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Emma.
El frío pesa en el entorno y el lodo me empapa las botas en lo que lidio con el helaje
intenso que cala por mis poros. La parte baja de mi vaquero se pone pesada con el
agua y la trenza que tengo la aparto de mis hombros alzando las manos vendadas
a la defensiva cuando la mujer del Vory se mueve frente a mí.
—¿Segura que quieres que desfigure esa carita? —me dice y sonrío.
Aprieta con fuerza queriendo que pierda la conciencia y hago uso del codo que le
entierro en las costillas. El primer golpe hace que afloje el agarre y el segundo
consigue que me suelte cuando la dejo sin aire, no pierdo a la hora de levantarme
y ella hace lo mismo quedando de nuevo frente a mí.
Respiro el olor de las colinas, me hacía falta terminar de asimilar esto, convencerme
y sentarme a hablar conmigo misma. Me hacía falta darme los bofetones mentales
con los que me he obligado a entrar en razón queriendo extinguir los pensamientos
absurdos que son puñaladas en mi tórax, las cuales duelen cada vez que imagino
lo que nunca va a pasar. Son cosas que no me aportan nada, que solo labran
heridas internas, distracciones que ahora no necesito. Enamorarse de por sí ya es
algo difícil y, estarlo del hijo de perra más grande del universo, es mucho peor.
El puñal de años atrás echó raíces que aquí me he puesto a arrancar. Mi hija tiene
por delante un camino peligroso, por ende, tengo un nombre que engrandecer por
ella y por mí, un futuro que labrar y no puedo dejar espacios para susceptibilidades,
como tampoco es justo que me lastime a mí misma.
No tengo tiempo para saborear decepciones, en lo único que tengo que estar
centrada es en mi hija, en mi trabajo, en mí y en lo que me interesa.
Los árboles desaparecen y el camino blanco se cierne sobre mí, los iglús que tengo
a cada lado están rodeados de niebla y meto las manos en mi chaqueta en busca
de la cabaña. Mi cerebro evoca lo del dije, mi pecho late rápido y troto al sitio
huyendo de los pálpitos que emergen; sé que tengo una cuenta pendiente, la cual
sí o sí tengo que encarar.
Más que practicar tiro, he estado de lleno con los explosivos, las granadas… Aquí
cada quien se sumerge en lo que más le gusta, aún mantengo el detonador en la
muñeca y mi bomba sigue en su sitio. «Mi bomba», lo es, no importa si fue un truco
para despistar, no pienso devolver el detonador por más que le moleste a los
Romanov.
Los pezones los tengo erectos por el frío, el que tenga el abdomen tan plano hace
que se distinga mucho más las curvas de mis caderas, mis piernas se ven más
esbeltas y alcanzo la bata en la que me envuelvo volviendo a la alcoba.
El sonido del barco que se oye a lo lejos me recuerda algo y es que es mi última
noche aquí. Mañana viajo a Moscú, ya que la fecha máxima se cumplió, sin
embargo, antes de llegar haré una parada primero.
Saco las prendas que me voy a poner, me subo el vaquero y cierro la chaqueta
antes de bajar a armar la pequeña fogata que hago afuera con una botella de Vodka
en la mano. Arrojo los palos de leña que avivan el fuego y empino la botella
queriendo auto despedirme. El fuego lo que no destruye, lo endurece y me lo repito
llenando mis pulmones de oxígeno.
Dago suele largarse todos los jueves por la tarde, así que tengo la noche libre. El
licor me quema la garganta, siento que lo necesito, como también tengo la
necesidad de celebrar mis méritos; no hice nada especial por haber ganado el
Quinquenio y por ello brindo sola por eso.
La rama que cruje me hace levantar la vista hacia los árboles notando al esquimal
escondido que intenta alejarse, pero no lo dejo.
Le ofrezco la botella, son pocos los que se atreven a venir por aquí y el que tiene la
valentía de llegar es porque está urgido y viene a vender carne de venado.
Pateo el tronco donde me siento, palmeo el sitio vacío que dejo para que haga lo
mismo y no aparta la vista de mi cara mientras me alcoholizo. Hay cosas que voy a
soltar y terminar de ahogar aquí y por ello sigo bebiendo con el hombre que tengo
al lado, quien entra en confianza hablando de las montañas. Lo único que me
apetece es terminar de vaciarme, dejando que el Vodka surja efecto en lo que que
las horas transcurren y paso de hablar a sonreír con el hombre que me acompaña.
A la cuarta ya estoy mareada y de sonreír paso a estar muerta de la risa con las
historias que me cuenta. Bebo el licor que trajo y me brinda, que no está mal, pero
me empeora por lo fuerte que es. No sé ni en qué momento dejo de estar en el
tronco y camino entre árboles, conozco parte del bosque y no temo a sumergirme
en este. La botella sigue en mi mano y de un momento a otro termino sola y no me
importa, continúo en busca de la cumbre de vista majestuosa donde yace la aurora
boreal que decora el cielo.
Mi cuerpo se desliza terminando con el culo en el hielo y cierro los ojos absorbiendo
el olor de la naturaleza. Las emociones forman una hoguera con el aroma que
cambia de un momento a otro, los ojos los abro despacio, «maldita sea», estoy ebria
y me da tanta rabia que no pueda alucinar con otra cosa que no sea el hombre que
veo agachado frente a mí.
—Cuéntame un secreto —me pide mientras detallo las facciones varoniles y los
labios deliciosos que me hacen soltar lo que tengo atascado.
—Te amo —Respiro hondo mirándolo a los ojos—. Te amo, pero te vas a quedar
aquí, hijo de perra. Me voy a arrancar tu puñal y me reiré de esto en un futuro.
—Acostumbrate a estas palabras porque las diré muy seguido —Me cuesta
mantener la lucidez—: Te odio Ilenko Romanov.
—Yo también te odio, Ved´ma —Capto el sonido de su risa antes de que el alcohol
me apague incinerando alucinación.
—Nunca nadie se había preocupado tanto por mí —Le digo tirándole un beso en lo
que camino al baño—. No se lo digas a nadie, tengo una imagen que cuidar.
