor brevedad la satisfacción de sus
derechos y a la Administración la de enmendar sus propios errores. Pero si esos
mismos recursos llegan a constituir una traba para acceder a los tribunales y un
recargo inútil para la Administración, de tareas cuasi-judiciales que no le son
propias, no hay ningún impedimento de orden constitucional para que la ley los
suprima o los deje a opción de los particulares, manteniendo expedida la vía
contencioso-administrativa, como lo veremos en el capítulo siguiente.
8. Justicia administrativa
ción que hemos hecho en el Cap. I, N° 5, donde las hemos designado como
ejecución no cualificada y cualificada de la ley, respectivamente. En la instancia
administrativa, como ya lo hemos dicho, faltan las condiciones o cualidades para
una verdadera justicia: un juez independiente, no sometido a instrucciones y órdenes
de sus superiores, un procedimiento que haga posible la más amplia defensa, y la
consecuencia de hacer cosa juzgada la resolución. En nuestro Derecho público el
Art. 248 de la Constitución consagra expresamente estos principios al prescribir que
“sólo el Poder Judicial puede conocer y decidir en los actos de carácter
contencioso”. Dado que la misma Constitución garantiza la independencia del Poder
Judicial y de los jueces, la disposición transcripta sienta los fundamentos de la
justicia en un Estado de Derecho.
Hay que haber trajinado por las oficinas administrativas para convencerse de
que los recursos puramente administrativos no bastan para la protección de los
derechos de los particulares. Aun las mejores autoridades, justamente por ser las
mejores, tienen en cuenta los intereses de la Administración antes que los de los
particulares y no están entrenadas ni cuenta con el tiempo ni el ambiente propicio
parahacer de jueces. La justicia administrativa es así no sólo teóricamente necesaria
sino exigida en la realidad de los hechos, al punto de que su instauración es
considerada como uno de los grandes logros jurídico-políticos de nuestro tiempo (3).
(3) Para Adolfo Merkl: “La justicia administrativa es mucho más joven que In administración, es
un hallazgo jurídico moderno, y aún en los Estados que poseen viejas instituciones de
tribunales administrativos, como Francia, Alemania y Austria, se ha incorporado desde una
o varias generaciones solamente. La justicia administrativa era uno de los tres imperativos
que el liberal mino aportaba a la política administrativa —los otros dos eran la legalidad de
la administración y la auto-administración— que hoy se han convertido en nn bien común
del moderno derecho administrativo, sin que nos dióramoH CHenl a certera de su origen
ideológico (op. cit. pág. 470).
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CAPÍTULO XVIII: PROTECCIÓN JURÍDICA EN DERECHO ADMINISTRATIVO
M) M. Waline, op. cit. pág. 21-59 A. de Laubadére, ob. cit. pág. 241 a 249.
(5) .1. Vidal Perdomo, op. cit. pág. 547.
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SALVADOR VTLLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
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CAPÍTULO XVIII: PROTECCIÓN JURÍDICA EN DERECHO ADMINISTRATIVO sin
desligarse de las
circunstancias que dentro de ésta son desfavorables para una verdadera justicia. Más
indicada será la creación de jueces de primera instancia en materia tributaria y otras
dentro del mismo Poder Judicial, para resguardarlos con la independencia
constitucional de este Poder, incluso con el espíritu de cuerpo de los jueces y el
control de los profesionales del foro, tan importantes en la administración de
justicia.
10. Breve reseña histórica de nuestro Derecho positivo
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
(6) “No obstante esta declaración tan terminante, los legisladores de la época consideraban que la
función jurisdiccional en lo contencioso-adminisirnUvo correspondía al Poder Ejecutivo,
ésto es al Poder Administrador y no al .ludí cial” (Justo Pucheta Ortega, en su opúsculo “Lo
contencioso-admiiÚHl.i'al ivo", Asunción, 1973, pág. 28).
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CAPÍTULO XVIII: PROTECCIÓN JURÍDICA EN DERECHO ADMINISTRATIVO
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
(7) “Actos de la Administración sujetos al Derecho Administrativo", dice la lev española, según
E. García de Enterría y T. R. Fernández (op. cit. prig. 'IH7I.
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CAPÍTULO XVIII: PROTECCIÓN JURÍDICA EN DERECHO ADMINISTRATIVO
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(8) cf. A. Morid, op. cit. pág. 489 y sgtes.; E. Forstholff, op. cit. pág. 731 y agio.
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CAPÍTULO XVIII: PROTECCIÓN JURÍDICA EN DERECHO ADMINISTRATIVO
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Capítulo XIX
PROCEDIMIENTO CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVO
1. ¿Acción o recurso?
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il) Cf. E. García de Enterría y F. R. Fernández, op. cit. pág. 484, cuyas conclusiones seguimos en
gran parte en esta materia, por ser las más afines a nuestro Derecho positivo.
Al mismo tiempo de tomar como objeto de comentario nuestra Ley 14(>2/;)5, sugerimos
algunas innovaciones para la futura ley que hace mucha falta. Sin necesidad de que lo
advirtamos expresamente, se podrá colegir del contexto cuándo lo expuesto es válido de
lege data y cuando sólo ad legan fcraulam.
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CAPÍTULO XIX: PROCEDIMIENTO CONTÉNCIOSO-ADMINISTRATIVO
(2) Análogas ideas son sustentadas por el Dr. Flaviano González Domínguez, en su citada tesis,
pág. 153 y sgtes. apoyadas en la jurisprudencia de ln (lurte <|iin en el Acuerdo y Sentencia N° 3 del
5/V/65 había expuesto lo siguiente: “Ku l.< u li \ ; tiempo ha admitido este Tribunal, como lo admite
la doctrina y la juriHpmden cia en general, que también el llamado recurso contencioso-
adminiHl.ml.ivo" en un recurso comprensivo del de nulidad, del de apelación, del de ilegal iclml,
del de inconstitucionalidad, etc., cualquiera fuese la causa constitutiva de la lo sión sufrida por el
agravado”.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
La Ley 1462/35 establece que “en la sustanciación del juicio regirán las
disposiciones del Código de Procedimientos Civiles y Comerciales, de la Ley
Orgánica de los Tribunales y de las leyes especiales sobre la materia”.
Nuestra ley se aparta decididamente del modelo francés, descartando la
discriminación de procedimientos especiales para los recursos por exceso de poder,
de plena jurisdicción, de anulación, etc. y sus efectos específicos (3). El
procedimiento viene a ser así mucho más simple, comprendiendo todos los recursos
con su múltiple alcance en uno solo: el contencioso-administrativo, como acaba de
verse en el apartado precedente.
Si requiere innovaciones el procedimiento vigente, no será en el sentido de
las complicaciones mencionadas sino para agilizarlo aun más, conforme a los
requerimientos de su objeto, que es el de proteger el interés del particular lesionado
en sus derechos y al mismo tiempo el interés general de la legalidad de la
Administración.
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CAPÍTULO XIX: PROCEDIMIENTO CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVO
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
is) “Un interés directo, personal y legítimo” en la ley española, según E. García do
Enterría y T. R. Fernández, op. cit. pág. 384.
