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LA SEPARACIÓN DE HECHO COMO CAUSA DE

DISOLUCIÓN DEL RÉGIMEN DE COMUNIDAD


Ferrer, Francisco A. M.
Guilisasti, Jorgelina
Publicado en: DFyP 2020 (mayo) , 20
Sumario: I. Las relaciones de hecho.— II. Separación de hecho y su tardía manifestación en el
mundo del derecho.— III. La separación de hecho en el régimen patrimonial del matrimonio
argentino.— IV. Fundamentos para admitir la separación de hecho como causa de disolución del
régimen de comunidad en caso de muerte de uno de los cónyuges.— V. Calificación de los bienes
adquiridos luego de la separación de hecho: ¿bienes propios o gananciales anómalos?— VI.
Aspectos procesales.— VII. Conclusión.
Cita: TR LALEY AR/DOC/589/2020

I. Las relaciones de hecho


La separación de hecho ha sido la contrapartida de un instituto de antiguo origen y de consolidada
juridicidad: la separatio, separación de mesa, lecho y habitación del derecho canónico, o separación
de cuerpos (divortium quoad thorum et mensam), denominada separación personal según arts.
201/212 del Cód. Civil derogado (según textos de la ley 23.515/1987). La separación personal se ha
suprimido en el Código Civil y Comercial, que solo contempla el divorcio vincular. La separación
de hecho se mantiene como etapa previa o provisoria que conduce al divorcio, o como una
alternativa de este.
La locución "de hecho" marca la diferencia entre el instituto típico, regulado por la ley, y su
contrafigura existente al margen del encuadramiento legal, respondiendo a una clasificación entre
"relaciones de derecho" y "relaciones de hecho", que no es exclusiva de la separación, sino
tradicional y transversal a varias ramas del derecho. En efecto, la dicotomía entre aquellas
relaciones que se apartan de la norma legal y aquellas que la reflejan fielmente puede encontrarse en
cada nivel y en cada sector del derecho: basta pensar en las sociedades de hecho, las relaciones
laborales de hecho, la familia de hecho, la separación de hecho, guarda de hecho; etcétera.
Sobre la base de estas figuras tradicionales un sector de la doctrina ha intentado construir una
categoría dogmática unitaria: teoría general de las relaciones o situaciones de hecho, abarcativa de
tales fenómenos en las diversas ramas del derecho. El rasgo común es que cada relación de hecho
en su momento inicial se caracteriza por la presencia de un vicio consistente en la falta de
cumplimiento de la formalidad sustancial o del control previsto por la ley para el nacimiento del
correspondiente instituto típico. Por otra parte, el elemento condicionante para la existencia de la
relación de hecho es su ejecución. Sin ejecución no hay configuración de la relación fáctica (1).
En la actualidad se admite pacíficamente que la fuerza de los hechos puede superar la indiferencia o
el silencio de la ley e irrumpir en el plano jurídico. El derecho viviente pone de manifiesto
continuamente la existencia de relaciones de hecho "juridizadas", fundamentalmente por el rol de la
jurisprudencia. Así ha ocurrido con la separación de hecho, a la cual se le han asignado expresos
efectos jurídicos por el legislador en temas de divorcio, sociedad conyugal (actual régimen de
comunidad), filiación, responsabilidad parental y derecho sucesorio.
II. Separación de hecho y su tardía manifestación en el mundo del derecho
Durante siglos los juristas y el legislador desconocieron la separación de hecho; estaba desterrada
del mundo del derecho. La ley no reconocía más que dos clases de cónyuges: los casados y los
separados judicialmente. No se reconocía un tercer género. La jurisprudencia le negaba toda
eficacia: era una situación inexistente para la ley. Este hermético régimen jurídico tuvo una causa
fundamentalmente religiosa (2): la intensa y prolongada influencia del derecho canónico, que
condicionó a fondo la legislación civil de la familia. El principio del matrimonio indisoluble y la
consiguiente prohibición del divorcio vincular, la aceptación solo de la separación de cuerpos como
mal menor, que debía ser decretada, si correspondía, por los jueces eclesiásticos, la calificación de
públicos pecadores a los cónyuges irregularmente separados, el extremo disfavor de las autoridades
canónicas hacia toda forma de aflojamiento del consorcio matrimonial, que consideraba a la solidez
del matrimonio como factor conservador y determinante de la estabilidad social. La consecuencia
de este cuerpo doctrinario fue que la separación se concibió como un remedio excepcional que
debía ser pronunciado por el juez solo si resultaban acreditadas algunas de las causas establecidas
taxativamente por la ley. No se admitía que los cónyuges pudieran disolver por propia voluntad el
consorcio familiar. De ahí, entonces, que se ignorase absolutamente la existencia de la separación
de hecho.
