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Roger C. Altman
c
parte del mundo está haciendo un cambio histórico y se dirige hacia un período en
el que el papel del Estado será mucho mayor y el del sector privado, mucho menor.
De ese modo, el poderío global de Estados Unidos, así como el atractivo de la de-
mocracia al estilo estadounidense, se está erosionando. A pesar de que Estados
Unidos tuvo la fortuna de que esta crisis coincidiera con la promesa inherente a la
elección de Barack Obama como Presidente, las fuerzas históricas —y la crisis
de 2008— alejarán al mundo de un sistema unipolar.
De hecho, las potencias económicas emergentes están adquiriendo nueva in-
fluencia. Ningún país se beneficiará económicamente de la crisis financiera duran-
te el próximo año, pero algunos Estados (principalmente China) alcanzarán una
posición global relativamente más sólida. China está experimentando una desace-
leración de su mercado inmobiliario, sus mercados de exportación están débiles y
se espera que su tasa general de crecimiento se reduzca. Sin embargo, el país aún está
relativamente resguardado de la crisis global. Sus reservas de divisas extranjeras
alcanzan los 2 billones de dólares, con lo que se sitúa como el país más fuerte del
mundo en cuanto a liquidez. El sistema financiero de China no está expuesto, y el
crecimiento del país, que ahora es impulsado por la actividad interna, seguirá pre-
sentando tasas sólidas aunque menores.
Esta posición de relativa seguridad le da a China la oportunidad de consolidar
sus ventajas estratégicas, mientras Estados Unidos y Europa luchan por recuperarse.
Beijing no estará en situación para ayudar a otros países financieramente o para ha-
cer inversiones clave en recursos naturales, por ejemplo, en momentos en que Occi-
dente no puede hacerlas. Al mismo tiempo, esta crisis puede dar lugar a una relación
más cercana entre Estados Unidos y China. Los puntos de desacuerdo relacionados
con el comercio están desapareciendo, lo que podría atenuar las posiciones protec-
cionistas del Congreso estadounidense. Es probable que, ya que Washington estará
menos distraído por la guerra en Iraq, el gobierno del presidente Obama verá más
claramente que su predecesor que la relación de Estados Unidos con China se está con-
virtiendo en la relación bilateral más importante de su país. El gobierno de Obama
podría iniciar los esfuerzos para introducir a China al g8 (el grupo de países alta-
mente industrializados) y para ampliar la posición accionaria de China en el Fondo
Monetario Internacional (fmi). China, a su vez, podría iniciar un esfuerzo para
ampliar la base de capital del fmi.
los fundamentos
La opinión general atribuye la crisis al colapso de los precios de la vivienda y del
mercado hipotecario subpreferencial en Estados Unidos. Ésa es una idea equivo-
cada, ya que dicho colapso fue consecuencia de otro problema. La causa subya-
cente de la crisis fue la combinación (generalmente letal) de tasas de interés muy
bajas y niveles de liquidez sin precedente. Las tasas de interés bajas reflejaban la
política excesivamente acomodaticia del gobierno estadounidense tras el 11-s. (La
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Reserva Federal de Estados Unidos bajó la tasa de los fondos federales a casi 1% a
finales de 2001 y la mantuvo muy cercana a ese nivel ínfimo durante 3 años.) La
liquidez reflejó, entre otros factores, lo que el Presidente de la Reserva Federal,
Ben Bernanke, ha llamado “la superabundancia global de ahorro”: los enormes
excedentes financieros obtenidos por ciertos países, en particular China, Singapur y
los Estados productores de petróleo del golfo Pérsico. Hasta mediados de la dé-
cada de los noventa, la mayoría de las economías emergentes tenían déficits en su
balanza de pagos, ya que importaban capital para financiar su crecimiento. Sin embar-
go, la crisis financiera asiática de 1997-1998, entre otros factores, cambió esta situación
en gran parte de Asia. Después de eso, los superávits aumentaron por toda la re-
gión y posteriormente fueron reciclados de manera constante hacia Occidente
como inversiones de cartera.