En las “Bases para una legislación sobre protección jurídica de los Administrados”,
aprobadas en un Congreso Judicial celebrado en nuestro país en el uño 1949, se dice: “Para
atribuir la calidad de parte y de terceros coadyuvantes en el juicio, se ha optado
simplemente por el criterio del “interés como medida do la acción”, desechando la
distinción entre derecho subjetivo e interés legítimo. No hay razón especial para no seguir
en esta materia el mismo criterio cuya aplicación en el Derecho procesal común no ofrece
inconveniente alguno".
En cuanto a la justiciabilidad del acto administrativo individual y dol regla mentó, cf. A.
Merkl, op. cit. pág. 280.
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CAPÍTULO XIX: PROCEDIMIENTO CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVO
mentó, con efecto erga omnes, lo que equivale a modificarlo o derogarlo. Es como
si la misma Administración juzgara sus propios actos. Pero en el sistema
justicialista, en que el tribunal que forma parte del Poder Judicial y juzga los actos
de los otros poderes constitucionalmente independientes, no puede sustituirse a la
Administración modificando o derogando sus reglamentos, por la misma razón que
no puede modificar o derogar las leyes. Sólo puede declarar su ilegalidad o
inconstitucionalidad y negarse a aplicarlo en el caso concreto.
La Constitución vigente en su Art. 260 dispone que la Corte Suprema de
Justicia podrá declarar la inconstitucionalidad de las leyes “y la inaplicabilidad de
las disposiciones contrarias a esta Constitución” —entre las cuales deben contarse
los reglamentos—, agregando: “en cada caso concreto y en fallo que sólo tendrá
efecto con relación a ese caso”. De modo que la Constitución no se ha apartado de
las reglas y de los efectos del juzgamiento de las leyes y reglamentos por los
tribunales.
Así, pues, el particular que se vea afectado por una ley o reglamento no lo
puede impugnar directamente sino que debe esperar que se le aplique mediante un
acto administrativo individual o, si no desea permanecer en la incertidumbre,
provocar su aplicación para recurrir contra la resolución respectiva <6).
La situación que no está contemplada en la Ley es la de las asociaciones
profesionales, gremiales, culturales, incluso de vecinos de los Municipios, que
tienen interés real, aunque no personal, en la aplicación de las leyes y reglamentos a
sus miembros en general.
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SALVADOR VILLAGRA MAFPIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
6. Legitimación de la Administración
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CAPÍTULO XIX: PROCEDIMIENTO CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVO
misma. Serían contados los casos de real importancia que escapen a los medios de
control administrativo: en la administración centralizada bastan las instrucciones
del poder central para que la autoridad subordinada ajuste sus actos a dichas
instrucciones y en la descentralizada los actos de mayor importancia suelen estar
sujetos a la aprobación o autorización previa del poder central, como la
adjudicación en las licitaciones de las empresas públicas, el otorgamiento de avales
del Banco Central, etc. En las municipalidades el control se ejerce mediante las
intervenciones del Poder Ejecutivo, previo acuerdo con la Cámara de Diputados en
los casos autorizados en el Art. 165 C.N. Si restan otros casos de real trascendencia
no alcanzados por estos medios de control y que requieran la revisión judicial,
habría que implementar el recurso contencioso-administrativo contra las
resoluciones de la misma Administración designando el órgano y la forma en que
ha de ejercerlo. A falta de ello el instituto ha resultado inaplicable hasta el presente.
Descartada la legitimación activa de la Administración, cabe analizar la
pasiva, como demandada. La demanda se interpone con motivo de una resolución
administrativa y bastaría en realidad impugnarla por las irregularidades de que
adoleciese para que el tribunal la juzgue. Por eso la fórmula correcta de la demanda
es que se la interpone “con motivo de la resolución de tal autoridad”, no
precisamente contra la autoridad. La designación de ésta como parte demandada
no tiene más valor que el de un expediente de técnica procesal para que el juicio sea
contradictorio.
Será parte demandada la Administración central, es decir el Estado, si la
autoridad que dictó la resolución es un órgano centralizado y su representación la
ejercerá la Abogacía del Tesoro si en la cuestión están interesadas las rentas de la
Nación (Ley 109/91) y el Ministerio Público en las demás cuestiones (Art. 266 y
siguientes de la C.N.). En los casos en que el órgano descentralizado está
legalmente autorizado a intervenir en el juicio bajo la representación de su asesor
jurídico, se trata solamente de la descentralización de faculta-
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
(8) En un caso sobre mejor derecho a la adquisición de un lote de terreno fiscal, por
A.I. ND 92 del 21/VIII/67, transcrito por el Dr. Flaviano González en su citadn tesis, pág. 70
y sgtes., la Corte S. de Justicia concedió al tercero, que defendía la resolución administrativa,
los recursos de nulidad y apelación que le había denegado el Tribunal de Cuentas, fundado
éste en que la Administración había consentido la sentencia y por consiguiente no podía el
tercero prosegilir por sí mismo el juicio. Al concederle los recursos que la Administración
había dejado de ejercer, la Corte le reconoció el derecho procesal autónomo «ano “parte”
legítima en el juicio.
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CAPÍTULO XIX: PROCEDIMIENTO CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVO
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
(9) cf. E. García de Enterría y T. R. Fernández: “De las consideraciones precedentes se desprende
sin lugar a dudas la necesidad de una revisión de raíz del actual sistema, que devuelva a los
recursos administrativos su sentido primario de garantía de los administrados,
sustancialmente velado en la actualidad. 1 iU vía administrativa de recurso debería
conformarse para ello con carácter facultativo...” (op. cit. pág. 422).
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SALVADOR VILLAGRA MAPFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
ción ficta, como aquella que resulta ante la falta de pronunciamiento de la autoridad
competente sobre los recursos de reconsideración planteado por los funcionarios
públicos.
Entre los requisitos para interponer la demanda, la Ley 1462/ 35, modificada
en este punto por el Dto. Ley N° 8723/41, exigía el pago previo del impuesto
dispuesto en la resolución administrativa. Esta es una rémora que felizmente
desapareció. Como decíala Asociación Paraguaya de Estudios Administrativos y
Fiscales en una presentación al Congreso acerca de un proyecto de ley de
procedimiento tributario, la exigencia del pago previo “es a todas luces
inconstitucional por poner trabas al derecho a la defensa y también por violar el
principio constitucional básico de la igualdad al permitir la defensa al que tiene
bienes suficientes para el pago previo del impuesto y negársela al que no los tiene”.
Es también “expoliatorio e injusto porque no se conoce un caso en que el Fisco haya
devuelto el impuesto percibido indebidamente y si lo acredita para el pago de futuras
deudas tributarias, lo hace tardíamente y sin ninguna compensación para el
contribuyente que se ve perjudicado y castigado aún después de haber sido
reconocido judicialmente su derecho”. Y previsoramente seguía diciendo: “No es
aceptable el expediente de sustituir el pago previo por una caución real que cubra el
monto del tributo, porque aparte de las cuestiones que se suscitarán acerca de si la
caución es o no suficiente, lo mismo sería inconstitucional por oponer dificultades al
derecho de la defensa enjuicio y mantendría la odiosa discriminación de los que
tienen bienes suficientes para dar en caución y de los que no los tienen” (10).
