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FILOSOFIA Y DERECHO. CAPITULO SEGUNDO PRUEBA Y VERDAD 1, DOS FORMAS DE ESTABLECER LA RELACION Si se quiere prestar atencién a los numerosisimos matices con los que ha sido planteada la relacién entre prueba y verdad se hace ne sario elaborar un amplio elenco de posiciones teéricas, explicitas e implicitas. No obstante, quizads éste sea un esfuerzo poco productivo una vez terminado el elenco, pueda resultar que no se haya avanzado en absoluto en la clarificaci6n de la relaci6n entre esas nociones. Por ello, me limitaré a exponer dos de las formas mas habituales en las que se ha presentado esa relaci6n, asi como a analizar sus pro- blemas y las criticas a las que han sido sometidas. Para la primera de las tesis, que sostiene la existencia de una rela- cién que puede denominarse conceptual, la verdad de una proposicion es condicién necesaria, pero no suficiente, para que pueda decirse que esa proposici6n esta probada. Se trata de una tes is acerca del concepto de prueba, que ya ha sido analizada en el capitulo anterior, y que, de forma general, sostiene que una proposici6n esta probada si es ver- dadera y hay elementos de juicio suficientes a su favor. Esta ha sido clisicamente la concepcién mayoritaria de la prueba judicial (cfr., por todos, BentHam, 1823, vol. I: 30 y BONNIER, 1869, vol. I: 5-6), pero se puede decir que hoy esta en franca decadencia por las razones que Se indicaran en el epigrafe siguiente '. —_ " En cualquier caso, vale Ia pena sefalar que, en © Plausible; esto es, no creo que la verdad de una proposicién del esta tesis concept iderarse como condicién n mi opinion, ba consi JORDI FERRER BELTRA 56 oan stiene que la relaci6n existente entre segunda tesis, en cambio, sostiene qu tente entre se y verdad es mas bien telcolégica; esto es, no adjudica a jg prueba ¥. vein papel definitorio de la prucba, sino que la considera verda ig! idad probatoria (entre otros, Ciartony, el objetivo tiltimo de Ia actividad Prete oo que, de este modo, ‘ s. y FERRAJOLI, A ee Rath : 1987: 505 ‘se que la finalidad principal de la actividad probatoria ¢, Se ue mento de la verdad acerca de los hechos ocurridos eee enna se convertiré en premisa del razonamiento decisorig (Summers, 2000: 285 ss.). Es importante advertir que el punto de vista que aqui resulta relevante es el del legislador 0, si se prefiere, de la teoria del proceso y de la aplicacién del derecho. Esté claro, en cambio, que no puede presuponerse cn absoluto que esa misma finalidad sea compartida por las partes del proceso 0, incluso, por el proprio juez 0 tribunal que debe tomar la decision. Cabe destacar, por cierto, que esta distincién entre el propésito 0 la finalidad de la institucion (pro- batoria, en este caso) y el propésito o finalidad de los sujetos inter- vinientes no es exclusiva de la prueba y tampoco del Ambito del dere- cho. Asi, por ejemplo, en el contexto de la filosofia de la ciencia Van FRAASSEN (1980: 24) sefiala que «el propésito de la ciencia, por supues- to, no debe ser identificado con los motivos individuales de los cien- tificos. El propdsito del juego del ajedrez es dar jaque mate al opo- nente; pero el motivo para jugar puede ser la fama, el oro y la gloria». Para finalizar este epigrafe, vale la pena sefalar una diferencia entre las dos tesis presentadas que muchas veces se olvida: la primera de las tesis supone la vinculacién entre la verdad y la prueba como resultado, esto es, plantea una determinada posici6n acerca de la posi- bilidad de que una proposicién sobre un hecho esté probada y resulte, contemporaneamente, falsa. En cambio, la segunda de las tesis, plantea una relacién entre la verdad y la prueba como actividad probatoria. Sino se percibe esta diferencia entre las dos tesis presentadas, cayendo en la trampa de la ambigiiedad del término “prueba”, se tiende a vin- cular ambas tesis, ya sea para sostenerlas ambas indistintamente, ya sea para rechazarlas. En particular, por lo que aqui importa, es impor- tante percibir que los argumentos que se hacen necesarios para el rechazo 0 la defensa de una u otra de las tesis son claramente distintos. 2. PRUEBA Y LIMITACIONES PROCESALES Quien pretenda adoptar una nocién general de prueba para expli- car la nocién de prucba judicial (SenTis MELENDO, 1979: 10; DEvis Ecnanpia, 1981: 9 ss.; Hazarp-Tarurro, 1993: 92 y 95 y TARUFFO, Recesaria para que esta proposicién pueda resultar 5 robada. Vid. el epigrafe 3.C del capitulo anterior para una mayor argumentacidn de este recha 0. pRUEBA Y VERDAD 37 92: 351) deberd dar cuenta necesarig e a fi ae el derecho y el Proceso, como mare ene que eeseaii rucba, imponen a esta nocién. En Particular, puede co, idee i esas especificidades provienen Principalmente de tres ‘tip - taciones que no existen en otros dmbitos de la experie: os ciencias. Dichas limitaciones son, en primer lugar, tas que i npoae el propio proceso es Cuanto tal; en segundo iapars Ya institucioa a juzga las i s reg de fa cose Juzgada y, finalmente, las impuestas Por las reglas sobre El primer tipo de limitaciones tiene 2 que se desarrolla la actividad probatoria yen el que el juce a cites, tiene que decidir posteriormente acerca de los hechos probados. Ese marco, representado por el proceso judicial?, impone ciertos limites y peculiaridades a la prueba con independencia de las. reglas especificas que cada ordenamiento establezca sobre ella. En particular, resulta de especial importancia el hecho de que la actividad probatoria deba circunscribirse en un lapso temporal determinado y que finalizada esa actividad probatoria el juez tenga que decidir sobre los hechos del caso a los que sera de aplicaci6n el derecho (CELANO, 1995: 149 y Summers, 2000: 290-291). Ademas, en cualquier proceso judicial moderno existe la posibilidad para las partes de aportar medios de prueba a favor de la reconstruccidén de los hechos que defiendan en el proceso*, En funcién de los distintos ordenamientos juridicos y de las distintas jurisdicciones, esa posibilidad puede ser més amplia o mas restringida. Puede reservarse tnicamente a las partes o bien permitirse la intervenci6n del juez ordenando la realizacién de pruebas no soli- citadas por las partes, etc. Pero, en todo caso, con independencia de las reglas especificas al respecto, existe siempre la posibilidad para las partes de aportar medios de prueba al proceso o de determinar, a través de sus alegaciones, los hechos que deberdn ser probados en el proceso (CHIARLONI, 1987: 505 y 510 ss.). Pues bien, ese hecho es también de particular importancia, porque permite a las partes defen- der sus intereses, que no necesariamente coinciden con el descubri- miento de la verdad *, también a través de la manipulacién del material probatorio: esto iltimo puede realizarse directamente mediante la pre- ? En realidad, puede decirse lo mismo de otros tipos de prucba juridica no judicial, a la que se da en el procedimiento administrativo. No obstante, a los efectos de simplificar el discurso, se hard siempre referencia a la prueba judicial. > Pucde entenderse que esta posibilidad forma parte de la garantia del oe i — €n juicio. Al respecto, puede verse DAaMaska, 1986: 119 ss. Vid. también, por {eect — 1984: 75 ss., respecto de la doctrina italiana, y Pico 1 Junoy, 1996: 13 ss. respecto de Ta ¢spanola. Vid. también Ferrer (2002). * Ferrwout (1989: 555) advierte, en ese sentido, que tener un cardcter necesariamente desinteresado. Por ello, puede decirse ue ta ANT de las partes en el proceso (que s6lo puede evitarse en un modelo ingui Pl ‘una limitacién al objetivo de la obtencidn de la verdad sobre los hechos. Ja busqueda de la verdad ha de ue la intervencién JORDI FERRER BELTRA ca ELTRAN 16 ios de prueba adulterados (por ejemplo, una decla. sentacién de medios A .diante la omisi6n de presentar Medios i falsa, etc.) 0 me i aes Mae adie ue perjudiciales para eae Subjetivos de la parte, pero que, en cambio, pudieran ser ti en la deter. minacién de la verdad sobre lo ocurrido (JACKSON, 126)5, ete. La segunda limitacién procesal que incide de un modo relevante sobre la felacion entre prueba y verdad es la institucién de la cosa juzgada. De forma muy rudimentaria, puede decirse que la funcién de esta institucién es la de poner un limite a la discusién Juridica a través del proceso judicial. Es interesante advertir que ésta no es una limitacién que venga impuesta por el propio marco procesal, como silo eran las anteriores. En este sentido, es perfectamente concebible un sistema judicial en el que todos o algunos casos puedan ser replan- teados indefinidamente