La Bratva está lleno de seres fríos, su gran amor es la organización, así que no
espero que me deseen buena suerte o un “feliz viaje”, ya que su forma de ser es
algo a lo que ya estoy acostumbrada, aparte de que soy la maldita que condenó a
su Boss a algo que no quería. Aprieto la mano de su esposa y les doy la espalda en
busca de la salida.
No recuerdo que se me quedara nada, sin embargo, me acerco. Lo único que hay
es un maletín y lo abro hallando treinta mini granadas marcadas con la K en la
cabeza metálica. Son de las especiales y… «no mandé a hacer esto».
Volteo de nuevo a su sitio, pero ya no están. Escondo los labios con la sonrisa que
intenta dibujarse y cierro el maletín trayéndolo conmigo. El reloj brilla en mi muñeca
y paso entre los obreros que me miran de arriba abajo. Todo lo que he hecho ha de
saberse en Moscú.
Enciendo el móvil que tengo en el bolsillo, vuelvo a activar lo que había desinstalado
y las notificaciones saltan de inmediato. Tengo mensajes de Camile, de Tyler,
noticias viejas sobre el Quinquenio, noticias nuevas sobre las marcas que quieren
trabajar conmigo, invitaciones a eventos que ya pasaron y no es mucho lo que leo,
simplemente me fijo que mi correo tenga la confirmación de la fecha que
esperaba, «la entrega de mi placa en el Museo Internacional de Patinadores». Le
prometí a Amelie que la veríamos juntas y es algo que me recuerda cada vez que
me llama.
—Vienen ciento setenta y nueve cajas —le digo—. Todo lo de adentro ya fue
probado y está listo para ser repartido.
Las cargas grandes se entregan cada tres meses, firmo lo que me ofrece y espero
que descarguen todo antes de encaminarme a la acera donde yacen los Boyevikis
que me esperan. La puerta de la camioneta ya está abierta y me deslizo dentro de
esta dejando que cierren la puerta, el hermano de Domi es quien conduce y me
limpio las manos en el vaquero contando los minutos que faltan para ver a mi hija.
Rita ya sabe que ya estoy aquí, pedí que trasladaran mis cosas y las de Amelie al
ático. El Boss es su papá, no voy a meterme con eso, ni con la relación con los
Romanov, seguirá compartiendo con ellos cada que quiera, pero vivirá conmigo.
El sol se asoma por los cristales, reconozco la pequeña mochila peluda que está en
el sofá y dejo el maletín de lado.
Me levanto con ella mientras sigue aferrada a mi cuello con los labios pegados a mi
mejilla en lo que miro al pasillo deseando que no haya más nadie en la casa.
—¿Te gusta nuestra nueva casa? —le pregunto— Ahora viviremos aquí, veremos
muchas películas, bailaremos muchas canciones, haremos pijamadas y comeremos
mucha gelatina de colores.
—Con mi papi —se emociona.
—¡Pero mira que grande está Koldum! —Cambio el tema bajándola para tomar al
león que abrazamos—. Como que estás comiendo de más.
Me gusta este sitio. Grandes muebles blancos decoran la enorme sala, la cocina
está a la izquierda, entra luz por todos lados y hay un amplio pasillo el cual alberga
los otros espacios. Amelie me toma de la mano queriendo que vea su alcoba y está
justo como la pedí, con las cosas que le había comprado en Polonia. No todo, pero
sí una parte.
El closet está lleno de vestidos, Rita es como una niñera de tiempo completo, creo
que es la mejor definición que le queda. La niñera tiene su propia cama en el mini
cuarto que conecta con el de Amelie y, mientras desempaco, dejo que me hable de
lo que ha aprendido en el tiempo que no estuve.
Son los dos gastos más grandes que haré, puesto que no puedo quedarme sin un
buen piso financiero, ya que la vida de Amelie es cara, está acostumbrada a los
lujos y la universidad a la que voy a entrar es la más costosa de Europa. También
tengo que darle una retribución económica a Chip, a Domi, al equipo que estuvo
conmigo en el Quinquenio, a Tyler y a Death que cuidaron por un tiempo a Amelie.
Aquí se gana dinero, pero así mismo se gasta, también debo pagarle a mis Boyeviki,
a Rita, a los hombres que cuidan a Amelie. Nadie hace nada gratis y sirve pagar
grandes cantidades, para que el trabajo sea impecable, «El fondo de mi hija es otra
cosa que quiero asegurar».
—Yo señora Emma —contesta Rita—. Bajé a recoger las flores que pidió.
Mis latidos vuelven a su normalidad, quiero creer que Ilenko se enojó por un
momento y luego le dió igual, pero sé que no, con lo rencoroso que es, sé que eso
es pedir demasiado, así no haya nada entre los dos no podré estar tranquila hasta
que no lo encare.
Mi papá me avisa que ya viene en camino y me meto a la bañera con Amelie que
se deja hacer peinados con la espuma mientras habla y me muestra la pulsera que
le dió el abuelo, la cambio y salgo a recibir a mi papá que llega con Tyler y Death.
Los abrazos a los tres, Death me aprieta con fuerza y mi papá me envuelve en sus
brazos, no se ha recuperado de un todo y debe usar un bastón para mayor
estabilidad.
—Estos son los términos que se le presentarán a la Bratva pasado el divorcio con
el fin de no tener futuras contiendas —me explica—. Puntos que lo mejor es dejarlos
en claro, como el que no quieres que la nueva esposa del Boss tome decisiones
sobre Amélie, ni que se le pida decirle mamá o algo parecido.
—Si, pero estas cosas hay que tenerlas listas desde ya, así que las traje para que
las leas antes de hacérselas llegar a Salamaro —Toma asiento—. Las mujeres de
la Bratva son de cuidado, no quiero que tengas líos con ninguna, ni ahora, ni
después.
—Cenemos —propongo.
Amelie se va a la cama con Rita y en la puerta despido a Tyler y Death dándole las
gracias a ambos por la ayuda con mi papá, a quien le acomodo el cuarto de
huéspedes. Aprecio las luces de la ciudad mientras se pone cómodo quitándose la
chaqueta.