(10) En el modelo de Código Tributario para América Latina, preparado por OKA- BID,
Washington DC, 1968, que elimina la aplicación de la regla salve el repele en materia de
tributos, dicen sus redactores en nota explicativa lo siguiente: “La Comisión estima de gran
trascendencia la no exigencia dol pago previo o
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CAPÍTULO XIX: PROCEDIMIENTO CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVO
solve et repete como requisito o presupuesto de la acción. El odioso solve et repete, según
calificación de autorizada doctrina constituía un medio utilizado frecuentemente para
encubrir la arbitrariedad administrativa y hacer ilusoria la defensa del contribuyente.
Además, aparte de ser una institución que no existe en todos los países, en fecha reciente fue
declarada inconstitucional por la Corte Constitucional de Italia, su país de origen, por
contrariar garantías esenciales, y fue eliminada en Argentina y Uruguay, sin producir
ninguna alteración en la recaudación normal de los tributos”. Esta última observación es
decisiva para salir al paso de los que creen que la eliminación del solve et repete daría lugar
a abusos y disminución en la recaudación de los tributos. Los recargos, gastos causídicos y
honorarios profesionales constituyen un freno real para no aventurar demandas infundadas
con el solo objeto de retardar el pago de impuestos.
(11) E. García de Enterría y T. R. Fernández: “Esto supuesto, no puede considerarse
sorprendente, sino, por el contrario, ajustado a la propia naturaleza de la institución, el que,
en caso de duda, debe resolverse ésta en el sentido más favorable a la continuación del
procedimiento hasta su total conclusión” (op. cit. págs. 181 y 182).
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
(12) Ejemplos ilustrativos de los casos en que procede la suspensión son los ritndoii en la nota (9)
del mencionado Cap. V, N° 12).
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CAPÍTULO XIX: PROCEDIMIENTO CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVO
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
(13) A. y S., N“ 18 del 6/XII/60 del Tribunal de Cuentas, transcripto en la citada tesis del Dr.
Flaviano González Domínguez, pág. 146.
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CAPÍTULO XIX: PROCEDIMIENTO CONTENCIOSO-ADMINISTHATIVO
que sean necesarios para la prosecución del juicio, lo mismo que el Tribunal viene
haciendo con la remisión de los antecedentes administrativos, sin previsión expresa
en la ley, pero enteramente conforme con el principio de “oficialidad” del juicio
contencioso-administrativo.
Po: disposición del Art. 8o de la Ley 1462, derogado por Dto. Ley N°
9070,'38 y puesto nuevamente en vigor por Ley N° 398/56, perime la instancia
contencioso-administrativa si no se hubiese efectuado ningún acto de procedimiento
en el término de tres meses, cargándose las cestas al actor. La perención a término
breve está de acuerdo con la celeridad del procedimiento que es requerida en el
juicio contencioso-administrativo, pero la ley no tiene en cuenta que el retardo se
debe, no precisamente a negligencia de las partes, sino a la mora extraordinaria del
Tribunal para dictar sentencia.
Una vez que el juicio llega al estado de sentencia deja de correr el término de
la perención. Cabe agregar que, de acuerdo con el principio de in dubio pro
actione, debe suspenderse el término cuando le es imposible al actor promover el
procedimiento, como ocurre durante la feria judicial, lo que es admitido por el
Tribunal, y debería serlo también cuando es inútil la diligencia del actor, como en el
caso de que fuera necesaria la previa resolución de algún incidente por el Tribunal.
• 431 •
SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
(14) “En base a una interpretación mitificada del carácter revisor de la jurisdicción se tiende, en
efecto, a afirmar que los tribunales de la jurisdicción contencioso- administrativa no pueden
sustituir a la Administración reformando los actos o disposiciones impugnadas y, de hecho,
son muchas las sentencias que por esu razón han quedado a mitad de camino; anulan el acto
sancionador, por ejemplo, por considerar excesiva la multa impuesta y remiten
expresamente la tarea de adecuar la sanción a la nueva calificación de la falta que la
sentcnciu contiene. Esta actitud no está justificada técnicamente, como ya anotamos, y es,
además, gravemente equívoca” (E. García de Enterría y T. R. Fernández, ob. cit. pág. 545).
Nuestro Tribunal de Cuentas ha avanzado positivamente en este sentido, disponiendo lo que
es conforme a Derecho en todos los casos que citamos como ejemplos en el texto.
• 432 •
CAPÍTULO XIX: PROCEDIMIENTO CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVO
Por aplicación del Código Procesal Civil, al que la Ley 1462 se remite, las
costas del juicio deben imponerse a la parte vencida en el mismo, pero el Tribunal
puede eximirla de la imposición “exponiendo circunstanciadamente los
fundamentos que tuviese”. Fundado en esta autorización, nuestro Tribunal exime de
costas a la Administración casi invariablemente, con el manido argumento de que la
cuestión es controvertible o que no hay jurisprudencia en la materia, fomentando
con ello la promoción de litigios, con resoluciones administrativas sin asidero legal
suficiente. La más pequeña duda basta para que la autoridad administrativa se
exponga con su resolución a un litigio, en la seguridad de que nadie será
responsable de sus consecuencias, peiju- dicando así al particular que, aún teniendo
razón reconocida por el tribunal, sale pagando sus gastos que pueden ser cuantiosos,
especialmente en asuntos tributarios, en los que el peijuicio se agrega al de las
simias inmobilizadas en concepto de pago previo.
Si la Administración fuera condenada en costas, todavía queda por ver si el
pago se hará efectivo. Prácticamente no lo será, por la
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
exigencia del régimen financiero estatal que requiere previsión para el pago en el
presupuesto, lo mismo que el Dto. Ley N° 6.623/44 sobre demandas contra el
Estado y la Ley para las Municipalidades. Es necesario y de entera justicia que se
constituya un fondo, que puede serlo con el importe de las multas y de las costas a
cargo del particular vencido en juicio, fondo a ser depositado en cuenta y a la orden
del Tribunal, para que éste haga efectivo el pago de las costas en el caso de que la
Administración tuviera que pagarlas.
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CAPITULO XIX: PROCEDIMIENTO CQNTENCIOSO-ADMINISTRATIVO
(15) "... la Administración no puede conferir aquella firmeza que la fuerza material de cosa
juzgada confiere a la sentencia del juez ordinario. Pues mientras la sentencia judicial —
prescindiendo de algunas excepciones— habla de un hecho claramente circunscrito y por lo
tanto invariable de faeto, la Administración se encuentra ante circunstancias que escapan a
una delimitación temporal hacia el futuro y por lo mismo permanecen variables” (E.
Forsthoff, op. cit. pág. 351).
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
el Cap. VI, especialmente en los N°s. 12 y 13). En realidad lo único que puede
suscitar duda es la revocación por cambio de criterio, pero si se respeta la res
judicata, que permanecerá invariable con todos sus efectos, parece razonable
admitir que la Administración pueda cambiar de criterio en la aplicación de la ley o
en la estimación del interés público en nuevos casos que se presenten en el futuro,
aunque sean análogos o aún idénticos al ya juzgado.
