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Una
aproximación desde Hanna Arendt - Edgar Straehle
La misma verdad queda tocada por las nuevas formas de propaganda y cada
vez más solamente se cree en aquello que confirma los propios
posicionamientos políticos y prejuicios. La realidad de los hechos queda cada
vez más postergada frente a las interpretaciones sesgadas e interesadas que
se sobreimprimen sobre ellos. El actual auge de la posverdad no es en modo
alguno ajeno al ascenso de la extrema derecha. Eli Pariser ya advirtió de los
numerosos peligros de ese “filtro burbuja” (bubble filter) que rige en redes
como Facebook o en buscadores como Google. Las empresas tecnológicas han
implementado filtros personalizados por los que recibimos la información que
esas compañías deducen que es la que deseamos, con lo que de forma
involuntaria, mediante nuestros clicks y búsquedas, favorecemos la
construcción de mundos homogéneos y que aspiran a estar hechos a nuestra
medida. “Abandonados a su suerte, añade Eli Pariser, los filtros
personalizados presentan cierta clase de autopropaganda invisible,
adoctrinándonos con nuestras propias ideas”. Pero hay que tener cuidado:
también hay una amplia dosis de posverdad fuera de la extrema derecha que
no deja de contribuir a lo que está sucediendo. Según Timothy Snyder (Sobre
la tiranía), la posverdad ya nos emplaza en el terreno del prefascismo. Por
ello, es necesario analizar y replantearse el uso actual de la prensa y de las
redes.
8. “Lo que convence a las masas no son los hechos, ni siquiera los
hechos inventados, sino sólo la consistencia del sistema del que son
presumiblemente parte (…). La propaganda totalitaria establece un
mundo apto para competir con el real” (Los orígenes del
totalitarismo).
Lo que se intenta generar desde la extrema derecha es una especie de mundo
sustitutivo, uno acorazado frente a la crítica exterior y donde toda disonancia
o discrepancia es rápidamente desautorizada como un discurso del enemigo
(a batir). Por eso el debate político con sus más fervientes partidarios no
existe en estos casos. Los intentos de discusión son rápidamente zanjados
afirmando que los auténticos totalitarios, los malos, los ladrones o los
corruptos son siempre los otros (especialmente las izquierdas, las feministas o
los enemigos de España). Pensemos en las fakes news inventadas en Brasil
para hacer ganar a Bolsonaro y difundidas masivamente por Whatsapp: desde
la foto trucada del Ferrari de Fernando Haddad, el candidato rival, hasta las
afirmaciones de que éste distribuía kits gays para niños de 6 años en las
escuelas o defendía el incesto y la pedofilia. En España ya hace tiempo que
hay diarios que han cumplido una función semejante y que han preparado el
camino para el ascenso de una formación como Vox. Y este mismo partido ha
comenzado a hacer campañas eficaces en Whatsapp, como la de “eres de Vox
y no lo sabes”. Este partido está ahora mismo en una fase inicial, pero ya está
comenzando a saber usar las redes sin ningún tipo de reparo y es fácil deducir
que es una herramienta que potenciará mucho más en el futuro.
Cuando los bolcheviques llegaron al poder, no solo tuvieron que formar un gobierno para dirigir
Rusia sino todo el gigantesco imperio zarista que agrupaba a alrededor de 100 nacionalidades, la
mayoría de las cuales habían sido incorporadas a la fuerza. La creación de la Unión Soviética que
llegó a tener 15 repúblicas socialistas, 20 repúblicas autónomas, 125 óblasts, 7 óblats autónomos,
10 distritos autónomos y 7 krais, fue el intento diseñado por los bolcheviques para resolver el
problema de las nacionalidades y darle a cada una la representación que merecía.
«Pan, Paz y Tierra». Principal consigna bolchevique para llamar a la revolución de noviembre de
1917.
Si eso se deformó no fue culpa de los bolcheviques y mucho menos de Lenin. Hay que recordar
que todo eso se hizo en medio del asedio absoluto del capitalismo mundial que pretendió destruir
el naciente poder de obreros y campesinos cuando nacía en el marco de una hambruna
generalizada de los pueblos. “Pan, paz y tierra” fue la consigna bolchevique de entonces. Por
cierto, esa decisión fue la que permitió a los ucranianos tener por primera vez un Estado nacional.
Si eso fue un error como planteó el presidente Putin, es bastante discutible o al menos, necesario
de debatir. Pero es comprensible que entre Lenin y Putin haya diferencias, el fundador de la Unión
Soviética era un revolucionario comunista e internacionalista y Putin, un nacionalista ruso que se
ha propuesto defender y salvaguardar los intereses de su país cuando ya no existe el mundo
bipolar.
Otra arista del problema es la razón jurídica enmarcada en el derecho internacional. Sabiendo que
éste es un instrumento para ser cumplido sólo por los países pobres, atrasados y subdesarrollados,
lo cierto es que Rusia actuó como lo que es: una gran potencia mundial a la que solo se ha podido
avasallar mediante la traición de Gorbachov y la incompetencia etílica de Yeltsin. Putin llegó al
poder a comienzos de siglo para recuperar el honor y la dignidad de Rusia que desde el mismo
momento de la desaparición de la Unión Soviética fue vilipendiada y marginada de su condición
de potencia dentro del sistema internacional.
El debate y argumento principal de Occidente para decidir sanciones contra Rusia es que se
violentó la soberanía y la integridad territorial de Ucrania tras la decisión tomada por Putin el
pasado lunes 21, pero está visto que las potencias actúan así en cualquier condición. Nadie ha
hecho escándalo por las 8 invasiones militares, las 11 revoluciones de colores y los más de 20
países sancionados por Estados Unidos desde la desaparición de la Unión Soviética mientras se
trataba de instalar un sistema internacional unipolar basado en el uso de la fuerza que ha
significado millones de víctimas en todo el planeta, marginando además al derecho internacional
que ha pasado a ser una entelequia a la que apelan los países del sur para intentar salvaguardar su
existencia.