Vélez Sarsfield al redactar su Código Civil tan solo en una norma hace referencia a la separación de
hecho: el art. 3575, que prescribía la pérdida de la vocación hereditaria de los cónyuges entre sí
cuando "viviesen de hecho separados sin voluntad de unirse", precepto que sufrió posteriormente
diversas modificaciones y que dio lugar a interpretaciones discordantes.
III. La separación de hecho en el régimen patrimonial del matrimonio argentino
En la versión original de Vélez Sarsfield que rigió hasta 1968, la separación de hecho no tenía
incidencia en la sociedad conyugal. Ni la sentencia de divorcio (3) producía la disolución de la
sociedad conyugal. Demandar la disolución era un derecho del cónyuge inocente que nacía con
motivo de la sentencia de divorcio (art. 1306), y que luego lo ejercía en la oportunidad que él
decidiese, aún varios años después del divorcio, y no había un criterio uniforme sobre el momento
en que se debía establecer la fecha de la disolución. La solución se prestaba a abusos e injusticias.
Los jueces trataron de evitar las consecuencias disvaliosas de tal sistema. En unos casos decidieron
que, si ambos eran culpables, con posterioridad al divorcio ninguno participaba en los gananciales
adquiridos por el otro (4). En otros casos, cuando después de muchos años de separación de hecho
definitiva, fallecido uno de los cónyuges sin que haya mediado sentencia de divorcio, aparecía el
supérstite a reclamar a sus derechos societarios sobre la mitad de los gananciales adquirido por el
causante durante el lapso de separación, los tribunales consideraron que la separación de hecho era
causal de disolución de la sociedad conyugal por aplicación del art. 1262, Cód. Civil, que remitía a
las reglas de la sociedad civil, y allí el art. 1769 incluía el abandono de hecho —asimilado a la
separación de hecho— como causal de disolución de la sociedad, y además, hacían mérito de que si
admitían tal reclamo sancionarían una manifiesta injusticia y sería un estímulo para la separación de
hecho que la ley no reconoce como fuente de derechos (5). Otros fallos no reconocían a la
separación de hecho como causal disolutoria de la sociedad conyugal, pero llegaban al mismo
resultado de aquellos otros precedentes con la invocación de la equidad y la moral, del abuso del
derecho, del enriquecimiento sin causa, y de la imposibilidad de invocar la propia torpeza (6).
Pero finalmente se consolidó una doctrina jurisprudencial, que fue receptada por la ley 17.711/1968
de Reformas, que le dio una nueva redacción al art. 1306: "La sentencia de separación personal o de
divorcio vincular, produce la disolución de la sociedad conyugal con efecto al día de la notificación
de la demanda o de la presentación conjunta de los cónyuges, quedando a salvo los derechos de los
terceros de buena fe...". Y en su tercer y último párrafo dispuso lo que resolvía aquella
jurisprudencia (7): "Producida la separación de hecho de los cónyuges, el que fuera culpable de ella
no tiene derecho a participar en los bienes gananciales que con posterioridad a la separación
aumentaron el patrimonio del no culpable" (8).
Esta norma rigió hasta la entrada en vigencia del Cód. Civil y Comercial, pues la ley 23.515/1987
de Matrimonio Civil y Divorcio no alteró el texto de dicho último párrafo.
Además, la ley 23.515 también reformó el texto del art. 1294, Cód. Civil incorporando como causa
de separación judicial de bienes (y por ende de disolución de la sociedad conyugal) al abandono de
hecho por parte de uno de los cónyuges. Por lo tanto, el que no había incurrido en el mencionado
abandono, podía pedir judicialmente la separación de bienes, ante la separación de hecho generada
por dicha causa. Se sustituyó el art. 1294, Cód. Civil, por el siguiente: "Uno de los cónyuges puede
pedir la separación de bienes cuando el concurso o la mala administración del otro le acarree el
peligro de perder su eventual derecho sobre los bienes gananciales, y cuando mediare abandono de
hecho de la convivencia matrimonial por parte del otro cónyuge".