Al enfrentar bajos rendimientos, esta montaña de liquidez buscó, de manera na-
tural, rendimientos más altos. Una ley básica de las finanzas es que los rendimien-
tos de los préstamos son inversamente proporcionales a la calidad del crédito:
mientras más fuerte sea el prestatario, menor será el rendimiento y viceversa. Por
ende, enormes capitales fluyeron al sector hipotecario subpreferencial y hacia
prestatarios más débiles de todo tipo en Estados Unidos, Europa y, en menor
medida, en el resto del mundo. Por ejemplo, el volumen anual de las hipotecas
subpreferenciales y de otros tipos de hipotecas bursatilizadas aumentó de un pro-
medio de largo plazo de aproximadamente 100 000 millones de dólares a más de
600 000 millones de dólares en 2005 y 2006. Como en todas las burbujas financie-
ras, se ignoraron las lecciones que da la historia, incluidas aquéllas sobre las tasas
de incumplimiento en el largo plazo de dichos créditos deficientes.
Esta avalancha de dinero hipotecario ocasionó que los precios de los inmuebles
residenciales y comerciales aumentaran a niveles sin precedente. Mientras que
una vivienda promedio en Estados Unidos había aumentado su valor en un 1.4%
anual durante los 30 años anteriores a 2000, el índice de apreciación aumentó a
un 7.6% anual a partir de 2000 y hasta mediados de 2006. De mediados de 2005
hasta mediados de 2006, en medio de una desenfrenada especulación en el merca-
do inmobiliario, fue del 11%.
Pero como la mayoría de los picos en los precios de las materias primas, éste final-
mente se revirtió, con más intensidad si cabe. Los precios de la vivienda han estado
cayendo considerablemente durante más de 2 años y hasta ahora no hay señales de
que toquen fondo. Los mercados de futuros están mostrando precisamente eso: des-
de su punto más alto hasta el más bajo, la caída en el valor de las acciones inmobi-
liarias del país podría ser del 30% al 35%. Lo anterior sería una caída increíble para
un fondo de acciones que alguna vez estuvo valuado en 13 billones de dólares.
El colapso de los precios de la vivienda debilitó el valor multimillonario del fondo
de hipotecas de menor valor que se había creado durante el período de 2003 a 2006.
Además, numerosas hipotecas subpreferenciales que se habían estructurado al inicio
para que fueran artificialmente baratas comenzaron a imponer condiciones más seve-
caos
Cada vez es más evidente que la grave recesión que se está extendiendo por Es-
tados Unidos y Europa será la más profunda para la economía mundial desde la dé-
cada de los treinta. El pib de Estados Unidos bajó en el tercer trimestre de 2008
y se pronosticó que se desplomaría, en casi un 4%, en el cuarto trimestre. De los 52
economistas encuestados por The Wall Street Journal durante el año pasado, la
mayoría esperaba que la economía de Estados Unidos se contrajera durante al me-
nos tres trimestres consecutivos, lo cual no ha sucedido en 50 años. Al menos en el
mediano plazo, los papeles globales de Estados Unidos y de los países europeos
disminuirán a la par de su economía.
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mucho más su apalancamiento tan sólo para mantener estables sus balances. En otras
palabras, tendrán que suspenderle el crédito al mundo al menos durante 3 ó 4 años.
En un patrón clásico de sobreajuste, los mercados oscilan entre la euforia y el
desánimo. Actualmente, la actitud de las instituciones financieras ha girado hacia
un extremo conservador. Están revisando sus sistemas de aprobación de crédito y
de gestión del riesgo, así como sus índices de liquidez y de apalancamiento. En el
futuro cercano, predominarán unas normas de préstamo más estrictas.
