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Actitudes de Felicidad

Atención concentrada

Capital cognitivo para mantenerse centradas nuestras capacidades sensoriales


en un estímulo concreto a lo largo de un cierto tiempo.

Se puede entender como el tiempo que una persona es capaz de concentrarse en un estimulo simple o
en una representación antes de que empiece a cometer errores. En las actividades escolares la atención
sostenida es fundamental, al igual que en muchas actividades laborales (controladores aéreos,
controladores de tráfico, juegos, corregir galeradas, examinar productos, etc).

Además la capacidad de la atención está influida por varios factores:

 1) Evaluación de esfuerzo que requiere la tarea.


 2) Disposición estable orientada a la supervivencia.

 3) Orientación a objetivos transitorios dependientes de las necesidades del momento.

 4) El nivel de activación emocional (arousal).

Los niveles de activación son un factor crucial. Cuanto mayor es el nivel de activación, mejores resultados
se obtienen, siempre que no sobrepase el punto óptimo. Parece lógico pensar que en el déficit de
atención, las diferentes clases de atención no se optimizan de igual forma. Los tipos de atención que más
se ven afectados en los niños con Déficit de Atención suelen ser: la atención sostenida y selectiva.

El término atención sostenida se refiere al hecho de que la ejecución en tareas de


atención varía en función de las características temporales de la tarea. Cuando una tarea
requiere una persistencia atentiva durante un período relativamente largo, se dice que
demanda atención sostenida. La atención sostenida se refiere a la habilidad para
mantener una repuesta conductual consistente durante una actividad continua y
repetitiva. La atención sostenida puede ser demandante por razones diferentes a las
tareas de corta duración que requieren la detección de un estímulo entre una multitud de
distractores. Algunos tipos de atención sostenida requieren niveles altos de vigilancia,
pero pocas respuestas. Por ejemplo, un guardia de un edificio puede pasar una noche
entera buscando intrusos, aún cuando no aparezca ninguno. La atención a estos eventos
de baja frecuencia requiere procesos diferentes a las respuestas a eventos de alta
frecuencia con una duración corta. El guardia se confronta con diversos factores
temporales, tales como un nivel motivacional sostenido, fatiga y aburrimiento.
Este componente de la atención se ha estudiado mediante el uso de las tareas de
ejecución continua. En estas tareas se miden los tiempos de reacción ante la
presentación de estímulos blanco, requiriendo el mantenimiento de la atención durante
períodos largos de tiempo.

3. Sustrato neuroanatómico de la atención


Revisaremos algunas de las áreas cerebrales que se ha considerado están relacionadas
con el funcionamiento del proceso de atención, entre ellas el Sistema Reticular
ascendente, los colículos superiores, los ganglios basales, el tálamo, la corteza del
cíngulo y la corteza cerebral, así como algunas teorías que han integrado el
funcionamiento de estas áreas en modelos de redes neuronales. Se identificarán los
neurotrasmisores cerebrales asociados con el proceso atencional.
El adecuado funcionamiento del proceso de atención depende de la actividad de
diferentes regiones cerebrales que mantienen entre sí interacciones complejas. La
neuroanatomía y fisiología pueden contribuir a la comprensión de la forma en la que el
cerebro funciona como un sistema con relaciones difusas entre estructura y función.
La atención está controlada por una red de estructuras cerebrales cuyas funciones
interactúan y se solapan. Cada región juega un papel más prominente en ciertas
funciones que son parte del proceso de atención y van desde los niveles más básicos
como sería la capacidad de recepción de la información del medio ambiente, hasta las
funciones más complejas como la selección de respuestas y programas motores
particulares, para el reclutamiento de la atención en servicio de una meta o plan. A
continuación se describen las principales estructuras cerebrales relacionadas con el
funcionamiento del proceso de atención (Carlson, 2006; Kandel Schwartz y Jessell,
2000; Posner y Raichle, 1997).

Sistema reticular ascendente


En el nivel más básico, la habilidad para poner atención requiere que el Sistema
Nervioso sea receptivo a la estimulación. Los umbrales para reaccionar a la
estimulación ambiental varían de acuerdo con nuestro estado de alerta, el cual se ha
definido como un estado generalizado de receptividad a la estimulación y preparación
para dar una respuesta.
En el tallo cerebral mesencefálico existe una columna de células que al ser observadas
bajo el microscopio tiene la apariencia de una red, mostrando un enrejado intrincado de
células nerviosas llamado formación reticular. Los cuerpos celulares de la formación
reticular tienen conexiones difusas con la mayoría de las regiones de la corteza. La
formación reticular es responsable de mantener el nivel de alerta al ejercer una
influencia excitadora en el cerebro por medio de un sistema de proyección no
específico, llamado sistema activador reticular ascendente (ARAS). El ARAS juega un
papel decisivo en la activación de la corteza y la regulación del estado de su actividad.
Entonces, en el grado en el que este sistema mantiene al cerebro en un estado de
atención constante, se cree que contribuye a la atención sostenida. El ARAS consiste de
la formación reticular y de las aferencias no específicas que ascienden desde ella a
través del núcleo intralaminar del tálamo y después se distribuyen a varias partes del
cerebro, particularmente a la corteza.
La actividad de la formación reticular está determinada principalmente por la
estimulación sensorial.
A medida que las vías aferentes principales ascienden a lo largo del tallo cerebral y se
aproximan al tálamo, algunas ramificaciones se separan de la vía principal y entran a la
formación reticular. El ARAS entonces transmite esta excitación a través de su sistema
de proyección difusa a la corteza.
Esto implica que cualquier estimulación sensorial afectará a la corteza de dos maneras:
como una entrada específica con un relevo en el núcleo talámico y como una
contribución en el sistema de activación no específico.
Colículos superiores
El poner atención requiere no sólo estar alerta, también debemos tener medios para
dirigir nuestra atención y para cambiarla de posición o de un objeto a otro. Los colículos
superiores son una estructura del cerebro medio que ha sido implicada en este proceso
de cambio, al menos en el caso de los estímulos visuales. Los colículos superiores
ayudan en el cambio de atención a nuevos lugares u objetos controlando los
movimientos oculares responsables de llevar los estímulos periféricos hacia el área
visual de la fóvea. A pesar de que nuestro foco de atención no necesita estar en el
mismo lugar que nuestros ojos, la posición de nuestros ojos con frecuencia sigue a
nuestro foco de atención. El proceso de llevar la estimulación periférica hacia la zona de
visión central se acompaña de una sácada, que es un movimiento rápido de los ojos que
nos permite cambiarlos de un lugar a otro. Hay dos tipos de sácadas: las expresas y las
reguladas. Las primeras son rápidas y se dan cuando aparece un estímulo visual
novedoso en la periferia. Este tipo de sácadas es el que está controlado por los colículos
superiores y en investigaciones con monos se ha encontrado que si esta estructura se
daña estas sácadas se extinguen. Las sácadas reguladas son efectuadas voluntariamente,
son más lentas y dependen del funcionamiento de los campos visuales frontales
(Guitton, Buchtel, & Douglas, 1985).
Ganglios basales
Los ganglios basales son una colección de núcleos subcorticales rodeando al tálamo. El
mayor de estos núcleos es el núcleo caudado. Otros dos núcleos son el putamen y el
globo pálido, los cuales se sitúan entre el tálamo y la ínsula. Anteriormente se
consideraba que los ganglios basales eran una parte subcortical del sistema motor.
Desde 1970, sin embargo, se ha acumulado evidencia de que esta visión es muy limitada
ya que los ganglios basales no tienen únicamente una función motora, sino que también
contribuyen a la selección en la percepción y en las respuestas.
Con base en las conexiones con otras estructuras cerebrales, los ganglios basales pueden
dividirse en un grupo aferente y un grupo eferente. El núcleo caudado y el putamen,
llamados colectivamente el cuerpo estriado, son la parte aferente o receptiva. El estriado
recibe una entrada excitadora del núcleo intralaminar del tálamo y se considera que esta
parte de los ganglios basales está integrada en la vía tálamo-cortical no específica. Por
lo tanto, el núcleo caudado y el putamen están funcionalmente relacionados con la
formación reticular, y se considera que regulan la información sensorial que hace un
relevo en el tálamo antes de llegar a la corteza, jugando un papel importante en la
atención selectiva. Bajo condiciones normales, cada región cortical recibe dos tipos de
impulsos durante la percepción. Un tipo llega a través de la proyección tálamo-cortical
de las diferentes vías sensoriales, el otro del circuito no específico a través de los
ganglios basales. Este segundo tipo de impulso determina el grado de alerta.
Mientras que el núcleo intralaminar del tálamo tiene un efecto excitador en el cuerpo
estriado, la corteza frontal tiene conexiones inhibitorias importantes con los ganglios
basales. Se ha sugerido, por lo tanto, que la selección de la estimulación sensorial se
realiza por un sistema fronto-estriado integrado.
El globo pálido parece ser la parte eferente de los ganglios basales y tiene efectos
excitadores a través del tálamo ventral en las áreas premotoras anteriores a la corteza
motora primaria. El globo pálido es esencial para la orientación motora hacia la
estimulación que llega fuera de nuestro actual foco de atención y su actividad puede
suprimirse por proyecciones inhibitorias del putamen.
Núcleo pulvinar del tálamo
Se ha sugerido que esta región cerebral ayuda a filtrar información específica para ser
procesada más tarde. La información de casi todos los receptores sensoriales hace un
relevo en el tálamo, de donde se transmite al resto del cerebro. Por lo tanto, el tálamo es
un candidato para jugar un papel en la atención porque es un lugar en el cerebro donde
la información se modula.
Corteza del cíngulo
Hemos visto cómo el sistema se mantiene alerta, cómo se orienta hacia información que
antes no era atendida y cómo filtra las enormes cantidades de información que
recibimos. Una vez que el cerebro ha logrado tales procesos, otro proceso útil de la red
de atención es integrar toda esta información con la emoción y ayudar a seleccionar una
respuesta. La corteza del cíngulo se encarga de esto y es una región que puede ser
concebida como una interface entre las regiones subcorticales y las regiones corticales.
La corteza cerebral
La neocorteza cerebral tiene diversos papeles en la atención.
Áreas posteriores de la corteza. Uno de los papeles de la corteza consiste en analizar la
información sensorial monitoreando la estimulación continua, aún cuando un sujeto se
haya habituado a ella y no la esté atendiendo conscientemente. Este monitoreo, por lo
tanto, puede caracterizarse como preatentivo. Es posible que las regiones de la
neocorteza que contienen áreas de proyección de los sentidos como visión y oído
jueguen un papel en el análisis continuo de la estimulación sensorial. En otras palabras,
la corteza posterior a la cisura central permite el monitoreo del ambiente para favorecer
la detección de cambios.
Sistema activador reticular descendente. La neocorteza cerebral sirve como fuente de
entrada a la formación reticular del tallo cerebral regulando el nivel de activación. El
papel de la corteza como activador depende de conexiones que forman el sistema
activador reticular descendente. Estas fibras descendentes van de la corteza frontal
medial y orbital al tálamo y al tallo cerebral. Estas fibras forman un sistema que permite
a los niveles más altos de la corteza, que participan directamente en la formación de
planes e intenciones, reclutar a los sistemas inferiores y modular su actividad.
Lóbulo parietal. Esta región se ha considerado importante para aspectos espaciales de la
atención y la asignación de los recursos de la atención a un estímulo particular o tarea.
La evidencia del papel que juegan los lóbulos parietales posteriores en la atención
selectiva visual viene de registros celulares en monos. La tasa de disparo de estas
células aumenta cuando la atención se dirige un objeto visual. Este incremento no puede
ser atribuido a acciones motoras porque es independiente de los movimientos oculares
hacia el estímulo.
Lóbulo frontal. Las regiones frontales son importantes para la selección de respuestas y
programas motores particulares, para el reclutamiento de la atención en servicio de una
meta o plan, para el control voluntario de los movimientos oculares y para la inhibición
(a través de áreas orbitales y mediales) de los movimientos oculares controlados por los
colículos superiores.
3.2 Neurotransmisores y proceso atencional
El estudio de la atención se ha enfocado principalmente a través del área de la
psicología cognitiva o la neuropsicología. Para el estudio de la neurofarmacología de la
atención se han utilizado modelos animales, generalmente con monos o ratas, que
adaptan tareas que comúnmente se emplean en experimentos con humanos tales como
tareas de atención sostenida, como el Continuos Performance Task (CPT) o el 5 Choice
Serial Reaction Time (5CSRT), y en menor medida también se han realizado estudios
con poblaciones clínicas, como pacientes con demencia. A partir de estos estudios ha
sido posible identificar que durante el proceso atencional son liberados
neurotransmisores tales como la acetilcolina, la noradrenalina, la serotonina y la
dopamina.
Sistema colinérgico
La acetilcolina (ACh) es liberada tanto en el Sistema Nervioso Periférico como en el
Sistema Nervioso Central. La red de neuronas colinérgicas las encontramos en los
núcleos septales (con terminaciones hacia el hipocampo), en la sustancia perforada
anterior y bulbo olfatorio, en el núcleo basal magnocelular y en el puente y
mesencéfalo; estas neuronas poseen receptores de tipo nicotínico y muscarínico, a su
vez cada uno de ellos tiene diversos tipos de receptores.
Por estas razones la ACh es vinculada primordialmente con el Sistema Activador
Reticular o con el sueño MOR (movimientos oculares rápidos). El papel de este
neurotransmisor en la modulación de procesos cognitivos ha sido descrito
principalmente en relación al proceso de memoria. Sin embargo, recientemente se ha
señalado su participación en procesos atencionales como la detección y selección de
respuestas. Por ejemplo, algunos estudios han señalado que la cantidad de ACh
incrementa significativamente en tareas de atención sostenida, especialmente ante el
incremento en la complejidad de la tarea, por lo que se ha sugerido que el papel de la
ACh estaría relacionado con el mantenimiento de la atención (Himmelheber et al., 2000;
Dalley et al., 2001).
Por otro lado, en estudios que hacen una manipulación farmacológica de este sistema de
neurotransmisión, se ha observado que agonistas de los receptores nicotínicos favorecen
la atención y la respuesta selectiva. Por ejemplo, la administración de agonistas
colinérgicos cono la nicotina, ha mostrado efectos positivos en tareas que requieren
velocidad y precisión de respuesta.
Estos efectos se han observado tanto en población clínica como pacientes con demencia
tipo Alzheimer en etapas iniciales, como en ancianos normales y en jóvenes (Sahakian
et al., 1989). Del mismo modo, se ha señalado su participación en la capacidad de
cambio en el foco de atención ante tareas de claves (Phillips et al., 2000).
Por su parte, los agonistas de los receptores muscarínicos tienen efectos opuestos, es
decir, disminuye la capacidad del mantenimiento de atención y del cambio atencional.
Además se sugiere que la escopolamina (bloqueador de receptores muscarínicos)
provoca la alteración de la atención selectiva (Phillips et al., 2000).
Otros estudios han mostrado que la lesión exitotóxica en núcleos colinérgicos de ratas o
monos repercuten en los tiempos de respuesta de los animales, ya que a pesar de no
haber diferencias en cuanto a los aciertos, sí se presenta mayor latencia en las respuestas
relacionadas a una mayor demanda de la tarea, al número de condiciones concurrentes a
las que sean sometidas o si se
presentan claves inválidas que predicen la localización espacial de un estímulo. Por lo
que se ha propuesto que estas fallas en el desempeño se relacionan con dificultades para
desengancharse de ciertos estímulos, ya que también se presenta conducta perseverativa,
así como una desinhibición general de respuestas (Chiba et al., 1999; Voytko, 1994).
En general, estos datos indican que las proyecciones colinérgicas están involucradas en
una variedad de aspectos atencionales: facilitan el desenganche de un estímulo a otro y
modula el mantenimiento de un nivel atencional adecuado antes el incremento en la
demanda de las tareas mejorando los tiempos de reacción y haciendo más precisa la
ejecución.
Sistema noradrenérgico
La noradrenalina (NE) contiene axones ampliamente distribuidos en el SNC, es
secretada por el locus coeruleus (LC) en el mesencéfalo y sus terminales llegan al
hipocampo y la neocorteza por lo que se ha relacionado con procesos cognitivos
superiores y en el procesamiento emocional. La red proveniente del LC se relaciona con
circuitos neuronales esenciales para el alertamiento, y el nivel del estado cerebral
dependiente del procesamiento cognitivo. Durante el estado de alerta la NE inicia o
modula la colección y procesamiento de información sensorial saliente vía procesos
motores, de memoria y atencionales (Berridge & Waterhouse, 2003).
Los estudios indican la relación especial del nivel de NE con la atención selectiva. Esto
ha sido demostrado por medio de la lesión de la protuberancia dorsal noradrenérgica, la
cual se manifiesta como afectación de la atención selectiva; lo interesante de la
noradrenalina es que las alteraciones son dependientes del contexto, ya que la atención o
la alerta puede afectarse en determinadas tareas y no durante la línea base.
Drogas como la clonidina y la guanfacina bloquean la noradrenalida, lo cual reduce o
elimina el efecto normal de las señales de alertamiento en los tiempos de reacción, pero
no tiene efecto en la orientación para ubicar un estímulo blanco (Marrocco & Davidson,
1998). También se ha observado el fenómeno de dosis-respuesta en los efectos sobre el
alertamiento ante la administración de este tipo de sustancias (Beane et al., 2002).
Por otro lado, se ha mostrado que la tasa de disparo de las neuronas del LC se
correlaciona con la conducta atentiva en tareas de vigilancia (Aston-Jones et al., 1991).
Además se ha señalado que los niveles de disparo tónicos altos o bajos se relacionan
con estados de inatención y de somnolencia respectivamente, lo cual ocasiona que
disminuya el desempeño en tareas de atención focalizada; por su parte, las tasas
intermedias de disparo, se asocian a un desempeño atencional óptimo (Aston-Jones et
al., 1994; Rajkowski et al., 1994; Usher et al., 1999).
En base a estos resultados se ha sugerido que el LC puede ser importante en la atención
selectiva, así como en la regulación atencional y estabilidad de la respuesta. Es decir, se
sugiere que este neurotransmisor actúa de manera general en el proceso atencional,
mostrando sus efectos son más notables cuando se requiere de niveles elevados de
alertamiento o ante el cambio de contingencias ambientales que demandan un aumento
en el nivel de activación (Robbins & Everitt, 1995).
Sin embargo, aún queda por identificar si este efecto de la noradrenalina es
independiente o si depende de la interacción con el sistema colinérgico (Berridge &
Foote, 1996).
Sistema dopaminérgico
La dopamina (DA) es un neurotransmisor que tiene relación directa con la respuesta
emocional, la regulación del movimiento, el control cognitivo y en la atención
(Glickstein et al., 2002).
La DA mantiene una pequeña red neuronal que se circunscribe al circuito mesolímbico,
nigroestriado, tuberoinfundibulares, y tuberohipofisiarias. Así los receptores a DA se
clasifican en dos grandes grupos, en el primero se incluyen los receptores D1 y D5, y en
el segundo los D2, D3 y D4 (Schmauss, 2002).
Particularmente se han encontrado receptores a DA en la corteza prefrontal medial, la
cual es responsable del control de muchas funciones cognitivas superiores, realizando
un papel primordial en la memoria a corto plazo y en el control atencional (Fan et al.,
2003).
En cuanto al proceso atencional los receptores dopaminérgicos median los cambios
atencionales entre las características perceptuales de estímulos complejos, en estudios
realizados en monos (Bush et al., 2000; MacDonald et al., 2000), mientras los estudios
en ratas muestran que las lesiones en la corteza prefrontal medial ocasiona alteraciones
en el sistema atencional supervisor, por lo que los animales no pueden realizar los
cambios atencionales perceptuales adecuados (Birrell & Brown, 2000).
Además la DA se ha relacionado con el agregado de notabilidad en las claves
ambientales lo cual guía la conducta dirigida a una meta, fomenta las conductas
adaptativas, como la atención centrada (Kruzichm et al., 2004). Es por ello que diversos
estudios han demostrado que la estimulación o lesión del receptor a DA tiene efectos
diferenciales en los niveles de atención, ligando esto al papel que la dopamina juega en
trastornos atencionales como el trastorno por déficit de atención (TDA).
Sistema serotoninérgico
La serotonina es liberada en los núcleos dorsal y medial del rafé, los cuerpos de estas
neuronas se encuentran en el núcleo accumbens, en la corteza prefrontal y en el estriado,
también tienen conexiones con terminales dopaminérgicas en el cuerpo estriado y el
área tegmental ventral.
Debido a la interacción de la serotonina con la dopamina, ambas tienen repercusión en
trastornos conductuales y afectivos, como esquizofrenia, depresión, abuso de drogas;
estas enfermedades están relacionadas con los cambios atencionales que demanda el
medioambiente. La serotonina a su vez participa en la modulación con el control de
sueño y vigilia y la regulación y procesamiento de la información entrante y en procesos
cognitivos como la reversibilidad del aprendizaje y en la modulación atencional.
El papel de la serotonina durante el proceso atencional se ha relacionado con los
cambios extradimensionales de los estímulos demostrado durante el consumo limitado
de triptófano en la dieta diaria y la baja actividad de la corteza prefrontal (Robbins,
2005). Por otra parte la serotonina se ha visto involucrada en la flexibilidad mental
relacionada con la capacidad de cambio atencional (como en la prueba de Wisconsin
Card Sorting Test), en el control inhibitorio (tarea go-no-go) y su relación con el control
atencional y la atención ejecutiva.
Posner y Rosenthal (2007) proponen de acuerdo a su modelo la intervención de tres
sistemas de neurotransmisión: acetilcolina, norepinefrina y dopamina, cuyas
alteraciones también tienen repercusiones en alteraciones y enfermedades neurológicas,
las cuales pueden ser consultadas en la Tabla 1.
Idea clave 3
Si bien cada uno de los neurotransmisores actúa en diferentes aspectos
del proceso atencional, también es importante su interacción. Por
tanto, el conocer los aspectos cognitivos que modulan los
neurotransmisores y las consecuencias de sus alteraciones ayudará a
establecer un tratamiento farmacológico más eficiente.

3.3 Teorías integradoras


Como se ha descrito hasta este punto, el adecuado funcionamiento del proceso de
atención depende del funcionamiento de diversas regiones cerebrales, cada una de las
cuales contribuye a aspectos específicos del proceso.
La comprensión del cerebro como un sistema altamente integrado ha
promovido la concepción de modelos en los cuales los procesos
cognoscitivos complejos, como la atención, dependen de la
combinación del funcionamiento de diversas estructuras cerebrales.
Tales combinaciones han sido descritas como redes neuronales que
permiten que los procesos cognoscitivos se distribuyan en diversas
regiones cerebrales de manera paralela.
A continuación se describen dos modelos que han explicado la actividad integrada de
diversas estructuras cerebrales para el funcionamiento de la atención.
Una red cortical para la atención selectiva espacial
La habilidad para dirigir la atención hacia segmentos relevantes del espacio
extrapersonal es un requisito importante para una conducta adaptativa. El daño profundo
en esta habilidad es conocido como negligencia unilateral. Los pacientes con este
síndrome no necesariamente tienen debilidad muscular o pérdidas sensoriales primarias,
pero tienen dificultad para atender o responder a los eventos sensoriales en la parte del
espacio ignorada (Mesulam, 1990).
Mesulam (1981) describió un sistema cerebral para la atención selectiva espacial que
explica las características observadas en pacientes con negligencia unilateral. Este
sistema tiene cuatro componentes: 1) un sistema parietal posterior que provee un mapa
sensorial interno, 2) un sistema frontal que incluye a los campos oculares frontales y
coordina los programas motores para la exploración, escaneo y fijación, 3) un sistema
límbico relacionado con el giro del cíngulo y con la regulación de la distribución
espacial de la valencia motivacional y 4) un sistema reticular relacionado con el nivel de
alerta y vigilancia.
El sitio de lesión más comúnmente asociado con la negligencia unilateral está localizado
en la corteza parietal posterior. El componente parietal posterior descrito por Mesulam
(1990, 1999) se encuentra centrado alrededor del surco intraparietal, pero incluye
también a la corteza inferior y superior de los lóbulos parietales y probablemente a la
región de la corteza parieto-occipitotemporal. El componente parietal permite el mapeo
de los eventos sobresalientes. La representación mental resultante permite que los
eventos del medioambiente relevantes sean codificados con respecto de uno a otro y con
respecto al observador, de manera que permitan el cambio de atención encubierta entre
ellos, la exploración oculomotora, la exploración táctil y el alcance o asimiento manual.
El papel del componente parietal sería compilar una representación dinámica de las
señales o marcas sobresalientes en el ambiente y brindar estrategias provisionales para
cambiar la atención de un estímulo sobresaliente a otro.
El componente frontal de la red se encuentra centrado alrededor de los campos frontales
oculares pero incluye también a la corteza premotora adyacente y probablemente a la
corteza prefrontal. El papel crítico del componente frontal es convertir las estrategias
para el cambio de la atención en actos motores específicos. Si la corteza parietal permite
la elaboración de un mapa atencional, los campos frontales oculares seleccionan y
forman una secuencia de los actos individuales necesarios para navegar y explorar el
mapa resultante (Mesulam, 1990, 1999).
El papel del componente del cíngulo es, de acuerdo con Mesulam (1999), el menos
comprendido.
Como un componente límbico de la red de la atención, el papel del giro del cíngulo
podría ser identificar la relevancia motivacional de los eventos extrapersonales y
sostener el nivel de esfuerzo necesario para la ejecución de las tareas de la atención.
Una contribución adicional es provista por un grupo de diversas proyecciones a los tres
componentes corticales desde el tallo cerebral y los componentes talámicos del sistema
reticular activador. Esta entrada es probablemente importante para modificar o mantener
el nivel de alerta en cada uno de las principales áreas corticales (Mesulam, 1990). En la
Figura 1 se presenta el modelo de atención de Mesulam (1990).
La intención de ser feliz.

Voluntad consciente dirigida hacia la realidad hacia la felicidad.

La intención de ser feliz

¿Tienes la intención de ser feliz? ¿La intención de avanzar en cualquier otro


terreno? Magnífico.

Éste puede ser el primer paso. Pero ten en cuenta que, si no tienes claro lo
que quieres, vas a dar palos de ciego.

Una vez establecida a intención, después viene lo emocionante: La acción (o


serie de acciones) que vayan en línea con esa intención.

El caso de la felicidad no es diferente de esas cosas que todo el mundo sabe


que necesitan de práctica: tocar un instrumento, progresar en una actividad
artística, en una deportiva, ...

La felicidad se aprende, se entrena.

Nos lo dice el maestro Seligman (padre de la psicología positiva), que ha


llegado a “confesarnos” que él mismo cambió su pesimismo recalcitrante por
prácticas o hábitos más a tono con la felicidad.

La felicidad también se practica. Sin perjuicio de que cada persona esté más
o menos dotada genéticamente para ser feliz, o de que ocurran sucesos que
nos acerquen o nos alejen de la felicidad, una buena cuota de felicidad la
construimos nosotros.

La importancia decisiva de los hábitos

Hábitos, sí. Esas acciones recurrentes que forman parte del día a día.

A veces las tenemos tan automatizadas que ni somos conscientes de que


están ahí.

Hay personas que tienen la intención de ser felices.

De veras lo quieren.
Pero esperan que esa felicidad les suceda, como cuando toca un premio en la
lotería o como cuando te chocas en una esquina con el amor de tu vida.

Esas cosas pasan, pero uno no tiene apenas control sobre ellas.

En cambio, en los hábitos cotidianos sí podemos tener más control.

Solemos adquirir pericia en las acciones que más practicamos.

Hay personas con bastante soltura en el arte de quejarse, de preocuparse, de


hacer críticas mordaces o de buscar el conflicto.

Tal vez esas personas quieran ser felices, pero sus hábitos apuntan en sentido
contrario.

Para tener éxito en su propósito necesitan practicar hábitos que vayan de


acuerdo con la felicidad.

¿Cuáles son esos hábitos?

Los que vayan en consonancia con la idea de felicidad que tenga cada uno.

Por mucho que varíe nuestro concepto de felicidad, podemos coincidir en


acciones positivas relacionadas con:

 el cuidado de nuestras relaciones importantes

 el progreso en las áreas de nuestro interés

 la aceptación de la realidad como es y no como nos gustaría que


fuera

 la consolidación de otros hábitos relacionados con la salud


(deporte, ejercicio, ...)

Están más claras las acciones que hemos de realizar consistentemente para
aprender a tocar el violín o a hablar otro idioma.

El campo de la felicidad es más flexible, ya que depende de los intereses y


necesidades que tengamos cada uno.

Lo que sí parece evidente es que las acciones que solemos practicar con
frecuencia influyen en que nos sintamos más o menos felices.
Así que, quienes estemos interesados en ser felices, hemos de evaluar si
concuerda lo que hacemos con lo que queremos: ser felices.

Y, a partir de ahí, podemos esmerarnos en esos hábitos que van en línea con
nuestra intención.

Cuando tienes un deseo en tu mente, ¿qué haces? ¿Te quedas simplemente


ahí, o intentas hacer que se cumpla ese deseo…?

El sólo deseo es débil porque en la mayoría de los casos es atención con


apego.

La intención es el verdadero poder detrás del deseo

La sola intención es muy poderosa, porque es deseo sin apego al resultado

La intención, combinada con el desapego, lleva a una consciencia del momento


presente, su eficacia es máxima.

La intención mira hacia el futuro, pero la atención está en el presente.

Mientras la atención está en el presente, la intención hacia el futuro se


cumplirá porque el futuro se crea en el presente.

Debes aceptar el presente tal como es, y proyectarte en el futuro.

El futuro es algo que siempre puedes crear por medio de la intención


desapegada, pero nunca debes luchar contra el presente.

En resumen, practica:

 Atención en el presente

 Intención en el futuro

 Desapego al resultado

3 pasos para alcanzar tus intenciones

El cerebro humano es el más desarrollado entre todos los seres que poseen
este órgano, entonces, si tienes todo el potencial para lograr cualquier cosa
que quieras, ¿por qué generalmente no logras lo que deseas?

Aquí tienes tres sencillos pasos para lograrlo


1. Consciencia:

¿Recuerdas alguna ocasión en que deseaste muchísimo algo, en que lo


anhelabas con todo el corazón, que ni dormías por estar pensando en ello?
¿Qué pasó para que tu deseo se hiciera realidad?

Lo que sucedió es que tu pensamiento, tu sentimiento y tu acción estaban


alineados y por eso sucedió.

Eras consciente de ello, y pusiste intención y acción para que sucediera.

2. Intención:

El estar totalmente alineado con algo que deseas se llama intención.

Piensa en algo que desees mucho y te digas: “Yo no sé cómo voy a estar ahí, o
yo no sé cómo voy a obtener eso, pero lo voy a hacer”.

Si esto lo dices con todo el poder y con todo el corazón (no con la mente), y lo
repites constantemente, ten por seguro que eso se va a plasmar en tu vida, ese
es el poder de la intención.

3. Acción:

todo lo anterior se culmina con la acción una vez que te das cuenta que si
tienes el poder para tener lo que quieres y te alineas totalmente con eso, lo que
viene a continuación es hacer todo lo necesario para lograrlo.