Invasiones militares de USA y conspiraciones de la CIA. William Blum / RT / RT
En este ámbito, el argumento más sólido esgrimido por Rusia para explicar su decisión, fue dado a
conocer por el presidente Putin al informar que la medida tomada se hizo con el fin de evitar que
se siguiera realizando un genocidio. Hay que recordar que la aún vigente y mal llamada
Declaración “Universal” de Derechos Humanos de la ONU establece en su artículo 3 que: “Todo
individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona”. Rusia actuó en
defensa de la vida y la seguridad de 4 millones de ciudadanos que corren peligro cotidianamente
desde hace 8 años.
Hay que recordar que el actual gobierno de Ucrania es heredero de un golpe de Estado fascista en
la que bajo conducción de Occidente, la OTAN y en especial de Estados Unidos en la figura de la
sub secretaria de Estado para asuntos europeos Victoria Nuland, promovieron la acción vandálica
de grupos neonazis que hasta se permitieron incendiar sinagogas bajo la mirada complaciente de
Estados Unidos y el silencio cómplice de Israel, a quien el falso discurso del “antisemitismo” se le
olvidó transitoriamente.
Fue precisamente esta funcionaria quien en una conversación con el embajador estadounidense en
Ucrania Geoffrey Pyatt en febrero de 2014 cuando ultimaban detalles sobre la forma de derrocar al
gobierno de Víktor Yanukóvic, expuso el talante despreciativo que siente Estados Unidos por sus
“aliados”. Ante una observación del embajador Pyatt en el sentido de que determinadas decisiones
de su país no concordaban con la opinión de la Unión Europea, Nuland exteriorizó la emblemática
frase que define el poco respeto y consideración que tiene Estados Unidos por sus socios del Viejo
Continente: “Que se joda la Unión Europea” expresó la hoy subsecretaria de Estado para asuntos
políticos.
Hay que recordar también que el nacimiento de las repúblicas de Donetsk y Lugansk tuvo su
origen en el rechazo a ese golpe de Estado, dadas las acciones racistas, extremistas y violadoras de
derechos humanos por parte de la administración ucraniana contra la minoría rusa que habita esos
territorios. En este sentido, la creación de estas instancias, respondió al derecho de legítima
defensa, consagrado en todos los documentos atingentes al tema en el marco del derecho
internacional
Encuentro en Minsk del presidente bielorruso y los representantes del Cuarteto de Normandía en
febrero de 2015. Fuente: Presidencia de Rusia (Wikimedia Commons)
Finalmente, en el marco del maltrecho orden internacional, lo que se debe analizar es, si se
interviene militarmente en un país para promover un genocidio como lo ha hecho Estados Unidos
en Venezuela, Nicaragua y Cuba o se interviene para evitar un genocidio.. En el caso de Cuba se
prueba que el derecho internacional es solo un “saludo a la bandera” como lo muestran 63 años de
bloqueo repudiado por casi toda la humanidad menos dos países, decisión que todos los
presidentes de Estados Unidos han echado al tiesto de la basura.
En el trasfondo lo que está en juego son los intereses superiores del capitalismo global que observa
impávido la pérdida de su poder omnímodo. Ucrania es solo un instrumento despreciable para
Occidente en la búsqueda de lograr su objetivo primordial que es salvar al capitalismo en el
momento de su mayor y creciente debilidad. En particular, está visto a través de la historia que a
Estados Unidos no le importa sacrificar millones de vidas, incluyendo la de sus propios
ciudadanos humildes que son los que conforman su ejército, si de preservar su sistema se trata. Sus
800 bases militares en todo el mundo y sus 11 portaviones son el instrumento más importante con
que cuenta Estados Unidos para resolver los problemas que plantea el derecho internacional.
Durante los cinco últimos siglos, es decir desde que se inició la globalización hegemonizada por
Occidente, el poder mundial se asentaba sobre el control de los mares. Eso ha comenzado a
cambiar generando una transformación paradigmática en la que Estados Unidos está quedando
fuera. La creación de un gran espacio euroasiático en territorio terrestre a partir de la alianza entre
Rusia y China establece parámetros novedosos en la estructuración del poder mundial. Hay que
tener en cuenta que fueron pensadores occidentales como el inglés Halford Mackinder y el
estadounidense de origen neerlandés Nicholas Spykman quienes expusieron que el control del
Asia Central como “corazón continental” o “área pivote”, conduciría al control del mundo.
El Pivote geográfico de la historia Mackinder
La alianza euroasiática está sustentada por la pertenencia de Rusia a la Organización del Tratado
de Seguridad Colectiva (OTSC), que mostró su eficacia, evitando el golpe de Estado en
Kazajistán, además de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), donde participan
China y Rusia con el objetivo de cooperar en materia política, económica y de seguridad. Vale
decir que a esta organización también pertenecen India y Pakistán, al mismo tiempo que Irán,
Bielorrusia, Mongolia y Afganistán esperan aprobación para su ingreso.
El cerco militar de la OTAN a Rusia.
De la misma manera la Unión Euroasiática conformada por cinco países constituye la extensión
exitosa de vínculos económicos y comerciales en el más amplio espacio terrestre del planeta.
China por su parte promovió y creó la mayor alianza económica del mundo, la Asociación
Económica Integral Regional (RCEP por sus siglas en inglés). Esta asociación constituye el 30%
de la población mundial. Pero el ámbito de mayor alcance en la región y el mundo es la nueva
Ruta de la Seda proyecto desarrollado por China para el cual ha destinado hasta ahora 900.000
millones de dólares distribuidos entre 72 países, con una población de unos 5.000 millones de
habitantes o sea el 65% de la población mundial según apunta el periodista neerlandés Marc
Vandepitte en un reciente artículo.