Pero estas reformas no fueron suficientes. No fue feliz el nuevo texto del art. 1306, Cód. Civil, ni la
reforma del art. 1294 cubrió las expectativas, pues no brindaron una solución completa de todas las
cuestiones que se planteaban. Nuevamente la jurisprudencia tuvo que cumplir su función integrativa
de las normas legales deficientes y resolver que a ninguno de los dos cónyuges le correspondía
participar en los bienes adquiridos por el otro durante la separación fáctica precedente al divorcio
fundado en la separación de hecho (9), o cuando se obtenía por el trámite de la presentación
conjunta (10).
Esta solución la receptó el Código Civil y Comercial, pues previó a la separación de hecho sin
voluntad de unirse como causa de disolución del régimen de comunidad de gananciales solo
cuando hubiese precedido a la sentencia que declaró la nulidad del matrimonio, decretó el divorcio
o la separación judicial de bienes, en cuyo caso la sentencia en estos casos tendría efectos
retroactivos al día de esa separación (arts. 475 y 477, inc. c], y 480, 2º párr.).
Es decir, en el régimen vigente, la separación de hecho produce efectos en relación con la
disolución de la comunidad solo si ha mediado en vida de los cónyuges sentencia firme de nulidad
de matrimonio, divorcio o separación judicial de bienes, en cuyos casos la sentencia retrotrae la
extinción de la comunidad al día de la mencionada separación.
Por lo tanto, tampoco esta solución fue abarcativa de los supuestos conflictivos que vienen
reiterándose desde comienzos del siglo pasado, pues no ha contemplado la separación de hecho
como causal autónoma de disolución del régimen de comunidad (la antigua sociedad conyugal), por
lo cual cuando después de fallecido uno de los consortes se acredita la realidad precedente de una
separación fáctica definitiva de estos, y uno de ellos o sus herederos pretenden beneficiarse con los
bienes adquiridos por el otro durante esa etapa de inexistencia de comunidad de vida conyugal, el
caso queda sin una solución normativa puntual y expresa.
No obstante, sostenemos que los Tribunales no pueden cerrar los ojos ante esta anormal situación
no prevista por la ley, porque de lo contrario estarían tolerando la consumación de una flagrante
injusticia.
IV. Fundamentos para admitir la separación de hecho como causa de disolución del régimen
de comunidad en caso de muerte de uno de los cónyuges
La circunstancia de que los cónyuges vivan separados sin voluntad de unirse no puede ser ignorada
por el derecho, porque modifica la realidad de la vida familiar y de tal circunstancia brotan efectos
jurídicos. La cesación de la convivencia comporta la cesación o modificación sustancial de los
deberes conyugales y de las relaciones económicas de los consortes. Por eso la separación de hecho,
durante mucho tiempo desconocida por el derecho, comenzó a tener relevancia en la legislación y
en la jurisprudencia: se han previsto soluciones normativas puntuales y expresas, como dijimos, y
en otras cuestiones los tribunales han emitido decisiones creativas aplicando los principios
generales.
La separación de hecho es un fenómeno sociológico que se da en todos los estratos sociales y por
múltiples causas, que produce el quiebre del matrimonio, siendo su salida la reconciliación o el
divorcio.
En este trabajo planteamos el caso en que no se dan ningunas de las dos salidas. No hay
reconciliación ni tampoco se divorcian seguramente por las dificultades de la tramitación, los costos
y cuestiones económicas, u otros problemas personales o familiares. Por lo tanto, subsiste el
régimen de comunidad derivado de un lazo de derecho sin vida conyugal; se mantuvo el vínculo
legal ficticio sin comunidad de vida, un vínculo formal sin ningún contenido real.
En consecuencia, se plantea la cuestión: no obstante que el matrimonio en los hechos no existió, que
estuvo vaciado de realidad conyugal, ¿es justo y coherente que los cónyuges continúen
patrimonialmente siendo socios?, ¿es justo que se mantenga vigente el principio de ganancialidad
en virtud del cual la adquisición onerosa de uno beneficia al otro, cuando con ese otro desde hace
años no se ha tenido ningún tipo de relación, de ninguna clase, y han vivido en forma absolutamente
independiente, y no pocas veces en distintas ciudades?