La Felicidad se elige

La Felicidad es una elección y no cuestión de azar, por tanto, aquellos que


eligen constantemente sus decisiones de vida sin estar pensando en la
aprobación social son los que logran ser Felices.

La vida es un regalo y tenemos que vivirla, por tanto, elige la mejor forma de
vivirla empezando hoy porque es el mejor día de tu vida.

Sé el director de tu vida, y escoge la melodía que se acomode a ti, para


encontrarte y moverte al son de tu Felicidad.
Autoconfianza

Compromiso íntimo con uno mismo y con la propia capacidad de discernir


aceptar y superar retos y obstáculos y transformar unos y otros en
oportunidades de desarrollo.

Autoconfianza

La autoconfianza es el convencimiento íntimo de que uno es capaz de


realizar con éxito una determinada tarea o misión, o bien elegir la mejor
alternativa cuando se presenta un problema, es decir tomar la mejor decisión.

Es confiar en que, en general, uno va a salir airoso de una situación, por difícil
que parezca.

La autoconfianza se basa en la imagen que nos hemos creado de nosotros


mismos desde niños.

Una autoimagen a la que vamos dando forma en relación con las


experiencias que vivimos; y por supuesto, en gran medida a la interacción
que mantenemos con las demás personas de nuestro entorno.

Este concepto que desarrollamos sobre nosotros mismos nos ayuda a confiar y
creer en nuestras capacidades, en nuestra habilidad para adquirir nuevas
habilidades y conocimientos, y, en definitiva, a seguir creciendo a través de las
experiencias.

Confiar en uno mismo es la base para una buena valoración personal. Lo


que supone una mejor autoestima y mayor seguridad.

¿Qué sucede cuando tenemos una baja confianza en nosotros mismos?

Lo que sucede es que infravaloramos lo que podemos lograr, y de esa manera


no nos atrevemos a llevar a cabo nuestros sueños e ilusiones.

Nos bloqueamos ante los retos y nos asentamos en la comodidad.

Limitamos así nuestras experiencias y capacidades para desarrollarnos.


La falta de confianza en uno mismo es una debilidad que le impide a la
persona tomar decisiones o enfrentar situaciones que sin embargo otros juzgan
que podría enfrentar con éxito.

¿Por qué hay personas con mejor confianza en sí mismos que otras?

Esto tiene que ver sobre todo con el valor que damos a la opinión de los
demás. De cómo nos afecta la valoración de otras personas y sus críticas.

Cuando damos más importancia a lo que dicen los demás de nosotros e


intentamos cumplir con sus expectativas, sin haber observado antes nuestras
motivaciones, nuestros sueños y nuestra valía ante las dificultades.

Entonces resulta inevitable crearse una imagen de sí mismo distorsionada e


infravalorada.

Nuestra visión del mundo depende de cómo nos veamos a nosotros


mismos

Vamos creando un concepto acerca de nosotros en función de cómo creemos


que nos ven los demás.

Sin embargo, no hay que perder de vista el cómo nos estamos viendo a
nosotros mismos, ya que dependiendo de esto focalizaremos más nuestra
atención hacia los aspectos positivos o negativos.

Para sentirte más seguro de nosotros mismos, la autoaceptación debe estar


presente.

La autoaceptación se trata de aceptar las cosas buenas y malas de nuestra


vida. Y aprender de ambas. Autoconfianza es aprender de uno mismo y para
ello, la autoaceptación es imprescindible.

Veamos que otros comportamientos pueden sernos de gran utilidad

Comprender Nuestros Pensamientos Y Emociones

Olvidar nuestros malos hábitos o comportamientos puede permitirnos


comprender nuestros pensamientos y emociones.
Comprender nuestras emociones y nuestro comportamiento nos permite
sobrellevar y corregir nuestras fallas y por tanto hacer crecer nuestra
autoconfianza.

Empieza por conocerte mejor y analizarte, tu autoconfianza se basa en todo


aquello que sabes de tí y que no dudas que puedes lograr.

Autodisciplina

Cambiar actitudes y comportamientos, o incluso perspectivas siempre toma


tiempo. Estos cambios nunca ocurren de la noche a la mañana.

Tienes que reunir el conocimiento suficiente y empezar a aprender y practicar


las habilidades que te gustaría mejorar o desarrollar.

Con autodisciplina y persistencia, fácilmente puedes mejorar tu


autoconfianza, en el sentido en que, si nunca te rindes, cuentas con mayores
probabilidades de lograr el éxito.

Necesitamos autodisciplina para garantizar que no nos detendremos en el


camino por pequeñas decepciones.

Tener Un Mapa de Tu Vida

Para poder avanzar en la vida, es importante tener claridad. Ver exactamente y


de manera clara lo que quieres ser, lograr, o tener te anima a trabajar para
conseguirlo.

Si confías en ti mismo y sabes a donde quieres llegar, el camino se va abriendo


conforme avances.

Como puedes ver, una perspectiva clara de tu vida, sumada a una gran
autoconfianza te da las llaves de la grandeza.

Saber Que la Ruta Depende Únicamente De Ti

Solo tu puedes decidir aquello que quieres experimentar.

Si haces algo que consideras importante para ti y por lo cual sientes pasión,
tendrás suficiente autoconfianza para continuar.
Todo depende de que luches por aquello que amas hacer. Nadie te lo debe
poder impedir, eres tu quien toma tus propias decisiones y quien define el
rumbo de tu vida.

Compromiso Y Confianza

Para obtener autocontrol y autoconfianza debes creer en ti mismo, confiar en


que puedes llegar al final del camino y, por tanto, comprometerte con ello.

Se trata de que te fijes objetivos y metas, de que luches por tus ideales y de
que realmente tengas el coraje para enfrentarte al mundo.

Tu autoconfianza se resume en confiar en ti mismo y no dejar que nadie te


haga creer lo contrario.

Si queremos desarrollar autoconfianza en nuestras vidas, debemos tener en


cuenta ciertas características a implantar en nuestra forma de ser.

Debemos desarrollar autoconciencia, lo cual requiere conocer bien nuestro


pasado y aprender de ello, para aplicarlo en nuestro presente con miras hacia
el futuro.

Además, debemos desarrollar autoconocimiento, lo cual significa conocernos


y comprendernos perfectamente… saber porque actuamos de ciertas maneras
y porque reaccionamos de otras.

Y no solo comprendernos a nosotros mismos, sino también saber llegar al


fondo de dichas actitudes o experiencias y entender los motivos de nuestro
comportamiento.

Independencia del juicio de los demás

Tener capacidad de actuar con independencia del juicio de los demás, es


tener fe en que, aunque los demás no estén de acuerdo o incluso se opongan,
seguir adelante con el proyecto elegido.

La persona segura es capaz de expresar sus puntos de vista y opiniones,


aún en ambientes adversos.

Confía en que lo que dice es por lo menos tan valioso como los puntos de vista
de los demás.
Frente a entornos complejos, por ejemplo, es capaz de aventurar su propio
juicio, pero acepta también que puede haber otros puntos de vista valiosos
o que complementan lo que está expresando.

El cómo hemos desarrollado nuestra autoconfianza nos ayuda a ver más allá
de las críticas, los resultados o los errores cometidos.

Facilita la comprensión y compasión para llegar a la aceptación.

Las 6 aes de la autoconfianza

La autoconfianza es un concepto que creemos evidente; pero muchos


sentimientos, pensamientos y conductas, se instalan en nosotros y parecen
formar parte de nuestra personalidad, hasta tal extremo, que los consideramos
como algo propio, natural… y no es así, la confianza en uno mismo es un logro,
algo que todos podemos alcanzar o perder.

Analizaremos, a continuación, seis propuestas que consideramos


extremadamente útiles para adquirir y/o robustecer la autoconfianza.

1. Acción

Realizar actividades que nos devuelvan la sensación de ser útiles,


hábiles, capaces… Lo importante es buscarlas, identificarlas; no importa
que en la búsqueda encontremos muchas que se nos resistan, no nos
quedemos en ellas, sigamos buscando.

2. Acomodo

Regular la necesidad de aprobación de los demás. Pensar de un modo


correcto sobre las expectativas que los demás tienen de nosotros o
nosotras, sin sobrevalorarlas o temerlas.

3. Aceptación

Ajustar nuestro nivel de perfeccionismo. No tener miedo a


equivocarnos, a cometer errores. Pensar que no somos perfectos y que
eso es lo “normal”. Que el compromiso es con nosotros o nosotras mismas,
y es, hacerlo lo mejor que podamos.

4. Afrontamiento
Afrontar los miedos. La reacción natural al miedo es huir, pero esto no
nos permite aprender y desarrollar capacidades. Hacerlo nos hará sentir
que avanzamos y afrontaremos los nuevos temores cada vez con más
autoconfianza.

5. Autoestima

Una autoestima ajustada. Tener autoestima significa conocer, tanto tus


cualidades como tus debilidades, y aceptarlas. Esta aceptación te ayuda a
normalizar lo que no tenemos, nuestros fallos, ser consciente y valorar
nuestras cualidades.

6. Autoeficacia

Albert Bandura define la autoeficacia como la “creencia personal de


poseer la capacidad necesaria para realizar de manera exitosa la
ejecución de conductas necesarias para obtener unos resultados”.

Muchas personas se sienten “maniatadas”, sin poder hacer nada en sus


vidas, al creer que son las circunstancias o los demás, los que determinan
lo que les pasa o lo que sienten.

Para no sentirnos así, aprendamos a identificar en cada situación la parte


que depende de nosotros, y actuar poniendo nuestro empeño en la
búsqueda de soluciones.
Ejercicios: Autoconfianza

6 ejercicios prácticos para construir una gran autoconfianza

1. Encuentra y desarrolla intereses y habilidades.

Haz una lista de las cosas que podrían gustarte y que se te podrían dar
bien. Pruébalas. Cuando compruebes aquellas que te gustan y haces bien,
observa las habilidades que tienes y que pones al realizarlas. Disfruta y
siente tus capacidades.

2. Arriésgate a que te rechacen

Piensa y escribe las situaciones donde temes ser desaprobado, y qué es lo


peor que podría suceder. ¿Realmente las consecuencias serán tan
malas? ¿Cuánto tiempo duraría el malestar por ello? Y sobre todo, piensa
en las veces que temías la desaprobación y el rechazo… ¿Cuántas han
sucedido?

3. Ajusta tu perfeccionismo

Atrévete a ser imperfecto. Anota cada vez que dejes algo menos perfecto
de lo que te gustaría. Observa las consecuencias reales, verás que no son
importantes. Esta consciencia te irá relajando en las próximas tareas y
retos.

4. Afronta tus miedos

Haz una lista de los miedos que has tenido desde pequeño y hasta ahora,
marca los que ya has superado y piensa como lo hiciste. Inténtalo con los
que te quedan de la lista. Si te cuesta, antes de renunciar, cuenta con un
psicólogo o psicóloga, que te apoye y facilite que logres tus objetivos.

5. Mejora tu autoestima

Obsérvate durante una semana completa, y ve anotando cada día y en


cada cosa que hagas que cualidades y limitaciones o fallos se han puesto
de manifiesto. Valora tus cualidades y observa tus limitaciones. Acéptalas.

6. Identifica lo que depende de ti, siente control


Anota las situaciones, sentimientos y pensamientos que te están
inquietando o te hacen sentir mal últimamente, y marca aquellas en la que
tú podrías hacer algo. ¡Ponte en marcha!
No nacemos con autoconfianza, aunque en ocasiones de forma natural
nuestros padres y personas significativas nos la han enseñado, cuando no es
así, hay que saber que podemos adquirirla, que somos nosotros y nosotras
quienes tenemos la responsabilidad de construirla.

Muchas veces no lo hacemos porque no sabemos por dónde empezar o


porque lo hemos intentado con esfuerzo, pero sin éxito.

Incluso los líderes más grandes carecen de confianza en sí mismos en


momentos determinados. La confianza en uno mismo no es una cualidad
estática; más bien, es un estado mental que requiere un esfuerzo considerable
para mantenerse cuando las cosas se ponen difíciles. Debe ser aprendida,
practicada y dominada al igual que cualquier otra habilidad. Pero, una vez que
es dominada, ofrece un cambio sumamente positivo.

Aquí, seis maneras eficaces de fortalecer tu autoconfianza.

1. Métete en el papel

En un segundo, tu lenguaje corporal puede demostrar confianza en ti mismo, o


bien, gritar que eres inseguro. Preséntate de una manera que refleje que estás
listo para tomar el control de cualquier situación. Si demuestras seguridad y te
crees el papel que aspiras conseguir, no sólo te sentirás en control: la gente
también tendrá mucho más confianza en ti.

Mantén la cabeza en alto, siéntate derecho, echa suavemente tus hombros


hacia atrás para alinear tu columna y mira directamente a la otra persona al
interactuar. Da un apretón de manos firme y mantén contacto visual cuando
alguien te hable.  

2. Vístete para la ocasión

Cuando te ves mejor, te sientes mejor. Si eliges ropa y accesorios que te


queden bien, se adaptan a tu industria y estilo de vida y te hacen sentir bien, tu
autoestima se eleva de manera automática. Preséntate actuando el rol que
pretendes jugar, o en otras palabras, vístete para el éxito. No temas que tu
personalidad resalte con los accesorios que elijas. Una pieza de joyería o un
lazo colorido podrían iniciar una buena conversación.

3. Habla con firmeza

La próxima vez que escuches a tu orador favorito, analiza la forma en que


pronuncia un discurso. Un gran orador habla con confianza, en un tono rítmico
y constante. En lugar de usar muletillas como “eh” y “mmm” que interrumpen el
flujo, usa pausas para enfatizar ideas.

Adopta un modo de hablar asertivo, más no agresivo, que sea un indicador de


tu seguridad. Sentirás cómo tu autoestima comienza a subir. Para ser tomado
en serio, evita hablar en un tono agudo o nervioso, o incorporar risitas
nerviosas en tu discurso. La gente te escuchará con mayor atención cuando
vea al líder que irradia de dentro de ti. 

4. Piensa y actúa de manera optimista

Es la ley del karma: la energía positiva conduce a resultados positivos. Busca


siempre el lado bueno de las cosas, evita los comentarios negativos (más si
desean salir de ti), pues lo único que hacen es hacerte sentir menos seguro y
alejar a los demás. Sonríe, ríe y rodéate de gente feliz y positiva. Te sentirás
mejor y las personas con las que trabajas disfrutarán estar contigo.

Mantén un diario de gratitud para recordar los momentos gratos de tu día, así
como tus logros. Desarrollarás más paz y confianza cuando te mantengas en
un estado de ánimo agradecido.

5. Adopta medidas

Tener confianza en ti mismo va más allá de cómo te vistes y presentas: debes


actuar como tal. Acércate a un completo extraño en un evento de networking, o
acepta un proyecto que rechazarías normalmente. Practica mostrarte seguro y
pronto te sentirás como en tu propia piel.

La falta de acción engendra dudas y miedo, mientras que la acción genera


confianza y valor. A manera de ejercicio, anota tus fortalezas y debilidades. La
mayoría de las personas te dirá que trabajes en tus debilidades, pero, en lugar
de eso, usa lo que tienes y saca provecho de tus puntos fuertes. Una vez que
pongas más energía en tus rasgos positivos, tu confianza comenzará a brillar
por sí misma.

6. Mantente preparado

Recuerda este lema: la planificación evita los malos resultados. Cuanto más
preparado estés, más seguro te sentirás de tu experiencia y nivel de
competitividad. Estar preparado te ayudará a evitar resbalarte por los baches
inesperados de la vida.

Aprende todo lo que puedas sobre tu industria, tu tema de conversación, tus


metas y lo que te impulsa al éxito. Antes de empezar una tarea, imagina cómo
quieres sentirte una vez que la termines. No trates de lograr demasiado a la
vez, divide las tareas complejas en fragmentos más pequeños y manejables.

Como dijera alguna vez el general estadounidense Creighton Abrams Williams


Jr.: "Si vas a comerte un elefante, toma un bocado a la vez”. Si tienes paciencia
y perseverancia, un tú mucho más confiado se encontrará tan sólo a unos
pasos de distancia.
Debes conocer muy bien tus debilidades y al mismo tiempo fortalecerlas. Se
requiere algo llamado “autocontrol” para lograr un alto nivel de autoconfianza,
y todo empieza con la manera como nos vemos a nosotros mismos.

Si te levantas día a día, te ves al espejo y dices: vaya! que apuesto que soy!…
influenciarás de alguna manera tu autoimagen, lo que en últimas se traduce en
una mayor autoconfianza.

Es extremadamente importante e indispensable que puedas creer en tí mismo.

Técnicas para mejorar nuestra autoconfianza

Pensemos durante un momento en alguna de esas cosas que implican


confianza personal y que son tan decisivas en nuestra existencia:

 Afrontar una entrevista de trabajo

 Lograr esa meta que tenemos en mente y donde aglutinamos la mayoría de


nuestros sueños

 Encontrar pareja o decidirnos a dar ese primer paso ante la persona que
nos atrae

 Resolver conflictos con otras personas de nuestro entorno personal

 Atrevernos simplemente a decir en voz alta aquello que sentimos y


pensamos…

Como podemos ver, son dimensiones realmente importantes en nuestro


desarrollo personal y social.

En todas ellas, se sustenta ese pilar llamado autoconfianza.

De hecho, acceder a ella, conocerla y asimilarla requiere de una serie de pasos


de los que debemos empezar a ser conscientes. Así que, veamos de qué se
trata:

1. Convertir lo negativo en positivo

 Primero, debemos darnos cuenta de esas situaciones en que


nuestro pensamiento nos bloquea. Por ejemplo, con frases
como “yo no voy a poder con esto”, “no me atrevo”, “lo voy a hace
mal, soy torpe”, “se van a reír de mi”, “no soy lo suficientemente
bueno”…. ¿Por qué debemos “vestirnos” siempre con esa
negatividad? ¿Qué tal si una mañana decidimos vestirnos con
la armadura del positivismo?

 Además, probar no cuesta nada. Basta con darse cuenta de esos


instantes 

 en que la negatividad nos detiene e intentar reformularla de otro


modo. Por ejemplo, diciendo: “soy lo bastante capaz y voy a
hacerlo”, “haré realidad mis sueños, puedo conseguirlo”… De
nosotros depende dar el giro hacia la autoconfianza.

 2. Descubre quién eres y lo que quieres 

 Así que, ¿ya sabes realmente lo que quieres? Si lo sabes… ¿Por qué
no vas a por ello? Busca las acciones que pueden llevarte a la meta. La
felicidad es ese escalón al que se accede con dos o tres pasos más, puede
que requiera algo de esfuerzo, pero el simple progreso, el subir subiendo
peldaño a peldaño va a conseguir que te vayas sintiendo mejor. ¿Por qué
no intentarlo si conoces ya lo que te motiva y lo que enciende la luz de tus
sueños?

3. Ser consciente de los éxitos conseguidos 

Todos hemos conseguido cosas en algún momento de nuestras vidas, todos


hemos accedido a determinados logros en el pasado y ello nos debe valer para
demostrarnos que somos capaces. ¿Si lo conseguimos una vez, por qué no
podemos conseguirlo de nuevo?

Es más, si reconocemos que somos capaces de de realizar determinadas


cosas, debemos empezar a pensar en intentarlo en otros ámbitos. La
autoconfianza se basa también en reconocer nuestras habilidades y
nuestros aspectos positivos, para poder aplicarlos en esas otras áreas en la
que nos vemos un poco más inseguros.

4. No te compares
Nunca. No pongas a los demás como referencia ni tengas en cuenta lo
que los demás piensen de ti. Sé tú mismo. Todas las personas somo únicas
y particulares, y ello nos enriquece, y si bien es cierto que todos tenemos cosas
positivas y negativas, es bueno reconocer esta individualidad para envolverla
de fortaleza evitando que nos sintamos “inferiores”.

5. Esforzarnos para mejorar

Para mejorar nuestra autoconfianza debemos superarnos día tras día hasta
que nos sintamos orgullosos de nosotros mismos. Para ello siempre es útil
saber qué podemos cambiar para ser un poco mejores, para mirarnos al espejo
y decirnos: “Voy a ser capaz”.

La superación personal es un camino que se teje día tras día con el único


propósito de hacernos sentir mejor y vernos a nosotros mismos como personas
capaces de alcanzar las metas que nos propongamos.

En conclusión, no nacemos con las suficientes dotes de autoconfianza. Por


el contrario, podemos generarla en nosotros mismos de dos formas principales:

 Por la experiencia en la superación de problemas o limitaciones

 O bien, por el cambio de nuestras creencias y pensamientos sobre


nosotros mismos.

En todo caso, se requiere de trabajo personal para poder lograrlo. Por lo tanto,
está en tu mano favorecer la confianza en ti mismo. Porque de nadie más
depende.
¿Te sientes identificado con alguna de estas conductas, emociones o
pensamientos? ¿Con cuántas de ellas?

 Me siento inseguro/a en situaciones sociales nuevas, porque no sé qué se


espera de mi.

 Tiendo a magnificar mis errores y minimizar mis éxitos.

 Temo cometer errores que los demás podrían ver.

 No sé bien de que soy capaz, ya que evito hacer cosas por miedo o porque
creo que no podré realizarlas.

 Me comparo a menudo con los demás.

 En mis decisiones me importa la opinión de los demás más que mis


deseos.

 Me desanimo con facilidad.

 Siento que mi vida es más difícil y dura que la de los demás, y que me
suceden con más frecuencia cosas que no puedo resolver.

 Tiendo a evitar cualquier situación si preveo que puede ser poco


confortable.

 Necesito que lo que muestro y lo que hago, parezca perfecto.

 Me afectan y duran mucho, las críticas, la desaprobación o el rechazo.

 ¿Qué debilita nuestra autoconfianza?

 No realizar nuevas actividades y darnos la oportunidad de desarrollar


nuestras capacidades.

 No aceptarnos.

 Temer la opinión de los demás.

 Ser intransigentes con nuestros errores.

 Dejarnos llevar por el miedo y no avanzar.

 No buscar soluciones a lo que nos sucede, por creer que no depende de


nosotros o nosotras.
Ecuanimidad

Capacidad para controlar nuestras reacciones frente a los estímulos externos,


sean cuales sean.

Ecuanimidad

Se denomina ecuanimidad al estado mental de una persona capaz de


reflejar equilibrio y estabilidad emocional aun estando en medio de una
situación extrema que pueda generar el desequilibrio psicológico.

La palabra ecuanimidad deriva del latín aequanimĭtas, -ātis, que significa


“imparcialidad”.

En este sentido, la ecuanimidad se refiere a mantener una actitud equilibrada y


constante a lo largo del tiempo, más allá de las circunstancias que nos rodean,
bien sean positivas o negativas.

Las personas que se caracterizan por su ecuanimidad ante sus actividades


diarias y vida personal se consideran como individuos estables y constantes
emocionalmente, así como, capaces de tomar decisiones correctas y asertivas
ante diversas situaciones.

Esto es posible porque la ecuanimidad permite que las personas vean


aquello que es realmente importante ante cualquier situación, sin dejarse
llevar por las emociones que se encuentran alrededor.

Mente atenta y en calma

Es decir, la ecuanimidad permite que la mente esté en calma y sea capaz de


estar atenta a lo que realmente sucede en un lugar y momento determinado.

Por ello, poner en práctica una actitud ecuánime permite que las personas sean
capaces de aceptar aquello que está ocurriendo porque les permite
determinar qué es lo que realmente está sucediendo, más allá de lo bueno o
malo que esto conlleve.

Esto es posible porque, simplemente, hay situaciones que son irreversibles y


se deben aceptar tal como son. Es imposible tener todo bajo control.
La importancia de poner en práctica la ecuanimidad está en que permite que
las personas puedan desapegarse del dolor y del sufrimiento, así como,
de la felicidad extrema y del apego.

La ecuanimidad permite la liberación de ambos extremos y posibilita que el


individuo lleve una vida calmada, equilibrada, constante a fin de poder
comprender de mejor manera aquello que se está experimentando.

La ecuanimidad es imparcialidad de juicio

Por esta razón, también se asocia la ecuanimidad con la imparcialidad de


juicio.

Es decir, tener la capacidad de emitir un juicio equilibrado y justo desde la


veracidad de los hechos y de las pruebas comprobatorias de lo ocurrido.

La ecuanimidad es una poderosa energía de precisión, cordura, armonía y


equilibrio.

Es imparcialidad, respuesta proporcionada, medio justo, ánimo estable ante las


vicisitudes o adversidades, mente firme e imperturbable ante el elogio o el
insulto, la ganancia o la pérdida, lo agradable y lo desagradable.

Pero la ecuanimidad es también compasión, pues nunca es frialdad,


desinterés o falta de sensibilidad.

Es la visión equilibrada y clara que pone las cosas en su lugar y sabe ver, en el
fondo de los eventos y fenómenos, la acción de las leyes de la naturaleza.

La ecuanimidad surge al asumir conscientemente lo inevitable sin que el ánimo


se turbe.

El cambio es permanente

Todo fluye, todo se modifica, todo cambia. En realidad, a la larga, nada


permanece.

La persona ecuánime comprende esta verdad, por eso mantiene el ánimo


sosegado aún en las circunstancias más difíciles.
Ecuanimidad es vivir en el presente, libre del pasado y del futuro y sin
reaccionar con avidez o aversión.

El placer y el sufrimiento se alternan e incluso se producen simultáneamente.

La ecuanimidad nace cuando uno no se aferra a lo agradable y no añade


sufrimiento a lo desagradable.

Las sensaciones surgen y se desvanecen, es su dinámica natural, como es la


dinámica de esta vida: pasar.

La consciencia y el conocimiento son la base de la ecuanimidad.

La ecuanimidad nace en por la comprensión, nace cuando se da su verdadero


valor a todas las cosas, pues ser ignorante es dar falsos valores a las cosas y
situaciones que componen la vida... y esto supone siempre alejarse de la
ecuanimidad y de la espiritualidad más auténtica.

Ecuanimidad no es indiferencia

Algunas personas confunden el estado de ecuanimidad emocional con el de


indiferencia cuando, en realidad, se trata de dos actitudes completamente
distintas.

La indiferencia impide una captación clara del estímulo, ya que al haber sido
clasificado de «poco importante», la atención no se enfoca sobre él. Por lo
tanto, tampoco hay reacción.

Lo indiferente no nos hace reaccionar. Por el contrario, la ecuanimidad no es


ausencia de reacción.

Lo que la ecuanimidad hace es impedir una reacción apresurada, automática y


ciega.

La ecuanimidad proporciona al sistema nervioso un mecanismo de verificación


y un sistema de autorregulación que impide respuestas extremas y poco
adaptadas a la realidad.
Este estado de ecuanimidad generado por la meditación zen no es de ninguna
manera una falta de actividad emocional, sino un estado de equilibrio entre los
dos polos opuestos de toda actividad emocional.

Francisco Dokushô Villalba. (Maestro Zen español)

Entrenar la ecuanimidad no suprime tus emociones, sino que te permite


relacionarte con ellas de una manera más libre y sana.

Aceptar el cambio

La ecuanimidad surge al asumir conscientemente lo inevitable sin que el ánimo


se turbe. Todo fluye, todo se modifica, todo cambia. En realidad, a la larga,
nada permanece.

La persona ecuánime comprende esta verdad, por eso mantiene el ánimo


sosegado aún en las circunstancias más difíciles.

Es fundamental en el ejercicio de ecuanimidad admitir la idea de la


impermanencia.

Realmente es la única alternativa que tenemos si realmente queremos ser


felices dentro de este mundo en permanente cambio.

Tanto si amanece un día de sol radiante como si amanece un cielo gris


cargado de lluvias, el cambio inherente en el paso del tiempo es un implacable
recordatorio de nuestra fugaz existencia.

Ecuanimidad es vivir en el presente, libre del pasado y del futuro y sin


reaccionar con avidez o aversión.

La ecuanimidad nace cuando uno no se aferra a lo agradable y no añade


sufrimiento a lo desagradable. En este caso, las sensaciones surgen y se
desvanecen naturalmente.

El conflicto es algo natural

Se vive ecuánimemente cuando se reconoce, en toda su profundidad, lo que


significa dejar que ocurran las cosas.
Esto significa vivir en una vasta quietud mental, en una calma radiante que
permite estar plenamente presentes en todas las distintas experiencias
cambiantes que constituyen el mundo y la vida.

Nos agarramos a la preciosa idea de vida, a nuestra pequeña parcela de tierra.


Pero cuanto más nos aferramos más sufrimos. Nos cuesta aceptar las
condiciones cambiantes. Este es nuestro conflicto cotidiano.

Por el contrario, si somos capaces de practicar la ecuanimidad en la que todo


es visto y aceptado tal cual es, estaremos mucho más cerca de sentirnos bien y
mejor a cada instante.

Así pues, la práctica consiste en fundirse plenamente con el flujo de la


vida cambiante.

Y muchas veces, actuar con ecuanimidad implicará respirar profundamente y


actuar con compasión delante de situaciones a priori desagradables con
desconocidos, con compañeros de trabajo o familiares y amigos.

¿Cómo puedo desarrollar ecuanimidad?

La respuesta acertada a esta pregunta nunca puede ser emplear tiempo y


energía en reprimir las emociones o en tratar de evitarlas, sino más bien
enfocarse en abrir un espacio de consciencia en uno mismo dónde poder
contemplar y conocer de un modo vivencial dichos movimientos.

A medida que observamos con mayor pureza y consciencia un estado


emocional, éste se va liberando de la carga psicológica que le acompaña y se
va mostrando como una experiencia puramente sensorial más, menos
abstracta e indefinida y mucho más concreta y localizada.

Dicho con otras palabras, la observación ecuánime transforma a la


perturbadora emoción en mera sensación.

Lo que antes se presentaba como un fuerte poder que cejaba y esclavizaba,


ahora aparece simplemente en nosotros como una nube más en el paisaje
sensorial.
De este modo, el meditador no sólo aprende a no temer a la emoción
negativa, sino que, incluso puede llegar a disfrutar de su experiencia cuando
aparece, ya que resulta ser una excelente oportunidad para jugar al juego de
la ecuanimidad si es vista desde la perspectiva meditativa.

Ecuanimidad y meditación

Algunos meditadores confunden su práctica al tratar de mantenerse


ecuánimes. Algunos visualizan lo que implica ser una persona ecuánime.

Piensan en ella como en alguien en quien se da poco movimiento emocional y


en quien aparecen pocos deseos.

Y confundiendo el efecto con la causa, de un modo contraproducente, se


esfuerzan y luchan por reprimir sus emociones y sus deseos. Lo cual sólo
refuerza los patrones que les alejan de ella.

Como hemos visto anteriormente, la ecuanimidad es lo que se abre en


ausencia de apego o rechazo.

Es decir, cuando ni el apego ni el rechazo al estado emocional o al deseo de


turno está presente, la ecuanimidad si lo está.