20. A quiénes obliga la sentencia
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CAPÍTULO XIX: PROCEDIMIENTO CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVO
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
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CAPÍTULO XIX: PROCEDIMIENTO CONTINCIOSO-ADMINISTRATIVO
No debemos cerrar este capítulo sin antes evaluar grosso modo la eficacia de
la justicia administrativaen nuestro país y las posibilidades de su mejoramiento.
Se puede afirmar sin vacilación que el Tribunal contencioso- administrativo
es el de más difícil acceso en nuestra Administración de Justicia, tanto por la traba
de los recursos administrativos previos como por el pesado procedimiento de juicio
ordinario a que está sometido y el excesivo retardo de las sentencias, que es ya una
tradición en esta jurisdicción. Sólo asuntos de elevado monto pecuniario, que
justifiquen los gastos y la espera de años, pueden ser llevados al Tribunal. La prueba
de ello está en que los juicios iniciados en un año en el Tribunal no llegan a
cincuenta.
Pero entre la Administración y los particulares pueden suscitarse cuestiones
que no por carecer de valor pecuniario como la denegación de permiso de reunión,
cierre de periódico, restricciones a la actividad de partidos políticos, etc., merecen
menos protección jurídica. Por el contrario, la reclaman con más urgencia. Y es
evidente al mismo tiempo que, aún abreviado en todo lo posible, es inadecuado para
ello el procedimiento del juicio ordinario.
Resulta sintomático a este respecto que se recurra cada vez más a la vía del
amparo en lugar de la del contencioso-administrativo ante el Tribunal de Cuentas.
Concurren, en efecto, todas las condiciones contempladas para la petición de
amparo en el Art. 134 de la Constitución: a) acto u omisión ilegítimo de autoridad;
b) lesión o peligro de lesión, de modo grave, de un derecho o garantía consagrado
en la Constitución o en la ley; c) urgencia del caso que no pudiera remediarse por la
vía ordinaria.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
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CAPITULO XIX: PROCEDIMIENTO CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVO
(16) El caso más reciente es el de la petición de amparo promovida por una fracción de un partido
político, ante el Juzgado de I a instancia en lo civil, contra una resolución por la cual la Junta
Electoral Central había admitido una lista (A) de candidatos para elecciones municipales y
rechazado una lista (B) de otra fracción del mismo partido para las mismas elecciones. El
juez de Ia instancia hizo lugar al amparo, anulándola lista (A) y ordenando en su lugar la
admisión de la lista (B), y recurrida la resolución ante la Cámara de Apelaciones en lo Civil
resolviendo en un asunto típicamente administrativo, como lo es la aplicación de la ley
electoral, marginando la competencia constitucional exclusiva del Tribunal de Cuentas en la
materia. La anormalidad no termina ahí sino que, habiéndose realizado las elecciones antes
del pronunciamiento del Tribunal, éste ordenó la exclusión de la Junta Municipal de los
miembros de la lista (A) que había sido votada pero anulada y disponiendo su sustitución
por los candidatos de la lista (B), que no había sido votada en las elecciones. Esta es, si se
quiere, una prueba de los inconvenientes de la falta de especialización en la materia,
suponiendo que el Tribunal en lo contencioso-administrativo no hubiera dispuesto semejante
despropósito. Es también un claro ejemplo de lo que hemos advertido repetidas veces: que el
Tribunal no debe ordenar lo que solamente la autoridad competente puede disponer, en este
caso la convocatoria a elecciones para llenar las vacancias producidas por anulación del acto
administrativo irregular de la Junta Electoral Central.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
DERECHO MUNICIPAL
1. ADMINISTRACIÓN GENERAL Y MUNICIPAL. 2. DERECHO ADMINISTRATIVO GENERAL Y
DERECHO MUNICIPAL. 3. CARACTERES DE LA AUTONOMÍA MUNICIPAL. 4. EL
MUNICIPIO Y EL DERECHO NATURAL. 5. LEY ORGÁNICA MUNICIPAL DE 1882. 6. LAS
LEYES 915 Y 222 Y SUS FUENTES. 7. CONSAGRACIÓN DE LA AUTONOMÍA MUNICIPAL EN
LA CONSTITUCIÓN . 8. EL MUNICIPIO EN LA CONSTITUCIÓN DE 1992. 9. OTRAS
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SALVADOR V[LLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
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CAPÍTULO XX: DERECHC MUNICIPAL
(!) ‘Auto-administración” la denomina A. Merkl, op. cit. pág. 437 y sgtes. Como
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SAI.VADOR VILLAGRA MAFPIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
que esta denominación puede aplicarse a otras instituciones administrativas que también se
“auto-administran”, como las empresas públicas con personería jurídica, preferimos usar la
de “autonomía” que, además, lo que para nosotros resulta decisivo, es la empleada por la
Constitución que en su Art. 166 dice: “Las municipalidades son los órganos de gobierno
local con personería jurídica que, dentro de su competencia, tienen autonomía política,
administrativa y normativa, así como autarquía en la recaudación e inversión de sus
recursos”.
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CAPITULO XX: DERECHO MUNICIPAL
más que reconocerlo mediante la ley. Esta doctrina tiene no sólo importancia
teórica sino también práctica, en cuanto pretende decidir sobre la génesis y los
límites de autonomía del Municipio que estarían predeterminados por su
naturaleza.
Podría creerse, lo que históricamente es erróneo, que los Municipios han
delegado sus poderes en un poder central que sería el Estado, reservándose todos
los poderes no delegados, entre ellos el derecho de su propia existencia. Aunque así
fuese, se habrían despojado de su soberanía para cederla al Estado. Podría también
inducir a engaño el hecho histórico de que en la antigüedad clásica primero fue la
Ciudad, pero entonces la Ciudad era lo que ahora llamamos “Estado” .
Ni el origen ni las circunstancias históricas deciden acerca de lo que es el
Estado. Si lo concebimos como el arbitrio o la instancia suprema de un
determinado orden jurídico, que es en realidad en lo que consiste la soberanía, no
puede, por definición, existir dentro del mismo Estado otro ordenamiento soberano.
Por eso es impropio decir, como se dice en ocasiones, que hay un Estado dentro del
Estado. Puede ello significar que ciertas instituciones tienen autonomía excesiva o
poderes extraordinarios o inconvenientes, pero desde el momento que el Estado
puede disminuirlos o simplemente delimitarlos por ley o por su propia
Constitución, como ocurre con las Municipalidades, éstas no son ni pueden llegar a
ser Estados dentro del Estado.
Otra cosa son los fundamentos naturales en que se apoya la autonomía
municipal. Es un hecho demográfico y sociológico destacado el que la población
humana no se distribuye uniformemente en el territorio sino que se congrega en
aldeas, villas y ciudades, centros urbanos que generan necesidades e intereses
comunes y forjan su propia historia<2).
(2) Ejemplo ilustre de esta historia es la Ciudad de la Asunción y su Cabildo. La gran tradición del
cabildo colonial se interrumpió con los gobiernos centralistas de la Independencia y luego
con la hecatombe de 1870. El Cabildo de Asunción fue extinguido en 1824 bajo la dictadura
del doctor Francia y resta-
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
Mecida la Municipalidad de la Capital por ley del 15 de junio de 1871; por disposición del
16 de febrero del año siguiente se suspendió la aplicación de la misma ley “hasta que
desaparezcan las causales que han intervenido haciendo imposible la marcha de la
Municipalidad”. Puede imaginarse en qué condiciones habría quedado la Ciudad Capital
después de la guerra para no poder poner en marcha su Municipalidad.