La idea de las acciones de Estados Unidos se sustenta en la doctrina Clinton de política exterior
aplicada en Libia que se resume en la frase: ”Fuimos, vimos y él murió”, pronunciada por la ex
secretaria de Estado tras el asesinato de Muamar Gadafi. No se puede olvidar que la señora
Clinton era secretaria de Estado cuando Biden era vicepresidente.
El verdadero desenlace del problema se va a producir cuando los ciudadanos europeos despierten
de su aletargamiento y le pregunten a sus autoridades porque los campesinos de España, Portugal e
Italia perdieron el mercado ruso que le compraba su producción de cítricos, aceite de oliva,
verduras y otros productos sumiéndolos en una crisis aún más severa. ¿Por qué tienen que pagar
tres y cuatro veces más por el combustible, solo para satisfacer a Estados Unidos? Y si se desata la
guerra, ¿por qué tienen que poner los muertos y asistir a la destrucción de sus ciudades para hacer
felices a sus líderes políticos que han decidido subordinarse a Washington?
Esperemos que ello no ocurra y prime la sensatez. No vale la pena morir por algunos oligarcas que
previendo el desastre que están generando en la Tierra aceleran la carrera espacial suponiendo que
pueden escapar del desastre que están creando por su afán de lucro y ganancia desmedida.
geopolítica estadounidense
Siguiendo el ejemplo de Dalby sobre la creación de la Segunda Guerra Fría en los 1980, hemos
intentado mostrar cómo se está creando en USA y sus Estados aliados occidentales la Guerra de
Ucrania, en particular, y la Guerra contra Rusia, en general.
Tres eran los hilos discursivos que identificaba entonces Dalby: 1) el de la sovietología, que
analizaba el carácter autoritario de la URSS; 2) el del realismo político, que presentaba cómo las
medidas de apaciguamiento con el enemigo son inútiles y la preparación para la guerra es la única
respuesta que garantiza la paz, y 3) el de la geopolítica determinista, que siguiendo los
lineamientos clásicos de Mackinder afirmaba el inevitable enfrentamiento de la potencia marítima,
entonces ya Estados Unidos, con la potencia continental. Estos hilos discursivos reinscribían “la
política en los Estados Unidos y en el resto de Occidente en las categorías de la contención
militarista” (1990: 63). En este sentido, la oposición del CPD al tratado SALT II que limitaba el
armamento nuclear de ambas superpotencias, iba acompañada de una geoestrategia de rearme que
se plasmó en la Iniciativa de Defensa Estratégica de Reagan.
Carter y Brezhnev firmando el acuerdo SALT II.
En este breve trabajo vamos a intentar hacer algo parecido con la Guerra de Ucrania que se está
construyendo desde el establishment estadounidense de forma permanente desde hace unos años.
Intentaremos mostrar algunos de los elementos del discurso de seguridad para Estados Unidos y
para Occidente que hacen inteligible este conflicto. Para ello vamos a distinguir, por un lado, los
hilos que se vienen produciendo en los tiempos medios, desde que el actual presidente Vladímir
Putin llegó por primera vez al poder, en el año 2000, y con mayor insistencia desde una década
después, cuando coinciden la guerra de 2008 contra Georgia y el fracaso de los planes bélicos de
Estados Unidos en Irak. Y, por otro, aludiremos brevemente a los elementos discursivos más en el
tiempo corto, en el último año y, en particular, en las últimas semanas, que se puede considerar
propaganda de guerra.
Después de la disolución en 2006 del Project for a New American Century (PNAC) y la
desaparición de la revista Weekly Standard en 2018, el campo neocon ha quedado algo
fragmentado, más aún tras el desastroso final de la guerra contra el terrorismo en Irak. Pero no
por ello ha dejado de articularse, aunque quizás de manera más informal y puntual, un conjunto de
pensamientos a través de organizaciones nuevas —como el Institute for the Study of War (ISW),
fundado por Kimberley Kagan, el American Enterprise Institute, al que se vincula su marido
Frederick W. Kagan, el KKR Global Institute (KGI), presidido por el exdirector de la CIA,— y
otras ya con historia —como The Brookings Institution, presidida desde 2017 por el exgeneral
John R. Allen, que tuvo gran protagonismo en la guerra contra Al Qaeda en Irak, o la Hoover
Institution, dirigida por Condoleezza Rice, la exasesora de George W. Bush—, por mencionar
algunas. Todas ellas llevan algún tiempo construyendo un escenario posterior a la guerra contra el
terrorismo de George W. Bush, en el que Rusia, junto a China, tiene un papel estelar, y, en este
sentido, la crisis en torno a Ucrania no es una sorpresa.
De izquierda a derecha: restos del WTC después de los atentados del 11 de septiembre de 2001;
infantería estadounidense en Afganistán; explosión de un coche bomba en Irak; intérprete y
soldado estadounidense en Zabul.
Otros think tanks con un perfil menos conservador también se han unido a la creación de la Guerra
de Ucrania. El Center for Strategic and International Studies, que se presenta como un think
tank bipartidista puede ser un ejemplo.
Los argumentos que se vienen utilizando son diversos en esta época posterior al fracaso
del Proyecto por un Nuevo Siglo Americano, que ha sumido a Estados Unidos en una crisis de
hegemonía todavía mayor. Los principales argumentos discursivos tienen que ver con el
determinismo geográfico y las carencias democráticas, enmarcados en un realismo
político general que lleva a la disuasión militarizada —y el consecuente rechazo o desvalorización
del diálogo—como única alternativa frente a los conflictos en política exterior.
Y así, concluye:
Una vez más, volvemos a encontrarnos con la aspiración al ideal de una Europa Central
cosmopolita, propio del período posterior a la guerra fría, que imbuyó el inicio de esta obra. Dicho
propósito, sea factible o no, es algo por lo que vale la pena luchar, esperemos que con México de
nuestro lado. Mackinder lo intuyó en su llamada a la creación de unos Estados barrera dinámicos e
independientes entre la Europa marítima y el corazón continental, cuando señaló que un mundo
equilibrado es un mundo libre (Kaplan, 2014: 438).