y las decisiones adoptadas en las sucesivas ins- tancias puedan ser recurridas sin limite. Es mas, un sistema como éste no es s6lo concebible como hipotesis tedrica, sino que puede encon- trarse alguna experiencia histérica del mismo en la que se permitia el replanteamiento indefinido de distintos procesos con el mismo objeto procesal ®, Es conveniente distinguir dos sentidos en los que suele utilizarse la expresién “efecto de cosa juzgada”. Esos dos sentidos se identifican habitualmente mediante las denominaciones “cosa juzgada formal” y “cosa juzgada material”. La primera de ellas es la cualidad de ser inim- pugnable atribuida a una resolucién judicial por el ordenamiento juri- dico, que en ocasiones también es denominada firmeza’. Esa inim- pugnabilidad puede producirse por dos motivos, a saber: puede tratarse de una resolucién frente a la que el ordenamiento no admita recurso alguno o bien puede suceder que las partes hayan dejado transcurrir los plazos para la presentacion del pertinente recurso sin hacerlo. En sentido material, en cambio, la cosa juzgada tiene que ver con los efectos que un determinado tipo de resolucién judicial, la sentencia, * En este punto, la posibilidad de que el juez ordene de oficio la practica de pruebas no solicitadas por las partes puede contribuir a mitigar esa desvirtuaci6n del material probatorio y, en ese sentido, a acercar la prueba judicial a la nocin general de prueba. * Es ya muy indicativo el nombre que recibian esos procesos: lites immortales. Al respecto puede verse Giutiant, 1988: 527 ss, También en la Unidn Soviética, durante un largo perfodo después de la revolucién, se consideré que toda sentencia, civil o penal, podia ser revisada sin limite temporal predeterminado. Es mas, los obstiiculos a la posibilidad de revisar una decision judicial hasta obtener una solucién acertada, en la determinacién de los hechos y en Ia aplicacién derecho, Se consideraban un formalismo burgués inaceptable. Vid., al respecto, Damask, 1986: 179, En cont racterizacién de la cosa juzgada, considerandola como una ins- on gisita en la propia funcién jurisdiccional” se manifiesta Taria, 2000: 135. este primey na akocs, con buen criterio, propone usar esa denominacién de firmeza para aa ete am la expresin cosa juzgada para el sentido material, de modo TEC ha anes - ae terminol6gicas. Cfr. MONTERO Anoca, 1995: 72 ss. No obstante, 18 a ‘as denominaciones cosa juzgada formal y material en sus arts. 207 y 222 pRUEBA Y¥ VERDAD roduce respecto de otros procesos e se adopte una decisién fi de que se adc on futura entre las mi u re eae : as Mismas parte: el mismo objeto (art. 222.1 LEC). Por otro, en es ates ¥ sobre Ja cosa juzgada ee al «es el efecto vinculante ara aE ectO pasitivo, rior de fa sentencia firme dictada en uno anteriog eaten eee? le o relacidn juridiea que —sin ser la misma que se core ution a consideracion See condiciona la situacién o felacion | id : e se hace valer en el nuevo proceso» (Tap: ee pa P O» (Taria, 2000: 207-208: art, 222.4 alquier caso, i ati: : aad Sade la cos fiieeade ne oe tres puntos importantes: la pice siempre replantear la discusi6 sobre los hechos (Cuartont, 1987: 514), su alcance va mas ute on ja determinaci6n de los hechos y, finalmente, no ee ie Grice yal ae ibili lantea pees eed s ica limitacién a la posibilidad de replantear la discusién acerca de los hech bados en el marco del proceso judicial. Asi, en primer lugar, en ale Mee casos es posible reabrir la cuestién de la determinacién de los hechon probados de un caso, incluso cuando sobre el mismo ha recaido a sentencia firme. Obviamente, esto es dependiente de la regulacion juse dica contenida en cada ordenamiento, pero es habitual, por ejemplo que se permita la revisin de una sentencia firme cuando se disponga de nuevas pruebas que puedan demostrar la inocencia de una persona condenada penalmente. En segundo lugar, esta claro que la cosa juz- gada tiene un alcance mas amplio que el de la determinacion de los hechos probados: no se aplica sélo a los aspectos referentes a la deter- minacion de los hechos del caso, sino también, y hasta principalmente, a la decisi6n acerca de la interpretacién y la aplicacién del derecho a esos hechos. Finalmente, en muchos ordenamientos es habitual que se limite de diversos modos la posibilidad de replantear en segunda y sucesivas instancias la discusién acerca de los hechos probados del caso en nombre del principio de inmediacién *. De forma aproximativa, lo que se sostiene es que el sujeto mejor situado epistemolégicamente para valorar las distintas pruebas aportadas al proceso, por separado y también conjuntamente, es aquel que ha presenciado directamente su practica, de modo que esto supondria un limite a las posibilidades de revision de la declaracién de hechos probados realizada por ese juez o tribunal por parte de otros superiores. La tercera limitacién a las posibilidades de conocer la verdad acerca de (las proposiciones sobre) los hechos en el proceso judicial viene representada por la existencia en todos los ordenamientos juridicos ado, excluye la posibilidad jacién no esta claro en absoluto y, en a del mismo ha sido el subterfugio * El alcance que debe darse al principio de inme muchos casos, una interpretacién cxtraordinariamente lax: § ses Para la adopcién de concepciones altamente irracionalistas de la prueba, limitando et cance del deber de moti idiendo un verdadero control posterior de la decision. Vid, por todos, ANDRES InASt 2003: 59 ss. y 2003b: 57 ss 1 FE! ‘ i. JORDI FERRER BELTRAN modernos de una apreciable cantidad de reglas juridicas sobre la prue. ba. En este sentido, como se ha mostrado en el capitulo Precedente?, son muchos los autores que han sostenido ae oe de esas reglas limita o impide directamente que se Bac a oe fender una vin. culacién mas 0 menos estrecha entre los concep a le prueba juridica y verdad. No obstante, parece imprescindible real tae un anilisis mgs detallado de los distintos tipos de reglas procesales sobre la prueba y de su incidencia en aquella relaci6n con la finalidad de no aventurarse ‘en la defensa de tesis generales que no estén fundamentadas en todos los casos. A ese efecto, he distinguido entre tres tipos de reglas sobre la prueba: reglas sobre la actividad probatoria, sobre los medios proba- torios y sobre el resultado probatorio. Como he intentado mostrar en el capitulo anterior, los dos primeros tipos de reglas sobre la prueba no suponen un impedimento para que pueda atribuirse valor de verdad a los enunciados declarativos de hechos probados'®. En cambio, en el caso del tercer tipo de reglas, la respuesta no puede ser tan simple, En efecto, en ese tipo de reglas cabe distinguir las denominadas Teglas de prueba legal y las reglas que establecen el principio de libre apre- ciacién de la prueba. Una buena forma de interpretar lo que establecen estas ultimas reglas es la de considerar que prescriben al 6rgano juz- gador que evalie el material probatorio aportado al proceso de acuerdo con las reglas de la racionalidad general. En ese caso, las tnicas limi- taciones juridicas vienen impuestas por el contexto procesal dentro del cual se delimitan los elementos de prueba que posteriormente deben ser individual y conjuntamente valorados por el juez. En cambio, en el caso de las reglas de prueba legal, como ya he sostenido, se hace abstraccién de la racionalidad de Ja decisién en el caso concreto y se adjudica un determinado resultado probatorio a un medio genérico de prueba’!. De este modo, puede considerarse que tanto esas reglas * Epigrafes 4y 4.4. ® Es decir, no impiden que esos enunciados sean susceptibles de verdad o falsedad. Otra cosa es que, por supuesto, pueden incidir aumentando © disminuyendo las posibilidades de que el enunciado que se declare probado resulte finalmente verdadero, esto es, que se correspond con los hechos realmente ocurridos. En este sentido, Gascon habla, muy elocuentemente, de reglas epistemol6gicas y reglas contraepistemol6gicas, en funcién de si colaboran o entorpecen en la tarea del descubrimiento de la verdad. Vid. Gascon, 1999: 115 y 125 ss. Esta misma distincién, con diferente terminologia, puede encontrarse ya en WiGMORE, quien clasificaba las reglas sobre la prueba entre reglas que persiguen una finalidad extrinseca (no probatoria) y reglas auxiliares intrinsecamente probatorias. Al respecto, vid. JACKSON, 2004: 129. det Negi ie ayes sin embargo, que pueda atribuirse racionalidad a Ia decisién general je} legislador de atribuit un especifico valor probatorio a un determinado medio genético d° Prueba, En todo caso, las razones para negar esa racionalidad deberdn ser distintas de ls Ue sitven para juzgar la racionalidad de la decisién en el caso concreto. Para una fundada opinién Tod saree Peeto de la racionalidad de la institucién de la prueba legal, puede verse TARUFFOs 1992: 361 ialme: Ea cont , 1 y 2001: 138 139 mente 374. En sentido contrario, en cambio, MONTERO AROcA, 2000: 53 55+ pruEBA Y VERDAD 6 mo los enunciados que fijan los hechos probados en aplicacio ¢ bere aplic: aquéllas al caso concreto son supuestos de reglas constitutivas { . ferales Y aplicadas, respectivamente). Siendo asi, no es posible ae puirles valores de verdad. Una vez presentadas las distintas limitacione: ; pilidad de alcanzar una determinacién veniades ess Nese cael rocesO judicial, conviene recapitular y volver por un momento ae dos formas principales en las que se ha planteado la relacién entre rueba y verdad: la relacion conceptual y la teleoldgica. Ahora es posi- ble ya analizar la plausibilidad de esas relaciones a Ia luz de las jimi. taciones presentadas. Para ello, no obstante, presentaré en primer lugar algunas de las tesis mediante las que se han negado aquellas relaciones. 