—Serás una excelente mamá soltera —Se posa a mi lado disfrutando de la vista—
. Cada vez falta menos para eso.
—No sabotees mi suerte, papá —lo molesto—. Nunca se sabe que multimillonario
me pedirá que sea su esposa en París y tú ya dando por hecho que moriré sola.
—No, me gustan grandes y con dinero —Bromeo y sella mis labios para que me
calle.
Beso su mejilla y lo dejo para que descanse. Bajo los paneles automáticos y me
cambio, la playera ancha tapa el short corto que me coloco y me voy a la cama con
Amelie. Koldum está dormido al pie de la cama y me acomodo con él, las paredes
insonorizadas mantienen el sitio en completo silencio y abrazo a mi hija.
Creo que el cortarle la cola al diablo hubiese sido menos angustiante, la cabeza me
duele y saco los pies de la cama en busca del botiquín de la cocina. Descalza, toco
el mármol frío cerrando la puerta de la alcoba antes de avanzar, no sé si son
secuelas de la resaca, pero la sien me palpita, las manos me las paso por la cara
atravesando la sala que…
Siento el aura pesada que me eriza la piel, el corazón me late con fuerza y mis pies
dejan de moverse.
Cierro los ojos por un par de segundos, tengo un deja vu con la primera vez que lo
vi después de tres años, con la gran diferencia de que ahora las cosas no son
iguales.
—Ya decía yo que te estabas tardando en aparecer —Me vuelvo hacia él dando la
palmada que enciende una parte de las luces— ¿Me extrañaste?
—Como no tienes idea —contesta con ironía tocando el anillo que porta en la mano
tatuada.
El estar sentado no le resta nada, ya que esté como esté nunca deja de destilar
poder, peligro y dominio. Acomoda los brazos en el mueble donde yace, la camisa
blanca la tiene desencajada e ignoro el repiqueteo del órgano que se estrella contra
mi tórax. Pasea los ojos por mis piernas y doy cuatro pasos hacia él
—¿Cómo estás? —Ignoro lo sexy que se oye su estúpida pregunta.
Se ríe y miro a otro lado, no me interesa apreciar lo bien que se ve cada que vez
que hace eso. Se pone en pie y echo los hombros atrás cuando se acerca despacio,
se mete la mano en el bolsillo sacando la moneda dorada que brilla entre sus dedos.
—No…
—¿Sello o cara? —Me corta y como es sé que no va a dejar de joder como con lo
del tiro— ¿Cuál es el miedo?
Clavo la mirada en ella rogando mentalmente que… Cae y… ¡Si! Siento que me cae
un rayo de luz celestial cuando cae mostrando el resultado.
Se acerca más y miro al ventanal evitando el contacto visual, trato de dar un paso
atrás, pero no me deja ya que su mano se pierde en mi cabello tomándome de la
parte baja, apretando con fuerza sin perder de vista mis labios.
—Buenas noches —Me alejo lo más que puedo cuando mi papá aparece en la
sala—, es como muy tarde para las visitas o es mi impresión.
—Ya Ilenko se iba —digo—. Teníamos un asunto pendiente sobre las armas, pero
ya está resuelto.
La llamada de Domi es lo que interrumpe las pocas horas de sueño que concilio,
tengo una cita en el museo y me levanto a empacar, es algo que Rita ya sabe.
Amelie se despierta emocionada y me arreglo hallando a mi papá en la cocina, la
empleada ya le sirvió el desayuno y me concentro en guardar lo que necesito. Me
ajusto el reloj y el cabello me lo recojo.
Abro la caja fuerte y saco el maletín que traje de Groenlandia en lo que Rita me
avisa que ya está lista y salgo a beberme el anticonceptivo, el cual paso con
tostadas y un jugo de naranja. Mi papá está terminando de comer y el timbre suena,
la empleada se apresura a abrir la puerta dándole paso a Boris Korolev quien llega
con Viktoria.
—Pensé que te quedarías más tiempo —Empieza la madre del Boss cuando me
ve—. Uno o dos siglos tal vez.
—Ya quisieras que fuera tu suegra —Se enoja mirando mal a mi papá que se está
preparando para irse tomando el bastón.
—Gracias.
Dejo que me tomen las fotos al lado del reconocimiento, saco la excusa de que
quiero apreciarla por un rato más cuando se retiran y es el momento que aprovecho
para mostrarsela a Amelie que no deja de aplaudir, huele a la loción del papá que
está hablando en el móvil arriba.
Ilenko sigue en el móvil, el sitio es inmenso, pero no tiene más que cinco turistas y
quemo el tiempo viendo los catálogos con Amelie a la espera de que la lluvia cese.
Corre de aquí para allá emocionada con las vitrinas mientras que la lluvia va
perdiendo intensidad, el papá no deja de observarla y evito mirar a su sitio. La
atracción principal es una enorme jaula de cristal con distintos tipos de especies y
tomo a mi hija llevándola al sitio para que vea.
Detallo los colores vivos de las mariposas que adornan el lugar lleno de plantas.
Hay una negra y acerco la cara al cristal queriendo ver si hay más del mismo tipo,
pero… La cápsula de vidrio de arriba se revienta estallando en miles de pedazos,
consiguiendo que me vaya sobre Amelie cubriéndola. Los cristales me caen en la
espalda y en nanosegundos tengo a Ilenko sobre mí, que me atropella sacándome
del círculo de luz de donde caen las balas, la jaula se vuelve trizas y dos sujetos
aterrizan sobre esta cuando se lanzan desde arriba.
—¡Boss! —Le patean la ametralladora que toma el ruso y arremete en contra de los
que nos apuntan, soy rápida a la hora de levantarme, huyendo a una de las
columnas de mármol con mi hija contra mi pecho. Los ventanales se empiezan a
reventar y los pálpitos acelerados de Amelie me hacen apretarle la ropa.
x —¡Es Ali Mahala y sus Halcones! —Rita llega agitada a mi puesto— ¡Y en camino
vienen los Petrov! Están rastreando a la princesa.
Ilenko sigue disparando, al igual que los rusos y meto la mano en el bolso
asegurándome de tener lo que necesito. Me centro en la salida y la asesina que
tengo al lado le dispara a todo el que tiene en la mira queriendo limpiarme el camino.