Estos nuevos patrones de préstamo estarán aún más restringidos por norma-
tivas notablemente más estrictas. Se ha reconocido abiertamente que esta crisis
refleja el fracaso regulatorio más importante de la historia moderna, un fracaso
que se extendió de la supervisión de los bancos a las declaraciones de la Comisión
de Valores y Cambio de Estados Unidos y a la supervisión de la clasificación credi-
ticia. Las recriminaciones y los procesos penales apenas están comenzando. Se reco-
noce unánimemente que se necesita una amplia reforma regulatoria. Seguramen-
te Obama y el nuevo Congreso estadounidense tratarán de establecer leyes para
poner en práctica las reformas este año. Las autoridades europeas indudablemen-
te tomarán medidas similares. Es probable que las normas de liquidez y capital
mínimo de las instituciones reguladas, entre otras, se tornen más estrictas.
Sin embargo, si la historia nos ha enseñado algo es que las reformas financieras
irán demasiado lejos. La legislación Sarbanes-Oxley, establecida tras el colapso de
Enron y de WorldCom, es un ejemplo de dicho exceso. Si algo así volviera a ocu-
rrir, las restricciones más rigurosas sobre los sistemas bancarios estadounidense y
europeo podrían demorar el retorno a la actividad financiera saludable. Estados
Unidos se verá limitado aún más por enormes déficits presupuestarios, por el
producto de un repentino aumento en el gasto gubernamental diseñado para
luchar contra la crisis financiera y por el marcado descenso de la renta pública
ocasionado por la recesión. Ahora parece que el déficit de Estados Unidos para
el año fiscal que inició en octubre de 2008 se aproximará a 1 billón de dólares,
más del doble de los 450 000 millones de dólares del año anterior. Éste sería, con mu-
cho, el déficit nominal más sustancial jamás incurrido por un país y representaría
el 7.5% del pib de Estados Unidos, un nivel que sólo se había visto durante las gue-
rras mundiales.
las repercusiones
Difícilmente podría haber condiciones más limitantes para Estados Unidos
y Europa. Primero, la grave recesión obligará a los gobiernos a concentrarse en
los problemas internos pues sus ciudadanos exigen que los recursos nacionales se
dediquen a la recuperación interna. Las prioridades de Obama, según lo expresó
durante su campaña, se ajustan a este modelo. El primer acto importante de
Obama como Presidente fue aprobar una legislación de estímulo económico. Es
probable que tome medidas para atenuar aún más la crisis financiera, para en-
frentar la difícil situación de los fabricantes estadounidenses de automóviles y
para iniciar la compleja tarea de reformar los servicios de salud y la política ener-
gética.
Los líderes europeos también se centrarán en los problemas internos. Ellos
también establecerán programas de estímulo y tratarán de hacer frente al daño
financiero. El otoño pasado, Nicolas Sarkozy, el Presidente de Francia, y Silvio
Berlusconi, el Primer Ministro de Italia, ya estaban pronunciando apasionados
discursos sobre cómo proteger a las compañías de esos países para que no fueran
adquiridas por intereses extranjeros, un mensaje que difícilmente coincide con las
teorías económicas modernas.
Segundo, los déficits fiscales sin precedente y las dificultades de los sistemas
financieros también impedirán que Occidente emprenda iniciativas internacio-
nales importantes. Si Obama hereda un déficit de 1 billón de dólares, y lo aumenta
temporalmente a 1.7 billones de dólares mediante un programa de estímulos, no
habrá un electorado que exija que Estados Unidos incremente su gasto en inicia-
tivas en el extranjero. De hecho, el país podría estar entrando en un período de
moderación forzada que no se había visto desde la década de los treinta. Si una
crisis como el colapso de la economía mexicana de 1994 sucediera otra vez, es poco
probable que Estados Unidos interviniera. E incluso si hubiera crisis económicas en
áreas estratégicas importantes, como Pakistán, es improbable que Estados Uni-
dos o alguno de los países europeos clave ofrecieran una ayuda económica signifi-
cativa. El fmi, en cambio, tendrá que ser el principal interventor.