La solución no está expresamente prevista en la ley, pero, no obstante, la deben dar los tribunales,
como lo hicieron durante la vigencia del texto originario del art. 1306 del Cód. Civil. En efecto, la
incidencia de la separación de hecho en la sociedad conyugal, o sea, en las relaciones patrimoniales
de los cónyuges, siempre ha sido objeto de la intervención de la jurisprudencia motivada por
razones de equidad.
Por ello, la aplicación literal, lisa y llana del régimen legal que impone la subsistencia del régimen
de comunidad durante el lapso de separación de hecho si no media sentencia de divorcio genera
incoherencia con otras soluciones de la ley, y, lógicamente, resultados a todas luces injustos.
Ahora bien: si la aplicación de la ley acarrea consecuencias que evidentemente no han sido tenidas
en cuenta por el legislador y que importan una verdadera e irritante injusticia, esta imprevisión debe
determinar al juez, con arreglo a sus facultades, a apartarse del texto, sin necesidad de declararlo
inconstitucional, y complementarlo aplicando otras normas y principios legales, fundamentalmente
si el texto de la ley aparece contrariando el principio de equidad. Los jueces no pueden amparar a
quienes pretenden una aplicación abstracta de la ley, violando su principio mismo que es lograr
soluciones justas (11). Ya Llerena observaba que el legislador no puede prever todos los casos que
se presentan en la realidad, y de ahí la necesidad de suplir esa deficiencia por medio de los
principios generales del derecho, y por el sentimiento de justicia y equidad. La noción de lo justo y
equitativo es siempre el fundamento más robusto de la interpretación de la ley. Se dice que nuestros
Tribunales no son de equidad y que solo debe aplicar la ley; es cierto, pero no siempre existe esa
ley, y entonces tenemos que hacer lo que los romanos: Praetor suplet in eo quod legis deest (12).
El mismo art. 2º del Cód. Civ. y Com. autoriza esta interpretación integrativa, al expresar: "La ley
debe ser interpretada teniendo en cuenta sus palabras, sus finalidades, las leyes análogas, las
disposiciones que surgen de los tratados sobre derechos humanos, los principios y valores jurídicos,
de modo coherente con todo el ordenamiento". Y en sus Fundamentos expresa que los principios y
valores no solo tienen un carácter supletorio, sino que son normas de integración y de control
axiológico, que le ha permitido a la Corte Suprema de la Nación descalificar decisiones
manifiestamente contrarias a valores jurídicos (13).
Por ello, la cuestión aquí planteada requiere una solución judicial equitativa y coherente con todo el
régimen legal, tal como lo ha venido produciendo la jurisprudencia en esta materia desde el Código
Civil de Vélez, puesto que con el pretexto de silencio de la ley no se puede tolerar una consecuencia
imprevista e incoherente que provoca la consumación de una injusticia notoria.
No es coherente, en efecto, que la separación de hecho sin voluntad de unirse al momento de la
muerte de uno de los cónyuges sea causal de extinción de la vocación sucesoria del supérstite y a la
vez no produzca ningún efecto sobre la comunidad; como tampoco que durante la separación fáctica
subsista el régimen de bienes que los convierte en socios a los cónyuges, como si nada hubiera
pasado, cuando en realidad está faltando el sustento vital, el fundamento propio de la ganancialidad,
que es la comunidad de vida, la solidaridad y la colaboración mutua de los esposos, en una palabra,
la affectio societatis.
Y anotamos como incoherencia, asimismo, el hecho de que durante el régimen anterior la
separación de hecho definitiva resultaba suficiente para decretar el divorcio, y hoy basta la sola
voluntad de un cónyuge, pero en ambos ordenamientos la separación de hecho sin voluntad de
unirse consentida por ambos consortes, cuando fallece uno de ellos, no basta para extinguir el
régimen matrimonial de bienes, cuando el matrimonio en los hechos no ha existido en vida de
ambos.
Finalmente señalamos esta situación contradictoria: si hubiese mediado sentencia de divorcio en
vida de los consortes, de acuerdo con el régimen vigente en ese momento, ninguno de ellos hubiese
tenido derecho a los bienes adquiridos por el otro durante el período de la separación de hecho sin
voluntad de unirse. La misma solución resulta del Código Civil y Comercial (arts. 475 y 480, 2º
párr.). Sin embargo, habiendo fallecido uno de los cónyuges sin haber mediado sentencia de
divorcio, los herederos de uno se beneficiarían con el bien adquirido por el otro durante la
separación fáctica. Lo mismo sucedería a la inversa, si el adquirente durante ese período fuera el
causante, el supérstite, que carece de vocación hereditaria por la separación de hecho definitiva,
reclamaría la mitad que le corresponde por la disolución causada por muerte.