3. VERDAD MATERIAL VS. VERDAD FORMAL Las distintas limitaciones procesales, y no procesales (como los intereses de las partes) que pueden interferir en la determinacién de la verdad de los enunciados declarativos de hechos probados, producen que en algunas ocasiones se declaren probados enunciados falsos. Sien- do asi, se ha planteado la necesidad de dar cuenta de alguna forma de los casos en que el normal discurrir del proceso conduce, por una uotra de las razones estudiadas, a la declaracién de hechos probados que se apartan de lo realmente ocurrido. Ante esa exigencia, parecen presentarse dos alternativas excluyen- tes y exhaustivas: o bien se abandona la definicién de la prueba en términos de verdad, esto es, la relacion conceptual entre ambas nocio- nes, 0 bien se sostiene que en los casos en los que se declara probado un enunciado acerca de los hechos que resulta falso, en realidad, no esté probado. No obstante, la doctrina alemana de finales del siglo x1x (cfr., por ejemplo, Von CANSTEIN, 1880: 306 ss.; WacH, 1881: 203 ss. y BuLow, 1899: 299 ss.), y con ella buena parte de la doctrina y de la juris- prudencia europeas hasta nuestros dias, intent6 escapar del dilema anterior mediante Ja postulacién de la distincién entre dos tipos de verdades, material y procesal. La primera también ha sido denominada Mediante los calificativos de “objetiva”, “real”, etc. La segunda, por Su parte, también ha recibido las denominaciones de “formal”, “ju- dicial”, “forense”, etc. juaii "erdad material es aquella de 1a ay icial. Por ello, también puede hacerse re! ‘ 2 A 4 ificati' ta te la denominacién de verdad tout court, sin mas calificativos. Me fie claro cuales son las condiciones de verdad, en este sentitG, on a. €staban pensando los tedricos que propusicron la distinci6n, P e se habla fuera del proceso ferencia a la misma median- JORDI FERRER BELTR; . ELTRAN a verdad (material) de un enunciado de, de su correspondencia con el mundo: de la CaaS a los hechos cuya existencia se afirme 0 de la Leas los hechos cuya existencia se niegue. Esta es, precisamente, aver lad que se cree ing}, canzable, al menos en muchas ocasiones, en el proceso judicial, La verdad formal, en cambio, es aquella que se obtiene en el pro. ceso como resultado de la actividad probatoria. Dicha verdad forma, puede coincidir 0 no con la material (aunque a menudo se admite que es deseable que lo haga), pero seria aquélla la que gozaria de autoridad juridica. Con independencia de la coincidencia con Ios plausible sostener que | ra hechos realmente ocurridos, se atribuye la calificacién de verdadera formalmente a la declaracién de hechos probados realizada por el juez © tribunal en la sentencia. Esa declaracién puede ser revocada y sus. tituida por otra por parte de un tribunal superior, pero una vez que la sentencia adquiere firmeza es “la tnica verdad” que interesa al dere. cho. De este modo, la declaracién de hechos probados realizada por el juzgador deviene verdadera (en sentido formal) por el solo hecho de’ ser pronunciada por el érgano judicial. Aunque nada se dice al respecto por parte de los defensores de la distincién, parece claro, de ese modo, que la declaracién de hechos probados adquiere fuerza constitutiva. Ello no quiere decir, sin embargo, que el juzgador disponga de total discrecionalidad para determinar los hechos probados, o que pue- da hacerlo a su libre arbitrio (sf parece suponerlo, en cambio, Nieto, 2000: 248-249). Es mas, podria incluso suceder que el jucz o tribunal tuviera la obligacién juridica de intentar descubrir los hechos realmente acaecidos, esto es, la verdad material. En cualquier caso, puede haber también normas que impongan determinados resultados probatorios ante la presencia de determinados medios de prueba, etc. La violacién de esas obligaciones puede ser el motivo de pertinentes recursos y de la revocacién de la decisi6n judicial por parte de un 6rgano superior. No obstante, la distincién entre verdad material y verdad formal pone el acento en la autoridad que se confiere a la declaracién de hechos probados realizada por el juzgador y en la irrelevancia juridica de la verdad material una vez resuelto el caso. Sin embargo, en muchas ocasiones se pretende decir algo mis al sostener la distincién. Asi, ha sido muy habitual que se sostenga que es un objetivo del proceso penal el descubrimiento de la “verdad mate- ial sobre los hechos”, mientras que en el proceso civil ése no seria un objetivo institucional, conformandose con la “verdad formal”. Esto seria debido a la vigencia en el proceso civil del principio dispositivo y a la presencia de un buen ntimero de reglas de prueba legal, a dife- rencia de lo que ocurrirfa en el caso del proceso penal. Asi, cuando se sostiene una tesis como ésta, no s6lo se niega que de hecho se pto- pRUEBA Y VERDAD 0 duzea en el proceso civil un disociacién entre probados v aquellos realmente ocurridos, Se 1 és un objetivo del proceso civil, a diferencia dale, ; cubrimiento de la verdad material Uisitxcy Astor eee hee Chae RipoLts. 1960: 243: ARazt, 1986: 30s, y Vib. 19006 469) Es importante destacar en este punto, sin embargo. rencia entre las limitaciones al “descubrimiento” de iy verdad ce) proceso civil y penal es claramente contingente, es de endie ioe la regulaci6n procesal de cada ordenamiento juridico ve ad caiea : una diferencia de grado. Puede verse, en efecto que ta parce las limitaciones analizadas en el epigrafe anterior estan presente fae bién en el proceso penal. Es mis, el Primer tipo de limitaciones, c arac- teristicas del marco constituido por el propio proceso, estarian prs. sentes en cualquier tipo de proceso y, si la caracterizacién es correcta. con independencia de la regulacién de cada ordenamiento. , los hechos declarados firma, ademas, que no ‘ANO. que la dife- A. Elrechazo de la distincién Ya en la primera mitad del siglo xx se alzaron importantes voces doctrinales para rechazar explicita y claramente la distincion entre diversos tipos de verdad. Desde entonces, ese rechazo se ha convertido en ampliamente mayoritario, aunque pueden encontrarse sin excesivo esfuerzo atin actualmente referencias a la misma tanto en la doctrina como en la jurisprudencia '. Uno de los autores que ha ejercido mayor influencia para la exten- sién del abandono de la distinci6n entre verdad material y verdad for- mal es CarNELUTTI. Bastardn algunas citas del autor italiano para mos- trar claramente su pensamiento al respecto, Asi, advierte que la nocién de verdad formal En cl mismo sentido, Moxriko Akoca, 2000: 26 y 2001: 112. Véanse, por ejemplo, Ausaoko Nosttr, Cortes Dominautz, GIMENO SENDRA, Mortno Catena, 1992, vol. I: 412 y vol. II: 443, Niz1o (2000: 248 ss.), por su parte, realiza una defensa muy clara, aunque a mi entender no convincente, de la vigencia de la distincién entre tipos de verdad. Vid. también, entre otras muchas, las SSTS de 5 de noviembre de 1996, de 22 de abril de 1994 y de 15 de marzo de 1989. En particular, la jurisprudencia espaiiola sucle hacer referencia a la necesidad determinar la verdad material en el proceso penal. En ese sentido, vid., por ejemplo, las SSTS de 6 de octubre de 1988 (en mate il, en la que se afirma que no cabe exigir en la jurisdiccion civil, por diferencia de la penal o ta social, 1a especificacién en la senten de Jos hechos probados, puesto que en materia civil operaria la verdad formal y se apreciarian las pruebas segin conciencia), de 