No sólo se invoca a Mackinder (1904), sino que nos encontramos con argumentaciones,
básicamente del mismo tipo que hizo el británico a principios del siglo XX y que constituirían una
interpretación telúrica del conflicto (Cairo, 2010).
Mackinder. El Pivote geográfico de la historia Lea el artículo completo formatp PDF. En este
artículo, Mackinder amplió el alcance del análisis geopolítico para abarcar todo el mundo.
Robert Kagan pertenece a una familia de destacados neocons que ocupan desde hace algunos años
posiciones muy importantes en ese mundo intelectual. En un reciente trabajo sobre el retorno de la
historia donde se expone cómo desde mediados de los 1990 Rusia se habría convertido en un
sistema político “zarista” en el que “todas las decisiones importantes se toman por un hombre y su
poderosa camarilla” (Kagan, 2008: 54), y en el que los rusos vivirían contentos porque, a
diferencia del comunismo, Putin no se mete en su libertad personal y les garantizaría un elevado
estándar de vida gracias a los elevados precios del petróleo y el gas. Frente a esa Rusia autocrática
(y China e Irán) los Estados Unidos deberían seguir insistiendo en imponer la democracia y sus
valores, aunque estemos en una era en la que no se enfrentan valores universales, pero sí se
producen “tensiones crecientes y algunas veces confrontación entre las fuerzas de la democracia y
las fuerzas de la autocracia” (Ibid.: 58). Para afrontarlas con éxito, “las democracias del mundo
necesitan mostrar solidaridad unas con otras, y necesitan apoyar a aquéllos que intentan abrir
espacios democráticos donde estos han estado cerrados” (Ibid.: 99).
El papel de los Estados Unidos sería fundamental para mantener ese campo democrático, incluso
en Europa: “Si los Estados Unidos se retiran de Europa, esto podría a su debido tiempo
incrementar la probabilidad de un conflicto que implique a Rusia y sus vecinos cercanos” (Ibid.:
94).De ahí la importancia de reforzar la presencia militar estadounidense en el continente, aunque
Francia o Alemania, los dos países más fuertes de la Unión Europea, no contemplen esa necesidad.
Esta animadversión hacia un personaje diabólico y la prevención frente al país que gobierna no es
de estas últimas semanas. La prensa occidental y los think tanks de esa área se hacen eco periódico
de las “amenazas” de Putin desde 2014, por lo menos, cuando tras la instalación de un gobierno
prooccidental en Kiev —el Kaganato, es decir, el gobierno que propugnaba Robert Kagan, el
ideólogo neocon mencionado antes, casado con la entonces vicesecretaria de Estado, Victoria
Nuland (Poch, 2014)— la agencia Reuters y The New York Times anunciaban que Rusia estaba
concentrando tropas y material pesado de guerra en la frontera con Ucrania (MacLeod, 2022) tras
la reintegración de Crimea a Rusia previo referéndum no reconocido por las autoridades de Kiev.
Esto forma parte de otro argumento geográfico importante: Rusia se estaría expandiendo desde su
misma refundación como Estado a principios de los 1990 —así se interpreta el apoyo a los
separatistas de Trandsnistria, Osetia del Sur o Abjasia—: “Las anexiones anteriores de Rusia y su
continuo apoyo a los separatistas en el este de Ucrania han permitido que el país amplíe su acceso
al Mar de Azov y el Mar Negro, que son rutas de navegación clave y contienen depósitos de
petróleo y otros recursos naturales” (Pavlik, 2022).
Una buena lectura son los artículos de Rafael Poch, que fue corresponsal en Moscú de La
Vanguardia durante muchos años, y que intenta dejarnos ver cómo se perciben en Rusia las
políticas y argumentaciones occidentales
Conclusiones
Son muchos los temas que no se han abordado en este breve artículo (los dobles estándar de la
política exterior de los países occidentales, el papel de China en este conflicto, las políticas de los
nacionalistas prooccidentales y prorrusos en Ucrania, la crisis energética y el papel de Rusia en el
abastecimiento de gas y petróleo a Europa, …), que se ha centrado en la construcción discursiva de
la (todavía potencial) Guerra de Ucrania. Siguiendo el ejemplo de Dalby (1990) sobre la creación
de la Segunda Guerra Fría en los 1980, hemos intentado mostrar cómo se está creando en EE UU y
sus Estados aliados occidentales la Guerra de Ucrania, en particular, y la Guerra contra Rusia, en
general. Los argumentos discursivos no difieren sustancialmente de los que identificaba Dalby; los
nuevos elementos son más bien un aggiornamento de los anteriores que nuevas lógicas.
Para EE UU, y, en particular, para el complejo militar-industrial-cultural que en buena medida lo
gobierna, es fundamental tener enemigos creíbles, como señala en su cierre final un recientísimo
informe sobre la posible invasión rusa y la respuesta occidental recordando el famoso
memorándum de 1947 de George F. Kennan titulado “Las fuentes de la conducta soviética”, donde
sostenía:
La posición europea respecto al conflicto no es unánime: Francia y Alemania muestran sus dudas
sobre una respuesta militar a Rusia si finalmente se produjese la invasión. Pero el gobierno español
ha afrimado que “España está comprometida con la OTAN y la seguridad de Europa”, según ha
declarado su presidente, Pedro Sánchez (El Periódico, 2022), y ha enviado barcos y aviones al
área para contribuir a la “disuasión” militar. Una posición que encaja con
el realismo semiperiférico que, tras la renuncia a mantenerse como país neutral, arrastra España
desde su incorporación a la OTAN en 1982, posición refrendada por la mayoría de los gobiernos
socialistas —en primer lugar por el de Felipe González en 1986 con ocasión del referéndum sobre
la pertenencia de España a la organización— y conservadores —en particular el de José María
Aznar apoyando sin fisuras la invasión de Irak por unas inexistentes armas de destrucción masiva,
falsedad o mentira por la que nadie le ha reclamado responsabilidades políticas ni penales—.
