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Nacemos en medio de una realidad, esa realidad que no la cambia una persona, sino que
responde a hechos y acciones sociales que van configurando además una realidad
política. Esa realidad en la que vivimos responde al liberalismo como ideología, por tanto,
el Derecho Penal responderá a una base económica que también determina una
ideología. A través del tiempo se ha constitucionalizado la realidad, dando pie a una serie
de normas que responderán a la necesidad de orden. El Estado y sus aparatos
ideológicos permiten la reproducción de la ideología liberal, justificando de esa manera la
consolidación de la democracia como modelo político, aunque esta no represente más a
un segmento de la sociedad. Y surgen las pugnas respecto a la búsqueda de poder,
porque ese sistema de ideas (de manera simple) tiende a favorecer a uno en desmedro
de otros, y cuando cambia una parte de ese sistema, también cambiará el grupo de poder
al que representa.
En vista de los resultados, todavía nos encontramos en medio de una dicotomía entre lo
que es el debido proceso y el control de la criminalidad, categorías planteadas por la
teoría de Herbert Packer para explicar los preceptos penales y las consecuencias que
devienen de ella, que es punitivo y no restaurativo.