8 de mayo de 2000 y de 18 de octubre de 1985 (ambas en Materia penal). En sentido contrario, en cambio, URwaxo Castrito y Torres Morato (2000: 29) sostienen que «la meta del proceso penal es la “obtencién formalizada de la verdad” que Puede coincidir o no con la real o material, pero que ¢s, sobre todo, la obtenida por via formal, es decir, la verdad forense». JORDI FERRER p; 64 LTRAy, : s mas que una metifora, sin lugar a dudas; en realidag, ¢ tli} Oogaar que Ia verdad no puede ser més que una, de formes la verdad formal o juridica o bien coincide con la verdad material, no es mas que verdad, o diverge de ella, y no es mas que una no-verda3 [.J» (Carnevurm, 1947: 29-30). Y mas adelante sefala también, en una frase que ha sido Citada insistentemente por buena parte de la doctrina espafola ¢ italiana, que «la verdad es como el agua: 0 es pura 0 no es verdad» (Carneturn, 1947: 34). En los términos dilematicos que he planteado, la relacién entre prueba y verdad al inicio del epigrafe anterior, las claras observaciones de CaRNELUTTI contra la distinci6n entre verdad material y verdad for. mal pueden entenderse bien. Asi, lo que el procesalista italiano plantea es que esa distincién no es mds que una falsa salida al dilema. Sigue quedando en pie el dilema del mismo modo en que se presenté: 0 bien se abandona la relacién conceptual entre prueba y verdad, esto es, no se define la prueba en términos de verdad de los enunciados, o bien se sostiene que es imposible conceptualmente probar un enun- ciado falso. En este tiltimo caso, cuando se declara probado un enun- ciado de ese tipo, habra que decir necesariamente que se ha cometido un error y que el enunciado no esta realmente probado. Otra cosa sera, por supuesto, que la decisién tenga autoridad juridica y que, en funcion del caso, sea incluso irrecurrible. Como se vera mas adelante, no obstante, la alternativa que propone CaRNELUTTI representa un paso adelante sdlo terminolégico respecto de la distincién que él mismo rechaza. No pretendo minusvalorar su aportacion con ello, sino tnicamente advertir que su trabajo supone principalmente un aporte de claridad conceptual para el problema ana- lizado, pero no una soluci6n teGrica sustancialmente distinta. B. Problemas pendientes: las alternativas Apoyandose en las palabras de CARNELUTTI, 0 en reflexiones and- logas, y en las limitaciones procesales a la busqueda de la verdad que se han presentado anteriormente, buena parte de la doctrina proce- salista ha optado por el primer cuerno del dilema, esto es, el abandono de la relacién conceptual entre prueba y verdad. En muchas oc: funde, siones, ademas, ese abandono se vincula, 0 se con- con el abandono adicional de la relacién teleolégica 3. En esa Mas que un al en Miraxpa, ilono de ambas tesis se produce una confusién entre ellas, por ejemplo, , 1997: 36-37, pRUEBA Y VERDAD 6s pueden vi las observa panoles, quienes sostiene: iciones de dos import: antes pro- n que: ~~ cesalistas es «Lo I6gico hubiera sido aband. sido abandonar verdad como fin de la prueba juridica y bu: hallazgo de la solucién» (SiRRA Downe oe si la funcién de la prueba ha venido refiriéndose al descul iento de la verdad, dandose asi origen a otro mito en mate- ria de prueba [...>» (Montero Aroca, 2000: 23; también fd, 2001: 108) siempre el concepto de car por otros senderos el SUEZ, 1962: 357), Aunque las diferencias entre las distintas alternativas no estan cla- ramente delineadas, dos trabajos recientes de MONTERO Anoca (2000 26 ss. y 2001: 112 ss.) pueden servir como guia para presentar las diver. sas opciones tcoricas presentes en la doctrina actual acerca de la rela- cién prueba-verdad. Asi, ese autor identifica tres grandes tesis, a saber: A) Prueba como fijacién de los hechos: Se sostiene que la fina- lidad de la prueba es la fijacién formal de los hechos por parte del juez, con independencia de su relacién con lo ocurrido. Esta es la tesis defendida por Carnetutti y ha conseguido un buen numero de seguidores. En palabras del autor italiano: «{..] el proceso de biisqueda sujeto a normas juridicas, que res- tringen y deforman su pureza légica, no puede ser sinceramente con- siderado como un medio para el conocimiento de la verdad de los hechos, sino como una fijacién 0 determinacién de los propios hechos, que puede coincidir 0 no con la verdad de los mismos y es absolutamente independiente de ello» (CarNetuTTi, 1947: 30. Las cursivas son del autor). En este punto, vale la pena observar que, como ya ha sido men- cionado anteriormente, no hay una diferencia sustancial entre esta tesis yla que esta subyacente a la nocién de verdad formal. En otras palabras, tanto la vinculacién de la prueba juridica a la fijacién formal de los hechos como la vinculacién a la nocién de verdad formal suponen su desvinculacién de la verdad tout court y, lo que es mas importante, una versién no racional de Ia prueba de acuerdo con Ia cual esta pro- bado aquello que el juez o tribunal declara probado "*. Por otra parte, * En realidad, puede plantearse la distinci6n entre verdad formal y material de otra forma. Asi, puede decirse que el objetivo (0 uno de los objetivos) de cu i ¢s la determinacién de los hechos de acuerdo a Ia verdad material, esto ¢s, ficticos incorporados al Por su parte, puede denominarse ver Pucde afadirse también que es importante un reconociendo que ello no es siempre a © entre lo que ha ocurride en el mundo y lo que se 4 cualquiera de las limitaciones procesales que han Jue esta verdad formal coincida con la material, La divergencia entre los dos tipos de verdades, ‘declara en el proceso puede deberse fo expuestas en éste y en el anterior JORDI FERRER BELTRAN 66 i i mbos casos se prod encia de lo anterior, en ambo Produce ana cal fu sion cane atribucién de efectos juridicos, de autoridad, Hee ai cision judicial y su correccion, incluso juridica. Se confunde, en fin, ta infali ‘dad con el caracter juridico definitivo 0 no de |g decision '. icci6 j cerca de los hechos: Segy tueba como conviccion del juez a ; gun eae prueba es el conjunto de operaciones por medio de las jue se trata de obtener el convencimiento del juez respecia de unos datos procesales determinados» (MONTERO AROCA, oe : 27 y 2001: 113-114; vid. también SERRA DominGuEz, 1962: 356). Esta Parece ser la doctrina mayoritaria en el Ambito de la dogmatica procesal'*. Asi, para Capanas (1992: 21), “prueba” identifica [..J, en su mejor acepcién técnica ae aie terido estado psicolégico de convencimiento del juez sobre ja veracidad de todos o algunos de los hechos alegados por las partes, En efecto, una afirmacién de hecho no estaré «probada» aunque s¢ utilice en tiempo y forma oportunos alguno de los instrumentos previstos por la legislacién, si finalmente tal actividad no excita en el juez la certidumbre de la realidad fisica del acontecimiento descrito en esa afirmaci6n» (la cursiva es del autor). También en este caso, son de aplicacién las criticas realizadas a la concepcién anterior respecto de la confusién entre el caracter juri- dico, incluso definitivo, de una resoluci6n y su infalibilidad. En efecto, si se sostiene que la finalidad de la prueba como actividad es alcanzar la conviccién del juzgador acerca de los hechos, esta finalidad se vera satisfecha con independencia del sentido en que se produzca aquella conviccién, de si es acorde o no con los hechos realmente acaecidos e incluso de si es 0 no la conclusién que cabia obtener a la luz de los elementos probatorios presentes en el expediente judicial. Por otra parte, si se concibe la nocién de hecho probado (esto es, la prueba como resultado probatorio) de forma equivalente, cabe capitulo (asi plantea la distincién, pot ejemplo, Summers, 2000: 286 ss.). De este modo, si se mantiene que el objetivo del proceso cs la determinacién de los hechos de acuerdo con la verdad material, no se produce el problema de Ia infalibilidad ni se cae en una versién cons- ttutivista de 1a declaracién de hechos probados: podr decirse siempre que aquello que es verdadero formalmente (que ha sido declarado verdadero en el proceso) no se corresponde, como deberia, con la verdad material. En cambio, queda una critica, si se quiere terminoldgica No se entiende bien la raz6n Por la que vale la pena seguir llamando verdad formal a la declaracion de hechos probados realizada por el juez en su decision y no simplemente prueba, distinguiendo asf entre prueba y verdad y no entre distintas verdades. : tide ioe Pucde verse lo dicho ya en el apartado 2.A del capitulo primero. En ¢l mismo sentido, ALcHoURRON y BULYGIN, 1989: 311, oa q ee pleut decir que la