Ya desde hace años alguno de los think tanks españoles semioficiales compran sin ningún pudor
los discursos neocon sobre Rusia y Ucrania:
Hoy, la importancia de Ucrania para Rusia no reside en la supuesta hermandad de los eslavos y el
glorioso pasado común, sino en el hecho de que el Kremlin ha conseguido convertirla en un
instrumento para impedir la ampliación (‘expansión’ dirían los rusos) de la UE y la OTAN, que
considera como una de las principales amenazas a su seguridad nacional. Sin embargo, la supuesta
amenaza de la ampliación de la OTAN y la UE no es una amenaza militar para la seguridad
nacional de Rusia (no es que sea imposible un ataque e invasión de Rusia por parte de un país
occidental, pero sí bastante improbable) sino más bien para el gobierno autocrático de Vladimir
Putin, que la usa, al viejo estilo soviético, para fortalecer la cohesión política interna y como
justificación de su doble política revisionista. Y es en este punto donde Ucrania representa la
piedra de toque para Occidente. Los occidentales no deben permitir que Rusia use Ucrania como
un instrumento para competir conseguido tras el final de la Guerra Fría (Milosevich-Juaristi,
2017).
Sin pretender negar la responsabilidad del gobierno de Putin (que no ha sido objeto de este
artículo) en la escalada bélica actual, parece evidente que la posibilidad de resolver el conflicto
actual sin necesidad de acudir al uso de la fuerza o a la amenaza del uso de la fuerza parece fuera
del horizonte de los encargados del establishment de seguridad nacional en EE UU y de los
políticos atlantófilos en Europa. Una Ucrania neutral, una Europa (occidental y oriental)
desnuclearizada y una política de paz sólo pueden afectar a los intereses de ese complejo militar-
industrial-cultural que vive (literalmente) de la guerra y de la amenaza de guerra.
Quizás por eso sea fundamental volver a repensar los sistemas políticos en los que vivimos ante
esta y otras amenazas para la supervivencia del planeta. Como nos recuerda Kevin Clements, que
no es un peligroso dirigente de algún partido de extrema izquierda sino uno de los anteriores
presidentes de la Asociación Internacional de Investigación para la Paz (International Peace
Research Association, IPRA): “es vital tener algunos debates fundamentales sobre si los Estados
capitalistas liberales y democráticos que operan bajo el estado de derecho son capaces de satisfacer
las necesidades económicas, de bienestar e identidad de los ciudadanos en el siglo XXI. Si no lo
son, se necesitan algunas reflexiones muy urgentes sobre qué podría reemplazarlos que fuera capaz
de brindar mejores resultados que los que ya tenemos” (Clements, 2018: 5).
Referencias
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de la geopolítica clásica y la persistencia de una interpretación telúrica de la política
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Kagan, Robert (2008) TheReturn of History and theEnd of Dreams. Londres: Atlantic Books.
Kaplan, Robert D. (2012) The Revenge of Geography: What the Map Tells Us About Coming
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Ukraine. CSIS Brief. Recuperado de https://www.csis.org/analysis/russias-gamble-ukraine -
Heriberto Cairo Carou
Esta rigidez del régimen soviético engañó a todo el mundo, pero las
formulaciones críticas fueron insuficientes o llegaron tarde. El escritor francés
Jean François Revel, por ejemplo, en un tono ciertamente arrogante, afirmaba
en los años ochenta que el triunfo del comunismo soviético era inevitable y
que “las democracias quedarían como pequeños y ridículos paréntesis en la
Historia”, simplemente porque partía de la afirmación (ampliamente
compartida) de que la URSS no era reformable desde fuera, por una guerra
(como la Alemania nazi o la Italia fascista), ya que su estatuto de
superpotencia mundial la protegía de tal eventualidad. Ni reformable desde
dentro, por su naturaleza totalitaria. Y al final la URSS sufrió una implosión,
que es el término que los técnicos usan, por ejemplo, para designar la
explosión de un televisor de los antiguos por causas estrictamente internas.
No, al final la rigidez totalitaria sin precedentes de la URSS fue la principal
causa de su desaparición.
23 de
agosto de 1991: Yeltsin, presidente de Rusia, impone a Gorbachov el decreto
de cese de actividades del Partido Comunista (imagen: El Periódico)
Por esta razón, el análisis del caso soviético es muy importante, más allá de
que ahora nos parezca un problema de historia antigua, y en el terreno de las
ideologías, un problema casi de arqueología. La importancia se deriva de que
su existencia dominó buena parte del siglo XX, desde la revolución de octubre
de 1917 hasta su extinción en 1991. Dominó completamente la estructura del
mundo bipolar (con Estados Unidos), mundo en el que casi todo lo que
sucedía entraba en esta lógica bipolar. Aún no hemos terminado de explorar
las consecuencias de esta lógica bipolar, y las de su desaparición. Pero el fin
de aquella superpotencia, la URSS, nos da mucha información sobre lo que
fue como experimento político y social. En primer lugar, el bloque del Este,
encabezado por la Unión Soviética, era considerado por todo el mundo como
parte integrante del norte (en el eje norte-sur, que define la escala desarrollo-
subdesarrollo en el sistema internacional), es decir, se trataba de un conjunto
de países industrializados, con un elevado nivel de prestaciones sociales, etc.,
aunque con estructuras políticas ciertamente autoritarias.
