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¡Sí, es verdad! ¡Sí, es verdad! ¡Es verdad, oficial! Sí, sí, sí, yo la maté. Pero
es que me tenía harta, ella era mala, pérfida, ladina, ponzoñosa. Y me cansé
no podía moverse, es cierto, ahí están los certificados de los dotores, pero
no era como para poner ojos de paralítica, ella se regodeaba con su tragedia
verdad, día por medio a las cinco de la mañana le tiraba el caldo porque no
obrero paraguayo y ella, como buena madre hija de puta que era, me
tomaba cañita Legui, sí, y después licor Ocho Hermanos, que no hay nada
cama.
entonces, la maté, ¡sí!, ¡la maté, oficial! ¡Y no sabe qué liberación! Puse un
disco de Richard Clayderman el claro de luna y bailé como la llama de una
vela en un velorio.