verdad procesal «es el final, en el sentido de que pone fin a la controversia (ipero ponet fin a la discusin sobre la ver ‘nunciado!)» eer rdad no hace verdadero el e Asi lo muestra, por ejemplo, Mi $ (1997, i rencias a las doctrinas capanen ae amos Mizaxa Esreaures (1997: 45 ss.), con amplias refer italiana, alemana y latinoameri 67 ue un hecho esta probado cuando el juez se ha convencid de su ocurrencia. En ese caso, tampoco se deja ningin espacio aa el error: el juez alcanza la conviccién, el hecho esta probado En scontrario, no lo esta. Y ello depende tinicamente del aspecto sub- sotivo psicoldgico del juez, que nadie mas que é1 puede determinar. conduciendo necesariamente a una concepcién irracional de la prue- pai”. Un érgano superior, en cualquier caso, s6lo podra revocar la decision del 6rgano superior alegando que ha Ilegado a una convicci6n diferente y que su conviccion “vale mas” por efecto de la jerarquia entre Organos. Finalmente, la concepcién analizada conlleva un problema afiadido. Asi, se confunde la nocién de prueba con Ia actitud proposicional del juez acerca de los enunciados que se declaran probados"*. Y se vincula. ademas, la prueba con la creencia (la conviccién), de modo que no se puede dar cuenta de un importante numero de casos, en los que or razones muy diversas el juez se ve obligado a declarar hechos pro- bados con independencia (y hasta en contra) de sus creencias acerca de los hechos del caso ae C) Prueba como certeza del juez acerca de los hechos: Segtin la caracterizaci6n que MonTERO AROcA (2000: 29 y 2001: 116) realiza de esta tesis prueba, es decir 4! ala actividad procesal que tiende a alcanzar la certeza en el juzgador respecto de los datos aportados por las partes». No est claro, en mi opinion, cuales son los limites entre la nocién de conviccién y la de certeza en este contexto 20. En cualquier caso, parece que también la nocién de certeza tendria un caracter eminen- "” En algunos casos, esta consccuencia pretende evitarse afirmando que el juez tiene ine- ludiblemente el deber de motivar su decisién y que ello permite evitar las resoluciones arbitrarias. En mi opinién, en cambio, una concepcién de la prueba que se vincule con la conviccién psi- colégica es incompatible con una concepcién fuerte de Ja motivacién (justificacién) de las reso- Iuciones (Tancrro, 1975: 107 ss. y 1992: 376). Por ello, no es de extraiiar que se acabe reduciendo la motivacién a una explicacién (no justificacién) de los pasos 0 Jos datos que han levado ala convicci6n en cuestin (IGARTUA, 1998: 288-289). Este punto seré desarrollado en el capitulo siguiente. © También este aspecto ser desarrollado en el capitulo sig cor que vincula la prueba con Ia creencia del juez. Por el momento, vale la pena afadir inicamente Que, como sefiala MoxteRo ARoca (2000: 27 s.), los autores que sosticnen esta concepcién suelen criticar la existencia de reglas de prueba legal, precisamente, porque estas reglas atribuyen Tesultados probatorios con independencia de Ja conviccién o la creencia del juez al respecto. ® En efecto, algunos autores asimilan directamente las dos concepciones. Asi, por ejemplo, Lieuman, 1980: 275 y De Santo, 1991: 289. Este dltimo, ademés, asimila tanto Ia nocién de Conviccién como Ia de certeza a la de creencia. MIRANDA Estrampes (1997: 57), finalmente, asimila las nociones de certeza y de creencia. suiente, al analizar la concepcion JORDI FERRE! : 68 R BELTRAN, temente subjetivo, de modo que se presentarian de nuevo los mig, i ares Mos, problemas sefalados para las concepciones anteriores e Si se procede a recapitular lo dicho acerca de las tres alternatj Se a vas ue se acaban de presentar como finalidades de la prucba, Puede obser. nee que todas ellas presentan respecto de la distincién entre verdad teiteninl y verdad formal la ventaja de la claridad conceptual, al no necesitar multiplicar las nociones de verdad. En cambio, tampoco estan ellas mismas bien delimitadas y no quedan claros los margenes entre una y otra concepcién. Por ultimo, y lo mas importante, todas ellas comparten con la nocion de verdad formal que son dependientes de la propia decisién judicial, de forma que a se presenta por Parte de ninguna de ellas un parametro externo a la propia decision del juez sobre los hechos que permita evaluar la correccion de la misma. Por ello, asi delineadas, desembocan necesariamente en una concepcién irracional de la prueba juridica. 4. DE NUEVO SOBRE LAS RELACIONES CONCEPTUAL Y TELEOLOGICA ENTRE PRUEBA Y VERDAD Si se acepta, como creo que debe hacerse, el cardcter relacional de los enunciados probatorios (del tipo “Esta probado que p”) respecto de los elementos de juicio (los medios de prueba) presentes en el expe- diente judicial, puede ya ponerse en tela de juicio la relacién conceptual entre prueba y verdad. Esto es, aquella que consiste en postular a la verdad de un enunciado como condicién necesaria para que pueda decirse que ha quedado probado. Asi, el primer obstaculo para man- tener esa relacién viene impuesto porque la prueba de un enunciado es relacional a los elementos de juicio que se tengan a disposicién, mientras que la verdad del enunciado no tiene ese caracter en absoluto. No obstante, este tinico inconveniente no permite rechazar sin mas la relaci6n conceptual entre prueba y verdad. La raz6n es muy simple: podria atin sostenerse que s6lo puede decirse que hay elementos sufi- cientes en favor de p cuando esos elementos demuestren la verdad de p. En ese caso se mantendria incdlume la relacién conceptual. En cambio, creo que hay buenas razones para rechazar esa relaci6n. La principal es que no se corresponde con los usos de los juristas y tampoco con las exigencias de los ordenamientos juridicos positivos. En efecto, es perfectamente compatible la verdad del enunciado pro- Mostrro Aroca (2000; 29) distingu Baas al ae imera se detware ac fenven ) distingue, no obstante, dos tipos de certeza. La pri r iento psicolégico del juez (para los casos de libre valoracién de It i) y la segunda seria de tipo “objetivo”, impuesta por el legislador como resultado de un medio de prueba (para los casos de prueba legal), RUEBA Y VERDAD Pl 69 5 robado que p™ con Ii patorio “Es P ‘ Jue pon la falsedad de p22 Po significativo aa cual iado del tipo “En el proce 7 nied cllo, resulta Juan era el padre de Pedro: en cambio, nuevas prose gee Uc 7 Lon can aS genéticas Ha demostrado que no lo es”. Para que pueda decirse que me neice han est probada es necesario y suficiente que se dispon detec fice SaaS, ici en sI rear ga de cleme de juicio unficlonte: en su favor, que hagan aceptableresa p oposicion como descripcion de los hechos del caso, Otra cosa sera ales las condiciones para esa aceptabilidad, pero por el momento bose con decir que la exigencia es menor que la verdad. ert Por otra parte, las distintas limitaciones Pprocesal de la verdad en el proceso permiten decir, como ha puest fiesto la mayorfa de especialistas, que en buena parte de lo: en los que eee Probadas Proposiciones acerca de hechos no es posible ai lirmar que la proposicién Probada sea verdadera. Es mis. en algunas ocasiones, aunque conozcamos la falsedad de la proposicion en cuestién es perfectamente posible sostener que la proposicion esta probada (si, teniendo en cuenta tnicamente los elementos de juicio presentes en el expediente, se considera que éstos son suficientes para aceptarla como verdadera o el derecho obliga a ello). Finalmente, i se vincula conceptualmente la prueba de una pro- posicién con la verdad de la misma, no puede darse cuenta del fun- cionamiento de los distintos estandares de prueba. La idea de la ex: tencia de estandares de prueba supone el caracter gradual de la corro- boracién de una proposicion. Asi, la cuestién que se plantea es deter- minar qué nivel de corroboraci6n va a considerarse suficiente para aceptar la proposicién como probada. Dependiendo del ambito 0 juris- diccién, o del tipo de proceso, ese estandar puede ser, obviamente situado en un nivel distinto, mas o menos exigente. Pero esto parece no encajar bien con la relaci6n conceptual entre prueba y verdad: si la verdad es condici6n necesaria para que una proposicion esté pro- bada, entonces la prueba no admite gradacién; de este modo, si la corroboracién muestra la verdad sera suficiente y si no la muestra no podré decirse que la proposicién esta probada. No es extraiio, pues, que quien vincula conceptualmente prueba y verdad tenga serias difi- cultades para admitir la concurrencia de distintos estandares y exi- gencias en funcidn del tipo de proceso™. Queda por evaluar la plausibilidad