En segundo lugar, ello nos permitió descubrir que el sur no siempre esta en el
sur geográfico, sino que estaba más al norte, hacia el este, pero también
entre nosotros, en nuestras propias sociedades (el cuarto
mundo, la exclusión social). Los temas de debate se van así sucediendo unos
a otros. Pero no hay que olvidar que el asunto de la URSS lo cerró Gorbachev,
que hizo en cinco o seis años dos cosas que la teoría vigente
consideraba imposibles: acabar con la Guerra Fría, y acabar con el
comunismo soviético. La primera razón que llevó a Gorbachev a iniciar
la perestroika y la glasnost (palabras estrella durante años, y hoy casi
ininteligibles para nuestros estudiantes universitarios) no fue ciertamente
acabar con el sistema soviético. Al contrario, pretendía reformarlo, para
hacerlo competitivo en la escena mundial. El punto de partida, meritorio en sí
mismo, era que aquello no podía durar. La razón última, o en última instancia
lo que convenció a Gorbachev, primer dirigente soviético en seguir este
razonamiento hasta el final, era que toda eventual reforma de la URSS se
situaba en un contexto de sistema mundial único, unidad de la que no se
podía escapar, que lo sobredeterminada todo, y portadora de una dinámica y
unos constreñimientos objetivamente irresistibles. De modo que la reforma
estructural, no sólo se situaba inevitablemente en este marco, sino que sólo
podía tener como objetivo la integración de una URSS reformada en este
mundo global. En todo caso, se trató de una dinámica que, una vez puesta en
marcha, encadenaba una secuencia lógica que terminaba en una conclusión
fatal (para la URSS): el mundo de finales del siglo XX ya no era el escenario
de una competición antagónica entre dos modelos distintos e incompatibles,
el comunismo y el capitalismo. Pero tampoco era el escenario armónico del
triunfo de la segunda opción, sin más problemas ni más competidores. Era
otro escenario mucho más complicado y conflictivo.
Conferencia del movimiento de países no alineados en Belgrado, 1961. De
izquierda a derecha, Nehru, Nkrumah, Nasser, Sukarno y Tito (foto:
carpetashistoria.fahce.unlp.edu.ar)
La hipótesis interesante era ver cómo el fin de la URSS contribuía a abrir un
debate en profundidad -sobre todo en el seno de la izquierda- sobre las
necesarias reformas teóricas globales que habían servido para interpretar el
mundo de la posguerra. En particular, en relación a la hipótesis del modelo
único emergente: democracia representativa + economía capitalista, para
simplificar, así como la posibilidad o no, la pertinencia o no de modelos
alternativos globales, más o menos radicales, más o menos totales (de
alcance mundial, y de contenidos absolutos: economía, cultura, ideología,
instituciones, normas, etc.). Se entiende modelos globales en el sentido que
pretendió ser portador de una alternativa total el modelo soviético en su
origen revolucionario.
Volvamos pues nuestra atención, hoy, quince años después, a lo que fue el
primer intento de reflexión teórica sobre el colapso estructural. El punto de
partida era correcto, pues de las pocas que estaban claras a partir de la caída
del Muro, es que algo había terminado para siempre: el mundo bipolar. Pero
si la estación de partida del mundo postbipolar estaba claro, el punto de
llegada o incluso el mapa de su viaje no lo estaba de ninguna manera. Las
razones son muchas.
Es cosa sabida que los grandes cambios históricos no siempre pueden ser
bien percibidos con claridad por los contemporáneos que los viven, mientras
los viven. O bien, la percepción de los mismos tiene distorsiones diversas. Es
normal, falta distancia, y únicamente el paso del tiempo llegará a dar aquello
que designamos como perspectiva histórica.
Para volver al encabezado de este apartado, el mero hecho de titularlo “El fin
de la Historia” es una manera de aceptar la legitimidad del debate
internacional abierto en su día, en 1989, por Francis Fukuyama, en las
páginas de una pequeña revista de política internacional (de reducida tirada,
cinco mil ejemplares, lo que en Estados Unidos es poca cosa), “The National
Interest”. Y no se trata ahora de cuestionar la legitimidad que el intento tuvo
en su época, a pesar de las críticas que el artículo tuvo en su día, ni en el
olvido en que ha quedado relegado al cabo de treinta años. Cierto, todavía se
le cita aquí y allá, pero en general es para subrayar la escasez de intentos
creíbles de explicación teórica del momento actual de las relaciones
internacionales. Vale la pena reflexionar sobre la importancia y el eco que
tuvo, al coincidir prácticamente con la caída del Muro de Berlín. Fukuyama
pasó de ser un simple comentarista político, a formar parte en la nómina de
los teóricos que pasan a hacer de practicantes (en inglés practitioners, los que
aplican en la práctica sus propuestas intelectuales) en la toma de decisiones
en política internacional. Ello no es infrecuente en la tradición de la política
exterior de Estados Unidos, como lo muestran los casos de Kennan, Kissinger,
Brzezinski o Rice, bajo las presidencias de Truman, Nixon, Carter o George W
Bush respectivamente. Antes de ello, se había distinguido con una tesis sobre
la URSS y Oriente Medio, y había trabajado como analista en la Rand
Corporation, prestigioso think tank (centro de estudios) de California que
trabaja mucho para la Administración de Washington. Es decir, que no era un
analista ni totalmente neutral, ni ajeno a un contexto muy preciso, el del
poder político de Washington. Otro aspecto digno de mención es que todo
parece que el artículo fue escrito en el verano de 1989, la perestroika ya era
una palabra clave, sus efectos sobre la política mundial era espectaculares,
estábamos en plena gorbimania (de nuevo, término de gran éxito acuñado a
finales de 1987, con motivo de la visita oficial de Gorbachev a Washington
para firmar el tratado de reducción de armas nucleares intermedias conocido
por sus siglas INF), pero el artículo pasó desapercibido. Hasta la caída del
Muro el 9 de noviembre, y entonces, con el derrumbe del símbolo y metáfora
de la Guerra Fría y sus paradigmas, Fukuyama saltó a la fama. ¿Acaso su
artículo, escrito antes, no era profético? El debate quedó servido: la caída del
Muro ¿confirmaba o no las tesis de Fukuyama? Cabe reconocer que la
inmediata intensidad del debate era ya una señal de la relativa pobreza
intelectual en curso desde mediados de los ochenta, así como de la mezcla de
pretensión y de confusión con la que asistíamos a la delicuescencia de
la Guerra Fría. Confusión muy ampliamente repartida, y en relación a la
acusación de pretenciosidad, algunos de los críticos también cayeron en ella,
sobre todo por el simplismo y la sobrecarga ideológica de algunas de las
réplicas. Al menos, hubo que reconocerle a Fukuyama la prudencia de haber
puesto el título de su artículo entre puntos de interrogación, precaución
elemental cuando se intuye algo pero no se está seguro del todo al respecto.