—¡Ya! —Me exige Viktoria cuatro columnas más adelantes, corro lo más rápido que
puedo yéndome al piso cuando me disparan desde arriba, Boris los ejecuta y en
segundos me incorporo centrada en el umbral, pero cierran la puerta obligándome
a desviarme a la primera puerta que veo.
Lo único que quiero es sacar a mi hija de aquí, las láminas metálicas no las pierdo
de vista y los tobillos me duelen tratando de alcanzarla, sin embargo, vuelvo a
quedarme a medias, ya que se vienen contra mí, llevándome contra la pared. No
tengo escapatoria, el Halcón se me viene encima alzando el cuchillo contra mí, pero
su ataque no llega, ya que Viktoria se lo lleva por delante, llenándolo de puñaladas
y me vuelvo a enfocar en mi objetivo atravesando las puertas.
Volteo al captar los pasos que me siguen, es Rita quien intenta poner una barrera,
pero patean las puertas y le sumo velocidad a mis pasos corriendo pasillo arriba.
No sé dónde me lleva, no sé para dónde voy, pero no me detengo, ya que los pasos
retumban atrás. No me la van a matar de una vez, me la van a quitar para torturarla
y eso le suma más fuerza a mis piernas llegando a la bodega llena de cajas
metálicas apiladas.
Amelie tiembla sobre mi pecho, las balas empiezan a tronar con fuerza contra las
ventanas y busco refugio en una de las líneas de cajas, Rita recarga su arma
levantándose a disparar en lo que capto como se va llenando el sitio que… Ilenko
me levanta tomándome del brazo, llevándome con él mientras corre entre cajas y
depósitos de metal, Amelie no me suelta y se detiene a disparar de vez en vez en
medio de la huida. Algo que aprendí del Underboss es que el suelo es una
herramienta que te avisa cuantos vienen detrás de ti y el que tengo bajo los pies
retumba cada vez más fuerte, dejando claro que no son pocos, son muchos. Los
estantes que tengo a los lados y atrás empiezan a caer y corro a la par con Ilenko,
quien no deja de disparar.
La salida está, sin embargo, eso no significa nada, ya que si salimos nosotros ellos
también. La ametralladora no es suficiente y le echo mano a lo que tengo en el bolso
que traigo cruzado, la pieza queda en mi mano y con los dientes arranco el palillo
metálico de la granada, Ilenko me quita a Amelie estando a metros de la puerta y
me doy la vuelta arrojando el explosivo antes de cruzar el umbral.
Es pequeña, pero letal y se siente en el fogaje que se desata en la onda que manda
la pared abajo cuando explota. En vez de camino, lo que hay es un pequeño
mirador, más opciones no hay y las rodillas me duelen cuando saltamos.
Terminamos a mitad de la carretera, los tiros no cesan arriba, él no pierde el tiempo
y descarga la ametralladora en la camioneta que viene bajando, el conductor frena
y lo saca mientras que abro la puerta del copiloto. Estando dentro me entrega a
Amelie antes de arrancar llevando la baranda del estacionamiento por delante.
Bajo con él, no reconozco el entorno y no hago más que mirar a todos lados en
busca de vías de escape con ella contra mi pecho.
—Ya está —me dice el hombre que toma mi cara estampando sus labios contra los
míos antes de quitarme a Amelie—. Andando.
Deja el auto en medio de la nada echando a andar con Amelie ¿Me besó? Sacudo
la cabeza, nadie sabe ni en dónde está parado. Atravesamos la línea de árboles,
otro tramo de carretera aparece y las camionetas de la mafia rusa vienen bajando.
Amelie vuelve a mis brazos y, estando dentro, recuesto mi mejilla en su cabeza.
Sin balas tronando va llegando el sentimiento de culpa el cual hace que el pecho
me pese, la emoción que tenía hace unas horas desapareció, ahora solo se que
queda quieta y no le pongo atención a otra cosa que no sea ella.
Es un juramento para ella y para mí misma. Puede que mi historia aquí sea diferente,
que no haya entrado por la puerta grande, que no sea bienvenida, pero nada de eso
me importa si esto me da las herramientas que necesito para defenderla.
Acaricio las hebras doradas que parecen un regalo del sol, el reloj marca las ocho
de la noche y sigo jugando con su cabello hasta que se queda dormida. Sé que no
va a despertar en lo que queda de la noche y me levanto por su frazada favorita
hallando a Ilenko recostado en el umbral de la puerta, ignoro la corazonada que
surge, no sé cuánto tiempo lleva ahí, pero algo me dice que no llegó hace segundos.
—¿Con Vladimir también fue así? —le pregunto sacando la frazada— ¿De pequeño
te lo querían matar cada dos por tres?
—No, estaban centrados en los hijos de Akin que era el Boss en ese entonces —
contesta con los brazos cruzados—. Se enfocaron en el Underboss cuando tomé el
puesto que tengo ahora. En ese entonces sí era pequeño, pero no tanto.
Abro la boca para hablar, pero prefiero reservarme el comentario de que debería
esterilizarse…
—¿Qué? —pregunta.
—Nada.
—Me quedaré con nuestra hija esta noche —Su respuesta me detiene a mitad del
pasillo.
Pelear eso es estupido, yo también quisiera quedarme con ella si fuera él quien la
tuviera en el palacete. Tocan el timbre justo cuando llego a la sala y es Viktoria quien
trae a Koldum y viene acompañada de Aleska y Rita, solo me llevo con la niñera.
Quería descansar pero, pensándolo bien, es mejor no estar a solas con nadie.
Aleska le trae novedades al hermano y junto con la madre hablan en la alcoba, Rita
se encarga de sus lesiones en la sala y no es que tenga mucha hambre, pero el
filete bañado en salsa agridulce francesa me abre el apetito. Mi papá quiere venir,
pero no lo dejo, no estoy para momentos incómodos y lo tranquilizo cuando le
aseguro que estamos bien.
Dejo que el teléfono caiga sobre la mesa y froto mi cara masajeándome la sien, el
móvil se vuelve a iluminar, «Death», lo tomo, pero… No es Death, es un número
desconocido y deslizo el dedo en la pantalla aceptando la llamada.