¿Qué razón justifica esta diferente solución, cuando en ambos casos se ha producido la disolución
del régimen de comunidad, en uno por el divorcio y en otro por el fallecimiento de un cónyuge?
Absolutamente ninguna. La solución discriminatoria ofende a la equidad. Jurídicamente la muerte
no tiene por consecuencia mejorar la posición de los herederos del cónyuge fallecido, ni la del
supérstite, porque aquellos se subrogan exactamente en la misma situación jurídica y patrimonial
que tenía su causante, la cual no se mejora ni se empeora por el hecho de su fallecimiento, y
correlativamente, por la misma razón, tampoco puede mejorar ni empeorarse la situación del
cónyuge sobreviviente. Desde los romanos se viene enseñando este principio básico de la
sucesión mortis causa.
Una interpretación lógica y sistemática del ordenamiento legal debe producir una solución
coherente con el sistema y en armonía con la realidad humana, con lo justo y equitativo, pues de lo
contrario tendrá como resultado que la subsistencia de las condiciones de ganancialidad en
beneficio de uno de los cónyuges o de sus herederos, cuando no ha existido su presupuesto básico,
que es la comunidad de vida y de esfuerzos de los cónyuges, transforma el derecho a los
gananciales en un lucro injustificado, sin fundamento, en una especulación patrimonial abusiva y de
mala fe, que la justicia no puede convalidar (arts. 9º y 10, Cód. Civ. y Com.).
Para no caer en este resultado arbitrario, incoherente e injusto, al que conduciría una aplicación
literal y abstracta de la insuficiente normativa legal, la hermenéutica jurídica ha de atender al fin
general del ordenamiento legal, que es la justicia, y recurrir a los principios generales del derecho
(art. 2º, Cód. Civ. y Com.), apreciando las particularidades del caso que se trate según el principio
cardinal de la interpretación legal, que es la idea de equidad, la justicia del caso concreto, y que
siempre es un principio de nuestro derecho civil, según lo expresaba Vélez Sarsfield en la nota al
art. 784, Cód. Civil.
V. Calificación de los bienes adquiridos luego de la separación de hecho: ¿bienes propios o
gananciales anómalos?
Para determinar la calificación de los bienes adquiridos durante la separación de hecho, se presentan
dos posturas desarrolladas durante la vigencia del Código Civil.
Un sector sostiene que hay que distinguir los bienes gananciales puros propiamente dichos que
serán alcanzados por la presunción legal (arts. 1315, Cód. Civil y 466, Cód. Civ. y Com.) de los
bienes gananciales anómalos no sujetos a partición una vez operado el cese de la comunidad
patrimonial por la sentencia de divorcio (14). Otra postura sostiene que los bienes adquiridos
durante la separación de hecho no revisten el carácter de gananciales sino de propios de cada uno de
los esposos, elevando a la separación de hecho como causal de interrupción de la ganancialidad por
haber desaparecido sus presupuestos, tales como el esfuerzo compartido, la solidaridad matrimonial
y la vida en común.
Consideramos que esta última es la solución más acertada al problema planteado, ya que, a través
de un proceso de calificación del bien se lo excluye de la liquidación y partición de la comunidad
extinguida por muerte de uno de los cónyuges separados de hecho. Esta calificación deriva de la
extinción de la comunidad a partir de la separación de hecho de los cónyuges, por lo que ya no se
podría aplicar la de ganancial anómalo (15).
En consecuencia, ni los herederos del prefallecido podrán incluir esos bienes en la cuenta
particionaria por ser propios del supérstite, ni este podría incluirlos para reclamar la mitad, en el
caso de que el que haya adquirido bienes en esa etapa haya sido el causante.
Cabe mencionar un precedente (16) en que la actora solicita que dos bienes inmuebles de su
titularidad, denunciados en el proceso sucesorio del causante, no integren el acervo hereditario en la
parte ganancial que le correspondería por el hecho de estar unido a ella en matrimonio, aunque se
encontraba separada de hecho con anterioridad a su adquisición. En primera instancia se rechazó la
demanda, considerándose no se podía hacer lugar a una excepción a la presunción legal de
ganancialidad. Sin embargo, en segunda instancia se obtuvo sentencia favorable, en la que se los
consideró gananciales anómalos, por lo que se los excluyó del acervo hereditario del causante.