La meditación es ecuanimidad. El meditador no rechaza ni se apega a lo que


le acontece, y así, en la apertura y el espacio que la ecuanimidad otorga, vive
de un modo directo la experiencia sin resistirse, acogiendo y favoreciendo su
expresión con libertad.
Ejercicio: Ecuanimidad

Hay tres maneras de encarar un “problema”. Para ponerle un poco de vidilla


voy a aplicarlo a una de las cosas que más me cuesta de dominar: los
comentarios de gente que van a hacer daño de forma deliberada. En un
negocio personal, en el que eres la cara visible y haces las cosas de una
determinada manera, a TU manera, y sobre todo cuando empiezas a despegar
y a tener cierta repercusión, es fácil levantar sentimientos negativos alrededor.
Al ser algo muy personal, encuentras gente a la que por algún motivo
determinado no caes bien (cosa lógica, a mí tampoco me gusta todo el mundo)
o no comparten tu manera de hacer las cosas y a veces sienten la imperiosa
necesidad de decírtelo en público (WTF?). Y normalmente lo dicen de forma
que no parezca grosero —porque así aprovechan para traerse visitas para
casa— pero sus comentarios implican una crítica o hacerte quedar mal. Cosa
que por cierto es bastante raro. Es como si estuvieras en un bar con tus amigos
de toda la vida y alguien desconocido viniera frente a todos ellos y dijera: “eh,
no seáis sus amigos, es tonta y no tiene ni idea de nada”. Obviamente, tus
amigos no harían ningún caso y la persona en cuestión parecería alguien con
gran necesidad de ayuda espiritual.

Esto, sin embargo, a ti te dolería y te avergonzaría, como si tuvieras algo que


esconder o hubiera algo mal en ti, porque, ¿por qué si no alguien diría algo así
a una persona como tú? Tus amigos te dirían que te olvidases de ello y
seguirían con la conversación tal cual, pero tú probablemente pasarías una
mala noche recordando las palabras exactas y preguntándote a santo de qué te
mereces un comentario tan injusto y gratuito, dando vueltas a si has hecho
realmente algo mal, si hay algo personal en sus palabras o te ha elegido a ti
aleatoriamente porque se siente mal con su vida. En todo caso, es doloroso.

Hasta ahora estas cosas a mí me encendían como un petardo (Ecuanimidad 0,


Deborah 1). Mal. Ahora intento practicar otras estrategias que no son el rebote
directo —mi vena choni aflora rápido, en la calle y en la red—, pero aún no he
logrado que el “dolor” no me afecte, básicamente porque he descubierto que
tengo que dejar que me afecte (luego al final os lo cuento) para que no me
afecte tanto. Con un comentario negativo —si tenéis blogs que van bien sin
duda os los habréis encontrado, son la señal de que vas por el buen camino—,
por ejemplo, una tendría tres opciones inmediatas:

1 /  Responder con la misma negatividad o mala onda y el rollo de ojo por ojo.
Lo que consigue es aumentar la animadversión de la otra persona, alimentar
sus ganas de decirte más y más y además de cara al resto de la gente te hace
quedar como una persona agresivo-negativa. Obviamente, no hace falta decir
que eso no es bueno y que la gente de emociones negativas no mola. Esta era
la yo antigua, la que se picaba. Mi teoría era que si me lo dijeran en la calle no
me quedaría callada, por tanto, ¿por qué iba a no contestar en “mi casa”, en mi
blog?

2 /  Ignorar lo que digan y chau. Lo que podría ser buena opción, pero es como
que se quedan “sin respuesta”, lo que por un lado te hace parecer de alguna
forma débil y por otro a veces necesitas aclarar algo al respecto porque no te
interesa que su opinión quede ahí, quizás necesitas sacarles de un error de
interpretación o clarificar algún punto de tu discurso de cara al resto de la
gente. Sin embargo, cuando son estupideces sin más podrías simplemente
hacer como que no lo has visto. Contemplemos que no siempre el que calla
otorga.

3 /  Responder a lo negativo de forma positiva. Esta parece ser la buena. Pues


sí. Es posible que no logres cambiar lo que piensa de ti la persona en cuestión,
pero siempre puedes coger su comentario y darle la vuelta, agradecerle por
hacer hincapié en esto o lo otro y aclarar lo que querías decir en realidad (y que
entendemos —un poco haciéndonos las tontas— que ha malinterpretado). De
esta forma no te quedas estancada en emociones negativas, porque además
cuando te enzarzas en algo así se te queda una mala sensación en el cuerpo
que no mola nada. También te hace parecer una persona positiva, y eso sí es
bonico. A veces podría ser que ni siquiera estuvieran haciendo un mal
comentario —recuerda que el tono de lectura y las capacidades de escritura de
cada uno a veces llevan a malos entendidos y malinterpretaciones—.
Ejercicio 2

Meditación guiada poniendo énfasis en la identificación de la emoción


dominante. Análisis sobre cómo me siento, física, y anímicamente.

Prueba este simple ejercicio de meditación. Encuentra un lugar tranquilo,


siéntate y cierra los ojos. Observa una emoción en el momento que surja.

No la juzgues o trates de modificarla, simplemente acógela y permite que se


exprese sin reaccionar a ella. Aunque sea una emoción desagradable.

A medida que observamos con mayor consciencia un estado emocional, verás


que este se va liberando de la carga psicológica que le acompaña y se va
mostrando como una sensación más.

Dicho con otras palabras, la observación ecuánime transforma a la


perturbadora emoción en mera sensación.

De este modo, el meditador no sólo aprende a no temer a la emoción negativa,


sino que incluso puede llegar a disfrutar de su experiencia cuando aparece, ya
que resulta ser una excelente oportunidad para jugar al juego de la
ecuanimidad si es vista desde la perspectiva meditativa.

Poco a poco, a través de la práctica de este ejercicio, vamos deshaciendo


nudos y las emociones desagradables del pasado se van desintegrando y
deshaciendo.

Es en esta apertura ecuánime donde las emociones y los deseos pueden ser
expuestos, expresándose hasta descargarse y desaparecer.
Tranquilidad

Capacidad de mantener ordenadas las emociones.

Tranquilidad interior

La tranquilidad interior es el sentimiento de bienestar que experimenta una


persona que se siente bien consigo misma, tranquila y relajada a nivel interno.

La tranquilidad interior es la meta de felicidad más relevante y está en el


origen de la posibilidad de tener relaciones personales saludables previamente,
uno debe de sentirse bien consigo mismo.

El mundo actual nos vende una paz tranquila, artificial y anestesiada a la que
podemos acceder simplemente colocando un cartel de “no molestar”.

Ese espacio de tranquilidad es importante, no cabe duda, ya que nos permite


descansar, pero no es la tranquilidad interior que necesitamos y de la que
queremos hablar hoy.

La tranquilidad interior es una sensación subjetiva de bienestar, es


impalpable pero muy real ya que nos llena de un nivel de tranquilidad profunda.

Se trata de un estado en el que nos liberamos de nuestras principales


preocupaciones, miedos, estrés y sufrimiento.

La tranquilidad interior es una sensación de calma en la que dejamos de luchar


contra los pensamientos y las emociones negativas y perturbadoras, aunque
eso no significa que no existan, sino que dejan de dominarnos y causarnos
daño porque no les damos una importancia excesiva ni permitimos que se
conviertan en preocupaciones recurrentes.

Es un estado en el que nos apartamos mental y emocionalmente de los


problemas y conflictos cotidianos, asumimos una distancia psicológica para
disfrutar de la serenidad.

Además, la tranquilidad interior también significa ser conscientes de las


maravillas de la vida y sentirse plenamente conectados con el universo y con
nosotros mismos.

¿Se puede alcanzar la tranquilidad interior?


Las personas que piensan que es imposible alcanzar ese estado de
tranquilidad interior. afirman, además, que la vida cotidiana es tan incierta y a
veces tan caprichosa, que no es posible encontrar la serenidad porque los
problemas siempre están agazapados a la vuelta de la esquina, esperando
para atacarnos en cualquier momento.

Y, hasta cierto punto, es cierto. No se puede negar que la vida acarrea una
gran dosis de incertidumbre.

¿Dónde encontrar la tranquilidad interior?

Sin embargo, la tranquilidad interior es algo que debemos buscar y


encontrar en nosotros mismos.

La tranquilidad que se consigue evadiéndonos de la realidad y de los


problemas es una paz artificial que se hará añicos apenas la adversidad llame
a nuestra puerta.

Esto significa que la tranquilidad interior no se construye únicamente en medio


de la serenidad y la tranquilidad sino también en medio de la tormenta.

La tranquilidad interior se templa en la adversidad.

9 claves para adquirir tranquilidad interior

No debemos olvidar que la receta para conseguir la tranquilidad interior


realmente está en nuestras manos.

1. Conócete a ti mismo

Dedica menos horas a los periódicos y las noticias y más tiempo a explorar tu
interior. Dedica tiempo a la introspección-

Cuando permites que tu mente absorba la negatividad que transmiten la


mayoría de los medios, es muy difícil compensarla.

No se trata de crear una burbuja feliz y artificial a tu alrededor, pero es


conveniente que programes hábitos mentales no tóxicos y que te asegures de
pasar tiempo a solas contigo mismo.
La tranquilidad interior proviene de sentirte cómodo con tus decisiones,
pensamientos y emociones, y para ello necesitas actualizar constantemente
tu autoimagen.

2. Acepta los pensamientos y emociones “negativas”

Encontrar la paz interior significa, ante todo, equilibrio.

Por tanto, no podrás hallar la serenidad si continúas batallando contra los


pensamientos y emociones “negativos” o si pretendes ocultarlos en el lugar
más recóndito de tu mente.

Para alcanzar la paz interior es necesario que practiques la aceptación


radical, que aceptes estos pensamientos y emociones.

De hecho, cuando aprendes a vivirlos, perderán su poder sobre ti y lograrás


liberarte de su carga.

Recuerda que los pensamientos y emociones “negativos” no te hacen daño, lo


que te daña y arrebata la paz es aferrarte a ellos.

3. La crítica destructiva te aniquila

El ser humano es incapaz de superar la tendencia a comparar, sacar


conclusiones y luego criticar.

Sin embargo, la crítica negativa es el peor enemigo de la tranquilidad


interior.

La crítica no solo hace daño a quien es criticado sino también a quien emite
ese juicio de valor.

Suele ser expresión de rigidez mental y rechazo a la realidad.

El problema es que la crítica negativa te sumirá en un estado de insatisfacción


permanente que te aleja de la serenidad que pretendes alcanzar.

Eso no significa que debes aceptarlo todo, pero tienes que aprender la
diferencia entre la crítica constructiva que da pie a un cambio positivo y la
crítica destructiva cuyas consecuencias siempre son negativas.

Se trata de aprender a no juzgar y ser más tolerantes y flexibles.


4. Simplifica tu vida

Cada cierto tiempo, es conveniente que te detengas y te preguntes si estás


haciendo lo que realmente te gusta o si estás perdiendo el tiempo inútilmente.

Piensa en cómo puedes simplificar tu vida para que puedas dedicar más
tiempo a las cosas que realmente te importan y te brindan felicidad y
satisfacción.

Recuerda que la madurez no está en añadir cada vez más, sino en restar y
necesitar cada vez menos para ser feliz.

5. Haz de la gratitud un dogma

No dejes que pase un solo día sin sentirte agradecido por algo.

Siempre hay algo por lo cual dar gracias, solo hay que aprender a valorar las
cosas que damos por descontado, como el simple hecho de vivir o de tener a
nuestro lado a personas que nos aman y a las que amamos.

Cuando empezamos a sentirnos agradecidos por lo que tenemos, en vez de


quejarnos por lo que no tenemos, reencontramos un nuevo equilibrio interior.

La gratitud es una de las llaves que abre la puerta a la serenidad y la felicidad.

6. La generosidad como arma

Muchas personas dan esperando recibir algo a cambio, convierten las


relaciones interpersonales en relaciones comerciales.

Cuando no reciben la recompensa esperada, se enfadan.

Por eso, si quieres lograr la tranquilidad interior, debes despojarte del


egoísmo y reencontrar el placer que implica el acto de dar, por el simple
hecho de ayudar o hacer una buena acción.

Dar debe ser lo suficientemente gratificante de por sí.

Siéntete bien contigo mismo por lo que has hecho.

7. El presente es tu aliado
“Si te sientes deprimido, estás viviendo en el pasado, si te sientes
ansioso, estás viviendo en el futuro. Si te sientes en paz, estás viviendo
en el presente”, dice una frase sobre la paz interior de Lao Tzu.

Muchas veces vivimos agobiados porque estamos a caballo entre las culpas
del pasado y las preocupaciones del futuro.

Aprender a estar plenamente presente, en lo que los budistas llaman “el


instante eterno”, te permitirá encontrar la paz en lo que estás haciendo, sea lo
que sea.

De hecho, puedes practicar diferentes ejercicios de mindfulness cotidiano, ni


siquiera es necesario que te sientes a meditar.

8. Practica el desapego

A lo largo de nuestra vida vamos acumulando mucho resentimiento y rencor,


sentimientos que terminan haciéndonos daño y nos impiden lograr esa
tranquilidad interior que tanto ansiamos.

Por eso, es fundamental que aprendas a dejar ir esos sentimientos y


pensamientos que te afectan y mantienen atado al pasado.

También es fundamental que aprendas a practica el desapego, incluso con las


metas que te has propuesto.

La vida fluye, si te aferras te quedarás estancado luchando contra la corriente,


lo cual te agotará emocional y físicamente.

9. Domestica tu mente

Cada día nos enfrentamos a cientos o incluso miles de estímulos.

Nuestra mente está en un estado de hiperestimulación constante que nos


impide encontrar la serenidad.

Aprende a vaciar la mente y a liberarla de todas las preocupaciones cotidianas.

Por eso, es conveniente que dediques al menos unos minutos al día a practicar
la meditación o la relajación.
Ejercicios

Acepta los pensamientos y emociones “negativas”

Para alcanzar la tranquilidad interior es necesario que practiques la aceptación


radical, que aceptes estos pensamientos y emociones.

No te aferres, deja ir

La técnica de visualización “las hojas del río” te ayudará a comprender que


todo cambia. 

Estar plenamente presente

Para practicar diferentes ejercicios de mindfulness cotidiano, ni siquiera es


necesario que te sientes a meditar.
Generosidad

Capacidad para reducir nuestro nivel de ego mediante la apertura de los


demás.

La generosidad provoca felicidad

Por vez primera, un equipo internacional de neurobiólogos de las universidades


de Lübeck (Allemania), Chicago y Zurich, ha demostrado que la relación
entre generosidad y sensación de felicidad se observa también en el cerebro.

Lo que han descubierto es que el comportamiento generoso activa una


zona específica del cerebro, la región temporoparietal.

Y la sensación de felicidad, debido a su conexión con el placer, activa por su


parte dos zonas cerebrales vinculadas a la recompensa, el estriado ventral
(relacionado con el sistema límbico) y la corteza orbitofrontal.

El experimento

El reciente estudio ha identificado además los mecanismos cerebrales


mediante los cuales el comportamiento generoso modula la sensación de
felicidad.

Para obtener estos resultados, los investigadores establecieron un protocolo en


dos fases al que sometieron a 48 participantes divididos en dos grupos: uno de
ellos se implicaba en una acción altruista y el otro grupo servía de control.

Al comienzo de la primera fase, los participantes conocen que se les va a


enviar 25 francos suizos por semana durante un mes.

La mitad de ellos (el grupo experimental) se dedica a gastarse el dinero con


otras personas, mientras que la otra mitad (el grupo de control) gasta el dinero
en sus cosas.

En una segunda fase, todos los participantes tienen que tomar una decisión
que puede suponer un comportamiento más o menos generoso, al mismo
tiempo que se mide su actividad cerebral con ayuda de imágenes de
resonancia magnética funcional.
Por último, el nivel de bienestar de los participantes se evaluó dos veces
por medio de un cuestionario estándar: el primero al comienzo del experimento,
antes de recibir consignas, y el segundo una vez finalizado.

Resultado: Más actividad cerebral

A continuación, se realizaron exploraciones de resonancia magnética funcional


para medir la actividad en tres regiones del cerebro asociadas con el
comportamiento social, la generosidad, la felicidad y la toma de
decisiones.

Sus opciones, y su actividad cerebral, parecían depender de cómo se habían


comprometido a gastar el dinero antes.

Aquellos que habían accedido a gastar dinero en otras personas tendían a


tomar decisiones más generosas durante todo el experimento, en comparación
con aquellos que habían acordado gastar en sí mismos.

También tenían más interacción entre las partes del cerebro asociadas con el
altruismo y la felicidad, e informaron mayores niveles de felicidad después de
que el experimento terminó.

Lo que descubrieron los investigadores es que los participantes comprometidos


con una acción generosa se comportaron también generosamente en el
momento de tomar su decisión, y que su nivel de felicidad aumenta más que el
del grupo de control.

A nivel neuronal, en el grupo experimental los investigadores apreciaron un


aumento de la actividad de la unión temporal parietal (vinculada a la
generosidad), y que esta actividad implica un aumento de la actividad del
estriado ventral, vinculado a la felicidad.

La medida de la actividad cerebral permitió establecer que el mero hecho de la


simple promesa de comportarse generosamente activa la zona altruista en el
cerebro y refuerza la comunicación con la zona cerebral de la felicidad.

Es decir, la simple intención de ser generoso provoca una modificación


neuronal, antes incluso de que la acción sea puesta en práctica, lo que significa
que no es necesario demostrar una abnegación total para que se genere el
sentimiento de felicidad.

Este trabajo demuestra que el mero hecho de implicarse en una promesa


generosa es suficiente para aumentar la sensación de felicidad, y que el
vínculo entre generosidad y felicidad tiene una base neuronal.

Este trabajo, demuestra una vez más la gran plasticidad neuronal que
caracteriza el cerebro, ya que cuando se hace un gesto psicológico (un acto
de generosidad), el cerebro se modifica.

No obstante, los investigadores advierten que este trabajo no tiene aplicación


directa a nivel médico y sólo se inscribe en una línea de investigación que
pretende localizar las funciones intelectuales.

Conclusiones de validez universal

Desde otra perspectiva, un equipo internacional de psicólogos analiza si la


relación entre el gasto generoso y la felicidad constituye un fenómeno
válido en todo el mundo, incluso en países empobrecidos como India o
Uganda.

El estudio

El punto de partida del estudio es la premisa de que al contrario de lo que


ocurre en los “países occidentales ricos” que pueden permitirse el lujo de
gastar dinero extra en otros, los habitantes de lugares más pobres les resulta
preferible invertir en sí mismos sus limitados recursos.

El estudio dirigido por Lara Aknin, de la Universidad Simon Fraser, propone


que la generosidad es provechosa tanto en los países ricos como en los
pobres.

Esta conclusión surge de una encuesta realizada a 200.000 personas adultas


de 136 países a quienes se les pregunta sobre sus donativos y su bienestar
subjetivo.

Tras descartar ciertas variables (demográficas, ingresos familiares y otras), se


observa una correlación positiva entre los donativos y la felicidad en 120 de
estos países, tanto ricos como pobres.
Según las respuestas, el refuerzo en el bienestar por haber donado en el
último mes resultaba el mismo, aunque los ingresos del encuestado se
hubieran duplicado.

Adicionalmente, se llevaron a cabo varios experimentos con el fin de verificar si


la donación reforzaba el sentimiento de felicidad.

Se pidió a participantes de Canadá y África del Sur, seleccionados al azar,


que optasen entre comprar un regalo sorpresa para sí mismos o para un niño
enfermo desconocido y hospitalizado en su localidad.

Resultado del estudio

Aunque el PIB y la renta per cápita en África del Sur son muy inferiores a los
canadienses, quienes optaron por entregarle el obsequio al niño se
manifestaron más felices que aquellos que gastaron el dinero en ellos mismos.

En los resultados publicados en mayo de 2013 en Journal of Personality and


Social Psychology, se recoge una robusta coherencia transcultural que
respalda la idea de que la relación entre donar a otros y el bienestar propio
constituye un rasgo universal de humanidad.

En una investigación posterior cuyos resultados fueron publicados en PLOS


ONE, la propia Aknin postula que los bebés sonrien con mayor frecuencia
cuando comparten un regalo que cuando lo reciben.

Otra buena noticia resultó ser que no parecía importar la cuantía de la


generosidad de las personas.

Para la felicidad tiene los mismos efectos planear regalar un poco de dinero
que una suma importante.

Merece la pena valorar que, incluso las pequeñas cosas como traer café a los
compañeros de la oficina por la mañana, son capaces de provocar un efecto
beneficioso.

Asuntos pendientes

Todavía no está claro cuánto tiempo perduran estos sentimientos cálidos y


difusos después de ser generosos.
Algunas investigaciones sugieren que practicar la generosidad como un hábito
regular puede influir en el bienestar a largo plazo y como consecuencia en la
felicidad.

De igual forma, los estudios demuestran que aquellas personas mayores que
practican la generosidad con regularidad tienden a tener una mejor salud, hasta
el punto de que, entregar sin esperar nada a cambio, puede ser tan eficaz en la
reducción de la presión arterial como la medicación o el ejercicio.

Además, se ha demostrado una relación positiva entre la creencia de contribuir


al bienestar y la felicidad ajena y la esperanza de vida, probablemente porque
esta conducta presenta un claro efecto desestresante.

Necesidad de supervivencia

Como complemento, merece la pena destacar las conclusiones de un conjunto


de estudios publicados en 2012 en Nature, los cuales demuestran que la
donación resulta más espontánea que la codicia, fenómeno derivado de
que ésta última exige una mayor capacidad para pensar y, por tanto, un mayor
gasto energético para el cerebro.

Aknin opina que la donación suscita buenos sentimientos en todas las


personas por la misma razón que la comida y el sexo: nuestro cerebro
dispone de un sistema de recompensas inmediatas ante ciertas conductas
fruto de la selección natural, que, a la larga, contribuye a la supervivencia.

De este modo, cabe afirmar que ninguno de nuestros antepasados hubiese


podido sobrevivir por sí mismo, y que la generosidad, en la medida en la que
favorece el establecimiento de vínculos sociales, probablemente se
encuentre en la base de una exitosa estrategia adaptativa.
Gratitud

Capacidad de estima y reconocimiento, si uno mismo y los demás, sin que


medie un hecho específicamente positivo para ello.

Gratitud

El sentimiento de gratitud no corresponde a una de las emociones básicas,


todo lo contrario. Para experimentarla se requieren una serie de procesos
complejos en la mente.

No todo el mundo puede experimentar gratitud. Es una virtud reservada


para los espíritus más elevados y para las inteligencias mejor desarrolladas.

A diferencia de otros sentimientos, el de la gratitud no aparece como un


impulso simplemente.

La gratitud exige que haya un sistema de valores éticos, en donde estén


resueltos los conceptos de dar y recibir, además de una renuncia a la visión
egocéntrica de la vida.

El trasfondo de la gratitud y la ingratitud

La gratitud puede definirse como un sentimiento de aprecio y valoración


por las acciones que otros hacen a nuestro favor.

Implica una suerte de deuda moral con quien nos hace bien. Deuda que no
significa hacer un cálculo para redimirla, sino elevar la estima por quien nos
hace un favor o nos prodiga un bien, y estar abiertos a la posibilidad de
corresponder por el beneficio recibido.

Las personas que no son capaces de experimentar gratitud tienen un


elevado narcisismo.

No solamente tienen problemas de memoria, sino que también dan por sentado
que merecen toda la ayuda que reciben. De hecho, muchos de ellos se
atribuyen por completo los beneficios que obtienen y omiten por completo lo
que los demás aportaron para poder lograrlos.
La ingratitud es propia de personas que han sido criadas con exceso de
gratificaciones. No se les enseña a valorar lo que otros les dan.

Sus padres le inculcan la idea de que lo merece todo, por ser quien es.

Quien ha pasado por dificultades y las ha resuelto, sabe el inmenso valor que
tiene la ayuda de otros.

Nada como sentirse impedido para algo, o atrapado, o vencido, para entender
que la mano que otro tiende es un verdadero regalo del cielo.

Impactos de la gratitud

La gratitud germina sobre la convicción de que los seres humanos somos


incompletos y que nos necesitamos mutuamente.

Es el producto de haber desarrollado una ética de cooperación, en lugar de una


actitud de competencia o confrontación.

Según un estudio llevado a cabo por Rollin McCraty y Doc Childre,


representantes de HeartMath Research Center y Quantum Intec Inc.,
respectivamente, las personas agradecidas obtienen grandes beneficios
para el buen funcionamiento de su corazón, tienden a enfermar menos y
son, en general, más felices.

Los agradecidos son también personas que difícilmente dan cabida a


sentimientos negativos como el arrepentimiento, el resentimiento y la envidia.

Son capaces de sentir gratitud, precisamente porque eligen ver lo mejor de las
personas y guardarlo en la memoria.

También son más generosos. Reconocen que la ayuda mutua es un valor


importante y por eso no solamente son capaces de apreciar la ayuda que
reciben, sino que también están dispuestos a ayudar a otros.

Por eso no todos saben agradecer, y es que es una virtud que solamente
tienen los mejores.

Cultivar la gratitud
“No es la felicidad lo que nos hace agradecidos; es la gratitud lo que nos hace
felices. Todos conocemos personas que tienen todo lo necesario como para
ser felices, y sin embargo no lo son, simplemente porque no están agradecidas
por lo que tienen. Por otro lado, todos conocemos también personas con que
no son para nada afortunadas, y sin embargo irradian alegría, simplemente
porque aun en medio de su miseria son agradecidas. Así, la gratitud es la clave
de la felicidad” (David Steindl-Rast).

Beneficios del agradecimiento

Los beneficios del agradecimiento han sido comprobados mediante informes


psicológicos y, de los cuales, destaca una investigación realizada por los
neurocientíficos R. A. Emmons y M. E. McCullough, que demostró que las
personas que llevaban un Diario de Gratitud y le dedicaban 15 minutos cada
día, les aumentaba su nivel de energía, entusiasmo y atención.

Sistematizando, encontramos beneficios en los siguientes ámbitos:

FELICIDAD

1 - Aumenta tu felicidad. Llevar buena cuenta de aquellos aspectos de tu vida


por los que debes estar agradecido conduce a un mayor bienestar,
especialmente el estado de ánimo positivo

2 - Te trae la felicidad que dura. De hecho, una actitud de gratitud no sólo


puede ayudarte a aumentar la emoción positiva, sino también sostenerla.
Tomar un helado durante un día caluroso de verano puede hacernos felices en
el momento, pero la gratitud conduce a felicidad a largo plazo.

3 - Protege contra el estrés y la negatividad. La práctica de la gratitud se


asocia con la disminución de la ansiedad, la depresión y el aumento del apoyo
social.

4 - Reduce el Materialismo. Una de las razones por la que la gratitud estimula


nuestro bienestar, es que reduce el materialismo, lo cual es bueno porque el
materialismo está ligado a menos felicidad.
RELACIONES

5 - Te hace más socialmente inteligente

6 - Conduce a mejores relaciones. La gratitud fortalece tus relaciones y te


ayuda a crear y mantener buenas relaciones y sentirte más conectado.

7 - Te hace más sexy. La gratitud mejora las relaciones románticas haciendo


que la gente se sienta más satisfecha en sus relaciones y conectada con su
pareja.

SALUD

8 - Mejora la calidad y la duración del sueño, en parte porque tienes


pensamientos más agradecidos / felices antes de ir a dormir.

9 - Fortalece tu fuerza de voluntad para tomar mejores decisiones. La


gratitud te hace más fuerte y te ayuda a alcanzar las metas y tomar decisiones
más inteligentes a largo plazo.

10 - Te beneficia en todas las edades desde la adolescencia hasta la edad


adulta.

IMPACTO

11 - Te hace una mejor persona. Nos hace mejores, más altruistas, morales y
éticas. Nos volvemos más útiles y amables con los demás.

12 - Hace a los demás mejores personas también: Aquellos a quienes


agradecemos son más propensos a ser más éticos también.
Ejercicios: La Gratitud

Podemos darle un nuevo valor a nuestra vida, y especialmente a aquellas


cosas que solemos dar por descontado, recibiéndolas con el mismo
sentimiento de gratitud con el que recibiríamos un regalo valioso e
inesperado.

Tomar nota de estos dones puede ser útil. Incluso podemos llevar un
“diario de gratitud” en el que registremos esos momentos en que
reconocemos y agradecemos esos dones.

Si cada día logramos hacer pequeños gestos de gratitud, ello sería


suficiente para lograr un impacto positivo en nuestra vida y en la vida de
quienes nos rodean.

Dejemos que la gratitud se derrame a nuestro alrededor. Tratemos de dar


las gracias cada día a una persona. Animémonos a ser amables.
Reconozcamos a quien se lo merece. Alabemos la generosidad, la
valentía, la autenticidad. Comencemos así una ola de gratitud, y notemos
la diferencia que puede hacer en el mundo.

2. Lleva un diario de la gratitud

Apunta cada día las razones por las que te sientes agradecido. Esta práctica te
ayudará a concentrarte en las cosas positivas y aumentará tu fortaleza
interior, lo que te servirá para alcanzar las metas que te propongas.

3. Escribe una carta de agradecimiento

Dirígete por escrito a una persona con la que te sientas agradecido por algo. La
escritura tiene un efecto terapéutico porque nos ayuda a dar forma y
estructurar las ideas, y traducirlas en palabras concretas. No hay necesidad de
entregar la carta o de enviarla, si bien es cierto que hacerla llegar a la persona
implicada aumenta los efectos positivos y mejora las relaciones con ella.

4. Intenta que los demás te sigan


Apela a los motivos de gratitud de las personas de tu entorno, preguntando a
tus seres más allegados (pareja, hijos, padres, amigos más próximos) sobre
las razones por las que se sienten agradecidos.

5. Sé claro y sincero con tus palabras

Expresa abiertamente a las personas tu agradecimiento por lo que hacen


o han hecho por ti: sus detalles, sus cuidados, su amabilidad. Explicítales el
efecto que tiene o ha tenido en tu vida. Esto requiere una pequeña dosis de
valentía porque, a menudo, la falta de costumbre nos hace sentir vergüenza o
rubor al expresar cosas positivas, incluso a los más cercanos. Pero, con este
ejercicio, en breve verás potenciada tu inteligencia emocional. No se trata
de un "gracias” cuando nos devuelven el cambio en la tienda, sino de una
gratitud mucho más profunda y consciente.

12 Maneras de incorporar la gratitud a tu vida

Es increíble cómo las cosas simples pueden cambiar la vida de las personas.
Una de las cosas que está teniendo mayor efecto en mi vida es el comprender
el poder de la gratitud.

Ha afectado a todo. Me ha hecho una persona más positiva y más productiva.


Me ha hecho una persona más feliz. No soy perfecta, pero la gratitud me ha
hecho mejor persona.

Decir gracias no es difícil en absoluto. Pero las palabras pueden perder el


sentido de si son sólo palabras. Es necesario decirlas con sinceridad,
o mostrar tu gratitud a través de pequeñas acciones.

¿Te imaginas un mundo donde todas las personas mostraran su gratitud? Si


alguien te hizo un favor, tú le das una cálida sonrisa y le das las gracias. Si
estás teniendo un mal día, alguien te dedicaría un tiempo de su vida para
consolarte, en agradecimiento por un favor que le hiciste ayer. La gente todavía
se enfadaría o se sentiría triste, pero sabrían encontrar maneras de ser
agradecidas, incluso en situaciones difíciles. Además todos nos volveríamos
más generosos.