—¿A Shakira?
—¿Qué? —increpa.
—Burla… un método común para esconder el miedo —responde—. Seré breve: mis
hombres claman tu sangre, mi mafia la de tu hija y he de decirte que al principio me
molestó el que la tuvieras, pero, pensándolo bien, ahora es algo que agradezco ya
que ver morir a dos hijos eso sí que es un buen castigo para el Boss.
Me amenaza.
Entre abro la puerta de la alcoba de mi hija, el Boss está acostado a su lado con los
ojos cerrados y me devuelvo a la cocina, me bebo dos vasos de agua y vuelvo a la
habitación donde ambos duermen: ella sobre su brazo y él vestido con una pierna
fuera de la cama.
Con cuidado me acerco al ruso fijando los ojos en la cadena que sobresale de la
camisa, el broche no está a la vista y con sumo cuidado toco el dije. El corazón me
late en los oídos moviendo la joya hasta que el broche aparece y lo abro dejándolo
sin nada.
—¡Koldum! —lo regaño yendo por ellas, en vano, porque no sirven para nada, ya
que el frasco está aplastado, con los colmillos enterrados por todos lados y lleno de
baba.
Quisiera quedarme todo el día en casa, pero me es imposible, tengo que trabajar,
así que antes de irme le preparo el desayuno a Amelie y se lo llevo a la cama.
—Traigo desayuno para la persona más importante de Emma James —le digo y se
incorpora— y, obviamente, la princesa más valiente del universo.
Le enciendo el televisor y me siento a darle las cucharadas de cereal que recibe con
un mejor ánimo que ayer cuando la lleno de besos.
—Ayer fue un mal día, ¿Vale? —le digo quitándole las hebras doradas de la cara—
. Pero mamá tratará de que ese tipo de cosas se repitan lo menos posible.
Termino de darle la comida explicándole que debemos acostumbrarnos de nuevo a
una rutina. Yo tengo que salir a trabajar, pero estaré de vuelta todas las noches a
menos que tenga que viajar. Hay cosas a las que está acostumbrada desde
pequeña, así como yo de niña me acostumbré a que no veía a Rick siempre.
Todavía no puedo estar tranquila tengo que organizarme bien, la llamada de anoche
me da jaqueca cada que la recuerdo y por ello me concentro en lo que tengo que
hacer ya que todavía faltan cosas.
Rita se hace cargo y me voy a las calderas en busca de lo que necesito, las horas
se me van en los sótanos donde reviso los modelos fallidos, la tarea absorbe toda
mi mañana y al mediodía me reuno a almorzar con Domi y Chip.
—Por suerte, el Boss por el momento solo tiene uno —comenta Chip—. No me
quiero imaginar lo que sería tener que preocuparse por más en plena guerra entre
clanes, ¿Las fichas favoritas son los hijos?
—O sea, que a Minina le pueden estar quedando pocos meses de vida siendo la
favorita.
—Habla que no pasa nada —comento—. El Boss y sus sumisas me tienen sin
cuidado, estoy enfocada en otras cosas.
—Jamás metería una víbora en tu cama, mi hermosa reina —Me tira un beso—.
Duró tres años siendo sumiso de Sasha, estuvo inactivo por un tiempo, pero volvió.
Quiere trabajar y está bien entrenado.
Aprovecho para entregarle el cheque que hice para él. Se niega a recibirlo, pero
insisto en que lo acepte.
El auto que quería ya está listo y es una camioneta blanca, blindada, de la marca
Maserati, el precio es bastante elevado, pero fue la que más me gustó. Se me va
toda la tarde en el papeleo y me aseguro de que Koldum quepa antes de poner la
firma final.
—No especificaste muy bien que era y no sabía qué ponerme —subimos a la
segunda planta.
Algo que odio es el inconfundible tono de voz gruesa y varonil que me hace apretar
los muslos, me molesta eso y que sea la única persona en el mundo que me llama
como lo hace.
—¿Por qué será que entre menos quieres ver a una persona más aparece? —
comento—. Me pasa mucho últimamente.
—A mí también, pero no hay nada que hacer, así es la vida —Un camarero me
ayuda con mi abrigo… «Su loción»… necesito encontrar todos los frascos que
existen y volverlos trizas con el fin de que deje de empaparme como lo hace.
Se arremanga la camisa borgoña sobre los brazos e intento ubicar a Domi, pero no
la veo.
—¿Es algo sobre las armas? —pregunto—. Tengo el catálogo en el móvil por si lo
necesitas.
—No —Pone la mano en el centro de mi espalda para que eche a andar y me muevo
con disimulo negándome al contacto.
No sé quien es, pero sonrío tratando de fingir que lo conozco mientras que el Boss
toma asiento en la cabeza de la mesa.
—Soy Aaron Jackson, el arquitecto y director de su proyecto — expresa y siento
que su voz se distorsiona—. Nos quedamos esperándola para celebrar la noche
después del Quinquenio, pero no importa, aquí está de nuevo y reunido todo el
equipo…
—¿No miras las fechas, Emma? —me dice— Te dije que estaría listo en menos de
ocho meses.
“¿Cuánto tiempo crees que nos tome? ¿Un año, tres semestres? ”
Domi coloca las manos sobre mis hombros mientras que los demás se presentan
uno por uno, ingenieros, topógrafos, agentes de bienes raíces, jefes de
obra...«Tiene que ser una mentira», me está mintiendo porque es imposible que…
No, no es imposible, tenía todos los archivos, toda la información se la di cuando se
mostró interesado, desde que se me ocurrió la idea hice todas las averiguaciones,
mandé a hacer los planos tal cual lo imaginaba, planifiqué como quería cada cosa
y se lo mostré y expliqué con detalles en audios eternos. Fueron noches donde me
preguntaba y respondía, donde le enviaba ejemplos e indagaba sacándome todo.
Domi corre la silla sentándome mientras que los demás hacen lo mismo, ponen una
carpeta frente a mí con el nombre de Queen en la parte delantera y con la foto del
edificio que me había gustado meses atrás.