Si bien en el mencionado fallo se siguió la postura de gananciales anómalos, los argumentos nos
llevan a concluir que la calificación debería ser la de bienes propios, ya que se sostuvo: "El
fundamento de los bienes gananciales se halla en la colaboración de ambos esposos en la formación
del patrimonio conyugal, conclusión válida cualquiera sea el modelo de familia que consideremos,
sea que los aportes de un cónyuge se reflejen en ingresos y el aporte del otro en la atención de tareas
domésticas, o bien ambos produzcan, extinguida esa comunidad de esfuerzos e intereses debe cesar
también la ganancialidad. Es decir que, si ya no existe vida en común, ni aportes para un mismo fin,
debe cesar los efectos jurídicos económicos de la ganancialidad de los bienes...".
VI. Aspectos procesales
Frente al reclamo del cónyuge supérstite o de los herederos del cónyuge fallecido, que pretenden la
mitad de los pretendidos bienes gananciales adquiridos por el otro durante el período de separación
de hecho sin voluntad de unirse, este cónyuge —o sus herederos— deberían promover una acción
dirigida a que el juez competente declare como bienes propios del demandante los bienes que este
adquirió durante el lapso de la separación.
Por lo tanto, corresponde promover una acción ordinaria (17) con la finalidad de lograr la correcta
calificación jurídica del bien o de los bienes, sobre la base de que fueron adquiridos en esa etapa de
separación fáctica, que debe ser debidamente probada, reconociendo a la separación de hecho su
efecto disolutorio del régimen de comunidad. Con ello se evitará que se consume un abuso del
derecho y un auténtico enriquecimiento sin causa en beneficio del otro cónyuge o de sus herederos
(arts. 10 y 1794, Cód. Civ. y Com.), con desconocimiento de los principios de la buena fe y equidad
que deben regir las relaciones humanas (art. 9º, Cód. Civ. y Com.).
La mencionada acción debe promoverse ante el juez donde se tramita el proceso sucesorio del
cónyuge prefallecido por el fuero de atracción (art. 2336, Cód. Civ. y Com.). Asimismo, para evitar
que se incluya el bien en el inventario, procede, como medida cautelar, la suspensión de esta
operación con el mencionado bien, pudiendo practicarse con el resto de los bienes sobre los que no
hay controversia.
VII. Conclusión
Entendemos, en coincidencia con otros autores (18), que la solución del problema planteado, y que
genera situaciones conflictivas propicias para que una de las partes incurra en pretensiones abusivas
y contrarias a los principios de la equidad y del enriquecimiento sin causa, es la instauración
normativa de la separación de hecho sin voluntad de unirse de los cónyuges como causal autónoma
de extinción del régimen de comunidad de gananciales.
(1) FRANCESCHELLI, V., "I rapporti di fatto, Dott", A. Giufré, Milano, 1984, y voz Rapporto di
fatto, en Digesto Giurídico, UTET, Torino, 1997, 4ª ed., t. XVI, ps. 272 y ss.; LEVENEUR,
Laurent, "Situations de fait en Droit Privé", LGDJ, París, 1990; OLIVERO, Luciano, "La
separazione di fatto dei coniugi", Giufré Ed., Milano, 2006, ps. 55-57.
(2) OLIVERO, Luciano, "La separazione di fatto dei coniugi", ob. cit., ps. 11 y ss.
(3) Se trataba del divorcio relativo que solo habilitaba la separación personal, manteniendo vigente
el vínculo matrimonial, El divorcio vincular recién se introdujo en nuestra legislación por la ley
23.515 de 1987.
(4) LAFAILLE, H., "Derecho de Familia", Buenos Aires, 1930, nros. 188 y 205; BELLUSCIO,
Augusto C., en BELLUSCIO (dir.) — ZANNONI (coord.), "Código Civil, comentado, anotado y
concordado", Ed. Astrea, Buenos Aires, 1986, t. 6, p. 256 y jurisp. que cita.
