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Prólogo Carmen Severo
Prólogo Carmen Severo
Prólogo
¿No podemos emular sin la obligación de crear de forma paralela con los
cánones establecidos, con la intelectualidad masculina o con los tabúes que
mantienen por generaciones una ciudad (pueblo) como Olavarría en estado de
sometimiento?
Reitero, viajar a Olavarría solo hizo que pueda colaborar con este prólogo. No
hay nada en pie que remita a Carmen. Ni siquiera pude percibir la visión de una
mujer obsesionada por el resultado de su poesía. La obsesión, si la hay, se
encuentra en los diarios de Fernando Oviedo en su intento de “desempolvar” los
versos en secreto. Lo que no nos alerta Fernando es sobre su enfermedad, no de
forma explícita, aunque sí deja algunas pistas.
Carmen no se cuida de lo que tiene enfrente. Para ella todo es poesía, desde un
papel, una correspondencia, un espejo, un cuchillo, madera, pintura. Lo palpa
con su boca y se convierte en un poema. No de forma accidental, sino en un
sentido y ritmo armonioso. Disolviendo su forma por medio de saliva.
Aquellos que se animen a leer a Carmen Severo, recen por no ser devorados.