—Es un proyecto muy ambicioso —comenta Domi—. Querer reflectores como los
de Hollywood fue muy pretencioso de tu parte, Queen.
—Como querías, tomamos toda una calle la cual abarca un enorme complejo con
una capacidad para más de veinte mil estudiantes —explica Aaron—. Desde que
escogiste el sitio se contrataron tres grupos de obreros, los cuales han estado
trabajando día y noche, los siete días de la semana.
No son organizados al hablar y me sueltan información, las cuales son como balas
en mi tórax. Sigo con la vista fija en la carpeta, mi cerebro se encierra en el pasado,
en la vez que se me ocurrió la idea al estar tan sola en mi ascenso. No tenía equipo,
no tenía apoyo, el medio artístico es algo donde muchos te ven como números y no
como una persona. Es un mundo donde muchas veces te hacen sentir como basura
y donde pocas veces se te escucha y por ellos quería mi sitio donde las cosas fueran
diferentes.
—Es una buena idea, pero la siento un poco exagerada, pequeñuela —evoco a
Death.
La barbilla me tiembla y escondo los labios, «no voy a llorar», por más que me arda
la nariz me niego a verme débil o estúpida. Me hacen preguntas que soy incapaz
de responder, mi cerebro está en la luna y me paso las manos por la cara.
—Bueno, han de haber notado lo mucho que me sorprende esto —Me esmero
porque la voz no se me quiebre—. Es increíble que hayan logrado todo al pie de la
letra…
—Solo llevamos a cabo lo que ya tú habías planificado —me dice Aaron y asiento
tratando de convencerme de que no es una mentira.
Es algo que no me esperaba, que había pospuesto porque sabía que no era fácil
llevar a cabo en estos momentos. La garganta me pica, las lágrimas pinchan en mis
ojos de nuevo y tengo que volver a respirar.
— ¿Me permites un minuto a solas, por favor? —le pido al ruso que tengo al frente
y me levanto en busca del balcón de fumadores que yace al fondo y está casi vacío.
Los Boyeviki hacen que las tres personas que lo ocupan apaguen sus cigarrillos y
se larguen mientras que su jefe toma asiento en la mesa para dos.
—¿A qué estás jugando? —corro la silla plantándome frente a él—. Estoy teniendo
la seria sospecha de que en verdad estás enamorado de mí y quieres llamar mi
atención.
Le suelto con ironía y se ríe consiguiendo que la cara me arda con la frescura con
que lo hace, deja el móvil en la mesa y se acomoda en el asiento.
—Soy un hombre de negocios Emma, yo tomo todo lo que me dará dinero, aparte
de que tengo palabra —Se apoya en la mesa fijándose en mi boca—. Recuerda
cómo era que íbamos a celebrarlo…
—Vamos a ver una película y discutimos lo que falta —musita a centímetros de mis
labios—. Te extraño bebé…
Me suelto con el dolor agudo que emite mi pecho, pero me vuelve a tomar
nublándome los sentidos cuando la mano tatuada atrapa mi garganta.
—Claro —Le sigo la corriente—. Déjame adivinar qué quieres que sea, ¿tu banquillo
o la perra a la que le tiras croquetas?
—Puedo hacer el sacrificio para experimentar que tal y vivir la experiencia completa
—contesta—. Ya he hecho de todo y es lo único que me falta.
Se vuelve a fijar en mi boca pasando la mano por su entrepierna y miro a otro lado
a la espera de que se ponga serio, pero su silencio me dice otra cosa. Lo esquivo
cuando intenta tocarme la cara y vuelve a poner la mano en mi garganta,
consiguiendo que apriete los muslos. Lo hace porque sabe que me molesta y por
ello lo termino dejando para que se aburra. Acorta la distancia, el aliento mentolado
llega a mi nariz y desliza la mano por mi pecho con lentitud hasta que queda sobre
mi corazón.
— Te sería más fácil si te rindes antes de que tenga que tomar esto por las malas…
Se apodera de mis labios deslizando las manos por mis piernas, acercándome más.
Me rehúso queriendo que se aleje, pero toma mi boca con un beso el cual siento
que atrapa mi alma, que tira de la cadena cuando hace que mi lengua coaccione
tocando la suya. Pongo las manos en su pecho queriendo alejarlo, en vano, porque
es cuando más me lleva contra él y es como si tocara las tuercas que aflojan mi
coraza.
El teléfono que vibra sobre la mesa es como un zurdazo que me despierta cuando
veo el nombre que decora la pantalla «Sayuri». El número siete que parpadea
apaga todo recordándome que detrás del siete hay un uno, un dos, un tres, un
cuatro…
Toma el aparato para apagarlo, pero se lo quito. La pantalla bloqueada indica que
le envió cinco fotos y me trago lo que se me atasca.
—No seas hijo de perra y devuelve la llamada que bastante que te sirves con ella
—Finjo que me importa una maldita mierda.
«Ilenko es un manipulador nato», un tramposo que no le importa más que su
mafia. «Suertudo el Boss, que donde voltee tiene una vagina abierta y dispuesta
para él».
—Si dices que el proyecto te dará dinero está bien —Me levanto tomando mi
carpeta—. Gracias por tenerle fé, haré todo lo posible para que no pierdas un
rublo…
—Siéntate…
—No, no tengo nada más que decir, así que no tiene caso que los demás sigan
esperando —lo corto—. De nuevo gracias y si tengo dudas, te las haré saber a
través de Domi o con mi asistente.
Tomo mi camino con el sabor de su boca sobre mis labios, tengo que buscar la
manera de detener esto de forma definitiva y con dicha idea continúo volviendo a la
mesa.
—Volví, discúlpenme por la demora —Tomo asiento—. Estoy muy agradecida con
todos por el esfuerzo y trabajo que hicieron. Me hubiese gustado aportar.
—No te preocupes, Queen, entendemos que estuvieras ocupada. Dinos a qué hora
quieres pasar mañana y allá podemos hablar con más herramientas a la mano —
proponen— ¿Te parece bien una reunión corporativa mañana al mediodía?
—¡Genial! —me limpio las manos en los muslos. A decir verdad, tengo muchas
ganas de llorar, pero me las trago.