Pintadas en la parte conservada del muro de Berlín (foto: Oleksandr
Prykhodko/Alamy stock)
Pero volvamos al primer artículo, de 1989, cuya tesis central se puede
resumir así:
“Puede que seamos testigos no sólo del fin de la Guerra Fría, o del transcurso
de un período particular de la historia de la posguerra, sino de la conclusión
de la Historia como tal. Es decir, el punto final de la evolución ideológica de la
humanidad y la universalización de la democracia liberal occidental como a
única forma de gobierno humano. Ello no quiere decir que no vayan a haber
acontecimientos para seguir llenando las páginas de Foreign Affaire (u otras
publicaciones especializadas) sobre las relaciones internacionales, pues la
victoria del liberalismo se ha producido sobre todo en el terreno de las ideas
y de la conciencia, y todavía no es completa en el mundo real o material. Pero
existen poderosas razones para creer que será el ideal que gobernará el
mundo material en el futuro”.
Y añadía:
Campame
nto de refugiados ruandeses en Kibumba (Goma) tras el genocidio de 1994
(foto: Sebastiao Salgado/El País)
Para concluir, se acaban así los grandes enfrentamientos históricos, el triunfo
definitivo de la democracia liberal queda asegurado y nos esperan tiempos de
aburrimiento. El propio autor lo dejó escrito:
(*) Pere Vilanova Trias. De 2008 a agosto 2010 fue Director de la División
de Asuntos Estratégicos y de Seguridad (DAES) del Ministerio de Defensa. Ha
sido miembro de misiones institucionales exploratorias o de observación
electoral en lugares como Bosnia y Herzegovina, Palestina, Indonesia, Asia
Central y Haiti. Autor entre otras publicaciones de Orden y desorden a escala
global (Síntesis 2006).
Misión Verdad
12 marzo, 2022
Una vez más la guerra se nos vende como pan caliente, los ignorantes cerebros
contemplamos sus consecuencias por los medios de desinformación. Se nos
vende cara una guerra, antes se nos aterrorizaba y engañaba con la información
de la guerra y sus consecuencias, pero esta guerra y las que vendrán, se nos
cobrarán como caros espectáculos, porque nuestros cerebros, cargados de
consumismo extremo, así lo exigen.
Pero los sumisos, ellos se oponen desde sus cómodas posiciones frente a las
computadoras en sus confortables apartamentos u oficinas, porque los rusos
decidieron no dejarse joder, pero no porque les duelen los ucranianos, o les
trasnocha la tragedia de los pueblos que sufren el capitalismo en cualquiera de
sus modalidades, sino porque les pagan, o por ideología o por flojera mental o por
adocenados culturales, o porque creen que los rusos acabarán con la civilización
humanista, bella y bien ponderada que nos muestra la propaganda corporativa,
pero no se oponen porque tienen una posición seria ante los hechos que produce
el capitalismo todos los días contra la vida, sino porque a conciencia están
cobrando.
Para congraciarse con sus amos, la conducta miserable de los rastreros del
mundo los lleva a gritar pidiendo que detengan la guerra, pero nunca lo dijeron
cuando las élites de ladrones y asesinos cebados de Estados Unidos, Reino Unido
y Europa sometieron y someten a genocidios, bloqueos, sanciones, penurias a los
pueblos de Lugansk y Donetsk en la región del Dombás, a Siria, a Sudán, a Yemen,
Libia, Irak, Irán, a la República Saharaui, a Bielorrusia, Venezuela, Cuba, Nicaragua,
Rusia, por nombrar algunos.
Cuando la nación rusa declaró con todo el derecho y la razón que le asiste en el
mundo capitalista, que iniciaría una operación militar especial para proteger las
vidas de ciudadanos rusos, que han sido asesinados por los intereses del
capitalismo asentado en los dominios del atlantismo, ocultos detrás de criminales
nazis de nuevo cuño, nacionalistas exacerbados, malandros, mercenarios,
reclutados por empresas privadas que tienen sus sedes en Europa o Estados
Unidos y acumulan riquezas con la muerte de gente en distintos países del mundo,
de inmediato se puso en marcha la gran maquinaria de propaganda e ideología
antirrusa, pero lo asombroso es que, como por arte de magia, un enjambre de
periodistas, locutores, animadores, mayordomos de la empresa política,
comunicadores sociales, ministriles de todo cuño, o mejor dicho, llamémoslos por
su nombre, criminales mercenarios, asalariados de las grandes corporaciones
capitalistas, que ideologizados o no se prestan para ocultar los crímenes y robos,
engañan, manipulan, fabrican la falsa noticia con descaro, son cínicos que van
desde los que dicen ¡no a la guerra!, pasando por los que esconden los hechos de
un bando, manipulan la información del otro bando, y los que simplemente
justifican los genocidios, etnocidios bajo el ropaje de que son seres inferiores o
estaban en el lugar equivocado, en el momento equivocado.
Incitadores sistemáticos de disturbios, promoción y hasta participación velada en
manifestaciones públicas claramente subversivas, instigadores de actos
extremistas violentos, también son una fábrica de información deliberadamente
falsa, sobre las acciones de las fuerzas rusas y las repúblicas de Lugansk y
Donetsk.