de sostener Ia relacién teleo- logica entre prueba y verdad. Como ya se ha visto en el epigrafe ante- ® He defendido esta tesis en el epigrafe 3.C del capitulo anterior y, por ello, no me extenderé aqui en ello. *" En este sentido, por de convertir los. distintos s de prucha en dist Posibilidad de integrar Ia existencia de estdndares de ¢l precio conceptual que se paga con esta reconstruccién es exc un retrato alejado de la practica jur Paraporoutos (2003: 130 ss.) tiene que usar el expediente tintos sentides de verdad, como tinica rueba diversos. Creo, no obstante, que amente clevado, resultando jemplo, . JORDI FERRER BELTRAN, ic la doctrina procesalista niega que la fina. nzar el conocimiento de la verdad acerca se plantean — one las cee con- vi judici: uizis mayoritaria, la certeza y hasta la probabilidad, ee eee una respuesta positiva, valdra la pena analizar crj- ticamente las alternativas. Para ello, creo que puede ser Util recordar qué es lo que se prueba en un proceso. i No es extrafio encontrar en la doctrina y en la jurisprudencia Ja tesis de que lo que se prueba en el proceso son los hechos. Algunas veces ello obedece a razones de simplicidad expositiva (como puede ser el caso en algunas de las ocurrencias en este mismo trabajo), en otras es exactamente eso Io que se quiere decir. Sin embargo, ésta es una mala forma de plantear el problema. Los hechos no pueden ser probados en si mismos. Como pone de manifiesto un ilustrativo ejemplo de SERRA DoMINGUEZ (1962: 359), no puede probarse una mesa ni un contrato ni una obligaci6n. Lo tnico que puede probarse es el enunciado que afirma la existencia de una mesa en mi despacho, no la mesa misma. Del mismo modo, puede probarse el enunciado que afirma (0 niega) la firma de un contrato, etc. En el proceso, por tanto, deberan probarse los enunciados sobre los hechos formulados por las partes” (en ese sentido, por ej mplo, CARNELUTTI, 1947: 55; Sentis MELENDO, 1979: 158; ANDRES IBANEZ, 1998: 398; WROBLEWSKI, 133; TARUFFO, 1992: 95; UBERTIS, 1995: 12 y MIRANDA EstRAMPES, 3). Si esto es asi, cabe preguntarse qué puede ser objeto de la certeza, la convicci6n, etc. Si el objeto de a prueba son los enunciados sobre Jos hechos formulados por las partes, parece claro que la conviccién, la certeza o cualquier otra actitud mental del juez que se quiera plan- tear como finalidad de la prueba debera estar referida a esos enun- ciados. De este modo, no veo otra posibilidad que sostener que la certeza o la conviccién del juez verse sobre la verdad del enunciado (Carrara, 1944: 291 y De Santo, 1991: 289). Esto, por supuesto, no supone afirmar la relacién conceptual entre la prueba y la verdad, pero permite observar que aquellos autores que, sosteniendo tesis como las presentadas en el epigrafe anterior, han pretendido “desterrar” la nocién de verdad del andlisis de la prueba estan abocados necesa- riamente al fracaso, puesto que sus propias tesis acaban vinculando (aunque mas indirectamente) ambas nociones”>. de Mos poner s6lo dos ejemplos de ese fracaso, me referiré a los casos le Montero Aroca y de Serra Domincuez. El primero, después de rior, una parte importante d lidad de la prueba sea alcanz de los hechos. Como alternativa, * En realidad, deberi: it . — tia decirse, con mayor rigor, que se prueban proposiciones, no enun- Sr a ' : (en elie ee algo parecido cuando se vincula la nocién de prueba a la de probabilidad Sebati ne Oe aus versiones). En efecto, no veo edmo se puede evitar sostencr que It pro s ante es la de que sea verdadero el enunciado que se pretende probat- pRUEBA Y VERDAD n haber calificado de “mito” la relacién ent ue la finalidad de la prueba es Producir la certeza del ; Jos hechos, sostiene que la certeza judicial aceres ae el jucz sobre testifical consiste en la conclusién de que “ha Phe ie na F MON ERO AROCA, 2000: 49); 0 también que una vez reali nisi ees cimiento judicial, el juez debera «decidir sobre la verdad ¢ recono- del hecho que se le ha representado» 2° (Moun - ye mt re serra DominGuez (1962: 356), por su parte, sostiene ce “ha DO: 51). no se ha desterrado de la investigacién el término verdad olhaa aaa do conseguirse resultados satisfactorios» en el anilisis de a Eta juridica. No obstante, considera que se puede «definir el concepto de prueba como una actividad de comparacion entre una afirmacion sobre unos hechos y la realidad de los mismos encaminada a formar la eon: viccién de una persona» (Serra Domincurz, 1962: 356). Parece clara ademés, la referencia seguramente inconsciente a la verdad como correspondencia”’. Te prueba y verdad y sostener El anilisis anterior permite ya intuir la plausibilidad de la relacién teleolégica entre prueba y verdad. Pero vale la pena ofrecer un ultimo argumento en su favor. Como ha sefialado VAN FRraassen (1980: 24) al analizar la finalidad o el propésito de la ciencia, cudles sean éstos depende de las condiciones de éxito de la institucion. Y ello, por cierto, no excluye que existan otros propésitos subsidiarios que puedan ser ono medios para aquella finalidad principal. Parece razonable sostener que el éxito de la intervencién de las partes en la fase de prueba, aportando medios de prueba, etc., se pro- duce si logran convencer al juez de que su “descripcién” de los hechos (su historia, si se prefiere) es verdadera. Con ello, estaran en buenas condiciones de ganar el caso. En cambio, no parece que se pueda decir que en ese caso, sin mas, ha funcionado con éxito la instituci6n juridica de la prueba. Si una de las funciones principales del derecho es la regulacién de la conducta, el cumplimiento de esta funcién requie- > Bastaria Gnicamente afadir que los hechos en cuanto tales no son susceptibles de verdad © falsedad, sino Gnicamente los enunciados que los describen. ” Otros autores, como MuXoz. Conpe (1999; 53 ss.) utilizan la expresién “verdad forense”, que recuerda a la de “verdad formal”, pero sostienen “la tcoria consensual de la verdad” (si- guiendo las tesis de HanerMas), que seria la Gnica capaz de explicar las autorizaciones y las prohibiciones o limitaciones para investigar, «cosa que no podria hacerse desde una perspectiva epistemoldgica si se sustenta la idea de la verdad como correspondencia», Sinceramente, no alcanzo a entender las razones de esa imposibilidad. Por otra parte, creo que la coherencii el consenso, etc, pueden ser considerados plausiblemente criterios, falibles en cualquier caso, de verdad, pero de ninguna forma puede sostenerse que la verdad sea reducible a ellos. En cl mismo sentido, y en el contexto del andlisis sobre la prucba juridica, pueden verse ALCHOURKON Y Butyaix, 1989: 311; Feneasous, 1989: 20-23 y 42 sz Ferrua, 1992; 59 ss. Tarurro, 1992: 145 88; Unertis, 1995: 11 y ANDRES IpANEz, 1998: 403. En este trabajo, en cualquier caso, como ya ha sido advertido en otras ocasiones, se utiliza en todo momento la teoria de la verdad como correspondencia. JORDI FERRE BELTR,, n we FRAN . ique} consecuencias jurfdicas revisi. re que en el ee fas apliqnen producido efectivamente ice hee’ en las norma mice consecuencias. Para ello, la prueba como acti, condicionante funcién de comprobar la produccién de esos hechos vidad tiene ne 0, lo que es lo mismo, de determinar el valor de Verdag condicionan Seaae que describen su ocurrencla” Y el éxito de ta ing’ de lo: a rueba juridica se produce cuando los enunciados sobre fee eee que ee declaran probados son ee que Puede sostenerse que la funcién de la prueba es la de’ : 7 le la verdag s los hechos (en el mismo sentido, entre otros, TARUFFO, 1999. Santee 1993: 752; Usertis, 1995: 4-5~”; ANDRES IBANEz, 1998: 305, GonzAtez Lacier, 2003b: 40 e IGarTua, 2003: 136 ss.). ‘a i ta parte del anilisis, vale la pena insistir en dos acon Por a Tato, la independencia entre las ee con. ceptual y teleolégica entre la verdad y la eee Pea e per: setamente que pueda darse el caso de que un enunciado factico resulte juridj. camente probado y, en cambio, sea falso. También, por supuesto, que un enunciado factico verdadero no resulte probado. Todo ello depende de los elementos de juicio aportados al proceso. Lo unico que podra decirse es que en ese caso la prueba como actividad no habra cumplido su funci6n o finalidad. Por otro lado, como ya VAN FRAASSEN ponia de manifiesto en su anilisis del propésito o la finalidad de la ciencia, que se afirme que algo es el propésito de una institucion ° actividad no excluye que existan también otros propésitos 0 finalidades (vid. también Quesapa, 1998: 278). Asi sucede claramente en el caso de la regulac nm juridica de la prueba. Esta claro que, ademas de la