Tomo los cubiertos, el mesero pone mi plato y de nuevo todos empiezan a hablar
casi al mismo tiempo; son el tipo de personas que aman lo que hacen y se nota la
manera en la que lo expresan. Trato de aprenderme sus nombres, el Boss no vuelve
y mejor para mí.
—Me enteré el día que te fuiste y me ofreció un puesto dentro del centro, el cual
acepté —me explica Domi.
Guardo silencio mirando a la ventana, tengo una de las cosas que más he querido
en la vida y es por parte de quien… Callo a mi cerebro, no importa por parte de
quien es, lo importante es que lo tengo y ya.
El proyecto era algo con lo que no contabas antes, ¿Puedo saber qué tienes en
mente ahora?
Abro la carpeta tomando de nuevo los papeles que tienen como encabezado mi
nombre artístico.
—Seguir, aquí varios tienen fachadas y esta es la mía —respondo—: Entre civiles
y los medios “Queen”, y en la mafia “la bruja reina de la mafia rusa”.
Se acomoda en el asiento paseando las manos por las hebras negras que están
sujetas en mi moño, los títulos aquí son de quien los defiende y demuestra que lo
merece, y el mío es algo que no puedo perder. Así Minina ascienda, yo no puedo
perder mi estatus siendo conocida solo como la “la madre de la hija del Boss”, así
Ilenko tenga una nueva mujer, la cual corte gargantas por él. Y si me quitan el de
reina, me quedaré con el de bruja maldita.
—Cariño —La despierto, podría esperar hasta mañana, pero quiero compartirlo con
ella ahora—. Cariño, tengo algo que mostrarte.
Abre los ojos somnolienta y le hago cosquillas para que se despierte de un todo.
Siempre ha sido una niña muy inteligente, he hecho varios dibujos de mi sueño para
que los coloree.
—Ya no está solo en papel —Se me salen las lágrimas— ¡Lo tenemos!
Aplaude cuando le muestro las fotos de la fachada y la alzo apretandola con fuerza.
El pastel nos toma tiempo, no soy una experta decorando, pero hago lo mejor que
puedo cuando se enfría, dejo que le pongas las fresas y nos vamos a la cama
después de comernos una rebanada. A la mañana siguiente me despido de ella
avisando que llegaré tarde, la cadena del Boss me la guardo en el bolsillo antes de
salir, «falta poco».
Los lentes me los coloco cuando entro a la autovía, los Boyeviki me siguen, unos
se adelantan, otros a los costados y un par atrás, no tengo necesidad de conducir,
pero me apetece estrenar. El trayecto es de casi treinta minutos, el diamante rojo
que tengo en el dedo destella sobre el volante cuando tomo el puente vehicular que
atravieso y donde a la mitad del camino, al otro lado del río, puedo ver el
deslumbrante edificio que me hincha el pecho.
Reduzco la velocidad con lo que me avasalla, todavía me faltan minutos para llegar
y bajo el puente, entrando a una de las zonas más importantes de Moscú. Toda la
ciudad tiene sectores y en este predominan las universidades más costosas, las
escuelas de los hijos de los adinerados, conventos, teatros, cines, cafés,
restaurantes famosos y enormes centros comerciales.
El piso parece un espejo, las columnas son gruesas y las lámparas finas. El mero
recibidor me deja sin palabras y el grito que emiten de la nada es lo que me saca
del shock cuando veo a Camille con lo que parece un currículum en la mano.
—No puedo patinar todavía, pero poco a poco estoy recuperando la movilidad—me
explica mirando de vez en cuando a Koldum—, sin embargo, eso no importa ahora,
¡¿Por qué no me enteré de esto por ti?!
—Yo me enteré anoche —le suelto— ¿Cómo crees que no te iba a contar?
Niega negándose a creerme, ella era una de las que más pendiente estaba de las
oportunidades que pedía. Estudiamos lo mismo y acordamos que si se llevaba a
cabo trabajaríamos juntas fuera donde fuera, puesto que ama el patinaje tanto como
yo. Es soltera, no tiene hijos y, en Alemania, conseguir trabajo siendo tan joven no
es para nada fácil.
La última palabra me sacude el estómago y solo medio asiento queriendo evadir las
explicaciones. Abre la boca para gritar, pero la tomo para que camine conmigo
mientras Koldum me sigue.
Me llevan a las puertas dobles con Camille, Aaron es quien abre los paneles de
madera y debo darme una pausa para respirar, «es hermosa», grande, con más
fotos mías, de mis fans, tiene un enorme escritorio caoba con vista al río y cuenta
con un juego de muebles, tecnología de mi primera y estanterías.
Domi ya está en el sitio con Chip y Marco. Hay cuatro pilas de curriculum, Camille
es una de las que toma asiento y mi día se va entre reuniones.
Domi es como mi “vicepresidenta”, tres personas más con experiencia serán mis
pilares de apoyo, las cuales me ayudarán a dirigir con la única regla de que las
decisiones importantes solo las tomo yo.
—Tengo algo que hacer e iré sola —le aviso a los Boyeviki—. Al que me siga lo
encierro dos días con el león.
La dirección que tengo en la cabeza la coloco en el GPS, está casi a las afueras de
la ciudad y en el camino me enredó la cadena con el dije. Así la mafia esté en alerta
roja me aferro a la garantía de que ahora a nadie le conviene entrar a Rusia y
termino a las afueras de la ciudad. El GPS me pide que me detenga y tomo el abrigo
que tengo en el asiento del copiloto, ya que la neblina es una clara advertencia de
lo violento que está el frío.
Koldum me acompaña, tengo que bajar una mini colina hasta llegar a la vía desolada
del tren, una casa se ve a lo lejos, continúo hasta esta y me detengo a pocos metros
cuando me alumbran con una linterna.
—Soy Emma Romanova —No me queda más alternativa que mentir—, la esposa
de Ilenko Romanov.
—Voy a pasar —Doy un paso segura bajo el riesgo de que me dispare, ya que
mantiene una mano en el revólver—. Está herido, no puede venir y tengo algo
importante que guardar, así que quítese.
El león le pela los colmillos y duda, pero se hace a un lado permitiéndome el paso.