Estos criminales por conciencia tienen una gran responsabilidad en los distintos
crímenes y robos que el capital ha cometido contra los pueblos del mundo, y lo
peor es que no les importan que asesinen, torturen o metan presos a los colegas
que asumen posiciones distintas, por el contrario, los entregan como los pajuos
de la escuela.
Todas las razones que se esgrimen para justificar la existencia de la guerra son
intrínsecas al mismo capitalismo, no tienen que ver con los pueblos, sus
religiones, color, género, frontera o lengua, es simplemente un problema
económico. Tiene que ver con el reacomodo del capital y de cómo un sector del
capital imperial se consume a otro sector en todo el planeta. Las escaramuzas que
hoy asolan a los pueblos de Rusia y Ucrania son sólo distracciones para la
verdadera guerra que se está desarrollando en todo el planeta, entre las grandes
empresas, bancos, corporaciones, sean de información, espectáculo, armas,
petróleo, agroindustria, deporte, droga, especulación financiera o lo que sea que
genere ganancia.
Las predicciones dicen que seguirá aumentando porque las ciudades, sobre todo
en los países-mina, eufemísticamente llamados en vías de desarrollo o
tercermundistas, no detienen su consumo desmedido y el capitalismo no hay
manera de detenerlo en la producción de basura.
Es de hacer notar que esa guerra no se desbordó, porque por un lado los resortes
éticos del trabajo esclavo no se habían destruido como hoy, en donde la mayoría
de la juventud en el planeta ya no le importa el trabajo como modo de proveerse el
sustento, sino que ya todo el mundo está ilusionado en la posibilidad de las
nuevas tecnologías y sobre todo que tienen conciencia de que trabajando no
podrán satisfacer el inmenso deseo de consumo que el mismo capitalismo les
instaló en el cerebro, y por otro lado no hay salario que les pueda satisfacer las
necesidades elementales, como comer, calzar, vestir, tener un techo aunque sea
alquilado, y esto ocurre en Japón, Europa, Estados Unidos.
Pero lo más grave aún es la ausencia de una ideología que le sirva de contención
para detener a los millones de zombis que se sublevarán por todo el planeta, al
percatarse que no tendrán ni para el plato de comida, y entonces salgan a
consumirse la riqueza acumulada, porque el capitalismo ha cosido sus bolsillos y
está vaciando los de las mayorías.
En las primeras crisis, el comunismo le sirvió de contención a la gran tragedia;
pero como en la fábula del sapo y el alacrán, la naturaleza del capitalismo lo llevó a
hundirle el aguijón al comunismo.
A nivel mundial se han movido todos los aparatos de propaganda, ya sea ONG,
fundaciones, medios, iglesias, partidos para condenar y rasgarse las vestiduras
ante la posición asumida por la Federación Rusa de ponerle un hasta aquí a los
capitales especulativos, que viven de la producción y tráfico de drogas, armas, a
través de sus agencias como la DEA, CIA, FBI, todas ellas confabuladas con
corporaciones que trafican con humanos, armas, en todo el mundo, ya sea
migrantes de cualquier género, color, prostitución o tráfico de órganos, pero que
tienen sus direcciones en los grandes bancos de Europa, Japón o Estados Unidos,
la producción decadente de espectáculos, de la especulación financiera, de la
manipulación de información privilegiada en las bolsas y juntas directivas
vinculadas a las finanzas en todo el mundo, la producción de información falsa o
sesgada a través de sus corporaciones de radio, TV, cine, impresos, telefonía,
Internet y otros medios electrónicos, que se confabulan para cayapear a los
pueblos del mundo y declararles la guerra, porque estos se niegan a regalar sus
recursos a estos criminales corporativos, y también el deporte controlado por sus
federaciones y asociaciones, en definitiva, a todas esas asociaciones
delincuenciales asentadas en Europa, Japón, Estados Unidos, que se valen de las
empresas políticas, judiciales, policiales, que cumpliendo con el papel de
mayordomos, les apañan todas sus fechorías.
Hoy todos los medios de propaganda e ideología de los dueños del mundo nos
están vendiendo la guerra como si Rusia la hubiera inventado. No es temerario
pensar que esta guerra intercapitalista nos colocará en otra disyuntiva jamás
pensada, nunca imaginada.
El llamado e identificado como el bloque atlantista, cuyo dueño son los capitales
asentados en Estados Unidos Europa y Japón, decidió que la historia se había
acabado, que el dólar debía dominar las paridades y transacciones financieras en
todo el mundo, que en adelante el poder concentrado en los territorios de Estados
Unidos decidiría qué pasa y qué no pasa en el mundo, cuando ya parecía como
dijera Hegel y luego lo panfleteara Fukuyama, que el fin de la historia había
llegado, todos debían ir a besar la mano del gran padrino imperial asentado en
Norteamérica como único capo de todos los capos, el capitalismo en su etapa
superior el imperialismo. Pero lo que ocurre hoy, nunca se lo pudieron haber
imaginado Marx y Lenin, en sus lúcidos cerebros, ver al capitalismo en su etapa
superior engulléndose a sí mismo.
Ya agotados los recursos, tanto en Europa como en Estados Unidos, los capitales
comienzan a emigrar hacia China y Rusia, en donde había y hay recursos naturales
y mano de obra necesitada, preparada y disciplinada a muy bajo costo, y como
vieron que era bueno, le dieron el santo y seña y vengan todos a emigrar, no en
balsas, tripas de cauchos, sino en las más altas tecnologías de la primera clase del
capitalismo, que siempre ha sabido que las oportunidades las pintan calvas, y
ellos lo saben muy bien.
Este sector del capital tiene bases militares en casi todo el planeta, sus medios de
desinformación están instalados en todo el mundo, sus mercancías se mueven por
todo el orbe, pero estas se han reducido a drogas, espectáculos, información
manipulada, especulación financiera, armas, empresas de mercenarios y unas
pocas tecnologías de punta, ya superadas por los capitales asentados en China y
Rusia.
El Cayapo