determinacién de la verdad sobre los hechos, esa regulaci6n juridica tiene también otros objetivos, que pueden variar en cada momento histérico y en cada ordenamiento. Asi, por citar s6lo algunos, pueden mencionarse la celeridad en la toma de decisiones, la paz social, la proteccién de los derechos individuales™’, etc. (vid., entre otros muchos, RESCHER y Joynt, 1959: 568; WEINSTEIN, 1966: 241 ss.; LiesMan, 1980: 276-277; PosNER, 1990: 206 y Tarurro, 1992: 336-337). En cualquier caso, como sefala acertadamente Damaska (1978: 860; 1986: 160 ss.), incluso respecto de los momentos histéricos en los que en virtud de un modelo altamente inquisitivo se pretendia * Como sostuvo Cirstax (1955: 44), demostrar la existen: equivale a demostrar la verdad 0 falsedad de las © Unewns cita una interesante senten de 11122) en la que se declara expresamente que «la finalidad primaria e ineludible del proces Penal no puede ser otra que la buisqueda de la verdad 0 se da, entre la necesidad de just it © inexistencia de un hecho Proposiciones que afirman o nicgan ¢ de la Corte Constitu: ya Y VERDAD ea mR asimizar Ia busqueda de la verdad —incly mairas para obtenerla— no puede decirs nit da y estuviesen ausentes otros valo; i uyendo Ja practica legal de pe duc esa busqueda fucse ¢s en cl proceso judicial s, SER VERDADERO Y SER TENIDO POR VERDADERO Como ya se ha puesto de manifiesto, la relacié tipo, entre las nociones de prueba y verdad ha tratde oe ee puena parte de los procesalistas desde hace mucho tiempo. E: oe tado anterior he defendido la plausibilidad de la tesis pee a Ja existencia de una relacidn teleoldgica entre esas dos noci ee ne obstante, con ello no se agotan los problemas. ones. No Como ya se dijo anteriormente, la distincién entre verdad material y formal fue elaborada Por Ja doctrina alemana decimonénica eae reaccién a la constatacion de que, en muchos casos, los hechos decla- rados probados en los procesos judiciales no coincidian (y algunas veces no podian juridicamente coincidir) con los hechos realmente acaecidos, En otras palabras, que eran declaradas probadas proposiciones que, en cambio, resultaban falsas y a la inversa. A pesar de ello, el derecho reconocfa, y sigue reconociendo, autoridad a esas decisiones: las sigue considerando como decisiones juridicas y producen los normales efec- tos juridicos. He dedicado buena parte de este capitulo a mostrar la implau- sibilidad de la distincion entre distintos tipos de verdades, asi como también la insuficiencia de buena parte de las alternativas teéricas plan- teadas por la doctrina. En lo que sigue, pretendo ofrecer una posible solucién al problema que acabara en la nocién de aceptabilidad de una proposici6n. Con ello, por otra parte, introduciré la discusi6n que se desarrollaré mas extensamente en el capitulo siguiente. El punto de partida que puede permitir resolver el embrollo de la relacién entre prueba y verdad de una proposicién es la distincién entre “ser verdadera” y “ser tenida por verdadera”. Una proposicion P ¢s verdadera si, y solo si da el caso que p. Esta es la cl: nocién de la verdad como correspondencia (Tarski, 1931). En el famo- $0 ejemplo de Tarski “La nieve es blanca” es verdadero si, y solo si, la nieve es blanca. Esto es, si se produce una correspondencia entre aquello que dice el enunciado y los hechos del mundo. De esta forma, laverdad de una proposicién no depende en absoluto de quién formule el enunciado que la expresa (sea un juez, el constituyente, ae yo mismo). Si trasladamos esto al contexto que aqui importa, la eae de la proposicién p que se menciona en el enunciado probatorio bi Probado que p” no depende en absoluto de lo que decida ¢ ee que emite el enunciado probatorio en su decision. Tampoco depende 74 de nada que haya podido suceder en el transcurso del Proceso, ni de los medios de prueba aportados al mismo, etc.” . Depende, tinica exclusivamente, de su correspondencia con el mundo: de que los hechos que p describe se hayan producido efectivamente. Lo que si depende del juez o tribunal que decide el caso es con- siderar a p como verdadera. Esto es, e] juez puede tener a p por ver. dadera en su decision, a la luz de los elementos de juicio aportados al expediente judicial para probar la verdad de la proposicion, ¢ incor- porarla como tal a su razonamiento decisorio, o no tenerla por ver- dadera. Vale la pena sefalar que la decision de no tener por verdadera la proposicion p no debe confundirse con la decisi6n de tenerla por falsa. Esta es otra diferencia entre el valor de verdad de p y el hecho de que sea tenida por verdadera por alguien. En el primer caso sdélo dos opciones son posibles: la proposicién es verdadera ° falsa. Enel segundo, en cambio, existe una tercera posibilidad intermedia: puede considerarse a p como verdadera, como falsa (es decir, como verdadera a “no-p”) 0 no atribuirle valor de verdad. Esto ultimo puede suceder, por ejemplo, si no se dispone de elementos de juicio suficientes a favor ni en contra de la proposicién p. Es conveniente advertir que no debe confundirse el hecho de que se tenga por verdadera una proposicién con la creencia en la verdad de la misma. Normalmente, esa creencia es precisamente la raz6n por la que un sujeto tiene a una proposicién por verdadera. Pero ello no es necesariamente asi. Cabe la posibilidad de que se decida tener por verdadera una proposicion e incorporarla en un razonamiento por otras razones que no son la creencia en su valor de verdad. Asi, por ejemplo, puede hacerse a modo de hip6tesis de trabajo o por obediencia a una norma que asi lo impone. En este sentido, el derecho, como cualquier otro sistema normativo, puede regular la decisi6n de un sujeto de tener por verdadera una proposicién e incorporarla como tal a su razona- miento. Puede, por ejemplo, obligarle a hacerlo, dadas ciertas con- diciones, o también prohibirle hacerlo, etc. En cambio, no tiene sentido regular la verdad de una proposici6n ni tampoco la creencia del sujeto acerca de esa verdad. éY cual es la relacién de todo esto con la prueba juridica? Pues bien, creo que una buena forma de presentar el problema de la relacion entre prueba y verdad puede ser ésta: la finalidad de la prueba como instituci6n juridica es la de permitir alcanzar el conocimiento acerca de la verdad de los enunciados facticos del caso. Cuando los especificos medios de prueba incorporados al proceso aportan elementos de juicio suficientes a favor de la verdad de una proposicién (lo que no debe * Otra cosa es la verdad del enunciado probatorio mismo (“Esta probado que analizaré mas adelante. ee que pRUEBA Y VERDAD os i on que la proposicién sea verda confundirse ct rope sea verdadera), entonces puede considerarse que la propo: ‘Iclon esta probada. En ese caso, el ju ? debe incorporarla a su razonamiento decisorio y re tenerla por verdadera. En todo caso, podria afadirse que, a posteriori de la deci cial, una vez la sentencia ha adquirido firmeza y salvo excepciones, a los efectos juridicos lo que importara sera aquello que el juez ha tenido por verdadero y perdera relevancia aquello que es verdadero (en el caso. de que no coincidan). Pero éste es un problema tnicamente de atribucion de efectos juridicos que no tiene que ver con la verdad de ninguna proposici6n. Siguiendo a CoHEN (1989, 1992’ cauit (1992) parece posible dar cu: dadero p mediante la no res afirman que yya ULLMANN-MarGaLiT y Mar. ir cuenta de la idea de tener por ver- n de “aceptacién” **, Asi, estos tiltimos auto- «{...] alguien acepta un enunciado cuando decide proceder o actuar como si fuera verdadero, con independencia de si cree 0 no que el enunciado es verdadero» (ULLMANN-Marcatit y Marcatit, 1992: 176). Como puede observarse, la nocién de aceptaci6n, asi definida, resulta ser una actitud voluntaria* y es independiente respecto de las creencias que el sujeto tenga acerca de la verdad del enunciado. Esto es, es perfectamente posible que alguien decida aceptar como verdadero un enunciado, aun cuando crea (acertadamente 0 no) que es falso. Y, ademas, el elemento de la voluntariedad permite que sea posible también someter a regulaci6n normativa la adopcién de esa decision. Puede observarse que, de esta forma, se produce un claro paralelismo con la idea de “tener por verdadera” una proposicion™, tal como fue presentada en los parrafos anteriores. En mi opinion, la distincién entre “ser verdadero” y “ser tenido por verdadero” o “ser aceptado como verdadero”, permite dar cuenta de los problemas que Ilevaron a la distincién entre verdad material y verdad formal, sin presentar los inconvenientes que suscita esta iltima * Aunque entre Conen y ULLMANN-MarGauiT y Marat hay algunas diferencias de plan- feamiento, creo que no resultan relevantes en este contexto. Las dos mas importantes podrian considerarse éstas: a) para Conn 1a aceptacin es fundamentalmente teorética mientras que Para ULLMANN-MARGALIT y MARGALIT es fundamentalmente prictica; y b) para Cone, la acep- tacidn tiene pretensién de durabilidad, cosa que es rechazada por ULLMANN-MARGALIT y MAR. eau, En cualquier caso, 1a nocién de “aceptacién” ser analizada con mayor detalle en el capitulo siguiente. * Lo que la hace preferible a la nocién de creencia (y todos sus sucedineos, como la conviccién, ete.) para dar cuenta de la actitud proposicional del juez frente a los enunciados ue se declaran probados. * Uuimann-Marcaurr y Marcatir hablan de aceptar un enunciado, pero no creo que éste sea aqui un aspecto relevante. Por otra parte, como ya he dicho en otras ocasiones, entiendo ue el objeto de la prueba son las proposiciones. 