El polvo espeso me hace toser cuando entro al túnel, las rocas hacen que el paso
sea estrecho, debo agacharme varias veces; continúo avanzando, el corredor es
una pesadilla para quien sufre de claustrofobia y avanzo varios metros más tosiendo
hasta que llego al final. No hay más que rocas y mantengo la luz del móvil
encendida, a simple vista no es más que una bodega llena de piedras y sigo hasta
que aparecen los containers metálicos que golpeo con el puño, tienen cerradura
numérica y muevo la rueda con el serial que viene a mi cabeza: «los diseños»,
armas que no están en el catálogo y que pone como “no factible”, pero que sí ha
logrado crear.
Cierro, no es necesario abrir lo que falta porque sé lo que hay y por ello simplemente
busco de nuevo la salida. El anciano no me dice nada cuando vuelvo a la carrilera
seguida de Koldum y camino de regreso marcando su número en el móvil, me llevo
el aparato a la oreja y me contesta al tercer pitido.
«Malysh: Bebé»
Le cuelgo si no me repudió con lo del dije con esto si y necesito que lo haga, que
no quiera verme, que no tolere mi presencia y así se aleje lo más que pueda, porque
no voy a perder la cabeza por él y es algo que tengo presente, pero que tiembla
cada que lo tengo cerca. Al animal salvaje no le gusta que lo provoquen, ni lo aten
de ninguna forma y el que me desprecie por saberle el secretito es el cierre que
necesito para continuar con mi vida.
Mi oficina está llena de flores y los regalos me llueven al igual que las felicitaciones,
girasoles, posters y peluches gigantes. Destapo el chocolate que tengo en el bolsillo
y camino a mi escritorio donde Marco está organizando mis cosas.
Domi llega pasadas las dos y la tarde se me va con el tema de las admisiones, tengo
espacio para veinte mil estudiantes y elegir no es una tarea fácil.
—Pero…
—¡Fuera!
Marco me está esperando con mi café en la acera fuera del centro, podría entrar
por el estacionamiento y evitar a la prensa, pero eso será cuando me canse de
apreciar la maravillosa fachada que me ofrece el sitio. Le doy un sorbo a mi bebida
y continúo a la recepción.
—Emma, tengo que legalizar el tema de la sociedad antes del atardecer —Me
aborda Aaron con los documentos en la mano—. Organicé una reunión con el señor
Romanov al mediodía.
Quiero darle una beca, pero el teléfono que me dieron no está activo, parece que
ya se mudaron y el ascensor entorpece la comunicación cuando subo seguida de
Aaron.
—Queen, trajimos los documentos del correo, pero estás confundida con uno de los
requerimientos que…
—¿Te suena alguna de las escuelas que menciono? —me pregunta Chip la línea—
. Dale la beca a otro…
Pasada las cinco logro tener un respiro, con mi laptop contra el pecho me muevo a
mi oficina, tengo más de mil audiciones que ver y no me he terminado de sentar
cuando ya está Marco en la puerta.
—Te necesitan —dice serio y abro la boca para decir que estoy ocupada, pero me
callo con la persona que hace que se aparte.
La punzada en mi pecho pica al ver a Ilenko con un sujeto que no conozco, siento
que las camisas negras son sus favoritas y entra reparando el espacio como si le
gustara.
—Señora Romanova —El hombre que viene con él extiende la mano que aprieto—
, soy Alfred Carruso, el abogado de su socio y marido.
El ruso se queda frente a la foto que abarca toda mi pared mientras que el abogado
toma asiento frente a mí.
—En la antepenúltima pauta del contrato esta la única condición del señor Romanov
—Se pone los lentes—. Mi cliente renuncia a la devolución de lo invertido en la
construcción y creación del centro artístico “Queen” a cambio de que la sociedad
sea irrompible y de que su única socia, Emma James Mitchels, se comprometa a
conceder el libre deseo de mi cliente, quien tiene derecho a exigir lo que sea que
quiera.
Arrugo las cejas sin saber de qué diablos está hablando, no recuerdo haber puesto
nada de eso en el contrato y reviso todos los documentos. Todo está tal cual,
pero… «Agregó una pauta». Debajo de todo agregó una sola cosa y es donde me
comprometo a concederle un deseo y me río. Sabía yo que lo de las armas le
molestaría y que iba a buscar una forma de cubrirse, ya que no me puede matar.
Se va dejándome con los papeles en la mano, bajo la hoja cuando la puerta se cierra
y él se acerca apoyando las manos en la silla donde estaba su abogado.
—¿Y qué me vas a pedir? —Me recuesto en el espaldar de cuero—. Creo que ya
sé… Que me guarde el secretito.
La gira antes de sacar el arma dándole la espalda y alza el arma con el dedo en el
gatillo, el cual aprieta cuando se da vuelta y suelta la bala que detiene el juego.
—¿Qué me tocó? —Lo desafío mientras va por la hoja perforada por la bala—
¿Desposar a Boris? ¿Servirle leche todas las noches a tu gatita? ¿Llevarme a la
tumba tu oscuro secreto?
—Siento que voy a disfrutar mucho este nuevo juego —me dice mirándome a los
ojos.
—Buenas noches, Ved´ma —Me mira por encima del hombro antes de cruzar el
umbral y suelto el aire que tengo estancado en los pulmones cuando desaparece.
—Ilenko…
La voz no me sale clara y me levanto tropezando contra la mesa cuando doy varios
pasos.
Salgo al pasillo, está dentro del ascensor que yace al final del corredor y me
apresuro a su sitio, pero cierra las puertas sonriente desviandome a las escaleras
de emergencia, «Hijo de perra». Bajo los escalones corriendo, no sé ni cómo llegó
a la primera planta, lo primero que hago es mirar a la puerta de cristal, está
abordando su camioneta y me ve salir antes de entrar, pero no se detiene, por el
contrario, cierra la puerta, el conductor arranca y saco el móvil, sin embargo, no me
contesta y frente al centro me paso la mano por la cara con el papel entre mis dedos.
Paso saliva, mirando al techo, quiere… Arrojo una de las figuras de plata contra la
vitrina que se vuelve añicos.
Final