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CAPÍTULO XX: DERECHO MUNICIPAL
no muy bien definida. Sus fuentes pueden encontrarse en las leyes municipales
argentinas y a través de éstas las norteamericanas, en cuanto a la autonomía y
distribución de competencias entre los órganos del gobierno municipal.
La Ley 222 vigente ha tenido por objeto, según sus autores, la “revisión,
ordenamiento y modernización” de la Ley 915, de la que mantiene en efecto sus
lineamientos fundamentales, en cuanto a la organización de las Municipalidades por
categorías, la elección de los concejales conforme a la ley electoral nacional, la
definición de la competencia municipal por el método indirecto de las atribuciones
que confiere a las Juntas, además de numerosos artículos que han pasado
textualmente a la nueva ley.
En esta última se observan innovaciones y ampliaciones en materia de
creación legal del Municipio, previsiones acerca de las “parroquias”, ampliación de
las atribuciones de la Junta en materia de servicios públicos, plan regulador,
educación pública, cultura, deportes y turismo, especificación de los tributos
asignados a la Municipalidad, los que serán creados por ley, lo mismo que en la
915; ampliación y desarrollo de la cooperación intermunicipal, etc.
Son fuentes de esta Ley 222 la 915, como acaba de verse, los principios
proclamados en los Congresos Panamericanos de Municipalidades, las resoluciones
del Congreso de Municipalidades realizado en nuestro país en 1952 y la ley
municipal de Ecuador, de la que ha adoptado textualmente varias disposiciones.
• 449 •
lan gravemente
SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
la autonomía, aparte de que una nueva ley podía suprimirla.
La técnica jurídica para asegurar la autonomía municipal es consagrarla en la
Constitución, de modo que ella adquiera la primacía de todo precepto constitucional
y no pueda ser alterada por las leyes reglamentarias. Pero este arbitrio no es tan
sencillo como parece. Para que la autonomía sea completa y no pueda ser
disminuida de ningún modo por la ley, la Constitución tendría que otorgar a los
Municipios plena libertad para darse su propia Carta constitutiva. Esta completa
libertad de auto-organización no podría adoptarse en países que no tienen
tradiciones ni el desarrollo cívico indispensable para ejercitarla. Además, podría
conducir a una gran anarquía de regímenes municipales dentro de un mismo país.
En algunas Constituciones estaduales de los Estados Unidos se sigue este sistema y
para obviar el inconveniente apuntado se proponen modelos de Cartas que son
adoptados por los Municipios.
Siguiendo otro método, la Constitución podría establecer simplemente los
principios fundamentales de la autonomía, pero no pu- diendo delimitarla
acabadamente, subsistiría siempre algún margen para que la ley la pueda estrechar y
disminuir. La dificultad acrece con las grandes diferencias existentes entre los
Municipios de un mismo país y también con las exigencias de los planes de alcance
nacional que requieren alguna intervención del poder central.
En el IV Congreso Panamericano realizado en Montevideo en 1953 se
adoptó la declaración de que “la autonomía municipal se caracteriza por el
reconocimiento en la Constitución: Io) de la autonomía política fundada en los
principios democráticos; 2o) de la capacidad financiera con recursos adecuados para
el cumplimiento de sus fines; 3 o) de la administración propia de los servicios
públicos locales”.
Hay que decir finalmente que poco valor tendrían las prescripciones
constitucionales sobre autonomía si las propias comunidades municipales no la
sienten, ejercitan y defienden. El celo por la cosa pública y el gobierno propio
constituyen la verdadera garantía de la autonomía.
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CAPÍTULO XX: DERECHO MUNICIPAL
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
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CAPÍTULO XX: DERECHO MUNICIPAL
Otra previsión que hace falta es la que haga posible la adopción de planes
nacionales de desarrollo económico y social, y aún de austeridad, en boga en
nuestro tiempo. Si los Municipios tienen plena facultad para la “libre gestión de sus
ingresos y la forma de recaudarlos e invertirlos”, sin cortapisas, como prescribe el
Art. 170, podrían las Municipalidades no someterse a restricciones en el uso del
crédito público, congelación de sueldos y salarios, etc., aunque dichas restricciones
fueran establecidas por ley, como ha ocurrido en otros países.
• 453 •
SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO vigor ha seguido
los dos sistemas, puesto que al hablar de creación de Municipalidades se refiere a
las nuevas y no a las ya existentes, las que son implícitamente reconocidas sea por
no reunir los requisitos legales, sea por tradición o de hecho, como lo son su gran
mayoría las Municipalidades existentes.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
12. Importancia de la delimitación
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
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CAPÍTULO XX: DERECHO MUNICIPAL
dos por las Municipalidades, etc. Las resoluciones adoptadas por mayoría de votos
de las asambleas de la OPACI obligan a los Municipios miembros, pero en este
caso la obligación se funda en su participación con voz y voto en las asambleas,
como ocurre en cualquier otra entidad social y no.en carácter de cooperación
forzosa.
Especial interés ofrece la asociación transitoria o permanente de dos o más
Municipios de una región o departamento, autorizada en los Arts. 229 y 231 de la
Ley 1294/87. Planes de vialidad, coordinación del tránsito, adquisición de
maquinaria para uso común, organización de servicios públicos, etc., podrían ser
promovidos y dirigidos por las capitales de departamentos que desde luego
constituyen centros político-administrativos y ejercen de hecho gran influencia en
sus respectivas regiones.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
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CAPÍTULO XX: DERECHO MUNICIPAL
• 461 •
SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO en
la legislación
conceptos precisos de los cuales puedan deducirse las reglas aplicables. Por el
contrario, en nuestro régimen constitucional ninguna autoridad puede imponer
obligaciones y prohibiciones sin expresa autorización legal, la que, además, debe
ser limitada (Art. 9o C.N.). Por esta razón, en un caso planteado contra la fijación de
precios de entrada en las salas de exhibición cinematográfica el Tribunal resolvió
que tal servicio no era público sino privado y que la Municipalidad no tenía
atribución para fijar los precios, por lo que tuvo que ser dictada posteriormente una
ley especial.
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CAPÍTULO XX: DERECHO MUNICIPAL
ser publicada. Devuelta la ordenanza a la Junta, si ésta se reafirma por dos tercios
de votos de la totalidad de sus miembros la ordenanza debe ser promulgada por el
Intendente.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
Según el Art. 1903 del Código Civil “Los bienes municipales son públicos o
privados. Bienes públicos municipales, son los que cada municipio ha destinado al
uso y goce de todos sus habitantes. Bienes privados municipales, son los demás,
respecto de los cuales cada municipio ejerce dominio, sin estar destinados a dicho
uso y goce. Pueden ser enajenados en el modo y la forma establecidos por la Ley
Orgánica Municipal.