7 JORDI FERRER BELTRAy, y, especialmente, sin multiplicar las nociones de verdad. Ademis, , pone el acento en que no se trata de que “existan” distintas yi erdad Se tno mas bien de la diferencia entre la verdad de una proposicig,” que no es dependiente de ningtin sujeto que la exprese, y la actin mental de un sujeto, en este caso, el juez, respecto de la verdaq ae la proposicién. le Por otra parte, se pueden encontrar ejemplos en los que algunos de los autores que plantearon la distincién entre verdad material y verdad formal parece estar pensando en una tesis similar a la que acaba de presentarse. Asi, por ejemplo, Von CANSTEIN habla de Ssupo- sicién de verdad en oposici6n a la verdad material (VON Canstetn, 1889; 355) y Gonner observa claramente que : «de lo que declaran los testigos, y de lo que alguien confiesa en su propio perjuicio o confirma bajo juramento en su beneficio, cs siempre posible lo opuesto, aunque no probable. Pero las leyes tuvieron que intervenir decretando que en la determinacién de los derechos ello se tuviera por verdad» (GoNNER, 1804: 255. La cursiva es mia). También mas recientemente se pueden encontrar expresiones pare- cidas. Asf, por ejemplo, WrosLEwsk! sostiene que «una peculiaridad de la aplicacién judicial del Derecho es que la base factica de las decisiones judiciales esta constituida por un enunciado existencial tratado como un enunciado verdadero» (WROBLEWSKI, 1992; 152. La cursiva es mia). Y, finalmente, vale la pena mencionar también lo que afirma Levy-BRUHL: «Una proposicién probada es una proposicién admitida, aceptada, hecha en lo sucesivo, al menos por un tiempo, parte de las verdades oficiales [...> (Levy-Brun, 1964: 22. La cursiva es mia). También a través de la nocién de aceptacién de una proposicién como verdadera puede darse cuenta adecuadamente de un aspecto mas que preocupaba especialmente a quienes idearon la distincién entre verdad material y formal. Ese aspecto es la produccién de efectos juridicos, en ocasiones irreversibles, de la decisién judicial, aun cuando la misma se aparte en su declaracién de hechos probados de los hechos realmente ocurridos, esto es, incluya enunciados facticos falsos u omita la inclusién de enunciados facticos verdaderos relevantes para el caso. Siguiendo de nuevo las ideas de ULLMANN-Maraait y MARGAU 171 ss.), puede decirse que la aceptaci6n de una propos! DAD paunna ¥ VER! n el hecho de tenerla por verdadera funciona como una otha presuncion se ee ven el rg ZONamicnto ' los efect Peiltar ka adopeién 7 una decision Practica * € Sie de gui puede entenderse lt producciGn de efectos juridicos dey it Ae a cucstion: se presume que los enunciados fy Spans Ore por el juez en su decisién son verd ade: » admite nuevos recursos, la presune no je iure, y la decisi6n adquiere fuerza d, a introducir esa presunci6n son, por Fenen que ver con el interés de que la: su final de forma relativamente rapida y Presuncién *, TOs. Cuando esa nN deviene C1 © COsa juzgada. Las razones, Supuesto, de tipo practico y S Causas judiciales Neguen a NO se eternicen. Antes de finalizar este capitulo vale la pena apuntar una cuesti6n mas que, no obstante, seré desarrollada en el capitulo s iguiente. Si se sostiene, como he defendido en los parrafos anteriores, que cabe entender las declaraciones de hechos probados incluidas en las reso- luciones judiciales como la aceptacién de esos enunciados como sn daderos por parte del juez, entonces Teaparece el peligro de perm: necer encerrados en una concepcién irracional y subjetiva de la prueba. Para evitar esa Consecuencia, es necesario disponer de criterios exter- nos a la decisi6n del propio juez que permitan evaluar su correccién. Pues bien, de forma paralela a la distincién entre “ser verdadero” y “ser tenido por verdadero” 0 “aceptado como verdadero”, puede elaborarse una nueva y util distincion: “estar probado” versus “ser teni- do por probado”. En este trabajo he defendido que “Esta probado que p” debe ser entendido como “Hay elementos de juicio suficientes (en el expediente judicial) a favor de p”. Pues bien, esta claro que, en el caso de la prueba judicial, sera el juez o tribunal (0, en ocasiones, el jurado) quien tenga que tomar una decisién acerca de la existencia 0 inexis- tencia de elementos de juicio suficientes para aceptar p como ver- dadera. Pero puede suceder que esa decision resulte errénea: se con- sidere que no hay elementos suficientes y, en cambio, si los haya o ala inversa. En esos casos, se producira una disociacién entre lo que el juez © tribunal declara o tiene por probado y lo que, realmente, ¢sté probado, —_ supe, £2? dues de nuevo, separa las nociones de seuimefeado puede sostener que el cliente siempre eee © os au determinada politica comercial. Por supuesto, eso no supone que crea efectivamente ink © Yetdad que el cliente siempre tiene la razdn. En cambio, acepts esa Proposicén y ta come 3,4 84 Fazonamiento practico a los efectos de tomar decisiones en See ae Sea equ, l# Proposicién fuera verdadera, presumiendo su verdad de forma ini ee Mme gpeieMte de que la proposicién es falsa) (vid. UL Ron i efectos de tevs Lo mismo puede hacer un abogado, que acepte Ia inocencia de s ‘Fa cabo una mejor defensa. ptaciGn y ereencia, Un encargado de un jene la raz6n, como una forma de Hevar S JORDI FERRER BELTRAN este modo, a diferencia de lo que ocurre en las concepciones eubjetivistas 9 irracionalistas de la prueba, la ee de un enunciado probatorio (del tipo “Esta probado que p ) no eee de lo que resuelva el juez, un tribunal o un jurado. Ellos pueden decidir tener por probado p, declararlo probado. Pero la verdad del enunciado pro- batorio depende exclusivamente de su correspondencia con el mundo. En este caso, depende de que efectivamente existan 0 no elementos de juicio suficientes a favor de p que hayan sido aportados al proceso, El elemento clave aqui es el de la suficiencia de los elementos de juicio. Para poder disponer de un criterio o un conjunto de criterios que permitan juzgar la correccién de la decisién judicial habré que disponer de una teorfa acerca de la suficiencia de los elementos de juicio, esto es, una teoria que nos diga cuando o bajo qué condiciones los elementos de juicio disponibles son suficientes para que resulte racional aceptar una proposicién como verdadera en el razonamiento decisorio. Cuando el juez adopte su decision sobre los hechos con- traviniendo esas condiciones de racionalidad podra decirse que “ha tenido por probado p”, pero que, en realidad, no lo estaba (0 a la inversa). En otros términos, podra decirse que el juez ha aceptado p como verdadera en su razonamiento, pero que, a la vista de los ele- mentos de juicio presentes en el expediente, p no era aceptable**, En definitiva, creo que una reconstruccién como la que se ha pre- sentado permite dar cuenta plausiblemente de buena parte de los pro- blemas y de las intuiciones en torno a las relaciones entre prueba y verdad que han preocupado a los procesalistas desde hace muchos afios. Queda por desarrollar adecuadamente la nocién de aceptacion de una proposicién y sus diferencias con otras actitudes proposicio- nales, como la creencia. Pero ello seré materia del capitulo siguiente. * Asi, desde el punto de vista de 1a i il iciencia J lementos Siok le la aceptacién del juez o tribunal, la suficiencia Yume too iuiglo a favor de una proposicién equivale a la aceptabilidad de esa propos ion com unect acerca de la suficiencia de los elementos de juicio puede entenderse ( acerca de la aceptabilidad de las Proposiciones como verdaderas.

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