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CONTRIBUCIÓN DE LAS SOCIEDADES CIVILES

Álvarez (2008) realiza un certero recorrido histórico sobre la evolución de la participación

ciudadana en nuestro país, describiendo cómo en las últimas décadas el puente de diálogo entre

Estado y ciudadanos se ha vuelto más estrecho, permitiendo la toma de decisiones en conjunto, algo

lógico si tomamos en cuenta que las leyes que emite el Estado repercuten en nuestras vidas y nuestro

papel en el contexto.

Anteriormente, existía una barrera muy marcada entre el Estado y el individuo, donde el

primero asumía totalmente el manejo del país, estado o municipio, sin tomar en cuenta lo que uno

podía opinar sobre las decisiones que se estaban tomando. Posteriormente, llegó la época de la

consulta, que en un primer momento se trataba de mera formalidad, como si se tratase de un placebo

sociopolítico para calmar al pueblo y dejarlo tranquilo. El mismo Álvarez relata que en los últimos años,

el Estado a mostrado apertura a conocer la opinión del pueblo y no solo eso, ha demostrado tomarla

en cuenta a la hora de desarrollar iniciativas o estrategias en materia de políticas públicas.

Espinosa (2004) argumenta que la fricción o distanciamiento del Estado y el ciudadano no se

debe solamente al protagonismo auto asignado del gobierno, sino también al “aletargamiento” del

sujeto mismo, pasando por alto la responsabilidad que este tiene en la toma de decisiones y en el

ejercicio de sus obligaciones en materia de políticas públicas, algo que se nos enseña desde niños

pero que con el tiempo vamos desplazando en el baúl de las cosas olvidadas. En otras palabras, nos

encontramos en una aparente zona de confort al no involucrarnos en la generación, revisión y

aceptación de iniciativas de la sociedad.

Podemos decir entonces que la participación ciudadana demarcada por objetivos comunes

promueve la cohesión social, condición que a su vez permite el fortalecimiento del capital social, que

comprende desde la estructura hasta la articulación de los diferentes dispositivos sociales y los
individuos, así como la dinámica relacional que surgen entre ellos y las estrategias o normas que van

desarrollando en conjunto (Organización Mundial de la Salud, 2010).

Ahora bien, hablar de esto en materia de adicciones es tratar con tratar con un área que

todavía es emergente, es decir, no ha encontrado madurez como sí la hay en otros fenómenos de las

sociedades complejas. En otras palabras, nos encontramos en un terreno que no se ha explorado con

profundidad, aunque debe decirse que hay propuestas muy interesantes que comienzan a darle fuerza

a este abordaje articulado, como el caso del Proyecto Hombre, programa conformado por

profesionales de la salud, familias, voluntarios, etc., orientado a la prevención y tratamiento en

adicciones, a través de un enfoque biopsicosocial (Quintero, Ortega y Fuentes, 2015).

Ahora bien, se planteaba que existen casos donde se ha reflejado mayor crecimiento y

madurez del trabajo y participación ciudadana, Álvarez (2008) comenta que el más destacado es el

movimiento feminista, pues se trata de uno “de los que mayor consistencia han alcanzado en materia

de construcción de ciudadanía e intervención en la vida pública”.

Dicho movimiento ha sido sumamente criticado, basándonos en prejuicios como el de “solo

saben vandalizar monumentos” o “¿y qué han logrado”, y es justamente cuando nos ponemos a

analizar su evolución que podemos identificar los alcances que a tenido a través del sentido de

corresponsabilidad que motiva a alzar la voz, porque si no la alzamos ¿Quién nos va a escuchar?

¿Qué alcances ha tenido la participación ciudadana desde este ejemplo de organización de la

sociedad civil? Me permito retomar el ejemplo expuesto en el foro, el de Olimpia Coral, mujer que

propuso una iniciativa para reformar el código penal, ya que cuando acudió a las instancias

correspondientes a realizar una denuncia debido a que su expareja compartió contenido íntimo sin su

consentimiento, dicha denuncia no fue procesada ya que no estaba tipificada.

A partir de ese momento, Olimpia cobijada por el movimiento feminista luchó para que esta

iniciativa se convirtiera en ley y así proteger los derechos de la mujer, hasta que el 22 de enero de
2020, entró en vigor en la Ciudad de México, reproduciéndose esta situación poco a poco en el resto

de los estados del país. Es decir, logró que el Estado y el individuo trabajaran en equipo para el

desarrollo de leyes que dignifiquen a la mujer y en general, protejan la intimidad de cualquier persona.

Explicitar lo sucedido con este movimiento nos indica que, si la ciudadanía se organiza de

forma adecuada y tiene en claro lo que quiere demandar, es posible la colaboración con el Estado, por

lo que es necesario pensar que en el abordaje del fenómeno de consumo de sustancias pueden darse

estas condiciones, atreviéndonos a opinar aquello que muchas veces solo se queda en un ensayo en

la computadora o un pensamiento que no llega a materializarse en la palabra.

Está claro que es un reto enorme, pero, como ya se ha mencionado, tenemos ejemplos de

referencia donde la sociedad civil se ha organizado y establecido programas muy completos que

trabajan con adicciones desde la prevención al tratamiento, como el caso ya descrito del Proyecto

Hombre o el de la Cruz Roja de Zaragoza (2013), donde se ofrece un abordaje multidimensional del

fenómeno de consumo de sustancias, haciendo valer los derechos del individuo y fomentando estilos

de vida saludables, a través de la promoción de la salud.

Por lo que es fundamental estrechar la relación entre Estado y ciudadanía, para que esta última

participe en el desarrollo de políticas públicas, por ejemplo, hace una semana nos llegó a la

Universidad de Guanajuato una iniciativa del Estado para regular los anexos y mejorar las estrategias

en materia de adicciones, dicha propuesta también fue enviada a otros profesionales, con el objetivo

de conocer nuestra opinión sobre la propuesta, me alegró que se nos haya tomado en cuenta para

revisar la iniciativa antes de su decreto, ya que se procura el abordaje integral y la participación.

Y creo que aquí sería pertinente retomar el concepto de corresponsabilidad, pues uno como

ciudadano, debe tener la confianza, pero sobre todo el compromiso de expresar su opinión sobre un

tema de salud pública como lo es el fenómeno de consumo de sustancias, porque si no hacemos valer

nuestra voz, no podrá ser escuchada y generar eco en las decisiones que se toman.
Bibliografía

Álvarez, L. (2008). Institucionalidad y autonomía de la participación ciudadana en Ciudad de México. Alcances y

desafíos. Revista Controversia, (191), 106-139.

Cruz Roja de Zaragoza [Cruz Roja Zaragoza] (7 de octubre de 2013). UASA: ayúdanos a prevenir y salir de la

droga. [Archivo de video]. Youtube.

https://www.youtube.com/watch?v=vh_H45p2MU4&ab_channel=CruzRojaZaragoza

Espinosa, M. (2004). Historia y cultura política de la participación ciudadana en la Ciudad de México: entre los

condicionamientos del sistema y el ensueño cívico. Andamios, (1), 9-50.

Organización Mundial de la Salud. (2010). Los Procesos de Participación Ciudadana en Salud e

Intersectorialidad. Observatorio Europeo de Sistemas y Políticas de Salud.

Quintero, B., Ortega, J. A. y Fuentes, J. A. (2015). Eficacia del programa de Prevención de adicciones Entre-

Todos (Proyecto Hombre). Revista Lasallista de Investigación, 12(2), 28-35.

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