La Ley 1294/87 los clasifica y enumera en bienes del dominio público y
bienes patrimoniales. El Art. 106° prescribe: “Son bienes del dominio público los
que en cada Municipio están destinados al uso y goce de todos sus habitantes, tales
como: a) las calles, avenidas, cami-
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CAPÍTULO XX: DERECHO MUNICIPAL
• 465 •
SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO podrán enajenar
la tierras de su dominio privado, por el procedimiento de subasta pública o
excepcionalmente en forma directa, previo avalúo pericial que no será menor al
valor fiscal, salvo los casos de que traten los artículos 113,114 y 115”. De hecho las
Municipalidades no se ajustan a este requisito sino que enajenan libremente,
dilapidando las tierras que debieran haberse destinado a plazas, parques y espacios
verdes, incluso las márgenes de los arroyos que de ese modo no sirven ya para
nadie. Bien es cierto que puede dudarse de si con la formalidad del remate les
hubiera cabido mejor suerte a las tierras municipales.
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CAPÍTULO XX: DEHECHO MUNICIPAL
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
Los recursos que pueden oponer los particulares contra las resoluciones
municipales, están legislados solo en la Ley que establece procedimiento en materia
de faltas municipales. La Ley 1.294/87 solo prescribe normas referentes a acciones
y no a recursos administrativos, tales como la de su Art. 232 según la cual “Las
acciones por lesiones de carácter administrativo, cuando las Municipalidades
proceden en virtud de sus facultades regladas, serán ejercidas por la vía
contencioso-administrativa”; y la del Art. 233: “No se admitirá ante las autoridades
judiciales o administrativas acción que tenga por objeto impedir o suspender el
cumplimiento de las Resoluciones Municipalidades en lo concerniente a la
seguridad, higiene, moralidad pública y bienes de dominio público comunal. Los
particulares perjudicados por ella deberán ejercitar su derecho en la forma prevista
en el artículo anterior”.
En materia de Faltas Municipales, la Ley 1276/98 posibilita que el afectado
por una sanción impuesta por el Juzgado de Faltas oponga los recursos de apelación
y nulidad ante el Intendente.
De acuerdo con lo que hemos sostenido en el Cap. XIX N° 9, los recursos de
reconsideración y jerárquico contra toda clase de resoluciones municipales,
debieran ser opcionales, con la posibilidad de recurrir directamente al Tribunal
contencioso-administrativo si el particular lo considera así conveniente. El recurso
jerárquico debe llegar sólo hasta el Intendente y no hasta la Junta que, según el
sistema de independencia de poderes seguido por la ley, no es superior jerárquico
del Intendente.
No debe extrañar que nos ocupemos de estas cuestiones al parecer
intrascendentes. Ellas afectan a la generalidad de habitantes y de su adecuada
regulación depende no sólo la seguridad de la vida cotidiana sino también la
cooperación de la ciudadanía para hacerla efectiva.
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Capítulo XXI
PRINCIPIOS FUNDAMENTALES
DEL DERECHO ADMINISTRATIVO
1. PRINCIPIO DE LEGALIDAD DE LA ADMINISTRACIÓN. 2. SUPREMACÍA DEL INTERÉS GENERAL. 3. EL PRINCIPIO DE IGUALDAD. 4. PRESERVACIÓN DE LOS DERECHOS
HUMANOS. 5. AUTO-ADMINISTRACIÓN. 6. RESPONSABILIDAD DE LA ADMINISTRACIÓN Y SUS AGENTES. 7. PUBLICIDAD.
8. MORALIDAD. 9. JUSTICIA ADMINISTRATIVA.
Entendemos por principios jurídicos las reglas generales que pueden abstraerse del Derecho positivo o que, enseñadas en la doctrina más autorizada, lo
sustentan y sirven para resolver las lagunas que pueden existir en el mismo Derecho positivo.
Expuesto en los capítulos precedentes el Derecho administrativo en sus partes principales, estamos en condiciones de señalar los principios fundamentales que
lo informan. Todos ellos son comunes al Derecho público, pero tienen especial aplicación en Derecho administrativo, como trataremos de demostrarlo seguidamente
0)
.
(1) J. Cretella -Júnior, de la Universidad de Sao Paulo, Brasil, echa de menos la ausencia de este tema en las obras de los autores, e iniciando su estudio, enumera sólo dos fundamentales: el principio
de legalidad y el de supremacía del interés público —con los que coincidimos— agregando otros que denomina principios secundarios o menores, como el de jerarquía, el de especialidad, de
auto-ejecutoriedad, etc. (cf. “Principios Fundamentales de Derecho Administrativo”, Madrid, 1972). Aquí tratamos de identificar los principios fundamentales, aunque es preciso reconocer
que ellos son del Derecho constitucional, pero es el Derecho administrativo el que los desarrolla y les presta efectividad.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
Es una de las grandes conquistas del Estado de Derecho de nuestro tiempo, consistente en el total sometimiento de la Administración a la ley. Ello se revela
en Derecho administrativo bajo varios aspectos:
a) En la subordinación de las leyes administrativas a la Constitución, por lo que lo hemos llamado “Derecho sub-constitucional” en el Cap. I N° 4. Esta
posición está consagrada en el Art. 137 de la Constitución vigente, en los que se establece el orden de prevalencia de las normas jurídicas.
b) “Los órganos del Estado se subordinan a los dictados de la ley...” (Art. 257 C.N.), por lo que hemos calificado de “sub-legal” la actividad administrativa
(supra, ibidem).
Incluso las facultades discrecionales que las leyes confieran a las autoridades administrativas deben contener necesariamente limitaciones (Art. 3 o C.N.), de
suerte que en su ejercicio no las traspasen o usen con otra finalidad, so pena de extralimitación o desviación de poder.
Por lo demás, la “legalidad” exigida para los actos de las autoridades administrativas es más estricta que la “licitud” de los actos jurídicos privados, en el
sentido de que para éstos basta que no estén prohibidos, en tanto que para los actos administrativos se requiere que estén autorizados expresa o implícitamente en la
ley o reglamento fundado en la misma (supra, Cap. III N° 5).
Al referirse al principio, García de Enterría expresa: “El principio de legalidad de la Administración, con el contenido explicado, se expresa en un mecanismo
técnico preciso: la legalidad atribuye potestades a la Administración, precisamente. La legalidad otorga facultades de actuación, definiendo cuidadosamente sus
límites, apodera, habilita a la Administración para su acción confiriéndola el efecto poderes jurídicos. Toda acción administrativa se nos presenta así como ejercicio
de un poder atribuido previamente por la Ley y por ella
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CAPÍTULO XXI: PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DEL DERECHO ADMINISTRATIVO
delimitado y construido. Sin una atribución legal previa de potestades la Administración no puede actuar, simplemente.”
Prescribe el Art. 128 C.N.: “En ningún caso el interés de los particulares privará sobre el interés general”. En lo que respecta a la Administración pública, ella
es consustancial con el interés general. Existe para este fin y sólo para él. El problema consiste en saber en qué condiciones los intereses que se presentan como
particulares pero cuya suma y necesidad de seguridad los revisten de interés general, merecerán a este título la protección jurídica. En rigor es la ley la que debe
decidir la cuestión, porque habría serio riesgo en permitir que la autoridad califique a su arbitrio qué intereses serán protegidos y cuáles otros no, a título de interés
particulares. Pero siendo imposible que la ley llegue a prever todos los casos, será necesario que la autoridad pueda estimarlos, decidiendo en una situación concreta
si los intereses particulares en juego merecerán la protección debida al interés general.