(5) Cám. Civ. 2ª, 08/08/1923, Gaceta del Foro 46-35; Cám. Civ. 1ª (voto Dr. Alfredo Colmo),
Gaceta del Foro 62-185; idem, Gaceta del Foro 65-46, citados por GUAGLIANONE, Aquiles H.,
"Disolución y liquidación de la sociedad conyugal", Ed. Ediar, Buenos Aires, 1965, nros. 69 y 70;
Cám. Civ. 1ª 30/10/1929, JA 31-535. De acuerdo: DÍAZ DE GUIJARRO, E., "Efectos de la
separación de hecho de los cónyuges", JA 20-205 y en JA 29-458; FASSI, Santiago C., "La
separación de hecho, el abandono de hecho y la disolución de la sociedad conyugal", LA LEY 91-
977.
(6) SCBA, 06/05/1938, LA LEY 10-1019; CNCiv., sala C, 04/11/1957, LA LEY 90-439; votos Dr.
Jorge J. Llambías en CNCiv., sala A, 16/08/1960, La Ley 101-469 y 29/03/1966, LA LEY 122-503;
id. Sala C, 27/12/1966, LA LEY 126-646 con nota de Santiago C. Fassi; etcétera.
(7) Ver GUAGLIANONE, Aquiles H., "Disolución y liquidación de la sociedad conyugal", ob. cit.,
nro. 74 y jurisp. que cita.
(8) La ley 17.711/1968 también reconoció la influencia de la separación de hecho en el ejercicio de
la patria potestad (art. 264, inc. 2º, Cód. Civil) y en el funcionamiento de la presunción de
paternidad del marido de la madre (arts. 243 y 245, Cód. Civil). Finalmente, la ley 23.515/1987
erigió a la separación de hecho sin voluntad de unirse como causal objetiva de separación personal
(dos años de separación, art. 204, Cód. Civil) y de divorcio vincular (tres años de separación, art.
214, inc. 2º, Cód. Civil).
(9) CNCiv., en pleno 29/09/1999, LA LEY 1999-F-3; JA 2000-I-557 y ED 185-374.
(10) CNCiv., sala F, 26/12/1979, LA LEY 1980-D-234; id. Sala E, 08/04/1981, LA LEY 1981-C-
481; id. Sala F, 17/09/1996, LA LEY 1997-C-284; etcétera.
(11) BORDA, Guillermo A., "Tratado de Derecho Civil. Parte general", Ed. La Ley, Buenos Aires,
2008, 13ª ed., t. I, nro. 216.
(12) LLERENA, Baldomero, "Concordancias y comentarios del Código Civil Argentino", Buenos
Aires, 1931, 3ª ed., t. I, coment. art. 16, p. 64. De acuerdo, CÓRDOBA, Marcos M., "Solidaridad
jurídica", nro. XII, en LA LEY ejemplar del 16/10/2019.
(13) "Código Civil y Comercial. Proyecto del Poder Ejecutivo", dec. 191/20112, Ed. Rubinzal-
Culzoni, 2012, p. 515.
(14) MÉNDEZ COSTA, María J. en MÉNDEZ COSTA — FERRER — D'ANTONIO, "Derecho
de familia", Ed. Rubinzal-Culzoni, Buenos Aires - Santa Fe, 2008, t. II, ps. 112 y ss.
(15) Sin embargo, entendemos que esta calificación subsiste para los casos de disolución de la
comunidad en vida de los cónyuges (FERRER, F. A. M., "El régimen patrimonial del matrimonio",
Ed. Rubinzal-Culzoni, Buenos Aires - Santa Fe, 2017, ps. 134 y ss.).
(16) "P., R. H. c. S., H. H. s/ ordinario"; 2ª CCCMPT, Mendoza, Mendoza; 23/02/2016; Rubinzal
Online; 118907/50616; RC J 91/17.
(17) "P., R. H. c. S., H. H. s/ ordinario".
(18) Entre otros: ARIANNA, Carlos A., "Separación de hecho. Divorcio sin atribución de culpas y
ganancialidad", LA LEY 1996-C-1283, nro. C; CHECHILE, Ana M., "La separación de hecho entre
cónyuges", Ed. Lexis Nexis, Buenos Aires, 2006, p. 239; propuesta de lege ferenda de las XII
Jornadas Nacionales de Derecho Civil de Bariloche, 1989, Comisión 5; FERRER, Francisco A. M.,
en MÉNDEZ COSTA — FERRER — D'ANTONIO, Derecho de familia, Ed. Rubinzal-Culzoni,
Buenos Aires — Santa Fe, t. III-B, p. 411, etcétera.

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