En el ámbito privado, los mercados de capital occidentales tardarán varios
años en recuperarse totalmente. En el futuro, las grandes instituciones financieras
reducirán su tamaño a medida que las pérdidas continúen y conforme reduzcan
aún más su apalancamiento. El sobreajuste que ocurre después de una crisis también
hará que los mercados se tornen reacios al riesgo y al apalancamiento en el futuro
cercano.
Históricamente, los mercados de capital estadounidenses eran mucho más pro-
fundos y líquidos que cualquier otro en el mundo. Fueron un caso excepcional
durante décadas, hasta que los mercados europeos comenzaron a desarrollarse
rápidamente a lo largo de los últimos 10 ó 15 años. El resto del mundo dependía de
ellos para obtener capital, y esta relación reforzó la influencia global de Estados
Unidos. Ahora suministrarán proporcionalmente mucho menos capital durante
los próximos años.
Tercero, la credibilidad económica de Occidente se ha visto socavada por la crisis.
Esto es importante porque, durante décadas, gran parte de la influencia y del poder
blando de Estados Unidos reflejaba la fortaleza intelectual del modelo anglosajón
de capitalismo de mercado. Pero ahora, el modelo que ha ayudado a contener el
socialismo y a promover la desregulación en lugar de la regulación —que motivó la
transformación del Partido Laborista Británico, las reformas económicas en Europa
del Este y la apertura de Vietnam en los noventa— está bajo sospecha. Se conside-
ra que el sistema financiero estadounidense ha fracasado.
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acuerdo nuclear que había firmado con Estados Unidos en 2005. El resultado gene-
ral es que India se ha concentrado en satisfacer sus necesidades internas y no está
especialmente bien preparada para explotar su posición geopolítica.
Gran parte del mundo, sin embargo, se ha visto gravemente afectada por la
crisis. Los bancos occidentales perjudicados, que sistemáticamente habían otorga-
do crédito a las empresas del mundo en desarrollo, han dejado de proporcionarlo
repentinamente. A medida que se retira el capital extranjero, las divisas, los siste-
mas bancarios locales y los mercados de valores de países de por sí pobres se han
debilitado considerablemente. Los países de Europa del Este que tenían déficits de
cuenta corriente excepcionalmente grandes y habían acumulado una deuda extran-
jera sustancial también han resultado especialmente afectados. Hungría, Letonia y
Ucrania son ejemplos destacados; Hungría y Ucrania ya han asegurado préstamos
de emergencia del fmi.
En Rusia, la caída en los precios del petróleo y de otras materias primas estuvo
a punto de provocar el colapso del rublo y de los precios de las acciones locales.
El gobierno del presidente Dimitri Medvedev ha gastado cantidades enormes,
quizá unos 200 000 millones de dólares hasta la fecha, para respaldar la divisa, al
sistema financiero de Rusia y a varias empresas muy apalancadas controladas por
el Estado. Con 500 000 millones de dólares en reservas de divisas extranjeras,
Rusia continúa teniendo una situación financiera sólida, incluso después de estos
esfuerzos de rescate. Sin embargo, estos aleccionadores acontecimientos harán que
le sea más difícil satisafcer parte de sus renovadas ambiciones geopolíticas. En
teoría, esto permitiría que las relaciones entre Estados Unidos y Rusia se descon-
gelaran si Obama deseara iniciar un acercamiento. Sin embargo, antes de que eso
suceda, Moscú podría intentar aplicar la estrategia de “mano dura” que el Primer
Ministro soviético, Nikita Jrushchov, utilizó con el presidente John F. Kennedy,
en Viena, en 1961.
El desenlace de la crisis será mucho más grave para Irán y Venezuela, que tam-
bién han sufrido por el desplome de los precios del petróleo, pero que, a diferencia
de Rusia, tienen reservas de divisas extranjeras limitadas. La economía iraní ya
está deteriorada y es probable que las presiones internas aumenten. Venezuela, que
ha gastado a manos llenas para promover la agenda internacional del presidente
Hugo Chávez, se enfrenta a un problema aún más grave.