Tales son las situaciones que hemos examinado en el Cap. VI con motivo de la revocabilidad de los actos administrativos, en que la autoridad administrativa
debe decidir, a falta de disposición legal, cuándo el interés particular debe ceder ante el interés general de la revocación y cuánto debe prevalecer en razón de la
necesaria seguridad jurídica, que es también de interés general. Lo mismo ocurre con la modificabilidad de los contratos celebrados por la Administración, en lo que
se admite que ésta los puede alterar por razón de interés general y con el mismo título respetar en todo lo posible los mismos contratos cuya preservación es también
de interés general.
Salvadas éstas y otras discriminaciones posibles, que no son excepciones puesto que todas ellas tienen por objeto llegar a una estimación y calificación
razonables, se reafirma como regla absoluta la primacía del interés general en la Administración pública.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
3. El principio de igualdad
Prescrito en el Art. 46 C.N.: “Los habitantes de la República son iguales en dignidad y derechos. No se admiten discriminaciones”. El principio de igualdad
tiene múltiple aplicación en Derecho administrativo: el acceso a los cargos públicos y a la contratación con el Estado, el trato igualitario de las personas por las
autoridades, etc.
Su importancia es tan gravitante que en la recaudación de tributos, en conflicto con otros preceptos constitucionales, prevalece el principio de igualdad (v.
Cap. II N° 7). Y si se quiere otra demostración más dramática de las consecuencias de su violación, bastaría recordar que entre las causas de la independencia de
nuestro país se destaca la discriminación que existía entre españoles y criollos, así como el universal movimiento de liberación de los pueblos coloniales en el
presente siglo.
El principio de igualdad es uno de los más entrañables de la condición humana y su violación es tan grave que no puede predecirse sus consecuencias. La
Administración pública tiene la misión de hacer efectivo este principio en los hechos.
No puede concebirse que la Administración pública tenga otros fines más elevados que la preservación y promoción de los derechos humanos. El Art. 4 o C.N.
lo consagra en la forma más amplia: “Toda persona será protegida por el Estado en su integridad física y psíquica, así como en su honor y en su reputación”. Es ésta
la única justificación para investir de potestades a la policía, a toda clase de policía, y no para satisfacer el prurito de mando o el despliegue de fuerza.
Las funciones de la policía de seguridad están especialmente contempladas en el Art. 175 C.N.: “La preservación del orden público legalmente establecido,
así como los derechos y la seguridad de las personas y entidades y de sus bienes; ocuparse de la prevención de los
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CAPÍTULO XXI: PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DEL DERECHO ADMINISTRATIVO
delitos; ejecutar los mandatos de la autoridad competente y, bajo dirección judicial, investigar los delitos”, materia ésta del Derecho administrativo.
5. Auto-administración
La centralización excesiva del poder no sólo es inadecuada para la atención eficaz de los servicios a cargo de la Administración, sino que es impropicia para
el ejercicio de las libertades y de la democracia. La Administración es autocrática en el sentido de que sus órganos no son electivos y sus decisiones se toman
unilateralmente, sin consulta a los sectores afectados. Esta cualidad adquiere graves proyecciones a medida que se multiplican los órganos con facultades
reglamentarias, en virtud de las cuales la regulación de materias de las más importantes, como el régimen monetario, industrial, comercial, sanitario, etc., no la hace
ya el Poder Legislativo sino la Administración a cargo del Poder Ejecutivo. En este sentido es cierto y seguramente inevitable en gran medida el fenómeno de
traslación de poder del legislativo, no necesariamente al jefe del Ejecutivo, sino a la burocracia administrativa.
Por estas razones constituye una valiosa conquista la autonomía municipal consagrada en la Constitución. Con todas las ineptitudes que pueden achacarse a
las Municipalidades, el que la administración local esté en manos de los interesados es seguramente mejor de lo que sería a cargo de un “prefecto” nombrado por el
poder central. Esta auto-administración puede ser erigida en principio general, al menos como tendencia, para democratizar en la medida de lo posible los órganos
administrativos colegiados con facultades reglamentarias, mediante la representación de los sectores afectados, como lo propiciamos en el Cap. IV N° 10 y Cap. VIII
N° 16, representación de la que es un ejemplo la “Comisión Nacional de Valores ”, creada por Ley N° 1284/98.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
3. El principio de igualdad
Prescrito en el Art. 46 C.N.: “Los habitantes de la República son iguales en dignidad y derechos. No se admiten discriminaciones”. El principio de igualdad
tiene múltiple aplicación en Derecho administrativo: el acceso a los cargos públicos y a la contratación con el Estado, el trato igualitario de las personas por las
autoridades, etc.
Su importancia es tan gravitante que en la recaudación de tri b utos, en conflicto con otros preceptos constitucionales, prevalece el principio de igualdad (v.
Cap. II N° 7). Y si se quiere otra demostración más dramática de las consecuencias de su violación, bastaría recordar que entre las causas de la independencia de
nuestro país se destaca la discriminación que existía entre españoles y criollos, así como el universal movimiento de liberación de los pueblos coloniales en el
presente siglo.
El principio de igualdad es uno de los más entrañables de la condición humana y su violación es tan grave que no puede predecirse sus consecuencias. La
Administración pública tiene la misión de hacer efectivo este principio en los hechos.
No puede concebirse que la Administración pública tenga otros fines más elevados que la preservación y promoción de los derechos humanos. El Art. 4° C.N.
lo consagra en la forma más amplia: “Toda persona será protegida por el Estado en su integridad física y psíquica, así como en su honor y en su reputación”. Es ésta
la única justificación para investir de potestades a la policía, a toda clase de policía, y no para satisfacer el prurito de mando o el despliegue de fuerza.
Las funciones de la policía de seguridad están especialmente contempladas en el Art. 175 C.N.: “La preservación del orden público legalmente establecido,
así como los derechos y la seguridad de las personas y entidades y de sus bienes; ocuparse de la prevención de ION
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CAPÍTULO XXI: PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DEL DERECHO ADMINISTRATIVO
delitos; ejecutar los mandatos de la autoridad competente y, bajo dirección judicial, investigar los delitos”, materia ésta del Derecho administrativo.
5. Auto-administración
La centralización excesiva del poder no sólo es inadecuada para la atención eficaz de los servicios a cargo de la Administración, sino que es impropicia para
el ejercicio de las libertades y de la democracia. La Administración es autocrática en el sentido de que sus órganos no son electivos y sus decisiones se toman
unilateralmente, sin consulta a los sectores afectados. Esta cualidad adquiere graves proyecciones a medida que se multiplican los órganos con facultades
reglamentarias, en virtud de las cuales la regulación de materias de las más importantes, como el régimen monetario, industrial, comercial, sanitario, etc., no la hace
ya el Poder Legislativo sino la Administración a cargo del Poder Ejecutivo. En este sentido es cierto y seguramente inevitable en gran medida el fenómeno de
traslación de poder del legislativo, no necesariamente al jefe del Ejecutivo, sino a la burocracia administrativa.