Lo sé, lo sé … soy una idealista, y ese mundo nunca existirá. Puedo aceptar el
mundo tal como es … y al mismo tiempo, mostrar mi gratitud por lo que este
mundo tiene de maravilloso. Y a las personas maravillosas que están en mi
vida. Y al hacerlo, mis pequeños actos de gratitud cambiarán este mundo en
parte, de manera sutil pero profunda.

Echemos un vistazo a algunas de las maneras en las que puedes incorporar


gratitud en tu vida. Estos son sólo algunos ejemplos, basados en mi
experiencia y las experiencias de otras personas de las que he aprendido, y no
todos van a ser aplicables a tu vida. Escoge los que crees que son válidos para
ti.

12 Maneras de incorporar la gratitud a tu vida

1. Sesión de la gratitud por la mañana. Tómate 2-3 minutos cada


mañana para dar las gracias, a quien o lo que sea que estés agradecido.
No tienes que hacer nada, aparte de cerrar los ojos y en silencio dar las
gracias.   Da las gracias por todo. No sólo tienes que agradecer a las
personas, puedes agradecer la vida misma. Despierta y saluda el día con
gratitud. Este pequeño ritual puede marcar una gran diferencia en cómo
va a ser tu día.

2. Decir gracias todos los días. Cuando alguien hace algo bueno por ti,
aunque sea pequeño, dale las gracias. El agradecimiento tiene que ser sincero,
si no no sirve. Siempre hay algo que agradecer y si realmente no puedes
pensar en nada, simplemente di: “Gracias por estar aquí.” Esta práctica
cambiará tu relación con las personas más cercanas a ti.

3. Escribir una nota de agradecimiento. Escribe una nota de


agradecimiento en papel (o un correo electrónico) y enviarlo puede ser muy
agradable para la persona que lo recibe. No tienes que escribir una novela
épica o tener una gramática perfecta para transmitir tu gratitud de todo corazón.
Medios simples y reales más que grandes palabras y comas en el lugar
correcto. Una pequeña nota (o correo electrónico) dando las gracias por una
cosa específica que esa persona ha hecho por ti puede recorrer un largo
camino. ¡Y se puede hacer en un minuto!

4. Da las gracias cuando alguien te elogia. Muchas veces los piropos


nos abruman o incluso creemos no merecerlos. Pienso que, cuando alguien te
elogia, es que de verdad lo cree y se ha tomado la molestia de decírnoslo. Qué
menos que le mostremos nuestra gratitud por ese piropo, en lugar de
rechazarlo.

5. Llama para decir gracias. Algunas veces puedes pensar en algo


agradable que alguien hizo por ti. Tal vez te acuerdes durante tu sesión de
gratitud. Cuando te pase, coge el teléfono y llama a esa persona, sólo para
darle las gracias. Hazle saber qué es lo que hizo por lo que te sientes
agradecido, y por qué lo aprecias. Es sólo un minuto o dos. Si es demasiado
temprano (o tarde) para llamar, apúntatelo para llamar más tarde. Aún mejor es
decírselo en persona, si ese día vas a verla. Casi tan bueno puede ser un
mensaje de Whatsapp o un correo electrónico que sea breve y dulce.

6. Lleva un diario de gratitud. Anota 5 cosas cada día por las que estás
agradecido. Ponerlo por escrito ayuda a reflexionar más sobre ello. Yo todas
las noches reflexiono sobre las 3 mejores cosas del día, y estoy agradecida por
ellas.

7. Dar un abrazo gratis. Ojo: mejor hacerlo cuando sea apropiado … pero


si sientes aprecio por alguien, ¡dale un abrazo! A menudo pasamos mucho
tiempo sin mostrar nuestro afecto y gratitud, incluso a aquellos que están más
cerca de nosotros. No podemos olvidarnos de esta parte tan importante de
nuestras relaciones. Cuando digo gratis me refiero a que no esperes nada a
cambio. Ofrécelo como un regalo de agradecimiento. También puedes unirte a
iniciativas de Abrazos Gratis que hay por las distintas ciudades.

8. Redirigir tus pensamientos. Cuando estés teniendo un día difícil …


piensa en aquellas cosas de tu vida por las que estás agradecido. Todos
tenemos esos días malos a veces. Estamos estresados del trabajo. Alguien se
enfada con nosotros.  Perdemos a un ser querido. Perdemos un contrato o
hacemos mal un proyecto. Una de las cosas que puede hacer que un mal día
sea mucho mejor es hacer una lista de todas las cosas por las que estás
agradecido. Siempre hay cosas que agradecer: seres queridos, la salud, tener
trabajo, tener un techo sobre tu cabeza y ropa que ponerte, la vida misma.

9. Reconocer públicamente. ¿Quién no ama la alabanza pública?


Encuentra una manera de reconocer las contribuciones de alguien, para
mostrar tu agradecimiento, de manera pública: en su oficina, entre amigos y
familia, en tu blog, en el periódico local.

10. Haz un favor a alguien. Sin esperar nada a cambio, haz algo bueno por
alguien. Aunque sea sólo algo pequeño. Conseguirles un té o un café, hacer
una tarea por ellos, ofrecerse a hacer un recado, algo que sabes que aprecian,
de verdad. Piensa en lo que a la persona le gusta, quiere o necesita, y trata de
hacer algo para ayudarle. Muchas veces las acciones son más elocuentes que
las palabras y puedes demostrar tu gratitud haciendo algo agradable más que
simplemente diciéndolo.

11. En lugar de enfadarte con alguien, muestra gratitud. Eso es un


cambio importante de actitud. Pero  no siempre es fácil de hacer.Si te enfadas
con tu compañero de trabajo, tu pareja o tus hijos, por ejemplo, muérdete la
lengua y no reacciones con ira. En su lugar, haz algunas respiraciones
profundas, cálmate, y trata de pensar en las razones por las que estás
agradecido a esa persona.Encontrar algo, cualquier cosa, aunque sea difícil.
Concéntrate en las cosas que hagan sentirte agradecido. Esto cambiará poco a
poco tu estado de ánimo. Y si te metes en un estado de ánimo lo
suficientemente bueno, puedes mostrar tu gratitud a esa persona.

12. Da gracias incluso por las cosas “negativas” en tu vida. Esta es la


parte difícil, en verdad. Cuando las cosas van mal, cuando no estamos
contentos, cuando la gente no se porta bien nosotros, cuando estamos
agotados por el millón de golpes y dardos de la vida cotidiana … no queremos
decir gracias. Pero en verdad, este es el momento cuando más importa.
Siempre hay dos maneras de ver algo. Muchas veces pensamos de forma
negativa::es estresante, dañino, triste, lamentable, difícil. Pero eso mismo
puede ser visto de una manera más positiva. Los problemas pueden ser vistos
como oportunidades para crecer y para aprender.
¿Quieres ser feliz, sano y tener grandes relaciones? ¡Claro, todos lo deseamos!
Y hemos oído un millón de veces sobre las maneras obvias de cuidar de
nosotros mismos: ejercicio, dieta, etc. Pero hay un ejercicio simple que impulsa
todas estas cosas simultáneamente y que la mayoría de nosotros simplemente
no sabemos. ¿Qué es eso? Ser agradecido. 

¿Suena demasiado simplista para ti? ¡No tan rápido! Echa un vistazo a 13 de
sus estelares beneficios respaldados por la ciencia.

Cómo la gratitud puede llevarte a la felicidad

Tan solo una palabra es necesaria para que tu mundo y el de la persona que lo
recibe se torne feliz por unos segundos, aunque a veces no se dé cuenta:
gracias.

Dar las gracias es una de las muestras de gratitud más bonitas que existen.

Y aunque la verbalizamos y escribimos a diario en mails de trabajo, personales,


las decimos en la calle, en las tiendas, y la empleamos con desconocidos,
amigos o familiares, verdaderamente, no nos paramos a reflexionar sobre su
auténtico significado, y el poder y efecto que esta palabra puede tener en
nuestro cerebro, y en la salud, porque si lo hiciéramos, la usaríamos, a
conciencia, y con más ganas.

Y, es que la gratitud es una de las prácticas más efectivas para estimular los
sentimientos de felicidad.

La palabra ‘gracias’ y su poder transformador

La gratitud nos transforma, porque transforma nuestro cerebro, así de simple.


La gratitud es una formalidad común en la interacción social, sin embargo,
nunca se ha sabido mucho acerca de los efectos neuronales cuando
expresamos gratitud.

Un estudio de la NCBI (National Institutes of Health), abordó este tema hace


apenas dos años, y no viene mal recordarlo de cara al nuevo año que entra ya.

Dar las gracias a la naturaleza, por estar vivos y respirar son ya muy buenas
razones para comenzar a estar agradecidos.

“Algo tan simple como escribir tres cosas por las que estás agradecido todos
los días durante 21 días seguidos aumenta significativamente tu nivel de
optimismo, y se mantiene durante los próximos seis meses.

La investigación es increíble”, dijo el investigador y autor de Harvard, Shawn


Achor.

Durante el estudio 43 sujetos inmersos en psicoterapia para tratar la depresión,


realizaron diversos ejercicios de gratitud que consistieron en escribir cartas de
agradecimiento a las personas de sus vidas, y tres meses más tarde, las 43
exploraciones cerebrales se realizaron cuyo resultado fueron efectos
neuronales profundos, duraderos, notables y positivos.
Compasión.

Capacidad para introducir estímulos negativos externos individuales o


colectivos, por respuestas positivas de sensibilidad, reconocimiento y
colaboración hacia ellos.

Los tres componentes de la compasión ante uno mismo

Probablemente habrás experimentado más de una vez lo que se siente al ver


sufrir a un ser querido: normalmente nos sentimos contagiados por su malestar,
a la vez que surge en nosotros el deseo de que éste cese.

Este sentimiento, al que denominamos compasión, nos impele a menudo a


intentar contribuir de alguna forma a que el dolor de la otra persona se atenúe:
le hablamos amablemente, le proporcionamos una caricia, un abrazo, un
beso... lo que sea para intentar transmitirle que nos damos cuenta de su
sufrimiento y estamos dispuestos a intentar ayudar a que se sienta un poco
mejor. 

Esta reacción, tan habitual cuando es otro el que sufre, raramente hace
aparición en nosotros cuando se trata de nuestro propio malestar emocional.

De hecho, no sólo no nos solemos consolar amablemente ante nuestros


errores e imperfecciones, sino que además acostumbramos a juzgarnos y
despreciarnos duramente por ellos.

Esta reacción, evidentemente, no hace más que aumentar nuestro dolor.

Kristin Neff, una de las más importantes investigadoras sobre la compasión


hacia uno mismo y autora del libro “Sé amable contigo mismo”, nos propone
un camino alternativo al auto-desprecio.

Defiende la idea de que nuestro dolor emocional, igual que el de los demás,
merece ser escuchado y atendido con amabilidad.

Para lograr esto nos propone usar como herramienta la compasión hacia
nosotros mismos. 
Algunas personas podrían pensar, a priori, que la compasión dirigida a uno
mismo puede representar una especie de auto-engaño, algo así como “pintar el
mundo de color de rosa” fingiendo que todo va bien, o lo que aún es peor: no
aceptar la responsabilidad de nuestros errores cayendo así en una especie de
“holgazanería emocional” que no nos permita aprender de ellos.

Nada más lejos de la realidad. 

La compasión hacia uno mismo se basa en el reconocimiento del propio


sufrimiento, dándole el espacio que se merece y experimentándolo de forma
profunda y libre de juicio.

De esta manera, Neff propone tres componentes principales de la auto-


compasión: la bondad, la humanidad compartida, y el mindfulness. 

Con bondad nos referimos a una actitud que busca ser más comprensivos
con nosotros mismos y aceptarnos con todas nuestras imperfecciones y
limitaciones.

Se trata, en definitiva, de tratar de comportarnos con nosotros como lo


haríamos con un buen amigo que lo está pasando mal.

Para lograr esto nos puede ser útil analizar los factores que nos llevan a
cometer errores o a sentirnos mal.

El darnos cuenta de que nuestra conducta y patrones son fruto de la


combinación de múltiples causas (la educación que nos dieron nuestros
padres, los eventos traumáticos o pérdidas que hayamos experimentado,
nuestras predisposiciones genéticas, las limitaciones de nuestro entorno...) y el
saber que muchas de ellas no las hemos elegido libre y conscientemente, nos
ayudará a tener una mirada más comprensiva y justa hacia las partes de
nosotros que no nos satisfacen.

Cuando experimentamos emociones desagradables tenemos tendencia a


sentirnos solos con nuestro dolor, de manera que a menudo olvidamos que el
sufrimiento es algo que nos une a las demás personas.
El componente de humanidad compartida busca contrarrestar esta sensación
de aislamiento, recordándonos que el sufrimiento forma parte inherente de
nuestra vida como humanos y que por lo tanto nunca estamos solos ante él.

Tener esto presente hará que nos volvamos a sentir conectados con el resto y
veamos nuestra tristeza, rabia o frustración como lo que realmente son: parte
natural de nuestra existencia. 

Por último, el componente de mindfulness nos recuerda la necesidad de


permitirnos experimentar el dolor tal y como éste surja, sin intentar
taparlo ni camuflarlo.

Muy a menudo, aunque no nos demos cuenta, nos resistimos a sentir


totalmente nuestro sufrimiento, seguramente porque tememos no ser capaces
de manejarlo cuando este surja.

Esta resistencia hace, sin embargo, que el dolor pendiente de procesar se vaya
acumulando en nuestro ser.

El mindfulness (como explicamos en artículos anteriores) consiste en practicar


una actitud de apertura ante la experiencia, abrazándola tal y como surge, sin
etiquetar nada como inadecuado, sin intentar que nada sea distinto de como
es.

Si te apetece iniciarte en la práctica de la auto-compasión, puedes empezar


poniendo en marcha un pequeño ejercicio la próxima vez que te sientas mal
por alguna cuestión.

Intenta buscar un espacio en el que puedas estar solo y tranquilo durante un


tiempo.

A continuación, céntrate en describir lo que sientes en tu cuerpo, esto te


ayudará a mantenerte en el presente.

Por ejemplo: “nudo en la garganta, ganas de llorar, corazón latiendo rápido,


tristeza, rabia...”.

Intenta, si te sientes capaz, no juzgar ni frenar lo que surja.


Si sientes que esto es demasiado para ti no te fuerces excesivamente, quizás
simplemente todavía no sea el momento idóneo.

Mientras te permites experimentar el malestar, dite a ti mismo frases


tranquilizadoras usando un tono pausado y cariñoso.

Puedes decirte, por ejemplo: “qué difícil es llegar a sentirse así”.

A continuación, recuérdate que no estás solo con tu sufrimiento, que todos los
seres humanos lo pasamos mal alguna vez y que esto forma parte de nuestras
vidas.

Luego, dite a ti mismo: “ojalá sea capaz de darme todo el cariño y consuelo que
ahora necesito” y concentra tus energías en adoptar una actitud que te ayude a
lograrlo.

Para que te sea más fácil, puedes imaginar la manera en cómo tratarías a un
niño que estuviera sufriendo.

Puedes probar también, si te apetece, sujetar tus brazos o tu cara suavemente,


pues sabemos que nuestro organismo genera hormona (la oxitocina) que nos
hacen sentir mejor al notar el contacto con la piel.

Este tipo de ejercicios, que pueden resultarnos de entrada un poco extraños,


son enormemente poderosos cuando uno se atreve a ponerlos en práctica. 

¡Anímate!

La compasión hacia uno mismo nos permite aprender cómo cuidarnos y


consolarnos sin reprimir ni ignorar nuestro dolor, simplemente dejándolo fluir a
la vez que no lo alimentamos de manera innecesaria.

De esta forma lograremos ser cada vez más autónomos y sentirnos más
seguros ante nuestro malestar emocional, pues tendremos la certeza de tener
siempre a nuestra disposición la compasión que necesitamos para sentirnos
mejor.

Resiliencia.org
La compasión como terapia

La palabra compasión ha sido desvalorizada. Actualmente se asocia con la


caridad o la lástima. porque parece implicar menosprecio hacia quien sufre.

Igual ocurre con la palabra “autocompasión”, la cual trae a la mente el concepto


de victimismo.

Nada más ajeno a la esencia de ambos conceptos, que lejos de promover una
visión disminuida del otro o de uno mismo, precisamente lo que la compasión
contempla es la percepción y la compenetración en el sufrimiento del otro, y el
deseo y la acción de aliviar, reducir o eliminar por completo tal situación
dolorosa.

Si somos capaces de entender que la compasión es totalmente contraria a que


el otro se sienta menospreciado, podremos comprender a qué tipo de emoción
y comportamiento nos estamos refiriendo.

La compasión juega un papel fundamental en la activación de nuestro


sistema neurológico del bienestar.

Su importancia terapéutica hay que encuadrarla en el hecho de que es un


proceso que ayuda a superar las consecuencias negativas de la autocrítica
destructiva y de la vergüenza en las relaciones sociales y que genera
emociones positivas que son muy importantes para sentirnos felices.

Definición de la compasión

La compasión es un comportamiento dirigido a eliminar el sufrimiento y a


producir bienestar en quien sufre.

En ella se pueden considerar diferentes facetas:

 Un componente emocional que, ante la presencia de un estímulo, y nos


provoca un impulso a actuar. En este sentido la compasión es una
emoción que surge ante la percepción del sufrimiento ajeno y nos
provoca un impulso dirigido a paliar el sufrimiento que percibimos. La
conducta compasiva genera fuertes reacciones emocionales asociadas al
sistema neurológico del bienestar.

 Un componente conductual que incluye el compromiso y la decisión de


realizar acciones dirigidas a eliminar el sufrimiento.

 Un componente cognitivo que incluye varias facetas:

- La atención al sufrimiento ajeno.

- La evaluación de ese sufrimiento.

- La evaluación nuestras capacidades concretas para intervenir


eficazmente y poder paliarlo en ese momento.

Todos los componentes se combinan y relacionan en la acción compasiva.

Así, paliar el sufrimiento de alguien nos provoca sentimientos asociados con


nuestro bienestar; percibir el sufrimiento ajeno nos puede generar la emoción
que nos impulsa a ayudarle, ...

Un camino hacia la compasión: la empatía y la simpatía

La compasión es algo más que la empatía, que es la capacidad de entender


la conducta y los sentimientos de los demás.

La empatía consiste en una reacción cognitiva, se trata de entender


intelectualmente el sufrimiento del otro.

La compasión se diferencia de la empatía porque no solamente entendemos


el sufrimiento que percibimos, sino que nos despierta un impulso de realizar
una acción dirigida a neutralizar o hacerlo desaparecer.

También es algo más que la simpatía, porque esta es una reacción que nos
lleva a sentir la emoción que está sintiendo el otro.

Así, cuando percibimos el sufrimiento de alguien, podemos sufrir con él; pero la
compasión conlleva, además, el impulso hacia la actuación para eliminar o
disminuir el sufrimiento.
La autoestima aumenta cuando hacemos las cosas bien, la autocompasión
se refiere a cómo nos tratamos cuando las cosas no van bien.

Siguiendo a Paul Gilbert, quien formuló la terapia centrada en la compasión


tras realizar una síntesis de las teorías del apego de J. Bowlby, el
pensamiento budista, la psicología evolutiva del cerebro humano y la
teoría de la mente, proponemos estos pasos para desarrollar la compasión:

1. Gilbert nos dice que para desarrollar la compasión es necesario practicar la


atención hacia el sufrimiento de los demás.

2. Desarrollamos luego la empatía hacia él. La empatía consiste en realizar un


esfuerzo para entender el sufrimiento de esa persona. No se trata de
justificarla, sino de entender intelectualmente su comportamiento.

3. Un paso más allá es sentir simpatía.

4. Finalmente, se potencia la compasión llevando a cabo conductas para


paliar el sufrimiento percibido. Son conductas que pueden ir dirigidas a
fomentar la oxitocina, por ejemplo, el contacto físico o trasmitiendo el
mensaje de que nos importa, sufrimos con ellos y queremos eliminar su
sufrimiento. Como en todas las emociones, el componente emocional de la
compasión se incrementa al realizar la conducta a la que impulsa.

La autocompasión

Podemos destacar tres clases de compasión la que dirigimos hacia otros,


la que recibimos de otros y la que orientamos hacia nosotros mismos.

La compasión hacia nosotros mismos es la autocompasión; parte de la


emoción que nos lleva a neutralizar o superar nuestro propio sufrimiento.

La compasión hacia los demás incluye la misma emoción que está involucrada
en la autocompasión y, por ello, si el sufrimiento ajeno nos deja impasibles,
podemos ser también implacables con el nuestro y viceversa.
El sentimiento es el mismo y ser compasivos con otros puede ayudarnos a
serlo con nosotros mismos y si somos críticos con los demás probablemente lo
seremos con nosotros mismos.

La compasión y el bienestar individual

Es usual que una persona extremadamente crítica con los demás también
lo sea consigo misma; y también al revés.

Son casos en donde el individuo se centra exageradamente en su ego. Eso le


impide sentir compasión frente a los demás, pero también por a sí mismo.

Se sufre mucho por ello. Hay un orgullo desmedido que impide sentir la vida
desde una perspectiva relajada y positiva. Más bien cada acontecimiento se
convierte en una batalla donde lo importante es prevalecer.

La compasión como terapia

La Terapia enfocada en la compasión es, como su propio nombre indica, un


tipo de intervención terapéutica que ve en la compasión una forma de mejorar la
situación de muchas personas que sufren.

Está especialmente indicada para las personas que son muy críticas consigo
mismas y con los demás.

Lo más interesante de esta novedosa terapia es que su eficacia se ha


medido científicamente en un laboratorio.

Se ha demostrado que la compasión se puede aprender y entrenar.

También se evidencia que, al hacerlo, nuestro cerebro cambia y mejora.

La terapia enfocada en la compasión entrena la habilidad de sentir el


sufrimiento de los demás y desear su reparación.

Así mismo, enseña que este ejercicio debe aplicarse también, y primordialmente,
a uno mismo. Ser autocompasivo no es sentir lástima por uno mismo, ni llorar
por sentirse inferior, o impotente.

De lo que se trata es de aprender a no culparnos por nuestros errores, fallos


o equivocaciones; de no juzgarnos duramente con la ventaja de conocer el
resultado.
Efectos de la compasión

La compasión y la autocompasión activan el sistema de bienestar.

Como resultado de las investigaciones realizadas sobre la compasión, se ha


comprobado que al entrenar la compasión el cerebro activa la secreción de
oxitocina, la llamada “hormona de la felicidad”.

También se producen cambios en ínsula, el hipocampo y la hipófisis. Lo que


contribuye a conseguir una mayor tranquilidad, seguridad y sensación de
bienestar.

Nos producen alegría y calma. Nos ayudan a afrontar nuestros fallos, a tomar
riesgos, a practicar y manejar nuestros fallos desde la competencia, a manejar
las críticas y los conflictos, a crear mejores y más armoniosas relaciones.

Puede llegar a ser el centro de nuestra identidad, si encontramos en ella el


sentido de nuestra vida.

La compasión puede poner en marcha de nuevo el sistema de vínculo que


puede haberse cerrado debido a conflictos emocionales, por haber sido
abandonado o por haber sufrido abuso.

Entonces se reactiva el sistema y aparecen las memorias emocionales relativas


a los sucesos que provocaron el cierre pudiendo provocar miedo a sentir la
compasión.

Construir la compasión

La compasión surge del equilibrio entre los tres sistemas que regulan la
emoción, labor que realiza el sistema de bienestar

La compasión incluye una emoción que tiene aspectos negativos, porque


supone entrar en contacto con el sufrimiento y eso nos hace sufrir.

Aunque el sufrimiento está presente en todo momento en la vida del hombre,


nuestra sociedad nos aísla de él, porque es desagradable y no queremos verlo
ni sentirlo cerca.
La percepción del sufrimiento es una condición previa para sentir compasión.

En este sentido, Atkins y Parker proponen varios pasos para fomentar la


compasión:

Percibir el sufrimiento

Para ser capaces de ponernos en contacto con el sufrimiento hemos de estar


abiertos a sentirlo. El entrenamiento en mindfuness implica estar abiertos a la
experiencia de lo que ocurre a nuestro alrededor y a darnos cuenta de lo que
les pasa a los demás con amplitud de mente y curiosidad. y elegir con más
libertad nuestra actuación en esos momentos.

Evaluarlo

La evaluación que hagamos de quien sufre influye de forma básica en que se


dispare o no nuestra emoción. Cuando nuestra mente entra en funcionamiento,
se producen dos tipos de evaluaciones: la de la situación externa y la de
nuestra capacidad para afrontarla (Lazarus y Folkman, 1986). Si valoramos de
forma negativa a aquel que sufre, la compasión no surgirá. Por ejemplo, si
pensamos que se merece el sufrimiento porque no ha sido previsor o por
cualquier otra causa, inhibiremos la emoción y justificaremos nuestra inacción.
También valoramos nuestra posibilidad de ayudar, si no apreciamos que
tengamos capacidad de ayudar, tampoco nos dejaremos llevar por nuestros
sentimientos compasivos.

Sentir la compasión

Hemos de tener capacidad de vivir plenamente los sentimientos y


pensamientos negativos que surgen al entrar en contacto con el sufrimiento,
propio o ajeno. Dejarnos llevar por la compasión puede implicar involucrarnos
en el dolor ajeno por encima de las reacciones lógicas de protegernos.

Actuar

De esa forma podemos dejarnos llevar por la compasión y, de acuerdo con el


valor general, comprometernos en la ayuda del que sufre. La flexibilidad
psicológica que estos procesos psicológicos proporciona nos permite ser
compasivos con mayor libertad.
Desapego

Capacidad para disfrutar plenamente de lo que llene nuestra vida liberándonos


del miedo a perderlo.

EL DESAPEGO

Aunque parezca un contrasentido, para poder hablar del desapego, primero


debemos repasar un par de conceptos sobre el apego

¿Qué es el apego?

El apego es sinónimo de aferrarse, de atarse e incluso de establecer


dependencia u obsesión hacia algo o alguien.

Cuando te apegas a un objeto, idea, actividad o persona, acabas generando


con ellos fuertes vínculos.

Tan fuertes que puedes volverte adicto a ellos. Y, cuando eres adicto a algo,
tu vida acaba por girar en torno a esa adicción.

No tiene nada de malo tejer y alimentar vínculos con personas, ideas,


actividades e incluso objetos.

El problema de las adicciones es que suelen acabar por limitar tu vida, e


incluso por dominarla.

Y toda limitación acaba por causarte ciertos daños o, si lo prefieres, efectos


colaterales.

Uno de estos efectos colaterales es la ansiedad, amiga íntima del estrés.

Otro efecto colateral es el miedo, que suele ser primo-hermano de la ira y la


violencia.

También podríamos añadir la frustración, la decepción o la depresión.

Y, finalmente, nos encontramos con la enfermedad, consecuencia última de


todas las formas de sufrimiento.

Nuestros apegos
A lo largo de la vida nos apegamos a muchísimas cosas, tantas que no resulta
difícil encontrar ejemplos con los que, casi con toda seguridad, te sentirás
identificado.

Nos apegamos a ciertas amistades cuando somos niños. Sentimos apego por
un amor platónico. Experimentamos apego a una pareja. Nos apegamos a
nuestra familia.

Nos apegamos a un trabajo estable que nos permite sobrevivir haciendo algo
que no nos gusta. Disfrutamos del apego a una idea o punto de vista. Y nos
apegamos a nuestros planes.

Finalmente, y en clave tecnológica de rabiosa actualidad, sentimos apego por


nuestro smartphone o a nuestro ordenador. Tanto, que acabamos
construyendo una vida alrededor de estos objetos.

Y un día, cuando no los tenemos, actuamos como drogadictos sin su dosis. O


peor, hemos olvidado lo que es salir a dar paseo o relacionarnos con personas
de carne y hueso.

Duración del apego

Por suerte, un día, el desapego llama a tu puerta (de hecho, siempre está
llamando, pero no siempre escuchas).

Pero entonces tu ego se resiste. Se resiste con todas sus fuerzas, porque no
quiere cambiar, no quiere que cambies.

El ego hace que te apegues a todo aquello que te mantiene dentro de tu


zona de confort.

Y, para lograrlo, utiliza a todos sus secuaces: el miedo, la dependencia, la


pereza, la inseguridad…

Por tanto, la pregunta es, ¿cuánto vas a esperar a salir de zona de confort?
¿Cuánto tiempo vas a desapegarte de lo que te ata a ella?
¿Cuánto vas a tardar en renunciar a esa persona que no te hace caso para
empezar a buscar a alguien que realmente te ame? ¿Cuánta incertidumbre y
frustración vas a aguantar?

¿Cuánto tiempo vas a tardar en dejar ese trabajo en el que te explotan y que
apenas te da para vivir? ¿Cuántos sueños e ilusiones eres capaz de enterrar?

¿Cuánto tiempo vas a insistir en defender tu punto de vista sólo para tener
razón (aun sabiendo que no la tienes)? ¿Cuántas buenas ideas dejarás
escapar por culpa de tu orgullo?

Cuando el desapego entra en acción

El desapego es la antítesis del apego.

Es la capacidad de dejar ir. De rendirse. De dejar que la vida y el universo


sigan su curso libremente.

Es la capacidad de fluir con la realidad en lugar de ir contracorriente. Es


saber aceptar las cosas que no puedes cambiar y dejarlas marchar.

No te estoy diciendo, ni mucho menos, que dejes de luchar. Al contrario, tienes


que seguir dándolo todo, en todo momento.

Tienes que continuar persiguiendo tus objetivos y tus sueños. Tienes que
trabajar duro por lo que quieres, y jamás debes renunciar a tus proyectos e
ilusiones.

Pero debes poder hacerlo sin apegarte, sin aferrarte, sin obsesionarte, sin
volverte adicto y, por supuesto, sin sufrir.

Porque, cuando logras desapegarte, dejas, automáticamente de sufrir.

Y entonces te das cuenta de que tu cuerpo recupera toda su energía, que tu


mente elimina de un plumazo sus miedos y limitaciones, y que tu alma vuelve a
estar en armonía con tu Esencia.

En ese momento, dejas de sentir miedo, estrés, preocupación, ansiedad,


frustración, tristeza…

Y todo ello deja paso a sensaciones de alegría, tranquilidad, armonía y


plenitud.
Desapego y felicidad

Dentro del enfoque del crecimiento personal y la espiritualidad, el término


desapego es clave para alcanzar la felicidad.

Significa ser capaces de sortear las barreras de nuestra zona de confort


para dejar de necesitar, de depender, de vivir con miedo a perder
dimensiones a las que nos aferramos en exceso.

Intentemos por un momento explicar qué es para nosotros la felicidad.

Hay quien diría que feliz es quien disfruta de grandes bienes, una buena
pareja, una holgada cuenta corriente. Todo ello cubre sin duda muchas de
nuestras necesidades más básicas.

Sin embargo ¿ofrecen estas dimensiones un sentido auténtico de felicidad?

En realidad, la definición más ajustada sobre lo que es la felicidad no puede ser


más simple: felicidad es ausencia de miedo, es no saber qué es y a qué
sabe la ansiedad.

Significa básicamente saber amar, apreciar e involucrarnos en las cosas desde


un punto de vista más equilibrado y saludable, liberándonos a su vez de esos
excesos que nos ponen cadenas y que nos amarran. Que nos cortan las alas.

Practicar el desapego es por tanto el primer paso para alcanzar ese


estado.

Es permitirnos ser más libres, más ligeros, menos aferrados a lo que tenemos o
lo que nos falta.

Significa también poder y saber darnos a los demás con autenticidad y sin
presiones.

¿Qué nos aporta el desapego?

El desapego es un proceso interno que debe emprenderse mientras se


permanece inmerso y activo en el resto de los acontecimientos vitales.

Aun así, el desapego nos ayuda a darnos cuenta de una manera más serena
de lo que está sucediendo a nuestro alrededor, sin involucramos hasta el punto
de llegar al sufrimiento emocional.
Es como ser testigos de los eventos sin que nos afecten de forma directa, nos
alejamos de la confusión inmediata y reflexionamos sobre el verdadero
significado de los acontecimientos o el comportamiento de las personas.

Esto no significa que debamos negar la existencia de problemas serios que nos
pueden desequilibrar. Sin embargo, la mayoría de las veces, los eventos son
menos catastróficos de lo que creemos en un principio.

El desapego nos permite vivir una vida intencional basada en nuestros


valores, metas y aspiraciones.

Nos da la libertad mental para tomar decisiones sobre cómo ser, en lugar de
absorbidos por los acontecimientos.

Evaluando menos emocionalmente lo que está bajo nuestro control y lo que no,
podremos actuar en consecuencia.

La adversidad no nos romperá de igual manera, o al menos, alcanzaremos una


visión más clara para encontrar mejores formas de salir de ella.

Nuestro yo central debe ser independiente de factores externos. Con un


desapego sano, obtendremos una sensación de integridad y paz interior mucho
mayor.

Podemos estar en soledad con nosotros mismos, sintiéndonos firmes y


confiando en que podemos enfrentarnos a las corrientes y obstáculos de la
vida.

Cómo practicar el desapego

 Aceptar la realidad. Evaluemos desde el corazón qué podemos cambiar o


qué necesitamos dejar ir, cuál es nuestro problema o problemas actuales,
si es que los hay, y observemos qué estamos haciendo con ello. No todo
debemos tomarlo desde el punto de vista personal, pongamos algo de
distancia en nuestra visión de las cosas.

 Enfocarse en las soluciones en lugar de en los problemas. Rumiar


sobre lo que está mal o podría salir mal solo contribuye al estancamiento y
a la derrota. ¿Cómo tratamos con esto? es una buena pregunta que
deberíamos hacernos en lugar de pensar que todo está perdido.
 Aceptarse a uno mismo. No te castigues por tus errores. Debemos hacer
las paces con nosotros mismos para estar en paz y aceptar nuestras
imperfecciones como cualquier otro ser humano.

 Buscar la estabilidad emocional. Las emociones a menudo parecen ir


por su cuenta, yendo y viniendo, subiendo y bajando, aparentemente por
propia voluntad. Pero no tienen por qué controlarnos. Lo que sí podemos
hacer es trabajar con nuestros pensamientos y nuestras
autoconversaciones. Debemos desafiarlos para asegurarnos de que estos
pensamientos en realidad son realistas y constructivos.

 Asumir la responsabilidad de nuestras acciones, emociones y


pensamientos. Nadie puede obligarnos a hacer o sentir algo. Cómo
respondemos a los desafíos de la vida es algo que se encuentra
completamente bajo nuestra elección.

 Contención de impulsos. Si algo no lo tenemos del todo claro, parémonos


a pensar, no demos una respuesta inmediata llevados por los nervios o con
precipitación.

 Reconozcamos nuestro equipaje emocional: esto incluye la culpa, la


amargura, el odio, los remordimientos o la autocompasión. Para procesar y
superar las emociones negativas debemos observar el evento pasado con
cierto grado de desapego, intentando entender qué salió mal, quién hizo
qué, cuándo y por qué.

 Tomar distancia de las opiniones y acciones de otras personas,


incluso cuando estemos en una relación cercana con alguien. Podemos ser
solidarios con los demás, pero su vida es suya para vivirla como quieran.
Todos tienen su propio camino para avanzar.

 Abrazar la incertidumbre. Si podemos hacer algo para crear claridad,


adelante. Si no, vayamos con la corriente y adoptemos la actitud de que
tenemos lo que se necesitamos para hacer frente a lo que nos depare el
futuro.
 Estar presente en el aquí y ahora. Esta es la regla básica para no caer en
manos de la depresión y la ansiedad, solo entonces podremos tomar el
control.
Ejercicios

Trucos mundanos para vivir en el desapego.

Práctica para tomar conciencia y soltar.

Es un ejercicio que lo puedes adaptar a tus preferencias.

El orden de las frases los puedes cambiar

La idea es:

1. Hacer una meditación observando la respiración.

2. Pasados unos minutos o cuando sientas que ya has conectado contigo y


tu mente está un poco más en calma

3. Pronuncia estas 3 frases hacia ti misma

 Gracias xxx (nombre de la emoción. Persona u objeto)

 Me despido de ti.

 Tomo la decisión de sanar

 
Aceptación

Capacidad para ajustar nuestros recursos mentales a las circunstancias del


entorno, reforzándolos durante el proceso.

La aceptación

Vivimos en una sociedad mediática y líquida que se esfuerza en mostrarnos


cotidianamente el canon de la perfección.

En cualquier medio de comunicación nos encontramos cómo conseguir la


figura perfecta, la casa soñada, el coche ideal...

Todos estos aprendizajes instalan en nuestro interior la idea de que algo nos
falta que nos hacen infelices.

Dentro de las Terapias de Nueva Generación, la Teoría de Aceptación y


Compromiso parte de la idea de que existe un grado de sufrimiento inherente
a la vida, que no se puede eliminar.

Se centra en el trabajo sobre los valores sin evadir ni patologizar el sufrimiento.

A través de la autoaceptación, la observación de qué pensamos y qué


creencias nos provocan dichos pensamientos, enfocándose en el presente, se
busca guiar al paciente para que se involucre y comprometa a seguir sus
propios valores independientemente de lo que la sociedad dicte, viviendo como
uno cree que debe vivirse.

Distingue entre el dolor inherente a la vida, como cuando hay una pérdida
importante y el trauma que causa a la persona la no aceptación de ese
sufrimiento mínimo, lo que lleva a un sufrimiento mayor e incluso puede estar
en la base de determinados trastornos psicológicos.

Por supuesto, esto no quiere decir que no podamos utilizar recursos para
intentar mejorar física y psicológicamente.

Acepta primero tu situación y a partir de ahí céntrate en mejorarla


Ante cualquier situación que te produzca malestar, analiza si puedes hacer algo
para solucionarlo.

De ser así, crea un plan de acción para mejorar tu vida, pero en el caso de
que veas que no puedes hacer nada para cambiar algo, si quieres seguir
adelante tienes que aceptar la realidad o sufrirás más de lo necesario.

Aceptar no significa conformarse

A continuación, analizaremos las diferencias entre la conformidad y la


aceptación

La aceptación va encaminada a tolerar una situación, saber que la vida es así


y no todo puede ser bueno, pero inclinándose hacia la acción.

Se puede convivir con esa situación desagradable sin que eso cause un
malestar exagerado, pero a pesar de vivir bajo una circunstancia que no nos
gusta, se logra centrar el interés y el foco de atención hacia otras áreas, se
intentan abrir nuevas puertas.

Aceptar, es abandonar una lucha hacia algo que no tiene solución y


buscar otros caminos que nos permitan vivir como nos gustaría.

Se tienen pensamientos del tipo: “Esto es la realidad y no puedo hacer nada


para cambiarla, lo aparco y sigo con mi vida intentando conseguir mis
propósitos”

La conformidad se produce cuando no toleramos una situación. Como las


cosas no son como queremos, nos cerramos en banda y tendemos a la falta
de acción y estancamiento.

Las emociones que nos debilitan aparecen y nos rendimos, creemos que
no podemos mejorar nuestra vida.

Se tienen pensamientos del tipo: “Soy incapaz de cambiar mi vida, soy un


desgraciado y siempre seré infeliz”.

Se tiende a la lamentación y victimismo, se pierde la esperanza de poder


mejorar en el futuro.
La persona no se abre a nuevas posibilidades y tira la toalla, se conforma con
la vida que tiene, aunque no le guste, no moverá un dedo para cambiar su
situación, lo que provocará cada vez más frustración.

La aceptación en la psicología positiva

La psicología positiva tiene como objetivo el estudio de las experiencias


positivas, basándose en el método científico.

La aceptación es uno de los pilares básicos en los que se fundamenta, ya que


sin este componente nuestro desarrollo queda incompleto.

¿Aceptas quién eres? ¿aceptas tus emociones, sentimientos y pensamientos?

Analicemos ahora, cómo es posible dar el paso hacia la autoaceptación y lo


que esto implica.

Es habitual anhelar ser feliz, ya que es una cuestión esencial en todo ser
humano, pero ¿realmente sabes lo que supone ser feliz? ¿Sabes qué pasos
son los que tienes que dar para obtener una mayor satisfacción en tu vida?

La realidad es que sabemos muy poco, vamos adquiriendo conciencia y una


visión más clara, a través de la experiencia.

Cuando la experiencia es significativa sirve para aportarnos conciencia si


profundizamos en ella y obtenemos algún aprendizaje.

Este sería el modo inteligente de vivir lo que experimentamos.

Ponemos muchas barreras a nuestra experiencia, y es que nos resistimos a


vivirla, a sentirla, e incluso a dejar que nos duela y nos afecte.

Por esta causa entramos rápidamente en modo represión de las emociones.

Nos ponemos una venda en los ojos intentando evitar el dolor, pero de esa
forma solo alcanzamos a ser víctimas del sufrimiento.

Lo único realmente capaz de sacarnos de esta situación en la que caemos tan


fácilmente, es, sin duda, la aceptación.

Trampas que impiden la aceptación según la Psicología Positiva


En la psicología positiva, la autoaceptación es un criterio central para el
bienestar psicológico.

Es cierto que las personas tenemos muchas limitaciones. Generalmente,


solemos ser conscientes de ellas y, sin embargo, tenemos la necesidad de
sentirnos bien con nosotros mismos.

A veces esto supone una contradicción para el propio individuo, que no se


siente bien debido a la conciencia que tiene de sus limitaciones.

En cualquier caso, las limitaciones están ahí. La mayoría de ellas forman


parte de nuestra naturaleza y, luchar contra ellas, tiene tan poco sentido como
luchar y rebelarnos contra nosotros mismos.

La psicología positiva nos enseña a vencer este sentimiento que causa


malestar, mediante la costumbre de generar actitudes positivas hacia nosotros
mismos.

La perfección no existe, pero nos hacen creer que sí, y esto es algo que
muchas veces nos venden desde fuera, a través de los medios de
comunicación.

Todo forma parte del negocio, es un truco para generarnos insatisfacción.

Nuestra insatisfacción por lo que no tenemos, por lo que nos falta y por lo que
nos dicen que es a lo que tenemos que aspirar, genera una sociedad en busca
de necesidades materiales.

Esto forma parte de la falacia de la felicidad que nos venden las grandes
corporaciones que forman la omnipresente sociedad consumista.

¿Cómo vamos a aceptarnos si existe tanta distancia entre lo que somos y lo


que nos dicen que tenemos que ser?

Existen muchos intereses para que no nos aceptemos y, lo peor, es que


caemos en su juego.

De esta manipulación solo podemos salir afinando nuestra conciencia y


apartándonos de lo que nos genera un falso y efímero bienestar.
En nuestro mundo occidental, las trampas para que estemos más fuera de
nosotros que dentro, son frecuentes, y esto es lo que nos impide conocernos y,
en definitiva, aceptarnos.

La autoaceptación y el sentirse bien consigo mismo

La paz que nos aporta el sentirnos bien con nosotros mismos va de la mano
con la autoaceptación.

Esto es un proceso, sobre todo, de conciencia.

En él debemos aprender a distinguir lo real de lo falso, lo que promueve una


dependencia hacia la insatisfacción y lo que nos ayuda a ir aceptándonos tal y
como somos.

Si para sentirnos bien empleamos estrategias como buscar agradar a todo el


mundo y pretender ser el paño de lágrimas de quienes nos rodean,
acabaremos descubriendo que no nos tenemos ningún aprecio.

Cuando todo lo que hacemos es por y para los demás, significa que queremos
compensar nuestra falta de autoestima.

Esto no es algo honesto, no es justo ni para nosotros, ni para las personas a


las que nos entregamos.

Te invitamos a que te conozcas, reflexiones y te desprendas de los mensajes


que han sido colocados en tu mente sin que te los hayas cuestionado.

Respeta tus emociones, lo que sientes son oportunidades para conocerte y


valorarte.

Procura no reprimirlas, no silenciarlas, pues en cualquier momento saldrán


disparadas y esto te hará sentirte mucho peor.

Acepta que puedes cometer errores, pues estos forman parte de tu


aprendizaje y sin ellos no tendrías la oportunidad de crecer.

Acepta que puedes caer bien o mal a otras personas y que tú eres un ser
con tus valores, carencias, virtudes y defectos, todo un compendio de lo que te
hace ser único.
Aprende a valorarte por cómo sientes, piensas y te emocionas y cuestiona
todos los deberías.

Emplea tu propio criterio y aprende de tu experiencia y de la observación.

¿Cómo puedes conseguir aceptar?

 Observa lo que hay. Obsérvate a ti mismo, observa a los demás, y


observa las circunstancias de la realidad actual. Permítete estar en el aquí
y ahora.

 Elimina los juicios de valor. No juzgues, no critiques, no te quejes, no


etiquetes. Porque estas acciones solo te llevarán al sufrimiento. Y no tiene
sentido quejarte y criticar lo que es, lo que está siendo.

 Deja de preguntarte "el por qué" de aquello que no te gusta. Tratar de


responder a esta pregunta lo único que hace es robarte toda tu energía,
para finalmente no encontrar respuesta.

 Pregúntate "¿PARA QUÉ estoy viviendo esto?" Esta pregunta te enfoca


hacia la aceptación, hacia la comprensión, y te permite hacer algo al
respecto, tanto si la situación se puede cambiar como si no. Esto implica
realizar un aprendizaje, entender que puede aprovecharte de la situación
presente para aprender algo. Porque de toda experiencia se puede extraer
un aprendizaje.

 Enfócate en la acción. "Teniendo en cuenta que las circunstancias


actuales son estas ¿qué puedes hacer para sentirte mejor?". Trata de ver
qué puedes hacer aun aceptando lo que está ocurriendo.

 Comprende que el dolor es inherente al ser humano. Somos seres


emocionales. Rechazar el dolor no es humano. Si no aceptas el dolor, éste
se transforma en sufrimiento. Reconoce tus emociones y que hay algo que
te duele. Reconociendo esto, comenzarás a dar pasos que te permitirán
sentirte mejor a pesar del dolor.

 Siente. Conéctate con tu cuerpo y con tus emociones. Reconoce el estado


de tu cuerpo, reconoce tus emociones y lo que sientes. Permítete sentir. No
reprimas. No pasa nada por sentir.
 Sal del rol de víctima. Porque este rol te lleva a la apatía y además es una
espiral sin salida y adictiva.

 Trabaja tus miedos. Tener miedo es algo natural. La función del miedo es
evolutiva. Pero aun teniendo miedo, actúo. El miedo no te paraliza.

 Elimina de tu vocabulario (tanto al pensar, como al expresar) los


términos "tendría" y "debería". Tanto los relacionados contigo mismo, los
que tienen que ver con los demás, y los que hacen referencia al mundo, a
la vida, y a las circunstancias que te rodean.

 El sufrimiento tiene que ver no con los pensamientos que tienes,


porque es inevitable tener pensamientos, sino con el CREERSE LOS
PENSAMIENTOS QUE TIENES.
Ejercicios: La aceptación

Comienza por practicar la aceptación cada día en los pequeños hechos


cotidianos:

 Aceptación de olores, sonidos, ambiente físico.

 Aceptación de emociones, precedido por reconocimiento y entendimiento


de cómo se encuentra mi cuerpo. Es importante reconocer el estado físico
y conectar con el cuerpo.

 Aceptación de pensamientos y sentimientos negativos. No te juzgues


cuando tengas un pensamiento negativo o una emoción dolorosa.
Simplemente, cuando te des cuenta de que estás teniendo un pensamiento
negativo, deja que pase, y enfócate en otros pensamientos alternativos. Y
en cuanto a las emociones dolorosas, permítete sentirlas, y pregúntate:
"¿qué puedo hacer para sentirme mejor aun teniendo esta emoción tan
dolorosa?"

Lo que está ocurriendo en este momento, va a ocurrir de todas formas,


independientemente de que me guste o no.

Pero si acepto que esto es así, no sufro. Si no lo acepto sí. Y lo cierto es


que está ocurriendo de todas formas.

Así que negarlo y no aceptarlo no me aporta nada más que sufrimiento.


Ejercicios: La defusión cognitiva nos ayuda a lidiar con pensamientos
indeseados

La defusión cognitiva es una técnica que proviene de la terapia cognitiva.

El cometido que tiene es reducir aquellos pensamientos indeseados que


aparecen por nuestra mente y que sentimos que dirigen nuestra vida. A este
tipo de pensamientos se les puede denominar obsesivos o rumiantes, entre
muchas otras acepciones.

La característica principal de estos pensamientos, y su dificultad para


erradicarlos, está en que giran en círculo sin salida para ellos. Además,
mientras se encuentran girando, nosotros mismos los vamos a alimentando.
Los ingredientes que más les gustan son las preocupaciones y los miedos.

Por estos motivos, huir de este tipo de pensamientos no es una solución, al


igual que ignorarlos.

Lo que propone la defusión cognitiva es enseñarnos a relacionarnos con


este tipo de pensamientos intrusivos.
¿Cómo se puede hacer eso?

Mediante determinados ejercicios que nos ayuden a separarnos de ellos y


verlos con perspectiva.

¿Cómo nos fusionamos con los pensamientos indeseados?

La defusión cognitiva intenta que dejemos de fusionarnos con esos


pensamientos indeseados que nos limitan día a día.

No podemos concentrarnos, dormimos mal, incluso haciendo ejercicio tenemos


la mente repleta de pensamientos intrusivos…

Esta realidad, es imprescindible que sepamos cómo se construye.

Por eso, antes de tratar la defusión cognitiva en profundidad, vamos a ver


cómo se crean este tipo de pensamientos.

La manera en la que nos fusionamos con los pensamientos indeseados


radica en que nosotros creemos que somos esos pensamientos.

No somos capaces de verlos de una manera contemplativa (desde fuera),


como se enseña en el midfulness.

Por este motivo, consideramos esos pensamientos algo muy importante que
requiere toda nuestra atención. Tanto es así que ninguna actividad puede
hacer que dejemos darles vueltas.

También es habitual considerar a ese tipo de pensamientos como verdades


absolutas.

Por lo general, no son pensamientos que nos gusten, por lo que indirectamente
se convierten en una especie de amenaza. De esta manera, nos enganchamos
más a ellos, utilizando estrategias poco adecuadas para librarnos de ellos.

Todo esto, también tiene un impacto emocional.

Cada pensamiento de este tipo en el que nos enfocamos


provoca emociones muy fuertes en nosotros.

Puede que sintamos un miedo intenso, que la ansiedad esté a flor de piel… Es
algo natural, pues hay una amenaza de la que tenemos que defendernos.
La cuestión es que esa amenaza está en nuestra mente y nosotros mismos la
estamos alimentando, fusionándonos con pensamientos de los que no
sabemos separarnos.

Ejercicios de defusión cognitiva

Para terminar con esta situación tan desagradable para quien la vive y saber
cómo actuar en el caso de que se repita, la defusión cognitiva propone
algunos ejercicios.

Ponerlos en práctica siempre que lo necesitemos nos ayudará a ir


defusionándonos de los pensamientos. Con el tiempo, haremos esto de una
manera tan automática que ya no nos apegaremos a ningún pensamiento de
este tipo.

Todos los ejercicios de defusión cognitiva tienen 3 propósitos.

- El primero, es que seamos capaces de identificar y desnudar al


pensamiento;

- el segundo, que logremos sentirlo lo máximo que podamos;

- el tercero, que consigamos soltarlo o liberarlo.

Descubramos algunos ejercicios que ayudan a lograr esto:

1. “Estoy teniendo el pensamiento de…”

Este primer ejercicio de defusión cognitiva consiste en coger ese


pensamiento que nos está perturbando y ponerlo en la siguiente frase:
“yo soy/yo no soy…”.

El objetivo es que la podamos completar de acuerdo con nuestra propia


experiencia. Por ejemplo, ponemos “yo no soy válido”. Podemos escribir esta
frase o decirla en alto.

Ahora, vamos a entrar en esa frase. Nos vamos a sentir no válidos, incluso
puede que nos vengan imágenes a la mente de situaciones en las que nos
sentimos de esta manera. También, es posible, que aparezcan por nuestra
mente frases de personas que nos han hechos sentir de esta manera.
Bien, una vez llegados a este punto en el que somos conscientes de que no
somos válidos, vamos a coger el siguiente modelo de frase y encajar este
pensamiento en ella. Sería así: “estoy teniendo el pensamiento de que yo
soy…”. Ahora sí que deberíamos decirlo en voz alta.

¿Qué pensamiento estamos teniendo? “Estoy teniendo el pensamiento de


que yo no soy válido”.

¡Perfecto! ¿Qué ha ocurrido? De repente, nos hemos desvinculado


completamente de ese pensamiento. Lo vemos con una cierta perspectiva,
aunque sea pequeña. Este es un gran avance. Repetir este último enunciado
varias veces nos ayudará a lograr una distancia con nuestros pensamientos y
avanzar con el segundo ejercicio.

2. La pérdida del sentido

Hemos denominado a este ejercicio así porque creemos que resume muy bien
su objetivo. Para realizarlo, vamos a coger una palabra que nos guste. Por
ejemplo, “verde”. Bien, pues vamos a repetir la palabra “verde” muchas
veces. Cuando llevamos repitiéndola un rato, probablemente nos daremos
cuenta de que ha perdido su significado.

De repente, nos olvidamos de la definición de la palabra y tan solo la


vemos como una serie de sonidos saliendo por nuestra boca. Incluso
puede que la visualicemos con todas sus letras, pero carente de todo
significado. Es posible que nos sintamos como si estuviésemos viendo una
palabra en un idioma que desconocemos.

Bueno, pues una vez hemos conseguido llegar a este punto con esta palabra,
cogeremos la palabra “no válido”. Vamos a repetir esta palabra hasta que su
sentido se diluya en los movimientos de nuestra boca y las vibraciones de los
sonidos que pronunciamos.

El pensamiento, de un momento para otro, dejará de tener sentido.

Estos dos ejercicios son muy interesantes para lograr distanciarnos un


poco de los pensamientos intrusivos. No obstante, es importante que
cuando los finalicemos con éxito nos hagamos algunas preguntas.
¿Me está siendo útil ese pensamiento? ¿Me ayuda a resolver alguna situación?
¿Me está beneficiando? ¿Me va a llevar hacia alguna parte?

Seguro que ahora lo vemos mucho más claro y pronunciamos un rotundo “no”.
Esto nos permitirá soltar ese pensamiento y dejarlo marchar. El paso
definitivo para liberarnos de ideas rumiantes de las que antes no conseguíamos
desembarazarnos.

La defusión cognitiva es una técnica muy efectiva para lidiar con los
pensamientos indeseados. Pensamientos que pueden hacer que no
disfrutemos tanto de la vida, que estemos sumidos en una tristeza constante y
que todo carezca de sentido.

Cuando vemos a los pensamientos como son, meras ideas en nuestra mente, y
nos apartamos de ellos, todo se vuelve más claro.

Antes parecía que teníamos una niebla densa que rodeaba nuestra
cabeza. Ahora, gracias a la defusión cognitiva, esa niebla se va disipando
poco a poco.

¿Cómo podemos promover y desarrollar la aceptación?

Autoconocimiento. Es importante desarrollar un profundo y sincero


conocimiento sobre nosotros mismos, a partir de la reflexión y el análisis de
nuestras limitaciones y capacidades personales. Siendo sinceros con nosotros
mismos y no autoengañarnos.

Darse tiempo para asumir la situación de una forma positiva y realista. No


apresurarse en obtener una respuesta.

Aprender a manejar aquellas situaciones que nos producen sensaciones


desagradables, es decir, aumentando nuestra tolerancia a la frustración.
Ajustar nuestras expectativas a la realidad.

Adoptar una actitud más paciente y tolerante, disminuyendo la autoexigencia


y rigidez mental.

Practicar el perdón.

Recuerda que nosotros creamos nuestras propias oportunidades.

Cómo trabajar la aceptación

Es fácil entender la conceptualización del término "aceptación", otra cosa es


llevarlo a la práctica...

La aceptación es la base del bienestar, por tanto, es imprescindible trabajarla


desde el principio.

El concepto de aceptación es bastante complejo, requiere de introspección,


flexibilidad, apertura de mente y estar dispuesto al cambio.

Importante: Aceptar NO es resignarse.

Aceptar es comprender que la realidad es la que es. La aceptación implica


comprensión de la realidad.

Si niego algo, no puedo transformarlo, porque no me hago consciente.

Cuando acepto, la queja la dejo a un lado.

La resignación implica queja y cerrar la puerta al cambio. La aceptación


requiere observación y comprensión de lo que ocurre.

Lo que ocurre cuando lo acepto, no tiene por qué gustarme. Acepto


independientemente de que me guste o no. Porque no tiene sentido negar lo
que es, lo que existe. La realidad de este momento no la puedo negar.

El aceptar me permite ponerme en marcha, al tratar de comprender, entiendo


que esto es lo que está ocurriendo en este momento.

Cuando no acepto es muy probable que mi dolor se transforme en


sufrimiento.

No puedo negar la realidad porque entonces me estoy engañando.


La realidad es que las circunstancias en este momento son las que son.

Yo tengo una serie de características personales, las cuales realmente son


neutras, pero las categorizamos normalmente en cualidades y defectos.

Con nuestras cualidades estamos conformes y con los defectos no.

Pero la realidad es que yo tengo cualidades y defectos. Si niego aquello que no


me gusta de mí mismo, me estanco. Si lo acepto, podré transformarlo.

Si yo soy una persona desordenada y no lo acepto, continuamente me quejaré,


escucharé quejas ajenas, y no haré nada más. Si acepto que soy desordenada,
podré enfocarme en la acción, incluso podré tratar de cambiar esta
característica mía.
Adaptación.

Capacidad para “darle la bienvenida a nuestra vida”, a todo lo que llega a ella,
sea lo que sea, generando una actitud activa de aprendizaje y otro crecimiento.

Los procesos de adaptación: la asimilación y la acomodación

El ser humano, al igual que el resto de los seres vivos, tiene que
adaptarse a su ambiente en su fin último de sobrevivir.

De hecho, el epistemólogo, psicólogo y biólogo Jean Piaget decía que una de


las características más importantes que distingue a los seres vivos es que
son sistemas autorregulados, es decir, son capaces de mantener sus
estructuras recuperándolas y restaurándolas cuando se ven alteradas o
dañadas.

De esta forma, los seres vivos tienen como objetivo alcanzar un estado de
equilibrio, el cual se logra a través de unos procesos de adaptación.

Además, Piaget entendía ese estado de equilibrio no como un estado de


reposo, sino como un proceso activo y dinámico.

Por lo tanto, es necesario cambiar continuamente las respuestas dadas a fin de


compensar las variaciones que presenta el medio.

¿Cómo se consigue el equilibrio?

A través de dos procesos de adaptación contrapuestos, aunque en cierta


medida son complementarios, son la asimilación y la acomodación.

Antes de profundizar en estos procesos de adaptación es conveniente entender


primero el término “esquema”.

Desde la teoría de Piaget, un esquema es un patrón de conducta o mental


organizado que representa un modo característico de interaccionar con el
medio.

De este modo, todo concepto o acción se puede integrar dentro de un


esquema, y estos en su conjunto forman la realidad del individuo.

Asimilación
La asimilación es el proceso por el que los esquemas previos se imponen
sobre los nuevos elementos, modificándolos para así integrarlos.

De la misma manera que el organismo físico asimila la nueva materia, al


alimentarnos y hacer la digestión; también es necesario asimilar la nueva
información a las estructuras intelectuales ya existentes.

Este es un proceso por el cual se modifican las creencias sobre el ambiente


para adaptarse al medio según las necesidades y demandas.

De este modo, las nuevas experiencias tratan de amoldarse a las formas


previas de conocimiento y de acción.

Y por esto, decimos por tanto que la interacción adaptativa entre el


organismo y el medio tiene de entrada un carácter “asimilatorio”.

Ahora bien, a pesar de la fuerza de resistencia que oponga el esquema, si un


elemento es muy disonante será imposible asimilarlo.

Un ejemplo de este fenómeno, es cuando un niño pequeño ve por primera vez


un caballo y lo llama “perro grande”.

Esto nos muestra como la nueva información (caballo) ha sido asimilada a un


concepto existente “perro”, aunque tarde o temprano esa asimilación dejará de
tener validez.

Acomodación

La acomodación es el proceso por el cual se modifican los esquemas


previos en función de la variaciones externas.

Es decir, alteramos nuestras construcciones acerca del medio que nos rodea
acorde a la nueva información entrante.

Esto supone, al contrario que la asimilación, un cambio interno para lograr así
el estado de equilibrio adaptativo.

Este proceso suele ocurrir cuando la asimilación no puede mantener la


disonancia existente o es incapaz de incorporan la información nueva a
esquemas previos.
Por lo tanto, si el individuo quiere interactuar con las nuevas experiencias, no
tendrá más remedio que acomodarse a esta situación, reestructurando sus
estructuras intelectuales disponibles.

Siguiendo el ejemplo anterior, la acomodación es cuando el individuo ve que el


“perro grande” (caballo) empieza a distar demasiado de la categoría “perro”;
por lo que se ve forzado a cambiar sus concepciones previas y crear una nueva
categoría que sea “caballo” y otorgarle un esquema propio.

Relación entre los procesos de adaptación

Es importante entender que, a pesar de que estos dos procesos de adaptación


(asimilación y acomodación) son contrapuestos, también son complementarios.

Para lograr la adaptación correcta, hace falta que ambos procesos se


equilibren adecuadamente y que cumplan su función.

Además, no existen las “asimilaciones” o “acomodaciones” puras, sino que


siempre se trata de una combinación de ambas en distinta proporción.

Así, la asimilación y la acomodación son dos caras de la misma moneda.

Para Piaget la asimilación y la acomodación no eran solo simples


procesos de adaptación, también eran el motor del desarrollo personal.

En cada estadio evolutivo, el sujeto asimila toda la nueva información que le


llega, hasta que su cognición no tolera más incongruencias.

Es entonces cuando tiene que dar el salto cualitativo a otro estadio, haciendo
uso para ello de la acomodación.

Y de esta manera, asimilando y acomodando, el individuo va desarrollándose


hacia estadios superiores en un proceso de desarrollo, de crecimiento personal
que no termina nunca.

Tuneado del artículo publicado en www.lamenteesmaravillosa.com


Autor: Alejandro Sanfeliciano
La felicidad depende de nuestra capacidad de adaptación

De nuestra capacidad de adaptación a las diferentes circunstancias que


se nos van presentando en la vida, depende nuestra felicidad.

Es así de sencillo: cuanto mayor sea nuestra capacidad de adaptación, mejor


uso de uno mismo haremos y más felices y plenos nos sentiremos.

Pero el hecho de ser flexibles y saber adaptarse a una nueva situación no es


algo que nos venga dado, sino que es algo en lo que hay que trabajar; requiere
de un autoconocimiento interior y de una serenidad que evite una reacción
impulsiva y negativa o que lleve a una situación de estrés.

Hay momentos en la vida en los que la capacidad de adaptación a


imprevistos ya sean de tipo emocional (una separación, la pérdida de un ser
querido…), físicos (una enfermedad, una lesión, una operación, un
accidente…), económicos (pérdida del trabajo, del poder adquisitivo…) o
materiales (pérdida de la vivienda o de un bien muy preciado), se ve
mermada produciendo un estado de alarma en nuestro organismo que
provoca un debilitamiento sustancial del sistema nervioso e inmunológico,
provocando estados de apatía, angustia, melancolía, tristeza o desconsuelo.

Adaptación y Felicidad

Bridget Grenville-Cleave, miembro fundador de la Asociación Internacional de


Psicología Positiva distingue en su libro “La ecuación de la felicidad” nos
comenta que la adaptación funciona de dos maneras:

1. Consideremos que te toca la lotería; a corto plazo, las cosas sencillas


que antes disfrutabas, como beber una cerveza fría, un día de verano,
podrían parecer menos satisfactorias en comparación con los nuevos
placeres que el dinero te brinda. Esto recibe el nombre de “efecto de
contraste”.

2. Un efecto diferente se produce cuando la novedad de la buena fortuna


decae, como es habitual, a ese se le conoce como “efecto del hábito”.
Tanto “el efecto de contraste como el de hábito”, hace que nuestra felicidad se
vea afectada.

Lo que antes me generaba felicidad, mis gustos y placeres, ahora que estoy
situado en otro nivel económico, se han transformado en más sofisticados, por
ejemplo; tomar champagne me produce ahora mayor placer que tomar cerveza,
y lo más seguro que después de un año de haber adquirido la mansión de mis
sueños deje de sorprenderme pues el efecto de asombro habrá pasado y habré
de acostumbrarme a mi nuevo hogar.

Por otra parte, la investigadora Sonja Lyubomirsky, comenta en una


entrevista titulada “Desmontando los mitos de la felicidad” publicada en
Greater Good Science Center, lo siguiente sobre la “adaptación hedonista”:

“La adaptación hedónica significa que los seres humanos son notables
en acostumbrarse a los cambios en sus vidas. Esta adaptación evolutiva
tal vez está relacionada con nuestro cableado cerebral, así que todos
nosotros nos acostumbramos a lo familiar”.

Esta adaptación también implica los sucesos negativos que tenemos en


nuestra vida, no únicamente lo bueno.

Por ejemplo: si nosotros tenemos un evento traumático o difícil de superar


como; perder a un ser querido (padres, pareja o hijos) o tener secuelas de un
accidente automovilístico (perder una pierna o no volver a caminar), lo más
seguro que esa circunstancia nos reduzca nuestro nivel de felicidad, pero con
el paso del tiempo, esa situación será más familiar y al cabo de un año o
menos podamos regresar a nuestro nivel basal de felicidad (el nivel que
teníamos antes del accidente).

Según la autora, pareciera que la adaptación es un proceso de nuestra


evolución como mecanismo de defensa para mantenernos alertas a lo
novedoso, Lyubomirsky comenta lo siguiente:

“Esto podría deberse a que, en nuestro entorno ancestral, era importante


para nosotros estar alerta o avisar cuando sucedía un cambio -un cambio
en el medio ambiente podría indicar una amenaza, o podría ser una señal
de oportunidad de recompensa”.
Si nos remontáramos a la época de las cavernas, seguro que existían más
amenazas que recompensas. Estar en constante alerta era lo que hacía que
nos mantuviera vivos como especie, además de vivir en manada.

Gracias a que nuestra biología y en especial a nuestro cerebro que nos dotó de
este mecanismo para sobrevivir, es que nuestros antepasados pudieron seguir
perpetuando la especie.

Sin embargo, lo que fue un maravilloso mecanismo de supervivencia en


tiempos remotos pareciera que se ve obsoleto en la actualidad.

Hoy en día muchos de los peligros que existían para el hombre prehistórico ya
no existen, sin embargo, nuestro cerebro aún conserva este mecanismo de
adaptabilidad que fue diseñado biológicamente para sobrevivir, no para
ser feliz.

Desde la perspectiva evolutiva la adaptación nos genera insatisfacción y es


necesaria porque nos mantiene motivados a actuar, si la felicidad fuera
permanente y eterna probablemente nada nos motivaría y terminaríamos
extinguiéndonos.

Por otra parte, también se han hechos investigaciones del “efecto de la


adaptación en las relaciones maritales”, y lo sorprendente es que al igual que el
premio de la lotería, el promedio de felicidad aumenta en los dos primeros
años de matrimonio, después de ese tiempo las personas vuelven a su
rango basal o “set point” de felicidad (el nivel de felicidad que tenía antes
de la unión).

Adaptación, felicidad y resiliencia

La vida presenta flujos constantes de circunstancias problemáticas, pero por


difícil y dolorosa que resulte cada una de ellas, lo que cuenta no es la situación
con su mayor o menor dificultad, sino la respuesta que se es capaz de dar en
cada momento para adaptarse de manera eficaz.

Aprender es adaptarse y lo estamos haciendo cada día de nuestra existencia,


aunque no seamos conscientes de estos logros.
Adaptarse con éxito implica que es posible obtener grandes beneficios,
incluso en las situaciones más adversas.

En una situación de adversidad o te adaptas o sucumbes; de modo que de la


respuesta que seas capaz de dar a la situación saldrás reforzado o
debilitado.

Pero es posible transformar los aspectos más indeseables y negativos de una


situación en nuevas oportunidades para crecer y desarrollarse; de manera que
se puede aprovechar la energía desencadenada y transformarla en una
corriente benefactora y positiva, logrando de este modo orientar la propia vida
por la senda de la felicidad.

Aprender de los fracasos o de las situaciones problemáticas y lograr


adaptarse sin pérdida de autoestima, es la base de la resiliencia, de la
resistencia adaptativa e inteligente.

En la vida existen infinidad de experiencias que no son de nuestro agrado, pero


con una actitud resiliente se puede, en medio de una profunda crisis, ser capaz
de obtener grandes ventajas.

Cada persona tiene el poder de transformar los acontecimientos negativos en


regalos milagrosos que le sirvan para avanzar de manera decidida hacia el
paraíso vital.

Este poder es la resiliencia, que surge de la resistencia ante las


adversidades y de la capacidad de aprender de la situación para
adaptarse de manera dinámica y flexible a nuevas necesidades.

Adaptarse y resistir de manera inteligente orienta la vida hacia la felicidad en


tiempos de crisis.

Tú también tienes ese poder, todos los sistemas complejos y adaptativos son
resilientes, como cada uno de los seres humanos que aún habitan este
hermoso planeta.

Aceptar las cosas como son


Una de las fuentes de sufrimiento más comunes en el ser humano es el deseo
de que las cosas sean distintas a como realmente son.

Cuando un país pasa por una grave crisis, la población mira atrás y desea que
todo fuera como antes, un antes que en su momento no se valoraba porque
parecía aburrido o bien había otras aspiraciones.

Lo mismo sucede con las relaciones interpersonales.

Quien tiene por pareja a alguien silencioso desearía un carácter dicharachero,


y este último pondrá de los nervios a quien convive con él un día tras otro.

¿Por qué anhelamos siempre lo que no tenemos?

Nuestra forma de vida está tan basada en el cambio y el progreso, que a


menudo valoramos negativamente la estabilidad sin saber cuál sería la
alternativa.

La insatisfacción es lo que permite el progreso de la ciencia, las artes y


todo lo que tiene que ver con la sociedad, pero cuando se vuelve crónica
en nuestro día a día deja de ser un estímulo para teñir de negatividad
nuestra vida.

Para ver el otro lado

Hay personas que, instalados en la queja y la amargura, molestan a los demás


–y a sí mismos– de forma totalmente estéril porque de nada sirve señalar lo
que no funciona sin ofrecer soluciones.

Madame Bovary dio nombre a lo que el filósofo Jules de Gaultier


denominaría “bovarismo”.

Se trata de un estado de insatisfacción permanente a causa del desnivel


entre las propias ilusiones y la realidad.

Sin abogar tampoco por el conformismo, si nuestras aspiraciones se hallan


siempre a gran distancia de lo que tenemos, jamás alcanzaremos la serenidad.

Como el burro que persigue la zanahoria, podemos pasar la vida entera


esperando “algo mejor” para descubrir al final que ya lo teníamos y no
habíamos sabido verlo.
Los manuales de psicología han puesto de moda el verbo procrastinar, que
significa postergar aquello que deberíamos hacer hoy.

Un aplazamiento que también se produce en un nivel existencial.

Muchas personas postergan la felicidad hasta que cambie la situación que


están viviendo.

Se convencen de que cuando encuentren un trabajo mejor o la pareja ideal, por


poner dos ejemplos, se darán permiso para disfrutar de la vida.

Sin embargo, este planteamiento tiene un fallo de origen y es que nada resulta
como esperábamos una vez que lo conseguimos.

Lo que ocurre es que muchas personas cuando llega el momento tan


largamente esperado o deseado sufren una desilusión; entonces fijamos
nuevos objetivos esperando que una vez alcanzados llegue, esta vez sí, el
premio definitivo.

Sin embargo, esto no acostumbra a suceder, ya que más que


insatisfacciones existen las personas insatisfechas.

Del mismo modo que nos resulta difícil aceptar las cosas como son, también
nos cuesta aceptar a los demás, ya que su forma de pensar y reaccionar
nunca coincidirá con nuestras expectativas.

Al hacer un favor a un vecino, nos duele si no obtenemos el mismo trato por su


parte cuando lo necesitamos.

En el ámbito laboral, a menudo consideramos que los compañeros no cumplen


con sus tareas, y el jefe o la jefa es un ser inútil que está dinamitando la
empresa.

En esta clase de pensamientos está el punto de partida de la mayoría de los


conflictos interpersonales.

Al esperar que los demás se comporten de determinada forma les estamos


negando el derecho a su identidad.

Además, al enfadarnos por estas diferencias obviamos algo muy importante:


ser o actuar de modo distinto a nosotros no tiene por qué ser negativo.
Afortunadamente, cada persona tiene una combinación única de defectos y
virtudes.

Podemos aceptar su singularidad y sacar partido de las cosas buenas que nos
ofrece o bien enrocarnos y señalar al otro como enemigo.

En 2002, Byron Katie publicó un libro orientado a acabar con la insatisfacción


personal: Amar lo que es.

Basado en aceptar y reconocer el valor de lo que configura nuestro entorno, no


se trata de resignarse a lo que hay, sino de amar nuestras circunstancias
para mejorar desde ese punto de partida.

Esta autora norteamericana sostiene que “la realidad es siempre más amable
que las historias que contamos sobre ella” y que cualquier enfado que
tengamos con los demás es, en el fondo, algo de nosotros mismos que
nos molesta.

Por eso mismo desearíamos cambiarlos, porque resulta más fácil exigir la
transformación del otro que la de uno mismo.

Convencida de que “lo que provoca nuestro sufrimiento no es el problema, sino


lo que pensamos sobre el mismo”, en su best seller propone que la persona
insatisfecha se entregue al “trabajo”, que empieza con estas dos fases:

1. Plasmar en el papel lo que no nos gusta. Tomar una situación o una


persona que nos desagrada y especificamos quién o qué provoca nuestra
tristeza, qué es lo que no nos gusta y cómo debería ser para que estuviéramos
satisfechos.

2. Indagar en el problema a través de estas cuatro preguntas:

a) ¿Es eso verdad?

b) ¿Tienes la absoluta certeza de que eso es verdad?

c) ¿Cómo reaccionas al tener este pensamiento?

d) ¿Quién serías sin él?

Byron Katie sostiene que ante un pensamiento negativo solo tenemos dos
opciones: o nos apegamos a él o indagamos para comprenderlo.
Esa última actitud y una relación constructiva con nuestro entorno nos llevarán
a un plano superior.

Una anécdota que se menciona en los talleres de superación personal tiene


como protagonista a un violinista que en pleno concierto en Nueva York vio
cómo se rompía una de las cuatro cuerdas de su violín.

En lugar de detenerse, decidió adaptar la melodía a las otras tres cuerdas, algo
realmente difícil con este instrumento.

Cuando le preguntaron por qué había elegido esa opción, respondió: “Hay
momentos en los que la tarea del artista es saber cuánto puede llegar a
hacer con lo que le queda”.

Sin duda, la realidad nos pone a prueba y a menudo estamos expuestos a


circunstancias indeseadas.

La cuerda rota del violinista tiene su equivalente, en la vida cotidiana, en


situaciones con mucho menos público, pero más dolorosas.

En lugar de lamentar nuestra suerte, podemos preguntarnos qué es lo que nos


queda y qué podemos hacer para restablecer el equilibrio en nuestra vida.

Para que vuelva a sonar la música, no obstante, es necesario aceptar las cosas
como nos ha tocado vivirlas, ya que son un reto y un aprendizaje.

Al mismo tiempo, en lugar de buscar culpables, debemos aceptar a los demás


y no fijarnos en su cuerda rota, sino en las otras tres que siguen sonando.

Artículo publicado en El País


Autor: Francesc Miralles
Propósito

Determinación firme y compromiso para llevar adelante todos nuestros


objetivos diarios.

IKIGAI o la razón de vivir

¿Has encontrado ya tu razón para vivir?

A veces las preguntas más fáciles de formular son las más complicadas de
responder.

Nuevamente vamos a hacer una incursión en la cultura japonesa para tratar de


encontrar inspiración que arroje luz sobre esta significativa interrogación.

Ikigai es un concepto japonés que significa “la razón de vivir” o “la razón de


ser”. Todos tenemos un ikigai, de acuerdo con la cultura japonesa. Encontrarlo
requiere de una búsqueda en uno mismo, profunda y a menudo prolongada.

Esta búsqueda es considerada de máxima importancia, ya que se cree que el


descubrimiento del propio ikigai produce satisfacción y aporta sentido de la
vida.

El término se utiliza para referirse a aquellas circunstancias mentales y


espirituales en las que las personas sienten que sus vidas son valiosas.

No está necesariamente ligada a la situación económica personal, o al estado


actual de la sociedad. Incluso si una persona siente que el presente es
sombrío, pero tiene un objetivo en mente, puede sentir el ikigai.

Los comportamientos que nos hacen sentir el ikigai no son acciones que nos
vemos obligados a llevar a cabo, sino acciones naturales y espontáneas.

Es una palabra que te invita a vivir al máximo, a “iluminarte de inmenso”, a ser


virtuoso y ser persona, a comprenderte a través de los ojos del mundo como si
éste fuese un espejo.

Desafortunadamente, aunque se trata de un concepto fácil de entender, quizá


no es sencillo de encontrar, debido a la complejidad emocional e intelectual de
nuestras vidas.
Veamos algunas claves.

Japón es una sociedad compleja, especialmente en lo que se refiere


al individuo como parte de la sociedad.

La naturaleza del Ikigai se basa en vivir el presente, como consecuencia, en


ningún momento la búsqueda del Ikigai persigue “vivir a medias”, justificándose
bajo la creencia de que existe una vida mejor en el más allá, prometida por
algunas religiones que en su filosofía incluyen la vida después de la muerte
como una forma de redención.

Es preciso profundizar en la comprensión de la filosofía y sociedad japonesa


intentando entender la lucha interna que en muchos casos sufre el individuo
japonés a la hora de relacionarse con el resto de la sociedad.

Como en cualquier otra sociedad, el individuo moldea su ‘yo’ en diferentes


niveles. Según Gordon Matthews, antropólogo americano, el individuo
japonés crea su propio ser a través de estas tácticas que, aun no siendo
específicas de Japón, permiten comprender la naturaleza de la sociedad
japonesa:

1. Nivel “dar por sentado”: es el nivel más profundo, que se observa
principalmente en el lenguaje y en las prácticas sociales atávicas. Por
ejemplo, el modo en que en Japón hablamos a nuestro superior en la oficina
es algo que tenemos muy interiorizado, que es “natural” y que damos por
sentado que debe ser así, sin plantearnos que pueda ser de otro modo.
2. Nivel “ y qué se le va a hacer’: es el nivel de las prácticas y normas
culturales y expectativas de las que el individuo tiene constancia pero poco
puede hacer para cambiar. Por ejemplo, el “sarariiman” o trabajador que
debe trabajar largas jornadas, que se dedicará en cuerpo y alma a su
trabajo, a pesar de que ello le puede suponer hasta la muerte, porque es lo
que se espera de él.
3. Nivel cultural: es el nivel en el que a través de la cultura buscamos dar
forma y justificar nuestro “yo”, el nivel más “libre”, en el que cada uno puede
dar rienda suelta a sus deseos e impulsos.
En el seno de la cultura japonesa yace un impulso por hacer primero lo que les
corresponde y después lo que se quiere, es decir que el Ikigai tiende a ser una
estructura mediante la cual los japoneses se inspiran para adaptarse, y no
necesariamente un entorno “libre”.

Ya no vale el hacer las cosas “porque es lo que toca” (para sacar el país


adelante después de la destrucción de la Segunda Guerra Mundial, por
ejemplo); la nueva generación quiere hacer las cosas “porque quieren”, así
que primero deben saber qué quieren, deben descubrir y comprender
su ikigai y luchar para conseguirlo.

Por ejemplo, con el envejecimiento de la población, los hombres y mujeres


japoneses saben que cada vez van a disfrutar de más años después de
jubilarse.

Además, con el deterioro de la economía japonesa, los trabajos de por vida y


los beneficios de los que el sarariiman disfrutaba antes del estallido de la
burbuja, han desaparecido.

Todo esto hace que hombres y mujeres japoneses se replanteen si realmente


su ikigai es la dedicación al trabajo (para ellos) o a la casa (para ellas) o si
eso no es más bien una obligación social sin más, la aceptación de unos roles
sociales (auto)impuestos por unas condiciones sociales y económicas
específicas del Japón moderno.

Sin embargo, después de las distintas catástrofes naturales, como el Tsunami


de 2011, el mundo japonés se viene replanteando su postura ante el Ikigai,
redefiniéndolo como un poder transformador capaz de integrar eventos
psicológicamente estresantes.

Este tipo de eventos (desastres naturales, catástrofes, accidentes…) nos dan


la oportunidad de replantearnos cuestiones importantes en la vida, como
puede ser el significado de nuestra vida hasta el momento, el concepto
de felicidad o hasta cómo queremos vivir a partir de ese momento, entre otras.

Así pues, el ikigai es también una técnica efectiva para afrontar situaciones


de estrés postraumático en las que se nos ofrece la oportunidad de
replantearnos nuestra vida y su significado.
Por último, es importante mencionar que la motivación y el significado de la
vida, a la vez reunidos en el Ikigai, son factores determinantes en la
productividad, en sentido amplio y no meramente economicista, de las
personas, puesto que comprenden un estado creativo y activo que incluye el
universo de las emociones.

A partir de esta estructura de valores el japonés moldea su conducta y actúa


para mantener viva la idea de que merece la pena vivir en este mundo, sea real
o imaginario.

No debería ser necesario mencionar que aunque se trate de un concepto


japonés basado en su propia visión del mundo, el poder transformador del
Ikigai puede ser extrapolado a nuestra sociedad en todos sus aspectos.

A continuación se muestra una imagen que ejemplifica la aplicación del Ikigai a


nuestra vida cotidiana a partir de la intersección de cuatro componentes
fundamentales: pasión, vocación, profesión y misión.

Es probable que conozcas a personas con vocación o pasión por lo que hacen,
pero actualmente es complicado hallar a alguien que reúna los cuatro
componentes fundamentales.

Esto no se debe a que la búsqueda del Ikigai esté reservada para algunos o
sea cuestión de suerte, sino a la actitud con la que cada persona enfrenta la
vida.

Siempre es más sencillo quedarse en la zona de confort, con un trabajo estable


que tal vez no es el que te apasiona, pero “ahí estár tranquilo”, que arriesgarse
por lo que realmente quieres.

Recuerda que también puedes cambiar tu mentalidad acerca de la vida, no es


necesario que hagas un gran cambio material porque la mayor transformación
parte de tu interior, no de lo externo.

Este término japonés se ha hecho bastante popular recientemente en


Occidente gracias a una TED Talk de Dan Buettner.

https://www.youtube.com/watch?v=ff40YiMmVkU
Vivir con propósito

Vivir con propósito es hacer uso de nuestra capacidad para afrontar la vida.

Es plasmar nuestros deseos en la realidad.

Consiste en actuar para conseguir nuestras metas.

Es asumir la responsabilidad de emprender las acciones necesarias para lograr


tus objetivos.

En resumen, es darte cuenta de que, si tú no haces algo, nada va a


cambiar.

Eso es vivir con propósito.

Cómo sentirte capaz de alcanzar tus metas

La respuesta directa es dando pasos y realizando tareas específicas con éxito


(a la primera, a la segunda o a la quinta, eso no es relevante).

Porque esa sensación de eficacia no puede generarse en el vacío, que es lo


que algunas personas pretenden, sentirse capaces sin hacer nada.

No es que nuestros logros prueben nuestra valía, sino que los resultados, el
grado de consecución de los objetivos perseguidos es el medio por el que
comprobamos nuestra eficacia personal y nuestra competencia en la vida.

Nadie puede sentirse eficaz en abstracto, sin estar siendo eficaz sobre
algo en particular.

Por eso el sentirnos productivos hace que nuestra autoestima se consolide.

Y, por eso mismo, las personas que dicen y repiten que van a hacer algo, pero
después no lo hacen, se están cargando su autoestima.

Pasos para asegurarte de que vives con propósito

¿Quieres saber cuáles son los pasos que necesitas dar si quieres vivir con
propósito? Aquí tienes cuatro muestras:

Ponerte metas específicas.

Si quieres hacer ejercicio, no vale decir “haré lo que pueda”.


Tienes que decir algo concreto, como “voy a hacer treinta minutos de running
tres días a la semana”.

Esa es la manera de controlar tu progreso, modificar tu estrategia y hacerte


responsable de los resultados que consigues.

Y esto también se puede aplicar a nuestra vida en general, para que no nos
pase eso tan frecuente de ir en piloto automático y sin rumbo fijo.

Haciéndote preguntas como, ¿dónde quiero estar en cinco años? ¿Qué


cambios quiero llevar a cabo en mi vida? ¿Qué quiero lograr como persona?
¿Cómo quiero que sean mis relaciones personales?

Y, además, conseguir que las respuestas sean concretas y específicas.

2. Tener un plan de acción para alcanzar esas metas

Porque los propósitos sin un plan de acción específico tienen todas las
papeletas para convertirse en un sueño frustrado.

Y porque sólo pueden tener éxito las personas que asumen la responsabilidad
de concretar los pasos que los llevarán a sus objetivos.

Así que, en este punto toca preguntarte: “si tuviese el propósito consciente de
conseguir esta meta, ¿qué haría?”.

3. Tener autodisciplina.

Es decir, tener la capacidad de organizar nuestro tiempo al servicio de eso que


queremos conseguir, y cumplir con lo que nos hayamos propuesto.

Porque siempre habrá distracciones, problemas, otros objetivos que se cruzan


en el camino, nuevas prioridades y obstáculos de todo tipo.

Pero si tienes el foco en lo que quieres y en lo que tienes que hacer para
conseguirlo, y tienes toda la intención de hacerlo, es mucho más probable que
resuelvas esas dificultades (en vez de abandonar y volver a los patrones
antiguos, que es lo que les pasa a muchas personas, que a la primera de
cambio se vuelven a su zona de confort).

Y para eso también hace falta ser capaz de posponer lo que te apetece en ese
momento.
Es decir, de sacrificar la gratificación inmediata en beneficio de una meta a
medio o largo plazo.

Y por supuesto que a veces podemos darnos permiso para hacer lo que nos
apetece en ese momento, o para no hacer nada.

La diferencia es cuando lo eliges conscientemente, cuando planificas un tiempo


para descansar, para relajarte o para hacer lo que te dé la gana, en vez de
haberlo planificado para otra cosa y acabar tirado en el sofá toda la tarde.

4. Observar los resultados de nuestros actos, para ver si nos están


llevando a donde queremos llegar o no

Puede ser que hagas todo lo que te habías propuesto y que aun así no
obtengas los resultados que esperabas.

Porque no tuviste algo en cuenta, porque el contexto ha cambiado o por lo que


sea.

Si prestamos atención a los resultados, no sólo nos daremos cuenta de si


estamos consiguiendo lo esperado, sino que también reconoceremos si está
pasando algo que no habíamos previsto y que en realidad no nos gusta.

Aclaración

Hay un error en el que es fácil que caigas al pensar en vivir con propósito: es
vivir en el futuro y olvidarte del presente.

Este es el típico caso de quien se pone tantos objetivos a medio y largo plazo
que se olvida de disfrutar de su presente.

Y no, vivir con propósito no es eso.

Vivir con propósito implica ser capaz de integrar ambos, el presente y el futuro.

Es decir, disfrutar del camino tanto o más que de la meta.

Y disfrutar de lo que te está pasando hoy, aquí y ahora, a la vez que estableces
objetivos, trazas caminos hacia ellos y te pones en marcha
Apreciatividad

Capacidad para extraer el significado positivo todo lo que nos sucede, y de lo


que ello contribuye a nuestro desarrollo Personal.

Apreciatividad

Es la capacidad de ver y rescatar lo valioso y significativo de las personas, los


sucesos y las cosas. Es la observación deliberada de lo mejor y lo preciado.

Esta definición corresponde a Apreciatividad®, concepto acuñado y


desarrollado por Laura Isanta, consultora diplomada en psicología positiva y
autora del libro “Apreciatividad. El arte de percibir lo valioso”.

Ser apreciativos es elegir intencionalmente enfocarse en lo mejor, en lo valioso


y en los recursos existentes sin ponerse para ello un par de anteojos rosados
que nieguen los defectos y debilidades.

Es la habilidad de ver el todo y seleccionar deliberadamente lo mejor y lo


preciado. Es construir el futuro con el potencial del presente.

El enfoque apreciativo incluye una negatividad saludable y reduce la


negatividad desalentadora.

Una apreciatividad sincera es aquella que incluye una negatividad saludable


y excluye la negatividad desalentadora.

Ni apreciativos full-time, ni pasotas impermeables.

La buena noticia es que todos contamos con algún grado de habilidades


apreciativas.

Pero la mala noticia es que estas habilidades pueden estar aletargadas o poco
desarrolladas, porque nuestro cerebro es un experto buscador de amenazas y
la mayoría de nosotros hemos sido educados para verlas.

Con motivación, determinación, disciplina y herramientas concretas es posible


aumentar nuestros niveles de apreciatividad.

La apreciatividad es un músculo que se ejercita y con prácticas todos podemos


aumentarla y desarrollarla.
Ámbitos de aplicación de la Apreciatividad

Isanta ha desarrollado este concepto orientado tanto a los individuos en sí


mismos como a las personas insertas en una organización, y en ambos
casos es fácil observar que afecta a tres esferas de actuación:

 Ámbito interior: Cuando somos apreciativos con nosotros mismos,


elevamos nuestra autoestima y autoeficacia.

 Ámbito relacional: Cuando somos apreciativos con otros mejoramos la


calidad de nuestras relaciones.

 Ámbito exterior: Y cuando podemos apreciar lo mejor del mundo y las


circunstancias, ampliamos nuestro marco de oportunidades y posibilidades.

Apreciatividad: El Arte De Percibir Lo Valioso

La Apreciatividad es un “músculo” que se ejercita

Un discípulo se mostraba ansioso de recibir las más altas enseñanzas, por eso
no dudó en preguntar a su maestro:

―Por favor, señor, ¿qué es la belleza?

―La belleza está en las personas y en la vida de cada día ―respondió el


maestro.

Decepcionado, el discípulo protestó:

―Pero en las personas que me rodean y en la vida de cada día solo encuentro
rutina y vulgaridad, yo no veo la belleza por ningún lado.

El maestro dijo:

―Esa es la diferencia. Unos la ven y otros no la ven.

En su libro, la autora parte del significado etimológico de apreciar.

El término apreciar viene del verbo latino appretiāre, y significa “reconocer y


estimar el mérito de alguien o de algo”, como también “sentir afecto o
estima hacia alguien”.
Este rápido paseo por el significado de la palabra “apreciar” nos muestra que
cuando estamos apreciando algo llevamos a cabo una serie de actividades, de
movimientos internos en nuestro ser: reconocemos, estimamos, sentimos
afecto, ponemos precio, valoramos.

Empieza por ser una cuestión de atención

El principal problema que tenemos las personas es que no solemos hacer un


alto para reconocer, descubrir y apreciar las cosas, los sucesos y
personas que nos rodean, incluidos nosotros mismos.

Podemos verlo más de cerca, tan de cerca como nuestra propia vista.

Seguramente quien ahora esté leyendo, difícilmente tenga conciencia del valor
intrínseco de poder ver o incluso piense cuán feliz le hace esta capacidad
de visualizar.

Y es así porque es tan normal que veamos que no solemos reconocerla;


excepto si nos faltara.

Entonces, pensaríamos en la gran suerte de poder ver y cómo no la


apreciábamos en su justa medida cuando disponíamos de ella.

Las palabras nunca llegan a representar algo en su totalidad, en el mejor de los


casos siempre serán una aproximación.

Y esta es, a mi entender, la definición que más se acerca al verdadero


significado de apreciatividad.

La capacidad de apreciar es una cualidad inherente al ser humano y todos


tenemos una cierta disposición a ejercitarla en mayor o menor medida.

¿Qué es lo contrario de apreciar y valorar?

Si buscamos en el diccionario de antónimos nos encontraremos con palabras


como desprecio, desagradecimiento o desvalorización.

Actitudes que, por suerte para nuestra humanidad, no son las que más
abundan en la mayoría de los seres humanos.

Entonces, si las actitudes de desprecio y desvalorización no son las que más


abundan, ¿por qué preocuparme por la apreciatividad?
Porque lo que sí abunda es la indiferencia.

No tengo una actitud despectiva y de desprecio hacia mi ducha caliente, no


manifiesto desprecio hacia mis padres, no desvalorizo a mis amigos, no soy
una desagradecida de la vida.

Pero esto no significa que los aprecie y los valore.

Del mismo modo que la ausencia de malestar no es garantía de felicidad, la


ausencia de desprecio, desvalorización o desagradecimiento no indican
aprecio y valoración.

Necesitamos desarrollar nuestra apreciatividad no para combatir el desprecio y


la desvalorización, sino para contrarrestar nuestra actitud indiferente.

No solo para apreciar lo extraordinario de las personas, sucesos o cosas, sino,


principalmente, para valorar lo corriente y lo cotidiano.

Solemos ser indiferentes a momentos, cosas y personas por encontrarnos


desconectados de la realidad, por nuestra búsqueda de la perfección, por los
altos estándares con que medimos las cosas y a las personas, por estar más
en el pasado o el futuro que en el presente.

Por pensar más en cómo las cosas deberían ser en vez de tomarlas y
disfrutarlas tal cual se nos presentan.

Lo que logramos al aumentar nuestra apreciatividad es apasionarnos por


encontrar lo mejor.

Desafiando, de este modo, la indiferencia, la insensibilidad, el desinterés, la


apatía y la tibieza.

Al desarrollar nuestras habilidades apreciativas descubrimos mayor cantidad de


fuentes inestimables de aprecio en la cotidianeidad.

Lo cotidiano es como un profundo océano del cual nosotros no vemos el


agua por estar inmersos en ella.

Cada tanto debemos asomar las narices a la superficie para darnos cuenta de
dónde estamos inmersos y regresar luego a las bellas profundidades con ojos
curiosos, ávidos de percibir la abundancia y el potencial que nos rodea, y ser
capaces de descubrir esos instantes.

La vida no está envuelta con un lacito… pero sigue siendo un regalo

Ventajas de la Apreciatividad para las organizaciones

En la medida en que el individuo manifiesta un comportamiento específico en el


marco de las organizaciones, el desarrollo de la apreciatividad como cualidad
en este ámbito comporta una serie de ventajas claramente identificables:

• Mejora la calidad de las relaciones laborales

• Promueve los estados emocionales positivos como el optimismo y la


inspiración

• Aumenta la autoeficacia de los líderes

• Alimenta la motivación y el protagonismo

• Incrementa el bienestar personal y laboral de las personas

• Disuelve los obstáculos que impiden el fluir de las comunicaciones y los


procesos

• Facilita la confianza y la cooperación en los equipos de trabajo

• Reduce la negatividad y aumenta la positividad


Ejercicios: Apreciatividad

Modelo ACOM: Apreciatividad Conmigo, con Otros y con el Mundo

Se trata de un modelo para aplicar dentro de las empresas como una técnica
para mejorar el clima laboral.

Este modelo sirve para desarrollar y medir las habilidades apreciativas de las
personas y las empresas, una buena herramienta no solo para la felicidad sino
para hacer buenos negocios, asegura la autora.

Según ella, la apreciatividad es la capacidad de poder percibir y capturar lo que


es preciado y valioso de las personas, sucesos y cosas, implica la capacidad
de conectarse con el otro y con uno mismo.

“Veo todo, pero elijo quedarme con la mejor parte. Si se le repite varias veces
aumentan las posibilidades de que las bondades de la vida no se pasen por
alto.

Recomiendo poner una alarma varias veces al día para que nos recuerde hacer
una práctica, poder detenernos en ese instante y observar la situación o
momento en que estamos y apreciarlo y rescatar lo valioso”, dice.

La Coach entra a las empresas para solucionar comunes problemáticas con el


clima laboral, motivaciones, trabajo en equipo; ella intenta hacerlo a través del
camino de la apreciatividad.

“La ciencia ha demostrado que las personas con alta autoestima son más
felices, tienen mayor bienestar y alcanzan mayores logros.

Siempre quieren que les ayude a arreglar lo roto, como consultora de la


apreciatividad les propongo el cambio de pregunta.

En vez de preguntarte lo que no quieres ver más, la pregunta es qué


quieres ver más.

Hablar en positivo siempre”.

Con el método ACOM y al iniciar el proceso, la especialista mide los niveles de


apreciatividad que tienen las personas consigo mismo, con los otros y con el
mundo.
Posteriormente desarrolla un plan con el objetivo de que las personas
recuperen esa apreciatividad, en el ámbito laboral diseña ejercicios y ejemplos
más afines a ese ámbito.

Asegura que la persona con inteligencia apreciativa tiene tres componentes


interesantes:

son capaces de reencuadrar la realidad,

de mirar lo valioso y

de desplegar el futuro a partir del presente.

Y que en los emprendedores se destaca claramente esta inteligencia.


EJERCICIOS: APRECIATIVIDAD

TEST DE HABILIDADES APRECIATIVAS (THA ACOM ® )

¿Es posible medir y aumentar los niveles de apreciatividad?

THA ACOM ®  es una valiosa herramienta para medir la efectividad


de los programas de capacitación en habilidades apreciativas ya
que permite cuantificar los avances en las distintas etapas de
entrenamiento.

El test de habilidades apreciativas permite observar cuales son los niveles de


apreciatividad disponibles al momento de su realización y diseñar las mejores
estrategias para elevarlos.

La apreciatividad es una capacidad disponible en las personas y sus niveles


dependen, entre otras cosas, de nuestro pasado, de nuestros genes y de
nuestros hábitos.

Más allá de lo que nos viene dado genéticamente tenemos un porcentaje


amplio de posibilidad, diseñando y entrenando nuestras actitudes y hábitos.
El Perdón

Frente a la identificación de una ofensa, capacidad de olvidar el resentimiento y


los pensamientos de venganza

El Perdón

El perdón no significa lo mismo para todas las personas. No obstante, siempre


suele suponer la decisión de olvidar el resentimiento y los pensamientos de
venganza.

El perdón incluso puede provocar sentimientos de comprensión, empatía y


compasión por la persona que te lastimó.

Perdonar no significa olvidar o justificar el daño que te hicieron ni siempre


implica componer la relación con la persona que te lastimó.

El perdón te aporta un tipo de paz que te ayuda a seguir con tu vida.

¿Cuáles son los beneficios de perdonar a alguien?

Según la Clínica Mayo, dejar atrás el rencor y el resentimiento puede mejorar la


salud y la paz mental. El perdón puede contribuir a lo siguiente:

 Relaciones más saludables


 Mejor salud mental

 Menos ansiedad, estrés y hostilidad

 Menos presión arterial

 Menos síntomas de depresión

 Sistema inmunitario más fuerte

 Mejor salud del corazón

 Mayor autoestima

¿Por qué es tan fácil guardar rencor?


Que alguien te lastime, en especial, alguien que amas y en quien confías,
puede provocar ira, tristeza y confusión.

Si te detienes en acontecimientos o situaciones dolorosos, el rencor con el


resentimiento, la venganza y la hostilidad pueden aferrarse a ti.

Si permites que los sentimientos negativos desplacen a los positivos, es posible


que tu propio resentimiento o tu sentido de injusticia te consuman.

¿Cuáles son los efectos de guardar rencor?

Si eres implacable, tal vez te suceda lo siguiente:

 Lleves la ira y el rencor a cada relación y experiencia nueva


 Te preocupes tanto por lo que está mal que no puedes disfrutar el
presente

 Te sientas deprimido o ansioso

 Sientas que tu vida no tiene sentido ni propósito, o que estás en


desacuerdo con tus creencias espirituales

 Pierdas una conexión valiosa y enriquecedora con los demás

¿El perdón garantiza la reconciliación?

Si el episodio hiriente involucra a alguien cuya relación valoras por otros


motivos, el perdón puede provocar una reconciliación. Sin embargo, esto no
siempre es así.

La reconciliación podría ser imposible si quien cometió la ofensa murió o no


está dispuesto a dialogar contigo.

En otros casos, la reconciliación podría no ser adecuada. Aun así, el perdón es


posible, aunque la reconciliación no lo sea.

¿Y si soy yo quien necesita ser perdonado?

El primer paso es evaluar y reconocer de manera honesta nuestros errores y


cómo han afectado a otros. Evita ser tan duro contigo mismo.
Si realmente te arrepientes de algo que has dicho o hecho, evalúa la
posibilidad de admitirlo frente a las personas que has dañado.

Habla de tu pena o tu arrepentimiento de manera sincera y pide perdón —sin


inventar excusas—.

No obstante, recuerda que no puedes obligar a nadie a que te perdone. Cada


uno avanza hacia el perdón en sus propios tiempos.

Pase lo que pase, comprométete a tratar a los demás con compasión, empatía
y respeto.

El proceso de perdonar
Cuando perdonar

Si el daño que se ha recibido trasciende el hecho emocional de sentirse


injustamente tratado y lo único que se va a conseguir del otro es una
compensación emocional, el perdón está plenamente indicado.

También, cuando la búsqueda de la reparación se ha convertido en el centro de


la vida del ofendido o interfiere con el seguimiento de otros valores, el perdón le
permitirá poner distancia emocional para tener en cuenta todos los valores que
está dejando de atender.

Hay que tener en cuenta que no se trata de ponerse en riesgo de que el daño
se pueda repetir.

Primera etapa: análisis y reconocimiento del daño sufrido

El proceso comienza en la fase de análisis de lo ocurrido, incluyendo en ella el


reconocimiento del daño que se ha recibido.

Es preciso reconocer que se ha recibido un daño que duele, y aceptar ese


dolor.

Se hace de forma lo más objetiva posible, lo que va a permitir un


distanciamiento emocional y los primeros pasos para entender las motivaciones
del ofensor; lo que constituye un comienzo para construir una cierta empatía
hacia el otro que está en la base del perdón.
Segunda etapa: elegir la opción de perdonar

El perdón para la víctima es una buena opción, en cualquier caso.

Quien nos ha hecho daño nos ha clavado un anzuelo que nos atraviesa las
entrañas haciéndonos sentir un gran dolor.

Pero no es la opción de no sufrir lo que justifica una elección, sino una opción
basada en los valores de la persona.

Hay que tener en cuenta que se trata de valores como los define la terapia de
aceptación y compromiso, es decir, como consecuencias deseadas a muy
largo plazo, y no solamente como valores morales o éticos.

Cuando hemos dejado a un lado esos valores para centrarnos en la venganza


y se le hemos dedicado tiempo y recursos, pueden estar afectadas otras áreas
de nuestra vida.

Es en los valores afectados por la concentración en vengarnos en los que


tenemos que encontrar los motivos para elegir perdonar.

Tercera etapa: aceptación del sufrimiento y de la rabia

El perdón no supone que se rechacen y esté mal tener sentimientos de rabia,


de ira o deseos de venganza, aunque a algunos pueda parecerles que el
perdón lo implica.

El problema no está en tener esos sentimientos o pensamientos, sino en actuar


dejándose llevar por ellos en contra de los valores e intereses más importantes
en ese momento.

La propuesta de la terapia de aceptación y compromiso consiste en abrirse a


sentir el sufrimiento, la rabia, la depresión y cualquier pensamiento,
sentimiento, sensación o emoción que surja asociado al daño recibido, sin
ninguna defensa; mientras nuestra acción sigue el compromiso con los valores
que en ese momento sean más relevantes.
La aceptación es un proceso que finalmente lleva al cambio; pero hay que
tener en cuenta que su objetivo no es la extinción del sufrimiento, sino el
compromiso con los valores y el fortalecimiento de la acción comprometida con
ellos.

Cuarta etapa: establecer estrategias para autoprotegerse

El perdón no implica la aceptación incondicional del peligro de que ocurra de


nuevo el ataque.

En el análisis de lo ocurrido hay que incluir también la consideración de cómo


los comportamientos de la víctima que han podido permitir o favorecer la
ofensa.

Analizando lo que ha ocurrido, la víctima se puede dar cuenta de cuáles eran


los indicios que indicaban el peligro, lo que le dará más posibilidades de
evitarlo en el futuro.

Quinta etapa: una expresión explícita de perdón

La expresión explícita del perdón es un paso importante, aunque algunos


pacientes puedan pensar que es solamente simbólico y vacío de contenido.

Se pueden articular muchos ritos o maneras hacerlo.

Esta acción explícita no es el final del proceso de perdón, sino la oficialización


del inicio.

Hay que tener en cuenta que es preciso repetir el proceso siempre que sea
necesario, ya que el ofendido no está libre de que le aparezcan de nuevo los,
pensamientos, emociones, sensaciones y sentimientos asociados a la ofensa.

Cada vez que surjan de nuevo los pensamientos, sentimientos, sensaciones y


emociones asociados a la ofensa, se tienen que repetir los pasos que sean
necesarios.

Perdónate a ti mismo
La revista Disability & Rehabilitation afirma que perdonarse a uno mismo es
“lo mejor para la salud”, tanto física como mental, pero, al mismo tiempo,
reconoce que es “lo más difícil de hacer”. ¿Cómo puede usted lograrlo?

 No esperes ser perfecto. Se realista y reconoce que, como todo el mundo,


cometes y cometerás errores
 Aprende de tus errores, así será menos probable que vuelvas a cometerlos.
 Ten paciencia. Es probable que tus defectos y malos hábitos no
desaparezcan de la noche a la mañana.
 Busca amigos que te animen, que sean positivos y amables, pero que
también sean sinceros contigo.
 Cuando ofendas a alguien, admítelo y pídele perdón de inmediato. Hacer
las paces te permitirá estar en paz contigo mismo.
El proceso de pedir perdón

El proceso de pedir perdón comienza con una primera etapa de análisis de lo


que ha pasado, de las circunstancias, motivos y emociones que han concurrido
en lo el daño que hemos hecho y de los efectos que ha causado; para pedir
realmente perdón tiene que haber un arrepentimiento que incluye un dolor por
el sufrimiento causado que no puede quedar solamente en palabras, sino que
ha de articularse en acciones comprendidas en un plan concreto que permitan
que aquello no vuelva a ocurrir y que restituyan el mal realizado.

Desde un punto de vista terapéutico la petición de perdón se puede hacer


siguiendo los siguientes pasos:

Reconocer que lo que hizo causó daño u ofendió al otro

No es obvio que el que nos ha ofendido sea plenamente consciente del daño
que ha hecho y del sufrimiento que está teniendo su víctima.

El proceso de reconocerlo supone un acercamiento profundo al otro, con


comprensión y empatía, y un establecimiento de una comunicación que no se
basará en disculparse o evitar las consecuencias o el castigo por lo que ha
hecho. Esto permite al otro expresar su sufrimiento de forma plena.

Este proceso es positivo cuando se hace mientras se va informando al otro de


lo ocurrido.

Sentir de verdad el dolor del otro

Para pedir perdón es preciso ser consciente de que se ha hecho un daño


importante al otro. Ponerse en su lugar y acercarse a sus sentimientos puede
llegar a hacer sentir de verdad el dolor del otro.

Analizar su propia conducta

Para el ofensor, saber cómo y por qué hizo lo que hizo es interesante en sí
mismo.
Compartir ese conocimiento con la otra persona es un paso necesario para
avanzar en el proceso de pedir perdón y llegar a la reconciliación.

Hay montones de razones por las que alguien decide hacer algo que causa
daño, ninguna será aceptable para la víctima.

En consecuencia, no se trata de encontrar excusas a sus actos, sino de


establecer una base para poder realizar la siguiente fase: elaborar un plan que
impida que vuelva a ocurrir.

Definir un plan de acción para que no vuelva a ocurrir

Definir un plan de acción concreto para que nunca vuelva a ocurrir y


compartirlo con el otro es el siguiente paso para pedir perdón.

El plan puede incluir acciones dirigidas a mejorar las debilidades propias que
han propiciado el daño realizado.

Todo el plan ha de hacerse indicando los objetivos operativos, el tiempo y los


medios que se van a dedicar a conseguirlos.

No se trata de establecer solamente buenas intenciones, las acciones han de


ser concretas y se han de establecer los tiempos y los recursos necesarios
para hacerlas.

En resumen, es preciso comprometerse con llevar a cabo el plan.

Pedir perdón explícitamente al otro.

Los pasos anteriores han de ser compartidos con el otro y han de


comunicársele para que la petición de perdón sea explícita y llegue al otro,
mostrando que no son palabras vanas, sino que están articuladas en un plan y
en un compromiso de lucha por la relación.

Realizar un acto simbólico en el que se pida perdón al ofendido es importante


para que el perdón quede muy claro.
Restituir el daño causado

Siempre que sea posible, es preciso restituir el daño causado. No sería de


recibo pedir perdón y quedarse con las ventajas que se han obtenido de la
ofensa.
Ejercicios: El Perdón

¿Cómo logro perdonar?

El perdón es un compromiso con un proceso de cambio personalizado. Para


dejar atrás el sufrimiento y llegar al perdón, podrías poner en práctica lo
siguiente:

 Reconocer el valor del perdón y cómo puede mejorar tu vida


 Identificar lo que es necesario remediar, quién tiene que ser perdonado y
por qué

 Considerar unirte a un grupo de apoyo o visitar a un consejero

 Reconocer las emociones que te provocan el daño que te hicieron y la


manera en la que afectan tu comportamiento, y esforzarte por descargarlas

 Decidir perdonar a la persona que te ofendió

 Dejar atrás el papel de víctima y liberarte del control y el poder que


tuvieron en tu vida la persona y la situación que te ofendieron

A medida que te liberes de los rencores, la forma en la que te hirieron ya no


definirá más tu vida. Incluso podrías hallar compasión y comprensión.

¿Qué sucede si no puedo perdonar a alguien?

Perdonar puede ser difícil, en especial, si la persona que te lastimó no admite


su error. Si te sientes estancado, intenta lo siguiente:

 Practica la empatía. Intenta ver la situación desde el punto de vista de la


otra persona.
 Pregúntate por qué se comportó de esa forma. Quizás habrías
reaccionado de manera similar si hubieras tenido que enfrentar la misma
situación.

 Reflexiona sobre los momentos en los que lastimaste a otras personas y


sobre aquellos que te perdonaron.
 Escribe un diario, reza o practica meditaciones guiadas; o bien, habla
con una persona que consideres sabia y comprensiva, como un líder
espiritual, un proveedor de atención de la salud mental o un ser querido o
amigo imparcial.

 Ten en cuenta que el perdón es un proceso, e incluso las heridas más


pequeñas pueden tener que revisarse y perdonarse una y otra vez.
Optimismo

Disposición natural de trabajar para que las cosas ocurren en su versión más
favorable.

Optimismo

La vida está plagada de pequeños detalles que ni siquiera tomamos en


consideración.

Vivimos a tal velocidad y con tal nivel de compromiso con tantas cosas
simultáneamente que dejamos en la cuneta el auténtico sentido de la
vida.

No nos damos cuenta de que lo que perdemos es nuestra oportunidad de


ser felices y disfrutar puesto que vida solo viviremos una, la nuestra.

Optimismo como filosofía de vida

Resulta curioso observar cómo la mayoría de nosotros pasamos nuestras vidas


centrados en preocupaciones y ocupaciones que en teoría nos aportan confort,
pero, a la vez. nos generan un nivel de estrés, compromiso y sentido de
pertenencia y propiedad que al final terminan por ocupar el centro de nuestras
vidas.

La cultura del trabajo a ultranza asociado al bienestar que teóricamente


producen (tener y poseer) las cosas, nos hace prisioneros de nuestros
propios valores, casi siempre equivocados.

Ser o tener

Víctor Frankl, neurólogo y psiquiatra austriaco, fundador de la Logoterapia,


sobrevivió desde 1942 hasta 1945 en varios campos de concentración nazis,
incluidos Auschwitz y Dachau y a partir de esa experiencia, escribió el libro
“El hombre en busca de sentido”.

Muchas veces lo encontramos a través de aceptar y poner en valor las


pequeñas cosas que nos ocurren en nuestras vidas y que en la mayoría
de las ocasiones nos pasarían inadvertidas.
Según nos explica Frankl no existiría un sentido global y general de las cosas,
sino que cada cual debe encontrar el propio sentido a su vida a través del
descubrimiento, probablemente mediante la meditación y la reflexión profundas
acerca de quién soy yo, cuáles son mis valores y hacia dónde estoy
dirigiendo mi vida.

“Al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa; la última de las
libertades humanas, la elección de la actitud personal ante un conjunto de
circunstancias”, afirmó categóricamente en una ocasión, y es que
efectivamente el ser humano posee la libertad de decidir cómo
enfrentarse a los hechos, aunque él no pueda elegirlos.

Ante situaciones de todo tipo que generan frustración, de nada sirve


empeñarse en dar vueltas a ideas vacías cargadas de victimismo y de
incredulidad en torno a circunstancias vitales de las que no entendemos
ni sabemos a ciencia cierta ni por qué han ocurrido, ni a qué se deben, ni
de dónde han venido.

Víctor Frankl ante circunstancias de este tipo propone afrontar estas


situaciones con optimismo, tratando de ver siempre el lado positivo de las
cosas y de las circunstancias por negativas que estas sean y nos puedan
parecer.

Inteligencia emocional

Desde el punto de vista de la inteligencia emocional, el optimismo es una


actitud que impide caer en la apatía, la desesperación o la depresión
frente a las adversidades.

Las personas optimistas apenas padecen estrés, están más relajadas que
los pesimistas y se encuentran más conectadas con todo, y por ello es
más fácil que les surjan ideas; son más receptivas y fértiles por lo que suelen
ser más creativas.

Esta creatividad individual vitalista se contagia, de manera que las personas


optimistas suelen ser grandes impulsoras de proyectos y equipos y son
capaces de cambiar el sentido profundo de las cosas.
En definitiva, la actitud que tomamos hacia las circunstancias de la vida se
refleja en nuestra salud, relativizar los problemas y estar más atentos a los
pequeños y preciosos detalles que cada día la vida nos regala nos
conducirá hacia un mayor bienestar y calidad de vida

Iniciar el camino del optimismo

Para iniciarse en el camino del optimismo es importante tener en cuenta una


serie de factores:

 Que cuando en nuestra cabeza aparezcan los fantasmas del "no se


puede o no seré capaz", frenamos el pensamiento creativo y
tendemos a dejar la mente en blanco.

 Saber que nada es eterno, que todo pasa y tiene un final, también las
situaciones críticas y difíciles.

 Valorar todo lo positivo y bueno que hay en nuestra vida y en


nosotros mismos (que seguro que es mucho), incluso las pequeñas
cosas, puesto que nuestro mundo también está hecho a base de
pequeños detalles.

 Otorgarnos el derecho y el margen para equivocarnos. Nadie lo sabe


todo de todo, y de los errores también se aprende y mucho.

 Ser flexibles ante aquello que no está en consonancia con nuestra


forma de pensar o de ser, aceptando las diferencias.

 Ser capaces de ponernos en el lugar del otro.

¿Cómo actúa el optimismo?

El secreto parece estar en que las personas pesimistas y optimistas utilizan


estrategias diferentes a la hora de afrontar situaciones estresantes.

En el caso del optimismo, favorece que se empleen mecanismos mucho más


eficientes y constructivos al enfrentarnos a los conflictos.

El optimismo promueve que se activen respuestas orientadas a resolver


el problema.
Esto impide, por ejemplo, caer en el típico error de tratar de “olvidar” o de “huir”
de ese elemento doloroso o angustioso, lo cual definitivamente no nos ayuda a
buscarle una solución al conflicto.

Los optimistas parecen moverse más fácilmente para resolver lo que les
preocupa.

Aquellos que tienen pensamientos positivos se sienten más capaces, con


más control y probabilidad de éxito.

Una persona optimista hace más para mejorar y piensa menos en su malestar,
busca más y mejores soluciones y lo intenta muchas más veces.

Por el contrario, los pesimistas tienden a enfocarse en las emociones


negativas que les suscita el problema, quedan “encerrados” en un bucle del
que es difícil salir y no les conduce a la solución.

¿Cómo ser realmente optimista?

Parece tener mucho que ver con las expectativas.

Los optimistas tienen una predisposición a esperar resultados positivos


en sus vidas, con una creencia general de que “las cosas van a salir bien”
aunque pasen por momentos difíciles.

Esta virtud parece desarrollarse en función de la explicación que hemos dado a


eventos en el pasado, es decir, cómo interpretamos nuestras experiencias.

Las personas optimistas suelen atribuir los acontecimientos positivos a


causas permanentes, globales y que se deben a sí mismos.

Por ejemplo, cuando son ascendidos en el trabajo lo atribuyen a que la vida es


justa y ellos son realmente competentes.

Esto ayuda a tener creencias positivas que invitan a aproximarnos al mundo, a


experimentar sin miedo y a confiar en nuestras capacidades.

A su vez, los eventos negativos suelen atribuirlos a factores externos,


temporales y específicos.

El optimismo y el factor tiempo


El doctor Luis Rojas Marcos ofrece una definición sobre la persona optimista
en relación con los momentos vitales temporales:

Hechos futuros

Una persona optimista es aquélla que ve el futuro con esperanza.

"La esperanza es pensar que todo lo que deseamos va a ocurrir. Todos


tenemos algún tipo de esperanza porque, si no, sería imposible vivir. De hecho,
casi el 70% de lo que hablamos tiene que ver con el futuro, por lo que es vital
pensar que nos van a suceder cosas positivas".

Hechos pasados

Una persona optimista se acuerda de las cosas buenas cuando mira hacia
atrás en el tiempo.

"De hecho, la mayoría de las personas nos acordamos más de lo positivo que
de lo negativo, y una persona optimista no se lamenta de su pasado".

Vivencias presentes

El optimista siempre busca una explicación positiva de los hechos y no se


carga con juicios negativos preconcebidos.

"El optimismo presente tiene que ver con nuestro estilo explicativo, nuestra
forma de ver las cosas a medida que nos van sucediendo".

Cómo ser optimista en 14 pasos

El asumir que todo saldrá mal y predisponerse a las situaciones antes de que
sucedan, suele ser una de las características de los pesimistas.

A continuación, te presentamos algunas claves para que no seas uno de ellos y


seas más optimista.

Decide tener el control: aunque las cosas salgan mal, debes diferenciar qué
escapa de tus manos y qué no puedes cambiar, debes encontrar un equilibrio
entre ser responsables de tus acciones, y estar conscientes de que hay
situaciones que simplemente no pueden salir bien.
Ten un propósito: Comienza el día con un propósito y despide cada jornada
con un ejercicio de gratitud por los momentos felices que has vivido.

Céntrate: Por muy difícil que sea la situación, debes concentrarte en cómo
solucionar el conflicto y no quedarte estancado pensando en el mismo.

Prescinde de la gente negativa: Si tu círculo de amistades está formado por


gente negativa, probablemente absorbas esa misma actitud. Busca estar con
personas positivas, alegres, entusiastas y que se les vea las ganas de vivir .

Motívate: Para ser optimista es fundamental no perder la ilusión ni el interés


por proyectos nuevos, sea un nuevo empleo, comenzar una nueva carrera
académica, la ilusión de unas vacaciones o lo que te haga sentir vivo, la
motivación te mantiene activo.

Aprende de tus errores: Errar es de humanos, y todos muchas veces


tropezarnos para poder aprender y corregir, así que no tengas miedo a
equivocarte, y no te tomes tan a pecho las caídas, debes perdonarte tus
propios errores.

No te quejes tanto: En ocasiones nos frustramos tanto que culpamos y nos


quejamos de todo, porque parece que quejarnos es sentir que nos
desahogamos , pero se debe encontrar una mejor manera de drenar y
encontrar lo positivo de cada situación.

Alégrate: Puede parecer una simpleza recomendar ponerte una sonrisa cada
día para ser más optimista, pero la verdad es que funciona. Si cuando te
levantas cada día te vistes con una sonrisa y te propones caminar más erguido
y con más energía, enseguida se convertirá en tu actitud habitual.

Consiéntete: Si ya termino tu jornada laboral, consiéntete con alguna golosina,


tu fruta favorita, un libro, un masaje. Estos premios te ayudan a mejorar tu
actitud y a ver la vida de una forma más optimista.

Valórate: Valora lo que tienes. Nunca te compares con alguien más porque
nunca podrás ser una persona optimista, y no podrás sentirte bien contigo
mismo. Recuerda que las cosas siempre pueden ser peores. Alégrate de ser
quién eres y de lo que tienes
Decide cada día ser feliz: De una forma consciente, sin poner excusas,
concéntrate en lo que te hace sentir esa sensación, el aroma de las flores, que
al llegar a casa tu perro te reciba, ir de compras, un buen postre, charlar con
amigos o disfrutar de lo bueno de la vida.
¿Qué es el optimismo? Martin Seligman, psicólogo de la Universidad de
Pensilvania, está considerado uno de los principales expertos en el estudio de
las diferencias entre optimistas y pesimistas. Según este profesor, el optimismo
está muy relacionado con la responsabilidad que asumimos o no las personas
ante aquello que nos ocurre.

En definitiva, el optimista se hace y se sabe responsable de aquello que le


sucede, y, por tanto, se cuestiona qué es lo que puede hacer para rectificar,
mejorar o cambiar una determinada situación.

Por el contrario, el pesimista tiende a sentirse impotente frente al mundo o


incluso frente a sí mismo y espera pasivamente a que sean las circunstancias
externas las que cambien.

Los optimistas tienden a interpretarse más como causas de aquello que les
ocurre, mientras que los pesimistas tienden a sentirse efectos de las
circunstancias exteriores.

Otra diferencia interesante es que el optimista tiende a percibir los aspectos


positivos de sí mismo, del otro y de la realidad que le rodea, mientras que el
pesimista se concentra en los aspectos negativos.

En consecuencia, las emociones del optimista se mueven en un espectro que


incluye el coraje, el entusiasmo, la pasión, la confianza, la esperanza o el ver
los errores como oportunidades para aprender.

Por su parte, el pesimista tiene un mayor riesgo de sufrir problemas


emocionales, ya que demasiado a menudo el sentimiento de culpa e
impotencia facilita la sensación de fracaso y la percepción de imposibilidad de
cambio o mejora.

Las personas optimistas tienden a ser más perseverantes y a ver realizados


sus proyectos en mayor medida que las pesimistas.

En este sentido, conviene no confundir optimismo con ingenuidad o negación


de la realidad, ya que ser optimista no implica negar los problemas que la
realidad presenta, sino asumir su existencia y definir estrategias de acción
basadas en la esperanza para afrontar la realidad y transformarla.
Una investigación de la clínica Mayo de Nueva York con 839 personas
concluyó que los optimistas viven alrededor de un 19% más que los pesimistas.
Esta investigación, que duró 30 años, afirmaba que la salud no depende sólo
de valores físicos, sino también de la actitud con la que las personas enfrentan
la vida.

En caso de tener que afrontar situaciones generadoras de estrés, los optimistas


tienden a experimentar estados de ánimo menos negativos que los pesimistas,
lo cual se manifiesta en comportamientos de salud más adaptables y en un
mejor sistema inmunológico.

El pesimista tiende a retraerse o darse por vencido en mayor medida. Diversos


investigadores sostienen que los pacientes optimistas se recuperan con mayor
rapidez y tienden a tener menos complicaciones posoperatorias.

Más hace el que quiere que el que puede. C. R. Zinder, doctor en psicología de
la Universidad de Kansas, realizó un estudio en el que concluyó que el
rendimiento académico de un alumno depende más de su actitud que de su
cociente intelectual.

Según él, los mejores resultados académicos los obtienen más los alumnos
con una actitud optimista y positiva que aquellos que obtienen buenos
resultados en tests que miden el cociente intelectual.

En este sentido, los objetivos elevados, pero razonables, y los planes de acción
para alcanzarlos parecen ser las claves del buen resultado universitario.

En definitiva, hace más el que quiere que el que puede.

Otro caso nos lo presenta el doctor Mark Albion en su libro Vivir y ganarse la
vida.

Según este prestigioso profesor, la confianza, la esperanza y el amor a lo que


uno desea hacer en la vida ganan la partida a la búsqueda de la seguridad que
nace del miedo derivado de una visión pesimista de la existencia.
Según Albion, en una investigación sobre graduados en escuelas de negocios
se realizó un seguimiento de las carreras profesionales de 1.500 personas
desde 1960 hasta 1980.

Los graduados se agrupaban en dos categorías distintas desde el principio.

La categoría A incluía a aquellos que afirmaban que debían ganar dinero en


primer lugar para luego poder hacer lo que realmente deseaban hacer.

La categoría B agrupaba a aquellos que buscaban en primer lugar conseguir


sus propios anhelos, seguros y confiados de que el dinero acabaría llegando.

¿Cuáles eran los porcentajes de cada categoría?

De los 1.500 graduados incluidos en el estudio, un 83% pertenecían a la


categoría A, es decir, la de las personas que querían el dinero ya.

La categoría B, la de los más arriesgados, alcanzaba un 17% de los


graduados.

Después de 20 años, aquel 17% de los alumnos estaban más sanos, alegres y
satisfechos y tenían mejor disposición ante la vida que el resto.

Además, entre los 1.500 graduados, y tras esos 20 años, había 101 personas
que habían logrado unos altísimos niveles de prosperidad individual y social.

Lo interesante es que tan sólo uno de ellos se encontraba en la categoría A,


mientras que los 100 restantes estaban en la categoría B.

Conviene recordar además que la vida de aquellas personas que han hecho
grandes aportaciones a la humanidad se ha caracterizado por una existencia
plagada de adversidades y dificultades que sólo fue posible superar a través de
la fuerza de ánimo que genera el optimismo.

Winston Churchill era contundente en este sentido al afirmar que "el optimista
ve la oportunidad en toda calamidad, mientras que el pesimista ve la calamidad
en toda oportunidad".
El optimista ¿nace o se hace?

Son muchos los autores en el terreno de la psicología que sostienen que,


afortunadamente, el optimismo se puede aprender, aunque, obviamente, está
determinado en parte por la herencia y, cómo no, por las primeras experiencias
de nuestra vida.

De todas formas, es posible, en etapas maduras, aprender a ver las cosas de


otra manera.

Lo que es, sin duda, muy importante es el modo en que los padres explican a
sus hijos por qué las cosas suceden como suceden, enseñándoles a aceptar la
realidad, pero no a resignarse, sino a trabajar haciéndose responsables para
crear aquellas circunstancias que faciliten el cambio.

De alguna manera, el optimismo o pesimismo que un niño vive en su entorno


puede ser una influencia significativa en la construcción de la imagen de sí
mismo, de los demás y de la vida que se haga el pequeño.

En definitiva, y para concluir, podríamos decir que tanto el optimista como el


pesimista acaban algún día muriendo; pero la diferencia está en cómo han
vivido la vida y, en consecuencia, en el legado que dejan en su entorno cuando
llega el momento de partir definitivamente.

Literatura en positivo

Entre la abundante literatura sobre la importancia de las actitudes positivas a la


hora de encarar la vida, destacaríamos sin duda la extraordinaria obra del
doctor Víktor Frankl titulada El hombre en busca de sentido.

Obra de referencia para comprender la profunda capacidad del ser humano


para sobrevivir a la adversidad y construir una existencia con sentido. También
La fuerza del optimismo, del doctor Luis Rojas Marcos, es una excelente obra
en la que se aborda de manera amena y profusa los territorios del talante, de
las actitudes y de la fuerza interior.
Ejercicios: Optimismo

4 estrategias para convertir tu negatividad en optimismo

Frente a los ataques de pesimismo, podemos detectar cómo funcionan


las trampas de la negatividad y desactivarlas. Practica las 4 estrategias de
Martin Seligman

Eduardo Jauregui

¿Por qué siempre le quitamos valor a lo bueno? ¿Por qué nos ponemos en


lo peor? Todos nos dejamos llevar a veces por el pesimismo. Unas veces es
porque nos sentimos atrapados en una mala racha. Otras veces es una
cuestión más de carácter, utilizamos un extraño mecanismo de protección para
no hacernos ilusiones, para evitar la decepción.

Muchos incluso creen que ser optimista es de soñadores o de ingenuos,


que no se puede ser optimista y realista. Intentaremos demostrar que eso no es
así.

Tomemos como ejemplo las ideas pesimistas más radicales, que sin
embargo se escuchan a menudo o que, alguna vez, todos hemos tenido: “La
vida es algo horrible, el mundo es un asco, la especie humana es
despreciable”. ¿Son ciertas estas afirmaciones?

Desmontando la negatividad: 4 estrategias antipesimistas

Si nos fijamos en las guerras, los crímenes y las maldades que configuran
buena parte de los libros de historia y del telediario, puede parecer que sí, que
estas afirmaciones son ciertas y todo es un desastre. Pero si las analizamos
con espíritu crítico, veremos que son ideas que se tambalean sin remedio.

En la vida hay alegrías, hay belleza, hay risa, hay placeres del cuerpo y del
espíritu, hay bondad, cariño, sacrificio y solidaridad. Como dijo en cierta
ocasión Mahatma Gandhi,
“La regla general es el amor. Lo que sucede es que las noticias y los
libros de historia recopilan todas las excepciones a esta regla”

Por eso, el optimismo no tiene que ser “poco realista” o “ingenuo” sino
todo lo contrario. No se trata de vivir en un mundo ficticio e ilusorio sino de
sembrar dudas razonables respecto a creencias a menudo poco fundadas o
limitadas a una sola perspectiva.

Es fundamental percatarse de que los sentimientos casi siempre


reaccionan ante las creencias y las interpretaciones, no ante los hechos
reales.

Martin Seligman proporciona algunas pistas más sobre cómo combatir


nuestras propias creencias negativas y evitar las trampas que nos ponemos.
Puedes practicar estos trucos para luchar contra los ataques de pesimismo.

1. Encuentra los puntos débiles de tus creencias negativas

Siempre los hay, solo los tenemos que dejar de lado nuestra opinión e
investigar un poco.¿El hecho de que te hayan suspendido el examen de
conducir significa realmente que nunca serás capaz de conducir? Investiga
entre tus amistades cuántas de ellas suspendieron una, dos o incluso tres
veces antes de obtener el carné; habrá más de una.

¿La lluvia del viernes por la tarde significa que hay que cancelar el viaje del fin
de semana por mal tiempo? Consulta las previsiones para el sábado y el
domingo porque a lo mejor te sorprende saber que ahí adonde tú vas brillará el
sol.

2. Revisa todas las opciones, no solo las malas

Durante un ataque de pesimismo, solemos escoger las causas más


generales, destructivas y permanentes. Piensas “seguro que es un cáncer”,
en vez de “será un bulto insignificante”; o “soy un idiota”, en lugar de “no
estudié lo suficiente para el examen”.
Tu objetivo debe ser buscar todas las alternativas posibles, aunque no te
convenzan del todo, porque el objetivo final no es convencerte es sembrar
dudas razonables respecto a la interpretación más negativa.

Cuando nos ponemos cenizos, no escogemos la interpretación más


negativa porque es la más creíble sino porque es la peor de todas

Nos centramos en las más terrribles y no conseguimos ver las alternativas.

Pero en la práctica del optimismo, no se trata de negar la interpretación más


funesta sino de equilibrarla con otras posibilidades.

3. Acepta la realidad pero minimiza las consecuencias

En algunos casos, puede suceder que los hechos sean demasiado claros
y no haya manera de negar el infortunio: efectivamente es cáncer, conducir
no es lo tuyo o el fin de semana va a diluviar en toda la Península.

En ese caso, nos queda la táctica de minimizar las consecuencias: Hoy en


día existen muchos tratamientos eficaces contra el cáncer. Hay mucha gente
sin carné de conducir que vive feliz, moviéndose a pie, en bicicleta y en
transporte público.

O dale la vuelta a la moneda, busca alternativas… Cambio de planes: ¡fin de


semana tranquilo en casa disfrutando de la pereza matutina, la lectura, el
bricolaje, el cine, la cocina, los museos, la música y el parchís!

4. No le quites valor a lo bueno

Somos lo peor, porque muchas veces nuestro pesimismo llega incluso a


afectar a los sucesos positivos. Tendemos a interpretar estos hechos como
aislados, puntuales o casuales.

Por ejemplo, si me hacen un cumplido no es porque me lo merezca sino porque


“quieren quedar bien conmigo” o porque “no me conocen realmente”. Si
apruebo el examen es por “suerte” o porque “le doy pena al profesor”.

En estos casos, debemos buscar interpretaciones positivas que apunten


a causas generales, permanentes y personales: “El cumplido refleja una de
mis virtudes personales” o “el examen lo aprobé porque conozco bien la
materia”.

Y aunque no nos creamos del todo estas interpretaciones, lo importante


es equilibrar la tendencia a desvalorizar lo positivo

Ejerciciso2; Optimismo

El optimismo es una fortaleza personal innata que se encuentra presente tanto


en niños como en adultos. Se ve modificada a lo largo de los años por el
conjunto de experiencias vividas y la educación recibida. Esto es lo que marca
la diferencia en el desarrollo y la forma que tiene cada uno de utilizar sus
recursos optimistas.

Enseñar y educar en optimismo conlleva otorgar a nuestros hijos


unas herramientas que les servirán en el futuro y les ayudarán además a
prevenir determinados problemas mentales. Protegerá su autoestima y evitará
síntomas depresivos.

Optimismo como fortaleza

El optimismo es la capacidad de creer en un futuro próspero, lo que nos


permite enfrentarnos a la adversidad con el convencimiento de que
acabaremos superándolo, al menos a nivel emocional. Esta habilidad nos
permite ganar en resiliencia y enfrentar mejor la adversidad, apoyándonos en la
parte positiva, en nosotros mismos y en nuestras capacidades.

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Desde el optimismo no se obvia la realidad ni se evitan las emociones


negativas. El peso de la acción y el foco, sin embargo, giran hacia el bienestar,
pese a las circunstancias.

Educa en optimismo
Los niños son especialmente sensibles a los acontecimientos vitales, no
contando, además, con el suficiente conocimiento del mundo como para poder
razonar y gestionar mejor sus emociones. Por eso necesitan que los padres y
educadores les doten de herramientas positivas que les ayuden a
enfrentarse mejor al mundo.

Si enseñamos optimismo con los siguientes consejos, nos aseguraremos la


mejor adaptación de nuestros hijos y un incremento en su nivel medio de
bienestar:

1. Enseña con ejemplos

Los niños necesitan sentir validez y seguridad con aquello que hacen. Por eso,
cuando se enfrentan a nuevos retos, se sienten más débiles. Busca mediante
ejemplos claros, sencillos y recientes enseñarles que han sido capaces en
otras ocasiones superar los problemas pese a partir desde el desconocimiento.

2. Trabajo los puntos débiles

Cuando hacen actividades que les salen mal, no hay que restar importancia a
sus emociones o exigirles la perfección. Estas actividades son las que más
deben practicar, con paciencia y dando espacio a la frustración. De esta forma,
sin tirar la toalla, sabrán que pueden enfrentar tareas más complicadas en el
futuro.

3. Refuerza el triunfo

Cada pequeño logro que consiguen es digno de ser premiado, desde el


refuerzo verbal o con pequeñas actividades en familia. El ocio debe ser
prioritario frente a los premios materiales o los castigos.

4. Foco en lo positivo

Nuestro lenguaje y nuestra actitud determina el camino que estamos siguiendo,


lo cual se refuerza con la atención externa. Da mayor prioridad a sus
necesidades cuando sean formuladas en positivo, nunca desde el pesimismo o
el victimismo. Puedes además enseñarle cómo mejorar esa parte del lenguaje.
5. Acéptate

Eres el mejor ejemplo para tu hijo y tienes un impacto directo en su autoestima.


Por eso, todas aquellas palabras o conductas relacionadas con la
desvalorización serán imitadas por los más pequeños. Trátate con compasión,
respeto y cariño. Tus hijos harán lo mismo.

6. Juega usando las fortalezas

Si ponemos el foco en todas las habilidades que nos hacen destacar,


podremos potenciarlas. Para aumentar su autoestima, busca juegos o
actividades donde se ponga a prueba aquello que se le da bien, desde el logro
y el reto. Si fuera demasiado fácil se aburriría y asimilaría que todo en la vida
no requiere de esfuerzo.

Como padres, queremos lo mejor para nuestros hijos, y para dárselo


necesitamos dotarles también de herramientas emocionales, no sólo de
seguridad física. Educar en optimismo es una buena forma de protegerles y
darles autoridad e individualidad.

* Ángel Rull, psicólogo.
Autocuidado

Capacidad para llevar adelante la autoprotección en todos sus ámbitos


(alimentación, ejercicio físico, sueño, enriquecimiento cultural, social…).

Autocuidado

¿De qué hablamos cuando decimos autocuidado?

En el autocuidado reconocemos el cuidado como modo de ser esencial en


cada uno de nosotros, lo ejercemos para nuestro bienestar, de este modo nos
ubica en el centro de nuestras acciones, cada uno de los actos que llevamos a
cabo son para nuestra auto-conservación, y demostración de auto-valía.

El autocuidado se convierte en un acto de vida, permitiéndonos empoderarnos


mediante nuestras propias acciones para con nosotros mismos.

Es una filosofía de vida, una relación con nuestro ser que conlleva
responsabilidad íntima ligada a la cotidianidad, cada uno de los actos que
generamos se fundan en nuestras experiencias, sostenidas en nuestras redes
familiares y sociales, así es el resultado de nuestra práctica social e histórica.

Al tener como objetivo el sustento de la vida, las acciones que constituyen


nuestro propio cuidado deben ser realizadas de manera individual y sin
planificación.

Individuo con habilidades para el autocuidado

Para el desarrollo del autocuidado, la persona:

 Cuenta con autoestima y empoderamiento sobre su salud, lo que


favorece el control personal. Al potenciar la autoestima se impulsan
acciones deliberadas de autoafirmación, autovaloración,
autorreconocimiento y autoexpresión de aspectos que nos llevan al
bienestar.
 Se involucra en la dialéctica salud-enfermedad, articulando sentidos y
significados para construir una visión esclarecedora del proceso salud-
enfermedad. Por lo que identifica las conductas que lo llevan a la salud.
 Explora sobre las conductas y el conocimiento, realiza acciones que
armonicen con el conocimiento que se va adquiriendo, es decir, tiene una
coherencia entre el saber y el hacer.
 Analiza su situación personal. El autocuidado es contextual, pues la
persona lleva a cabo las acciones en su situación (género, etnia, geografía),
analizando y actuando en su momento histórico, por lo que las acciones de
autocuidado son individuales, y así deben de potencializarse desde la
situación de cada uno de nosotros.
 Participa en procesos en pro de la salud, es activo en el marco de grupos
de iguales que le ayudan construyendo, difundiendo y conociendo acciones
positivas en pro de la salud.

Por su parte, Dorothy Orem, enfermera estadounidense y autora de la Teoría


del déficit de autocuidado, conocida también como Modelo Orem, indica que
el autocuidado es una capacidad que conlleva habilidades para desempeñar
acciones deliberadas: habilidad de atenderse en situaciones específicas,
comprender características y significados, percibir la necesidad de
cambiar o regular el comportamiento, y lograr la destreza para lograr un
cambio.

Dorotea E Orem definió los siguientes conceptos meta paradigmáticos:

Persona: concibe al ser humano como un organismo biológico, racional y


pensante. Como un todo integral dinámico con capacidad para conocerse,
utilizar las ideas, las palabras y los símbolos para pensar, comunicar y guiar
sus esfuerzos, capacidad de reflexionar sobre su propia experiencia y hechos
colaterales a fin de llevar a cabo acciones de autocuidado dependiente.

Salud: la salud es un estado que para la persona significa cosas diferentes en


sus distintos componentes. Significa integridad física, estructural y funcional;
ausencia de defecto que implique deterioro de la persona; desarrollo progresivo
e integrado del ser humano como una unidad individual, acercándose a niveles
de integración cada vez más altos. Por tanto, lo considera como la percepción
del bienestar que tiene una persona.
Enfermería: servicio humano, que se presta cuando la persona no puede
cuidarse por sí misma para mantener la salud, la vida y el bienestar, por tanto
es proporcionar a las personas y/o grupos asistencia directa en su autocuidado,
según sus requerimientos, debido a las incapacidades que vienen dadas por
sus situaciones personales.

Aunque no define explícitamente entorno como tal, lo reconoce como el


conjunto de factores externos que influyen sobre la decisión de la
persona de emprender los autocuidados o sobre su capacidad de
ejercerlo.

Por nuestra parte, coincidimos con las definiciones elaboradas por Dorothea E
Orem ya que la persona debe ser vista holísticamente desde el punto de
vista biológico, psicológico y social.

Déficit de autocuidado

La teoría general del déficit de autocuidado es una relación entre la demanda


de autocuidado terapéutico y la acción de autocuidado de las propiedades
humanas en las que las aptitudes desarrolladas por el paciente potencial para
el autocuidado, no son operativas o adecuadas para conocer e identificar
algunos o todos los componentes de la demanda de autocuidado terapéutico
existente o previsto.

Los seres humanos tienen gran capacidad de adaptarse a los cambios que se
producen en sí mismo o en su entorno. Pero pueden darse una situación en
que la demanda total que se le hace a un individuo exceda su capacidad para
responder a ella.

En esta situación, la persona puede requerir ayuda que puede proceder de


muchas fuentes, incluyendo las intervenciones de familiares, amigos y
profesionales de enfermería.

Dorothea E Orem usa la palabra agente de autocuidado para referirse a la


persona que realmente proporciona los cuidados o realiza alguna acción
específica. Cuando los individuos realizan su propio cuidado se les considera
agentes de autocuidado.
Agencia de autocuidado

La agencia de autocuidado es la capacidad de los individuos para participar en


su propio cuidado.

Los individuos que saben satisfacer sus propias necesidades de salud tienen
una agencia de autocuidado desarrollada capaz de satisfacer sus necesidades
de autocuidado.

En otros casos, la agencia de autocuidado está aún desarrollándose, como en


el caso particular de los niños.

Otros individuos pueden tener una agencia de autocuidado desarrollada que no


funciona. Por ejemplo, cuando el temor y la ansiedad impiden la búsqueda de
ayuda, aunque la persona sepa que la necesita .

Y es que ante la adversidad o en la enfermedad, podemos dejar o no llevar a


cabo las acciones de auto-beneficio, descuidando el régimen dietético, la
medicación, el control de peso y los cuidados personales.

Y esto muchas veces porque negamos la enfermedad, atenuando la gravedad


de la misma.

Ante un diagnóstico podemos ejercer conductas agresivas, rechazando el


tratamiento o bien caer en un estado de depresión, teniendo un papel pasivo
ante la demanda de cuidado en la enfermedad, todo esto llevándonos a
complicaciones, que en la mayoría de los casos son prevenibles.

Así el modo de afrontamiento y el desarrollo de habilidades para el


autocuidado, es uno de los retos más grandes que tiene el estamento médico
como profesionales de la salud.

El experto sanitario debe fortalecer la capacidad de afrontar los problemas o


limitaciones que percibe el paciente, con el objetivo de lograr un papel activo en
su cuidado, empoderándolo de habilidades que le permitan actuar en pro de su
bienestar.

Decálogo para vivir más, mejor y más feliz


Con ocasión de la celebración de la Semana del Autocuidado, la Sociedad
Española de la Medicina de Familia y Comunitaria, publicó en su edición de
2016 el siguiente Decálogo del Autocuidado:

“Tener una buena salud también depende de nuestros esfuerzos para adoptar
un estilo de vida saludable.

Tú puedes protagonizar tu salud y elegir si quieres vivir más, mejor y más


feliz.

Piensa que tus valores y creencias son tus fortalezas y te permitirán realizar
cualquier cambio para que sigas mejorando.

Sigue estos consejos básicos para lograrlo.

1.- La alimentación debe ser…

- Suficiente, para mantener o conseguir un peso saludable.


- Variada, comiendo alimentos distintos, para obtener todo tipo de
nutrientes.
- Equilibrada, incluyendo todos los días alimentos de todos los grupos.
- Segura. Evita correr riesgos y elige solo alimentos de origen seguro, con
un envasado correcto e íntegro.
- Apetecible, cocinar bien es un arte que hay que cuidar.
- Mediterránea. No hay duda: elige esta dieta.

2.- El consumo de alcohol debe ser…

- Cuanto menos, mejor.


- Cero: para embarazadas y niños.
- Ni tocarlo si se va a conducir.

3.- Realiza actividad física.

- Elige un ejercicio físico que sea adecuado a tus condiciones.


- Haz ejercicio de forma regular: 1 hora diaria al menos 5 días a la
semana.
- Cualquier actividad cuenta, como subir los peldaños de una escalera o
caminar, ...
4.- Evita el consumo de tabaco y otras drogas.

- Deja el tabaco.
- El consumo de tabaco es la causa evitable más común de enfermedad y
muerte en nuestro país.
- Evita los espacios contaminados por el humo del tabaco, ya que el
tabaquismo pasivo es causa de diversas enfermedades.
- Ninguna droga es saludable.

5.- Haz un uso racional de los medicamentos.

- Siempre bajo la supervisión de un sanitario cualificado.


- Si tomas medicamentos, acompáñalos de un estilo de vida saludable.

6.- Cuida tu salud sexual.

- Evita conductas de riesgo y disfruta del sexo con salud.


- Si has tenido alguna conducta de riesgo, consulta con tu médico y hazte
un test.

7.- No abuses del sol.

- Media hora al día es suficiente para cubrir nuestras necesidades


fisiológicas.
- Protégete siempre adecuadamente, pues las radiaciones solares se
acumulan a lo largo de toda la vida.

8.- Conduce de una forma responsable.

- Nada de alcohol si vas a conducir.


- Usa el cinturón de seguridad en coches y las sillas para niños; y ponte el
casco en motos y bicicletas.
- No manipules el teléfono móvil cuando estés conduciendo.

9.- Ten una actitud positiva ante la vida.

- Tómate las cosas con calma.


- Evita el estrés.
- Descansa lo suficiente.
- Busca un sentido a la vida, una pasión, un propósito, una ilusión que te
impulse a levantarte cada día.

10.- Participa en tu comunidad.

- Conecta abiertamente con todo el mundo y practica la autoestima


positiva.
- Participa de la pertenencia a una comunidad, con buenas relaciones
sociales.
- Ríete, la risa tiene poder curativo.”
Cuidado del otro

Capacidad para valorar y trabajar en la protección de los demás en todos sus


ámbitos (alimentación, ejercicio físico, sueño, enriquecimiento cultural, social,
…), con el mismo interés como en la propia

El cuidado del otro

¿Qué quiere decir cuidar?

Este término proviene del español antiguo “coidar” y este del latín “cogitare”
que significa pensar. Si buscamos la definición en el diccionario nos
encontramos con: poner atención, diligencia o solicitud en la ejecución de algo.

Cuidar también se refiere a asistir, conservar y guardar.

Piensa cuando estás cuidando de algo o alguien.

Por ejemplo, de tu hijo, de tu mascota o de una planta.

La ética del cuidado

Surge como consecuencia de la toma de conciencia sobre la propia condición


humana, fundamental para comprender la vulnerabilidad y, por tanto, la
corresponsabilidad que tenemos los unos con los otros.

El reconocernos como seres vulnerables y vulneradores, capaces de las


acciones más nobles, pero también de justificar lo injustificable, de perjudicar y
hacer mucho daño, nos abre a una nueva perspectiva acerca de lo que somos,
de nuestros límites y posibilidades y, sobre todo, de la responsabilidad que
tenemos de cuidar del otro.

Sin duda, el capitalismo del homo economicus que modela las vidas en las
sociedades contemporáneas aboga por un individualismo exacerbado, en el
que el sentido de bienestar y el proyecto de una vida feliz y dichosa, está
anclado a una visión del otro como medio para obtenerla, es decir, como un
instrumento del que me puedo valer para satisfacer mis propios intereses.

Una lógica inhumana que sólo puede producir enemigos y rivales, seres
anónimos, sin rostro y que amenazan con robar ese sueño artificial de felicidad.
Es en este marco en el que el cuidado juega un papel preponderante.

El cuidado del otro ante todo invita a una manera distinta de construir una
relación y de la forma de interactuar entre seres humanos.

En este sentido, Gabriel Benavidez insiste en que el cuidado del otro es un


tipo de relación en donde lo que prima no es la ley, la norma o los deberes, ni
una ética universal; sino las necesidades del otro, la corresponsabilidad que se
tiene con ese otro.

Una corresponsabilidad sin dependencias en el que la sensibilidad por las


necesidades del otro, son la base sobre la cual pueden articulase las acciones
que dirigen las relaciones personales y sociales.

Sin duda, en un tiempo en el que dependemos de personas que jamás hemos


visto y que, a su vez, dependen de nosotros, el cuidado del otro da cuenta del
cuidado de sí mismo.

Cuidar al otro

Cuidar indica que te estás dedicando a él, dejando de lado tus cosas y
prestando atención a lo que necesita.

El hecho de cuidar a los demás es diferente en función del ser vivo cuidado.

A un niño le arropas, a un perro lo llevas al veterinario y a una planta la riegas.

Al cuidar, no importa la acción puntual, sino la actitud que tienes hacia


ese ser.

Incluso también podemos cuidar objetos (como el coche o la casa) y cuestiones


abstractas (la ideología, los valores) y siempre es lo mismo… les ofrecemos
tiempo y dedicación para que estén protegidos y no se dañen, corrompan o
empeoren.

¿Primero tengo que cuidar de mí?

Seguro conocerás la frase “ámate primero a ti mismo para luego amar a los
demás”.

Algo similar sucede cuando cuidas a los demás.


Es preciso que en primer lugar te sientas cuidado por ti, para que
después tengas la capacidad de cuidar a otro.

Pongamos un ejemplo muy práctico donde se demuestra que es preciso


cuidarnos para luego cuidar al otro.

El protocolo de aviación civil indica que en caso de turbulencia, cuando cae la


mascarilla de oxígeno primero debemos ponemos la nuestra y luego la de
nuestros hijos.

¿Eso es ser un mal padre? Para nada. Significa que estás cuidando tu
integridad física para poder encargarte del pequeño, sino nadie lo hará por ti.

Entonces no puedes pretender pasarte horas y horas en vela cuidando a un


familiar enfermo si no duermes tú y estás despierto, en condiciones de prestar
atención a sus necesidades.

No estás siendo egoísta, sino todo lo contrario.

Te estás poniendo en disposición de ayudar de manera inteligente y no


desesperada.

Cuidar a los demás es cuidar de uno

Nuevamente acudiré al refranero popular. “No hagas al otro lo que no quieres


que te hagan a ti”.

Podría usar una frase positiva que indique “hazle al otro lo mismo que a ti te
gustaría”.

Cuando vas a cuidar a alguien debes pensar en la manera que a ti te


gustaría que te cuidasen.

Si estuvieses enfermo, ¿qué debería tener en cuenta tu cuidador?

Si fueses un niño ¿de qué manera te protegería tu madre o padre?

Cuando llegues a anciano ¿cómo te gustaría que se encargaran de ti tus seres


queridos?
Cuidar a los demás es una de las tareas más nobles a las que podemos
aspirar: cuidar nos hace útiles, constructores y valiosos frente a nosotros
mismos y frente a los demás.

¿Qué es la ética del cuidado?

Esta teoría se centra en las necesidades de las personas que están en una
situación de vulnerabilidad, dependencia, etc., dándose prioridad a su cuidado.

En la ética del cuidado la pregunta fundamental no es ¿qué es lo justo? sino


¿cómo responder a las necesidades de esta persona en esta situación?

Así, puesto que no tiene por objetivo cuidar desde una perspectiva global, sino
individual, es decir, cuidador-persona cuidada, se rechaza un modelo de
deliberación moral que busque una perspectiva racional objetiva e imparcial
basada en unos principios y normas universales.

Por este motivo, la ética del cuidado se ciñe a las circunstancias concretas del
caso, a las emociones suscitadas por la situación y a las relaciones que nos
vinculan con los individuos implicados.

Y esto exige «conocer el contexto concreto en el que aparece un conflicto ético,


conocer cómo se sienten las personas afectadas y ofrecer la respuesta que
permita el mantenimiento de la red de relacionales personales existentes y el
bienestar de cada sujeto implicado».

El modo de responder a las necesidades de la persona, de analizar las


emociones y las relaciones interpersonales vinculadas es cuidando de la
persona.

El concepto de cuidado puede ser definido de varias formas: como


actividad, como tarea profesional, como actitud y como compromiso
moral.

El cuidado como actividad

Comprende aquellas acciones que contribuyen a la ayuda y solicitud ante


aquellas necesidades del otro.
Hace referencia a la colaboración desinteresada del cuidador hacia la otra
persona para que logre el bienestar.

El cuidado como tarea profesional

Tiene una dimensión normativa y estipulada. El cuidado se realiza de modo


“oficial” pero no entendido de forma espontánea.

Por un lado, se aprecia la acción de cuidar estandarizada y protocolizada en


una labor profesional regulada.

Por otro, el cuidado es definido como bien interno de una tarea profesional y es
lo que da sentido y validez social a la propia profesión.

El cuidado como actitud

Se define como responsabilidad por las personas y por el mundo.

Se trata de una sensibilidad ante la realidad que nos obliga a actuar ante
aquellos que requieren del cuidado.

El cuidado como compromiso moral

Su significado se relaciona con la concienciación y la actuación ante la


fragilidad del otro.

Es un compromiso moral de justicia ante la necesidad de solicitud dada su


vulnerabilidad.

En todos estos casos, la tarea de cuidar ha de estar centrada en la persona


cuidada.

El cuidado muestra una actividad, actitud y compromiso moral hacia aquellos


que son vulnerables y que están en situación de dependencia.

Consideraciones finales

En síntesis, consideramos que el cuidado del otro es la máxima expresión de


comunicación entre los seres vivos, pues trasciende más allá de la simple
relación entre humanos, por cuanto exige la presencia significativa de la
persona que cuida y de la persona receptora del mismo.
Esta presencia significativa implica ver, oír, tocar y sentir a través de un
proceso de empatía que debe estar presente en la relación interpersonal, así
como con la naturaleza y el universo.

• El autoconcepto y la autoestima son unas de las tantas claves que el ser


humano debe considerar para desarrollar actitudes favorables,
fundamentadas en valores como: el amor, la solidaridad, el respeto, la firme
convicción de la existencia de un ser superior que rige nuestros caminos, la
alegría, la paz interior como secreto para ser feliz y sentirnos bien con
nosotros mismos, que nos conlleve a vivir en armonía y felicidad y por ende
a generar comportamientos que protejan nuestra salud.
• El cuidar de sí, es un proceso inherente a la conducta humana por demás
compleja que exige templanza o dominio de voluntad, toma de decisiones
pertinentes y prácticas de conductas saludables tendentes a proteger la
salud

• El autoconocimiento, también es un elemento requerido para conocer


nuestro comportamiento. A través de la introspección, podemos conocer las
dimensiones que estructuran el yo, cuáles son sus manifestaciones,
necesidades, habilidades, los roles que asume la persona.

• En el cuidar del otro es fundamental la empatía entendida como la habilidad


para entender las necesidades, sentimientos y problemas de los demás y
responder correctamente a sus reacciones emocionales.

• El cuidar del otro es aceptar al otro con sus virtudes y defectos pues es un
ser frágil a las presiones terrenales.

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