Por estas razones constituye una valiosa conquista la autonomía municipal consagrada en la Constitución. Con todas las ineptitudes que pueden achacarse a
las Municipalidades, el que la administración local esté en manos de los interesados es seguramente mejor de lo que sería a cargo de un “prefecto” nombrado por el
poder central. Esta auto-administración puede ser erigida en principio general, al menos como tendencia, para democratizar en la medida de lo posible los órganos
administrativos colegiados con facultades reglamentarias, mediante la representación de los sectores afectados, como lo propiciamos en el Cap. IV N° 10 y Cap. VIII
N° 16, representación de la que es un ejemplo la “Comisión Nacional de Valores ”, creada por Ley N° 1284/98.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
Tras largas peripecias y trabajosa evolución se ha llegado a sentar en la doctrina y en el Derecho positivo comparado como principio inconcuso la
responsabilidad de la Administración y sus agentes, no sólo por actos irregulares sino también por actos legislativos, administrativos y judiciales regulares, en cuanto
quiebren el principio de igualdad de sacrificio en las cargas públicas.
Nuestra Constitución lo prescribe para la Administración y sus agentes por actos ilícitos en el Art. 106 que dice:"... En los casos de las transgresiones, delitos
o faltas que cometieren en el desempeño de sus funciones, sin perjuicio de la responsabilidad subsidiaria del Estado, con derecho de este a repetir el pago de lo que
llegase a abonar en tal concepto”. No hay ninguna excepción de responsabilidad personal de los funcionarios públicos, desde el más humilde hasta el más
encumbrado, conforme lo demostramos en el Cap. IX N° 12. Es obvio advertir que la responsabilidad personal de los agentes es la mejor garantía, si no la única, de
la legalidad de la Administración.
En cuanto a la responsabilidad por actos regulares, lo prescribe el Art. 39 C.N. que reza: “Toda persona tiene derecho a ser indemnizada justa y
adecuadamente por los daños o perjuicios de que fuese objeto por parte del Estado. La ley reglamentará este derecho.”. En el Cap. XVII N° 16 explicamos las
necesarias limitaciones de esta última responsabilidad.
7. Publicidad
Otro de los principios inherentes a la Administración pública es el de la publicidad de sus actos. Aunque no hubiera una prescripción constitucional que así lo
dispusiera este principio deriva del objeto de la Administración que es el manejo de la cosa pública. Y lo establece positivamente la Constitución en su Art. 28 bajo
el concepto de “derecho de Informarse”.
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CAPÍTULO XXI: PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DEL DERECHO ADMINISTRATIVO
Sin duda la ley reglamentaria podrá calificar como “asuntos reservados” para casos concretos, no de manera general que sería inconstitucional por transgredir
la prescripción arriba citada. Este principio es, además, la condición necesaria para que pueda ser ejercida la libertad de opinión y de crítica proclamada en el Art. 26
C.N. Estos son los fundamentos de la exigencia de que la Administración pública sea manejada como en “caja de cristal”, a la vista y expuesta a la crítica de todos.
8. Moralidad
No hay precepto legal que exija como condición de regularidad del acto administrativo, su moralidad. Ello se debe a la presunción de que el Derecho en
general se ajusta a la moral, de suerte que el acto jurídico es al mismo tiempo moral. Pero si en algún caso se produce un desajuste de modo que un acto
administrativo es inmoral, sin que haya disposición legal que expresamente lo prohíba o condene, debe sin embargo ser sancionado, por lo menos con la nulidad, en
virtud del principio de moralidad que debe reinar en la Administración pública.
Pero la moralidad es algo más que un requisito jurídico. Concebida por Montesquieu como “virtud política”, es condición de la existencia misma de la
“República” que requiere para subsistir, si no austeridad, al menos honestidad de sus gobernantes y de la ciudadanía en general.
9. Justicia administrativa
Que el Estado y la Administración en todos sus niveles, sin excepción, sean justiciables, es otra de las grandes conquistas del Estado de Derecho de nuestro
tiempo. Nuestra Constitución, además de prescribir que sólo el Poder Judicial “puede conocer y decidir en los actos de carácter contencioso” (Art. 248), asigna al
Tribunal de Cuentas, que forma parte del Poder Judicial, competencia exclusiva en los juicios contencioso-administrativos.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
Como se ve, en la prescripción constitucional no hay ninguna excepción, ni por la jerarquía de los órganos: actos del legislativo, administrativo y judicial, ni
por su carácter: reglados y discrecionales, éstos últimos en cuanto a extralimitación o desviación de poder, ni siquiera los actos de gobierno que también tienen sus
bmitaciones constitucionales y legales.
Para estimar la real valía de este progreso basta recordar que hasta el siglo pasado predominaban ideas anacrónicas como la de que “un poder del Estado no
puede ser juzgado por otro poder”, antecedentes entre los cuales se destaca sin embargo en nuestro país el “Reglamento de Gobierno” del año 1813, del que hicimos
mención en un capítulo precedente y en el que se estampaba el principio de que “las causas contenciosas no deben ser del resorte del Gobierno”. La Justicia
Administrativa ha llegado a ser, al fin, la garantía necesaria para la vigencia de todos los demás principios fundamentales de la Administración (2)
.
(2) El Tribunal de Cuentas dictó el Acuerdo y Sentencia N° 12 del 10 de Agosto de 1981 que revoca la Resolución N° 1433/77 del Consejo Superior Universitario que había rechazado la
designación para titular de una cátedra al profesor declarado ganador del concurso de méritos y propuesto por el Consejo Directivo de la Facultad de Ciencias Médicas, designando el mismo Consejo
Superior a otro profesor que no era ganador del concurso ni había sido propuesto por el Consejo Directivo como manda la ley universitaria —fallo que, no por dar razón al autor que había
intervenido en el juicio, es de todos modos un buen colofón para terminar corroborando lo que se expone en el texto.
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
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ÍNDICE GENERAL
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BIBLIOGRAFÍA
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
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BIBLIOGRAFÍA
• 491 •
SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
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BIBLIOGRAFÍA
Capítulo XIV: SERVICIO PÚBLICO...................................................... 307
1. Teoría del servicio público..................................................................... 307
2. Diversos conceptos................................................................................. 308
3. Régimen elusivo de la compeencia legislativa........................................ 310
4. Necesaria restricción del concepto......................................................... 311
5. Gestión directa y concesión de servicio público..................................... 312
6. Derecho Administrativo y Derecho Privado en los
servicios públicos.................................................................................. 313
7. Servicios privados reglamentados.......................................................... 314
8. Cómo se distingue el servicio público del servicio
privado reglamentado............................................................................ 315
9. Nuevos cometidos estatales.................................................................... 318
10. El servicio público en nuestro Derecho positivo..................................... 319
11. Necesidad de cierta técnica legislativa................................................... 322
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SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
• 494 •
BIBLIOGRAFÍA
• 495 •
SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
• 496 •
BIBLIOGRAFÍA
• 497 •
SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO / PRINCIPIOS DE DERECHO ADMINISTRATIVO
BIBLIOGRAFÍA........................................................................................ 477
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Estimado colega Abogado o Estudiante de Derecho: